Carta y Diario de Idea Vilariño Sobre Juan Ramón Jiménez.
Carta y Diario de Idea Vilariño Sobre Juan Ramón Jiménez.
Carta y Diario de Idea Vilariño Sobre Juan Ramón Jiménez.
La visita de Juan Ramón Jiménez acompañado de Zenobia, logró reunir a grupos rivales de
la Generación del 45. En casa del matrimonio Díaz-Berenguer. De pie: Zulema Silva Vila,
Manuel Claps, Carlos Maggi, Ma. Inés Silva Vila, Juan Ramón Jiménez, Idea Vilariño, Emir
Rodríguez Monegal y Ángel Rama. Sentados: José Pedro Díaz, Amanda Berenguer, Zenobia
Camprubí, Ida Vitale, Elda Lago, Maneco Flores Mora. (Colección Idea Vilariño, BNU).
Revista de la Biblioteca Nacional. Polémicas. 15, 37-57, 2019. ISSN 0797-9061
Rescate
Cuando Montevideo era la unión
de los contrarios
Juan Ramón, Bergamín y
los jóvenes del 45
Alfredo Alzugarat
Departamento de Investigaciones
Biblioteca Nacional
2. Publicamos partes del Diario personal de José Pedro Díaz que forma parte de la Colec-
ción Díaz-Berenguer y fue publicado: Diario de José Pedro Díaz (1942-1956; 1971; 1998),
edición y prólogo de Alfredo Alzugarat, Montevideo, Biblioteca Nacional de Uruguay,
2011.
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Emilio Oribe junto a Juan Ramón, en Montevideo, agosto de 1948. (Colección Esther de Cáceres, BNU).
Revista de la Biblioteca Nacional. Polémicas. 15, 37-57, 2019. ISSN 0797-9061
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“Ayer 12, por la mañana, conocí a Juan Ramón Jiménez”. Diario de José Pedro Díaz.
Entradas de agosto de 1948.
Sábado 14
Domingo 15
Viene esta tarde a casa Juan Ramón Jiménez a hacer una lectura
de nuevos poemas.
Vienen, además de los amigos de siempre, Oribe, Idea, Rodríguez
Monegal y Angelita García Lagos. No me hago claramente a la idea
de cómo puede resultar esto. No sé por qué: me resulta demasiado
grande el número de personas, y demasiado heterogéneo para que
pueda resultar bien. De todos modos quiero oírlo a él leyendo su
poesía.
(Después).
La impresión que me produjo J.R.J. fue mucho mejor en casa
que en el hotel. Lo sentí mucho más simpático y más abierto. Estuvo
visiblemente contento durante el tiempo que pasó aquí.
Yo me sentía algo molesto por la extremada heterogeneidad de la
gente que habían traído a mi casa. Leyó muy poco: algunos poemas
del libro que inició en el viaje, en Nueva York: Animal de fondo4
(de fondo de aire). Y es –dijo– un libro místico, el hallazgo de su
Miércoles 18
Lunes 23
6. Amanda Berenguer.
Berg[amín] vive dando vueltas cosas, ideas, obras ajenas y casi solo
de españoles. Discutimos Oribe y yo versus ellos. O[ribe]. no sabía
hasta qué punto eran incondicionales. Ángel estaba mudo de furia.
En el auto, solos, después los Díaz, Chacha y yo, dijo Minye: –es
que tú no conoces a Berguita (¡!). Con ese argumento me habían
refutado todo el tiempo. Dije entonces que lo conocía más de lo que
ellos creían, de otra manera. Viendo que había dicho algo horroroso
para ellos que creen que lo monopolizan y que nada suyo les es igno-
rado, y viendo que podían entender, que estaban entendiendo, otra
cosa, aclaré que no habiendo podido ser amigos, habíamos hablado
mucho, y muy seriamente para tal vez llegar a serlo. Pero el mal
ya estaba hecho. Les resultó espantoso. Sin embargo, a la mañana
siguiente, al salir de ver a J.R. en su hotel, Ida y yo nos quedamos
conversando con Maneco.8 Cuando Flores habló de los sentimien-
tos de Berg[amín]. por mí Ida le preguntó ¿Y usted cómo lo sabe?
Contestó que era evidente por la forma de tratarlo yo a Berg[amín].,
y él dejarse… Cuando afirmó que era el hombre más viril que había
conocido, Ida y yo nos miramos y reímos. Esa risa, y tal vez mi 47
apasionamiento excesivo al defender a J.R. y tal vez cierto evidente
desdén al no contestar siquiera algunos de sus disparates, lo hicieron
irse enfurecido. Esa misma mañana Ida y yo entramos antes, solas.
Queríamos decirle la verdad que se le estaba ocultando torpemen-
te: que Berg[amín]. estaba aquí. Berg[amín]. les aconsejó que por
nada le fueran a decir que estaba, porque ni querría recibirlos, iba
a encolerizarse etc. J.R. no le dio la menor importancia. Pero ellos
sí. Y no se molestaban con Ida, o no tanto, sino conmigo. Por otra
parte, mal se podía ocultar, cuando se anunciaba una conf[erencia].
de Berg[amín]. en el Paraninfo (en la que dijo que, bueno, Machado
sí pero que el más grande poeta español de esa generación era su
Ramón Gómez de la Serna).
Días después, Ángel –que cada vez que no se hacía lo que él que-
ría en Clinamen– amenazaba renunciar, renunció, e Ida me decían
que pasaban cosas horribles, que le dijeron a Berg[amín]. que yo
había dicho ciertas cosas de él. Y como él no tenía la conciencia
tranquila… Ida, que podía aclararlo, que había asistido al interés de
Berg[amín]., a situaciones y conversaciones, podía haber aclarado
todo, y no lo hizo. Ahora nadie sabe lo que dije e incluso (Ida) le
han reprochado a Maneco que haya hecho toda esa historia sobre
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vaguedades imprecisas. Pero fue muy desagradable. Todo se junta-
ba. Esas bajezas, el asunto Herrera Mc Lean y Menchaca contra la
expos[ición]. Cabrera que, como yo aparecía como el organizador
[sic] tuve que soportar sola la renuncia de Ángel. En realidad Án-
gel se iba porque no podía justificar su coincidencia con nosotros
ante sus amigos. Y, además, por Rod[ríguez]. Monegal, desde que
C[laps]. propuso su nombre –porque nos faltaba equipo– e Ida y
yo lo apoyamos, oscilaba entre aceptar en las reuniones su inclusión
y, en privado le decía a Ida que si entraba Emir, él se iría. Ella nos
comunicaba eso y ya no sabíamos qué hacer, después que sucedió
dos o tres veces, Emir y yo ofrecimos entonces la renuncia. Insistía
en renunciar él. Clinamen9 no era más que una palabra. Una noche,
después que se le había ido la furia, me llamó, y hablamos en un café
hasta las 4 de la mañana. Como yo no podía entrar a lo de Levitas
después de las dos, seguimos, cuando cerró el café, dando vueltas en
tranvía hasta las 7. Hablamos con sinceridad y más tarde –algún día
después–, usó algo de eso contra mí. Claps vino por dos días hace
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poco y nos propusieron que Emir y yo “colaboráramos”, cosa que
era muy desairada y no aceptamos. Yo renuncié para que Clinamen
siguiera viva, usé ese motivo en todo momento para convencer a
Ángel de que siguiera, a Emir de que renunciara, a Claps de que
siguiera. Claps consideró que tampoco le valía la pena. Y así murió
Clinamen.
Todo esto ha hecho un favor. Demostrar que somos gentes
incompatibles y que no hay por qué hacer el esfuerzo de trabajar
juntos. Es hora de que nos separemos.
J.R. muy querido: había que dejar correr un poco de tiempo, de-
jarlos llegar, reinstalarse en lo suyo, por eso no escribía, pero pensaba
siempre.
Llegaron a tiempo? Pudo trabajar en el viaje? Están bien? Quisiera
saber todo eso, y más.
Aquí es el verano, la gloria. Todo está dorado, el aire, el mar; yo
estoy dorada. Es el solo pedazo del año que tengo el cuerpo dichoso.
Por este mes no trabajo y me he venido a vivir junto a una playa
donde paso parte del día en unas grandes rocas solas.
En mi cuarto trabajo en la traducción de Crimen de la Catedral,
para Teatro del pueblo. Que, dígale a Zenobia, acaba de poner en
escena El cartero del rey, en su versión.
En cuanto a Clinamen, se reunió una vez más y decidió morir.
Han quedado definidos y casi sin contactos los dos grupos de gente.
Nosotros preparamos una nueva revista. Claps, Rodríguez Monegal,
y yo –que saldrá en el mes de marzo y que publicará sobre todo
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crítica y ensayos, pero también poesía, narración o lo que sea. Le
recuerdo, pues, su promesa de enviar algo.11
El poema que teníamos quedó en manos de Ida Vitale y creo que
no se lo podremos pedir. Las colaboraciones que usted ofreció, de
Ezra Pound y de otros. Las publicaciones serán bilingües.
Y además quisiera, quiero recibir noticias suyas; aunque sea una
de esas postales indescifrables a las que me acostumbró. Si no, se me
hará sueño que lo vi alguna vez. Todo.
Dele mis mejores saludos a Zenobia que se ha dejado una estela
de admiración y un sentimiento unánime de simpatía. Y a usted,
todo eso que ya dije alguna vez y que no puedo repetir sin dismi-
nuirlo: mi profunda admiración, mi profundo afecto, mi recuerdo.
Tengo su retrato y sus rosas. Escríbame.
I.
10. Carta copiada por Idea Vilariño en su Diario, libreta 1947-1956, corresponde a la
agenda perpetua ya citada. La carta manuscrita ológrafa en tinta negra ocupa las páginas
que corresponden a los días 20, 21 y 22 de junio de la agenda.
11. Número, revista cultural dirigida por Manuel Arturo Claps, Idea Vilariño y Emir
Rodríguez Monegal. Incorporó a Sarandy Cabrera como director gráfico y a partir del
número 8, a Mario Benedetti.2
Su primera época se extendió desde marzo de 1949 a diciembre de 1955, período en el cual
se editaron 27 números. La segunda época fue de 1962 a 1964 con 4 números.
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José Bergamín.
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13. Tomado de Cuarenta y cinco por uno. Recopilación de artículos de María Inés Silva
Vila publicados póstumamente en Montevideo en 1993.
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con el mundo y hasta con los quince lápices que él necesitaba para
escribir y ella se encargaba de mantener perfectamente afilados.
Juan Ramón tenía unos hermosos ojos negros, de árabe y su voz
sonaba maravillosamente cuando nos leyó un poema. Qué tristeza
de olor a jazmines, me parece recordar, pero no sé si se trata de un
verso jamás releído o del perfume a flores que entraba por la ventana
abierta. También me acuerdo que Juan Ramón a pesar de que estuvo
muy cordial, me pareció un poco distante, tal vez porque mi adhe-
sión a Bergamín me hacía rechazarlo un poco o tal vez porque yo,
igual que Don Pepe, me sentía más cerca de Machado.
15. Entre los autores argentinos se destaca la presencia de Macedonio Fernández, María
Elena Walsh, Juan Rodolfo Wilcock, Horacio Armani, Jorge Calvetti y Adolfo de Obieta
junto a muchos otros.
16. Juan Ramón Jiménez y la poesía argentina y uruguaya en el año 48 (Historia de una
antolojía nunca publicada), de Carmen Morán Rodríguez. Madrid, 2014.