2017
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
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Directorio
Portada: Foto de Maya Lorena Pérez Ruiz.
Consejo Directivo 2017-2019
Responsables del número: Maya Lorena Pérez Ruiz
y Antonio Machuca.
Presidencia
Ricardo A. Fagoaga Hernández
Fotografías: Maya Lorena Pérez Ruiz, Mélissa Elbez,
Renata Schneider, Diego Ángeles, Martha Amparo
Fernández, Charlotte Pescayre y Enrique Botello.
Vicepresidencia
Fernando I. Salmerón Castro
Diseño y formación: Adriana Paola Ascencio Zepeda
Secretaría de Organización
Lizeth Pérez Cárdenas
Producción: Colegio de Etnólogos y Antropólogos
Sociales, A.C.
Secretaría de Organización Suplente
Nicanor Rebolledo
Tesorera
Ma. Guadalupe Escamilla Hurtado
Boletín Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales
A.C. Enero-Diciembre 2017, es una publicación anual
editada por el Colegio de Etnólogos y Antropólogos
Sociales A.C., Av. Heroica Escuela Naval Militar No.
454 (24-A), piso 1, Col. Ampliación San Francisco
Culhuacán, Delegación Coyoacán, C.P 04260,
Ciudad de México, México.
Tels. 55 4343 7429,55 4796 1628
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Subtesorera
Patricia Torres Mejía
Editor responsable: Laura Raquel Valladares de la
Cruz. ISSN 2007_2414.
Secretaría Técnica
Mirza Mendoza Rico
Secretaría Técnica Suplente
Andrés Latapí Escalante
Consejo de Vigilancia
Andrés A. Fábregas Puig
Alejandro A. González Villarruel
Comité Editorial
Rodrigo Díaz Cruz (UAM-I)
Juan José Pujadas (U Rovira i Virgili-España)
Gustavo Lins Ribeiro (U Brasilia-Brasil)
Esteban Krotz (UAdY, Yucatán)
Antonio Escobar Ohmstede (CIESAS-DF)
Ma. Guadalupe Escamilla Hurtado (CGEIB-SEP)
Juan Luis Sariego † (EAHNM)
Hernán Salas Quintanal (IIA-UNAM)
Carmen Bueno Castellanos (UIA)
Andrew Roth Seneff (COLMICH)
Laura R. Valladares de la Cruz (UAM-I)
Este número contó con el apoyo del Instituto Nacional
de Antropología e Historia y el Colegio de Etnólogos
y Antropólogos Sociales, A.C.
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Se autoriza la reproducción parcial de los materiales
publicados, siempre y cuando se haga con fines
estrictamente académicos, no comerciales y se cite la
fuente
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
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Índice
La patrimonialización ¿un nuevo paradigma?
Maya Lorena Pérez Ruiz y Antonio Machuca
5
Reflexiones en torno a la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas
Arqueológicos, Artísticos e Históricos
Blanca Paredes Gudiño
15
Los riesgos de la patrimonialización. Una reflexión
Amparo Sevilla
27
¿De quiénes son las cosas: de ustedes o de nosotros?
Renata Schneider
33
El costumbre y las costumbres. Prácticas indígenas a prueba de las
políticas patrimoniales en la Huasteca
Anath Ariel de Vidas
La Identidad maya: ¿ficción patrimonial? Reflexión a partir
del caso de Tulum
Mélissa Elbez
45
55
El amaranto, un recurso alimenticio de larga duración. Patrimonio
Cultural Intangible de la Ciudad de México
Ana María Luisa Velasco Lozano
65
Valoraciones que viven y conviven en los procesos de
patrimonialización de expresiones culturales inmateriales
Montserrat Patricia Rebollo Cruz
75
Patrimonialización y cirquización de la maroma zapoteca de Santa
Teresa Veracruz. Retos de un patrimonio en movimiento
Charlotte Pescayre
83
Estratos de roca, estratos de memoria. La construcción cultural del
Territorio Yumano
Everardo Garduño y Vanessa Ruiz Ortega
91
Patrimonio cultural y desarrollo comunitario. Desafíos para la gestión
cultural
Ixel Hernández León y Federico Gerardo Zúñiga Bravo
101
SECCIÓN DOCUMENTAL
Encuesta sobre la práctica profesional y las condiciones de trabajo de los
antropólogos en México. Síntesis de resultados
Carmen Bueno, María Antonieta Gallart, Roberto Melville y Rubén
Regalado
110
Informe del Consejo Directivo del CEAS 2015-2017
134
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3
Mundo maya, octubre 2015. Foto: Maya Lorena Pérez Ruíz.
4
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La patrimonialización
¿un nuevo paradigma?
Maya Lorena Pérez Ruíz
y Antonio Machuca
mayaluum@gmail.com
machucaantonio@gmail.com
Dirección de Etnología y
Antropología Social, INAH
Como sucede siempre cuándo una palabra, con sus escasas letras, parece albergar el amplio
contenido de un proceso o de un fenómeno social, la noción de patrimonialización está en
boga en México y en otros lugares del mundo. Se usa para nombrar una vasta gama de eventos
que suceden en torno a expresiones, bienes culturales y naturales, personas o grupos humanos, cuando son valorados como patrimonio cultural y son empleados por un amplio espectro
de actores, para una gran variedad de objetivos, siempre bajo la justificación de la necesidad
de proteger y conservar aquello que se patrimonializa.
Lo que no siempre es evidente es la definición conceptual de esa noción, ni los alcances
y acotaciones de su uso, por lo que cada vez se parece más a una caja oscura en la que cada
quien coloca lo que considera que debe contener; dejando para la imaginación, o para el sentido común, el significado que se supone que la patrimonialización tiene para todos los que
empleamos dicho término.
Este número del Boletín del Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales, en su 41º
aniversario, aborda precisamente la amplitud con que en la actualidad se emplea la noción de
patrimonialización. Sin embargo, antes de adentrarnos en cada uno de los trabajos que aquí
se reúnen y en la manera en que cómo cada autor aborda el tema, vale la pena puntualizar
significados básicos que nos permitan entender que hablamos de lo mismo.1
Un primer aspecto sobre el que vale la pena ponerse de acuerdo es que la noción de
patrimonialización transmite la idea de que se trata de un proceso, de una acción que ejercen
los sujetos sobre algo que antes no era patrimonio, y que se pretende que lo sea; asignándose
además ciertas formas de uso y usufructo. De ahí se desprende que la patrimonialización si
bien puede darse en torno a bienes y expresiones culturales, dándoles la connotación de ser
patrimonio, éste no debe tratarse como si fuera equivalente o sinónimo de cultura, ya que
únicamente cuando un aspecto de la cultura, en su expresión subjetiva u objetivada2 pasa por
procesos de selección y clasificación, para otorgarle la valoración de que debe ser conservado
y protegido, adquiere el carácter de ser patrimonio.
El segundo aspecto es acordar que esa acción, mediante la cual se patrimonializa, consiste en agregarle valor a lo que se pretende considerar como bien patrimonial. Es decir que
ningún bien, material o simbólico, que ninguna expresión cultural y que ninguna población
o grupo cultural, es por origen y en sí mismo un patrimonio. De allí que asignar, y adquirir
por asignación, el carácter de ser patrimonio cultural es una construcción social, histórica y
espacialmente ubicada, en la medida en que a ese algo o a ese alguien se le agrega el valor
1. Los puntos que a continuación se desarrollan fueron trabajado ampliamente por Pérez (2012).
2. Ver: Gilberto Giménez, (2005).
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de que debe ser protegido y conservado. Para
varios analistas, por tanto, son equivalentes
la noción de patrimonialización y la de puesta en valor. Aunque para algunos, perversamente, la puesta en valor sucede sólo cuando se agrega un valor económico, que hace
aprovechable el patrimonio para el mercado,
menospreciando aquello cuyo valor es social,
como sucede con los valores de la memoria,
historicidad, pertenencia, identidad y cohesión social, entre otros.
Un tercer aspecto es reconocer que esa
valoración que se agrega para patrimonializar —al tratarse de una construcción social,
histórica y contextualmente situada—, se
sustenta en los valores que los actores consideran válidos, para seleccionar y categorizar
lo que es y no es patrimonio, con miras a un
proyecto determinado. De modo que los valores pueden ser de diversa índole y variar
de un lugar a otro, y de una época a otra, o
sea pueden ser históricos, estéticos, cognitivos, emocionales, económicos o una mezcla
de ellos, entre muchos otros más. Estos valores al ser determinados por ciertos actores y
para ciertos fines, pueden generar desacuerdos con otros actores o con otros intereses,
tanto por el proceso mismo de realizar la patrimonialización (sobre qué, quién lo hace
y con qué legitimidad) como por el tipo de
valores en que ésta se sustenta. De allí que
en torno a tales procesos se manifiesten las
diferencias sociales que ya existen, y puedan
suceder acciones de imposición o de expropiación y despojo.
Un cuarto aspecto es que la patrimonialización para ser reconocida, y para que
puedan efectuarse las medidas de protección
y conservación respectivas, debe generarse
desde espacios sociales y por actores que tienen la capacidad, el poder, la legalidad y la
legitimidad social para hacerlo. De no suceder así, o de ponerse en duda cualquiera de
los factores anteriores, la patrimonialización
6
Muchacho calavera zarape 2009. Foto: Maya Lorena Pérez Ruíz.
propuesta, o ya hecha, se pondrá en cuestión,
se reformulará, se negociará o se atacará;
hasta el punto de que puede invalidarse por
parte de quienes no estén de acuerdo. Por
ello los procesos de patrimonialización son
también un espacio de conflicto y de negociación entre actores diversos. Asimismo es
importante resaltar que muchas veces, desde
la mirada del poder de quienes patrimonializan, esta acción se presenta como un hecho
natural incuestionable, presentando al patrimonio como algo dado, que existe de por sí;
dejando en la sombra la toma de decisiones
necesarias para que un bien adquiera la categoría de ser patrimonio como son los procesos
de selección y de valoración sobre ciertos elementos, dejándose afuera muchos otros.
Un quinto aspecto es que si bien en el
origen de los Estados modernos la patrimonialización de bienes culturales ha sido pilar
para la construcción de la memoria histórica
y las identidades nacionales —lo que supone
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que la construcción de los patrimonios nacionales se ha hecho desde actores e instituciones hegemónicas, y no siempre de forma
democrática y justa para todos los sectores
de la sociedad— son cada vez más frecuentes los procesos de patrimonialización que
se generan desde otros ámbitos como los locales o desde los espacios transnacionales o
globales.
Los primeros se efectúan desde grupos
sociales y comunidades subalternas que exigen participar en los procesos de patrimonialización nacionales y que reclaman ser ellos
quienes decidan sobre aquello de su cultura
y su entorno, que desean que sea considerado como patrimonio, para mantener así
el control: la protección, la conservación, el
uso y el usufructo de lo patrimonializado.
Los segundos suceden desde organismos internacionales como la UNESCO que genera
imaginarios, mecanismos, actores y procesos, que inciden, directa e indirectamente
en aquello que en el mundo, en sus diversos
ámbitos ha de convertirse en patrimonio, lo
mismo que en su devenir. Privilegiando, por
lo demás, ciertos valores que deben prevalecer en los procesos de patrimonialización a
nivel mundial.
En ese contexto, el patrimonio y los
procesos a través de los cuales se construye
son, hoy por hoy, un escenario que entrelaza, confronta y pone a negociar a actores
de ámbitos diversos y hasta contradictorios.
Cada uno de los cuáles despliega sus propios
argumentos y estrategias para legitimar sus
propuestas y acciones de patrimonialización, con sus consecuentes proyectos, prácticas de protección y conservación, así como
de uso y usufructo del patrimonio.
La puesta en escena del patrimonio
cultural.
Durante los siglos XIX y XX los conflictos
en torno a la construcción y delimitación
del patrimonio cultural estuvieron asociados
con la construcción de los Estados nacionales, y sobre ese paradigma se construyeron
los discursos de justificación que lo dotaron
de sentido. En el caso de México, el patrimonio cultural, arqueológico e histórico fue un
pilar sustantivo para la reconstrucción de la
memoria histórica y la construcción de una
identidad nacionales. Y en torno a ese propósito se debatió y se contendió para establecer lo que era y debería ser considerado
como patrimonio nacional, de uso público y
con un sentido social.
Ahora, en el siglo XXI, si bien este
tipo de patrimonio es protegido por una legislación federal continúa siendo motivo de
disputas, ante el interés de ciertos actores de
ponerlo nuevamente al servicio de los coleccionistas y del mercado; bajo la justificación
de que la cultura en general y el patrimonio en
particular, deben contribuir al desarrollo del
país, entendido éste únicamente como crecimiento económico.
Paralelo a lo anterior, desde hace aproximadamente una década, se ha promovido
y difundido desde la UNESCO una concepción del patrimonio cultural que coloca un
énfasis sin precedente en el aspecto expresivo
y no materializado de la cultura; distinguiéndose de aquella centrada en la solidez de sus
formas de objetivación. Esta modalidad de lo
que se entiende por el patrimonio cultural,
no constituye un detalle menor, ya que se encuentra asociada a la naturaleza del Estado y
a su relación con la cultura, especialmente en
la etapa en que se integra en la globalización.
Con ello, deja de tener vigencia la forma de
correspondencia unívoca entre Estado y cultura concebida de forma homogénea, como
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los ejes que han delimitado el horizonte de
la vida y la política cultural, así como de una
mentalidad vinculada a dicho paradigma a lo
largo del siglo XX.3
Así, a partir de la entrada en vigor de
la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial4 de 2003, se
ha producido un fenómeno generalizado de
proliferación declarativa de patrimonialización que recuerda (y se asocia a) otro fenómeno concomitante de memorialización,
conocido como inflación de memoria, que se
puso de manifiesto en la década de 1970.5
Dicha fiebre patrimonializadora abarrotó la
capacidad de recepción de expedientes de
las candidaturas de la UNESCO y en México se hizo extensiva incluso a instancias
de representación política, diferentes de las
establecidas para efectos de política cultural
(como gobiernos estatales y delegaciones
metropolitanas) al promover declaratorias
administrativas que fortalecerían la gestión
de los gobiernos en turno.6
Este proceso, de índole declarativa,
no parece sin embargo haber representado
un avance significativo para proteger o salvaguardar de forma efectiva los numerosos
bienes y manifestaciones del patrimonio
cultural de las comunidades a lo largo y ancho del país.
La reorganización institucional de la
cultura, a la que asistimos actualmente en
países como México, es motivada en gran
parte por la dirección que toman las economías de acuerdo con los esquemas neoliberales. En correspondencia con ello, prevale3. Lo referente a estos procesos ha sido trabajado por Antonio
Machuca (2014).
4. Desde hace diez años de su establecimiento, el Comité
Intergubernamental de la Convención de 2003 de la UNESCO ha
incluido 336 elementos en la Lista Representativa de Patrimonio
Inmaterial de la Humanidad. Entre estos, acaba de ser nombrada
la Charrería en la reunión de Adis Abeba de noviembre-diciembre
de 2016.
5. Como se advierte por ejemplo en: Andreas Huyssen (2002).
6. Por ejemplo en la Ciudad de México se emitieron declaratorias
para el juego de la pelota mixteca y más recientemente para el
amaranto.
8
ce un tipo de visión utilitaria cuya tendencia
es la de colocar los bienes arqueológicos y
monumentales, así como las expresiones del
patrimonio inmaterial de la diversidad cultural en el sistema mundial de mercado.
No deja de ser, sin embargo, un tema
de discusión si la promoción de la diversidad cultural viene a ser parte de la propia
tendencia global hacia la sustitución de los
anteriores parámetros de la identidad, heredados del nacionalismo, o si es algo que
permite a los partidarios de la misma, un espacio de maniobra para tomar distancia para
afirmar los derechos a los que habría de dar
lugar. Los movimientos indígenas en América Latina han procedido ocupando el espacio acercándose la posibilidad de ganar un
campo desde donde hacer valer sus derechos
políticos, sociales y culturales.
Lo mismo sucede con el patrimonio
cultural, respecto a si se convierte en un conjunto de activos tangibles e intangibles, útiles
para la economía y el desarrollo o, por el
contrario, deberán devenir en referentes de
identidad y de cohesión social, razón por la
que deberán ser preservados por los propios
sujetos sociales. Ambos procesos están en
marcha, y es fundamental para la etnología
y la antropología social identificar los factores que intervienen en el sentido que toma
cada uno para entender el papel que adoptarán en estos procesos. Los trabajos que a
continuación se presentan son una muestra
de la complejidad de tales procesos.
Yo patrimonializo. Tú patrimonializas.
Nosotros patrimonializamos. Ellos patrimonializan. Las miradas y los procesos
En el marco anterior, los trabajos reunidos
en este Boletín exploran experiencias diversas, que tienen en común el tratar casos
donde, desde ciertas instituciones o grupos,
los actores actúan sobre bienes y expresio-
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Foto: Maya Lorena Pérez Ruíz.
nes culturales a las que les otorgan el valor
de ser conservadas y protegidas y que, por
tanto, valoran y clasifican como patrimonio
cultural. Varían los fines, los escenarios y los
actores, pero en todos los casos se evidencian las diferencias y los conflictos, que existen en torno a dichos bienes y tales procesos.
Se arranca con dos trabajos que abordan el patrimonio cultural bajo resguardo de
la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas
Arqueológicos, Artísticos e Históricos, y de
la institución responsable de hacerla valer
que es el Instituto Nacional de Antropología e Historia; ya que en este campo se efectuaron las principales disputas en torno al
patrimonio durante el siglo XX, principalmente entre los coleccionistas y el gobierno
mexicano. Los primeros para conservar sus
derechos privados sobre el patrimonio que
tenían en su poder —por la vía del saqueo
y el despojo— y, el segundo, para hacer de
ese patrimonio el sustento de la memoria, la
historia y la cultura del país, y garantizar que
dicho legado fuera, y siga siendo, un bien
público al servicio de la nación.
Blanca Paredes Garduño nos habla de
la Ley Federal, a la luz de las recientes reformas constitucionales —que han creado la
Secretaría de Cultura y su reglamento— ya
que considera necesario reflexionar sobre la
necesidad de conservar esta Ley Federal, por
sus fortalezas, al tiempo que reconoce sus
debilidades y los aspectos que deben mejorarse. Su marco de análisis, implícito, parte
de reconocer la importancia del proceso de
patrimonialización realizado desde las instituciones del Estado, como único garante
de que el patrimonio arqueológico, histórico
y paleontológico, y ahora también el subacuático, continúe como un bien público al
servicio de la sociedad mexicana. Su autora también reconoce que queda como reto
abrir las puertas para hacer efectiva la reglamentación actual que considera necesaria la
participación de las entidades federativas y
la población en las tareas de protección del
patrimonio cultural.
Por su parte Renata Schneider, desde el
campo de la conservación y la restauración
de ese mismo tipo de patrimonio, bajo resguardo del la Ley Federal y del INAH, nos
presenta los dilemas que se enfrentan cuándo la actuación institucional, desde los años
noventa del siglo XX, ya no se realiza de forma vertical ni unidireccional, sino a solicitud
de las comunidades y bajo su vigilancia. A la
luz del caso de una comunidad cora del Nayar, la autora se pregunta, entre otras cosas:
¿Cómo actuar técnicamente sobre un patrimonio cultural que una comunidad reclama
como propio al tiempo que es también nacional?, ¿qué peso han de tener las razones
técnicas e históricas frente a los usos y las
preferencias de gusto y de uso que tiene la
población local sobre los bienes culturales,
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que desde la mirada externa son patrimoniales?, ¿y de quién, a fin de cuentas, es el bien
restaurado después de una intervención institucional? El caso que se presenta, pone en
cuestión la división disciplinaria que divide,
por especialización, lo que para la comunidad es su patrimonio integral y cuyo valor,
además, es cultural e identitario, pero también político y estratégico al estar asociado a
la lucha por la conservación de su territorio
amenazado. Al tiempo que, con sus diversas
aristas, el caso analizado permite también
relativizar la premisa que considera que la
participación social es la panacea para resolver todos los problemas contenidos en la
patrimonialización, sobre todo cuando ésta
se realiza desde las comunidades. Sin proponerse encontrar una única respuesta, la
autora deja abierto el tema para la reflexión.
Siguen después los artículos que abordan lo relacionado al patrimonio inmaterial,
en boga desde la entrada en vigor de la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio
Cultural Inmaterial de 2003. Los ejemplos,
presentan problemáticas que denotan la singularidad de los casos y la riqueza de las configuraciones adoptadas, aunque no parecen tener garantizado un futuro desde la salvaguarda
de su tradición y presentan problemáticas diversas, cuyas soluciones tampoco son únicas.
Desde un amplio marco, Amparo Sevilla aborda los riesgos de la patrimonialización. Parte por considerar la opacidad
que existe en la definición de patrimonio
cultural que brinda la UNESCO y su relación con la indefinición de dos aspectos: el
sujeto social y la propiedad intelectual de la
manifestación cultural transformada en bien
patrimonial. Su tesis es que la patrimonialización suele propiciar que los “herederos”
pierdan el control social de sus expresiones
culturales, además de que dicha patrimonialización, en varios casos, añade y en otros
reconfigura, el valor de dicho patrimonio al
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agregarle un valor económico a su valor simbólico, con lo que su propiedad se disuelve en
el aire por la acción del libre mercado, esto es,
de un mercado rapaz de bienes culturales.
Ante la ausencia de un marco legal en
materia de derechos culturales y derechos colectivos, concluye la autora, se propicia el usufructo privado de los bienes colectivos, ya que
existe la indefinición del sujeto social que ostenta la propiedad del bien cultural considerado patrimonio cultural inmaterial. De allí que,
con ese tipo de patrimonialización, se abran
las puertas para que todo individuo, grupo o
empresa pueda intervenir, usar y usufructuar,
para sus intereses privados, una expresión cultural catalogada como patrimonio, y con ello
los portadores originarios pierden el control
social sobre su bien cultural patrimonializado.
Anath Ariel de Vidas, por su parte, se
adentra en el caso de las comunidades de la
Huasteca veracruzana donde el costumbre —
como conjunto de actos rituales que confieren a los grupos indígenas su especificidad
y su identidad— se patrimonializa; proceso
que sucede mediante la interacción entre
las comunidades y los actores externos, que
transforman el sentido del “costumbre”,
para reconfigurarlo como las costumbres,
que se refieren a lo que ellos, desde las instituciones, consideran que son las prácticas
rituales locales más tradicionales y típicamente autóctonas. Lo cual, según la autora,
denota dos regímenes de saber distintos, incluidos en un tipo de relaciones interétnicas
asimétricas, que colocan a los indígenas en
la condición de inferioridad. Así, el costumbre deviene en “costumbres”, “patrimonio”,
“tradición” o “cultura”, que se concreta en
un listado de prácticas y costumbres, factibles de ser patrimonializadas, pero que carecen del sentido integral y ético que marcan,
por ejemplo, el sentido colectivo de las relaciones sociales, y de los vínculos de la comunidad con el territorio.
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La autora muestra, entonces, cómo la
revitalización cultural, anclada en el reconocimiento nacional e internacional de la
diversidad cultural, introduce en el medio
indígena el lenguaje patrimonial y fomentan un cambio paulatino, que se advierte en
la pluralidad de vocabularios, y luego en la
pluralidad de sentidos. Se trata, por lo tanto, de una patrimonialización realizada por
actores externos que, sin embargo, es manejada localmente para sostener un proyecto
propio, lo que muestra también la capacidad
de agencia de las comunidades, en su interacción con las políticas culturales que llegan del exterior. El resultado para la autora
evidencia un paso gradual desde una lógica
ontológica hacia una lógica de acumulación o, en términos marxistas, en relación a
la alienación, de un modo de ser hacia un
modo de tener.
Una complejidad similar aborda Mélissa Elbez en su trabajo sobre la patrimonialización de lo maya en la localidad de Tulum, en la Riviera Maya. Un caso donde la
población de origen maya, que labora en los
servicios de hoteles y restaurantes, no es reconocida como tal por no ajustarse a lo que
desde la promoción turística se ha construido
como “la verdadera identidad maya”; misma
que se recrea en espacios públicos mediante la promoción de ceremonias “mayas” y
de una iconografía plasmada en esculturas,
monumentos y edificaciones que remiten, y
reinventan, el mundo prehispánico. Así, el
maya que se caracteriza como civilizado, sabio y espiritual remite a un pasado lejano y
glorioso, mientras que el maya comunitario,
humilde, en estrecho contacto con la naturaleza encarna un ideal de vida tradicional
que se percibe como en vía de desaparición.
Como comprobación de que lo maya es incompatible con la modernidad, al campesino que migra y llega a trabajar a Tulum se
le considera despectivamente como mayita.
En lo que la autora llama la performatividad de una invención patrimonial, sin embargo, hay quienes sacan provecho de la situación, ya sea para ocultar su origen maya,
o al contrario, para apropiarse de esa identidad recreada para el consumo turístico. Tal
es el caso de los danzantes de mexicanidad
que cada vez más se confunden y entremezclan con la reinvención de lo maya, hasta el
punto de que se empieza a recurrir a ellos
para que enseñen a otros la verdadera danza
maya y para que algunos nativos aprendan
a ser verdaderos mayas. De allí que suceda
que en las ceremonias mayas y en las bodas
mayas que se muestran en la Riviera Maya,
se mezcle la lengua náhuatl con la maya y
se invoque de manera indiferente a deidades
aztecas o mayas. Se trata, en suma, de una
patrimonialización que inventa su patrimonio, que sobrepasa la perspectiva y el interés
institucional con que fue hecha, para convertirse en una representación polisémica de
la que se valen actores diversos para usufructuarla.
A continuación, y desde una perspectiva etnohistórica Ana María Luisa Velasco,
analiza el caso del amaranto, alimento de
larga duración, que ha sido recientemente
declarado como patrimonio cultural inmaterial de la Ciudad de México. Un caso de
patrimonialización declarado por fuera de la
UNESCO y del control del gobierno federal.
Para fundamentar su estudio, la autora se
remite a numerosas fuentes documentales
que le permiten desmentir algunos supuestos sobre su presunta prohibición, ya que su
consumo estaba relacionado con las prácticas rituales paganas como es la fabricación
y consumo de imágenes de los dioses (teofagia). Resalta el hecho de que su persistencia
hasta nuestros días, no sea sólo en virtud de
sus propiedades alimenticias, sino precisamente de su simbolismo en lo que se conoce
como comida ritual, como sucede en el caso
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de las ceremonias de petición de lluvias en
regiones del estado de Guerrero. La autora
nos dice, que el amaranto “forma parte de
una tradición de base cultural mesoamericana y se ha preservado gracias a saberes y
prácticas ancestrales, formando parte de la
dimensión identitaria de los alegrilleros de
localidades como Tulyehualco” por lo que
se espera que la declaratoria no ocasione la
rivalidad y separación de los productores de
amaranto de las distintas regiones del país.
Montserrat Rebollo en su artículo sobre las valoraciones en los procesos de patrimonialización de expresiones cultural inmateriales alude a cinco tipos para analizar el
caso de los danzantes-voladores de Papantla:
la simbólico cultural, la performativa, la económica, la política y la social. Mismas que
involucran a los nuevos actores sociales con
quienes se generan tensiones, conflictos, intereses y puntos de vista diversos acerca de
la manera de poner en práctica la salvaguarda de los bienes culturales patrimonializados, ante las nuevas demandas y las lógicas
de mercado, espectáculo y negociación en la
esfera política.
Muchas veces, explica la autora, esos
bienes culturales “son convertidos en espectáculos folclóricos, teatralizaciones o performances” a los que se despoja “de sentido
simbólico y función social”. Este hecho tiene
que ver con dos dimensiones de la valoración que señala en su texto: la que proviene
y se sostiene desde sus creadores y practicantes, denominada valoración autogénica, y
la que llega con los procesos de valoración
heterogénica, generados o intervenidos por
terceros —por ejemplo políticas culturales,
gobiernos locales, académicos, empresarios,
ONG´s o diversos públicos—, con la consideración de que, quizá, se deberían tomar
en cuenta los casos en que la segunda de estas formas de valoración llega a ser asumida
como si fuese parte de la primera. O tam-
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bién su integración, que representa uno de
los fenómenos más notorios y preocupantes
de la patrimonialización. La autora pone de
relieve, además, un aspecto del fenómeno de
estetización. Advierte que “lo que realmente
se pone en disputa es el resultado performativo que se hace de la expresión viva, y no
la propia manifestación inmaterial, donde
se retoman elementos tradicionales que dan
cuenta del verdadero sentido cultural. Incluso —reitera— el resultado performativo es el
que termina por concentrar los esfuerzos y
reconocimientos, olvidándose del verdadero
ejercicio de salvaguarda”. Lo cual nos colca
ante un dilema, puesto que, por otra parte
como señala la autora: “el performance cultural pueda ser una dimensión de revaloración y salvaguarda de la expresión viva, sobre
todo al involucrar a nuevas generaciones”.
Una problemática similar es estudiada por Charlotte Pescayre en relación con la
patrimonialización y cirquización de la maroma zapoteca de Santa Teresa, en Veracruz.
En este caso, las formas antes mencionadas
de valoración se integran más estrechamente por el predominio de la influencia externa
en la comunidad. Aquí, resulta notable que,
no obstante que dicha manifestación no está
inscrita en las listas de la UNESCO, sus representantes han tenido que enfrentarse a
intensos procesos relacionados con la patrimonialización, ya sea como cirquización,
tendencialmente artística de la misma, dado
el interés del circo Atayde, o como teatro
campesino por el lado de la Cumbre Tajín.
El propio colectivo de maromeros zapotecos enfrenta un dilema entre la importancia
que se da a la transmisión de su práctica a
nivel local y la que se le otorga a su puesta
en escena en contextos extracomunitarios
y circenses. La autora alude a la situación
que afrontan muchas manifestaciones, si no
es que casi todas las de este tipo, donde la
cirquización y la patrimonialización pueden
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“resultar armas de doble filo, ya que, si bien
han contribuido a la difusión de la práctica
de la maroma en contextos extracomunitarios, y por ende a su valorización por agentes
de culturas externas, las transformaciones
que han ocasionado a nivel local también
pueden ser percibidas como una desvirtuación y una desritualización de la práctica
maromera”.
Desde otra perspectiva, Everardo Garduño y Vanessa Ruiz Ortega, abordan el territorio ancestral de los yumanos como patrimonio cultural. Ellos recuperan algunas
narrativas míticas referidas a las formaciones
del paisaje geográfico que conforma el hábitat de los pueblos Yumanos: Cucapá, Kiliwa,
Pai Pai y Kumiai, refiriéndose asimismo a las
amenazas que se ciernen sobre los mismos.
Según los autores (retomando a Simon Schama) todo escenario geográfico se construye
no sólo con capas de rocas, sino sobre todo,
con diferentes estratos de memoria. Y es
precisamente sobre estos estratos de memoria —la ocupación simbólica del territorio
yumano—, que se construye la apropiación
afectiva y la identidad de estos grupos. Es
por ese valor de estos escenarios que los autores piensan que pueden ser considerados
como patrimonio cultural, ya que lo territorial (la geografía misma) da soporte a una
memoria significativa. Lo conflictivo en este
caso es que existe pérdida y destrucción de la
existencia misma de los testimonios, ya que
por el temor de un posible conflicto —derivado de un futuro reclamo de restitución por
parte de los indígenas—, quienes detentan
la propiedad de las tierras borran las huellas
de los lugares de relevancia simbólica y jurídica para los yumanos, y grupos como los
kumiai. Por ello, los sitios son destruidos intencionalmente, con el propósito de eliminar toda evidencia de la antigua presencia de
poblaciones indígenas, en el ahora territorio
mestizo. En este caso, se está frente a una
situación donde la patrimonialización es inhibida por el interés de un sector que no está
dispuesto al reconocimiento de los derechos
que dicha patrimonialización podría traer
consigo.
Por último, Federico Zúñiga Bravo e Ixel
Hernández León argumentan en su artículo
sobre la importancia de la gestión cultural para
dar valor al patrimonio. La presentan como un
medio para que los impactos de fenómenos
como el consumo turístico sean menos negativos para la comunidad, en especial con respecto al valor simbólico de las manifestaciones
patrimonializadas. Los autores sostienen que
la gestión cultural puede ser una herramienta
“con amplio espectro de intervención en las
comunidades, para concretar el desarrollo así
como para aportar diversas perspectivas sobre
las estrategias que son más adecuadas para llevar a cabo los proyectos de salvaguarda o de
conservación del patrimonio cultural comunitario”. Sin embargo, reconocen también la
complejidad que representa la presencia de
diversas posturas ideológicas, políticas, culturales, económicas y religiosas entre los grupos
sociales de las comunidades, que significan,
recrean o habitan los patrimonios. En consecuencia (sugiriendo una tipificación que permita hacer manejable ese universo), señalan
que “la concreción de políticas culturales, requiere de la participación y representación de
tres sectores: instituciones, academia y comunidad y, de ser posible, de la iniciativa privada
o la sociedad civil organizada”. La cuestión
está en saber si la gestión, como hasta ahora
se concibe y se lleva a cabo, será la vía y la
forma de mediación más eficaz para dar curso
a esa diversidad de intereses, y si los gestores
serán reconocidos como los intermediarios
naturales o legítimos para el desempeño de
esa función.
Como puede observarse, los artículos
que aquí se ofrecen documentan las diversas problemáticas que están siendo genera-
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
13
das por los procesos de patrimonialización;
al tiempo que dejan abierta la posibilidad
de identificar el tipo de obstáculos y de retos
que enfrentan las culturas para preservar su
continuidad; aun si éstas recurren de forma
autogestiva o son receptoras, de las políticas
culturales, nacionales e internacionales, que
buscan su protección o preservación mediante legislaciones y acciones de gestión
externas. Así, queda en manos de los lectores, responder a los múltiples dilemas que
plantean los autores.
Bibliografía
Giménez, Gilberto (2005), “Patrimonio e
identidad frente a la globalización” en Cuadernos de Patrimonio Cultural y Turismo,
núm. 13, CONACULTA, México.
Huyssen, Andreas (2002). En Busca del Futuro Perdido (Cultura y Memoria en Tiempos de
Globalización).Fondo de Cultura Económica,
México.
Machuca, Antonio (2014), “El Ingreso del Patrimonio Cultural en el mercado: una nueva
etapa de globalización de la cultura”, en Arturo Soberón, Mario A. Rivera y Ma. Cristina
Ribeiro (coords.) El Patrimonio Cultural de
América, Tomo II (Conservación y uso social).
Instituto Panamericano de Geografía e Historia. México, 2014, pp. 19-40.
Pérez Ruiz, Maya Lorena (2012), “Patrimonio, diversidad cultural y políticas públicas.
Preguntas frecuentes”, en Diario de Campo.
Nueva Época, INAH, México, pp. 3-82.
14
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
Reflexiones en torno a la
Ley Federal sobre Monumentos
y Zonas Arqueológicos,
Artísticos e Históricos
Blanca Paredes Gudiño
blanca_paredes@inah.gob.mx
Dirección de Registro Público de Monumentos
y Zonas Arqueológicos e Históricos, INAH
Presentación
La discusión sobre la recientemente aprobada Ley de Cultura, originada a partir de las necesidades, funciones y estructura de la nueva Secretaría de Cultura (2015), muestra que el futuro
de las instituciones relacionadas con este ámbito, como el INAH y el INBA, es particularmente incierto. Esta situación se genera, entre muchos otros factores, principalmente ante el
desconocimiento sobre si las funciones sustantivas de ambas instituciones continuarán como
tales, o sufrirán cambios ante la aparente duplicidad de funciones por parte de otras áreas
de responsabilidad administrativa dentro de la misma Secretaría de Cultura, de la que ahora
forman parte el INAH y el INBA como órganos desconcentrados —lo anterior derivado de la
lectura al Reglamento emanado de dicha dependencia.1
Tal situación requiere de una discusión seria de parte de los investigadores del INAH y
los profesionales en la materia, ya que como integrantes del “Sector Cultura” (nomenclatura
con que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público agrupa presupuestalmente a las dependencias e instituciones de un sector) aspiramos a intervenir en la redacción del Manual de
Organización General de la Secretaria de Cultura (ya que ahí se definen la estructura, funciones, atribuciones y relaciones con sus organismos desconcentrados). Asimismo, debemos estar preparados en lo que nos compete a nuestra materia de trabajo, transformando las actuales
condiciones en una oportunidad para atender viejos y nuevos problemas.2
Si bien la Secretaría de Cultura ha manifestado que el INAH, en su traslado de la SEP a
esta nueva dependencia, conservará su carácter normativo, se tiene la responsabilidad de estar
atentos en torno a la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos. Habremos de ser cautelosos ante una posible modificación de los artículos de esta Ley
Federal, ante la posible expedición de una nueva ley (como fue el caso de la Ley de Cultura)
o ante los hechos mismos realizando aplicaciones de criterio ajustadas a la nueva estructura
organizacional de la Secretaría de Cultura, que pueden dar entrada, velada o abiertamente, a
muchos otros intereses en juego, que le disputan al Estado mexicano la tutela y protección de
los bienes culturales (arqueológicos, históricos y artísticos).
1. A pesar de que según el Reglamento emitido, el INAH (4/XI/2016) permanece como órgano desconcentrado, se observa, la duplicidad
de funciones, por ejemplo, con la denominada Dirección General de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural de la Secretaría de
Cultura, que se atribuye funciones del INAH. Ver Art. 22.
2. En mi caso particular, desde la perspectiva de la Arqueología.
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
15
Ante tales circunstancias, considero
que se presenta la oportunidad de que los
especialistas de diferentes disciplinas y áreas
competentes, analicen y razonen, mediante
discusiones puntuales, la normatividad propuesta desde 1972; misma que a pesar de
sus detractores, se ha mantenido vigente por
más de 43 años.
Ello, en contraposición a la discusión
aislada, que realizan ciertos grupos, que
desde su perspectiva buscan resolver las supuestas lagunas que tiene la Ley Federal, sin
investigar previamente si ha existido una
adecuada aplicación, y sin la revisión de los
supuestos puntos débiles, lagunas y omisiones que, en su opinión, ésta presenta. Por lo
anterior, considero oportuno presentar aquí
un breve recordatorio sobre la base legal en
la que se enmarca la Ley Federal, ya que en
ella está la plataforma para entender las concepciones en que se sustenta la expedición
de esta norma, para desde allí brindar las tesis en favor de la salvaguarda de los bienes
nacionales mencionados.
Antecedentes de la legislación
Debemos comenzar por subrayar que México cuenta con una larga trayectoria legal en
materia cultural; existe un amplio espectro
de leyes desarrolladas en nuestro país que,
como se expondrá, incluye a la propia Carta
Magna, de donde se derivan los elementos
que dan apoyo a la protección de los bienes
culturales.
Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos
En el Artículo 73, fracción XXV, brinda y
garantiza el acceso de todos los mexicanos
a los bienes que conforman el patrimonio
cultural de la Nación, en materia de monumentos arqueológicos, artísticos e históricos,
16
cuya conservación es de interés nacional. De
esta disposición emerge la Ley Federal sobre
Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, en vigencia desde 1972,
donde se otorga a la autoridad federal, la
competencia en todas las tareas de conservación del patrimonio arqueológico, artístico e
histórico, y enfatiza que los monumentos arqueológicos son propiedad de la Nación, por
lo que su carácter es totalmente federal.
XXV. […] para legislar sobre vestigios o restos fósiles y sobre monumentos arqueológicos,
artísticos e históricos, cuya conservación sea
de interés nacional; así como para dictar las leyes encaminadas a distribuir convenientemente entre la Federación, las entidades federativas
y los Municipios el ejercicio de la función educativa y las aportaciones económicas correspondientes a ese servicio público, buscando
unificar y coordinar la educación en toda la
República, y para asegurar el cumplimiento de
los fines de la educación y su mejora continua
en un marco de inclusión y diversidad. Los Títulos que se expidan por los establecimientos
de que se trata surtirán sus efectos en toda la
República. Para legislar en materia de derechos
de autor y otras figuras de la propiedad intelectual relacionadas con la misma; Fracción
reformada DOF 08-07-1921. Recorrida (antes
fracción XXVII) por derogación de fracciones
XXV y XXVI DOF 20-08-1928. Reformada
DOF 13-12-1934, 13-01-1966, 21-09-2000,
30-04-2009, 26-02-2013, 29-01-2016.
Ley General de Bienes Nacionales
Esta ley es de orden público e interés general
y tiene por objeto establecer los bienes que
constituyen el patrimonio de la Nación. Se
expidió en el Diario Oficial de la Federación
el 20 de mayo de 2004. Para incluir lo referente a la Secretaría de Cultura se reformó el
17 de diciembre de 2016; y su última reforma se realizó 1° de junio de 2016.
La investigación y conservación de los
innumerables restos arqueológicos que exis-
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
ten en un territorio tan diverso como el mexicano, requieren de acciones concretas en los
ámbitos de la propia disciplina arqueológica
y de las formas de legislación que buscan la
recuperación y la preservación de los vestigios
arqueológicos que se consideran como Bienes
Nacionales, cuyo conocimiento y conservación resultan del interés tanto científico como
público, toda vez que manifiestan fragmentos
de la historia nacional. Esta ley dice:
Art. 30.- La Secretaría de Cultura será
competente para poseer, vigilar, conservar, administrar y controlar los inmuebles federales
considerados como monumentos arqueológicos conforme a la ley de la materia, así como
las zonas de monumentos arqueológicos. Párrafo reformado DOF 17-12-2015
Los inmuebles federales considerados como monumentos arqueológicos conforme a la ley de la
materia, no podrán ser objeto de concesión, permiso o autorización.
En las zonas de monumentos arqueológicos, la
Secretaría de Cultura a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia podrá otorgar
permisos o autorizaciones únicamente para la
realización de actividades cívicas y culturales,
conforme a lo que disponga el reglamento que
para tal efecto se expida, siempre y cuando no se
afecte la integridad, estructura y dignidad cultural de dichas zonas y monumentos, ni se contravenga su uso común. Párrafo reformado DOF
17-12-2015.
(Recién se reforma en el Art. 30)
Cuando los inmuebles federales considerados
como monumentos arqueológicos, históricos
o artísticos conforme a la ley de la materia o
la declaratoria correspondiente, se encuentren
dentro de la zona federal marítimo terrestre,
de los terrenos ganados al mar, de las áreas naturales protegidas o de cualquiera otra sobre
la cual, conforme a las disposiciones legales
aplicables, corresponda a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales ejercer sus
atribuciones, ambas dependencias deberán
establecer conjuntamente, los mecanismos de
coordinación que correspondan.
Podríamos brindar ejemplos de cómo
la evolución normativa del país proporciona
claridad y fortalecimiento en conceptos, a
través de las diferentes leyes que se fueron
emitiendo;3 sin embargo, el propósito de estas líneas no es hacer un resumen en materia legal. En cambio conviene resaltar en las
principales normativas, aquellos artículos
que dan sustento a la Ley Federal, por lo que
resulta pertinente revisar, como un antecedente directo de ésta, la Ley Federal de Patrimonio Cultural, que al ser aprobada el 19 de
diciembre de 1968, despertó gran preocupación entre la comunidad de coleccionistas en
México, poseedores de piezas prehispánicas
y obras de arte,4 pues facultaba al Gobierno Federal para expropiar, asegurar u ocupar
bienes culturales en manos de particulares.
Ley Federal del Patrimonio Cultural de la
Nación.
Esta ley, propuesta en 1968-1970, en su
momento fue considerada inconstitucional
por su ambicioso alcance, ya que, además
del patrimonio cultural, incluía poblaciones
típicas y de belleza natural. Acusada de policiaca, ocupacional, punitiva y controversial
—con los poderosos grupos de coleccionistas
privados en contra—, su publicación tardó
dos años en realizarse. Así, los coleccionistas, encabezados por personajes como Josué
Sáenz, elaboraron un proyecto de ley que
permitía la propiedad privada del patrimonio arqueológico.
Después de arduas discusiones por un
grupo de especialistas, la Comisión de Desarrollo Educativo de la Cámara de Diputados
decidió que la iniciativa de ley no fuera debatida y comentada sólo por los miembros de
3. Para el caso consúltese Bolfy Cottom Ulim, Nación, Patrimonio
Cultural y Legislación, 2008.
4. Este grupo en particular, ha sido uno de los principales
detractores en contra de la expedición de la Ley Federal, ya que
sus intereses se han visto vulnerados. Situación muy discutible
en otra ocasión.
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
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la misma, sino que la opinión pública también debía participar mediante una discusión
abierta.5 Por tanto, numerosos intelectuales,
académicos y artistas, pero sobre todo los integrantes de la Asociación Mexicana de Antropólogos (más tarde Colegio Mexicano de
Antropólogos), encabezada por Julio César
Olivé, participaron en los debates públicos y
luego en la redacción del proyecto de la ley
actual. El debate se dio entre dos concepciones de valoración y preservación de los monumentos nacionales, más que sobre una disputa
o pugna por el pasado, en cuatro audiencias
públicas entre el 22 y 29 de marzo de 1972
(Hernández, 2006).
La Ley vigente
Expedida bajo el mandato del entonces Presidente Constitucional de los Estados Unidos
Mexicanos, Luis Echeverría Álvarez, la ley se
conforma de seis Capítulos:
I- Disposiciones Generales,
II- Del Registro,
III- De los Monumentos Arqueológicos,
Artísticos e Históricos,
IV- De las Zonas de Monumentos,
V- De la Competencia,
VI- De las Sanciones
de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas
Arqueológicos Artísticos e Históricos, publicado en el DOF el 8 de diciembre de 1975, el
cual se integra de cuatro Capítulos:
I- Disposiciones Generales,
II- Del Registro,
III, De los Monumentos Arqueológicos,
Artísticos e Históricos,
IV- De las Sanciones.
El Reglamento comprende cincuenta y
dos artículos, con cuatro transitorios que se
refieren básicamente a los mecanismos que
regulan el uso del patrimonio arqueológico,
artístico e histórico. Haciendo explícito el ámbito de su competencia y aplicación.6
Es relevante también recordar que anexo a la Ley Federal y su Reglamento, existen
los siguientes acuerdos:
La Ley Federal sobre Monumentos y
Zonas Arqueológicos Artísticos e Históricos
(LFMZAAH) contiene cincuenta y cinco artículos y cuatro transitorios, en los que se señalan normas por las que se regula la protección
de los monumentos arqueológicos, artísticos e
históricos; es decir, constituye en sí, un conjunto de normas protectoras del patrimonio
cultural de la Nación. Del mismo modo, basado en las atribuciones del Artículo 89, fracción
I de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, se expidió el Reglamento
Acuerdo que dispone que los museos
y los monumentos arqueológicos, dependientes del Instituto Nacional de
Antropología e Historia, no serán utilizados con fines ajenos a su objeto y naturaleza (DOF, 31/X/77), modificado
en (DOF, 30/IV/86).
Acuerdo por el que se crea una comisión intersecretarial para coordinar las
actividades de las Secretarías de Estado y demás entidades o dependencias
a las que la legislación confiere la investigación, protección, conservación
de los valores arqueológicos, históricos y artísticos que conforman parte
del patrimonio cultural del país (DOF,
31/X/77)
Acuerdo por el que se establecen normas mínimas de seguridad para la protección y resguardo del patrimonio cultural que albergan los museos (DOF,
20/II/86).
5.Ejercicio que podría repetirse, encabezado por el gremio
académico, sobre todo ante declaraciones de que el INAH
conservará su carácter normativo.
6. Pero incluso señalando en el mismo cuerpo de la ley, que en
caso de ser necesario, se aplicarán leyes supletorias, Art. 19,
Fracc. I de la LFMZAAH.
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Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
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Acuerdo-circular que contiene disposiciones del Director General del Instituto Nacional de Antropología e Historia,
para llevarse a cabo la transportación de
monumentos arqueológicos, históricos
y demás objetos de museos, dentro del
Instituto o fuera del mismo (11/X/79).
De trascendencia resulta comentar
aquí, que el primero de éstos, ha sido deliberadamente confuso para quienes pretenden
dar una lectura equivocada sobre los usos
de los museos y monumentos; motivo por
el cual, la Comisión Federal de Mejora Regulatoria (COFEMER) ha emitido el documento intitulado “Diagnóstico Regulatorio
para Zonas de Monumentos Arqueológicos”
(2015), que analiza de manera muy puntual
la problemática y retoma el marco normativo al que hemos hecho referencia, además
del concerniente en el ámbito internacional.
A través del tiempo, al ser criticada la
Ley Federal por su supuesta inoperancia o al
ser tildada de padecer grandes lagunas, han
surgido propuestas de revisión (Allier, 2006;
Becerril, 2003, Grajales, 2011, como las
más destacadas), siendo motivo de algunas
reformas. Las más amplias han sido expedidas durante los años 2014 y 2015.
De este modo, desde 2011 se publicaron en el Diario Oficial de la Federación
(DOF), tres decretos que reforman y adicionan diversos artículos de la Ley Federal
sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos,
Artísticos e Históricos, relativos a los bienes
culturales subacuáticos, tema de derecho de
audiencia y sanciones. Éstos últimos como
temas centrales de lo que se discutirá más
adelante.
A continuación, como elemento de apoyo
para la reflexión sobre la ley, utilizamos el esquema FODA (Fortalezas/Oportunidades-Debilidades/Amenazas) para comparar y evaluar
los aspectos sobresalientes de la Ley Federal.
Fortalezas de la Ley Federal
Es la primera ley en debatirse públicamente,
donde participaron expertos en la materia,
además de la sociedad civil. Los debates dieron pie a diversos enfrentamientos y a la publicación de numerosos artículos mostrando
diferentes posiciones. Pese a ello, entró en
vigor el 6 de mayo de 1972, y su Reglamento fue publicado el 8 de diciembre de 1975;
hoy en día, continúa siendo la herramienta
jurídica de nuestro país en la materia.
En concordancia con la reforma constitucional de la fracción XXV del artículo
73, ésta legisla sobre monumentos, no sobre
patrimonio cultural. Así, únicamente regula sobre los temas específicos para los que
fue redactada. De forma tal que, retomando
la tradición jurídica, iniciada desde el siglo
XIX, protege un determinado conjunto de
bienes concretos que jurídicamente elimina ambigüedades y establece la propiedad
nacional de los monumentos arqueológicos.
De la misma manera, refuerza el concepto
de monumento en su sentido más amplio,
por su contenido histórico capaz de generar
información, inalienable e imprescriptible y
precisamente como propiedad de la Nación.
Además, señala expresamente el reconocimiento del concepto monumento, tanto en
la modalidad por determinación de ley7 o
por declaratoria, aunque no se le haya prestado suficiente atención al primero.
Aquí importa aclarar que si bien algunos “especialistas, investigadores e incluso abogados”, señalan que si no existe una
declaratoria jurídicamente publicada por el
Ejecutivo Federal, no se pueden proteger los
bienes, eso es inexacto.8
Por lo que cabe reiterar, que aunque
7. Es interesante revisar lo apuntado al respecto por Eréndira
Salgado Ledesma, “El anacrónico federalismo cultural”, Derecho
y Cultura, otoño 2001.
8. Incluso con esta última herramienta legal, no hemos podido
consolidar el tema de la protección en una zona de monumentos
arqueológicos, la pregunta resulta especialmente relevante ¿por
qué?
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
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los monumentos arqueológicos muebles o
inmuebles no cuenten con un decreto, están
protegidos, con base en la Tesis jurisprudencial, sustentada por la Primera Sala de
la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
publicada en el Semanario Judicial de la Federación, tomo 139-144, segunda parte, página 54, que señala lo siguiente:
MONUMENTOS ARQUEOLÓGICOS, DECLARATORIA NO REQUERIDA PARA SER
CONSIDERADOS COMO TALES.- Conforme al artículo 28 de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e
Históricos, publicado en el Diario Oficial de la
Federación el 6 de mayo de 1972, que entró en
vigor a los 30 días de su publicación “Son monumentos arqueológicos los bienes muebles e
inmuebles, producto de culturas anteriores al
establecimiento de la hispánica en el territorio
nacional, así como los restos humanos, de la flora y de la fauna, relacionados con esas culturas”
y ningún precepto de la mencionada Ley o de su
Reglamento (publicado en el Diario Oficial de la
Federación el 8 de diciembre de 1975, que entró
en vigor a los 30 días de su publicación) dispone que deba de emitirse una declaratoria por el
instituto competente en materia de monumentos arqueológicos, o sea el Instituto Nacional de
Antropología e Historia (artículo 44 de la Ley),
para que un monumento de esa índole deba ser
considerado como tal, pues basta para ello que
encuadre en el enunciado del artículo 28 transcrito9. (Amparo Directo 7884/79, Raúl Hurtado
Hernández, 13 de octubre de 1980. 5 votos. Ponente: Francisco Patrón Vasconcelos, Secretaria
Josefina Ordóñez Reyna).”
Finalmente, respecto a los elementos
centrales de la Ley Federal, hay que referir
que ésta:
-Implementa el concepto de zona de monumentos (la que incluye varios monumentos)
lo que permite asociarlos. Igualmente notable es que con ella quedó resuelta la polémica respecto a la propiedad de los bienes
arqueológicos, ya que permite a los particulares la posesión mediante su registro co9. Cursivas BPG
20
rrespondiente, más no la propiedad de los
monumentos arqueológicos muebles.
-Permite dar sustento jurídico tanto al INAH
como al INBA, por lo que es una ley federal
sobre monumentos de interés nacional y el
Estado es responsable de investigarlos, conservarlos y preservarlos, a través de instituciones también de carácter federal (INAH e
INBA), y
-Considera a la educación como fundamental en la conservación y preservación de estos
tipos de patrimonio; por eso la creación del
INAH, como organismo desconcentrado con
personalidad jurídica y patrimonio propio
que dependía de la SEP, ahora de la Secretaría de Cultura.10
Debilidades o puntos sensibles
Como ya se mencionó antes, la Ley Federal
no preserva el patrimonio cultural en general, sino sólo una parte del conjunto de bienes que integran el patrimonio cultural de
interés nacional. Por ello, se trata de una ley
especial, que norma sobre los bienes muebles e inmuebles, es decir bienes tangibles,
bajo un esquema en tres ámbitos: el arqueológico (entendido como el prehispánico),11
el histórico y el artístico.
Hay quienes han planteado que falta enriquecerla con tipos y definiciones de
monumentos históricos y artísticos, como el
industrial, y que debe incluir el patrimonio
subacuático, particularmente a los pecios. Sin
embargo, para algunos, tal como fue redactado el 28 Ter, se plantea que tal vez ello no sea
suficiente, de allí que se piensa en la pertinencia de establecer una ley especial, exclu10. Me pregunto, que sucederá con esta separación del sector
educativo, cuando tendría que estar ligado al proceso de
formación de todos los mexicanos. Las nuevas generaciones
al no ser educadas sobre la importancia del conocimiento y
preservación del patrimonio cultural, difícilmente se identificarán
con él.
11. Aunque ha existido una gran discusión al respecto, dado que
para la arqueología, su ámbito de aplicación puede ser lo que
sucedió hace un instante. Sin embargo, la conceptualización del
momento, es como se señala en el Art. 28 de la Ley Federal. Y
por añadidura en el Art. 28 bis, “…los vestigios y restos fósiles”,
es decir lo paleontológico por ahora, a falta de una Ley especial.
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
siva para este tipo de patrimonio. Mientras
que otros argumentan que lo anterior no es
necesario, ya que este tipo de patrimonio
se contempla dentro de la propia Ley. En lo
particular, considero que lo relativo a esos
tipos de patrimonio se puede perfeccionar,
procurando la superación y corrección de los
vacíos legales, con el objetivo de fortalecer
la Ley, haciendo más eficiente su protección
y preservación, pero a partir de la discusión
por grupos de especialistas en la materia.
Por otra parte, uno de los argumentos
más fuertes de crítica hacia la Ley, es que no
contemplaba el derecho de audiencia, es decir, la garantía de audiencia consagrada en
el artículo 14 constitucional (Becerril, 2003;
Grajales, 2011). Por ejemplo, es el caso relacionado al recurso de reconsideración u oposición para las declaratorias de monumentos
y de zonas de monumentos.
Ante los problemas que se han suscitado con las críticas a la Ley, que la refieren
como obsoleta, caduca e incompleta, cabe
cuestionarse si realmente ha existido un pleno conocimiento de su normativa, y una interpretación adecuada que posibilite su aplicación. O, si las referencias a sus debilidades,
tienen atrás otros intereses, que generan que
no haya una observancia puntual de lo estipulado por la ley.
Amenazas
En la actualidad, existe el riesgo de quitarle facultades a la Ley, lo que incluye perder
el control federal sobre el patrimonio que
ahora protege. Desde tiempo atrás las entidades federativas, con argumentos diversos,
pretenden controlar sus patrimonios, como
si el patrimonio cultural fuera un concepto
local, cuando de acuerdo a la Ley éste es de
todos los mexicanos, y lo federal lo abarca.12
Nuevamente, se hace referencia a la falta de
claridad en las atribuciones, tanto dentro de
12. Al respecto podrían citarse numerosos ejemplos, para
apreciar las reales pretensiones de los gobiernos estatales.
nuestra institución (se carece de un buen
manejo de nuestra propia Ley Orgánica),
como fuera de ella. ¿Cuáles serían entonces
las acciones conducentes y coordinadas con
otras dependencias y autoridades?
Se argumentaba que era urgente revisar
el capítulo de las sanciones, se actualizaron
éstas, y sin embargo, a pesar de las recientes
reformas, sigue siendo poco claro, debido en
parte, a la falta de tipificación de los delitos
cometidos contra el patrimonio. Además de
que se requiere de una coordinación real de
instancias a las que les corresponde la procuración e impartición de justicia. Con todo
ello, hasta ahora no se ha abatido el grave
problema de destrucción impune, del robo y
el tráfico ilícito de los bienes culturales, que
continúan siendo una amenaza para el país;
sobre todo, como ya se argumentó, porque
no se tipifican estos delitos, que deberían ser
considerados como delitos especiales.
Ante tales circunstancias…
El Senado de la República aprobó el 7 de febrero 2015, 11 reformas a la Ley Federal y al
Código Federal de Procedimientos Penales.
Como puntos nodales se incluyen el derecho
de audiencia, la protección del patrimonio subacuático, y la actualización a salarios mínimos de las penas pecuniarias, de las sanciones
a quien atente contra el patrimonio.
Así, se buscó reformar el artículo 5 y
adicionar el 5 bis y 5 Ter para conceder el
derecho de audiencia a un particular que se
sienta afectado con una declaratoria de patrimonio cultural. En el 5 bis, el propósito es
el de establecer en la Ley, el derecho y la garantía de audiencia que no fue prevista en la
ley promulgada en 1972. Con ello se busca
que los particulares puedan hacer valer sus
derechos sobre los bienes de su propiedad
que sean declarados monumentos prehispánicos, históricos y artísticos o que formen
parte de predios o inmuebles de una zona de
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
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21
monumentos. Para lo cual, establece un procedimiento que permite que los ciudadanos
manifiesten lo que a sus intereses convenga,
en pleno ejercicio de la garantía de audiencia
que consagra la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos respecto de todos
los actos que emita el Instituto Nacional de
Antropología e Historia.13 Lo anterior se aplica también al Instituto Nacional de Bellas Artes, responsable del patrimonio artístico.
En suma, cuando un bien con carácter
arqueológico, histórico o artístico sea declarado como monumento nacional, los interesados, inconformes, o de plano opositores a esa
declaratoria, podrán presentar las pruebas y
alegatos que estimen pertinentes. Además, las
propuestas, como el argumento del derecho
de audiencia, se consideran que armonizan la
Ley con los tratados internacionales sobre derechos humanos que México ha firmado.
Por otra parte, en cuanto al Art. 28 Ter,
que incorpora a los bienes arqueológicos localizados en lagunas, ríos o cenotes y, por la
otra, a los vestigios y restos de los naufragios
que, aun antes de la conquista española de
nuestro territorio, permanecen en aguas territoriales propiedad de la Nación, cabe señalar, que las propuestas plantearon modificar el Artículo 28 para incluir la protección
al patrimonio subacuático, pues, a decir de
un diputado ignorante “actualmente sólo se
conserva el patrimonio que se ve”.
El resultado es que ahora, en el primer
decreto que adiciona al artículo 28, se establece que la disposición que ya se aplica en
materia de preservación e investigación de
monumentos y zonas arqueológicos e históricos, se aplique también a rastros de la existencia humana con carácter cultural, histórico
13. Se ha argumentado que los procedimientos de una
declaratoria son poco claros; estoy de acuerdo en que pueden
precisarse aún más en beneficio de la sociedad. Hay que
apuntar que el INAH dentro de su Normateca en la página oficial
de INTERNET, que puede ser consultada por el público, tiene
publicados los procedimientos para gestionar la Declaratoria
Jurídica de un bien. Además, sobre el tema, consúltese,
Paredes Gudiño, Blanca, “Proceso de Declaratorias de Zonas de
Monumentos, INAH, 2009. Lo que está faltando es su difusión.
22
o arqueológico localizados en la zona marina
y aguas interiores del territorio nacional, o
que hayan estado parcial o totalmente bajo el
agua, de forma periódica; trátese de sitios, estructuras, edificios, objetos y restos humanos,
junto con su contexto arqueológico y natural:
buques, aeronaves, otros medios de transporte o cualquier parte de ellos, su cargamento u
otro contenido, junto con su contexto arqueológico y natural, así como los objetos de carácter prehistórico.
Y se añade: “Quedan exceptuados del
párrafo anterior los buques y aeronaves de
Estados extranjeros, cualquier parte de ellos,
su cargamento u otro contenido, que gocen
de inmunidad soberana conforme a derecho
internacional.”
La iniciativa también reforma y adiciona diversos artículos del Capítulo VI (De
las Sanciones, revisar Artículos 47-55) con
lo que se aumentarían las penas por daños
causados a bienes muebles e inmuebles, arqueológicos, históricos, además de los artísticos y califica como delito grave el tráfico
internacional de bienes culturales.
Además, en el rubro de los delitos cometidos en contra del patrimonio arqueológico, histórico y artístico, las disposiciones
reformadas ajustan las sanciones económicas
(multas) y las penas corporales (prisión) para
ponderar con una visión más firme, las conductas más lesivas en contra de los bienes culturales, a fin de desincentivar la comisión de
este tipo de conductas. Así, se establecen las
multas en número de salarios mínimos a fin
de que se adecuen automáticamente.
Por otra parte, se hace un ajuste de los
mínimos y máximos de las penas corporales
de casi todos los tipos penales contemplados,
ponderando aquellos que lesionan más al patrimonio cultural. De acuerdo a lo anterior,
se incorporan mayores sanciones para quien
dañe piezas declaradas como monumentos
arqueológicos, artísticos o históricos. Las pe-
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2017
nas de prisión aumentan de uno a diez años
y multa de cien a diez mil pesos, asimismo
contempla sanciones a quien busque sacar o
saque del país un monumento arqueológico o
artístico. Con todo lo anterior, se busca castigar con mayor precisión el vandalismo que se
presenta en zonas de monumentos arqueológicos, por ejemplo, agregando la palabra “altere” en el Art. 52.
De acuerdo a presuntas declaraciones por parte
de autoridades del INAH, tenemos que:
“Con las modificaciones y adiciones a la ley, México se ubica a la vanguardia en la protección y la
conservación de los bienes arqueológicos, paleontológicos, antropológicos e históricos que el INAH
protege para fortalecer la identidad y el patrimonio
cultural de los mexicanos”. Para el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), responsable de la aplicación de dicha ley, las reformas no
sólo la “enriquecen” sino que “fortalecen” las facultades del instituto “como el organismo técnico
especializado del Estado mexicano en materia de
investigación, conservación y difusión del patrimonio cultural del país” (Amador, 2014).
Frente a todo ello, estamos de acuerdo
en la necesidad del fortalecimiento de la Ley,
la institución y sus facultades, pero también
de que se cumpla con el compromiso adquirido al momento de su creación (1939) manifiesto en su propia Ley Orgánica, que a la
letra dice:
ARTICULO 2o. Son objetivos generales del
Instituto Nacional de Antropología e Historia
la investigación científica sobre Antropología e
Historia relacionada principalmente con la población del país y con la conservación y restauración del patrimonio cultural arqueológico e histórico, así como el paleontológico; la protección,
conservación, restauración y recuperación de ese
patrimonio y la promoción y difusión de las materias y actividades que son de la competencia del
Instituto.14
14. Subrayado BPG.
De esta forma debe existir congruencia, es decir una clara concordancia entre las
acciones de las propias autoridades de las
instituciones y lo dispuesto en la Ley para
cumplir con el compromiso que existe. Una
responsabilidad que nos obliga a estar atentos a su aplicación y no sólo a lo escrito. Es
decir, la Ley y su normatividad no deben
convertirse en “letra muerta”, y a nosotros
nos corresponde recapacitar y participar,
puesto que su aplicación y vigilancia no es
una responsabilidad exclusiva de INAH, y
nos incluye como investigadores, especialistas en las distintas ramas del conocimiento
antropológico e histórico.
Comentarios finales
Por todo lo aquí dicho, surge el apremio
de reflexionar sobre la Ley que compete a
nuestro ámbito de estudio; y si bien a lo largo de los comentarios esgrimimos ideas de
sus fortalezas, oportunidades, debilidades y
amenazas, también exponemos que estamos
frente a la oportunidad de realizar una revisión, un análisis, y una discusión para el fortalecimiento de ésta. Nos parece razonable
reconocer que en ocasiones existe un total
desconocimiento de la Ley, por propios y extraños, por falta de difusión y divulgación de
la misma; y que por la carencia de lecturas
adecuadas se propicia su no aplicación o una
aplicación incorrecta.
Como ejemplo de esto último, podemos señalar en el articulado en general varios aspectos que, poco o nada, se ponen en
práctica: uno de ellos es el Art. 2°, en donde
se hace referencia a la relación del INAH
con las distintas instancias de gobierno,
además de la sociedad civil. Considero que
realmente hemos descuidado esos vínculos
que podrían coadyuvar en la protección del
patrimonio.15
15. Dada la cantidad y variabilidad del patrimonio, requerimos
de la participación de diversas instancias, ya que tan sólo el
universo del patrimonio arqueológico es inconmensurable, en
cifras tenemos: 50,877 sitios registrados, 187 zonas abiertas
al público y sólo 48 zonas de monumentos arqueológicos
declaradas (DRPMZAH/INAH mayo2017).
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
23
Así, no está por demás señalar que requerimos buscar mecanismos de coordinación entre las dependencias involucradas.16
El objetivo de perfilar las anteriores reflexiones es invitar a una discusión abierta,
interdisciplinaria e integral sobre diferentes
aspectos fundamentales de la Ley Federal y
su aplicación, la que, pese a todo, sigue vigente y podría continuar así haciéndole reformas y agregados, pero sería mejor con
propuestas concisas y aplicables.
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Coleccionistas: Ley Federal sobre Monumentos
16. Es incomprensible que se hayan generado documentos
como “La Protección del Patrimonio Cultural de la Nación. Guía
Técnica”, 2005, y que no se difundan ni divulguen entre propios,
y menos entre extraños.
24
de 1972”, en Revista Digital CENIDIAP, sep.-dic.
Litvak, Jaime (1980), “Algunos conceptos sobre
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Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
Penachos, octubre 2015. Foto: Maya Lorena Pérez Ruíz.
26
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
Los riesgos de la
patrimonializaión .
Una reflexión
Amparo Sevilla
amparosevilla@yahoo.com.mx
Dirección de Etnología y Antropología Social, INAH
Presentación
En este trabajo se analiza la opacidad que existe en la definición de patrimonio cultural que
brinda la UNESCO y su relación con la indefinición de dos aspectos: el sujeto social y la propiedad intelectual de la manifestación cultural transformada en “bien patrimonial”.
En principio, debo decir que la noción de patrimonio cultural es un constructo social
que ha surgido debido a intereses políticos y económicos. Se trata de un término que ha
sido acuñado, principalmente, por instancias gubernamentales encargadas de la elaboración
y puesta en marcha de programas para el manejo de las herencias culturales. Con base en tal
noción se ha efectuado la patrimonialización de diversas expresiones culturales que se catalogan como patrimonio cultural inmaterial, a partir de la creación de la Convención para la
Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI), de la UNESCO, en 2003.
La cuestión es que la patrimonialización suele propiciar que los herederos pierdan el
control social de sus expresiones culturales, además de que la patrimonialización en varios
casos añade, y en otros reconfigura, un valor económico al valor simbólico de dichas expresiones, cuya propiedad se disuelve en el aire por la acción del libre mercado, esto es, de un
mercado rapaz de bienes culturales.
Estrechamente vinculado a la indefinición del sujeto social que resulta propietario de
una expresión cultural patrimonializada, se observa el crecimiento de la industria turística en
conjunción con la del espectáculo que, bajo el argumento de hacer de la cultura un recurso
para el desarrollo, fomentan la espectacularización de la diversidad cultural, como mecanismo para su venta.
Las acciones de salvaguarda en este contexto se convierten, paradójicamente, en su contrario y dada la ausencia de un marco legal para la protección de los derechos y la propiedad
colectiva, las ganancias económicas de la venta de los bienes culturales transformados en
patrimonio, las obtienen los dueños de las empresas ligadas a dichas industrias.
La patrimonialización de las expresiones culturales no sólo ha generado beneficios económicos a las empresas citadas, sino también ha sido utilizada como un recurso para fortalecer la imagen pública de funcionarios y políticos, ya que las declaratorias consisten en un
acto oficial cuya realización, en sí misma, da la apariencia de salvaguardar el bien cultural
patrimonializado, aunque no se efectúen acciones concretas en ese sentido.
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2017
27
Delimitaciones conceptuales o, en otras
palabras, “todo lo sólido se disuelve en el
aire”.
Entre las consideraciones que esgrime la
UNESCO1 para el PCI, se indica que existe
una profunda interdependencia entre:
“el patrimonio cultural inmaterial y el patrimonio material cultural y natural”. La creación
de una Convención especial para el PCI responde, nos indica la misma institución, a la importancia que éste tiene como “crisol de la diversidad cultural y garante del desarrollo sostenible”.
Además del reconocimiento de que: “los procesos de mundialización y de transformación social
por un lado crean las condiciones propicias para
un diálogo renovado entre las comunidades pero
por el otro también traen consigo, al igual que los
fenómenos de intolerancia, graves riesgos de deterioro, desaparición y destrucción del patrimonio cultural inmaterial, debido en particular a la
falta de recursos para salvaguardarlo (UNESCO
2003:1).
Resulta interesante observar cómo el
discurso de la diplomacia internacional intenta matizar las grandes contradicciones generadas por el desarrollo de un sistema económico depredador de los recursos naturales,
económicos y culturales de las naciones. Se
habla del impulso a nivel internacional de una
cultura dirigida al desarrollo sostenible, pero
al mismo tiempo se permite la explotación
indiscriminada y contaminante de la biodiversidad y la imposición de los intereses de la
economía globalizada que atentan claramente contra la diversidad cultural mediante las
prácticas acordadas en otros organismos internacionales, como la Organización Mundial
de Comercio, el G-20, etcétera.
Cuando la UNESCO indicó que el proceso de mundialización “puede traer consigo
graves riesgos”, ya era mundialmente reconocido en el ámbito académico el concepto de
1. Entre ellos encontramos, por ejemplo, los textos de Maya
Lorena Pérez (2004 y 2012) y José Antonio Machuca (2010).
28
globalización y su relación con el funcionamiento de diversos organismos internacionales supuestamente dirigidos a propiciar la cooperación y el desarrollo económico y cultural,
con el reordenamiento mundial diseñado bajo
la lógica de las poderosas compañías transnacionales. Por ello resulta inquietante que dicho
organismo afirme que los graves riesgos de deterioro, desaparición y destrucción del PCI se
deban en particular a la falta de recursos para
salvaguardarlo, evadiendo así el hecho de que
son producto de las relaciones acordadas por
los organismos internacionales antes referidos. Al respecto puede consultarse a Maya Lorena Pérez Ruiz (2012:49-79) quien brinda
una excelente síntesis del análisis hecho por
varios investigadores sobre la vinculación entre la globalización, la diversidad cultural, las
industrias culturales y el patrimonio cultural
en las políticas de Estado.
Unido a lo anterior, hay que recordar
que la UNESCO brinda una definición tautológica de patrimonio cultural, además de que,
como ya lo han señalado varios autores2, no
se establecen diferencias entre cultura y patrimonio, lo que contribuye a aumentar la confusión, y el manejo interesado de los bienes
patrimonializados. Además de que surgen varias dudas, por ejemplo: ¿toda la producción
cultural que se ha generado y se genera en un
país constituye su patrimonio?, ¿sólo lo que
las comunidades, los grupos y, en algunos casos, los individuos reconocen como tal? En el
debate suscitado en torno a dichas cuestiones
se encuentran dos conclusiones sustantivas:
1. El PCI está constituido por aquellos
bienes culturales que tienen una valoración
especial;
2. En la determinación de qué bienes
son o no patrimonio cultural, se establece un
campo de disputa y negociación entre los diversos grupos sociales involucrados.
2. Entre ellos encontramos, por ejemplo, los textos de Maya
Lorena Pérez Ruiz (2004 y 2012) y José Antonio Machuca (2010).
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2017
La patrimonialización de una expresión
cultural a la que nos referimos aquí conlleva
la intervención de alguna instancia gubernamental, que bajo protocolos institucionales
otorga el reconocimiento correspondiente
mediante la expedición de una declaratoria.
El punto es que, al brindar un valor simbólico
distintivo a determinadas expresiones culturales sobre las demás, suele agregarse, al mismo tiempo, un valor económico a las mismas.
Así, lo que se asume en un ámbito comunitario o colectivo como lo nuestro, se convierte
en lo nuestro de un ámbito mucho mayor que
puede abarcar una entidad federativa, una nación e incluso toda la humanidad, esto último
una vez que se ha decretado por parte de la
UNESCO como patrimonio.
El hecho de que ese organismo internacional no establezca la necesaria distinción
entre patrimonio y cultura en la definición del
PCI, no puede ser considerado como algo fortuito, y desde nuestro punto de vista responde
al hecho de que el término de patrimonio nos
remite al terreno pantanoso de la propiedad.
Si el reconocimiento social transforma una
expresión cultural en patrimonio mediante
una catalogación oficial ¿en manos de quién
queda la herencia constituida por bienes y derechos sobre esos bienes colectivos?
En el caso del patrimonio cultural de
la Nación, esto es, las zonas y monumentos
arqueológicos, artísticos, históricos y paleontológicos, hay una Ley Federal que evita que
esos bienes públicos tengan un usufructo privado ¿Lo mismo podríamos establecer en relación al PCI?
No es casual que la Convención abocada
a la salvaguarda del PCI carezca de un marco
jurídico que establezca los derechos y obligaciones de los agentes que intervienen en los
procesos de patrimonialización en relación al
posible usufructo de las utilidades económicas
que puedan derivarse de dichos patrimonios.
Lourdes Arizpe (2009:59-60) a partir
de su experiencia como integrante de la comisión que participó en la elaboración de los
lineamientos de la Convención citada, brinda una descripción sobre la forma en la que
se abordó el tema de la aplicación o no de
los derechos de propiedad intelectual en el
PCI. La autora informa que ese tema generó
un debate muy importante al interior de la
Convención y fue motivo de la realización
de varias consultas externas, a lo que añade:
Este tema se estaba negociando con otros organismos internacionales, principalmente con la
Organización Mundial de la Propiedad Intelectual
(OMPI). Como se mencionó anteriormente, había
una creciente preocupación respecto de la apropiación del conocimiento local, particularmente
de la farmacopea y la terapéutica indígenas, por
lo que se estaban considerando programas internacionales para protegerlo. Entre la OMPI y la
UNESCO se llegó al acuerdo de dejar de lado la
mayoría de los asuntos de la propiedad intelectual
en la Convención sobre Patrimonio Cultural Inmaterial (Arizpe, 2009: 59-60).
Es una pena que Lourdes Arizpe no
haya incluido en su descripción las causas
por las cuáles dichos organismos internacionales tomaron tal acuerdo, sin embargo,
se conoce el hecho de que la OMPI generó
en 2000 el Comité Intergubernamental sobre
Propiedad Intelectual y Recursos Genéticos,
Conocimientos Tradicionales y Folclore. Muchos años han pasado y a la fecha sigue siendo una tarea pendiente para esa institución
resolver y dictar las normas que permitan
proteger los conocimientos tradicionales,
garantizar su utilización en beneficio de
las comunidades que los crearon y desarrollar acciones efectivas para su salvaguarda.
¿Ello se debe a la falta de capacidad de los
funcionarios que trabajan en tal organismo
internacional? O ¿será la falta de voluntad
política de los gobiernos que lo integran?
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2017
29
El vacío conceptual y práctico que hace
la Convención encargada de la salvaguarda
del PCI respecto al tema de los derechos de
propiedad intelectual puede tener una relación directa con la indefinición del sujeto social que, supuestamente, sería el propietario
del patrimonio cultural. Como bien advierte
Francisco Cruces (1998:77) en un artículo
que fue publicado en los años en los que un
grupo de especialistas elaboraba la plataforma
conceptual que daría lugar a la Convención
relacionada con el PCI:
“…el horizonte social de todo patrimonio es
siempre una construcción ideal: ‘la humanidad’,
‘la sociedad’, ‘la comunidad’, ‘el interés general’,
‘la colectividad’, ‘la etnia’, ‘los portadores de la
cultura’, es decir, ‘un todos nosotros’. El problema
del sujeto de la restitución es por consiguiente de
carácter político, en la medida de que implica procesos de autodefinición y de heterodefinción colectiva en los que se ponen en marcha relaciones de
poder, dicho de otro modo, la capacidad de hacer
valer como legítimo el punto de vista propio sobre
‘quién es quién’, ‘qué representa qué’ y, sobre todo,
‘qué representa a quiénes’. Si bien normalmente
estos procesos se dan sin problemas, éstos afloran
en situaciones de conflicto…” (Cruces, 1998: 77).
Relacionando la idea anterior con las
consideraciones y reconocimientos que hizo
el organismo internacional para la instauración de la Convención multicitada, en el texto
de la UNESCO3 tenemos el párrafo siguiente
que amerita ser analizado:
“Reconociendo que las comunidades, en especial las indígenas, los grupos y en algunos casos los
individuos desempeñan un importante papel en
la producción, la salvaguardia, el mantenimiento
y la recreación del patrimonio cultural inmaterial,
contribuyendo con ello a enriquecer la diversidad
cultural y la creatividad humana…”.(UNESCO,
2003:1)
3. www.unesco.org/culture/ich/index.php?lg=es&pg=00006
30
¿Cómo interpretar el párrafo anterior?,
¿se trata del reconocimiento por parte de la
UNESCO de los sujetos sociales que son productores del PCI o todo lo contrario, de una
forma, llamémosla, diplomática de ocultar
la indefinición del sujeto social? Además de
las preguntas anteriores, bien puede añadirse
la observación que plantea Álvaro Alcántara
(2011:25) al párrafo en cuestión, en la que
acertadamente inquiere: “¿Si estos actores
desempeñan un papel importante, entonces
quiénes son los que desempeñan un papel
central, fundamental o indispensable?
En consecuencia cabe preguntar: ¿las
comunidades, los grupos e individuos que
han creado una manifestación cultural catalogada como PCI son involucrados, portadores o propietarios?
En el formato oficial que otorga la
UNESCO para el registro de las nominaciones que se presentan para ingresar a la Lista
Representativa del Patrimonio Inmaterial de
la Humanidad se encuentra un inciso titulado
“Identificación de las comunidades, grupo o,
en su caso, individuos involucrados” y, en la
aclaración de dicho apartado se indica que el
PCI “sólo puede ser definido en referencia a
comunidades, grupos o individuos que lo reconocen como parte de su herencia cultural”.
En el caso del término portador tenemos que, según el glosario sobre PCI elaborado por la UNESCO en 2002, aparece definido como: “Miembro de una comunidad que
reconoce, reproduce, transmite, transforma,
crea y forma una cierta cultura al interior de y
para una comunidad. Un portador puede, por
añadidura, jugar uno o varios de los siguientes
roles: practicante, creador y guardián”.4
En cuanto a la propiedad sobre esa herencia cultural por parte de las comunidades,
los grupos o los portadores no hay nada escrito, pero queda el consuelo de que cuando
un patrimonio cultural se integra a la Lista
4. Definición publicada por la Dirección General de Culturas
Populares e Indígenas (2004:147).
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
Representativa es, la Humanidad, la supuesta propietaria.
Conclusiones
1. Cuando el proceso de patrimonialización
carece de un marco legal en materia de derechos culturales y derechos colectivos se abre
la puerta al usufructo privado de los bienes
colectivos, debido a la indefinición del sujeto social que ostenta la propiedad del “bien
cultural” considerado patrimonio cultural
inmaterial.
2. La indefinición del sujeto derivada de la
forma de patrimonialización antes citada,
permite que todo individuo, grupo o empresa pueda intervenir en la práctica de la expresión cultural catalogada como patrimonio, y con ello “los portadores originarios”
pierden el control social sobre su bien cultural patrimonializado.
3. Además, se establece una separación entre objeto y sujeto, ya que lo que importa es
la manifestación cultural patrimonializada
y no los intereses, demandas y propuestas
creativas de los sujetos sociales que, con el
léxico de la UNESCO, serían los portadores.
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2017
31
¿De quiénes son las cosas:
de ustedes o de nosotros?
Renata Schneider
ren.schneider@gmail.com
Coordinación Nacional de Conservación del
Patrimonio Cultural, INAH
Yo creo que estábamos mejor marginados. Eso dice Juan Martínez, que fue gobernador antes que yo, y yo
pienso igual. Antes nos ayudábamos entre todos porque no había de otra. Luego llegó el gobierno. Y nos empezaron a ayudar. Nos dijeron que la iglesia era de propiedad del país: dejó de ser del pueblo y ya era de México… Y
nosotros nos fuimos dejando de ayudar. Yo por eso pienso que estaba mejor cuando estábamos marginados.
(Félix Rubio Medina, gobernador tradicional pame,
Noviembre de 2006)
Presentación
La reflexión inicial me la confió Félix Rubio a finales del 2006, que ya usé en un texto previo
(Schneider, 2011), y no refleja sólo la preocupación de un gobernador tradicional indígena en
concreto, ni tampoco la de un único grupo indígena del país, pues prácticamente... cultural, a
la vez nacional pero también local, es paradójica y, a su vez, genera interpretaciones de todo
tipo, algunas así de tajantes como la antes descrita. Otras, menos radicales, suelen hablar en
conjunto de procesos ambiguos.
En este texto quisiera detenerme en algunos casos que ejemplifican esta complejidad y
revelan parte de un desconcierto, mutuo, entre los representantes concretos de las instituciones culturales gubernamentales y los representantes comunitarios.
También, quisiera mostrar cómo, si bien la conservación-restauración ha logrado acomodar las demandas y los derechos de muchos grupos sociales en la toma de decisiones de
los procesos de intervención —principalmente en los casos de posesión directa de objetos y
espacios patrimoniales— todavía no ha logrado ampliar este discurso al campo de los problemas sociales y económicos relacionados con la propiedad concreta de tales objetos y espacios.
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
33
Fachada del templo de Nuestra Señora de la Asunción de Santa María Acapulco durante su
reconsagración, S.L.P., enero 2014. Renata Schneider
La restauración institucional y su
interacción con las comunidades
La conservación-restauración que realiza el
Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH) en pequeñas localidades rurales de
México es implementada por lo general por la
Coordinación Nacional de Conservación del
Patrimonio Cultural (CNCPC), dependencia
que desde hace veinte años tiene un área que
expresamente atiende y orienta en materia
técnica a muy diversos tipos de grupos sociales. Así, a excepción de unos pocos proyectos
iniciados en la década de los años noventa del
siglo pasado, casi todas las intervenciones se
realizan a petición expresa y escrita de comunidades rurales y urbanas.
Dado que es problemático saber en un
inicio qué grupo de la comunidad gestionó la
solicitud y cuáles podrían ser sus condiciones
y propósitos reales, hablaré aquí en particular
de sitios rurales con población mayoritariamente indígena, que cuentan con un gobier-
34
no tradicional, o que tienen un grupo específico de personas dedicadas a atender aquello
que se restaura en general imágenes religiosas
católicas, pero también archivos parroquiales,
mapas coloniales que consignan linderos, objetos ceremoniales y/o acabados arquitectónicos de templos1 erigidos hasta el último día
de 1899.
Esta temporalidad es debida a una serie de combinaciones extrañas que hacen del
INAH un custodio de huesos de mamut a la
vez que de los zapatos de tacón de Carmen
Romero Rubio. La tarea que se ha de emprender se realiza con una base de 160 restauradores, quienes deben investigar y atender,
bajo esas distancias temporales, todo lo que
comprenda este periodo y sesgando lo que
venga después.
1. La CNCPC sólo atiende objetos muebles o inmuebles por
destino. La intervención y la expedición de licencias para
la rehabilitación y conservación de edificios depende de la
Coordinación Nacional de Monumentos Históricos (CNMH).
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
Quillostes y temastianes del Pueblo de Tórim, Sonora en la entrega de piezas restauradas en la temporada de
diciembre 2015. Diego Ángeles
En concreto, me referiré a lugares donde es fácil detectar cierta, o mucha, verticalidad en la toma de decisiones (haya o no
tensiones entre grupos) y que, además, nos
permiten observar directamente ciertos procesos, relacionados con las particularidades
del poder local, a menudo ya estudiadas por
otras disciplinas.
Las diferencias específicas entre los sitios que debe atender la CNCPC son muchas
y de distintos tipos: pueden tener hospitales
y hasta universidades regionales, o clínicas
sin doctor y primarias multigrado; los sitios
pueden estar aislados o muy bien comunicados (casi nunca); las formas de subsistencia
básica, por lo general de tipo agrícola, pueden ser lícitas o ilícitas, o puede tratarse de
pueblos de niños y ancianos que reciben remesas desde Estados Unidos y en donde se
construyen enormes casas vacías mientras el
campo reposa.
El sistema de cargos, o de compromisos
personales, familiares o de barrio, asociados
a los templos y/o a las esculturas, documentos y lienzos puede ser rígido o flexible, con
cargos temporales, vitalicios o una mezcla de
ambos. Las actividades religiosas podrán ser
independientes de las civiles o estar absolutamente imbricadas. Las piezas, los retablos,
los instrumentos de trabajo o la pintura mural, o lo que sea que implique nuestra participación, pueden ser parte de una colección,
ser piezas independientes o todo un templo
con su contenido. Las prácticas asociadas a
las imágenes deben realizarse con la ayuda
de un sacerdote, o nunca en su presencia, etcétera.
Todos estos son aspectos que debemos
tomar en cuenta antes de iniciar un proyecto, mismo que implica instalarnos en temporadas de tres o cuatro meses al año con
relativa facilidad, con ciertas expectativas de
investigación e intervención, y con guiones
preliminares sobre el tipo de objetivos que
podemos plantearnos para alargar la vida
útil de los bienes a conservar; ya que es pro-
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2017
35
bable que otra ayuda institucional tarde en
volver a llegar; sobre todo porque los objetos
de las solicitudes, hechas por las comunidades, no son colecciones singulares ni grandes
complejos urbanos que inviten al turismo.
La experiencia nos ha mostrado que en
una comunidad2 donde las mayordomías son
vitalicias y dependen de la elección personal
(o de la decisión de un adulto de la familia,
cuando se es niño) es mucho más sencillo impulsar cursos o talleres, por ejemplo para el
manejo adecuado de piezas durante las procesiones, o para adecuar la costura de vestimentas que han de hacerse bajo promesa, o
incluso para la conservación preventiva, dada
la cercanía cotidiana y material que tienen los
custodios tradicionales con tales objetos.
Por lo contrario, en grupos donde el
cuidado de los santos depende de cargos que
se determinan anualmente por un grupo
de principales, o que son elegidos mediante asambleas locales, es muy difícil proponer esquemas de cuidado a largo plazo, aun
cuando, como casi en todos lados, exista un
encargado especial de vestir y arreglar la
iglesia, o de dirigir las procesiones para la
semana santa u otras fiestas. De allí que tengamos que dirigir nuestro esfuerzo a realizar
intervenciones con materiales más resistentes y duraderos, que quizá no sean tan parecidos a los materiales originales empleados
en la manufactura inicial de las imágenes,
lo que sería el ideal técnicamente hablando;
debido a problemas de compatibilidad material y de pertinencia crítica y teórica en los
que no ahondaré aquí.
2. La «comunidad» “…es la unidad básica en los territorios
habitados preponderantemente por población indígena…”
(Hernández-Díaz 2007). Existen otras definiciones: Hobsbawn
(1996) llega a decir que la noción de «comunidad» es una
rendición ideológica usada para desdibujar el concepto de
«pueblo», pero es claro que en México y en el contexto indígena
se entiende naturalmente que existen comunidades (situadas
geográficamente desde al menos la colonia, con costumbres y
tradiciones específicas y reconocibles), de cara a construcciones
ideológicas como las que implica hablar de comunidades
democráticas, comunidades intelectuales, comunidades gay,
etcétera.
36
Curso-taller de manejo de esculturas en procesión, Santa María
Acapulco, S.L.P., octubre 2009. Martha Amparo Fernández.
Asimismo, en comunidades muy pobres, será frecuente ver en uso piezas muy
deterioradas o muy parchadas; difíciles de
intervenir. Mientras que en sitios menos
marginados, un deterioro muy severo implica olvido, o cierto tipo aparente de olvido,
entre muchas otras consideraciones.
Lo que en todo caso importa señalar,
regresando a las similitudes, es que prácticamente en todos los casos, por aislada y
marginada que sea una localidad indígena,
los objetos venerados presentan intervenciones de restauración anteriores. Es decir,
están retrabajados por manos líricas, generalmente del propio pueblo y en tiempos
medianamente recientes; lo que habla de
una tendencia en esas comunidades hacia
la conservación; una condición importantísima que deben tener los objetos venerados para que, en efecto, funcionen lo mejor
posible para que puedan cumplir su trabajo
como representaciones sacras.3
3. Pedro Pitarch (2013) considera que en San Juan Cancuc,
Chiapas “la erosión de los santos es producto de su identidad
sagrada” y que su potencia anímica desborda y consume su
cuerpo; con esto asume de algún modo que en Cancuc los santos
católicos son cuanto más santos si se encuentran deteriorados
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
Este aspecto suele soslayarse, pero habla de una necesidad que se cumple con o
sin ayuda de los profesionales, y con o sin la
ayuda de organismos gubernamentales. Sin
embargo, cabe decir que hoy día muchas de
estas comunidades saben que pueden recurrir a los especialistas, por lo que cada día
demandan más ese derecho.
La conservación-restauración
Con el tiempo, la conservación-restauración
en el mundo ha modificado sus intereses
para considerar, cada vez más, la función de
los objetos a intervenir. Este viraje es relativamente reciente y durante años fue soslayado por los especialistas porque implicaba
involucrar a los usuarios, lo que hace más difícil tomar decisiones. El trabajo que se hacía
hasta hace poco resaltaba las características
estéticas o históricas de las piezas, aspectos
complicados de abordar, pero mucho más
sencillos que exponer una propuesta de inmaterialmente. La explicación de Pitarch es muy sugerente y
detallada, y se basa en concepciones locales sobre el cuerpo
humano y el de los santos que fueron recogidas y documentadas
durante varias temporadas de campo. Paradójicamente, la mayor
parte de las esculturas de Cancuc presentan intervenciones
anteriores, sobre todo intentos de restructuración estructural y
muchísimos repintes de capa pictórica (comunicación personal
María Rosa García y Nayeli Pacheco, octubre de 2016). Estas
intervenciones son difíciles de detectar para quien no tiene el
ojo entrenado, pero muestran, sin duda, una intención hacia la
conservación. La veneración de piezas deterioradas constituye
un campo de análisis interesantísimo que no se acaba en la
simple premisa de que se usan deterioradas por la pobreza que
existe en las comunidades indígenas y/o por la imposibilidad
de reemplazar ciertas advocaciones importantes en las fiestas.
Tampoco puede reducirse a la creación de universos explicativos
que obvian el análisis específico de la materia de los momentos
y grupos de acción e influencia que se encuentran representados
en el contexto religioso católico de un pueblo dado, a lo largo
de su historia reciente. Otro ejemplo similar se da en el Pueblo
de Laguna, Nuevo México, Estados Unidos, donde el cielo raso
manufacturado en piel de búfalo que cuelga del presbiterio
representa, de algún modo, la historia sagrada de la comunidad.
Para los keres de Laguna el día que el cielo raso acabe por
deteriorarse desaparecerá su tribu y es importante dejar al
arbitrio del tiempo y de las fuerzas naturales ese proceso.
Durante el análisis microquímico de los materiales del cielo raso
(Schneider, 2002) pudo constatarse la presencia de pigmentos
sintéticos, producidos en el siglo XX, cubriendo zonas donde la
policromía inicial se hallaba ya muy deteriorada. La intención
hacia la conservación suele ser menospreciada, pero es un
impulso muy profundo que puede incluso pasar por alto otros
preceptos comunitarios.
Cargueros de la iglesia de San Ignacio durante una reunión
explicativa sobre procesos de intervención. Pueblo de Tórim,
Sonora, octubre 2016. Renata Schneider
tervención para conseguir el consenso de
una asamblea comunitaria o de los participantes en una sesión mensual de los amigos
de un museo.
Lo anterior quizá se relacione con la
idea de que el patrimonio cultural implica
un constructo social ya que la historia del
arte, de la cual dependía la restauración,
hasta hace muy poco no estaba interesada en
esos temas, como el de la conservación-restauración comunitaria.
Hoy día las decisiones sobre el aspecto final de una pieza, o sobre el tipo de usos
que puede dársele, son conjuntas —entre especialistas y comunidad— en la mayor parte
de las intervenciones y, después de algunos
descalabros iniciales, bien documentados
(Jaspersen 2011; Ndoro, 2005; Stovel, Price
y Kilick, 2005; entre otros), se han generado ciertas metodologías que van adecuándose caso a caso (A.H.C., 2002; Clavir 2002
y 2015; ICOMOS Australia 1979-2013,
UNESCO/ICOMOS1994).
Los dilemas de la conservación-restauración
Si bien lo anterior ha implicado un avance
sustancial y ha sido un tema muy importante
en la conservación-restauración contempo-
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2017
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ránea desde hace cerca de veinte años, quizá aún está pendiente desarrollar un tercer
aspecto, que la idea liberal de los derechos
de consulta adoptada por los especialistas no
resuelve totalmente, y que se relaciona con
la propiedad de las piezas intervenidas.
Este problema es el que señala con mucha elocuencia Don Félix Rubio al inicio de
este texto: ¿qué derechos de propiedad surgen una vez que ciertas cosas, que durante
años fueron problema (para su conservación) sólo de un pequeño grupo social, son
descubiertas y luego protegidas por el INAH,
o por alguna otra instancia gubernamental o
religiosa? ¿Cuáles son las consecuencias sociales y económicas de este viraje, independientemente de los grandes avances que hay
ya en materia de participación en consultas
y decisiones técnicas; sobre todo en la definición conjunta de la apariencia final de los
objetos?
Para reflexionar sobre ello vale la pena
relatar el caso de los lienzos y esculturas del
templo de la Santísima Trinidad de Mesa del
Nayar, comunidad situada en la sierra nayarita que, desde la CNCPC, se intervienen
desde 2015.
Un interés expreso de la comunidad era
el levantamiento de un inventario de la colección del templo, mismo que debía entregarse
junto con las imágenes intervenidas para su
conservación. Nosotros creímos que la comunidad buscaba protegerse de futuros robos,
ahora que un camino pavimentado comunica
más fácilmente a sus pobladores con Tepic.
Durante la planeación de una reunión
sobre la pertinencia de reproducir una de las
campanas del templo, varios miembros del
consejo de ancianos y del comisariado de
bienes comunales insistían en la necesidad
de que el arqueólogo que debía realizar el registro de los sitios sagrados, ubicados en las
tierras de la comunidad, estuviera presente
en la toma de decisión sobre la posible re-
38
producción de la campana. El arqueólogo
no pudo llegar y la desilusión fue evidente.
Nosotros nos quedamos perplejos, y nos preguntamos ¿qué tiene que ver una campana
colonial de bronce rota con los sitios sagrados del ciclo no católico de la vida na’ayeri?
Al día siguiente, dos miembros del
consejo me comentaron preocupados que
las decisiones sobre todas los asuntos que
concernían a sus cosas debían ser unánimes
y bien fundamentadas; que el registro de lo
que era suyo tenía que ser completo y debía
entregarse pronto; que así no se estaba pudiendo y que la construcción de la presa Las
Cruces era cada vez una amenaza más fuerte para ellos, por lo que tener un inventario,
producido por una instancia gubernamental
era lo que impediría que se allanara su territorio, que comprendía los sitios sagrados,
los caminos, los lienzos religiosos, las campanas y las puertas de la iglesia, entre otros
elementos.
Con lo anterior se hizo evidente que los
órdenes y las clases como el patrimonio se
divide y clasifica por los especialistas institucionales no siempre tiene el mismo sentido
para la comunidad. Además, que el proceso
de certificación de posesión y de conservación de bienes muebles e inmuebles y sitios
patrimoniales, les sirve a los pobladores en la
medida en que se sustenta en demandas de
derechos territoriales.
Así, las campanas, la pila bautismal, el
templo y los santos, para ellos representan
un capital de defensa del patrimonio meseño, que no se remite únicamente al derecho
a la propia cultura sino a derechos sociales
y económicos específicos, que incluyen el
territorio sobre todo cuando éstos pueden
verse amenazados. En ese sentido, ¿en qué
momento una escultura policromada preciosamente manufacturada es valiosa como
vestigio de una historia común con el resto
de los mexicanos?, ¿importa que lo sea?
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2017
Otro ejemplo, que expresa las diferentes perspectivas e intereses, sucedió en
la misma región: en octubre de 2015, la techumbre de palma de la casa real (sede de
los poderes locales) de Santa Teresa del Nayar, a tres horas y media en camioneta desde
La Mesa, se incendió por unos fuegos artificiales no controlados. Para mayo de 2016
se produjo un conflicto entre las autoridades
tradicionales y el Centro INAH Nayarit, en
especial con el consejo de ancianos, debido
a que en el pueblo comenzaron a levantar
una estructura de cemento en el vestíbulo
del edificio para soportar el arranque de la
cubierta tradicional de troncos y varas, hoy
desaparecida.
El INAH consideró que la obra alteraba las características arquitectónicas del
edificio, pidió la suspensión de los trabajos,
y propuso una alternativa que no acabó de
convencer al consejo. En lo que se definía
el problema, el museo comunitario se convirtió, para todos los efectos, en la casa real.
Durante una visita para intervenir un ala de
la escultura de San Miguel Arcángel fuimos
interpelados: ¿cuándo volvería el INAH de
Nayarit al pueblo?, ¿por qué tardaban en
hacer visitas para continuar el proceso en la
casa real si Tepic quedaba a solo seis horas y
media de distancia? Al tiempo, que el subdelegado municipal nos presumía la estructura
de madera del techo del museo (también un
edificio colonial modificado al cual se le quemó la techumbre en algún momento hace
unos treinta años). Reproduzco el diálogo:
“-Este techo lo hizo a pura hacha un
solo señor, mire qué bonito
-¿Por qué no le ponen un techo igual
de madera entonces, si no les gusta lo que les
dijeron los de Tepic?
-Porque queremos que lo pague el gobierno, si ya nos acostumbraron al dinero…;
estamos atenidos al gobierno”.
Mientras tanto la casa real permanecía
abandonada en una comunidad donde, como
en muchas otras, por al menos dos siglos, las
cosas se resolvían dentro, sin expertos; como
se pudiera y generalmente bien.
De esta breve conversación pueden
deducirse algunas primeras cuestiones que
muestran la perspectiva de la comunidad:
1. ¿Quiénes son ustedes para decirnos cómo
hacer las cosas? 2. Le toca al gobierno pagar
las obras (siendo que nunca quedó claro si
consideraban que al ser el INAH quién pagaba la cubierta ésta debía ser de vara, madera y palma; o si de cemento con losa).
El INAH, por su parte, tampoco tiene
una postura clara a este respecto, ni creo que
la vaya a tener pronto, si la institución paga
las obras, ¿las cosas deben hacerse cómo
querrían sus profesionales?, ¿debe pactarse
una solución intermedia que guste a todos?,
¿hay una solución intermedia en términos
estructurales?, ¿es apropiado clausurar una
obra en una localidad así? En resumen, ¿es
el INAH otro propietario o sólo es un revisor
técnico? Cabe señalar que tampoco creo que
las respuestas sean homogéneas en los círculos de decisión del pueblo.
El problema anterior se hace más evidente cuando se introduce otro factor, que
analizaremos a continuación. En una esquina de la plaza del mismo pueblo se encuentra
absolutamente abandonado un templo jesuita
del siglo xviii, manufacturado a base de piedras labradas sin recubrimiento, que presenta
un hermoso altar barroco del mismo material
y que nunca se techó o, al menos, nunca con
materiales no perecederos. La iglesia que funciona como tal se halla en el otro extremo de la
plaza y es un edificio ya muy modificado también, de muros de piedra rejuntados con arcilla y encapsulados en cemento, modestos. Los
coras tereseños no consideran el templo jesuita como un sitio especialmente importante, e
incluso llegó a ser usado como basurero y baño
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2017
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Templo jesuita sin cubierta de Santa Teresa del Nayar, Nayarit. Abril 2015. Renata Schneider
público (Coyle, 1998) mientras que, dentro
del imaginario usual del patrimonio cultural
nacional que conserva fachadas y edificios públicos constantemente, es increíble que nunca
se haya intervenido.
¿No se ha intervenido por qué no interesa a los habitantes de Santa Teresa? Tal
posibilidad es dudosa, puesto que ese no ha
sido un factor importante para los trabajos
que ha realizado unilateralmente el INAH,
en todo el país, hasta hace poco; por lo que
es más probablemente que se deba más a
factores presupuestales y de distancia.
Sin embargo, cabe preguntarse ¿a los
tereseños les interesa que se intervenga? A
veces parece que sí, a veces que no, ya que
en la CNCPC recibimos una solicitud al respecto, pero era tangencial, y esa ligera preocupación por el templo inacabado, probablemente, había sido inducida por nosotros,
cuando conversamos sobre su interés en intervenir las esculturas de la pequeña iglesia.
Así, en 2016 les preocupaba sobre todo la
campana, que allí se aloja, y que sirve para
convocar a las fiestas y reuniones.
Visto lo anterior, el factor determi-
40
nante para la conservación y la rehabilitación parece ser, en un primer momento, la
nueva dirección que ha elegido la conservación-restauración, que trata de focalizarse
en el uso de los bienes (Muñoz Viñas, 2003)
y no en la idea, poco clara en esas regiones
de la sierra, de un patrimonio que subsume
una historia local en lo nacional.4 Empero, el
problema de la propiedad y la responsabilidad sigue ahí sin solucionarse.
Finalmente, para ilustrar ese desencuentro entre expectativas e intereses, me
detendré en otro caso, que es el del templo
de Nuestra Señora de la Asunción de Santa
María Acapulco, en San Luis Potosí, que su4. El problema de la casa real se agravó después porque el
gobierno municipal donó material para hacer una cubierta de
losa de concreto. El INAH emitió un dictamen negativo y propuso
recuperar el sistema tradicional, o en caso de que no fuera
posible, se regresara a uno como era el original (de material
perecedero maderable y palma), usar teja como hay en muchas
otras de las construcciones vernáculas del Nayar, incluido el
museo mencionado (comunicación personal Lilia Ruvalcaba
y Daniel Gallo, octubre de 2016). Como puede verse, en estas
localidades apartadas el funcionamiento y coordinación de los
diversos órdenes de gobierno es muy complejo y desordenado
(a nivel local, municipal, estatal, federal). Y también, en el caso
de instituciones federales y estatales, hay grandes traslapes en
materia de trabajo. La casa real ya se encuentra en funciones
hoy día con techo de cemento y no de zacate.
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
frió el impacto de un rayo en julio de 2007.
El templo ardió completamente y mediante una serie de trabajos de prospección antropológica y de conservación-restauración
(Vázquez et. al., 2007; Schneider, 2013) se
decidió reproducir los objetos e inmuebles,
desaparecidos en el incendio, en pro de la
recuperación del espacio, importante para la
reproducción cotidiana y simbólica de gran
parte de las actividades pames, que giraban,
y giran aun hoy, en torno a esta iglesia construida en el siglo xviii por frailes franciscanos e indígenas reducidos.
La iglesia y sus objetos se recuperaron
casi totalmente, entre reproducciones e intervenciones de conservación y restauración
y, otra vez, tras una pausa de casi ocho años,
se usan nuevamente por completo. Es decir,
se usan veladoras allí adentro, lo mismo que
se come, se tocan minuetes, se reza, y se inician romances, entre otras cosas.
Cabe agregar, que la iluminación nunca ha provenido de fuentes eléctricas, por lo
que recientemente, varios miembros de la
comunidad han solicitado a los representantes del INAH, federal y local, que se haga
una instalación. Los representantes institucionales, relacionados con la comunidad, nos
negamos a ello (como nos negamos a pintar
las figuras que adornaban el artesón perdido,
que sólo se reprodujo a nivel de obra, pero no
de decoración, por la falta de información y
de documentación fidedigna. Situación que
sigue generando roces en asambleas y reuniones de trabajo.
Las razones para ello son muchas, pero
sobre todo parten del miedo a otro incendio. Las autoridades tradicionales han acatado nuestra negativa, pero la viven como
impuesta. Tras una larga conversación con
el actual gobernador tradicional que, como
su antecesor en el 2006, nos reclamó la presencia vertical y poderosa del gobierno en
su pueblo, pudimos darnos cuenta que por
más que se dijo y se pensó que el proyecto
de recuperación del templo se hacía para la
comunidad y basada en sus deseos, la gente de Santa María siente que la iglesia ya no
es suya del todo: que el INAH se las presta,
tanto así, que ni luz pueden poner.
¿Será cierto entonces que en ese caso
se trabajó mediante consensos entre especialistas y comunidad? ¿o se cree, más bien,
que se trabaja por consensos?, ¿tiene que suponer el INAH, en sus áreas técnicas, que
se han hecho trabajos valiosos de conservación, cuando el resultado final depende de
un mantenimiento financiero que una comunidad, tan marginada como ésta, no puede negar, por más que ahora en concreto no
reciben apoyo para el mantenimiento de la
iglesia? ¿es válido que los fuereños se molesten porque la techumbre de palma, que antes
se reemplazaba ritualmente y por servicio,
se cambie ahora sólo si existen recursos de
instituciones federales o estatales de cultura
o de desarrollo indígena?, ¿es válida la molestia local sobre la intromisión del gobierno en su vida, que aparentemente destruye
y banaliza su organización social, a través
de la apropiación nacional de su patrimonio
local? Estas diversas preguntas simplemente
reflejan paradojas cotidianas del trabajo del
Instituto en contextos sociales rurales.
Reflexión final
Quizá la gran deuda pendiente que tenemos
los profesionistas técnicos del INAH respecto
a los habitantes de este tipo de localidades, y
para con los miembros de otros grupos sociales del país, es reformular nuestros modos de
aproximación a los problemas de intervención
del patrimonio, para no conformarnos con la
adopción de discursos fáciles que nos hacen
creer que hemos solucionado la verticalidad
de nuestras acciones mediante cierto tipo de
consultas en la toma de decisiones.
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
41
Interior del templo de Nuestra Señora de la Asunción de Santa María Acapulco, S.L.P., agosto 2015.
Martha Amparo Fernández.
De hecho, creo que la tarea no nos compete sólo a nosotros (tema que también se nos
escapa), ya que el andamiaje de instituciones
tan fundamentales como el INAH debe modificarse en todas las áreas, para permitir un
trabajo multidisciplinario real que nos ayude a reflexionar sobre problemas como los
señalados que, sin duda, son transversales,
responden a características del patrimonio de
muchos tipos y, por tanto, deben ser del interés tanto de la vertiente académica como de la
técnica, incluyendo a la de gestión y dirección,
mismas que ahora se pasan por alto.
En este texto se considera que toda comunidad rural o urbana tiene derecho a que,
si así lo quiere, sean conservadas cosas y actividades que sus miembros consideran que la
definen, ayudan o representan. Objetos y acciones que, ya se trate de ceremonias, formas
de cultivo, danzas o esculturas mal hechas y/o
muy deterioradas, suelen incluirse dentro de
un frágil, pero útil, concepto de patrimonio
cultural (material, inmaterial; local, nacio-
42
nal), y cuya responsabilidad y obligación es de
instituciones como el INAH, para garantizar
que sobrevivan.
Que hasta ahora, en muchos casos, la
participación social no aporta soluciones
técnicas adecuadas ya está visto, pero quedarse ahí no ayuda en mucho. Es imperante
explorar alternativas de negociación y administración que posibiliten actuar sobre un
patrimonio que debe compartirse, sin que
las comunidades pierdan el control sobre lo
que, por origen, les pertenece. Tales alternativas deben construirse casuísticamente,
dependiendo de los tiempos y de la investigación en campo que, debido a la premura
que exigen los trabajos de intervención institucionales, pocas veces pueden atenderse
con cuidado, pese a lo cual deben ser consideradas y afirmadas.
Así, una de las funciones primordiales del INAH es velar por la protección del
patrimonio, que se hace bien y con muchos
menos recursos de los que serían apropia-
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
dos; pero aun así debemos pasar a un segundo nivel de acción y reflexión, en el que la
comprensión de los problemas sea más fina.
Objetivo que debe tenerse muy en cuenta a
mediano y largo plazo.
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Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
43
Penacho (Acercamiento) oct 2015 Foto: Maya Lorena Pérez Ruíz.
El costumbre y las
costumbres. Prácticas
indígenas a prueba de las
políticas patromoniales
en la Huasteca
Anath Ariel de Vidas
anathari@ehess.fr
Centro Nacional para la Investigación Científica,
(CNRS), Francia
Presentación
En muchas comunidades indígenas en la Huasteca veracruzana al noreste de México, región
donde he trabajado desde el principio de los años 1990, se emplea el término español el costumbre. A diferencia del vocablo femenino y plural de “las costumbres” —que también se ocupa en esta zona y hace referencia en términos generales a los usos y prácticas vigentes en cada
lugar—, la designación del término en masculino y en modo singular se refiere a un conjunto
de actos rituales que confieren a los grupos indígenas de la Huasteca su especificidad.
Así, curiosamente, en lugar de reportar para cada grupo lingüístico de esta región (nahuas, otomíes, tepehuas, tenek) su término propio para nombrar las prácticas consuetudinarias, la mayoría de los antropólogos que investigan en la Huasteca usa el término ‘el costumbre’. Es decir siempre emplean el español para denominar el conjunto de prácticas rituales
locales consideradas como las más tradicionales y típicamente autóctonas. Algunos autores
procuran, no obstante, ciertos términos vernáculos que se acercarían a los conceptos españoles de costumbre o de cultura1 aunque el término costumbre continúa apareciendo en los
discursos que tratan de estas prácticas así como para referirse a las plegarias emitidas en lenguas nativas dirigidas a los cerros y a la tierra.2 ¿Por qué se emplea pues entre las poblaciones
indígenas el término español “costumbre” para designar lo que sería lo más propiamente
autóctono, y qué nos enseña esta denominación específica?
Considero que el análisis del uso del término ‘costumbre’ nos ayuda entender esta paradoja así como la relación que se teje actualmente entre las distintas nociones de costumbres
y de patrimonio que circulan dentro y fuera de las comunidades indígenas. La exploración,
no tanto de las prácticas en sí mismas, sino de las relaciones sociales mediatizadas por estas
prácticas llamadas costumbres, nos permitirá aprehender su aspecto interétnico así como vislumbrar la coexistencia de distintos regímenes de saber asociados a éstas. Dos dimensiones
esenciales cuando precisamente muchas de las costumbres de grupos étnicos minorizados
están sujetas actualmente a un proceso de patrimonialización.3
1. Por ejemplo en el teenek veracruzano: ech’eway = ‘la razón de siempre’ (Ariel de Vidas, 2003: 190); en el náhuatl del norte de Veracruz:
tlamanalistli = ‘el costumbre’ (Ariel de Vidas, en prensa); en el otomí: mate (Galinier, 1990: 39-40).
2. Por ejemplo: […] yeca tihchihua nitocostumpre, ni tlamantli… —por eso hacemos esta costumbre, esta ceremonia— (Báez-Jorge,
Gómez Martínez, 1998: 81); […] kampa mochiua costumbre - donde se hace el costumbre… (González, 2009: 131).
3. La investigación que nutre este artículo se llevó en el marco del proyecto colectivo La fábrica de “patrimonios” en sociedades
amerindias FABRIQ’AM-ANR-12-CULT-005 (http://fabriqam.hypotheses.org/).
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45
Costumbres: una categoría ambivalente y
siempre relacional
El uso de parte de los grupos amerindios
del término costumbre (no específicamente masculino) en la lengua española, para
designar sus propias prácticas en lugar
del empleo de alguna palabra en las lenguas nativas, se observa en varias partes
del continente americano, notoriamente
en México, Guatemala, Bolivia y Perú.4 Tal
constatación sugiere —como todos los hechos observados a escala panregional—, un
origen colonial común a ese sentido y uso
del término en medio indígena. Por falta
de espacio no se puede tratar aquí la introducción y uso del término en el periodo
colonial en México5; sin embargo se puede
afirmar que proviene de una apelación administrativa colonial y más que todo de la
denominación externa de las prácticas indígenas cotidianas y religiosas locales denunciadas por los evangelizadores, y luego
por los adeptos del positivismo liberal del
siglo XIX, horrorizados por las costumbres
indígenas. Vistas éstas como obstáculo al
proceso de homogeneización social que iba
a garantizar en México la formación de una
república civilizada e ilustrada.6
Para la época moderna, dos procesos
paralelos contribuyeron a crear una coyuntura crítica en la historia de la Huasteca
a partir de los años 1940. Por un lado, el
advenimiento de la modernidad en el país,
a través de la creación gradual (y lenta)
de la presencia del Estado en zonas rurales remotas (escuelas, carreteras, reforma
agraria) después de la Revolución. Por otro
lado, el retorno progresivo del clero después
de su ausencia significativa desde el siglo
XVIII, lo que sacudió significativamente la
religión autóctona que pudo desarrollarse
4. Benciolini, 2014; Carlsen y Prechtel 1991; Collier et al., 2000;
Gutiérrez, 2014; Salomón, 2002, entre otros.
5. Ver Ariel de Vidas, por publicar.
6. Ver por ejemplo: Cabrera, 2002
46
desde la época colonial al margen de la religión católica.7
De acuerdo a mis propios informantes
en el municipio de Tantoyuca y de Chicontepec (norte de Veracruz), los curas declararon la religión local indígena como “obra
del diablo” y existen testimonios según los
cuales los sacerdotes procedieron en esta
época a la quema de figuras del culto indígena que representaban el maíz8.9 La adhesión progresiva a la religión católica formal
—al igual que, posteriormente, a la protestante que se introdujo en esta misma época— era motivada a menudo en el medio
indígena por conflictos internos agrarios
para la mayoría de los casos —a veces fratricidios—, que dividían a las comunidades
como consecuencia, precisamente, de los
procesos de modernización, de la presencia creciente del Estado, y de las políticas
agrarias de repartición de tierras (Schryer,
1990).
Parece, pues, que es en esta época que
la cuestión del costumbre cobró vigencia, ya
que los pueblos se dividieron entre católicos, protestantes y costumbristas. Este último grupo —según las explicaciones de una
señora que participaba en la celebración
del costumbre del Chicomexochitl al cerro
Postectli al cual asistí en 1992—, concierne
a los que creen en Jesucristo pero mantienen sus prácticas consuetudinarias.
En todos los ritos de costumbres que
he podido observar en la Huasteca, se ocupan imágenes santas, crucifijos, rosarios, y
las plegarias se dirigen a los santos católi7. Ariel de Vidas, 2009.
8. Gómez, 2002; González, 2009; Quiroz, 2008.
9. Un ejemplo de esta política de represión del credo local vigente
todavía en los años ochenta del siglo XX se vio cuando setenta
curas de la región de Chicontepec escalaron el pico basáltico
del Postectli –cerro sagrado para las poblaciones nahuas de la
región y lugar de culto costumbrista– colocando en la cima una
cruz de cemento. En ella, los curas inscribieron, en náhuatl y en
español, lo siguiente: “La palabra de la cruz es locura a los que
se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder
de Dios” (Primera epístola a los Corintios: I, 18).
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cos, al mismo tiempo que se dedican a la
tierra y a los cerros, a los cuales se les depositan ofrendas opíparas. Se trata pues de
un credo específico en el cual se acumularon
elementos de horizontes religiosos distintos
por sus temporalidades y sus ethos; una religión estrechamente ligada localmente al ciclo agrícola y denominada el costumbre.
Ésta, pudo desarrollarse hasta entonces
en las localidades indígenas aisladas gracias
a la ausencia de clérigos en la región desde la época colonial (Ariel de Vidas, 2009:
93-95). El regreso de los eclesiásticos en el
escenario social de la Huasteca a mediados
del siglo XX, así como el advenimiento concomitante de las iglesias protestantes, finalmente repercutió en la repartición de credos
en la región. En otros términos, la presencia
de estas dos religiones institucionales no solamente dividió los credos en la región sino
que también rechazó al credo costumbrista.
Es probable, aunque lo planteo aquí
como hipótesis, que sería en este contexto del
rechazo de una religión local, que el término
de las costumbres, en su sentido general de
prácticas, sufrió una transformación semántica hacia ‘el costumbre’. Un término originalmente en lengua española e introducido
en la lengua náhuatl que conlleva la marca
institucional que reconoció, al mismo tiempo
que relegó y reprimió, un conjunto de prácticas locales, con apego social afectivo que actúa como acta de resistencia, o por lo menos
como afirmación y diferenciación. Como me
dijo una joven en la localidad de La Esperanza,
municipio de Tantoyuca: “la diferencia entre
la gente mestiza y de rancho es más que todo
en lo que toca a las curaciones, los trabajos10
y las ofrendas. Ellos dicen que son brujerías
pero nosotros tenemos la fe”.
10. Rituales de ofrenda a los seres de la tierra y no, como suele
en otros lugares, actos de brujería.
El costumbre y las costumbres: dos regímenes de saber.
Una primera mención de estos ritos íntimos,
caseros, familiares o comunitarios con la denominación de ‘el costumbre’ en la Huasteca, se encontró en las descripciones de un
ritual que en 1952 observó Robert Williams
en un medio nahua cerca de Ixhuatlán de
Madero, Veracruz (Williams, 1963). Otros
antropólogos que mencionan el uso de este
término en la región lo relacionan de manera general a actos rituales que no pertenecen
al ciclo de las fiestas católicas.11 La mayoría
emplea este término a partir de la cuestión
de la ofrenda. Es así como lo expresa un señor en Pisaflores: “tengo esta creencia en
el costumbre en las ofrendas. He asistido a
donde hacen costumbre, le hablan al maíz,
le hablan a todo lo que tenemos alrededor en
el mundo”12 Anushka Van’t Hooft (2015)
señala que los principios básicos del costumbre consisten en crear y fomentar una
relación armoniosa con los seres existentes
con base en el trabajo y el intercambio: “Tal
y como es importante reforzar las relaciones sociales continuamente, demostrando
respeto a los demás integrantes de la comunidad, también es necesario cuidar las relaciones con los tutelares, las cuales se rigen
por el mismo concepto de dar respeto”. Alan
Sandstrom, por su parte, acentúa que la participación en los rituales de costumbres es
central para recrear la visión del mundo, definir y afirmar la identidad del grupo ante los
mestizos, además que contribuye a reafirmar
el compromiso que cada individuo tiene con
su cultura.13
Por su parte, Kristina Tiedje afirma
que el costumbre designa las prácticas culturales en el sentido amplio (cuentos, organización social, prácticas agrícolas, relaciones
11. Báez, 2014; Ichon, 1973; Galinier, 1990; Trejo et al., 2009.
12. Álvarez, 2001: 243-244.
13. Sandstrom, 1991: 314.
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entre hombres y mujeres, rituales, danzas
indígenas, curaciones, música) siempre en
relación con la tierra, lo que implica una relación estrecha entre la acción y el sistema
de representación anclada en un compromiso reflexivo hacia el entorno.14
Esta descripción amplia de lo que es el
costumbre —añadida a sus aspectos sociales,
éticos e identitarios antes mencionados—
permite comprender el encuentro de este
término, y de sus acepciones locales, con el
vocabulario promovido por distintas instituciones culturales tal como “costumbres”,
“patrimonio”, “tradición” o “cultura”. En
este encuentro semántico, sin embargo, no
hay que perder de vista que la diferencia mayor entre la definición externa del patrimonio
y la que emana de los datos etnográficos reside en el hecho fundamental de que la práctica del ‘costumbre’ es necesaria para asegurar
la subsistencia de aquellos que lo realizan.
O, en palabras de una señora de La Esperanza: “Damos de comer a la tierra porque es la
tierra que nos da de comer, todo viene de la
tierra, ella nos da la vida, es la vida”. En otros
términos, con ‘el costumbre’ se trata de un
intercambio de orden existencial.
Una vez hecha esta distinción, consideremos ahora las leyes que reconocen los
usos y costumbres. Hoy en día, el artículo 8
del Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y
Tribales en Países Independientes, adoptado
en 1989 por la Organización Internacional
del Trabajo, estipula que los pueblos indígenas “deberán tener el derecho de conservar sus costumbres e instituciones propias,
siempre que éstas no sean incompatibles con
derechos fundamentales definidos por el sistema jurídico nacional ni con los derechos
humanos internacionalmente reconocidos”.
Es interesante observar que en el estado de Oaxaca, donde se aplican las leyes de
usos y costumbres en varios municipios con
población indígena, este mismo término es
14. Tiedje, 2004: 254 y passim.
48
criticado y hasta rechazado por intelectuales
indios que proponen en su lugar el concepto
de comunalidad.15 Sin poder desarrollar aquí
este tema, es importante entender que ese
término propuesto se refiere a una ética indígena propia referida a una relación específica
entre la tierra y el poblado; una relación que
se activa a través del trabajo colectivo comunitario. Se trata pues de la valorización de un
sistema de interrelaciones, y no de una lista de prácticas o de costumbres con que, en
cambio, serían reconocidas por las autoridades gubernamentales.
Lo que no se reconoce en esta ley contemporánea de usos y costumbres es el valor
de las relaciones que forman un sistema, una
ética propia, una forma de ver el mundo y,
más que todo, una manera de actuar dentro
de él. El texto de la ley desarticula estas relaciones, las atomiza, y fracciona. Esta manera
de ver la costumbre oficial y legal, como una
lista de prácticas sin agentividad, y no como
un sistema ético-cultural activado en permanencia, es lo que genera la inconformidad de
los intelectuales indios que han escrito sobre
este tema, en oposición al sentido institucional, descriptivo y patrimonialista con que se
entienden sus usos y costumbres.
Es pues en relación al término de ‘costumbres’, siempre relacional y ambivalente,
aplicado desde la época colonial como categoría institucional hegemónica, legal y moral, que los grupos indígenas tuvieron que
posicionarse dentro de sus relaciones con
el mundo extra-comunitario.16 Actualmente, como en el pasado, los grupos indígenas
tipificados por sus “costumbres” tienen, en
tanto que tales, la opción de obtener algunas
ventajas (autonomía relativa, sistema jurídico interno o infraestructuras), mediante una
comunicación en español con las instancias
gubernamentales, empleando sus ‘costum15. Ver entre otros: Carlsen, 1999; Díaz, 2001; Maldonado, 2003;
Martínez, 2003.
16. Ver también Haviland, 2001: 172.
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bres’ para justificar sus demandas o defender
un estatus quo.
Costumbres y políticas patrimoniales
Dentro de tales relaciones interétnicas, con
las instituciones hegemónicas, se insertan
también las políticas patrimoniales. Éstas han existido anteriormente en México
a través de distintos programas oficiales de
rescate cultural promovidos como parte del
proceso de consolidación del Estado Nacional.17 Sin embargo, la novedad de la noción
de ‘patrimonio cultural’, nos recuerda Maya
Lorena Pérez Ruíz, tiene la especificidad de
ser “una categoría de clasificación creada
socialmente para identificar y otorgarle a
ciertos bienes y expresiones culturales —no
a todos— la valoración de que son bienes públicos que deben ser conservados y protegidos […]”.18
No conozco por el momento (2016)
en el medio indígena de la Huasteca un proyecto de patrimonialización de este tipo, es
decir un proyecto que de alguna manera, aún
simbólica, extienda la propiedad intelectual
o cultural de alguna práctica fuera de su ámbito social inmediato. Lo que si he podido
seguir, son varias iniciativas, de diferentes
órdenes, de revitalización cultural, probablemente no ajenas a la “bulimia patrimonial
actual”19 anclada en el reconocimiento, a nivel nacional como internacional, de la diversidad cultural. Estas iniciativas introducen
en el medio indígena el lenguaje patrimonial
y fomentan un cambio paulatino, o por lo
menos una pluralidad de vocabularios, y de
sentidos, reveladores de un proceso reflexivo
hacia la práctica cultural revitalizada y patrimonializada, como se verá, más adelante.
Así, en La Esperanza, donde se realizan
todavía prácticas de ‘costumbre’ al mismo
17. Ariel de Vidas, 1994.
18. Pérez, 2012:40.
19. Albert, 2003
tiempo que se revitalizaron algunas prácticas culturales con apoyo gubernamental20 y
por iniciativa de la iglesia católica a través de
la Pastoral indígena21, se observa un uso conjunto de distintos términos: ueuejsanili (‘la
palabra antigua’) así como ‘el costumbre’ y
ahora también ‘tradición’. Los dos primeros
términos, empleados por los habitantes de
esta comunidad denotan una cierta ética y
un cierto principio moral. Así, en estas ocasiones rituales, en las que participan los ueuejtlakatl (‘hombre viejo’, anciano sabio) —y
que ahora son grabadas en video por la gente local—, los especialistas rituales toman a
veces el micrófono para explicar al público
presente el sentido de los diferentes pasos rituales que se aplican; para lo cual evocan el
lenguaje empleado en los proyectos de rescate (redactados por maestros o gente de afuera) como “las tradiciones aztecas” o “muy
indígenas” (sic); señalando que hay que preservarlas, de acuerdo a lo dicho por la Iglesia,
la escuela y el gobierno.
Que los especialistas rituales mencionen este hecho es hablar del reconocimiento, y por lo tanto de la legitimación oficial,
de las prácticas culturales locales, lo que subraya la relación ambivalente entre las instituciones hegemónicas y las ‘costumbres’,
anteriormente denunciadas por estas mismas instituciones como atrasadas o paganas.
Por otro lado, las iniciativas exteriores
de revitalización cultural encontraron en La
Esperanza una resonancia positiva porque
consolidan un dominio que está actualmente en peligro, no tanto por la pérdida del
credo sino por la pérdida demográfica aguda
que sufre este pueblo en los últimos años por
la migración masiva de sus jóvenes. Los ritos
de costumbres se realizan ahora a menudo
en fechas que concuerdan con el calendario
de visitas de los migrantes, de modo que las
20. Por medio de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los
Pueblos Indígenas (CDI) y del Programa de Apoyo a las Culturas
Municipales y Comunitarias (PACMyC).
21. Véase Ariel de Vidas, 2007 y 2010.
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explicaciones de tales ritos, dadas por los especialistas rituales, se hacen en español con
fines pedagógicos y con el afán de transmitir
el sentido de este patrimonio a las nuevas generaciones. En otras palabras, la designación
externa de estas prácticas como “tradicionales” o como “patrimonio indígena” ha sido
apropiada por los especialistas rituales bajo
una forma de distanciación reflexiva que impone el proceso de patrimonialización. La o
el ‘costumbre’ se convierte en ‘cultura’, lo
mismo que un marcador de visibilización y
de reivindicación de lo propio.
Cabe decir, sin embargo, que si el proceso de rescate cultural, realizado mediante
iniciativas externas convino a la gente de
La Esperanza por cuestiones pragmáticas
—introduciendo así un nuevo vocabulario y
nuevos usos del patrimonio—, las prácticas
culturales revitalizadas siguen, por el momento y en modo interno, con su sentido
ético profundo.
Eso se vio por ejemplo en mayo de
2008, en ocasión de la constitución formal
del grupo de la danza del Chikomexochitl
(danza nahua ceremonial asociada al rito
del mismo nombre) con motivo de una solicitud de financiación institucional para los
gastos de prendas de vestir, accesorios e instrumentos de música. Este grupo, creado por
la iniciativa de una maestra habitante en La
Esperanza, tenía que redactar un proyecto
en el cual debía mencionar, entre otras cosas, cómo iba a divulgar fuera de su pueblo
las actividades apoyadas, uno de los efectos
deseados por la institución para otorgar este
tipo de apoyo. La respuesta, unánime en la
reunión de los miembros del grupo —que se
había dado el nombre de Moyolkuepkamitotilistli (renacimiento de la danza) — fue que
esta danza, al tratarse de una ofrenda a las
divinidades y no de un divertimiento, no iba
a salir del pueblo. Esta respuesta, que ponía
en riesgo la oportunidad de conseguir el apo-
50
yo institucional, no disuadió a los miembros
del grupo para alterar su convicción hacia
esta danza. El doble lenguaje encontró aquí
sus límites.
Con la estructura cultural costumbrista interna en La Esperanza como tela de
fondo, las distintas instituciones, fomentan
pues en sus discursos la perpetuación de las
tradiciones, igual que hacen los especialistas
rituales del pueblo durante los ritos. Formalmente, se trataría de lo mismo. No obstante,
al fomentar la ‘tradición’, estas instituciones
substantivizan la cultura indígena que vuelve a ser, en sus discursos y en sus expectativas de los proyectos de rescate, una serie de
parafernalia formal que acompaña prácticas
exóticas sin relación al conjunto cosmológico que lo sustenta. De acuerdo a este acercamiento, esas tradiciones simbolizan ‘culturas’ o ‘patrimonio intangible” y no una
norma suprema, una fuente de autoridad.
Frente a este proceso de iconización cultural, ‘el costumbre’, y las palabras antiguas
que van a la par con él, tienen otro sentido
y constituyen para esta comunidad la acción
substancial en el intercambio ritual entre seres humanos y entre humanos y deidades, en
una relación con el entorno. O sea, se trata
de una religión local, en la que las condiciones de reproducción del ‘costumbre’ están
asociadas a un sentido y a un conjunto comunitario cosmológico compartido por la
generación actual cuyo sustento queda todavía basado esencialmente en la agricultura.
Sin embargo, la base material de este
conjunto cosmológico, es decir la agricultura
de subsistencia, se abandona paulatinamente
por las nuevas generaciones en La Esperanza
que emigran hacia las urbes del norte. Por el
momento, en este intervalo generacional, el
conjunto cosmológico y las prácticas rituales
que lo expresan en forma de ‘la palabra antigua’ y ‘el costumbre’, tienen todavía un sentido para la gente que lo practica; lo mismo
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La historia del término costumbre es una
historia política del proceso de designación
legal y moral, por las instituciones coloniales,
de prácticas religiosas locales, por un lado, y
de la resistencia indígena anti-hegemónica
a través de éstas, por el otro. El ‘costumbre’
se volvió así un nicho donde se resuelven las
incompatibilidades entre las religiones antiguas y la cristiana, envolviéndolas en un solo
credo. Una adaptación cultural estrechamente ligada a las relaciones interétnicas. Como
todo sistema de representación, no se sitúa
fuera de su contexto socio-político y económico, en cualquier momento histórico.
Si anteriormente el ‘costumbre’ se manejaba en modo interno, últimamente, con
el reconocimiento institucional de la diversidad cultural, se da un proceso de integración a la cultura nacional de lo que quedaba
antes, y durante mucho tiempo, en sus márgenes. Este proceso de legitimación de prácticas culturales anteriormente denunciadas
permite a priori una relación más respetuosa
entre los grupos indígenas y las instancias
oficiales. Sin embargo, los programas institucionales de patrimonialización escogen a
su manera las prácticas culturales que deben
preservarse, y la particularidad cultural de
los grupos que las ejecutan sigue dependiendo de las relaciones dialógicas mantenidas
con las instituciones (ver también Jackson,
1995).
Además, el proceso de patrimonialización genera entre las poblaciones receptoras
el uso de categorías institucionales externas
como ‘cultura’ o ‘tradiciones’ que son vehículos de una información meta-semántica ligada
a un contexto interétnico. De allí una estratigrafía y retroalimentación de los conceptos y
de los agentes quienes los introducen dentro
de distintos contextos de enunciación.23
La aplicación de las políticas patrimoniales hace concurrir así distintas motivaciones y usos sociales del patrimonio cultural.
Según las generaciones y la relación de cada
quien con las prácticas rescatadas, éstas tienen un sentido de geometría variable que se
extiende desde lo cosmológico pasando por
el símbolo de pertenencia cultural con poder
evocativo hasta transformarse en un mero
ícono cultural.
El ejemplo del proceso de patrimonialización llevado a cabo en el pueblo de La
Esperanza revela por tanto un proceso de
mutación, que va de un modo de existencia
y significación, en el cual la relación con la
tierra era intrínseca, hacia un modo de vida
en el que ésta ya no juega un papel central en
la actividad económica y social y, por lo tanto,
religiosa.
En suma, el ‘costumbre’, significa una
cierta creencia religiosa, basada fundamentalmente en la necesidad de ofrendar a las divinidades, dentro de un intercambio necesario
para mantener en marcha la vida social y material. Por el contrario, “el patrimonio intangible” objetiva lo que uno posee y se funda
en un régimen económico de la riqueza cultural cuyo valor se acentúa por la noción de
su eventual pérdida o de su escasez. Se trata
de una objetivación que no integra la dimensión “onto-cosmológica” del ‘costumbre’,
22. Ariel de Vidas, 2012.
23. Carneiro da Cunha, 2010.
que para sus hijos migrantes que vienen de
visita y que conocieron este entorno ritual
antes de salir del pueblo. No obstante, la relación local hacia ‘el costumbre’ está en una
fase de reinterpretación pragmática. Para las
nuevas generaciones de este pueblo que ya
salieron o que ya no se sostienen del trabajo
agrícola, es probable que las prácticas, ahora
llamadas ‘tradiciones’, si es que siguen ejecutándose, tomen otro sentido, más abstracto, como en todas las religiones vigentes en
sociedades urbanizadas contemporáneas.22
Conclusión: Una historia política
del costumbre
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
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ya que las divinidades no son reconocidas
como agentes del patrimonio. O sea que,
por un lado, se sigue la práctica del ‘costumbre’ —se ofrenda a las divinidades—, y
por otro lado, se posee un patrimonio —que
puede emplearse para reforzar un principio
comunitario o generar recursos (turismo, artesanía, etc.) Sin embargo, en el marco del
desencantamiento del mundo moderno, la
cuestión de la existencia de las divinidades
ya no se toma en cuenta en este proceso de
patrimonialización.
Este proceso conlleva así a una transición paulatina de la visión emic del ‘costumbre’ como visión del mundo hacia la visión
etic del ‘costumbre’ como patrimonio, o sea
como un conjunto de prácticas culturales
que uno tiene o tenía. Se trata pues de un
paso gradual desde una lógica ontológica hacia una lógica de acumulación o, en términos marxistas, más que siempre actuales, en
relación a la alienación, de un modo de ser
hacia un modo de tener.
Octubre de 2016
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Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
La identidad maya:
¿ficción patrimonial?
Reflexión a partir del
caso de Tulum
Mélissa Elbez
melissa.elbez@ehess.fr
École des Hautes Études en Sciences Sociales
Introducción
En los años 1960, después de haber demostrado el papel de las Iglesias mesiánicas en la
descolonización de Congo y Gabón, el antropólogo Georges Balandier (1967) instaba a los
investigadores en ciencias sociales a que renunciaran a concebir lo cultural y lo político como
si fueran dos esferas separadas de la vida social. Un decenio más tarde, a partir de casos británicos y africanos, los participantes en la famosa obra colectiva La invención de la tradición
(1983) evidenciaron la génesis y la eficiencia política de unas tradiciones, que constituyen
“respuestas a nuevas situaciones que toman la forma de referencia a viejas situaciones o que
imponen su propio pasado por medio de una repetición casi obligatoria” (Hobsbawn y Ranger, 1983:8). Así, demostraron que “las tradiciones que parecen o reclaman ser antiguas son a
menudo bastante recientes en su origen, y a veces inventadas” (Hobsbawn y Ranger, 1983:7).
En los últimos veinte años, antropólogos como Claudia Briones (2005) han arrojado luz
sobre la responsabilidad de los Estados en la formación de alteridades internas a las naciones
y han puesto de manifiesto la utilidad de aquel proceso —que se implementa mediante políticas de reconocimiento cultural— para la jerarquización y la administración de las sociedades
nacionales. Planteamientos como los anteriores abren una multitud de interrogaciones: ¿Debemos concluir que unas culturas reconocidas como tales han sido inventadas por completo?
¿En caso de que así fuera, estas invenciones resultan principalmente de procesos de hetero o
de autoadscripción? ¿En qué medida una tradición inventada es fruto de una intencionalidad
y en qué medida resulta de dinámicas espontáneas? ¿Cuál es la parte de responsabilidad institucional y de inventiva popular en la creación cultural?
Ahora que las corrientes interaccionistas, constructivistas, dinámicas y post-modernas
de las ciencias sociales han revelado la pluralidad interna de cada cultura, la agencia de los
actores sociales, la dimensión subjetiva de los sentimientos de pertenencia y el recurso a la
designación de una alteridad contrastiva como parte de su proceso de surgimiento, se ha vuelto necesario poner en tela de juicio el halo de evidencia que rodea las identidades culturales
reconocidas. Es lo que me propongo hacer en este breve artículo con respecto a la identidad
maya1, que interrogaré con base en una investigación etnográfica llevada a cabo en Tulum,
Quintana Roo, entre los años 2009 y 2016.
1. Para subrayar que los términos que aluden a categorías identitarias son construcciones sociales relativas y cambiantes que no
pueden constituir categorías analíticas (Cooper y Brubaker, 2000), aparecerán en itálico. Las que aparecen entre comillas son citaciones
sacadas de mi trabajo de campo o de fuentes escritas,
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2017
55
Gravure Pakal.
Aunque las observaciones realizadas
en Tulum no son válidas para todos los contextos, cabe destacar que sólo un trabajo etnográfico de largo plazo, con una inmersión
profunda en una misma localidad, puede
ofrecer el material cualitativo necesario para
dar cuenta del nivel de complejidad de las
dinámicas sociales fomentadas por la categoría maya. Además, en la medida en que la
corta extensión de este artículo lo permita,
me esforzaré por poner las observaciones
realizadas en perspectiva con sus posibles
procedencias históricas.
El Poder de lo Imaginario: cuando la ambición y la nostalgia desaparecen a los mayas
Tulum es una pequeña ciudad del Caribe
mexicano. Gracias a su sitio arqueológico
maya encamarado sobre el mar, a sus largas
playas de arena blanca, a sus cenotes y a su
reserva de la biósfera, Tulum se ha vuelto un
destino internacionalmente famoso para el
turismo ecológico y cultural. Su desarrollo
turístico se ha acompañado de un crecimiento demográfico exponencial, que hizo pasar
su población de 540 habitantes en 1980 a
18 233 en 2010 (INEGI). Así que se trata de
una ciudad hoy mayoritariamente poblada
por migrantes nacionales e internacionales.
La importante diversidad de la población de Tulum contrasta fuertemente con el
discurso turístico local, que insiste en la iden-
56
tidad maya de la ciudad, con vista a dotarla de
una marca identificable en el mercado de los
destinos turísticos. Así, la palabra “maya” y
varios términos en lengua maya aparecen recurrentemente en los nombres de los hoteles, restaurantes, agencias de tours, escuelas
de buceo y actividades turísticas. Además,
con el fin de legitimar el lugar de Tulum en
la ruta turística de la Organización Mundo
Maya y de obtener el estatuto patrimonial
de Pueblo Mágico de México, las autoridades
municipales se han esforzado por mayanizar
la apariencia del centro del pueblo, con un
estilo arquitectónico, esculturas y grabados
que evocan el mundo prehispánico, incluso
han levantado un calendario maya gigante
en el parque del palacio municipal, rebautizado como “Parque Museo de la cultura
maya”.
En paralelo, junto con el gobierno estatal y empresarios privados, las autoridades
locales han implementado programas dedicados a transmitir a la población la idea de
un Tulum maya: celebraciones públicas del
Hanal Pixan y de otras “ceremonias mayas”,
concursos de jarana, shows de danza prehispánica, programas del canal local de TV,
artículos en una gaceta local que presentan
Tulum como un “pueblo maya”, giro de un
planetario móvil alentando la identificación
de los alumnos con “sus ancestros” mayas,
etcétera.
Sin embargo, pese a estos esfuerzos,
mi investigación ha revelado que en su gran
mayoría, los habitantes no asocian espontáneamente Tulum con una identidad maya.
Más bien, suelen definir la ciudad por su
cosmopolitismo, su naturaleza, su actividad turística o sus pobladores “jipies”. Por
ejemplo, Miguel —un danzante prehispánico originario de Oaxaca— consideraba que
“los jipies” representan más Tulum que
“los mayas” y lo argumentaba de la forma
siguiente:
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“Porque la gente maya tulumense que ya
vive aquí, que es de la comunidad maya de los
pueblos alrededores, ellos son como en cualquier parte, como en Playa del Carmen. Se
dedican a trabajar en hotelería, en albañilería,
en diferentes tipos de trabajos, lo que hace que
ellos no resaltan tanto.” (Miguel, entrevista,
febrero 2015).
Por su parte, Clara —dueña de un hotel de
procedencia estadounidense— explicaba:
“los mayas, en los pueblos y en los campos,
llevan todavía una vida mucho más campesina, que es maya tradicional, porque los mayas
tradicionales eran todos campesinos. La cultura maya de Tulum es una cultura más globalizada, moderna, de gente que usan iphones,
trabajan con gente internacional, que salen a
lo mejor con extranjeros y viven una vida más
urbana, mientras que la cultura maya es rural”.
(Clara, entrevista, febrero 2016).
En estos extractos de entrevistas se vislumbra el postulado de una incompatibilidad
entre ser maya y ser moderno. De hecho, al
momento de quejarse de la mala infraestructura, Miguel argüía: “Al menos si fuera
un pueblo maya de por allí o de Valladolid…
¡Pero Tulum es un pueblo moderno, debería
tenerlo todo!” (Miguel, entrevista, febrero
2015). El examen cruzado de publicidades
turísticas con observaciones participantes
realizadas en el marco de visitas guiadas y
de interacciones relativas a la venta de tours,
abunda en este sentido. En efecto, ha mostrado que las dos figuras del maya que resaltan
del imaginario turístico de Tulum aluden al
pasado: la del maya prehispánico civilizado,
sabio y espiritual remite a un pasado lejano y
glorioso, mientras que la del maya comunitario, humilde, en estrecho contacto con la naturaleza encarna un ideal de vida tradicional
percibido como en vía de desaparición.
Si bien estas representaciones nostálgicas están en consonancia con la oferta turística de Tulum, con su sitio arqueológico por un
Foto: 21/12/12. Melissa Elbez.
lado y sus atractivos naturales por el otro, no
concuerdan en absoluto con el modo de vida
de los habitantes mayas de la ciudad2, lo que
contribuye a hacerlos invisibles como mayas.
En efecto, para empezar, están afiliados
a diferentes Iglesias católicas y cristianas y no
se reconocen en las creencias prehispánicas
que captan el interés turístico. Además, no
trabajan la tierra: son comerciantes, funcionarios, políticos o asalariados del sector terciario,
mayoritariamente empleados en la hotelería y
en los restaurantes, dada la economía local.
En fin, la mayoría de ellos son migrantes originarios de otros estados o municipios,
lo que no encaja con el ideal de arraigo territorial y comunitario comúnmente asociado a
la mayanidad. Con su ropa ordinaria, su trabajo asalariado y su modo de vida urbano, no
corresponden a la descripción que el discurso turístico hace de los mayas. Por tanto, la
mayoría de los turistas internacionales no
conciben que los empleados de sus hoteles
puedan ser mayas. Además, mi investigación
2. Para tratar de la performatividad de la categoría maya, necesito
definirla: por mayas, me referiré a los habitantes de Tulum que,
siendo nativos o migrantes, son percibidos como mayas por la
población nacional, en virtud de diferentes factores como la lengua,
la apariencia, la procedencia y que son objeto de discriminaciones
negativas y positivas como tal. Si bien esta definición remite a una
forma de consenso nacional en cuanto a la designación instintiva
de quienes son mayas, no pretende ser exhaustiva por dos razones:
uno, alude a una representación social llevada por subjetividades
plurales y dos, constituye un punto de referencia al cual se oponen
otras concepciones de lo maya.
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
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57
ha mostrado que, de la misma manera, en la
percepción de numerosos habitantes, la definición de lo maya difundida por el discurso
turístico y por las autoridades prevalece sobre el reconocimiento de la mayanidad contemporánea.
Por ejemplo, Linda —una vendedora de
tours de procedencia veracruzana— afirmaba
que las costumbres de “los mayas” son más
bonitas que el modo de vida de ellos. Calificaba a los nativos de “raritos” y, cuando le
pregunté a qué costumbres mayas se refería,
me di cuenta que ignoraba la existencia de la
Iglesia maya de Tulum y que se refería a una
ceremonia dirigida por “un chamán” en un
cenote, a la cual asistió en el marco del tour
“Jungle maya –go native”. Así, las representaciones de lo maya, vehiculadas por el imaginario turístico, invisibilizan y desacreditan
la mayanidad de los mayas de Tulum. Mientras que la omnipresencia de las referencias
a lo maya es una estrategia destinada a dotar
la ciudad de una identidad maya, que contribuye paradójicamente a darle la imagen de
un pueblo sin mayas.
De hecho, como lo reflejan los extractos de entrevistas citados arriba, la idea que
los mayas no se encuentran en Tulum sino
más bien tierra adentro, en Yucatán o en
un área rural y selvática de Quintana Roo
—que las autoridades han bautizado “zona
maya”—, es ampliamente compartida en la
opinión de los tulumenses. Esta idea, que
va de la mano con la tendencia a considerar a los mayas de Tulum como inauténticos
es retomada en ocasiones por unos mayas
yucatecos para lucirse. Así, Osvaldo —un
guardia de cenote— tachaba a “los mayas de
Tulum” de “vendidos al turismo”, mientras
se enorgullecía de que “la cultura maya” se
conserve más en su pueblo de origen por no
estar “tan mezclada”.
Sin embargo, dado que el descredito
de los mayas de Tulum se debe a su asocia-
58
Foto: Mayas patrimonialistas. Melissa Elbez.
ción con la modernidad, los mayas de otras
comunidades tampoco están a salvo de ser
considerados inauténticos. Así, Irina —una
artesana originaria de Aguascalientes— estimaba que hoy, ningún maya es auténtico ya
que todos son cristianos.
Esta sentencia de inautenticidad es tan
común en toda la península que, en el lenguaje ordinario, se suele referir a los mayas
contemporáneos bajo la apelación de “mayitas”, término que insinúa su inferioridad
con respecto a sus ancestros idealizados, los
cuales siempre son denominados “mayas”,
pese a que faltan fuentes para conocer sus
antiguas categorías de identificación.
Una teoría en boga incluso va todavía
más lejos en la desacreditación de los mayas
contemporáneos, al cuestionar su relación
de ascendencia con los mayas prehispánicos,
de quienes se dice que eran de origen galáctico y que desaparecieron en condiciones
misteriosas.
Resulta significativo que los interlocutores de Tulum que me compartieron esta
teoría solían acompañarla de comentarios
despectivos hacia los mayas actuales, insinuando por ejemplo que se trata de “los
imbéciles” que los “mayas galácticos” no
quisieron llevarse de regreso a su planeta. En
efecto, a través de su adhesión a esta teoría
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fuertemente mediatizada, estos tulumenses
continúan la tendencia histórica que ha consistido en enfatizar las diferencias entre las
obras culturales de los ciudadanos indígenas
y las de los ancestros de la nación interpretándolas según un esquema evolucionista
revertido (Gamio 1916, Vasconcelos 1925).
De hecho, es interesante notar que la
teoría de los mayas galácticos recuerda la
tesis de José Vasconcelos según la cual los
antiguos mayas procedían de la Atlántida;
teoría que contribuyó a envolver el origen
de la nación mexicana de un halo de misterio y de gloria, que sirvió para justificar la
diferencia de apreciación entre “los ilustres
atlantes de quienes viene el indio, [que] se
durmieron hace millares de años para no
despertar”, y los indígenas “españolizados”
(Vasconcenlos, 1925:12).
De la Performatividad de una invención
patrimonial: el surgimiento de nuevos
mayas
El uso comercial de la referencia a lo maya genera diferentes reacciones por parte de los habitantes mayas de Tulum: Por su parte, Aron
—un comerciante nativo y fiel de la Iglesia
maya— consideraba que la comercialización
de lo maya impide que los extranjeros perciban “la verdadera cultura maya”. Poniendo la
autenticidad del lado de las prácticas mayas
actuales, llamaba “apaches” a los danzantes
prehispánicos cuyas vestimentas pretenden
aludir a los antiguos mayas y se indignaba de
la ignorancia de los que creen que los mayas
veneran ídolos.
Sin embargo, mi investigación ha mostrado que, a diferencia de Aron, muchos de
los habitantes percibidos como mayas por la
población nacional no sienten la necesidad de
reinvindicar una identidad maya. Ciertamente, como consecuencia de siglos de discriminación que aún persiste en la actualidad, ser
maya ha llegado a representar un obstáculo
Foto: Ceremonia en la playa. Melissa Elbez.
simbólico para el ascenso social, lo que incluso ha llevado muchas personas a hispanizar sus apellidos (Amstrong-Fumero, 2009).
Así, algunos mayas de Tulum sacan
provecho de la invisibilización de su mayanidad para emanciparse de las limitaciones
simbólicas asociadas a esta categoría. Es el
caso de Felipe quien, orgulloso de haber superado la asociación entre la identidad maya
y el trabajo de la tierra, exclamaba: “¡El indio se superó!”. En efecto, en diez años, Felipe ha pasado de ser un hijo de campesino
monolingüe maya, incapaz de nadar y prometido para el matrimonio en su pueblo yucateco, a convertirse en un guía de turismo
plurilingüe, profesor de kitesurf y soltero,
sin fronteras.
Por otra parte, como es el caso en toda
la península (Pérez, 2015), muchos mayas de Tulum prefieren presentarse como
“mayeros”. Esta categoría de identificación
por el uso de la lengua maya es la única en
Yucatán que no remite a ningún fenotipo
(Amstrong-Fumero, 2009), filiación o clase
social en especial (Gabbert, 2001). Tiene la
ventaja de no conllevar ninguna connotación racial y de no ser excluyente. Este último comentario cobra pertinencia en Tulum,
donde los “mayeros” suelen acompañar esta
declaración identitaria con comentarios
enorgullecedores sobre su bilingüismo ma-
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2017
59
ya-español, para luego compartir una teoría
que postula la semejanza entre las lenguas
maya e inglesa, el conocimiento de una facilita supuestamente el aprendizaje de una a la
otra. Y eso a pesar de que no hablen inglés.
La adhesión de “los mayeros” de Tulum a esta teoría puede explicarse por dos
vías. La primera, por la voluntad de resaltar
el capital sociocultural del cual les dota su
bilingüismo en el contexto turístico local, y
de reivindicar una identidad no-exclusiva, a
la vez local y abierta al mundo, acorde con
el ambiente cosmopolita de Tulum. La segunda, por una herencia de la época reciente en que los rebeldes macehualo’ob querían
ser ingleses, y una reafirmación del lazo que
los une a sus compatriotas que se mudaron
a Belice.3 En cualquier caso, queda claro que
esta teoría vernácula no encaja con las representaciones localistas de la mayanidad
vehiculadas por el discurso dominante.
Por otra parte, en el transcurso de mi
trabajo etnográfico, he podido observar que
algunos habitantes mayas de Tulum definen
la autenticidad maya con respecto al imaginario turístico, lo que los lleva a auto-excluirse de esta categoría. Así, Tomas —un
hijo de ejidatario mayahablante y originario
de Tulum— se ofreció a llevarme a un parque de atracciones de la Riviera Maya donde se exhiben “mayas” en taparrabos o a un
pueblito cercano, para que viera “verdaderos
mayas”. Así mismo, durante una ceremonia
en honor a la divinidad azteca Tonantzin
—llevada a cabo por unos danzantes prehispánicos formados en Xcaret y afines al movimiento de la mexicanidad4— un habitante
3. Durante la Guerra de castas, el comandante Dzul escribió una
carta a la Reina Victoria para pedirle que anexe la zona (Goni,
1999). En 1936, unos oficiales macehualo’ob transmitieron una
carta a Morley en la cual pedían a Inglaterra y Estados-Unidos
que les conceda sus banderas y los acepte como una nación
entre ellos. Cuando el ejército mexicano derrotó la rebelión,
muchos macehualo’ ób se mudaron hacia Honduras británica.
En 1957, unos macehualo’ob de Quintana Roo viajaron hasta
Belice para reiterar su lealtad irrompible a la Princesa Margaret
(Sullivan, 1989).
4. Movimiento ideológico cuyos miembros abogan por el retorno
a un imperio precolonial idealizado. En esta doctrina, la figura
unificadora, sincrética y superior del mestizo en el nacionalismo
60
mayor que pasaba por allí le explicaba a un
turista, con un fuerte acento maya: “Para
ellos, los mayas, es el año nuevo. Lo hacen
cada año, cada 13 de diciembre. Es su nuevo
año de ellos. Es una tradición que los mayas
hacían hace mil años y la siguen haciendo
para que no se pierda”.
El hecho de que la desacreditación de la
mayanidad contemporánea, en la mayoría de
los casos, no de lugar a reacciones de afirmación identitaria maya de ser maya por parte
de los habitantes percibidos como tal por la
población nacional, llama a examinar la legitimidad histórica de esta expectativa. Según
el historiador Matthew Restall (2004), faltan fuentes para saber si el término “maya”
era empleado en los tiempos prehispánicos,
pero se sabe que no era una categoría étnica. En la época colonial, los españoles lo
usaban para referirse a la lengua o a objetos de la cultura material y ocasionalmente
a personas, pero en un sentido despectivo,
aludiendo a una situación de subordinación.
Mientras tanto, los peones así llamados no
compartían un sentido de pertenencia común, y se distinguían entre ellos según sus
comunidades municipales, sus apellidos y su
clase social (Restall, 2004).
Con respecto al periodo post-independencia, Wolfgang Gabbert (2001) mostró
que la Guerra de Castas no puede ser entendida como una rebelión de carácter étnico maya dado que, aunque “los campesinos
mayahablantes formaron la base social de
los insurgentes, una parte considerable de
la población india del noroeste, el centro del
dominio colonial, quedaron pasivos e incluso lucharon junto con las fuerzas gubernamentales en contra de los rebeldes” (Gabbert, 2001: 471).
Como lo sugieren estos autores, el examen de los usos del término maya en la pemexicano se ve reemplazada por la del mexica, que representa la
síntesis perfeccionada de todas las culturas que lo precedieron
(Galinier, 2006).
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2017
Foto: Astronauta maya. Melissa Elbez.
nínsula yucateca invita a considerar el papel
del Estado en el surgimiento de lo maya como
categoría étnica. Si bien la implicación del Estado en la etnogénesis maya puede ubicarse al
final del siglo XX con el destino de recursos
a comunidades indígenas, la promoción de las
lenguas indígenas, la implementación de legislaciones indígenas y el desarrollo de ofertas
turísticas de carácter étnico-cultural, cabe señalar que lo indígena ha constituido una categoría central del discurso nacionalista desde
su origen. En efecto, para presentar la guerra
de Independencia como una lucha de liberación de un país ocupado desde la Conquista,
los criollos independentistas reivindicaron
una ascendencia autóctona (López, 2012).
Luego, con la ideología del mestizaje (Lomnitz, 2001), lo indígena ha llegado a representar una raíz unificadora, compartida por todos
los mexicanos.
Hay que reconocer en esta apropiación nacional de lo indígena un proceso de
patrimonialización, por el cual un abanico
de identidades cultural-étnicas —incluyendo
la maya— han sido cristalizadas en atributos
identitarios para la nación mexicana, cuyos
miembros se consideran como sus herederos
(Elbez, 2016).
Hoy, a pesar de que el ideal indigenista
de la desaparición de lo indígena por asimilación en un cuerpo nacional homogéneo ha
sido abandonado a favor del ideal multiculturalista de reconocimiento de la pluralidad interna de la nación, la definición nacional de
“los pueblos indígenas” sigue reduciéndolos a
su papel de fundamentos de la nación. Papel
que los confina en el pasado y que se acompaña de un imperativo de conservación.5
Por tanto, la desvalorización de los ciudadanos mayas que llevan un modo de vida
moderno, puede entenderse como un reproche que se les hace por no desempeñar el papel de supervivencia (noción de “survivance”
en francés. La inventó Tylor, el antropólogo
evolucionista que escribió Primitive culture)
del origen de la nación, que es lo que se espera de ellos. Por otra parte, el hecho que lo
maya sea la variante regional de la categoría
genérica de lo indígena, también explica que
ciertos tulumenses consideren a “los mayas”
como menos representativos de México y por
tanto menos auténticos que otros “pueblos
indígenas” del centro del país, y que nadie se
sorprenda de que en las “ceremonias mayas”
y “bodas mayas” de la Riviera Maya se mezcle la lengua nahuatl con la maya y se invoque
indiferentemente deidades aztecas y mayas.
Ante la presión normativa ejercida por
el imaginario patrimonial y el interés económico que existe en concordar con el mismo
en el contexto turístico de Tulum, unos habitantes mayas se involucran en procesos de
aprendizaje para encarnar las figuras patrimoniales del maya: toman clases de danza prehispánica, asisten a talleres de fabricación de
“artesanías mayas”, se vuelven discípulos de
algún guía de temazcal, colectan sugerencias
para armar altares al “estilo prehispánico”,
entre otras prácticas. Cabe destacar que para
convertirse en mayas patrimoniales dignos
de interés, suelen remitirse a los consejos de
5. Artículo 2 de la Constitución (2001): “La nación tiene una
composición pluricultural sustentada originalmente en sus
pueblos indígenas que son aquellos que descienden de
poblaciones que habitaban en el territorio actual del país
al iniciarse la colonización y que conservan sus propias
instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte
de ellas”. (subrayado de la autora).
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2017
61
Foto: Inauguración fiesta maya. Melissa Elbez.
actores institucionales y turísticos, así como a
danzantes simpatizantes del movimiento de
la mexicanidad y a unos aficionados a la espiritualidad New Age.
Esta configuración socio-identitaria en
la que personas originarias del centro del
país y del extranjero enseñan a unos nativos
de la península cómo ser verdaderos mayas
es reveladora del mecanismo de apropiación
identitaria propio de la patrimonialización.
Deja claro que es la versión patrimonial de
lo indígena —la que ha sido producida con
vistas a su apropiación nacional— la que se
visibiliza y se valora, y no los indígenas en su
calidad de sujetos pensantes y productores
de cultura. En efecto, valorarlos con sus modos de auto-identificación variados, complejos y cambiantes, implicaría aceptar la idea
de una cultura indígena en transformación
permanente y cuyos contornos no son claramente definidos. Lo que imposibilitaría su
empleo como patrimonio nacional, es decir
como punto de referencia intocado (y tácitamente intocable) al servicio de la identidad
nacional.
Por otra parte, al hacer de lo maya una
categoría condicionada por unas prácticas y
una estética específicas, la patrimonialización de esta identidad la ha hecho apropiable. Así, mientras que la conceptualización
patrimonial de lo maya excluye a numero-
62
sos mayas6 de esta categoría, abre el acceso
a esta identidad a otros.
En Tulum, al lado de los danzantes
prehispánicos que representan la cultura maya ante el público turístico, ciertos
New Agers originarios del centro del país,
de Europa y de América del sur, gozan de
reconocimiento social como poseedores de
un saber maya auténtico, por ser supuestamente ancestral, precolonial, desprovisto
de huellas del cristianismo. Sus prácticas
indumentarias y rituales corresponden al
imaginario patrimonial, de modo que numerosos habitantes recurren a ellos para
recibir limpias y terapias, participar en ceremonias, bautizar a sus hijos, marcar ritualmente espacios (como “pedir permiso”
para construir una casa por ejemplo) o para
iniciarse en la mayanidad auténtica, como
sucede en el caso de los habitantes mayas
deseosos de encarnar las figuras patrimoniales de la mayanidad.
A pesar de ser originarios de varias partes del mundo, los miembros de una comunidad New Age de Tulum incluso se auto-denominan “mayas”. Conforme a la variante
de la teoría de los mayas galácticos elaborada
por José Arguelles (1987) —líder New Age
a quien debemos el rumor transnacional de
una nueva era para 2012—, excluyen a los
mayas contemporáneos de su ascendencia y
se consideran como los depositarios del saber cósmico que estos seres superiores habrían legado a la humanidad.
Conclusión: Invención no es ficción
Pese a que lo maya no corresponda a una
identidad cultural claramente definible,
constituye una representación polisémica
dotada de un increíble poder performativo
en términos de estructuración social, de desarrollo económico y de innovación cultural.
Si bien el Estado ha desempeñado un papel
6. Ver definición en la nota de pie número 1.
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Dirección de Etnología y Antropología Social, INAH
En la clausura de la III Fiesta de las Culturas Indígenas, Pueblos y
Barrios Originarios de la Ciudad de México, el domingo 4 de septiembre
de 2016, se presentó la Declaratoria1 de la Alegría de Tulyehualco como
Patrimonio Cultural del Distrito Federal”.2
El amaranto en el pasado y del presente
En el mundo, desde la antigüedad, han existido varias especies de amarantos3 que han servido
como alimento foliáceo a hombres y animales y sólo las especies utilizadas como grano, han
sido tres y son nativas del Nuevo Mundo, una en América del sur, Amaranthus caudatus y
dos en Mesoamérica, A. cruentus y A. hypochondriacus4. A esta última los aztecas o mexica,
dieron a su semilla el nombre de michihuauhtli, como fray Bernardino de Sahagún (Velasco,
1988: 245, 2001:50), a través de sus escrupulosos informantes, lo indica, sin embargo tanto
en fuentes antiguas como modernas se ha utilizado el nombre genérico, en náhuatl de huauhtli o huautli.
Las semillas de Amaranthus hypochondriacus, como en las otras especies de grano, surgen de densos racimos o panojas de sobresalientes colores púrpura, oro, anaranjado, verde,
rosado y rojo. Estos racimos de unos 50 cm producen cantidades masivas de semillas lisas y
brillantes de color rosa, crema, blanca o dorada, aproximadamente unas 50,000 por planta,
tan menudas, que los cronistas las describieron más pequeñas que las de mostaza, pues son de
unos 0.9 a 1.7mm de diámetro (Informe, 1987:22), debido a esto se le ha considerado como
un pseudocereal.5
1. El decreto fue publicado el viernes 2 de septiembre de 2016, en la Gaceta Oficial de la Ciudad de México, firmado por el Jefe de
Gobierno de la Ciudad de México, Dr. Miguel Ángel Mancera Espinosa. Fue solicitado por el “Patronato de la Feria de la Alegría y el Olivo
A.C., ante la Coordinación de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México (SCCDMX).
2. El titulo se debe a que la gestión del expediente se realizó en enero de 2016. La declaratoria fue promovida por los habitantes
del pueblo de Tulyehualco, asesorados por diversos estudiosos, transcendental promotora fue la Dra. en Ciencias Sara Hirán Morán
Bañuelos de la UAM Iztapalapa, Coordinadora del grupo “Enlace para la promoción del amaranto en México”.
3. El género Amaranthus incluye unas 70 especies, 40 son nativas de América (en México y Estados Unidos habitan unas 29 especies.)
La treintena restante corresponde a Europa, Asia, África y Australia (Mapes y Basurto, 2016: 34), por lo general las semillas de las
especies silvestres son negras.
4. En sinonimia con A. leucocarpus, A. leucosperma, entre otras (Sánchez Marroquín, 1980:29). A diferencia del A. cruentus, el A.
hypochondriacus que ha tenido amplia presencia en la Cuenca de México.
5. Semillas que como los cereales, son ricas en materiales harinosos, pero pertenecen al grupo de dicotiledóneas por lo que son
diferentes a los llamados “cereales verdaderos” gramíneas monocotiledóneas.
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Por la forma y el aspecto de las hojas,
los españoles, dentro de sus conceptos, equipararon a estas plantas con bledos, cenizos,6
ajedreas o armuelles, designándoles así en
sus crónicas y agrupando en su categorización a amarantos y quenopodios.
Tanto los amarantos de semilla como
los de verdura, entre ellos el quintonili, han
constituido en la historia del mundo mesoamericano y andino un sustancial recurso alimenticio.7
Desde épocas muy tempranas en el territorio mesoamericano, las diversas variedades silvestres, formaron parte del acopio de
6. Varios de los llamados bledos, así como los cenizos y quinuas,
son de la subfamilia Chenopodioidae que pertenece a la familia
Amaranthaceae, según nuevas clasificaciones.
7. El valor alimenticio de la semilla del Amaranthus
hypochondriacus se debe a su alto contenido de proteína en que
la composición de aminoácidos esenciales es cercano al óptimo
requerido en la dieta humana (2016, Espitia: 68) y tiene propiedades
nutraceúticas. Eduardo Espitia, afirma que todas las fracciones
de las proteínas del amaranto tienen efecto antioxidante (ayuda a
prevenir el cáncer, la diabetes, la hipertensión). La parte foliar de
los amarantos, es comparablemente nutritiva con las espinacas
y las acelgas, tienen un considerable contenido de calcio y
algunas especies tienen mayor aporte de fibra dietética, más
beneficiosa para el proceso digestivo (puede prevenir el cáncer
de colon) (Declaratoria del Amaranto: 30). Cabe especificar que
a diferencia del frijol y del maíz, el amaranto contiene lisina,
aminoácido esencial fundamental para un correcto y adecuado
crecimiento.
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plantas alimenticias de los cazadores-recolectores. Emily McClung reporta (2016:22)
que los restos botánicos más antiguos de
Amaranthus spp. corresponden a las excavaciones dirigidas por Richard MacNeish y su
equipo en el Valle de Tehuacán, Puebla, en
dónde se advirtió el paulatino paso, a través
de los siglos, del cambio de vida nómada a
la sedentaria y del paso progresivo en la domesticación de diversas plantas.
Christine Niederberger (1987:I,38)
encontró que el amaranto se utilizó hace
7,000 años en la Cuenca de México en el sitio de Zohapilco en el lago de Chalco. Igualmente en una cueva de Coxcatlán, Tehuacán,
se encontraron restos de inflorescencias y semillas de esta planta. Sin embargo el estado
fragmentario de los restos tempranos de semillas, a veces quemadas, no han permitido
discernir si son domesticadas, aunque Richard McNeish indicó (McClung 2016:23)
que probablemente las muestras de restos
más tardíos corresponden a especies domesticadas, algunas de ellas, fueron identificadas
por Jonathan D. Sauer como Amaranthus cf.
cruentus. Mc Clung asimismo, refiere que se
han encontrado restos de esta planta en Teotihuacán, (aC. 100-600/650 dC.) durante
el Periodo Clásico y en diversos sitios del
Posclásico en la Cuenca de México. Montufar (2016: 55) por su parte, ha identificado semillas de amaranto en las ofrendas del
Templo Mayor de la Ciudad de México, encontradas en ollas denominadas Tláloc, por
tener grabado el rostro del numen.
Cabe señalar que el proceso de domesticación de las especies en grano del amaranto, fueron seleccionadas por los antiguos
agricultores de las formas mutantes de semillas blancas, ya que las negras son de tipo
normal (Espitia 2016:65), con el cambio de
color los granos presentaron mejor sabor y
mejor calidad en el reventado. Esta selección
favoreció el crecimiento de la inflorescencia
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y por lo tanto se incrementó la cantidad de
semillas. Lo único que estos agricultores mesoamericanos no lograron fue el aumento de
tamaño del grano.
El michihuauhtli. Sustancia de los
cuerpos divinos.
Los antiguos mexicanos, conocedores de la
fauna acuática proveniente de los amplios
lagos que existieron en la Cuenca, compararon las pequeñas semillas de los amarantos
domesticados, con los huevecillos de pescado, es por eso que al amaranto de semilla
clara, le denominaron michihuauhtli, “amaranto pez”, como puede apreciarse en el glifo denominador que aparece en una de las
láminas del Códice Florentino (libro XI, cap.
XIII, párrafo V, f. 404v), dónde la planta se
representa con un pez rodeado de sus huevecillos, similares a la semilla del amaranto,
por lo que la traducción del michihuauhtli,
debería ser: “semillas como huevos de peces” (Velasco, 2001:49).
Para reafirmar el importante uso alimenticio y ritual que tuvo la semilla de
amaranto domesticado, sobre todo el Amaranthus hypochondriacus, nos hemos basado
en Sahagún y sus informantes que describen
cómo se creaban las figuras de los dioses con
la semilla.
Cuando se modelaba la imagen de
Huitzilopochtli, durante su fiesta en el mes
Panquetzaliztli (Códice Florentino, 1979 libro III, párrafo 2do. F 205v), en la versión
en español, se explica que se tomaban las semillas de “bledos”, quitando las pajas y apartando otras semillas, también de amarantaceas como petzicatl y tezcahuauhtli8 que son
variedades silvestres y por lo tanto oscuras.
8. Para más información sobre los “cenizos” (o bledos) que
sirvieron de mantenimiento a los antiguos mexicanos, como
se indica en el libro undécimo del Códice Florentino, donde se
mencionan estas variedades de semillas, véase Velasco 1988,
quién detalla y propone una identificación de amarantáceas y
chenopodiaceas.
En la versión en náhuatl, se detalla
el nombre de los “cenizos” utilizados, llamándoles “michioauhtzoalli, ie in chicalotl”9
o sea: tzoalli, que es el nombre de la masa
con que se hacían las diferentes figuras de
las deidades del panteón azteca, hecha de
esta semilla llamada michiohuauhtli o chicalotl, tostada y reventada del amaranto en
el comal y aglutinada con miel negra de
agave. Estas semillas10 después de tostadas,
debían molerse muy finamente y con esa
harina “muy sutil”, ya elaborada la masa,
modelaban al dios, forrando unos maderos
de mezquite. Esta imagen se confeccionaba
del tamaño de un hombre con su cobertura
de “carne”-tzoalli, pues como afirma Durán
“que dejo dicho atrás que siempre fue tenido
por carne y hueso del dios”.11
De la misma manera, que cautivos y esclavos representaban a los dioses con todos sus
atributos, por ser su imagen o ixiptla, también
lo era la figura de tzoalli de Huitzilopochtli
y de los demás númenes como Tlaloc, Chicomecóatl, Xiuhtecuhtli y los calpultetéotl o
dioses patronos de los pueblos y oficios. Imágenes sagradas con su propia esencia, que
eran “capaces de servir de lazo de unión entre dioses y divinidades” (López, 1973:122).
Sólo los ixiptlahuan humanos (que serían sacrificados) eran ofrendados por los pipiltin o
nobles, los guerreros y los comerciantes ricos, por lo que opina Durán (1995, I: 1679)
”ofrecían cosas de precio”, mientras los ixiptlahuan de tzoalli eran de la “gente común que
ofrecía y prometía nonada”
9. Es un misterio del porqué se le llamó así, ya que chicalotl se
denomina a varias plantas, entre ellas a las papaveráceas como
la Argemone mexicana o A. ochroleuca, conocida también como
cardosanto. Tal vez se deba a que, como el amaranto, produce
semillas profusamente.
10. Durán (1995, I:36-37) a diferencia de Sahagún, menciona
como otro ingrediente más, para realizar el tzoalli, al maíz
tostado. Mientras uno menciona que los ojos del numen eran de
frijol ayocote y dientes de pepita de calabaza, el primero señala
que los ojos eran de cuentas de diferentes colores y los dientes
de granos de maíz.
11. Cita tomada del “Gran Diccionario Náhuatl, palabra tzohualli,
(gdn.unam.mx) consultado 20 de octubre de 2016
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Otras figuras numinosas de tzoalli eran
los montecillos y vientecillos denominados
tepitocton o ecatotonti, símbolos de destacados cerros y montañas que conformaban
parte de la geografía sagrada o paisaje ritual
(Broda, 1996, 1997) del Altiplano Central,
elaborados para las festividades relacionadas con la petición de lluvias y la fertilidad.
Otras efigies rituales representaban niños,
huesos o iomio, xonecuilli (“pie torcido” figura en forma de S), serpientes, todos de
tzoalli así como los tamales rituales: los teomimilli y los tzatzapaltamalli que se ofrecían
a Coatlicue, tamales rituales pero de verdura
de amaranto eran el huauhquiltamalli, que se
comían en Izcalli. Para las Cihuateteo se elaboraban tortillas llamadas tlamatzcalli.
Casi todas estas imágenes o ixiptlahuan
se caracterizaban por poseer ojos, boca y corazón, y fueron símbolos numinosos accesibles al hombre. Reyes Equihua (2005: 109),
opina que “Cosmogónicamente, eran elementos fundamentales en la comunicación
del hombre y los dioses, su significado debía
recrearse y reproducirse en cada rito” por eso
los ixiptlahuan eran ‘delegados’, ‘substitutos’.
Al dotar de un rostro y un corazón al ixiptla,
se ‘abría’ la posibilidad de enlazar al hombre
con sus dioses”.
A estas divinidades de tzoalli, se les inmolaba, separando a veces la cabeza o se les
“sacrificaba” al escindirles el pecho con el
tzotzopaztli, una cuchilla de madera utilizada para tejer. Posteriormente eran despedazadas y se daban a la gente de manera heterogénea, lo que dependía de la fiesta y el dios
de que se tratara (Velasco: 2001:49-55) así,
el trozo del dios era consumido en una teofagia o teocuallo que podría funcionar como
conexión con la divinidad, en un pacto de
alianza, de renovación, de fuerza cohesiva,
de purificación o para prevenir y curar enfermedades, entre tantos sucesos posibles
que vinculaban a estos dioses encarnados de
amaranto, con los hombres de maíz.
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Su importancia alimenticia fue mayor
de lo que se cree, pues como sucedió con el
maíz, con el amaranto también se desarrollaron distintas formas de transformar y consumir la planta, que atestigua su integración
profunda como alimento. El tzoalli, los granos
reventados y las hojas tiernas de amarantos
silvestres y cultivados, se usaban para elaborar diferentes platillos12 y podían mezclarse
con maíz, frijol, chía y chile, para realizar tamales, tortillas, atoles, pucheros entre otras
cosas. Su importancia como alimento se confirma por haber sido un recurso básico (como
el maíz, el frijol y la chía), que tributaban diversas provincias conquistadas. De las treinta
y ocho, diecinueve tributaban unas 20 000
toneladas de huauhtli (Velasco, 2001: 49).
La clasificación más abundante sobre
los “cenizos” es proporcionada en el undécimo libro del Códice Florentino, correspondiente al parágrafo sobre los “mantenimientos” (1979:Vol. III, fs.403r.-404r.), allí se
agrupan como “huauhtli”, las plantas de la
familia Amaranthaceae a la que pertenecen
nuestros amarantos, tanto los que pertenecen a la subfamilia Chenopodioidae que son
los quenopodios, comúnmente denominados cenizos.
Por su similitud varias de estas plantas comparten en el ordenamiento náhuatl,
el clasificador “huauh”, que a veces aparece
como prefijo en huauhzontli por ejemplo, o
como subfijo: tezcahuauhtli, tlapalhuauhtli,
xochihuauhtli, teohuauhtli, chichilohuauhtli,
etcétera. Debido a esta categorización se ha
confundido al huauhzontle como amaranto
y no se le reconoce como Chenopodium berlandieri nuttalliae, clasificación que acerca
a esta planta, con la quinua (Chenopodium
quinoa).
12. Para más información sobre la preparación culinaria del
huauhtli en el México antiguo: Velasco, 1988:250-253.
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Continuidad y menoscabo
de una tradición.
Es así que en las fuentes coloniales indistintamente se nombra a este grupo de plantas
bledos, “cenizos” o “huauhtlis”, de forma
genérica, y sólo son referidos como un elemento agrícola de las sementeras de los “naturales”, o como productos que se vendían
en los mercados como parte de los mantenimientos. Pero lo más señalado en las descripciones, debido que sorprendió a los cronistas,
fue su empleo ritual, la teofagia, por su similitud a la eucaristía cristiana.
Unos pocos como Torquemada (1976,
vol III: 130), expresaron, que las figuras de
los dioses se fabricaban con sangre de niños,
este testimonio, basado seguramente en Motolinia o fray Bartolomé de las Casas (1967,
II: 207) se fundamenta en un ritual totonaco, en que se utilizaba una argamasa fabricada con hule y harina confeccionada de “todas las semillas recogidas como primicia de
las cosechas” (Velasco, 2001: 51). Se trataba de “ciertas semillas, las primeras que salían en una huerta”, en donde suponemos, el
amaranto podría integrarla, junto con otras y
a las que agregaban sangre de tres niños pero
para nada se indica que con ella, fabricaran
los totonacos imágenes de dioses.
Este “alimento” denominado yoliaimtlaqualoz o teyolía ytláquatl, “manjar del ánima”13 tampoco es mencionado en fuentes
como Sahagún y Durán14 quienes no refieren
que las figuras de los dioses y otros objetos sagrados del centro de México, hechos de tzoalli, contuvieran sangre humana, ya que ésta y
los corazones, eran exclusivamente alimento
de los dioses, no de los hombres. Y así como
13. Lo que le liga al grupo yolo de las entidades anímicas
descritas por López Austin, quién opina (1980, I, 257) que esta
masa fortalecía a los comulgantes.
14. Recuérdese que fray Toribio de Benavente o Motolinia
formó parte de los doce franciscanos que llegaron a la recién
conquistada Nueva España y debió ver este ritual totonaca,
que debió ser prescrito muy tempranamente, tanto Las Casas
como Torquemada se basaron en el testimonio de este fraile
franciscano.
esto, tampoco se ha comprobado que la siembra del amaranto fuese condenada por Cortés
u otro conquistador o la Inquisición, como
también se ha aseverado.
Las Relaciones Geográficas de Indias
del siglo XVI, refieren que el amaranto seguía sembrándose en extensas localidades
del territorio la Nueva España, el huauhtli
y el michihuauhtli15, continuaban formando
parte de las sementeras donde se producían
los alimentos de los “naturales”.
Respecto a la permanencia del uso ritual de la teofagia, se puede afirmar que continúo por un tiempo, a pesar de ser calificado
como herejía, ya que dentro de las necesidades de los campesinos indígenas y en su
cosmovisión, persistieron sus requerimientos cotidianos de ayuda de las entidades de la
naturaleza, personificadas por los antiguos
númenes o por los nuevos, aunque resignificados, como fruto de la evangelización.
Fue un culto necesario para los indígenas que necesitaban lograr una buena cosecha y ayuda para mediar entre el mundo
humano y divino, así como aliviar el sinnúmero de penurias que les aquejaban. Por
eso aún en el siglo XVII varios religiosos se
quejaban de la reincidencia entre los indios
de las viejas idolatrías, Jacinto de la Serna
(1953: 233-234), en su “Manual de ministros de indios” advierte de esta abominación
de simular la comunión, debería ser extirpada, ya que el demonio, declara, es el que
quiere que se le ofrezca en primicias.
Creemos que la causa más probable de
la merma agrícola del amaranto, se debió a
que los cultivos hispanos, sobre todo el trigo, desplazaron la siembra del amaranto e
incluso del maíz, aunque de éste fue menos
extenso su cultivo, persistió por haber sido el
15. En lo que actualmente son los estados de: México, Guerrero,
Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Morelos, Oaxaca, Puebla y
Veracruz, de acuerdo a Zazil Sandoval. En los antiguos pueblos
prehispánicos de la hoy extensa Ciudad de México, en Culhuacán
y Mexicaltzingo se sembraba amaranto, no se mencionan otras
poblaciones como podrían ser Tulyehualco y Xochimilco por
faltar esa “Relación”, que seguramente existió.
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alimento principal de la población no criolla, ni española. Influyó asimismo el consumo del pan que fue ganando aceptación por
las distintas “castas”. De este modo, el uso
ritual del amaranto fue desplazado, entre los
nuevos cristianos, por el nuevo “pan espiritual” del sacramento de la eucaristía, por lo
que esta planta dejó de ser una grave amenazara para el dogma cristiano.16
Sobre el uso alimenticio del amaranto
para siglos posteriores, se tienen pocas o nulas noticias. En el siglo XVIII en textos como
diarios, gacetas, historias o recetarios de cocina, el amaranto, es el gran ausente, tanto
en su empleo culinario de verdura o de semilla. En el recetario atribuido a Sor Juana Inés
de la Cruz, en el de Dominga de Guzmán, o
de fray Jerónimo Pelayo, entre otros (Juárez,
2000: 68-70 y 74-89), no se menciona al
huauhtli, a los cenizos o a los bledos, lo que
seguramente se debió a que los recursos alimenticios como el amaranto, estaban catalogados como comida de indios, de pobres o
incluso, algunos eran despreciados (como en
el caso de los quelites o los insectos).
Por otro lado, estos escritos proceden
de una élite novohispana, que prefiere mostrar en ellos la riqueza americana que formó
parte de sus finos platillos.17 Autores como
Francisco Javier Clavijero y José Antonio
Álzate y Ramírez, en sus listas de los alimentos “propios de México” para nada nombran al amaranto (Juárez, 2000: 14, 41) y
Humboldt tampoco hace alguna referencia.
Sin embargo, a pesar de no ser señalada su
16.Sólo en lugares muy marginados, donde la conquista espiritual
fue insuficiente, han persistido rituales donde el amaranto juega
un papel importante, como sucede en el rito para la “petición de
lluvias” de la región de La Montaña en el estado de Guerrero,
ya documentada por Villela y Montufar (2016 Arqueología
Mexicana, núm. 138), ritual propiciatorio en que grupos de origen
nahua, modelan, para el día de San Marcos, figuras de amaranto,
de manera similar al tzoalli, así forman ranas, cerritos con boca
y ojos, serpientes, estrellas y niños, que como ángeles, son los
trabajantes auxiliares de San Marcos (Villela, 2016: 49), después
del ritual que se efectúa en la montaña, estas diversas imágenes
son consumidas devotamente.
17. En donde el cacao primero y después el chocolate, fue
catalogado como bebida de gustos refinados y alagado por
todos.
70
existencia, el cultivo del amaranto resistió
y perduró marginalmente, como puede demostrarse en su persistencia como cultivo en
la Montaña de Guerrero o en el pueblo de
Santiago Tulyehualco en donde se conservó el germoplasma, in situ del Amaranthus
hypochondriacus, hasta nuestros días.
El amaranto de Tulyehualco, “Patrimonio
cultural intangible de la Ciudad de México”
El pueblo de Santiago Tulyehualco, pertenece a la Delegación de Xochimilco y se
ubica en el piedemonte del cerro Teuhtli o
Teuctzin (“venerable señor”), en el sur de la
Cuenca de México, dónde suponemos, sembraban amaranto siglos atrás. Según testimonios18 de sus habitantes, cuentan que durante el siglo XIX y al término de la Guerra
de Independencia, se rescató el cultivo tanto
del huauhtli como del olivo. También sostienen que después de la Revolución y ante la
pobreza de la posguerra, los habitantes del
pueblo retomaron la actividad agrícola, cultivando maíz, frijol y amaranto en el 80%
de los terrenos que poseían en el Teuhtli,
(2016, Declaratoria: 13) incrementando su
labor de comerciantes y artesanos, ofreciendo la producción de alegría19 y aceite de olivo, en los pueblos cercanos y en el Distrito
Federal, de ahí su nombre de alegrilleros.
En 1971 se organizaron, para promover
sus productos en la 1ª. Feria de la Alegría y el
Olivo, realizada desde entonces en el mes de
febrero. Para la década de 1980, los productores empezaron a experimentar con nuevos
productos para incrementar la forma de consumir el amaranto, así reprodujeron viejas recetas (atoles, tortillas y tamales) y renovaron
con nuevos ingredientes (pan, pasteles, frituras, hojuelas y germinados). Hirán Morán S.
(2016, Noticia),20 comenta que el nombre de
18.Profesor Pedro Molotla (2016, Declaratoria: 38)
19.Palanquetas de la semilla reventada aglutinada con miel de
piloncillo o de abeja, de manera semejante al antiguo tzoalli.
20.“Noticia” de la Secretaría de Cultura (CDMX), el 4 de
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“alegría” se debe a que cuando las semillas
revientan en el comal caliente parece que bailan de alegría.
Conclusiones
Las especies de amaranto domesticado son
tan prolíficas, que su fecundidad debió impresionar a los hombres prehispánicos, pues
¿qué planta sembrada produce tal cantidad
de semillas?, esa prodigalidad debió influir
para ser considerada idónea para significar la
fertilidad que debían otorgar las divinidades
y asimismo constituir simbólicamente su
encarnación con tan maravillosas semillas.
Los diferentes amarantos, desde los albores de Mesoamérica han alimentado a los
seres humanos que poblaron este territorio,
y al igual que al maíz, surgieron variedades
manipuladas por los hombres de las diferentes sociedades en este territorio, para tornarse más fecundas y aprovechables, pues cómo
se ha demostrado, las variedades domesticadas, poseen un gran potencial alimenticio. A
pesar de los avatares experimentados a partir de la llegada de los españoles, en fechas
recientes, el amaranto se ha convertido en
un valorado recurso nutricional.
En la cuenca de México su significado
histórico, alimenticio, económico y simbólico ha sido rescatado y revalorado. Como en
épocas pasadas, continúa vinculándose con
el territorio21 y el paisaje lacustre y de montaña, ya que, como antiguamente, se siembra primero en las chinampas22 y cuando la
planta adquiere determinado tamaño y los
retoños no requieren de tanta humedad, son
trasplantados en el cerro Teuhtli, importante altozano ancestral que ha sido un referente de los pueblos del sur de la Cuenca y
ha pertenecido al antiguo paisaje ritual que
forma parte de esa cosmovisión que vincula
al hombre con su entorno, a pesar de la modernidad.
Esta declaratoria patentiza que el pueblo de Santiago Tulyehualco a pesar de la urbanización que padece la Cuenca de México,
aún mantiene parte de una tradición de base
cultural mesoamericana, que se sustenta en
la permanencia de sus alimentos autóctonos,
entre ellos, el amaranto, que nunca dejó de
cultivarse.
La fabricación de las palanquetas denominadas alegrías constituye una práctica
reelaborada del histórico tzoalli. Masa o golosina que a su vez formó parte de una cocina
prehispánica, que se reivindica ahora como
propia, producto local que se ha preservado,
gracias a saberes y prácticas ancestrales, por
lo que debidamente es un patrimonio que
forma parte de la dimensión identitaria de
los alegrilleros de Tulyehualco.
Esperamos que esta declaratoria no rivalice, ni separe a los productores de amaranto
de los cultivadores de amaranto del centro y
sur del país y que su siembra continúe en el
Teuhtli, para preservarlo, ya que (Declaratoria, 2016. 20), las prácticas agroecológicas y
sustentables asociadas al cultivo del amaranto y otras siembras, sirven, para conservar el
suelo y evitar su erosión, además de ser un
obstáculo al crecimiento inmisericorde de la
mancha urbana.
septiembre de 2016.
21. El cultivo del amaranto representa menos del 1% de la
superficie y del valor de la producción agrícola de la ciudad de
México y Tulyehualco es el quinto productor a nivel nacional.
22. Bajo un sistema, que es parte de un legado cultural de la
zona chinampera de Xochimilco, denominado localmente chapín
“invención original y de naturaleza única” (2006, Declaratoria: 16).
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
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2017
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Platos Patzcuaro 2008. Foto: Maya Lorena Pérez Ruíz.
Valoraciones que viven
y conviven en procesos
de patrimonialización de
expresiones culturales
inmateriales
Monstserrat Patricia Rebollo Cruz
montserratrebollocruz@gmail.com
Programa Integral de Posgrado en
Antropología Social, INAH
Un tema destacado en las políticas culturales a nivel internacional es el de la patrimonialización
de los bienes culturales, en sus dimensiones inmaterial, material y biocultural. En este artículo
solo hablaremos de la patrimonialización del patrimonio cultural inmaterial (PCI). Tema
que ha tenido eco y respuesta a nivel de Estados nacionales y locales; pues qué cultura no
patrimonializa o atesora lo propio, pero también lo reinventa, recrea, migra, conserva, negocia
y comparte con un sinfín de actores sociales que lo observan, lo viven y participan de la
valoración, que le concede la propia cultura que la vive y la práctica, aunque no todos lo hagan
de la misma manera.
La patrimonialización de bienes inmateriales expresados en la tradición oral, las
cosmogonía, danzas, carnavales, lenguas o técnicas y saberes tradicionales; también nos hace
considerar otras formas de valoración, además de la simbólico-cultural, que le concede la
cultura que la vive y reproduce, como la valoración económica, la valoración política y la
valoración social (infra).
Patrimonializar de inmediato refiere a nuevos actores sociales con quienes se generan
nuevos lenguajes, tensiones, conflictos, intereses y puntos de vista acerca de la manera de
revalorar y poner en práctica la salvaguarda de los bienes culturales patrimonializados,
adecuados a las demandas de nuevos contextos, como el de las lógicas de mercado, espectáculo
y recurso de negociación en la esfera política.
¿Qué son los procesos de patrimonialización?
En primer lugar, debemos entender que el patrimonio de una cultura determinada está
conformado a partir de un proceso de selección y valoración que pone a la luz del reflector la
manifestación cultural por encima de cualquier otra expresión de la misma. Es a este proceso
al que se le denomina patrimonialización, es decir, […] “es un proceso de producción de
significados” (Machuca, 2011: 291-292 [apud. Amescua: 2013]) profundamente relacionado
con el contexto de producción y reproducción, por medio del cual las comunidades y grupos
humanos (y por ende los individuos) les otorgan particular relevancia o importancia a ciertos
elementos de la cultura […]” (Amescua, 2013).
Entender la patrimonialización como proceso, nos hace pensarlo en términos lineales,
como único, pero esto no es así, ya que un proceso de patrimonialización se construye a
partir de diversos procesos que son dados desde los diversos actores sociales que intervienen
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2017
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de manera activa y pasiva. Por ejemplo,
creadores y practicantes de las expresiones
culturales patrimonializadas, instancias
de gobierno y de cultura en sus diversos
niveles, académicos, empresarios, gestores,
públicos, organizaciones civiles, entre otros.
También tiene la característica de estar en
constante movimiento, en articulación de
significaciones, intereses, apropiaciones,
posicionamientos y valoraciones, que
responden en los cambios intrínsecos de la
práctica viva de una cultura, a este resultado
se le llama un proceso de patrimonialización.
Dicho lo anterior, propongo observar
dos dimensiones dentro de los procesos de
patrimonialización en una cultura: por un
lado, la valoración que viene y se sostiene
desde sus creadores y practicantes, a la que
denomino valoración autogénica; y por otro
lado los procesos de valoración heterogénica,1
mismos que son generados y/o intervenidos
por
terceros
—políticas
culturales,
gobiernos locales, académicos, empresarios,
Organizaciones
No
Gubernamentales
(ONG), diversos públicos—, es decir aquellos
procesos de patrimonialización en donde
la valoración de los bienes culturales son
compartidos y dispuestos para la canalización
de otras vertientes de re-valoración y reconocimiento que trasciendan lo local (aquí
incorporo, incluso, algunos portadores
y practicantes no creadores)2 (Rebollo,
2016:26).
Un tema a analizar es la implementación
de políticas públicas y estrategias de
1. Las categorías de valoración autogénica y heterogénica son
una propuesta de carácter operativo para identificar estos dos
niveles de valoración en un proceso de patrimonialización,
cuyo crédito debo a Hilario Topete Lara, quien en un ejercicio
de reflexión, derivado de la inquietud para denominar estas
valoraciones, me propuso los calificativos que ahora utilizo, en
el mes de julio de 2014.
2. Las categorías de valoración autogénica y valoración
heterogénica son de carácter operativo con la única finalidad de
hacer la distinción y lograr trabajar estas dimensiones al interior
de un proceso de patrimonialización considerando que, en la
realidad, no están disociadas, al contrario, la patrimonialización
conjuga estas valoraciones a partir de los actores que hacen
posible la patrimonialización de un bien cultural.
76
salvaguardia a nivel internacional, mismas
que han sido adoptadas por los Estados-nación
y más tarde por los gobiernos locales. Un claro
ejemplo, son las declaratorias emitidas por la
UNESCO, destacando la Lista Representativa
de Patrimonio Cultural Inmaterial de la
Humanidad.
En ellas, el proceso de valoración rebasa
la dimensión cultural y se convierte en un
acontecimiento que responde a intereses
de carácter cultural, político, económico y
social.3
Se trata de perspectivas dinámicas
que hoy son utilizadas como un recurso
político y de negociación entre los diversos
niveles de gobierno y las sociedades a las
que pertenecen las expresiones culturales
puestas en valor, compartidas ahora,
esos bienes culturales son, muchas veces,
convertidos en espectáculos folclóricos,
teatralizaciones o performances, que son (o
están) desprovistos de sentido simbólico y
función social.4
3. La Convención [de 2003] obliga a la participación de las
comunidades en toda la cadena, que abarca desde la declaratoria
hasta la implementación de políticas de salvaguardia, pues es
inconcebible imaginar la salvaguardia del PCI sin una relación
productiva entre instituciones políticas y portadores (Barquín,
2014:6).
4. El término folclor fue utilizado durante mucho tiempo
para definir el saber tradicional de un pueblo bajo una lógica
occidental de distanciar la cultura de occidente y por ende
civilizado, frente al resto de las culturas vistas como primitivas.
La Dra. Lourdes Arizpe advierte: El término “tradición” opaca las
raíces contemporáneas o multiculturales de muchas prácticas
y detiene las habilidades creativas de los grupos que de forma
legítima demandan una libertad cultural para cambiar lo que
decidan. Peor aún, al omitir el contexto que le confiere significado
a los objetos y actividades rituales y festivas, el concepto “folclor”
fragmenta las prácticas culturales hasta volverlas sólo piezas de
museo (Arizpe, 2006:22-23). En la actualidad hablar de folclor,
nos remite a pensarlo en una visión eurocéntrica, ya rebasada
en campos como el académico y el político; sin embargo,
está noción ha sido adoptada en otros espacios como el del
espectáculo, en donde se busca escenificar y estetizar aquello
que era concebido como saber tradicional. Un ejemplo podría ser
el Ballet Folclórico de Amalia Hernández, espectáculo que busca
representar danzas pertenecientes a diversos grupos étnicos de
México, y su mérito recae en la forma de representar la riqueza
cultural del país en un escenario, pero su labor no recupera el
significado y el sentir de sus practicantes-portadores de dichas
danzas, lo que se consigue es descontextualizar la práctica para
ser llevada a otros espacios para su apreciación por parte de
otros públicos.
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2017
Lo anterior no lo menciono en un
sentido de descalificación, al contrario, el
espectáculo, el folclor, la teatralización y
el performance tienen su lugar y su mérito
como acción y creatividad humana; sin
embargo, una expresión cultural no puede
convertirse en sólo eso, un espectáculo, en
donde muchas veces es visto como el recurso
para la salvaguarda del patrimonio vivo.
Esto obliga a pensar si estamos en
presencia de otra manera de salvaguardar
un bien cultural, en un contexto de
globalización y modernidad, en donde la
patrimonialización orilla a los practicantes
a entrar a nuevos procesos de valoración,
significación o resignificación de su cultura
en colaboración con otros actores sociales
como las instancias de cultura, los gestores,
los académicos, los empresarios o el turismo,
entre otros.
Para
Kirshenblatt-Gimblett
el
patrimonio no existe en sí mismo, sino que
se trata de “un modo de producción cultural
que le da a aquello que está en peligro o fuera
de moda, un segundo aire como una exhibición
de sí mismo” (Kirshenblatt- Gimblett, 2004
[apud. Amescua, 2015:29]).
De
acuerdo
con
KirshenblattGimblett considero que este matiz en la
patrimonialización de los bienes inmateriales,
en este contexto, se vive como eso como un
segundo aire en la manera de significar y
compartir la patrimonialización. Sin embargo,
también es cierto que la coyuntura que se
genera alrededor de la patrimonialización a
través de las Declaratorias, hacen de ella un
campo de posicionamientos y posibilidades
de valoración que se generan a partir de la
participación activa de los múltiples actores
sociales que intervienen en la re- valoración
del bien patrimonializado. Este diálogo e
intervención se hace necesario al convertir el
patrimonio en un recurso político, económico,
cultural, simbólico, etcétera.
Como menciona García Canclini:
Cabe señalar que la participación de
múltiples instancias públicas y actores sociales
en las tareas relacionadas con el patrimonio
cultural ha sido fruto no del azar sino de la
necesidad: la vastedad del patrimonio y la
limitación de los recursos para atenderlo, su
condición de propiedad común de la nación
—y por ende la responsabilidad
común
de conservarlo—, la distinta índole de las
funciones que reclama su atención y el tipo
de organización social y política del país,
hacen no sólo convenientes sino necesarios
el funcionamiento de diferentes instituciones
públicas y organizaciones civiles y la
participación de las tres órdenes de gobierno y
el sector privado (García, 2013: 104).
La diversidad de actores en un proceso
de patrimonialización crea un escenario
en donde todos se colocan —desde su
respectiva posición— en una postura a favor
de la salvaguarda de los bienes culturales; sin
embargo, la tensión y el conflicto se suscita
a partir de la confrontación de los intereses,
expectativas, compromisos y valoraciones
de cada actor, lo que asegura que, por muy
modesta que sea su intervención en el
proceso de patrimonialización, siempre
traerá una consecuencia en la valoración y
en el impacto que resultará de este ejercicio.
La patrimonialización tampoco puede
estandarizarse ni enjuiciarse como buena
o mala, al contrario sus aplicaciones e
impactos serán dictados por cada hecho
concreto, lo que produce una amplia gama
de experiencias en donde, por un lado, la
patrimonialización se ha convertido en
la opción de defensa, conservación, de
cohesión social y garante de la vigencia de los
bienes culturales; por otro lado, constituye
un campo de tensiones y disputas en donde
los intereses de cada actor se anteponen o
se consensan en una atmósfera de posesión
y de disposición del bien patrimonializado.
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2017
77
Los procesos de patrimonialización
generan espacios de disputa política,
económica y cultural entre todos los actores
que participan. Estos espacios son propiciados
a partir de las acciones que se construyen
alrededor del bien patrimonializado, como
“…quién decide qué se patrimonializa,
cómo se distribuirán los beneficios y quiénes
tienen el derecho al uso, la propiedad, la
circulación y la distribución de los bienes
y saberes patrimonializados” (Chávez,
2010:12) y podríamos agregar qué ocurre
con los derechos de propiedad sobre el bien
cultural resultante de la patrimonialización.
En un proceso de patrimonialización
identifico cinco valoraciones que en su
interior puede contener otras. Las detallo a
continuación.
Valoración simbólico-cultural. Es la
capacidad intrínseca y dada a partir de
la valoración autogénica sostenida en los
practicantes de la expresión viva de la cultura.
Esta valoración se sostiene en la conservación
y transmisión de las tradiciones valorando
y revalorando las destrezas, habilidades y
conocimientos que son transmitidos de
generación en generación, anteponiendo
cómo la expresión cultural permite dar
sentido de identidad, pertenencia y vida a la
cultura que la posee.
Esta valoración después de un
proceso de patrimonialización puede
tener una segunda dimensión, a la que
defino como valor de significado externo o
compartido con otros, mismo que resulta de
la patrimonialización y deviene en valores
extraculturales, cosmopolitismo cultural,
que hacen de la expresión inmaterial un
resultado performativo.
La valoración performativa podría
considerarse una dimensión más dentro
de
la
valoración
simbólico-cultural,
definiéndola a partir de observar los procesos
de patrimonialización en donde los bienes
78
culturales, en apariencia, se conservan —no
de manera purista— sino que aún la expresión
cultural tiene sentido al interior de la cultura
a la que pertenece, a pesar de su proceso
de patrimonialización, en donde pudo
haberse descontextualizado el significado y
el sentido de la práctica misma, llevándola
a un contexto de performance, en donde la
expresión cultural se busca poner en escena o
en disposición de los demás y de los propios
practicantes como producto performativo,
derivado de una realidad cultural.
El performance como resultado de las
concesiones y participación activa de los
practicantes de la expresión patrimonializada,
son quienes deciden qué poner y qué no
en escena como muestra de su cultura, el
cómo se pone en escena, es acordado con
el resto de los actores que intervienen en el
proceso de patrimonialización. Entonces, las
expresiones culturales tienen la posibilidad
de ser convertidas en performance mediante
su proceso de patrimonialización.
El performance no se limita a las artes
del espectáculo —como lo define el ámbito
de la UNESCO— habría que pensar el
performance en otros ámbitos del patrimonio
inmaterial, incluida la lengua y las formas
de expresión cultural como la crítica política
y la innovación de sus prácticas en nuevos
contextos. El performance como expresión
de lo simbólico y como una posibilidad más
dentro de la valoración y no como único
destino de un proceso de patrimonialización.
Valoración política dada en dos
dimensiones, por un lado, la valoración
política interna refiriéndome a cómo un
bien cultural inmaterial opera y contribuye a
la organización política de la cultura a la que
pertenece, otorgando orden y reconocimiento
a sus autoridades tradicionales, morales y
espirituales.
Por otro lado, existe la valoración política
externa misma que es expresada a partir de
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consolidar un proceso de patrimonialización
en donde el valor político de la expresión es
adoptado, además de por los practicantes de
la cultura, por diversos actores y en diversas
escalas —internacional, nacional, local,
incluso individual—. Esta valoración es
heterogénica.
Valoración económica es perceptible
a partir de dos dimensiones: por un lado, el
bien cultural patrimonializado puede tener
una valoración económica primaria es decir,
el valor económico inherente y necesario que
se requiere para la realización y conservación
de la expresión cultural viva5 y, la segunda,
es la valoración económica secundaria
que se puede observar como una de las
expectativas y/o productos de un proceso
de patrimonialización en una lógica en
donde la expresión patrimonializada puede
adquirir el carácter de recurso económico,
convirtiéndose en una fuente de ingreso, a
diversas escalas y por los diferentes actores,
que participan en la patrimonialización.
Ambas valoraciones responden a procesos
y lógicas diferentes, alrededor del bien
patrimonializado.
5. Aquí pienso en los gastos necesarios que demanda la
realización de una danza, por ejemplo en el caso de la danza
de los voladores se necesita invertir en indumentaria, calzado,
además del costo que implica hacer un corte y arrastre de palo
volador.
Valoración social. La identifico
también en dos dimensiones: por un
lado, la valoración y función social que
le otorgan los practicantes a su expresión
cultural establecida y significada desde
las relaciones de parentesco, organización
social tradicional y su reconfiguración que
responde a estímulos externos vinculados
con la patrimonialización; y la relación
e interacción que tienen los actores en
sociedad. La segunda dimensión es la
valoración social, derivada de un ejercicio
de patrimonialización en donde el beneficio
individual (de algunos actores sociales) se
genera a partir del supuesto beneficio social.
Reflexiones finales
La propuesta de considerar diversas
valoraciones dentro de un proceso de
patrimonialización, como en el caso de las
declaratorias ante la Lista Representativa
de Patrimonio Cultural Inmaterial de la
Humanidad de la UNESCO, responde sólo
a considerar que debemos tomar en cuenta
en el momento de documentar o analizar
experiencias como es la multiplicidad de
actores sociales identificados en su interior
—creadores y practicantes de las expresiones
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2017
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culturales patrimonializadas, instancias de
gobierno y de cultura en sus diversos niveles,
académicos, empresarios, gestores, públicos,
organizaciones civiles, entre otros— y que
dan como resultado convertir expresiones
culturales inmateriales en campos de disputa
entre quienes participan, dejando de lado
el verdadero objetivo que es garantizar la
salvaguarda de la expresión puesta en valor.
Una
reflexión
importante
que
continuaré investigando es cómo las
declaratorias de patrimonio inmaterial
tienden a generar performance culturales;
es decir, hacen de las expresiones culturales
patrimonializadas una especie de nueva
selección, decidiendo qué se pone en escena
ante los ojos y valoración del mundo,
haciendo de sus practicantes-portadores
de la cultura un actor más del consenso y
valoración heterogénica.
La expresión inmaterial patrimonializada genera de manera intrínseca un campo de
posicionamientos de acuerdo al nuevo uso de
la expresión viva, lo que me hace pensar que lo
que realmente se pone en disputa es el resultado performativo que se hace de la expresión
viva, y no la propia manifestación inmaterial;
en donde se retoman elementos tradicionales,
pero no se muestra el verdadero sentido cultural que para sus practicantes tiene.
Muchas veces el resultado performativo
de la expresión viva es el que termina por
concentrar los esfuerzos y reconocimientos,
olvidándose del verdadero ejercicio de
salvaguarda, lo que tampoco hace descartar
que el performance cultural pueda ser una
dimensión de revaloración y salvaguarda de
la expresión viva, sobre todo al involucrar a
nuevas generaciones.
Ahora bien, pareciese que el contexto
actual está bajo el efecto de una fiebre
patrimonializadora, pero esto ¿a qué
responde? No tengo la respuesta, pero es
una pregunta que podríamos hacer a los
80
Estados-parte, a los estudiosos de la cultura,
a los promotores culturales, a las ONG´S, y
a los propios practicantes-portadores de la
cultura.
Además, deberíamos cuestionarnos sobre ¿cómo estamos participando y contribuyendo a los procesos de patrimonializacion?
¿De qué manera garantizamos el acompañamiento responsable en estos procesos de
patrimonialización sin caer sólo en ejercicios
aislados y abandonos a medio camino? El reto
ya lo tenemos enfrente.
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Veracruz. Retos de un
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Charlotte Pescayre Bourdais
chacayre@gmail.com
Université Paris Ouest Nanterre
Universidad Nacional Autónoma de México
CEMCA
Introducción1
En los últimos cuarenta años, el interés de las naciones y de las sociedades civiles por el
patrimonio (cultural, natural, material e inmaterial) se ha acrecentado. Así mismo, la
diversidad cultural posee un papel esencial en la escena internacional.
Los procesos de patrimonialización, definidos como un proceso por el cual “un colectivo
reconoce el estatus de patrimonio a objetos materiales o inmateriales, de manera que este
colectivo se convierte en el heredero de los que los produjeron, y que por ello tiene la obligación
de conservarlos para transmitirlos” (Davallon, 2014) se han convertido en objeto de estudio de
numerosos investigadores a nivel mundial.
En cuanto a las expresiones artísticas, se observan a la par de la patrimonialización, procesos
de artificación, definidos por Heinich y Shapiro como el conjunto de procesos por los cuales una
actividad es calificada como artística, un producto como obra de arte y una persona como artista
(Heinich y Shapiro, 2012). En cuanto a artes tradicionales se refiere, se trata de un proceso
de artificación específico, pues han entrado en el mercado del arte en un sentido occidental,
ocasionando profundas transformaciones en su estructura, su estética y su razón de ser.
La maroma (cuerda gruesa utilizada por los marinos) dio su nombre a una expresión
espectacular, ritual y festiva practicada por grupos de artistas campesinos indígenas y mestizos en
las regiones de Oaxaca, Guerrero, Puebla y Veracruz. El espectáculo incluye acróbatas, maromeros,
trapecistas, músicos y payasos formando parte de fiestas patronales de numerosas comunidades
y pueblos indígenas del México actual. Cada maroma responde a lógicas sociales propias de los
colectivos que la practican, por lo que existe una pluralidad de maromas, algunas con sentido más
estético o espectacular, otras más rituales.
La maroma es el resultado de un profundo mestizaje cultural y artístico. Se tiene registro
de la presencia de acróbatas, contorsionistas, zancudos y antipodistas en la época prehispánica
(Pescayre, 2010 y 2012). Sin embargo, el primer testimonio que muestra a un equilibrista sobre
una cuerda fue elaborado por el ilustrador Theodor De Bry, quien nunca pisó tierras mexicanas
(Duchet et al., 1987: 258). Es muy probable que al realizar el grabado, De Bry se haya inspirado
en el texto del cronista José de Acosta, redactado en el año 1585 en la Nueva España, donde hoy
día se ven indios volteadores, que admiran, sobre una cuerda; otros sobre un palo alto derecho,
puestos de pies, que danzan y hacen mil mudanzas […] (Acosta,:317 lib.VI cap.28).
1. Este texto fue reformulado a partir de la ponencia que impartí en el coloquio INAH y sociedad “Protegiendo e investigando el patrimonio
cultural”, Querétaro en agosto de 2014 y se basa en la investigación llevada a cabo durante mis estudios de maestría (2009-2012) a la
que actualmente doy seguimiento en el marco del doctorado.
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
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Willy Revilla en el columpio, Festival del Tesechoacan Playa
Vicente Veracruz, 2016 © Charlotte Pescayre.
Durante el Virreinato nacieron
numerosas compañías interculturales de
maromeros compuestas por artistas indígenas,
mulatos y españoles. Se presentaban en los
llamados patios de maroma de la Ciudad de
México y el Virrey les acordaba licencias
para que pudieran ejercer sus actividades
en toda la Nueva España (Calzada, 2000;
Ramos, 2010 y Vázquez, 2012).
En cuanto al circo en su acepción moderna,
fue creado en el siglo XVIII. La primera
presentación del espectáculo que reunió a
artistas de diferentes disciplinas (acróbatas
ecuestres, funámbulos, malabaristas, payasos)
bajo una carpa circular de trece metros de
diámetro, fue realizada en 1768 por el inglés
Philip Astley en Londres. A principios del
siglo XIX, llegaron circos europeos a México,
siendo el de Philip Lailson el primero en llegar
en 1808 (Revolledo, 2004). En un inicio
convivieron con las maromas y poco a poco
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las desplazaron a las periferias de la Ciudad de
México, revelando el gusto europeizado de los
capitalinos de la época.
En los años que siguieron a la
Revolución Mexicana (1910), la política
indigenista que buscaba la construcción de la
patria mediante la integración de las culturas
indígenas a una cultura nacional mestiza,
implicaba la concepción de un patrimonio
cultural común. Guillermo Bonfil Batalla
(1987) proponía un proyecto nacional
pluralista, pero fue sólo desde 1992 que la
Constitución Mexicana reconoce a México
como Nación pluricultural y garantiza el
respeto de las lenguas, tradiciones y formas
de organización social de los diversos
pueblos indígenas. Sin embargo, dicho
reconocimiento permanece en las leyes y
poco en los hechos.
Actualmente la maroma es practicada
en zonas rurales de los estados de Guerrero,
Puebla, Oaxaca y Veracruz en fiestas
patronales y, recientemente, en eventos
culturales. Las diferentes maromas de México
podrían ser consideradas como patrimonio
cultural inmaterial. Sin embargo, sólo la
maroma mixteca ha sido objeto de un intento
de inscripción en la lista de salvaguarda
urgente de la UNESCO en el 2009, pero esta
iniciativa no procedió (Pescayre, 2015).
Al ser una práctica común a diversas
culturas (mixe, mixteca, zapoteca, nahua,
popoloca, entre otras), la maroma se inserta
en la concepción del patrimonio mestizo
establecida por Laurier Turgeon (2006).
El autor mestizo quebequense propone
una descentralización del patrimonio:
“lejos de ser fijo o fijado, el patrimonio se
ve continuamente hecho y rehecho por
desplazamientos, contactos, interacciones
e intercambios entre individuos y grupos
diferentes” (Turgeon, 2006:18).
El
presente
artículo
trata
concretamente de la maroma zapoteca
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
de Santa Teresa Veracruz y se basa en la
investigación realizada durante mis estudios
de maestría (2009-2012). Dicha práctica
no se encuentra inscrita en las listas de la
UNESCO, y se ha enfrentado tanto a procesos
de patrimonialización no oficiales, como a un
proceso que he llamado de cirquización. Se
expondrán los retos que enfrenta el colectivo
de maromeros zapotecos y el equilibrio que
buscan entre la transmisión de su práctica a
nivel local y su puesta en escena en contextos
extracomunitarios y circenses.
La maroma zapoteca de Santa Teresa
Veracruz.
Santa Teresa es una comunidad zapoteca
ubicada en el estado de Veracruz, colindando
con Oaxaca. Los habitantes cuentan que
el pueblo fue fundado alrededor del año
1912 por gente de Xochiapa (pueblo que
se encuentra a 6.7 km) que huyó durante
la Revolución en 1910. La fiesta patronal
de Santa Teresa se lleva a cabo cada año
del 13 al 15 de octubre. La comunidad vive
principalmente de la ganadería y de las
remesas enviadas por familiares residentes en
Estados Unidos.
Es difícil reconstruir la memoria
de la tradición maromera entre los
zapotecos, porque la fundación del pueblo
es relativamente reciente. La tradición
provendría de Choapan, Oaxaca, habría sido
llevada a Xochiapa y posteriormente a Santa
Teresa. La transmisión de la danza de los
maromeros se lleva a cabo de generación en
generación. La especialidad de Santa Teresa
es la danza en alambre y el columpio u onda.
La práctica de la maroma fue introducida por
los habitantes de Xochiapa desde la fundación
del pueblo.
Antes de que esta danza fuera dedicada
a Santa Teresa, pudo haber sido efectuada
para agradecer a los espíritus de la naturaleza:
Era como por decir voy a hacer algo que significa algún sacrificio, porque si me llego a caer
de allá es lógico que me voy a morir, porque no
hay nada que me proteja allá abajo, entonces voy
a ofrecerle algo a mi Dios en agradecimiento por
las siembras, por el fruto que me da la tierra, por
todo eso. Era cuestión religiosa, eso lo hacían
para dar gracias a Dios, a la naturaleza. Por decir
eso era lo que hacían (entrevista con Fidel Pacheco, 2010).
La fiesta patronal es organizada por la
Mayordomía cada año en el mes de octubre.
Inicia con la calenda, donde las bandas de
músicos van a todas las casas a tocar, haciendo
bailar a la gente. Al día siguiente se presenta
la maroma. Los maromeros le rezan a la Santa
Teresa en la Iglesia para pedir protección y no
caerse del alambre ni de la onda o columpio.
Los maromeros desfilan en las calles del pueblo
para acarrear al que será su público al lugar de
la maroma. Las estructuras del alambre tenso
y de la onda fueron previamente montadas.
La
función
se
compone
de
intervenciones cortas de alambre, onda,
y recientemente, de malabares, zancos y
monociclo. El payaso siempre está presente,
pero no tiene un acto propio. La maroma se
lleva a cabo al ritmo del brincadillo tocado
por la banda del pueblo y/o de alguna banda
invitada de las comunidades vecinas.
Actualmente Santa Teresa es un pueblo
de maromeros. Existen tres grupos: dos de
jóvenes y uno de niños. Los más valientes
empiezan desde pequeños a practicar el
cable tenso y el columpio:
“Pues de ocho o de dieciséis, depende el
gusto del chamaco, de catorce. Son atrevidos
los que empiezan a hacer eso. Es algo peligroso,
eso no es fácil andar brincando en esa cuerda.
Se resbalan, se golpean, no les da miedo,
es lo que hacen. No les da miedo la altura.”
(Entrevista con habitantes de Santa Teresa,
2010).
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
85
El grupo más consolidado es el
organizado por Mario Revilla, un hombre
originario de Santa Teresa que trabajó mucho
tiempo en Estados Unidos. Se convirtió
en organizador del grupo Maromeros
Zapotecos, porque los jóvenes le pidieron
que les patrocinara unos paliacates rojos. El
grupo está compuesto por diez jóvenes de 14
a 23 años que participan en la fiesta patronal
de Santa Teresa y también en eventos fuera
de la comunidad.
Dado que los miembros del grupo son
jóvenes, no viven de la maroma. Cuando
se presentan fuera de la comunidad, la
organización de los festivales paga el
transporte, el hospedaje, la alimentación y
a veces un dinero extra. No hay maromeros
mayores de 23 años porque en Santa Teresa,
como en muchos pueblos de México, son
muchos los jóvenes de 20 a 25 años que
emigran a Estados Unidos.2
En el alambre, los Maromeros
Zapotecos se equilibran con un balancín
y bailan descalzos. Ejecutan movimientos
vivaces, combinando saltos y cambios
de pies en el aire similares a lo que el
ballet denomina “paso de gato”. También
saben acostarse y sentarse en una silla
manteniendo el equilibrio. En cuanto al
columpio, el movimiento más asombroso
que parece provenir de una tradición antigua
es quedarse colgado mordiendo la cuerda.
Los maromeros tienen un vestuario
sencillo compuesto de bermudas verdes
con flecos blancos y una camisa de algodón
bordada. El payaso viste traje de colores
y un gorro cónico. Fidel Pacheco cuenta
que antaño, el maromero vestía «unos
pantalones normales cortados a nivel de la
rodilla, una playera deportiva, un paliacate
rojo en la cabeza y un amuleto hecho con
ajo y otros elementos para que nadie lo haga
caerse de allá arriba».
2.Hoy en día (2016), algunos maromeros de la generación estudiada
tienen más de 25 años y siguen dándole vida a la tradición.
86
Román en el alambre, Laboratorio de Acrobacia Indígena, Puebla,
2010 © Charlotte Pescayre.
En Santa Teresa, el espectáculo parece
fusionar las funciones religiosa y artística.
Se trata de agradecer a Santa Teresa y de
entretener al público: «En parte si es para
divertir a la gente que nos visita de diferentes
lugares, pero pues también lo hacemos como
agradecimiento a nuestra patrona Santa
Teresa para agradecerle por la salud y pedirle
por más cosas también». Sin embargo, la
dimensión religiosa ha perdido fuerza desde
que el grupo Maromeros Zapotecos empezó
a comercializarse. Es probable que el inicio
de este cambio se deba a su participación en
eventos fuera de la comunidad. (Pescayre,
2010 y 2012).
La cirquización
La cirquización es un proceso bidireccional
que se instaura a partir de la autodefinición
de los colectivos de maromeros como circos
indígenas o campesinos y de la cooptación
de la tradición indígena de la maroma por
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
circos clásicos que buscan su legitimación.
Por consecuencia, la maroma se inserta en
un espectáculo más amplio y la dimensión
ritual, festiva y comunitaria se desdibuja. El
nuevo objetivo es más el de asombrar a un
público con proezas físicas, que de ofrecer la
maroma como sacrificio para agradecer a una
divinidad o a un santo patrón. El maromero
actual reivindica el estatus de artista y habla
de carpetas, contratos y derechos.
La cirquización abre una forma de
interacción entre el grupo y el mundo
extracomunitario, percibida a nivel local
como un medio para obtener recursos
económicos.
El proceso de cirquización conlleva
una reformulación cultural, económica,
espacial, social y estética de la maroma.
Dicho fenómeno se inserta en procesos
globales de artificación (Heinich y Shapiro,
2012), que implican que expresiones que no
eran consideradas arte lo sean hoy en día.
Sin embargo, la cirquización no desemboca
forzosamente en un desarrollo a nivel local
y, de manera general, la imagen del circo
en México nunca está asociada con el éxito
económico.
La maroma zapoteca de Santa Teresa
Veracruz constituye el mejor ejemplo
del proceso de cirquización, ya que sus
integrantes se auto-conciben como un circo
indígena desde su participación en el festival
Cumbre Tajín.
La maroma zapoteca en Cumbre Tajín
Durante el festival de la identidad Cumbre
Tajín coexisten diversas prácticas culturales
indígenas de Veracruz. Los juegos acrobáticos
son descontextualizados y desritualizados
ya que no se trata ni de una ceremonia, ni
de una fiesta patronal. Son invitados grupos
musicales nacionales e internacionales.
Durante este festival se organiza el
Los malabares del Güero, Laboratorio de Acrobacia Indígena,
Puebla, 2010 © Charlotte Pescayre.
Laboratorio de Acrobacia Indígena en el
que se presentan prácticas acrobáticas del
estado de Veracruz y, recientemente de
otros estados. El intercambio llevado a cabo
en Cumbre Tajín hace algunos años fue
fundamental para los Maromeros Zapotecos
y la compañía Otro Circo de la ciudad de
México. Desde entonces se frecuentan e
intercambian material y conocimientos. Este
intercambio llevó a los Maromeros Zapotecos
a autodefinirse como un circo indígena, como
lo cuenta Mario Revilla: “no sabíamos que
hacíamos circo hasta que fuimos a Cumbre
Tajín, conocimos a Serrano y él nos dijo que
era interesante lo que hacíamos. Tenemos
8 años en Cumbre Tajín afortunados de
representar a nuestro municipio”.
Federico Serrano, ex director de
difusión del Circo Atayde se interesó mucho
en los Maromeros Zapotecos. Los invitó al
Encuentro de Circo Joven en el Circo Atayde
en el 2008. Los jóvenes maromeros definen
el Laboratorio de acrobacia indígena como
un circo indígena:
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
87
En Cumbre Tajín nos presentamos
como circo indígena porque reúnen a otros
acróbatas como los maromeros Mecos, ellos
hacen acrobacia de piso, también invitan a los
voladores de Papantla, una danza que es de los
toritos y otras que son los tejoneros y entre
todos hacemos un conjunto, hacemos un acto,
es la diferencia de presentamos en otros lugares
donde nosotros lo hacemos solos (entrevista
con los Maromeros Zapotecos, 2010).
Si bien el Laboratorio de Acrobacia
Indígena ha fomentado intercambios
entre artistas indígenas veracruzanos y
artistas nacionales, también ha ocasionado
desacuerdos. El espectáculo realizado en el
parque Takilhsukut, en un afán de ofrecer un
panel de las diferentes culturas acrobáticas
del país ha generado que participantes
provenientes de culturas diferentes a la
totonaca resientan que esta última obtiene
más beneficios de Cumbre Tajín, aunque
es sabido que los artistas del Totonacapan
también enfrentan a situaciones de pobreza.
Desde hace aproximadamente cuatro
años, el colectivo de Maromeros Zapotecos,
con ayuda del Circo Atayde, construyó el
Centro de Entrenamiento para Maromeros en
la comunidad de Santa Teresa. El objetivo del
espacio es que los maromeros puedan ensayar.
Sin embargo, dentro del recinto figuran más
carteles del Circo Atayde que fotos de los
propios maromeros.3
La última participación de los Maromeros
Zapotecos en el marco del Laboratorio de
Acrobacia Indígena de Cumbre Tajín fue
en el año 2014, desde entonces se pueden
observar los impactos en la comunidad de
Santa Teresa. Al no contar con un contrato
anual con la Cumbre Tajín, los jóvenes se
han desinteresado en seguir ensayando y
participando en las fiestas patronales de la
comunidad.
3. Desde el 2015 se cambiaron las mantas y sólo permanece una
del Atayde, las demás son de los maromeros.
88
Lamberto Revilla en el mástil, fiesta patronal de Santa Teresa
Veracruz, 2015, © Charlotte Pescayre.
Conclusiones
A pesar de que la maroma zapoteca de Santa
Teresa Veracruz es parte del patrimonio
cultural inmaterial del país, no ha sido
declarada Patrimonio de la Humanidad.
Ocurre lo mismo con la maroma mixteca.
Existen posibles razones por las cuales
la iniciativa que han tenido las Unidades
Regionales de la Dirección General de Culturas
Populares no haya procedido. La primera es que
se trata de un patrimonio común a diferentes
regiones y culturas. La comunidad de Santa
Teresa comparte la tradición maromera con
comunidades mixtecas, popolocas, mixes,
nahuas, entre otras. ¿Cuál sería entonces la
auténtica maroma para representar a México
en la lista del Patrimonio Mundial?
Otro hecho es que no se han probado
con documentos históricos los orígenes
prehispánicos de la maroma, lo que le resta
el valor de antigüedad —tan apreciado
por las instituciones del patrimonio— a la
maroma. Además, no existe una asociación
nacional de maromeros y las regiones donde
se practica la maroma pueden parecer poco
atractivas para el turismo. A pesar de que
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
la antigüedad y la autenticidad no sean
requisitos formales para la inscripción de una
práctica en las listas de la Unesco, son valores
implícitos en la selección del patrimonio
cultural inmaterial a nivel nacional.
Volviendo a la maroma zapoteca,
se encuentra en Veracruz, cuya política
estatal es altamente patrimonializadora. ¿La
maroma zapoteca de Santa Teresa Veracruz
será el blanco que le sigue al son jarocho? Las
experiencias con la comunidad conllevan a
entender el patrimonio como un proceso y
no como un objeto que se transmitiría intacto
de generación en generación. La maroma
nos invita a repensar conceptos como el de
autenticidad y propiedad intelectual.
Las acciones de salvaguarda deben
tender hacia las condiciones de vida y el
medio ambiente de los grupos que crean,
recrean y transmiten este patrimonio en
constante movimiento. ¿Acaso es válido
considerar que la patrimonialización
institucional puede cumplir con el doble
reto de crecimiento económico y protección
de las condiciones naturales, materiales,
culturales y sociales que garantizan la
durabilidad del propio patrimonio? ¿Cómo
apoyar la transformación del Patrimonio
Cultural Inmaterial (PCI) para que siga
teniendo sentido para las comunidades que
hoy lo practican? Los maromeros zapotecos
de Santa Teresa Veracruz son equilibristas
en el alambre, entre cielo y tierra, pero
también buscan el equilibrio entre dar a
conocer su patrimonio y protegerlo para
su conservación en una perspectiva de
transmisión y durabilidad.
Como bien lo explica Daniel Fabre, esta
tensión parece ser inherente al patrimonio:
Definimos entonces el patrimonio como
un dispositivo productor de riquezas, cuando
la lógica de su construcción exige que sea
rigurosamente abstraído del mercado (…) Todo
depende de un equilibrio negociado en el cual
son evaluadas las garantías patrimoniales y los
beneficios económicos esperados. Esta tensión
estructural se encuentra, en el fondo, situada
en el centro de la cuestión del patrimonio
cultural inmaterial de la Unesco (Fabre, 2013:
69).4
La cirquización y la patrimonialización
pueden resultar armas de doble filo. Si bien
han contribuido a la difusión de la práctica de
la maroma en contextos extracomunitarios,
y por ende a su valorización por agentes de
culturas externas (turistas, antropólogos y
gestores culturales), las transformaciones que
han ocasionado a nivel local también pueden
ser percibidos como una desvirtuación y una
desritualización de la práctica maromera.
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Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
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90
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
Estratos de roca,
estratos de memoria.
La construcción cultural
del territorio Yumano
Everardo Garduño y
Vanessa Ruiz Ortega
everardo.garduno@uabc.edu.mx
Universidad Autónoma de Baja California
Introducción
Simon Schama (1995:12) afirma que todo paisaje natural, incluso el más apartado e inaccesible
de todos, es una construcción cultural. Para este autor, esto no consiste únicamente en
intervenir o transformar el paisaje, sino sobre todo en representarlo. Como lo señala Schama,
todo empieza con el simple hecho de nombrar e imaginar atributos particulares a elementos
del entorno físico natural. En este proceso, afirma este autor, han jugado un papel importante
fotógrafos, pintores y escritores.
En nuestra opinión, en este proceso han sido pioneras, sobre todo, las comunidades
locales que, a través de diversas narrativas, representan simbólicamente distintos ámbitos de
su territorio. Para Bonnemaison (2005), estas representaciones son una forma de ocupación
simbólica del territorio que expresa una especie de apropiación afectiva sobre éste y, hace
de él, un factor importante de la identidad, y en nuestra opinión, del patrimonio cultural de
un grupo. El presente artículo presenta algunas de las representaciones simbólicas que los
yumanos han elaborado sobre determinados lugares dentro y fuera de su actual territorio, y
denuncia las amenazas que se vierten sobre ellos.
Los yumanos y su territorio
Los yumanos son un conjunto de 15 grupos originarios pertenecientes a la familia lingüística
yumana-hokana, que históricamente ha habitado desde el Desierto Central de Baja California,
México, hasta el suroeste de los Estados Unidos. En el lado mexicano de la frontera, los yumanos
incluyen a los cucapá, kiliwa, pa ipai y kumiai, que actualmente viven en diez localidades
diferentes bajo el régimen de propiedad ejidal o bienes comunales
En el pasado, sin embargo, los yumanos eran cazadores, recolectores y pescadores,
que deambulaban prácticamente en todos los desiertos, valles, costas y montañas del norte
peninsular (Álvarez, 1975; Meigs, 1939: 27). Evidencia de esto son los restos arqueológicos
que han sido encontrados en todos estos lugares: puntas de proyectil, lascas, anzuelos, coas,
metates y morteros, petroglifos y pictógrafos. Evidencia de la apropiación simbólica de estos
espacios son las narrativas que dan cuenta de la significación cosmogónica, mitológica, ritual o
histórica que los yumanos le dan a determinados elementos de los mismos espacios (Garduño,
2010).
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
91
Localización actual de comunidades yumanas en Baja California.
Fuente: elaboración propia.
Antigua distribución de los grupos yumanos en el suroeste de
Estados Unidos y norte de Baja California.
Las representaciones simbólicas del territorio yumano.
Entre los cucapá
Este es el único grupo yumano que habita
en las márgenes y delta del Río Colorado,
cuyo cauce recorre 140 kilómetros desde
su ingreso a territorio mexicano hasta
desembocar en el Golfo de California. En
las inmediaciones de esta zona, los cucapá
desarrollaron una agricultura estacional
basada en el aprovechamiento de los
desbordamientos anuales del río, la pesca y
navegación ribereña, y la pesca en la zona
del alto golfo de California.
En la actualidad, la mayor parte de este
grupo habita en la comunidad de El Mayor
92
Indígena Cucapá, localizada a las faldas de la
montaña llamada Wishpá, también conocido
como cerro de El Águila; a medio kilómetro
de un importante ramal del Río Colorado, a
30 kilómetros del mar, y a 48 kilómetros de
uno de los elementos más conspicuos de la
geografía regional: el volcán de Cerro Prieto.
Los cucapá explican el origen de estos
elementos de su territorio a través de una
narrativa que tiene como protagonistas
centrales a un monstruo llamado Jalktat
y a un travieso niño cucapá. De acuerdo a
Antonia Torres, informante nuestra, Jalktat
era una especie de ballena con testículos
gigantes que pasaba todo el día acostada.
Uno de los testículos era de color rojo y el
otro azul.
Un día, el niño travieso acompañado
de un perro pinto, acudió a ver a Jalktat,
y al verlo acostado sin hacer nada, disparó
sendas flechas que reventaron sus testículos.
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2017
La Ventana Cucapá. Fotografía: Enrique Botello.
El agua del testículo rojo dio origen al Río
Colorado, mientras que el testículo azul dio
origen al Golfo de California. Al sentirse
herido, Jalktat se despertó y persiguió al niño
que escapaba con su perro. Para defenderse,
el niño disparó al monstruo dos flechas que
al no dar en el blanco quedaron como dos
pequeños cerros puntiagudos que se pueden
apreciar camino al mar.
Más adelante, al sentir que los alcanzaba
el agua en la que venía nadando la monstruosa
ballena, el niño le dio muerte a su perro para
usarlo como dique. El perro es aquel cerro
que ahora conocemos como Las Pintas.
Finalmente, el niño encontró refugio con su
tía, el cerro del Wishpá, quien para defenderlo
sustrajo de su oído un poco de cerilla sólida,
misma que arrojó fuertemente a la cabeza de
aquel monstruo. Al dar en el blanco, ésta se
separó del cuerpo y dio origen al Cerro Prieto.
El resto de la ballena quedó también como
una pequeña colina rumbo al mar (A. Torres,
comunicación personal, 2013).
Cabe señalar que en esta misma zona
existe una enorme roca con un agujero
en medio, que no ha sido integrada a esta
narrativa. Se trata de La Ventana que según
Inocencia Sáenz, era un sitio para probar las
habilidades cazadoras de los jóvenes, quienes
tenían que atravesar una flecha por en medio
de ella. Más aún, esta misma informante
afirma que en la tradición oral de los cucapá,
esta roca es la ventana a través de la cual sale
el alma de los muertos hacia el más allá.
Entre los kiliwa
Este es el único grupo yumano que en la
actualidad habita en la vertiente norte
de la sierra de San Pedro Mártir, en las
inmediaciones del Valle de la Trinidad.
Su aislamiento con respecto al resto de los
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
93
grupos yumanos y su antigua vecindad
con los extintos cochimí del Desierto
Central, explican su singularidad cultural y
lingüística.
Actualmente este grupo habita en la
parte baja y norte de la sierra de San Pedro
Mártir, en la comunidad de Arroyo de León
o ejido Quiliguas. Al oeste de esta localidad
se encuentran unos depósitos de agua termal
conocidos como Los Pocitos; al norte una
enorme montaña, Uei Mijak o cerro Rayado,
notoria por las vetas de rocas blancas que lo
atraviesan en diagonal; y al sur, los picos más
altos de Baja California, pertenecientes a la
citada sierra, hoy transformada en Parque
Nacional.
En la tradición oral de los kiliwa, el
Uei Mijak es el cuerpo extendido de un
gigante cuyas vetas de piedra blanca son
sus huesos. La cabeza de este gigante, sin
embargo, se encuentra separada del cuerpo y
se corresponde con Los Pocitos (J. Ochurte,
comunicación personal, 2014).
Pese a que entre los kiliwas no se pudo
obtener la historia completa que explicara
esta separación, resultó interesante observar
la similitud de esta representación con la
narrativa cucapá sobre el cerro Prieto.
Por su parte, en la cosmovisión kiliwa,
la sierra de San Pedro Mártir fue construida
para sostener el cielo. Así lo confirma Peveril
Meigs en 1939, a través de información
provista por Emiliano Uchurte. He aquí una
traducción libre y sintética del hecho:
“Matipá [una deidad kiliwa] hizo cuatro
montañas en los espacios que dividían los
cuatro mares y les puso los nombres de los
cuatro hechiceros montañeses. Luego decidió
desollarse para hacer el cielo con su piel. Para
sostenerlo, Matipá colocó sobre cada montaña
a un borrego cimarrón, cuyos cuernos eran de
distinto color. Después puso sobre ellos su piel y
para levantarla, un topo cavó un túnel debajo de
ella y la empujó hacia arriba. Para evitar que la
piel se viniera abajo, Matipá hizo una cordillera
94
con la tierra sustraída por el topo al hacer el
túnel y de ella sujetó el cielo” (pp. 63, 65).
Otros sitios de relevancia simbólica
para los kiliwa son dos piedras localizadas,
una en la parte alta de su territorio, otra en la
parte baja. Ambas son consideradas piedras
hechiceras que pueden producir algún tipo
de daño a quienes pasan a su vera, si no se les
ofrenda algo. En el caso de la primera, basta
con arrancar un puñado de ramas de algún
árbol cercano y arrojárselas. En el segundo,
la ofrenda puede ser un recipiente con agua,
una veladora, algún muñeco o incluso un
bote de cerveza.
Entre los pa ipai
Vecino hacia el norte de los kiliwa, este grupo
se extendió desde el Valle de la Trinidad
hasta las inmediaciones de la parte media y
sur de la Sierra de Juárez. Durante el invierno
los pa ipai se desplazaban hacia la vertiente
oriental y baja de esta sierra, para pasar el
invierno en el desierto cercano al valle de
Mexicali; durante el verano, descendían por
la vertiente occidental para pescar en las
playas del Océano Pacífico. En el siglo XX,
los pa ipai se asentaron en tres localidades:
San Isidoro, en el Valle de la Trinidad; Santa
Catarina, al norte; y más al norte Jamao.
De estas tres localidades solo queda Santa
Catarina. El primero fue deshabitado por
el grupo que migró hacia la colonia mestiza
Lázaro Cárdenas, y el tercero fue adjudicado
arbitrariamente a ejidatarios mestizos que
no dieron cabida en su ejido a los indígenas
(Álvarez, 1990).
Santa Catarina se encuentra surcado
por Jaktbjol, un arroyo formado por el agua
que emana de un aguaje y que cae sobre un
lecho de rocas enormes, lisas y redondas,
produciendo un permanente sonido que
explica el significado de su nombre: agua que
cae con ruido. Alrededor de esta comunidad
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2017
Cumbre El Picacho del Diablo en la Sierra de San Pedro Mártir. El punto de mayor altitud en toda la península de Baja California.
Fotografía: Enrique Botello.
se encuentran cuatro cerros, dos de cuales
destacan por sus propiedades animistas: el
Uijajumbruip y el Uijamichmimp. A decir de
nuestras informantes, Anacleta y Adelaida
Albañez, el Uijajumbruip o Cerro Sabio
produce un estruendoso ruido cuando se
aproxima una lluvia de verano; cuando se
aproxima gente extraña (como los gringos
que acuden a comprarles ollas de barro),
y cuando una persona mayor va a morir.
Por su parte, El Uijamichmimp o cerro Los
Gusanos, requería de una atención similar
a la de las piedras hechiceras de los kiliwa.
Cuando los pa ipai sabían que tenían que
pasar cerca de él, ayunaban, sahumaban lo
que llevaran, como escopetas o artefactos
de caza, y le pedían permiso levantando
los brazos hacia donde sale el sol, y luego
hacia donde se mete. De no hacerlo así
se exponían a que les cayera una lluvia de
gusanos proveniente del cerro, mismos que
provocaban escoriaciones en su cuerpo o un
incurable cáncer.
Otros sitios relevantes para los pa
ipai son las piedras de los Tres Brujos y el
propio arroyo Jaktbjol. Las piedras de Los
Tres Brujos se encuentran, cada una de
ellas, en diferentes lugares en el trayecto del
poblado de Santa Catarina hacia el Valle de
la Trinidad. La narrativa pa ipai establece
que las dos piedras localizadas al Oeste de la
carretera son una pareja de brujos malignos
que tenían una hija –la roca localizada al
Este-, que se rehusó a seguir sus prácticas y
los abandonó. Cuando se percataron de su
ausencia la siguieron por entre las montañas,
en medio de la lluvia, la nieve y el viento
que ayudaban a la hija a escapar. Al verla a
lo lejos, el padre le disparó una flecha que
dio en su pantorrilla. Al sentirse herida, se
introdujo en un aguaje y se dejó llevar por la
corriente subterránea hacia el mar, en donde
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2017
95
surgió convertida en una mujer muy bella.
Los padres desconsolados y la hija a salvo, se
convirtieron en piedra, y ahora se les puede
observar a los tres, cada vez que uno transita
por la citada carretera (D. Albañez y A.
Cañedo, comunicación personal, 2013).
Jaktbjol, por su parte, es escenario de
la narrativa de Jalkutat; mítico monstruo
similar al temible Jalktat de los cucapá. La
historia dice que Jalkutat molía en un gigante
mortero a quien se acercara a beber agua de
Jaktbjol y se lo devoraba; después, reposaba
en un sillón de piedra al lado del arroyo. Un
día, en ese lugar Jalkutat fue sorprendido por
un indio, quién le disparó hacia el corazón.
El monstruo herido lanzó su bocanada de
fuego hacia todas direcciones, tratando de
encontrar a su victimario. El indio entonces
se despojó de todas las prendas que lo vestían
y las arrojó al fuego. Así, Jalkutat murió
pensando que había dado muerte al indio,
quien siguió viviendo con otra indumentaria
(A. Albañez, comunicación personal, 2013).
En Jaktbjol aún pueden observarse tanto el
enorme mortero con las paredes rojizas, por
la supuesta sangre de sus víctimas, como el
sillón de Jalkutat, y las piedras ennegrecidas
por el fuego del temible monstruo.
Los kumiai
Sin duda, el grupo con mayor número de
localidades y, por lo tanto, el más disperso
es el kumiai. El territorio tradicional de este
grupo se extendía antiguamente desde la
costa del Océano Pacífico hasta las márgenes
occidentales del Río Colorado, y desde el
sur del estado de California, en los Estados
Unidos, hasta la parte media de la Sierra de
Juárez, al sur de Ensenada, México.
Dada esta extensa territorialidad de
los kumiai, este fue el único que además de
pescar en el Océano Pacífico, pescaba en
96
el Río Colorado y practicaba la agricultura
como los cucapá, en las márgenes del
mismo. En la actualidad, este grupo habita
las localidades de Juntas de Nejí y Peña
Blanca en el municipio fronterizo de Tecate;
San Antonio Nécua y San José de la Zorra, al
sur y noroeste –respectivamente-, del Valle
de Guadalupe, municipio de Ensenada; y La
Huerta, al sur de la ciudad de este mismo
nombre, y norte de la Sierra de Juárez.
Debido a esta multilocalidad, los
lugares de relevancia simbólica kumiai son
muchos.Algunos de estos son: 1. Las piedras
que son referencia de la antigua existencia de
Maijaiowit, una mítica víbora que albergaba
en su vientre todo el conocimiento tradicional
de los kumiai y que tras de haberla hecho
estallar, lo desparramó junto con los linajes
de este grupo a lo largo del extenso territorio
que hoy ocupan; 2. El conjunto de piedras
conocido como el Wiyipá o Piedra Macho
del cañón de El Álamo y las Piedras Macho
y Hembra de San Antonio Nécua, que junto
con Nejí —la mujer hecha piedra—, localizada
en lo alto de un cerro de la comunidad
kumiai del mismo nombre, representan
a personas convertidas en piedra después
de un diluvio que acabó con el mundo; 3.
Los aguajes de La Huerta y Peña Blanca en
donde vivían, respectivamente, una mujer de
blanco y unos pequeños duendes traviesos
pero inofensivos; o esos otros aguajes –los
encantados- como los de Nejí y Nécua, que
protegen a los indígenas de las incursiones
agresivas de los no indígenas.
Por último, 4. La montaña de El
Cuchumá en Tecate, en donde los kumiai
practicaban ritos de iniciación y en cuyo
contexto los chamanes volaban hasta al cerro
de El Centinela en Mexicali; la Peña Blanca,
que fue habitada también por Maijaiowit, y
el cerro del Vateque, que ubicado en el valle
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La Piedra Bruja. Fotografía: Enrique Botello.
de Las Palmas, representa al cuerpo de un
indio que yace extendido, después de haber
sido muerto por el Cuchumá, al disputarle el
amor de Peña Blanca.
Todos estos son lugares de relevancia
simbólica para los yumanos y confirman lo
que Schama (1995: 7) afirma en el sentido
de que todo escenario geográfico no sólo se
construye con capas de rocas, sino y sobre
todo, con diferentes estratos de memoria.
Y es precisamente sobre estos estratos
de memoria -la ocupación simbólica del
territorio yumano-, que la apropiación
afectiva y la identidad de estos grupos se
construye. Estos sitios bien podrían ser
considerados patrimonio cultural de Baja
California. Pese a ello, sobre estos se vierten
una serie de amenazas.
Las amenazas sobre
relevancia simbólica.
los
lugares
de
Ciertamente la transformación de la
territorialidad yumana dio inicio con el
periodo misional durante el siglo XVIII y
se vio continuado durante el siglo XIX con
la irrupción de ranchos ganaderos, centros
mineros y agrícolas a lo largo de todo su
territorio. Sin embargo, no fue sino hasta
el siglo XX que la Reforma Agraria trajo
consigo la adjudicación de tierras indígenas
a ejidatarios o propietarios privados no
indígenas. Esto tuvo como consecuencia
que muchos de los lugares de relevancia
simbólica para los yumanos, quedaran fuera
de su territorio actual, dejándolas a merced
de diversas amenazas. Estas amenazas
son, el deterioro natural, la ignorancia, la
indolencia, o el vandalismo premeditado.
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
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La Piedra Víbora o Maijaiowit. Fotografía, Enrique Botello.
Es innegable que los factores naturales
como la lluvia, las ventiscas, la nieve y los
cambios radicales de temperatura han
acabado con gran parte de estos lugares.
Pero también es innegable que algunos de
estos sitios, como los cementerios ubicados
en La Zorra o en el cañón de El Burro, han
desaparecido porque los propietarios de las
tierras en donde se encuentran éstos, han
abierto cultivos o tierras de agostadero sobre
ellos, ignorando su valor histórico. Incluso,
existen casos como el mismo Vallecitos,
reconocido sitio de relevancia arqueológica,
que hace algunos años se encontraba
cubierto por el grafiti de los visitantes.
Más aún, el caso más reprobable
lo representan aquellos sitios destruidos
intencionalmente, con el propósito de
eliminar toda evidencia de la antigua
presencia de poblaciones indígenas en el
ahora territorio mestizo. Esto bajo el temor
98
de un posible conflicto derivado de un futuro
reclamo de restitución por parte de los
indígenas. Dos casos son Jamatai y Cañón de
Manteca, ubicados respectivamente en tierras
particulares y ejidales, y en donde existían
dos cementerios indígenas. En ambos casos,
nuestros informantes nos hablaron sobre
su relevancia, al encontrarse en el corazón
de dos antiguos núcleos de irradiación de la
cultura kumiai. Al llegar allí, sin embargo,
nos percatamos, ante el asombro de nuestros
guías, que dichos cementerios ya no existían.
En el primero, era evidente que el lugar
había sido destruido con maquinaria para
eliminar lo que Don Bernabé Meza llamó
“los títulos de propiedad de los kumiai sobre
estas tierras”. En el segundo, quedaban aún
algunas veladoras y tumbas abiertas en un
pequeño espacio de tierra que Doña Josefina
Meza observaba con suma tristeza, diciendo
una y otra vez, “pero si sólo les pedimos que
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respetaran estos cachitos de tierra; que se
quedaran con todo, pero que respetaran esto,
pero no, les valió…” (Garduño 2010).
Conclusión
Giménez y Heáu (2007: 11) afirman que
el territorio es el espacio ocupado por un
grupo social con el propósito de satisfacer
sus necesidades, la cuales no solo son de
subsistencia sino también simbólicas. En el
desarrollo de las prácticas cotidianas para ver
satisfechos estos dos tipos de necesidades,
los grupos establecen una relación afectiva,
incluso amorosa, con ese entorno físico.
Cuando esto sucede, el territorio se instituye
como un factor de identidad.
En nuestra opinión, cuando ese
territorio es transformado, destruido o
despojado, se impactan los estratos de
memoria que hacen que las rocas, montañas
o aguajes, lugares de relevancia simbólica,
patrimonio cultural que es fuente importante
de la identidad de un grupo, de una región,
también se afecten.
______(2010) De sitios sagrados a lugares con
historia. La geografía simbólica del pueblo kumiai.
Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblo
Indígenas. Ensenada, Informe de investigación
inédito.
______(2016), En donde sale el sol. Decadencia
y revitalización de la cultura yumana en Baja
California. CIC-Museo, UABC, Informe de
investigación inédito.
Giménez, G. y Gendrau, M. (2005) “Paisaje,
cultura y apego socioterritorial en la región central
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Giménez, G. y Heáu, C. (2007), “El desierto
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Informantes
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2014.
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Garduño, Everardo (1995), En donde se mete
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Conaculta
Amalia Cañedo, informante pa ipai en Santa
Catarina. Entrevista videograbada en 2014.
Anacleta Albañez, informante pa ipai en Santa
Catarina. Entrevista videograbada en 2013.
Andrés Vega, informante kumiai de San José
de la Zorra. Comunicación Personal. Entrevista
videograbada en 1995.
Antonia Torres, informante cucapá en El Mayor
Cucapah. Entrevista audiograbada en 2013.
Delfina Albañez, informante pa ipai en Ej. Héroes
de la Independencia. Entrevista videograbada en
2013.
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
99
Dolores Salgado, informante pa ipai de Jamau.
Comunicación Personal. Entrevista videograbada
en 1995.
Inocencia González, informante cucapá en El
Mayor Cucapah. Entrevista videograbada en
2014.
José Ochurte, informante kiliwa en Valle de la
Trinidad. Entrevista videograbada en 2014.
Juan Aguiar, informante tipai de La Huerta.
Comunicación Personal. Entrevista videograbada
en 1995.
Juan Albañez, informante pa ipai de Santa
Catarina. Comunicación Personal. Entrevista
videograbada en 1995.
Miguel Torres, informante mestizo de Arroyo
de León. Comunicación Personal. Entrevista
videograbada en 1995.
Onésimo González, informante cucapá de
El Mayor Cucapah. Comunicación Personal.
Entrevista videograbada en 1995.
100
Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
Patrimonio cultural
y desarrollo comunitario.
Desafíos para la
gestión cultural
Ixel Hernández León
UAM Iztapalapa
ixelh@@hotmail.com
Federico Gerardo Zúñiga Bravo
INALI
elfos_tolkien@yahoo.com.mx
Cultura y Desarrollo
En los últimos diez años, la cultura ha cobrado auge como uno de los pilares para el desarrollo,
como se ha hecho evidente en los planes, programas y proyectos que son impulsados por
instancias internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO),
quienes establecen que la cultura no es un instrumento del progreso material, es el fin y el
objetivo del desarrollo, entendido en el sentido de realización de la existencia humana en todas
sus formas y en toda su plenitud (UNESCO, 1996:32).
A partir de la notable expansión de la cultura1 hacia diversos ámbitos como el político
y económico (Yúdice, 2002), en épocas recientes también es considerada como un bien,
un recurso administrable y un medio para incrementar los ingresos económicos, sobre todo
en comunidades locales, lo que ha resultado en la adquisición de nuevos sentidos, usos y la
resignificación simbólica de diversos elementos culturales.
Asimismo, desde finales del siglo pasado. la cultura adquiere mayor relevancia en la
definición de políticas públicas en el contexto del desarrollo. Hasta hace unas décadas, se
consideraba el desarrollo como un proceso de crecimiento económico impulsado por la
expansión rápida y sostenida de la producción, la productividad y el ingreso per cápita. En la
actualidad para algunos sectores, sobre todo los que definen presupuestos y toman decisiones,
se sostiene la noción de que el desarrollo está estrictamente relacionado con el ámbito
monetario pero que la única posibilidad de constatarlo es a través del progreso económico de
los grupos sociales que lo ejecutan.
Es decir, la cultura se ha convertido en un sector importante de la economía, en factor
de crecimiento económico y en pretexto para la especulación y el negocio. Por eso tiende a
perder cada vez más su aura de gratuidad, su especulación y su especificidad como operador de
identidad social, de comunicación y de percepción del mundo, para convertirse en mercancía
sometida en gran parte a la ley de maximización de beneficios (Giménez, 2005:37).
1. Si se considera la diversidad de definiciones dadas por la Antropología sobre la noción de cultura, en este caso retomo la propuesta
de Bonfil Batalla (2004), para quien la cultura “es el conjunto de símbolos, valores, actitudes, habilidades, conocimientos, significados,
formas de comunicación y organización sociales y bienes materiales que hacen posible la vida de una sociedad determinada y le
permiten reproducirse como tal, de una generación a las siguientes” (Bonfil, 2004: 118).
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2017
101
Esto, en gran medida, a semejanza de las
formas en que los Estados han interpretado
la propuesta de que la cultura es el cuarto
pilar del desarrollo, aprovechándose de
estos discursos para destacar el valor que
brinda la cultura, considerándola como un
bien con varias posibilidades de explotación
comercial.
Cultura y Patrimonio
Entre los métodos frecuentemente utilizados
para incrementar el valor económico de la
cultura por parte del Estado, se encuentran
los procesos de legitimación de expresiones
culturales o de inmuebles con valor histórico,
artístico o cultural, que se concretan
mediante declaratorias y/o distinciones
de patrimonio cultural local (la reciente
declaratoria de la alegría de Tulyehualco
como patrimonio inmaterial de la Ciudad
de México); regional (como es el caso del
Huapango y el son huasteco en San Luis
Potosí y Querétaro, estados que integran
la región cultural huasteca, compartida
también con Veracruz, Hidalgo, Tamaulipas
y Puebla); nacional (como el Programa
Pueblos Mágicos que considera 111 lugares
con esta distinción a nivel nacional) e
internacional (como los ocho elementos
incluidos en las Listas Representativas
del Patrimonio Cultural Inmaterial de la
Humanidad, o los 34 lugares considerados
Patrimonio de la Humanidad, entre los que
hay ciudades, espacios naturales, ruinas
arqueológicas, entre otros).
Estos procesos de legitimación y puesta
en valor del patrimonio (patrimonialización)
son aprovechadas, casi en su totalidad, para
la promoción y oferta del turismo cultural,
de aventura o alternativo por medio, sobre
todo, de sólidas industrias culturales para la
promoción turística.
102
Esta tendencia cada vez más frecuente
a la patrimonialización de expresiones y
bienes culturales es fuertemente arropada
por diversos documentos que justifican
estos procesos que, en muchos casos, hacen
necesario adherirse públicamente a través
de la ratificación o suscripción de estos
discursos, como es el caso de la Agenda
21 de la cultura generado por la Comisión
de Cultura de la Asociación Mundial de
Ciudades y Gobiernos Locales Unidos
(CGLU), generada en 2004, o la Convención
para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural
Inmaterial, de 2003, o la Convención para
la protección y promoción de la diversidad
de las expresiones culturales proclamada
en 2005, ambas por la UNESCO, donde se
enuncia la importancia de la cultura y sus
aportes para el progreso de la sociedad, por
la vía del desarrollo sostenible, y también
como un medio para promover el diálogo
intercultural.
Es importante señalar que estas grandes
instituciones (o aparatos), generalmente
centralizadas y económicamente poderosas,
no buscan la uniformidad cultural sino
la administración y organización de las
diferencias, mediante operaciones como
la hegemonización, la jerarquización,
la marginalización y la exclusión de
determinadas manifestaciones culturales
(Giménez, 2005: 72-73), politizando con
ello a la cultura y desplegando el concepto
en una gama de territorios de poder (Wright,
1998: 128).
Es decir, se ratifica a la cultura como
el cuarto pilar del desarrollo sostenible,
aunque la relación entre ambos aspectos,
cultura y desarrollo sostenible, todavía es
ambigua, ya que la cultura se ha visto como
un componente marginal del desarrollo
sostenible (Agenda 21 de la cultura, 2009:5).
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2017
Estos instrumentos internacionales
han definido el diseño de las políticas que, de
forma paulatina, se han ido incorporando a
nivel mundial, en función de que se considera:
El nuevo modelo de política cultural que la
UNESCO está conformando dará respuesta,
por lo tanto, a los retos del desarrollo
sostenible y paz a través de un doble enfoque:
primero, desarrollar el sector cultural de por sí
(es decir, patrimonio, creatividad, industrias
culturales, actividades artesanales, turismo
cultural), concretamente dando respuesta a
las necesidades de legislación, formación en
gestión cultural, mediación y gestión de los
recursos culturales; y segundo, garantizar que
la cultura ocupe su legítimo lugar en todas
las políticas de desarrollo, especialmente las
relacionadas con la educación, la ciencia, la
comunicación, el medio ambiente y la cohesión
social (Agenda 21 de la cultura, 2009:6).
Actores sociales y desarrollo
Aunque en estos documentos se establece
la pertinencia de ejecutar acciones de
desarrollo, los grandes ausentes en muchos
de los discursos son las comunidades que
ejecutan o significan mucho de lo que ahora
se reconoce como patrimonio. La UNESCO
a través de las Convenciones de 2003 y
2005 reitera en su texto la importancia de la
participación de la comunidad, sin embargo,
existe mucha ambigüedad sobre las formas
en que deben involucrarse, circunstancia
que es aprovechada por el Estado o algunas
instituciones, para interpretar y llevar a
cabo esta consideración de la participación
comunitaria como sea más conveniente a
intereses que no necesariamente son de
interés de los habitantes o integrantes de
dichas comunidades. En este sentido, resulta
paradójico pensar el desarrollo cultural
como un objetivo claro y realizable cuando
los sujetos a los que está dirigido están
notablemente ausentes.
Ante este escenario ¿de qué forma
pueden vincularse políticas culturales
de desarrollo que sean efectivas para las
comunidades a las que se dirigen? Ante el
planteamiento de la efectividad o posibilidad
del desarrollo cultural por la vía de la
patrimonialización, es oportuno hacer varias
consideraciones, entre ellas las siguientes:
[…] la problemática del desarrollo
humano con sus múltiples contradicciones
para construir herramientas más adecuadas
que permitan poner en marcha proyectos de
desarrollo local. Y afirmar en consecuencia las
decisiones culturales autónomas para entablar
un diálogo intercultural justo y maduro
con la región, la nación, el continente y los
procesos de globalización que hoy impactan y
atraviesan de manera agravada las más diversas
cotidianidades. El desarrollo sólo es posible si se
tiene como punto de partida, marco y punto de
llegada la identidad cultural de la comunidad.
Y hablo de una comunidad concreta: los
procesos de desarrollo local implican la
afirmación de la diferencia en lo global; la
diferencia generada en cada proceso histórico,
donde el componente identitario juega un
papel activo, dinamizador: no la diferencia
impuesta desde afuera. Resulta obvio que este
proceso se da generalmente en un territorio,
al que se concibe como una práctica cultural
y una construcción histórica, además del
indispensable componente geográfico. (Olmos
2008: 18).
Además, se deben considerar los roles
de poder que entran en juego, cuyos impactos
se reflejan directamente en los procesos de
significación de los elementos culturales.
También, al hablar de la instrumentalización
de la cultura a partir del posicionamiento
de ciertos actores en las relaciones sociales
y procesos de dominación, de quienes, de
forma diversa, usan los recursos económicos
e institucionales que tienen disponibles para
intentar hacer que su definición se imponga
sobre los otros.
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2017
103
En este sentido, el patrimonio cultural
adquiere importancia como uno de los
elementos de la cultura que permiten el
desarrollo a partir de su injerencia para
visibilizar la diversidad cultural, e incidir
en el desarrollo económico por medio de
la oferta de bienes culturales que cuentan
con el reconocimiento de patrimonio de la
humanidad. Como señala Frigolé (2014):
El concepto de patrimonio ni incluye ni
excluye la mercantilización, como tampoco
incluye ni excluye la conservación. Las
ideas de mercado y de conservación no son
inherentes al concepto general de patrimonio.
Las asociaciones de patrimonio con mercado
o políticas de conservación provienen de la
economía política, dependen de políticas
específicas. […] El concepto patrimonio, un
modelo general del capitalismo avanzado,
difunde una concepción de la realidad. […]
En teoría, las realidades con atributos de
autenticidad son patrimonializables, pero en la
práctica ello depende de políticas económicas
específicas (Frigolé, 2012: 40).
En consecuencia, el patrimonio cultural
(material e inmaterial) atraviesa por una
serie de transformaciones y resignificaciones,
resultado de su puesta en valor en diversos
contextos y por la intervención de diferentes
actores (Estado, instituciones culturales,
sociedad civil, comunidades portadoras de
la tradición, movimientos sociales, empresas
culturales y de capital global, entre otros),
donde cada uno es pieza clave en el diseño
de políticas públicas, planes de salvaguarda,
proyectos culturales y artísticos, mediante
la aplicación de estrategias adecuadas de
gestión que contribuyan a la transmisión,
protección y conservación del patrimonio.
104
Patrimonio y Gestión Cultural
Consideremos también que “[…] el desarrollo sostenible no significa sólo el desarrollo
económico sostenible del pueblo de que se
trate: tiene que ver también con la búsqueda
simultánea de los objetivos interrelacionados
de bienestar económico, calidad ambiental y
equidad social.
Es decir, con un acto de equilibrio, difícil de lograr, en la lucha por un futuro mejor
[…] se insta a los Estados al fomento de un
turismo sostenible y a la no comercialización” (Lacarrieu, 2015:8). Sin embargo, en
la práctica, es frecuente encontrar planes de
promoción turística con fuertes inversiones
de recursos en infraestructura, con la idealización de que el turismo dejará importantes derramas económicas que permitirán
comenzar o, en el mejor de los casos, hacer
evidente los procesos de desarrollo.
El complejo vínculo que se establece
entre patrimonio y turismo, además, es intervenido por otros factores, por ejemplo, poner
en valor el patrimonio implica de forma inevitable que las comunidades sean despojadas
de expresiones culturales cuya importancia
simbólica es determinante como elemento de
identidad y, al mismo tiempo, de distinción
para convertirse en mercancías, bienes y servicios culturales donde se generan beneficios
económicos, aunque estos no sean distribuidos equitativamente entre los portadores.
Por otro lado, dar valor al patrimonio
implica generar eficaces y eficientes estrategias de gestión para que sean las comunidades las que se encarguen de establecer lo que
se puede ofertar considerando, en la medida
de lo posible, que los impactos sean lo menos
negativos para la comunidad respecto al valor
simbólico de las manifestaciones que se plantea establecer como bienes culturales para el
consumo turístico.
Considerar que la gestión cultural puede ser una herramienta de las comunidades
para concretar el desarrollo no es fortuito,
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2017
sobre todo si se tiene en cuenta la creciente
profesionalización de los gestores culturales.
Esta disciplina, que aún se encuentra en
construcción, cada vez está adquiriendo
mayores
planteamientos
teóricometodológicos que contribuyen a tener
diversas perspectivas sobre las estrategias
que son más adecuadas para llevar a cabo los
proyectos de salvaguarda o de conservación
del patrimonio cultural comunitario.
En este sentido, el gestor cultural es uno
de los principales facilitadores para el diseño
de proyectos que puedan tener impactos
positivos en el corto, mediano y largo plazo.
Además, por su naturaleza operativa, la
gestión cultural es una disciplina que tiene
un amplio espectro de intervención, pues
frecuentemente se trabaja con grupos o
comunidades con intereses diversos en
contextos geográficos o socioculturales
determinados.
Es importante destacar la participación
de los actores locales en los procesos de
gestión del patrimonio, sobre todo cuando se
trata del inmaterial, con fines de desarrollo
comunitario. Para lograr la colaboración de
los diversos actores sociales es preciso contar
con diversas estrategias para fomentar la
participación de los actores sociales locales,
así como lograr establecer acercamientos
entre diferentes grupos.
Al referirnos a las comunidades es
frecuente suponer que se trata de grupos
sociales homogéneos con intereses en
común, sin embargo, la complejidad de
todos los grupos sociales también está de
manifiesto en todas las comunidades que
significan, recrean o habitan los patrimonios,
existen diversas posturas ideológicas,
políticas, culturales, económicas y religiosas.
Estos factores suelen interferir en la toma
de decisiones respecto al uso (turístico,
simbólico, de salvaguardia o conservación)
que se debe brindar a la expresión o bien
cultural cuando ya ha sido declarado
patrimonio cultural por alguna instancia del
Estado.
Entre los retos principales que debe
considerar un gestor para llevar a cabo
proyectos que puedan detonar el tan
mencionado desarrollo, es preciso considerar
que debe procurar el acercamiento,
negociación y diálogo entre los actores que
se ven involucrados en diferentes formas
para mantener el bien o la expresión cultural
con su importancia simbólica, lo que
mantendrá su estatus patrimonial. Respecto
a la concreción de conservar es fundamental
contar con la participación y representación
de tres sectores: instituciones, academia y
comunidad y, de ser posible, de la iniciativa
privada o la sociedad civil organizada.
Además, es fundamental tener en
cuenta que los proyectos comunitarios de
desarrollo necesariamente deben plantearse
en fases y, tanto el diseño como las
estrategias de gestión, tienen que considerar
que no todas las actividades deben realizarse
simultáneamente, y tampoco lo resultados
podrán ser evidentes en el corto plazo,
por lo menos, los que se muestren como
indicadores de los efectos que puedan
medirse en relación a los objetivos, pues al
ser procesos, su temporalidad no siempre se
determina mensualmente.
Aunado esto, la naturaleza dinámica de
los patrimonios vivos genera la incorporación
y
desincorporación
de
elementos
simbólicos que deben ser legitimados por
las comunidades, y los gestores, en estos
procesos, deberán ser mediadores con un rol
protagónico en la toma de decisiones.
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2017
105
Conclusión
La tendencia desarrollista ha contribuido
a consolidar la gestión cultural como
práctica profesional, pues la gestión de los
proyectos culturales también es un espacio
y un proceso de negociación de sentidos
e imaginarios de los actores involucrados
(Chaves, 2004:14). Por ello, debe ser
considerada como un conjunto de procesos
y estrategias que se determinan en contextos
específicos, y que pueden contribuir en los
procesos de desarrollo comunitarios a través
de la gestión del patrimonio cultural en sus
diversas posibilidades.
Puesto que cada expresión o bien
cultural (material e inmaterial) tiene
características que lo hacen único y, en
consecuencia, deben poder diseñarse a
partir de ubicar las problemáticas locales,
considerando la opinión de la comunidad
y, en la medida de lo posible, cubrir las
prioridades resaltadas por los diversos
actores sociales, vinculándose con otras
disciplinas e instituciones.
Además, es importante considerar
que en la creciente profesionalización
de la gestión cultural se ha generado
consenso en relación a que la función
de la gestión y del gestor en sí mismo, no
es exclusivamente la administración de
recursos financieros, humanos o materiales,
puesto que también considera la realización
de diagnósticos, el diseño de proyectos o
acciones, la coordinación y seguimiento
de la instrumentación de las fases en que
se desarrollen dichos proyectos, incluso
la evaluación y sistematización de estas
estrategias y el desarrollo de los proyectos.
A partir de estas consideraciones, los
retos de la gestión cultural para contribuir a la
concreción de políticas culturas relacionadas
con el desarrollo comunitario podrían
realizarse no sólo teniendo en cuenta los
106
planes de turismo, sino que también pueden
implementarse acciones de revitalización o
conservación, de registro y documentación,
o bien acciones conjuntas donde una parte
del patrimonio cultural comunitario, esté
o no legitimado o reconocido por alguna
institución, pueda ser ofertado al turismo
a través de estrategias que sean lo menos
depredadoras o invasivas y, que en el mejor de
los casos, sea una realidad que los impactos
económicos que genera el turismo, sean para
los portadores.
Bibliografía
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sostenible: ejemplos de innovación institucional y
propuesta de un nuevo modelo de política cultural,
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Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C.
2017
107
SECCIÓN DOCUMENTAL
Encuesta sobre la práctica profesional y las condiciones de trabajo
de los antropólogos en México.
Síntesis de resultados
Carmen Bueno
María Antonieta Gallart
Roberto Melville 1
y Rubén Regalado
Octubre de 2016
1 Socios del CEAS e integrantes de la Comisión Intergeneracional sobre el Ejercicio de la Profesión de la Antropología. R Melville es el
responsable principal de la redacción de esta síntesis. Agradecemos las colaboraciones de los demás integrantes de la CIEPA: Paulina del
Moral, Eduardo González, Patricia Legarreta, Alejandra Paola Letona, José Luis Lezama, Dahil Melgar, Rebeca Orozco, y Luis Reygadas,
quienes no aceptaron firmar este informe y no necesariamente comparten el contenido de esta síntesis de resultados.
El Consejo Directivo del Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales, A.C. (CEAS)
presenta a la comunidad antropológica de México una síntesis de los resultados de la
encuesta que se realizó sobre la práctica profesional y las condiciones de trabajo de los
antropólogos y que fue propuesta, planeada, diseñada y operada por la Comisión
Intergeneracional sobre el Ejercicio Profesional de la Antropología (CIEPA), nombrada en
la Asamblea General de Socios del Colegio en diciembre de 2014.
Esta síntesis de resultados es un primer ejercicio de análisis de la información otorgada
gentilmente por 615 personas que respondieron la encuesta en línea y que permiten
conocer datos sobre las trayectorias y sobre algunas de las condiciones del ejercicio
profesional de los antropólogos en la actualidad. La visión general que nos presenta es de
suyo interesante porque muestra a distintas generaciones de antropólogos interactuando
en el ámbito profesional, con condiciones diversas, al tiempo que enmarca el enorme
dinamismo de los programas de formación de antropólogos en México. Agradecemos el
esfuerzo de Carmen Bueno, María Antonieta Gallart, Roberto Melville, Paulina del
Moral, Eduardo González, Patricia Legarreta, Alejandra Paola Letona, José Luis Lezama,
Dahil Melgar, Rebeca Orozco, y Luis Reygadas, miembros de la
CIEPA
su iniciativa y
agencia para lograr la encuesta, y a los tres primeros más Rubén Regalado, la redacción
de esta síntesis de resultados.
Los temas de la formación académica y las dinámicas del mercado laboral de los
antropólogos en México han sido parte de la agenda de trabajo del
CEAS
desde su
fundación misma, hace 40 años. En un inicio se convocaba a los agremiados a participar
en los coloquios sobre el ejercicio profesional que se realizaban de manera bienal. En la
actualidad el
CEAS
es uno de los convocantes principales del Congreso Mexicano de
Antropología Social y Etnología, que en 2016 celebra su cuarta edición y es invitado
permanente de la Red Mexicana de Instituciones de Formación de Antropólogos (RED
MIFA).
Asimismo, la información y el debate sobre estos temas se han abordado en los
Boletines que se publican de manera anual, siendo los más recientes el de 2013 dedicado
a la Antropología y a las prácticas profesionales diversas y el de 2014, cuyo tema central
giró en torno a la formación de antropólogos, sus desafíos y debates.
110
Sabemos sin embargo que la dinámica del mercado laboral es intensa, que se ha dado un
crecimiento exponencial de programas docentes que forman nuevas generaciones de
antropólogos que aspiran a ingresar al mercado de trabajo profesional en condiciones
dignas y que, a la par, las condiciones de retiro o jubilación de las generaciones previas no
son tampoco dignas para generar una rotación gremial en los puestos ya creados. La
competencia con los profesionales de otras disciplinas por los espacios nuevos es intensa,
sobre todo para los jóvenes y que todos estos fenómenos no son exclusivos de la
antropología ni de México. Es por ello que el Consejo Directivo del
CEAS
2016-2018
considera necesario convocar a todos sus socios a presentar proyectos para analizar con
mucho más detalle tanto la información que se generó en la encuesta, de la que este
informe es sólo una mínima parte, como para presentar otras iniciativas que permitan
contar con un panorama lo más completo posible sobre el ejercicio profesional de los
antropólogos en México. Por medio del VOCEAS se dará a conocer dicha convocatoria
próximamente.
CONSEJO DIRECTIVO DEL CEAS 2016-2018
Introducción
La encuesta elaborada por Comisión Intergeneracional sobre el Ejercicio Profesional de la
Antropología (CIEPA) del Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C. (CEAS) cerró
el 31 de marzo de 2016. Se recibieron un total de 615 respuestas. Agradecemos a todos
los participantes en este ejercicio.
La
CIEPA
se conformó durante la asamblea de socios de
CEAS
en diciembre de 2014, en
respuesta a la iniciativa del grupo de trabajo Antropólogos por un mercado laboral digno y
justo. 2 El mandato de la Comisión fue:
“Realizar un diagnóstico de la evolución del mercado de trabajo y del ejercicio de la
profesión de la antropología en México de 1990 a la fecha; con énfasis en las
condiciones y relaciones laborales en que se encuentran las nuevas generaciones de
Este grupo de estudiantes y profesionales antropólogos organizó un simposio en el II Congreso Mexicano de Antropología Social y
Etnología, para discutir las condiciones laborales que enfrentan los antropólogos jóvenes, particularmente en las últimas décadas. Las
conclusiones y propuestas de ese simposio fueron publicadas en la revista Pacarina del Sur el 22 de octubre de 2014. [Accesible en:
http://www.pacarinadelsur.com/dossier-13/1021-la-practica-profesional-de-la-antropologia-en-mexico-frente-a-la-flexibilizacionlaboral].
2
111
antropólogos que se han integrado al trabajo en el transcurso del siglo XXI. Para así
derivar propuestas que contribuyan al mejoramiento, enriquecimiento y dignificación
del trabajo antropológico”. 3
Una de las principales actividades de la Comisión fue diseñar esta Encuesta sobre la
situación laboral de la antropología en México, convocada por Internet a finales de enero
de 2016, misma que permaneció abierta durante poco más de dos meses. Fue contestada
de manera voluntaria y en forma aleatoria, ya que la invitación a responderla circuló vía
redes sociales del
CEAS,
personales de sus socios, las de otras instituciones enfocadas a la
formación de antropólogos, y por las redes personales de los integrantes de la Comisión.
Se obtuvo información amplia y diversa sobre los orígenes de los antropólogos
(nacimiento, residencia, escolaridad de sus padres), sus trayectorias universitarias
(instituciones, etapas formativas, cruce inter-disciplinario y tiempos de graduación), las
características básicas del primer empleo y el actual. Dado que se abarcó las trayectorias
de los antropólogos, tanto en la etapa de formación, como de la etapa laboral y del
ejercicio profesional, los participantes también ofrecieron sugerencias para mejorar la
preparación académica en un mercado flexible y competitivo, de especial interés para los
programas de antropología afiliados a la Red Mexicana de Instituciones de Formación de
Antropólogos (RED
MIFA);
así como servirán para reflexionar sobre las actividades que
promueven las organizaciones vigilantes del mundo laboral, como los colegios
profesionales, instituciones y sindicatos.
Como antecedente para tener una idea aproximada del número de profesionales
graduados en antropología social, etnología y etnohistoria, resultó de gran utilidad la
información reunida sobre las tesis de los programas de antropología, acreditados en la
República Mexicana. Esta base de datos, iniciada por la RED
MIFA,
como parte del
proyecto Antropología de la Antropología (ADELA), aporta una idea aproximada sobre tres
magnitudes de interés, que se combinan con los resultados de la Encuesta:
1. Acerca del número total de graduados;
3 Véase la “Propuesta de la CIEPA para la realización de un diagnóstico sobre el ejercicio profesional de la antropología en México en el
siglo XXI” presentada a la asamblea del CEAS del 2 de julio de 2015.
112
2. Sobre el crecimiento del número de graduados, que en los últimos 15 años están
entrando al mercado laboral; y
3. Sobre la representatividad, en términos demográficos, de las respuestas a la encuesta.
Si bien la base de datos aún no se concluye, ni está actualizada, sus datos permiten
elaborar algunas hipótesis interesantes al relacionarlas ahora con los datos de la encuesta.
Aproximadamente se han graduado unos 5,000 antropólogos en alguno de los programas
docentes de formación de antropólogos mexicanos y, prácticamente dos terceras partes,
lo han hecho en el siglo XXI. La distribución de las fechas de graduación de los 615
participantes de la encuesta se asemeja a la distribución de los graduados en antropología
en México a lo largo de 70 años, iniciando en 1945 con los primeros dos graduados en
antropología y hasta el año de 2012, cuando hay registradas 155 tesis por año.
Resultados de la Encuesta
Los resultados que ahora se presentan son descriptivos y provienen directamente de
agrupar los datos de los diferentes apartados de la encuesta, según el orden de las
preguntas. Dividiremos los resultados en cuatro grandes apartados: datos generales,
trayectorias
académicas
en
programas
de
formación,
trayectorias
laborales
y
recomendaciones para promover un trabajo digno en antropología.
DATOS GENERALES
Se recibieron 615 respuestas, 365 de mujeres y 250 de hombres. El rango de edades de
los encuestados va de los 22 a los 83 años. Las siguientes gráficas muestran estos datos.
Personas que contestaron la encuesta
Mujeres
Hombres
41%
Hombres
Mujeres
59%
113
160
edades de los encuestados
140
120
100
80
60
40
20
0
22 a 29
años
30 a 39
años
40 a 49
años
50 a 59
años
60 a 69
años
70 a 79
años
80 a 83
años
Si observamos la residencia de los que contestaron, tenemos la siguiente distribución
territorial.
40%
35%
30%
25%
20%
15%
10%
5%
0%
Lugar de residencia de quienes contestaron la encuesta
Es de hacer notar que casi la mitad (49%) vive en la megalópolis, con 38.54% en la
Ciudad de México y 10.57% en el estado de México. Por su parte, no se obtuvo ninguna
respuesta de Baja California Sur, Durango Nayarit y Tamaulipas 4.
4
La distribución del 11% agrupada en “otros estados y extranjero” es la siguiente: 18 residentes en el extranjero, 3 en Sonora, 2
en Aguascalientes Guerrero, Tabasco y Aguascalientes, respectivamente; y 1 en Campeche Coahuila y Colima, respectivamente.
114
De acuerdo con su nacionalidad, el 95% son mexicanos (567 nacidos en México, más 20
naturalizados mexicanos) y el 5% tienen otras nacionalidades.
En cuanto al estado civil de las personas que respondieron la encuesta, el 41% son
solteros y 59% casados, viudos o divorciados. Asimismo se anota que el 45% tienen dos
dependientes económicos, en promedio.
Estudios de los padres
Otros
2%
Madre o padre con primaria inconclusa
13%
Madre con estudios de Licenciatura y/o
posgrado
35%
Padre con estudios de Licenciatura y/o
posgrado
50%
0%
10%
20%
30%
40%
50%
60%
Por último en esta sección se anota que en los estudios de los padres, las respuestas
indican que el padre emprendió estudios universitarios de licenciatura y/o posgrados en
el 50% de los casos; con respecto a la madre solo el 35% cuenta con estudios
universitarios y/o posgrado. Por otro lado, un 13% de los padres y madres no
concluyeron los estudios de primaria.
Acerca de las trayectorias de estudios
En la encuesta se cuenta con información sobre los tres niveles de los estudios
universitarios de los antropólogos. Se cuenta con información sobre la distribución de
alumnos por programa y niveles. La encuesta enlista 18 programas de licenciatura, 12
115
programas de maestría y seis programas de doctorado. Hay buenos indicios de la
combinación interdisciplinaria en las trayectorias académicas. Por el contrario, no se
cuenta con buenos indicios acerca de los estudios en el extranjero ya que la respuesta
“otros” no permite discernir cuando se trata de estudios en otra disciplina o en otro país.
Titulación
Todos los que participaron en la encuesta se inscribieron en algún programa de
licenciatura; 485 estudiaron una licenciatura en antropología 5 y 130 registraron “otras”
disciplinas en este nivel, donde se incluyen a aquellos que estudiaron otras ramas de la
antropología como arqueología, lingüística y antropología física. Hay que considerar que
estos 130 concluyeron satisfactoriamente y se titularon en sus licenciaturas, pues para ser
considerados en el universo de esta encuesta tuvieron que ingresar posteriormente a un
posgrado en antropología.
En el conjunto de los 485 que ingresaron a las licenciaturas en antropología, aparecen 17
que no registraron una fecha de egreso de la licenciatura y 97 que no registran fecha de
titulación. Se podría inferir que unos no terminaron sus estudios y otros no se titularon;
pero también podría tratarse de una omisión en el registro.
El siguiente cuadro señala la tasa de titulación a diferentes niveles y muestra que hay
mayor eficiencia en el nivel de maestría. Se registraron fechas de ingreso, egreso (o cierre
de actividades curriculares) y titulación. A partir de registros sin una fecha específica del
egreso y la titulación se ha construido la tabla siguiente.
Total de ingresados
Licenciatura en
Maestría en
Doctorado en
antropología
antropología
antropología
485
420
100%
Total de egresados
5
100%
252%
100%
389
Total de titulados
388
80%
354
85%
168
66.6%
Sin (fecha) título
97
20%
66
15%
84
33.3%
Bajo este rubro se consideraron antropología social, antropología cultural, etnología y etnohistoria, solamente.
116
Estudios de licenciatura
De los 615 encuestados, 518 obtuvieron un título de licenciatura (388 en antropología y
130 en otras disciplinas). La encuesta arroja información acerca de cuáles programas de
licenciatura egresaron los primeros y de qué otras licenciaturas los segundos. También
podemos inferir que 195 (31.7%) estudiaron solamente la licenciatura, mientras que 420
(68.3%) prosiguieron estudiando un posgrado. Asimismo ya hemos señalado que los 130
licenciados en otras disciplinas estudiaron algún posgrado en antropología. Las respuestas
permiten conocer las fechas en las que 388 encuestados obtuvieron su título de
licenciatura en antropología.
485 (de los 615) estudiaron una licenciatura en antropología, antropología social,
etnología o etnohistoria (78.8%); de ellos 426 se inscribieron en alguno de los 18
programas mexicanos de licenciatura, mientras que 59 en otros. Es de destacar que más
de la mitad de los participantes estudiaron la licenciatura (el 51%) en la
UAM
o en la
ENAH.
117
¿En que institución hiciste tus estudios
de licenciatura en Antropología?
Otro
59
UDLAP-Licenciatura en Antropología Cultural
6
UIA-Licenciatura en Antropología Social
11
UGTO- Licenciatura en Antropología
6
3
UA de Querétaro- Licenciatura en…
13
UASLP Licenciatura en Antropología
6
UAS-Licenciatura en Antropología Social
3
UNACH- Licenciatura en Antropología Social
7
UAEM (Morelos)- Licenciatura en…
9
UAEMEX- Licenciatura en Antropología Social
18
UV-Licenciatura en Antropología
28
UADY-Licenciatura en Antropología Social
38
UAM-Licenciatura en Antropología Social
102
16
ENAH-Licenciatura en Etnohistoria
19
ENAH-Licenciatura en Etnología
53
ENAH-Licenciatura en Antropología Social
74
BUAP- Licenciatura en Antropología Social
14
0
20
40
60
80
100
120
Estudios en otras licenciaturas
25
Licenciatura en ciencias exactas o ingeniería
1
4
Otra licenciatura en ciencias sociales o…
21
5
4
4
Licenciatura en economía
Licenciatura en comunicación
16
1
Licenciatura en sociología
30
15
Licenciatura en otra rama de la antropología
4
0
10
20
30
40
118
Estudios de posgrado
La encuesta arroja información sobre los estudios de posgrado de 420 encuestados
(68.3%). Todos ellos hicieron una maestría, pero solamente 252 prosiguieron al
doctorado. En este universo se encuentran los 130 con licenciatura en otras disciplinas y
290 con licenciatura en antropología. La distribución de los encuestados en 12 programas
de maestría en antropología y/o en los seis programas de doctorado en México, sugiere
una marcada concentración de ellos en el Distrito Federal. Esta concentración geográfica
podría verse compensada por la enriquecedora amalgama interdisciplinaria en los
diferentes niveles de estudios universitarios.
Al momento de la encuesta, de los 420 que ingresaron a una maestría, 389 (92.6%)
habían concluido sus estudios (“egreso”), pero sólo 354 (84.2%) se habían titulado. Se
registró en qué disciplinas habían hecho estudios de maestría, pero no hay información
que permita hacer una comparación de la eficiencia terminal entre los estudiantes de
maestrías mexicanas en antropología y de otras disciplinas o en el extranjero (incluyendo
en los programas de antropología foráneos). La proporción de estudiantes inscritos en
unas y otras es la siguiente 205 (48.8%) en maestrías en antropología en México y 215
(51.2%) en “otras”.
119
¿Cuáles fueron tus estudios de Maestría?
“Otro”
215
UIA- Maestría en Antropología Social
41
3
4
UAM- Maestría en Ciencias Antropológicas
34
UNAM- Maestría en Antropología
13
EAHNM (antes ENAH-Chihuahua)- Maestría en…
4
ENAH- Maestría en Antropología Social
34
COLSAN- Maestría en Antropología Social
6
CIESAS Pacífico Sur- Maestría en Antropología…
4
CIESAS Golfo- Maestría en Antropología Social
4
CIESAS Occidente- Maestría en Antropología Social
6
CIESAS DF- Maestría en Antropología Social
52
0
50
100
150
200
250
Al momento de la encuesta (1er trimestre de 2016), de los 252 inscritos en algún
programa de doctorado, sólo 168 habían concluido el grado; y 84 aún no. Aquí la
diferencia entre los estudios de doctorado hechos en México y los registrados como
“otro” (disciplina o país) es mayor; 150 (59.5%) hechos en México contra 102 (40.5%)
en “otros”. También la concentración geográfica es mucho mayor (UAM,
DF, UIA
con 87.8 %) en relación con
COLMICH
y
CIESAS-OCCIDENTE,
UNAM, CIESAS-
que alcanzan el
12.2%, y quizás también hay una menor complementariedad inter-disciplinaria que en
las maestrías.
Estudios de Doctorado
Elige una respuesta
“Otro”
Subtotal en programas mexicanos de doctorado en…
UIA-Doctorado en Antropología Social
UAM: Doctorado en Ciencias Antropológicas
UNAM: Doctorado en Antropología
COLMICH: Doctorado en Antropología Social
CIESAS Occidente-Doctorado en Ciencias Sociales
CIESAS DF-Doctorado en Antropología
0
20
40
60
80
100
120
140
160
120
Periodos, títulos y becas
En la encuesta los participantes señalaron las fechas en la que se titularon de licenciatura,
maestría y doctorado. Con esa información, se construyó la tabla siguiente que agrupa los
periodos en quinquenios, para proporcionar una idea conjunta de las titulaciones en el
paso del tiempo.
Por
Licenciatura
Maestría
Doctorado
quinquenios
1950-1954
0
1955-1959
1
1960-1964
1
1965-1969
1
0
0
1979-1974
5
4
0
1975-1979
9
1980-1984
22
1985-1989
21
9
4
1990-1994
28
15
10
1995-1999
20
2000-2004
55
2005-2009
100
2010-2014
100
2015-2016
25
Total
0
3
57
203
0
1
5
7
43
46
0
1
25
187
83
125
388
109
32
0
0
3
3
12
20
0
10
69
27
141
64
25
354
89
168
En relación con las becas y apoyos durante los estudios, las respuestas indican que el
63.3% no tuvieron beca durante sus estudios de licenciatura. Sin embargo, el número de
respuestas “no tuve beca” disminuye en el tránsito de la licenciatura al doctorado; las
becas de la misma institución se mantienen estables, alrededor del 12 al 14%. Por su
parte, las becas del CONACYT aumentan su importancia en el posgrado.
121
¿Alguna
beca?
No
tuve
beca
Pronabes y
Conacyt
De
LICENCIATURA
%
MAESTRIA
%
DOCTORADO
%
307
63.3%
71
17.0%
23
9.0%
79
16.3%
279
66.0%
187
74.0%
56
11.5%
57
14.0%
30
12.0%
la
misma
institución
Otras
Total
de
respuestas
63
46
46
505
453
286
Acerca de las condiciones laborales de los encuestados
A la pregunta acerca de si el trabajo anterior y el actual estaban relacionados con la
antropología, los encuestados respondieron de la siguiente manera.
Un
Relación entre el trabajo
y la antropología
Sí
%
No
%
poco
%
Suma
al egresar de la
licenciatura
339
55.1 169 27.5
167
17.4
615
al egresar del posgrado
282
67.1
19.0
58
13.8
420
el trabajo actual
391
63.6 121 19.7
103
16.7
615
80
Si observamos cómo los estudios y los trabajos están asociados a los distintos sectores en
donde los antropólogos se ocuparon al terminar la licenciatura, al terminar el posgrado y
en el trabajo actual, tenemos los siguientes resultados.
122
Al egresar de Al concluir el En
¿En qué sector se encuentra (o la
la
posgrado?
actualidad?
licenciatura?
encontraba) el trabajo?
Respuestas
Total
%
Total
%
Total
%
Sector privado
122
19.8
35
8.3
78
12.6
Sector público
190
30.8
128
30.4
161
26.1
Sector académico
206
33.5
189
45.0
253
41.1
civil
47
7.6
34
8.1
37
6.0
Negocio propio
12
1.9
9
2.1
26
4.2
35
5.6
22
5.2
59
9.5
3
0.4
3
0.7
1
0.1
Organización de la sociedad
Trabajo
independiente
(o
freelance)
Organismo
o
cooperación
internacional
De los que trabajaban al momento de responder la encuesta, 41% lo hacía en el sector
académico, 26% en el público, 12% en el privado, 9% son independientes/free lance, 6%
en organizaciones de la sociedad civil, 4% tienen un negocio propio y menos de 1% en
organismos internacionales.
¿Cómo se enteraron de su actual
empleo?
250
200
150
100
50
0
123
De acuerdo con las respuestas a la encuesta los amigos y conocidos son los principales
medios de difusión sobre las oportunidades de empleo. Sin embargo, el proceso de
selección y el concurso continúan siendo las principales vías para conseguir un empleo,
seguidas por diversas formas de recomendación.
250
200
150
¿Cómo obtuvieron su actual
empleo?
100
50
0
42.6% reportan que tienen un empleo por tiempo indefinido, 21.6% de tipo temporal
renovable; 15% por proyecto o tarea; 7.1% son quienes tienen un trabajo temporal no
renovable, 5.5% quienes laboran por horas de clase, más los que reportaron que tienen
trabajos clasificado como “otros”, que ascienden al 7.8%.
124
Percepción mensual
25
20
15
Porcentaje de personas
30
10
5
Salarios mínimos mensuales
0
-1
1-3
3-5
5-10
10-20
+20
¿Cuál es tu salario o ingreso mensual aproximado?
Respuestas
Número
Un salario mínimo o menos (hasta 74
Porcentaje
12.0
2,200 pesos mensuales)
Entre 1 y 3 salarios mínimos (entre
2,201 y 6,600 pesos mensuales)
Entre 3 y 5 salarios mínimos (entre
6601 y 11,000 pesos mensuales)
110
17.8
125
20.3
149
24.2
121
19.6
36
5.8
Total:
615
Entre 5 y 10 salarios mínimos
(entre 11,001 y 22,000 pesos
mensuales)
Entre 10 y 20 salarios mínimos
(entre 22,001 y 44,000 pesos
mensuales)
Más de 20 salarios mínimos (más
de 44,000 pesos mensuales)
125
Hay que subrayar que los resultados de la encuesta reportan que el 33% no tiene ninguna
prestación, contrastando con el 54.5% que tiene vacaciones y el 58.2% que cuenta con
servicio médico (IMSS, ISSTE o equivalente).
Solamente el 15% pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (SNI), la mitad de
ellos en el nivel I. El 14% tiene derecho a disfrutar del año sabático y el 15 % reporta que
tiene, además, otro empleo.
Encuestados SNI
SNI
15%
Encuestad
os sin SNI
85%
62% considera que su actual trabajo es adecuado a su formación, sin embargo el 36%
considera que su trabajo es inferior a la formación adquirida; por su parte sólo el 2%
considera su trabajo superior a la formación adquirida.
Consideraciones sobre su empleo
2%
Ven su trabajo superior a su formación
36%
Ven su trabajo inferior a su formación
Ven que su trabajo está de acuerdo a su
formación
62%
0%
20%
40%
60%
80%
126
PRINCIPALES
RECOMENDACIONES
PARA
PROMOVER
UN
TRABAJO
DIGNO
EN
ANTROPOLOGÍA, DESDE LA PERSPECTIVA DE LOS ENCUESTADOS
El 80% recomendó específicamente reforzar los programas de licenciatura con una mayor
formación en la elaboración de proyectos, en el diagnóstico de problemas y en idiomas.
Por su parte a la pregunta ¿qué aspectos deben reforzarse en la formación genérica de los
antropólogos, para favorecer que los egresados tengan mejores oportunidades en el
mercado laboral?, las respuestas recomiendan lo siguiente.
Temas
% que recomienda
Financiamiento de proyectos
78%
Formación para la docencia
69%
Formación práctica o profesionalizante
60%
Formación para la investigación
60%
Problemas sociales contemporáneos
59%
Asimismo las cinco recomendaciones más frecuentes (entre 71% y 48%) para el Colegio
de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C. fueron las siguientes.
1. Difundir más lo que podemos hacer los antropólogos.
2. Procurar que los puestos públicos y privados, que involucran labores de antropología,
sean desempeñados por profesionales de la antropología.
3. Proponer y/o desarrollar proyectos que brinden empleo a antropólogos jóvenes.
4. Realizar diagnósticos, estudios y consultorías en las que puedan trabajar antropólogos.
5. Crear una red profesional antropológica tipo LinkedIn.
PRINCIPALES CONCLUSIONES SOBRE LOS RESULTADOS
Conviene elaborar una síntesis de los principales resultados de la encuesta que por su
importancia deben ser subrayados y de las muchas interrogantes aún pendientes de
analizar.
127
En primer lugar se puede considerar que los datos generales (sexo, origen geográfico,
nivel de estudios de los padres, por ejemplo), las trayectorias de estudio (derivadas del
crecimiento exponencial de jóvenes graduados en antropología durante las últimas dos
décadas y de nuevas instituciones de formación con apoyo de becas, así como la
composición interdisciplinaria en los distintos niveles universitarios superiores) deben
tratarse como antecedentes y factores que inciden en las condiciones de trabajo que
prevalecen entre los antropólogos.
Puede afirmarse que la encuesta fue diseñada de tal manera, que dichos antecedentes y
circunstancias proporcionaran pistas sobre las condiciones de trabajo y sobre cuáles de
esos elementos aparecían como más influyentes que otros, en las condiciones de trabajo
que reportarían los encuestados.
El resultado más impactante que arroja la encuesta es el número ascendente de egresados
durante las últimas décadas. Se han multiplicado los programas y se han vuelto más
eficientes en sus procesos de titulación. El ritmo de las titulaciones va acompañado de un
vigoroso programa de becas y diversos apoyos que fomentan los estudios antropológicos
en niveles superiores de maestría y doctorado. Esta oferta ascendente de graduados en
búsqueda de trabajo profesional tiene un lugar central en la problemática laboral y en el
ejercicio profesional de los antropólogos hoy en día.
Sin embargo, esta tendencia creciente en la oferta de antropólogos con una preparación
cada vez mejor en los niveles superiores, no se correlaciona con una demanda de
especialistas en antropología a los que se ofrecen salarios y prestaciones satisfactorios.
Esta tendencia asimétrica se hizo visible en la encuesta en tres rubros principales. El
primero es la percepción de los antropólogos acerca de la adecuación entre sus trabajos y
su preparación académica El 60% de los encuestados consideró que tiene la preparación
adecuada para el tipo de trabajo que desempeña; pero el 40% consideró que su trabajo es
inferior a su preparación. Sin un análisis fino, no podemos saber con precisión si los
insatisfechos en sus empleos se encuentran entre los jóvenes graduados que
recientemente han ingresado al mercado de trabajo, por ejemplo. Igualmente haría falta
preguntarnos por la distribución geográfica o institucional de los trabajos más
satisfactorios y los menos satisfactorios.
128
El segundo indicador lo encontramos en las condiciones de trabajo. Los encuestados
ganan en promedio entre 5 y 10 salarios mínimos, a grosso modo, pero el 25% tiene
ingresos arriba de los 10 salarios mínimos, el 45% entre 3 y 10 salarios mínimos y el 30%
se encuentra en el escaño más bajo con menos de 3 salarios mínimos. A esto debemos
agregar el grado de certidumbre en su trabajo: 42.6% tienen un empleo por tiempo
indefinido, 21.6% de tipo temporal renovable; y 15% por proyecto o tarea. Queda un
30.8% con trabajos con una menor certidumbre, como son: aquellos con un trabajo
temporal no renovable (7.1%), más quienes laboran por horas de clase (5.5%) y los
trabajos clasificado como “otros” (7.8%).
En tercer lugar y ligado a lo anterior está la información sobre las prestaciones. Las dos
más importantes (los servicios de salud y las vacaciones) cubren sólo al 58% y 54% de los
encuestados, respectivamente; con un sobresaliente 30% que no tiene ninguna
prestación. Debemos preocuparnos y cuestionarnos por este segmento ubicado en el
rango inferior de la escala, que según los tres indicadores señalados, considera que sus
condiciones laborales son insatisfactorias para la preparación adquirida, gana tres salarios
mínimos o menos, no tiene certidumbre de poder conservar su trabajo y no tiene
prestación alguna. Que el salario promedio de los encuestados oscile alrededor de siete
salarios mínimos, para profesionales con una buena formación universitaria, resulta sin
duda alguna deplorable, pero este otro segmento de mayor precariedad, debe ser motivo
de honda preocupación gremial. No necesariamente las tres circunstancias se ciernen
sobre los mismos individuos, pero estas condiciones de desigualdad en la colectividad
antropológica deberán examinarse y atenderse cuidadosamente.
Los antecedentes escolares de los encuestados arrojaron información muy interesante
sobre la construcción de las trayectorias académicas en nuestra profesión. Todos los
encuestados (615) estudiaron antropología en alguno de los niveles universitarios, pero
sólo 485 de ellos estudiaron la licenciatura en antropología, etnología o etnohistoria; el
resto (130) estudió otra licenciatura. De estos 485, 195 únicamente estudiaron una
licenciatura. Los 290 licenciados antropólogos restantes, se suman a los 130 que
habiendo estudiado otra licenciatura, se inscribieron en algún nivel de posgrado en
antropología, para dar un total de 420 con estudios de posgrado.
129
La encuesta arrojó otro dato muy interesante: a nivel de maestría, aproximadamente la
mitad (205) estudió un posgrado en alguno de los 12 programas de antropología en
México; mientras que un poco más de mitad (215) respondió “otro”. Esta respuesta
(“otro”) puede interpretarse como que estudió la maestría en otra disciplina o bien que
estudió la maestría en otro país, sin especificar en uno y otro caso qué disciplina. Si
adoptamos la primera lectura, sin excluir del todo que algunos se refieran a estudios de
maestría en el extranjero, entonces la encuesta nos está sugiriendo que al nivel de
maestría corresponde la más amplia multi-disciplinariedad e inter-disciplinariedad en la
trayectoria de los antropólogos.
Al comparar las respuestas sobre los estudios de maestría con las respuestas a nivel de
doctorado queda al descubierto cierta tendencia. La encuesta arroja un total de 252
encuestados con estudios de doctorado, el 58.7% (148) lo estudian o estudiaron en
alguno de los seis programas mexicanos de antropología, y una proporción menor, del
40.5% (102) respondió “otro”. De la misma manera la respuesta “otro” agrupa a los que
estudian o estudiaron doctorado en universidades extranjeras, en antropología y/o en
otras disciplinas. Estos resultados de la encuesta son sugerentes e importantes, mas no
concluyentes, porque apuntan a una vocación interdisciplinaria de los antropólogos, y
también muestran una significativa combinación de estudios de posgrado hechos en
México y el extranjero; al parecer ambas tendencias son más acentuadas en la maestría
que en el doctorado. Pero es necesaria más investigación y análisis para alcanzar un
conocimiento fino acerca de las trayectorias académicas de los antropólogos en México.
Hay un dato que es importante resaltar, ya que la encuesta arroja indicios de que los
encuestados no han concluido alguna de las fases de su formación académica. No todos
registraron las fechas de egreso del nivel de estudios correspondiente, ni una fecha de
titulación. En la encuesta participaron 97 individuos (de 485) que no registraron fecha de
titulación en la licenciatura, 66 (de 420) en la maestría y 84 (de 252) en el doctorado.
Podría tratarse de una omisión involuntaria; pero los datos son consistentes en los campos
correspondientes, de suerte que interpretaremos que unos 247 antropólogos,
probablemente aún están involucrados en el proceso de formación y participaron en
nuestra encuesta.
130
Este análisis preliminar de las trayectorias profesionales permite elaborar algunas
conjeturas acerca de las conexiones entre los estudios y las trayectorias laborales, que es
una de las intencionalidades más importantes de la encuesta. Tenemos un sector
preocupante, carente de buenos ingresos, con poca o nula certidumbre laboral y sin
prestaciones. ¿Cómo se llegó allí? Además de los factores generales (sexo, edad, origen
social y residencia) y los factores macro-sociales (ideología neoliberal, tendencias
demográficas, oferta de profesionales en el mercado), para responder esta pregunta sobre
la situación laboral, tenemos que incluir en nuestro análisis, la iniciativa o agencia y la
diversificación temática y disciplinaria de los antropólogos. Al recurrir a las trayectorias
académicas donde cada uno individualmente tomó o toma diversas decisiones
importantes, podemos encontrar respuestas a nuestras inquietudes. Si nos preguntamos:
en qué institución voy a estudiar, con qué disponibilidad de becas o no, qué niveles
universitarios estoy dispuesto a escalar, con qué mezcla disciplinaria u homogeneidad
antropológica me estoy preparado, entre otros interrogantes posibles, podremos ver como
se entrelazan iniciativas individuales con circunstancias estructurantes ¿Qué trayectorias
conducen a los antropólogos a situaciones de precariedad laboral, y cuáles –en cambio– a
las de bienestar y éxito? Si descubrimos, mediante el análisis, que la diversificación
disciplinaria en su trayectoria universitaria permitirá al futuro profesional echar mano de
nuevas y diferentes redes y contactos en la búsqueda y hallazgo de mejores trabajos,
podríamos asesorar a los egresados de las licenciaturas a incursionar en los posgrados de
otras disciplinas, para enriquecer y fortalecer sus líneas de especialización. También
podemos abrir los programas de posgrado y diseñarlos para incorporar a los profesionales
de otras disciplinas.
Hasta aquí se han subrayado algunas variables de este primer modelo, basado en
conjeturas razonadas acerca de algunos aspectos entrelazados de las estructuras y las
agencias en las trayectorias académicas. Queda pendiente hacer nuevas corridas a partir
de este conjunto de datos, adoptando otros enfoques como la perspectiva de género, por
ejemplo ¿cómo se distribuyen las oportunidades en las trayectorias académicas y las
condiciones laborales reportadas, si se trata de un hombre o de una mujer? También
pueden identificarse variables significativas para obtener nuevas pistas que estas otras
131
perspectivas arrojen, como por ejemplo, a partir de una institución o programa de
estudios, en una u otra disciplina, o partiendo de variables del orden geográfico, como el
lugar de residencia. ¿Qué ventajas y desventajas, para fines del ejercicio profesional y de
las oportunidades de trabajo, resultan de una distribución de los programas de
antropología, relativamente concentrados en el centro de México?
Esta son sólo las primeras aproximaciones a los datos relevantes para la identificación de
variables indispensables para construir modelos, que tomen en cuenta tanto variables
macro sociales y económicas, como las tendencias propias del ejercicio de la antropología.
Estos modelos deben incorporar las decisiones individuales que, en forma agregada,
parecen indicar repercusiones en la condición laboral: la selección de la institución de
estudio, el componente inter-disciplinario, el escalamiento a niveles universitarios
superiores, etc. Estos modelos deben revisarse una y otra vez, siempre bajo la lupa de
alguna de las variables predeterminadas, como lugar de nacimiento o sexo, y variables
modificables, como diversidad disciplinaria, apoyos, becas y acceso a redes, entre otros
temas.
Esta síntesis de la encuesta tuvo un objetivo inmediato, importante sin duda, de informar
a los participantes en dicho ejercicio acerca de los principales resultados. Pero la encuesta
y las razones que le dieron origen tienen una vocación más amplia y trascendental. Es
sólo una minuta para iniciar una conversación regular y sostenida acerca de las
condiciones laborales de los antropólogos. Los estudiantes de los programas de
antropología deben tener nociones claras sobre sus proyectos de vida profesional. Los
profesores deben considerar y hacer ajustes a los programas y herramientas que se
utilizan en las instituciones de formación de antropólogos. Los colegios profesionales y las
instituciones que contratan a antropólogos tendrán que marcar esta problemática como
un asunto prioritario en sus agendas institucionales. Toda la sociedad tiene algo que decir
acerca de la situación precaria de los empleos que hoy consiguen los jóvenes en México.
Esta síntesis aspira a ofrecer una perspectiva holística sobre el problema; se refiere tanto a
los aspectos fijos propios de las estructuras, como a los aspectos dinámicos de la iniciativa
individual, pero tiene también una perspectiva histórica. Contiene datos, se identifican
tendencias y se construyen conjeturas razonadas. No debe ser solamente un tópico para la
132
conversación gremial; debe convertirse también en un objeto de investigación. Los
antropólogos debemos abordar esta problemática laboral y profesional como una agenda
urgente de reflexión y acción.
¡Muchas gracias!
133
Publicación del Boletín 2016
El Boletín de ese año fue un número especial por el 40 Aniversario del CEAS. Fue
coordinado por Laura Valladares y Antonio Zirión, con el apoyo de Guadalupe
Escamilla. Lleva por título “Los debates teóricos sobre las antropologías
latinoamericanas”. Contiene los siguientes artículos: El Colegio de Etnólogos y
Antropólogos Sociales. Una experiencia pionera, de Andrés Fábregas; El CEAS: 40
aniversario, de Cristina Oehmichen; Repensar y enlazar las antropologías de América
Latina desde la Asociación Latinoamericana de Antropología, de Laura Valladares; La
antropología en América Latina y la crisis del pensamiento crítico, de Miriam Jimeno;
Cosmopolitismos y cosmopolíticas antropológicas: la radicalidad de las antropologías
mundiales, de Gustavo Lins; Antropologías disidentes y sentido común antropológico,
de Eduardo Restrepo y, Dos retos para las antropologías latinoamericanas:
orientalizarse y popularizarse, de Esteban Krotz.
El Boletín contiene una separata de imágenes que se presentaron en el concurso de
fotografía antropológica del IV Congreso de la ALA realizado en la ciudad de
México en 2015. El financiamiento para la impresión en papel provino de la
generosa aportación del Instituto Nacional de Antropología e Historia para cubrir la
impresión de 500 ejemplares. Será subido a la página WEB del CEAS y compartido a
través de VOCEAS para ampliar su distribución entre el público interesado.
La presentación editorial se llevó a cabo en el Congreso Mexicano de Antropología
Social y Etnología, el día miércoles 12 de octubre a las 11:00 horas, en el marco de
un conversatorio bajo el nombre “Debates teóricos sobre las antropologías
latinoamericanas”, donde participaron Esteban Krotz y Guillermo de la Peña.
Boletín 2017
Se encuentra en proceso el Boletín 2017 del Colegio, el cual se titula: La
patrimonialización. ¿Un nuevo paradigma? Este número es coordinado por la Dra.
Maya Lorena Pérez Ruiz y el Mtro. Antonio Machuca, además de la presentación
escrita por ambos, lo integran los siguientes artículos: Blanca Paredes Gudiño:
“Reflexiones en torno a la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos,
135
Artísticos e Históricos”; Renata Schneider: “¿De quiénes son las cosas? ¿De ustedes
o de nosotros?”; Amparo Sevilla: “Los riesgos de la patrimonialización. Una
reflexión”, Anath Ariel de Vidas: “El costumbre y las costumbres. Prácticas
indígenas a prueba de las políticas patrimoniales en la Huasteca”; Mélissa Elbez: “La
Identidad maya: ¿ficción patrimonial? Reflexión a partir del caso de Tulum”; Ana
María Luisa Velasco Lozano: “El amaranto, un recurso alimenticio de larga
duración, patrimonio cultural intangible de la Ciudad de México”; Montserrat
Patricia Rebollo Cruz: “Tipos de valoraciones que viven y conviven en los procesos
de patrimonialización de expresiones culturales inmateriales”; Charlotte Pescayre:
Patrimonialización y “cirquización” de la maroma zapoteca de Santa Teresa
Veracruz: retos de un patrimonio en movimiento”; Everardo Garduño y Vanessa
Ruiz Ortega: “Estratos de Roca, Estratos de Memoria. La Construcción Cultural del
Territorio Yumano”; Ixel Hernández León y Federico Gerardo Zúñiga Bravo:
Patrimonio cultural y desarrollo comunitario: desafíos para la gestión cultural”.
Como ya es tradición, también se integra en este número la sección documental,
con el informe del CD y la divulgación de actividades importantes para la
antropología con sus respectivas fechas.
Articulación con la antropología mexicana y mundial
COMASE
La IV emisión del Congreso Mexicano de Antropología Social y Etnología llevó por
título: Diversidad cultural, retos, riesgos y transformaciones. Se llevó a cabo del 11 al
14 de octubre en el Centro Educativo y Cultural del Estado de Querétaro Manuel
Gómez Morín, en la ciudad de Querétaro. Las instituciones convocantes fueron,
además del CEAS, la Universidad Autónoma de Querétaro, la Universidad Nacional
Autónoma de México (a través del Instituto de Investigaciones Antropológicas);
Universidad Iberoamericana; Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa; la
Escuela Nacional de Antropología e Historia y la Coordinación Nacional de
Antropología del INAH; El Colegio de Michoacán, el Centro de Investigaciones y
Estudios Superiores en Antropología Social y la Red-MIFA.
136
Estamos contentos de socializar con los socios que se aprobaron 140 simposios con
un estimado de 813 ponentes, más asistentes. En cada congreso observamos una
participación creciente, tanto nacional como del extranjero. Como actividades
complementarias se realizó una feria del libro, 24 presentaciones de libros, el foro
de cine etnográfico, cuyo enfoque estuvo centrado en la región huasteca, y la
premiación del concurso de fotografía antropológica.
Además de los simposios, contamos con las conferencias magistrales de Gilberto
Giménez, Aparecida Vilaça y Rita Laura Segato. De igual forma, se realizó una
exposición fotográfica de Andrés Medina, en el marco del homenaje organizado en
diferentes instituciones mexicanas el año pasado. El siguiente Congreso se llevará a
cabo en la ciudad de México y la sede será la Escuela Nacional de Antropología e
Historia. Es importante compartir con los socios que año con año hemos
comprobado la importancia que ha adquirido esta actividad académica entre el
gremio, lo cual es altamente satisfactorio. En este sentido, queremos compartir con
ustedes, a propósito de la relevancia del COMASE, que recibimos en octubre pasado
un correo de la Oficina de Convenciones y Visitantes de Tabasco, con información
alusiva a la infraestructura con la que cuentan en el estado para que el Colegio
considere realizar el COMASE en esa entidad federativa en alguna emisión
subsecuente.
Participación del CEAS en redes y organizaciones nacionales e internacionales
Como Colegio Profesional seguimos participando en las siguientes instancias:
Red Mexicana de Instituciones Formadoras de Antropólogos (RED MIFA)
En 2016 la reunión se llevó a cabo el día 11 de octubre en la ciudad de Querétaro.
El CEAS coordina la comisión de Ética y Derechos Humanos y seguimos teniendo
un papel activo en este espacio. Asimismo los apoya con la recepción financiera de
la cuota que otorgan las instituciones por su membresía anual.
WCAA
El pasado cinco de septiembre la Dra. Chandana Mathur, Presidenta de la World
Council of Anthropological Associations, remitió una carta de “Solicitud de
137
intervención para garantizar la inmediata liberación de la profesora Homa
Hoodfar”, a las autoridades irlandesas e iraníes de relaciones exteriores. En dicha
misiva, la Dra. Mathur exponía la arbitraria detención de la antropóloga
canadiense-iraní Hoodfar desde el 6 de junio del año en curso, quien se encontraba
realizando trabajo de campo en Teherán. La carta contó con el respaldo de 52
asociaciones de antropología (CEAS y ALA incluidas). Celebramos la liberación de
la Dra. Homa Hoodfar y su regreso a Canadá, tal como informó el lunes 26 de
septiembre el primer ministro canadiense Justin Trudeau.
Asociación Latinoamericana de Antropología (ALA)
Al momento de presentar este informe continúa el proceso organizativo del V
Congreso Latinoamericano de Antropología: “Políticas de los conocimientos y las
prácticas antropológicas en América Latina y el Caribe”, el cual tendrá lugar del 6 al
9 de junio de 2017 en la ciudad de Bogotá, Colombia. La representación del CEAS
en ALA la tiene Cristina Oehmichen, en calidad de vicepresidenta de ALA.
En agosto de 2016 se llevó a cabo la reunión de la Asociación Brasileña de
Antropología en Joao Pessoa (Brasil) en la que estuvieron presentes diversas
asociaciones latinoamericanas de antropólogos. Entre los puntos destacables de la
agenda, destaca la elaboración de la “Declaración sobre la Necesidad de Proteger y
Salvaguardar el Patrimonio Cultural en las Américas y el Caribe” la cual, busca
proteger el patrimonio cultural ante la privatización, los saqueos y el descuido por
parte de los gobiernos, entre otros temas. Dicha Declaración fue suscrita por el
CEAS, a la par que las siguientes asociaciones:
American Anthropological Association (AAA)
Asociación Latinoamericana de Antropología (ALA)
Associação Brasileira de Antropologia (ABA)
Canadian Anthropology Society/Société Canadienne d’Anthropologie (CASCA)
Centro de Lógica, Episemologia e História da Ciência, Universidade Estadual de
Campinas (CLE-UNICAMP)
Departamento de Antropologia,Universidade Estadual de Campinas (UNICAMP)
Sociedadede Arqueologia Brasileira (SAB)
138
Society for American Archaeology (SAA)
Uno de los últimos logros de ALA es tener una cuenta bancaria a nombre de la
Asociación, esto es muy importante porque permite agilizar los trámites para hacer
su registro como una Asociación de asociaciones a nivel internacional. Todo esto se
está llevando a cabo en Uruguay, con la ayuda de la
Asociación Uruguaya de
Antropología a través de sus miembros. Se tiene programado realizar la asamblea de
ALA en junio próximo.
Conferencia Magistral de Gustavo Lins Ribeiro
Como parte de las actividades por el 40 aniversario del CEAS, el día 30 de
noviembre de 2016 el Dr. Gustavo Lins Ribeiro ofreció en el Museo del Carmen,
una conferencia magistral titulada El giro global a la Derecha y la relevancia de la
Antropología. Un análisis desde el pasado, el presente y el futuro, la cual fue
comentada por la Dra. Cristina Oehmichen Bazán.
II Seminario de Investigación Universidades interculturales en México: balance
de una década
Los días 12 y 13 de agosto de 2016 se celebró el II Seminario de Investigación
“Universidades interculturales en México: balance de una década”, en Ciudad
Universitaria. A semejanza del primer Seminario, que se celebró en octubre de
2015, estos seminarios han sido convocados por el Cuerpo Académico Estudios
Interculturales de la Universidad Veracruzana, por el Programa Diversidad Cultural
e Interculturalidad de la UNAM así como por el Colegio de Etnólogos y
Antropólogos Sociales, A.C.
Con la participación de investigadoras/es, docentes, estudiantes y egresados/as de
la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI), la Universidad Intercultural de
Chiapas (UNICh), la Universidad Intercultural del Estado de Puebla (UIEP), la
Universidad Intercultural Indígena de Michoacán (UIIM), la Universidad
Intercultural del Estado de Tabasco (UIET), la Universidad Intercultural del Estado
de México (UIEM), de varias entidades de la UNAM y de la Universidad
139
Veracruzana, la Universidad Autónoma de Chapingo (UACh), la Escuela Nacional
de Antropología e Historia (ENAH), la Universidad Autónoma de Querétaro, la
Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), la Universidad
Iberoamericana y el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente
(ITESO), hemos analizado revisado durante dos jornadas intensas de trabajo el
proceso de creación, situación actual y perspectivas de las universidades
interculturales (UI), creadas a lo largo de la última década por una política pública
federal y estatal.
A lo largo de seis mesas de trabajo, se analizaron resultados de un amplio espectro
de proyectos de investigación pedagógicos, antropológicos, sociológicos, lingüísticos,
económico-administrativos, ecológicos y politológicos, centrados particularmente
en: 1. la gestión académica de las UI de México en relación a la Coordinación
General de Educación Intercultural y Bilingüe (CGEIB) de la SEP y a los gobiernos
estatales; 2. el ingreso a las UI y su relación con los niveles educativos inferiores; 3.
la oferta educativa, los programas de estudios, los planes curriculares y los procesos
de evaluación y acreditación de las UI; 4. Las estrategias áulicas y no-áulicas de
enseñanza-aprendizaje y las trayectorias académicas de las/os estudiantes; 5. la
diversidad expresiva y lingüística que se articula y manifiesta en los programas
educativos de las UI; así como en 6. la vinculación comunitaria y los procesos de
profesionalización de los/as egresados/as de las UI mexicanas.
La plenaria de participantes decidió emitir una Declaratoria pública para hacer del
conocimiento público sus inquietudes y reflexiones, misma que circuló por diversos
medios electrónicos, entre ellos el VOCEAS.
El comité organizador estuvo conformado por Gunther Dietz (UV), Laura Selene
Cortés (UV), Guadalupe Mendoza Zuany (UV), Inés Olivera Rodríguez (UNAM),
Irlanda Villegas (UV) y Guadalupe Escamilla (CEAS).
La relatoría del evento y la Declaratoria pueden ser consultadas en un link de
Dropbox que contienen las presentaciones de las ponencias (PPTs y en un caso la
ponencia
completa):
https://www.dropbox.com/sh/h3cx33xwhy2jtig/AAB_YlLydUQZcY
140
M3UM8KmdAFa?dl=0
Asimismo, una noticia y la declaratoria pueden ser
consultadas en la Revista Educación Futura, en el siguiente link. Universidades
Interculturales en México: Reflexiones polifónicas y críticas a una década de su
creación – Educación Futura.
Fortalecimiento de la profesionalización de la práctica antropológica (CIEPA)
Comisión Intergeneracional sobre el Ejercicio Profesional de la Antropología.
El 15 de marzo de 2016, por el VOCEAS circuló un primer reporte con resultados
preliminares de la Encuesta sobre la Práctica Profesional y las Condiciones de
Trabajo de los Antropólogos en México levantada por la CIEPA. La información
vertida es interesante porque nos permite ampliar los debates en torno a los nuevos
campos laborales de los antropólogos. El día 13 de junio algunos integrantes
entregaron al Consejo Directivo actual una síntesis de informe. De igual manera, el
CD se reunió el día 30 de junio con tres integrantes más de esta comisión. Ante este
escenario, consideramos oportuno informar a los socios la pertinencia de realizar un
protocolo de acceso a la información de los resultados de la investigación, toda vez
que la información pertenece al Colegio. Dicho protocolo se está afinando
actualmente y se dará a conocer a la brevedad. De esta manera, proponemos dar por
finalizada esta etapa de la CIEPA y elaborar directrices de acción sobre los datos
obtenidos, tema que deberá contar con las opiniones de los socios.
Registro en Dirección General de Profesiones
Para el registro de cambio de Consejo Directivo del CEAS, correspondiente al
periodo 2016-2018, se enviará al nuevo consejo, por correo electrónico, el borrador
de acta de elección del mismo, para que verifique sus datos: nombre y cédula
profesional. Una vez verificados será elaborada el acta final y se enviará al Notario
Público, para que la certifique. La versión final será pasada a firma de los asistentes,
para proceder, previo pago de derechos fiscales a su registro ante la Dirección
General de Profesiones de la SEP.
141
Redes sociales y difusión de información por CEAS
El CEAS difundió, a través de su correo electrónico conocido como VOCEAS, un
total de 742 mensajes (en el 2015 se difundieron 889 mensajes) y fueron vistos por
330,589 personas (en el 2015 los mensajes fueron visto por 168,752 personas). El
número de mensajes es menor, en 17 por ciento, pero el alcance o las vistas al blog
del CEAS crecieron 95 por ciento con relación a 2015. El siguiente gráfico muestra
1,000
350,000
900
Vistas al Blog del CEAS
300,000
800
250,000
700
600
200,000
500
150,000
400
300
100,000
200
50,000
100
0
2010
Publicaciones Blog 140
Vistas
27,560
2011
47
12,112
2012
113
11,185
2013
2014
2015
2016
305
699
889
742
21,084 153,746 168,752 330,589
Publicaciones Blog
0
Publicaciones en el Blog del CEas (VOCEAS)
el crecimiento del blog del CEAS.
Vistas
Los medios sociales del CEAS, en especial Facebook, creció de forma considerable
para consolidar a la página de Facebook del CEAS en el tercer sitio de las páginas de
instituciones que conforman el World Council of Anthropological Associations
(WCAA) y en México es la que tiene más inscritos con relación a otras instituciones
relacionadas con las ciencias antropológicas. La siguiente tabla da una idea de cómo
ha sido el movimiento de personas inscritas a diferentes páginas de Facebook y sólo
se incluyen las que tienen más de 20,000 seguidores o inscritos.
142
Fecha de
Seguidores
Seguidores
Seguidores
Seguidores
Asociación/
la Página
en
en
en
en
Institución
en
Facebook
Facebook
Facebook
Facebook
Facebook
2013a
2014b
2015c
2016d
American
Anthropological
Association
(AAA)*
Associação
Brasileira de
Antropologia
(ABA)*
Colegio de
Etnólogos y
Antropólogos
Sociales (CEAS)*
Escuela Nacional
de Antropología e
Historia (ENAHINAH)
11 de
mayo de
7,686
37,885
66,383
74,892
8,275
28,041
48,298
63,948
3,978
9,266
17,817
34,278
8,987
15,274
26,522
33,793
782
16,912
20,885
21,812
2010
24 de
junio de
2011
12 de
junio de
2009
18 de
junio de
2013
Instituto de
Investigaciones
8 de abril
Antropológicas
de 2011
(IIA-UNAM)
a
Información del 16 de marzo de 2013.
b
Información del 29 de noviembre de 2014.
c
Información del 26 de febrero de 2016.
d
Información del 1º de febrero de 2017.
* Miembro del World Council of Anthropological Associations.
143
En el siguiente gráfico se puede ver el crecimiento de la página en Facebook del
CEAS desde el 22 de febrero de 2014 hasta el 30 de abril de 2017. El crecimiento
abrupto, como el de abril de 2015 o el de febrero de 2017, se debe a que la página
del CEAS agregó a los usuarios de otras páginas que el CEAS administraba en
Facebook.
45,000
40,000
35,000
30,000
25,000
20,000
15,000
10,000
0
2/22/14
3/22/14
4/22/14
5/22/14
6/22/14
7/22/14
8/22/14
9/22/14
10/22/14
11/22/14
12/22/14
1/22/15
2/22/15
3/22/15
4/22/15
5/22/15
6/22/15
7/22/15
8/22/15
9/22/15
10/22/15
11/22/15
12/22/15
1/22/16
2/22/16
3/22/16
4/22/16
5/22/16
6/22/16
7/22/16
8/22/16
9/22/16
10/22/16
11/22/16
12/22/16
1/22/17
2/22/17
3/22/17
5,000
Seguidores de la Página del CEAS en Facebook
Anthropology Day
El CEAS participó en el “Anthropology Day” que organiza la American
Anthropological Association (AAA) cuyo objetivo es visibilizar a las ciencias
antropológicas (docencia, investigación, difusión) un día en particular, que en el
2017 fue el 16 de febrero. Aunque el CEAS participa en medios sociales publicando
con el hashtag (etiqueta) #AnthroDay, a diferencia de la convocatoria de 2016 en la
que sólo se hizo referencia a los boletines y publicaciones del CEAS, este año el
CEAS publicó en su blog y difundió en sus medios sociales seis ensayos originales de
sus socios.
144
Ensayo #AnthroDay
Vistas en
Compartido en
Impacto en
el blog del
medios sociales
Facebook
CEAS en
(Facebook) desde
(alcance/
febrero
el blog del CEAS
reacciones)
La apuesta por la
“interculturalidad” de Lizeth
275
297 veces
Pérez Cárdenas
La antropología visual y el
cine etnográfico en México
1,129
de Antonio Zirión
Confianza de Larissa Adler
Lomnitz
Más de 1,000
veces
98
31 veces
116
112 veces
170
250 veces
345
279 veces
Entrada crítica a la
antropología e historia de
Andrew Roth Seneff
6,976 personas/
218 reacciones
11,338
personas/ 841
reacciones
1,562 personas/
19 reacciones
2,580 personas/
72 reacciones
Indígenas virtuales. El
activismo digital como nuevo
campo de estudio
5,860 personas/
200 reacciones
de Anuschka van´t Hooft
El modelo de “control”
cultural para el estudio de las
“antropologías segundas”:
una propuesta de Esteban
7,043 personas/
185 reacciones
Krotz
TOTAL
2,133 (en
37,492 personas
el mes de
han visto las
febrero)
publicaciones
145
INFORME FINANCIERO
Las actividades más importantes que emprendió la Tesorería del CEAS fueron las
siguientes.
El CEAS mantiene una relación ordenada con la Secretaría de Hacienda cumpliendo
con todos sus compromisos fiscales como son los informes parciales y anuales de
ingresos y egresos, la expedición de facturas electrónicas y el monitoreo permanente
de su cuenta bancaria para evitar movimientos no usuales. Todo ello gracias a la
contratación del despacho contable Servicios Corporativos Mancar de México, S.A.
de C.V.
En segundo lugar y, en apoyo al gremio, ha podido apoyar la gestión administrativa
para la realización de congresos como el IV COMASE y el funcionamiento de redes
académicas como la Red MIFA.
En ese sentido, anexamos a este informe el resumen general de ingresos y egresos
desde abril de 2016 hasta febrero de 2017.
Los ingresos del periodo reflejan las cuotas de socios CEAS, las cuotas anuales que
las instituciones pagan para ser parte de la Red MIFA, y los aportes institucionales y
por cuotas de asistencia al IV COMASE.
Los egresos directos de CEAS se relacionan con los honorarios al despacho contable,
comisiones bancarias, facturación electrónica, gastos en asambleas y publicación de
desplegado. El mayor egreso de la cuenta bancaria se relaciona con los gastos de
organización del IV COMASE.
INFORME DE TESORERÍA CEAS
CUENTA BANCARIA
CEAS
Saldo anterior
INGRESOS
EGRESOS
472,505.68
552,033.74
SALDO FINAL
366,704.87
abril 2016 – febrero 2017
287,176.81
146