Godwin Tom - Las Frías Ecuaciones
Godwin Tom - Las Frías Ecuaciones
Godwin Tom - Las Frías Ecuaciones
No estaba solo.
Porque, naturalmente, iba a hacerlo. Era la ley, según constaba de modo taxativo
en el adusto párrafo L, sección 8, del Reglamento Interestelar: «Todo polizón
oculto en una EDS será arrojado al espacio inmediatamente después de
descubierta Su presencia».
Semejante ley no era un capricho de los hombres; la habían hecho imperativa las
circunstancias de la frontera espacial. Al desarrollo de la navegación hiperespacial
había seguido la expansión galáctica, y, a medida que los hombres se
dispersaban más allá de la frontera, había surgido el problema del contacto con
las aisladas colonias de pioneros y las patrullas de exploración. Los enormes
cruceros hiperespaciales, producto del genio y el esfuerzo combinados de la
Tierra, exigían para su construcción demasiado tiempo y dinero. Por eso no
existían en número suficiente para que las pequeñas colonias pudiesen disponer
de ellos. Los cruceros hiperespaciales llevaban a los colonos a sus nuevos
mundos y realizaban visitas periódicas, con arreglo a rígidos cuadros de marcha
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pero no podían detenerse o abandonar su ruta para visitar colonias sin escala
prevista Semejante retraso alteraría su horario v produciría confusión e
incertidumbre de incalculables consecuencias para la compleja interdependencia
entre la vieja Tierra y los nuevos mundos fronterizos.
ligeros, eran impulsadas por un pequeño cohete que consumía relativamente poco
combustible. Cada crucero llevaba cuatro EDS; y, al recibirse una petición de
ayuda, el más cercano regresaba al espacio normal el tiempo suficiente para
lanzar una EDS con los suministros o el personal necesarios, volviendo después a
desvanecerse para continuar su ruta.
Fijó la mirada en la estrecha puerta blanca. Allí dentro, otro hombre vivía y
respiraba, mientras iba ganando confianza en que el descubrimiento de su
presencia sería ya demasiado tardío para que el piloto pudiese alterar la situación.
Demasiado tarde... Sí; para el hombre allí oculto era mucho más tarde de lo que
pensaba, y aun de lo que se atrevería a creer.
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la masa de nave y carga y el previo período de deceleración, las imperceptibles
cantidades de combustible harían notar su falta; la EDS consumiría sus últimas
gotas con un borbotón y entraría en barrene. Nave, piloto y polizón se fundirían al
impacto, convirtiéndose en una masa de metal y plástico, carne y sangre,
profundamente hundida en el suelo. El polizón había firmado su sentencia de
muerte al ocultarse en la nave; no podía permitírsele que arrastrase consigo a
otras siete personas.
Volvió a mirar la manecilla delatora y se levantó. Lo que había que hacer sería
desagradable para ambos; cuanto más pronto terminase, mejor. Cruzó la cabina
de control hasta llegar junto a la puertecilla blanca.
- ¡Salga!
Su orden resonó ronca y abrupta por encima del rumor de la nave. Le pareció
escuchar el susurro de un movimiento furtivo dentro de la pequeña cámara.
Después, nada. Se imaginaba al polizón acurrucándose aún más en lo oscuro, de
pronto, preocupado por las consecuencias de su acto y ya sin rastro de
tranquilidad.
Oyó al polizón moverse para obedecer y esperó con los ojos fijos en la puerta y la
mano junto a la pistola de onda explosiva pendiente a su costado.
Se quedó mirándola sin hablar, mientras su mano se alejaba del arma y trataba de
encajar lo que le llegaba como un fuerte e inesperado golpe físico. El polizón no
era un hombre, sino una chica de menos de veinte años, plantada ante él sobre
unas blancas sandalias de las llamadas «de gitana». Apenas le llegaba al hombro.
Su pelo moreno y rizado exhalaba un dulce aroma, y mantenía la cara sonriente y
ligeramente levantada, mientras los ojos, sin sombra de miedo ni sospecha, se
clavaban en los suyos en espera de una respuesta.
¿Y ahora qué?
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Volvió al asiento de pilotaje y le indicó por señas que se sentase a su lado, sobre
la protección en forma de cajón que encerraba los dispositivos de control de
marcha. Obedeció, mientras el silencio que él guardaba hacía que su sonrisa se
trocase en la expresión dócil y apesadumbrada del cachorrillo cogido en falta y
que sabe será castigado.
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- ¿Cómo se llama?
- Cross. Gerry Cross... Está en el «grupo Dos ». Así decía su dirección. ¿Le
conoce?
Õ_ _El «Grupo Uno» era el que había podido el suero; d «Dos» estaba a unas
ocho mil millas del primero, en la otra orilla del mar Occidental.
Le dijo la verdad.
Volvió a sonreírle.
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¿Por qué no era un hombre con algún oculto designio? Un fugitivo de la justicia,
que esperaba perderse sin dejar rastro en un nuevo mundo; un aventurero en
busca de transporte hasta las lejanas colonias, nuevo vellocino de oro para los de
su especie; un loco con intenciones...
Cualquier piloto de EDS podía hallar una vez en la vida a semejante polizón en su
nave; hombres torcidos, bajos, egoístas, brutales, peligrosos... pero nunca una
sonriente muchacha de ojos azules, dispuesta a pagar una multa y a trabajar a
cambio de su manutención para poder ver a su hermano.
sentía incapaz, hasta que hubiese agotado esta sola y vana esperanza, de
arrojarla a la esclusa de aire como lo haría con un animal... o con un hombre.
Entretanto, la demora no sería peligrosa, con la EDS decelerando a sólo una
fracción de la gravedad. Sonó una voz en el transmisor.
Hubo una vaga confusión de ruidos mientras la petición seguía los conductos
reglamentarios. La muchacha le observaba, ya sin sonrisas.
- ¿Van a venir a buscarme? - volvió ella a preguntar -. ¿Al fin me quedaré sin ver a
mi hermano?
- ¿Barton?
- Un polizón.
- ¿Un polizón?
-La cosa no es muy corriente, pero... ¿por qué una llamada de emergencia? Lo ha
descubierto a tiempo para evitar el peligro y supongo que habrá informado a los
archivos de la nave para que se pueda notificar a sus parientes más cercanos.
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- Por eso he querido llamarle antes. El polizón sigue a bordo y las circunstancias
son tan especiales...
- ¿Cómo?
- Ya.
- ¿Qué quiso decir con acabar con este asunto? Arrojarme al espacio... acabar
con este asunto... ¿Qué quería decir? No será lo que parece... No puede ser.
¿Qué quería decir?
Le quedaba muy poco tiempo para que el consuelo de una mentira fuese algo más
que un cruel engaño.
-¡No!
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Se apartó de él como si la hubiese golpeado, con una mano medio levantada
como para resguardarse y en sus ojos una obstinada negativa a creer.
-Lo siento.
- Debía habérselo dicho antes..., pero tenía que hacer primero lo único posible:
llamar al Stardust. Ya oyó lo que dijo el comandante.
-Lo se.
-¿Lo... sabe?
Se apoyó en la pared, menuda y floja como una muñeca de trapo y sin rastro ya
de protesta ni incredulidad.
- Lo siento - repitió él -. Nunca sabrá cuánto lo siento. Tiene que ser así y no hay
fuerza humana en el universo capaz de cambiarlo.
- EDS.
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El transmisor sonó brusco y metálico.
Abandonó su asiento para acercarse. Ella se aferró al borde del asiento, su cara
levantada blanca bajo el pelo castaño y el rojo de los labios destacando como el
sangriento arco de un Cupido.
- ¿Ahora?
Ella soltó el borde del asiento y recorrió con dedos temblorosos y torpes la cadena
que sujetaba el disco de plástico a su cuello. Si se inclinó y abrió el enganche,
volviendo con el disco a su asiento.
- Sí.
- ¿Y la hora de la ejecución?
- ¿Más tarde? Esto va contra las normas. La hora de la muerte del sujeto ha de
ser facilitada antes...
Hubo un silencio breve, casi una sacudida, y después Archivos dijo, en tono
sumiso:
- Perdón. Continúe.
Número T8374 raya Y54. Nombre: Marilyn Lee Cross. Sexo: Hembra. Fecha de
nacimiento: 7 de julio de 2160. ¡Sólo dieciocho años! Altura: 1,60. Peso: 55. Un
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peso tan leve, y, sin embargo, suficiente para sumarse fatalmente a la ¡masa de la
burbuja de fino cascarón que era una EDS. Pelo: castaño. Ojos: azules.
Complexión: ligera. Tipo sanguíneo: O. Datos triviales. Destino: Port City, Mimir.
Dato nulo...
Acabó y dijo:
- Esperan que usted me mate, ¿no es cierto? ¿Quieren que muera? ¿Usted y
todos los del crucero desean mi muerte?
- Todos quieren que muera cuando yo no he hecho nada. No hice daño a nadie...
Sólo quería ver a mi hermano.
-No es lo que usted piensa... Nada de eso. Nadie lo desea ni lo permitiría si fuese
humanamente posible evitarlo.
- Esta nave lleva suero contra la fiebre kala al «Grupo Uno» de Woden. Su
provisión fue destruida por un tornado. El «Grupo Dos», el equipo al que
pertenece su hermano, está a ocho mil millas de allí, al otro lado del mar
Occidental, y sus helicópteros no pueden cruzarlo para auxiliar al primer grupo. La
fiebre es siempre mortal, a menos que se consiga el suero a tiempo, y los seis
hombres del «Grupo Uno» morirán si la nave no llega allí en el tiempo previsto.
Estas pequeñas naves llevan combustible apenas suficiente para alcanzar su
destino, y si usted permanece a bordo, el aumento de peso hará que lo consuma
antes de tocar el suelo. Entonces se estrellará, y usted y yo moriremos, igual que
los seis hombres que esperan por el suero.
- Sí.
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-Así es.
- Nadie.
- A todos les gustaría ayudarla, pero nadie puede hacer nada. Yo hice lo único que
podía cuando llamé al Stardust.
- Y ellos no volverán... Pero puede haber otros cruceros... ¿No existe ninguna
esperanza de que pueda haber alguien en alguna parte, alguien que pueda hacer
algo por mí?
-No.
La palabra fue como un chorro de agua fría; y ella volvió a apoyarse en la pared,
mientras la esperanza y la ansiedad abandonaban su rostro.
Ella dejó resbalar la mirada hasta su regazo y empezó a retorcer entre los dedos
un
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factor que los calculadores no habían tenido presente cuando determinaron la
cantidad de combustible que debía llevar la EDS. La muchacha tendría que
desaparecer al comenzar la deceleración; no podría ser de otro modo. ¿Cuándo
sería esto? ¿Cuánto tiempo podía permitirle quedarse?
Se estremeció ante aquellas palabras, que eran como un eco de sus propios
pensamientos. ¿Cuánto tiempo? No lo sabia; tendría que preguntárselo a los
calculadores del crucero. A cada EDS se le concedía un mezquino plus de
carburante para compensar las posibles condiciones desfavorables de la
atmósfera, y en las actuales el consumo era relativamente bajo. La memoria de los
calculadores contendría aún todos los datos concernientes al envío de la EDS,
datos que no serían borrados hasta que alcanzase su destino. Sólo tenía que
proporcionar a las máquinas los nuevos datos:
0,10.
- Barton.
La voz del comandante Delhart surgió abruptamente del transmisor cuando abría
la boca para llamar al Stardust.
Era contrario a las normas que un piloto de EDS introdujese cambios en la ruta o
el grado de deceleración que los calculadores le habían fijado, pero el comandante
no habló de esa transgresión, ni preguntó a qué razones obedecía. Tampoco lo
necesitaba. No habría llegado a comandante de un crucero interestelar sin reunir
tanta inteligencia como conocimiento de la naturaleza humana. Se limitó a decir:
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factores serían introducidos en la boca de acero del primer cuerpo y los impulsos
eléctricos recorrerían los complejos circuitos. Aquí o allá, se oiría el chasquido de
un relé, giraría una pequeña rueda dentada... Pero serían esencialmente los
impulsos eléctricos los que hallarían la respuesta; invisibles, sin forma ni espíritu,
determinarían con absoluta precisión cuánto tiempo podía vivir aún la pálida
muchacha que tenía a su lado. Después, cinco pequeños segmentos metálicos del
segundo cuerpo caerían en rápida sucesión sobre una cinta entintada, y una
segunda boca de acero escupiría la tira de papel portadora de la respuesta. El
cronómetro del cuadro de control señalaba las dieciocho diez cuando volvió a
hablar el comandante.
Él afirmó con la cabeza, y ella volvió a dejar sus ojos resbalar hasta el regazo.
Concluyó el técnico, y él dio por terminada la comunicación con una breve frase de
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- ¿Lo ha entendido? Nadie permitiría que esto ocurriese si pudiera evitarlo.
- Comprendo.
Había vuelto un leve color a su rostro y los labios no destacaban ya con el mismo
vigor.
Había violado una ley humana que decía PROHIBIDA LA ENTRADA, pero la pena
no era obra ni deseo de los hombres, sino un castigo que ellos no podían revocar.
Una ley física había decretado: Una cantidad h de combustible impulsará a una
EDS con una masa m hasta su destino; y una segunda ley física afirmaba: Una
cantidad h de combustible no bastará a impulsar una EDS con una masa m más x
hasta su destino.
Las EDS obedecían tan sólo a leyes físicas, y toda la simpatía humana era
insuficiente para alterar esa segunda.
- Pero tengo miedo. No quiero morir... ahora. Quiero vivir y nadie hace nada por
ayudarme; me dejan seguir como si nada fuese a ocurrirme. Voy a morir y a nadie
le importa.
- dijo ella, como si no hubiese escuchado sus palabras -. Pero tener que morir por
eso... y sólo yo...
¡Qué difícil debía serle aceptar el hecho! Nunca se había hallado en peligro de
muerte; no había conocido los lugares donde la vida de los hombres podía ser tan
frágil y efímera como la espuma que bate contra el acantilado. Pertenecía a la
dulce Tierra,
a aquella segura y pacifica sociedad donde pudo ser joven, alegre y reidora entre
sus iguales; donde la vida era algo precioso y bien guardado y existía casi siempre
la seguridad del mañana. Era una criatura de dulces brisas y sol cálido, de música,
luz de luna y graciosos modales; no de la dura y desierta frontera.
- ¿Cómo pudo ocurrirme con tan terrible rapidez? Hace una hora yo estaba en el
Stardust, camino de Mimir. Ahora, el Stardust prosigue sin mi, y yo voy a morir y
nunca volveré a ver a Gerry ni a mis padres...; no volveré a ver a nadie.
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Él vacilaba, preguntándose cómo podría explicárselo de modo que llegase a
comprender realmente y no se sintiese víctima de una injusticia irrazonable y
cruel. Ella ignoraba lo que era la frontera; pensaba en términos de la segura y
tranquila Tierra. En la Tierra, las chicas guapas no eran arrojadas al espacio; la ley
lo prohibía. En la Tierra, su aventura hubiese llenado los periódicos, y una blanca
y rápida nave de patrulla hubiese volado a su rescate. Todo el mundo habría oído
hablar de Marilyn Lee Cross y no se hubiese ahorrado ningún esfuerzo para salvar
su vida. Pero esto no era la Tierra, y no existían naves patrulleras; sólo el Stardust
dejándolos atrás a muchas veces la velocidad de la luz. No había nadie para
ayudarla, como no habría Marilyn Lee Cross sonriendo mañana desde las frescas
páginas. Marilyn Lee Cross no sería más que un punzante recuerdo para un piloto
de EDS y un nombre sobre una cartulina gris en los Archivos del crucero.
- Mimir es un lugar seguro, pero usted abandonó el crucero que la llevaba allí.
- Era todo tan maravilloso al principio... Había sitio de sobra para mi en esta nave
e iba a ver a Gerry tan pronto... No sabia nada del combustible. Ignoraba lo que
podía ocurrirme...
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todavía visible. Había una delgada línea de sombra a lo largo del borde derecho
del globo, y en ella iba desapareciendo el continente a medida que el planeta
giraba sobre su eje. Una hora antes, aún era totalmente visible; ahora, mil millas
de él se habían ya sumergido en el helado borde sombrío, girando hacia la noche
que descansaba sobre el otro costado del mundo. La mancha azul oscuro del lago
del Loto se aproximaba a la sombra. Era en algún lugar cercano a la orilla
meridional del lago donde el «Grupo Dos» tenía su campamento. Pronto sería allí
de noche; y a poco de anochecer, la rotación de Woden sobre su eje pondría al
segundo equipo fuera del alcance de la radio de la nave.
Tendría que decírselo antes de que fuese demasiado tarde para que hablase con
su hermano. Por una parte, sería mejor para ambos no hacerlo; pero no le
correspondía a él decidirlo. Para ellos, las últimas palabras serían como un amado
tesoro; algo hiriente como la hoja de un cuchillo, pero infinitamente precioso de
recordar; ella durante sus breves momentos de vida; él, para el resto de su
existencia.
-La orilla del continente Occidental era ya visible a lo largo de la parte izquierda del
mundo. A cuatro mil millas enfrente estaban las playas del mar Occidental y el
campamento del « Grupo Uno». Fue en el mar Occidental donde se originó el
tornado que cayó con furia sobre el campamento, destruyendo la mitad de sus
construcciones prefabricadas, incluida la que guardaba el material sanitario. Dos
días antes, no había ni señal del fenómeno; tan sólo grandes y suaves masas de
aire desplazándose sobre el tranquilo mar Occidental. El «Grupo Uno» había
salido a su trabajo rutinario, inconsciente del agrupamiento de las masas de aire
en alta mar, como de la fuerza que tal unión iba a desencadenar. Había caído
sobre el campamento sin aviso, como una tonante, rugiendo destrucción capaz de
aniquilar cuanto hallaba a su paso. Su paso dejó un rastro de ruinas. Destruyó la
labor de meses y condenó a seis hombres a la muerte. Después, como si su tarea
estuviese cumplida, empezó a disolverse de nuevo en suaves masas de aire.
Pero, con todos sus terribles efectos, había destruido sin malicia ni intención. Era
una fuerza ciega e insensata, obediente a las leyes de la Naturaleza, y que
hubiese seguido la misma ruta con análoga furia de no haber existido los hombres.
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de una hoja y el solemne girar de un sistema estelar binario. El proceso de
conversión nuclear impulsaba a los cruceros que llevaban a los hombres a a ls
estrellas; el mismo proceso, bajo la forma de una nova, destruiría un mundo con
igual eficacia. Las leyes eran y el universo se movía obedeciéndolas. A lo largo de
la frontera formaban en orden de batalla todas las fuerzas de la Naturaleza, y a
veces destruían a quienes se abrían camino desde la Tierra. Los hombres de la
frontera habían aprendido hacía largo tiempo la amarga inutilidad de maldecir a las
fuerzas capaces de destruirlos, porque esas fuerzas eran ciegas y sordas; la
inutilidad de mirar a los cielos en demanda de ayuda, porque las estrellas de la
Galaxia seguirían su inacabable giro de doscientos millones de años, tan
inexorablemente controladas como ellos por
- ¿Podría escribir una carta? Quiero escribir a mis padres, y me gustaría hablar
con Gerry. ¿Podría hacerlo por su radio?
- Trataré de encontrarle.
- ¿Gerry? Salió con otros dos esta mañana en el helicóptero y no han vuelto. Pero
falta poco para oscurecer y creo que estarán aquí en seguida... antes de una hora.
- Sí... muy importante. Cuando llegue, haga que se ponga al habla lo más pronto
posible.
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- No. Creo que eso es todo. Tráigalo en cuanto pueda y llámeme.
- Será mejor que escriba también a Gerrv - dijo ella mientras los tomaba
cuánto les quería, y que no sintiesen pena, que sólo se trataba de algo que a
todos ha de ocurrirnos algún día, y que no estaba asustada. Esto último una
mentira, como no sería difícil leer entre las líneas vacilantes y desiguales; una
valiente y leve mentira que les haría la herida aún más dolorosa.
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cita antes de que ella hubiese terminado. A las dieciocho cuarenta y cinco, la
dobló como había hecho con la primera y escribió sobre ella nombre y dirección.
- No saldrán hasta que pase el próximo crucero, y para entonces el Stardust les
habrá dado la noticia hace mucho tiempo, supongo.
- Esto les quita importancia, en cierto modo; pero aun así, son muy importantes...
para ellos y para mí.
- Parece que va cada vez más de prisa. Él no dijo nada, incapaz de pensar en algo
que decir; y ella preguntó:
- Espero que llegue a tiempo. Me siento enferma y asustada, y quiero volver a oír
su voz. Quizás entonces no me encuentre tan snia. Soy cobarde y no puedo
evitarlo.
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estaban allí papá y mamá, y los amigos... Tenía muchos amigos. Me dieron una
fiesta de despedida la víspera de mi viaje.
- ¿Le pasa igual a Gerry? Quiero decir, sí cometiese un error, ¿tendría que morir
por ello, completamente solo y sin nadie para ayudarle?
-Ocurre igual en toda la frontera; y seguirá ocurriendo mientras sea tal frontera.
- Gerry no nos lo dijo nunca. Decía que el sueldo era bueno y mandaba
continuamente dinero, porque la tiendecilla de papá apenas daba para vivir; pero
nunca nos dijo lo que pasaba.
- Bueno... sí... algo dijo, pero no lo entendimos. Siempre pensé que el peligro a lo
largo de la frontera era algo muy divertido; una aventura emocionante, como en
las funciones de 3-D.
-No, no se puede...
La mirada de ella fue del cronómetro a la puerta de la esclusa de aire, para volver
al bloc y el lápiz que aún conservaba. Cambió ligeramente de postura para
dejarlos sobre
el banco, a su lado. Por vez primera advirtió él que no llevaba sandalias gitanas de
Las Vegas, sino simples imitaciones baratas. El preciado cuero vegano era una
especie de plástico granuloso; la hebilla de plata, hierro cromado; las piedras,
cristales de colores. La tiendecilla de papá apenas daba para vivir... Sin duda dejó
el college en segundo año para hacer el curso de idiomas que le permitiría
independizarse, mientras ayudaba a su hermano a mantener a sus padres
ganando algún dinero en pequeños trabajos después de las clases. Su equipaje
del Stardust le sería devuelto a los padres. No tendría gran valor ni ocuparía
mucho espacio en el viaje de regreso.
-¿No...?
- ¿No hace frío aquí? - preguntó al fin, casi disculpándose -. ¿No siente frío?
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- Pues...
- Ojalá Gerry regrese antes de que sea demasiado tarde. ¿Lo cree usted
realmente o lo dijo para consolarme?
-Entonces...
- Acaso no deba esperar más. Quizá soy egoísta... y sería mejor para Gerrv que
ustedes se lo dijesen más tarde.
- Pero el sitio donde se encuentra está ya casi en la oscuridad. Tiene toda una
larga noche por delante, y mis padres no saben todavía que no volveré como les
prometí. He causado un gran dolor a todos los que quiero. Pero fue sin querer...
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- La culpa no es suya. Lo sabrán y comprenderán.
- Al principio tenía tanto miedo a morir que me sentía cobarde y sólo pensaba en
mí misma. Ahora veo lo egoísta que era. Lo terrible de morir así no es acabar, sino
que no volveré a verlos; que nunca podré decirles que lo eran todo para mí; que
sabía sus sacrificios para que fuese más feliz, tantas cosas como hicieron por mí y
que les quería mucho más de lo que nunca les dije. Nunca les hablé de esto. Son
cosas que nunca se dicen cuando se es joven y se tiene toda la vida por delante...
Se teme parecer sentimental y ridículo. Pero es tan diferente cuando uno ha de
morir... Se desea haberlo dicho cuando aún era tiempo, se quiere decirles cuánto
se arrepiente uno de todas las pequeñas maldades que les hizo o les dijo. Uno
desearía decirles que nunca fue su intención hacerles sufrir, y que sólo deben
recordar que siempre les quiso mucho más de lo que hacían suponer sus
palabras.
- Recuerdo todo lo que han hecho por mi, y son las pequeñas cosas las que ahora
me parecen más importantes. Como Gerrv... Me mandó un brazalete de rubíes
cuando cumplí dieciséis años. Era precioso. Debió costarle la paga de un mes. Sin
embargo, le recuerdo más por lo que hizo la noche que atropellaron a mi gatito en
la calle. Yo tenía sólo seis años, y me cogió en brazos, me secó las lágrimas y me
dijo que no llorase, que «Flossy» sólo se había marchado un momento, a
comprarse un nuevo abrigo de pieles, y estaría al día siguiente a los pies de mi
cama. Le creí; y dejé de llorar y me fui a dormir soñando con la vuelta de mi gato.
Al despertarme a la mañana siguiente, allí estaba «Flossy», a los pies de la cama,
con un nuevo abrigo de piel blanca, exactamente como me había dicho que iba a
ser. Sólo al cabo de mucho tiempo me dijo mamá que Gerry había sacado de la
cama al dueño de la tienda de animales
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-Lo harán.
- ¡Ojalá!...
Tragó saliva.
- Usted es algo suyo, su hija y su hermana. Nunca podrán pensar en usted más
que como usted quiere que piensen; con el aspecto que tenía la última vez que la
vieron.
- Sigo asustada. No puedo evitarlo, pero no quiero que Gerry lo note. Si vuelve a
tiempo, haré como si no sintiese el menor mi edo...
- ¡Gerry!
Se puso en pie.
- Es Gerry.
- 6Gerry Cross?
- Sí - respondió una voz que denotaba cierta tensión -. ¿Cuáles son esas malas
noticias?
- Quería verte...
- ¡Marilyn!
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- ¿Que estás haciendo en esa EDS?
- ¡Marilyn!
-Yo... No es...
- No, Gerry... Sólo quería verte. No quise hacerte sufrir. Por favor, Gerry, no
creas...
- No llores, Marilyn.
Su voz se había hecho grave e infinitamente dulce, sin que dejase transparentar la
pena.
-Yo... -le temblaba el labio inferior y se lo mordió -. No quería apenarte así... Sólo
que nos dijésemos adiós, porque tengo que dejar la nave dentro de un minuto.
-Claro... claro..., tiene que ser así, hermanita. Te hablé en ese tono sin querer.
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- Llamé al Stardust hace casi una hora. No pueden regresar, no hay más cruceros
en un radio de cuarenta años luz y no tengo bastante combustible.
- ¿Está seguro de que los calculadores tenían los datos correctos? ¿Se ha
asegurado de todo?
- Sí... ¿Cree que podría permitir esto si no estuviese seguro? Hice cuanto pude. Si
hubiese algo que aún pudiese hacer, al momento lo haría.
- Empiezo a oírte mal, Gerry. Estás saliendo del alcance. Quería decirte..., pero
ahora no puedo. Debemos despedirnos tan pronto... Pero quizá vuelva a verte.
Quizá vuelva a ti en sueños, con mis trenzas, llorando porque el gatito está muerto
en mis brazos; acaso sea la caricia de una brisa que te susurra al pasar, o una de
aquellas alondras de alas doradas de que me hablabas, que volverá hacia ti su
cabeza al cantan Quizás, a veces, no sea nada que puedas ver, pero sabrás que
estoy junto a ti. Piensa en mí así, Gerry; siempre así, y no... del otro modo.
-Adiós, Gerry.
Débiles e inefablemente punzantes y tiernas, las últimas palabras, brotaron del frío
metal del transmisor.
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- Adiós, hermanita...
En la pausa que siguió, ella se sentó inmóvil, como escuchando el eco moribundo
de las palabras. Después se apartó del transmisor hacia la esclusa de aire, y él tiró
hacia abajo de la palanca negra que tenia al lado. La puerta interior de la esclusa
se abrió con suave deslizar, para descubrir la desnuda celdilla que la esperaba, y
ella se dirigió allí.
Andaba con la cabeza erguida y los rizos castaños acariciando sus hombros, con
las blancas sandalias pisando tan segura y firmemente como permitía la gravedad
fraccional y las doradas hebillas titilando con pequeñas llamaradas de azul, rojo y
cristal. El la dejó ir sin hacer ningún movimiento para ayudarla, sabiendo que no lo
deseaba. Penetró en la esclusa y se volvió para darle
-Estoy dispuesta.
El empujó la palanca hacia arriba y la puerta alzó su rápida barrera entre ellos,
encerrando en una negra y completa oscuridad los últimos momentos de su vida.
Hubo un ruido metálico al encajar la pared en su marco, y él echó hacia abajo la
palanca roja. Se produjo un ligero balanceo en la nave cuando el aire brotó de la
esclusa, una vibración de la pared como si algo hubiese golpeado al pasar la
puerta exterior. Volvió a alzar la palanca roja para cerrar la puerta sobre la vacía
esclusa de aire, giró sobre sí mismo y se alejó, para volver al asiento de pilotaje
con los lentos pasos de un hombre viejo y cansado.
Aún no era tiempo de reanudar la deceleración, y esperó mientras la nave caía sin
fin, arrastrándole entre el suave rumor de sus impulsores. Vio que la blanca aguja
del control de temperatura de la cabina de almacenaje descansaba en el cero.
Una fría ecuación había hallado su equilibrio, y ya estaba solo en la nave. Algo
informe y horrible huía ante él, camino de Woden, donde su hermano esperaba en
la noche; pero la vacía nave vivía todavía un instante con la presencia de la
muchacha que ignoraba las fuerzas capaces de matar sin odio ni malicia. Le
parecía verla aún sentada junto a él sobre la caja de metal, menuda y asustada, y
sus palabras tenían un eco fantasmal en el vacío que había dejado tras de sí:
FIN
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