“In God We Trust”
El complejo del dinero
Victor J. Krebs
Pontificia Universidad Católica del Perú
Sin contrarios no hay progreso. Atracción y
repulsión, razón y energía, amor y odio son
necesarios a la existencia humana.
--William Blake
1. Alquimia
Cuando hablamos de dinero, estamos hablando de algo volátil al mismo tiempo que de
algo macizo. Volátil como el espíritu, y sólido como la materia. El dinero es, desde esta
perspectiva, un encuentro de fuerzas contradictorias aliadas en un solo e invertido
abrazo. Una paradoja. Una dialéctica, en suspenso.
“In God We Trust”, frase que me sirve de título, y además lema del billete de un dólar
americano1 --la moneda del más importante Imperio de esta época-, retrata esa
paradoja en su imagen y así efectúa un matrimonio extraño entre lo espiritual y lo
material2 (o en otras palabras de William Blake: entre el Cielo y el Infierno). La
Desde hacen 57 años exactamente, en siete días, el 1 de octubre.
El origen de este lema se encuentra en esta carta escrita en 1861 al entonces Secretrario de la Tesorería, Salmon P.
Chase, por el Ministro Evangelista de un condado de Pennsylvania “Dear Sir: You are about to submit your annual
report to the Congress respecting the affairs of the national finances. Un hecho tocante a nuestra moneda ha sido
seriamente ignorado. Me refiereo al reconocimiento de Dios todopoderoso en algunas de neustras monedas. Usted
es probablemente cristiano. Qué pasaría si nuestra Republica fuese desapercibida. No razonarían orrectamente los
anticuarios de los siglos por venir que eramos una nación pagana? Lo que propongo es que en lugar de la diosa de la
libertad…deberíamos colocar el ojo omnisciente, coronado con un halo sobre la bandera americana… y entre las
barras de la banderas las palabras DIOS, LIBERTAD, LEY. …Nos aliviaría de la ignominia del paganismo y nos
pondría abiertamente bajo la protección divina uq ehemos elegido personalmente..”(US Department of Treasury,
http://www.treasury.gov/about/education/Pages/in-god-we-trust.aspx -Sept 21, 2015)
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aleación de estas dos fuerzas elementales constituyen la esencia misma o lo que prefiero
llamar la alquimia del dinero.
Otra manera de decir lo mismo es que el dinero es un contenedor en el que se puede
condensar el deseo o la fantasia, hasta su transformación en materia sensiblemente
cargada con sentido. Por ejemplo, quiero esa educación para mis hijos, la casa de mis
sueños, las mejores oportunidades para crecer; el dinero que produzca yo podrá, en su
macizo peso, materiarizar lo que deseo. El dinero puede transfigurar la materia,
hacerla significativa porque en su alquimia es la hace encarnar la fantasía.)
Bien. Y cuando me refiero al dinero, en mi subtítulo, como un “complejo psíquico”,
quiero decir no solo que involucra una dialéctica paradojal entre materia y espíritu,
sino que implica además el peligro permanente de su polarización.
El ser portador de tal peligro le da al dinero sobre nosotros, el poder de perturbar el
balance del alma, tanto individual como colectiva, y de llevarnos hasta la locura. Eso es
lo que significa que sea un complejo.
Es por esa razón --porque es un complejo (como la sexualidad es un complejo, la
política es un complejo, la religión es un complejo)-- que es necesario ser prudente y
cauteloso siempre que se tiene que lidiar con el dinero, cuando se entra en su ámbito.
Es una materia volátil, sí, pero por eso mismo es tambien capaz de activar las pasiones
más brutas y bajas en uno.
Como lo pone Axel Capriles, en su libro El complejo del dinero,
Las finanzas tejen silenciosamente intricados contratos interpersonales,
demarcan territorios y fronteras que nos ciñen y violentan disimuladamente. En
muchas relaciones de pareja el tema monetario se convierte en tabú pues, de lo
contrario, desataría devastadoras tempestades y heridas incurables. El
presupuesto agobia la sexualidad y el matrimonio, y es parte de la
manipulación y las luchas de poder en las relaciones interpersonales. Los
asuntos financieros embrollan el trato con los amigos, los lazos con la pareja, los
nexos de parentesco e incluso las relaciones entre padres e hijos. El dinero, en
otras palabras, convierte al íntimo en extraño y consteliza la sombra, en el otro.3
El que el dinero sea un complejo psíquico se muestra además en su gramática, que es
como su síntoma. Hablamos del “valor” del dinero, de su “interés”, de sus “altos y
bajos”, de nuestras “inversiones y pérdidas”… el lenguaje del dinero es un lenguaje
psicológico. Y en ese sentido podemos entender los movimientos del dinero en el
mundo, como síntomas de la psique, individual y colectiva, y a la economía como un
intento por mantener a esa bestia bajo control.
Abro un pequeño paréntesis: Desde 1973, a raiz de que Nixon terminara con la
convertibilidad del dólar en oro, el dinero utilizado en el mundo --hoy en día, en la
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Capriles, Axel, El complejo del dinero (Caracas: Ediciones BXEL, 1996), pp. 98-9, ligeramente editado.
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primera parte del siglo XXI-- tiene un valor que ya no se sustenta en una garantía
física o material sino en la creencia, subjetiva, virtual, de que será aceptado como
moneda de cambio por los demás habitantes del planeta. Ahora, el único objetivo de las
autoridades monetarias y Bancos Centrales es suavizar las fluctuaciones especulativas
en el mercado y mantener la estabilidad de precios a corto plazo, evitando así
situaciones indeseables y críticas como la hiperinflación o la deflación. La idea de la
Economía como una ciencia capaz de dominar al animal que se mueve bajo las mareas
de la bolsa mundial es cada vez menos creíble, cuando lo único que puede hacer es
regularlas, pacificarlas en la medida en que esas mismas fuerzas se lo permiten. Quizás
sea de otra cosa que de una ciencia, que se trate el conocimiento del dinero que
necesitamos.
Me interesa, entonces, hablar del espacio psíquico que tiene el dinero en nuestras
vidas, de la trama de imágenes, sentimientos y pasiones que despierta en nosotros, el
valor, el peso, el interés que tiene para nosotros, y del poder que posee sobre nosotros,
para deprimirnos o inflarnos --en un sentido más amplio que el meramente
cuantitativo, de la depresión o hiper-inflación económicas. Me interesa, sobre todo, su
fácil transformación en mera cantidad o en cifra y, por lo tanto, en mero poder. (Y me
interesa además, nuestra atracción por ese poder).
Cuando el dinero es materializado, reducido a pura cifra, su dialéctica se polariza y de
ese modo se desconecta y de alguna manera pierde ya ese llamado a la trascendencia
que anima originalmente el lema, “In God We Trust” sobre el billete de un dólar, que
supuestamente lo hace capaz de efectuar aquel matrimonio paradojal entre espíritu y
materia, capaz de realizar la condensación de deseo y fantasía en materia con sentido.
El dinero cuando es apartado de su vocación paradojal y, podríamos decir, se literaliza,
se cuantifica crudamente, pierde el poder de transformación, aplana todo lo que toca
reducido a ningun otro sentido más que el del número y a la producción cuantitativa en
la que él mismo ha transformado todo. Midas es el nombre de esta dinámica.
Otra manera de decirlo es tal vez esta: “In God We Trust” sobre el billete americano
irónicamente se vuelve autoreferencial y nuestra fe en el dólar toma el lugar de nuestra
confianza en Dios. Dios entonces es reemplazado por la plata. Pero eso es, pues,
Idolatría. El Becerro de Plata. El ministro puritano que motivara a Salmon Chase,
Funcionario máximo de la casa de la moneda de Estados Unidos hacen 107 años, a
imprimir el primer billete de dólar americano con ese lema, había argumentado que
era importante dejar como mensaje al futuro que los Estados Unidos de Norteamérica
no era una cultura de paganos. ¿Qué diría él del sentido que ha adquirido su legado
para el globo hoy?
2. Cifra
Heidegger ya nos advertía de la predilección por cifras de nuestra época, como síntoma
de una patología, que consiste en transformar la cualidad de la experiencia en la
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cuantificación de la representación, donde el mundo termina desapareciendo detrás de
su representación numérica4.
La consecuencia de esa patología es lo que él llama “lo gigantesco”, que se muestra
más evidentemente en la conversión de todo en estadísticas, en nuestra curiosidad por
los máximos y los mínimos y en nuestra fascinación por los récords… sino también
ahora en la avidez por la fama mediática, en la compulsión de los selfies, en la cultura
de los likes y la búsqueda de seguidores en todas las redes sociales. Heidegger pódía
mencionar también la eliminación de las grandes distancias mediante el avión en el
espacio, pero nosotros ahora podemos hablar de su nulificación por la realidad virtual,
de la aceleración y dilación de tiempos y distancias que ocurren en las comunicaciones
cibernéticas, de la disolución de la intimidad en la viralidad virtual, etc., etc.5
Kierkegaard veía en Don Juan, quien se preciaba, no de las mujeres que había
poseído, sino del número que había caído ante él, al paradigma de nuestra época y como
un representante de la esfera más superficial de la vida humana, que él llamaba
“estética” y la contrastaba con la religiosa. Rafael López-Pedraza, un distinguido
junguiano, describe la condición como una impotencia psíquica, una incapacidad de
hacer imágenes, y por lo tanto de conectarse psíquicamente con lo que se percibe o
considera solamente a través del intelecto. Como escribe López, “existe una gran
diferencia entre las imágenes que acuden a la mente de un hombre al recordar sus
amores, conectándole así con los distintos complejos de su historia, y las aventuras
amorosas que acuden a su mente en términos numéricos.”6 No sorprende entonces que
Kierkegaard se refiera a nuestra patología como una exacerbatio cerebri, una
exacerbación cerebral.
Esa misma enfermedad es la que Capriles llama “la obsesión por la cifra” y no consiste
en otra cosa que en la literalización del dinero, en el colapso de la tensión interna que
Krebs, Victor J., Del alma y el arte, Reflexiones en torno a la cultura la imagen y la memoria. (Caracas, Editorial Arte,
1997) (Caracas, E, pp. 131-2
Krebs, Victor J., “The Power of Ghosts. Psychic Awakening in the Virtual World”, Jung Journal: Culture &
Psyche, Volume 7, Issue 4, 2013 .
López-Pedraza, Rafael, Hermes y sus hijos, Madrid: (Anthropos), p. 174
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debe preservar entre lo material y lo espiritual, o la reducción de lo psíquico a lo
meramente cuantitativo.
Y es cierto que encontramos cada vez a más personas ¨gigantescas”, personas, como
señala Capriles, “cuyo estilo de conversación se caracteriza por la monótona y
reiterada enumeración de artefactos, pertenencias, adquisiciones y objetos, y cuyo
distintivo agregado es la mención obligatoria del precio de esos objetos.” Y creo que
también tiene razón Capriles cuando agrega, que “más allá de la frivolidad implícita ….
[ello] responde a una fantasía colectiva que pretende reducir el mundo a un común
denominador, con el cual podamos cuantificarlo y medirlo en forma clara e
inequívoca.”7
La matematización o cuantificación es la
forma como empezamos a relacionarnos
más y más con el mundo, ahora
potenciada por los algoritmos que
traducen en nuestras computadoras
imágenes representacionales de todo,
reduciendo la complejidad real y su
impredecibilidad radical a una
estructura dócil al pensar intelectual.
Ego friendly casi quisiera decir. Las
cualidades sensibles, que están cargadas
con la complejidad paradojal, son
sustituidas por frígidas cantidades
conceptuales, medibles, controlables y
predecibles. Kierkegaard decía que
detrás de ese colapso de la dialéctica, en
este caso de la polarización materialista,
está la resistencia a la inversión
existencial, la negación al que implica
todo proceso. De ahí no es de
sorprender la galopante proliferación,
durante los últimos años, de la
representación y la popularidad de los
simulacros que hace posible la Era
Digital en el mundo virtual. Cuando la
alquimia del dinero se polariza y éste se
reduce solo a cifra material, nos protegemos de la inversión anímica pero al costo del
sentido existencial. El síntomade esa vaciedad es, efectivamente, lo que Heidegger
llamaba lo gigantesco.
Pero el comercio no es solo material ni el dinero mera cifra. Es además, un espacio en
el que se condensan la imaginación con la realidad, donde se realiza el trabajo interior
en el que la imaginación transfigura al objeto de mi fantasía en una realidad de valor
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El complejo del dinero, p. 110
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íntimo.8 Cuando la inmediatez de la cifra sustituye ese proceso o lo anula volviendo al
comercio un mero intercambio y al dinero en cifra, entonces brota la hybris y crece la
desmesura.Contra esa propensidad del alma humana se alza siempre una conciencia
del peligro, como forma psíquica de compensación, que se expresa en imágenes
culturales de advertencia. Por ejemplo, en el libro sagrado de nuestra tradición judeocristiana, tenemos la imagen de los mercaderes en el templo, a quienes Jesús expulsa
iracundo por haber confundido la casa de su Padre con un mercado; o el ojo de la
aguja por el que antes pasará un camello que un rico, en camino al reino de los cielos.
Estas son imagenes que parecieran advertir que uno puede ganar el mundo y sin
embargo perder la propia alma (cf., Mateo 26, Marcos 28). La admonición acerca de
la necesidad de una actitud humilde no es, por lo tanto, sino un resguardo en contra de
la hybris o arrogancia que surge inevitablemente cuando el intelecto se desconecta de
la emoción y el cuerpo, y hace posible así la visión de lo trascendente.
Como observa Robert Sardello,
Reconocer plenamente el carácter sagrado de las cuestiones financieras nos
apartará del marxismo y del capitalismo, de cualquier visión que nos haga
pensar que las cuestiones monetarias solo tienen que ver con la acumulación y
distribución de cosas materiales.9
“La obsesion por la cifra” no es sino el síntoma de un dinero que ha perdido su poder
alquímico, que ha dejado de sostener el fino balance entre la materia y el espíritu del
que surge. Y es entonces, que el alma, en palabras de James Hillman, es “desviada por
el camino de la negación y el mundo se abandona a la lujuria, la avaricia y la codicia”,
La fealdad, la corrupción del poder, la naturaleza puramente cuantitativa del
dinero hoy no son sino la consecuencia de haberlo escindido y apartado de los
dioses de donde proviene.10
Reducido a la mera cifra el dinero deja ya de tener un valor psíquico, o tal vez más
gravemente: sigue siendo psíquico, pero ya desde las sombras.
3. Hermes (o: Contra la idolatría)
Jung decía que ahora, en nuestro tiempo, nuestros dioses se ocultan o se hacen
manifiestos en nuestras patologias. Ahora bien, el patrono del dinero es el dios Hermes.
No, por supuesto, en la cultura monoteísta de donde sale el lema con el que
empezamos, que somete todo a una sola mirada, desde lo alto de una jerarquía cósmica;
sino en la cultura politeísta de los griegos, cuna (junto con el monoteísmo judeocristiano) de nuestra cultura.
Sobre este tema he escrito algo más en Del Alma y el Arte, pp. 89-93
“Money and the City”, en Money and the Soul of the World, (Dallas: The Pegasus Foundation, 1983), p.6
Hillman, James, “A Contribution to Soul and Money”, In Soul and Money, (Dallas: Spring Publications, 1982), p.
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Y Hermes, como escribe Ginette Paris, es “a quien se le atribuye el arte de hacer fuego
frotando dos maderos, y quien expresa ese mismo espíritu al frotar dos palabras o dos
culturas y prender esa otra chispa que es la comunicación”.11 Y podemos agregar,
también del comercio y la transacción.
Con los romanos Hermes se vuelve Mercurio, nombre también del metal líquido que
en inglés se llama “quicksilver”, es decir: plata líquida, imagen con la que se representa
su vivacidad, su maleabilidad y su capacidad de transformación. Hermes se transforma
interminablemente, pues su naturaleza es tan cambiable y susceptible como lo es la del
metal que él nombra. La fluidez de Mercurio, podríamos decir, da imagen al
movimiento suspendido, la tensión entre espíritu y materia de la alquimia paradojal o el
alma del dinero.
Dije antes, que quizás sea de otra cosa que se trate el conocimiento del dinero que de
una ciencia. Sería entonces la tarea de la economía, o de lo que podríamos llamar
economía: mantener el balance, suspender la dialéctica manteniéndola en movimiento,
y no precisamente para controlar ni para predecir sino para compensar y advertir.
La volatilidad del dinero, su conexión con la fantasia y el deseo, requieren de la solidez
o el ancla de la materia. Pluto, dios de la riqueza y Plutón del inframundo ambos están
también aliados al dinero y hablan precisamente de ese aspecto. Ellos son la presencia
que nos pone los pies sobre la tierra en su alquimia. Tener monedas que contar,
números con los que hacer cuentas y ordenar y sacar cálculos son esenciales para
construirle una base a las nubes donde habitan nuestros sueños, como lo pone
Thoreau en su gran libro Walden (un capítulo del cual está enteramente dedicado a
recontar las cuentas durante su estadía en la cabaña donde fue hacer su experimento
de vida frente al lago).
In God We Trust. En Dios confiamos. Pero también “al César, lo que es del César”
Mantener esta tensión y evitar la literalización que, como dice Hillman, causa el
colapso y “depriva al dinero de su alma, y al mundo de alma”.
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Paris, Ginette, Pagan Grace, (Dallas: Spring Publications, 1990), p. 62)
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