La Sonrisa de Saturno Hacia Una Teoria Transmoderna
La Sonrisa de Saturno Hacia Una Teoria Transmoderna
La Sonrisa de Saturno Hacia Una Teoria Transmoderna
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LA SONRISA
DE SATURNO
Hacia una teoría
transmoderna
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EDITORIAL DEL HOMBRE
La sonrisa de Saturno: Hacia una teoría transmoderna / Rosa M.a
Rodríguez Magda. — Barcelona: Anthropos, 1989. — 269 pp.; 20
cm. — (Pensamiento Crítico/Pensamiento Utó pico; 49)
Bibliografía pp. 257-264
ISBN 84-7658-188-2
9
pensamiento del fin de siglo, por ello incluye dos apéndices y bién la Modernidad penetra y reverbera nuestro presente. La
una bibliografía orientativa. Modernidad es el proyecto, la Postmodernidad su fragmen-
En el apéndice primero se recogen algunos artículos so- tación, la Transmodernidad su retorno simulado en lo plural.
bre temas y personajes, publicados en prensa o revistas, y La Transmodernidad descree de las rupturas bruscas y de
que, por su nivel divulgativo, constituyen una primera las clasificaciones hieráticas, por ello asume el eclecticismo,
introduc- ción para el lector menos avezado en la tópica comprende con ironía la vanidad última de todas las denomi-
filosófica. naciones, y sólo se aplica a ellas con la humildad y el escepti-
Asimismo, el apéndice segundo: «Fin de siglo, manual de cismo de quien se sabe efímera presencia en el tiempo, cíclica
urgencia», presenta lo que fue una columna de periodismo fi- profusión; de quien ha contemplado la terrible sonrisa de Sa-
losófico, intentando, por orden alfabético, construir un pe- turno, que lleva siglos devorando a sus hijos, devorándonos,
queño diccionario de los términos más en boga. reconociendo el semejante sabor en el que se degluten las
Recomiendo al lector que prefiera una introducción «sua- épocas: un polvillo amargo e impotente en su boca insaciable.
ve» en el tema, que comience la lectura del libro por los apén-
dices.
En orden a este interés divulgativo, incluyo al final una
bibliografía orientativa de los textos que más han influido o
han sido comentados. No es una bibliografía básica sobre los
puntos tratados, para lo cual deberíamos remitirnos a otros li-
bros ya clásicos, ni siquiera recoge los mejores que sobre los
diversos asuntos se han escrito, sino aquellos que por el azar,
el éxito o la crítica, han pasado a ser referencias obligadas en
las polémicas más recientes, tanto de autores recuperados,
como de autores vivos.
Pero mentiría si dijera que mi motivación fundamental al
escribir estas páginas ha sido meramente divulgativa. Mues-
tra, ante todo, mi particular visión y encuentro con las
ten- dencias e interrogantes del pensamiento actual;
incidiendo principalmente en la filosofía francesa, de la que
me encuen- tro más cercana: tratando de configurar, a
partir de ellas, un horizonte, un camino y una prospectiva.
En este sentido debe entenderse el nuevo término que
pongo en circulación: «La Transmodernidad».
La Transmodernidad es la pervivencia de las líneas del
proyecto moderno en la sociedad postmoderna, su tránsito y
reiteración «rebajados», su copia distanciada, fragmentada,
hiperreal; la síntesis necesaria para que, aceptando un relativo
cambio de paradigma, no ahoguemos en la banalidad todo el
esfuerzo hacia una emancipación progresiva. Se trata de utili-
zar las características de la sociedad y el saber postmodernos
para continuar la Modernidad por otros medios. Porque
tam- 11
10
CAPÍTULO I
U N A R E AL I D A D L IG H T
idea/realidad, logos/ser, aparece una presencia intermedia, de- la simulación, como lo prueba el que un actor haya sido pre-
masiado discursiva, «eidética», «icónica», para retornar a la sidente de los EE.UU. Por todo ello, las estrellas de Holly-
densidad objetual, y por otro lado, demasiado presente y ma- wood se están pensando seriamente su candidatura a César
terializada como para que podamos escapar de una dinámica del mundo, para lo cual aportan principalmente, como
méri-
paranoide. Nos hallamos en el idealismo cultural. Es esta posi- ción to, su dominio de la «representación» y de la propia imagen
intermedia la que anula la distancia requerida para posibi- litar —aquí en sentido teatral, no gnoseológico—. Apenas se les
la representación. La era de la representación ha muerto. De pasa por las mentes que puedan requerirse otros atributos.
esta manera, como afirma Baudrillard: «Mientras la repre- Silvester Stallone medita su acceso a la Casa Blanca, pues,
sentación intenta absorber la simulación interpretándola confirmando una vez más que la realidad es su simulación, ha
como falsa representación, la simulación envuelve todo el edi- prestado u n servicio patriótico: enme ndar en el
ficio mismo de la representación como simulacro».
cine (Rambo) a la historia, convertir en victoria fílmica o
Falta la distancia y sobra el exceso: ¿qué puede significar
una falsa representación cuando la representación y lo repre- s e a , real— lo que fue una de las pocas guerras perdidas de los
sentado se acercan hasta confundirse? No hay verdad como
EE.UU.
correspondencia porque ya no existen ni los dos polos, ni la
separación entre ambos. Los objetos han de convertirse en
más reales que ellos mismos si no quieren esfumarse. Co- Retornamos al reino de la apariencia, no como fracaso o
límite de nuestro conocimiento, sino como una fatalidad de
mienza el reino de lo hiperreal —según terminología del mis- lo real que huye de sí mismo, acaso también con un respiro
estorbaba una esencia difícil de captar, ahora la imagen oculta
mo Baudrillard. de alivio y una mueca de disfraz. Una realidad pueril en
Si hubo un momento en que el signo enmascaraba al ob- algunos casos, es cierto, pero también una realidad ligera,
20jeto, en que nuestra propia percepción de él o su alejada del peso de su transcendencia o su positividad. Una
21
apariencia realidad light.
Un ejemplo que es la leche Para convencer al comprador, el fabricante nos ofrece no una
leche como todas, sino una que es más leche que
Light es nuestra realidad y lights son los objetos que la cualquier otra, y para ello le añade aromas naturales y
pueblan. Dentro de mi propósito de hacer una sociología del vitaminas. Nos vende, pues, no un objeto, sino una idea:
conocimiento, me interesa ahora analizar no tanto la apari- salud, fuerza natural... con la contradicción de que esta
ción sociológica de estos objetos, cuanto el cambio gnoseoló- «naturalidad» es un ideal- sentido-apariencia que sólo se
gico que les es simultáneo, y que asume las características de logra «desnaturalizando» al ob- jeto referente, haciéndolo
idealismo, hiperrealidad, etc., que venimos comentando. más real que él mismo, forzándolo al hiperrealismo.
Podemos optar también por una leche ligera, desnatada,
Los objetos light son un ejemplo claro del imperio de la
ligth. En este caso la entrada en la irrealidad, en la aparien- cia, se
apariencia y la simulación, se les pide que parezcan pero que
no sean. va a lograr por el camino opuesto. Y es que la idea de lo
En una economía casi de subsistencia la comida «parecía» natural asume dos campos semánticos contrapuestos: uno, el
pero «no era», y ello se sentía como pobreza y carencia, que hemos observado, consecuente del ideal ecológico-
mu- cho guiso con patatas y poco filete. Con el aumento del agrario que había prevalecido hasta hace poco, aunque ya
nivel de vida, adviene un exceso de proteínas, se requieren cae en picado, y otro, más acorde con el momento epistémico
alimen- tos que «parezcan» —esto es: que agraden y que hemos venido perfilando en que lo natural es considera-
confundan a la vista— pero que «no sean». do casi como un exceso peligroso: es la era de la apariencia.
La sociedad de la penuria exigía más realidad en un senti- De todas formas, al primer caso analizado le salva el que el
do diferente al neorrealismo que exhudaba por todos sus po- aumento de realidad de la realidad es un dato
ros. La sociedad actual pide simulación y artificiosidad. inflacionario subliminalmente muy coherente con el medio,
¿Cómo vivir —soportar— el exceso si todo él es real? De la y resulta efec- tivo aún en la caída del modelo utópico en el
misma manera que los patricios romanos vomitaban para po- que lo hemos visto inscrito.
Cuando compramos una leche light, adquirimos el ideal
der seguir degustando los manjares, el hombre cibernético fin salud-continencia-despilfarro. Nos venden delgadez, por
de siglo prefiere ingerir apariencias para ampliar su aquello que realmente no hemos ingerido, y en conclusión:
proceso de consumo. No interesa la satisfacción estoica de
belleza, imagen, dinamismo. Y nos venden además un estatus
las necesi- dades, sino un hedonismo incrementado.
de consumo —podríamos haberla tomado entera— y, por su-
Tomemos un ejemplo. Vayamos al supermercado y com- puesto, el convertir en apariencia algo que era real cuesta di-
premos leche. Una determinada marca está haciendo su ofer- nero.
ta de lanzamiento. Actualmente, si un fabricante quiere con-
vencernos de que una cosa es lo que pretende ser, puede, vía
dietética, vendernos «naturalidad» (un ejemplo más de cómo Conclusión y final
no nos venden objetos sino ideales de sentido), pero frente a
ello posee dos métodos más novedosos y contundentes. Para El estadio de la simulación no es la conclusión del cami-
otorgarle realidad al objeto, puede proceder a darle más reali- no, podemos aún perfilar otro ulterior. Múltiples voces
dad o a quitarle realidad —en cualquiera de ambos casos es de
evidente que el objeto debe hacer un esfuerzo por adaptarse a «cronistas» sensibilizados empiezan a entonar al unísono las
la «idea» que lo convertirá en real, aun cuando, evidentemen- características de nuestro presente que vienen a diseñar lo
Analicemos
te, está escapando el primer caso:exceso
de ella por compramos una leche
o por defecto. que en esta gradación
hiperrealismo, corresponde
sobresaturación al queentropía,
de mensajes, llamarésalida
5° estadio:
entera.
22 23
de la historia, infinita celeridad de lo fijo, cesación del tiempo, ruptura radical (revolución, catástrofe...) que nos retorne a la
banalidad... historia y a la realidad, y la cosa no parece ni probable, ni de-
A partir del momento en que los objetos deben imitar a la
seable. Un crescendo nos fuerza. El camino hacia la hiperrea-
imagen —la apariencia— para lograr verosimilitud, y así reali- lidad y la simulación ha sido constante, si somos consecuentes
dad; sólo lo transmitido, codificado, registrado, acumulado en apenas nos queda tiempo, debemos estar a punto de desapa-
la terminal del ordenador, noticiado, fotografiado, filmado... recer en la ficción.
existe. Pero existe de una forma inocua. La absoluta prisa de
los objetos por ser registrados produce tal acumulación de
imágenes, de datos, que, por la ley de la entropía y la satura-
ción, se anulan entre sí. Existen para la intranscendencia, para
la banalidad.
Los objetos acuden en masa a la imagen para ser reales, y
de este modo logran por saturación su inexistencia. La reali-
dad está perdida: o no es (porque no se registra), o es en
de- masía (con lo cual deviene imposible captarla, y es como
si no existiera) .
Este estadio de hiperrealidad anula la efectividad
versos nexos conceptuales existentes hasta ahora: causa-
de di-
efecto, la celeridad de los sucesos simultanea sus aconteceres,
su exceso los torna ineficaces. Sin causa y efecto, los márge-
nes del sujeto y el objeto —como también, según vimos, su
distancia, que posibilitaba la representación— se difuminan, y
con esto las relaciones que en ellos se basaban: la gnoseología, la
responsabilidad personal, la ética... y sus grandes concele-
braciones: la historia, el tiempo...
Todos estos fenómenos pueden ser captados intuitiva-
mente con las metáforas científicas de la física relativista y
la mecánica cuántica, y ello implica algo más que los
paradigmas khunianos comunes a un tiempo, se trata de
intentar diseñar un modelo conceptual acorde con la imagen
científica y social de un época. De la misma manera que
Kant lo hiciera con Newton, podemos nosotros decir que, si
hasta ahora pensába- mos «newtonianamente» la realidad
social y la gnoseología, hay que hacerlo ya
«einstenianamente». Todo ello, no por ningún imperativo
dio en queonos
categórico hallamos
científico ¡ Zsólo
e u spodría
n o s salirse por una
li- bre!—, quiebra o
simplemente
por la estética, que agradece la sincronía de los tiempos.
24 El asunto debiera tomarse con cierta premura. Del 25
esta-
CAPÍTULO II
MUERTE DE LA VANGUARDIA
Y ESTUPOR CRÍTICO
27
miopes, había descubierto, en medio de su vida sin aventura, biar la perspectiva y las rémoras intelectuales, puesto que, se-
la increíble fruición de quien perpetra un crimen. gún su punto de vista, «lo bello no es aquello que ejecuta cier-
tos caracteres estructurales de un modo perfecto, sino aquello
La muerte del arte viene determinada por lo que se ha que tiene la fuerza de "hacer mundo", de crear y recrear
dado en llamar «imposibilidad de la vanguardia», entendida en torno a sí una comunidad» (op. cit).
ésta como poder renovador, autoimpugnativo y revolucionario El planteamiento no es nuevo; cualquiera que sea el
de la obra de arte. El agotamiento no sería achacable tanto a tema
medios, técnicas y contenidos cuanto a un cambio en la confi- que toquemos, los intelectuales hoy se dividen entre aque-
guración epistémica del presente que nos introduciría en llos que defienden la banalización, la cultura de masas, los gé-
la post-historia (Gehlen), anulando la verosimilitud de aquellas neros, lo kitsch, las nuevas tecnologías, la americanización de
características que la historia comportaba: progreso, supera-
ción, actitud crítica Y búsq eda de nuevos fuunnddaamennttooss.. Europa, el yuppismo, el neoliberalismo, la Postmodernidad... o
los que oponen, en cualquiera de estos frentes, una reivindi-
Vatti- mo ha señalado recientemente («La nueva experiencia cación de cierta mayor «solidez». La moda está del lado de
estéti- ca», El País, 1-8-1987) cómo esta situación puede losp rimeros; en el segundo grupo la clasificación es más difí-
describirse como un «paso de la utopía a la heterotopía». La cil pues tanto caben nostálgicos, positivistas cazurros, marxis-
«utopía» es una de las figuras de la Modernidad, fin y negación tas, puristas, metafísicos o sensatas gentes que aspiran a que
del proceso histórico, meta en la que, sobre todo desde el del edificio moderno haya algo que conservar.
marxismo, ha- brían de resolverse las contradicciones. La El nihilismo, que para Vattimo ostenta los caracteres pro-
utopía comporta, además, un carácter unitario, de fundos de la filosofía nietzscheana, es también la coartada de
explicación global; premio o Parnaso prometido tras una un cierto relativismo y mediocridad intelectual, como muy
coherente función crítica de la Ra- zón Ilustrada. La utopía, bien critica Alain Finkielkraut en La défaite de la pensée:
aplicada al arte, nos muestra a éste como instancia negativa y «una viñeta de comic vale tanto como una novela de Nabo-
desenmascaradora de la razón ins- trumental (Adorno),
como síntesis de estética y cotidianeidad impregnada de lúdica kov, lo que leen las "lolitas" equivale a Lolita, uireslogan pu-
Así pues,
blicitario eficazesta «muerte
vale del arte»
un poema que venimos
de Apollinaire, detallando
un modista es
sublimación desrepresiva (Marcuse). teoría», de la
setan
inscribe dentro de la más amplia «muerte de la
creador como Manet, Picasso o Miguel Angel, un
Para Vattimo, «de esta gran utopía unificante... hoy pare-
ce no haber quedado nada». No obstante, la crítica de la sepa- "clip" vale tantoocuparnos.
que deberemos como ópera de Verdi o Wagner...».
ración entre arte y vida, que tuvo su momento culminante en
los sesenta, habría tenido como consecuencia una dislocación
de las formas estéticas, que habrían ocupado zonas que antes El porvenir de la teoría
les eran ajenas: media, moda, etc. Este parece ser el tema por excelencia. Si hace mucho
McLuhan, como se ha repetido hasta la saciedad, afirmó que concluyó la época de los grandes sistemas (des Grands
aquello de que «el mensaje es el medio»; Barthes estructuró según Lyotard), si se ha superado la ideología dialécti-
el «sistema de la moda»... De unas décadas a esta parte, Récits,
mien- ca (Baudrillard) y además hemos de enterrar el pensamiento
crítico (Vattimo), ¿qué nos queda?, ¿dónde encontrar todavía
tras los sempiternos objetos del saber fenecen —lo veíamos al un espacio para la razón? Las alternativas parecen comedidas,
comienzo , observamos cómo lo espúreo, lo vulgar, los tópi- modestas, cuando no se inscriben directamente en una
cos de la cultura de masas, pretenden ocupar su hueco. Este bien-
proceso de multiplicidad de espacios, formas, objetos, es lo
28 29
que Vattimo denomina «heterotopía». Decididamente, para
él, el arte ha muerto en su sentido «moderno», hay que cam-
aventuranza algo proclive a la estupidez y la sonrisa autocom- derno», pero es esta misma ambientación con diversas aporta-
placida.
ciones —que no hemos agotado— la que frente a una «postu-
Para Lyotard, la Modernidad venía caracterizada por las
ra gnoseológica» abandera una «postura estética». La ausen-
i d e a s unitarias, el p ro y e c t o , la emancipación, los g r a n d e s rela- tos. cia de normatividad estética unitaria, el pensamiento en su
La vanguardia habría indagado, de forma experimental, vertiente retórica, la hegemonía de la apariencia y el simula-
poniendo al desnudo los presupuestos de esa Modernidad, cro... parecen abocarnos de nuevo, junto con la cultura ma ss-
llevándolos a un punto sin salida. La Postmodernidad traería,
me d i á t ic a y de consumo, a una visión y «estancia» artística de
como contrapartida, la era de la fragmentariedad, el b rico - y en la realidad. ¿Es ésta una invitación a la práctica artística
lage, lo kitsch, les p etits récits, las micrologías... Todo ello corn- porta a-teórica, o bien un intento de reencontrar las migajas de la
una parte negativa: la transvanguardia, el eclecticismo teoría en el terreno artístico?
capitalista, la repetición... Solamente remontable por una
efectiva investigación en lo fragmentario, por la asunción de
esos pequeños relatos, discursos dispersos con sus lógicas Arte y crítica
in- ternas no unificables. ¡Críticos! ¡Eterna mediocridad que
vive a costa del genio, denigrándolo
Para Vattimo, tras la caída de la metafísica clásica, no es y explotándolo! ¡Raza de abejorros
posible un pensamiento «fuerte» basado en criterios lógicos y que destrozan las mejores páginas
de verificación contundentes, «l' esperienza post-moderna... del Arte! Estoy tan harto de la tipo-
della verità è un' esperienza estetica e retorica», nos dice en grafía y de la mala utilización que
hace de ella la gente, que si mañana
L a f i n e d e l a M o d e r n i t à (p. 20). Cabe por tanto un «pensiero mismo el Emperador decidiese abo-
debole», que tomaría la verdad no como objeto apropiable lir la imprenta, iría hasta París cami-
sino como «horizonte» dentro del cual nos movemos. Se pro- nando sobre mis rodillas y le besaría
pugna así un formalismo pragmático, como el que Bernard- el culo en señal de agradecimiento.
Henri Lévy propuso para la ética en su Te s t a m e n t d e Dieu: Gustave Flaubert (carta
a Louise Colet, 2 de julio de
guardar los valores como ideales regulativos en un sentido 1853)
kantiano light. Pero ¡qué barbaro era este hombre!; seguramente le aca-
Para Baudrillard, el porvenir de la teoría es oscuro, y así baban de hacer una mala crítica. En cualquier caso el
lo expone en su obra: L'autre par lui m ê m e , recapitulación de toda gremio debería buscarse rápidamente un asesor de imagen;
creo que el grupo de los críticos debe ser uno de los más
su trayectoria. Describir los mecanismos del hiperrealis- mo
social, constatar nuestra salida de la historia, nuestra en- denostados, tanto por los artistas como por el público en
tradaSien
ahora tomamos un
la simulación... y...poco
pocode distancia
más. 1 frente a estas con- general.
sideraciones, parece como si, irónicamente, hubiéramos No es la visión suprema del arte, en virtud de la cual
vuel- to un poco al punto de partida. Comenzábamos Flau-
hablando de la muerte del arte, para comprenderla la hemos bert lanzaba estas frases, la que parece florecer hoy en
remitido a la muerte de la teoría, o a un cierto ambiente día.
general «postmo- «L'art pour l'art» se ha tornado algo mucho más
mercantilista
1. De todos estos autores volveré a hablar más pormenorizadamente en el cap. VI. y menos sublime. Y la estetización de la me d i a sf e ra se refiere
más al diseño industrial y al seguimiento de la moda. Que
30 sólo en este sentido frívolo y superficial el estilo «estético» se31
constata, pues en un terreno más profundo de la estética
las cosas no están tan claras.
El arte, o la reflexión sobre él no parecen estar llamados nacionalismos, condenados a repetir en pequeñito la imagen
a ser la reserva teórica de Occidente. Pasa como con todo. caduca que el imperialismo desechó para transformarse en
Cuando un discurso preeminente: racional, científico, patriar- postcapitalismo.
cal, imperialista, etc., ve tambalearse sus fundamentos por la
crisis, intenta salvarse tomando los objetos teóricos de los La Estética, tras abandonar la reflexión sistemática sobre lo
sa- beres o sujetos de saber que antes había marginado como bello, y transformada en filosofía del arte, ha visto crecer la
meno- res o periféricos. En este aspecto hablar de desunión entre sus filas: poéticas, crítica, metaestética... Sabe,
«hegemonía del arte» responde a la misma falacia que como otros compartimentos de la razón, que nadie le va a
hablar de «hegemonía de lo femenino». Si el pensamiento permitir una pretensión especulativa normativa, y no quiere,
como ningún otro compartimento de la razón, reducirse a sus
fuerte ya no se tiene, y con él la razón, la verdad, lo verificable, aplicaciones específicas (crítica o poéticas). Mal tiempo, no
las grandes esencias y fundamentos, será que ha comenzado obstante, ha elegido, para la fundamentación de su estatuto,
una época de la intui- ción, la apariencia, lo aproximado, lo cuando con tanto escepticismo y desconfianza son
artístico, la seducción, lo femenino, la retórica... —se dice a sí recibidas las labores de cimentación.
mismo. ¿Cómo salvar del naufragio la objetividad crítica?, y
no es
a) El gran saber
Pues muy bien: consiente en deslizar la mirada por sus éste un mero problema del crítico de arte, hoy cuando la Mo-
márgenes, y los observa cual reservas aindiadas y bár- dernidad se derrumba entre el estupor, sería necesario que al
baras, como si los discursos llamados menores hubie- menos un cierto criterio valorativo quedara inmune, para des-
ran dejado transcurrir su tiempo cantando dulces e in- brozar el material de derribo, como freno a la cultura de
la banalización, mientras alguna nueva arquitectónica
b) genuas cancioncillas ante los ábacos de la razón.
El gran saber decide elevar los objetos menores de es-
genial emerge como alternativo campo de disputas.
El primer escollo a salvar es precisamente esa falta de
tudio por el mero hecho de aplicar a ellos su magná- so-
nimo pensamiento —ahora que, tras la crisis, no sabe lidez teórica común en este momento cultural, otro, el ocaso
c) muy bien qué pueda teorizar. de las filosofías críticas. Porque la crítica de arte sólo puede
El gran saber puede irse a tomar viento fresco.
pretender consolidar su estatuto, convirtiéndose antes en me-
Crítica de la crítica tacrítica, tal como lo ha evidenciado la querelle entre la vieja y la
nueva crítica, el New criticism americano...
No hay zonas privilegiadas ni reservas teóricas. La crisis A parte de todo ello están los propios problemas específi-
de la razón nos salpica a todos, si bien cada discurso se halla cos de la función crítica.
en un momento de su proceso de autofundamentación. Si a la En primer lugar la crítica es ya un metadiscurso que se
filosofía le toca pagar sus excesos metafísicos y el desmesura- ejercita sobre un discurso de primer orden que es el objeto ar-
do optimismo ilustrado, la ciencia deberá humildemente bre- tístico, intentando «hacer hablar» su realidad y valor más pro-
gar con el azar, los aconteceres espontáneos y la indetermina- fundo. Ello implica una serie de supuestos: a) el valor artístico es
ción. Mientras tanto, el discurso femenino, por ejemplo, ten-
drá que decidir si se ocupa en la construcción de un sujeto expresable y comunicable, b) no sólo es comunicable sino que
diferenciado, cuando hace mucho que el pensamiento ha puede hacerse por medio de otro lenguaje que el utiliza- do
tificado la muerte del sujeto. Igual anacronía embarga a los embargo, el crítico es unpues,
ser subjetivo y su experiencia está y
cer- por el creador, c) existe, una adecuación entre len- guaje
34 35
sus supuestos, sus limitaciones: la crítica debe hacer una críti- sociedad. He intentado poner de manifiesto la falacia que en
ca de sí misma. Hemos asistido demasiadas veces, en la crítica
de arte, como en otras actividades, a un empirismo ingenuo, su forma más tosca pretende con un discurso light sobre el
en el que se creía que bastaba colocarse ante el objeto para arte, repleto de tópicos, ocupar el vacío de la teoría. Hemos
que éste se nos mostrara tal y como era. Como apuntó Dou- visto más tarde cómo entre este batiburrillo y relativismo
brovsky (Crítica y objetividad. La nueva crítica), hay que in- masscult/midcult sería interesante preservar un «lugar críti-
corporar a la crítica del arte las aportaciones de las grandes co- co» para la valoración de las producciones culturales. Ello nos
rrientes del pensamiento: freudismo, marxismo, estructuralis- retrotrae a toda la problemática de la estética, para la que se
mo, existencialismo... confrontarlos y sacar consecuencias. requerirían bastantes volúmenes si tan sólo hubiéramos de
En última instancia, y son palabras de Filiberto Mena, dar noticia de sus cuestiones. Dada la desmesura del tema, he
para lograr un efectivo estatuto de la crítica, habría que con- optado por recordar las dos actitudes que con referencia a la
vertir «l' ambito specifico della critica in une pratice dotata crítica se observan en la actualidad. Ante la postura de re-
di construir una nueva crítica, separada de la antigua y de la op-
una sua relativa costanza storica e riconducibile, sostanzial- ción «artística» de la crítica creativa, habría acaso que pregun-
mente, ad una attività interpretante che opera intorno a tarse, en el contexto de estas páginas, si esta postura no se
tre cardini fondamentali, a tre momenti o funzioni edifica en el oportuno y práctico «olvido» de la crisis de la teo-
constitutive: ría que hemos comentado. ¿Es suficiente un pensiero debole
a) un momento storico; b) un momento teorico; c)
un mo- mento para mantener el estatuto de la crítica? Más, sería retornar a
la metafísica, la normatividad y la especulación. Menos, anu-
crítico in senso propio» («Lo statuto della critica», Atti del laría toda pretensión de objetividad. Pero esto es sólo una re-
convegno..., op. cit., p. 121). consideración táctica.
Lograríamos así como concluía Román de la Calle en su
ponencia «Estética y crítica» (1 Congreso de Filosofía al No está de moda que el gran saber sea crítico. No está de
País moda el gran saber. Al gran saber le gustaría que el arte le
Valencià. Cuaderns de fia. i ciència, [Valencia], n° 4, 1983), reu- nir diera asilo mientras ve si se recupera de sus achaques de an-
en un mismo destino interconexionado y posible la estética, la cianidad. El arte no es lo que piensa de él el gran saber cuan-
historia del arte y la crítica, respondiendo a las dos funcio- do no puede creer ya en sí mismo. El saber sobre el arte
nes que debe tener toda crítica: una referencial (interpreta- utili- za y necesita los mismos elementos que el gran saber.
Recapitulación
ción/evaluación) y otra autorreflexiva (metacrítica). El sentido Hasta aquí los círculos viciosos y las peticiones de
de la obra —contexto implícito— se convertiría en princi-
significado
Hasta aquí hagamos una pequeña recapitulación; hemos pio. A partir de aquí los pactos, las connivencias, los guiños.
—contexto
visto explicitable—
lo siguiente: gracias alcon
Comenzábamos ejercicio crítico.
la muerte del arte, este Es posible que pronto nos enteremos de que no ha habi-
hecho estaba íntimamente unido a la imposibilidad de las van- do muertes, ni asesinatos; han sido periodos de debilidad, de
guardias como modo dinamizador de renovación, ello se latencia,
Un pasoalgún
más:desmayo.
el objeto perverso
ins- cribía dentro de lo que se ha llamado «el fin de la
Moderni- dad». No obstante, la Postmodernidad, aun Estas son las cuitas de la teoría, y del arte, cuando quiere ha-
certificando una serie de muertes, parecía estar caracterizada, cer teoría de sí mismo. La crisis no depende del objeto de
enmediasfera,
la la eclosión de
por banales aires de estetización general de la miento que elijamos sino que se halla en el propio
pensa-
pensamiento.
36 37
Pero avancemos un paso más. A mi entender, el verdade- El arte como objeto de consumo de masas o el barniz ar-
ro problema, lo que causa hoy un profundo estupor, no son tístico para esos objetos de consumo, es el reinado de lo
las dificultades de la teoría, los riesgos y validez de la inten- kitsch. Lleva en sí el recetario de cómo debe ser visto, los va-
ción crítica. El terreno gnoseológico ha sido siempre difícil y lores que connota, el aparejo simbólico que ofrece. Lo kitsch,
desagradecido. Lo insoportablemente novedoso y desasosega- tal como ya lo definiera Herman Broch, nos ofrece un mundo
dor se encuentra en la actualidad en el otro extremo de la edulcorado, explicitado, es copia del Arte con mayúsculas, y
cuestión: los objetos. Y en el caso que nos ocupa: los objetos pretende comunicar un mensaje acabado y feliz. Nada queda
artísticos. Malo es que la crítica no encuentre suelo firme don- de la negatividad que Adorno reclamara.
de asentar sus juicios, cabreante para algunos será que parte El arte en la sociedad postmoderna es
necesariamente
de los que militan en este empeño decidan lindamente hacer
«crítica creativa» pasándose sin más al otro bando, al de la k i t s c h porque se instala en la recreación « n o h a y n a d a
producción artística; pero lo realmente inclasificable es que nuevo que decir»—. El objeto artístico es un vehículo de
el sentido. Mientras la crítica intenta verbalizar este sentido y
objeto artístico se esfume, que desaparezca como convertirlo en significado, la cultura visual establece una re-
producción lación idealista con el objeto. Como vio Roland Barthes
artística para convertirse en metalenguaje de sí mismo. Si ha- («La retórica de la imagen», en L o o b v i o y lo o b t u s o ) , el sig-
bíamos dicho que la crítica se mantiene cuando resguarda
su estatuto, diferente e incontaminado frente al del arte, no lingüístico nos introduce en el sintagma continuo, en la
igual- mente el arte requiere para su autonomía esa denotación y en la matización de significado; en cambio, el
separación de estatutos. La crítica creativa prolonga el significante de connotación remite a las puras esencias, al
reinado del arte, es arte. mundo de las ideas platónico. El significante connotado por
una imagen es siempre un mundo de valores universales: la
El arte manifiesto de sí mismo se agota en poética, deja seducción, la belleza, la fuerza, la rapidez... Nuestro código
de ser arte, se ha convertido en crítica.
estético está hoy determinado por la retórica de la publici-
Tal es el caso principalmente del arte conceptual, que am-
pliaría así sus atribuciones, como ha apuntado Kosuth (Art a f - dad, de los vid eo - clip s, del marketing en suma. Por eso el ob- jeto
t e r P h i l o so p h y ) : «la actividad artística no está exclusivamente
desaparece y es un universo de sentido el que compra-
mos al adquirirlo. Se ha llamado a esto hiperrealismo, idea-
limitada a la estructuración de proposiciones artísticas, sino lismo cultural; yo prefiero también caracterizarlo como
que comprende la indagación de sus funciones, el significado «efecto Disneylandia». El objeto empírico ha desaparecido,
y el uso de todas y cada una de las proposiciones (artísticas) y por ello, o bien desde el mercado se utiliza este potencial
su colocación en el interior del concepto del término genérico idealista del objeto, o, en el extremo culto de su producción,
de arte». El arte conceptual asume las funciones del crítico y el arte se convierte en reflexión, en discurso sobre sí mismo.
torna por tanto superflua su mediación. Los objetos culturales más conscientes asumen este metalen-
El arte ya no respeta las reglas del juego, incorpora en sí
guaje como distancia irónica de ellos mismos —en el sentido
la teoría, busca también disolver la distancia que lo separaba
del espectador, integrar su mirada, el entorno, el espacio, la en que Eco hablaba de esta ironía como clave de la Postmo-
luz que le/los rodea. Es lo que Lyotard define como «momen- dernidad—. No se creen su propia realidad porque se saben
to pragmático». copia, paráfrasis de otros referentes culturales, todo puede
abierta). La obra
hacerse desaparece,
de nuevo con talo de
se transforma en su
que se perciba esecopia discursi-
descreimien-
A esta ruptura de la separación entre arte y crítica, objeto
to, la aceptación del género, la brillante habilidad del artesa-
y espectador, hay que unir el hecho de que en el arte kitsch la no fin de siglo. 39
38
obra incorpora también su interpretación (véase Eco, O b r a
va cuando incorpora su metalenguaje: como pragmática, como CAPÍTULO III
sentido dirigido, como poéticas, como distancia irónica.
Consecuentemente a ello: el idealismo cultural, la apa-
riencia-imitación-seducción, la falta de clarificación del esta-
LA SEDUCCIÓN DE LA DIFERENCIA
tuto crítico-teórico, la creatividad como copia.
La ficción y el pastiche, la copia: superación y plus de rea-
lidad, se nos ofrecen como horizonte necesario de la creación,
mientras la teoría opone la débil defensa de unos
pertrechos desacreditados.
Final
52 53
CAPÍTULO IV
DEL FUTURO-MUJER
AL FUTURO-TRANSEXUAL
55
Otro de zanjar de un plumazo, nos aguardan si optamos por esta
segunda interpretación de «otro».
Vayamos al desglose del enunciado.
«Otro discurso» puede entenderse en dos aspectos: como
un discurso más o como un discurso «otro», diferente. Discurso
En el primer caso, no creo que sea pretencioso afirmar
que las mujeres, desde nuestro acceso al espacio cultural, ve- A la palabra discurso nada objetaré. Frente a la arenga, el
nimos, mal que bien, hablando, sumando nuestras palabras panegírico, la invectiva o la soflama, bien me parece este uso
al moderado de la palabra; siempre que en su significado de pro-
stock acumulable-desechable-convertible del saber ducción o práctica lingüística tengamos en cuenta la mutua
humano. re- lación de odio, dependencia, magia y limitación que
Que las voces sean muchas, aunque a veces banal, no deja con su usuario mantiene, en el sentido en que Foucault
de ser un logro liberador. Frente al discurso uno, frente a los decía que:
monopolios del sentido, ya sean políticos, religiosos o de cual- «no hay por un lado, discursos inertes, más que medio muer-
quier otro sectarismo, el «barullo» es señal de disidencia y di- tos ya, y después por otro, un sujeto todopoderoso que los
versidad. Por eso, ante los oráculos patriarcales, bueno es po- manipula, los cambia, los renueva; sino que los sujetos discu-
nerse a parlotear y hacerse ver, con independencia del tino y rrentes forman parte del campo discursivo, tienen en él su lu-
la «substancia» de los asertos. gar, (y sus posibilidades de desplazamiento), su función (y sus
Esto vale para las épocas de penuria, represión o mono- posibilidades de mutación funcional)» (Foucault, «Réponse a
partidismo. Sin embargo, cuando el poder se muestra benevo- une question», Esp rit, 371, mayo 1968). A este tenor, y en
lente, la represión se ha tornado normalización sibilina, y la li- cuanto mujeres que asumimos el papel de sujeto productor de
bertad democrática es un dato incontestable, la producción discurso, tiene éste para nosotras todo un protocolo de pru-
masiva de discursos tiene, como bien vieron los teóricos de dencia que consiste en extrapolar los sesgos sexistas del len-
la información, la contrapartida de saturar el medio, de guaje, tal y como hemos aprendido en los textos de Robin
generar entropía, y restar eficacia al mensaje, que queda así La- koff, Marina Yaguello o García Meseguer, por citar
reducido a ruido. algunas/o.
Por lo tanto, si por «otro discurso» entendemos un discur- Crítico
so más, deberemos postergar la valoración al análisis de las
condiciones actuales de la mujer. Más problemático es el adjetivo «crítico», pues no resulta
Si, en cambio, lo que quiere darse a entender es la posibi- obvio que, si al fin nosotras, las mujeres, producimos discur-
lidad de un discurso «otro», radicalmente diferente, entonces sos, diferentes o no, éstos tengan que adecuarse al paradigma
habría que desenterrar todos los argumentos a favor de un fe- de la crítica.
minismo de la diferencia. La crítica se inaugura con la K r i t i k kantiana. La razón se
¿Se espera que nuestro discurso sea otro por ostentar somete al juicio de sí misma, se desdobla para ocupar el lugar
ciertas peculiaridades, puntos de vista, etc., las del fiscal y del acusado en el banquillo; quiere reconocer sus
suficientes como para enriquecer el acervo de saberes pero límites, denunciar sus pretensiones infundadas. Es con la pos-
sin contrave- nir ninguna de las reglas básicas? ¿O más tura crítica kantiana que la metafísica pierde sus prerrogati-
radicalmente se cree que existe lo irreductiblemente vas, avanzando cariacontecida al aforismo wittgensteniano:
femenino, manifestándo- se en una simbología, un «de lo que no se puede hablar, mejor es callar». La
imaginario, una sensibilidad y un uso propios del lenguaje? crítica
56 Toda una tradición de disputas y divergencias, 57
imposibles
nace como postura mesurada y circunspecta, cuyo fin es «des- tos conceptos como ideales regulativos, las mujeres debere-
pertarnos del sueño dogmático» y reducir las pretensiones de mos tomar en cuenta todas estas consideraciones a la hora de
la razón a los límites de nuestra experiencia. asumir o no una postura crítica con acepción fuerte.
El desarrollo de esta visión lo encontramos en la denomi- Pero no quisiera concluir mi referencia a este debate sin
nada «filosofía de la sospecha»: Marx, Freud y Nietzsche, comentar una anécdota irónicamente esclarecedora. Entre las
cuya aportación consiste en desvelar el carácter ideológico de múltiples aportaciones en una polémica como ésta, que pre-
nuestro saber. Los discursos, más allá de su pretensión de ver- tendía comentar la dirección del pensamiento último que a
dad, responderían a unos intereses de clase, a pulsiones in- to- das las personas pensadoras nos afecta, Emilio Lledó,
conscientes y/o a dudosas posturas morales. Podríamos con- resu- miendo la postura de Vattimo en un mínimo que, si bien
cordar con Vattimo en que ésta ha sido la característica prin- acep- taba, le parecía claramente insuficiente, escribía:
cipalmente aceptada en el pensamiento de nuestro siglo. La «¿qué nos queda, pues? El diálogo entre caballeros».
postura del intelectual, como también propugnó la Escuela de A mí, que tengo mis ideas sobre la cuestión de la crítica,
Francfort, consiste en desenmascarar los engranajes ocultos me resulta sin embargo difícilmente discernible en qué senti-
de la discriminación, la enfermedad, la manipulación..., todo do podría yo hablar «como un caballero».
un montaje instrumentalizador del saber, donde verdad y po-
der (Foucault) se confunden en un mismo proceso. Hechas estas salvedades preliminares, creo que podemos
Decía Sloterdij, en su Crítica de la razón cínica, que toda la ya intentar entrar en la cuestión que nos ocupa: la mujer y la
fi- losofía, la mujer en la filosofía, el pensamiento sobre la
escuela crítica se asienta sobre el «a priori del dolor»: la mujer, las alternativas del pensamiento feminista en el
opresión, el exterminio («¿cómo pensar después de Ausch- panorama contemporáneo.
witz?», Adorno). Y es ese talante triste, humano, trágico, el
que menos perdura en nuestra sociedad de hoy, que en todo Tres van a ser mis ejes de reflexión, al hilo de tres situa-
caso respondería a un a priori del hedonismo. ciones personales recientes: un almuerzo con Luce Irigaray,
Y no sólo por esto, sino por otras razones afirmaba una mesa redonda con Elisabeth Badinter a la que no asistió,
Vatti- pero de la que me quedó el regalo de su último libro por parte
mo en un artículo que abrió polémica, que la escuela de la de la organizadora, y una entrevista con Jean Baudrillard en
sospecha no parecía ser ya un punto de referencia eficaz para la que estuvimos comentando un artículo suyo que acababa
nuestra cultura. Señalando como causas que «en el plano teó- de publicar.
rico podría pensarse que fue destruida por su radicalización:
No sólo son sospechosas las ideologías; también es sospechosa
la convicción de que se pueda criticar la ideología llegando a El futuro-mujer
un fondo verdadero de las cosas... En el plano práctico, el
proyecto de eliminar todas las opacidades de la conciencia y La posibilidad de la aparición de lo femenino en el hori-
de la sociedad chocó con los resultados totalitarios de las re- zonte del pensamiento como futurible, conclusión, crisis, aper-
voluciones comunistas». (Vattimo, «De la ideología a la éti- tura, estética o falacia —que de todo tiene un poco , ha sido
ca», El País, 8 enero 1987.) posibilitado tanto por el desarrollo del movimiento feminista
La apelación a la verdad desnuda, al mundo real, así teórico y práctico, la progresiva incorporación de la mujer al
como al sujeto, a la identidad, a la historia, es criterio que pa- espacio público, etc., como por una determinada coyuntura
rece estar cayendo en picado por inadecuación con el momen- conceptual del llamado postestructuralismo.
to actual. Y aún cuando no se entrevé un ejercicio racional
58
que no sea en algún sentido ilustrado, tomando al menos 59
es-
A partir del estructuralismo y de la filosofía francesa de pensar es, en términos provisionales, la diferencia en tanto
los años sesenta, va haciéndose patente un paulatino que diferencia [Heidegger, Identidad y diferencia].
deterio- ro de la visión dialéctica.
Frente a Hegel, para quien la contradicción y la Para Derrida pensar en y desde la diferencia significa si-
diferen- subsumidas en el desarrollo del Sistema,
cia quedarían tuarse en los márgenes. «La différance es el juego sistemático de las
torna se re-
a pensar la historia de la filosofía —desde Parménides,
Platón... como una pugna por establecer el orden de la
diferencias, de las trazas de las diferencias, del espacia-
miento por el que los elementos se relacionan unos con otros»
identidad, de lo mismo; en el extremo opuesto queda abierta la
(Derrida, Posiciones, Valencia, Pretextos, 1977, p. 36). Un
liberación por adentramiento en lo otro, lo múltiple, lo dis-
juego que remite no a una presencia del sentido sino a su au-
perso, lo marginal, la diferencia. A este esquema aceptado
responden filosofías como las de Deleuze, Derrida, Fou- sencia originaria.
cault... Este intento de acabar con la hegemonía del
discurso de
Según Deleuze, la diferencia sería lo singular, lo indivi-
dual, el acontecimiento, lo irreductible a la identidad, a las lo mismo, y pensar desde la diferencia, es el que anima a Fou-
síntesis superadoras. A un pensamiento de la representación caultBasten
para, tras
estasconstatar
sucintas lanotas
muerte
paradel hombre,
recordar unapostar
poco eldeci-
am-
se opone un pensamiento diferencial, no contradictorio; didamente por «la insurrección de los saberes sometidos».
biente conceptual de los años sesenta-setenta en lo que
lo cual no implica caer en lo irracional, sino reconocer que a nuestro asunto se refiere.
origen
en el no está el ser uno e idéntico, sino la diferencia origi- El desplazamiento era sencillo, si bien ninguno de
naria.
«En tanto inscribamos la diferencia en el concepto en ge- estos
neral, no poseeremos ninguna Idea singular de la diferencia, filósofos pensó en aplicar a la mujer sus hallazgos; una
permaneceremos sólo en el elemento de una diferencia ya vez más la mujer no existía como objeto, ni apenas como
mediatizada por la representación» (Deleuze, Repetición y di- suje- to filosófico. Pero no es casualidad que sea a partir de
la ge- neralización de este clima filosófico que el
ferencia, 1972, p. 105).
feminismo de la diferencia se concrete (segunda mitad de
El modelo para el pensamiento de la diferencia es, desde los años setenta), aun cuando apenas se dé una efectiva
que en 1962 Deleuze publicara Nietzsche et la philosophie, interrelación entre am- bas tendencias. (Curiosamente, van a
este filósofo alemán. Nietzsche en esa relectura quedará defi- ser las italianas quienes mejor lean y apliquen al asunto
nido por su afirmación de lo múltiple, del azar, del juego, del femenino las aportaciones de la filosofía francesa: Patrizia
devenir, de la diferencia, de la afirmación de la vida en suma. Magli, Rosi Braidotti, Silvia Ve-
Una inversión de los valores que desvele la genealogía del re- getti... por ej.)
sentimiento y supere nuestra reclusión en la mala conciencia, El desplazamiento, repito, era sencillo, y sorprende
la culpa y el pecado. que
Este mismo planteamiento es el que sigue Derrida en su no se haya desarrollado más. ¿Quién más inmerso en las oscu-
primera etapa: todo un intento de pensar desde la diferencia ras y silenciosas aguas de lo otro que la mujer? Privada de
y la alteridad, asumiendo no únicamente a Nietzsche sino discurso, de razón, de identidad, confinada en la diferencia,
tam- bién a Heidegger cuando escribía: ¿quién más excluida del ser único del saber y condenada por
Para Hegel, el asunto del pensar es el pensamiento en tanto a una ausencia originaria y perpetua, escamoteada de la
tanto que concepto absoluto. Para nosotros, el asunto del economía de la representación para aparecer únicamente
como la imagen creada por y para otro? ¿Cabe una reivindi-
60 cación de la vida que no tome en cuenta su función preemi- 61
nente a este respecto? ¿Es desde otro colectivo más urgente
una real inversión de los valores que acabe con la genealogía de producir una verdad y un sentido unívocos. Habría que re-
patriarcal del resentimiento? modelar la lógica, la dialéctica, el pensamiento de la diferen-
Si el logro de lo otro era la esperanza, no cabe duda de cia como generador de sentidos múltiples, difusos, abiertos...
que, desde esta coyuntura conceptual, aunque los filósofos no aprender a gestionar apropiada y femeninamente el universo
lo hubieran dicho, el futuro iba a ser mujer. simbólico. Para, finalmente como intenta en su último libro
Sexes et parentés, reconstruir una genealogía propia, frente a
Este lugar de construcción del futuro-mujer es el que pre-
la legitimación patriarcal y el Dios masculino, en la relación
tende ocupar Luce Irigaray, sin duda la más profunda
madre-hija y en una mitología y teologías femeninas.
investi- gadora desde el nuevo feminismo o feminismo de la
diferen- cia, aún cuando ella no estaría en modo alguno de Nos falta, a nosotras sexuadas, según nuestro género,
acuerdo en ser deudora de las anteriores concepciones aquí un Dios para compartir, un verbo para compartir y para lle-
descritas. gar a ser. Definidas como substancia-madre, a menudo
Para Luce Irigaray, la llamada crisis de la Modernidad lo oscura, oculta, del verbo de los hombres, nos falta nuestro
es, en todo caso, de la cultura patriarcal: sujeto, nuestro sustantivo, nuestro verbo, nuestros predica-
dos: nuestra frase elemental, nuestro ritmo de base, nuestra
El sujeto se ha escrito siempre en masculino, incluso si se quería identidad morfológica, nuestra encarnación genérica, nues-
universal o neutro: [...] el hombre ha sido el sujeto del discurso: tra genealogía [op. cit., París, Minuit, 1987, p. 83].
teórico, moral, político (L. Irigaray, Étique de
la différence sexuelle, París, Minuit, 1984, p.
Indudablemente, la tarea es enorme. El riesgo de emba-
14). rrancar en lo irracional, mi crítica de la inaprensibilidad de
Este es el discurso, la lógica, el sujeto agotado; en el cam-
po femenino está casi todo por hacer: Repasar la historia ciertas nociones, suspicacias frente a una lógica «otra», el peli-
de la filosofía, ella misma lo ha efectuado en sus libros, gro de anclarse en un anacronismo intentando rehacer
Nietz- sche, Platón, Husserl, Heidegger etc. «Para cada una historia y unas fases que nos impedirían llegar nunca al
filósofo mo- mento presente... no la conturbaron ni un ápice,
—comenzando por aquellos que han determinado una época seguía allí, sonriendo segura con sus penetrantes ojos
de la historia de la filosofía— es preciso señalar cómo se azules, en el pe- queño restaurante del 15ème. Como ella
opera la ruptura con la contigüidad material, el montaje del misma había escrito, sólo «hablando-mujer» (parlant-femme)
sistema, la economía especular» (Ce sexe qui n'en est pas un, p. 73). se puede procurar un lugar a lo «otro» femenino.
Reflexionar sobre el lenguaje, investigación que viene ac- Ciertamente, para Luce Irigaray, el futuro es mujer.
tualmente realizando. «Se trata sobre todo de cuestionar el
funcionamiento de la "gramática" de cada figura del discurso,
sus leyes o necesidades sintácticas, sus configuraciones Intercambiabilidad de papeles: ¿un presente andrógino?
imagi- narias, sus redes metafóricas, y también, ciertamente,
eso que ella no articula en el enunciado: sus silencios» El lugar de la diferencia acepta un tiempo propio, no pue-
de preocuparle responder a una problemática filosófica
(ibídem). más acorde con la década anterior, pues asume desde su
Y así, al menos al comienzo, no se trataría de construir perspecti- va un retraso, una ausencia, de siglos. En todo
una teoría de la mujer como sujeto u objeto, pues los concep- caso, y si se aceptan sus postulados, el fallo lo habrían
tos dehay«yo»,
mente «ser», «substancia»,
que detener la maquinariayteórica
la pregunta metafísica
en su pretensión cometido los filóso-que no aceptaron como su nódulo funda-
fos de la diferencia
por excelencia «¿qué es?», no son, según la autora, aptos
para ajustarse a la fluidez femenina. En primer lugar y
62
urgente- 63
mental a explorar: lo femenino, centro neurálgico de lo otro, dróginos... Masculino y femenino se entrelazan en cada uno
lo fragmentario, la dispersión. de nosotros...» (p. 269) .
Pero si tal posición no nos convence o queremos partir de El mito ya fue expuesto por Aristófanes en el Banquete
la coyuntura filosófica o pragmática actual, la percepción de de Platón. Tres sexos primigenios: varón-varón, mujer-mujer y
la situación puede ser bien diferente. mujer-varón, habrían sido divididos en dos como castigo de
En las antípodas de Luce Irigaray nos encontramos con el los dioses; así, los descendientes de cada uno de estos
pares buscarían su otra mitad, el amor es «el deseo y la
libro de Elisabeth Badinter: L'un est l'autre. Para ella no ha- bría
persecución de ese todo» perdido. También Marcuse
modelos eternos y necesarios en la relación entre los se- proponía el modelo andrógino, como fin del hombre
xos. La historia, incluso la prehistoria, nos habría ofrecido ya unidimensional, del universo represivo; la liberación de todas
todas las combinaciones. La complementariedad de los sexos las facetas del individuo nos adentraría en este lúdico e
en el paleolítico: el uno y el otro. La hegemonía femenina de indiferenciado reinado del Eros.
las diosas madres en el neolítico. La aparición del patriarcado Este horizonte de semejanza de los sexos suscita, según
a partir del final de la edad de los metales: el uno sin el otro. comenta la autora, tres actitudes diversas: el escepticismo,
La guerra de los sexos, para llegar a la época de la el
semejanza, la actual: el uno es el otro. pesimismo o el optimismo.
No habría razones ni biológicas ni psicológicas para los pa- La primera, el escepticismo, viene a consolidarse en una
trones de conducta diferenciados e irreconciliables. Queda, especie de fatalidad de varón bien afincado, que sólo le otor-
bien es cierto, el hecho de la maternidad, pero que, reducido a ga a tal perspectiva el valor de ingenuas utopías feministas. Lr
su tra- sunto físico —gestación y alumbramiento , y sociobiología, pugnando por fundar las diferencias en la fisio-
diferenciado del logía, opondrá la diversa lateralización del cerebro según los
«maternaje» —cuidado y crianza de los hijos , tarea ésta ejecu- sexos o el predominio de hormonas agresivas-activas masculi-
table indistintamente por varones o mujeres, posibilita un nas frente a las pasivas femeninas.
acer- camiento e intercambiabilidad de los papeles El pesimismo se oculta en todos aquellos que
considerable. aprendie-
El reparto de las tareas del hogar y del cuidado de los ni- ron bien el fundamento de la cultura patriarcal. La ley, la ge-
ños, el fin de la división social del trabajo, la emancipación nealogía, la paternalidad, el intercambio de mujeres como
de fundamento del tabú del incesto y entrada en la civilización
la mujer, configuran, según la autora, una nueva situación: «la
(Lévi-Strauss dixit), el falo como significante universal —«la
extrañeza desaparece para dejar lugar a la familiaridad, per-
demos con ello, puede ser, un poco de pasión y de deseo, femme n'existe pas»— (Lacan)... etc. Sin impugnar minucio-
pero samente esta visión sexista de la cultura —que h a sido la
ganamos en ternura y complicidad...» (op. cit., París, éditions Odile nuestra , la feminización no puede sino sentirse, inconscien-
Jacob, 1986, p. 245). te o conscientemente, como un retroceso, un empobrecimien-
En el seno del intercambio de papeles, la maternidad to, una degeneración.
vuelve a ser envidiada como el mayor límite impuesto al Por último queda el optimismo, para cuyo ejemplo la au-
sexo masculino; comparadas con él, las desventajas tora nos cita a E. Morin en El paradigma perdido: «Se ven
femeninas refe- ridas a fuerza, envergadura, se adelgazan y surgir en el hombre aspectos femeninos... un ser de compleji-
carecen
dad que de impor- ha
la historia tancia.
pugnadoAntepor
la imposibilidad
negar: «Todosde dar a an-
somos luz, llando su feminidad
dad inestable, capaz genética
de pasar yde la dureza(op.
sincit., p. 288).
piedad del caza-
los varones tienen ante sí todo un trabajo psicológico que cultural»
dor guerrero a la dulzura, la bondad, la piedad de la parte fe-
replantea y feminiza su ligazón paterno-filial. menina-maternal que él conserva en sí... Ninguna duda, en
64 El panorama que describe Badinter es cooperativo, ama- 65
nuestra opinión, de que el hombre se "humaniza"
ble; las diferencias se reducen para constatar una antigua ver- desarro-
Sin embargo, yo opondría unas ciertas medidas de pru- Todos somos transexuales
dencia y sospecha a tan felices optimismos:
Vayamos un poco más lejos en la percepción del presente.
a) Felicitarse apresuradamente por la feminización de Badinter, con la experiencia un tanto apresurada de la an-
los sexos puede, dando el proceso por concluido, ser tropología, la revisión histórica y la mirada sociológica, ha
el más contundente freno a los pasos de realización introducido el andrógino de Marcuse en el gasofonado mundo
que las mujeres tenemos aún que recorrer. feliz de Lipovetsky. La pérdida es de profundidad. No obstan-
te, si hacemos caso al aserto de que «lo más profundo es la
b) La salvación por el advenimiento de lo femenino
piel», la androginia feliz más o menos yuppie no implicaría un
como lo otro, lo diferente del poder, el reino de la
vida y de la «sentimentalidad» —lo que Celia Amorós abandono neutralizado de las diferencias, sino toda una po-
caracteriza como «depositarias mercenarias de tenciación de lo gestual, del cuerpo, del maquillaje, de las tea-
las utopías»-, suele convertirse en la trampa que tralizaciones diversas de la seducción. Entiéndaseme, no estoy
nos encierra como «reserva espiritual» en una haciendo una valoración del hecho, sino una descripción,
simbología abstracta, falseada, que a la carga más adelante veremos si en todas estas caracterizaciones hay
mesiánica opone muy pocas conquistas algo de aprovechable; aún en el caso del repudio más
c) individuales. total, de nada nos serviría ignorarlas por razón de nostalgias
La feminización de la época, celebrada como crisis de emotivas,
la Modernidad, no impugna ninguna de las arbitrarias políticas o naturales.
divisiones de valores (masculino = razón, ley, Las fases en este ya largo proceso de la mujer por su
historia, producción, verdad, etc.; femenino = sus emancipación habrían ido, a grandes rasgos, desde la ausen-
contrarios); únicamente sentencia una moda que cia, la discriminación, la pugna por la igualdad, la
volverá a olvi- darnos cuando la cultura retorne a reivindica- ción de la diferencia específica, hasta la
sus fundamentos proliferación de las
En cualquier
«fuertes».caso la feminización de la que aquí se habla diferencias múltiples.
no representa el imperio de la identidad que Luce Irigaray ¿Cuál sería la actual? Yo misma, en mi libro La seduc-
busca reencontrar y recrear. Se trata meramente de suavizar
ción de la diferencia (Valencia,Víctor Orenga, 1987), propo-
el modelo «macho agresivo», para llegar a una tipología light
nía sumergirnos en esta proliferación como forma de solven-
intersexual y amable más acorde con la cultura narcisista, tar las desventajas de los estadios anteriores, sin embargo, la
Ynass-mediática y encantada, un tanto yuppie, que, por ejem- plo, entropía se alza amenazante en todas las tácticas de super-
Lipovetsky ha propuesto en sus libros: L'ère du vide o L'empire
producción de individualidades y rasgos propios, y esto es
algo que hay que tener en cuenta. La apuesta por la aparien-
de l'éphémère. Satisfacer el imperativo hedonista del yo, cia, intentando salvar las falacias del sujeto y la ausencia, de
completar el narcisismo, y para ello: enamorarse, procrear o la identidad, nos aboca a la teatralización de la superficie;
simplemente ver la tele. la suma de los comportamientos heterogéneos, los roles
Badinter, que valora positivamente esta situación, lamen- asumi- dos no por el fatalismo de la biología sino por el
ta lo que de pasional perdemos con el proceso; la ternura imperativo del juego y del placer, la multiplicación de las
ami- gable vendría a sustituir a las pasiones trágicas, los diferencias en suma, nos conduce a la indiferenciación. Y
El modelo
es aquí donde estético de los
el artículo deochenta no es («Nous
Baudrillard la feminidad —
sommes
gestos su- blimes, el deseo insaciable y el fatum romántico. ni
tous des transse- xuels», Liberation, 14-10-1987) me parece
66 extremadamente 67
lúcido.
la masculinidad, por supuesto , sino el de una androginia netaria con antena parabólica, fluidifican nuestros gestos hasta
mutante, frankesteniana (Michael Jackson), hasta la mons- convertirnos en fugaces hologramas, ráfagas de láser seductor.
truosidad estereotipada y trivial (Gurruchaga), imperio de
si- licona y muñeca hinchable (Cicciolina), fase mutante y Nosotros no tenemos ya tiempo de buscarnos una iden-
galác- tica (en múltiples grupos de tecno-pop), imagen tidad en los archivos, en una memoria, en un pasado, ni por
ambigua (Bosé) o lujo de la transformación (Boy Georges, otro lado en un proyecto o en un porvenir. Nos hace falta
David Bo- wie). La mujer juega al exceso escénico y una memoria instantánea, una referencia inmediata, una
artificioso (Nina Hagen, Alaska), un plus irreal e irónico: suerte de identidad publicitaria que pueda verificarse en el
Madonna es una instante mismo.
«Lolita» mórbida y artificial; incluso el b o o m Sabrina obede- ce,
dentro de una carnalidad clásica, al gusto por la desmesu- El l ook sustituye a la identidad, existimos porque otros
rada histriónica y kitsch. nos ven, y en este ser mirados se agota nuestra esencia. El
No existe propiamente el erotismo, y el deseo, sino un ba- triunfador es aquel que mejor gestiona su imagen, el rnánager
de su propia seducción.
rroco frío, cool, hierático en su paroxismo. En palabras de
Baudrillard: «Pornografía postmoderna si se quiere, donde la
Si esto es así, y a mi modo de ver no puede negarse que
sexualidad se pierde en el exceso teatral de su ambigüedad y
retrata una parte de la sociedad y la vanguardia estética del
de su indiferencia». Es en este sentido en el que se puede ha-
mundo de la comunicación, se habría rebasado con mucho
blar del «modelo transexual» como paradigma estético de
la descripción efectuada por Badinter; y la tarea propuesta
nuestro presente.
Lo transexual es a la vez un juego de la indiferencia- por Irigaray, como ella lo pretende, se movería en
ción (de los polos sexuales) y una forma de indiferencia al parámetros to- talmente ajenos. Lo que habría que encarar,
goce, al sexo como goce. Lo sexual se dirige hacia el goce en contraposi- ción a una común, aunque diversa,
(es el leitmotiv de la liberación sexual), lo transexual se di- aceptación de la hegemo- nía de lo femenino, que ambas
rige hacia el artificio, cualquiera que éste sea, anatómico,
cambiar de sexo, o el juego de los signos del vestir, morfoló- autoras comparten, sería la efectiva superación de la etapa
gicos, gestuales, característicos de los «travelos» [op. cit.]. femenina en lo social, sin que ésta haya podido cumplirse.
En palabras de Baudrillard: «Re- trospectivamente, este
triunfo del transexual y del travestí,
Baudrillard extrapola este régimen del «travestí» a otras arroja una extraña luz,sobre la liberación sexual de las gene-
raciones anteriores. Esta, lejos de ser, según su propio discur-
manifestaciones sociales. El pastiche, lo kitsch, el cuidado de la so, la irrupción de un valor erótico máximo del cuerpo, con
imagen, el eclecticismo, el juego de artificio, la prótesis, la una asunción privilegiada de lo femenino y del goce —juissan-
ingeniería genética de lo social... impregnarían el arte, la polí- ce— (habiéndose más bien reservado lo masculino al dominio
tica, la arquitectura, la teoría, la ideología, la ciencia... de la potencia p u i s s a n c e ), no habría sido quizá sino una
Aquí el filósofo es mucho más radical que fase intermedia hacia la confusión de los géneros. La revolu-
Badinter. El ción sexual no habría sido quizá más que una etapa decisiva
hacia la transexualidad».
universo m a s s - m e d i á t i c o , narcisista, light, no nos aboca a una
Esta interpretación, por más que nos deje decepcionadas
cultura del yo donde la semejanza de los papeles abre paso a e insatisfechas, nos libera de ese optimismo histórico
una identidad más reposada, de tareas compartidas y relacio- presente en las falacias de la feminización del fin de siglo.
nes amigables; no estamos ante una feminización de los sexos, ¡Ya nos pa-
recía a nosotras que la moda no nos iba a regalar nada por
sino ante su travestización. El arte del espectáculo, la retórica
de la publicidad, la celeridad del puente aéreo y la aldea pla- lo
68
69
que no hubiéramos laboriosamente peleado! La caída del s. xvii, sufragista sindicalista en la Inglaterra de finales del xix,
prototipo viril, la feminización de los gestos, y la cenetista airada en la Segunda República española... Eurínome
sofisticación recubriendo la fría piel de la cibernética, no pasó millones de horas, miles de días, centurias enteras ence-
nos ofrece el re- galo de ningún protagonismo merecido. rrada entre las cuatro paredes de su hogar, y mientras remen-
Como siempre, se trata de otra cosa. daba la ropa y limpiaba los mocos a los críos, con una confusa
memoria triste, recordaba aquel tiempo en que había
danzado desnuda sobre las olas, feliz, poderosa, y en vano
intentaba ex- plicarse de qué desolada manera había ocurrido
Los trabajos de Eurínome todo.
Hoy Eurínome ha salido tarde del despacho, y ha encen-
En el principio Eurínome, la Diosa de todas las cosas, dido el cassette de su auto al tiempo que circula por la ciudad
surgió desnuda del Caos, pero no encontró nada sólido en colapsada, seguramente llegará tarde a su cita con Ofión.
que apoyar los pies y, en consecuencia, separó el mar del ¿Cómo empuñar el presente?, ¿cómo resolver el pasado?
firmamento y danzó solitaria sobre las olas. Danzó hacia el
sur y el viento puesto en movimiento tras ella pareció algo
A través de estas páginas he querido hacer un repaso de algu-
nuevo y aparte con que poder empezar una obra de crea- nas de las teorías y presupuestos que en el pensamiento, y en
ción. Se dio la vuelta y se apoderó de ese viento norte, lo el pensamiento mujer se nos ofrecen. Pues si la mujer aparece
frotó entre sus manos y he aquí que surgió la gran serpiente dispuesta a sondear u ocupar diversos conceptos, debe ser
Ofión. Eurínome bailó para calentarse, cada vez más agita- dueña de sus redes lógicas y estratégicas en las filosofías
damente, hasta que Ofión se sintió lujurioso, se enroscó al- que los utilizaron. Y en el debate actual, tener los elementos
rededor de los miembros divinos y se ayuntó con la dio- para ubicarse en la Modernidad, en la Ilustración pendiente
sa[...] Luego [la diosa] asumió la forma de una paloma aclo- o en su crisis. Determinar qué uso de la razón reclama: débil,
cada en las olas, y a su debido tiempo puso el Huevo críti- ca, comunicativa...
Universal[...] De él salieron todas las cosas que existen[...] Independientemente de la posición que se adopte,
Eurínome y Ofión establecieron su residencia en el monte a mi
Olimpo, donde él irritó a la diosa pretendiendo ser el autor
del Universo. Inmediatamente ella le golpeó en la cabeza modo de ver, el discurso femenino tiene tres tareas o campos
con el talón, le arrancó los dientes de un puntapié y lo des- de expansión.
terró a las oscuras cavernas situadas bajo la tierra. [...] En primer lugar saldar las lagunas del pasado. Se trata
Eurínome («amplio vagabundeo») era el título de la de
dio- reescribir una historia propia, paliar esa ausencia chirriante.
sa como la luna visible; su nombre sumerio era Iahu («paloma Ello implica un cambio en el punto de vista de aquello que
eminente»), título que más tarde pasó a Jehová como el hasta ahora se ha considerado importante guardar en la me-
Creador. Fue en forma de paloma como Marduk la dividió moria colectiva de los pueblos. Rescatar el lugar de la
simbólicamente en dos en el Festival de Primavera babilóni- mujer en la sociedad, en el trabajo, en la vida cotidiana de
co, cuando inauguró el nuevo orden mundial [Robert Gra- las diver- sas épocas. Incluir sus realizaciones en las historias
ves, Los mitos griegos, t. I, Madrid, Alianza, 1985, p. 31]. de las dis- ciplinas: la ciencia, la literatura... Revisar las
orientaciones se- xistas y los olvidos en los saberes
A partir de este momento la historia nos resulta conocida. pretendidamente neutros: biología, psicología, antropología,
Eurínome fue clausurada en el gineceo, trabajó laboriosamente filosofía, etc. Elevar a la ca- tegoría de saberes de primer
enenuna
la abadía
domos, de Flandes,
celebró partera quemada
la prostitución sagrada depor
las bruja
vestales,enfue
el rango aquellos
Junto donde
con ello, y ensus aporta-
segundo ciones
lugar: han sido
la vigilancia más
y crítica
numerosas: artesanía, hilado, tradición oral, recursos
tañedora de flauta en Corinto, hilandera en un burgo, beguina culinario-médicos...
70 71
del presente. Una constante alerta frente al sexismo cotidia- Eurínome arregla su maquillaje frente al espejo retrovi-
no: imagen y publicidad, textos educativos, lenguaje, medios sor, ha aprendido a pararle los pies a los Marduks babilónicos,
de comunicación, modas intelectuales falsamente sabe que esta noche danzará otra vez desnuda sobre las olas y
emancipa- doras, teorías científicas o sociales que que cuando se le maneja bien Ofión puede resultar un
reproducen los anti- guos modelos, medidas políticas reptil encantador.
discriminatorias...
Y finalmente un amplio terreno de creación. Pues, con
respecto a nuestra ausencia de la cultura patriarcal, mucho es
lo rescatable; pero no debemos engañarnos, el mejor
ejercicio de sofocación de un colectivo es la negación de su
cultura pro- pia y la incorporación y adaptación a la
dominante. La gran parte de lo que podría haber sido
nuestra historia, nuestro punto de vista, ha sido primero
abortado y después anulado en su transmisión. No se
pueden inventar las raíces; o se tie- nen, y entonces hay que
luchar por su libre expresión, porque a una «se le salen por la
boca», o no se encuentran, aún en su perentoriedad y
urgencia, simplemente porque no existen, y entonces es
vano y ficticio forzarlas. Hay algo mentiroso y es- téril en
agotarse buscando quiénes somos en realidad, porque tal vez
seamos apenas nada más que un punto, un cuerpo, un lugar,
una perspectiva, y en eso estriba nuestra ventaja. Si
efectivamente constituimos algo más que eso, nuestra crea-
ción acabará por mostrarlo, en caso contrario nada hay
de malo en inventarlo a partir de aquí.
Crear, crear... lugares habitables para el deseo, para la pu-
pila, para la palabra. Crear en la desmesura, en el exceso, sin
intentar constreñirse a la justeza exacta de la identidad perdi-
da. Iniciar trazos, dejar pistas falsas, estelas colgadas de espi-
rales que se convierten en círculos o geometrías imposibles.
No hay un lugar correcto para un imaginario que nunca
ha existido, ni espacio para la duda moral y paralizadora
por si nuestra voz engrosa las arcas del contrario.
Crear un mundo femenino es crear un mundo donde las
mujeres creen. Cualquier autocensura nos perpetúa en
el si- lencio, la inseguridad y la culpabilización que durante
tantoLa tiempo ha sido
indagación de nuestra morada.
lo Otro nos da pistas, la travestización
de los sexos nos libera de una reconstrucción paradigmática
salvífica. Todo es fluido, cibernético, hiperreal.
y
72 73
CAPÍTULO V
EL LEVIATÁN BONDADOSO
75
co, bastaba bajar en línea recta desde la cúspide de una pi- testable legitimidad moral de la opresión ponía en los brazos
rámide o levantar la peluca empolvada del Rey Sol para las armas revolucionarias.
en- contrar la calva trepanada o llena de afeites del hijo de No es aquí el momento de analizar las causas de la caída
dios sobre la tierra. Tal justeza de adecuación entre el de los marxismos como modelos hegemónicos de interpreta-
concepto, la representación y su objeto nos hace ción de la realidad: su cumplimiento, el estalinismo, el Gulag,
temblar de placer con la experiencia de las relaciones mayo del 68, las diversas críticas de los intelectuales a su vul-
n a i f y primitivas, nos hace temblar de pavor ante los cuerpos gata fanatizada y triunfalista, la lejanía de los fascismos y el
empalados, las peni- tencias milenaristas, la supervivencia auge del liberalismo neoconservador han contribuido a ello.
raquítica de la fábrica o el burgo. Lo que más me interesa señalar son las diversas configuracio-
Pactar un poder mejor, representativo, racional, encami- nes del poder, cómo conceptual, afectiva, políticamente, he-
nado al progreso hacia lo óptimo, fue el empeño ilustrado. mos ido aproximándonos y pensando el poder de una manera
Pero ¿realmente hay un poder bueno y un poder malo?, ¿bas- diferente, y sobre todo cómo en el curso de menos de
ta la concurrencia de la razón para trocar la tiranía en orden una veintena de años éste ha ido perdiendo para la
respetuoso?, ¿es posible un ejercicio de la acción comunicati- vanguardia in- telectual casi todas las características del
va (Habermas dixit) que nos devuelva el uso de la razón y de la
modelo dialéctico clásico. Pensar, sentir el poder hoy, en las
postrimerías del si- glo, es para mí contemplar ese
libertad en el proyecto incompleto de los ideales ilustra- alejamiento del modelo dialéc- tico, la plena zambullida en
dos?, ¿cómo limpiar al poder de su cara nefasta, congénita, una configuración estratégica y su deriva difusa hacia el
después de tantas escuelas que nos han enseñado que no había reino de la simulación. Para todo ello, un filósofo clave en
en él ni una brizna salvable? El proyecto ilustrado concluyó, esta inflexión epistemológica: Michel Foucault; acercarnos
para algunos, con la apocalipsis de su cumplimiento, salpicado a su analítica nos posibilitará desbrozar los signos de este
de ignominia hasta los campos de exterminación. Primero con Leviatán bondadoso, estratega invisible, pi- loto de
Weber, después con la Escuela de Francfort, finalmente con el videojuego.
postestructuralismo, aprendimos a desconfiar del poder, a
verlo en todas partes, investido de una razón que respondía a
la mejor de sus coartadas. El poder era intrínsecamente per- ¿Cuántos poderes?
verso, la razón definitivamente hipócrita. El modelo dialécti-
co resguardaba un camino: sólo el mal poder, el que pertene- A fuer de no precipitarnos en la más vulgar metafísica,
cía a la clase explotadora era hediondo; sólo la falsa razón, en habremos de empezar admitiendo que «el Poder» no es nada,
el fondo ideología engañosa, nos condenaba a la alienación. al menos nada unitario, homogéneo, ideal, transhistórico. En
Había que cambiar al sujeto detentador del poder, ejercer la la multiplicidad de sentidos que agrupamos bajo esta palabra,
crítica desenmascaradora de la ideología, tomar conciencia de se puede, creo, establecer dos grandes grupos de referencias:
la realidad, y transformarla. Nada en última instancia queda- el Poder como estamento, gobierno, institución, macroestruc-
tura...; y el poder como facultad, voluntad de, potencia, posi-
ba anulado: sujeto, realidad, conciencia, praxis, verdad... espe- bilidad... Ambos significados estarán imbricados entre sí
raban impólutos la subversión que los tornaría liberadores. Si dado que el poder estamental es tanto el poder que a mí me
la tarea emancipadora no se había llevado a cabo, era en gran falta, cuanto el que me constituye, me penetra. El Poder,
medida por la ausencia de un modelo que nos mostrara en con ma- yúscula, aumenta en la medida que se acrecienta mi
qué consistía-el mecanismo de la explotación; el materialismo impoten- cia, o la delegación subsidiaria de mi poder en el
histórico y la dialéctica nos dotaban de los elementos concep- Poder. De- pendiendo del lugar, el tiempo, la clase en la que
tuales necesarios para analizar el decurso del poder, la incon- me sitúe mi
76
77
relación con el poder variará tanto en mi percepción como en aquiescencia de los sujetos, basta con que lo retemos a serlo
mi valoración. El aparato lógico-conceptual de que me dote total para que éste se resuelva en la ineficacia. La
para analizarlo conformará asimismo mi visión de él. indiferencia ha sucedido a la sociedad disciplinaria.
Como antesala, antes de ocuparme del poder estratégico
y su vigencia, quisiera distinguir a vuelapluma algunos
mode- los de configuración general del poder; dada la El declive del modelo dialéctico
amplitud del tema me limito a una mera precisión
terminológica. El modelo estratégico surge de un alejamiento del dialéc-
tico, perceptible en el pensamiento filosófico desde finales de
El poder absoluto se manifiesta monolíticamente, orde-
los sesenta; no puedo aquí entrar en ello, sino recordar algu-
na y prohibe, la represión es su arma, hasta la administra- nos rasgos.
ción de la muerte de sus súbditos, si es preciso; su justificación La visión dialéctica empezó a declinar en el seno
es natural, moral y religiosa, divina en suma. La gesta y el mismo
terror son su parafernalia. En última instancia y en sus gra- del freudo-marxismo. La dialéctica negativa de Adorno
dos menos burdos, se trata de un «sistema» insi- núa ya una matización y toma sus precauciones frente a
autorregulado, que prevé y ajusta sus desviaciones, en una la po- sitividad de la razón. El estructuralismo representa
circularidad pre- suntamente sin salida, maquiavélica. Su otro ata- que duro ante el que poco pudieron Sartre o
coartada es pensarse como un todo, el orden es su ley; Lefebvre como defensores del esquema marxista, ni
verdad y poder represen- tan una adecuación tan precisa, Althusser avanzando su síntesis...
que toda desconfianza fren- te a su identidad resulta Con ella, y a la vez, la historia comienza a lanzar
sospechosa, no para el poder sino para el individuo que sus
osa oponerse y al que, por el bien de todos, habrá que cantos de cisne. Frente al progreso dialéctico y la diacronía,
eliminar. prevalecen los modelos sincrónicos; estratos, series, estruc-
El modelo dialéctico rompe este monolitismo ofreciendo turas, acontecimientos, regularidades... son conceptos que
una visión dual del poder; simplificando al máximo está: el toman el relevo. La ausencia y la deseabilidad del
mal y el buen poder, la clase opresora y la clase oprimida, la cambio revolucionario, una sensación global de «haber
ideología y la verdad. Frente a la legitimidad divina opone salido de la historia» (Canetti), nos acercan a lo que
la sospecha. El saber deja de ser unitaria superficie para con- Lefebvre llamó «el nuevo eleatismo».
vertirse en caja de doble fondo, espesor de mendaz Dos fases han caracterizado este decurso: en primer lugar,
oculta- miento. Gnoseológicamente se efectúa un proceso de la multiplicación de los motores, de los nudos dinámicos, re-
duplica- ción, el poder es doble, el saber también. Esta verberación plurifocal, efervescencia de fuerzas que optimizan
dualidad onto- lógica primaria garantiza el dinamismo la movilidad. Imposible encontrar puntos antagónicos, síntesis
dialéctico, la lucha de contrarios y la superación. englobadoras, y por lo tanto líneas de superación. Las series se
entrecruzan, avanzan, se superponen, retroceden. Descripción
El modelo estratégico. El poder no es lucha de contrarios
heracliteana que toma como paradigma el de la física relativis-
sino una situación estratégica dada, una relación de fuerzas, ta y la mecánica cuántica. La liberación de lo múltiple se
en la que cada una de ellas afecta a otras y es afectada por opo- ne al dualismo que, aún en su dinamismo dialéctico,
ellas, diseñando una compleja y cambiante red, de nudos o ofrece una excesiva definición ontológica. Foucault y
engrosamientos momentáneos: las instituciones. No hay Deleuze, por ejemplo, pueden ser incluidos dentro de esta
lugar de resistencia privilegiado porque el poder penetra visión.
todos los puntos de este modelo microfísico. Pero la multiplicidad suma desencadena, como contrapar-
El poder como simulacro. El poder no existe sino como
78 tida, un cierto estatismo. Sólo cambia lo que no se mueve, 79
representación de sí mismo, red inercial se mantiene por la de
la misma manera que sólo se mueve lo que no cambia. Si para der no se posee, se ejerce en todo el espesor y sobre toda la
comprender el cambio debemos explicarlo por átomos, clases, superficie del campo social», 2 su capilaridad penetra todas
que se desplazan o luchan, fijos en una relativa persistencia
substancial; el dinamismo total sin núcleos permanentes nos las instituciones y las relaciones, no posee un patrón fijo,
lleva al estatismo del marco, del sistema, en el que ese hormi- ocupa y abandona incesantemente diversas zonas, «el poder
gueo incesante se produce. Nuestra lógica requiere ¡ay! de es siempre una cierta forma de enfrentamientos
identidades, y las logra al principio o al final del modelo, en instantá- neos y continuamente renovados entre un cierto
la micrología o en la sistémica. número de individuos». 3 Es una relación bélica la que rige su
Baudrillard nos describe esta segunda fase: «el movimiento equilibrio inestable, por ello nadie posee absolutamente el
no desaparece tanto en la inmovilidad cuanto en la velocidad y
la aceleración... Los fenómenos de inercia se aceleran. Las for- poder, y en contrapartida, nadie está totalmente ajeno a él
mas quietas proliferan, y el crecimiento se inmoviliza en la ex- configurán- dose en núcleo inmaculado de resistencia. El
beneficio de
crecencia» (Les stratégies fatales, París, Grasset, 1983, pp. 14 y «la clase dominante» es más un «efecto de sobre-poder»
17). La «potenciación» sucede a la dialéctica, lo más veloz que, si bien moralmente denunciable y políticamente ataca-
que lo veloz nos atrapa en el universo instantáneo, dromosco-
pia según Virilio, estética de la velocidad, y la desaparición. La ble, 2.
no «El
condensa ni muestra
poder está localizado la estructura del poder,
en los aparatos que se
del Estado.»
teoría de las catástrofes de René Thom nos ofrece otro desarrolla
Frenteena ello
un cañamazo
Foucault más sutil.
afirma que «el aparato de Estado
modelo semejante de explicación del dinamismo de lo real. es una forma concentrada una estructura de apoyo—, el
instrumento de un sistema de poderes que lo desbordan am-
El modelo dialéctico crecía sobre una determinada confi- pliamente». 4 En este sentido los aparatos del Estado son re-
sultados de la dinámica del poder. No existe un lugar privile-
guración del poder, que va a ser puesta en tela de juicio a la vez que giado de éste. Como puntualiza Deleuze: «el poder es local
nos distanciamos del primero. Para ver la crítica de los postulados porque no es nunca global, pero no es local o localizable por-
generales sobre el poder implícitas en el mode- lo dialéctico que es difuso» (op. cit., p. 34).
seguiremos el texto de Foucault: «El poder y la norma», y el 3.«El poder se halla subordinado a un modo de pro-
artículo de Deleuze sobre el curso de Foucault en el Collège de ducción.»
Vamos acercándonos a una visión del poder más amplia,
France
Abandono en de1973: «Ecrivain
algunas non:
formas de un nouveau
análisis relativas cartographe» que penetra todas las relaciones y las instituciones sociales
al poderendialéctico
(recogido
1
Foucault, París, Minuit, 1986). creando una sociedad disciplinaria, que se sirve de instrumen- tos de
1. «El poder es propiedad de una clase.» secuestro (fábricas, prisiones, asilos...). El trabajo, la producción,
Tal afirmación tiene un sentido de efectividad política, no es el elemento primario, sino el resultado de
pero enmascara la estructura misma del poder pues «el po- «separar» al individuo para que su tiempo se ordene según el
de la producción.
2.Foucault, «E1 poder y la norma», en Discurso. Poder, Sujeto, A u l a a b i e r t a ( Uni- versidad de
1. A partir de aquí, y en lo referente al análisis del poder en M. Foucault, para ma- Santiago de Compostela), n° 3, 1987.
3. Ibíd.
Práctica.
yor ampliación, remito a mi libro: D i s c u r s o / P o d e r, Madrid, EDE, 1984, col. Teoría y 4. Ibíd.
80 81
«Si es verdad que la estructura económica caracteriza- guiéndolos de aquellos sobre los que el poder se ejerce (domi-
da por la acumulación de capital tiene por nados).»
propiedad transformar la fuerza de trabajo en fuerza Para Foucault el poder no es un atributo sino una rela-
productiva, la estructura de Poder que toma la forma de ción, una relación de fuerzas, que atraviesa tanto a dominan-
la secuestración tiene por finalidad transformar el tes como a dominados, un campo inmanente donde se
tiempo de la vida en fuerza-trabajo. La secuestración es despla- zan posiciones sin unificación transcendente ni
el correlativo en térmi- nos de Poder de la acumulación centralización global.
de capital en términos económicos.» 5
6. «El poder de Estado se expresa en la ley.»
4. «El poder se encuentra encerrado en la alternativa: Foucault no cantaría las glorias del«Estado de derecho»,
violencia o ideología.» ni establece fronteras entre la ley y la ilegalidad. En palabras
Para M. Foucault, la relación entre poder-verdad es mu- de Deleuze: «La ley es una gestión de ilegalidades, unas que
cho más compleja, no hay verdad ocultada por la represión, permite, hace posibles o inventa como privilegio de la clase
ni producción de saber necesariamente engañosa: «todo dominante, otras que tolera como compensación de las cla-
punto de ejercicio del poder es, al mismo tiempo, un lugar ses dominadas, o incluso que hace servir a la dominante, otras
de formación de saber», como puntualiza Deleuze: «El en fin que prohibe, aísla y toma como objeto, pero
po- der "produce lo real", antes de reprimir. Y también
produce lo verdadero, antes de ideologizar, antes de también como medio de dominación» (op. cit., p. 37).
abstraer o de enmascarar» (op. cit., p. 36). Los sistemas
disciplinarios conforman un campo de saber, una técnica El modelo estratégico
de investigación y de recolección de datos sobre objeto que
secuestran/estu- dian, y de alguna manera crean, pues el He querido detenerme en los puntos anteriores pues me
estatuto epistemo- lógico del objeto queda parece que clarifican la distancia que separa a Foucault
indeleblemente marcado por la estrategia de poder- del modelo dialéctico del materialismo histórico, a la vez
saber que sobre él se ha configurado. La clínica, la que se van perfilando las características de su propia visión.
psiquiatría, la pedagogía, normalizan a la par que estudian El poder en Foucault es un tema que recorre toda su
a un enfermo, un loco, un niño, que no pre- existía a su obra, tal como reconoció en una entrevista, no habría hecho
constitución como saberes, sino que ha ido sur- giendo a la otra cosa que hablar de él; sin embargo, su analítica
vez. comienza
Aparte de estas cuatro formas de análisis criticables se-
gún Foucault en su texto «El poder y la norma», Deleuze explícitamente con Surveiller et punir, 1975. Una serie de he- chos
apunta otros dos postulados que son también abandonados habrían contribuido a este desplazamiento frente a la
en la obra del filósofo. preocupación más formal que inspiraba Les mots et les choses y
5. «El poder tendría una esencia y sería un atributo que L'archéologie du savoir: mayo del 68 —en el que siempre se hizo
cualificaría a aquellos que lo poseen (dominantes) distin- notar su ausencia , el poder como tema predominante en
la intelectualidad francesa, su lectura sistemática de
Nietzsche, realizada a final de los sesenta, la creación del
5. I b i d . Groupe d'Information sur les prisions en 1971, cuya sede era
puntualizaciones sobre el poder en y a partir del discurso,
su propio domicilio...
En L' o rdre d u d i s c o u r s (1971) pueden ya apreciarse
82 83
que a Foucault más le interesa, el que queda perfilado ya con
ajenas a L'archéologie... de tan sólo dos años antes. Esta
claridad en La volonté de savoir.
época de preocupación por el poder incluye el primer tomo Existirían dos clases de poder: el poder represivo, que
de L'histoire de la sexualité: La volonté de savoir (1976) y sus niega y violenta, basado sobre el derecho de muerte; y el
cursos y artículos anteriores y posteriores a esta fecha, hasta poder normativo, poder sobre la vida que incita, conforma,
la aparición de los dos tomos siguientes de L'histoire de la propala discursos, define espacios de saber, generando una
en donde esta problemática es dejada de lado para
sexualité,
anatomo y biopolítica; dentro de esta última encontraría-
mos la sexualidad. En este terreno, y ésa es la tesis revolu-
centrarse en una genealogía de la mismidad, de la relación
consigo mismo. cionaria del libro, nunca habría habido represión sino
inci- tación a hablar, a confesar, a reglamentar
De la lectura de Nietzsche extrae al menos dos influen-
minuciosamente el uso del placer y la reproducción, de
cias decisivas: la indisolubilidad de la relación voluntad
ahí la ingenua pre- tensión de liberar al sexo por la
de saber/voluntad de poder, que le permite distanciarse de la
palabra, por la manifesta- ción, pues es de esa manera,
no- ción de ideología marxiana —no sólo la mala voluntad genera precisamente, como se ha ejer- cido su dominio.
ideología, sino todo punto de poder es un dispositivo de crea- El discurso, la verdad, han estado siempre, según Fou-
ción de saber , y la adopción de la noción de «genealogía» cault, indisolublemente unidos al poder, y ello en el sentido
que viene a profundizar la suya de «arqueología» en los tres en que nos lo especifica en el artículo «Verité et pouvoir»:
campos: a priori histórico, espacio de orden y régimen de ma- la verdad se produce en el orden del discurso científico y
de las instituciones, es necesaria en la producción económi-
terialidad.
ca y en el poder político, es objeto de difusión y consumo
Esta síntesis poder/saber se perfila en Surveiller et punir en controlado por los aparatos políticos y económicos perti-
la noción de «disciplina», en su doble sentido de estudio nentes: Universidad, medios de comunicación, ejército...;
particular y ordenamiento del cuerpo. El régimen disciplina- en ella se configuran todas las luchas ideológicas. Todas es-
rio genera una anatomía política del cuerpo, lo separa, lo tas interrelaciones delimitan una efectiva economía política
normaliza, lo marca, lo clasifica, lo torna dócil, y a partir de
este «secuestro», en su observación minuciosa, desarrolla sa- de la verdad.
beres específicos: medicina, psiquiatría, psicología, pedago- Hemos visto lo que no es el poder, cómo se imbrica con el
gía, sociología... Las ciencias humanas, que fueron saludadas saber, cómo es un generador de dispositivos de normaliza-
irónicamente como ignorantes de la muerte del hombre en ción, cómo los cuerpos son un resultado de su ejercicio. Acer-
carnos algo más a su caracterización nos aproximará al por-
Les mots et les choses, adquieren aquí una genealogía carce- qué de su denominación «estratégica», de su talante
laria y vergonzante. Y es a partir de ello que podemos definir «microfí- sico».
a las sociedades modernas como «sociedades disciplinarias». En La volonté de savoir Foucault define al poder como:
El modelo que plasma esta vigilancia es el Panóptico de «la multiplicidad de las relaciones de fuerza inmanentes y
Bentham. No es necesario que el vigilante ocupe la torre cen- propias del dominio en que se ejercen, y que son
tral a partir de donde observa todas las celdas dispuestas en constitutivas de su organización» (París, Gallimard, p. 121).
círculo, el prisionero se sabe controlado, abocado a una visi- No hay transcendencia, ni modelo único, cada espacio ge-
bilidad absoluta que le hace comportarse según el poder es- nera por así decir, su campo magnético, sus redes y conexio-
pera de él. nes... Fluidos en constante devenir, prácticas que momentá-
trategias
Esta de
un poder sobre
dellacuerpo
vida. Es este completada
tipo de poder el
anatomía política queda en la
voluntad de saber con la bio-política aplicada a las poblacio- nes.
84 85
El cuerpo-máquina y el cuerpo-especie desarrollan las es-
neamente se congelan en instituciones que vehiculan la incita- liard...), acusándolo de postmoderno, nietzscheano-nihilista y
ción de las fuerzas hacia la producción de saberes que neoconservador. Entrar en este debate requeriría mucho es-
nueva- mente generan poderes. pacio, por lo que quiere entresacar tan sólo las críticas referi-
das a la analítica del peder foucaultiana, que es el tema que
El poder no es una institución, y no es una estructura, nos ocupa. 6
no es cierta potencia de la que algunos estarían dotados: es Simplificando, las acusaciones se podrían resumir en las
el nombre que se presta a una situación estratégica comple- siete siguientes:
ja en una sociedad dada [op. cit., p. 123].
1. ¿Quién habla? Foucault, después de cantar la muerte del
Las relaciones de fuerza se rigen, no según un patrón di- hombre, ha socavado su posición de sujeto: ¿quién emite los
ferente, sino según las leyes generales aplicables a cualquier discursos?, ¿quién analiza?
materia, en una microfísica común de partículas. Existen, Sería fácil responder, como era usual en los años
ciertamente, modelos de configuración o «diagramas». Por setenta,
ejemplo, el modelo «de la lepra» cuyo mecanismo es le par- que quien habla es el lenguaje mismo. Indudablemente,
tage, la reclusión y la separación, como en el caso de esta en- Fou- cault ha abandonado el sujeto transcendental kantiano,
fermedad; o el modelo «de la peste», metáfora de sociedad como casi toda la filosofía actual por otro lado. Desde Freud,
disciplinaria, vigilancia minuciosa, cuyo mecanismo es el desde Nietzsche, desde Wittgenstein, el lugar del sujeto está
control. ocupa- do por el inconsciente, la voluntad de poder o los
juegos de lenguaje. Existe, sí, ese sujeto residual,
Resumiendo un poco podemos entresacar algunas reglas ontológicamente dé- bil, pero prácticamente solvente a la
de prudencia en la consideración del poder: no existe exterio- hora de seguir actuando y pensando. Un sujeto no eterno, ni
ridad entre las técnicas de saber y las estrategias de poder. Las transhistórico, que permi- te estudiar su constitución, su
distribuciones de poder están sujetas a un esquema de varia- genealogía, como el mismo Foucault lo intenta en el
ciones continuas. No existe poder sin concreciones prácticas, segundo y tercer tomos de su Histoi- re de la sexualité.
ni concreciones prácticas que no respondan a una estructura
más general de poder. Los discursos poseen una polivalencia 6. Dado que el texto base de este capítulo se configuró primeramente como una
táctica, ora denuncian y explicitan las estratagemas del poder, ponencia leída ante un público no especialista en filosofía, preferí no
sobrecargarlo de citas y referencias. No obstante, si se desea profundizar en el tema,
ora lo reproducen y perpetúan. remito al libro de Habermas: El discurso filosófico de la Modernidad, Madrid, Taurus, 1989, que
Críticas al modelo foucaultiano constituye
el análisis más pormenorizado de la analítica del poder foucaultiano y sus posibles
apo-
Si en un primer momento la filosofía de Foucault desper- rías, en la óptica crítica que nos ocupa (cap. IX y X).
tó recelos en la reflexión marxista, nunca se le rebatió con Tres son las acusaciones principales: presentismo, relativismo y
criptonormativismo.
tanto furor como en las últimas polémicas Modernidad/Post-
— Presentismo: la genealogía del poder foucaultiana, huyendo de la orientación
modernidad. La importación de la teoría francesa en EE.UU. hermenéutica, caería de nuevo en los vicios de la filosofía del sujeto, fallando en
y Alemania y una cierta proliferación de seguidores han avi- su pretendido positivismo y otorgando un dictamen desde la actualidad.
vado las iras de los adalides de la Modernidad. Habermas, — Relativismo: el poder foucaultiano se le aparece a Habermas en un «irritantedoble
ha- bermasianos y parte de la crítica americana arremeten papel» —empírico y transcendental—, ello lo encamina hacia la autorre-
ferencia (ver críticas 3 y 4 —en ellas he tomado «transcendental» en los dos sen-
contra
el postestructuralismo (Foucault, Derrida, Lyotard, Baudri- algunas del mismo
tidos, Habermas
escolástico en otras obras.
y kantiano). La verdad del análisis foucaultiano socava su pro-
pia posición (ver 1 y 2).
— Criptonormativismo: la crítica de la razón partiría de una opción valorativa no
86 explicitada. 87
Las otras críticas a las que aludo en mi texto sintetizan las más usuales,
incluyendo
2. ¿Desde dónde? No h a y lugar privilegiado d e análisis o sibilidad una nueva configuración que se escapaba entre los
crítica. intersticios de las metodologías anteriores, y ha dado lugar a
Es ésta una circularidad que parece anular la posición multitud de análisis particulares, reflexiones en torno a
foucaultiana. Si su filosofía es cierta, entonces es imposible;
si es posible entonces es falsa. Si estamos inmersos en una las disciplinas, replante mientos desde zonas marginales del
sa- ber... que han producido ideas enriquecedoras en la
epis- te me que nos condiciona y todos nuestros discursos están
pedago- gía, psicología, filoscfía del derecho, sexualidad, etc.
pre- ñados de poder y distorsionados por el mismo, no existe
lugar desde donde analizar objetivamente la episteme, ni
5 . E sa falta de definición oblitera los caminos d e ataque y
discurso inocente (incluidos los de Foucault). Si el análisis
resistencia, lo que convierte a la filosofía foucaultiana en
foucaultia- no pretende ostentar esa objetividad, es que su
u n a buena coartada del c7nservadurismo.
descripción hollista no se cumple. El aunar en un mismo saco postestructuralismo y neocon-
Sin embargo, y aún siendo cierta, habrá que relativizar servadurismo es una de las peores cegueras de la crítica
esta condena al círculo vicioso, dado que está presente en gran ha-
parte de los sistemas filosóficos, desde el escepticismo, al bermasiana. 7 En primer lugar, las posturas políticas de Lyo-
solipsismo cartesiano, la crítica a los conceptos metafísicos tard, Derrida, Foucault o Baudrillard no son equivalentes ni
humeana, hasta gran parte de las perpectivas sociológicas, han permanecido invariables. Por otro lado hay que distinguir
también la crítica marxista a la ideología, incluyendo la cues- el momento de emisión de las ideas que hoy se comentan (ge-
tión de las paradojas lógicas y diversos problemas de autorre- neralmente el postmayo francés, en un clima de izquierdismo
ferencia. Desgraciadamente, el lugar de la pura objetividad generalizado y apoyo a las vías del Tercer mundo), del
sólo es defendible desde posturas ingenuistas y mo-
metafísicas hoy ampliamente rebasadas. Habrá que apostar mento actual de recepción de dichas ideas en EE.UU. y Ale-
aquí también, como sugiere Vattimo, por una «ontología mania (coincidente con el resurgimiento del pensamiento
débil».
3. El poder s e convierte en un transcendental. Lo e s todo. neo- conservador); y por tanto las posturas de los filósofos
Quizás esta inflación de poder, presente en una etapa de la enjuicia- dos (entonces y ahora) y las de sus supuestos
producción foucaultiana, y que hoy juzgamos excesiva, se deba seguidores hoy en los países anteriormente citados.
sobre todo a la moda y obsesión de una época. En los años se- Con respecto a Foucault, quizá sea el que menos se me-
tenta el poder constituyó el tema por excelencia. Ese protago- rezca el calificativo de tibio, ni mucho menos de conservador.
nismo plenipotenciario ha cedido, no sólo en el pensamiento de Si bien su teoría problematiza la resistencia —no existe incon-
otros autores, sino también en el propio Foucault; no se hallaba taminada, opuesta al poder y es consciente, con cierto pesi-
tan presente en sus primeras obras y únicamente desde su par- mismo, de cómo el poder acaba asumiendo los discursos en
cial abandono y matización es posible comprender el proyecto principio liberadores; Foucault sostuvo una actitud ética y vi-
de análisis de la «subjetivación» de sus dos últimos libros. tal bastante más optimista, recordemos su fundación del Gru-
po de información de prisiones o sus acciones de
4.Por el hecho d e serlo todo, el poder s e convierte e n algo solidaridad con el Tercer mundo, marginación...
d if u so y mal definido. Teóricamente, su pesi- mismo tampoco fue absoluto; frente
Ciertamente el poder absoluto y el modelo dialéctico a las estrategias del po- der propuso dos frentes de
ofrecían precisiones más contundentes; no obstante, a ataque: la insurrección de los saberes sometidos y la
mi modo de ver, el modelo estratégico capta con lucidez y existencia detarde
7. Como más la plebe (loqueque
ha tenido hay 61
reconocer demismo, ver «Question et Contra-
sen- questions», Critique, n° 493-494, juin-juillet, 1988.
88 89
plebe, de revulsivo y generador en ciertos movimientos mar- es, desde este punto de vista, para Foucault, el fundador de la fi-
ginales: homosexuales, mujeres, presos...). losofía moderna, en las dos tendencias: una analítica de la
En los últimos años esta positividad se acentúa; Foucault verdad y una ontología del presente. Tales seguirán siendo las
apuesta por un «pensamiento crítico» que efectúe una «onto- dos opciones de la filosofía actual, y Foucault concluye: «bien
logía del presente», una ontología también de nosotros mis- optar por un filosofía crítica que aparecerá como una filoso-
mos, guiada por el ideal clásico de una vida ética y bella. fía analítica de la verdad en general, bien optar por un
Lo anteriormente apuntado sirve a su vez como refuta- pen- samiento crítico que adoptará la forma de una
ción de otra de las críticas que se le efectúan: ontología de nosotros mismos, una ontología de la
actualidad; esa forma de filosofía que, desde Hegel a la
6. Nihilismo. Todo discurso genera poder, luego salir del Escuela de Francfort, pa- sando por Nietzsche y Max
círculo de la dominación es imposible. Weber, ha fundado una forma de reflexión en la que intento
trabajar».
Por último también se le ha achacado: No se puede poner más el dedo en la llaga de lo que poco
después iban a ser movidas polémicas, ni despistar más en un
7. Debilitación de los ideales ilustrados como bandera y
solo párrafo.
Nada de final de escuela crítica; críticas son las dos opcio-
freno de la barbarie (los derechos humanos son regresiones nes: gnoseológica y sociológica que se proponen, ninguna
jurídicas). concomitancia con la muerte anunciada por el pensiero
Todos los críticos del postestructuralismo se habían pues-
debole. Nada de hacer ascos a la terminología metafísica, sino
to de acuerdo: los filósofos franceses de esta tendencia son
nietzscheanos, irracionalistas, no creen en la historia, en hablar con desenvoltura de una «ontología del presente». Y
el progreso, en la transformación, su teoría es mera por último, incluirse en una línea genealógica que, excluyen-
retórica o análisis retórico de los sistemas de otros, atacan y do a Nietzsche, más parece acercarse a un habermasiano de
subvierten el ideal ilustrado de la Modernidad... pro que a un postestructuralista lúdico-irracional.
Ciertamente no puede decirse que esta última declaración
La broma de Foucault es dejar poco antes de morir un pe-
queño texto en el que, adelantándose a la polémica sobre de principios cumpla una coherencia estricta con su anterior
la Modernidad y la Ilustración, incide directamente en ella pensamiento. El postestructuralismo fue anti-ilustrado en el
de- clarándose moderno e ilustrado. ¡Purgatorio de críticos sentido en que continuó la crítica de la Escuela de Francfort a la
y es- tudiosos!, ¿cómo van a hacer que les cuadren ahora las razón instrumental, descreyendo, como también lo hicieran
clasifi- caciones? A una no le producen la menor Nietzsche y Weber, de su progreso hacia lo mejor; sucumbió,
conmiseración, que se encabestren en el problema por como era la moda, ante la paranoia de ver en la razón una om-
atolondrados y sectarios. nívoda perversa polimorfa, e inició la tarea de deconstrucción
En «¿Qué es la Ilustración?» Foucault,
comentando el de ésta como imperio de lo mismo... Pasados los furores de los
opúsculo homónimo de Kant, define a la filosofía moderna setenta, seguramente es excesivo suponer que aquellos asertos
aquella que comienza a finales del xviil, «como problematiza- implican una negación de la razón o una minusvaloración del
ción de la actualidad, como interrogación hecha por el filóso- esfuerzo de superación y autonomía del saber. No todas las pos-
fo, de esta actualidad de la que forma parte y en relación a turas de los entonces postestructuralistas son iguales, no obstan-
te, ¿se puede ser filósofo sin ser en alguna medida ilustrado, sin
la que tiene que situarse». La Aufklärung es también un suceso defender en algún sentido el ejercicio de la razón? La respuesta
permanente, el talante que reclama la autonomía del saber, la dio claramente Foucault, deshaciendo los ataques de aquellos
como rector de las formas de racionalidad y de técnica. Kant
90 que, más que matizar, crean un enemigo imaginario. 91
El poder como simulacro del discurso. ¿Por qué el poder iba a quedar ajeno a este pro-
ceso de simulación?, ,,en base a qué iba a convertirse en el úl-
Pero ¿realmente el poder es así como Foucault nos lo timo bastión de esa realidad destronada, pulverizada? Si el
muestra? Su modelo estratético no es homogéneo, es más, po- poder produce la realidad, también se produce a sí mismo con
dríamos casi diferenciar dos fases en una concepción dinámi- pretensión de realidad. Y es esta dimensión de
ca que se va transformando a través de su pensamiento. En simulacro, como apunta Baudril.ard, la que Foucault no ha
un primer momento se acerca más al diagrama disciplinario analizado en el poder. Este se beneficia precisamente de esa
potencia abso- luta simbólica que las teorías que lo estudian
para, a partir de él, dar lugar al diagrama microfísico; des- refuerzan en él.
pués, simplemente deja de ser el tema fundamental de su re- «Nada nos dice [Foucault] en cuanto al simulacro del poder
flexión. Desde las antípodas de la crítica academicista o dia- mismo. El poder es un principio irreversible de organización,
léctica, que hemos repasado, podemos también enjuiciar el fabrica lo real, siempre más... en ninguna parte se anula...»
poder como un proceso que no se para allí donde lo describió
Foucault, sin miedo a caer en el llamado nihilismo. Porque la (Baudrillard, op. cit.. p. 55). Foucault se habría situado del
experiencia del poder hoy es radicalmente distinta a la que lado de la realidad y habría descrito un modelo de poder, que
era en los años setenta. Si en esa época cualquier aseveración es todo él una metáfora del desenvolvimiento del capital, de
podía deslizarse hacia un crítico, pero también desalentador los paradigmas genéticos, microfísicos, cibernéticos de la cien-
«todo es poder», en la actualidad un hedonismo feliz nos algo- cia moderna; en una curiosa coincidencia con la nueva versión
dona la teoría hasta hacernos preguntar: «el poder, ¿dónde?». del «deseo» propuesta por Deleuze y Lyotard. Producción,
Creemos excesiva esa amargura del dominio sobre nuestra mostración, circulación, liquidez. Por ello parece sin salida: se
piel, ineficaz su discurso político, nos hemos permitido peque- ajusta perfectamente al funcionamiento económico de la so-
ñas dosis de poder sin considerarnos por ello unos ciedad` se piensa según los criterios del último
canallas, hemos visto resolverse la mayor parte de las paradigma científico, y mimetiza una a una sus
amenazas en una inoperancia banal. Tras el pecado de la características como las del «deseo», anulando la
represión y la angustia de reproducir el orden en nuestros contraposición que en el freudo- marxismo se daba entre
cuerpos, sabemos hoy que la sexualidad es también un ambos.
espacio yermo que requiere gran- des toques de sofisticación Pero la acumulación incesante no es más que un mito,
para huir del vacío. todo se anula en su exceso, se torna reversible, susceptible al
Ni el poder absoluto, ni el poder dialéctico, tampoco el reto por el vacío que oculta: «¿Creen ustedes que el poder, la
po- der estratégico, para Baudrillard: «El poder ha muerto, economía, el sexo, todos estos grandes trucos reales, habrían
no so- lamente irrecuperable por diseminación, sino tenido un sólo instante sin la fascinación que los sustenta, y
disuelto pura y simplemente, de una forma que se nos escapa que les viene justamente del espejo inverso donde ellos se re-
todavía, disuelto por reversión, anulación, o hiperrealizado en flejan, de su reversión continua, del goce sensible e inminente
la simulación...». 8 La condena ya estaba inscrita en la misma de su catástrofe?» (op. cit., p. 63). La seducción nombra en
estructura fou- Baudrillard esa reversibilidad, y el sentimiento vivificador, lú-
caultiana, sólo había que forzarla un poco más. dico y estético que comporta; es la salida del laberinto menti-
Si el poder «produce lo real», es que la realidad, ingenua roso del poder, y la única salvaguarda en un mundo que ya no
y obvia no existe en ella misma, se ha desdoblado, o aún más, se define según es posible
[...] si la sociedadhablar en fin de poder,
disciplinaria sinodeporla sexuali-
una melan-
dad, del
aquello
8. que considerábamos como lo real no es sino un cólica ycuerpo, de la disciplina
adelgazada pérdida con esta inteligencia defini-
de realidad.
efectoBaudrillard, Oublier Foucault, París, Galilée, 1977.
92 93
tiva, y hasta sus más frágiles metamorfosis, es que [...] todo el consumo. En ese ccntexto no resulta difícil guardar en la
esto está ya [...] superado, y que Foucault no puede trazar nostalgia generacional los referentes perdidos, mientras se
una pintura tan admirable sino porque opera en los confi- recuerda paternalmente a los jóvenes-frente-al-poder
nes de una época (puede ser «la era clásica», de la que sería
el último gran dinosaurio) que está a punto de bascular que fueron estos mismos que hoy lo reforman, y pensar
conmise- rativamente: ¿existió alguna vez ese poder tan
completamente [op. cit., p. 12]. perverso?,
¿dónde está?
Ahora, en plena lucha de denominaciones, y cuando a
todo el postestructuralismo en bloque se le quiere alinear en El poder en la sociedad del tardocapitalismo no asume su
lo postmoderno, resulta curioso releer este párrafo de Bau- faz absoluta, ni se concentra en una clase opresora, tam-
drillard. Foucault se había declarado, al final de sus días, poco se siente como una sutil red invisible que nos anula; en
moderno e ilustrado, ahora es catalogado como uno de los cierto sentido como afirma Baudrillard, ha desvelado su se-
grandes monstruos de una época que está a punto de fene- creto, que consistía en no tenerlo. Revestido con los hábitos
cer. Y es que, a mi modo de ver, existe otro corte epistemo- paternales del Estado social ha mostrado su impotencia.
lógico que se escapa en los afanes clasificatorios: el eje reali- Frente a los retos que lo conminan a manifestarse represor o
dad/irrealidad. Blanchot, Bataille, Deleuze, el primer Lyo- brutal simplemente permanece indiferente. Es un
tard, Foucault mismo, Derrida... ejercen una deconstrucción poder anémico, mantenido por la aquiescencia de los
de la Modernidad basada en la reivindicación de lo fragmen- ciudadanos y la inercia de su funcionamiento. Los teóricos
tario, lo múltiple, lo otro... pero ninguno de ellos abandona sociales asu- men este vacío, desde las posturas
el suelo de lo real; lo dinamitan, lo miniaturizan hasta el neoconservadoras
ción comunicativa y olibe- rales que propugnan el Estado
principio de incertidumbre microfísica; en resumen, nos el mantenimiento débil de ciertos
ideales regulativos
mínimo, ilustrados.
a las reformistas No faltan tampoco
so- cialdemócratas quelas
buscan el
ofrecen otra visión, la otra cara de lo real. Si hay un hecho ciones entre la crítica y el encantamiento de aquéllos, en el
descrip-
enteramente novedoso en el último devenir del pensamiento consenso habermasiano, la ac-
no es la crítica a la razón, la crítica a la representación, sino fondo felices con el universo massmediático, que no encuen-
tran ya el acicate personal para pasar de nuevo de la estética
el paso de la representación a la simulación. En este punto,
a la política.
los filósofos arriba mencionados se quedan en el umbral por Es este un mundo simulado, en el que las estrategias invi-
ellos mismos forzado, pero que no osan traspasar con todas sibles y amenazadoras han dado paso a la visibilidad extrema
sus consecuencias. La representación es imposible, pero los e inocua. La realidad es otro más de los canales que la televi-
discursos continúan, no existe realidad sino discursos que ya sión nos depara, el supuesto referente perdido de argumentos
no lo representan, por tanto sólo ficción, retórica, simulacro.
Parece como si todos ellos quisieran preservan algo: multi- fílmicos cada vez más semejantes. Los informativos son géne-
plicidad, vida, deseo, poder, en lo cual o frente a lo cual res- ro negro o bélico, el ansia de cambio más radical no desea
guardar un mínimo de suelo firme. Y es que, en los sesenta, sino que de una vez asuman los cánones placenteros del video
en los setenta, todavía quedaba realidad. La ausencia de re- publicitario.
volución permanente, las figuras de la transpolítica, el auge El poder, homogeneizado por la pantalla, ha perdido su
complejidad profunda y luciferina; es plano, simple e irreal, co-
del mundo privado, la mediasfera, la publicidad, la moda, la
mo la nave destruida en el videojuego, burdo en su esquema,
cibernética... configuran un espacio en que la fragmentación infinitamente reiterable, lejano e inofensivo.
homogeneización
no dedeproducciones
es gozosa voladura culturales
la razón o el poder, aceleradas por
sino imposible
94 95
Finalmente ¿el poder? individuos, se viven como lucha cuerpo a cuerpo, pero sin al-
canzar como bloque a sectores más privilegiados, que a su vez
¿Habremos de concluir felices y yuppies que el poder no mantienen sus propios enfrentamientos dialécticos por el éxi-
existe? ¿Insistiremos en su estratégica red sin salida?, ¿añora- to y el reconocimiento. Basta echar un vistazo a otros puntos
remos su maquinaria dialéctica que tan bien señalaba el cami- del planeta para ver cómo estas estrategias de
no del ataque y la emancipación?, ¿celebraremos la absoluta dominación pueden coexistir con aplicaciones de poder
muerte de su absoluta mendacidad?... dictatorial, más o menos absoluto.
Cada teoría, cada modelo tuvieron la virtud de mostrar- Todos los mundos son simultáneos, tanto los reales como
nos una nueva configuración del poder, desvelarnos sus nue- los imaginarios; todos se penetran, se excluyen y se utilizan.
vas tareas y adaptaciones. Pero su ejercicio no ha sido jamás Aplicar un modelo único para describir la dominación es fal-
unitario. Cuando el poder era sorprendido y denunciado en sario y parcial, porque todas las realidades actúan a la vez, in-
una de sus añagazas, no abandonaba sin más esa forma de cluso las que no existen, tal dogmatismo u olvido puede
ac- tuación. Y así, según sea el punto social que enfoquemos, impli- car desde la cortedad mental a la impostura ética.
des- cubriremos actuando todos los modelos que hemos El poder, ¿dónde?, como siempre en todos los sitios,
citado, in- dependientemente del paradigma, que capta su como siempre no sólo él.
última meta- morfosis. No quiere decir esto que el poder
sea un elemento transhistórico, eterno pero adaptable ¡nada La pantalla emite un bit-bit y queda vacía, el video-juego
se sabe de esas necesariedades metafísicas!-, sino que las de «La guerra total» ha concluido. Algo falla, el aparato no se
relaciones de do- minio, variables, dinámicas, aparecen con desconecta. Los datos acumulados en la memoria empiezan a
cierta insistencia a lo largo de las épocas y los estamentos; lo desfilar vertiginosamente para, a continuación, quedar borra-
bastante como para rastrear regularidades, rupturas o dos. Después algunos pequeños objetos de la habitación son
desapariciones; y que sus configuraciones no son sucesivas, tragados y desintegrados por el ordenador. El virus de la in-
sino también residuales y coexistentes. formación ha gangrenado imperceptiblemente los
No querer ver el poder como simulacro es, seguramente, circuitos. Esta será la noche de las memorias blancas. La
cerrar los ojos ante el presente; pero minimizar las nave aparece por error y nosotros la destruimos.
implicacio- El poder es un video-juego —nos repetimos . Segura-
nes poder/saber o los enfrentamientos dialécticos contribuye mente la catástrofe será de dimensiones reducidas.
a dejar de percibir un dominio que también actúa así. Que el Mañana bajaremos a la tienda a comprar otro juego de
poder ya no es como lo describieron los marxismos, ni misiles domésticos.
como Si hay mañana, si hay tienda, si funciona el ordenador.
lo describió Foucault, quiere decir que el poder ya no es
sólo
de esta manera.
El poder como simulacro se percibe bien en sociedades
avanzadas, núcleos urbanos, clases media y alta, regímenes
políticos estables. El poder normalizados alcanzará capas más
amplias de esas mismas sociedades, y a otras menos favoreci-
das sujetas a su imperialismo cultural. El ejercicio de poder
central es suave,
to y reclusión. Losnormalizado, a veces
enfrentamientos imperceptible,
dialécticos, con ri-
de grupos e
betes de seducción; en los márgenes esa normalización se tor-
na disciplinaria, represiva, incluso violenta, con zonas de ghet-
96 97
CAPÍTULO VI
EL PORVENIR DE LA TEORÍA:
LA TRANSMODERNIDAD
100
101
así, por la paradoja de su propia utilización, si bien la Moder- obviamente interrelacionados, pero en modo alguno pueden
nidad habría sido en su día moderna, por mor de la moda, ha- utilizarse como equivalentes. Es muy interesante a este res-
bría dejado de serlo, constituyéndose equívocamente lo post- pecto el análisis que efectúa Berman en su libro To d o lo sóli-
moderno en lo verdaderamente moderno hoy. Pero no hile- do s e d e sv a ne c e en el aire. Siguiendo la clasificación en tres
mos tan fino.
etapas de la Modernidad, que ya hemos visto, el autor cons-
tata la diferente relación de los autores modernos de cada
Existe, pues, una cierta asincronía entre el tiempo en una de ellas con respecto a la modernización. Hasta el si-
que comienza y ocupa la Modernidad si nos referimos a glo xx, y sobre todo a lo largo del xlx, se da en los pensado-
ésta como fenómeno artístico-literario o como proyecto res una actitud de dinámica ambivalencia, son a la vez entu-
filosófi- co-político. En el primer caso, arrancaría con siastas y enemigos de la vida moderna, reconocen y anuncian
Baudelaire y sus manifiestos: «Heroísmo de la vida sus peligros, pero no pueden por menos que sentirse seduci-
moderna» y «El pintor de la vida moderna» (1859-1860, dos por su ritmo material innovador y acelerado. Es, según
publicados en 1863), pro- longándose en las vanguardias de Berman, con el siglo xx, que comienza a surgir una polariza-
principios de siglo: futuris- mo, surrealismo, dadaísmo... ción radical, un enfrentamiento irreconciliable entre los de-
hasta la última vanguardia: el arte pop de los sesenta, que fensores y detractores de la modernización. Entre los prime-
algunos autores enjuiciarían ya como el principio de la ros cabe destacar a los futuristas italianos: Marinetti, Boccio-
Postmodernidad. En el segundo caso, la fecha de ni, Sant'Elia, que en su glorificación de la tecnología llegaron
datación más común corresponde a la Ilus- tración. a ver en Mussolini el representante del progreso. Un moder-
Para Marshall Berman, que no acepta el término de Post- nismo más tamizado, pero también defensor de la «estética
modernidad como caracterización del presente, el desarrollo de la máquina», lo volveremos a encontrar en las propuestas
de la Modernidad tiene un lapsus más amplio. Cabría distin- del Bauhaus, Gropius, van der Rohe, Le Corbusier... y más
guir tres etapas: la primera, surgimiento de la nueva sensibili- tarde en el entusiasmo tecnológico de un McLuhan. Sin em-
dad moderna, que se extiende más o menos desde comienzos bargo, es más fácil hallar representantes de la opción contra-
del siglo xvi hasta finales del xviil; la segunda, que arranca ria, que podría reclamar como padre ideológico a Max We-
con la década revolucionaria de 1790 y se extiende por todo el ber. Su influencia en una cierta confusión entre Modernidad
siglo xix, y la tercera o final, en el siglo xx. y modernización, a través de la Escuela crítica y prolongable
Para Talcot Parsons, lo que hoy entendemos por sociedad a otros autores, se ha convertido en un tópico de estudio des-
moderna adquirió su forma a partir del s. xvn, a través de
tres de la revisión que Habermas ha hecho de ello en la Th eo rie
procesos de cambio estructural revolucionario: la d e s kommunikativen Handelns.
Revolución Recordemos un poco el planteamiento weberiano. Weber
industrial, la Revolución democrática (Revolución francesa y identifica el proceso de la modernización con el de una racio-
subsiguientes) y la Revolución educativa (extensión de nalización progresiva. Pero de los tres tipos de racionalidad:
la educación formal acorriente
las poblaciones). deliberada, formal y discursiva, la que impera en el proceso
Otra confusión la tenemos entre los términos
Mo d er n i d a d y moderniza ción. Modernidad, y Modernismo, de modernización es la primera, la Z w e c k r a t i o n a l i t ä t , que
se refieren al ámbito de la cultura y de sus producciones; la conlleva una utilización pragmática de eficiencia administrati-
modernización se relaciona con una serie de estructuras va, con su corolario de un aumento del cálculo, del control y
y procesos materiales: políticos, económicos y sociales, de la burocratización. He aquí el fiasco irónico de la Ilustra-
que obedecen a una dinámica diferente. Ambos aspectos
están ción: el aumento de la Zw e c k ra t i o n a l i t ä t no conduce a la reali-
zación de la libertad, sino a aprisionarnos en una «jaula de
102 103
hierro» cada vez más perfecta, de la que, asfixiados en buro- adelante en su Teoría estética, si el pensamiento se volviera
cratización, no hay forma de escapar. 5
contra sí mismo, podría lograrse la reconciliación, un tipo de
Es la imagen orwelliana de 1 9 8 4 , Un m u n d o feliz de Hux- ley, la conocimiento no-reifiiado, que no anulara lo particular, lo
ficción de M e t ro p o l i o Ti e m p o s M o d e rn o s; grandes ma- sas de otro, lo no-idéntico, tEl como se da en la verdadera obra
individuos usurpados por las máquinas, desposeídos de sí de arte de vanguardia.
mismos hasta la robotización, meras piezas de intercambio Esta visión perversa de la razón va a embargar casi toda
en guerras mundiales... la filosofía de los años sesenta y setenta. Se había iniciado con
La ambigüedad de los pensadores del xix parece haberse la «sospecha» de su autonomía (Freud, Marx, Nietzsche),
decantado; ya no existe incertidumbre frente a los pero en el mismo momento en que se generaliza el
nuevos procesos de modernización, la acerada estética del consenso sobre su naturaleza manipuladora, disciplinaria,
maquinis- mo esconde entre sus engranajes la faz fulminante perversa en suma, toda la tarea intelectual consiste en
de la Gor- gona, todos parecen haberse puesto de acuerdo buscar atajos, sali- das, desde la práctica racional a la
en ello. Ha- brá que denunciar como vacuas y engañadoras maldición totalizante de la razón. La vuelta a arcadias
las esperanzas en el progreso. Y aún más, si este progreso, agrarias, ecológicas, premodernas; la visión de la historia del
pensamiento como una lucha entre lo mismo y lo otro; la
esta confianza en el futuro, está alumbrada por la práctica de la apología de los márgenes, las culturas minoritarias, lo local,
razón, ¿podre- mos dejar inmaculado, libre de sospecha, lo diferente; las formas no racionales; el ludismo; la estética
todo su cometido?, frente a la teoría... fueron los temas habi- tuales.
¿no habrá algo en su propia estructura, en su intestina funcio- A tal callejón sin salida puede, y de hecho nos lleva, el no
nalidad que promueve la catástrofe? Un nuevo juicio a la ra- distinguir suficientemente la Modernidad de la moderniza-
zón, diferente al kantiano, estaba a punto de producirse, otro ción; baste, pues, perfilar la línea, pues es un tema del que
Nuremberg, nublado por el humo de los anticipados nos seguiremos ocupando.
campos de exterminio.
La Escuela de Francfort adoptó este dictamen negativo Otra de las consecuencias de la equivocidad de ambos
weberiano. El desarrollo de la razón instrumental, propiciado términos es la utilización que de la crítica de la Modernidad
ha efectuado el movimiento neoconservador, principalmente
por el capitalismo, había concluido en la reificación y la repre- sión.
americano (Daniel Bell, Peter Berger, Nathan Glazer, Robert
El desarrollo tecnológico de las sociedades modernas Nisbet...). Como bien ha señalado Habermas 6 el neoconserva-
había posibilitado un ejercicio de la razón que caminaba en durismo adjudica los efectos negativos de la modernización a
sentido opuesto a los ideales ilustrados. Aquí parece cumplir- la modernidad cultural: narcisismo, falta de competitividad,
se la consecuencia máxima de la confusión entre Modernidad anomia social, hedonismo, insurrección..., pudiendo de este
y modernización, su indisoluble unidad hacia un amargo futu- modo apoyar la modernización y condenar la modernidad
ro represor del individuo. En cuanto que la semilla del proce- cultural como socavadora de la base moral. Así, Bell en The
Cultural Contradictions of Capitalism, denuncia cómo el capi-
so se encuentra en el seno mismo de la estructura de la razón, ésta,
talismo, habiendo perdido su legitimidad original, adopta
por su lógica interna «identificadora», tiende a reducirse a la
formal e instrumental, configurando en su plasmación social
un campo del dominio y eliminación del sujeto autónomo. 6. Habermas, J.: «E1 criticismo neoconservador de la cultura en los EE.UU. y Ale-
5. We b e r , La é t i ca p ro t e s t a n t e y el e s p í r i t u del c a p i t a l i s m o , Barcelona, Península, mania Occidental: un movimiento intelectual en dos culturas políticas», en Habermas y
Sólo, como afirma Adorno
1972. en su Dia léc tica n e g a t i v a y más la Mode rni dad, Madrid, Cátedra, 1988.
104 105
legitimidad de una cultura anteriormente antiburguesa para les— a fin de crear más, de seguir creando de nuevo el mundo
mantener la estabilidad de sus propias instituciones económi- infinitamente. 9 Ese dinamismo es tanto material como cultu- ral, y
cas, error que nos conduce al hedonismo y al anarquismo exige un espíritu atento y crítico, creativo, en constante
actual, y que habría que paliar con un rechazo de la Moderni-
dad (de ahí que se denomine postmoderno al neoconserva- interacción con su tiempo, dispuesto a remodelar perspectivas en
durismo, lo que no implica mayor afinidad con las la tónica positiva del sapere aude ilustrado. A ello es a lo que se
tendencias postmodernas, ni que éstas se identifiquen refiere Foucault en su caracterización de la filosofía de la
necesariamente con esa postura política), y con una vuelta a Modernidad: «Todo esto, la filosofía como problematiza-
la moral, a la tra- dición y a la religión. ción de la actualidac, y como interrogación hecha por el filó-
sofo, de esta actualidad de la que forma parte y, en relación a
En lo que sí parece haber concordancia entre los autores la que tiene que situarse, todo esto podría muy bien caracteri-
es en las características de la Modernidad. Algo hemos avan- zar a la filosofía en ta10nto que discurso de la Modernidad y
zado al perfilar su concepto, ahora podemos detenernos en so- bre la Modernidad».
ciertas pormenorizaciones. La más general es la que hace re- El discurso moderno es un discurso crítico, y su cometido,
ferencia al dinamismo, la innovación, el cambio, sintetizada futuro o muerte es simultáneo; confía en la razón, y en la po-
en la famosa definición de Baudelaire: «la modernité c' est sibilidad de ésta de crear un universo más vivible donde el
le transitoire, le fugitif, le contingent, la moitié de l' art, avance del conocimiento implique una realización moral y un
dont l'autre moitié est l'eternel et l' inmuable». desarrollo democrático de la justicia social. Esta confianza
Autores como David Frisby coincidirían en ello, en el conocimiento deja abierta la posibilidad de un
pero desarrollo de la teoría, si no en el sentido de los grandes esquemas
criticarían por ejemplo a Habermas, por tomar como eje a
Weber, sin haber tenido en cuenta el caso de Simmel que, a filo- sóficos: Kant, Hegel... ( Grands Récits, según Lyotard), sí
su modo de ver, se acercaría más a la propuesta baudeleria- como un camino siempre abierto de racionalización, cuya am-
na, convirtiéndose así en el primer sociólogo de la Moder- plitud y metas variará según las expectativas de los diversos
nidad.7 autores.
Para Berman, abundando en esta característica, «ser mo- Posiblemente sea Habermas quien, partiendo de que el
dernos es formar parte del universo en el que, como dijo proyecto de la Modernidad está inconcluso, albergue mayo-
Marx, "todo lo sólido se desvanece en el aire"». 8 Esta frase res esperanzas. Para él, cuanto más podamos desarrollar las
hace referencia a la vorágine del perpetuo devenir inducida tres esferas, cuya autonomía marca el comienzo de la Moder-
por la modernización: descubrimientos científicos, industriali- nidad: la ciencia, la moralidad y el arte, más avanzada será
zación, tecnología, crecimiento demográfico, nuevos sistemas nuestra sociedad según el programa ilustrado. La razón ins-
de comunicación de masas, la expansión del mercado capita- trumental ha de completarse con la razón comunicativa, para
lista mundial, etc., un dinamismo económico y cultural frenar la colonización del mundo vital (Lebenswelt), su reifi-
que cación, y adentramos en el logro de un progresivo incremen-
«aniquila todo lo que crea —ambientes físicos, instituciones to de la racionalización que promueva la emancipación de
sociales, ideas metafísicas, visiones artísticas, valores mora-
7.Frisby, D.: «Georg Simmel, primer soció logo de la Modernidad», en Moderni- dad y
los individuos.
9. Berman, M.: op. cit., p. 302.
Postmodernidad, op. cit. LaFoucault,
10. Modernidad,
M.: « ¿ Q u é esaunque desde
la ilustració n?», una
en Saber valoración
y Verdad, contraria,
Madrid, La Pique-
8. Berman, M.: Todo lo sólido se desvanece en el aire. L a experiencia de la Moder- ta, 1985, p. 192.
nidad, Madrid, S. X X I , 1988, p. 1.
106 107
compartiría estas características en autores considerados
como postmodernos. Para Vattimo, la Modernidad está domi- nescu, 13aún cuando los críticos norteamericanos tendieron a utilizar
nada por la idea de la historia del pensamiento como «progre- los términos como sinónimos (en su caso modernismo y
siva illuminazione», lo que implica un constante retorno a no- vanguardia), existen claras diferencias estéticas y políticas.
ciones como «origen», «superación», «fundamento»..., y en El vanguardismo es llevado por un negativismo mucho más
una lectura metafísica; lo que caracterizaría a la filosofía radical, mientras que <el antitradicionalismo del modernismo
del es, a menudo, sutilmente tradicional»; la vanguardia histórica
)(VIII y XIX sería «la negazione di strutture stabili dell'essere, se inclinó mayoritariamente a la izquierda —la excepción más
alle quali il pensiero dovrebbe rivolgersi per "fondarsi" in notoria sería el futurismo , mientras que la derecha acogía a
certezze non precarie»; 11 todo lo cual identifica a la Moderni- un gran número de modernistas (Ezra Pound, Knut Hamsum
dad como la época de la historia. y Gottfried Benn, entre otros).
Para Lyotard, del cual nos ocuparemos más adelante en la Pero el destino de las vanguardias y su influencia políti-
noción de Postmodernidad, la Modernidad viene caracteriza- ca y artística ha sido irónico. Si en un primer momento,
tal
da por los Grands Récits legitimadores, la idea unitaria, el
como lo afirma Bürger en su Teoría de la vanguardia, la van-
conjunto na- rrativo
proyecto, la historia, la emancipación, la razón...
guardia histórica busca, amén de renovar las formas artísti-
que hoy ha «devenido» insostenible.
Otra identificación frecuente es la de Modernidad-van- cas de representación, atacar la institución burguesa del arte
guardia. Para ver si tal igualación es válida, recordemos pri-
y su ideología autónoma y denunciar la separación entre el
arte y la vida, pronto es asumida por esa misma institución
mero las características de la vanguardia según las expone burguesa, el mercado y su perpetuación conservadora.
Renato Poggioli en su ya clásica Teoria dell'arte di avanguar- dia; Eduardo Subirats ha apuntado agudamente la razón:
12
éstas eran las siguientes: activismo, antagonismo, nihilis- mo «la utopía social y cultural de las vanguardias, de signo
(desprecio de los valores tradicionales), culto a la juven- revolu- cionario y emancipador, llevaba implícitos los
tud, ludismo, agonismo, revolucionarismo y terrorismo (en momentos de su integración a un proceso regresivo de
sentido cultural), autopropaganda y predominio de la poética colonización tecno- lógica de la vida, y racionalización
sobre la obra. coactiva de la sociedad y la cultura. La actual crisis de la
En un cierto sentido parece que esta identificación sea Modernidad y la invalida- ción estética y política de las
justificable a la luz de sus rasgos comunes, y puesto que he- categorías
padores que fundamentales
la respa1l4darondetanto
la vanguardia es el resultado
desde un punto de
de vista es-
mos unido en su definición Modernismo a vanguardias, e esta contradicción
tético como social». entre su ac- tual función regresiva y
incluso tomado de los manifiestos baudelerianos la caracte- legitimadora, y los objetivos emanci-
En esta situación, el fin de las vanguardias volvería a coin-
rística primordial de la Modernidad. Pero aquí hay que vol- cidir con el fin de la Modernidad, aun cuando su identifica-
ver a la diferencia entre Modernidad, modernismo y moder- ción, como hemos visto, sea sólo aproximativa. No obstante, y
nización. No todo el proyecto de la Modernidad se reduce a en orden a la clarificación terminológica, habrá que aceptar
las vanguardias, sino que éstas serían, por así decir el mo- que la Postmodernidad, certificadora de la muerte de las
mento último y «deconstructivo» de algunos de sus postula- van-
dos; por otro lado, como señala Huyssen, siguiendo a Calli-
13.Huyssen, A.: «En busca de la tradición: vanguardia y Postmodernidad en los
11. años 70», en Modernidad y Postmodernidad, op. cit.
Vattimo, G.: La fine della modernità, Milán, Garzanti, 1985, p. 10. 14. Subirats, E.: La crisis de las vanguardias y la cultura moderna, Madrid, eds. Li-
12. Poggioli, R.: Teoria dell'arte di avanguardia, Bolonia, Il mulino, 1962. bertarias, 1985, p. 19.
108 109
guardias, es la última vanguardia; no sólo considerada ahora, cunstancias. En la sociedad del exceso de información, de re-
en los años ochenta, sino en cuanto que el término postmoder- pente aparecen también estas bromas del sistema: el lanza-
no se acuña precisamente en Norteamérica para referirse al úl- miento de significantes sin significados (o el lanzamiento apa-
bullante del significante sin la explicación detallada de su sig-
timo movimiento vanguardista: pop art, happenings, arte con- ceptual, nificado). No importa que la clave no esté aún consignada, el
música experimental, performance art, etc. consumidor exige airadamente su derecho a ellos, y rápida-
mente el mercado genera oportunos referentes, por supuesto
II inflacionarios, equívocos, contradictorios. Tales significantes,
privados de la ortodoxa correlación epistemológica: signo-
ob- jeto, y por su propio talante de no significar nada (o de
Postmodernidad, postmoderno signifi- carlo todo, que tanto da), aparecen como meros
esquemas formales, en los que no cabe una postura de
Tras esta exhaustiva y un tanto farragosa caracterización conocimiento sino sólo de atracción, seducción, rechazo...
de la Modernidad, quisiera introducir un interludio frívolo. Si esto es, una cap- tación «artística».
Y ahora, por fin, tras este preámbulo, venimos a nuestro
el tema de la Modernidad se presenta como un tópico de estu-
dio teórico y programático, la Postmodernidad tiene, amén de tema, y es que el adjetivo «postmoderno» ha sido un signifi-
este carácter que más adelante trataré, un rasgo de moda im- cante lanzado, cuya circulación masiva de signo sin mensaje
portada, superficial incorporación de tics y lugares comunes explícito sobrecogió a la población como pillada en falta
¡cielos, qué fuera de juego más espantoso, llegó la
que se repiten sin saber a ciencia cierta lo que significan. Es Postmo-
un fondo de resonancia social, distorsionada y espuria, que,
dernidad y yo sin saberlo! , y la Postmodernidad se fue con-
aun cuando banaliza los entramados teóricos, ofrece un mag-
ma de consenso y asimilación fundamentales para la acepta- virtiendo en ese cul-de-sac de todo lo que los diversos interpe-
ción del nuevo movimiento. Tal es el caso también de España, lados creyeron haber oído, percibido, vislumbrado... De ahí el
a la que llega el rumor y la aceptación frívola mucho antes
caracter kitsch de los postmoderno, su esencial heterogenei- dad —
que el tratamiento serio, estudioso y editorial, más allá de la
utilización restringida de los expertos, para los que el término no sólo en su posterior difusión, sino también en el mo-
no representaba ninguna novedad. Es este efecto sociológico mento de su gestación en EE.UU., años sesenta-setenta , su
y mass mediático el que me interesa ahora resaltar, también fragmentario estallido multiforme, su captación que nos llega
como un respiro antes de su tratamiento documentado y eru- primeramente en un airón de nueva estética, mientras el con-
dito. cepto aguza rápidamente su análisis.
Estoy tomando, claro está, el término estética en su
con-
Hacia una estética cepción más callejera y amateur; como esa impresión plástica,
postmoderna auditiva, sensorial, que los tiempos nos traen y que a veces
No hace falta que un término tenga un significado claro parece plasmar su constante fluir en una configuración pecu-
para que circule, basta que seamos penetrados, poseídos. Ya liar, un fresco que dibuja el rostro diferente de unos años, de
Lévi-Strauss constató la existencia de lo que él una época o de una quimera. Todo lo que constituye un tiem-
denominó po:
«significantes-valija»,
nificado, que la sociedad va significantes
llenando deexcedentes, huecos,
sentido según las sin o ensuelindustria,
celuloide.su moda, sus penurias, sus paradigmas cientí-
ficos... componen la imagen estética que nos penetra y en la
sig-
cir- que somos, un decorado siempre fugaz que la nostalgia nos
110 devuelve más tarde hecho historia de sí mismo en los museos 111
Las imágenes estéticas de las épocas revolucionan nuestra ciedad occidental estable, y recoger una tradición que, arran-
piel y nuestro gusto. Sin ir más lejos, España. Hace muy cando de los cincuenta y los setenta, sólo de una forma parcial
poco, el tenebrismo Churriguera-Imperial bajo palio, había sido asumida en España. Por otro lado, incluso
uniformes, caudillaje, reliquia agusanada y oropel, una luz los
sanguina para la España cartón piedra de Cifesa, o el «progres» estaban ya cansados del estilo cutre y, exceptuando
relumbrón de las mil velas titilantes en el pan de oro de algunos históricos, se habían ido ya reciclando en «moder-
cualquier altar mayor, cate- dral oficiante sobre el hambre nos», frívolos por escepticismo, hedonistas como propósito, y
gris y el miedo negro. Y des- pués, o a la vez, sustituyendo gastrónomos o deportivos según inclinación (el hecho ha sido
el esperpento por la frialdad, de mano de la rabia roja de tratado hasta la saciedad en las producciones culturales de sus
los puños cerrados, perdida ya la fuerza visceral de las protagonistas, deseosos de dejar constancia perdurable de su
auroras combatidas, esa estética militan- te, consciente, experiencia vivida). En cualquier caso, todas estas
conceptual, verbalizada, de chaqueta de pana o anorak, con circunstan- cias contribuyeron al éxito «mundano» del
su prolongación ecológica y alternativa, austera en la término «postmo- derno».
sociedad de la opulencia que nunca vino, como una can- ción Siguiendo en su caracterización más epidérmica, la Post-
donde sólo la letra fue lo importante. modernidad se presenta como asunción de todos los
Y de repente, cuando salíamos del siglo mil —o todo lo más estilos; aquello que no incorpora como novedad lo
de los albores del 1492 , preocupados por el evidente adquiere como
salto histórico, afanosos y responsables constructores de la objeto de consumo, como moda del recuerdo. Así, los
movi-
Modernidad, un toque de muerte —de moda— deshace los mientos que fueron elementos de choque, vuelven
últimos gestos del ceremonial, una fiesta inopinada nos sor- fuera de sus condicionamientos para ser consumidos como
prende con las máscaras del nuevo artificio. fetiches es- téticos, desde las famosas guerras entre mods y
Por increíble que parezca con un poco de perspectiva rockers hasta los emblemas nazis. El mundo se piensa según
temporal, el término postmoderno, después de haber pasado el modelo de los grandes almacenes. La dinámica social ha
desapercibido en algunos textos de estética, se nos vende en tomado un in- cremento en su aceleración, una
España con ignorante desfachatez, unido a la llamada potencialización de gestos, movimientos, objetos, realidad.
«movi- da madrileña» y a alguna de sus publicaciones Las colectividades sociales se habrían convertido en una masa
señeras, como L a L u n a , a principio de los ochenta; el atrevimiento compuesta de átomos indivi- duales lanzados a un absurdo
snob de sus voceros llega incluso a certificar su muerte, algún
movimiento browniano (Bau- drillard). El sí mismo estaría
año más tarde en una, por otro lado eficiente y famosa, atrapado en un cañamazo de relaciones complejas y
Universidad de verano. En cualquier caso, y aún con todo el móviles sobre nudos de circuitos de comunicación, de
confusionismo, el término, en España, está revelando la entrecruzamiento de mensajes directos (Lyo- tard). Este
aparición de una sen- sibilidad diferente, el surgimiento de modelo social legitimado en paradigmas científi- cos, como
una generación que pug- na por desprenderse de los mitos y puedan ser la cibernética, la telemática o la microfí- sica, se
nostalgias de la anterior. El discúrso y la estética progres, piensa a sí mismo con metáforas que condicionan una nueva
sensibilidad estética.
postmayo, de desiguales re- sonancias undergrounds o Nada sería desechable a partir del pop para constituir esta
militancias residuales, perdió su úl- tima vigencia urbana y sensibilidad postmoderna. Sensibilidad que abandona el
de vanguardia
mocrática, precisamente
pudieron conectar con cuando
los usosaccedieron
y modos de al lapoder
so- ám- bito de la su
hol construyera conciencia, la intimidad
arte. Clásico, pues bastaoobservar
lo transcendente
cómo al-
aquellos que la habían vivido. Las nuevas generaciones, para proliferar en el objeto, en la exterioridad más gestual y
liberadas del austero peso de la conciencia his- tórica y sus estereo- tipada. Un mundo habitado ya, como supuesto
112
formas, instaladas en el éxito de la transición de- clásico, por los objetos consumo-desecho del capitalismo con 113
que Andy War-
gunos de sus elementos estéticos han sufrido una progresiva postnuclear de unos o os imposibles. 0 quizá florece en la
modificación; del tratamiento pop de la carne que se hiciera magia banal de los disfraces, el derroche ornamental de ma-
con su colaboración en el film Flesch, a la observación casi fo-
rense, predescomposición y sadismo de, por ejemplo, El Muro quillaje sobre una máscara —la piel— que no tiene nada que
de Alan Parker, hay toda una serie de movimientos como ocultar. Y mientras tanto un dinamismo creciente, un buscar
puedan ser: la destrucción del arte, el arte corporal, la escultu- la celeridad de lo estático, como el láser que dibuja en el cielo
ra verista, el superhumanismo... el nocturno emblema de la fugacidad. Todo ello componiendo
Proliferación del elemento siniestro, de una simbología una imagen heterogénea ¿postmoderna? de repulsión-
negra de fuerza y destrucción, desde los abalorios p u n k a la se- ducción.
imagen Alaska. Pero en todo ello un deseo de impacto visual, Y nosotros, sobrecogidos, remisos, los últimos de entre
un juego de adorno maquillaje-máscara, que lo priva del des- aquellos que aún guardamos como medios la palabra y el
garro expresionista, para reducirse a un simulacro de plexi- pensamiento, descreídos pero fieles a nuestro oficio, otorga-
glás, un gesto de artificio en un escaparate de maniquíes robo- mos nombre y coherencia a una cultura que espera de nues-
tizados. Y es esta falta de profundidad la que constituye su tra pluma que completemos su rostro para cercenar, en el ol-
misma condena y salvación. Condena al autismo, al ruido, al vido y la muerte, el mundo que nos perteneció y en el
viaje sin retorno; salvación por el artificio que se resuelve en que fuimos.
disfraz, moda y frivolidad. Hemos definitivamente pasado
del maniqueísmo al maniquismo; el primero era raíz inefable Caracterización de la Postmodernidad
de la conciencia religiosa o política, el segundo es el gesto
osado y fatuo, epidermis y simulacro de un siglo que se Afortunadamente el supuesto irracionalismo de las co-
acaba. Mun- do indiferente, andrógino y desencantado,
como el retratado en Liquid S k a y por Tsukerman, heredero rrientes postmodernas pertenece tan sólo a su versión light y
únicamente de lo más perentorio de lo que fue experiencia vulgarizada, a la moda social que ha popularizado un término
en la psicodelia, y de una visión fría y neón del espacio, más o menos académico y que he pretendido caracterizar en
deudora del Minimal Art y de los artistas de la luz. las páginas anteriores. 15 Con respecto a su versión «seria», si bien
Así pues, la gestualidad como opuesta a la verbalización, se sigue percibiendo una cierta dispersión, podemos ha- blar
el ruido al mensaje, y donde aún la palabra es necesaria, como de un todo más coherente. En verdad, se ha dicho casi de
en el caso de la novela, un esquema de plano-secuencia,
discurso fílmico, la mínima descripción para situar la acción, todo, pero entre las afirmaciones más atinad16as quisiera entre-
retrato hiperrealista de personajes en la gris cotidianeidad sacar, a modo de introducción una muestra.
Se ha caracterizado a la Postmodernidad como el
(como el Dirty realism) o de la marginalidad urbana, despre- fin de
cio del estilo y la transcendentalidad; novela negra, literatura
un proyecto histórico, y en ese sentido equivalente a
erótica y comic como referentes.
posthis- toria y a otros post (Wellmer). Al movimiento
¿Habrá que insistir de nuevo en que las metáforas estéti-
cas para esta edad y su final son estallidos, ceremonias de la postmoderno
15. E n este sentido de captar la «atmósfera» de un tiempo, se abundará más ade- lante en el
apéndice: «Fin de siglo, manual de urgencia».
destrucción: apocalipsis, catástrofe, estética postnuclear, espa- 16. Referencia de las citas, en Modernidad y Postmodernidad: Wellmer, pp. 103 y
cios urbanos en que la aniquilación marca distancias desola- 108; Hassan, p. 105; Lyotard, pp. 109 y 114; Jameson y Jenks, pp. 106 y 110; Huyssen,
das, nocturnas, de residuo industrial y zona arrasada? El arte pp. 196 y ss.; Raulet, p. 333. Craig Owens en La P o s t m o d e r n i d a d , Barcelona, Kairós, 1985,
pp. 93 y ss. A continuación, para hacer una historia del término seguiré principal-
adelanta como estética el estupor de la destrucción, el mente el artículo de Andreas Huyssen, «Cartografía de la Modernidad», también en
silencio Modernidad y Postmodernidad.
114 115
como un movimiento de u n m a k i n g o deconstrucción (Ihab
ferido al terreno artístico y modernidad/postmodernidad a la
teoría social.
Hassan). Jencks y Jameson han visto una conexión entre la Así pues, el surgimiento del término es coetáneo de los in-
estética postmoderna y la micropolítica. Para el primero, ade- tensos movimientos culturales y artísticos de los años sesenta.
más, esta estética estaría definida por el contextualismo, el Andreas Huyssen plantea una distinción entre el Postmoder-
historicismo y el eclecticismo. Para el segundo, por los rasgos nismo de los años sesenta, setenta y ochenta en el panorama
del kitsch y de la esquizofrenia. Lyotard la ha señalado como norteamericano. Para este autor, el Postmodernismo de los
la época de la deslegitimización, y del fin de la representa- años sesenta pretende revitalizar la herencia europea de las
ción. También Craig Owens ve en esta negación de la repre- vanguardias. Comparte con ellas un rechazo del arte y la críti-
sentación su eje fundamental. Para Raulet sería una forma del ca institucionalizados (por ej. contra el N e w Criticism), la con-
positivismo. Hal Foster distingue, en la política cultural ame- ciencia de ruptura, el sentido de futuro, un intento de volver el
ricana, dos posturas postmodernas: la neoconservadora y la
postestructuralista; definiendo asimismo lo postmoderno arte a la vida... «A base de H a p p e n i n g s , lenguaje pop, arte psi-
como antiestética. Sin embargo, para Huyssen, en contra de codélico, a cid rock, teatro de animación y alternativo, el Post-
lo habitualmente admitido, el postestructuralismo no sería modernismo de los años sesenta se esforzaba por reconquistar
postmoderno... el espíritu de oposición que había alimentado el arte moderno
Basten estas notas para perfilar el marco en el que vamos en sus primeros momentos pero que ya no parecía poder man-
a intentar movernos. Quizá lo primero es hacer una pequeña
historia de la g é n e s i s d e l o s t é r m i n o s «p o stmo de rni smo » , tener» (op. cit., p. 207). Pero es a partir de los años setenta que el
« p o s t m o d e r n o » , « p o s t m o d e r n i d a d » ; estas tres modalidades
término comienza a extenderse; cuando la contracultura, la
van a tener idénticas similitudes y connotaciones equívocas a nueva izquierda, los movimientos antibelicistas, y la revolu-
las que hemos analizado en su uso sin el prefijo post, si bien ción de las flores, son un recuerdo un tanto ingenuo, y el estilo
un tanto suavizadas. Habitualmente suelen aplicarse como si- p o p y r o c k han perdido su fuerza revulsiva original, siendo
nónimos, aunque la crítica americana utiliza principalmente asumidos por el mercado. Así, aún habiendo nacido la deno-
«postmodernismo», mientras que en el continente europeo minación, para dar cuenta de la última vanguardia americana,
aparecen más las otras dos denominaciones, haciéndose se generaliza cuando comienza a abandonarse este espíritu
hin- vanguardista, y la experimentación vuelve la vista a atrás, reto-
capié, no tanto en los movimientos, sino en la aparición de un ma materiales de diversas escuelas y adopta una imagen de
nuevo paradigma, de una nueva época en la sensibilidad, mosaico kitsc h. En ese momento empieza a importarse en
la teoría y el arte, ya sea para subscribirlo o negarlo.
El término «postmodernismo» fue utilizado por vez pri- EE.UU. la filosofía postestructuralista, que va a propiciar, en
mera en el ámbito de la crítica literaria en EE.UU. por Leslie su lectura americana, una visión más textualista (more Derri- da),
Fiedler e Ihab Hassan durante los años sesenta aún cuando configurando la Postmodernidad como un ejercicio de-
con significados diferentes. Hacia finales de los setenta la de- constructivo de lo moderno. Queda, como influencia del popu-
nominación se extiende por Europa, difundida en París poi lismo contracultural, un interés por las tradiciones y culturas
- Lyotard en su libro L a c o n d i t i o n p o s t m o d e r n e ,
que la profun- marginales, la diferencia étnica, sexual etc., lo que ha posibili-
diza como caracterización de la época actual, y posteriormen- tado un mayor protagonismo de estas esferas (por ejemplo
te criticada por Habermas. Este antagonismo, ampliado a Craig Owens señala las concordancias entre el movimiento
multitud de defensores y detractores, va a conformar en los postmoderno y el feminista, que él considera poco explotadas;
años ochenta una de las polémicas más vivas de los últimos en este sentido deben también entenderse las micropolíticas
tiempos, centrada en el eje modernismo/postmodernismo re-
116 que resaltaban Jameson y Jencks). Los logros son menos apo- 117
calípticos y estelares de lo que pronosticaba Leslie Fiedler en
1965 en su «The New Mutants», donde la Postmodernidad se hasta la década de los setenta. En esos momentos, lo que ha
esperaba como el advenimiento de un mundo «postblanco, comenzado siendo una denominación para el uso de la crítica,
postmachista, posthumanista o postpuritano». En cambio, la asume, como hemos dicho, la filosofía postestructuralista fran-
problematización gnoseológica ha salido ganando del inter- cesa, dotándose de una amplitud teórica mayor, pero que se-
cambio con la filosofía, sobre todo francesa; un buen resumen gún los intereses americanos sigue refiriéndose al campo de la
es el que hace Ihab Hassan al caracterizar, como habíamos literatura y el arte primordialmente. He aquí la primera distor-
mencionado, el movimiento postmoderno como un movimien- sión: lo que se lee en Norteamérica en los años setenta y ochen-
to de unmaking: «Hablo de unmaking a pesar de que hoy son ta es lo que se ha escrito al menos una decena de años antes en
Francia, con unos condicionantes históricos, sociales y políti-
otros los términos de rigueur, por ejemplo: deconstrucción, cos diferentes: el ambiente postmayo francés. En este sentido
descentramiento, desaparición, diseminación, desmitificación, los mejor interpretados son aquellos cuyas aportaciones se
discontinuidad, diferencia, dispersión, etc. Tales términos ex- acercan más al ámbito de intereses de la crítica norteamerica-
presan un rechazo ontológico del sujeto tradicional pleno, del
na: Kristeva, Barthes y Derrida. Sin embargo, la lectura suele ser
cógito de la filosofía occidental. Expresan también una obse- sión
muy deficiente en el caso de Foucault,' 8 Lyotard o Baudri- llard.
epistemológica por los fragmentos o las fracturas y un co-
rrespondiente compromiso ideológico con las minorías en po- Cuando se leen, por ejemplo, los artículos de Andreas
lítica, sexo y lenguaje. Pensar bien, sentir bien, actuar bien, de Huyssen, Hal Foster, Arthur Kroker o Richard Rorty, 19 cuesta
nías de las totalidades; la totalización1e7 n cualquier empresa reconocer al postestructuralismo en sus descripciones, que
acuerdo
humana con esta épistème deltotalitaria».
es potencialmente unmaking, es rechazar las tira-
creo poder calificar de superficiales e imprecisas, cuando no de
francamente erróneas o tendenciosas. De tal falta de «sen-
sibilidad» adolecen también gran parte de las lecturas alema-
Una confluencia de corrientes nas de la última filosofía francesa, incluyendo las de Bernstein
Gran parte del confusionismo que la noción de Postmo- y el mismo Habermas. 20 Las razones son diversas, desde una
dernidad conlleva se debe a que en su valoración y clarifica- visión apresurada, en el caso de los primeros, hasta una abier-
ción confluyen diversas corrientes de tendencias a veces con- ta antipatía filosófica en autores como Rorty o Habermas,
trapuestas. Por un lado la crítica artística y literaria americana pues en modo alguno podemos tachar al concienzudo Haber-
de los años sesenta y setenta, por otro el postestructuralismo mas de apresuramiento. Frente a ello, los filósofos franceses
francés, y finalmente la teoría crítica alemana con Habermas han sido poco dados a clarificar el asunto, excepción hecha de
a su cabeza. Lyotard, que, mostrando su saturación, tituló su segundo libro
al respecto, como sabemos, Le Posmoderne expliqué aux en-
Las interpretaciones de las tres no son sincrónicas, y sus
fants. En general, los filósofos franceses tildados de postmo- dernos
mutuas lecturas están en gran medida distorsionadas. En
pri- mer lugar, para encontrar un mínimo de consenso no 18.Excepción
han asumido hechacomo propia
del excelente trabajo tal etiqueta,
de Dreyfus queM illega,
y Rabinow: chel Fou- cault,
B e y o n d Structuralism a n d Hermeneut ics, The University of Chicago Press, 1982.
entre sus creadores americanos: Fiedler, Hassan, etc., hay 19.Artículos de Huyssen, Foster y Kroker en Mo der n id a d y P o s t m o d e r n i d a d , o p . cit.
que esperar Rorty en Habermas y la Mo d ern i d ad , o p . cit.
20.Bernstein en H a be rm a s y la Modernidad, o p . cit. Habermas ha paliado su apre-
suramiento primero dedicando buena parte de un libro al análisis de estos autores: D e r
17. Hassan, Ihab: «The Critic as Innovator, the Tuzingstatement in X Frames», p h i l o s o p h i s c h e D i s k u r s d e r M o d e r n e , Frankfurt am Main, Zwölf Vorlesungen. Suhr-
n° 1, (1977), 55, citado por Wellmer, o p . cit.
A me ri Kanst udi en 2 2 , kamp, 1985.
118 119
como generalización, muy tarde, para caracterizar una obra ya Con respecto a la Poamodernidad, Habermas es igualmente
hecha con anterioridad a esta moda terminológica; todo ello contundente; rechaza . sta denominación, y todos sus correla-
convierte al movimiento en un conjunto cuasi vacío muy difícil tos post, fundamentalmente el de posthistoria; para él, se ha-
de defender. La guerra queda para los seguidores, que tanto brían producido una serie de cambios: imposibilidad de gran-
en EE.UU. como en Alemania, sí simultanean el des explicaciones totales al estilo de Hegel, caída de ciertas
marchamo utopías, etc., pero todo ello no implicaría en modo alguno un
«postmoderno» con la difusión de unas obras, muchas de ellas cambio de paradigma «Considero que esta tesis de la apari-
escritas casi una veintena de años atrás. La adscripción política ción de la Postmodernidad carece de fundamento. La
e intenciones de quienes ahora utilizan dichas obras en ambos estructu- ra del espíritu de la época no ha cambiado, como
países, contemporáneamente al resurgir del pensamiento neo- tampoco lo ha hecho la forma de la polémica sobre
conservador introduce otro rasgo de confusión en el panorama posibilidades vitales futuras y la conciencia histórica no está
(como ya apunté en el capítulo «El Leviatán bondadoso»; en perdiendo las energías utópicas en modo alguno. Antes bien,
general las críticas habermasianas siguen una tónica similar a lo que ha llegado a su fin ha sido una utopía concreta, la que
las citadas en referencia a Foucault en dicho capítulo). Para cristalizó22en el pasado en torno al potencial de la sociedad del
Habermas el postestructuralismo olvida los ideales de la ilus- trabajo».
tración, abandona la tarea de la emancipación del individuo, En cualquier caso, y en lo que a la filosofía postestructu-
concluyendo en un nihilismo que cierra el camino de la teoría ralista respecta, habrÉ que concluir que, no es generalmente
y de la acción, limitando el quehacer de la filosofía a una críti- lo que dicen sus defensores, como emblemática de la Postmo-
ca textual, a un interés meramente estético; las afirmaciones dernidad, ni tampoco exactamente lo que pretenden sus de-
son grandilocuentes, autorreferenciales, literarias y escasa- tractores, sobre todo habermasianos, ni existe siquiera un cor-
mente comprobables... todo ello proporciona una buena baza
pu s homogéneo bajo tal epígrafe, ni en principio tiene nada que
al movimiento neoconservador, otorgándole armas conceptua-
les para su desprecio del proyecto de la Modernidad. La creen- ver con la ideología neoconservadora, aún cuando ciertas
cia en la reificación necesaria a causa de la razón instrumental prolongaciones puedan ser utilizadas a este u otro respecto.
habría crecido en el postestructuralismo hasta convertirse en Desgraciadamente, sería muy largo entrar pormenorizada-
mente a analizar cada uno de los puntos en los diversos auto-
un a bso lu to del que es imposible escapar, más allá de la des-
res, ni quiero que sea mi cometido desarrollar una defensa
cripción, ninguno de estos filósofos habría ofrecido salidas, que los propios protagonistas han desdeñado. Sirva este
presos todos ellos en la falacia de identificar r a zó n con razón apunte para intentar determinar algo más el porqué de la con-
instrumental, y ésta con reificación necesaria. Su valoración fusión del término «postmodernidad», y expresar mi descon-
viene expresada en el siguiente párrafo, cuya identificación en- fianza acerca de que si se desea profundizar en la filosofía
tre conservadurismo y postestructuralismo ya comentamos en francesa de los últimos tiempos, sean los autores arriba men-
el cap. V: «los jóvenes conservadores... yuxtaponen a la razón cionados los introductores más objetivos.
instrumental un principio sólo accesible a través de la evoca-
ción, ya sea la fuerza de voluntad o la soberanía, el ser o la
fuerza dionisíaca de lo poético. En Francia esta línea conduce
de Georges, a través de M. Foucault, a Jacques Derrida». 21
21. Habermas, J.: «La Modernidad, proyecto incompleto», en La Postmodernidad,
op. cit., p. 35.
22. Habermas, J.: Ensayos politicos, Barcelona, Península, 1988, p. 117.
120 121
La Postmodernidad según Lyotard de dar una coartada al neoconservadurismo estarán justifica-
das. No se puede, como efectúa Lyotard al final del libro, de-
Según este autor la hipótesis de partida sería que el saber fender por ejemplo el <<contrato temporal» como una forma
y su estatuto se modifican cuando la sociedad entra en la positiva y loable de desestabilizar las instituciones permanen-
lla- mada edad postindustrial y las culturas en la edad tes: culturales, profesionales, sexuales, familiares, etc. O al
postmo- derna.
menos es ignorar que el par permanencia/dinamismo ya no
La configuración moderna del saber se ha venido caracte- identifica respectivamente conservadurismo/contestación des-
rizando por una peculiar relación entre la ciencia y la filoso- de el liberalismo del xix. No es preciso apelar a grandes rela-
fía. Aun cuando sus ámbitos sean diferentes, la ciencia debe
legitimar sus reglas de juego, a ese discurso de tos para sustentar una noción de justicia distributiva (al estilo
legitimación que mantiene sobre su propio estatuto, se le de Rawls) al menos corno ideal regulativo, ni siquiera es nece-
llama filosofía. Este metadiscurso ostenta un carácter no sario reafirmar la Modernidad como proyecto inacabado. Se
puede, y espero, aceptar el paradigma postmoderno sin ser un
científico sino «na- rrativo», es un récit. La recurrencia de este relato
frívolo o un canalla.
a un Grand Récit (la dialéctica del espíritu, la hermenéutica del Para Lyotard, el proyecto de la Modernidad está
sentido, la emancipación del sujeto razonante o trabajador...) liquida-
ha marca- do el saber moderno. do, no cabe, como veíamos más atrás que aseguraba Haber-
En palabras del propio autor: «simplificando al máximo, mas, completarlo. El intento de unificación habermasiano de
se tiene por "postmoderna" la incredulidad con respecto a la racionalidad científico-técnica, la racionalidad práctico-mo-
ral y la racionalidad estética, en un todo armónico, que asu-
es- tos metarrelatos». 23 El problema que queda abierto es miera y se nutriera del «mundo de la vida», y encontrara sus
arduo: tras la caída de los metarrelatos, ¿dónde puede residir criterios de legitimación en la «acción comunicativa», no es
el prin- cipio de legitimación?
La configuración del saber se ha modificado en la socie- para Lyotard sino la nostalgia de otro gran relato, que no asu- me
dad postmoderna, ha perdido su «valor de uso» como Bildung el cambio de paradigma cultural y se apoya en un supues- to
(formación) del espíritu, para convertirse en un objeto de in- especulativo: la situación ideal de habla de un sujeto trans-
tercambio entre usuarios. Aquí Lyotard hace un canto a la so- histórico.
ciedad de la comunicación, a la informatización, para la cual
el estado es un factor residual, defendiendo frente al declive En cualquier caso, la cuestión abierta hoy para todos los
del Welfare State, el «Estado mínimo» que ya Nozik preconi- pensadores es la de la legitimación del saber, de la razón. Des-
zara. Este es uno de los puntos que más fricciones le ha causa- de la «muerte de Dios» nietzscheana, la Verwindung de la me-
do con Habermas, 24 y es a mi modo de ver, una de las refle- tafísica heideggeriana, la dialéctica negativa de Adorno, «il
xiones más importantes que le queda por resolver hoy al pen- pensiero debole»... Existe un consenso en que ciertos usos y
samiento político. Si hacemos que las características de la pretensiones de la razón no tienen hoy sentido. Algunos auto- res
Postmodernidad: fluidez, multiplicidad, descentramiento..., se (por ej. Vattimo y Baudrillard) no temen apoyar un cierto
identifiquen con el flujo del capital, las críticas que le acusan
nihilismo —que en modo alguno es irracionalismo—. Otros,
23. Lyotard, F.: L a
c o n d i c i ó n p o s t m o d e r n a , Madrid, Cá tedra, 1984. buscan plataformas teóricas pragmáticas o formales que regu-
24. A este respecto ver el excelente artículo «La crisis del Estado del bienestar y el len, sin evocar
da asumir los fastos de la
la heterogeneidad demetafísica, el uso dediscursivas
todas las prácticas la razón.
agotamiento de las energías utó picas», en Habermas, E n s a y o s políticos, op. cit.
Acaso quien con mayor solidez apele a una nueva fundamen-
tación de la razón sea Habermas, sus triádicas y rígidas clasifi-
122 caciones, su pretensión de que cada tipo de racionalidad pue- 123
que en esa esfera se dan, su compteriana teoría evolutiva de de lenguajes y que un consenso revisable, como el que reina
la sociedad... son los aspectos menos compartidos de su doc- en un determinado momento en la comunidad científica, pue-
da comprender el conjunto de metaprescripciones que regu-
trina. 25 Sin embargo, valiosísimas me parecen sus aportacio- Ian el conjunto de enunciados que circulan en la colectivi-
nes para deslindar las nociones de razón y «reificación», su
extraordinario acopio de datos y conocimientos filosóficos, y dad».26 Tal creencia tendría como soporte una visión casi pro-
la constante vigilancia de que nuevas modas ideológicas arrui- pia de la teoría de sistemas, que Habermas tanto ha criticado:
nen la necesaria esperanza de emancipación. «saber que la humanidad como sujeto colectivo (universal)
De acuerdo, existe un tipo de tradición filosófica irrecu- busca su emancipación común por medio de la regularización
perable, la metafísica ya no es posible precisamente porque se de "jugadas" permitidas en todos los juegos de lenguaje, y
ha cumplido, porque está hecha. Ni siquiera quien más aboga que la legitimidad de un enunciado cualquiera reside en su
por la continuación de la Modernidad (Habermas otra contribución a esta emancipación». 27
vez), está apelando a fundamentos metafísicos —la Cada juego de lenguaje tiene sus propias reglas de uso.
Frente a las totalizaciones de cuño metafísico o positivista,
legitimación vendría por la práctica comunicativa , ni Lyotard opone la resistencia de las «micrologías». El término
parte del sujeto lo toma de la denominación que Adorno adjudicó a las pe-
—es la Lebenswelt y no el sujeto el punto de partida— y tam- queñas prosas de Benjamin, su forma personal e intraducible,
de describir un sentido, un tacto, un aroma, un sonido, peque-
bién considera las grandes explicaciones, al estilo hegeliano,
ñas pinceladas impresionistas que componen una perspectiva
concluidas. Entonces, ¿dónde encontrar el espacio de la legiti- existencial... Le sirven al filósofo para significar la resistencia
mación? La zona parece comúnmente aceptada, desde la ana- en la multiplicidad y la singularidad.
lítica, la pragmática, hasta, con matizaciones, algunos postes-
tructuralistas; el espacio donde se cumplen las reglas de uso, Siguiendo al Wittgenstein de las Investigaciones lógicas,
de certeza y de verosimilitud es el de las prácticas discursivas. Lyotard afirmará la diseminación de juegos de lenguaje. Así,
La diferencia, simplificando posturas entre los dos extremos la argumentación de un enunciado científico, implicaría en
Habermas y Lyotard, es considerar que a estas prácticas sub- primer lugar una aceptación de «las reglas que fijan los me-
yace una racionalidad común, la comunicativa; una unidad del dios de la argumentación», un juego pragmático basado en un
lenguaje humano: requisitos de validez, argumentación, racio- contrato. El uso habitual de la tecnociencia configura uti des-
nalidad inherente a la comunicación cotidiana, basada en el plazamiento de la antigua idea de razón: «El principio de un
consenso..., tal como defiende el primero; o con Lyotard, afir- metalenguaje universal es reemplazado por el de la pluralidad
mar la multiplicidad de juegos de lenguaje irreductibles, la in- de sistemas formales y axiomáticos capaces de argumentar
consistencia de un metalenguaje universal legitimador, las pa- enunciados denotativos, esos sistemas que están descritos en
ralogías, las micrologías... un lenguaje universal, pero no consistente». 28
Para Lyotard: «La pragmática social no tiene la "simplici- La legitimación, por todo ello, no puede acudir a los gran-
dad" de la de las ciencias. Es un monstruo formado por la im- des relatos, pero sí al «pequeño relato», recurso minimal al-
bricación de redes de clases de enunciados (denotativos, pres- ternativo que conforma el campo de la paralogía: la sistemáti-
criptivos, performativos, técnicos, evaluativos, etc.) hetero- ca abierta, la localidad, el antimétodo...
morfos. No hay ninguna razón para pensar que se
26. Lyotard, La condición postmoderna, op. cit., p. 116.
puedan determinar metaprescripciones comunes a todos
25. Q u e ni autores tan cercanos como Guiddens o Wellmer suscribirían totalmen-
esos juegos
te. ( Ver Habermas y la Modernidad.)
27. Ibid., p. 117.
28. Ibid., p. 82.
124 125
El reconocimiento del heteromorfismo de los juegos de La razón
lenguaje es un primer paso en esta dirección. Implica, evi-
dentemente, la renuncia al terror, que supone e intenta lle-
var a cabo su isomorfismo. El segundo es el principio de La r a z ó n moderna es valerosa, optimista, no temeraria, quiere
que, si hay consenso acerca de las reglas que definen cada conocer sus límites, pero también luchar contra la su-
juego y de las «jugadas» que se hacen, ese consenso debe
ser local, es decir, obtenido de los «jugadores» efectivos, y perstición que frena su libre ejercicio. No es la r a z ó n absoluta
sujeto a una eventual rescisión. Se orienta entonces hacia cartesiana —Hume despertó de su sueño dogmático al viejo
multiplicidades de meta-argumentaciones finitas, o argu-
mentaciones que se refieren a metaprescriptivos y limitadas Kant, y con él a todos nosotros—, pero es una razón lo sufi-
en el espacio-tiempo. 29 cientemente segura como para enfrentar con orgullo un juicio
público, en el que está dispuesta a ceder territorios de su do-
minio, con tal de que se le reconozca su consistencia propia.
III La historia es bien conocida; razón, pues, finita y transcen-
dental, que abandona el terreno nouménico a las deliberacio-
nes sin cuento de los patios especulativos. He aquí su primera
La crisis de la Modernidad quiebra, porque querámoslo o no, desde el fondo infantil del
asombro platónico, filosofía iba a ser el discurso sobre el to do,
Habiendo ya repasado las principales tendencias con res- la llave mágica de los cofres misteriosos, la certeza adusta de
pecto al problema, podemos adentrarnos en él con una óptica los horizontes conquistados; lo demás: migajas, componen-
más personal. Si entendemos Modernidad en un sentido am- das... infinito desencanto de las huestes retiradas bajo positi-
plio, ciñéndonos al campo filosófico, cuatro serían los ejes, a vistas horcas caudinas. Porque situar el campo de la razón en
lo nouménico, por más que se resguardara una especie de
mi modo de ver, en los que se ha consolidado el estatuto del sa- b er problemática telepatía a través de los ideales regulativos, era
moderno: la ra zó n, el sujeto, la historia y la realidad. Ambi- tos iniciar un deslizamiento en que poco a poco el reino de las
dinámicos y problemáticos, bien es cierto, pues el saber mo- esencias iba a acabar asemejándose a las tierras inescrutadas
derno es un saber crítico, autorreflexivo..., pero que, bajo su re- de lo otro. El entendimiento se hizo cargo de los hechos, pero ya no
visión, resguardaban una zona de requerida fundamentación y fue lo mismo.
solidez. No hablamos de la inmediatez ingenuista de épocas
pretéritas con respecto a tales estamentos, sino de una confianza La siguiente arremetida contra la r a z ó n fue todavía más
constructiva-deconstructiva, nimbada por la subyacente creencia contundente, y es la perpetrada por la llamada, a partir de Ri-
coeur: filosofía de la sospecha. La razón no es ya ese utensilio
en el progreso nunca alcanzado hacia el bien y la verdad. En torno a
estas cuatro matrices, el desarrollo de la Modernidad y su limitado pero preciso, sino la mentida superficie bajo la cual se
crisis, ha ido, en busca de su clarificación, cumpliendo su co- ocultan intereses y sinuosidades inconfesables. Poco impor-
metido conceptual, estableciendo límites, resaltando contradic- ta el problema autorreferencial en que caen estos autores:
ciones, hasta que el edificio ha acabado por completarse, para ¿cómo hablar desde la conciencia de lo inconsciente?,
ir perdiendo poco a poco credibilidad. ¿cómo
Iniciemos un rapidísimo repaso del proceso. resguardar nuestro discurso de las redes de la
ideología?,
29. Ibid., p. 118. ¿dónde
afirmabalaVattimo)
palestra de
más alláeste
todo del bien
siglo.yAdel mal?...; ladel
la filosofía descon-
ilumi-
fianza ha hecho presa de los pensadores. ¿Quién habla?, ¿qué
126
oculta?, ¿a qué intereses responde?... va a constituir la para-
noide incertidumbre frente a cualquier trivial enunciado, y127 la
característica definitoria (como veíamos en el capítulo IV
que
nismo sucede la del martillo. Cercenar certezas, derruir Basti- El sujeto
llas, e iniciar una transvaloración: ya no será el podrido reino
de lo m i s m o nuestro anhelo, sino un tránsito jubiloso por lo otro, El sujeto moderno ostenta las características del ego cógi-
to cartesiano (en parte) y del sujeto transcendental kantiano.
tanto tiempo desprestigiado. El proceso de desarticula- ción Actualizándose y problematizándose el primero en la versión
de la r a z ó n es ya imparable, de la limitación a la sospe- cha fenomenológica, principalmente husserliana. Es conciencia,
sólo resta por concluir su perversión. intencionalidad, experiencia vivida, origen de sentido, confor-
Razón perversa, malquerida, vilipendiada. Si algo ha ca- mador categorial y transcendental del saber. Comparte las ca-
racterizado a los pensadores desde la Escuela de Francfort al racterísticas con que Foucault definiera al hombre en L e s
postestructuralismo, ha sido esta especie de catarsis de auto- mo t s et les choses: finitud (por un lado lo conocido por 61 y
denuncia. Como orfebres . del raciocinio, la sospecha se hizo por otro aquello que le determina y es inaccesible, en Kant lo
palpable evidencia: nuestras manos estaban manchadas de fenoménico y lo nouménico); duplicado empírico-transcen-
sangre, hedían con el agusanado olor del holocausto. Habla- dental (el hombre objeto de saber, pero también fundamenta-
mos de ello al comentar la confusión entre modernidad y mo- dor de los saberes); a medio camino entre el cógito y lo im-
dernización, la Z w e c k ra t i o n a l i t ä t weberiana, vampirizando la pensado; condenado por todas estas dinámicas dualidades a
razón toda, nos había llevado al desastre de la reificación, el un constante «retorno al origen». 30 Ha perdido la palmarie- dad
cumplimiento de la r a z ó n a los campos de exterminio. A partir de
absoluta cartesiana para ganar en crítica y constante revi-
sión. Como en el caso de la razón, serán Marx, Freud y
aquí las salidas son problemáticas, no basta un talante mo- Nietzsche quienes inicien el acabamiento de su cohesión in-
ral sino el diseño de una racionalidad no instrumental, y a
esta tarea se aplican a partir de este momento todas las filoso- troduciendo lo otro en el seno mismo de su identidad, princi-
fías: la dialéctica negativa y el arte (Adorno), la crítica del po- palmente el psicoanálisis. Esa zona de lo impensado, de lo de-
der (Althusser, Foucault), la diferencia (Derrida), el deseo terminante, marca de finitud, que en el sujeto moderno cons-
( Deleuze, Lyotard), la denuncia de los maî t re s p e n s e u r s tituía el acicate de su constante búsqueda y fundamentación,
comienza a corroer su integridad en el momento en que se
(Glucksman), la crítica al marxismo (nueva filosofía), Nietz- aloja en sus propias entrañas, pasando a constituir carne y
sche y su resurgimiento, vía autores como Bataille, Klos- substancia de su nombre.
sowsky... Unidas todas en el intento por asumir lo fragmenta- Wittgenstein, desde la analítica del lenguaje,
rio, lo diferente, lo pulsional, los márgenes... reducto de resis- destruirá
tencia frente al reino de lo m i s m o o al menos de denuncia. como ilusorio el lugar de su privacidad, la infundada preten-
Compartiendo una serie de postulados: la crítica nietzscheana sión del sujeto de ser origen y juez del significado; mero lugar
a la metafísica y a la tradición occidental, su defensa de la de encuentro entre reglas lingüísticas, sólo podrá jugar deter-
vida, la reificación necesaria de Weber, la denuncia de la ra- minados juegos, arrojar la escalera después de haber ascendi-
zón instrumental francfortiana, la revisión del freudo-marxis- do por ella, enfrentarse al fantasma de la máquina, para callar
mo, y una militancia combativa coagulada en torno a las pre- de lo que no se puede hablar.
misas de mayo del 68. Por otro lado, el estructuralismo había El estructuralismo proseguirá esta lenta aniquilación: los
desperdigado la hegemonía unitaria y occidental de la razón mitos se piensan en el hombre (Lévi-Strauss), el
30. Esta característica fundamento-origen es reconocida también por Vattimo
metafísica en la ciencias humanas, ampliado los objetos tradi- p. 10.
inconsciente
como la principal de la Modernidad; ver La fine della modernità, op. cit.,
cionales de estudio: todo podía serlo, desde una cultura primi-
tiva al sistema de la moda; política y epistemológicamente
128 insostenibles los criterios universales de validez. 129
eran
no es su recóndito corazón, sino un lenguaje (Lacan), se supe- cordemos la polémica protagonizada por Sartre y Lefebvre
ra el humanismo marxista (Althusser), se admite, finalmente, frente al estructuralismo, que ya hemos citado en el capítulo
que el hombre es una invención reciente, de disciplinaria ge- precedente). El modelo lingüístico de Saussure aplicado a las
nealogía, cuyo rostro en la arena borrarán las aguas de los si- ciencias humanas privLlegia el enfoque sincrónico frente al
diacrónico. Del análisis del par sistema/diferencia, arrancarán
glos (Foucault). No hay lugar para el m í mismo, e incluso su las filosofías de Derrida y Deleuze; y es este mismo enfoque
requerida identidad empieza a verse como otras más de las
marcas del totalitarismo de la razón. Habrá que colocarse en sincrónico el que encontramos en el episteme foucaultiana,
el extremo de uno mismo, en los márgenes aún no poblados hasta llegar al franco rechazo de la noción dialéctica por parte
por el orden y el sentido, esperar del deseo y lo pulsional (De- de Baudrillard en Les stratégies fatales (que también hemos
leuze, Lyotard) la zona nómada de la subversión. apuntado en el capítulo anterior). La crítica al marxismo du-
Más tarde, el optimismo de la diferencia empieza a ceder; rante los años setenta, efectuada por les nouveaux philoso-
a la crítica del sujeto, a su superación como topos ontológico,
suceden su persistencia hologramática, hueca, una monadolo- phes, y la consolidación del prestigio de los nuevos historiado-
res (Le Goff, Duby, Ariès...) acabarán con el primado del ma-
gía aparencial, que no necesita identidad —no tenemos tiem-
terialismo histórico.
po para ello , sino imagen (Baudrillard). Allí donde hubo Es, sin embargo, Arnold Gehlen quien va a introducir la
substancia, conciencia, alma... sólo queda el individuo, la pri-
vacidad, como conceptos formales, límites, plausibles en una noción de Posthistoria a partir de su obra: Die säkulariesie- rung
práctica hedónico-consumista, pero vaciados de cualquier des Fortschritts.El desarrollo técnico habría producido una
fundamentación, tal como han sido descritos desde Senett «secularización» de la idea de progreso, desnudándola de su
a Lipovetsky. El narcisismo dirigido es la hipertrofia del implícita noción cristiana de salvación; carente de su senti-
sujeto en su ausencia, su proliferación sonriente pero do, la renovación constan3t1e encalla en una especie de inmovi-
fantasmal.
La historia lidad, de «cristalización».
Independientemente de su utilización conservadora o no,
la idea del fin de la historia refleja una sensibilidad peculiar
La Modernidad es fundamentalmente un proyecto histó- del presente en las sociedades democráticas estables,
rico, pues con la Ilustración nace la idea de la historia, noción donde los proyectos revolucionarios han perdido todo su
que, pretendiendo dar razón del curso de los siglos, ha mos- atractivo, y en las que la ausencia de catástrofe previsible o
trado, sin embargo, una hegemonía temporal muy reducida deseable abo- ca a la bienaventuranza de la rutina.
(apenas dos centurias). Herder, Kant, Hegel, Marx, Dilthey... La realidad
son tal vez sus más egregios adalides. La crisis de la noción de
historia está unida al declive de los marxismos. En Francia, En el capítulo I de este libro he sintetizado la progresiva
por ejemplo el hegelianismo pervive en los años treinta y pos- caída de este concepto en cinco momentos: 1. Hegemonía de
teriores a través de Kojeve e Hyppolite. A partir de aquí y la realidad. 2. Primado de la representación. 3. Imperio de la
hasta los años sesenta-setenta el marxismo será el discurso imagen autónoma. 4. Simulación, y 5. Hiperrealismo. La
Mo-
dominante; pensemos por ejemplo que La critica de la razón
dialéctica de Sartre se publica en 1960. Con la eclosión del es- 31. Ver la distinta valoración de este autor en Vattimo, o p , cit., pp. 15 y ss., que lo
utiliza para apoyar su tesis del acabamiento de la historia, y Habermas en «El criticismo
tructuralismo,
ca, se afirma elcomienza la crítica
primado de de la historia,
la estructura frente aldedevenir
la dialécti- neoconservador de la cultura en los EE.UU...», donde se denuncia su raíz conservadora.
(re-
130 131
dernidad, de acuerdo con Heidegger, habría comenzado con IV
el hecho de que el mundo se convierta en imagen. No otro
sentido tiene la postura crítica, inaugurada con Kant, que el
de evaluar la justeza de la representación, pero con la profun- Alternativas: la Transnodernidad
da certeza de la finitud de nuestro conocimiento, de la imposi-
bilidad de que nuestro pensamiento capte la realidad total, ¿Y ahora qué?, ¿arrojar la toalla?, ¿engalanarse con las
pues no sólo el sujeto es transcendental —conforma aquello lentejuelas del segundo milenario?, ¿ahogar nuestro último
que conoce , sino incluso esa realidad se desdobla en feno- argumento en la primera copa de champagne de una Noche
ménica —presuntamente subsumible bajo las categorías del Vieja eterna e indiscernible? Prestos estarán a arrojar los per-
entendimiento— y nouménica —incontrastable supuesto de
la razón—. trechos de la razón quienes nunca han sabido muy bien qué
hacer con ellos. Si los filósofos nos retiramos con desaliento,
Abandonar parte de la realidad a lo otro, y aceptar el ca- nuestra tarea la harán los periodistas, los presentadores de te-
rácter transcendental de nuestro conocimiento, es optar por la
levisión, los showman culturales o los diseñadores; y no lo ha-
gnoseología frente a la ontología, y, después de la crisis de los
principios de verificación positivistas, adentrarse, cada vez cen mal estos chicos, pero lo que hacen no es filosofía. Que la
más, en el análisis de los lenguajes, de nuestros esquemas per-
ceptivos, cognitivos, lógicos, olvidando el ingenuo gobierno Modernidad esté en crisis, y con ella el proyecto ilustrado y su
de lo real. forma de entender la emancipación, no debe, necesariamente,
El lenguaje, no la realidad, ha sido el verdadero objeto fi- ser la coartada para la falta de reflexión o las políticas regresi-
losófico de este siglo, desde Wittgenstein, la filosofía vas. Creo, frente a Habermas, que se puede aceptar su quiebra,
analítica, el estructuralismo y sus prolongaciones. E sin caer en estos corolarios. Desearía, contra la rama más frívo-
incluso la parte más innovadora de la ciencia es una la
zónde los postmodernos,
o la racionalidad—,defender un uso
ni siquiera notres
en los tópico, kitsch,
frentes queni
reflexión sobre modelos: catástrofes, fractales, bucles... irracional
Habermasdel pensamiento.
pretende: cognitivo-instrumental, ético y estético;
El imperio de los mass-media ha periclitado en el simula- cro pues losNo creo posible,
discursos ni deseable,
que bajo una reunificación
tales epígrafes de la
pueden englobar-
ra-
de la ya agónica realidad: el exceso de información, la su- se responden a reglas de formación y validación heterogé-
perproliferación de la imagen, el modelo de la pantalla, el neas. Los campos de la filosofía y de la ciencia no son identi-
ficables; si a la segunda se le puede adjudicar la pretensión
proceso connotativo de universales de sentido propiciado por la de ser un relato sobre la realidad —y no a toda la ciencia , a
publicidad, la reproductibilidad técnica ad infinitum...; todo ello, la filosofía le correspondería el nivel del metarrelato; am-
como he intentado mostrar en otras partes del libro, nos bas con criterios de legitimación diversos. Amén de que no
aboca al «efecto disneylandia» en el que lo real es únicamente hay una filosofía ni una ciencia, sino prácticas discursivas
una más de las ficciones útiles, irrebatible como residuo de con ciertos aires de familia o disensiones irreconciliables.
cotidianidad y muerte, pero sin ninguna garra motivacional Pretender por otro lado agrupar los fenómenos artísticos en
para protagonizar nuestro imaginario o nuestra filosofía. torno a una racionalidad estética me parece, si cabe, más
problemático: las reflexiones sobre lo bello, sobre la expe-
riencia artística, los problemas de la crítica de la críticas, las
poéticas... representan estratos gnoseológicos irreductibles.
Tarea irrealizable ésta, pues la unidad de la razón que se
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busca va más allá de la mera coherencia formal lógica, que,
ciertamente comparten todos los discursos con igualdad jurídica, mientras simultáneamente en otro contexto
pretensión de racionalidad. se reclame una zona de especificidad.
Sin embargo, aún dentro de esta heterogeneidad, los
Ahora bien, el que la unificación de la razón no sea posi-
ble, no nos condena al caos de lo irracional; el que no sea de- discursos de una mismi época responden a la episteme predo-
seable, no tiene necesariamente que obedecer a la paranoia minante, se instalan dentro de los paradigmas aceptados, se re-
de su perversión, sino a la certeza de una etapa cumplida. Las presentan con las metJoras de mayor uso. Pero esto y su res-
peto a los criterios formales de la lógica representa una seme-
prácticas discursivas responden a un espacio de orden, a unas janza insuficiente para construir cualquier tipo de unidad. Y
reglas de uso propias, apelan a diversos criterios de legitima- tampoco, a mi modo de ver, la acción comunicativa es la pales-
ción y validación, demarcan sus propias hipótesis de partida y tra confluyente donde recabar la unificación, como no fuera el
conglomerado imperscnal, heteromorfo y aleatorio de la lógica
formas de contrastación. Su régimen de materialidad es tam- bién
de los multimedia, cuya crisol apenas nos serviría de nada libe-
diverso, sus formas de transmisión, el vehículo que las rador. La opinión, la creencia, la certeza, tienen hoy mucho
sustenta, su relación con las instituciones de las que depen- más que ver con los medios de comunicación de masas que con
den, la interconexión poder/saber que voluntaria o involunta-
la interrelación entre individuos. El apriori histórico que los
riamente reflejan. Ni siquiera la idea de consenso rige deter- contemporáneos compartimos, el bombardeo informativo y los
minantemente su mecánica interna de producción, pues hay diversos supuestos, más que prepararnos hacia una reunifica-
que evaluar también el efecto positivo del disenso, la ruptura ción del raciocinio nos abocan a su uniformidad: repetir como
epistemológica, e incluso el «ruido» o la entropía que gene- propios los lugares comunes, los caminos trillados de unas
ran. En la fase pre-conceptual de gestación de una teoría, y en cuantas formulaciones cuando se nos interroga por nuestra per-
la posterior de su difusión, obran elementos no discursivos re- sonal opinión. Nunca ha habido tantos intermediarios, tanta
levantes: metáforas, simbología, el imaginario... o la retórica creación de opinión entre los actores de la práctica comunicati-
de la imagen, las conexiones subliminares, la seducción del va; nunca, como hoy, las subjetividades han sido tanto un lugar
mensaje... o engrosamiento del propio lenguaje o saber que habla. Quizás
Otra falacia sería el creer que los discursos que se produ- habría que retornar a la visión mítica para reencontrar una tal
cen más o menos simultáneamente son coetáneos. Cada disci- carencia de importancia de la verdad frente a la ficción, o su
plina posee su propio «reloj», avanza, retrocede, se instala, asimilación en una zona intermedia: las imágenes igualmente
mantiene sus tiempos muertos. Hay disciplinas recientes a las percibidas. El paso de la representación a la simulación obra
queda un buen trecho por recorrer y otras que ha tiempo que este desplazamiento epistemológico. Y no es que el sujeto no
se han cumplido. Incluso dentro de una misma disciplina, las incida con su práctica comunicativa en la gestación y modifica-
estrategias no son todas coherentes entre sí ni coetáneas. Pen- ción del significado, que esté negando la pragmática, o la fun-
semos, por ejemplo, en lo que comentábamos en los caps. III ción ilocucionaria de los «actos de habla», sino que pienso que
y IV sobre el discurso feminista. Debido a su juventud, tiene ello ocupa una parcela mínima y casi inoperante dentro de todo
una inmensa tarea de revisión histórica por realizar, y en cier- el fenómeno de la comunicación, en la transmisión de mensa-
to sentido habrá de cumplimentar etapas de la historia del jes, transformación de la realidad, configuración de las ideolo-
pensamiento ya trasnochadas, pero por otro lado es un discur- gías, etc. No entro en valoraciones; efectivamente, que el mo-
so que se hace ahora, desde la perspectiva actual de la teoría, delo deliberativo y argumentativo de la acción comunicativa
y
cernonecesaria
puede descuidar un frenteuna
en un contexto de vanguardia. En cuanto
reivindicación a
de mera sirviera de base, con sus resonancias ilustradas y democráticas,
sus tácticas, el diverso grado de permeabilidad social pude ha- a un ideal regulativo de racionalidad hipostasiable como princi-
134
135
pio rector de la sociedad, sería, a mi modo de ver, deseable; de verdad es una voluntad de poder; que el diálogo es vio-
lencia simbólica; que el habla orientada a la verdad es terro-
pero la sociedad postindustrial no es el ágora ateniense, ni las rismo; que la concier.cia moral es un reflejo de la violencia
prácticas comunicativas reductibles a esa «situación ideal de
habla de sujetos transhistóricos». El nuevo ámbito de interac- internalizada; o que d ser humano autónomo es, o bien una
ción comunicativa debe ser estudiado a la luz de la cibernética, ficción o un mecanisno de autoopresión, o un bastardo pa-
la telemática... y es un mundo de mónadas solitarias, conver- triarcal, etc.» . 32
sando ante una pantalla, no importa mucho si con otro Aquí Wellmer describe agudamente los peores excesos
usuario o con la propia máquina. Paradójicamente, la eficacia del postestructuralisno de los sesenta-setenta y ciertamente
comuni- cativa ha perdido su rostro humano, con todo el su abocación al margen y lo irracional. Pero, de alguna ma-
peligro de una nueva colonización del mundo de la vida, pero nera, este radicalismo era fruto del tiempo, y tampoco res-
también, como ya apuntó McLuhan, ofreciéndose la técnica ponde estrictamente al desarrollo de las filosofías de los im-
como una ortope- dia prolongadora de nuestros sentidos. plicados. Seguramente en aquella coyuntura había que afir-
Cabe aún una forma intermedia de rescatar la acción co- mar eso, y fue oportuno este nietzscheanismo, porque
municativa no como crisol de reunificación racional, sino desveló trampas finamente ocultas en la misma trama de la
como garante de praxis democrática y de una nueva forma razón. También en esa época el marxismo era paranoide. El
de cumplimentar y transcender la Ilustración. Tal sería la desenmascaramiento de la perversión fue un deporte y un
pro- puesta de Wellmer. Este autor aceptaría con destino ético. Más tarde, ni Foucault, Derrida, Lyotard,
Lyotard la Deleuze... cayeron ea el silencio, el irracional ludismo o la
«irreductible pluralidad de juegos de lenguaje», sin impotencia; todos desarrollaron teorías, métodos heurísti-
posibili- cos o nuevas problematizaciones. De ahí el peligro de que
dad de metadiscurso o metateoría que los englobara, y sin ni la cultura americana. o cualquiera otra, por la asincronía de
siquiera la deseabilidad de un consenso general. No obstan- la importación de corrientes, aúne el término «postmoder-
te, esa descripción gnoseológica postmoderna no se habría nismo» con la filosofía postestructuralista coetánea pero re-
todavía concretizado en la realidad social: pluralismo de ins- cientemente recibida de los años sesenta-setenta; pues si al-
tituciones, resistencias, autoorganizaciones, minorías, diná- gún sentido puede tener la Postmodernidad es asumirla
micas de acción social... Esta falta de realización pondría en a partir de los últimos debates y de la teoría de los años
peligro el necesario proceso hacia la emancipación. Y es ochenta. Teoría ésta que se separa y define de y frente a la
aquí donde la acción comunicativa habermasiana aparecería de las décadas precedentes fundamentalmente, como co-
como clave de socialización, de práctica racional de resolu- mentaba en el capítulo anterior, por el paso de la represen-
ción de conflictos. Esta práctica comunicativa equidista del
tación a la simulación. De todas formas, entre los logros del
sujeto otorgador de sentido tanto como de los códigos lin-
güísticos reificantes. Wellmer realiza, pues, una síntesis en- primer postestructuralismo cabe destacar el que a partir de
tre los dos principales contendientes de la polémica. Poco, él todos sabemos que hay que utilizar ciertos conceptos:
sin embargo, habría de salvable, a su modo de ver, en las «verdad», «justicia», «autodeterminación», con precaución,
aportaciones del postestructuralismo, pues «la filosofía del un poquito más de precaución de la que emplea el señor
desenmascaramiento total aún vive de esa mismidad metafí- Wellmer, por ejemplo.
sica racionalista que ella se propone destruir. Si por el con-
trario bajamos a la Tierra las distinciones entre realidad y 32. Wellmer: « Dialé ctica de la Modernidad y Postmodernidad», en Mod er n id a d y
no es en el sentido
apariencias, veracidadde una mala metafísica)
y mentira, violencia yque la voluntad
diálogo, auto- Postmodernidad, op. cit., p. 128.
efectivamente el dedo en la llaga: se trata de asumir la cultura — Uso regulativo, formal, de ciertos valores e ideas.
postmoderna, el efectivo cambio de paradigma, garantizando - Deliberacióny elección de las reglas de juego para las
a la vez una nueva lectura de la Ilustración, un no abandono diversas prácticas. Revisión. Multiplicidad de juegos
del proyecto emancipador. de lenguaje.
- Asunción del compromiso ontológico de una determi-
Contra el universalismo democrático de la sociedad nada opción momentánea.
burguesa podemos objetar hoy que la democracia se queda - Ejercicio críti^o «débil», no desenmascarador ontológi- camente,
en algo irreal mientras no penetre los juegos de la vida so- sine de pragmática autonomía y salubridad.
cial; contra Marx y el anarquismo hay que objetar que no - Apropiación del dinamismo, fragmentariedad... post-
cabe esperar ni legitimaciones últimas ni fundamentaciones
últimas, pero esto no significa ni que haya que despedirse modernos. El uso regulativo de ciertas ideas otorga
del universalismo democrático y del individuo autónomo, ni objetividad y normalización; la revisión constante in-
que haya que dar por cancelado el proyecto marxiano de tentaría paliar su instrumentalización.
una sociedad autónoma ni que haya que despedirse de la - Ideal democrático ilustrado para la sociedad; retorno del
razón. Significa más bien que hemos de pensar el universa- individuo a la vida privada.
lismo político-moral de la Ilustración, las ideas de autode- - Escepticismo, ironía, distanciamiento: reasunción «li-
terminación individual y colectiva, de razón y de historia de gera», rebajada, de los criterios de fundamentación;
una nueva forma. En la tentativa de hacer eso, es donde yo legitimación a posteriori, por los resultados.
vería el genuino impulso «3p3 ostmoderno» hacia una
transcendencia de la razón.
auto- Sería, una razón que así obrara, prudente, autoconsciente
de sus límites y patologías, hipotético-pragmática, revisable
Volveríamos a diferir en la teoría que esto alumbra, en el para conjurar el espejismo ontológico. Nuestra ética, formal,
uso para mí excesivo «fuerte» de algunos conceptos utiliza- provisional, sin requisitos de autofundamentación, validada
dos, en el sentido de autotranscendencia, en las filosofías fa- por los resultados. Frente a lo kitsch y la devaluación de la
miliares, en la vías de resolución del conflicto...; volveríamos cultura, habría que proponer la resurrección irónica de idea-
a diferir en casi todo, pero hay un punto fundamental, justo les vagamente clasicistas. Después de la muerte del sujeto
el problema que apunta es la cuestión abierta, la tarea con asumiríamos, sin embargo, una práctica y cuidado del yo, la
la que tenemos que enfrentarnos en este fin de siglo, en este ordenación hacia una vida bella y placentera, cuando hace
fin de milenio, parafraseando a Edgar Morin, para poder salir mucho que se abandonaron los ideales greco-latinos.
del siglo xx. Todo ello es claramente postmoderno. Aprovechar el
pastiche, el eclecticismo, la vuelta «rebajada» de modos, mo-
Esta es la tarea; la alternativa, el camino que veo es ecléc- das, teorías, valores... para trenzar juegos referenciales y teó-
tico, síntesis de muchas posturas, de lo mejor de lo que las úl- ricos de proyección vital y gnoseológica; sin la fatigosa carga
timas filosofías nos han legado para enfrentarnos a la com- de su peso ontológico, pero con su efectividad de coherencia
prensión de nuestro presente. formal, estética, y su corolario de relativo enriquecimiento y
Las siguientes podrían ser algunas líneas: desarrollo personal.
33. Ibíd., p. 137. 34. Utilizo «uso regulativo» en el sentido kantiano, para mayor clarificación ver
apéndice
en primero: Bernard-Henri Levy, aquel viejo nuevo filósofo.
138
139
Sin la existencia del poder y de la discriminación, no ne- polos, la simulación consuma la igualación light de la realidad y la
cesitaríamos los ideales regulativos formales, o al menos po- apariencia. De ahí la ironía, el distanciamiento que pro-
dríamos reducirlos a la esfera privada sin el remordimiento
moral de contribuir a la perpetuación de la injusticia. Los ponía más atrás. Ajustarse a los ideales regulativos como si
idea- les regulativos formales son necesarios para no cerrar estuvieran fundamentados, como si fuesen reales.
el pro- yecto de la emancipación; actuar como si, La época que tal proyecto ocupa no puede denominarse,
efectivamente, la autonomía, la justicia, la libertad, el en sentido estricto, ni moderna ni postmoderna, pues asume
sujeto, la racionalidad... fueran algo más que huecos elementos de una y otra, es su síntesis y su reflejo. Nuestra
referenciales consensuados para frenar la barbarie. La táctica época es y debe ser: transmoderna.
ya no puede ser la misma que en los años sesenta-setenta: los La Trañsmodernidad prolonga, continúa y transciende la
márgenes, el ruido, lo «otro» (mi- norías étnicas, sexuales, Modernidad, es el retorno de algunas de sus líneas e ideas,
marginados, resistencia desenmasca- radora, retorno a lo acaso las más ingenuas, pero también las más universales. El
lúdico...). Si los movimientos de contesta- ción de estos años, hegelianismo, el socialismo utópico, el marxismo, las filosofías
y sus consecuencias positivas de mayor co- nocimiento de de la sospecha, las escuelas críticas... nos mostraron esta inge-
puntos de vista de minorías, contracultura, propuestas nuidad; tras la crisis de esas tendencias, volvemos la vista
alternativas, filosofías de la diferencia... parecían poder ser atrás, al proyecto ilustrado, como marco general y más holga-
fuerza de choque, denuncia y desestabilización, hoy su do donde elegir nuestro presente. Pero es un retorno, distan-
mensaje, para bien y para mal, ha sido ya asumido por el ciado, irónico, que acepta su ficción útil. La Transmodernidad
mercado, la academia y la teoría. Podemos contemplar con es el retorno, la copia, la pervivencia de una Modernidad «dé-
agrado la aparición de usos, formas, gestos, referencias teóri-
cas (por ej., ecologismo, antimilitarismo, crítica del sexismo, bil», rebajada, light. La zona contemporánea transitada por
etc.), que se van normalizando en el tejido social. Pero tam- todas las tendencias, los recuerdos, las posibilidades; trans-
bién, y a la vez, han perdido su fuerza de denuncia, son movi- cendente y aparencial a la vez, voluntariamente sincrética en
mientos gastados que no representan ya la vanguardia teórica. su «multicronía». La Transmodernidad es una ficción: nuestra
Lo alternativo es asumido como cuarto mundo, sociedad bi- realidad, la copia que suplanta al modelo, un eclecticismo ca-
polar, sin excesivos desgarros. Por ello hoy nos parecen más nallesco y angélico a la vez. La Transmodernidad es lo post-
efectivas las estrategias de participación en el poder, el domi- moderno sin su inocente rupturismo, la galería museística de
nio de los registros del raciocinio tradicional, y toda una revi- la razón, para no olvidar la historia, que ha fenecido, para no
sión de la cultura de izquierdas cuyos núcleos temáticos han concluir en el bárbaro asilvestramiento cibernético o mass-
quedado desfasados, reducidos a cumplir revoluciones ideoló- mediático; es proponer los valores como frenos o como fábu- las, pero
gicas pendientes, de forma caduca, en sectores poco represen-
tativos, mientras las fuerzas neoconservadoras se elevan con no olvidar, porque somos sabios, porque nuestro pa- sado lo
pertrechos más actualizados. Urge pensar el presente de una ha sido. La Transmodernidad retorna y recupera las
forma postmoderna, que resguarde, sin embargo, el proyecto vanguardias, las copia y las vende, es cierto, pero a la vez
ilustrado de la emancipación. recuerda que el arte ha tenido —tiene— un efecto de denun-
El saber que asume ese reto no cree en la irreductibilidad cia y experimentalismo, que no todo vale; anula la distancia
de lo otro y del rebelde, esa fase vertebrada en torno al entre el elitismo y la cultura de masas, y descubre sus sendos
par mismo/diferencia, que caracterizó al primer rostros cruzados. La Trasmodernidad es imagen, serie, barro-
postestructuralis- co de fuga y autorreferencia, catástrofe, bucle, reiteración
ción, o paso al lugar mo.
de loNo más: mala representación,
no representable; no existen los o fatal. Su
fractal clave no
e inane; es el post,
entropía de lolaobeso,
ruptura, sino la amoratada de
inflación
ausencia
dos de representa- transubstancia-
datos; estética de lo repleto y de su desaparición, entrópica,
140 141
ción vasocomunicada de los paradigmas. Son los mundos que tar sino con ella, no n)s deja, en su propio terreno, sino el
recurso a la estratagemi y a la estrategia»; genealogía, subver-
se penetran y se resuelven en pompas de jabón o como imá-
sión, inversión, desplazamiento... tal vez, ahora en los ochen-
genes en una pantalla. La Transmodernidad no es un deseo o
ta, matizando ese ímpetu de ver los signos desde su otro in-
una meta, simplemente está, como una situación estratégica,
nombrable, descubriendo que el margen es también superficie
compleja y aleatoria no elegible; no es buena ni mala, benéfi-
ca o insoportable... y es todo eso juntamente. Es la simulada, bucle retórico continuo.
videoteca atiborrada del fin de siglo, del fin de milenio, Temen Vattimo y Rovatti que esta «debilidad» nos lleve a
una equivocada «glorificación de los simulacros» en vez de
pastiche y kitsch, seguramente, pero también moverse en la dirección de un pensamiento capaz de articu-
programáticamente anti- gua, clásica, remota, como un baile larse «a media luz». Pero es precisamente entre tránsito de
de fantasmas con traje de época. Es el abandono de la la penumbra, de la ambigüedad, la que garantiza la
representación, el reino de la si- mulación, del simulacro que simulación, aún en la visibilidad extrema. El simulacro no
se sabe real. puede conver- tirse en el ontos on metafísico, porque, al
contrario que lo otro, no es su cara oculta y real, sino el
Transmodernidad y «pensiero debole» aligeramiento de la rea- lidad, la denuncia de su falta de
fundamento, de substancia, de transfondo que oponer a lo
La asunción de la Transmodernidad requiere un uso «dé- aparencial. El simulacro es la hegemonía de lo aparente, el
bil» del pensamiento aunque, a diferencia de Vattimo, no creo descrédito a la vez del reino de las esencias y del mundo
que ello deba hacernos recalar necesariamente en la filosofía sensible de los objetos, su igualación simbólica como
de Heidegger; más concretamente no creo que este pensa- espejismos retóricos. La razón que nos aleja de un
miento débil adquiera su máxima expresión en la Verwindung pensamiento fuerte, pues rompe la dualidad mundo-re-
heideggeriana. No obstante, estaría de acuerdo en la noción presentación, en la que éste puede asentarse.
de la verdad que, según este autor, propondría una ontología Según Umberto Eco, existen dos ideales de pensamiento
débil: «a) ... Lo verdadero no posee una naturaleza metafísica fuerte: el que aspira a elaborar un pensamiento orgánico que
pueda dar razón de la complejidad del mundo, y el que pre-
o lógica, sino retórica ... b) las verificaciones y los acuerdos se
tende elaborar un lenguaje que capte y responda a las mismas
llevan a cabo dentro de un determinado horizonte ... c) la ver- dad no leyes que el mundo-modelo. Sea el primero la expresión de la
es fruto de interpretación porque a través del proceso mayor parte de las tentativas filosóficas hasta el siglo xlx y el
interpretativo se logre aprehender directamente lo verdade- segundo la aspiración del positivismo lógico, en cualquier
ro... sino porque sólo en el proceso interpretativo —entendi- caso, son dos intentos que hoy consideramos irrealizables. El
verdad ... d) ... el35ser ... se disuelve en los procedimientos, en prototipo de este tipo de pensamiento es el «diccionario» se-
la de hermeneia,
do "retórica"». expresión, formulación— se constituye la
mántico. En cambio el modelo de la «enciclopedia» tomaría
Todo ello tiene una cercanía con el método deconstructi- vo en una estructura laberíntica. Así, para Eco, los enciclopedistas
Derrida. Estrategia racional desde la razón, pues como del siglo xviii habrían ejercido un pensamiento débil, «un
pensamiento de la racionalidad iluminista, y no de la raciona-
afirmaba Derrida en La escritura y la diferencia «contra ella no lidad triunfante». Esta lectura de la Ilustración nos acerca
podemos apelar sino a ella, contra ella no podemos protes- y explica el retorno de esta época en el momento
presente, como talante, práctica, marco de referencia. Y en
35. Vattimo, G . : «Dialé ctica, diferencia y pensamiento débil», en Vattimo y Rovatti este senti- do, concordaría totalmente con el autor en el
(eds.), El pensamiento débil, Madrid, Cá tedra, 1988, pp. 38 y 39. párrafo que cie- rra su bello y sugerente artículo:
143
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Al hablar de crisis de la razón se piensa en la razón vuelta de los usos ihstrados presenta matices en cada uno de
globalizadora, que quería ofrecer una imagen «fuertemen- los autores; desperdigado en los temas anteriores, algo
te» definitiva del universo al que se aplicaba, fuera éste hemos tratado de ello; retomémoslo.
dado o establecido. El pensamiento del laberinto, y el de la Existe una mantra radical de sentirse ilustrado, al estilo
enciclopedia, es débil en cuanto se compone de conjeturas de Habermas, intentando completar el proyecto de la Moder-
y atiende al contexto; pero es razonable, pues consiste un nidad; y puesto que ésta comienza por la separación de la ra-
control intersubjetivo, y no desemboca ni en la renuncia ni
en el solipsismo. Es razonable porque no aspira a la globa- zón sustantiva de la religión y de la metafísica en tres esferas
lidad; es débil como débil es el luchador oriental, que hace autónomas: ciencia, moralidad y arte; dicho proyecto debe pi-
suyo el ímpetu del adversario y parece ceder a él, para des- votar en torno al deäarrollo e interconexión de las tres racio-
pués encontrar, en la situación que el otro ha creado, los nalidades: cognitivo-instrumental, ética y estética. Siendo la
modos (siempre sólo probables) de responder victoriosa- fundamentación racional de estas tres esferas el criterio para
mente. El luchador oriental no tiene una regla establecida medir el avance de nuestra sociedad en el sentido prefijado
de antemano; posee matrices de conjeturas que le sirven
para regular, de forma provisional, cualquier evento que por la Ilustración. Como señala Wellmer, 37 Habermas intenta
proceda del exterior. Y goza también de la capacidad de demostrar contra Mirx: «que las formas burguesas de morali-
transformarlo en una propia propuesta resolutoria. Es «dé- dad universal y ley universal no pueden entenderse simple-
bil» frente a quien cree que la lucha depende de un diccio- mente como los reflejos ideológicos del modo de producción
nario fuerte. Es fuerte y ve36nce, en ocasiones, porque se capitalista, sino que ... deben considerarse también como la
contenta con ser razonable. expresión de un proceso irreversible de aprendizaje colecti-
vo»; contra Weber, que el proceso que ha llevado a la concep-
ción de la democracia y los derechos humanos, responde a un
Transmodernidad e Ilustración tipo de racionalización diferente a la «racionalización formal
y burocrática»; contra Horkheimer y Adorno, limita la impor-
Los tiempos se quieren de nuevo ilustrados, y ello es un tancia de la reificación, manifestando cómo «la idea de una
síntoma de nuestra apuesta «débil» por la racionalidad. Como organización racional de la sociedad basada en el libre acuer-
comentaba más atrás, cualquier filosofía posterior representa do entre sus miembros, está ya —aunque distorsionada— in-
una crítica, pero también una profundización, una muestra de corporada y reconocida en las instituciones democráticas, los
la endeblez de algunos de sus optimismos. Retornar a la Ilus- principios de legitimidad y las autointerpretaciones de las so-
tración, asumiendo las filosofías posteriores, pero también ciedades industriales modernas».
descansando de ellas, es mostrar la fatiga por los Todo ello constituiría un ejemplo de cómo retomar el tér-
modelos fuertes, reiterar con nostalgia el decorado, el mino «ilustración» en su sentido «fuerte». Las recurrencias de
ambiente, la otros autores son, frente a ésta, más parciales o matizadas.
«formalidad» con los que esperamos no precipitarnos en Habíamos visto también (cap. V) el sentido que
la barbarie. Escuchamos a Weber, sospechamos con Adorno Foucault
y otorgaba a la Ilustración, no como época pretérita y acabada,
Horkheimer, nos detuvimos en todas las reticencias del pri-
mer postestructuralismo... pero ahora, a pesar de todo o quizá sino como talante moderno y actual: «La A u f k l ä r u n g no es
por ello, queremos seguir siendo ilustrados, y en ello, salvo simplemente para nosotros un episodio de la historia de las
al- gunas excepciones, parece que hay consenso. Sin
37. Wellmer: «Razón, utopía y la dialéctica de la Ilustración», en Habermas y la
embargo, la
36. Eco, U.: «El antiporfirio», en El p en sa m ien t o débil, op. cit., pp. 113 y 114. Modernidad, op. cit.
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ideas, sino también un suceso singular que inaugura la
Modernidad europea, un proceso permanente, que se pecie de «cinismo pos;ilustrado», y aún en este caso, leyéndo-
mani- fiesta en la historia de la razón, en el desarrollo y la lo, se tiene la impresimn de que se trata de una
instaura- ción de formas de racionalidad y de técnica, en la continuación del espíritu crítico ilustrado por otros medios.
autonomía y la autoridad del saber», herencia de este
La crítica <filosófica» de la ideología es en verdad la
talante que nos convierte en modernos es la reflexión del heredera de ura gran tradición satírica par la cual desen-
individuo sobre su tiempo; indagar «¿en qué consiste nuestra mascarar, ridiculizar, mostrar al desnudo es desde siempre
actualidad?... No se trata ya de una analítica de la verdad un arma. Pero la crítica moderna de la ideología se ha sepa-
sino de lo que podría llamarse una ontología del presente, rado funestamente —ésta es nuestra tesis— de las potencias
una ontología de nos- otros mismos». 38 tradicionales de la risa, del saber satírico que hunden sus
Cuando más vagas son las referencias al espíritu ilustra- raíces filosóficas en el cinismo antiguo. La crítica moderna
do, más de acuerdo pueden estar los diversos autores; si para de la ideología lleva la peluca de la seriedad y se viste de
Foucault es la comprensión reflexiva de nuestra actualidad, etiqueta incluso en el marxismo y sobre todo en el psicoa-
para Eco, como veíamos en la cita de más atrás, se incardina- nálisis, para permitir a la respetabilidad burguesa continuar
ba en la razonabilidad laberíntica, y en Finkielkraut —lo existiendo. Se ha despojado de su esencia crítica para con-
quistar su lugar en los libros como «teoría». 40
de- sarrollaré en el apartado siguiente , se presentará en
forma de defensa de la cultura universal.
Desencantado y divertido, el cínico prosigue la crítica,
Reivindicación en fin, de la postura dialogante, bajo el
oponiendo el silencio y la risa a la argumentación, la materia-
a priori de la paz, el conocimiento y la solidaridad. Se trata
lidad y lo corporal a las ideas, el nominalismo al universal. El
principalmente, repito, de un talante, de la recuperación sen- cinismo «es la conciencia ilustrada falsa. Es la conciencia des-
timental de un programa, en el que puede ser que ya no crea- graciada modernizada, sobre la cual la A u f k l ä r u n g ha trabaja-
mos, pero cuyo marco formal pensamos todavía factible, en- do a la vez con éxito e inútilmente. Ha aprendido su lección
tre la nostalgia, la simulación y la necesidad. Añoranza filosó- de la Ilustración, pero no ha podido ni puede ponerla en prác-
fica infantil de aquellas palabras de Kant, que hoy quisiéramos tica. Bien situada y miserable, al mismo tiempo, esta concien-
formular: cia ya no se siente afectada por ninguna crítica de la ideolo-
La ilustración es la liberación del hombre de su culpable gía; su falsedad está ya armada de resortes reflexivos». 41 Po-
incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de ser- dríamos hablar de cierto nihilismo, pero es diferente del que
virse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad han propuesto Vattimo y Baudrillard, por ejemplo. El desen-
es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligen- canto frente a los valores ilustrados, la conciencia de su cum-
cia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella plimiento y fiasco, puede tener como corolario el nihilismo,
sin la tutela de otro. ¡Sapere a n d e ! ¡Ten el valor de servirte de tu por ello la ilustración como ficción, nostalgia y simulacro,
propia razón!: he aquí el lema de la ilustración. 39 para garantizar un porvenir a la ética, a la política, a la teoría.
Pero, insisto, hay que acentuar este carácter simulado e iróni-
Acaso uno de los más agudos impugnadores de este re-
co, si no queremos, en un consenso excesivamente amplio, en-
torno sea Peter Sloterdij, a quien Habermas sitúa en una
contrarnos con unos compañeros de viaje indeseados. ¡El
es-
neo-
38. Foucault: «¿Qué es la Ilustración?», en Saber y Verdad, p. 206 y 207.
39. Kant , I.: Filosofía d e la historia, FCE, 1981, p. 8 5 . &
40. Sloterdij: Critique d e la raison cynique, París, Christian Bourgis ed., 1987, p. 40.
41. Ibíd., p. 28.
146
147
conservadurismo también es de cuño ilustrado! Amén de que intereses responde?, ¿existen esos principios universales que
debemos precavernos de la saciedad que el concepto nos cau- deben constituir su base?, ¿cuáles son sus condiciones de
sará dentro de poco. transmisibilidad? Llevamos mucho tiempo desconfiando, y
en este asunto, como afirma Finkielkraut en La défaite de la
«Excursus» sobre la cultura pensée, a partir de la idea de cultura universal que, con diver- sas
variaciones, había prevalecido hasta el siglo xviii, todas las
La cultura, como su propia etimología explicita, había tendencias posteriores del pensamiento han tenido como
sido hasta el siglo xix asunto de «cultivo» y «crianza». «Resul- elemento común la crítica, deterioro y aniquilamiento de este
tado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afi- concepto.
narse por medio del ejercicio las facultades intelectuales del La muerte de la razón, la derrota de la cultura, la crisis de la
hombre», define el Diccionario de la Real Academia. O sea, se trataba
Modernidad... no es el revés insospechado de nuestra épo-
ca, sino, como creo venir demostrando, el sistemático
principalmente de perder «el pelo de la dehesa» o logro de
«desasnarse» un poco. El concepto conlleva ya una más de dos siglos de autoinculpaciones.
valora-
ción, el despecho un tanto ciudadano por el erial, el barbecho Si la Aufklärung proponía un concepto de cultura basado en la
y la tosquedad. Sin embargo, frente a este subyacente menos- universalidad de la razón y de los valores, y la autono- mía de la
precio de lo agreste, no hay que olvidar que la noción tiene razón frente a los intereses particulares, a la reli- gión, al
precisamente un origen, o al menos toma como modelo el pa- oscurantismo, etc. Los dos siglos siguientes han confi- gurado
radigma campesino, y que fue precisamente la misma época, un muestrario diverso de ataques a esa pretendida e
otra vez la Ilustración, aquella en la que más se valoró la ingenua «objetividad». Qué duda cabe que, también aquí, ello
cultura, la razón, y a la vez el «estado de naturaleza». ha propiciado saludables ejercicios de desconfianza, pero el
La cultura en su acepción universal conlleva, por un lado problema consiste en si una vez descubierto lo problemático
el acceso a los conocimientos, y por otro el ejercicio de las fa- de la universalidad de la cultura, debemos abandonar dicho
cultades. Los griegos, como se sabe, enseñaban música y gim- concepto por imposible e indeseable, substituyéndolo por
nasia antes de introducir a los niños en el acervo de conteni- otras nociones de cultura.
dos, pues se trata no sólo de acumular datos sino de lograr la Pero ¿cuántas culturas hay? Brevemente se ha
sutileza y la elasticidad de la mente. Lejos queda el miedo a recordado
la difusión del saber que amenazó a los siglos medievales. la noción de «cultura universal», sobre la que habrá que vol-
La cultura, pues, acceso al conocimiento, pero también ver. La primera que va a oponerse a ésta es la de «cultura na-
utiliza- ción «crítica» de esos conocimientos, un atreverse, cional», el Volkgeist del romanticismo alemán, que, acusando a la
como se plasmaba en la cita de Kant, a poner en tela de Ilustración de desarraigo metafísico va, bajo la enseña de la
juicio lo reci- bido, y lograr así la autonomía del juicio y de historia, a oponer a la nación-contrato, la nación-genio de un
la inteligencia. Tal es el concepto ilustrado que nos pueblo, el folklore. Relacionada con ésta, y sin embargo alter-
encamina hacia la nativamente beligerante o cercana, puede hablarse de la
«cultura universal». La cultura es el ejercicio de la razón y la «cultura popular», directamente surgida de los marxismos;
disponibilidad de los conocimientos que ese ejercicio va cultura popular que pretenderá acercarse al predicado «univer-
arrancando
gurar dentroa de la ignorancia
la cultura?,a¿quién
lo largo de los
hace esatiempos.
cultura?, Cierta-
¿a qué sal» siempre
de toda que éste
resonancia no se confunda
totalitaria y con burgués, y que, des-
mente, como en otras esferas, el optimismo ilustrado se ha pués
nazi. del primer internacionalismo proletario, intenta encon-
ido matizando en los dos últimos siglos. ¿Qué es digno de fi- trarse a través de las reivindicaciones nacionalistas, retomán-
148 149
dolas en un sentido de «izquierdas», pretendidamente
limpias
esta tendencia negativi u obscura, lo bien cierto es que los
Fruto del florecimiento de la etnología, antropología, conceptos se desgastan y que otros que en principio
ciencias humanas y estructuralismo (guerrillas aparte), los resulta- ron prometedores se ilternan, por su
años sesenta consolidaron una línea que ya venía del xix y cumplimiento, en su fase estalinista. Así ha ocurrido con la
que ha fraguado en la noción que podemos denominar «cultu- ciencia, y con las ideo- logías que intentaron (poner
ra antropológica», cuya definición programática puede seguir conceptos liberadores al opti- mismo ilustrado.
siendo la de Tylor: «La cultura o civilización es aquel todo Seguramente, también, es el cumplimiento de la teoría de
complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la los ciclos, hoy nos toca ser ilustrado y quién sabe si el siglo
moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos
xxi nos traerá un nuevo Sturm und Drang.
y capacidades adquiridas por el hombre en cuanto
Finkielkraut hace Ja genealogía de este pesimismo, co-
miembro de una sociedad».
rrespondiéndoles a los nacionalismos y al estructuralismo ser
Y finalmente, por concluir el muestreo, en relación a la los malos de la película. Si los filósofos de las luces intentaban
teoría de la comunicación, habrá que recordar la clasificación igualdad, fraternidad, libertad— ser los defensores de la
de McDonald, diferenciando las nociones de mass-cult o cultu- ra de verdad y la justicia frette al despotismo y la superstición, en
masas (publicidad, televisión, etc.) y de mid-cult o cultura media, el romanticismo alemán no se trata «de hacer retroceder el
prejuicio y la ignorancia, sino de expresar, en su singularidad
pseudocultura con pretensiones de profundidad o irreductible, el alma única del pueblo». Ello, como
cientificidad y fines divulgativos. problema- tizaba Derrida en su seminario «Nationalités et
El problema de la cultura es el tema de una de las últimas nationalismes philosophiques» (Ecole Normale, curso 1987-
polémicas en Francia (año 1987, principalmente), propiciada 88) nos enfrenta de lleno con el problema de la
por la traducción del libro de Bloom El alma desarmada, y la universalidad, pues lo nacional busca a la vez ser la expresión
publicación de La barbarie de Michel Henry y de La défaite de lo propio y definitorio, y re- presentar la transcendental
de la pensée de Alain Finkielkraut, por un lado, y L'empire de
l'éphémère de Gilles Lipovetsky, por otro. verdad de todos. 42 ¿Qué significa el nacionalismo en filosofía,
Michel Henry, fenomenólogo aplicado, no parece sino re- discurso universal por excelen- cia?; y sin embargo, «todo
petirnos las tesis que ya defendiera Husserl a principios de si- nacionalismo es filosófico». El tema del nacionalismo
glo. Según él, durante centurias, las diversas disciplinas del sa- vuelve a ser ahora piedra de toque, con la constitución del
ber han caminado juntas, sólo a partir de la revolución cientí- acta única de Europa y la avalancha de emigración del Tercer
fica, el prodigioso crecimiento de una de ellas ha desbordado mundo. Existe una ilustración alemana, una ilustración
a las demás, haciendo imposible su equilibrio; situación pleni- francesa (también podríamos matizar idiosin- crasias de
potenciaria e infautada que, habiendo quedado «coja» de otros países)..., ¿quiere decir esto que cuando se pretendía
la parte humanística, no puede más que estar abocada a la manifestar el espíritu universal se estaba en última instancia
«bar- barie». plasmando el espíritu de un pueblo? Tal parece ser la crítica
El pesimismo, la constatación de una crisis, la mirada de- que Lévi-Strauss y el estructuralismo efectúa a toda la
solada sobre el presente y el hastío del intelectual por la me- cultura occidental. La cultura «etnológica» busca acabar
diocridad de su época son temas recurrentes, y es que el opti- con este imperialismo: «no se trata de abrir a los otros a la
mismo vende poco y se presta pronto a la chacota y el ridícu- ra- zón, sino de abrirse a sí mismo a la razón de los otros ...
lo, más cuando se está acabando un siglo, y se pertenece a un La fi-
tiempo cansado. Pocos enfrentan el reto de aprobar el 42. Con respecto a este punto, ver apéndice primero: «Pureza de sangre y razón
nacional».
presen-
te sin el temor de ser tomados por bobos. Pero más allá de
151
150
losofía de la descolonización combate el etnocentrismo con berto Eco, con su propuesta de «los dos tipos de lector Mode-
los argumentos y los conceptos forjados en su lucha contra lo», que nos posibilitaría gozar de una segunda lectura crítica
la ilustración por el romanticismo alemán ... este retorno a la y estética de cualquier fenómeno cultural,
no-
ción romántica de cultura está inspirado por una43voluntad de permitiéndonos por ejemplo ver los seri4a7les televisivos
expiación y no por un impulso de orgullo tribal».
como variaciones de una estética neobarroca,
Realmente el relativismo cultural que se derivaba de esta Pero quien protagonizó el otro frente en la polémica
crítica nos pareció saludable por mucho tiempo, sólo ahora, fran-
con la distancia podemos evaluar también sus aspectos
negati- vos. Y en este sentido Finkielkraut me parece cesa fue Lipovetsky con su L'empire de l'éphémère. El libro es una
certero. La mala conciencia del intelectual del primer historia de la moda, nuestra época se caracterizaría por
mundo alentó el re- conocimiento de otras culturas, pero haber hecho extensible su imperio a otras esferas de la vida,
abolió como sospechoso el criterio para distinguir la estaríamos en la era de la mode achevée (la moda cumplida); sus
racionalidad de la barbarie, apoyó insurreciones rasgos: lo efímero, la seducción, la diferenciación margi-
nacionalistas que más tarde se mostraron tan mortíferas e nal, habrían impregnado todas las instancias de la vida social.
integristas como el nazismo, justificó muchas veces el La publicidad funciona como «cosmética de la comunicación».
terror como desorden. Y en el terreno de la cultura se En este sentido no sólo la cultura de masas, sino incluso y
operó una igualación de dos maneras, al estilo de Lévi- precisamente su parte más vilipendiada: la publicidad, serían
Strauss:
todos los«las formasantiguos
espíritus, son fundamentalmente las mismas
y modernos, primitivos para
y civiliza- elementos positivos y deseables. La discusión es antigua:
dos»,44 o al estilo de Foucault fragmentando las unidades clá- cultura en sentido clásico o cultura de masas. Finkielkraut y
sicas de estudio: el libro, el autor, la obra... y asimilando todos Lipovetsky critican la afiliación de la mayoría de los intelec-
los segmentos, las prácticas discursivas como fuente válida de tuales justo a la tendencia contraria a la que ellos defienden.
análisis para caracterizar una episteme. Si para el primero el peligro de la banalización era presente y
La consecuencia de todo ello es para Finkielkraut el propiciado por el relativismo de las últimas escuelas filosófi-
«nihilismo postmoderno de la sociedad pluricultural»: «La ab- cas, para el segundo resulta sospechosa la descalificación ge-
sorción vengativa o masoquista de lo cultivado (la vida del es- neralizada en éstas de la esfera del consumo: «Qué error no
píritu) en lo cultural (la existencia cotidiana) es reemplazada haber visto en el neo-hedonismo más que un instrumento de
por una especie de confusión alegre que eleva la totalidad control social y de manipulación siendo que constituye ante
las
de prácticas 4c5ulturales al rango de grandes creaciones de la todo un vector de indeterminación y de afirmación de la indi-
humanidad». vidualidad privada».48
¿Será posible de nuevo la síntesis? Baudrillard piensa
En el extremo opuesto a esta denuncia, podemos encon- que
trar a Vattimo con su noción de «heterotopías», celebración ambos, en última instancia, y a pesar de las aparentes diver-
gencias, están defendiendo lo mismo: una cierta posibilidad
de la multiplicidad de espacios, formas, objetos..., 46o a Um-
del individuo y de la razón. Aunque no comparto el optimis-
mo de Lipovetsky, con respecto a que la publicidad represen-
43. te un instrumento de liberación personal, una aventura de au-
Finkielkraut, A.: La défaite d e la pensée, París, Gallimard, 1987, pp. 72, 81 y 82.
44.
Lévi-Strauss: A nt h ro p o lo g ie s t r u c t u r a l , Plon, 1974, p. 28, citado por Finkiel-
tonomía y de placer para el yo; creo que el libro contribuye
kraut, op. cit., p. 80. a perfilar los mecanismos simbólicos del mundo actual. Un
47. Eco, U.: De los espejos y otros ensayos, Barcelona, Lumen, 1988, pp. 112 y ss., 134 y ss.
45. Finkielkraut: op. cit., p. 139.
46. Algo comentamos en el cap. II.
nue-
48. Lipovetsky, G.: L'empire de l'éphémère, París, Gallimard, 1987, p. 208.
152 153
Hiperrealidad transmoderna
vo tipo de sociedades burocráticas y democráticas, caracteri-
zadas por un estatuto ligero y frívolo, «la edad de la seducción
que cohabita con la carrera de armamentos, la inseguridad ¿Y si la realidad, ante nuestros ojos, se disolviera. No
en la nada, sino en lo más real que lo real (el triunfo de los
co- tidiana, la crisis económica y subjetiva ... No más simulacros)? ¿Si el universo moderno de la comunicación,
imposición coercitiva de las disciplinas, sino la de la hipercomuTicación nos hubiera sumergido, no en lo
socialización por la elec- ción y la imagen. No más insensato, sino erl una enorme saturación de sentido, con-
solemnidad ideológica, sino comuni- cación publicitaria. No sumándose en su éxito —sin juego, sin secreto sin distan-
más rigorismo, sino la seducción del consumo y del cia? ¿Si toda la publicidad fuera la apología, no de un pro-
ducto, sino de la publicidad? ¿Si la información no reenvia-
psicologismo». 49 Entraríamos en una especie de ilustración a la ra ya a un acontecimiento, sino a la promoción de la
carta: «la moda cumplida no constituye un obstáculo para información misma como acontecimiento? ¿Si la Historia
la autonomía de las conciencias, es la con- dición de un no fuera más que una memoria sin pasado, acumulativa e
movimiento de masa hacia la ilustración», pues instantánea? ¿Si nuestra sociedad no fuera más que aque-
«... bajo el reino de la moda total, el espíritu está menos lla del «espectáculo», como se la llamaba en el 68, sino más
rante,
cerra- menos seguro de sí mismo pero más abierto a la dife-
rencia, a la prueba a la argumentación del otro». 50 cínicamente, la de la ceremonia? ¿Si la política fuera un
do y más receptivo a la crítica, menos estable pero más tole- continente cada vez más periclitado, reemplazado por el
Como vemos, el punto de llegada es el mismo, aunque lo
vértigo del terrorismo, de la toma de rehenes generalizada,
que se valore culturalmente pueda variar. Lipovetsky intenta es decir la figura misma del intercambio imposible? ¿Si
limpiar al sujeto de la perversión ontológica, denunciar la fal- toda esta mutación no revelara, como creen algunos, una
sedad de su condena al «narcisismo dirigido», manteniéndolo manipulación de los sujetos y de las opiniones, sino una ló-
como concepto residual, mónada hueca flotando en «la era gica sin sujeto donde la opinión se desvanecería en la fasci-
del vacío», pero ajeno al «apriori del dolor» como nación? 1...] ¿Si no se tratara ya de oponer la verdad a la
ilusión, sino de percibir la ilusión generalizada como lo
definiera Sloterdij, y en ese sentido cercano a un cinismo más verdadero que lo verdadero? ¿Si no hubiera otro com-
suavizado por la tolerancia; un sujeto carente de portamiento posible que el de aprender, irónicamente, a
substancia, pero gozosa- mente ajeno a la mala conciencia, desaparecer? ¿Si no hubiera fracturas, líneas de fugas y
realizado como ser desean- te en nuestro presente hiperreal, rupturas sino una superficie plena y continua, sin profundi-
pues «la seducción procede de la suspensión de las leyes de dad, ininterrumpida? ¿Y si todo esto no fuera ni apasio-
lo real, del repliegue de lo se- rio de la vida, del festival de nante, ni desesperante, sino fatal? 52
los artificios». 51 Una postura, va- loraciones aparte,
Como Baudrillard afirma al comienzo del mismo texto
efectivamente transmoderna. Como trans- moderna es la del que hemos citado el final: es el fin de la metafísica, la era
reivindicación clasicista de Finkielkraut, ¿se puede ser hoy de la hiperrealidad que comienza. Muchos son los autores
clasicista sino es de una forma apócrifa, irónica, simulada? que han detectado este signo de los tiempos, que desde
¿Síntesis imposible?, quizá sólo la Transmodernidad tal el primer capítulo he intentado perfilar, Eco, Rubert de
cual. Ventós, incluso Habermas... pero es Baudrillard quien
mejor lo ha caracterizado. Los objetos se transforman en
signos, prolife-
49. Ibid., p. 184.
50. /bid., pp. 310 y 309.
51. Ibid., p. 222. 52. Baudrillard, J.: L'autre par lui m ê m e , París, Galilée, 1987, pp. 89 y 90.
155
154
ran en la simulación, para a continuación acumularse en el ría? Únicamente una función estética. La teoría no debe es-
exceso, del que sólo nos salva la reversibilidad, el forzarse en reconciliar cl mundo con lo real, ni el lenguaje con
intercam- bio simbólico, la muerte y la seducción. Ya Marx su objeto; hace mucho que sólo caminamos en el terreno de
habló de la las apariencias; puede describir y analizar, pero no debe con-
«obscenidad de la mercancía». Obscenidad como mostración tentarse con ello, ha de dar un paso más: convertirse ella
desmesurada, fin de la escena, de la representación, de la ilu- mis- ma en reto, en acontecimiento, en mostración de
sión; transparencia plenipotenciaria bajo el paradigma de la aquello que afirma, en desafío de la realidad. Hacerse
simulación al hablar de la simulación, seducción al hablar de
comunicación, de la información. Universo frío (cool) del éx- la seducción. «Vencer al mundo con una indiferencia al
tasis, la fascinación, la obscenidad, el azar, el vértigo, opo- menos igual a la suya.» No pretender explicarlo, la teoría no
niéndose al universo caliente del deseo, de la pasión, de la tiene sentido más que como
seducción. Es esta «contaminación viral de las cosas por las «exorcismo».
imágenes» la que constituye la característica fatal de nuestra Ciertamente, pocas salidas quedan desde este punto de
época, un crecimiento acelerado, entrópico, que opone la po- vista a la teoría y a la razón en sentido tradicional. Claro que
tenciación a la dialéctica. «Porque nuestras sociedades, a a Baudrillard, como buen nihilista, le trae sin cuidado. La pro-
fuerza de sentido, de información y de transparencia, han puesta me parece insuficiente, aunque hermosa y necesaria;
franqueado el punto límite que es el del éxtasis permanente: debería proponerse como tarea obligatoria a todos los
de lo social (la masa), del cuerpo (la obesidad), del sexo (la filóso- fos; al menos aprenderían a escribir, que buena falta
obscenidad), de la violencia (el terror), de la información (la les hace a la mayoría.
simulación).» 53 Como si a la época de «las luces» hubiera su- cedido
la de su cumplimiento y su exceso: la transparencia, la Pero más allá de utilizar la estética y el estilo como arma
visibilidad total. de tratamiento del logos, ¿resta algún uso a la razón y cometi-
Los sujetos ya no son autónomos y felices, como en Lipo- do a la teoría en el universo hiperreal?
vetsky, pero tampoco manipulados y dolientes. El sujeto es Yo creo que sí. Deberemos de nuevo ser
«fractal», difractado en una multiplicidad de yos miniaturiza- transmodernos,
dos, según un modelo genético o cristalográfico, quizás algo ejercer un pensamiento débil que trabaje con las apariencias
melancólico, extasiado, fatal. La seducción sucede al deseo y sin buscar su fundamento, legitimadas por esa alucinación ho-
al sexo, es nuestra última baza frente al éxtasis de la satura- logramática que las convierte en reales al posibilitar nuestra
ción; retornar a lo dual, al desafío, reversión de la acumu- práctica. Describiremos su deambular epistémico y paradóji-
lación, del dominio, de la conquista; venganza frente al objeto co. Acaso se trate de vivir con la piel rozando el límite y la
que se muestra impermeable a nosotros: convertirnos a nues- fantasmagoría, tránsfugas de reflejos y resonancias. La racio-
tra vez en objetos, desafiar el exceso de sentido con nuestro nalidad se torna aquí tolerante, múltiple, dialogadora y estéti-
silencio irónico. La superficie, la apariencia, el artificio es el ca. Liberados de tanta pesada carga. Como el desencanto es-
ámbito de la seducción, la estratagema ante una realidad que perado al encenderse las luces del cine y comprobar que la his-
no quiere ser substrato, profundidad, ni siquiera realidad. Se toria ya no está en la pantalla, como la ilusión de salir de la
trata de forzar el secreto sin apelar al trasfondo, navegando la sala con los ojos llenos de imágenes porque, a pesar de todo,
apariencia. No más rostro o máscara, sino maquillaje. la película es real.
¿Qué función puede tener aún en este decorado la teo-
53. Ibíd., p. 71.
156 157
CODA
Alicante, 22 de noviembre de
1988
158
A P É N DI C E I
ALGUNOS N O M B R E S PA R A UN SIGLO
NIETZSCHE
161
ticia, acurrucado en su mesurado cuarto de huésped, se sabe de su mirada azul? Aún es tiempo, te dices, a fin de cuentas
ya liberado; sin Wagner puede tornar definitivamente a ser Ree va a acabar sus d:as como médico altruista, como el chato
wagneriano. El odio desgasta, demasiado, a este discípulo-pa- moralista que siempre fue, y tú, el borde de los días dibuja ya
dre de Zaratustra. ¿Será posible resguardar de la pesadez el tu destino, un demente, un alienado, un loco, un filósofo. Ella
heroico espíritu alemán? El crescendo imperioso de una or- tendría que perdonarle, en todo caso no es tan malo pasar por
questa fantasma otorga el crepúsculo preciso a los ídolos. Po- zorra. La rusa no volverá, hay cuarenta ejemplares del Zara-
bre Fritz que ha demorado su encuentro con los hombres. Eli- tustra —toda la edición— sobre la mesa. Wagner ha muerto.
sabeth, hermana, demonio familiar, tus intrigas han saciado de Corre el invierno de 1383.
hiel el amor del Sumo Sacerdote, desaparece ya con tu doctor
Förster, galopando febriles en el nazismo avant la lettre de [Las Provincias, Valencia, 10 4 1983]
- -
168 169
SARTRE te de un hombre: ceguera, vértigos, pérdida de memoria... La
reposada prosa de Simone se quiebra ante la visión de este
Sartre niño-gigante qu2 intenta olvidar su decrepitud, la niega
Cuando en Francia acaba de salir Les carnets de la drôle o se retrae en un silencio que clausura el futuro, con una reso-
de la Guerre, de Sartre, en España nos encontramos con la lución que introduce sJs dedos en unas cuencas irremediable-
traducción en Edhasa de La ceremonia del adiós (editado por mente vacías. El infierno son los otros, no poder verse, estar
Gallimard en enero de 1982), libros ambos que en distintas
épocas nos hablan de la experiencia vital del filósofo desapa- recluido, como su personaje de A puerta cerrada, en las mira-
recido. Ocupémonos del segundo texto, novedad ahora das de los demás, que lo celebran ya como un vetusto recuer-
en castellano. do. Las manos sucias descubren sobre sus dedos la arcilla de
La ceremonia del adiós narra el trayecto de 1970 a 1980, los días perdidos. Entre el Ser y la Nada un trayecto de con-
deslizándose de la vida pública a la privada en una emoción ciencia deglute la náusea como el horizonte quieto y reitera-
contenida que a veces sobrecoge por lo ineluctable. do. Y hasta que llegue el último recodo, seguir deambulando
Sartre, mientras su arteriosclerosis se lo permitió, cumplió a ritmo quedo del cansancio por los que un Sartre más joven
éticamente su labor de intelectual, en ese sentido tan denominó caminos de la libertad.
francés que implicaba desde encerrarse en Nôtre Dame Estos diez últimos años están colmados por sus interven-
hasta vender ciones públicas, sus trabajos sobre Flaubert, los viajes, los
La cause du peuple por las calles de París. La polémica amigos, las reuniones en Temps Modernes, los silencios y las
entre el intelectual clásico y el «nuevo intelectual» venía visitas a los hospitales.
de lejos. Sartre vive, como ha sido su costumbre, rodeado de
Decididamente, el sabio de salón, conciencia colectiva muje-
pero res: Arlette —su hija adoptiva , Melina, Sylvie, Wanda, Si-
delicadamente tamizada en el silencio de estudio, se había mone... El seductor feo, inteligente y genial se convierte en el
convertido en traidoramente deshonesta desde que Marx pro- viejo testarudo al que hay que cuidar, que, no obstante, llega
nunciara aquello de que los filósofos habían hablado a su edad sin los chantajes, dominaciones y mentiras que la fa-
hasta ahora del mundo, hora era ya de transformarlo. El milia tradicional conlleva. Sus relaciones han cuajado en
encontrar un verdadero estatuto popular fue la constante amistad y camaradería intelectual, y esto es lo que perdura
exigencia sar- treana, lucha moral que inmoló primeramente entre los cambios de apartamento, los viajes compartidos,
su propio exis- tencialismo sin lograr apagar la mala el güisqui que se oculta y el cigarrillo que se escamotea. A
conciencia de creerse sin remedio un teórico de origen Sar- tre se le hizo el cuerpo viejo de repente, cuando acaso
burgués. Por todo ello, su rela- ción con los maos era más
una esperanza, un intento de per- petuarse en una había tenido la sabiduría de llegar a tal sin ser —en el peor
paternidad ideológica que alumbrara a ese nuevo sentido de la palabra— adulto, y esa broma, señora fisiología,
intelectual-militante, esperanza que se vio decepciona- da es im- perdonable. Fiel, tierna y sólida es la relación que le
cuando Víctor, su amigo y pupilo, sucumbió a ese viento de une a Si- mone; sus manifestaciones a este respecto siempre
nuevo-judaísmo que ha hecho presa en algunos de los anti- han sido extremadamente discretas, tanto que quizá pudieran
guos alevines del mayo del 68 (véanse por ejemplo los libros: pecar de frialdad, y ciertamente muy poco esclarecedoras y
El ángel, de Lardreau y Jambet, El testamento de Dios, de
gratifican- tes para
sentimentalismo, lasesas —varias
frases sueltasya—
y lasgeneraciones de intelectuales
manifestaciones de
sas deoesa
Levy, dramática
El judío progresión
imaginario, que hace a la
de Finkielkraut, muerte
entre habitan-
otros).
A lo largo de los últimos tiempos, su enfermedad iba ad- Si- prometidos que vieron en su pareja una enseña, una
com-
170
hiriendo a su cuerpo los rasgos del espectro y la tumba. posibili- dad y un testimonio. Ellos forman parte de toda
171
Una una mitolo- gía generacional. Por toda esa historia tan
desearía no haber tenido que leer las descripciones poco proclive al
mone en su libro nos impactan con una ternura sosegada, pro- tercer mundo elegante», poca trascendencia puede tener el
funda, y nos sentimos intrusos ante la mostración descarnada que los últimos representantes de un París capital del mundo
de dos vidas que para nosotros han sido siempre, meliorativa- vayan desapareciendc. Y sin embargo, con Simone de Beau-
mente, literatura. voir se va una de las mujeres más importantes del siglo.
Sartre, desmoronado, encallado en el puerto solitario de Ser «una joven formal» a principios de esta centuria, no
cualquier mar. Simone, en la distancia tremenda e infinita que era una posición fácil para desarrollar un personal trabajo in-
separa a quien está junto al lecho de uno que parte. Sartre, telectual. Los comienzos fueron difíciles, mientras sus compa-
de vuelta de ese trayecto común de medio siglo, ñeros, aquellos estudiantes de Saint Germain: Paul Nizan y
cogiéndole la muñeca y diciendo: «Te quiero, mi pequeño Sartre ya gozaban de cierta fama, Simone todavía no había
castor...; realmen- te tú has sido una dulce esposa para mí». conseguido publicar nada, un incierto futuro de agregada de
Frente a esto, sólo nos cabe seguir hilvanando nuestra mi- Liceo se abría ante ella, siempre algo oscurecida por ese gran
tología particular; no sabemos más de lo que Simone ha monstruo: Sartre, que tantas veces, sin querer, le robó el pro-
que- rido que sepamos, no debemos saber más. tagonismo.
Jean Paul Sartre nos observa desde las vitrinas de los de- Siempre me ha llamado la atención la seriedad, la
partamentos, aupado sobre montones de tesis doctorales, in- labo-
cluido en los programas de COU, representado alguna que riosidad exigente de la que hizo gala, y es que los hombres
otra vez, entrañable en el fondo de todas aquellas pueden permitirse mejor lo lúdico o la boutade, la mujer que ha
adolescen- cias que no pudieron dejar de afrontar el reto de
sentirse exis- tencialistas. de demostrar su valía intelectual no puede levantar la
guardia, para que sus gestos o contradicciones, que serían ce-
Para todo eso y para nada murió Jean Paul Sartre, un día lebrados en sus compañeros de sexo contrario, no la recluyan,
de abril de 1980, sus cenizas se depositaron en el cementerio de a ojos de la crítica, en la femenina inconsistencia. La cultura
Montparnasse; la plana mayor de la intelectualidad
francesa asistió a su entierro. Tras ello, por respeto, por ha sido, sigue siendo, paternalista, cuando no patriarcal, con
curiosidad, por responsabilidad, Simone debía escribir este las mujeres creadoras, ello les ha forzado a la mayoría a un
libro y nosotros leerlo. gesto frío y adusto. Las novelas de Beauvoir son así: distantes,
pulcras; incluso en sus memorias el cuidado es sumo para que
no se trasluzca nada excesivamente personal. Y aún con ello,
[Pueblo, Madrid,18-10-83] Simone y Sartre se han convertido, muchas veces con
inde- pendencia de la aceptación de sus ideas, en dos seres
entraña- bles. Son el prototipo de intelectuales
comprometidos, un estilo de vida que ya no se lleva, pero
que recoge múltiples nostalgias. Una coherencia casi rígida
SIMONE D E BEAUVOIR
ha sido la norma que Simone nunca abandonó, y junto a
ello un talante rigurosa- mente filosófico.
Seguramente se ha discutido la importancia filosófica de
La muerte de Simone de Beauvoir, y también la de Ge- esta autora. Pocas son sus producciones que puedan ostentar
net, han venido a coincidir con un clima de alerta internacio- con puridad este título, y sin embargo, su modo de «estar» en
nal tan preocupante que no han podido sino pasar un tanto el mundo
tufillo lo era
de los totalmente.
santones Cuando
culturales deno supo cómo
la época soportar
escribió Los
desapercibidas. Precisamente cuando constatamos que el
Euro-
pa es un cadáver, como dijo algún intelectual americano: mandarines; cuando tuvo que asumir y racionalizar la primera
interferencia amorosa con Sartre lo plasmó en La invitada.
«El
172 173
Casi sin historia de pensamiento feminista detrás, cuando tu- Borges se escapa del acabamiento de la contingencia porque
vo que reconocerse y problematizarse como mujer dio a luz hace mucho que su doble se instaló en una permanencia inex-
un libro fundamental: El s eg u n d o sexo. Saberse finalmente
pugnable. El mundo borgiano, éste nuestro del que apenas
ningún oficiador de palabras puede ya escapar, es una biblio-
anciana, abocada sin dilaciones a la realidad de la muerte le teca circular, donde las cosas se convierten en sus nombres y
hizo plasmar sus reflexiones en su libro La vejez. Esto es lo sus leyendas, es una cifra que hurta de nuestras miradas la
netamente filosófico: que el mundo nos resulte un problema, fa- talidad que nos comprende. Borges resucitó un
y no el anodino hábito académico. platonismo preñado de aciagos presagios, de arquetipos
Parece señal de buena crianza el hablar bien de los muer- tenebrosos y me- tódicos, cuyo desentrañamiento nos
tos, por eso los cantos funerarios jamás escapan del lugar co- condena a un jeroglífico de signos sin conclusión posible.
mún. Que Simone de Beauvoir ha sido un personaje desco- Es cierto que ya Mallarmé, también el estructuralismo
munal no hay que repetirlo, pero a mí me hubiera nos
gustado que hubiera sonreído un poco más, porque en todos empuja a colocarnos en la obviedad de los metalenguajes, la
los senti- dos su vida ha sido un trabajo bien hecho. fuerza del narrador es dinamitar la línea que separa la realidad
[Las Provincias, Valencia, 4-5-1986] de la ficción, la vigilia del sueño, de esta manera el artificio de
la obra dentro de la obra se convierte en la paradoja de una
identidad especular y extrañada. Estamos posesos de signos
que nos pueblan con la pesadez de milenios, cada gesto es un
trazo y los actos, lejos de devolvernos a la materia nos
BORGES empu- jan al reino de lo ideal. Todos nuestros caminos se
cruzan en una combinatoria cifrada. El tiempo se convierte
en un espa- cio ocupado desde la eternidad por todos los
Decía Machado, y cito de memoria, algo así como que los aconteceres, to- das las posibilidades; el devenir: una
grandes metafísicos son poetas que creen en la realidad de sus variación estadística rei- terada hasta el infinito, la figura
metáforas. La gran filosofía ha venido a ser un puñado de me- usurpa el movimiento, y así de nuevo se convierte en signo de
táforas echadas a perder las más de las veces por vocingleros una escritura desconocida.
Borges, caballero antiguo y prosaico, catapultado lejos
y academicistas. El ente de Parménides, el Uno de Plotino, el río del presente por la ceguera y una peculiar aristocracia del de-
de Heráclito, el eterno retorno de Nietzsche... todas ellas sapego, ha sabido legarnos, con una pluma irónica y ambigua
pertrechos para enfrentarse a la magia de lo irresoluble. No erudición, las metáforas más contundentes de la irrealidad.
nos quedan razones, ni sistemas, ni mucho menos historia con El primer beneficiado ha sido él, cuyo estatuto le había ha
que relatarnos el fin de siglo, por eso hoy más que nunca des- tiem- po, librado de la posibilidad de la muerte que es cosa
de el sosiego del concepto o las naderías de la decepción he- fáctica y trivial. Sumido en el guiño de los signos milenarios,
mos de salvaguardar las grandes proezas de lo imaginario, y queda ha- bitante en el quicio de nuestras fábulas, no se
si un recuento de metáforas debemos hacer, ha de venirnos puede pensar en una biblioteca, imaginar el desdoblamiento
como lugar cimero en la memoria el nombre de Borges. o mirar un es- pejo sin verlo a él, y él lo sabe y sonríe
¿Existió el laberinto antes de que él lo transitara? ¿Cómo se irónico y enigmático, eterno, con sus ojos de vidente ciego.
[Las Provincias, Valencia, 13 7 1986]
contem- plaban los espejos antes de que este argentino
- -
anglófilo
alguna veznos losuna
salir de mostrara
eternidadcon la justeza ydelubicua?
omnipresente mejor
castellano? ¿Podremos
174 175
CORTÁZAR mo el espacio euclídeo se reduce a la línea recta de una cinta
de asfalto. ¿Pero que pasaría si invirtiéramos los términos? La
autopista establece un espacio geométrico, homogéneo,
El viaje intemporal de dos cronopios
reiterado; sin la diversidad o la premura de la llegada el tiem-
po se estanca en lo eterno, y los paradores y áreas de picnic
Sólo a un par de cronopios como Carol Dunlop y Julio reproducen, idénticos, la oferta de una civilización, que
Cortázar podía ocurrírseles tal proyecto (los cronopios, como reme- dan, en su localización desértica y surrealista.
todo el mundo sabe, son seres dulces, imprevisibles, creativos Cuando ya no existen selvas vírgenes ni nuevos mundos a
y buenos), aplicadamente planificaron los detalles, hicieron explorar, introdu- cirse en esta zona que el desarrollismo
acopio de vituallas y establecieron un programa científico pa- urbanístico-industrial ha creado puede representar una
ra la expedición.* El 23 de mayo de 1982 todo estaba nueva experiencia de la aventura errabunda.
dispues- to, las reglas del juego eran las siguientes: «Primero: La metáfora «autopista» ya había tentado anteriormente
Cumplir el trayecto de París a Marsella sin salir ni una sola a Cortázar en su relato La autopista del sur (la misma en la
vez de la autopista. Segundo: Explorar cada uno de los que ahora vamos a seguir su viaje). Se trata, como siempre, de
paraderos, a ra- zón de dos por día, pasando siempre la deslizar un poco los contornos de la realidad, trastocar alguna
noche en el segundo sin excepción. Tercero: Efectuar de sus costumbres y evidencias, para que el gozo transgresor
relevamientos científicos de cada paradero, tomando nota de nos llene de lucidez, asombro o simple magia lúdica.
todas las observaciones per- tinentes. Cuarto: Inspirándonos Puestos dichos elementos desde el comienzo, el libro se
en los relatos de viajes de los grandes exploradores del convierte en la narración tierna y sencilla, poblada de refle-
pasado, escribir el libro de la expe- dición». Fafner, el dragón xiones y hallazgos, creando la atmósfera especial donde ger-
rojo, que por cuestiones de discre- ción prefería hacerse mina lo humano y lo literario en una mitología familiar que
pasar por una camioneta Volkswagen, calienta motores. La ellos nos dejan compartir. Así, vemos cómo nuestros dos
aventura iba a comenzar. protagonistas-autores se nos convierten en la osita y el lobo,
La expedición se plantea como una verdadera paradoja, e intentan mantener a raya a los demonios; cómo entre las
ya que no se trata de llegar a ningún sitio, sino de invertir el manos nos va creciendo el trayecto, a golpe de diario de ru-
espacio, el tiempo y la finalidad del trayecto. Sabido es que ta, salpicado con las ilustraciones realizadas por Stephane,
hoy hay que correr mucho para llegar a la misma ciudad de hijo de Carol, las fotografías del viaje, detalladas descripcio-
la que se parte, pues cualquier otra ciudad acaba por nes del menú, apócrifas cartas de una observadora, persona-
parecernos un barrio más o menos peculiar de la nuestra jes de otras obras de Cortázar como Calac y Polanco, hallaz-
propia (una de las particularidades más notables es el gos de fieras hormigas y transeúntes babosas, o estrictos de
empecinamiento que sus gentes ponen en comunicarse en un manual de lobos...
inglés, francés, flamenco o persa según los casos). Viajar ya Pero toda esta descripción quedaría desdibujada si
no es tomar contacto con lo extraño sino asegurarse de la no di-
homogeneidad de un mundo estereotipado y confortable. jéramos, además, que este libro es un relato de amor: escrito a
Para unir los puntos de partida y llegada se traza el medio cuatro manos, nos abre sus páginas con la hospitalidad del
artificial de la autopista, en la que uno, inseminado en su amigo entrañable. Carol y Julio, la osita y el lobo, trenzan una
cápsula utilitaria, puede comprobar có- historia de ternuras y cariño, libre de barroquismos y oculta-
mientos, pues «hay que decirlo todo (no en el sentido de "no
*Carol D u n l o p y Julio Cortázar, Los a uton autas d e la cosmopista, Barcelona, callar nada",
cribe)» sinoaceptamos
y por ello de darle algustosos
todo suesta
libertad mientras
invitación, se
hasta
Muchnik editores, noviembre 1983. es-
176 177
que la bienaventuranza se nos quiebra cuando llegamos a las la sociología para bucear en la religión, el primitivismo, la an-
últimas páginas, a la foto común de la contraportada... A Ju- tropología, la experiencia psicopatológica. Es su visión un de-
lio, lobo blanco, grande y niño, que ha ultimado la sentrañamiento de fenómenos, un camino de vísceras y
ordenación de este libro, escrito y vivido a dos, que nos mira ances- tros. El pensamiento abandona su carácter
con sus ojos desmesurados y tristes, que desde la foto estrecha discursivo para hurgar en su génesis balbuceante,
los dedos de Carol negándole al menos que salga de ese fisiológica, mitopoyética. Su método de investigación está
otro espacio que ahora es el viaje y el libro, lugar intemporal igualmente alejado de la de- ducción y de la inda cción, se
donde el lobo y la osita hacen el amor y saltan de sus pretende una fenomenología
fotografías. Pues basta abrir de nuevo la primera página —descripción certera de lo que aparece— que ahonde en lo
para que Fafner torne a ha- cer rugir sus motores, para que furtivo, lo subliminal, lo instintivo... Tras ello, un juego de
ambos conjuren de alguna manera esa muerte que los imágenes, de fantasnas y de símbolos, que son las matrices
desvió de la autopista. olvidadas de todo nuestro saber posterior, de toda civiliza-
[Pueblo, Madrid, 29-11-1983] ción.
Canetti, acaso sir saberlo, ocupa una postura vanguardis-
ta en la última
discurso metodología
se reconoció poder,del conocimiento.
supo Desde
que no aplicaría que el
impune-
mente unas técnicas jerárquicas y dogmáticas de interpreta-
.
180 181
bienaventurados. Nada tan inadmisible como que el jocoso se equivocado de tren. («Cloquet se paraba a pensar con fre-
torne desabrido. Ha transgredido su papel, y nos hemos dado cuencia que había una gran diferencia entre Ser y Estar-en-el-
cuenta de que el fantoche era de carne y hueso, y en su Mundo, preocupado per esta terrible posibilidad: de pertene-
piel hemos reconocido nuestro propio rostro. cer a cualquiera de los dos grupos, el otro sería indefectible-
Un humor como el de Woody, irónico y demoledor, debe mente el más divertido.»*) Ser existencialista en Ma nh atta n
ante todo evitar inmiscuirnos en un compromiso mayor que el no es realmente una rlternativa, aunque la contingencia del
de observador privilegiado. Comienza halagando nuestro ego ser nos posibilite realizar nuestro más íntimo sueño dorado,
sádico en su papel de pobre hombre (bajito, feo y judío), es por ejemplo: exhibirnos en el Louvre con patines, nariz posti-
quien recibe las bofetadas, en un mundo, el nuestro, que no za y unas gafas. Si el :nombre es una pasión inútil, ¿por qué
acaba de dominar. Pero la actitud del espectador-paternalista gastar dinero en el psiquiatra? De cualquier forma el universo
se transmuta cuando observa que ese mundo progre, inte- en expansión acabará por estallar un día u otro, y hasta en-
lectual, bohemio o burgués— es un conglomerado delirante, tonces arrancar una chispa de ingenio al hastío, y abandonar
neurótico y absurdo, magistralmente perfilado por la sarcásti- las escuelas, que sean ellas en todo caso las que nos estudien,
ca lucidez de Allen. Aparece entonces el espectador-identifi- es su problema...
cado, enloquecido por el antihéroe, lo daría todo por ser ese Claro está que esto no es Nueva York...
ojo escéptico de la sociedad, aun cuando fuera un ojo miope. Aquí los psicólogas se reproducen y mueren en el paro, la
Woody ha conseguido lo imposible: ser un arquetipo tan ad- erotomanía se la monta uno por lo bajines, la macrobiótica
mirado, envidiado e imitado como Superman o el agente 007. únicamente comienza a anexionarse unos pocos estómagos,
Desde Coge el dinero y corre, B a n a n a s o Sueños de un seduc- tor apenas hace un lustro que no confundimos los Maharishi con
hasta A n n i e Ha ll o Man hattan, se cumple el mencionado
los OVNIS y todavía nos cuesta llevar sobre patines un ritmo
country. Ni que decir tiene que tampoco prosperó la Para-
trayecto. Pero ¿qué ocurre en Interiores o Recuerdos? El fra- caso
mount Valenciana SA... Y a pesar de todas estas diferencias,
y el asco reemplazan al ingenio ocurrente. Y eso no, se te comprendemos, Woody, acaso porque en cualquier parte,
estaba dispuesto a asumir como propia la crítica corrosiva de desmadre y alucine, haberlo haylo, y lo de la Diane Keaton y
la sociedad, pero el paciente espectador no acepta reconocer- el Humphrey Bogart nos ha pasado a todos, e incluso la «Sin-
se como la broma y el fiasco del sistema. Se le exige al cineas- fonía Fantástica de la Cultura» se representa en todos los
ta la risa que invita a la complicidad frente a la estupidez rei- si- tios, créeme, que el error ha sido cósmico, todos hemos
nante, el humor como mecanismo de defensa. Cuesta recono- toma- do el tren equivocado, y nos llevan a un cementerio de
cer que nos estábamos riendo de nosotros mismos, congelar la coches o a un estercolero y algunos se lo creen, te lo juro.
carcajada frente al espejo vacío del tedio. Pero ves, al final nos hemos puesto tristes, y es que aun
Dios es mudo, ahora sólo hay que conseguir que el hom- cuando sepamos que el mundo se ha vuelto loco, que se cree
bre calle. ¿Qué será lo próximo que Woody nos diga? Ya hizo una gallina, no podemos hacer nada, porque necesitamos
la película de un director que hace una película de un director los
que hace una película de un director que hace una huevos.
película. Hablar de ella es reiterar alguna de sus escenas, [Las Provincias, Valencia, 2-1-1981]
continuar el diálogo de alguno de sus protagonistas. La
realidad y la fic- ción, reduplicadas hasta el infinito,
implican al espectador sentado en su butaca, los
Y esta vez, unodenolapuede
comentarios reprimir
salida... Es la sensación
una de que
trampa quesenos
ha * Woody Allen, Perfiles, p. 21.
convierte en personajes Woodyallenianos.
182 183
PEQUEÑA BASTILLA reorganización de las relaciones entre palabras y cosas. Si la
representación ha sucumbido como método de conocimiento,
sin ella comienza la impugnación de todo cuanto pretendiese
ser «representativo», se nos muestra la indignidad de hablar
MICHEL FOUCAULT por otros, proponiendo a la ética del estudioso la labor de ar-
chivo, renuncia a ser la voz que manifestase la muda realidad
de todos. Es por ello que resulta necesario que las gentes ha-
blen y el intelectual deje oír sus palabras, sin embargo hay al-
I. E l silencio de M. Foucault go de peligroso en qua sus discursos proliferen. «La arqueolo-
Silencio, claro está, para los que nos encontramos a este gía del saber» nace ccmo medio de soslayar la remisión de los
lado de los Pirineos, pues de este arqueólogo de los textos se estudios a categorías continuistas y uniformadoras, la consti-
sabe que anda con sus cursos en el Collège de France; sin em- tución piramidal de una «historia de las ideas», e intentar, le-
jos de conceptos globalizantes, acercarse a la materialidad de
bargo, desde la publicación en 1976 de La voluntad de saber las prácticas discursivas, la azarosidad de los acontecimien-
(primer tomo de su Historia de la sexualidad) y su posterior tos, las series, a veces superpuestas, otras discordantes, que
traducción en castellano en 1977 (México) y 1978 (España) serpentean las diversas áreas discursivas.
nada conocemos de él, aparte de algunas colaboraciones para No obstante, en el saber, desde los análisis más eruditos
revistas. a
Bien es sabido que España, cuando pretende ser ilustra- las palabras perdidas de cualquier «hablador», existe una
da, deviene siempre un tanto afrancesada, y acaso sea conve- constante amenaza que succiona libertades. Por la considera-
niente este reposo entre lanzamientos editoriales para decan- ción de este peligro transciende, la obra de Foucault, una me-
tar lo significativo de unos textos. ra cartografía de textos ignotos para nuestra cultura. Desde su
A Foucault se le puede valorar por su impulso y enrique- primer libro, Enfermedad mental y psicología, este autor se
cimiento activo en el surgimiento de los saberes sometidos, debate contra la fiereza de una bestia parda, de un dragón
por una inclusión dentro del saber de las voces descalificadas, de que no ha escapado, desgraciadamente, de los cuentos de
los márgenes de las disciplinas: la palabra del alienado ha- das. Como constata B.H. Levy, toda la arqueología del
(Historia de la locura), la del preso (con una plasmación prác-
saber es una genealogía del poder. Poder dimanando de los
textos, aglutinándose en instancias como la del autor, el
tica en el Groupe d'Information des prisons y teórica en esa libro, la dis- ciplina..., férreamente represivo en la
historia de la institución penitenciaria que es Vigilar y casti- gar, la descalificación de los discursos no requeridos. Poder que
gestación de la mirada médica (El nacimiento de la clí- nica), la recorre todo el entretejido social densificándose en algunos
nudos que originan institu- ciones, componiendo una
configuración de lo sexual ( Historia de la sexuali- dad)... Todo pormenorizada microfísica frente a la que sólo caben focos
ello responde, como se explicita en Las palabras y las cosas, a una de resistencia.
ruptura epistemológica del s. xviil: la de la representación, Es esta aproximación al poder la contribución más nota-
que, escindiendo lenguaje y objetos, potencia las reflexiones ble de su obra. Desvelar de una vez por todas que el dominio
autónomas del lenguaje sobre sí mismo: forma- lismo, no se ejerce únicamente como prohibición, sino —y esto es lo
filología, crítica literaria... y la proliferación de nuevos más
el arsimportante—
erotica por unacomo
scientiaincitación
sexualis a hablar, a producir,
en cuyas a
pautas, es-
aún nos encontramos—,
objetos: ciencias humanas, pero llamadoela espejismo
fabulando desaparecerdelenhom-
otra actuar... un poderío que proyecta nuestros gestos, que se intro-
bre, que aparece como fruto de este desplazamiento, como duce en las bocas ensalivando nuestras sílabas, que desplaza
184 185
peculiar creación de una episteme determinada —en la que
trictamente seguidas, se nos dosifica la supuesta liberación. otra se hablaba de ocultación y pudor, frente a la liberalidad
Poder como diseminación, enraizadamente coadyuvado por de costumbres, la represión y el sacrificio. La edad clásica de-
el saber, jamás entronizado en una localización eternitaria, jó de ser utopía perdids no por la revisión de tales tópicos, si-
cons- tante reflujo de fuerzas, reduplicadas en tácticas no por el olvido de est:, humanismo greco-latino que, resuci-
particulares y a las que hay que oponer estrategias específicas. tado en el Renacimiento, aún durante buena parte del xix re-
Y en tal contextura nos deja la obra inacabada de Fou- presentó el saber más genuino.
cault, propensos a la prudencia y a la sospecha, inmersos Ahora Foucault decide entrar en este universo perdido de
en una configuración del dominio que mantiene alerta la mano de dos libros: L'usage des plaisirs y Le souci de
nuestras consideraciones y afanes. soi
Es nuestro deseo que su próximo libro no se haga (París, Gallimard, 1984), investigando la problematización de
esperar. la sexualidad tanto en Grecia como en Roma. ¿Por qué
[Las Provincias, Valencia, 11 4 1980]
esta
mirada al pasado, este retoque del plan previsto en su historia
- -
202 203
EL ADVENIMIENTO DE LO ANGÉLICO nismo es en sí tiránico. Toda posibilidad de lucha, de revuelta,
requiere al menos de dos elementos contradictorios. Pero
¿dónde encontrar la dualidad? Todo quedaría a salvo si
Realmente, descreídos como somos, no confiábamos mu- desve-
chos en el evento. Alguna vez levantamos los ojos al cielo, es- láramos un deseo primigenio e insobornable, mas el deseo, co-
perando ver aparecer, entre los nubarrones de la desidia, ese mo ha dicho Pierre Legendre (El amor del censor, renciente-
ser alado y triunfante, un ángel invisible, pero potente,
mente publicado en Anagrama), no es sino la imagen especular
que destruyera al toque de su trompeta las fronteras de lo
de la ley; es este negar la liberación en el acceso a lo libidinal lo
real y lo aparente.
que fundamenta el duro ataque a Lyotard. Se parte de la exis-
Sin embargo, ha sido larga la saga de los falsos profetas, y tencia del poder, de una estirpe de amos-maestros pensadores;
las gentes ya no quieren creer en mitos místicos, sólo quieren y en el seno de esa dominación sentida se requiere una palabra
creer en mitos.
Por ello, este libro de Guy Lardreau y Christian Jambet: otra. Frente al discurso del amo se propugna el discurso del re-
El ángel (publicado en castellano en Barcelona, Ucronia, 1979)
belde. Nace así el problema de las dos historias, metáfora equí-
voca, porque no es qae exista la historia de los amos (la única
no fue ni esperado ni recibido. Michel Guerin pensaba que caía conocida) y de otro lado la posibilidad ignorada de una historia
en la tentación espiritualista, François Chatelet juzgó que re- angélica. Existe sólo una historia, y en ella se han batido los
presentaba una alegoría vacía. Y para François Aubral era distintos amos y los distintos rebeldes. El advenimiento de lo
únicamente un fantoche castrado. Esto se dijo en los círculos angélico, como afirman los autores en una entrevista, sería más
no precisamente más alejados, entre sujetos que sí habían lei- bien la eternidad, o mejor el fin de la historia y el fin de la eter-
do la obra. La muestra nos excusa de reseñar aquí otras ex- nidad. El ángel no como ilusión, sino como necesaria esperanza
presiones mucho menos correctas. de la resistencia: «El áñgel es la ilusión necesaria para designar
El texto se vertebra en una serie de parámetros-clave pa- a los que enuncian las condiciones de posibilidad de la rebe-
ra su comprensión: desarrollo de ciertos conceptos lión». La existencia y la necesidad del ángel, parten, como he-
lacanianos, constante replanteamiento del Mao de la mos dicho, de la creencia en la realidad de la dominación. Si
revolución cultural, ataque furibundo a Lyotard, presencia Chatêlet ha podido decir que esta alegoría está vacía es porque
de Sade, y sobre todo una vuelta al cristianismo, la patrística piensa que esa maquinaria compleja que multiplica sus técnicas
y la tradición bíblica. de esclavitud construyendo la pirámide de la sumisión es una
En un primer vistazo puede parecer irreductible este he- engañifa, un simulacro que no llega a ocultar su contingencia y
terogéneo mezcladillo, y, sin embargo, todo está trabado, desnudez. Y es por el pensamiento contrario que los autores de
co- este libro azuzan su imaginación, y al fin, tal como ellos se defi-
mo un buen «all-i-oli» cultural, pues no ha surgido de la elec- nen: «Hombres tiernos, a falta de novela, emprendemos una
ción azarosa de componentes disonantes, sino que representa aventura filosófica más bien negra». Porque el intento es neta-
la destilación de ciertas constantes que obran en la configura- mente filosófico, metafísico, se trata de plantear una alternativa
ción mental del presente, y que, imbricadas lógicamente, nos al discurso, que salte la lógica dialéctica de la tesis, antítesis y
conducen a una nueva y curiosa lectura del cristianismo. síntesis. Una superación que se llevaría a cabo en tres frentes,
Todo monismo (o explicación que reduce la realidad al de- contra la polivalencia realidad/apariencia, se colocaría no en
senvolvimiento de un solo elemento) posee una alternativa vi- uno de ambos lugares, sino fuera, apostando por otra historia
vencial del rebelde. Contra la visión unidad/multiplicidad, abogaría por
que nadabien determinada;
podemos, o concluimos
justificación irreversibleque
del este es elElmejor
abismo. propugnaría
de los mundos posibles, en la ceguera de un optimismo la duplicidad.una noción
Contra de verdad angélica.
la bifurcación Pero esteo proyec-
verdad/falsedad ilusión,
mo-
providen- cial, o aceptamos un determinismo maligno-
204
calvinista, frente al 205
to, al igual que su imagen espiritualista, nos arroja hacia una Y miré al cielo y n) vi ningún ángel. Sólo el demonio, que
metáfora en la que no se acaba de captar su espesor concreto. había sido soltado por poco tiempo...
Y tal vez su carga sugerente se aprecia en tanto en cuanto se
niega a formularse, siendo lo más decepcionante su plasmación [Las Provincias, Valencia, 5-9-
real. Para retomar algo de este dualismo que se nos propone es
necesario efectuar una relectura de Platón, Plotino, los Santos 1980]
Padres... redescubrir a Rousseau, y ahondar en la revolución
cultural cristiana. Cristianismo que tiene como base no un re-
novado fervor místico, sino el merodeo del ateo, aquel que PIERRE KLOSSOWSKI
con Lacan afirma: «Dios existe, lo que quiere decir que no es».
Por- que por un lado la coartada de la vuelta al cristianismo
parece simplemente una forma de incordiar a una cultura Pierre Klossowski es sin duda un autor conocido por los
como la francesa, que hace ya tiempo, como buena ilustrada lectores en lengua castellana, dado que desde 1970, año en
que es, que olvidó a Pascal, y posterga a los más recientes que se tradujo S a d e m► p r ó j i m o han ido vertiéndose sus obras
Mounier o Mari- tain... Citar a S. Juan, Gregorio Nazianzeno o
S. Agustín, amén de un revulsivo, puede sonar incluso en nuestra lengua: La vocación s u s p e n d i d a , Era, 1975; La re-
infamante en los medios estructural-marxista-libidinosos. Y, vocación del edicto de Nantes, Era, 1975; Roberta e s t a noche,
sin embargo, no está desen- caminado el recordar las
influencias de una marca cultural que se inscribe en nuestros Era, 1976; Nietzsch e y el círculo vicioso, Seix Barral, 1972; Tan
conceptos más comunes, el de historia por ejemplo, y que en 1980. Y ahora con la traducción por la
fu n e sto d es eo , Taurus,
todo pensamiento dualista hace aparecer como idea reguladora
o telón de fondo las antítesis alma-cuer- po, esencia- editorial Pretextos, Valencia, de su novela El B a p h o mê t , pare- ce
apariencia, dios-demonio... etcétera. comienza a completarse el acercamiento a este original y
En todo caso, las conclusiones que se nos ofrecen, a pesar atractivo escritor.
de las acusaciones de idealismo referidas a este libro, apuntan Su carrera literaria es tardía, no acaba de concretarse
más a una lucha desesperada y constante en el seno de la hasta 1947, año en que aparece su primer libro. Antes de ello
his- toria y del discurso, un rechazo de toda confabulación su amistad con Rilke, André Gide, Bataille, Breton... Traduc-
iluso- ria, asumiendo el resentimiento como incentivo, y ciones de Hölderlin, su relación con la primera Sociedad de
circulando por un platonismo que se autodefine como Psicoanálisis Francesa, y una crisis religiosa que lo llevará a
nominalismo. Esta es la tarea que el ángel nos aporta. La ingresar como novicio dominico, estudiante de filosofía y teo-
arriesgada metáfora de una nueva espera apocalíptica. logía en Lyon y París hasta el abandono de su intento
Vi un ángel que bajaba del cielo; tenía en la mano la monás- tico.
llave del abismo y una gran cadena. Prendió al dragón, la El B a p h o m ê t se publica en Francia en 1965 y
antigua Serpiente —que es el Diablo, Satanás—, lo encade- obtiene el
nó por mil años, lo arrojó al abismo, que cerró y selló des- Prix des Critiques. La obra nos sumerge entre las brumas
pués para que no pudiese seducir más a las naciones hasta del Medievo, para trenzar una perfecta trama de historia
que no se cumpliesen los mil años, después de los cuales de- ficción sobre uno de los sucesos en los que la investigación
be ser soltado por poco tiempo [Apocalipsis, 20, 1-4]. cede sus armas a la fantasmagoría: El misterio de los
Templarios.
nada se sepa,Don- de la historia
el conocimiento trunca
será su línea continua
un deambular clandestinoy se
reconoce como im- potencia, allí nace el espectro ilusorio de
la quimera. Cada zo- na negra del pasado nos arranca un
206 trozo del progreso nece- sario, abocándonos acaso a207 la
buena nueva de que cuando
entre lo olvidado y lo apenas intuido. Por todo ello Klossows- que sólo ha de aceptar la hospitalidad del gran maestro del
ki desboca sus demonios familiares para crear lo que sin Templo.
duda no fue, pero la historia ignora.
La orden del Templo quedó establecida en 1128 por el [Las Provincias, Valencia, 23-4-1981]
Concilio de Troyes bajo la advocación de San Bernardo. Un
militarismo conventual, una santidad castrense y herética en-
grosó las veleidades Iglesia-Estados a lo largo de los siglos xi'
y XIII.
Bajo la enseña de Dios convertido en príncipe, poderío, U N FLASH PARISIÉN
fanatismo y transgresión, recuperación de la Tierra Santa,
lo religioso como huracán de dominio. Las Cruzadas, que en
su origen fueron una empresa popular, pronto derivaron Ir a París es visitar una mitología. Cierto que como todas
hacia órdenes específicas donde la «caballería» se convirtió las de la edad adulta, cómplice en su guiño de simulacro, y
en sa- cerdocio y conquista, asociación selectiva, sujeta a más París que es —y lo sabe— una mitología muerta.
escrupulo- sas normas, como también, además de la del
Hay que guardar, no obstante, parte del ritual, y antes
Temple, lo fue- ron la de San Juan de Jerusalem o la de los
caballeros teutó- nicos. Una vez pasada la euforia visionaria de escudriñar las novedades de las librerías de la rive gauche,
del cruzadismo los monjes guerreros se tornaron fuerza bajar por St. Michel y llegar hasta el cementerio de Mont-
peligrosa. parnasse. Allí, en la primera hilera a mano derecha, visitar
En 1307, Felipe IV el Hermoso, rey de Francia, gracias al la tumba de Sartre, esa losa de piedra tan desnuda como no
intrigador Nogaret, promueve una acción contra los Templa- podía ser menos en el intelectual engagé que allí reposa.
rios. Las más diversas acusaciones recayeron sobre ellos, des- Después, cercana, aunque un poco más intrincada, ir a la lá-
de la herejía al crimen. La Inquisición cumplió su cometido, la pida doble, blanca, donde vuelven a estar juntos Carol Dun-
hoguera hizo el resto. Muertos sus compromisarios, los ritos lop y Julio Cortázar. Es, creo, la única tumba alegre que
iniciáticos de la orden anidaron en el misterio. recuerdo, ingenua, cronopial; tampoco aquí podía ser
A partir de este momento, nada le debemos al pasado, si- de otra manera.
no tal vez una reconstrucción más fascinante de lo que él pu- Una vez cumplido con los viejos amigos, olisqueo un
do ser. En este margen de lo desconocido comienza la novela poco
de Klossowski. Bajo nombres y contorsiones, Klossowski mis- las librerías de Presses Universitaires, las Giberts... Claro
mo, Santa Teresa, Federico Nietzsche, el Baphomêt, inician que no es lo mismo que en los tiempos del general —
una fuga delirante de máscaras. Nada será lo que parece, por- aunque yo entonces, sino niña, era muy jovencita, y ni el
que en el seno del poder monacal y castrense los ritos iniciá- rojerío ni la pe- la me daban para muchos viajes a París—. De
ticos se tornan subversión de tronos y dominaciones. Los todas formas ya no es lo mismo en ningún sitio.
muertos se distorsionan en un vitalismo exacerbado y la lucha Me entero de que aquel apuesto mozo que
contra la identidad se multiplica, los dioses crecen tras la car- organizó el
ne desmesurada. Es el eterno retorno de la diferencia inocen- cristo de la «nueva filosofía» —Bernard-Henri Levy se
te. El anticristo apadrina la fiesta mientras los soplos cabalgan llama- ba— se ha pasado a la novela, y, ni corto ni
hacia lo inusitado.
hueco deKlossowski,
lo que nuncaanfitrión, ha planeado
ocurrió, y uno, el encuentro
lector inquisitivo, sabe perezoso,
liviantara, por aquello
ha vuelto a ladecarga
la biografía, en Le diable
con Hommes dans la(ed.
et femmes tête
en el cuenta la his- toria de un joven postmayo reconvertido en
208 judaico. 209
Annie Leclerc, que ya armara su revuelo con aquel desca-
rado Parole de femme que tantos corazoncitos masculinos so-
Grasset), si bien parece que ahora la cosa está más reposada y París sigue bullendo; ya no es la capital del mundo. Le
en clave dual. Pen saluda amordazado desde las paredes; es la boca del lobo
La moda es la crítica sin cuartel a la izquierda en general y que tiene toda ilustración; con él, ni Cortázar, ni Moustaki, ni
al socialismo en particular. Así, Glucksmann nos ofrece un por- muchos otros habrían estado en Francia... Todo ocurrió hace
menorizado estudio sobre la estupidez (La bêtisse, Grasset). demasiado tiempo. Seguramente Baudrillard tiene razón; Eu-
Otra vez Robbe-Grillet, Sollers, Serraute... Los de siempre. ropa quizá no existe y el fin de siglo lo uniformará todo.
Acabo por salvar la mediación del libro, este viaje se
propo- [Las Provincias, Valencia, 2-6-1985]
ne a sí mismo como excusa un encuentro directo. Me encamino
hacia la zona de la Bastilla. En un barrio medio, casi modesto,
está la casa de Jean Baudrillard. Llamo. El interior es un con-
junto abuhardillado; a la derecha, una cortina por toda puerta
deja ver la cama deshecha. En la mesa, una botella vacía de PUREZA D E SANGRE Y RAZÓN NACIONAL
gi-
nebra y un puñado de almendras verdes. El atuendo de Bau-
drillard es muy de andar por casa; su afabilidad, notable. Baudri- Jacques Derrida en el seminario («Nationalités et vatio-
llard me pregunta por la acogida de sus libros en España; le nalismes philosophiques») impartido en l'Ecole Normale
cuento cómo aquí ha sido medio convertido en profeta de la (curso 1987-88), afirmaba que «todo nacionalismo es deudor
Postmodernidad; sonríe resignado. En el fondo, a eso debe de lo judío y de lo alemán». Explosivo sería si se le
la venta de sus libros, porque leerlos, lo que se dice leerlos... du- ocurriera decirlo aquí. En todo caso, y planeando sobre
do que la basca de la arruga es bella haya pasado de intentar Europa, la «ra- zón nacional» campa por sus fueros,
memorizar su nombre para epatar. Y precisamente este su éxito erigiéndose como debate intelectual de ultimísima hora.
y desconocimiento no deja de darle la razón, pues Baudrillard La cosa ya la perfilaba Finkielkraut en su Défaite
sabe muy bien que los mensajes se neutralizan, que los objetos de la
crecen obscenamente, que todo sentido es banal... Y así está dis- pensée, frente a la cultura universal, de cuño ilustrado, se rei-
puesto a irlo pregonando por todos los países, EE.UU., Italia, vindican las culturas nacionales. El problema, como siempre,
Alemania..., donde es requerido como conferenciante, mientras es saber si existe lo que podríamos denominar un patrimonio
espera-desespera que los suyos decidan incluirlo como numera- cultural común o bien debemos centrarnos en la búsqueda de
rio en el reino de los elegidos que es la Sorbona. Que Baudri- lo propio y autóctono. Esta última postura, llevada a sus lími-
llard, joven articulista en la época de Les Temps Modernes fiel tes, nos conduciría a la irreductibilidad de los pueblos y a la
amigo de Sartre, semiólogo y transitador de filosofías del deseo intraducibilidad de los saberes. Como tamaña miniaturización
y Lyotards varios, poeta ocasional y literato de la filosofía... es viene a dar en el indigenismo isleño, suele ocurrir que lo na-
un bon vivant de la palabra, irónico, nihilista y enjugazado es- cional quiera abrogarse el ropaje de los valores universales y
pectador del sistema, y sin renunciar a cierto aire postmayo con- transcendentes. Así comienzan las guerras santas, los integris-
sigue crispar a muchos, mientras los minuciosos del funcionaria- mos y los nazismos. En este punto, un mismo mecanismo aú-
do tendrán finalmente que admitirlo. Con Baudrillard se enfa- na a los nacionalismos y a las democracias que a ellos se opo-
dan los académicos porque no hizo la tesis de estado, se nen: la búsqueda de la pureza de sangre. Cristiano viejo, ario
mosquean los alternativos, y con un libro como el último, La por los cuatro costados, o demócrata de toda la vida, lo mis-
toda es un
gauche malentendido.
divine, acabarán por molestarse todos; sin embargo, al- mo da. El
conducto casicaso es ostentar
siempre unméritos
ajeno a los distintivo genealógico,
individuales, y en un
el
gún postmoderno lo citará sin haberlo leído, y es que la cultura salvo-
210 211
fondo un amor sospechosamente cercano a lo policial. Y no franceses «achantao5.», que el asunto de la ocupación alemana
puede ser casualidad que esta eclosión coincida con aún les duele, y ahora ya empecinados en lo de buscar una ra-
ciertas demandas de análisis masivos para detectar a zón francesa, si al fia resulta que la razón es universal como
portadores del SIDA. siempre, mejor que la hayamos inventado nosotros. Y en este
Estamos en una sociedad en la que la simbología de la
sangre retorna disfrazada de archivo o profilaxis, por eso, contexto, para salvar el honor patrio aparece Descartes c'est la
re- France, de André Glucksmann. Habría que recordar que aca- so
pito, los expedientes de «pureza» están a la orden del día. Y Descartes sea Francia, pero bien tuvo que trasladarse a
el mundo intelectual no podía ser menos. Hagamos una rápi- Holanda y a Suecia para poder escribir lo que pensaba.
da radiografía. Pues sí, Freud era un reprimido victoriano, Marx un bur-
Francia está triste, no se resigna a dejar de ser el centro gués que vivió de gorra y Heidegger un nazi. ¿A qué viene
cultural del mundo; sus intelectuales se fascinan con EE.UU., esa
y sus calles se llenan de «tercer mundo». La pregunta, búsqueda de la buena o mala genealogía, el puritanismo mo-
como ralista llevado al terreno de la higienización intelectual?, ¿de
aquella que recorría la filosofía alemana del s. xlx —Was ist qué temen contagiarse?; ¿o quizás el intelectual tiene miedo
deu t sch ? , salta a la palestra: ¿qué es ser francés? Como te- de descubrir tardíamente haber sido hijo adoptivo de algún
lón de fondo se escucha un eco ampliado: ¿qué es ser euro- bastardo?
peo? Hay que inventar —o desenterrar— identidades, reves- ¡Ay, ha sido la pureza de sangre coartada de tantas tristes
tirlas de universales valores... Pero ¡ay! la teoría está aquejada tropelías! Seguramente sólo nos cabe esperar que llegue
de un mal irreparable, postmodernidad lo llamaron, muerte del pronto de nuevo una época de liberador cosmopolitismo.
[Las Provincias, Valencia, 1988]
psicoanálisis, del marxismo, de la escuela crítica... A grandes
males, grandes soluciones. El refuerzo italiano protagonizado
por el pope Vattimo no se hace esperar, aunque sea a la
«maniera debole», ¿por qué conformarse con menos?: resuci-
EL FETICHISMO
temos a la metafísica. Y nadie mejor para ello que Martin
Heidegger. Por si Uds. no lo saben Heidegger existió para
que
los metafísicos del futuro tuvieran de qué hablar; tomos y to- Por mor de la antropología, cultura es todo; desde los
mos aún sin revisar y un enrevesado lenguaje propio, preñado cantos funerarios hasta una peculiar y autóctona forma de
de metáforas, que propicia hermosos comentarios incluso en hurgarse la nariz. La cultura llamada burguesa, ya es otra co-
los académicos con menor imaginación. La cosa estaba clara, sa. La cultura o el saber, en este último sentido se ha caracte-
Heidegger ha sido en los últimos tiempos elevado a los altares rizado por ser un conjunto de conocimientos, susceptibles de
como el mayor filósofo del siglo. El futuro quedaba resuelto. ser poseídos, síntomas de estrategias de poder. El saber —la
Sin embargo, henos aquí que el pejiguero problema de cultu- cultura— se administra desde una clase, se dispensa o se nie-
ra universal frente a cultura nacional salta de nuevo. En prin- ga a otros individuos, diseña una imagen «verdadera» del
cipio parecía claro que a Heidegger nos lo íbamos a repartir mundo con la que pretende socializar, acuñar, uniformar a
entre todos, que para eso nos solventaba la cuestión del por- quienes la reciben, y finalmente sanciona y excluye a aque-
venir de la teoría, con Postmodernidad incluida. Pero enton- llos que se hallan fuera de ella. Es en esta acepción un
lósofo
ces del s. Farias
a Víctor xx un se
nazi, pues hasta
le ocurre ahí podíamos
publicar llegar! Los
su libro: Heidegger y tivo codiciable.
distin-
el nazismo, y el asunto, que siempre había sido conocido y
disculpado estalla como una bomba de relojería: ¡El mayor fi-
212 213
Está, por otro lado, la interpretación ilustrada y universa- se deshace: el papel e! un cruce apelmazado entre cartón y ro-
lista de la cultura, el «atrévete a saber», la libertad y el goce llo higiénico, tiene ato del de estraza con el que nos envol-
de la razón, la república de los sabios trashumante y presente vían los bocadillos, ce aquel azul que uniformaba nuestros
a través de los tiempos. cuadernos... Las cubiertas son sólo imitación de las que a su
La cultura como pautas de conducta, como vez imitaban a la piel.
estrategia de Los libros, con magia de la colección completa, cum-
poder, como el conjunto del saber... múltiples interpretaciones
plen ese proyecto de ;u estudio para el que nunca tuvimos ni
para un concepto agonizante. La cultura en sus dos tiempo ni perseverancia. Se compra lo que se ignora, con la
últimos sentidos, está sufriendo una de sus mayores ingenua y oculta esperanza, no de leerlos, sino de que su pau-
modificaciones en la Modernidad. latino espacio ocupadD realice no se sabe qué extraña impreg-
Se habló de la galaxia Guttemberg para constatar el in-
nación en nuestro cerebro. Se conjuran frustraciones. Esta-
menso trastoque que la imprenta conllevó, ahora se habla de mos un poco más cerca de lo que quisimos saber viendo apli-
la era de la cibernética para una revolución pareja.
cadamente aumentar la sabiduría en los estantes.
Las duras nostalgias en las épocas de transición Es el fetichismo de una cultura que también sabemos que
se acaba. La cultura puerta, llave, posesión, libertad. Esa de
La cultura clásica lo fue, claro está, en una minoría. Los los grandes títulos y los grandes nombres, del tiempo
medios eran escasos. El libro, por ejemplo en la Edad Media, mesura-
un objeto de lujo digno de consignarse en las herencias. El sa- do para recorrer sus renglones sabios. Coleccionamos aque-
ber se acumulaba minuciosamente en las bibliotecas conven- llas materias que siempre sorteamos con la mala conciencia
tuales; el recinto cerrado aseguraba su incontaminación aún a del deber incumplido, porque las que nos han sido más
riesgo de ser velado a los ojos de muchos, era este cerca- nas han ido poblando nuestra mente y nuestra
mismo ocultamiento el que se pensaba que preservaba el biblioteca. Se colecciona, pues, para no leer, porque el
saber. De ahí las terribles dudas sobre la conveniencia de hechizo está en la ad- quisición precisa de todos los tomos, en
la propaga- ción de la cultura en la caída de la hegemonía de esta compra indiscri- minada, como el álbum de cromos que
los conven- tos frente a las universidades, y ya su nunca llegamos a com- pletar, como la mirada aún culpable
imparable publicidad con el advenimiento de la imprenta. pero más tranquilizada con que miraremos esta colección,
Pero no se trata aquí y ahora del problema de la también finalmente inte- rrumpida.
privatici- Y no obstante hay nostalgia en esta cultura que se acaba,
dad del saber, sino de la muerte de un modelo. esa que D. Antonio Machado le hacía exclamar: «nuestras ho-
Los libros fetiches, los libros símbolo, cunitas de saber ras parecen minutos / cuando esperamos saber / y siglos
alineadas sobre los anaqueles. El fascículo era aplicado, cons- cuan- do sabemos / lo que se puede aprender». Esa cultura
tante, investigador y positivo. El libro es precioso y que allá en los despuntos de la adolescencia tenía algo de
menos funcional, se quiere su belleza, el simulacro, la copia horizonte marino, agreste e inconmensurable, de fiel
de sí mis- mo. El boom de las colecciones baratas de textos cruzado de un lai- cismo arrogante e ilustrado. Más tarde
clásicos apa- rentemente bien encuadernados es todo un supimos que el saber no es neutro, trazamos la separación
retruécano, espe- jismo y simulacro. Porque no se compra entre verdad e ideología, y un poco después desconfiamos de
el libro sino que se palla el resentimiento de su carencia, el la verdad, de su estrategia mentirosa de poder. Pero, en fin,
apresuramiento de su ignorancia. Los libros en apariencia queda ese sabor lento y anti- guo, esa curiosidad, esa
lujosamente
vimos, o lo que encuaderna- dos los
es peor, que tenían nos recuerdan
otros. aquella
Pero el hechizo colecciones,
emoción o pero por debajo de
esa costumbre. Y este sentimiento
es este sagazmente
universalismo de
biblioteca del abuelo que nunca tu- anaquel el que compramos en las diversas
214 215
manipulado por las editoriales, hay un hecho legítimo, una mente el dedo sobre :os lomos de los libros, y de repente sa-
forma a reivindicar de relacionarse con la cultura, car del olvido un pufado de rostros y de recuerdos, la rela-
justamente ahora cuando el modelo cultural se dispone a ción directa de la página donde uno conserva la nota
sufrir un cam- bio revolucionario. apresu- rada y fogosa que el texto le sugirió.
El saber, la cultura, pues, como algo no acumulable sino
La cultura cibernética susceptible de ser gozado, transitado, aunque a veces ello nos
haga caer en el fetichismo de la posesión, porque amamos los
Donde la cultura clásica decía «lenta adquisición de cono- libros y no nos importa coleccionar nuestras nostalgias en
cimientos», la cultura cibernética pone: «rápida disponibilidad el mercado editorial.
de información». Al erudito o al sabio se le suponía el placer de
merodear por un mundo que poco a poco iba conquistando,
ahora el sujeto es simplemente aquel que utiliza unos datos, [Revista Ahora, Madrid, n.° 8, abril 1985]
en todo caso lo lúdico es jugar con la máquina que acumula
los datos. El receptor del saber era antes el individuo,
ahora lo es la memoria terminal. Somos un punto
intermedio, mani- pulador en un proceso de datos. Lejos de
REITERAR, R E C R E A R , D I S T A N C I A R S E
los arduos proble- mas filosóficos sobre teoría del
conocimiento, la realidad de- be convertirse en algo
enteramente traducible. Si la cultura clásica proponía Los tiempos, con los finales de siglo, se piensan de por sí
problemas, constelaciones, y la positivista he- chos, la cultura viejos. Es el momento de las nostalgias y los recuentos. Por
cibernética requiere sólo datos. otro lado, el afirmar que todo está dicho, aun siendo
Rápidamente la imagen del mundo, de la cultura y de sus cierto, no deja de ser una buena coartada para la falta de
receptores está llamada a modificarse, es quizás el momento, imagina- ción. ¿Acabaron las vanguardias?, y entonces, ¿qué
por ese sentimiento legítimo al que más arriba aludíamos, hacer con los estilos ya pasados para librarnos de este
de reivindicar el libro, como fórmula a preservar en la
relación del individuo con la cultura. O más radicalmente penoso hartazgo de lo déjà vu? ¿Se trata, dentro de una línea
como sínto- ma de una cultura que nos gusta. (Acaso tras tradicional, hu- yendo de los peligros de incomunicación
años de identifi- car progresismo con izquierda o libertad de los vanguardis- mos, de alejarse de lo mezquinamente
habrá que comenzar a ser algo reaccionarios por puro sabido?
izquierdismo.) En Apostillas al nombre de la rosa* U. Eco trataba este
Se reivindica la lentitud, el cuido, el matiz. Lo que no es tema, su novela constituía un constante guiño de complici-
acumulable ni traducible porque sólo se logra penetrando len- dad para los adictos a la literatura. Porque hay cosas que ya
tamente en autores, obras y problemas; sintiendo de pura re- no se pueden decir, a menos que uno se distancie, tome una
creación, el olor de un paisaje, el decorado de una época, la
terrible diferencia de las cosas que parecen las mismas y el in- perspectiva irónica, juegue al virtuosismo del pastiche de
contestable aire de familia de todos los tiempos. El placer de qualité. Era esto, según Eco, lo que diferenciaba dos concep-
hojear un texto y descubrir una imagen que nos había pasado tos actualmente muy en boga. La Modernidad era vanguar-
desapercibida en una primera lectura, el hacer que un libro se dista, innovadora, cercana al objeto que exploraba; la Post-
convierta
siempre en múltiples
distintos. libroselagesto
Reivindicar lo largo del tiempo,
de pasar en
indolente- modernidad toma los estilos ya hechos, los mezcla, los es-
compa- ñero de tapas desgastadas, en cofre de tesoros y * U. Eco : Apostillas al nombre de la rosa, Barcelona, Lumen, 1985.
susurros
216 217
perpentiza, marca la distancia de la risa y el descreimiento. nó una ambigua vocación literaria, decide escribir una historia
Todo puede decirse, si uno entrecomilla bien, construye los cuyo protagonista B smrá alguien que ha dedicado veinte años de
diversos lenguajes del simulacro. ¿Es ésta nuestra atiborrada
su vida a un afán estudioso, aún cuando ello lo haya con-
despedida al siglo, rastro que acumula modas en un
vertido en un marginal —o un fracasado— socialmente ha-
disfraz disparatado?
Cabe, no obstante, otra salida: obviar los tiempos, insta- blando. La trama se complica cuando B, decidiendo cambiar su
larse en uno de ellos y construir una obra anacrónica y precio- vida se propone escribir una historia sobre un personaje
sa. Me viene a la cabeza el libro de Luigi Magnani El sobrino que sería su antítesis,un triunfador, alguien que muy bien po-
de Beethoven;* ciertamente el libro se ha escrito hace muy po- dría ser A. Atrapados entre la ficción y la realidad, ambos pa-
co, pero es como si nos llegara de otra época. Es sin duda un sarán a la primera cuando entre los papeles de B se descubra
libro romántico, acaso con el sentido que los novelistas ale- una novela que incluye a ambas, desde el fondo de lo inusita-
manes de la primera mitad de este siglo tuvieron del siglo an- do un tercer narrador los piensa en una obra concluida que
terior, pero romántico al fin. Todas las frases puestas en boca funde con la realidad en ese encuentro ya acaecido, fugaz e
de Beethoven, nos dice su autor, están rigurosamente toma- inadvertido de los tres narradores en un aeropuerto.
das de textos reales. Magnani nos introduce en la borrascosa El esquema es perfecto, la prosa correcta... sin embargo,
y humana relación de dos personajes que se tornan de carne y como decíamos, ¿hasta qué punto vale la pena reiterar los lu-
hueso, donde apenas la música, la fama del mayor es un deco- gares comunes de una época?, ¿en qué sentido una literatura
rado para matizar un trayecto íntimo y desencantado. o un arte emerge como tal no sólo por su perfección técnica
Así pues, frente al distanciamiento que veíamos, cabe sino por el grado de asombro que logra comunicar?
también la recreación, una técnica que desde Robert Graves Ninguna conclusión para este artículo. Pensar la literatura
a como reto, la vida como literatura.
M. Yourcenar nos abre otra salida difícil pero noble, un juego Novedad, validez extratemporal... supongo que estoy ha-
minucioso que se alimenta del infinito de la historia, sortean- blando de algo tan etéreo como el significado del arte, y es
do los lugares comunes, si bien rehuyendo casi cualquier in- que la estética resurge también con el cansancio de las ideolo-
novación en el terreno estilístico. gías, y acaso la fatiga de los saberes se palla con el gesto preci-
Son los tiempos cansados los que reposan su fatiga en so que retoca un maquillaje, el nudo de la corbata que se ajus-
otros siglos más benignos, jugar al collage de la literatura o ta, el perfil que aún se refleja en el espejo del cuarto de baño
conjurar la ingeniería del pasado... Pero también reiterar la cuando una sale a la noche urbana, artificiosa, colorista y
ebria de una ciudad que despierta, de un siglo que se acaba.
vanguardia. Leo el libro de L. Goytisolo Estela del fuego que se
aleja** y no puedo dejar de notar cómo lo novedoso, desde [Las Pro v in c ia s ,
hace ya mucho, se compone de unas cuantas argucias arqui-
Valencia]
tectónicas y metafóricas heredadas del estructuralismo y de
Borges, por ejemplo.
La novela de Luis Goytisolo es impecable, pero ¿hasta
qué punto no es la reiteración pulcra de un lugar común
de los últimos años? A, hombre de éxito social pero que
abando-
*L. Magnani: El s o b r i n o d e Beethoven, Barcelona, Edhasa, 1985.
** Luis Goytisolo: Es tel a del f u e g o que se aleja, Barcelona, Anagrama, 1985.
218 219
APÉNDICE II
* Publicado como columna semanal en «El diván», Las Provincias, Valencia, 7-2-87
a 29-10-87.
221
demos dejar pasar la oportunidad de hacer alguna pequeña de paladear la saciedhd empezamos a hacernos problemas de
teoría, un catálogo, la nostálgica caracterización estética y vi- conciencia, porque, cristianos en el fondo, el exceso nos sona-
vencial. Y ya sabemos que los días son los mismos se ba a pecado. La abundancia nos iba a convertir en seres laxos,
llamen de junio o enero, y que los años no nos son dulces o pesadamente inoperantes. Había que tener cuidado con aque-
esquivos por su cifra, sino por azares fortuitos o por ese llo de ser esclavos de nuestros deseos. La abundancia se tornó
decurso bien previsible que nos hace cada vez más promesa peligrosa, porque sólo en la carencia existimos
«interesantes» y más pre-muertos. Pero, no obstante, si como deseo, como lucha, en la comezón sufriente de un
todas las mañanas fuesen lunes, ¿cómo alegrarse del defecto.
domingo? Pero claro, esta explicación nunca ha convencido a nadie,
Los números acabarán capturándonos en su trampa, y no porque puede que los ricos se suiciden mucho y que a veces
está mal, porque quien más quien menos recordará, intentará también lloren, pero mortecina y llorosa es igualmente la vida
fijar el pulso de los años, se identificará sin remisión como de los desharrapados.
perteneciente al siglo que concluye, y esperanzado o temero- Con tan contradictorios mensajes no nos cabía sino espe-
so, atisbará los nuevos días del siguiente milenio con el rar ésa anunciada abundancia, y ya veríamos después cómo
res- quemor y la certeza de que algo nuevo y diferente ha cada cual se las ventilaba con lo que en el trayecto perdía.
comen- zado, de que algo suyo queda ya sepultado en la Afortunadamente, como el destino aprieta pero no ahoga,
historia. la abundancia llegó en este fin de siglo. No obstante, la fortuna
Y por todo esto da lo mismo que los pretextos sean falsos dejó fuera de su manto a algunos millones de seres ¡ p o c a co-
si las reflexiones son jugosas, y siempre hay un ambiente, una sa!—: gentes de mal vivir o pobres gentes, parados, algunos
moda, un aire diferente en unos años precisos. países oscuros y lejanos... horda paria elegida para resguardar
Para ello, para curiosear, nace esta columna: rastrear, con el sentido, la historia, el deseo, la fruición de las verdades ne-
el precario orden de lo alfabético, una serie de ideas- cesarias; mientras el resto se resigna solidariamente a cargar
fetiche que nos acompañan como estandartes y clichés de con el cumplimiento de la promesa. Esa abundancia de
estilo en las postrimerías del siglo. Un manual de urgencia, calo- rías, de mensajes, de video-clips, de sugerencias de
pues, por- que el tiempo pasa volando, y será bueno que estilo, de fascículos, de puntuales acumulaciones de objetos...
cualquier cam- bio nos pille prevenidos y escépticos. La abundancia es trabajosa, absorbente, feliz, levemente
desasosegada, es cierto; subrepticiamente idiotizante, quizá;
con un obeso vacío cerebral que nos retiene frente al
ABUNDANCIA
televi- sor, excrescentes, mudos, abotargados.
232 233
INFORMACIÓN comprendías que lo único que uno no debía haber olvidado
eran las cuatro cosas que cualquier humano ha sabido con la
edad. Era un digno ? lúcido pago a la fatiga de los años. Ver
Se conjetura que no queda lejos la envejecer los ordenadores cada dos años y ser arrinconados
fecha en que la historia no podrá ser por la nueva genera;ión, no nos alegra ni por la ironía de su
escrita por exceso de datos.
condena acelerada. Las máquinas saben lo que nuestra torpe
BORGES agenda confunde. Se instalan en el interior de la pantalla que
a nosotros nos ata a] frente. A la vez que encanecemos, ellas
La información como exceso, abultamiento plenipoten- se renuevan sin cesar. Nada puede detenerse, todo debe que-
ciario, asfixia y bloqueo. La acumulación de la información dar registrado. Porque otros, los que saben, los que no
haciendo estallar los vientres repletos de las memorias termi- han perdido, ni por la jaqueca ni por la acidez, un minuto de
nales; generando a su vez códigos, fichas de estrategias y infor- mación nos sonríen despectivamente. Mientras
me- todologías para encontrar un determinado dato, y así descubrimos con terror que empezamos a olvidar, que ni
en un crescendo hasta el infinito. siquiera consegui- mos recordar por quz el olvido era tan
En el otro extremo de la privacidad absoluta del saber peligroso...
(su clausura en las bibliotecas de los monasterios), se halla su
ocultamiento a fuerza de su manifestación total. Que todo se
vea, que todo se sepa, que todo puede ser constatado... es lo
que se ha dado en llamar la «obscenidad» de la producción. JOVEN
Irónica ley entrópica que, al multiplicar los mensajes los torna
ineficaces, perdidos en el «ruido» de la comunicación. La sa-
turación es el nombre de nuestro tiempo; el colapso, la misma No está tan claro. El mito de la juventud dorada comien-
fatalidad que nos espera en nuestro destino público y privado. za a caer. Posiblemente ellos ni siquiera han reparado, ¡son
Porque, parafraseando de nuevo a Borges, esta época pasará demasiado jóvenes!
a la historia, si es que ella es todavía posible, como aquella en No hace mucho —iba yo a participar en una mesa
que los hombres pensaban que entre el momento de acostarse redon-
y el de levantarse ocurrían infinidad de cosas que era imper- da en París— una amiga, afincada en esa ciudad desde hace
donable ignorar. años, me sugirió: «vístete de forma que aparentes más edad,
La mentira de la información consiste en introducirnos en lo juvenil no está de moda, eso quedó con mayo del 68...».
esta carrera delirante. Se dice que a usted se le informa para De ese estupor nace un poco la reflexión de este artículo.
que elija, a continuación usted comprende que debe informar- Estamos acostumbrados a que el estilo joven sea un
se para que no le engañen. Debe informarse para «estar en el impe-
ajo», para que otros no se le adelanten, para hacer la pequeña rativo categórico de la época. Pero acaso, matizando, pode-
o la gran política de las tristes mafias de la cotidianeidad. mos descubrir alguna que otra incongruencia.
El saber se convierte en acumulación de datos, y nosotros La verdadera hegemonía de la juventud tiene lugar, efec-
en hormiguitas trabajadoras para una glotona y descomunal tivamente, en los sesenta. Ser maldito, rebelde, revoluciona-
abeja reina. Antaño, lo que nadie debía ignorar, te lo rio, contracultural, ro c k e ro o místico, otorga entonces una au-
decía Dios, o estaba en el fondo de tu corazón, y así hay que reola incontrovertible; y ello porque la sociedad, los gobier-
reco-
nocer que todo resultaba más sosegado. A los sesenta años en laestán
nos, resistencia.
llenos de señores un poco obesos, de traje gris, que
desconfían. Los conceptos carismáticos surgen
234 precisamente 235
De pronto, en la distancia que media entre los sesenta y Ya lo escribía Hermann Broch en el año 33, kitsch es la
los ochenta, el panorama ha variado. Después de a la mujer, estética de la vulgaricad y la cursilería, la voluntad de belleza
al niño, y a alguna que otra lacra a eliminar, se le ha dedica- acharolada, la apoteosis de la imitación con angelotes amura-
do un año a la juventud; los grandes almacenes dicen que su llados, el tono pastel de los finales felices.
edad es hermosa, las instituciones organizan «movidas» y España fue kitscJ hasta que el progreso y el cambio nos
por doquier se habla de su protagonismo. Un criterio privó o nos salvó de ello. Ama Rosa, el caudillo visionario,
de prudencia nos obliga a desconfiar de la importancia de la
aque- llo que necesita nombrarse para tenerla. Porque da la historia gloriosa e imperial, contado para los alumnos de
impre- sión de que el marchamo «joven» no es sino la marca pri-
de esti- lo para cualquier otra edad. Para los maria, en las enciclofedias Alvarez, la verticalidad de las ta-
septuagenarios, a los que así se convence de que blas gimnástico-sindicales de las fiestas del trabajo, la cristian-
consuman a diestro y siniestro viajes y fiestas fuera de dad barroca y oro bajo palio, los Reyes Católicos, Colón y la
temporada. Para los que se adentran en la cincuentena conquista de América.
deportiva y estética. Para la llamada gene- ración del poder, Kitsch había sido también el tardorromanticismo decimo-
que fue joven cuando le tocaba y ahora que tiene poder no nónico, La s Walkirias de Wagner, las arpas de
quiere dejar de serlo... La juventud es el esfuer- zo que usted Tchaikowski, los desfiles hitlerianos y el monumentalismo
hace por consumir un diseño desenfadado y lúdi- co, neotodo.
esfuerzo que, ciertamente, nos pone a todos más guapos, También existe el kitsch de los pobres; la
pero que hay que dosificar sabiamente, porque, los años son los reproducción en
años, y a ver si se va usted a dejar la salud en el intento. plástico de la torre Eiffel, el óleo que imita al óleo, la
Mientras tanto, los cronológicamente jóvenes adquieren falsa porcelana y el Un, dos tres.
sesudos y responsables gestos, se preparan con denuedo para Kitsch es toda imitación con intención artística y de
alcanzar un hipotético estadio de futuro ejecutivo o no dicen felici-
nada aplastados en el asfalto y la marginidad. Estos jóvenes dad. Supone ello, el creer en la grandiosidad y la maravilla,
de los ochenta son terriblemente viejos, tan viejos como el pre tener el inconsciente encuadernado con historias principescas
y u p p y que llevan dentro o la calle sin salida. ¡En fin!, habrá de canto dorado. El kitsch es decadencia, edad de bronce lo
que esperar un poco, unos cuantos años, a que maduren, a que suficientemente cercana a los olímpicos orígenes para fabular-
vengan, algo más viejos, a esta otra orilla donde la «juventud» los y repintar la madera con purpurina. Etapa, pues, de simu-
es un merecido estilo a consumir. lación, sufriente en la oscura conciencia de su límite. Sin em-
bargo, la actual floración del concepto corresponde hoy a una
motivación diferente. En las postrimerías del milenio se ama
lo kitsch no por lo que éste tenía de añoranza del arte verda-
K I TS CH dero, sino por lo que ostentaba de imitación.
LIGHT
Lo kitsch es la tentación del papel con flores y el lazo de Suave, ligero, rebajado, aparente. La realidad mata. Su
regalo para envolver una centuria. Es la lágrima conmovida, densidad amazacotada, substancial, encubre las entrañas
la orquestación grandilocuente con melodía de violines en descomposición, la maldición agusanada de lo extinguible.
y
percusión final. Mejor apuntarse a lo artificial. Nadie desea ya que las co-
236 237
sas sean; basta con que se comporten «como si». Porque en la LLENO
252 253
jamás, sabe cómo obtuvo su poderío, y tiembla al pensar que un infinito tiempo disponible, y de soltura en el manejo de un
se le arrebate de la misma forma. determinado lenguaje y tópicos político-culturales...,
Claro, a veces es difícil verlo, los ejecutores son responsa- resulta- ba, todo hay que decirlo, mucho más barato.
bles padres de familia, personas preocupadas por la prosperi- Pero no crean ustedes que el triunfo de la etiqueta se de-
dad de un pueblo o minuciosos recuperadores de la raíz cultu- be a una baja en la promoción publicitaria de la
ral. Los otros son mugrientos, incultos, violentos de ojos tur- coyuntura
bios y primarios, inadaptados. También hay gentes de bien, a
éstos se les permitirá la asimilación, bastará con que personal de esa generación, ¡qué va!, ya sabe: «los viejos
cambien de costumbres, de vestidos o de lengua, podrán ser rockeros nunca muelen» ¡que n o se ponen pesados ni na- da
casi de los nuestros, al cabo de... una generación... estos ancianitos cuarentones contándonos su película!—. La
La raza esculpe su fosa milenaria. Las campanas tañen a
muerto, y los viejos imperios tiemblan. Como broma incorporación del y u p p y junto al «revival» generacional
anacrónica algunas pequeñas nacionalidades intentan ahora (Beattles, mayos, Ches...) no es más chirriante que la línea
saldar el olvido de la historia, en un continente inexistente que Solchaga-Boyer.
sólo es historia ya. Hay que ser pragmáticos, la estética ancien régime se ven- de
Pero ellos, los otros, han aprendido. Los desarraigados bien como consumo cultural o en sectores secundarios
nos cercan con su miseria, han optado por esperar a que oscu- donde saldar ideológicamente revoluciones perdidas —
rezca lentamente la sangre blanca. Sus hermanos de tez, acau- reno-
dalados, están al llegar, sigilosamente, mientras de momento vación pedagógica o alguna estola d'estiu...—, pero no es ope-
compran algún banco, alguna piedra histórica de Europa, o rativa en el terreno económico. Necesitamos nuevos jóvenes
se entretienen con los engranajes animados de Disneyworld. empresarios, quitarle el color sucio al sabor del dinero y
la mala conciencia a sus nuevos beneficiarios. Porque hay
veces que, cuando el piojoso se trueca en piojo, y medra y se
hincha, un hada plutónica lo convierte en yuppy.
YUPPIES
Pero ¡ay!, si el azar o la herencia tal gracia no le dan, una
entonces, más allá de corifeos publicitarios, mira desolada su
Pues mire usted: «pijos» siempre los ha habido. De los nómina y comprende que a veces las modas son pijotera e
«niños/as bien», a las «topolino» o «pera». Se conoce que ha- Yinaccesiblemente
ZETA caras.
bía que inventar una denominación para cuando los niños «pi- jos» se
hacen mayores. Antes —en los sesenta-setenta— la cosa Seguramente de nada sirven manuales de urgencia. El
estaba clara, con la edad estos especímenes pasaban di- tiempo —o el abecedario— se pasa sin dejarnos la
rectamente a ser: «burgueses», «cartas» o «cochinos capitalis- impresión de haber aprendido nada nuevo, y llega el final
tas». Era otra generación que, si bien no tenía el poder —o la zeta , en vano rezongar que no estamos preparados.
aún , había conseguido hacer coincidir la historia con su
estética y su absolución moral. La progresía, asamblearia, utó- Lo decía Kun- dera en La insoportable levedad del ser: no nos
pica y algo piojosa, desde un feísmo purista y revolucionario, dejan ensayar, la primera y definitiva representación nos coge
otorgaba los certificados de imagen maja, sana y de fiar. Por atolondrados e inexpertos.
nos cambien de siglo Así
o de milenio es laconvencional
es más vida y noy tiene
arbi-
eso el yuppy no existía, y estar à la mode, aunque requería de
remedio. Lo otro: que
254 255
i
t
trario, aunque a pesar de todo esa ristra de nuevos ceros im- BIBLIOGRAFIA ORIENTATIVA
presione y una, uno, piense que debe estar a la altura de la si-
tuación, guardar en la faltriquera algo de la efemérides que
relatar a sus nietos, asumir con dignidad un porte histórico o
precaverse de dar un mal traspiés en el umbral del
futuro, o algo así. Como si el maestro o la tele le fuera a
preguntar y una, uno, temiera quedarse en bragas ante la
historia. Cono- ciendo esa íntima gana de hacer un buen
papel ante los tiem- pos, nació esta modesta chuleta en
forma de gacetilla abece- daria que ahora llega a su zeta y
final.
Acabamos el siglo con la «zarabanda» de las modas, las
calles llenas de litronas y amenazas nucleares que retornan a
la tradicional bayoneta. Estamos hartos de «zozobras», y por
eso, mejor que el «zumbido» de los misiles, el de las máquinas
tragaperras. Desesperamos igualmente de los «zorrastrones»
y de los «zoquetes», aunque ni de unos ni de otros nos libra-
Ciencia, nuevos rumbos
mos, que vivir es ir hilvanando sus «zarandajas» y nuestro
hastío. Nos inquieta el confundir las casas vecinales con los BAREL, Yves: Le Paradoxe et le Système, Presses universitaires de
«zulos», y todo ese terror que se nos inocula poquito a poco. Grenoble.
Porque al menos, cuando un milenio concluye se debería po- DAWKINS, Richard: El gen egoísta, Barcelona, Labor, 1979.
der «zanjar» con alguna de sus miserias y sus vainas, y todo D'ESPAGNAT, B.: À la recherche du réel, Gauthier-Villars.
podía ser como una película de Capra, pero sin trampas ño- FEYERABEND, P.: Against Method. N.L.B. 1975 (Contra el método),
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dóneseme el punto blandengue, pero ya se sabe que con los HOFSTADTER, Douglas R.: Gödel, Escher, Bach, Barcelona, Tusquets,
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Vanguardias
22 97
ElLaporvenir
muerte de
dellaarteteoría .................................................................
........................................................
Arte y crítica ........................................................................... 3 ......
1 32
Crítica de la crítica
Recapitulación 36
264 265
Un paso más: el objeto perverso ......................................... 37 II
Final .......................................................................................... 4 0 Postmodernidad, po;tmoderno 11 0
Hacia una estética pDstmoderna 11 0
Caracterización de la Postmodernidad 1 1 5
C A P Í T U L O II I. LA SEDUCCIÓN D E LA DIFERENCIA ....................
Una confluencia de corrientes 11 8
41
Réquiem por un siglo La Postmodernidad según Lyotard ... 1 2 2
........................................................... 4 2
Pensar lo femenino, pensar en femenino
.......................... 4 4 III
La mujer como ausencia e invención ................................ 4 7 ............................... 126
Hacia una genealogía de la mujer La crisis de la Modernidad
....................................... 4 8 La razón ................. ............................... 12 7
La dama .................................................................................. 50
La seducción de la diferencia El sujeto ................. ............................... 129
.............................................. 5 2 La historia .............. ............................... 130
La realidad ............. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
CAPÍTULO IV. DEL FUTURO-MUJER
AL FUTURO-TRANSEXUAL .................................................................. 55 IV
Alternativas: la Transmodernidad 1 33
¿Otro discurso crítico? ......................................................... 5 5
El futuro-mujer ...................................................................... 5 9 Transmodernidad y xpensiero debole» ............................. 1 4 2
Intercambiabilidad de papeles: ¿un presente Transmodernidad e ilustración ........................................... 1 4 4
«Excursus» sobre la cultura ................................................. 1 4 8
andrógino? ....................................................................... 6 3 Hiperrealidad transmoderna ............................................... 1 5 5
Todos somos transexuales
................................................... 6 7
Los trabajos de Eurínome ................................................... 70
266 267
Xenofobia . ................ 253
Pequeña Bastilla .................................................................... 1 8 4
Yuppies . ............... 254
Michel Foucault ...................................................... 1 8 4
Deleuze ..................................................................... 1 8 8 Y Zeta ............... 255
Bernard-Henri Levy: aquel viejo nuevo filósofo .. 1 9 2
El advenimiento de lo angélico ............................ 2 0 4 BIBLIOGRAFÍA ORIENTATIVA . . . ....................................................................................................................
257
Pierre Klossowski ................................................... 2 0 7
Un flash parisién ..................................................... 2 0 9
Pureza de sangre y razón nacional ....................... 2 11
El fetichismo ............................................................. 2 1 3
Reiterar, recrear, distanciarse ............................... 2 1 7
236
Light .......................................................................
237
Lleno ......................................................................... 2 3 8
Modernidad .............................................................. 2 3 9
Narcisismo ................................................................ 24 1
Ñ/Nostalgia ............................................................... 2 4 2
Ocio ........................................................................... 2 4 3
Postmodernidad ...................................................... 2 4 4
Querer ....................................................................... 2 4 5
Razón ........................................................................ 2 4 7
SIDA ......................................................................... 2 4 8
Tecnología ................................................................. 2 4 9
Urbano ...................................................................... 2 5 0 269
268 .......................................................................... 2 5 2
Viaje