TP El conde Drácula

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Escuela Villanueva

2do 3ra

Examen de Lengua en periodo de Intensificación

El conde Drácula
La historia empieza en Transilvania. De repente el conde Drácula siente que ya no
hay sol (que hay que recordar que es su mayor enemigo) y abre sus ojos inyectados de
sangre. Tiene mucha hambre. ¡Mucha! Y ya sabe quiénes son sus víctimas: el panadero y su
esposa, dos gorditos buena gente que piensan que el Conde es un vecino más del barrio.
Que sean tan ingenuos le da un condimento extra, la estupidez es como sal en la
boca del Conde, así que en un segundo Drácula se convierte en murciélago y llega rápido a
la casa del panadero y la esposa.
Una vez ahí, se transforma en persona y golpea la puerta.
Abre la mujer del panadero y dice: «¡El Conde Drácula! ¡Qué linda sorpresa!», y lo
hace pasar.
El panadero se acerca y le pregunta qué hace por ahí, a lo que Drácula responde, ya
salivando: «Teníamos agendada una cena, ¿o no se acuerdan?». «¡Claro, sí, nos
acordamos!», dice el panadero. «¡Pero es dentro de siete horas!».
Drácula no entiende. ¿Siete horas? ¿Cómo que siete horas? Y entonces los gorditos
sonríen y ella dice: «Ay, pero qué personaje este Conde, seguro que vino a mirar el eclipse
con nosotros».
Ahí Drácula entiende todo: están en medio de un eclipse de sol y la luz va a volver
en dos minutos. Si no se va a tiempo, va terminar calcinado sobre el felpudo. A Drácula le
baja la presión. «Perdón, perdón, me confundí», dice el Conde mientras sacude el picaporte
de la puerta. Pero el matrimonio, que es muy hospitalario, está decidido a darle algo para la
presión, porque lo ven muy pálido, más pálido que nunca.
La mujer le ofrece vino, un sobrecito de azúcar… pero Drácula no quiere nada: les
dice que no toma vino por un tema hepático y que además tiene que volver al castillo
urgente porque se dejó todas las luces prendidas y después le llega una cuenta de luz
tremenda.
«Está bien, está bien», dice la mujer, «pero vuelva a cenar esta noche. Mire que ya
compré todo… voy a hacer un pollo al horno que se va a chupar los dedos».
Drácula la mira y dice que sí, desesperado. «¡OK, yo traigo el postre!» dice,
mientras abre la puerta de calle para irse al castillo corriendo. Cuando de repente escucha al
panadero que dice: «Mirá, vieja, qué lindo cómo va apareciendo el sol, parece una uña
dorada».
Ni bien escucha eso, Drácula se mete en la casa de sus vecinos y cierra la puerta.
«¡Listo! ¡Me quedo! Sirvan lo que quieran pero cierren todas las persianas, ¡por favor!».
«Pero no tenemos persianas, Conde».
«¿Qué?», dice Drácula. «¿Y un sótano? ¿Tienen un sótano?».
«Yo siempre le digo: Arturo, tenés que hacer un sótano, pero vio cómo es mi
marido». Mientras la mujer del panadero habla, Drácula empieza a ahogarse y busca un
lugar cerrado con desesperación. Encuentra un ropero, en el pasillo, se mete adentro, cierra
la puerta y, desde adentro, le dice al panadero que lo llame a las ocho y media.
El matrimonio no lo puede creer. Se ríen: «¡Vamos, Conde, no se haga el loco».
«No, no, no, en serio, no puedo», les grita Drácula. «Déjenme acá hasta las ocho. Yo estoy
bien. Me encanta este ropero».
De repente suena el timbre y entra el alcalde. Pasaba por ahí y decidió darles una
sorpresa al panadero y a su mujer. Ella, contentísima por la visita, empieza a los gritos y le
dice a Drácula: «Salga, Conde, salga, que pasó a saludar el alcalde».
«¿Está el Conde acá?», pregunta el alcalde. Y entonces el panadero le explica, ya un
poco incómodo por la situación, que el Conde está, sí, pero que se metió en el ropero.
«Déle, Conde…», dice el panadero. «Ya está el chiste». Y el alcalde le dice: «Salga,
amigazo, venga a tomarse un vino con nosotros».
Pero Drácula está atrincherado. Sin perder los modales, les dice que charlen entre
ellos, que él va a salir cuando tenga algo para decir. Extrañados, el panadero y el alcalde
toman sus copas de vino y hablan del eclipse un rato. Hasta que el alcalde, que ya no
aguanta la situación, abre la puerta del ropero y dice: «¡Vamos, Drácula! ¡Déjese de
joder!».
En ese instante, la luz del día le cae de lleno al diabólico monstruo, que suelta un
grito desgarrador y se convierte primero en esqueleto, y después en polvo, ante los ojos de
todos.
En ese instante, la luz del día le cae de lleno al diabólico monstruo, que suelta un
grito desgarrador y se convierte primero en esqueleto, y después en polvo, ante los ojos de
todos.
Woody Allen
Una adaptación de Hernán Casciari

Actividades:
1. ¿Qué desea el Conde apenas despierta?
2. ¿Qué problema se le presenta?
3. ¿ Cómo llega el Conde hasta la panadería?
4. ¿Por qué se encierra en el ropero?
5. Realiza el mapa actancial
6. ¿Qué tipo de cuento fantástico es? Explica

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