Misticismo Judio.
Misticismo Judio.
Misticismo Judio.
Sin embargo, los escritos sagrados que contenían la Torah hablaban de Dios, de la
creación, del universo, del hombre, del pecado y de otras muchas cosas que sin
duda incitaban a las mentes más despiertas del judaísmo profundizar en el
entendimiento y explicación del contenido de la propia fe judaica. Estas mentes
despiertas, además, eran cultas y estaban abiertas al conocimiento de otras
corrientes del pensamiento de su época: la filosofía griega, el pensamiento y la
mística cristiana e incluso la mística sufí propia de las comunidades islámicas bien
porque en ellas se habían integrado muchos judíos de la diáspora, bien porque
Palestina formaba parte del escenario geográfico en que se extendió la cultura
islámica.
Por otra parte, tanto en la cultura griega como en la cristiana o islámica existían
grupos esotéricos que ofrecían ejemplo de lo que cabía hacer para mantener el
aislamiento y el enriquecimiento personal. Pero el esoterismo llevó pronto a la
conciencia de superioridad y de poseer las claves de acceso a la verdad del
universo y de lo divino. Los iniciados eran instruidos en las claves secretas que
permitían incluso acceder a mensajes cifrados de la Biblia que mostraban la verdad
de las afirmaciones del grupo. Se pudo caer también en “profetismo” y en
“mesianismo” atribuido a protagonismos singulares dentro de esta tradición
mística (como se ve en parte en la misma biografía del cabalista Luria, al que más
adelante nos referiremos, en el siglo XVII).
A nuestro entender, lo que llama la atención del observador no judío (por ejemplo,
cristiano) en el pensamiento de la kabala es su visión de Dios, del universo y del
proceso creador, de la vida y del ser humano, y, al mismo tiempo, de la
espiritualidad a que conduce esa manera de entender la realidad. El interés no
está en los esoterismos, en la criptografía lingüística de las Escrituras Sagradas o
en ciertos rituales cuasi mágicos o supersticiosos que pudieran haberse adherido
en tiempos históricos muy distintos del nuestro (rituales mágicos y supersticiones
que, por otra parte, están presentes también en todas las religiones, y sin duda en
el cristianismo y el islamismo).
Para Sefer yatzira la creación es obra del Dios de Israel. Se ha originado en el nivel
espiritual de Dios pero ha producido el mundo material concreto. El mensaje que
quiere comunicarse en la concepción de la creación es que el mundo procede de
Dios, el hombre está en el mundo, pero permanece unido a Dios a través del
mundo. El proceso creador que une el mundo con Dios está descrito por medio de
números y letras a los que se atribuye no sólo valor simbólico sino también ser
expresión de distintas virtualidades ontológicas (o sea, efectos en la producción
del mundo y su modo de ser real). El primer factor cosmológico es el espíritu de
Dios (ruah), siendo el aire, el agua y el fuego los otros factores que comienzan a
dar forma al universo que se crea en las cuatro dimensiones espaciales (arriba,
abajo, y los cuatro puntos cardinales), siendo en total diez factores cosmológicos
en conjunto (Sefirot).
La gran cuestión siguió siendo, para la escuela de Gerona, cómo entender que la
unidad primordial divina produce un universo que, siendo distinto de Dios, forma
sin embargo una unidad ontológica con la misma divinidad. La kabala de Gerona
fue consciente de que su visión era una expresión de la fe: era una forma de
entender que hiciera verosímil y entendible la fe judía en un Dios creador. Los
motivos fundamentales fueron: la idea de Dios trascendente, la idea del mundo, la
idea de la unidad Dios-mundo, y la idea de la vuelta final de todo hacia Dios por la
mística de una unión con el mundo que desemboca en la divinidad.
También del sur de Europa, relacionado con Isaac el Ciego y la Escuela de Gerona,
es el tratado titulado Sefer ha-Iyyum o “Libro de la Especulación”, de autores
anónimos y de oscuros orígenes. Tiene interés especial porque vuelven a surgir los
temas del Sefirot y, sobre todo, porque aparece un uso del simbolismo de la luz
para explicar la forma en que se produce la creación del mundo desde la Divinidad.
Este simbolismo de la luz, como veremos, es la gran aportación de la kabala
luriánica en el siglo XVI.
Bástenos decir, sin embargo, que la cosmología moderna contempla la génesis del
universo en la radiación primordial producida en el Big Bang. Al enfriarse la energía
se produce el nacimiento de las partículas como un “encapsulamiento” que hace
nacer la diferenciación. La aparición de la materia fermiónica como una estructura
de partículas diferenciadas produce el mundo de objetos individuales en el
espacio-tiempo.
Sin embargo, en los seres vivos se abren sistemas de interacción con ámbitos o
campos de materia bosónica, donde se siente la unidad del universo y se apunta a
la unidad final. El avance del pensamiento holístico en la física y su conexión con
las hipótesis actuales para explicar la conciencia y la evolución biológica, abren
ciertamente perspectivas en que las avanzadas imágenes alegóricas de Luria en el
siglo XVI resuenan con una fuerza especial.
Como dicen los mismos cabalistas, estas ideas contribuyen al patrimonio universal
de las religiones. Creemos que así es. Conocerlas –en su dimensión histórica y en
la discusión científica actual– es hoy un elemento de cultura importante para la
reflexión sobre las grandes cuestiones metafísicas, científicas y religiosas.