Unidad N°4
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UNIDAD 4
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UNIDAD 4
LEGISLACIÓN Y TÉCNICA
LABORAL Y DE LA SEGURIDAD
SOCIAL
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Concepto y alcance: Son las prestaciones recíprocas y las facultades que surgen del
contrato de trabajo; obligaciones recíprocas, ya que el trabajador y el empleador, según
las circunstancias, actúan como acreedores o deudores, a cada obligación de una parte le
corresponde un derecho de la otra.
Regulados en la L.C.T. (arts. 62 a 89), la esencia del contrato de trabajo la constituyen dos
obligaciones fundamentales que tienen cada una de las partes:
Clasificación:
1) según los intereses protegidos sean los del empleador (empresa) o los del trabajador; y
1) Según los intereses protegidos sean los del empleador o del trabajador.
Por otro lado, establece deberes del trabajador como el de diligencia y colaboración,
debiendo prestar el servicio con puntualidad, asistencia regular y dedicación adecuada a
las características de su empleo y a los medios instrumentales que se provean (art. 84), de
fidelidad (art.85), el cumplimiento de las órdenes e instrucciones que se le impartan sobre
el modo de ejecución del contrato (art. 86), la responsabilidad por los daños causados a los
elementos de trabajo o a los intereses de la empresa (art. 87), el deber de no concurrencia,
es decir, de abstenerse de ejecutar negociaciones por cuenta propia o ajena que pudieran
afectar los intereses del empleador (art. 88), y la obligación de prestar los auxilios o ayudas
extraordinarias que se le requieran en caso de peligro grave e inminente para las personas
o para las cosas incorporadas a la empresa (arts. 89 y 203).
b) Protección del trabajador: La L.C.T., limita las potestades del empleador al imponer la
obligación de ejercer las facultades de dirección y organización con carácter funcional,
atendiendo a los fines de la empresa (arts. 64, 65 y 66) y disponiendo que deberá ejercer
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Por otro lado, establece distintos deberes del empleador, como el pago de la
remuneración en tiempo y forma (art. 74), el deber de seguridad y protección, amparando
la salud psicofísica del trabajador y sus bienes (arts. 75 a 77), el deber de otorgar
ocupación efectiva (art. 78), cumplir con las obligaciones frente a los organismos sindicales
y de la seguridad social y entregar certificados de trabajo (art. 80), y la obligación de
dispensar igualdad de trato y no efectuar discriminaciones (art. 81).
1) Empleador.
2) Trabajador. a) Derechos: percepción del salario en tiempo y forma (arts. 103 a 149),
ejercicio de las facultades de dirección. La norma describe la actitud que deben asumir las
partes durante la relación laboral, haciendo referencia a las conductas recíprocas
esperables de cada una de ellas y resaltando los principios de colaboración y solidaridad
que deben primar aun cuando no sean expresamente requeridos por el derecho positivo.
El art. 63 de la L.C.T. establece que “las partes están obligadas a obrar de buena fe,
ajustando su conducta a lo que es propio de un buen empleador y de un buen trabajador,
tanto al celebrar, ejecutar o extinguir el contrato o la relación de trabajo”. Comprende el
deber de actuar con fidelidad en cuanto a la conducta de las partes en sus obligaciones y
resulta aplicable en distintos momentos de la relación laboral. Se relaciona con la mutua
confianza que debe existir entre ellos para que las relaciones se desarrollen
armónicamente. El principio de la buena fe es una pauta que rige la conducta de las partes;
la norma exige que adopten conductas debidas, a un “buen empleador” y a un “buen
trabajador”, se trata de conductas que la ley espera que las partes asuman. Requiere una
recíproca lealtad de conducta, la que será valorada en cada caso particular, ya que no se
puede establecer normas rígidas. Sin embargo, es posible fijar algunas conductas que
violan el deber de buena fe, como el aprovechamiento abusivo de situaciones: por
ejemplo, no dar cumplimiento a la obligación de explicarse (guardar silencio a
intimaciones), asumir una actitud desleal al no brindar la oportunidad a la otra parte de
satisfacer el reclamo (oportunidad de rectificarse), el aprovechamiento de requisitos
legales por medio del engaño, no expresar claramente la causal de despido o efectuarla en
forma ambigua. Derechos del empleador.
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Para que la empresa pueda cumplir con su finalidad de producción de bienes o prestación
de servicios, el empresario (empleador) tiene distintas atribuciones o poderes que están
enumerados en la L.C.T. Se trata de la facultad de organización, el poder de dirección, el
poder reglamentario, la facultad de modificar las formas y modalidades del contrato (“ius
variandi”), la facultad de control y el poder disciplinario. Se puede expresar que el
empleador establece las modalidades de la prestación laboral (facultad de organización, al
dictar, reglamentos internos (poder reglamentario) y emitir directivas a los trabajadores
para que se tornen operativas (poder de dirección). Sin embargo, estas facultades no
podrían concretarse efectivamente si el empleador no tuviese el poder de controlar el
cumplimiento de sus directivas (facultad de control) y de no existir la posibilidad de
sancionar el incumplimiento de las órdenes emitidas (poder disciplinario).
- Facultad de organización. El art. 64 de la L.C.T. refiere que “el empleador tiene facultades
suficientes para organizar económica y técnicamente la empresa, explotación o
establecimiento”. Es el conjunto de atribuciones jurídicas que el empresario dispone para
determinar las modalidades de la prestación laboral; se manifiesta en el derecho de indicar
qué trabajo debe efectuar el trabajador y en las condiciones de modo, tiempo y lugar en
que debe realizárselo. Debe ajustarse a las disposiciones legales, reglamentarias,
convencionales y consuetudinarias. Por ejemplo, el empleador no puede otorgar al
trabajador funciones ajenas a su categoría profesional (salvo en forma transitoria y por
necesidad urgente) ni inmiscuirse en la conducta del trabajador fuera de su trabajo.
Se trata del derecho del empresario de disponer, según su criterio y conocimiento, de los
bienes de producción y de los recursos humanos de la empresa (con las limitaciones
impuestas por la ley). Es decir, que el empleador, como conductor y en virtud del poder
jerárquico, puede ordenar en concreto la prestación laboral; pero deben ser ejercidas con
carácter funcional y en beneficio del interés colectivo de la empresa.
El art. 65 de la L.C.T. expresa que “las facultades de dirección que asisten al empleador
deberán ejercitarse con carácter funcional, atendiendo a los fines de la empresa, a las
exigencias de la producción, sin perjuicio de la preservación y mejora de los derechos
personales y patrimoniales del trabajador”.
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El control de salida es una facultad del empleador que tiene efectos disuasivos, ya que
tiene por finalidad evitar sustracciones de bienes de la empresa. El control de entrada
puede utilizarse para impedir que ingresen en el establecimiento elementos peligrosos o
prohibidos. Si bien el trabajador tiene la obligación de dejarse registrar al salir de la
empresa, esta facultad está limitada.
El primer párrafo del art. 70 de la L.C.T. establece que “los sistemas de controles
personales del trabajador, destinados a la protección de los bienes del empleador,
deberán siempre salvaguardar la dignidad del trabajador y deberán practicarse con
discreción y se harán por medios de selección automática destinados a la totalidad del
personal”.
Este último aspecto es reiterado en el art. 72, al disponer que “la autoridad de aplicación
está facultada para verificar que los sistemas de control empleados por la empresa no
afecten en forma manifiesta y discriminada la dignidad del trabajador”.
Por su parte, el art. 71 expresa que “los sistemas, en todos los casos, deberán ser puestos
en conocimiento de la autoridad de aplicación”, mientras que el segundo párrafo del art.
70 establece que “los controles del personal femenino deberán estar reservados
exclusivamente a personas de su mismo sexo”.
El control de salida debe ser discreto, general y automático; además, debe ser conocido
por la autoridad de aplicación. Por tanto, se debe respetar la dignidad del trabajador,
evitando humillarlo o menoscabarlo.
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- Poder reglamentario: Las directivas respecto a la forma de prestar las distintas tareas, la
organización del trabajo, las conductas a asumir en determinadas ocasiones, pueden
manifestarse verbalmente, o por escrito en un reglamento interno, también llamado
reglamento de empresa o de taller.
Las disposiciones del reglamento son exigibles y deben ser acatadas por los trabajadores
(presentes y futuros) en tanto no violen las normas imperativas de la L.C.T. (orden público
laboral), el convenio colectivo aplicable a la actividad o a la empresa, los estatutos
profesionales ni los contratos individuales de trabajo.
Tampoco pueden contener cláusulas que afecten la moral o las buenas costumbres y
deben tener carácter funcional y respetar la dignidad del trabajador.
-Facultad de alterar las condiciones del contrato. “Ius variandi”: El art. 66 de la L.C.T.
dispone que “el empleado Sin embargo, la alteración de las condiciones del contrato
puede referirse sólo a aspectos no esenciales, debe estar justificada en las necesidades
funcionales de la empresa y no causar perjuicio material o moral al trabajador. Con esto
queda claro que no se trata de un derecho discrecional sino de una facultad del
empleador, fundada en su poder de dirección— que debe ser ejercida con prudencia y
razonablemente, y está limitada por el cumplimiento de determinados requisitos.
Estos requisitos resultan esenciales para que su ejercicio sea válido; si el empleador se
excede en sus facultades de modificar las formas y modalidades del contrato, la
consecuencia es que el trabajador puede considerarse despedido sin causa. Sin embargo,
conforme al principio de buena fe, debe previamente intimar en forma fehaciente al
empleador (por telegrama o carta documento) explicando en qué lo afecta el cambio
decidido, a fin de brindarle la oportunidad de rever la medida adoptada. El empleador
podrá dejar sin efecto la modificación, continuando en tal caso la relación laboral, o
mantener su decisión, lo que justifica que el trabajador se considere despedido por culpa
del empleador.
Requisitos:
- Razonabilidad: la medida debe ser razonable, tiene que ser funcional, responder a
necesidades de la empresa y estar vinculada a la producción de bienes o de servicios. Se
puede alterar el contrato para efectuar una reorganización, para modernizar la producción
o informatizar un área determinada. Lo que está prohibido es el uso arbitrario, aquel que
no se basa en necesidades funcionales o en el interés colectivo de la empresa.
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unilateralmente alguno de los dos últimos aspectos cuando el cambio resultara justificado
y razonable por determinadas circunstancias y no perjudicase al trabajador.
Para modificar aspectos esenciales, es decir, exceder el ius variandi y producir una
novación objetiva, se requiere el consentimiento del trabajador. De todos modos resulta
válida siempre que la aceptación del trabajador no viole el principio de irrenunciabilidad
de los derechos (art. 12 de la L.C.T.). Sin embargo, sí aceptó durante un tiempo
determinado (algunos meses) el cambio operado en su contrato (por ejemplo,
desempeñando nuevas tareas o percibiendo remuneraciones calculadas según un criterio
distinto), no podrá reclamar por los perjuicios que le haya producido la modificación, ya
que existió una conformidad tácita.
El primer párrafo del art. 67 de la L.C.T. establece que “el empleador podrá aplicar
medidas disciplinarias proporcionales a las faltas o incumplimientos demostrados por el
trabajador”. De su lectura surge una clara limitación respecto al ejercicio del poder
disciplinario, al imponer una necesaria proporcionalidad entre falta y sanción, lo que
excluye la aplicación de medidas disciplinarias irrazonables o arbitrarias en relación al
incumplimiento del trabajador. Asimismo, como las demás facultades del empleador, su
ejercicio está sujeto a las modalidades previstas en el art. 68 de la L.C.T., aplicándose en
forma y tiempo útil a los fines de la empresa pero respetando la dignidad del trabajador
(art. 68 LC.T.).
Las sanciones disciplinarias aplicables según nuestro régimen legal, son: el apercibimiento,
las suspensiones (entre 1 y 30 días en un año) y el despido con justa causa.
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remuneración (art. 131 de la L.C.T.). La L.C.T no exige que se aplique ninguna forma en
particular; pero las sanciones deben ser comunicadas por escrito por medio del superior
jerárquico a fin de permitir el descargo del trabajador.
Otros requisitos:
- Se debe expresar la causa de la sanción en forma clara; lo que implica que la causa de la
sanción sea justa y que se determinen los hechos que la motivaron y la fecha en que
ocurrieron.
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- Las sanciones aplicadas por el empleador deben ser medidas disciplinarias legalmente
admisibles.
Derechos del trabajador. La mayoría de los derechos del trabajador son la contrapartida de
las obligaciones del empleador, por lo cual, nos remitimos a lo allí referido.
Los principales derechos del trabajador son: la percepción del salario en tiempo y forma
(arts. 103 a 149), el ejercicio de las facultades de dirección y organización del empleador
con carácter funcional, atendiendo a los fines de la empresa (arts. 64, 65 y 66) y de las
facultades, respetando su dignidad y sus derechos patrimoniales (art. 68), la seguridad a su
salud psicofísica y protección de sus bienes (arts. 75 a 77), exigir ocupación efectiva (art.
78), el cumplimiento de las obligaciones previsionales y sindicales del empleador y la
entrega de certificado de trabajo (art. 80) y que se le dispense igualdad de trato y no se
efectúen discriminaciones (art. 81).
Asimismo, cabe agregar dos derechos que no serán tratados al hacer referencia a los
deberes del empleador:
-Las invenciones o descubrimientos del trabajador: El principio que fija el primer párrafo
del art. 82 de la L.C.T. es que “las invenciones o descubrimientos personales del trabajador
son propiedad de éste, aun cuando se haya valido de instrumentos que no le pertenecen”.
Se trata de las llamadas invenciones libres que son el resultado de la aptitud del
trabajador, independientemente del trabajo que ejecuta en la empresa. Esta norma se
vincula con lo dispuesto en el art. 83, que dispone la preferencia del empleador a los
terceros, en igualdad de condiciones, si el trabajador decidiese la cesión de sus derechos.
En cambio, son de propiedad del empleador, constituyen una excepción al principio del
art. 82 de la L.C.T., las invenciones o descubrimientos que se deriven de los
procedimientos industriales, métodos o instalaciones del establecimiento, o de
experimentaciones, investigaciones, mejoras o perfeccionamiento de los ya empleados. Se
trata de las llamadas invenciones de explotación que son producto de la cooperación entre
distintos elementos. Las invenciones de servicio son aquellos descubrimientos o
invenciones que se obtienen cuando el trabajador es contratado para eso (segundo
párrafo del art. 82). En este caso, la propiedad, obviamente, es del empleador y no se debe
otorgar al trabajador recompensa alguna, ya que percibió remuneración para lograrlo: fue
contratado para ese objeto.
Este tema ha sido modificado en su alcance por la ley 24481 y el decreto reglamentario
260/96, recomendándose su lectura.
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4) Deberes del Empleador y del trabajador. Son el conjunto de obligaciones que surgen de
la L.C.T., aunque pueden estar contempladas en los convenios colectivos, en los estatutos
profesionales y en el contrato individual, y cuyo incumplimiento puede configurar una
grave injuria con entidad suficiente para que el trabajador se considere despedido con
justa causa. Tienen, como contrapartida, los derechos del trabajador.
I. Deber de seguridad personal, salud psicofísica: tomar las medidas necesarias para
que las tareas se presten en condiciones de seguridad adecuadas, evitando la
producción de daños evitables. Para ello, debe adoptar medidas de seguridad,
obligación de hacer, y abstenerse de realizar cualquier acto que resulte perjudicial
para su salud psicofísica, obligación de no hacer. Mientras el empleador no cumpla
con las medidas de seguridad, el trabajador podría abstenerse de prestar el trabajo
o, considerarse despedido indirectamente, invocando como justa causa el
incumplimiento del deber de seguridad.
El deber de seguridad personal y la protección a la salud física y psíquica del
trabajador se expresa en dos aspectos: regulando la jornada de trabajo en su
duración y en los descansos y tratando de prevenir enfermedades y accidentes de
trabajo. El art. 14 bis de la Constitución nacional garantiza al trabajador su
prestación en “condiciones dignas y equitativas de labor”, y distintos estatutos y
convenios colectivos han reglamentado medidas para resguardar la salud del
trabajador. El incumplimiento del empleador produce las siguientes
consecuencias: medidas sancionatorias (multas, clausura parcial o total del
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La segunda parte del art. 78 dispone que “se reputarán las nuevas tareas o funciones como
definitivas si desaparecieran las causas que dieron lugar a la suplencia y el trabajador
continuase en su desempeño o trascurrieran los plazos que se fijen al efecto en los estatutos
profesionales o en las convenciones colectivas de trabajo”.
-Deber de observar las obligaciones frente a los organismos sindicales y de la seguridad social.
Entrega del certificado de trabajo.
La primera parte del art. 80 de la L.C.T. considera una obligación contractual “ingresar los
fondos de seguridad social por parte del empleador y los sindicales a su cargo, ya sea como
obligado directo o como agente de retención, configurará asimismo una obligación
contractual”. Por tanto, el empleador está obligado, por un lado, a retener de la remuneración
de los trabajadores determinadas sumas y a efectuar los pagos pertinentes a la orden del ente
recaudador (actuando como agente de retención) y, por otro lado, a depositar los montos que
resulten legalmente exigibles cuando es deudor directo; dichas sumas son las
correspondientes a las contribuciones para el sindicato al que estén afiliados (ley 23551), para
el sistema integrado de jubilaciones y pensiones (ley 24241 ) y para el de obras sociales (leyes
23660 y 23661 ); también debe aportar al régimen de asignaciones familiares (ley 24714 ).
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El incumplimiento de esta obligación puede justificar que el trabajador, previa intimación para
regularizar su situación, decida disolver el contrato de trabajo por culpa del empleador. El
empleador también está obligado a demostrar al trabajador, mediante constancias
documentadas, que ha efectuado dichos aportes.
Al respecto, el art. 80 expresa que el empleador “deberá dar al trabajador, cuando éste lo
requiriese a la época de la extinción de la relación, constancia documentada de ello. Durante el
tiempo de la relación deberá otorgar tal constancia cuando medien causas razonables”.
El segundo párrafo del art. 80 establece la obligación del empleador, al extinguirse por
cualquier causa el contrato de trabajo, de entregar al trabajador un certificado de trabajo y fija
su contenido al consignar que debe contener “las indicaciones sobre el tiempo de prestación
de servicios, naturaleza de éstos, constancia de los sueldos percibidos y de los aportes y
contribuciones efectuados con destino a los organismos de seguridad social”.
En caso de negativa del empleador de otorgar estos certificados, el trabajador puede exigirlos
judicialmente y el juez podrá aplicar a la empresa astreintes (art. 666 bis del Código Civil) por
cada día de demora.
-Deber de no discriminar e igualdad de trato: Hay que partir del principio de igualdad ante la
ley, consagrado en el art. 16 de la Constitución nacional y de la interpretación que ha
efectuado la C.S.J.N. al establecer que debe dispensarse igualdad de trato a los iguales en
igualdad de circunstancias (“Fallos”, t. 270, p. 374; t. 271, p. 320; t. 273, p. 211; t. 274, p. 334).
También la Constitución nacional ha reflejado, desde el punto de vista del salario, este deber al
establecer el principio de igual remuneración por igual tarea (art. 14 bis).
Por su parte, la ley 23592 prohíbe todo tipo de discriminación. Está consagrado en los arts. 17
y 81 de la L.C.T. El art. 17 dispone que “se prohíbe cualquier tipo de discriminación entre los
trabajadores por motivos de sexo, raza, nacionalidad, por motivos religiosos, políticos,
gremiales y de edad”.
El art. 81 reitera que “el empleador debe dispensar a todos los trabajadores igual trato en
identidad de situaciones. Se considerará que existe trato desigual cuando se produzcan
discriminaciones arbitrarias fundadas en razones de sexo, religión o raza, pero no cuando el
diferente tratamiento responda a principios de bien común, como el que se sustente en la
mayor eficacia, laboriosidad o contracción a sus tareas por parte del trabajador”.
Es importante destacar la última parte de la norma, de la que surge que debe brindarse
igualdad de trato entre dos o más trabajadores cuando se verifica que existe identidad de
situaciones. La ley prohíbe las discriminaciones arbitrarias pero no impide que el empleador
otorgue un trato distinto en situaciones diferentes, es decir, que justifica el trato distinto
cuando responde a causas objetivas.
-Deber de llevar libros. Todo empleador está obligado a llevar un libro especial, registrado y
rubricado, en las mismas condiciones que se exigen para los libros principales de comercio,
(art. 52, L.C.T.). (ver unidad 3)
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El trabajador tendrá derecho a una cantidad de horas del tiempo total anual del trabajo,
conforme a lo que se establezca en el convenio colectivo, para realizar, fuera de su lugar de
trabajo, actividades de formación o capacitación que él juzgue de su propio interés.
Debe cumplir la prestación de las tareas con responsabilidad, actuando como un buen
trabajador, produciendo conforme a las pautas de rendimiento normal; estos estándares de
rendimiento surgen tanto de sus posibilidades personales, aptitud física y técnica, como de los
elementos de trabajo provistos por el empleador, eficacia de los medios instrumentales,
aunque es posible fijar pautas medias según el tipo de la labor comprometida.
Es más común establecer pautas medias de rendimiento en los sectores de producción, por
ejemplo, en los trabajos de línea, en función de las máquinas empleadas, el tipo de tareas y la
experiencia. También pueden fijarse pautas de rendimiento específicas vinculando el factor
tiempo (jornada) con el factor producción (cantidad de trabajo): “tantas piezas en tanto
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tiempo”; tal es el caso del trabajo a destajo, en el cual la remuneración se paga según la
producción.
Consiste en la obligación del trabajador de no ejecutar acto alguno que pueda perjudicar los
intereses del empleador. Concretamente, la L.C.T. establece que debe guardar reserva o
secreto de las informaciones a que tenga acceso y que exijan tal comportamiento de su parte
(art. 85 de la L.C.T.). Es decir, que no debe revelar cuestiones reservadas, por ejemplo, las
estrategias comerciales o campañas publicitarias que abordará la empresa para lanzar
determinado producto.
La ley 24766 (“B.O.”, 30/12/96), de confidencialidad sobre información y productos que estén
legítimamente bajo control de una persona, tiene por finalidad evitar que se divulguen
indebidamente y de manera contraria a los usos comerciales honestos. Establece que las
personas físicas o jurídicas podrán impedir que dicha información se divulgue a terceros o sea
adquirida por terceros sin su consentimiento. Se aplica a la información que conste en
documentos, medios electrónicos o magnéticos, discos ópticos, microfilmes, películas u otros
elementos similares. Quien incurra en infracción en materia de confidencialidad queda sujeto
a la responsabilidad fijada en el Código Penal y otras normas penales para la violación de
secretos.
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-Deber de obediencia. Es la contrapartida del poder de dirección del empleador, que implica la
facultad de emitir directivas y se manifiesta en la subordinación jerárquica del trabajador. La
primera parte del art. 86 de la L.C.T. determina que “el trabajador debe observar las órdenes e
instrucciones que se le impartan sobre el modo de ejecución del trabajo, ya sea por el
empleador o sus representantes”.
Esto significa que debe cumplirlas si resultan legítimas y funcionales, aunque las considere
improcedentes desde el punto de vista de la organización de la empresa o de los
procedimientos técnicos aplicables. En cambio, no debe obedecer la orden que comprometa o
perjudique su patrimonio, su dignidad personal o su integridad psicofísica, ni la orden de quien
no está legitimado para darla, ni aquella que pueda entrañar un ilícito penal que excede el
marco de la obediencia debida (por ejemplo, cometer un fraude fiscal). -Custodia de los
instrumentos de trabajo.
La segunda parte del art. 86 de la L.C.T. dispone que el trabajador “debe conservar los
instrumentos o útiles que se le provean para la realización del trabajo, sin que asuma
responsabilidad por el deterioro que los mismos sufran derivados del uso”.
El deber de custodiar los elementos de trabajo abarca tanto las maquinarias como las
herramientas de que se sirve el trabajador para efectuar sus tareas, pero, lógicamente, no
debe responder por su desgaste.
-Responsabilidad por daños. El art. 87 de la L.C.T. establece que “el trabajador es responsable
ante el empleador de los daños que cause respecto a los intereses de éste por dolo o culpa
grave en el ejercicio de sus funciones”. Es decir, que debe responder ante el empleador
solamente cuando el daño ha sido producido por dolo o culpa grave, lo que excluye los daños
no culposos y los que se causen en el incumplimiento de la diligencia normalmente exigible.
Estos casos de culpa simple o leve resultan excusables, ya que el daño es provocado por
desatención, ignorancia o por el comportamiento habitual en la realización de la tarea. La
culpa grave se configura cuando el trabajador tiene conocimiento de los peligros que entraña
el acto u omisión que produce el daño, pero su voluntad no está dirigida concretamente a
producirlo. El dolo se configura cuando existe el propósito deliberado de causar daño; son los
casos de sabotaje a los medios de producción: por ejemplo, cuando se deteriora
intencionalmente una máquina para detener la producción o se provoca una rotura en un
elemento de trabajo.
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