Derecho-Civil-Patrimonial Gaceta
Derecho-Civil-Patrimonial Gaceta
Derecho-Civil-Patrimonial Gaceta
PATRIMONIAL
CORTE SUPERIOR
DE JUSTICIA DE AREQUIPA
DERECHO CIVIL PA
PATRIMONIAL
TRIMONIAL
PRIMERA EDICIÓN
OCTUBRE 2015
4,480 ejemplares
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN
TOTAL O PARCIAL
DERECHOS RESERVADOS
D.LEG. Nº 822
DIAGRAMACIÓN DE CARÁTULA
Martha Hidalgo Rivero
DIAGRAMACIÓN DE INTERIORES
Gabriela Córdova Torres
Autores
5
Presentación
EL EDITOR
6
Primera parte
ACTO JURÍDICO
El error en el Código Civil
La posibilidad de una modicación legislativa(*)
(*) El presente artículo forma parte del Proyecto de Investigación promovido por el Instituto de Investigación
Cientíca (IDIC) de la Universidad de Lima.
(**) Docente de Derecho Civil en la Universidad de Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos y
Universidad Antonio Ruíz de Montoya. Docente de Derecho y Literatura. Socio del Estudio Capuñay &
Cieza abogados. Árbitro de la Cámara de Comercio de Lima.
(***) Dedico este trabajo a la memoria del profesor Felipe Osterling Parodi, que combinó con sapiencia y calidad
el hecho de ser abogado, profesor e investigador del Derecho, además de hombre el a sus convicciones
políticas.
9
Jairo Cieza Mora
casos de ausencia total de voluntad (o voluntad del acto), de divergencia entre volun-
tad y declaración (o falta de voluntad del contenido) y, en últimas, los vicios del con-
sentimiento. Con arreglo a un criterio lógico-simétrico se contraponen los eventos en
que la voluntad está ausente (nulidad absoluta) a aquellos en que la voluntad apenas
se encuentra viciada (anulabilidad); en tanto que con menguada coherencia se aceptan
y justican las soluciones que caso por caso estatuye la ley o impone el sentido jurí-
dico en contraste con las ofrecidas por el criterio voluntarista, acudiendo a los menta-
dos principios de la autorresponsabilidad y de la conanza”(1).
El autor que vengo siguiendo es reacio a las posiciones repetitivas sobre la
voluntad y un crítico de la tesis voluntarista y por tanto señala con respecto al que-
rer interno: “Más sea el caso de insistir ahora en que todos estos planteamientos y las
consiguientes dicultades y contradicciones de la dogmática se originan en el empeño
de tomar a la voluntad de los sujetos como el elemento esencial del contrato, que con
ese carácter habrá de estar presente en toda ocasión. Por tal motivo y ateniéndose a
una perspectiva más realista, sostenemos que el querer interno constituye apenas un
presupuesto de la actividad negocial, al que corresponde un delicado problema de
reglamentación, que a su turno, dada la complejidad de los intereses enfrentados, no
se presta para una solución unitaria (o siquiera con tendencia a la uniformidad)”(2).
Ahora bien, trataremos en primer término del error vicio y del error obstativo
como los dos grandes tipos de error regulados por el Código Civil (CC), el primero
previsto de los artículos 201 al 207 del CC y el segundo del artículo 208 en adelante(3).
Sobre ambos tipos de error se ha señalado con acierto que: “La contraposición
entre error obstativo y error vicio puede regir y adquirir una consistencia real, solo en
la medida en que se admita, como lo hace el resto de la doctrina, que son muy distin-
tas las repercusiones de uno y otro error sobre la voluntad”(4).
En cuanto al error esencial, que es una de las características del error vicio que
se ha señalado en la doctrina que vengo siguiendo:
“a) El error que recae sobre la naturaleza y sobre el objeto del contrato, y
así, sobre el tipo de contrato (por ejemplo, se confunde una venta con
(1) SCOGNAMIGLIO, Renato. Teoría General del Contrato . Universidad Externado de Colombia. Traducción
por Fernando Hinestrosa, Bogotá, 1996, p. 41.
(2) Ídem.
(3) Art. 201 del CC.- El error es causa de anulación del acto jurídico cuando sea esencial y conocible por la
otra parte.
Art. 207 del CC.- La anulación del acto por error no da lugar a indemnización entre las partes.
Art. 208 del CC.- Las disposiciones de los artículos 201 a 207 también se aplican, en cuanto sean pertinentes,
al caso en que el error en la declaración se reera a la naturaleza del acto, al objeto principal de la
declaración o la identidad de la persona cuando la consideración a ella hubiese sido el motivo determinante
de la voluntad, así como en el caso en que la declaración hubiese sido trasmitida inexactam ente por quien
estuvo encargado de hacerlo.
(4) SCOGNAMIGLIO, Renato. Ob. cit., p. 51.
10
El error en el Código Civil
11
Jairo Cieza Mora
en todos los demás casos, quien incurre en error deberá [so]portar la[s] consecuen-
cias” (el resaltado es nuestro)(8). Este análisis es importante para comprender las con-
secuencias del error en el negocio jurídico que van a depender de la situación jurídica
en que se encuentre el sujeto sobre el que pesarán las consecuencias del error y quien
debe soportarlas. De esta manera el errans solamente será beneciado con la anula-
ción del negocio cuando su error sea disculpable o excusable y no cuando su error sea
infantil u obedezca a culpa inexcusable en cuyo caso el negocio debe prevalecer (9).
No sería razonable que el negocio jurídico sea anulado por una causa originada en la
impericia o negligencia del errante y perjudicando de esta manera a las expectativas
esperadas y predecibles por el destinatario de la declaración. El abogado civilista que
no advirtió la diferencia entre un contrato de arrendamiento y un contrato de uso, no
puede pedir la anulación del contrato basado en su error sobre la naturaleza jurídica
del contrato, porque es esperable que los distinga perfectamente así como es espe-
rable y predecible que se haya proyectado a la concertación de un contrato de arren-
damiento y no de uso. En este caso, por ejemplo, el negocio jurídico celebrado
prevalecerá y se mantendrá y si se anula por vicios de la voluntad del errans
negligente o imperito tendrá que indemnizarse al destinatario cuya expectativa
se ha visto frustrada . En el caso del vendedor de una casa que tenía un gran tesoro en
su subsuelo, siendo el vendedor un ingeniero geólogo que no advirtió la posibilidad
de la existencia de bienes de gran valor en el subsuelo en donde se encontraba cons-
truida su vivienda, una vez transferida no tendrá posibilidades de anular el negocio
jurídico por la pérdida económica operada contra él. Tendrá que soportar las pérdi-
das o ganancias que dejó de percibir porque su actuación no es excusable o dis-
culpable, y no se puede perjudicar a terceros con nuestras acciones u omisiones
cuando estábamos en la posibilidad de advertirlas .
Con referencia a la excusabilidad y reconocibilidad se ha señalado que: “Por
eso mismo se debe excluir de plano y contra las incertidumbres de la doctrina y la
jurisprudencia, que en nuestro Derecho quepa aún atribuir alguna signicación al
requisito de excusabilidad. Lo mejor es tratar de precisar el signicado de la expre-
sión ‘reconocibilidad’, y con ese n, inmediatamente y para ir jando criterios de
orientación, debe descartarse la posibilidad de que solo sea ‘reconocible’ el error evi-
dente. En efecto, la evidencia es el grado máximo de reconocibilidad, y la ley, opor-
tunamente, no exige tanto, ya que se satisface con que el error pueda ser reconocido
por una persona de diligencia normal, teniendo en cuenta al propio tiempo el con-
tenido del contrato, las circunstancias o la calidad de los contratantes. A este pro-
pósito se ha observado, y la anotación es fundada, que la calidad de los sujetos no
puede constituir por sí sola una razón de reconocibilidad del error y que mejor ha
12
El error en el Código Civil
debido decirse ‘y’ en vez de ‘o’, en cuanto la referencia a la calidad de las partes. En
términos generales se ha de tener presente que la ley alude especícamente a aque-
llos elementos que pueden resultar del propio contrato, con el n de decidir sobre la
reconocibilidad”(10). Como se puede leer se ha puesto la preponderancia en la reco-
nocibilidad sobre la excusabilidad. La primera se reere al destinatario de la declara-
ción (la otra parte para nuestro CC) y la segunda se reere a la diligencia ordinaria que
debe tener el errans para justicar su caída en error y la justicación para conseguir
su anulación. Sin embargo, a efectos del presente trabajo considero que ambas situa-
ciones son trascendentales para apreciar los efectos jurídicos producidos en caso de
anulación, y en particular para evaluar la posibilidad de resarcimiento al errans
por no haber sido advertido por “la otra parte” de su error y llevar a cabo un
contrato que en realidad no deseaba y la del destinatario de la declaración del
errans por verse obligado a perder las expectativas razonables y esperables deri-
vadas de los efectos del contrato, y que ahora se ven frustradas por la anulación
del contrato por el error no disculpable o inexcusable del errans. Se ha señalado
por un sector mayoritario de la doctrina nacional que el destinatario de la declara-
ción no merece ser resarcido porque un presupuesto para la anulación es que el error
sea conocible por este; sin embargo a pesar de haber conocido el error y ante la falta
de diligencia del propio errante para no advertir una situación que era absolutamente
vericable por este, considero que el destinatario tendrá la posibilidad de ser resar-
cido, como veremos más adelante.
Es importante recordar que: “La reserva mental implica una verdadera diver-
gencia, consciente y voluntaria, entre la manifestación y el querer interno del sujeto”(11)
(el resaltado es nuestro).
Es interesante para nes del presente artículo resaltar lo que señala la doctrina
que vengo siguiendo en el sentido de que: “(...) no se puede excluir que la conducta
del sujeto que llegó al conocimiento de la intención efectiva del declarante, pueda,
dentro de la circunstancias del caso, justicar, sino una impugnación del contrato,
cuando menos un remedio de naturaleza indemnizatoria por responsabilidad
precontractual”(12) (el resaltado es nuestro).
Efectivamente si el destinatario de la declaración advirtió la intención real del
errans que ahora pretende anular el contrato, considero que aquel tiene el derecho a
exigir una indemnización por la frustración de las expectativas o la pérdida de opor-
tunidad de lograr utilidades con la concertación del contrato, el cual se ha visto per-
judicado por el actuar del errante.
13
Jairo Cieza Mora
(13) BIGLIAZZIGERI, Lina; BRECCIA, Umberto; BUSNELLI, Francesco D. y NATOLI, Ugo. Ob. cit., p. 815.
(14) Ibídem, p. 816.
(15) MESSINEO, Francesco. Manual de Derecho Civil y Comercial . Ediciones jurídicas Europa-América.
Traducción por Santiago Sentis Melendo. Buenos Aires, 1954, p. 434.
(16) BIGLIAZZI GERI, Lina; BRECCIA, Umberto; BUSNELLI, Francesco D. y NATOLI, Ugo. Ob. cit., p. 820.
(17) Ibídem, p. 821.
14
El error en el Código Civil
(18) BIGLIAZZI GERI, Lina; BRECCIA, Umberto; BUSNELLI, Francesco D. y NATOLI, Ugo. Ob. cit., p. 821.
“Para darse cuenta de la diferencia entre error determinante y error esencial es oportuno tener presente que
la ley no da una denición del error esencial, sino que se limita (como se acaba de decir) a enunciar una
serie de hipótesis –todas relativas a errores que inciden en el negocio en su conjunto (naturaleza del acto
de autonomía) o en sus términos y elementos (identidad, calidad y cantidad de la prestación; identidad
y calidad de la persona)– en las que el error presenta aquella característica (art. 1429), especicando en
un caso que el error, para que sea esencial, debe ser determinante no solo para el sujeto contratante, sino
también conforme a la apreciación común y con relación a las circunstancias”.
(19) BIGLIAZZI GERI, Lina; BRECCIA, Umberto; BUSNELLI, Francesco D. y NATOLI, Ugo. Ob. cit.,
p. 821. Sobre la lógica que debe aplicarse a toda situación de planteamiento de error con acierto se señala
que: “La formulación incierta de la ley debe ser integrada por vía lógica con el n de evitar consecuencias
del todo irracionales. En realidad, aún en el caso del error sobre la identidad y sobre las calidades de la
persona, o en el caso del error sobre la cantidad, es necesario remitirse a la ‘apreciación común y a la
circunstancias’”. Ob. cit., p. 821.
(20) Se ha señalado que el error sobre el motivo no es un error esencial. La justicación la coloca la doctrina
que vengo citando que señala: “De manera que la invalidez del negocio debería estar excluida, en prin-
cipio, solo en el primer caso (por el carácter, ya conocido, de intrínsecamente ‘no esencial’ que tiene el
‘error sobre el motivo’)”. BIGLIAZZI GERI, Lina; BRECCIA, Umberto; BUSNELLI, Francesco D. y
NATOLI, Ugo. Ob. cit., p. 824.
(21) Ibídem, p. 823. Acerca del error sobre las consecuencias legales del acto se señala que “Lo que se exige
es solamente que el error sea tomado en consideración en los casos y en las mismas condiciones en que
adquiere relevancia el error de hecho”. Ob. cit., p. 826.
15
Jairo Cieza Mora
(22) BIGLIAZZI GERI, Lina; BRECCIA, Umberto; BUSNELLI, Francesco D. y NATOLI, Ugo. Ob. cit.,
p. 834.
(23) Ibídem, p. 839. “Ya se dijo que el requisito de la conocibilidad –aún más que el requisito de la ‘esencia-
lidad’– sirve para tutelar la conanza razonable de la contraparte”.
(24) BIGLIAZZI GERI, Lina; BRECCIA, Umberto; BUSNELLI, Francesco D. y NATOLI, Ugo. Ob. cit.,
p. 842. “Es suciente que el error sea determinante: no es necesario que sea esencial”. Ob. cit., p. 842.
(25) Ibídem, p. 817.
(26) Ibídem, p. 818. “A la par del error vicio –también del error obstativo– se dice que es determinante, cuando
la parte resultó inducida a estipular el acto por efecto de tal error (y el descubrimiento del error habría
inducido al contratante a no celebrar aquel negocio concreto)”. Ob. cit., p. 819.
16
El error en el Código Civil
(27) BETTI, Emilio. Teoría General del Negocio Jurídico . Editorial Comares, S.L. Traducción por A. Martín
Pérez. Granada, 2000, p. 361. La crítica al pandectismo por parte del autor que sigo se expresa así: “La
voluntad de la partes no adquiere trascendencia jurídica sino precisamente a través de la declaración (o
del comportamiento) y, por tanto, no puede ser colocada en el mismo plano de esta, ni asumir un valor
autónomo, en antítesis con ella. De ello se deriva que no tiene sentido la alternativa sobre la que los
pandectistas solían centrar el problema de la discrepancia provocada por error, es decir, si la “voluntad
interior” debiese prevalecer sobre la declaración o esta sobre la “voluntad interior”. Ob. cit., p. 361.
(28) Ibídem, p. 362.
(29) Ibídem, p. 363.
(30) Ídem.
17
Jairo Cieza Mora
(31) BETTI, Emilio. Ob. cit., p. 363. Sobre la “excusabilidad y reconocibilidad deben ser valoradas en relación
al contenido, a las circunstancias del negocio bilateral y a la calidad de las partes”. Ob. cit., p. 364.
(32) Ídem.
(33) Ídem. Por ejemplo en el caso del error in nomine se ha señalado que: “Para precisar los límites dentro de
los cuales es inuyente el error obstativo sobre la identidad de la cosa o de la persona, conviene agregar
que el error en que se incurra en la indicación, descripción o denominación (error in demostratione, error
in nomine), no perjudica al negocio cuando la cosa o persona de que se trata se halle inequívocamente
determinada mediante otras contraseñas que fueran, que de por sí sucientes para identicarla”. Ob. cit.,
p. 367. Otro supuesto es el error obstativo sobre la identidad de la declaración, al respecto se señala que:
“Existe error obstativo sobre la identidad de la declaración en su conjunto cuando, hallándose representada
en un documento o comunicada a la otra parte por un mensajero, la declaración emitida sea cambiada y
sustituida por una declaración de diferente contenido”. Ob. cit., p. 368.
18
El error en el Código Civil
19
Jairo Cieza Mora
que resuelven las divergencias entre voluntad y declaración de voluntad son: a) Voluntarista, b) de la
declaración, c) de la autorresponsabilidad, d) de la conanza y e) de la vigencia.
(38) BETTI, Emilio. Ob. cit., p. 383. Sobre el error en la identidad se ha ampliado el argumento. “Pero si, en
cambio, basándose en una errónea información adquirida, se atribuye a la cosa o persona de que se trata
una cualidad o un mérito, dependiente de un hecho relativo en realidad a otra cosa o persona, entonces
el error, si bien vicia la determinación causal, evidentemente no recae ya sobre la identidad de la cosa
o la persona, sino sobre una cualidad o mérito suyo, aunque se ha considerado esencial a aquella cosa o
persona a la que se ha dirigido, de todas formas, la intención práctica del declarante”. Ob. cit., p. 383.
Asimismo se dice: “No es ya que el error obstativo pueda versar también sobre cualidades esenciales de
la persona o de la cosa, sino es que el error-vicio, cuando afecta semejantes cualidades, puede, a veces,
alcanzar la importancia práctica del error obstativo sobre la identidad de la persona o de la cosa, pero
permaneciendo en realidad como un vicio de la motivación”. Ob. cit., p. 384. De esta manera se asimila
la importancia del error vicio a la del error obstativo con los efectos que esta asimilación puede conllevar,
es decir la nulidad o la inexistencia que es la correspondiente al error obstativo y al error-vicio. En el caso
del error bilateral sobre la identidad se señala: “Puede presentarse aquí también el error bilateral, es decir,
en el que incurran ambas partes. Cuando por ejemplo, estas han usado dos indicaciones concurrentes, la
una material y la otra intelectual, dando a cada una la misma importancia en orden a la identicación del
objeto, y la designación intelectual se aparta tanto de la indicación material como para impedir que la cosa
identicada por medio de esta pueda integrarse en la categoría que le ha sido asignada por aquella, el error
in substantia se resuelve en un error sobre la identidad de la cosa, cuya identicación se hace imposible”.
Ob. cit., p. 384. Al respecto sobre el negocio no vinculante se ha indicado: “El negocio no es vinculante, ni
respecto a la cosa que realmente se encuentra porque no se dirigía a ella la común intención de las partes,
ni respecto al objeto distinto al que creían referirse, porque este no ha sido adecuadamente identicado;
salvando la responsabilidad de la parte a la que correspondía una especíca carga de conocimiento, por
tratarse del objeto de su obligación”. Ob. cit., p. 384.
(39) BETTI, Emilio. Ob. cit., p. 386. Sobre el negocio testamentario y la auscultación interpretativa del
magistrado acertadamente se ha señalado que: “La indagación del magistrado sobre la erroneidad de la
causa de una disposición de última voluntad debe ser, en el mayor grado posible, acomodada y circunscrita
a la motivación expresada por el testador en el testamento; no puede ni debe consistir en una búsqueda por
motivos internos o de otras causas, que resultasen anes a la expresada po r el testador, lo que introduciría
el arbitrio en un campo que debe estar informado por criterios de absoluta objetividad (Cas. 10 de enero
de 1933, en Rep. Foro, 1933, voz Testamento, n. 77)”. Ob. cit., p. 392.
20
El error en el Código Civil
21
Jairo Cieza Mora
menos que se trate de un error de cálculo, el cual, sin embargo debe rec-
ticarse, y practicada la recticación, el error de cálculo se hace irrele-
vante (…)”(42).
f) El error sobre el valor “consiste en atribuir a la cosa un valor diverso (con
frecuencia, inferior) del que la misma tiene efectivamente”(43).
Para la doctrina que vengo siguiendo el error de derecho : “Es el error (o igno-
rancia) sobre el alcance, sobre la existencia, o sobre la permanencia en vigor de nor-
mas jurídicas (comprendido el uso jurídico) y el error consistente en la aplicación
de la norma a una situación que la misma no disciplina, y similares. El mismo es
esencial cuando haya sido la razón única, o principal, del negocio”(44).
La doctrina citada también se reere al error sobre las consecuencias jurídi-
cas del negocio, señalando que: “El error sobre tales consecuencias, esto es, sobre
el hecho de que del negocio nazcan tales consecuencias mientras el sujeto creía que
no naciesen o que naciesen otras diversas, no es relevante, porque se trata de mate-
ria que está gobernada por la ley, y no por el poder del declarante, y este, en hipó-
tesis ha omitido excluir tales consecuencias”(45).
En materia contractual referida al perfeccionamiento del contrato autorizada
doctrina alemana señala: “Cuando alguien erróneamente interpreta como nega-
tiva la aceptación a su oferta contractual hecha por el destinatario de la oferta, este
error es irrelevante. El contrato se perfecciona por la declaración de aceptación
y es ecaz e inimpugnable, aunque a causa de su error el oferente parta de que el
contrato no se ha perfeccionado. En cambio, cuando la declaración de quien reci-
bió la oferta debe valorarse como negativa conforme a los principios rectores de
la interpretación, la oferta decae y el contrato no se habrá perfeccionado aunque
el oferente erróneamente haya interpretado la declaración de la otra parte como
aceptación” (46).
Con respecto al error basado en la declaración de la otra parte se ha señalado
por la doctrina alemana que vengo siguiendo que: “aunque solo el error en relación a
la propia declaración es relevante, es frecuente que en el momento de perfeccionarse
el contrato dicho error tenga su fundamento en la comprensión errónea de la declara-
ción de otra parte. El error respecto de la declaración de la otra parte conduce enton-
ces, al perfeccionarse el contrato, al error respecto de la propia declaración cuando
esta se limita al mero asentamiento y con ello toma su contenido de la declaración de
22
El error en el Código Civil
la otra parte”(47). En este caso el autor se reere al disenso, pues no es que exista una
afectación a la voluntad de la parte que yerra sino que el malentendido se produce
por la incorrecta apreciación de lo señalado por la otra parte. Es decir la voluntad que
aparentemente se ha constituido no es una voluntad concertada por ende no existe tal
formación volitiva y esto supone la nulidad del negocio jurídico.
Sobre la posición de la otra parte que recibe la declaración para mantener o con-
servar el contrato con acierto se ha señalado que: “(…) al derecho de impugnación
se opone un contraderecho de la otra parte para, mediante declaración sin demora de
que el negocio jurídico debe valer en el sentido inicialmente supuesto por quien incu-
rrió en error, repeler la impugnación con la consecuencia jurídica de que el negocio
jurídico valga desde el principio tal como valdría si quien recibió la declaración la
hubiera entendido en el mismo sentido imaginado por quien erró”(48).
(47) FLUME, Werner. Ob. cit., p. 500. Se ha señalado que: “Cuando un negocio jurídico se apoya en varias
declaraciones de voluntad (como el contrato), la impugnación se reere a la declaración de voluntad del
que yerra pero afecta al negocio jurídico, que pierde su validez por la anulación”. Ob. cit., p. 501.
(48) Ibídem, p. 502.
(49) LOHMANN LUCA DE TENA, Juan. Código Civil comentado. 1ª edición. Gaceta Jurídica, Lima, 2003,
p. 855.
(50) LOHMANN LUCA DE TENA, Juan. Ob. cit., p. 855. Así se señala que: “El error solo surge cuando hay
confrontación entre él y la verdad; por lo tanto, solamente podemos hablar de error cuando la proposición
niega lo descubierto como válido o verdadero”. Ob. cit., p. 856.
23
Jairo Cieza Mora
24
El error en el Código Civil
25
Jairo Cieza Mora
26
El error en el Código Civil
27
Jairo Cieza Mora
por interpretar mal la declaración de la otra parte creyendo comprender lo mismo que
la contraparte cuando en realidad entienden una cosa distinta.
Sobre el error en la naturaleza del negocio : “Existe error obstáculo en la natu-
raleza del negocio cuando el declarante se equivoca en la declaración del negocio que
quiere celebrar. Es un error respecto de la designación del tipo o especie negocial abs-
tracta. Por naturaleza, en consecuencia, puede entenderse aquello que hace que un
negocio jurídico sea distinto de otro en su estructura, composición y efectos esen-
ciales. Al haberse producido la equivocación se ha dado a la voluntad una identidad
negocial diferente. Piénsese por ejemplo en quien no conoce la diferencia entre prés-
tamo de uso (comodato) y de consumo (mutuo) y que procede a la entrega de cierto
número de antiguas botellas de licor, creyendo que su amigo las va a exhibir, pero se
las entrega diciendo que son en mutuo. Obviamente ha incurrido en error en la natu-
raleza jurídica y podrá solicitar la anulación”(68).
En cuanto al error sobre las modalidades del negocio se dice: “Tal recae cuando,
por ejemplo, el error sobre modalidades del negocio, condición, verbigracia, o cier-
tos requisitos o elementos. El error sobre una modalidad es error obstativo cuando
impide al autor de la declaración la realización de su intención; excluye la concien-
cia del signicado del acto”(69). Considero que el error en las modalidades del nego-
cio: condición, plazo o cargo no solamente se puede presentar como error obstativo.
Las diferencias entre error en la naturaleza jurídica y el error en derecho se pue-
den expresar de la siguiente forma: “En efecto, el segundo es el que recae sobre nor-
mas de Derecho (su existencia, vigencia, interpretación, aplicación), de suerte que su
alcance es mayor que el error sobre la naturaleza del negocio. Este tipo de error puede
ser, por tanto, de hecho o de Derecho. Será de hecho cuando, sabiendo la diferencia
entre comprar y arrendar, digo una en vez de otra; será de Derecho cuando, queriendo
solamente aanzar (sin carácter solidario) las obligaciones de un amigo, digo avalar
porque creo que la anza y el aval son jurídicamente sinónimos y por tanto estampo
la rma en títulos valores aceptados por el amigo”(70).
En cuanto al error en el objeto principal de la declaración:
“a) Error sobre la materia del negocio. Dicho de otra manera, sobre los inte-
reses objeto de regulación o sobre el propósito económico social que se persigue;
b) error respecto del contenido. O sea el objeto vendría a ser equivalente a prestación
y desde luego hay que admitir que puede producirse un error al declarar sobre si se
dará, hará o no hará algo; c) error sobre el bien materia de prestación. Así por ejem-
plo, si quiero comprar la ocina 3 del segundo piso y declaro equivocadamente que
28
El error en el Código Civil
se trata de la 2 del tercer piso; d) error al declarar una cualidad o cantidad esencial de
un bien o bienes”(71).
Con respecto a la inexactitud en la transmisión se ha señalado que: “La
inexacta transmisión de la declaración por quien estuviera encargado de hacerlo tam-
bién es causa de error. Indudablemente, se requiere que el error cometido sea esencial
y reconocible”(72). Si la inexactitud en la declaración fue construida de manera dolosa,
en este caso si procederá la anulación del negocio y la indemnización por los daños y
perjuicios generados al errante.
Uno de los profesores que más ha trabajado la gura del error es el profesor
Lizardo Taboada Córdova. Con el título “La teoría general del error del negocio
jurídico y su aplicación dentro del sistema jurídico peruano” desarrolla uno de los
trabajos más interesantes sobre el error en nuestro país.
Sobre la afectación de la voluntad en su proceso de formación la doctrina
que vengo siguiendo señala que: “La característica común a estos tres vicios de la
voluntad radica en que al momento de producirse cada uno de estos tres supuestos,
la voluntad del sujeto que fue correctamente declarada, ha sido sin embargo afectada
en su proceso de formación por una especial situación que ha determinado al sujeto
manifestar su voluntad, de forma tal que de no haber sido por dicha circunstancia,
la voluntad no hubiera sido declarada y, por ende, no se hubiera celebrado el nego-
cio jurídico”(73).
Taboada dene al error de la siguiente manera: “Por su parte en el supuesto del
error, dicha situación especial constituye una falsa representación de la realidad del
propio sujeto que lo ha determinado a declarar su voluntad, de manera tal que de no
haber sido por dicho error el sujeto no habría declarado su voluntad”(74).
Siguiendo la autorizada doctrina italiana (Stol) la doctrina nacional seguida
indica: “Sobre los vicios de la voluntad, Stol nos dice lo siguiente: ‘Para ser válido
y producir, por tanto, sus efectos el negocio jurídico debe constar no solo de una
voluntad y de una manifestación, sino además, de una voluntad libremente emitida.
Por consiguiente, si su proceso de formación fue perturbado por alguna causa que
indujo a la parte a expresar una voluntad diversa de la que habría manifestado, es
dudoso si el acto ha de considerarse válido o no. Declararlo nulo por la discordancia
entre la voluntad y su manifestación podrá quizá satisfacer las exigencias de la lógica,
29
Jairo Cieza Mora
30
El error en el Código Civil
negocio jurídico, no solo porque por regla general al celebrar un negocio jurídico el
declarante o las partes incurren en una diversidad de errores, sino porque de admitir
la anulabilidad por cualquier error se estaría atentando contra la seguridad jurídica,
ya que serían muy pocos los negocios jurídicos que no pudieran ser atacados por
dicho vicio. Por ello, y a n de limitar los casos de anulabilidad por error, el Código
Civil peruano exige en su artículo 201 que el error sea esencial y conocible por la
otra parte”(77).
Al hablar del error en el contrato (Messineo) (78), se ha señalado que: “En este
sentido, conviene citar a Messineo, quien nos dice lo siguiente: ‘El error en el con-
trato consiste en una falsa representación de la situación contractual; a él se equipara
la ignorancia, es decir, la falta de toda noción de la situación contractual. El error
actúa como motivo (y por esto se puede llamar Error-Motivo, o Error-Vicio); y como
contribuye a determinar la voluntad, o es motivo exclusivo, de la determinación de la
voluntad misma. La terminología corriente (cfr. También art. 787) que habla del error
en el motivo o sobre el motivo es inexacta: no es que se produzca un error al apreciar
el motivo (en esto podría consistir el error en el motivo o sobre el motivo), el error
interviene, en cambio como coeciente de la determinación de la voluntad y como tal
se torna motivo relevante’”(79).
Sobre el error vicio se ha señalado que: “Esta clase de error puede recaer sobre
la composición material del objeto, sus cualidades esenciales, sobre la cantidad, sobre
las cualidades esenciales de la otra parte, sobre el motivo determinante y sobre la apli-
cación de determinadas normas jurídicas a un negocio jurídico, según se explicara
posteriormente”(80).
Sobre el error obstativo con acierto se ha señalado que: “El segundo de ellos,
denominado error obstativo, error obstáculo, o error en la declaración , se pre-
senta cuando el sujeto declara una voluntad distinta a su verdadera voluntad interna,
ya sea porque ha declarado inconscientemente una voluntad diferente, por un lap-
sus linguae o por un lapsus calami. Así, por ejemplo, si queriendo comprar un jarrón
chino del siglo XVII, el sujeto declara por error comprar un jarrón chino del siglo
XVIII, habrá un error en la declaración sobre la identidad del objeto del negocio
jurídico”(81).
31
Jairo Cieza Mora
Sobre la sanción jurídica del error con acierto se señala que: “Es por ello que
la doctrina en forma unánime sanciona al error dirimente con la anulabilidad del
negocio jurídico, mientras que al error en la declaración con la nulidad y con la inexis-
tencia del negocio jurídico”. Aquí se aprecia que Taboada, con el mismo criterio que
Lohmann opta por remediar con nulidad el error en la declaración a diferencia de la
actual regulación de nuestro CC, situación que debe variar en las reformas a introdu-
cir en el CC peruano.
Sobre el error impropio o error en la declaración se ha señalado que: “El
error que determina una disconformidad entre la voluntad y la declaración fue deno-
minada con poco acierto por Savigny ‘error impropio’; hoy lo calicamos de ‘error
en la declaración’ o de ‘error en el negocio’” (82).
Sobre la doctrina francesa se establece que: “Dicho de otro modo, la doctrina
francesa al igual que la mayoría de la europea, es perfectamente consciente que ambas
clases de error son completamente distintos, pero precisa la distinción en que mien-
tras en el error dirimente existe realmente un vicio de la voluntad consistente con la
falsa representación de la realidad, en los casos del error que ellos denominan “error
de obstáculo” no es que el sujeto haya declarado una voluntad distinta de su verda-
dera voluntad interna, sino que las partes contratantes no se han entendido, produ-
ciéndose un disenso o disentimiento, que es lo contrario al consentimiento. Como se
podrá apreciar, para la doctrina francesa el error obstativo consiste en un diálogo de
sordos o en una discrepancia entre las declaraciones de voluntad de las partes contra-
tantes que obstaculiza o impide la formación del consentimiento y por ello mismo la
formación del contrato.
Esta opinión es sustentada también por un gran sector de la doctrina sudameri-
cana, especícamente la chilena. Así, León Hurtado nos dice lo siguiente(83): Sobre
el error de hecho en el Código nuestro Código dispone en el artículo 1453 que “el
error de hecho vicia el consentimiento cuando recae sobre una especie de acto o con-
trato que se ejecuta o celebra, como si una de las partes entendiese empréstito y la otra
donación; o sobre la identidad de la cosa especica de que se trata, como si el con-
trato de venta el vendedor entendiese vender cierta cosa determinada, y el comprador
entendiese comprar otra”(84).
Sobre el error obstativo se indica que: “Hay, por consiguiente, error obstáculo
en dos supuestos: cuando se yerra sobre la especie o acto o contrato que se ejecuta o
celebra y cuando el error recae sobre la identidad de la cosa especica de que se trata.
En este segundo caso, el error se puede producir con especie de un mismo género o
de géneros distintos: La Ley no distingue. Y como ha dicho la jurisprudencia, el error
debe recaer sobre la cosa en sí misma, es decir sobre el objeto in ipso corpore, porque
32
El error en el Código Civil
la diferencia especíca a que se reere el artículo 1453 del Código Civil no dice rela-
ción con la que exista entre dos cosas de género diverso, como entre una vaca y una
casa, por ejemplo. Esta diferencia puede existir sea cual fuere el género de la determi-
nación de la cosa. Existe dicho error si el arrendatario creyó contratar sobre la exten-
sión de terrenos comprendidos dentro de ciertos deslindes y el arrendador con rela-
ción a una cabida que es muy inferior a la comprendida en aquellos deslindes, y en
dicho caso es nulo el contrato de arrendamiento. En el error obstáculo, más que un
vicio del consentimiento, hay una ausencia de consentimiento, pues las voluntades no
son coincidentes ya que el acto jurídico o su objeto son distintos de cada parte. Por
eso Larombire lo denominó error obstáculo u obstativo, puesto que impide la forma-
ción misma del consentimiento. Este es el criterio dominante en las doctrinas fran-
cesa y chilena. La sanción sería nulidad absoluta”(85). Como ya le hemos mencionado
anteriormente al comentar la posición de Lohmann, totalmente de acuerdo con esta
posición.
Las diferencias entre disenso y error obstativo son gracadas de la siguiente
manera: “Por nuestra parte, creemos que el disenso no puede asimilarse a la gura
del error obstativo, ya que mientras este último consiste en una discrepancia entre la
voluntad declarada y la voluntad interna, esto es, en una equivocación respecto a la
propia declaración de voluntad, el disenso se da cuando una de las partes se equivoca
respecto a la declaración de la otra parte. Es decir, mientras que el error obstativo con-
siste en error respecto a la propia declaración de voluntad, el disenso consiste en un
error sobre la declaración de voluntad ajena. Debe señalarse igualmente que en los
casos de una de ellas con sus respectivas voluntades internas, no siendo ambas decla-
raciones de voluntad coincidentes entre sí”(86).
El disenso tal como lo comprende autorizada doctrina italiana señala que: “En
estos términos se pronuncia Stol cuando nos señala lo siguiente: La palabra ‘disenso’
o ‘disentimiento’ sirve para indicar que cada una de las manifestaciones coincide con
el querer interno del respectivo declarante, pero entre ambas no se corresponden entre
sí. Esto puede acaecer por cualquier causa: por ejemplo, porque el interesado tiene
conocimientos rudimentarios de una lengua extranjera hablada por la otra parte o por-
que una ha utilizado el lenguaje técnico y la otra el vulgar, o porque una enfermedad
de oídos ha impedido a uno de los sujetos captar con precisión la propuesta del otro,
o de la forma parecida. Un alemán, por ejemplo, ha encargado a su agente concertar
la compra (‘Ankauf’) de títulos y este ha aceptado, pero ha entendido que debe efec-
tuarse una venta (‘Verkauf’); el abogado ha escrito en el sentido de querer constituir
un derecho de uso sobre una vivienda, mientras el negociante ha creído haberla adqui-
rido en usufructo, no sabiendo que para los juristas ambas palabras tienen un signi-
cado diverso; el comprador ha ofrecido pagar el precio a plazos y el vendedor ha
33
Jairo Cieza Mora
aceptado sin haber oído las dos últimas palabras, y por tanto ha creído que el acuerdo
de pago es al contado que es lo normal”(87).
Se habla de disenso maniesto señalando que “cuando, aunque las partes hayan
tratado de formar el consentimiento, este no se forma, se dice que hay disenso. Este
disenso puede ser maniesto, en cuanto las partes sean ambas conscientes del mismo,
y en este caso ninguna relación ulterior puede establecerse entre ellas, ya que saben
que ni siquiera se ha formado el contrato”(88).
El disenso oculto se reere del siguiente modo: “De mayor interés práctico es el
caso del disenso oculto, que mejor se llamaría mal entendido. En efecto, dado que el
error en la declaración hace que una de las partes exprese una voluntad que no tiene,
bastaría esto para invalidar todo el ulterior proceso formativo del contrato; y sería
superuo invocar el disenso cuando con solo invocar el error en la declaración que es
anterior al disenso se pone en evidencia la falta de formación del consentimiento”(89).
De manera muy clara la doctrina nacional que sigo señala sobre el dissensus
in causa “Si por ejemplo, Ticio ofrece en venta a Cayo el objeto A y Cayo, enten-
dió mal la oferta, cree que se trata del objeto B y acepta la oferta, no se ha formado
el consentimiento entre las partes (el caso se calica, también de dissensus in causa).
Ocurre, por otra parte, que de la falta de consentimiento, las partes no tengan cono-
cimiento inmediatamente y solo después (por ej. cuando hay que cumplir el contrato)
se percaten claramente del disenso. Esta hipótesis es de disenso oculto y por tanto,
de consentimiento aparente. Es determinado por la presencia del error, pero no de un
error obstáculo, pues el error no da lugar a divergencia entre voluntad y declaración;
el aceptante emite su declaración sin errar sobre lo que quería declarar; su error con-
siste tan solo en la falsa apreciación de la declaración de la contraparte (proponente),
esto es, en considerar conforme su propia voluntad lo que en realidad es diferente;
por lo tanto, es un error vicio, es decir un error-motivo, esto es una mala interpreta-
ción o un mal entendido”(90).
Con respecto al error obstativo se ha dicho que “(…) hay error obstativo
cuando las dos partes declarantes no coinciden en cuanto a los consentimientos que
prestan en relación a la identidad del acto (error in negotio) o la identidad del objeto
(error in corpore). Así error in negotio hay si Pedro entrega a María un ramo de o-
res en la inteligencia de que se lo vende y María lo recibe en la inteligencia que es
34
El error en el Código Civil
obsequiado. En tanto que existe error in corpore si Ticio cree vender a Cayo el caba-
llo A, y Cayo entiende comprar el caballo B” (91).
Un análisis del Código alemán y peruano señala que: “El Código alemán tomó
un rumbo distinto. Bajo el concepto genérico de error en la declaración, según explica
Enneccerus, el BGB comprende el error en el acto de la declaración, el error en la
inexacta transmisión de la declaración, el error en el contenido de la declaración. Pero
como lo señala León Barandiarán, sin considerar la concepción francesa del error
obstativo, según la cual se hace el acto inexistente. En nuestra codicación el error
hace el acto anulable, cuando es esencial”(92).
(91) TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. Ob. cit., p. 367. Con respecto al error obstativo bilateral y unilateral se
ha indicado: “El error obstativo es bilateral, porque las dos partes no coinciden en cuanto a la declaración,
y cualquiera de ellas puede solicitar la nulidad. Hay tendencia, por lo demás de llamar error obstativo al
que consiste en uno recayendo solo en la declaración. En otro pasaje nos dice también que en el supuesto
error obstativo, el produce la anulación del acto jurídico, y la razón contundente de ello reside en que no hay
propiamente consentimiento en cuanto acuerdo de partes, sino disentimiento o desacuerdo, pues una y otra
voluntad no coinciden en el objeto mismo del acto (error en el cuerpo), o no coinciden en la naturaleza del
negocio (error en el negocio). El acto es, sobre todo, nulo antes que anulable; pero el Código por economía
de trabajo trata de este error obstativo como un caso de anulabilidad del acto, al igual que en el otro caso en
que hay propiamente un error que es calicable del causante de anulabilidad: el llamado error dirimente.
Por ello el artículo 1080 (del CC de 1936) se reere a todos estos casos de error con nombre común error
sustancial”. Ob. cit., p. 368. El error en la declaración (doctrina) señala: “Por otro lado, Fernando Vidal
Ramírez expresa (26), que antes de entrar a considerar cada uno de los errores esenciales, hay que detenerse
en el denominado error obstativo u obstáculo, también llamado impediente, que algún sector de la doctrina
llama disentimiento, y que la moderna doctrina preere reconocerlo como error en la declaración. Según
Josserrand, este error no solo vicia sino que destruye el consentimiento. Los Mazeaud lo denen como
el error que impide el acuerdo de voluntades, y por ello preeren llamarlo impediente, y lo explican en
el sentido de que los dos contratantes no se han entendido; cada uno se ha engañado no sobre lo que
quería el otro contratante; el error impediente –dicen– es un ‘diálogo de sordos’. Por eso –concluyen– el
consentimiento, el acuerdo de las voluntades, en realidad, existe una ausencia de consentimiento, que lleva
consigo la nulidad absoluta del contrato”. Ob. cit., pp. 368-369. Con respecto a la Bonae dei se señala:
“Ospina y Ospina recuerdan que cuando en el derecho romano se introdujeron las especies contractuales,
denominadas bonae dei, porque en la interpretación de ellas prevalecía la ponderación de la voluntad real
de los contratantes sobre la forma de la declaración, ciertos errores como el que versaba sobre la identidad
de la persona, o sobre la naturaleza del negocio, o sobre la identidad de la cosa, se reputaron por regla
general, como que impedían la formación del consentimiento”. Ob. cit., p. 369.
(92) Ibídem, p. 369. Error obstativo como un error esencial. Así se señala: “El nuevo Código considera el
error obstativo como vicio de la voluntad y como un error esencial. Sigue así la sistemática del Código
italiano”. Ob. cit., p. 369. Asimilación del error obstativo con el error vicio. La doctrina que vengo siguiendo
señala que: “Como se podrá observar, el doctor José León Barandiarán participa de la teoría fra ncesa que
considera al error obstativo un supuesto de disenso, por considerar que no existe consentimiento en los
casos en que se presente un error de dicha clase. Por su parte, Fernando Vidal Ramírez se limita a señalar
la existencia de las dos posiciones teóricas, esto es la francesa y la adoptada por los códigos alemán e
italiano, en el sentido de asimilar el error obstativo al error vicio, por considerar que en el supuesto del
error obstativo la discrepancia está en el que emite su declaración d e voluntad interna”. Ob. cit., pp. 369-
370. Sobre el error impropio se dice por autorizada doctrina nacional que: “Distinta resulta la posición de
Guillermo Lohman (27), quien nos dice que el error obstativo también llamado por algunos error obstáculo
o impropio constituye un error obstáculo o impropio constituye un error en la declaración de voluntad
o en la transmisión de la misma. Se le denomina error impropio porque en realidad no está perturbada la
formación de la voluntad del agente declarante”. Ob. cit., p. 370.
35
Jairo Cieza Mora
36
El error en el Código Civil
voluntad declarada a ser aplicada al supuesto del error obstativo es la teoría de la voluntad, de forma tal
que según este gran sector de tratadistas, la declaración de la voluntad y por ende el negocio jurídico en
el que se haya dado un supuesto de error obstativo, deberá considerarse nulo en su conjunto, por cuanto
debe prevalecer la voluntad interna de la parte contratante que ha incurrido en el error obstativo. Por su
parte la doctrina italiana y gran parte de los tratadistas alemanes, sobre la base de las normas contenidas
en sus respectivos Códigos Civiles, asimilan el error obstativo al error dirimente, sancionándolo con la
anulabilidad del negocio jurídico, sistema que nuestro Código Civil ha adoptado siguiendo al Código
italiano”. Ob. cit., p. 378.
37
Jairo Cieza Mora
38
El error en el Código Civil
(100) ESCOBAR ROZAS, Freddy. Ob. cit., pp. 154-155. El autor que vengo siguiendo señala a pie de página:
“Como se podrá entender, sin embargo, cualquier desistimiento no calica como ‘ruptura injusticada de
las tratativas’. Para que un desistimiento sea ilícito y genere responsabilidad, es necesario que se cu mplan
dos condiciones. La primera condición supone que el desistimiento se congure después de que, por el
grado de avance en las negociaciones u otras circunstancias, la parte defraudada pueda razonablemente
alegar que conó en la conclusión del contrato (por eso, si la parte compradora decide apartarse de las
negociaciones porque los resultados del due diligence que practicó no son satisfactorios, la parte vendedora
no puede válidamente pretender el pago de una indemnización por ruptura injusticada de las tratativas,
ya que en esa etapa del proceso de compra ninguna de las partes puede alegar conanza razonable en la
conclusión de la operación). La segunda condición, por su parte, supone que el desistimiento se encuentre
desprovisto de una justicación”. Ob. cit., p. 154.
(101) Ibídem, p. 155.
(102) Ídem.
(103) Ídem.
(104) Ídem.
39
Jairo Cieza Mora
Así con claridad se ha señalado que: “En efecto, a pesar de que el Código Civil
de 1865 seguía el modelo francés, que a semejanza del alemán no exigía la conocibi-
lidad del error, el legislador italiano, inuenciado por la teoría de la conanza, deci-
dió introducir el requisito de la conocibilidad del error, modicando drásticamente el
sistema de los vicios de la voluntad que imperaba en Europa”(105).
Asimismo se indicó con criterio que: “En efecto, como el error era causa de anu-
lación solo cuando la parte receptora actuaba con mala fe (objetiva), el legislador ita-
liano se preguntó si el errans podía, además de anular el contrato, exigir el pago de
una indemnización. (…) La cuestión fue resuelta en sentido positivo, de modo tal que
el referido legislador consagró un segundo sistema de responsabilidad precontractual,
en el cual no era la parte receptora sino la parte emisora la que podía exigir el pago
de una indemnización”(106).
Final y acertadamente se dice en cuanto a este sistema normativo: “Al igual
que en el caso anterior, el sistema de responsabilidad precontractual acogido por el
Codice resulta intachable. En efecto, dicho sistema resuelve coherentemente el con-
icto de intereses generado por la falta de conformidad entre lo exteriorizado y lo
querido, pues, al establecer que el derecho del errans de anular el contrato depende
de la conocibilidad (y excusabilidad) del vicio, no permite que la parte receptora de la
declaración (viciada) sufra perjuicios en caso que haya actuado de buena fe. Pero por
otro lado, no deja en desamparo al errans en caso que la parte receptora de la decla-
ración (viciada) actúe de mala fe, ya que, además del remedio de la anulación, le con-
cede al primero el remedio de la reparación. En consecuencia, bajo supuesto alguno
el hombre honesto y cuidadoso queda desprotegido frente al comportamiento mali-
cioso de la otra parte”(107).
En el caso del Derecho peruano, el Código Civil de 1936: “Siguiendo la línea
trazada por los códigos civiles europeos de la época, el Código Civil peruano de 1936
40
El error en el Código Civil
permitía anular un contrato por error aun cuando el mismo no hubiese sido conocible
por la parte receptora de la declaración viciada.
Sin embargo, a diferencia del BGB, nuestro Código anterior no establecía la
obligación de indemnizar a la parte receptora en caso que la misma hubiese razona-
blemente conando en la validez de la declaración viciada. No obstante ello, la doc-
trina nacional aceptaba la posibilidad de que el receptor de la declaración viciada exi-
giera el pago de una indemnización en caso que el errans ejerciera el derecho a anular
el acto”(108).
Con respecto al Código Civil de 1984 se ha señalado que: “En efecto, el legisla-
dor nacional estableció que la anulación del negocio por error solo procedía si el mismo
era esencial, determinante y conocible (por la parte destinataria de la declaración).
Inexplicablemente, sin embargo, el legislador nacional, no contento con mutilar
el modelo italiano, al dejar de lado la regla contenida en el artículo 1338 del Códice,
decidió efectuar un aporte histórico, al establecer que la anulación del negocio por
error no daba lugar a indemnización entre las partes”(109). Esta mutilación a la que
se reere Escobar es inexplicable y solamente puede comprenderse con una actua-
ción “acomedida” de la comisión revisora, que no contenta con no permitir el resar-
cimiento de la parte emisora de la declaración por la no advertencia de la parte recep-
tora de tal situación; también cercenó la posibilidad de la pretensión resarcitoria de
la parte receptora de la declaración cuando el errante haya errado de manera inexcu-
sable causándole perjuicios al frustrar sus expectativas de incremento patrimonial.
Si se infringen daños a la parte receptora de la declaración acertadamente
se ha señalado: “(…) Y decimos que es novedosa solo porque tradicionalmente se ha
considerado que el errans que obtenía la declaración de nulidad del acto, si infrin-
gía perjuicios a la contraparte, se los debía indemnizar (...) ‘Manuel de la Puente y
Susana Zusman consideran que si bien el receptor esta (sic) protegido por la teoría
de la conanza no puede, en caso de que llegara a anular el acto jurídico (sic), inten-
tar acción de daños y perjuicios, pues conoció el error y, por lo tanto, no conó total-
mente en la validez de tal declaración. Explicada y justicada la norma sub examine,
nosotros reparamos que la misma solo alcanza a las partes, por lo que ambas podrían
responder, eventualmente, ante terceros’. (…) ‘El segundo de los nombrados arma
(108) ESCOBAR ROZAS, Freddy. Ob. cit., p. 156 11. Para una visión comparativa de la racionalidad de los
sistemas alemán e italiano: JORDANO FRAGA, Francisco. Falta Absoluta de Consentimiento, Interpretación
e Inecacia Contractuales . Publicaciones del Real Colegio de España, Bolonia, 1988. p. 169 y ss.
(109) Ibídem, p. 156. La fórmula está consagrada en el artículo 1338 del Código Civil italiano de 1942, que
establece lo siguiente: “La parte che, conoscendo o dovendo conoscere l’esistenza di una causa d’invalidita
del contratto [1418 y ss], non ne ha dato notizia alla’altra parte e tenuta a risarcire il danno da questa
risentito per avere condato, senza sua colpa, nella validita del contratto [1038]”. [La parte que, conociendo
o debiendo conocer la existencia de una causa de invalidez del contrato, no ha dado noticia a la otra parte
tendrá que resarcir el daño por esta sufrido como consecuencia de haber conado sin su culpa en la validez
del contrato].
41
Jairo Cieza Mora
42
El error en el Código Civil
(113) ESCOBAR ROZAS, Freddy. Ob. cit., p. 157. Sobre la posición de Vidal Ramírez: “Se equivoca Vidal
al armar que tradicionalmente se hacía responsable al errans por los perjuicios que infringía a la otra
parte al anular su declaración. Como resultará claro, a partir de 1942 no hubo en esta materia una solución
tradicional sino dos. En efecto, en el sistema alemán, el errans respondía frente al destinatario de la
declaración viciada (en caso que decidiera anular la declaración). Pero en el sistema italiano era este
último el que respondía frente al primero por la invalidez del contrato. En consecuencia, al momento de
la elaboración del Código Civil de 1984 no existía una tendencia legislativa generalizada, como lo sugiere
el autor citado”.
(114) Ídem. Se ha dicho que: “El alcance de la actuación del principio de buena fe depende de la naturaleza del
contrato materia de las tratativas y de las condiciones subjetivas de las partes”. p. 158.
(115) Ibídem, p. 158. Simetría informativa: “En efecto, nadie puede razonablemente oponerse a la exigencia
de que cada parte revele a la otra aquellas circunstancias que puedan inuir en la decisión de esta última
de efectuar o no la operación contractual. Pero al mismo tiempo nadie puede razonablemente oponerse
a la protección de aquella información que, adquirida legítimamente, necesita ser mantenida en reserva
para no perder su valor.
En mi opinión, pues, no es posible pretender la creación de una situación de simetría informativa en
términos absolutos: existen hechos que, en función de ciertos principios del ordenamiento (básicamente
los que protegen la libertad de empresa y la propiedad), no tienen por qué ser revelados”. Ob. cit., p. 158.
Cuando no hay deber de información: “El que adquiere, sin embargo, no tiene por qué informar acerca
43
Jairo Cieza Mora
de las razones que lo impulsan a contratar. Tampoco tiene por qué informar acerca de las cualidades que
ha descubierto en el bien, pues resulta legítimo que aproveche aquello que, por su esfuerzo o fortuna, ha
podido conocer”. Ob. cit., p. 158. Sobre el fundamental tema de la información como bien se puede revisar
BULLARD, Alfredo. Derecho y Economía. 2ª edición, Palestra Editores, pp. 436-496.
(116) ESCOBAR ROZAS, Freddy. Ob. cit., p. 159. Indemnización de daño emergente y lucro cesante.
“Tradicionalmente, se acepta que la parte dañada exija una indemnización por los gastos realizados en
la etapa de las tratativas, por el tiempo invertido en las negociaciones e incluso por las oportunidades
desaprovechadas. Por consiguiente, en sede de responsabilidad precontractual es indemnizable tanto el daño
emergente como el lucro cesante”. Ob. cit., p. 159. Sobre la ubicación de la responsabilidad precontractual:
“A pesar de que en algún momento se sostuvo que la responsabilidad precontractual constituía un tertium
genus , hoy básicamente se discute si la misma debe ser asimilada a la responsabilidad contractual o a
la responsabilidad extracontractual”. Ob. cit., p. 159. Sobre la responsabilidad contractual se ha dicho
que: “El argumento empleado por los contractualistas es el siguiente: cuando la norma jurídica sujeta el
desenvolvimiento de una relación social al imperativo de la buena fe no hace otra cosa que imponer (a los
sujetos que entran en contacto) la obligación de actuar de manera leal y diligente. Si alguno de los sujetos
obra de mala fe, entonces incumple una obligación. Por consiguiente, el dañado tiene la posibilidad de
demandar el pago de una indemnización a la luz de las normas que regulan la inejecución de obligaciones
(responsabilidad contractual)” Ob. cit., p. 159. El argumento de los excontractualistas es: “Por su parte,
el argumento empleado por los extracontractualistas es el siguiente: cuando la norma jurídica impone el
deber de actuar de buena fe no hace otra que tutelar de manera especíca el genérico interés en no sufrir
daño alguno. En consecuencia, si alguno de los sujetos obra de mala fe, el dañado tiene la posibilidad de
demandar el pago de una indemnización a la luz de las normas que regulan la responsabilidad aquiliana”.
Ob. cit., p. 159. La opinión del autor (extracontractualista) es: “A mi modo de ver, el asunto debe resolverse
a favor de la corriente que postula la aplicación de las reglas de responsabilidad extracontractual. En efecto,
como indica Sacco, es verdad que por mandato de la ley los protagonistas de las tratativas se encuentran
vinculados por una relación calicada, que los obliga a proteger sus recíprocos intereses. Pero es verdad
también que eso es lo que exactamente acontece en tantos otros casos en los que se desarrollan las más
variadas actividades y relaciones”. Ob. cit. p. 159.
44
El error en el Código Civil
todo ‘compromiso’ con los proyectos del promisario admite excusas cuando la con-
dición de n en sí mismo del primero resulta en juego”(117).
Para la doctrina que vengo siguiendo en el CC peruano existe una limitación
del errans de liberarse, así se señala que: “A pesar de que existen razones sucien-
tes para justicar la existencia de una regla legal que permita la anulación de todo
contrato celebrado con error, sobre la base de una serie de consideraciones forma-
les, entre las que sobresale nítidamente la preocupación por la ‘seguridad jurídica’,
ciertos ordenamientos, entre los que se encuentra el nuestro, limitan notablemente la
posibilidad de que el errans se libere (a través de la acción de anulación) de la pro-
mesa efectuada”(118).
Escobar critica al criterio adoptado por el Código en materia de anulación,
indicando que: “En las líneas que siguen intentaré demostrar que el criterio adop-
tado por el Código Civil para permitir la anulación de los contratos celebrados con
error es económicamente ineciente y moralmente reprobable. A partir de ello, suge-
riré la adopción de un criterio alternativo, el cual por lo demás, no es extraño al Dere-
cho Comparado”(119). Efectivamente, como hemos apreciado en la primera parte de
este trabajo el Derecho Comparado ha presentado posibilidades desde la óptica del
errante o del receptor de la declaración, pero no ha omitido regular que ante un daño
producido por la mala fe del receptor o por la negligencia del declarante se aplique el
resarcimiento para las partes de la relación contractual. Esto precisamente es lo que
no hace nuestro sistema actual.
Sobre la teoría de la conanza en el Código italiano se ha indicado que:
Este último cuerpo normativo consagró positivamente la denominada “teoría de la
(117) ESCOBAR ROZAS, Freddy. “El error en los contratos (justicaciones impuras para la modicación de
las reglas de anulación”). En: Ius La Revista . Edición Nº 35, Lima, diciembre, 2007, pp. 28-29. Así el
autor citando doctrina norteamericana: “Desde una perspectiva liberal (welfare economics ), la justicación
económica de la promesa descansa en el hecho que aquella provoca la circulación de recursos escasos
y, por ende, asegura el uso alternativo más eciente de dichos recursos. En tal sentido: FANSWORTH,
Allan. Contracts. New York: Aspen Publishers, 2004. pp. 6 y 7”. p. 29.
(118) ESCOBAR ROZAS, Freddy. Ob. cit., pp. 29-30.
(119) Ibídem, p. 30. Sobre las causas de las equivocaciones. Se señala que: “Las personas se equivocan por
muchas razones. He aquí algunas de ellas. En primer lugar, las personas cometen errores porque no tienen
información relevante disponible. Como quiera que el acceso a dicha información es generalmente costoso,
las personas, dadas sus restricciones dinerarias y temporales, normalmente no invierten lo suciente para
adquirir la información que les permita tomar decisiones racionales y ecientes”. Ob. cit., p. 30. “En
segundo lugar, las personas cometen errores porque no están preparadas para descifrar la información
relevante disponible o, por lo menos, porque no están preparadas para hacer tal cosa en lapsos relativamente
cortos” (...). En tercer lugar, las personas cometen errores sistemáticos provocados por ‘cortocircuitos’
de irracionalidad. Estos cortocircuitos impiden que incluso en operaciones relativamente sencillas las
personas opten por las alternativas que el modelo racional sugiere”. pp. 30-31. Sobre la seguridad jurídica
se ha indicado: “Con esto, lo que se está buscando el limitar el área de acción de error, de permitir que el
acto jurídico en la medida de lo posible se mantenga válido y que solo se declare nulo cuando el error ha
sido cognoscible por el otro agente”. Son palabras de Max Arias-Schreiber, uno de los autores del Código
vigente, en cita efectuada por Guillermo Lohmann. Véase: Autores Varios. Código Civil comentado .
Tomo I, Gaceta Jurídica, Lima, 2003, p. 868”. p. 30.
45
Jairo Cieza Mora
conanza”, según la cual el errans no puede invalidar el contrato cuando la otra parte
no tomó conocimiento (ni pudo hacerlo) de la existencia del error. En nuestro caso,
tal teoría ha sido consagrada en el artículo 201 del Código Civil” (120).
Sobre la racionalidad se ha señalado que: “A pesar de que se trata de un tema
controversial, es posible armar que la racionalidad requiere, cuando menos, la pre-
sencia de dos factores: juicio completo y juicio transitivo”(121).
Sobre los modelos institucional y neo-institucional se ha dicho que: “Los
modelos institucional y neo-institucional han demostrado, entre otras cosas, que los
sujetos no siempre tienen información relevante. Por otro lado, dos ganadores del
premio Nobel de Economía, Herbert Simon (1978) y Daniel Kahneman (2002); han
demostrado que los sujetos no actúan racionalmente. El primero, un pionero en el
campo de la inteligencia articial, descubrió, mientras trataba de instruir a una com-
putadora a “razonar” acerca de ciertos problemas, que los sujetos muchas veces no
tienden a maximizar sus benecios sino simplemente a satisfacer, con soluciones
imperfectas, sus necesidades. En esta línea, en el mundo convivirían maximizers con
satiscers. El segundo por su parte, demostró (con la invalorable participación de
Amos Tversky) que las personas violan sistemáticamente los postulados básicos del
modelo racional (incluso cuando enfrentan problemas sencillos) y, lo que es más
importante, que la manera de presentar los mismos hechos o problemas inuye de
manera decisiva en la toma de decisiones (a pesar de que esto resulta ilógico.) Una
descripción crítica de los modelos de decisión racional (self-interest model y pre-
sent-aim model), así como una propuesta alternativa a los mismos (adaptive rationa-
lity) se encuentran en: Frank, Robert. “Departures from Racional Choice: With and
Without Regret”. En: The Law and Economics of irracional Behavior. Francesco
Parisi y Vernon Smith (Editores). California: Standford University Press, 2005. p. 13
y siguientes”(122).
46
El error en el Código Civil
asumir que el estimado cientíco de las consecuencias de los programas preparados por el Estado era el
siguiente: (iii) si el programa C es adoptado, 400 personas morirían; y, (iv) si el programa D es adoptado,
existe 1/3 de probabilidad de que nadie muera y 2/3 de probabilidad de que 600 personas mueran. ¿Cuál
fue el resultado? El 22 % eligió el programa C y el 78 % eligió el programa D. Ahora bien, como se
podrá advertir, no existe diferencia alguna entre los programas A y C, ni entre los programas B y D. No
obstante ello, las preferencias son contradictorias a los dictados de la racionalidad (el programa A fue
preferido por el 72 %, mientras que el C por el 22 %; a su turno el programa B fue preferido por el 28 %,
mientras que el D por el 78 %). Este experimento ha sido reproducido en diversos cursos dictados en
la Facultad de Derecho de la Ponticia Universidad Católica, con similares resultados. La exposición
completa del experimento y la lectura que las respuestas sugieren se encuentran en: TVERSKY, Amos y
KAHNEMAN, Daniel. “The Framing of Decisions and the Psychology of Choice”. En: Science . Volumen
CCXI, 1981. pp. 453-458”. p. 31.
(123) ESCOBAR ROZAS, Freddy. Ob. cit., p. 32.
(124) Ídem.
(125) Ibídem, p. 32-33.
(126) Ibídem, p. 33.
47
Jairo Cieza Mora
48
El error en el Código Civil
49
Jairo Cieza Mora
asimismo sostiene: “Sin perjuicio de ello, ha de quedar claro que el hecho de negar
la existencia de un problema volitivo en los casos de error, engaño o coacción moral,
no implica que debamos aceptar la validez de los contratos celebrados en esas condi-
ciones. Si encontramos buenas razones (nivel valorativo) para negar protección legal
a esos contratos, entonces el sistema legal debe declararlos, en alguna forma, inváli-
dos o inecaces”(134).
(134) ESCOBAR ROZAS, Freddy. Ob. cit., p. 36. Finalidad de los contratos. Escobar señala que: “Un economista,
por su parte, armaría que las personas celebran contratos porque estos instrumentos permiten satisfacer la
necesidad de reasignar los recursos escasos a los usos alternativos más ecientes y, por tanto, la necesidad
de obtener un estado de bienestar superior”. p. 36. En este sentido: COOTER, Robert. The Cost of Coase.
En: Journal of Legal Studies . Volumen XI, 1982. p. 17 y ss. “El contrato, pues, habrá permitido que
dos recursos (terreno y dinero), tal vez asignados fortuitamente, sean reasignados racionalmente a usos
alternativos más valiosos, generando de este modo una mejora general en la sociedad”. p. 37. Cuando los
contratos celebrados con error no deben ser exigibles. Ejemplo: “Imaginemos que A es propietario de la
casa X y que valora ese recurso en 100. Imaginemos que yo valoro esa casa en 150. Bajo este supuesto,
A estará dispuesto a venderme la casa X a cualquier precio por encima de 100, mientras que yo estaré
dispuesto a comprarla a cualquier precio por debajo de 150. Si celebramos un contrato y cumplimos
nuestras obligaciones, ambos (estaremos notoriamente mejor que antes, en tanto que cada uno tendrá en
sus manos el recurso que más valora (A valora más el precio, digamos 110, y yo valoré más la casa X).
¿Por qué valoré la casa X en 150? Básicamente porque para mí esa casa era ideal para el uso alternativo
o el objetivo que tengo en mente: operar un restaurante. Ahora bien, ¿qué pasa si descubro que no podré
usar la casa X para operar un restaurante? Inmediatamente, le asignaré un valor distinto: 75. Si hubiese
sabido de antemano que las normas municipales no permitían operar restaurantes en la zona donde se
encuentra ubicada la casa X o, en otras palabras, sino hubiese cometido un error de interpretación de la
situación, la transacción nunca se habría llevado a cabo, pues mientras A hubiese estado dispuesto a vender
la referida casa a cualquier precio por encima de 100, yo solo hubiese estado dispuesto a comprarla a
cualquier precio por debajo de 75.
El descubrimiento del error genera el descubrimiento de la pérdida que la transacción me ocasiona
(150 – 75 = 75). Consciente de la situación, obviamente intentaré vender la casa X a algún agente del
mercado, para retornar de este modo a la situación anterior, que era mejor que la que tengo ahora. Sin
embargo, existe un problema: el retorno a la referida situación es, por un lado, incierto (¿quién puede
asegurar que lograré reasignar el recurso a 150?); y, por otro lado, costoso (intentar vender una casa es
costoso en términos de tiempo y dinero). Se trata, por tanto, de una solución dudosa desde la perspectiva
de la eciencia. Si la opción de emplear el mercado (para retornar a la situación más ventajosa) es poco
atractiva, podemos entonces pensar en otra: la intervención legal”. pp. 37-38; Pie de página (pp. 37-38)
28). El debate sobre qué remedio contractual es el más óptimo tiene larga data. Armando las bondades
de la ejecución forzada: SCHWARTZ, Alan. “The Case for Specic Performance”. En: The Yale Law
Journal. Número 2, Volumen LXXXIX, 1979, pp. 271-306. Sosteniendo la posición contraria: SHAVELL,
Steven. “Specic Performance versus Damages for Breach of Contract: An Ecomic Analysis”. En: Texas
Law Review. Número 4. Volumen LXXXIV, 2006. pp. 831-876. En este sentido: SHAVELL, Steven.
Foundations of Economic Analysis of Law. Cambrigde-London: The Belknap Press of Harvard University,
2004, p. 330; KRONMAN, Anthony y POSNER, Richard. The Economics of Contract Law . Boston-
Toronto: Little, Brown and Company, 1979. p. 114. En este sentido: TVERSKY, Amos y KAHNEMAN,
Daniel. Ob. cit., p. 456; POLINSKY, Mitchell. An Introduction to Law and Economics. New York: Aspen
Publishers, 2003, p. 57. La tendencia (natural) de las personas de sentir aversión al riesgo cuando se trata de
comprar ganancias y pérdidas, fue notada por Adam Smith casi 200 años antes que Kahneman y Tversky
formularan la teoría prospectiva del comportamiento humano. Véase: ASHRAF, Nava y otros. “Adam
Smith, Behavioral Economist”. En: Journal of Economic Perspectives. Número 3. Volumen XIX, 2005.
p. 132. Exceso de precauciones para evitar el error: “La segunda razón tiene que ver con las excesivas
precauciones que las personas tomarían para evitar cometer equivocaciones trascendentales en caso que
dichas equivocaciones no tuviesen relevancia legal”, p. 38. Los costos de transacción elevados: “Ahora
bien, ¿qué ocurre si el sistema legal establece que el error carece de toda relevancia? Conscientes de que
50
El error en el Código Civil
Análisis desde el punto de vista moral. La doctrina que vengo citando señala:
“Analicemos ahora el asunto desde un punto de vista moral. Bajo distintas conside-
raciones (32), es posible sostener que la promesa efectuada voluntariamente debe ser
cumplida, a no ser que exista una causa (inmoralidad o imposibilidad del acto prome-
tido) que justique la ruptura por parte del promitente”(135). Una perspectiva “con-
servadora” “sostiene que si la promesa consiste en comprometerse a colaborar con
el promisario para que este último logre alcanzar sus nes, el incumplimiento del pro-
mitente supondría desconocer dichos nes y, por tanto, actuar en una forma que el
promisario seguramente no compartiría. Por consiguiente, no cumplir con lo prome-
tido implicaría tratar al promisario, no como un n en sí mismo, sino como un simple
medio, cosa inaceptable a la luz del imperativo categórico kantiano. Bajo esta pers-
pectiva, el contrato celebrado con error tendría que ser necesariamente cumplido (a
pesar de que genere un resultado económicamente ineciente)”(136). Una perspectiva
liberal, “por su parte, sostiene que si bien la promesa consiste en comprometerse a
colaborar con el promisario para que este último logre alcanzar sus nes, el incum-
plimiento del promitente no supondría desconocer dichos nes si es que el promisa-
rio recibe los recursos necesarios para estar en la situación en la que hubiese estado
en caso de cumplimiento de la promesa. Bajo esta otra perspectiva, el contrato cele-
brado con error no tendría que ser necesariamente cumplido”(137). Desde la mirada de
esta “perspectiva liberal” se debe dar la posibilidad al errante que tomó una decisión
equivocada y que lo perjudicaría económica o moralmente siempre y cuando indem-
nice al receptor de la declaración que se ha formado expectativas con el contrato.
las equivocaciones generan pérdidas, tanto A como yo invertiremos dinero para obtener información acerca
de la mayor cantidad de detalles subjetivamente relevantes de la operación (A tratará de averiguar si tengo
patrimonio suciente, si usualmente cumplo con pagar mis deudas, etcétera; mientras que yo trataré de
averiguar si la casa X está en buenas condiciones, si no existen vicios ocultos, sino existen terceros con
mejores derechos, etcétera). En ese esfuerzo, es probable que ambos incurramos en costos duplicados
(reputación individual, por ejemplo). Asumamos que los costos individuales de tomar precauciones
ascienden a 30. En este escenario, ¿celebraremos el contrato? La respuesta es negativa. En efecto,
mientras A solo estará dispuesto a vender la casa X por cualquier precio por encima de 130, yo solo estaré
dispuesto a comprar esa casa por cualquier precio por debajo de 120. Los costos de transacción habrán
frustrado en este caso la realización de una transacción mutuamente beneciosa”, pp. 38-39. Reducción
de los costos de transacción: “Para reducir los costos en cuestión y de ese modo posibilitar la realización
de la transacción indicada, es preciso crear incentivos que busquen la revelación de la información que
resulta relevante para la generalidad de agentes. Uno de esos incentivos es, qué duda cabe, la negativa
legal de otorgar valor a los contratos celebrados con error. En efecto, si los contratos en cuestión carecen
de protección legal, entonces las partes interesadas en celebrar transacciones mutuamente beneciosas
revelarán la información que resulte necesaria para evitar equivocaciones (relevantes) y, consecuentemente,
situaciones de desprotección legal de las operaciones deseadas”. p. 39.
(135) ESCOBAR ROZAS, Freddy. Ob. cit., p. 39.
(136) Ídem.
(137) Ídem. *Pie de página. En este sentido: SHAVELL, Steven. Ob. cit., p. 331. Estas consideraciones
comprenden desde la tenaz defensa de la “Fórmula de la Humanidad” (Kant) hasta la idea de incentivar
la práctica social de efectuar promesas (Rawls). Véase: CRASWELL, Richard. “Contract Law, Default
Rules, and the Philosophy of Promising”. En: Michigan Law Review. Número 88, 1989. p. 489 y ss.
51
Jairo Cieza Mora
52
El error en el Código Civil
sostiene que: “La exigencia local de que la otra parte actúe diligentemente es curiosa,
pues a la parte que se equivoca y genera todo el problema no se le exige cuidado
alguno. Muchos ordenamientos imponen el requisito de la excusabilidad del error
para impedir que la equivocación (por muy esencial y determinante que sea) provo-
que la anulación del contrato cuando el errans ha estado en condiciones razonables
de evitarla. Lamentablemente nuestras normas sobre error omiten incluir esta exi-
gencia. Sin embargo, al amparo del principio de buena fe contractual, consagrado en
el artículo 1362 del Código Civil, es perfectamente posible sostener que si el errans
pudo evitar la equivocación a un costo razonable, la acción de anulación deja de estar
disponible”(142). Sobre el particular ya hemos apreciado en la primera parte de este tra-
bajo que la excusabilidad es importante para justicar la solicitud de anulación del
errante y si actuara negligentemente no es justicable la anulación, de hacerlo tendrá
inevitablemente que indemnizar a la otra parte. Esto no se señala en el CC dando la
impresión (lo cual sería absurdo) que el errante que actúa o toma una decisión equi-
vocada por sus absoluta responsabilidad puede anular el contrato sin indemnizar a la
otra parte lo que evidentemente contraviene el principio de la buena fe.
Se sigue señalando que: “El Código peruano contiene una norma sumamente
particular, según la cual ‘la anulación del acto por error no da lugar a indemniza-
ción entre las partes’. No se necesita mayor reexión para notar que dicha norma es
inmoral e ineciente. Para una descripción de la funesta historia del artículo 207 del
Código Civil de 1984: ESCOBAR, Freddy. “Apuntes sobre la responsabilidad por
inecacia contractual”. En: Themis. Número 49, 2004. p. 154 y ss” (ya analizado en
el presente trabajo)(143).
de los niveles de equilibrio óptimo”. p. 41. *Pie de página (p. 41). Excusabilidad para el errans. La
idea es, pues, encontrar un punto de equilibrio, de modo que las personas tengan incentivos para actuar
ecientemente, esto es, para invertir en precauciones solo cuando ello tenga sentido desde un a perspectiva
costo-benecio (‘esperado’, dadas las probabilidades del caso).
(142) ESCOBAR ROZAS, Freddy. Ob. cit., p. 41.
(143) Ídem. Cita a “Ronald Coase, fundador de la ‘Nueva Economía Institucional’, premio Nobel de Economía
(1991) y artíce del surgimiento de la escuela de pensamiento legal más importante de los últimos cien
años (el Análisis Económico del Derecho), vio las cosas desde otra perspectiva”. p. 42. Otorgamiento
de derechos de prioridad: “Para Coase, el problema del costo social debía solucionarse a través del
otorgamiento de derechos de propiedad, esto es, de derechos que permitieran excluir y, por tanto, evitar
las interferencias recíprocas. La determinación de quién debía ser el titular de tales derechos d ependía,
según Coase, de comparar los costos y benecios marginales de cada opción”. p. 42.
Problema del costo social “¿Cuál es la lección que nos deja la historia del problema del ‘costo (marginal)
social’? Para mí, una bastante obvia: las soluciones legales cambian radicalmente en función de la
perspectiva (interpretación) que se tenga respecto del problema. Pigou creyó que el problema del costo
social era causado por un agente y sobre la base de ese entendimiento (¿erróneo?) conó en un remedio
determinado: imposición de obligaciones indemnizatorias y tributarias. Coase creyó que el problema en
cuestión era causado por la interferencia recíproca de los agentes que concurren en el mercado y sobre la
base ese entendimiento (¿erróneo?) conó en un remedio totalmente distinto: la asignación de derechos
de propiedad”. p. 42. Visión pigouviana sobre la unilateralidad del error: “En el caso d el error, las visiones
de los civilistas han sido pigouvianas. En efecto, las teorías elaboradas para justicar la invalidez o la
validez del contrato celebrado con error, descansan en la idea de que el problema es ‘unilateral’ (en el
sentido de que tiene una sola dimensión). La teoría de la voluntad, por ejemplo, aboga por la invalidez del
53
Jairo Cieza Mora
contrato bajo el argumento de que el error supone la falta de consentimiento del errans; mientras que la
teoría de la declaración aboga por la validez del contrato bajo el argumento de que el error representa un
problema ‘interno’ del errans y, por tanto, irrelevante de cara al valor ‘seguridad jurídica’. Por su parte,
la teoría de la responsabilidad aboga por la invalidez del contrato bajo el argumento de que el errans
debe ser ‘sancionado’ por su negligencia; mientras que la teoría de la conanza aboga por la validez del
contrato bajo el argumento de que la parte inocente debe ser ‘protegida’ por su conanza (44)”. p. 42.
Crítica a las teorías de la declaración y la voluntad: “Ninguna de estas teorías ha tomado en cuenta que el
error genera daños a las partes y al mercado, ni que ambos daños son irreparables”, p. 42. Visión completa
sobre el error: “Como se podrá advertir, no hay forma alguna de escapar de la tragedia (económica)
creada por el error. Si nos dejamos guiar por las ideas tradicionales, según las cuales el problema del
error es unilateral (‘falta de voluntad’, ‘seguridad’, ‘culpa’ y ‘conanza’), nuestra visión será limitada y,
por tal razón, la solución que propongamos jamás logrará un estado de bienestar superior. En cambio, si
asumimos que el error genera un problema que al nal del día afecta a todos (a las partes y al mercado),
nuestra visión será, cuando menos, completa. Con un poco de esfuerzo y apertura de mente, podremos
encontrar una solución más justa”. pp. 42-43. Rosita Segunda (Caso) “Supongamos que X e Y celebran
un contrato de compraventa de una vaca (Rosita Segunda). X, dedicado al negocio de comercialización
de ganado, pensaba que Rosita Segunda era infértil. Por esa razón, decidió venderla a US$ 100 (precio
al que normalmente se venden las vacas infértiles de similares características). Y, por su parte, no tenía
idea acerca de la fertilidad o infertilidad de Rosita Segunda. Él simplemente quería comprar una vaca con
nes recreativos: tener más animales en su casa de campo. Al momento de entregar a Rosita Segunda los
ayudantes de X se percatan que aquella se encuentra preñada. Ante tal situación, X se arrepiente de haber
celebrado el contrato y trata de encontrar argumentos para no desprenderse de Rosita Segunda, dado
que una vaca fértil está valorada por el mercado en US$ 800. Bajo las reglas del Código Civil peruano,
¿qué podría hacer X? Habida cuenta que su error (esencial y determinante) no fue ni podía ser conocido
por Y, es claro que no tendrá a su disposición la acción de anulación. Ahora bien, ¿es aceptable que X
se encuentre obligado a entregar a Rosita Segunda por el precio pactado? El problema que la pregunta
planteada encierra se reduce a lo siguiente: ¿debemos permitir que X asuma una pérdida inesperada y que Y
obtenga una ganancia inesperada? Si las partes hubiesen contratado teniendo información completa acerca
de las características de Rosita Segunda, la diferencia entre el valor de mercado y el precio pactado sería
legalmente irrelevante, pues para las partes este último representaría sus preferencias individuales. Como
quiera, sin embargo, que la transacción fue realizada sin que una de las pa rtes estuviese consciente de las
características del bien, la pregunta planteada cobra sentido. Si consideramos que por seguridad jurídica
o por alguna otra razón el contrato no debe anularse, entonces estaremos permitiendo que Y obtenga algo
que nunca buscó: una ganancia de US$ 700. En efecto, racionalmente se puede presumir que, una vez
enterado de la existencia de la diferencia de precios (de mercado) de vacas fértiles e infértiles, Y venderá
a Rosita Segunda (a US$ 800) y, con parte del precio obtenido, comprará una vaca infértil (a US$ 100).
Reemplazar a Rosita Segunda generará para Y una ganancia inesperada de US$ 700. Obviamente, X será
quien cubra esa ganancia”. pp. 43-44. Incumplimiento eciente: “Como la situación descrita no parece
satisfactoria, es más que seguro que X tratará de impedir que la misma nalmente se produzca. ¿Pero
qué podría hacer? Ante la imposibilidad de anular el contrato, X venderá a Rosita Segunda a un tercero
de buena fe, procediendo a realizar la entrega respectiva. Ante el incumplimiento doloso, Y seguramente
demandará el pago de una indemnización. ¿A cuánto ascenderá la misma? Probablemente a no más de
US$ 50, asumiendo que esa cantidad representaría el mayor costo de encontrar una vaca que cumpla las
funciones meramente ornamentales que Y buscaba en Rosita Segunda”. p. 44. Cambiando las reglas de
anulación “¿Qué tienen en común los casos de Rosita Segunda y Rockingham County vs. Luten Bridge
Co.? A pesar de que tanto X como el Condado de Rockingham decidieron incumplir, es claro que ambos
se equivocaron”. p. 44. Incumpliento eciente “¿Por qué el Condado de Rockingham prerió incumplir
el contrato en lugar de demandar la anulación por error? Probablemente por que hacer esto último hubiese
sido más costoso y complicado, cuando no riesgoso (de hecho, bajo reglas como las nuestras una acción
de anulación no habría prosperado debido a que la equivocación no fue conocible)”. p. 45. Limitar la
responsabilidad de la parte que incumple: “En los casos analizados, parece claro que las estrategias de
X y del Condado de Rockingham son correctas debido a que el sistema legal responde positivamente
a la idea normativa de limitar la responsabilidad de la parte que incumple. Tomando en consideración
esto último, esto es, que el sistema legal permite reducir las pérdidas cuando la estrategia elegida es la
del incumplimiento uno puede preguntarse por qué no es posible hacer lo mismo a través de la acción
de anulación. Hemos notado que el error siempre genera una pérdida para el errans y esa pérdida puede
54
El error en el Código Civil
La doctrina que vengo siguiendo señala con criterio que las reglas de anula-
ción adoptadas por el Código Civil deben ser modicadas: “A pesar de que el argu-
mento es atractivo, dos cuestionamientos pueden ser efectuados. Primero, es posi-
ble que los costos de transacción sean signicativos, de modo que la idea de que las
partes negociarán y adoptarán un acuerdo mutuamente benecioso resulte ilusoria.
Segundo, es posible que la otra parte adopte una actitud oportunista y sujete la libe-
ración del errans a la división de las ‘ganancias’ (esto es, a la división del benecio
que supone reducir la pérdida). Como quiera que esto último colocaría a la parte ino-
cente en una situación más beneciosa que la que hubiese tenido en caso de ejecución
contractual, no hay razón alguna para legalizar el riesgo del comportamiento oportu-
nista. Por lo expuesto, creo rmemente que para evitar los efectos nocivos del error,
las reglas de anulación adoptadas por el Código Civil deben ser modicadas”(144).
Se propone una regulación más justa en materia de error de la siguiente
forma:
“a) El errans debe poder anular el contrato al margen de si la otra parte se per-
cató o no del error (o de si pudo hacerlo o no actuando diligentemente).
b) Si la otra parte se percató del error (o si pudo hacerlo actuando diligente-
mente), entonces el errans no debe pagar indemnización alguna a dicha
parte. Por el contrario, el errans debe poder exigir a la otra parte el pago
de una indemnización que lo coloque en la situación que hubiese tenido
en caso de no celebración del contrato (reliance). El fundamento de esta
indemnización ha de ser encontrado en la necesidad de generar un incen-
tivo para que la otra parte evite la pérdida que genera el error cuando ello sea
posible hacerlo a un costo inferior al benecio esperado (esto es, el monto
de la pérdida multiplicado por la probabilidad de que se produzca el error).
c) Si la otra parte no se percató del error ni pudo hacerlo actuando diligente-
mente, entonces el errans debe pagar una indemnización a dicha parte, de
modo que esta última se encuentre en la situación que hubiese tenido en
caso de ejecución del contrato (expectancy).
d) El errans no debe poder anular el contrato cuando su equivocación tenga
la condición de inexcusable (esto es, cuando haya podido evitar el error
tomando precauciones razonables o, en términos económicos, ecientes).
ser mayor o menor en función de si el contrato se ejecuta o no se ejecuta. En esta línea, si garantizamos
que la otra parte reciba la ganancia que hubiese obtenido en caso de ejecución, ¿por qué no dejamos
que el errans anule el contrato cuando tal cosa reduzca su pérdida? En mi opinión, no existe argumento
económico o moral que justique una actitud negativa hacia la posibilidad de que el errans reduzca su
pérdida mediante la anulación del contrato”. p. 45.
(144) ESCOBAR ROZAS, Freddy. Ob. cit., p. 46.
55
Jairo Cieza Mora
Del mismo modo, el errans no debe poder anular el contrato si los daños
que la otra parte sufre no pueden ser reparados con dinero” (145).
En cuanto a la propuesta de modicación la doctrina que vengo siguiendo
señala que: “Probablemente, la propuesta en cuestión no sea siquiera sopesada por el
mainstream local. Desde ya anticipo que los defensores del Código Civil dirán que se
trata de una propuesta que traiciona la cultura jurídica peruana (¿?), mientras que los
defensores del método dogmático, algo familiarizados con el lenguaje de la globali-
zación, dirán que se trata de un legal transplant. En otro trabajo he explicado cómo
el Bürgerliches Gesetzbuch (BGB) permite que el errans anule su declaración nego-
cial al margen de si la otra parte conoció o pudo conocer la existencia de la equivoca-
ción. Para poner las cosas más difíciles a los defensores del status quo, ofrezco ahora
una traducción libre de la Sección 122 del BGB:
‘(1) Si una declaración es nula bajo la sección 118 [falta de seriedad], o anu-
lable bajo las secciones 119 [error] y 120 [transmisión incorrecta], la
persona declarante debe, si la declaración fue hecha a otra persona,
pagar una indemnización a esta última (…) por los daños que sufra
como consecuencia de haber conado en la validez de la declaración,
pero sin exceder el monto total del interés que tenga en la validez de
la declaración.
(145) ESCOBAR ROZAS, Freddy. Ob. cit., p. 50. *Pie de página (p. 50) Con esta regla, el errans ya no tendría que
probar que la otra parte conoció o pudo conocer la equivocación. Más bien esta última tendría que probar que
la anulación del contrato daña sus intereses. Este cambio en la carga de la prueba no debe ser considerado
nocivo, pues, en términos generales, es más fácil probar la existencia de daños propios que la posibilidad
de que otro note la equivocación actuando razonablemente. En esta línea, el hecho que la parte inocente no
logre probar la existencia de daños no debe ser causa de preocupación, ya que probablemente ese hecho se
deba a que simplemente la anulación no genera perjuicio alguno a la parte en cuestión. De todos modos, es
posible establecer una serie de presunciones legales que auxilien a la parte inocente en la tarea de probar
la existencia de daños. Así, podemos presumir que la ganancia que la otra parte hubiese obtenido ascendía,
cuando menos, al monto que dicha parte invirtió en los actos preparatorios del cumplimiento frustrado por
la anulación. En esta situación, el derecho contractual de la parte inocente resulta protegido por una regla de
responsabilidad. En esta situación, el derecho contractual de la parte inocente resulta protegido por una regla
de propiedad. Posibles efectos de la nueva regulación. Incentivos pare tomar precauciones. “a) Las partes
tendrán incentivos para tomar precauciones razonables a n de evitar la existencia de errores. Si el criterio de
diligencia es correctamente empleado, entonces solo el least-cost avoider internalizará la pérdida”. pp. 46-47
Internalización de los costos de la pérdida “b) Si el error pudo ser evitado solo por el errans, entonces este
último internalizará la pérdida si, dados los siguientes números, no toma un nivel de precaución moderado.
Si el error pudo ser evitado por el errans o por la otra parte, entonces esta última internalizará los efectos
negativos de la anulación del contrato si, dados los siguientes números, no toma el nivel de precaución leve”.
p. 47. Conveniencia de anular el contrato: “c) Si el errans actúa diligentemente (esto es, si toma el nivel de
precauciones adecuado) y a pesar de ello se equivoca, entonces aquel anulará el contrato cuando eso tenga
sentido. Asumiendo que la otra parte tiene derecho al pago de una indemnización, una primera variable que
el errans considerará es la comparación entre la referida indemnización y la pérdida que la ejecución del
contrato ha de ocasionarle. Si aquella (asumamos 100) es menor que esta última (asumamos 300), entonces
el errans tendrá un bueno motivo anular el contrato. Una segunda variable que el errans considerará es la
comparación entre el resultado esperado de disminuir su pérdida a través de un proceso judicial y el resultado
esperado de hacer lo mismo a través del mercado. Si los siguientes números son ciertos, el errans tendrá
otro buen motivo anular el contrato”. p. 47.
56
El error en el Código Civil
57
Jairo Cieza Mora
intereses. En el tema que nos interesa esa protección de la conanza se expresa actual-
mente en dos sentidos: en la prevalencia de las normas de corrección en los juicios
de validez del negocio y en el acogimiento de una teoría del negocio fundada sobre
el concepto de autonomía privada. De ahí que la disciplina de los vicios del consen-
timiento no debe ser explicada tanto con referencia a la voluntad viciada, sino
también y seguramente sobre todo, dentro de los límites que resultan relevantes para
el vicio en consideración de la situación de quien recibe la declaración viciada , con-
siderando así elementos que trascienden el lado volitivo, de manera que la impug-
nación fundada en vicios del consentimiento debe ser directamente referida a la
buena fe”(148).
Creo que no se puede admitir que para el caso del dolo o la violencia sí se per-
mita la indemnización entre las partes, y para el caso de la anulación por error no se
permita el ejercicio indemnizatorio entre los integrantes de la relación negocial.
Además esto implicaría reconocer en el ordenamiento jurídico el principio de
la mala fe, pues el receptor de la declaración en muchos casos puede abstenerse, por
mero ánimo de lucro o de enriquecimiento indebido, de advertir de su error al decla-
rante y como consecuencia de tal hecho producirse el daño. Concuerdo con quien
señala que esto implicaría un vaciamiento del contenido del artículo 1362 de nuestro
Código Civil que expresa: “Los contratos deben negociarse, celebrarse y ejecu-
tarse según las reglas de la buena fe y común intención de las partes ”.
Considero que el negocio jurídico celebrado prevalecerá y se mantendrá en caso
de que el error sea inexcusable para el declarante y si se anula por la equivocación
grosera del errans negligente o imperito tendrá que indemnizarse al destinatario cuya
expectativa se ha visto frustrada. De esta manera el errante tendrá que soportar las
pérdidas o ganancias que dejó de percibir porque su actuación no es excusable o dis-
culpable y no se puede perjudicar a los terceros con nuestras propias acciones u omi-
siones cuando estábamos en posibilidad de advertirlas. De esta forma se debe indem-
nizar al destinatario de la declaración por verse obligado a perder las expectativas
razonables y esperables derivadas de los efectos del contrato y que ahora se ven frus-
tradas por el error no disculpable o inexcusable del errans.
De la misma manera considero que se debe resarcir al errans por no haber sido
advertido por “la otra parte” de su error (se entiende disculpable) y llevar a cabo un
contrato que en realidad no deseaba. Esta posición es perfectamente lógica desde todo
punto de vista y se basa también en la teoría de la conanza antes indicada. No es
razonable que el receptor de la declaración actué negligentemente sin advertir la equi-
vocación del errante, generando el motivo para que este celebre el contrato y luego de
anulado no se otorgue una indemnización al declarante perjudicado.
(148) NEME VILLARREAL, Martha Lucía. El error como vicio del “consentimiento” frente a la protección
de la conanza en la celebración del contrato. Artículo publicado en los materiales de enseñanza del
Profesor Rómulo Morales Hervias.
58
El error en el Código Civil
(149) ESPINOZA ESPINOZA, Juan. “El Acto Jurídico Negocial” Análisis doctrinario, legislativo y
jurisprudencial. Gaceta Jurídica, p. 480.
(150) Sobre el dolo omisivo se recomienda el trabajo de BULLARD, Alfredo. “La Asimetría de la información
en la contratación. A propósito del dolo omisivo”. En: Derecho y Economía. El análisis económico
de las instituciones legales . Palestra Editores, 2003, pp. 299, 331. Asimismo se recomienda la lectura
del trabajo de KRONMAN, Anthony. “Error, deber de revelar información y derecho de contratos”.
En: Themis . Nº 49, pp. 161-181.
59
Parte subjetivamente compleja, indivisibilidad
y anulabilidad por incapacidad relativa
La norma más oscura del Código Civil también cumple
treinta años (¿y dice adiós?)
I. INTRODUCCIÓN
En el dictado del curso universitario dedicado a la parte general del Derecho
Civil llega siempre un momento que los profesores quisieran evitar para sí mismos y
para el alumnado. Es cuando, con esfuerzos redoblados y anuncio previo a los discen-
tes de que la lectura de una norma les provocará, tal vez, confusión y aturdimiento, se
tiene que descifrar el signicado del artículo 226 del Código Civil: “La incapacidad
de una de las partes no puede ser invocada por la otra en su propio benecio, salvo
cuando es indivisible el objeto del derecho de la obligación común”.
El trance no se supera informando, como consuelo para el auditorio, que la oscu-
ridad del precepto, coincidentemente subrayada por nuestros autores(1), es inocua,
(*) Doctor en Derecho por la Scuola Superiore Sant’Anna di Studi Universitari e di Perfezionamento di Pisa
(Italia). Socio de la Asociación Italiana de Derecho Comparado (AIDC). Profesor ordinario asociado de
Derecho Civil de la Facultad de Derecho y Escuela de Graduados de la Ponticia Universidad Católica
del Perú. Profesor contratado de Derecho Civil en las facultades de Derecho de la Universidad del Pacíco
y de la Universidad de Piura-Sede Lima. Miembro titular de la Comisión del Con greso de la República a
cargo de la Revisión del Código Civil en materia de Derechos de las Personas con Discapacidad (CEDIS).
Asociado senior de Ferrero Abogados.
(1) Véanse, entre otros: RUBIO CORREA, Marcial. La invalidez del acto jurídico . Fondo Editorial de la
Ponticia Universidad Católica del Perú, Lima, 1989 (reimpresión, 1990), p. 65; LOHMANN LUCA DE
TENA, Juan Guillermo. El negocio jurídico. 2ª edición, Grijley, Lima, 1994, p. 586; VIDAL RAMÍREZ,
Fernando. El acto jurídico. 5ª edición, Gaceta Jurídica, Lima, 2002, p. 525; PALACIOS MARTÍNEZ, Eric.
“Comentario sub art. 226. En: Código Civil comentado. Gaceta Jurídica, Lima, 2003, Tomo I, p. 962 y
ss.; TORRES VÁSQUEZ, Aníbal. Acto jurídico. 3ª edición, IDEMSA, Lima, 2007, p. 808; y ESPINOZA
ESPINOZA, Juan. Acto jurídico negocial. Gaceta Jurídica, Lima, 2008, p. 578-579. Durante la vigencia
del Código Civil de 1936, a propósito del artículo 1078, se pronunciaba en el mismo sentido: LEÓN
BARANDIARÁN, José. Comentarios al Código Civil peruano (Derecho de obligaciones). Tomo I, Acto
jurídico, Librería e Imprenta Gil, Lima, 1938, p. 39.
61
Leysser León Hilario
(2) CASTAÑEDA, Jorge Eugenio. Código civil - Concordancias y jurisprudencia de la Corte Suprema al
día, 3ª edición, Ed. Amauta, Lima, 1966, p. 342, Id., El derecho de los contratos, Tomo I, Teoría general
de los contratos, Departamento de Publicaciones de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, Lima, 1966, p. 69-70, informaba, pasadas tres décadas de vigencia del Código
Civil de 1936 (las mismas que, por coincidencia, está cumpliendo el Código Civil vigente) una solitaria
aplicación de la primera parte del artículo 1078: una sentencia de 1937, donde se dictaminó que “si un
incapaz da a mutuo un capital, el prestatario queda obligado a devolverlo. No pued e invocar, en su propio
benecio, la incapacidad del prestante, para sustraerse a su obligación de pagar lo que debe”.
(3) La capacidad de obrar (o “de ejercicio”) “es denida por la ley en sentido negativo, antes que positivo. El
Código determina los casos de incapacidad: y del régimen de estos casos la doctrina deduce, a contrario,
la noción de la capacidad legal de obrar, porque las hipótesis de incapacidad constituyen los límites de
la capacidad”. La observación es de: BETTI, Emilio. Teoria generale del negozio giuridico , 2ª ed. (3ª
reimpresión corregida), ESI, Nápoles, 1994, p. 214.
(4) CAS Nº 3189-2012-LIMA NORTE, sentencia del 3 de enero de 2013. Publicada como separata especial
del diario ocial El Peruano, edición del 9 de agosto de 2014. La conclusión principal (y errada) del Pleno
Casatorio es que “la impugnación de todo acuerdo emitido por una Asociación Civil, persona jurídica no
lucrativa, se fundamenta de manera obligatoria e insoslayable en base a lo dispuesto por el artículo 92 del
Código Civil, conforme a los métodos sistemático y teleológico que permiten observar ade cuadamente el
principio de especialidad de la norma”.
(5) Dos siglos después, sigue siendo certera la famosa admonición de BENTHAM, Jeremy. Codication
Proposal Addressed to All Nations Professing Liberal Opinions, C. and W. Reynell & Robert Heward,
Londres, 1830, p. 40: “la inconsistencia del todo será mayor mientras más sean las distintas manos que
elaboren cada una de sus partes”. En efecto, si el Código Civil peruano se caracteriza –hay que saberlo–
por presentar diversos vicios de sistemática, así como enteros regímenes inconexos, ¿cómo se puede
62
Parte subjetivamente compleja, indivisibilidad y anulabilidad por incapacidad relativa
ción” de los acuerdos de asociaciones civiles (según el art. 92 del Código Civil) cons-
tituye el camino exclusivo para cuestionar la validez de estas manifestaciones colec-
tivas de voluntad?
Es indudable que la incongruencia entre las secciones del Código Civil ha sido
uno de los factores determinantes de una conclusión tan clamorosamente equivocada
como la del Pleno Casatorio, pero es obligatorio anotar que el yerro se habría podido
evitar con un esfuerzo interpretativo mínimo de los jueces que participaron en él.
La norma sobre cuyo contexto de origen, vicisitudes y perspectivas versarán mis
apuntes integra una regulación diseñada con descuido, pero presenta, en no menor
medida, defectos intrínsecos que hacen difícil su interpretación hasta transformarla
en un precepto inane. Así lo demuestran las interrogantes que se pueden proponer con
respecto al artículo 226. ¿A qué “capacidad” (del Libro I del Código Civil) se reere
la disposición (anclada en el Libro II)? ¿Cuál es el signicado de la expresión “invo-
car en propio benecio” la “incapacidad de la otra” parte y quién es “la otra” parte?
¿Es concebible la “indivisibilidad del objeto del derecho de una obligación común”?
¿Ayuda para esclarecer esta última cuestión algún precepto del Libro VI, dedicado al
derecho de las relaciones de obligación?
postular una “especialidad” entre sus secciones? Si se tiene en cuenta, además, que la redacción de las
normas del Libro I (donde se ubica el art. 92) y del Libro II (donde se establece el régimen general de
nulidad y anulabilidad de los negocios jurídicos, en los arts. 219 y siguientes) estuvo a cargo de distintos
legisladores, que, como fácilmente se aprecia, ni siquiera tuvieron el cuidado de utilizar el mismo lenguaje
técnico, ¿cómo se puede derivar hoy consecuencias “vinculantes” de lo que se dispone, con distinta
terminología (reejo de la distinta formación académica de cada codicador), en una y otra sección del
Código Civil? ¿Cómo se puede creer, sin contar con prueba alguna para este acto de fe, que el empleo
del término “impugnación” en el artículo 92 fue fruto de una elección consciente de su redactor para
engendrar un régimen excepcional, distinto de la “nulidad” y “anulación” contempladas para todos los
negocios jurídicos? Sobre estos y otros problemas irresueltos en la historia de nuestra codicación civil,
permítaseme remitir a LEÓN HILARIO, Leysser. La reforma del Código Civil vista en serio (2003),
ahora en Id., El sentido de la codicación civil – Estudios sobre la circulación de los modelos jurídicos
y su inuencia en el Código Civil peruano . Palestra Ed., Lima, 2004, p. 247 y ss.
(6) En el Proyecto de Código Civil de Manuel Lorenzo de Vidaurre (1773-1841), en abierta contradicción a la
senda trazada por el Código de Napoleón, se proponía que aquel que celebrara un contrato con una persona
“incapacitada” tuviese reconocida a su favor, de todas maneras, la tutela de la acción de nulidad (art. 6: “El
que contrató con persona incapacitada de contratar, puede decir de nulidad del contrato”). Véase: VIDAURRE,
Manuel Lorenzo de. Proyecto del Código Civil peruano dividido en tres partes . 2ª parte, Dominio y contratos,
Imprenta del Constitucional por Justo León, Lima, 1835, p. 123. “Si respetamos la justicia –escribió el jurista
peruano (ivi, p. 128)–, tampoco negaremos el derecho de alegar contra la incapacidad del menor, del que
tiene en entredicho la administración de sus bienes, de la mujer casada, al que se obligó en favor de ellos”.
63
Leysser León Hilario
(7) LEÓN BARANDIARÁN. Comentarios al Código Civil , cit., Tomo I, p. 38. Se aprecia un ejemplar
seguimiento del recorrido histórico del artículo, sólo en la obra de LOHMANN LUCA DE TENA. El
negocio jurídico. loc. cit., quien enfatiza, con toda justicia (ivi, p. 588), que el error de redacción del
artículo 226 del Código Civil vigente “no es heredado del Código anterior”.
(8) LEÓN BARANDIARÁN, José. Manual del acto jurídico. Imprenta de la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos, Lima, 1961, p. 61.; Id., Curso del acto jurídico – Con referencia al proyecto del CC
peruano, Imprenta de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1983, p. 69 (lamentablemente,
en ambas obras existen notables erratas). Reproduce el ejemplo: TORRES VÁSQUEZ. Acto jurídico .
cit., p. 809. Como se apreciará en las páginas siguientes de mi estudio, la legitimidad del propio incapaz
(A, en el ejemplo de León Barandiarán) para demandar la anulación nunca ha estado en entredicho. El
problema es establecer si y bajo qué condiciones el coobligado (B) también ostenta dicha legitimación,
y explicar si y por qué la contraparte (C) no puede acceder a dicha tutela.
(9) Nuestros codicadores también habrían podido tener en cuenta el artículo 1799 del Código Civil Federal
mexicano, de 1928: “La incapacidad de una de las partes no puede ser invocada por la otra en provecho
propio, salvo que sea indivisible el objeto del derecho o de la obligación común”. Solo que los trabajos
de la Comisión Reformadora del Código Civil de 1852, iniciados en 1922, se interrumpieron en octubre
de 1929, y fueron retomados, debido a la convulsión política del momento, recién en 1933, hasta el año
de la promulgación denitiva del nuevo texto, en 1936. Véase, sobre este itinerario: RAMOS NÚÑEZ,
Carlos. Historia del Derecho Civil peruano – Siglos XIX y XX. Fondo Editorial de la Ponticia Universidad
Católica del Perú, Lima, 2009, Tomo VI, vol. 2, p. 48 y ss. Siempre en la experiencia mexicana, el Código
Civil del Estado de Aguascalientes (1947) señala en su artículo 1680, integrando convenientemente otras
reglas relativas a la incidencia de la incapacidad en la actividad contractual, y dejando a un lado algunos
defectos técnicos notorios, que “la incapacidad de una de las partes no puede ser invocada por la otra en
provecho propio, salvo que sea indivisible el objeto del derecho o de la obligación común; o cuando, no
habiéndose cumplido o raticado válidamente la obligación del incapaz, la otra parte demostrare no haber
tenido conocimiento de la incapacidad o haber sido engañado a ese respecto al tiempo de celebrarse el
contrato”.
64
Parte subjetivamente compleja, indivisibilidad y anulabilidad por incapacidad relativa
(art. 1125): “Le mineur, l’interdit et la femme mariée ne peuvent attaquer, pour cause
d’incapacité, leurs engagements que dans les cas prévus para la loi. – Les personnes
capables de s’engager ne peuvent opposer l’incapacité du mineur, de l’interdit ou de
la femme mariée, avec qui elles ont contracté”.
Con esta norma, asociada por los exégetas franceses con el principio de que la
nulidad “relativa”(10) de un contrato puede ser invocada únicamente por quien ha sido
parte en él o por sus representantes,
representantes, herederos o causahabientes(11), se buscaba tutelar
la integridad del patrimonio(12) de los “incapaces” frente a las pretensiones invalidan-
tes de quienes celebraban acuerdos con estos pese a tratarse de personas restringidas
para el ejercicio de su autonomía
aut onomía contractual, según el propio Código napoleónico,
napoleóni co,
donde la “capacidad de contratar” tenía el rango de condición esencial de validez de
toda convención (art. 1108). Dicha capacidad se reconocía con carácter general, salvo
a aquellas personas que fuesen declaradas legalmente incapaces (art. 1123). Se seña-
laba de modo expreso, por lo tanto, que eran “incapaces para contratar” los meno-
res de edad, las personas interdictas, las mujeres casadas en los casos indicados por
la ley,
ley, así como, en general, los que se encontraban impedidos
i mpedidos para la celebración de
(10) Sobre la clásica distinción francesa entre nulidad “absoluta” o “radical” y nulidad “relativa”, véanse, en
la doctrina más antigua: PERRIN, Jean-Baptiste. Traité des nullités de droit en matière civile . Imp. de
Gauthier Neveu, Lons-Le-Saunier, 1816, p. 58 y ss. (quien diferencia
diferencia la nulidad “común” de la “relativa”);
y SOLON, Victor Hippolyte. Théorie sur la nullité des conventions et des actes de tout genre en matière
civile. Videcoq Lib. & Barba Lib., París, 1835, Tomo I, p. 5 y ss. La obra más comp leta en materia sigue
siendo la de JAPIOT, René. Des nullit
nullités
és en matiè
matière
re d’acte
d’actess juridi
juridiques
ques – Essai d’une théor
théorie
ie nouve lle. Arthur
nouvelle
Rousseau Ed., París, 1909, p. 96 y ss. (sobre el origen de la clasicación). En la doctrina contemporánea,
sin embargo, la división es objeto de importantes, si no es que irrefutables, objeciones:
objecio nes: FABRE-MAGNAN,
Muriel. Les obligation
obligationss. Thémis-Presses Universitaires de France (PUF), 2004, p. 394 y ss.; MALAURIE,
AYNÈS, Laurent y STOFFEL-MUNCK, Philippe. Les obligations
Philippe; AYNÈS, obligations. 4ª edición, Defrénois, París,
2009, p. 342 y ss.; y FLOUR, Jacques
Ja cques;; AUBERT,
AUBERT, Jean-Luc
Jean- Luc y SAVAUX, Éric . Droit civil, Les obligations.
SAVAUX, Éric. obligations.
vol. 1, L’acte juridique, 14ª edición, Sirey, París, 2010, p. 299 y ss.
(11) Jean-Baptiste-Victor.. Cours de droit français. 1ª parte, Sur l’état des
Véanse, entre otros: PROUDHON, Jean-Baptiste-Victor
personnes et sur le titre préliminaire du Code Napoléon , Bernard-Defay Imp., Dijon, 1809, Tomo II,
p. 322; TOULLIER, Charles-Bonaventure-Marie, Le droit droit civil français suivant
suivant l’ordre
l’ordre du Code, Imp. J.
Vatar, Rennes, 1812, Tomo II, p. 38; DURANTON, Alexandre. Cours de droit civil suivant le Code
M. Vatar,
français, 4ª edición, Societé Belgé de Librairie, Bruselas, 1841, Tomo VI, p. 94; DEMOLOMBE, Jean-
Charles Florent. Trai
Traité
té des contrats ou des obligations conventionnelles en général , 2ª edición, Auguste
Durand Lib. & L. Hachette et C ie Libs., París, 1870, Tomo I (vol. XXIV del Cours de Code Napoléon ), §
LAURENT,, François. Principes de droit
298, p. 279; LAURENT droit civil. 3ª edición, Bruylant-Christophe & Cie Libs.-
Éds., Bruselas, 1878, Tomo XVI, p. 83 y ss.; AUBRY, Charles y RAU, Charles. Cours de droit civil
français d’après
d’après la méthode de Zachariæ
Zachariæ. 4ª edición, Imprimerie et Librairie Générale de Jurisprudence,
París, 1871, Tomo IV, p. 250 y ss.; LAROMBIÈRE, Léobon-Valéry-Léon-Jupile. Théorie et pratique
des obligations. A. Durand et Pedone-Lauriel Éds., París, 1885, p. 186; HUC, Théophile. Commentaire
théorique & pratique du Code civil . Librairie Cotillon, París, 1894, Tomo VII, p. 87 y ss.; y BAUDRY- BAUDRY-
LACANTINERIE, Gabriel. Traité théorique et pratique de droit civil . vol. XI, Des obligation
obligationss, 2ª edición,
Librairie de la Societé du Recuel Générale des Lois et des Arrêts, París, 1900, p. 260-261. Modern amente,
por todos: CARBONNIER, Jean. Droit civil. 1ª ed. “Quadrige”, Presses Universitaires de Frances (PUF),
París, 2004, vol. I, p. 545-546.
(12) Como informa CARBONNIER. Droit civil, cit., vol. I, p. 541, hay quienes consideran, críticamente, que
el Código de Napoleón se ocupa más de la protección del patrimonio que de la protección de la persona
del incapaz.
65
Leysser León Hilario
(13) En el Código Civil peruano de 1852 se establecía que tenían “impedimento para contratar” (art. 1247):
los menores no emancipados, las mujeres casadas, sin la autorización suciente, los locos o fatuos, los
pródigos declarados y los religiosos profesos. Respecto de los cuatro primeros se disponía (art. 1248) que
la contratación era posible con intervención de “las personas bajo cuyo poder se hallen”.
(14) “La incapacidad del menor, de la persona interdicta y de la mujer casada no se ha pronunciado sino para
proteger y conservar sus derechos; dicha incapacidad no puede serles opuesta por las personas perso nas que
q ue se
han obligado frente a ellos”. Así, conforme a la exposición de motivos del título del Código napoleónico
dedicado a los contratos y obligaciones convencionales en general: BIGOT-PRÉAMENEU, Félix Julien
Jean. Presenta
Presentation
tion au corps législatif et exposé des motifs , en FENET, Pierre-Antoine, Recueil complet
des travaux préparatoires du Code civil , Imp. de Marchand du Breuil, París, 1827, Tomo XIII, p. 227.
(15) Digesto, 50.17.19: “Qui cum alio contrahit, vel est, vel debet esse non ignarus conditionis eius ; (…)”
(ULPIANO). La referencia gura en: CARRIER, J. B. Traité des obligations d’après les príncipes du
Code civil, Bernard-Defay Imp., Dijon, 1818, p. 59. El autor remite, igualmente, a Instituciones, 1.21.
pr., donde, con relación a la intervención de los tutores, se señala que esta “es necesaria a los pu pilos en
ciertos actos, y en otros no. Como, por ejemplo, si se estipulan que se les dé alguna cosa, no es necesaria,
si los pupilos prometen a otros; pues plugo que les fuera lícito mejorar en verdad su condición aun si la
autoridad del tutor, pero no empeorarla de otro modo que con dicha autoridad. De donde resulta, que en
estos actos de los que nacen obligaciones mutuas,
mu tuas, como en las compraventas, arrendamientos, mandatos y
depósitos, si no interviene la autoridad del tutor, se obligan ciertamente los que con ellos contratan;
mas, por el contrario, los pupilos no se obligan ” (cursivas añadidas). Todas las traducciones de las fuentes
romanas que consigno son las de la clásica versión del Corpus iuris civilis al cuidado de Ildefonso L.
GARCÍA DEL CORRAL (Jaime Molinas Ed., Barcelona, Barcelon a, 1889-1898, 6 vols.). Este argumento se repite,
rep ite,
ahora, cuando al comentarse el nuevo artículo 105 del Código Civil de Brasil se apunta: “Al interesado
que sea capaz no le será permitido alegar en su provecho la incapacidad relativa de la parte contraria,
justamente porque solo a esta se le faculta dicha invocación,
invocación, un instituto creado en su benecio frente a la
excepcional circunstancia generada por la incapacidad.
incapacida d. Además, es deber inderogable de todos investigar
la situación de la persona con la que se está contratando o estableciendo pactos de cualquier naturaleza,
razón por la cual estará prohibido reclamar con posterioridad
po sterioridad la constatación de la irregularidad realizada
tardíamente”. Así: ZAMPROGNA MATIELLO, Fabrício. Código civil comentado – Lei N. 10.406 de
10.01.2002, 4ª edición, LTR, São Paulo, 2011, p. 91.
66
Parte subjetivamente compleja, indivisibilidad y anulabilidad por incapacidad relativa
este principio debe decirse que el depositario de una cosa conada por una
persona incapaz, está comprometida a todas las obligaciones que el depó-
sito entraña”(16).
Con el régimen nalmente establecido se plasmaba la enseñanza de Robert-
Joseph Pothier (1699-1772) quien, escribiendo sobre el mismo contrato, había pres-
tado singular atención al caso en que alguna de las partes del depósito fuese inca-
paz de contratar.
contratar. El mítico jurista esbozaba las consecuencias de dicha circunstancia
desde un punto de vista limitado, sin embargo: el de las restituciones que son propias
de los cuasicontratos:
“Si recibo una cosa de un niño que todavía no tiene uso de razón, o de un
loco, no hay entre nosotros un contrato de depósito respecto de dicha cosa,
porque no puede
puede haber
haber contrato
contrato entre dos partes
partes si
si una de ellas
ellas no es capaz
capaz
de dar su consentimiento
consentimi ento ni, por lo tanto,
tant o, de contratar. Lo que acontece es el
cuasicontrato negotiorum gestorum,
gestorum, si recibo la cosa con buena intención,
para que no se pierda en manos del niño o del loco, y con la voluntad de
entregarla a sus parientes,
parien tes, o a su tutor o curador. Si recibo la cosa con mala
intención, para usarla en mi provecho, estaría cometiendo un robo” (17).
La dirección trazada en el modelo francés fue seguida en otras normativas del
siglo XIX, como en el artículo 1107 del Código Civil italiano de 1865, donde se
adicionó una importante integración, relativa a la interdicción derivada de condena
penal (“La persona capace di obbligarsi non può opporre l’incapacità del minore,
dell’interdetto, dell’inabilitato, o della donna maritata, con la cui essa ha contrattato.–
L’incapacità però derivante da interdizione per causa di pena si può opporre da chiun-
que vi ha interesse”)(18), en el artículo 1049 del Código Civil argentino de 1869 (“La
persona capaz no puede pedir ni alegar la l a nulidad del acto fundándose en la incapa-
cidad de la otra parte”)(19), y en el artículo 1302 del Código Civil español de 1889
(16) Son las palabras pronunciadas por el tribuno Guillaume-Jean Favard de Langlade, en su discurso de
en FENET, Recueil complet,
exposición de los fundamentos del proyecto sobre el depósito y el secuestro, enFENET,
cit., Videcoq Lib., París, 1836, Tomo XIV, p. 512. El Código Civil francés dispone, por consiguiente
(art. 1925) que “si una persona capaz de contratar acepta el depósito hecho por una persona incapaz está
comprometida a todas las obligaciones de un verdadero
verda dero depositario y puede ser demandada por po r el tutor o
administrador de la persona que hizo el depósito”. En el Código Civil peruano vigente (art. 1846): “en el
depósito hecho por un incapaz, el bien no puede ser devuelto sino a quien lo represente legalmente, aun
cuando la incapacidad se haya producido con posterioridad al contrato”.
(17) POTHIER, Robert-Joseph. Du contrat
contrat du
du dépot
dépot, en Id., Œuvres complètes, Thomine & Fortic Lib., París,
1821, Tomo VIII, p. 261.
(18) Véase, por todos: PACIFICI-MAZZONI, Emidio. Istituzioni di diritto diritto civile
civile italiano. 2ª edición, Eugenio
e Filippo Cammelli Ed., Florencia, 1873, vol. V, p. 100, quien deriva del propio dictado de la norma la
conclusión de que “la nulidad de
d e los contratos contenidos por los incapaces no es absoluta, sino relativa, es
decir, contemplada
contemplada solo a favor de aquellos en cuyo interés fue reconocida la incapacidad; en consecuencia,
estos o sus representantes, y no la persona capaz de obligarse, pueden demandar
de mandar la nulidad del contrato”.
(19) En el nuevo Código Civil argentino,
argentino, recientemente promulgado, y en vigor desde el 1 de enero de 2016
se dispone (art. 388) que “la nulidad relativa solo puede declararse a instancia de las personas en cuyo
benecio se establece”.
67
Leysser León Hilario
(20) ROGRON, Joseph-Antoine (director). Les Codes français expliqués. 5ª edición, Henri Plon Imp.-Ed.,
París, 1863, parte I, Droit civil, p. 351. Este prestigioso repertorio subrayaba, desde su portada, su carácter
de “ouvrage destiné aux étudiants en droit ”. La causa judicial que se menciona, conocida como Kamerlet
c. Desprez, tuvo que ver con la obligación solidariamente asumida por los hermanos Desprez, uno de los
cuales era menor de edad, frente al acreedor (Kamerlet)
(Kame rlet) para el abandono, en un plazo determinado,
determinado , de un
negocio de carnicería, así como para el abono de una indemnización y de una renta anual a favor de tercero.
El Tribunal Real de Besançon dictaminó que, tratándose de una “obligación indivisible en cuanto a su
objeto”, no se podía constreñir al hermano mayor “a ejecutar totalmente una obligación común, com ún, que él no
podía haber contraído si no era bajo la conciencia de que su codeudor iba a colaborar con él a cumplirla”.
Es de precisar que en este caso, la nulidad fue alegada como excepción, en primer término, por el menor
de edad, frente al requerimiento del acreedor común, y que luego el hermano mayor pretendió, con éxito,
beneciarse de la misma situación. Para una información más amplia sobre el caso citado, véase: “Journal
du Palais”, Tomo II, París, 1847, p. 36.
(21) CAPITANT, Henri. Introduc
Introduction
tion à l’étude du droit
droit civil – Notions générales . A. Pedone Ed., París, 1898,
Notions générales
p. 236. Nótese, que la propuesta
p ropuesta generalizadora del ilustre e inuyente autor se reere solamente
so lamente a la
primera parte del artículo 83 del Código
Cód igo Civil de Brasil
Bra sil (art. 1078 del Código
Cód igo Civil peruano de 1936;
19 36;
art. 226 del Código Civil peruano de 1984), o sea, a la imposibilidad para la contraparte capaz de oponer
a su favor la incapacidad de su contraparte.
68
Parte subjetivamente compleja, indivisibilidad y anulabilidad por incapacidad relativa
(22) RODRIGUES, Antônio Coelho. Projecto do Codigo Civil brazileiro precedido de um projecto de Lei
Preliminar. edición ocial, Imprensa Nacional, Rio de Janeiro, 1893, p. 44.
Preliminar
(23) BEVILÁQUA, Clóvis. Projecto do Código Civil brazileiro, texto manuscrito original, Rio de Janeiro,
1900. Así también gura, como artículo 86, en el Projecto de Código civil brazileiro
brazileiro,, organizado
organizado pelo Dr
Dr..
Clóvis Beviláqua, lente cathedratico de legislaçao comparada na Faculdade de Direito do Recife, por
ordem da Exm. Sr. Dr. Epitacio Pessoa, ministro da Justiça e Negócios Interiores , publicado en “Diario
Ofcial – Estados Unidos do Brazil”, suplemento al Nº 127, 13 de mayo de 1900, p. 35. La norma debe
leerse en concordancia con la disposición que la precede (art. 83 del manuscrito y 85 de la versión publicada
en la gaceta ocial): “A capacidade
capacidade das partes presume
presume-se
-se em todos os actos
actos jurídicos”.
(24) PONTES DE MIRANDA, Francisco Cavalcanti. Tratado de direito privado , Parte geral. 2ª edición,
Ed. Borsoi, Rio de Janeiro, 1954, IV, p. 115. A comienzos del siglo XX, GIORGI, Giorgio. Teoria
1 954, Tomo IV,
delle obbligazioni nel diritto moderno italiano . 6ª edición, Casa Ed. Libraria Fratelli Cammelli, vol. I,
Florencia, 1903, p. 307, anotaba que, “lamentablemente, en la teoría de la indivisibilidad la razón se hace
ver raramente, y de vez en cuando se hace necesario, para no aumentar la confusión, inclinar la cabeza
frente a las máximas que han ganado crédito”.
(25) Destacadamente sensible frente a las demandas de este nuevo orden internacional es la exposición de
ROBLES FARÍAS, Diego. Teoría general de las obligaciones . Oxford University Press, México, 2011,
p. 185 y ss. El autor –nótese– se sitúa en un contexto donde la codicación civil incluye el mismo régimen
que es objeto de análisis y cuestionamiento en mis apuntes.
(26) Véase, sobre este punto: DEAKIN, Simon. “Contracts and Capabilities: An Evolutionary
Evolutionary Perspective on
the Autonomy-Paternalism Debate”. En: Erasmus Law Review Review, vol. 3, n. 2, 2010, p. 141 y ss.
69
Leysser León Hilario
(27) En la experiencia italiana se anota que si se atiende a la posición de los “sujetos débiles” y a la exigencia
de promover para ellos mejores condiciones de vida, el sistema de las incapacidades de obrar (“de
ejercicio” conforme a la terminología del Código Civil peruano) “corre el riesgo de dejar fuera del
tráco jurídico (o, en otras palabras, de
d e la vida de relación) a enteras clases
clase s de sujetos que la ley también
busca proteger. Se teme que, justamente por fundarse en la invalidez general de sus actos, la protecciónp rotección
de los sujetos ‘débiles’ se traduzca en una marginación y opresión de sus opciones existenciales”. Así:
ROPPO, Vincenzo. “Il contratto”. En: Tratta
Trattato
to di diritto privato a cura di Giovanni Iudica e Paolo Zatti ,
Giuffrè, Milán, 2001, p. 777 (las cursivas son del autor). Comparte esta inquietud, remitiéndose a sus
impresiones, y ampliando la óptica para ofrecer un cuadro de la situación en el derecho contractual de
la Unión Europea: HESSELINK, Martin. Capacity and Capability in European Contract Law . vol. 4,
2005, p. 497, nota (21). Percibe agudamente, sin embargo, la hipocresía de la promoción p romoción igualitaria de
las capacidades individuales, limitada al plano formal y destinad a, en realidad, “a llenar una precondición
institucional de una economía basada en la libre competencia”: SOMMA, Alessandro. “Private Law
as Biopolitics: Ordoliberalism, Social Market Economy, and the Public Dimension of Contract”.
En: Law & Contemporary
Contemporary Problems
Problems. vol. 76, 2013, p. 110.
(28) De cambio de paradigmas habla, precisamente, GLEN, Kristin Booth. “Changing Paradigms: Mental
Capacity, Legal Capacity, Guardianship, and Beyond”. En: Columbia Human Rights Law Review ,
vol. 44, p. 93 y ss., 2012-2013.
(29) En un tratado publicado en la segunda mitad del siglo XIX, haciendo gala de erudición, un jurista se permitía
exponer en detalle los distintos tipos de “enfermedad” o “alienación” mental que causaban “incapacidad
para contratar”: de la depresión (malinconia ) a las manías, del cretinismo (imbecillismo) a la locura
(demenza), de la ebriedad y somnolencia al sonambulismo y al delirio febril, de la monomanía y la ira a
las fobias: CIMBALI, Enrico. Della capacità di contrattare
contrattare secondo il Codice
Codice civile
civile e di comercio
comercio . 2ª ed.
(1ª edición, 1887), en Id., Opere complete , Tomo IV,IV, UTET, Turín,
Turín, 1906, p. 190 y ss. Hoy lo aconsejable,
sin duda, es abordar esta temática con una perspectiva interdisciplinaria, como la que inspira un volumen
compilatorio de estudios de educadores, médicos, trabajadores sociales, terapistas ocupacionales y juristas
(abogados y expertos en mental health law ): COOPER, Jeremy. Law Law,, Rights & Disabilit
Disabilityy, Jessica Kingsley
Pub., Londres-Nueva York, 2000.
(30) Este ha sido el camino seguido en Alemania, con la Betre
Betreuungsge
uungsgesetz
setz (BtG) de 1990, en vigor desde el 1 de
enero de 1992, que sustituyó casi por
p or completo el régimen de curatela por uno de d e “asistencia” (Betre
Betreuung
uung).
Véanse, sobre esta y otras experiencias en el continente europeo: POUSSON-PETIT, Jacqueline. “La
70
Parte subjetivamente compleja, indivisibilidad y anulabilidad por incapacidad relativa
tener a las personas con discapacidad en el ejercicio pleno de sus derechos salvo que
por propia decisión soliciten asistencia o “apoyos”.
Si, como se dispone igualmente en esta novedosa legislación (Ley Nº 29973,
art. 9, inciso 1): “la persona con discapacidad tiene capacidad jurídica en todos los
aspectos de la vida, en igualdad de condiciones que las demás”, ¿conservará algún
sentido un precepto como el del artículo 226 del Código Civil donde la tutela conexa
con la idea de “incapacidad” prevalecía sobre el derecho de la contraparte “capaz”,
impidiendo a esta última “invocar en benecio propio” el retardo o deterioro mental
de la otra, su prodigalidad, ebriedad habitual, toxicomanía y los demás supuestos del
artículo 44 del mismo Código?
El trasfondo histórico de la norma examinada es, entonces, el de un estado de
cosas que ha variado casi por completo. Revisando el añoso antecedente francés se
aprecia que el legislador galo tuvo en cuenta la situación singular de los menores
de edad, los interdictos y las mujeres casadas no autorizadas(31), todos considerados
“incapaces para contratar” –como he anotado líneas arriba– en el Código de Napo-
león. ¿Qué es lo que queda, en la actualidad, de dicho contexto? Nada o casi nada.
protection personnelle des malades mentaux dans les principaux droits européens”. En:European Review
of Private Law, vol. 3, 1995, p. 383 y ss.; LONG, Joëlle. “Rethinking Vulnerable Adults’ Protection in
the Light of the 2000 Hague Convention”. En: International Journal of Law, Policy and the Family .
vol. 27, 2013, p. 51 y ss.; y GERMAN ETHICS COUNCIL. Dementia and Self-Determination, trad. M.
Marks, Deutscher Ethikrat, Berlín, 2013, p. 59 y ss. En la doctrina italiana: AUTORINO, Gabriella. “La
persona disabile nella dimensione del diritto civile”. En: Ead. y STANZIONE, Pasquale. Diritto civile
e situazioni esistenziali , Giappichelli, Turín, 1997, p. 255 y ss.; y, en perspectiva evolutiva: BIANCA,
Cesare Massimo. Diritto civile , 1, La norma giuridica – I soggetti. 2ª edición, Giuffrè, Milán, 2002,
p. 231 y ss.; ALPA, Guido. “La persona sica”, en Id. y Giorgio RESTA. Le persone siche e i diritti della
personalità, a su vez en Trattato di diritto civile diretto da Rodolfo Sacco , UTET, Turín, 2006, p. 16 y
ss.; y GIARDINA, Francesca. “La persona sica”, en LIPARI, Nicolò y Pietro RESCIGNO (directores)
y Andrea ZOPPINI (coordinador), Diritto civile , vol. I, Fonti, soggetti, famiglia, Tomo I, Le fonti e i
soggetti, Giuffrè, Milán, 2009, p. 280 y ss.
(31) Sobre este supuesto, de por sí suciente para gracar la superación de la visión tradicional, véase: PIOLA,
Giuseppe. Incapacità della donna maritata, UTET, Turín, 1907, p. 15, donde la razón de semejante
limitación de la capacidad de la mujer casada se encuentra en “someter a la autoridad del marido, como
jefe de la sociedad conyugal la custodia de los bienes y de todos los intereses concernientes a la sociedad
[conyugal] misma, y proteger el interés de la familia conservando el patrimonio destinado a contribuir
con los medios necesarios para la satisfacción de las necesidades de la familia y para asegurar el porvenir
de esta; […]”. La abolición de dicho régimen en Italia tuvo lugar recién en 1919, con la Ley Nº 1176, tal
como reere, manifestando disconformidad, FERRARA (Sr.), Francesco, Trattato di diritto civile italiano ,
vol. I, parte I, Athenaeum, Roma, 1921, p. 503 y ss., especialmente, p. 505: “el resultado singular de
estas disposiciones es que la mujer casada puede, de ahora en adelante, enajenar libremente todos sus
bienes inmuebles, incluso a título gratuito, contraer deudas ilimitadamente, otorgar garantías y avales
para terceros, entrar en sociedad, ejecutar mandatos y emprender proyectos comerciales; todo ello con
conocimiento y aun contra la voluntad del marido, el cual ha dejado de ser el jefe efectivo de la familia, y
mantiene este título decorativamente, pues tiene que asistir impotente a todo s aquellos actos, que podrían
ser de disipación maniesta del patrimonio de la esposa, conducentes a su insolvencia y, por lo tanto, a
la imposibilidad de cumplir la obligación que ella tiene, por ley, de contribuir a los gastos de la familia,
sea frente al cónyuge, sea frente a la prole”.
71
Leysser León Hilario
Hoy, bajo el Código Civil francés, preservándose la regla general de que toda
persona puede contratar a menos que sea declarada legalmente incapaz (art. 1123),
solo mantienen el estatus de incapaces para contratar, “en la medida denida por la
ley” los menores de edad no emancipados y los ancianos, siempre que, en el segundo
caso, se haya otorgado un “mandato de protección futura” (art. 477 y siguientes), ins-
titución introducida el año 2007, que permite conferir representación a terceros, en
previsión de una futura imposibilidad para cuidar los intereses propios debido a una
alteración, médicamente vericada, de las facultades mentales, o, si impiden la expre-
sión de la voluntad, de las facultades corporales (art. 425). El antiguo artículo 1125, a
pesar de conservar la regla de que las personas capaces de obligarse no pueden oponer
la incapacidad de aquellas con las que contratan, y de haber visto a su texto acusado
de inexacto(32), ha pasado también a incorporar, desde el año 1968, como segundo
párrafo, la prohibición, bajo sanción de nulidad, de las adquisiciones de bienes o
derechos cuyos titulares sean personas atendidas en establecimientos psiquiátricos o
albergues para ancianos, si el adquirente es funcionario o trabajador de tales institu-
ciones. Y se establece también que la nulidad se aplica a los arrendamientos que cele-
bren tales trabajadores y funcionarios con el paciente antes de su internamiento, y a
los mismos contratos si son celebrados con personas interpósitas (el cónyuge, ascen-
dientes o descendientes del adquirente, cesionario o arrendador).
Actualmente, en suma: “la decreciente importancia del concepto de capa-
cidad en el derecho contractual se enmarca en dos movimientos acaeci-
dos durante el siglo XX. En primer lugar, la abolición de las normas que
negaban la capacidad a enteros grupos, en especial, a las mujeres casa-
das; proceso que, hacia la mitad del siglo XX, se seguía desarrollando
en algunas jurisdicciones. La reducción de los años para la obtención de
la mayoría de edad, de veintiuno a dieciocho, quitó de los alcances de la
norma muchos de los casos más signicativos de contratos celebrados con
menores. En segundo lugar, la urgencia de contar con técnicas alternativas
para combatir el riesgo del abuso en contratos altamente desproporciona-
dos o inequitativos. Mientras que el concepto de capacidad brindaba pro-
tección al débil o vulnerable despojando a sus contratos de fuerza jurídica
vinculante, o sea, impidiendo que ellos participaran independientemente
en la vida económica, el régimen estatutario insertaba términos manda-
torios y supletorios en los contratos para benecio de las partes y termi-
naba constituyendo una desventaja desde el punto de vista del poder de
negociación”(33).
(32) FABRE-MAGNAN. Les obligations, cit., p. 262, nota (1), denuncia la mala redacción de la norma, porque
la incapacidad no protege siempre al incapaz, y cuando aquella protege a la contraparte del incapaz, es la
persona capaz, y nadie más que ella, contrariamente a lo que indica el artículo 1125, la que podrá plantear
la acción de nulidad contra el acto celebrado.
(33) DEAKIN, Simon. Capacitas: Contract Law and the Institutional Preconditions of a Market Economy ,
Centre for Business Research, University of Cambridge, Working Paper Nº 325, Cambridge, 2006, p. 7.
72
Parte subjetivamente compleja, indivisibilidad y anulabilidad por incapacidad relativa
(34) Así, comentando el régimen, equivalente al francés, del Código Civil para el Reino de las Dos Sicilias,
promulgado por el monarca Fernando I en 1819: ARCIERI, Gaetano. Studi legalj ovvero Istituzioni di
diritto civile moderno secondo l’ordine del Codice pel Regno delle Due Sicilie comparate col diritto
romano e intermedio , Stabilimento Tipograco Perrotti, Nápoles, 1854, vol. V, p. 78.
(35) LARROUMET, Christian. Derecho Civil – Introducción al estudio del Derecho Privado , trad. de V. Díaz
Perrilla, Legis Ed. (reimpresión, 2008), Bogotá, 2006, p. 235.
73
Leysser León Hilario
(36) CONSIGLIO NAZIONALE FORENSE. L’Avant-projet Catala (progetto di riforma del diritto delle
obbligazioni e della prescrizione – artt. 1101/1386 e 2234/2281 del Code civil – redatto da una
Commissione di civilisti francesi diretta da Pierre Catala, al cuidado de G. B. Ferri y P. Spada, Giuffrè,
Milán, 2008, p. 176.
(37) Véase infra, cap. V.
74
Parte subjetivamente compleja, indivisibilidad y anulabilidad por incapacidad relativa
(38) En el nuevo Código Civil de Brasil (2002) se ha precisado (art. 105) que se trata de “incapacidad relativa”.
En la propuesta de modicatoria del artículo 226 del Código Civil peruano, que se viene evaluando en la
Comisión de Justicia y Derechos Humanos del Congreso de la República, se omite, por el contrario, toda
aclaración al respecto (véase infra, cap. VI).
(39) Sobre los múltiples casos de aplicación jurisprudencial del artículo 1125 en el Derecho Civil francés,
ya a los inicios del siglo XX, véase: GRIOLET, Gaston y VERGÉ, Charles (directores). Nouveau Code
civil – Annoté et expliqué d’aprés la jurisprudence et la doctrine , Bureau de la Jurisprudence Générale
Dalloz, Tomo II, París, 1901-1905, p. 969 y ss.
(40) En el Código Civil peruano, la situación de ausencia, por ejemplo, da lugar al nombramiento de un curador
interino (art. 47), a pedido de cualquier familiar del desaparecido, hasta el cuarto grado de cons anguinidad
o anidad, o de quien invoque “legítimo interés en los negocios o asuntos del desaparecido, con citación
de los familiares conocidos y del Ministerio Público”. Al cabo de dos años desde que se tuvo la última
noticia del desaparecido (art. 49) “cualquiera que tenga legítimo interés o el Ministerio Público pueden
solicitar la declaración judicial de ausencia”. Con dicha declaración (art. 50) se otorga la posesión temporal
de los bienes del ausente a quienes serían sus herederos forzosos al tiempo de dictarla. Los posesion arios
pueden, a su vez, solicitar la designación de un administrador judicial (art. 54), quien ostenta, simplemente,
una representación judicial (art. 55, inciso 5), y debe contar con autorización judicial para enajenar o
gravar los bienes del ausente “en la medida de lo indispensable” (art. 56). Cabría preguntarse, entonces,
¿qué ocurre si el contrato es celebrado entre un tercero y un administrador no autorizado d e los bienes del
ausente? Dicho contrato no es “anulable”, sino “nulo”, pero esta última solución no puede ser deducida
de la norma general sobre nulidad (art. 219) donde se contempla únicamente el caso de la “incapacidad
absoluta”. Para el caso de las obligaciones contraídas por los mayores de dieciséis años y menores de
dieciocho sí se establece que el remedio es la anulación (art. 227) cuando el negocio es celebrado “sin la
autorización necesaria”.
(41) Tal vez por el legado pedagógico de LEÓN BARANDIARÁN. Curso del acto jurídico, cit., p. 61 y ss.
(sobre la diferencia entre nulidad “absoluta” y “relativa”). Los “galicismos” en materia de nulidad que
se utilizan en el Perú no son pocos. Entre nosotros también es común, por ejemplo, hacer referencia a las
nulidades “textuales” o “literales” y “virtuales” o “sin texto”, tal como se hace, irreexivamente, en la
sentencia del Quinto Pleno Casatorio Civil (por ejemplo, en su Fundamento Nº 160: “es de aplicación,
ante los supuestos que no señalan taxativamente la nulidad, la aplicación de la nulidad tácita o virtual”).
En nuestra bibliografía: TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. Nulidad del acto jurídico. 2ª edición, Grijley,
75
Leysser León Hilario
Lima, 2002, p. 97 y ss. Sobre esta última clasicación, véase, en la doctrina francesa: JAPIOT. Des nullités
en matière d’actes juridiques , cit., p. 41, nota (1). No es inoportuno recordar que en nuestro Código Civil
se enuncia también, como homenaje a la terminología afrancesada, una acción general de “rescisión”
(art. 1370: “La rescisión deja sin efecto un contrato por causal existente al momento de celebrarlo”). En
el artículo 1122 se postula, siempre con lenguaje anacrónico, que la hipoteca se acaba por “anulación,
rescisión o resolución” de la obligación garantizada. Dichas voces se reeren, correspondientemente, a
la nulidad, a la anulación y a la resolución por incumplimiento.
(42) Véase retro, nota (10). En la doctrina italiana, el concepto de “nulidad relativa” ha sido duramente
cuestionado e incluso calicado como “contrario a la lógica jurídica”, por FEDELE, Alfredo. La invalidità
del negozio giuridico di diritto privato . Giappichelli, Turín, 1983, p. 119: “si el negocio es nulo, o sea que
no existe, y la acción tiene, por lo tanto, un mero carácter declarativo o de constatación, ¿cómo se puede
sostener que dicha acción esté reservada a determinados sujetos?”.
(43) Denuncia la inutilidad de añadir los adjetivos “absoluta” y “relativa” a la nulidad y anulabilidad,
respectivamente: CARIOTA FERRARA, Luigi. “Annullabilità assoluta e nullità relativa (Un contributo
alla teoria della invalidità dei negozi giuridici)”. En: Aa.Vv., Studi in memoria di Bernardino Scorza . Soc.
Ed. del “Foro Italiano”, Roma, 1940, p. 75.
(44) Sobre los orígenes históricos y el sentido del artículo 428 del Código Civil italiano sigue siendo muy valiosa
la consulta de la primera obra monográca de RESCIGNO, Pietro. Incapacità naturale e adempimento ,
Jovene, Nápoles, 1950, p. 5 y ss. Igualmente: FUNAIOLI, Giovan Battista. “L’incapacità di intendere e di
volere nel nuovo Codice” (1944). En: Id., Scritti minori, al cuidado de U. Natoli y A. Carrozza, Giuffrè,
Milán, 1961, p. 227 y ss.; y sobre todo: CORSARO, Luigi. L’abuso del contraente nella formazione del
contratto (Studio preliminare) , Lib. Editrice Universitaria, Perugia, 1979, p. 45 y ss.
76
Parte subjetivamente compleja, indivisibilidad y anulabilidad por incapacidad relativa
mayor razón, que se evaluara con el debido detenimiento cuál de los remedios (nuli-
dad o anulación) iba a adoptarse para esta hipótesis. Con el marco normativo resul-
tante, el Código Civil peruano preserva la regla general de la incapacidad para con-
tratar de la versión original del Código Civil francés, como causal de nulidad, pero
incluye, a la vez, reglas sobre anulabilidad y anulación propias de un Código Civil
–el italiano– donde la ausencia de capacidad sólo faculta al propio incapaz, a sus here-
deros y causahabientes a demandar la anulación, es decir, a “impugnar” el negocio.
Como en el Código Civil italiano los negocios jurídicos celebrados por incapa-
ces son meramente “anulables”, se entiende perfectamente por qué en dicha normativa
no se ha incluido una disposición equiparable a la del artículo 1125 del Código Civil
francés, relativa a la imposibilidad para la contraparte capaz de invocar a su favor
la incapacidad de la otra. Esta regla se sobreentiende en la experiencia italiana, por-
que la anulación puede ser pretendida únicamente por aquellos en cuyo favor ha sido
contemplada por la ley: “L’annullamento del contratto –estipula el artículo 1441–
può essere domandato solo dalla parte nel cui interesse è stabilito dalla legge”(45). Y
esto es equivalente a lo que se señala, también por imitación, en nuestro Código Civil
(art. 222, segundo párrafo), con terminología que recuerda la disonante idea de la
“nulidad relativa”: “Esta nulidad se pronunciará a petición de parte y no puede ser ale-
gada por otras personas que aquellas en cuyo benecio lo establece la ley”.
Fuera de las precisiones efectuadas, la expresión “invocar en provecho propio”
debe ser entendida como “ejercer la acción de anulación”. Así, la parte “no incapaz”
de la relación se hallaría impedida, en virtud de la primera parte del artículo 226 del
Código Civil, de formular tal pretensión amparándose en la incapacidad de la parte
contraria, porque de lo contrario se estaría contradiciendo el carácter “relativo” de
dicha acción, o sea, el que la hace de exclusiva alegación para los sujetos que la ley
busca proteger: los incapaces “relativos” o, en su caso, sus representantes, herederos
y otros causahabientes.
Resulta incomprensible, sin embargo, que la interposición de una acción de
anulación sea considerada “beneciosa”, sin más, para la contraparte de la persona
(45) En la doctrina italiana menos antigua se señala: “la regla que reserva la legitimidad para obrar solo a la parte
tutelada responde a la idea de la anulación como remedio establecido en interés especíco y exclusivo de
una parte del contrato. No hay duda de que la tutela del sujeto en el contrato responde a un interés ge neral,
ni de que las normas que la regulan son, por lo tanto, inderogables. Pero el control del ordenamiento atañe
a la condición subjetiva de la parte y es impuesto en protección del interés particular del sujeto que ha
celebrado un negocio afectado por vicios. El interés general se satisface, entonces, concediendo al sujeto
protegido una acción para remover los efectos del acto, y, en denitiva, concediéndole la evaluación de
la conveniencia en concreto del negocio”. Así: TOMMASINI, Raffaele. Commentario sub art. 1441 , a su
vez en TOMMASINI Raffaele y LA ROSA, Elena. “Dell’azione di annullamento”. En: Il Codice civile
– Commentario fondato da Piero Schlesinger diretto da Francesco D. Busnelli, Giuffrè, Milán, 2009,
p. 51-52. En la bibliografía más bien clásica: LUCARELLI, Francesco. Lesione d’interesse e annullamento
del contratto, Giuffrè, Milán, 1964, especialmente, p. 256 y ss.; y PROSPERETTI, Marco. Contributo
alla teoría dell’annullabilità, Giuffrè, Milán, 1973, especialmente, p. 162 y ss.
77
Leysser León Hilario
(46) Como en el caso clásico Kamerlet c. Desprez (1845), citado retro, nota (20). En nuestra doctrina,
LOHMANN LUCA DE TENA. El negocio jurídico, cit., p. 587, limita el signicado de la expresión, en
cambio, al de no tener el benecio de iniciar la acción (de anulación).
(47) Este realce es propio de la parte general del derecho civil alemán. “Objeto de derecho [Rechtsobjekt] es
como se denomina a un bien [Gut] que tiene la posibilidad de estar sometido al dominio jurídico de una
persona. El dominio jurídico, a su vez, es el uso y explotación de dicho bien”. Así, por todos: KÖHLER,
Helmut. BGB – Allgemeiner Teil, 28ª edición, C. H. Beck, Múnich, 2004, § 22, p. 341.
(48) En el derecho de las relaciones de obligación se entiende que la indivisibilidad constituye un atributo del
objeto de la prestación, o sea, “de la cosa o del hecho” comprometido por el deudor frente al acreedor.
78
Parte subjetivamente compleja, indivisibilidad y anulabilidad por incapacidad relativa
conectar este concepto (el del bien indivisible que es objeto de un derecho) con una
“obligación común”, sin alterar la literalidad de la disposición.
Mucho más importante, creo, es someter a análisis la congruencia del precepto
que, simplemente, se habría tenido que transponer al Código Civil vigente, es decir,
el adoptado en el Código Civil de 1936, donde la referencia a la indivisibilidad del
objeto o del derecho de la obligación común.
“Obligación común” es expresión técnicamente extraña al derecho de las rela-
ciones obligatorias, según el Código Civil peruano. La “comunidad” del vínculo obli-
gativo, sin embargo, se reere desde tiempos inmemoriales a la “solidaridad”(49). Hay
que remontarse al siglo XVII, a la obra de Jean Domat (1625-1696), para encontrar
explicada, por ejemplo, la regla según la cual “todas las excepciones que los obliga-
dos solidarios puedan tener contra el acreedor, y que no atengan a sus personas, pero
que se relacionen con la obligación común, valen como descargo para todos aque-
llos obligados”(50), cuya huella perdura, en lo esencial, en el artículo 1192 del Código
Civil peruano, en cuya virtud: “a cada uno de los acreedores o deudores solidarios
solo pueden oponérseles las excepciones que les son personales y las comunes a todos
los acreedores y deudores”.
En el concepto de “excepciones personales” se incluyen, precisamente, las
causales de nulidad y anulabilidad concernientes, de forma particular, a algún inte-
grante de la parte subjetivamente compleja(51). Si la anulación se pronuncia respecto
de uno de los deudores solidarios, los demás se mantienen obligados frente al acree-
dor “común”, y por el total de la prestación, debido al carácter “personal” de la causal.
79
Leysser León Hilario
(52) Para una visión panorámica y reciente de las posiciones en torno de estas cuestiones relativas a las
obligaciones indivisibles véase: ROSSETTI, Giulietta y DE CRISTOFARO, Marco. “ Le obbligazioni
solidali”, en GAROFALO, Luigi y TALAMANCA, Mario (directores). Trattato delle obbligazioni, vol. V,
Le gure speciali, al cuidado de S. Patti y L. Vacca, CEDAM, Padua, 2010, pp. 767-768. En la bibliografía
clásica sobre el tema, por todos: RUBINO. Delle obbligazioni, cit., p. 215 y ss.
80
Parte subjetivamente compleja, indivisibilidad y anulabilidad por incapacidad relativa
(53) El fallo aparece en DALLOZ, Victor Alexis Désiré. Giornale delle Udienze della Corte di Cassazione e
delle Corti reali ovvero Giurisprudenza generale di Francia in materia civile, commerciale, criminale
ed amministrativa, trad. G. Paduano, Tipograa dell’Ateneo, Nápoles, 1827, Tomo II, 17-18 (las cursivas
son añadidas).
(54) En la propuesta original del codicador brasileño (citada retro, § II y notas), luego de declararse que la
capacidad de las partes se presume en todos los actos jurídicos, se dice que la incapacidad de una de ellas
no puede ser invocada en benecio de otra, salvo que ambas sean solidarias, o si es indivisible el objeto del
derecho o de la obligación común a las dos. Esta apreciación es inexacta si se formula con carácter general
respeto de las obligaciones solidarias, porque si uno de los deudores solidarios es incapaz, la anulación sólo
puede ser pretendida por este último (o su representante o sus causahabientes) y lo benecia únicamente
a él, en lo tocante a su cuota de participación, si la obligación, además de ser solidaria es divisible. La
norma importada por los redactores del Código Civil peruano de 1936 muestra, en este punto, el grave
error de interpretación de Beviláqua respecto de los avances del derecho francés, donde –como reseño en
esta parte de mis apuntes– la excepción se predica centrando la atención en la solidaridad (pasiva) aunada
a la indivisibilidad. Son aisladas posiciones como la de LAROMBIÈRE, Théorie et pratique, cit., Tomo I,
p. 180, quien consideraba suciente la circunstancia de la solidaridad: la contraparte capaz –escribe–, en
caso de anulación obtenida por el incapaz obligado “conjuntamente o solidariamente” con otros, “puede
tener interés en la anulación total y con respecto a todas las partes, sea porque una revocación parcial es
contraria a su intención, sea porque dicha anulación la priva de las garantías con las que conaba contar”.
(55) La atribución gura en DEMOLOMBE, Traité des servitudes ou services fonciers , A. Durand Lib. & L.
Hachette et Cie Libs., 1855, Tomo II (vol. XII del Cours de Code Napoléon), § 996, p. 535.
En la doctrina anterior al siglo XIX, VOET, Johannes. Commento alle Pandette , Tip. Antonio Bazzarini,
Venecia, 1837, vol. I, p. 763, escribe: que “si un menor de edad tiene en común con un mayor un negocio
81
Leysser León Hilario
indivisible, la necesidad exige que el socorro de la edad concedido con respecto al consorte menor de edad
benecie también al mayor”. La obra del jurista holandés (1647-1713) fue publicada en 1698.
En cuanto a las fuentes romanas, la remisión usual es a Digesto, 8.6.10.pr., “Si yo y el pupilo tuviésemos
un fundo en común, aunque ni uno ni otro usara, no obstante, también yo retengo por causa del pupilo
la servidumbre de camino”. Así, por ejemplo: DOMAT, Les lois civiles dans leur ordre naturel, cit.,
Tomo II, pp. 331-332: “si uno de los propietarios de un fundo común al cual es debida una servidumbre,
tiene alguna calidad que impide que la prescripción corra contra él, como cuando se trata de un menor,
la servidumbre no se perderá aunque él u otros dejaran de poseer, porque el menor la conservará para
todo el fundo”.
(56) DELVINCOURT, Claude-Étienne. Cours de Code civil, ed. belga al cuidado de J. J. Drault y otros, P. J.
de Mat, a la Lib. Française et Étrangere, Tomo V, Bruselas, 1825, p. 187. En igual sentido: PROUDHON,
Cours de droit français , cit., Tomo II, p. 294-295; y DURANTON, Cours de droit civil suivant le Code
français, cit., Tomo VII, p. 234: “la restitución integral que se concede a los menores o a las personas
interdictas no aprovecha más que a ellas solamente, y no a las personas que se han comprometido frente a
ellas, solidariamente o no. Hay una excepción, de todas maneras, en el caso de las obligaciones puramente
indivisibles, porque in individuis minor relevat majorem , de los cual nos brindan ejemplos los artículos
709 y 710”. En el artículo 709 del Código de Napoleón se establece que “si el predio en cuyo favor se
ha constituido la servidumbre pertenece a varios de manera indivisible, el disfrute de uno impide la
82
Parte subjetivamente compleja, indivisibilidad y anulabilidad por incapacidad relativa
prescripción respecto de los demás”. Y en el artículo 710: “si entre los copropietarios se encuentra uno
contra el que no se puede aplicar la prescripción, como un menor de edad, se conserva el derecho de todos
los demás”. En el Código Civil peruano (art. 1038): “las servidumbres son indiv isibles. Por consiguiente,
la servidumbre se debe entera a cada uno de los dueños del predio dominante y por cada uno de los del
sirviente”.
Una mención aparte merece la célebre obra de ZACHARIÆ VON LINGENTHAL, Karl Salomo. Le
droit civil français (5ª ed. alemana), ed. al cuidado de G. Massé y Ch. Vergé, Auguste Durand Lib.-Éd.,
Tomo III, París, 1857, donde, a propósito de la legitimidad para formular la acción rescisoria, se lee (§ 582,
p. 473-474): “el benecio de la acción de rescisión no compete sino únicamente a los menores o a sus
representantes; en tal sentido, ni el mayor que hubiere contratado con ellos, art. 1125, ni el codeudor del
menor, pueden ejercitar esta acción, salvo, en lo que concierne al codeudor, en el caso en que la obligación
sea indivisible, art. 1208”. En una versión anterior, a la que se debió la fama del autor en Francia, Cours
de droit civil français , trad. Ch. Aubry y Ch. Rau, F. Lagier Lib.-Éd., Tomo II, Estrasburgo, 1839, § 335,
p. 436, se lee, en cambio, que: “la acción de rescisión no compete sino únicamente a los menores lesionados;
en tal sentido, no corresponde a las personas que hubieren tratado con ellos ni a sus coobligados”.
La observación del autor sobre la situación excepcional que se presentaba en caso de indivisibilidad
(undtheilbarkeit), guraba ya, sin embargo, en la tercera edición alemana: Handbuch des französischen
Civilrechts , 3ª edición, J. C. B. Mohr, Heidelberg, 1827, Tomo II, § 335, p. 261, con explícita remisión a
los comentarios de Proudhon y Delvincourt.
(57) LAURENT, Principes de droit civil, cit., Tomo XIX, 1878, p. 76-77 (cursivas añadidas).
83
Leysser León Hilario
(58) Destacadamente: CROME, Carl. Parte generale del diritto privato francese moderno, trad. A. Ascoli
y F. Cammeo, Società Editrice Libraria, Milán, 1906 (la edición alemana original es de 1892), p. 284:
“Solamente al incapaz y a sus herederos les corresponde la acción de anulación; por lo tanto, si una persona
capaz y una incapaz se obligan juntas frente a un tercero, solamente la incapaz tendrá la facultad de anular
el contrato. Esto se ha puesto en duda en los casos en que la obligación comprometida es indivisible; pero
los textos legales que se han adoptado como argumento no son de alcance tan general como para extenderse
a la nulidad por incapacidad, y la hesitación tampoco se justica tomando en cuenta la naturaleza de la
relación”. Con respecto a los menores de edad, en particular, se sostenía, asimismo: “Los coobligados no
pueden demandar la nulidad ni la rescisión que resulta de la incapacidad de uno de ellos; empero, para
algunos autores esta proposición sería exacta en el caso de las obligaciones puramente indivisibles. Ello
“porque –dice Duranton– in individuis minor majorem relevat , de lo que nos brindan ejemplos los artículos
709 y 710”. Esto tendría lugar, notablemente, en el caso del menor copropietario del inmueble que acordara
con los copropietarios mayores constituir una servidumbre sobre dicho inmueble. Sin embargo, no nos
parece fundada una interpretación como esta de la regla in individuis minor majorem relevat. Se trata de
una falsa aplicación atendiendo a que el texto mismo de aquellas normas presupone una prescripción o
una caducidad relativa a un derecho indivisible entre menores y mayores. Los mismos autores invocan
además el principio de la indivisibilidad de las servidumbres, pero este novedoso argumento merece una
objeción de la misma naturaleza. En efecto, la regla en cuya virtud una servidumbre no puede ser constituida
parcialmente no tiene como consecuencia permitir al copropietario mayor valerse de la nulidad que resulte
de la minoría de edad de uno de ellos”: POISSONET, René. De l’action en nullité et en rescisión accordée
au mineur (tesis doctoral). Arthur Rousseau Ed., París, 1898, p. 131-132.
84
Parte subjetivamente compleja, indivisibilidad y anulabilidad por incapacidad relativa
derecho real otorgado, antes que por motivos que tengan que ver con la protección del
incapaz, pero ¿podrán hacerlo, en cambio, los copropietarios capaces del predio domi-
nante? Entiendo que sí, por lo que se estipula en la segunda parte del artículo 226, pero,
siendo su posición la de beneciarios del gravamen del predio ajeno ¿qué interés ten-
drían para pretender la anulación, fuera de lograr la recuperación, incongruentemente,
de la suma pagada por el derecho real adquirido? Y, viceversa: ¿puede considerarse
justicado, en casos como estos, que el propietario del predio sirviente quede a mer-
ced de la decisión que tomen sobre la vigencia de la servidumbre, a su exclusiva con-
veniencia, los copropietarios capaces del predio dominante?
La perplejidad suscitada por la segunda parte de la norma del artículo 226 no es
menor si la presencia del incapaz relativo tiene lugar en la parte constituyente de la
servidumbre. En este caso, la contraparte capaz, beneciaria del gravamen, es la que
se haya impedida de pretender la anulación del contrato de otorgamiento del derecho
real. Frente a ellos están los copropietarios del predio sirviente, uno de los cuales es
un menor entre dieciséis y dieciocho años o alguna de las personas mencionadas en
el artículo 44 del Código Civil. Aquí sí es razonable dejar espacio para la anulación,
planteada sobre la base de la incapacidad, pero no cabe duda de que se podría llegar
a la misma solución estatuida en el artículo 226 interpretando combinadamente lo
que se dispone en los artículos 1038, sobre indivisibilidad de la servidumbre, y 1192,
sobre oponibilidad de las excepciones personales en las obligaciones solidarias(59).
Por expresa norma extensiva del régimen de las obligaciones solidarias (art. 1181) el
artículo 1192 rige también en materia de obligaciones indivisibles.
Es verdad que no todos los casos de aplicación del artículo 226 están necesa-
riamente vinculados con el otorgamiento de servidumbre, pero el análisis histórico
demuestra que ese fue el caso paradigmático al que obedeció la regla excepcional, tra-
zada por la doctrina y la jurisprudencia francesa, de que un coobligado capaz puede
invocar en su provecho, frente a la contraparte, la incapacidad de alguno de los coo-
bligados; regla que posteriormente fue aplicada en hipótesis semejantes, pero sin lle-
gar (debido a su excepcionalidad, precisamente) a convertirse en una disposición
general, como se hizo, formalmente, en los códigos civiles de Brasil, México y Perú.
(59) Un problema adicional, del que no puedo ocuparme en esta ocasión, se presentaría para derivar las
necesarias consecuencias de la estricta concepción del negocio jurídico de constitución de servidumbre
como contrato “con efectos reales”, y por lo tanto excluido de la aplicación del régimen general de las
relaciones de obligación. La “servidumbre” no constituye un “crédito” para el titular del predio dominante
ni una “obligación” para el del sirviente, sino un derecho real del primero sobre el bien del segundo. La
plantilla brasileña, al referirse al “objeto del derecho” (real, si fuere el caso) y no solamente al “objeto
de la obligación”, permite abarcar la hipótesis de la servidumbre, clave para la génesis, en la doctrina y
jurisprudencia francesa, de la regla nalmente codicada en América. Es de destacar, en todo caso, el
trazo “obligativo” que se hace de las servidumbres en el citado artículo 1038 del Código Civil peruano
vigente, donde la “indivisibilidad” es explicada como deuda frente “a cada uno de los dueños del predio
dominante y por cada uno de los del sirviente”.
85
Leysser León Hilario
(60) Es de recordar que en los trabajos preparatorios del Código no faltó una propuesta para prescindir
denitivamente del precepto: DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel y ZUSMAN TINMAN, Shoschana.
“De los actos jurídicos – Anteproyecto sustitutorio”. En: Proyectos y Anteproyectos de la reforma del
Código Civil, Tomo II, Fondo Editorial de la Ponticia Universidad Católica del Perú, Lima, 1980, p. 21
y ss. Falta en este documento, sin embargo, una explicación de la derogatoria. El régimen de la anulación
por incapacidad está conformado por un reconocimiento de la causal (art. 34: “el acto jurídico es anulable
cuando (…) haya sido celebrado por persona incapaz”) y una regla sobre legitimidad para obrar (art. 35:
“la acción de invalidación de los actos anulables (...) solo puede ser incoada por (…) el incapaz cuando
cese su incapacidad o su representante legal mientras ésta subsista (…)”. Estas disposiciones aparecen
precedidas por una directriz general para los negocios jurídicos con pluralidad de partes (art. 26: “en los
actos jurídicos plurilaterales, que estén destinados a la consecución de un n común, la invalidez del
vínculo de una de las partes no afecta la validez del acto respecto de las demás, salvo que se demuestre
que la participación de esa parte deba considerarse esencial”) que se plasmó en el Código Civil de 1984,
pero con limitada referencia a la acción de nulidad (art. 223). Los autores (ivi, p. 73) reconocen, de todas
formas, que “para efectos de la invalidez, la distinción entre la incapacidad absoluta y la relativa, que
se justica únicamente en función de la sanción, no tiene mayor sentido y que tan anulable es el acto
celebrado por un incapaz relativo como por un incapaz absoluto”.
(61) Cobran renovado aliento, al tratar este punto, las enseñanzas de mi maestro, Luigi Corsaro (1940-2012),
quien se propuso, cuarenta años atrás, explicar la anulabilidad de los contratos celebrados por incapaces de
entender y de querer desde el punto de vista del “abuso” del contratante. De no existir un aprovechamiento
de la situación de incapacidad o un perjuicio efectivo contra el incapaz, resulta difícil –como él enseñaba–
apreciar la justicia de conceder plenamente la tutela de la acción de anulación en contra de la parte capaz.
Véase: CORSARO. L’abuso del contraente, cit., p. 101: “para la anulabilidad no basta la presencia de la
incapacidad, ni tampoco la presencia, eventualmente concurrente, del perjuicio. Se necesita, además, la
mala fe ajena, es decir, que se use en ventaja propia la situación contractual de poder en la que se encuentra.
Esto es el abuso, que puede resultar del daño inferido al incapaz, del tipo de contrato que se celebra o de
otras circunstancias signicativas en dicho sentido. Pero ello no signica que el abuso pueda resolverse
en el mero conocimiento de la incapacidad ajena”.
(62) En el caso de los menores de edad, por ejemplo, se debe tomar en cuenta lo establecido en el artículo
12.1 de la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño (1989, en vigor en nuestro país
desde 1990), según el cual: “Los Estados Partes garantizará al niño que esté en condiciones de formarse
un juicio propio el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que afectan al niño,
teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño, en función de la edad y madurez del niño”.
Bajo esta premisa, se dispone también en la Convención (art. 12.2) que se debe dar al niño oportunidad
de ser escuchado en todo procedimiento judicial o administrativo que lo afecte”. En la doctrina m exicana
86
Parte subjetivamente compleja, indivisibilidad y anulabilidad por incapacidad relativa
se precisa, en relación con los contratos celebrados por menores de edad, que “la protección que la ley
concede a los incapaces no puede utilizarse para solapar actos ilegales o para escudarse en la incapacidad
con el objeto de eximirse de sus deberes jurídicos. Por ello, los menores de edad no pueden alegar la
nulidad de las obligaciones que hubieren contraído sobre materias propias de la profesión o el arte en que
sean peritos (art. 639, CCF), o cuando han presentado certicados falsos del Registro Civil para hacerse
pasar como mayores, o han manifestado dolosamente que lo eran, esto último siempre y cuando existan
otras razones para considerarlos como mayores de edad, por ejemplo su apariencia física”: ROBLES
FARÍAS. Teoría general de las obligaciones , cit., p. 184 (las remisiones son al Código Civil Federal).
87
Leysser León Hilario
(63) En la doctrina brasileña contemporánea el artículo 105 del Código del 2002 se explica así: “Además de
no poder ser invocada por la parte adversa en provecho propio, la incapacidad relativa, si alegada por el
incapaz, no beneciará a los demás integrantes capaces del polo en que se encuentre, porque se trata de una
circunstancia personal, incomunicable a terceros. El negocio jurídico producirá sus efectos hasta el límite
en que pueda ser aprovechado, sin perder necesariamente validez y ecacia en relación con los individuos
capaces ubicados en el mismo polo del incapaz que oponga la excepción personal de su incapacidad relativa.
(…). Como ejemplo, se puede citar una compraventa con dos compradores de un lado (uno de ellos incapaz
relativo) y dos vendedores del otro. Los vendedores no pueden alegar la incapacidad relativa de uno de los
dos adquirentes para intentar deshacer el negocio que juzguen económicamente perjudicial, pero quien asista
al incapaz sí podrá formular dicha argumentación, con idéntica nalidad. Por otro lado, el adquirente capaz
no podrá valerse de la incapacidad relativa del cointeresado para pretender invalidar el negocio, porque la
circunstancia personal de este no es para provecho de aquel. Si la relación jurídica puede ser preservada en
cuanto a los capaces (por ejemplo: objeto divisible e inexistencia de perjuicio) producirá efectos regulares
y solamente será inconsistente en cuanto al incapaz relativo. (…). La construcción de la parte nal de la
disposición faculta al capaz, situado en el polo opuesto de la relación, alegar la incapacidad relativa de
la parte adversa (con provecho para los cointeresados capaces) con razón para deshacer el acto jurídico
cuando el objeto del derecho o de la obligación común sea indivisible. Esto obedece a que es imposible,
en la práctica, separar o disociar los intereses de los involucrados, que se confunden en el contexto creado
por la indivisibilidad. Teniendo en cuenta lo inescindible del objeto, el legislador ha creído conveniente
facilitar al máximo el regreso de las partes al estado original, y es así que el precepto legal contiene una
presunción en el sentido de que la iniciativa para alegar la incapacidad, por cualquiera de los interesados,
será siempre en provecho del incapaz. Es evidente que también la invocación de la incapacidad absoluta
producirá en dicho caso el mismo efecto, pudiendo realizarla cualquiera de los participantes del negocio
jurídico, en virtud de la supremacía del interés público sobre el privado”: ZAMPROGNA MATIELLO.
Código civil comentado , cit., pp. 91 y 92. En esta explicación del autor citado destaca la armación de que
frente a la incapacidad relativa de alguno de los coobligados, también la contraparte capaz podría plantear
la acción de anulación. Esta interpretación es concebible por la persistente ambigüedad del dispositivo, que
señala que la incapacidad relativa de una de las partes “no puede ser invocada por la otra” (contraparte)
“ni aprovecha a los cointeresados capaces” (incapaz integrante de una parte subjetivamente compleja).
Sólo para el segundo supuesto opera la regla excepcional establecida por el codicador brasileño: “salvo
que en este último caso [el de la parte subjetivamente compleja] sea indivisible el objeto del derecho o
de la obligación común” (cursivas añadidas).
(64) Véase retro, texto y nota (36).
(65) LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo. “Libro II Acto jurídico: Comentarios a la reforma”.
En: Thémis-Revista de Derecho . 2ª época, Nº 60, Lima, 2011, p. 59, señala, más prudentemente, que “la
propuesta tiene por objeto aclarar las dudas que cause la defectuosa redacción del texto original, por un
poco exacta traducción del texto en portugués”, y anuncia (ivi, nota 4) la necesidad de concordar el texto
88
Parte subjetivamente compleja, indivisibilidad y anulabilidad por incapacidad relativa
con “lo que se establezca en los artículos 1192 y 1193 del Libro de Obligaciones”. En este comentario, sin
embargo, el texto reformado que se proyecta para el artículo 226 es: “Cuando hubiere más de un sujeto
que integre una misma parte, la restricción de capacidad de uno de ellos no puede ser invocada por otro
que integre la misma parte, salvo cuando sean indivisibles la prestación o su objeto”.
89
Segunda parte
DERECHO DE SUCESIONES
Libro de Sucesiones del Código Civil
Evaluación crítica y algunas propuestas
(*) Abogado por la Ponticia Universidad Católica del Perú y licenciado en Derecho por la Universidad
Complutense de Madrid. Miembro de número de la Academia Peruana de Derecho. Docente de la Facultad
de Derecho de la Universidad de Lima y de la Ponticia Universidad Católica del Perú. Socio del Estudio
Rodrigo, Elías & Medrano.
93
Guillermo Lohmann Luca de Tena
94
Libro de Sucesiones del Código Civil
preceptos de la mayor claridad posible en la redacción para evitar dudas del usuario,
y regulación lo más completa posible para evitar vacíos que, usualmente, son fuente
de conictos.
Bien es cierto que en nuestro país no existen actualmente instituciones o guras
que sí tratan otros cuerpos legales (como por ejemplo las sustituciones deicomisa-
rias, o las reservas troncales o viudales). Pero a pesar de ello, la muy notoria diferen-
cia en cantidad de preceptos revela sin dicultad que nuestro legislador ha omitido
regular muchas situaciones reales o potenciales que, sin duda, exigen ser disciplina-
das para evitar lagunas que no siempre pueden ser cubiertas por los jueces, o por sim-
ples razones didácticas. A ello se agrega que nuestra doctrina no ha sido prolíca en
materia de Derecho de Sucesiones, y las obras que existieron sobre el Código de 1936
(sin merma de la valía de algunas) mas estuvieron destinadas a explicar lo existente
que a analizarlo desde el punto de vista dogmático y a completar sus vacíos.
Antes de entrar directamente en materia conviene apuntar que hay asuntos deli-
cados en otras áreas sobre los que previamente el legislador debe tomar decisiones
pues inuyen en la regulación de Sucesiones por ejemplo, ¿se va a permitir la con-
servación articial de los embriones? ¿ya serán personas los concebidos frutos de la
unión de un esperma y un óvulo y que han sido mantenidos en una probeta, conser-
vada en frío, que pueden ser congelados 10, 15 y 30 años o ser descongelados des-
pués de 40 años, cuando acaso ya los padres ya se murieron; cuando ya heredaron los
hijos de los padres y existen los nietos de los padres?, ¿qué va a pasar con el conser-
vado?, ¿va a heredar a los padres? o ¿a quién va a heredar?
Otro tema es el de corregir formalidades innecesarias. Así, por ejemplo, el caso
del testamento por escritura pública, que hoy tiene que ser escrito a mano por el nota-
rio. Lo dice el Código, o sea manuscrito, como si hoy no existieran máquinas de escri-
bir o computadoras. Ya en otros países se permite, y me parece sensato, el testamento
grabado en un vídeo cassette o en un disco compacto, donde se queda grabado ante el
notario la imagen del testador y de lo que estaba diciendo. ¿Por qué tiene que hacerlo
el notario hoy absolutamente con su puño y letra como si no hubiese otra forma a
de expresar la voluntad?, estos son solo unos botones de muestra para ilustrar que se
debe hacer un cambio radical.
No se trata solo de cambiar, a mi juicio, errores estructurales e insuciencias, ni
tampoco de corregir las contradicciones, algunas de las cuales voy a mostrar después,
arrastradas desde 1936, sino que hay que abarcar temas novedosos.
Primero, propongo suprimir el artículo 1405 que prohíbe la renuncia a la heren-
cia no causada todavía y los pactos sucesorios entre sucesibles. Ustedes saben que el
artículo 1405 declara nulo el pacto sobre la herencia futura, de modo que dos herma-
nos hoy no pueden celebrar un pacto: “yo renuncio a la herencia, te lo digo a ti, tú me
das hoy S/. 20.00 y lo que me toque en herencia será tuyo”. Eso es un ridículo residuo
del famoso relato entre Saúl [sic] y Jacob, en el que Saúl le dejó todos sus derechos a
95
Guillermo Lohmann Luca de Tena
Jacob a cambio del plato de lentejas. Y yo no veo nada anormal, nada inmoral, nada
que repugne, nada extraño, que impida cambiar la regla actual que veta ese pacto.
Me parece que es también absolutamente necesario sistematizar unitaria y orga-
nizadamente todo lo concerniente a aptitud sucesoria, ahora dispersa e incompleta-
mente regulada. También como botón ilustrativo: hoy se puede declarar indigna a una
persona que haya atentado contra la vida del cónyuge del causante testador, y sus des-
cendientes, pero no sí mata al hermano del causante. ¿Es eso adecuado? En mi opi-
nión, no.
También es importante permitir el llamamiento testamentario para los que no
hubieran sido concebidos a la muerte del causante. Y dentro de este tema de aptitud
sucesoria habrá que tratar con coherencia, de la que actualmente se carece, los temas
de indignidad y la desheredación.
En materia de representación sucesoria, la regulación debe ampliarse para per-
mitirla en el caso de los legatarios. Por otra parte, creo que debe suprimirse la repre-
sentación en caso de renuncia. Más: hay que precisar la representación en línea cola-
teral y también hay que suprimir la contradicción entre los numerales 682 y 819 que
dicen exactamente lo contrario, uno y otro.
Hay que regular la herencia yacente, es decir la aún no aceptada por alguien.
En el Código de 1852 si estaba regulada y fue completada en el Código de Pro-
cedimientos Civiles de 1912 que rigió hasta 1993. Pero como en 1984, cuando se
hizo este Código estaba el Código de Procedimientos Civiles, dijeron “¿para qué
vamos a hablar de la herencia yacente en el Código Civil, si el tema está tratado en
el Código de Procedimientos Civiles?”. De modo que el Código Civil decidió no tra-
tar el asunto. ¿Y qué ha pasado?: que el Código de Procedimientos Civiles ha sido
derogado y en el nuevo Código no se ha incluido ese tema sustantivo como es el de
la herencia yacente, de modo que hoy no tenemos regulado qué es lo que pasa con la
herencia yacente, es decir, que todo el periodo desde la fecha del muerto y la fecha en
que acepta alguno de los herederos ¿Qué pasa en ese periodo en que la herencia tiene
un titular, pero todavía es desconocido?
Hay que disciplinar los temas de aceptación de herencia, la limitación de respon-
sabilidad del heredero, el tema del benecio del inventario y suprimir el indignante
sistema de aceptación presente en el artículo 673, que tantos conictos de interpreta-
ción origina. Ustedes recuerdan que el artículo 673 dice que la herencia se presume
aceptada si no ha sido renunciada en el plazo de tres meses si el heredero está en el
Perú y de seis meses si el heredero está en el extranjero. Pero omite decir si esos pla-
zos comienzan a contarse desde la fecha de la muerte o desde la fecha en que el pre-
sunto heredero tiene conocimiento que lo es y, por tanto, de que está en aptitud de
aceptar o renunciar la herencia. El artículo habla de tres meses si el sujeto que está
en el Perú y seis meses si está en el extranjero. ¿Y qué pasa si transcurre parte del
tiempo en el Perú y parte en el extranjero?; ¿qué pasa si el menor está en el extranjero
y su representante legal está en el Perú o a la inversa?; ¿quién es el que debe tomar
96
Libro de Sucesiones del Código Civil
esta decisión? En n, que el asunto está plagado de contradicciones y de vacíos. Ese
artículo 673 es altamente inconveniente porque ordena la aceptación presunta de la
herencia, incluso de herencias decitarias, con lo cual al heredero se le impone un
pasivo que puede no querer y eso es francamente deplorable. No hay ningún país del
mundo que obligue a aceptar la herencia, salvo este artículo 673.
Respecto de la impugnación de la renuncia, en perjuicio de los acreedores, por
supuesto, hay que modicar el artículo 676 para coordinarlo y relacionarlo apropia-
damente con el sistema de la llamada acción pauliana.
En materia de la legítima, lo que se ha mal llamado “herencia forzosa”, hay que
hacer importantes cambios, entre los que cabe destacar los siguientes: Primero, la pre-
cisión de la naturaleza de la legítima sobre la cual me voy a referir después, distin-
guiéndola de la falsa asimilación a herederos forzosos. Hay que hacer explícito que la
legítima es una cuota de valor y no una cuota de la herencia o de bienes que el muerto
deje. Hay que reducir los porcentajes, actualmente elevadísimos y hacerlos variables.
Ahora, como ustedes saben, la legítima del cónyuge, hijos u otros descendientes es de
dos tercios. ¿Por qué no establecer que la legítima sea un porcentaje variable según
la cantidad de legitimarios? Así, por ejemplo, si el legitimario fuera solo un hijo, la
legítima sería del 25 %; si fueran dos sería 40 %; si fueran tres el 50 %, y así paula-
tinamente hasta un máximo.
Creo que hay que reintroducir temas. Las mejoras dentro de la legítima estaban
en el Código de 1936 y han sido suprimidas en el Código de 1984 a pesar de ser uti-
lísimas porque ampliaban en la facultad dispositiva del testador. Lo cierto, estimados
amigos, es que ahora, en el 2004, el Código de 1984 que nos rige es más rígido y más
severo y concede menos facultad de autonomía privada al testador que en el Código
de 1936. El Código de 1936 era más liberal, le daba al testador más facultades que
el Código de 1984. El Código de 1984 en esta y otras cosas nos trata a los ciudada-
nos como si fuéramos capite deminutio, es decir, desprotegidos, ignorantes o tontos.
Hay que corregir también en materia de legítima los defectos que la práctica ha
puesto de maniesto con relación a los derechos de habitación, de usufructo inmo-
biliario a favor del cónyuge supérstite, que son francamente desfavorables. Es una
redacción en parte incomprensible y que, en parte, por lo demás, resulta en ocasio-
nes imposible de aplicar.
También hay que establecer un sistema ordenado para reducción de las donacio-
nes y de los legados, que cuando superan la porción de libre disposición, perjudican
la legítima. Esto tiene en el Código actual su régimen en los artículos 1629 y 1645 en
lugar del todo inconveniente, como es el del contrato de donación, que es solamente
una de las liberalidades posibles y de lo que se trata es de impedir que haya libera-
lidades en exceso, no donaciones en exceso. No solamente no están en el Libro de
Sucesiones, sino que además debería estar junto el contenido de los numerales 1629
y 1645.
97
Guillermo Lohmann Luca de Tena
98
Libro de Sucesiones del Código Civil
deicomiso testamentario. Y me pregunto: ¿por qué los pueden hacer los bancos y no
lo podemos hacer los demás sujetos, personas naturales como nosotros?
Por supuesto, se debe ampliar la normativa para cubrir vacíos y solucionar deu-
das existentes muy importante en materia de albaceas sucesivos o albaceas comple-
mentarios. Es más: es discutible si ahora se permite la designación de albaceas indis-
tintos, es decir, que valga lo que haga cualquiera de ellos.
Vinculado a los albaceas hay que corregir lo tocante a la retribución, pues ahora
se habla de masa líquida de la herencia y la herencia no siempre está compuesta por
masa líquida. Puede tener masa no líquida. E incluso se impone una limitación del 4 %.
¿Quién es el legislador para meterse en cuanto el testador, quiere pagarle al albacea
por sus servicios? Si uno quiere pagarle al albacea, no el 4 % si no el 8 % porque le
cae simpático, o porque va a tener mucho trabajo, ¿por qué se va a poner límite a la
voluntad y poner el 4 %? ¿De quién es el dinero, preguntará el testador, mío o de usted
señor legislador? Es decir, ¡que le dejen al testador hacer lo que le plazca!
También en materia de sucesión intestada hay que corregir abundantes impre-
cisiones y tal vez alterar prelaciones sucesorias. Hoy como ustedes saben, en materia
de sucesión intestada los abuelos preceden a los hermanos. Pongamos por caso que
se muere una persona de 20 años, sin hijos y sin esposa, sus padres han muerto. Para
ese supuesto la legislación actual dice que heredan los abuelos, antes que los herma-
nos. Creo y me parece muy sensato, que los hermanos deben heredar antes que los
abuelos. ¿Por qué llamar a heredar a los abuelos y no a los hermanos, que tal vez sean
menores que el testador y que lo necesiten más que los abuelos? Creo que es más cer-
cano el amor fraternal, que el amor a los abuelos, pero en denitiva es una decisión
que puede tomarse.
Por supuesto hay que regular mucho sobre prescripción de pretensiones en
materias sucesorias. En el Perú, hay muchas cosas que no prescriben y una de ellas
es la llamada petición de herencia. Fíjense en el siguiente caso: alguien se entera de
que cuando murió su bisabuelo, en vez de darle a mi abuelo lo que le correspondía
le dieron menos y la diferencia se la llevó el tío abuelo. En tal caso, hay la posibili-
dad de reclamarle a los primos lejanos, para que, por representación inversa, suban
la escalera generacional sucesoria, devuelvan y otra vez vuelva abajo, aunque hayan
pasado 80 años. Lo cual, como bien se entiende, es del todo inconveniente para la
seguridad jurídica.
Pero no solo es imprescriptible la petición de herencia, sino también el derecho
de complemento a la legítima, es decir que dieron más legítima a uno que a otro, que
hubo lesión en las liberalidades. En n, todo el tema de Derecho de Sucesiones no
tiene correcta regulación de prescripción. El tema de lo que el Código llama caduci-
dad de testamento es especialmente clamoroso por el vacío al respecto.
Si ustedes me lo permiten, quiero volver sobre la legítima y explayarme a un
tema importante. Voy a intentar demostrar varias cosas: primero que el Código tiene
99
Guillermo Lohmann Luca de Tena
tres conceptos de legítima totalmente antagónicos entre sí. Segundo que el Código no
dice cómo se calcula la legítima. Tercero que en materia de legítima tiene que tener
variaciones como lo voy a explicar.
Creo que antes entrar a estos puntos concretos conviene hacer una explicación
bastante genérica. El tema de legítima, es decir, que a ciertos familiares les toca una
parte, es un residuo absolutamente arcaico. El tema está estructurado sobre la base
de la unidad familiar y lo que en estricto quiere el legislador es que por ser hijo del
padre a ese hijo toca una parte de la herencia aunque no haya contribuido a esa for-
tuna (capital). ¿Qué pasa si ese hijo tuviera un hermano parapléjico, cargado de hijos
menores de edad y abandonado por su esposa? Según la legítima actual: mitad para
cada hermano. ¿Quién la necesita más? La legítima es realmente desigual. ¿Qué pasa
si un padre piensa: “Mi hijo ya es exitoso abogado, tiene sustento y todo un camino
hecho en la vida, y creo que le debo dejar todo a mi otro hijo, que lo necesita”. Por
eso yo creo que el concepto de la solidaridad familiar debe ser evaluado. Eso como
razón losóca.
Segundo, en la cuantía, me parece excesiva, se debe graduar la legítima. La
actual de dos tercios para el cónyuge y descendientes y un medio en caso de ascen-
dientes, tiene que ser reducida muy signicativamente.
Un tema previo antes de analizar las tres nociones de legítima en el Código. La
actual regulación de legítimas está situada en testamentos, como si no hubiera dere-
cho a ella en la sucesión intestada. En otras palabras la lógica de pura sistemática
del Código es la siguiente: si un señor hace testamento no puede lesionar la legítima
porque el artículo 723 dispone que: “La legítima es una parte de la herencia que no
puede ejercer libremente el testador”. Lo que llevaría a concluir que en el caso de
sucesión intestada en la que el muerto no ha dejado testamento, no hay legítima, y
eso es incorrecto.
Vamos a lo de las nociones. La legítima es porción de algo, que veremos des-
pués cómo se calcula, y hay derecho a ello tanto en sucesión testada como intestada.
Es decir, lo que tiene que hacer el nuevo Código es darle a la legítima un título espe-
cial, fuera de testamentos y fuera de sucesión intestada, porque se proyecta en las dos
maneras de suceder.
Pero decía que nuestro legislador tiene tres conceptos de legítima. El primer con-
cepto está incluido en el artículo 723: La legítima es la parte de la herencia, recalco,
herencia, de la que no puede disponer el testador cuando tiene herederos forzosos.
Bueno, nos está diciendo que la legítima es parte de la herencia ¿Y qué es la
herencia? La herencia no es solamente la masa en cuestión de contenido, sino que la
herencia es la suma de activos y pasivos; es decir, la herencia es un patrimonio y todo
patrimonio está compuesto por activos y pasivos: lo que el muerto tenía y lo que el
muerto debía. De modo que la primera opción que nos da el legislador, es que la legí-
tima es parte de la herencia, es decir parte de activos, parte de pasivos.
100
Libro de Sucesiones del Código Civil
Pero más adelante en el artículo 725: “El que no tiene hijos, ni cónyuge u otros
descendientes, puede disponer libremente de sus bienes”. En otras palabras está equi-
parando la legítima a bienes ¿En qué quedamos?: ¿la legítima es parte de la herencia
o sea parte de activos y parte de pasivos? ¿O es solamente parte de bienes, esto es,
activos? Y adviértase que la masa sucesoria no solo está integrada por bienes, claro,
sino también por derechos. Llevando las cosas a extremos, puede ser que el causante
no tenga ningún bien además de la ropa que viste y que sin embargo cada uno de los
peruanos le deba un sol, siendo en consecuencia acreedor de 28 millones de soles. Su
masa sucesoria ¿de qué va a componer?: solo de créditos, no de bienes en el sentido
que anuncian los artículos 885 y 886.
Por otra parte, dice el Código que la legítima es parte de la herencia, a saber,
activo y pasivo. Lo cual, a mi modo de ver, tampoco es correcto, porque la legítima
no es parte de una herencia (parte de lo que el muerto deja) ni la legítima es parte de
los activos que el muerto deja. La legítima es otra cosa, es porción de masa compuesta
por la herencia neta, esto es, activos menos pasivos, mas lo que el muerto hubiere
dejado en vida a sus herederos como anticipo ¿Por qué?: porque el artículo 1629 y el
artículo 1645 dicen que nadie puede donar más de la porción de libre disponibilidad
y lo que hubiere donado en exceso resulta inecaz. ¿Qué signica esto?: que en el
momento de la muerte debemos hacer este cálculo: ¿cuánto tiene el muerto?, ¿cuánto
es lo que deja?; ¿cuánto había dejado como liberalidades a terceros o a sus familia-
res? Entonces la legítima será una porción de esas dos sumas: activo neto más libe-
ralidades en vida.
En denitiva, en tema de legítima tenemos que ampliar la mente, ampliar las
posibilidades.
Con relación a ello se requieren otros dos cambios importantes. Uno en el tema
de colación que actualmente es el “reintegro” a la masa hereditaria a los llamados
“anticipos de herencia”. Eso hay que recticarlo para que no haya que reintegrar, sino
que el colacionante reciba de menos, deduciendo lo que ya había recibido.
Y también tiene que haber cambios signicativos en el tema que el Código Civil
llama derecho de habitación del cónyuge supérstite. Aparte de otros cambios que ya
mencioné omití decir que es incorrecto haber dispuesto que el inmueble tiene la natu-
raleza de patrimonio familiar y que por tanto se convierte en inenajenable, impres-
criptible, inembargable, con el consiguiente perjuicio para los acreedores del difunto.
Todo lo anterior no es sino solo algunas pinceladas, y muy parciales y gruesas,
sobre lo mucho acerca de lo cual debemos reexionar. Me parece que en todo, todo, el
tema de sucesiones tenemos que abrir las ventanas, refrescar mucho y ponerlo al día.
101
Tercera parte
DERECHOS REALES
La posesión en la
l a propiedad y en el registro
Problemática en la transmisión inmobiliaria
I. PRESENTACIÓN
1. El caso J.A. Suter
Suter.. La propiedad sin posesión
Johann August Suter (J.A. Suter)(1), inmigrante suizo de 31 años, llegó en julio
de 1834 a Nueva York,
York, dejando atrás a los
l os tribunales europeos en bancarrota, acusado
de robar y de falsicar moneda; abandona a su esposa y sus tres hijos. Trabaja unos
años con relativo éxito en esta ciudad, luego en Missouri; y, nalmente, en 1838, se
dirige al inexplorado Oeste, rumbo al Pacíco; luego de 3 meses de viaje, se instala
en un lugar denominado Sacramento; la autoridad de Monterrey –a cargo de México–
le reconoce el derecho sobre el fértil valle de Sacramento.
En 1839, funda Nueva Helvecia; su proyecto “Nueva Helvecia” llegó a tener
25 000 hectáreas, 1 000 trabajadores, un ejército privado, 12 000 cabezas de ganado,
etc(2). El éxito fue contundente, J.A. Suter se convirtió en el terrateniente más rico de
California; hizo que desde Europa fueran con él, su esposa y tres hijos y compartan su
riqueza; tiene crédito y cuenta corriente en los grandes bancos de Inglaterra y Francia.
Se conoce que si bien se hizo ciudadano mexicano, no obstante, impulsó la anexión
de California a los Estados Unidos.
(*) Abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Magíster en Derecho Civil por
la Ponticia Universidad Católica del Perú y con estudios concluidos de doctorado en Derecho por la
UNMSM. Profesor universitario en la UNMSM, la Universidad de San Martín de Porres y la Academia
de la Magistratura (AMAG). Magistrado del Poder Judicial.
(1) ZWEIG Stefan. Momento
Momentoss estelar
estelares
es de la humanid
humanidad.ad. Catorc
Catorcee miniatura
miniaturass históricas
históricas. Traducción de Berta
Vais Mahou, 1ª edición, Barcelona, 2002, Acantillado, octubre 2002. Entre las p áginas 169 a 179, el autor
narra, bajo el título “El descubrimiento ded e El Dorado”. J.A. Suter, California. Enero 1948, de modo breve brev e
la historia de este inmigrante europeo, al que
qu e se le atribuye la propiedad sobre el cual
cu al se levanta la ciudad
de San Francisco. Lo que expongo en esta parte ha sido tomado de la obra citada.
(2) Véase: <http://www.zumalakarregimuseoa.net/blog/joh
<http://www.zumalakarregimuseoa.net/blog/johann-august-suter-y-la-ebre-de
ann-august-suter-y-la-ebre-del-oro-en-california>.
l-oro-en-california>.
105
Héctor E. Lama More
Diez años después, en enero de 1948, uno de sus empleados se presenta –tem-
blando de excitación– y le informa que en la Granja de Coloma, lugar –de propiedad
de J.A. Suter– donde había ordenado se construya un aserradero, habían encontrado
en la arena abundantes pepitas de oro, prácticamente en la supercie; constituyéndose
en la citada granja, J.A. Suter hizo jurar a los pocos que se encontraban en ese lugar
mantener el secreto hasta que termine el aserradero. En tierra que era suya, se había
encontrado oro del modo más fácil de obtener, tan abiertamente en la tierra. Era el
hombre más rico del mundo.
1.1. Invasión y despojo. Zweig, reere: “¿El hombre más rico del mundo? No.
El más pobre, el más digno de compasión, el mendigo más desilusionado del
mundo”; efectivamente, tras ocho días, una mujer reveló el secreto, lo que pro-
vocó que todos los hombres de J.A. Suter dejaran de trabajar de inmediato; los
herreros dejaron la fragua, los pastores los rebaños, los vinateros las cepas, los
soldados las armas; todos –que parecen poseídos– corren al aserradero a extraer
el oro de la arena; las vacas nadie las ordeña, los bueyes rompen los rediles y
pisotean los sembríos, las
l as queserías se paran, los graneros se viene abajo; los
telégrafos difunden la noticia; llega la gente, de ciudades y puertos, los marine-
ros abandonan los barcos, los funcionarios abandonan sus puestos;
puest os; largas colas
humanas van del Este al Oeste, a pie, a caballo o en carreta. “Una horda desbo-
cada, brutal, que no conoce más ley que la de su puño, ni más dictado que la de
su revólver, se desparrama sobre la oreciente colonia”; derriban los graneros
de J.A. Suter para construir casas, pisotean sus sembrados, roban sus máquinas;
de la noche a la mañana J.A. Suter se convierte en un pobre mendigo, “ahogado
como el rey Midas, en su propio oro”.
En bancarrota, se retira lejos del maldito río y la maldita arena, y se instala en
su granja de Eremitage; su esposa fallece por efecto del viaje y continúa su vida
con sus tres hijos; se dedica a la agricultura y vuelve a enriquecerse.
1.2. El juicio. En 1850 California, incorporada a Estados Unidos, vuelve a la tran-
quilidad, tras la riqueza llega el orden; la anarquía ha sido reprimida; de nuevo
impera la ley. J.A. Suter vuelve con sus reivindicaciones y reclama, ante el
incorruptible juez Thompson, toda la tierra sobre la cual se hah a edicado la ciu-
dad de San Francisco, pues le pertenece a él por derecho; demanda a dieci-
siete mil doscientos veintiún granjeros, que se han establecido en sus planta-
ciones y les exhorta a que desalojen el suelo que le habían robado; y al Estado
a que repare el robo que había sufrido en su propiedad; reclama todo el oro
que había sido extraído de su tierra; exige que el Estado de California le pague
veinticinco millones de dólares por haberse apropiado de los caminos, cana-
les, puentes, presas y molinos construidos por él; a la Unión otros
ot ros veinticinco
millones de dólares, como indemnización por su destrozada hacienda y el oro
extraído.
106
La posesión en la propiedad y en el registro
107
Héctor E. Lama More
108
La posesión en la propiedad y en el registro
realidad posesoria de los mismos, es decir, quienes y por qué razón se encuen-
tran en posesión de ellos.
3. La publicidad: necesidad de proteger la apariencia jurídica en materia
de derechos reales
A diferencia de las relaciones obligatorias, que generalmente permanecen en el
ámbito de las partes, las relaciones jurídicas reales, por su naturaleza y por tratarse de
derechos que recaen sobre bienes que pueden eventualmente ser objeto de garantías,
de circulación o tráco económico o jurídico, requieren de publicidad; como bien lo
señala Díez-Picazo(4), en materia de derechos reales la apariencia jurídica se encuen-
tra estrechamente ligada a los medios de publicidad; todo medio de publicidad crea
una apariencia y toda apariencia es en ella misma una forma de publicidad; señala
con justa precisión que en el campo de los derechos reales hay dos grandes formas
de publicidad: 1) La situación de apariencia de titularidad real que se produce con la
creación de un signo exterior de recognoscibilidad, como es el caso de la posesión ;
y, 2) La situación creada por la inscripción en los Registros Públicos .
3.1. Posesión y registro. La posesión y el registro, cada uno en sus respectivos nive-
les, son medios de publicidad de derechos reales, y como tales cumplen un rol
importante en el tráco de bienes; al lado de la publicidad registral y del regis-
tro inmobiliario como forma e instrumento básico de la publicidad relativa al
dominio y a los derechos reales sobre bienes inmuebles, conserva hoy todo su
valor la gura de la posesión; no cabe duda, reere el citado jurista español (5),
que en el Derecho moderno la posesión es también instrumento de publicidad
de los derechos reales, y puede colarse en alguna medida como institución para-
lela de la publicidad registral.
Por ello las reglas jadas por el Derecho, con el objeto de dar seguridad a la
titularidad sobre bienes, han encontrado un escenario propicio en el mecanismo
denominado Registros Públicos; el acceso libre a la información, dado su carác-
ter público, proporciona una referencia segura sobre quienes son titulares res-
pecto de determinados bienes; deja de lado la incertidumbre al momento de
adquirirlos, pues impide la costosa averiguación de los antecedentes que dan
origen al derecho de quien nos los transere; sin embargo, la seguridad que pro-
porciona la apariencia jurídica que emana del registro si bien protege al tercero
de buena fe, sin embargo muchas veces el sistema no proporciona mecanismo
109
Héctor E. Lama More
(6) GALIANO, José. De las cosas. La posesión y las acciones posesorias . Jesús Menéndez e hijo. Libreros
editores, Buenos Aires, 1923, p. 41.
(7) RUSSOMANNO, Mario C. La posesión en los principales Códigos Civiles contemporáneos. Abeledo-
Perrot, Buenos Aires, p. 9.
110
La posesión en la propiedad y en el registro
von Savigny; esta obra tuvo diversas ediciones publicadas a lo largo del siglo XIX; en
ella el jurista alemán volcó su tesis sobre la posesión, al que se le ha conocido como
la “teoría subjetiva de la posesión”, en razón del elemento subjetivo que permite la
diferenciación con la tenencia; se trata del animus cualicado que debe portar quien
tiene el bien para ser considerado poseedor; este debe ser el resultado de considerarse
así mismo como propietario –sin serlo–, es decir sin reconocer en otro la propiedad;
a este elemento se le denominó animus domini.
La otra vertiente fue sostenida por otro sabio alemán, Rudolf von Ihering, que en
sus obras: La voluntad en la posesión, con la crítica del método jurídico reinante, y
Teoría de la posesión - fundamento de la protección posesoria, entre otras, expuso su
franca discrepancia con la, entonces, teoría dominante, y sostuvo que para ser posee-
dor no se requiere del animus que exige la tesis de Savigny; consideró que el elemento
central para calicar a una persona como poseedor es que tenga el bien en su poder
–corpus–, entendido como el vínculo de la persona y el bien, con independencia de
considerarse a sí mismo como dueño, pero con la intención y voluntad de mantener tal
situación; consideró que solo se requiere de un animus tenendi, sin establecer sustan-
cial diferencia con la del tenedor, salvo que la ley la establezca; es decir, en esta idea,
quien tiene un bien en su poder es poseedor y será tenedor cuando la ley lo señale. A
esta teoría se ha conocido como la “teoría objetiva de la posesión”.
Dentro del ámbito de esta última tesis posesoria, se reconoce también en la doc-
trina la teoría expuesta por Raymundo Saleilles(8); esta teoría diere de la de Savigny,
en que no se requiere de un acto de aprehensión realizado o a punto de realizarse; a
su vez toma distancia de la tesis de Ihering, en razón de que para este el corpus es la
manifestación de un vínculo jurídico –exterioridad de la propiedad–, mientras que
para Saleilles el corpus es la exteriorización de un vínculo de subordinación, disfrute
y explotación económicos de la cosa.
Este jurista francés, que se declaró partidario de la teoría objetiva de Ihering, sin
embargo, sostuvo que se aparta de dicha teoría en lo siguiente: el acto en que consiste
el animus no es el simple acto de tenencia y disfrute de la cosa, es el acto de señorío,
que debe ser tal que implique que no hay renuncia a este señorío, y por consiguiente
existe un animus possidendi distinto de la voluntad de retener y gozar la cosa, y dis-
tinto también del animus detinendi(9).
Sin duda, la tesis sostenida por Saleilles es, de lejos, mucho más completa y
técnica, de la que expuso Ihering, aun siendo ambas parte de la “teoría objetiva de la
(8) Nació en Beaune en 1855 y falleció en 1912. Raymond Saleilles fue de familia acomodada, de terratenientes
y viticultores. Estudió Leyes en la Universidad de París, donde posteriormente fue profesor. Guardando
distancia sobre lo expuesto por Jhering, es identicado como una de las variantes de la teoría objetiva que
este impulsó. Comentarios hechos por el editor de su obra La posesión de bienes muebles. Estudios de
Derecho alemán y Derecho francés . Librería General de Victoriano Suárez. Madrid, 1927, p. 2.
(9) RUSSOMANNO, Mario C. Ob. cit., p. 31.
111
Héctor E. Lama More
(10) GALINDO GARFIAS, Ignacio. “Algunas consideraciones sobre la posesión en el Código Civil peruano”.
Ponencia presentada en el Congreso Internacional celebrado en Lima del 9 al 11 de agosto de 1985;
publicado en el Libro de ponencias: El Código Civil peruano y el sistema jurídico latinoamericano .
Cultural Cuzco Editores, Lima, 1986, p. 307.
(11) Ver en <http://www.infoleg.gov.ar/wp-content/uploads/2013/11/8842012.pdf>.
112
La posesión en la propiedad y en el registro
excluye la de otro, en razón del animus –que según esta teoría– que debe tener
el poseedor.
Por otro lado, siendo que la tesis subjetiva se sustenta en el hecho de que el
poseedor –para ser tal– no debe reconocer en otro la propiedad, solo pueden ser
poseedores el usurpador, el ladrón u otros que acceden al bien con intención de
dueño; en consecuencia no serán poseedores los arrendatarios, los usufructua-
rios, los comodatarios, los usuarios, etc; es decir, todos aquellos que recibieron
el bien del propietario con el deber de devolución; o, quienes en general reco-
nocen en otro la propiedad.
Por el contrario, en la teoría objetiva, son poseedores: el arrendatario, el usu-
fructuario, el comodatario, el usuario, etc; y, lo serán también, el arrendador
y todos aquellos que entregaron temporalmente el bien; los primeros serán
poseedores inmediatos y los segundos serán poseedores mediatos; serán tam-
bién poseedores quienes ejercen señorío fáctico sobre el bien y lo aprovechan
en interés propio, incluso aquellos que accedieron a él directamente, es decir,
sin autorización del dueño; diremos en general que se considerarán como tales
a todos aquellos que, aun reconociendo en otro la propiedad, usan y disfrutan un
bien en su benecio, sea en virtud de un título o derecho que le hubieren confe-
rido, o sin él; sea de modo legítimo como ilegítimo; se incluye en este grupo al
precario, y al que posee ad usucapión es decir, con animus domini.
Estando a las diferencias glosadas, debemos tener cuidado, pues quien es posee-
dor en nuestro país, no lo será en el Derecho Civil italiano, portugués, chileno
o argentino, debido a que la tesis posesoria vigente en dichos países, diere de
la que predomina en el nuestro.
4. Finalmente. En nuestro país, como es evidente, la defensa posesoria regulada
por el Derecho Civil proyecta un espectro mayor de protección que la existente
en otras realidades jurídicas; existen mucho mayor número de personas bajo el
ámbito de tutela posesoria. Ello resulta positivo, atendiendo a la función social
de la posesión.
Conforme a lo indicado, la posesión en el Perú permite al poseedor el goce de
los bienes; el uso o el disfrute de ellos, permite su aprovechamiento económico;
en el lenguaje católico, la posesión se encuadra dentro de los alcances del prin-
cipio conocido como el destino universal de los bienes.
Son muchas las razones que justican la defensa posesoria, como derecho
subjetivo del poseedor; que permite el derecho al poseedor de no ser despo-
jado del bien, unilateralmente, por acto de particulares; algunas razones seña-
lan que tal defensa resulta necesaria como interdicción a la violencia, es decir,
para impedir la arbitrariedad y violencia que da lugar al uso de la autotutela en
la recuperación de bienes que se encuentran en poder de otro; otra razón que
se alega es el de presunción de propiedad atribuida al poseedor de bienes, de
113
Héctor E. Lama More
114
La posesión en la propiedad y en el registro
poder que el hombre tiene sobre una cosa, de hacer en ello o en ella lo que qui-
siera, según Dios y el fuero.
Lo importante en la propiedad no solo es su concepto, es además el modo cómo
se transmite, es decir, si existen reglas jurídicas claras que permitan la protec-
ción del derecho del adquiriente como del verdadero titular o propietario del
bien; existen en este caso muchos sistemas, no obstante tres de ellos con los más
relevantes: el sistema español de título y modo, el sistema consensualista fran-
cés y el modelo registral alemán. El primer sistema está vinculado directamente
a la posesión del bien que se transere; en los otros dos modelos la posesión se
encuentra ausente.
2. El título y modo en el Derecho español. Encontramos en este sistema civil,
que con relación al concepto de propiedad un enfoque más cercano a nuestro
Derecho Civil, Díez-Picaso(12) precisa que la propiedad sobre cosas es la reu-
nión de tres facultades: i) gozar: usar, abusar y disfrutar; ii) disponer: enajenar,
gravar, transformar, destruir, y iii) reivindicar; precisa el autor español que del
concepto sobre propiedad puesto en el CODE, se ha suprimido la expresión “de
la manera más absoluta”, pues se ejerce dentro de las limitaciones impuestas
por la ley.
Puig Peña(13), al igual que el citado jurista español, reconoce que durante el
último tercio del siglo XIX, “va consagrándose y tomando relieve la doctrina
de las limitaciones, que representa ya un evidente y magníco esfuerzo para ir
reduciendo, poco a poco, la propiedad a sus límites propios”. Estas limitacio-
nes tienen que ver con las que emanan de las relaciones de vecindad, del abuso
del Derecho, las establecidas por el Poder Público sobre la propiedad y los
deberes impuestos sobre la propiedad por la misma disposición del propieta-
rio, referente sobre todo a las prohibiciones de disponer.
En relación a la dinámica de los derechos reales en el Derecho español, la
propiedad y los demás derechos sobre bienes –con excepción de la hipoteca– se
adquieren y transmiten por consecuencia de ciertos contratos mediante la tradi-
ción. El modelo adoptado es el de título y modo; el título es el acuerdo trasla-
tivo o el contrato de transferencia, el modo es la tradición; según esta doctrina la
tradición es la entrega de la cosa transmitida hecha por el transmitente al adqui-
riente; es decir, en el modelo español no se adquieren derechos reales sobre una
cosa hasta que haya sido entregada; así lo establece el Código Civil, en el que
(12) DÍEZ-PICAZO, Luis y GULLÓN, Antonio. Sistema de Derecho Civil . Volumen III, 5ª edición. Editorial
Tecnos S.A., España, 1995.
(13) PUIG PEÑA, Federico. Tratado de Derecho Civil Español . Tomo III Derechos reales, Volumen I. Teoría
General de los Derechos Reales . 8ª edición actualizada en legislación y jurisprudencia. Editorial Revista
de Derecho Privado. Madrid. 1972, pp. 215-216.
115
Héctor E. Lama More
(14) DÍEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial. Relaciones jurídico-reales. El registro
de propiedad. La posesión. Ob. cit., p. 870.
(15) Ibídem, p. 865.
116
La posesión en la propiedad y en el registro
(16) PLANIOL, Marcelo, RIPERT Jorge. Tratado práctico de Derecho Civil francés . Traducido al español por
don Mario Díaz Cruz. Tomo III. Los Bienes, Cultural S.A., Habana. 1946. pp. 535-536. Señalan que los
espíritus losócos sacricaron el principio antiguo que exigía la tradición y atribuyeron a la voluntad
de las partes expresada en los contratos el poder suciente para transmitir la propiedad.
(17) WOLFF, Martín. “Derecho de cosas”, 10ª revisión efectuada por Martín Wolff y Ludwing Raiser. Volumen
primero –Posesión, derecho inmobiliario, propiedad–. 3ª edición. Esta obra es el Tercer Tomo Derecho
de cosas I, del Tratado de Derecho Civil, por ENNECCERUS Ludwig, KIPP, Theodor. WOLFF Martín.
Bosh. Barcelona, 1971, pp. 321-323.
117
Héctor E. Lama More
(18) WESTERMANN, Harrry; WESTERMANN, Haem Peter; GURSKY, Karl-Heinz y EICKMANN, Dieter.
Derechos Reales. Volumen I, 7ª edición, Europa Nihil Prius Fide Notario, Fundacion Cultural del Notario.
2007. España. pp. 302 y 305.
(19) WOLFF, Martín. Ob. cit., p. 391.
(20) Ibídem, Ob. cit., pp. 425-426.
118
La posesión en la propiedad y en el registro
(21) WESTERMANN, Harrry; WESTERMANN, Haem Peter; GURSKY, Karl-Heinz y EICKMANN, Dieter.
Ob. cit., p. 481.
(22) Ibídem, p. 485.
(23) Ibídem, p. 975.
119
Héctor E. Lama More
120
La posesión en la propiedad y en el registro
121
Héctor E. Lama More
(24) MANZANO SOLANO, Antonio y MANZANO FERNÁNDEZ, Ma. del Mar. Instituciones del Derecho
Registral Inmobiliario. Centro de Estudios - Colegio de Registradores de la Propiedad y Mercantiles de
España, 2008, Fundacion Registral, p. 45.
(25) Ibídem, p. 46.
122
La posesión en la propiedad y en el registro
recién en el siglo XIX, primero en Francia y Bélgica y, poco después, España e Ita-
lia; en estos países no se perfecciona un sistema anterior, como los centro europeos,
sino que se forma uno nuevo(26).
El Registro Público francés, según indica Díez-Picazo(27), es de actos y no dere-
chos; señala que la constancia registral no es de asientos, son los propios documentos
originales presentados y coleccionados a modo de protocolos notariales, que constitu-
yen los libros del Registro; la inscripción no es nunca constitutiva ni produce efectos
de legitimación o de fe pública; la inscripción es únicamente necesaria para la opo-
nibilidad a terceros del derecho inscrito; se entiende por tercero al adquiriente de un
derecho real inmobiliario inscribible; el tercero queda protegido frente a otros actos
del causante y frente a títulos que no se inscriban o que lleguen después al registro.
Nuestro sistema registral ha adoptado del modelo francés en el sentido de que
la inscripción no es constitutivo del derecho, así como respecto de la función que se
asigna a la inscripción del derecho en el registro; es decir, el de hacer oponible el dere-
cho inscrito frente a terceros; como veremos más adelante.
A diferencia del sistema registral francés, en el modelo registral alemán se
adopta el sistema del folio real con historia completa, con pleno tracto sucesivo,
tanto en el sentido material como en el sentido formal; precisa el citado jurista espa-
ñol(28), que el efecto del registro no es tanto para la oponibilidad o inoponibilidad en
relación con los terceros, como el carácter constitutivo que otorga la inscripción fun-
dada o relacionada con el acuerdo abstracto traslativo.
Como bien lo señala Albaladejo(29), la tan necesaria publicidad de los derechos
reales se logra a través de la inscripción de los mismos en Registros Públicos, a los
que puedan tener acceso las personas interesadas en conocer su existencia y perma-
nencia; deja constancia este jurista español que el registro más importante, es el lla-
mado Registro de la Propiedad.
(26) MONSERRAT, Antonio. Derecho Inmobiliario Registral. Civitas Ediciones S.L. 1ª Edición España.
2000, pp. 24 y 25. Las referencias históricas que se describen, han sido tomadas por el autor de las obras
de ROCA SASTRE. Derecho Hipotecario y de LA CRUZ. Derecho inmobiliario…
(27) DÍEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial. Relaciones jurídico-reales. El registro
de propiedad. La posesión . Ob. cit., p. 347.
(28) Ibídem, p. 349.
(29) ALBALADEJO, Manuel. Derecho Civil. Tomo III. Derecho de bienes. Volumen segundo. Derechos reales
en cosa ajena y Registro de Propiedad . 8ª edición, José María Bosch, Barcelona, 1994. pp. 405 y 406.
123
Héctor E. Lama More
económico –posesión per se– ; existe otro tipo de posesión, se trata de una posesión
cualicada apta para adquirir otro derecho –de propiedad o de servidumbre– como es
el caso de la usucapión. Tal distinción resulta relevante, como veremos, para los nes
de relacionar la posesión con el Registro de la Propiedad.
La posesión per se, que se ejerce aun sin que exista derecho alguno que la justi-
que, permite al poseedor hacer valer el derecho subjetivo que le conere el ordena-
miento jurídico, esto es, la defensa del statu quo posesorio, que supone el derecho a
no ser privado de la posesión de modo unilateral por cualquier particular; en este caso
solo puede ser privado de la posesión por mandato judicial, luego de un proceso que
tenga ese objeto o nalidad; en tanto ello no suceda defenderá la posesión mediante
la autotutela posesoria y los interdictos.
La defensa posesoria, en el supuesto descrito, es un derecho que se ejerce en los
hechos, frente a un evento fáctico contra la posesión, no requiere de más publicidad
que la posesión misma. No necesita del registro para hacer valer tal derecho.
Creo que a este tipo de posesión es la que aplica el comentario que reere Chico
y Ortiz(30), cuando citando a Núñez Lagos, señala que las relaciones entre posesión y
registro, al tratarse de dos guras antípodas, antagónicas, una perteneciente al mundo
jurídico de los derechos y la otra al de la realidad avasalladora de los hechos, generan
un constante rechinar de sus piezas al ponerse en contacto.
Cosa distinta sucede cuando se está frente a la posesión como apariencia jurí-
dica de un derecho real, en este caso la posesión permite al poseedor el ejercicio de
un doble derecho, el que le corresponde al poseedor per se –es decir la defensa pose-
soria judicial y extrajudicial–, y el que emerge del derecho que da sustento a la pose-
sión misma, que puede ser de propiedad, de usufructo, de uso u de otro derecho real;
puede ser incluso expresión del ejercicio de un derecho real plasmado en un contrato,
como el arrendamiento o comodato, entre otros.
Por otro lado, en nuestro país, en determinadas condiciones, cuando se trata de
ocupaciones por pobladores sobre terrenos de propiedad municipal o estatal, las auto-
ridades extiendes certicados de posesión a dichos pobladores, en tanto se tramita el
saneamiento físico legal de dichos predios; tales certicaciones, que son la antesala
de la propiedad que en su momento les conferirá la entidad pública respectiva, mere-
cen ser inscritas en el registro.
La posesión descrita en los dos párrafos precedentes merecen la protección
del registro, cuando el derecho que le da sustento no está inscrito en el registro;
y a este supuesto aplica, en mi opinión, la idea que expone Chico y Ortiz(31), cuando
(30) CHICO Y ORTIZ , José María. Estudios sobre Derecho Hipotecario. Tomo II, 4ª edición actualizada.
Marcial Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales. S.A. Madrid, Barcelona, 2000, p. 887.
(31) Ibídem, pp. 887-888. En este caso el autor pone en una misma descripción la posesión en general, creo
que, en el caso de la posesión, según la naturaleza que atribuye nuestro ordenamiento jurídico –teoría
124
La posesión en la propiedad y en el registro
expresa que la posesión al igual que el registro nacen con una nalidad común: la
legitimación del derecho de propiedad, a través de la publicidad que llevan consigo.
Chico y Ortiz(32) reconoce que existen dos grandes problemas que plantea la
posesión, en sus relaciones con el Registro de la Propiedad; uno de ellos se reere a
la conguración jurídica de la posesión como un hecho o como un derecho, depen-
diendo la solución que se le dé al problema el acceso o no de la misma al registro; el
otro está referido a la legitimación basada en la apariencia que la misma lleva consigo
al tratarse de una realidad posesoria, que se hace patente y se exterioriza de un hecho.
En el Derecho Registral español, la legislación en materia registral desde la
segunda mitad del siglo XIX –Ley Hipotecaria de 1861– incorporó al registro la ins-
cripción de la posesión como medida de derecho transitorio; las regulaciones legisla-
tivas en esta materia se modicaron a raíz de la expedición de la Ley de diciembre de
1944; reere Díez-Picazo(33) que, en este caso, el legislador trata de resolver el pro-
blema a través de la distinción entre el ius possidendi y el ius possessionis. El dere-
cho a poseer, sostiene el citado jurista, es un derecho real que el Registro debe ree-
jar y proteger; en cambio el mero hecho de la posesión, aunque alcance trascendencia
jurídica relevante, no alcanza la categoría de derecho real; por ello, insiste, se protege
el ius possidendi del titular registral.
Teniendo en cuenta el carácter constitutivo del derecho de propiedad y demás
derechos reales en el registro, las dicultades descritas –relación entre posesión y
registro– no se advierten en el derecho registral alemán; en él, las situaciones de
hecho se anotan en el catastro y las de derecho en el registro; registro y catastro corren
juntos en este sistema registral; en relación al registro, Westermann(34) señala que los
derechos reales sobre inmuebles los hace públicos el Registro inmobiliario, no así el
catastro; registro y catastro se complementan entre sí, mientras que el registro hace
públicas las relaciones de derecho , el otro hace públicas las relaciones de hecho ; el
registro inmobiliario es un registro estatal que muestra la propiedad y los derechos
reales sobre inmuebles.
En términos generales, se puede armar que, en opinión de muchos autores,
las relaciones entre posesión y registro no son buenas, que si bien se le reconoce a la
posesión cierta identidad con el registro, en la medida en que ambos son medios de
publicidad de derechos reales, sin embargo, al calicar la posesión como un hecho y
no como un derecho –postura propia de los sistemas jurídicos aliados a la tesis savig-
niana de la posesión, presente en la mayoría de países, entre ellos España, Francia,
objetiva de la posesión–, debe abordarse distinguiendo entre la posesión que se ejerce con derecho –o en
virtud de un título–, de la que se ejerce sin derecho –o que se ejerce sin título alguno–.
(32) CHICO Y ORTIZ , José María. Ob. cit., pp. 885-886.
(33) DÍEZ-PICAZO, Luis. Ob. cit., p. 393.
(34) WESTERMANN, Harrry; WESTERMANN, Haem Peter; GURSKY, Karl-Heinz y EICKMANN, Dieter.
Ob. cit., p. 926.
125
Héctor E. Lama More
(35) Transferencia de propiedad de bien inmueble.- Artículo 949 del CC.- La sola obligación de enajenar
un inmueble determinado hace al acreedor propietario de él, salvo disposición legal diferente o pacto en
contrario.
(36) En la Cas. N° 1974-2000-Cusco, publicada en El Peruano el 1 de marzo de 2000, la Corte Suprema
señala que: “En el caso de la transferencia de inmuebles, la inscripción en los Registros Públicos no es
constitutiva de derechos”.
Asimismo, en la Cas. N° 1930-2001-La Libertad, publicada en El Peruano el 2 de febrero de 2002, la
Corte Suprema señala que: “De acuerdo a su naturaleza jurídica las inscripciones registrales pueden ser
declarativas o constitutivas, siendo las primeras aquellas que sirven para reconocer un estado jurídico
constituido previamente, y las segundas son aquellas con las que se constituye o nace el derecho”. Tomado
de “Código Civil”. Edición actualizada. Jurista Editores, marzo, 2012. pp. 239 y 427, respectivamente.
126
La posesión en la propiedad y en el registro
(37) Principio de publicidad. Artículo 2012 del CC.- Se presume, sin admitirse prueba en contrario, que
toda persona tiene conocimiento del contenido de las inscripciones.
(38) Principio de Buena Fe Registral. Artículo 2014 del CC.- El tercero que de buena fe adquiere a título
oneroso algún derecho de persona que en el registro aparece con facultades para otorgarlo, mantiene su
adquisición una vez inscrito su derecho, aunque después se anule, rescinda o resuelva el del otorgante por
virtud de causas que no consten en los Registros Públicos. La buena fe del tercero se presume mientras
no se pruebe que conocía la inexactitud del registro.
Nota del editor: Con posterioridad a la elaboración de este comentario, la primera disposición
complementaria modicatoria de la Ley N° 30313 (26/03/2015) modicó el texto del artículo 2014 del
Código Civil, el cual quedó redactado de la siguiente manera: “El tercero que de buena fe adquiere a
título oneroso algún derecho de persona que en el registro aparece con facultades para otorgarlo, mantiene
su adquisición una vez inscrito su derecho, aunque después se anule, rescinda, cancele o resuelva el del
otorgante por virtud de causas que no consten en los asientos registrales y los títulos archivados que lo
sustentan. La buena fe del tercero se presume mientras no se pruebe que conocía la inexactitud del registro”.
(39) Oponibilidad de derechos sobre inmuebles inscritos. Artículo 2022 del CC.- Para oponer derechos
reales sobre inmuebles a quienes también tienen derechos reales sobre los mismos, es preciso que el
derecho que se opone esté inscrito con anterioridad al de aquel a quien se opone. Si se trata de derechos
de diferente naturaleza se aplican las disposiciones del derecho común.
127
Héctor E. Lama More
128
La posesión en la propiedad y en el registro
129
Héctor E. Lama More
un solo registro inmobiliario; no obstante, tal opción no resulta viable en nuestro país,
por ahora. Diferentes propuestas legislativas llevadas al Congreso de la República en
los últimos años han ido en este sentido, no obstante no han tenido éxito ni acogida,
y parece que lo tendrá en los próximos años.
Mientras tanto debemos enfrentar este fenómeno que viene causando mucho
daño a las personas, quienes ven perder su patrimonio frente a inescrupulosos perso-
najes de modo impune, adoptando medidas que incluyen la constatación posesoria del
material de transferencia, a efectos de la evaluación de la buena fe registral del adqui-
riente; así como de propuestas legislativas que permitan llevar al registro la informa-
ción posesoria que se ejerce sobre inmuebles.
130
La posesión en la propiedad y en el registro
131
Héctor E. Lama More
132
La posesión en la propiedad y en el registro
VIII. CONCLUSIONES
1. Si lo que se busca es el goce y disfrute de los bienes, y la posesión permite ello,
entonces la posesión es la nalidad. La propiedad es el medio que proporciona
el Derecho para asegurar la posesión. Propiedad sin posesión es derecho vacío,
es solo ilusión.
2. Nuestro ordenamiento jurídico se ha adherido acertadamente –desde el CC de
1936– a la teoría objetiva de la posesión y reconoce al poseedor aun sin que
este tenga animus domini, no obstante exige que tenga el bien en interés propio.
Nuestro CC ubica a la posesión como un supuesto en el libro de los derechos
reales.
3. La posesión en nuestro país es un derecho subjetivo que permite al poseedor
mantener el estatus quo posesorio, es decir a mantener en su poder el bien, en
tanto no exista decisión judicial que determine a quién le corresponde ejercer
la posesión; tal derecho subjetivo del poseedor le permite hacer uso de la auto-
tutela posesorio –defensa posesoria extrajudicial– y de la tutela judicial –inter-
dictos–, sin tener que justicar la causa de la posesión.
4. Si el poseedor tiene el bien en virtud de otro derecho real –propiedad, usufructo,
etc.– que da sustento o justica jurídicamente la posesión, entonces agregará a
su derecho posesorio las prerrogativas que el ordenamiento conere a ese otro
derecho real, con el objeto de excluir a terceros.
5. La posesión y el registro son medios de publicidad de derechos reales. En con-
secuencia la adquisición de algún derecho real sobre inmuebles no puede estar
ajena a dichos medios de publicidad; en razón de que tal adquisición se torna-
ría en insegura.
133
Héctor E. Lama More
134
El denominado mejor derecho de propiedad
en oposición a la acción reivindicatoria
Sobre el derecho de propiedad el gran pensador inglés John Locke señala que
“aunque la tierra pertenece en común a todos los hombres cada hombre tiene una
propiedad que pertenece a su propia persona y nadie tiene derecho a ella excepto él
mismo”(1).
La propiedad es considerada en nuestra Constitución como un derecho funda-
mental e inviolable, es garantizada por el Estado no pudiendo privarse a nadie de la
misma sino exclusivamente por causa de seguridad nacional o necesidad pública y se
rige exclusivamente por las leyes de la República debiendo ejercerse en armonía con
el interés social y dentro de los límites de la ley.
En efecto, el Código Civil vigente regula la propiedad como derecho real prin-
cipal en el artículo 953 y siguientes del Libro V, Sección Tercera, Título II, preci-
sando en el artículo 881 que los derechos reales tienen un número limitado (númerus
clausus) y sólo pueden ser creados por ley estableciendo asimismo en el artículo 885
inciso 1 que son bienes inmuebles el suelo, subsuelo y sobresuelo.
(*) Jueza suprema de la Sala Civil Transitoria de la Corte Suprema. Con estudios en la Maestría en Derecho
Procesal de la Universidad de San Martín de Porres y en la Maestría con mención en Derecho Civil de la
Ponticia Universidad Católica del Perú.
(1) LOCKE, John. Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil . Alianza Editorial, 1690, p. 10.
135
Ana María Valcárcel Saldaña
además deben observar la forma señalada por la ley bajo sanción de nulidad coligién-
dose que el comprador pasa a ser propietario del bien al mismo tiempo que acreedor
y sin tradición alguna.
La distinción entre derecho real y personal posee trascendencia en el ámbito
procesal pues las acciones personales y las reales se rigen por distintas normas.
Cuando se presentan conictos el artículo 2022 señala que para oponer dere-
chos reales sobre inmuebles a quienes también tienen derechos reales sobre los mis-
mos, es preciso que el derecho que se opone esté inscrito con anterioridad al de aquel
a quien se opone. Si se trata de derechos de diferente naturaleza se aplican las dispo-
siciones del derecho común.
Por la acción reivindicatoria prevista en el artículo 927 el propietario no posee-
dor puede demandar al poseedor no propietario la entrega de su propiedad, siendo esta
acción imprescriptible y recayendo la carga de la prueba del derecho de propiedad
sobre el reivindicante quien ha de probar que es el propietario de la cosa que reclama.
Mediante el ejercicio de la acción reivindicatoria se tiende a recuperar el bien
de quien lo posee ilegítimamente por lo cual se dice que la reivindicación es la acción
del propietario no poseedor contra el poseedor no propietario (poseedor ilegítimo) y
no es propiamente un atributo sino el ejercicio de la persecutoriedad que es una facul-
tad de la cual goza el titular de todo derecho real.
El fundamento de la reivindicación no es pues otro que el poder de persecución
y la inherencia del derecho a la cosa propios de todo derecho real y muy en particu-
lar del derecho de propiedad no siendo rigurosamente exacto que esta acción nazca
cuando el propietario ha perdido la posesión del bien pues también puede demandar
quien no tenga la misma.
Sólo procede en caso se reclame una cosa señalada de manera determinada y
concreta de quien la tenga en su poder siendo su principal efecto la restitución de la
cosa reivindicada al demandante
Entre las cosas o bienes irreivindicables encontramos el caso de los bienes
inmuebles del tercer adquiriente situación jurídica creada a favor de un nuevo titu-
lar cuyo interés es protegido por el ordenamiento jurídico con preferencia al del rei-
vindicante por haber realizado su adquisición a título oneroso, de buena fe e inscrito
su derecho en el Registro de Propiedad y no puede quedar perjudicado por el título
de dominio u otros derechos reales que no se hubiesen inscrito o anotado oportuna-
mente en dicho registro.
Toda vez que como ya lo hemos mencionado para oponer derechos reales sobre
inmuebles a quienes también tienen derechos reales sobre los mismos es preciso que
el derecho que se opone esté inscrito con anterioridad al de aquel a quien se opone.
Siendo esto así, ¿dónde se ubica y qué efectos despliega la declaración de “mejor
derecho de propiedad” desarrollada por la jurisprudencia nacional concebida como
136
El denominado mejor derecho de propiedad en oposición a la acción reivindicatoria
acción real e imprescriptible a pesar de no estar prevista como tal en nuestro ordena-
miento jurídico, más aún si dicha declaración no da lugar a la cancelación del asiento
registral de quien aparece como propietario del bien?
La declaración de mejor derecho de propiedad sustentada en la supuesta exis-
tencia de dos propietarios sobre un mismo inmueble es frecuentemente opuesta al
propietario registral no poseedor por el poseedor no propietario cuando el primero
con derecho inscrito demanda la reivindicación del bien de su propiedad o es incoada
como pretensión principal cuando un mismo bien ha sido transferido a dos o más per-
sonas a n de que se determine cuál de los títulos prevalece.
Al respecto, los jueces superiores de la especialidad Civil reunidos en el Pleno
Jurisdiccional Nacional realizado en la ciudad de Lima el 7 de junio de 2008 determi-
naron que “en un proceso de reivindicación el juez puede analizar y evaluar el título
del demandante y el invocado por el demandado para denir la misma”.
La norma aplicada a efectos de “compulsar el título del demandante con el del
demandado” e inclinar la decisión a favor de este último es la prevista en el artículo
1135 del Código Civil como obligación de dar en el caso de concurrencia de acreedo-
res de un mismo bien inmueble, operando el principio de preferencia en el caso de los
bienes inmuebles a favor de aquel acreedor de buena fe cuyo título ha sido inscrito.
El principio de preferencia que contempla este artículo opera en el caso de los
bienes inmuebles a favor de aquel acreedor de buena fe cuyo título ha sido inscrito,
norma que concuerda con la del artículo 2014 del Código Civil por la cual el tercero
que de buena fe adquiere a título oneroso algún derecho de persona que en el regis-
tro aparece con facultades para otorgarlo mantiene su adquisición una vez inscrito su
derecho aunque después se anule, rescinda o resuelva el del otorgante en virtud de
causas que no consten en los registros. La buena fe del tercero se presume mientras
no se pruebe que conocía la inexactitud del registro(*).
En este caso, el Registro de la Propiedad tiene el valor de ser una manifestación
exacta de los derechos frente al adquirente, aunque en realidad sea inexacto frente al
titular por contrato no inscrito, haciéndose irreivindicable la nca para este por haber
sido adquirida por un tercero protegido por la fe pública registral siendo lo que dis-
tingue a la acción de reivindicación de la declarativa de propiedad la exigencia de que
se dirija contra quien tenga en su poder la cosa que se reclama y se pida como con-
dena que esta le sea restituida.
(*) Nota del editor: Con posterioridad a la elaboración de este comentario, la primera disposición complemen-
taria modicatoria de la Ley N° 30313 (26/03/2015) modicó el texto del artículo 2014 del Código Civil,
el cual quedó redactado de la siguiente manera: “El tercero que de buena fe adquiere a título oneroso algún
derecho de persona que en el registro aparece con facultades para otorgarlo, mantiene su adquisición una
vez inscrito su derecho, aunque después se anule, rescinda, cancele o resuelva el del otorgante por virtud
de causas que no consten en los asientos registrales y los títulos archivados que lo sustentan. La buena fe
del tercero se presume mientras no se pruebe que conocía la inexactitud del registro”.
137
Ana María Valcárcel Saldaña
138
Efecto retroactivo de la prescripción y
su ecacia contra el registro
I. INTRODUCCIÓN
Analizaré dos temas que no son nuevos: el efecto retroactivo de la prescripción
adquisitiva de dominio y la prescripción contra el registro.
En el caso de la prescripción contra el registro, ha habido una propuesta de
modicación del Código Civil de 1984, pero no fue aprobada.
Recientemente los dos temas han sido abordados por la jurisprudencia. Sin
embargo, no hay una posición clara y menos única.
La doctrina nacional, por su lado, trata muy poco estas materias.
En las siguientes líneas explicaré la problemática y propondré modicaciones
al Código Civil.
(*) Abogado por la Ponticia Universidad Católica del Perú (PUCP), con Maestría en la Universidad de
Boston. Profesor en la PUCP.
139
Francisco Avendaño Arana
(1) La norma es cuestionable porque en estricto lo que se debe acreditar es posesión, y esa posesión debe ser
durante diez años, que es el plazo de la prescripción larga. Los títulos no acreditan necesariamente posesión.
140
Efecto retroactivo de la prescripción y su ecacia contra el registro
titular del derecho al nal del plazo, pero este le es reconocido como si le correspon-
diese desde el principio. Efecto retroactivo que viene exigido por el propio papel que
la usucapión desempeña, ya que consolida los actos que como titular (sin serlo) del
derecho, realizó el usucapiente durante el transcurso de la posesión; y sin tal efecto
de la adquisición, aquellos actos serían atacables en cuanto realizados por quien no
tenía derecho a vericarlos”. En tal sentido, para el Tribunal Registral el interesado
era propietario desde que comenzó a prescribir, plazo que excedía los cinco años
exigidos por el artículo 2018 del Código Civil. Por tanto, Centro de Madres Tambo
Blanco no debía esperar cinco años desde que se declaró fundada su demanda de pres-
cripción adquisitiva.
La resolución del Tribunal Registral constituyó precedente de observancia obli-
gatoria. Años después, mediante Resolución del Superintendente Nacional de los
Registros Públicos Nº 540-2003-SUNARP-SN se aprobó el antiguo Reglamento de
Inscripciones del Registro de Predios, estableciéndose en el artículo 16, letra b, que
cuando se trata de inmatriculaciones en base a sentencias de prescripción adquisitiva
de dominio, no se requería títulos con una antigüedad de cinco años(2).
En sede judicial ha habido un pronunciamiento sobre el efecto retroactivo de
la prescripción. Carmen Castro Jáuregui de Camacho y Vidal Camacho Trujillo, pro-
pietarios registrales de un inmueble, lo donaron a la Municipalidad Provincial de
Cajamarca. Manuel Abanto Abanto, poseedor del inmueble, estaba siguiendo un jui-
cio para que se le declarara propietario por prescripción y había obtenido una sen-
tencia favorable en Primera Instancia (sentencia que luego sería conrmada por la
Corte Superior). Considerándose dueño, Manuel Abanto Abanto demandó la nulidad
de la donación, argumentando que Mariana del Carmen Castro Jáuregui de Camacho
y Vidal Camacho Trujillo no eran dueños del bien que donaron. El juez de Primera
Instancia declaró fundada la demanda. La Corte Superior revocó la resolución de Pri-
mera Instancia, considerando que la sentencia en un proceso de prescripción adquisi-
tiva tenía efecto constitutivo y en tal sentido el demandante a la fecha de la donación
no había adquirido aún la propiedad del inmueble. La Corte Suprema tuvo un pare-
cer distinto (Cas. Nº 750-2008 Cajamarca, publicada en El Peruano el 30 de noviem-
bre de 2010). Señaló que la sentencia en un proceso de prescripción es declarativa, y
que el efecto de la prescripción –la adquisición del derecho de propiedad– se retro-
trae al momento en que se inicia la posesión. Por tanto, cuando se produjo la dona-
ción Mariana del Carmen Castro Jáuregui de Camacho y Vidal Camacho Trujillo no
eran dueños del inmueble sino que lo era Manuel Abanto Abanto. Por tal razón, al tra-
tarse de un bien ajeno, de conformidad con el artículo 219, inciso 8, del CC, declaró
nula la donación(3).
(2) El Reglamento vigente, aprobado por Resolución del Superintendente Nacional de los Registros Públicos
Nº 016-2013-SUNARP-GR, dice lo mismo.
(3) Existen otros casos de venta de bien ajeno en los que la Corte Suprema ha declarado la nulidad de la
transferencia por ser el objeto jurídicamente imposible (art. 219, inciso 3, del CC) o por ser su nalidad
141
Francisco Avendaño Arana
ilícita (art. 219, inciso 4, del CC). Estas sentencias son cuestionables porque la venta de un bien ajeno
no es nula.
(4) HERNÁNDEZ GIL, Antonio. La posesión. Editorial Civitas, S.A., Madrid, 1980, p. 539.
142
Efecto retroactivo de la prescripción y su ecacia contra el registro
concluya falta tanto para adquirir como el día en que se inicia. Temporal-
mente, la adquisición está más próxima. Más ella misma, como tal adqui-
sición, no se está desarrollando. Surge en un momento determinado, en
unidad de tiempo y de acto, aunque la gestación haya sido larga. ¿Por
qué, entonces, volver al principio? No hay más opción posible que el
comienzo o el n. No cabe pensar en un tiempo intermedio ni tampoco
distribuir durante él la adquisición. Son, sin duda, consideraciones de
orden práctico y de certeza jurídica las que hacen preferible el comienzo
de la posesión y de la usucapión como momento al que imputar los efec-
tos. Si estos hubieran de proyectarse solo hacia el futuro se crearía una
situación de incertidumbre durante el tiempo anterior. Así, aunque sea a
posteriori, se conoce quién ha de reputarse propietario o titular del dere-
cho real desde que comenzó la posesión. La retroacción, a su vez, hace
que para determinar el signicado y valor de lo acontecido durante el
tiempo intermedio, se considere como propietario o titular del derecho
real al que adquirió por usucapión”.
Como se puede apreciar, el efecto retroactivo de la posesión tendría por nali-
dad proteger a los terceros que hubieran contratado con el poseedor.
A pesar de la jurisprudencia y doctrina citada, discrepo de la posición que le da
efecto retroactivo a la prescripción.
Por la prescripción alguien pierde su derecho de propiedad y otro adquiere el
derecho. La prescripción convierte al poseedor ilegítimo en propietario, y lo hace de
manera gratuita. Se trata entonces de una institución que priva del derecho de propie-
dad, que restringe un derecho, beneciando a otro (el poseedor). Por esta razón, las
normas del Código Civil deben interpretarse de la manera menos gravosa para el titu-
lar que ve perder su propiedad.
El efecto retroactivo de la prescripción es una cción. Antes de cumplirse el
plazo, el poseedor no es propietario. Recién cuando se cumple el plazo, se convierte
en propietario. Si por el efecto retroactivo de la prescripción el poseedor se convierte
en propietario desde que comenzó a poseer el bien, no cabe duda que dicho efecto
crea la cción de considerar al poseedor propietario cuando no lo era ni cuando se
había convertido en propietario.
El Código Civil no contiene norma alguna que diga que la prescripción tiene
efecto retroactivo. En consecuencia, no se debería interpretar que la prescripción
tiene dicho efecto.
Si se establece la cción de darle efecto retroactivo a la prescripción, el posee-
dor sería propietario desde que comenzó a poseer, por lo que los frutos le correspon-
derían desde entonces, incluso si hubiera sido un poseedor de mala fe.
Por su lado, los actos realizados por el propietario devendrían en inecaces.
Por ejemplo, una hipoteca constituida válidamente podría quedar sin efecto porque
143
Francisco Avendaño Arana
144
Efecto retroactivo de la prescripción y su ecacia contra el registro
párrafo del artículo 2022 del Código Civil, que establece que prevalece el derecho que
se inscribe primero. Señaló, además, que el Principio de Fe Pública Registral, reco-
gido en el artículo 2014 del Código Civil, igualmente amparaba a SERPAR LIMA.
Especícamente la Corte Suprema dijo lo siguiente:
“(…) Cuarto.- El artículo 2016 del Código Civil regula el principio de
prioridad registral, según el cual ‘la prioridad en el tiempo de la inscrip-
ción determina la preferencia de los derechos que otorga el registro’. En
tanto que la primera parte del artículo 2022 del Código Civil, resume el
aforismo ‘priore tempore potior iure’ es decir, primero en el tiempo mejor
en el derecho y recoge, asimismo, el principio registral de rango, según
el cual, ‘para oponer derechos reales sobre inmuebles a quienes también
tienen derechos reales sobre los mismos, es preciso que el derecho que
se opone esté inscrito con anterioridad al de aquel a quien se opone’.
Quinto.- De lo expuesto, se arriba a la conclusión que tratándose de dere-
chos de igual naturaleza, resulta de aplicación las normas en comentario
y especialmente la última norma en mención, que da solución al conicto
surgido en autos (…). Por lo demás, el artículo 2014 del Código Civil, al
regular el principio de buena fe registral, es claro en señalar que el tercero
que de buena fe adquiere a título oneroso algún derecho de persona que
en el registro aparece con facultades para otorgarlo, mantiene su adqui-
sición una vez inscrito su derecho, aunque después se anule, rescinda o
resuelva el del otorgante por virtud de causas que no consten en los regis-
tros públicos. Siendo que e el caso de autos, no existe ningún elemento de
juicio que destruya la buena fe con que procedió la accionante al adquirir
el bien sub júdice (…)”.
Con relación a la segunda tendencia, puede verse la Casación Nº 750-2008-Caja-
marca, comentada anteriormente a propósito del efecto retroactivo de la prescripción.
La Corte Suprema entiende que la venta de un bien ajeno es nula porque el dueño era
el poseedor (y no el vendedor) ya que se había convertido en propietario por pres-
cripción). En este caso la Corte Suprema no entra a discutir el derecho del adquirente
registral y la colisión de derechos contradictorios (el del adquirente registral frente
al del adquirente por prescripción). Simplemente dice que se trata de una venta nula,
por lo que el propietario es el adquirente por prescripción.
Con respecto a la tercera tendencia, puede verse la sentencia de Primera Instan-
cia recaída en el proceso seguido por Rosa Juana Tamayo López contra Inmobiliaria
American Group S.A., sobre prescripción adquisitiva (Exp. Nº 6632-2007-La Liber-
tad). En el caso se presentó la discusión, prevaleciendo en opinión del juez el derecho
del adquirente por prescripción, en aplicación de lo establecido en el artículo 952 del
Código Civil, en cuyo segundo párrafo señala que la sentencia que declara la pres-
cripción adquisitiva de dominio es título para la cancelación del asiento a favor del
antiguo dueño.
145
Francisco Avendaño Arana
(5) Ver sentencia de vista de folios 518 a 524, especícamente considerando 9 de folios 522.
146
Efecto retroactivo de la prescripción y su ecacia contra el registro
147
Francisco Avendaño Arana
148
Efecto retroactivo de la prescripción y su ecacia contra el registro
bien no era del enajenante ya que se anula, rescinde o resuelve su derecho. ¿Porqué
tendría que haber diferencia si se adquiere de un non domino porque un tercero había
adquirido el bien por prescripción? ¿Acaso la propiedad adquirida por prescripción
es mejor que la propiedad adquirida por compraventa? ¿Por qué la propiedad adqui-
rida por compraventa se pierde frente a un tercero que adquiere conando en el regis-
tro y no se perdería si es adquirida por prescripción?
La propiedad es la misma, cualquiera que sea su modo de adquisición. En todos los
casos, y debido al sistema de transmisión consensual, la propiedad no puede oponerse
a todos si no se inscribe. No puede oponerse a un segundo adquirente registral en caso
de doble venta según el artículo 1135 del Código Civil; tampoco al adquirente registral
cuando se anula, rescinde o resuelve el derecho del otorgante (art. 2014 del CC).
El tema central en discusión es cuál es el mejor mecanismo de oponibilidad en
materia de inmuebles: la posesión o el registro.
La propiedad es un derecho exclusivo porque excluye de su ámbito a cualquier
persona distinta del dueño. No puede haber en principio dos propietarios de un bien,
salvo el caso de copropiedad o de comunidades en general, en cuyo caso la exclusi-
vidad es de la copropiedad o comunidad.
La exclusividad del derecho de propiedad tiene importancia económica por-
que incentiva la inversión en los bienes y permite que se utilicen de la manera más
eciente. La exclusividad determina que los bienes tengan mayor valor y facilita su
transferencia y gravamen. La exclusividad, en denitiva, es el elemento esencial que
permite la existencia misma del derecho de propiedad.
De otro lado, la exclusividad de la propiedad hace que aumente el valor de los
bienes. Así como una casa tiene menor valor si está ocupada (ya que el adquirente
tendrá que asumir los gastos judiciales para desalojar al ocupante, y por tanto el pre-
cio que estará dispuesto a pagar será menor), una casa en la que el derecho de propie-
dad del vendedor está en cuestión, también tiene menor valor. Un derecho de propie-
dad que se puede oponer a todos es un derecho que vale más que el que no se puede
oponer a todos.
Esto último es sumamente importante para la transferencia y gravamen de los
bienes. La transferencia tiene por objeto que los bienes circulen para que lleguen a
quien les den un uso más eciente. A través del intercambio se asignan los recursos.
La propiedad no oponible a todos ocasiona que los compradores valoricen los bienes
a un menor valor y, en algunos casos, que las personas tomen la decisión de no adqui-
rir los bienes. Por su lado, el gravamen de los bienes busca asegurar el cumplimiento
de obligaciones o, dicho con otras palabras, los bienes sirven para acceder al crédito
pues el acreedor estará dispuesto a prestar o a bajar las tasas de interés si disminuye
el riesgo de no pago. De esta forma, una propiedad no exclusiva puede convertirse en
una propiedad estancada, fuera del mercado, que no puede ser objeto de transferen-
cias ni servir de garantía.
149
Francisco Avendaño Arana
150
Efecto retroactivo de la prescripción y su ecacia contra el registro
151
Cuarta parte
DERECHO
DE LAS OBLIGACIONES
Las perspectivas de modernización
del Derecho de las Obligaciones
El estado de la cuestión en la experiencia jurídica peruana
I. INTRODUCCIÓN
El Código Civil peruano de 1984 es una suerte de “Nuevo Testamento” hecho
por varios apóstoles. Me explico, mediante D.S. Nº 95, del 01/03/1965, se creó una
Comisión Reformadora que elaboró un proyecto de Código Civil, presidida por el pro-
fesor Carlos Fernández Sessarego. Posteriormente, por Ley Nº 23403, del 28/05/1982,
se creó la Comisión Revisora de dicho proyecto y, mediante el D. Leg. Nº 295, del
25/07/1984, se promulgó el actual Código Civil peruano. En 1965, se llamó a los juris-
tas más calicados de la comunidad cientíca peruana, y en 1976 se encargó a cada
uno de ellos, la elaboración de un proyecto de Libro del Código(1). Los grandes códi-
gos decimonónicos latinoamericanos, eran fruto de la elaboración de un solo jurista,
como es el caso del Código Civil argentino de 1869, obra de Dalmacio Vélez Sars-
eld, inspirado en el Esboço del Código Civil brasileño, que diseñara Augusto Texeira
de Freitas, o del Código Civil chileno ideado por Andrés Bello. El actual Código civil
peruano si bien es el resultado de los aportes de insignes juristas, encuentra ciertas
dicultades a nivel de interpretación sistemática, por cuanto cada libro es tributario
de modelos jurídicos que no siempre son coincidentes. Siguiendo la metáfora inicial:
cada evangelio tiene una percepción diversa de lo divino. Es el caso del Libro V, de
Las Obligaciones, que tiene una marcada inuencia de la versión original de Code
civile francés (para muestra, basta decir que el Código Civil peruano mantiene el
(*) Profesor de Derecho Civil en las facultades de Derecho de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
y de la Ponticia Universidad Católica del Perú. Académico correspond iente de la Academia Nacional de
Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba.
(1) Para un detalle de los miembros y asesores que integraron la Comisión Reformadora desde 1965 hasta
1979, ver VIDAL RAMÍREZ, Fernando. El Derecho Civil en sus conceptos fundamentales. Gaceta
Jurídica, Lima, 1992, pp. 93-98.
155
Juan Espinoza Espinoza
(2) Como se sabe, tanto el artículo 1152 como el 1231 se reforman por la Ley Nº 597, del 09/07/1975, de
reforma de la disciplina del Code civil en materia de cláusula penal, (regulando la posibilidad que el
juez aumente la penalidad, cuando esta sea diminuta) y la Ley Nº 1097, del 11/10/1985, que establece
limitadamente la posibilidad que el juez intervenga de ocio. La reforma del 75 “ha sido, no en su adopción
formal, sino en su inspiración sustancial, una adecuación normativa (casi una interpretación auténtica ) de
la elaboración histórico-doctrinal y del trabajo aplicativo-judicial que ha caracterizado constantemente
la cultura jurídica francesa” (Silvio MAZZARESE, Clausola penale Artt. 1382-1384, Il Codice Civile.
Commentario, dirigido por Piero SCHLESINGER, Giuffrè, Milano, 1999, p. 103).
(3) Artículo 1398: “En los contratos celebrados por adhesión y en las cláusulas generales de contratación no
aprobadas administrativamente, no son válidas las estipulaciones que establezcan en favor de quien las
ha redactado, exoneraciones o limitaciones de responsabilidad; facultades de suspender la ejecución del
contrato, de rescindirlo o de resolverlo; de prohibir a la otra parte el derecho de oponer excepciones o de
prorrogar o de renovar tácitamente el contrato”.
(4) Los cuales son denidos como “una manera de contratar en la cual, sin perderse la autonomía privada
manifestada por la libertad de conclusión del contrato, la determinación de las condiciones del mismo es
hecha unilateral y exclusivamente por una de las partes y plasmada en su oferta, para que la otra parte,
o sea el destinatario, decida a su solo criterio contratar o no en tales condiciones. En el primer caso,
aceptará la oferta; en el segundo, la rechazará” (DE LA PUENTE Y LAVALLE. “El contrato en general.
Comentarios a la Sección Primera del Libro VII del Código Civil”. En: Biblioteca para leer el Código
Civil, Vol. XI, Primera Parte, Tomo III, 3ª Edición, PUCP, Fondo Editorial, Lima, 1996, p. 26).
(5) Denidas por el artículo 1392 del CC como “aquellas redactadas previa y unilateralmente por una persona
o entidad, en forma general y abstracta, con el objeto de jar el contenido normativo de una serie indenida
de futuros contratos particulares, con elementos propios de ellos”. Sostiene que se trata de fenómenos
muy similares BULLARD GONZÁLEZ, cuando arma que “resulta difícil imaginar un ejemplo en el
que, la adhesión no se dé a cláusulas generales. Por el contrario, el fenómeno de las cláusulas generales
resulta teniendo un espectro de cobertura más amplio, permitiendo que la ‘adhesión’ se produzca no a la
integridad del contenido contractual, sino a algunas condiciones particulares” (“Contratación en masa
¿Contratación?”. En: Thémis , Segunda Época, Nº 15, Lima, 1989, p. 54).
156
Las perspectivas de modernización del Derecho de las Obligaciones
vejatorias “las cláusulas generales de contratación que alteran, en ventaja del predis-
ponente, el equilibrio entre los derechos y obligaciones contractuales de las partes”(6).
Para el formante legislativo, son cláusulas vejatorias las que establecen lo siguiente:
a) Exoneraciones o limitaciones de responsabilidad.
b) Suspensión de la ejecución del contrato.
c) Rescisión y resolución del contrato.
d) Prohibición de oponer excepciones.
e) Prórroga o renovación tácita del contrato(7).
El artículo 49.1 del Código de Protección y Defensa del Consumidor , Ley
Nº 29571, del 02/09/2010 dene a las cláusulas abusivas de la siguiente manera:
“En los contratos por adhesión y en las cláusulas generales de contrata-
ción no aprobadas administrativamente, se consideran cláusulas abusivas
y, por tanto, inexigibles todas aquellas estipulaciones no negociadas indi-
vidualmente que, en contra de las exigencias de la buena fe, coloquen al
consumidor, en su perjuicio, en una situación de desventaja o desigualdad
o anulen sus derechos”.
Siguiendo el modelo de la Directiva Comunitaria Nº 93/13/CEE, el Código de
Protección y Defensa del Consumidor se alinea dentro de los países que asimilan una
tutela (que a su vez, se inspira en el modelo jurídico alemán, concretamente, la ley
sobre condiciones generales del contrato, Gesetz zur Regelung des Rechts der All-
gemeinen Geschäftsbedingungen, AGBG, que entró en vigor el 01/04/1977) basada
en una lista negra y en una lista gris (8). La lista negra (art. 50) contiene un elenco de
cláusulas que están afectas de inecacia absoluta y la lista gris (art. 51) de inecacia
relativa. Esta última es un númerus apertus (son ejemplicativas, no taxativas). Evi-
dentemente, solo la autoridad judicial puede declararlas inecaces, mientras que la
autoridad administrativa (según el art. 52.1) puede inaplicarlas. Debe recalcarse que
tanto el Código de Protección y Defensa del Consumidor y la Directiva Comunitaria
157
Juan Espinoza Espinoza
(9) En Francia regía la Ley Nº 78-23, del 10/01/1978. En 1993 se reformó esta ley por el Code de la
Consommation, aprobado por Ley Nº 93-949, del 26/07/1993; pero como se advierte “esta ocasión no
sirvió de punto de partida para la unicación de estas dos leyes, por lo que los artículos relativos a las
cláusulas abusivas en los contratos de consumo de la Ley Nº 78-23 fueron incorporados sin mod icaciones
a los artículos L. 132-1 hasta 134-1 del Code de la Consommation” (LOZANO BLAS, Giancarlos. “Las
cláusulas abusivas en los contratos celebrados con consumidores. Análisis del régimen europeo y su futura
adaptación en el ordenamiento jurídico peruano. En: Actualidad Jurídica. Nº 134, Gaceta Jurídica, Lima,
enero, 2005, p. 289). Posteriormente se promulga la Ley Nº 95-96, del 01/0 2/1995, a efectos de adecuarse
a la Directiva Comunitaria 93/13/CEE del 05/04/1993 y se modica así el Code de la Consommation .
Ello ha llevado a decir que, en esta materia, se ha producido en Francia una mélange législaltif.
(10) Como pone en evidencia, LLOVERAS DE RESK, María Emilia. Tratado teórico-práctico de las nulidades .
Reimpresión, Depalma, Buenos Aires, 1991, p. 4.
(11) ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Acto Jurídico Negocial. Análisis doctrinario, legislativo y jurisprudencial,
Editorial Rhodas, Lima, 2012, p. 475 y ss.
158
Las perspectivas de modernización del Derecho de las Obligaciones
miento) haría entender que, cuando el Código de los Consumidores, en sus artículos
50 y 51, regula la inecacia absoluta y relativa, hace referencia a la inecacia estruc-
tural, vale decir, a la nulidad y a la anulabilidad, respectivamente.
Merece especial atención un caso (antes de la vigencia del Código de los Con-
sumidores) que se presentó a un consumidor al cual el proveedor le había perdido
las películas de un viaje: si bien la Comisión de Protección al Consumidor, Sede
Lima Sur, con Resolución Final Nº 2603-2010/CPC, del 05/11/2010, declaró infun-
dada la denuncia en el extremo que la cláusula de exoneración de responsabilidad
del proveedor era abusiva, mediante Resolución Nº 0078-2012/CS2-INDECOPI, del
11/01/2012, la Sala de Defensa de la Competencia Nº 2 del Tribunal de Defensa de la
Competencia y de la Propiedad Intelectual, revocó la decisión de primera instancia,
declarando fundada la demanda, pues, a su entender, quedó acreditado que el denun-
ciado opuso al denunciante una cláusula abusiva, transgrediendo lo dispuesto en el
artículo 1398 del CC.
Similar caso resolvió la Corte de Casación Civil francesa en 1989, cuya Primera
Sección Civil estableció que: “después de haber puesto en relieve que la cláusula que
guraba en la entrega en depósito exoneraba al laboratorio de toda responsabilidad en
caso de pérdidas de las diapositivas, impugnada la sentencia, de la cual resulta que tal
cláusula procuraba una ventaja excesiva a la sociedad Minit France y que esta por su
posición económica se encontraba en la condición de imponerla a la propia clientela,
ha decidido a buen derecho que esta cláusula revestía un carácter abusivo y debía ser
considerada como no puesta”(12).
(12) GHESTIN, Jacques e MARCHESSAUX, Isabelle. “L’applicazione in Francia della direttiva rivolta
ad eliminare le clausole abusive”. En: Le clausole abusive nei contratti stipulati con i consumatori.
L’attuazione della direttiva comunitaria del 5 aprile 1993 , a cura de BIANCA, Massimo y ALPA, Guido.
CEDAM, Padova, 1996, p. 92.
(13) DÍEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, I, Introducción, Teoría del Contrato,
5ª edición, Civitas, Madrid, 1996, p. 50. Aunque reriéndose al régimen jurídico de las relaciones de
carácter patrimonial.
(14) El cual establece: “El acto jurídico debe ser interpretado de acuerdo con lo que se haya expresado en él
y según el principio de la buena fe”.
159
Juan Espinoza Espinoza
160
Las perspectivas de modernización del Derecho de las Obligaciones
161
Juan Espinoza Espinoza
(20) LOPEZ MESA, Marcelo. La doctrina de los actos propios en la jurisprudencia. La utilidad de las normas
abiertas, el ocaso del legalismo estricto y la nueva dimensión del juez . Depalma, Buenos Aires, 1997,
p. 192.
(21) En el Código Civil de 1852 dentro del Libro tercero, de las Obligaciones y Contratos, Sección primera,
Título Cuarto, De los efectos de los contratos, estaba regulada la responsabilidad contractual y en la Sección
Séptima, de las obligaciones que nacen del consentimiento presunto, Título tercero, De las obligaciones
que nacen de los delitos o de cuasidelitos, se trató la responsabilidad extracontractual.
En el Código Civil de 1936, en el Libro Quinto, del Derecho de las Obligaciones, Sección Primera, de
los actos jurídicos, Título IX, de los actos ilícitos, se reguló a la responsabilidad extracontractual y en la
Sección Tercera, De los efectos de las obligaciones, Título IX, De la inejecución de las obligaciones, se
prescribió sobre responsabilidad contractual.
162
Las perspectivas de modernización del Derecho de las Obligaciones
daño y el derecho debe intervenir para repararlo. No importa el origen del daño, sino
como solucionar sus consecuencias. No importa en agente dañoso sino el dañado”(22).
Actualmente, con satisfacción, puedo comprobar que esta es la orientación de la
doctrina nacional más autorizada(23). Con razón, ahora se arma que “nunca hemos
encontrado justicativo que explique el por qué, de un mismo hecho dañoso, que
puede generar un mismo tipo de daño, puedan aplicarse regímenes de responsabili-
dad distintos, con cobertura de daños distintos”(24).
163
Juan Espinoza Espinoza
en Homenaje a Fernando de Trazegnies Granda. Tomo II, Fondo Editorial de la Ponticia Universidad
Católica del Perú, Lima, 2009, p. 458.
En sentido contrario, DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando, cuando separa ambos regímenes
“si se quiere seguir de cerca y entender el verdadero proceso psicológico y lógico de juzgamiento.
La identicación global de los dos tipos de responsabilidad oscurece estas diferencias en el entorno
conceptual y en el état d’ésprit del juez y no permite aprehender la naturaleza profunda e íntima de cada
una de estas situaciones” (La responsabilidad extracontractual, Vol. IV, Tomo II, PUCP, Lima, 1988,
pp. 451-452). También LEÓN HILARIO, Leysser. Weak legal culture & legal transplants unicación de
la responsabilidad civil y otras importaciones de los años noventa; MORALES HERVIAS, Rómulo. La
responsabilidad en la norma jurídica privatística a propósito de la responsabilidad por incumplimiento de
obligaciones y de la responsabilidad civil (aquiliana o extracontractual ), ambos en Responsabilidad Civil.
Nuevas tendencias, unicación y reforma. Veinte años después , dirigido por ESPINOZA ESPINOZA, Juan.
Palestra, Lima, 2005; ESCOBAR ROZAS, Freddy y VELARDE, Luis Miguel. Alegato en contra de la
unicación de los regímenes de responsabilidad civil , Revista Latinoamericana de Responsabilidad Civil.
Nº 1, Bogotá, 2011. Sobre esta posición, se advierte que: “lo importante de destacar como consecuencia
del reconocimiento de una unidad ontológica conceptual y funcional de la responsabilidad civil toda –
contra lo que muchos piensan– no es necesariamente el de justicar la existencia de un único sistema de
responsabilidad civil (esta es una consecuencia extrema y –admitámoslo– debatible), desde que pueden
existir criterios que, desde un punto de vista práctico, determinen la utilidad de mantener ciertas diferencias.
Pero el reconocimiento de una unidad ontológica conceptual permitirá siempre, cuando menos, justicar
(…) la aplicación extensiva o analógica de las disposiciones de un régimen a otro, en lo que no se oponga a
la naturaleza especial de cada sistema; y esto, no es ni una falacia, ni una quimera” (FERNÁNDEZ CRUZ,
Gastón. De la culpa ética a la responsabilidad subjetiva: ¿el mito de Sísifo? (Panorámica del concepto y
del rol de la culpa en el Derecho Continental y en el Código Civil Peruano). En: Thémis , Segunda Época.
Nº 50, Lima, agosto 2005, pp. 254-255).
164
Las perspectivas de modernización del Derecho de las Obligaciones
ello encontramos un aspecto positivo, por cuanto ello es una muestra que el operador
jurídico está ampliando sus horizontes interpretativos. Sin embargo, no se está reco-
nociendo el derecho de opción en un supuesto adecuado: la responsabilidad médica
(salvo, en mi opinión, en el caso de la mala praxis derivada de la atención en emer-
gencia) es un típico supuesto de responsabilidad contractual. Lamentablemente, los
jueces peruanos ven zonas grises en supuestos donde no se conguran(25).
Independientemente de estos supuestos, creo que el operador jurídico debe indi-
vidualizar los siguientes escenarios:
a. ¿Cómo debería estar regulada la responsabilidad civil? Siendo conse-
cuente con mi pensamiento, creo que debería irse hacia la unicación: ello
no signica generar un único régimen de responsabilidad civil, sino con-
tar con una parte general común a la contractual y a la extracontractual y,
además, con una parte especíca que regule aspectos particulares (como
mora o cláusula penal en el caso de la denominada responsabilidad civil
contractual).
b. ¿Cómo está regulada la responsabilidad civil en nuestro sistema?
Basta leer el Código Civil para darnos cuenta que estamos incursos en un
sistema binario.
c. ¿Cómo puedo interpretar la responsabilidad civil? Al ser el principio
de la reparación integral de los daños sufridos por la víctima, el elemento
unicante de ambas responsabilidades, es posible interpretar sistemática-
mente (en la medida que ello sea posible) ambas responsabilidades. Un
ejemplo lo tenemos en el artículo 1332 del CC, el cual establece (en mate-
ria contractual) la aplicación del criterio equitativo cuando no se puede
determinar la entidad del daño ¿acaso no lo podemos aplicar en materia
de responsabilidad civil extracontractual?
Independientemente del problema de las zonas grises, los modelos jurídicos
tienden hacia la unicación: piénsese en el caso de la responsabilidad civil por pro-
ductos defectuosos. Si observamos con atención, el artículo 101 de la Ley Nº 29571,
Código de Protección y Defensa del Consumidor, del 02/09/2010, supera la distinción
entre la responsabilidad civil contractual y la extracontractual al establecer que la res-
ponsabilidad civil de los proveedores es solidaria (téngase en cuenta que el proveedor
puede ser tanto el que vende el producto como el que lo fabrica).
No obstante autorizada doctrina francesa es crítica y se reere a la impo-
sibilidad de una simbiosis entre ambos regímenes y advierte la fagocitosis de la
(25) Solo por citar dos casos: Resolución del 17/02/2000, de la Sala Civil Transitoria de la Corte Suprema de
Lima (Cas. Nº 344-2000-Lima), por un caso de mal servicio por cambio de aceite y Resolución número
cuarenta, del 01/10/2003, de la Segunda Sala Especializada en lo Civil de Piura, porque un banco hizo
gurar como deudor a un cliente que ya había pagado su deuda.
165
Juan Espinoza Espinoza
V. EL DAÑO
En los Fundamentos del Anteproyecto del Código Civil y Comercial de la
República Argentina del año 2012 , la Comisión ha expresado que “en el derecho
civil latinoamericano ha sido muy citado el Código Civil peruano que contiene dos
textos”(29). Estos son los artículos 1984 y 1985. El primero de ellos regula que:
“El daño moral es indemnizado considerando su magnitud y el menoscabo
producido a la víctima o a su familia”.
El artículo 1985 del CC establece que:
“La indemnización comprende las consecuencias que deriven de la acción
u omisión generadora del daño, incluyendo el lucro cesante, el daño a la
persona y el daño moral, debiendo existir una relación de causalidad ade-
cuada entre el hecho y el daño producido. El monto de la indemnización
devenga intereses legales desde la fecha en que se produjo el daño”.
(26) BRUN, Philippe. Responsabilité civile extracontractuelle. Segunda edición, Lexis Nexis-Litec, París,
2009, p. 56.
(27) VINEY, Geneviève. Introduction à la Responsabilité. Librairie Générale de Droit et de Jurisprudence,
3a. Edición, París, 2008, p. 669.
(28) VINEY, Geneviève. Ob. cit., p. 670.
(29) Anteproyecto del Código Civil y Comercial de la República Argentina. Fundamentos, 2012, 232.
166
Las perspectivas de modernización del Derecho de las Obligaciones
167
Juan Espinoza Espinoza
168
Las perspectivas de modernización del Derecho de las Obligaciones
(40) OSTERLING PARODI, Felipe con la colaboración de CÁRDENAS QUIRÓS, Carlos. “Exposición de
Motivos y Comentarios al Libro VI del Código Civil (Las Obligaciones)”. En: COMISIÓN ENCARGADA
DEL ESTUDIO Y REVISIÓN EL CÓDIGO CIVIL, Código Civil. V, Exposición de Motivos y Comentarios,
compilado por REVOREDO DE DEBAKEY, Delia s/e, Lima, 1985, p. 449. En este mismo sentido, quien
suscribe “la tendencia a considerar el daño moral como categoría opuesta al daño material (y en modo
alguno relacionado con la moralidad), esto es, entendiéndolo en su más amplia dimensión conceptual, lo
cual incluye el tradicional pretium doloris y todas las posibilidades no patrimoniales que tiene el sujeto
para realizar en plenitud su vida de relación y proyecto de vida” (JIMÉNEZ VARGAS-MACHUCA,
Roxana. “Los daños inmateriales: una aproximación a su problemática”. En: Thémis, Segunda Época.
Nº 50, Lima, agosto 2005, p. 277).
(41) FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos. Ob. cit., p. 213.
(42) CÁRDENAS QUIRÓS, Carlos. “Apuntes sobre el denominado Daño a la Persona, en Código Civil del
Perú de 1984”. En: Aequitas, Revista de Derecho y Ciencia Política, Año 1, Nº 1, Lima, 1989, p. 78.
(43) LEON BARANDIARAN, José. “Exposición de Motivos y Comentarios. Responsabilidad Extracontractual”.
En: Código Civil. VI, Exposición de Motivos y Comentarios , COMISIÓN ENCARGADA DEL ESTUDIO
Y REVISIÓN DEL CÓDIGO CIVIL, compilada por REVOREDO DE DEBAKEY, Delia. Okura Editores,
Lima, 1985, p. 807.
(44) DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando. La responsabilidad extracontractual. Ob. cit., p. 107, quien
sostiene que “el daño a la persona no es sino una subespecie del daño moral” (cit.). En este sentido, LEÓN
HILARIO, Leysser. La responsabilidad civil. Líneas fundamentales y nuevas perspectivas . Editora Normas
Legales, Trujillo, 2004, p. 290.
(45) PAZOS HAYASHIDA, Javier. “Indemnización del daño moral”, Comentario al artículo 1322 del CC.
En: Código Civil Comentado. Tomo VI, Derecho de Obligaciones, Gaceta Jurídica, Lima, 2004, p. 926.
169
Juan Espinoza Espinoza
que todos los códigos civiles que siguen el modelo jurídico francés optan por la voz
“daño moral” y la entienden como sinónimo de daño no patrimonial: entonces, (casi)
todos estamos de acuerdo que hay un tipo de daño fuera de la esfera patrimonial que
debe ser resarcido. La discusión se centra no en el objeto de protección, sino en el
nomen iuris a adoptarse.
Es cierto que los miembros de la Comisión Revisora del Código Civil de
1984 (en verdad, más por distracción, que por convicción) se “compraron el
pleito” de la experiencia jurisprudencial italiana (que se inició en la década de los
setenta) de tener que crear una voz distinta al daño moral, para librarse de la camisa
de fuerza interpretativa del artículo 2059 del Código Civil italiano. Así, como autori-
zadamente se sostiene, el daño biológico se convirtió en una suerte de “cláusula refu-
gio” del daño a la persona(46). En efecto, “si la responsabilidad civil se ha convertido
en la institución de primera y quizá de insoportable armación de nuevos derechos
en las relaciones entre sujetos privados, el daño a la salud representa la punta extre-
madamente avanzada de la tutela de la persona. La lesión o la ofensa de esta última,
como sea que se verique y en cualquier forma, genera inmediatamente la perspectiva
del remedio resarcitorio, en función del cual se trata sólo de individualizar el derecho
constitucionalmente garantizado o de crearlo ad hoc para después encontrar la norma
de protección en la Carta fundamental. Así la expresión “daño biológico” o “daño a
la salud” parece desenvolver el rol de cláusula general jurisprudencial, el recurso que
se convierte en el pasaje necesario hacia la relevancia jurídica resarcitoria”(47).
En la actualidad, la Corte Constitucional italiana, ya superó este impasse; pero
mantiene la distinción del daño a la persona (llamado también daño biológico o daño
a la salud) y el daño moral. La nota particular es que, en materia de inejecución de las
obligaciones, se cuenta con el artículo 1322 del CC, el cual reconoce que:
“El daño moral, cuando él se hubiera irrogado, también es susceptible de
resarcimiento”.
Como puede observarse, en este numeral sólo se reconoce expresamente el
daño moral y no el daño a la persona. Esta aparente contradicción se resuelve con
una interpretación a simili y sistemática de los artículos 1322 y 1985 del CC. Adi-
cionalmente a ello, sostener que solo cabe el daño a la persona en la responsabili-
dad extracontractual y no en la contractual, afecta maniestamente el principio de la
igualdad entre los dañados, principio que está consagrado (si bien como derecho) en
el artículo 2.2 de la Constitución Política del Perú de 1993.
¿Podemos prescindir de la voz de “daño a la persona” y subsumirla en la de
“daño moral”? La respuesta, necesariamente, es la armativa; pero creo que también
podemos mantener la diferencia conceptual, al menos, por dos motivos:
(46) CASTRONOVO, Carlo. Danno biologico. Un itinerario di diritto giurisprudenziale. Giuffrè, 1998, p. 151.
(47) Ibídem, pp. 151-152.
170
Las perspectivas de modernización del Derecho de las Obligaciones
171
Juan Espinoza Espinoza
172
Las perspectivas de modernización del Derecho de las Obligaciones
tienen tanto las personas naturales como las jurídicas. En mi opinión, la resolución de
la Sala no se debió limitar a precisar que no se trataba de un daño moral y que, en rea-
lidad se conguró un daño subjetivo: este daño subjetivo surgió por la lesión al dere-
cho de la identidad de la persona jurídica. Por lo demás, creo que la voz de “daño a la
persona” es la que se hubiera aplicado en este caso, por ser más precisa.
El modelo jurídico diseñado por el Código Civil en el cual se diferencia el
daño a la persona del daño moral circula desde hace treinta años en nuestros ope-
radores jurídicos y guste o no, ha calado también en ellos. En mi opinión, la realidad
demuestra que, no obstante las coordenadas establecidas en el Código Civil, tanto la
doctrina como la jurisprudencia admiten ambas posiciones: ello revela que no es un
problema el nombre que se le dé al daño no patrimonial, sino que los operadores jurí-
dicos internalicen el derecho a brindarle una tutela efectiva. Prueba de ello, es que
en un sonado caso de mala praxis médica que se produjo en el año 2010, en el cual
se le amputó la pierna equivocada a un paciente de 86 años, en un proceso arbitral,
con fecha 19/06/2012, se jó la cantidad de S/. 1 100 000.00 por concepto de daños
extrapatrimoniales (S/. 100 000.00 por daño moral subjetivo y S/. 1 000 000.00 por
daño a la persona).
VI. LA CAUSALIDAD
Si se hace una interpretación literal de los textos, se puede armar que en mate-
ria de responsabilidad civil extracontractual o aquiliana se acoge la teoría de la causa
adecuada (art. 1985 del CC) y en inejecución de las obligaciones se asume la teoría de
la causa próxima (art. 1321 del CC, segundo párrafo), el cual establece que:
“el resarcimiento por la inejecución de la obligación o por su cumpli-
miento parcial, tardío o defectuoso, comprende tanto el daño emergente
como el lucro cesante, en cuanto sean consecuencia inmediata y directa
de tal inejecución” (el resaltado es nuestro).
Sin embargo, la doctrina nacional llega a una interpretación sistemática de
ambos textos y es posible aplicar la causalidad adecuada, incluso en supuestos
de responsabilidad contractual . Así, se tiene en cuenta que, a propósito del artículo
1223 del CC italiano (que, al igual que el artículo 1321 del nuestro, se ha inspirado
en el artículo 1151 del Code y, de alguna manera, en el artículo 100 del proyecto
franco-italiano del código de obligaciones y contratos de 1927), se sostiene que esta
fórmula se reere a la “determinación del daño” y no a la inmediatez de la causa (48).
En efecto, “una cosa es emplear la causalidad con el n de imputar un hecho a un
sujeto, en el concurso de otros factores, como la culpa, el dolo, la preposición (de un
tercero), el ejercicio de una actividad riesgosa, la custodia, el ser propietario (aquí se
debe responder a la pregunta: ¿quién ha sido?) y otra cosa es emplear la causalidad
173
Juan Espinoza Espinoza
para estimar el daño patrimonial, es decir, para determinar la relevancia jurídica de las
consecuencias económicamente desfavorables dependientes del hecho ilícito (aquí se
debe responder a la pregunta: ¿cuánto debe pagar el responsable?)”(49).
En atención a ello, a propósito de la redacción del artículo 1223 del c.c. italiano,
autorizada doctrina sostiene que “es claro que se trata de fórmulas metafóricas, las
cuales no pueden ser tomadas al pie de la letra”(50). Un sector de la doctrina italiana
sostiene que a lo que se quiere hacer referencia en el artículo 1223 del c.c.ita. es “a
las hipótesis en las cuales el hecho hipotético dado por la ley, como fuente de respon-
sabilidad, aunque no produzca en línea directa el daño, cree una situación tal, que a
falta del mismo, no se habría producido”. En consecuencia, “en estos casos, parece
justo, teniendo en cuenta la nalidad de la ley, vincular a dicho acto, más allá de toda
consideración sobre su proximidad, el evento dañino”(51). Ello se ve respaldado por
una doctrina que arma que “la función del artículo 1223 del Código Civil es sola-
mente descriptiva y está contenida en la norma simplemente para indicar la directiva
del legislador, según la cual la reintegración del patrimonio del acreedor debe ser inte-
gral y atenerse a todos los perjuicios económicos sufridos por el damnicado”(52). En
jurisprudencia, a propósito de la aplicación del artículo 1223 del c.c.ita., no obstante
su redacción, se preere hablar de “regularidad causal” (o causalidad adecuada), en
el sentido que son considerados resarcibles los daños que entran dentro de las conse-
cuencias normales y ordinarias del hecho dañoso(53).
De ello se desprende que el objeto del nexo causal tiene doble relevancia(54):
a) Para el aspecto del evento lesivo (causalidad de hecho o fáctica ), se
procede a la reconstrucción del hecho a los efectos de imputación de la
responsabilidad.
(49) FRANZONI, Massimo. Fatti Illeciti. Zanichelli- Il Foro Italiano, Bologna-Roma, 1993, p. 86.
(50) TRIMARCHI, Pietro. Causalità e danno. Giuffrè, Milano, 1967, p. 20. En este sentido, DE CUPIS,
Adriano. Ob. cit., p. 260.
(51) SCOGNAMIGLIO, Renato y SCOGNAMIGLIO, Renato voz. Responsabilità contrattuale ed
extracontrattuale, Novísimo Digesto Italiano. XV, UTET, Torino, 1968, p. 651.
(52) VISINTINI, Giovanna. Trattato breve della responsabilità civile. CEDAM, Padova, 1996, ahora en español,
en Tratado de la responsabilidad civil , traducido por Aída Kemelmajer De Carlucci, con la colaboración de
ATIENZA NAVARRO, María Luisa; BOSSIO, Paz; ESPINOZA ESPINOZA, Juan; LONGHIN, Fabricio
y WOOLCOTT OYAGÜE, Olenka. Tomo 2, Astrea, Buenos Aires, 1999, p. 208. En este mismo sentido,
se arma que “la interpretación histórica y la ubicación sistemática del artículo 1223 c.c. demuestran, en
denitiva, que el criterio de las consecuencias inmediatas y directas, está dirigido a d isciplinar el problema
del quantum respondeatur, para establecer un límite a la resarcibilidad de los perjuicios, comprendidos en
una única serie causal dañina vinculada al acto ilícito o al incumplimiento, por consiguiente, es extraño a
la disciplina del concurso de causas y a la imputación del evento dañino a su autor” (PINORI, Alessandra.
“Il criterio legislativo delle conseguenze immediate e dirette”. En: Risarcimento del danno contrattuale
ed extracontrattuale, a cura de VISINTINI, Giovanna. Giuffrè, Milano, 1999, p. 78).
(53) Casación Nº 4186, del 23/04/1998, en Responsabilità civile e previdenza, con Nota de PELLECCHIA,
Enza. Giuffrè, Milano, 1998, p. 1409.
(54) SALVI, Cesare. La Responsabilità Civile. Giuffrè, Milano, 1998, p. 171.
174
Las perspectivas de modernización del Derecho de las Obligaciones
(55) Esta posición también es seguida por CASTRO TRIGOSO, Nelwin. “La poca fortuna de la responsabilidad
solidaria y la causalidad. A propósito de una sentencia”. En: Diálogo con la Jurisprudencia, Año 10/Nº 79,
Gaceta Jurídica, Lima, abril 2005, p. 131.
(56) FRANZONI, Massimo. Ob. cit., p. 89.
(57) SALVI, Cesare. Ob. cit., p. 172.
(58) Ibídem, p. 174.
(59) WOOLCOTT OYAGUE, Olenka. La responsabilidad civil de los profesionales, ARA, Lima, 2002,
p. 553.
175
Juan Espinoza Espinoza
El siguiente caso resulta ilustrativo para demostrar que los operadores jurídicos
emplean la teoría de la causalidad adecuada en la responsabilidad contractual: el día
15/09/2001 a las 13:00 horas aproximadamente, un consumidor se acercó al local de
un banco, ubicado en el Centro Comercial Jockey Plaza , con la nalidad de abrir
una cuenta de ahorros de fondos mutuos. Una vez que había recibido la información
sobre la cuenta que pretendía abrir y luego de llenar los formularios correspondien-
tes, se acercó a una de las ventanillas a efectuar un depósito de US$ 1 000; poniendo
el dinero a disposición de la cajera, la misma que al no saber si dicha operación se
podía realizar, se retiró a efectuar las consultas del caso, y una vez que regresó le soli-
citó nuevamente la entrega del dinero, alegando que no se lo había entregado antes.
El banco, en su descargo, ofreció como prueba un video en el que se puede apreciar,
que personas inescrupulosas que no tienen vínculo alguno con su institución se apro-
piaron del dinero del denunciante. La Comisión de Protección del Consumidor, ante
la denuncia del consumidor, con Resolución Final Nº 883-2002-CPC, del 13/11/2002,
precisó que:
“En este sentido, correspondería analizar si todas las conductas señaladas
anteriormente pudieron causar el hurto del dinero del señor Gutiérrez o,
si por el contrario, alguna de ellas debe ser considerada como una con-
dición y no como una causa. Así, es menester señalar que las conduc-
tas tanto del denunciante como de la cajera del Banco deben ser conside-
radas como condiciones y no como causas del efecto, en la medida que
facilitaron el acto delictivo pero no lo causaron; mientras que la con-
ducta del Banco sí debe ser considerada como la causa adecuada y
directa, dado que al infringir el deber legal de adoptar determina -
das medidas de seguridad, permitió que terceras personas tuvieran
acceso a la zona de las ventanillas del Banco y que hurtaran el dinero
del denunciante.
Por lo tanto, habiendo quedado acreditado que el Banco incumplió la obli-
gación legal que tenía de adoptar determinadas medidas de seguridad, y
en tanto ha quedado acreditado que dicho hecho posibilitó que terceras
personas se apropiaran del dinero del denunciante, la Comisión considera
que el Banco no brindó un servicio idóneo al señor Gutiérrez, correspon-
diendo declarar fundado este extremo de la denuncia por infracción al
artículo 8 de la Ley de Protección al Consumidor” (el resaltado es mío).
Hay quien ha criticado la aplicación de la teoría de la causalidad adecuada en
materia de incumplimiento de las obligaciones, calicándola de “arbitraria”(60). Desde
(60) Así, “pensamos que la responsabilidad por incumplimiento de obligaciones busca la realizabilidad de
la función económico-individual del contrato mediante la distribución de los riesgos previsibles por las
propias partes en caso de incumplimiento de obligaciones. Lo imprevisible será materia de responsabilidad
civil (extracontractual o aquiliana). En este sentido, la teoría de la relación d e la causa próxima se adapta
mejor a la programación de las partes mediante el contrato.
176
Las perspectivas de modernización del Derecho de las Obligaciones
Por consiguiente, es arbitrario aplicar un solo concepto de relación de causalidad a la responsabilidad por
incumplimiento de las obligaciones y a la responsabilidad civil (extracontractual o aquiliana)” (MORALES
HERVIAS, Rómulo. “La responsabilidad en la norma jurídica privatística a propósito de la responsabilidad
por incumplimiento de obligaciones y de la responsabilidad civil (aquiliana o extracontractual)”. En:
Responsabilidad Civil. Nuevas tendencias, unicación y reforma. Veinte años después , edición bajo la
dirección de ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Palestra, Lima, 2005, p. 344).
(61) Artículo 1150: El deudor sólo estará obligado al pago de daños e intereses previstos o que hubieran podido
ser previstos en el momento del contrato, cuando en el incumplimiento de la obligación no existiera dolo
por su parte.
(62) Artículo 1151: En caso de que el incumplimiento de lo acordado resulte del dolo del deudor, los daños y
perjuicios sólo deberán comprender con relación a la pérdida que hubiera sufrido el acreedor y la ganancia
de la que hubiera sido privado, las que se hubieran producido como consecuencia inmediata y directa del
incumplimiento del acuerdo.
(63) Así: Artículo 519. Se llaman daños e intereses el valor de la pérdida que haya sufrido, y el de la utilidad
que haya dejado de percibir el acreedor de la obligación, por la inejecución de ésta a debido tiempo.
Artículo 520. En el resarcimiento de los daños e intereses sólo se comprenderán los que fueren consecuencia
inmediata y necesaria de la falta de cumplimiento de la obligación.
Artículo 521. Si la inejecución de la obligación fuese maliciosa los daños e intereses comprenderán
también las consecuencias mediatas.
En este caso, no será aplicable el tope porcentual previsto en el último párrafo del artículo 505. (Párrafo
incorporado por artículo 2 de la Ley N° 24.432 B.O. 10/1/1995).
(Artículo sustituido por artículo 1 de la Ley N° 17.711 B.O. 26/4/1968. Vigencia: a partir del 1° de julio
de 1968).
Artículo 522. En los casos de indemnización por responsabilidad contractual el juez podrá condenar al
responsable a la reparación del agravio moral que hubiere causado, de acuerdo con la índole del hecho
generador de la responsabilidad y circunstancias del caso.
(Artículo sustituido por artículo 1 de la Ley N° 17.711 B.O. 26/4/1968. Vigencia: a partir del 1° de julio
de 1968).
177
Juan Espinoza Espinoza
(64) GNANI, Alessandro. Sistema di responsabilità e prevedibilità del danno . Giappichelli, Torino, 2008,
p. 4, quien cita a MOLINEAUS, Carolus. Tratactus de eo quod interest , Venezia, 1574.
(65) Ibídem, p. 4-5.
(66) Ibídem, p. 5.
(67) Ibídem, p. 6.
178
Las perspectivas de modernización del Derecho de las Obligaciones
(68) POTHIER, Robert Joseph. Traité des Obligations. Bruxelles, 1831, n. 160, citado por GNANI, Alessandro.
Ob. cit., p. 8.
(69) GNANI, Alessandro. Ob. cit., p. 8.
(70) Ibídem, p. 11.
(71) Ibídem, p. 12.
(72) P. A. FENET. Recueil Complet des Travaux Préparatoires du Code Civil, Tomo 13, Paris, 1827, p. 56.
(73) POTHIER, Robert-Joseph. Traité des Obligations. Nueva Edición, por BERNARDI, Tomo I, Letellier,
Paris, 1805, pp. 106-107.
(74) GNANI, Alessandro. Ob. cit., pp. 16-17.
179
Juan Espinoza Espinoza
(75) MAZEAUD, Henri y Léon. Traité théorique et pratique de la responsabilité civile délictuelle et
contractuelle, III, París, 1934, p. 406, citados por GNANI, Alessandro. Ob. cit., p. 13.
(76) MAZEAUD, Henri y Léon. Ob. cit.
180
Las perspectivas de modernización del Derecho de las Obligaciones
VIII. CONCLUSIONES
a. El actual Código Civil peruano de 1984 si bien es el resultado de los apor-
tes de insignes juristas, encuentra ciertas dicultades a nivel de interpreta-
ción sistemática, por cuanto cada libro es tributario de modelos jurídicos
que no siempre son coincidentes. Es el caso del Libro V, de Las Obliga-
ciones, que tiene una marcada inuencia de la versión original de Code
civile francés (para muestra, basta decir que el Código Civil peruano man-
tiene el principio de mutabilidad parcial de la cláusula penal) y el Libro
VII, Fuentes de las Obligaciones, que ha recogido en sustancia el Codice
civile italiano de 1942.
b. El artículo 1398 del Código Civil peruano, siguiendo al artículo 1341 del
Código Civil italiano de 1942, regula a las cláusulas vejatorias. Este dis-
positivo se aplica tanto para los contratos de adhesión como para las cláu-
sulas generales de contratación no aprobados administrativamente.
c. También el artículo 49.1 del Código de Protección y Defensa del Con-
sumidor, Ley Nº 29571, del 02/09/2010 dene a las cláusulas abusi-
vas. Siguiendo el modelo de la Directiva Comunitaria Nº 93/13/CEE, el
Código de Protección y Defensa del Consumidor se alinea dentro de los
países que asimilan una tutela (que a su vez, se inspira en el modelo jurí-
dico alemán) basada en una lista negra y en una lista gris. La lista negra
(art. 50) contiene un elenco de cláusulas que están afectas de inecacia
absoluta y la lista gris (art. 51) de inecacia relativa. Esta última es un
númerus apertus (son ejemplicativas, no taxativas). Evidentemente, sólo
la autoridad judicial puede declararlas inecaces, mientras que la autori-
dad administrativa (según el art. 52.1) puede inaplicarlas.
d. Debe recalcarse que tanto el Código de Protección y Defensa del Consu-
midor y la Directiva Comunitaria Nº 93/13/CEE toman de la disciplina
francesa, una tutela que sólo se centra en la relación de consumo.
e. Debemos de partir de la premisa que el universo de la contratación por
adhesión no coincide simétricamente con la contratación masiva con los
consumidores. Pueden haber casos de contratos por adhesión (con cláu-
sulas vejatorias) en la cuales el adherente no es un consumidor. Es el caso
de la contratación que haría un banco para representar sus valores en ano-
taciones en cuenta con una empresa que ofrece este servicio.
f. El principio de la buena fe , si bien no ha sido acogido en el Título Preli-
minar del Código Civil peruano, como lo ha hecho el homólogo español
(con la reforma de 1973), es invocado en no pocos artículos. Siguiendo
las tres vías de concreción del principio de la buena fe, lo encontramos:
i. En el Libro de Acto Jurídico, en el artículo 168 del CC, como un
canon o criterio hermenéutico.
181
Juan Espinoza Espinoza
182
Las perspectivas de modernización del Derecho de las Obligaciones
183
Juan Espinoza Espinoza
modelo ha sido seguido por el Código Civil argentino vigente (arts. 519 a
522) y el Código civil peruano en su artículo 1321. Urge una interpreta-
ción inspirada en el principio de reparación integral del daño.
s. Apartándose de lo establecido en los modelos argentino, francés y peruano,
el Anteproyecto del Código Civil y Comercial de la República Argen-
tina del año 2012 y el Código Civil Comercial de la República Argen-
tina de 2014 asimilan el modelo de la reparación plena tanto a nivel con-
tractual como extracontractual.
t. No puedo más que estar de acuerdo: tanto en responsabilidad por incum-
plimiento de las obligaciones como en aquella extracontractual, el princi-
pio que debe primar es el de reparación integral de la víctima. El estable-
cer límites (daño previsible para la responsabilidad por culpa leve; daño
que sea consecuencia inmediata y directa, para la responsabilidad por dolo
o culpa inexcusable) es aún un rezago de la percepción de la responsabi-
lidad civil en función del dañante y no del dañado.
184
La mora del acreedor
I. INTRODUCCIÓN
1. Mora del acreedor. Concepto
En la vida de la relación jurídica obligatoria, desde su nacimiento hasta su com-
pleta extinción, pueden presentarse una serie de alternativas, en las cuales se haga
menester que acreedor y deudor –antes de que se llegue al cumplimiento– observen
conductas positivas o se abstengan de ciertos comportamientos para facilitar que el
vínculo se desenvuelva de manera normal y culmine con el cumplimiento. Esa serie
de conductas se va eslabonando, y si uno de los sujetos niega su colaboración, dicha
actitud provocará un retardo en el cumplimiento de la prestación debida.
Cuando es el acreedor quien no cumple con su deber de cooperación, de manera
culposa, nos encontraremos frente a lo que jurídicamente se llama mora creditoris,
uno de cuyos aspectos es la mora accipiendi(1), o sea el retraso que se produce como
consecuencia de la negativa injusticada a recibir la prestación debida(2).
2. Su tratamiento legislativo
La mora del acreedor no fue legislada de manera expresa en los códigos ame-
ricanos del siglo XIX, que solían limitarse a regular el pago por consignación, es
decir la posibilidad del deudor de liberarse cuando faltaba la colaboración del acree-
dor, especialmente en casos de mora accipiendi; recién en el siglo XX vemos apa-
recer en la legislación iberoamericana normas que de manera sistemática procuran
(*) Abogado y doctor en Derecho por la Universidad Nacional de Córdoba. Académico de número de la
Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba.
(1) Decimos que la mora accipiendi es solo uno de los aspectos de la mora creditoris , porque la falta de
colaboración del acreedor no se reduce a los casos de obligaciones de dar, en que no acepta recibir la
prestación; sino que comprende una gama mucho más amplia de hipótesis en las cuales el acreedor puede
tener que cooperar con el deudor, como sería “posar” ante el pintor; dar acceso al inmueble a quien debe
repararlo o efectuar construcciones en él; suministrar los materiales en algunas locaciones de obra, etc.
(2) Conf. OSTERLING PARODI, Felipe y CASTILLO FREYRE, Mario. Tratado de las Obligaciones . Tomo
XIV, p. 2301, donde dicen: “Creemos rmemente que la culpa es requisito indispensable para que haya
mora del acreedor”.
185
Luis Moisset de Espanés
determinar cuando cae en mora el acreedor, y cuales son los efectos de esa situación
de mora creditoris(3).
Insistimos, no solamente el deudor puede caer en mora, sino también el acreedor.
Esta situación se presenta cuando obstaculiza el cumplimiento de la obligación, sea
negándose a recibir el pago de lo que se le debe, sea omitiendo la cooperación que el
deudor necesita para ejecutar su prestación. Podemos mencionar como ejemplo de con-
ductas exigibles al acreedor el que debe encontrarse presente en el lugar de pago, para
recibirlo; o bien, en las obligaciones alternativas tiene que hacer la elección, cuando le
corresponda; en otros casos debe impartir las instrucciones a que ha de sujetarse el deu-
dor en el cumplimiento de su obligación, especialmente en el caso de obligaciones de
hacer (color de pintura a emplear en las paredes, tono de las puertas, etc.); o, incluso,
prestar su colaboración personal posando para el artista que debe ejecutar su retrato(4).
Cuando el acreedor no presta la colaboración debida, diculta el cumplimiento
de la prestación y la ley concede al deudor los medios legales tendientes a obtener esa
colaboración y constituir en mora al acreedor renuente.
Esta materia, conocida por la doctrina como mora accipiendi, por oposición a la
mora del deudor, o solvendi, suele ser tratada junto con lo relativo al pago; así lo hace
Windscheid en Alemania, y Bibiloni en su Anteproyecto de Reformas al Código Civil
argentino. Nosotros pensamos que debe tratarse junto con la mora del deudor, en la
parte correspondiente a las obligaciones en general, camino que ha seguido el nuevo
Código Civil peruano, dedicándole los artículos 1338 a 1340.
(3) Posiblemente el primero haya sido el Código de Brasil, aprobado por ley 3071, del 1 de enero de 1916,
y en vigencia desde el 1 de enero de 1917.
(4) Algunas de estas conductas omisivas del acreedor están contempladas en el inciso segundo del nuevo
texto del artículo 1251 del Código civil peruano, en materia de pago por consignación, que reproducimos
en nota más adelante.
(5) Agradecemos al profesor Carlos Cárdenas Quirós el ejemplar que nos obsequió de la reimpresión de ese
cuerpo legal efectuada por la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Lima.
186
La mora del acreedor
acreedor(6), pero luego esa intención no se concretó ya que sólo se sancionaron nor-
mas sobre el pago por consignación. Este método, empleado por muchas legislacio-
nes, es a nuestro criterio insuciente, pues el pago por consignación sólo es proce-
dente cuando se trata de la ejecución de la prestación debida, frente a la negativa del
acreedor de recibirla; pero, ¿qué puede hacer el deudor cuando la conducta omisiva
del acreedor se reduce a la falta de colaboración en la ejecución de otras actividades
previas, como la falta de provisión de materiales, o el no brindar acceso al lugar en
que deben efectuarse los trabajos? En estos casos no podemos imaginar una “con-
signación”, ni tan siquiera el juego de intimaciones que se prevé en algunos sistemas
para las obligaciones de dar cosas indeterminadas a elección del acreedor(7).
2. El Código de 1984
Recién en el nuevo Código de 1984 se legisla sobre el tema.
El Derecho Comparado nos muestra que en los sistemas que establecen la inter-
pelación para constituir en mora al deudor, es frecuente que no se legisle la mora del
acreedor, ya que la aplicación analógica de esos preceptos lleva a la conclusión de
que, para constituir en mora al acreedor, el deudor deberá interpelarlo, ofreciéndole el
pago. Se opera así el juego armónico del mismo principio, tanto para el deudor como
para el acreedor.
Pese a ello, es conveniente –cualquiera sea el sistema de mora adoptado para
el deudor– que se incluyan normas que regulen expresamente la mora del acreedor.
El Código de 1984 ha avanzado por este camino, como ya lo hemos dicho, dedi-
cando a la mora del acreedor tres artículos, en los cuales se caracteriza primero la
gura, y luego se jan sus efectos.
Veamos, pues, lo que dispone el artículo 1338:
“El acreedor incurre en mora cuando sin motivo legítimo se niega a acep-
tar la prestación ofrecida o no cumple con practicar los actos necesarios
para que se pueda ejecutar la obligación”.
Se contempla primeramente la falta de colaboración en las obligaciones de dar,
que resulta de la negativa del acreedor a recibir la cosa, cuya entrega le ha sido ofre-
cida; en segundo lugar prevé la hipótesis de omisión de aquellos deberes secundarios
de conducta a que hacíamos referencia más arriba, es decir los hechos previos, sin los
cuáles el deudor no está en condiciones de ejecutar la prestación debida; verbigracia,
proveer materiales al contratista de una obra; habilitarle el acceso al lugar en que ella
debe realizarse; posar para el artista que debe pintar un retrato; etc.
(6) “El Proyecto contempla la mora del acreedor, la del deudor, la mora bilateral y su posible compensación”,
(frase reproducida por Fernando Guzmán Ferrer, Código Civil, Lima, 1977, Tomo III, p. 843).
(7) Ver por ejemplo lo previsto en el artículo 766 del Código Civil argentino.
187
Luis Moisset de Espanés
Nada se dice, sin embargo, sobre la forma de constituir en mora al acreedor, aun-
que esta omisión no tiene mucha importancia, pues atento que el régimen adoptado
por el derecho peruano para la mora del deudor es el de la mora ex persona, una inter-
pretación analógica nos permite llegar a la conclusión de que será menester el mismo
procedimiento para lograr la mora del acreedor; vale decir, el deudor deberá intimar
al acreedor a que reciba la prestación, o a que colabore realizando los actos prepara-
torios que resultan indispensables para que se llegue al cumplimiento.
Pero, aceptado que la intimación que realiza el deudor es el mecanismo ade-
cuado para provocar la mora del acreedor, debemos preguntarnos si esta interpela-
ción será en todos los casos suciente. La respuesta negativa se impone, porque de
nada sirve “ofrecer” una prestación, si el ofrecimiento no es serio, lo que sucede, por
ejemplo, cuando el deudor no se encuentra en condiciones de cumplir la prestación
ofrecida(8).
2.1. Efectos de la mora del acreedor
A partir del momento en que se constituye en mora al acreedor quedan a su
cargo los riesgos de pérdida, deterioro o imposibilidad de cumplimiento de la pres-
tación debida, salvo que estas circunstancias se produjeren por dolo o culpa del deu-
dor (art. 1340)(9). En realidad la norma del Código Civil peruano se limita a hablar
de “imposibilidad”, pero es indudable que si el acreedor es moroso, esta circunstan-
cia también coloca a su cargo los riesgos por los deterioros que sufra la cosa o los
menoscabos y limitaciones de cualquier tipo que se produzcan en las obligaciones de
hacer o no hacer(10).
Lo dispuesto en el artículo 1340 resulta concordante con la previsión contenida
en el último párrafo del artículo 1140, que exime al deudor de pagar el valor del bien
cierto debido, cuando el acreedor ha sido constituído en mora(11), y también con las
normas de los artículos 1568 y 1569, en materia de compraventa, para los casos en
que el comprador no recibe la cosa(12).
(8) Vemos así, por ejemplo, que el artículo 428 del Código de Paraguay dispone en su parte nal que aunque
el deudor interpele al acreedor, no provocará su mora si “no pudiese ejecutar el pago en esa oportunidad”,
solución correcta, pues el ofrecimiento de pago para producir el efecto jurídico de constituir en mora al
acreedor, debe ser un ofrecimiento serio y no una mera expresión verbal de buenas intenciones.
(9) Código Civil del Perú: “Artículo 1340.- El acreedor en mora asume los riesgos por la imposibilidad de
cumplimiento de la obligación, salvo que obedezca a dolo o culpa inexcusable del deudor”.
(10) El Código Civil paraguayo, en el inciso b del artículo 429, prevé que “si se debieren cosas inciertas, los
riesgos serán a cargo del acreedor mientras no cumpla la intimación para recibir la cosa elegida”.
(11) Código Civil del Perú: “Artículo 1140.- El deudor no queda eximido de pagar el valor del bien cierto,
aunque este se haya perdido sin culpa, cuando la obligación proviene de delito o falta. Esa regla no se
aplica si el acreedor ha sido constituído en mora”.
(12) Código Civil del Perú: “Artículo 1568.- En el caso del artículo 1567 el riesgo de pérdida pasa al comprador
antes de la entrega de los bienes si, encontrándose a su disposición, no los recibe en el momento señalado
en el contrato para la entrega”.
“Artículo 1569.- En el caso de compraventa de bienes por peso, número o medida, se aplicará el artículo
1568 si, encontrándose los bienes a su disposición, el comprador no concurre en el momento señalado en
188
La mora del acreedor
Sin embargo, no podemos dejar de señalar que existe una aparente contradicción
entre las normas que hemos reseñado –que a nuestro entender son las que prevalecen–
y el artículo 1251, que parece exigir que al ofrecimiento de pago se sume la consigna-
ción de la cosa debida para liberar de responsabilidad al acreedor(13). Entendemos que
una adecuada correlación de estas normas debe llevar a las siguientes conclusiones:
a) el ofrecimiento de pago, o la correspondiente intimación de que se cum-
plan las conductas de colaboración debidas por el acreedor, lo coloca en
situación de mora, pero la obligación todavía existe;
b) durante la mora del acreedor los riesgos de pérdida o deterioro de la pres-
tación están a su cargo;
c) la mora del acreedor abre camino a la posibilidad de consignar;
d) la consignación válidamente efectuada libera totalmente al deudor y extin-
gue la obligación.
Un segundo efecto de la mora del acreedor, como lo prevé el artículo 1339, es
que deberá indemnizar al deudor los daños que le origine su actitud(14). Esta indemni-
zación comprenderá tanto los gastos originados por el ofrecimiento de pago inacep-
tado, como los que pueda acarrear la guarda y cuidado de la cosa debida, como se
prevé expresamente en algunos códigos(15).
Advertimos que las previsiones sobre los “efectos” de la mora del acreedor en
el Código peruano son escasas; a diferencia de otros códigos nada se ha previsto, por
ejemplo, respecto a los límites que puede tener la restitución de productos cuando un
tercero los hubiese separado o percibido sin culpa del deudor; ni tampoco respecto a
los intereses compensatorios, aunque estimamos que ellos deberían suspenderse si a
la interpelación se agrega la consignación de la suma debida.
Finalmente digamos que tampoco se regula la forma en que el acreedor puede
poner n a su situación de mora; estimamos que, por aplicación de principios genera-
les, el acreedor que cese en su actitud omisiva y ofrezca la colaboración necesaria con
el contrato o determinado por el vendedor para pesarlos, contarlos o medirlos, siempre que se encuentren
a su disposición”.
(13) Código Civil del Perú: “Artículo 1251.- Si el acreedor a quien se hace el ofrecimiento de pago se niega
a admitirlo, el deudor queda libre de responsabilidad si consigna la prestación debida. Es necesario, en
este caso, que el ofrecimiento se haya efectuado concurriendo las circunstancias requeridas para hacer
válidamente el pago.
Procede también la consignación en los casos en que el deudor no puede hacer un pago válido”.
(14) Código Civil del Perú: “Artículo 1339.- El acreedor en mora queda obligado a indemnizar los daños y
perjuicios derivados de su retraso”.
(15) Ver, por ejemplo, el artículo 429, inciso d), del Código Civil paraguayo:
“(...) el deudor tendrá derecho a que se le indemnicen los gastos de conservación o guarda, así como los
motivados por requerimientos infructuosos”.
189
Luis Moisset de Espanés
(16) Los autores tuvieron como antecedente un proyecto alemán, elaborado en Dresde en 1866.
(17) Artículos 106 a 109 del Código de las Obligaciones de 1881.
(18) “Art. 91.- Demeure du créancier.- I. Conditions.-
Le créancier est en demeure lorsqu’il refuse sans motif légitime d’accepter la prestation qui lui est régu-
lièrement offerte, ou d’accomplir les actes préparatoires qui lui incombent et sans lesquels le débiteur ne
peut exécuter son obligation”.
(19) “Art. 92.- II. Effets.-
1. Quand l’objet de l’obligation consiste en une chose
a. Droit de consigner
1 Lorsque le créancier est en demeure, le débiteur a le droit de consigner la chose aux frais et risques du
créancier et de se libérer ainsi de son obligation.
190
La mora del acreedor
2 Le juge décide du lieu de la consignation; toutefois les marchandises peuvent, même sans décision du
juge, être consignées dans un entrepôt”.
(20) “Art. 93.- b. Droit de vendre
1. Si la nature de la chose ou le genre d’affaires met obstacle à une consignation, si la chose est sujette
à dépérissement ou si elle exige des frais d’entretien ou des frais considérables de dépôt, le débiteur
peut, après sommation préalable et avec l’autorisation du juge, la faire vendre publiquement et en
consigner le prix.
2. Si la chose est cotée à la bourse, si elle a un prix courant, ou si elle est de peu de valeur proportion-
nellement aux frais, il n’est pas nécessaire que la vente soit publique, et le juge peut l’autoriser même
sans sommation préalable”.
(21) “Art. 95.- 2. Quand l’objet de l’obligation n’est pas une chose Lorsque l’objet de l’obligation ne consiste
pas dans la livraison d’une chose, le débiteur peut, si le créancier est en demeure, résilier le contrat en
conformité des dispositions qui régissent la demeure du débiteur”.
(22) Ver: HINESTROSA, Fernando. Tratado de las Obligaciones . Univ. del Externado, Bogotá, 2002, p. 659,
nota 242:
Código Civil alemán (B.G.B.).- “§ 294.- La prestación ha de ser ofrecida al deudor conforme ha de eje-
cutarse.
§ 295.- Si el acreedor declaró previamente que no aceptaría la prestación, o si para la ejecución de la
prestación es indispensable un acto del deudor, especialmente cuando el acreedor ha de recoger la cosa
debida, basta un ofrecimiento verbal del deudor. El requerimiento al acreedor para que ejecute el acto
necesario equivale al ofrecimiento de la prestación.
§ 297.- El acreedor no incurre en mora si al tiempo del ofrecimiento (...) el deudor no está en condiciones
de ejecutar la prestación.
§ 300.- Durante la mora del acreedor el deudor solo responde por dolo y culpa grave.
§ 301.- Durante la mora del acreedor el deudor no tiene que pagar intereses de obligación pecuniaria.
§ 304.- En caso de mora del acreedor el deudor puede exigir del acreedor el resarcimiento de los mayores
gastos del ofrecimiento fallido, así como los de la conservación y mantenimiento de la cosa debida”.
(23) Ver ALBIEZ DOHRMANN, Klaus Jochem. Un nuevo Derecho de Obligaciones. La reforma 2002 del
B.G.B. A.D.C. 2002-III, pp. 1133-1227.
191
Luis Moisset de Espanés
(24) “B.G.B.- § 296.- Innecesariedad de la oferta.- Si se hubiera previsto una fecha del calendario para que
el acreedor realice un acto, entonces se exige una oferta solamente si el acreedor realiza el acto en el
momento debido. Lo mismo rige cuando el acto se haga depender de un aviso precedente y el transcurso
de un tiempo prudencial, de tal modo que, a partir del aviso, se pueda hacer el cómputo por el calendario”
(traducción al castellano de María Luisa Vives Montero, A.D.C., 2002-III, p. 1243).
(25) “Art. 1206.- Condizioni.
Il creditore è in mora quando, senza motivo legittimo, non riceve il pagamento offertogli nei modi indicati
dagli articoli seguenti o non compie quanto è necessario afnché il debitore possa adempiere l’obblig azione).
“Art. 1207. Effetti.
Quando il creditore è in mora, è a suo carico l’impossibilità della prestazione sopravvenuta per causa non
imputabile al debitore (cfr. 1256, 1673). Non sono più dovuti gli interessi né i frutti (cfr. 820) della cosa
che non siano stati percepiti dal debitore.
Il creditore è pure tenuto a risarcire i danni derivati dalla sua mora e a sostenere le spese per la custodia
e la conservazione della cosa dovuta.
Gli effetti della mora si vericano dal giorno dell’offerta, se questa è successivamente dichiarata valida
con sentenza passata in giudicato o se è accettata dal creditore”.
(26) Este Código fue sancionado en 1940 y debía entrar en vigencia en julio de 1941 pero la ocupación de
Grecia durante la Segunda Guerra Mundial hizo que recién se lo pudiera poner en vigor el 23 de febrero
de 1946.
En su contenido existe una marcada inuencia del B.G.B. y, a semejanza de este, dedica doce normas a
la mora del acreedor, reunidas en un Capítulo que comprende los artículos 349 a 360.
(Existe traducción al francés de Pierre Mamopooulos, publicada en Atenas, 1956).
(27) El nuevo Código Civil de Portugal, sancionado en 1966 y en vigor desde el 1 de junio de 1967, se ocupa
de la mora del acreedor en la última subsección del incumplimiento, artículos 813 a 816. Lo interesante
de la primera de esas normas es que indica con claridad que además de la mora accipiendi, el acreedor
incurre en mora cuando no presta la colaboración debida, cualquiera sea el tipo de obligaciones:
“Artículo 813.- Requisitos.- El acreedor incurre en mora cuando, sin motivo justicado, no acepta la pres-
tación que le es ofrecida en los términos legales, o no practica los actos necesarios para el cumplimiento
de la obligación”.
192
La mora del acreedor
193
Luis Moisset de Espanés
Le silence ou l’absence du créancier, dans les cas où son concours est nécessaire pour l’exécution de
l’obligation, constituent un refus.
Art. 285.- Le créancier n’est pas constitué en demeure lorsque, au moment où le débiteur offre d’accomplir
son obligation, ce dernier n’est réellement pas en état de l’accomplir.
Art. 286.- Le créancier n’est pas constitué en demeure par le refus momentané de recevoir la chose:
1) Lorsque l’échéance de l’obligation n’est pas déterminée; 2) Ou lorsque le débiteur a le droit de s’ac-
quitter avant le terme établi.
Cependant, si le débiteur l’avait prévenu, dans un délai raisonnable, de son intention d’exécuter l’obligation,
le créancier serait constitué en demeure même par un refus momentané de recevoir la chose qui lui est offerte.
Art. 287.- A partir du moment où le créancier est constitué en demeure, la perte ou la détérioration de la
chose sont à ses risques, et le débiteur ne répond plus que de son dol et de sa faute lourde.
Art. 288.- Le débiteur ne doit restituer que les fruits qu’il a réellement perçus pendant la demeure du
créancier, et il a, d’autre part, le droit de répéter les dépenses nécessaires qu’il a dû faire pour la conser-
vation et la garde de la chose, ainsi que les frais des offres par lui faites”.
(36) El Código de las Obligaciones y Contratos de Marruecos dedica a la mora del acreedor los artículos 270
a 274, también en una sección del capítulo destinado a las obligaciones en el Libro I, con textos muy
similares a los del Código de Túnez.
(37) “Art. 334.- Si le créancier refuse, sans juste raison, de recevoir le paiement qui lui est régulièrement
offert, ou d’accomplir les actes sans lesquels le paiement ne peut pas être effectué. Ou s’il déclare qu’il
n’acceptera pas le paiement, il sera constitué en demeure dès le moment où son refus aura été constaté
par une sommation signiée para la voi légale.”
“Art. 335. Lorsque le créancier est en demeure, la perte et la détérioration de la chose sont à ses risques,
les intérêts de la dette cessent de courir, et le débiteur acquiert le droit de consigner la chose au frais de
créancier et de réclamer la réparation du prejudice qu’il épreuve de ce fait”.
Tomamos el texto de estas normas de la edición en francés efectuada por el Ministerio de Justicia, Imp.
Nationale, El Cairo, 1952.
(38) El proyecto Gandol dedica una sección a la mora del acreedor. Nos parece de interés reproducir el primero
de sus artículos:
“Artículo 103.- Noción de mora del acreedor.- Hay mora del acreedor si este, sin motivo válido, no recibe,
o rechaza, o impide o estorba la ejecución por parte del deudor, o no efectúa la opción prevista por el
artículo 87 inciso 2 por un crédito alternativo si la otra parte no quiere hacerlo ella misma, o no procura
–estando obligada a ello– la presencia de un tercero o la autorización o la licencia de la autoridad pública
prevista en el artículo 76 inciso 2 o, en todo caso, adopta un comportamiento activo u omisivo que no
permite al deudor ejecutar la obligación.
(39) Ver: Por ejemplo, para el derecho argentino lo que exponemos en el Capítulo destinado a “Mora del
acreedor y pago por consignación”.
194
La mora del acreedor
Esto sucede no solamente en el primer Código de Bolivia que es una mera tra-
ducción al castellano del Código Civil francés, sino también en el Código de Chile,
obra de Andrés Bello, que tanta inuencia ejercitó sobre el resto de la codicación
americana de la época, pues fue adoptado en muchos países de nuestro continente(40),
entre los cuales se cuentan Colombia, Ecuador, El Salvador y Honduras, inuencia
que se extendió al primer Código de Venezuela, que data del siglo XIX.
Tampoco el Código uruguayo contiene normas especícas sobre la mora del
acreedor y la doctrina suele estudiar el problema vinculándolo con la “oblación y
consignación”(41). Esto no signica que los autores confundan la mora del acreedor
con el pago por consignación pues como bien dice Gamarra, “la mora del acreedor (a
diferencia de la oblación y consignación), carece de efectos liberatorios”(42).
La perspectiva cambia al comenzar el siglo XX y de ello nos ocuparemos en los
próximos apartados. Sin embargo es menester destacar que la falta de normativa pro-
voca notorias discrepancias entre los autores uruguayos –y lo mismo sucede en otros
países– a la hora de caracterizar el instituto, denir su concepto y establecer los efec-
tos que esta actitud del acreedor provoca sobre la vida de la obligación.
Hemos anticipado que al comenzar el siglo XX la visión de este problema por el
legislador americano cambia, aunque todavía encontramos algún cuerpo legal, como
el Código Federal de México de 1931, que continúa con la óptica anterior y se reduce
a vincular la mora del acreedor con el pago por consignación. Dedicaremos los próxi-
mos apartados a estudiar la evolución producida en el derecho de Iberoamérica.
(40) Sobre este tema puede consultarse la muy interesante obra de GUZMÁN BRITO, Alejandro. La codi-
cación civil en Iberoamérica. Siglos XIX y XX . Ed. Jurídica de Chile, Santiago, 2000. En la página 607
hay un cuadro sinóptico muy ilustrativo.
Ver también nuestro Codicación civil y derecho comparado . Ed. Zavalía, Buenos Aires, 1994 (en especial
p. 111 y siguientes).
(41) Ver: Por ejemplo, GAMARRA, Jorge. Tratado de Derecho Civil Uruguayo . Tomo XVII, Vol. 1, 2ª edición,
Fundación de Cultura Universitaria, Montevideo, 1992, p. 264.
(42) Ob. cit., p. 266, donde dedica un título a la “Diferencia entre mora del acreedor y oblación y consignación”.
(43) Augusto Teixeira de Freitas fue un no jurista que, por encargo del gobierno brasileño elaboró primero
la “Consolidación de las leyes civiles”, y luego encaró la confección de un proyecto de Código Civil que,
lamentablemente, dejó inconcluso.
195
Luis Moisset de Espanés
(44) “Artículo 1070 (Esboço de Freitas).- Quedará constituído en mora, el deudor que no hiciere el pago, y el
acreedor que no lo quisiere recibir en tiempo oportuno”.
Freitas, en la nota a ese artículo, acota: “Tomamos la palabra mora en su sentido natural, tanto por parte
del deudor –mora solvendi–, como por parte del acreedor –mora accipiendi– (...)”.
(45) Sin embargo Vitor F. KÚMPEL sostiene que la entrada en vigor se produjo el primer segundo del día 13
(ver su artículo titulado “A entrada en vigor do novo Código civil”, en São Paulo: Complexo Jurídico
Damásio de Jesus, set. 2003. Disponível em: <www.damasio.com.br/novo/html/frame_artigos.htm>).
(46) “Art. 394 (Código Civil brasileño de 2003).- Considera-se em mora o devedor que nâo quiser recebê-lo
no tempo, lugar e forma que a lei ou a convençâo estabelecer”.
(47) “Art. 400 (Código Civil brasileño de 2003).- A mora do credor subtrai o devedor isento de dolo à respon-
sabilidade pela conservaçâo da coisa, obriga o credor a ressarcir as despesas empregadas em conservá-la,
e sujeita-o a recebé-la pela estimaçâo mais favorável ao devedor, se o seu valor oscilar entre o dia esta-
belecido para o pagamento e o da sua efetivaçâo”.
(48) Ver: LOHBAUER, Armin. Mora e inadempimento (puede consultarse en Internet); casi toda la bibliografía
en la que apoya sus conclusiones es anterior a la vigencia del nuevo Código.
196
La mora del acreedor
contractual. El nuevo artículo 394 disipa toda duda, pues se reere al “tiempo, lugar
y forma que la ley o la convención establecieren”.
2. Condiciones. Culpa del acreedor. Oferta. Deuda exigible
Uno de los primeros problemas que dividen a la doctrina brasileña es si para que
exista mora del acreedor es menester que este haya obrado con culpa, y la mayor parte
de los autores se inclina a sostener que la culpa es un elemento extraño a la mora del
acreedor(49). Nosotros, sin embargo, creemos que el “no querer recibir en el tiempo
lugar y forma” establecidos por la ley, o estipulados en la convención, entraña una
negativa voluntaria, y por ende culposa, de parte del acreedor, que la diferencia de
otras faltas de colaboración que, aunque habilitan al deudor para consignar, no pro-
vocan la mora crediticia.
Por supuesto que del artículo 394 surge que debe mediar una oferta del deudor,
no una mera promesa de pago, y que el contenido de esa oferta debe ser la prestación
debida, íntegra en la cantidad, y en el lugar y forma debidos. De aquí puede inferirse
que si el deudor se encontraba ya en mora y efectúa una oferta de pago, ella deberá
incluir el abono de los intereses o daños y perjuicios que su mora previa ha provo-
cado, pues si no lo hiciera la oferta no sería íntegra y la negativa del acreedor a reci-
bir ese pago estaría justicada.
Además, debe tratarse de una deuda ya exigible, pues el acreedor no está obli-
gado a recibir pagos anticipados que, si bien pueden serle provechosos cuando se trata
de obligaciones dinerarias, en cambio pueden resultarle sumamente gravosos en el
caso de otras prestaciones de dar o hacer, por no tener lugar adecuado para recibirlas,
o carecer de sentido que se pretenda cumplir el hacer antes de tiempo.
3. Efectos de la mora del acreedor
Quizás este tema sea el que adquiere más importancia, pues si bien hay coinci-
dencia doctrinaria, incluso en los códigos que no legislan de manera expresa sobre
la mora del acreedor, las divergencias aparecen cuando se trata de regular algunos de
subefectos.
Con relación a las previsiones contenidas en el artículo 400 del Código actual-
mente vigente, creemos que pueden sintetizarse esos efectos de la mora crediticia en
la siguiente forma:
(49) Ver: Ob. cit., en el primer párrafo del apartado que dedica a la mora del acreedor y también BARROS
MONTEIRO, Washington de. Curso de Direito Civil, vol. 4, 1ª parte, p. 267, 30ª edición, Saraiva, San
Pablo, 1999.
En igual sentido Sílvio de Salvo Venosa, para quien la mora del acreedor, o accipiendi, es un simple hecho
o acto, independiente de la culpa (Direito Civil. Teoria Geral das Obrigações e Teoria Geral dos Contratos.
SP: Atlas, 3ª edición, 2003, p. 238).
197
Luis Moisset de Espanés
1) Libera al deudor, que no actúe con dolo o culpa, de los riegos de pérdida
o deterioro que pueda sufrir la prestación.
2) Obliga a resarcir los daños que ocasione al deudor esta mora, y los gastos
que realice para conservar la cosa.
3) Tiene como consecuencia que el acreedor deba recibir la cosa, si hay
variaciones en su valor, por el más favorable al deudor.
A ello debe agregarse que abre las puertas para que el deudor pueda recurrir a
la consignación –que podrá ser judicial o extrajudicial– para poner n a la vida de la
obligación, aplicándose las previsiones del artículo 890 del Código de Procedimien-
tos Civiles, y del artículo 334 del Código Civil(50).
4. Fin de la mora del acreedor
Cuando estudiamos la mora del deudor destacamos que era un estado transito-
rio, que nalizaba con su transformación en incumplimiento denitivo, o con el cum-
plimiento tardío, que ponían n a la vida de la obligación.
Algo semejante ocurre con la mora del acreedor, que no está destinada a perdu-
rar eternamente, sino que concluirá con la extinción de la obligación por imposibi-
lidad de cumplimiento, o con un cumplimiento, que puede ser tardío, si el acreedor
purgó su mora, o forzado, por vía de la consignación.
Cuando la falta de colaboración del acreedor es insuperable se convierte en un
obstáculo que impide al deudor, sin que medie culpa de su parte, ejecutar la presta-
ción debida, y esta imposibilidad de cumplimiento es un modo extintivo de la obliga-
ción, regulado por casi todos los códigos.
En el otro extremo tenemos el “cumplimiento forzado”, por medio de la consig-
nación o sus sucedáneos, que también está regulada de manera especial, tanto en el
Código de Brasil como en todos los cuerpos legales que se pueden consultar.
En la doctrina brasileña se ha procurado distinguir la “cesación de la mora”, de
la “purga de la mora” (51), expresando que la “cesación” de la mora del acreedor se pro-
duce cuando hay un hecho extintivo de la obligación, como sería una novación, remi-
sión de la deuda o renuncia del acreedor”. En efecto, como el acreedor es titular de
un derecho, y no pesa sobre él, técnicamente hablando, una “obligación”, suele acep-
tarse que puede remitir la deuda o renunciar a su crédito, y en la hipótesis de la nova-
ción, concurriría junto a su voluntad la del deudor, para dar vida a una nueva relación
(50) Conf. TARTUCE, Flavio. O Inadimplemento absoluto e a mora no Código Civil de 2002 , trabajo que
puede consultarse en: <www.juristas.com.br>, o en <www.diex.com.br>.
(51) Ver: DINIZ, María Helena. Curso de Direito Civil Brasileiro. 2º Volumen, Teoria Geral das Obrigaçôes,
ed. Saraiva, San Pablo, 2002, 16ª edición, p. 374 (citada por TARTUCE).
198
La mora del acreedor
V. CÓDIGO DE BOLIVIA
Ya hemos dicho que el primer Código de Bolivia fue apenas una traducción al
castellano del Código Civil francés. Pero ese Código ha sido reemplazado en 1975
por un nuevo cuerpo legal, cuya gestación comienza en 1962 con la designación de
una Comisión que elaboró las “Bases y un plan general”, para un nuevo Código Civil.
Posteriormente en 1972 se designó una nueva Comisión, integrada por Hugo San-
doval Saavedra, Pastor Ortiz Matos, Raúl Romero Linares y Oscar Frerking Salas,
para redactar el Proyecto de Código, que fue presentado a nes de 1974, aprobado en
agosto de 1975 por decreto-ley Nº 12.700, y entró en vigencia el 2 de abril de 1976(53).
El actual Código boliviano, dentro de la Primera Parte del Libro Tercero, dedi-
cada a las obligaciones en general, al tratar del cumplimiento de las Obligaciones
(Capítulo II), destina la Sección III, dividida en tres subsecciones, a “las ofertas de
pago y las consignaciones”. La primera de esas subsecciones (arts. 327 y 328), se
ocupa especícamente de “la mora del acreedor”. En las restantes se trata de “las
ofertas de pago” (subsección II, arts. 329 y 330) y de “las consignaciones” (subsec-
ción III, arts. 331 a 338).
Las condiciones para constituir en mora al acreedor se establecen en el artículo
327, que expresa:
“El acreedor se constituye en mora cuando sin que haya motivo legítimo
rehusa recibir el pago que se le ha ofrecido o se abstiene de prestar la cola-
boración que es necesaria para que el deudor pueda cumplir la obligación”.
199
Luis Moisset de Espanés
La lectura de la norma pone de relieve que comprende tanto los casos de mora
accipiendi, que pueden presentarse en las obligaciones de dar, como el resto de hipó-
tesis en que exista falta de “colaboración”, en cualquier tipo de obligaciones. Pero,
¿qué debe hacer el deudor para constituir en mora a su acreedor? En la subsección II
se exige, para las obligaciones de dar, que efectúe una “oferta de pago” y se jan las
condiciones que deben reunir esas ofertas(54). Incluso en el apartado II del artículo 330
se menciona una hipótesis en que la oferta se haga por medio de una intimación al
acreedor para que reciba la cosa (55), pero toda esta normativa se reduce a la forma de
constituir en mora al acreedor frente a su falta de aceptación de la cosa en las obliga-
ciones de dar, y nada se prevé en relación con el resto de las obligaciones.
Estimamos que este vacío deberá cubrirse interpretando de manera extensiva la
norma que establece la forma de constituir en mora al deudor y exige para ello la inti-
mación(56). En consecuencia, doctrina y jurisprudencia deberán inclinarse a interpretar
que la mora del acreedor, cuando no se trate de obligaciones de dar, y no sea posible
efectuar una “oferta real”, se obtendrá “mediante intimación o requerimiento judicial
u otro acto equivalente”, pero en este caso emanado del deudor.
Los efectos de la mora del acreedor se regulan en el artículo 328:
“Cuando el acreedor está en mora, se producen los efectos siguientes:
1) Pasan a su cargo los riesgos de la cosa debida.
2) No tiene derecho a los intereses ni a los frutos que no hayan sido per-
cibidos por el deudor.
3) Debe resarcir los daños provenientes de la mora.
4) Soporta los gastos de custodia y conservación de la cosa debida”.
(54) “Artículo 329 (Requisitos). I. Para que la oferta de pago sea válida, se precisa que:
1) Se haga al acreedor capaz de recibir, o a quien lo represente o esté autorizado a recibir el pago.
2) Se haga por persona capaz de cumplir válidamente.
3) Comprenda la totalidad de la suma adeudada o de las cosas debidas, y de los frutos o intereses, así
como de los gastos líquidos y una suciente para los no líquidos, con protesta del suplemento que
pudiera ser necesario.
4) El término esté vencido, si se jó a favor del acreedor, o que la condición esté cumplida, si la obli-
gación fuese condicional.
5) La oferta se haga en el lugar donde corresponda efectuar el cumplimiento.
6) La oferta se haga por medio de la autoridad judicial competente.
II. La oferta puede estar subordinada al consentimiento del acreedor para redimir las garantías reales u
otros vínculos sobre los bienes, que limitan su libre disponibilidad.
(55) “Artículo 330 (Oferta real y oferta con intimación).- I. (...)
II. En cambio, si se trata de cosas muebles a entregarse en lugar diverso, la oferta se hace con intimación
al acreedor para que las reciba previa su noticación en forma legal.
(56) “Artículo 340 (Constitución en mora).- El deudor queda constituido en mora mediante intimación o
requerimiento judicial u otro acto equivalente del acreedor”.
200
La mora del acreedor
Por supuesto que a los efectos enumerados en la norma que hemos transcripto
debe agregarse que la mora del acreedor abre las puertas para que el deudor pueda
liberarse de la obligación consignando(57), aspecto que –como ya hemos dicho– se
regula en la subsección III.
Las previsiones contenidas en los incisos 1 y 4, respecto al traslado de los ries-
gos y a soportar los gastos de conservación y custodia de la cosa debida no necesitan
mayores comentarios, pues son aceptados de manera unánime por la doctrina y legis-
lación comparadas.
En lo que respecta a los intereses, la forma amplia en que está redactada la
norma, lleva a la conclusión de que, a partir de la mora del acreedor no correrá nin-
gún tipo de intereses, punto en el que suelen presentarse discrepancias doctrinarias
pues hay quienes piensan que solo debe suspenderse el curso de los intereses mora-
torios (que de ninguna manera podrían pretenderse, porque no hay mora del deudor),
pero que los intereses compensatorios convencionales recién deberán cesar si se pro-
cede a consignar la suma debida. Al no establecerse ninguna distinción entendemos
que en el sistema boliviano no correrá ningún tipo de intereses, como sucede en la
mayor parte del derecho comparado.
Finalmente, con relación al inciso 3 que impone el deber de resarcir los daños
provenientes de la mora crediticia, ello sólo procederá si efectivamente el retardo
del acreedor ocasiona daño al deudor, porque hay hipótesis en que eso no sucede. En
efecto, tratándose de obligaciones de dar sumas de dinero, en épocas de estabilidad
monetaria, el deudor puede incluso verse beneciado por la actitud del acreedor, ya
que podrá seguir usando ese dinero, sin pagar intereses, mientras perdure la situación
de mora del acreedor; y en otras obligaciones en que la conservación de la cosa que
se debía entregar no ocasiona molestias al deudor, tampoco sufre daño alguno por la
mora del acreedor, como sucedería en el viejo ejemplo que nos da Pomponio en el
Digesto, del acreedor que debe retirar las piedras de una cantera, y no lo hace(58), aun-
que en este caso como la venta ha originado obligaciones recíprocas, pueda ejerci-
tar la acción de venta, para que las retire y las pague, pero en tal hipótesis estaríamos
frente a una mora del adquirente de su obligación de pagar las piedras adquiridas. Con
más claridad vemos casos en que la demora del acreedor no ocasiona daños, cuando el
pago de la obligación recíproca ya se ha efectuado; o en obligaciones de hacer, como
posar ante un artista para que este pinte un cuadro, donde el retraso no suele originar
daños, porque el artista está recargado de tareas y le resulta indiferente la conducta
del acreedor, pues su demora no le ocasiona preocupación, sino a lo mejor alivio pues
le permite atender con tranquilidad otros compromisos.
(57) “Artículo 331 (Consignación y efectos liberatorios).- En caso de que el acreedor rehuse aceptar la oferta
real, o habiéndosele intimado, no se presente a recibir las cosas ofrecidas, el deudor puede realizar la
consignación”.
(58) Ver D. 19.1.9.
201
Luis Moisset de Espanés
(59) “Artículo 253 (Código de Cuba).- Durante la mora del acreedor, el deudor debe conservar en buen estado
el bien objeto de la prestación”.
“Artículo 254 (Código de Cuba).- 1. En caso de mora del acreedor, el deudor tiene el derecho de consig-
nar el bien a cuenta y riesgo de aquel y se libera de la deuda. La autoridad competente decide sobre la
procedencia de la consignación. (...)”.
(60) Los antecedentes de la renovación de la legislación civil en Paraguay pueden verse en la excelente obra
de GUZMÁN BRITO que ya hemos citado (La codicación civil en Iberoamérica ), pp. 526 a 528.
202
La mora del acreedor
ofreciéndole el pago. Se opera así el juego armónico del mismo principio, tanto para
el deudor como para el acreedor.
Pero si un código opta por el sistema de mora automática, ya no es fácil apli-
car analógicamente este principio a la mora del acreedor. En efecto, ¿puede conce-
birse que el mero transcurso del plazo haga caer automáticamente en mora a deudor
y acreedor? Por ello casi todas las legislaciones que adoptan el principio de la mora
automática se preocupan por tratar expresamente la mora del acreedor. Citaremos
solamente como ejemplo el moderno código portugués que, después de establecer la
mora automática del deudor en las obligaciones a plazo, dedica los artículos 813 a 816
a la mora del acreedor, diciendo que se produce cuando no acepta, sin motivo justi-
cado, la prestación que le es ofrecida en los términos legales, o no practica los actos
necesarios para el cumplimiento de la obligación.
Siguiendo esta línea de pensamiento el artículo 428 del nuevo Código para-
guayo dispone que “el acreedor caerá en mora si rehusare recibir la prestación ofre-
cida, a pesar de reunir esta los requisitos del pago; o cuando, intimado al efecto, no
realizare los hechos que le incumben para vericarlo, (...)”.
Se contempla primeramente la falta de colaboración en las obligaciones de dar,
que resulta de la negativa del acreedor a recibir la cosa, cuya entrega le ha sido ofre-
cida; en segundo lugar prevé la hipótesis de omisión de aquellos deberes secundarios
de conducta a que hacíamos referencia más arriba, es decir los hechos previos, sin los
cuáles el deudor no está en condiciones de ejecutar la prestación debida.
El mismo artículo 428 agrega que también habrá mora del acreedor “siempre
que no estuviere en condiciones de cumplir su contraprestación”. Se coloca aquí en
la hipótesis de que existan obligaciones recíprocas, y el acreedor de una de ellas es
moroso respecto a la otra, de la que es deudor. Decide el caso sumándole a la mora
solvendi, la mora accipiendi.
Finalmente el mismo artículo aclara que aunque el deudor interpele al acreedor,
no provocará su mora si “no pudiese ejecutar el pago en esa oportunidad”, solución
correcta, pues el ofrecimiento de pago para producir el efecto jurídico de constituir
en mora al acreedor, debe ser un ofrecimiento serio y no una mera expresión verbal
de buenas intenciones.
1. Efectos de la mora del acreedor
A partir del momento en que se constituye en mora al acreedor quedan a su
cargo los riesgos de pérdida, deterioro o imposibilidad de cumplimiento de la pres-
tación debida, salvo que estas circunstancias se produjeren por dolo o culpa del deu-
dor (art. 429, inciso a).
En segundo lugar el acreedor moroso deberá indemnizar al deudor los gastos
que origine con su actitud, tanto en relación con el ofrecimiento de pago inaceptado,
como los que pueda acarrear la guarda y cuidado de la cosa debida (art. 429, inciso d).
203
Luis Moisset de Espanés
El inciso b del artículo 429 contempla el caso en que la deuda fuese de cosas
inciertas, estipulando que “los riesgos serán a cargo del acreedor mientras no cum-
pla la intimación para recibir la cosa elegida”. En este caso la elección, previa a la
constitución en mora del acreedor, hace que se opere lo que hemos llamado “con-
centración”, y que la deuda quede sometida al régimen de las obligaciones de dar
cosas ciertas.
Se establece también que la obligación del deudor de restituir los productos, o
abonar su importe “queda limitada a lo que hubiere percibido efectivamente” (inciso
c, art. 429), solución que está en concordancia con la previsión general de que los ries-
gos de pérdida o deterioro pesan sobre el acreedor moroso. La separación o percep-
ción de productos por un tercero, sin dolo ni culpa del deudor, o su destrucción por
caso fortuito, son riesgos que deben pesar, en este caso, sobre el acreedor.
Aunque el artículo 429 nada dice sobre los intereses compensatorios, estima-
mos que se aplica aquí lo previsto en el artículo 588, al tratar del pago por consigna-
ción, y que su curso se suspenderá a partir del momento en que el deudor deposite la
suma debida.
Esta es la solución que se impone, máxime atendiendo al hecho de que el último
inciso del artículo 429 establece que “el deudor estará facultado a pagar por consig-
nación, conforme a las reglas establecidas por este Código”.
Finalmente digamos que el acreedor podrá hacer cesar su mora, reclamando el
cumplimiento y poniendo de su parte la colaboración necesaria para que se haga efec-
tivo el pago.
(61) Esta obra, que lleva el título de “Proyecto de Código de Derecho Privado”, está acompañada de una extensa
Exposición de Motivos, y fue publicada por la Superintendencia de Notariado y Registro, Bogotá, 1980.
(62) Ver publicación citada en nota anterior, p. 63.
204
La mora del acreedor
Vemos así que, dentro del Libro III, dedicado a las obligaciones en general, en su
Título III, que trata de la responsabilidad por inejecución de las obligaciones, dedica un
Capítulo a la “limitación de la responsabilidad del deudor por mora del acreedor”(63).
El primero de sus artículos habla de los efectos de la mora crediticia(64) y luego esta-
blece la manera de constituir en mora al acreedor, diciendo en el artículo 538:
“El acreedor incurre en mora cuando rechaza la prestación que oportuna y
correctamente se le ofrece (...)”.
El artículo 538 naliza con dos párrafos en los que se contemplan hipótesis en
las cuales no se produce la mora del acreedor:
“ ... No incurre en mora si el deudor no se encuentra en condiciones de
efectuar la prestación al tiempo del ofrecimiento o la ofrecida no corres-
ponde a la debida.
Tampoco incurre en mora si no recibe antes de vencerse el plazo de cum-
plimiento salvo que se haya pactado que el deudor pueda pagar durante
dicho plazo”.
Sin duda que ocuparse del problema signica un avance, pero tanto de lo dicho
en la Exposición de Motivos, como en el texto propuesto, pareciera surgir que el pro-
yecto se reduce a contemplar el problema que se presenta en las obligaciones de dar
cuando el acreedor no recibe la prestación y omite contemplar otras faltas de colabo-
ración del acreedor que también pueden hacerlo incurrir en mora.
2. Argentina
Nos ocuparemos ahora con algún detalle de los numerosos intentos de Reforma
del Código Civil, incluyendo la ley 17.711, que introdujo numerosos cambios y, en
especial, modicó el régimen de la mora del deudor.
2.1. Anteproyecto de Bibiloni
En 1926 el Poder Ejecutivo de la Nación designó una Comisión para que estu-
diase las Reformas que era necesario introducir al Código Civil. La Comisión, como
primer paso, encomendó a uno de sus miembros, Juan Antonio Bibiloni, que elabo-
rase un anteproyecto, tarea a la que dedicó todos sus esfuerzos y se concretó en un
trabajo que procuraba introducir a nuestra ley civil las enmiendas necesarias, respe-
tando en lo posible las estructuras del Código vigente y, especialmente, su lenguaje,
pero con importantes cambios en la distribución de materias. Su anteproyecto fue
205
Luis Moisset de Espanés
(65) “Artículo 1187 (Anteproyecto Bibiloni).- El deudor, una vez constituido en mora el acreedor, no responde
sino de su hecho intencional, y de su culpa grave. Si se tratase de una deuda de cosas inciertas, los riesgos
no quedan a cargo del acreedor sino después de hecha la intimación al acreedor para que reciba la cosa
elegida”.
“Artículo 1189 (Anteproyecto Bibiloni).- Cuando el deudor debiese restituir los productos de una cosa,
o abonar su valor, su obligación se limita, durante la mora del acreedor, a los percibidos”.
“Artículo 1190 (Anteproyecto Bibiloni). El deudor, en caso de mora del acreedor, podrá pedir una in-
demnización por el aumento de los gastos que ha debido hacer por razón del requerimiento infructuoso,
y por la detención y conservación de la cosa adeudada”.
206
La mora del acreedor
(66) D. 22.1.7.
(67) Ver “Reforma del Código Civil. I. Antecedentes. II. Informe. III. Proyecto”, ed. Kraft, Buenos Aires,
1936, Tomo I, p. 86.
207
Luis Moisset de Espanés
donde cada una de las partes es simultáneamente acreedor y deudor, está en realidad
reriéndose a mora debitoris en el cumplimiento de la contraprestación, en la que
ocupa, precisamente, el lugar de deudor.
A continuación, en el artículo 710, regula con minuciosidad las consecuencias
de la mora creditoria(68).
El Poder Ejecutivo elevó el proyecto al Congreso de la Nación y en Córdoba se
reunió en 1937 el Segundo Congreso Nacional de Derecho Civil, con la presencia de
los juristas más destacados del país, que se dedicó a examinar minuciosamente el Pro-
yecto de Reformas. En esa oportunidad se que aprobó como recomendación la nece-
sidad de que el Congreso de la Nación formulase y recibiese todas las consultas nece-
sarias antes de tratar el proyecto.
La verdad es que, lamentablemente, el proyecto no fue tratado por el Congreso
de la Nación.
2.3. Anteproyecto de 1954
Este proyecto fue elaborado entre los años 1950 por el Instituto de Derecho
Civil dependiente del Ministerio de Justicia de la Nación, ocina que estaba bajo la
dirección de Jorge Joaquín Llambías, quien en nota de presentación detalla la parti-
cipación que cupo a cada uno de los miembros del Instituto, aunque es justicia reco-
nocer que la parte más importante de la tarea estuvo a su cargo. Existe una edición de
este anteproyecto efectuada en 1968, a iniciativa del Dr. Fernando J. López de Zava-
lía, por el Instituto de Derecho Civil y Comparado de la Universidad Nacional de
Tucumán.
El Proyecto, que cuenta con numerosas notas explicativas, tiene un contenido
valioso, y aunque no fue considerado por el Congreso debemos destacar que ha ser-
vido de fuente a varias leyes que reformaron diversos aspectos del Código Civil.
Trata el problema que estudiamos en el Capítulo dedicado al lugar y tiempo
de pago, cuyas últimas dos normas, los artículos 981 y 982, se ocupan de la mora
del acreedor y sus efectos, y entre las fuentes consultadas, además del Anteproyecto
de Bibiloni y el Proyecto de 1936, mencionan principalmente al Código alemán, el
Código suizo de las Obligaciones, el Código italiano y el Código brasileño de 1917(69).
(68) “Artículo 710 (Proyecto de 1936).- La mora del acreedor producirá los efectos que siguen:
1) El deudor solo responderá por su propio dolo y por su culpa, que el juez apreciará con arreglo al
artículo 569.
2) Cuando se tratare de cosas inciertas, los riesgos no pasarán al acreedor, mientras no se cumpla la
intimación para recibir la cosa elegida.
3) La obligación del deudor de restituir los productos de una cosa, o abonar el importe de los mismos,
queda limitada a los que hubiere percibido efectivamente.
4) El deudor tendrá derecho a que se le indemnicen los gastos de conservación, o guarda, así como los
motivados por el requerimiento infructuoso”.
(69) En la nota correspondiente al primer artículo se dice:
208
La mora del acreedor
“(...) La ubicación que rige la mora del acreedor, es objeto de distintas soluciones en la legislación
comparada. Creemos, sin embargo, que el capítulo referido al tiempo del pago es el más adecuado para
contener las disposiciones que nos ocupan.
En cuanto al contenido del artículo, se inspira en la preceptiva del Anteproyecto y del Proyecto de 1936;
y sigue la línea de los códigos extranjeros más moderno”.
(70) “Nota al artículo 981 (Anteproyecto de 1954).- (...) Es evidente que el tema que nos ocupa se relaciona,
directamente, con el pago por consignación, a que da lugar la actitud del acreedor moroso.
El sistema de nuestro Código no ha exigido las llamadas “ofertas reales” como un presupuesto de la con-
signación, apartándose así del sistema seguido por el código francés. Esta circunstancia hace desusadas
entre nosotros a las ofertas reales, y nos induce a no exigirlas para constituir en mora al acreedor”.
209
Luis Moisset de Espanés
Por último en los tres párrafos del artículo 982, se regulan los “efectos de la
mora del acreedor”:
“Si el acreedor fuere constituido en mora, será a su cargo la imposibilidad
del pago sobrevenida por una causa ajena al deudor, que sólo responderá
de su culpa o dolo.
Cesará el curso de los intereses, y sólo corresponderá la restitución de los
frutos que hubiese percibido efectivamente el deudor.
El acreedor responderá por los daños y perjuicios que su mora causare al
deudor”.
Nada se prevé sobre la purga de la mora del acreedor, pero nos parece que ello se
debe a la vinculación tan estrecha que se ha establecido con el pago por consignación.
Tampoco se prevé la hipótesis de liberación del deudor sin consignación, por
imposibilidad de cumplimiento originada en la conducta omisiva del acreedor, cuya
falta de colaboración se ha convertido en obstáculo insalvable para la ejecución de la
prestación debida.
2.4. Ley 17.711
La ley 17.711 introdujo un profundo cambio en el régimen de la mora, sustitu-
yendo el sistema la intimación por un régimen de mora automática en las obligacio-
nes a plazo.
Dejó pasar, sin embargo, la oportunidad de regular la mora del acreedor, tanto
en su manera de constitución, como en sus efectos(71).
2.5. Proyecto de 1987
En 1987 la Cámara de Diputados de la Nación designó una comisión técnica,
para que elaborase un proyecto de unicación de las obligaciones civiles y comer-
ciales. La idea era realizar esa obra sobre la base del Código Civil vigente, mante-
niendo en lo posible su estructura y articulado. La iniciativa era loable pero, como
todo intento de cambio, fue objeto de críticas y tuvo oposición. Algunos de esas crí-
ticas estaban justicadas, pues al señalar defectos y falencias lo que procuraban era
depurar el proyecto, eliminando las fallas que en él se advertían, para que la ley que
se sancionara satisciese en la mayor medida posible los intereses de los justiciables.
La Comisión Redactora del Proyecto, lamentablemente, no lo entendió así y
logró que la Cámara de Diputados lo sancionase a “libro cerrado”, a nes de 1991,
sin admitir enmienda alguna. En el Senado se designó una comisión revisora y el
proyecto permaneció paralizado durante cuatro años, hasta que un nuevo impulso
(71) En nuestro primer trabajo sobre el nuevo artículo 509, escrito en junio de 1968 y publicado en los primeros
días del mes de octubre, señalamos esa falencia de la ley de reformas.
210
La mora del acreedor
de sus autores logró a nes de ese año 1991 que se lo sancionase sin modicación
alguna, desoyendo las fundadas observaciones que se habían formulado. A ello se
sumó que poco tiempo antes el Congreso de la Nación había aprobado la Ley de
Convertibilidad, con una rígida concepción nominalista en materia de obligaciones
de dar sumas de dinero, que chocaba frontalmente con el concepto “valorista” que
inspiraba a muchas normas del proyecto, lo que motivó que el Ejecutivo lo vetara
íntegramente.
En lo que se reere a la materia que estudiamos no contenía previsión alguna
sobre “mora del acreedor”, lo que motivó que el profesor Alferillo escribiese una
nota, cuando todavía se pensaba que podían introducirse enmiendas, en que hablaba
de una “omisión subsanable”, trabajo que permaneció inédito por la apresurada san-
ción de la ley, y posterior veto del Poder Ejecutivo.
2.6. Proyectos de 1993
Fracasado ese intento de unicación de las obligaciones civiles y comerciales,
en el que nada se decía sobre la mora del acreedor, vemos que tanto el Poder Legis-
lativo, como el Poder Ejecutivo retoman la iniciativa de proseguir la tarea de refor-
mar nuestras leyes civiles.
La Comisión designada por la Cámara de Diputados continuó trabajando sobre
la base de efectuar la Unicación dentro del Código Civil, manteniendo su estructura.
El Proyecto así elaborado –al que se dió el nombre de “Proyecto Federal”– obtuvo
aprobación en 1993 por la Cámara de Diputados, y pasó al Senado de la Nación,
donde luego permaneció en comisiones sin ser considerado. Se incorporaba allí el tra-
tamiento de la mora del acreedor en el artículo 507(72), que contemplaba tanto la hipó-
tesis de mora accipiendi, como la más genérica de falta de cooperación, pero no con-
tenía previsiones sobre los efectos de dicha conducta.
El Poder Ejecutivo, por su parte, designó en 1992 una comisión(73) que al cabo
de un año presentó un proyecto ambicioso que excedía el marco de la unicación de
obligaciones civiles y comerciales(74).
En el mencionado proyecto, luego de dedicar dos artículos a la mora del deu-
dor(75), se incluye el siguiente texto:
(72) “Artículo 507 (Proyecto Federal).- El acreedor incurre en mora y es responsable frente al deudor, cuando
se niega en forma injusticada a aceptar el pago o a prestar la colaboración indispensable para que este
se efectúe, o cuando interpelado al efecto no realizare los hechos que le incumbe para que se verique el
referido pago”.
(73) La Comisión fue designada por decreto 468/92 y estaba integrada por Augusto César Belluscio, Salvador
Darío Bergel, Aída Rosa Kemelmajer de Carlucci, Sergio Le Pera, Julio César Rivera, Federico N. Videla
Escalada y Eduardo A. Zannoni.
(74) La nota de elevación del proyecto lleva fecha 26 de marzo de 1993, y puede consultarse en “Reformas al
Código Civil”, Astrea, Buenos Aires, 1993, p. 17.
(75) Ver publicación citada en nota anterior, artículos 717 y 718.
211
Luis Moisset de Espanés
(76) En nota se maniesta que el texto recoge “las enseñanzas generalmente aceptadas, y que consagran
diversos códigos (así, art. 813 del Código Civil portugués de 1966)”.
(77) Ver: Título IV (de otras fuentes de las Obligaciones), del Libro IV. Ese título tiene un primer capítulo
dedicado a la responsabilidad civil, y la segunda sección de ese capítulo trata de la mora (artículos 1592
a 1599).
(78) Los fundamentos se ocupan de la “responsabilidad civil” en los números 259 a 266.
212
La mora del acreedor
¿Es que, acaso, sólo puede haber mora del acreedor en las obligaciones de dar?
¿En qué quedan todas las otras situaciones en que el acreedor no presta la colabora-
ción debida? ¿Se suple esta falencia con la remisión al artículo 677, que contiene el
último párrafo?(79):
“(...) Se aplican, en lo pertinente, las disposiciones relativas a la mora del
deudor, así como lo establecido en el artículo 677”.
Esto signica recurrir a la interpretación analógica de las previsiones que el pro-
yecto contiene sobre mora del deudor, siguiendo la recomendación votada en Cór-
doba, en el Cuarto Congreso Nacional de Derecho Civil (80), pero ese método –que
solamente se justica frente a la ausencia de normas expresas– ocasiona serias di-
cultades, como lo hemos expuesto oportunamente(81), y como recomendó también,
de lege ferenda, el Cuarto Congreso que, sobre la base de una ponencia presentada
por los Dres. Palmero y Aparicio(82), entendió era necesario legislar sobre la “mora
creditoris”(83).
Bien señaló Salas, en el mencionado Congreso, que “la mora del acreedor no
puede ser regida por idénticas normas que las que corresponden a la mora del deudor,
ya que la situación, aunque pueda ser de alguna manera análoga, de ningún modo es
idéntica”(84).
La solución adoptada en el proyecto opta por un camino que resulta cómodo
para el legislador, ya que no le exige el esfuerzo de ocuparse del tema, como debería
hacerlo, pero crea incertidumbre ante la variedad de caminos que seguirá el intérprete
cuando pretenda hacer una interpretación analógica.
2.8. Proyecto de 2012 y nuevo Código (vigencia 2016)
En el Proyecto de 2012 hay un claro retroceso en el proceso de renovación legis-
lativa, pues se silencia totalmente el problema de la mora del acreedor. Se limita a tra-
tar de la mora del deudor en los artículos 886 a 888, en una sección ubicada dentro
del capítulo dedicado al pago.
(79) El artículo 677 del Proyecto se reere al deber de cooperación en los siguientes términos: “Tanto el deu-
dor como el acreedor deben cooperar, de buena fe, para que el interés de este sea satisfecho mediante la
prestación”.
(80) Ver Recomendación N° 6: “Interpretar de lege lata: ... 7°) Que lo dispuesto acerca de la mora del deudor
es extensivo analógicamente a la mora del acreedor”, “Cuarto Congreso... Actas”, Tomo II, p. 831, Imp.
Univ. Nacional, Córdoba, 1971.
(81) Ver: nuestro “Mora del acreedor y pago por consignación”, Jurisprudencia Argentina, 1977-II-707, y el
capítulo correspondiente de este libro.
(82) Ver: “Cuarto Congreso... Actas. Tomo I, p. 284, punto 3 de la ponencia, donde se recomienda que “sobre
iguales fundamentos e idénticos principios debe legislarse expresamente la mora creditoria”.
(83) Ver: “Cuarto Congreso... Actas”. Tomo II, p. 833.
(84) Ver: “Cuarto Congreso... Actas. Tomo I, p. 301 in ne y 302.
213
Luis Moisset de Espanés
IX. CONCLUSIONES
Debemos confesar que nuestra investigación ha excedido el marco que nos
había trazado originariamente, reducido al estudio de lo sucedido en los códigos civi-
les iberoamericanos a partir de comienzos del siglo XX.
Al efectuar una búsqueda de antecedentes tuvimos la primera sorpresa, pues
creíamos que el tratamiento legislativo de la mora del acreedor se remontaba a las dis-
posiciones que contiene el B.G.B., pero pudimos advertir que estaba precedido por
el primer Código Suizo de las Obligaciones, y acompañado por la recepción de esta
gura en países de África, como Túnez, Marruecos y Egipto.
Para no extendernos excesivamente procuramos limitarnos a brindar los datos
básicos de cada uno de esos cuerpos legislativos, sin ahondar en el análisis de su con-
tenido, lo que sin duda limita nuestro estudio de derecho comparado(86). Creemos, sin
embargo, poder extraer las siguientes conclusiones:
1) La mora del acreedor no se reduce a la mora accipiendi, propia de las obli-
gaciones de dar.
(85) En los fundamentos del proyecto nada se dice sobre la mora del acreedor ni se brinda una justicación
de las razones tenidas para apartarse de lo previsto en el Proyecto de 1998.
(86) No hemos tenido tiempo tampoco para brindar un panorama de lo que sucede en la totalidad de los estados
federales de México, cada uno de los cuales tiene su legislación civil propia.
214
La mora del acreedor
215
Notas de interés y prohibición del anatocismo
¡No estaba muerta, andaba descansando!
217
Carlos E. Polanco Gutiérrez
El Tribunal Constitucional, sin reparar mucho en que si las tasas de interés que
q ue
se publicitan o no por la Superintendencia de Banca y Seguros, contienen implí-
cita una capitalización de intereses, ordenó su aplicación, en términos efectivos, en
las deudas pensionarias que tenía el Estado con cesantes y jubilados; sin embargo,
mediante Ley Nº 29951, Ley de Presupuesto para el sector público del año 2013, se
estableció que a partir de la vigencia de dicha ley, el interés que corresponde pagar por
adeudos de carácter previsional, es el interés jado por el Banco Central de Reserva
del Perú, expresado en términos no capitalizables (Nonagésima Séptima Disposición
Complementaria Final), lo que originó la expedición de la Casación Nº 5128-2013-
Lima, de fecha 18 de setiembre de 2013, la Segunda Sala de Derecho Constitucio-
nal y Social Transitoria de la Corte Suprema de la República, determinó, como pre-
cedente de observancia obligatoria (en los procesos contencioso-administrativos) la
aplicación del interés legal en términos nominales (y no efectivos), el que se debe uti-
lizar en la liquidación de intereses sobre los adeudos que tiene el Estado en sus deu-
das pensionarias. Dentro de los fundamentos del indicado precedente judicial se hizo
mención al artículo 1249 del Código Civil como la razón por la que no se puede apli-apli -
car el interés en términos capitalizables.
En la Casación Nº 2402-2012-Lambayeque, de fecha 3 de enero del año 2013,
publicada recién el día 27 de octubre de 2014, que constituye el VI Pleno Casato-
rio en materia Civil, se ha impuesto como precedente judicial vinculante que el juez
tiene que tener presente que el pacto de capitalización de intereses solo es lícito en
los supuestos indicados por los artículos 1249 y 1250 del Código Civil, ello al revi-
sar los estados de cuenta de saldo deudor es decir permitir el anatocismo de las ins-
tituciones nancieras e impedirlo para las personas ajenas al Sistema Financiero, al
momento de contraerse una obligación.
Resulta entonces, que la prohibición del anatocismo no estaba muerta, por
decirlo de alguna forma, ni por los usos, ni las costumbres, menos tácitamente; sino
que andaba descansando, y ahora al regresar por efecto de la jurisprudencia de la
Suprema Corte, supondrá un nuevo repensar de las operaciones nancieras de las
personas o, en su defecto el repensar sobre la necesidad de nuevos Plenos más acor-
des a la realidad o, a sus 30
3 0 años, darle certicado de salida del Código Civil,
Civi l, propo-
niendo su modicación.
En el presente trabajo, de manera adicional al análisis del anatocismo y su juris-
juris -
prudencia, se abordará un problema sobre la vigencia de los intereses moratorios y
compensatorios, debido a que los diferentes usos y costumbres nancieras, pueden
generar perjuicios a los particulares.
218
Notas de interés y prohibición del anatocismo
(1) MENGER, Carl. “El origen del dinero”. En: Revista de Economía
Economía y Derecho
Derecho. Vol.
Vol. Nº 3, Editorial UPC,
Lima 2006, pp. 85-95.
(2) SAMUELSON, Paul y NORDHAUS William. Economía. 17ª Edición, Editorial McGraw-Hill/Inter-
americana de España S.A.U. Madrid 2002, p. 443.
219
Carlos E. Polanco Gutiérrez
pago (3). Barchi señala que el dinero tiene tres funciones: a) la de ser un medio de
pago, b) como unidad de cuenta, y c) como depósito
depósi to de valor. Esta última
últim a función la
explica con el ejemplo del trueque
t rueque sobre bienes perecibles que no pueden ser guar-
dados, pero sí el dinero equivalente, siendo el riesgo la pérdida de valor por efecto
de la inación(4). Ambos autores, coinciden en que la función más importante del
dinero es la de servir como medio de pago.
2. El interés
El Código Civil de 1984 (CC de 1984) si bien regula los intereses, no contiene
alguna denición al respecto. El interés, en una primera acepción jurídica, es el fruto
civil del dinero, derivado de su goce o privación. El artículo 891 del CC de 1984,
señala que los frutos civiles son los que un bien produce como consecuencia de una
relación jurídica; en tal sentido para algunos autores (por ejemplo Von
Von Thur), lo que
es criticado por otros, que estiman que es el rendimiento en proporción al importe
o valor de un capital del cual uno se priva temporalmente en favor de otro (Ennece-
rus). Más allá de su naturaleza jurídica, que muy bien desarrolla Gastón Fernández
Cruz en su trabajo “La naturaleza jurídica de los intereses: punto de conexión entre
el Derecho y Economía”(5), el cobro de los intereses siempre ha sido un problema a
lo largo de la historia de la humanidad; por ejemplo en la Sagrada Biblia, los rentis-
tas de capital no tuvieron espacio ya
y a que el Libro del Éxodo, Capítulo XXII, versícu-
los 22 a 26, establece, entre otras prohibiciones, la del cobro de intereses a los con-
ciudadanos y a los pobres (peccatum usurae)(6). Desde sus inicios hasta el siglo XIV
la postura de la Iglesia fue inexible en su postura sobre los intereses, lo que cambia-
ría por el año 1543(7) en la que admitía préstamos con intereses, siempre que exista
una causa que los justique.
Si los intereses y quienes los percibían eran mal vistos por la Iglesia Cató-
lica, el hecho que los intereses dieran origen a nuevos intereses, es decir se capi-
talizaran, era una idea mucho más repudiable para las sociedades, pese a que en el
(3) GARCÍA AMIGO, Manuel. Teoría General de las Obligaciones y Contratos . Editorial McGraw-Hill,
Madrid 1995, p. 494.
(4) BARCHI VELAOCHAGA, Luciano. “Las Obligaciones Dinerarias en el Código Civil Peruano”.
En: Revista Athina
Athina. Nº 2, Lima, 2007, pp. 83-123.
(5) FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. “La naturaleza jurídica de los intereses: punto de conexión entre el
Derecho y la Economía”. En: Derec
Derecho
ho. Revista de Derecho publicada por el Fondo Editorial de la PUCP
PUCP,,
Nº 45, Lima, 1991, pp. 178-202. En el indicato trabajo, al maestro Fernán dez Cruz, señala que se puede
concebir al interés como: a) Fruto de un capital; b) Precio del dinero; c) Remuneración por el sacricio
de la privación de un Capital; d) Compensación
Comp ensación por el no uso del dinero propio; e) Indemnización por su
no disfrute; f) Rédito o rendimiento a favor del dueño del dinero por la privación temporal del dinero.
(6) “(…) Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no será con él un usurero,
cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el
Sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, sino, se va a acostar? Si grita a mí, yo
lo escucharé, porque yo soy compasivo”.
(7) Demás está decir, que ello ocasionaría formas de préstamo encubierta o creación de nuevas guras
contractuales, como el caso de la Sociedad en comandita.
220
Notas de interés y prohibición del anatocismo
Derecho Romano se permitió ello, luego de que una deuda tuviera más de un año
de impaga; sin embargo, el cobro de intereses fue casi un tema prohibido, hasta la
revolución francesa, en la que se permite el cobro de intereses en los préstamos,
con la posibilidad de que sean las partes quienes libremente jen estos. El lucro, a
lo largo de la historia, también ha sido condenado, pese a que ha sido el motor del
desarrollo social.
Pero, como quiera que la importancia del dinero, trasciende un contenido jurí-
dico y se sitúa en un plano económico, además, de la acepción simple, de que el inte-
int e-
rés es el fruto civil que produce el dinero ; en términos económicos, es el pago que
(8)
efectúa un tercero por utilizar un dinero ajeno (precio del dinero). Gastón Fernández
señala en el trabajo mencionado, la importancia de añadir una concepción económica
al concepto de intereses(9). Luis Díez-Picazo, dene al interés tanto en su acepción
jurídica como económica:
“(…) en términos económicos se denomina ‘interés’ al precio o remune-
ración que una persona ha de pagar por la utilización o disfrute de bienes
de capital de pertenencia ajena (...). En términos jurídicos,
jurídi cos, sin embargo, el
concepto de interés es un concepto más estricto. Jurídicamente, son inte-
reses las cantidades de dinero que deben ser pagadas por la utilización y
el disfrute de un capital consistente también en dinero”(10).
Se puede armar que el interés es un costo que tiene que asumir un deudor,
por obtener un dinero en préstamo y/o por incumplir con la devolución oportuna
oport una del
dinero debido y/o no cancelar una obligación. En términos jurídicos, desde el punto
de vista de un deudor, el interés es la contraprestación que paga por usar un capital
ajeno, independientemente del título por el cual lo haya recibido; en términos eco-
nómicos es el precio que debe pagar por utilizar un dinero ajeno. Para el acreedor
el interés es la contraprestación que se recibe por la privación temporal del uso o
goce de un dinero entregado a tercero; económicamente es el rendimiento que tiene
de su capital.
No es lo mismo tener dinero en un u n momento determinado y cuando es necesa-
rio, que tenerlo con posterioridad. El tener o no tener dinero en un
u n momento determi-
nado hace que apreciemos en mayor grado el costo de oportunidad.
Cuando una persona tiene dinero en su poder, apreciará que tiene varias alter-
nativas por elegir para que aprovecharlo: sea depositándolo en un Banco como aho-
rro, esperando que tenga un rendimiento; sea prestándolo a un tercero a una tasa de
221
Carlos E. Polanco Gutiérrez
interés o sea invirtiendo en algún negocio esperando un retorno que justique la pri-
vación momentánea. También, las personas saben que con el tiempo el dinero, pro-
ducto de la inación, suele perder parte de su valor de intercambio (poder adquisi-
tivo), por ello el derecho además de reconocer teorías nominales sobre el valor del
dinero, reconoce la teoría valorista(11), tratando de que el dinero
din ero mantenga su precio en
el tiempo ; es decir que se puede armar que al derecho le preocupa que una
(12)
un a contra-
prestación no pierda su valor en el tiempo, para lo cual puede utilizarse mecanismos
legales que van más allá de la aplicación de un interés simple.
Cuando uno es privado de un dinero, por cualquier razón, sufre de manera clara
un perjuicio que tiene que ser compensado y si no le devuelven el dinero dentro del
plazo pactado, deberá ser indemnizado. SiSi la privación de un dinero se debe a que lo
entregó a un deudor, se compensará tal hecho (interés compensatorio), empero si el
deudor incumple con el pago oportuno, se indemnizará tal demora (interés morato-
rio), en ambos casos, el obligado a responder será el deudor. En resumen, todo acree-
dor tiene derecho a cobrar intereses a su deudor, como compensación o retribución a
su costo de oportunidad o como indemnización por la demora en el pago. Un ejemplo
de ello, es el artículo 1663 del Código Civil inclusive, y a diferencia de su predece-
sor Código Civil de 1936, toma como presunción juris tantum,
tantum, la obligación de abo-
nar intereses compensatorios por parte del mutuatario al mutante.
La clasicación de intereses es amplia y conforme a diversos criterios, por ejem-
plo la función, como voluntarios o convencionales y legales, lucrativos y punitorios,
simple y compuesto, de cuota ja o al rebatir, etc., para efectos de este artículo, sola-
mente se hará la referencia a los intereses compensatorios y moratorios y a las tasas
de interés nominal y efectiva.
3. Los intereses compensatorios y moratorios
El artículo 1242 del Código Civil señala que el interés es compensatorio cuando
constituye la contraprestación por el uso del dinero o de cualquier otro bien, en tanto
que es moratorio (punitorio o indemnizatorio) cuando tiene por nalidad indemnizar
la mora en el pago. El primer problema que representa ello es que conforme a la doc-
trina, ambos intereses no podrían superponerse entre sí, por su naturaleza distinta. El
(11) Ambas teorías se hallan en los artículos 1234 y 1235 del CC de 1984:
Artículo 1234.- El pago de una deuda contraída en moneda nacional no podrá exigirse en moneda distinta,
ni en cantidad diferente al monto nominal originalmente pactado.
Artículo 1235 .- No obstante lo establecido en el artículo 1234, las partes pueden acordar que el monto de
una deuda contraída en moneda nacional sea referido a índices de reajuste automático que je el Banco
Central de Reserva del Perú, a otras monedas o a mercancías, a n de mantener dicho monto en valor
constante. El pago de las deudas a que se reere el párrafo anterior se efectuará en moneda nacional, en
monto equivalente al valor de referencia, al día del vencimiento de la obligación. Si el deudor retardara
el pago, el acreedor puede exigir, a su elección, que la deuda sea pagada al valor de referencia al día del
vencimiento de la obligación o al día en que se efectúe el pago.
(12) El dinero es una mercancía más.
222
Notas de interés y prohibición del anatocismo
(13) Las que se sujetan a la Directiva Nº 021-2007-BCRP, por tanto no puede armarse que las tasas de
interés en operaciones por personas ajenas al sistema nanciero, no tienen topes; excepto en las entidades
nancieras que se regulan por la oferta y demanda.
(14) Tomado de FERNÁNDEZ, César. Código Civil Comentado por los 100 mejores especialistas . Tomo VI,
Editorial Gaceta Jurídica, Lima 2004, p. 555.
(15) Artículo 1324 del CC de 1984.- “Las obligaciones de dar sumas de dinero devengan el interés legal que
ja el Banco Central de Reserva del Perú, desde el día en que el deudor incurra en mora, sin necesidad de
que el acreedor pruebe haber sufrido daño alguno. Si antes de la mora se debían intereses mayores, ellos
continuarán devengándose después del día de la mora, con la calidad de intereses moratorios.
Si se hubiese estipulado la indemnización del daño ulterior, corresponde al acreedor que demuestre haberlo
sufrido el respectivo resarcimiento”.
223
Carlos E. Polanco Gutiérrez
no pagar el importe del rendimiento de un bien (…)” (16). Carlos Cárdenas Quiroz(17),
señala que se deberían ser denominados intereses retributivos, pues más allá de
compensar un daño y/o perjuicio, es una contraprestación por el uso del dinero.
4. Compensatorio más moratorio
¿Se pueden calcular los intereses compensatorios de manera paralela con los
moratorios?
Existen dos puntos de vista en el Derecho sobre el pago de intereses compen-
satorios y moratorios. Un sector de la doctrina y jurisprudencia, sobre la base del
artículo 1242, señala que el interés compensatorio se calcula durante la vigencia de
un crédito, y el moratorio a partir de la constitución en mora por el incumplimiento,
por lo que no se superponen. En esta posición, el monto del interés moratorio pac-
tado por las partes, en rigor, tiene que ser mayor al monto del interés compensatorio;
de la inicial privación de un capital, ahora la privación incluye una demora adicional,
originalmente no prevista, ni deseada por el acreedor y ello debe ser indemnizado en
monto mayor. Si en situación de normalidad tenía derecho a ser compensado o retri-
buido por el no uso del dinero, en situación de anormalidad, es decir, incumplimiento
de la fecha de pago, con mayor derecho se debe indemnizar al acreedor. La tasa del
interés moratorio, tiene que ser mayor a los intereses que se deben percibir en con-
diciones normales (interés compensatorio), de lo contrario, se alienta una cultura de
indiferencia al pago; si por alguna razón la tasa de interés moratoria fuera menor a la
compensatoria, sería más conveniente no pagar que pagar, situación inaceptable por
no ser ético y porque el acreedor con el paso del tiempo no disminuye su privación,
sino que por el contrario se incrementa(18).
Otro sector de la doctrina contraria, expresada por Ferrero (19), entre otros, pre-
cisa que el interés moratorio es independiente del interés compensatorio y en tal sen-
tido, producida la mora, continua el cómputo de intereses compensatorios, con ese
nombre y se adicionan los intereses moratorios. Al jar las tasas máximas de interés
compensatorio y moratorio, el Banco Central de Reserva del Perú, a partir de febrero
de 1995, se ha inclinado por este último criterio y ha señalado que a la tasa de inte-
rés convencional compensatorio o a la tasa de interés legal, según sea el caso, debía
añadírsele el interés convencional moratorio (o interés legal moratorio)(20). Existen
(16) FERRERO, Raúl. Curso de Derecho de las Obligaciones . 3ª edición, 2ª reimpresión, Editorial Grijley,
Lima, 2004, p. 192.
(17) CÁRDENAS QUIROZ, Carlos. Hacia la reforma del Libro VI del Código Civil. Themis Nº 30, Lima,
1994, pp. 141-148.
(18) Este argumento también es utilizado por quienes deenden que pueden coexistir el interés compensatorio
y el moratorio en forma simultánea.
(19) FERRERO, Raúl. Ob. cit., p. 193.
(20) Al efecto revisar la Circular Nº 021-2007-BCRP, vigente a partir del 1 de octubre del año 2007. Título I:
Tasas de Interés en Moneda Nacional, Capítulo C: Tasa de Interés Moratorio, numeral 2. Operaciones entre
personas ajenas al sistema nanciero “La tasa máxima de interés convencional moratorio es equivalente
224
Notas de interés y prohibición del anatocismo
al 15 % de la tasa promedio del sistema nanciero para créditos a la microempresa y se aplica de forma
adicional a la tasa de interés convencional compensatorio o, de ser el caso, a la tasa de interés legal ”
(el resaltado es nuestro).
(21) FUEYO, Fernando. Cumplimiento e Incumplimiento de las Obligaciones . Editorial Jurídica de Chile,
Santiago de Chile 1991. p. 427.
(22) TIAE = Tasa de Interés Anual Efectiva.
225
Carlos E. Polanco Gutiérrez
tos que se manejan para la atención de los créditos, los que se incrementan por los
costos de transacción y las facilidades que se otorgan: a menores exigencias, exis-
tirá la necesidad, para la banca, de imponer una mayor tasa de interés, que serán ja-
das por el mercado).
Sea la posición que se adopte, es importante tener presente que la indemnización
moratoria se producirá a partir de la constitución en mora, de manera directa, con-
vencional o legal. Si el acreedor no requiere o no interpela a su deudor, es decir, no
lo constituye en mora, sea en la vía judicial (desde la noticación con la demanda) o
extrajudicial (Requerimiento al deudor, conforme al art. 1374 del Código Civil(23)), se
asume que no sufre ningún daño ni perjuicio, entonces no hay obligación de indem-
nizar, conforme a nuestro Derecho. La mora también puede ser automática y ello
sucede cuando la Ley así lo establece (ejemplo el Decreto Ley 25920 sobre interés
aplicable por deudas laborales) o cuando las partes así lo pactan expresamente. Carlos
Cárdenas(24) al respecto señala “(…) para que proceda el pago del interés moratorio,
según lo contemplado por los artículos 1246 y 1324, será necesario, en primer lugar
que exista un retardo en el cumplimiento de la obligación imputable al deudor, salvo
pacto en contrario (arts. 1317, 1324 y 1343); y en segundo término, que el deudor
haya sido constituido en mora mediante la intimación o interpelación judicial o extra-
judicial, salvo los casos previstos por el artículo 1333 del Código (mora automática)”.
5. La tasa de interés y el Banco Central de Reserva
El artículo 1243 del CC de 1984 señala que la tasa máxima de interés conven-
cional, sea esta compensatoria o moratoria, es jada por el Banco Central de Reserva
del Perú. Todo exceso o se imputa al pago de capital o debe ser reducido hasta el
máximo legalmente previsto. El artículo 1244 del citado Código señala que la tasa de
interés legal es jada igualmente por el Banco Central de Reserva del Perú.
La Ley Orgánica del Banco Central de Reserva del Perú, Decreto Ley Nº 26123
(1992), señala en su artículo 51 que es el Banco el que conforme al Código Civil,
establece las tasas máximas de interés compensatorio, moratorio y legal, para perso-
nas ajenas al Sistema Financiero que “(…) deben guardar relación con las tasas de
interés prevalecientes en las entidades del Sistema Financiero”. Durante la vigencia
del Código Civil, el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) ha jado cuál es la
tasa máxima de interés compensatorio y moratorio; sin embargo, se tiene la creencia
(23) Artículo 1374 del Código Civil: “La oferta, su revocación, la aceptación y cualquier otra declaración
contractual dirigida a determinada persona se consideran conocidas en el momento en que llegan a la
dirección del destinatario, a no ser que este pruebe haberse encontrado, sin su culpa, en la imposibilidad de
conocerla. Si se realiza a través de medios electrónicos, ópticos u otro análogo, se presumirá la recepción
de la declaración contractual, cuando el remitente reciba el acuse de recibo”. Esta norma que recoge el
sistema de la recepción de la oferta y se estima aplicable a las obligaciones.
(24) CÁRDENAS QUIROZ, Carlos. El pago de intereses en el Código Civil . El Código Civil peruano y el
Sistema Jurídico Latinoamericano, Editorial Cuzco, Lima, 1986, pp. 331-346.
226
Notas de interés y prohibición del anatocismo
errónea que ello no ha sido así. En el Tratado de las Obligaciones de Felipe Osterling
y Mario Castillo(25), se publicitan las tasas máximas de interés que les proporcionara
el Banco Central de Reserva del Perú ante su consulta efectuada a dicha entidad con
fecha 22 de febrero de 1995.
Gómez y Boza(26), en su trabajo Pago de intereses en la legislación peruana,
sostienen que la Ley Orgánica del BCRP modica tácitamente las disposiciones del
Código Civil y resuelve el problema de que a los intereses compensatorios se les
añadirá los intereses moratorios cuando corresponda y permite la capitalización de
intereses.
Mediante la Circular Nº 021-2007-BCRP, de fecha 28 de setiembre del año
2007, el Directorio del Banco Central de Reserva dejó sin efecto las Circulares
N° 006-2003-EF/90 y N° 007-2003-EF/90 del 24 de marzo de 2003 y el aviso sobre
tasas de interés publicado el 6 de julio de 1991 en el diario ocial El Peruano, susti-
tuyéndolos por la presente, que rige a partir del 1 de octubre de 2007. “(…) En esta
oportunidad, con la nalidad de propiciar el desarrollo del mercado de capitales, se
modican las tasas máximas de interés convencional compensatorio y moratorio apli-
cables a las operaciones entre personas ajenas al sistema nanciero ”.
Dicha Circular, que regula además del interés convencional compensatorio y
moratorio aplicable entre empresas del sistema nanciero y fuera del sistema nan-
ciero, la tasa de interés legal. En dicha norma se encuentran regulaciones sobre:
a) las tasas de interés convencional compensatorio en moneda nacional: 1. Ope-
raciones activas y pasivas del sistema nanciero –se determina por la libre compe-
tencia en el mercado nanciero y en términos efectivos anuales–; 2. Operaciones
entre el Banco Central de reserva y las empresas del Sistema Financiero –determi-
nada por el Directorio del Banco Central y comunicada periódicamente en el Pro-
grama Monetario–; 3. Operaciones entre personas ajenas al sistema nanciero no
sujetas al sistema de reajuste de deudas –tasa promedio del sistema nanciero para
créditos a la microempresa en términos efectivos anuales, publicada diariamente
por la Superintendencia de Banca y Seguros y AFP–; 4. Operaciones sujetas al sis-
tema de reajuste de deudas –en términos equivalente a las operaciones no sujetas.
b) Tasa de interés legal : 1. Operaciones no sujetas al sistema de reajuste de deudas
–la Tasa de interés legal es equivalente a la Tasa de interés promedio ponderado
de las tasas pagadas sobre los depósitos en moneda nacional (TIPMN) , inclui-
dos aquellos a la vista, por las empresas bancarias y nancieras, se publica diaria-
mente–; 2. Operaciones sujetas al reajuste de deudas –el costo será equivalente a
la anterior–; 3. Depósitos administrativos y judiciales en el Banco de la Nación.
(25) OSTERLING, Felipe y CASTILLO Mario. Tratado de las Obligaciones . Tomo V. Fondo Editorial Ponticia
Universidad Católica del Perú, Lima, 1996, p. 356 y ss.
(26) GÓMEZ APAC, Hugo y BOZA ALZAMORA, Sandy. “Pago de intereses en la legislación peruana”.
En: Revista Advocatus Nueva Epoca. Nº 7, Universidad de Lima, 2002, pp. 451-467.
227
Carlos E. Polanco Gutiérrez
(27) Una diferencia signicativa en la tasa máxima de interés moratorio, es que a diferencia de la aplicable
a deudas en moneda nacional, es equivalente no al 15 %, sino al 2 0 % o se sugiere revisar la siguiente
dirección: <http://www.bcrp.gob.pe/docs/Transparencia/Normas-Legales/Circulares/2007/Circular-
021-2007-BCRP.pdf>.
228
Notas de interés y prohibición del anatocismo
(28) Un ejemplo de tasas de interés que funciona adecuadamente es el caso de Grammen Bank (un banco
social para pobres, quienes a su vez son dueños, del 94 % de la compañía). Al principio el interés del
crédito fue cero y ahora ya se cobran tasas de interés similares a las de la Banca Comercial, lo que es
impresionante, pues al ser pobres los prestatarios, el riesgo debería ser alto. Su creador el Premio Nóbel
de la Paz 2006 Muhammad Yunus cifra su éxito en que la mayoría de sus préstamos son a mujeres jefas
de hogar (96 %) que cumplan la condición de ser pobres y no tener con qué avalarse un crédito. La
recuperación es un éxito: 98.85 % (Dato a agosto de 2006, según la Enciclopedia virtual Wikipedia),
pues existe un control social y una sanción no a quien incumple sus pagos, sino al grupo que pertenece,
que queda suspendido para seguir recibiendo mayores créditos. Imaginen que a Blangade sh (lugar donde
se originó el Banco, en plena hambruna de 1974) hubiera llegado un juez que diga que no es posible
sancionar al grupo negándoles un crédito por el incumplimiento de uno de sus integrantes, esta historia
y esfuerzo por salir de la pobreza no se hubiera conocido; aun cuando el juez hubiera actuado con apego
a la norma sin entender las costumbres sociales, les habría causado un perjuicio, por ello, siempre debe
verse más allá del expediente y si su consciencia le indica que existe alguna norma inconstitucional, pues
que no la guarde solamente en sus sentencias, sino que promueva los cambios legislativos necesarios.
(29) Artículo 9 de la Ley Nº 26702.- Libertad para jar intereses, comisiones y tarifas.- “Las empresas del
sistema nanciero pueden señalar libremente las tasas de interés, comisiones y gastos para sus operaciones
activas y pasivas y servicios. Sin embargo, para el caso de la jación de las tasas de interés deberán observar
los límites que para el efecto señale el Banco Central, excepcionalmente, con arreglo a lo previsto en su
Ley Orgánica. La disposición contenida en el primer párrafo del artículo 1243 del Código Civil no alcanza
a la actividad de intermediación nanciera. Las empresas del sistema de seguros determinan libremente
las condiciones de las pólizas, sus tarifas y otras comisiones. Las tasas de interés, comisiones, y demás
tarifas que cobren las empresas del sistema nanciero y del sistema de seg uros, así como las condiciones
de las pólizas de seguros, deberán ser puestas en conocimiento del público, de acuerdo con las normas
que establezca la Superintendencia”.
229
Carlos E. Polanco Gutiérrez
Una de las funciones del interés, tal como se ha señalado es mantener el valor
del dinero, que por el paso del tiempo pierde su poder de intercambio. No es lo mismo
100 nuevos soles hoy que 100 nuevos soles en 10 años.
Dentro de la diversa clasicación de tasas de interés, existe una que divide a los
intereses como nominales y efectivos, según representen un valor o pretendan man-
tener el valor del dinero, respectivamente.
La tasa de interés nominal, no capitaliza los intereses que se generan en su
aplicación, por lo que si bien la tasa de interés nominal (simple) hace que el dinero
produzca frutos, estos frutos no mantienen el valor del dinero en el tiempo y además
de ello no son reales. Si alguien desea comprar un bien que cuesta US$ 105, pero sola-
mente tiene en su poder US$ 100 y desea los frutos que le permitan comprar, proce-
derá a prestar dichos US$ 100 a una tasa de interés nominal anual del 5 % al nal del
año tendrá US$ 105, pero si en dicho país hubo una inación del 4 %, por decir, sola-
mente habría ganado US$ 1 y no los US$ 5 que necesitaba, lo que signica que lo
que pensaba comprar con los US$ 105 que tendría ya no lo podrá comprar (porque lo
que pensaba comprar a US$ 105 al año costaría US$ 109.2, resultado del incremento
de precios –inación– del 4 %), por ello los economistas más que la tasa de interés
nominal se preocupan por determinar una tasa de interés real. El interés nominal es
fácil de calcular al derivarse de la fórmula del interés simple (30).
Gabriel Baca Urbina(31) señala que “se llama interés simple al que, por el uso del
dinero a través de varios periodos de capitalización, se cobra interés sobre el interés
que se debe (…) Aunque se han desarrollado fórmulas para este tipo de cálculos, aquí
no se presentan por la sencilla razón de que el interés simple dejó de aplicarse en los
negocios desde hace mucho tiempo, por lo que la utilidad de dichas fórmulas es prác-
ticamente nula en la actualidad (…)”; esta denición y seguida confesión, nos alerta
de la posibilidad de existencia de intereses sobre intereses y que el no cobrar dichos
intereses, ya es una situación pasada. Téngase en cuenta que le imputan a Benjamín
Franklin (1706-1790) la siguiente frase “el dinero produce dinero y el dinero que el
dinero produce, produce más dinero”(32).
Cuando el dinero produce intereses y estos intereses a su vez producen nue -
vos intereses, se está hablando de una tasa de interés efectivo , que sobre la base
del interés compuesto, hace que un capital aumente de manera constante, pues los
intereses que se producen en un periodo de tiempo, se capitalizan y se incorporan al
capital al nal de cada periodo para que de esta manera se generen nuevos intereses.
(30) CHU, Manuel. Fundamentos de Finanzas, un enfoque peruano. 2ª edición, Colegio de Economistas de
Lima, Lima, 2003, p. 114.
(31) BACA, Gabriel. Fundamentos de Ingeniería Económica . Editorial McGraw-Hill, Interamericana de
México, México, 1994. p. 9.
(32) Aunque en justicia debe mencionarse que también es de B. Franklin la frase: “De aquel que opina que el
dinero puede hacerlo todo, cabe sospechar con fundamento que será capaz de hacer cualquier cosa por
dinero”.
230
Notas de interés y prohibición del anatocismo
Como quiera que el interés nominal ignora el valor del dinero en el tiempo, pues
siempre tiene el mismo valor, existe otro interés al que sí le importa que el dinero no
pierda demasiado su poder de intercambio y toma el nombre de tasa de interés efec-
tiva, al añadir al capital el monto de interés que se generó en dicho tiempo(33). L. Blank
y A. Tarquin(34): “la tasa de interés nominal debe ser convertida a tasa de interés efec-
tiva con el ánimo de reejar las consideraciones de tiempo-valor exactas”.
Es importante saber que toda tasa de interés legal que sea expresada en térmi-
nos efectivos signica capitalización de intereses, y dicha capitalización se presenta
porque de lo contrario con el tiempo los frutos del capital serían menores, lo que
implicaría que los dueños del capital que no pueden capitalizar sus rendimientos no
concedieran préstamos de largo plazo o si lo hicieran la tasa nominal ja para los pri-
meros años daría un rendimiento alto más allá del que corresponda.
Cuando se dio el Código Civil de 1984, reere Mario Castillo(35) que, las tasas
de interés eran usualmente nominales: “En efecto, en 1984 el régimen de las tasas
de interés en el Perú y en buena parte de países era el de tasas nominales. Una tasa
nominal de interés pedestremente descrita, es aquella en que el interés no se agrega
al capital para engrosarlo, e impide así que los intereses subsecuentes se incre-
menten efectivamente. Así, pues, tenía cierta lógica en 1984 que el Código Civil
limitara y condicionara la capitalización de intereses y la convirtiera en una gura
excepcional”.
Cuando la tasa de interés pasa de ser nominal a efectiva, nancieramente se
capitaliza y ello es anatocismos.
En cumplimiento de lo establecido por el artículo 1244 y conforme a la Circular
Nº 021-2007-BCRP, el BCRP publica las tasas de los intereses legales aplicables a
quienes no se encuentran dentro del Sistema Financiero, es decir deudas entre par-
ticulares, y podrá apreciarse la existencia de dos tipos de tasa de interés: la efectiva
y la nominal (que aparece bajo el nombre de laboral).
El Decreto Ley Nº 25920, establece que la tasa de interés legal laboral, que se
devenga de manera automática ante el incumplimiento y sin necesidad de declarar
la mora, no es capitalizable; en tanto que la tasa de interés legal efectiva sí capita-
liza intereses.
(33) En el trabajo “Un artículo de interés o una historia del sin querer queriendo”, de este autor, publicado
en: Revista Jurídica del Perú . Nº 102, pp. 238-249, agosto 2009, Editorial Gaceta Jurídica, Lima, se
ejemplica de manera numérica la diferencia entre ambas tasas de interés.
(34) BLANK, Leland y TARQUIN, Anthony. Ingeniería Económica. 3ª Edición. Editorial McGraw-Hill.
Bogotá, 1992, p. 61.
(35) CASTILLO, Mario y VÁSQUEZ, Ricardo. Analizando el análisis, autopsia del análisis económico del
Derecho por el Código Civil. Fondo Editorial Ponticia Universidad Católica del Perú. Lima, 2004, p. 157.
231
Carlos E. Polanco Gutiérrez
La fórmula para calcular el interés nominal año tras año sería F = P(1+i), que
leído signica que el valor futuro de un capital (F) es igual a su valor presente (P)
multiplicado por la sumatoria de uno más la tasa de interés nominal (i) y dicha ope-
ración debe repetirse tantas veces como periodos de deuda existan.
232
Notas de interés y prohibición del anatocismo
Interés efectivo
Año Capital adeudado Interés efectivo Suma adeudada
1 10 000.00 5% 10 500.00
2 10 500.00 5% 11 025.00
3 11 025.00 5% 11 576.25
4 11 576.25 5% 12 155.06
5 12 155.06 5% 12 762.82
6 12 762.82 5% 13 400.96
7 13 400.96 5% 14 701.00
8 14 701.00 5% 14 744.55
9 14 744.55 5% 15 513.28
10 15 513.28 5% 16 288.95
Fuente: Elaboración propia.
La fórmula para calcular el interés nominal año tras año es un poco más compli-
cada y sería así: F= P(1+i) que leído signica que el valor futuro de un capital (F) es
n
igual a su valor presente (P) multiplicado por la sumatoria de uno más la tasa de inte-
rés nominal (i) elevado al número de periodos en que se pactó la obligación (n). Esta
fórmula se debe a lo siguiente:
• Al terminar el año 1 la deuda es F= P(1+i)
• Al terminar el año 2 la deuda es F= P(1+i) x (1+i) = P(1+i)2
• Al terminar el año 3 la deuda es F= P(1+i)2 x (1+i) = P(1+i)3
• Al terminar el año 4 la deuda es F= P(1+i)3 x (1+i) = P(1+i)4
• Entonces el año 10, la deuda sería F= P(1+i)10. Haciendo la prueba, se
tiene que: F= 10,000 x (1+0.5)10 = 16,288.94627 = 16288.95
Si se sabe que una deuda de S/. 10 000.00 a una tasa de interés efectiva del 5 %
otorga un rendimiento o un interés o un fruto de S/. 6 288.95 (16 288.95 - 10 000), en
un plazo de diez años se puede armar que, en el ejemplo propuesto, equivale a una
tasa nominal de 6.28895 % (lo que daría un interés de 628.895 por año y en 10 años,
la suma referida de 6 288.95).
En este ejemplo se ve lo perjudicial que puede resultar la aplicación del inte-
rés nominal para quien se presta dinero, pues para que tenga un rendimiento similar
al del interés efectivo, en una deuda a 10 años, se tendría que imponer una tasa del
6.28895 %, es decir que mientras en el primer año, en el ejemplo propuesto, en tér-
minos efectivos se paga la suma de S/. 500.00, el prestatario con esta tasa tendría que
pagar la suma de S/. 628.895. Como se ha mencionado, si fuera correcto que el inte-
rés a ser pagado en el año 1, fuera S/. 500.00, no se puede pedir que en el año 10, se
tenga el mismo rendimiento (porque el dinero pierde valor en el tiempo), pero para
“salvar la no capitalización”, tendría que imponerse un rendimiento mayor el pri-
mer año (asumiendo que no exista la posibilidad de celebrar el pacto de anatocismo).
233
Carlos E. Polanco Gutiérrez
En conclusión, toda tasa de interés legal que sea expresada en términos efecti-
vos signica capitalización de deuda y dicha capitalización se presenta porque de lo
contrario con el tiempo el rendimiento del capital serían menores, lo que implicaría
que los dueños del capital que no pueden capitalizar sus rendimientos no concedieran
préstamos de largo plazo o si lo hicieran la tasa nominal ja para los primeros años
daría un rendimiento alto más allá del que corresponda.
III. EL ANATOCISMO
El anatocismo es la capitalización de intereses, es decir, es la gura por la que
los intereses que se devengan pasan a formar parte del capital y generan nuevos inte-
reses (versura), denominados anatocistas. El término anatocismo proviene del voca-
blo griego: ana-tokismós o anatokós (ana-ava, de nuevo, una segunda vez, y tókos
y tokismós, interés acción de dar interés, usura) que representaba el interés del inte-
rés o el interés de nuevo. Medina Alcoz, señala que para los griegos, los tokoi (intere-
ses) eran los frutos del dinero, pese a que losócamente se sostenía la infertilidad de
este(36), la práctica estableció un interés anual entre el 12 % al 25 % y cuando el deu-
dor no pagaba los intereses, estos se añadían al capital adeudado.
En los primeros años del Derecho Romano, no se mencionó el pacto anato-
cista; empero sí en el Derecho Romano clásico en los que solamente se permitió
el anatocismo, una vez que haya transcurrido un año de una deuda impaga, lo que
fue conocido con el nombre de anatocismus anniversarius, Justiniano acabó con el
anatocismo, prohibiendo tanto el anatocismus coniunctus (intereses de los intereses
devengados añadidos al capital), como del separatus (intereses prestados de nuevo al
deudor que generaban, a su vez, intereses): ut nullo modo usurae usurarum a debi-
toribus exigantur.
Como se explicó anteriormente, en principio la Iglesia no permitió el cobro de
intereses y luego lo aceptó siempre que medie causa justicada (siglo XVI), por lo
que no consideró la posibilidad del anatocismo, sino hasta el siglo XIX.
El anatocismo por principio fue prohibido en el Derecho peruano, tanto el Código
Civil del año 1852 (art. 249), así como por el artículo 1586 del anterior Código Civil
derogado de 1936 estipulaba que: “No puede pactarse la capitalización de intereses.
Sin embargo, ella puede hacerse cada dos años de atraso por convenios escritos”.
En el Derecho Comparado existen dos teorías sobre la prohibición del anato-
cismo: a) Una absolutista, como por ejemplo el caso del Código Civil alemán, que
sanciona con nulidad la convención estipulada para que los intereses vencidos puedan
producir a su vez intereses, y b) Una relativista, que admite el anatocismo en deter-
minadas circunstancias, como por ejemplo en la legislación peruana: pacto posterior
(36) Se atribuye a Aristóteles la frase estuvo sintetizada en el principio “pecuri non parir pecuniam”, que los
tratadistas traducen como “el dinero no produce dinero”.
234
Notas de interés y prohibición del anatocismo
(37) VIDAL, Fernando. La capitalización de intereses. Tendencias actuales y perspectivas del Derecho Privado
y el Sistema Jurídico Latinoamericano. Editorial Cuzco, Lima, 1990, pp. 315-322.
(38) Ibídem. p. 318.
235
Carlos E. Polanco Gutiérrez
sistema nanciero, guardan relación con las tasas de interés del Sistema
nanciero, ergo capitalizando intereses (art. 51 y Circular Nº 021-2007-
BCRP). No se comparte la armación del maestro Max Arias-Schreiber
“(…) por la indivisibilidad de la cuenta corriente, pues toda suma ingre-
sada a ella pierde su individualidad y se encuentra sometida a un régi-
men único, que es la producción de intereses de pleno derecho”(39), por-
que independientemente de su individualidad o régimen al que se someta
determinada cantidad de dinero, el dinero debe producir réditos y si quiere
que su valor no disminuya en relación al costo de vida, por lo menos debe
capitalizar los intereses ya generados.
En la jurisprudencia se han encontrado fallos que indican que el artículo 1249
Código Civil permite la capitalización de deudas de cuentas corrientes bancarias y no
sobre créditos que otorga una institución bancaria, pero ello no es del todo correcto,
porque la Circular Nº 041-94-EF-90 del BCRP, de fecha 20 de diciembre del año 1994,
dispuso que las tasas de interés de las operaciones activas y pasivas de las empresas
y entidades del sistema nanciero se expresen en términos efectivos anuales (Tasa
Activa de Mercado en Moneda Nacional - TAMN y Tasa de Interés Pasiva Promedio
Ponderada en Moneda Nacional - TIPMN); es decir, en toda operación realizada con
una institución nanciera, el BCRP permite la capitalización de intereses.
• Los particulares que no pactaron intereses, en aplicación de la tasa de inte-
rés legal que publicita el BCRP, estarían cobrando intereses capitalizados
y pactada convencionalmente, también perciben intereses capitalizados.
Esto se arma porque las tasas de interés legal que publicita la Superin-
tendencia de Banca y Seguros y Administradoras del Fondo de Pensio-
nes (SAFP), por encargo del BCRP, están jadas en términos efectivos;
es decir capitalizando la obligación.
• Es importante en todo caso, tener en cuenta que las tasas de interés publi-
citadas están en términos efectivos anuales, es decir que el periodo de
capitalización es al año, por lo que durante el primer año, el interés se cal-
cula en términos nominales. Si no existe pago de interés, este se sumará
al capital para producir nuevo interés. Esta lógica, que se parece a la fór-
mula nanciera, es la del artículo 1250 del CC de 1984, es decir que aún
si no existiera esta norma, si se pactara el pago de intereses capitalizables,
desde el primer día de contraída la obligación, por el sistema de tasas de
interés que en términos anuales ja el BCRP, la capitalización se produ-
ciría sobre el interés impago, recién al vencimiento del año; lo que signi-
ca que para efectos del anatocismo, la prohibición del artículo 1250 del
CC 1984, es la fórmula matemática que lo permite.
(39) Tomado de FERNÁNDEZ, César. Código Civil Comentado por los 100 mejores especialistas . Tomo VI,
Editorial Gaceta Jurídica, Lima, 2004, p. 577.
236
Notas de interés y prohibición del anatocismo
237
Carlos E. Polanco Gutiérrez
(42) Artículo 51, D.L. Nº 26123.- “El Banco establece de conformidad con el Código Civil, las tasas máximas
de interés compensatorio, moratorio, y legal, para las operaciones ajenas al Sistema Financiero. Las
mencionadas tasas, así como el Índice de Reajuste de Deuda y las tasas de interés para las obligaciones
sujetas a este sistema, deben guardar relación con las tasas de interés prevalecientes en las entidades del
Sistema Financiero”.
238
Notas de interés y prohibición del anatocismo
Es cierto que antes de la Ley Nº 29951, no existía norma con nombre propio, que
prohibiera el anatocismo (asumiendo que los arts. 1249 y 1250 ya no eran vigentes)
para las deudas legales del Estado (no convencionales), pero de la interpretación sis-
temática del Código Civil, quienes defendía la vigencia de la prohibición del anato-
cismo, pudo llegarse a tal conclusión: que de las tasas de interés legal que publicita el
BCRP, denominadas interés legal efectiva e interés legal laboral (nominal), en mate-
ria pensionaria se aplicaría la nominal por no existir el pacto consensual de capitali-
zación. Sobre la base del Decreto Legislativo Nº 817 que precisó en Séptima Dispo-
sición Final, que las deudas pensionarias eran diferentes a las laborales, pues eran de
naturaleza de seguridad social, la judicatura interpretó de manera poco coherente el
tema de los intereses, tal como se señala:
• Jubílate y no trabajes : Si las deudas pensionarias eran actualizadas
con el interés legal efectivo, las deudas laborales no, por disponerlo así
el Decreto Ley Nº 25920, mejor demandar al jubilarse. En el caso del
Decreto de Urgencia Nº 037-94, para los trabajadores en actividad se cal-
cularon los devengados sobre la base del interés legal laboral (nominal, no
(43) Este Decreto Supremo reglamenta las Leyes Nºs 28266 y 28798.
239
Carlos E. Polanco Gutiérrez
(44) POLANCO GUTIÉRREZ, Carlos. “Un artículo de interés o una historia del sin querer queriendo”.
Publicado en: Revista Jurídica del Perú . Nº 102, pp. 238-249, agosto, 2009, Editorial Gaceta Jurídica,
Lima, 2009.
240
Notas de interés y prohibición del anatocismo
241
Carlos E. Polanco Gutiérrez
(45) JIMÉNEZ VARGAS-MACHUCA, Roxana. “Intereses, tasas, anatocismo y usura”. En: Revista Jurídica
del Perú. Año LI Nº 21, Trujillo, abril 2001, tomado del portal electrónico <http://dike.pucp.edu.pe>.
242
Notas de interés y prohibición del anatocismo
que las partes a la celebración del mutuo, por ejemplo, sepan sobre sus obligaciones
y montos a pagar en caso cumplir oportunamente y por qué no, en caso de incumplir.
V. A MANERA DE CONCLUSIÓN
La Casación Nº 5128-2013-Lima, al establecer la prohibición de anatocismo de
las deudas del Estado frente a sus pensionistas, solamente aplica la Ley Nº 29951;
pero lo confuso de su argumentación sobre la aplicación de los artículos 1249 y 1250
del CC de 1984, perjudicará a futuro el sistema de obligaciones de personas ajenas
al sistema nanciero.
La aplicación del nuevo precedente jurisdiccional vinculante del Sexto Pleno
Casatorio, que omite pronunciarse sobre la vigente Circular Nº 021-2007-BCRP, que
permite la capitalización de intereses en las obligaciones de personas ajenas al Sis-
tema Financiera y aplica los artículos 1249 y 1250 del Código Civil, desde una pers-
pectiva histórica, también ocasionará problemas a todo el sistema de créditos.
Es momento propicio para iniciar un diálogo sobre la conveniencia de determi-
nar si el artículo 51 de la Ley Orgánica del BCRP y la Circular Nº 012-2007-BCRP,
modicaron la prohibición del anatocismo regulado por el artículo 1249 del Código
Civil, lo que es necesario, en una sociedad moderna que requiere de seguridad jurí-
dica para abaratar el costo del crédito, lo que benecia a acreedores, deudores y ope-
radores del sistema de justicia.
El reto del diálogo es que más allá de prejuicios iniciales, se encuentren solucio-
nes que benecien a todos, reconociendo que los tiempos cambiaron y en el caso de
los intereses la realidad del año 1984 es completamente diferente a la del año 2014,
de lo que al parecer no se han percatado en las casaciones que originan este trabajo.
243
Los títulos valores perjudicados y la unicación
contractual del artículo 2112 del Código Civil
(*) Juez supremo titular de la Corte Suprema de Justicia. Abogado por la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos.
245
Vicente Walde Jáuregui
246
Los títulos valores perjudicados y la unifcación contractual del artículo 2112 del CC
247
Vicente Walde Jáuregui
248
Los títulos valores perjudicados y la unifcación contractual del artículo 2112 del CC
4) Debe considerarse que el artículo 1233 del Código Civil está ubicado en
la parte relativa al pago de obligaciones. Entonces debe apreciarse que el
término entrega no solo se circunscribe al pago, realmente lo que se hace,
es regular los efectos de la entrega de los títulos valores que son aspectos
de puro derecho que deben ser adecuadamente motivados.
249
Quinta parte
DERECHO
DE LOS CONTRATOS
La expansión de los contratos
(o de por qué no podemos vivir sin ellos)
I. INTRODUCCIÓN
Quizás el fenómeno jurídico más relevante en términos de la expansión de la
inuencia y presencia de una institución en la vida
vi da del ser humano, sea el crecimiento
de los contratos. Un ser humano promedio celebra decenas de contratos todos los días
(comprar en el supermercado, hacer una llamada telefónica, matricularse en la uni-
versidad, etc.) recibe la inuencia de manera indirecta
ind irecta (cuando usamos la calle cons-
truida gracias a un contrato celebrado entre una municipalidad y una empresa cons-
tructora o volamos en un avión comprado por la aerolínea a su fabricante).
El Derecho Contractual se está volviendo no solo en el centro del Derecho Pri-
vado, sino de todo el Derecho, incluyendo las ramas del Derecho Público. El concepto
de interés público va cediendo frente al concepto de autonomía privada.
La administración de justicia, usualmente pensada como una actividad pública,
es cada vez conada más en un mecanismo contractual: el arbitraje.
La actividad regulatoria estatal incluyendo decisiones tan públicas como con-
troles tarifarios o regulaciones de servicios públicos, se han contractualizado a nivel
tal que hoy los contratos de concesión o de inversión se han vuelto más importantes
que la Ley y las regulaciones mismas.
Cada día todo es más contrato y menos otra cosa. Por ello voy a abordar en
este trabajo algunos ejemplos de este
est e crecimiento y de lo que creo (con una suerte de
“bola de cristal” en mano), va a ocurrir con áreas que hoy excluyen o limitan seria-
mente la contratación privada, pero que quedarán comprendidas bajo su manto en un
futuro nada lejano.
(*) Profesor en la Facultad de Derecho de la Ponticia Universidad Católica del Perú. Socio del Estudio
Bullard, Falla, Ezcurra Abogados.
253
Alfredo Bullard González
(1) KRONMAN, Anthony y POSNER, Richard. The Economics of Contract Cont ract Law. Little, Brown and Company,
1979, p. 2.
(2) (TORRES LÓPEZ, Juan. Análisis
Para una mejor y más detallada explicación de estos criterios consultar (TORRES
Económico
Econó mico del Der
Derecho.
echo. T
Tecnos,
ecnos, Madrid, 1987,
19 87, pp. 30-34; PASTOR, Santos. “Una Introducción
Introducció n al Análisis
Económico del Derecho”. En: Hacien
Haciendada Pública Española. Madrid, 1984, Nº 89, pp. 158-160; COOTER y
254
La expansión de los contratos
Estos conceptos fueron anados por Kaldor y Hicks. Según ellos una situación
nueva también es mejor que una anterior si quienes han mejorado lo han hecho en un
grado mayor de lo que lo han empeorado aquellos que terminan estando peor. Así,
los que han ganado con el cambio lo han hecho en un grado mayor que quienes han
perdido con el cambio(3).
Quizás la mejor manera de comprender estos conceptos sea con un ejemplo.
Imaginemos que tenemos encerrados en un cuarto a cuarenta personas. Asimismo, los
únicos bienes existentes son 20 caramelos de fresa y 20 caramelos de limón. Estos
han sido distribuidos entre los ocupantes del cuarto al azar, esto es, sin utilizar como
criterio el gusto de las personas por un sabor u otro. Así resultan con caramelos de
fresa algunas personas que hubieran preferido caramelos de limón, y con caramelos
de limón algunos que hubieran preferido caramelos de fresa.
Imaginemos también que un amante de la fresa, que tiene un caramelo de limón,
ofrece a un amante del limón un trueque (es decir, un contrato de permuta) por un
caramelo de fresa. Ambos aceptarán gustosos, mejorando la situación en la que se
encontraban antes de la transacción. Los dos han mejorado y nadie ha empeorado.
Según el criterio de Pareto la situación resultante es más eciente que la anterior, aun-
que debe reconocerse que es una situación subóptima, es decir, que aún es posible que
algunos sigan mejorando sin empeorar la situación de otros(4).
Como se podrá ver, en términos generales, Kaldor y Hicks no describen una
situación contractual sino una extracontractual. Dos personas libres, actuando razo-
nablemente, no sujetas a coacción y con información adecuada no contratarán para
perder.. Por eso es que se dice que el intercambio signica que ambos ganan,
perder ganan, es decir
255
Alfredo Bullard González
que estamos en una situación win win.win. Pero Kaldor y Hicks hablan de una situación
no contractual. Por ejemplo si la autoridad decide que una empresa puede contami-
nar a pesar que genera algunos daños a los vecinos, lo que en el fondo está diciendo
es que los benecios de la fábrica superan los daños que causa y justican que desde
un punto de vista de eciencia es mejor que siga operando. Nótese que en el ejemplo
no hay contratos sino regulación, precisamente el supuesto más típico de la aplica-
ción del criterio Kaldor y Hicks(5).
Regresemos al criterio paretiano y la atmósfera contractual. Si los ocupantes de
la habitación, disconformes con el sabor que les tocó, siguen realizando trueques, irán
paulatinamente aumentando la eciencia. Cada intercambio mejora a los dos invo-
lucrados en el mismo y no empeora a nadie con lo que la situación de esta sociedad,
conformada por sólo 40 individuos, mejora en términos agregados con cada contrato.
Llegará sin embargo un momento en que ya no será posible mejorar más. Un
grupo de amantes de caramelos de limón o un grupo de amantes de caramelos de
fresa se quedarán con sabores no deseados por ellos (6). Ya no será posible que nadie
mejore, salvo que empeore la situación de otro (por ejemplo quitándole un caramelo
de fresa a una persona para dárselo a otra que le gusta ese sabor pero que se quedó
con un caramelo de limón). Estaremos entonces frente a una situación óptima, en tér-
minos de Pareto.
Nótese que ello no implica que todos estén contentos. Algunos se han quedado
con sabores que no les gustan. Sin embargo, dados los recursos existentes, se ha
logrado la mejor distribución posible, maximizándose el bienestar individual y con
ello el del grupo en su conjunto(7).
El lector perspicaz podrá advertir que el ejemplo no es otra cosa que una sim-
plicación del funcionamiento de un sistema de mercado o, en otros términos, del
Derecho de Contratos. En el mercado existe una determinada cantidad de bienes y
servicios disponibles que son adquiridos por sus consumidores a cambio del pago
de precios o contraprestaciones. Es así como el mercado nos va llevando, paulati-
namente, a situaciones más y más ecientes, a través de una serie de operaciones de
intercambio. El resultado es una mejora paulatina
paulati na en el bienestar general, consecuen-
cia natural de la sumatoria de la mejora en los bienestares individuales. Por ello el
(5) En principio podría haber una solución contractual si la fábrica se pone de acuerdo con los vecinos para
compensarlos o comprar sus terrenos para no causarles daños. En ese caso los vecinos no aceptarán
contractualmente menos del daño que sufren, con lo que la solución si será win win, es decir una solución
en la que los dos lados ganan.
(6) Salvo que existieran 20 amantes de la fresa y 20 amantes del limón. Pero si los números no coinciden con
el número de caramelos disponibles de cada sabor, entonces siempre habrá un grupo disconforme entre
los que amaban el sabor de mayor preferencia.
(7) Nótese además que estamos asumiendo que la preferencia por un sabor es estándar u homogénea. En la
práctica pueden haber algunos amantes del limón que deseen mucho
muc ho más dicho sabor que otros amantes
del mismo sabor. Pero para simplicar el ejemplo hemos asumido que la preferencia se da en el mismo
grado entre todos los que quieren un sabor determinado.
256
La expansión de los contratos
257
Alfredo Bullard González
258
La expansión de los contratos
su vez generar divergencias entre el costo privado y el costo social de una actividad,
es decir, externalidades.
Otro economista, Pigou, sostuvo que sólo cabe resolver la divergencia entre el
costo privado y el costo social mediante la intervención del Estado. En otras palabras
planteó que los contratos no funcionan si hay externalidades. Así, el Estado debe gra-
var con impuestos o prohibir actividades que generen externalidades a n de corre-
gir los defectos del mercado. En otras palabras Pigou sustentaba que la existencia de
externalidades (es decir, daños a terceros) justicaba la intervención del Estado en el
campo de los contratos, para establecer reglas que impidan que se den esas externa-
lidades. Desde esta perspectiva, serían las externalidades el principal justicativo de
un artículo como el 1355 del Código Civil o de la prohibición de que ciertos temas
puedan ser dejados a la autonomía privada. Un razonamiento de este tipo es el que
limita la extensión de la contratación a una serie de aspectos de nuestra vida como
las relaciones de familia, los transplantes de órganos, la política o el control del trá-
co o el medio ambiente.
La similitud entre la tesis de Pigou y la de aquellos que reclaman una mayor
actividad e intervención estatal o una reducción de las actividades humanas sujetas
al Derecho de los Contratos es evidente. Sin embargo, según Coase es totalmente
inexacto sostener que la divergencia entre el costo privado de una actividad y su costo
social deba ser resuelta siempre a través de la intervención de Estado. Coase sostiene
que todo depende de la existencia o no de costos de transacción. En otras palabras
para Coase el Derecho Contractual tiene más oportunidades para resolvernos proble-
mas de lo que solemos creer.
La diferencia entre los “cousianos” y los “pigounenses” es evidente. Los segun-
dos plantean, que todo problema de externalidades exige la intervención del Estado
para corregirla (y por tanto desconfían del Derecho Contractual). Por el contrario, los
primeros discriminarán entre aquellas situaciones en las que se justica algún tipo
de intervención, porque existen costos de transacción altos, de las situaciones en que
dicha intervención es innecesaria porque el mercado (y por tanto los contratos) está
en mejor actitud de corregir el problema. En otras palabras los “pigounenses” pro-
pondrán un artículo 1355 con un alcance más amplio en lo que concierne a restringir
la contratación. Por el contrario los “cousianos” sostendrán un artículo 1355 menos
intervencionista.
Uno de los problemas que suelen argumentarse para reducir el ámbito de actua-
ción de los contratos son los principios llamados éticos, que constituyen además uno
de los temas más sensibles. Una intervención de ese tipo signicaría la imposición de
ciertos principios morales de un grupo a otro grupo, lo cual a su vez puede vulnerar el
principio de autonomía. Por ejemplo prohibir la prostitución o la pornografía o regu-
larlas detalladamente podría ser un ejemplo. En el fondo el argumento ético parece
ser el de una externalidad, es decir, ciertas conductas afectan la sensibilidad ética
de otros. Sin embargo ello implica reconocer también la existencia de un principio
259
Alfredo Bullard González
(9) Las ideas de Becker desarrolladas a continuación, se encuentran resumidas en BECKER, Gary. “El enfoque
económico del comportamiento humano”. En: Información Comercial Española. Nº 557, enero 1980,
pp. 11-18.
260
La expansión de los contratos
“(...) una persona decide casarse cuando la utilidad esperada del matrimo-
nio excede de la esperada de permanecer soltero, o de la de dedicar más
tiempo a la busca de la pareja. (...) Igualmente, una persona casada decide
deshacer su matrimonio, cuando la utilidad anticipada de volver a la situa-
ción de soltero, o de casarse con algún otro, excede de la pérdida de utili-
dad proveniente de la separación, pérdida que incluye la debida a la sepa-
ración física de los hijos, a la división de los bienes comunes, a los gastos
legales, etc. (...) Puesto que muchas personas se encuentran en la situa-
ción de buscar pareja, puede decirse que existe un mercado de que esté a
su alcance, supuesto que todos los demás participantes en el mercado tra-
tan también de conseguir lo mejor que pueden para sí mismos. Se dice que
la colocación de un conjunto de personas en distintos matrimonios es una
colocación de equilibrio cuando no es posible que las personas no casa-
das de dicho conjunto se casen a su vez y mejoren con ello su situación.
El enfoque económico tiene también numerosas implicaciones que podrían
falsearse. Por ejemplo, dicho enfoque implica que los “iguales” tenderán a
casarse unos con otros cuando tomamos como unidad de medida la inteli-
gencia, la educación, la raza, el ambiente familiar, el peso y muchas otras
variables, y que los “desiguales” se casarán entre sí cuando la unidad de
medida sea el salario y algunas otras variables. La implicación de que
los hombres de salarios relativamente altos tenderán a casarse con muje-
res de salarios relativamente bajos (manteniéndose todo lo demás cons-
tante) sorprende a muchos, pero parece, sin embargo, consistente con los
datos disponibles, cuando estos se ajustan por la gran proporción de muje-
res casadas que no trabajan (...). El enfoque económico implica también
que las personas que perciben remuneraciones altas se casan más jóvenes
y se divorcian con menos frecuencia que otras, implicación también con-
sistente con la evidencia disponible (...), pero que no concuerda con lo
que generalmente se cree. Otra implicación que podemos citar es la que
predice que un aumento del salario relativo de las esposas aumentará la
probabilidad de disolución del matrimonio, lo cual explica la alta tasa de
disoluciones matrimoniales que se da entre las familias negras en relación
con las blancas”(10).
Como podemos apreciar, es perfectamente posible predecir conductas tradicio-
nalmente consideradas “familiares”, en base a variables económicas. Ello nos puede
permitir entender mejor las razones y sinrazones de ciertos comportamientos. Por
ejemplo, este razonamiento puede explicar también por qué la gente fuma o trabaja
en exceso:
261
Alfredo Bullard González
“La buena salud y una larga vida son objetivos importantes para la mayo-
ría de las personas, pero un momento de reexión bastará seguramente
para convencer a cualquiera que estos no son los únicos objetivos a alcan-
zar por las personas en cuestión: puede sacricarse un poco de salud o
algunos años de vida si estos objetivos entran en conicto con otros. El
enfermo económico implica que existe una esperanza “óptima” de vida
y que esta se encontrará allí donde el valor en términos de utilidad de un
año adicional de vida sea menor que la utilidad que se pierde utilizando
el tiempo y otros recursos para conseguir dicho año de vida. Por tanto,
una persona puede ser fumadora empedernida o puede trabajar tanto que
excluya de su vida todo ejercicio físico, y ello no necesariamente porque
ignore las consecuencias de sus actos o porque sea “incapaz” de utilizar la
información que posee, sino porque el período de vida que se le garantiza
no vale para él el coste de dejar de fumar o el de trabajar con menor inten-
sidad. Si el conseguir una larga vida fuese el único objetivo de la persona,
su comportamiento sería absurdo, pero puesto que existen otros objetivos,
sus decisiones pueden ser racionales y estar bien informadas.
De acuerdo con el enfoque económico, por tanto, la mayoría (si no todas)
las muertes son en cierta medida “suicidios”, y en el sentido de que el
fallecimiento pudo haberse pospuesto si se hubiesen invertido más recur-
sos con el objeto de prolongar la vida. Esto no sólo tiene implicaciones
para el análisis de lo que normalmente denominamos “suicidios”, sino
que también pone en cuestión la distinción que normalmente se hace entre
suicidio y “muerte natural”. Una vez más, el enfoque económico y la psi-
cología moderna llegan a conclusiones similares, puesto que esta última
subraya que detrás de muchas muertes “accidentales” y de otras debidas
supuestamente a causas “naturales” subyace un “deseo de morir”(11).
Resulta interesante ver cómo conductas normalmente no patrimoniales pueden
estar determinadas y predichas en base a elementos económicamente analizables.
Por ejemplo, un aumento de remuneraciones puede llevar a ciertas personas a traba-
jar aun más, es decir, a “vender” parte de su expectativa de vida. Esta conducta puede
ser considerada racional y eso es lo que la economía trata de explicamos: el compor-
tamiento racional, entendido como aquél dirigido a mejorar nuestra propia situación.
De manera similar podría explicarse por qué una persona está dispuesta a ver redu-
cida su expectativa de vida vendiendo un riñón, a cambio de una cantidad de dinero
que mejora su bienestar patrimonial, por qué una persona se prostituye o se dedica a
la pornografía y si es justo o no que se limite la posibilidad de las personas de tomar
esas decisiones. ¿Es en esa línea legítima que el sistema legal prohíba a las personas
suicidarse, o drogarse, o dedicarse a actividades peligrosas, o en general a disponer
262
La expansión de los contratos
(12) Esta actitud de ambas partes puede ser entendida con el concepto ya analizado antes de “precio de reserva”.
Como se recordará, el precio de reserva del vendedor es lo mínimo que este está dispuesto a recibir para
desprenderse del bien. Por otro lado, el precio de reserva del comprador es lo máximo que este está
dispuesto a pagar por el mismo bien. Sólo habrá contrato si el precio de reserva del vendedor es menor
que el precio de reserva del comprador. En el ejemplo anterior, si Pedro valorizaba su casa en S/. 100.00
(porque es lo que le costó) y Juan valoriza la misma casa en S/. 150.00 (en base a la expectativa de utilidad
que la misma le puede generar), es posible que a un precio de S/. 125.00 se lleve a cabo la transferencia.
Así, Pedro recibe S/. 25.00 más de lo que valoriza la casa (que es su utilidad) y Juan paga S/. 25.00 menos
de lo que espera la casa le rendirá (lo que también es una ganancia). La ganancia total para la sociedad
es de S/. 50.00, es decir, los S/. 25.00 de ganancia de Pedro, más los S/. 25.00 de ganancia de Juan. Esto
nos expresa que el bien se ha transferido a un uso en S/. 50.00 más valioso que el anterior. Se trata, por
tanto, de una solución eciente alcanzada a través de un contrato.
263
Alfredo Bullard González
264
La expansión de los contratos
Sin embargo soy un convencido que los próximos años el Derecho Contractual
se abrirá paso en estos territorios hoy agrestes para la autonomía privada. Veamos dos
aspectos en donde creo que esto tendrá efectos: el matrimonio homosexual y los con-
tratos sobre capacidad reproductiva.
1.1. El matrimonio homosexual
Si el matrimonio fuera un contrato este problema que ocupa las primeras planas
ya estaría legalmente resuelto. Las partes podrían contratar sobre sus relaciones de
pareja libremente y generar lazos jurídicamente vinculantes. Dos personas del mismo
sexo podrían pactar un contrato idéntico a una relación de gananciales. Tendrían algu-
nos problemas con el Derecho de Sucesiones, pero podrían crear un régimen muy
parecido. De hecho conozco casos en que personas del mismo sexo con uniones esta-
bles han desarrollado contratos muy similares a los que estamos describiendo. Y ya en
el Perú estamos hablando de la unión civil como una relación análoga al matrimonio.
Como decía Bernard Shaw: “la economía es el arte de sacarle el mayor prove-
cho a la vida”. Y la economía aconseja que los acuerdos voluntarios suelen sacarle
más provecho a la vida que las decisiones impuestas desde arriba.
Si las personas contraen matrimonio libremente es porque asumimos que la
esposa y su marido mejoran ambos (al menos eso creen en un inicio) y no hay efectos
relevantes para terceros (externalidades). Conamos en que su criterio para casarse
los conduce a un mayor bienestar y con ello aumenta el bienestar general, en térmi-
nos de Pareto. Creen que deberes como la delidad, el compartir patrimonialmente
los costos y benecios de la convivencia, entre otras razones, los conducen a una
mejor situación.
Si la regla funciona para parejas heterosexuales, la pregunta es por qué no fun-
cionaría para parejas homosexuales. Y si eso es así ¿Por qué la Ley debería impedir
que la autonomía privada actúe en ese ámbito? No estamos diciendo que el matrimo-
nio es necesario para ser feliz. Solo estamos diciendo que el matrimonio puede ser
necesario para que algunas personas (quienes deseen casarse) sean felices (o al menos
tengan la oportunidad de buscar lo que ellos consideran su felicidad). Si una pareja
de diferente sexo encuentra en vincularse legalmente para el futuro, y generar debe-
res patrimoniales y no patrimoniales entre ellos, un camino para vivir mejor, entonces
no hay razón aparente para impedir que ejerzan esa opción libremente. No debería-
mos impedirles sacarle a la vida el mayor provecho posible. Entonces, ¿por qué pro-
hibirla a personas del mismo sexo que ven en ese tipo de acuerdos también su posi-
bilidad de realización personal?
Por supuesto, ya algunos estarán pensando que en realidad con el matrimonio
homosexual la situación es distinta, porque sí genera externalidades al tener efectos
en terceros: todos aquellos que les molesta que los homosexuales se casen. Enton-
ces, como hay externalidades, concluyen que el principio de que el acuerdo volunta-
rio aumenta el bienestar no se cumple.
265
Alfredo Bullard González
Pero esa idea es equivocada. En realidad, ese tipo de externalidades son lo que
se conocen como externalidades soft o light. Coase, Premio Nobel de Economía,
señaló que en las externalidades, la causa de las mismas solía ser recíproca. Así, si yo
me siento al lado de un fumador y me molesta el humo, la externalidad es causada por
ambos: por el fumador por fumar, pero también por mí por no moverme a otro lado
para alejarme del humo. Si el fumador deja de fumar o yo me muevo, la externali-
dad desaparece. La pregunta en realidad no es quién causa la externalidad (los homo-
sexuales por casarse o los intolerantes a esa idea por no tolerarlos) porque ambos la
causan. La verdadera pregunta es quién puede eliminar la externalidad de manera más
sencilla y a un menor costo.
Si dos personas del mismo sexo realmente quieren casarse y ven en ello la posi-
bilidad de realizar su vida, prohibirlo puede ser una frustración de sus aspiraciones.
Pero los intolerantes pueden resolver el problema de la externalidad de manera más
sencilla: simplemente volviéndose más tolerantes. A veces la ley nos obliga a ser
tolerantes con ideas o formas de vida que no nos gustan y nos dice que si algo nos
molesta, mejor miremos para otro lado.
La ley nos impone ser tolerantes el uno con el otro y nos fuerza, si no nos gusta
lo que dice el otro, a “mirar para otro lado”. Una sociedad más tolerante es una socie-
dad que acepta lo que otros consideran su camino para llegar a la felicidad. Y una
sociedad más tolerante confía más en el Derecho Contractual. Negar acuerdos matri-
moniales es negar la felicidad ajena, o en todo el caso el derecho a intentar ser felices.
La única regla admisible para limitar ese derecho la enunció John Stuart Mill hace ya
mucho tiempo: no causar daño a otro. Mientras que lo que haces para ser feliz no me
dañe de manera ilegítima, debo respetarlo. Y cuando la intolerancia frustra a otros su
camino a la felicidad, el daño lo causa la intolerancia, no la libertad.
Si los contratos benecian a quienes los celebran y no perjudican a terceros,
entonces no se ven razones para limitar los acuerdos de voluntad libres en este tema.
Muchas de las críticas en este campo se han concentrado no tanto en el matrimo-
nio, sino en la posibilidad de que estas uniones puedan tener hijos (propios o adopta-
dos). Una pareja de lesbianas puede tener un hijo sin problema (por inseminación arti-
cial) y convivir con él en una relación homosexual en la que el niño, al margen de
lo que diga la ley, sienta que tiene dos mamás. Y un gay puede tener un hijo con otra
mujer y convivir con él y su pareja homosexual. Y la verdad la Ley tendrá serios pro-
blemas para impedir que ello ocurra. Lo cierto es que, como suele ocurrir, la libertad
de las personas suele abrirse paso, más allá de lo que la Ley diga.
Pero sin perjuicio que ello ocurra (y estoy seguro que ocurrirá con o sin matri-
monio homosexual) la pregunta es si la Ley debe preocuparse de ese problema y
excluir ese tipo de acuerdos. Y si debe permitir la adopción.
Lo cierto es que quienes se oponen, suelen usar, nuevamente, el argumento de
que habrían externalidades, para decir que en este caso hay una externalidad clara
266
La expansión de los contratos
a niños que serán criados de manera antinatural, sin un padre o una madre, con dos
papás o con dos mamás, generando degradación moral, etc.
Efectivamente los hijos de matrimonios homosexuales van a recibir externali-
dades. Pero me pregunto ¿Conocen algún niño que no reciba externalidades de quie-
nes son sus padres más allá de la orientación sexual de los mismos? Como vimos una
externalidad es un costo o un benecio generado por alguien distinto a quien lo sufre
o recibe.
Las externalidades son positivas cuando alguien me genera un benecio. Por
ejemplo, si una empresa coloca un vigilante fuera de su local, se reducen los robos
para sus vecinos, quienes reciben el benecio sin pagar por él.
Por el contrario son negativas cuando generan un costo: si yo fumo frente a otra
persona que no le gusta el humo, recibo un costo por el que nadie le paga al que lo
respira.
Los hijos de cualquier pareja (homosexual o heterosexual) reciben costos y
benecios. Dado que nadie nos consultó si queríamos nacer, todo lo que el naci-
miento le trae al nacido son externalidades. Algunos tenemos la suerte de recibir de
nuestros padres muchas externalidades positivas, otros muchas negativas y varios una
cantidad equilibrada de unas u otras. Si nuestros padres nos dan muchas oportunida-
des, cariños, esperanza, educación, etc, estaremos llenos de externalidades positivas.
Si nos dan golpes, maltratos, violaciones sexuales, pocas oportunidades económicas,
nos generan externalidades negativas.
Y lo que nuestros padres hacen o son podrán generarnos orgullo o vergüenza
según el contexto social o cultural en que nos desarrollemos. Y eso serán tam-
bién externalidades. Hay personas que se avergüenzan que sus padres tengan cier-
tas profesiones, o pertenezcan a ciertas razas o sean de cierto nivel social. Y por
supuesto algunos se avergonzarán de que sus padres tengan una determinada orienta-
ción sexual, especialmente si son víctimas de chistes o burlas crueles de otros niños.
Pero buena parte de esas “vergüenzas” son causadas por falta de tolerancia o prejui-
cios de los demás. Son los otros los que causan la externalidad y no el matrimonio
homosexual en si mismo.
Además es francamente contradictorio que nos preocupemos tanto de los requi-
sitos para adoptar y no de los requisitos para tener hijos de la manera “natural”. Y es
aún más contradictorio que pretendamos prohibir a los homosexuales adoptar por ser
supuestamente “poco natural” y no montar mecanismos similares para prohibir a abu-
sadores de niños que los maltratan física o psicológicamente, o pedólos tener hijos.
La sociedad está siendo asimétrica en sus preocupaciones.
Lo cierto es que la regla que aplicamos cuando dos personas deciden tener un
hijo de la manera llamada “natural” se basa en el principio de libertad. No estamos
sujetos a exámenes, evaluaciones o posibles prohibiciones.
267
Alfredo Bullard González
Las externalidades a los niños son una consecuencia normal de la forma como
se dene la paternidad o maternidad. Y en eso nada tiene que ver que se acepten o no
los matrimonios homosexuales.
Pero hay otro tema relevante a ser considerado. Y aquí me reero a la supuesta
“poca naturalidad” de tener padres o madres homosexuales. Muchas veces somos
víctimas de lo que podemos denominar como “provincianismo histórico” que es el
apego excesivo a los que consideramos los valores o cultura de nuestra época. Asu-
mimos que lo que vivimos es el resultado nal de un proceso evolutivo, y que por
tanto los valores y cultura de nuestra sociedad actual son ya insuperables. Y creemos
que debemos entonces respetar lo que cree la mayoría. Pero como todo proceso evo-
lutivo, las sociedades y las personas cambian y terminan aceptando cosas que antes
parecían inaceptables.
Por ejemplo la actitud de la sociedad hacia los hijos de los divorciados ha cam-
biado radicalmente en unas pocas décadas. Antes los niños eran hostilizados en sus
colegios por esa razón y los padres de parejas estables ponían reparos que sus hijos
pararan con hijos de divorciados.
Hace poco más de un siglo muchas de nuestras sociedades, incluida la peruana,
aceptaban la esclavitud. Y no hace tanto que en Estados Unidos las personas de raza
negra y de raza blanca tenían que ir a escuelas separadas y viajar en secciones dife-
rentes de los autobuses. Lo cierto es que los valores cambiaron y con ello la acepta-
ción y tolerancia a situaciones antes consideradas intolerables.
Antes (y aún ahora) algunas religiones se creían con derecho a imponerse a las
demás, y montaban guerras santas que no eran otra cosa que guerras de intolerancia.
Afortunadamente las sociedades han avanzado convirtiendo la tolerancia religiosa en
un signo de civilización.
Y no hace mucho tiempo se consideraba inmoral cobrar intereses o lucrar con
ciertas operaciones(13).
Las posibles externalidades que pueden sufrir menores por valores intole-
rantes irán desapareciendo conforme la sociedad siga evolucionando hacia una de
(13) Basta revisar el caso de Robert Keayne, un antiguo profesor de evangelio que se autoculpaba del atroz
crimen de haber obtenido seis peniques de utilidad por cada chelín de ganancia. Esto ocurrió en 1644,
en el que existían principios considerados inmorales, como que una persona pueda vender tan caro como
pueda y comprar tan barato como le sea posible, o que pueda recuperar las pérdidas de sus mercancías
por un accidente en el mar, subiendo el precio de las restantes o que pueda vender al mismo precio en
que compró aunque haya pagado demasiado caro. HEILBRONER, Robert L. The wordly philosophers,
the lives, times and ideas of the great thinkers . A Clarion Book. Simon and Schuster, New York, 1967,
pp. 19-24, citado por DE TRAZEGNIES, Fernando. “Filosofía del Derecho”, materiales de enseñanza
editados por la PUCP, p. 24. Evidentemente, si tales principios se hubieran mantenido, sería inimaginable
un mondo como el de hoy. Todos los empresarios serían no sólo grandes pecadores, sino también grandes
delincuentes. El capitalismo y el mercado serían el inerno, y las ventajas que la libertad económica ha
traído en el desarrollo de la sociedad moderna, se habrían perdido.
268
La expansión de los contratos
mayor tolerancia y aceptación de los valores distintos. Y no tengo duda que esta-
mos evolucionando hacia una sociedad con esas características. Por eso muchos
de los posibles daños psicológicos o presuntamente morales que causaría ser hijo
de una pareja homosexual serían en realidad consecuencia de considerar que nues-
tra sociedad no evoluciona. Pero como diría Galileo, la tierra –y la sociedad– se
mueven.
Otros han sugerido que el aceptar al matrimonio entre personas del mismo sexo
como una relación jurídicamente vinculante es ir contra la naturaleza de las cosas,
por que el matrimonio es naturalmente entre personas de sexos diferentes. Pero en
ello se deja de comprender que en el fondo es una institución perfectamente asimila-
ble a un contrato, y como tal no tiene naturaleza más allá de las formas que los seres
humanos queramos darles.
El matrimonio (como el contrato) no es una institución natural, sino creada. En
estricto es totalmente articial. Bajo la gura del matrimonio distintas sociedades
han recogido situaciones muy distintas. Por ejemplo la monogamia, que es reclamada
como consustancial al matrimonio en ciertas sociedades, es negada en aquellas socie-
dades que consideran la poligamia como aceptable. Pero ambos se llaman matrimo-
nio. El matrimonio del que estamos hablando es el legal, el que regula una Ley. Si se
le quiere llamar natural porque así lo creó un dios, están en su derecho de procesar su
fe y creerlo. Pero no le toca a la ley recoger los que cierta religión considera natural,
sino lo que la sociedad necesita para una auténtica convivencia.
Parecería que consideran que si se reconoce el matrimonio homosexual se les
estaría expropiando algo. Pero ello no es así. Ellos seguirán igual de casados una vez
que los homosexuales puedan hacerlo. Si lo que se les “expropia” es una sensación
que otros hacen algo incorrecto, ese es un problema de intolerancia que se resuelve
“mirando para otro lado”.
La verdad es que más allá de la reivindicación de ser tratados iguales, los homo-
sexuales enfrentan una serie de problemas prácticos que los colocan como ciudada-
nos de segunda categoría. Tienen un problema hereditario serio porque la Ley, al no
reconocerles estatus de casados, no les permite heredar de su pareja más que la parte
de libre disposición y solo si hay testamento. Y duplicar el régimen de gananciales no
es sencillo por medio de un contrato simple y tiene varias contingencias. Y sin duda
sus hijos serían considerados extramatrimoniales, con todos los problemas que ello
acarrea.
Ello es consecuencia de la estatización de la familia, que tiene un régimen
intervencionista y sobreregulado que ha descontractualizado a la familia sin nin-
guna justicación aparente. Y el sistema sucesorio absurdamente me impide dispo-
ner libremente de mi propiedad con lo cual un acuerdo no permite resolver el pro-
blema de la herencia de la pareja. Todo ello conduce a que cada vez el “mercado
negro” (uniones estables que no se casan, incluso entre heterosexuales) vaya cre-
ciendo cada vez más.
269
Alfredo Bullard González
270
La expansión de los contratos
Por denición, existen personas que pueden tener hijos a “bajo costo”. Esto
quiere decir que no tienen ningún problema biológico que les impida desarrollar su
capacidad en este sentido. Normalmente, estas personas tienen una capacidad repro-
ductora superior a la que necesitan para satisfacer su necesidad de tener hijos.
Así pueden ubicarse, potencialmente, en el lado de la oferta porque estarían dis-
puestos, con incentivos adecuados, a entregar parte de su capacidad reproductiva.
Por otro lado, existen personas que, por denición, no pueden tener hijos a bajo
costo. Esta situación comprende casos en los cuales dichos costos pueden ser supera-
bles, pero altos, como ocurriría con una mujer que pudiendo biológicamente concebir,
dicha concepción acarrea, por alguna razón, un riesgo alto para su vida. Pero también
comprende situaciones en las que, dado el estado actual de la tecnología, no es posi-
ble que tengan hijos. En estos casos los “costos” son insuperables. Así, por el lado de
la demanda, surge la necesidad de satisfacer el deseo de tener hijos.
Si aceptáramos que el Derecho Contractual puede entrar a jugar en este campo,
estaríamos permitiendo que un recurso escaso (capacidad reproductora individual)
sea transferida vía el mercado a personas que carecen de ella o que, teniéndola, la
pueden ejercer a muy alto costo. Esta transferencia puede ocurrir sólo en tanto quien
cede su capacidad la valore menos de lo que quien desea tal capacidad está dispuesto
a pagar(14).
Es lógico que quienes tienen una capacidad de reproducción humana superior a
sus necesidades puedan valorar este excedente en menos de lo que valora una persona
incapaz de tener hijos dicha capacidad. Es por ello que no sería infrecuente el caso de
quien está dispuesto a entregar una contraprestación a cambio de poder tener hijos(15).
Lo dicho permite entender por qué es posible que se desarrollen mercados de
capacidad reproductiva. Ello no implica que el término “mercado” signique un
efecto no deseado. No olvidemos que la consecuencia de este mercado es la satisfac-
ción de una de las más humanas de todas las necesidades del hombre. Tener hijos es
uno de los canales más sublimes de la realización personal, y lo que ayude a ello no
puede ser fácilmente calicado de inmoral.
Se podrá argumentar que no es necesario para que este intercambio se dé que se
permita el pago como contraprestación a la cesión de la capacidad reproductiva. Así,
al igual como ocurre con los transplantes de órganos, puede conarse la transferencia
de este recurso solo a actos de altruismo y solidaridad humana.
(14) Esto no quiere decir que no se den actos de disposición de la capacidad reproductora a título gratuito.
La explicación económica de un acto de este tipo se encuentra en que el espíritu altruista del cedente lo
remunera sucientemente como para estar dispuesto a ayudar al prójimo infértil o incapaz de tener hijos.
(15) De hecho, los individuos pagan cantidades importantes a sus médicos o a centros de tratamiento de
infertilidad para tratar de desarrollar su capacidad reproductiva. En ello (en el hecho de pagar dinero) no
hay nada que pueda ser calicado de inhumano. Es precisamente todo lo contrario.
271
Alfredo Bullard González
Sin duda, sería deseable que todos los problemas de infertilidad pudiesen resol-
verse por actos de solidaridad en los que, voluntariamente, los beneciarios de “exce-
dentes de capacidad reproductiva”, acudieran en auxilio de las víctimas de “décit
en capacidad reproductiva”. Lamentablemente, ello se estrella contra la realidad. Los
actos de solidaridad generan, por el lado de la oferta, una escasez, al igual como ocu-
rre con los transplantes de órganos en los que la realidad nos trae o personas muriendo
o sufriendo por años en espera de un donante, o simplemente un mercado negro con
precios que alejan los órganos de la gente más pobre y elitizan los transplantes en
favor de unos pocos agraciados. Dejar que ello ocurra es un acto inhumano en nom-
bre de la humanidad, y que por tanto no debería ser aceptable.
La realidad demuestra que sólo un libre intercambio de recursos generará una
oferta que responda a la demanda existente. Por duro que parezca, a veces los merca-
dos son la única solución posible. Daña mucho más nuestra conciencia moral que una
persona fallezca por falta de un donante o que una pareja quede condenada a no tener
hijos, a que se le permita nalmente pagar para adquirir el órgano que salvará su vida
o para permitirle tener los hijos que, en un inicio, la naturaleza les negó.
Podemos, por tanto, llegar a una primera conclusión preliminar. El aceptar que
se contemple dentro del sistema contractual la posibilidad de ceder la capacidad
reproductora de una persona, mediante convenios de subrogación de maternidad o de
alquiler de vientre, puede tener un benecio claro: la satisfacción de la necesidad de
tener hijos que muchas parejas no pueden el día de hoy cubrirse por sí solas.
Sin embargo existen, de todos los problemas que puede generar el admitir la
contractualización de estas situaciones, uno particularmente relevante: los costos y
benecios que pueden recaer sobre los menores involucrados.
A diferencia de las partes en un contrato de subrogación o de alquiler de vientre,
los menores no han tenido ninguna participación voluntaria en los hechos en cuestión.
Se han limitado, pasivamente, a ser concebidos, llevados en el vientre de una mujer
y, luego del período de gestación correspondiente, ser alumbrados. Ello genera exter-
nalidades que no podrían ser solucionadas por acuerdos porque los costos de transac-
ción entre los futuros seres humanos y sus potenciales padres son prohibitivos.
Pero el conocimiento y conciencia de los menores no diere en nada de la de
cualquier otro bebé concebido y alumbrado de la manera convencional. Al igual como
en el caso de los hijos de parejas homosexuales, nadie consultó su opinión y de pronto
se encuentra en medio de una situación muy especial en la que la persona que lo alum-
bró no es su madre y en la que quizás las personas que lo educarán y cuidarán hasta
la mayoría de edad no son biológicamente sus padres.
Esta situación puede despertar mucho más suspicacias y cuestionamientos que
aquella en que se encuentran las partes del contrato de subrogación. Ello lleva a que
innumerables legislaciones hayan considerado que la exigibilidad de un acuerdo de
subrogación de paternidad dependa, simple y llanamente, de si sus términos son los
272
La expansión de los contratos
más favorables para el menor(16). Esto quiere decir que las condiciones pactadas pue-
den ser revisadas por las cortes o autoridades competentes si se determina, por ejem-
plo, que las personas en favor de las cuales se produce la subrogación son menos idó-
neas que la madre sustituta para cuidar y educar al menor.
Así se sujeta la atribución de la paternidad y/o maternidad y la custodia del
menor no a lo que las partes puedan haber determinado, sino, en última instancia, a
lo que un funcionario público considere más conveniente.
Los problemas que la doctrina menciona, puede sufrir el menor, comprenden
el daño moral o psíquico que pueda experimentar el niño al enterarse cómo fue pro-
creado, gestado y alumbrado, además de aquellos derivados de los eventuales con-
ictos emocionales que puedan surgir luego del alumbramiento entre la madre sus-
tituta y los padres favorecidos con la subrogación, que tendrán obvias repercusiones
en el niño.
También se consideran los riesgos de que los padres no sean idóneos desde el
punto de vista social, moral, cultural y económico. A ello se añade que se benecia a
las familias pudientes frente a las familias pobres, para poder acceder a esta forma de
tener hijos, por los evidentes costos que ocasionan.
La lista es aun más larga. Sin embargo, nos limitamos a estos problemas que son
los que más reitera la doctrina como argumentos en contra de la posibilidad de subro-
gación de maternidad y alquiler de vientre.
Debemos reconocer que algunos de estos riesgos despiertan preocupación.
Como hemos dicho, a diferencia de lo que ocurre con las partes en el contrato, el
menor sufre en carne y hueso benecios y costos que él no ha generado. En otras pala-
bras sufre externalidades, es decir, los costos y benecios que no son asumidos por
aquellos que los producen. Por ejemplo, una madre sustituta que sabe que quienes la
contratan son unos desalmados está generando sobre el futuro hijo un costo que ella
no asumirá, es decir, está externalizando parte de los costos del contrato a un tercero.
Respecto a lo extraño de la situación que pueda enfrentar el menor, es evidente
que puede generar sentimientos extraños y contradictorios. Pero también la adop-
ción puede hacerlo, y no por ello se prohíbe, pues se considera que los benecios de
la misma superan sus costos, Además, estaríamos midiendo las reacciones en térmi-
nos actuales sin tener en cuenta que la aceptación de estos métodos, una vez generali-
zados, puedan convertirse en una situación normal y cotidiana, que difícilmente des-
pierte sentimientos encontrados.
La posibilidad de que los nuevos padres sean personas poco calicadas también
es un argumento que preocupa. Sin embargo, creemos que un análisis más profundo
y detallado es necesario. Esta misma discusión se ha dado y se sigue dando en torno
273
Alfredo Bullard González
274
La expansión de los contratos
niños maltratados por padres abusivos, o educados por personas carentes de idonei-
dad para hacerlo, a n de garantizar, dentro de lo posible, una serie de hogares feli-
ces. Renunciamos por tanto a la posibilidad de que el Estado evalúe, previamente, la
capacidad de los padres para serlo y exigir autorizaciones para procrear.
Este tipo de decisiones, aunque trágicas, son adoptadas todo el tiempo, inclu-
yendo inconscientemente dentro de nuestro análisis costo-benecio, elementos no
patrimoniales que, a n de cuentas, comparamos con elementos sí patrimoniales.
Hemos, por ejemplo, decidido que los automóviles circularán por las calles, es decir,
que masas de más de una tonelada de metal entrarán en movimiento a velocidades
apreciables, conviviendo con peatones y otros vehículos de su misma naturaleza.
Ello ocasiona riesgos que, necesariamente (y así lo demuestra la estadística), ocasio-
narán muerte, invalidez o lesiones a la integridad física de las personas. Pero acep-
tamos tales consecuencias en base a la justicación de los benecios (patrimoniales)
de la circulación automotor. Este análisis tira por los suelos las pretensiones de que el
máximo bien jurídico es la vida humana y que debe ser protegida “a cualquier costo”.
En el fondo, toda decisión legal es, como señalan Calabresi y Bobbitt(17), una
decisión trágica, que implica que alguien se beneciará y que alguien se perjudi-
cará. Y muchas veces los benecios son sólo patrimoniales mientras los perjuicios se
miden en vidas humanas, frustración personal, integridad física o psíquica, etc. Pero
no por ello podemos dejar de tomar decisiones.
2. Los trasplantes de órganos
El razonamiento seguido para el caso de la capacidad reproductiva puede apli-
carse a otras áreas controvertidas. Por ejemplo en el caso de la venta de órganos para
trasplantes son muy poco claras las razones para prohibir dichas operaciones.
De hecho, a diferencia de la subrogación materna o el alquiler de vientre, no
existe tercero dañado porque no hay “hijo”. Es un contrato entre dos partes que sufren
entre ellos los costos y benecios de su acuerdo. Prohibir la venta sólo asegura que la
demanda supere la oferta y el “mercado” no se equilibre, lo que resulta en muertes de
personas que carecen, por ejemplo, de riñones.
Lo que se genera es un rol paternalista del sistema legal en el que los supuestos
protegidos terminan peor que antes de la prohibición. En el fondo la justicación para
permitirlo es la misma. Algunos tienen más riñones de lo que necesitan (dos) y otros
menos (ninguno). Ello genera la tendencia que el valor que da al que le sobra el riñón
sea menor que el que le da al que le falta. Las diferencias en los precios de reserva
justamente permiten que la transacción los benecie a ambos. Negar esa posibilidad
reduce los incentivos para que existan riñones disponibles.
(17) CALABRESI, Guido y BOBBITT, Phillip. Tragic choices. The conicts society confronts in the allocati on
of tragically scare resources. W.W. Norton & Company. New York. London.
275
Alfredo Bullard González
(18) Para una revisión de los principios básicos de la teoría, se puede revisar BUCHANAM. Ob. cit., y
TULLOCK, Gordon. Governement Failure: A Primer in Public Choice . Cato Institute. 2002.
276
La expansión de los contratos
los políticos son los mismos que mueven a los comerciantes. Pero los límites y res-
tricciones que enfrentan no son los mismos.
Como bien dice Buchanan, reriéndose a lo que nos ha ayudado a describir la
teoría del Public Choice:
“El romance se ha ido, quizás para no volver nunca. El paraíso socialista
se ha perdido. Los políticos y los burócratas son vistos como personas
comunes y corrientes como todo el resto de nosotros, y la política es vista
como un conjunto de arreglos, un juego si quieren, en el que muchos juga-
dores cuyos muy diversos objetivos interactúan para generar resultados
que podrían no ser ni internamente consistentes ni ecientes bajo cual-
quier estándar”(19).
Por ello la pregunta no es si privatizamos o no. La pregunta es ¿Cómo privati-
zamos para crear los incentivos adecuados? Las elecciones son, por tanto, un sistema
de privatización, sólo que bastante imperfecto. Es mejor usar contratos.
Cuando hemos privatizado empresas públicas, o concesionamos una actividad,
seguimos un sistema de privatización diferente al electoral. En primer lugar estable-
cemos una calicación de los postores.
En segundo lugar negociamos y suscribimos un contrato, con objetivos y metas
establecidas y con pagos por el cumplimiento de dichas metas y penalidades por su
incumplimiento, algo a los que los políticos no están sujetos. ¿Dónde está el contrato
del Presidente por el que asume las obligaciones que debe cumplir y los objetivos a
los que se ha comprometido? Si una empresa concesionaria no cumple con una meta
(por ejemplo entregar las obras en un plazo o conseguir un estándar de calidad deter-
minado) simplemente no se le paga o se le aplica una penalidad. Pero con el Presi-
dente no pasa lo mismo.
En tercer lugar, solemos rechazar entregar concesiones a personas naturales.
Preferimos empresas porque tienen una estructura legal, contable y económica, que
nos asegura un mejor cumplimiento de metas y un control más minucioso. Es más
fácil scalizar a una persona jurídica y ello hace que todo sea más transparente. Y por
ello no es mala idea contratar a un presidente persona jurídica antes que a un presi-
dente persona natural.
En realidad, el quid de la solución es utilizar contratos en los que se alinea el
interés público de la ciudadanía con el interés individual de la empresa que pro-
veerá el bien público “gobierno” tal como lo hacemos con ciertos contratos de con-
cesión en los que el negocio y la rentabilidad del mismo están sujetos al cumplimiento
de ciertas metas de “política pública”.
277
Alfredo Bullard González
(20) MILL, John Stuart. “On Liberty”. En: <http://oll.libertyfund.org/title/233> (generado el 3 de noviembre
del 2010) p. 66.
278
La expansión de los contratos
279
Alfredo Bullard González
280
La expansión de los contratos
¿Se imaginan cuántos dolores de cabeza nos ahorraríamos si las personas que
ejecutaron las obras hubieran tenido que pagar por el costo que generaron en conges-
tión, pérdida de tiempo y accidentes? Las obras se hubieran hecho mucho más rápido
y de una manera más eciente y menos invasiva.
¿Qué país del mundo tiene ese tipo de legislación tan moderna? Pues nada más
ni nada menos que el Perú. Acabo de citar la Ley de Transporte y Tránsito Terrestre
aprobada por el Congreso de la República en 1999 (hace ya más 15 años) y que nunca
ha sido puesta en práctica a pesar de que está vigente.
¿Y por qué? Porque los reguladores, que debían crear el marco para que esto
funcionara, siguen creyendo en la regulación convencional, en subir multas que serán
reemplazadas por corrupción a la policía, y se olvidan de la regulación inteligente que
podemos obtener por marcos contractuales bien denidos.
Regulaciones que crean derechos de propiedad, o refuerzan los contratos y
hacen posible que sistemas que creen incentivos adecuados funcionen pueden ser
más efectivas de lo que creemos.
5. El medio ambiente
Hace años que los diarios y noticieros nos hablan de la extinción de las vicuñas.
Víctimas de cazadores furtivos que quieren obtener su lana, su número se reduce sin
que aparezca una solución.
¿Se pueden usar esquemas contractuales para proteger a las especies animales y
vegetales y a nuestro medio ambiente?
Aunque le suene curioso, el problema podría resolverse con contratos de caza o
de explotación de las vicuñas. Y lo mismo podría hacerse con otras especies anima-
les o con recursos de nuestro medioambiente. ¿Pero cómo la existencia de contratos
para cazar o explotar a las vicuñas puede proteger a los animales en peligro de extin-
ción? La siguiente cita responde a esa pregunta:
“La privatización de especies, también conocida como cría silvestre, es la
transferencia de cierta especie o especies animales de propiedad pública
o gubernamental a empresas privadas. Este tipo de privatización esta
basado en la idea de que la fauna es un commodity, que como tal, puede
ser privatizada. No tenemos que preocuparnos del ganado extinguiéndose,
porque su valor como propiedad privada nos anima a cuidarlos y criarlos.
Después de todo, ¿Están las ovejas y los pollos en peligro de extinción?
Este tipo de privatización eleva el turismo y la población de animales, ya
que estos son cuidados de cazadores furtivos e incendios forestales por sus
dueños.
Según el brillante artículo sobre la privatización de especies de Stephen
Weaver: “El Mejor Amigo del Elefante”: “Esta estimado que un cazador
deportivo gasta por lo menos 14 veces la cantidad de dinero que el turista
281
Alfredo Bullard González
282
La expansión de los contratos
que se internalicen las externalidades. La contratación asigna los animales a usos más
valiosos, incluida la caza, que deja de ser furtiva y se convierte en contractual. Con
ello se ponen en valor los animales y se crean incentivos para conservarlos y darle
sostenibilidad al negocio. El dueño no quiere que se sobre cace por que si los anima-
les se extinguen se acaba el negocio. Solo asignara un número de derechos de caza
que hagan sostenible el recurso. Lo mismo se puede hacer con bosques para explota-
ción maderera, reservas naturales, lagos y ríos o uso de agua. Incluso se puede crear
derechos de propiedad transables sobre cuotas de contaminación.
Recientemente en el Perú aprobamos una Ley de Cuotas de Pesca para ancho-
veta que se basa en la misma combinación propiedad/contratos, de manera que se
asigna un volumen de pesca por barco. Al transferirse el barco se transere el dere-
cho sobre el recurso mediante un mecanismo contractual. Con ello se ha mejorado la
eciencia del recurso haciendo, de paso, sostenible su explotación.
Los contratos de nuevo nos dan soluciones donde la regulación convencional
fracasa.
V. CONCLUSIÓN
La contratación tiene la capacidad de identicar los mejores usos de recursos
de todo tipo. Ayuda a una correcta asignación y uso de lo patrimonial y de lo no
patrimonial.
Y cuando algo presenta ventajas sobre otras alternativas de solución es esperar
que se use cada vez más. El crecimiento de los contratos sobre áreas en las que tradi-
cionalmente se les excluía es y continuará siendo un fenómeno de que seremos testi-
gos, por más que los ejemplos nos suenen a ciencia cción.
Nos espera, por tanto, un futuro más contractual que nuestro presente, como
nuestro presente es más contractual que nuestro pasado. Contratar no solo será cada
vez más fácil, gracias a la reducción de costos de transacción, sino cada vez más
útil. Y con ello esta área se volverá, a no dudarlo, el área más importante de todo el
Derecho.
283
La inoponibilidad como categoría jurídica
de inecacia y su aplicación en la jurisprudencia
I. INTRODUCCIÓN
A treinta años de vigencia del Código Civil resulta ser un momento oportuno
para reexionar sobre la funcionalidad y aplicación de algunas instituciones del Dere-
cho Civil; la importancia de esta reexión radica en que la utilidad de las conclusiones
puede servir válidamente para poder ser aplicadas en las demás ramas del derecho;
nada hay en el mundo del derecho, que escape al Derecho Civil, he allí la importan-
cia de hacer una pausa en el camino y tratar de ver hacia atrás y a nuestro alrededor
sobre cómo venimos aplicando las instituciones del Derecho Civil o Común.
El tema que nos llama la atención al revisar el Código Civil, trata sobre las rela-
ciones jurídicas contractuales pero no desde una perspectiva sobre su constitución o
ejecución, sino sobre su ecacia sobre terceros ajenos al contrato; mucho creo que
nos hemos ocupado sobre la inecacia de los actos jurídicos vista desde su estructura
o cumplimiento (tema por cierto apasionante e inacabable); pero que debido a la pro-
fusa teoría sobre cómo hacer un contrato práctico y ecaz, hemos dejado de lado los
efectos que pudieran surgir para lo demás, es decir, para con nosotros que no inter-
vinimos en el contrato y que por cierto no nos vincula por lo que normalmente no
nos interesa hasta que puede perjudicarnos; ¿cómo el Derecho me protege respecto
de estas situaciones en las que no he intervenido? El Derecho Civil debe decir algo
al respecto.
El problema que nos planteamos está evidentemente abordado en el Código
Civil, aunque muchas veces hemos pasado por ésas normas protectoras sin darnos
cuenta, incluso creo que algunas veces las hemos invocado pero sin reparar sobre su
naturaleza, normalmente bajo el móvil de “hacer justicia”.
Lo que queremos (por lo menos eso pretendo) es revisar y de ser posible pro-
poner una perspectiva adicional sobre cómo interpretar las normas del Código Civil
285
René Cervantes López
desde el punto de vista de la oponibilidad que generan las relaciones jurídicas a los
terceros y la inoponibibilidad como mecanismo de defensa de estos mismos; no se
trata pues de expurgar la verdadera voluntad de los otorgantes de un contrato ni valo-
rar la seguridad jurídica que pudiera generar la objetividad de las declaraciones, sino
de poder neutralizar los efectos jurídicos del contrato cuando se pretende oponer
dichos derechos a mis derechos.
Para lograr este objetivo, me valdré en esta oportunidad, del estado de la cues-
tión sobre la inecacia y en base a ello trataré de reconstruir las características de la
categoría jurídica materia de estudio y nalmente vericaré un caso sobre cómo se
viene aplicando en la jurisprudencia esta categoría jurídica.
(1) RUBIO CORREA, Marcial. La invalidez del acto jurídico. (1990). Lima, PUCP, p. 13.
(2) Resulta pertinente la lectura de la glosa: “Los problemas con la inecacia en el Código Civil”. En: Ac-
tualidad Jurídica, publicado por el Dr. Nelson RAMÍREZ JIMÉNEZ, en el diario ocial El Peruano con
fecha 16 de setiembre del 2014.
286
La inoponibilidad como categoría jurídica de inefcacia
de buena fe cuyo título haya sido primeramente inscrito, aquí prevalecer debe enten-
derse como que el otro acto jurídico resulta “inecaz” para el acreedor preferido.
La ecacia entonces en materia contractual debe ser entendida como cuando
consigo el efecto jurídico práctico que he querido, cuando logro que el derecho que he
obtenido no pueda perderlo, cuando mi derecho vincula no sólo con quién estoy con-
tratando sino que “vincula” también a los demás en el sentido de que nadie pueda sus-
traerse a sus efectos, a que todos respeten el derecho adquirido. Lo contrario, la ine-
cacia, será cuando por alguna razón pierda mi derecho, no logre lo que he querido, no
pueda “vincular” a los demás en el sentido de que respeten mi derecho.
Bajo estas premisas analizaremos la oponibilidad como mecanismo de ecacia
del acto jurídico o contrato celebrado y la inoponibilidad como forma de inecacia
del acto jurídico que se me pretende oponer.
(3) De la Puente y Lavalle, señala: “Son efectos directos aquellos que recaen en las partes del contrato, por ser
el contenido de la relación jurídica creada por este. Los efectos directos dan lugar a que los contratantes
tengan un status, constituido por el ser acreedores o deudores de los derechos u obligaciones contractuales
(…) Son efectos Indirectos del contrato los que surgen por razón de haberse producido los efectos directos,
en el sentido que al haber adquirido las partes sendos status, los demás, terceros, deben reconocerlos y,
en lo que corresponda, respetarlos” (DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. El Contrato en General.
Comentarios a la Sección Primera del Libro VII del Código Civil . Tomo II, PUCP, Lima, 1991, p. 108.
(4) Gonzáles Barrón nos habla de los terceros “indeterminados” como aquellos que no tienen interés directo
sobre la cosa y los terceros “protegidos o cualicados” como aquel que no intervino en el negocio pero
que derivó su derecho de dicho negocio y por su conanza en el registro es protegido (GONZALES BA-
RRÓN, Gunther. Tratado de Derecho Registral Inmobiliario . Jurista Editores, Lima, 2002, pp. 918-920).
287
René Cervantes López
(5) Mientras que Díez-Picazo explica que la oponibilidad signica simplemente la posibilidad de que las
partes funden ecazmente en su propio contrato una pretensión dirigida contra el tercero (DÍEZ-PICASSO,
Luis. Fundamentos de Derecho Civil Patrimonial. (1979), Tomo I, Madrid, Ed. Tecnos S.A., p. 268).
(6) El Fallo del Plenario de la Cámara Nacional de Argentina en lo Civil del 2 de octubre del 2001 denió
que “la inoponibilidad consiste en una facultad ajena concedida por ley a una persona, por el hecho de
ser ajena a una actuación perfectamente válida, para que, sin necesidad de impugnarla, pueda actuar en
defensa de sus intereses como si tales actos no se hubieran producido” (cita de RAGEL SÁNCHEZ, Luis
Felipe. La inoponibilidad. Revista de Derecho de los alumnos de la Universidad de Lima Athina, N° 03,
Año 2, (2007), Lima, Grijley, p. 40.
(7) Señala Ragel Sánchez, Luis que: “El tercero no está obligado a ejercitar la inoponibilidad, porque siem-
pre tiene la opción entre la inoponibilidad y la utilizabilidad, que consiste en actuar conforme a la nueva
realidad, es decir, podrá acogerse voluntariamente a los efectos de la oponibilidad (…) No puede ser
acogida por el juez, porque no hay interés público que proteger. (RAGEL SÁNCHEZ, Luis Felipe. Ob.
cit., p. 41.
288
La inoponibilidad como categoría jurídica de inefcacia
289
René Cervantes López
legal que es necesario que el título del tercero registral supone que sea válido, porque
si es inválido no puede ser protegido por el sistema registral(8). En segundo lugar, la
inoponibilidad se ve reejada cuando el legislador dice “mantendrá su adquisición”,
que es lo mismo decir, que el titular o propietario no podrá oponer su derecho al ter-
cero registral, quién conservará su derecho adquirido(9). En tercer lugar, la inoponibi-
lidad va de la mano siempre con la conducta de buena fe que le es exigible al tercero
registral, aunque el legislador ha considerado que esta buena fe se presume, siendo
entonces carga probatoria del titular del derecho oponente destruir esta buena fe del
adquiriente.
Veremos, un reciente caso en el que la Corte Suprema ha resuelto aplicando este
principio registral, la Cas. N° 3372-2013-Arequipa, de fecha 27 de marzo de 2014,
cuyos hechos fácticos se pueden resumir en lo siguiente:
- Jorge simula un contrato de compraventa a favor de Luis respecto de un
inmueble X;
- Luego, don Luis vende el mismo inmueble a los esposos Antonio y
Zenaida.
- Ante ello, Jorge pide la nulidad de la venta que le hizo a Luis por simula-
ción y pide también la nulidad de la venta que hizo este último a los espo-
sos Antonio y Zenaida por contrario al orden público y las buenas costum-
bres porque –indica– que estos últimos adquirientes tenían conocimiento
de la venta simulada.
(8) Debe notarse claramente aquí que el tercero registral, tiene que ser tercero, valga la redundancia, respecto
de otro contrato o acto jurídico, porque respecto de su propio título o contrato no es tercero, es por ello
que si adolece su título de un defecto estructural es nulo y no puede ser convalidado por el Registro.
(9) Vidal Ramirez señala que: “El acto nulo, pues, no requiere de pronunciamiento judicial. Solo si una de
las partes que lo celebró no acepta su invalidez corresponderá al juez declararla, sin que la sentencia que
reconozca la nulidad tenga un carácter constitutivo, sino meramente declarativo” (VIDAL RAMÍREZ,
Fernando. El acto jurídico en el Código Civil peruano . Cultural Cuzco Editores S.A., Lima, 1989,
p. 407). Por su parte, Taboada Córdova precisa: “Conviene insistir en que mientras el acto nulo nace
muerto y por ende en ningún momento produce ninguno de los efectos jurídicos que tendría que haber
producido, por haber nacido sin vida, …” (TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. Nulidad del acto jurídico.
2da. Ed., Editora Jurídica Grijley, Lima, 2002, p. 91). Finalmente, Torres Vasquez, señala: “El acto nulo
no produce efecto negocial alguno: no constituye, modica o extingue relaciones jurídicas, es decir, no
constituye, transere, modica o extingue derechos reales o de crédito, y no constituye causa eciente
justicativa de las prestaciones que se han podido ejecutar, razón por la que deben restituirse” (TORRES
VÁSQUEZ, Aníbal. Acto Jurídico . (2ª Edición 2001), Lima, Editora Idemsa, p. 705). La posición de
la Corte Suprema se arma en estos conceptos y conviene que los actos jurídicos celebrados en base
a un acto jurídico declarado nulo, per se, también devienen en nulos. Al respecto, De Castro y Bravo
señala: “De modo que la nulidad de un negocio puede originar una reacción en cadena de nulidades; su
caída arrastrará la de titularidades, derechos, nuevos negocios, enajenación y transmisión de derechos,
obligaciones y cargas, en n la de todo aquello que en el negocio tuviera su fundamento, se apoyara en él
o de él se derivase” (DE CASTRO Y BRAVO, Federico. El negocio jurídico. Editorial Civitas, Madrid,
1997, pp. 477-478).
290
La inoponibilidad como categoría jurídica de inefcacia
291
René Cervantes López
(10) Aquí es pertinente aplicar las reglas de la experiencia. Las reglas o máximas de experiencia son juicios
hipotéticos obtenidos de hechos o circunstancias concluyentes, determinantes de conclusio nes razonables
en el orden normal de convivencia que el juez, sin excederse o sobrepasar el principio de aportación de
hecho por las partes, puede utilizar, con la consecuencia de serle aplicable en ú ltima instancia la doctrina
de su inatacabilidad si la aplicación o inferencia es razonable.
292
La inoponibilidad como categoría jurídica de inefcacia
V. CONCLUSIONES
La primera, el tema de la inecacia en nuestro Código Civil no está sistemati-
zada y al no estarlo genera confusión entre diversas categorías jurídicas como de nuli-
dad, anulabilidad, rescisión o resolución; aquí es necesario que a través de la doctrina
se logre una interpretación correcta.
En segundo lugar, la protección de los terceros ajenos a la relación jurídica, hace
que nos encontremos frente a la categoría jurídica de la inoponibilidad como causal
de inecacia del acto jurídico. La misma que guarda características especiales que la
diferencias de las otras causales de inecacia como serían la nulidad, la anulabilidad,
la resolución, la rescisión, la revocación y otras.
Finalmente, el comportamiento del tercero ajeno a la relación jurídica que se le
pretende oponer, puede generar la nulidad de su derecho si actúa de mala fe con el
transferente (nalidad ilícita), lo que no puede ser subsanado o convalidado de modo
alguno por el Sistema Registral Peruano que se caracteriza por tratarse de un registro
no convalidante de vicios. Pero si este comportamiento solo alcance a la mala fe de
su propio accionar (adquiere sabiendo que no es el propietario) o de falta de buena fe
(por encontrarse en la posibilidad razonable de saber que el transferente no era el pro-
pietario), debería aplicarse el remedio de la inoponibilidad como supuesto de ineca-
cia que puede invocar el tercero.
293
Índice general
ÍNDICE GENERAL
Presentación .............................................................................................................. 5
PRIMERA PARTE
ACTO JURÍDICO
El error en el Código Civil
La posibilidad de una modicación legislativa
Jairo Cieza Mora
I. Introducción ..................................................................................................... 61
II. Análisis histórico-comparativo ........................................................................ 63
III. Primer problema: La “incapacidad de una de las partes” ................................ 69
IV. Segundo problema: La “invocación en benecio propio” ............................... 75
V. Quinto problema: La “indivisibilidad del objeto del derecho de la obligación
común” ............................................................................................................. 78
VI. Perspectivas de reforma (¿o de derogatoria?) .................................................. 86
297
Índice general
SEGUNDA PARTE
DERECHO DE SUCESIONES
Libro de Sucesiones del Código Civil
Evaluación crítica y algunas propuestas
Guillermo Lohmann Luca de Tena
TERCERA PARTE
DERECHOS REALES
La posesión en la propiedad y en el registro
Problemática en la transmisión inmobiliaria
Héctor E. Lama More
298
Índice general
CUARTA PARTE
DERECHO DE LAS OBLIGACIONES
Las perspectivas de modernización del Derecho de las Obligaciones
El estado de la cuestión en la experiencia jurídica peruana
Juan Espinoza Espinoza
299
Índice general
300
Índice general
QUINTA PARTE
DERECHO DE LOS CONTRATOS
La expansión de los contratos
(o de por qué no podemos vivir sin ellos)
Alfredo Bullard González
301
Índice general
302