Manejo de La Disciplina y Las Pataletas

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 9

Dirección: Avenida Perimetral. C.C. Luvemol, entrada de Lecumberry, planta alta.

Local 5, sector Lecumberry,


Cúa, Edo. Miranda. Tlf: 0412-6034911.

Manejo de la disciplina y las pataletas en los niños

Los límites y las normas son necesarios para crecer. Sin disciplina es muy difícil
socializarse bien y madurar.

Es importante introducir estos límites poco a poco y hacerlo en su justo momento. Una de
las labores más difíciles de los padres es, de hecho, saber cuándo ha llegado el momento
de decir 'no' a sus hijos.

Piensa que obras en el interés de tus hijos.

Poner límites y normas a los hijos es una tarea muy poco agradecida. Al fin y al cabo se
trata de negarle cosas a tus pequeños. Por esta razón debes tener siempre claro que
estás actuando en su beneficio. Tienes que ser constante y tener mucha paciencia.

No improvises, piensa bien las normas que quieres poner en casa.

Cuando se trata de poner normas a tus hijos no es bueno improvisar. Ten un esquema
preparado y cíñete a él. Tus pequeños aprenderán los límites de forma más rápida.

También es importante que consensues las reglas con los otros adultos de la casa. No es
bueno que un padre le diga una cosa a su hijo y su madre otra distinta.

Cuanto más concreto seas, mejor.

No fijes normas o límites poco claros. Cuanto más concreto seas, mejor de esta forma tus
hijos sabrán qué es exactamente lo que tienen que cumplir.

¿Por qué es necesario poner límites y establecer reglas?

Los niños necesitan ser guiados por los adultos para que aprendan cómo realizar lo que
desean de la manera más adecuada.
Es fundamental establecer reglas para fortalecer conductas y lograr su crecimiento
personal.

Los límites deben basarse en las necesidades de los niños.

Lo que se limita es la conducta, no los sentimientos que la acompañan. A un niño se le


puede solicitar que no haga alguna cosa, pero nunca se le puede pedir que no sienta
algo o impedirle una emoción o sentimiento.

Los límites deben fijarse de manera que no afecten el respeto y la autoestima del niño.
Se trata de poner límites sin que el niño se sienta humillado, ridiculizado o ignorado.

Señale la situación problemática empleando pocas palabras. Los sermones son poco
efectivos y alteran a las personas.

Evite calificar al niño, solamente señale el problema. Sea firme, pero tranquilo.

¿Qué podemos hacer para poner límites?

Dedique el tiempo suficiente. Si uno está mal para enfrentar el día, si no se lleva bien
con otros miembros de la familia, si se siente presionado o si tiene temor por el día que
se avecina, los niños sentirán esta tensión.

Cuando no se respetan los límites, debe traer consecuencias. Las cuales deben ser
proporcionales, directas y, en la medida de lo posible inmediatas a la situación que las
provoca. Las consecuencias deben ser adecuadas a la situación. Esto es, que guarden
una relación natural o lógica con la conducta en cuestión.

Las reglas deben establecerse de común acuerdo entre padres e hijos, deben ser el
producto de la discusión y el entendimiento.

Es más fácil establecer disciplina cuando la persona responsable de los niños


realmente se siente satisfecha de estar a cargo del niño, cuando disfruta al compartir
con ellos y cuando es capaz de respetar la necesidad de seguridad de ellos. La
disciplina da buenos resultados cuando los adultos son firmes, observadores y
afectuosos, nunca si estos se muestran superficiales. La disciplina debe ser firme pero
nunca grosera, respetuosa y no hiriente, o sea debe controlar pero nunca lastimar al
niño.

No queremos que los niños crean que porque deseamos ser sus amigos, ellos podrán
hacer lo que deseen. No queremos tampoco que nos tengan miedo. El mundo necesita
gente que tenga valentía y coraje y que sea original, no gente tímida.

La disciplina depende en gran parte de las habilidades y de las conductas de los adultos,
como también de la capacidad para combinar el afecto y el control. Esto es difícil, pues
exige mucho de nosotros mismos. La buena disciplina no es solamente castigar o lograr
que las reglas se cumplan, implica también que nos gusten los niños y que ellos se
sientan aceptados y queridos por nosotros. El proveerles de reglas claras y apropiadas
es sólo para su protección.
Nuestra conducta y actitudes afectan la conducta de nuestros hijos. Es posible que los
niños se sientan bien, pero empiezan a portarse mal si se les dirige masivamente, o se
les grita, en lugar de tratarlos como seres humanos. Los niños imitan la conducta de los
adultos y si el adulto es grosero, estos también lo serán.

La disciplina no es sólo una palabra, una técnica o un conjunto de reglas. Se requiere


combinar el afecto con el control; además el planear y el organizar muy bien el espacio,
como también distribuir el tiempo disponible. El manejo de los niños debe ser gentil pero
con autoridad, ofreciéndoles siempre dirección y conductas apropiadas para imitar. Los
niños necesitan adultos que tengan autocontrol y en quienes ellos puedan confiar.

Además, debemos recordar que el tono de voz, el uso de las manos, los gestos y las
acciones pueden contribuir a controlar problemas. Las palabras del adulto también
pueden ayudar al niño a comprender sus sentimientos y los de otros.

Poner límites claros y adecuados a la capacidad del niño:

El grado de autocontrol que tienen los niños depende, en gran medida, de la actitud de los
padres. El autocontrol como la tolerancia al dolor se educa. Todos hemos oído casos de
niño que a muy corta edad han sido operados en tantas ocasiones que cuando sus
padres les dicen que van al hospital cogen su osito y no muestran mayor rechazo. Con la
capacidad para tolerar frustraciones y para auto controlar las expresiones de agrado o
desagrado sucede lo mismo. Un niño puede haber aprendido que cuando papá dice que
no, esa decisión es inamovible, pero también puede saber que se le permitirá gritar,
protestar y tirarse al suelo para mostrar frustración sin que nadie le pare los pies. El
grado de autocontrol y de tolerancia a la frustración está muy relacionado con la
capacidad de la familia para hacer respetar su autoridad. La familia tiene más razones
para saber que debe poner límites claros y que sean adecuados a lo que el niño puede
ofrecer.

Principios básicos para madres y madres que desean educar bien:

1. Nosotros somos los educadores, la escuela o colegio sólo complementan.


2. Educar bien es enseñar a: conocer las propias posibilidades, desear crecer, aceptar
nuestras limitaciones y nuestras virtudes de forma sana, es enseñar a vivir.
3. Educar bien es enseñar a adaptarse a todas las situaciones: buenas o malas.
4. Educar no es proporcionar experiencias buenas y asilarle de las malas. Es ayudarle
a aprender de ellas.
5. Para educar bien no existen recetas, se aprende de experiencias concretas y luego
se generaliza.
6. Educar es una toma de decisiones constante.
7. Nuestras decisiones están muy influidas por cómo hemos sido educados.
8. Ser conscientes de ello ayuda a educar más sensatamente.
9. Educar bien a mi hijo (a), no es compensarle por lo que nosotros no hemos recibido
en nuestra niñez. “Los hijos no nacen con tus carencias ni necesidades, no se las
crees”.
10. Debo ser consciente de lo que me transmitieron cuando me educaron.
11. Debo educar en el presente con perspectiva de futuro.
12. Una mala actuación ahora se paga con creces en el futuro.
13. No debo angustiarme. Si no puedo, busco ayuda.
14. Para educar bien es necesario tener sentido común.
15. Muchas veces necesitamos una visión objetiva desde fuera.
16. No dudes en pedir orientación educativa aunque el problema parezca pequeño.
17. No existen los superpadres, todo el que te comente que su relación con su hijo es
perfecta, puede ser que necesite aparentar o que no quiere ver los problemas.
18. Nada es lo mismo para un hijo que para otro.
19. Educar bien no es buscar las mismas condiciones para todos, sino es dar a cada
hijo lo que necesita. Hacerlo así no es ser injusto, ayuda a los hijos a crecer
aceptando la individualidad de cada uno.
20. Educando voy a cometer errores.
21. No hay error que no se enmiende.
22. Puedo rectificar sin perder la autoridad.
23. No importa lo que sucedió en el pasado, si hay problemas hay que “tomar la
situación de inmediato”.
24. Sé positivo. Dile a tu hijo lo que te gusta y pon un límite a lo que no te gusta.
25. Un niño (a) es una antena parabólica constante. Se entera de todo, lo imita todo. El
niño aprende más de lo que ve, que de lo que decimos.
26. El mayor deseo del niño es controlar el entorno.
27. En el entorno también estamos nosotros. Controlar nuestras reacciones le
fascinará, incluso aunque sea a costa de que nos enfademos con él o ella.
28. El niño necesita libertad conducida.
29. Si nosotros no ponemos límites a su conducta, lo hará él.
30. Nunca debo mentirle. Si le enfrento a aquellas cosas que no le gustan pero que
debe aceptar, le preparo para asumir la realidad.
31. Si le miento lo haré un inmaduro (necesitará que le disfracemos las cosas para
aceptarlas) y un inseguro (si no puedo confiar en mis padres ¿en quién puedo
confiar?
32. Debo explicarle las cosas (casi siempre) y de forma breve.
33. A veces los niños necesitan un “Porque yo lo digo”.
34. Levantar castigos o encubrir los errores sólo es sobreprotección. Las personas sólo
aprendemos de nuestros errores si vivimos las consecuencias de los mismos.
Formamos hijos inmaduros incapaces de enfrentarse a la frustración.
35. El mayor deseo de un niño es que papá y mamá estén pendientes de él.
36. La atención que le prestamos es nuestra mejor arma. Quién sabe cómo y cuándo
prestar atención a su hijo(a) sabe educar.

Recuerde:

Los adultos que conviven con el niño tienen que estar de acuerdo acerca de los límites
que debe tener: qué se le permite y qué se le prohíbe. Hay que ser cuidadoso con el
castigo, porque si éste no se lleva a cabo adecuadamente, el niño no aprenderá lo que es
bueno y malo, no fortalecerá su moral. Tal vez deje de hacer lo que se le censura por
temor, pero no por convicción. Lo importante es que el adulto ejerza su autoridad de
manera que le dé la oportunidad al niño de aprender algo de la experiencia. Ante un
berrinche, por ejemplo, se lo puede ignorar, excluir al pequeño del grupo hasta que se
calme, y explicarle que esas son las consecuencias de su acción. Aprenderá a tener más
cuidado la próxima vez. Se le puede invitar a que participe en la reposición del daño
causado, remendando el libro destruido, el juguete quebrado, el dedo maltratado del
hermano y, por último, es importante afirmar que la censura mediante palabras o gestos
es a menudo insuficiente para que el niño se dé cuenta de que con su acción ha roto el
vínculo de confianza mutua y de solidaridad al hacer algo desagradable a los otros, si
existe una fuerte relación familiar.

Manejo de las emociones:

Los cambios en los niños, para modificar una conducta inadecuada, muchas veces son
lentos y progresivos; por lo cual, se necesita dedicación, paciencia y esfuerzo conjunto de
la familia y la escuela en dicha tarea. Uno de los aspectos más importantes es el que el
adulto debe ser firme y constante en los lineamientos. Tenga paciencia, el niño puede
tener avances y retrocesos en su adaptación.

 Las figuras de autoridad (padres y docentes) deben ponerse de acuerdo en


cómo se manejaran los comportamientos para evitar contradecirse o
desautorizarse frete al niño.
 Refuerce o sancione, según sea el caso, inmediatamente después de ocurrida la
conducta. Si la conducta es adecuada, exprese su reconocimiento a través de
felicitaciones, sonrisas, aplausos, gestos de aprobación o con actividades
agradables al niño. Generalmente los niños en edad preescolar e inicio de la
escolar, les cuestas postergar la gratificación y manejarse en función del tiempo, y
por tanto, no es adecuado mostrarles los premios que se va a ganar si se porta
bien al final de una mañana, simplemente es mejor reforzarlo una vez efectuada
una acción positiva.
 Las felicitaciones deben ser específicas, explicando brevemente que fue lo que
hizo bien, a fin de que el niño comprenda. Los premios o sanciones deben ser
proporcionales a la característica de la conducta. Por ejemplo, por hacer bien una
tarea merece un refuerzo, y por colaborar a recoger también; pero en ambas
situaciones los premios o felicitaciones deberían ser sencillos, y no que se le va a
comprar un televisor, un videojuego o darle un viaje, por poner un ejemplo, ante
conductas simples.
 Ignorar las conductas que se quieran eliminar. Resulta más eficaz gratificar
conductas positivas que castigar y amenazar como sistema de “disciplina”,
ya que esto es poco razonable. Es importante ser más enfáticos para las
conductas positivas, a fin de reforzarlas y entonces extinguir aquellas que
quisiéramos erradicar.
 Mencione y refuerce las aproximaciones al comportamiento deseado por
pequeños que sean (al inicio reforzar constantemente, una vez aprendida por le
niño, solo requiere refuerzo ocasional); esto ayudara a que incrementen, lo
motivara a esforzarse más y mejorara su autoestima. Se puede utilizar esta táctica
también con los otros compañeros y hermana del niño.
 Sea creativo cuando refuerce, las mismas frases u objetos usados una y otra vez
perderán su efectividad.
 Refuerce conductas positivas en el niño y en otros niños, a fin de estimular la
imitación de tales conductas. Pero sin hacer comparaciones. Ejemplo: “quiero
felicitar a____ que está muy bien sentado, pintando, etc”.
 Elimine algún privilegio (actividad favorita, etc). Si el niño no cumple la instrucción,
instíguelo verbalmente a que lo haga (no permite que haga otra actividad diferente
a la solicitada).
 No prometa o advierta nada que no pueda cumplir.
¿Por qué los niños tienen rabietas?

Las “rabietas” o “problemas de conducta” como suele llamarse de forma cotidiana,


son manifestaciones conductuales en forma de llanto, gritos, patadas, golpes… que
pueden darse de forma aislada o en cadena y que siempre vienen acompañadas de
sentimientos de enfado, frustración, tristeza, rabia, y/o vergüenza entre otros.

El comportamiento del niño siempre ocurre en interacción con otra persona. Los niños
deciden sobre sí mismos y sobre cómo comportarse a partir de cómo se sienten en
relación con la persona que se están relacionando y de cómo creen que la otra persona
“les ve”. Los niños tienen un cerebro en crecimiento que constantemente establece
creencias sobre sí mismos, sobre el mundo, y sobre lo que necesitan para desarrollarse.

Toda conducta tiene una finalidad. El principal objetivo de un niño es sentirse importante y
tenido en cuenta. En todos los niños. Por ello, cuando un niño no se siente importante
tiene una creencia errónea sobre cómo lograrlo, y es cuando viene lo que nosotros, los
adultos, catalogamos como “portarse mal”. Hay que tener en cuenta que muchas veces
queremos niños/as obedientes, que hagan caso a la primera y que no cuestionen
nuestras normas y mandatos, pero ¿estamos educando o adiestrando?

Si hace rabietas al imponerle límites:

 Es importante recordar que si el niño grita y llora es porque con su actuación


recibe un premio o una satisfacción. Las rabietas o pataletas suelen darse entre el
primer y tercer año, sin embargo, hay casos en los que se prolonga por más
tiempo: en el caso de los niños del espectro del Autismo si no se expresan a
través de la palabra, los berrinches pueden ser perfectamente una forma de
expresión de sus emociones y puede ser relativamente normal mientas no hablan
y no se expresan con la palabra. En casos de niños que han logrado lo que
quieren a través de la pataleta, en casos también de niños muy sensibles y
sentimentales en donde les cuesta controlar la emoción, pero sobretodo en niños
en donde se le refuerza el berrinche complaciéndolos en sus peticiones cuando
hacen el berrinche. La causa apunta a la frustración que experimenta el niño
cuando comienza a sentirse autónomo, sin embargo, no sabe hacerse entender
bien y tiene poca noción del tiempo. Si por el contrario las rabietas son continuas,
es importante considerar que el niño podría estar sometido a una expresión extra
(dificultades de relación con sus iguales, dificultades escolares, celos, castigos,
relaciones familiares conflictivas) o bien que existe otros tipos de problemas
internos (agresividad exacerbada, indicadores de tristeza, autoridad sin límites por
padres o maestros, ausencia de disciplina dentro de su rutina familiar, indicadores
de irritabilidad y ansiedad de disciplina dentro de su rutina familiar, indicadores de
irritabilidad y ansiedad acerca de su propia conducta).
 Si logra identificar que la pataleta del niño se debe más a una frustración o
incapacidad real para controlar sus emociones, puede utilizar más una estrategia
de acompañamiento afectivo para que ayude al niño a calmarse y reforzar el que
se puede calmar intentando relajarse más que enviarlo a un espacio para que
drene. Ejemplo: “Veo que estás muy enojado y te cuesta calmarte, ven para
abrazarse o hacerte un masajito o ayudarte a que respires mejor hasta que te
calmes y podamos hablar tranquilos. El objetivo es ayudar a calmar al niño con el
contacto físico y distraerlo con la actividad de masaje o respiración o abrazo, pero
nunca darle lo que pidió antes de hacer el berrinche. Es decir, una vez que el niño
se calme, igual no podemos reforzar el berrinche premiándole con lo que él quiere.
Siempre hay que estimular el que pidas las cosas con las palabras y no con una
pataleta o conducta inadecuada como una rebeldía o desafío a la figura de
autoridad.
 Evitar la confrontación. Es más útil relajarse, utilizar un tono de voz natural, mirar
para otro lado y dejar que pase el tiempo hasta que disminuya la hostilidad.
 Explicar la negativa con un lenguaje claro. No se le debe alzar la voz gritando,
pero si al iniciar la pataleta se le puede hablar agachándose o colocándose cerca y
de forma tranquila y firme para explicarle porque se la niega algo (si es necesario
se le pueden tomar las manos sin apretárselas, para evitar que sean golpeados o
arañados por el niño). Por ejemplo, no se puede salir al patio de recreo en un día
de lluvia porque se puede mojar y enfermar.
 Es muy importante NUNCA otorgar al niño lo que está pidiendo a través de
una pataleta o berrinche, porque se estaría reforzando esta conducta
inadecuada. Así mismo, no hay que perder que los adultos son la autoridad, y por
eso, no se debe permitir que sea el niño el que fije pautas manipuladoras. En
concreto, no dejar que el niño exija que le den una chuchería para el decir que va
a desayunar, que va a recoger unos juguetes, hacer una tarea o a bañarse. En
general los niños son muy inteligentes y cuando se ponen desafiantes y quieren
imponer su voluntad para obtener alguna chuchería o tiempo de juego, hay que
preguntarles con firmeza ¿tu quieres tal cosa?. Entonces haz esto que te estoy
mandando (estas conductas a ejecutar deben ser muy puntuales y de breve
tiempo para que el sienta el refuerzo pronto). La idea es que a medida que crezca
el niño, hay que ir prolongando la duración de las conductas deseadas para recibir
refuerzos, a fin de favorecer la postergación de gratificación y tolerancia a la
frustración.
 Cuando observe que el niño comienza a frustrarse, anticípese diciéndole de que
otra forma podría hacer tal cosa. De ser necesaria, identifique las situaciones en la
que se frustra con más frecuencia: ej. En situaciones donde no se hace su
voluntad o no quiere hacer la actividad que se le solicita. Permanezca a su lado, e
indíquele que debe hacerlo, de ser necesario, guíelo o tómelo por la mano para
realizar la actividad; si se rehúsa a seguir la instrucción impida que toque otro tipo
de material hasta que no cumpla su instrucción.
 Al observar que el niño utiliza la pataleta constantemente para conseguir algo,
aíslenlo en un lugar de la casa, en algún sillón o rincón. Siéntelo aparte y pídale
tranquilamente pero con firmeza que se quede allí hasta que se calme. (en la
actualidad háganlo por un minuto por cada año o hasta que desaparezca la
conducta). Si hace un alboroto no vaya a ver qué ocurre, a menos que lo
considere necesario para garantizar la seguridad del niño. Si es posible aléjese del
lugar, si continúa, ocúpese en algo de manera evidente y sea cuidadoso de no
mirarle o discutir con él, porque una breve mirada puede prolongar la conducta,
dado que se le está prestando la atención que busca a través de ella.
 Es de hacer notar, que al principio puede intensificar y hacer más frecuente la
conducta, pero luego del tiempo que se utilice esta técnica, el niño irá regulándose
y serenándose antes del tiempo de aislamiento. Una vez que se calme, hay que
sacarlo del lugar donde ha estado sin reforzadores. No se rinda, mientras más
consistente sea, más pronto desaparecerá la conducta inadecuada.
 Si es muy intensa la rabieta o no es capaz de ignorarla completamente, puede
hacerle en un rincón de la casa un espacio de “desahogo” donde haya una
alfombra de foami, o colchoneta o cojines o silla, además de una caja con
materiales como: papel para rasgar, picar, cortar hacer bolitas, creyones, pelota
antiestrés, etc. Y que él le coloque un nombre llamativo a la cajita “ejemplo la caja
calmadora o antiestrés o relajante, de forma tal que el niño cuando esté muy
molesto o incontrolable, se le invita a ir a su rinconcito de relajación donde tendrá
muchos materiales para drenar y aprender a controlarse y manejar
adecuadamente la rabia. Allí puede permanecer hasta que se calme. No es un
espacio para jugar, es el espacio para drenar y controlar las emociones. Además
para reflexionar y pensar sobre su conducta inadecuada. Puede ayudar a ponerlo
a hacer ejercicios de respiración, yoga, relajación, baile, saltar, patear la pelota o
cualquier actividad que hayan determinado como calmante del enojo. que él vaya
allí a drenar el estrés y las emociones. . Adopte la táctica de repetir una frase clave
para cambiar la conducta, por ejemplo: “cuando te calmes puedes jugar con
nosotros, o puedes ir a ver tv, o podemos hacer otra actividad divertida, pero
nunca darle lo que él quería antes de hacer la pataleta, de forma tal que él
entienda que el hacer la pataleta en un indicativo de que perdió ese privilegio y
que mañana será otro día, que cuando pida las cosas sin pataletas, quizás se le
otorgue”. No decir nada más. Repita esta frase otra vez, si es necesario, pero no
responda a sus demandas en ese momento, a fin de que el niño olvide su disgusto
y se integre por si solo a la actividad. Así, la atención no está en la rabieta sino en
hacer algo “más interesante”. Si la pataleta es intensa, pueden proponerle varias
alternativas a sus demandas (por ejemplo realizar otra actividad, enseñarle algún
objeto nuevo e interesante) o tratar de distraerle alabando algo que el niño haya
hecho, es decir que llame su atención.
 Cuando termine la rabieta simplemente actué como si nada hubiera sucedido
dándole rápidamente la oportunidad de ocuparse en algo sin mencionar lo
ocurrido. No decir, por ejemplo: “ahora que se te pasó y te estás portando como
niño bueno, vamos a…”, pues este tipo de comentario le estará insinuando que su
rabieta tuvo un efecto. Diga más bien, “ven, vamos a hacer la cena juntos …”
 Cuando sucede una pataleta hay que ayudar al niño a liberar su frustración,
manteniendo la calma e ignorando lo que está ocurriendo hasta que se le pase. Es
decir, el niño puede gritar, o decir cosas desagradables, tirar algún objeto al piso
de su pertenencia, pero que ni dañe ni lastime a nada ni a nadie. Por supuesto,
después que esté tranquilo es importante explicarle que debe cuidar sus juguetes,
porque se los compraron o se los prestaron con cariño y además a él le gusta
disfrutarlos. Si le insulta o le pega o le daña algún objeto, es conveniente decirle
que por ese motivo perdió tal privilegio (por ejemplo, un caramelo que se le iba a
dar) y continuar ignorándole la pataleta. Cuando se calme, háblele y explíquele
que es mejor no hacer esas cosas porque él puede recibir más besitos y abrazos,
así como paseos, dulces y juguetes al portarse bien (hablar tranquilamente, siendo
cariñoso y haciendo lo que sus papás le digan). Evite regañarlo cuando hace una
pataleta, porque lejos de demarcar quien es la autoridad, estarán reforzando aún
mas esta conducta indeseable.
 Refuércelo o atiéndalo cuando demande atención a través de conductas
adecuadas.
 Evitar situaciones que desencadenen rabietas como el cansancio, el hambre o la
sobre-estimulación. También el exceso de dulces y chucherías acrecienta la
irritabilidad, agresividad e hiperactividad en los niños, además que repercute
desfavorablemente en su salud. Por ejemplo, no alarguen demasiado un juego,
eviten cambiarle de repente su horario de comida y de siesta o le quiten de hacer
una actividad con la que apenas se estaba entusiasmando.
 Evitar o disminuir el exceso de dulces y chucherías puesto que ellos acrecienta la
irritabilidad, agresividad e hiperactividad en los niños, además que repercute
desfavorablemente en su salud. Déle los dulces y las chucherías como premio o
merienda, no le dé dulce por darle, y NUNCA le dé dulce o cualquier privilegio
como la tablet para calmar su berrinche. Meriendas o dulces sanos como galleta
maria, soda, club social, gelatina, cereal, frutas, compotas. Mientras menos azúcar
mejor. Evitar los refrescos, los nestea, bebidas achocolatadas, procesadas y con
mucho químicos, preferiblemente los jugos naturales, las bebidas blancas como
chinotto. Evite las chucherías con colorante nro. 5 como pepitos, doritos, chezz
triss.
 Mantener una rutina diaria, pero con la flexibilidad de que en ocasiones esta pueda
variar. Explique el porqué de los cambios que se puedan dar temporalmente o en
un día en particular y díganle que luego se retornara a la rutina cotidiana.
 Ofrezca un breve entrenamiento sobre cómo controlar la rabia; anime al niño a
retirarse de las discusiones; a utilizar estrategias calmantes; llamar a un adulto que
este cerca cuando comience a enfadarse.
 Dar nombre a los sentimientos: Ser capaces da nombrar emociones como la rabia
o la tristeza, le ayuda a reconocer esas emociones cuando las siente. Y saber qué
es lo que sienten le puede ayudar a sobrellevar ese sentimiento. Enséñele a través
de cuentos, tarjetas con dibujos, canciones etc.
 Relacione gestos con sentimientos: Es importante que el niño aprenda a identificar
emociones en otras personas, de esta manera desarrollará la empatía. Haga
gestos de sorpresa, tristeza, cólera, alegría, temor, converse con él acerca de las
emociones que podrían estar sintiendo los personajes de un cuento o los actores
de televisión o los amiguitos del colegio ante alguna conducta de él.
 Una vez que sepa reconocer sus emociones, déle normas básicas para
enfrentarse a ellas.

Material elaborado por:

Viqui Durán
Psicóloga Clínica
Tlf: 0412-6034911

También podría gustarte