T3.2 Historia de La Estética. La Edad Media
T3.2 Historia de La Estética. La Edad Media
T3.2 Historia de La Estética. La Edad Media
Arte como «el recto ordenamiento de la razón» / recta ordinatio rationis. (Tomás de
Aquino).
Arte como «recta idea de aquello que ha de producirse» / ars est recta ratio factibilum.
(Duns Scoto).
«Un arte simbólico y, durante los dos primeros siglos se utilizaron las representaciones
pictóricas de la paloma, el pez, la barca, el ancla, la lira, el pescador y el cordero»
(Herbert Read, Arte y sociedad).
«El espíritu del Evangelio y el ascetismo de los primeros Padres de la Iglesia privó al arte de la
importancia que gradualmente había disfrutado en Grecia. Una actitud moral intransigente
dejaba poco lugar a una actitud estética; la espiritualidad cristiana no podía sentir ninguna
afinidad con la belleza sensible» (Tatarkiewicz, Historia de seis ideas).
Catacumba de Priscilia,
S.III. «El buen pastor»
Estética del Diseño Industrial I
«El ideal cristiano […] se hace ascético y más intransigente que el ideal platónico. Debe
matarse dentro de sí la vida sensible y sensual, debe aniquilarse el placer producido por lo
bello y por lo seductor que hay en la naturaleza…» (Bayer, Historia de la Estética).
«La belleza propiamente dicha no es propia de la carne, que no es sino fealdad» (Orígenes).
«Los escritos de Pseudo-Dionisio Areopagita […] indicaban que la única belleza verdadera era la
belleza suprasensual; debía observarse en Dios y en la naturaleza que Él creó, y no en el arte,
que es la obra imperfecta de unas manos humanas» (Tatarkiewicz, Historia de seis ideas).
«La belleza no se buscaba en el arte; pues según las ideas de la época, la belleza podía
encontrarse más fácilmente en la naturaleza, en la creación divina» (Tatarkiewicz, Historia
de seis ideas).
«Si el arte ha de imitar, que imite entonces el mundo invisible, que es eterno y más perfecto que
el visible. Y si el arte ha de imitar al mundo visible, que busque entonces en ese mundo las huellas
de la belleza eterna. Y este objetivo puede alcanzarse mejor utilizando símbolos que
representando directamente la realidad» (Tatarkiewicz, Historia de seis ideas).
«El arte cristiano primitivo de los primeros siglos es sólo una forma más evolucionada […]
del arte romano tardío. […] las características estilísticas esenciales del arte cristiano
primitivo: muestran la misma inclinación hacia la espiritualización y la abstracción; la misma
preferencia por la forma plana, incorpórea, indefinida; el mismo impulso hacia la
frontalidad, la solemnidad y la jerarquía; la misma indiferencia por la vida orgánica,
vegetativa y viviente; la misma falta de interés por lo que es puramente característico,
momentáneo y naturalista; en resumen: la misma voluntad artística anticlásica, orientada
hacia lo espiritual en lugar de hacia lo sensible, que encontramos realizada en las pinturas
de las catacumbas, los mosaicos de las iglesias romanas y los manuscritos miniados de la
época cristiana primitiva» (Hauser, Historia social de la literatura y el arte).
«No copies a Cristo; ya le basta con la humillación de la Encarnación, a la cual se sometió por
nosotros; antes bien, lleva en tu alma espiritualmente el Verbo incorpóreo» (Asterio de Amasia).
«Al sensitivismo de ésta [la estética pagana] oponía el espiritualismo; el culto a la belleza
física repugnaba a una doctrina que se asentaba en el desprecio del cuerpo y en la absoluta
superioridad del alma. La concepción del arte como creación y placer estéticos aparecía no
sólo como ajena, sino también como condenable por la mentalidad cristiana. Para ésta, el
arte no tenía sentido más que en su significación sagrada, como reflejo o testimonio de una
aspiración metafísica que empujaba al hombre a la divinidad. En estas circunstancias, la
relación del cristianismo con las formas figurativas paganas estuvo cargada de
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conflictividad: absorbió algunas de estas formas […] pero, como tendencia general, se
opuso a ellas buscando, alternativamente, un lenguaje expresivo más idóneo a sus
doctrinas» (Argullol, Tres miradas sobre el arte).
«Lo que la escritura es para quienes saben leer, lo es la pintura para quienes no saben leer»
(Gregorio Magno).
«El nuevo ideal de vida cristiana cambia, no las formas externas, sino la función social del
arte. Para la Antigüedad clásica la obra de arte tenía ante todo un sentido estético; para el
cristianismo este sentido era extraestético. La autonomía de las formas fue lo primero que
se perdió de la herencia espiritual de la Antigüedad. […] El mismo arte, por lo que se refiere
a su efecto de difusión, es incluso el más valioso instrumento de la obra educativa de la
Iglesia» (Hauser, Historia social de la literatura y el arte).
«No hay nada ordenado que no sea bello» (San Agustín, De vera religio, XL).
«¡Qué innumerables cosas, hechas por diversas artes y manufacturas, tanto en nuestro
vestir, calzado, vasijas y toda clase de obras, en imágenes también, y estas yendo más
allá del uso necesario y moderado y de la significación sagrada, han añadido los
hombres para encanto de los ojos […] siguiendo exteriormente a Aquel por quien se
hicieron! […] Pero yo también te canto por eso un himno, porque esas bellas formas,
que a través de las almas de los hombres se transmiten a las manos hábiles, vienen de
esa belleza que está por encima de las almas, y por la cual mi alma suspira día y noche
[…]. Y yo estorbo mi camino con tales bellezas» (San Agustín, Confesiones, X).
«Si el pensamiento cristiano medieval -siguiendo las teorías de San Agustín- había
aceptado la necesidad de la belleza, como categoría abstracta, al haberla identificado
como la divinidad, había en cambio negado, por su impronta antisensitiva, la
virtualidad de lo bello concreto, es decir, de las manifestaciones materiales de la
belleza» (Argullol, Tres miradas sobre el arte).
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Mosaico de San
Vital de Rávena
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«Su rasgo más característico era, frente a la austeridad del templo grecorromano, el
colosalismo y la suntuosidad orientalizantes» (Argullol, Tres miradas sobre el arte).
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- El Renacimiento Carolingio
«En Aquisgrán, donde se reunieron una academia poética, un taller artístico palaciego y los
mejores sabios de la época, crea Carlomagno, como modelo de las cortes europeas, un hogar
de las musas […]. Por primera vez desde Adriano y Marco Aurelio sucede que un príncipe de
occidente no sólo se interesa realmente por la ciencia, el arte y la literatura, sino que lleva a
cabo un programa cultural propio» (Hauser, Historia social de la literatura y el arte).
«Fue precisamente por la organización del artesanado por lo que el monacato ejerció la
más profunda influencia en la evolución artística y cultural de la Edad Media. El gran mérito
del movimiento monástico consistió en hacer que la producción del arte se realizara dentro
del marco de talleres ordenados,…» (Hauser, Historia social de la literatura y el arte).
«Entre los siglos V y XII los monasterios fueron los únicos reductos de la cultura en la
Europa Occidental. En un principio la tarea fundamental de las bibliotecas monásticas fue la
conservación y copia de libros, especialmente los escritos dogmáticos de la religión
cristiana, pero también multitud de textos transmitidos desde la Antigüedad. Esta labor
copista dio origen a la actividad artística más importante en la Alta Edad Media: la
iluminación de libros» (Argullol, Tres miradas sobre el arte, 199).
«El arte románico, de acuerdo con este espiritualismo, desarrolla un estilo homogéneo,
severo y sobrio, capaz de integrar un concepto de divinidad que debía abarcar todos los
planos de la existencia. El románico buscó una unidad estilística que pudiera reflejar un
orden unitario del mundo» (Argullol, Tres miradas sobre el arte).
«Para los monjes de Cluny, los tímpanos de las iglesias camineras, donde se «relataban»
todas las circunstancias de la leyenda áurea en multitud de imágenes, eran «propaganda»
en el mejor sentido de la palabra. La imagen visualmente narrativa «enseñaba» lo que no
podía narrar la palabra escrita en un pueblo de analfabetos» (José María Moreno Galván,
«El románico y el arte contemporáneo», Triunfo).
«Algo no es bello porque lo amemos, sino que más bien lo amamos porque es bello» (Santo
Tomás de Aquino).
«Lo bello, en cambio, se refiere a la potencia cognoscitiva: pues se llama bello lo que place
al ser visto; por lo que lo bello consiste en la proporción debida, ya que los sentidos se
deleitan en las cosas debidamente proporcionadas, como en algo semejante a sí, […] Y
puesto que […] la semejanza se refiere a la forma, lo bello pertenece propiamente a la razón
de causa formal» (Tomás de Aquino, Suma Teológica).
«El placer que se siente frente a un objeto no es, pues, corpóreo, sino intelectual. […] Lo bello
concierne únicamente a la facultad de juicio racional. Y así, la estética de Santo Tomás
empieza por ser una estética sensualista y empírica con el hedonismo de la vista y se desplaza
después, como la de Kant, a una estética del juicio para establecer la preeminencia del juicio
racional. Lo que añade y confirma el carácter racional de la estética de Santo Tomás es que
para él toda belleza es formal. En su opinión, todo conocimiento se dirige a las formas de las
cosas, no a su contenido. […] Lo que constituye la belleza de lo real no es la apariencia
sensible de las cosas, sino la forma inherente a ellas» (Bayer, Historia de la Estética).
«Ars imitatur naturam» / «el arte imita la naturaleza». (Tomás de Aquino, In Physis).
«El arte imita a la Naturaleza, y la razón de esto es que el principio de operación del arte es
el conocimiento; por lo cual las cosas naturales son imitables por el arte, ya que la
naturaleza está ordenada a su fin por algún principio intelectivo, de modo que la obra de la
Naturaleza parezca ser obra de la inteligencia, en cuanto que procede por medios
determinados hacia fines seguros: lo cual imita el arte en su operación» (Tomás de Aquino,
In Physis).
El arte gótico como «mera traducción a piedra de la filosofía escolástica». (G. Semper).
«Las ciudades se convierten en los arcos cobijadores del arte y los seglares sustituyeron
definitivamente a los monjes en su realización y supervisión. El románico dio paso al gótico
y la construcción de monasterios e iglesias rurales a la construcción de las grandes
catedrales» (Argullol, Tres miradas sobre el arte).
«La idea de que ninguna categoría del ser, por baja que sea, es totalmente insignificante ni
está completamente olvidada por Dios, y no es, por tanto, indigna por completo de la
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atención del artista, señala el comienzo de una nueva época» (Hauser, Historia social de la
literatura y el arte, I).
«El interés del artista comienza a desplazarse desde los grandes símbolos y las grandes
concepciones metafísicas a la representación de lo directamente experimentable, de lo
individual y lo visible» (Hauser, Historia social de la literatura y el arte).
«El arte espiritualista […] de la Alta Edad Media, que renunciaba a toda semejanza con la
realidad inmediata, a toda confirmación por parte de los sentidos, ha sido desplazado por
una concepción para la cual la validez de toda expresión artística, incluso cuando se trata de
lo más trascendente, de lo más ideal y lo más divino, depende de que se corresponda
ampliamente con la realidad natural y sensible. Con esto aparecen transformadas todas las
relaciones entre espíritu y naturaleza. La naturaleza ya no se caracteriza por su falta de
espiritualidad, sino por su transparencia espiritual, por su capacidad para expresar lo
espiritual,…» (Hauser, Historia social de la literatura y el arte).
- La catedral gótica
«Como monumento más excelso del arte cristiano medieval, es la plasmación del
trascendentalismo y la espiritualidad. Su verticalidad formal ahonda indudablemente en un
ansia religiosa que aúna una concepción metafísica del mundo y un anhelo místico de
comunicación con la divinidad» (Argullol, Tres miradas sobre el arte).
«La iglesia románica es un espacio cerrado, estable, que descansa en sí misma, con un
interior relativamente amplio, solemne, sereno, en el que la mirada del espectador puede
descansar y permanecer en pasividad absoluta. La iglesia gótica, por el contrario, se
encuentra en una fase de su génesis, se hace, por decirlo así, ante nuestros ojos y
representa un proceso, no un resultado. […] la disolución de todo lo rígido y estático en una
dialéctica de funciones y subordinaciones, […] despiertan la impresión de que ante nuestros
ojos se desarrolla y se decide un conflicto dramático» (Hauser, Historia social de la
literatura y el arte).
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Cimabue
«Giotto invierte los postulados arcaizantes con que el arte bizantino había destruido la
expresión clásica griega. […] Contra el simbolismo y la abstracción, Giotto se apoya en el modelo
de la naturaleza; contra la estilización, recurre a la profundidad y proporcionalidad anatómicas;
contra el hieratismo, introduce el sentido de movimiento; contra la estereotipización expresiva,
esboza un principio de expresividad individual…» (Argullol, Tres miradas sobre el arte).
Giotto, Crucificado.
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