Miniensayo 1 II Medios

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COLEGIO CREACIÓN PUERTO MONTT

Asignatura: LENGUA Y LITERATURA


U.T.P

MINIENSAYO 1

ÍTEM I: COMPRENSIÓN LECTORA (2 puntos. c/u)

Lee cada oración o idea comprensivamente y restituye la secuencia, según corresponda, en los textos
número uno y dos.

1.- En el ambiente narrativo se encuentran varios espacios. El espacio social hace referencia a:
a. El mundo interior de los personajes.
b. El lugar donde transcurren los acontecimientos del relato.
c. La representación de las costumbres y condición cultural, socioeconómica y religiosa de personas o
grupos.
d. La proyección de la interioridad de los personajes en el espacio físico.
e. Lo que sucede en el relato
2.- En las narraciones, los tiempos se alteran con el objetivo de:
a. Crear diferentes efectos en la lectura.
b. Darle un valor estético al texto.
c. Provocar diferentes sensaciones en el lector.
d. Hacer más entretenida la lectura.
e. Todas las anteriores.
3.- Las alteraciones del orden cronológico de los sucesos en el relato se denominan:
a. Tiempos de la historia.
b. Flashes.
c. Anacronías.
d. Recursos retóricos.
e. Cronotopos.
4.- Cuando en una obra narrativa el narrador realiza una retrospección, decimos que ha ocupado una:
a. Prolepsis.
b. Anticipación.
c. Analepsis.
d. Metáfora.
e. Memoria.
Lee el siguiente texto y responde las preguntas 5 a 8

“Escribo esto bajo una considerable tensión mental, ya que al caer la noche
mi existencia tocará a su fin (…). Cuando hayan leído estas páginas
apresuradamente garabateadas, podrán comprender, aunque no completamente,
por qué debo olvidar morir”.

En El intruso y otros cuentos fantásticos, H.P. Lovecraft, Editorial Edaf.

5.- La forma básica que presenta la narración es:

a. Analepsis.
b. Prolepsis.
c. Corriente de la consciencia.
d. Racconto.
e. Monólogo interior.
6.- Lo que devela el narrador en el extracto de la obra es:

a. Lo que le va a suceder.
b. Lo que le está sucediendo.
c. Lo que sucedió.
d. Lo que le hicieron otros.
e. No se identifica.

7.- El tiempo y el espacio en una obra narrativa son elementos:


a. Necesarios para que transcurra la historia.
b. Ficticios.
c. Creados por el autor.
d. Presentados por el narrador en un relato.
e. Todas las anteriores.
8.- El tiempo referencial-histórico en una narración corresponde a:

a. La realidad histórica en la que se desarrollan los hechos en una narración.


b. La época en la que fue escrita la narración.
c. La época en la que una narración es leída.
d. La alteración de la cronología de los eventos.
e. El respeto de la cronología de los eventos.

Lee el cuento y responde las preguntas 9 a 12.

EL CORAZÓN DELATOR
(Fragmento)
¡Es verdad! Soy nervioso, terriblemente nervioso. Siempre lo he sido y lo soy, pero, ¿podría decirse que
estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, no los había destruido ni apagado. Sobre todo,
tenía el sentido del oído agudo. Oía todo sobre el cielo y la tierra. Oía muchas
cosas del infierno. Entonces, ¿cómo voy a estar loco? Escuchen y observen con qué tranquilidad,
con qué cordura puedo contarles toda la historia.
Me resulta imposible decir cómo surgió en mi cabeza esa idea por primera vez; pero, una vez
concebida, me persiguió día y noche. No perseguía ningún fin. No había pasión. Yo quería mucho
al viejo. Nunca me había hecho nada malo. Nunca me había insultado. No deseaba su oro. Creo
que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre. Era un ojo de un color azul pálido,
con una fina película delante. Cada vez que posaba ese ojo en mí, se me enfriaba la sangre;
y así, muy gradualmente, fui decidiendo quitarle la vida al viejo y quitarme así de encima ese
ojo para siempre.
Pues bien, así fue. Usted creerá que estoy loco. Los locos no saben nada. Pero debería haberme
visto. Debería usted haber visto con qué sabiduría procedí, con qué cuidado, con qué previsión,
con qué disimulo me puse a trabajar. Nunca había sido tan amable con el viejo como la semana
antes de matarlo. Y cada noche, cerca de la medianoche, yo hacía girar el picaporte de su puerta y
la abría, con mucho cuidado. Y después, cuando la había abierto lo suficiente para pasar la cabeza,
levantaba una linterna cerrada, completamente cerrada, de modo que no se viera ninguna luz, y
tras ella pasaba la cabeza. ¡Cómo se habría reído usted si hubiera visto con qué astucia pasaba la
cabeza! La movía muy despacio, muy lentamente, para no molestar el sueño del viejo. Me llevaba
una hora meter toda la cabeza por esa abertura hasta donde podía verlo dormir sobre su cama.
¡Ja! ¿Podría un loco actuar con tanta prudencia? Y luego, cuando mi cabeza estaba bien dentro
de la habitación, abría la linterna con cautela, con mucho cuidado (porque las bisagras hacían
ruido), hasta que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Hice todo esto durante siete
largas noches, cada noche cerca de las doce, pero siempre encontraba el ojo cerrado y era imposible
hacer el trabajo, ya que no era el viejo quien me irritaba, sino su ojo. Y cada mañana, cuando
amanecía, iba sin miedo a su habitación y le hablaba resueltamente, llamándole por su nombre
con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Por tanto, verá usted que tendría
que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que cada noche, a las doce, yo iba a mirarlo
mientras dormía.
La octava noche, fui más cuidadoso cuando abrí la puerta. El minutero de un reloj de pulsera
se mueve más rápido de lo que se movía mi mano. Nunca antes había sentido el alcance de mi
fuerza, de mi sagacidad. Casi no podía contener mis sentimientos de triunfo, al pensar que estaba
abriendo la puerta poco a poco, y él ni soñaba con el secreto de mis acciones e ideas. Me reí entre
dientes ante esa idea. Y tal vez me oyó porque se movió en la cama, de repente, como sobresaltado.
Pensará usted que retrocedí, pero no fue así. Su habitación estaba tan negra como la noche
más cerrada, ya que él cerraba las persianas por miedo a que entraran ladrones; entonces, sabía
que no me vería abrir la puerta y seguí empujando suavemente, suavemente.
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Asignatura: LENGUA Y LITERATURA
U.T.P

Ya había introducido la cabeza y estaba para abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló con el
cierre metálico y el viejo se incorporó en la cama, gritando:
–¿Quién anda ahí?
Me quedé quieto y no dije nada. Durante una hora entera, no moví ni un músculo y mientras
tanto no oí que volviera a acostarse en la cama. Aún estaba sentado, escuchando, como había
hecho yo mismo, noche tras noche, escuchando los relojes de la muerte en la pared.
Oí de pronto un quejido y supe que era el quejido del terror mortal, no era un quejido de dolor
o tristeza. ¡No! Era el sonido ahogado que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Yo
conocía perfectamente ese sonido. Muchas veces, justo a medianoche, cuando todo el
mundo dormía, surgió de mi pecho, profundizando con su temible eco, los terrores que me enloquecían.
Digo que lo conocía bien. Sabía lo que el viejo sentía y sentí lástima por él, aunque me
reía en el fondo de mi corazón. Sabía que él había estado despierto desde el primer débil sonido,
cuando se había vuelto en la cama. Sus miedos habían crecido desde entonces. Había estado intentando
imaginar que aquel ruido era inofensivo, pero no podía. Se había estado diciendo a sí
mismo: “No es más que el viento en la chimenea, no es más que un ratón que camina sobre el suelo”, o
“No es más que un grillo que chirrió una sola vez”. Sí, había tratado de convencerse de estas
suposiciones, pero era en vano. Todo en vano, ya que la muerte, al acercársele se había deslizado
furtiva y envolvía a su víctima. Y era la fúnebre influencia de aquella imperceptible sombra la que
le movía a sentir, aunque no veía ni oía, a sentir la presencia dentro de la habitación.
Cuando hube esperado mucho tiempo, muy pacientemente, sin oír que se acostara, decidí
abrir un poco, muy poco, una ranura en la linterna. Entonces la abrí –no sabe usted con qué suavidad–
hasta que, por fin, su solo rayo, como el hilo de una telaraña, brotó de la ranura y cayó de
lleno sobre el ojo del buitre.
Estaba abierto, bien abierto y me enfurecí mientras lo miraba, lo veía con total claridad, de un
azul apagado, con aquella terrible película que me helaba el alma. Pero no podía ver nada de la
cara o del cuerpo, ya que había dirigido el rayo, como por instinto, exactamente al punto maldito.
¿No le he dicho que lo que usted cree locura es solo mayor agudeza de los sentidos? Luego
llegó a mis oídos un suave, triste y rápido sonido como el que hace un reloj cuando está envuelto
en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latido del corazón del viejo. Aumentó mi
furia, como el redoblar de un tambor estimula al soldado en batalla.
Sin embargo, incluso en ese momento me contuve y seguí callado. Apenas respiraba. Mantuve la linterna
inmóvil. Intenté mantener con toda firmeza la luz sobre el ojo. Mientras tanto, el infernal latido del
corazón iba en aumento. Crecía cada vez más rápido y más fuerte a cada instante.
El terror del viejo debe haber sido espantoso. Era cada vez más fuerte, más fuerte... ¿Me entiende?
Le he dicho que soy nervioso y así es. Pues bien, en la hora muerta de la noche, entre el atroz silencio de
la antigua casa, un ruido tan extraño me excitaba con un terror incontrolable. Sin embargo,
por unos minutos más me contuve y me quedé quieto. Pero el latido era cada vez más fuerte, más
fuerte. Creí que aquel corazón iba a explotar. Y se apoderó de mí una nueva ansiedad: ¡Los vecinos
podrían escuchar el latido del corazón! ¡Al viejo le había llegado la hora! Con un fuerte grito, abrí
la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez, sólo una vez. En un momento, lo
tiré al suelo y arrojé la pesada cama sobre él. Después sonreí alegremente al ver que el hecho estaba
consumado. Pero, durante muchos minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado.
Sin embargo, no me preocupaba, porque el latido no podría oírse a través de la pared. Finalmente,
cesó. El viejo estaba muerto. Quité la cama y examiné el cuerpo. Sí, estaba duro, duro como una
piedra. Pasé mi mano sobre el corazón y allí la dejé durante unos minutos. No había pulsaciones.
Estaba muerto. Su ojo ya no me preocuparía más.
Edgar Allan Poe

9.- Lo que busca el narrador al contar es:


a. Explicar su maestría al matar.
b. Justificar su actuar.
c. Asustar con una historia de terror.
d. Entretener por medio del suspenso.
e. Expresar sus sentimientos.

10.- Lo que obsesionaba al protagonista era:


a. El ojo del viejo.
b. La pasividad del viejo.
c. El no poder tener los bienes del viejo.
d. La permanente cercanía del viejo.
e. El sueño profundo en que el viejo se sumía cada noche.

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