Psicoanalisis

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Otro rumbo definitivo surge entre 1910 y 1911 con el desarrollo del movimiento

psicoanalítico, impulsado por Sigmund Freud. El psicoanálisis destaca por cuestionar la

capacidad de la razón y la conciencia para resolver problemas individuales, proponiendo una

nueva teoría sobre el ser humano y su conducta. Freud asimila conceptos filosóficos, como las

"mónadas" de Leibniz, y nociones psicológicas como "limen" de Herbart.

Además, reacciona contra la psicopatología somática, sugiriendo que la causalidad psíquica es

clave para entender la enfermedad mental, enfocándose en la experiencia neurótica y el

significado de los síntomas.

La influencia de la ciencia de su tiempo, especialmente la física mecanicista y la teoría

de la evolución, también es notable en su obra. Freud busca estructurar una psicología como

ciencia natural, representando los procesos psíquicos como estados cuantitativos de partículas

materiales. La teoría evolucionista de Darwin impacta su visión del hombre, promoviendo un

enfoque histórico-genético que enfatiza el cambio y el desarrollo. En contraste con la psicología

del siglo XIX, Freud postula que el ser humano es esencialmente irracional, guiado por fuerzas

motivacionales inconscientes.

En el psicoanálisis, Freud propone que la conducta humana está regida por fuerzas

inconscientes, contrastando con la psicología del siglo XIX. La personalidad se compone de

tres instancias: el inconsciente, la conciencia y el preconsciente. La conciencia es mínima y

establece el contacto con el entorno, mientras que el inconsciente es vasto y contiene las

motivaciones detrás de las acciones. El preconsciente almacena información no consciente que

puede llegar a la conciencia. Freud posteriormente introdujo los conceptos de ello, yo y

superyó.
Ello: Representa el inconsciente, es primitivo y contiene instintos y energía psíquica.

Actúa según el principio de placer, buscando evitar el dolor y alcanzar el placer.

Yo: Surge para manejar las necesidades del organismo en relación con la realidad

objetiva.

Superyó: Se desarrolla a partir de las interacciones sociales y normas morales.

El ello busca reducir la tensión mediante la descarga de energía, utilizando tanto

reacciones innatas como procesos psicológicos más complejos. Esta estructura de la

personalidad es fundamental para entender la dinámica del comportamiento humano y su

desarrollo a lo largo de la vida. El ego opera bajo el principio de la realidad y utiliza procesos

secundarios para satisfacer necesidades. Este aspecto de la personalidad, considerado el

ejecutivo, controla las acciones y decide qué instintos se satisfacen. El superyó se desarrolla en

la infancia al interiorizar las reglas de conducta de los padres mediante refuerzos y castigos,

pasando de un control paternal a un autocontrol. Representa las restricciones morales y tiene

tres funciones: inhibir impulsos del ello, persuadir al yo a adoptar metas realísticas y orientar

hacia la perfección.

Freud sostiene que la personalidad es impulsada por una energía psíquica del ello, que

contiene instintos innatos. Los instintos tienen cuatro características: fuente (necesidad

corporal), propósito (reducir excitación), objeto (medios para satisfacer la necesidad) e ímpetu

(intensidad del instinto). Mientras que la fuente y el propósito se mantienen constantes a lo

largo de la vida, los objetos de satisfacción cambian debido al desplazamiento de la energía


psíquica. Este desplazamiento se manifiesta en las etapas del desarrollo psicosexual: oral,

anal, de latencia y fálica o genital, cada una asociada a diferentes zonas erógenas.

Hilgard (1962), apoyándose en Rappaport y Gill (1959), define el psicoanálisis freudiano

en cinco aspectos. Destaca su naturaleza dinámica, donde la conducta se explica por fuerzas

biológicas inconscientes, y un modelo económico, donde la conducta se regula por energía

psicológica y principios de disponibilidad.

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