El duelo desde el don de la sabiduría

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El duelo desde el don de la sabiduría

Hoy no puedo asistir a nuestro encuentro, viene a Marbella el que fue


mi terapeuta en duelo y maestro a dar una conferencia invitado
precisamente por la asociación para el duelo a la que pertenezco.
Pero quería contaros estos pensamientos, así que le ruego a Pablo
que lo lea por mi. Os envió un abrazo grande a todos.

Mi perro al cumplir los 12 años (12 años para un perro son como 84
años de una persona ) ha perdido facultades, entre ellas el oído, se ha
quedado sordo por completo. Pero al mismo tiempo ha ganado,
porque ahora está infinitamente mas tranquilo y en calma que nunca,
su mundo de alerta está relajado porque no oye. Se podría decir que
su vida, estando sordo, es muchísimo mejor ya que ha desaparecido
el temor que le generaban los ruidos. Y también ha desarrollado más
el olfato, tanto es así que nos huele cuando llegamos al portal
(vivimos en el 3º). Podría decirse que es más sabio ahora, al
reconocernos a metros de distancia sin la ayuda del oído ni de la
vista, liberado de discriminar entre los ruidos que le ponían en alerta
máxima para proteger, nada menos, que a sus tres amas.

Cuento esta historia de mi perro, porque lo que subyace detrás de


todas las enseñanzas que nos va transmitiendo Pablo, es que la
inmediatez, la prisa, la huida hacia delante, el ritmo frenético que nos
impone la sociedad, las pantallas, las redes, todo ello nos enferma el
alma. No sabemos estar solos y nos asusta porque no nos conocemos,
no sabemos quién es ese dentro de nosotros que escucha a la mente
opinar, enjuiciar y hablar sin parar, dándonos órdenes y
empujándonos a consumir, a perfeccionar, a enfadarnos y a buscar
consuelo en cosas y casos que solo van a agrandar el vacío, porque a
fin de cuentas el placer de las cosas inmediatas cabe en un puño y lo
que cabe en un puño, cuanto nos puede durar? Aquí las hormigas
están mirando hacia el suelo

Cuando somos capaces de parar para no hacer, para contemplar,


para maravillarnos por el susurro del viento, por esa mariposa que te
hace pensar en un ser amado, niños jugando, un caracol que ha
venido en la lechuga que acabas de comprar en la frutería, tocar un
árbol, oler el café, mirar al cielo, en esos momentos esa dentro de
nosotros que no sabemos quien es, deja de escuchar a la mente y
avanza un paso, y entonces te pones en tu sitio, tu alma aparece a
tomar el sol y alumbra. Aquí las hormigas , se suben a los árboles y
miran al cielo

Cuando se atraviesa un duelo, el camino es árido, oscuro y frio, el


dolor, la ausencia y muchas veces, la culpa, lo impregnan todo.

El duelo tiene una parte de sufrimiento por el ser que ha muerto y


por la parte de ti que se ha muerto con él o ella. Los dos morimos,
uno en cuerpo total y el que queda vivo, muere al que había sido
hasta entonces.

Como dice Pablo, para la vida, para la naturaleza no existen atajos, si


se nos rompe un brazo no se soldará porque tengamos prisa y si
tenemos una infección también tendrá su proceso, etc., etc., etc. Para
el duelo tampoco hay atajos, hay que transitarlo con todo su dolor, su
tragedia y su silencio. Como decíamos el otro día, a una experiencia
mística se puede llegar a través de drogas, de manera espontánea, y
también por procesos de deprivación, de apenas comer y dormir, sin
hablar, en meditación, oración y silencio. El estado de duelo tiene
algo parecido, porque al morir con el ser amado una parte nuestra, si
seguimos viviendo tenemos que renacer, reconstruir eso que se había
derribado y si nos situamos en el estar presentes, en no hacer de vez
en cuando y en hacer cosas inútiles también a menudo, nos daremos
cuenta de que en realidad somos cauce de ese ser.

Dice un dicho sufí: “Dos piedras no pueden ocupar el mismo espacio,


pero dos fragancias si” . Mi hijo murió, es verdad, no está aquí su
cuerpo, pero su fragancia está en mi y yo me sirvo de ella para
seguir, para conocerme, para ayudarme y ayudar, para llegar a ser
quien soy, por tanto , puedo ser un cauce de él y esto me consuela y
fortalece.

Cuando hablamos de no hacer o hacer cosas inútiles, bailar, oír


música, observar la naturaleza, el cielo, et., etc., en los estados
contemplativos, en estado de silencio, me viene a la memoria un
cuento de Lao Tze (su nombre significa : Viejo maestro) fue un sabio
espiritual y maestro filosófico:

El emperador amarillo que perdió la perla del color de la noche”

El emperador amarillo estaba dando un paseo al borde del mundo y


perdió la perla del color de la noche.

Envió a la Razón a buscarlo, y no la encontró


Envió a la lógica, y no la encontró

Envió al Análisis, y no la encontró.

Y esa noche, la NADA, que no había sido enviada, le trajo la perla.

Podríamos decir que la NADA era el silencio y la perla nuestro tesoro,


nuestro ser interior.

Y quisiera añadir otra perla que me aparece de pronto hoy en


consonancia con esto que siento y escribo, es del libro de ejercicios
de Un curso de milagros:

Es muy posible escuchar la voz .de Dios durante todo el día sin que
ello interrumpa para nada tus actividades normales. La parte de tu
mente donde reside la verdad está en constante comunicación con
Dios, tanto si eres consciente de ello como si no.

Las hormigas miran al cielo. Poeta : Victoria Camacho. Valdepeñas

Enrique Martínez Lozano, psicoterapeuta, ex sacerdote, autor de:


Metáforas de la no-dualidad.

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