Historia Judo
Historia Judo
Historia Judo
20 de Agosto 2020
Resumen
Presentamos una reseña histórica del Judo. Iniciamos con sus orígenes basadas
en el conceptos del JU. Abordamos sus principios tanto técnicos como filosóficos.
Toda la base y sus objetivos desde la idea de Jigoro Kano de perfeccionamiento y la
aplicación del Ju, no solo como arte marcial o deporte, si no como una forma de
progreso. Por ultimo se realiza un análisis del proceso camino a las Olimpiadas.
1. INTRODUCCIÓN
El rigor histórico del origen de las artes marciales orientales no puede prescindir
del misterioso encanto de la leyenda; es así como historia y leyenda forman un
todo indiscutible, mezclando el misticismo y la filosofía.
El origen del Ju Jutsu que luego daría paso al JUDO, también está teñido de
sabiduría. En el siglo VIII, Shirobei Akiyama (anciano sabio médico) durante sus
horas de meditación, se enfrentaba siempre a la misma pregunta: Oponer la fuerza
a la fuerza no es una solución, ya que la fuerza es vencida por otra más fuerte.
Decidió entonces retirarse a un pequeño templo para ver mas claro y se impuso la
meditación de cien días. Una mañana de nieve se paseaba por el jardín del templo,
y pudo encontrar por fin la respuesta tan esperada. Primero oyó el crujido de una
rama gruesa de cerezo que se rompió en seco a causa del peso de la nieve; después
vio un sauce a la orilla del río: sus ramas flexibles se doblaban bajo el peso de la
nieve, hasta que liberaban su fardo, para luego volver a su posición, intactas.
Esta visión iluminó a Shirobei Akiyama, descubriendo el gran principio de la no
resistencia. El médico de Nagasaki reformó completamente su enseñanza que
mas adelante tomara el nombre de Yoshin-ryu, la escuela del corazón del sauce,
el arte de la flexibilidad. Las primeras escrituras referentes al Yawara (método de
la suavidad o flexibilidad), que básicamente es la esencia más directa del Judo,
aparecen en un libro de cuentos japoneses escritos en versos a finales del siglo
XI.[?]
Se incorporó así la palabra Ju (flexibilidad), dando paso al término Ju Jutsu. Los
guerreros se formaban militarmente en la práctica del Ju Jutsu, ya fuera contra
adversarios armados o desarmados. Japón constituyó un mosaico de continuas
1
Figura 1: Caída de la nieve, observación del cerezo
Figura 2: Samurai
Durante el período Edo, sin embargo, se creó un rígido sistema social, separando
a la gente en campesinos, comerciantes, etc. Bajo este sistema, los samuráis eran
Otro factor que afectó el desarrollo de las técnicas fue el tipo de arma con la que
probablemente se enfrentaría el guerrero.
Se favorecía el control del brazo que sostenía el arma como forma de afrontar los
ataques punzantes, lo que puede atribuirse a la necesidad de desarmar a espadachi-
nes o guerreros armados con cuchillos. El uso de annour y la naturaleza fangosa y
resbaladiza de la mayoría de las batallas también explican el sorprendente número
de lanzamientos de sacrificio, o sutemi waza, que a menudo se consideran técnicas
inherentemente peligrosas en los deportes de combate.
Jutsu Tenjin Shinyo Ryu. Kano estudio los profundos conocimientos que tenían
de aquel arte. Tiempo después, conoció también al maestro Tsunetoshi Ikubo,
magnífico exponente del renombrado estilo tradicional Ju Jutsu Kito Ryu, y de él
aprendió también los secretos del Ju Jutsu (Arte de la Suavidad).
Al mismo tiempo, el joven Kano estudió con ahínco los Densho, o manuscritos
antiguos que contenían las enseñanzas de los maestros fundadores de varias escue-
las de Ju Jutsu que en siglos anteriores habían florecido. Esos viejos documentos
eran un verdadero tesoro de sabiduría marcial. Las centenarias páginas de aquellos
volúmenes también contenían explicaciones acerca del hermoso principio del "JU",
que también puede interpretarse como "no resistencia", .adaptación al entorno, a
la situación"sobre el cual estaba fundado el arte del Ju Jutsu.
Jigoro Kano leía y aprendía con avidez, lamentando que aquellos preceptos filosó-
ficos fueran tan descuidados o aún retorcidos por practicantes inescrupulosos de
Ju Jutsu que utilizaban el arte para dar salvajes demostraciones y cobrar a los
espectadores por presenciarlas, como si de un circo se hubiera tratado. Aquella
situación le pereció denigrante y en su mente empezó a tomar cuerpo la idea de
dar a conocer a sus semejantes el principio del "Ju", como fue en su origen, libre
de impurezas y prácticas mercenarias, trascendiendo mas allá de un arte de de-
fensa personal, buscando sea un camino al perfeccionamiento humano, un camino
denominado "JU".
Jigoro Kano adoptó el nombre de JU añadiendole el "DO"(camíno). Este término,
JUDO, significa entonces: Çamino o Sendero de la Suavidad, de la adaptación".
Fue entonces conocido como la escuela de Ju Jutsu JUDO KODOKAN, siendo su
traducción: .Escuela para aprender el Camino de la Suavidad".
Hacía un año, en 1881, que Jigoro Kano había finalizado sus estudios en la Uni-
versidad Imperial de Tokio, obteniendo el título de "Licenciado en Literatura y
Ciencias Económicas y Políticas". Corría ahora el año de 1882 y el flamante gra-
duado, con casi 23 años de edad, pensó que había llegado el momento de dar a
conocer el Judo, y para ello tenía que abrir una escuela.
Habló con los monjes del templo Budista de Eishoji y ellos, al conocer cual era
la soberbia base moral del Judo, le permitieron usar una de sus estancias como
Dojo (sala de entrenamiento). Jigoro Kano cubrió el suelo con doce tatamis, que
eran una especie de colchones de paja de arroz forrados con lona, y así fundó la
primera escuela de Judo Kodokan que hubo en el mundo.
El profesor Kano adquirió un grueso libro de páginas en blanco, encuadernado con
pastas hermosamente decoradas con figuras de aves y follaje. En él registraría los
nombres y datos generales de sus futuros alumnos. En la primera línea de la página
inicial de ese histórico libro, que se conserva en el archivo del Colegio Kodokan en
Tokio, aparece el nombre del primer alumno que se inscribió en la escuela: Tsunejiro
Tomita. Luego, se pueden leer los nombres de otros estudiantes que formaron el
grupo original alrededor del maestro y que luego llegaron a contarse entre los más
famosos e ilustres Judokas de aquel tiempo, como Shirozaigo, Yoshiaki Yamashita
y Sakujiro Yokohama.
En el comienzo sus alumnos eran solamente nueve, y el maestro Kano los instruía
cuidadosamente en el sentido de que debían ser, no solamente excelentes en la
ejecución de las técnicas del Judo, sino también modelos de comportamiento en
su vida diaria. Así, muy pronto, aquellos estudiantes empezaron a destacarse por
su vigor y salud y también por su carácter ecuánime y cortés.
En breve llegaron más estudiantes y la escuela de Judo Kodokan se convirtió en
el centro de atención de la ciudad, pues todos admiraban a los judokas, quienes
también sabían conducirse en sus relaciones con los demás y que tan fuertes eran
físicamente. Se hablaba elogiosamente de los principios morales de la escuela y se
repetían sus lemas de "Máximo de eficiencia con el mínimo de esfuerzo"(Seiryoku
zenyo) y "Bienestar para todos a través de la ayuda mutua"(Jita kyoei).
Por aquella época hubo una resurgimiento del viejo Ju Jutsu cuyos seguidores, en
general, veían despectivamente al Judo y a quienes lo practicaban, porque pen-
saban que hombres "tan correctosçomo los alumnos del profesor Kano, no podían
ser buenos combatientes. En particular, había un maestro de Ju Jutsu llamado
Hikosuke Totsuka, quien tenía un gran número de estudiantes. Algunos de ellos
llegaron al extremo de querer provocar a los Judokas para medirse con ellos, pero
estos tenían estrictamente prohibido por su maestro enzarzarse en este género de
disputas y evitaban caer en el juego de los provocadores.
Entonces, en el año de 1886, cuatro años después del inicio del Judo Kodokan,
ocurrió algo que vino a zanjar de una vez por todas el problema: el Jefe de la
Policía Metropolitana de Tokio quería dar a sus hombres el mejor entrenamiento
posible en defensa personal. Inmediatamente pensó en recurrir a uno de los dos
más famosos maestros del momento: Jigoro Kano e Hikosuke Totsuka. Preguntó
al profesor Kano si estaba dispuesto a participar en un torneo contra la escuela de
Totsuka. El profesor Kano aceptó enseguida. Totsuka, seguro de que obtendría la
victoria, también convino gustoso.
Aquella sería una batalla tremenda y decisiva. Si el Kodokan salía derrotado, sería
el fin del Judo, pues sería rechazado por las autoridades y por el público.
El día del gran torneo, cada una de las dos organizaciones envió a quince dis-
tinguidos alumnos que las representarían en la justa. Cuando llegó la hora, en el
gimnasio de los cuarteles de la policía, el jefe de la misma y sus oficiales ocuparon
los asientos frente al área de combate. Lo mismo hicieron los maestros Kano y
Totsuka.
Entonces, en un ambiente de gran expectación, dieron principio los encuentros. De
los quince combates, los alumnos del profesor Jigoro Kano ganaron todos, menos
dos que terminaron en empate. Una de las peleas mas notorias fue la de Shiro Saigo
(Judo Kodokan de Kano) vs. Oni (Ju Jutsu de Totsuka), llevando este ultimo una
paliza, finalizada con una técnica denominada "Yamarashi".
Esa brillante victoria mostró, en forma indudable, la superioridad del Judo sobre
todas las escuelas de Ju Jutsu, no sólamente en cuanto a sus principios morales
sino también con respecto a su técnica. El Jefe de la Policía de Tokio adoptó el
Figura 6: Shirosaigo
Figura 7: Judo
Existe cierta confusión sobre los antecedentes de Maeda. No es raro que algunos
afirmen que Maeda era un estudiante de Ju Jutsu tradicional japonés, no de Kodo-
kan Judo, y que llevaba los últimos vestigios del combate tradicional samurái, idea
totalmente errónea. La confusión radica en que le término "Ju Jutsu.aún no esta-
ba separado del "Judo.a principios del siglo XX, muchos practicantes en Japón e
incluso algunos estudiantes de Kano todavía veían el Judo como otro estilo de "Ju
A los 14 años Carlos tomó sus primeras lecciones en Kano Ju Justu. Durante los
siguientes ocho años, Carlos pasó entrenando con Maeda y los otros estudiantes de
Kodokan Judo. En 1925, Carlos, ahora cinturón negro, abrió la primera academia,
los primeros alumnos de Carlos fueron sus hermanos menores: Oswaldo, Gastao,
George y Helio Gracie. Helio era 11 años menor que Carlos y de niño era enfermizo,
dado a desmayos y estaba relegado a ver a Carlos dar lecciones la mayor parte del
tiempo.
Carlos le daba lecciones a Helio, pero el frágil cuerpo de Helio tenía problemas
para ejecutar algunos de los movimientos. Helio tuvo que confiar más en el apa-
lancamiento y el momento del movimiento que en la velocidad o fuerza con la que
podía ejecutar el movimiento. Juntos, los cinco hermanos, desarrollaron las bases
de lo que llamarían Gracie Jiu Jitsu, pero que sería conocido en el mundo como
Jiu Jitsu brasileño. Claramente su base es el Judo dandole mayor énfasis al trabajo
en suelo (ne waza).
negro. Mucho más tarde, en 1917, se convirtió en el primer ruso y el tercer europeo
en recibir un segundo dan (cinturón negro de segundo grado) en judo.
Al regresar a Rusia en 1913, Oshchepkov comenzó a trabajar en el contraespionaje.
Paralelamente a su ocupación principal, Oshchepkov fundó la primera escuela de
judo de Rusia y entrenó a la policía rusa en el judo de Vladivostok.
Lenin ordena en 1918 la creación del Instituto de Formación General de Militares
con el fin de crear la nueva disciplina de combate que haría la diferencia en el
campo de batalla. La tarea de desarrollo y organización de militares rusos en
el entrenamiento de combate cuerpo a cuerpo recayó sobre el Mariscal Kliment
Voroshílov quien seleccionó a Vasili Oshchepkov y Viktor Spiridonov para integrar
las técnicas de lucha nativas locales y el judo, Oschepkov enseñó judo a las fuerzas
de élite del Ejército Rojo en la Casa Central del Ejército Rojo.
El estudio tuvó como resultado Sambo es un acrónimo de ’defensa personal sin
armas’.
Su dependencia del movimiento sobre la fuerza se debió en parte a que durante la
Primera Guerra Mundial recibió una herida de bayoneta que le dejó cojo el brazo
izquierdo. Tanto Oschepkov como Spiridonov esperaban, de forma independiente,
que las técnicas militares soviéticas de combate cuerpo a cuerpo pudieran mejo-
rarse con una infusión de técnicas extraídas de otras artes marciales extranjeras.
Figura 13: Nage Waza, Osae Waza, Kansetsu Waza, Shime Waza, Atemi Waza
Desde ese momento Kano se puso al frente del movimiento olímpico de Japón e
inició los preparativos para poder enviar una delegación a los Juegos Olímpicos
de Estocolmo, a celebrar en 1912. A tal fin, en 1911, fundó el primer organismo
japonés rector del deporte: la Asociación Atlética Amateur de Japón, cuyos obje-
tivos eran promover taiiku (deporte y educación física) entre el pueblo japonés y
ser la representante de Japón para los Juegos Olímpicos internacionales [?]. Así,
Kano encabezará la primera delegación japonesa que participara en unos Juegos
Olímpicos, cometido este que repetiría en las sucesivas citas olímpicas.
Tras esta primera participación olímpica, los deportes atrajeron la atención po-
pular y, en 1913, el Ministerio de Educación estableció una campaña institucional
de promoción deportiva a nivel nacional, incrementándose exponencialmente los
subsidios gubernamentales para ayudar a los deportistas prometedores de univer-
sidades de élite que podrían ser competitivos a nivel internacional [?].
La participación en los Juegos del Campeonato del Lejano Oriente, creados en
1913 por Filipinas, aumentó dicha atención -sobre todo en la medida que ello
progresivamente supuso la ganancia de medallas- sirviendo para promover «un
sentimiento de colectivismo, conformidad e incluso espíritu nacional».
Ello suscitó el interés del gobierno japonés por configurar una delegación olímpica
más preparada para alcanzar mejores resultados deportivos y con ello un mayor
prestigio en el orden internacional. A medida que las participaciones en los suce-
sivos Juegos fueron alcanzando mejores resultados, más alentaba el nacionalismo
la participación y el éxito deportivo en cuanto que contribuía a su consolidación.
De manera que, a principios de la década de 1930, los Juegos Olímpicos habían
adquirido gran importancia en el imaginario del pueblo japonés [?].
Precisamente, en esas fechas, se produjo la incursión de Japón en Manchuria, en
1931, que fue objeto de severas críticas internacionales. Esto vino a reforzar la
idea que había empezado a tomar cuerpo de organizar los Juegos Olímpicos de
1940 haciéndolos coincidir con el 2.600 aniversario del legendario establecimiento
del imperio japonés por el emperador Jimmu en 660 a. C. De modo que la combi-
nación de estas espléndidas celebraciones impulsara el nacionalismo, aumentara el
prestigio del emperador y reforzara el sentimiento de pertenencia nacional de las
masas japonesas.
A la vez que proporcionaría una «diplomacia popular» contra el creciente aisla-
miento internacional provocado por la invasión de Manchuria, permitiendo pre-
sentar a Japón como una potencia moderna posicionada al mismo nivel que las
poderosas naciones europeas.
bargo, no está documentado que Kano tuviera nada que ver en esta determinación.
De manera que una cosa es que Kano tuviera la convicción de que la participación
en los Juegos Olímpicos favorecía el internacionalismo, actuando proactivamente
en este sentido y otra muy distinta es que pretendiera hacer del Judo un deporte
olímpico. Si el interés de Kano en el movimiento olímpico es indiscutible, lo cierto
es que «los documentos y los testimonios actualmente disponibles muestran que
era reacio a la idea de que el judo se convirtiera en un deporte olímpico».
Muy ilustrativo de ello debe considerarse la carta enviada a Gunji Koizumi, fun-
dador del judo inglés-, en 1936, significando que:
...desde diversos sectores, me han planteado la inclusión del judo en los Juegos
Olímpicos. Mi punto de vista sobre este asunto [. . . ]
es más bien pasivo. Si es el deseo de los otros países miembros, no tengo ninguna
objeción. Pero no me siento inclinado a tomar la iniciativa. En realidad, el judo
no es un mero deporte o juego. [. . . ] De hecho, es un medio para la realización
cultural personal. [. . . ] El judo debería, como las artes y la ciencia, estar libre de
influencias externas sean de origen político, nacional, racial, financiero o cualquier
otro interés organizado. Todo lo que tiene que ver con el judo debe estar orientado
a su objetivo primordial, el beneficio de la humanidad. [?]
Por lo demás, lo que sí es incontestable, es que la inclusión olímpica del judo no
tuvo por objeto su internacionalización, ni la promoción del olimpismo en Japón.
Su cometido fue estrictamente político y radicó en la instrumentalización del judo
para enfatizar el espacio simbólico de la representación de la identidad nacional
japonesa en el escaparate de los Juegos Olímpicos.
No obstante, es sabido que no pudo ser. El estallido de la guerra chino japonesa
en julio de 1937 marcó un cambio de rumbo. Esta agresión generó tal rechazo
internacional contra Japón, que su Ministerio de Relaciones Exteriores recibió un
contundente mensaje del presidente del COI señalando la posibilidad de un boicot
internacional a los Juegos de Tokio (KIETLINSKI, 2020; WEBER, 2020). A ello
vino a sumarse, también, un malestar creciente del gobierno japonés por el hecho
de que la guerra agotaba los recursos nacionales, cuestionándose la conveniencia
de albergar un evento internacional que requería valiosos «recursos materiales y
espirituales», hasta el punto de que el Ministerio del Ejército tildó la asignación
de fondos para los Juegos como un desperdicio de recursos.
Así que, a medida que la confrontación bélica se intensificó y requirió más costes
en vidas y material, el futuro de los Juegos comenzó a oscurecerse, pues «sus
asignaciones presupuestarias se redujeron gradualmente y comenzó a alzarse un
incipiente clamor muy crítico respecto de lo inapropiado que resultaba organizar
un evento tan festivo en un momento en que los jóvenes japoneses morían en los
campos de batalla».
Finalmente, en marzo de 1938, el ministro del Ejército declaró que los Juegos
Olímpicos interferían con la conclusión exitosa «del Incidente de China» y, tres
meses después, el Marqués Kōichi Kido, el ministro de Bienestar -ministerio res-
para albergar los Juegos de 1964 y contaba con el apoyo no sólo del gobierno
japonés, sino también de los dirigentes del COI. Así, en la 57 ava Sesión del COI
en Roma, se aprobó incluir el judo como deporte de exhibición en los Juegos de
Tokio.
Este logro fue producto, sin duda, de los esfuerzos de la política japonesa, que
lo consideró como una importante herramienta para perfilar el evento olímpico
como un contexto ideal para reafirmar su identidad nacional. Ello respondió, en
primer lugar, a la idea de que «la imagen de sus atletas compitiendo y ganado
medallas de oro para Japón potenciaría la restauración del orgullo nacional». Por
tanto, al objeto de ganar la mayor cantidad de medallas en su historia olímpica,
las autoridades japonesas presionaron para la inclusión del judo en los Juegos, con
el fin de aumentar las posibilidades de que así fuera.
Asimismo, la integración olímpica del judo también sirvió al deliberado propósito,
muy propio de la política simbólica, de utilizar los Juegos para redimir tradiciones
y símbolos nacionales japoneses maculados por las depredaciones realizadas en
la guerra. Símbolos tales como el Emperador (Tenno) o la propia bandera nacio-
nal (hinomaru) se asociaron al renacido Japón pacífico del progreso económico y
tecnológico que se pretendía presentar, desligándolos de su antigua identificación
militarista al exhibirlos inmersos en el escenario pacifista por antonomasia que
representaban los Juegos y así conseguir su nueva identificación como símbolos de
paz, lo que reforzaría el sentimiento de pertenencia nacional e identidad colectiva.
En esta contextualización, la inclusión olímpica del judo buscó expurgarlo de la
función doctrinaria ultranacionalista que cumplió en el pasado militarista y de este
modo poderlo exhibir no sólo al mundo, sino también al propio pueblo japonés, co-
mo un bien cultural representativo del valor de su tradición, del que forzadamente
hubo de renegarse en los primeros años de posguerra.
Lo que permitió utilizarlo como un significativo elemento simbólico que respaldara
la reconstrucción de la identidad nacional del moderno de Japón sobre postula-
dos tradicionales, redimidos de su relación con el pasado bélico a través de su
representación como símbolos de paz.
En definitiva, el judo olímpico se convirtió en una metáfora de la nación japonesa
de la posguerra, «al conectar no solo el pasado con el presente, sino también con
el (brillante) futuro».
Nuevamente, pues, se volvió a implementar la conversión olímpica del judo como
expresión y reafirmación de la identidad nacional japonesa dirigida a sí misma y al
mundo. Otra cosa fueron sus consecuencias. Si el judo que se incluyó en los Juegos
de 1964, poco tenía ya que ver con el de Kano, su transformación en disciplina
olímpica precipitó su integración definitiva en una concepción específicamente pro-
pia del moderno deporte occidental que terminó de desnaturalizar cualquier atisbo
que quedara del genuino judo Kodokan.
Asimismo, si se ha señalado que dicha integración supuso la materialización del
objetivo de Kano de dar al judo una difusión universal, debe enfatizarse el matiz