La Evaluacion Institucional Una Oportunidad
La Evaluacion Institucional Una Oportunidad
La Evaluacion Institucional Una Oportunidad
una oportunidad
La evaluación institucional,
una oportunidad
A modo de introducción
Cuando se problematiza el rol de la evaluación es necesario plantear que, actualmente en el sistema
educativo, todavía perdura la idea tradicional de considerarla como una comprobación de resultados centrada
únicamente en los y las estudiantes. Desde esta perspectiva, el aprendizaje queda reducido a la adquisición
de conocimientos en función de pautas curriculares preestablecidas, por lo tanto, solo se toma en cuenta el
desempeño a través de pruebas u observaciones a lo largo de un período, priorizando así la función sumativa
con foco en la certificación, acreditación y la integración social.
Con la democratización del sistema educativo, se instaló una perspectiva mucho más amplia e inclusiva. La
evaluación de los procesos de enseñanza y aprendizaje se proyectó más allá de la adquisición de contenidos,
incorporando como referentes la cultura y los valores, el accionar, los grupos de pertenencia, el protagonismo
de los actores, la disposición de recursos, las pautas y normas acordadas / establecidas, las particularidades
del nivel/modalidad institucional y del propio sistema. A su vez, todos estos aspectos se situaban en el marco
de los intereses, las necesidades y las expectativas de un contexto social de referencia.
Entonces, si la evaluación queda entendida como una atribución de valor a los desempeños, a los hechos,
a las cosas, más allá de la función de medir resultados, emerge la mirada formativa. Es en este sentido que
todos los actores cuentan con la posibilidad de comprender sus propias prácticas, lo que se convierte en
una retroalimentación “para la toma de decisiones racionales y beneficiosas para el proceso de aprendizaje”
(Santos Guerra, 1995, p. 64).
La evaluación se vuelve parte de los procesos de enseñanza y aprendizaje en la medida en que se reflexiona,
se critica, se razona y se construye sobre las prácticas de la institución. Al respecto, Anijovich afirma que
“la retroalimentación formativa es (…) ofrecer la posibilidad de reflexionar sobre el propio aprendizaje
(metacognición)” (2020, p. 79).
En consecuencia, actualmente, la mirada de la institución educativa obtiene mayor alcance y responde a
una realidad más concreta a pesar de adquirir una mayor complejidad, lo que se constituye en un verdadero
desafío al abordar su función específica.
La pandemia generó un sinnúmero de interrogantes sobre las certezas consolidadas en torno a esta función
de la evaluación, que se fueron diluyendo en un marco de gran incertidumbre institucional. Las instituciones
se instalaron en un escenario dinámico que exigió reajustes permanentes de sus prácticas, sin dejar de
atender las evidencias, monitoreos, escuchas “para barajar y dar de nuevo una y otra vez haciéndose, por
lo tanto, indispensable revisar las acciones, generar nuevos criterios, adoptar nuevas posiciones y tomar
nuevas decisiones superadoras que ayuden a salir del trabajo individual y solitario donde cada uno hace lo
que puede” (Abregú y otros, 2021:15).
Este material se propone realizar un aporte, mediante un análisis crítico de los argumentos de la evaluación
institucional, para dar lugar a nuevos conceptos y estrategias, potencialmente adaptables a las problemáticas
diversas y específicas que brindan identidad a cada institución educativa y a cada comunidad. Es indudable
que revisar los qué, los cómo, los por qué y los para qué de la evaluación, vehiculiza la redefinición y definición
de nuevos criterios de acción.
Algunas definiciones necesarias
El qué y para qué
La evaluación institucional, viabilizada a través del diálogo comprometido de sus actores, favorece la
construcción de conocimiento pertinente para reflexionar valorar, comprender, interpelar, renovar y enriquecer
el quehacer de un establecimiento educativo en forma continua y colaborativa, privilegiando la centralidad
de la dimensión pedagógico–didáctica. De esta manera, la evaluación aporta sentido y mejoramiento a lo
cotidiano en contexto, fortaleciendo, a su vez, el desempeño de los involucrados.
Se constituye así en un aporte sistemático fundamental, construido “en y para” la institución educativa, ya
que, tal como afirma Ruth Harf, “es una herramienta e instrumento de trabajo que posibilita la mejora del
aprendizaje y del desempeño docente, analizando sus prácticas desde diversas miradas.” 1
Por lo tanto, la evaluación, no solo facilita la articulación hacia el interior de la institución, sino también
la interacción con otros ámbitos del sistema educativo y de la comunidad. De esta manera, permite a la
institución contar con un mapeo de información relativa a las prácticas educativas que genere acciones a
futuro para el diseño, implementación y evaluación continua, a plasmar en diferentes planes de acción como
la planificación institucional, proyectos didácticos, etc.
1
Noveduc Libros. (21, diciembre, 2015). Evaluación institucional – Ruth Harf- Gestión y Liderazgo [Video]. Youtube. Obte-
nido de https://www.youtube.com/watch?v=2FEuhQU3HVg
¿Qué se evalúa?
Para llevar adelante un proceso evaluativo, no solo se aborda el aprendizaje de los/as estudiantes en función
del grado de conocimiento alcanzado en un contexto social, de acuerdo con la previsión curricular y sus
adecuaciones; sino que también se deben considerar otros dimensiones tales como: Estructura y Gestión
Organizativa, la Relación con la Comunidad y la Estructura Administrativa, entre otras. No obstante, si bien
el reconocimiento de las diferentes dimensiones facilita el proceso evaluativo, es aconsejable su abordaje de
manera articulada con los aspectos pedagógicos predominantes en la institución, evitando la fragmentación
y fortaleciendo la integralidad institucional.
¿Quiénes intervienen?
La participación de diversos equipos y el aporte protagónico de otros sectores, organismos y organizaciones
sociales, resultan indispensables al momento de poner en marcha de una evaluación institucional. En relación
al protagonismo de los integrantes de la institución, Margarita Poggi afirma que:
la evaluación, desde el punto de vista de la mejora institucional, requiere tener como punto de partida la
responsabilidad individual y colectiva de los actores participantes y la decisión de sostener una cultura de la
evaluación para que se constituya en una actividad de producción de conocimiento que contribuya a una discusión
informada sobre las escuelas, el sistema educativo y las políticas (Poggi, 2008, p. 34).
En este sentido, el equipo directivo constituye una pieza clave para proponer, diseñar, viabilizar e implementar
la evaluación, acordada previamente con los demás actores institucionales. Desde su rol de asesoramiento,
acompañamiento y de sostén de las prácticas, tiene a su cargo la distribución del uso de los espacios y los
tiempos de trabajo, conforme a las necesidades y dificultades emergentes, así como difundir la información
elaborada.
Los y las docentes, centrales en la tarea educativa, así como también los integrantes del personal no docente
y técnico profesional, realizan un aporte a los ámbitos de evaluación desde su ocupación específica. Su
compromiso y responsabilidad le otorgan sentido al accionar, facilitando el desarrollo del proceso evaluativo
y evidenciando el ejercicio protagónico de sus roles.
Desde esta perspectiva, el surgimiento de resistencias y dificultades desde los actores participantes se
convierte en una oportunidad sustancial para enfrentar la transformación educativa.
De los espacios y los tiempos
Todas las actividades educativas brindan información valiosa a la hora de la sistematización, ya que
aportan conocimiento sobre las prácticas, por lo que se hace necesario la utilización de los espacios y
tiempos habituales en forma conveniente y creativa. El aprovechamiento de esta información requiere una
gestión articulada y acordada entre los miembros de la institución porque la evaluación, tal como se ha
señalado, es parte de las prácticas cotidianas. Las reuniones de personal, los encuentros con familias, las
entrevistas con especialistas, las reuniones de departamentos/áreas/ciclos, las observaciones de clase, las
visitas de supervisión y las entrevistas personales constituyen insumos especiales para ser incorporados a
este desarrollo. Las jornadas institucionales, también son dispositivos potentes a considerar.
Por último, la disponibilidad y el uso de diversos medios de comunicación facilita la utilización eficiente de
los espacios y tiempos institucionales.
Puesta en marcha
En síntesis, el proceso evaluativo implica un trabajo de reflexión y producción entre los integrantes de una
institución educativa que da lugar a la obtención de información acerca de sus prácticas para promover el
diseño de un Informe de Mejora.
Una posible estrategia de implementación consiste en constituir un grupo coordinador de la evaluación,
acorde a la cultura y características de la escuela. Podrá ser integrado por representantes de los distintos
actores institucionales, que inicialmente propongan los aspectos a analizar en cada una de las dimensiones
institucionales a evaluar. Posteriormente, se ponen a consideración y solicitan al resto de los y las participantes
información sobre los aspectos acordados.
La recolección de los aportes correspondientes a las diferentes voces, posibilita la problematización de las .
prácticas a analizar en el proceso evaluativo, considerando en términos de organización, las siguientes etapas:
• Selección: Supone jerarquizar temas desde el papel central de la tarea, focalizando en la dimensión
pedagógico–didáctica conforme a los criterios de impacto (prever el efecto de los temas prioritarios sobre las
prácticas), factibilidad (considerar las condiciones favorables para la concreción de las acciones), aceptación
(obtener el consenso y compromiso de los participantes) y urgencia (considerar el grado de inmediatez de
abordaje de las temáticas).
• Elaboración: Se posibilita la producción de un Informe de Mejora acordado entre los actores, que resulte
un insumo significativo en la producción y/ o renovación del proyecto institucional.
• Difusión: Prevé garantizar una información amplia y clara, adecuada para cada destinatario, que facilite
una retroalimentación continua para fortalecer el protagonismo de los actores participantes.
La implementación de una evaluación institucional, con fuerte impronta formativa y colaborativa, requiere
de una reflexión sobre aspectos esenciales para fortalecer la labor educativa y por lo tanto, potenciar los
siguientes criterios estructurales:
Como plantea Maggio, “recapacitar: mirar, volver a pensar, comprender lo que tiene valor, rearmar, hacer
trayectos especiales, retomar, ir para atrás, avanzar más rápido (…). La evaluación vuelve sobre la enseñanza
para que todos aprendan” (Maggio, 2021, p. 90). La construcción de la evaluación como parte de la cultura
institucional es un reto para sus integrantes, pero que abona a la tarea potenciando en especial el aprendizaje
de los y las estudiantes. Se construye colaborativamente a partir de experiencias enriquecedoras, del rediseño
de estrategias e instrumentos, de los aciertos y desaciertos en la interacción, y del compromiso de actualizar
permanentemente criterios en la toma de decisiones.
Referencias
Abregú, V. y otros (2021). Equipos directivos sin distancia. Aique.
Harf, R. (2015). Evaluación de las instituciones, organizada por Gestión y Liderazgo. Centro de Formación
Constructivista y Novedades Educativas.
Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=2FEuhQU3HVg
Pinto, L (2019). Re diseñar la escuela para y con las habilidades del siglo XXI- XIV Foro Latinoamericano de
educación. Santillana.
Poggi, M. (2008). Evaluación Educativa. Sobre sentidos y prácticas. Revista Iberoamericana de Evaluación
Educativa.(1)
Santos Guerra, M (1995). La evaluación: un proceso de diálogo, comprensión y mejora. Ediciones Aljibe.