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ARCHIVO

HISPALENSE
REVISTA HISTÓRICA, LITERARIA Y ARTÍSTICA

2 .' fe P O C A

Aflo 1946 - N.o» 18-19

S E V I L L A

PUBLICACIONES DEL PATRONATO DE CULTURA


DE LA E X C M A . DIPUTACIÓN PROVINCIAL
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HISPALENSE
R E V I S T A

H I S T Ó R I C A , L I T E R A R I A

Y A R T Í S T I C A

PUBLICACIÓN BIMESTRAL

Epoca Tomo V I I
Ann IQM Mosin IQ.OA

SEVILLA
PUBLICACIONES DEL P A T R O N A T O DE CULTURA

NP TI PYTMA DIPUTACIÓN PROVINCIAL


ÍNDICE DEL TOMO SÉPTIMO

Artículos

Cortines Murube, Felipe.—Melchor de Gallegos,


teólogo y jurista ^^ ^^^
Eguía Ruiz, S. J., Constancio.—0/icíos mecáni-
cos y ciencias misionales 18-19 53
Pedregal, Luis 3.—La devoción de las Animas
en Sevilla 20 191
Petit Caro, Cavíos—Sevilla en la obra de Que-
vedo (conclusión) 18-19-20 77-163
Romero Martínez, Mignéi—Veinte incunables
sevillanos que tratan de historia... 1819 9

Miscelánea

Domínguez Ortiz, Antonio.—Sa^aWos y atribu-


ciones de los Asistentes de Sevilla 20 207
García y García, Tomás de A.—Interesante ha-
llazgo documental 18-10 109
Hernández Díaz, José.—Valdés Leal y el arte
francés 18-19 97
Hernández Díaz, José.—Una obra de Bocane-
gra en Sevilla ... 20 215
Montoto, Santiago,—Una comedia de Tirso que
no es de Tirso 18-19 99
San Ginés, Pedro áe.—Noticia sobre "belenes
portuenses".,, ... 20 225
Vázquez, José Andrés.—Don Juan Tenorio en
Portugal 20 217

Libros

Sortilegio senegalés.—Antonio de Cértima.^.. ... 18-19 113


Apología "pro adserenda hispanorum eruditio-
nes".—Alfonso García Matamoros.—Edición,
estudio, traducción y jQotas de José López
Tnrn 1S.19 11K
Núms. Páginas

Pajaritas de papel.—José Montoto... .... ... 18-19 117


Dolor y Honor de España, — Dos poesías de
Eduardo Marquina ( t ) - y prólogo y edición
de Fernando Bruner Prieto,., „ . ... ... ... ... 18-19 119
La Virgen de los Reyes, Patrona de Sevilla y
de la Arckidiócesis.—José Hernández Díaz... 18-19 120
El sevillano don Jiuin Curiel, Juez de Impren-
tas.—Angel González Falencia... .... .... 20 231
Sevilla^ Ciudad Mariana,—Relación de los trá-
mites llevados a cabo para añadir este título
a los de Sevilla 20 233
Sevilla en la Historia del Toreo. — Luis Toro
Buiza... ... ... ... 20 234
Dibujos arquitectónicos del siglo XVIII.—Anto-
nio Sancho Corbacho... ... ... ... .... ,... 20 237

OrÓnica

Mayo, 19H.—J. A. Vázquez.—Cronista Oficial


de la Provincia... ... .... ... ... 20 243

Apéndices

Discurso de los Tellos, de Sevilla.—Ldo. Luis


Fernández de Melgarejo. Notas del Marqués
del Saltillo. (Conclusión) ... 1R-19 FI7

llustraeinnes

Artículo intitulado Veinte incunables sevilla-


nos: Un gráfico y siete reproducciones
fragmentarias ... .... ••• ... 18-19
¿Don Francisco de Quevedo?,., ... ..... ..... ..... ... 18-19
Retrato de Toribio Velasco... .... ... ... ... .... ... 18-19
Autógrafo de Melchor de Gallegos.., ..... >.. 20
Portada del libro de Melchor de Gallegos
De smrituali coanatione tractatus,..., ... 9ñ
Núms. Páginas

Portada del libro de Melchor de Gallegos


Tractatus de Parochorum,.. .... ... .... 20
Escudo de Melchor de Gallegos... .... 20
Portada del libro de Quevedo, Juguetes de la
niñez y Travesuras del ingenio.., ........... 20
P o r t a d a del libro de Quevedo, La Cuna y la
Sepultura... ... ... .... .... ... ... .... .... , 20
Juicio final, por Herrera «el Viejo:»,., .... ... 20
La Virgen, el Niño y Angeles, por Pedro Ata-
nasio Bocanegra ... ... ... .... 20
Id. id. id. Pormenor... ... ^^ .... .... 20
Figuras de Nacimiento del taller de Angel
Martínez (Dos fotograbados)... .... ... .... ... 20
ARCHIVO HISPALENSE
R E V I S T A

HISTÓRICA, LITERARIA

Y A R T Í S T I C A
EJEMPLAR NÚMERO .Q..8..1

rupppcn FM r:<:PA-f¿Á

EN LA IMPRENTA DE LA ESCUELA PROVINCIAL DE ARTES GRÁFICAS,


<:A-Kr TWS. a-r.-^SE'ÜILLA.
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R E V I S T A

H I S T Ó R I C A , L I T E R A R I A

Y A R T I S T I C A

PUBLICACIÓN BIMESTRAL

Epoca Tomo V I I
A ñ o 1946 N os 18 - 19

SEVILLA
PUBLICACIONES DEL PATRONATO DE CULTURA

NP T.A F Y C M A . DIPUTACIÓN PROVINCIAL


ARCHIVO HISPALENSE
REVISTA HISTÓRICA, LITERARIA Y ARTÍSTICA

S E G U N D A ÉPOCA Núms. 18-19


19 4 6

CONSEJO DE REDAC.CIÓN
Don Ramón de Carranza y Gómez, marqués de Soto Hermoso,
Presidente de la Excma. Diputación P r o v i n c i a l - D o n Cristóbal
Bermúdez P l a t a . - D . Angel Camacho B a ñ o s . - D . Carlos García
O v i e d o . - D . José Hernández D í a z . - D . Manuel Justiniano Mar-
tínez.—D. Celestino López Martínez.—D. Joaquín Romero Mu-
r u b e - D . Gabriel Tassara B u i z a . - D . Federico Villanova Hop-
pe, Secretario de la Excma. Diputación Provincial.-Director:
Don Luis Toro Buiza.-Secretario: D. José Andrés Vázquez.

SUMARIO
ARTICULOS ORIGINALES
Miguel Romero Niartínez.—Veinte incunables seüií/anos que tratan de
historia ^
Constancio Eguía Ruiz, S. ^.— Oficios mecánicos y ciencias útiles mi-
sionales ^^
Carlos Petit C^ito.-Seoilla en la obra de Queoedo (I) 77

MISCELANEA

José Hernández Díaz.— Valdés Leal y el arte francés 97


Santiago M o n t o t o . — c o m e d i a de Tirso, que no es de Tirso 99
Tomás de Aquino García y García.- Interesante hallazgo documental, 109

Libros

APÉNDICE
Ldo. Luis Fernández de Melgarejo.—Notas del marqués del Saltillo.—
Discurso genealógico de la nobilissima y antigua Casa de los Te-
llos, de Sevilla. (Conclusión) 67

Se distribuye con este volumen: Relación de las fiestas que hizo el Colegio
Mayor de Santa María, Universidad de Seoilla, en 1647.—Folleto en 4.°
natural. 36 oáeinas.
ARTÍCULOS ORIGINALES
- - - -

' A.
--. .1 • j

ÍÍÉMÉÍÉ
LA BIBLIOGRAFÍA HISTÓRICA EN SEVILLA DURANTE EL
SIGLO XV

VEINTE INCUNABLES SEVILLANOS


Q U E T R A T A N DE HISTORIA

Existimari parva quae non debent


sine quibus magna constare non possunt.

El trabajo presente constituye un ensayo de


bibliografía especial de los libros de Historia y de
Miscelánea histórica publicados en Sevilla durante
la primera centuria de su producción tipográfica.
Responde al propósito de iniciar una serie de
estudios parciales de la tipografía hispalense, tan
deficientemente estudiada en el superficial, incom-
pletísimo y desconcertado volumen de Escudero y
Perosso y tan imperfectamente conocida hasta el
día en su vasto y admirable proceso, no obstante
el renombre universal de nuestras antiguas pren-
sas. Con estos trabajos especiales—tarea de revi-
sión, desbrozo y complemento—deseamos contri-
buir, en la medida de nuestras fuerzas, a la redac-
ción de un futuro y completo repertorio general
descriptivo de la bibliografí'a sevillana. Reunimos
en éste veinte papeletas bibliográficas, que, en su
mayor parte, provienen de nuestra propia y direc-
ta investigación; y cuando los datos de nuestra
descripción y análisis proceden de otros autores,
antiguos o modernos, han sido puntualmente com-
probados, adicionados o enmendados por nosotros
en presencia de los libros a que se refieren, salvo
en el raro caso en que nos haya resultado impo-
sible la verificación personal. De los veinte incu-
nables sevillanos que examinamos y comentamos,
obras las más de extraordinario mérito, valor y
rareza, insignemente preciosas algunas y que com-
ponen como una octava parte de la total produc-
ción tipográfica de Sevilla en el siglo X V — de
la notoria y comprobada, se entiende — , llegan
justamente a la mitad, o sea diez, aquellos cuyas
descripciones rectificamos en algún extremo im-
portante o cuya noticia y comentario incorpora-
mos ahora a los anales bibliográficos de nuestra
ciudad. De seis de ellos — los estudiados en nues-
tras papeletas 7, 8, 12, 16, 19 y 20 — no tuvo el
menor conocimiento Escudero. Describió como
sevillanos, en cambio, varios incunables de asunto
histórico que no aparecen registrados en nuestra
bibliografía, unos por no ser impresos de Sevilla,
otros porque realmente no existen, o porque su
existencia, al menos, oírece grandes dudas. Son
los cinco que van a continuación:
— Felipe de Barberiis, Chronica, 1480, 4.® Es-
cudero 6. No es libro sevillano ni está impreso en
1480. A l parecer, se trata de una edición italiana
de 1475.
— Fernán Mejía, Nobiliario Vero, 1485, fol. Es-
cudero 9. Erróneo. Es la misma impresión de 1492,
única publicada.
— Biblia Latina, 1491, fol. Escudero 22. Muy
dudoso, probablemente erróneo, a pesar de la
vaga mención de Denis (I, 303).
— Diego de Valera, Crónica de España, 1492,
fol. Escudero 103, N o existe. Un error de lectura
en la fecha ha dado origen a este quimérico incu-
nable. No se trata sino de la misma edición origi-
nal de 1482, la única sevillana del siglo X V .
— Francisco Jiménez, Vita Christi, 1496, fol.
Escudero 60. Erróneo. Es sencillamente un incuna-
ble, bien conocido, de Granada.

Esperamos que este primer ensayo nuestro de


bibliografía sevillana sea de alguna utilidad, tanto
para el historiador como para el bibliógrafo. Para
aquél, en cuanto ofrecemos una vista de conjunto
de la evolución bibliográfico-histórica en los pri-
mitivos y más interesantes tiempos de la tipografía
hispalense, deduciendo todos los datos curiosos e
importantes que arrojan los libros examinados^
aquilatando su historicidad hasta donde nos es
posible, precisando fechas y sucesos, rectificando
opiniones equivocadas, transcribiendo fragmentos
de particular interés, facilitando en suma la labor
de los estudiosos. Respecto al bibliógrafo, creemos
que el presente trabajo, en que a nuestros propios
y modestos esfuerzos viene a unirse el producto
de las más notables investigaciones modernas,
amén de corregir varios graves errores y suplir
muchas y lamentables deficiencias de Escudero y
otros tratadistas, le proporciona una cantidad no
despreciable de datos nuevos o poco conocidos.
Y para mayor curiosidad y provecho del biblió-
filo y del librero anticuario, además de dar un
sucinto apunte de la bibliografía general de estos
incunables, y juntamente con la expresión del
lugar donde sus ejemplares se conservan ahora y
las referencias de las autoridades técnicas consul-
tadas — que representan la lectura y análisis de
centenares de obras generales y especiales y de
millares de catálogos de subastas y librerías — ,
nos ha parecido oportuno fijar un precio de esti-
mación a cada una de las piezas descritas, ajustán-
donos a las cotizaciones actuales.
Nuestros lectores, que sobradamente conocen
las ímprobas y multiplicadas tareas que supone
cualquier estudio de esta clase y las dificultades
casi invencibles con que se tropieza para alcanzar
en ellos una perfección relativa, sabrán acoger
benévolos las páginas siguientes, teniendo en
cuenta la sabia máxima latina que nos sirve de
epígrafe, tan aplicable al presente ensayo y, en
general, a toda obra bibliográfica.
1
[ROLEWINCK DE LAER, Werncr].

Fasciculus temporum.

Hispali, Bartholomaeus Segura et Alphonsus de Portu,


1480.

Fol. 80 hh. ( [ i ] + 7 1 fjf. con num.® arábigos + [8] ), sin sig-


nat.® (cuadernos, 1 0 X 8). Letra gótica de un solo tamaño, a dos y tres
col.® o a línea tirada; 49-50 renglones el texto y 4 7 la tabla. Mayúsculas
romanas. Huecos, en general, para las capitales. Nombres, títulos y fechas
encerrados en círculos. Grabados en madera, de deliciosa ingenuidad y tan
notables algunos como el del Arca de Noé (fol. 3 v,®) y el que representa
a Venecia ( f o l 3 7 v.°). El colofón aparece al recto del fol. 64. En el 65
empieza un extracto de la clásica obra de Diógenes Laercio sobre las vidas
de los filósofos, que termina al folio 7 1 . Siguen luego 7 hh. de Tabla y la
final, en blanco, como la de la portada. Filigrana : las tijeras y la corona.

Tratado anónimo de Cronología e Historia General, que, se-


gún afirman todos los bibliógrafos, es original de Werner Role-
winck de Laer, natural de Westfalia y monje en la Cartuja de
Colonia, el cual escribió en la segunda mitad del siglo X V , hasta
1484, y falleció en 1 5 0 2 . Su obra abarca desde el principio del
mundo hasta la elección de Sixto Í V ( 1 4 7 1 ) y varios hechos de
las últimas campañas de Carlos el Temerario. Desde i ^ S i se si-
guió publicando el Fasciculus con las adiciones de Enrique W . de
Vach.

Primitivas ediciones del libro con fecha cierta:


1.®, Colonia, Amoldo Ther Hoernen, 1 4 7 4 . — I d . , Conrado Hoemborch, 1 4 7 6 . —
3.", Lovaina, Juan Veldener, 1476—4.^ Spira, Pedro Droch, 1 4 7 7 — 5 . % Colonia, Nicolás
botz, 1478—6.", Id., E. Quentel, 1 4 7 9 — 7 . ^ Venecia, Jorge Walch, 1479—8.% Colonia,
E. Quentel, 1480—9.", Venecia, E. Randolt, 1 4 8 0 — 1 0 . " , ta sevillana de 1480 que aquí se
¿ e s m i f f — C o l o n i a , Vach, 1 4 8 1 — 12.% Mcmmingen, A . K . de Deldcrstadt. 1482 — 1 3 . ' ,
Basilca, B. Richel, 1 4 8 3 — 14.", Estrasburgo, J. Prys, 1 4 8 7 — 1 5 . " , Id., id., 1488.

La que se registra en esta papeleta—primer libro histórico


impreso en Sevilla—imita la composición curiosa de las alemanas
e italianas que la precedieron, especialmente la y la 8.^.

Hay noticias de 9 ejemplares del Fascicutus sevillano: I,


Bibl. Nacional de Madrid; II, Bibl. Provincial y Universitaria de
Sevilla; III, Bibl. Prov. de Toledo; IV, British Museum; V-VII,
los tres de colecciones particulares que cita Escudero, entre ellos
el de Morante; XVIII, el de Heredia, y IX, el del librero anticua-
rio Hiersemann, anunciado en 1 9 1 1 en 4.200 Mk. y adquirido
por la Hispanic Society of America. Hemos examinado el primero.
Un ejemplar perfecto de este libro sería anunciado actual-
mente en un precio no inferior a las 35-000 pesetas.

Diosdado, Ap. I, io8 — Méndez, p. 84, n. 1 1 — Laserna Santander, Supl, III,


499 — Hain.Copinger.ReicIiling 6927 — Brunet, ÍII, 1 1 8 6 - 1 1 8 8 — Salva (V.) 2938 —
Morante 2487 ™ Gallardo 637 — Hazañas, Imp. en Sev., p. 1 0 4 — Escudero y Perosso 7 —
Heredia 2908 — Haebler, Bihl Ihér. 5 8 3 , y Tip, Ihér., lám. III, n. 7 — Cejador, Lit. Esp.r
I, 40Q — Palau, VI, 228 — Cat. Incunables Bihl. Nacional 1614.

VALERA, Diego ic

[Crónica de España].

Sevilla, Alfonso del Puerto, a expensas de Miguel Dacha-


ver y de García del Castillo, 1482.

Fol. 188 hh. s. f. Sien.: 4" ^^ A B-Y» . Letra gótica, con mayúscu-
las romanas. Texto a línea tirada : 3 6 renglones por plana. Impresión de
negro y rojo. Huecos para las capitales.

Edición príncipe, sumamente preciosa, de esta curiosa Cróni-


ca abreviada de España, redactada de orden de la Reina Católica
por su maestresala Diego García de Valera y tantas veces repro-
ducida en lo sucesivo.
Diego de Valera es, según Cejador, «el mejor prosista que
hubo hasta él, el lenguaje llano y natural, sin la menor afectación,
fluido y ameno, brioso y apasionado a veces, siempre noble y sin-
cero ».
La Crónica dt España, «su mejor obra histórica—dice tam-
bién Cejador—merece reimprimirse, pues fué obra de donde en el
siglo X V I tomaron muchas cosas los entendidos. Fué la primera
Crónica General que se imprimió, sacada de la segunda Crónica
General^ o sea la de 1 3 4 4 , pues la primera de Alfonso X era tan
desconocida entonces como hasta poco ha, y además añadida con
otras patrañas de otros libros, que todas las aceptó sin crítica algu-
na. Cuanto al reinado de D. Juan II, todo es de su cosecha, pues
la Reina no le dejó leer la Crónica que ya tenía en la cámara».
No sabemos hasta qué punto pueda ser necesaria otra re-
impresión del libro de Valera, cuando tan vulgares son sus últimas
ediciones y cuando tan escasa importancia tiene como obra históri-
ca. Llena de pasajes disparatados y fantásticos, aun mucho más que
la de Florián de Ocampo y otras historias primitivas, debe consi-
derarse en rigor, al menos por sus tres primeras partes, como un
volumen novelesco, caballeresco. Sólo la parte última, inspirada en
autores serios o relativa a sucesos de que Valera fué testigo presen-
cial, puede estimarse como verdadero trabajo histórico.

De las veintitantas reimpresiones principales que se conocen de la


Crónica hay estas ocho incunables: Burgos, 1487;—Tolosa, 1489;—Sala-
manca, 1493;—Zaragoza, 1 4 9 3 ; — I d . , 1494;—Salamanca, 1 4 9 5 ; — I d . ,
1499;—Id., 1500.
N o se conoce ejemplar ninguno de la supuesta edición sevillana de
1 4 9 3 , que registran Diosdado, I, m , y Hain-Copinger 1 5 7 6 9 , probable-
mente por error, y admite dudosamente Escudero.
Esta Crónica de España de aunque valiosísima en
cuanto al mérito bibliófilo, no es de excesiva rareza, por existir
ejemplares en muchas bibliotecas publicas, entre ellas las Naciona-
les de Madrid y París. El de la de Madrid es el estudiado por nos-
otros.
Rosenthal anunció un ejemplar en 2,000 Mk., y el de Huth
se subastó en 82 libras. En buena condición, valdría ahora el libro
alrededor de las 40.000 pesetas.

Diosdado, XXXIII, p. 15—Méndez, p. 84, n. 14—Laserna Santander 1314—Hain-


Copinger 15766—Brunet, V, 1039—Salva 3204—Hazañas, p. 91—Escudero 8—Heredta
3088-HaebIer, B. 654, y Tip. Ib., lV-8—Cejador. Lit. I, 411-414—Palau, Vil, 103—
Cat.° Incunahles B. Nac. 847.

3
PLUTARCO.

[Vidas]. Tomo I: II La primera parte de Plutharco. || Tomo


II: I La segunda parte de plutarcho.

Sevilla, Paulo de Colonia, Juan [Pegnitzer de Nuremberg],


Magno [Herbst de Sils] y Tomás [Glockner], 1 4 9 1 , 2 de julio.

Fol. 2 tomos, cada uno


ino con 3 5 2 hh. I ; [ I ] — 3 5 1 + [ I ] ff.; sing.: a-z \
aa-AA -. IIIX :: m
aa-xx8. [ij- -3j 5^1i -{-
T
[I] f f , ; sign. : A - Z A A - X X «j las foliaciones
con números arábigos. Letra gótica de dos tamaños. Texto a dos col." de
4 8 - 5 0 h'neas. Minúsculas en los huecos de las capitales, que aparecen en-
teramente vacíos en la Vida de Rómulo, t. I. Encabezamientos en tinta ro-
ja. Filigrana : ánade en círculo.
«Impreso voluminoso y de ejecución primorosa, buen papel, márge-
nes largas, letra clara y limpias-, ( H A E B L E R ) .

Versión del sabroso e interesantísimo libro biográfico de Plu-


tarco por el Cronista de los R R . Católicos Alfonso de Palencia,
no directa del original griego, sino del traslado latino de varios es-
critores. Contiene adiciones de A A . modernos, entre ellos una Vi*
da de Carlomagno y una Epístola de Rufo. Está dedicada a D. Ro-
drigo Ponce de León, Duque de Cádiz, Marqués de Zahara y de
las Siete Villas, Conde de Arcos y Señor de Marchena.

La edición príncipe latina de las Vidas de Plutarco es de Roma, por


Udalrico Gallo, hacia 1 4 7 0 , L a primera griega es de Venecia, por A do
Manucio, 1 5 0 9 . Ambas en folio.
Debido sin duda a las incorrectas traducciones latinas que utilizara
Falencia, su versión, primera de las españolas, es sumamente defectuosa y
oscura, y da muy pocas veces el sentido del original. Hablando de ella, el
secretario Diego Gracián, que con tanta erudición y en tan castizo estilo
tradujo del griego la mayor parte de las obras morales de Plutarco (Alcalá,
1 5 4 8 ) , dice lo siguiente: «... [Estas Vidas] más verdaderamente se podrán
llamar muertes o muertas, de la suerte que están oscuras, y faltas y menti-
rosas, que apenas se pueden gustar, ni leer, ni entender, por estar en mu-
chas partes tan diferentes de su original griego como V3 de blanco a
prieto».
Además de la traducción de Palencia, hay otra, fragmentaria y anó-
nima, de 1 5 4 7 , la de Encinas, tampoco exacta ni completa, de Estras-
burgo, 1 5 5 1 , foL, y la de Juan Castro de Salinas, Colonia, 1 5 7 2 , fol., que
sólo comprende ocho Vidas y que es casi tan oscura como la de Falencia,
amén de hallarse desfigurada con amplificaciones y comentos. Las tres han
sido también trabajadas sobre versiones latinas. Directa del griego tene-
mos la completa y excelentísima traducción publicada por D. Antonio
Ranz Romanillos y reimpresa modernamente por la Biblioteca Clásica,

El magnífico incunable aquí descrito, cuya tirada fué numero-


sa, no es excesivamente raro. Lo poseen muchas bibliotecas públi-
cas, nacionales y provinciales, entre ellas las de Madrid, París,
Lisboa, Viena, Munich, British Museum, la Bodleyana de Oxford
y la Municipal de Perpignan. Hemos examinado el de nuestra Bi-
blioteca Nacional.
En el comercio, valdría hoy un buen ejemplar de a
40.000 ptas.

Pellicer, Trads.—Diosdido, L X X V I V . 34—Méndez, p. 89, n. 26—Hain-Copingcr


1 3 1 3 3 — B r u n e t , IV, 741—Castillio Barrete, p. 46—Romana 184—Morante 6680—Salva
3490—Hazañas, p. 5—Escudero 19—Cat.° de Fabié 1893—Heredia 3504—Haebler, B.
s s o , y T. /., 1, XLVII-86—Ceiador, I, Palau, VI, 120—Cat." Inc. B. Nao. i s a g .
JOSEFO, Flavio.

[Guerra Judaica, con los libros contra Apión. Tra-


ducción de Alfonso de Falencia].

Sevilla, Menardo Ungut y Lanzalao [Estanislao] Polono,


1 4 9 2 , 27 de marzo.

Fol. 1 8 6 Kh. s. f. Sign. : a-y ^ z Letra gótica de dos tamaños.


Texto a dos col.® de 49 líneas. Impresión en negro y rojo. Minúsculas en
los huecos.de las capitales. Apostillas. A I final, marca de los impresores.
Filigrana : la corona.

Traducción de los siete libros de la Guerra Judaica de Jo-


sefo, a continuación de los cuales van los dos libros contra el gra-
mático alejandrino Apión, del mismo autor. La versión, obra del
diligente cronista de los R R . Católicos Alfonso de Falencia, no
es directa del griego, sino del traslado latino de Rufino de Aqui-
lea y Epifanio, y adolece de los propios defectos del trabajo que
le sirvió de pauta, los que se corrigieron en las impresiones poste-
riores, en latín, castellano y otros idiomas, según la acertada re-
censión dada más tarde por Erasmo del texto de Epifanio y Ru-
fino. ^
La edición príncipe de la repetida versión latina es de Aus-
burgo, por Juan Schszler, 1470, fol., gót., y la impresión más im-
j)ortante del original griego apareció en Oxford, 1 7 2 0 , 2 vols.

La que describimos es la primera edición española, reimpre-


sa en Sevilla en 1 5 3 2 y 1 5 3 6 .
Hallándose faltos de la primera hoja, que acaso sería en blan-
co, todos los ejemplares conocidos del hermoso incunable que re-
gistramos, se ignora de dónde pudo tomar el bueno de Escudero
y ierosso el título que inserta en su Tipografía («De bello ju-
daico, en el cual se contienen siete libros traducidos de lengua
griega en latín por Rufino, patriarca de Acquileya, y Alfonso de
Falencia los volvió en romance castellano»).

Ejemplares: Bib. Nacional de Madrid (dos incompletos: el que he-


mos examinado sólo llega a la sign. z —Bibl.® Prov.® de Cáceres y Zara-
goza—Bibl. del Escorial—Bibl. Nac. de Lisboa—Bibl. Real de Munich—
Librería Quaritch.

Aunque se conocen varios ejemplares, el libro es raro en el


mercado bibliográfico. Quaritch anunció su ejemplar en l o libras
l o chelines, en 1 8 9 7 . Un buen ejemplar se anunciaría ahora en
15.000 a 20.000 pesetas.

Pellicer, Trads.y 12—Diosdado, L X X X V I Í y CIV, 3 6 y 41—Méndez, p. 92, n. 3 5


Laserna Santander 766—Hain 9461—Escudero 28—Heredia 2977—Haebler 3 4 4 , y lám.
LlI-n. 97 de la Tip.—Cejador, Lit., I, -272—Palau, IV, 1 3 6 — C a t . Inc. Bihl. Nac. 1092.

MEJÍA, Fernán.

€ Libro intitulado nobiliario perfeta || mente copylado &


ordenado por el on || rrado cauallero Ferrantd mexia veyn || te
quatro de Jahen &c.
Sevilla, Pedro Brun y Juan Gentil, 1492, 30 de junio.

Fol. 96 hh. s. f. Sign, : a ^ b-h i k-m.^ Letra gótica de dos ta-


maños. Texto a dos col.® de 47-48 líneas, a veces de 49 y 50; la Tabla, a
tres col.® Impresión en negro y rojo. Capitales de imprenta, muchas de
adorno. Grabados en madera (47 escudos nobiliarios, 3 cotas de armas, 1 5
banderas). Filigrana : la mano y la estrella.

Precioso e interesantísimo libro de Heráldica y Genealogía,


«de los mejores y más antiguos que tenemos», dedicado a Fernan-
do el Católico y compuesto por el capitán Ferrantd o Fernán Me-
jía. veinticuatro de Jaén y también discreto poeta, autor de una
graciosa sátira contra las mujeres, «imitación mejorada de la que
2 2 MIGUEL ROMERO MARTÍNEZ

hizo Torrellas». La sátira de Mejía da comienzo con los versos

PorfiatfSf damas, que digí7a


al reues de quanto dixe,

consta de cuarenta y dos décimas y puede leerse en las págs. 280-


285 del tomo primero del excelentísimo Cancionero Castellano
del siglo X F publicado por Foulché-Delbosc en 1 9 1 2 (vol. 1 9 de
la Nueva Bibl. de A A . Españoles).
Como acertadamente observa Haebler, la tirada del Nobilia-
rio debió de ser muy grande, porque este libro es el incunable me-
nos raro salido de las prensas de la Península. En efecto, tenemos
noticia de unos treinta ejemplares, existentes en diversas coleccio-
nes públicas o privadas. Hemos examinado el de la Biblioteca Na-
cional, óptimamente conservado.
Varios bibliógrafos—Mendez, con referencia a un Indice
MS. de la Bibl. Colombina (Cat,^ Gaheziano); Diosdado, refi-
riéndose sin duda a la misma fuente, y aun apuntando los nombres
de los tipógrafos, (o los mismos de la impresión que ahora re-
gistramos); Brunet, apoyado en una escueta cita de Panzer, y hasta
el propio Gallardo, que asegura haber visto el libro en cuestión,
pero sin precisar su fecha—han mencionado vagamente una primi-
tiva edición del Nobiliario, que se ha supuesto de 1 4 8 5 . Para La-
sema Santander, es apócrifa, y para Escudero, aunque la incluye
en su Tipografía, dudosa. Haebler prueba que se trata de la
misma y única impresión de 1492 y que el error se ha originado
por no haberse tenido en cuenta, en algún examen poco minucio-
so, la verdadera fecha de la publicación, sino tan sólo la de 1 4 8 5 ,
en que el autor terminó la obra, según consta en el texto.
Del detenido análisis del magnifico ejemplar de nuestra Bi-
blioteca Nacional no nos ha sido posible inferir la existencia de
otra impresión anterior, y no vacilamos, por tanto, en seguir la
opmion del ilustre Haebler.

Entre otros libreros anticuarios h^^ esta obra Roscnthal


en 3 5 0 Mk. ( 1 8 9 7 ) , P. Vindel en 500 ptas. ( 1 9 0 3 ) y G. Molina en i . o o o
ptas. Í 1 9 0 9 ) . Pero aunque no sea tan raro como otros incunables sevilla-
nos, el Nohitiario de Fernán Mejía, es de tal importancia, curiosidad y be-
lleza tipográfica que en nuestros tiempos no se anunciaría un buen ejem-
plar en menos de 3 5 . 0 0 0 pesetas.

N. Antonio, Nova, II, 336—Diosdado, C V I , 41—Méndez, p. 86, n. 16—Denis, I,


330—Hain-Copinger-Reichiing 1 1 1 3 2 y 1 1 1 3 3 — L a s e r n a Santander 951—Castilho Barreto,
p. 47—Brunet, III, 1688—Marqués de la Romana, p. 171—Gallardo 2991—Salva, nota al
n.° 3570—Hazañas, p. ai—Escudero 9 y 35—Heredia 3454—Cat.s de las Bibl.s del mar-
qués de Jerez de los Caballeros y de los Herederos de Palomo—Cat.s de Murillo, Vindel y
Molina—Rosenthal, Incunahula Typographica, 989—Proctor 9545—Haebler 4 1 1 y lám.
LVII, n. 109 de la I/;»,—Cejador, Lit., I, 368—Paiau, V, 170—Caí. Inc. Biht. Nac. 1280.

6
[Floreto de San Francisco]. € Este es el Florete de sant
Francisco. El qual tracta || de la vida & miraglos del bienauentu-
rado señor sant || Francisco. E de la regla de los frayles menores.

Sevilla, Menardo Ungut y Estanislao Polono, 1 4 9 2 , 24 de


agosto.

Pol. 1 2 2 hh. s. f. Sign. : a-o ® p Letra gótica de dos tamaños.


Texto a dos col.® de 4 7 líneas. Capitales de imprenta y grabadas. Encabe-
zamientos en rojo. A l v ° de la portada, grabado en madera, donde, en
primer término, aparece S a n Francisco en éxtasis, arrodillado ante Jesu-
cristo, que está enclavado en una cruz alada y de cuyos pies y manos par-
ten unos rayos que terminan en las manos y pies del Santo, imprimiendo
en ellos las místicas llagas; en segundo término, hay otra imagen del Pove-
rello, en actitud de dormir, y se ve también un convento, de donde salen
dos frailes; aparecen asimismo una ermita, un árbol, aves, &c. A l final de
la obra, marca de los impresores. Filigrana : la mano y la estrella.

Este maravilloso volumen hagiográfico, de autor anónimo,


monumento insigne de la devoción española a San Francisco de
Asís, no es, como a primera vista parece y se ha venido diciendo,
traducción de los FioretH, sino compilación especial de las mejores
fuentes franciscanas primitivas, más rica en noticias que la italia-
na. Su valor histórico es indudable, contra lo que tan frivolamente
se ha permitido opinar algún superficial tratadista.
Además de as antiguas leyendas, del Specuíum perfectionis
y del Actus Beati Francisci, el compilador del Floreto parece ha-
ber utilizado el Libro de Alabanzas de San Francisco, por Ber-
nardo de Bessa, porque algunos ejemplos se encuentran literalmen-
te en este autor. La graciosa Vida de fray Junípero^ que figura
en los Fioretti, no aparece en la compilación castellana.

Aunque sin seguridad, según Brunet, pasa por edición príncipe de


los Fioretti la siguiente:—Fiqretti de misser Santo Francesco,—Vicenza,
Leonardo Longo, 1 4 7 6 , 4.°, letra romana (Panzer, III, 5 1 0 , y Brunet, II,
1265).

TRADUCCIONES ESPAÑOLAS DE LOS «FIORETTI»:

En castellano:
—Florecitas de San Francisco de Asís. Crónica italiana de la Edad
Media, traducida directamente al castellano según la lección adoptada por
el P. Antonio Ccsari y con un Prólogo por un Hermano de la Orden Ter-
cera (D. Manuel Pérez de Villamil). Madrid, Tip. Guttenberg, 1 8 8 1 , 8.''.
Se han publicado 3 reimpresiones, la ultima en 1 9 1 1 .
—Florecillas del glorioso señor San Francisco í) de sus hermanos,
^rad. y prólogo de Cipriano Rivas Cherif. Madrid, Renacimiento, 1 9 1 3 '

—Florecitas del glorioso señor san Francisco tj de sus frailes. Edición


ajHstada a la italiana de Passerini y mandada publicar por el R . P. fray
Andrés Ocerin-Jáuregui. Madrid, Apost. de la Prensa, 1 9 1 3 . 8.°.
—Florecitas de San Francisco. Edición crítica de fray José M ^ de
Elizondo. '
—Florecillas de San Francisco. Edición centenario ( 1 2 2 6 - 1 9 2 6 ) diri-
l' Legísima, ilustrada por Legrelles. Biblioteca Francisca-
na. Madrid-Barcelona.
En catalán:
—Les Floretes de Sant Francesch. Trad. de Jaime Collell. Vich, Porta-
vela, 1 9 0 9 .
—Les Floretes. Trad. de José Carner. Barcelona, Gili, 1909.

El Floreto sevillano que hemos descrito es libro extremada-


mente raro y precioso.
Ejemplares conocidos: I, Bibl. Nacional de Madrid; II,
Bibl. Nac. de Lisboa; III, Librería Rosenthal.

El ejemplar de Rosenthal, único salido al mercado en mu-


chos aiíos, se anunció en 3.000 Mk., en 1909. Un ejemplar per-
fecto no se ofrecería actualmente en menos de 75.000 pesetas.

Diosdado, C X I , 4 2 , menciona ligeramente Ftoreto—Méndez y Laserna lo descono-


cen—Hain 7 3 3 1 — H i d a l g o ap. Méndez, p. 3 4 7 , n. 6—Escudero 33—Haebler 271—Palau,
VI, 406—Caí. Inc. Bibí. Nac., 806.—Respecto al indiscutible valor histórico de I Fioretti,
y, por lo tanto, del Floreto castellano, véase a Faloci, Misceíanea Franeescana, VIII, 3 2 ; Sa-
batier, Actus Beati Fmncisci, Pref. XIII, y el precioso prólogo de la citada edición Ocerín-
Táureeui, X X V I - X X X I I I .

LUCIANO DE SAMOSATA.

€ Disceptatio super presidetia inter Ale || xandrum : Ha-


nibalem : et Scipione. de || greco in latinum traslata.
S. 1. n. a. [Sevilla, Pedro Brun y Juan Gentil, hacia 1492].

4.® 4 hh. s. f. Sign. a 4. Letra gótica a línea tirada; 28 renglones por


plana. Capitales de imprenta. Marca de los impresores. Filigrana : la ma-
no y la estrella.

Este rarísimo opúsculo de miscelánea histórica es traducción


latina anónima de uno de los famosos Diálogos del filósofo y polí-
grafo griego Luciano.
Unico ejemplar conocido: el de la Biblioteca Nacional de
Lisboa.

L a edición príncipe del texto original de los Diálogos de Luciano es


de las postrimerías del siglo X V (Didlogoi^ Florenti®, Laurentius Francis-
cus de Alopa, 1 4 9 6 , fol., Hain-Copingcr 10258). Las mejores impresiones
grecolatinas son las de Amsterdam, 1 6 8 7 , 2 vols. en 8.°, y 1 7 4 3 , 3 vols.
en 4°.
VERSIONES ESPAÑOLAS:

—Diálogos morales, trad. de Fran.'=° de Herrera Maldonado, Ma-


drid. 1 6 2 1 , 8.°, y 1 7 9 6 , 4.°.
Obras completas, trad. de D. Cristóbal Vida!, 4 tomos 8 ° . Madrid,
Bibl. Clásica.
Precio de estimación de esta Disceptatio: 4.000 pesetas.

Escudero y Perosso no tuvo noticia. Es noticia singular de este impreso.


Haebler 3 7 2 y lám. LVI, n. 108 de la Tipografía—IV, 289.

8
FALENCIA, Alfonso de.

[Epístola de Bello Granatesi]. € Ad. R . in Christo pa-


trem & doctissimu dnm || dnm Jo Epm. Astoricen. Alfonsi palen-
tini kisto II rici epístola.
Sin indicac.' tipog.® [Sevilla, Menardo Ungut y Estanislao
Polono, hacia 1492].

4.° 8 hh. s. f. ni sign. Letra romana de un solo tamaño, a línea ti-


rada; 25-26 renglones por plana. Sin capitales. Filigrana : la mano y la es-
trella.
Los caracteres redondos utilizados en este impreso son los mismos
que emplearon Ungut y Polono en varias publicaciones, entre ellas el Fio-
retus de 1 4 9 4 y el Cato circa 1 4 9 5 , folletos escolares que describe Hae-
bler a los números 2 7 2 y 1 3 8 .

Rarísimo opúsculo latino del cronista Alfonso Fernández de


Falencia sobre la toma de Granada. Es de gran interés para la his-
toria de la época.

Ejemplares conocidos: I, Biblioteca Provincial de Evora; II, Bibl. Real


de Copenhague.

Precio de estimación de este incunable: 8.000 ptas.


Hain menciona vagamente la Epístola de Falencia al ndm. 1 2 2 7 6 ,
fijando erróneamente la fecha en 1 4 9 1 — B o l l i n g , Cat° de ios Ineunahtes de
la Bihl. Real de Copenhague—Uzthhr, Bih. Ik; 5 1 4 , y Tip. Ih. lám. LUI, n.
l o i — P a l a u , V I , 30.
Escudero desconoce en absoluto este impreso, como también Ceja-
dor, que no lo cita al enumerar las diversas obras, latinas y castellanas,
del fecundo Falencia (Ltí. I, 3 7 2 ) .

9
ORTIZ, Alonso.

Los tratados del doctor alonso ortiz || Tratado de


la herida del rey. || Tratado consolatorio ala prin-
cesa de portugal. || Item vna oración a los reyes
en latín y en romance || Item dos cartas mesage-
ras alos reyes, vna que embio la cibdad la otra
el cabildo de la yglesia de toledo || Tratado con-
tra la carta del prothonotario de lucena.

Sevilla, Tres alemanes compañeros [Juan Pegnitzer de Nu-


remberg, Magno Herbst de Sils y Tomás Glockner], 1 4 9 3 .

Fol. 100 hh. fol.^ [ I ]-C. Sign.: a-e 8 f g-k » I-n 6. Letra gótica
de dos tamaños. Texto a dos col.® de 42-44 líneas. Capitales de imprenta,
grabadas. Encabezamiento en rojo al folio ij. A l final marca de los impre-
sores. Filigrana : áncora en círculo.

Precioso y codiciado incunable, de gran importancia históri-


ca, en especial por el Tratado de la Herida del Rey, en que se na-
rra el atentado que cometió en Barcelona contra Fernando V , el
7 de diciembre de 1492, el demente catalán Juan de Cañamares,
y por ser también una de las primeras obras españolas que hablan
del descubrimiento del Nuevo Mundo. He aquí el pasaje referente
a América, inserto al folio xliij vuelto:
«Ca son dignamente en vosotros principes gloriosos por tan
felices hazañas los ojos de todos los mortales endere9ados con digno
merescimiento, porque no hay gente tan barbara aunque sea en las
Indias remota que ya de vuestros tan prosperos vencimientos
sea ignorante: aunque parezcan en los íines solos del ocidente de
españa con vuestras victorias resplandecer. Ca de los confines de la
tierra ha salido tal sonido de vuestra fortaleza que ha podido ferir
las orejas de todos los vivientes poniendo pavor a los moradores
de toda la tierra, por cuanto nuestra religión christiana con vues-
tros serenisimos vencimientos se alegra: tanto la obstinada infideli-
dad de gentes abominables tiembla con espanto de vuestros glo-
riosos triunfos.»
El autor era canónigo de Toledo y había estudiado en Sala-
manca, a cuya Universidad legó una selecta biblioteca que había
reunido.

El vol^umen es raro, pero, según ha observado ya Haebler, no tanto


como se le figura a Escudero. Con todo, es pieza valiosísima en el mercado
blbliogránco.

Ejemplares: I Bibl. Nac. de Madrid (examinado por nosotros); II,


B. Nac. de Pans; III B N . de Lisboa; I V , BritisK Museum; V , BibI Co-
lombina; V I Boston Public Librarv; VII, Dufosse; VIH, Tross; I X , Hier-
semann; X , Huth; X I , Voynicb; X I I , Heredia; XIII, Vindel.

5.000 ptas. Vindel ( 1 9 0 3 ) . 40.000 a 50.000 ptas. (1946).

Diosdado, C X X V , 45 - Méndez, p. 95, n. 40 - Navarrete, Col. de Viajes, I, . x _


Hain X.X09 - Harrisse B. xo - Gallardo 3 . 7 9 _ Salvá . 3 6 5 - Tross
(X87.) V I - Lyman W.thney -55 - B r u ñ e , Suppt.^ II, X05 - Hazañas, p. 7 - Escudero
3 7 - H e r o d ^ a 2 8 1 6 - V i n d e l , Caí.^ III, 2584 - HaeMer 5 0 3 - Cejador Lit I ^^o
Palau, V . 3 8 5 - Caf. Inc. Bihí. Nac. x^74. ' ' ' ^^^
10
[LÓPEZ DE A Y A L A , Pearo],

Chronica del R e y do Pedro || Rey de Castilla y


León.

Sevilla, Menardo Ungut y Estanislao Polono, 1 4 9 5 , 8 de


octubre.

FoL 2 1 8 hh. fol." [i] - ccviij + [ 1 0 s. f.] Sign: a - z» A ~ C»


Letra gótica de dos tamaños. Texto a dos col.' de 4 1 - 4 6 líneas. Capitales
de imprenta, grabadas, o minúsculas en los huecos. Letras marginales.
Grabado de gran tamaño en la portada, que representa a un rey en su
trono. El título, en caracteres xilográficos. Filigrana : la mano y la estre-
lla.

Edición príncipe de esta soberbia Crónica, que comprende


también la historia de los reinados de Enrique II y Juan I, como
las impresiones posteriores y contra lo que erróneamente afirma
Salva, quien no debió de examinarla con mucha atención. La Cró-
nica de Enrique II comienza al fol. cxxxj y acaba en el clij; la de
Juan I empieza al v.'' de este fol. y ocupa el resto del volumen.

Reimpresiones : Toledo, Ramón Petras, fol., let. gót., grab.® —


Sevilla, Juan Cromberger, 1 5 4 2 , id. id. id. — Sevilla, Jácome Cromberger,
1 5 4 9 , id. id. id. — Pamplona, Pedro Porralis, 1 5 9 1 , fol., let. red., grab.® —
Madrid, Antonio de Sancha, 1 7 7 9 - 1 7 8 0 , 2 vols. 4.° mayor, grab.®

La labor histórica del Canciller Ayala revela «un criterio


científico verdaderamente moderno. Las poesías, las leyendas, los
relatos insulsos no sirven ya como datos auténticos. Ayala escu-
drina los testimonios, los compara, los numera, los pesa y los con-
fronta con su personal noticia... Trata de los hechos de que fué
testigo, de conspiraciones que su sagacidad inspiró, de victorias en
las que tomó parte y de batallas en las que hubo de morder el
polvo. Retrata pocas veces, pero cualquier semblanza suya es una
obra maestra terminada en cuatro grandes rasgos. Refiere con im-
parcial sangre fría... (salvo quizá en el caso de Don Pedro). Posee
inverosímil neutralidad para investigar con raro instinto las cir-
cunstancias esenciales de los hechos, sagacidad infalible para adivi-
nar y presentir los caracteres, seguro arte para preparar sucesos y
catástrofes y estilo conciso y pintoresco.» (FITZMAURICE-KELLY),

Este precioso y codiciado incunable sevillano es libro muy ra-


ro, quizá no tanto como dicen Brunet y Escudero, y su valor e
importancia son grandísimos.

Ejemplares : I, Biblioteca Nacional de París ; II, Bibl. de Sainte Ge-


neviéve, París ; III, BritisK Museum ; I V , Bibl. Provincial de Toledo.

No ha sido anunciado, que sepamos, por ningún librero an-


ticuario en nuestros tiempos. Un perfecto ejemplar no se anuncia-
ría actualmente en menos de 60.000 pesetas.

Diosdado, CLXI, 5 8 — Méndez, p. 97, n. 47 — L a s e r n a Santander 865 — Hain


10206, y Copinger, lí, 792 — Brunet, I, 5 9 1 , y Suppl, II, 982 — Ticknor, I, 1 8 7 —
Salvá (V.) 3 2 9 7 — S a l v á (P.), notas al núm. 3 0 0 2 — Escudero 48 — Fitzmaurice Kelly,
Lit. Esp., trad. Bonilla, KIC — Haebler 28 — Palau, IV, 2 6 1 .

11
BOCCACCIO, GiovanttL

Cayda de principes.

Sevilla, Menardo Ungut y Estanislao Polono, 1 4 9 5 , 29 de


diciembre.

Pol. 1 5 6 HH., fol.^ [6] — 1 4 9 -F [ I H. en blanco]. Sign,: A^ a —


r^s^t^ . Letra gótica de áos tamaños. Texto a dos col.» de 45-46 líneas.
Capitales grabadas o minúsculas en los huecos. Portada grabada en made-
ra : representa el dibujo la rueda de la fortuna, con inscripciones alusivas
a las vicisitudes de los príncipes y personas ilustres y con varias figuras ;
debajo aparece el título en caracteres xilográficos. A l final del volumen, la
marca de los impresores. Filigrana : la mano y la estrella y también el
áncora en el círculo, dato el último que ha escapado a la atenta observa-
ción de Haebler.

Versión española de la obra De casibus virorum iUustriuffij


hermoso y célebre tratado de filosofía moral y miscelánea históri-
ca. En sus páginas estudia Boccaccio' «los casos & caídas & acaes-
cimientos muy contrarios que ouieron muchos nobles & grades
principes y señores eneste mundo.» Empieza el tratado con la his-
toria de Adán y Eva y termina con la de Felipa de Catania. Es un
ejemplario biográfico muy interesante y de sabor novelesco a ve-
ces.
Los ocho primeros libros fueron traducidos por el Canciller
Ayala, a quien este traba o puso «en contacto con la avasalladora
influencia italiana». Los dos últimos, por Alfonso García de Santa
María o de Cartagena, Deán de Compostela y Segovia y después
obispo de Burgos. Juan Alfonso de Zamora, citado también como
traductor, sólo intervino en la versión en el sentido de activar la
pronta terminación del volumen.
«Edition fort rare», dice Brunet. Es sumamente rara, en
efecto.

Ejemplares ; I, Bibl. Nacional de Madrid (examinado por nosotros);


II, Bibl. Colombina; III, Bibl. de Heredia; IV, Librería de Juan Rodríguez
(Madrid).

La edición príncipe del original latino — s. 1., nom. typ. n. a. — es


también rarísima y parece haber sido impresa en Estrasburgo, por Jorge
Husner, hacia 1 4 7 5 (Rosenthal, Incunahula Ttjpogr., núm. 3 2 2 ) .
L a traducción castellana que registramos se reimprimió en Toledo,
1 3 1 1 , y Alcalá de Henares, 1 5 5 2 .

Este incunable se anunciaría hoy en 35.000 a 40.000 ptas.

N . Antonio, Vetus, II, 1 9 5 — Méndez, p. 97, n. 49 _ Hain a a a g — Brunet, I, g S y


y 589 — Cat.° J. Rodríguez (Madrid, 1876) — Hernando Colón, Registrum, 12459, y
Cat,"" de la Bibl. Colombina, I, 2 5 5 — Escudero 45 — Heredia 3 5 0 2 — Fitzmaurice Kelly,
Lit., trad. Bonilla, 1 3 4 — Haebler 5 3 , y Tip., LIU, n. 99 — Pellechet 2 4 8 1 — Gesamtkata-
íog 4436 — Palau, I, 2 3 9 — Cat. Inc. Bihl Nac. 3 6 5 .

12
[VITA HIERONYMI PAULI PRIMI EREMITAE .
Diui hieronymi Pauli primi heremi || te uita incipi-
tur feliciter.
S. 1. n. a. [Sevilla, Menando Ungut y Estanislao Polono, ha-
cia 1495].

4.° 12 hh. s. f. Sign. : A® B^. Letra romana de un solo tamaño, a


línea tirada : 28 renglones por plana. Capitales de imprenta. Filigrana : la
mano y la estrella.

Precioso folleto hagiográfico, que, además de la vida de San


Pablo primer ermitaño, contiene una carta de San Jerónimo a Mar-
cela; la vida de Maleo, monje, escrita por San Jerónimo; la famo-
sa epístola de Léntulo al Senado, en la que se hace el retrato de
Jesucristo, y la de Poncio Pilato a Tiberio.
«Esta edición rara la he encontrado en la Bibl. Nacional de
Lisboa, donde antiguamente había estado encuadernada con incu-
nables salmantinos en un tomo de Varios que posteriormente se
ha desglosado. Pero los caracteres no son los de Salamanca, sino
los del Floretus impreso en 1494 en Sevilla, por M . Ungut y
E. Polono. Como es obra muchas veces impresa y sin indicaciones
tipográficas no sé si se ha mencionado por algunos de los . biblió-
grafos. Pero me parece que ha quedado desconocida». (HAEBLER).

Ejemplar único en la Bibl. Nac. de Lisboa.

Una de las reimpresiones más antiguas es la de Alcalá, 1 5 1 1 , a!"


VEINTE INCUNABLES SEVILLANOS

Precio de estimación del opúsculo aquí registrado: 5.000 ptas.

Haebler 696.

Escudero no tuvo noticia de este incunable.

13
CURCIO RUFO, Quinto.

Quinto curdo \\(Grabado.) \ Historia de Ale || xan-


dre Magno.

Sevilla, Menardo Ungut y Estanislao Polono, 1496, 1 6 de


mayo.

Fol. 1 1 3 hh. fol,® [ 4 ] j — cviij. Sign. : a-* a — n» o^. Letra gótica de


dos tamaños, a dos col/ de 4 5 líneas. Capitales grabadas. El grabado de
la portada representa a un rey en su trono. Marca de los impresores. Fili-
grana : áncora en círculo.

Versión castellana anónima del clásico libro de Quinto Cur-


cio Rufo De rehus gestis Aíexandri Magni, esple'ndida biografía
novelesca del gran conquistador macedónico, escrita con suma des-
treza retórica en un latín nítido, brillante y sabrosísimo. El trasla-
do español no es directo del original, sino de la traducción italiana
de Pedro Cándido Dezimbre, dedicada a Felipe María Visconti,
duque de Milán. Así, pues, Pedro Cándido es el traductor tosca-
no y no el castellano, como con lamentable ligereza afirman diver-
sos autores, entre ellos Escudero y Cejador.

Ejemplares de este rarísimo incunable : I, Bibl. Nacional de Madrid;


II, Bibl. Nac. de Lisboa; III, British Museum. Hemos estudiado atenta-
mente el primero.
L a edición príncipe del original latino parece ser la de Roma, de
Jorge Lauer, hacia 1 4 7 0 (Hain-Copinger 5 8 7 7 ) . H a y bibliógrafos que
tienen por primera la de Venecia, por Vindelmo de Spira, también de hacia
1 4 7 0 (Hain-Copinger 5 8 7 8 — Rosenthal, Inc. Tt^p., 5 1 3 ) - Las dos en fol.
L a primera edición de la versión toscana citada, con el título de
Historia d'Alexandro Magno tradotta in vulgare da Pietro Candido, es de
Florencia, por S. Jacobo de Ripoli, 1 4 7 8 , fol. (Hain-Copinger 5 8 8 8 — R o -
senthal, Inc. Typ.. 5 1 5 ) .

La traducción espaííola que registramos en esta papeleta se reimpri-


mió en Sevilla, por Juan Várela de Salamanca, 1 5 1 8 , fol., gót.
H a y otra versión, publicada también en Sevilla, por Juan Cromber-
ger, 1 5 3 4 , fol., gót., y titulada De los hechos del Magno Alejandro Rey de
Macedonia, obra del clérigo Gabriel de Castaíieda. Está dedicada a don
Antonio Alonso Pimentel, conde de Benavente, y en ella se suplen las la-
gunas de Curcio con textos de Arriano, Plutarco, Josefo, Antonino de
Florencia, San Agustín y los A A . de la Glosa Ordinaria. Es primera y
única edición, bastante rara. ,
Poseemos, por último, la correctísima traducción de Mateo Ibáfíez
de Segovia (Madrid, 1 6 9 9 — Id., 1 7 2 3 — Id., 1 7 4 9 , l a s t r e s en f o l . —
Id., 1 7 9 4 , 4 . ° — Id., Bibl. Clásica, vols. 1 0 7 y 1 0 8 ) .

N o tenemos noticia de ninguna oferta ni cotización de este precioso


y codiciado Quinto Curcio de 1 4 9 6 . U n buen ejemplar no se anunciaría
hoy en menos de 40.000 pesetas.

Diosdado, I, 1 1 3 — Hidalgo ap. Méndez, p. 349, n. 1 6 — Hain. Copinger 5 8 9 1 —


Escudero menciona vagamente el libro al nám. 5 9 — Haebler 1 8 6 — GesamtJfatalog 7 8 7 9 —
Palau, n , 350 ~ Cat° Inc. Bibt. Nac. 644.

14
CORONICA DEL <;:ID RUY DIAZ.

Sevilla, Tres alemanes compañeros [Juan Pegnitzer de Nu-


remberg, Magno Herbst de Sils y Tomás Glockner], 1498, mes
de mayo.

4.® 7 0 hk. s. f, Sign. : a-h8 i^. Letra gótica de dos tamaños, a línea
tirada: 3 1 renglones por plana. Capitales de imprenta. En la portada,
grabado xilográfico que representa a un caballero blandiendo un mandoble
y a su lado un anciano saliendo de una casa. En la hoja segunda, signa-
tura a'i , otro grabado, en el que aparecen un león y varios hombres. Fili-
grana : la mano y la esttella.

Edición principe, extraordinariamente rara y preciosa, de una


ingenua crónica popular muchas veces reimpresa. El ejemplar úni-
co de este maravilloso incunable, libro poco menos que mítico en-
tre las piezas más insignes de la tipografía sevillana y tan codicia-
do siempre por todos los bibliófilos, se conserva, o, al menos, se
conservaba, en la Biblioteca Imperial de Viena.
Esta biografía del Cid, de seminovelesca traza, pertenece al
género históricocaballeresco. La crónica «formal y auténtica», co-
mo dice Gayangos, o sea la Crónica del famoso caballero Cid Ruy
Diez Campeador, verdadero monumento de nuestra literatura his-
tórica, la hizo imprimir fray Juan de Belloradp, abad de San Pedro
de Cardeña, en Burgos, por Fadrique de Basilea, en 1 5 1 2 , foL,
gótico, y se reimprimió en Medina del Campo, 1 5 5 2 , y Bur-
gos, 1 5 9 3 . Ha sido reproducida modernamente por Huber, en
1853-.
Hay veintidós reimpresiones conocidas de la Crónica popular:
2.® ed., Sevilla, 1 5 0 9 , gót. — ed., Toledo, 1 5 2 6 , id. id. — ed.,
Sevilla, 1 5 3 3 , id. id, — ed., Sevilla, 1 5 4 1 , id. id. — 6.^ ed., Sevilla,
1 5 4 6 , id. id. — 7.^ ed., Salamanca, 1 5 4 6 , id. id. — 8.^ ed., Alcalá de
Henares, 1 5 6 1 , fol. gót. — ed. Burgos, 1 5 6 8 , 4.° gót. — 10.^ ed., Se-
villa, 1 5 7 1 , id. id. — 1 1 . ^ ed., Sevilla, 1 5 8 7 , id. id, — 12.® ed., Bruselas,
1 5 8 9 , T2.° — 13.^ ed., Alcalá, 1 6 0 4 , 4 . ® — 14.^ ed., Madrid, 1 6 1 6 , 4 °
1 5 . ® ed., Cuenca, 1 6 1 8 , 4,*^ — 16.^ ed., Salamanca, 1 6 2 7 , 4.° — 17.^ ed.,
Valladolid, 1 6 2 7 , 4 . ° — 1 8 . ^ ed., Sevilla, s. a. (hacia 1670), 4,° —
19.^ ed., Sevilla, Leefdael, hacia 1700, fol. — 20.® ed., Sevilla, Padrino,
hacia 1 7 9 0 . 4.° — 2/.^ ed., Sevilla, Vázquez y C.^, hacia 1 7 9 0 , 4.° —
22.® ed., Córdoba, Gálvez y Aranda, s. a., 4.°.
La preciadísima edición príncipe que aquí describimos ha sido reim-
presa por Foulché-Delbósc (Suma de las cosas marwoillosasy Revue Hispa-
nique, 1 9 0 9 , tomo X X , 3 1 6 - 4 2 0 ) . La de Toledo de 1 5 2 6 la ha reprodu-
cido Huntington en 1 9 0 3 .

Nunca apareció este incunable en el mercado bibliográfico. Un eiem-


piar completo y bien conservado no se anunciaría ahora en muclio menos
d é l a s l o o . o o o pesetas.

Diosdado, C X C V I I , 69 — Méndez, p. l o a , n. 62 — Denis, ap. Maittaire, I, 443 —


Panzer, I, 466 — Laserna Santander 4 2 3 — Hain 5 3 5 9 — Brunet, I, 1 8 8 1 — Gayangos,
Lihs. de Caballs. — Salva, notas al núm. 1 5 7 9 — Hazañas p. 7 — Escudero, ligera mención
al núm. 7 1 — Haebler 1 7 3 — Pujo! (J.), La Crónica popular del Cid, 1 9 1 1 —Cejador
Lit., I, 470 — Palau, II, 1 9 5 .

is
[HISTORIA DE VESPASIANO].

Sevilla, Pedro Brun, 1498, 25 de agosto.

4 ° 3 4 hh. s. f. Sign: a ^ b c ^ d e * ^ . Letra gótica de dos tamaños, a


línea tirada: .32 renglones por plana. Capitales de imprenta. Grabados en
madera. Filigrana : la mano y la estrella.

Preciosa y rarísima relación popular de la toma de Jerusalén,


de la vida de los emperadores Vespasiano y Tito y de la muerte
de Arquelao y Poncio Pilato. Según el texto, ordenaron esta his-
toria Jacob y José de Arimatea (aharimatia) y Jafet «la escribió de
su mano».

La edición príncipe, desconocida hasta 1888, en que se tuvo


noticia del ejemp ar de Aguiló, único—es de Toledo, por Juan
Vázquez, hacia 1490, en 4 gót. (Haebler 673).
Esta edición sevillana de 1498, segunda de la obra, es tan
insignemente rara y preciosa como la príncipe y como la traduc-
ción portuguesa, publicada en Lisboa, por Valentín de Moravia,
1496, 4.^ (Ebert 23540. Haebler 675).
Gallardo y Escudero dan como título de la valiosísima im-
presión hispalense el de Histeria del rey Vespesiano (sic); pero se
ignora el verdadero texto que aparecería en la portada, por hallar-
se falto de ella el único ejemplar de que hay noticia. Es posible,
pero no probable, que la hoja de la portada fuera blanca, como
apunta Palau; mas es casi seguro que, a semejanza de la de otros
incunables sevillanos del mismo género, estaría adornada con algún
grabado xilográfico y que aparecería el título al pie de la plana.

Ejemplar único (incompleto, como queda dicho): el que se


conserva en el British Museum y perteneció anteriormente al opu-
lento bibliófilo lord Grenville.
La codiciada edición que aquí registramos ha sido reimpresa
por Bonilla en sus Libros de Cahallerías, y también por Foulché-
Delbosc en la Revue Hispanique (1909). La traducción portugue-
sa la ha reproducido Esteves Pereira (Lisboa, 1905).

Jamás sahó al mercado esta magnífica pieza sevillana de 1 4 9 8 . Ac-


tualmente, en buena condición, no sería anunciada en menos de 75,000
pesetas.

Bibl. Grenvilliana, p. 764 — Brunet, V , 1 1 5 2 - 1 1 5 3 — Gayangos, lihs. de Cahs. ~


Gallardo 1 2 6 9 — Salva, nota al núm. 3 5 7 0 — Hazañas p. 21: — Escudero 7 3 — Haebler
6 7 4 , y Tip., L V n i , n o a y b — Cejador, Lit., I, 430 — Palau, V i l , 1 6 1 .

16
[CORRAL, Pedro del].

Crónica del Rey || don Rodrigo (con la destruy-


cion de España).

Sevilla, [Menardo Ungut y Estanislao Polono], 1499,


de mayo.

Fol. 3 2 7 hh. fol.^ [j] — cxxvii + j _ xc. Sign. : a-F g9 (gS -j- una
hoja intercalada) h-q^ , A-K^ Lio-f-g gótica de dos tamaños. Título
xilográfico en orla. Al final, la marca de los impresores.

Edición príncipe, insignemente rara y preciosa. Este es otro


de los magníficos incunables sevillanos que deben considerar-
se como impresiones poco menos que míticas y cuya apancion en
el mercado constituiría un señalado acontecimiento bibliofílico.
Publicóse el libro por cuenta de Lázaro de Gazanis, el tamo-
so editor sevillano de fines del siglo X V , y de sus companeros
Juan Tomás-Favario de Lumelo y Guido de Leazeris o Lavezans.
Los impresores no constan en el volumen, pero, como acredita la
marca o escudo del final, son ciertamente Ungut y Polono.

Según las últimas conclusiones de la historia literaria, que


confirman lo que ya habían dicho Fernán Pérez de Guzmán y Ber-
nabé Moreno de Vargas, el autor de la Crónica del Rey don Ro-
drigo parece ser Pedro del Corral, escritor de a principios de la
decimoquinta centuria. c ii J '
Esta obra tiene muy escaso valor histórico. En ella, ademas
del fantástico episodio de la torre de Hércules, se introduce, entre
otros muchos incidentes caballerescos, un torneo de los Reyes de
Inglaterra, Polonia y Africa y el duque de Orleans, y un caballe-
ro llamado Sacarus defiende un paso como lo harían en el siglo
X V Suero de Quiñones y Ruy Díaz de Mendoza. Así, pues, no
anduvo descaminado el ya citado Fernán Pérez de Guzmán al cali-
ficarla de trufa o mentira paladina. Pero, en su aspecto literario,
como narración ingenua y amena de romancescas aventuras, este
sorprendente volumen de miscelánea histórica, tan codiciado y de
tan subido valor bibliográfico, es un libro encantador, digno de los
fervores del más apasionado y refinado coleccionista.
La Crónica del Rey don Rodrigo fué muy popular y leída
durante más de un siglo. Otro libro sobre el mismo tema, la Ver-
dadera Historia del Rey Don Rodrigo, obra apócrifa atribuida a
Abulcacim Tarif Abentarique y cuyo verdadero autor es el audaz
y pintoresco falsario Miguel de Luna, granadino, que aparece co-
mo traductor de ella, hizo perder su boga a la Crónica en el siglo
XVII. Muy inferior a ésta en mérito hterario, la superó en tercio
y quinto en todo género de invenciones, patrañas y disparates y
acabó por conquistar los sufragios de la generalidad de los lecto-
res. Habent sua fata lihelli.
Reimpresiones de la Crónica : Sevilla, Jacobo Cromberger, 1 5 i i —
Id., id., 1 5 2 2 — Id., id., 1 5 2 6 — Valladolid, N . Thierry, 1 5 2 7 — Sevi-
lla, Jacobo Cromberger, 1 5 2 7 ~ Toledo, J. Ferrer, 1 5 4 9 — Alcalá de
Henares, J. Gutiérrez Ursino, 1 5 8 7 . Todas en fol., let. gót., menos la
última, que, aunque también en fol., está impresa en letra redonda.

Ejemplar único de este rarísimo incunable: el vendido en


exorbitante precio en una subasta de Londres en 1 9 0 1 y cuyo pa-
radero actual es desconocido.
Un ejemplar irreprochable que apareciese ahora no se anun-
ciaría en mucho menos de 100.000 pesetas. Y acaso en algo más
de esta cifra.

Maittaire, Hain, Brunet, Gayangos, Gallardo y Escudero no tuvie-


ron conocimiento de esta edición.
Haebler 1 7 4 — Palau, 11, 3 3 3 .

17
RICOLDUS FLORENTINUS [Ricoldo de Montecrocc].

Impbatio. alcorani.

Hispali, Stanislaus Polonus, 1 5 0 0 , xx martii.

4.° 3 4 hh. s. f. Sign. : a-c^ d " . Letra gótica de tres tamaños. Texto
a línea tirada ; 3 5 renglones por plana. Impresión en negro y rojo. Capi-
tales grabadas y huecos con minúsculas para las iniciales. Portada graba-
da en que aparece un fraile dominico adoctrinando a cinco musulmanes, y
debajo el título en caracteres xilográficos. AI final de la obra, después del
colofón, la marca del impresor. Filigrana : la mano y la estrella.

La Improhatio Alcorani^ compuesta por el dominico ílorenti-


no Ricoldo de Montecroce {Monte Crudo, transcribe elegante-
mente Escudero), dada a luz por Antonio de la Peña, prior pro-
vincial de la Orden de Predicadores en España, y traducida al
castellano por un anónimo en 1 5 0 1 , es un libro de controversia
teológica, pero entra también con justos títulos en la bibliografía
histórica, por la importante relación que contiene de los viajes del
autor a varias regiones de Asia y sus curiosas y puntuales descrip-
ciones de la vida y costumbres de los mahometanos.
Edición original, rarísima.

2.® ed. del texto laj-ino : Improhatio alcoram, Roma, Juan Besicken y
Segismundo Meyer, 1 5 0 6 ,
ed. : Contra sectam Mahumeticam libeUus,F^TÍSy Enrique Estienne,
1 5 0 9 , 4.°
ed. : Contra sectam...y París, Enrique Estienne, 1 5 1 1 , 4.°
ed. : Turchicae spurdtiae et perfídiae suggiílatio et confutatio, Pa-
rís J . Badio Ascensio, 1 5 1 4 , 4.®
ed. : Propugnaculum fidei adversum mendacia et deliramenta Sarace-
norum Alcorani, Venecia, 1 6 0 9 , 4*°

V E R S I Ó N CASTELLANA:

— Reprobación del Alcorán, Sevilla, Dos alemanes compañeros


(}. Pegnitzer y M . Herbst), 1 5 0 1 , 4.°, gót.
— Toledo, Pedro Hagenbach, 1 5 0 2 , 4.®, gót.

V E R S I Ó N GRIEGA : Por Demetrio Cydonio. Col. Bibliander, 1 5 4 3 .

Otra obra de gran interés relativa al mismo tema, nunca reimpresa y


que en nuestros tiempos se ha hecho muy rara, es el Tratado hreve sohre
la secta mahometana, en el qual por razones demostrativas se les convence
manifiestamente a tos Turcos, sin que lo puedan negar en manera alguna,
ser falsa la ley de Mahometo Í/ verdadera la de los Christianos, escrito por
el jesuíta Manuel Sanz, Consultor del Santo Oficio en Malta, e impreso en
Sevilla, por Lucas Martín de Hermosilla, en 1 6 9 3 , 4.° El autor del presen-
te ensayo bibliográfico posee un espléndido ejemplar de este raro volumen.

Ejemplares de la Improhatio sevillana de 1500: I, Bibl. Na-


cional, II, Bibl. Prov. de Toledo; III, British Museum; IV, el de
la biblioteca de Asensio (Sevilla), que cita Escudero.

N o hay noticia de ninguna oferta ni cotización de este precioso in-


cunable. N o se ofrecería ahora en mucho menos de las IÍJ.OOO otas.
Diosdado, C C X X X I X , 7 8 — Méndez, p. 1 0 4 , n. 70 — Hidalgo ap. Méndez, 3 5 3 ,
n. 2 3 — Hain 1 3 9 1 3 — Brunet, IV, 1 2 9 5 - 1 2 9 6 — Gallardo 3624 — Brunet (G.), La
Ugende du Pretre Jean, París, 1 8 7 7 , 8.°, pág. 9 — Escudero 84 — Haeblcr 5 7 7 — Palau, V ,
2 2 3 — Cat° Inc. Biht. Nae. 1604.

18
PULGAR, Hernánao Jel

Los claros va |¡ rons d'spana. || fecho por hernan-


do del pulgar : |[ dirigido ala reyna nra. señora.

Sevilla, Estanislao Polono, 1 5 0 0 , 24 de abril.

Q2 hh. fol.® [ I ] — Ixxxviij + hh. s. f.]. Sign. : a-l® +


[4 hh. s. s.]. Letra gótica de dos tamaños, a línea tirada : 3 1 - 3 2 renglones
por plana. Capitales grabadas o minúsculas en los huecos correspondien-
tes. Grabado xilográfico en la portada. Escudo real al v.'^ de la última
hoja, cuyo anverso está en blanco. Filigrana : la mano y la estrella.

Primera edición sevillana, insignemente rara y preciosa, im-


presa por mandato de García de la Torre y Alonso Lorenzo. Es
tercera impresión general de Los Claros Varones y edición prínci-
pe de las 3 2 Letras completas.

Hernando del Pulgar, cronista y secretario de los R R . Cató-


licos, historiador veraz, diserto y amenísimo, es el mejor prosista
de su tiempo y el más brillante epistológrafo de España. Tanto sus
Claros Varones—\itxmosdi galería de retratos, escritos bajo la ins-
piración de las Generaciones y semblanzas de Pérez de Guzmán y
teniendo por modelo el Compendio biográfico compuesto por Jor-
ge de la Vernade, secretario de Carlos VII de Francia,—como sus
Letras—primorosa colección epistolar, de singular importancia
histórica—son verdaderos monumentos de la historiografía anti-
gua y preciadísimas joyas de la literatura castellana.
He aquí una muestra del gallardo y sabroso estilo de Pul-
gar, tomada del título X X I de Los Claros Varones. Es un frag-
mento de la semblanza del arzobispo de Sevilla don Alonso de
Fonseca:

«Procuraba mucho la honra, e siempre queria tener especial


lugar cerca de los reyes e ser único con e los en sus fablas e re-
traimientos: e como acaece en las cortes de los reyes ser envidia-
dos e odiosos aquellos que mas cerca dellos están, este arzobispo
por esta singular accepcion que procuraba tener cerca del rey don
Juan o del rey don Enrique, e por la grand confianza que en aque-
llos tiempos le ficieron de algunos grandes negocios que ocurrían,
se le siguieron enemistades peligrosas con algunos grandes del rei-
no, las quales por discurso de tiempo, e con obras que fizo de
amistad, supo con buen juicio satisfacer de tal manera, que saneó
el odio que del fue concebido... Tenia la cobdicia común que to-
dos los nombres tienen de auer bienes temporales, e sabialos muy
bien e con grand diligencia adquirir... E como acaece que algu-
nos, procurando las cosas que desean, se reputan mezquinos cuan-
do no las alcanzan, e serloían si las alcanzasen; e otros hay que
aborreciendo las cosas que piensan serles dañosas, su buena fortu-
na les fuerza que las reciban, por la utilidad que dellas se les ha de
seguir; puedese creer deste arzobispo que ouo tan buena fortuna
acerca destas cosas mundanas, que siempre se le apartaba aquello
que procuraba, si al fin le auia de ser dañoso, e se le aparejaba lo
que aborrecía, si al fin le auia de ser prospero.»

Apunte bibliográfico de Los Claros Varones ; i.^ ed., Toledo, Juan


Vázquez, 1 4 8 6 , fol., gót. — ed., S. 1. n. a. (Zaragoza, Hurus, 149...),
id. id. —- ed., La que aquí se registra, — 4.^ ed., La descrita en la pa-
peleta siguiente. — fi^ ed., Valladolid, 1 5 1 4 , 4.°, gót. (Hidalgo).—
ed., Alcalá, M. de Eguía, 1 5 2 4 , 4.°, gót. — ed., Alcalá, M . de
Eguía, 1 5 2 6 , 4.°, gót. — ed., Alcalá, M . de Eguía, 1 5 2 8 , 4.°, gót. —
g.^ ed., Zamora, Picardo, 1 5 4 3 , 4.°, gót. — 10.^ ed., Valladolid, F. F. de
Cord., 1 5 4 5 , gót. — 1 1 . ^ ed., Amberes, Juan Meursio, 1 6 3 2 , 8.° —
12.^ ed., (Hisp. lat.) Opas Epistolaruniy Amsterdam, Eizeyir, 1 6 7 0 , fol. —
1 3 . " ed., Amberes, 1 6 8 2 , 8." (SaWá). — 1 4 . " ed., Madrid, Marín, 1 7 4 7 ,
octavo. — 15.^ ed., Madrid (ed. Llaguno y Amírola, a continuación del
apócrifo Centén Epistolario), 1 7 7 5 , 4.° — 16.^ ed., Madrid, V.^ desbarra,
1 7 8 9 , 8.° — jy.^ ed., Madrid, Ortega e Hijos de Ibarra, 1 8 0 9 , 8.

Ediciones primitivas de las 1 5 primeras Letras:


— Burgos, F. de Basilea, 1 4 8 5 , y Toledo, P. Hagenbach, 1 4 9 8 .

Ejemplares del codiciado incunable sevillano aquí descrito: I,


Bibl. Nac. de Madrid; II, British Museum; III, Heredia; IV, Mo-
lina.

Hace más de cuarenta años ofreció Vindel en 10.000 pesetas un so-


berbio ejemplar de la edición original de Los Claros Varones, Toledo,
Vázquez, 1 4 8 6 . «Ningún libro — decía el benemérito Vindel en su co-
mentario — merece ser tan apetecido, tan codiciado y digno de tanta esti-
mación para el coleccionador como éste.» (P. Vindel, Caí.® Ilustrado, III,
número 2592, año 1 9 0 3 . )
El ejemplar de Vindel, único y perfecto, ha salido esa vez al merca-
do, y no se anunciaría actualmente en menos de 80.000 pesetas.
Nuestro incunable sevillano de 1 5 0 0 , 24 de abnl, fué ofrecido por
Molina, en 1 9 0 9 , en 500 pesetas, precio que hoy nos parece irrisorio y
que, a pesar del grave defecto de que adolecía el volumen, falto de dos
hojas y con una de ellas manuscrita, era demasiado bajo aun para su
época. En la actualidad, un ejemplar completo, limpio y con buenas már-
genes de esta magnífica edición de Sevilla sería muy posiblemente anun-
ciado en 50.000 pesetas.

Hain 1 3 5 9 3 — Copinger 4993 - Salvá 3 4 9 3 - Gallardo 3 5 3 6 - Escudero, I^era


mención al núm. 90 — Heredia 3 5 1 3 — Molina, Supl. al Cat. de Libros Impr. y Manuscri-
to:» de los siglos X V al XVIII, núm. 3 4 2 6 (1909) — Fitzmaurice Kelly, Lit., trad. Bonilla,
p. 1 8 3 - H a e b I e r 5 6 6 - C e j a d o r , Lit., I. 4 1 6 — P a l a u , VI, 1 8 0 — C a í . ' ' Inc. BibL Nac. 1 5 6 9 .
19
PULGAR, Hernando dú

Los claros va || rons d'spaña...

Sevilla, Estanislao Polono, 1 5 0 0 , 22 de mayo.

4 ° 90 hh. fol.® [I]-xc. Sign, : a-k® Letra gótica de dos tamaños,


a línea tirada : 3 1 renglones por plana. Capitales grabadas. Marca del im-
presor al verso del último folio. Filigrana : la mano y la estrella.

Segunda edición sevillana del mismo impresor y año, pero


sólo de Los Claros Varones (cuarta edición general). Aunque no
la conoció Escudero, más bien parece haberse referido a ésta, en
el núm. 90 de su Tipografía, al decir «22 de mayo»; pero como
le atribuye 92 folios e incluye en el título las Letras, su cita no
puede aplicarse sino a la edición primera, que al número anterior
dejamos descrita. Fantaseando, como en otros muchos lugares, y
con su característica torpeza técnica, de las dos ediciones hizo una
sola.

Esta segunda impresión de Sevilla, menos completa e importante


que la anterior, por la circunstancia de faltarle las Letras, pero tan rara o
acaso más que ella, no ha salido nunca al mercado, que sepamos. Contra
lo que afirma Palau, la Biblioteca Nacional no la tiene actualmente, según
fonsta por su Catálogo de Incunables (1945). El ejemplar de la Nacional,
si es que allí ha existido, debió de ser el del Marqués de la Romana.
N o se anunciaría ahora un perfecto ejemplar de este libro en mucho
menos de 30.000 pesetas.

Méndez, p. 1 0 5 , n. 7 3 - Cat.^ del Marqués de la Romana, p. 18-. - Gallardo


3537 - Haebler 5 6 7 - Palau, V I , 1 8 0 .
20
NEBRIIA, Elío Antonio de

Aelii Antonii nebrissen. gramatici uafre dicta phi-


loSOphoR) II Fiusdem (sic) epithalamium lusitanize principum.
Eiusdem patriae suae antiquitas & origo. || Eiusdem post longum
tempus patriae salutatio. || Eiusdem Peregrinatio Regís & reginas ad
S. lacobum. || Petri Martyris ad eundem de barbaria fugata. || An-
tonii eiusdem ad Petrum martyrem responsio. || Eiusdem pauca
epigrammata ad diuersos || Glossulae ab eodem Antonio ómnibus
bis adiectae.

[Hispali, Tres socii germani—Johannes Pegnitzer, Magnus


Herbst et Thomas Glockner.—Circa i^^S-i^oo].

Fol. 2 4 hh. s. n. Sign. : A-D^. Letra romana de un solo tamaño,


para el texto, a línea tirada : 3 6 - 4 0 renglones por plana. Letra gótica pe-
queiía, también de un solo tamaño, para las g osas : 64-66 renglones por
plana. Minúsculas en los huecos de las capitales, que aparecen a veces en-
teramente vacíos. Algunas capitales grabadas, filigrana : la mano ji-
la estrella.

A l v . ° de la primera hoja empieza el libro (la glosa) : [ o ] Mnes


lítteraríj meí labores Pater obse || ruandc : qui sunt aáhuc a me editi ab
erudítíone máxime pucror || ... (y el texto) : Ad perquam Reuerendum in
christo iesu Pa = || trem ac nohiliss. dominum. Do. loannem fonse || cam
pacensis Augustance ecdesice prctsulem me i| ritissimum... — El libro acaba
al v.° de la hoja 2 4 (el texto, línea 4 1 ) : Vertit iter : neqz, post oculh est
reddita nris. || F I N I S || (y la glosa, línea 65) : date rege ponti. veni. vidi.
vícL ín oras díuersas. s. In apbrlca vt tu dixisti. Reddita restltuta ex vergl*
lio. II Finís.

Preciosa y rarísima edición incunable de una insigne colec-


ción poética del glorioso humanista y filólogo andaluz Antonio de
Nebrija ( 1 4 4 1 - 1 5 2 2 ) . La incluímos en nuestro ensayo por las im-
portantes páginas que contiene de miscelánea histórica, muy prin-
cipalmente por dos magníficas piezas del mayor interés hispánico e
hispanolusitano: el Epithalamium Lusitaniae Principum, en que
el autor canta las bodas de los príncipes Isabel y Alonso de Por-
tugal, celebradas en Sevilla el 18 de abril de 1490, y la Peregri-
natio Regis et Reginae ad Sanctum lacohum, escrita con motivo
de la romería que hicieron los R R . Católicos a Santiago en 1486.
De la Peregrinatio es el siguiente fragmento, primorosamen-
te traducido por el P. Olmedo:
«Una vez pacificada Galicia, el primer cuidado de los Reyes
fué cumplir el voto que habían hecho de ir en peregrinación al se-
pulcro de Santiago, Patrón de Espaiía, al cual acuden los españoles
en todos sus peligros, y lo miran como su numen tutelar en las ba-
tallas. Dicen que después de la Ascensión del Señor fué este
Apóstol el primero que cayó a manos de Herodes, y que sus dis-
cípulos determinaron dejar aquellas tierras crueles, llevando consi-
go el cuerpo de su Maestro. Acomódanlo en una barca, sin saber
adónde los lleva la Providencia. Navegando así, sin remeros, por
Nuestro Mar, con viento favorable, arribaron a las playas españo-
las junto a Calpe. Desde allí, pasando las espumosas olas del estre-
cho de Hércules y los senos del Océano al impulso del Austro,
llegaron felizmente a un puerto de Galicia, y allí se detuvieron».

Del 'Vafre dicta phitosophorum aparecieron unas cuantas edicio-


nes en un período de cinco años, lo que prueba la gran boga de que
disfruto en su tiempo la espléndida colección nebrisense. La edición origi-
nal es la publicada s. 1. n. a., impresa al parecer en Salamanca, c. 1496,
en 4.°, 1 0 hb., let., romana (Haebler 476 — Gesamtkatalog 2242). Sin
contar la de Sevilla, hay cinco o seis impresiones más, v es posible que en
lo sucesivo vayan apareciendo otras, que yacerán aún sepultadas en cua-
lesquier bibliotafios, en volúmenes de Varios nunca abiertos o deficiente-
mente estudiados. — Del Epithalamium hay edición anterior al Vafre (Sa-
lamanca, 1 4 9 1 , 4 . ° — Haebler 4 7 1 — Gesamtkatalog 3 2 2 3 ) .

Ejemplares del Vafre sevillano: I, el de la Biblioteca Nacio-


nal de Madrid, que creemos recientemente incorporado a los fon-
dos de nuestro primer depósito bibliográfico; II, el de nuestra bi-
blioteca particular, adquirido por nosotros en Sevilla, en 1 9 3 3 , y
que cedimos en 1 9 3 5 al experto bibliófilo Dr. Ettinghausen, con
destino a librería anticuaria de Maggs Bros. (Londres). Posible-
mente es el mismo ejemplar existente hoy en la Nacional.

Este interesantísimo incunable no sería anunciado ahora en menos de


1 5 . 0 0 0 pesetas.

Escudero no tuvo la menor noticia de tan valioso libro.

Gesamtkatalog 2246 — Olmedo, Nehrija, p. 205 y ss.— Cat.° Inc. Bibl. Nac. 1 2 6 8 .

MIGUEL ROMERO MARTÍNEZ.


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FASCICULUS TEMPORUM. — Ejemplar de la Biblioteca Provincial y Universitaria de Sevilla. Grabados: Arca de


Noé (folio 3 vuelto), y Venada (folio 3 7 vuelto),

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finíB.

CAYDA DE PRINCIPES. - E j e m p l a r de la Biblioteca C o l o m b i n a , Sevilla. C o l o f ó n Y marca de

los impresores.

Foto ARCHIVO HISPALENSE.


C U L T U R A H I S P Á N I C A EN E L A N T I G U O P A R A G U A Y ESPAÑOL

OFICIOS MECÁNICOS Y CIENCIAS ÚTILES

MISIONALES

I. SU C A R A C T E R ESENCIALMENTE EMPÍRICO

Al hablar de ciencias útiles y sus oficios, solamente reconocemos aquí


por tales aquellas disciplinas que eran de supremo interés para unas so-
ciedades como aquellas de incipiente o progresiva cultura humana, y sin
las cuales disciplinas no hubieran podido obtener los pueblos de misiones
su fin social. Para esto es evidente que, en tales circunstancias, no era
necesario ejercer ni comunicar a los indios teorías elevadas, las cua-
les, por otro lado, no captarían ellos, ni proporcionarles ciertas carreras
empíricas de adelantado progreso. Para tutelar el orden jurídico y reli-
gioso y para proveer a los más altos y difíciles postulados de la prospe-
ridad temporal pública, ya estaban allí las supremas autoridades, y como
representantes de ellas, allí estaban los Padres Misioneros. Estos, en ge-
neral, eran buenos letrados, capaces de acomodar e interpretar leyes y
preceptos, y de encauzar los conocimientos más necesarios para el común
vivir, con la ayuda de los indios.
No se necesitaba, pues, más que tratar de darles los conocimientos
y elementos más proporcionados a su felicidad temporal; todos los cua-
les, si bien se mira, estaban ya contenidos en el grupo de ciencias y artes
útiles que se cultivaban en misiones.
Por otro lado, el principal elemento de felicidad temporal consiste
siempre en la virtud, por ser ésta una perfección de la más noble parte
del hombre. Y manifiesto es que para las buenas costumbres y para la
virtud, lo más conveniente y necesario era darles a los indios (y lo mismo
podría decirse de los catequizandos en las villas y ciudades de la colonia)
la debida y oportuna instrucción moral y religiosa.
Ahora bien, el instrumento nato de esta instrucción había de ser la
palabra viva del ministro de Dios, con la ayuda nocional de los mismos
padres de familia ya impuestos de antemano.
Proporcionarles por entonces a los nativos otros conocimientos más
altos y otras prácticas de cultura, amén de dificilísimo, por no decir im-
posible, hubiera sido dañino. Ni hubieran sabido hacerse con ello más
aptos para tratar y adelantar sus propios negocios, ni hubieran mirado
mejor por los intereses ajenos. Por entonces les iba muy bien para su
bienestar temporal y eterno con el trabajo asiduo y ordenado, la sencilla
obediencia y la carencia de vicios. Y estas virtudes eran precisamente las
que veían faltarles, no sólo a los salvajes de los bosques, sino a los co-
rrompidos y vagabundos civilizados que merodeaban por aquellas serra-
nías.
N i los mismos Padres y Hermanos misioneros habían aprendido
siempre todas estas artes y ciencias útiles por métodos rigurosamente es-
colares y académicos. A buen seguro que varios habían cursado en los
talleres y oficinas los métodos empíricos de los maestros de aprendizaje.
Sus doctrinas, más que teóricas, estaban naturalmente contenidas en los
modos y hábitos tradicionales que habían recibido y se habían asimilado.
Así, pues, en sus obras, y en las que, dirigidas por ellos, ejecutaban
los indios, había estilo, sí, y existían métodos determinados. Pero éstos, a
menudo, más bién habían salido del ejemplo y de la colaboración familiar,
con la vida profesional de sus maestros. Eran hombres de acción viva, y
de técnica y arte que diríamos popular. Arte, por otra parte, muy propio
de la Compañía de Jesús y de su espíritu práctico y apostólico, que todo
lo encamina a la acción, y que aprovecha pronto para ella los recursos
de que dispone.
A l contrario, la instrucción puramente académica, erigida en ley
única y universal, es obra de sus enemigos los enciclopedistas, desde Di-
derot hasta Condorcet. Y de ellos la heredaron los liberales. Poco cuida-
dosos estos hombres, tan pagados de su ciencia, de unir la naturaleza con
la educación, los dones preciosos con la cultura racional, contribuyeron a
níatar el arte popular con su «hacer aprender», en lugar de «hacer hacer»
o ejecutar. Uno y otro, en cambio, ha sido el uso constante y el Ratio
Studiorúm de la Compañía de Jesús.
No había por qué cambiar ese régimen especialmente utilitario en
aquellas latitudes del Paraguay. Allí, más que en ninguna parte, las
instituciones de ciencia pura debían someterse a las conveniencias pura-
mente materiales de lugares y de tiempos. En las reducciones, sólo era
áprovechable la ciencia que puede despertar, levantar y revestir a Socie-
dades incipientes. Fuera de misiones, en los Colegios y Universidades, ya
resplandecía, sobre todo en Córdoba, la verdadera ciencia católica y sa-
grada de nuestros mayores. Que ciencia era y muy sublime la teología, y
entonces nadie en el mundo íe regateaba esos honores; porque "no existía
aún el funesto divorcio entre los estudios sagrados y los profanos. Pero,
fuera de ese campo escolástico, tanto filosófico como teológico, era muy
difícil pensar allí en arduos estudios de investigación desinteresada;
cuando en la misma metrópoli se sacrificaba la ciencia pura, o mejor, se
aplicaba por la imposición de los tiempos a los usos empíricos. Ese mis-
mo sello llevaban allá los estudios científicos coloniales de nuestros padres.
Casi todos andaban marcados con la impronta utilitaria de las ciencias
aplicadas.
Ateníanse, pues, a una propiedad de ,1a raza misma en materia de
ciencias exactas y naturales. Efectivamente, en esta parte, España, por
idealista, mística y metafísica que haya sido bajo otros respectos ( y dí-
ganlo sus ascetas y sus teólo^jos) no ha logrado florecer extraordinaria-
mente en la ciencia pura y teórica de la naturaleza, sino en lo que tienen
inmediatamente de útiles los conocimientos científicos. Más que astróno-
mos puros ha dado España, por ejemplo, astrónomos náuticos; más que
teóricos matemáticos ha dado talentos de construcción o de aplicación in-
dustrial de las matemáticas; más que botánicos y floristas, geopónicos y
agricultores; más que químicos^ metalurgistas.
Todo esto, que parece una limitación del genio nacional, lo reconocie-
ron aun grandes españoles, como fué el mismo Menéndez y Pelayo (1).
Y en parte lo lamentaban, porque parecía ser en daño del más interesado
cultivo de la ciencia.
Pero, ¿quién podrá negar que, tratándose aquí de naciones nuevas y
de una ciencia que pudiéramos llamar colonial, lo primero que en este
caso se imponía conocer, no era tanto las ciencias teóricas o de pura in-
vestigación, cuanto las empíricas de aplicación inmediata?... Pues así
fué, que a esto se atuvieron los grandes colonizadores del espíritu. Y ¡cuán
abundantes y cuan variados fueron, así los artífices como los artefactos,
en casi todas las artes útiles!
«Sorprende a la verdad—dice con mucha razón el P. Furlong—^hallar
en los inventarios levantados por la autoridad española aí expulsar a los
jesuítas, mención frecuente de herrerías, platerías, sombrererías, torne-
rías, arperías o talleres de instrumentos músicos, tejares, carpinterías,
curtidurías, imprentas, imaginerías, relojerías, etc., etc. Aun en el su-
puesto de que cada pueblo de las misiones o cada colegio contara con
una de tales oficinas, es ciertamente maravilloso el adelanto que habría-
mos de asignar a dichos colegios o pueblos misioneros. Pero lo singular-
mente curioso es que casi cada colegio o pueblo de misión tenía simultá-
neamente todas esas y otras muchas oficinas y talleres. N o había, pues,
actividad que no tuviese entre los jesuítas su desarrollo» (2).

(1) Estudios de Crítica Literaria, Serie cuarta, pp. 281 y sgts.


<2) Los Jesuítas y la cultura Ríoplatense» cap. X V I .
Veamos de recorrer en particular, siquiera sea brevemente, algunos
de estos oficios singulares o ciencias aplicadas, no sin mencionar de paso
varios de los-más señalados artífices que las dirigieron o ejecutaron.

IL MISIONEROS Y ARTESANOS EN LA COLONIA

Ciertamente, en l^s artes de manufactura no se durmieron nunca lo«i


exploradores y misioneros españoles. Y si algún tiempo parecieron ador-
mecerse, no fué por falta de empresarios entusiastas, sino por causas
extrínsecas. Por lo demás, a los pocos años de fundada la colonia, ya se
veían acá y allá batanes, ingenios de azúcar y obrajes de varias clases.
Claro está que florecían estas manufacturas, sobre todo de paños, allí
donde abundaba la mano de obra de los indios, pues los españoles, como
propietarios y dirigentes, se reservaban de ordinario puestos de más ho-
nor y responsabilidad en el carro del progreso (ni más ni menos que
cualesquiera extranjeros lo han hecho siempre en sus colonias).
En todo ese menester, a nadie cedían, pues, nuestras misiones. Tes-
tigos son los diversos establecimientos manufactureros que dirigían nues-
tros Hermanos desde la fabricación de paños, bayetas, jergas y sayales,
hasta la fundición perfecta de campanas para los templos propios y ajenos.
Basta echar una mirada general por colegios y reducciones. Todos los
menesteres de artesanía encuentran allí su mecánico que los entienda y
los ejerza útilmente. Unas veces es un hermano coadjutor inteligente, hu-
milde, trabajador constante. Otras, es algún indio más ladino y despierto,
que ha sido instruido y capacitado por la misma asidua constancia del
hermano. Mientras haya allí un trozo de hierro que forjar, no faltará en
la fragua un hábil fragüero que, al sonsoneo rítmico del macho, haga
saltar las chispas del yunque acerado. La lana que se ha de escardar en-
cuentra su pelaire. Los arados, aperador que los labre. Y los lizos de los
telares, habilísimos tejedores que pedalean diestramente la cárcola, y ma-
nejan la viadera, para gobernar los hilos y que pase tramando la lanza-
dera. Este oficio, sobre todo, era sumamente propio de nuestros hermanos
coadjutores.
A los principios, es verdad, cuando no abundaban tanto los herma-
nos legos, no era raro encontrar entre los Padres quienes montaban ellos
mismos buenos telares y hasta intervenían en el tejemaneje de los mis-
mos. Recordemos aquel Padre Andrés de la Rúa (que debe ser el que lla-
man Alonso de la Rúa, natural de Jadraque, en la lista de los llegados al
Paraguay con la expedición de Pastor). Este fué misionero celoso de
guaraníes y figuró especialmente en la reducción de Itapúa (3).

(3) Pastells, I. 464: y Leonhardt. II. 27i:—Item, Hernández. Organización, I, 234.


Su celo llegó, como decimos, a implantar por sí mismo en esa reduc-
ción la industria de dos telares de lienzo de algodón, del mismo que allí
se cosechaba. «Con lo cual—dicen las Anuas—, y tejiendo en esos telares
muchas varas, iba cubriendo el misionero la desnudez de aquellos sus in-
dios» (4). Murió en Yapeyu el año 1657.
Pero este oficio de tejedor fué, como decimos, uno de los más socorri-
dos entre nuestros hermanos coadjutores, y muy en especial entre los ale-
manes que estaban al servicio de esta misión española. Los superiores,
ordinariamente peninsulares, procuraban que no faltase un maestro hábil
en cada uno de los obrajes de que disponía la provincia; y hallábanlos
con facilidad entre los ya curtidos coadjutores alemanes. Así, en 1737,
vemos al Hermano Wolfango Gleisner (1693-1741) llevando el obraje del
colegio de Córdoba (5). Un lustro después, dirigía las hilaturas de aquel
Colegio Máximo el Hermano Jorge Herí (1702-1773), que tenía sus 65 años
cuando el destierro. general (6). Por los años de 1753, aparece asignado
al mismo colegio, como tejedor, el Hermano José Kobel, que en el 1743
aparecía ya en la cercana «Estancia de Provincia», Santa Catalina, diri-
giendo el obraje de paños (7).
Otro buen tejedor figura entre los coadjutores extranjeros en la per-
sona del Hermano coadjutor Leopoldo Gartner, moravo, de Iglau, que vino
al país contando ya 35 años de su edad, pero que alcanzó el destierro de
Carlos I I I (1768), siempre laborioso y entendido en el arte textil, como
consta de repetidos documentos.
La primera gran temporada la vivió en Córdoba del Tucumán, donde
en 1737 se dice de él que en la confección de estameñas y paños «era
maestro, y único» (8). Quisieron los superiores llevarle a Altagracia por
alguno que otro mes, para que estableciese allí el obraje de cordelletas,
frazadas, bayetillas y pañetes. Pero pareció era más útil para su arte
superior, quedando en Córdoba (9). Estuvo, sí, en la Estancia de Santa
Catalina por algún tiempo (10). Y más tiempo en Buenos Aires, donde pa-
rece le sorprendió la expulsión (11).
Puede agregarse a los pañeros, como última muestra del género, el
Hermano Cristian Mayer, vienés (1729-1769), que en tiempo del común
destierro residía en la Calera, estancia del Colegio de Salta, en la Pro-
vincia del Tucumán. Antes había residido en Córdoba con ese oficio que
digo, de tejedor, que ya traía sabido desde el Austria, cuando lo condujo
el P. Orosz, en 1748. Sospecho que el P. Huonder, que le asigna el oficio

(4) C A (Cartas A n u a s ) (1626-1627), 36.


Nacional, Buenos A i r e s ) , Mss. jes. n." 62; Libro de Consultas.
C f r . Huonder, Deutsche Jesuíten-Missionare.
Missionáre.
(6) A N B A , lug. cit.
(7) Idem, Catálogo de 1743.
(8) A N B A » jes., mss. 62, L i b r o de Consultas, 8 enero 1737
(9) Ibid.
(10) Id., ibid, 20 nov. 1737.
(11) A r c h . Prov. Tol. L i s t a del P . Diego González.
de barbero, se confundió con las palabras tónsor panni que le aplica el
primer catálogo (12). Luego se le dice claramente: textor. Fué uno de los
muchos que sucumbieron a las fatigas del viaje, y murieron, a poco de
llegar a España, en el Puerto de Santa María.
Sería infinito el nombrar aquí a todos los hermanos, particulamente
españoles, entendidos en el arte de tejedores y pasamaneros. Así como
recontar las plantaciones de algodón que, sobre todo en Corrientes y Mi-
siones, se laboraban. El cáñamo traído de España parece no arraigó tanto
en el país. Se probó, en cambio, la crianza de gusanos de seda, y aun se
intentó utilizar para fines industriales la telaraña de la Aranea Latro
(Linn.) (13).
No faltaron entre los jesuítas buenos tintoreros de grana, cultiván-
dose bien en varios parajes la cochinilla. Con labor algo más complicada
hubo también quienes fabricaron tapices hasta de seda y oro. Y entiendo
que durante bastantes años no le escasearon a la Provincia, y menos a las
Misiones, buenos bordadores y recamadores. Eso, a lo menos, parece
significar aquel acu pkrygia pingit que le asignan por oficio algunos ca-
tálogos al Hermano coadjutor Salvador Conde, granadino (n. 1697), re-
sidente en el Paraguay desde 1717. Recorrió, ejerciendo su oficio durante
bastantes años, varias doctrinas del Paraguay y Uruguay. A l tiempo del
destierro era cabalmente compañero del P. Cardiel en Concepción del Río
Uruguay, y contaba ya más de 70 años de edad. A l fin murió en Faenza
el de 1774.
Si de oficios metalíferos hablamos, téngase presente que, como com-
plemento de la arquitectura colonial, forzosamente había de haber can-
tidad de artífices, señaladamente herreros, que moldearan rejas, verjas y
molduras para puertas y ventanales. Eso, sin contar las obras gruesas,
como arados y demás aperos de labranza o herramientas indispensables
de cualquier oficio.
Muchas veces, estos hermanos artífices que se denominan simple-
mente «herreros» o «cerrajeros», eran más bien, con superior categoría,
verdaderos herrajeros o constructores de herrajes de caballería; y, en este
caso, los herrajes de que se habla eran adornos primorosos, hasta de plata
labrada, que guarnecían los frenos de los caballos de montar. Esta labor
implicaba una serie de piezas a su modo exquisitas. Porque los tales
aderezos se componían ordinariamente de las copas y estuches en que se
embutían las cabezadas, y, además, la testera. A veces era también de fino
metal la pontezuela de los frenos. Las llamadas copas se colocaban en dos
puertas laterales y salientes, denominadas alacranes, que se conectaban

(12) Debe corregirse el Huonder, ob. cit., p . 146, con la lista dé la cxnedición ¿if I7ia
( A N B A ) y el catálogo de 1755 A R S ( A r c h . romano de la Compañía)
(13) E l P . Ramón Termeyer llegó a ofrecer a Carlos I I I . y al mismo Napoleón, sen-
dos pares de medias fabricadas con la tela de ese arácnido ( F u r l o n e L o s Jv^ítjifi v i»
cultura Ríoplatense, cap. X V I ) . y i»
con el aparato principal llamado mueso. El mueso era el que cargaba so-
bre la lengua del animal, y, además de las dos barras separadas que lo
componían, solía llevar, colgada de unos anillitos, una varita que les
servía de eje.
¿Por qué tanta profusión de verdadero arte urbanístico en un me-
nester tan campesino y casero? Porque de eso ícustaban los arrogantes
jinetes de la tierra que, como berberiscos caracoleaban por aquellas in-
mensas praderías. Porque ese artificio metálico del caballo que, como
digo, solía ser artístico y aun de plata, era el que producía ese sonido
estridente y acompasado que es gala y regusto de los airosos caballeros
que lo cabalgan, acompañado por el bufido equino entrecortado y por las
alentadas vaporosas y espumantes del noble bruto.
En esa aleación de cinc, plomo y estaño, que llaman peltre, fué nota-
ble, entre otros, el Hermano José Klausner (n. 1685), que llegó en la ex-
pedición, germana por excelencia, de 1717. Su arte antiguo de peltrero
resultó muy útil en aquel país, donde (como él mismo escribía a su maes-
tro de Europa) «había copia de estaíío, pero nadie se preocupaba de ela-
borarlo, de suerte que los platos y utensilios de estaño eran tan caros
como de plata» (14).
Así, pues, este benéfico obrero fué copio el introductor de objetos y
vasijas de esa especie. El historiador Peramás lo nombra por tal en todo
el Tucumán. Y del colegio de Córdoba, en particular, se expresa así el
hermano: «En este colegio han comido hasta ahora con vasos y platos de
barro no glaseados. Ahora los he provisto de platos, vasos, saleros y va-
sijas de estaño, tanto que llevo ya gastados en mi fundición 107 quinta-
les de estaño». Y los datos abundantes de los Libros de la Procuración
están contestes en eso, máxime desde que Klausner se aposentó en Alta-
gracia, año de 1723 (15).
Asimismo hay testimonios de que el buen hermano Klausner instruía
a los indios en ese oficio, y aun en otros, porque era habilidoso en fundi-
ción dé campanas, én hojalatería, en tonelería, etc. Y suplía con todo ello
la falta grande de artesanos seglares que se notaba en el país (16). Consta,
además, que fué muy virtuoso, y que gfozó de la confianza plena de los
superiores. Y a su vida correspondió la muerte ejemplar que tuvo en
Córdoba el día 20 de mayo de 1746 (17).
Los dorados preciosos qué aún ahora se ostentan en algunos objetos
religiosos que han podido ser rescatados de entre las ruinas, bien dan a

(14) Archiv. Nac. de Munich, Jes., mss., nn. 293-294.


(15) A P A ( A r c h . de la P r o v . ' . A i ^ e n t i n a ) , L i b r o de Procur., P r o v . P a r a g u a y a .
(16) Munich, lugar citado.
(17) A P A , Catálogo del personal de la Cómp. de Jesús, 1744 al 46. O b r a fué, sin duda,
de este hermano la magnífica fuente de metal que coronaba el aguamanil de piedra sapo
existente aún en la antesacristía dé nuestra iglesia antigua de Córdoba. V é a s e Monseñor
P a b l o C a r r e r a en Dos páginas de arte colonial (Córdoba, 1913) p. 22.
entender haber alcanzado gran perfección en misiones el arte de aplicar
los panes de oro.
En dichos libros de Procura de la Provincia surgen acá y allá re-
ferencias a esa industriosa práctica. Tal vez en los pueblos se fabrica-
ban artísticos retablos, y se les hacía dorar por mano de un buen batihoja
común o dorador especializado.
Así, entre las referencias que conservamos del í*. Juan Antonio
Quiñones, madrileño (1718-1791), que alcanzó muchos años la extinción,
y fué capellán estanciero, misionero rural en Córdoba, etc., hallamos que
en 1745, por julio, hizo dorar el gran retablo trabajado en el pueblo de la
Santísima Trinidad (18).
Vese, pues, que hasta el oficio singular de batihoja parece tenía sus
representantes en las misiones. Acaso era empleado ese arte para fabri-
car en casa los panes de oro que exigía el decorado de tantos retablos
como se hacían por los nuestros.
A lo menos, en 1745, había un Hermano, Manuel YelascOt que era
batidor de oro, según las trazas. En el libro de la Procura Provincial, por
el mes de octubre, aparece un asiento por donde consta que se habían
enviado con el hermano a la Estancia de Santa Catalina todas las herra-
mientas de batir oro (19). A l año siguiente, por julio, se consignan a su
nombre unos moldes (20). Por febrero de 1752, se remiten para su oficina
40 pesos en oro (21). Señales todas de que ejercía el oficio dicho, a lo me-
nos por estos años.
Tratándose de trabajos mecánicos susceptibles de fácil imitación, no
puede negarse que hasta los indios lograban ajustarse, mejor o peor, a
los modelos presentados. Así* se dio el caso algunas veces, en el siglo
X V I I I , de que las artes de nuestros indios se extendiesen hasta el curioso
trabajo de fundir por sí mismos los tipos y grabar las láminas que utili-
zaban los nuestros en las imprentas primitivas que en sus Doctrinas es-
tablecieron.
«Algún jesuíta diestro en el arte de Gutenberg—dice el P. Astrain—
debió llevar de Europa algunas muestras de estas piezas, y los indios,
que eran muy hábiles en imitar lo que se les ponía delante, reproducirían
lo que nuestro religioso les iba enseñando» (22).
Y , a la verdad, no hay por qué se supongan inhábiles para todo ofi-
cio metálico, por ejemplo para fundidores, los que en otras especies de
artefactos, como muelas molineras, piedras caleras, ladrillos, baldosas,
tejuelas de canaleta y ciertas obras de cantería, lograban desempeñarse
del lance con relativa destreza (23). Erró don Félix de Azara, en esto

(18) A P A , L i b r o mencionado de Procura, p. 351.


(19) A P A . Procur., Prov., p. 351 r.
(20) Id.. Proc. de Santa Catalina, p. 58.
(21) Id., Proc. Prov., p. 120, v.
(22) Astráin. H A E ( H i s t . ' de l a Asistencia Española), V i l , 489.
(23) Charleroix, H P (Hist. del Paragruay), I, 300.
como en otras muchas cosas, cuando echó en cara a los antiguos jesuítas
€el atraso en que conservaban a sus neófitos»^._t (24). Lo contrario precia
sámente de lo que admiran y confiesan otros ilustres contemporáneos
suyos, como el mismo Alvear. Ciencias altas, seguramente no las tenían
los indios; ni había capacidad para tanto, Pero en ciertos oficios manua-
les y en ciertas prácticas útiles y caseras de artesanía, acaso se hallaban
en mejor estado nuestras Doctrinas, que otros cualesquiera pueblos de in-
dios. Y , puesto que Azara dice que más bien desaprendieron con los Pa-
dres lo que Irala les había enseñado desde 1610, sepa el ilustre impostor
que estos indios, ninguna de aquellas artes conocían cuando les sacaron
los jesuítas de las selvas. « Y respecto de las útiles en particular, sería
curioso saber si Irala enseñó a aquellos indios a tejer, ser plateros, car-
pinteros, fundidores, músicos, fabricar órganos, etc.; y qué ciencias se-
rían esas que desaprendieron con los Padres, si eran las naturales, las
exactas, o más bien las soñadas en la cabeza de Azara» (25).
Claro es que en todos esos ejercicios y menesteres más dificultosos,
presidía siempre la labor algún ingenio religioso.
Bajo tal dirección, sabemos que de aquellos talleres de arte y de pa-
ciencia salían a las veces aparatos y mecanismos de singular artificio,
tales como ingeniosos relojes de torre y de campana, de pared, y hasta
de bolsillo; y a veces tan complicados, como aquel que elaboró en Chile
el coadjutor Ruety en 1748, el mismo que el P. Carlos Haimhausen regaló
a su parienta doña Juana de Austria, esposa de Juan V de Portugal. Era
aquél un reloj que no sólo marcaba las horas, sino los días de la semana,
los meses, las fases de la luna, y hasta el movimiento aparente de los
signos del Zodíaco.
También en las latitudes del Paraguay misionero proveyó él Señor
de sujetos hábiles en relojería. Ellos concertaban las máquinas por las
cuales medían su tiempo aquellos solitarios apóstoles, dado que la relo-
jería solar y estelar de las indiadas no satisfacía suficientemente a las
necesidades de la hora; aunque mucho antes de que se iniciara allí la in-
dustria de los relojes mecánicos, ya los jesuítas habían provisto sus
colegios y pueblos de relojes de sol perfectos en su género, algunos de los
cuales aún existen. En nuestras casas mayores solía siempre haber re-
lojes de campanario y de pared fabricados por jesuítas. Baste nombrar
alguno que otro artífice de los que resaltan entre muchos.
Fué, por ejemplo, el P. Jaime Carreras un gran constructor de relo-
jes mecánicos. Aun después del destierro, por esta su habilidad, «la ciu-
dad de Faenza le encargó la construcción de un reloj para su cabildo; y
él realizó su cometido con la admiración de propios y extraños, llegando
uno de los cronistas de la época a aseverar que ningún maestro alemán

(24) Descripción del P a r a g u a y (Colee. Angelis, 137).


(25) Hernández, Organización, II, 391.
O suizo hubiera sido capaz de hacer cosa más notable» (26). También al
coadjutor Cristiano Mayer, probable autor del gran reloj de Itapúa, le
rogó el cabildo bonaerense que hiciese funcionar bien el de su iglesia
mayor, que andaba en ineptas manos (27). Con mucha razón cita el P. Pe-
ramás, como ingeniero mecánico de este género, al coadjutor Carlos Frank,
tirolés (1704-1744), que, pese a haber muerto bastante joven, a los cua-
renta años, sirvió admirablemente en ese ramo de relojes a las reduccio-
nes de Los Mártires y de San Juan Bautista, hasta que la muerte le atajó
el 26 de junio de 1744 (28). Entiendo que, como relojero, prestó también
especiales servicios a la misión un suizo precisamente, país, como es sa-
bido, de relojeros natos. Hablo del coadjutor Andrés Rotk, nacido en Fei-
denfeld, no lejos de Lucerna (29). Por cartas de misioneros de Chiquitos,
sabemos que se requería constantemente su presencia y labor en esa espe-
cialidad (30).
Siendo tantas las industrias a que había de atenderse para trocar
la incultura secular de unas tierras bárbaras en una cristiana civilidad,
no perdonaban nunca los misioneros, ni profesiones que pudiesen des-
empeñar, ni peritos que pudiesen allegar, ni menaje de oficio que pu-
diesen adquirir a costa de cualquier sacrificio.
En cuanto a oficios necesarios, ya lo hemos dicho. Lo mismo se f a -
bricaban allí primorosas urnas, delicados instrumentos quirúrgicos, len-
tes astronómicas y complicados tapices, que se fundían campanas, se
fabricaban órganos de viento, se tendían puentes y carreteras, o se cons-
truían trapiches de azúcar o de aceituna. En cuanto a personal imbuido
en artes, hay que ver lo mucho que apreciaban a estos bien dotados, donde-
quiera que aparecían. Lágrimas les costó a todos la temprana muerte del
murciano P. Juan de Montijo ( f 1729), célebre en la misión de los Lules
por la habilidad mecánica, que le hacía extremadamente útil (31). Para
que no escaseasen maestros, procurábase que nuestros hermanos domi-
nasen en lo posible algún arte, providencia muy conforme con el Insti-
tuto (32). Cada expedición, según lo ya dicho, aportaba nuevos maestros
europeos para la industria rioplatense.
Finalmente, es de notar aquí el afán de los misioneros por proveer
y dotar a aquellas tierras de utensilios e instrumentos de oficio, sin lo
cual vana sería la importación de personas que fuesen peritas en las dis-
tintas artes. De ahí que, regularmente, a cada expedición de hombres
hábiles acompañase su material correspondiente. Así, por ejemplo, si el
año 1717 aportaron con los padres expedicionarios algunos coadjutores

vIJÍ Furlongr, L o s Jesuítas y la cultura Rioplatense. X V I .


mecanismo, con f i g u r a s semovientes al d a r l a hora (Ibíd).
ÍSQÍ C a t á l o g o de 1744 ( A r c h . Rom. Societ.)
C a r t a s de 1761, 1766. etc.
(30) H u o n d e r , ob. cit., p . 1 4 9 .
I V , ' 741, 747, y C A (1720-1730), 16 v.
(32) R a m i é r e - B e s s o n , Comentario a l a s Constituciones (1896), p . 351.
expertos, no faltó tampoco allí el respectivo acompañamiento de cajones
provistos de herramientas para elaborar metales, utensilios de relojero,
piezas diversas para puertas, ventanales, instrumentos quirúrgicos, etc.
Todo un surtido de menudencias útilísimas, que, aunque fuesen mera-
mente de hierro o de latón, resultaban de oro para aquellos apartados
continentes.
Uno y otro menester, el personal y el instrumental, lo proporciona-
ban a menudo los mismos indios, tratándose de cosa que no excediese sus
alcances. Así, queriendo los nuestros de Sante F e entablar allí dos tela-
res de algodón el año 1718, comisionaron al célebre criollo P. Bartolomé
Guzmán para que fuese a las Misiones «a solicitar telares e indios prác-
ticos» (33). Y en punto a utensilios de viaje o aparatos de poca monta,
comprábanlos a veces los mismos indios en la ciudad con el precio del
mate que vendían (34).

ni. LA MÜSICA Y LA MEDICINA

Juntamos aquí, para terminar, una ciencia y un arte tan dispares


como estos dos, porque ambos tienden al refrigerio y alivio, quier del
cuerpo, quier del espíritu.
Por eso, porque la música vocal e instrumental es el arte que destila
sin duda más regalo y suavidad de espíritu, la eligieron al punto nuestros
padres para ensanchar el corazón de sus indios y también para ayudarse
de ella en sus esfuerzos educativos. Sabían demasiado que la armonía,
de cualquier modo que se manifieste, ejerce en nuestros ánimos un im-
perio irresistible. La armonía es el orden en los sonidos; y el orden ma-
nifestado es el signo exterior y también el fondo de la belleza. Y , jes tan
fácil atraer los corazones y las almas, aún tratándose de plegarlas al
deber, por los dulces atractivos de la hermosura!
Desde luego, todos por experiencia conocemos el enorme influjo y,
por decirlo así, dulcísima tiranía que ejerce la música sobre las facultades
morales del hombre a través de las vibraciones del tímpano. Existe una
gran afinidad entre los sones musicales que hieren el oído y los senti-
mientos que aquéllos suscitan en el alma. Lo observó ya San Agustín ha-
blando de sí mismo. No hay un solo afecto del corazón, ni un sentimiento
del espíritu que no encuentre entre las variadísimas modulaciones de la
música, su acorde especial, su propia melodía, nacida para ser su fiel
intérprete. Y al contrario, no hay una vibración sonora, cualquiera que

<33) E r a el F . Guzmán catama^rQueño» nacido en San Fernando. 1672, y muerto ^


Santa Fe, 1721.
<34) Hernández, Organización..., 540.
sea, que no repercuta pronto en otra vibración espiritual del alma. De
hecho, no se da melodía ni canto alguno que no despierte al punto en el
espíritu humano aquel sentimiento de alegría, de piedad, o de dolor, cuya
expresión viene a ser el mismo canto. Y es tan potente y eficaz esta
fuerza suscitadora de la impresión y del hechizo por las ondas sonc^ras.
que a esa fuerza no se sustraen ni los animales mismos, ¡Cuánto menos
el hombre, por bárbaro y primitivo que se le quiera suponer!
Bien se ve por aquí cómo la música de suyo ofrece un propicio fun-
damento natural, que abre camino para inducir o despertar afectos de
piedad, de religión, o de sana moralidad, por medio del sonido, que es
su expresión.
Pues, como el celo de las almas sea muy ávido y cuidadoso de em-
plear todos y cada uno de los medios más conducentes para el fin de ayu-
dar a los prójimos, ¡cómo habrían de desaprovechar este medio de la
música los misioneros del Paraguay! Sabiendo, sobre todo, como sabían,
que para entendimientos menos cultivados, cuales eran sus indios, este
arte musical ejercía siempre una impresión mucho más potente y sen-
sible y por ende más apta para su formación que cualesquiera otras artes
más complicadas. De ahí el uso continuo que hicieron nuestros misioneros
para fines sagrados, ora de las armonías graves del órgano donde a tanto
podían llegar; ora, por lo menos, de las melodías simples y devotas es-
parcidas -por mil himnos y cánticos sagrados, los cuales eran como ex-
presión de la plegaria colectiva y pública.
Ni olvidaban tampoco los misioneros aquella otra cualidad del canto
y del sonido; la que consiste en saber restaurar el alma, y servirle como
de medicina moral, o de cura preventiva. ¡Cuántos solaces proporcionó
la honesta música a padres e hijos, a neófitos y misioneros!... «Honesta
música», he dicho; porque el celo de Dios no entiende otra música; y
porque los instrumentos y cánticos de las reducciones tenían también por
fin suplir y hacer olvidar las melodías obscenas y torpes de sus ascen-
dientes paganos.
Aun para aprender la doctrina cristiana, y la lengua castellana, y
mucho más la lengua latina, sabían emplear nuestros misioneros la vaga
canturía, tan del gusto de los indios. No era de desaprovechar este con-
cepto oscuro que late en todo lenguaje, elevándolo a la categoría de frases
melódicas, para dar a la palabra humana cierta dulcedumbre y eficien-
cia. Así, los neófitos escuchaban más atentamente, aprendían ttiás fácil-
mente, retenían más seguramente, y, sobre todo, grababan mejor lo
melódicamente oído, no tanto en la mente como en el corazón.
En aquellos espíritus primitivos de nuestros neófitos acontecía con
sobrada razón lo que en todo espíritu humano; que más adentro que la
luz de la inteligencia penetran acaso los ecos de lo sensible.
Júzguese de la importancia que daban los misioneros a la música por
lo que cuenta el P. Sepp: En todos los pueblos de la Misión había treinta
O cuarenta que ejercían el arte. Entraban en esta escuela musical a los
nueve o diez años. Escogían los padres para ello los de mejor metal de
voz, y aunque, como indios, vivían a lo bárbaro todavía, en tanta multitud
de muchachos siempre se encontraban algunas buenas voces.
No había peligro que rechazasen la elección. Era fuerte y muy na-
tiva la inclinación de los indígenas al canto y a la instrumentación, y por
eso estimaban mucho el oficio. Y la mayor honra que se podía hacer al
hijo del corregidor o del cacique mayor era hacerle tiple; con ser aquéllos
los más considerados y como los doctos del pueblo, y la oficina de donde
salían todos los oficios de alcaldes, escribanos, sobrestantes, etcétera.
Mas, no obstante esa afición y destreza y que hubiese en cada pueblo
un maestro o dos de música, no solían corresponder lo mismo otras habi-
lidades que requiriesen entendimiento cultivado. No había que pedirles a
los indios en general que compusiesen un renglón de música y que hicie-
sen coplas, aún en su idioma, de las que hacen los ciegos en España. N i
los que tocaban arpas y violines, etcétera, sabían añadir o mudar alguna
diferencia, o trinado, hermoseta o cosa equivalente que diese gracia a su
tocata, más que lo que tenían en el papel.
Parecerá contradicción y paradoja. Pero es lo cierto, que con ser así
ios indios, tan torpes en la composición y obras constructivas de enten-
dimiento que pidiesen trabajo especulativo de la mente, todavía en la
habilidad y primores manuales úe un arte práctico, gozaban de alguna
destreza.
« N o se puede concebir—escribía el P. Sepp en 1692—a dónde llega en
esto manual la industria de los indios. Tengo entre mis neófitos a uno
llamado Paica, el cual hace todo género de instrumentos musicales, y los
toca con admirable destreza».
« E l carácter del genio del indio en general—añadía el P. Sepp—es
inclinado a la música. N i hay instrumento—cualquiera que sea—que no
aprendan a tocar en breve tiempo, y lo hacen con tal destreza y delicadeza
que en los maestros más hábiles se admiraría. Tengo en la nueva colonia
de San Juan Bautista un muchacho de doce años, quien, sin tropezar ni
perderse, toca sobre el arpa cualquier aire, el más difícil, y que pediría
para otros músicos más estudio y práctica» (35).
Si el personal músico era copioso, el instrumental no escaseaba tam-
poco. En los «Inventarios de los Jesuítas expulsos», publicados por Fran-
cisco Javier Bravo (Madrid, 1872), se apunta en cada uno de los treinta
pueblos de indios guaraníes el número y la especie de los instrumentos
musicales y los papeles de música que se hallaron en el momento del des-
tierro de 1768, y hasta lá descripción de los talleres donde se fabricaban
estos instrumentos.
Pues bien, en todas las iglesias de las Misiones se menciona el órgano.

(35) Cartas edificantes y curiosas, t . 7.® (Madrid, 1756)


Y en el pueblo de Trinidad^ había nada menos que una gran oficina u
obrador de fabricar órganos, espinetas, etc. Y esto explica la -multitud de
instrumentos de esa clase que se hallaron en nuestras Misiones, algunos
de ellos, acaso los más sencillos, fabricados por los mismos indios. El
P. Peramás nos habla, sin embargo, de algunos indígenas «superiores en
destreza a los más egregios maestros europeos». Podrá ser, pues no se
da regla sin excepción.
Como quiera que sea. el resultado era no carecer de la instrumenta-
ción precisa, ni de banda, ni de orquesta. Sólo en la reducción de
Apóstoles, vemos que se habla de arpas, bajones, violines, fagotes, liras,
flautas, cornetas, rabeles y rabelejos, violas, chirimías, fagotillos, órga-
nos y clarines...
Claro es que tamaña cantidad de instrumentos y ejecutantes, fueron
obra paulatina que, a fuerza de años y de sudores, fué recreciendo y to-
mando bríos. Pero la música, en forma de cantos sencillos, tomó principio
con la alborada misma de las Misiones. Bien pronto, en 1609, el P. Diego
de Torres, ordenaba a los padres José Cataldino y Simón Mazeta que
«cuanto más presto se pudiere, con suavidad y gusto de los indios, se
recojan cada mañana sus hijos para aprender la doctrina, leer y cantara.
Y daba orden de cómo se fabricasen flautas y se preparasen maestros
de tañer.
Muy bien dijo el insigne historiador señor Andrés Lamas, que «aque-
llos salvajes, en estado aún de naturaleza, eran niños con el desarrollo
físico y la fuerza de hombres». Y por ende, los misioneros comenzaban
por tratarles como a niños, rodeándolos de todos los objetos de su predi-
lección, por ejemplo la música, que les llevaba a la iglesia y los conducía
al trabajo. «Precedidos—dice—por la música, marchaban alegremente co-
mo niños, para ir a los campos donde trabajaban como hombres» (36).
Es cosa notable que también los misioneros tenían que confesar, co-
mo del antiguo Orfeo, que esta clase de fieras, quiero decir, los indios
más feroces y de menos razón, si con algún remedio humano se domaban,
era con la música.
«Todas estas naciones—escribía el P. Barzana—son muy dadas a
bailar y cantar. (Habla de las del Tucumán). Y tan porfiadamente lo
hacen, que algunos pueblos velan la noche cantando, bailando y bebiendo.
Los Lules, entre todos, son los mayores músicos desde niños y con más
graciosos sones y cantares. Y no sólo todas sus fiestas son cantar, pero
también sus muertes, todas las noches las plañen todos los del pueblo,
cantando juntamente, llorando y bebiendo. Y así, la Compañía, para ga-
narlos con su modo, a ratos les va catequizando en la fe, a ratos predi-
cando, a ratos haciéndoles cantar en sus corros y dándoles nuevos cari-

(36) Artículo circular p a r a toda Sur-América, publicado en París, por octubre de 1882.
tares a graciosos tonos; y así se sujetan como corderos, dejando arcos
y flechas».
No sabemos nosotros, ni es fácil adivinarlo, cuáles serían esos nue-
vos cantares y tonos graciosos con que atraían a aquellos niños grandes.
Pero no está fuera de lugar la suposición de don Juan Alfonso Carrizo
en su Cancionero Popular del Tucumán. Supone este erudito folklorista
que quizás Ies enseñaran los Padres, entre otras piezas, las letrillas y
villancicos populares glosados a lo divino, del obispo Fray Ambrosio de
Montesinos, cuyo Cancionero^ tan copioso en este género de poesías reli-
giosas, se publicó en 1508 (37).
Ciertamente, allí se hallan glosas breves y sencillas de cantares po-
pulares muy a propósito para el caso. Y es razón de más el que a cada
cantar y a cada glosa suele acompañar la noticia de los tonos populares
con que el estribillo modelo se cantaba en el pueblo.
Según algunos autores, un misionero extranjero de un país depen-
diente de España, el Padre Juan Vaisseau (Baseo), belga, de Tournai,
llegado al Paraguay con el P. Viana en 1616 y que actuó como seis años
en el Guayrá, donde murió a los 42 años de edad, en 1623, ése fué quien
introdujo la música entre los indios guaraníes; acaso quiso decirse entre
los indios del Guayrá; porque sabido es que, por lo demás, ya los insignes
Padres españoles arriba dichos, y otros no menos célebres, españoles y
criollos, como Lorenzana y Roque González, hoy beatificado, entonaban ya
en sus pueblos buenas músicas (38). Y si por extranjeros va (como parece
los prefieren algunos), por allí andaba el hermano Luis Berger, francés,
que poseía entre otras varias habilidades la del violín, y al menos en ese
arte fué muy de los primeros. Y poco menos antiguo fué nuestro mártir
español, P. Diego de Alfaro, el cual, yendo a Buenos Aires en 1627 para
rematar ciertos negocios espinosos de aquella misión, llevóse consigo un
grupo de veinte músicos indios, cuya banda o coro, él mismo habría de di-
rigir (39).

Otra expedición musical conocemos también, bastante antigua, y que


corrió a cargo del buen napolitano Padre Pedro Comentale, misionero de
San Ignacio Guazú, Había arribado allá el año 1616 con el P. Juan de
Viana, y nos consta que pocos años después, cuando llegó la gran expedi-
ción del P. Gaspar Sobrino, salió nuestro misionero a recibirla con veinte
músicos, que los festejaron y llevaron consigo a las misiones guaraníes.

(37) Cancionero P o p u l a r del Tucuman. I (Buenos Aires. 1937), p . 256. L a suposición


se confirma por el método de cánticos populares que dos siglos después, en 1765 se seíruía
p a r a adoctrinar melódicamente a los indios. Tráelo el P . Andrés Febrés en su A r t e de la
lengua general de los indios de Chile, donde a cada oración o cántico rimado se le agre-
g a n las referencias a otros tonos consabidos, también populares
(38) P o r lo demás, cierto es que el P . Vaisseau estuvo en la reducción de Loreto por
los anos de 1619. dtóplegando sus buenas prendas de artista educador, y trabajando muy
C a S an^l?^20^6)?® epidemia que asoló aquella tierra (Leonhardí.
(39) CA (1635-1637), 329.
Este habilidoso jesuíta era muy aficionado, además, a los libros de ciencia
empírica, así como a instrumentos especiales para fabricación de relojes
y cosas semejantes (40).
Gran artista de violín, como el dicho hermano Berger, fué el Padre
Claudio RoyeTf flamenco, que llegó al Paraguay, en 1616, con el P. Juan
de Víana, y pronto, al año siguiente, era ya compañero del P. Roque Gon-
zález en la reducción guaranítica de San Ignacio Guazú (41). Elogíale
mucho el P. Boroa, como cofundador de Santa María de Iguazú, Y no fué
el único puesto ciertamente, en cuya constitución intervino con su espí-
ritu y con su arte favorito (42).
El famoso tirolés P. Antonio Sepp (1655-1733) había sido instruido
en la música desde su niñez, y por su voz metálica había sido incluido
entre los escogidos cantores de la Corte Imperial, y muy celebrado en
Viena. Este Padre, más que introductor de la música en las misiones,
como alguno ha escrito, fué el perfeccionador o difusor. Y en esto, sí, no
tuvo par.
Por lo demás, él mismo confiesa en el relato o breve Historia de las
Reducciones, que se conserva en la Universidad de Munich, que sus ante-
cesores españoles y demás, habían enseñado a los indios todas las artes
y oficios de Europa, «principalmente la música, como arte esencial del
divino servicio», llegando los naturales no sólo a cantar y tocar instru-
mentos, sino también a fabricarlos, incluso órganos (43).
No obstante, como Sepp había aprendido en Alemania la música
moderna, y salido excelente en ella, piído llevar a cierta perfección, en
lo posible, aquellos primitivos medios. Con eso y con el celo y amor a los
indios que Dios le había comunicado, reformó por completo en las reduc-
ciones la música vocal y compuso textos y piezas musicales, que difundió
con la ayuda espléndida de aquellos procuradores españoles, la cual agra-
deció él muchísimo.
También el suizo P. Martin Schmidt (1694-1772) resultó excelente
músico e instructor de los indios en esta parte. No bien llegado en 1729,
desempeñó ese papel importantísimo en la misión de Chiquitos. Particu-
larmente en San Javier instruyó en músicas, orquestas y danzas simbó-
licas a los neófitos. Sacó discípulos tan aprovechados, que de ellos se pro-
pagó ese arte a los demás pueblos de aquella tribu, en la cual este buen

(40) L a habilidad de este P f d r e no se reducía a la música. Sabemos, por una carta


del
... PP.. General Gosvino Nickel (12 diciembre 1652). aue tenía especial permiso p w a i S
tener y usar ciertos libros científicos ^ue él enderezaba a la práctica misiónera así c o S i
^^ fabricación de relojes y cosas semeiantes (IpArCaS?
de Generales).
(41) Leonhardt, ob. cit.» II, 139
(42) C A (1626-1627), 52-54.
(43) P o r áquí se ve la inexactitud de su paisano el P Matíao cj+n^xk^i
carta publicada en el f ^ o s o Weltbott nos asegura que e? P Sepp f í l «m®
Provincia del Paragruay (Weltbott, 1729, n ú T 5 0 0 ) r s T m é r T t o fu^^^^^
arriba decimos, imponer a los indios en ciertos ribetes finos del canto florado
Padre descubrió especiales talentos para la música (44). Efectivamente,
sacó, sobre todo entre los jóvenes, discípulos tan aprovechados que, escu-
chándolos un cacique, decía entusiasmado: «Sólo quisiera volver a ser
muchacho, para ser instruido en arte tan lindo» (45).
Si por medio de la música se hizo valer la catequización en la misión
de Chiquitos, vindica también para sí no poca parte de este mérito el mi-
sionero bohemio Padre José Mesner (1703-1768).
El año 1736, contando tres años de residencia en esas partes, se en-
contraba en Santa Fe, misionando a la banda occidental del Paraná. A l
año siguiente pasó definitivamente a los Chiquitos. Allí desplegó su arte
en las reducciones de San Javier, de San Miguel, de Santa Ana y de San
Juan, donde le tomó el último destierro a Europa, para morir desgracia-
damente en ruta, cercana de Tacna, pasadas las Pampas de Oruro.
Con elogio habla de él en su obra bioí:ráfica el P. José Peramás.
Y dice que a él, lo mismo que al P. Schmidt, se debió que en cada una
de las reducciones hubiese un coro especial de música sagrada, formado
de indios habilísimos tanto en la música instrumental como en la vocal.
En la misión misma, bajo la dirección de ambos Padres, fabricábanse
muy variados instrumentos, interpretándose con ellos hasta música clá-
sica venida de Europa, y también piezas originales compuestas en las
misiones por esos Padres expertos, y por otros. Tenían allí una especie
de academia, para formar los músicos y cantantes de las diversas re-
ducciones (46).
Era estudiante aún el hermano escolar Domingo ZipoU (1638-1726),
cuando fué al Plata desde su tierra italiana de Prato (Etruria) en la
gran expedición del P. Bartolomé Jiménez, en 1717. Nueve años apenas
vivió la colonia, pues a principios de 1726, contando sólo los 38 de
edad, acabó con él una grave dolencia pectoral. Con todo eso, fué tiempo
suficiente para que se revelase en América notable músico, el que ya
en Roma, aun siendo seglar, había dirigido el coro del Gesú en la Casa
Profesa Romana. Con que llegado al Paraguay, y a Córdoba, donde era
estudiante, él hubo de dirigir en persona aquel nutrido coro y orquesta
musical, que excitaba grandemente el entusiasmo de españoles y de neó-
fitos, siendo enorme el gentío que acudía en cada solemnidad a nuestra
iglesia, atraído por las ejecuciones artísticas dirigidas por el hermano
Zípoli (47).
Sobre el célebre P. Florián Báucke (1719-1780), que es su apellido,
o Pauke, como suelen llamarle, vimos en Loyola, entre los escritos atri-
buidos al P. Miranda, un párrafo curioso. Habla el autor acerca de la
música en las Misiones, y dice en el lugar a que me refiero: « E l año

(44) Peramás, De vita et moribu8 tredecim Tironim paraguaycornm, Faenza. 17^3.


(45) C A (1730-1735), 40 v . '
(46) C f r . Lennhardt, en Estudios, de Buenos Airee, 1924.
(47) C A (1720-1730), 6-6.
de 1748 pasaron conmigo de Europa al Paraguay los Padres Floriano
Pauke, Julián Knogler y Martín Dobrizhoffer. Todos tres eran muy há-
biles en la música; pero especialmente el primero (Baueke) era buen
compositor y sonador de órgano, vioHn, flauta, travesiero, y otro instru-
mento de una sola cuerda gruesa, llamado trompa marina, que imita per-
fectamente al cuerno de caza» (48). Hasta aquí el P. Miranda.
Hay, pues, que catalogar a los tres misioneros (el de Abipones, Do-
brizhoffer; el de Chiquitos, Knogler, y el de MocoUes, Baueke), entre
los músicos notables de las antiguas Misiones. Pero bien se ve que, a
juicio del eminente padre españpl, entre todos campeaba y sobresalía el
P. Florián. Este hijo de Silesia era, en efecto, al decir del P. Miranda,
«tan insigne misionero como excelente maestro de música», y aunque
también trabajó en las misiones guaraníticas, pero su labor más notable
fué con los indígenas de la provincia de Santa Fe. Entre los mocobíes
principalmente lució sus habilidades no sólo de ejecutante y tañedor, mas
también de compositor y aun de fabricante de instrumentos músicos; pues,
como dice el mismo Miranda, «todo era necesario para amansar los áni-
mos feroces de aquellos tigres mocobíes», Y bien que mostró haberlo
conseguido, cuando a petición de las grandes ciudades, bajaba con ellos,
mansos ya como corderos, a festejar alguna de las grandes solemnidades.
El mismo P. Baueke, con santa sencillez, relata en varias partes de sus
obras los propios éxitos musicales entre aquellos indígenas (49).

Con los artistas musicales hasta aquí nombrados no hemos agotado,


ni mucho menos, el catálogo de los diestros en la materia. Centenares de
misioneros y catequistas utilizaron con maestría la propensión que los
indígenas sentían hacia la música, sin que obstase para ello el ejerci-
cio de otras habilidades. Poco impidió, por ejemplo, al Padre Francisco
Baptista su carrera de historiador para que no armonizase preciosos vi-
llancicos, como el que dedicó al mártir P. Julián de Lizardi. Y el P. Juan
de Fecha, pedagogo en el Tucumán, halló tiempo para abrir también una
escuela de música y formar con los indios más aptos un coro y una banda
célebres, que lucían por doquier sus aptitudes (50).
La expulsión tronchó esas armonías angélicas, pero sus ecos perdura-
ron por largo tiempo. Todavía, casi medio cuarto de siglo después de la
expulsión, o sea, en 1793, hizo constar el gobernador de Misiones, Lázaro
de Ribera, las tres escuelas de arte que con las tres de primeras letras
^istían en su jurisdicción, restos gloriosos de los antiguos usos escolares.
Y de las tres de arte, una era la escuela de organistas, otra de dibujos, y
la tercera de música. Y del inventario adjunto al informe, resulta que en

(48) Arch. Provine. Castilla, S. J., Estante 4.», pJút. 3 »


(49) Sus obras en alemán han tenido relativamente recientes ediciones, una de A K o -
Wer Ratisbona-Pustet, 1870; y otra, más extractada, de A , B r i n g S a Z Frib^rgo-
neruer, 19üo.
(50) Furlongr, L o s Jesuítas y la cultura Ríoplatense, cap. X I I I .
materia de instrumentos se contaba allí nada menos que con un clave,
treinta y seis violines, cinco violones, cuatro violas, veintidós flautas,
cuatro bajones, cinco chimirías, diez flautones, un arpa y un órgano (51).
Para terminar, diremos que la música urbana y catedralicia de las
grandes poblaciones de «españoles» (o más bien criollos), deberían no
poco en su paulatino desarrollo a los í:randes ejemplos filarmónicos de
nuestros colegios y misiones; sin que por eso vayamos a negar a la culta
población criolla de la época que llamaban también españoles, impulsos
propios para cultivar el arte armónico, como alguno poco imparcial se los
ha querido negar en absoluto, con poco probable aseveración.
Y ¿qué decir ahora de la medicina misional, ciencia eminentemente
auxiliadora de nuestros grandes apóstoles paraguayos?
La música, principalmente la religiosa, servíales para entonar las
almas de los neófitos. Para dar tensión y vigor a sus organismos corpó-
reos, nada más a propósito que el tratamiento médico de los cuerpos: si
bien sabemos cómo conspiran uno y otro, aquel arte y esta ciencia, a le-
vantar en último resultado los espíritus vitales de toda grey regida por
un predicador evangélico. Si todo ministerio de médico corporal viene a
ser en cierto sentido un verdadero sacerdocio, ¿qué será cuando se juntan
en uno el misionero y el médico, o sea, la ciencia de la naturaleza, del
cuerpo humano, con el carácter, la gracia y la función sobrenatural dt
los ministros de Jesucristo?
El Divino Maestro, de nada se preocupaba tanto como de ser tenido
por bienhechor, ya de las almas, ya de los cuerpos. Si por doquiera pa-
saba haciendo bien, ese bien lo hacía predicando la verdad, mas también
curando enfermos, achacosos, leprosos, tullidos, cojos, ciegos y mancos. Y
al ordenar a sus discípulos su misión, les señaló la misma que El ejerció,
y comunicóles su espíritu para hacer milagros y curar enfermedades.
Por eso la Iglesia, hechura de Cristo, ha sido madre fecunda e institutora
de innumerables asilos y hospitales, y ha prescrito a sus Prelados que
vendan, si es preciso, las alhajas y objetos sagrados a fin de atender a la
curación de los enfermos.
¿Qué haría, pues, la Compañía de Jesús en sus Misiones, sino con-
sagrarse en forma intensa al estudio y práctica de la Medicina, Farmacia
y Cirujía, para alivio espiritual y temporal de sus neófitos dolientes?
Tanto más, que en aquellas partes los privilegios especiales otorgados
por los Sumos Pontífices ponían a cubierto a sus religiosos de cualquiera
aprensión o escrúpulo que pudieran suscitar en contrario el Derecho Ca-
nónico y las Constituciones de su Orden (52). Esto, respecto al ejercicio
de la Medicina. Y en cuanto a las boticas y demás oficinas farmacológicas,
databa de muy atrás la existencia de ellas en nuestras casas europeas y

(61) Archivo Nacional de la Asunción, V , 60, nn. 6-13.


(65) H a y , desde luego, un lauto privilegio otorgado a la Compañía por Grego-
rio X I I I , en 1576.
SU caritativa extensión a los extraños necesitados, cuyo uso se extendió
después con mucha mayor razón a los países americanos recién explora-
dos, donde la falta de remedios y de médicos era casi total (53).
De unos y otros, de boticarios y de médicos en nuestra Misión, po-
dríamos presentar aquí copiosa abundancia. No hay espacio para nom-
brarlos a todos. Ofrécesenme, sin embargo, a la memoria unos pocos, pero
valiosos ejemplares de ambas ramas. Adoptémoslos aquí, como posible
norma y ejemplo de la sabia caridad que desplegaron siempre nuestros
doctores sanitarios.
Entre los más primitivos de la Misión no faltan, en achaque de me-
dicina, muy doctos sacerdotes. Bien antiguo es aquel anciano misionero
español de Consuegra, llamado Alonso Gutiérrez, Llevóle al Paraguay
el primer superior provincial, P. Diego de Torres Bollo; y de creer es
que contaba ya edad muy avanzada cuando falleció en Concepción por
los años de 1672 a 75. Pronto le dedicaron por allá los Superiores a los
indios del Tape; y sucesivamente, por espacio de más de cuarenta años,
festuvo destinado a otras varias reducciones, entre ellas la de Concepción
y la de San Nicolás del Uruguay. Pues bien, en todas ellas consta que se
comportó como un experto naturalista, conocedor de las virtudes curati-
vas de muchas plantas. Y así pudo, con su largo trabajo y experiencia,
formar una buena lista de eficaces medicinas que sirvieron tanto a los
misioneros como a los neófitos, de quienes él acaso aprendería a su vez
muchos de los secretos de la herbolaria americana (54).
En medicina práctica, difícilmente tuvo rival el hermano coadjutor
Blas Gutiérrez, cuya memoria perpetuó el doctor don Félix Garzón Ma-
cedo en su libro " L a Medicina en Córdoba" (55).
Este español singular, nacido en la Vega de Cervera, de Castilla la
Vieja (1565), estuvo primero al servicio de Santo Toribio de Mogrovejo.
Luego pasó a Chile, con el gobernador Antonio de Ribera. Allí cayó en
la red del Señor, haciendo los Ejercicios. Y aunque tenía ya los 50 años
cuando ingresó en la Compañía, adquirió como médico y enfermero del
Colegio de Córdoba tal fama y celebridad, aún entre los extemos, máxime
amigos y bienhechores, que hasta el Padre General, Mucio Vitelleschi, tuvo
que intervenir para que no le ocupasen con exceso (56). ¡Tal mano tenía
para la medicina, y tales beneficios otorgaba con su arte! Bien que él,
varón de Dios, no se ocupaba, por su parte, más que de unir la santa ca-
ridad con la humildad, su hermana.
Por fuerza mayor hubo de acudir al socorro común con otros sujetos
de la Compañía, en la gran peste que azotó a Córdoba del Tucuman, por

T w®" '^f Aires, el documentado t r a b a j o del docto Padre


Leonhardt a^bre L ^ en el Río de la P l a t a (junio de 1937).

(55) Tomo I (Buenos Airea), 1916.


(56) Arch. Rom. Societ. «Cartas de Generales».
los años de 1634 a 1636. Ocho años llevaba enfermo para entonces, ha-
biéndose contagiado en la cura de un padre dominico. Y así, pronto se
agravó, y sucumbió en el mismo Córdoba el año 1637, contando 72 años
de edad y 22 de Compañía (57).
Uno de los felices expedicionarios del P. Juan de Viana fué el P . Mario
Falcón, o Falconi, entonces estudiante filósofo de unos 23 años de edad,
pues había nacido hacia 1593. En su necrología se dice que era de patria
napolitano, y jesuíta desde 1610 (58). Se le alaba allí como buen ingenio,
distinguido como humanista, filósofo y matemático. Pero cuando fué des-
tinado a misionero del Tucumán, se distinguió además y se hizo especial-
mente benemérito por sus conocimientos médicos, que transmitió carita-
tivamente a otros. No olvidó por eso las ciencias aplicadas, antes las supo
emplear en mil habilidades mecánicas, tan útiles en la soledad y aparta-
miento de las misiones. Y para distinguirse en todo, el P. Falcón se en-
tregó también de lleno a las lenguas indígenas, tanto peruana o quichua
como paraguaya o guaraní.
Por 48 años enteros estuvo también ejerciendo la cirujía entre los
indios el hermano Joaquín Zubeldidy natural de Tolosa de Guipúzcoa, el
cual había ingresado en la provincia de Toledo el año 1679, y seis años
después fué trasladado a aquellas Misiones. Como convenía a su oficio,
ejerció, además de su arte benéfico, la caridad más fina en sus modales
y trato con los neófitos enfermos y con los sanos. Murió de 76 años en
San Borja, año de 1732 (59).
Los hermanos coadjutores que habían ya ingresado con la profesión
bien aprendida daban, claro está, mejor y más pronto resultado, máxime
para las misiones y los colegios. De algunos se hace ya notar esta cir-
cunstancia desde su partida de España, o su ingreso en América. Así, en
1733, con la expedición de Machoni, llegó un joven coadjutor tarragonés,
de 25 años, llamado Jaime Ycart, y de él expresamente se dice que ejercía
ya de cirujano. Y como tai, debió de servir por espacio de treinta y cua-
tro años, principalmente en Corrientes y Santa Fe. En esta última ciudad
le sorprendió la proscripción; y en Imola murió el año 1769 (60).
Otro de los que venían ya con carrera hecha fué el coadjutor catalán
de San Andrés del Palomar, hermano Esteban Fowí, cuya estancia en
América data del año 1748, que fué el de la expedición Orosz. Nacido este
hermano en 1725, contaba ya los 23 años cuando llegó, y por la lista
misma del pasaje consta que venía ya con la profesión de boticario. Salió
desterrado con todos en el general extrañamiento, y por la lista de los
deportados del Colegio Grande de San Ignacio, consta que, a la sazón,

(57) C A (1635-1637), 27 y sgts.


(58) C A (1652-1654), 32 y sgts.
(59) Escribió su necrología el P . Pedro Lozano en las A n n a s de 1730-1735, 38 v.*
(60) H a b l a de él el P . Sánchez Labrador y le llama «boticario excelente».
servía su profesión u oficio en ese mismo Colesio de Buenos Aires. Murió
en Pésaro (Italia) el año 1772 (61).
Larga carrera de boticario, enfermero y cirujano ejerció en las
Misiones el hermano coadjutor bávaro Tomás Heyrle, que ya ejercía en
el siglo la cirujía. Contaba poco menos de treinta años cuando ingresó
en la Compañía el año 1725, y los pasaba ya cuando vino al Paraguay,
en 1729. Pero todavía, hasta la expulsión final en que partió de Buenos
Aires el año 1768, para morir en el Océano antes de llegar a Europa, le
restaron cerca de otros cuarenta años para hacer el bien con su arte sa-
natorio a los misioneros y a los indios, particularmente en la reducción
de San Nicolás, del Uruguay; aunque también estuvo algún tiempo en
San Ignacio Guazú, del Paraná (62).
Como boticario merece también una atención especialísima el herma-
no coadjutor Enrique Peschke. Nacido en Glatz, de Silesia, según el
P. Huonder, por los años de 1672 ó 1674, se inscribió en la provincia de
Bohemia el año 1694 (63).
Tres años después, en 1697, pasó al Paraguay con la expedición
Frías; y el año 1702, ya le habían entregado los Superiores la botica de
Córdoba «para que la estableciese en regla», como él mismo dice en
carta a su Provincial de origen (64). Y parece que la puso tal, que desco-
llaba la botica de aquel Colegio en aquellas tres provincias del Paraguay,
Tucumán y Buenos Aires (65).
Treinta y un años consecutivos trabajó en la del Paraguay, hasta
que falleció el 14 de noviembre de 1729, a los 58 años de edad y 35 de
Compañía (66).
Resalta entre los facultativos jesuítas de las Misiones el conocido
también como explorador y descriptor de la Patagonia, P. Tomás Falkner
(1707-1784). Ejercía ya de cirujano con cierta notoriedad antes de su
ingreso en el Instituto, y antes de su misma conversión al catolicismoi
Sabido es que correspondió bien a esas dos grandes gracias, de conversión
y de vocación a la fe.
El ejercicio de su medicina y cirujía no parece fué continuo en la
Compañía o, al menos, no igualmente intensivo. Pero más o menos se le
ve laborar en sus recetas o en sus intervenciones, indudablemente siem-
pre con espíritu misionero de caridad, pero también con ávido anhelo de
progresar en su ciencia a favor de la experiencia indiana y de sus pro-
pios rebuscos herboráceos o florales.

(61) B N S C H {Bibliot. Nacional de Santiago de Chile), mss. jes., t.% 242.*


(62) L o llevaba a Europa la f r a g a t a Esmeralda» que zarpó de Buenos Aires en abril
de 1768. (Bibl. N a c . de Río Janeiro, mss.. Col. Angelis, X V , 39). Este mismo fin, en
el mar, tuvo también el H . Pedro Kornmayer, bávaro, de Dillinga (1691-1769), que entre
los guaraníes ejerció muchos años la medicina.
(63) Deutsche Jesuiten-Missionare. ( F r i b u r g o B.. 1899), p. 147.
(64) Publicada en Weltbott, n. 606.
(65) A R S , Paraquaria, I I , 212.
(66) Lozano, C A . (1720-1730), 6. .
Los padres desterrados en 1767, sus compañeros, conservaban alto
concepto de su persona y grande estima de sus conocimientos generales
y locales. Y esperaban encontrar sus papeles postumos, y especialmente
un tratado, por ellos ya conocido de algún modo, que se refería a «enfer-
medades peculiares de América, curadas por medio de drogas ame-
ricanas» (67).
Merecen, como se ve, varios de nuestros facultativos el título, no sólo
de médicos, sino de tratadistas de medicina, o también de botánica, con
miras a la patología vegetal.
En este último género creemos que lleva la palma aquel hermano coad-
jutor español, verdaderamente insigne, por nombre Pedro Montenegro. Kste
ilustre gallego tuvo gran inclinación desde niño a estudiar el herbario
medicinal, y antes de ingresar en la Compañía, por abril de 1691, ya
había ejercido la profesión de cirujano en Madrid. Calcúlese el campo que
abrió después a sus herbolarios curativos la rica vegetación americana.
Y que fué nuestro hermano sumamente solícito y afortunado en esa
brega, lo está diciendo la huella que ha dejado en nuestra historia colo-
nial paraguaya. «Su estudio—dice el P. Sánchez Labrador—fué continuo
en la botánica farmacéutica, medicina y cirujía, para el bien de las
gentes del Paraguay y singularmente de los indios:^. Y como anduvo en
los Colegios urbanos, por ejemplo en el de Tucumán, y luego en las Doc-
trinas de guaraníes, tuvo buena ocasión de escribir útilísimos manuscri-
tos, compuestos algunos de ellos en el idioma guaraní y otros en lengua
española.
Su obra principal fué indudablemente el tratado que nos dejó sobre
las virtudes medicinales de las plantas de Misiones, publicado mucho des-
pués con el título de Materia Médica Misionera (68). Muchos y graves
autores modernos han estudiado y ponderado este gran libro que, en su
tiempo, fué el recurso obligado de entendidos y profanos.
Este hermano español fué como la perla de una preciosa corona de
hermanos enfermeros, también hispanos, que, junto con los criollos blan-
cos, llamados siempre «españoles» (nótese bien), por oposición a los
indígenas y mixtos, honraron y realzaron nuestras enfermerías y
boticas coloniales, refugio sanitario de muchas poblaciones. Valga por
mención honorífica, aunque rápida, el nombre de los hermanos Marcos
Villodas (muerto en 1728), médico de Córdoba; Juan de la Cruz Mon-
tealegre ( f 1810), cirujano en San Cosme, y otros varios.
Había, sin embargo, en el siglo X V I I I , entre los auxiliares extran-
jeros, sobre todo alemanes, quienes no desdecían en ese arte de nuestros

(67) Furlong, Estudios, X V I I I (1920), 410.


(68) C f r . Trelles, Revista patriótica del pasado argentino. 1888, I, 265. I I , 8. 19,
238.—No se crea ser único en su género este manuscrito que nos dejaron los Jesuítas.
£1 P. Grenón, en su opúsculo sobre L a influencia lunar, según las creencias populares,
la ciencia y la historia, habla de otro inédito y anónimo que conservan y guardan los
Padres Franciscanos de Catamarca.
compatriotas. Recordemos los nombres de José Jenig, Ruperto Dahlkam-
mer, Pedro Kommwyér, Wenceslao Horski, Pedro Kormaer, Norberto
Ziulak, José Brasanelli y Enrique AdamL
Concluyamos con un nombre que llena toda una época medicinal y
botánica, y es el del célebre, por varios conceptos, P. Segismundo Asperger,
«Entre los beneméritos jesuítas—dice el señor Garzón Maceda—que,
teniendo facultad médica, como entonces se decía, ejercitaron su caridad
con el prójimo, y dieron nuevas glorias a su Orden, y a la Ciencia lauros
nuevos, debo recordar al célebre P. Asperger, que vino a Córdoba en
1718» (69).
Ciertamente, por digno de tal renombre, le tuvieron sus contempo-
ráneos. Acababa de llegar a Córdoba este buen tirolés (n. 1687), y con oca-
sión de una peste variolosa, he aquí que celebra ya su presencia en
1719 el hermano coadjutor José Clausner como un «socorro de la divina
Providencia». Dos años más tarde, en 1721, el P. Antonio Sepp le llama
«incansable de cuerpo y alma» y dice que es como «la niña de los ojos»
de toda la Provincia. «Famoso ya por su ciencia médica», le apellida
el P. Carlos Rechberg en 1725. Otro alemán, el P. Bernardo Nussdorffer,
escribiendo en 1730, decía de él que «arrancaba de las garras de la
muerte a muchos áe los nuestros y de los seglares» (70).
Por ese bien común que a todos prodigaba, parece como si los supe-
riores le hubiesen ido llevando de pueblo en pueblo como una bendición
de Dios, para que, conforme a su nombre, «Asperger», fuese rociándolos
con el beneficio de su caridad y de su ciencia.
En 1724, cuando la visita del P. Luis de la Roca, Provincial, el
P. Asperger era cura de Itapúa. El año 1732, cuando la visita del P. Je-
rónimo Herrán, era cura de San Lorenzo. Por este tiempo, el médico
pastor de almas se transformó én militar, guiador de cuerpos expedicio-
narios; y le encontramos acompañando a las tropas indias auxiliares en
la campañá de Bruno Mauricio Zabala contra los comuneros del Para-
guay. También tuvo que luchar por entonces contra bravas calumnias
que se le levantaron, de que salió declarado incólume por los superio-
res (71). No mucho después, en 1738, le hallamos en San Nicolás del Uru-
guay, batallando con la peste. Luego, 1740, en la reducción de Los Már-
tires. El año 49, en La Concepción.,. Viene entonces la época aciaga; la
llamada «Guerra de los siete Pueblos», y hele aquí pasando de banda a
banda el Uruguay para auxiliar a misioneros y misionados; no sin que
los malos españoles y portugueses, ejecutores del Tratado funesto, sos-

(69) L a Medicina en Córdoba, I (Bs. As.. 1916). p. 61.


(70) Estas cartas a l e m a n a s se conservan en el Arch. N a c . de Munich, Jes. 293;
y se publicaron en el W e l t b o t t , de Stoclilein, y también en E l Cristianismo feliz, de
Muratori.
(71) A P A , : C a r t a s de Generales.
pechasen de su fidelidad y lo tuviesen por instigador de revueltas (72).
A pique estuvo de ser conducido a España como reo de rebelión.
Pero, en fin, se libró entonces. Eludióse también del destierro general»
por achacoso y viejo. Y así,... vino a morir, finalmente, en el pueblo de
Avóstolesy el día 23 de noviembre de 1771.
Digamos, para terminar, que en nuestra colonia paraguaya, como
en otras españolas muy a los principios, no sólo los profesionales, sino
muchos otros, por necesidad, obediencia y afición, solían compartir, con
la cura de almas, la de los cuerpos. Pestes que diezmaban a las pobla-
ciones, precisión de medicar cristianamente a los indios desplazando a los
curanderos supersticiosos, conveniencia de aprovechar los conocimientos
naturalistas que se llevaban de Europa, casos imprevistos de los cami-
nos y expediciones, etc., etc., todo ello impulsaba a conseguir cuanto an-
tes de la Península u otras tierras buenos facultativos de profesión. Pero,
en defecto suyo, todo inducía a suplirlos y reemplazarlos con sujetos
hábiles y bastantemente iniciados en esa ciencia.
Preferíanse, claro está, los profesionales. Precisamente, uno de los
objetivos de los viajes a Europa de los Padres Procuradores solía ser
ese: el buscar y reclutar médicos y farmacéuticos que quisiesen ir al
Río de la Plata. Y procuraban asimismo importar instrumentos quirúr-
gicos, juntamente con gran cantidad de drogas y sustancias medicinales...
Todo lo proveía la caridad de Dios que respiraban aquellos santos mi-
sioneros.

CONSTANCIO EGÜIA RVIZ, 5. J.

(72) Simancas—Kstado—7405 y 7383. «^Instrucción reservada al teniente general don


Pedro Cevallos».
¿Doit Francisco de Quevedo? ...entendemos que no ha de haber un solo lector que no
vea en él sin vacilación alguna la imagen del gran satírico, del filósofo moralista, del pro-
fundo escritor y festivo poeta...

José Marta Asensio : Francisco Paclieco / Sus obras artísticas y literarias.—Sevilla,


1 8 8 6 . Comentarios al libro de Verdaderos retratos.

Foto ARCHIVO HISPALENSE.


S E V I L L A EN L A O B R A DE QUEVEDO

I N T R O D U C C I O N

El cuadro, brillante en colorido, de la Sevilla picaresca en los co-


mienzos del siglo X V I I , impresionó vivamente la retina de don Francisco
de Quevedo. El genio satírico de nuestro autor, entre bromas y veras, nos
reflejó en su variada obra el estado social de la urbe andaluza en aque-
llos tiempos, pintándonos con singular acierto, y, quizás, con morbosa
delectación los bajos fondos de la sociedad hispalense, el sector humano
que constituía la Hermandad o Cofradía de la Picaresca. Y si hemos de
tener en cuenta la opinión del ilustre polígrafo don Francisco Rodríguez
Marín, tal sector abarcaba numéricamente gran parte de la población
sevillana. «En Sevilla—escribía Rodríguez Marín en su estudio sobre el
«Rinconete^—especialmente, era picaro o apicarado hasta el aire que se
respiraba».
Tal pintura, desgarrada y cruda, con tonos de aguafuerte goyesco,
no debe tomarse por única representación de la Sevilla del siglo X V I I .
Cual nuevo Jano, Sevilla presentaba dos caras: la picara, paraíso del
hampa y mal vivir, y la ciudad recogida, silenciosa y trabajadora, cuna
de artistas, templo de Dios, regalo de la humanidad, brillante plaza mer-
cantil, verdadera capital del Occidente europeo, puente de un nuevo mundo
y maravilloso, que la Divina Providencia reservó para demostrar el valor
y el valer de unos hombres que supieron llevar la Cruz en la espada y
en el corazón.
Quevedo se esmeró en recoger los aspectos canallescos de la gran
urbe hispalense, y apenas si deja entrever en sus numerosas obras la
otra Sevilla, la que es templo y taller. Tal hecho puede muy bien expli-
carse al considerar la finalidad que persigue toda sátira: fustigar, con
la pintura de lo repugnante, los vicios de una época, en que, como en
todas, la humanidad no olvidó su origen, el barro. Y a para Covarrubias
y Orozco era la sátira «un género de verso picante, el cual reprehende
los vicios y desórdenes de los hombres» (1). Así, pues, dado que nuestro
autor casi únicamente se refiere a Sevilla en sus producciones satíricas,
en este modesto estudio casi tan sólo se presentará al paciente lector el
aspecto germanesco hispalense. Quede salvado, con estas líneas, el limpio
nombre de la Ciudad de la Gracia, y quien leyere no olvide que Sevilla
fué algo más que la capital del hampa española.

£1 realismo de Quevedo.

Antes de proseguir con el estudio de Sevilla en la obra de Quevedo,


quiere el autor expresar su opinión acerca del discutido realismo de don
Francisco, al menos en lo tocante a la pintura de la germanía sevillana.
Recientemente, un ilustre investigador de nuestra historia literaria,
el catedrático de la Universidad Central don Angel González Falencia,
ha negado el realismo de la novela picaresca (2), y precisamente hablando
de Quevedo cita la opinión de don Dámaso Alonso, quien estima, con re-
lación a la «Vida del Buscón», que «la obra de Qúevedo es tan antirrealis-
ta como la gongoriana, porque es sistemáticamente una deformación de
la realidad. Es antirrealista su representación del mundo, lo es su pro-
cedimiento estilístico».
La autorizada opinión de los autores citados puede tener una gran
parte de razón. Mas me parece aventurado afirmar resuelta, rotunda y
totalmente el antirrealismo del gran satírico. Solamente he de ocuparme
aquí de las referencias quevedianas a Sevilla, y puedo comenzar afirman-
do que la mayor parte de tales referencias son históricamente ciertas, y
como tales perfectamente comprobables.

Fuentes para el estudio de Quevedo.

Para la redacción de este trabajo se ha seguido la magnífica edición


de Sancha, Madrid, 1791-94, 11 tomos, y la de las Obras Completas, pu-
blicada por el editor Aguilar y recopiladas por don Luis Astrana Marín,
que aporta importantes datos para la biografía de Quevedo, aunque el
colector, llevado de su entusiasmo quevediano, se muestra pródigo en ad-
judicar a don Francisco multitud de poesías inéditas.

Las obras de Quevedo y la imprenta sevillana.

Insensato sería si intentase hacer un elogio de la espléndida pléyade


de impresores que han tenido sus prensas en la ciudad, que cuentan con

-italiana o ..pa-

e s J ^ ^ e ^ r S r e l a ^ f e ^ ^ (Nota, para el
un excelente cronista. Me valgo aquí, para suplir mi incompetencia, de
unos párrafos del inolvidable maestro don Joaquín Hazañas y La Rúa,
el brillante historiador de la imprenta sevillana, autor digno de la gran-
deza e importancia del tema historiado.
Nos dice el señor Hazañas: «En la historia bibliográfica y tipográ-
fica no pueden competir con Sevilla ninguna de las poblaciones de nues-
tra península. Sevilla cuenta entre sus más ilustres hijos el patriarca
de la bibliografía española Nicolás Antonio, figura tan grande, que ano-
nada la sola consideración del trabajo que su obra representa y que ni en
extensión ni en méritos ha sido superada hasta el día. Un impresor de
Sevilla, Lanzalao Polono, da comienzo a la serie de los impresores de
Alcalá de Henares, y otro, Juan Cromberger, es el introductor de la im- •-
prenta en América. Estas tres consideraciones, sin hacer mención de las
muchas imprentas de poblaciones andaluzas que reconocen su filiación
sevillana, bastan para enaltecer la historia biblio-tipográfica de Se-
villa» (3).
Antes de la muerte de Quevedo, ocurrida en Villanueva de los In-
fantes el 8 de septiembre de 1645, se habían hecho 93 ediciones de obraos
de don Francisco: desde un pliego de cordel que contiene sus más céle-
bres Jácaras, la «Carta de Escarramán a la Méndez», la «Respuesta de
la Méndez a Escarramán» y el «Romance del testamento que hizo Es-
carramán», impreso en Barcelona por la viuda de Dotil en el año 1613;
a la segunda impresión del «Marco Bruto», hecha en Madrid, en 1645,
en la oficina de Diego Díaz de la Carrera.
Pequeña es la aportación de Sevilla a la bibliografía quevediana. El
impresor Andrés Grande, que tuvo su imprenta en Cal de Genoua, re-
impresor en 1632 de las Ordenanzas de Sevilla, que en 1527 había im-
preso en hermosos caracteres góticos Juan Varela de Salamanca, e im-
presor de las Antigüedades, de Rodrigo Caro, imprimió en 1634 «Ivgvetes
de la niñez y trauesuras de el Ingenio», 8 hojas i)reliminares y 184 fo-
lios en 8.®. Este impresor, y en el mismo año, editó: «La cuna y la se-
pvltura; para el conocimiento propio y desengaño de las cosas agenas»,
144 folios en 16^
Francisco de Lyra, impresor y mercader de libros de los más céle-
bres en Sevilla durante la primera mitad del siglo X V I I , reimprimió en
1641 una de las obras que en 1634 editara Andrés Grande, «Ivgvetes de
la niñez y travessuras de el Ingenio», reproducción ésta de la edición
hecha en 1635 por el impresor de la Ciudad Condal Lorenzo Deu.
Hasta 1897, en que la Sociedad de Bibliófilos Andaluces imprimió
el primer volumen de las obras completas de don Francisco de Quevedo,
no he encontrado alguna otra edición hecha en Sevilla. En 1903 y 1907
se imprimieron los volúmenes segundo y tercero de la misma publicá-

is) Hazañas y la Rúa, J o a q u í n . — « L a imprenta en Sevilla». (1475-1800). Sevilla, 1892.


ción, ordenada e ilustrada por don Aureliano Fernández Guerra, con no-
tas y adiciones de don Marcelino Menéndez Pelayo. Los dos primeros vo-
lúmenes, impresos por el ya célebre Enrique Rasco, y el tercero, por
Francisco de Paula Díaz. Contenía el primer volumen un estudio bio-
gráfico y bibliográfico de don Francisco, y el segundo y el tercero, las
poesías de Quevedo. Después de 1907, la Sociedad de Bibliófilos Andalu-
ces no publicó más volúmenes de las obras completas de nuestro autor.

ASPECTOS NO PICARESCOS DE SEVILLA, EN LA OBRA DE


QUEVEDO

Quevedo y el Gaadal^uivir*

Guadalquivir, milenario padre de la Bética, fué cantado por Quevedo


el lírico, quien, juntamente con Fray Luis de León, alcanzó las más altas
cumbres de nuestra poesía, mereciendo para Lope de Vega el calificativo
de «Príncipe de los líricos», como le llama en la Silva V I I de su «Laurel
de Apolo». Hoy día es perfectamente conocido el Quevedo satírico, y,
aun, el Quevedo político, mas es poco estimada por el público la extra-
ordinaria riqueza lírica de nuestro autor. No trato aquí de hacer una
apología del Quevedo lírico, pero, por las muestras que ofrezco, pretendo
llevar al ánimo del lector parte del aprecio en que tengo a su bellísima
obra lírica.
Gran aficionado a los parajes de Sierra Morena, no lejanos de su
villa y señorío, donde, en sus retiros forzosos o voluntarios, distraía sus
escasos ocios y templaba su organismo con el sano ejercicio de la caza,
el señor de la Torre de Juan Abad escribió una hermosa Silva, titulada
« E l yelmo de Sigura de la Sierra». En esta poesía Quevedo canta las
fuentes del Betis, diciendo:

y donde eres al cielo cama dura,


das al Guadalquivir cuna en Sigura.

Más adelante abunda en la misma Idea:

Son parto de tus peñas


Mundo y Guadalquivir, famosos ríos;

Las tres últimas estrofas de esta Silva^ constituyen una linda y


poética descripción del Guadalquivir, a quien hace rey y monarca al de-
cirle que «llega a tomar el cetro de los ríos», dándole por corona de su
realeza los navios que subían hasta Sevilla, primer puerto fluvial del
mundo en aquellos años, portadores de las más peregrinas, raras y ex-
quisitas mercaderías. He aquí cómo Quevedo describe el río famoso:

Baja recién nacido


Guadalquivir, y llega tan cansado,
que le ve encanecido
en su niñez el prado,
con la espuma que hace y con la nieve,
por duros cerros resbalando leve.
Ceñido en breve orilla
llega a tomar el cetro de los ríos,
y en cercando a Sevilla,
le coronan navios,
por ser tan noble su primera fuente,
que es de los cielos alto descendiente.
Con pasos perezosos
al mar camina, como va a la muerte,
y en senos procelosos
por tributo se vierte,
donde yace del golfo respetado
por lo que en él Belisa se ha mirado.

No solamente admiró Quevedo al gran río de la Bética, sino que


igualmente tuvo en gran aprecio los magníficos caballos que pastaban en
las orillas del Guadalquivir. En multitud de poesías alaba la casta y li-
gereza de los potros andaluces. En su poema heroico-burlesco «De las
necedades y locuras de Orlando el enamorado», nos habla de

la flor de los caballos


que Betis apacienta en sus orillas,

y describe con galanura y gracia un hermoso ejemplar, terminando la


descripción con estos versos:

tan recio sienta el pie, hiere tan fuerte


el campo, que parece que animoso
rebusca en las arenas el castigo,
o que cava el sepulcro al enemigo.

En el romance «Las cañas que jugó Su Majestad cuando vino el


Príncipe de Galess>, alaba los caballos andaluces con las siguientes
palabras:

Los caballos, ya se sabe:


de los que el céfiro engendra,
donde fué el soplo rufián
adúltero de las yeguas:
Todo el linaje del Betis,
y toda su descendencia,
primogénitos del aire,
mayorazgos de las yerbas.

Y en la comedia «Como ha de ser el privado» los llama

cometas animadas,
que al céfiro debieron nacimiento,
al Betis cuna y hospedaje al viento.

Finalmente, se refiere al Guadalquivir en un bello soneto del «Poema


a Lisi», del que se tratará seguidamente.

£1 gran amor sevillano de Quevedo.

El satírico agudo y mordaz, el pensador ingenioso, el político experto,


fué una víctima más del travieso Cupido. Como don Luis Astrana Marín
resalta con acierto, fué Quevedo hombre de mala fortuna, incluso en sus
amores (4). Amó a muchas mujeres, a quienes canta en sus versos, mas
su gran pasión fué Lisi, Lisis o Lísida, que de estas tres formas denomina
a la amada. Fué éste un grande y puro amor no correspondido, sublimado
en alas de poesía desde la baja materia humana. Amor grande, como co-
rrespondía a la grandeza de alma del enamorado, enorme en todo, hasta
en sus pasiones.
Llamó Lisi, poetizando su nombre, a doña Luisa de la Cerda, de la
familia de Medinaceli. Por ella don Francisco suspiró veintidós años,
desde 1609 a 1631, fuego pasional que no se apagó hasta después de f a -
llecida la amada.
De doña Luisa pocas noticias nos guardó el poeta, celoso, quizás,
hasta del papel en que escribía. A petición del propio Quevedo la retrató
en un naipe Juan de la Cruz Panto ja, como nuestro autor nos dice en su
Silva « E l pinceb:

turbifeU'^Sfyív^^í^S^^^^ - - Marín, .Vida


Por ti Juan de la Cruz, diestro ha podido
por engañar mis males ingenioso,
docto cuanto eminente,
en el rostro de Lísida hermoso,
en un naipe nacido,
criar en sus cabellos
oro, y estrellas en sus ojos bellos;
en sus mejillas flores,
primavera y jardín de los amores;
y en su boca las perlas,
huyendo de quien piensa merecerlas.
Así que, fué su mano
con trenzas, ojos, dientes y mejillas,
Indias, cielo y verano,
escondiendo más altas maravillas,
u de invidioso dellas
u de piedad del que llegase a vellas.

Y a en estos versos nos describe Quevedo la rubia belleza de su


amada con exquisitas metáforas y tiernas frases de amor. La retrata en
el Soneto I I del «Poema a Lisi», diciéndonos:

Crespas hebras, sin ley desenlazadas,


que un tiempo tuvo entre las manos Midas;
en nieve estrellas negras encendidas,
y cortesmente en paz de ella guardadas.

Rosas a Abril y Mayo anticipadas,


de la injuria del tiempo defendidas;
auroras en la risa amenecidas,
con avaricia del clavel guardadas.

Vivos planetas del animado cielo,


por quien a ser mpnarca Lisi aspira,
de libertades, que en sus luces ata:

Esfera es racional, que ilustra el suelo,


en donde reina amor cuanto ella mira,
y en donde vive amor cuanto ella mata.

Que doña Luisa de la Cerda fuera sevillana, o quizás, como sospecha


Astrana Marín, de Villanueva del Río, lo confirma Quevedo en el soneto
titulado «Encomienda su llanto a Guadalquivir en su nacimiento, para
que le lleve a Lisi donde va muy crecido», V I de los contenidos en el
«Poema a Lisi»:
Aquí, en las altas sierras de Segura,
que se mezclan zafir con el del cielo,
en cuna naces líquida de yelo,
y bien con majestad en tanta altura.

Naces, Guadalquivir, de fuente pura,


donde de tus cristales, leve el vuelo
se retuerce corriente por el suelo,
después que se arrojó por peña dura.

Aquí el primer tributo en llanto envío


a tus raudales, porque a Lisi hermosa
mis lágrimas la ofrezcas con que creces.

Más temo, como a verla llegas, río,


que olvide tu corriente poderosa
el aumento que arroyo me agradeces.

El «Poema a Lisi», joya lírica de nuestra poesía, describe todo el


curso del constante y firme amor de Quevedo, y del desdén de su
amada. Se compone el poema de sesenta y cinco bellísimos sonetos, como
puede comprobarse por las muestras que se ofrecen más arriba, un de-
licado madrigal y cuatro idilios. Pintura pocas veces igualada de una pa-
sión que llega a alturas insospechadas, hasta el extremo de que Quevedo
se lamente de vivir, porque la vida le impide seguir a la amada más allá
de la existencia humana.
Basta este poema para consagrar a su autor como uno de los más finos
líricos de nuestras letras, y para destruir la leyenda de que Quevedo era
hombre de fríos sentimientos, incapaz de amar, que tenía tan sólo en su
alma cabida para el odio y la sátira despiadada.

Quevedo y sus amigos en SevÜIa*

Muchos y buenos amigos tenía Quevedo en Sevilla, y también en-


carnizados detractores, entre los que destacan el pintor y poeta Juan de
Jáuregui, y el libelista Francisco Morovelli de Puebla, quizás el más acé-
rrimo de sus enemigos.
Conservamos una bellísima carta, fechada en 1626, de Rodrigo Caro
a nuestro satírico, en la que relata la asoladora inundación que padeció
Sevilla en aquel año; buena prueba de la amistad que unía a ambos in-
genios, amistad que vemos confirmada en el hecho de que Quevedo le
dedicara, en 1634, su obra «Nombre, origen, y intento, recomendación y
decencia de la doctrina estoiea:&, diciendo al sabio investigador de las an-
tigüedades sevillanas las siguientes palabras: «Pues hablar con el docto,
para el que ignora, es acreditarse el que habla, no obligarle, yo, señor,
quiero que el libro y todo lo que en él es forzoso, se defienda en la cari-
dad de los amigos, A don Juan de Herrera di el tratado; a v. m. las
cuestiones dél. Más eruditas fueran si de su nota las trasladara que es-
cribiéndolas de la mía; empero en la condición de mi obra no tiene lugar
otra demostración de mi buena amistad. Escribiré lo que v. m. sabe
mejor, como yo lo sé; por esto me contento con que se tolere mi discurso,
sin pretender que se apruebe».
Igualmente conservamos carta firmada por el poeta Juan de Sali-
nas (5), a raíz de enviarle Quevedo copia de su «Memorial por el patro-
nato de Santiago», en ocasión de las enconadas polémicas a que dio lugar
la debatida cuestión del patronato del Reino.
Con Rodrigo Fernández de Rivera y Juan de Robles también le liga-
ron cordiales relaciones. Obra de Quevedo es la aprobación de la curiosa
novela del primero de ellos « E l Mesón del mundo», como asimismo la
Censura de la conocida obra de Robles « E l Culto sevillano». Censura llena
de elogios y alabanzas para su autor.
Poseemos testimonios que demuestran la amistad de Quevedo con
don Martín Anaya Maldonado, Canónigo del Convento de Santiago, en
Sevilla; con Antonio Moreno Vilches (6); Simón Rodríguez Ramos (7),
médico afamado, autor, bajo el seudónimo de Moram Smlnos, de una
docta «Oratio pro nobili Francisco de Quevedo»; con Antonio Ortiz Mel-
garejo, el autor de « L a casa de los locos de amor», en tiempos atribuida
a nuestro satírico; con el Padre Juan de Pineda, S. J., quien censuró la
«Política de Dios», siendo contestado muy doctamente por Quevedo, con-
testación en la que expresa su amor y reconocimiento hacia la Compañía
de Jesús, téngase presente que Quevedo se educó en el Estudio que la
Compañía poseía en la Villa y Corte, después llamado Colegio Imperial;
con el matritense don Manuel Sarmiento de Mendoza, Canónigo Magis-
tral de la Catedral Hispalense, a quien nuestro autor prologó diversas
obras; con el Obispo de Bona don Juan de la Sal, ilustre sevillano, a
quien Quevedo dedicó sus romances «Las dos aves y los dos animales
fabulosos», enviándoselos con una expresiva carta fechada en 17 de junio

(5) Juan de Salinas y Castro, natural de Sevilla, nacido en 1559. Fué hombre vir-
tuoso y de g r a n cultura. Exquisito poeta, sus poesías se incluyeron en el Romancero
General y en el de Duran. L a más completa edición de sus obras la publicó en 186& la
Sociedad de Bibliófilos Andaluces, dos volúmenes en 8.% bajo el título de «Poesías del
doctor Juan de Salinas, natural de la ciudad de Sevilla».
(6) Fué célebre geógrafo, cosmógrafo mayor y catedrático de Matemáticas de la
Casa de Contratación. Fué autor de un tratado « D e Perspectiva» y de un curioso estudio
titulado « P a r e c e r sobre la navegación a Filipinas, dado en Sevilla a 30 de julio de 1619»,
que se conserva manuscrito de letra del autor en la Biblioteca Nacional, juntamente con
btro estudio suyo de navegación a Indias.
, (7) Simón Rodríguez Ramos, nacido en Sevilla en el último tercio del siglo X V I
Bachiller de Medicina en Salamanca y Licenciado en Sevilla en 1601, f u é médico docto'
sostuvo controversias con Gaspar Caldera de Heredia, controversias que le impulsaron a
publicar su «Inyectiva Apologética Micelánea», a más de numerosas obras de su
especiálidad. •
de 1634. La dedicatoria en verso de estos romances es una bella muestra
del conceptismo en la poesía; dice:

A vos, y ¿a quién sino a vos


irán mis coplas derechas,
por estimación, si cultas,
si vulgares, por enmienda?
Esas aves os envío,
presente que no os ofenda
la limpieza de ministro
o templanza de la mesa.
Ociosa volatería,
perezosa diligencia,
aves que la lengua dice,
pero que nunca las prueba.
Bien sé que desmiento a muchos,
que muy crédulos las cuentan,
mas si ellos citan a Plinio,
yo citaré a las despensas.
Si las afirman los libros,
las contradicen las muelas;
a vos remito la causa
y consiento la séntencia.
Si les faltare la gracia,
a vuestra sal se encomiendan;
que por Obispo y por docto
sabéis ser sal de la tierra.

De entre todas las amistades sevillanas del genial satírico destaca,


por cálida e imperturbable, la que le unió con el célebre pintor Francisco
Pacheco, el maestro y suegro del inmortal Velázquez. Y a en el prólogo
que Quevedo puso a la edición de las obras del Bachiller Francisco de la
Torre, alaba a Pacheco, cuando habla de la impresión que dirigió el pin-
tor de las obras del «divino» Herrera, llamándole «Pintor docto y estu-
dioso y de gran virtud».
La amistad que se profesaron ambos artistas no se enturbió, pese a
haber militado en distinto bando, cuando en 1627 adquirió mayores vuelos
la polémica, existente desde diez años atrás, acerca del patronato de Es-
paña entre los partidarios de Santiago y de Santa Teresa de Jesús. Fué
Quevedo de los más esforzados paladines del santiaguismo; su amigo
Pacheco, teresista, en aquella ocasión escribió unos ponderados «Repa-
ros» (8) contra el «Memorial por el patronato de Santiago», que publi-

don p k n c í c f d e X e í ^ S
cara don Francisco, haciendo honor a la venera que lucía sobre su pecho.
Cuando en 1624 el Rey D. Felipe I V y su corte se trasladaron a An-
dalucía para inspeccionar las plazas fuertes de su litoral, temiendo un
ataque del inglés, Quevedo formó parte de la regia comitiva. Entre las
ciudades visitadas estuvo, como no podía faltar, Sevilla, donde el Cabildo
y Regimiento de la misma agasajó espléndidamente al Monarca y su
nuhieroso acompañamiento (9). En el Epistolario de Quevedo se conserva
una curiosísima carta dirigida al marqués de Velada, en la que se narra,
con la gracia característica del señor De la Torre de Juan Abad, las in-
cidencias del viaje.
Esta sería, posiblemente, la oportunidad aprovechada por Pacheco
para pintar el retrato que de nuestro autor nos conservó en su famoso
«Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables
varones», que sirve de ilustración a este trabajo.
Quevedo dedicó a Pacheco unas estrofas de su Silva « E l Pincel»,
elogio del arte pictórico y de sus principales cultivadores en la España
del siglo X V I I . Transcribo seguidamente las estrofas citadas, muestra
fehaciente de la admiración y del aprecio que sentía el satírico por el
pintor:

Por tí, honor de Sevilla,


el docto, el erudito, el virtuoso
Pacheco, con el lápiz ingenioso
guarda aquellos borrones,
que honraron las naciones
sin que la semejanza
a los colores deba su alabanza;
que del carbón y plomo parecida
reciben semejanza y alma y vida:
segundo padre de escritores claros,
pues sus dibujos raros
les dan segundo ser tan verdadero,
que no teme la muerte del primero.

Fué Quevedo también gran admirador y amigo de Velázquez, honra


de la pintura española y de Sevilla, su ciudad natal, a quien nuestro
autor dedicó sentidísimas frases, en la Silva que cito. Dice de Velázquez:

Y por ti el gran Velázquez ha podido,


diestro cuanto ingenioso,
ansí animar lo hermoso.

(9) Relación de esta regia visita a Sevilla. j>uede verse en los «Analfiav» ^^ n ^ f í ,
de Züñiga, al tratar del año 1624. «Anales», de Ortia
ansí dar a lo mórbido sentido
con las manchas distantes;
que son verdad en él, no semejantes»
si los afectos pinta,
y de la tabla leve
huye bulto la tinta, desmentido
de la mano el relieve.
Y si en copia aparente
retrata algún semblante, y ya viviente
no le puede dejar, lo colorido
hace que tanto quede parecido,
que se niega pintado, y al reflejo
se atribuye que imita en el espejo.

Nota final.

Quiero terminar este apartado con un breve fragmento de Quevedo


que hace relación a un legendario rincón sevillano, íntimamente ligado
a la figura del Rey D. Pedro I de Castilla, el Candilejo. Se contiene en
el romance «Jocosa defensa de Nerón y el Rey D. Pedro de Castilla».
Dice, refiriéndose al, tan traído y llevado. Rey justiciero:

Quieta y próspera Sevilla


pudo alabar su gobierno,
y su justicia las piedras
que están en el Candilejo.

L A S E V I L L A HAMPESCA, EN L A PROSA DE QUEVEDO

Tomé mi camino para Sevilla,


donde, como en tierra más
ancha, quise probar fortuna,
Quevedo.—Vida del Buscón.

La aventura final del buscón Don Pablos tiene por escenario la


metrópoli de Andalucía. «La mejor tierra de todo el mundo (10). Tierra,

(10) Mateo Alemán.—Guzmán de A l f a r a c h e . — P a r t e II.—Libro III. Capítulo V.


en aquellos años, verdaderamente ancha para la aventura, paraíso de
picaros y aventureros, por ser «lugar tan confuso—como decía Don Cleo-
fás—que no nos hallarán, si queremos, todos cuantos hurones tienen Lu-
cifer y Beleebú» (11), y al propio tiempo «llena de mil excelencias, teso-
rera y repartidora de la inmensa riqueza que envía el Mar Océano» (12),
y, precisamente por tales excelencias, rico bocado para la rapacidad del
hampa española del siglo X V I I , que la proclamó capital de su reino, bau-
tizándola con significativos nombres, que recogieron los más ilustres in-
genios de nuestras letras, tales como: Cairo Español, Chipre de los Va-
lientes, Maremagnun, Babilonia, etc. (13).

Una cátedra de picardía.

Y a en Sevilla, Don Pablos se aloja en el célebre Mesón del Moro (14),


collación de Santa Cruz, a la entrada de la Judería, y allí encuentra
a su antiguo amigo Mata, condiscípulo de la Universidad de Alcalá de
Henares, quien en las tierras héticas, proverbial sede de las exageracio-
nes, ha trocado su apellido en Matorral, «por parecerle nombre de poco
ruido» su originario Mata. Era el tal, tratante en vidas y mercader de
cuchilladas, noble y principal oficio, que años atrás había ocupado a
personas de respeto, como Maniferro, Repolido y Chiquiznaque (15), a más
de mil diestros espadachines prestos a poner su acero al servicio del me-
jor postor.
Persona tan honrada en profesión, vida y hábitos, leía cátedra de
costumbres germanescas en los bodegones del Corral de los Olmos, en los
ventorrillos de los arrabales, cuando no en la mismísima Universidad de
la Picaresca y Colegio Mayor del Hampa, la Cárcel Real hispalense (16),
digno maestro del tacaño Pablos, quien, como buen discípulo, andaba
deseoso de recibir con toda solemnidad el grado de Doctor en malas artes.
Tras el primer saludo entre discípulo y maestro, y con ánimo de no
perder tiempo, se dirigen a las aulas: esta vez un mesón. Y allí comienza
la primera lección. Dice el maestro: « ¡ E a ! , quite la capa vucé, y parezca
hombre; que verá esta noche todos los buenos hijos de Jevilla; y porque
no le tengan por maricón, ahaje ese cuello y agobie de espaldas; la capa
caída, que siempre andamos nosotros de .capa caída, y ese hocico de tor-

(11) Luis Vélez de Guevara.—El Diablo Cojuelo.—Tronco V I I


iUl E s p i n e l ^ E l Escudero^ Marcos de Obregón.—Relación I I I . Descanso II
V Francisco Rodríguez Marín, en la pág. 69 de su estudio sobre «¿fnconete
y Cortadillo», nos ofrece un buen número de citas de autores de la Edad de Oro donde
se nombra a Sevilla por muchos de estos apelativos. '
Moro pueden verse las noticias que nos ofrece don

m e r o ^ í l f l T ^ e t a ReSítTk^rSU"^^^^^^^^ ^^ -
nillo; gestos a un lado y a otro; y haga vucé, cuando hablare, de la j, h,
y de la h, j ; y diga conmigo: jerida, mojino, jumo, pahería, mohar, habalí
y harro de vino».
Tras la promesa de presentar al nuevo discípulo a toda la cofradía
germanesea de picaros, rufianes y birladores, el maestro se extiende, en
su primera lección, en la enseñanza del porte y compostura que debe ob-
servar todo jácaro examinado, y comienza a aleccionar al discípulo en
el arte de la Gramática, cuyas reglas asombrarían a Elio Antonio, ini-
ciándole en las modalidades de la pronunciación, para seguir después
con toda la rica y expresiva variedad del lenguaje hampesco, tal como
nos lo ha conservado Juan Hidalgo en su «Vocabulario de Germanía2> (17).
Juntamente con la lección recibe el discípulo su cartapacio, «una daga,
que en lo ancho era alfange, y en lo largo de comedimiento suyo no se
llamaba espada, que bien podía».
Terminada la lección, entran a saludar al nuevo compañero cuatro
picaros, admirablemente dibujados por Quevedo, «con cuatro zapatos de
gotosos por caras, andando a lo columpio, no cubiertos con las capas,
sino fajados por los lomos; los sombreros empinados sobre la frente,
altas las faldillas de delante, que parecían diademas; un par de herre-
rías enteras por guarniciones de dagas y espadas; las conteras, en con-
versación con el calcañar derecho; los ojos derribados, la vista fuerte,
bigotes buidos a lo cuerno, y barbas turcas, como caballos».
Todos reunidos celebran la llegada de Don Pablos con un fraternal
ágape, abundante en viandas y mostos. Quevedo nos relata una pinto-
resca forma de beber, costumbre sin duda extendida entre los germanes,
y que merece recordarse: «Estaba una artesa en el suelo llena de vino,
y allí se echaba de bruces el que quería hacer la razón». Con los vapores
de los líquidos trasegados, las lenguas se desatan, ofreciéndonos fieles
ejemplos de bravuconería de estos picaros: «Empezaron pláticas de gue-
rra ; menudeábanse los juramentos; murieron de brindis a brindis veinte
ó treinta sin confisión. Recetánronsele al Asistente mil puñaladas; tratóse
de la buena memoria de Domingo Tiznado y Gayón (18); derramóse vino
en cantidad al ánima de Escamilla (19). Los que la cogieron triste llo-
raron tiernamente al malogrado Alonso Alvarez» (20).
Satisfecha el hambre y la sed, y animado el espíritu con exceso por
las repetidas libaciones. Matorral dispuso la búsqueda, caza y captura

(17) Sobre quien sea el verdadero autor de los «Romances de G e m i a n í a » , y del


vocabulario anejo, véase el estudio de Rodríguez Marín acerca de «Rinconete y Cortadillo»
páginas 207 y siguientes, donde atribuye la paternidad de tal obra al procurador Cristóbal
de Chaves, el autor de la «Relación de la Cárcel de Sevilla».
(18) Sobre estos picaros se hablará más adelante, al comentar las Jácaras de
Quevedo.
(19) Acerca de Escamilla, el célebre P e r o Vázquez de Escamilla « E l Bravo», véase
mas adelante, como en la nota anterior.
(20) Alonso Alvarez de Soria, el Tuerto, ha tenido un formidable biógrafo en don
irancisco Rodríguez M a r m , quien en su obra « E l Loaysa de E l Celoso Extremeño» nos
narra la vida de este picaro poeta.
del corchete que siguió al Tuerto, Alonso Alvarez de Soria, juramen-
tándose los rufianes en darle muerte, las dagas desnudas, sellando su
juramento con nuevos y abundantes tragos de vino.

Una montería J e Corclietes.

«Con esto salimos de caza a montería de corchetes. Yo, como iba


entregado al vino y había renunciado en su poder mis sentidos, no ad-
vertí al riesgo que me ponía. Llegamos a la calle de la Mar, donde
encaró con nosotros la ronda. No bien la columbraron, cuando sacando
las espadas la embistieron. Y o hice lo mismo, y limpiamos dos cuerpos
de corchetes de sus malditas ánimas al primer encuentro».
« E l alguacil puso la justicia en sus pies, y apeló por la calle arriba
dando voces. No lo pudimos seguir por haber cargado delantero; y ai
fin nos acogimos a la Iglesia Mayor, donde nos amparamos del rigor de
la justicia, y dormimos lo necesario para espumar el vino que hervía en
los cascos. Y vueltos ya en nuestros acuerdos, me espantaba yo de ver
que hubiese perdido la justicia dos corchetes, y huido el alguacil de un
racimo de uvas, que entonces lo éramos nosotros».
Estos párrafos no creo que precisen comentario alguno. Es tan vi-
vida y real la descripción que tiene el sabor de un documento histórico.
Rodríguez Marín (21), comentando este capítulo final del «Buscón», nos
dice: « que, por la viveza de la pintura y por la abundancia y
propiedad de los pormenores, denota estar copiada (la escena) del
natural »

La vida (le los acogidos a sagrado*

La inmunidad de que gozaban los lugares eclesiásticos, templos y


cementerios, y el asilo que se ofrecía en tales lugares al perseguido por
la justicia humana, es una institución que se remonta a los tiempos más
antiguos. El pueblo hebreo la practicaba, según se nos conserva en di-
versos libros del Antiguo Testamento. Grecia y Roma recogieron el dere-
cho de asilo en sus legislaciones. Y en nuestra Patria, constriñéndonos
a la época medieval, es en el Fuero Real donde por primera vez se re-
gula; pero en las Partidas (22), ordenadas por el Rey Sabio, adquiere
un más perfecto desarrollo y una más completa exposición. Esta regula-
ción, a través de las diversas Recopilaciones de la Edad Moderna, ha
llegado hasta tiempos cercanos a la nuestra.
En Sevilla tenía un especial aliciente para el acogido nuestra Igle-
sia Mayor, cuyo Patio o Corral de los Naranjos era puerto seguro de

(21) Rodríguez Marín, Francisco. « E l Loaysa de E l Celoso Extremeño». P á g . 204.


(22) Partida I. Título XI, Leyes 1, 2, 3, 4, y 5.
salvación para el picaro, el hampón y el delincuente perseguido. Tal
predilección me la explico por diversas razones, principalmente: la pro-
ximidad del Corral de los Olmos (23) «do esta la jacarandina» (24),
centro de reunión de la braveza, «do se junta la braveza» (25); las mu-
chas facilidades que reunía para que los retraídos recibieran las visitas
de las «izas» y «marcas» de la no lejana Mancebía (26); la multitud de
vendedores ambulantes que ponían sus puestos y tenderetes en las cer-
canías de la Iglesia Mayor; la infinidad de mercaderes y personas acau-
daladas que cerraban sus tratos paseando con parsimonia por Gradas,
fáciles presas para la agilidad de manos de los «birlos», que el olor y
sabor de tales riquezas atraía a estos lugares, como la miel a las moscas,
máxime teniendo ocasión para refugiarse en lugar seguro a la primera
señal de peligro; y finalmente al ser lugar tan público y concurrido, tan
amplio y cómodo, que en él se sentían a sus anchas los muchos acogidos
como constantemente lo poblaban.
De las muchas referencias que en novelas y romances se hacen al
Patio de los Naranjos, como centro de reunión de picaros refugiados
para escapar del rigor de la justicia, destacan las que nos ofrece el pin-
toresco y legendario Diego Duque de Estrada en su auto-biografía
novelesca «Comentarios al Desengaño» (27): «...Corral de los Naranjos,
que es en la Iglesia Mayor. Allí concurren mujeres de la vida penosa a
gastar lo que con tan penosa vida ganan; allí se descartan hombres de
palabras, se amenaza de muerte, se dan pólizas de vida al quitar, se
cuentan hazañas nunca oídas ni aún hechas; se mata en creencia y se

(23) Constituía este Corral, con el de los N a r a n j o s , los dos patios de la Catedral
Hispalense. Hace muchos años que ha desaparecido. Se encontraba entre la puerta l l a -
mada vulgarmente de los Palos, la Giralda y el Palacio Arzobispal. L o constituían di-
versos edificios, en uno de los cuales celebraban sus cabildos en la parte alta el Ayuntamien-
to, y en el piso bajo los canónigos, según la referencia de Rodrigo Caro en sus « A n t i g ü e d a -
des»», folios 61 y 62. El Regimiento de Sevilla celebró sus reuniones en este lugar, l l a -
mado el Cabildo viejo, hasta 1533, que estando bastante adelantadas las obras dé las
Casas Capitulares en la Plaza de San Francisco, a ellas se trasladó. Termináronse las
obras del Ayuntamiento en 1564. Desalojado el Corral de los Olmos, sus edificios se
arrendaron para bodegones, y en ellos se juntaba toda la cofradía germanesca. Véanse
las referencias de Rodríguez Marín en « E l Loaysa de E l Celoso Extremeño» y en su
^ t u d i o sobre «Rmconete y Cortadillo». También pueden verse las notas de don Joaauín
Hazañas y la Rúa, en su obra « L o s Rufianes de Cervantes» ooaqum
(24) Cervantes, Miguel de.—«El R u f i á n Dichoso». Jornada 1 »
(25) «Romance del Testamento de Maladros», en «Romances" de Germanía».
(26) L a Mancebía de Sevilla estuvo establecida en las proximidades de la muralla
que cercaba a la Ciudad, teniendo un postigo a l Arenal, donde hoy s ^ I e v ^ ^ t a hírr S
ñamado E l Baratillo, y de la otra parte lindaba con iks c a S s d T la c S d siendo su
única entrada, llamada « ^ Golpe», un arquillo que se b a u t i S c o n e noSb?e d ^ A t o c h a
por una imagen de la V i r g e n de este nombre. E r a un ino-a^ K ^ Í I ^ Alocua,
las aguas de lluvia: de ahí le provino el nombre de L a g u n a ' d S é s 1 w f
construida en su recinto. E l interior de la Mancebía se dfnSSínA t i r ^ S ? - ^^
en lenguas del pueblo uno de los apelativos vof^ue le ZZc^^
la L a g u n a » L a historia de la Mancebía sevillana m e r ¿ e una ?spectal
curioso puede ver interesantes noticias en el folleto de d ^ S M Í - S . l ^"^^."^ST&íia. E l
« E l Compás de Sevilla» (1870), en « E l Loaysa d e E l S s o Ext^^^íñ
coñete», de Rodríguez Marín, y en la obra citada de don J o a a u f í S ^ ^T®" S
de Cervantes», por no citar otros muchos autores que h L e r S e r e n S f « ' t^T Rufianes

siguiiSs."^"'^^^^'^^"^^ Memorial^ H i s & ^ r i ^ r E l S r ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ 36 y


dá vida en fiado; finalmente, aquí tiene el demonio fragua y ministros
y una posición dentro de sagrado »
En .este lugar es donde Don Pablos, Matorral y sus amigos se acogieron
después de la montería de Corchetes. Es admirable, por lo exacta, la
pintura que nos dejó Quevedo de la vida de los acogidos a, sagrado, en
los párrafos finales de su «Vida del Buscón»: «Pasábamoslo en la Igle-
sia notablemente, porque al olor de los retraídos vinieron ninfas, des-
nudándose para vestirnos. Aficiónoseme la Grajal; vistióme de nuevo de
sus colores. Súpome bien, y mejor que todas esta vida; y así, propuse
de navegar en ansias con la Grajal hasta morir. Estudié la jacarandina,
y en pocos días era rabí de los otros rufianes» (28).
«La justicia no se descuidaba de buscamos; rondábanos la puerta;
pero, con todo, de media noche abajo rondábamos disfrazados».
Así era la vida que los retraídos observaban en los lugares que go-
zaban de inmunidad. Burdeles parecían, más que recintos sagrados. A
tal extremo llegaron los abusos, que el Cardenal don Rodrigo de Castro,
Arzobispo de Sevilla, preceptuó en el Sínodo Diocesano de 1586: «Somos
informados que muchas personas que cometen delitos, porque temen
ser punidos por la justicia seglar, se acogen a las iglesias y queriendo
gozar de su inmunidad, están en ellas tan deshonestamente, que nuestro
Señor es muy deservido, y sus templos profanados, y las personas ecle-
siásticas reciben turbación en los oficios divinos. Por ende, deseando
obviar los dichos inconvenientes (Santo Concilio aprobante) estatuya-
mos y ordenamos que de aquí adelante los que se acogieren a las iglesias
estén en ellas honesta y recogidamente; y no jueguen juego alguno; ni
tengan conversación con sus mujeres ni con otras dentro de la iglesia;
ni se pongan a la puerta de las iglesias, ni en los cementerios a burlar, ni
tañer vihuelas, ni vsar de otras conversaciones ociosas; pero que estén
recogidamente, y como personas que han errado, y con toda humildad y
honestidad. Otrosí mandamos, que si algunos de los dichos Retraydos
saliera de la Iglesia a hazer algunos desconciertos, o a injuriar sus ene-
migos, o cometiere delicio alguno en la Iglesia, o saliere della en cual-
quier manera, por el mismo caso sea echado luego de la tal iglesia...» (29).
Poco tiempo debió observarse con rigor este acuerdo del reformador
Cardenal Castro, pues consta en testimonios del siglo X V I I (como sont
las palabras de Quevedo, quien copió de la realidad; las de Duque de

(28) Compárece este pasaje con el siguiente, original de don Gonzalo de Céspedes v
Meneses, quien en su obra «Fortuna V a r i a del soldado Píndaro», escribió- Desplegamos
las hojas y aun las manos con tan buena fortuna, que en dos días, sin tres pelos de b a r b a
se nos daba l i ^ a r en el Corral de los N a r a n j o s , digo, entre los oficiales de la Muerte
Ministros del Dios Marte. E r a entonces archimandrita de este grande colegio A f a n a d o r
el Járavo, natural de utrera, presidente el famoso Pero Vázquez de Escamilla v sena-
d o r ^ Alonso de la Mata, Félix, Miguel de Silva, Palomares y Gonzalo Geniz mas no
asi de rondon nos admitieron en este cofradía.
(29) «Constituciones del Arzobispo de Sevilla, Copiladas. Hechas y ordenadas por el
ilustrisimo y reverendísimo señor don Rodrigo de Castro...» Sevilla, Juan de León. 1591.
Estrada, antes transcritas y que se refieren al año 1608; a más de las
muchas referencias que se conservan en diversas memorias y relaciones
de sucesos), que los abusos no se habían desterrado, pese al Arzobispo,
al Sínodo y a todo el Cabildo Eclesiástico.

(Continuará),
M I S C E L A N E A
o--

-A •'.•
Valdés Leal y el arte francés.

La revista Pro Arte et Libris, editada en Ginebra, ha publicado dos


trabajos de gran curiosidad e interés, bajo el sugestivo título de Recher-
ches sur les relations picturales francoespagnoles au XVIP siécle, origi-
nales de Bernardo Dorival, Conservador del Museo de Arte Moderno y
profesor en la Escuela del Louvre.
El primer artículo 13 del año, correspondiente a mayo de
1943), lo subtitula Le Greco et Philippe de Champaigne, señalando las
relaciones compositivas existentes entre El entierro del Conde de Orgaz
y el cuadro que historia el hallazgo de las reliquias de San Gervasio y
San Protasio, que se admira en Lyon, producido por Champaigne; así
como entre varias Anunciaciones, originales de ambos, que acreditan o la
influencia del cretense sobre el francés o la común fuente de inspiración,
quizás a través de estampas y grabados italianos.
La segunda monografía tiene para mí superior interés: la dedica a
Claude Vignon et Juan de Valdés Leal y la inserta el n.° 46 del 5.° año,
correspondiente al mes de febrero de 1946.
En ella su autor realiza un detenido análisis del cuadro de Valdés,
titulado Ataque de los sarracenos a la plaza de Asís, que es gala de la
Pinacoteca sevillana, con el propósito de ponerlo en relación con dos in-
teresantes pinturas de Claudio Vignon, tituladas Bertrand de Matignon
combatiendo a los infieles, y el mismo personaje la batalla de Cocherel
que se exponen en el Museo de Torigny-sur-Vire. Tras muy eruditas dis-
quisiciones sobre los caracteres estéticos de dichas pinturas, sus ritmos,
composición, etc., deduce que entre las citadas obras francesas y la espa-
ñola existen indudables relaciones de causa a efecto.
En el terreno de los principios la cuestión queda razonablemente
planteada y el lector comprueba las premisas en que se sustenta la
aludida comparación; mas cuando llega la hora de apelar a la cronología
el asunto no resulta diáfano.
En efecto, Vignon, nacido en 1593 (Thieme-Becker Künstler lexikon,
356), pintó sus referidos lienzos entre 1651-53, o sea en plena madurez
de su producción pictórica; Valdés, que vino al mundo en 1622, fechó
uno de los cuadros de las Clarisas del pueblo de Carmona—serie de la
formó parte el referido Ataque de los sarracenos—en 1653, opinando
Dorival que éste debió ejecutarse dos años después.
Y ya que las tres obras son absolutamente contemporáneas, es muy
difícil establecer la relación cuando no consta que el francés viniera a
España, ni menos que el sevillano fuera a Francia, ni es fácil suponer
conocimientos a través de dibujos o grabados. , ,
Mas no para en ello el articulista. Avanza al señalar las mfluencias
de Vignon sobre Valdés, afirmando que ciertas figuras de las Tentacio-
nes y el Sueño de San Jerónimo, que también se admiran en el Museo
sevillano, proceden de otras análogas del pintor francés y que a través
de éste pueden razonarse las huellas del arte de Rembrandt, que relatan
las pinturas del andaluz.
Indudablemente es cierto que en el decenio 1650-60, en que dichas
pinturas se ejecutaron, Vignon, según se ha dicho, poseía la madurez de
su formación artística, en tanto que Valdés, apenas cumplidos los treinta
años, comenzaba a dar pasos seguros en su arte, preludio de sus compo-
siciones definitivas; y asimismo son conocidos los profundos estudios del
sevillano en las obras de los maestros contemporáneos, que cuales Herrera
el Viejo y el Mozo, Antonio del Castillo. Murillo y otros, le ofrecieron
materiales y elementos a su labor; mas la tesis del profesor francés re-
sulta algo forzada y sin suficiente fundamento.
El origen de tipos, composiciones y fórmulas artísticas es tema que
actualmente apasiona a la investigación y de continuo las revistas^pro-
fesionales insertan trabajos como el que se comenta, afanosos de señalar
iniciaciones y precedencias; mas es terreno peligroso, donde conviene
caminar con pies de plomo, pues, a veces un rabioso criterio hipercrítico
desorbita las cuestiones con la consiguiente desorientación.
Esperemos, pues, que un buen día aparezcan estampas, dibujos, pin-
turas o grabados, que permitan serenamente y de manera lógica señalar
las fuentes de las obras de combates que dieron merecido renombre a
Claudio Vignon y a Juan de Valdés Leal.

JOSE HERNANDEZ DIAZ.


Una comedía de Tirso, ^ve no es de Tírso.

En la Segunda parte de las Comedias del maestro Tirso de Molina


(1), verdadero «rompecabezas bibliográfico», en frase feliz del gran
Menéndez Pelayo (2), dice el fraile de la Merced en la dedicatoria a la
Hermandad de San Jerónimo, que le ofrece doce comedias: «cuatro que
son mías en mi nombre y en el de los dueños de las otras ocho (que no
sé porqué infortunio suyo, siendo hijas de tan ilustres padres, las echaron
a mis puertas), las que restan».
Los críticos y editores de las comedias de Tirso, intrigados por las
frases del poeta, han hecho no pocas cabalas acerca de quiénes pudieran
ser los autores de las ocho comedias que echaron a las puertas de Fray
Gabriel Téllez, y cuál fuera la razón para que así sucediese, «siendo
hijas de tan ilustres padres».
Don Emilio Cotarelo, a quien tanto debe la historia del Teatro es-
pañol, al publicar las comedias del insigne mercedario (3), resume cuanto
acerca de tal problema literario se había conjeturado, en los siguientes
términos: « L a opinión que hoy parece más autorizada, y es la que nos-
otros compartimos, para entender estas obscuras palabras, se reduce a
que Tirso tiene efectivamente cuatro comedias enteramente suyas en b1
tomo y ocho que, aunque planeadas y escritas por él en gran parte, unas
fueron interpoladas por mano desconocida y otras son producto de la
colaboración de algún poeta amigo».
Hartzenbusch (4) dice de estas comedias de la Segunda Parte:
«Las cuatro comedias de Tirso de Molina, son: Amor y celos hacen dis-
cretos, Por el sótano y el tomo. Esto sí que es negociar y El condenado
por desconfiado; pero leyendo con atención las ocho restantes, se observa
que todas tienen más o menos mérito; que a pesar de su mérito, adolece
cada una por sí de gran desigualdad, y que si bien es cierto que no pue-
den atribuirse a Téllez muchos pasajes de ellas, otros parecen de su
mano: circunstancias que me obligan a creer que los ocho dramas fueron
escritos por Téllez, asociado con otros, como era tan común entonces, y

( 1 ) Segunda P a r t e — de las — comedias — del Maestro — Tirso de — Molina.


Recogidas por su sobrino — don Francisco Lucas de Avila. — Dedicadas a la V e n e r a -
ble — y piadosa Congregación de los Mercaderes de — Libros desta Corte, en la Tutela
del Glo- — rioso Doctor S, Gerónimo. — E n Madrid. — E n la Imprenta del Reino,
ano 1635. — A costa de la Hermandad de los Mercaderes de Libros desta — Corte).
E n 4.° 4 h. pr. 300 foliadas.
(2) Estudios y discursos de critica histórica y literaria. Madrid, 1941. T. I I I .
(3) N u e v a Biblioteca de Autores Españoles, bajo la dirección del Excmo. Sr. D. M a r -
celino Menéndez Pelayo.—Comedias de Tirso. T . I. Colección ordenada por don Emilio
Cotarelo y Mori.—Madrid, 1906.
(4) Catálogo razonado de las obras dramáticas de Fray Gabriel Téllez. A A EE
Ed. Rivadeneyra.
que los colaboradores quisieron que sus tareas llevaran el nombre del
autor más esclarecido. No será ninguno de aquellos dramas todo de
Téllez; pero en todos habrá un acto suyo».
De una de esas ocho comedias que Tirso, noble y paladinamente,
declara que no son suyas, puedo hoy descifrar el enigma de su verdadero
autor: me refiero a la intitulada La Reina de los Reyes.
Menéndez Pelayo, con su extraordinario talento crítico, juzgando
esta comedia, considérala «tan baladí, que puede ser de cualquiera, pero
que cuesta trabajo atribuir a Tirso, ni en todo ni en parte»; severo jui-
cio algo en contradicción, con lo que había escrito algunas páginas antes,
al hablar del contenido de ]a Segunda Parte de las comedias del mercc-
dario: «Sube de punto lá sorpresa (escribe don Marcelino) cuando se re-
para que en casi todas las comedias del tomo (cuál más, cuál menos) hay
algo del estilo y manera de Tirso, y a pesar de la sagacidad con que la
crítica va notando rasgos de la pluma de otros autores, nada tiene de
temerario creer que, si no estuviésemos sobre aviso por la declaración
de Tirso, leeríamos todo el volumen como producción de un solo ingenio,
puesto que las desigualdades que en estas comedias se observan no son
mucho mayores de las que en las obras auténticas y reconocidas de Tirso
pueden notarse» (5).
Don Emilio Cotarelo no niega que de las doce comedias de la Segunda
Parte no haya algunas que «no sean del mismo poeta. Tan persuadido
estoy de lo contrario, que pienso que en ninguna de ellas la colaboración
ajena ha sido grande» (6). Y refiriéndose concretamente a la titulada
La Reina de los Reyes, la considera como «una comedia cíclica que abarca
un gran período de la vida de San Fernando, acabando con la toma de
Sevilla, después de hacernos pasar por las de Córdoba, Jaén y Murcia.
En toda ella hay rasgos propios de Téllez, especialmente algunas frases
del gracioso Paja. Es seguramente de la invención de Tirso la ingeniosa
escena de los Mancebos y el Rey, que tiene su reverso cómico en la que
desarrolla entre el Rey de Granada y Paja, el truhán de Garci Pérez de
Vargas. Con todos sus defectos, esta obra es incomparablemente mejor
que otra, rarísima, sobre el mismo asunto, e imitación visible de ella,
impresa suelta con el título de La mejor luz de Sevilla, Nuestra Señora
de los Reyes, y obra del poeta sevillano don Jerónimo Guedeja y Quiroga».
Pues bien, esa comedia de La Reina de los Reyes es, ni más ni menos,
la titulada La Virgen de los Reyes, original, desde el principio hasta el
fin, del notable poeta sevillano Hipólito de Vergara, de quien dijo Cer-
vantes en el Viaje del Parnaso:

(5) Op. cit.


(6) Op. cit.
«Este, que en lista por tercero pones,
que Hipólito se llama de Vergara,
si llevarle al Parnaso te dispones,
Haz cuenta que en él llevas una jara,
una saeta, un arcabuz, un rayo,
que contra la ignorancia se dispara.»

En un curioso libro, rarísimo por cierto (así se explica que ni Me-


néndez Pelayo ni Cotarelo lo conocieran), impreso en Osuna en 1629 (7),
debido a Hipólito de Vergara, se inserta al final, la comedia, y lo que
aún es más interesante, el autor cuenta en ese libro los motivos que tuvo
para escribir la obra teatral.
Ya eñ varias ocasiones, y últimamente en el Boletín de la Real Aca-
demia Española, me he ocupado del libro de Vergara y de su comedia;
pero, a decir verdad, nada indiqué de la atribución a Tirso, pues esperaba
para hacerlo la terminación de mi estudio biosrráfico dedicado al devoto
poeta hispalense.
Hoy cambio de opinión, pues mi trabajo sobre Vergara tarda en
concluirse más de lo que yo quisiera, y lo hago en este artículo, seguro
que interesará a los que se dedican al cultivo de la crítica y de la his-
toria literarias.
Oigamos de Hipólito de Vergara cómo, cuándo y por qué escribió
su comedia:
«De los criados que hoy sirven a esta gran señora (la Virgen de los
Reyes), con título de guardas, uno es Antonio Domingo Bovadilla, veinti-
cuatro y Fiel Executor perpetuo de la ciudad de Sevilla y familiar del
Santo Oficio de la Inquisición; que tan calificadas personas le han ser-
vido siempre desde la fundación de su real familia, y podrán testificar
y autorizar el notable y maravilloso caso que he prometido y pretendo
hacer en este Discurso. No me acuerdo bien, si fué en el año de 1620,
o en el de 1621, cuando entré en casa de este criado de la Virgen, y le
hallé con una carta en las manos, y con tan extraordinaria demostración
de enojo y tristeza, qué a no intervenir tan llana y antigua amistad, me
pudiera obligar a sentimientos: como me obligó a preguntarle la causa.
Díjome que con otros regidores, era diputado por la Ciudad para preve-
nir aquel año la fiesta del Santísimo Sacramento, y que habiendo es-
crito y encargado a Lope de Vega Carpió (famoso y singular poeta resi-
dente en la Corte) que escribiese los cuatro autos sacramentales que en

T -u Santo Rey — D. Fernando — y de la V i r g e n Santissima — de los Reyes —


1-ibro — escrito por Hipólito de V e r g a r a , Deposita- — rio general que fué, y Receptor
de ^ n a s — de Cámara de Sevilla. (Escudito de la con el I H S ) — Impreso con licencia
en Osuna, por Manuel — de Payva, año de 1629. — A costa del Licenciado Gerónimo
de P a r e j a A r a n d a — Capellán de su Magestád, en la Capilla Real de la V i r - — gen de
los p y e s , persona onesta del santo Oficio de lá — Inquisición, Notario Aopstólíco, y
nombrado para — la información sumaria de la vida, y de los milagros del santo Rey
don Fernando.—En 8.' 176 hs. 8 de preliminares.
Sevilla, aquel solemnísimo día, se acostumbran a representar, en cuatro
carros triunfales; y habiéndole pedido a devoción de la Ciudad, y suya,
que el un auto de los cuatro fuese de la Virgen Santísima de los Reyes,
cuando ya estaba muy cerca el día de la fiesta, escribía en aquella carta,
que le era forzoso ir de Madrid al Pardo, y ponía en duda poder enviar
ni escribir el auto de la Virgen. Parecióme la pesadumbre superior a la
causa, y aun me pareció que se afectaba la demostración, para obligarme
a suplir aquella falta, acordándose Antonio de Bovadilla de que en nues-
tra juventud, tal vez contra el ocio, y tan contra el olvido de las letras
humanas, me solía entretener el ejercicio de la poesía cómica. El tiempo
era corto para escribir yo el auto, y prometíle (para cumplir con las
obligaciones de amistad y cortesía) que si Lope de Vega no le enviaba,
yo escribiría despacio una comedia de la Virgen, donde más extensamente
que en auto, se haría notoria al mundo la tradición de su milagroso san-
tuario, quedando así su particular devoción, y la de su ciudad más sa-
tisfecha. Pasó mi amigo, con este ofrecimiento, del extremo de pesar en
que le hallé a tan grande extremo de alegría, que ofreciéndome, y dán-
dome (con extraordinarias muestras de gusto), corteses agradecimientos;
con impulso al parecer más que humano, anunció a mi corta ventura,
inopinada prosperidad, originada del servicio que prometía hacer a Nues-
tra Señora. Y porque la amistad no pudiese licenciar omisión ni olvido,
cogiéndome apretadamente la mano, me obligó a que hiciese a la Virgen
Santísima de los Reyes promesa expresamente (y yo la hice con mucho
gusto) de escribirle una comedia, si Lope de Vega no enviaba el auto
que se esperaba. Pocos días habían pasado cuando supe que el auto había
venido, y que con prisa le estudiaba la compañía de Alonso de Olmedo,
autor de comedias; con lo cual olvidé totalmente, y tuve por ninguna, la
promesa que había hecho a la Madre de Dios.»
«Sucedió luego que, yendo tres días antes de la fiesta del Corpus,
los representantes a dar la acostumbrada muestra al Cabildo de la Ciu-
dad, el auto estudiado y costosamente adornado, fué reprobado y no se
consintió representar, por haber venido y estar errado en la parte prin-
cipal, que es la verdad de la tradición; y la culpa de este error tuvo un
capellán de la Real Capilla, que, siendo nuevo en ella, sin más fundamento
que haber visto dos flores de lis en los zapatos de la Virgen, parecién-
dolé que eran insignias de Francia, y que San Luis pudo enviar al Santo
Rey aquella imagen, lo certificó por una memoria que envió a Lope de
Vega.» ^

« N o obstante que el auto no fué consentido ni representado, y que


en su lugar se representó otro de diferente asunto, yo proseguí el olvido
de mi promesa con la primera aprensión de haber quedado libre de ella,
y verdaderamente no quedé Ubre, pues por ella me ejecutó y a su cum-
phmiento me apremio la Reina de los Reyes, siendo servida de satisfacer
por mi mano la devocion de Antonio de Bovadilla, y de acrisolar con
nuevas maravillas la verdadera tradición de su milagroso y angélico san-
tuario, en honra y gloria del Santo Rey San Fernando.»
«Habiendo continuado mi olvido (si bien con algunos escrupulosos
recuerdos) hasta fin del año 1622, a dos días del mes de enero del año
siguiente de 1623, una de las nobles personas de Sevilla (muy particular
devota de la Madre de Dios de los Reyes, me dio secreto aviso de que
en uno de los tribunales superiores de la Corte se había ganado, y des-
pachado con siniestra relación, una provisión contra mi persona; y to-
mando acuerdo sobre el remedio desta desgracia, determiné (con todo
recato y reverencial temor) huir el cuerpo a la indignación y a la moles-
tia; y prevenir la -defensa de mi justicia, desde el insigne monasterio de
San Jerónimo, cuyos umbrales había pasado apenas, cuando se me repre-
sentó que la Virgen Santísima de los Reyes (por la obligación de mi
promesa, y por medio del aviso de aquella persona su devota) me apre-
miaba a la soledad y clausura, donde necesitado de entretenimiento, en
noches de invierno, y en cumplimiento de mi palabra, la sirviese de in-
digno coronista.»
«Luego que hube enviado a Madrid los papeles y la instrucción de
mi defensa, procuré quitar del alma las tinieblas que pudieron oscurecer
mi justicia, y a los pies de un santo y docto religioso de aquel monas-
terio (que reputó por no enviado el auto de Lope de Vega, por no haber
sido público), tuve orden de cumplir a la Virgen de los Reyes la promesa
que le había hecho. Y haciendo gracias aquel mismo día a Nuestro Sal-
vador Jesucristo, por la que sin mirar a mi demérito me había hecho de
su preciosísimo cuerpo, las hice particulares a su santísima Madre, por
el favor que hacía a mi rudo ingenio; y la supliqué fervorosa y humil-
demente, fuese servida de inspirarme la puntual verdad de su milagroso
santuario, porque yo la escribiese sin mezcla alguna de ficción, y así la
hiciese notoria al mundo, para su honra y gloria suya y del santo rey
don Fernando, su amado siervo.»
«Notable cosa es que, computado el tiempo por las cartas de Ma-
drid, el mismo día y a la misma hora que yo comencé a escribir la co-
media de la Virgen, se mandó en la Corte que no se usase de la provi-
sión que contra mí se había despachado. Este auto tuvo súplica, y aun-
que mis correspondientes aseguraron que dentro de ocho días estaría con-
firmado, en más de cuatro meses no pudieron cumplir su palabra, ni el
auto se confirmó hasta la misma hora en que yo acabé de escribir la
comedia.»
«Es maravilla notoria y de notar, que habiendo parado de escribir,
porque aunque tenía bastante noticia de mi asunto, quise enterarme de
lo que en la Real Capilla de la Virgen se sabía por papeles de su archivo,
o en otra manera; y habiendo en esto algunas dilaciones sin efecto, por
un accidente, fui con secreto del monasterio a mi casa, donde acabé de
escribir la comedia a doce días del mes de junio del mismo año de 1623,
lunes, antes de mediodía, en presencia de mi esposa, y de otras dos per-
sonas, tan persuadido a que mi voluntad estaba puntualmente asida, y
dependiente del cumplimiento de aquella obligación, que preguntando la
hora en que la acabé de cumplir, y diciéndome que el reloj acababa de
dar las diez, les previne que tuviesen cuenta que aquel mismo lunes, 12 de
junio, y a la misma hora de las diez, se había visto y despachado en mi
favor el pleito de Madrid. Fué servida la Virgen Santísima de acreditar
mi confianza y de que este notable caso se acreditase de misterioso; y en
la estafeta siguiente tuve carta de un fidelísimo ministro del mismo Tri-
bunal de mi causa, escrita en martes 13 de junio, con las palabras si-
guientes: « N o hay plazo que no llegue; ayer lunes se confirmó en favor
de V. M. el auto de vista, mandando que no se use de la provisión des-
pachada, y sucedió un caso que dejó admirados los presentes, por no ha-
berse visto otra vez, y fué que habiendo dado las diez, y habiéndose el
Tribunal levantado, pidió el pleito y se detuvo, hasta verlo y deter-
minarlo.»
Como escribe Hipólito de Vergara, la comedia se terminó el 12 de
junio de 1623. Se estrenó en Sevilla, probablemente, a fines de este año
y volvió a representarse «en los principios del año de 1624, estando el
Rey nuestro señor en Sevilla», según declaración del propio autor.
La comedia, en esta segunda representación, fué añadida con una
loa escrita expresamente por Versara para tal solemnidad; loa en la que
pide a las personas reales y a su ministro que se empleen en conseguir
la canonización de Fernando III, y así alude a la visita que a la Virgen
de los Reyes y a San Fernando hizo Felipe IV, de incógnito, la noche
antes de su entrada triunfal en la metrópoli andaluza, en los siguientes
términos:

« E l Rey, que viva mil años,


con celestial movimiento,
honra a la noble Sevilla
de su lealtad justo premio;
mas antes que en ella entrase
públicamente, en secreto
quiso ver al santo Rey,
no careció de misterio.»

Y algunos versos después, alude al Conde de Olivares:

« E l atlante que hoy sustenta


desta Monarquía el peso,
hijo ilustre es de Sevilla:
altamente está dispuesto.»
Qué fuera la comedia, dícelo Vergara, a la terminación de la loa:

« N o represento hoy milagros


del Santo Rey, porque espero
por bien destos reinos verle
canonizado muy presto.
La tradición de la Virgen
de los Reyes represento,
sin invención, sin amores,
sin casamientos, sin celos,
sin lacayo y sin fregona:
si esto aplaciere por nuevo
será gloria del asunto
y gusto y provecho nuestro.
Mas si la verdad desnuda
no halla buen acogimiento,
yo procuraré el perdón
con la enmienda de mí yerro.»

Es indudable que Hipólito de Vergara escribió la comedia de La Vir-


gen de los Reyes, y que como de tal autor fué representada, lo más tarde,
en Sevilla, a principios de 1624, imprimiéndose al final del libro del mismo
autor titulado Del Santo Rey D. Fernando y de la Santísima Virgen de los
Reyes, dado a luz en Osuna en 1629, pero con aprobación del 12 de diciem-
bre del año anterior.
La Segunda Parte de las Comedias del Maestro Tirso de Molina, don-
de aparece La Reina de los Reyes, se imprimió en Madrid en 1635. Es in-
dudable la prioridad en el orden del tiempo de la edición de Vergara.
El texto de una y otra impresión sólo tiene levísimas variantes en algunos
versos y es mejor la lección del libro impreso en Osuna que la del pu-
blicado en Madrid.
Don Emilio Cotarelo reprodujo el texto de La Reina de los Reyes to-
mándolo de la Segunda Parte de las comedias de Tirso y, ante algunas
erratas evidentes que figuran en la edición madrileña, modificó el sen-
tido de lo que escribió el poeta sevillano. Así, y va por vía de ejemplo:
Cuando Paja, el bufón, entra en escena con la cabeza de un rey moro,
dice (texto de la Segunda parte):

bien abona
a mi amo este bárbaro, cuya ufana
cabeza, como reina se corona:
preso de las agallas te lo ofrece.
Hazen: El bárbaro es de valor.
Paja: Barbón parece.»
Cotarelo advirtió algo extraño y escribió la sigruiente nota, refirién-
dose a la frase El Bárbaro es de valor. «Así en el original; pero debiera
decir: « E l regalo» o « E l presente es de valor».
En la edición de Hipólito de Versara el texto está muy claro, ya que,
en vez de bárbaro, dice barbo^ y así la lección es sencilla y los versos re-
sultan bien construidos y más chistosa la frase.
Erratas de impresión, algunas levísimas modificaciones, como ésta:

« Y el triste pueblo importuno


viéndose en aflicción tanta,
no ha dejado imagen santa
en tabernáculo alguno».
(Texto de la Segunda Parte)

« N o ha quedado imagen santa


en tabernáculo alguno
que el triste pueblo importuno
no saque en aflicción tanta»;
(Texto de Vergara)

la supresión de parte de la escena I del acto I I , y la añadidura al final


de la comedia de esta redondilla:

«Su patrona en procesión


llevemos a la ciudad
con solemne majestad
y cristiana devoción»;

se advierten comparando los textos.


Está, pues, bien claro y patente que la comedia de La Reina de los
Réfyes que figura en la Segunda Parte de las comedias del maestro Tirso
de Molina no es del insigne mercedario, sino del poeta sevillano Hipólito
de Vergara, que la publicó, años antes, con el título de La Virgen de
los Reyes.
Viene como anillo al dedo, antes de concluir, deshacer un error en
que incurre Sánchez Arjona al hablar en sus Anales del Teatro en Sevilla,
de Hipólito de Vergara y de su comedia. Dice el analista sevillano que
en el ano de 1630 se celebraron «en Sevilla grandes fiestas con motivo de
haberse recibido las remisoriales y despachos para hacer la información
plenaria referente a la canonización de San Fernando. Con tal ocasión
escribió y publicó Hipólito de Vergara, devoto del Santo Rey y celoso de
su canonización, Depositario general de la ciudad de Sevilla, según Ortiz
de Zuniga y Claramente, la Vida del Santo Rey Fernando, en orden a su
canonización, y con ella la comedia El Defensor de la Virgen, o hechos
de aquel glorioso monarca».
Ni para las fiestas sevillanas hechas con motivo de haberse recibido
los despachos para hacer la información de las virtudes y santidad de
Fernando I I I , ni en 1630 escribió Versara sus dos obras, como queda de-
mostrado en el cuerpo de este estudio.

SANTIAGO MONTOTO,
C, de la Real Academia Española.
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Interesante kallazgo documental.

A l celo del señor cura-regente de San Pedro de Piñeres, localidad


del Concejo de Aller (Asturias), don Pedro Parajón, y con la colabora-
ción diligente del delegado técnico del Tribunal de Menores Hispalense,
señor Romero Escacena, y del secretario del Ayuntamiento de Aller,
mediante eficaz labor del culto secretario del Instituto de Estudios de
Administración Local, don Alberto Gallego Burín, ha podido conocerse
la partida bautismal del fundador de la Institución sevillana de «Los
Toribios»—que últimamente radicara en la popular Plaza de Pumarejo—,
el hermano Toribio de Velasco y Alonso; precursor, como dijo muy bien
en interesante trabajo el malogrado criminalista don Quintiliano Sal-
daña, de los modernos reformatorios de menores, establecimientos auxi-
liares de la jurisdicción tutelar, no sólo de España, sino de las demás
naciones del mundo.
Ninguno de los biógrafos de Toribio de Velasco, especialmente el
padre Fray Gabriel Baca, religioso mercedario, nos daban noticia acerca
de la fuente documental del nacimiento del hermano Toribio. Unica-
mente por el testamento existente en nuestro rico Archivo de Protocolos
Notariales, inserto en el libro segundo, folios 810 y 811 del Oficio nú-
mero 20, que a la sazón llevaba el escribano José González Vejarano
(sic) del protocolo correspondiente a 1730, hemos venido en conocimiento
de la patria del creador de la obra reformadora de menores, pero desco-
nociendo el día, mes y año en que abriera sus ojos a la luz de este mundo.
Gracias al hallazgo documental a que se refiere este artículo, hemos
tenido la satisfacción de conocer la fecha del nacimiento del preclaro
fundador de la obra sevillana de «Los Toribios». Dice la certificación
librada por el señor cura párroco mencionado, de la que consta obrar al
folio 86 vuelto del libro primero de Bautismos del Archivo Parroquial:
«En once días del mes de mayo de mil seiscientos ochenta y siete
años yo Juan González escusador de D. Antonio Zienfuegos y estrada
Cura propio de la parroquia de S. Pedro de Piñeres; baptice atoribio
hijo legítimo de Domingo Belasco de las Tercias y de Dominga Alonso
su muger fué su padrino Juan Alonso de las Tercias y la madrina no
toco de que hago f e y lo firmo z= Juan González Llameras = Rubricado».
Hay una nota marginal, que dice: «Fundador de los Torivios de Sevilla».
La personalidad de Toribio de Velasco. cuya institución r e f o ^ a d o r a
o correctora de la juventud ha llegado a ser una categoría histórica en
la evolución del Derecho Penal español, e incluso universal, es verdade-
ramente desta^íable. Si leemos sus biografías, como la del citado P. Baca,
^ . Z V Z o t Z Ü c o s .ue hace Kretschn.er en ^ ^ ^ ^ o r . e r ^ un^^^^^^^^^
rakter íBerlín 1922) de «picnicoss., o sea, rechoncho y grueso, y «asre-
S : : S ^ t t ' y l i a d o s , ' c o n sensación de f
al hermano Toribio ^ste último tipo de la clasificación, de seguir e=te
criterio dü tipo material.
Por otra parte, comparando su retrato con ese ¡ Z
representativo de San Juan de Dios, llevando a cuestas un pobre, exis-
t e L en la iglesia del Hospital de la Santa Caridad, observaremos qu
hay en ambos rostros una identidad espiritual evidentísima; tanto uno
como otro aparecen inflamados de ese «ignis ardens» de la candad cris-
tiana, pues los dos aspirantes a la santidad lo realizan mediante la prac-
tica del amor al prójimo por Dios. Por eso, sm duda alguna, Toribio de
Velasco y Alonso, tendría presente aquellas palabras del Evangelio de
San Mateo (Cap. X V I I I vrs. 3 y 10), cuando Nuestro Señor nos ensena
la santa virtud de la humildad al tomar un niño que coloco en medio de
los descípulos, diciendo: « E n verdad os digo que si no volvéis y hacéis
semejantes a
los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos», y aquellas
otras divinas palabras: «Mirad que no despreciéis a alguno de estos pe-
queñitos: porque os hago saber que sus ángeles en los cielos están siem-
pre viendo la cara de mi Padre Celestial».
A l evocar la personalidad del hermano Toribio, no queremos termi-
nar sin renovar aquellas palabras que hace más de cincuenta anos
estampara en su trabajo el señor Collantes de Terán, expresivas de toda
una lamentación: «Pues bien, la memoria de Toribio Velasco no ha
podido transmitirse, dando su nombre a cualquiera de las nuevas calles
construidas en la ciudad, o de las antiguas, algunas de las cuales tienen
nombres tan singnificativos como Magnolia, Heliotropo, etc.2>
Nunca es tarde para que la Excma. Corporación Municipal sevillana
repare esta omisión.
TOMAS DE AQUINO GARCIA Y GARCIA,
Retrato de Torihio de Velasco.—Colección del Exorno. Ayuntamiento de Sevilla.
o

mM
L I B R O S
" S O R T I L E G I O S E N E G A L É S " . — A n t o n i o de Cértlma.—Volumen en 4.°,
»»» páginas.—BiMíoteca de viajes " P o r térras de Maravillia", edi-
tada por Tavares Martins.—Imp. "Tipografía Mendon^a".—Oporto,
1947.

Para no desmentir la fama andariega de su estirpe—en todo 'portu-


gués hay siempre un viajero apasionado de todos los caminos—, Antonio
de Cértima, antes de que le retuviese en su sortilegio nuestra Sevilla,
recorrió mundo con avidez de aventura y emoción. Le obligaba, es verdad,
la condición viajera inexcusable de su profesión diplomática, pero pudo
realizarla sin otra inquietud que la de cumplir deberes, y asi hubiera sido
si no le hubiese animado otro impulso que el inherente a todo pundono-
roso funcionario, Pero alentaba en su espíritu el caballero andante que,
como decimos, hay en todo portugués, y, además, una vehemencia de su-
perior categoria artística o, lo que es lo mismo, un ansia suprema de gozar
la belleza de los panoramas y las costumbres y también las fuertes emo-
ciones de lo nuevo y sorpréndente. Asi recorrió, abiertos los ojos a la
observación y el alrtia a la contemplación, los caminos caldeados por el
ardiente sol del SenegaL
Producto de ese afán, es este libro, vivido en el "Continente de los
sortilegios negros y fecundos", escrito en la calma sedante de nuestra
Sevilla y publicado en Portugal, donde el que no viaja se consuela le-
yendo los relatos de viajes. En cuanto al autor, también buscó al escribir
el consuelo de su actual quietud. Y lo explica de este modo en la since-
ridad de una sustanciosa nota de su libro: ".„en un país en que por las
circunstancias forzosamente sedentarias de su vivir social, el escritor
se torna, desgraciadamente, en un irrescatable galeote de la ficción lite-
raria, la crónica de las vidas febriles, batidas por ciclones de maravillas,
parecerá siempre una invención de gigantes celestes.**
Nos lo parecería asi a nosotros este alucinante **Sortilegio senegalés"
si sólo viésemos en sus páginas la coloración fantástica de los episodios
que logró una pluma, rica en matices expresivos, guiada por un tempe-
ramento inflamado en la llama de la poesía; pero sin esta cualidad, sin
esta índole artística, hubiera sido vano el empeño de trasladar con jus-
teza a la narración la alta belleza de lo visto y vivido. Y también'de lo
hondamente sentido; pues eso si, rezuma este libro una sinceridad tal
que la verdad con que está desarrollado se impone al lector y le obliga
a sentir como el propio autor.
Por otra parte se advierte el escrúpulo de éste por cuidar lo que, en
SMteesa de Tomboctú, situada en la eonounmon de los mundos
7uZ; y cuya importancia anticua evoca el autor, al^tar^, ^
estüo y honda erudición, para luego lamentarse de su
y dé la anonadación en ,ue han venido a parar « « J ^ ^ J - . f j ^ *
sus bibliotecas, sus centros de cultura y su refinada poblacion de letrados,
;Zsot X2tos hombres" y guerreros. En el l
hallados también la presencia de España, y aun de Andalucía, por el
recuerdo de algunos históricos personajes memorables.
Fiesta malor para el espíritu es U lectura de este notable volumen
cuya acogida en Portugal sabemos ««« ha sido todo lo extraordinanaj^
ulo y Ltor merecen. La misma ,ue auguramos en cualquier
aparezca, pues es obra de traducción obligada y ds ensenanzas mult ples
Entre ellas-surge inquietante del examen-, somero y expresivo, del as-
Sto PolUico-l! del modo cómo la ci.iHzación europea -
L el Continente negro para prepararlo a mayores rendimientos, pero
también, inexorablemente, al conflicto que un día, en plazo_ mas o mergos
corto pero ineludible, surgirá con arrollador impulso de mdependencm.
sea jorque fueron abiertos los ojos al anhelo de «««««
el mandato de la tierra dé a sus naturales un ímpetu de rebeldía que
les lance al deseo de restablecer lo propio, maltratado acaso por un
exceso egoísta extraño, . " j
En resumen, que el nuevo y valioso libro de Cértima es lección de
buen arte literario, de aguda visión de diplomático, de viajero que sabe
andar y ver y de poeta que conoce el valor de la belleza como elemento
espiritualizador de la vida. Un éxito que colma el bien gajmdo prestigio
que goza en las letras lusitanas este ilustre autor, que anos ha convive
con los sevillanos, como uno más y mejor,
A.
ALFONSO GARCÍA MATAMOROS.-Apología > 0 adserenda kispa-
norum eruditíones". Edición, estudio, tradocción y notas de José Ló-
pez de Toro. Madrid, 19439 275 páginas.—Anejo X X V I I I de la R e -
vista de Filología Española.

ARCHIVO HISPALENSE no podía dejar de comentar la aparición de


una tan valiosa monografía consagrada a uno de los más preclaros eS'
critores del antiguo Reino de Sevilla. Lo hace con algún retraso, cierta^
mente, pero obras de e^ta índole no pierden nunca actualidad.
Creemos que el Sr. López de Toro ha pecado de excesivamente mo-
desto en la redacción del título, que debía ir encabezado con su nombre,
puesto que la "Apología" sólo figura como una parte, un apéndice, del
libro; exactamente ocupa, junto con la traducción, 71t. páginas; las 200
restantes, es decir, el cuerpo de la obra, son de elaboración personal del
Sr. López de Toro y constituyen un completo estudio de la vida y obras
del insigne humanista. Una escueta nota al comienzo del volumen nos
informa de que, habiendo sufrido extravío el ejemplar ya dispuesto para
la impresión, hubo su autor de asumir la ímproba tarea de reconstruirlo
por entero y, lo que es más sensible, no pudo reproducir muchas de las
notas biográficas y filológicas que ilustraban el texto primitivo. A pesar
de esta desgraciada incidencia, la obra, en sus líneas generales, da la
impresión de una cosa definitiva que nuevos hallazgos podrán completar
o rectificar en SMS detalles, pero no modificar esencialmente. Hagamos
un ligero resumen de su denso y vario contenido.
Tras un corto Proemio, se aborda la biografía de Matamoros bajo
el epígrafe general « E l Hombre» (páginas 21-23). No se presta a gran
lucimiento el relato de una vida larga, más carente de episodios dramá-
ticos o grandes cambios de^fortuna. "Un gris discreto se difunde por
toda ella". Contiene aún lagunas e incógnitas, entre ellas la del lugar
de su nacimiento; confiesa su biógrafo que su cuna sevillana no puede
probarse con una frase de Uodrigo Caro, y menos aún con el epíteto de
"hispalense" que Matamoros se atribuía, pues tenia derecho a usarlo
todo natural del Reino de Sevilla, como lo hizo Arias Montano. Podría-
mos añadir el ejemplo, mucho más curioso, de Fernando de Vera, autor
del "Panegírico por la poesía", quien, según Barrantes, "a boca llena
llama a los vates de Sevilla paisanos, y hace suyas todas las cosas de
aquella dudad, siendo asi que él había nacido en Mérida". Y es que en-
tre agregar a su nombre un apelativo prestigioso, umversalmente cono-'
cido, o emplear el derivado de un lugarejo ignoto, la elección no podía
ser dudosa; por eso nos inclinamos a creer que Matamoros era de Vi-
llarrasa, pues, no constando que en su edad adulta tuviese ninguna re-
lación con este pueblo, es inexplicable que en él se formase una tradición
vivaz en relación con el susodicho humanista, ya que consta por la in-
formación histórico-geográfica, que su párroco hizo en el siglo XVíll que
se conservaba memoria de la casa donde nació.
Después del estudio de la vida, el de la obra, y precedtendola un ca-
pitulo sobre Bibliografía de carácter exhaustivo, modelo en su genero,
en el cual se reseñan todas las ediciones conocidas de las obras de Maía-
moros, incluyendo la indicación de la biblioteca y hasta de la asignatura
bajo la que puede encontrarse cada una; detalle pocas veces señalado
pero harto más útil que muchas indicaciones tipográficas cuya omisión
sería severamente censurada. Una constatación se impone al recorrer
estas páginas: las obras de Matamoros no puede decirse que hayan sido
nunca raras, pues, además de las ediciones originales, tenemos, tras el
paréntesis del siglo XVII, las verificadas en el siglo XVIIL Y la pre-
gunta surge: ¿Cómo, si no tenían nada de inasequibles, cayeron en tan
profundo olvido? Sin duda, para el vulgo bastaba la circunstancia de
estar escritas en latín; en cuanto a los doctos, si no las leían, era eviden-
temente porque no esperaban encontrar nada de interés en ellas» Y esto
nos lleva como de la mano a hablar de la segunda parte (la más impor-
tante) del estudio que estamos comentando. El Sr, López de Toro, de-
jando a un lado las demás producciones, se ciñe al análisis de la "Apo-
logía" y lo hace bajo todos los ángulos de la crítica. Primero un resumen
de la "Apología" y de sus bases: erudición, elegancia, utilidad; luego un
capítulo de Antecedentes, en el que esclarece el problema de las fuentes,
sobre el cual vuelve en el capítulo VIH, Elementos de la Apología. Es-
tudia en otros las Dificultades para la redacción de la Apología (VII)
comparándola con dos obras análogas que la siguieron con pocos años
de intervalo: Clarorum Ligurum elogia, de FoUeta, y Elogia doctorum
virorum, de Jovio; las Cualidades de Matamoros deducidas del estudio de
la Apología (IX); Suerte y vicisitudes de la Apología (X), en el que
hace notar el silencio indiferente con que fué acogida; sus Defectos (XI);
otro dedicado a seis doctas mujeres que Garda Matamoros celebra en su
Discurso, y un último capitulo (el XIII) en el que se discute la afirma-
ción de Caro y Menéndez Pelayo de ser la "Apología" una imitación del
Bruto, de Cicerón.
De tan minuciosa exégesis surge el concepto claro y preciso de la
obra y el autor, libre del harto común defecto, disc^lpable en quien ha
consagrado sus tareas al estudio de un literato, de hiperbolizar sus mé-
ritos; por el contrario, López de Toro conserva frente a su biografiado
una actitud de fría ecuanimidad; reconoce que "no era un genio de pri-
mera magnitud. Más preceptista y gramático que historiador, tenia que
ir a la zaga de los principales sabios de su tiempo" (pág. 17), pero ello
no quita que sea "el primero que en España nos dio un documento de
critica literaria sistemática" y el que "escaló antes que ningún otro es-
critor las cumbres de la historia de la literatura española" (pág. 111).
Ello basta para que merezca ser redimido del olvido en que yacía.
Cierto que la Apología, considerada como obra histórica^ adolece de
graves defectos, que carece de grandes dotes de erudición y de crítica,
al punto que sólo cuando se refiere a sus contemporáneos merece la con-
sideración de fuente; mas para extrañarse de ello sería preciso ignorar
las características de la Historia humanista magistralmente descritas
por Fueter; su esencia está resumida en la famosa definición que Cice-
rón da de la Historia: "Opus máxime oratorium". No es maravilla que
Matamoros, ciceroniano por los cuatro costados, no haya hecho una obra
de investigación erudita, sino un discurso, una pieza oratoria en la que,
con todas las galas de lengua de Lacio, se hace el elogio de los escritores
patrios. Y considerándolo bajo este aspecto, no puede decirse que fraca-
sara en su intento.
Termina la obra con el texto latino de la Apología, reproducido de
la edición de Cerda y Rico, acompañado de su versión española. Hace
gala en ella el Sr. López de Toro de las dos condiciones esenciales que
ha de poseer un buen traductor: conocimiento perfecto de la lengua ori-
ginal y empleo correcto de la vernácula (¡condiciones que no siempre se
encuentran juntas!). Hallamos aquí unidas la fidelidad de la versión, la
propiedad, la sobria elegancia con que hace hablar a nuestra lengua y
las demás cualidades de que ha dado luego gallardas muestras en sus
versiones de los Poemas, de Verzosa, y del Don Juan de Austria, de Osso-
rio. Nuestra felicitación sincera, aunque modesta, acompañada de votos
por que no interrumpa su labor de dar a conocer la literatura española
en lengua latina, que tantas joyas encierra,
A. D. O.

J O S É M O N T O T O . — " P a j a r i t a s de papel".—Prólogo de José M . " Pcmán.—


346 paginas, en cuarto.—Talleres tipográficos de "El Correo de
Andalucía" (Editorial Sevillana), Sevilla, 1947.

José Montoto posee un don singular: José Montoto escribe con el


corazón. Mi agudo compañero Mariani, hablando de su libro, precisa-
mente, traía a colación una cita de Flaubert: escribir sin corazón es como
escribir en la arena.
Montoto, en un momento ceñudo del mundo en que unos se entregan
al escepticismo; otros, altaneramente, creen encerrar el secreto de las
soluciones, y otros, los menos, prefieren iluminar sus almas con las luces
de Dios, ha optado por este último camino—camino del Evangelio—con
un gesto de comprensión y de bondad. Y ha emprendido esta senda con
ánimo de peregrino, con espiritu de penitente, con manos de indulgencia,
con la arcilla en los pies, y, en los ojos, grises de olivares, una^ sonrisa.
El autor de "Pajaritas de papel", vuelve al encanto primitivo de la
vida sencilla. Retorna al rincón provinciano, a la fuente que canta es-
condida, a la romería colorista del pueblo, a la paz blanca de la aldea,
a la cruz de tradiciones olvidadas, donde se abrazan las veredas, a la
veleta del viejo molino que rie y juega con el pañuelo del viento.
El evoca a maravillas toda esa humanidad pura que un día fué de
inocencia y hoy es de recuerdos; que quisimos alcanzar con redes azules,
y que ahora se aleja de nosotros, entre ópalos, como nave que parte en
la quietud triste del atardecer.
Los hombres vivimos entre estas cosas que el autor describe tan bien,
y no las sabemos apreciar. A nuestro lado pasan, casi alados, la camarera
de la Virgen, el vendedor ambulante de baratijas, y el farolero que, en
el ocaso, va haciendo surgir luces de luna de la tierra cuando arriba se
apagan las del Señor.
Todo un mundo de contrastes, de ensueños, de sensaciones, de cosas
entre soñadas y vividas.
Ha sido preciso que las guerras, con ademán bárbaro, hayan dejado
las ciudades y los campos, horizontales y secos, como la muerte, para
que nos demos cabal cuenta de que había sucumbido el mundo mejor:
el mundo de la rosa y de la espiga, mecidas en el viento.
Este, estimo yo, que es el primero y el principal mérito del escritor.
Resucitar el amor por lo sencillo, valorarlo de nuevo, levantar las velas
del alma, y casi casi, si no fuera una frase excesiva, volver a vivir a la
sombra de Dios.
Con Montoto de la mano, el lector comienza a andar y a ver lo que
antes no advirtió. Aquella espadaña con los ojos azules, aquella torre
morena bordada en el cielo, aquella misa de alba que entra, como en Co-
munión, en nuestro corazón.
El ha amado este mundo, que se empina sobre la tierra, y nos ha
enseñado a quererlo, volviendo por las antiguas jerarquías espirituales.
La cruz del camino, el Padrenuestro del hogar, el piano familiar, "La
madrecita", todas esas candidas estampas que Montoto nos brinda, se
convierten en el libro en hitos y escalones para, poco a poco, irnos acer-
cando al Señor, como a nuestro Fin...
No tuvieran las "Pajaritas" otros merecimientos, y con hacernos ele-
var los ojos de la serenidad del árbol a la iyiquietud divina de la nube,
ya tendrían bastante.
Montoto ha lanzado sus "Pajaritas", y ¡qué mejor destino que el de
volar, si por volar un poco daríamos la vida entera!

LUIS J. PEDREGAL.
« D O L O R Y H O N O R D E E S P A Ñ A " . — C o n t i e n e dos poesías J e Eduardo
Mar^uína (-j-) y prólogo de Fernando Bruner Prieto.—Dibujos de
Manuel Mumpao y un grabado al boj de Julio Palacios.—Cuarenta
y cuatro páginas en 8 . ° — I m p . "Gráficas del S u r " , Sevilla, 1947.

De nuevo Fernando Bruner~~el "fraternal chileno", como le llamó


Marquina—dedica a la memoria de un poeta la delicada ofrenda postuma
de una bella edición de versos... Fué la primera aquella preciosa repro-
ducción de La Correduría de Sevilla, de Alejandro CoUantes de Terán,
cuya aparición registramos aquí a su tiempo.
Con idéntico afán artístico, en el regusto indeclinable de la pasión
bibliofílica, fué emprendida y lograda esta bella edición para honor de
las prensas sevillanas en el más cierto camino ya de reanudar y renovar
sus viejos prestigios. Esto en el aspecto material; que en el sentimental
reitera la noble condición admirativa de Bruner^ incapaz de enterrar en
su espíritu el recuerdo de los que fueron sus admirados amigos. Ejemplar
virtud generosa que, además, entraña la gratitud mds desinteresada hacia
aquellos que le hicieron sentir en lo más hondo las emociones puras de la
poesía y de esa otra forma poética, inasequible para mtichos, de la buena
amistad.
Dos magnificas poesías de Marquina—el Canto a Chile y Voces de
América y España—contiene este delicado librito. La primera, porque asi
se lo pidiera el llorado poeta a Bruner al revelarle éste su propósito de
imprimir la segunda, cuyo original, dedicado, le regaló al terminar la
emisión memorable dirigida a Amércia desde Radio-Sevilla en los momen-
tos en que España luchaba por salvar sus valores eternos, y el poeta, de
vuelta aqui, entre nosotros, de un viaje, obligado por el vendaval, a tierras
hispánicas, sintió la necesidad de hablarle a sus hijos con voz armoniosa.
En cuanto a la segunda de las composiciones, publícala en su libro
Fernando Bruner, porque así se lo prometió al poeta. Es decir: en cum-
plimiento, como caballero cabal, de una palabra dada en la solemne oca-
sión de una Fiesta de la Hispanidad—fiesta caballeresca—, para la cuál
escribiera Marquina las magnas estrofas y las leyera luego ante el mi-
crófono con aquella maestría de recitador que adornaba también su ex-
quisito temperamento artístico.
El episodio queda registrado en el prólogo que Bruner ha puesto a su
ofrenda in memoriam... "Fué—refiere—uTia noche de octubre. Las diez de
la noche serían. Conmemorábamos ese Annus mirabilis, esa fecha histó-
rica de la última década del XV, en que la Geografía se expande para
incorporar a España—hontanar de la Fe y del Idioma—, la otra mitad
desconocida del planeta; esa efemérides que ahora más que nunca debie-
ron recordar en incesable gratitud las "naciones desunidas" de nuestra
estirpe; cuando las quillas de esas tres naos audaces se atrevieron a des-
plazar el horizonte para dar a la tierra la forma armoniosa que desde
entonces tiene, creando pueblos de raiz y sabia hispánicas."
En tal ocasión conmemorativa, Marquina entregó a Bruner su ma-
nuscrito; tesoro de palabras tamizadas por un gran corazón, que mo-
mentos antes había volado sobre prodigios de misterio y espacios, en
busca de otros corazones: unos ávidos de la verdad y otros indecisos en
la torcedura del extravío. Debió ser en ambos casos eficacísima la palabra
en llama de poesía, pues América acertó a oir... Al menos, aquella Amé-
rica que sabe vibrar en la emoción de la España auténtica. Marquina te-
nía como nadie el que Bruner llama "entendimiento de América", expre-
sado así:

"¡ Agradezco al Señor sentirme hermano


de aquellas almas en aquellas tierras,
desde el primer relieve mejicano
al último espolón de las andinas sierras!"^

La entrega del manuscrito fué entonces: del español integral que lo


escribiera el "fraternal chileno" que prometiera difundirlo. Muy de Mar-
quina el gesto corrohora<dor en la ocasión oportuna de tener al lado,'mieM'
tras recitaba, a uno de aquellos hermanos a quienes se dirigía. Era el
testimonio escrito de las magnificas palabras entregadas al espacio para
que buscasen su destino. Fué entregado en buenas manos. Femando Bru-
ner ha sabido hacer honor al que recibiera, pues las bellas palabras del
españolisimo poeta, que amó tanto a América como para morir en ella,
quedan perennes en este primor de libro con que nos regala quien supo
recibirlas y cumplir su promesa de imprimirlas cuando Dios ha querido.

A. V.

" L A V I R G E N D E L O S R E Y E S , P A T R O N A DE S E V I L L A Y D E L A
A R C H I D I Ó C E S I S " . — Estadio iconográfico.—José Hernández Díaz.
— C u a r t o mayor.—Texto y notas, 40 páginas y ao fotograbados
fuera de texto.—Sevilla, Imp, Suárez, 1947.

Entre los auténticos valores actuales de Sevilla que no se centrali-


zaron—es decir que prefirieron quedarse para ofrecer a su ciudad cuanto
SUS actividades y altas dotes podían dar de si—, descuella el ilustre pro-
fesor José Hernández Díaz, autor de este estudio iconográfico^ comple-
mento valiosísimo de su interesante Iconografía de la Virfi'en Madre,
publicada por ARCHIVO HISPALENSE. Y hemos de congratulamos de esa
fidelidad a la tierra nativa de Hernández Diaz, porque gracias a él y a
su competencia, tanto como a su capacidad de trabajo, Sevilla goza ya
de los frutos sazonados de una labor realizada con entusiasmo vehemente
y con tanto acierto como permite la amplitud de una preparación supe-
rior iluminada, por la luz inefable que le fuera otorgada por Quien
reparte los dones espirituales.
Sin duda por consciencia plena de que los que le correspondieron a
él vinieron por la clara vía medianera de Santa María Virgen, vemos a
Hernández Díaz labrar su ofrenda de gratitud al calor de una ferviente
devoción mariana.,. Trabajar, buscar la perfección y sentirse protegido.
Quienes sustentan este ideal saben muy bien, por la oración de San
Bernardo, que jamás se oyó decir que la Virgen haya abandonado a
quien la invoca; y también por San Alfonso María de Ligorio, que quien
se acoge a Ella se salva...
Producto de tal serena confianza y tan alto amor, es este nuevo tra-
bajo mariano de Hernández Díaz, que le fuera confiado por el Cardenal-
Arzobispo de Sevilla, Dr. Segura y Sáenz, para unir al expediente ca-
nónico elevado a Su Santidad Pío XIl, en instancia del Patronazgo de
Nuestra Señora de los Reyes, sobre la ciudad y su archidiócesis. Como
parte destacada de dicho expediente había de figurar el estudio arqueoló-
gico de la escultura de la imagen de esta advocación que los sevillanos
adoran en su magnifica capilla propia de la Catedral, y la historia de
su culto secular. El propio Hernández Díaz nos dice en la introducción del
estudio que comentamos, "...que fué designado benévolamente para aco-
meter esta investigación, que no obstante su gran responsabilidad, hubo
de aceptarla con alegría, por espíritu de obediencia y en aras de sus fer-
vores marianos que impulsan y dan tono a todas sus actividades
intelectuales".
Bien cumplimentado fué el tan honroso como difícil encargo. El in-
forme fué hecho con profundo sentido objetivo, según el criterio de la
Iglesia, acometiendo con suficiencia y amor el estudio histórico, literario
y especialmente el artístico, para lo cuál se le permitió al competente
profesor el análisis arqueológico de la imagen en forma y circunstancias
realmente únicas. A la vez, un técnico sacerdote obtuvo los testimonios
fotográficos que el expediente requería, rigurosamente reservados, con
excepción de aquellos que por vez primera se publican con el texto que
comentamos, previa la autorización superior.
Este trabajo no es exactamente el que figuró en el mentado informe
canónico. Aun cuando las ideas y la ordenación sean las mismas, el mé-
todo cambió para servir el propósito divulgador con más adecuada forma
que la empleada en el expediente preceptivo.
En el primer capitulo^ mediante textos bíblicos y de exégesis me-
dieval, se establece la historia del culto a la Virgen-Reina en la Alta
Edad Media "fundamento indudable—dice el autor—de la imaginería e
imprescindible cuadro" en el cual ha de colocarse el examen de esta cul-
tura. Le sigue el estudio de la Patrona—"la morena Virgen de los sevi-
llanos", como cantara San Román—a través de las tradiciones y notas de
pleno sentido histórico para llegar al análisis arqueológio en pos de los
•valores artísticos, estéticos y religiosos que establecen la clave de la in-
vestigación. Finalmente, las tradiciones conducen al examen de las ef igies
marianas del ciclo fernandino, íntimamente relacionadas con la de los
Reyes.
Copiosa, y en muchos momentos de suma novedad, es la aportación
de Hernández Díaz al acervo cultural de Sevilla. Con su notabilísimo es-
tudio—bien que con las reservas que la natural modestia del autor esta-
blece y que respetamos—queda este interesante tema iconográfico en
disposición de ser conocido por los éspecialistas con los precisos y pre-
ciosos materiales doctrinales y gráficos para encauzar certeramente el
juicio de los expertos. Y también, por gracia de la sencilla, tersa y clara
forma de exponer—a la real de buen maestro—al alcance de los no doctos
y, sin embargo, ávidos de conocer a fondo aquello que les atrae y aman.
En este caso de los sevillanos y su Patrona, ese conocimiento viene a ser
como un modo peculiar de oración.
y.
DISCURSO DE LOS TELLOS, DE SEVILLA

A P É N D I C E S
•'A-
i'.'J».' w

^ tí-
APENDICE I

Para el conocimiento de la Casa de Gor, es de sumo


interés la consulta de la Cámara de Castilla que inserta-
mos a continuación:

Señor:

Con orden de 2 de Mayo pasado de este año, se sirve


V. M. remitir a la cámara un memorial de D. Sancho de
Castilla, y manda V. M. se vea en ella y consulte lo que en
su instancia se ofreciere.
En él refiere, es señor de la casa y estado de Gor, y de
la Taha del Boloduy, en que se comprenden las Villas de
Alizán, Santa Cruz y Boloduy, y los lugares de Cotilfa, Ba-
lembin y Ruchuelos en el reinado de Granada; dueño, asi
mismo de la Villa de Herrera de Valdecañas en tierra de
Falencia; Capitán y Caudillo Mayor de la gente de guerra
de la dicha ciudad y su tierra, patrono de la Capilla de San
Lorenzo que en la misma ciudad fundó el obispo D. Pedro
de Castilla, nieto del señor Rey D. Pedro: (que es octavo
nieto de varón en varón del señor Rey D. Pedro IX, abuelo
de su M.) y con la circunstancia de ser su casa la primera
de las que conservan ésta baronía, y ser cabeza de las de-
más de este linaje, y por los más de los casamientos que
su casa ha hecho con las primeras de Castilla, y otras muy
ilustres, concurren en su casa y persona repetidas líneas
de la real de Castilla; porque D. Sancho de Castilla, pri-
mer señor de Gor V, abuelo del suplicante (hijo natural
del obispo D. Pedro de Castilla habido en Salamanca antes
de tener órdenes, y en sus primeros años en Doña Fran-
cisca Bernal mujer soltera y principal como es notorio, por
todas las historias de aquellos tiempos), casó con Doña
Isabel Enríquez de Mendoza, hija de D. Juan Hurtado de
Mendoza, dueño de Almazán, y de Doña Inés Enríquez,
hija del Almirante D. Alonso Enríquez, nieto del señor Rey
D. Alonso el onceno, y bisabuelo del señor Rey D. Fernando
el Católico; que D. Diego de Castilla su cuarto abuelo, ter-
cer señor de Gor (porque D. Sancho su hermano, murió
sin sutacesión), casó con Doña Beatriz de Mendoza, hija de
D. Diego Hurtado de Mendoza primer Duque del Infantado,
y de Doña Isabel Enríquez de Noroña su mujer nieta de
D. Alonso Enríquez Conde de Lirón, hijo natural del señor
Rey D. Enrique el segundo; que D. Sancho de Castilla su
tercer abuelo cuarto señor de Gor, casó con Doña Marga-
rita Manrique, hija de D. Jun Chacón, Adelantado Mayor
de Murcia, dueño de la ciudad de Cartagena y otros mu-
chos lugares, hermana de D. Pedro Fagardo, primer Mar-
qués de los Vélez, y hija de Doña Inés Manrique, la cual
rita Manrique, hija de D. Juan Chacón, Adelantado Mayor
Reino de León; de quien descienden los Condes de Pare-
des y de Doña Leonor de Castilla su mujer, hija de D. Fa-
drique Duque de Benávente, hijo del señor Rey D. Enrique
el segundo; que D. Diego de Castilla quinto señor de Gor,
su bisabuelo, casó con su prima hermana, Doña Leonor de
Venavides, hija de D. Gómez de Venavides dueño de Fro-
mesta y de Doña María Manrique hermana de Doña Mar-
garita cuarta dueña de Gor, y ambas bisnietas de Doña
Leonor de Castilla, hija de D. Fadrique Duque de Bená-
vente, hijo del señor D. Enrique el I I ; que D. Diego de Cas-
tilla séptimo señor de Gor, y padre del suplicante, casó con
Dona Elvira Alfonso de la Cueba y Venavides su madre,
hija de D. Pedro Alfonso de la Cueva, dueño de las villas
de Almuñán, Bleilles, Canena y otros lugares. Alguacil Ma-
yor, perpetuo de la ciudad de Guadix y de Doña Isbel de
Venavides nieta que fué de D. Diego de Venavides, y de
Doña María de Benegas Mesía, cuartos de Santisteban,
cuya casa (en el común sentir de los escritores) desciende
del señor Emperador D. Alonso el séptimo. Rey de Cas-
tilla, y del señor Rey D. Alonso el noveno de León; que el
suplicante es octavo señor de Gor, y está casado con su
prima Dona Isabel Laso de Castilla (que es su misma Ba-
ronia), hija de D. Diego Laso de Castilla, hijo de los Con-
des de Villamanrique, casa segunda de la de Gor, por ser
descendientes, por baronía de D. Pedro de Castilla her-
mano segundo del referido D. Sancho de Castilla, ¿rimer
señor de Gor, y es hija de Doña Isabel Ponce de León v
Guzman, hija de D. Luis de Guzmán, dueño del Cadoso

Juan de Guzman, primer Conde de Nieblas y de Doña


Beatriz de Castilla, hija del Señor Rey D Enrique el se -
gundo; que los señores reyes predecesores de V. M. aten-
dieron tanto al alto origen de la casa de Gor, que en tiem-
po del señor Rey D. Juan el segundo daba tratamiento de
tío a D. Pedro de Castilla, padre de D. Sancho de Castilla
primer señor de Gor, y a éste (en tiempo del señor Rey
D. Enrique cuarto) se le daba tratamiento de pariente; y
en tiempo del señor Emperador: D. Diego de Castilla ter-
cer señor de Gor, se halla en los libros de la Cámara que
llaman misivos, incluido entre los grandes Prelados, títu-
los, y caballeros aquienes se escribió en la ocasión de fa-
llecimiento del señor Rey D. Fernando el Católico, con
que se califica, por consecuencia necesaria lo que refiere
Alonso López de Haro, de haber sido combocado el referi-
do D. Diego de Castilla a las Cortes últimas generales que
en tiempo del señor Emperador se juntaron en Toledo
año de 1538 como preciso y correlativo lo uno de lo otro,
que los servicios que han hecho los poseedores de esta
casa, han sido muy señalados, porque D. Sancho de Cas-
tilla, primer señor de Gor, fué del consejo de los Señores
Reyes Católicos a quien eligieron por ayo del señor Prín-
cipe D. Juan su hijo; D. Sancho de Castilla, segundo señor
de Gor, fué Capitán General de los estados de Ruisellón y
Cerdania, y fué el que en defensa de Salsas, derrotó en ba-
talla al ejército de Francia en tiempo del señor Empera-
dor; D. Diego de Castilla tercer señor de Gor; tuvo el
puesto de caballerizo mayor de la señora reina Doña Jua-
na, y lo fué algún tiempo del señor Emperador; D. Diego
de Castilla quinto señor de Gor; sirvió en el levantamien-
to de los moriscos de Granada, habiendo defendido de
aquel rebelión el castillo y fortaleza de su villa de Gor, y
su tierra, por lo cual el señor D. Juan de Austria, puso a
su cargo toda la gente de Infantería y Caballería que se
hallaba en aquel Castillo, y su tierra, para que la gobernase
y estubiesen a su órden los demás Cabos; D. Juan de Cas-
tilla sesto señor de Gor, sirvió en los estados de Flandes,
en tiempo del señor Rey D. Felipe segundo, quien le hizo
merced en la jornada de Monzón de la llave y ejercicio de
Gentil hombre de Cámara del Señor D. Felipe tercero,
siendo principe. Y suplica a V. M. que en consideración de
todo lo referido se sirva de mandar que al suplicante y
subcesores en su casa por señores de Gor, se les continúe
el referido tratamiento de parientes que a sus anteceso-
res; escribiéndoles para la Cámara con él, en las ocasiones
generales en que se escribe a los grandes, y títulos y com-
bocándolos a las Cortes generales, y se les continúen y guar-
den como señores de dicha casa, todos los demás honores
y tratamientos que a los títulos de estos Reinos aunque no
lo sean.
Para justificación de lo referido ha presentado, dife-
rentes papeles, y señaladamente consta por un traslado
del privilegio de la merced que el señor Rey D. Enrique el
cuarto hizo en la Era de 1472 a D. Pedro de Castilla, de la
villa de Herrera, le dá su M. el tratamiento de pariente, y
de su Consejo. Y así mismo por certificación del Secreta-
rio del Archivo de Simancas, consta que en uno de los li-
bros de la Secretaría de la Cámara del año de 1515 en la
ocasión del fallecimiento del señor Rey D. Fernando el
Católico se dió aviso de ello a los grandes títulos. Prelados
y Caballeros particulares, y entre los nombres de las per-
sonas a quien se escribió, está sentado el de D. Diego de
Castilla; así mismo por una patente original que se pre-
senta de los señores Reyes Católicos, consta que D. Sancho
de Castilla, fué Capitán General de los estados de Ruise-
llón; por otro traslado de una cédula de la señora Reina
Doña Juana, consta nombra a D. Diego de Castilla, su Ca-
ballerizo mayor y su Capitán; también consta que D. Die-
go de Castilla tuvo a su cargo, la gente y caballería de la
tierra de Gor; y que D. Sancho de Castilla fué ayo del se-
ñor Príncipe D. Juan, hijo de los señores Reyes Católicos.
Habiéndose visto en la Cámara todo lo referido, ha te-
nido por de su obligación poner en la real consideración de
V. M. que la casa de Gor, que posee el suplicante, está ador-
nada con el lustre de su antiguo origen, estimado en estos
reinos con memoria muy especial que han hecho de él los
escritores en sus historias y con la descendencia y baronía
con que conserva desde el señor Rey D. Pedro, y por los ca-
samientos de todos sus poseedores, como han expresado,
emparentando con la casa real de Castilla, y otras de la pri-
mera nobleza, a que se añaden los servicios que han he-
cho,, y puestos que han ocupado, y es notorio y hallándose
esta casa y poseedores de ella con las circunstancias referi-
das; y asimismo con la particular del tratamiento de pa-
riente con que el señor Rey D. Enrique el cuarto, favoreció
a D. Pedro de Castilla, dueño de esta casa, y lo que expre-
sa la certificación del Secretario del Archivo de Simancas,
de haberse escrito en las ocasiones generales a D. Diego de
Castilla como a los grandes, y títulos de estos Reynos'
Atendiendo el Consejo a todo lo referido a las circunstan-
cias singulares de esta casa, a haber sido los poseedores
de ella tratados como se refiere, a no ser justo que la in-
terrucción (sin duda) originada del descuido negligente,
o, menos solicita aplicación de sus subcesores, perjudique
a su casa, y a los que a ellos se siguieren, no pudiendo ser
ésta distinción de consecuencia a otra, pues, en ninguna
se hallará la baronia continuada del señor Rey D. Pedro,
y justificado haber obtenido sus poseedores los tratamien-
tos de que hoy se solicita la continución. Parece que V. M.
debe servirse de mandarlo, en la forma y con las circuns-
tancias que lo pide.
V. M. resolverá lo que fuere más de su real voluntad,
Madrid a 14 de Diciembre de 1689.
A. H. N. Leg. 4460 n.« 98.

APENDICE II

LO QUE SE ENTIENDE DEL APELLIDO DE TELLO Y RE-


LACION BREVE DE SU DESCENDENCIA

CAPITULO 32

El apellido de Tello es de los nobles y antiguos de es-


tos reinos, danle por tronco a Pedro Bernaldez de San
Saaun que fué rico hombre en tiempo del Emperador Don
Alonso el 7.° de Castilla de quien procedieron Don Alonso
Tellez de Meneses y Suer Tellez Tellez de Meneses herma-
nos que se hallaron en la conquista del andalucia y toma
de Sevilla en servicio del Rey Don Fernando el Santo y
fueron heredados en ella, como consta de su repartimiento
de quienes descienden los Meneses de Portugal y Castilla
y desde este último hay quien diga que vienen los Tellos
de la dicha ciudad en los años de 982 se halla por confir-
mador de los privilegios del Rey Don Bermudo el 2.® que
fué mucho antes Tello González y entre los 200 caballeros
hijos dalgo que fueron heredados en la dicha Ciudad de
Sevilla, Tel Suárez que fué padre de Gutiérrez Tallo cuyo
descendiente dicen que fué Garci Gutiérrez Tello a quien
el Rey Don Pedro le dió el Alguacilazgo Mayor que habia
quitado a Don Enrique Enriquez viznieto del Infante Don
Enrique hijo del Rey Don Fernando el Santo y de este
Juan Gutiérrez Tello que casó con Doña Inés de Mendoza
y de él todos los Tellos de la dicha Ciudad y poseedores de
seis Mayorazgos en ella y sus armas seis luneles azules en
Campo de oro cuya descendencia se sigue en la manera
siguiente:
Juan Gutiérrez Tello descendiente de Garci Gutiérrez
Tello, Alguacil Mayor de Sevilla en tiempo del Rey Don
Pedro que lo fué de Gutierre Tello que lo fué de Tel Suárez
uno de los 200 caballeros hijos dalgo que se hallaron en la
toma de Sevilla y fueron heredados en ella por el Rey Don
Alonso el Sabio como parece por su repartimiento casó en
la dicha ciudad con Inés de Mendoza y tuvieron por hijo a
Juan Gutiérrez Tello.
Juan Gutiérrez Tello sucedió en la Casa y casó con Do-
ña Inés Martínez de las Roelas hija mayor de Nicolás Mar-
tínez de Medina Contador Mayor del Rey Don Juan el
y de Doña Beatriz López de las Roelas su mujer y tuvieron
por hijos a
1." Garci Tello.
Garci Tello sucedió en la Casa y fué Alcalde Mayor de
Sevilla y su tierra y casó con Doña María de Sandoval hija
de Alonso González de Medina y de Doña María de Sando-
val hija de Pedro Díaz de Sandoval que se halló en las
barcas de Alconeta y fué Alcaide de los Alcázares Reales de
Sevilla quien por hembra desciende Pedro Ortiz de Sando-
val y tuvieron por hijos a
Juan Gutiérrez Tello.
2.^ Garci Tello de quien se volverá a hacer memoria.
El Doctor Nicolás Tello de quien se volverá a ha-
cer memoria.
4.® El Licenciado Hernando Tello de quien se volverá
a hacer memoria.
Doña Mayor de Sandoval que casó con Martín
Fernández Cerón Alcalde Mayor de Sevilla como se verá
en su Casa y linaje de Cerón y descendencia del Infante
Don Manuel hijo del Rey Don Fernando el Santo.
Juan Gutiérrez Tello sucedió en la Casa y fué Alcalde
Mayor y 24.° de SevUla y fundador del primer Mayorazgo
de esta Casa con facultad del Rey Don Fernando el Cató-
iico SU fecha en 15 de Enero de 1499 incorporando en él las
Casas de Calle de Gallegos y de Guevar con seis heredamien-
tos y otros bienes y casó dos veces la primera con Doña
Leonor Ortiz hija de Hernando Ortiz el Viejo Señor del
Mayorazgo de Castilleja de Abalara y la segunda con Doña
María de Guzmán hija de Don Alonso de Guzmán Algua-
cil Mayor de Sevilla de la Casa de Orgaz y de Doña Bea-
triz Marmolejo su mujes Señores de Torrijos de quien tuvo
por hijos a
1.° Francisco Tello de Guzmán.
2.^ Don García Tello de Guzmán Comendador de San-
tiago que casó con Doña Juana Melgarejo, sin hijos.
Francisco Tello de Guzmán sucedió en el Mayorazgo
de esta Casa y fué Caballero del hábito de Alcántara y
Tesorero y Juez oficial de la Casa de la Contratación de
Sevilla y casó con Doña Leonor de Castilla hija de Pedro
Suárez de Castilla y de Doña Leonor de Bobadilla hija de
Alonso Carrillo Señor de Maqueda y tuvieron por hijos a
1.° Juan Gutiérrez Tello.
Pedro Suárez Tello que casó con Doña Isabel Deza
y fueron padres de Don Francisco Tello que fué el último
Tesorero de la Casa de la Contratación de este apellido y
llamado comúnmente Séneca que casó con Doña Ana de
Portugal hija de Don Diego de Portugal 24 de Sevilla y de
Doña Isabel Botti su mujer sin hijos y de Don Pedro y de
Don Juan Tello que murió sin casar.
3.° Doña María de Guzmán que casó en Córdoba con
Don Gonzalo Manuel Señor de las Cuevas de Guadarra-
mán de quien se hace memoria en la descendencia de su
Casa y apellido y del Infante Don Manuel hijo l e í Rey Don
Fernando el Santo.
Juan Gutiérrez Tello de Guzmán sucedió en el Mayo-
razgo de esta Casa y fué Caballero del hábito de Santiago
y Alférez Mayor de Sevilla y Tesorero y Juez oficial de la
Casa de la Contratación de Sevilla y Corregidor de Toledo
y casó con Doña Luisa Manrique de Guzmán hermana de
Don Francisco de Guzmán Marqués de la Algaba hija
de Rodrigo de Guzmán Señor de la Algaba y de Doña Leo-
nor Enriquez de Acuña hija de Don Lope Vázquez de Acu-
ña 2.^ Conde de Buendía y de la Condesa Doña Inés Enri-
quez su mujer y tuvieron por hijos a
1.° Don Francisco Tello de Guzmán que sucedió en el
Mayorazgo de esta Casa y fué Caballero del habito de San-
tiago y Tesorero y Juez oficial de la Casa de la Contrata-
ción de Sevilla y Capitán y Gobernador de las Filipinas y
casó con Doña Juana de Medina hija de Juan Alonso de
Medina y murió sin sucesión.
2° Don Juan Tello de Guzmán.
Don Juan Tello de Guzmán sucedió en el Mayorazgo
de esta Casa por muerte de Don Francisco Tello de Guz-
mán su hermano mayor y fué caballero del hábito de Ca-
latrava y Capitán General de la armada que fué de Aca-
pulco a Manila y sacó por pleito el Mayorazgo de los Me-
dinas que fundaron con facultad del Rey Don Juan el
su fecha en Arévalo en 15 de Enero de 1445 Alonso Gonzá-
lez de Medina y Doña Mayor de Sandoval su mujer y casó
dos veces la primera con Doña Margarita de Figueroa hija
de Esteban Rodríguez de Figueroa Maestro de Campo en
las Filipinas que emprendió a su costa la conquista de las
Islas de Ternate y murió peleando en su demanda habien-
do gastado mucha parte de su hacienda en la prosecución
de ella y de Doña Ana de Briceño su mujer y la segunda
con Doña Agustina de Alarcón y de la primera tuvo por
hijos a
1.® Juan Gutiérrez Tello de Guzmán y Medina.
Y de la segunda tuvo por hijos a
2." Don Francisco Tello de Guzmán que casó con Do-
ña Catalina Fernández de Inestrosa y no tuvieron hijos.
3.° Don Diego Tello de Castilla que casó con Doña
Beatriz Tavera y tuvo por hija a Doña Agustina.
Juan Gutiérrez Tello de Guzmán y Medina sucedió en
el Mayorazgo de esta Casa y en el de Medina y es provincial
de la Hermandad de Sevilla y Alcalde Mayor de ella y casó
dos veces, la primera con hermana de Don Pedro Ximénez
Enciso Marqués del Casar, sin hijos y la segunda con Doña
Isabel Mañara hija de Tomás Mañara y de Doña Geróni-
ma Anfiaño Vísentelo de Leca y tienen por hijos a
1.® Don Juan Tello de Guzmán y Medina—Y otros—
Don Miguel, Don Andrés, Don Pedro, Doña Gerónima casó
con Don Juan Vísentelo caballero de la Orden de Santiago
y tienen hijos.
DESCENDENCIA DE GARCIA TELLO

PARRAFO

García Tello hijo 2.'^ de Garci Tello y de Doña María


de Sandoval su mujer como se ha referido en el capítulo
fué fundador del Mayorazgo de Villa Nueva de Balbuena
y casó con Doña Beatriz Marmolejo Barba hija de Ruy
Barba Marmolejo y de Doña Ana de Santillán su mujer
Señores del Mayorazgo de Almencilla y tuvieron por hijos a
García Tello.
2.° Juan Gutiérrez Tello de quien se volverá a hacer
memoria.
3.° Don Francisco Tello de Sandoval Colegial del Co-
legio de San Bartolomé de Salamanca y Presidente de In-
dias y Obispo de Plasencia.
4.° Fray Rodrigo Marmolejo, religioso Gerónimo.
5.° Doña María de Sandoval que casó con Don Alon-
so de Guzmán, Señor de la Villa de Torralba, como se verá
en su casa y linaje de Guzmán.
García Tello sucedió en el Mayorazgo de Villanueva de
Balbuena y casó con Doña Juana de Guzmán hija de Don
Juan de Guzmán, Señor de Casa Luenga y de Doña María
Ortiz de Sandoval su mujer y tuvieron por hijos a
1.'^ Don García Tello.
2.° Doña Beatriz Tello de Guzmán que casó con Don
Juan Alonso de Medina caballero del hábito de Santiago
y fueron padres de Doña Juana de Medina que casó dos
veces, la primera con Don Juan Tello Caballero del hábito
de Santiago Alcalde Mayor de Sevilla hijo de García Tello
Narises y la segunda con Don Francisco Tello caballero del
hábito de Santiago y Alcaide Mayor de Sevilla y de ningu-
no tuvo hijos.
Don García Tello sucedió en el Mayorazgo de Villa-
nueva de Balbuena y casó con Doña Catalina Tello de San-
doval hija de García Tello de Sandoval, Comendador de
Torres y Cañizares en la Orden de Santiago, que llamaron
vulgarmente Narices, y de Doña Francisca Melgarejo su
mujer hija de Francisco Melgarejo y de Doña Catalina de
Sandoval y tuvieron por hijos a
1.° García Tello.
Doña Francisca de Sandoval monja en la Con-
cepción de San Juan.
3.° Doña Maria Tello, monja en Santa María de
^3'racia
García Tello sucedió en el Mayorazgo de Villanueva de
Balbuena y casó en Ecija con Doña Beatriz de Inestrosa,
hija de Don Juan de Inestrosa, Señor de Turullote que lla-
maron el de la Rambla, y de Doña Mayor de Cabrera su
mujer y prima hermana hija de Juan de Inestrosa Cabrera
y tuvieron por hijos a
Garci Tello.
2.° Doña Mariana Tello de Sandoval, que casó en
Ecija con Don Cristóbal Félix de Eslava y fueron padres
de Don Alonso de Eslava del hábito de Santiago que fué
Paje de Su Majestad y de Garci Tello de Sandoval del há-
bito de Calatrava, que casó con su prima hermana Doña
Damiana Tello de Sandoval hija y heredera de Garci Tello
de Sandoval su tío y de Doña Damina de Pineda su mujer
con sucesión y de Doña Mayor de Eslava que casó con Garci
Tello de Sandoval su tío, sin hijos, y de Doña Beatriz de
Inestrosa y de Doña Mariana de Sandoval, monja.
3.^ Doña Catalina de Sandoval que casó dos veces, la
primera con Don Baltasar de Porras 24" de Sevilla, hijo
Hernando de Porras, Alcalde Mayor de Sevilla, y de Doña
de Xarava su mujer sin hijos y la segunda con
Don Sebastián de Casaus, Teniente de Alguacil Mayor de
Sevilla, sin hijos.
4.° Don Francisco Tello.
5.'' Doña Mayor de Sandoval.
Garci Tello de Sandoval sucedió en el Mayorazgo de
Villanueva de Balbuena y casó dos veces, la primera con
Doña Damiana de Pineda hija de Simón de Pineda, y la
segunda con Doña Mayor de Eslava hija de don Cristóbal
Félix de Eslava y de Doña Mariana Tello de Sandoval su
hermana, de quien no tuvo hijos y de la primera tuvo
por hija a
1.° Doña Damiana Tello de Sandoval, que casó como
se ha dicho con Garci Tello de Sandoval del hábito de Ca-
latrava y hijo de Don Cristóbal Félix de Eslava y de Doña
Mariana Tello de Sandoval su mujer y tía hermana de
Garci Tello de Sandoval su padre, con sucesión.
DESCENDENCIA DE JUAN GUTIERREZ TELLO
DE SANDOVAL, SEÑOR DE MONTARAZ

P A R R A F O

Juan Gutiérrez Tello de Sandoval, hijo 2.° de Garci


Tello y de Doña Beatriz Barba Marmolejo su mujer, como
se ha dicho, fué fundador del Mayorazgo de Montaraz y
Casas de Sevilla, que hoy han entrado en la suya los reli-
giosos de Nuestra Señora de la Merced de la calle de las
Armas y casó dos veces, la primera con Doña Ana de Cas-
tro y Aragón hija de Francisco de Medina, Alcaide de Me-
lilla, y de Doña Lucrecia de Castro y Aragón su mujer y la
segunda con Doña Luisa de Castro, hermana de padre y
madre de la primera y de Doña Ana, tuvo por hija a
1.'' Doña Beatriz Tello de Sandoval, que casó con
Don Juan de Cabrera y Ulloa, Alguacil Mayor del Santo
Oficio de Sevilla, hijo de Pedro de Cabrera, Jurado de Se-
villa, y de Doña Inés de Ulloa su mujer y nieto del Bachi-
ller Juan de Cabrera y fueron padres de Doña Beatriz Te-
llo de Cabrera, que casó con Don Francisco de Torres Ma-
zuela hijo de Francisco de Torres de Sevilla y de Doña
Catalina de Rivera hija del Relator Rivera y fueron pa-
dres de Don Francisco de Torres Mazuela familiar del
Santo Oficio que murió en la Carrera de las Indias y de
Doña Luisa Torres Mazuela, que sucedió en el Mayorazgo
de esta Casa que fundó Francisco de Torres su abuelo y
casó con Doña Luisa Faxardo hija de Don Francisco Fer-
nández de Santillán y de Doña Urraca Venegas de Fi-
gueroa su mujer y por haber muerto sin hijos heredó su
mayorazgo la Iglesia Mayor para distribuir los réditos de
él en obras pias.
Y de la segunda tuvo por hijos a
2.° Don Francisco Tello de Sandoval.
3.® Don Juan Tello, que murió sin casar.
4.° Doña Maria de Sandoval que casó con Don Cris-
tóbal de Moscoso y Córdoba, Señor del Mayorazgo de Es-
trella y fueron padres de Don Bernardo de Moscoso, con
sucesión, y de Doña Beatriz Luisa de Moscoso, que segun-
da vez casó con Don Juan de Saavedra, Señor del Mayo-
razgo de Arriaza, de quien tuvo hijos que murieron mozos
y el uno de ellos, Don Alonso, dejó una hija natural.
Don Francisco Tello sucedió en el Mayorazgo de Mon-
taraz y fué caballero del hábito de Santiago y familiar del
Santo Oficio y llamado comúnmente Melocotón y casó con
Doña Lucrecia de Castro hija de Luis de Medina y de Do-
ña Magdalena Boti su mujer, hija de Jacome Boti Floren-
tin y de Doña Ana Francisca Fontti su mujer y tuvieron
por^hijos a
Juan Gutiérrez Tello de Sandoval
2° Don Luis Tello, que murió en las Filipinas.
3.° Garci Tello de Sandoval del hábito de Calatrava,
que casó en Madrid con hija de Baltasar de Alamos del
Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda, con sucesión.
4.° Fray Francisco Tello de la orden de San Agustín.
Juan Gutiérrez Tello de Sandoval sucedió en el Ma-
yorazgo de Montaraz y fué 24.^ de Sevilla y caballero del
hábito de Santiago y Corregidor de Murcia, y casó con
Doña Isabel de Portugal hija de Don Diego de Portugal
24.*^ de Sevilla y de Doña Isabel Boti su mujer hija de Do-
ña Ana Francisca Fonti su mujer y tuvieron por hijos a
Don Francisco Tello, Capitán Maestro de Campo
y Caballero del hábito de Calatrava.
Doña Lucrecia de Castro, que murió moza.
3.° Doña Magdalena, que murió monja.
4.^ Doña Isabel, que no ha elegido estado.

DESCENDENCIA DEL DOCTOR NICOLAS TELLO

PARRAFO 3.°

El Doctor Nicolás Tello, hijo 3.° de Garci Tello, Alcal-


de Mayor de Sevilla y su tierra, y de Doña María de San-
doval su mujer, como se ha dicho, y el Mayorazgo que es-
ta Casa goza que fundó García Tello, Comendador de To-
rres y Cañamares en el año de 1570, por ante Mateo de Al-
monaci. Escribano y Procurador de Sevüla una Casa en San
Marcos que vulgarmente llaman La Inquisición Vieja y fué
del Consejo de Ordenes y del hábito de Santiago y casó
con Dona Isabel Tello hija de Gómez Tello y de Doña
Ana Deza hija de Hernando Deza y de Doña María de
Ulloa su mujer y hermana del Cardenal Deza y hijo el di-
cho Gómez Tello de Juan Tello y de Doña Ana de Heredia
su mujer y nieto de Gómez Tello de Meneses y de Doña
María Cabeza de Vaca su mujer y tuvieron por hijos a
García Tello, Comendador de Torres y Cañama-
res y Caballero del hábito de Santiago, fundó Mayorazgo
año de 1570 por ante Mateo de Almonací, Escribano, cuyas
casas son en San Marcos La Inquisición Vieja.
2.° Don Juan Tello Deza, Obispo de Jaén—llamóse
Diego Tello Deza, Obispo de Coria y de Jaén después—,
Doña Ana Deza que murió sin sucesión como consta de
papeles, no hubo más hermanos.
3.° Don Cristóbal Tello, Prior y Canónigo de Sevilla.
García Tello sucedió en el Mayorazgo de esta Casa y
fué Comendador de Torres y Cañamares en lá Orden de
Santiago y casó con Doña Francisca Melgarejo hija de
Francisco Melgarejo y de Doña Catalina de Sandoval hija
de Juan de Sandoval y de Doña Constanza de Guzmán y
nieta de Alonso Pérez Melgarejo y de Doña Francisca
Mexía su mujer y nieta de Hernando Pérez Melgarejo
y de María González Ortiz su mujer y tuvieron por hijos a
Don Juan Tello de la Orden de Santiago que mu-
rió casado de donde descienden en Carmona.
2.° Doña Isabel Tello que sucedió en la Casa y casó
con Don Juan Tavera, Caballero de la Orderi de Santiago
hijo de Juan Tavera primo hermano del Cardenal Don
Juan Tavera y de Doña María Ponce de León su mujer y
fueron padres de Don Diego Tello Tavera que sucedió en
el Mayorazgo de esta Casa y de Doña Francisca Tello de
Sandoval que casó con Don Pedro Tello de Guzmán Alcal-
de Mayor de Sevilla y Caballero de la Orden de Santiago
y fueron padres de Doña Leonor Tello de Sandoval que
casó con Don Pedro Afán de Rivera 1." Conde de la Torre
por merced del Rey Don Felipe de quien tuvo a Don
Pedro Afán de Rivera que mataron junto a la Cruz del
Rodeo en la Alameda una noche una cuadrilla de hombres
ordinarios y Don Diego Tavera familiar del Santo Oficio
se desposó estando cercano a la muerte con Doña Beatriz
Enríquez de Fígueroa madre de Don Juan Tavera familiar
también y de Don Manuel Tavera que murió mozo estando
para desposarse con Doña Lorenza Ana Cerón hija de Don
Juan de Inestrosa Cárdenas y Rivera Alcalde Mayor de
Sevilla; y Don Juan Tavera casó con Doña Isabel de Vil-
Ches y Saavedra y de la Cerda nieta de Pedro Ortiz de la
Cerda y de Doña María de Fuentes hija de Gómez de
Fuentes y de Doña Maria de Castro mujer y son padres de
una hija llamase Doña Beatriz Josefina Tavera y Tello casó
en Carmona con Don Fernando Caro de Cea, tiene hijos.

NOTAS MARGINALES AL PARRAFO

A.

Nicolás Tello tuvo 3 hijos; García Tello, Don Diego


Tello Deza, Doña Ana Tello Deza murió sin tomar estado.

Tengo las subrrogaciones el Obispo y Doña Ana Deza


del Mayorazgo de García Tello su hermano mayor y las
posee Doña Beatriz Josefa Tavera y Tello mujer que hoy
es de Don Fernando Caro Deza vecino de la Ciudad de
Carmona tiene hijos=l.'' Don Fernando Caro Tavera Tello.
Don Juan Caro Tavera Tello. 3.° Doña Ana María.
4.° Doña Isabel. Doña Beatriz Josefina que del primer
matrimonio tuvo de Don Diego Tello a Doña Agustina
Francisca Tello y Tavera.
Fundó Juan Rodríguez Tavera y Doña María Ponce
de León un vínculo de mejora de 3.^ y 5.° en Don Diego de
Tavera del Consejo de Su Magestad, Obispo de Jaén y hoy
lo goza Doña Beatriz Tavera viznieta de su hermano Don
Juan Tavera Jentil hombre de Su Magestad y Comenda-
dor de Pelay Correa marido de Doña Isabel Tello de Deza
hija mayor de García Tello fundador del Mayorazgo; hija
la susodicha de Don Juan Tavera y Tello y de Doña Isabel
María de Vilches y Saavedra natural de Carmona hija de
Don Francisco de Vilches y Castellanes y de Doña Juana
de Saavedra natural de Sevilla hija de Pedro Ortiz de la
Cerda.

D.

Llamóse la madre de Don Juan Tavera Doña Beatriz


Enríquez y Figueroa, patrona de un patronato de casar
huérfanas en Alcántara que hoy es patrona su nieta Doña
Beatriz Josefina Tavera y Tello mujer de Don Fernando
Caro de Cea, vecino de Carmona casó la dicha Doña Bea-
triz Tavera de primer matrimonio con Don Diego Tello
de Guzmán y Medina hermano de Juan Gutiérrez Tello
de Guzmán, dejó una hija Doña Agustina Tello Tavera.

E.

Don Juan Tavera que fué hijo de Don Diego Tavera


Tello y de Doña Beatriz Enríquez y Figueroa, casó con
Doña Isabel María de Vilches y Saavedra hija legítima de
Don Francisco de Vilches Castellanos natural de Carmona
y de Doña Juana de Saavedra de la Cerda hija de Pedro
Ortiz de la Cerda hermana de la madre Inés de San Fran-
cisco, monja en las Carmelitas descalzas de Sevilla junto
a Santa Cruz.

DESCENDENCIA DEL LICENCIADO FERNANDO TELLO

PARRAFO 4.°

El Licenciado Fernando Tello hijo 4.° de Garci Tello


y de Doña María de Sandoval su mujer como se ha dicho
fué del Consejo y Cámara de los Reyes Católicos .de quien
hace memoria Lucio Marineo Siruelo en sus Claros Varo-
nes y casó con Doña Isabel de Inestrosa natural de Ecija
hija de Alonso Sánchez de Inestrosa y de Doña Constanza
Carrillo su mujer hija de Ruy Martínez de Medina Con-
tador Mayor del Rey Don Juan el 2.'' y de Beatriz López
de las Roelas su mujer y hijo el dicho Alonso Sánchez de
Inestrosa de Lope Alvarez de Inestrosa y de Doña Isabel
de Inestrosa su mujer de cuyos mayores se hace memoria
en el linaje de Inestrosa y tuvieron los dichos Fernando
Tello y Doña Isabel su mujer por hijos a
1.° Juan Gutiérrez Tello.
2° Doña María de Sandoval que casó con Don Juan
de Mendoza Alguacil Mayor de Sevillá y hermano del
Prestamero Mayor de Vizcaya y fueron padres de Doña
Mariana de Mendoza que casó con Don Juan Manuel de
Lando 24.® de Sevilla como se verá en su Casa y linaje de
Manuel.
3.° Doña Constanza Carrillo que casó con Gaspar An-
tonio de Solís 24.^ de Sevilla con la sucesión que se verá
en su casa y linaje de Solis y descendencia del Infante
Don Manuel.
Juan Gutiérrez Tello sucedió en el Mayorazgo de esta
Casa que fundó el Licenciado Hernán Tello su padre y
casó con Doña Leonor de Guzmán hija de Pedro Núñez
de Guzmán y de Doña Catalina Ponce de León y nieta
de Luis de Guzmán Señor del Algaba y de Doña Inés Pon-
ce de León su mujer hija del Conde Don Juan de Arcos y
de Leonor Núñez Gudiel y tuvieron por hijos a
1° Don Fernando Tello Caballero del hábito de Al-
cántara y Capitán de caballos del Reino de Nápoles que
fué padre de una hija que murió en Madrid sin sucesión
según parece por su testamento y por información que de
ello se hizo después que lo fué de Don Cristóbal Tello que
primero se llamó Franco por haberle criado uno de este
apellido y dádole su caudal y casádole con Doña Fran-
cisca de Medina hija de Gerónimo de Valladolid y de Doña
Mencia de Medina su mujer y fueron padres de Don Alon-
so Tello de Guzmán familiar del Santo Oficio de la Inqui-
sición de Sevilla y 24.'' de ella y Caballero del hábito de
Calatrava y de Doña Mencia de Medina que casó con Don
Alonso de Armenta hijo de Gonzalo de Armenta y de Doña
Mencia de Zúñiga su mujer hija de Alonso de Casaus y
de Doña Juana de Sosa y Guzmán y nieta de Francisco de
Casaus y de Doña Mencia de Zúñiga hija de Juan Ortiz
de Zúñiga y de Doña Juana de Avellaneda; es Don Alonso
de Armenta familiar del Santo Oficio y Don Alonso Tello
su cuñado casó con Doña Constanza Maldonado Ponce de
León hija de Don Pedro Maldonado y de Doña Maria Pon-
ce de León hija de Don Pedro Ponce de León Alcalde Ma-
yor de Sevilla y de Doña Catalina de Almansa su mujer
y tuvieron por hija a Doña Francisca Tello Tello de Medi-
na Maldonado Ponce de León.
Don Pedro Tello de Guzmán.
S.-^ Don Francisco Tello, Colegial del Colegio del Ar-
zobispo de Salamanca y Oydor de la Audiencia Real de
Méjico que casó con Doña Josefa Maldonado y fueron pa-
dres de Don Juan Tello que casó con Doña Ana de Valdés
y fueron padres de D. Juan Tello que casó con D.^ Ana de Te-
ves hija de Don Melchor de Teves del Consejo de Cámara del
Rey Don Felipe y de Doña Mariana Tello su mujer hija
de Don Pedro Tello de Guzmán, Caballero del hábito de
Santiago y Alcaide Mayor de Sevilla y de Doña Mariana
Ponce de León su mujer hija de Francisco Duarte de Men-
dioca y de Doña Inés Ta vera su mujer y son padres de
Juan Tello, Caballero del hábito de Alcántara.
4.° Don Rodrigo Tello que se halló en la batalla na-
val de Lepanto y en otras ocasiones y fué Maestro de Cam-
po de la milicia de Sevilla y Bailio de negro ponte y de
Lora y murió pretenso Prior de San Juan en la Villa de
Madrid siendo del Consejo de Guerra y tuvo en Doña Ca-
talina de Castro a Don Juan Tello de Guzmán Capitán de
Infantería de mar y guerra de las galeras de España y go-
bernó tropas de Infantería y escuadras de Galeras de Es-
paña y Italia y fué Gobernador de Paita y Pirva y maes-
tro de Campo de esta Provincia y casó con Doña Elvira de
Medina y Faragute y son padres de Don Rodrigo y de Don
Juan y de Don Fernando y de Doña María y de Doña El-
vira y de Doña Margarita Tello de Guzmán.
5.'' Don Luis Tello de Guzmán de quien se volverá a
hacer memoria.
6.'' Doña Isabel de Inestrosa que casó en Jaén con
Don Luis de Córdoba llamado el Doncel de cuyos mayores
se hace memoria en las Casas de los Alcaides de los Don-
celes y linaje de Córdoba y fueron padres de Don Diego
de Córdoba y de Doña Isabel de Guzmán y de Doña Leo-
nor Ponce de Len.
7.'' Doña Catalina Ponce de León que casó con el Li-
cenciado Fernando Díaz de Rivadeneyra, Oidor de la Real
Chancillería de Granada hijo del Doctor Rivadeneira del
Consejo de Ordenes y del hábito de Alcántara y fueron
padres de Doña Catalina Carrillo y de Doña Magdalena
de Sandoval.
Don Pedro Tello de Guzmán sucedió en el Mayorazgo
de esta Casa por muerte de Don Fernando su hermano
mayor sin hijos legítimos y fué Alcalde Mayor de Sevilla
y Procurador de Cortes de ella y Caballero del hábito de
Santiago y casó dos veces la primera con Doña Mariana
Ponce de León hija de Francisco Varte Mendicoa Factor
y Juez Oficial de la Casa de la Contratación de Sevilla y
de Doña Inés Tavera su mujer y la segunda con Doña
Francisca Tavera de Sandoval Deza hija de Don Juan Ta-
vera, Caballero del hábito de Santiago y de Doña Isabel
Tello Deza su mujer hija de Garci Tello y de Doña Fran-
cisca Deza Melgarejo su mujer y de la primera tuvo por
hija a , ^
Doña Mariana Tello de Guzmán que caso con Don
Melchor de Teves del Consejo y Cámara del Rey Don Fe-
lipe 2.° hijo de Gaspara de Teves, natural del reino de Por-
tugal y fueron padres de Don Gaspar de Teves y de Doña
Ana de Teves que casó con Don Francisco Tello hijo de
Juan Tello y de Doña Ana de Valdés su mujer con la su-
cesión que se ha referido y de Doña Felipa Tello que mu-
rió moza. Y Don Gaspar de Teves que fué menino de la
Reina y acemilero Mayor del Rey y Marqués de la Fuente
y trae el hábito de Santiago y casó con Doña Ursula de
Córdoba hija de Don Antonio de Córdoba 1.° Marqués de
Valenzuela y de Doña de Pisa su mujer, hija
de Alonso Gutiérrez, Tesorero y Contador Mayor del Em-
perador Carlos 5.° que yace en suntuosa Capilla de la Pa-
rroquia de San Martín de Madrid y son padres de Don
Melchor de Teves y de Doña Mariana Tello.
(Nota marginal).—Pedro Tello de Guzmán casó de 2.''
matrimonio con Doña Francisca Tavera Sandoval Deza
hermana de Don Diego Tavera y Tello hijo de Don Juan
Tavera Comendador de Correa y Peláez, Gentil hombre de
la boca de Su Magestad y de doña Isabel Tello Deza hija
de García Tello, Comendador de Torres y Cañamares el
que fundó Mayorazgo y su Casa consta al folio 323 hijo del
Doctor Nicolás Tello del hábito de Santiago y Comenda-
dor de Torres y Cañamares como lo fué su hijo García Te-
llo cuya sucesión para hoy en Doña Beatriz Josefa Tavera
y Tello mujer de Don Fernando Caro Deza en Carmona.
Y de la segunda tuvo por hija a
2° Doña Leonor Tello de Guzmán que casó con Don
Pedro Afán de Rivera, Caballero de la orden de Santiago
y Conde de la Torre de quien tuvo un hijo que en su
floreciente edad le mataron una noche unos hombres or-
dinarios, sin sucesión y otra niña que murió sin sucesión
ahogada^ de sed en una enfermedad de que murió.
DESCENDENCIA DE DON LUIS TELLO DE GUZMAN

PARRAFO

Don Luis Tello de Guzmán hijo 5.° de Juan Gutiérrez


Tello y de Doña Leonor de Guzmán como se ha dicho casó
con Doña Leonor de Rivera y Casaus hija de Don Diego
Ramírez de Rivera y de Doña Leonor de Casaus su mujer
y tuvieron por hijos a
Don Diego Tello de Guzmán.
Don Diego Tello de Guzmán sucedió en la Casa y fué
Caballero del hábito de Santiago y casó con Doña Beatriz
Saco de Quiroga hija de Juan de Tapia Saco de Quiroga,
natural de Galicia y de Doña Catalina de Ayala su mujer
natural de Toledo y tuvieron por hijos a
Don Luis Tello de Guzmán.
Doña Leonor de Casaus y Rivera que casó con Don
Rodrigo Ortiz de Vadillo del hábito de Santiago y Alcalde
Mayor de Sevilla.
3.° Doña Catalina Saco de Quiroga.
4.° Doña Ana Tello de Guzmán.
Don Luis Tello de Guzmán sucedió en la Casa y casó
con Doña Ana de Guzmán hija de Don Fernando de Guz-
mán y Rivera y de Doña Lucrecia de Gallegos, su mujer
y tuvieron por hijos a
1.® Don Diego Tello de Guzmán.
2.^ Doña Lucrecia de Guzmán.

APENDICE in

MAYORAZGO DE VILLANUEVA DE VALBUENA

En el nombre de Dios Padre y Hixo Espíritu San-


to tres Personas e un solo Dios verdadero que vive e reina
por siempre jamás... Sepan quantos esta carta vieren co-
mo yo Garci Tello Veinte y quatro de la mui noble y mui
leal Ciudad de Sevilla e yo el Licenciado Francisco Tello de
Sandoval Canonigo de la Santa Iglesia de Sevilla e yo Do-
ña Maior de Sandoval e yo D.^ Ana Tello muger del Mag-
nifico Cavallero Pedro Melgarejo veinte y quatro de la di-
cha ciudad de Sevilla hermanos e hixos lexitimos que so-
mos de los Magníficos Señores Garci Tello e D.^ Beatriz
Barva su muger vezinos que fueron de la dicha ciudad de
Sevilla defuntos, que ayan gloria, vezinos que somos de la
ciudad de Sevilla e yo la dicha D." Ana Tello con licencia
e olgamiento e plazer e consentimiento del dicho Pedro
Melgarejo mi señor e mando que está presente... otorga-
mos e conocemos a vos el Magnifico Cauallero señor Juan
Gutierrez Tello nuestro hermano hijo lexitimo de los di-
chos Garci Tello e Doña Beatriz Barva mis señores que
ayan gloria que estades presente e por quanto después del
fallecimiento del dicho Señor Garci Tello nuestro padre,
vos el dicho Juan Gutierrez Tello nuestro hermano como
muy buen cauallero e teniendo siempre respecto a quien
soys e a la nobleza de buestro linaje de donde venis, siem-
pre aveis procurado de conservar nuestro estado e onor e
patrimonio e de la dicha D.^ Beatriz Barva vuestra madre
sirviéndola e acatandola como hijo muy obediente, e aun-
que la dicha D.^ Beatriz Barva nuestra señora madre e ella
e nosotros siempre por buestra causa abemos permanecido
y estado en toda aquella onra y estado e avemos conse-
guido e ávido todo aquello que pudiéramos aver y conse-
guir si el dicho Garci Tello nuestro señor e padre fuera
vivo, en todo lo qual vos nos aveis siempre aiudado en
quanto a vos a sido posible y en ellos vos aveis fecho gas-
tos e costas de vuestros dineros... por lo cual os somos en
mucho cargo e obligación e sois digno de ser de nos remu-
nerado por todo ello e avida consideración a todo lo suso-
dicho que sois nuestro hermano e tal persona que merezca
buestra memoria e nombre permanezer, lo qual toda a f i -
ción e voluntad deseamos e porque esto mejor aya efecto,
siempre a sido y es nuestra intención y voluntad de vos
azer donacion entre vivos e inrrebocable ansi de estas ca-
sas principales que son en esta villa de Huevar que fueron
de la morada de los dichos Garci Tello e Doña Beatriz
Barva nuestros señores padre e madre que han por linde-
ros de la una parte casas de Juan Fernandez Calvo vecino
de Paterna del Campo, e de la otra casas de Juan Arnao
vecmo de esta villa de Huevar. Y más de dos molinos de
moler azeituna molientes e corrientes que son en esta di-
cha villa, , el uno dentro en las dichas casas, y el otro que
dizen de la Doncella, e mas de doscientas y treinta aran-
zadas de olivar en termino de. esta dicha villa de
Huevar en las suertes que de suso serán escritas e
con los linderos, e más ciertas tierras calmas e viñas
en termino de esta dicha dicha villa y un pinar en
termino de Hinojos. E vos instituir e fundar e criar e
hazer mayorazgo de ellos con los vínculos e condiciones
que de yuso por nos serán declarados, con los quales la di-
cha buestra memoria e nombre se perpetuará e durará...»
Las suertes de olivar que se incluyen en la donación son:
Una de quince aranzadas llamada la Zahara, otra llamada
la Mata, Cornadillas, las Cañadas, Almajón, el Rincón, la
Fuensanta, Catalina Bernal, Torrecillas, las Ciento, dos
aranzadas de viña al pago de la Zahara y treinta almudes
de pan sembrar poco más o menos.
Las condiciones eran las de sucesión regular con im-
posición del apellido y armas: «Iten con tal condición que
vos el dicho Juan Gutiérrez Tello nuestro hermano e des-
pués de vos vuestros buestros hijos y descendientes e sub-
zesores deste dicho mayorazgo para siempre jamás os lla-
méis e se llamen e tengan el apellido de Tello e traiga las
armas de Tello, e no traiga ni pueda traer otras armas ni
apellido, salvo solamente de Tello, e si cualesquier de los
subzesores de este dicho mayorazgo que para siempre ja-
más en el suzediese no trajere las dichas armas e apellido
en la manera que dicho es, e por el mismo fecho no gozen de
los dichos vienes ni suzedan en ellos antes sean dellos priva-
dos, e suzeda en ellos el siguiente en grado». Seguían las
cláusulas corrientes de exclusión de mentecato loco, o de
profesar alguna orden incluso las militares, exceptuaban
la de Santiago.
La escritura otorgada en Huévar el martes 16 de
Abril de 1532 ante Diego Gutiérrez.
A. H. N. Cons. Leg. 4983 (A 1764).

APENDICE IV

MAYORAZGO DE BENAZUZA

En el nombre de Dios Todopoderoso y de la gloriosa y


Siempre Santa y Virgen Nuestra Señora Santa María su
madre y de todos los Santos y Santas de la Celestial Corte,
amén. Sepan cuantos esta carta de mayorazgo vieren co-
mo yo Francisco Duarte Proveedor y Comisario General
de las Armadas de S. M. e yo Doña Catalina de Alcocer su
mujer vecinos que somos desta muy noble e muy leal ciu-
dad de Sevilla en la collación de Santa María la Mayor...
Otorgamos e conocemos a vos Francisco Duarte nuestro
hijo legítimo y natural ávido en nuestro legítimo matri-
monio que .estades presente y recibís y aceptais la estipula-
ción e otorgamentos dello que será declarado y dezimos: Que
por quanto el amor paternal es mayor que otro alguno y
ninguno a el semexante no lo puede haber de donde viene
que los buenos padres deben sustentar a sus hijos en su
propio estado e por esto continuamente bemos que mobi-
dos por este amor se ponen en crecidos travajos y procu-
ran perpetuar sus nombres e fechos para honra y calidad
de sus hijos. E porque el tiempo es consumador de las co-
sas de nuestra humanidad por la flaqueza della la yspi-
rencia maestra de las artes les ha mostrado forma para
que el fruto de sus labores, que son los bienes temporales
que poseen y sus memorias y renombres sean perpetuos
y duren en sus descendientes faciendo mayoradgo y con-
solidación en ellos porque permanecen los hijos en la
honrra e calidad de los padres cossa por cierto combe-
niente y necesaria pues se yendo como es el anima del hom-
bre inmortal mediante esta inmortalidad los hombres y
sus cossas con justa causa abran perpetuarse en su propio
ser y así con este deseo los antiguos fundaron mayoradgos
de sus bienes patrimonios e rentas. Lo qual todo por nos-
otros visto considerando el crecido amor paternal que te-
nemos a vos Francisco Duarte nuestro hijo mayor legítimo y
que los bienes partibles ligeramente se consumen y gastan
y su memoria y de quien los dexa es perecedera, e por el
contrario los bienes juntos hechos un cuerpo y consolida-
ción permanecen y su memoria es durable. Queriendo co-
mo queremos y amamos que nuestra memoria rrenombre
y Una je quede perpetuo principalmente por servicio de
Dios Nuestro Señor y de su bendita y gloriosa madre y de
la reyna e rrey nuestros señores e de los otros rreyes e se-
ñores sus descendientes y por otras muy muchas causas y
rrespetos que tubimos acordamos de mexorar e fazere
ynstituir mayoradgo en vos el dicho Francisco Duarte de
los bienes e rrentas que serán declarados».
Obtuvieron facultad del Emperador y de la Reina Do-
ña Juana su madre, dada en Worms a 2 de Agosto de 1545,
refrendada de Francisco de Eraso, en su virtud lo funda-
ron de los bienes siguientes:
Del heredamiento con sus casas molinos, olivares, vi-
ñas y tierras de pan llevar y cañamales con todas sus per-
tenencias, jurisdición derechos que le dicen el hereda-
miento de Benazuza que era encomienda de la Orden de
Santiago, en el Aljarafe de Sevilla cerca de Sanlúcar la
Mayor.
El heredamiento de viñas que se dice el Argamasilla
en términos de Sevilla al pago de San Nicolás con sus ca-
sas bodegas y lagares.
Unas casas principales con su casa puerta patio salas
altas y bajas, huerta y caballeriza en la ciudad de Sevilla
en la collación de S. Nicolás.
El patronato de la capilla mayor de la iglesia del Mo-
nasterio de la Victoria de Triana de la Orden de S. Fran-
cisco de Paula.
La huerta en Triana frente de la Torre del Oro que
lindaba con el río Guadalquivir «la cual pusimos por nom-
bre Quita Pesares con sus casas, ediñcios y árboles.
«Iten declaramos é mandamos e hordenamos que los
sucesores en este nuestro mayoradgo así barones como
hembras e los que casaren con ellas se llamen e intitulen
y firmen en sus escripturas e formas solo nuestro apellido
y nombre y que traigan nuestras armas a la mano dere-
cha so pena que si lo contrario hicieren pierdan este nues-
tro mayoradgo y pase al siguiente en grado».
Otorgada la escritura en Sevilla el martes 24 de Abril
de 1554 ante Mateo de Almonacid.
A. H. N. Cons. Leg.

APENDICE V

MAYORAZGO DEL OBISPO DON FRANCISCO TE-


LLO DE SANDOVAL, COLEGIAL MAYOR de San Bartolo-
mé de Salamanca en 1528, Canónigo de la Colegiata de
Osuna, Doctoral de Sevilla, Inquisidor del aquel Tribunal
Consejero de Indias, Visitador de Nueva España, Presi-
dente del Consejo de Indias y de las Chancillerías de Gra-
nada y Valladolid, Obispo de Osma en 1567, de Plasencia en
1579, yace en la Catedral de Osma, en sepultura del pres-
biterio del altar mayor, cubierta con magnifica laude de
bronce, con su imagen esculpida en ella. Murió el 8 de Ju-
lio de 1580. Había fundado un mayorazgo para su casa,
del cual es cláusula extraña la condición exigida de no
usar don los poseedores del mismo.
Inomine Domini amén: A cuantos la presente escritu-
ra de donación entre vivos vieren, sea notorio como nos
D. Francisco Tello de Sandoval por la Gracia de Dios, y de
la Santa Iglesia de Roma, Obispo de Osma, etc. Decimos,
que por cuanto la Majestad del Rey Nuestro Señor nos hi-
zo merced va para veinte años de tres mil ducados de
anual pensión sobre el Arzobispado de Toledo e nos he-
mos llebado con ello muchas cargas deste nuestro Obis-
pado al cual ha que fuimos promovido diez años que se
cumplieron a tres días del mes de Marzo deste presente año
de la fecha desta escritura, en los cuales dichos diez años ha
rentado dicha pensión de los dichos tres mil ducados,
treinta mil ducados, los cuales hemos llebado y gastado
en beneficio del dicho nuestro Obispado, así en pagar pen-
siones situadas en nuestro Obispado, como en pagar deu-
das e cargas que héramos obligados e habíamos de pagar
de los frutos del dicho nuestro Obispado e por que según de-
recho e según nuestra conciencia podemos disponer de los
dichos treinta mil ducados no solamente por donación inter-
vivos pero por testamento e última voluntad como de cosa
nuestra propia habida e tenida legítimamente fuera de los
frutos del dicho Nuestro Obispado, por ende hacemos dona-
ción intervivos pura e perpetua e irrebocable para siempre
jamás a vos D. Francisco Tello nuestro sobrino ausente bien
assí como si fuesen presentes, hijo de los Ilustres Señores
Juan Gutiérrez Tello nuestro hermano que haya Gloria
Doña Luisa de Castro su legítima mujer de los dichos
treinta mil ducados que la dicha pensión que tenemos so-
bre el Arzobispado de Toledo ha rentado en los dichos diez
años con las condiciones siguientes: Primeramente que
los dichos treinta mil ducados se depositen en lugar cierto
y seguro y de allí se saquen y empleen en renta de pan,
cortijos, dehesas, casas y heredades de olivares y en tribu-
tos y censos y en otras rentas perpetuas que todo sea se-
guro y bien parado, los cuales dichos treinta mil ducados
assí depositados no se puedan sacar todos ni alguna parte
deilos para cosa alguna aunque sea para pagar deudas
forzosas y urgentes ni cuanto quier que sean necesarias y
que no se puedan cumplir de otra parte hasta tanto que
los dichos treinta mil ducados sean todos empleados so
pena que si para otra cosa se sacaren o parte dellos, por
el mismo hecho la donación sea en si ninguna y desde
agora para entonces la rebocamos anullamos y declaramos
por tal, los cuales dichos treinta mil ducados con todo lo
que dellos fuere prosedido queremos y es nuestra voluntad
que sean por virtud de esta dicha donación de vos el dicho
D. Francisco Tello, nuestro sobrino por vuestros dias e des-
pués de vuestros dias los tenga y herede vuestro hijo ma-
yor varón legitimo y de legitimo matrimonio nacido e des-
pués del otro vuestro hijo, vuestro nieto, varón mayor le-
gitimo de legitimo matrimonio nacido y assi por esta or-
den vaya por vuestros descendientes por linea de los varo-
nes en el varón mayor legitimo y de legitimo matrimonio
nacido para siempre jamás, e si vos el dicho D. Francisco
Tello nuestro sobrino o alguno o alguna de nuestros des-
cendientes poseedores o llamados a los dichos treinta mil
ducados e procedido dellos murieredes o cualquier dellos
murieren sin dejar hijo varón legitimo e de legitimo ma-
trimonio nacido, suceda en los dichos treita mil ducados
y procedido dellos vuestra hija mayor legitima y la hija
mayor legitima de los dichos vuestros descendientes que
poseyeren o fueren llamados a los dichos bienes y assí se
continué en todos vuestros descendientes poseedores o lla-
mados a los dichos treinta mil ducados para siempre ja-
más según e por la orden que está dicha, prefiriendo siem-
pre el mayor al menor y el varón a la hembra, con que es-
tos dichos treinta mil ducados anden para siempre jamás
juntos con los bienes del mayorazgo, que vos el dicho Don
Francisco Tello poséis, pero guardando siempre en la sub-
cesión las condiciones e vínculos desta escritura de dona-
ción y las condiciones de la escritura del dicho vuestro ma-
yorazgo que no sean contrarias ni repugnantes a las con-
diciones y llamamientos de esta dicha escritura de dona-
ción. Pero si las dichas condiciones desta escritura fueren
repugnantes e contrarias a las del dicho vuestro mayoraz-
go o al contrario las de vuestro mayorazgo a las desta es-
critura de donación en la subcesión e llamamientos, por
manera, que no puedan andar juntos es nuestra voluntad,
que el dicho vuestro mayorazgo y el destos treinta mil du-
cados an de cada uno de por sí, según las condiciones y
llamamientos de cada uno de los dichos Mayorazgos y en
caso lo que Dios no quiera que vos el dicho D. Francisco
Tello nuestro sobrino murieredes sin dejar hijo ni hija le-
gitima de legitimo matrimonio nacidos, suceda en los di-
chos treinta mil ducados y en lo procedido dellos D. Juan
Tello vuestro Hermano legitimo, hijo assi mismo de los
dichos Señores Juan Gutiérrez Tello nuestro hermano y
Doña Luis de Castro y después del sus hijos e hijas y des-
cendientes de vos el dicho D. Francisco Tello, y en caso
que Dios sea servido que el dicho D. Juan Tello muriere
sin dejar hijos e hijas legitimos y de legitimo matrimonio
nacidos, sin otros descendientes legitimos vengan y here-
den los dichos treinta mil ducados y lo procedido dellos la
Ilustre Señora Doña Maria de Sandoval nuestra sobrina
hija legitima de los dichos Señores Juan Gutierrez Tello
nuestro hermano e Doña Luisa de Castro su legitima mu-
jer, con que los habían de heredar y hereden su hijo ma-
yor o descendientes legitimos prefiriendo el mayor al me-
nor y el varón a la hembra según e por la manera que está
dicho que los han de heredar los hijos y descendientes de
vos el dicho D. Francisco Tello y D. Juan Tello, sus herma-
nos. Pero si el marido de la dicha Señora Doña Maria de
Sandoval nuestra sobrina o de la que por tiempo fuere
primeramente llamada o poseedora de los dichos treinta
mil ducados y prosedido dellos, tubiere mayorazgo o sea
el primer llamado declaramos, que estos dichos treinta mil
ducados herede su hijo varón segundo e no lo habiendo,
los herede su hija mayor y en defecto de varones los he-
rede la hija segunda y si no tubiere mas de un hijo o de
una hija que haya de heredar el Mayorazgo de su padre
mandamos pueda tener ambos mayorazgos hasta que la
poseedora o llamada a estos treinta mil ducados, tenga
dos hijos o dos hijas, o hijo y hija que hereden el uno el
mayorazgo del padre y el otro o la otra, el mayorazgo de la
madre. Por manera que uno o una no pueda tener ambos ma-
yorazgos sino solamente hasta dar subcesor diferente a cada
uno dellos como está dicho según las condiciones desta es-
criptura de donación que no sean en contrario de esta cláu-
sula, y si todos los susodichos, lo que Dios no quiera ni permi-
ta murieren sin dejar hijos ni hijas legitimos y de legitimo
matrimonio nacidos, ni otros descendientes legitimos subce-
da y herede los dichos treinta mil ducados y lo provedido de-
llos, el nieto o nieta mayor del Señor Garci Tello de San-
doval nuestro hermano que Santa Gloria haya, que haya
heredado o sea llamado al Mayorazgo de Villanueva y Ha-
racena de manera que los dichos treinta mil ducados y lo
dello prosedido si el nieto o nieta mayor del dicho Señor
Garcitello nuestro hermano hubiere heredado el dicho Ma-
yorazgo de Villanueva, de alli en adelante ande estos bie-
nes juntos con el dicho mayorazgo de Villanueva y Hara-
cena con las condiciones y vínculos desta donación e con
las del dicho Mayorazgo de Villanueva y Haracena que no
sean contrarias en la subcesión y llamamientos a las con-
diciones de esta escritura de donación, y si no hubiere he-
redado, que el dicho nieto mayor tenga o posea estos trein-
ta mil ducados y lo prosedido dellos y cuando heredare el
dicho mayorazgo de Villanueva y Haracena ande todo jun-
to para siempre jamás como está dicho.
Otrosí con condición que ningún descendiente de hija
del dicho Señor Juan Gutiérrez Tello nuestro hermano
que haya Santa Gloria, pueda heredar estos treinta mil
ducados o lo prosedido dellos por cuanto los damos por
inhábiles e incapaces para la dicha herencia si no fuere
los descendientes de la dicha Señora Doña María de San-
doval que nombramos expresamente en esta escritura de
donación e por la orden y llamamientos en ella contenidos.
Otrosí con condición que el poseedor de los dichos
treinta mil ducados y prosedido dellos se llame Tello y
Sandoval y traiga las armas de los Tellos y Sandovales, en
sus reyos y resposteros, y doquier que pusiere sus armas y
no otras algunas. Otro si con condición que la persona
que assi fuere llamada a los dichos bienes según el lla-
mamiento que en esta escritura de donación se contiene
los tenga por bienes de mayorazgo que vayan de mayor en
mayor para siempre jamás como está dicho sin que nin-
gún poseedor los pueda vender, dar, donar, trocar ni cam-
biar ni mandar por testamento ni partir ni dividir entre
hermanos ni otras personas ni empeñar ni obligar ni en
manera alguna enagenar aunque sea por causa muy ne-
cesaria y urgentísima y si de hecho enagenaren en cual-
quier manera los dichos treinta mil ducados o alguna par-
te dellos o los empeñaren o obligaren a otras deudas todo
sea en si ninguno e no vala como cosa enagenadá obliga-
da y empeñada del que no es Señor de la cosa que assí se
enagena, empeña y obliga aunque sea con particular li-
cencia de los Reyes de Castilla atento que estos dichos
bienes son vinculados por donación particular en que se-
gún derecho cada uno puede poner la Ley e condición que
quisiere en sus propios bienes e no por facultad y licencia
Real por manera que el que fuere poseedor de los dichos
bienes sea usufrutuario dellos por sus dias y después de los
haya y herede el siguiente llamado según la disposición
desta dicha donación y los deje e queden libremente al di-
cho siguiente llamado según la disposición y orden de esta
dicha escritura.
Otro si, con condición que el poseedor de los dichos
treinta mil ducados y prosedido dellos varón o hembra no
se case con mujer o varón que no sea hijo dalgo notorio
de solar conocido ni que sea de linaje ni desendencia de
judíos, moros ni confesos ni que hayan sido reconciliados o
penitenciados públicamente por el Santo Oficio de la In-
quisición sinó que el varón se case con mujer y la mujer
con varón que sean hijos dalgo y limpios sin tener raza ni
descendencia de judíos moros, no confesos ni reconciliados
ni penitenciados públicamente por el Santo Oficio de la
Inquisición como está dicho y lo mismo se guarde si la
persona que fuere llamada a los dichos bienes fuere casa-
do o casada con persona que fuere de linaje o descenden-
cia de judíos, moros o confesos o que hayan sido reconcilia-
dos o penitenciados públicamente por el Santo Oficio de la
Inquisición como está dicho o el dicho llamado o llamados
por alguna parte tenga alguna de las dichas faltas, raza o
descendencia por que es nuestra voluntad que ninguno de
los susodichos pueda subceder ni tener los dichos bienes
y desde agora para entonces los inabilitamos, declaramos
y damos por inútiles e incapaces para subceder e tener los
dichos bienes.
Otro si con condición que el que poseyere los dichos
bienes no se pueda llamar Don siendo varón, e si se lo lla-
mare e firmare Don que por el mismo hecho sea privado de
los dichos treinta mil ducados y lo prosedido dellos.
Otro si con condición que el poseedor de los dichos
treinta mil ducados e prosedido dellos no guardare las
condiciones o cualquier de las contenidas en esta escritura
de donación por el mismo hecho sea privado de los dichos
bienes y vaya al siguiente que según el llamamiento y dis-
posición desta escritura de donación hubiere de subceder
en los dichos bienes.
Otro si, con condición que vos el dicho D. Francisco
Tello nuestro sobrino hayais los dichos treinta mil duca-
dos después de haberse cumplido con las donaciones que
tenemos hechas para Obras pias a nuestra Iglesia y a con-
cejos e a personas particulares por cuanto son las dichas
donaciones anteriores en tiempo a esta dicha donación
como por las datas de las escrituras de cada una de las
dichas donaciones parece sin que los poseedores de los bie-
nes de las dichas donaciones primeras en tiempo, sean mo-
lestados con pleitos sinó el que tubiere los bienes de la do-
nación anterior los goce liana e pacificamente sin contien-
da alguna.
Otro si reservamos en nos de poder poner e quitar e
añadir e limitar otras condiciones cuales nos pareceriere
que convengan para la perpetuidad y validación de los di-
chos treinta mil ducados; e proseido dellos e para el fin
que por esta donación los aplicamos e donamos e cumplido
e pagado lo contenido en las dichas donaciones anterio-
res, mandamos que el dicho D. Francisco Tello, haya lue-
go inmediatamente la suya.
E por que lo susodicho haya mas cumplido efecto des-
de hoy dia el adelante que esta carta, es fecha e por nos
otorgada vos damos, cedemos, y traspasamos la posesión
civil e natural real autoridad corporal vegu assi de los di-
chos treinta mil ducados, e poder cumplido cuanto de de-
recho en tal caso se requiere a vos el dicho D. Francisco
Tello nuestro sobrino ausente como si fuesedes presente
para que los dichos treinta mil ducados (F. 67) de que assi
os acemos la dicha donación para el efecto susodicho, vos
sean ciertos e los hayais cobréis, e resivais, e recaudeis de
cualesquier frutos Granados, e menudos a nos pertenecien-
tes del dicho Nuestro Obispado que están caidos e caye-
ren de aqui adelante e de los mas nuestros bienes e mejor
parado dellos que hemos y tenemos muebles y reices en
dinero de oro plata tapiserias, sedas doseles camas orna-
mentos piedras y perlas dianiantes esmeraldas rubis y
cruces de oro plata y petorales y baxillas de nuestro apa-
rador o de otros cualesquier bienes que estén en nuestro
poder o nos sean debidos en cualquier manera de nuestras
rentas e de otras personas particulares y de los demás bie-
nes que hemos e tenemos e tubieremos cuales vos el dicho
D. Francisco quisieredes y escogieredes hasta tanto que
vos el dicho D. Francisco Tello seáis acabado de pagar
realmente e con efecto de los dichos treinta mil ducados
a toda vuestra voluntad y contento, reservando como re-
servamos en nos y para nos todos los bienes contenidos y
declarados en cierto inventario que por nos fué mandado
hacer de los bienes y hacienda que teníamos, al tiempo
que fuimos promovido a este nuestro Obispado que passó
y se otorgó en la villa de Madrid por ante el Teniente de
la dicha villa e Rodrigo de Vera Escribano del Número de
ella, a primero dia del mes de Julio del Año pasado de mil
e quinientos y sesenta y siete años, el cual dicho inventa-
rio de nuevo se hizo aprobó y ratificó en la nuestra villa
del Burgo por D. Alonso de Luzón Arcediano de Aza su co-
llector apostólico por ante Lupercio de la Flor escribano
Real e uno de los del número desta villa a Catorce días del
mes de Mayo del año pasado de sesenta e nueve años, se-
gún del tenor del dicho inventario consta a que nos refe-
rimos los cuales dichos bienes o su valor dellos en el di-
cho Inventario contenidos reservamos en nos e para nos
para distribuir e hacer dellos o de su valor y los distribuir
al tiempo y como e cuando y de la manera que fuere nues-
tra voluntad e por esta escritura de donación no obliga-
mos ni queremos que sean obligados los dichos bienes con-
tenidos en el dicho Inventario a los dichos treinta mil du-
cados, sinó que quedando a salvo los bienes del dicho In-
ventario, vos el dicho D. Francisco seáis pagado de los di-
chos treinta mil ducados en otros nuestros bienes cuales-
quier que vos escogieredes y tubieredes por bién hasta
tanto que seáis contento y pagado realmente e con efecto
de los dichos treinta mil ducados a toda vuestra Voluntad
de los cuales dichos treinta mil ducados y de los frutos y
rentas e otra cualquier hacienda de cualquier calidad que
sea hasta en la concurrente cantidad de los dichos treinta
mil ducados desde hoy dia en adelante que esta carta es
fecha e por nos otorgada, vos damos cedemos y traspasa-
mos la posesión cedil y natural Real autual e corporal vel-
casi dellos y en el entre tanto que tomáis e aprehendeis la
dicha posesión siempre que estubieremos en ella e tubie-
remos e poseyeremos los frutos y bienes en que assi vos
señalamos e situamos en que hallais e cobréis los dichos
treinta mil ducados ea visto ser como vuestro inquilino
poseedor en vuestro nombre por la clausula de constituto
que el derecho manda e dispone por que como tal nos cons-
tituimos, por poseedor dellos por vos y en vuestro nombre
e decimos e confesamos que los tenemos e poseemos por
vuestros y para el dicho efecto e no para otro e mandamos
al presente escribano vos de y entregue a vos el dicho
D. Francisco Tello o a quién vuestro poder hubiere esta
escritura de donación en señal de posesión e yo el dicho
infrascripto escribano doy fe e verdadero tesmonio, que
por ausencia del dicho D. Francisco Tello, di y entregué
esta dicha escritura al canónigo Martin Gómez, del Valle,
Arcipreste de Gomera, en nombre del dicho D. Francisco
Tello y el dicho Martin Gómez la tomó en sus manos, y
dijo que protestaba y protestó que la tomaba en señal de
aprehensión de posición y lo pidió por Testimonio e por
que toda donación que excede de los quinientos sueldos
que el derecho dispone no siendo insinuada en lo que ex-
cede non vale, por ende para que valga tantas cuantas ve-
ces excede del dicho número de los quinientos sueldos,
tantas donaciones hacemos y otorgamos en favor de vos
el dicho D. Francisco Tello, nuestro sobrino, para el efecto
susodicho cuantas sean necesarias para que cada, una no
exceda de los dichos quinientos sueldos, las cuales y cada
una de ellas, damos por insinuadas, como si lo fueran por
Juez competente con las serimonias y circunstancias que
son para ello necesarias e de derecho le requieren e para
assi tener y guardar y cumplir todo lo contenido en esta
obligación e hipoteca los frutos de nuestro Obispado del
año pasado de mil e quinientos y setenta y seis que nos son
debidos e por cobrar y los de este año de setenta y siete
que al presente van corriendo y los que de aqui adelante
corrieren, y otros cualesquier nuestros bienes, habidos y
por haber de cualquier calidad e condición que sean con
que no sea los contenidos en el dicho Inventario según e
como dicho es y sola dicha obligación e hipoteca de bienes
decimos e prometemos de no revocar ni ir ni venir contra
esta dicha donación ni en todo ni en parte della por causa
ni razón alguna que sea o ser pueda e si lo hiciéremos que-
remos que non vala ni aprobeche en juicio ni fuera del
antes decimos que la tememos guardaremos y cumplire-
mos al pié de la letra como en ella se contiene sin ledar
otro entendimiento ni declaración alguna y para lo assi
tener y guardar y cumplir damos e otorgamos todo nues-
tro poder cumplido a todas e cualesquier justicias y jueces
eclesiásticos de estos reinos y señoríos, de Su magestad
ante quien esta carta pareciere e de lo en ella contenido
fuere peidido cumplimiento de Justicia a la jurisdicción
de los cuales y de cada uno dellos, nos sometemos, e obli-
gamos los dichos nuestros bienes y rentas, para que por
todo remedio y rigor de derecho e via ejecutiva nos com-
pelan y apremien a cumplir e pagar e mantener esta di-
cha escritura en todo lo que es de nuestra parte y en ella
se contiene como si fuese sentencia definitiva de Juez
competente dada contra nos e por nos consentida e pa-
sada en cosa juzgada sin intervenir apelación reclamación
ni otro remedio alguno e renunciamos todas e cualesquier
leyes fueros y derechos canónicos y ceviles en General e
cada uno en especial e todos los plasos e términos y dila-
ciones y excepciones y defenciones e la ley e derecho que
dice que general renunciación de leyes fecha non vala en
testimonio de lo cual lo otorgamos según dicho es ante el
escribano y testigos de yuso escritos que fué fecha e otor-
gada en la villa del Burgo a veinte y tres dias del mes de
Abril de mil e quinientos y setenta y siete años, testigos
que fueron presentes: El doctor Miguel de Espinosa pro-
visor y vicario General en todo el Obispado de Osma por
su Señoría Ilustrisima e Luis Mexia alcaide de Osma a
veinte y cuatro e Sebastián de Vallejo y Martin de Angulo
criados de Su Señoría Ilustrisima y Su Señoría Ilustrisima
a quién doy fee que conozco, lo firmó de su nombre: Fran-
ciscus Episcopus Oxomenensis: Pasó ante mi Pedro de
Varahona e yo el dicho Pedro de Varahona escribano de
la Magestad Real e del número de la dicha villa por mer-
ced de S. Señoría Ilustrisima, que a lo que dicho es junta-
mente con los dichos testigos presente fui y por ende de
otorgamiento de S. Señoría Ilustrisima lo resibi e fice es-
cribir en estas tres hojas de papel en que al fin de cada
plana va mí rúbrica acostumbrada e por ende fice mi
signo en testimonio de verdad: Pedro de Varahona.
Y por que agora el dicho Señor D. Francisco Tello de
Sandoval quería e quiere adeptar la dicha donación e usar
della por le haber hecho en ella y con ella el dicho Señor
Obispo su tio e Señor, tanta merced; por tanto que el en
aquella mejor forma e manera que puede y a lugar de de-
recho por si propio y en nombre de sus herederos y sub-
cesores en el vínculo decendencia e subcesión de los dichos
treinta mil ducados e por todos los llamados a el aceptada
y aceptó la dicha donación según e como en ella se con-
tiene y agradecía y agradeció al dicho (F. 74) Señor Obis-
po su tío y Señor la merced que por ella le hace e lo pidió
por testimonio amí el dicho escribano público e que le
vuelva la dicha escritura de donación original como lo
tiene pedido; y en cumplimiento de lo cual y de el dicho
pedimíento, yo el dicho escribano di el presente testimo-
nio de lo que dicho es según que ante mi passó que es fe-
cha en la dicha ciudad de Sevilla el dicho día, mes e año
susodicho, y el dicho Señor D. Francisco Tello de Sandoval
recidió en si la dicha escritura de donación original y lo
firmó de su nombre en este registro y doy fee que lo co-
nozco siendo presentes por testigos a los susodichos Juan
de Velasco e Alvaro Ortiz escribanos de Sevilla: Va enmen-
dado: Odiz: Tres: E: ynnomine: treinta: ntra: está: uno:
amas: especial todos: y va en el margen: Odiz: ei: no:
vala: y va entre renglones: Odiz: el: no: vala: y ya: tes-
tado: o decia: o: a los dichos: o al y contrario: n: a: dicho
es: no vala: y entre renglones: Odiz: Obispo de Osma:
vala: y testado: cator: no vala.—D. Francisco Tello.—Al-
varo Ortiz, escribano de Sevilla.—Juan de Velasco, escriba-
no de Sevilla.—Gaspar de León, escribano público, etc....
A. H. N. Cons. Leg. 4983 (1764 9).

APENDICE VI

MAYORAZGO DE GARCI TELLO COMENDADOR


DE TORRES Y CAÑAMARES

Por escritura en Sevilla el martes 18 de Julio de 1570


ante Mateo Almonacid precedida facultad real de D. Fe-
lipe II, dada en Madrid a 27 de Febrero de 1566, refren-
dada de Martin de Gaztelu, hizo donación con gravamen
de vínculo y mayorazgo en favor de su hijo legítimo y de
Doña Francisca de Sandoval su mujer difunta, D. Fran-
cisco Tello, de los siguientes bienes: «Primeramente de
unas casas principales con su receuimiento y Cauallerizas
y aposentos de criados y patios y salas altas y bajas y huer-
ta, con medio cornado de agua y con todo lo que les per-
tenece y con todas las cassas que están metidas e incor-
poradas dentro en ellas que son unas casas que hube de la
Santa Iglesia de Sevilla que están junto y linde con las di-
chas casas principales, que al presente sirven de Caualle-
riza. Y todas las quales dichas casas son en la Collación
de San Marcos en la calle real que viene de Santa Cata-
lina para San Marcos, que lindan de una parte con casas
que tiene de por vida Alonso de Baena clérigo y con casas
de Francisco de Molina y con huerta de las casas princi-
pales del Señor Don Fernando Enriquez de Riuera y con
huerta de las casas principales del Señor Conde del Cas-
tellar.
Dos casas pequeñas que son en esta dicha ciudad en
la collación de Santa Catalina a las Viñuelas.
Otras casas principales con su reciuimiento e patio y
salas altas y bajas y corrales y cauallerizas y aposentos de
criados y con todo lo que les pertenece que son en la dicha
collación de San Marcos a la entrada de la calle de Ras-
caviejas que lindan con el Monasterio de Santa Isabel y
con la huerta de mi el dicho Garci Tello que es en la dicha
collación, que se dice la huerta de San Marcos y casas de
Armenta y la calle real que dicen de Rascavieja.
Y la dicha huerta que dicen de San Marcos con lo
que le pertenezca bien y cumplidamente que linda con
huerta del Monasterio de Santa Isabel y con el Monaste-
rio de Santa Paula y por las espaldas con las dichas casas
principales.
Cuatro gallinas de tributo perpetuo que paga Luis de
Armenta por un pedazo de corral de las dichas casas prin-
cipales. ^
Otras casas con todo lo que les pertenece que son en
esta dicha ciudad en la collación de S. Julián que lindan
nfo^J^^Tr^i^® Martin de Contreras y con casas de Doña Lu-
cia ae valdés las cuales tiene de renta de por vida Fran-
cisco Seirada zapatero.
^ ^^^ maravedís de tributo perpetuo en
Tno^ ÍÍ^Tv^^® situados sobre unas casas que eran dé
Juan de Marchena trapero en la collación de San Nicolás,
año n^r.? maravedís de tributo perpetuo en cada un
fa COIITHS^^H de Bustamante sobre unas casas en
la c(^laci0n de la Magdalena a la Cruz de la Parra
aue na^P ^Tií^lí treinta y seis maravedís de tributo
nLtPm^^nH^^ Torquemada yerno de Pedro Ruiz
en i f c a ^ ^^ Collación de la Magdalena
cléTiso v i ^ J ^ ^ compradas a Bartolomé Díaz
tum l J ^ f^^^^ ^^ Sevilla por escri-
Un í u r n ^ T ^ i f ^ ^^ Septiembre de 1548.
mil el minp. maravedís en cada año a treinta
^ n t a d?i ^^ S^li^as situado en la
S. M. en Valladolid a 21
Un juro de 35.156 maravedís en la renta del aceite
por privilegio en Valladolid a 12 de Agosto de 1549.
Un juro de 30.000 maravedís de a catorce mil el mi-
llar situado sobre las alcabalas de las carnecerías de Se-
villa en cabeza de Doña Isabel Deza su madre por privi-
legio dado en Valladolid a 15 de Septiembre de 1524.
Unas casas en la collación de S. Bartolomé en la ca-
lleja del Horno del Vidrio viejo que lindan con casas del
Jurado Valencia y bodegas de Gaspar Sánchez las cuales
tiene de por vida el Jurado Fernando Bravo que paga de
renta cada año trescientos reales.
Otras casas en la collación de S. Esteban que tiene de
por vida Marcos de Montenegro de que paga cada año diez
mil maravedís y diez pares de gallinas.
Otras casas en la collación de S. Alfonso que tiene de
por vida Luisa de los Angeles.
Un juro de 29.570 maravedís situado en ciertas rentas
de Sevilla por privilegio en cabeza de su madre, dado en
Madrid el 22 de Julio de 1533.
Unas casas en la collación de Santa María las cuales
tiene de por vida Juan de la Fuente chapinero.
1.000 maravedís de tributo perpetuo que paga Doña
Leonor Venegas sobre unas huertas en el rincón de Ta-
blada, por escritura ante Mateo Almonacid el 26 de Fe-
brero de 1556.
24 reales y una carga de fruta de tributo perpetuo
sobre una huerta en Gelves que paga Martín Sánchez.
Otra huerta en Gelves que tiene de por vida Alonso de
Porras ropavejero que paga seis ducados cada año.
En la villa de Huévar y su término los bienes siguien-
tes:
Unas casas nuevas con su huerta y pertenencias, un
molino nuevo enfrente de dichas casas, otro molino más
abajo del cementerio de la iglesia, doscientas setenta aran-
zadas de olivar distribuidas en las suertes de La Longuera,
Las Carboneras, El Cuervo, La Corvajuela, Lantisco, Oje-
do. La Estacada Vieja, Zapatera, El Vedriero, Arroyo del
Puerco. Valperdido, El Eztoconado, Los Alacranes, El Per-
digón, Garrovilla, El Tomillar, Barrejuelo.
El heredamiento de olivares, casas viñas y molinos
de aceite llamado de Oncina situado en Coria con sus zilos
huertas y tierras. Mas treinta y seis suertes de olivar con
quinientas y cuarenta aranzádas.
Una heredad de viñas, alameda e higueral en Coria
en el pago de Vaulin y otras casas principales y pequeñas
allí con catorce pedazos de tierra calma.
Veinte y seis capitales de tributo sobre diferentes per-
sonas.
En el lugar de la Puebla una casa en la calle de Santa
María la Blanca y tres pedazos de tierra.
En Casaluenga el Soto de Arriba que sentaba quince
mil maravedís, el de Ardiles diferentes heras y heredades.
Un cortijo en Casaluenga de diecisiete hazas con doscien-
tas fanegas de sembradura.
Una huerta en Cazalla de la Sierra. Un tributo de diez
mil maravedís sobre el heredamiento de Genis en el Alja-
rafe que pagaba Gaspar de Virués por escritura ante Ma-
teo Almonacid el 18 de Agosto de 1539.
La partición de Doña Isabel de Deza su madre ante
Mateo Almonacid en 20 de Febrero 1550 entre el Obispo
Don Diego Deza y Doña Ana de Deza sus hermanos.
Leg. 5041.
EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE SEVILLA
P A T R O N A T O DE CULTURA

BOLETIN DE P U B L I C A C I O N E S NUM. I
( X julio 1947)

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