Domingo de Resurreccion

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Tema:

Fund. Esc.

Luc 24:32 Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y
cuando nos abría las Escrituras?

Luc 24:33 Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban
con ellos,

Luc 24:34 que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón.

Luc 24:35 Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al
partir el pan.

Introducción

Proposición

O.T.

1.

2.

3.
Esta es otra de las historias breves inmortales del mundo.

(i) Nos habla de dos personas que iban caminando hacia el ocaso. Se ha sugerido que esa fue la causa de que no
reconocieran a Jesús.

Emaús está al Oeste de Jerusalén. Era por la tarde, y el Sol iba descendiendo de forma que los cegaba. Fuera por lo
que fuera, está claro que el cristiano no camina hacia el ocaso, sino hacia el amanecer. Se ha dicho que, hace mucho,
los israelitas iban caminando por el desierto hacia el amanecer (Nm. 21:11). El cristiano tiene delante, no una noche
que se le echa encima, sino una aurora que rompe y eso fue algo de lo que, en el dolor de su desilusión, los dos que
iban camino de Emaús no se habían dado cuenta.

(ii) Nos habla de la habilidad de Jesús para hacer que las cosas tengan sentido.

La situación les parecía a aquellas dos personas que no tenía explicación. Los sueños y las ilusiones se les habían
hecho añicos. Se refleja toda la desilusión más dolorosa y el sentimiento más hondo de frustración del mundo en sus
palabras: «¡Y nosotros que habíamos creído que Él era el que había de redimir a Israel!» Eran las palabras de
personas cuyas esperanzas estaban muertas y enterradas. Pero entonces vino Jesús, y habló con ellos, y se les
aclararon las tinieblas y el sentido de la vida. Cierto narrador hace decir a uno de sus personajes: "Yo no sabía lo que
era la vida hasta que la vi en tus ojos.» Cuando se cierne sobre nosotros el desaliento, sólo en Jesús podemos
comprender todo lo que encierra la vida.

(iii) Nos habla de la cortesía de Jesús.

Hizo como que iba para más lejos. No quería que se sintieran obligados, y esperó que fueran ellos los que le
invitaran. Dios nos ha dado a los hombres el regalo más valioso y más peligroso del mundo: la libertad; podemos
usarla para invitar a Cristo a nuestra vida, o para dejarle que se aleje.

(iv) Nos habla de cómo se les dio a conocer en el partimiento del pan.

Esto siempre suena como una alusión a la Comunión, pero no tenemos por qué limitarlo así. Fue en una comida
normal, en una casa normal, en la que se partió un pan corriente, en la que aquellas dos personas reconocieron a
Jesús. Se ha hecho la sugerencia hermosa de que tal vez aquellos dos habían estado en la multiplicación de los panes
y los peces y, cuando Jesús partió el pan en su casita, recordaron y reconocieron su gesto. No es sólo en la mesa de la
Comunión donde nos podemos encontrar con Cristo; también puede ser a la mesa en nuestro comedor.

El cristiano vive siempre y en todas partes en un mundo que está lleno de Cristo.

(v) Nos habla de cómo estas personas, cuando recibieron tan gran alegría, se apresuraron a compartirla.

Eran otros doce kilómetros de vuelta a Jerusalén, y ya de noche; pero no podían guardarse la Buena Noticia. El
Evangelio no es nunca del todo nuestro hasta que lo hemos compartido con otros.

(vi) Nos habla de cómo, cuando por fin llegaron a Jerusalén, encontraron a otros que habían tenido una
experiencia parecida.

La gloria de los cristianos es que viven en una compañía de gente que ha tenido la misma experiencia. Se ha dicho
que la verdadera amistad empieza cuando las personas comparten un recuerdo común, y se pueden decir: «¿Te
acuerdas?» Cada uno de nosotros los cristianos formamos parte de una comunidad de personas que comparten una
experiencia y un recuerdo común de su Señor.

(vii) Nos dice que Jesús se le apareció a Pedro.

Esa seguirá siendo una de las grandes historias jamás contadas; pero es maravilloso el que Jesús dedicara una de sus
primeras apariciones precisamente al hombre que le había negado. Es la gloria de Jesús que Él puede devolverle la
dignidad a un pecador arrepentido.
¿POR QUÉ BUSCÁIS ENTRE LOS MUERTOS AL QUE VIVE?

Lucas 24:1-12

La madrugada del domingo, las mujeres fueron a la tumba con las especias aromáticas que habían
preparado, con algunas mujeres más; y se encontraron la piedra que cerraba la tumba quitada de su sitio.
Entraron, y no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Y, fijaos: cuando estaban ahí sin saber qué pensar de
aquello, de pronto se les presentaron dos varones con ropa deslumbrante. Ellas se llevaron tal susto que no
se atrevían ni a levantar la mirada del suelo; pero los varones les dijeron:

-¿Cómo es que estáis buscando donde se ponen los muertos al Que está vivo? ¡No está aquí, porque ha
resucitado! Acordaos de lo que os dijo cuando estaba con vosotras en Galilea: que era menester que el Hijo
del Hombre fuera entregado a la jurisdicción de los pecadores, que le crucificarían; pero que al tercer día
resucitaría.

Entonces se acordaron ellas de lo que les había dicho Jesús. De vuelta de la tumba les dieron la noticia a los
once apóstoles y a todos los demás; fueron María Magdalena, Juana, María la madre de Santiago y las otras
que habían ido con ellas las que trataron de decírselo todo a los apóstoles; pero a ellos les sonaba todo
aquello a locura, y no lo tomaban en serio.

Sin embargo, Pedro se puso en pie de un salto y salió corriendo en dirección a la tumba; y cuando llegó, y
entró, vio el sudario sin el cuerpo. Luego se volvió a casa maravillado de lo que había sucedido.

El shabat judío, nuestro sábado, es el séptimo día de la semana, y conmemora el descanso de Dios cuando completó
la Creación: El domingo cristiano es el primer día de la semana, y conmemora la Resurrección de Jesús. Aquel primer
domingo cristiano, las mujeres fueron a la tumba para llevar a cabo los últimos quehaceres del amor y embalsamar
el cuerpo de su amado muerto con aromas y ungüentos. En Oriente, las tumbas se hacían muchas veces en la roca. El
cadáver se envolvía en largas tiras de lino, como vendas, y se colocaba en un poyo de la roca. Luego se cerraba la
tumba con una gran piedra circular. Cuando llegaron las mujeres se encontraron con que la piedra no estaba en su
sitio, y la tumba abierta.

Aquí nos encontramos con una de esas discrepancias en los relatos de la Resurrección a las que dan tanta
importancia los que no quieren creer. En Marcos, el mensajero de la tumba es un joven con una túnica larga blanca
(16:5); en Mateo, es un ángel del Señor (28:2). Aquí son dos varones con vestiduras deslumbrantes; y en Juan son
dos ángeles (20:12). Es cierto que hay algunas diferencias de detalle; pero también es cierto que lo que importa está
muy claro y siempre igual: el hecho de la tumba vacía. Si, como algunos sugieren, todos estos relatos se inventaron
para presentar algo que no había ocurrido, habría sido facilísimo ponerse de acuerdo en los detalles también. Ningún
juez espera que los testigos presenciales coincidan en todos los detalles de su testimonio. Si dos firmas son
exactamente iguales, una por lo menos es falsa. Las diferencias son una prueba de la honradez de los evangelistas, y
de la verdad de la Resurrección.

Las mujeres volvieron con la mejor noticia de la Historia, pero los apóstoles no las creyeron. Aquello les sonaba a
cuento. La palabra que se usa en el original se emplea en las historias médicas para referirse a las tonterías que se
dicen en un estado febril agudo o de locura. Sólo Pedro se lanzó a comprobar si aquello era cierto. Esto dice mucho
de Pedro. El que negara a su Maestro no se podía haber mantenido oculto; y, sin embargo, tenía el coraje moral
necesario para enfrentarse con los que conocían su vergüenza. El que había actuado como «una paloma incauta», se
iba convirtiendo en «una roca».

La pregunta ineludible y desafiante de esta historia es la que dirigieron a las mujeres los mensajeros: «¿Cómo es que
estáis buscando donde se ponen los muertos al que está vivo?»

Todavía hay muchos que buscan a Jesús entre los muertos.


(i) Hay quienes le consideran el hombre más grande y el más noble héroe que haya habido jamás, y el que vivió la
vida más encantadora que se haya vivido en la Tierra pero que murió hace mucho tiempo.

Eso no es. Jesús no está muerto: ¡está vivo! No es meramente un héroe del pasado, sino una realidad viviente del
presente.

(ii) Hay quienes consideran a Jesús meramente como un hombre cuya vida hay que estudiar, cuyas palabras hay
que examinar y cuya enseñanza hay que analizar.

Esto se ve claramente en los muchos grupos de estudio que proliferan mientras desaparecen las reuniones de
oración. Sin duda, el estudio es necesario; pero Jesús no es meramente un objeto de estudio, sino Alguien con quien
puede uno encontrarse y vivir cada día. No es meramente el personaje de un libro, ni siquiera del mayor libro del
mundo, sino una presencia viva.

(iii) Hay quienes ven en Jesús el modelo y ejemplo perfecto.

Y lo es; pero un ejemplo perfecto puede ser algo descorazonador. A algunos de nosotros nos daban en el «cole» un
cuaderno de caligrafía a la cabecera de cuyas páginas había una línea de escritura perfecta que teníamos que
reproducir. ¡Qué pobre era el resultado que lográbamos en nuestro esfuerzo para reproducir aquel modelo perfecto!
Pero, a veces, el maestro se nos acercaba, se sentaba a nuestro lado, nos cogía la mano en la suya, y nos guiaba los
trazos. ¡Qué bien nos salían entonces, y con qué concentración nos mordíamos la lengua! Eso hace Jesús con
nosotros: no se limita a ser un modelo perfecto que nunca podremos reproducir, sino que nos guía y fortalece para
que podamos seguir su ejemplo. No es sólo un modelo de vida; es también una presencia que nos ayuda a vivir.

Podría ser que nuestra vida cristiana careciera de este elemento esencial porque hemos estado buscando al que está
vivo entre los muertos.
¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?

Rom 6:2 En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?

Rom 6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su
muerte?

Rom 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo
resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.(A)

Rom 6:5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la
de su resurrección;

Rom 6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado
sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.

Rom 6:7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.

Rom 6:8 Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él;

Rom 6:9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de
él.

Rom 6:10 Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.

Rom 6:11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Rom 6:12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias;

Rom 6:13 ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos
vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.

Rom 6:14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
¿POR QUÉ BUSCÁIS ENTRE LOS MUERTOS

AL QUE VIVE?

Lucas 24:1-12

La madrugada del domingo, las mujeres fueron a la tumba con las especias aromáticas que habían preparado, con
algunas mujeres más; y se encontraron la piedra que cerraba la tumba quitada de su sitio. Entraron, y no
encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Y, fijaos: cuando estaban ahí sin saber qué pensar de aquello, de pronto se
les presentaron dos varones con ropa deslumbrante. Ellas se llevaron tal susto que no se atrevían ni a levantar la
mirada del suelo; pero los varones les dijeron:

-¿Cómo es que estáis buscando donde se ponen los muertos al Que está vivo? ¡No está aquí, porque ha resucitado!
Acordaos de lo que os dijo cuando estaba con vosotras en Galilea: que era menester que el Hijo del Hombre fuera
entregado a la jurisdicción de los pecadores, que le crucificarían; pero que al tercer día resucitaría.

Entonces se acordaron ellas de lo que les había dicho Jesús. De vuelta de la tumba les dieron la noticia a los once
apóstoles y a todos los demás; fueron María Magdalena, Juana, María la madre de Santiago y las otras que habían
ido con ellas las que trataron de decírselo todo a los apóstoles; pero a ellos les sonaba todo aquello a locura, y no lo
tomaban en serio.

Sin embargo Pedro se puso en pie de un salto y salió corriendo en dirección a la tumba; y cuando llegó, y entró, vio el
sudario sin el cuerpo. Luego se volvió a casa maravillado de lo que había sucedido.

El shabat judío, nuestro sábado, es el séptimo día de la semana, y conmemora el descanso de Dios cuando completó
la Creación: El domingo cristiano es el primer día de la semana, y conmemora la Resurrección de Jesús. Aquel primer
domingo cristiano, las mujeres fueron a la tumba para llevar a cabo los últimos quehaceres del amor y embalsamar
el cuerpo de su amado muerto con aromas y ungüentos. En Oriente, las tumbas se hacían muchas veces en la roca. El
cadáver se envolvía en largas tiras de lino, como vendas, y se colocaba en un poyo de la roca. Luego se cerraba la
tumba con una gran piedra circular. Cuando llegaron las mujeres se encontraron con que la piedra no estaba en su
sitio, y la tumba abierta.

Aquí nos encontramos con una de esas discrepancias en los relatos de la Resurrección a las que dan tanta
importancia los que no quieren creer. En Marcos, el mensajero de la tumba es un joven con una túnica larga blanca
(16:5); en Mateo, es un ángel del Señor (28:2). Aquí son dos varones con vestiduras deslumbrantes; y en Juan son
dos ángeles (20:12). Es cierto que hay algunas diferencias de detalle; pero también es cierto que lo que importa está
muy claro y siempre igual: el hecho de la tumba vacía. Si, como algunos sugieren, todos estos relatos se inventaron
para presentar algo que no había ocurrido, habría sido facilísimo ponerse de acuerdo en los detalles también. Ningún
juez espera que los testigos presenciales coincidan en todos los detalles de su testimonio. Si dos firmas son
exactamente iguales, una por lo menos es falsa. Las diferencias son una prueba de la honradez de los evangelistas, y
de la verdad de la Resurrección.

Las mujeres volvieron con la mejor noticia de la Historia, pero los apóstoles no las creyeron. Aquello les sonaba a
cuento. La palabra que se usa en el original se emplea en las historias médicas para referirse a las tonterías que se
dicen en un estado febril agudo o de locura. Sólo Pedro se lanzó a comprobar si aquello era cierto. Esto dice mucho
de Pedro. El que negara a su Maestro no se podía haber mantenido oculto; y, sin embargo, tenía el coraje moral
necesario para enfrentarse con los que conocían su vergüenza. El que había actuado como «una paloma incauta», se
iba convirtiendo en «una roca».
La pregunta ineludible y desafiante de esta historia es la que dirigieron a las mujeres los mensajeros: «¿Cómo es que
estáis buscando donde se ponen los muertos al que está vivo?»

Todavía hay muchos que buscan a Jesús entre los muertos.

(i) Hay quienes le consideran el hombre más grande y el más noble héroe que haya habido jamás, y el que vivió la
vida más encantadora que se haya vivido en la Tierra pero que murió hace mucho tiempo. Eso no es. Jesús no está
muerto: ¡está vivo! No es meramente un héroe del pasado, sino una realidad viviente del: presente.

(ii) Hay quienes consideran a Jesús meramente como un hombre cuya vida hay que estudiar, cuyas palabras hay que
examinar y cuya enseñanza hay que analizar. Esto se ve claramente en los muchos grupos de estudio que proliferan
mientras desaparecen las reuniones de oración. Sin duda, el estudio es necesario; pero Jesús no es meramente un
objeto de estudio, sino Alguien con quien puede uno encontrarse y vivir cada día. No es meramente el personaje de
un libro, ni siquiera del mayor libro del mundo, sino una presencia viva.

(iii) Hay quienes ven en Jesús el modelo y ejemplo perfecto. Y lo es; pero un ejemplo perfecto puede ser algo
descorazonador. A algunos de nosotros nos daban en el «cole» un cuaderno de caligrafía a la cabecera de cuyas
páginas había una línea de escritura perfecta que teníamos que reproducir. ¡Qué pobre era el resultado que
lográbamos en nuestro esfuerzo para reproducir aquel modelo perfecto! Pero, a veces, el maestro se nos acercaba,
se sentaba a nuestro lado, nos cogía la mano en la suya, y nos guiaba los trazos. ¡Qué bien nos salían entonces, y con
qué concentración nos mordíamos la lengua! Eso hace Jesús con nosotros: no se limita a ser un dechado perfecto
que nunca podremos reproducir, sino que nos guía y fortalece para que podamos seguir su ejemplo. No es sólo un
modelo de vida; es también una presencia que nos ayuda a vivir.

Podría ser que nuestra vida cristiana careciera de este elemento esencial porque hemos estado buscando al que está
vivo entre los muertos.

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