Entraron algunos clérigos que venían para cantar un entierro. El seminarista vistióse el roquete, y el sacristán vino a entregarle el incensario: El humo aromático llenaba el vasto recinto.
-Ignoro si es exacto lo que decís, replicó la princesa; pero lo que sé es que soy muy tonta, y esto explica la pena que me mata. -Sí sólo eso os apesadumbra, dijo Roquete del Copete, puedo poner término a vuestra pena.
-Observo, le dijo Roquete del Copete, que mi proposición os disgusta, y como no me sorprende, os concedo un año completo para resolver.
Al día siguiente celebrose la boda, como había previsto Roquete el del Copete; y con arreglo a las órdenes que había dado con mucha anticipación se verificaron los festejos.
El general Radet, jefe de los demoledores, encontró al Papa en la Sala de las Audiencias ordinarias, rodeado de los cardenales Pacca y Despuig y de algunos empleados de Secretaría. Pío VII vestía
roquete y muceta; había dejado su lecho para recibir al enemigo, y daba muestras de una tranquilidad asombrosa.
Pedro Antonio de Alarcón
Ellos estando en aquesto, llegó don Diego de Haro: -Adelante, caballeros, que me llevan el ganado; si de algún villano fuera ya lo hubiérades quitado, empero, alguno está aquí a quien place de mi daño. No cumple decir quién es, que es el del
roquete blanco.
Anónimo
En cuanto hubo prometido a Roquete del Copete casarse con él al cabo de un año, día por día, sintiose completamente transformada y con increíble facilidad para expresar sus ideas con delicadeza, naturalidad y finura.
Comenzó por tener una conversación muy sostenida con Roquete del Copete, que creyó haber concedido más talento que para él se había reservado.
Por casualidad fue cierto día a pasear por el mismo bosque donde había encontrado a Roquete el del Copete, y al dirigirse a aquel punto solitario tuvo el propósito de discurrir más a sus anchas respecto a lo que debía hacer.
Admirada de este espectáculo, preguntoles la princesa para quién trabajaban, y el que parecía ser jefe de los cocineros, le contestó: -Trabajamos para el príncipe Roquete el del Copete, cuyas bodas se celebran mañana.
En aumento fue su sorpresa al oír la respuesta, pues recordó de pronto que hacía un año, día por día, que había prometido casarse con el príncipe Roquete el del Copete; y tal fue la impresión que le produjo la noticia, que poco faltó para que se quedara petrificada.
Apenas hubo dado treinta pasos continuando su paseo, cuando se le presentó Roquete el del Copete, bien compuesto y con magnificencia vestido, como conviene a un príncipe que va a casarse.