Avatares Del Devenir Sujeto
Avatares Del Devenir Sujeto
Avatares Del Devenir Sujeto
Lo originario
«En la vida anímica del individuo el otro cuenta con toda regularidad —tam-
bién decía Freud en 1921— como modelo, como objeto, como auxiliar…»
Pero si el sujeto deviene como tal a partir de un vínculo con otro, me
pregunto: entonces, ¿qué hay en el origen?
De acuerdo a los planteos freudianos, en el origen hay un estado de
desamparo. «El niño permanece fundamentalmente destinado al desampa-
ro originario —dice—, debe ser necesariamente relevado por el otro para
la satisfacción de sus necesidades, como para la prevención de peligros…»
(Freud, 1926).
En el origen hay «un estado de sin ayuda —agrega Laplanche (1989)—
[…] el estado de un ser que librado a sí mismo es incapaz de ayudarse por
sí, tiene entonces necesidad de la ayuda ajena». Este autor plantea que al
inicio «la excitación que viene del interior […], desborda: son gritos, mo-
vimientos, una agitación desordenada que la madre aprende rápidamente
a reconocer, como llamado de ayuda».
Me despierta gran interés esta conceptualización de Laplanche, por-
que de inmediato me evoca imágenes de la clínica. Estas manifestaciones
que el autor menciona, tan primarias y tan absolutamente ancladas en
lo corporal —gritos, movimientos, excitación, agitación desordenada—,
expresiones estas que aparecen como descargas crudas, que requieren ser
reconocidas por otro, semantizadas desde una función materna como
«llamado de ayuda», son aspectos que tienen una presencia protagónica
en el trabajo con los pacientes a los que haré referencia.
Considero que en la clínica de tempranos con importantes fracasos en
la estructuración psíquica el desborde de impulsos intensos y confusos,
que se disparan en forma caótica y sin contención, persiste como elemento
que da cuenta del desamparo ante el impacto de lo pulsional:
Matilde tiene tres años. Impacta su mirada inexpresiva y fija hacia ade-
lante, sus gestos rígidos y los movimientos estereotipados de sus extremi-
dades. Su presentación me conmueve, y despierta en mí una inquietante
sensación de ajenidad. Despliega escenas caóticas, frases inconexas, y emite
palabras que utiliza con un sentido propio. De pronto, muy por lo bajo, la
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En una sesión del inicio, Matilde tiende a pisar la tapa de su caja con
gran descontrol. Me acerco, la miro a los ojos, pongo mi mano en la caja y le
digo: «No, Mati… vamos a cuidar… vamos a cuidar tu caja, vamos a cuidar
las cosas para trabajar acá, y también yo voy a cuidarte a ti y a mí…». Ella
me mira y frunce el ceño.
A.: «¡Uy! ¡Me mostrás que te enojaste…!», señalo con tono de voz par-
ticularmente grave, y con mi propio ceño fruncido en forma exagerada.
Ella toma un marcador, y de inmediato lo tira con fuerza. Toma la masa
y en forma explosiva tira y desparrama pedacitos…
B.:«Cuando te enojás, sentís un desparramo muy grande en ti… tú ti-
rás y me mostrás ese desparramo grande, para que yo te ayude a juntar los
pedacitos…».
La niña se detiene y me mira. Luego dirige la mirada al marcador ma-
rrón, que está sobre la mesa, y señalándolo, dice: «Es el marrón».
A.:«Cuando pasa el enojo fuerte… cuando ya no te sentís en pedacitos,
entonces podés decir lo que es: es el marrón…», le digo mirándola.
Matilde hace un trazo con el marcador y, ante mi pregunta, responde
que es «un caracol pequeño».
A.: «Capaz que ese caracol pequeño necesita un caracol grande para que
lo cuide, para no sentirse en pedacitos, para estar protegido de las cosas tan
fuertes que puede sentir…».
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Hace luego algunos trazos que semejan cierta figura humana. «¿Quién
es…?», pregunto.
«¡Fantasma…! ¡Dice uhhhh…! ¡Uhhhh…! ¡Un monstruo…!», responde
en un tono de voz elevado y haciendo trazos desordenados, mientras en
forma abrupta y desconectada menciona «un dibujito de la televisión», «un
muñequito», «pichí y caca…». Finalmente tira más pedacitos de masa, y
luego en forma súbita tira fuertemente la pelota hacia mí.
«¡Uhhh…! —digo exagerando su propia entonación como si yo misma
estuviera asustada; luego con mi propio tono de voz, agrego–: Me mostrás
todas las cosas tan fuertes y entreveradas que tú sentís, y que de pronto te
asustan mucho, ¡como los monstruos y los fantasmas…!»
De la clínica:
movimientos estructurantes o el rostro en otros espejos
Son varias las preguntas que me quedan vigentes en el trabajo con estos
pacientes. Creo que la diversidad y riqueza con que estos movimientos de
estructuración se presentan en la clínica, así como aspectos de la técnica,
de la implicancia de las comunicaciones no verbales y de la concepción
de la transferencia en un psiquismo en vías de estructuración, resultan
puntos interesantes en los que seguir profundizando. ◆
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72 nahir bonifacino
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Resumen
Abstract
nascent psyche? How can we intervene when it has not set a subject of the
experience and when major fails in the representational capacity interfere
in the unfolding of a communicational language?
I will work in these questions in a dialogue with the theory and the
practice taking account some classic authors and also theoretical inputs
from the observation of early interactions, in which the mother’s face
becomes a mirror of the baby’s internal experiences and allows him expe-
rience them as their own.
In each one of the psychoanalytic processes I mention the transfer-
ential bond promoted a key background in which, with the receptivity of
the parental figures made possible structural movements that allowed the
subject constitution and new vicissitudes.
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