Corcuff Las Nuevas Sociologías

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Los pares conceptuales de la sociología y el desplazamiento hacia la idea de relación social

Si ustedes se acuerdan de las reflexiones de los “clásicos” de la sociología, de sus elaboraciones teóricas, se
habrán dado cuenta que la sociología lidia con una serie de pares conceptuales que funcionan como pares
antitéticos: comunidad-sociedad; materialismo-idealismo; solidaridad mecánica-solidaridad mecánica;
sociedad-individuo; sociedad-acción social.

Esos pares conceptuales han sido heredados de la filosofía. “En gran medida la sociología surgió de las
tradiciones filosóficas y ello dejó marcas conceptuales”, especialmente en la oposición materialismo-
idealismo y sujeto-objeto (2013:20). Los usos sociológicos se inscriben en la historia de los usos filosóficos
que los precedieron.

Mientras el idealismo toma al pensamiento como su punto de partida el pensamiento (“la conciencia
determina el ser”) por el contrario, el materialismo toma a la materia como su punto de partida. Esa
oposición suele asociarse, a su vez, con otros pares de conceptos como espíritu/cuerpo, ideal/real. Marx es
uno de los principales autores que remiten al materialismo, en el famoso Prólogo de su Contribución a la
Crítica de la Economía Política (1859) y en las Tesis sobre Feuerbach (1845) propone el enfoque del
materialismo práctico, dinámico, cuyo eje es la praxis.

Otro esquema clásico en filosofía pone en escena a un sujeto frente a un mundo de objetos. En función de
sus usos esa oposición aparece vinculada con otros pares conceptuales, como individual-colectivo,
voluntario-involuntario, interior-exterior, consciente-inconsciente. Uno de los autores que más ha criticado
el objetivismo y el subjetivismo, Pierre Bourdieu, sostiene que el objetivismo postula que es posible fijar
regularidades objetivas (estructuras, leyes, sistemas de relaciones, etc.) independientes de las conciencias y
las voluntades individuales. Asimismo, el objetivismo afirma la preeminencia de lo objetivo en el análisis de
los fenómenos sociales, y el subjetivismo por el contrario la prioridad de lo subjetivo.

El objetivismo constituye el mundo social como un espectáculo ofrecido a un observador que adopta un
“punto de vista” a propósito de la acción y que, importando hacia el objeto los principios de su relación con
el objeto, obra como si estuviera destinado al mero conocimiento. En esta definición se contraponen el
observador, el espectáculo, algo que es exterior, un conocimiento exterior/práctico y, por otra parte, el
actor, la acción y el conocimiento interior-práctico.

El objetivismo es un modo de relación con el objeto sociológico proclive (en especial por la posición exterior
que desconoce las prácticas que lo constituyen) a darle a priori cierta fijeza y homogeneidad, mientras que la
postura subjetiva adoptaría los puntos de vista de los sujetos actuantes acerca de la acción. Ambas
perspectivas remiten, también, a dos niveles / registros de análisis.

En el ámbito de la teoría sociológica designa dos formas distintas de descifrar los fenómenos sociales, una
que otorga preeminencia al mundo objetivo y otra a los sujetos. En la epistemología de la sociología se
desglosan dos posturas principales en la construcción del objeto: exterioridad del espectador o
conocimiento interno de la acción.

En la sociología clásica esa herencia de conceptos opuestos procedentes de la filosofía se expresó en la


oposición entre lo colectivo y lo individual, el “holismo” y el “individualismo” metodológicos. Así, para
Durkheim lo social constituye una entidad específica; y en las reglas del método sociológico formula la idea
de la causa determinante de un hecho social debe buscarse entre los hechos sociales previos, no entre los
estados de la conciencia individual. El holismo destaca que no se puede reducir el “todo” (la sociedad) a las
“partes” (los individuos) que lo integran.
Con todo, la obra de Durkheim como la de Marx permite diversas lecturas; en sus escritos también es posible
encontrar elementos constructivistas que prestan atención a los procesos sociales de objetivación y
consolidación de la realidad social.

En cambio para el individualismo metodológico (uno de cuyos representantes principales es Raymond


Boudon), para explicar un fenómeno social cualquiera es indispensable reconstruir las motivaciones de los
individuos involucrados en el fenómeno en cuestión, y percibir este fenómeno como resultado de la
sumatoria de los comportamientos individuales dictados por esas mismas motivaciones. De esta manera se
considera a los individuos como átomos básicos del análisis de procesos sociales, mientras que lo colectivo
se encara como simple resultado de las actividades individuales, mediante efectos de sumatoria y de
composición.

Dentro de las perspectivas holistas, en el contexto de la segunda post-guerra se impuso el concepto


parsoniano de “sociedad moderna” que es el que hoy está en crisis, y es cuestionado por las “nuevas
sociologías”

El concepto propiamente sociológico de la sociedad moderna, formulado por la sociología norteamericana


en la década del ’50 (T. Parsons) incluye una forma específica de definir la modernidad y las relaciones
sociales, que se piensan en términos de “sociedad moderna”. Al mismo tiempo, las sociologías post-
parsonianas se han dedicado a problematizar el adjetivo que acompaña al sustantivo sociedad, así se habla
de la “sociedad post-industrial” (Bell, 1974 y Touraine, 1971), de la “sociedad post-moderna” (Kumar, 1995),
de la “sociedad del riesgo” (Beck, 1992), de la “sociedad de la información” (Castells, 1996-8), de la
“sociedad global” (Albrow, 1996) y de la “sociedad mundial” (Luhmann, 1977). Pero la noción de sociedad no
se ha problematizado, sino que ha quedado implícitamente asociada a alguna de las definiciones de sociedad
que da Parsons, y más específicamente, a una reformulación de la idea de sociedad moderna.

En la actualidad asistimos a una crítica de la sociedad moderna, que tiene varias facetas:

a) Se critica la fusión entre la sociedad y el Estado Nación, es decir la idea de que la sociedad es nacional.
Una parte importante de la discusión sociológica contemporánea ha girado en torno del concepto de
globalización y la tesis de la pérdida de relevancia del Estado-nación. Estaríamos asistiendo al nacimiento de
un nuevo cosmopolitismo. El grado de cohesión interna y el impacto internacional de los trabajos de autores
como Beck, Castells, Giddens, Lash, Urry, Albrow permite describirlos como la “nueva ortodoxia de la
sociología contemporánea”1. No es tanto la nación que sufre una declinación, sino la identificación de la
sociedad con el estado nación, la solidez del mecanismo de integración de una cultura, de una soberanía
política y de una economía nacional.

b) La nueva ortodoxia critica la inadecuación de las herramientas teóricas de la sociología. El cambio epocal
que significa la crisis del Estado Nación no puede ser comprendido con las categorías de las sociología clásica
que están obsoletas. Conceptos como “el mundo en disolución” de Giddens, “la era global” de Albrow o la
“segunda modernidad” de Beck, apuntan hacia la crisis o cambio radical en el mundo en que estamos
viviendo y a la necesidad de redefinir las formas en que hemos de comprender ese cambio.

Las “nuevas sociologías” proporcionan recursos para desterrar tales oposiciones rutinizadas,
desplazándose hacia un “relacionalismo metodológico”, diferenciado de los programas clásicos
del holismo y el individualismo. El léxico conocido como “constructivista”, en torno a la

1
Son autores europeos, nacidos después de la Segunda Guerra, que crecieron en el período de oro del Estado de
Bienestar y cuyo paso por la universidad está marcado por el mayo del ’68. Desde un punto de vista político se inclinan
por la U.Europea en su versión socialdemócrata. Coinciden en su pasado marxista y en su diagnóstico sobre la
incapacidad intelectual del marxismo para entender el mundo contemporáneo, así como en la oposición a la influencia
de Parsons en la sociología.
“construcción social de la realidad” cumplió un papel importante en ese desplazamiento. Con la
posición ritual de lo colectivo y lo individual, está en juego preeminentemente la dificultad, para
las ciencias sociales, de pensar la coproducción de las partes y el todo. Poniendo el eje sobre las
relaciones, sobre la idea de que la sociedad es un sistema de relaciones, en donde los términos
que se enlazan en las relaciones son transformados en la relación misma, la sociología intenta
eludir el sustancialismo; el hecho de pensar que detrás de cada concepto (clase social, familia,
etc.) existe una realidad homogénea correspondiente, bien delimitada y fija.

El programa relacionista permite tratar dentro de un mismo marco las dimensiones individuales y
colectivas de la vida social, pero subsisten diferencias entre esas dos grandes categorías de
cristalizaciones de las relaciones sociales: los individuos y los colectivos.

c) La caracterización sociológica de la modernidad es revisada. El relato de la modernidad es en gran medida,


un relato sobre el progreso, sobre la evolución. Ese relato está agotado. El tema de la revolución desapareció
de nuestro imaginario político. Es lícito pensar que las sociedades se definen en menor medida por su grado
de modernidad que por las tensiones que conllevan entre un desarrollo económico, las historias y las
identidades nacionales. La sociología del cambio no puede seguir siendo una sociología del progreso o de la
evolución. El agotamiento del relato de la modernidad se debe en menor medida al derrumbe del mito
mismo que al triunfo de sus concepciones trágicas. En el fondo, el relato más sombrío de la modernidad se
impuso. La unidad misma de la modernidad no es más creíble. Touraine puso en evidencia la contradicción
fundamental de la modernidad. Por un lado, está definida por el llamado al sujeto, a los sentimientos, a la
autonomía moral. Por el otro, es el triunfo de la racionalidad instrumental, de la utilidad, de la funcionalidad.

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