Presupuestos Procesales - RENZO CAVANI
Presupuestos Procesales - RENZO CAVANI
Presupuestos Procesales - RENZO CAVANI
Los llamados “presupuestos procesales” representan una de las construcciones teóricas más
importantes de la ciencia del Derecho procesal, siendo, inclusive, tributaria del logro de la
autonomía de esta disciplina frente al Derecho Privado. Sobre este tema la doctrina más autorizada
ha escrito muchas páginas; sin embargo, el autor adopta un punto de vista distinto al que se suele
enseñar en nuestro país, a través de un análisis desde el fenómeno de la ineficacia procesal –que,
a su vez, contiene a la nulidad procesal– de gran incidencia cuando se constata un defecto en los
presupuestos procesales.
PREMISA
Las páginas que han tratado sobre el tema de los “presupuestos procesales” y las “condiciones de
la acción” tranquilamente pueden ser contabilizadas en centenas de millares. Y es que se trata de
un tema cuya importancia no pasó desapercibida por los más reconocidos cultores de la ciencia del
proceso, dado que vieron allí uno de los campos más fecundos para sembrar los cimientos de la
nueva disciplina jurídica. No obstante, a pesar de que las posiciones doctrinarias –sobre todo en
cuestiones terminológicas– abundan, abundan, siendo tópicos ineludibles en toda obra sobre
lecciones básicas de teoría general del proceso, creemos que estos temas aún se mantienen
fructíferos para estudios que no se limiten a repetir las teorías clásicas. (*) Abogado por la
Universidad de Lima. Lima. Candidato a la Maestría en Teo Teoría de la Jurisdicción y del Proceso
por la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul (PUCRS). Editor jurídico del periódico
La Ley. (**) A Mercé Boluarte, por su inconmensurable amor.
Aunque el título del presente ensayo sugiera lo contrario, no tenemos el más mínimo interés en
revolucionar la teoría de los “presupuestos procesales” ni mucho menos de realizar una exposición
completa y exhaustiva sobre el tema. Por el contrario, atendiendo a que el objeto de nuestro
análisis es el fenómeno de la ineficacia procesal –con particular relevancia en la nulidad procesal–,
nuestras inquietudes se dirigen a engarzar una sistematización de este fenómeno con aquellos
tópicos. Una premisa innegable es que la omisión o el defecto de las figuras que componen estas
instituciones macro tienen una directa influencia en el devenir del procedimiento. Así por ejemplo, si
existe incompetencia absoluta (un clásico “presupuesto procesal”), el juez deberá declarar nulo
todo lo actuado e improcedente la demanda (art. 36 del CPC). De igual manera, a decir del CPC, si
hay manifiesta falta de legitimidad para obrar del demandante, la demanda deberá ser rechazada y,
consecuentemente, el proceso será invalidado (arts. 427 inc. 2 y 451 inc. 5). Se trata de apenas
dos ejemplos que demuestran la imposibilidad de negar la vinculación inextricable entre ambos
elementos de la teoría general del proceso. Sin embargo, la justificación del presente trabajo va
más allá de este hecho evidente. Hasta donde nos han llevado nuestras reflexiones, podemos
afirmar con bastante seguridad que la teoría de los “presupuestos procesales” que comúnmente se
enseña en las universidades de nuestro país –y que tiene eco en la jurisprudencia patria– no es del
todo satisfactoria desde un punto de vista de la ineficacia procesal. Esta situación, sin lugar a
dudas, tiene su reflejo en nuestra legislación, la cual ofrece un sólido punto de partida; sin
embargo, existen ciertos aspectos que no son siquiera considerados cuando se abordan los
tópicos en cuestión, y otros cuya funcionalidad no permite una adecuada formulación de una teoría
de la nulidad medianamente aceptable. Es así que en las líneas siguientes expondremos algunas
consideraciones sobre este tema, tomando para ello un esquema más adecuado para nuestros
propósitos. Pero el objetivo final es sacar a la luz la relación entre los “presupuestos procesales”, y
la ineficacia procesal, para así evidenciar los problemas que existen en la construcción teórica de
ambos ámbitos.
Creemos firmemente que en vez de una teoría de las nulidades procesales, debe hablarse de una
teoría de la ine ficacia procesal. La razón subyacente a ello no solo es un mero cambio de
denominación, sino la propuesta de incorporar la nulidad procesal dentro de un espectro más
genérico, que es precisamente la ine ficacia procesal. Esta conclusión se extrae del hecho que la
distinción entre validez y e ficacia (que son categorías pertenecientes a la Teoría General del
Derecho) está presente también en el fenómeno procesal, aunque aquella –la e ficacia y su
opuesto, la ineficacia– casi no ha tenido mayor presencia en la ciencia del proceso. En este
sentido, podría decirse que en los términos manejados por los procesalistas existe una primacía de
la invalidez y la nulidad, en desmedro de la eficacia e ineficacia (estas últimas entendidas en
sentido estricto, por supuesto) (1). La ineficacia procesal hace alusión a aquellas circunstancias en
donde los efectos generados (2) por actos producidos en el transcurso de un proceso son
suprimidos. Así, teniendo en cuenta que los actos procesales son eficaces así estén afectados por
un vicio fulminante (3), cuando nos encontramos frente a una restricción o eliminación de la e
ficacia o los efectos de tales actos, sea por cualquier motivo o razón, estamos en el terreno de la
ineficacia procesal. (1) No nos referimos, naturalmente, a la acepción política o sociológica
sociológica de la eficacia. La primera alude a la satisfacción o realización de las finalidades u
objetivos sociales o políticos para los que se dio una norma, mientras que la segunda consiste en
el grado efectivo de cumplimiento por parte de sus destinatarios, que viene a ser la efectividad. Cfr.
la interesante exposición de PRIETO SANCHÍS, Luis. Apuntes de teoría del Derecho . Trotta,
Madrid, 2005, pp. 83-93. (2) Es conveniente, conveniente, como lo hace José Carlos Barbosa
Moreira, Moreira, distinguir distinguir e ficacia de efectos. Así, la eficacia es la aptitud de producir
efectos, y estos son las manifestaciones fácticas del acto. Por tanto, un acto ine ficaz es uno que
no es apto para producirlos, o los que ha producido han sido eliminados (cfr. “Citação da pessoa já
falecida”, citado por TESHEINER, José María. Pressupostos processuais e nulidades no processo
civil. Saraiva, São Paulo, 2000, p. 18). (3) De la misma opinión son son Carlos Antonio Antonio
Aráujo Aráujo de CINTRA; Cândido Rangel Rangel DINAMARCO; y Ada PELLEGRINI GRINOVER.
Teoria geral do processo . 22ª ed. revisada y actualizada, Malheiros, São Paulo, 2006, pp. 364 y
365: “En Derecho procesal, inclusive las sentencias contaminadas con los vicios más graves, una
vez que adquieren autoridad de cosa juzgada, son e ficaces: solo pierden eficacia si son
regularmente rescindidas (...). En el proceso civil, además, la posibilidad de la rescisión no dura
más que dos años a partir de la adquisición de cosa juzgada”.
En nuestro esquema dogmático-conceptual, la ine ficacia procesal es una categoría macro, que
comprende a la ine ficacia estructural y la ine ficacia funcional (4). Tal como su denominación
indica, la ine ficacia estructural se vincula con aquellos defectos presentes en la construcción del
acto, en su propia configuración (estructura). (estructura). En ese sentido, la inexistencia y la
nulidad son consecuencias de un vicio (en el caso de la primera, en realidad se trata de una
omisión) producido en la estructura de un acto procesal, que determina que carezcan de aptitud de
producir los efectos legalmente queridos. Y dado que atingen a la estructura del acto mismo, nos
encontramos en el campo de la ine ficacia estructural. Por su parte, la ineficacia funcional, como
resulta claro, nada tiene que ver con la estructura o configuración del acto; este ya se ha creado y
es e ficaz (apto para producir efectos y, de hecho, los produce en el mundo real) pero por una
circunstancia posterior, deviene en ine ficaz. La ineficacia funcional hace referencia a un
impedimento sobrevenido para la continuación de los efectos de un acto. En algunos casos, esta
ineficacia se produce porque las partes han dejado de tener interés en los efectos del acto (v. gr.,
desistimiento de un recurso); en otros cuando un acto es realizado fuera del tiempo o en lugar
distinto a los que la ley prevé; y finalmente, en casos en los que es preciso suprimir la e ficacia y
los efectos de un acto por ser lo más acorde a derecho. Pero la nota distintiva es que la ineficacia
funcional jamás se produce por un defecto intrínseco del acto. Ahora bien, podría objetarse nuestra
propuesta de concebir el fenómeno de la ineficacia procesal solo en dos planos y no en tres, como
lo ha reconocido parte de la más autorizada doctrina. En efecto, para concebir el fenómeno jurídico
se alude a tres planos bien distintos entre sí: existencia (relevancia), invalidez e ine ficacia.
(4) Por su parte, debemos debemos confesar que nos sedujo adoptar adoptar un esquema –
arraigado en Derecho Derecho Privado– que distingue la relevancia (juicio de existencia), la validez
y la e ficacia como elementos separados entre sí. Al respecto, como ya se ha apuntado, nos queda
claro que en Derecho Privado la inexistencia y la validez no deben ser confundidas (y por ello
compartimos el esquema anterior); sin embargo, como sostendremos en el texto, en ámbito del
proceso civil creemos que ambas categorías sí pueden formar parte de la ineficacia estructural.
Entre los civilistas que hablan de ine ficacia estructural y funcional podemos mencionar los
siguientes: BETTI, Emilio. Teoría general del negocio jurídico. Revista de Derecho Privado, Madrid,
1943 y ZANNONI, Eduardo. Ine ficacia y nulidad de los actos jurídicos. Astrea, Buenos Aires,
1986, p. 123 y ss., esp. pp. 125-128.
por consistir en normas de interés público, las partes no pueden dilucidar si un acto ha sido
anulado o no, siendo preciso que la autoridad señale los efectos de la declaración de ineficacia
estructural; ii) el acto viciado produce plenos efectos y es preciso que estos sean suprimidos
(deconstituidos) por una decisión judicial del juez competente para ello. Aquí nos encontramos
frente a la situación de ine ficacia. Esta figura describe perfectamente lo que produce la nulidad: un
fenómeno en donde los actos procesales e ficaces –y que, inclusive, ya produjeron efectos–
devienen en ine ficaces, en tanto que estos últimos son suprimidos. Esta situación de ine ficacia
tiene su particularidad en que se produce por la trascendencia de un defecto estructural en uno o
más actos procesales (vicio)”. (9) En Derecho Privado se acostumbra referir al llamado matrimonio
matrimonio putativo (art. 284 CC) como como un acto eficaz pero “inválido” (cfr. ESPINOZA
ESPINOZA Juan. Acto jurídico negocial. 1ª ed., Gaceta Jurídica, Lima, 2008, p. 484). Sin embargo,
en dicho ámbito no se acostumbra a distinguir los actos defectuosos de los inválidos, dando a
entender que no interesa el pronunciamiento de invalidez del juez para recién considerar a un acto
o negocio jurídico como inválido. i)
el nivel de adecuación del acto dependerá si sus elementos han sido bien configurados o, en todo
caso, cuál o cuáles fueron omitidos o realizados defectuosamente, defectuosame nte, lo cual
implicaría su inadecuación inadecuación.. Así, los presupuestos se relacionan con la existencia o
inexistencia del acto porque su presencia determina el propio nacimiento de aquel. Si es que no
concurren todos los presupuestos del acto entonces este no cumple con el mínimo exigido por el
soporte fáctico para ingresar al mundo jurídico, quedando a lo sumo como un acto material (14).
Por su parte, los requisitos forman parte de la estructura del acto y su presencia es simultánea a
este, en el sentido de que se veri fican en el mismo momento en que el acto es creado. Finalmente,
las condiciones tienen que ver con la eficacia, y son elementos que afectan el impacto del propio
acto existente y válido en la realidad y, por lo tanto, se presentan en forma sobrevenida a su
creación (15). Como puede verse, la identi ficación plena entre estas categorías y los planos del
fenómeno jurídico antes referidos resulta de gran relevancia para determinar el grado de ine ficacia
a que un acto puede llegar según exista la omisión de un presupuesto, o la omisión o defecto de un
requisito o condición. Y cuando se trata de un acto procesal, cualquiera de
(14) De ahí la diferencia entre inexistencia material e inexistencia inexistencia jurídica, sostenida
por parte de la doctrina y suscrita por nosotros. Así, la inexistencia consiste en una ausencia plena
de algún requisito ( rectius: presupuesto) para que exista un acto procesal. Sin embargo, debe
tenerse en cuenta que esta no existencia es jurídica y no fáctica; es decir, el Derecho no le otorga
consecuencias jurídicas a un acto inexistente, sin perjuicio de reconocer que pueden darse
consecuencias en el plano real que, inclusive, podrían aparentar ser jurídicas pero están
desprovistas de tal cali ficación. En otras palabras, según Teresa Arruda Alvim W AMBIER,
Nulidades do processo e da sentença . 6ª ed. revisada, actualizada y ampliada, São Paulo: Revista
dos Tribunais, 2006, p. 157, “se trata de una realidad fáctica que no logró transformarse en jurídica,
en función de su disconformidad integral con la hipótesis legal que la regula”. (15) MITIDIERO,
Daniel. “El problema de la invalidez de los actos procesales en el Derecho Procesal Civil brasileño
contemporáneo” , trad. de Renzo Cavani Brain. En: Renzo Cavani Brain (coord.). Estudios sobre la
nulidad procesal. Normas Legales, Lima, 2010, p. 417, se muestra plenamente de acuerdo con
esta propuesta, y afirma lo siguiente: “(...) nos parece conveniente dividir los elementos del acto
procesal en presupuestos, supuestos (Calmon de Passos alude a ‘requisitos’) y condiciones. Los
primeros determinarían la existencia del acto; los segundos, la validez y los terceros la e ficacia.
Los presupuestos preceden al acto, mostrándose jurídicamente relevantes en la composición del
soporte fáctico (en su su ficiencia), al paso que los supuestos participarían de la estructura íntima
del acto (Calmon de Passos diría ‘estructura ejecutiva’), convocados para alejar de cualquier de
ficiencia el soporte fáctico respectivo, quedando a las condiciones, por fin, el papel de otorgar e
ficacia al acto, integrando el soporte fáctico, dándole e ficiencia, identificándose con todo aquello
que es posterior al mismo, condicionándole los efectos. De esta forma, tenemos que los
presupuestos son precedentes y posibilitan la existencia; los supuestos son concomitantes y
proporcionan la validez y las condiciones son posteriores y determinan la e ficacia (...)”.
dichas circunstancias es capaz de producir una situación de ineficacia procesal(16). Teniendo en
mente estas consideraciones, pasemos a desarrollar el tema anunciado en el título.
(16) En realidad, no es riguroso hablar de una situación de ineficacia para el caso de la inexistencia
(jurídica), puesto que este no hecho no crea nada que al ordenamiento jurídico le interese –de ahí
que no le otorga calidad jurídica–. Al ordenamiento jurídico sí le interesa, por el contrario, la
situación de ine ficacia producida por una declaración de nulidad o por un pronunciamiento de ine
ficacia funcional. La razón de ello es que esta situación de ine ficacia parte de una situación
preexistente en donde sí se generaron efectos, gracias a una serie de actos que tenían aptitud
para producirlos, es decir, de actos eficaces. (17) MONROY GÁLVEZ, Juan. “Conceptos
elementales de proceso civil”. En: La formación del proceso civil peruano. 2ª ed. aumentada ,
Palestra, Lima, 2004 , p. 228 y ss. (18) No son verdaderos presupuestos porque su eventual
omisión se descubre en el mismo proceso, con lo cual se genera una insalvable contradicción
lógica. Este razonamiento es por de más conocido en doctrina.
válido sobre el mérito de la cuestión principal del proceso (19) y no “condicionamientos” del
derecho fundamental de acción (20). Sobre ello no parece haber mayores problemas, aunque, vale
decirlo, los propios elementos que componen las “condiciones de la acción” sí ofrecen diversas
complejidades.
(19) Esta idea es expuesta por MONROY GÁLVEZ, Juan. “Conceptos elementales...”. Ob. cit., pp.
230 y 231, quien también admite de ficiencias en la terminología “presupuestos procesales” y
“condiciones de la acción”. Cfr., del mismo autor, “La reforma del proceso civil peruano - Quince
años después”. En: Código Procesal Civil . Communitas, Lima, 2009, pp. 32 y 33). (20) Es
interesante apreciar por qué en otras latitudes –como Brasil– hablar de “condiciones de la acción”
adopta un sentido diverso. En efecto, el Código de Processo Civil de 1973 –cuyo autor fue Alfredo
Buzaid– identifica el derecho de acción como aquel “derecho subjetivo público dirigido contra el
Estado, correspondiente al derecho reconocido a todo ciudadano de obtener una sentencia de
mérito capaz de componer el conflicto de intereses representado por la litis” (Ovídio Baptista da
SILVA. Curso de processo civil. Vol. I, 6ª ed., São Paulo: Revista dos Tribunais, 2006 , p. 100; v.
también José Maria TESHEINER, Elementos para uma teoria geral do processo, São Paulo:
Saraiva, 1993, pp. 100 y ss.). La identificación del derecho de acción como el derecho a una
sentencia de mérito es una adopción plena de la teoría propuesta por Enrico Tullio Liebman,
conocida como la teoría ecléctica de la acción , por pretender ser un intermedio entre las teorías
concreta y abstracta. De acuerdo con esta teoría, se diferencia la acción del derecho de acción en
el plano constitucional (derecho de petición), pero también de su relación con un pronunciamiento
favorable. Según la doctrina de este autor, el derecho de acción solo existe siempre que se
produce un pronunciamiento sobre el mérito –que puede tener cualquier contenido, es decir, ser
favorable al actor o al demandado–, y para ello es necesario verificar la concurrencia de ciertos
elementos cuya presencia demuestra la existencia de la acción (mérito de la causa), elementos
llamados condiciones de la acción que son la legitimidad para obrar, el legítimo interés y la
posibilidad jurídica del pedido. Vale decir, que si no es posible expedir una sentencia sobre el
mérito porque no se cumple con alguna condición de la acción, no hay actividad jurisdiccional, sino
tan solo una fase preliminar. En ese sentido, nótese que en la teoría de Liebman las condiciones de
la acción sí son verdaderas condiciones , cuya confluencia permite un pronunciamiento sobre el
mérito (al respecto, es curiosa la similitud con el esquema que impera en el Perú, a pesar que se
desconoce casi totalmente la propuesta del maestro italiano). Asimismo, vale decir que la acción es
concebida como un derecho abstracto –pues pertenecía a todos los ciudadanos y se dirigía al
Estado–, pero no genérico, sino que se encuentra individualizada según la situación que se busca
tutelar. Por ello, hablar de acción condenatoria refleja exactamente lo que expresa: un pedido para
que se condene al demandado lo cual se dará solo a través de una sentencia de mérito. Para una
crítica fulminante de la teoría de LIEBMAN, v. Ovídio Baptista da SILVA. Curso de processo civil.
Vol. I. Ob. cit., pp. 101-110 y DIDIER Jr. Fredie. Pressupostos processuais e condições da ação.
Ob. cit., p. 208 y ss. con la doctrina allí citada. El hecho de que esta teoría haya sido acogida en el
CPC brasileño y que aún sea aceptada y defendida por destacados estudiosos, no quiere decir que
cierto sector de la doctrina brasileña no haya ido más adelante en el afán por delimitar y justi ficar
el uso del vocablo “acción”. Así por ejemplo, es interesante la posición de Fredie DIDIER Jr. Curso
de direito processual civil. Teoria geral do processo e processo de conhecimento. Vol. 1, 12ª ed.,
Salvador: Jus Podivm, 2010, p. 194; al distinguir una acepción distinta de la acción, “como ejercicio
de aquel derecho abstracto de accionar (se re fiere al derecho fundamental de acción). ‘Acción
ejercida’, ‘Acción procesal’, ‘Demanda’, ‘pleito’, ‘causa’, todas esas son palabras sinónimas y
poseen el sentido de identi ficar el ejercicio del derecho abstracto de acción, que en el caso es
siempre concreta, porque está relacionada a determinada situación jurídico-substancial. Por la
acción procesal, se ejerce el derecho constitucional de acción llevándose a juicio la afirmación de
existencia del derecho material (acción en sentido material), hecho que ya revela cómo el estudio
de ese instituto se encuentra en el punto de contacto del derecho procesal con el derecho
material”. Según este autor, es esta acepción de acción la que es utilizada cuando se habla de
“acumulación de acciones”, “clasificación de acciones”, “inadmisibilidad “inadmisibilidad de la
acción”, etc.
Tal como ha sido estructurado el proceso civil peruano (21), la indagación sobre la presencia,
defecto u omisión de los “presupuestos procesales” y las “condicione “condicioness de la acción”
se realiza en una fase procedimental que abarca desde el inicio del proceso –con la presentación
de la demanda– hasta el auto de saneamiento procesal, fase denominada postulación del
proceso(22). Así, la actuación del juez y de las partes se dirige con exclusividad a dejar limpio el
camino para que, ulteriormente, pueda obtenerse un pronunciamiento sobre el mérito, es decir, que
el juez decida sobre el pedido formulado por el actor en su demanda. Si se encontraran defectos
en la relación procesal, dependiendo de la gravedad de estos, se invalidará el proceso o se deberá
subsanar aquello que pueda ser subsanado. Como ha apreciado el lector, a partir de esta idea ya
podemos intuir lo importante que significan todos los elementos de validez de la relación procesal
respecto de una teoría que verse sobre la nulidad procesal. Según la formulación tradicional, los
“presupuestos procesales” son aquellos elementos cuya presencia configura una relación procesal
válida, mientras que las “condiciones de la acción” están orientadas a obtener un pronunciamiento
válido sobre el mérito. Si se aprecia con cierto detenimiento –siempre teniendo en cuenta el diseño
del proceso civil patrio– ambos tópicos tienen una función estelar en la postulación del proceso y
apuntan exactamente a lo mismo: permitir una decisión sobre el mérito una vez que la relación
procesal se encuentre bien hecha, libre de impurezas. Distinguir una y otra según lo que se
acostumbra a decir es una teorización absolutamente innecesaria (23). Entonces, la postulación del
proceso persigue dos objetivos: “a) Constatar la validez y sanear la relación procesal para que el
juez y las partes se avoquen de allí en más y con exclusividad al examen del mérito del proceso y,
b) Si la relación procesal adoleciera de vicios insubsanables, eliminar prematuramente demandas
cuyo trámite sería inútil en tanto es imposible la expedición de una decisión válida sobre lo
(21) Queda claro que esta opción legislativa también se aplica a aquellos procesos cuya base es el
proceso civil, como el laboral, el contencioso-administrativo, el tutelar, etc. (22) MONROY GÁLVEZ,
GÁLVEZ, Juan. “La reforma del proceso civil peruano”. Ob. cit., p. 28. (23) Ibídem, p. 35.
pretendido en ellas” (24). Sobre el particular, estamos de acuerdo con esta estructuración en la que
el análisis de la relación procesal precede al examen sobre el mérito del proceso pues,
efectivamente, facilita el orden del juzgamiento en el proceso y, sobre todo, busca resolver los
aspectos que son requisitos para la decisión de fondo antes que esta –y no conjuntamente–, lo
cual significa un significativo paso adelante hacia una tutela efectiva de las situaciones jurídicas
materiales. Asimismo, hay una precisión muy importante que no debe ser dejada de lado: la
adopción de la teoría de la relación procesal por el CPC peruano no explica todo el proceso, “pues
en un nivel estrictamente operativo, la interposición de la demanda marca el inicio de la relación
procesal cuyo propósito esencial es crear las condiciones necesarias para que el juez resuelva el
con flicto llevado al proceso” (25). La importancia de la discusión sobre la validez de la relación
procesal –con todos los elementos que la componen: “presupuestos procesales”, “condiciones de
la acción”, defensas previas, excepciones, saneamiento procesal, etc.– se orienta a conseguir un
juicio sobre lo que se fi jó como objeto del proceso. Ello, a nuestro criterio, no quiere decir que
luego de haberse dilucidado positivamente la existencia de una relación procesal válida (en el auto
de saneamiento), el concepto “relación procesal” ya no tenga utilidad o que sea ajeno a lo que
resta del procedimiento; por el contrario, entendiendo que esta relación explica el vínculo entre
juez, actor y demandado, su finalización se corresponde con la del propio proceso (al fin y al cabo,
relación procesal y proceso, aquí, son sinónimos). Precisamente como lo señaló la doctrina que
venimos siguiendo, se trata del uso de la categoría “relación procesal” en un nivel operativo. Las
dificultades que hemos podido hallar no se encuentran en el esquema propuesto por el CPC. Son
dos los inconvenientes que (24) Ibídem, p. 29. Por su parte, según José Carlos, BARBOSA
MOREIRA. O novo processo civil brasileiro (exposição sistemática do procedime procedimento).
nto). 27ª ed. revisada y actualizada, Río de Janeiro: Forense, 2009, p. 52, “en la decisión de
saneamiento se contiene: a) un juicio positivo de admisibilidad relativa a la acción, en el sentido
que el órgano judicial, sea examinando preliminares argüidas por el demandado, sea conociendo
ex of ficio de la materia –lo que no solo le es lícito hacer en cuanto a la existencia de compromiso
arbitral (...)–, admite la concurrencia de las condiciones que vuelven legítimo el respectivo ejercicio;
b) un juicio positivo de validez del proceso, sea por haberse constituido y desarrollado sin vicios,
sea por haber sido oportunamente saneados (...) los que existían, sea también porque los por
ventura existentes sean irrelevantes a la luz de las reglas esculpidas en los arts. 243 y sgtes”. (25)
MONROY GÁLVEZ, GÁLVEZ, Juan. Ob. cit., p. 32.
detectamos: i) que los defectos u omisiones de los “presupuestos procesales” solo se circunscriben
a la invalidez (sin tomar en cuenta el fenómeno de la ine ficacia en su conjunto) y ii) los
“presupuestos procesales” no abarcan todo lo que deberían abarcar. El primer inconveniente
genera que, tal como está conceptuada, los pronunciamientos negativos sobre la relación procesal
solo tengan como salida a la nulidad procesal, a pesar de presentar vicisitudes que corresponden a
otro tipo de ine ficacia, desbordando a la categoría de la invalidez. El segundo problema es que la
teoría de los “presupuestos procesales” –la que impera en nuestro país– no parece integrar a todos
los verdaderos presupuestos para la formación del proceso. A partir del siguiente ítem
desarrollaremos estas inquietudes y buscaremos alguna solución al respecto.
(26) Para ello tomamos la sistematización expuesta por Fredie DIDIER Jr. Curso de direito
processual civil. Vol. I. Ob. cit. , , p. 229 y ss. Adviértase que no pretendemos “importar” otra teoría
–más aún teniendo en cuenta que se formuló en otra latitud– sino ajustar la clásica lección de los
“presupuestos procesales” a los requerimientos de nuestra propuesta. (27) DIDIER Jr., Jr., Fredie.
Curso de direito processual civil. Vol. I, Ob. cit. , , p. 230.
materialización de la acción del sujeto se da a través de una demanda. Así Así pues, si hay actor,
juez y demanda, hay proceso. Podría preguntarse, en este momento, qué ocurre con el
demandado, a quien no se dirige la acción sino la demanda propiamente dicha. Al fin y al cabo,
podría decirse que la relación jurídica se conforma únicamente a partir de tres polos, ocupados por
el actor, el juez y el demandado. No obstante, el hecho jurídico (o, más concretamente, el acto
jurídico) que da inicio a la relación procesal es la demanda formulada por el actor, quien ejercita su
derecho de acción frente al Estado pidiendo tutela jurisdiccional (más adelante veremos que ello es
independiente a lo que efectivamente solicitó en la demanda), sin que el demandado intervenga.
Un ejemplo muy sencillo puede comprobar lo dicho. Un actor interpone demanda de obligación con
prestación de dar suma de dinero, la cual es declarada inadmisible por no indicar el monto del
petitorio (arts. 424 inc. 8 y 426 inc. 1 del CPC). Al otorgarse un plazo para subsanar la omisión, la
demanda ha sido cali ficada negativamente y, por lo tanto, no es puesta en conocimiento del
demandado (art. 430). No obstante, transcurre el plazo otorgado por el juez sin que se produzca la
subsanación, por lo cual la demanda es rechazada (art. 426 in fine), y contra este auto de
improcedencia, el actor no formula recurso de apelación. Tenemos aquí que el demandado jamás
supo de la demanda del actor. ¿Cabe afirmar, por tanto, que no hubo proceso porque el
demandado no intervino? La respuesta es negativa, aunque podría replicarse que el actor, en su
demanda, sí configuró la relación procesal pues indicó quién era el demandado, lo cual
demostraría que aquella sí existe solo a partir de la fi jación de los tres elementos (actor, juez y
demandado). A su vez, nosotros duplicamos: ¿puede a firmarse que la sola mención de la persona
del demandado por parte del actor es su ficiente para que este ya integre efectivamente la relación
procesal? Nuevamente la respuesta es negativa. ¿Qué sucede si la persona señalada por el actor
como demandada no existe? ¿Acaso la “ fi jación” del polo pasivo de la relación procesal basta
para que realmente el sujeto que supuestamente la integra ya forme parte del proceso? Esto, nos
parece, es ficción pura. Si bien el proceso es un conjunto dialéctico de actos, no es razonable
sostener que la figura del demandado es imprescindible para la existencia 209
de la relación procesal. Nótese bien que no queremos decir que esta surta todos sus efectos a
espaldas del demandado. Siendo el proceso un procedimiento en contradictorio, es inconcebible
que este se mantenga unilateralmente; pero si observamos su génesis misma, puede concluirse
que surge a partir de la demanda del actor, ejercitando su acción frente al juez(30). Una razón más
alimenta nuestra posición: aquel demandado a quien se le siguió un proceso sin tener
conocimiento de este, cualquier decisión que se adopte –incluida la sentencia, con prescindencia si
llega a adquirir cosa juzgada o no–, no surtirá efectos respecto de él. Así, el proceso existe, pero
no es eficaz respecto del demandado(31). Entonces, tenemos que actor, juez y demanda son los
elementos sine qua non que dan origen al proceso. Los dos primeros vendrían a ser elementos
subjetivos, mientras que el segundo sería el elemento objetivo. No obstante, los tres elementos
deben cumplir con ciertas características. En primer lugar, el actor debe contar con capacidad para
ser parte, cual es la “aptitud para (...) ser sujeto de la relación jurídica procesal (proceso) o asumir
una situación jurídica procesal. De ella están dotados todos aquellos que tengan personalidad
material o sea, aquellos que pueden ser sujetos de una relación jurídica material (...) Se trata de
una noción absoluta: no se concibe en alguien que tenga media capacidad de ser parte; o se tiene
o no se tiene personalidad judicial” (32). Así, es preciso que el actor sea una persona natural,
concebido, persona jurídica, patrimonio autónomo, sociedad de hecho, órganos del Estado, etc.,
pero no podría ser, por ejemplo, un animal o un muerto. En efecto, no se puede concebir la
existencia de una relación procesal si el actor “no es”. Resulta
processual civil. Vol. I. Ob. cit. , , p. 230: “La (30) De la misma opinión es Fredie DIDIER Jr. Jr.
Curso de direito processual relación jurídica procesal existe sin demandado; para él, sin embargo,
solo tendrá e ficacia, solamente podrá producir alguna consecuencia jurídica, si fuera válidamente
citado”. En sentido radicalmente distinto piensa Teresa Arruda Alvim WAMBIER. Nulidades do
processo e da sentença. Ob. cit., pp. 52 y 53, para quien la existencia de la citación
(emplazamiento) es un “presupuesto procesal de existencia”; y la validez de la citación, un
“presupuesto procesal de validez”. Según la autora, “el proceso es relación jurídica que se forma
gradualmente y, aunque puede haberse formado entre el actor y el juez, no habrá proceso en
relación al demandado mientras este no sea citado”. Y contra la objeción de la existencia de actos
practicados por el juez antes de la citación, la autora dice que “el hecho de practicarse actos no
significa que el contexto en que se hayan practicado sea jurídicamente calificable como un
proceso” (las cursivas son del original). Esto significa, en otras palabras, que la existencia jurídica
(y no simplemente material) de los actos realizados antes de la citación está condicionada a que
esta exista. (31) En el mismo sentido, sentido, José Maria TESHEINER. TESHEINER.
Pressupostos processuais, cit., p. 24. (32) DIDIER Jr., Jr., Fredie. Curso de direito processual civil.
Vol. I. Ob. cit., p. 233.
indispensable que este cuente con capacidad para ser parte; lo contrario sería que el actor
descalifique como sujeto para conformar la relación procesal y, por lo tanto, esta no podría siquiera
existir. Al respecto, véase cómo la formulación tradicional de los “presupuestos procesales”, como
elementos para la validez de la relación procesal, comprende a la capacidad procesal (que, en
efecto, es un requisito de validez como veremos más adelante), dentro de la cual se acostumbra a
distinguir la capacidad para ser parte que, por cierto, es reconocida expresamente por el
ordenamiento jurídico (33). Pero la distinción de ambas categorías en el plano de la validez es, a
nuestro criterio, equivocada. Esto será aclarado al hablar sobre la capacidad procesal. En cuanto al
juez, este debe detentar la función jurisdiccional. Así, “son no jueces: aquel que no fue investido de
jurisdicción por la posesión del cargo, en virtud de nombramiento o concurso; aquel que, a pesar
que haya realizado concurso o haya sido nombrado, aún no tomó posesión; el magistrado jubilado
o en disponibilidad” (34). En efecto, no se puede concebir la existencia de la relación jurídica en la
que el Estado no interviene; no hay presencia estatal cuando un juez no puede ejercer jurisdicción,
por cualquier razón que fuere. Así, un supuesto muy común de inexistencia, reconocida por buena
parte de la doctrina (aun no adoptando el esquema que venimos desarrollando) es la interposición
de una demanda ante un sujeto particular. Como resulta claro, no puede haber proceso sin órgano
jurisdiccional(35), el ordenamien ordenamiento to descalifica completamente esta situación.
Finalmente, nos encontramos con la existencia de una demanda o, en términos más especí ficos,
el acto inicial del procedimiento que introduzca el objeto de la decisión. En este caso, la demanda
“debe ser comprendida como continente (el acto de pedir) y no como contenido (aquello que se
pide). El acto de pedir es necesario para la instauración de la relación (33) Dice el artículo 57 CPC:
“Toda persona natural o jurídica, los órganos constitucionalmente autónomos y la sociedad
conyugal, la sucesión indivisa y otras formas de patrimonio autónomo, pueden ser parte material de
un proceso”. (34) DIDIER Jr., Jr., Fredie. Curso de direito processual civil. Vol. I. Ob. cit., p. 234.
(35) Como ya lo advertimos, los actos que integran el procedimiento también también cuentan con
presupuestos para su existencia. Uno de ellos, común a todos, es la existencia de un juez con
jurisdicción. Así por ejemplo, si un juez es destituido y, y, luego que la resolución que lo destituye
es e ficaz, emite un acto, este es jurídicamente inexistente.
jurídica procesal –es su hecho jurídico” (36). Así, la demanda debe ser entendida aquí como el
ejercicio del derecho de acción y no como pedido ni tampoco como el instrumento en donde consta
la demanda ( escrito de demanda o petición inicial)(37). La importancia de la demanda es notoria:
si el actor no pide tutela jurisdiccional, no puede haber ningún vínculo entre aquel y el Estado. En
síntesis, para que exista la relación jurídica-procesal es preciso que un sujeto con capacidad para
ser parte solicite tutela jurisdiccional al Estado, personificado por el juez, quien deberá estar
investido de jurisdicción. Estos son los presupuestos de existencia, los cuales se pueden clasificar
en subjetivos y objetivos; los primeros conciernen al actor y al juez, mientras que la demanda
integra al segundo.
1. Ineficacia procesal y presupuestos de existencia ¿Cuál es la importancia de los presupuestos de
existencia en el fenómeno de la ineficacia procesal?
Ya hemos visto que se distinguen los planos de existencia, invalidez y e ficacia, pero cuando
alguno de estos hechos tiene su manifestación en el proceso, los dos primeros forman parte de la
ine ficacia estructural, mientras que el ámbito de la e ficacia se identifica con la ineficacia funcional.
Ahora, si bien inexistencia e invalidez comparten una misma categoría, sus elementos, con
figuración y consecuencias no pueden ser confundid confundidos. os. Al conceptualizar los
presupuestos de existencia de la relación jurídica-procesal, hemos querido re flejar los supuestos
en que esta no puede ser concebida. Si se diera alguna omisión de estos elementos nos
encontramos frente al fenómeno de la inexistencia jurídica en el ámbito del (36) DIDIER Jr., Jr.,
Fredie. Curso de direito processual civil. Vol. I. Ob. cit. , , p. 234. (37) “Se llama demanda al acto
por el cual alguien pide al Estado la prestación de la actividad jurisdiccional. Por la demanda
comienza a ejercerse el derecho de acción y se da causa a la formación del proceso (...). A través
de la demanda, la parte formula un pedido, cuyo tenor determina el objeto del litigio y,
consecuentemente, el ámbito dentro del cual toca al órgano judicial decidir la lid (...). Al proferir la
sentencia de mérito, el juez acogerá o rechazará, en todo o en parte, el pedido del autor (...).
Instrumento de la demanda, en el sistema del Código, es la petición inicial, en que el autor formula
por escrito el pedido (...) Al interponer la demanda, el autor pide al órgano judicial que tome
determinada providencia: declare la existencia o la inexistencia de una relación jurídica, anule este
o aquel acto jurídico, condene al demandado a pagar tal o cual importe, a practicar o dejar de
practicar cierto acto, etc.” (BARBOSA MOREIRA, José Carlos. O novo processo civil brasileiro
(exposição sistemática do procedimento), 27ª ed. revisada e atualizada. Forense, Río de Janeiro,
2009, pp. 11 y 12).
Derecho procesal. El tratamiento de esta categoría y de la invalidez es muy distinto, por lo cual
deben darse respuestas distintas que se adecuen a las vicisitudes propias de cada manifestación
de la ine ficacia. En este punto, queda claro que la teoría de los “presupuestos procesales”
imperante en el Perú no ha prestado la debida atención a los presupuestos de la relación procesal,
no permitiendo que los elementos de existencia del proceso sean debidamente identificados.
VI. REQUISITOS DE VALIDEZ Una vez definidos los presupuestos de existencia de la relación
procesal, corresponde ahora hablar de sus requisitos de validez, los cuales pueden ser subjetivos u
objetivos. Dentro de los primeros tenemos aquellos referidos a los polos activo y pasivo de la
relación jurídica (partes, representantes, abogados, que son la capacidad procesal y la capacidad
postulatoria. Asimismo, son requisitos de validez objetivos la competencia y la imparcialidad , los
cuales atingen al órgano jurisdiccional. Por su parte, también tenemos los requisitos intrínsecos y
todos aquellos elementos que componen los requisitos extrínsecos o también (mal) llamados
presupuestos procesales negativos. Vayamos en orden.
En este caso particular, requerirá necesariamente que otro sujeto realice los actos procesales en
su nombre, como por ejemplo uno de los padres o el tutor como representante legal de un niño
incapaz; el curador respecto de la persona incapaz; etc (39). Queda claro que quien actúe en
nombre del incapaz procesal debe contar con capacidad procesal (40). El segundo requisito de
validez de la relación procesal es la capacidad postulatoria (ius postulandi). Para comparecer
correctamente al proceso no basta que las partes cuenten con capacidad para ser parte ni tampoco
con capacidad procesal. Es preciso que la práctica válida de los actos procesales sea a través de
una capacidad técnica (41), que habilita al sujeto que cuenta con ella a actuar válidamente.
¿Quiénes cuentan con capacidad postulatoria? En nuestro país la tienen los abogados, los fiscales,
los procuradores públicos y todas aquellas personas a quienes la ley le faculta actuar directamente,
esto es, en los casos en los que la defensa cautiva no es exigida (42). Respecto a los abogados,
vale decir que no todos ellos cuentan con capacidad postulatoria, pues es preciso cumplir con los
(39) Citando un caso de un niño incapaz en donde su madre actúa por él, Juan MONROY
GÁLVEZ, GÁLVEZ, “Conceptos elementales de proceso civil”. Ob. cit. , p. 229, señala lo siguiente:
“En un proceso quien es parte material es parte procesal, normalmente. Sin embargo, bien puede
ser que por razones de imposibilidad (como en el caso antes descrito), por razones de economía
procesal (varias personas en calidad de demandante o demandada) o por razones de
conveniencia, quien es parte material no desee participar en un proceso. En cualquier de estos
casos, es imprescindible el uso de otro instituto que se conoce con el nombre de representación
procesal”. (40) A esto se refiere el artículo 446 inciso 2 CPC, cuando permite al demandado
denunciar la incapacidad del demandante o de su representante a través de una excepción y, si
esta fuera declarada fundada, que se suspenda el proceso hasta que el actor incapaz comparezca
al proceso legalmente asistido o representado (artículo 451 inciso 1). (41) “Algunos actos
procesales, sin embargo, además de la capacidad procesal, exigen del sujeto una capacidad
técnica, sin la cual no es posible su realización válida. Es como si la capacidad, requisito
indispensable para la práctica de los actos jurídicos, fuese bipartida: a) capacidad procesal; b)
capacidad técnica. A esa capacidad técnica se da el nombre de capacidad postulatoria. Resáltese:
hay actos procesales que no exigen la capacidad técnica (por ejemplo, el acto de testificar y el acto
de indicar bienes para el embargo); la capacidad postulatoria solamente es exigida para la práctica
de algunos actos procesales, los postulatorios (por los cuales se solicita del Estado-juez alguna
providencia)” (DIDIER Jr., Fredie. Curso de direito processual civil. Ob. cit. , , p. 237). Al respecto,
Teresa Arruda Alvim WAMBIER, Nulidades do processo e da sentença, cit., p. 50, señala que en
vez de capacidad postulatoria, debería aludirse a legitimidad postulatoria, no solo para superar
posibles confusiones entre capacidad y legitimidad, sino también “porque no basta haber un
abogado, genéricamente habilitado para el ejercicio de la abogacía, actuando en el proceso. Es
necesario que sea procurador del actor, por tanto, legitimado frente a la situación concreta ”. Sea
uno u otro término, la idea es que, en la gran mayoría de casos, no basta con la capacidad para ser
parte ni tampoco con la capacidad procesal para actuar válidamente en el proceso. (42) Es el caso
del proceso de alimentos (artículo 424 inciso 11 CPC, y el artículo 164 del Código de los Niños y
Adolescentes), del proceso de hábeas corpus (artículo 26 del Código Procesal Constitucional), de
los procesos laborales conforme al artículo 16 de la Nueva Ley Procesal del Trabajo (Ley N°
29497), entre otros.
requisitos previstos en el artículo 285 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, la cual habla de los
requisitos del patrocinio: i) que hayan obtenido el título de abogado; ii) que ejerzan sus derechos
civiles; iii) tener inscrito el título profesional en la Corte Superior correspondiente; y iv) estar
colegiado. Asimismo, de acuerdo al artículo 286, no puede ejercer patrocinio el abogado quien i) ha
sido suspendido en el ejercicio de la abogacía por sentencia firme; ii) ha sido suspendido por el
Colegio donde encuentra inscrito o se halle inhábil por alguna otra razón; iii) ha sido inhabilitado
para ejercer la abogacía por sentencia firme; iv) dentro de los cinco años siguientes a la aplicación
de la sanción de destitución de un cargo público; y v) se encuentre cumpliendo pena privativa de la
libertad ordenada por sentencia condenatoria firme. Puede verse claramente que el ordenamiento
jurídico ha establecido requisitos muy severos en cuanto a la capacidad postulatoria de los
abogados(43).
(43) Gran parte de la doctrina brasileña –así como una importante tendencia jurisprudencial
jurisprudencial de dicho país– no ha formulado mayor reparo al concluir que la capacidad
postulatoria es un auténtico presupuesto de existencia. La razón de ello radica r adica en el artículo
37 del CPC brasileño: “Sin instrumento de mandato, el abogado no será admitido a procurar en el
juicio. Podrá, sin embargo, en nombre de la parte, intentar acción, a fin de evitar la caducidad o
prescripción, así como intervenir, en el proceso, para practicar actos reputados urgentes. En estos
casos, el abogado se obligará, independientemente de la caución, a exhibir el instrumento de
mandato en el plazo de 15 (quince) días, prorrogable por otros 15 (quince), por despacho del juez.
Párrafo único. Los actos no rati ficados en el plazo, serán tenidos por inexistentes, respondiendo el
abogado por costas y pérdidas y daños”. Así, según el texto literal de la ley, los actos realizados por
el abogado sin poder y que no fueron rati ficados en el plazo establecido, serán tenidos por
inexistentes. La interpretación es estrictamente legalista y no colisionaría con el artículo 4 del
Estatuto de Abogados de Brasil (Ley N° 8906 del 4 de julio de 1994), el cual señala: “Son nulos los
actos privativos de abogado practicados por persona no inscrita en la OAB, sin perjuicio de
sanciones civiles, penales y administrativas. Párrafo único. Son también nulos los actos
practicados por abogado impedido –en el ámbito del impedimento–, suspendido, licenciado o que
pasara a ejercer actividad incompatible con la abogacía”. La razón de esta no colisión sería porque
esta norma habla de nulidad, mientras que la otra, de inexistencia (esta es la posición de Teresa
Arruda Alvim WAMBIER. Nulidades do processo e da sentença, cit., pp. 50-51). No obstante, esta
tesis no puede ser aceptada. Vale la pena dar a conocer las objeciones de Fredie DIDIER Jr. Curso
de direito processual civil. Vol. I. Ob. cit. , , pp. 239-240, que sintetizamos a continuación: i) Existe
capacidad postulatoria porque es el abogado quien actúa; lo que falta es el medio probatorio que
acredite la representación, es allí donde está el vicio, el cual es subsanable; ii) es ilógico hablar de
“ratificación” de un acto inexistente; iii) es ilógico colocar al proceso inexistente como soporte
fáctico del deber de indemnizar; iv) esta interpretación da como resultado una situación similar a la
instauración del proceso por una parte ilegítima, tal como si el abogado estuviera discutiendo un
derecho ajeno al de su cliente; y v) todo aquello que acontece después de la producción del acto
(como la exigencia para que surta efectos jurídicos) opera en el plano de la e ficacia; en este caso,
el acto surte efectos y estaría sujeto a condición resolutoria. Por nuestro lado, creemos que la
norma del CPC brasileño en cuestión es claramente de ficiente pues genera zozobras en la
doctrina, al punto tal de equiparar la exigencia de jurisdicción o la existencia del pedido con la
exigencia de rati ficación de los actos realizados por abogado sin poder. Nosotros no tenemos un
dolor de cabeza similar, pues el artículo 425 inciso 2 del CPC establece que es un anexo de la
demanda el documento que contiene el poder para iniciar el proceso cuando se actúe por
apoderado; y el artículo 426 inciso 2 dispone que, si no se acompañaran los anexos exigidos por
ley, la demanda será declarada inadmisible (con posibilidad de ser subsanado el vicio).
Por su parte, es evidente aquí que nos desviamos de la clásica lección de los “presupuestos
procesales”. Aunque alguien podría decir que los requisitos de la demanda integran esto que
venimos diciendo, ello se desmiente al apreciar que el requisito al cual se hace referencia es la
firma de la parte, su apoderado o del abogado , pero no se hace alusión a la capacidad postulatoria
misma. Sobre el tema, más bien, es relevante el artículo 132 del CPC: “El escrito debe estar
autorizado por Abogado Abogado colegiado con indicación clara de su nombre y número de
registro. De lo contrario no se le concederá trámite”. Aquí el supuesto es claro: aquellos escritos
que deban estar autorizados por abogado no podrán ser ingresados al sistema si no cuentan con
estas exigencias. De igual manera, si el juez lo recibe deberá rechazarlo y no proveerlo, pues la
parte que lo suscribe no tiene capacidad postulatoria. Pero el tema pasa por advertir qué sucede si
el escrito genera efectivamente un acto procesal, debido a que el juez así lo permitió. Entonces,
aquí se produce un vicio del acto, el cual podría producir una nulidad; no obstante, su efectiva
producción dependerá dependerá del caso concreto. La mejor manera de explicar la forma en que
con fluyen las tres capacidades es el proceso de alimentos. Imaginemos que una madre de 14
años demanda el otorgamiento de una pensión alimenticia a favor de su hijo extramatrimonial.
Observamos que el niño (que es el demandante) cuenta con capacidad para ser parte en el
proceso, pero es procesalmente incapaz, por lo cual su madre viene a ser su representante legal.
Ella, por su parte, cuenta con capacidad procesal dado que puede actuar en el proceso sin
necesidad de ser asistida o representada (44) y, también, con capacidad postulatoria pues no
requiere de abogado para participar válidamente.
(44) No es correcto identificar la capacidad procesal con la capacidad de ejercicio del Derecho
Civil, aunque en muchos casos aquella está condicionada por la existencia de esta. Así, un incapaz
judicialmente declarado (incapaz relativo) es procesalmente incapaz, ocurriendo lo mismo con un
menor de edad; sin embargo, sería un error establecer una similitud entre ambas catego