Unidad 2

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TECNICATURA UNIVERSITARIA
EN ADMINISTRACIÓN

UNIDAD II:
Estado, Sociedad y Poder
Político

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UNIDAD II: Estado, Sociedad y Poder Político

PRESENTACIÓN

En la segunda unidad de nuestro curso nos dedicaremos a estudiar las concepciones


fundamentales sobre el concepto de estado. Mencionaremos la importancia de las
ideas de Hobbes, Rousseau, Weber y Hegel. Nos referiremos a las mociones de
Soberanía y autonomía; el concepto de descentralización política, los límites del poder y
los problemas relativos a la democracia y los autoritarismos. Seguiremos a Robert Dahl
en su estudio sobre la evolución de la democracia y el tan candente tema de los derechos
individuales.

OBJETIVOS

QUE LOS PARTICIPANTES LOGREN:

• Conocer las nociones filosófico-políticas esenciales sobre el concepto de Estado


(Hobbes-Rousseau-Weber-Hegel).

• Comprender las nociones de estado como contrato y estado como entidad


abstracta

• Leer comprensivamente fragmentos del Contrato Social de Rousseau.

• Comprender los problemas que implica la organización del estado, las ideas de
soberanía y autonomía y la práctica de la democracia.

• Dimensionar la importancia de la descentralización política en relación con el tema


del poder.

• Reflexionar sobre la idea de soberanía y el problema de los autoritarismos.

• Comprender qué se entiende por concepción liberal del hombre y de la sociedad

• Adquirir en la teoría y en la práctica la noción de la importancia social de los


Derechos Individuales.

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TEMARIO:

• Concepciones filosófico-políticas sobre el concepto de Estado.


• Thomas Hobbes."Leviatán o la materia, forma y poder de una república
eclesiástica y civil" (1651)
• Rousseau: El Contrato Social.
➢ De los Límites del Poder.
➢ Distintos Grados de Descentralización Política.
➢ Confederación, Estado Federal y Estado Unitario.

• Evolución del concepto de democracia según Robert Dhal


• Concepción liberal del hombre y de la sociedad. Los Derechos Individuales.

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• Concepciones filosófico-políticas sobre el concepto de Estado.

Thomas Hobbes. Leviatán o la materia, forma y poder de una república


eclesiástica y civil(1651)

Considera al Estado como un acuerdo natural entre los poderosos o gobernantes y


los súbditos que beneficia a ambos.Su ya famosa afirmación en cuanto a que los
seres humanos se despedazarían mutuamente si no existiese un Poder superior
que organice y ordene a la sociedad - su célebre frase "homo homini lupus" : el
hombre es el lobo del hombre - lo inscriben claramente en la corriente del
"pesimismo antropológico"; es decir, en el ámbito de quienes no creen en la
"innata bondad" del ser humano y sostienen, por el contrario, que el hombre
librado a su propio capricho y a su propia suerte no es sino un animal
considerablemente peligroso que, dadas ciertas circunstancias, puede volverse
peligroso incluso para sus semejantes.

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El único camino para erigir semejante poder común, capaz de defenderlos contra la
invasión de los extranjeros y contra las injurias ajenas, asegurándoles de tal suerte que
por su propia actividad y por los frutos de la tierra puedan nutrirse a sí mismos y vivir
satisfechos, es conferir todo su poder y fortaleza a un hombre o a una asamblea de
hombres, todos los cuales, por pluralidad de votos, puedan reducir sus voluntades a una
voluntad. Esto equivale a decir: elegir un hombre o una asamblea de hombres que
represente su personalidad; y que cada uno considere como propio y se reconozca a sí
mismo como autor de cualquier cosa que haga o promueva quien representa su persona,
en aquellas cosas que conciernen a la paz y a la seguridad comunes; que, además,
sometan sus voluntades cada uno a la voluntad de aquél, y sus juicios a su juicio. Esto es
algo más que consentimiento o concordia; es una unidad real de todo ello en una y la
misma persona instituida por pacto de cada hombre con los demás, en forma tal como si
cada uno dijera a todos: autorizo y transfiero a este hombre o asamblea de hombres mi
derecho de gobernarme a mí mismo, con la condición de que vosotros transferiréis a él
vuestro derecho, y autorizaréis todos sus actos de la misma manera.

Hecho esto, la multitud así unida en una persona, se denomina ESTADO, en latín,
CIVITAS. Ésta es la generación de aquel gran LEVIATÁN, o más bien (hablando con más
reverencia), de aquel dios mortal, al cual debemos, bajo el Dios inmortal, nuestra paz y
nuestra defensa. Porque en virtud de esta autoridad que se le confiere por cada hombre
particular en el Estado, posee y utiliza tanto poder y fortaleza, que por el terror que inspira
es capaz de conformar las voluntades de todos ellos para la paz, en su propio país, y para
la mutua ayuda contra sus enemigos, en el extranjero.

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Y en ello consiste la esencia del Estado, que podemos definir así: una persona de cuyos
actos una gran multitud, por pactos mutuos, realizados entre sí, ha sido instituida por cada
uno como autor al objeto de que pueda utilizar la fortaleza y medios de todos, como lo
juzgue oportuno, para asegurar la paz y defensa común. El titular de esta persona se
denomina SOBERANO, y se dice que tiene poder soberano; cada uno de los que le
rodean es SÚBDITO suyo.

Se alcanza este poder soberano por dos conductos. Uno por la fuerza natural, como
cuando un hombre hace que sus hijos y los hijos de sus hijos le estén sometidos, siendo
capaz de destruirlos si se niegan a ello; o que por actos de guerra somete sus enemigos a
su voluntad, concediéndoles la vida a cambio de esa sumisión. Ocurre el otro
procedimiento cuando los hombres se ponen de acuerdo entre sí, para someterse a algún
hombre o asamblea de hombres voluntariamente, en la confianza de ser protegidos por
ellos contra todos los demás. En este último caso puede hablarse de Estado político, o
Estado por institución, y en el primero de Estado por adquisición.

Refiriéndonos ahora a las peculiaridades de la verdadera libertad de un súbdito, cabe


señalar cuáles son las cosas que, aun ordenadas por él soberano, puede, no obstante, el
súbdito negarse a hacerlas sin injusticia.

Vamos a considerar a qué derecho renunciamos cuando constituimos un Estado,


o, lo que es lo mismo, qué libertad nos negamos a nosotros mismos.

Si el soberano ordena a un hombre (aunque justamente condenado) que se mate,


hiera o mutile a sí mismo, o que no resista a quienes le ataquen, o que se abstenga del
uso de alimentos, del aire, de la medicina o de cualquier otra cosa, sin la cual no puede
vivir, ese hombre tiene libertad para desobedecer.

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Si un hombre es interrogado por el soberano o su autoridad, respecto a un crimen
cometido por él mismo, no viene obligado (sin seguridad de perdón) a confesarlo, porque,
como he manifestado también previamente, nadie puede ser obligado a acusarse a sí
mismo por razón de un pacto.

Si un súbdito tiene una controversia con su soberano acerca de una deuda, o del derecho
de poseer tierras o bienes, o acerca de cualquier servicio requerido de sus manos, o
respecto a cualquier pena corporal o pecuniaria fundada en una ley precedente, el súbdito
tiene la misma libertad para defender su derecho como si su antagonista fuera otro
súbdito y puede realizar esa defensa ante los jueces designados por el soberano. En
efecto, el soberano demanda en virtud de una ley anterior y no en virtud de su poder, con
lo cual declara que no requiere más si no lo que, según dicha ley, aparece como debido.
La defensa, por consiguiente, no es contraria a la voluntad del soberano, y por tanto el
súbdito tiene la libertad de exigir que su causa sea oída y sentenciada de acuerdo con
esa ley.

• Rousseau: El Contrato Social.

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"Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada
hombre no conoce lo que vale lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones
sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil
incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía."

Prólogo de Mariano Moreno al Contrato Social de Rousseau.

Según Rousseau los hombres vivían libres en la primera etapa de su historia, en un


estado de naturaleza. Los dos derechos más importantes según Rousseau son el derecho
a la libertad y a la igualdad.

Expresa que “renunciar a la libertad es renunciar a la calidad de hombre, a los derechos


de la humanidad y a sus mismos deberes. Semejante renuncia es incompatible con la
naturaleza del hombre, y quitar toda clase de libertad a su voluntad, es quitar toda
moralidad a sus acciones. Así, de cualquier modo que las cosas se consideren, el
derecho de esclavitud es nulo, no solo porque es ilegítimo, sino porque es absurdo”.
Rousseau ejemplifica luego “Hago contigo una convención, cuyo gravamen es todo tuyo,
y mío todo el provecho, convención que observaré mientras me dé la gana y que tu
observarás mientras me de la gana”.

La sociedad más antigua de todas, y la única natural, es la de una familia; y aun en esta
sociedad los hijos sólo permanecen unidos a su padre el tiempo que le necesitan para su
conservación. Desde el momento en que cesa esta necesidad, el vínculo natural se
disuelve. Los hijos, libres de la obediencia que debían al padre, y el padre, exento de los
cuidados que debía a los hijos, recobran ambos su independencia. Si continúan unidos,
ya no es por naturaleza, sino por su voluntad; y la familia misma no se mantiene sino por
convención.

Esta libertad común es una consecuencia de la naturaleza del hombre. Su principal deber
es procurar su propia conservación, sus principales cuidados son los que se debe a sí

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mismo; y después que adquiere uso de razón, siendo él sólo el juez de los medios propios
para conservarse, llega a ser por este motivo su propio dueño.

Es, pues, la familia, si así se quiere, el primer modelo de las sociedades políticas:
el jefe es la imagen del padre, y el pueblo es la imagen de los hijos; y habiendo nacido
todos iguales y libres, sólo enajenan su libertad por su utilidad misma.

Encontrar una forma de asociación capaz de defender y proteger, con toda la fuerza
común, la persona y los bienes de cada uno de los asociados, pero de modo tal que cada
uno de éstos, en unión con todos, sólo obedezca a sí mismo, y quede tan libre como
antes.» Este es el problema fundamental, cuya solución se encuentra en el Contrato
Social.

Todas estas cláusulas bien entendidas se reducen a una sola, a saber: la enajenación
total de cada asociado, con todos sus derechos, a favor de la comunidad.

En cuanto a los asociados, éstos toman colectivamente el nombre de pueblo y en


particular se llaman ciudadanos, como partícipes de la autoridad soberana, y súbditos, por
estar sometidos a las leyes del Estado.

La primera y más importante consecuencia de los principios hasta aquí establecidos es


que sólo la voluntad general puede dirigir las fuerzas del Estado según el fin de su
institución — que es el bien común— pues si la oposición de los intereses particulares ha
hecho necesario el establecimiento de las sociedades, la conformidad de estos mismos
intereses es lo que ha hecho posible su existencia. Lo que hay de común entre estos
diferentes intereses es lo que forma el vínculo social; pues si no hubiese algún punto en el
que todos los intereses estuviesen conformes, ninguna sociedad podría existir.

Al que rehuse obedecer a la voluntad general, se le obligará a ello por todo el cuerpo: lo
que no significa nada más que se le obligará a ser libre, pues esta y no otra es la
condición por la cual, entregándose cada ciudadano a su patria se libra de toda
dependencia personal.

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El pacto social establece entre los ciudadanos tal igualdad que todos se obligan
bajo las mismas condiciones y deben disfrutar de los mismos derechos y todo acto de
soberanía, es decir, todo acto auténtico de la voluntad general obliga o favorece
igualmente, a todos los ciudadanos.

➢ De los límites del poder.

Si el Estado no es más que una persona moral, cuya vida consiste en la unión de
sus miembros, y si su cuidado más importante es el de su propia conservación, necesita
una fuerza universal y compulsiva para mover y disponer todas las partes del modo más
conveniente al todo. Así como la naturaleza da a cada hombre un poder absoluto sobre
todos los miembros de su cuerpo, así también el pacto social otorga al cuerpo político un
poder absoluto sobre todos los suyos. Este mismo poder, dirigido por la voluntad general,
recibe, como he dicho, el nombre de soberanía.

En cuanto al derecho de indultar o de eximir a un culpable de la pena impuesta por la ley


y pronunciada por el juez, sólo pertenece al que es superior al juez y a la ley, esto es, al
soberano. Con todo, su derecho en este punto no es del todo evidente y los casos en que
puede ejercerlo son muy raros. En un Estado bien gobernado hay muy pocos castigos, no
porque se perdone mucho, sino porque hay pocos criminales. La multitud de crímenes
asegura su impunidad cuando el Estado se debilita o perece. En la república romana,
nunca el Senado ni los Cónsules intentaron perdonar a un delincuente. El mismo pueblo
no lo hacía, a pesar de que algunas veces revocaba su propio juicio. Los frecuentes
indultos anuncian que bien pronto los crímenes no tendrán necesidad de ellos y todo el
mundo puede ver a qué conduce esto.

Considerando las cosas humanamente, a falta de sanción natural, las leyes de la justicia
son inútiles entre los hombres; sólo producen el bien del malvado y el mal del justo, ya
que el justo las observa para con todos sin que nadie las observe con él, el gobierno para
ser bueno debe ser proporcionalmente más fuerte a medida que el pueblo es más
numeroso.

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Por otra parte, ofreciendo el engrandecimiento del Estado a los depositarios de la
autoridad pública más tentaciones y más medios para abusar de su poder, cuanto más
fuerte debe ser el gobierno para contener al pueblo, tanto más lo debe ser a su vez el
soberano para contener al gobierno. No hablo aquí de una fuerza absoluta, sino de la
fuerza relativa de las diversas partes del Estado.

De aquí se sigue que los tributos se van haciendo más onerosos a medida en que
aumenta la distancia entre el gobierno y el pueblo. Así es que en una democracia el
pueblo está menos cargado; en una aristocracia ya lo está más, y en una monarquía es
cuando lleva la mayor carga. Por lo tanto, la monarquía sólo conviene a las naciones
opulentas, la aristocracia a los Estados de una riqueza y de una extensión medianas y la
democracia a los Estados pequeños y pobres.

En efecto, cuanto más se reflexiona, mejor se descubre la diferencia en esto entre los
Estados libres y los monárquicos. En los primeros todo se emplea para la utilidad común;
en los otros las fuerzas públicas y las particulares son recíprocas y las unas se aumentan
por la disminución de las otras; en fin, en vez de gobernar a los súbditos para hacerlos
felices, el despotismo los hace miserables para gobernarlos.

Todo gobierno legítimo es republicano y república es cualquier estado gobernado por


leyes. El poder legislativo pertenece al pueblo. El gobierno es un cuerpo intermedio
establecido entre los súbditos y el soberano, encargado de la ejecución de las leyes y de
la conservación de la libertad, tanto civil como política.

• Distintos Grados de Descentralización Política.

➢ Confederación
➢ Estado Federal
➢ Estado Unitario.

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➢ Confederación:

En la Confederación los estados miembros son soberanos. Tienen poder de secesión, es


decir, de separarse de la Confederación cuando lo crean necesario.

Ejemplo de Confederación: La Confederación Argentina creada a partir del Pacto Federal


de 1831.-

➢ Estado Federal:

Los estados federales tienen un grado de descentralización política menor al de


soberanía. Son autónomos, es decir tienen poderes que le son propios, pero no pueden
separarse del Estado del que forman parte. Ejemplo de Estado Federal: el Estado
Argentino.

➢ Estado Unitario:

En un Estado Unitario los estados miembros no tienen descentralización política,


sino administrativa. Es decir, reciben su legislación del Gobierno Central, y quienes los
gobiernan son meros delegados del Gobierno Central o Nacional. Ej: Las constituciones
que se dictaron en 1819 y 1826, que no llegaron a tener vigencia en la República
Argentina (la segunda dictada bajo el gobierno de Bernardino Rivadavia).

• Concepción liberal del hombre y de la sociedad. Los derechos individuales.

Los derechos individuales son los derechos morales que los hombres tienen por el solo
hecho de ser hombres. El alcance de los derechos fundamentales del hombre es materia
de controversia. Sin embargo, hay un relativo acuerdo en que ellos incluyen la libertad de
conciencia y expresión, el derecho de asociación, el de no ser discriminado por razones
de raza, origen, religión y sexo, el de elegir trabajo y lugar de residencia, el de ser

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respetado en su vida e integridad física, el de no ser sancionado sin un debido proceso
legal, el derecho de propiedad, el de educarse.

Principios básicos de la concepción liberal del hombre y de la sociedad.

1) Principio de inviolabilidad de la persona humana: Este principio prohíbe la


imposición de cargas y sacrificios no compensables a ciertos individuos (sin contar
con su consentimiento efectivo) sobre la base de que ello redunda en beneficio de
la mayoría de la población, o del Estado, una raza superior, una cierta clase social,
etc. Este principio coincide con la célebre máxima de Kant, de que los hombres son
fines en si mismos y no pueden ser utilizados sólo como medios en beneficio de
otros. De este principio se infieren ciertos derechos como el respeto de la vida y la
integridad física y el de no ser sancionado sin un debido proceso legal, el derecho
de propiedad. Algunos de estos derechos aparecen consagrados en los arts. 17 y
18 de la Constitución Nacional.

2) Principio de autonomía de la persona humana: Prescribe que el Estado debe


permanecer neutral respecto de los planes de vida individuales, limitándose a diseñar
instituciones y adoptar medidas para facilitar la persecución individual de esos planes de
vida. De este principio se infiere directamente el derecho de realizar cualquier conducta
que no perjudique los intereses de terceros, consagrado en el art. 19 de la Constitución
Nacional.

3) Principio de la dignidad de la persona humana: Expresa que las personas deben ser
juzgadas y tratadas sobre la base de sus acciones voluntarias y no según otras
propiedades y circunstancias, como ser su raza, su sexo, su pertenencia a cierta clase
social, su religión, etc. De este principio se infiere la prohibición de toda persecución y
discriminación por motivos de raza, sexo, origen nacional y social, etc. Este principio está
en la base de la participación democrática en el gobierno. También de este principio se
infiere que no puede haber penas sino por acciones humanas voluntarias previstas en

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leyes anteriores (art. 18 de la Constitución Nacional). La idea de que el derecho solo
puede interferir con acciones que perjudican a terceros, se fundamenta en el punto de
vista de que el derecho solo debe hacer efectiva la moral pública y no la privada (arts. 4 y
5 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789). Nuestra
Constitución Nacional establece este principio en su Art. 19, que se refiere al derecho a la
intimidad. Dice en su primer párrafo: “Las acciones privadas de los hombres que de
ningún modo ofendan al orden y la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están solo
reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados”.

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
OBLIGATORIA
MATERIAL ELABORADO POR LOS DOCENTES A CARGO PARA LA MATERIA

COMPLEMENTARIA
Kogan, Hilda y Sanguinetti, Horacio. (1985). “El Estado: instituciones políticas”. En
Introducción al conocimiento de la sociedad y el Estado. Buenos Aires: EUDEBA.

Estatuto Universitario (diciembre de 1960). Universidad de Buenos Aires, ratificado por ley
23.068.
Ferronato, Jorge.(2007). "América Latina. Entre lo sublime y el desconsuelo". Buenos
Aires:Macchi.
Hobsbawm, Eric. (1998, 1° ed.1994). “Vista panorámica del siglo XX”, “La Revolución
Social 1945-1990”, “La Revolución Cultural”, “Tercer Mundo”, “Tercer Mundo y la
Revolución”, “El fin del milenio”, en Historia del Siglo XX, Buenos Aires: Crítica.

Ferronato, Jorge. (2007) “Aproximaciones a la Globalización”. Buenos Aires: Editorial


Macchi.

Ferrer, Aldo. (1997).Hechos y Ficciones de la globalización, México: F.C.E.

p. 14
Para la Segunda Parte -

Gerchunoff, Pablo y Llach, Lucas.(2007). "Del Paraíso peronista a la crisis del desarrollo
(1949-1958)", en El ciclo de la ilusión y el desencanto, Buenos Aires: Ariel.

Gerchunoff, Pablo y Llach, Lucas. (2007)."El Impulso desarrollista" en El ciclo de la ilusión


y el desencanto, Buenos Aires: Ariel.

Sidicaro, Ricardo. (2001).“La crisis del Estado” y “Los actores políticos y socioeconómicos
en la Argentina (1989-2001)”. Buenos Aires,

O´Donnell, Guillermo. (2007). Disonancias. Críticas a la democracia. Buenos Aires:


Prometeo.

Leiras, Santiago y Malamud, Andrés. (1994). “La Evolución de la idea de Democracia en


el pensamiento de Robert Dahl” en La Democracia en el pensamiento contemporáneo.
Buenos Aires: CEAL, Julio Pinto Comp. Tomo 1.

Bobbio, N. (2000). El futuro de la Democracia, México: F.C.E., 4ª reedición, Cap. 1 y 2.

Bauman, Zygmunt. (1999). “Después del estado nacional... ¿qué?” en Globalización


consecuencias humanas, México: Fondo de Cultura Económica.

Llairó, María Monserrat y Palacio, Priscila. (2012). Los Dilemas de América Latina ante la
crisis. Buenos Aires: Eudeba.

p. 15

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