Historiales Clínicos Anna O Emmy Von N Miss Lucy
Historiales Clínicos Anna O Emmy Von N Miss Lucy
Historiales Clínicos Anna O Emmy Von N Miss Lucy
I. Anna O.
La señorita Anna O., de 21 años empezó a presentar síntomas, ella fue siempre sana, tenia
inteligencia sobresaliente, ricas dotes poéticas y fantasía, controladas por un entendimiento tajante
y crítico. Este último la volvía también por completo insugestionable; sólo argumentos, nunca
afirmaciones, influían sobre ella. Su voluntad era enérgica, tenaz y persistente.
Era bondadosa; el cuidado y el amparo que brindó a algunos pobres y enfermos le prestaron a ella
misma señalados servicios en su enfermedad, pues por esa vía podía satisfacer una intensa pulsión.
El elemento sexual estaba asombrosamente no desarrollado.
Esta muchacha de desbordante vitalidad espiritual llevaba una vida en extremo monótona, y es
probable que el modo en que ella se la embellecía resultara decisivo para su enfermedad.
A. Incubación latente. Desde mediados de julio de 1880 hasta el 10 de diciembre, más o menos.
Esta fase casi siempre se sustrae de nuestro conocimiento, pero en este caso, debido a su
peculiaridad, se pudo averiguarla de una manera tan completa que ya por ese hecho estimo en
mucho su interés patológico.
C. Un período de sonambulismo persistente, que luego alterna con estados más normales;
continuación de una serie de síntomas duraderos hasta diciembre de 1881.
Si ya antes había tomado mínimas porciones de alimento, ahora se rehusaba por completo a comer;
pero permitió que yo la alimentara, después sobrevinieron intensos impulsos suicidas.
El sueño había sido remplazado por un estado hipnótico. Cuando el sopor duraba más o menos una
hora, se ponía inquieta, removiéndose de un lado al otro y exclamando una y otra vez: «Martirizar,
martirizar», siempre con los ojos cerrados. Freud acudía al anochecer, cuando la sabía dentro de su
hipnosis, y le quitaba todo el acopio de fantasmas que ella había acumulado. Entonces ella quedaba
completamente tranquila, y, al día siguiente, amable, dócil, laboriosa, hasta alegre; pero el día
subsiguiente, cada vez más caprichosa, terca, desagradable.
La hipnosis no era fácil moverla a declarar, procedimiento para el cual ella había inventado el
nombre serio y acertado de «talking cure» («cura de conversación») y el humorístico de «chimiiey-
siveepin¡¡>> («limpieza de chimenea).
Los sucesos psíquicos de la incubación de la enfermedad, de julio a diciembre de 1880, que habían
producido el conjunto de los fenómenos histéricos y con cuya declaración desaparecieron los
síntomas.
Los diversos síntomas histéricos le sobrevinieron en estados afectivos. Muchos síntomas parecen no
haber emergido en estado de ausencia, sino en estados de afecto durante la vigilia despierta,
repitiéndose luego como los otros.
Durante todo el trayecto de la enfermedad subsistieron uno junto al otro los dos estados de
conciencia: el primario, en el cual la paciente era por entero normal psíquicamente, y el estado
segundo, que bien podemos comparar con el sueño por su riqueza en fantasmas y alucinaciones,
por las grandes lagunas que presentaba su recuerdo, y por el hecho de que sus ocurrencias carecían
de inhibición y de control. En ese estado segundo la paciente era alienada.
Cabe considerar la posibilidad de que en otros casos una psicosis, punto terminal de una histeria
crónica, pueda tener igual origen.
Freud comienza a atender a una señora de 40 años el 1" de mayo de 1889. Dicha paciente presentaba
los siguientes signos y síntomas:
- Su rostro tenía expresión dolorida, tensa; sus ojos guiñan, la mirada abismada, el ceño
arrugado
- Habla como trabajosamente, en voz queda, interrumpida en ocasiones por un balbuceo,
llegaba al tartamudeo. Se interrumpe de pronto, desfigura el rostro hasta darle una
expresión de horror y de asco “Quédese quieto, no hable, no me toque”.
- Mantenía entrelazados los dedos de sus manos, que muestran una agitación incesante, En
el rostro y los músculos del cuello, frecuentes contracciones a modo de tics. Calambres en
la nuca
- Platica historias terroríficas de animales. Delirios.
A los veintitrés años se casó con un hombre Murió repentinamente, de apoplejía, tras una breve
vida matrimonial. Ella indica como causa de su enfermedad ese suceso, así como la educación de
sus dos hijas, ahora de catorce y dieciséis años de edad, ambas muy enfermizas y que padecen de
perturbaciones nerviosas.
Su queja principal se refiere hoy a una sensación de enfriamiento y a dolores en la pierna derecha,
que arrancan de la espalda, por encima de la cresta ilíaca. Los días que siguieron continuó el
tratamiento, masaje dos veces diarias y la sugestión hipnótica.
La terapia de Freud consistía en borrarle esas imágenes con apoyo de la sugestión “tachaba” varias
veces sobre los ojos. Sin embargo, mantenía una conversación con la paciente durante los masajes,
ya que, incluía la reproducción de los recuerdos e impresiones nuevas que han influido sobre la
paciente lo cual solía revelar reminiscencias.
Durante las hipnosis, Freud indaga sobre los sueños de la paciente ya que aportaba imágenes o
historias detalladas que no se recordaban en vigilia.
La prontitud para los delirios y alucinaciones pese a una actividad espiritual en lo demás intacta, la
alteración de la personalidad y de la memoria en el sonambulismo artificial, la anestesia en la
extremidad dolorosa, ciertos datos de la anamnesis, su neuralgia ovárica, etc., no dejan ninguna
duda sobre la naturaleza histérica de la enfermedad contraída o, al menos, de la enferma.
Ahora bien, en la histeria estamos habituados a descubrir que una parte considerable de la «suma
de excitación» del trauma se trasmude en un síntoma puramente corporal. Este es el rasgo de la
histeria que durante tanto tiempo estorbó concebirla como una afección psíquica.
Las fobias específicas están justificadas por vivencias particulares. El miedo a un hecho horrible
inesperado y repentino es el resultado de aquella terrible impresión de su vida. Una angustia tan
especializada como la de que alguien aparecería tras ella tiene sus motivos en diversas impresiones
terroríficas de su juventud y de épocas posteriores.
Por otra parte, opino que todos estos factores psíquicos sólo pueden explicar la elección, pero no la
permanencia, de las fobias. La paciente guardaba desde hacía años abstinencia sexual, lo cual
constituye una de las ocasiones más frecuentes de inclinación a la angustia.
Se derivo a Freud a fines de 1892, Miss Lucy había perdido por completo la percepción olfativa.
Además, andaba abatida, fatigada, se quejaba de pesadez de cabeza, falta de apetito y una
disminución en su capacidad de rendimiento.
La desazón era acaso el afecto correspondiente al trauma, y debía de ser posible hallar una vivencia
en la cual estos olores, ahora devenidos subjetivos, hubieran sido objetivos; esa vivencia tenía que
ser el trauma, y las sensaciones olfatorias se repetirían como un símbolo de él en el recuerdo.
La paciente describía un olor «Como de pastelillos quemados», lo cual estaba relacionado a una
escena con unas niñas a las cuales cuidaba y le provocaban mucha ternura, así un día mientras las
cuidaba ella recibió una carta de su madre y las niñas olvidaron unos pastelillos en el horno. Las
niñas no eran cuidadas por su madre porque tenia mala salud, e incluso hizo prometer a Lucy
cuidarlas a su muerte como si fuesen suyas.
Si Miss Lucy recordaba dicha escena ¿Por qué no había permanecido todo en el terreno de la vida
anímica normal? ¿qué justificaba la conversión?
Los síntomas generados después recubrían a los primeros, y sólo lo último hasta lo cual el análisis
avanzaba contenía la clave del todo.
Freud renuncio a hipnotizar a Miss Lucy R. e hizo todo el análisis con ella en un estado que se
distinguiría apenas del normal'. Así Freud se encuentra frente a la opción de abandonar el método
catártico en la mayoría de los casos que podían ser aptos para él, o intentar aplicarlo fuera del
sonambulismo allí donde el influjo hipnótico era leve o aun dudoso.
“Me resolví a partir de la premisa de que también mis pacientes sabían todo aquello que pudiera
tener una significatividad patógena, y que sólo era cuestión de constreñirlos a comunicarlo. Así,
cuando llegaba a un punto en que a la pregunta: «¿Desde cuándo tiene usted este síntoma?» o «¿A
qué se debe eso?», recibía por respuesta: «Realmente no lo sé», procedía de la siguiente manera:
Ponía la mano sobre la frente del enfermo, o tomaba su cabeza entre mis manos, y le decía: «Ahora,
bajo la presión de mi mano, se le ocurrirá. En el instante en que cese la presión, usted verá ante sí
algo, o algo se le pasará por la mente como súbita ocurrencia, y debe capturarlo. Es lo que buscamos.
— Pues bien; ¿qué ha visto o qué se le ha ocurrido?»”
Freud llamo como “Histeria Adquirida” al caso de Miss Lucy y modalidad histérica de la defensa
(conversión de la excitación en una inervación corporal), la ganancia de esto es que la representación
inconciliable queda esforzada afuera de la conciencia yoica. A cambio, la conciencia yoica conserva
la reminiscencia corporal generada por conversión.
IV. Conclusión
Por un lado son muy llamativos los síntomas de las histerias, ya que tienen características
extravagantes, los cuales aparentemente no tienen un origen o causa lógico o físico, sin embargo
estos síntomas son los primeros que tienden a Freud un camino hacia lo inconsciente. Primero este
camino habrá de ser recorrido por la hipnosis y el método catártico, pero a su vez son las mismas
pacientes histéricas quienes van puliendo el método psicoanalítico, por diversas razones… (por que
no siempre se podía llegar a un profundo grado de sonambulismo para ser hipnotizado o porque
necesitaban sentirse escuchadas), se comienzan a distinguir esbozos de la importancia de la escucha.
Anna O, es quien enseña a Freud la “talking cure” y Emmy Von N le completa; “Quédese quieto, no
hable, no me toque”.