Tras varias censuras en diversos momentos (en el siglo XVII, por ejemplo, por parte de Jerónimo de Guedeja y Quiroga), la representación de comedias de santos y otro tipo de obras religiosas fue prohibida en el siglo XVIII por Fernando VI y llevada a efecto en todos sus extremos por Carlos III, como resultado de la Ilustración: la Real Cédula de 11 de junio de 1765 ordenaba prohibir los autos sacramentales y las comedias de santos y asuntos sagrados.
Adjunta a Fortuna estaba la Ocasión (muchas veces confundida con la misma Fortuna), la cual se representaba casi totalmente calva, con sólo una guedeja o un mechón pequeño, ya que una buena Fortuna era entendida como de una Ocasión difícil de atrapar (como es difícil de atrapar de los cabellos a alguien calvo), en otras representaciones Fortuna aparecía figurada de un modo semejante a la Justicia: con los ojos velados o con un timón ya que pilotaba la suerte de la humanidad.
En Belmonte dejó, entre otras obras, la reja de la capilla de la Anunciación y la que cierra la capilla del racionero Jerónimo Guedeja, ambas en la colegiata; otros trabajos suyos fueron la reja de la capilla de las Reliquias, en Sigüenza o la reja y las celosías de hierro de la casa del conde de Priego, y a su taller se han atribuido igualmente una reja en la capilla de San Bartolomé de la catedral conquense y otra en la iglesia parroquial de La Alberca de Záncara.
Resuelto, pues, a irse con sus petates a otra parte, dirigiose a la acequia de la cárcel, rompió la escarcha, lavose cara y brazos con agua helada, pasose los dedos a guisa de peine por la enmarañada
guedeja, lanzó un regüeldo que por el olor a azufre se sintió en todo Pasco y veinte leguas a la redonda, y paso entre paso, cojitabundo y maltrecho, llegó al sitio denominado Uliachi.
Ricardo Palma