Carta y Diario de Idea Vilariño Sobre Juan Ramón Jiménez.

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La visita de Juan Ramón Jiménez acompañado de Zenobia, logró reunir a grupos rivales de
la Generación del 45. En casa del matrimonio Díaz-Berenguer. De pie: Zulema Silva Vila,
Manuel Claps, Carlos Maggi, Ma. Inés Silva Vila, Juan Ramón Jiménez, Idea Vilariño, Emir
Rodríguez Monegal y Ángel Rama. Sentados: José Pedro Díaz, Amanda Berenguer, Zenobia
Camprubí, Ida Vitale, Elda Lago, Maneco Flores Mora. (Colección Idea Vilariño, BNU).
Revista de la Biblioteca Nacional. Polémicas. 15, 37-57, 2019. ISSN 0797-9061

Rescate
Cuando Montevideo era la unión
de los contrarios
Juan Ramón, Bergamín y
los jóvenes del 45

Alfredo Alzugarat
Departamento de Investigaciones
Biblioteca Nacional

El poeta español Juan Ramón Jiménez llegó a Montevideo proce- 37


dente de Buenos Aires el 13 de agosto de 1948. Para el gran público,
el motivo de su presencia era el dictado de dos conferencias, “La
razón heroica”, el mismo día de su arribo, y “Poesía abierta, poesía
cerrada”, el día 16. La prensa montevideana dio cuenta pormenori-
zada del acontecimiento y el semanario Marcha publicó una reseña
de ambas alocuciones algunos días después.1
La visita del gran vate peninsular encontró distintas miradas
entre sus colegas uruguayos así como también hubo otras razones
para su arribo que saldrían a luz décadas después. La presencia
en Montevideo de José Bergamín, por entonces uno de sus más
acérrimos rivales, y las fricciones entre algunos de los que luego
serían destacados representantes de la generación del 45, entonces
en ciernes, conmovieron su estadía al punto de convertirla en un
hito ineludible para quien quiera historiar los avatares literarios de
aquellos años. Fue un episodio de rivalidad a dos niveles, entre maes-
tros y entre alumnos fieles a uno u otro. Apostando a la inmediatez
de la impresión, José Pedro Díaz e Idea Vilariño recurrieron a una
forma de escritura muy frecuentada en la época y registraron en sus
respectivos diarios personales sus disensos y sus visiones encontradas

1. Marcha, N.º 442, 20.VIII.1948.


de los hechos, desde lo descriptivo hasta lo conceptual. Décadas
después, un esbozo autobiográfico de Amanda Berenguer guardó
un recuerdo emocionado de aquel momento a la vez que Ida Vitale
y María Inés Silva Vila dejaron sus testimonios, con la mesura y
reflexión que otorga la perspectiva del tiempo aunque sin dejar de
señalar las diferencias.

Parece acorde con el espíritu del rescate de estos textos la reflexión


de Ida Vitale casi cincuenta años después: “Aquellas sucesivas esca-
ramuzas nos permitieron salir de nuestra subdesarrollada inocencia:
la literatura no era el amable jardín que suponíamos sino el campo
en que se seguía librando una batalla”. María Inés Silva Vila, por su
parte, toma como título para su breve artículo dos versos del poeta
Enrique Fierro: “Montevideo era una fiesta, /era la unión de los con-
trarios”. Más allá de la recurrencia a Ernest Hemingway en el primer
verso, identificando el mundo artístico y literario del Montevideo de
aquellos años con el de París, se reconoce la existencia de rivalidades
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y, a la vez, el espacio de la literatura como punto de encuentro, mun-
do en común a conquistar pero también compartir. Era el florecer
de poetas y escritores suscritos a un tiempo de bonanza, ávidos de
oportunidades, deseosos de competir. Añade Silva Vila, de modo ca-
tegórico: “yo no encuentro mejor manera de definir los años jóvenes
de la generación del 45”.
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I. Aquellos días de 1948

José Pedro Díaz: Un testigo escrupuloso2

Viernes 13 de agosto de 1948


Ayer 12, por la mañana, conocí a Juan Ramón Jiménez.
Oribe me pidió que lo llevara al puerto en el coche y fuimos. No
estaba ya. Fuimos al hotel (La Alhambra), luego de recoger, por el
camino, a Esther de Cáceres.
Cuando llegamos al hotel nos presentan a un joven que llevaba en
su ojal un estruendoso clavel, con aspecto de almacenero enfurecido
que mostraba en su reloj pulsera y en sus anillos oro abundante y que
dijo ser “el empresario del Sr. Jiménez”. Quedé aterrado. Luego al fin
supe que J.R.J. poco tenía que ver con eso, pero mientras tanto temí
la presencia del poeta que así se nos hacía preceder.
Subimos. Y entonces encontramos al hombre con cordial mesura
y con una profundísima desmesura de presencia.
No es muy alto. Acaso no alcance mi estatura. Vestía con elegante 39
sobriedad un traje casi negro y muy liso. Sus manos se mueven poco,
pero cuando lo hace, livianamente, es para crear formas delicadas
delante de él –cuando habla del mar, del campo– y detrás de esas
momentáneas figuras, una cabeza quijotesca. Si se recuerdan varias fi-
guras de Don Quijote y se borran las características de cada dibujante,
queda una silueta que también le corresponde a él, a J.R.J. Tiene un
rostro afinado, con nariz algo gongorina, afilada también, y a sus lados
se hunden los lados de la cara, fuertemente sombreados y sobre todo
las órbitas, que son profundas y oscuras. Allá en el fondo se abren dos
ojos inmensos, muy luminosos, negros. Yo recordé lo que me había
dicho Bergamín, que no tenían iris; y eso parece, que fueran todo
pupila. Eso, y no sólo eso, sino también su habla, el sonido particu-
larmente profundo –profundo con levedad– de su voz, le dan una
presencia fantasmal de trasmundo. Sus ojos y rostro de alucinado,
con la presencia que debía tener el de Don Quijote. También cuando
habla, cuando dice se le siente en equilibrio sobre un filo apenas de
razón, apenas la suficiente razón para poetizar, apenas…

2. Publicamos partes del Diario personal de José Pedro Díaz que forma parte de la Colec-
ción Díaz-Berenguer y fue publicado: Diario de José Pedro Díaz (1942-1956; 1971; 1998),
edición y prólogo de Alfredo Alzugarat, Montevideo, Biblioteca Nacional de Uruguay,
2011.
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Emilio Oribe junto a Juan Ramón, en Montevideo, agosto de 1948. (Colección Esther de Cáceres, BNU).
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“Ayer 12, por la mañana, conocí a Juan Ramón Jiménez”. Diario de José Pedro Díaz.
Entradas de agosto de 1948.
Sábado 14

Ayer, conversación con Bergamín. Inevitablemente, sobre Juan


Ramón. Hace 15 años que no se ven. Sin embargo, según me dijo la
Sra. de Ortiz en el hotel, J.R.J. no tolera que se hable delante de él de
Bergamín. Me dijo además, que lo convenció de que Bergamín no
estaba en Montevideo, para que viniera. Pero él descubrió por Oribe
lo contrario. Apenas estuvieron solos, le preguntó –según me dijo–:
–¿Qué españoles hay aquí?
Oribe mencionó algunos sin dar el nombre de B. –entonces–.
–¿Y Bergamín? Está aquí, ¿qué hace?
Ignoro la respuesta de Oribe, pero J.R. contó de inmediato algu-
nas anécdotas contra Bergamín, que no me repitió Oribe.
Ve, por todas partes, enemigos literarios. Cuando se mencionó a
algunos poetas españoles, inevitablemente dejó caer, al pasar, algunas
frases juzgándolos negativamente. Y mencionó a Salinas, a Guillén,
a Neruda, etc.
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Fueron, según él, enemigos literarios los que destruyeron la obra
que quedó en Madrid.3 Y cuando se refirió a sus obras publicadas
ahora en Buenos. Aires, y a las importantes erratas que tienen, ex-
plicó primero.
–Hay cambios de títulos; una estrofa de un poema fue a parar
a otro… y lo malo es, que tiene sentido. Claro, el corrector le da
sentido poniendo un pero, un con que cree que falta.
Y luego de un silencio:
–He llegado a pensar, seriamente, en una mano enemiga, que
entra al taller… de noche. (Inexplicablemente nadie me comentó, al
salir, esta frase, aunque Oribe se sonrió mucho cuando J.R. la dijo.)
Fue aquí que yo sentí la transparencia de su razón.
Otro momento hubo en que sentí lo mismo: cuando comenzó a
recordar a Ezra Pound. Cuando habló de este poeta norteamericano,
de quien es amigo, dijo que él era fascista (E.P.) desde el comienzo de

3. Declaraciones similares expresaba Juan Ramón Jiménez a la prensa. El cronista de El


País, el 12 de agosto de 1948 escribe: “Sólo diremos de la única pregunta concreta que hici-
mos a Juan Ramón Jiménez y que tuvo que ver con la pérdida de los manuscritos que dejó
en su casa en Madrid [...] Nos manifestó que le desaparecieron casi todos. Los de toda su
obra pública y de alguna inédita que solo en parte ha podido rehacer. Su casa fue saqueada
apenas él dejó la capital de España. Y el saqueo, más que consecuencia de un odio político
lo fue, a su juicio, de un odio literario [...] La muerte de García Lorca –terminó diciéndo-
nos– también fue obra de sus enemigos literarios. En este punto están de acuerdo conmigo
sus propios familiares”.
Revista de la Biblioteca Nacional. Polémicas. 15, 37-57, 2019. ISSN 0797-9061

la campaña de Mussolini, y que ahora, cuando los norteamericanos


entraron en Italia y lo hallaron –pintando, creo– lo tomaron preso,
lo llevaron a Estados Unidos, y allí, lo declararon loco y lo pusieron
en un manicomio.
–Y lo terrible –dice entonces J.R. – es que se volvió realmente
loco. Lo enloquecieron.
Y cuenta entonces, cómo va él a visitarlo todos los domingos.
–Por qué, ¿qué me importa a mí, verdad? Él tiene su idea, piensa
que la economía de Mussolini es mejor que la norteamericana. Yo no
soy fascista –aclaró– pero qué me importa a mí, él piensa eso, pero
yo voy a visitarlo como poeta. Y hablamos. A mí no me molesta que
tenga esas ideas. Él lo cree, y bueno… Y en el resto de la conversa-
ción no se sabe bien si él lo considera loco o no, porque defiende el
derecho de E.P. a “tener esas ideas” y que eso no le importa, y trae a
colación, el caso de Azorín, quien –afirma– está escribiendo ahora
sus mejores libros.
–Y yo eso siempre lo digo: es un excelente escritor. Ahora que es
claro que es un sinvergüenza, una mala persona, pero como escritor 43
sin duda que a mí no me importa, etc.

Domingo 15

Viene esta tarde a casa Juan Ramón Jiménez a hacer una lectura
de nuevos poemas.
Vienen, además de los amigos de siempre, Oribe, Idea, Rodríguez
Monegal y Angelita García Lagos. No me hago claramente a la idea
de cómo puede resultar esto. No sé por qué: me resulta demasiado
grande el número de personas, y demasiado heterogéneo para que
pueda resultar bien. De todos modos quiero oírlo a él leyendo su
poesía.
(Después).
La impresión que me produjo J.R.J. fue mucho mejor en casa
que en el hotel. Lo sentí mucho más simpático y más abierto. Estuvo
visiblemente contento durante el tiempo que pasó aquí.
Yo me sentía algo molesto por la extremada heterogeneidad de la
gente que habían traído a mi casa. Leyó muy poco: algunos poemas
del libro que inició en el viaje, en Nueva York: Animal de fondo4
(de fondo de aire). Y es –dijo– un libro místico, el hallazgo de su

4. Animal de fondo (1949).


dios inmanente, el dios del poeta que es la forma. Algunos de esos
poemas me importaron más que lo que de él conocía. Y no debe
haber sido sólo su voz –ya que lee admirablemente– sino que en
realidad leyó poemas de una tonalidad más honda.
Nos prometió enviarnos, desde Washington, las colecciones de
sus revistas, de las publicadas en España.
Zenobia, comunicativa, amabilísima, cariñosa, tuvo una cordia-
lidad maravillosa con nosotros. Recordaba, viendo nuestra casa, la
que ellos habitaron en Miami, y nos prometían no olvidarla nunca.
Todo fue después diferente cuando fuimos a cenar al centro.
Oribe se mostraba inconscientemente celoso por nuestro cariño
con Bergamín. Explicaba todo eso por una necesidad americana
de seguir nuestro camino tras las huellas generosas de un Rodó, un
Vaz Ferreira, un Herrera y Reissig. ¡Qué nos importa a nosotros la
picaresca o Galdós!, decía. Me resultaba todo eso lógicamente inex-
plicable. Pero en el fondo había un explicable sentimiento que era
difícil de atacar. A su edad, verlo herido de soledad que puede ser
44
incomprensión o fracaso, incapacita para discutirle esas razones con
las que quiere dar una explicación de sus celos. Se siente el maestro
verdadero olvidado y suplantado por el que viene de fuera.
No quiso, además, entender que no tenía nada que ver su política
continental con la presencia, con la humanidad, de Bergamín. Fue-
ron mientras tanto ridículas las intervenciones de Idea, que desprecia
–incomprensiblemente– a don José.
No entienden además, que nos pueda parecer tan importante cul-
turalmente, sin que defendamos mucho ni su obra ni su docencia.

Miércoles 18

A propósito de J. R. J. nos enteramos ayer de una actitud inex-


plicable y anormal.
Cuando fue a casa, él ya sabía, por Clara Silva, que iba a venir
a casa del “grupo de íntimos amigos de Bergamín”. Por la misma
Clara envió (a) Bergamín un mensaje diciendo que saludaría a B.
sin que este se retractara de su crítica negativa de Cruz y Raya y
posteriores, pero siempre que ratificara por escrito y con su firma,
que era cierto que él (J. R. J.) no había querido que le presentara,
en 1927, a un joven poeta porque era homosexual, al igual de otros
cuatro poetas de los que se había alejado por ese mismo motivo y sin
Revista de la Biblioteca Nacional. Polémicas. 15, 37-57, 2019. ISSN 0797-9061

que ello significara un juicio sobre el “homosexualismo en sí”. La


nota, firmada, debía ser devuelta al autor.
J. R. J. la había escrito porque C.S. le había hecho referencia a un
posible saludo con B.
Este, que nos contó estos hechos, no puede recordar el episodio
ni a quién se refiere en él, aunque reconoce a los otros cuatro, natu-
ralmente. Y le mandó decir esto, y que le saludaría gustoso aunque
necesitaría aclaraciones.
Anoto todo esto porque por ser tan kafkiano, empieza por no
tener sentido para juzgarlo.

Lunes 23

Ayer, [...] encuentro con los muchachos y con Bergamín. B. nos


leyó un segundo borrador de una carta a J.R.J. que no enviará ya.
Es una página de su buen estilo dirigida a herir a J.R.J. en lo más
sensible. Nos confesó que era un desahogo, y que una vez escrita no
le es ya necesario mandársela. De todas maneras si no se sintiera que 45
J.R.J. no es estrictamente responsable de lo que dice, es la carta que
se merecería. Pero el mismo B. dice que esta carta no da en el blanco.
Me alegra que no la envíe.
Idea Vilariño: implacable cronista de un cisma
generacional5

Set[iembre]. 25, 1948.


Época mala, buena. Cosas, cosas–. Juan Ramón Jiménez en
Montevideo. Ha llenado tan naturalmente mi idea de él. Cómo hu-
biera querido que papá lo conociera, hubiera podido hablar con él,
como yo lo hacía. Fue parte de su vida. Me apenaba que lo trataran y
que lo usaran gentes que no lo estimaban, que no conocían su obra.
Cuando me conoció se quedó mirándome y me decía o se decía: yo
conozco ese rostro, yo conozco ese rostro. Y eso se repitió. No sabía a
quién, pero le recordaba a alguien. Un día cuando lo acompañamos
a su hotel –Plaza Matriz– caminamos él y yo mientras esperábamos a
los otros. Nos quedamos mirando en una vidriera un pañuelo plisa-
do, en rojo degradé, hermosísimo. –Parece una llama, dije. Luego en
el taxi, a escondidas, me lo metió en el bolsillo. C[laps]. y yo iremos
a verlo a B[uenos]. Aires, donde se encontrará con Zenobia. Vino a
46 la Exp[osición]. de Cabrerita. Se encariñó con C[laps]. y yo.
Los amigos de Berg[amín]. encontraron que J.R. era una persona-
lidad menor que aquel! No había punto de comparación. Cualquier
conversación con J.R. era rica. No solo porque nos ponía en contacto
con hechos literarios, y musicales y plásticos, sino por el profundo
interés que ponía en conocer, en saber qué se estaba haciendo, qué
leíamos, todos. Nada de esas charlas livianas, pobladas de chistes y
de chismecitos, de J. B. Los amigos de Berg[amín]. decían que hasta
físicamente este superaba a J.R.! Los Maggi, Flores, sus novias, los
Díaz, tan poco inteligentes –o tan poco cultos–, pero Ida [Vitale] y
[Ángel] Rama también. Una noche, al volver de lo de Díaz, donde
J.R. leyó poemas, cenamos [Emilio] Oribe, Claps, Minye,6 J[osé].
Pedro, Flores, Chacha,7 Ángel. Oribe, siempre tan callado, cortó
allí las desmesuras. Dijo que no, que J.R. es un creador mientras

5. Publicamos testimonio de Idea Vilariño de su Diario personal. Libreta 1947-1956,


agenda perpetua de 14 x 19 cm, escrita en tinta negra, verde, violeta, con algunas hojas en
blanco. Colección Idea Vilariño. Diarios. Archivo Literario de la Biblioteca Nacional. Los
textos reproducidos ocupan las páginas de la agenda correspondientes a los días 8 de abril y
siguientes.

6. Amanda Berenguer.

7. Zulema Silva Vila, novia de Maneco Flores Mora.


Revista de la Biblioteca Nacional. Polémicas. 15, 37-57, 2019. ISSN 0797-9061

Berg[amín] vive dando vueltas cosas, ideas, obras ajenas y casi solo
de españoles. Discutimos Oribe y yo versus ellos. O[ribe]. no sabía
hasta qué punto eran incondicionales. Ángel estaba mudo de furia.
En el auto, solos, después los Díaz, Chacha y yo, dijo Minye: –es
que tú no conoces a Berguita (¡!). Con ese argumento me habían
refutado todo el tiempo. Dije entonces que lo conocía más de lo que
ellos creían, de otra manera. Viendo que había dicho algo horroroso
para ellos que creen que lo monopolizan y que nada suyo les es igno-
rado, y viendo que podían entender, que estaban entendiendo, otra
cosa, aclaré que no habiendo podido ser amigos, habíamos hablado
mucho, y muy seriamente para tal vez llegar a serlo. Pero el mal
ya estaba hecho. Les resultó espantoso. Sin embargo, a la mañana
siguiente, al salir de ver a J.R. en su hotel, Ida y yo nos quedamos
conversando con Maneco.8 Cuando Flores habló de los sentimien-
tos de Berg[amín]. por mí Ida le preguntó ¿Y usted cómo lo sabe?
Contestó que era evidente por la forma de tratarlo yo a Berg[amín].,
y él dejarse… Cuando afirmó que era el hombre más viril que había
conocido, Ida y yo nos miramos y reímos. Esa risa, y tal vez mi 47
apasionamiento excesivo al defender a J.R. y tal vez cierto evidente
desdén al no contestar siquiera algunos de sus disparates, lo hicieron
irse enfurecido. Esa misma mañana Ida y yo entramos antes, solas.
Queríamos decirle la verdad que se le estaba ocultando torpemen-
te: que Berg[amín]. estaba aquí. Berg[amín]. les aconsejó que por
nada le fueran a decir que estaba, porque ni querría recibirlos, iba
a encolerizarse etc. J.R. no le dio la menor importancia. Pero ellos
sí. Y no se molestaban con Ida, o no tanto, sino conmigo. Por otra
parte, mal se podía ocultar, cuando se anunciaba una conf[erencia].
de Berg[amín]. en el Paraninfo (en la que dijo que, bueno, Machado
sí pero que el más grande poeta español de esa generación era su
Ramón Gómez de la Serna).
Días después, Ángel –que cada vez que no se hacía lo que él que-
ría en Clinamen– amenazaba renunciar, renunció, e Ida me decían
que pasaban cosas horribles, que le dijeron a Berg[amín]. que yo
había dicho ciertas cosas de él. Y como él no tenía la conciencia
tranquila… Ida, que podía aclararlo, que había asistido al interés de
Berg[amín]., a situaciones y conversaciones, podía haber aclarado
todo, y no lo hizo. Ahora nadie sabe lo que dije e incluso (Ida) le
han reprochado a Maneco que haya hecho toda esa historia sobre

8. Manuel Flores Mora (Maneco).


Diario de Idea Vilariño 1948.
(Colección I.V., BNU).

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Revista de la Biblioteca Nacional. Polémicas. 15, 37-57, 2019. ISSN 0797-9061

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vaguedades imprecisas. Pero fue muy desagradable. Todo se junta-
ba. Esas bajezas, el asunto Herrera Mc Lean y Menchaca contra la
expos[ición]. Cabrera que, como yo aparecía como el organizador
[sic] tuve que soportar sola la renuncia de Ángel. En realidad Án-
gel se iba porque no podía justificar su coincidencia con nosotros
ante sus amigos. Y, además, por Rod[ríguez]. Monegal, desde que
C[laps]. propuso su nombre –porque nos faltaba equipo– e Ida y
yo lo apoyamos, oscilaba entre aceptar en las reuniones su inclusión
y, en privado le decía a Ida que si entraba Emir, él se iría. Ella nos
comunicaba eso y ya no sabíamos qué hacer, después que sucedió
dos o tres veces, Emir y yo ofrecimos entonces la renuncia. Insistía
en renunciar él. Clinamen9 no era más que una palabra. Una noche,
después que se le había ido la furia, me llamó, y hablamos en un café
hasta las 4 de la mañana. Como yo no podía entrar a lo de Levitas
después de las dos, seguimos, cuando cerró el café, dando vueltas en
tranvía hasta las 7. Hablamos con sinceridad y más tarde –algún día
después–, usó algo de eso contra mí. Claps vino por dos días hace
50
poco y nos propusieron que Emir y yo “colaboráramos”, cosa que
era muy desairada y no aceptamos. Yo renuncié para que Clinamen
siguiera viva, usé ese motivo en todo momento para convencer a
Ángel de que siguiera, a Emir de que renunciara, a Claps de que
siguiera. Claps consideró que tampoco le valía la pena. Y así murió
Clinamen.
Todo esto ha hecho un favor. Demostrar que somos gentes
incompatibles y que no hay por qué hacer el esfuerzo de trabajar
juntos. Es hora de que nos separemos.

9. Clinamen, revista bimensual editada por estudiantes de la Facultad de Humanida-


des de la Universidad de la República. El consejo de redacción estaba integrado por Víctor
Bacchetta, Manuel Arturo Claps, Ida Vitale y Ángel Rama. Idea Vilariño colaboró asidua-
mente. Se publicaron cinco números entre 1947 y 1948.
Revista de la Biblioteca Nacional. Polémicas. 15, 37-57, 2019. ISSN 0797-9061

Carta de Idea a Juan Ramón Jiménez10

J.R. muy querido: había que dejar correr un poco de tiempo, de-
jarlos llegar, reinstalarse en lo suyo, por eso no escribía, pero pensaba
siempre.
Llegaron a tiempo? Pudo trabajar en el viaje? Están bien? Quisiera
saber todo eso, y más.
Aquí es el verano, la gloria. Todo está dorado, el aire, el mar; yo
estoy dorada. Es el solo pedazo del año que tengo el cuerpo dichoso.
Por este mes no trabajo y me he venido a vivir junto a una playa
donde paso parte del día en unas grandes rocas solas.
En mi cuarto trabajo en la traducción de Crimen de la Catedral,
para Teatro del pueblo. Que, dígale a Zenobia, acaba de poner en
escena El cartero del rey, en su versión.
En cuanto a Clinamen, se reunió una vez más y decidió morir.
Han quedado definidos y casi sin contactos los dos grupos de gente.
Nosotros preparamos una nueva revista. Claps, Rodríguez Monegal,
y yo –que saldrá en el mes de marzo y que publicará sobre todo
51
crítica y ensayos, pero también poesía, narración o lo que sea. Le
recuerdo, pues, su promesa de enviar algo.11
El poema que teníamos quedó en manos de Ida Vitale y creo que
no se lo podremos pedir. Las colaboraciones que usted ofreció, de
Ezra Pound y de otros. Las publicaciones serán bilingües.
Y además quisiera, quiero recibir noticias suyas; aunque sea una
de esas postales indescifrables a las que me acostumbró. Si no, se me
hará sueño que lo vi alguna vez. Todo.
Dele mis mejores saludos a Zenobia que se ha dejado una estela
de admiración y un sentimiento unánime de simpatía. Y a usted,
todo eso que ya dije alguna vez y que no puedo repetir sin dismi-
nuirlo: mi profunda admiración, mi profundo afecto, mi recuerdo.
Tengo su retrato y sus rosas. Escríbame.
I.

10. Carta copiada por Idea Vilariño en su Diario, libreta 1947-1956, corresponde a la
agenda perpetua ya citada. La carta manuscrita ológrafa en tinta negra ocupa las páginas
que corresponden a los días 20, 21 y 22 de junio de la agenda.

11. Número, revista cultural dirigida por Manuel Arturo Claps, Idea Vilariño y Emir
Rodríguez Monegal. Incorporó a Sarandy Cabrera como director gráfico y a partir del
número 8, a Mario Benedetti.2
Su primera época se extendió desde marzo de 1949 a diciembre de 1955, período en el cual
se editaron 27 números. La segunda época fue de 1962 a 1964 con 4 números.
52

José Bergamín.
Revista de la Biblioteca Nacional. Polémicas. 15, 37-57, 2019. ISSN 0797-9061

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Paseo invernal a las playas de Rocha.


José Pedro Díaz, Amanda Berenguer, Bergamín, Ida Vitale y Ángel Rama.
II. En perspectiva

Amanda Berenguer: desde el deslumbramiento 12

Observo la memoria: me veo en nuestra casa de la calle Man-


garipé (hoy María Espínola), esperando ansiosa y deslumbrada. El
espacio brilla. Es el año 1947. Esa tarde recibíamos a Juan Ramón
Jiménez y a su esposa Zenobia Camprubí; se reunión nuestra joven
generación literaria. Estaban Carlos Maggi, María Inés Silva Vila,
Ángel Rama, Ida Vitale, Emir Rodríguez Monegal, Idea Vilariño,
Manuel Claps, Manuel Flores Mora, el poeta mayor Emilio Oribe,
y algunas otras personas. Y escuchamos a Juan Ramón. Aún vibra
en mis oídos su voz profunda, una voz de océano o árbol señorial
que cubrió esa tarde de “Animal de fondo de aire” (su último libro
entonces inédito). Decía sus poemas religiosamente, como el padre
de “Las bodas” de Stravinsky.

54 María Inés Silva Vila: tristeza de olor a jazmines13

Estando Don Pepe en Montevideo (no sé si en su primer viaje o en


el 49 cuando vino contratado por la Facultad de Humanidades y se
instaló entre nosotros) pasó Juan Ramón Jiménez por nuestra ciudad
y lo conocimos en casa de los Díaz (esa casa que por abreviar y por
cariño, llamo siempre Mangaripé, como si estuviera nombrando una
persona). Pero antes de encontraros Maneco consultó a Bergamín,
porque sabíamos que entre él y Juan Ramón se arrastraba una larga
enemistad, muy a la española, pero enemistad al fin (creo que el
problema había empezado cuando a Juan Ramón le atacaron ciertos
celos de maestro, por(que) Bergamín y otros intelectuales jóvenes
empezaron a acercarse a Machado).
–¿Cómo se lo van a perder? –dijo Don Pepe–. Yo tuve el privilegio
de tratarlo durante muchos años y ustedes no se lo pueden perder.
De manera que se hizo la reunión en Mangaripé y pasamos la tarde
con Juan Ramón y con Zenobia, su mujer y permanente intermediaria

12. Tomado de El monstruo incesante: expedición de caza, recopilación de entrevistas a


Amanda Berenguer publicada en Montevideo, Arca, 1990.

13. Tomado de Cuarenta y cinco por uno. Recopilación de artículos de María Inés Silva
Vila publicados póstumamente en Montevideo en 1993.
Revista de la Biblioteca Nacional. Polémicas. 15, 37-57, 2019. ISSN 0797-9061

con el mundo y hasta con los quince lápices que él necesitaba para
escribir y ella se encargaba de mantener perfectamente afilados.
Juan Ramón tenía unos hermosos ojos negros, de árabe y su voz
sonaba maravillosamente cuando nos leyó un poema. Qué tristeza
de olor a jazmines, me parece recordar, pero no sé si se trata de un
verso jamás releído o del perfume a flores que entraba por la ventana
abierta. También me acuerdo que Juan Ramón a pesar de que estuvo
muy cordial, me pareció un poco distante, tal vez porque mi adhe-
sión a Bergamín me hacía rechazarlo un poco o tal vez porque yo,
igual que Don Pepe, me sentía más cerca de Machado.

Ida Vitale: desde la paz de la distancia, un balance


de la batalla14

Pronto Bergamín llegó, vio y dividió. Católico de izquierda, em-


pezó por eludir limpiamente a un sector de católicos preconciliares
avant la lettre: invitado a dar una conferencia y presentado por Sarah
Bollo, que se definía como poetisa mística. Bergamín agradeció 55
dirigiéndose a Sarah Bella.
Bergamín, en ese tiempo, tampoco admitía ser cercado por otras
ortodoxias. Muy pronto hubo dos bandos: sus amigos y los demás.
Para estos hubo epigramas privados que ellos, intuitivos, retribu-
yeron con ataques públicos. Juan Ramón Jiménez, Halley de una
sola visita, llegó por unos pocos días, convulsionando al Río de la
Plata. Su cola también sacudía fuego antibergamín. No se limitó a
las diatribas ideológicas. Con malicia fina y obsesiva, con sabiduría
poliorcética aguzada en el ataque contra casi todos los miembros
de su propia generación primero y luego contra la siguiente, atacó
desde todos los ángulos. Bergamín, que se sabía de memoria los
rencores juanramonianos, que había tratado de pasarlos por alto a
la hora de preparar en México la antología de Séneca de poesía espa-
ñola, explicó con buen humor que estaba pagando por haber sido el
último de su grupo en romper con J:R:J: Claro que en su momento
también Bergamín había dicho lo suyo: “El poeta caracol…” “Doña
Mírame y no me toques” –“no la toques ya más” –“noli me tangere
de la babosería…”

14. “José Bergamín en mi memoria”, fragmento, en Resurrecciones y rescates. Colección de


artículos de Ida Vitale publicado en España en 2018.
Mientras miríadas de escolares desfilaban con sus túnicas
blancas y sus corbatas azules por la suite del hotel ante el espectro
de Platero, y Zenobia agradecía con caramelos, J.R.J. drástica
drosera, agitaba sus pétalos encantadores y por lo bajo segregaba
sustancias letales. Poéticamente no me cabían dudas. Creía y sigo
creyendo que la España de este siglo no ha dado poeta mayor que
Juan Ramón Jiménez y que su última lección poética sigue siendo
inagotable. Pero la generosidad magistral de Bergamín me había
ganado. Hubiera sido perfidia no intentar siguiera la inútil defensa.
El tímido alegato me valió el absurdo de que J.R.J. me enviara
desde Buenos Aires una carta más explícita y, además: la copia de
una carta para Bergamín.
Aquellas sucesivas escaramuzas nos permitieron salir de nuestra
subdesarrollada inocencia: la literatura no era el amable jardín que
suponíamos sino el campo en que se seguía librando una batalla.
Casi todos habíamos tomado partido contra el franquismo, sin ha-
ber entendido que del lado republicano había, valga la exageración,
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casi tantas posiciones como españoles.

III. Contrarios reunidos

En fecha reciente (2014), la investigadora española Carmen Mo-


rán Rodríguez, estudiando los archivos del poeta, ha dado a luz do-
cumentos que ilustran otros motivos de Juan Ramón Jiménez en su
gira por América. El viaje al Río de la Plata le ofreció la oportunidad
de estrechar lazos con el mundo literario rioplatense, en particular
con un segmento de lo que, a nivel de toda Latinoamérica, se había
propuesto en llamar “la joven poesía escondida”. Escribe Morán
Rodríguez: “Juan Ramón asume un papel de gran poeta español del
siglo XX, catalizador del modernismo hispánico e introductor de la
modernidad que abriría paso a las vanguardias. Ese rol, tal y como él
lo entiende, incluye como componente importante la dirección de
las nuevas promociones, en España primero, [...] después en Puerto
Rico y Cuba, y por fin en Argentina y Uruguay”.
La intención del poeta era, pues, independiente a la presencia
de Bergamín y de las fricciones entre los miembros de la nueva
generación, unir y promocionar, como lo había hecho ya en Poesía
cubana en 1936, libro modelo para el caso. Contando con la colabo-
ración de Amado Alonso en Buenos Aires, y de Esther de Cáceres
en Montevideo, el poeta eligió, para la concreción de una antología
Revista de la Biblioteca Nacional. Polémicas. 15, 37-57, 2019. ISSN 0797-9061

de la poesía contemporánea uruguaya y argentina, que a la postre


solo quedaría en proyecto, seis poetas uruguayos: Orfila Bardesio,
Enrique Casaravilla Lemos, Arsinoe Moratorio, Clara Silva, Idea
Vilariño e Ida Vitale.15 Probablemente el libro se hubiera titulado
“Antolojía de la poesía escondida de Arjentina y Uruguay”.
“Tras su visita del año 48, Juan Ramón quiso ser el descubridor
del ‘secreto poético’ argentino y uruguayo, pero murió sin publicar
su hallazgo”, concluye Morán Rodríguez.16

Alfredo Alzugarat es Licenciado en Letras por la UdelaR, narra-


dor, crítico e investigador. Ha publicado Trincheras de papel. Dicta-
dura y literatura carcelaria en Uruguay (2007), El discurso testimonial
uruguayo del siglo XX (2009), Diario de José Pedro Díaz (2012), 40
años de literatura uruguaya (1973-2013), Nuestro Tiempo Nº 13
(2012) y De la dinastía Quing a Luis Batlle Berres. La biblioteca china
en Uruguay (2014). Ha coordinado El libro de los libros. Catálogo de
la biblioteca del Penal de Libertad (1973-1985) (2013) y El humor 57
en la escuela: los dibujos del maestro Firpo (2017). Integra el Departa-
mento de Investigaciones de la Biblioteca Nacional.

15. Entre los autores argentinos se destaca la presencia de Macedonio Fernández, María
Elena Walsh, Juan Rodolfo Wilcock, Horacio Armani, Jorge Calvetti y Adolfo de Obieta
junto a muchos otros.

16. Juan Ramón Jiménez y la poesía argentina y uruguaya en el año 48 (Historia de una
antolojía nunca publicada), de Carmen Morán Rodríguez. Madrid, 2014.

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