Platón

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FILOSOFÍA 6°

Prof. Luna, Luján

PLATÓN (428/427-347 a.c.)


Nació en Atenas, de familia aristocrática; el
nombre 'Platón' es, en rigor, un apodo (que significa
'el de anchas espaldas'); su nombre originario era el de
Aristocles. Educado por los mejores maestros de la
época en Atenas, Platón tuvo dos intereses: la poesía
—que abandonó luego— y la política — que le
preocupó siempre.
A los 18 años de edad se allegó al círculo de
Sócrates, quien ejerció una enorme influencia sobre su
vida y sus doctrinas y de quien fue el más original
discípulo. Por Sócrates tuvo lugar lo que puede
llamarse la conversión de Platón a la filosofía. Tras la muerte de Sócrates se estableció un
tiempo en Megara, con Euclides, otro discípulo de Sócrates. De regreso a Atenas comenzó sus
enseñanzas filosóficas; se cree que emprendió asimismo un viaje a Egipto.
Poco después fue invitado a viajar a Siracusa (Sur de Italia), el resultado del viaje fue
desastroso; parece que por orden de Dionisio el filósofo fue ofrecido (hacia 387a.c) como
esclavo en el mercado de Egina (que estaba entonces en guerra con Atenas) y que tuvo que ser
rescatado por un cierto Aniceris. De regreso a Atenas, Platón fundó la Academia, pero luego
emprendió un segundo viaje a Siracusa, donde esperaba poner en práctica sus ideas de
reforma política. Caído el gobernante del lugar en desgracia, Platón regresó a Atenas pero en
361/360 emprendió un tercer viaje a Sicilia de donde tuvo que huir, protegido por Arquitas, a
consecuencia de estar implicado en las luchas políticas del Estado, regresando de nuevo a
Atenas, donde permaneció hasta el final de su vida consagrado a la Academia y a sus escritos.
Es difícil resumir la filosofía de Platón —una de las más influyentes en la historia de la
filosofía no sólo a causa de su complejidad, sino también porque pueden considerarse en ella
distintas etapas, marcadas especialmente por la evolución de la teoría de las ideas.
Tendremos, pues, que limitarnos a destacar algunos de los rasgos esenciales.
En principio la obra filosófica de Platón puede estimarse como una continuación de la
socrática, hasta el punto de que los llamados diálogos de juventud o de la primera época (V.
bibliografía) son tanto elaboraciones del pensamiento socrático como exposición de las
conversaciones mantenidas entre Sócrates y sus amigos, discípulos y adversarios. Muy
frecuente en tales diálogos queda un "aire inconcluso". Sin embargo, se ve cada vez más
claramente que, a través de Sócrates, Platón quiere oponerse a una tendencia que considera
funesta: el relativismo sofístico. Una y otra vez los sofistas resultan el blanco de sus
interrogaciones. Pero oponerse al relativismo quiere decir suponer que hay una posibilidad de
conocimiento que no depende de factores circunstanciales.
Antes de que pueda percibirse siquiera su estructura general es necesario ponerse
bien en claro sobre lo que se necesita para juzgar rectamente de cada realidad. Ante todo, se
necesita que haya una familiaridad con la realidad pertinente. Semejante familiaridad no la
puede poseer cualquiera: sólo el "técnico" conoce aquello de que habla. Así, para saber acerca
del manejo de las naves hay que consultar al piloto, para conocer cómo hay que batirse con el
enemigo hay que recurrir al estratego. Sobre todo, no hay que dejarse despistar por las
apariencias; así lo sucede en las profesiones ocurre también, por lo menos analógicamente, en
las cuestiones generales: la opinión "común", la que juzga meramente según apariencias, debe

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ser descartada. Por lo tanto, la reflexión es necesaria para adquirir conocimiento. En resumen:
el saber de lo más profundo o importante no debe dejarse en manos de cualquiera: sólo el
filósofo podrá responder adecuadamente a tan fundamentales preguntas.
Pero si el filósofo lo hace es porque ha adquirido previamente una "técnica": la que
consiste en dar las definiciones correctas. Uno de los propósitos capitales de Platón: el dar
cuenta de la realidad y, por lo tanto, en última instancia, el "salvar" las apariencias que para el
hombre común parecen constituir toda la realidad. El "conocimiento" que propugnan los
sofistas es, así, un reflejo del falso saber de la mayoría.
Poco a poco avanza Platón hacia lo que va a constituir su más sonada —y discutida—
doctrina filosófica: la teoría de las Formas o de las Ideas.

Los diálogos
Platón escribió diálogos en los que expuso sus ideas a través de los personajes. En ellos
aparecen Sócrates, otros sofistas, amigos de Platón y personalidades de la época.
Los diálogos de Platón suelen ser clasificados en tres grupos:
Los diálogos tempranos, denominados también socráticos o aporéticos (de aporía,
problema sin solución posible; del griego a = sin y porós = camino, es decir, “sin salida”), se
caracterizan por terminar en una dificultad y giran alrededor de una refutación. No establecen
una doctrina. Entre otros figuran Apología de Sócrates, Critón, Protágoras, Laques, Cármides,
Menón, Eutidemo y Cratilo.
En los diálogos de madurez, aparecen la doctrina de las ideas y la doctrina del
conocimiento o reminiscencia. El procedimiento argumentativo más importante es el empleo
de hipótesis. Son fundamentalmente Fedón, República, Banquete o Simposio y Fedro.
Los diálogos tardíos, en los que el diálogo es menos intenso; son más metodológicos y
la figura de Sócrates está desdibujada. Ellos son: Teeteto, Parménides, Sofista, Político, Filebo,
Timeo y Leyes. También se sabe por referencias de Aristóteles y Teofrasto (discípulo de Platón
y Aristóteles), que Platón dejó un legado de enseñanzas no escritas que habría impartido en la
Academia.

La doctrina de las ideas

El eje central de la obra de Platón es la doctrina de las ideas. Por “idea” o “éidos”
Platón entiende el aspecto, la forma o el carácter común que tiene un conjunto de cosas
cuando es aprehendido por la inteligencia. Éidos en griego significa “forma” o “configuración
de algo”. Si bien el término original ha sido traducido como “idea”, lo que nos hace pensar en
un concepto, para Platón el significado de éidos era el de una característica o forma común
que puede ser aprehendida por el pensamiento.

Las ideas o formas son comunes a un conjunto de entidades, son universales. Son
realidades verdaderas y únicas. Y, al mismo tiempo, son modelo (“paradigma” o arquetipo) o
punto de referencia de las cosas sensibles, es decir, de aquellas que podemos percibir con los
sentidos. Platón sostiene que las cosas sensibles son imágenes o copias de las ideas. Por
ejemplo, el caballo es caballo porque participa de la idea de caballo que es la que establece los
parámetros de aquello que podemos considerar tal; una mesa será mesa porque participa de

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la idea de mesa, que también fija los parámetros de lo que se considera mesa. Y lo mismo
puede decirse de los seres humanos y de sus características.

Platón establece dos tipos de relación entre las cosas sensibles y las cosas inteligibles o
ideas: una de participación (méthexis) o presencia y otra de imitación (mímesis). Con la
doctrina de las ideas, Platón divide la realidad en dos mundos: el mundo de las ideas o mundo
inteligible y el mundo de las imágenes, apariencias o copias de las ideas o mundo sensible. En
el último vivimos los seres humanos. El mundo de las ideas está más allá de nosotros, es decir,
es “trascendente”. Entre todas las ideas, la idea soberana es la del Bien.

Platón expone esta división de la realidad en un pasaje de República (Politeia)


denominado “La alegoría de la caverna”. En ella, presenta a la humanidad sumida en la
oscuridad y atada por las cadenas de la ignorancia, percibiendo sólo la apariencia de las cosas,
o sea, la sombra de sus siluetas proyectadas en la pared del fondo de la caverna. Así, toman la
copia por el modelo y creen conocer las cosas verdaderamente cuando en realidad sólo
perciben su apariencia. El filósofo es capaz de romper las cadenas de la ignorancia y
contemplar la verdad. Cuando pretende mostrar la verdad a los demás, es incomprendido
porque sólo se puede llegar a ella haciendo un arduo ejercicio intelectual que nos saca de lo
habitual, del mundo cotidiano al que estamos acostumbrados, de su “normalidad” o
“naturalidad”.

Entonces, para Platón el mundo o la realidad queda dividido en dos: el mundo


inteligible o de las ideas, trascendente, y el mundo sensible o de las apariencias, terrenal,
donde vivimos los seres humanos. Esta división de la realidad y el conocimiento será decisiva
en toda la historia de Occidente y de la filosofía.

La doctrina del conocimiento o reminiscencia

La doctrina del conocimiento como reminiscencia o anámnesis consiste en que el


hombre cuando conoce recuerda aquello que el alma, antes de quedar presa en el cuerpo,
contempló en el reino de las ideas. Platón emplea un mito para explicar esta concepción del
conocimiento. El hombre es un ser caído que, al abandonar el reino de las ideas y atravesar el
río Leteo (del olvido), ha olvidado. Al caer en el mundo sensible e “in-formar” un cuerpo, el
alma, cada vez que ve una cosa, la reconoce y siente el dolor en sus muñones por el trauma de
la pérdida. De ahí que conocer sea re-conocer por recuerdo o reminiscencia. Con este relato,
Platón afirma que el conocimiento no es algo que proviene de afuera, sino que hay que
buscarlo en nosotros mismos.

Entonces, según esta teoría filosófica, algunas ideas o nociones fundamentales no son
adquiridas por nuestra experiencia en el mundo sensible sino que son ideas innatas, es decir
que están en nuestra mente y se van revelando desde que nacemos. A esto en gnoseología se
lo llamó innatismo.

El filósofo rey

Platón creía que los filósofos eran los más capacitados para gobernar la polis ya que
eran ricos en virtud y sabiduría y habían contemplado la verdad. Sostenía que ellos estaban
destinados a mandar, es decir, a ser gobernantes de una polis bien gobernada. Este sistema

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fue denominado “sofocracia” (de sophós = sabio y cratos = gobierno) e influyó en muchas de
las ideas políticas de Occidente hasta nuestros días para legitimar gobiernos elitistas, es decir,
de pocos, que se consideran a sí mismos los mejores y más aptos para gobernar.

En su Filosofía política, encontramos la actitud de Platón ante las circunstancias


sociales de su época: por ejemplo, en los libros III y IV de la República se pueden ver sus teorías
sobre el famoso "Estado ideal", un Estado en vista de una época de crisis. La cuestión
fundamental planteada es la de la concordia social, la cual puede solamente obtenerse cuando
hay acuerdo acerca de quién debe regir el Estado y del lugar que corresponde a cada individuo
—y a cada estamento social—· dentro del mismo, lugar determinado por la justicia, la cual rige
las relaciones entre las diversas clases, que son respecto al cuerpo social lo que las facultades
son respecto al alma individual humana. Del último resulta claro que el filósofo —o el rey-
filósofo, o el jefe del Estado educado en la filosofía— debe tomar las riendas de una sociedad
que el estadista sin filosofía ya no sabe manejar.

Estado

El Estado Ideal se compone de tres clases rígidamente separadas y con funciones


específicas:

Para Platón el Estado surge de la incapacidad del individuo de autoabastecerse de cuantos


bienes le son necesarios; así los hombres se reúnen en sociedad para producir e
intercambiarse los bienes que cada uno de ellos produce, dando lugar a una comunidad
internamente diferenciada. El Estado próspero es aquel en el que cada individuo realiza las
tareas para las que está mejor capacitado, y sólo éstas. Estos serían la masa de ciudadanos
productores. , la muchedumbre, el rebaño.

El desarrollo hace crecer el Estado y crecen las amenazas por lo que se necesitan
guardianes. Sólo podrá garantizarse que esta clase militar emplee su fuerza y poder en pos del
mantenimiento del orden y la justicia si saben en qué consiste el bien, por lo que se los
educará adecuadamente.

Y por último los guardianes-filósofos, clase superior que ordena y gobierna; guardianes
cuyas virtudes los convierten en aptos para gobernar y han sido formados por la filosofía y la
sabiduría a la que unos pocos pueden acceder.

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