-Que con la mantilla dejaría usted de ser un tipo lindísimo y de pura raza santanderina, para confundirse con la vulgaridad de las señoritas más o menos cursis.
Cuando la aprehensión es afirmada en función de una cualidad propia de un algo que es así determinado. "Los andaluces, graciosos"; "los niños, brutos"; "las niñas, cursis".
Sobre la banda sonora dijo que «es una "sopa espesa de alboroto de criaturas de la noche"» y que los arreglos de Simonetti eran «hilarantemente cursis y anticuados».
los originales de Madonna, con la excepción de "Vogue", están todos acompañados por teclados cursis y fríos, como si los hubiese grabado en la cochera de alguien».
Y para los que aguardan, si aún les queda la gana de esperar, sucumbe una vez más la ilusión; esa burda masturbante de los trasnochados
cursis.
Antonio Domínguez Hidalgo
Señor del junto y del cerca, -la hermandad- ilumina su nocturno vuelco, y el mío, hacia las esferas de tu don silente; fulgurante en los bullicios de tus auras… aunque a misérrimos de engreimientos y de odios, -nunca supieron amar- les parezcan osamentas cursis.
Viejos verdes, niñas
cursis, mamás grotescas, canónigos egoístas, pollos empalagosos, indianos soeces y avaros, caballeros sospechosos, maníacos insufribles, enfermos repugnantes, ¡peste de clase media!
Leopoldo Alas
Las institutrices y damas de compañía que a veces tienen que ir con las muchachas o con los niños, en los bailes infantiles, y a quienes no se decide nadie a dar la mano, aunque ellas hacen sus conatos de adelantarla tímidamente; las parientas pobres, insignificantes, embutidas en un traje mil veces remendado y que fue desecho de su rica parienta; las feas de solemnidad, a las cuales nadie lleva el buffet ni da un rato de palique: las
cursis francamente
cursis, que parece que tienen la peste y van mendigando un saludo y una palabra..., y, sobre todo, los músicos.
Emilia Pardo Bazán
Añádase a esto el grato calor de intimidad que en el paraíso une a gentes que, acabada la temporada de ópera, no vuelven a verse en todo el año; el gusto de estar en contacto perpetuo con hermosas
cursis, tan amables que, mientras llegaba, me guardaban el sitio, colocando en él sus abrigos para señal; la sección de chismografía y despellejamiento de las damas de alto coturno que, a vista de pájaro, distinguíamos tan orondas, y a veces tan aburridas, en sus palcos forrados de carmesí, entre un mar de caliente luz y un vago centelleo de pedrerías; el placer de sudar mientras fuera nevaba; otras mil ventajas y atractivos que el paraíso reúne, y diga cualquiera si no había yo de pasarlo bien en mi rinconcito.
Emilia Pardo Bazán
Inventos cortesanos del hastío, artesanos de los ocios por negocios, parquedad esbelta de su burdo delta, rosas
cursis de la ganga cotidiana, pero más en febreros de a catorce como enganche de amor...
Antonio Domínguez Hidalgo
–afectiva ficción de falo satisfecho– –compraventa rococó de los amores vaginales– y troncaron las efigies
cursis del recuerdo en presencias empuñadas para encender la marcha...
Antonio Domínguez Hidalgo
¡Ah, mi conciencia clavada en las torpes dignidades, en las
cursis gratitudes, en los ateísmos bestias y en la honestidad inútil!
Antonio Domínguez Hidalgo