La Delincuencia en Los Adolescentes
La Delincuencia en Los Adolescentes
La Delincuencia en Los Adolescentes
Así pues, para que haya violencia, se requieren dos factores: uso de la fuerza
y violación de un derecho.
El violento puede serlo con los que conviven bajo su mismo techo. La
violencia está presente en las calles, estalla entre los conductores y los
transeúntes, entre los viajeros que usan un mismo transporte público, entre
los vecinos de la misma escalera. La violencia verbal o gestual brota a
menudo en la tienda, en el taller, en la oficina, en el despacho o en la
escuela. Y en la mayoría de los casos, los motivos que desatan estos
comportamientos violentos, si se miran desapasionadamente, son mínimos,
insignificantes, ridículos. Lo que pasa es que son como chispas que encienden
el ambiente tenso y crispado a que nos aboca el ritmo trepidante y
angustioso de nuestro tiempo.
Hay que destacar que la violencia, aunque en muchos casos este asociada a
la pobreza, no es su consecuencia directa, pero sí es resultado de la forma en
que las desigualdades sociales —la negación del derecho a tener acceso de
bienes y equipos de entretenimiento, deporte, cultura—, operan en las
especificidad de cada grupo social, desencadenando comportamientos
violentos. Así pues, la dependencia, la pobreza y marginación no
necesariamente generan delincuentes, pues influye también el desarrollo
material, individual y social, aspectos que derivan en la vida de los individuos
que, al no contar con opciones o alternativas para obtener los ingresos
necesarios para mejorar su calidad de vida, están dispuestos a cometer
delitos.
Visto de esta manera, la juventud aparece como el límite que impide a los
jóvenes incorporarse, en igualdad de circunstancias, a las estructuras de
poder o de manera más real, al mercado de trabajo. De esta forma se
entiende mejor por qué en la juventud recae un estigma, pues es indudable
que esa etapa del desarrollo individual parezca como una permisible
irresponsabilidad provisional.
Por otra parte, resulta muy importante advertir que el choque generacional
no sólo se refleja en el monopolio sobre los elementos materiales del poder,
como es el dominio que tienen los adultos en las actividades que permiten el
acceso a la toma de decisiones y al dinero. Son precisamente los adultos
quienes aparecen como sinodales en el proceso de socialización de los
jóvenes, pues señalan los estereotipos ideales que la sociedad espera de sus
hombres y mujeres.
Ahora bien, las condiciones que dieron origen a la juventud como categoría
social, ligadas al desarrollo de las condiciones de producción, dieron lugar a
un paradigma de juventud que la visualizaba como una etapa de formación
para su futura inserción en las estructuras formales de la sociedad, sobre
todo a la esfera productiva. Esta concepción reduce el significado de la
juventud exclusivamente a su carácter de relevo generacional de la fuerza de
trabajo, de allí que:
Ahora el concepto de juventud ya no puede utilizarse con referencia a un
solo tipo de joven, pues las representaciones juveniles se han multiplicado de
tal manera que el concepto ya no se circunscribe exclusivamente a los
estudiantes varones de clase media de los sectores urbanos; ahora
representaciones juveniles abarcan en buena medida a los sectores
populares, a los marginales, a las mujeres e incluso a los campesinos, donde
se consideraban prácticamente inexistentes.
En cualquier caso, resulta evidente que existen cada vez mayores dificultades
inerciales para que los jóvenes accedan a una educación de calidad y a la
altura de las exigencias formativas que impone la tecnificación y la
modernización alcanzada por la estructura productiva actual.
Estos y otros elementos hacen que al referirnos a los jóvenes se haga especial
mención a la exclusión social, vista como una manifestación de la violencia.
Ser joven ya no forma parte de un imaginario de prosperidad social o
progreso personal, sino que constituye una condición que muy
probablemente deriva en una nueva forma de marginalidad e injusticia, ya
que viola el derecho a una vida digna.
De esta manera, sin trabajo, sin redes de contención, sin las habilitaciones
educativas y sociales exigidas por el mercado ni oportunidades para
obtenerlas, estos jóvenes quedan fuera de la sociedad formal y se refugian
en las estructuras invisibles de la pobreza y la marginalidad. Finalmente,
tanto el mercado como el orden social oficial sospecha de ellos, los persigue
y los juzga, ejerciendo violencia contra su persona y su identidad,
etiquetándolos en el mayor de los casos como posibles delincuentes o
delincuentes.
De los jóvenes que desertaron del sistema educativo, 35.2 por ciento lo
hicieron por causas económicas (falta de dinero o porque tenía que trabajar).
La falta de dinero o la necesidad de trabajar son causas de deserción escolar
en una proporción importante dejóvenes; esto aparece íntimamente ligado a
la condición social y económica de las familias, aunque también es
importante la función misma de la escuela y del sistema educativo, que
puede contribuir a reducir este problema otorgando becas escolares o
instaurando programas flexibles para alumnos que trabajen y estudien, entre
otras acciones que puedan realizarse.
La Encuesta Nacional de la Juventud 20001 (ENJ) señala que entre los 12 y los
14 años de edad no acuden a la escuela 11.6 por ciento de adolescentes; de
los 15 a los 19 años de edad no acuden 41.3 por ciento, y que al llegar a los
19 años de edad más de 75 por ciento de jóvenes ha abandonado la escuela
por motivos económicos y falta de acceso en su localidad, principalmente. El
problema de la asistencia a la escuela es la necesidad de preparación más
especializada en los centros de trabajo. En México, cuando los adolescentes
cumplen 19 años de edad, han abandonado la escuela cerca de 89 por ciento
de ellos.
Otro de los problemas que se relacionan con lo anterior —y que aún tiene
que ver con los aspectos de exclusión— es la falta de salud y orientación para
los adolescentes. El acceso a los servicios de salud en la población es medido
a través de la derechohabiencia (DH) a la seguridad social. Entre la población
general, la DH es de 40 por ciento para todo el país, aunque para
adolescentes de 10 a 19 años de edad es tan sólo de 35.6 por ciento. De
todos los adolescentes, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS)
asegura solamente a 28.4 por ciento y el Instituto de Seguridad y Servicios
Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE) a 5.6 por ciento,
porcentajes inferiores a aquéllos de la población general. No existe ninguna
estadística confiable que nos permita conocer la intensidad de uso de los
servicios de salud en sus diferentes modalidades por parte de adolescentes;
solamente el Sistema de Información en Salud para Población Abierta 2000
nos permite apreciar que siete por ciento de toda la consulta externa de
primer nivel de atención nacional es ofrecida para la población de entre 10 y
19 años de edad.
Entre los resultados más sobresalientes se puede observar que las personas
con nivel socioeconómico alto ven como principal causa de la delincuencia las
drogas y el alcohol; las personas de estrato socioeconómico bajo se inclinan
más a pensar que la desintegración familiar produce delincuencia, lo mismo
ocurre para el estrato medio.
Ahora bien, más allá de las causas atribuibles a los fenómenos de violencia,
es necesario considerar las perspectivas teóricas sobre la delincuencia y su
relación con los jóvenes, así como la manera en que ocurre este fenómeno
en México. Estas y otras preguntas intentarán analizarse líneas abajo.
Delincuencia
Quizá sea esta misma sociedad que llamamos normal —la otra para ellos— la
que mantiene estas formas de reacción agresiva e impide la recuperación de
un sujeto cuando ha llegado a la delincuencia.
La estructura ambiental
1. El índice de desempleo.
2. La población.
5. Índice de drogadicción.
6. Índice de escolaridad.
A grandes rasgos, puede señalarse que existen cuatro grandes teorías sobre
las variables asociadas con la delincuencia. La primera enfatiza los factores
relacionados con la posición y situación familiar y social de las personas
(sexo, edad, educación, socialización en la violencia, consumo de drogas y
alcohol); la segunda se interesa en los factores sociales, económicos y
culturales (desempleo, pobreza, hacinamiento, desigualdad social, violencia
en los medios de comunicación, cultura de la violencia); la tercera estudia los
factores relacionados con el contexto en el que ocurre el crimen (guerra,
tráfico de drogas, corrupción, disponibilidad de armas de fuego, festividades)
y una cuarta, de corte sobretodo psicológico, que enfatiza los factores de
personalidad del delincuente.
Entre las causas internas se enfatizó la personalidad del delincuente. Aquí los
delincuentes tienen mayor responsabilidad de lo que hacen porque este
comportamiento es voluntario, de esta manera existe un juicio más
desfavorable en cuanto a la posibilidad de combatir el delito, ya que los
sujetos tienen la decisión de ser como son y nadie los obliga.
Otra de las explicaciones brindadas fue que la situación que impera en el país
(pobreza, el desempleo, etc) obliga a delinquir. Aquí, si se quiere terminar
con la delincuencia, es necesario que primero se resuelva la situación actual
del país. La responsabilidad se deslinda de la persona que delinque, el
problema no sólo está en ellos, sino en la sociedad en que vivimos. Por ello la
delincuencia puede ser reducida creando las condiciones óptimas para que la
gente no delinca.
Por lo anterior, la sociedad debe tomar conciencia de que ella misma es, en
gran medida, con sus estructuras injustas, responsable de la delincuencia y
de la obligación que ella tiene de colaborar intensa y eficazmente en la
resolución de la problemática de la violencia y agresividad juvenil. La
sociedad debe afrontar el problema de la violencia callejera y la situación
actual del encarcelamiento de los delincuentes jóvenes, no tanto desde
aspectos jurídicos y penales y de tranquilidad social, sino desde las causas
que la generan.
Delincuencia juvenil
Entre otros datos podemos ver que la delincuencia juvenil está aumentando
cada vez más, por ejemplo, de acuerdo con las estadísticas de la Procuraduría
General de Justicia del Distrito Federal, tan solo en el primer trimestre de
2002 se ha duplicado la cantidad de menores delincuentes con respecto al
mismo periodo de 2001.
Las edades de estos menores oscilan entre los 12 y 17 años, y los delitos en
los que más participan van desde asalto a automovilistas y taxistas, hasta
robo de vehículos y secuestro.
Las conductas de riesgo, que a su vez pueden constituir daños más comunes
son: adicciones, (tabaquismo, alcoholismo y drogadicción), exposición a
ambientes peligrosos y violentos, que asociados potencializan la probabilidad
de que las y los adolescentes sufran accidentes, suicidios y homicidios, entre
otros. Otras conductas de riesgo importantes son las relaciones sexuales sin
protección, que pueden llevar a infecciones de transmisión sexual como el
VIH/ sida, y también a embarazos no planeados. También la mala
alimentación, que predispone la desnutrición u obesidad.
Adicciones
Son muchas las vidas que se pierden en nuestro país todos los días motivadas
por efecto del consumo de productos adictivos y por las enfermedades y la
violencia que se genera en torno a ello. Accidentes, padecimientos crónicos,
incapacidad física y mental, desintegración familiar, delitos sexuales,
corrupción, todo repercute directamente en la salud integral de la sociedad.
La adicción impacta de tal manera la vida del adicto que sus sistemas de
valores cambian para convertirse en toda una cultura diferente, con sus
propias creencias y rituales. Para los adictos, la actividad relacionada con las
drogas llega a ser una parte tan grande de la vida diaria que la adicción
interfiere generalmente con la capacidad de trabajar, estudiar o de
relacionarse normalmente con la familia y amigos. En la dependencia grave,
los pensamientos y las actividades del adicto están dirigidas
predominantemente a obtener y tomar la droga, llegando a un punto tal que
el adicto puede manipular, mentir y robar para satisfacer su adicción.
En ese sentido, la delincuencia juvenil tiene que ver con la baja en la calidad
de vida de los mexicanos, particularmente de la juventud. Por ejemplo, un
dato importante es que en México entre 35 y 40 por ciento de los
adolescentes viven en hogares de extrema pobreza. La gran mayoría viven en
familias con madre y padre, pero 26.6 por ciento han salido del hogar
paterno.
La Encuesta Nacional sobre Inseguridad3 mostró que 4.3 por ciento de los
delincuentes tienen entre 16 y 25 años de edad, es decir, que más de la
mitad de los delincuentes son jóvenes, mientras que tres por ciento son
niños menores de 15 años. Los principales actos delictivos en los que han
participado menores de edad son los siguientes: delitos contra la salud,
violación, robo a casa habitación, robo a vehículo, robo a negocio, lesiones
por golpes y otros delitos.
Hay que buscar nuevas formas para prevenir el delito mediante la recreación
y apertura de espacios destinados a los jóvenes, para que tengan en qué
ocupar su tiempo libre, ya que no existen espacios culturales o deportivos
que los guíen hacia formas de vida en favor de una sociedad comunitaria,
que viva en armonía y paz.
Reflexiones finales
A nadie se le oculta que en los últimos años se han ido abandonando las
tareas de formación de la juventud. Lo lamentable es que el esfuerzo que se
precisa limita a los educandos y por eso padres y educadores se acomodan a
un antiguo patrimonio intelectual y ético, normalmente recibido,
reelaborado y ampliado. Desde este nivel ínfimo desarrollan su labor
educativa y la poca formación que el joven recibe en este terreno está viciada
y arrastra una carga negativa de errores y simplezas de la sociedad actual.
Sin embargo, ¿cuál debe ser la política estatal hacia los jóvenes que
delinquen? ¿Atacar la raíz del fenómeno o reprimir?
Consecuencias jurídicas
Internamiento terapéutico
Asistencia a centro de día
Permanencia centro fin de semana
Tratamiento ambulatorio
Prestaciones en beneficio de la comunidad
Realización de tareas socio-educativas
Convivencia con otra persona, familiar o grupo educativo
Privación de permisos de conducir o del derecho a tenerlo
Inhabilitación absoluta
Amonestaciones
Consecuencias para el individuo y para la sociedad
Las consecuencias más comunes que se pueden encontrar son:
Desequilibrio mental
Desintegración familiar o deterioro del núcleo familiar
Promiscuidad sexual y falta de valores morales
Comunes enfermedades sexuales
Muertes prematuras por broncas callejeras
Pérdida de valores