2 El Increíble Cerebro Adolescente y La Educación

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El increíble cerebro adolescente y la educación

The amazing adolescent brain and the education

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Iliana Tamara Cibrián Llanderal , Marcos Adrián Pérez Hernández
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Instituto de Neuroetología, Universidad Veracruzana
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Doctorado en Neuroetología, Instituto de Neuroetología, Universidad Veracruzana

Recibido: 25 de febrero de 2023


Aceptado: 10 de marzo de 2023
Publicado: 22 de marzo de 2023

Resumen
El cerebro humano pasa por un largo período de desarrollo. Si bien el cerebro cambia
desde la gestación y durante la niñez, existen cambios muy importantes durante la
adolescencia, etapa en la que los cerebros son más capaces de cambiar que los adultos
y, a diferencia de los niños, los adolescentes tienen una mayor capacidad para moldear
el desarrollo del cerebro. Las mayores habilidades de procesamiento de información y
la sensibilidad social durante la adolescencia también hacen que este sea un momento
de mayor capacidad para interactuar el mundo social, el cual es muy complejo. El artículo
describe estos cambios cerebrales y cómo los entornos educativos pueden fomentar el
desarrollo del cerebro y optimizar los entornos de aprendizaje durante la adolescencia.

Palabras clave: cerebro, adolescencia, plasticidad cerebral, educación.

Abstract
The human brain goes through a long period of development. Although the brain changes
from gestation and during childhood, there are important changes during adolescence, a stage
in which brains are more capable of change than adults, and, unlike children, adolescents
have a greater capacity to shape brain development. Increased information processing skills
and social sensitivity during adolescence also make this a time of increased ability to interact
with the social world, which is very complex. The article describes these brain changes and
how educational settings can foster brain development and optimize learning environments
during adolescence.

keywords: brain, adolescence, brain plasticity, education.


*Autor de correspondencia: Instituto de Neuroetología, Universidad Veracruzana, Av. Dr. Luis Castelazo Industrial
de las Ánimas, Rubi Ánimas, C.P. 91190, Xalapa-Enríquez, Ver., México. Correo: icibrian@uv.mx

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Introducción
Hasta la década de los ochentas, la adolescencia se consideraba poco más que un período
transitorio antes de la edad adulta, se le atribuía únicamente a las hormonas y factores
sociales externos. Investigaciones en los años posteriores han demostrado lo contrario,
la adolescencia es el período de la vida que a menudo comienza con cambios en el
cuerpo relacionados con la pubertad, pero el cerebro también está cambiando durante
este tiempo y continúa cambiando incluso después de que terminamos la adolescencia,
prácticamente hasta pasados los 20 años (Mills, Goddings, Herting, Meuwese, Blakemore,
Crone, Dahl, et al., 2016). Estos cambios en el cerebro se reflejan en los cambios en el
comportamiento que, a menudo, podemos ver durante la adolescencia, como el deseo
de explorar, formar nuevas relaciones y navegar en nuestro cambiante mundo social.

¿Cómo se estudia el cerebro de los adolescentes?


Algunas investigaciones han sido clave para identificar los cambios en el cerebro durante
las etapas de desarrollo, una de ellas fue el trabajo del neurólogo Richard Huttenlocher, que
demostró que miles de millones de sinapsis (que son las conexiones entre las células cerebrales
que median el aprendizaje y la memoria) se generan en la corteza cerebral humana durante
los primeros meses de vida. También hizo el sorprendente descubrimiento de que muchas
de estas sinapsis se eliminan durante los años siguientes, justo cuando los niños alcanzan los
hitos del desarrollo más importantes, como caminar y hablar (Walsh, 2013). Contrariamente
a lo que se había creído antes, algunas áreas del cerebro como la corteza prefrontal,
continúan desarrollando nuevas sinapsis hasta la niñez tardía. A lo largo de la infancia y la
adolescencia, se produce la poda sináptica, durante la cual las conexiones no utilizadas se
han eliminado para maximizar la eficiencia.
Estudiar el cerebro implica muchos desafíos para los neurocientíficos (estudiosos del
cerebro y del sistema nervioso central). Envuelto en tres capas de membranas conocidas
como meninges que protegen al cerebro y completamente encerrado en hueso, este órgano
está muy protegido de caídas, ataques de depredadores y la curiosidad de los científicos.
La invención de tecnologías de imagen como la tomografía computarizada y la tomografía
por emisión de positrones han ofrecido algunos avances, pero debido a que estas técnicas
necesitan de radiación, no es ético ni seguro utilizarlas para estudios exhaustivos de la
juventud. Sin embargo, el surgimiento de técnicas como la resonancia magnética funcional
(fMR, por sus siglas en inglés) finalmente proporcionó una forma segura y precisa de estudiar
la anatomía y la fisiología del cerebro en personas de todas las edades. Cuando diferentes
regiones del cerebro muestran patrones similares de actividad cerebral, se dice que están
conectadas funcionalmente (Giedd, 2015). La técnica de fMR mide la cantidad de oxígeno
en la sangre que fluye por todo el cerebro como una medida de la actividad cerebral.

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Es así que, los estudios de imágenes cerebrales han demostrado que el cerebro se
reorganiza en la adolescencia. Debido a que nuestros cerebros están cambiando
tanto, nuestras experiencias en la adolescencia pueden ayudar a dar forma a la
organización del cerebro. Al participar en ciertos patrones de comportamiento, estamos
fortaleciendo ciertos patrones de actividad cerebral, esto hace posibles saltos en el
desarrollo intelectual y emocional durante la adolescencia (Lenroot y Giedd, 2006).
Por otra parte, los comportamientos típicos que vemos durante la adolescencia, como pensar
en otras personas y tomar decisiones, se relacionan con ciertos patrones de actividad cerebral
entre regiones funcionalmente conectadas en el cerebro. No todos los adolescentes tienen
la misma organización cerebral, y no todos se involucran en los comportamientos típicos,
la forma en que los individuos difieren en sus patrones de actividad cerebral puede relacionarse
con diferencias en el comportamiento. La comprensión de estas diferencias puede ayudar a
los adultos a decidir cuándo intervenir. El alejamiento de una niña de 15 años de los gustos
de sus padres en cuanto a ropa, música o política puede ser una fuente de consternación
para mamá y papá, pero no indica una conducta desadaptada o un riesgo en la salud mental.
La propensión de los adolescentes de 16 años a andar en patineta sin casco o a aceptar
desafíos arriesgados de amigos no es trivial, pero es más probable que sea una manifestación
de pensamiento a corto plazo y presión de grupo que un deseo de lastimarse. Sin embargo,
otras acciones exploratorias y agresivas pueden ser señales de alerta, saber más sobre
el cerebro adolescente nos ayudará a todos a aprender a separar el comportamiento
inusual que es apropiado para la edad del que podría indicar una enfermedad.
Tal conciencia podría ayudar a la sociedad a reducir las tasas de adicción adolescente,
enfermedades de transmisión sexual, accidentes automovilísticos, embarazos no
deseados, deserción escolar, etc.

la especialización del cerebro adolescente


La corteza prefrontal es la parte del cerebro que actúa como centro de control de las
funciones ejecutivas, como la planificación, el establecimiento de metas, la toma de
decisiones, la flexibilidad mental y la resolución de problemas; este lóbulo cerebral sufre
cambios significativos durante la adolescencia. Entre los 12 y los 25 años se produce un
período de neuroplasticidad extraordinaria. Esta capacidad de cambiar la estructura y
función del cerebro, permite a los adolescentes volverse funcionalmente más inteligentes
y apropiarse de su aprendizaje. El cerebro adolescente madura al tener sus diferentes
componentes cada vez más interconectados y al volverse más especializado (Stirrups, 2018).
Con las técnicas de neuroimagen, se ha observado que, el aumento de la conectividad
entre las regiones del cerebro se indica como mayores volúmenes de materia blanca. El
componente “blanco” de la sustancia blanca proviene de una sustancia grasa llamada mielina,

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que envuelve y aísla el axón que es una prolongación que se extiende desde el cuerpo de
la neurona y que está en contacto con células nerviosas, por la cual viajan los impulsos
nerviosos (Spear, 2013). La mielinización (formación de esta capa de grasa) tiene lugar
desde la niñez hasta la edad adulta y acelera significativamente la conducción de los impulsos
nerviosos entre las neuronas. Aunque la mielinización comienza temprano en la vida y
continúa hasta la edad adulta, su producción aumenta notablemente durante la adolescencia
lo que acelera el flujo de información a través de regiones distantes y magnifica su impacto.
Los axones mielinizados transmiten señales hasta 100 veces más rápido que los no
mielinizados (Markham y Greenough, 2004).
La mielinización también acelera el procesamiento de información del cerebro al ayudar
a que los axones se recuperen rápidamente después de dispararse para que estén listos
para enviar otro mensaje. Un tiempo de recuperación más rápido permite un aumento de
hasta 30 veces en la frecuencia con la que una neurona determinada puede transmitir
información. Investigaciones recientes están revelando otro papel más matizado para la
mielina. Las neuronas integran información de otras neuronas, pero solo se activan para
transmitirla si la entrada supera un determinado umbral eléctrico. Si la neurona dispara, esa
acción inicia una serie de cambios moleculares que fortalecen las sinapsis entre esa neurona
y las neuronas de entrada.

¿Cómo se pueden utilizar los entornos educativos en el aprendizaje de


adolescentes?
Optimizar el ambiente de aprendizaje escolar es una de las formas más efectivas de apoyar
a los adolescentes. Estos tienen una mayor capacidad para comprender temas complejos en
comparación con los niños más pequeños, comprender lo que sucede en sus propios cerebros
puede ayudar a los adolescentes a influir en su propio desarrollo. Una manera de hacerlo
es mediante la integración de temas de desarrollo en el mapa curricular de los estudiantes;
temas como las funciones ejecutivas, la toma de decisiones, la resolución de conflictos, la
planificación educativa, las conductas de riesgo, la adicción a las drogas, entre otros. Debido a
que el cerebro puede moldearse tan fácilmente durante la adolescencia, es importante que los
maestros y los padres nutran el cerebro en desarrollo (Crocetti, Erentai y Žukauskien, 2014).

Hacer aprendizajes colaborativos y diversos


Los docentes pueden utilizar la motivación para socializar de los adolescentes fomentando
las discusiones grupales y la participación de estos en las actividades educativas. Involucrar
a los alumnos sobre actividades en el aula, puede fomentar que se sientan
más interesados e involucrados en sus entornos de aprendizaje. Promover la
inclusión de diferentes grados los ayuda a aprender nuevas habilidades sociales

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y de comunicación, además de ver los proyectos desde diferentes perspectivas.
De manera tradicional, las mesas y las sillas en salón de clases se encuentran distribuidas
en largas filas rectas, lo que puede ocasionar que los estudiantes se sientan socialmente
aislados, ya que sólo pueden ver a los compañeros de clase desde atrás o de lado.
Este tipo de disposición de los escritorios y las sillas se puede cambiar para acoger la
colaboración y el aprendizaje. Una de las disposiciones que funcionan para mejorar el entorno
del aula es experimentar con nuevos arreglos como son los círculos pequeños. Además de
respetar la motivación social inherente a la adolescencia, la reorganización del mobiliario del
salón de clases puede ayudar con la ansiedad social, porque podría ser más fácil acercarse y
hablar con otros estudiantes del grupo (Mills y Anandakumar, 2020).

Fomentar la Independencia y el cambio


Los maestros pueden fomentar la independencia en el aula al permitir que los estudiantes
lideren el camino, esto podría incluir que los estudiantes presenten una parte del plan
de estudios o las pautas para un proyecto, al promover que los estudiantes exploren lo
que les interesa se impulsará el aprendizaje. Cuando los estudiantes pueden crear sus
propias pautas y superar las dificultades a través del trabajo duro y la colaboración,
estarán más preparados para asumir nuevos desafíos y prosperar en situaciones difíciles.
Debido a la neuroplasticidad que experimentan naturalmente, los adolescentes tienen más
poder para mejorar que los adultos, y los docentes deben aprovechar cada oportunidad
para hacerles saber que tienen este potencial. Los estudiantes que no han tenido un buen
desempeño académico pueden ser motivados por los docentes a que se vean a sí mismos
de manera diferente, anticipando el éxito en lugar del fracaso, algunos ejemplos incluyen:
psicoeducar a los estudiantes sobre el desarrollo y la plasticidad de su cerebro, lo anterior
les ayudará a restablecer sus expectativas y brindarles un contexto útil sobre lo que están
aprendiendo y por qué, además de alentar a los estudiantes a explorar lo que su cerebro puede
hacer los llevará a tomar riesgos saludables y ser creativos con sus hábitos de aprendizaje.

Los riesgos a veces son necesarios


Los cerebros de los adolescentes son propensos a comportamientos de riesgo, ya que tienen
una mayor tolerancia a los resultados ambiguos. El adolescente no es que no se encuentre
consciente de los riesgos a los que se enfrente, pero siempre priorizará la recompensa. Es
por ello que tomar riesgos saludables es crucial para adquirir empoderamiento, resiliencia,
tolerancia a la frustración y generar estrategias de afrontamiento adaptativas (Tymula,
Belmaker, Roy, Ruderman, Manson, Glimcher y Levy, 2012). Algunas actividades que
estimulan la conducta de toma de riesgo saludables incluyen animar a los estudiantes
a asumir riesgos educativos, como dar presentaciones públicas o explorar diferentes

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caminos para obtener la respuesta correcta, probar diferentes estrategias de estudio. Al
escribir, por ejemplo, los estudiantes crean primero y luego editan. En matemáticas, los
estudiantes intentan resolver problemas ya sea que sientan que están listos para hacerlo
o no, luego revisan esos problemas para ver si podrían haber hecho algo diferente.

Promover la interacción social con la comunidad


Después de la pandemia por COVID-19, los adolescentes del mundo vieron interrumpidos
y vulnerados sus entornos sociales y educativos, pues la educación virtual abrió otras
formas de interacción entre los estudiantes, por lo que el ambiente típico del salón de
clases puede ser demasiado artificial, estructurado e incluso aburrido. Resulta pertinente
alentar a los estudiantes a colaborar con el mundo fuera del aula. Las visitas y excursiones
a entornos sociales más apegados a la realidad de la comunidad pueden ayudar a los
estudiantes a aplicar las cosas que han aprendido en clase al mundo real. Esto complementa
la mayor sensibilidad al propio mundo social que ocurre durante la adolescencia.
Comprender que el cerebro adolescente es único y cambia rápidamente puede ayudar a los
padres, los docentes, la sociedad y a los propios adolescentes a gestionar mejor los riesgos
y aprovechar las oportunidades de la adolescencia. Saber que las funciones ejecutivas
prefrontales todavía están en construcción, puede ayudar a los padres a no reaccionar
de forma exagerada cuando los hijos presentan conductas impulsivas y, a estructurar la
idea de que hay esperanza de un mejor juicio en el futuro. Para los propios adolescentes,
los nuevos conocimientos de la neurociencia adolescente deberían alentarlos a desafiar su
cerebro con el tipo de habilidades en las que quieren sobresalir por el resto de sus vidas.

Referencias
Crocetti, E., Erentait, R., y Žukauskien, R. (2014). Identity Styles, Positive Youth
Development, and Civic Engagement in Adolescence. Journal of Youth and Adolescence,
43(11), 1818–1828. DOI: https://doi.org/10.1007/s10964-014-0100-4
Giedd, J. N. (2015). The Amazing Teen Brain. Scientific American, 312(6), 32–37. DOI:
https://doi.org/10.1038/scientificamerican0615-32
Lenroot, R. K., y Giedd, J. N. (2006). Brain development in children and adolescents:
Insights from anatomical magnetic resonance imaging. Neuroscience & Biobehavioral
Reviews, 30(6), 718–729. DOI: https://doi.org/10.1016/j.neubiorev.2006.06.001
Markham, J. L., y Greenough, W. T. (2004). Experience-driven brain plasticity: beyond the
synapse. Neuron Glia Biology, 1(4), 351–363. DOI:
https://doi.org/10.1017/s1740925x05000219
Mills, K. L., y Anandakumar, J. (2020). The Adolescent Brain Is Literally Awesome.
Frontiers for Young Minds. DOI: https://doi.org/10.3389/frym.2020.00075

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Mills, K. L., Goddings, A., Herting, M. M., Meuwese, R., Blakemore, S., Crone, E. A., Dahl,
R. E., Gürolu, B., Raznahan, A., Sowell, E. R., y Tamnes, C. K. (2016). Structural
brain development between childhood and adulthood: Convergence across four
longitudinal samples. NeuroImage, 141, 273–281. DOI: https://doi.org/10.1016/j.
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Spear, L. P. (2013). Adolescent Neurodevelopment. Journal of Adolescent Health, 52(2), S7–
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Stirrups, R. (2018). The storm and stress in the adolescent brain. Lancet Neurology, 17(5),
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Tymula, A., Belmaker, L. a. R., Roy, A. K., Ruderman, L., Manson, K. F., Glimcher, P. W., y
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Walsh, C. T. (2013). Peter Huttenlocher (1931–2013). Nature, 502(7470), 172. DOI:
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