Lectura 31 Ver IV
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Lectura 31
Ver la realidad a la luz de los signos de nuestro tiempo (IV)
La ciencia era para Bacon conquista del hombre y domesticación de la naturaleza. Las
mujeres eran vistas como parte de la naturaleza y no podían ser contadas entre los
conquistadores científicos de la misma. Para Descartes el cuerpo humano era,
simplemente, una máquina. Pero la mente pensante racional era algo completamente
separado y superior: el espíritu en la máquina. Newton veía todo el universo como una
máquina gigante. Afirmaba que era un reloj que había sido creado por Dios, el cual le
había dado cuerda y había dejado que siguiera funcionando por su cuenta.
El universo es, según esta cosmovisión, una colección de objetos, y los más pequeños de
éstos son los átomos. Los átomos operan como las partes de una máquina, mecánica y
predeciblemente, según las leyes estrictas de la física, las leyes de la gravedad y el
movimiento, y de acuerdo con las propiedades que Dios ha dado a cada átomo. Ésta era
una cosmovisión científica, en el sentido de que estaba basada en medidas, experimentos
controlados y pruebas empíricas.
Esta cosmovisión mecanicista del siglo XVII se convirtió en la norma de todas las
empresas científicas. John Locke veía la sociedad como una máquina en la que las partes
eran individuos aislados que trataban de satisfacer sus intereses egoístas y eran capaces
de cooperar entre sí únicamente por medio de contratos sociales. El estudio científico que
Freud hizo de la psique humana, y en especial de la mente inconsciente, aun siendo
brillante, estaba limitado por el marco mecánico y materialista de su pensamiento. El
socialismo científico de Marx, basado en un concienzudo análisis del capitalismo y en las
predicciones sobre su futuro, estaba profundamente influido por la comprensión
mecanicista de lo que significa “científico”. Incluso el estudio científico que Darwin hizo de
la evolución estaba limitado por la visión según la cual la única forma mecánica en que
una especie podía evolucionar a partir de otra era por selección natural. La medicina
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occidental sufrió la misma limitación. El cuerpo era visto como una especie de máquina
sofisticada.
Dios estaba completamente ausente de este mundo. Si Dios existía, tendría que estar en
otro mundo espiritual o sobrenatural. Esto explica la esquizofrenia de dos mundos en que
hemos crecido la mayoría de los seres humanos, el dualismo que separa el mundo
material del mundo espiritual, el cuerpo del alma, la creación del Creador. Y en esto llegó
Albert Einstein (1879-1955).
La nueva ciencia
No es casual que el nombre de Einstein se haya convertido en sinónimo de inteligencia
excepcional. No ha habido otro genio como él. Lo que él y otras muchas personas han
sido capaces de demostrar durante los últimos cien años es que la cosmovisión
mecanicista que llamamos ciencia es, simplemente, acientífica. Y aunque ha hecho falta
tiempo para que las consecuencias de sus descubrimientos, y de otros descubrimientos
similares, fueran apreciadas, hoy la gran comunidad de científicos de todo el mundo, con
contadas excepciones, ha abandonado la visión mecanicista de la realidad.
Es la forma en que casi todos pensaremos en un futuro no muy lejano. Cambiará nuestra
conciencia como ninguna otra cosa lo ha hecho antes. Hoy aparece como un signo de un
mañana enormemente apasionante. ¿Y en qué consiste esta nueva cosmovisión
científica?
Física cuántica
Uno de los grandes descubrimientos de Einstein fue que la energía y la materia eran, en
palabras de Bill Bryson, “dos formas de la misma cosa; la energía es materia liberada; la
materia es energía que espera ser liberada”. Esto no era una teoría vaga. Einstein midió
de hecho la cantidad de materia (su masa) que sería equivalente a una cantidad particular
de energía. De ahí surgió la fórmula más famosa del mundo: E = me2. Esto no se podía
conciliar con el modelo mecanicista de la física, porque se suponía que la energía era una
actividad o movimiento y que la materia era una cosa. ¿Cómo podía una cosa convertirse
en movimiento y cómo podía una actividad convertirse en una partícula de materia?
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Pero esto no era más que el comienzo. Einstein descubrió también que la luz se comporta
unas veces como una partícula, y otras veces como una onda. Los científicos
mecanicistas habían establecido ya que la luz tiene que ser una onda y, por tanto, dieron
el salto a la conclusión de que tiene que haber alguna clase de sustancia donde se
muevan las ondas de luz. A esta sustancia hipotética le llamaron “éter”.
Hoy los científicos nos dicen que el éter no existe y que la luz no es una onda ni una
partícula. La verdad es que nuestras mentes humanas son limitadas. No podemos
comprender la luz; sólo podemos tratarla como si fuera una onda y, para otros fines, como
si fuera una partícula. En realidad, no es ninguna de las dos cosas; es algo que está más
allá de la mente y la imaginación humanas. Para nosotros, la luz es un misterio.
La luz es una forma de energía, y la energía, claro está, es igualmente misteriosa. Cuando
Einstein y otros muchos científicos “abrieron” el átomo y analizaron sus “contenidos”,
separando electrones, protones, neutrones y otras muchas “partículas”, hasta llegar a los
pequeños quarks infinitesimales, pronto cayeron en la cuenta de que en realidad no se
trataba de partículas ni de ondas ni de ningún otro objeto reconocible. Se trataba de
modelos y relaciones. Pero, ¿cómo podemos tener modelos y relaciones sin nada que sea
modelado o relacionado?
El misterio se hizo aún más profundo cuando el gran físico Niels Bohr dio el salto cuántico.
Los electrones, que han de ser tratados como partículas que se mueven en una órbita, a
veces saltan de una órbita a otra sin pasar a través del espacio entre ambas órbitas.
¿Cómo es esto posible? Hay otros muchos enigmas que constituyen un desafío para la
explicación, no porque no tengamos pruebas suficientes, sino porque en el mundo
subatómico las pruebas empíricas se contradicen a sí mismas.
La última teoría o forma de describir lo que parece suceder en el mundo subatómico tiene
que ver con el vacío cuántico. El noventa por ciento de cualquier átomo es espacio vacío.
En ese espacio no hay nada. Pero los electrones y todas las demás “partículas” que
parecen girar dentro del átomo surgen de esa nada y vuelven a desaparecer en ella. David
Bohm, el físico cuántico que más ha estudiado este fenómeno, habla de orden implicado y
orden explicado. El orden implicado es el vacío creador, la totalidad intacta del universo,
que es invisible. El orden explicado es la multiplicidad y diversidad de cosas y
acontecimientos que surgen del orden implicado y se presentan como prueba empírica. El
universo no es lo que era antes. No es una máquina. Es un misterio.
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Se ha escrito mucho sobre el desarrollo de esta expansión, pero fueron Brian Swimme y
Thomas Berry quienes presentaron toda la historia en un largo y apasionante relato en su
libro La historia del universo: desde el destello primordial a la era ecozoica. Se trata del
nuevo relato de la creación que ha avivado la imaginación de cientos de miles de
personas. Lo llamamos la “nueva cosmología”.
Hoy los organismos vivos son descritos como sistemas que se autorregulan. Se organizan,
se nutren y se sanan ellos mismos; se propagan y se protegen ellos mismos e interactúan
creativamente con otros sistemas.
Antes lo llamábamos instinto. Hoy hablamos de genes que tienen mensajes codificados o
instrucciones que se conectan entre sí en una espiral de ADN en el núcleo de todas las
células vivas. Si tuviéramos que poner por escrito las instrucciones contenidas en
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cualquiera de las minúsculas espirales de ADN, llenaríamos unos mil libros de seiscientas
páginas cada uno.
Esto significa, en palabras de Fritjof Capra, que “la actividad de organización de los
sistemas vivos, en cualquier nivel, es una actividad mental”. Todos los seres vivos tienen
mente, ya sea de una clase o de otra. “Mente” no significa aquí una cosa o un objeto. Es
una clase particular de proceso. Vivir y conocer son inseparables. No obstante, la mente
humana es diferente. No sólo es un proceso más complejo, sino que, debido a que está
tan próxima a nosotros, es más misteriosa aún para nosotros. Es lo que llamamos
conciencia. Los psicólogos y los místicos han tratado de decir algo sobre este fenómeno,
pero es tan básico que no se puede explicar en función de otra realidad más básica.
Holones
La ciencia y la filosofía han funcionado siempre basándose en lo que se llama “causalidad
lineal”: A causa B, B causa C, etcétera. Pero basta con ponerse a pensar en ello para
descubrir que cualquier acontecimiento particular tiene múltiples causas, circunstancias e
influencias, por no mencionar las reacciones que denominamos feedback. Basta pensar
en el papel de la temperatura, la presión, el ecosistema y otros acontecimientos vinculados
a éstos, para comprender que no hay una línea de causalidad posible que sea
independiente y esté desconectada de todo lo demás que está sucediendo. Siempre hay
toda una red de causas y condiciones, y cada una de esas causas y condiciones es el
resultado de una red más amplia de causas y condiciones, hasta que todo el universo,
desde el comienzo de los tiempos, es visto como algo que de algún modo está implicado
en cualquier acontecimiento particular. Todo, sin excepción, está conectado con todo lo
demás.
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Ésta es la razón por la que algunos científicos hablan hoy de la Tierra como “Gaia”. La
tierra no es un organismo vivo como una planta. No se reproduce, pero sí parece que se
autorregula. De alguna misteriosa manera, la Tierra como un todo, como un “yo”, regula la
temperatura, el impacto de los rayos solares, etcétera, con el fin de sobrevivir y seguir
evolucionando.