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4 Las Etapas de La Filosofia Moderna Pag 34 38

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ciirían en obras despreciables literariamente• Y criticas más despra.


_ .
oables m or almente· Adi, os creaciones del genio, libros u, til�s, brotes
. .
ingenuos de la imagin ación · y e1 en�uruento. Quien solo a criticar
acierta lo que otros hacen s r0
: nada origin�� di9no de e sti­
ma, carece de l as más �ó��: fa�lf tade s del es pmtu, y es entre
, DE LA FILOSOFlA MODERNA
literatos inútil mal entretem'do. , LAS ETAPAS
• Se pr e guntarán l os psicólo os Y a� los mo alistas, cómo si en-
� Por FRANOlSOO ROMERO
do la sátira uno de los hecho! literarios determinantes de la ri sa
pue· de la bell.,. ,,...,.,..
......,que es esen·1
� 1a m��te emotiva, esta r tan fuerte-
mente adherid� a e sa otra mamfestac1on de la vida m • te1eetua1 en ki a a· 10 largo de tres estopas de
, . La filosofía moderna se desarroÍl odo
fo rma en que lo entiend C p rque en últ�o an�lisis la risa Y era , viene a ccitncidir con el perí
: :t : bien _distinto caráct�r; la prim I y la ter­
la emoción estética se ont Ponbn. La cueshon esta resuelta por o menos con el siglo XVI
Bergson, en •su original ensayo so re La Risa, cuando anota que n o rnnacentista, la segúnda más e a ded r,­
esto es lo "moderno" equival
cera con el XVlII. Sentar que y de de -­
es de lo estética pura d'e d�nd .ª procede es� satis facción sonora y en una unidad de intención_
que esas tres .etapas compon
s
• uso re­
gesticulado, puesto que pe rs1gue de modo inconsc1• ente, e inm o ral a ominación como tal, y que el
.
veces, un fin útil de perfecc1onom1ento gene al "Y, -sm . •
• envolvi mie nto que requiere den de prin cipios del
:r • , • em bargo bra "modern o". Des
agrega -e t e o ' · . . ., • • ' comienda atenerse a la pala vas , y la époc� •
-· - ric e 1 m uic1o fi os f'
ic - 10 comic po ee algo anuncian cos as nue
siglo XIX, signos abundantes darse
l o d a t n l
de
o a o s
de estético, porque
. aparece en e1 preciso momento en que la per­ dem ás- pue
o en casi todos los
sona Y la sociedad, libres ya• d_e1 cu1. d�do de su conservación , • co- m oderna -en filosofía, com que esta mos asis­
persuadimos más de
' .
mienzan a tra tarse a si mismas como obras de arte" por terminada; cada día nos dli. c ho, de que
nueva'· época, o, mejor
Desde luego Cctro no ve en 1a sobra tiendo al nacimiento de una por la co n­
, • el ,fin inmediato del con- ente en ella. Por comodidad,
traste ridículo, sm
. nos enc ont ramos ya plenam s "co nte mp o­
. o la enmien. d• o de los danos
- causados por el ol:i- resiones en uso, llamaremo
jeto de la sátira E esto estriba . veniencia de acudir a exp terior al sigl o
todo su dinamismo estético o poten­ no, esto es, • a todo 1� pos
cialidad embell�ce�ora, y, por tanto, educadora. ráneo" a todo lo posmoder hábituales con la
s designaciones, si bien
XVIII. Notemos que esta tóri cos , no tienen igual
los estudios his
indicada significación en to, una ac;epción
tido en el uso com ún; hay para ellas, por lo tan
sen rno" vale, según el
::\-HGUEL AGUILERA

eral. La palabra "mode


técnica y otra más gen tiempo".,. lo "que ha
existe'desde hace poco
diccionario, para "lo que iones y ambigüeda­
De aquí posibles confus
sucedido recientemente". ica de "muy moder­
califica una tesis filosóf
des. Si, por ejemplo, se • cariz novísimo, reco­
riente supone atribuírle
na'\ en el sentido cor en la acepción téc­
actualidad, mientras que
nocerle la más fresco ncarnación del espíritu
orta ver en ella upa ree
nica de l adjetivo imp tos afines a los ® u11
sig los XV II y XVIII, acaso pensamien ­
de los o en otra dirección, ocu
sca rte s o un Lei bni z. Algo semejante, per tod o
De suena bien • del
ntempotáne�": no nos
rre con el adietivo "co se nos ofrecen ya como
a los nom bre s de personajes que
51c op lad o hte, Schopenhauer,
ent es al pa sad o, como, por e¡emplo, Fic
perten eci por "contemporáneo",
C omte, por que en tendemos literalmente
Cousin, mo tiempo que
e el dic cio na rio ,· aq uello "que existe al mis
como quier

-38- -39-
otra persona o cósa", y el punto de referencia para la contempora­ porque es m6s descansado suponer lct inconsistencia y vqciedad de
neidad somos en este caso nosotros mismos. Pero de alguna manera toda división histórica, que esforzarse en compren der la índole y
hemos de llamar la época que corre desde el agotamiento de lo substancia de cada período, y en definirlo diferen cialme!lte con ri­
moderno, c;iesde la raya fronteriza trazada entre los siglos XVIII y gor, mediante las continuas prof1,mdizaciones y rectificaciones pro­
XIX, y siempre tendremos el recurso de calificar de "actual" lo más pias del saber histórico y aun de cualquier saber no dogmático. Cier;
cercano, lo afectado de estricta con teqiporaneidad con nosotros. Debo tamente, todo límite p·recíso en tre épocas es relativamen te arbitrario
agregar que, en mi opinión, el positivi:5mo, aunque enclavado en e inseguro, y ápenas ·sirve para señalar el centro de gravedad de
la época contemporánea, .es prolongación de la época anterior, re­ un tránsito; pero sería pueril esgrimir esa iqseguridad como argu­
nuevo o transitoria reaparición de lo moderno y hasta acaso su cul­ mento decisivo y aplastante, porque también es arbitraria o discuti­
minación: un pasajero, aunque potente, movimiento de restauración ble cualquier línea de separación estric'ta entre infancia, juventud,
de las esencias modernas, con peculiares calidades y notables adi­ madurez y ancianidad, o entre las comarcas o regiones naturales
tomentos. Sobre el contenido y función histórica del positivismo, de un p aís, y no por eso negamos la diversidad y ser propio de las
apreciado de esa manera, he escrito ya otras veces C) y v�lveré edades y de las zonas regionales. La delimitación y comprensión de
a escribir pronto, porque me parece asunto de importancia suma pa- los períodos modernos, la problematización de cada uno de ellos co- •
\ ra la interpretación de la presente crisis en lo espiritual y aun e n mo. especial cuestión histórica, es cosa relativaménte tardía y va a
l o material. nar con- el auge del sentido para la historicidad, fruto de avanzada
Los tres períodos culturales dentro de los cuales ocurren • las tres �adurez. La Ilustración tuvo concie�cia bastante clara de sí Y me­
dichas etapas filosóficas se denominan Renacimiento, Barroco e Ilus­ ditó ·sobre su peculiar modo de ser. Si hemos de creer a un especia­
tración, si bien no es todavía muy frecuente usar la expresión de lista autorizado -H. W. Sppelsheimer-, también el siglo XVIII "des�
Barroco para toda la cultura del período intermedio; y se la emplea cubre" el Renacimiento, cuya noción es elaborada después en el
más de ordinario solo en lo tocante a las artes. Eri los últimos tiem­ siglo XIX en los tres momentos capi.tales,representados por Stendhal,
pos se ha ido afirmando la convicción de la unidad de la cultura en Michelet y Burkhordt. Esta capacidad o vocación del siglo XVI�I pa­
cada etapa, de la comunidad de sus raíces y modos, sin negar por ra lograr conciencia de épocas - de la suya y de otras ajenas Y pa­
ello las parciales divergencias, los adelantos O retrasos de determi­ sadas- pone en evidencia las dos caras de la cuestión, .diferentes
nadas dimensiones culturales en relación con la marcha general del
en significación y consecuencias. Porque una cosa es la· compren­
espíritu de la época. Pero tales . desigualdades se perciben más ate­ sión retrosoectiva, la aprehensión en actitud de conocimiento de
nuadas a medida que aumenta la posibilidad de las amplias • pers­ una época ·pasada en cuanto tal, -y otra muy distinta la autoconcien­
pectivas, de las visiones de conjunto. Sucede como con los parecidos cia de época, el proyectarse una ocasión histórica sobre sí misma Y
entre parientes,. muy cercanos, que suelen no ser advertidos e n el angustiarse por desentrañar su ser y destino. Hay en todo esto un
sen o de la propia familia, pero que resaltan vigorosamente para el problema de incomparable tr�scen dencia, con múltiples aspectos Y
extraño que abarca esa familia en conjunto y desde fuera. Las eta­ ramificaciones . Muchos períodos - -acaso todos los anteriores a la
pas o períodos dan lugar a verdaderas categorías histórico-cultura­ Ilustración- no fian arribado a una conciencia cabal de ellos mis­
les; no son, como sostienen algunos, el resultado de cort�s arbitra­ mos; e l nuestro vive inclinado sobre sí en permanente examen de
rios en la continuidad histórica, reemplazables a voluntad y c uyo conciencia. Una apreciación superficial, esa trivial disposición del
único oficio es permitir tina agrupación de los hechos cómoda pa�a ánimo que apenas despunta un hecho se lanza a formular el diag­
su manejo. Por el contrario, responden a la marcha natural de l a nóstico, podría distinguir e ntre época� sanas, entregadas a una vida
historia, tienen en cuenta sus inflexiones y procuran reflejarlas espontánea, y épocas enfermas, atentas ante todo a su cuerpo Y al­
destacan la curva de cada tramo desde su inicia�ión hasta. su aca ma propios, como se vuelve el enfermo sobre su carne martirizada
' � .
'nam1e • nto. En e 1 escepticismo respecto a la efectividad y sig�if' por la dolencia o sobre su espíritu en el que descubre los pnmer s
rea _ �
r n ob'Jet'rva de Ia periodización late -como en tan tos otros síntomas de la locura. Pero el- tema es demasiado seno para salir
�� •esceP- del paso con semejantes ligerezas; requiere un examen a fondo, en
1c1smos-- un resabio de pereza mental y de voluntad de ·
capncho,

-40- -41-
El �squema dentro del cual ordenamos ahora los hechos de lo
y Beneke y estaba proyectáda con mayor extensión, se toma a Kant
filos.::>fía moderna no ha llegado a fijarse sin trabajo. El primer his­
como único hito y criterio para una repartición en tres sécciones: fi­
toriador digno de ser tomacio en cuenta -Brucker, siglo XVIII- pr<?'"
losofía prekantiana, kantiana y poskantiana, y en su famoso ma­
porciona una distribución elemental que se i�puso en su tiempo;
nual, tan usado entre nosotros, primero en la traducción italiana Y
tras la Edad Media, los estudios filosóficos se restauran según dos
luego en la española, la filosoÍÍa moderna se divide en Renacimien­
maneras o direcciones: la sectaria, mera renovación de las escuelas
to e Ilustraci6n, ampliado el primero hasta comprend_er todo el siglo
antiguas, y la ecléctica, , libre acomodación y reelaboración de los
XVII.
grandes motivos antiguos por obra de los nuevos pensadores. La or­
Si para -el extremo anterior la discusión está ya cerrada con la
gapización del material históri�o aproximadamente en los términos
en que hoy lo manejamos, proviene en buena medida de J. E. Erd­ inclusión del pensamiento renacentista en el ámbito de lo moderno,
para el cabo posterior no ocurre lo msimo. Es frecuente todavía hacer
mann, con alguna excepción considerable, sobre • todo en lo tocan­
!igurar lo contemporqneo -=en la acepción señalada- como parte
te al Renacimiento. Erdmann comienza su memorable "Ensayo de
!inal o continuación de lo moderno, y no debe extrañar, porque son
una- exposición científica de la historia de la filosofía moderna" (re­
muy recientes los acontecimientos • investigaciones que nos mues­
dactado de 1834 a 1855) con Descartes; -también toma a Descartes
tran la época que va desde el Renacimiento hasta el tramonto de la
como·primer capítulo de la filosofía moderna en su "Compendio de
Ilustraeión como una unidad histórica conclusa, dentro de la cual
historia de la filosofía" (escrito de 1865 a 1867), donde toda la eta­
e! trabajo filos6fico con las restantes faenas de la vida y de la cul­
pa renacentista se sitúa dentro de la Edad Media: "Por mucho que
tura, en visible conformidad con casi todas ellas y en una • doble re­
el llamado Renacimiento -dice- se diferencie de los restantes fe­
lación de paralelismo y de interferencia, pues unas veces la reflexión
nómenos medievales, conserva un carácter estrictamente medieval,
filosófica parece. seguir libremente su propio derrotero y agotarse en
más o menos como la época imperial <;le Roma posee carácter anti•
el interés especulativo, y otras se mezcla y aun confunde con las
guo, a pesar de contraponerse a todas las anteriores formas de la
demás tareas y disputas del tiempo, científicas,, religiosas, políticas
Antigüedad". En esta ordenación, que se encuentra tambiéB en otros
V sociales. Marcados así sus límites, la caracterización y compren­
historiadores de la primera müad del siglo pasado, Erdmann seguía
;ión de lo moderno me patecen tan apasionantes como necesarias
la pauta de su maestro Hegel, Campanella, Vanini, Ramus, Gíorda­
y aun urgentes, Desde luego que no ha de tomars-e únicamente en
no Bruno, pertenecen, según Hegel, a la Edad Media, pero pone en­
cuenta l a substancia filosófica, sino todos los contenidos e intencio­
tre los modernos a Bacon, que es pensador medieval para Erdmann.
nes de la ·época; pero el examen de la componente filosófica -un
La adscripción de la filosofía renacentista a la moderna es ge­ examen en profundidad, tal como lo realiza, por ejemplo, Dilthey­
neral en adelante; queda, sin embargo, en algunos tratadistas como aportará sin duda al problema los principales y más aclaratorios
un reparo que les lleva a ver en ella un pórtico o introducción a la materiales, porque no solo servirá para entender el sentido Y los
modernidad, más bien que pensamiento cumplidamente moderno. propósitos de las .elaboracione� del puro pensamiento, sino también
Así debe entenderse la expresión "época de la tránsición", emplea­ p.:xra sacar a ia superficie e iluminar las fuerzas y los móviles i:;nás
da en el excelente manual de Falckénperg y en el ·casi inapelable ciegos del proceso históricO'.
de Ueberweg. Windelband, uno de los hombres que más continua La íuncíón respectiva de las tres etapas modernas se deja ya
y honda meditación han q:msagrado c1 la filosofía en su marcha dibujar en sus rasgos capitales. Recorramos sumariamente algunos.
histórica, ha oscilado entre distribuciones distintas. En su breve ex­ El Renacimiento es el vestíbulo o pórtico de la modernidad. Polemiza
posición de la filosofía moderna in_cluída en uno de los volúmenes contra l a Ed�d Media, intenta revivir casi todas las tradiciones del
de la serie enciclopédica "La cultura contemporánea", limita muchÓ pensamiento antiguo, inaugura una nueva concepción de la vida.
la noción de Renacimiento y agrupa a Nicolás de Cusa, Bruno, Cam­ ,
Al deslumbramiento de la revolución copernicana se suman el incen­
panella, Bacon Y otros pensadores habitualmente tenidos por rena­ tivo de ·1as largas rutas marítimas y terrestres por las que se lanza
centistas, con los grandes ·creadores de sistemas del siglo XVII; en el hombre, la ·invención de la imprenta, la dig�ificación �e las len­
su "Historia de la filosc:fía moderna", que llega hasta Herbart, Fries _
guas nacionales. Prospera en él una concepcion orgamc1sta de la

--42- �43-
I
realifad, i1;1 ginada r.omo un mara
� villoso -ser� vivo; proliferan las
u:opias pohticas, donde tienen su
parte el ansia de renovación so-
cial, el recuerdo de la República plató ·'
,· nica y las notici·as de 1a rec1en
aes
, ub'ierta America. Al margen de un
� escepticismo militante se
c�nhg ª la demanda de un método rigur
;-1� oso, capaz de reemplazar
8!' estenl formalismo lógico, la tradición,
la autoridad como criterios
del onocimiento. La plena Edad Moderna,
� en el siglo XVII, cree más SEMBLANZA DE NEWMAN
en si que n la Antigüedad. Reemplaza
;1 _ ba la concepción orgánica
por la mecamca; va dejando de lado los sueños utópicos, para Por ,JUAN C. GARCIA
apli­
carse a la elaboración del derecho
natural en concomitancia con
la realidad política. Posee ya el métod
o anhelado; razón, matemáti­
ca, experiencia. El racionalismo y el No hace mucho tiempo que con aplauso de los católicos y re­
empirismo encarnan las dos
. vertientes metódicas Y se desarrollan pulsa de los anglicanos se celebró_ en el Reino Unido la conmemo­
en dos ramas filosóficas ad­
versarias. En general, el siglo XVII sienta ración centenaria del llamado ·'movimiento de Oxford" o también
las grandes bases teóricas
modernas, cuya extensión y aplicación realiz Tractarían movement, el cual, como no puede ignorarlo ningún co­
ará la centuria siguien­
t�• La Ilustración es la madurez moderna. nocedor de la historia eclesiástica, consistió en una reacción del
. Su mayor empresa filo­
sofica es una vasta Y completa teoría sentimiento religioso, muy favorable para el Catolidsmo. El doctor
del hombre, construída por
�ume sobre cimientos empiristas y rehecha por Kant sobre princi­ Juan Enrique Newman fue el paladín de esa restauración espiritual,
pios de razón. Racionalismo y empirismo sincera y paciente labor de muchos años, que dio por resultado su
se aproximan, redon dean
sus punta s Y filos. contribuyen a una común ingreso a la Iglesia Romana, en cuya doctrina halló lo que buscaba:
visión de las cosas, a
una actitud ante la vida. El Barroco se el principio de autoridad.
desentendió de los antigu os
para laborar por su cuenta, para asumir
su específica ocupación. La El mismo día de 1845 en que Renan decía adiós a San Sulpicio
I�ustración va más allá; realiza su propia
tarea y medita al mismo y abandonaba 'la .Religión Católica, Newman era admitido en ésta
hempo sobre ella, extiendt su mírada sobre
el pasado y pronun cia haciendo su profesión ante un monje pasionista de Littlemore. La
un veredicto. Ilustración, dirá uno de sus
varon�s, es aquella sazón historia ha recogido los comentarios a que ha dado lugar aquella
en que el hombre sale de una minoría de
, edad en la cual se man­ cocincidencia.· El centenario de la .conversión ha hecho resurgir hoy
tema por su propia culpa.
con grandiosas proporciones la figura de Newman, quien mal com­
FRANCISCO ROMERO prendido por Manning, más tarde vino a ser desagraviado por León
XIII, y por Pío X sincerado del cargo d� haber sido precursor del
modernismo. Y vuelven a leerse con redoblado interés los escrtos
de aquel hombre genial que penetrado del pensamiento de San Pa­
blo, vivió y murió anhelando la plenitud de la luz; ex umbrís et ima­
gíníbus in verítatem, según reza el epígrafe de su sepulcro.

El movimiento de Oxford sacudió el marasmo intelectual de las


universidades, advertido por Adam Smith durante las cinco déca­
das anteriores; inauguró en literatura la época de la Reina Victoria;
trocó el idealismo lakista en estudios sociales; se anticipó así a las
disquisiciones recientes; pasó qel terreno literario al especulativo, de
éste al de ias creencias, y acabó por dar a la Iglesia de Cristo una
lumbrera en el futuro cardenal, que es ya ,considerado como uno
do los clásicos ingleses.
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