Zuly Usme
(Uniwersytet Warszawski)
EL KITSCH EN LOS MONUMENTOS DE SEMANA SANTA
EN COLOMBIA1
Fecha de recepción: 02.03.2018
Fecha de aceptación: 25.06.2018
Resumen: Se analizaron 27 monumentos eucarísticos del Jueves Santo en iglesias colombianas
desde 2004 a 2017 cada dos años. En estas construcciones se identificó la expresión de la estética
kitsch por medio de un análisis iconográfico de las estructuras simbólicas ancladas
a las superficies visuales de los objetos que se presentan en los monumentos y de los materiales
usados en su construcción. El kitsch religioso no tiene el propósito de suscitar reflexión
intelectual en el público, más bien su fin es emocional, apela al poder y al fervor de la tradición
religiosa que, en el marco del Jueves Santo, lo envuelve todo. El kitsch religioso no tiene
propósitos intelectuales, los objetos están ahí y su presencia es suficiente, es por esto que
los monumentos del Jueves Santo son apreciados por los sentimientos profundos de devoción
que generan en los asistentes. Los monumentos eucarísticos apartan de la realidad tanto
al creyente cotidiano como al practicante eventual y remontan a los episodios que se narran
a través de su carácter palimpsestual y la metonimia emocional y efímera.
Palabras clave: texto cultural, religiosidad popular, estética kitsch, representación cultural,
monumento eucarístico
Title: The Kitsch in Eucharistic Monuments of Holy Week in Colombia
Abstract: In this work, 27 Eucharistic monuments of Holy Thursday erected in churches
of Colombia between 2004 and 2017 every second year have been analyzed. In these constructions
the expression of kitsch aesthetics has been identified through an iconographic analysis
of the symbolic structures embedded in the visual surfaces of the objects placed in the monuments,
as well as in the materials used for their construction. The religious kitsch is not intended to arouse
intellectual reflection in the public, rather its purpose is emotional; it appeals, instead, to the power
and fervor of the religious tradition that, in the context of Holy Thursday, embraces everything. They
separate from the reality both the believer and a potential churchgoer, and they evoke the episodes
narrated thought their palimpsestual character and emotional and ephemeral metonymy.
Key words: cultural text, popular religion, kitsch aesthetic, cultural representation, Eucharistic
monument
1 El siguiente trabajo tiene origen en una ponencia presentada en 2010 en Trujillo, Venezuela,
en el VI Congreso Venezolano Internacional de Semiótica. El documento ha sido revisado y actualizado
con el estudio de monumentos eucarísticos de varias ciudades de Colombia de los años 2012, 2014 y 2017.
Agradezco a Gustavo Gómez, a Javier Pinzón y a sus diferentes contactos por el apoyo fotográfico que me
prestaron y sin el cual no hubiera sido posible la actualización del análisis con los últimos seis años.
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Cualquier evocación de la tradición marca
un intento de forjar una conexión con el pasado.
Gregory P. Grieve y Richard Weiss
INTRODUCCIÓN
Se verá la importancia del análisis de los monumentos eucarísticos, los cuales pueden
considerarse como una clara muestra del arte kitsch, que suscitan la presencia de cientos de espectadores y que, aparentemente podrían parecer de escaso interés científico,
teniendo en cuenta su carácter efímero. Por arte efímero entiéndase toda manifestación
artística fugaz relacionada con celebraciones temporales (cf. Fernández Arenas 1998,
Soto Caba 1993). Se debe tener en cuenta que, como afirma Fernández Arenas, el concepto de arte occidental no se ajusta al arte de otras culturas o, incluso, a momentos
históricos occidentales (1998: 7-9). Este autor realiza una fuerte crítica a quienes tildan
de frívola, moda o adorno toda aquella creatividad artística de carácter efímero o fugaz,
él afirma que el arte no es el resultado final, sino un medio para llegar a la interacción
entre la obra y su receptor o espectador, por tal motivo propone estudiar “el arte como
un todo, donde el artefacto perenne y el efímero se consideren bajo el mismo concepto
de arte” (11). La construcción del monumento eucarístico se puede analizar, y el receptor lo puede sentir, como una obra de arte efímera.
La presencia de estos espectadores exige que la lectura de las obras produzca un efecto
emocional y sentimental intenso (Eco 1984: 82-85; Tatarkiewicz 2001: 63-64). Algunos
elementos estudiados en estas construcciones efímeras son convencionales, ¿se podrían,
acaso, leer como fósiles culturales2? Por ejemplo, tenemos la Comunión, ya sea bajo
una o bajo ambas especies, es decir, el pan o el vino, o las espigas de trigo y las uvas,
que constituyen la forma simbólica del Cuerpo y la Sangre de Cristo; la paloma blanca,
símbolo del Espíritu Santo; el cordero, Cristo como víctima expiatoria; el pez, divinidad de Cristo; y las palmas, símbolo de la victoria. Siempre adornados con flores y velas,
los materiales con que están elaborados los monumentos también hacen parte de su
fugacidad, porque son instalaciones que no están pensadas para durar, sino para impactar, para mover sentimientos en los espectadores (Wittkower 2006). Las imágenes que
proyectan estos monumentos se vuelven mediadoras entre las creencias y conductas
concretas (Freedberg 1992).
2 Sobre este concepto, Celeste Olalquiaga dice que las reminiscencias están centradas en la vida (en su
libro analiza los souvenirs) de manera parecida a los museos de historia natural: en ellos encontramos
fósiles que representan especies cuyos rasgos y hábitos se han de resucitar por medio de la imaginación
de las representaciones presentes. Y es así, dice Olalquiaga, que “el fósil cultural convoca una memoria
inmaculada, regenerándola continuamente en una pureza ahistórica carente de aquellas incómodas distorsiones creadas por el paso del tiempo: la decrepitud y la muerte” (2007: 57-58; cf. también Buck-Morss
1989: 66, 160-161, 211; Xavier 2004: 345).
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EL MONUMENTO EUCARÍSTICO
Una pesada cortina dorada cuelga desde el techo hasta el piso, sobre ella hay un mapa
de Colombia que nos dice “La paz es posible” (Bogotá, 2004)3. El anuncio “Este es mi Hijo
amado, mi Elegido: escuchadle (Lucas 9, 35)” corona la escena de una gruta donde un ciervo
bebe agua tranquilamente; en el altar hay racimos de uva y sobre las gradas cubiertas
con un tapete verde hay varios panes distribuidos ordenadamente (Bogotá, 2006). Una custodia sostenida por dos brazos que salen de un enorme copón soportado al pie por espigas
de trigo, panes y racimos de uvas son observados por un Jesús y un San Francisco de Asís,
bajo un telón que ilustra un arco de medio punto (Bogotá, 2010). Un pez plateado pende
de una red que gira sobre un mar de flores y olas cuidadosamente organizadas; atrás, desde
lo alto del techo, una cortina azul simula el mar (Amalfi, 2012). De lo alto del ábside cae
un cortinaje blanco, lo atraviesan dos angostas cortinas púrpuras, el Sagrario está rodeado
de canastas con pan y uvas acompañadas con espigas de trigo, hay muchos arreglos florales a los lados y abajo, frente al altar (Valledupar, 2014). Frente al Sagrario, una mesa servida con doce platos de pan y uvas, en el puesto central hay un copón, un racimo de uvas
y pan, frente a la mesa en el suelo, muchas velas blancas de todos los tamaños (Bogotá, 2017).
Este estudio nació en Bogotá durante la Semana Santa de 2004, por la costumbre colombiana de visitar los Monumentos Eucarísticos del Jueves Santo. Desde el atardecer hasta
la medianoche se puede ver una asistencia masiva de miles y miles de personas que van
de iglesia a iglesia: ancianos, adultos y jóvenes asisten en masa para observar y admirar
la creatividad de los constructores de monumentos. Algunos asisten desde la tarde a la Liturgia de la Institución de la Eucaristía; otros, menos comprometidos con el rito, se acercan solo para continuar la tradición. Los asistentes hacen largas filas y esperan pacientemente para ingresar por unos minutos y rezar fervientemente frente a la Hostia consagrada.
En los monumentos visitados, la creatividad y el esmero dedicado a una instalación que duraría tan solo un día siempre me llamó la atención, en especial en una época en que no existían los flash mobs4 o Snapchat 5, tampoco los happening o las instalaciones eran populares
en Colombia. Los monumentos eucarísticos, debido a su carácter palimpsestual y metonímico sumado a su perennidad, se convierten en expresión de la peculiar y ambigua interacción entre la fugacidad del sentido y el ejercicio de la memoria en el que consiste todo ritual.
Para entender el objetivo de los monumentos eucarísticos, asociados con el ritual
católico de la Semana Santa, se hace necesario conocer sus orígenes, así como los motivos y temas recurrentes que se verán en los monumentos analizados. Los primeros
monumentos religiosos de la Iglesia cristiana surgen como decoraciones de las tumbas
en el cristianismo temprano. Como se verá en el análisis, los símbolos más empleados
3 En adelante, cuando se requiera, la referencia a los monumentos será por el nombre de ciudad y el año.
Las ciudades fueron: Amalfi (2012), Barrancabermeja (2012), Barranquilla (2014, 2017), Bogotá (2004, 2006,
2010, 2017), Cúcuta (2012), Medellín (2012, 2014, 2017), Valledupar (2014, 2017), Villa de Leyva (2017).
4 El Merriam Webster lo define como “a group of people summoned (as by e-mail or text message) to
a designated location at a specified time to perform an indicated action before dispersing” (Diccionario
Merriam-Webster, s.v. flash mob).
5 Snapchat es una red social de mensajería efímera de fotos y videos (https://www.snapchat.com/).
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para la ornamentación de estos monumentos están basados en tres episodios descritos
por los evangelistas y que están relacionados con la Eucaristía: 1. El milagro de la multiplicación de los panes y los peces en el desierto; 2. El número siete que representa
la totalidad del cristianismo en el Banquete de Galilea después de la resurrección (data
del siglo II); y 3. La conversión del agua en vino en la narración de las bodas de Canná
que surge entre los siglos III y IV (Hassett 1911: §1).
La liturgia del Jueves Santo se divide en tres momentos importantes en la historia de la Iglesia católica: en primer lugar, el Lavatorio de pies, que representa la humildad de Cristo hacia sus discípulos, también conocido como Mandamiento del amor;
en segundo lugar, La última cena, que simboliza dos principios fundamentales: a) se
instaura la Eucaristía, el centro de vida de la Iglesia católica; b) se instituye la Orden
sacerdotal con la frase: “Asimismo, tomó el cáliz después de cenar y dijo: «Esta copa es
la nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en memoria mía.»”
(1Co 11, 246); y, por último, el final de la liturgia a través de la Hora santa, con la que se
recuerda la Oración en el huerto (cf. Leclercq 1911).
Las primeras referencias del monumento del Jueves Santo como espacio para la reserva
del Santísimo datan de la Edad Media, sin embargo, es durante el Barroco cuando cobran
mayor relevancia, ya que a partir del Concilio de Trento (1545-1563) se define la Eucaristía como dogma sacrificial. Son construcciones clasificadas dentro del orden de la arquitectura efímera, cuyas principales características son el uso de materiales de poca duración, livianos y perecederos, y la fácil remoción y adaptabilidad a espacios limitados
(Calvo Ruata y Lozano López 2004: 106). Como se verá en el análisis, esta característica
de los monumentos se sigue manteniendo hoy en día.
Estos monumentos surgen con el objetivo de ser el espacio dedicado para la reserva
del Santísimo, hostia consagrada en la misa de la Cena del Señor. El rito de la traslación
y reposición del Santísimo surgió en el siglo XI y tenía como sentido original “proyectar
la institución del sacramento y concentrar la devoción de los creyentes hasta la conmemoración de la Muerte del Señor” (97). Cuando se refuerza la temática eucarística y se
deja de lado el tema pasionista, los monumentos abandonan la suntuosidad y el dramatismo barrocos y se vuelven más sencillos y menos aparatosos. Tienen la intención
de concentrar su función en la significación litúrgica de la Reserva del Santísimo.
Aunque el término de “arte efímero” está restringido solo a aquellas manifestaciones
artísticas pasajeras o de corta duración asociadas a las celebraciones y momentos festivos, los monumentos de la Semana Santa pueden considerarse dentro de esta clasificación. Estos llevan elementos que pueden conservarse para otras celebraciones, pues
son celebraciones o ritos celebrativos ocasionales que se repiten periódicamente según
el calendario eclesiástico (Fernández Arenas 1998: 10). De esta manera, como Calvo
Ruata y Lozano López también indican, entre los siglos XVII y XVIII, después de terminadas las liturgias de la Semana Santa, el monumento podía quedar instalado en capillas
laterales que eran clausuradas o se cubría con telones hasta el siguiente año, “o bien era
desmantelado y guardado en alguna dependencia parroquial” (2004: 102).
6 De aquí en adelante, todas las referencias bíblicas están extraídas de la Biblia de Jerusalén. Nueva edición (2009), aprobada por el equipo de traductores de la edición española de la Biblia de Jerusalén, 2009.
El kitsch en los monumentos de Semana Santa en Colombia
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LA EVANGELIZACIÓN EN COLOMBIA
El proceso de evangelización en América dependió en forma directa de la Corona, la cual
limitó las órdenes misionales a algunas comunidades (franciscanos, dominicos y jesuitas, entre otros). Este proceso tuvo dos características:
1. El objetivo de la evangelización era doble, por un lado se buscaba difundir el Evangelio, sin embargo, el segundo propósito fue la anexión política de todo territorio
evangelizado a la Corona española. La evangelización se hacía con fines políticos,
de manera que Iglesia y Corona se necesitaban mutuamente porque esta última legislaba, enviaba y sostenía las misiones, las protegía y, además, removía todos los obstáculos que se opusieran a la evangelización.
2. El proceso evangelizador consistió en la ampliación geográfica del dominio español,
proceso que contrastó con su brevedad cronológica, pues Corona e Iglesia se diseminaron por todos los territorios ocupados en la América hispana en solo tres siglos.
(Borges 1992: 429-435, Patiño F. 2002: 116-117)
Nos dice Cordovez Moure que la enseñanza que propuso Fray Bartolomé de las Casas
a los indígenas idólatras después de llegar a La Española era sencilla: “Adorar a Dios,
en espíritu y en verdad”; de este modo fue fácil la tarea para plantar el culto cristiano:
solo se necesitaban cambiar los objetos materiales por dogmas y misterios del catolicismo. Las imágenes del Hombre-Dios y de la Virgen “causaron en los sencillos naturales [los indígenas] el efecto de la luz en quien sale de las tinieblas: los deslumbró, y, como
consecuencia lógica, cayeron en desuso el sinnúmero de tunjos, amuletos e ídolos que
veneraban” (MEN 2009: 16; Cordovez Moure 1945: 63).
En Historia de la iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, Pedro Borges señala que
a lo largo de los tres siglos de presencia de la Colonia en la América española se realizaron movilizaciones populares en Semana Santa (1992: 375). Durante esta semana, miles
de personas, entre ellos indios, negros y mulatos, salían a recorrer las calles de miércoles a viernes7. Borges describe la forma en que se celebraba la Semana Santa en Hispanoamérica en general. El Jueves Santo era celebrado con mucha solemnidad en catedrales e iglesias y en la medida de lo posible la celebración debía ser suntuosa.
El jueves santo y el Corpus Christi se hacían competencia, sobre todo por la procesión del Santísimo al monumento y el gasto grande que se hacía en cera, el mejor
termómetro para medir la popularidad y rango de una fiesta. A toda la gente de América se puede aplicar el juicio del P. Mendieta sobre México: “En el hacer el monumento parece claro que no son como los moriscos de Granada, sino verdaderos cristianos”. (376)
7 Aunque el autor no es claro acerca de si los españoles peninsulares, criollos y mestizos también tomaban parte en estas procesiones, se puede afirmar que en Santafé sí, dada la devoción de los santafereños
de la que habla Dussel (1981) y de la que se hablará más adelante.
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La evangelización en Colombia se inicia en 1519 con el sacerdote dominico Fray Reginaldo Pedraza, a quien le siguieron otros dominicos y también franciscanos (García s.f.:
341). Es durante el siglo XVIII cuando se consolida la vida cristiana que llena de fe sincera tanto la vida privada como la pública en toda América hispana. La Semana Santa
es solemne, y las procesiones, que estaban a cargo de varias cofradías, cobran una vital
importancia. Sobre estas procesiones, fray Alonso de Zamora cuenta que en Santafé
de Bogotá muchas personas las veían y las comparaban con las de otros reinos o ciudades, “las de esta ciudad exceden en cantidad de cera, devoción, silencio y penitencia
a cuantas se hacen en la cristiandad” (apud Dussel 1981: 148).
Durante el siglo XIX, según relata Cordovez Moure en Reminiscencias de Santa Fe
y Bogotá, se mantuvo esta costumbre. Este autor explica que los Jueves Santos constituían
una ocasión para dejarse ver en la calle, visitando los monumentos conmemorativos
de aquel día. Los susodichos monumentos estaban formados con lienzos pintados al temple que representaban templos y cárceles de arquitectura clásica (1945: 87-88). La Iglesia
de San Agustín “se llevaba la palma por las ridiculeces y anacronismos” expuestos. “Todo
santo, ángel o judío, quedaba convertido aquel día en personaje siniestro de la Pasión,
disfrazado tan malamente, que se conocía sin el menor esfuerzo el primitivo carácter
del personaje suplantado” (88).
LA ICONOGRAFÍA
Para el análisis de las superficies visuales presentes en los monumentos de este estudio,
se tienen en cuenta las dos primeras categorías propuestas por Erwin Panofsky en Estudios de iconología (1980):
1. Contenido temático natural o primario, a través de la simple identificación de los aspectos formales. “El mundo de las formas puras, reconocidas así como portadores de significados primarios o naturales, puede ser llamado el mundo de los motivos artísticos.
Una enumeración de estos motivos sería una descripción pre-iconográfica de la obra
de arte” (15). No es solo la descripción de lo que se ve, de lo que los sentidos captan,
también son las relaciones que se forman cuando puede dársele un sentido a esas formas y asociarlas con la significación de la celebración, lo que cuentan las escrituras.
2. Contenido secundario o convencional, que consiste en la identificación de los motivos
y los temas. A través del contenido secundario se comprenden los valores culturales
aprehendidos y así se interpretan los símbolos y las alegorías. Se pasa de lo sensible
a lo inteligible.
La identificación de tales imágenes, historias y alegorías constituye el campo de la Iconografía, en sentido estricto. De hecho, cuando hablamos vagamente de “contenido
temático como opuesto a forma” nos referimos principalmente a la esfera del contenido secundario o convencional, es decir, el mundo de los temas o conceptos específicos se manifiesta a través de imágenes, historias y alegorías, por oposición a la esfera
del contenido primario o natural que se manifiesta en motivos artísticos. (16-17)
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3. Significado intrínseco o contenido:
Le es esencial mientras que las otras dos clases de significado, la primaria o natural
y la secundaria o convencional pertenecen al dominio del fenómeno. Se podría definir
como un principio unificador que sustenta y explica a la vez la manifestación visible
y su significado inteligible, y determina incluso la forma en que el hecho visible toma
forma. (15)
En relación con el significado intrínseco, dado que este análisis es esencialmente iconográfico y se centra en las composiciones visuales, el estudio iconológico de la esfera
de las voliciones no entra dentro del dominio de esta exploración. Sin embargo, un análisis de este tipo podría ser motivador de un futuro estudio. Con todo, cabe anotar que
las personas que visitan los monumentos eucarísticos pueden pertenecer a toda clase
de registros sociales y económicos.
EL KITSCH
A partir de las dos categorías enunciadas anteriormente, la de contenido primario y la de contenido convencional, propuestas por Panofsky (1980), se inició el análisis iconográfico de los monumentos seleccionados. Estas categorías están articuladas
con la expresión de la estética kitsch8, palabra alemana que enuncia una tendencia intrascendente, pues no es arte, pero tampoco es no-arte. El kitsch es un estadio intermedio
basado en la superposición de colores y objetos unitarios que en su conjunto logran
un efecto estético definido. El término kitsch lleva anclada la categoría de masa, un grupo
social humano: cuando la fábrica vence al manufacturero, se estandariza la producción
y se tipifica al consumidor (Maravall 2002: 188-193).
Dorfles hace la siguiente revisión etimológica del término:
Ciertos autores declaran que la palabra se deriva del inglés sketch mientras que otros
la atribuyen al verbo alemán etwas verkitschen (falsificar de forma barata). Giesz
lo atribuye a kitschen, que significa den Strassen-schlamm zusammenscharren, literalmente “recolectar basura de la calle”, la cual, en efecto, es la interpretación más
8 “Empleada en su sentido actual, la palabra kitsch aparece en Munich hacia 1870; es una palabra muy
familiar para el alemán del sur: kitschen: chapucear, y en particular hacer muebles nuevos con muebles
viejos, es una expresión corriente; verkitschen: hacer una cosa por otra, vender algo en lugar de lo que
había sido pedido exactamente. Existe aquí un pensamiento ético subalterno, una negación de lo auténtico.
El kitsch es la pacotilla (Duden); es una creación artística debida a la venta de los productos en una sociedad burguesa cuyos comercios son, junto con las estaciones, sus verdaderos templos. Está unido al arte por
una suerte de antítesis permanente. A toda manifestación de arte corresponde su kitsch; «kitsch» es tanto
adjetivo calificativo como nombre de concepto. El kitsch es el anti-arte, en lo que el arte implica de trascendencia y de desalienación. Es la instalación del hombre en el mundo del arte, la esterilización de lo subversivo” (Moles 1974: 153).
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cercana al concepto de basura artística y podría estar conectada con el término arte
basura. El último término ha sido usado por escritores ingleses y estadounidenses
para cierto tipo de arte que hace uso de basura sacada físicamente del basurero.
(1975: 4, apud Indych 2001: 77, la traducción es mía; cf. también Olalquiaga 2007: 34)
Para Olalquiaga, el kitsch mide su valor a partir de lo sentimental y de la ofrenda; “esta
riqueza simbólica explica la apariencia artificial de los altares y esa sensación de «reino
mágico» que evocan” (1993: 66; cf. también Eco 1984: 82-86). De esta manera, la manufactura de los monumentos eucarísticos responde, por un lado, a su duración –que no va
más allá de un día–; y, por otro lado, deben ser lo suficientemente claros y legibles para
poder transmitir los significados simbólicos que representan, ya que:
En cierto contexto [el] kitsch se refiere a un deseo sentimental para tranquilizar
las emociones, reprimiendo o posponiendo la necesidad de confrontar la realidad.
Además, busca tener un efecto sentimental con la intención de convencer a los otros
de comprar un producto, apelando directamente a las emociones por encima
de la razón. (Vásquez Valdez 1999: 17)
El kitsch se basa en la distorsión de lo representado, en la hibridación del objeto y descontextualización del entorno textual; para el kitsch religioso lo que importa es el efecto
que produce a través del símbolo que representa, es una estética profana donde se reemplaza lo puro por lo impuro. El simulacro será la base de la representación, lo que se
observa en el uso de materiales que imitan, que parecen, que simulan, que disfrazan:
Así como la noción de “verdad” requiere de “falsedad”, la misma noción de “gusto”
en arte requiere de la existencia del “mal gusto” y, consecuentemente, de mal arte.
Pero el mal arte, así como la falsedad, viene en muchas variedades y es sujeto de diferentes clases de objeciones. (Solomon 1991: 1, la traducción es mía)
Dziemidok observa que el kitsch no expresa experiencias, aunque intenta reproducirlas de alguna manera (2001: 22). En Moles, encontramos que el kitsch cumple cinco
principios: la inadecuación, relacionada con la desviación de la finalidad, dislocación
de la función que debe desempeñar el objeto; la acumulación, el amontonamiento,
el desbordamiento de las fuentes de sensibilidad; la percepción sinestésica, relacionada
con la acumulación, por la explosión de los canales sensoriales, ya sea de forma simultánea o de forma yuxtapuesta; la mediocridad, pues el kitsch se opone a la vanguardia
y se convierte en arte de masas. Por su mediocridad, los objetos son aceptados en su falsa
autenticidad a través de la sonrisa del consumidor. Finalmente, el confort, es decir, se
trata de un tipo de artefactos que se aceptan sin conflicto ya que no interfieren en las pautas de lo esperado, de lo ya conocido, de lo familiar; son de altura a la medida, del tenerlo
a la mano, de una exigencia a término medio (1974: 71-76). El kitsch religioso no tiene
propósitos intelectuales, no explica, no sustenta; debe su fuerza a la riqueza simbólica;
los objetos están ahí y su presencia es suficiente; el creyente adora y reza, pone su fe
en los objetos expuestos y los acepta como representación de lo que cree. Mientras más
El kitsch en los monumentos de Semana Santa en Colombia
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grandes sean los objetos que conforman el monumento, más esplendor y mayor efecto
creará sobre el creyente. Para Celeste Olalquiaga:
Lo más importante aquí es que el apego de los creyentes se encuentra directamente
relacionado con el significado devoto de la iconografía. Para los aficionados, en cambio, este significado es secundario: lo que importa no es lo que las imágenes representan sino los sentimientos intensos (esperanza, miedo, temor reverente) que estas
inspiran. (1993: 72)
Los monumentos del Jueves Santo son, entonces, apreciados por los sentimientos profundos de devoción que generan en los asistentes gracias a la puesta en escena de lo que
representan. Apartan de la realidad tanto al creyente cotidiano como al practicante eventual y lo remontan a los episodios narrados a través de una metonimia emocional y efímera (Kövecses 2004: 5-6). Para Fernández Arenas, en principio todo arte es efímero,
y deja de ser arte cuando se consume o pierde la función que cumplía. Lo que queda
en los museos son restos de una “manifestación artística, objetos culturales e históricos
o mercancías culturales, descontextualizadas y disfuncionalizadas” (1998: 10).
En consecuencia, el trampantojo, la ilusión visual, la fantasía, el capricho, el efectismo
y la apariencia van a ser rasgos inherentes a estas construcciones, que de esta forma
ven además enmascarada su pobre configuración material, la cual respondía habitualmente a criterios de economía. (Calvo Ruata y Lozano López 2004: 103)9
EL ANÁLISIS
Los primeros once monumentos analizados fueron erigidos en diferentes iglesias del centro de la ciudad de Bogotá, Colombia, en la Semana Santa de los años 2004, 2006, 2010;
en los años 2012, 2014 y 201710 se extendió el análisis a otras ciudades de Colombia.
De esta forma, se estudiaron 27 monumentos en total, 13 de ellos en Bogotá; los 14 restantes estaban en ciudades como Medellín, Villa de Leyva, Valledupar y otras ciudades
de Colombia. Se debe tener en cuenta que el análisis no se lleva a cabo en una periodicidad
cronológica ni espacial, sino que se realiza de acuerdo a los contenidos primario y secundario, de la mayor a la menor presencia de elementos encontrados.
La duración del monumento está marcada por la vigilia de la Reserva del Santísimo
con el inicio de la Hora Santa, desde la caída del sol hasta altas horas de la noche. Al día
19 Sobre este tema en el arte efímero, cf. también Soto Caba (1993: 142).
10 Entre 2004 y 2010 la autora hizo un seguimiento bianual de fotografía analógica a los monumentos
eucarísticos. El año 2008 no se analiza debido a que se dañaron los rollos fotográficos que sustentaban
las imágenes y no se pudieron revelar. Desde 2012 la autora no vive en Colombia, de modo que las fotografías fueron tomadas por dos colaboradores: Javier Pinzón, en Bogotá, y Gustavo Gómez, en Bucaramanga.
Este último se puso en contacto con otras personas que se encargaron de sacar algunas fotografías en diferentes ciudades del país. En 2016 no se hizo seguimiento, por esta razón se analizó el 2017.
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siguiente se despoja el espacio que ocupó y se da paso a la construcción del Santo Sepulcro. En estos decorados hay una profusión de temas y motivos que representan, recuerdan
o evocan pasajes bíblicos. Se construyen por medio de accesorios y agregados auxiliares
que son el resultado de la creatividad y de la disposición económica que se tiene para la elaboración de estas decoraciones. En mi opinión, los motivos que se repiten cada año pueden ser considerados como fósiles culturales, es decir, aquellos que son vistos como formas
de pensamiento que se han sedimentado en la cultura y que no han cambiado por largo
tiempo (cf. Harris 2002: 1); estas formas se han anquilosado en el pensamiento popular religioso y por eso producen el efecto deseado por la iglesia en quienes visitan los monumentos.
Contenido primario o aspectos formales
Como objetivo principal, los monumentos buscan crear un efecto escenográfico
en los creyentes y visitantes. Se ubican en el altar mayor de la nave central o en las naves
laterales, por lo general en la capilla donde se guarda el Santísimo, hostia consagrada que
se expone para la devoción. Con un entramado espectacularizante, se logra un efecto
de impacto que genera distanciamiento entre el observador y lo observado, esto es debido
a la grandiosidad del monumento. En virtud a la adaptabilidad de este tipo de arquitectura, los soportes que sustentan las escenografías del monumento que se busca erigir son
el resultado de la recursividad de los constructores para usar y acoplar los altares que ya
existen y están en el lugar escogido para ello. En aquel espacio se recurre al uso de abundantes materiales y objetos que darán vida a la construcción y que se superponen unos
sobre otros para dar la sensación de profusión e infinitud del sitio ocupado.
Hay tres elementos que se destacan porque forman la escenografía del monumento:
casi la totalidad de los monumentos analizados tienen enormes y largos cortinajes que
ofrecen un respaldo, van desde el techo hasta el piso y principalmente están hechos
con telas pesadas. En contadas ocasiones son velos que traslucen o dejan ver algo del verdadero fondo. Estos elementos se transforman en telones que separan la cotidianidad
del rito de la fugacidad del monumento eucarístico, además de convertirse en lienzos que soportan los mensajes que los constructores quieren transmitir. La separación
de lo cotidiano ayuda a transformar el fervor ordinario en un fervor trascendente, como
una especie de extensión de la pasión de Cristo. Blanco y rojo escarlata o rojo púrpura
son los colores predominantes: el blanco representa la luz creada por la suma de todos
los colores, también es expresión de vida, pureza y trascendencia; el rojo es la sangre
de Cristo, su amor y sacrificio hasta la muerte, es el color del poder humano, es principalmente terrenal; y el púrpura es el color imperial, representa el poder divino de Cristo,
que se extiende a la Virgen Madre (Jiménez Sanz OAR, s.f.: §27, §29-30).
El siguiente elemento sobresaliente es el abundante uso de arreglos florales: la acumulación, al igual que ocurrió en el manierismo y el rococó (Moles 1990: 73-74). Por lo general, son realizados de manera especial para la celebración. Azucenas, crisantemos, lirios,
rosas, anturios, claveles, aves del paraíso, heliconias, palmas y helechos son las especies
más utilizadas. Los diseños pueden ser en abanico, circulares, triangulares, horizontales y en cascada. Usualmente, aparecen ordenadas a lado y lado del altar, o en la escena
principal, también en la base del monumento. Ayudan a abarrotar los enormes espa-
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cios y a crear sensación de abundancia. Otro recurso empleado es el uso de flores como
tapiz: flores blancas hacen de fondo mientras flores de color violeta van entretejiendo
el símbolo de Ictus, el pez, y al interior de la imagen se inscribe “JESUS” con flores rojas
(Bogotá, 2006). Entre todos los monumentos analizados hay uno que es bastante frugal
en cuanto a los adornos florales, puesto que solo cuenta con una fila de flores en la parte
alta del retablo, ensamblado en la pared (Barrancabermeja, 2012; cf. Fig. 1).
Fig. 1 Barrancabermeja, 2012. Fuente: archivo personal de la autora.
El tercer elemento son las luminarias: de combustión (cirios, velas, velones) y eléctricas. Su uso permite centrar y resaltar los elementos más importantes de la construcción. Rodean el altar, bordean el Sagrario, entronizan el camino hacia el altar, o sirven
de alfombra. Junto con las flores, estas luminarias dimensionan el espacio con respecto
a la altura y profundidad, pues van conformando capas y niveles que permiten diferentes
lecturas del espacio. Por lo general, los cirios y velas son blancos, aunque también se pueden encontrar de colores, en este caso aquellas cubiertas con papel celofán. Los tamaños
pueden variar: desde largos y delgados hasta cortos y gruesos. Las luminarias aparecen agrupadas y conforman una gran masa luminosa al pie del monumento o pequeños grupos a cada lado del altar. Pueden estar sustentadas por candelabros, individuales
o con brazos, o bien reposar directamente sobre el altar, las mesas o el suelo. En el caso
de las luces eléctricas, estas han sido dirigidas hacia el centro del altar; ya sean cenitales,
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en picado o contrapicado, siempre iluminan el lugar donde reposa el Arca. Pueden aparecer llenando el espacio total desde atrás del altar, a modo de fondo, en este caso la luz
de color es el recurso empleado para generar la sensación de contenido. Además de la luz
blanca, se observó luz verde (Cúcuta, 2012) y luz violeta y azul en tres de los monumentos (Medellín, 2012 y 2014; Valledupar, 2017; cf. Fig. 2).
Fig. 2 Villa de Leyva, 2017. Fuente: archivo personal de la autora.
Hasta aquí, se tienen tres elementos básicos que conforman la escenografía: los telones y las luminarias más el marco que lo rodea, las flores. En relación con las flores, debido a la cantidad de estas en conjunto con velas o velones en los monumentos, se observa que estos dos elementos se instalan dentro del principio de acumulación
del kitsch (Moles 1990: 73).
Ahora se revisarán los componentes de la escena principal. El primer elemento recurrente en todos los monumentos son los panes y las espigas de trigo, que recuerdan
la Última Cena, cuando Jesús consagró pan y lo repartió entre sus discípulos (Goggin
2012). Los panes pueden ser largos y grandes o medianos y redondos. Había uno horneado en forma de cordero (Bogotá, 2006). En la mayoría de ocasiones, están adornados
con espigas de trigo, que casi siempre están clavadas en el pan, ya sea de manera individual o conformando ases de espigas. Pueden estar rodeando la base del Sagrario o sobre
el altar, a manera de servicio listo para comer. En el caso de las espigas, también pueden estar representadas por medio de dibujos o imágenes, por lo común con materiales
dorados. En uno de los monumentos analizados hay jarrones y cuencos llenos de granos de trigo (Bogotá, 2017; cf. Fig. 3).
En segundo lugar, las uvas y el vino aparecen unidos a los panes, de este modo se rememora la última cena de Jesús y los apóstoles. Las uvas utilizadas son verdes o rojas y de gran
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Fig. 3
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Bogotá, 2017. Fuente: archivo personal de la autora.
tamaño. El vino siempre aparece servido en copas o representado a través de estas. Aunque
es muy frecuente que aparezcan racimos de uva junto con los panes, en algunas ocasiones
los panes están ausentes de la escena, de esta manera se da paso solo a la temática del vino
y las uvas. Uno de los monumentos está adornado con canastas de pan y racimos de uva
esparcidos sobre el altar, además de arreglos florales. Hay dos monumentos que tienen
instalada una mesa, cada una con doce platos de barro (Medellín, 2014 y 2017). En la mesa
de uno de estos monumentos, cada plato tiene un racimo de uvas y pan ácimo o sin levadura (Medellín, 2014; cf. Fig. 4); el segundo monumento se decoró con cuencos de barro
que tienen pan y vasos para el vino, también hechos de barro (Bogotá, 2017).
Otro motivo que solo apareció en cuatro monumentos es el de los peces: uno
de los monumentos consistía en un pez gigante que estaba envuelto en una red y circulaba sobre olas del mar y flores (Amalfi, 2012; cf. Fig. 5). Para Moles, la mediocridad es
un principio del kitsch que permite la aparición de esta manifestación, la mediocridad
permite la sonrisa condescendiente del espectador que juzga y aprueba (1990: 76). Hubo
otro monumento que estaba recubierto por flores y en su entramado estaba el símbolo
de ICTUS y en su interior decía JESUS (Bogotá, 2006). Hassett indica que los peces eran
uno de los motivos más empleados en el arte de los primeros cristianos:
El símbolo como tal pudo haber sido sugerido por la milagrosa multiplicación de los panes
y peces o por la comida de los siete discípulos a orillas del Mar de Galilea (Jn. 21,9), luego
de la Resurrección; pero su popularidad entre los cristianos se debió principalmente,
al parecer, al famoso acróstico compuesto por las letras iniciales de cinco palabras griegas que forman la palabra pez (Ichthys), palabras que describen breve pero claramente
el carácter de Jesucristo y su pretensión a la adoración de los creyentes: Iesous Christos
Theou Yios Soter, es decir, Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador. (1909: §2)
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Fig. 4 Medellín, 2014. Fuente: archivo personal de la autora.
Fig. 5 Amalfi, 2012. Fuente: archivo personal de la autora.
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Hay solo dos monumentos en los que el tema principal es el agua, y el decorado de estos
se puede considerar como un magnífico ejemplo de recursividad y estética kitsch. En uno
se tiene un escenario ubicado al lado del altar, en él hay una fuente de agua enmarcada
dentro de una estructura muy elaborada que representa una gruta en donde brota agua,
y en el que hay un ciervo abrevando al pie del altar (Bogotá, 2006). El segundo monumento
reproduce lo alto de una montaña (Cúcuta, 2012), en donde se ubicó la custodia que está
rodeada de una cortina de agua que cae a un pequeño pozo. Este pocito surte de agua
a un río que baja a través de lo que podría ser una quebrada o un manantial. Cada lado
de la montaña, desde lo alto y hasta la mitad, se ilumina con luces verdes y se ven plantas verdes; a partir de la zona media, empieza a crearse un desierto, el color predominante
ahora es marrón, hay menos plantas. El agua baja por un lado del desierto, es verde y hay
plantas a su paso, llega a un enorme pozo azul instalado al frente de la montaña. Estos dos
monumentos son dos de los decorados más abigarrados dentro del grupo que se analizó.
Un componente importante en los monumentos son las frases que los acompañan; pueden ser fragmentos extraídos de los evangelios o de oraciones cristianas: “Este es mi Hijo
amado, mi Elegido: escuchadle (Lucas 9, 35)” y “Vengan a mí” (Bogotá, 2010). También
apareció la inscripción del nombre de Jesús. La primera frase que se ha mencionado se
encuentra en un pendón que cuelga al fondo, sobre el altar; la segunda aparece en letras
separadas que están hechas en poliestireno, estas letras están pegadas una por una sobre
los velos que cubren el altar mayor. En otro monumento se puede leer: “Este es el sacramento de nuestra FE” (Bogotá, 2004), inscripción que aparece arriba de un copón y una
hostia que lo acompaña. También se puede leer “Yo Soy el Buen Pastor y doy mi Vida por
Ustedes”, y en el medio del pendón vemos a Jesús llevando un cordero en sus hombros
(Bogotá, 2010; cf. Fig. 6). Los dos monumentos están compuestos por un pendón que cuelga
sobre una cortina roja de fondo. Otro monumento lo abre la frase: “Pasión de Cristo, conforta las víctimas” (Bogotá, 2017); este monumento tiene, frente al altar, una mesilla que
soporta unos clavos de madera y una corona de espinas. Este último se acompaña, además, con muchas fotografías en blanco y negro que representan a las víctimas del conflicto
armado que ha sufrido Colombia durante más de 50 años.
En los 27 monumentos analizados, se encontraron diez textos cortos que se leían en pendones o bien eran letras perfiladas hechas en poliestireno: cuatro de ellos eran versículos
tomados del Nuevo Testamento: tres de los evangelios11 y una de Hechos de los Apóstoles.
Otras fuentes que se encontraron fueron el Libro Ordinario de la Misa12, palabras del papa
Francisco para la cuaresma y Campaña de la Arquidiócesis de Bogotá de 2017 (Arquidiócesis de Bogotá, en línea). La mayoría son textos copulativos, el verbo más empleado fue
ser con función de atributo. Aparecen resaltadas con mayúsculas las palabras JESUS (sin
tilde; Bogotá, 2006), FE, y CRISTO; el uso de las mayúsculas en FE y CRISTO tiene valor
enfático (Barranquilla, 2017) y solo uno de los textos aparece en mayúsculas por completo,
“CONVERSION/ DISCIPULO” (sin tildes; Barranquilla, 2014). Estas palabras se catalogan
entre las denominadas poderosas palabras en términos de Northrop Frye, cuando habla
de la Biblia como un gran código lingüístico (apud Blanch 2001: 16).
11 Los textos de los monumentos corresponden a Mateo 11:28, Lucas 9:35, y Juan 10:11.
12 Misal Romano, Liturgia de la Eucaristía, Plegaria II del Libro Ordinario de la Misa.
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Fig. 6 Bogotá, 2010. Fuente: archivo personal de la autora.
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El dorado, el blanco y el rojo escarlata o rojo púrpura son los colores más utilizados
en todos los monumentos. Los floreros pueden ser multicolores. En uno de los decorados se encontró el violeta como color de fondo (Bogotá, 2010), pero sin disminuir importancia al tema eucarístico.
Dos elementos que complementan todos los decorados son el olor a incienso y el sonido.
El fuerte olor a incienso al interior de las iglesias golpea al visitante a la entrada y le indica
que ha entrado a otro espacio: el olor lo separa del espacio profano, la calle, y lo sumerge
en el espacio sagrado, la iglesia. Mientras que los sonidos se componen tanto del murmullo de los fieles elevando sus oraciones y sus plegarias al Santísimo Sacramento,
como de la sordina de los curiosos visitantes esporádicos y efímeros, tan efímeros como
los monumentos que visitan.
Finalmente, un elemento sorprendente, y que solo aparece en uno de los monumentos,
es la presencia de dos soldados en trajes de gala que vigilan la custodia con la hostia consagrada. La percepción del espectador que visita el monumento se eleva gracias a la presencia de estos personajes, que aumentan así la solemnidad del objeto que protegen. El efecto
producido por el simulacro del valor del cordero custodiado por la presencia de los militares incrementa la importancia del objeto (Bogotá, 2006; cf. Fig. 7).
Fig. 7 Bogotá, 2006. Fuente: archivo personal de la autora.
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Contenido secundario o aspectos convencionales
En general, los monumentos del Jueves Santo buscan resaltar el motivo principal
de la celebración litúrgica: la Eucaristía. Queda de lado el tema pasionista que es celebrado con el Santo Sepulcro al día siguiente, el Viernes Santo. La Última Cena es el motivo
principal en varios de los decorados, se expresa a través de los panes, los racimos de uva
y las copas de vino. El trigo y el pan se convierten en los símbolos eucarísticos por excelencia, pues se recuerda que, como Cristo: 1. En el proceso de molienda, el trigo sufrirá
el rigor de la crucifixión y la tortura; 2. Descenderá a los infiernos (el horno) donde arderá
para resucitar luego de entre los muertos, es decir, el trigo en el horno se transformará
en pan, pan de vida y pan de salvación:
(2) Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor;
(3) que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María
Virgen,
(4) padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado;
(5) descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos (la cursiva es
mía);
(6) subió a los cielos, está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso. (Credo
Romano actual en Thurston 1907: tabla 2)
En cuanto a las uvas, se pueden relacionar directamente con el vino. Nótese que
las uvas, para convertirse en vino, también deben pasar por un proceso de tortura como
le ocurre al trigo para volverse pan, sin embargo, este motivo no se lo tiene en cuenta. Por
el contrario, las uvas y el vino representan la incorporación, lo que es tomado e incorporado de modo que se forma un todo, esto es la presencia real, en palabras de Pohle (1909b),
que se entiende como la conversión del vino natural en la sangre de Cristo.
Asimismo, se encuentran varias alusiones a Dios. Estas alusiones se podría decir que
son: 1. “Dios como fuente de agua viva” (e.g. gruta con fuente de agua) que representa
el fluir del agua y la sangre de su costado cuando fue herido por el soldado romano
en la Cruz con una lanza; 2. “Dios amor” (e.g. los corazones), así se separa al Dios castigador del Antiguo Testamento del Dios representado por Cristo, quien predicará el Mandamiento del amor, Nuevo Testamento. Como observa Pohle, “Cristo mismo designó
la idea de la Comunión como una unión de amor” (1909a: §12); 3. “Dios como cordero”, con el pan en forma de cordero; 4. también se encontró la exaltación de Cristo
a través de los resplandores, de los brillos, del uso de materiales que aparentan nobleza
(la escarcha dorada, los telones y las cintas en raso, objetos dorados como los candelabros y las arcas, algunos manteles con bordes dorados). En el medallón con la imagen
de una paloma (que representa al Espíritu Santo), la sensación de exaltación se busca
con el uso de los materiales utilizados, la escarcha dorada y su inmenso tamaño generan la sensación de grandiosidad, de glorificación del poder de Cristo y su redención.
En la Iglesia cristiana la paloma13 está relacionada con el espíritu, la primera mención
13 Para un análisis sobre el significado de la paloma en el cristianismo, cf. Gero (1976) y Alexander (1950).
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aparece en el libro del Génesis, cuando al anochecer una paloma con una rama de olivo
en el pico se acercó a Noé para cominicarle que había tierra cerca.
También la representación de Ictus (el pez) como símbolo de Cristo fue bastante utilizada. Al parecer, la primera mención del pez fue hecha por Clemente de Alejandría,
quien, sin dar ninguna explicación, recomendaba tener sellos grabados con peces, además de la paloma (Hassett 1909: §1). De esto se puede inferir que tal explicación hubiera
sido innecesaria en su momento.
Cabe mencionar especialmente un monumento (Bogotá, 2010) que tiene como elemento principal el corazón. Son ocho formas de corazón hechas en papel rojo y pegadas
sobre un mantel blanco que cae desde lo alto del altar donde está el Sagrario. Siete corazones están dispuestos en forma circular alrededor de uno que está en el centro. Sobre su
significado, se puede hacer una conjetura, y es que estos corazones representan la devoción al Sagrado Corazón de Jesús (Bainvel 1910), de modo que los corazones hacen referencia directa al amor de Jesús por su pueblo, por quien fue crucificado.
CONCLUSIÓN
Del análisis se puede considerar que lo kitsch de los monumentos religiosos está categorizado de la siguiente manera:
1. Una tricotomía de lo kitsch que está conformada por: a) distorsión de lo representado; b) hibridación del objeto; y, c) descontextualización del entorno textual, esta última
se puede representar por medio del “simulacro”.
2. Una tricotomía de rasgos diferenciales de los monumentos: a) las superficies
de representación, es decir, los lienzos, que están conformados por los cortinajes y velos;
b) los arreglos florales tanto en su dimensión ornamental (los diseños decorativos), como
en su funcionamiento figurativo (tapiz); y, c) las luminarias, que a su vez cumplen una
triple función: de fondo, de focalización y de creación de atmósfera, es decir se enmarcan dentro de la lógica de visibilidad y difuminación (lo que se exalta por la iluminación, y lo que resta, la penumbra).
3. El programa narrativo del kitsch caracterizado por dos motivos recurrentes de los monumentos: panes/espigas de trigo y uvas/vino, además del motivo esporádico agua/peces.
4. Los modalizadores temáticos de la escena de la eucaristía, que constituye el núcleo,
dados por los anclajes semánticos o frases de texto.
5. Características texto-discursivas de los monumentos religiosos: a) metonimias
emocionales; b) representaciones textuales reconocibles o palimpsestos14 temáticos –
referentes argumentativo-religiosos–, formales –disposiciones iconográficas– y materiales –los soportes tangibles de la representación–.
De este modo, se puede decir que la tricotomía de lo kitsch del primer punto se resuelve
en las figuraciones textuales del quinto punto, y todo esto definido desde las categorías
de Panofsky de lectura pre-iconográfica y la interpretación iconográfica del arte.
14 Sobre el tema de palimpsestos, cf. Thomas de Quincey (1845) y Gerard Genette (1989).
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A través del análisis iconográfico se puede observar el efecto producido por la estética kitsch como un elemento esencial en los monumentos religiosos, donde se evidencia
que el impacto emocional se yuxtapone al impacto intelectual. Por otro lado, las causas
o razones que fundamentan los decorados del Jueves Santo son, en parte, desconocidas por los espectadores, y en su mayoría son legibles para los que manejan los contenidos secundarios o convencionales, es decir, comparten los códigos iconográficos
que contienen las retóricas visuales expuestas, las historias detrás de cada símbolo. Sin
embargo, estas narraciones proveen del material que da forma a las metonimias emocionales a las que nos referimos: los espectadores conocen una parte, y esa parte es
la que provee el acceso mental a la totalidad del concepto tradicional (Kövecses y Radden
1998: 40). Hay una preponderancia de la espectacularización y de lo sensorial frente
a la función pedagógica, dada por el carácter palimpsestual y metonímico del monumento que le permite trabajar como manual de temas y motivos necesarios para el conocimiento de las narraciones bíblicas.
Esta convencionalización de los motivos que forman el decorado de los monumentos se puede leer como la instauración de fósiles culturales fundamentados en creencias
religiosas que se han cristalizado en la memoria popular. Celeste Olalquiaga explica
que el fósil cultural hace un llamado a una memoria nítida y perfecta que es recuperada
con una pureza ahistórica, de manera que carece de las distorsiones del tiempo. Estas distorsiones son la decrepitud y la muerte del fósil (2007: 57). Mediante el kitsch se permite
reivindicar esta permanencia, gracias a la intensidad del momento vivido. El objeto está
ahí, y es vivido y sentido por el espectador. Si tenemos en cuenta el número de apariciones en los monumentos, se puede decir que estos fósiles son, principalmente, las espigas
de trigo, los panes y las uvas, y en cuanto al vino y los peces, aunque el número de apariciones fue menor, su presencia también fue importante.
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