CartJJgrrifia hisMa de Melilla
CarWgrrifW histórica de Melilla
Antonio Bravo Nieto
1 497 - M e lil la - 1997
CIUDAD AUTÓNOMA DE MELILLA
QUINTO CENTENARIO DE MELILLA, S.A.
Presentación
Existen muchas fórmulas para encontrar el hilo conductor de la historia, pero sin duda la
más bella es la que puede seguirse a través de la imagen, y este libro, que ahora ti enes en
tus ma nos, es un claro intento por conseguirlo.
Trazar la historia de la milenaria ciudad de M eJilla ha sido tarea ya abordada por diferentes profesores y especialistas, pero precisamente faltaba una obra que asumiera definitivamente la importancia que la cartografia ha tenido en su acontecer a través de los tiempos.
El profundo carácter mediterráneo de Melilla ha propiciado a lo largo de los siglos que se
fuera n asentando en ella sus principales culturas y civilizaciones históricas. Este "acercarse"
a sus orillas motivó la necesidad ele precisar su situación geográfica y visualizar la imagen
que la ciudad ofrecía; por esa razón aparece Rusacldir en toda la cartografia históri ca de
importancia desde los griegos, para pasar a ser denominada como Melilla a partir de fines
del siglo IX.
Pero MeJilla entra realmente en la historia visual de la cartogra fía a partir de me~i ado~
del siglo XV I. Fue entonces cuando aparecieron representaciones continuadas de la ciudad,
sobre sus murallas y edificios, trazado urbano y las obras que fueron consolida ndo un verdadero museo ele fortificación. Por esta razón, el objetivo de este libro es ofrecer las más
significativas imágenes de una amplísima serie ele mapas, planos, dibujos, cartas ná uticas,
trazas y grabados que se conservan en los principales archivos históricos sobre la M elilla del
último medio milenio, de la Melilla española cuyo Quinto C entena rio celeb ramos todos los
melillenses en 1997. T odas estas imágenes hacen referencia a la zona antigua de Melilla,
cuyas murallas encierran en su interior un impresionan te musco de historia. Estos " rcfk:jos
en papel" que son los documentos cartográficos que en este libro se ofi·eccn, nos permiten a
los melillenses del siglo xx com prender las circunstancias (a veces adversas) que forja ron
nuestra ciudad. M eJilla representa una sólida realidad histórica que siempre supo salir adela nte en los momentos dificilcs; la ciudad mantuvo una perma nente dialéctica con todas las
fu erzas que pugnaban por oponérsele, y después de varios siglos, esa Melilla histórica que
aquí apa rece reflejada, se ha convertido en nuestros días en un importante C onjunto Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural integrado en el patrimonio español, y, por tanto,
parte integra nte de la historia de Europa y del M ed iterrá neo.
Esa M eJilla generada en los siglos pasados, ha devenido en nuestros días en una joya
internacionalmente reconocida en el mundo de las fortificaciones mediterráneas. Es, por lo
tan to, uno de los principales valores que los melillenses podemos aporta r a la cultura y al
arte que rodea al viej o M are Nostrum; esta imagen se ve agigantada aún más dentro del
contexto de una ciudad eontemporánea abierta a la multiculturalidad y formada por varias
comunidades milenarias que son las herederas directas de siglos de arte y realizaciones
históricas.
Si la trascendencia de una ciudad se mide por las ideas que sus ciudadanos son capaces
de transmitir, no cabe duda de que la M eJilla histórica puede sentirse justamente orgullosa
de custodiar valores universales que nos convierten a todos en sus responsables. Y éste es el
pilar básico que justifica la proyección de M eJilla en el siglo XXI, su aportación a la cultura
y el compromiso de unir a sus cuatro culturas en la defensa de unos valores que pertenecen
ya por igual a todos.
Espero que esta obra que tienes en tus manos, sirva para reimaginar todas las visiones
históricas y los momentos sugerentes que han caracterizado la M elilla de los últimos siglos,
ya que conocer nos ayuda a conservar nuestros valores.
I GNAC IO
V E L ÁZQUEZ
RI VE R A
Presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla
"
EN AQUEL IMPERIO, EL ARTE DE LA CARTOGRAFÍA LOGRÓ T AL P ERFECCIÓN
QUE EL M APA DE UNA SOLA PROVINC IA OCUPABA UNA CIUDAD, y EL MAPA DEL
IMPERIO ToDA UNA PROVINC IA. CoN EL T IEMPo, EsTos MAPAS D Es MESURADos
NO SATISFACIERON Y LOS COLEG IOS DE CARTÓGRAFOS LEVANTARON UN MAPA
DEL I MPERIO, QUE TENÍA EL TAMAÑO DEL I MPERIO Y CO INC IDÍA PUNTUALMENTE
c o N ÉL. MENOS ADICTAS AL E sTuDIO DE LA CARTOGRAFÍA, LAS G ENERACIONEs
SIGUIENTES ENTENDIERON QUE ESE DILATADO MAPA ERA I NÚTIL Y NO SIN
I MPIEDAD LO ENTREGARON A LAS I NCLEMENCIAs DEL SoL Y DE Los I NVIERNos .
EN LOS DESIERT OS DEL ÜESTE PERDURAN DESPEDAZADAS R UINAS DEL MAPA
HABITADAS POR i\NJMALES Y POR MENDI GOS: EN TODO EL P AíS NO HAY
RELIQUIA DE LAS DI SCIPLINAS GEOGRÁFICAS."
( SuÁREZ MIRANDA.
Viajes de varones jJrudentes,
I.IBRO CUARTO,
CAP. x1v. l...ÉRIDA, I658. T ExTo INCLUIDO EN joRGE Lurs B o RGEs,
Historia universal de La infamia,
I 954 ·)
,
Indice
13
Introducción
31
Entre el M edievo y el Renacimiento
43
La Mar Chica y La costa de Me tilla
55
La construcción de una ciudad subterránea
Asedios J' guerras de minas
69
Los inicios del "siglo de oro)) melillense
La primera nútad deL sigLo x VIII
83
La consolidación del Cuarto Recinto
Las.fórtificaciones de MeLiLLa durante La segunda mitad del
97
111
s~gio .\'1'111
Arquitectura Ji obras jJúblicas en lvfelilla durante el reincido
de Los Barbones
La ciudad extramuros
t-'L tenitorio de NfeliLLa antes de 1862
125
UtojJÍa y realidad
Los planes de
d~fensa y
urbanismo deL sigLo
139
El río de Oro
151
Los jJiLares de La ciudad moderna
XIX
MeliLLa )' sus Límites
165
EL interés regional a finaLes deLsiglo
1 79
El crecimiento de una ciudad moderna
XIX
MeüLLa en los últimos cien a!los
195
La otra España A.fticana
Los jmzones de Vélez de la Gomera y de AL/mremas y
Ú1s
islas Chqfarinas
Introducción
Melilla a través de su cartografia histórica
La importancia y el valor estratégico de MeJilla dentro del ámbito mediterráneo durante los
últimos cinco siglos, construyeron una sólida realidad histórica que han hecho de ella un
ámbito privilegiado a nivel nacional para la representación cartográfica ' .
El amplio corpus de planos, mapas, dibujos y grabados que existen sobre esta ciudad
nos permite reconstruir una interesante historia de M eJilla mediante la imagen , pero de la
imagen entendida con un sesgo histórico y cartográfico. Es obvio que los planos so n una de
las principales fuentes docum entales con la que contamos para poder reconstruir la historia,
y sin embargo, en el caso de Mclilla, no se había realizado hasta el momento el esfuerzo de
reunir en una obra sus principales representaciones cartográficas.
Con motivo de la celebración del medio milenio de la reconstrucción de la ciudad , la
sociedad Quinto C entenario ha propiciado la aparición de este li bro, salvando todos los
obstáculos y dificultades que una obra de esta envergadura ha tenido que sortear. La idea,
entroncaba por otra parte con nuestro interés personal por abordar este trabajo, que
requería una investigación previa en los principales archivos hjstóricos nac:;.i.q_nalcs.
Las principales fuentes cartográficas que contienen los fondos más vaiiosos sobre M elilla 2
son el Archivo General de Simancas (i\GS.)3 y los archivos castrenses del Museo Naval,
M adrid (MNm.), Servicio Histórico Militar, Madrid (SHM.)\ Servicio Geográfico del
Ejército, M adrid (SGE)5 y Comandancia de Obras de Mclilla (COml.). Pa ra estos últimos
contamos con la ayuda del Comandante Ge neral de MeJilla, al que queremos agradecer sus
decid idas gestiones que nos faci litaron el acceso a los distintos fondos dependientes del
Ejército de T ierra. Desafortunadamente, y pese a todas las gestiones efectuadas, no pudimos
consultar el fondo de 83 planos históricos que aún perteneciendo a la Coma ndancia de
Obras de MeJilla fueron trasladados en fechas cercanas a dependencias de la Capitanía de
Sevilla .
En principio, determinamos que la obra no fuera tanto un catálogo general de pla nos
(lo que hubi era requerido una recopilación extensiva y cuantitativa de múltiples materiales
cartográficos), como una visión selectiva sobre aquell os documentos visuales m ás destacados
que nos permitieran establecer un recorrido histórico coherente sobre MeJilla.
La selección nos permiti rá hacer un recorrido visual a través ~e 11 8 mapas, p la nos,
cartas náuticas, trazas, proyectos, dibujos y grabados que deben formar parte indispensable
de cualquier análisis o construcción teórica sobre la ciudad.
lnt ro d ucrirí n
13
T al vez la primera y pri ncipal consecuencia de este análisis, sea encontrar una constante
explicativa de la ciudad. M ás allá de cualquier posiciona mien to circunstancial sobre la
reali dad melillense, o de los a nálisis parciales, apasionados y reductores a que la bibliogra fía
tradicional nos ti ene acostumbrados, Melilla es una sólida realidad histórica plasmada en
quinientos atios de realizaciones m ateriales. Y, además, es uno de los ámbitos de estudio
científico más privilegiado con el que se puede encontrar un investigador, ·pues comprende
realidades ta n heterogéneas y situaciones ta n especiales que la origin alidad siempre se viene
a constituir en denominador común de cualquier trabajo sobre ella .
Ligada a los vaivenes de la fluctuante política española sobre las orillas del
lVIediterrá nco, Melilla va a estar ligada estrechamente a las a ltas decisiones del Estado sobre
su funcionalidad estra tégica. En este se ntido, podemos apreciar en su devenir a lo largo de
los siglos el re A~j o de Ja política española, la mayor parte de las veces como pequeña pieza
de este sistema, dando cue nta que la historia se reconstruye a veces a través ele los reflejos
clocumen tales.
No es el momento de enumerar aquí momentos concretos de esplendor y otros ele
problemas y abandono; la misma ciudad pudo al mismo tiempo servir de seguro refugio a
dos sultanes ele Marruecos durante algunos ati os, y estar absolu tamente olvidada durante
otros períodos '"e11 Jos que su població n llegó a sufrir las máximas penurias por escasez de
alimentos. Lo que sí es cierto (haciendo abstracción sobre este medio milenio) es el
, inamovible interés ele la monarquía esp añola por asegurar la conservación y consolidación
de la ciudad ele Melilla en su contexto norteafricano. Los argumentos de los monarcas
hispanos, tanto en los H absburgo como en los Borboncs, estuvieron siempre en la línea ele
buscar razones ele tipo histórico. Así, en el abanico de memorias que acerca del estado ele
Mcl illa solicitaron Fernando VI y Carlos III a diversos ingenieros y militares, se expresaba
tajan temente que en las o piniones sobre la conveniencia ele conservar y potenciar la ciudad,
se tuvieran siempre en cuenta las " razones que en lo antiguo se tuvieron para la conquista y
conservación de estas plazas" 6. Así, los factores que en el siglo XV III se argumentaron para
mantener el carácter español de la ciudad, eran los mismos q ue habían teni do los políticos
del siglo XV I, en tre ellos las opiniones que el influyente historiador Antonio de H errera
expuso a fina les de siglo en la traducción que hizo del italiano de los diez libros de La Razón
de l!.,stado de Juan Bo tero 7.
Nunca, y a pesar de una gran cantidad de informes técnicos contradictorios sobre el valor
de la ciudad, perdió la monarquía española el sentido de estado que revestía su posicionamiento sobre Melilla. El carácter dual entre centro y periferia, cobraba su valor en las
fronteras de la monarquía, de esa frontera que delimitaba los confines del mundo hispano; y
Melilla fue parte activa de esa frontera por su doble carácter mediterráneo y nortcafi·icanoH.
14
Carlografía hi.rlórica de tll rli/la
Ese mismo carácter determinó el interés por la fortaleza en otras potencias ; no sólo de
Marruecos sino de otros países europeos como es el caso de Francia, que disponía en sus
archivos secretos de abundantes pla nos sobre MeJilla'\ línea confirmada por la existencia de
copias francesas de pl anos españoles en otros archivos 10•
Es así como la pequei'ía plaza y ciudad de MeJilla podía ocupar el interés internacional
precisamente por su posición de fr·ontera, carácter que la ha determinado a lo la rgo de los
siglos. La ciudad-fortaleza que fue reconstruida por orden de los R eyes Católicos a partir de
1497 pa ra servir de posible cabeza de puente para una futura expansión, cede paso a un
núcleo defensivo que sería fortificado por orden del emperador Carlos, a unque su hijo
Felipe II potenció su consolidación en una plaza fuerte que pudiera defenderse holgadamente en su entorno regional.
Durante el siglo XVTI se reOej an en MeJilla las contrad icciones de la monarqu ía
cspai'íola, de sus agudos problemas y amplias fracturas, pero nunca dejó la ciudad de estar
abastecida y de concentrar el interés de Felipe IV y de C arlos II, hecho muy evidente en
sus propias m anifestaciones de puño y letra en los consejos reales. MeJilla sale de un siglo
realmente peligroso por el tenaz interés del sultán Muley lsma'il por conq uista r la ciudad, y
se interna en el que nosotros denominamos su "siglo de oro", el XVIII.
Esta centuria, ta mbién llena de contradicciones, contempla el mayor imp ulso concedido
a la ciudad, las mayores inversiones en obras y fortificaciones, el paso por~ Melilla de los
más prestigiosos ingenieros de los reyes Felipe V, Fernando VI, Carlos ITI y Carlos IV, para
reparar y construir nuevos recintos que la hicieran inexpugnable. Du rante esta época nacen
tres nuevos recintos, la ciudad se eriza de fortificaciones abaluartadas, de fuertes de todo
tipo y de a mplias galerías de minas subterráneas. T ambién de sólidos ed ificios como sus
almacenes o el nuevo hospital, y con ellos MeJilla penetra en el siglo X IX, centuria llena
de problemas pero también de utopías sobre su expansión que fi nalmente van a cuaj ar en la
recuperación de los antiguos límites de la ciudad de acuerdo a la demarcación de 1862,
firm ada por el mismo sultán de Ma rruecos.
D esde entonces, MeJilla no hace sino crecer en su an tigua zona extramuros, se
construyen fuertes y junto a ellos nacen los barrios modernos que irá n salpicando una
realidad urbana que se va a desplegar ya en el siglo XX, y donde la cartografia histórica se
funde con la realidad contemporánea.
E l M editerráneo y el .Norte de Ajrica: cartografía J' evolución histórica
Ya se ha señalado ampli amente la estrecha vinculación de Melillq_dentro del latir histórico
del M editerrá neo. Si a esto sumamos q ue los balbuceos de la cartografia se han ido desarroJiando en el á mbito del M are Nostrum, concluiremos que las primeras referencias a esta
lnl rod u ccián
15
ciudad nacen con el propio deseo de los cientí-ficos griegos por ordenar el conocimiento
sobre el mundo.
Ya en el siglo V a.C. el historiador griego H erodoto de Halicarnaso viajó por la
cuenca mediterránea y gracias a él conocemos la primera representación del continente
africano. El mapa que realizó se nos prese nta actualmente muy deformado, situa ndo a los
pueblos libios junto a atla ntes y garamantes; por otra parte, las montañas del Atlas
estarían cubiertas por nieves perpetuas y de estas montañas surgiría n las mismísimas fuentes del Nilo 11•
Los problemas de representación car tográfica por entonces era n muchos y de dificil
solución, a unque la ciencia griega se aplicó seriamente en soluciona r todas las dificultades.
En este sentido, H ypparco consiguió trasladar sus conocimi entos astronómicos a la geografía:
de este modo pudo conocer la situación de un lugar situándolo en su latitud y longitud,
mientras realizaba un catálogo de p ucblos 12 •
Pero fue realmente Ptolomeo, geógrafo y matemático griego, quien sentó las bases de
una cartografia más "fiable, cuyas consecuencias llegaron claramente hasta el R enaci miento.
Era cierto que se podía conocer la latitud y la longitud a través de la observación de los
astros, pero faltab.a._un mapa que representara los lugares. Por esta razón, Ptolomeo realizó
la primera obra donde se describía el mundo conocido de forma pormenorizada, y señalaba
oc.ho mil lugares con sus coordenadas.
Sin em bargo el perfil del mar Mediterráneo que ofrecía Ptolomeo estaba muy desproporcionado, y resultaba gráficamente muy largo y estrecho, debido a errores de cálculo
sobre paralelos y meridianos, y un sistema de representación en abanico' :{. En su libro V
aparecía dibujado el Norte de Áfri ca, donde situaba la antigua factoría púnica de Rusaddir,
el precedente histórico de la ciudad de M eJilla. Rusaclclir seguirá siendo recogida a partir ele
entonces en otras obras ele historiadores y geógrafos como Pomponio Mel a o Plinio, y
también en el Itinerario Antonino.
La posterior ruptura del mundo romano supuso un período de oscuridad sobre esta
ciudad, que no aparece citada en los itinerarios del siglo IX. Será en el siglo X, cuando el
geógrafo Al-Mokadasi se refiera de nuevo a la antigua Rusaddir, denominada a partir de
entonces como Melilla . Con este nombre vuelve a apa recer en las ob ras de l bn H awkal
(siglo x) y en la Descripción deL Ajlica SejJlentrionaL de Abu Beid el Bckri (siglo XI).
Pero el jalón fundamental en esta evolución de la cartografía mediterránea, fue
protagonizado por un ce utí: al Xcrife al ldrisi, nacido en l 099. Este personaje fue llamado
a la corte del rey Rogerio TI de Sicilia, donde pudo desarrollar con comodidad una gran
actividad científica; allí prese ntó su trabajo Recreo deL que desea recomr eL mundo) junto a un
mapa denominado la TahuLa Rogeriana y setenta mapas parciales. Al ldrissi realmente no
16
Ca r t ogr afí a h is tó r i r n d e ill el i /ln
variaba la fo rma que Ptolomeo había dado al M editerráneo, pero si alteraba sustancialm ente su toponimia que era actualizada, recogiendo ya la presencia de MeJilla, que
aparece a partir de entonces de forma inin terrumpida en toda la cartografia histórica
mediterránea 1' 1•
Mclilla será representada en gran número de cartas náuticas y portulanos del siglo X IV,
reflejo de las estrechas relaciones comerciales entre el levante español y el Norte de África.
Pero sin duda la figura que revolucionó la cartografia regional, ya en el siglo XVI, fue Juan
León el Africano; este autor rompió con la tradición de los itinerarios que reseñaban
úni camente las poblaciones, para considerar el terreno como un todo que comprendía su
hidrografia, clima, habitación, etc. 15 • Juan León el Africano partía de la obra ptolemaica e
idrisita, pero superaba ampliamente su visión del norte de África, debido a observaciones
llevadas a cabo personalmente en sus viajes.
Su influencia va a ser fund amental en todas las obras de mapas y atl as posteriores. Las
cartas planas utilizadas ampliamente por los cartógrafos aragoneses 16 (p. ej., la de Valseca de
1437), tenían el inconveniente de que no reflejaban la convexidad de la tierra, por lo que la
diferencia entre las la titudes extremas acrecentaba los errores. Estas dificultades fueron
corregidas por Gerardo Mcrcator (1569) cuando aplicó el sistema de aumen ta r la separaciál't
entre los paralelos al crecer la latitud 17 •
La influ encia de la toponimia de Ju an León el Africano segu ía siertclo absoluta en el
a Li as publicado en 15 70 por el que se ría cartógrafo oficial del rey Felipe II, Abraha m
Ortclio: el TheaLrum Orbis Terrarum que comprendía un mapa de " Ba rbaría y
Bilcdulgend", donde utilizaba toda la topo nimia de .Juan León el Africano (repitiendo
todavía los errores de longitud de Ptolomco) 18 . A parti r de esta fecha se publicaron
interesantes a Lias donde apa recía represen tada la cuenca mediterránea, y sobre todo la
zona nortcafricana 19 •
Por lo que respecta a España, la necesidad de co ntar con un atlas general de sus
costas materializó en 1751 en el encargo de un mapa de la pen ínsula a J orge Jua n y
Anto nio de U ll oa, pero no ll egó a reali zarse. Los levantamientos cartográficos en fecha
tan avanzada eran sólo parciales y realizados por mi litares (ingenieros o pilotos de la
marina). El trabaj o más importante fu e el ejecutado por Tomás Lópcz, quien desde 1755
ed itó mapas de d istintas provincias, reinos y ciudades de España y Amé rica, pero
tampoco llegó a cu brir todo el territorio 20 .
Por lo que respecta al Norte de África, la influencia de la obra de J ua n León el
Africano llegaría hasta finales del siglo XVIII (1775), cuando el referido T omás López
publicaba "R einos de M arruecos, Fez, Argel y T únez", pero también se ha rá notar (sobre
todo en la toponimia) hasta la primera mi tad del siglo X IX 21 .
ln trodurriáu
17
La cartografía, é·ú ti L de poder o beLlo instrumento?
Podíamos pa rtir de la idea..que el marqués de la Ensenada exponía al rey Fernando VI
cuando confesaba qu e le parecía vergonzoso que en España se ignorara "la verdadera
situación de los pueblos y sus dista ncias", debido a que el estado no disponía de una buena
cartografia del territorio nacional22 .
La cartografia es un método de expresión gráfica dotado de un gran potencial
expresivo, ampliamente utilizado por los hombres cua ndo éstos han querido representar el
ámbito donde se desarrolla su historia. Concretamente, este término designa tanto al
conjunto de mapas, cartas y pla nos de un país, como al a rte de obtener gráfica y
científicamente una representación portable del terreno 23 .
Al abordar este tema, es necesario puntualizar que el mundo cartográfico es un ámbito
fuertemente interdisciplinar; ninguna división en la que solemos compartimentar
cómodamente el mundo del conocimiento es capaz de monopolizado totalmente: así la
geografí a, la geología, la inge niería mili tar y otras ramas del conocimiento ha n determinado
diversas "visiones", o especializaciones, de lo que el hombre quería representar.
Abundando en esta línea, en lo que podríamos denominar cartografía histórica, un
método de selecciQQ·de materiales abierto nos permite introducir múltiples representaciones
como mapas, atlas, planisferios, cartas naúticas, planos, proyectos, grabados o incluso
dibujos, que se convierten en nuestros días en inmejorables documentos históricos que nos
pe~miten acceder al conocimiento de diversas realidades.
En este sentido, nuestro interés se va a centrar en la cartografía histórica que a lo la rgo
de los siglos se ha construido sobre MeJilla, con el convencimiento de que representa uno
de los pilares documentales sobre los que hay que asentar su historia. Los quinientos años
de hispanidad, su entorno m editerráneo y el interés de la mona rquía española por
mantenerla en el ámbito de su corona, han determinado una increíble cantidad de
represe ntaciones cartográficas que la convierten en una ciudad privilegiada en este
sentido.
Una de las fórmulas por las que el hombre puede controlar y dominar las cosas,
consiste en aprender a representarlas de una ma nera abstracta, porque el propio mecanismo
de la representación lleva implícito cierta racionalización de la realidad, un método
científico de construcción. Los inicios de la cartografia geográfica pa rten de ese principio del
hombre por conocer, por controla r la realidad.
Por esa razón, de una u otra forma, todos los intentos apa rentemente objetivos e
inocuos de los científicos por avanzar en el conocimiento, siempre están determinados por
una forma de poder. En el campo de la cartografia histórica que nos ocupa, esta realidad es
aplastante y está sólidamente ligada a un deseo de los monarcas por consolidar los estados y
18
Car t ografía histórica de Al rlilln
determinar los medios encaminados a la conservación de las fronteras y remodelación del
espacio pentro de ellas.
Estas apreciaciones aparecen en plena vigencia dentro del período cronológico de la
obra que nos ocupa; desde el inicio de la edad moderna hasta nuestros días, los monarcas
españoles han ido desplegando un persistente interés en desarrollar todos los m edios que les
permitieran controlar el territorio nacional, valiéndose de las capacidades técnicas de
diferentes profesionales que podía n servir al poder para desplegar territorialmente su
voluntad.
Por esta razón los mona rcas españoles potenciaron a los cuerpos técnicos capaces de
desarrollar estos trabajos. El propio Felipe 11 exigía a sus ingenieros que le realizaran
maquetas de cera de las fortalezas que debían ser reformadas antes de tomar opinión al
respecto 2'~, o su interés en potenciar las academias de ma temáticas, para ofrecer un sólido
centro de formación para sus técnicos. T a mbién de los monarcas del siglo X VIII en sus
desvelos por perfeccionar el cuerpo de ingenieros mili tares, o el de pilotos de la ma rina.
La necesidad estriba en visualizar la realidad para poder actua r sobre ella 25 : conocer
para decidir, por ello era necesaria esa avidez de "conocimiento" desde M adrid pa ra poder
tomar decisiones, como ocurría con los regentes María y Maximiliano de Austria, cuando · ·
exigían al a rtillero e ingeniero Miguel de Perea durante su esta ncia en MeJilla " que avise de
...... ...
cua nto sepa" .
De aquí se deduce una primera consecuencia en lo rela tivo a la cartografía histórica q ue
va mos a analizar: la funcionalidad, o el ser concebidos para se r útiles antes que bellos,
porque realmente fueron unas herramientas de gra n precisión pa ra llevar adelante la
voluntad real. En este sentido se ha señalado la necesaria " fidelidad" a la realidad de
muchos dibujos, de representa r lo que realmente exi stía 26 , porque ese control del rey sobre
el espacio, era un instrumento de ida y vuelta; la apreciación de las necesidades conllevaba
la intervención del Estado en diversas obras públicas y arquitecturas, que a su vez fu eron
una imagen del poder del rey en sus dominios27. El poder así corregía, reparaba, rectificaba
o ponía en buen uso diversas infraestructuras de sus dominios.
En otros ej emplos las necesidades eran diferentes, caso de las cartas marítimas, donde se
expresaban exhaustivamente las profundidades marinas y la ubicación de los arrecifes pa ra
facilita r las travesías a los marinos, así com o reflejar con fi delidad las costas.
El plano como herramienta visual también está acompañado por una fórmula de
transmitir la image n que se escapa de este utilitarismo que hemos descrito en el párrafo
anterior. Nos explicaremos: en algunos de los planos o mapas q ue_hemos encontrado sobre
Melilla, el autor huía conscientemente de la representación minuciosa de la realidad, a unque
facilitaba una imagen conceptualmente correcta. En estos planos se buscaba no tanto la
I nt r oducción
19
descripción 'de la obra, con sus medidas exactas y calibradas, sino una imagen global ele la
ciudad que le hacía despmnclersc de las a taduras del minético reflej o, introduciéndose en
ocasiones dentro de los límites de la belleza estética, caso del plano ele M eJilla de Gregario
Sevilla ele 1774.
Las series ele pla nos que hemos encontrado sobre M eJilla, nos ha n mostrado a veces ele
un a forma clara el (artístico) ejercicio de la copia; ejemplares con dos e incluso más
versiones que eran destinados a organismos diferentes dentro del orga nigrama del Estado.
La copia manuscrita ele estos mapas, reOejan unas interesantes diferencias que proceden de
las cualidades de los dibujantes; y estas diferencias no estriban tanto en la similitud entre
ellos por refieja r la realidad (que es a bsoluta), sino en los diferentes modos de aplica r los
colores, las tonalidades y el "aparato explicativo" formado por las, a veces amplísimas,
leyendas, donde se varían las letras, o detalles insignificantes como la rosa de los vientos. En
suma, las distintas copias muestran distinto nervio que, de una fo rma u otra, siempre es
apreciable.
Este es el caso del plano de MeJilla realizado por Juan Caballero en 177 3, con copias
conocidas en el Musco Naval, en el Servicio Histórico Mi litar y en la Comandancia de
Obras de M elilla;8....._ Es evidente, que entre otras cosas, uno de los principales valores de toda
esta cartografía ha sido la de transmitir la imagen a través de los tiempos, reproducir (con
d~tall e. o en conjunto) la realidad de una manera perdurable y eficaz.
Pero nos equivocamos si pensamos que el único objelivo de toda la cartografla histórica
q ue hemos encontrado, responde exclusivamente a un fin práctico. Algunos de los planos se
elabora n en una imprecisa frontera entre lo fun cional y lo artíslico. Parten de un hecho
aparentemente oJ?jctivo, pero se evaden rápidamente en un evidente estcticismo. Este es el
caso del plano que el ingeniero Antonio T orner elabora sobre la situación del campamento
del hijo del sultán de M arruecos, Mulcy Solimán, junto a Melilla, donde dibuja y pinta con
deleite las tiendas de la comitiva dentro de un bello cromatismo.
T a mbién de un d ibujo realizado en 1804 en Alhucemas con motivo de un desastroso
temporal, y donde en un estilo na?f se rc O~ja el lugar donde se hundieron varios barcos,
así como los esfuerzos de la población por salvar a los náufragos arrojándoles cuerdas. La
información de este plano, no esconde una fu erte carga ele su bjetividad, e incluso de la
emoción del que ha podido contemplar un desastre natural sin poder in tervenir, salvo en
su misión de transmi tir su imagen de los hechos a modo ele un moderno corresponsal
gráfico.
Y esta última idea nos lleva hacia otro tipo de info rmación, hacia la pe riodíslica que a
panir de la segunda mitad del siglo XIX empieza a determin ar la conciencia del pueblo. Si
es cierto que la guerra ele Melilla de 1774- 1775 consiguió despertar el interés ele algunos
20
e(/ rl ografía
/¡ i S 1 ó r i
e (l rl e M e 1i ll a
grabadores que realiza ron varios dibuj os de la plaza, serán los conflictos acaecidos en la
ciudad y en su región a finales del siglo X IX los qu e atraigan la atención ele buen número
de corresponsales y de pintorcs 29 •
El dibujo (o incluso la fotografía) para realizar posteriores grabados y litografi as empi eza
a ser un fenómeno corriente en la prensa española relativa a Melilla desde fin ales del ochocientos. No son pocos los grabados que aparecen y que por vez primera ofrecen imágenes
para consumo del pueblo en general; este (enómeno nos ha proporcionado nuevos ejemplos
del interés que Melilla siempre ha despertado no sólo en los ámbitos de poder del Estado,
sino en la conciencia de gran parte de la población del país.
Publicaciones periódicas como EL ImparciaL, La ILustración Artística y otros, ofrecerán
incluso mapas y planos de Melilla y del Rif a sus lectores; mapas construidos muchas veces
con los datos facilitados por los propios ingenieros militares, por exploradores o por simples
aventureros que mostraban imágenes plagadas de incorrecciones pero que conseguían saciar
la sed de información que el país demandaba.
Podemos concluir señalando que, a nivel general, gra n parte de la cartografia histórica
sobre Melilla, a pesar de obedecer a un objetivo práctico y funcional, evidencia un sólido
interés estético por parte de sus autores. La belleza de muchos de los ejemplos que ofrecemos
en este libro es buena muestra de ello, y esa misma belleza, o intento de agradar estéticamente
al que los contempla, nos sirve en cierto modo de segundo hilo conductoc...de esta obra .
Los autores y sus ins trumentos de diseño
Los autores de todo el corpus cartográfico que hemos recogido están estrechamente ligados
a las condiciones de las diferentes etapas en las que desarrollaron su trabajo. Con esto
queremos decir que cada etapa presenta una lógica propia y unos autores con funciones
diferenciadas.
Una gra n parte de los mapas, planos y dibujos que integramos en este libro son las
diversas representaciones que los ingenieros militares efectuaban ele todas las obras sobre las
que intervenían. Aparecen así tanto mapas de regiones, con sus accidentes geográficos, como
proyectos de obras de los edificios que diseñaban o de las fortificaciones y fuertes que
construían por toda la monarquía española.
Dura nte el siglo XVI, los conocimientos científicos potenciados por el a uge del
Renacimiento nos aportan una buena nómina de ingenieros milita res italianos que trabajan
pa ra la monarquía española. Personajes de tan ta distinción como Gabriel Tadino de
Martin engo, los Antonelli o Giacomo Palearo el Fratín, dejaron d~bujad os sus diseños sobre
Mclilla, aunque muchos ele estos pla nos se perdieron irremediablemente en el incendio del
palacio-alcázar de los Austrias en M adrid en el siglo XV III.
111 1 ro d n u i á u
21
El cinquecento fu e un período rico en realizaciones, pero también inmad uro a la hora
de crear un cuerpo de in~e ni e ros mili tares unificado y racionalmente organizado. Po r esa
razón a bunda n los inge nieros extranjeros (de los que muchas veces se dudaba sobre su
lealtad), a los que se valoraba sin emba rgo su prestigio y dominio de las nuevas técnicas
de fortificación abaluartadas, aunque también comienzan a formarse los primeros
ingenieros españoles.
La necesidad de controlar a los ingenieros determinó que muchos nobles o militares y
ma rin os de amplio prestigio controlaran las obras y los diseños; fue el caso de Per Afán de
Rivera, ele Pedro Navarro, Jua n de Austria, Vespasiano G onzaga, Bernard ino de M endoza
o del conde de T endilla; todos ellos entendieron de lorlificación y construcción, y sus
pareceres primaban sobre los puramente técnicos de los ingenieros.
Este interés por vincular a los ingenieros al servicio del Estad o, determinó en muchos
casos su dependencia del cuerpo de a rtillería 30 ; en Meli lla encontramos al ingeniero español
Miguel de Perea que al mismo tiempo era capitán de artillería y discípulo del propio
T adino de M artinengo, o a jua n de V allej o y a Fra ncisco de T ej ada. A veces figuraba n
como ingeni eros, otras como capitanes ele trincheras y otras como artilleros, evidenciando
un cuerpo técnico-militar en plena form ación.
Esta necesidaCfCieterminó a Felipe II a la hora de crear, en 1582, una academia de
matem áticas y arquitectura civil y militar en Madrid ~ ' encaminada a formar ingenieros, y a
la · que ·asistían mili tares prestigiosos, como Bernard in o de M cndoza. La formación científica
de esta academia se basaba en los conocimientos de geometría, pero sin olvidar que un
ingeniero militar siempre debía partir del conocimiento de la realidad geográfica y de la
situación del terreno para que sus modelos no fu eran exclusivamente teóricos:12, lo que los
invalidaría a la hora de aplicarlos al terreno.
Cristóbal de R oj as (1598) y Diego González de M ed inabarba (1599) ya subrayaba n en
sus dos tratados de fortificación:n el carácter necesariamente militar del cuerpo; entendamos
que la adscripción milita r iba en una doble dirección: por un lado el conocimiento de la
guerra, corn o faceta práctica fundamental pa ra la co nstrucción de cualquier pl aza fuerte,
pero ta mbién como fórmula de adscribir al individuo dentro de una organización
caracterizada por el fuerte control j erárq uico y una fidelidad absoluta, evitando así posibles
traiciones.
Dura nte el siglo XVII , la situación del cuerpo de ingenieros no mejoró. La situación de
España no era la más adecuada para que así fuera, por lo que sólo al fin al empiezan a
prosperar algunos intentos de potenciar este cuerpo, sobre todo con la creación, en 167 5, de
la Academia R eal y Milita r del Ejército ele los Países Baj os en Bruselas, p or Sebastián
Fernández de M edrano, qu e tan buenos resultados dio.
22
(;a r 1ografía h i .1 1 rí r i e a d t'
¡\[ 1' 1i 11 a
Pero el siglo xvn fue un a centuria muy pobre. En MeJill a la siluación era evidente:
pocos ingenieros son Jos que encontramos en la ciudad, y a pesar ele los trab<uos de Alonso
de Cepeda o de Octavio Meni, la aplastante realidad que se desprende de la
correspondencia ele Jos gobernadores con los Consejos era la inexistencia el e técnicos en sus
obras. Esto a su vez determinó un hecho interesante: los (escasos) planos que conservamos
del xv u están realizados por personal no especializado: algunas veces no se podía n remitir
planos de las obras porque nadie sabía hacerlos y otras los mapas no iban como debieran
por la inexperiencia del delineador.
Esto es lo que se desprende del plano ele Pedro de H eredia de 1604, o de los planos
de 1696 y 1697. Algo mejor trazados aparecen los de 1699, ya que quien Los firma ba era
Alfonso Díez de An es, "alfér ez y condesta bl e de la a rtillería". Por el contrario, encontramos dibujos tan irreales como interesantes, caso del realizado por el " hijodalgo" Marcos
ele Ayala, para apoyar ni más ni menos qu e su proyecto ele fortificar la Laguna de
Melilla . Ingenieros, artilleros y varios dibuj a ntes sin conocimientos técni cos es el legado
que nos queda del siglo XVJI , pero en la ce nturia siguiente la realidad cambiará
radicalmente.
Sin lugar a duelas, el siglo de oro ele M elilla es el dieciocho; en esta centuria no sólo se' · ·
transformó radicalmente la ciudad y fortaleza, sino que se argumenta ron las razones básicas
por las que la monarquía española decidió potenciar y transformar la ciudad, renovando
todas sus estructuras.
En los inicios del siglo, la nueva administración borbónica va a proyectar
definitivamente la constitución de un verdadero cuerpo ele ingenieros militares, cuidando su
fo rmación técnica y su estructura. En 171 O se crea el R eal Cuerpo de Ingenieros Milita res y
en 17 16 la Real Escuela Militar ele Matemáticas ele Barcelona, b<Uo la dirección ele Jorge
Próspero Verboorn 3'' .
El cuerpo de ingenieros recibió un gran aporte de técnicos militares que había n
participado en las campañas de los Países Bajos y cuya formación se efectuó en la academia
de Ferná ndez de 1\!Iedrano. Es así que durante todo el siglo podremos encontrar a diferentes
ingenieros de origen valón que trabaj aban en Espa ña. En Melilla conocernos la obra ele
Juan Bernardo de Frosne, que trazó en 1734 el fuerte de San Miguel, o de Thomas de
\tVarluzcl, que diseñaba en 1752 el nuevo hospital.
Los numerosos trabajos que desplegaron por todo el país y en las posesiones del imperio
español, consolidaron un amplio y preparado plantel ele profesionales que desarrolló una
obra inmensa en todos los continentes. Su form ación fue una gran~_ preoc upaci ó n de la
monarquía, ya que su arquitectura y las obras que llevaban a cabo simbolizaron ~ ~ propio
prestigio real en los diferentes ámbitos geográficos donde se desarroll aba n. ·
In troducción
2.1
Por esa razón el conde de Aranda había creado la R eal Sociedad lVI:ilita r de
M atemáticas en 1756, dirig-i<ia por Pedro de Lucuce 35 , o la publicación de libros de
fortificación como el editado por el ingeniero anterior%, o el escrito por Mateo Calabro~ 7 ,
encaminados a compilar y transm itir de una manera clara y concisa los conocim ientos que
un ingeniero militar requería para el desempeño de las labores que tenía encomendadas.
Entre el las se encontraba aprender no sólo todo lo relativo a defensa y fo rtificación, sino
también las reglas de los cinco órdenes de la a rquitectura civil y a proyectar todos los
edificios necesarios en una plaza milita r. En la real ordenanza ele 17 18 se señalaba n los
recursos hidráulicos, el levantamiento de p lanos, "los mapas o cartas g-eográficas de las
provin cias", caminos, sendas, p lazas fu ertes, castillos... , visita r y reconocer las poblaciones,
calles, plazas y edificios, señalando los principales, iglesias, conventos y palacios con especial
hincapié en los reales, y hospitales, sobre todo si tienen "habitación capaz", los almacenes,
los puertos ele mar, así como su costa, etc. 3!l, en suma, realizar cua lquier encargo que le
fuera dictado desde el ámbito del estado.
Por esta razón el conocimiento constructivo de los ingenieros puede calificarse como
muy amplio y sólido, hecho que va m ás allá del dominio ele la simple técnica, p ara deriva r
en un verdadero análisis ele las formas del saber y la ciencia, que nos remite de lo abstracto
"'-
a lo práctico 39 .
Para ejecutar sus tareas, y en aras de lograr la mayor verosimilitud y exactitud técnica,
los · i'ngcnieros se servían de diversos útiles y aparatos, que fueron evolucionando
vertiginosamente con los avances científicos. En M elilla, un elem ento curioso es constatar en
las referencias h istóri cas cóm o estos aparatos ele medición creaban problemas "internacionales" pues los rife ños de los alrededores de la ciuda d mostraban su descontento, e
incluso oposición, cuando comprobaban que los ingenieros los utilizaban en sus trab<0os.
Otro de los mecanismos a través de los que el ingeniero conseguía hace r "legible"
(con respecto a la realidad) su dibujo, era el uso de la escala, el de no minado " pitipié" de
los tratados del Renacim iento. La escala permitía poner en con tacto la rela tiva
abstracción del dibujo con las m edidas reales del objeto represen tado. Sin embargo hubo
mucha disparidad en los sistem as de m edidas que se emplearon ; en los p lanos de los
siglos XVI y x v n encontramos utilizados los pies geométricos y las varas. A principios
del XV II I se utilizaban la toesa (tuesa) y la va ra castellana, y en 1747 el propio conde de
!\rancla se hacía eco de los distintos tipos ele m edidas y determ ina ba que se empleara el
pie ele Burgos, dividido en doce pulgadas, como fórmula ele sistematizar un apartado
excesivamente confuso 40 .
E l plano y proyecto era una de las herramien tas fundamentales de los ingenieros
m ilitares. Sobre todo por tratarse ele un cuerpo técnico que proyectaba en muy poco
24
Cartografía h istórica de Melift a
tiempo, el que le permitía a veces un simple reconocimiento, ya que debía remitirlo
posteriormente a su superior, para que le concediese el visto bueno (en el siglo XVI incluso
al rey). Posteriormente debía dejarlo en manos de un maestro de obras o de un ingeniero
de inferior graduación o de guarnición en el lugar, para que lo ejecutase, porque pocas
veces era el tracista quien dirigía su propia obra. Por tanto, parte de las imágenes de este
libro fueron en su tiempo el mecanismo que aseguraba la propiedad intelectual de sus
autores; un eficaz método proyectual es un buen sistema de control a distancia, lo que evita
la violación del dibujo por los ejecutores y a la vez permite denunciar los cambios. El
dibujo adqui ere por tanto el "rango máximo de garantía intelectualizadora de la actividad
artística y arquitectónica"41 •
Y en consecuencia, como el dib~jo en ingeniería y arquitectura es el principal medio
por el que el autor expresa a los demás su voluntad'12; gran parte de los proyectos señalan
concienzudamente cómo deben ser realizados, y se explica todo minuciosam ente en una
memoria escrita que acompaña a los mapas. Este es el caso del amplio informe de noventa
folios que redacta el ingeniero Segismundo Font sobre Melilla43 , acompañando un plano que
realiza de la ciudad (fig. 44); incluso en la mayor parte de la cartografia histórica, la
"Explicación" que se añade en el mismo plano es un elemento imprescindible para su ·
percepción, porque describe de forma más o menos detallada todos sus elementos.
En un proyecto, la planta es señalada como la icnografia o el vestigio-horizontal que el
edificio dc:jaría en la tierra al aplicarse, técnica tal vez procedente de dibujar el edificio en el
suelo y que refleja los aspectos de organización constructiva. La sección es un corte o perfil
de la constru cción, fundamental en los edificios abovedados, o en las fo rtificaciones que se
sitúan en niveles distintos; en todo caso, supone definir la espacialidad interna del edificio.
Por último, el alzado representa el diseñ o de la fachada; para Vitrubio era la Ortografia y
en ella se centraba lo estético, y en cierta forma se utilizaba para que el edificio se hiciera
comprensible 44 .
Otra de las fórmulas explicativas utilizadas por los ingenieros, se basa en el contraste de
colores que suele ir explicado en la memoria. En rojo suele aparecer lo viej o y en amarillo
lo nuevo que se pretende hacer , como en los planos de MeJilla de 1729 o 1773 de Juan
Caballero. Con ello se aprecia lo que hay y lo que se propone. El uso de colores arranca ya
desde los pla nos del mismo siglo XVI, pero es ya evidente en los del siglo XVII , muy útil
sobre todo para diferenciar los distintos tipos de minas subterráneas que se superponen a
distintas profundidades, caso del plano de M eJilla de 1696, que diferencia las minas
españolas de las marroquíes de acuerdo al color (rojo y negro).
En esta línea explicativa, incluso much os planos contienen recortables añadidos y
superpuestos que sirven para diferenciar las plantas cuando algún edificio presenta varias
fll lroduccióll
25
(caso del plano del Hospital, de 1752), o para diferenciar mejor el estado que tenía un
sector y el que quiere dárs_clc, cuando las reformas son muy importa ntes (pla no del Cuarto
R ecinto, del año 1778).
H ay que añadir, q ue este tipo de planos nos ofrece una doble info rm ación, puesto que
sigue primando una visión del "estado actual" del obj eto, frente a la intervención propuesta
que muchas veces no llega a ejecutarse. Por esta razón, siempre hay que contrastar
históricamente si todo lo proyectado llega a realizarse, pues la realidad puede indicarnos
otra cosa.
T ambién se ha señalado cómo los ingenieros milita res dura nte el siglo xvm fueron unos
eficaces tra nsmisores de modelos clasicistas y fun cionales, dentro de un mundo barroco
español dominado por modelos popula res de exhubera nte anticlasicismo. Los ingenieros
romperían, pues, este provincianismo, sintetizando en sus obras tradiciones arquitectónicas
de fuerte carácter clásico y por ta nto cosmopolita y europ eo45 .
El listado de ingenieros mil ita res en la M eJilla del siglo XVI!l es muy a mplio y
además los encontra mos efectua ndo un gran número de la bo res: proyectar obras y
edificios en la plaza, rectificar fortificaciones, trazar un puerto protegido, construir
almacenes de víveres y de pólvora, levantar pla nos de la ciudad o emitir informes sobre
"'wclla. Pedro Borrás, Juan M artín Zcrmeño, Jua n Ca ballero, Ga briel de Vigo, Segismundo
Font y otros muchos se ocuparon de M eJill a y propicia ron su perma nente construcción
dura nte este siglo 46 .
Pero también disponemos de pla nos de MeJilla realizad os por pi lotos de la marina. El
setecientos asistió a la especiali:.cación de este grupo de técnicos milita res: en 1717 ya se
establecía la dotación de un cuerpo profesional, pero será en 174·8 cuando se cree
def-initivame nte el cuerpo de pilotos en varios grados. En cada departamento marítimo
existía una escuela de form ación donde se enseñaba n técnicas para delinear cartas ná uticas.
T odos los barcos debían llevar como mínimo un primer piloto que era el encargado de la
derrota y de levantar la cartografia de lugares poco conocidos'~-7 •
El interés por contar con cartas marinas era serio. En 1783, el Ministerio de M a rina
encargó al matemático Vicente Tofiño de San Miguel que levantara las cartas esféricas de
las costas de España y Marruecos, por lo que, en 1787, se contó por fin con los primeros
derroteros de la costa del Norte de África 48 . En la MeJilla dieciochesca conservamos varias
representaciones ejecutadas por estos pilotos, donde se delineaba la costa entre la ciudad y
el cabo de Tres Forcas, con todos sus accidentes geográficos, así como los calados para
ayudar a la navegación.
En cuanto al siglo XIX, los ingenieros militares siguen desempeñando el principal peso
de la representación cartográfica. En 1803 la academia de ingenieros fue trasladada a Alcalá
26
Car l opafía h is tórica d e M elilla
de Henares y en 1833 definitivamente a Guadalaj ara, donde ha perma necido hasta nuestro
siglo. Los ingenieros del XIX siempre se movieron en unas condiciones más precarias que sus
antecesores; por culpa de las deficiencias económicas diseñaron mucho y realizaron poco,
pero a ellos debemos los dos últimos gra ndes planes de defensa y de urba nismo de Melilla:
los proyectos de Francisco Arajol y de Solá y de Francisco Roldán y Vizcayno, realizados
entre 1864 y 1868.
Sin embargo, desde finales de siglo, la cartografia va a ser cada vez más competencia de
un cuerpo especializado. En 1838 se crea el Depósito de la Guerra y en 1886 aparece la
brigada obrera y topográfica, dentro del cuerpo de Estado Mayor, que era la encargada de
todos los leva ntamientos topográficos del ej ército. Esta es la razón, de que a partir de esas
fechas, los planos de M elilla apa rezcan firmados por oficiales del Estado Mayor, y serán
ellos quienes cola boren en los levantamientos posteriores a la delimitación de 1862,
desplazando con ello a los ingenieros milita res.
Sin embargo, será este cuerpo de ingenieros del ejército quien lleve a cabo una última
pero fundamental labor en Melilla: la realización de sus planes de urbanización, así como
una insólita incursión en la a rquitectura civil, ya que trazaron gra n pa rte de la a rquitectura
ecléctica y modernista de la ciudad contemporánea49 . Este fue su broche final a la ciudad de ·
Melilla después de varios siglos de trabajos ininterrumpidos.
Notas
1
Mercedes T ayer recuerda que muchas ciudades españolas no contaron co n un plano de su término hasta el realizado por
Francisco de Cocllo, en edición paralela al diccionario de Pascual Madoz, a mediados del siglo XIX. T ATJER M1R,
Mercedes. " La construcción territorial urbana ( l 716-1906)". E n: EL calf~1·tro en E\fiaí'ía 1714-1906. De los catar/ros del si,glo XVIfl
a los amillaramientos de Út segunda mitad del siglo XIX. Vol. l. Madrid: Centro de Gestió n Catastral, s.d.; p. 148 a 150.
2
La " importancia cartográ fica " de Melilla se evidencia en la existencia de ab undantes planos sobre la ciudad en
diferentes a rchivos nacionales e incluso extra njeros, pero habitualmente se trata de una iconografia repetitiva o de
to ndos cuyos contenidos pueden soslayarse con los a rchivos principales que aquí citamos. Sobre ot ros archivos, véase:
Bnn.IOTE:CA NAC IONAL DE EsPAÑA. La historia en Los mapas manuscritos de la Biblioteca Nacional. M adrid: Dirección Ge neral
del Libro y Bi bliotecas, 1984; 368 p . (donde aparece n dos planos de Melilla), LEóN T ELLO, Pila r. Archivo Histórico
Nacional, Ma¡Jas, Planos y Dibujos de la Sección de Estado del... Madrid : Dirección Genera l de Archivos y Bibliotecas, 197 9;
p. 286 y 287. O también, ARCHIVO GENERAL MILITAR DE SECOVJA. Catálogo de documentos, S~ft!mda Sección, Asuntos (1989)
Tercera Sección, Difensas ( 1988). Madrid: Imprenta del AGM; [,p. 180 a 634, II, p. 52 a 336. Pa ra una visión más detallada de la riqueza de a rchivos, au nque dentro del á mbito regional, puede verse la obra de VILAR, Jua n Bautista.
MafJas, Planos y jiJrtificaciones hispánicos de Manuecos (XVI-XX) . Madrid: Instituto de Cooperación con el Mundo Árabe,
1992; 604 p.
3 ÁLVAREZ T ERÁN, M ." Concepción. ¡\lfafJas, Planosy Dibujos (A1Ios 1503-1805). Vol. l. Valladolid: Dirección Genera l de
Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas, 1980; p. 691 a 694.
-~ SERVICIO HISTÓRICO M ILITAR. Catálogo General de La Cartoteca, l . Madrid: Imprenta ldeal ,~-1 98 1 ; p . 124 a 126.
" SERVICIO GwcRÁ~co DEL EJÉRCITO. Sección de documentación del... Cartoteca histórica. Índice de atú~r universales y mapas y planos
históricos de Esj}(lña. Madrid: SGE., 1974; p. 265 a 267.
In troducci ón
27
,; LucucE, Pedro, y MARTÍN ZERMEÑO, Pedro. Disczmo sobre conseroar o abandonar los tres ¡msidios menores, Melilla, l'el7ón )'
Alhucemas. Ba rcelona, 4 d e marzo de 1765. U na visió n general sobre estos informes en: MuÑoz CoRUALÁN, Jua n Mig uel.
"Estrategia de la Coro na español'i para la conservació n d e los presidios meno res african os d urante el siglo XVHI " . Aldaba,
Estudios sobre presencia espmiola en el norte de Aji'ica, n. 0 2 1. M elilla: U lEO, junio d e 1993; p. 253 a 294.
7 Giovanni Botero ( 1543-16 17) criúcaba en sus obras la razones de estad o d efendida~ por Maquiavelo. Su obra fue
traducida por Anto n io d e H errera . Ver BAUER i.A."'DAUER, Ignacio. Apuntes para una bibliogrqfia de Mmmecos. M a drid:
Editorial Ibero-African o-Americana, s.d., cita n.n 1.288 ; p. 372 y 373.
H BRAVO N!F.TO, Antonio." Podcr y arquitectura militar esp añola en el siglo XV I: la organización de la frontera
mediterrá nea del sultanato d e Fez" . En: Actas del simposio ] uan de Herrera y su Influencia. Camargo 14 a 17 de julio de
1992. Santander: Universidad d e Cantabria, 1993; p. 105 a 1 1.).
9 Véase BoNET CoRRJ::A, Antonio. Cartogra)ia militar de plazas jitertes y ciudades esjJaíiolas. Siglos .\'V/1-.\'IX: jJÚmos del Archiuo Militar
Francés. M adrid: I C RBC. , 199 1; p. 174 y LXXV, donde se cita un plan o d e 1789 d e Gabriel de Vigo, una nota dr 1890
sobre la ciudad , un reconocimien to d e 190 4 con croquis, planos y fo tografias.
111 H ace tiempo señalába mos la existen cia d e un p la no fi·ancés d e M elilla de 17 13 (archivo particular), BRAvo NmTo,
Antonio, y SÁEZ CAZORLA, J esús Miguel. "Aproximación a la cartografia sob re I'Vlclilla". Trápana, n." l. Melilla:
Asociació n ele Estudios Melillenses, 19R7; p. 22 a 28. También existen o tras copias fi·an cesas ele p lan os españoles, como
el rcfcrenciad o con la sign atura 91 1(4) d el Museo Naval ele Madrid , " Etat ele défensc d e la p lacr d e M elille".
11 T ERÁN, Manuel de. "El mapa de África de H erodoto". África, n." 22. Madrid, octubre de 194 3; s.p.
12 BALEN, Fernando. "Cartografi a n áutica del Áflica Esp a ñola". Arclziuo del Instituto de Estudios A.fi'icanos. Madrid: CSIC., abril
ele 1948; p. 99 a 120. Pa ra ello eligió el meridian o que pasaba por las islas A fortunadas.
1:1 Esta d espro p orción a la h o ra de represen tar el Mediterrá neo, sólo sería corregida en 1595 p or Mercator, y este mar no
alcanzará sus p roporcio nes geográ ficas reales hasta una fecha tan avanzad a como 1700. R o MERO, Fcdetico , y BENAVIDES,
R osa. M apas antiguos-dll mundo. (s.l.): Eagle Books, 1994; p. 15.
H GozALBES CRA VIOTO, Enriqu e. "l\!Ielilla, ciudad musulm ana" . En: EsfJaiia y el Norte de ¡{ji'ica. Ba.res hütól'icas de una relación
fundamental (AjJortacione.1· sobre Melil.la). Actas del Primer Congreso Hisp ano Africano d e las culturas mediterráneas
'Fcrnal'ldo de los Ríos Urruti ( 1 1 a l 16 de junio d e 1984}. G ra nad a: Universidad, 1987; p. 183.
1
~ GARCÍA BAQ.UERO, M a nuel. " León el Africano y la car tografia". En: 1l1d1iuo del Instituto de Estudios 1Wicanos. M adrid: CSIC ,
IG
17
111
19
1953; p. 3 1 a 56.
No hay que olvidar la p rofunda vinculación de Aragón al M ed iterráneo. En el cam po de las forti ficacion es, véase
SANTORO, Lucio. Castelli Angioini e Amgone.ri nel regno di Napoli. Milan o: Rusconi Libri, 1982; 260 p.
BALEN, Fernando. OjJ. cit. 1948; p. 99 a 100.
GARCÍA BAQ.U"RO, M anue l. Art. cit. ; p . 3 1 a 56. T ambién, R oMERO, Federico, y BENAVIDES, R osa. OjJ. cit.; p . 25 y 26.
Así se editaba e n 1595 un nuevo mapa den o min ado " Fcssae ct Marocchi R egn a Africac celeb errimus", en 1609
aparecerá el " Marocci et Fessa e R egn a", que mejo raba el ele Ortdio; posteriorm ente, 1653, aparecerá un a nueva
edifició del Atlas y T eatro y en 170 7 Guillermo Dclisd e editaría el map a denominado " Barbaria, N igricia y
Guinea".
T A'IJER J'vlrR, M ercedes. Op. cit.; p. 14·7.
21 GARCÍA BAQ.UERO, Manuel. Art. cit. ; p. 3 1 a 56.
22 M ARTÍN MERAS, Lu isa. Cartogrqfla Marítima l li.ljHuw. /.¡_¡ imagen de América. Ba rcelo na: Lunwc rg, 1993; p. 1.)9.
2:1 LOMBARDERO VICENTE, l\!I anuel. "La exploración científica ele la geografi a ele M arruecos". E n: Arcltiuos del lnftitulo de
Estudios Afiicanos. M adrid: CSIC. , junio d e 194·7; p. 24.
2
~ Este fue el caso de las obras que d ebían ejecutarse en el Peñón ele Véle:t d e la Gomera. Ver BRAVO N z~::To, Antonio.
Poder y arquiteclum... , art. cit.; p . 11 1 a 112.
25
CÁMARA M uÑ07., Alicia. " El dibujo en la ingeniería m ilita r d el siglo XVI". En: A Distancia. A1onog¡"ájico. Teorías e historias de
los dibzgos de arquitectura. Madrid: UNED, octubre d e 1991; p. 26.
2f> lbíde m; p. 24 y 26.
27 CÁMARA M uÑOZ, /\licia. " Arquitectura e ingeniería en el reinado d e Carlos !II" . En: Cido de CIJI!ferendas 1!:1 Madrid de
Carlos 111. M ad rid : Ayu nta mien to e IEM, 1989; 3 1 p.
20
28
Cartografía hist órica de Mel illa
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La copia de la Coma ndan cia de Obras ele 1\ilclilla la conocemos a través de su reprod ucción en una obra d e Gabriel de
Morales (Datos fiara la Historia de Melilla, 1909), aunq ue actualmen te desconocemos su destino.
U rANOE R AMIRO, 'M aría d el Carmen, y U rANOE IGUALADA, M an ueL " Enriq ue Simonct y la correspo nsalía artística en la
g uer ra de Mclilla ( 1893)". Academia. Boletín de la Real Acadcmina de Bellas Artes de San Femrmdo, n." 77. Madrid, segu ndo
semestre de 1993; p. 189 a 241.
Esta es una p roblem ática m uy habitual durante el siglo XVI. Véase al respecto: CÁMARA M uÑol'. A licia. " La arqu itectu ra
militar y los ingenieros de la mona rq u ía española: aspectos de una p rofesión ( 1530-1 560)". Revista de la Universidad
Complutense, n." 3. 1981; p. 255 a 269. De la misma a u tora: "T ratados de arquitectura m ilita r en Espa i'ia, siglos XV I y
X\'11" . Goya, n.u 156. Madrid, mayo junio de 1980; p. 338 a 34 4. También, BRAVO
mTO, Antonio. " La racionalización
del espacio d efensivo en el Re nacimie nto. Dos tratados de arq uitectura militar en Esparia". En: Boletín de Arte, n." 15.
M álaga: Un iversidad , 1994-; p. 69 a 89.
Sobre este tema debe consultarse la obra d e CAPt;L, Horacio, SÁNCHEZ, J oan Eugcn i, y MoNe ADA, Omar. De Palas a
Nlulelva, la jo1mación cientffica y la estmctum institucional de los ingenieros militares en el siglo .\T/11. Ba rcelona-Mad r·id: SerbaiCSIC , 1988; p. 96 a 254.
BRAVO N IETO, Antonio. La mcionali<:ación del eJfJacio, art. cit.; p . 74 a 79.
U n amp lio catá logo ele tra ta d os ele lo ni licació n puede verse en : BoNET CoRREA , Antonio (dir.). Bibliograj!a de au¡uittlctum, ingeniería y urbanismo en r.'sf!alia ( 1498-/8110). T om o L tvl ad rid-Vilduz: Tu r n e r Lib ros-T opos Vcrlag, 19BO;
p . 146 a 169.
Véase la obra de CAPI!:L, H oracio et al. O¡J. cit.; p. 110-111 , y BoNn CoRRI!:A, Antonio. 1991. OjJ. át.; p. 29-30.
CÁMARA M uÑoz, Alicia. 1989. o¡,, cit.; p. 15- 16. Ésta fue d isuelta sin embar·go en 1760.
LucucE, Pedro de. Pn'nct¡;io.r de fortificación que contienen las difinicioneJ de los ténninos pn'ncipales de las obras de Pla<;a )' de
Campmia, con una idea di' la condurta rt'gulmmmli' ob.wvada rn el ataque y d~fonsa de la Fort11le<:a. Bilrcelon a : Thomas Pilerrcr,
1772; 310 p.
Tratado de fortificación o arquitectura m ilitar dado por el capitán de infantería don M ateo Calabro, ingeniero de seg unda d e los reales ejércitos de su maj estad y director general de esta r·ea l Academia de Matc mática~.dc Barcelon a . Ab ril
1.0 d e 1733. (Estudio introducto rio, notas y glosario p or Fernan do R o d ríguez de la Flor, transcrip ción Maria Isabel
' !'oro Pascua). Salam a nca : Un iversid ad, 199 1; 151 p.
BoNt::T CoRREA, Antonio. 199 1. 0¡1. cit.; p. 30-3 1.
Véase sobre este sugerente tc1na h• tesis doctoral de GALDIDO D íAz, Jorge Alberto. "El conocin1iento constructivo de los
ingenieros m ilitares d el siglo X V II I. Un estud io sobre la fo rmalización del saber técnico a través de los tratados de
a rq uitectura militar". El trabajo fi.re leído en la U niversida d Politécnica de Barcelona en marzo de 1996 y hemos podido
contar con un a cop ia en cua tro volúm enes por cor tesía ele su autor.
Ibídem; p. 31 y 32.
C HECA, Ferna ndo. "El clibt\jo, fu n damento de las a rtes" , A Distancia, monogrMico, Teoría.1· r historias de los dibqjos de
arquitectum. M adrid: UNED, octubr·e de 199 1; p. 9.
RoDRÍGUEZ R lJlz, D clfin. "Arquitecturas d ibujadas. l ntroducción". A Distancia , monográfico, Temias e histmia de los dibz!)os
de arquitectura. M adrid: UNED, octubre de 1991 ; p. <L
Fo:-.~T, Segismundo . Reconocimiento general de los tres jHesiflios menores de África, 1790, manuscrito. Madrid: SH M , 4-5 -8- 7,
n." 6.4 16 ; 90 fo l.
ÜRn:GA V m AL, J avie r. "La planta, la sección, el alzado: consideraciones arquitectónicas". En: A Distancia, monográ fico,
Temias e historia de los dibzy'os de arquitectura. Madrid: UNED, octu b re d e 1991; p. 12 a 17.
Bo:-.~ET CoRRM , An tonio. fiesta, poder y arquitectura. Aproximaciones al banoco español. Yfaclrid: Akal, 1990; p. 130. También:
Mu::íoz CoRI3ALÁ:-.J, J uan tvfigueL " El ejército como vía d e transmisión de modelos fl amen cos en el siglo XV III. La ciudadela de Barcelona", Actas del V I Congreso español ele H isto ria del Arte ( 1986). Santiago de Compostela: U niversidad,
1990 ; p. 370 a 373. De este últi mo autor, contamos con su tesis doctoral que amplía J.as p erspectivas sobre este tema :
tvluÑOZ CoRnALÁN, J uan Miguel. I.AJS ingenieros militares de Nanrfe.1 a f-_spwia (1691-171 fl). 2 vol. Madrid: Centro de
Pub licaciones del M in isterio ele D efen sa, 1993; I 374 p.
I ntrodu cci ón
29
16
'
47
4
U
49
30
Para ver un amplio listado biográfico de los ingenieros m ilitares que desarrollaron su trabajo durante el siglo XVIII , véase:
CAPEL, Horacio, et al. Los ingenieros militares en España, siglo XVIII. Barcelona: Cátedra de Geografia Humana, 1983; 495 p.
En relación ron MeJilla, realiza'ri10s un primer acercamiento biográfico en: BRAVO NIETO, Antonio. lngeniems militnres en
Melilla. Teoria y fJrártica de jórtijicaciim durante la edad modema, siglos XVI a .\'1 111. MeJilla: UNED, 1991; p. 12 1 a 130.
MARTÍN MERAS, Luisa. Op. cit.; p. 227.
BALEN, Fernando. Art. cit. ; p. 99 a 120.
BRAvo NIETO, Antonio. La construcción de una ciudad europea en el contexto norteojricano: Arquitectos e ingenieros en la Nlelilla
contemporánea. Málaga-MeJilla: Universidad-Ciudad Autónoma, 1996; 700 p. También, La ciudad de Melilla a través de sus
autores. Diccionario biogrijico de arquitectos e i11genieros (finales del siglo XIX y jJ7'Ímera mitad del XX}. MeJilla: C iudad Autónoma,
1996; en prensa.
Cartografía histórica de Melilla
Entre el Medievo
y el Renacimiento
1.
D
espués de una historia milenaria , ligada a importantes pueblos y culturas mediterráneos, la primera MeJilla española fu e fruto y consecuencia de la tradición
medieval de los reinos hispanos. Época de cambios y confluencias, el mundo
fragmentado de la Europa gótica daba lugar a nuevos estad os nacionales q ue se habían ··
fortalecido poderosamente y que afrontaban la edad moderna con decisión.
D entro de este panorama, la mayor parte de los reinos
~e"'l'a
Península Ibérica habían ido
confluyendo hacia una unidad imparable, catalizada por los R eyes Católicos. La fuerza e inercia de la R econquista y el fortalecimiento de las estructuras del estado, propiciaron nuevos
campos de expansión más allá de la península; América, las islas Canarias, Europa y el Norte
de África fueron los escenarios donde España iniciaba con fuerza su propio R enacimiento.
La costa mediterránea del Norte de África era percibida como una cercana, y a la vez
inasequible, fachada situada frente a las costas del sur y levan te español'. El interés de Isabel y Fernando por potencia r la presencia hispana en este ámbito regional se concretaría en
varias acciones que permitieron fortificar algunas plazas fuertes, entre las que se encontraba M eJilla. Ésta era a finales del siglo xv una ciudad destru ida y abandonada, po r lo que
fue reconstruida y repoblada 2 a partir del desembarco llevado a cabo por el comendador
del duque de M eclina Sicionia, Pedro de Estopiñán y Virués, el 17 de septiembre de 1497.
Desde ese mo mento, Mclilla empezó a formar parte de la mo narquía española de manera
ininter rumpida hasta nuestros días, iniciá ndose el
l~1to
proceso de construcción de una ciu-
dad y fortaleza que se ha ido reescribiendo a lo largo de varios siglos.
Durante el siglo xv r, la ciudad se fue consolidando y sus defensas y fortificaciones se perfeccionaron de acuerdo a los intereses españoles en el ámbito regional. Por esta razón, la
planificación estuvo siempre presente en la manera de estructurar espacialmente la planta
de M elilla, por lo que ésta obedece a una rígida previsió n que era asumida directamente
31
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../ ...
M· P. y J)-XIX- \6"~
1. Este dibujo corresponde a una
porción de las murallas del frente de
Tierra entre el foso de Santiago
y el
torreón del Sancti Spiritus, al que
por entonces se proponía adelantar.
Realizado por "manos pocos
por los reyes españoles. A ellos, a su voluntad y a los intereses de la monarquía española se
de ben todas las obras que se ej ecutaron en la ciudad, las transfo rmaciones llevadas a cabo,
el trazado de n uevas murallas e incluso los proyectos (que los hubo) de trasladar la ciudad
de Melilla al vecino atalayón de la M ar C hica, por presumirse allí una defensa más fáciP.
Sin embargo, con la desaparición de los Reyes Católicos y del cardenal Cisncros, se vola-
expertas', expresa perfectamente el
tipo de mu rallas y torreones que
habían sido realizados por ladino de
Martinengo
y por Miguel de
Perea .
La Trar:;a de los torreones de Meli/la,
remitida en una carta del
gobernador Francisco de Medina de
fecha 1 de febrero de 1552,
31,5 x 44 cm., sin escala. AGS. M.P.
y D. XIX- 169.
Estado, leg. 477.
tilizaba el gran proyecto de expansión española por África4 ; el emperador Carlos I no estaba en absolu to d ispuesto a hacer realidad los sueños iluminados de R aimundo Lulio, pero
no dejaba de apreciar el valor de una ciudad y plaza fuerte que podía servir como punto
destacado en su necesidad de controlar el Mediterráneo. Y cuando ha blamos del Mediterráneo, nos referimos concretamente al peligro que representa ba la marina otomana y, de
modo secundario, los sultanatos norteafricanos y sus belicosos piratas, entre los cuales se
e ncontra ba el de Fez, en cuya costa norte se asentaba Melilla.
Resulta significativo que gran parte de las obras de la ciudad obedezcan a situaciones o
circunstancias generadas dentro del ámbito regional. Cambios de dinastías o posibles incursiones de piratas turcos, unidos a ciclos económicamente favorables en las finanzas hispanas,
32
Cartografía hi stóric a de M e lill a
estarán en la base de todos los elementos que nos definen actualmente la Melilla del cinquecento. La plaza mediterránea, va a latir como una pequeña p ieza dentro del complejo sistema de equilibrios establecidos tanto en las orillas como en el corazón del viejo mar.
Esta cronología de Melilla, ciertamente internacional, también nos explica su estructura
y morfología. El interés del emperador Carlos 1 por fortificar algunos de los frentes de la
fortaleza (los de Tierra) se produce en 15 25, para asegurar la ciudad. Pocos años después
se completaba el circuito de sus murallas cerrando el recinto por el frente de Mar, terminado a finales de los años treinta.
Para 1549, unas guerras civiles e n el sultanato de Fez, y el advenimiento de una nueva
dinastía al poder, la Saadita, inquietó a los regentes M aría y Maximiliano de Austria que
ordenaron consolidar y reedificar todas las murallas de la ciudad, a la vez que M eJilla se
convertía en refugio de dos sultanes destronados con todos sus séquitos. Posteriormente, en
los años sesenta y setenta, el peligro de la llegada de flotas turcas, convertirá a Melilla en
una atalaya desde donde se controlaba sus movimientos, llegando a temerse q ue la armada
H.P.'J D. XIX ! to8
.,
2 . El prestigioso ingeniero italiano
El Fratín fue encargado por Felipe 11
para que estudiase la fortificación de
la Laguna de Melilla. Este dibujo nos
muestra su propuesta (irrealizada) ,
una torre talusada de planta
cuadrada de 37 metros de base,
que se situaría en su boca, junto al
arrecife. Los sólidos muros y
bóvedas de media naranja nos
especifican su prioritaria función
defensiva contra la armada turca,
aunque también serviría, como el
resto de los fuertes de la fortaleza,
para controlar la región de Melilla.
Planta, montea y modelo
de la torre .. ., proyectada por El
Fratín para defensa de la boca de la
laguna de Melilla, Cartagena, 3 de
noviembre de 1576, 31 x 21 ,5 cm .,
escala gráfica de 100 pies, AGS.
M.P. y D. XIX- 108, G.A.,
leg. 8 1-3 1 ter.
¡~· 11
t r e e l /vi e di e v o y e L R e 11 a e i m i e 11 1o
33
3.
Este es el plano específico
más antiguo que conocemos de los
aljibes de Melilla, y en él puede
otomana pudiera apoderarse de la Laguna de Melilla (Mar Chica) y la fortificase, como
punto intermedio para atacar las costas españolas.
Estas razones son las que determinaron que la ciudad se fuera planificando de una manera
apreciarse su estructura: los dos
aljibes propiamente dichos (en el
centro) con una capacidad para
almacenar 1. 144 metros cúbicos, y
los decantadores donde el agua se
filtraba antes de ser almacenada
(laterales). Es, sin duda, una de las
obras fundamentales de la ciudad
del xv1 , tanto por la calidad como
por su dimensiones y estudiada
estructura.
meditada, a golpes de informes y consejos reales, en base a opiniones contradictorias de nobles
y técnicos que debían estudiar en cada momento y circunstancia cuál era la forma más con-
veniente. de realizar las fábricas, de ejecutar las obras y de consolidar los recintos de murallas,
que asumían la imagen de la propia ciudad. Personalidades de la valía de Per Afán de Rivera,
de Juan de Austria, del príncipe Vespasiano Gonzaga, del conde de T endilla, del almirante
Bernardino de Mendoza, del comendador mayor de Castilla Luis de Requesens, del duque de
Alba, de Álvaro de Bazán y de Juan Andrea Doria, emitieron sus informes sobre Melilla, se
Plano y perfil de los aljibes de la
Plaza de Melilla, año de 1722. Sin
autor, 1722, 24 x 3 4,5 cm., escala
preocuparon por sus características y capacidades, vigilaron que las órdenes del monarca fueran cumplidas y la ciudad estuviera perfectamente preparada para defenderse.
gráfica de 15 Tuesas, SHM.,
Pero podemos equivocarnos si pensamos que la morfología de Melilla obedeció a una
4. 690/ 1.
planta ideal, llevada racionalmente hasta sus últimas consecuencias. Por el contrario, la ciudad fue construida a lo largo de amplios períodos cronológicos, guiándose por un fuerte
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34
Cartografía h is tóric a de M elilla
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del peñón rocoso sobre el que se asentaba el principal recinto amurallado q ue se erigió en
XVI,
·.
le confirió un fuerte carácter de fortaleza medieval: sus cortinas sobre escarpa-
dos rocosos, el perfil anguloso, su trazado urbano irregular más propio de un pueblo medieval o falto de planificación, debido a los amplios desniveles del terreno, etc.
de Vitrubio, sino un conjunto defensivo y a la vez urbano que fue acondicio nado para
4.
Esta planta de Melilla es uno
de los dos planos que el gobernador
Pedro de Heredia remitía en 1604 a
Felipe 11 1. Es el primer trazado
completo de la ciudad, apareciendo
la doble estructura de la fortaleza: la
edificios que aparecen dibujados en
su interior.
El segundo recinto, la Villa Vieja,
contaba con una cerca de murallas
poder cumplir la función defensiva que los monarcas le encomendaron.
y edificios, como la ermita de
Otra de las características más significativas en el diseño de la ciudad durante el
SI-
Nuestra Señora de la Victoria.
glo xv1, fue el gran peso que tuvieron los ingenieros italianos en sus obras, lo que ha hecho
Esta es la planta de la ciudad y
hablar en ocasiones de una MeJilla
. .
Villa Nueva con los principales
No es por tanto la MeJilla del xv1 un "oppida" regular y geométrico, ni la ciudad ideal
italiana5 .
'
:.
pragmatismo funcional, caracte rizado a veces por la irregularidad. La fo rma y di sposició n
el siglo
'•
•/ : : : : :,.
No fue circunstancial que cuando el emperador
Carlos 1 decidiera en 1525 fortificar parte de sus murallas, designase a Gabriel Tadino de
fuerza de Meh1/a ... Pedro de Heredia,
20 d~ octubre de 1604, AGS . G.A.
leg. 636, M.P. y D . X LII-65.
Martinengo para trazar las primeras obras. Este prestigioso ingeniero y militar, retratado al
final de sus días por Tiziano6 , proyectó las nuevas murallas de Tierra y sobre todo el torreón
de Sancti Spiritus en la zona más elevada de la ciudad.
E n t re e l A1. edievo y el R enacim i ento
35
5 , El gobernador Pedro de
Heredia reforzó a principios del siglo
XVII
la zona de las puertas, cortina
.
y
terraplén bajo el cual se situaba la
t'
capilla de Santiago, el túnel de
Santa Ana
y la bóveda que bajaba a
la Marina; para ello construyó un
nuevo torreón curvo, denominado
posteriormente de "la Avanzadilla".
Por este motivo realizó este plano
que indica (toscamente) la situación
de la plaza de los aljibes , con su
planta, así como del antiguo hospital
y casa del gobernador, edificio muy
amplio y de dos plantas. En el
/'
emplazamiento de la actual Casa del
i'!f'~~
Reloj, existía una plaza de armas
abierta, con una cortina donde se
yo.r.u ?11/Jc
L k {y.:Jd 'Je.rtf//I?l
ubicarían los "lanzadores de hondas'. También existía una pequeña
enramadilla donde se decía la misa,
al no contar Melilla por entonces
con iglesia parroqu ial.
El torreón nuevo que ha hecho el
gobernador Pedro de Heredia, 20
-
- -- ---¡
f.TJ--~r~~ /
de octubre de 1604, AGS. G.A.,
leg. 636, M.P.
y D. XLII-66.
~ 1[
1Í -1-
t· -
\ .\ . ¡·
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Las obras de Martinengo debían reforzar el actualmente denominado Primer Recinto, que
por los inicios del siglo xvr era llamado Villa Nu~va, en contraposición a la Villa Vieja que quedaba a sus pies (actuales Segundo y T ercer Recintos) con unas defensas muy infe riores. La
estancia de Martinengo fue muy breve y en los años siguientes volvieron a aparecer por M.clilla
estos ingenieros del emperador, para trazar, proyectar e informar sobre la marcha de las obras
que llevaban a cabo los maestros de obras. Nombres como los dejuan Vallejo (1529) o miser
36
Cart ogr afí a !ti sLó 1· ic a d e M e lilla
Beneclito de R ávena (1534), vuelven a ser los responsables ele la construcción de las murallas ele
MeJilla, obras que continuaban en el Frente ele Mar cuando (uc acabado el de Tierra.
Pero las obras más importantes se debieron a un ingeniero (capitán de trincheras y también
artillero) llamado Miguel ele Perca. Este técnico llegó a Melilla por orden de los regentes María
y Nlaximiliano ele Austria con la (unción de reconstruir la zona ele murallas más expuesta ele
la ciudad : el frente de Tierra y la puerta ele Santiago. Las obras ele Perca, que permaneció en
MeJilla dos años, se centraron en las murallas de Tierra, concretamente en la zona donde Martincngo había construido el torreón ele Sancti Spiritus y en la batería ele las Doce Piezas.
Las técnicas ele fortificación utilizadas en 1\!lelilla, d esde 1525, fueron las denominadas de
transición. Este término refleja el paso de unas mura llas y fortalezas m edievales, con
amplios y altos torreon es curvos, que basaban su defe nsa en la inexpugnabilidad, a otras
modernas (renacentistas) más preocupadas por hacer frente a la arti llería que evolucionaba
por entonces muy deprisa y había convertido en obsoletas muchas fo rtalezas hasta entonces
inexpugnables.
La morfología de los torreones renacentistas seguían mostrando perfiles curvos, pero a
diferencia ele los medievales esta ban terraplenados en su interior y eran macizos para poder
hacer fi·ente a los disparos artilleros y situar sobre su adarve baterías de cañones (Fig. 1). Esta
ubicación artillera sobre los torreones, llevó a los ingenieros y tratadistas 7 a preocuparse de
los "flanqueos" entre las piezas, lo que hizo variar la disposició n de los torreones buscando
que unos apoyaran a otros, consiguiendo con ello una figura funcionalmente ideal.
El paso siguiente en la evolución d e las técnicas d e fortificación fue variar la planta de los -·
torreones curvos o cilíndricos por torres pentagonales que serían lla madas baluartes, y que
ofrecían unas cond iciones ele fl anqueo y defensa muy superiores a los a nteriores. Este paso
en las tipologías no se
prodt~jo
en la l\ifclilla d el cinquecento, y tendremos que esperar hasta
1690 para poder encontrar en la ciudad una obra pentagonal.
Miguel de Perea construyó dos ele las realizaciones más significativas de la ciudad de
MeJilla, la Avanzada y la capil la de Santiago. La puerla y casam ata de Santiago era una
obra avanzada a la pue rta principal ele la plaza, a modo ele revellín, fo rmado por dos torreones acasamatados pa ra efectuar disparos desde su interior, y dispuso de foso para completar el sistema de flanqueos.
Por su parte, la capilla d e Santiago era una bóveda gótica ele te rceletes construida a la
salida misma de la pue rta de Santa Ana, siendo una obra que expresa a la perfección ese
carácter que ya hemos señalado de M eJilla durante todo el siglo, a medio caballo entre la
superación d e lo medieval y la asunción de técni cas y estilos modernos . Era la
co~tradic
ción entre el R enacimiento que desd e Italia inundaba el mundo artístico y cultural español,
y las tradiciones góticas presentes en los ingenie ros y en los m aestros canteros; éste fue el
caso del maestro ele cantería de Granada, Sancho de Escalante, que dirigió todas las obras
de Melill a a partir de 1533 y continuaba sus fábricas pasada la mitad del siglo, trabajando
por tanto con los principales ingenieros que pasaron por esta ciudad.
E niTe el ¡\1/e dievo )' el R en acimi ento
37
)
6.
El carácter plenamente
renacentista de Melilla, con los perfiles
cuNOS de sus recintos y torreones,
queda patente en este plano realizado
por un personaje peculiar dentro de la
Melilla del siglo XVII: el 'hijodalgo"
Marcos de Ayala que pretendía
convencer al Consejo Real para
ocupar y fortificar la lengua de tierra
de la Laguna de Melilla, con la
finalidad de explotar sus salinas y
defender al mismo tiempo la plaza de
Melilla.
El proyecto fue totalmente
descalificado, pero el plano nos
ofrece muchos detalles sobre la
ciudad; la calle San Miguel era ya la
principal de la ciudad, y aparecen
dibujados la casa del gobernador y la
del capitán de caballos, también el
convento y la iglesia, junto a
cuarteles, molinos de viento, etc. Las
murallas del recinto principal siguen
teniendo la misma forma con los
torreones que veíamos a mediados
del siglo anterior. La Alafia sin
embargo muestra ya el "foso nuevo"
que hace referencia 'a la construcción
del hornabeque en 1690, aunque sin
alterar realmente su perfil exterior,
que sigue pareciéndose más al de un
castillo medieval que al de una
fortaleza de finales del XVII.
Finalmente, Marcos de Ayala
dibujaba la Laguna con su lengua
de tierra y salinas, y señalaba otros
accidentes como la "Sierra de
Melilla', las islas Chafarinas y el río
de la Plata. La ingenuidad del plano
y las deformaciones que contempla,
no ocultan que sea uno de los
dibujos más sugerentes que se
conservan de Melilla.
Melilla, Marcos de Ayala, 14 de
febrero de 1692 AGS. MPD.-VIII253. Leg. G. Marina.
-
/1 1
7. Podemos considerar este plano
Pero las defensas de M eJilla no era n suficientes para eJercer el control que la ciudad
de 1699, realizado por Alfonso Diez
de Anes, como la última
representación de la Melilla heredada
debía establecer sobre sus a lrededores. Por esta razó n, se inició la construcción de una serie
de fuertes exteriores destinados a defender la vega de Melilla y los pastos para ganados e
del siglo XVI, antes de las grandes
incluso poder " hacer la leña" . Estos fu ertes fu eron los de San Lorenzo, Santiago, San Fra n-
reformas del setecientos.
cisco, Santo Tom ás de la Cantera, San M arcos y San Pedro de la Alba rrada; incluso, el
"Planta de la plaza de Melilla como
está en primero de febrero de 1699.
A, cuerpo de guardia principal. B,
frente del palacio del gobernador. e,
ingcni ~o
p ara controla rla. Este rosario exterior de fortificaciones p ropició una eficaz defensa de
batería de la campaña. O y E, son tres
M elilla, que por entonces controlaba sin problemas un a mplio terri torio extramuros, ejer-
lienzos de muralla que el tiempo
arruinó. F, caballero de la Concepción.
ciendo también una gra n influencia sobre los rifeños de los alrededores que debían pagar
G, almacenes que se están
impuestos a la ciudad para poder cultivar la vega o extraer sal de la M a r C hica11 •
construyendo. H. puerta del Socorro.
La c ulminación del plan de obras iniciado por Taclino de Martine ngo y finalizado por
Y. fuerte de San Antonio de la Marina.
J , los algibes. K, foso de Santa Ana.
Miguel de Pe rea, completaron básicamente la estructura ele la M elilla del cinquecento. Por
L, casamata de las puertas de
entonces sólo quedaba realizar algunas ob ras puntuales, a unq ue ampliamente significativas,
Santiago. M, torreón que cubre la
puerta de la mar. N, varadero nuevo.
caso de los alj ibes (Fig. 3). Esta sólida estructura es una de sus construcciones en cantería
O, Iglesia de Nuestra Señora de la
Victoria. P, Fuerte de San José. O, la
media luna. R, fuerte nuevo de
más apreciada, buen exponente de los avances técnicos de la ingeniería en la época de Felipe JI; consta ele los dos alj ibes p ropiamen te dichos, con capacidad para l .144 metros cúbi-
Santiago. S, los ataques que hacia al
monte mantienen los moros. T, son las
cos, y dos clecantadores p or donde el agua se purificaba.
ruinas del fuerte de la cantera. U, las
Mclilla quedaba por entonces perfecta mente definida, e históricamente resulta m uy inte-
del fuerte de San Francisco. X, las del
fuerte de Santiago. Z, las del fuerte de
San Lorenzo. 1, las del fuerte de la
Albarrada. 2, las del fuerte de la
El Fratín, en 15 76, p royectó uno a la entrada de la Laguna de Mclilla (Fig. 2),
..resantc que d urante más ele c iento cincuenta años no se realizaran reformas o reconstr uc"'w-
ciones q ue alteraran este plano original renacentista. Es así, que en los escasos planos q ue
Huerta grande. 3, rambla capaz de
conservamos de la segunda mitad del siglo
eocubrir 4.000 hombres. 4, mezquita
de los moros. 5, casa del alcaide. 6,
estructura, q ue sería remoclelacla finalmente durante el siglo xvu1.
las minas que por ser precisas se
mantienen. 9, surtida al campo y al
fuerte que está al número 10. 11,
La M elilla del siglo
XV I
XVI
y de todo el xvn se nos presente la misma
era una ciudad y fo rtaleza delimitada por dos recin tos de
murallas (Figs. 4 y 5). En la zona del peñón rocoso se e rigía el núcleo principal de la
mina que se está construyendo.
Todas las lineas coloradas significan
las minas, contraminas y demás obras
p oblación , la Villa Nueva, con lo más d estacado de su estructura urbana, p rincipales
que hay debajo de tierra".
entre lienzos de m urallas y torreones cu rvos (San J uan y Frontero de la Cárcel), elípticos
Plaza de MeJilla. Alfonso Diez deAnes,
(Pelotas y l•loren ti na) o cuadrangula res (Las C ruces), que se iban adapta ndo a la falta de
3 de febrero de 1699 (Copia Aparici
de 19 de agosto de 1853),
48,5 x 35,5 cm., escala gráfica de
400 pies geométricos, SHM.
Aparici 282.
edificios y sus cortinas y to rreones m ás sólidos. 8 1 pe rfil irregular estaba comprendido
uniform idad del te r ren o. En el inte rior se levantaba e l caserío con los p ri ncipales
edificios, como la casa del Gobernador, e l H ospital, los almacenes y los dos aljibes (uno
nuevo construido en 1571 y otro viejo frente a éste); también algún edificio religioso,
como la Ermi ta de San ta Barvola, y una construcción destinada a l aloja miento ele los
rifeños que pernoctaban en M clilla.
Por su pa rle, la Alafia o Villa Vieja era otro recinto construido con much a menor solidez y con un circuito de murallas de menor consideración. Circundado por un foso, su
estructura dclen siva estaba compuesta por una serie ele obras irregulares de tapial ele poca
e nvergadura, que comprendía algunos edificios entre los que destacaba la ermita de Nuestra Señora de la Victoria, en cuyo interior se veneraba una imagen ele la Virgen de finales
del siglo
40
Ca1'1o .~r a.fía
histórica de !vl e lilla
XVI
de estilo manie rista.
¡.; 11 t,. e e 1 M f di f li o )' fl R e n a e i m i e 11 t o
41
Ninguno de los proyectos realizados en la segunda mitad del siglo xvr alteró en lo sustancial esta estructura. En estos momentos, las preocupaciones de Felipe II iban encaminadas más bien al control de los turcos, y concretamente a la posibilidad de fortificar la
entrada de la Laguna de MeJilla. Ésta fue la que recibió la atención de múltiples informes
y proyectos, hasta que pasado el peligro otomano después de Lepanto, todo se archivó.
Las..obras llevadas a cabo durante el siglo xvrr no alteraron en lo sustancial su morfología. La mayor parte de las veces se limitaban a reparaciones o consolidaciones de torreones
anteriores. Éste fue el caso de lo realizado por el gobernador Pedro de Heredia o por sus
predecesores hasta finales del siglo. Por esta razón, los planos de Melilla dibujados durante este siglo siguen mostrando la estructura renacentista de mediados del cinquecento. Esta es
la imagen que nos transmite el plano de Marcos de Ayala de 1692 (Fig. 6), que volvía a
manifestar las preocupaciones de MeliiJa: la Laguna y los fuertes exteri ores, mostrando una
imagen ideal del interior de la ciudad, que subrayaba sus edificios principales.
T ambién del plano realizado por Alfonso D íez de Anes en 1699 (Fig. 7), magnífica
representación que nos anuncia ya una ciudad sitiada y que va a requerir profundas
transformaciones en sus sistemas de fortificación para poder renovarse.
Así vemos cómo se han realizado ya algunas modificaciones en la Alafia, con la construcción
de un hornabeque y varios fuertes triangulares. Es esta imagen, por tanto, la última visión de
aquella M elilla del Renacimiento que había estado vigente durante casi dos siglos, durante todo
el periodo de los Habsburgo. Desde entonces, la Melilla de las formas curvas y elípticas va a
ceder paso a la Melilla de las tipologías pentagonales y triangulares, la ciudad del siglo XVIII.
Notas
Para una visión de conjunto sigue siendo imprescindible la obra de BRAUIJEL,
Fcrnand. El Mrditrrrrínro y ti Mundo
/1/rditrmínro fll la ;pora dr Fdiflf 11. 2 vol.
M(·xico: Foudo dt· Cultura 1-:mnómica, 19!!0; 1 !360 p., 11 950 p. Cou anteriolidad había escrito otro trabajo,
"Les cspagnols et I'Aiiique d u 1ord de
i'f!J2 a 1577". Ra,·ue Ajncaint, n." 69.
s.l., 1928; p. IB4- a 233 y :t'i 1 a <128.
2
Do~oi:-.~oucz ÜRTIZ, Antonio. l<'l A1111:~uo
llrgimen: los Rryrs Católicos)' los llu.rtrias.
~ l adrid: Alianza Editorial, 1988; p. 43,
Sl' rt'fcría a esta a('ción como una 1n ás
d•· las rcpohlar ioucs efectuadas en el
ámbito hi!-~pa no.
:! Sobre los proy<:ctos y cronologías véase
l\ luÑoz, Alicia. "El sistema de
l<mificaciún de rostas en clr'l'Ínado de
Vclípt· ll: la costa uortc ck Áf'rira y la
lo rtilicación de lvlclilla r n el siglo
XVI". En: Mdilla en In historia, sus
CÁMA RA
42
Cartografía hist órica de M elilta
.fortificaciane;; S('minario cl'i<'hradn en
(Vfclilla los dias 16, 17 y 18 de 111ayo d~
1988. Madrid: IC RBC., 1991 ; p. 31 a
4 1. También BRAvo :'>!t ETO , Antonio.
lngmiems militarts m Meli//tJ. Teoría y /Jrácliw dr .fiJrtifimriúu dumutc la edad modcma,
,rig/os .IT/ a Xl'l/1. Mclilla: Ct·utro Asociado a la UNED, 199 1; p. 30 y :{l.
4 Sobre los comrwncnlcs religiosos de
este proyecto, véase el lral><\io ele i\voo.~:s Fo-:RNÁNDEZ, Miguel. "Mrlilla, primera cabeza dt" puente en el cam ino
hacia la Casa Santa". En: Mrlilla tll la
historia, susforlifitacionts. Seminario cele.
bracio en i'vlclilla, los días 16, 17 y 18
de onayo ele 19lUl. 1\lladricl: IC RBC.,
1991 ; p. 7:> a 7!3.
5 BR.wo Nnno, Antonio. "Entre la
U<l-
dición medieval y el cinquteen/o: los
ingenieros italianos en Mclilla". En:
lfrrhitelli e irwgueri militari italiani all'esle,.. da/ XI' ril .VI'fll .rm,fo. Roma-I.ivorno:
lstituto ll aliano clci <..:astd li-Sillabc,
1994; p. ;>;, a ó4.
6 'l'Am:-<o, Guido. Vita di Uabrirlc Tadino da
Martinrngo. l'riorc di &rletta. llérgamo:
Ateneo di Sri<'nze, 1A'ttl'l'r ccl 1\rti,
1973; p . !l:>-86 y 196.
l'ncdcn ronsultarse los to<•tados de
ROJAS, Cris1úbal de. Trórica y ¡míctira dt
fortifirarión, corifonnt ti las mfliit!as y diffnsas dtsto.•· timr¡)(Js, re¡JIIrtidrrs m tm fHu"lt.<.
Madrid: Luis Sánch('z, 1591l; 106 fol.
~l";:unbién , CoNZÁLF.Z DE t-. I E.DINALlAR. ~
Diego. Examen ele fortificación.
Madrid: Imprenta del Licenciado
Vúo·cz d•· <..:astro, 1599; 2'2 1 p.
llA,
!l Véanse una referencia ele estos impuestos en BRAvo f\tETO, Antonio y SÁI'.z
l:i\ZOHI.A, J esús :'vligud. /olelilla t ll ti
.rig/(1 XI'/ a lmvir de susforiificaciolltS. Mclilla: Aynnt;uuit·ouo, 19!lB; p. 79 a 81·.
n. La Mar Chica y la
costa de Melilla
i el siglo
S
XVI
fue el período de máximo esplendor para el mar M editerráneo y los
estados bañados por sus costas, no es extraño que gran parte del interés sobre
Melilla se materialice sobre una gran laguna costera inmediata a la ciudad, que
adquiere por entonces un fuerte protagonismo histórico.
Es dificil precisar la cronología de su formación geológica, aunque ésta pudo haberse
producido entre el siglo xv y el
1
XVI .
No obstante, algunos :tutores del quinientos le daban
una cronología anterior; M ateo de Florio R aguso, uno de los militares de prestigio que Felipe II envió en 1569 a la laguna para discernir sobre su utilidad, aseguraba que la boca de
la albufera fu e abierta por los roma nos, y que en el interior se recogía su flota como base
segura desde donde conquistar "toda Mauritania y Berbería". También sefialaba R aguso
que para conservar este puerto nuevo, hicieron una boca junto a un arrecife utilizado como
muelle y defensa, para que las torme ntas no la cerra ran 2. Juan Andrea D oria, que visitó en
lugar en 156 7, también afirmaba de este arrecife que parecía hecho con arte, como si la
mano del hombre lo hubiera conformado.
Pero fue a mediados del siglo xvr cuando entró e n plena escena histórica. Luis de Mármol C arvajal, en 1573 se refería a ella y afirmaba que estuvo cerrada, hasta que unos decenios antes de publicar su obra se abrió una boca en la barra de arena que comunicó la
laguna con el ma r\ también señalaba la existencia de unas salinas sobre el a rrecife, formada por el agua que se depositaba durante los temporales de levante.
Sea cual sea su origen, ya desde 1550 los monarcas españoles comienzan a preocuparse
por su control. C arlos V escribía en 1550 que la laguna "parcscc ser cosa d e importancia, y assi se mirara lo que se debe hazer y proveer cerca clello'"'. Este interés del e mperador determinó la llegada del almirante Bernardino de M endoza ese mismo año con
ocho galeras; éste pe rma neció un día en la laguna "al remo y a la vela", midiendo sus
43
8. Este dibujo de 1564 es la
primera representación que
( [. 33<-
J
conocemos de la laguna de Melilla.
Después de conquistar el peñón de
Vélez de la Gomera a los turcos,
García de Toledo pretendía impedir
que ést os se instalaran en ella.•
Tenía un brazo de arena en cuya
mitad se abría la boca que la
comunicaba con el mar. En el
interior se situaba un tómbolo
estando las orillas llenas de árboles.
Delante de la boca de la laguna,
existía un arrecife, "un secanyo de
(
piedra y peña", que impedía que
ésta se cerrara.
Diseño de las costas y laguna de
Melilla llamada Mar Chica, remitida
en una carta de don García de
Toledo a Felipe 11, Colibre, 11 de
octubre de 1564, 32 x 44 cm. , sin
escala, AGS. MPD. XIX-20.
Estado, leg. 331.
f.'. P.
~
(
t; Xl)(·:w
"de lo qua! an estado espantados cristianos y moros, que nunca creyeron que tal
·-sefondos,
pudiera hazer"''·
El interés estra tégico del lugar se acrecentaba por la inestable política regional: cambios
de dinastía en el sultanato de Fez, con la aparición de los xerifes Saaditas, e incu rsiones del
9. Este dibujo muestra el mismo
rey de Argel en las costas e interior del sultanato, potenciaban la laguna como posible cabe-
paraje coloreado. El perfil de la
za de puente para una posible intervención a gran escala. Por esta razón, el rey de Argel
costa presenta accidentes
geográficos como el cabo de Tres
Forcas y los islotes Farallones ;
no tardó mucho en llegar a ella con su flota y estudiar sus posibilidades, circunstancia que
contemplaba la construcción de un fuerte en la boca.
Melilla era una ciudad amurallada
Por entonces, muchas personas opinaban que la laguna era un puerto magnífico para
que sobresale del perfil costero,
asentada sobre un peñón, y junto a
ella un entrante de agua que hace
referencia a la desembocadura del
río de Oro que por entonces debía
ofrecer un aspecto mucho más
pantanoso del que tendría en siglos
posteriores. Finalmente aparece la
laguna, con su lengua de tierra
cortada por la boca, en cuyo frente
barcos de remos. Por esa razón los años siguientes fueron de gran trasiego corsario en sus
aguas; las flotas entraban y salían y el número de barcos era muy importante, ya que superaban a veces los cuarenta navíos. Por otro parte, las preocupaciones españolas se centraban en que argelin os o turcos pudieran intentar una incursión en las costas peninsulares,
aprovechándose de la complicidad de los moriscos de Granada o Valencia, lo que multiplicaba su peligro. La amenaza sobre la propia Melilla era también evidente, pues el poten-
se situaba la laja o arrecife.
cial de las flotas (co n galeras y galeotas de veintidós bancos de remos) era muy grande para
Diseño de las costas y laguna de
una fortaleza pequeña.
Me/i/la llamada Mar Chica, remitida
Entre 1553 y 1554, el argelino Salah R eís incluso llegó a iniciar la construcción de dos
en una carta de don García de
Toledo, Colibre 11 de octubre
de 1564, 32 x 44 cm., sin escala,
AGS. MPD. XIX- 19. Estado,
leg. 331.
44
fuertes en la boca de la laguna, donde situó muchas piezas de artillería. Por entonces, los
argelinos intervenían abiertamente contra el xerife de Fez: dominaban toda su costa norte,
se habían apoderado del peñón de Vélcz de la Gomera e incluso la atacaron por tierra al
Cartografía hi s t óric a de M e lilla
,
.
.-:' .. 1
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•
..J
1-1
L a M n r (.'!ti e a y la e os t a de M e 1i ll n
45
1 Ü . El ingeniero italiano
Giacomo Palearo el Fratín, realizó
en 1576 este dibujo de la laguna
conq uistar la ciudad de Taza y la misma capital, aunque fin almente todos sus proyectos se
truncaron.
No obstante, dentro de esas convulsas relaciones, la laguna de Melilla era una base que
de Melilla. Ésta aparece muy
proporcionada, dibujándose
minuciosamente todos sus accidentes , aunque en el interior se ubican
simples barrancadas o referencias
como la del 'Al Caramú (Gurugú)
preocupaba a todos, por lo q ue el propio xcrife Saadita, Mohammcd Ech-Cheikh propuso
a los españoles en 1555 y 1556 que los ingenieros de Felipe JI cerraran su boca de entrada, corriendo los gastos de parte del propio xerife.
El control argelino y turco sobre la costa referida se redujo en la década de los sesenta.
adonde habita Bucar'.
En la barra de arena existían unas
salinas,
y por delante de la boca de
esta barra se situaba en paralelo un
arrecife con cuatro canales de
entrada, y en cuyo vértice es donde
El Fratín proyectó una torre. Juan
Andrea Doria explicaba en un
informe sobre las posiblidades de
refugio de flotas de galeras, que
podrían entrar por la boca de una en
una, y arriesgar la seguridad de las
En 1564 García de T oledo, con una armada de noventa y dos galeras, consiguió desalojar
a los turcos del peñón de Vélcz de la Go mera asestándole un fuerte golpe a su presencia
regional. Este marino remitió dos planos de la laguna de Melilla a Felipe JI (Figs. 8 y 9),
con una carta de fecha 11 de octubre de 1564·6 . García de T oledo temía por entonces que
los turcos, al haber sido expu lsados de Vélcz se instalaran en las cercanías de Melilla; estos
dibujos (uno de ellos pintado a colores) son las primeras representaciones claras de la laguna, situada a un tiro de med io cañón de Melilla y cerrada po r una lengua de arena con una
costas españolas.
boca pro tegida a su vez por un "sccanyo de piedra y penya" . Estos dos planos inician una
El desino de la laguna de MeJilla,
serie de representaciones que especifican claramente cuáles son las preocupaciones sobre
remitido en una carta de J uan
Andrea Doria a Felipe 11 de 4 de
octubre de 1576, firmado por
este lugar: por un lado el control del mismo desde el punto de vista estratégico, y en segundo lugar el control de sus salinas.
Giacomo Palearo el Fratín,
/\sí que la laguna de Puerto Nuevo, nombre con la que la conocían los turcos, seguiría
42,7 x 57,5 cm., sin escala, AGS.
MPD. Vll-111. G.A. leg. 8 1-28 bis.
preocupando a Felipe Il durante todo su reinado. Las soluciones estaban claras, se podía
f (,
46
(: arto,g ra.fia histórica dr M eli lla
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diarse con posterioridad, aunque los c•erres te mporales de la laguna y el consecuente
12. Este plano manuscrito en
colores representa la vertiente
aumento de la salinidad, arectaban negativamente este a specto.
oriental del cabo de Tres Forcas,
Finalmente, no se llegó a hacer nada; no se rortificó porque hubiera resultado realmente
costoso y se hubieran necesitado miles de hombres para ello. T ambién porque cuando los
peligros ele la flota turca se disipaban, decrecía el interés del esta do por hacerlo; así ocurrió
cuando la amenaza argelina a mediados de siglo, con la revuelta ele los m oriscos españoles
en 1569R, o la década de los setenta con Lepanto de fondo. Las elif1cultad es eran muchas a
su vez. Si se hubiera cerrado la boca con ba rcos cargados de piedra, los ingenieros tenían
presente que la naturaleza volvería a abrir otra boca en el mismo o en otro lugar (los riachuelos que desembocaban en la laguna, temporales de levante, o terremotos). El propio
J uan de Austria en 1569 reconocía tener información sobre el hecho ele que la laguna estuvo cerrada hacía unos treinta años y que ella misma se abrió poco a poco con el fluj o de
las agua (lo que nos situaría en 1539, tal vez la fecha dada por M á rmol de Carvajal).
Felipe 11 consultó a sus mejores especialistas, a Bcrnardino de Mendoza, a García de
donde se señalan todos los posibles
abrigos cercanos a la ciudad para
conocimiento de los hombres de
mar. Así, se señalan los Farallones
con la laja de la L upiana, y las calas
Confites, peñón Tendido, cala Viñas,
punta de Cala Bermeja, Calablanca,
punta de la Selvanilla, Rambla del
Agua, Rostro Gordo y cala Morrillo.
Plano de fa rada de fa plaza de
Me/il/a entre el cabo Tres Forcas y
la Restinga, por Mateo Vodopich
(coronel ingeniero), Cartagena, 14
de enero de 1764,51 x 73,5 cm.,
escala gráfica de 2.000 tuesas,
SHM. 4.688/ 8. C-32-14/MEL G2/ 8 .
Toledo, a su hermanastro J uan de Austria, a Mateo Florio R aguso, a Luis de R equesens,
comendador mayor de Castilla, a l príncipe de Sabioncta Vcspasiano Gonzaga, al duque de
Alba, al prior don Antonio , a Francisco ele lbarra y a ingenieros como Giacomo Pa leara el
Fratín y a Ba utista Antonelli. Los últimos in formes y consejos reales datan de 1576 y 15 78,
y fueron necesarios nuevas visitas y nuevos proyectos; de esta serie, conservamos varios planos ejecutados por el prestigioso ingeniero El Fratín, donde mostraba tanto el estado de la
zona (Fig. 10), como algunos proyectos que pensaba ejecutar (véase la Fig. 2, en el
capítulo-~-.
anterior).
D esde luego lo q ue nadie ponía en duda era la grandeza geográfica de la laguna; el
come ndador mayor de Castilla afirmaba que era " una d e las mejores cosas que yo en mi
vida he visto", pero sí se cuestiona ba la idoneidad de gasta r fu ertes sumas de dinero en su
fortificación, y m ás cuando la naturaleza parecía controlar la situación en Lodo mom ento.
Duran te el siglo xvu, ni Espai'ía ni M elilla estaban en condiciones de hacer estas inversiones, pero no dc;jaron de aparecer referencias documentales sobre informes que volvían
recurre ntemente una y otra vez sobre ese supuesto dorado que representaban las salinas de
la laguna para la ciudad, así como su ab unda nte pesca. Este fue el caso del proyecto de
Mclchor T o fiño, en 1667, que adjuntaba un informe que calificaba la sal de muy blanca y
sabrosa, o de la propuesta de Marcos d e Ayala, e n 1692, para explotar las salinas
construyendo un ru erte para ello.
o obstante, las condiciones de navegación de su inte rior
parecían haber variado, porque se indicaba que no podrían navegar navíos ni galeras, por
tener poco fondo. Este problema del escaso calado aparece también en un in forme de
1 79~ 9 donde se afirmaba que sólo era utilizada por cárabos y emba rcaciones pequeñas por
la poca profundidad de sus aguas.
Lo cierto es que las circunstancias de la propia naturaleza eran las que determinaban el
acceso o no a la laguna, debido a sus aperturas y cierres. Así lo hacían los temporales de
/,a ¡\ f ar Ch ica y la costa de M elil {a
49
13. Las islas Chafarinas
siempre fueron utilizadas en las
representaciones cartográficas de
Melilla como el límite oriental hasta
donde llegaba su influencia
marítima. Estas tres islas, situadas
frente a Cabo del Agua, iniciaban
......
una tortuosa y abarrancada costa
carente de accidentes (salvo la
punta Oualbadana -Ouebdana-) o
abrigos, que finalizaba en la arenosa
barra de arena de la laguna. En este
plano, la laguna aparece aparentemente deformada, aunque hay
que tener en cuenta que podía
haber estado sometida a una fuerte
desecación, por lo que difería
bastante de los dibujos del siglo xv1.
A partir de Melilla, sin embargo la
costa se vuelve bruscamente rocosa
y con abundantes abrigos y calas,
por lo que se diferencian
perfectamente estos tres ámbitos
1
costeros , en los que Melilla juega un
j
papel de frontera y al mismo tiempo
centro.
Plano de la costa entre Me/illa y las
islas Chafarinas, sin autor, sin fecha
(fines del siglo xvm),17 x 42 cm.,
sin escala, SHM . 47 14/2.
Q-1-20/MEL-G4/18 .
\__,
levante o los frecuentes terremotos que se su fren en la región. En 1755, uno de ellos cerró
la a ntigua boca de la laguna 10 y, en 184-8, otro terremoto volvió a repetir el hecho, por lo
que es lógico pensar que entre am bos se abriría esa boca por alguna circunstancia de las ya
descri tas.
En el pla no realizad o por el piloto de la marina .Jaime M a rtorell en 1764· (Fig. 11), a parece cerrada la a ntigua boca, aunque parece existir un pequeño canal en el extremo sureste; este canalillo también era representado por El Fratín en 15 76, muy bajo y sólo apto
para pequeñas embarcaciones.
1\lgunos autores afirma n incluso que dura nte el siglo xvm, la laguna pudo secarse completamente durante treinta ai'íos 11 , pero una fuerte actividad sísmica e ntre 1887 y 1888 volvería a afectar su perfi l, y un temblor de tierra abrió de n uevo la comu nicación entre el
M editerrá neo y la Ma r C hica, a seis leguas de M clilla. Ya en el siglo xx, volvemos a encontrarla cerrada, hasta q ue en 1909, los trabaj os de la Junta de Fomento de Mclilla iniciaron
50
Ca 1" t Og r a.fí a h i S 1 Ó riCa d e ¡l¡f e/ Í ll a
t; ....-:: .
··~
los trabajos definitivos para construir un canal de comunicación suficien temente amplio,
tra bajos dirigidos por el ingeniero de caminos Luis M olini; curiosamente, al abrirse el canal
y compensar el nivel inferior del interior de la laguna, las aguas sepultaron un pequeño
cementerio construido en sus orillas 12•
Estaba claro que la sup remacía ele la laguna acabó en el siglo xvr, centuria en la que
aparece a mpliamente representada y en la q ue centró el interés de emperadores, reyes y
sulta nes por sus condiciones naturales; pero pasado este siglo, pasa a ser simplemente un
accidente m ás dentro ele la cartografía. Por esta razó n, en las cartas náuticas del siglo xvm
ya es sólo un elemento más del á mbito melillense.
--
En otro orden ele cosas, el setecientos contempla ría la renovación de toda la cartografia
ma rítima española. Aún a principi os del siglo convivían las cartas planas muy ornamentadas (con sistem as ele rumbos) con las cartas esféricas del sistema M ercator. Pero en la
segu nda mitad del siglo xvm se inició un importante despegue científico y desde entonces
L a M ar Chica)' la cost a de lvlelilla
51
14. Este fragmento del mapa de
Tomás López representa el cabo de
Tres Forcas, con sus principales
accidentes de la vertiente oeste o
de poniente. A pesar de su fecha de
realización, a finales del siglo XVIII,
conocemos una serie de cartas náuticas de la zona de Mclilla, realizadas por miembros del
cuerpo de pilotos de la marina. En ellas se sci'ialaban los principales accidentes geográficos
de la costa entre las C hafarinas y el cabo Tres Forcas y las sondas batimétricas de sus profundidades.
Puede verse en estos planos un control dual, ya que si era necesario representar la tierra
se pueden apreciar importantes
deformaciones geográficas
(obsérvese el río de Oro corriendo al
sur del monte Caramú o el perfil
exterior de la laguna), aunque estas
vistas parciales no reflejan el esfuerzo e interés por contar con una
cartografía científica y global de
y sus
a~cidcntcs
geográficos, también lo era conocer las circunstancias del mar, de sus rum-
bos y peculiaridades, así como la medición de las profundidades para evitar cualquier peligro a la navegación española, a los barcos que llegaban a Melilla y mantenían ese fundamental cordón umbilical entre la ciudad y la península.
En el citado plano de J aime Martorell (Fig. 11 ), Melilla era el centro desde donde irra-
todo el territorio español, hecho más
apreciable en los mapas generales.
d iaban líneas con las medidas batimétricas, señalándose las distintas calas y refugios (como
Plano del cabo de Tres Forcas y
la de la Sabanilla, o cala Blanca) que existían en toda la vertiente este del cabo de Tres
costa hasta las islas Chafarinas,
porción del plano de la ciudad, plaza
y fuerzas de Melilla, por don Tomás
López, Madrid, año de 1793,
34 x 19 (del plano completo),
escala gráfica de 2 leguas de 20 al
grado, MNm. 9 11 (3), MN 99-6,
Melilla (Ciudad) Estrategia Militar.
Forcas.
La necesidad de conocer e investigar fu e permanente durante el siglo xvm. Una de las
visitas y comisiones científico-militares más importantes realizadas en Melilla, fue la llevada a cabo por el coronel de ingenieros M ateo Vodopich, junto al tenien te del rey de
C artagena Felipe Caballero, el capitán de navío Ped ro J ustiniani y el teniente coronel de
ingenieros Segismundo Font. En uno de los apartados de la memoria que redactaron, se
detallaba con minuciosidad la costa de Melilla, sus calas y distancias, así como otras noticias como datos económicos e incluso históricos sobre los pueblos que circundaban la
ciudad.
La geografla de la costa era minuciosamente detallada, "un cuarto de legua largo ... , dista
la punta de Tigertel, o de la estera a que dicen los españoles del Rostrogorodo; es capaz su
cala de galeotas, al abrigo de los oeste y sur". T ambién se cncargaba justiniani de cuestio-
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nes meteorológicas, vientos, temporales y posibles abrigos para barcos que recalasen en
MeJilla; otro tema de interés era el tipo de fondos marinos: "Aquí es arena fina y limpio y
desde el cabo de Tres Forcas, hasta la punta de la R estinga" 13• Por supuesto que la volu minosa memoria iba acompañada de varios pla nos, como el de abrigos, calas y fondos
marinos (arena, fa ngo, granufal y piedra), que firmaba M a teo Vodopich en 1764 (Fig. 12).
D e finales del siglo xvm conservamos varios pla nos que, incidiendo en la idea de
15 ,
Siendo Melilla el principal
abrigo de toda la zona del cabo Tres
Forcas, su fondeadero estaba muy
expuesto a los temporales de levante.
El peñón rocoso del Primer Recinto,
ofrecía cierto resguardo natural a las
embarcaciones.
La capacidad de este abrigo,
aparece reflejada en esta carta
representar la costa de M eJilla, deformab an bastante la laguna, qu e sin embargo apare-
náutica anónima, donde se señalan
cía tan bien reflejada en el siglo xvr. Este es el caso d e un plano fechado a finales
los fondos para aviso de los
navegantes.
del xvm (Fig.
L3)
donde se dibujaba toscamente la costa d esde la islas Chafarinas hasta
Mclilla, con los accide ntes del cabo del Agua y la punta Qualbadana (Qu cbdana), o el
plano de Tomás López de 1793 (Fig. 14), muy similar a l anterior y donde la laguna apa rece defo rmada con un brazo de tierra enorme. Sin embargo, y a pesar de ap arecer
dibujado un p equeño cana lillo al sureste, este amplio brazo de tierra puede represen tar
gráficamente el resultado de una posible desecación d el agua, hecho que irí a reduciendo
IAt Mar
Plano que manif1esta el surgidero o
abrigo de la plaza de Meli/la,
sin autor, sin fecha (finales del
siglo XVIII), 38,1 x 54,1 cm, escala
gráfica de 300 varas castellanas,
MNm. 9 11(1), MN 99-8, Melilla
(Ciudad) Cartas Náuticas.
e lll: e a y
1a e o J t a rl e M e 1i ll (/
53
drásticamente el tamaño de la laguna por evaporación, lo que a su vez aumentaría
espectacularmente las salinas.
Es indudable el carácter marinero y mediterráneo de MeJilla a lo largo de toda su historia, ya que su puerto fue una de las principales preocupaciones de sus gobernadores; la
prioritaria comunicación que se establecía a través suya y el control marítimo de sus alrededores,. ha generado un interesante repertorio toponímico histórico (cala de la Galeota,
cala de los Pájaros), que en muchos casos se ha conservado hasta nuestros días.
La navegación y la comunicación marítima permitían en parte la vida de MeJilla y los
transportes en barco aseguraban el abastecimiento que muchas veces no podía hacerse por
tierra. D e esta realidad nace una nueva imagen de la ciudad que engloba el "Surgidero"
o a brigo de Melilla (Fig. 15), como zona defendida y resguardada de los vientos por la
mole de la antigua fortaleza. Este abrigo, ante la poca efectividad de su embarcadero y los
embates del cercano río de Oro, permitió durante toda la historia de Melilla el resguardo
de diversos tipos de barcos, cuyas ricas denominaciones han plagado la historia documental de la ciudad: las goletas, barcos longos, pasacavallos, chambequines, cárabas, escampavías, falúas, londros, místicos, polacras y otros muchos, form an parte, pues, de esa imagen
náutica de MeJilla.
Notas
Yus RAMOS, R afael, y CAno H ERNANJ osé Manuel. Guía de la IWlumleza
de la región de Melilla. Mclilla: Ayu ntamiento, 1986; p. 293 a 3ol0.
DEZ,
2 Colección i\parici. " Laguna d e Mclilla. El capitán Florio Raguso". T orno
V, B.C.I'vl., Estado. Lcg. 15 1; fui 212
a 222.
3 Luis de Múrmol y Carv<\ial, afi rmaba
( 15 7:i) que hada diecio cho a ti os se
había abierto una bota en d cordún de
arl'na. Dw:ri¡Jción Ceneml de 1Íjiica ...
Granada, 1573, ·r . 11 , fol. 153 v".
4 CASTR IES, Henry de. l-es Sources inédi-
tes de 1'/fúroire du lvlaroc. Archives c t
bibliothcqucs d'Espagne, l. ParísJv[adrid: Ernest Leroux-R u iz Hermanos, 192 1; 467 y 470. C arta firmada
en Ausburgo, 20-X-1550, Lcg. 465,
fol. 4·8-49.
5 CASTR!IlS, Hemy de. Op. cit.; p. 4754 77: Carta de l'vl iguel de Pe rca a María
54
Cartografía hi s t órica de Melilla
y Maximi li;H10 de Austria de 14 de sep -
tiembre de 1550
6 .Juan Bautista Vila r apunta que el au tor
de este plano pudo ser el ingeniero italiano Bautista Antonclli . Vtt..AR, .Juan
Bautista. 1'vla¡m,; plmws y .fórtificaciones lus/Jánico.r de Marrueco>; s(glos XVI-XX. Madrid:
Insti tuto ele Cooperación con el Mundo
Árabe, 1992; p. 283.
Colección Aparici. " Relación que dio
Juan Anelrca a su Magcstacl, del
l'etión, Mclilla, Salinas, L~tgunas y
Ajorod, año ele 1567 desde Melilla" .
Negociado de Mar y Tie rra, Lcg . 81;
fol. 200 y 211.
8 LA VERüNNE, Chantal cit-. "Le projet
du capitaine Florio p our obstruier
l'cntréc d e Mar Chica ( 1569)". Les
Sources inédites de l'lútoirc du 1\l!aroc.
Archives et Bibliothcqucs d ' Espagnc,
1U; PH rís: Paul Geut hncr, 1961; p. 1f¡3
a 1%.
9 Colección Aparici. Documento ele 23
septiembre de 1667 prO<:cdcntc del
Archivo General de Simancas, Negociado rh: Cuc rra, Lcg. 21 %; lol. 1él
a 2<k Sobre la refere ncia del siglo XVIII,
véHsc Va.AR, .Juan Bautista. Op. cit.;
p. 297-298 .
1O MoRALES, Gabriel de. Fjeméridr.' de la
historia de Mi!lilla (14.97- 1913). Mclilla:
UNED, 1995; p. 142.
11 Yus RAM OS, R a!itcl y CAno H ERNAN Dt·:z, .José Manuel. 0¡1. cit.; p. :~00.
12 Datos sobre la imagen de la laglllm
durante los sig los XIX y xx m: V H.AR,
.Juan Bautista. Ma¡111s, Planos )'
fortjftarcione>' hisf"ínicos de /\4amre,t:os (s.
XVI-XX}. Madrid: Insti tuto de Cooperación con el Mundo ¡\rabc, 1992; p.
298 a 305.
13 CAllAU.ERO, Felipe et al. Pla~a de Meli1/a, manuscrito. lV!adrid: Setvicio H istórico Militar, n." 4-5-7-10; 60 fol.
La construcción de
una ciudad subterránea
111.
Asedios y guerras de minas
M
elilla se ha definido durante una gran parte de su historia por enclavarse en
una encrucijada. Su situación norteafricana y el tránsito de pueblos a una y
otra orilla del Mediterráneo siempre determinaron una ciudad fortificada;
desde los inicios de su historia existe esa conciencia de "oppidum", de núcleo amurallad0
que debía defender continuamente su existencia comercial o estratégica, que han sido los
dos vectores que la han hecho avanzar a lo largo de los sigles,..
Por eso debemos entender que M eJilla ha sido una ciudad muy caracterizada por unas
defensas a su vez determinadas (aunque no siempre) por los asedios que sufrió. Si bien es
cierto que las murallas ejecutadas dura nte el siglo xvr para hacer frente a un posible ataque
del xerife Saadita de Fez o a las flotas turcas y argelinas, no llegaron a cumplir sus objetivos en ese momento, sí sirvieron para contener el persistente empuje del sultán Muley
Ismall a partir de la segunda mitad del xvn. Fortificación y poliorcética son dos palabras
dialécticamente compenetradas, y nunca es posible entender la una sin la otra.
Desde 1497 hasta 1667 Mclilla pudo mantenerse bien defendida por un circuito de
muraJlas renacentistas y sobre todo por la posesión de una serie de fuertes exteriores
situados sobre las alturas más cercanas a la ciudad, q ue dominaban toda su vega y los
principales lugares desde donde, hipotéticamente, se la podía atacar. Fue ésta una época
dorada para la ciudad; la caballería melillense controlaba una amplia región, manteniendo un "statu quo" favorable a la población que permitía unas interesantes, y poco
estudiadas, relaciones entre la ciudad y todas las cábilas de su región. Estas relaciones se
concretaban en pactos denominados "alafias" que permitían a los rifeños cultivar las
huertas y pastar ganados en terrenos bajo control melillense, y al mismo tiempo establecían relaciones comerciales fluidas (a ratos) que abastecían a la ciudad de gran parte de
sus necesidades 1•
55
16 . Este plano refleja el estado
de Melilla durante el sitio de 1695,
con todos los ataques y galerías de
minas que aparecen en la siguiente
explicación:
'A, caballero de la concepción. B,
cisternas. C, Torre de la Campana.
D, Batería de 12 piezas. E, Torreón
de la puerta que sale a la Alafia. F,
la enramadilla. G, cubo de la puerta
que sale al embarcadero. H, la
puerta, Y, el embarcadero. J, San
Antonio. K, torreón de San Juan. L ,
Torreón de la Florentina. M, Torreón
de las Cabras. N , Torreón de las
Pelotas. O, Torreón del Palo. P,
Puerta que sale a la Alafia. O, San
José. R, torre quemada. S, Torreón
del Veedor. T, Media luna. U,
Triángulo para conservar una boca
de mina S.
Las líneas coloradas paralelas son
nuestras minas y las cuadradas en sus
remates ornillos que se han volado.
Las líneas negras O, son las
minas de los moros. Las líneas S
amarillas son los ataques.
X una rambla capaz de cubrir
hasta 4000 hombres. Z surtida que
se hizo para los ataques. 1, fuerte
de San Lorenzo. 2, Fuerte de
Santiago. 3, Fuerte de San
Francisco. 4, Fuerte de la Cantera.
5, Fuerte de la Albarrada. 6, Fuerte
de la Huerta Grande. 7, Casa del
Alcayde . 8, Mezquita llamada de
Guaria, la más venerada que hay
entre ellos".
Planta de la plaza de Me/illa como
está en 1.0 de diciembre de 1695,
sitiada de moros, sin autor (copia de
José Aparici de 20 de agosto de
1852), remitida en carta del alcayde
de dicho punto en 8 de marzo de
1696, 37 x 49,5 cm., SHM.
Colección Aparici, n. 0 284.
Pero este ciclo favorable, y que posibilitó cierta permeabilidad cultural entre españoles y
rifeños 2, se iba a ver truncado por un cambio político en el sultanato xerifiano. En 1666 la
dinastía Alauita sustituía a los últimos saadíes, y se iniciaba un fuerte cambio ele política
con respecto a las ciudades españolas en el Norte ele África.
Sería sobre todo el sultán Mulcy Ismai'l quien iniciaría una persistente y concienzuda
estrategia para conquistar MeJilla, utilizando todos los medios bélicos que pudo desplegar
56
Cartografía histórica de M eli/la
C..Dpli(míor~
A
Jo limo
D CtuailtJO delll;,.,,.¡me,. ·
<~:~ ~~. : .~;;
·. ..'. ;'j~~i¿"
e Ji,rrrra dtl~ <Jtrm:
1)
Melilla, Pedro Samson Des Allois
MELJI::J ..A
realizó varios planos sobre el asedio
· 'consus ~c.Jtn(1pufl.1>1>.
a que estaba sometida en 17 15. En
éste puede apreciarse una ciudad
M
J,~rlm de tlim
1'~ j',
17. Durante su estancia en
.L
.1••
~,
1~
A
que estaba férreamente rodeada por
<.11/apo.
los ataques o trincheras marroquíes.
dtJho/.
tf ltduaro de1 utí~utf.
f <..JÚr,j,(t 111110
G
Éstos iban avanzando en zig zag
sobre las murallas de la fortaleza, y
t-t biud::iosd..-lN il>ellÍIFT
se observa cómo los antiguos
J'o ÚUIIICin
fuertes exteriores de San Lorenzo,
).:; Jo ü!lbouada
, J'a Ydnhl,,
San Francisco o Santiago ya habían
sido conquistados y quedaban
H d'Oil J'oltJiiO.
detrás de las trincheras atacantes .
·,v d'Cltl Üe1_90
El único que resistió todos los
embates fue el de San Miguel, que
estaba unido a la ciudad por una
doble comunicación.
X. 1i... .A N
-
Melilla con sus attaques, 171 5.
Sansom Des Allois, 1715, escala
.,;-~. ·
:;:
o
gráfica de 4 00 toesas, AGS . MPD.
[LIV-8, Guerra, Leg. 160 1.
~1-1'. )~ - - LW-8
en ese momento; es necesano tener en cuenta que la costa norteafricana era una zona en
cierto modo excéntrica a lo que se consideraba corazón del sultana to, la costa Atlántica y
zona central, hecho que caracterizó a todos los asedios que se van a cernir sobre la ciudad
durante su reinado.
La estrategia d e Muley Ismai'l sobre esta ciudad se concretaría primero en conquista r
y destruir los distintos fuertes exteriores, con el fin de socavar la influencia de M elilla
sobre su región circunda nte . Este hecho acarreó o tra consecuencia pues al destruir los
fuertes, las fu erzas y ~j ército xe rifiano podí an acercarse por fin a las mismas murall as de
la fortaleza.
De esta manera fueron conquistados, tras encarnizadas luchas, los fuertes de San Lorenzo, Santiago, San Fra ncisco y Santo Tomás d e la Cantera, junto a los más cercanos de la
Huerta G rande y San M a rcos de la Alba rrada. Caído este primer limes de Melilla, el
~j ér
cito atacante se encontraba por vez primera frente a fiTnte con las a ntiguas mu rallas re nacentistas que habían sido construidas hacía más de cien años. No hay que decir que éstas
estaban por entonces obsoletas y necesitaban unas reformas que vamos a estudia:_en el
capítulo siguiente, pero lo qu e nos interesa a hora subrayar es que los medios técnicos que
el ejército de Muley l sma!l p udo desplegar sobre la ciudad iban a ser a veces limitados.
Y por limi tados entende mos una falta de artillería pesad a a emplear en su objetivo ele
abalir las fo rtificacio nes de M eJilla: a brir las cortinas y torreones, destruir los fosos y a brir
brecha en la ciudad pa ra poder penetrar en ella. Y como a toda fortificación corresponde
l- a c o n strucció n
d tt
nna ciu d a d su bterrá.u e a
57
19. La construcc ión de Victoria
. ., .
....
•
t.
. '.
Grande sobre la altura del Cubo
permitió una defensa más racional
e ·"'_ ..,..¡..
.o '-;:;;::.{:.~7:.:.:~~;:~~~
E .r-"..:."'~ l .ur. ..,,.. ,_
..
.-,..,;,/ ·.~····-~
rr .i..'?""·' ....... t~.e-r...
de Melilla, impidiendo que sobre ella
se asentara artillería que pudiera
c.~ .. ·-·~-.,. · lt~r
H
·*..,..' "';•
incomodar a la ciudad. Por esta
i
~~-1!"'-
razón , este fuerte fue una de las
'
IJ:~ ...... H~-A.....u...
obsesiones principales de todos los
minadores marroquíes que
pretendían destruir su sistema
.;
defensivo. En este plano se observa
.
cómo, con anterioridad al gran
,(
asedio de 177 4- 1775, ya se habían
iniciado algunas excavaciones con la
consiguiente voladura de hornillo
/
/
7.
sobre la zona de la Puntilla y la
Rambla Grande.
Plano que demuestra el terreno y
ataque de la Puntilla
---
y el fuerte
arruinado de la Cantera , Pedro
Mercadillo, Melilla 15 de febrero de
1773, 34,5 x 50, escala gráfica de
200 varas castellanas, SHM.
n. 0 4.701. D-1-7 / MEL-M2/17.
El sistema podía cubrir la carencia del necesario potencial de artillería ("tren de a rtillería") para abrir una b recha en los recintos fortificados. Lo cie rto, es que a pesar de todos
los esfuerzos, Muley Ismai'l no consiguió desplazar un tren de artillería a MeJilla, por lo que
necesariamente se tuvo que aplicar a la construcción de galerías de minas para cumplir sus
deseos de conquistar la ciudad.
Así pues, las primeras minas militares apa recen en M eJilla a partir de 1678, que es cuando Jos fuertes exteriores empiezan a peligrar seriame nte y los ingenieros del ejército
xerifiano comienzan a excavar ramales hacia sus murallas. Con anterio ridad, la existencia
de minas era inútil, puesto que los füc rtes mantenían a lejado el peligro y la penosa construcción de subterráneos no era necesaria.
Por eso consideramos este año como el momento en que empieza a preveerse que la ciudad
podía ser atacada por el subsuelo. Ante ello, las soluciones no eran muchas y consistían en aplicar la misma estrategia: Melilla debía ser fortificada subterráneamente por una "cortina-dique"
ele galerías que partiendo radialmente del último foso ele la ciudad (el de los Carneros), se
introducían bajo el suelo exterior, como antenas expectantes y vigilantes, siempre al aviso de
una posible galería enemiga que se acercara por sorpresa a las murallas. Lo que hoy puede
parecer un juego, en su momento era la única posibilidad de supervivencia y los subterráneos
españoles (las contraminas) debían ser
~jecutados
con esmero y con técnicas precisas. Al fina.!
de cada contramina se abría una pequeña cámara donde se practicaban las escuchas: guardias
permanentes que intentaban precisar desde dentro de tierra cuestiones fundamentales como la
de saber desde qué lugar venía la excavación enemiga, a qué distancia y a qué nivel.
/,a e o 11 s 1 r 11 e e i ó n rl e un a e i u da rl .r u b t e rr á n e a
59
ruta.n la"'[~mo.MJ~'X/t'W (h~~nt:V.r.
f~rÚrtuv: c,;,, 'lln. rÚtet.tl"('(.-1 ;;r¿l!',..l'4
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)',,., Úzcumnwdando P.v nVJI'<M ytr.
dMunba,.catkrn,/!.~¡q,¡o "''a'l!'fi'U Rii~
dt-Jeq'!J!'" trh> l'l.t.('r tu. íi,fé.f'f'XY/r;v, tz"
roíkadrz (*./~ium.r.r arn.' 'J,yér/iJ/fJa
d:lo.rjw;lctelo.t ..Aforw.
4.
20. Sin duda el asedio más
representado de Melilla fue el que
sufrió entre los años 1774 y 1775.
La amplitud de los medios
empleados por España posibilitó la
llegada de diversos técnicos y
dibujantes que nos han legado una
buena serie de imágenes sobre este
acontecimiento.
Plaza de Melilla , sin autor, ( 1774 -
MNm. 911(5) Melilla (Ciudad).
Estrateg ia Militar, MN 99-3 .
,;.:o
'!ha
Localizada la mina atacante, la estrategia consistía en realizar una excavación rápida que
saliera a su encuentro, para situarse por
clcb~jo
o junto a ella; la carga ele pólvora y voladu ra
consiguiente destruía cualquier posibilidad ele acción de la primera: los humos y el hundimiento dejaba n la mina obsoleta para la acción ofensiva, aunque en algunos casos los ingenieros melillenses reutilizaban estas minas y las incorporaban al sistema defensivo ele la ciudad.
La razón por la cual la explosión ele un hornillo no afectaba al ramal desde el que se prendía, era por su estructura, que formaba varios zig zag que amortiguaban la onda explosiva.
Vemos así cómo el proceso requería la mayor precisión ele los ingenieros, y cómo era
1775), 36,3 x 49,4 cm., escala
gráfica de 200 varas castellanas,
a.
imposible trazar previamente un plano ajustado del sistema ele subterráneos como fue el
ca~o
ele las fortificaciones exteriores. El mundo de las minas militares tenía en su génesis y desarrollo algo ele orgánico, era una estructura que se desarrollaba según las circunstancias, pues
su trazado se variaba sobre la marcha ele acuerdo a las necesidades del momento. Por esta
razón, los planos ele min as fueron siempre realizados a postcriori , y quedaban obsoletos de un
día para otro.
6'0
Cart ogr afía histórica de M elilla
21 . El interés de Francia por los
La estructura subterránea de Melilla varió con el p aso del liempo. Muchas minas fueron
asuntos mediterráneos de España
cegadas y otras inu tilizadas, clara evidencia que no constituía n un fin en sí mismas, sino
va a ser una constante. Esta copia
una herramienta fun cional.
demuestra que la cartografía es una
de las principales fuentes de
En 1677 el gobernador de MeJill a, José Frías, p ensaba ingenuamente que la fortaleza
información con la que podía contar
estaba a salvo de minas por estar rodeada d e roca y agua, pero se equivocaba radical-
un estado para conocer las
posibilidades defensivas de las
me nte. Desde el año siguiente Muley l smail inició un ininterrumpido asedi o a Melilla; el
ciudades de países vecinos .
sistema fu e meditado, pues du rante la segunda mitad del siglo xvn hemos docume ntado
Place de Melille, sin autor,
el tra baj o, junto a l ejé rcito ma rroquí, de ingenieros extranjeros especialistas en subte rrá-
( 1774-1775), 32 ,2
x 44, 1 cm.,
escala gráfica de 200 aunes,
neos; este fue el caso de las acciones de 1678 y 1694·, cuando se d ocumentó la existencia
MNm. 9 11 (4) Me lilla (Ciudad)
de ingenieros franceses\ lo que indica que los sistem as de minas estaban bien e nfocados
Estrategia Militar, MN 99-2.
técnicam ente.
Para 1695, Mclilla contaba ya con un sistema subterráneo que rodeaba las murallas de la
Alafia; una mina rodeaba p erimetralmente la contraescarpa dcl1oso de los Carneros (llamado du ra nte mucho tiempo foso de las Minas), y de ella salían ramales radiales que establecí-
.Victoirc,
.
,,
Cr.- baurrir.t tmr fié. bmf,.(,, fl
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J
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N
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2 2. Este plano representa la
doble vertiente del asedio a Melilla
sufrido entre 177 4 y 1775: por un
lado las defensas construidas en
superficie, y, por otro, los diversos
ramales de minas que se
desplegaban por delante de los
an una malla o red de hornillos y escuchas que mantenían la ciudad a salvo de incursiones
bajo tierra. Esta es la imagen que nos ofrece un plano de 1696, remitido por el gobernador
de MeJilla (Fig. 16); las minas atacantes tenían su entrada por la zona del Cubo y por la
denominada R ambla, y un ramal rodeaba totalmente las contraminas de la ciudad, y de ella
partían galerias que, como puede verse en la imagen, eran interceptadas desde M elilla.
fuertes para su defensa, con
El otro sistema de aproximación a la ciudad consistía en efectuar trincheras en zig zag
hornillos y quiebros en zigzag.
Plano de la disposición de las minas
(los "bordos y ramos" del siglo xvi) que se acercaban a las murallas. Estas trincheras reci-
del frente de la Victoria y Puntilla de
bían el nombre de ataques, y estuvieron situadas frente a MeJilla desde finales del siglo xv1
esta plaza y de las contraminas con
hasta el
que yntentaron cortarnos el
enemigo durante el sitio hasta hoy,
Juan Caballero, Melilla 2 de febrero
de 1775, 42 x 53,2 cm., escala
62
su construcción consistía en unos parapetos de tierra y argamasa, reforzados y
ocultos a la plaza por cañas, y que servían para hostilizada. Gabriel de M orales'' señalaba
que resistían perfectamente los disparos de la artillería de "a 24" de la plaza.
A principios del siglo xvm formaban un ángulo agudo que envolvía completamente al
gráfica de 90 varas, AGS MPD,
XXV-52. GM . Leg . 523.
X IX;
fuerte de San Miguel ; partían desde la misma playa y rodeaban a corta distancia las mura-
Cart ogr afía hi .l'lórica de M e/i lla
llas de la Alafia, hasta la Puntilla (Fig. 17). Una de las consecuencias más curiosas de esta
red de ataques, fue la toponimia que crearon ya que sus denominaciones sirvieron durante
mucho tiempo para designar muchos lugares naturales del campo exterior; así se denominaban los ataques del Cestón, Cubo, Alto, Qucmadillo, Rqjo, de la Vega, Seco, Alcantarillas, Corralillos, Albarrada, Bla nco, Río, etc.
En 1715, Melilla sufrió uno de los asedios más importantes de este período. Fue singular
tanto por la dureza, como por la persona que en ese momento ejercía el mando de la ciudad: un mariscal de campo e ingeniero francés: Sansom Des Allois. Este ingeniero d ibujó
varios planos de Melilla y describió minuciosamente el asedio 6 , ya que tuvo que hacer frente a una guerra ele minas en toda regla centrada sobre el fuerte de San Miguel, aunque ya
el ejército marroquí contaba con algunas piezas de artillería. El ingeniero oponente a Des
Allois era "un viejo de luenga barba, buena traza y venerable ... que había servido ... en el
sitio de Viena en Austria y en la Morca".
Des Allois se percató rápidamente de los trabajos de minas enemigos a través de unos
respirad eros redondos que se observaron en la supe rficie, en los alrededores del fuerte
referido. Por esta razón se dirigieron las contraminas contra ellos, y se construyeron
varios hornillos que fu eron volados sobre los ra males ene migos, causándoles graves
desperfectos. Todos los trabaj os necesitaron mucha mano de obra; sabemos que los
minadores marroquíes usaban un vestido especial coronado por una capucha blanca
("alguicel"). En cuanto al trabajo, conocemos que el ingeniero tiraba una piedra al aire,
y todos los trabajadores que estaban asomados a los respiraderos sabían ento nces
hacia ~
dónde debían dirigir sus ramales.
Por parte melillense, la escucha era fi.mclamental, ya que los trabajos se abandonaban si
se oía al enemigo avanzar subterráneamente. Estas acciones están perfectamente explicadas
en uno de los planos que dibujó Des Allois (Fig. 18), donde en distintos colores pueden
verse las formas que tomaban minas y contraminas, en una eterna dialéctica de b uscarse las
unas a las otras.
Las minas partían desde las trincheras o ataques: "no se podía ver cosa executada con
mayor pericia que sus trincheras. Eran anchas, profundas y seguidas de gran número de
pequeñas grutas revestidas de madera al modo de las que hacían en las montañas" 5 . Finalmente, se levantó el sitio desp ués de setenta y seis días de asedio, habiendo participado
según D es Allois en él 25.000 hombres, aunque ésta es una cifra realmente exagerada.
La muerte del sultán Muley Ismai'l representó un respiro para Melilla. Después de cerca
de sesenta años, la ciudad pudo librarse parcialmente del permanente asedio al que se
...
había visto sometida. Ello no supuso que no se plantearan nuevos problemas, pero la construcción del Cuarto R ecinto fortificado con la extensión de nuevos fuertes ocupando la
altura del Cubo, representó un avance en las galerías de minas, que hubieron de seguir
rápidamente a las estructuras en superficie para poder consolidarlas y asegurarlas en caso
de ataque.
La construcción de una ci udad subte r ránea
63
.
.B. r,;,;.,;;a<J' a,(o.,. s;!Yf'Z(fl 'ct"'
e
í9atená ,, , yue hac;: fo;gn el
dnenugo.
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·•
l.
1
M. P. :3 ~: f.l/1-16.2
: .....
23 . Este dibujo fue realizado
desde uno de los navíos que
auxiliaba a la ciudad durante el
asedio de 1774-1775. El potencial
marítimo permitió el abastecimient o
idóneo de la f ortaleza, así como
...../- !
En el diseño de este C uarto .R ecinto es cuando podemos comproba r có mo las defe nsas
superficiales estaban profunda mente relacionadas con las subterráneas y unas se debían a
las otras. Si en los años treinta del siglo xvm se construyeron los principales fuertes, desde
entonces se inició la defensa "oculta", la excavada. Las antiguas minas que rodeaba n la
apoyo artillero.
Alafia se habían quedado obsoletas, a retaguard ia, y se debía ejecutar ahora un sistema
Perspectwa de la plaza de Me/il/a,
totalmente nuevo .
vista desde el navio titulado "San
Durante todo el siglo permaneció una persistente guerra de minas a pequeña escala (ver la
Genaro' según se manifiesta, en
cuya disposición se hallaba el dia 30
de diciembre de 177 4, sin autor,
1774 , 3 1 x 42,5 cm. , sin escala,
AGS. MPD. XVI- 162. GM. leg.
532-84.
Fig. 19), pero la gran guerra se prodttio en 1774-, cuando el sultán Mulcy Mohammccl J\.bdalah puso a Melilla en la prueba más dura que la ciudad hubiera pasado jamás. El asedio ocupó
a cerca ele 4-0.000 personas del campo marroquí, mientras en la defensa ele la ciudad se ocuparon 3.609, evidencia ndo la superioridad táctica que una ciudad fortificada ofrecía. El ejército atacante ocupó diversas posiciones a cierta distancia de las murallas de la ciudad (Figs. 20 y
21), instaló campamentos y construyó numerosas baterías; en esta ocasión se contaba con un
tren artillero de cierta consideración, que descargaría sobre M elilla más de 1 1.000 cañonazos.
64
Cartografí a !ziJtó ric a d e ¡\1/ el i tla
24. Juan Caballero y Arigorri
realizó este plano general acerca de
la situación del campo exterior de
Melilla (con una topografía muy
idealizada y plagada de errores geográficos)
y la disposición del campa-
mento del ejército marroquí. En este
espacio se ubicaba el campamento
del emperador, situado en las estribaciones del Gurugú, y sus
cuarteles conectados a través de
una serie de caminos que facil itaban
su táctica. Con ello, el conde de
Riela estaba informado (incluso
visualmente) del estado exacto de la
situación de Melilla y sus vicisitudes.
Plano de la última posición que
ocupó el ejército enemigo en las
cercanías de esta plaza, Juan
Caballero, Melilla, 20 de marzo de
1775, escala gráfica de 200
toesas, AGS. MPD. XXIV-64 . GM.
leg. 523.
Pero una vez más, el peso fuerte de las operaciones se centraro n en la guerra de mmas,
hecho que puede seguirse m inuciosam ente en un dia rio q ue el ingeniero director J uan Caballero redactó durante el ascdidl. La idea del sultán era poder destruir el fuerte de Victoria
Grande mediante hornillos, ocupando con ello la altura del Cubo para dominar completamente y a corta distancia la ciudad de M elilla. Para ello contaba con buenos técnicos y se
materializaron los más complejos trabajos subterráneos que se habían producido en la ciudad.
Las minas volvían a salir desde los mismos ataques que rodeaban el Cubo (Fig. 22, señaladas
en verde) y eran interceptadas desde las contraminas de la plaza (en roj o-naranja), siempre atentas a la más mínima vibración del terreno para instalar una carga de pólvora en algunos de sus
hornillos. El desarrollo de las acciones provocaba a veces anécdotas, como cuando en una de l<L'>
acciones se pudo ver al p ropio enemigo al "trepanar con un agujero de la magnitud de media
pulgada en quadro, por el qual habían visto los minadores contrarios en su dicha gaJcría" sin
que éstos se dieran cuenta. Es curioso cómo algunas de ];,L<; contramina'> españolas pasaban por
debajo de los mismos ataques enemigos, como si el mundo subterráneo y el de superficie estuvieran tácticamente ligados, pero funcionando ambos en escalas distintas y sin a fectarsdl.
Y si el
~jército
sitiador utilizaba en sus ataques las baterías asentadas sobre las alturas cir-
cundantes, la ciudad y su aparato militar era potenciado con el apoyo de la artillería situada en los barcos hispanos que estaban en la rada, caso ele varios jabeques, del chambequín
l. a
1' o 11
s 1r u e e i ó 11 de u n a e i u d a d sub t e rr á n ea
65
7
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2 5 . Este plano de las minas y
comunicaciones subterráneas de la
zona del Cubo nos ofrece una
"Andaluz", de una fragata y del navío "San Genaro" (Fig. 23). Podemos decir que en este
sitio estuvieron muy vinculados al servicio de la estrategia global de la plaza fortificada.
Estaba claro el dominio que un ej ército ta n numeroso podía ejercer sobre la región
precisa información del estado de su
estructura a finales del siglo XVIII,
dentro de esa excavación diaria
guiada por la propia dirección de los
ataques y que adquiere una forma
casi orgánica y aparentemente
donde se instalaba; el propio asentamiento ele las tropas requirió la construcción de varios
campamentos que alteraron la fisonomía de los alrededores: una red de camin os militares,
de zonas de a provisionamiento, de campos de marte, hospital, caballerías, guardias, etc.,
irregular.
motivadas por las necesidades tácticas y de logística de un ejército de 40.000 personas.
Plano que manifiesta las obras
Esta es la imagen que puede verse en un plano dibujado por Juan Caballero (Fig. 24), un
subterráneas que se hallan sobre el
frente del Rosario, Victoria Grande,
Victoria Chica y San Carlos de la
Plaza de M elilla , Gabri'el de Vigo,
Melilla 11 de febrero de 1787,
espacio muy controlado y funcionalmente dispuesto ante una " máquina de defensa" como
era Mclilla: dos esfuerzos titánicos reflejados en el férreo interés de Muley Mohammecl por
conquistarla y del rey C arlos III por mantener la ciudad bajo dominio español.
Finalmente, y después ele ímprobos trabajos, el
85 x 122 cm. , escala gráfica de 70
varas, SHM. 4.687. C-32-13/MELG1/3.
<~j ército
sitiador se retiró, y todas sus
excavaciones quedaron como inútil evidencia de la eficacia de la defensa de la ciudad. El
ingeniero director Juan Caballero y Arigorri escribía al respecto que el ejército del sultán
había sido totalmente sobrepasado por los sistemas de contraminas de M elilla.
66
Carto gr afía hi s t ór i ca d e M e lilla
r
11 ~·
;
/
Á
-... ...
Hay que tener en cuenta que si bien las fortificaciones de superficie eran observadas y
estudiadas por el ejército enemigo, con lo que se calibraba su importancia o no, las defensas
subterráneas eran tan secretas que el ejército atacante no podía saber nada en absoluto sobre
ellas, por lo que la sorpresa desde la plaza era absoluta para cualquier intento de ataque.
Después del asedio de 177 4- 177 5, continuaron algunas acciones de mina, pero de mucha
menor envergadura. La imagen de la Melilla subterránea a finales del siglo xvm queda
patente en un plano de Gabriel de Vigo de 1787 (Fig. 25). El fuerte de Victoria Grande
estaba completamente rodeado de
compl~jos
ramales, así como el del Rosario, desde el que
26. El trazado de las minas, sus
ramales, los fosos y cuerpos de
guardia, así como los hornillos, demuestran cómo se trataba de una
estructura subterránea que debía
conservarse y mantenerse en
perfecto estado, como herramienta
defensiva que era. Para ello, los
ingenieros de Melilla debían elevar
cualquier reforma de éstas para
que se archivase en la Dirección de
Ingenieros junto al trazado original,
se extendía una amplia galería que circundaba todo el Ataque Seco, bajando en prolonga-
caso de este plano.
da curva hacia el fuerte de San Carlos. La extensión de este ramal permitía a la ciudad
Plano de una porción de mina .. .,
controlar con comodidad cualquier intento de iniciar nuevas excavaciones, aunque diremos
que éstas no dejaron de producirse, como se desprende del plano firmado por Joseph de
Ampudia en 1791 (Fig. 26). Posteriormente , durante el siglo xrx, los trabajos fueron ralen-
Joseph de Ampudia y Valdés,
Melilla 22 de septiembre de 1791,
28 x 44 ,5 cm., escala gráfica de
30 varas, COml. s/ref•.
tizados y permaneció, en gran parte, esta estructura subterránea que hemos señalad o.
Y es necesario puntualizar claramente la cronología en torno a este fenómeno, porque el
mundo subterráneo siempre ha despertado la fantasía de las personas y ha movido a las
mayores deformaciones, incluso por parte de aquellos que las han visitado. La pérdida del
L a r o 11 s 1 r u e e i ó 11 de u 11 a e i u da d s 11 b 1 e r n i 11 f a
67
sentido de orientación, los largos ramales que daban curvas y contracurvas, e incluso zig
zag, los respiraderos, cambios de nivel, salidas, etc., vividos por personas ajenas al mundo
fu ncional de una red d e minas mi litares, puede llevar (y de hecho así ha sido) a las mayores deformaciones de la realidad. Éste no es un fenóme no nuevo, todas las ciudades con
redes subterráneas tie nen su nutrido corpus de leyendas: minas que penetran
h~j o
el mar,
o tras que se dirij en hacia el cam po exte rior, incluso las que supuestamente llegaría n hasta
el mon te Gurugú a travesando ni más ni menos que el pantanoso lecho del río de Oro, y un
largo e tcétera, que no hacen sino acrecentar el interés por la :tvl elilla subterrá nea que
hemos intentado abordar en este capítulo.
Notas
CAUALI.Imo, Fdipc el al. Relacióu )' Des-
rrif!l'iiÍII rM
17Ci·l.
l'lr~irlin
i\laclricl:
)' l'l11;,;a rlr .\lelilla.
S I 11\ 1.,
4-:>- 7- 10.
u ." 6.~9!'>, fi>l. 2G.
2 ll ay que t ~nc r e n cucma la existenc ia
en la ciudad ele lugares concretos para
la t:Sianria dt· l'stos dcnotninados his·
túrica!I H'IIh' ''tnotus rll' paz''. Ya los
vimo." l' lt d plano el<' 1()()~~, y su apari·
c i(>n t'll d m rpus do(' ll lllt'II Uol de la
MeJ illa del siglo X\ '11 uo es ui muc ho
mc-nos f'Xtl'a ii a.
~i
RoDtdttut.,¡: DE 1.1\ FLo R , Fernando. " l .a
gu<'tTa suhtt'ITÚilL'rL El problt'ma de la
idt·nt ificarión y t·ottst·n ·ación dt· las
l 'SI rueturas
(;arto g r ají a h i s tú r i e a de M el i ll a
h;üo 1i<"rra
("11 h 1
arquile\-
tuno militar de los siglos XVII y X\"111".
En: Arquilrrlum )' Ciurlarl 111. Seminario
cell'hmrlo t•n :\ lt-lilla Jo, d ías Na 2(i dl'
s(-ptio·mlm· do· 1991. i\ ladrid: ICR IlC.
199~ ; p. 24'\ a 247.
4 IIRAVO f\JE'J'o , An ton io. ln.l(fllirro> milila-
" '" m !1/r/i//a. 'l roríll)' ¡mil'lim rlr.fiJI'tijicarión
dumnlf' la nlnd mm/rma. S~!,!los .\'1'1 a .\'I'JJJ.
MeJilla : UNI·:D., 1991; p. ~>:t
:, M ORALES M I·:NnJc ornA, ( ; a brid d e. !Jemrrir!t•.•y t'lll'in.• idadt•.\ , ¡\Milla, l'nitÍII y ¡f lhn(f//1(/J , :VJdilla: El Tdcg ra ma dd Ri l;
192 1; p. 24 ~l-244 .
6 OI.IVAI<'J', Marqni·s d.-. /(flucióu rlrl.>ilio
rlr la rilla rlr .1/rli//tt m Aji-icn .>ilirula jJOr
d rxircilo del 1'9' rlr .llarrurros m 1715)'
d~{mdirla jJOr el courlr /)c.¡ AlloiJ. brigar/i(l'
rlr los r~hálo> tld r~y, no .mio mrio;a ¡wr
loJ hr.rho.\ '!"" ronlil'nl', Jino ¡mm lmrrr la
gurrm a lo., ltu'ttJ.\ y olrm narionf'f.
i\ lad rid: Est. T ipogr;ír,co do· los 1l ijos
de R . Alvarez a eargo dr Manuel
Ah·arcz, 1909; 22 p.
7 O LIVAR'J', Marq ui·s ele. 0¡1. ril.
B Ct\IJAU .EIW,.J uan . Diario rM .1ilio rle ¡\ /e/i1/a. i\GS. 1\l'g. (;ucrra, 1~-¡.:. 52:1.
9 EsTADO i\ IAVOR CENTII AI. m:L 1~11\RC I ·
TO. l.tt .~uemt rlr mina.\ ru 1•:•/llll)a. :\1adrid :
Sn-vi.-io llis1úrico i\·lili1 ar, I ~HB; p . 211
" 3+.
Los inicios del
"siglo de oro" melillense
IV.
La primera mitad del siglo
S
XVIII
i las estructuras defensivas formadas por torreones cilíndricos y obras de fortificación de diseño curvo caracterizan a la M clilla del Renacimiento, el siglo xvm estuvo definido por las formas rectas y pentagonales, por una morfología estrictamen-
te geométrica.
Ya hemos explicado las razones históricas ele la a normal persiste ncia de las fortificaciones re nacentistas durante la mayor parte del siglo xvn, así coruo el revulsivo que representó
la aclitud bélica del sultán Muley l small contra la ciudad. Desde 1667, una 1\llelilla que
había basado su defe nsa en la posesión ele los fu ertes exterio res, asistió atónita a la desinteg ración ele esta línea defe nsiva que le había permitido un cómodo control ele buena pa rte
ele su vega y principales zonas d e cultivo y pastos. A partir de entonces, los a taques a la ciudad se iban a materializar contra las mismas murallas de la fortaleza.
Todos los gobernad ores, a pa rtir del p eríodo de ma ndo d e J osé Frí as, escribía n a ng ustiadamente a los distintos Consejos pa ra que se realizaran nuevas obras ele fortificación
e n la ciudad; las necesidades eran muchas porque la estructura defensiva estaba comple tamente a nticuada y no podía afronta r el despliegue d e un ej é rcito mode rno. Pero
quien realmente no podía hacer frente a las reformas q ue MeJilla necesitaba era la
H acienda española que en el último tercio del siglo x v n no pasaba por sus mej ores
momentos.
La defensa de Melilla durante este período se prociLUO con Jos modestos medios que
pudieron emplearse, y hay que decir qu e (en a ños muy difícil es) cumplieron con la misión
de mantener la ciudad baj o la Coron a Española. En el setecientos se ría finalme nte cuando
se inició la reconstrucción de todas las deknsas de la ciudad, a unq ue existen varias obras
en el último decenio del siglo an terior que apuntan tímidamen te al pla n de obras que se
produciría con posterioridad.
69
1
2 7. Plano del Hornabeque
construido en 1690 por Bernabé
Ramos de Miranda; fue la primera
obra abaluartada que se construyó
en Melilla, excavada en medio de la
Alafia. El Hornabeque era una obra
El primer antecedente fue la construcción del denominado Caballero de la Concepció n
(1689-1 696), en la parte más alta del Primer Recinto; un caballero es una torre q ue suele
emplearse cuando una fortaleza tiene enfrente una elevación que la domina, y se necesitaba alzar varios metros las baterías de cañones para sobrepasar así al atacante.
T ambién se construyeron por entonces varios fuertes triangulares, denominados e n
de origen alemán compuesta por
dos medios baluartes unidos por
una cortina, y rodeado de un foso
que se construia por entonces. En
el interior, se aprecia la existencia
de una •capilla de Nuestra Señora',
que corresponde a la Virgen de la
Victoria, una cueva y la noria nueva
con un manantial de agua dulce.
Plano del hornabeque de Melilla,
"punt;¡¡, de diamante", como el de San Antonio de la M arina (1695-1 696) o el de Santiago
( 1697), que reforzaban extramuros las débiles murallas de la ciudad. Pero la obra más
importante fue el proyecto de " hornabeque"; esta obra de origen holandés (se traduce
como obra de cuernos) consiste en dos medios baluartes pe ntagonales unidos po r una cortina que era la estructura recomendada por el gobernador Bernabé Ramos de Miranda para
reforzar las antiguas murallas de la Alafia.
Si las fo rtificaciones del Primer Recinto, aun a pesar de su antigüedad, mostraban un
incluido en Consulta del Consejo de
Guerra a SM. de 20 de octubre de
1690 (Copia de José Aparici, 20 de
octubre de 1851), 2 6 x 38 ,5 cm. ,
escala gráfica de 40 0 ?, SH M. , C .
Aparici, 280.
sólido aspecto, las de la Alafia estaban for madas por simples muros de tapial y torreones
irregulares que requerian una intervención urgente. Lo curioso es que R amos de Miranda
no reconstruyó estas cortinas de otra forma más moderna, sino que prefirió dividir la Alafia
en dos al excavar en medio un foso, fo rmando así el H ornabeque referido hacia el interio r
de estas murallas (fig. 27): la M elilla de los dos recintos fo rtificados (con los fosos de Santiago y los Carneros) quedaba desde entonces transformada en tres (al interponerse entre
... . ._-éstos
el foso del H ornabeque). Las causas por las q ue se realizó esta obra fu eron claras,
poder resistir en retaguardia un previsible ataque sobre unas murallas que inspiraban poca
confianza 1•
70
Cartografía histórica de M elilta
~.,.;/../,.;'~.,_,.-,._/--
??;,~..:J&7'.
~n¿..¿/,-,._41-"".4.'/¿¿lfd,u~d A1' ~/-;»~)
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1-oo.
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Para 1699 era evidente que las reformas debían ej ecutarse con urgencia. Este año, el
artillero Alfonso Díez de Anes realizó un proyecto de reforma bastante ambicioso para las
posibilidades económicas del momento (fig. 28). Díez de Anes actuaba definitivamente
sobre las murallas de la Alafia que presentaban una estructura irregular con torreones de
diversos tamaños y capacidades; para reforzarla, planteaba construir un baluarte (¡el primero que se realiza en Melilla!) sobre el fuerte de San J osé y transformar la antigua estructura de la puerta del Campo con su torre Quemada en una obra abaluartada que formaba
sistema con el fuerte de Santiago. Sin duda este proyecto representó la primera
ma~ifesta
ción globalizada que tenemos sobre la introducción de las técnicas de fortificación abaluartada en MeJilla, aunque el período bélico que acompañó a la llegada de los Barbones a
28. Alfonso Díez de Anes
proyectó esta reforma de las
murallas de la Alafia en 1699,
utilizando ya sistemas abaluartados.
Era un recinto muy irregular con
torreones cuadrados y cilínd ricos
herencia casi medieval de la Melilla
del siglo XVI que sería demolida en
las reformas de los primeros años
del XVIII .
Fortificación de MeJilla, rem1tida e n
carta del Alcayde de dicha plaza de
3 deJebrero de 1699. Alfonso Díez
deAnes, (Copia de J osé Aparici, 13
de agosto de 1853), 36,5 x 48 cm.,
España paralizaría todos estos trabajos.
escala gráfica de 200 ?, SHM. C.
La Guerra de Sucesión española representó para Melilla un momento de transición dete-
Aparici, n. 0 285.
niéndose todas las posibles reformas serias de las murallas de la ciudad, pero desde 1715
Los
lWIClOS
del "siglo d e oro" melille n se
71
29. Este plano de 1729 ofrece
una importante información sobre el
estado casi final de las reformas
producidas sobre el Segundo y
Tercer Recintos de Melilla a
principios del siglo XVIII. La ciudad
estaba compuesta por tres recintos
de murallas, de los cuales el
principal era el más antiguo, situado
sobre el peñón rocoso rodeado por
todo cambiaría radicalmente. La consolidación de Felipe V como rey de España supuso
una seria renovación del cuerpo de ingen ieros militares, ampliamente enriquecido con los
profesionales que se habían formado en la Escuela de M atemáticas de Bruselas con Sebastián Fernández de !Vfcdrano. El estado empezaría a contar desde entonces con técnicos
cualificados para materializar las reformas y también con los medios económicos necesarios
para llevarlas a cabo, por Jo que fue el momento en el que la antigua Alafia inició su transformación en dos n uevos recintos.
el mar; las murallas de éste seguían
1\.fortuna.damente, el Primer Recinto no fue alterado en lo fundamental, y su estructura
presentando ese característico perfil
renacentista formado por torreones
curvos y cilíndricos de trazado
irregular. Las reformas en este
Primer Recinto se centraron en la
Batería Real (K), y sobre las
baterías cercanas a la Concepción
denominadas de San Pedro (1), que
batían toda la zona de tierra.
El Segundo Recinto se extendía a
renacentista perduró a pesar de que fueron efectuadas varias reformas importantes en el
perímetro de sus murallas. La principal preocupación se centraba en el peligro que para la
ciudad podía suponer un emplazamiento de baterías de cañones o morteros en sus proximidades, ya que en el siglo xvm las técnicas artilleras se habían desarrollado con gran rapidez y las murallas de M clilla no hubieran podido soportar el asedio de un
hecho de ser utilizado para labrar
huertos) y consistía en el frente
abaluartado (O - P) que proyectó
Pedro Borrás y una cremallera o
"llares• en la zona lindante al mar.
Después del correspondiente foso
del Hornabeque con su puente, se
extendía el Tercer Recinto, que era
una corona abaluartada que
empezaba en el baluarte de San
José Bajo (N), seguía en el de San
Fernando (S)
Esta doble necesidad de "blindaje" de las murallas del Primer R ecinto y de instalar nuevas baterías de cañones, fu eron las pautas que guiaron las reformas de sufi murallas. Las
obras más importantes fueron , una vez más, las centradas en las murallas de Tierra, aquella privilegiada batería de las D oce Piezas que hiciera Miguel de Perea en 1550, y que de
la mano del gobernador i\lonso Guevara Vasconcellos, y con la intervención del ingeniero
J uan M artín Zermcii.o, fueron reformadas y consolidadas; el resultado fue una nueva Batería Real de siete cañoneras protegidas entre sólidos merlones y reforzada por sus torreones
colindantes, uno de ellos habilitado como almacenillo de pólvora que servía a las piezas de
su adarve.
y finalizaba en el
Además de la anterior, durante todo el siglo xvm se fueron materializando otras refor-
torreón irregular de Cinco Palabras
(llamado aquí del Veedor 0).
Después del foso de los Carneros
se extendían los caminos cubiertos
y glasis, y las obras exteriores de la
y el fuerte de
luneta de San Felipe
Santiago.
Ycnografía escripción
de las fortificaciones que
mas de las murallas 2, pero las obras revistieron menos envergadu ra: nueva batería sobre la
glorieta de San Felipe, otra junto al torreón de San J uan o las de la Concepción. Por lo que
respecta al fi·ente de Mar, no sufrió ningu na alteración debido a la escasa o nula importancia de la marina del sultán; ya habían pasado los tiempos en los que se temía un ataque
de los turcos y la zona del mar de Mclilla era con mucho el perímetro más tranquilo de la
ciudad.
contiene la Plaza de Melilla, 1729,
Pero era un a evidencia que las pri ncipales obras ni iban a centrarse en el Primer Recin-
sin autor (ingenieros militares),
122 x 104 cm., escala gráfica
de 60 toesas de París, SGE, n.o 144.
bien
preparado.
continuación del foso de Santiago
(cuya inutilidad se evidencia en el
~jército
to, ni se limitarían a reformar las murallas an tiguas. El punto de partida lo podemos situar
en 17 16, cuando se hizo cargo del gobierno de la ciudad un ingeniero muy experimentado
en fortificaciones abaluartadas, Pedro Borrás 3. Con éste, se empiezan las definitivas reformas que se iniciaron en el H ornabeque. Borrits reforzó esta obra profundizando su foso y
la amplió considerablemente al transformar sus dos alas en baluartes completos; desde
entonces este frente dejó de ser propiamente un hornabeque para converti rse en un frente
abaluartado, pero esa denominación ha perdurado en la memoria e incluso con carácter de
nombre propio es el que se conserva hoy día. El baluarte sur se denominó San J osé Alto y
72
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S J,¡~ ..-: •. _,'1.;:
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L os znzc1o s drl "s ig lo d e oro " melill e nse
73
30. La necesidad de reformar las
el norte San Pedro que fue construido siguiendo el sistema italia no y contaba con una plaza
fortificaciones del Tercer Recinto,
alta y o tra baja (fig. 29).
llevó a proyectar las obras que se
La cortina d el Segundo R ecinto que daba fre nte al m ar ta mbién fue transformada en
contemplan en este plano marcadas
en amarillo : la luneta de Santa
forma de muralla e n diente de sierra (el de nominado "llares" fra ncés), con triá ngulos
Isabel (4), la ampliación del fuerte
entra ntes y salientes ya que era el m ej or sistema para combatir el oleaj e del m ar que lamía
de San Miguel y la transformación
del torreón de Cinco Palabras (o del
el misrtJ.O pie de su cortina.
Veedor) en un baluarte perfecto
La ma rcha del mariscal de campo de ingenieros Pedro Borrás no rep resentó en absoluto
mucho más capaz y amplio.
la pa ra lización de las obras. Su trabaj o significó la introducción en M elilla de las técnicas
Plano de la plaza de Melil/a situada
en Africa, sin fecha (entre 1729 y
p ropuestas en Francia por el también ingeniero Sebas tián Le Preste de V auban, utilizando
1732), sin autor (ingenieros
d e una ma nera simplificada sus sistemas de fensivos.
militares , ¿Juan Martín Zermeño?),
58 x 79,5 cm. , escala gráfica de 60
Consolidado por tan to el Segundo R ecinto, ya sólo quedaba reformar el T ercero, for-
tuesas, SHM, n.0 4713/ 9. D-1-
mado por unas murallas (la Alafia) que había que demoler prácticamente. Entre 172 1 y
19/ MEL-G4/5.
1722, el gobernado r A lonso Guevara Vasconcellos y el ingeniero Jua n M artín Zerm eño,
realizaron el baluarte de Sa n Fernando donde había estado la antigua puerta del Campo y
torre Quemada, con a mplias caras y Hancos llenos de cañon eras. D esde este balua rte, se
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74
Cartog r afía histórica de M elill a
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T ueras
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trazaron dos cortinas rectas que finalizaban en el torreón de C inco Palabras al norte, y en
el baluarte de San J osé Bajo al este; con ello quedaba construida una sólida corona abaluartada, que desde estos momentos recibió el nombre de Tercer Recinto.
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31. Éste es uno de los planos
más prec1sos sobre la estructura del
Segundo y Tercer Recintos después
de haber sido reformados por Pedro
El triunfo de la geometría fue la solución que las técnicas de fortificación ofrecieron ante
los avances de la artillería; los pentágonos, formando sistemas con otros elementos defensivos como revcUines y medias lunas, favorecían la defensa de una ciudad al impedir que el
Borrás y Juan Martín Zermeño. La
antigua Alafia había desaparecido
completamente para dar paso a dos
estructuras abaluartadas cuyas
caras y flancos disponían de un
enemigo pudiera abatir sus murallas. Es por esta razón que el "siglo de oro" melillense es
considerable potencial artillero.
el del florecimiento y eénit de las técnicas abaluartadas.
Plano de las obras exteriores de la
El sistema que hemos descrito se completaba con otras obras exteriores. T odos los
baluartes y cortinas del Tercer Recinto estaban rodeados por el amplio foso de los Carneros, del que salían todas las galerías de minas; coronando este foso, sobre su contraescarpa,
plaza de Melilla, sin fecha (hacia
1729), sin autor, 59 ,5 x 8 1,5 cm .,
escala gráfica de 40 tuesas, SHM.
n.o 4.703/ 5. D- 1-9/ MEL-G7/ 4.
se iniciaba un camino ele ronda "a cubierto" que lo recorría completamente, protegido por
el glacis que era un macizo de tierras que desde este camino (también llamado estrada
cubierta) descendía suavemente hasta confundirse con el terreno natural.
L o s i ni ci o s d e l "siglo de oro " m e lille n.re
75
Dura nte los años veinte, la clave consistía en saber si estas construcciones eran suficientes para mantener a Melilla perfectamente fortificada ante la posibil idad ele un asedio en
regla. Y en todas las memorias e informes que hemos podido consultar e ra evide nte que no
era así; la construcción ele dos nuevos recintos, con la clesaparación ele la Alafia, no resolvía el problema de la existencia del cercano cerro del Cubo, lugar que se consideraba priorita rio Qcupa r para asegurar mínimamente la ciudad.
Asentarse regularmente con alguna fortificación sobre la citada a ltura fue la pesadilla ele
la ciudad durante mucho tiempo. Pero antes de estudiar esta costosa y a rriesgada acción, se
intentó a umenta r y potenciar aún más la macla geométrica del Segundo y T ercer R ecintos
para conseguir neutra lizar cualquier ataque. Por esta razón continuó su crecimiento du rante esta década con la construcción de dos lunetas, la d e San Felipe, que defendía la cara del
balua rte ele San Fernando, y la de Santa Isabel , que protegía San J osé B<Uo 1• El último
inten to po r evilar la ocupación del Cubo fue el proyecto ele transformar el torreón norte de l
Tercer R ecinto en un baluarte de gra n capacidad, lo que hu biera significado la excavación
de un amplio foso (fig. 30).
Pero se impuso la realidad y no se llegó a c:jecuta r este proyecto; los recintos quedaban ,
p ues, según la forma que le habían dado Pedro Borrás al Segundo, y J uan M a rtín Zermcño al T ercero. Eran espacios totalmente mili tares donde se ubicaban los cua rteles (algunos
ele ellos en bóvedas de buena calidad , como los de San Ferna ndo) y cuerpos de gua rdia;
"'w- ta mbién en contramos en este lugar el edificio ele la ermita ele Nuestra Señora de la Victo-
ria que estaba situada e n este lugar desde finales del siglo xv1, pero q ue sería demolido
definitivamente en 174 1 (fig. 3 1).
Las reformas que Mclilla necesitaba, implicaban un crecimi ento de los circuitos de murallas hacia las zonas del Cubo y de las huertas junto al mar. Esta última tenía el serio
inconveniente de las variaciones del nivel de la costa, que (ue a umentando a lo la rgo de
todo el siglo debido a las a renas que acarreaban las crecidas del río ele Oro y que se depositaron en la zona.
En 1707 se construyó por la gua rnición en la zona de las huertas un fuerte cuadrangular
de piedra y barro, por entonces de no mucha capacidad, denominado ele San Miguel. Este
fuerte avanzaba bastante sobre las murallas del T ercer Recinto y por esta razón fue necesario construirle una doble comunicación protegida, una discurría subterráneamente y la otra
en superficie. El abrigo y seguridad que daba a la ciudad le hizo blanco de gran parte ele los
ataques que se
procl~jc ron
desde entonces (recordemos el asedio ele 171 5), pero bajo su defen-
sa se podían cultivar algunos huertos en la vega, así como p osibilitó la construcción de varios
muros que servían para proteger una zona priorita ria para la alimentación ele la ciudad.
T odas estas razones determinaron una importante reforma del (uerte que sería reedificado de
cantería y ejecutado con mucha mayor extensión, ya que disponía ele bóvedas y caponeras en
el foso; las obras en M eJilla estuvieron dirigidas por el ingeniero Juan M a rtín Zermeño y
desde M álaga, el también ingeniero Juan Bernardo de Frosne
76
e
(1
r t o.tt rafia lt i .1 1 ó r i e a d r Al el i ll a
dib~jaba
los p lanos (fig. 32).
3 2 . Este plano representa el
estado de las ob ras del fuerte de San
Miguel de Melilla, que a finales de
1733 estaba ya casi concluido. Las
obras fueron dirigidas por el
ingeniero Juan Martín Zermeño, que
,.
reutilizó los materiales de un fuerte
anterior (realizado en 1707) para la
nueva construcción.
Como el anterior, disponía de
com unicación subterránea con la
plaza, y en su interior se disponían
varias bóvedas con aspilleras desde
donde se controlaba el foso. t:ste
era defendido doblemente desde el
mismo fuerte y desde una caponera
aspillerada que rodeaba toda la
contraescarpa, con lo cual su
defensa quedaba asegurada. En la
parte superior se situaban dos
bóvedas para los oficiales y
soldados de guardia, y un macho
antiguo donde se aloJaba la
guarnición del fuerte.
Esta reconstrucción dio lugar a
una de las obras más sólidas del
perímetro fortificado de Meli lla, que
llevó gran parte del peso defensivo
de la ciudad durante todo el siglo
XVIII
y XIX, pero que
desgraciadamente fue demolida en
los años cuarenta de nuestro siglo
para abrir la calle Pablo Vallescá.
Excripción de las partes de que se
compone el fuerte de San Miguel, y
se expresan en el plano superior e
inferior, Málaga, 5 de enero de
1734, Juan B ernardo de Frosne
coronel de ingenieros, 112 x 39 cm. ,
escala gráfica de 15 t oesas, SGE,
n. 0 145.
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78
Cartografí a h is t óric a de M elilla
O tra obra importante en este sector fue la construcción de la luneta de Santa Isabel (proyectada en 1729), que protegía las caras del baluarte de San J osé Bajo, además de formar
sistema con San Miguel en la defensa de la inestable zona de la playa. Una de sus principales misiones consistió en apoyar un pequeño espigón (denominado de SanJorge) que servía para detener los aportes de arena que ampliaban la línea de costa a la vez q ue cegaban
segunda mujer de Felipe V, Isabel
de Farnesio, era una contraguardia
que protegía las caras del baluarte
de San José Bajo, contando con
bóvedas aspilleradas en su interior
para controlar también la zona de la
el puerto de la ciudad (fig. 33).
playa. Esta obra tenía, como era
En el otro ámbito, el del Cubo, entre 1727 y 1728 se cs.t udiaron minuciosamente todos
las necesidades requeridas para materializar su ocupación
33. La luneta de Santa Isabel,
así denominada en honor a la
5
.
En 173 1, Juan M artín Zerme-
ño ya detallaba los materiales necesarios, y en la noche del 11 de noviembre de 1732, seis
columnas de trescientos hombres empezaron a construir un primer fuerte provisional de
madera con forma de flecha que posteriormente sería reconstruido de cantería. Era el primer fuerte de la Victoria y su realización permitió que junto a él se iniciara él que sería
principal fuerte del C ubo, el denominado de la Victoria Grande.
preceptivo, menor altura que los
fuertes del Tercer Recinto para estar
dominada desde éstos.
Su defensa era inicialmente al
fusil, pero a finales de siglo fue
transformada y se le añadieron
varias cañoneras sobre su adarve.
Finalmente sufrió el mismo destino
que San Miguel, y fue demolida a
finales del siglo XIX para iniciar la
Este último era un baluarte destacado de gran capacidad artillera en su caras, contando con varias bóvedas en su interior que reforzaban su seguridad . Podem os decir que la
construcción de la antigua casacuartel de la Guardia Civil.
Plano y perfiles de la luneta
estructura fo rtificada del Cubo estaba fundamentada casi exclusivamente en la Victoria
proyectada delante el baluarte de
Grande, que era el soporte principal sobre el que se se apoyaban otras obras menores. Así
San Joseph en la plaza de MeJilla,
ocurría con el reducto del Rosario o con la torre de Santa Lucía, que potenciaban su flan-
autor, 61 x 37 cm., escala de
queo, ya que todos formaban una estructura unitaria en el aspecto defensivo. El fuerte de
sin fecha (hacia 1729-1732), sin
11144 tuesas , escala gráfica de
~
15 tuesas, COml. n.0 427.
Victoria C hica era realmente una luneta sin defensas de flanco, y se protegía con parapetos de fusilería. Por su parte el Rosario consistía en un reducto cuadrado de mampostería,-- ...
con defensas frontales también para fusil que defendía defectuosamente el fuerte de Victoria Grande.
El sistema estaba formado, por tanto, por una serie de fortificaciones adaptadas a una
geografia irregular llena de dificultades para los trabajos de los ingenieros militares. Por esa
razón el primer esquema tuvo que ser completado por otras obras menores que buscaban
reforzar la estructura defensiva: las lunetas de San Ramón o de San Antonio Alto, o el garitón de San Bernardo y la ya referida torre de Santa Lucía, cumplían esa misión de adaptar
el terreno a los objetivos militares que exigían consolidar la altura del Cubo.
La lejanía con respecto a la ciudad hizo necesario el desarrollo de un sistema de comunicaciones subterráneas con todos y cada uno de estos fuertes, lo que permitía cómodamente
su abastecimiento y el relevo de las guardias sin estar expuestos a los disparos de los ataques. La red de galerías subterráneas arrancaban de una puerta de la Capilla de Santiago
en el Primer R ecinto, atravesando el foso de Santiago sobre el arco, y el espacio
de~
Segun-
do y Tercer R ecintos; desde el foso de los Carneros se dirigía un ramal hacia la altura del
Cubo, que era el utilizado para abastecer todos los fuertes, tanto de personas como de
materiales.
Y aunque no existía en pnnc1p10 la idea de realizar un recinto cerrado de murallas,
pronto comenzó a pensarse en la idea de unir estos fuertes de las Victorias con el de San
L os lll l ctos del "siglo d e
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melillense
79
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• •
34. Este cuidado manuscrito en
colores de MeJilla muestra el estado
de la ciudad al mediar el siglo XVIII,
i
reflejaba tanto el estado de sus
fortificaciones como parte de su orog rafía sombreada en acuarela.
Para entonces ya se habían
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Miguel (22) había sido reformado
entre 1733 y 1734, consolidando
una zona de huertas muy necesarias
para la plaza (4 1).
De todas maneras, el Cuarto
Recinto no estaba aún defin ido,
pues entre sus fortificaciones existía
mucha distancia. Por esa razón,
importantes: la primera fue la
t odos los esfuerzos de los ingenieros
ocupación definitiva del Cubo, y la
militares va a centrarse en
segunda, la construcción del fuerte
consolidar estos dos polos
de San Miguel en la zona baja de
defe nsivos (San Miguel-Victoria
huertas . El trazado renacentista del
Grande), al unirlos a través de varias
Primer Recint o, y las estructuras
cortinas y fuertes que serían
abaluartadas del Segundo y Tercero ,
construidos en la segunda mitad del
habían dado paso a unas
siglo. Para entonces, también se
construcciones aparentemente
había sumado un nuevo problema: el
irregulares situadas a cierta distancia
constante crecimiento de la playa
del cuerpo principal de la ciudad.
del Mantelete que iba dejando a las
ocupada (desde 1732) con varios
3.1
_,.,
producido dos intervenciones
La zona de Cubo ya había sido
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1 1
forti ficaciones de este lugar muy
batidas desde los ataques del Río y
fuertes q ue se situaban sobre esta
de San Lorenzo, por lo que se hacía
peligrosa elevación tan cercana a la
necesario construir nuevas defensas
ciudad; así aparecieron los fuertes
por este flanco .
de Victoria Chica (24), Victoria
Grande (25 y Rosario (26), seguidos
Plano de la plaza de Melil/a, sin fecha
por una monumental Cortadura (27)
(hacia 1740), sin autor, 68 x 82 cm.,
que cerraba el paso por esta zona.
escala gráfica de 200 varas, SGE.,
Por otra parte, el fuerte de San
n. 0 147.
Miguel a través de una cortina, hecho que daría lugar posteriormente a la aparición del
Cuarto Recinto de Melilla. La unión de las Victorias con la zona baj a era dificil por lo
escarpado del terreno, y para acortar distancias se construyó equidistante el apostadero del
Alférez, iniciándose en estas fechas algunos tramos de murallas. Lo mismo ocurría entre
San Miguel y la zona de playas, que también contemplaron por estas fechas el inicio de
algun~
obras. Estaba claro que el Cuarto Recinto no fue una estructura meditada de una
forma unitaria, y que se iría construyendo al vaivén de las circunstancias a lo largo de todo
el siglo 6 (fig. 34).
Notas
IIHAVO :\Ii'.TO, Anton io. lugmirm.> milita'~" 1'11 Ah•lillu.
'fíwíay ¡uártim dt•)in'tijirru:ióu
tlumniP la nlrul mudrma, .\(r:los .\TI a .\T/11.
Mdilla: UN ED, 199 1; p. fila 64.
2
hiitóricn dr M rlilfn
Ro lli<Í<;lJEZ Puc:ET, .Joaquín. lilwryo
so/m In n'Oiurióu r!tl Cuarlo llffíulu rlr .\lf!i~
!In, siglo X l'/11. t\ l:'tlaga: Unicaja, s.d .
( 1992); 134- p.
:l J uan Antonio de Estrada d ecía que " la
puso en bd la disposición, lo rtilicándo ln n
lo mnclc,·uo". E$l'RADA,juan Antonio de.
l'oh!adáu (;m,ml de F..>fNnla..., HI. Madrid:
hnprt·nla t\ len·urio, 1748; p. :, 19.
XloHAI.I-:S v M E"D IGtrri A , Gabrid de.
T:frmirirlt->y mriosidnrlrs, .\leli/ln, Pnlóu )'
Al/mamas. Xldilla : h nprt·n ta de El
T elegra ma del Rit; 192 1; p. 27() y 277.
5 Nelaziou rlr /oda.< las ;;:immslmtcias qur conducen a kt inteligmria de lo que es eltenrno llamado el Citbo, altum que sujJera a la Pla;;a de
Mdilla, SHM. , 1728, "·" 6.4-26, 4-5-7-5.
6 13RAvo 1\IETO, Antonio, y SÁu CAzOR·
LA,.)cslls ~ l igucl. " Fm1ificacioncs en el
siglo X\'111, d Cuarto Rccillto de ~ l cli
lla la Vieja". Trtipmw, ll." 2. Xld illa:
AE~ I , I9fl!l; p . 29 a 42.
v. La consolidación
del Cuarto Recinto
Las fortificaciones de Melilla durante
la segunda mitad del siglo XVIII
U
na de las personalidades más destacables de la M eJilla sctecentista fue sin duda
el brigadier Antonio Villalba y Angulo, que desempeñó su gobierno sobre la
ciudad desde 1732 hasta 1757, período realmente importante por lo que res-
pecta a las construcciones que se llevaron a cabo en la ciudad. Juan Antonio de Estrada, 'el
historiador melillense coetáneo de Villalba, escribía sobre su figura y su tiempo, "logró el
año de 1736 construir un fu erte de figura triangular sobre-d · terreno del Cubo, o Ataque
Alto, que predomina la Plaza sobre la Cabeza de la Ramblilla, hecho a dirección del ingeniero don Juan Cermeño, con diez y seis cañones, que señorea toda la campaña, [...J obra
importante, pues cubre, y repara todas las obras y fortificaciones de esta importancia: diósele el nombre de la Victoria; construyéndose antes otro fuerte Provisional ele madera y
tierra (fig. 35) para contener a los enemigos y edificar el refericlo" 1 •
Estrada escribía sobre la ocupación de la altura del Cubo, absolutamente necesaria por
entonces para una adecuada defensa de la ciudad, y en este sentido es curioso el paralelismo entre la misma reedificación de MeJilla la noche del 17 de septiembre de 1497 con el
sistema de "cava y barrera" (basado en lienzos de madera que se montaban provisionalmente) y la realización del fuerte de Victoria Chica la noche del 19 de noviembre de 1734,
pues en ambos se utilizaron estructuras de madera montablcs sobre la marcha, que eran
recu biertas posteriormente de cantería.
Fue, pues, durante el gobierno de Villalba cuando se sentaron las bases de la construcción
del complejo Cuarto Recinto, fortificado de Mclilla, con importantes obras como las del fuerte de San Miguel y el de Victoria Grande. Época también interesante en lo cultural, por las
abundantes referencias escritas que se realizaron en torno a la ciudad; ya hemos mencionado
el enciclopédico libro de Juan Antonio de Estrada, pero existen otros ejemplos como una
pequeña historia de MeJilla manuscrita que data de 1763 debida al párroco J oseph Pérez2.
83
35. Este plano de 1734 nos
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muestra el fuerte en construcción de
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Vict oria Chica. Debido al peligro que
primero que se realizó fue un fuerte
1
de madera montable cuyas piezas se
llevaron al lugar elegido en la noche
del 19 de noviembre (E y F) . Poste-
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riormente, se empezó la construcción
del fuerte de cantería por delante de
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la estructura de madera. La
existencia de esta obra permitió la
construcción del sistema de las
Victorias, q ue aseguraba a la ciudad
de Melílla de posibles ataques.
Descripción de la fortificación que
se construyó en la altura del Cubo
delante de la plaza de MeJilla la
noche de noviembre de 1734,
Melilla, 1 de diciembre de 17 34, sin
autor (Juan Martín Zermeño) ,
58 x 4 1,5 cm. , escala gráfica de 7
toesas, 1/130, COml. n.0 423 .
1'
,,
Existe una buena representación de la ciudad en un plano de 176 1 (fig. 36), debida al
ingeniero militar, especialista en caminos y puertos, Gregario Espinosa de los Monteros.
Mclilla no había cambiado mucho desde la construcción de las Victorias, y durante este período se habían consolidado todas las {o nif1cacioncs realizadas; fue el momento de pe1-feccionar las obras secundarias, de afianzar las estacadas de roble que p rotegían los fosos, ele
asentar los glacis que salvaban las caras de los fuertes, o la labor menos visible ele excavar
todo el sistema de galerías de minas.
114
Ca r l ografía hi s t óric a de ¡\ J e / i /l a
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En este plano de 176 1 se aprecia cómo todavía el Cuarto Recinto no estaba completamente definido; muestra de ello era que aún se conservaban los glacis que rodeaban el foso
del Tercer Recinto (ele los Carneros) formando sistema con San Miguel , de manera que quedaron las Victorias como una ciudadela aislada en su elevación. Pero ya se habían iniciado
algunas obras importantes que completaron el sistema; entre San Miguel y la playa se construyó la torre de Santa Bárbara, con varias bóvedas de med ia naranja en su interior, y en
1758 se había construido un muro que unía San Miguel y Santa Bárbara, así como otro que
hacía lo mismo con la luneta ele Santa Isabel, cercando completamente un cuadrángulo de
tierras cultivadas que abastecía a la ciudad de diversos productos de huerta.
36. Gregario Espinosa de los
Monteros realizó este plano de
Melilla en 1761 , representando una
ciudad que había desplegado sus
fortificaciones hacia la altura del
Cubo: fuertes de Victoria Grande,
Victoria Chica y el Rosario (20, 21 y
23), rodeados de un cuidado glacis
de perfil geométrico. Otra de las
zona fortificadas fue la llan ura
donde se situaban las huertas,
presididas por el fuerte de San
Miguel ( 18) y la torre de Santa
La cercana desembocadura del río de Oro y las are nas que desaguaban sus crecidas,
unido a los aportes de las corrien tes marin as, determinaron un paul atino y evidente aumento de la extensión de la playa; este hecho paradójicamente crearía serios problemas a la ciu-
Bárbara (19).
Plano de la plaza de Melilla y sus
fortificaciones exteriores, Melilla, 22
de marzo de 1761 , Gregario
Espinosa de los Monteros y V" 8°
dad al quedar este fl anco totalmente desguarnecido de defensas.
Gandón (José), 45 x 66 cm ., escala
Sin embargo entre San Miguel y las Victorias quedaba una amplia ladera dificil de
fortificar por lo abrupto del terreno , donde se situaban una cantera y una obra provisional
gráfica de 300 varas y 72 toesas,
SGE. n.0 149.
La ronsolida ció n del Cuarto R ecinto
85
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PLAZA DE
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3 7.
Este plano nos muestra la
dualidad existente entre un Primer
Recinto que albergaba a la población
y los principales edificios de Melilla,
frente a los recintos militares
formados por sistemas abaluartados
(el Segundo y Tercero) y un incipiente Cuarto Recinto formado por
dos núcleos fortificados aislados
entre sí.
Plano de la plaza de MeJilla, sin
fecha (hacia 1769), sin autor,
42 x 52,5 cm., escala gráfica de
90 Tuesas, SHM. n. 0 4713/ 15.
D-1 - 19/Mei-G4/ 11.
de fortificación denominada apostadero de los Granaderos. Este apostadero fue transfo rmado en 175 7 (aunque no aparezca en el plano citado) en un pequeño füerte tra pezoidal,
llamado de San C arlos en honor de Carlos III, cuya traza fue
~j ecutada
por el ingeniero
arciso Vázqu ez Nicuesa.
Por entonces se había conseguido alej ar muchos ataques del núcleo principal de Melilla,
pero la fo rtaleza seguía atenazada por esas obras de fortificación custodiadas permanentemente por unas guardias que causaban en la ciudad una seria sensación de aislamiento con
respecto a su campo exterior y región . Los ataques principales estaban situados en el cerro
ele San Lorenzo y en la margen derecha de la Rambla, los denominados de la Albarrada y
el temido Ataque Seco.
T odas estas circunstancias eran sopesadas por el rey español, Carlos TII, que conocía al
detalle el eslado y situación de la ciudad a través de una larga serie de informes. El monar-
86
CaTtografía histáTi ca d e M elilla
ca estaba por entonces prácticamente convencido de la .idea de mantener la ciudad bajo la
corona hispana, y esa idea fue la que planeó en el tratado de paz que firmaron España y
Marruecos en 1767. M ientras tanto, y aunqu e las relaciones entre los dos países se fortalecían y los intercambios comerciales aumentaban, el sultán Mulcy Mohamed seguía albergando la idea de establecer la paz con España exclusivamente por mar pero no por tierra,
lo que significaba una clara y agresiva alusión a Ceuta, Melilla y los Peñones .
En 1769, M elilla presenta ba la misma estructura fortificada que había heredado de las
grandes construcciones de Martín Zermeño en la década de los años treinta (fig. 37), un
Cuarto Recinto muy irregular, formado por fuertes de distintas tipologías y muy aislados
entre sí. Sin embargo las persistentes noticias del embajador español en Marruecos:' sobre
los preparativos de un posible asedio, hicieron tomar algunas precauciones por parte del
gobierno. Por esta razón, en 177 3 se desplazó a Mclilla una comisión formada por el
mariscal de campo Luis de Urbina y los ingenieros Juan Caballero y R icardo Aylmez\
con el fin de dictaminar sobre todas las circunstancias relativas a la ciudad, así como sobre
el valor de sus fortificaciones y las reformas que debían ejecutarse para ponerla en una
defensa perfecta.
38. Juan Caballero y Arigorri
realizó este plano de MeJilla como
consecuencia de su visita a la
ciudad, en 1773, formando parte de
una comisión que debía dictaminar
sobre sus fortificaciones. El
resultado fue una minuciosa
representación de todos los
elementos de la fortaleza, así como
las reformas que proponía para
Juan Caballero iniciaba su informe describiendo el Primer Recinto, "ocupado de trecho
en trecho ... con torreones y baterías de arvilraria figura y distantes los unos de los otros
según las circunstancias del terreno o la volu ntad del artífice, pero de bastante solidez y
permanencia". Este ingeniero planteaba algunas reformas en la fo rtaleza, para lo cual ejecutó un plano general de Mclilla con todos los proyectos que debían realizarse (fig. 38). El--- ··
principal problema que Caballero percibió sobre el estado de la ciudad fue la desconexión
de los diferentes fuertes del Cuarto R ecinto, por lo que centró su preocupación en consolidar esta última línea defensiva; para ell o necesitaba unir convenientemente todos los fuer-
mejorar sus defensas .
En e l Primer Recinto podemos ver
ubicados todos los almacenes de
pólvora, los de víveres, maestran z~ ,
aljibes, hospitales, así como la
iglesia de la Purísima Concepción,
construidos dentro del caserío de la
ciudad que tenía un trazado muy
irregular en cont raste con la
ordenación geométrica de los
recint os defensivos. Los principales
cuarteles se situaban sobre el
Segundo y Tercer Recintos, y la
tes entre sí a través de cortinas, y formar un recinto continuo.
defensa o limes de la ciudad se
El problema principal era que, en sus in icios, J uan M artín Zermeño no había plan teado
construir un recinto cerrado, sino la consolidación de dos fuertes de gran capacidad (San
Miguel y Victoria Grande) en dos zonas distintas; con posterioridad, ya vimos cómo en
torno a éstos surgieron otras obras menores que las complementaban. En este momento
( 177 3), J uan Caballero debía reconvertidos en una estructura cerrada, hecho que le ocuparía durante algunos ai1os y que daría lugar a distintos proyectos y ensayos hasta que encontró la solución final que aplicó defini tivamente en 1775.
concretaba en el Cuarto.
Las reformas que Caballero
proponía (marcadas en amarillo),
consistían en dotar a los fuertes del
Cuarto Recinto de una cortina que
los uniera entre sí, fortaleciendo el
sistema defensivo ante la posibilidad
de un ataque o asedio a la ciudad,
como efectivamente se produjo al
año siguiente.
En el primer proyecto que propuso, solucionaba el problema de la desconexión uniendo mediante cortinas rectas Victoria Grande con el fuerte de San Carl os, éste con el de
San Miguel, cortina que continuaría hasta la torre de Santa Bárbara y después hasta el
espigón de San J orge, q ue cerraba el sistema con la excavación de sus correspondientes
fosos. Esta primera propuesta no comportaba ninguna intervención sobre la estructura de
Victoria Grande, y al contrario pensaba demoler el fu erte de Victoria Chica por su pequeño tamaño y ser innecesario . En este proyecto, J uan Caballero no contemplaba todavía
Plano de la plaza de MeJilla
y de sus
fortificacio nes con parte de el
campo del moro, sin fecha (Málaga
6 de agost o de 1773), sin autor
(Juan Caballero y Arigorri),
5 8 x 103 cm., escala gráfica de
150 varas castellanas, SH M. ,
n.o 4.692. C-32- 18/ MEL-G2/ 19.
Este es copia de otro plano del
MNm. 911(6)
La con s o lidación del Cu a rto R ecinto
87
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39. El interés que despertó en
España el asedio a Melilla por parte
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aunque en su ejecución existen evi-
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dentes incorrecciones técnicas que
nos apuntan al interés estético que
el autor quiso conceder a su obra,
alejada de las minuciosas representaciones de los ingenieros militares.
fortificaciones
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Plano de la plaza de MeJilla, sus
y parte de el campo
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del moro, trabajado por Gregorio
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reforzar con flancos el fu erte de Victoria Grande , por lo que quedaba algo aislado a pesar
de que era, como ya hemos visto, la llave para cualquier ejército que qu isiera apoderarse
de Melilla.
Sin embargo, es interesante subrayar q ue por vez primera aparece definido en su totalidad el Cua rto R ecinto, en su formulación canónica de circuito cerrado de murallas con
foso continuo y sus obras complementarias. Pero ésta no era la reali dad de las
fortificaciones de la ciudad cuando el sultán de Marruecos Mulcy M ohamed declaró la
guerra a España el 23 de octubre de 1774 y el 9 de diciembre empezaba el sitio o asedio
a Mclilla más importante que sufrió a lo largo de su historia, q ue duraría hasta el 19 de
marzo de 177 5 (fig. 39).
Por parte española, lógicamente, se designó a J uan Caballero para que dirigiera todas las
obras de fortificación y guerra de minas necesarias para asegurar la ciudad, ya que este
.90
Carlografía ltisló1"ica d e M elilta
40. Este plano detalla parte de
4 1. La estancia de Juan
las propuestas de Juan Caballero
Caballero en Melilla después de
para fortalecer las defensas de
acabado el asedio, le permitió dirigir
Melilla: el nuevo espigón, y las obras
todas las obras necesarias para
que proyectaba realizar sobre el
reformar el Cuarto Recinto, como se
Cuarto Recinto.
desprende de este plano.
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Plano
Plano del fuerte de la Victoria y los
y perfil de la obra que se
propone ejecutar para la redificación
demás avanzados de la plaza de
del espigón , y Plano y perfiles de
Metilla, (... ] y Proyecto que manifiesta
los proyectos que se proponen
el volante adjunto para aumentar la
ejecutar en la plaza de Melilla, sin
defensa del fuerte de la Victoria , sin
autor (Juan Caballero y Arigorri),
autor (Juan Caballero y Arigorri), sin
Málaga 30 de agosto de 1773,
fecha (Melilla, 20 de octubre de
45 x 60 cm., escala gráfica de 150
varas
y de 25 varas,
1775), 36 x 45 cm.; escala gráfica
0
de 150? SHM, n. 4673/1,
1/1 .393,
C-31-30/MEL-M1/4.
COml. n.0 444.
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4 2. Antonio María Cappa era
maestro de cantería encargado de
la dirección de las minas de Melilla.
Esta predilección por las minas
(lugar donde murió en 1786)
ingeniero estaba trabajando sobre la estructura defensiva de Melilla desde 1773. Podemos
decir que la guerra aceleró el proceso de transformación del Cuarto Recinto, aunque en su
inicio las reformas todavía no se habían llevado a cabo.
Si el conjunlo fortificado de las Viclorias que se encontró el sultán de Marruecos Muley
quedó plasmada en este cuidado
plano de Melilla con todas sus
fortificaciones y galerías
subterráneas. El valor de la
representación radica en la
coordinación visual que encontramos
entre los fuertes situados en
superficie y las defensas que éstos
tenían subterráneamente.
Expicadon de este pano y modelo
de la paza de MeJilla con parle de su
campana, Antonio María de Cappa,
Mohamed era el trazado por Martín Zermeño, ya existía desde el año anterior un ambicioso proyeclo de Juan Caballero (fig. 40) con nuevas aportaciones para reforzar el fuerle
de Vicloria Grande; conscienle este ingeniero de su debilidad de flanco, planteaba conslruirle una contraguardia que defendiera todas sus caras y de cuyas alas saldrían medios
baluartes para darles flanqueo lateral conveniente. Por otra parte, el fuerte de San Carlos
era lambién trasformado en un baluarte de más capacidad, pero ninguno de eslos proyeclos pudo iniciarse antes del asedio pues el desarrollo de las acciones bélicas paralizó por
entonces cualquier actividad constructiva.
sin fecha (entre 1776 y 1786),
62,5 x 83 cm., escala gráfica de
250 varas, SHM. n.0 4713/10.
D 1-19/MEL-G4/ 6.
Existe una amplísima bibliografia sobre este "Asedio de los cien días", que concentró la
atención tanto de ingenieros y militares, como de poetas y dramaturgos5. La eslructura
defensiva de MeJilla, lo que podríamos denominar su "máquina defensiva", funcionó
perfeclamente y el ejército alacante, cifrado en unas cuarenta mil personas, no pudo con-
92
Cartografía histór ic a de M elilla
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quistar ninguno de los fuertes de la ciudad a pesar de utilizar amplios medios artilleros y
centrarse en una penosa guerra de minas. La desproporción entre los sitiadores y los sitiados
( l a 12), nos aclara mucho la dialéctica disimétrica entre fortificación y poliorcética.
finalizado el asedio, con la retirada del ejército del sultán Muley Mohamed, las defensas
43.
Son varias las
representaciones que se realizaron
sobre Melilla con motivo del fin del
asedio de 1774- 1775. En este
plano se detallan todos sus fuertes
y obras, así como el irregular
de la ciudad quedaron en mal estado y fue preciso recomponer diversos daños. Pero tam-
trazado del Primer Recinto.
bién sería el momento de llevar a cabo definitivamente las propuestas de Juan Caballero
Plano de la plaza de Melilla con sus
fuertes exteriores y parte de campo
para cerra r el Cua rto R ecinto defensivo (fig. 41 ).
del emperador de Marruecos, año
El problema de flanqueo de Victoria Grande fue resuelto finalmente por Caballero sin
tener que demoler los pequeños fuertes laterales, ya que se optó por ampliarlos para que
formaran tenaza con el primero. Por esto, tanto a Victoria Chica como al R osario se le
1775, sin autor, 1775,
46,5 x 59 cm., escala gráfica de
100 varas, SHM. n.0 4668.
C-31-25/ MEL-M2/1 .
construyeron dos murallones con cañoneras que reforzaban las caras de Victoria Gra nde;
el conjunto de baterías formaba una tenaza en ángulo, con lo cual podían cruzar sus fuegos y se flanqueaban perfectamente. La. cortina, hasta San Miguel, también era reformada,
La con so lida ci ón d el Cuar to
R 1~ c i n t o
93
aumentando la capacidad del fuerte de San Carlos con baterías y construyendo además un
fuerte intermedio, que se llamaría ele la Plataforma. T ambién se aumentó la cap acidad de
todos estos fuertes al construirse en su interior diversas bóvedas a prueba de bomba que
servían para proteger a los soldados de guarnición que hacían la guardia, lo que potenciaba asimismo su autono mía.
En -esta cortina se abrieron dos puertas o salidas para poder acudir al campo exterior:
una j unto a San Ca rlos y otra junto a San Miguel, el denominado R astrillo de Espadas.
Con ello quedaba defin itivamente trazado el perímetro del Cuarto Recinto d e M clilla, aunque no se llegó a ejecuta r la contraguardia que Caballero proponía delante de Victoria
Grande, a p esar de que escribiera q ue "luego si a Mclilla se le agrega la p redicha obra en
el fuerte de la Victoria Grande será una ele las plazas bien fortificadas que se hallen en la
costa de Áfriea"6 .
Antonio María de Cappa, subteniente de infantería y a la vez maestro de cantería y
encargado ele las minas de Melilla, dibujó el estado de la ciudad en su aspecto inmediatamente posterior a las reformas de Caballero (fig. 42). El circuito ya había sido cerrado y las
defensas de la ciudad estaban preparadas para resistir con seguridad cualquier asedio; pero
la realidad es que ya no hubo otro acontecimiento bélico simila r al de 1774- 1775, y por el
contra rio sí un tipo de lucha centrado en la guerra agotadora de los ataques y trincheras,
~
.. __
·en la guerra oscura y diaria, poco dada a las vanaglorias de las grandes batallas. Las bajas
desde entonces no estuvieron provocadas por poderosas piezas de artillería o modernas
44.
El ingeniero Segismundo
Font y de Milans realizó este plano
de Melilla en 1790, como
complemento visual de una
detallada memoria donde describía
todos los elementos de fortificación
de la ciudad.
La Melilla de 1790 mostraba ya
un perímetro defensivo bastante
considerable y el Cuarto Recinto
bombas, sino la mayor pa rte de las veces fueron consecuencia de certeras pedradas o disparos aislados que se cernían sobre cualquier soldado o civil que en un descuido entrara en
el águlo de Oanqueo de algún tirador situado en los a taques.
Es pa radójico que las fortificaciones de la ciudad se pusiera n a punto cuando ya no iban
a desempeñar nuevos servicios de guerra tan importantes como los sufridos a fi nales del
siglo xv11 o en 177 5, y los vertiginosos avances en materia de fortificación y artillería muy
pronto las iba a convertir en un preciado a rcaísmo defensivo (fig. 43).
Y ésta es la imagen que nos transmiten los informes de fin ales del siglo xvm, una buena
estaba prácticamente finalizado
debido a las obras que Juan
Caballero había ordenado ejecutar
fortaleza que necesitaba por todo los medios resguardar sus baterías, aspilleras y adarves
después del asedio de 1775. Este
con espaldones, c ubrecabezas y
fue un momento de esplendor para
su estructura defensiva, culmen de
todas las realizaciones del
setecientos que transformaron a lo
largo del siglo unas murallas
obsoletas heredadas del
Renacimiento, en un triple perímetro
defensivo moderno.
Segismundo Font, sin fecha ( 1790),
escala gráfica de 200 varas, AGS.
MPD . Vlll-228.
94
e a r t ()grafía
/¡
de ma dera, o simple mente con postigos y mante-
letes que ocultaran a los artilleros y soldados de la guardia para evitar así cua lquier blanco .
El ingeniero Segismundo Font realizó una memoria sobre todos los aspectos de la ciudad
en 17907, dibujando asimismo un plano explicativo de ella (fig. 44). La imagen de Font traduce perlcctamcnte cuál fue la M elilla del siglo xvm, la dualidad entre la ciudad habitada
del Primer Recinto, con respecto a la ciudad geométrica militar de los recintos resta ntes.
Dura nte todo el setecientos se constru yó una ciudad y fo rtalc:t:a cuyo tra:t:aclo debemos a
Plano de la plaza de Melilla, sus
cercanías y campo inmediato,
blindé:~cs
los ingenieros militares que trabajaron sobre ella, claros representantes a través de sus obras
del poder de los reyes esp añoles en todos sus dominios. El resultado estuvo condicionado
por las cambiantes circunstancias históricas y por las necesidades que quisieron cubrirse,
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95
dando lugar a un verdadero muestrario de todo tipo de fortificaciones. En ella se mezclaron
las más variadas tipologías de fuertes, que asumían formas triangulares, trapezoidales, cuadradas, circulares o simplemente irregulares, adaptándose a las eXIgenCias del terreno y a
las dispon ibilidades del momento.
Éste sería el momento de máximo desarrollo de este sistema de fortificaciones y como tal
cstruct;ura penetra en el siglo x rx y sale de él con escasas reformas; por esta razón la
impronta del setecientos, de éste que hemos llamado Siglo de Oro melillense, ha perdurado de forma indeleble hasta nuestros días.
··-
Notas
l ·~w~At>A, J n;on t\nwnio dt'. l'oblaritíu
Gmrmldr 1•:,/Httill... 111. :O.f;odrid: lonpn·n·
la :O.•Icrcurio, 1748; p. 523 y .'i24.
2
Pí-:K>:~., .Jost' ph . ,N¡¡/ÍI'iiiJ
.wmdr1.1 del llrrhi·
1'11 f:dr.>Íf~.<lirn rlr la rimlarl rlr 1\ lrlilla 1'11 24
r/¡• l!t/aln~ r/1• 1768. Sl-l i\1. n." 6.404, 45-7-9.
3 Ro])}dc:uov. ( :AsAI>O, Vin·nlt' . f'¡¡/ítim
mm-mt¡aí rlr C:tl/'lo.> 111
4
96
Ca1·tograjía histórica de Melilla
Lu is de, rl al. Urcouorimirn/IJ dr
/o.r tm pmidio.• mnwr.•, 1772. S H~I .
11." 6.34-6, 4-:1-íi- 11'
lJRBI NA,
.'1 Ignacio Baucr l.anclaul'l' sl'ilala la t·xis·
H:nria dl' una COIIH'dia dt· Bruno SolO
de Zaldívar t'll tn·s tKlOS y t'll Vt'l"so
sobre este asedio, l'uy:-1 acfión xr rqwescnwba en la playa, ('Mn po y p laza d~
M eJilla. d uramc el período rn que
Lranscu rrc la gucna. La obra tuvo ccn~" ""' aproba10rias de 1782, 178•1· y
17!17, y t•l d t·rn·lo ao11orizando su
rl"pn·selltariún fir nm< l<l por
d
l'IHT<'gi-
dor Annnna en ~ ladrid, el 26 d<' t'II('I'O
de 17!17; B Al'>:l< LA"DAU ER, Ignacio.
p . 463-464.
6
ANC:lJIA:<O DE i\JoGUEL, Aida. "i\klilla
t'll d reinado dt· Cario~ 111". En: 1\ll'li-
lla en la historia, sus ÚH'tificaeionrs.
Scmin;orio celebrado <'n Ml'iilla los días
16, 17 y 18 de ma yo dt· 19HB. Madr·id:
IC RJ.lC:., 1991; p. 15 a 2B.
7 f'oNT,
s..gislll lllldo.
RtTIIIIOl'iiiiÍl'l llt>
grncr.=tl de los trrs pr('sidios lll<'IIOI't's d l'
África, 1790. SH H n."6.4·1G, ·1..:,.!1.7.
Arquitectura y obras
públicas en Melilla durante
·el reinado de los Barbones
VI.
L
os ingenieros militares que desplegaron su labor en Melilla durante el siglo
y primera mitad del
XIX,
XVIII
no se ocuparon exclusivamente de la realización de las
fortificaciones de la ciudad; su trabajo también contemplaba la proyección y eje-
cución de todos los edificios reales (almacenes, hospitales, polvorines, casa del gobernador, etc.), así como de las principales obras públicas, caso del puerto.
Por tanto, las funciones del cuerpo de ingen ieros militares fueron realmente diversas
y debían adecuarse en todo momento a las necesidades del estado en los di ferentes
puntos de l
t~ rritorio
nacional. Su trabajo representó por tanto una de las fórmulas más
eficaces a través de las que el rey podía desplegar su política espacial en cu alquier
punto.
En todas las obras de arquitectu ra ejecutadas por los ingenieros militares siempre encontraremos una formulación racional del proyecto y una respuesta funcional a las exigencias
planteadas en la construcción. Esta circunstancia nos explica las arquitecturas y obras desplegadas en Melilla; así no es casual que los principales edificios de la ciudad respondieran
a las necesidades generadas por la lógica de una fortaleza fortificada, y que sus autores al
proyecta rlas y ejecutarlas reflejaran con ello la política del estado y el deseo del rey en tal
sentido.
Sin embargo, ante esta idea de planificación y racionalidad, puede contrastar un trazado
urbano del Primer R ecinto plagado de irregularidades y asimetrías que, sin embargo, son
explicables por la génesis histórica de una ciudad que empezó su crecimien to en los
momentos iniciales del "cinquecento". Este trazado urbano irregular no llegaría a ser transform ado por estos ingenieros del setecientos, a pesar de que hubiese sido lo más racional si
la propia morfología del p eñón rocoso donde se asentaba y los medios económicos lo
hubieran permitido. Lo que sí hicieron fue consolidar y "blindar" la "cáscara fortificada"
97
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45. El gobernador Antonio
Villalba habitaba en esta casa
situada frente a las Peñuelas,
donde las habitaciones se disponían
en dos ámbitos: el privado y el
oficial. Dentro de la zona más privada
y reflejando cierto confort, destaca
re nacentista (como ya hemos visto en los capítulos anteriores) y construir cuantos edificios
nuevos fueron necesarios durante este período.
Si nos detenemos en los detalles concretos de estas construcciones y sobre todo en el preciso trabajo de su cantería, se pone de manifiesto la maestría de unos profesionales que
habían elevado sus conocimientos constructivos a unas cotas realmente elevadas' . Este bri-
el huerto y jardín con cenador al que
se accedía cómodamente a través
llante asomo de la técnica de la construcción y la estereotomía, podemos rastrearl o a un
de un pasadizo volado sobre la calle
nivel casi de anécdota de ntro de la racionalidad y desnudez clásica de estos edificios: las
San Miguel.
Plano de la casa
peanas de garitas, los remates ornamentados del almacén de San J uan, las magistrales de
y huerto
que actualmente disfruta el gobernador de la plaza de Melilla ...
Francisco de Alcázar y Cumplido, Melilla, 24 de julio de 1801 ,
44 x 62,5 cm, escala gráfica
de 20 varas. SHM, n.0 471111 ,
0-1-17 /MEL-G5/21.
algunas obras, las embocaduras en sillería de los vanos, etc.; pero este dominio sobre las
posibilidades de la piedra lo encontramos en toda su pureza en las portadas de los edificios
nobles y en la heráldica. Escudos tan significativos como el del foso del H ornabeque, los de
los baluartes de C inco Palabras y San Fernando, Almacenes de San J uan y las Peñuclas, la
Puerta de la M arina, o los que quedan descabalgados actua lmente en el musco municipal,
lucran muestras del poder de los monarcas ejemplificados en una arquitectura significativa.
98
Cartografía !ti slóric a de M e lilla
En cuanto a las portadas, encontramos ese fuerte clasicismo antibarroco que caracterizó
a todos los ingenieros milita res del setecientos, que desechaban los modelos más recargados
y exhubera ntes del barroco nacional. La pauta fue una arquitectura que bebía en los modelos europeos m ás clásicos, como consecuencia del tipo de conocimientos y el bagaje que
acompañaba a los técnicos de la Academia d e M atemáticas de Bruselas, dirigida por Sebastián Fcrnández de Medrano. Surgen a sí edificios clásicos, con p ortadas como las del fuerte
de Victoria Grande o la Puerta de la M arina, siempre entre columnas toscanas y caracterizadas por una precisa estereotomía de la piedra. Otras portadas interesantes fue ron las de
la casa de los La font y la de la iglesia de la Purísima Concepción, en cuyo interior encontram os de nuevo el orden toscano como seña de identidad de toda esta arquitectura.
Dentro de la ciudad habitada, Primer R ecinto propiamente dicho, se establecieron varios
espacios diferenciados aun dentro de una tónica muy caracterizada por el carácter militar.
Nos referimos a ámbitos urbanos como el religioso situado en torno a la plaza de la Iglesia ,
donde se concentraban buena parte de festividades y celebraciones sagradas; o a la plaza de
los Njibes, escenario de todos los actos oficiales, fiestas y espectáculos, actividades que
caracterizaban la estructura interna de la ciudad.
La definición de MeJilla también se p odía expresar en una serie de hitos urba nos que formaban pa rte de ese todo que form a la vida en una ciudad de frontera; elementos tan diversos como el reloj que marcaba la jornada desde su torre en la plaza de los Njibes, o el
toque de alerta de los edificios con campanas situados estratégicamente en su estructura
urban a, también servían para caracterizarla. Otro de Jos elementos a tene r e n cuenta era
el~··.,
circuito del agua que ma naba vitalmente desde y hacia Jos aljibes, así como la existencia de
un alcantarillado eficaz, cuyos restos aparecen fragmentariamente por la ciudad antigua.
Otro espacio que requería una fuerte individualización era el dedicado a campo santo.
En un principio, los fallecidos se enterraban alrededor de la iglesia de la Purísima Concepción, en el denominado cementerio de la Tahona, e incluso en la iglesia misma. El problema causado por los fallecimientos masivos, sobre todo por las epidemias, y las normas sobre
cementerios emanadas durante el siglo xvm determinaron que se proyectara uno nuevo en
un lugar a lejado de la población: junto al fuerte de San Carlos (1796-1 797)2.
Este vivir diario, representado por la población y sus circunstancias históricas, es lo que
figura invisiblemente como telón de fondo de toda la cartografía que hemos seleccionado.
Y no conviene olvidar que Mclilla ta mbién fue un espacio urbano caracterizado muchas
veces por la saturación y el escaso suelo disponible, lo que propició un aprovechamiento
intensivo del suelo volteando arcos y viviendas encima de algunas vías, caso de la calle San
Miguel. Otros elementos que configuraban la "ciudad significativa" fueron los símbolos
determinados por m arcas, por los rótulos de las calles que asumían diversas denominaciones (tanto la icas como religiosas), o las placas conmemorativas y los elem entos heráldicos
que incidían en la persistencia de la memoria de una ciudad acostumbrada a conmemorar
lechas y celebrar acon tecimientos históricos.
!l rr¡uilerln rn )' obrns públirn s
P I/
Mel illn durant e
PI
reinado dr Lo.r B orbones
99
46. Contar con unos buenos
almacenes de víveres fue la
preocupación constante de la
mayor parte de los gobernadores
de Melilla. Este plano representa al
de San Juan el Viejo construido por
\
Pedro Borrás, y que sería
\
reformado posteriormente con
refuerzos en sus fachadas y con
+-
una bóveda intermedia para ponerlo
a prueba de bomba. Sirvió durante
muchos años como almacén de la
cebada y la leña.
Perfiles del nuevo Almacén de
víberes de la plaza de Meli/1a, año
de 1722, sin autor, 1722,
26 x 38,5 cm., escala gráfica de
20 tuesas, SHM. n.0 4.690/2,
C-32- 16/ MEL-M1/ 16.
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':' !/.,»,
· Ya se ha señalado que la mayor parte de las representaciones cartográficas históricas de
""' ........
las ciudades españolas suelen carecer de la definición gráfica de su caserío y trazado urbano\ ya que los planos inciden habitualmente en el perfil de las murallas. No es éste el caso
de MeJilla, donde el casco urbano suele aparecer con precisión a partir del siglo xvm, aunque echamos de menos representaciones anteriores. La representación urbana fue una clara
preocupación y responsabilidad para los ingenieros que trabajaron en MeJilla; así, en 1772,
Pedro Mercadillo llegó a levantar los planos de las casas y huertos de la ciudad, y en 1792
4 7. Este proyecto para colocar
unos nuevos pararrayos sobre dos
ciadamente no hemos podido encontrar esta cartografia histórica'1, indicaba un notable
almacenes de pólvora, nos permite
contemplar unas interesantes
imágenes del Primer Recinto,
interés por controlar la morfología del caserío de la ciudad.
concretamente la zona de la
nadores~'. En 1604 era un edificio d e dos plantas situado en la plaza de los Aljibes según
Concepción con el polvorín
construido en 1767 y el torreón de
las Cabras, con el repuesto interior
de pólvora realizado por Juan
Caballero en 1773.
Plano y vista por la {mea inferior del
marco de los dos almacenes de pólvora
Concepción y Florentina de la plaza de
Melilla; en los que se propone corregr
los Para-Raj(JS, sin autor, sin fecha,
42,5 x 53 cm., escala gráfica de
30 varas, SHM. n.0 4.702,
D-1-8 / MEL-M2/18.
100
Joseph Ampudia y Va ld és volvía a efectuar el mismo trabajo. El hecho, aunque desgra-
En este sentido, uno de los edificios más significativos de Mclilla fue la casa de los gober-
el
dibujo de Pedro de H eredia, pero el asedio de 1774 lo destruyó, por lo que la residencia se
trasladó a una casa de la calle Sa n Miguel con fachada principal a las Pcí'iuelas y a la calle
Lcdesma (fig. 45). En un plano de 1801 encontramos una detallada representación de esta
vivienda; constaba entonces de dos plantas con varias habitaciones privadas y un espacio
más público compuesto por un cuarto de órdenes, cuerpo de guardia y cuarto del ayudante, calabozos y sala para escribientes. La comodidad del gobernador y su fa.milia determinó
reformas que comportaban ampliaciones del edificio sobre otras viviendas cuyas habitaciones eran adosadas para su servicio. Lo más interesante del plano citado, es comprobar
cómo el gobernador disponía de un espacio d istendido en un hucrto·:ia rdín situado frente a
Cartogr afía lti.rtór i ca de M el ill a.
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48, El almacén de pólvora de
Concepción construido en 1767
(gris) fue reformado en 187 1 por
Emilio Cazarla añadiéndole unos
estribos de refuerzo en el interior de
la nave abovedada (rojo). Con ello
la vivienda descrita, al que se accedía a través de un pasadizo volado sobre la calle San
Miguel a la a ltura d el primer piso. Allí existía una fi.1ente y cenador, con una a lberca.
Vemos por tanto cómo en el corazón amurallado de la ciudad, se reservaba un reducido
espacio verde para el con fort privado de la máxima autoridad.
La intervención de los ingenieros sobre este casco, bien reformando edificios o construyén-
finalizaba el edificio y lo habilitaba a
prueba de bomba, tal y como se
conserva actualmente.
Plano y perfiles del almacén de
pólvora de Concepción tal como
dolos de nueva planta, fue una constante del período. Una de las principales preocupaciones
del siglo xvm va a centrarse en la construcción de almacenes capaces para poder guardar
todos los pertrechos necesarios en una ciudad a veces aislada. Una de las primeras realiza-
quedatía después de su
reedificación, formado por...
ciones fue la del almacén de San J uan el
(contiene el proyecto de José M."
leña, cuya construcción se remonta a 1719. Su autor fue el ingeniero Pedro Borrás y se tra-
Aparici en 1856), Emilio Cazarla y
Prast, Melilla, 2 de septiembre de
1871, 41 ,5 x 71,5 cm., escala
gráfica de 20 metros, 1/250, SHM .
n. 0 4822, D-6-21 / MEL-M 1/19.
Vi~jo,
conocido también como el de la cebada y la
taba de un sólido edificio de dos naves cubierto p or bóveda de cañón con rosca de ladrillo a
prueba de bomba, tal y como se nos muestra en un plano de 1722 (fig. 46). Actualmente se
conserva transformado, ya que consta de una bóveda intermedia y presenta contrafuertes
exteriores que se le pudieron añadir para darle más consistencia al edificio. Tanto este almacén, como los que se construyeron a finales del siglo - los del Principal, Florentina ( 1781) y
Sala de Armas de San J uan (1778)
, que eran de mucha mayor consistencia, reflejan sobre
todo una gran solidez materializada en sus bóvedas; conviene recordar que en las obras de
fo rtificación, una bóveda en el interior de un fuerte era signo de seguridad y capacidad.
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Cartografía histórica de Melilla
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Por esta razón, la a rquitectura de estos almacenes (la sucesión de bóvedas en roscas de
ladrillo, capaces de aguantar impasibles la erosión a rtillera) presenta alguno de los espacios arquitectónicos más sugeren tes de toda la ciudad. Éste es también el caso de los
a lmacenes de pólvora, cuya existencia siempre estuvo condicionada p or las peligrosas
voladuras que en 1728 y 1752 arru inaron el situado j unto al torreón del Bone te. Este
hecho determinó que Juan C aballero realizara, en 177 3, un p olvorín con bóveda de
media naranj a en el corazón del torreón de las Cabras (f1g. 4 7), al que se acced ía a través de un pasadizo; en 1767 se construyó otro en la Concepción, aunque debido a la
d ebilidad de su nave ab ovedada (al no estar a prueba de bomba) hubo de ser refo rzado
e n 187 1 por el ingeniero Emilio Cazarla y Prast (fig. 48), que le adosó refuerzos fajon es
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49. El edificio conocido
actualmente como Casa del Reloj
data del siglo xvm,
y en 1862 fue
transfo rmado en cuartel de artillería
por Francisco Arajol , para lo cual se
le elevó una planta. En nuestros
días alberga al museo de la ciudad
autónoma, sustituyendo
curiosamente en esta función
museística al edificio anterior, el
almacén de pólvora de Concepción.
Proyecto de cuartel de artillería ... ,
Francisco Arajol y de Solá, Melilla,
20 de junio de 1862, 8 ,5 x 73 cm.,
escala gráfica de 80 pies y de
e n su parte interior 6 .
10 metros, SHM. n.o 4 .688/ 4 ,
Uno de los med ios a través de los cua les podía contra rrestarse el peligro del apara to eléc-
C-32-1 4/ MEL-G2 / 4 .
trico de las tormentas sobre estos edificios, era con la instalación de pararrayos; este hecho
generó una viva preocupación plasmada en varios proyectos donde se estudiaban fórmulas
para evitar sus catastróficas consecuencias, como la que utilizaba recipientes de agua conectados al mar para desvia r y contrarrestar los imprevisibles rayos.
A r qui t ec t u ra y o b r as fníb/i c as e n M rl ill a d unl n l e e l r ri n ad o d r lo s B or b o n r s
103
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50. La voladura de un almacén
p'ara proyectar un nuevo hospital
cuya planta, perfiles y fachada
pueden verse en este plano firmado
por los ingenieros Thomas Warluzel
y Juan de Dios González. Uno de
sus elementos arquitectónicos más
destacables era el patio central, con
una arcada sobre pilares y galería
superior de columnas. Sus obras de
construcción se prolongaron
ampliamente hasta que fue
finalizado después del asedio de
1774; en la ejecución se alteró este
primer proyecto dándole al edificio
mayor capacidad.
Plano y perfil del reparo de la Muralla
de la Parada de la paza de Me/illa .. .
y los correspondientes con su elevación al proyecto de un hospital
capaz de cien enfermos .. ., Thomas
1752,
53 x 65 cm. , escala gráfica
de 15 tuesas, SHM. n.• 4.703/6,
D-1-9/ MEL-G7/2.
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de pólvora en la zona del Hoyo de la
Cárcel en 1752, fue aprovechada
de Warluzel y Juan de Dios
González, Melilla, 14 de julio de
r/1(1011'
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En relació n con el almacenami ento de pólvora estaba la artillería; sus efectos se guardaban en otros almacenes de la ciudad; incluso en 1778 se había construido una bóveda para sala de armas, pero también era necesario un cuartel. Y precisamente servir de
parque de artillería fu e uno de los prime ros usos que tuvo la popu larmente conocid a
como Casa d el Reloj. Así la vemos cuando, en 1862, h ancisco Arajol y d e Solá proyectaba elevar una plan ta a este edificio que databa del siglo xvm 7, trans!o rmá ndolo en
cuartel aunque respetaba, sin embargo, las que son actualmente sus señas de iden tidad:
la torre con el reloj y la espadaña con campana (fi g. 49) .
Sobre los antecedentes de este reloj , se conoce que du rante el siglo xvr era de arena
y estaba situado en el torreón de la Ampolle ta, y que posteriormente hubo otro ubicado
cerca de la misma torre que fue reparado a mediados del siglo xvm y se construyó para
su resguardo un cuarto y un "cañón" de mamposte ría para las pesas6 .
Otro de los edificios absolutamente necesarios en cualquier ci udad era el hospital. El
prime ro del que tenemos refere ncia visual es el que aparece en el plano de Pedro de
H crcdia de 1604, situado junto a la casa del gobernador en la plaza principal de M clilla. Posteriormente se construyó otro qu e estuvo frente a la iglesia d e la Purísima C oncepción, y cuyas obras se termina ron durante el período en que la orden capuchina
regía la iglesia melillense.
En este lugar estuvo hasta que, e n 1752 y aprovechando la voladura del polvorín
junto al torreón del Bonete y la hondonada natural del H oyo de la Cárcel, se encargó a
dos ingenieros militares que realizaran un proyecto de nuevo hospital: Thomas de Wa rluzel y J ua n de Dios González. Las ob ras fu eron realmente lentas y se alargaron hasta
casi final es del siglo; en 1753 se empezaron a exp ropiar algunas de las viviendas colindantes y las obras dieron comienzo en 1758, pero en 1773 todavía no esta ban concluidas y fu eron rematadas tras finalizar el asedio de 1774.
El hospital, de dos plantas, asumía una forma rectangular con patio central y arq uería d e medio punto sobre pil astras y column as, en torno al cual se ordenaban las naves;
en la planta baja se pensaba situar diversos servicios y en la alta las d istintas salas. Fue
sin duda uno de los ed ificios más significativos de M elilla, y uno de los que más
posibilidades arquitectónicas presenta en la actualidad. En cuanto a la ejecución del
proyecto, sabemos que su estructura fue muy tra nsformad a a unque se respetara la idea
general.
Conocemos otra imagen del hospital en 1849, con motivo de un proyecto del ingeniero Manu el Vi lademunt para ponerlo a prueba de bomba al reforzar su estructura, lo
q ue nos permite conocer cuál había sido el proyecto que se había ej ecutado realme nte
en relación con lo propuesto en 1752. Las naves únicas del primero habían sido transformadas en naves dobles por lo que se había ampliado su capacidad; a su vez, el patio
se había simplificado aunque se respetaron las arcadas de medio punto que fueron llevadas también al segundo piso. Sin em bargo, la cuidada fachada de Warluzel y Gonzá-
106'
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lez quedaba ahora muy desfigurada con un planteamiento iregular determinado por las
distintas funciones de cada sala, lo que alteraba el aspecto del edificio9 .
Fina lmente, y dentro de este repaso sobre la obra en Melilla de los ingenieros militares, destacaremos los proyectos del puerto que fueron de las principales y más costosas
necesidades de la ciudad. El antiguo embarcadero del siglo xvn, cercano a la puerta de
la Marina, ya aparecía muy cegado por las a renas arrastradas por el río de Oro en
51 .
El ingeniero Manuel
Vilademunt intentó poner a prueba
de bomba el hospital de Melilla,
reforzando sus muros y sustituyendo
el techo de madera por bóvedas
resistentes. Este proyecto no
llegaría a ejecutarse, pero su autor
nos ha proporcionado un detallado
dibujo del hospital a mediados del
1667, por esa razón en 1694 se realizó un varadero nuevo que estaba junto al torreón
siglo XIX.
de las Cabras, excavado en la roca. Poco después este varade ro entró en desuso y los
Plano del hospital militar y civil de la
desembarcos se realizaron por un pequeño espigón cercano a l torreón de San Jua n,
paralelo al fuerte de San Antonio de la Marina, quedando de varadero la pendiente que
remataba en la misma puerta de la M a rina.
La escasa capacidad de este puerto quiso corregirse en 1742 a través de un proyecto de
J osé Gandía para realizar un pequeño muelle junto al torreón de Florentina (figs. 52 y 53),
plaza de Melilla y su proyecto para
ponerlo a prueba de bomba por... ,
Manuel Vilademunt, Melilla, 1 de
noviembre de 1849, 64 x 94 cm.,
escala de 1/200 pies de Burgos,
SHM . n.0 4.689, C-32- 15/MELG2/17. ·
de perfil curvo sobre zarpa de piedras, pero no llegó a hacerse, al igual que otro proyecto
de espigón firmado por Juan Caballero en 1773 (recordar la fig. 40). La solución parcial al
Arquite c tura y ob ra.r jJtíblira .r en M elil/a durante el reinado de l os B orbones
107
52 Y 53.
La necesidad de
contar con un buen puerto para
J>/nnucY.!cdilrJ dr/lrqarÍ!o
asegurar los abastecimientos y
comunicaciones de Melilla, propició
este proyecto de muelle realizado
1111' m /11 ptmlt!. dc/r¡ (/ormtill
J{ac!lr r¡arcrcpro¡;,onrCow!l
.dr!allaun.dc J/(r'fírllt.ptml
ef!Óf'if'cf/1'¿ m;giiJcro.
por el ingeniero militar José Gandia.
&tfiaáon. ilcllll/110.
Éste planteaba un espigón curvo
cuya función era sobre todo
proteger de los vientos de levante,
1 t../lmllr :?rt_yut.W..
~ ?.ufjilh,....
a:!!"'·•,y 1......, .,,,ijl.wlllt4n.
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J>.,~wt~-J."'~~'--
6:.f•.,.;t.1-.t.c.--.....xt..tJ-.f.f'.-.....
y que se asentaba sobre un lecho
de piedras ' de zarpa'.
Por entonces existía en la ciudad
un pequeño varadero excavado en
la roca a los pies del torreón de las
Cabras, así como un pequeño
espigón j unto a San Juan, pero a
pesar de que ambos eran
insuficientes este proyecto no se
llegó a ejecutar.
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lb cJr/!~.rt.J 'f."J,.,,..,,,, tl. l,•h (rn1u((t( ,lu.tf\!
Plano y perfl1es del pequeño muelle
cJonulm•
' .J'.,w,¡../,., /,,/,";•
¿,.,.(• .o,/'J>t.,., J< ~~.~,..{.,.~.
~rl p-' F - "
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que se propone construir en la punta
de la Florentina de la plaza de MeJilla
•.,., ~ ;p±=;• .
..
'lJ• ,)(,,,J~(rJ"f.:.
l. "'" ' , ,l:j.,(,.,:::
. t ·•·•
(,·,
para cubrir su zurgidero, José
Gandía, 1742, 39 x 59 cm., escala
gráfica de 20 toesas, SGE. n. 0 148.
/
/
. J, 7 •t
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108
e(/ 1'1 og 1' afí
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D . c.J,¡cxlc 'ae.ú.'\.lntmú.o.
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F. JbMadow.
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J J....frndo'::J' ~ Curx¡o ~o f"a .•.';iü...
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;=:
·;
A rqu i t ec tu ra y obras públ i ca s en M elilla du ran t e el r ei nado d e lo s B orbones
109
54. A finales del siglo XVIII se
problema se produjo en 1783, cuando se acometió un nuevo muelle de dos espigones, uno
acometen definitivamente las obras
de un nuevo puerto para Melilla. El
que a rrancaba del torreón de la Cal (con una batería incorporada) y otro del torreón de
proyecto contemplaba la
construcción de dos espigones,
uno que arrancaba directamente
Sa n Juan, que protegían una zona de atraque más amplia (fig. 54). D e todas form as, la
del torreón de la Cal y el otro del
sedt a rrastrado hasta el siglo xx.
solución del puerto ele M clilla no sería un asunto solucionado por entonces y el problema
fuerte de San Antonio de la Marina
a los pies de San Juan, formando
un pequeño fondeadero en su
interior.
Para combatir los ataques del río,
uno de los espigones estaba
reforzado por una batería con nueve
cañoneras que sería llamada
posteriormente de San Luis de la
Marina.
Plano que manifiesta el muelle que
se está executando delante del
fren te ABC, sin au tor, Melilla, 7 de
octubre de 1783, 48,5 x 34,5 cm.,
escala gráfica de 30 varas,
1/240, COml. n.0 450.
Notas
f."'' u·ma apart·ce arnpliaonemc explicado Cll el trab:~jo de G.'\LI:-.'00 D~\Z,.f oo~~
AlbertO. EJ (0/IOÓIIIit'IIIO COIISilllrlil'O dt /Q.!
Ü¡t¡minvs militmts dtl s(¡:lo .1'1111. Li1 tslndio
sob~r laJomwli;¡;acióu drl.mbtr trmiro u lrmis
dt los tmladOJ tlt mr¡uil«lum militar. T ..sis
dtx·torill i11í·dita lddii <'11 19% t ll l;¡ Ulli\'('t-sidad Politl·cnica <k C:ataluny;1.
2 Rt:.t>F.K GAoow, ~ hu·ion . 11 1ncidcnr ia de
las parroquias l'tl el urbanismo del siglo XVIII: los rt'lllt'IIH'I'ios'' . llrqnittf'lum y
!.iudad. St·oninario cdd >ntdo c11 Mdilla,
los días 12, 13 y 111 de clicicmhrr de
198Y. :VIad tid: lCRBC, 1992; p. 1!J!J a
~13.
3 TAI:JER l\ Ion., 1\'lrtwdt•s. " La connibución tcrritorialurba ua ( 17 16-1906)''. t::n:
110
Carlogra.fía hi s lóri c a de Al elilla
El (;¡¡fflslro m 1~5/lfuia. 1\ ladtid-llarcclona:
t"<litorcs, s.d.; p . 1 11.
l.un11·c•~
4- AgrackTl'mos a Santiago Domíngu<·z
Llosú esta rcfácnria. En 11166 estos
planos estaban rn nur,·e tomos .situados en la Comandancia de ln¡.:cuicros
de l\lrlilla.
5 Puede sl·guirsl' una rd ación histórica de
la casa cid ¡.:obcrnaclor en ,\ ! ORALES
l\ IE:XDIGUTI,, , Gabriel de. Fjémhidrs )'
Cirriosidades, Jl!elilla, / birj/1 )' !11/wrnuaJ.
l\ k lilla: lmpn·uta de El 'l'l'kgraoua dd
Rif, 1921; p. 247 a Nll.
I'RA~r, Emilio. Co11.1itlemtionr.r
solllf almmwll< de f!Ók'OIII )' 111 af!limrióu 11 la
f'lll(,ll tlt ,\ lrlilla. .111/Jouihu/o/a guamrl'ida rou-
6 CAZORLA Y
i\ladrid: lmprCIII:I del
i\lcmooial ele Ingenieros. 1872; 91 p.
L'tllifllltllltlllt.
l·~,ta ampliación de la casa dd Rclf!i ln\'O
una consecuencia nclasta al hund ir p:u·cialmente la capilla gótica de Santia¡.:o,
que en 190!! requirió una fionll' intn-
vcnción para poder runMJiich1rla ¡xu·
parte dd ing<·nicro ( :armdu Castai\ún.
B IVIo nALES 1\·IE:-.-matrnA. Gabtid ele. Of!.
cit.; p. 292-294.
9 Posteriormente ro nor('mos o trus proyecoos sobre este hospital. El 24 de
diricmbrc de 1B87, el in¡.:cnicro .Jos<·
Nuiít·z pruycrtaba dt'\'al' una tt'l'ft'J'a
pla1Ha al cdiricio. ArdtiV( ) CoiJHU Uia lll'ia
de Obras dt'
~ l<'li lla.
Se 'l'l'l' .
VII. La ciudad extramuros
El territorio de Melilla antes de 1862
E
1 territorio o área de influencia de una ciudad está definido, entre otras cosas, por
las relaciones y los contactos que se establecen entre ambos a lo largo de un dilatado período cronológico. Este tipo de relaciones determina en gran m anera no
sólo el espacio en sí, sino también la imagen que se f01:ja sobre él y, consecuentemente, la
'"forma de representarlo.
En un capítulo anterior ya tuvimos oportunidad de comprobar el gran interés despertado por el á mbito marítimo de la ciudad: tanto por su laguna durante el siglo
XVI,
como por
la costa del cabo Tres Forcas en el xvm. El interior, sin embargo, siempre fue una zona
mucho menos transparente para el acercamiento científico que requiere una represen tación
seria; de forma paradójica, se producía una fuerte iní1uencia de la ciudad de MeJilla sobre
un territorio que a la vez era dificil de representar.
Duran te el siglo
XVI
los límites de la ciudad se definieron por el espacio controlado por
una serie de fuertes exteriores construidos sobre varios cerros que rodeaban la denominada
"Vega ele Melilla". Estos fuertes era n p rincipalmente los de Sa n Lorenzo, Santiago, el de
San Francisco y el de Sa nto T omás de la Cantera sobre la Puntilla, cuya imagen, curiosamente, podemos situa r en la abundante cartografía del siglo xvm melillense, a pesar de
haber sido destruidos por Muley l smai1 durante el xvn (Fig. 55).
Pero Melilla, como realidad histórica, ha sido evidentem ente algo más que una rígida
extensión amurallada de superficie va riable; por esta razón puede resultar clarificador iniciar este capítulo con un consciente alej amiento cronológico que nos ilumine sobre ciertos
aspectos de la que hemos denominado MeJilla extramuros. Pensamos que una ciudad milenaria debe ser analizada de una manera abierta y no limitada a un período concreto y
reductor, y por esta razón revisaremos brevemente dónde estuvo situada realmente la
Rusaddir púnica y romana y dónde se localizaron sus restos conocidos.
111
. ¡¿ÍJIO ¡;J¡v/ldZib
.5(_); :
•..M eldfa ..
,.)'mt/.
t vil~,/,.,
55. Los cerros de San Lorenzo,
Santiago, San Francisco y la
Puntilla rodeaban y regían la vega
de Melilla. Aunque en este plano
también aparecen los fuertes
exteriores, ést os realmente habían
El hábitat continuo durante siglos sobre el mismo lugar, ha provocado la destrucción paulatina y casi total de los núcleos urbanos preexistentes. La ciudad se iba "alimentando" permanentemente de los ma teriales de las ciudades p recedentes y por ello hoy día es realmente
com plicado (casi imposible) establecer una secuencia arqueológica completa de M eJilla.
D e todas maneras, a través de los fragmentarios datos qu e poseemos podría mos estable-
sido destruidos por las tropas del
sultán Muley lsma·,·l a finales del
siglo XVII y eran por ent onces
simples reductos en manos de las
guardias de los ataques.
Plano de la plaza de MeWa. Sin
autor, sin f echa (hacia 1758),
45,5 x 60 cm ., escala g ráfica de
140 varas, SHM. n. 0 47 13/12,
D-1-19/ MEL-G4/8.
cer alguna aproximación. ·C on supuestos antcccdenles fenicios, eslá dem ostrada la existencia de una ciudad púnica entre el siglo m y
II
a .C. , y una posterior e impo rtante colonia
romana en el r d.C., Jo que nos puede situar en un primer nivel histórico de existencia
urbana. Este asentamiento , y de acuerdo a los ha llazgos a rqueológicos encon trados hasta el
momento 1, se situaba sobre el peñón rocoso y aledaños (lo q ue es actualmente la ciudad
viej a) y en to rno a varios cerros cercanos. Los hallazgos más fragmentados perte necen lógicamente a lo recuperado en los recintos históricos, pues fue allí donde el hábitat iría destruyendo los rcslos con m ás p ersistencia.
112
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.j_('/....- (..;...._,
Sin embargo, sí han aparecido desde finales del siglo
XIX
(a p esar de unas excavaciones
irregulares) abundantes restos sobre los cerros de San Lorenzo, Camellos, Santiago y Alcazaba. Los hallazgos consistían normalmente en enterram ientos púnicos y romanos acompañad os con ánforas, y otros menos identificables dentro de tinajas. La deficiente investigación ha imposibilitado h asta el momento extraer otras consecuen cias, pero no nos
impide ubicar las posibles áreas por donde se expandía la ciudad de Rusaddir y su entorno eonstruido2 .
Y la primera consecuencia que podemos extraer es que las principales zonas de concentración arqueológica de Melilla coinciden exactamente con los lugares elegidos en el siglo
XVI
p ara ubicar los fuertes exteriores de la ciudad. Concretaremos, estos lugares corres-
ponden a elevaciones que rodeaban totalmente una zona de llanuras que precedía a la
56. Este plano de 1764 es fruto
de la visita de una comisión de
ingenieros a Melilla. Mateo Vodopich
dibujó la ciudad , así como unos
alrededores muy determinados por
varios cerros cortados por profundas
ramblas que vertían a la denominada
vega de Melilla. En esta zona baja
de llanuras, ocupadas con huertas,
también discurría el río de Oro cuya
desembocadura estaba junto al
cerro de San Lorenzo .
Plano del presidio de Melilla y costa
de África confinante, Matheo
Vodopich, Cartagena 14 de enero
de 1764 , 58,5 x 90,5 cm., escala
ciudad antigua de Melilla, alturas cortadas por ramblas y por el cauce del río d e Oro que
gráfica de 150 toesas, SHM ,
desaguaban sobre este espacio. Ya se estableció una hipótesis que ap untaba la posibilidad 3
n.o 4 .688/7, C-32-1 4 / MEL- G2/7.
de que este llano fue ra durante la antigüedad realmente una ría que el paso de los siglos y
los aportes del río y barrancos colmataron; ésta es desde luego la imagen que pudimos
comprobar en uno de los planos más antiguos de la ciudad datado en 1564 (recordar las
figuras 8 y 9). En este caso, entenderíamos perfectamente un hábitat disperso en zonas de
La ciudad extramuro s
113
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57 . El asedio a Melilla de 1774-
cierta elevación que rodeaban una rada o llanura pantanosa; este hábitat se inicia ría a l este
1775 fue dibujado en varios planos
que reflejaban muchos de tos
en el núcleo urbano del peñón rocoso del actual Primer Recinto, y se prolongaría forman-
aspectos de las acciones bélicas que
do un arco disperso por la altura de la Alcazaba y Puntilla, el cerro de Santiago, cerro de
se llevaron a cabo en la ciudad y sus
Camellos y cerrado al sur por San Lorenzo (Fig. 56).
alrededores. En este plano, Juan
Caballero señalaba las baterías y
trincheras del ejército xerifiano y la
zona circundante.
Plano de la plaza de MeJilla en la
costa de Africa con las cercanías
que comprehenden las baterías y
trincheras del exército ... , sin autor
(Juan Caballero), 1775,
47 x 61,5 cm, escala gráfica de
300 toesas o 700 varas, SHM,
n. 0 4696, D-1-2/MEL-GS/ 2.
Cuando en 14·97 desembarcó Pedro de Estopiñán en la destruida y abandonada ciudad de
Mclilla, todas las fuentes apuntan a que la región estaba muy poblada y por esa razón se rehicieron por la noche parte de sus fortificaciones con el ingenioso sistema de "cava y barrera".
Dura nte el siglo
XV I
se quisieron consolidar las fortificaciones de MeJilla con el fin de
asegurar el control del territorio, y se eligieron estos lugares del mismo modo en que ya
ha bían sido elegidos siglos antes por las p oblaciones prehispánicas. Con estos fu ertes se
garantizaba la defe nsa y el trabajo de lo que entonces podía ser una rica vega de amplias
posibilidades agrícolas y ganaderas. Ello también permitía controla r un amplio territorio de
acuerdo con el alcance de la caballería de la ciudad, hecho que establecía una serie ele
servidumbres e impuestos a los rifeños que habitaban los alredeclores4 .
111
Cartografía hi stórica de M elitla
1
Pero la historia ele M elilla tiene un fuerte carácter cíclico, y en la segunda mitad del siglo xv u se liquidó tota lmente este limes defensivo, y se perdió tanto su control como el
ámbito de influencia sobre el territorio. Una de las primeras consecuencias ele este hecho
fue que desde entonces la cartografía se ocupó de la Mclilla extramuros desde un punto de
58. Esta imagen de Tomás
López refleja tanto el estado de la
ciudad con su edificios y
fortificaciones, como los alrededores
dominados totalmente por los cerros
de San Francisco, Santiago y
vista negativo: lo que había más allá de las murallas de la ciudad se reducía a la monótona
San Lorenzo, en cuyas elevaciones
serie ele ataques que la atenazaba n. Y cl paso del tiempo determinó el olvido de la misma
aparecen construidos unos fuertes
que nos recuerdan las
fortificaciones exteriores de la
topografía y de sus características, por lo que las representaciones cartográficas se caracterizarían por la falta de precisión y, la mayor parte de las veces, por el carácter imaginado
ele los accidentes geográficos y el relieve.
ciudad perdidas a finales del
siglo XVII.
Plano e inmediaciones de la plaza
Esta fu e la pa uta de todo el siglo xv m, realidad muy evidente en un apreciable número
de planos que se ejecutaron con motivo del asedio a Melilla ele 1774- 1775. En esta serie,
los ingenieros dibujaron no sólo las forlificaciones de la ciudad y los ataques enemigos, sino
todo el territorio donde se habían ubicado los campamentos del ejército xcrifiano, por lo
de Melilla, Tomás López, Madrid,
1793, 34 x 19 cm, escala gráfica
de 400 varas castellanas, MNm.
911 (3), Melilla (Ciudad) Estrategia
Militar, MN99-6.
que el área a representar fue realmente extensa5.
El dcsconocimienlo de buena parte de esta zona también venía dado po r el carácter
montañ oso de su relieve, hecho que impedía una buen a visualiza ción desde las torres
más elevadas de los recintos melillenses. Así lo compro bamos en un p lano firmado por
Juan C aballero e n 1775 (Fig . 57) donde la ciudad aparecía asfixiad a por varios cinturones ofensivos, uno prime ro fo rmado p or los ata ques más cercanos y un segundo por las
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PLANO :É INMEDIACIONES
. DE L.A .PLAZA
DE MELILLA
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La ciudad ext ram ur os
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Cartografía hi s tórica de M eli/La
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59. Uno de los mayores planos
que realiza Juan Caballero sobre el
asedio a Melilla en 1775 es éste ,
topográfico donde refleja una gran
extensión de la Melilla extramuros .
Los diferent es campamentos del
ejército xerifiano que vino a sitiar la
ciudad, se dispersaron entre las
estribaciones del Gurugú (el Sultán ,
el Príncipe, el parque de artillería y
la infantería) y las mesetas al norte
del río de Oro (el Infante con la
caballería).
Las necesidades bélicas exigieron
que se ubicaran a bastante distancia
de la ciudad, aunque diversas
trincheras y ataques la rodeaban a
corta distancia. Las comunicaciones
militares fueron fundamentales para
la conexión del ejército, que llegó y
se marchó por el camino de Mazuza.
También se reflejan diversos
topónimos de la región como
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Alfraján , Sidigadia, Benibuirra, unas
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mezquitas y Cabrisas de Benisicar.
Plano topográfico de MeJilla
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y sus
cercanías, que comprenden los
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campamentos, baterías
y trincheras
del exército sitiador... , Juan
Caballero, Melilla, 25 de marzo de
1775, 73 x 11 6 cm., escala gráfica
de 300 toesas y 700 varas, SHM .
n.o 4.695, 0 -1- 1/ MEL-GS/ 1.
La c iudad ext ramur os
117
60. La serie de planos que
realizó Juan Caballero sobre Melilla
nos ofrece la mayor información
gráfica de los alrededores de la
ciudad durante todo el siglo
XVIII,
aunque, la geografía está tratada de
una forma muy idealizada.
Plano topográfico de la plaza de
Melil/a y sus cercanías, que
comprenden los campamentos,
baterías y trinche1as del ejército
sitiador, Juan Caballero, Melilla,
11 de enero de 1775 , 54 x 64 cm.,
escala gráfica de 500 tuesas, SGE.,
0
n. 15 1.
118
fortificaciones establecidas por el sultán sobre los cerros de San Lore nzo, Santiago, San
Francisco y la Puntill a. M as allá de estas líneas sólo era n rep resentad os pu ntos concretos
como Cala Morrill o y R ostrogordo, así como un grupo de casas denominad as como
"Cabrisas ele Venisicar" . Sobre una topografía muy irreal se dibujaba n también la red de
cammos utilizada por las me halas del
~j ército
del Sultán; el denominado camino de
Mazuze, que tra nscurría a una cier ta elevación sobre la falda del monte Gurugú, y el
camino a la Laguna, situado más cerca de la pl aya. En este plano, los sombread os muestran una fuerte indeterminación y la fa lta de posibilidades de Juan Caballero para poder
medir y representar científicamente la realidad que intentaba dibuj ar: zona baj a de playas al sureste, elevaciones al sur y oeste, y finalmen te la meseta de R ostrogordo al noroeste.
Cartografía histórica de M elil/a
Esta im age n de la ciudad situada a la cldcnsiva ante un entorno próximo amenazan te es
la lectura "en tre líneas" que se puede extraer del contenido de muchos de los planos realizados en la segunda mitad del siglo . La geogra fla es sentida y representada en un sentido
militar, porque elevación es sinónimo de pel igro y posible agresión, y por ello todos los
cerros (históricos) cercanos a Me lilla aparecen coronados por fortificaciones enemigas que
en muchos casos no eran sino trincheras u obras ele poca capacidad y no los fue rtes
convencionales y amenazantes que aparecen representados en los planos (Fig. 58).
Desde el torreón del Vigía de Tierra, el ingeniero .Juan Caballero y sus ayuda ntes dibuj a ron pacientemente todos los alrededores abarcables con la vista; la obligación de dibujar
los lugares donde se asentó el numeroso ej ército xerifi.ano que había cercado Melilla, nos ha
proporcionado unos in teresantes planos (topográ ficos) donde necesariamente también aparecía n otros muchos elementos que nos resultan actualmente del máximo interés.
Durante este período, las representaciones de la MeJilla extramuros van a carecer ele
precisión. En un pla no de grandes proporciones y dentro ele una orografia sombreada
abso lutamente irreal (Fig. 59), el ingeni ero director J ua n Caball ero rep resentó el te rritorio melillense hasta las fald as del Gurugú, con diferentes topónimos de la región como el
"lugarcillo ele Alfi·aján", el d e "Sicligadi a", "Benibuirra ", "casa y huerto ele Alln ara", una
"mezquita viej a" (la actua l de Sidi Moha mmccl en el poblado de M ezq uita ju nto al
Ba rrio Chino) y otra " nueva" (en el cemente rio ele Sidi Gua riach), y fin almente "Cabrisas ele Benisicar" .
La presencia del monte Gurugú a través de sus sinuosas laderas fue una ele las realidades
--.
peor reAc:jadas en toda esta cartogra fia debid o a problem as de representación insalvables
sin un control rea l sobre el territorio. El ya denominado Caram ú en el siglo xvr, sólo concentró la atención de los ingenieros y su trabaj o cartográfico desde el momento en que el
emperador Muley M ohammccl situó su campamento en una pequeña meseta ubicada en
sus estribaciones; junto a este campamento se concentraron los del Principc y el parque de
artillería, protegidos por varias guardias de infantería. Por su parte, el campamen to del
Infa me con la caballería estaba situada ta mbién muy distante d e Mclilla, sobre una meseta
a l norte del río de Oro (Fig. 60).
El final del siglo xvm y la primera mitad del x rx no implicó ninguna variación sobre esta
visión a menazante del territorio melillense, pero a mediados de siglo se produciría finalmente
un giro importante en esta serie de representaciones cartográficas. Por esas fechas, la ciudad
estaba a punto de variar este ciclo en el que se había replegado sobre sí misma y se iba a iniciar una etapa ampliamente expansiva que caracterizaría a la 1\llclilla conte mporánea.
D esde entonces, las posibilidades de salir al campo exterior (aun de ntro de fue rtes limitaciones) fueron m ayores, y la técnica de los ingenieros y topógra fos aumentó ele forma
considerable. Las necesidades requeridas por una ciudad como M clilla pasaban por una
ampliación de su espacio d e seguridad , y ello no podía realizarse sino a costa de acciones
que controla ra n militarmente el te rrito rio extramuros.
La ciudad ex t ramuros
119
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Es copia.
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1
61 . El ingeniero Rafael Pallete
utilizó en esta representación de
Melilla un útil topográfico
denominado plancheta que le
permitía una mayor precisión en los
trabajos . El plano aparece
cuadriculado con lo que la ubicación
de los diferentes elementos es
mucho más cómoda.
Se subraya la vega de Melilla,
diferenciándola cromáticamente de
las alturas que la rodeaban, así
como el carácter abrupto del campo
exterior.
Desde 1849 ya se empezaron a producir salidas de la guarnición que destruían los ataques circundantes. En este mismo a ño, el ingeniero Rafael Pallete y Puyo! realizó un
interesante plano que superaba ampliamente las representaciones del setecientos al utilizar
una plancheta, aparato topográfico muy utilizado en los levantamientos de campo. Era
evidente que Pallete en sus trabajos contó con más medios que el simple avistamiento desde
un torreón elevado de la ciudad, pues tuvo la posibilidad de salir de las murallas para hacer
parte de su trabajo. El plano aparece dividido en sententa y siete cuadrículas que comprenden una buena parte del campo exterior de Melilla, representado de una manera bastante fided igna a pesar de contar todavía con algunos errores (Fig. 6 1).
La ciudad seguía atenazada por los ataques, algunos de fusilería (señalados en trazo
Plano de MeJilla y campo enemigo
levantado con la plancheta por.. .,
fino) y otros de cañones (en trazo grueso), pero la representación de éstos había variado
Rafael Pallete y Puyol, Melilla, 1 de
conceptualmente con respecto a lo visto hasta el momento; ya no constituían ese muro
julio de 1849 (copia de 26 de enero
de 1861), 59 x 91 cm. , escala
gráfica de 4000 pies castellanos,
1/ 4.000, SGE, n. 0 156.
casi impracticable que pa recía desprenderse de toda la cartografia anterior. Se tra taba de
los mismos ataques, pero el territorio era percibido ahora de una mane ra obj etiva, desprovisto de la fu erte carga psicológica del aislamiento que se desprendía de los dibujos
del siglo
120
1
Cart ografía hi stó r ica d e M eli lfa
XV I.II.
El perímetro de la vega d e MeJilla aparecía muy nítido al estar resaltado cromáticamente, y se ven con claridad las diferentes y peligrosas ramblas que vertían en ella sus aguas
pluviales. La topograHa aparecía muy cuidada y se señalaba la altimetría por el sistema de
sombreado y es interesante la ubicación del poblado de Frajana fuera de la cuadrícula.
La ruptura del cinturón de ataques fue un proceso por el cual la ciudad salía de sus
murallas y se producía la inversión
dcl~ciclo.
Todos los ataques que simbolizaban la topo-
6 2. El capitán general de
Granada, Juan Prim, dirigió en
1855 una salida general de la
guarnición de la plaza para destruir
ataques y trincheras de los
fronterizos, y a la vez propició el
levantamiento de este croquis. Se
utilizan ya curvas de nivel y signos
convencionales sobre la naturaleza
nimia negativa del campo exterior (Batería Blanca, Ataque Rojo, Ataque Seco, Ataque
de la vegetación, huertas y suelo.
Verde, Ataque del Horno, Ataque del Río, Ataque de la Chumbera, Ataque del Martillo y
Croquis del campo fronterizo
de Melilla levantado durante las
acciones de guerra del 25 y 26 de
Tarara), junto a las cañoneras que empezaban a proliferar sobre los cerros circundantes,
empezaron a ser desalqjados y destruidos a través de salidas regulares de la guarnición, lo
noviembre de 1855, sin autor (Luis
Negrón, Juan Sánchez Sandino,
que posibilitó que la ciudad iniciara su nuevo ciclo expansivo.
Jacinto Ariza), 46 x 57 cm. , escala
Una de las salidas más importantes fue la llevada a cabo en noviembre de 1855 bajo la
dirección del capitán general de Granada, Juan Prim , y que fuera dibujada por los ingenie-
gráfica de 2.000 pies, SGE. ,
n. 0 158.
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63. Esta litografía nos muestra
una de las perspectivas
panorámicas más interesantes de la
Melilla del siglo XIX. La ciudad y sus
fortificaciones son representados
con mucha minuciosidad,
detallándose los elementos de sus
cuatro recintos que aparecen a su
vez especificados en una larga
explicación de 78 números. Las
murallas con sus torreones y
baluartes son dibujadas con cierta
libertad, pero mantenían correcta la
estructura general.
El campo exterior de la ciudad
resulta también del máximo interés
a pesar de repetir algunas
DE ME L I TILL A"
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inexactitudes; se señalan los
poblados de Frajana y Cabrerizas,
así como los principales ataques
que rodeaban a Melilla.
J',~(i\1"{(.. cUt!n.cx, , -w " fnr tAh-w d.t.~ ';<' .fu..c,a.. .
Vista por la parte del SO de la plaza
,,:\ :~·~t\.oe"l"t'
y campo de Melilla, litografía de
t(l
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s
Francisco Rojo, sin año (hacia
1849- 1855), 34 x 45 cm., SGE,
n.0 157.
ros Luis Negrón,.Jua n Sánehez Sandino y el capitán de estado mayor .J acinto Ariza (Fig. 62).
Este último había formado parte de una com isión nombrada por el general O'Donnell cuya
misión consistía en recon ocer buena parte ele la costa, estudiando los fondeaderos y puntos
ele desembarco posibles, así como las posibil idades ele acampada, ctc.G.
En esta ocasión el plano era levantado en plena acción bélica, y las li.1crzas ele la ciudad
toma ron posesión ele las alturas cercanas pa ra destruir todos los ataques y trincheras, llegando en sus acciones hasta Cabrerizas
B~jas.
La geografía del territorio era mostrad a de
una m anera más real , con c urvas ele nivel y signos convencionales que ind icaban el tipo ele
vegetación que tenía cada lugar (cañaverales, zonas de chumberas, zonas yermas), así como
las huertas.
Las iniciativas d e la ciud ad más a llá ele sus murallas tenían una fuerte inAuencia sobre
la cartografia, ya que paso a paso iba profunclizánclose en su conocimiento geográfico. El
p erímetro exterior dejaba de se r un ámbito geográfico repleto ele connotaciones negativas
para converti rse en el área de expansión ele la ciudad dentro ele los nuevos lí mites, ciudad
que recuperaría ele n uevo el esplendor ele su pasado a partir ele sus cuatro recintos
fortificados (Fig. 63).
..., __
Notas
l:n esta parte, , ·amos a utilizar la
riut!rul antigua de Uus(lr/ir. ajJorlm:iom'5 a la
hisloria ¡/¡• ,\ lclilla 1'1/ la autigiinlad. Mdilla:
secuencia oliT;<·ida por S."'.Ez CAzOHLA,
._}l':->ús ~ l igttd. "Atlas an¡tu-olúgico de
Mdilla". TuíjHmtl, n." 2. 1\.k lilla : AE\1.,
1CJ8H; p. 20 a 2H. Puede wrse tam bit'n:
SARO G.<\XUARILLM;, f.'ra ncisco. ''.\,lclilla¡ cien rulos rlf' hallazg·os arqueológ-icos". Alrl"ba, n." l. Mdilla: UI\ I~ D.
I ~H5 ; p. 77" (H.
2 l·:s imprescind ible consultar d t1·ahajo
d e GoZAun:s C:RAVt (rro, Emiquc. /11
124
Ca r 1og rafia h i s 1ó r i e a d e M di lla
~1
Fundación i\funit'ipal Socio Cullural,
1991; passim.
Vt·l' un plano que representa esta idea
t·u SAEz CAZOI~I.A. 1 .J csús 1\ligucl. Op. ril.;
p. 2i.
.~)
Un a mplio
CABJ\LI.I·:RO >
Fdipc, f'l al. Rrlutión) rk, -
rri¡11·ió111M ¡m•.•idiaJ'filn;:a ,¡,. ,\ lrlilla, 17fi·l.
s11i'd . u." +~.1~ i~ 1o, 11." ti.~'l\ r<.L 26 , ..
rl(' la
d ()(.'li l lwlll a -
;\1.c:oc:F.R .\'I ARTÍ~Ez, i\ l aria 110.
(;u prmrlr
.llarmeros 177.f~I 77G,}imllf.< jinm .111 rMu·
dio... Valladolid: A rchim Gc·neral de
Simancas, 192·1·; passim.
(j :\lo RAl.FS
4
n·sllllH'Il
riún sohn· d asedio puede: vcrst· en :
:\IENDIGUTIA,
Gabriel d t·.
/Jaios flllm la 1/isluria rlr .\ lrlilla.
~kl illa :
l mprcul:l de El T <'kgrama dd Rif,
1909; 1'· 202~20:1 .
Utopía y realidad
VIII.
Los planes de defensa
y urbanismo del siglo XIX
E
1 perímetro amurallado de la ciudad de Melilla h abía quedado perfectamente
cleÍinido a partir de las realizaciones que se llevaron a cabo a lo largo del siglo
XV II I.
Puede decirse por tanto que sus cuatro recintos fo rtificados llevaban de
modo indeleble el sello del setecientos y que esta centuria representó el momento decisivo
de su consolidación y cuando se Ílnalizaron todas sus obras.
El siglo
XIX
fue sin embargo un período de tránsito, un siglo que en sus inicios recibió
una ciudad-fortaleza totalmente f1nalizada (Fig. 64) pero que ante la rapidez vertigi nosa
que tomaron los avances técnicos y científicos en el ámbito milita r, debía empezar a pla ntearse su transrormación radical. T ambién fue un siglo ele cambios y ele convulsiones a
nivel nacional, c¡ue albergó momentos ele absoluto abandono y olvido hacia la ciudad norteafi·ica na por parte del gobierno, lo que determinó etapas difíciles y clesespcraclas, sobre
todo en su primera mitad.
En MeJilla, el siglo
XIX
se va a caracterizar por una dualidad diílcil de compaginar;
por un lado se asumía totalmente la necesidad de transformar (a veces incluso d e moli endo todo lo a nte rior) la estructura fortiÍicada recibida, pe ro por otro, la vida en Mclilla estuvo muy condicionada por la escasez ele medios y la pobreza ele los presupuestos
que podían destinarse a ella. Por esa razón hablarnos del carácter utópico ele lo que en
teoría debía reformarse y construirse, y la evidencia mucho más m odesta impuesta por
la realidad.
Finalmente, la ciudad no p udo transfo rmarse como los ingenieros m ilitares proyectaron
a lo largo ele todo el ochocientos y su estructura cldcnsiva entraría sin solución ele continuidad en el siglo xx; en este siglo, unas fortificaciones ya totalmente obsoletas y amicuadas (funcionalmente hablando) asistirían impasibles al vertigin oso crecimiento urbano ele
una ciudad moderna por todo el campo exterior.
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...
64.
Justo de Villota dibuja a
mediados del siglo xrx el estado de
las fortificaciones de Melilla. La
ciudad estaba perfectamente
definida por la
compleja línea amurallada y la
estructura de las galería de minas,
construidas ambas en el xvm,
sin que hubieran sufrido reforma
alguna hasta entonces.
Plano de la plaza de MeJilla sacado
de uno de los que existe en el
Depósito Topográfico de la Dirección
Subispección de Granada, Martín
Justo de Villola, Granada, 7 de julio
de 1847, 52,5 x 73,5 cm. , escala
gráfica de 1.000 pies castellanos,
1/2.000, SHM. n.0 , 4706,
D-1 -1 2/MEL-G5/9.
Si los ingenieros militares en la Mclilla del xrx evidenciaron una sólida formación y una
extremada madurez en sus propuestas, las escasas posibilidades económicas paralizaron la
ejecución de la mayor parte de sus proyectos en la ciudad. E l resultado final fue aparentemente pobre, pero no podemos dejar de valorar que la falta de posibilidades para transformar las defensas de la ciudad, ha permitido en nuestros días la conservación de los sistemas
construidos en el siglo xvr y en el xvm; visto desde un p unto de vista positivo, la falta de
medios favorecía la conservación del patrimonio melillense.
D esde 1800 a 1814, el gobernador de Mclilla, Ramón Conti, presenció una de las más
duras crisis por las que atravesó la ciudad, debida principalmente a los acontecimientos que
se desarrollaban en el resto del país. Falta de aprovisionamientos, motines, conspiraciones,
son las únicas referencias documentales que nos sirven de marco para explicar un período
en el que el estado había perdido el norte de la función de la ciudad. Ni los gobiernos absolutistas de Fernando VII, ni la J unta Central durante el Trienio Liberal aportaron nuevas
perspectivas en un marco realmente sombrío 1•
126
Carl ografí a h i.r tó r i ca de M el i ll a
r. ~
Sin embargo, a partir de 1840 se iniciaría un período de cierta recuperación para Melilla; el gobernador Demetrio María de Benito planteaba, en 184 1, la necesidad de recuperar los antit,ruos límites de la ciudad para romper la asfixiante línea de a taques y trincheras
que la rodeaban. No obstante, este lento despegue no va a ser sostenido y se darán numerosos pasos en falso que no impidieron que lentamente la situación y el ciclo de la MeJilla
replegada sobre sí misma cambiara de signo.
La denominada "Década moderada" del gobierno del general Narváez en Madrid
(1844-1854) permitió nuevos avances positivos, algunos de ellos diplomáticos, concretados
en varios artículos del Tratado de Larache por el cual el sultán reconocía a MeJilla la
posibilidad legal de repeler los ataques de los rifeños. También en la ocupación pacífica por
una escuadra de las islas Chafarinas en 1848, lo que evidenciaba un claro interés español
por situarse en la región norteafricana.
Pero la crisis había hecho dura mella en la ciudad; en 1800 vivían en MeJilla 2. 195 personas, pero en 185 7 en plena recuperación y ya pasados los peores años, la cifra no aseen-
65. El carácter académico y la
sencillez clásica son las notas
principales de est e proyecto de
cuartel realizado por el ingeniero
Juan Porcel, con una planta
cuadrangular que presentaba las
naves en torno al patio central. La
necesidad de ubicar nuevos
espacios destinados a cuarteles fue
una constante en buena parte de
los proyectos del siglo XIX
melillense.
Proyecto de un cuartel de infantería
para 600 hombres en el sitio donde
estuvo el fuerte de Santiago en la
plaza de MeJilla por... , Juan Porcel,
Melilla 22 , de febrero de 1851 ,
54 x 73 cm. , escala gráfica de 120
pies de Burgos, 1/200, COml.
n. 0 473.
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Utopía y realidad
127
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66. El antiguo presidio de Melilla,
situado en la plaza de armas del
Segundo Recinto, constaba de una
día a más de l. 788. Por entonces se hacía to talme nte necesano la construcción ck nuevos
edificios mi litares, sobre todo cuarteles y un presidio.
Uno de los primeros proyectos que conocemos al resp ecto, fue un cuartel p royectado en
serie de instalaciones en torno a un
gran patio central, que el ingeniero
Manuel Vilademunt pretendía
transformar en 1849 en un edificio
de bajo y una planta. En amarillo
aparece lo proyectado nuevo, en
carmín lo que se reutilizaba, en
1848 po r el ingeniero Antonio Sánchez de Francisquete, que reformaba uno ante rior d isci'iado por j usto de Villota. Este cuancl se situaba sobre las bóvedas cercanas al cua rtel de
San Ferna ndo en el T e rcer R ecinto, a lterando en parte la cortina del baluarte y era un
ed ificio de pocas pretensiones tan to en estructu ra como en capacidad.
blanco lo que se demolía y lo
D e mayor interés era el p royecto ele cuartel de infantería para 600 soldados que se
marcado por rayas eran las cuevas
que se eliminaban.
proyectaba construir en 185 1 sobre el antiguo fuerte de Santiago, en la Alcazaba, bajo la
Plano proyecto de un cuarlel para
alojar el presidio en el piso bajo y el
principal para tropa ... , Manuel
dirección del ingeniero Juan Porccl. La sobriedad clásica y un discl'ío absolutamente aca-
Vilademunt, Melilla, 19 de diciembre
tral (Fig. 65).
démico determin aban un edilicio cuadrangular con estancias en to rno a un patio cen-
de 1849, 50,5 x 7 1,5 cm ., escala
200 pies de Burgos,
1/200, SHM. n.• 4688/6, C-3214/MEL-G2/6.
En el Segundo R ecinto esta ba situado el presidio de la ciudad, estructurado en una sen e
gráfica de
1~11
de dependencias abiertas a un patio cen tral y de escaso interés arqui tectónico. Sus múltiples
deficiencias d iero n lugar a un nuevo proyecto de edificio de dos plan tas ele Manuel Viladc-
Cartografía hi .l 'lríril'a df ,\/Piil/a
;¡:¡ YN.J>;{; ·:. .;J·C·O í'\:fl :t\Jfl~ "f ·D·!!: ~·l.f..'l,#,,,,w,,,,¡f, ;/,/ '"'"'""'' ,,,
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mum, también irrealizado, para ubicar al p residio en los bajos y a la tropa en el p rincipal.
De pocos vuel os constructi vos, el proyecto nos da u na valiosa información a l reflejar el estado exacto del viejo p residio con sus esta ncias, instalaciones y cuevas a mediados del siglo
XIX
(Fig. 66).
No sería el último intento para realizar uu nuevo presidio para la ciudad. E n ese sen tido, el proyecto más ambicioso se produjo en 188 1 c uando el ingenie ro Líccr Lópcz de la
T o rre Aylló n proyectó una amp lia ciudad presid ia ría sobre las explanadas de la Alcazaba,
con un espacio muy estructurado e n to rno a un gran patio central regido por una capilla 2.
El olvido fue el destino final para estos proyectos, ya q ue la propia transfo rmación de la
ciudad lo q ue realme nte exig ió fue la desaparición del presidio en Melilla, hecho que ocurrió en 1907.
6 7. La falta de medios para
emprender la construcción de
cuarteles de gran capacidad , derivó
finalmente en proyectos
provisionales que se perpetuarían en
una calidad mediocre pero que
cubría las necesidades del
momento. Éste fue el caso de estos
pabellones proyectados por
Francisco Arajol en 1863 sobre los
baluartes y cortina del Hornabeque,
desfigurando su trazado.
Proyecto de barracones para
alojamiento provisional de
trescientos cincuenta hombres en el
segundo Recinto de la plaza de
Den tro de esta línea de construcción ele n uevos edifi cios, las principa les aportacio nes
MeJilla, Francisco Arajol y de Solá,
p royectuales se debiero n al ingeni ero Fra ncisco Arajol y de Solá, que a principios de los
Melilla, 7 de diciembre de 1863,
63 x 98 ,5 cm ., SHM, n.0 4686/ 1,
a ños sesenta pla nteó una in teresa nte serie de cua rteles sobre algunos espacios li b re: de los
C-32-12/ MEL -G11 1.
recintos melillenses. Los más significat ivos fueron los proyectos sobre la Alcazaba: un cuartel de gran capacidad sobre la Pla tafo rma d e tres plantas, cuyo estudio f'u e realizado entre
1862 y 1863, y otro con capacidad para BOO hombres en las explanadas situadas b<:yo Vic-
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toria Grande, en 1864. Ambos proyectos se caracterizaban por el gran sentido monumental de las fachadas, que presentaban portadas de sillería y almohadillado en las esquinas; se
trataba de unos edificios nobles que hubieran dignificado mucho el recinto, pero cuyo olvido sólo sirvió para engrosar la ya amplia lista de irrealizaciones.
Lo que sí ejecutaría Francisco Arajol en 1863 fue un discreto y modestísimo proyecto de
barracones para alojamiento provisional de 350 hombres sobre el adarve del H ornabeque,
que desfiguraba la estructura de esta antigua fortificación y cuyos restos afean todavía el
perfil de esta obra abaluartada (Fig. 67). Estaba claro que no se creaban nuevas arquitecturas, sino que se optaba por la solución más barata y aparentemente provisional de saturar
los espacios del Segundo y T ercer Recintos de la ciudad, cuya estructura defensiva por
entonces ya se había quedado totalmente obsoleta para la seguridad de Melilla.
Sin embargo, la consolidación de los límites de la ciudad establecidos a partir de 1862 dio
lugar a unos interesantes proyectos generales centrados en importantes reformas tanto de sus
fortificaciones como de su estructura urbana. En 1863, el ingeniero Miguel Navarro y Ascarza ya trabajaba sobre un anteproyecto para establecer una línea de fuertes exteriores situa-
130
Cart og r afía h i s tórica de M elilla
dos en el campo melillense. En 1864, Francisco Arajol y de Solá retomaba la idea y continuaba los trabajos, al presentar el anteproyecto de ensanche de las fortificaciones de Melilla.
La línea defensiva de Arajol nos recuerda mucho la estructura de control de los fuertes
exteriores del siglo
XVII.
Se constituía una primera línea formada por las fortificaciones del
Cuarto Recinto que eran aprovechadas en su mayor parte, aunque desde el fuerte de San
Miguel se continuaba la cortina hasta englobar el cerro de San Lorenzo con un fuerte;
previamente se contemplaba la desviación del río de Oro y el establecimiento de su cauce
entre San Lorenzo y el cerro del Tesorillo. Por último, se construía una segunda línea
fortificada exterior formada con fuertes asentados en las alturas de Ataque Seco, H orcas,
Santiago y Camellos, cuya estructura aparecía reforzada por una muralla que los unía entre
sí (claro recuerdo de la antigua albarrada de piedra que unía los antiguos fuertes cinque-
Melilla. En él desarrollaba realmente
un doble trabajo : planificar nuevas
f ortificaciones y un ensanche para la
ciudad. Por un lado determinaba
una nueva línea de def ensa formada
por un circuito de torres avanzadas
unidas entre sí por murallas. A
retaguardia, consolidaba el Cuarto
Recinto de la plaza, ampliándolo por
el sur al eng lobar el cerro de San
Lorenzo con nuevas fortificaciones.
Las actuaciones más agresivas se
centraban sobre el Segundo y
demoler todas sus obras y
Pero este p royecto de defensa contemplaba también una interesante propuesta de
planificación urbana, un proyecto de ensanche de la población de Melilla que sería el primero de estas características que se realizó en la ciudad3. A lo largo de la segunda mitad
XIX,
este ambicioso anteproyecto sobre
Tercer Recintos , ya que proponía
centistas de Santiago y San Francisco).
del siglo
68. El ingeniero militar
Francisco Arajol preparó en 1864
la saturación poblacional de las ciudades españolas había propiciado la cons-
trucción de estos ensanches en diferentes lugares de su territorio. El de Arajol resultaba tremendamente agresivo con respecto a los viejos recintos fortificados; respetaba el Primer
Recinto y el Cuarto, pero destruía el Segundo y Tercero con el fin de establecer sobre ellos
varias manzanas rectangulares de casas orientadas de este a oeste, tapando sus fosos con
bóvedas para utilizarlos como almacenes (Fig. 68). En caso de necesidad, Arajol contemplaba la posibilidad de prolongar estas manzanas longitudinalmente por las explanadas del
Cuarto Recinto hasta las mismas murallas de éste.
baluartes; sobre el espacio
resultante pretendía situar el
ensanche compuesto por manzanas
rectangulares dispuestas de este a
oeste , mientras que proyectaba
cubrir con una bóveda los f osos del
Hornabeque y Carneros para
utilizarlos como almacenes .
Finalmente, no actuaba sobre el
Primer Recinto que quedaba en su
estado orig inal.
Este anteproyecto sirvió de base a
Francisco Roldán para realizar el
proyecto definitivo, aunque ninguna
de sus propuestas fueran llevadas a
cabo.
Con respecto a los fuertes exteriores que se proyectaba construir, Francisco Arajol dibujaría en su plano general algunos de trazado muy poligonal, pero también realizó un modelo de torre defensiva para cuarenta hombres, capaz de un cañón giratorio en su plataforma
(Fig. 69); su estructura consistía en una torre cilíndrica ataludada con interior abovedado
cuyo mayor interés fue la de servir de modelo a las torres diseñadas posteriormente por el
A nteproyecto de ensanche de la
población de Melilla formado por.. . ,
Francisco Arajol y de Solá (dibujado
por Ramón Mariel) , Melilla, 25 de
octubre de 1864, 70 x 93,5 cm .,
escala de 1/ 1.000. SHM;
n.o 4703/13, D- 1-9 / MEL-G7/ 10.
ingeniero Francisco Roldán.
Francisco Roldán y Vizcayno sustituyó a Arajol en la comandancia de Melilla, y se le
encomendó el trabajo de modificar y finalizar los trabajos anteriores. En 1865 este ingeniero trabajaba en los distintos modelos de fuertes exteriores, como los de San Francisco, San
Lorenzo y Santiago, pero se trataba de unos dibujos relativos a fortificaciones de cantería
con plantas excesivamente idealizadas de extrañas figuras geométricas (Fig. 70).
El ingeniero general, en junio de 1865 4, ordenaba a la Comandancia de Melilla la ejecución
de un nuevo proyecto de ensanche y mejora de sus fortificaciones. Desde Madrid ya se señalaban las pautas que deberían contemplarse a la hora de modificar el proyecto de
1
Ar~jol:
en
primer lugar se debía variar la organización de las defensas exteriores, abandonar los circuitos
cerrados de murallas y elegir las torres o fuertes aislados como puntos de vigilancia. T ambién
\
Ut op í a y realidad
1
131
69. Este modelo de torre era el
propuesto por Francisco Arajol para
defender el campo exterior de
Melilla. De perfil cilíndrico levemente
se aceptaba la destruccción de los dos recintos abaluartados de la ciudad siempre que se reforzara el Cuarto; por último debía variarse la clirccción de las calles del ensanche, ya que se
suponía que las de Arajol quedaban excesivamente enfiladas desde el campo exterior.
ataludado, presentaba un sólido
abovedamiento en su interior para
soportar una plataforma de artillería
en su adarve. Esta torre inspiró los
modelos de Francisco Roldán,
aunque no incluía los arcos
parabólicos que caracterizarían las
obras de este último ingeniero.
Anteproyecto ... Torre defensiva para
cuarenta hombres con una cañón
giratorio en su plataforma, Francisco
de Arajol y de Solá, Melilla, 4 de
octubre de 1864, 75 x 100 cm. ,
escala de 1/100, SHM.,
n .0 4703/8, D-1-9/ MEL-G7/11 .
Estas normas fueron asumidas por Fra ncisco R oldán que realizó el p royecto definitivo
de ensanche de las fortificaciones de Mclill a en marzo de 18665. D e haberse llevado a
cabo, las consecuencias para los recintos abaluartados del siglo xvm hubieran sido nefastas, porque las tra nsformaciones eran muy profundas. El Primer Recinto no sufría muchas
actuaciones, aunque sí se aumentaba el espesor de sus haterías; el Segundo desaparecía
totalmente al dcmolcrse el Hornabeque, y del T ercero también se destruían la mayor
parte de sus obras, dejando espacio libre en su interior para construir el ensanche de la
ciudad con ma nzanas norte-sur que ya habían variado su dirección con respecto a las de
Arajol. Por último, la defensa de la ciudad quedaba encomendada al Cuarto R ecin to que
sufría un rcforzamiento general de todas sus obras (Sa n Carlos, San Miguel, Santa Isabel,
etc.), siguiendo los sistemas de fortificación del ingeniero militar Lazare Carnot.
Por lo que respecta a la defensa del campo exterior, R old án planteaba la construcción
de diversos fuertes ubicados en lugares estratégicos, desechando la idea de Arajol de
132
Cartografía histórica de M elilla
construir recintos cerrados; así establecía una primera línea de torres de vigilancia, varias
torres grandes que componían la segunda línea, y sendas torres para ocupar la altura de
Ataque Seco y el cerro de San Lorenzo. Francisco Roldán dibujaría en M adrid entre
febrero y marzo de 186 7 los dos modelos de estas torres cilíndricas de perfil levemente
taludado (como las de Arajol), pero donde introducía una interesante variación formal
(Fig. 72). R oldán remataba estas fortificaciones con unos matacanes medievalizantes apoyados sobre una sucesión de arcos parabólicos que le conferían una fuerte personalidad
estética que ha fomentado una interesante bibliografia sobre ella 6 , así como la hipótesis
de una posible influencia de estos arcos en la obra modernista del arq uitecto Antoni
Gaudí 7.
Los proyectos de Arajol y Roldán suqperon porque el estado tenía la obligación de
planificar sobre todas las posibilidades de crecimiento y defensa de M elilla, y lo hacía a través del cuerpo técnico que en esos momentos lo podía hacer de forma más eficaz, el de los
ingenieros del ejército.
El desfase entre lo utópico y lo real, vino dado por las posibilidades reales de afrontar
todas esas costosas transformaciones, de ejecutar unas obras que hubieran convertido a
Melilla en una ciudad correctamente fortificada según los sistemas del siglo x rx . Muchas
veces incluso los dibujos y proyectos se hacían a sabiendas de que no llegarían siquiera a
ser tenidos en cuenta, como el caso del ingeniero Antonio Rojí Dinares q ue dibujaba una
luneta en 1871, señalando que su construcción no había de tener lugar nunca8 .
7O. Esta figura representa la
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planta y cimientos del fuerte de San
Francisco, según lo proyectaba el
ingeniero Francisco Roldán en
1865. Tanto este fuerte como unos
proyectos muy parecidos que dibujó
de San Lorenzo y Santiago presentaban un diseño excesivamente
idealizado y nunca fueron tenidos en
cuenta en la planificación posterior.
Plano de los cimientos del fuerte de
San Francisco, Francisco Roldán y
Vizcayno, Melilla, 1 de mayo de
1865, 39,5 x 52,5 cm ., escala de
111 00 metros, SHM., n. 0 4674/ 1,
C-32-1 /MEL -M 1/7.
Utopía y 1·ealidad
133
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71 . Francisco Roldán y Vizcayno
(caso del fuerte de San Carlos, de
finalizó el proyecto de ensache de
las fortificaciones de Melilla que
había iniciado Francisco Arajol,
San Miguel, de la luneta de Santa
Isabel, etc.), siendo el recinto que
aunque lo transformó
sustancialmente. Roldán mantenía el
ciudad en caso de ataque.
La leyenda de colores es la
siguiente: en negro son las obras
rosario de torres exteriores pero
como fuertes aislados y sin conexión
entre ellos a través de murallas.
En los recintos amurallados de
Melilla, seguía manteniendo casi
intacto el Primero, fortaleciendo sus
cortinas y torreones; el Segundo y
Tercero eran demolidos casi
totalmente para albergar el nuevo
ensanche de la ciudad, que
presentaba manzanas de casas cuya
dirección establecía de norte a sur
para evitar enfiladas desde el campo
exterior. Por último, el Cuarto
Recinto era reformado en su mayor
parte, fortaleciendo sus fuertes y
cortinas con nuevas fortificaciones
llevaría el peso de la defensa de la
que se conservarían, en carmín lo
que se proyectaba de mampostería,
en verde lo proyectado de tierra y en
línea de puntos lo que había que
destruir. Este proyecto no se llevó a
cabo, salvo obras muy puntuales
como el Muro X y una mínima parte
del ensanche: el barrio del
Mantelete.
Proyecto de ensanche de las
fortificaciones de Melilla formado
por... , Francisco Roldán y Vizcayno ,
Melilla, 5 de marzo de 1866,
89 x 103,5 cm., escala de 1/1.000
metros, SHM, n. 0 4703/20, D-19/ MEL-G6/ 5.
Utopía y realidad
J
135
72. Una de las aportaciones más
interesantes del proyecto de Roldán
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fueron los dos tipos de torres
defensivas que pensaba construir
en el campo exterior. Estas torres
contaban con matacanes sobre
arcos parabólicos que dotaban al
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neomedieval. Aunque no llegaron a
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construirse, los arcos serían reflejados en la mayor parte de los
fuertes exteriores que serían
construidos en Melilla a partir de
1881 bajo la dirección de otros
ingen ieros .
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.u.l""... ~ -\ltt,l.o.lt,.t.~-:......
y Vizcayno,
Madrid, 1 de febrero de 1867,
36 x 55 cm ., escala de 1/ 200
metros, SHM, n.0 4703/1 7,
D- 1-g/MEL-G612.
Car to gr afí a hi s tórica de M el illa
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~ *:_¡..,~ ~~"~"'''?•, " ·--\~· \.........,'\~.o,;.
clo. ·~ ~~· o¡•v. n\\~ c lo. \wu.... U.t.,.l,..
.~o{J, !l,t.11\l\ thu- M~t.t\o ~. 'lJ,'(f/, ._ 1\u':;,,j,
Gr~ <) V.:.k..:....h.~~ ~l ~.... ~,. ,¿a, ,$1"\..
r' d~.-t.. .....t~........ ""'"'·a~...
¡.t'" .!•· ·~·a..¡;\ • .~..~~·•·---
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g,\f.t.i~~ ... tl...¡ot 4C.. ·~tu....... H . '1""f~L t.. c.~~
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fodificaciones de Melilla ... Tarre A,
136
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Proyecto de ensanche de las
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proyecto de un fuerte carácter
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Poco fue lo realizado de estos ambiciosos planes de defensa y ensanche; en los cua tro
recintos fortificados no se llegó a actuar (afortunadamente) y no se demolió nada. Lo único
que quedó de las ideas de Roldán fue la construcción del Muro X (1878), y sobre todo el
establecimiento de las torres defensivas en el campo exterior, aunque no siguieron tampoco los modelos de su autor, al ser construidas en unas proporciones más reducidas, ni la
ubicación que éste había establecido. Lo que sí se respetó fue la formulación estética de los
arcos parabólicos que sí serían asumidos en las torres circulares de Camellos, San Lorenzo
y Cabrerizas Baj as, iniciados a partir de 188 1, así como en los fuertes poligonales de Cabrerizas Altas y Rostrogordo.
Del ensanche poco quedó. Los acontecimientos facilitaron rápidame nte nuevas zonas
de expansión para la ciudad sin necesidad de destruir nada, y los ensanches se desplega-
73. Con este fuerte L de
complicada estructura, Francisco
Roldán pensaba cerrar el vértice sur
del Cuarto Recinto, junto a la playa.
Un diseño cuidado reflejaba los
avances producidos en las técnicas
de fortificación a lo largo del XIX y que
contrastaban abiertamente con los
sistemas abaluartados del siglo xvm.
Proyecto de ensanche de las
fortificaciones de Melilla ... Fuerte L,
Francisco Roldán y Vizcayno,
Madrid, 8 de febrero de 1867,
59 x 88 cm., escala de 1/'200
metros, SHM, n.0 4703/24,
D- 1-9/ MEL-G6/ 9.
ron por otros lugares aj enos a los recintos históricos . Sí nos queda como reflejo del planeamiento de R oldán, la morfología y disposición de las m anzanas del barrio del M antelete (1880-1888), adosado a las murallas, que formarían la p rolongación natural de lo 4ue
hubiera sido un ensanche muc ho mayo r en caso de h aberse demolido los recintos
aba!uartados.
Utopía y realidad
137
Sin embargo, el que todas estas ideas sólo quedaran como meros p royectos, no nos debe
hacer perder ele vista el enorme esfuerzo que a mediados del siglo
XIX
representó reflexio-
nar sobre la ciudad de Melilla y planificar espacialmente sobre su defensa y población. La
experiencia melillense ele muchos ingenieros militares, les acredi tó durante mucho tiempo
como especialistas en planificación, caso de Francisco R oldán, que no por casualidad sería
uno de los redactores del plan ele ensanche de La Coruña. La belleza de la utopía, incluso
cuando se p royectaba un modesto fuerte defensivo (Fig. 73), no estaba reñida con una sólida formación técnica y unos conocimientos que elevaron a los ingenieros militares de
finales del siglo
XIX
y principios del xx a un meritorio lugar en el diseño y la planificación
urbanos en España.
Notas
Para seguir un esquema explicativo de
este periodo, véase: fiRAVO NotlTO,
Antonio. "Historia de las fortificaciones
de una ciudad, Memoria histórica". En:
MORENO PERALTA, Salvador, BRAVO
Nn::ro, Antonio y SÁEZ CAzOtu.A, j esús
Miguel. Plan esJlitial de relwbililflción de los
walro recintos fortificados de Melilla. Melilla:
Ciudad Amónoma, 1996, en prensa.
2 BRAvo N tETO, Antonio. La ronstmrción dr
1111a ciudad eurojJea en d conttxto nortmfiicano. Arquitectos e iugmiero.r m In Meli/la contemjJimÍuea. Melilla-Málaga: Ciudad
Autónoma-Universidad, 1996; p. 303
y 402-403.
3 Pueden consultarse algunos trabajos de
SARO GA:-IDARtLt.AS, Francisco, como
"Notas para el c-smdio del crecimiento y
138
Ca rtografía histórica de M elilla
expansión urbana de MeJilla". Erpminy ti
.Norte de 1[ftica. Bases históricas de una •~ladón
júndtmtenta~ aportaciones .robre Melil/a. Actas
del Prtiner Congreso His¡xmoa)iica110 de úu Culturas Mtdilerráneas Fmwmlo de los Río.r Um¡ti, 11-16' dejtmio de 1.984. Granada: Univco'Siclad, 1987; p. 239 a 252.
4 RoDRÍGUEZ l'uGET, J oaquín. "Los ingenieros militares en el urbanismo de
Mclilla". Aldaba, n." 6. Mciilla: UNED,
1986; p. 3;, a 38.
5 Pueden scgui•·sc estas ideas en la tesis
inédita de ARGENn~ DEL G \ ST it.LO SÁ:-tcu Ez, Francisco .José. Me/i/la: génesis y
desarrollo de una ciudad sobre 1111 territorio de
sobtranía; del presidio al espacio urbano.
Málaga: Departamento de Geogralia
de la Universidad, 1990; 3 voL cuya
consulta pudimos efCctuar por cortesía
de su autor.
6 MORA FtGUI·:RoA, Luis. "Neomedievalismos en fortificaciones del siglo XIX en
Ccuta y Mclilla". En: Actas del Congreso
Inkmacional El Estrecho de Gibraltar, Úulil,
nouiembrt de 1987. Madrid: UNED,
1988; p. 397-415.
7. Sobre este tema se ocupó el investigador japonés T oRil, T okutoshi. /'.1 mundo
enigmático,¡, Gaudí. lv[adrid: Instituto ele
Espmia, 1985; p. 11 2 a 11 4.
8. Sin titulo (Hoja n." 2). Plano de una
obra fechado el 17 de diciembre de
l!l7 1. Antonio Rojí Dinares, ingeniero
del DetalL SH:VI., n." 4705/4, D-III/MEL-G5/4.
IX.
E
El río de Oro
1 contacto y la relación del hombre con la naturaleza a lo largo de los siglos permite que ciertos accidentes geográficos sean asimilados dentro de una lectura
completamente histórica. Éste es el caso del río de Oro, no tanto por sus modes-
tas proporciones como por el hecho de que su desembocadura, muy cercana a la ciudad de
Melilla, nos permite encontra rlo reflej ado en toda la cartografía local desde el siglo
XVI.
El río de Oro, también denominado Uad Medduar (el de las curvas o meandros), tiene
su origen en el macizo montañoso del Gurugú, recogiendo aguas procedentes de la meseta
de Taxuda y del pico Taquigriat, con una cuenca de unos 85 kilómetros cuadrados. Su
reducido curso de veintiún kilómetros se dirige en principio hacia el norte, pero cambia
bruscamente de dirección en las cercanía del zoco El Had tomando rumbo hacia el este; ya
dentro de territorio melillense se le unen varios cursos: el afluente del Tigorfaten por la
izquierda (recogiendo el agua de varias mesetas) y por la derecha los arroyos de Frajana y
Sidi Guariach; es en este momento cuando su cauce se ensancha ostensiblemente formando una vega en su pa rte final 1•
Las referencias documentales en torno al río de O ro se inician en el siglo xv1. En un
plano de 1564 su desembocadura aparecía representada como una ría que ocupaba una
buena extensión de la vega de Melilla. La visión del autor del dibujo pudo corresponder al
estado natural de la desembocadura por entonces, pero también a un momento concreto
correspondiente a alguna de sus frecuentes crecidas. Por lo que respecta a esta última posibilidad, podría sustentarse en varias refere ncias documentales que parecen indicar que,
du rante ciertos períodos, parte ele su cauce estaría scmiinunclado permitiendo que los cárabas pudieran deslizarse por su lecho, como ocurrió en 1858.
Por lo que respecta a la zona ele la desembocadura, Juan Andrea D oria escribía en 1576
a Felipe II que entre las murallas ele MeJilla y la boca del río (parte de la vega de la ciu-
139
74.
Este plano de 1697 muestra
cómo el río de Oro desembocaba
muy cerca de la ciudad de Melilla, y
cómo los ataques M ya se habían
establecido en sus cercanías. En la
explicación que acompañaba al
plano se decía (exageradamente)
que el escaso caudal era debido a
que sus aguas se utilizaban para el
riego de tierras y huertos de toda la
región. El río es percibido ya como
un foso que no favorecía la defensa
de la ciudad y que multiplicaba las
posibilidades de los que la
asediaban.
Planta de la plaza de Melifla como
está en 1.o de diciembre del año de
1697... (remitida en carta del
alcaide de Melilla de 26 de febrero
de 1697, copia de 2 de agosto de
1853), 48,5 x 37, escala gráfica de
400 pies geométricos, SHM,
Colección Aparici 283, G-27.
dad) se podían varar un gran número de bajeles guardados por la artillería y acabuccría de
la ciudad, ya que "es tierra llana y deshaciendo dos o tres jardincillos que hay se puede
varar toda una armada sin dificul tacl" 2.
Por lo que respecta a su denominación, seguiremos en parte lo escrito por el historiador
Gabriel de Morales: " Los documentos más próximos a la época de la conquista lo llaman
140
C artografía h is tórica de M elitla
\ \,
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••• 7, '
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, . _,~~.~~<~
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75. El cauce del río de Oro corría
entre una vega delimitada al norte
por varias mesetas y elevaciones
cortadas por diversos barrancos y al
sur por los cerros de Camel los y
San Lorenzo, lo que formaba una
amplia curva en la desembocadura.
Este plano topográiico de 1775
muestra la importancia que se
concedía a este curso de agua en la
1.
cartografía, a pesar de que es
representado con algunas
1
incorrecciones fruto de un
-i''
conocimiento imperiecto del
1·
terreno .
.1:
Plano topográfico de la plaza de
MeJilla y sus cercanías .. ., sin autor,
1775 (copiado en 9 de agosto de
1778), 57 x 90 cm ., escala gráfica
de 600 t oesas , SGE., n.0 154.
EL río de Oro
l
/41
sencillamente el Río o Río de Melilla y esta misma denominación emplean los libros parroquiales ... ; sin embargo, en alguna ocasión se cita el río de la Olla, y como en la vega de
MeJilla no hay otro que merezca ese nombre, claro es que sólo a él es al que se puede hacer
referencia [...] este nombre lo vemos usado por vez primera en una descripción de la plaza
y del campo que en 1677 enviaba el alcaide D. José Frías a S.M ." 3 .
En 1692, M arcos de Ayala lo mencionaba sin embargo como río de la Plata, pero no
hemos vuelto a encontrar este nombre en otros documentos. Juan Antonio de Estrada nos
informaba en 1748 que era denominado río de Oro "por algunas pintas que suelen extraer
las arenas con este precioso metal [...] y en su nacimiento sacan barro [...] para labrar ollas,
cazuelas y otras maniobras que salen con las referidas pintas. Son muy estimadas en España por su hechura y duración"4 .
La existencia y el reflejo histórico del río, se hacía presente en la documentación escrita
y gráfica a través de noticias casi siempre negativas: menciones a sus crecidas, a los ataques
situados junto a él y a las epidemias que sus aguas estancadas provocaban en la ciudad.
A p esar de la modestia de sus magnitudes geográficas, no debe olvidarse que este río
tiene un carácter torrencial que lo ha convertido a lo largo de la historia de MeJilla en un
peligroso vecino. En 1644 el sacerdote Juan Bravo de Acuña describía una de estas avenidas: "En las vísperas del Señor San Juan, a los 23 de junio del dicho año de 644, a la una
de la modorra comenzó a llover, creciendo por instantes el agua como hasta las once del
día, salió el Río que llaman la Olla hacia "M acujar" del fuerte de San Marcos y todo aquel
pago de viñas y huertos y derribó las tapias, rompió bardos, taló árboles, enterró unas cepas
y descubrió las raíces de otras, llevóse a la mar la mies que estaba por trillar junto a las palmas de la vega ... " 5 . Estas avenidas fueron frecuentes a lo largo de toda la historia de Melilla, repitiéndose cíclicamente y ocasionando múltiples problemas a la ciudad.
Otro de los peligros que de él se derivaba era las facilidades que su morfología presentaba para la construcción en su margen derecha de ataques y trincheras; éstas eran utilizadas
por las guardias fronterizas para hostilizar continuamente a la ciudad y recibían la denominación ele Ataques del R ío y Ataque de Tarara. En este sentido, su cauce servía como especie ele foso natural que favorecía a los que asediaban la ciudad, ya que ofrecía numerosas
posibilidades de emboscada en la abundante y espesa vegetación de cañas de su vega. En
1677 el gobernador J osé Frías afirmaba que' el río de Oro era un paraje muy profundo,
totalmente cubierto de cañas donde cualquiera podía emboscarse con facilidad 6 . Esta imagen que asociaba el río a los ataques es la que se aprecia en un plano de 1697 donde ya se
representaban diversas trincheras y macizos de tierra en su desembocadura (Fig. 74).
En este sentido, también encontramos referencias documentales sobre el trabajo habitual
de acudir al río a cortar las cañas, tanto para impedir el crecimiento de estos muros de
abrigo naturales para los posibles agresores a la ciudad, como para utilizarlas en la fabricación de las faginas y cestones de fortificación. En el siglo xrx, a esta tarea de cortar cañas
en el río se la denominaba con el término cubano de "chapear".
142
Cartografía históric a de M elilla
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Por último, la cercanía de sus aguas a la ciudad y los estancamientos insalubres que se p roducían en la desembocadura, propiciaron varias epidemias propagadas p or los mosquitos. Así,
en mayo de 1754 se padeció en Melilla una epidemia de tercianas que fue achacada a las
"emanaciones del agua del río", y en j unio de 184 7 ocurría lo mismo con las fiebres palúdicas.
La percepción sobre el río de O ro no dejaba de contar con cierta carga negativa, como
fenómeno natural que tampoco ayudaba a la buena defensa de la ciudad y que era
dificilmente controlable por medios humanos (Fig. 75). Juan An tonio de Estrada al referirse a Melilla decía que "asimismo le incomoda un río, con las arenas que arroja en haviendo mucha lluvia ... La boca del río esta como tiro de mosquete de la Plaza" 7•
Precisamente estas arenas que se iban depositando sobre la desembocadura, crecida tras
crecida, fue colmatando una amplia zona ele playas lindantes con las fortificaciones de la
ciudad . Si en 1690 las aguas del mar batían las caras del baluarte de San J osé, a finales
del xvm en esta zona ya existía una playa denominada del Mantelete. El crecimiento de la
76. Entre el Ataque del Martillo
(33) y el del Río (29) se formaba un
ángulo que atenazaba a la ciudad de
Melilla, utilizando el cauce del río de
Oro como foso natural. La
consolidación de este frente del
Cuarto Recinto fue uno de los que
más problemas planteó después de
1775, debido a las cíclicas avenidas
de un curso de agua absolutamente
irregular y de imprevisibles
consecuencias.
Plano de la plaza de Melilla, sus
obras destacadas. Porción de su
campaña, Galerías de comunicación
y contraminas, sin autor, sin fecha
(hacia 1783), 60 x 82,5 cm. , escala
gráfica de 200 ?, SHM, n.0 4694,
C-32-20/MEL -G 1/ 2 1.
zona de playas junto al río, tuvo efectos muy negativos sobre las defensas ele la ciudad ya
E L río de Oro
143
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7 7. El ingeniero Joseph de
Ampudia reflejó en 1792 la
necesidad de construir un fuerte
que este fl anco del Cuarto R ecinto quedaba totalmente descubierto y era neccsano por
en tonces construir nuevas obras de fortificación (Fig. 76).
En los últimos años del siglo xvm fue cuando empezaron a proyectarse algunas obras de
para contrarrestar los ataques del
río. Éstos se iban acercando a la
plaza, al ritmo que el meandro de la
desembocadura hacía lo propio; el
fuerte debía fijar el cauce,
intentando asegurar las murallas de
este sector.
ampliación de este recinto en la zona del río. En 1790, Gabriel de Vigo proyectaba un
fuerte con batería entre la torre de Santa Bárbara y la playa para contener los fuegos de los
ataques; en su plano ya señalaba una ostensible desviación del cauce del río con respecto
a 1773, así como cierta variación de la orilla del mar.
Sin embargo la variación del cauce final había sido provocada por medios humanos;
Plano que manifiesta un pedazo de
recinto de forlificación de la plaza
de Melilla, muelle y porción de sus
obras con la magistral de la
proyectada en la margen del río ... ,
Joseph de Ampudia y Valdés,
Melilla, 14 de julio de 1792,
43,5 x 59,5 cm., escala gráfica
de 100 varas, SHM, n. 0 4703/30,
D-1-9/MEL-G7 / 1.
concretamente se produjo a través de los macizos de tierra de los a taques, que actuaban
como diques, y de plantar artificialmente cañas que servían como muro de contención; por
esta razón las aguas se iban desplazando lentamente hacia el margen izquierdo más cercano a las murallas de la ciudad. El peligro era evidente ya que si los repelidos ased ios a
Mclilla no ha bían conseguido nada mediante la guerra artillera, ni ta mpoco con la de
mi nas, a partir de ahora parecía que se iniciaba otra estrategia: utilizar las crecidas del río
de O ro para destruir las murallas del Cuarto R ecinto.
144
Cartografía histórica de Mel itla
Por esta razón, el río fue acercándose cada vez más a la ciudad, multiplicando con ello
todos los inconvenientes que habíamos visto hasta el momento. En 1792 el ingeniero
J oscph de Ampudia y Valdés volvía a proyectar un fuerte en la misma zona con el fin de
controlar los ataques, cada vez más numerosos, y a la vez "fijar" el frente de avance del río,
y con ello la base de los ataques situados en su margen derecha. Así Ampudia escribía en
la explicación del proyecto la justificación de éste, "con el objeto de desalojar los enemigos
que se hallan atrincherados en la margen opuesta y continuamente intentando aproximarse más y más a ella" (Figs. 77 y 78).
Ninguno de estos fuertes sería realizado, y el problema se fue acrecentando en los primeros años del siglo xrx. En 1804 la desembocadura pasaba ya junto a la torre de Santa
Bárbara, en 1816 cerca de la puerta de San J orge y después de la crecida de 1837 por la
actual calle Duque de Almodóvar8 . Los desbordamientos cada vez afectaban más a la ciudad, y se repitieron cíclicamente en febrero de 1816, febrero de 1822, abril 1840 {destruyendo el espigón de San J orge), febrero de 1846 (llevándose un torreón del espigón de
San J orge con un cañón), etc.
El ingeniero J osé H errera García tuvo que realizar en 1834 un proyecto para consolidar la constraescarpa del foso de la torre de Santa Bárbara, ya que las avenidas amenazaban llevárselo (Fig. 79). El plano de Herrera es realmente interesante ya que señalaba no
sólo el movimiento continuo del cauce hacia la izquierda, sino sus niveles de agua. En los
perfiles marcaba con las letras 0 -N (azul) el caudal del río normalmente y con N-P (celeste) el nivel de las crecidas, aportando un dato realmente novedoso en la cartografia hasta
el momento.
78. La desembocadura del río de
Oro se vio afectada por las obras
que en el margen izquierdo
realizaban las guardias que
asediaban Melilla. Construyendo
trincheras y plantando cañas , el
cauce se acercó peligrosamente a
las murallas, causando una
desventaja natural a la ciudad ; por
esta razón fue diseñado este fuerte
abaluartado, cuya construcción no
fue llevada a cabo finalmente.
Plano y perfiles que demuestran el
proyecto de un fuerte ... , Joseph de
Ampudia y Valdés, Melilla, 14 de
julio de 1792, 6 2 x 93, 5 cm .,
escala gráfica de 25 varas, SHM,
n.0 4 703/ 3 1/ D- 1-9/ MEL-G7/ 3 .
E l rí o de Oro
145
79 . José Herrera realizó este
plano sobre las obras que debían
ejecutarse en la torre de Santa
Bárbara para impedir que las
crecidas del río la arruinasen. El
cauce había avanzado por entonces
hasta esta obra, amenazando su
estructura y con ella la de las
murallas de la ciudad. En los
dibujos, Herrera señaló el volumen
de las crecidas, siendo éste un
documento de gran valor visual.
Plano y perfil de la torre de Santa
Bárbara con el proyecto del muro
construido para reforzar la
constraescarpa de su foso a fin de
contrarrestar los empujes del río,
José Herrera García, Melilla, 30 de
junio de 1834, 57,5 x 41 ,5 cm. ,
escala gráfica de 30 varas
J
castellanas, SHM, n. 0 4675,
C-32-2/MEL -M 111O.
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Mientras tanto, las fuerzas sitiadoras no perdían ninguna de las posibilidades q ue la naturaleza les ofrecía y en 1840 trataron de inundar el {oso de Santa Bárbara construyendo un
canalillo desde el río, y en 1853 optaban sin embargo por realizar un dique en su boca para
que la crecida inunda ra las fortificaciones españolas. El estado de la desembocadura era
realmente grave y la situación exigía acometer un proyecto ampliamente anhelado desde
Melilla: la desviación del río de Oro .
146
Cartografía hi s tórica de Melilla
José Herrera ya había propuesto esta idea en 1834, pero los proyectos se iniciarán en
serio a partir del establecimiento de los límites en 1862. Desde entonces la ciudad recuperaba ese territorio de seguridad que la había caracterizado durante siglos, y los ataques y
trinch eras fueron destruidos, desapareciendo definitivamente de su ámbito. El fin de la
Melilla replegada, daba paso al inicio de la ciudad abierta que exigía acabar con este viejo
problema. (Fig. 80).
En un plano del ingeniero Fracisco Roldán y Vizcayno, donde dibujaba todo el campo
exterior de Mclilla, ya se señalaba el lugar por donde debía pasar el nuevo cauce: entre el
cerro de San Lorenzo y el del T esorillo (Fig. 8 1). Lo más interesante de este plano es que
por vez primera se trazaba la red hidrógrafica de Melilla al completo, con el. cauce principal del río de O ro y sus afluentes, por la izquierda el arroyo de Tigorfaten y las barrancadas de los montes de Cabrerizas, y a la derecha los arroyos de Frajana y Sidi Guariach.
80. A partir de 1862 se inicia
para Melilla un nuevo período que
supuso un importante cambio en la
cartografía.
En este fragmento podemos
observar cómo el río de Oro es
abordado en su totalidad geográfica
desde su nacimiento en el Macizo
del Gurugú, recibiendo el agua de
varios afluentes hasta desembocar
en MeJilla, junto a las antiguas
murallas de la ciudad.
Fragmento del Plano de Me/illa y
parte de Sl.l territorio ocupado en los
años 1909-1910 sin autor (cuerpo
de Estado Mayor), 191 O, sin escala,
COml. S/rf.•.
Diversas ramblas y arroyos quedaban sin cauce definido, algunos vertían directamente
sobre la vega de Melilla y los situados a la derecha del río desaguaban en la playa de los
Cárabas. El control geográfico sobre el campo melillense aparece claramente reflejado en
este mapa, concretamente el conocimiento de todas las corrientes de agua de la zona melillense ante la necesidad de construir la línea de fuertes exteriores que defendieran los límites acordados en 1862.
El río de Oro
147
8 1. El control de los límites de la
ciudad llevado a cabo en el proyecto
de Francisco Roldán, comprendía
necesariamente el estudio y
señalización de toda la red
hidrográfica de Melilla. Por esta
razón señalaba el cauce del río de
Oro con los afluentes del
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Tigorfaten, Sidi Guariach y Frajana,
así como otras ramblas sin cauce
definido, que se debía tener en
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cuenta a la hora de planificar la
defensa del territorio melillense.
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Proyecto de ensanche de las
fortificaciones de Melil/a, sin autor
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(Francisco Roldán y Vizcayno), sin
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fecha (1865-1868), 90 x 128 cm.,
escala de 1/5.000 metros, SGE.,
n.0 165.
El estudio de las obras de desviación de la parte final del cauce y desembocadura del río
de Oro fue encargado al ingeniero Francisco Arajol y de Solá, que en 1863 ejecutaría el
anteproyecto. En la memoria justificaba las obras pensando que el desvío permitiría en primer lugar la eliminación del peligro de enfermedades debidas al estancamiento, y con el
cauce nuevo también se alejaban las devastadoras crecidas que destruían las fortificaciones
de MeJilla, evitando asimismo que el puerto se cegara. El río era desviado9 desde el lugar
exacto donde daba una pronunciada curva que le hacía tomar la dirección este (actual
puente de Camellos), y se elegía un nuevo cauce que era necesario excavar, situado a las
espaldas del cerro de San Lorenzo y el (actualmente desaparecido) cerro del T esorillo
(Fig. 82). El proyecto fue estudiado minuciosamente por Arajol, detallando todas las
excavaciones necesarias, así como el tipo de taludes revestidos de piedra que servirían para
la contención de las aguas en el cauce nuevo (Fig. 83); pero aún se tuvieron que esperar
unos años para el inicio de las obras definitivas.
El 22 de diciembre de 1871 comenzaron por fin las obras, y el siete de marzo de 1872
las aguas corrieron por el nuevo lecho de 650 metros de longitud construido en 73 días y
que tenía una anchura de dieciséis metros (la mitad de la proyectada por Arajol) y un desnivel de 2,30 metros; las obras costaron 45.000 pesetas.
Sin embargo estos trabajos no fueron totalmente definitivos, ya que en 1885 se redactaba otro proyecto de obras en el río de Oro para impedir las inundaciones, ya que el año
anterior había acaecido una bastante grave que anegó las barracas del Mantelete, provocando tres muertos. Lo cierto es que durante las crecidas del río las aguas volvían a tomar
148
Cartografía /¡istórica de M e lilla
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el rumbo que habían tenido siempre, con lo cual el problema de las inundaciones se repetía como en el pasado.
Las obras tampoco hubieron de ser totalmente definitivas porque seguimos documentando
desbordamientos que afectaron a las zonas por donde discurría el cauce antiguo en noviembre de 1886, junio de 1899 (se inundaron los huertos y el Mantelete, siendo preciso evacuar
la zona, arrastrando también los puentes de madera de San Lorenzo y Camellos). La sufrida
el 28 de septiembre de 1906 tuvo un carácter desastroso, la avenida se llevó los puentes de
madera y causó grandes desperfectos en la zona de Santa Bárbara donde las aguas alcanzaron un metro de altura y fue necesario romper algunos sectores del Muro X para que salieran del recinto. En ese día cayeron treinta milímetros en noventa minutos, por lo que se ha
calculado que el río pudo desaguar cien metros cúbicos por segundo.
El 23 de enero de 1909 se produjo otra inundación en el parque H ernández, explanada
y calle de Santa Bárbara, po r lo que hubo que volver a derribar parte del Muro X. El 12 de
8 2.
El estudio definitivo de las
obras de desvío del río de Oro fue
encargado al ingeniero Francisco de
Arajol en 1863. Arajol, siguiendo
ideas anteriores, planteó construi rle
una salida más recta y corta,
excavando un cauce nuevo entre el
cerro de San Lorenzo y el del
Tesorillo.
Este proyecto fue el que se
realizaría algunos años más tarde,
acabando con el grave problema de
sus temibles crecidas.
Anteproyecto de desviación del río
de Oro ... , Francisco Arajol y de
Solá, Melilla, 1 de marzo
de 1863, 45,5 x 70,5 cm.,
escala de 1/200, SHM,
n.0 4710/6, D-1-16/MEL-85/19.
octubre de 1912 se volvió a inundar el llano y el M antelete, perdiéndose otro p uente, etc.
Es evidente que a pesar de las obras, y teniendo en cuenta que la anchura del río era la
mitad de la calculada por el ingeniero que redactó el proyecto inicial, las aguas del río
tuvieron la tendencia a seguir su cauce natural, el que las llevaba por el terreno actual-
El río de Or o
149
83. El nuevo cauce construido
para desviar el río de Oro constaba
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de 65 0 metros que fueron
excavados en parte entre dos
cerros. Francisco Arajol diseñó esta
obra creando taludes revestidos de
piedra, pero en la ejecución final se
redujo la anchura del cauce a
dieciséis metros, la mitad de la que
había sido proyectada.
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Anteproyecto de desviación del río
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de Oro ..., Francisco Arajol y de
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Solá, Melilla, 30 de enero de 1863,
44 x 66,5 cm ., escala de 1/ 50
y 1/ 200, SHM. , n.o 47 10/ 5,
D- 1-16/ MEL-G5/1 8.
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mente comprendido por la calle Duquesa de la Victoria, el parque H ernández para desembocar por la plaza de España, junto a las murallas del Cuarto Recinto de la ciudad.
Los ingenieros, tanto civiles como militares, de principios del siglo xx ya planificaron
algunas soluciones para mejorar su cauce: construcción de avenidas arboladas, canalización
del agua del cauce, e incluso (de forma premonitoria) hubo quien planteó cubrir el cauce
formando en la parte superior una avenida 10•
El río de Oro es todavía uno de los elementos q ue define la realidad de la ciudad, y está
presente en todas sus representaciones geográficas, y mostrándose actualmente de continua
actualidad.
Notas
Yus RAMOs, Raflocl, y CAno HERNÁNJ osé Manuel. Guia de la 1/a/ura/eza
de la rtgió11 de Melilla. Melilla: Ayuntamiento, 1986; p. 41 -42.
5
MORALt~~ Y
Mt:NtJtGUTtA, Gabriel de.
Op. cil.; p. 294.
Df:7.,
6
C an a del Alcaide ele Melilla a S.M.
de 29 ele noviemb re de 1677, Sl-!i\11.
C olección Apa rici, Negociado ele
Guerra, Lcg-,\io 2.398, fol 30. Escrita
po r J osé f rías.
2
AGS. Neg. G uerra Antigua , T.e g 8 1;
2B folios. C a rta de Juan Andrca
Doria de 4 de octubre de 15 76.
~
MoRAt.l'.s Y Mt:NDtotrn A, Gabriel d e.
Efemh'itles y Curiosidades.... M elilla :
Imprenta El Telegrama del Rif, 192 1;
p. 294.
7
EsTRADA, .Juan Antonio de. Op. cit.;
p. 491.
B
M O RAl.!·~~ M ENIJt GUTt A,
EsTttADA, Jua n A ntonio de. Població11
Cmeral de España... lll, IVl adrid:
9
4
Imp renta Mercurio, 1748; p. 4 91.
Hemos encon tnodo algunas referencias de h istoriadores e ingenieros
(caso de J osé Herrera García en lll34)
que pensaba n que
150
C a r t ografía h istór i ca de M el i lla
Gab riel ele.
0¡;. cit.; p. 295 .
el nuevo cauce era
en realidad el an tiguo lecho del río y
q ue en a lgún momento histó rico éste
fue wponado pacientemente por los
ataques fro nterizos. Esm opinión contrasta con toda la cartografía que
conocemos desde el siglo XV I, ya q ue
ésta rnucstra d a rarnc ntc t•l c-au<'C po r
do nde siempre corrieron las aguas.
Véase Ro DRÍCUE7. Puc ~:T, .Joaquín.
"Los ingenieros militares en el urban ismo de .M clilla" . Aúlaba, n." 6 . Mclilla: UN ED, 1986; p. 33-34·.
1O SARO GANDARILLAS, Francisco. "Casi
un río : E l río de O ro". C uadernos d e
Historia de Mclilla, n." 1, Mclilla:
AE.M, 19BB; p. 155 a 158.
x. Los pilares de la
ciudad moderna
Melilla y sus límites
L
a situación de aislamiento a la que se veía sometida la ciudad de MeJilla a mediados del siglo xrx fue una realidad que todos sus gobernadores intentaron solucionar.
La pervivencia en torno a las murallas de los anacrónicos ataques, sólo servía
para prolongar larvadamente un estado bélico que ni España ni Marruecos querían man tener.
Los contactos diplomáticos entre estos países fueron allanando algunos problemas relativos
al territorio de MeJilla, sobre todo en relación a las agresiones que sufría la ciudad. El empe-
rador o sultán de Marruecos admitía que la solución a estos problemas de inseguridad pasaba
por una nueva definición de sus límites, por el establecimiento de una zona de influencia en
torno a la plaza amurallada. Esta idea suponía de hecho el reconocimiento de los antiguos
límites del siglo xvr y xvn y, con una perspectiva más lejana, de la propia impronta de la ciudad de Mclilla sobre su campo circundante o exterior.
Desde 1844 ya se intentaba conseguir del sultán el reconocimiento de la jurisdicción
española sobre los antiguos límites comp rendidos entre San Lore nzo, camino de los C amellos, Santiago, San Francisco y Horcas 1• Incluso en 1848 y 1849 el bajá del Rif determinó
que así se realizaría, al admitir como buenos los existentes en 1643, pero esta propuesta no
fructificó y no se llegó a concretar en ninguna actuación.
Pa ra tratar de solucionar toda esta problemática e imponer su autoridad entre las cábilas de la región, llegó en 1848 al campo de MeJilla Muley Solimán, el mismo hijo del emperador. Éste asentó su campamento de tiendas en la altura de Camellos, a tiro de cañón de
la fortaleza, tal como puede comprobarse en un minucioso p lano dibujado p or el ingeniero
Antonio Torner; de su representación sobresalen, por su cromatismo y riqueza, los dibujos
de algunas tiendas como la destinada a uso privado de Muley Solimán y la oficial donde se
recibió a la comisión melillense (Fig. 84).
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84.
Este dibujo de Antonio
Torner nos muestra la instalación del
campamento del hijo del emperador
de Marruecos cerca de Melilla en
1848, sobre la llanura de Camellos.
Muley Solimán llegó al campo de
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Melilla para solucionar diversos
problemas relativos a la seguridad
de la ciudad e imponer su autoridad
en la región .
Torner nos ha proporcionado una
precisa y bella imagen del colorido
de las tiendas del campamento
marroquí, que correspondían a la
marquesina donde celebraba las
recepciones oficiales y la destinada
a su uso privado. También podemos
ver el interesante perfil de uno de
los ataques que rodeaban a Melilla
por entonces .
Croquis del campamento que Mufey
Solimán, hijo del emperador de
Marruecos, y sus tropas ocuparon a
tiro de cañón de la plaza de MeJilla ... ,
Antonio Torner, octubre de 1848,
45 x 60,5 cm., sin escala, SHM,
n.0 4681 /2, C-32- 7/ MEL-M1/ 13 .
..
85,
El establecimiento de los
límites del territorio de Melilla de
acuerdo a los tratados
internacionales, facilitó desde 1862
una nueva imagen de la ciudad en
forma de abanico abierto que sería
Las gestiones del hijo del emperador no tuvieron mucho efecto sobre el estado de inseguridad que rodeaba a la ciudad, aunque sí demostró el interés por evitar un conflicto que
pudiera interferir en la delicada situación de Marruecos ante una Europa muy interesada
por implicarse en los asuntos internos d e todos los países del Norte de África. No obstante,
ampliamente difundida. El Ingeniero
Jesús M." Piñar dibujó este plano
señalando la primera demarcación
la visita de Muley Solimán no sirvió para desahogar a la ciudad de los ataques que la rodea-
llevada a cabo por los ingenieros
José López de la Cámara y
Francisco J. de Paz y Quevedo.
trincheras y un fuerte construido sobre San Lorenzo.
Croquis del terreno comprehendido
ban; al año siguiente, la guarnición de MeJilla en varias salidas tuvo que destruir algunas
No obstante, la situación ya no era la que había definido a la ciudad en la primera mitad
del siglo; el mantenimiento del acoso bélico empezó a desmontarse lentamente d esde 1853,
en los nuevos límites de Melilla,
José M" Piñar, Melilla, 18 de julio
de 1862, 40 x 47 cm., escala
fecha en la que se firmaron algunos tratados locales de paz con las cábilas de la región de
gráfica de 3.000 metros,
1/15.000, SGE, n. 0 163.
guiente otros con Beni Bu Ifrur y Beni Sidel, para finalizar con el establecido con Mazuza
Guelaya: en enero de 1853 se firmó un pacto con las cábilas de Beni Sicar, y al año sien febrero de 18562 . Esto no implicó sin embargo la finalización total de los problemas y
roces, hecho que no tendría lugar hasta el establecimiento de un tratado internacional que
determinara con precisión el territorio correspondiente a Melilla.
Esta realidad se abordó en el tratado de 24 de agosto de 1859, donde M arruecos reconocía "el pleno dominio y sob eranía" española sobre el territorio necesario para su defensa
y tranquilid ad, con el establecimiento asimismo de un campo neutral de quinientos metros
a su alrededor. El emperador se comprometió al cumplimiento de este tratado ante el
comisionado español, Juan Blanco del Valle, pero el estallido de la denominada "Guerra
Romántica" junto a Ceuta y T etuán, paralizó la aplicación de los acuerdos. En el tratado
de paz que puso fin a este conflicto (firmado en Tetuán el 26 de abril de 1860), se volvió a
ratificar el acuerdo anterior; en el artículo cuarto se hacía mención expresa a la confirmación del territorio melillense, por lo que en el mismo año se iniciaron los contactos para
establecer su delimitación 3•
Estos trabajos tuvieron que ser realizados por técnicos especializados, volviendo a recaer
la responsabilidad de la empresa en dos ingenieros del ejército. Esta fue la causa de la
ll egada en varias ocasiones a M eJilla de J osé López de la Cámara y Francisco d e Paz y
Quevedo, para iniciar los trabajos; aunque diversos problemas paralizaron los primeros
intentos, pa ra j unio de 1862 ya se había asegurado el comienzo de los trabajos. Desde un
punto de los recintos fortificados sería disparado un cañón cuyo alcance deten;ninaría una
distancia que al ser tomada como radio permitiría determinar los nuevos límites de Melílla. Se eligió el a lcance de una bala de cañón de "a veinticuatro", con carga máxima y
veintiún grados de elevación disparado desde el fuerte de la Victoria; la medición del disparo fu e d e dos mil novecientos metros, que empezarían a aplicarse a partir de la torre de
Santa Bárbara (actualmente en la pl aza de España). Los ingenieros españoles, con diversos aparatos topográficos, fu eron colocando estacas en los diecisiete puntos que se midieron, formándose un terreno en forma de abanico abierto cuyo vértice estaba situado en la
antigua fortaleza.
154
Carlografía hi stórica de M elill a
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El polígono trazad o no fu e perfecto pues se tuvieron e n c uenta alg unas circunstancias como no dividir el cementerio de Sidi G uariach , ni afectar las tierras d e algunos
j efes locales. El 26 d e junio se f-I rmaba e n Tánger el A cta de Demarcación de los Nuevos
Límites de la Plaza de M elilla y su Campo Neutral, e n tre los citados ingenieros españoles
Fra ncisco J. d e P az y Quevedo y J osé López d e la Cámara, y los militares marroquíes
Si Ahmeel ben el Mukaelen , Si Abd -al-l ah ben Muh ammeel el Arbi Fennisch el ele Salé,
Si Allel ben el H ach . Bil-lah el ele M ogado r y H ac he Muhammed Zuibar el de Salé".
Esta acta tuvo que ser ampliad a a l año siguie nte p or un acuerdo relativo a la conse rvación de los postes-hitos que de te rminaban el campo de la ciudad ( 14· de novie mbre
d e 1863).
Lo s p ilares d e la ciud ad m od ern a
155
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86. Este modelo de mojón de
piedra era el que Francisco Roldán
proponía en su amplio proyecto
sobre las fortificaciones de MeJilla.
Un pilar cuadrangular con varios
relieves que representaban el
escudo de España y el del
emperador de Marruecos, con
leyendas escritas que hacían
relación al tratado: como su fecha y
parte del texto.
Proyecto de ensanche de las
fortificaciones de Melil/a ... Mojones
de piedra para los limites, Francisco
Roldán y Vizcayno, Melilla, 1 de
marzo de 1866, 48 x 64 cm, SHM,
n.0 4703/16, D- 1-9/MEL-G6/16.
Este territorio de Melilla, fruto de los tratados internacionales, fu e rápidamente representado por los ingenieros militares que desempeñaban su trabajo en la fortaleza. Uno de
los primeros planos dibujados fue el que firmó J osé M.a Piñar el 18 de julio de 1862,
reflejando el estado del terreno según lo acordado en el Acta de Demarcación (Fig. 85).
Este ingeniero señalaba también la zona neutral que, sin embargo, nunca llegaría a establecerse y que tantas polémicas determinaría posteriormente.
Desde este momento, la imagen de M eJilla cambió radicalmente, pues pasaría a ser percibida como un todo que aunaba la ciudad con su campo exterior, y que rompía definitivamente con una visión de plaza asediada y constreñida dentro de sus muros. La nueva
realidad presagiaba el crecimiento de M eJilla que habría de producirse posteriormente,
pero cuyas bases se estaban asentando en estos años.
En los años siguientes se ejecutaron diferentes actuaciones que consolidarían el control
sobre este territorio; ya vimos cómo en 1863 se redactó el proyecto de desviación del río de
Oro, que sería llevado a cabo en 1871. T ambién comprobamos la forma como se preten-
156
Ca rtogTajía histórica de M elill a
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El que fuera maestro de
obras militares, Alberto Suárez
Lorenzana, realizó en 1890 este
plano de MeJilla: en él ya podemos
ver cómo estaban construidos
algunos de los fuertes exteriores,
así como el emplazamiento del
futuro ensanche del Polígono y del
cementerio del Carmen.
La vega de Melilla había dejado
de ser un espacio lleno de ataques y
se convertía en zona de huertas
(con una noria y balsa) y campo de
instrucción. Por su parte, el río de
Oro ya había sido desviado y en su
margen cercana a Camellos
(Tesorillo) se trabajaba una
plantación de caña de azucar.
Plano del campo exterior de Melilla,
Alberto Suárez y Lorenzana, 1890,
160x84 cm., 1/ 5.000, SGE.,
n.0 171.
PLANO IJlTI LA PLAZA DE MELILLA
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88. Debido a la desaparición de
día controlar defensivamente el terreno de los límites, mediante los proyectos de Francisco
las estacas que se pusieron en el
Arajol y el definitivo de Francisco Roldán y Vizcayno (1867), estableciendo una serie de
establecimiento de los límites de
Melilla en 1862, en 1891 hubo que
torres y fuertes exteriores estratégicamente situados.
R oldán realizó varios planos de M elilla durante estos años utilizando ya la nueva base
realizar un nuevo replanteo de
éstos, construyéndose los diecisiete
moJones que dibujarían su territorio.
territorial tras el reconocimiento p or Marruecos de los límites de la ciudad. U no de los más
Frut o de éste replanteo fue el plano
significativos fue el modelo de los mojones de piedra que este ingeniero proponía para seña-
realizado por Eligio Souza y Juan
Picasso donde
lar las primitivas estacas colocadas para marcar estos límites. Cuadrangulares y con forma
detallaban la mayor parte de los
de pilar clásico, en la cara que miraba hacia Melilla figuraría un relieve con el escudo real
accidentes geográficos y las obras
realizadas en el campo melillense.
Plano de la plaza de Melilla y su
campo exterior con el polígono de
límites demarcado en abril de
ele Isabel II, y en la situada frente a la zona marroquí aparecerían tres medias lunas como
símbolo del Imperio, así como el nombre en árabe del sultán; en las otras dos caras, R oldán proponía transcribir el texto del tratado.
El inicio ele una nueva época empezó a generar una interesante sucesión ele aconteci-
189 1... , Juan Picasso y Eligio
Souza, Melilla, 30 de abril de 1891,
66
x 97 cm. , 1/10.000, SGE.,
n. 0 173.
mientos q ue aisladamente podían pasar desapercibidos, pero que tratados en conjunto
evidenciaron cómo se iban asentando las bases de una nueva realidad. En 1863 se declaraba puerto franco a Melilla, dos años después se iniciaron diversas actividades ele exporta-
! 58
C a rtografía histór-ica de M eiilla
1
ción de granos y reses desde la ciudad, en 1866 se producía el Tratado de Fez sobre la
creación de la aduana de MeJilla, en 1868 se prescribía sobre la forma de construir en la
zona española, cte.
La actividad diplomática no cesaría durante todo este período y los viajes del sultán de
Marruecos y de sus hijos a la zona de Melilla no fueron inusuales. En 1871 lo hacía uno de
sus
h~jos,
Mulcy Si Abd-Allah, que asentó su campamento al pie del cerro de Santiago, y
entre 1876 y 1880 el propio sultán Muley H assan estuvo durante algún tiempo en la
alcazaba de Zeluán. Mientras tanto el control sobre el campo exterior de Mclilla comenzaba a manifestarse con la construcción del sistema de fuertes ideado por Francisco Roldán.
El primero que se inició fue el de San Lorenzo, cuyas obras se llevaron a cabo entre 1881
y 1884; posteriormente se levantarían los de Camellos (1883-1885), Cabrerizas Bajas (entre
1884 y 1886) y Rostrogordo ( 1888-1890).
Estas obras transformaron la imagen del territorio melillense, ya que sirvió para· articular
una nueva realidad que para 1890 estaba ya consolidada. Así lo representaba ese año el
que había sido maestro de obras militares Alberto Suárez y Lorenzana; el campo exterior
aparecía muy definido y controlado desde los fuertes que se habían situado sobre sus principales alturas, y también por la proliferación de hitos y mojones señalizadores. La vega de
Melilla, anteriormente llena de ataques y trincheras, había sido transformada en una rica
zona de huertas (con noria, balsa e incluso un cenador-5) y en un campo de instrucción. La
precisión de las curvas de nivel y la señalización de todos los accidentes nos delatan ya un
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89. La denominada Guerra de
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Margallo fue el detonante que puso
a prueba la capacidad defensiva de
los fuertes exteriores de Melilla. El
perímetro de alcance de estas
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fortificaciones fue reflejado por el
ingeniero Rafael Melendreras en
este plano al día siguiente de iniciar-
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se el conflicto; el espacio era
planificado por entonces de una
manera totalmente militar,
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formándose en su territorio varias
líneas o polígonos defensivos en
previsión de posibles ataques.
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Plano del campo exterior de la plaza
de Melilla, hasta los límites
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jurisdiccionales y croquis del campo
marroquí fronterizo, Rafael
Melendreras y Lorente, 3 de
octubre de 1893, 63 x 83 cm.,
escala de 1/10.000, SGE, n.0 177.
1. os pi 1a r es de 1a e i u dad m o d er 11 a
159
MEULLA Y SU CAMPO
90. Después de la Guerra de
conocimiento real del territorio, superando definitivamente a la cartografia aproximativa
Margallo se multiplicó la cartografía
sobre Melilla. En este plano, se
que había existido en Melilla hasta el momento.
Pero en 1890 habían desaparecido algunos de los mojones que marcaban los límites, por
indican minuciosamente las longitudes de los lados del polígono que
forman los límites exteriores; la
ciudad cambiaba y por esta causa
se multiplicaron las defensas de los
fuertes exteriores. El crecimiento
lo que hubo que efectuar un replanteamiento de los mismos6 . En abril de 189 1 el ingenie-
' (que sería el primer arquitecto municipal
ro militar Eligio Souza y Fernández de la Maza
de Melilla) y el capitán de Estado Mayor (especia lizado en topografia) J uan Picasso fueron
afectaba al nacimiento de nuevos
barrios, como el Polígono, o al
trabajo más seguro sobre las
estableciendo junto a los representantes de Marruecos la reposición de estos mojones; los
huertas de la vega.
los diecisiete hitos que delimitaron desde entonces el territorio melillense de acuerdo a los
Me/i!la
y su campo exterior (1893-
trabajos se finalizarían con la firma del Acta de Replanteo donde se fijaban definitivamente
tratados internacionales firmados en varias ocasiones por España y Marruecos.
1894), sin autor (cuerpo de estado
El 30 de abril de 1891, tanto Eligio Souza como j uan Picasso dibujaban el plano definiti-
mayor), 1893-18g4, 45 x 63 cm .,
escala de 1/ 10.000, SGE., n.0 176.
160
vo de la "Plaza de MeJilla y su campo exterior con el polígono de límites" (Fig. 88). El tra-
Cartografía histórica de M elilla
bajo se realizó utilizando un nuevo útil topográfico para asegurar la máxima fidelidad del
plano con la realidad: el taquímetro Troughton. La ciudad había iniciado por entonces un
lento despegue, proyectándose el barrio del Polígono, que en el plano aparece en construcción, así como los proyectos del cementerio del Carmen; pero lo más característico era la
señalización de los fuertes ya construidos por entonces (Rostrogordo, Camellos, San Lorenzo y Cabrerizas Bajas), Jos que se estaban construyendo (Sidi Guariach y Cabrerizas Altas)
y los que se proyectaban (dos en Reina Cristina, uno en Sidi Guariach y otro en Horcas).
La comunicación entre todos ellos se efectuaba a través de una red de caminos y carreteras
que fue racionalizando el espacio de acuerdo a las necesidades de MeJilla.
En la teórica zona neutral, todavía seguían existiendo muchas casas del barrio Mezquita
y de Frajana, la mezquita y cementerio de Sidi Guariach , la casa de Amar Guariach e
incluso la alcazaba-cuartel de las tropas del sultán en
Fr~j ana.
Más allá se establecía la divi-
soria tradicional por cábilas, rodeando M elilla de norte a sur la de Beni Sicar, la ·de Frajana, el barrio de Mezquita y la cábila de Mazuza.
En estos primeros tiempos, la percepción del territorio de MeJilla era realizada desde una
perspectiva puramente militar; en muchos planos se estudiaban las líneas de defensa de la
ciudad y de sus fuertes exteriores, como realizaba en octu bre de 1893 el ingeniero R afael
M elendreras determinando perímetros de seguridad en torno a los fuertes (Fig. 89). Melendreras dibtuó este plano al día siguiente del inicio de la que sería denominada Guerra de
Margallo, que puede ser considerada como la última de las agresiones de los fronterizos
sobre la ciudad (heredera por tanto de las producidas en los siglos anteriores), o bien como
el inicio de lo que iba a ser la expansión española por toda la zona ·(circunstancia que la
proyectaría hacia los conflictos del siglo xxf.
li
1
A partir de este año, la ciudad y su territorio empezarían a cambiar radicalmente. En
1894 miembros de estado mayor (topógrafos) dibujaron un detallado plano de MeJilla
donde volvía a figurar en lugar preminente los fuertes construidos y en ejecución, así como
las carreteras que ya surcaban todo el territorio (Fig. 90). La orografla se representaba con
curvas de nivel, señalándose también una minuciosa definición de los cursos de agua y barrancos, hecho que desplazaba definitivamente una larga etapa cartográfica determinada
por la omnipresencia del río de Oro. En cuanto al urbanismo de la MeJilla extramuros,
aparecía muy definido el ensanche del Polígono y algunos hornos que nos denuncian que
el territorio empezaba a ser habitado.
El control de la nueva zona de Melilla amplió y derivó el interés de la cartografia hacia
el campo exterior a los límites, sobre todo hacia el cercano monte Gurugú. Desde hacía
siglos este macizo montañoso no aparecía reflejado en la cartografía local, pero la expansión melillense iba a determinar un creciente interés por él. En 1893 Francisco Galbis (militar de estado mayor) se a trevía a dibujar el monte Gurugú con sus tres picos (a los que
daba 800, 900 y 960 metros de altitud), parte de la laguna de Melilla e incluso la alcazaba
de Zeluán (l•ig. 91). La información contemplaba algunas deformaciones producto de la
Los jJ i 1ares de la e i u dad moderna
161
91 . El control sobre el campo
melillense propició un nuevo interés
por los alrededores de la ciudad.
Este plano es la imagen que ofrecía
un topógrafo de estado mayor
(Francisco Galbis) sobre el Monte
Gurugú con sus tres picos, a los
que señalaba una altitud de 960,
900 y 800 metros. Galbis también
dibujó las fuentes del río de Oro,
parte de la Mar Chica y la alcazaba
de Zeluán.
Croquis de MeJilla y alrededores
con el Gurugú y Mar Chica,
Francisco Galbis, sin fecha (1893),
47 x 57 cm ., sin escala, SGE.,
n. 0 178.
9 2.
El interés despertado por el
conflicto bélico de Melilla entre los
distintos medios escritos de España
(caso de La Correspondencia de
España), favoreció la publicación de
algunos planos destinados a
satisfacer la curiosidad de los
lectores o para que éstos pudieran
seguir más fácilmente el desarrollo
de los hechos de guerra en sus
diferentes escenarios.
MeJilla y sus alrededores, regalo a
los lectores de "La Correspondencia
de España', sin autor, sin fecha
(1894), escala gráfica de 3.000
metros, SGE., n.o 181.
162
Cartografía histórica de M elilla
BULLA y SUS AtREBBD6RES.
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EL IMPARCIAL
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LOS LECTORgs---:;,.~~:_=:__o:;.
DE EL IMPARCIAL
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PLANO DE MELILLA YSU CAMPO
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PLANO OE LOS CONTORNOS DE MELILLA
con los limites que convendría adquirir
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L os pilar es d e la ci udad moderna
163
93. Los periodistas que cubrían
la información sobre Melilla
utilizaban un amplio abanico de
datos para elaborar los mapas que
se publicaron en diarios como El
Imparcial: planos de ingenieros
militares, de topógrafos, datos de
exploradores, sus propias
comprobaciones, etc., lo que ofrecía
un conjunto abigarrado de
información siempre interesante
para conocer el estado del territorio
melillense en momentos tan
cruciales como 1893. En este año
la llegada de fuertes contingentes
de tropa determinó algunas (y
serias) transformaciones en su
estructura defensiva y urbana.
Plano de Melilla y su campo, y plano
de los contornos de Me/illa con los
límites que convendría adquirir, sin
autor (El imparcial, tipograbado de
L.R.Y e•, Madrid), octubre de 1893,
imposibilidad fisica de penetrar en la región; ésta va a ser una constante que se repetirá en
toda la cartografia española sobre la región hasta que se pudo efectuar un trabajo preciso
sobre el terreno.
El interés nacional sobre Mclilla empezó a crecer de una manera inusitada a partir de la
Guerra de M argallo. Debido a esta contienda, la realidad de la ciudad fue presentada repetidamente a una gran cantidad de personas mediante la prensa diaria y las revistas, dentro
de un ámbito revolucionado por el auge de los medios de comunicación escritos. Crónicas,
gra bados7 , e incluso la incipiente fotografía, popularizaron a M elilla. Este hecho obligó a
los editores de periódicos y revistas a trabajar con carácter exhaustivo sobre su realidad, así
como a mostrar cartografia que permitiera a los lectores situar los acontecimientos que
leían. Por esta razón surgió la que podríamos denominar cartografia de prensa, como el
mapa de MeJilla y sus alrededores que La Correspondencia de España regalaba a sus lectores en
1894 (Fig. 92), o el plano de Melilla con Jos contornos de la ciudad que EL Imparcial proporcionaba en octubre de 1893 (Fig. 93), y con los que se conseguía transmitir una imagen
de la ciudad con una intensidad que nunca había tenido hasta entonces.
58 x 37 cm. , escala de 1/15.000 y
1/315.000, SGE. , n. 0 179.
Notas
M o RALES y M P.NDIGlTI'IA, Gabriel de.
Dt~tos pnra la Historia de lvft lilla. MeJilla:
Imprenta de El T elegrama del Rif,
1909; p 194.
2.
MO RAI.~:s Y
MENDIOUTIA, Gabriel de.
0¡1. rit.; p. 20 1 a 2 13.
3. " Convenios y T ratados fi rmados entre
Espaila y Marruecos para la demarcación de los límites tct'l'itoriales de Melilla: at)os 1844, 1860, 1862, 1863, 1894
y 1895". Trápona, n." 2. Melilla: AEM ,
1988; p. 82 a 92.
164
Ca rtografía históri ca de M e ti tia
4 . Entre este grupo de militares ta mbién
se contaba con la presencia de un ingeniero militar y de un técnico en artillería, con el fin de asegurar que el proceso fuera correcto )' dar· fe de todas
las actuaciones.
5. El río de Oro ya había sido desviado
y en el T csorillo existía una plantación
de cati a ele azuca r.
6. l'O:'<CE GóMEZ, Adela A. " El término
j urisdiccional de Mclilla". Trá¡mw,
n." 2. Melilla: AEM, 1988; p. 93 a 97.
7. Véase la reflexión de l'AYN E, Stanley
G. ÚJS militares y la política en la España
conkm¡mrtínea. Ft·ancia: Ruedo Ibérico,
1968; p. 56 a 58.
8 Sobre el tema de los corresponsales
gráficos, véase el trab;\io de U'rA NOI·:
RAMIRO, María del Carmen, y UTAND E IGUALADA, Manuel. "Enriq ue Simonct y la COI'I'Csponsalía artística en la
guerra de Melilla (1893)". Academia,
Boleh'n dt la Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando, n." 77 . Madrid, segundo semestre de 1993; p. 189 a 24 l.
xr. El interés regional
a finales del siglo XIX
E
n la segunda mitad del siglo xrx se despertó en España un fuerte interés por
todos los asuntos concernientes al norte de Marruecos, y más concretamente los
relativos a la región del Rif que ocupa una gran parte de su costa mediterránea.
En este ámbito está comprendida la región donde se asienta MeJilla, la denominada Guelaya o Kelaia, volcada por un lado a la fachada marítima que la hace entrar en contacto
con otras culturas y pueblos, y por otra hacia un interior impenetrable durante siglos a
cualquier presencia extranjera.
A pesar de la existencia de poblaciones como M elilla o los peñones de V élez de la
Gomera y de Alhucemas, que se situaban en esta costa, el conocimiento sobre la regi ón era
realmente pobre. Los ingenieros españoles de estas plazas no tuvieron nunca posibilidad de
recorrer el interior, y se contentaban con dibujar lo que podían ver desde la propia ciudad
y sus alrededores, o las imágenes tomadas desde los navíos españoles que surcaban sus
aguas. Este hecho repercutió en la cartografia que era incapaz de represen tar lo que no se
conocía y había permanecido al abrigo de los estudios y mediciones topográficas.
Lo inaccesible de esta región se convirtió en la principal causa de que fuera la última
zona por representar de todo M arruecos; Jvlanuel Lombardero afirmaba que " una región
permanece incógnita: el Rif. Ni la Comisión de Marruecos que [...] pisó materialmente
gran parte del Imperio y lo llevó a sus documentos gráficos; nadie transitó por esta zona
con tranquilidad para que sus informes fuesen lo suficientemente precisos y veraces, sin ser
rectificados" 1. Este vacío de información no fu e cubierto hasta la instauración del Protectorado Español sobre Marruecos y más concretamente hasta una fecha tan ta rdía como la
pacificación bélica del Rif llevada a cabo a mediados de los años veinte de nuestro siglo.
Esta realidad determinó que la región de MeJilla y el Rif fueran las zonas menos penetrables ele M arruecos durante mucho tiempo. Los trabajos cartográficos españoles en África
,,
165
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94.
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La primacía de los planos
franceses en la representación del Rif
a mediados del siglo XIX era una
se iniciaron realmente de una manera seria en la segunda mitad del siglo
realidad. l:sta es una copia parcial del
plano de Vicendon· Dumoulin, donde
cartas de las costas rifeñas fueron obra de investigadores franceses como Arlet (1835) o
se dibujaba el Rif y su costa pero el
interior es totalmente impreciso y
demuestra un desconocimiento
absoluto.
Plano de la costa de África entre la
bahía de Alhucemas y el cabo del
Agua, sacado del publicado en 1857
por el Depósito Francés de Cartas y
Planos de la Marina, sin autor, sin
fecha (1857), 47 x 61 cm., sin
escala, SGE., n. 0 160.
2
riormente sólo se conocían las costas, pero nada del interior
.
XIX,
ya que ante·
En esta época las mejores
Beaudouin (1848) que tendrían una gran influencia durante más de veinte años, y el plano
de C. A. Vicendon-Dumoulin (1855); pero el Rif seguía estando muy mal caracterizado en
ellos. Existe una copia española de este último plano, que representa la costa entre la bahía
de Alhucemas y el cabo de Agua, con todos sus accidentes geográficos (puntas, cabos y
bahías); el interior era el gran desconocido y sólo se señalaban los accidentes naturales perceptibles desde la costa: así aparecían los ríos sólo en su desembocadura (Bu-Azzu y el
Kert), y las montañas eran denominadas de una manera extremadamente artificial (monte
Barcaiztegui, Rabagliato, de la Silla, D abranches, etc.) haciendo referencia a personajes
europeos o en otros casos a sus nombres reales (Gurugú y Kebdana). En el interior, tam-
166
C a rtog rafía histórica de M elilln
bién se señalaba la división política en cábilas: Beni Oulitchik, Beni Said, Guelaia y Kebdana (Fig. 94}
Durante esta época se continuó realizando diversos mapas, pero en todos volvían a
echarse en falta datos certeros sobre una región que permanecía impenetrable al interés
europeo por representar su geografi a. La descripción y mapas de Ma1'1'uecos realizada por
Francisco Coello en 1859, mostraba ya las costas con un ap reciable grado de p erfección,
pero el interior era un desierto de información, elem ento que se repetía en el mapa de
Lalloz de 186 t l.
En muchos de estos planos, la costa parece reflejar la imagen distorsionada de una muralla, de un obstáculo que protege un interior ignoto y aparentemente peligroso, lo que a los
ojos de la cartografia lo convierte en irrepresentable y misterioso. En torno a esta idea se
mueve el supuesto misterio del Rif: lo inaccesible de sus tierras (por desconocidas) y lo
agreste de su paisaje, rasgos que fueron continuamente repetidos por toda la bibliografia y
por autores que nunca lo habían atravesado. En esta época es cuando se forjan una gran
cantidad ele calificativos sobre el Rif que son tan irreales como los planos que se levantaron
de sus tierras, pero que permitían saciar la curiosidad (científica y divulgativa) en una época
en la que España estaba ampliamente interesada sobre unas costas que distaban escasos
kilómetros del sur ele la Península.
El interés regional que mostraba España, fue una realidad impulsada por las necesidades
de un nuevo sistema económico capitalista que se estaba implantando en Europa y que
propiciaría la expansión en África y Asia ele países como Francia, Inglaterra, Alemania o
Italia. Cualquier política ele penetración debía estar precedida por una campaña científica
que fuera capaz ele clasificar las tierras, ele representarlas y estudiar a sus poblaciones, porque el conocimiento es un soporte imprescindible del poder.
Por tanto los planos sobre la costa rifeña se fueron sucediendo dentro de las pautas que
hemos descrito; en 1870 se dibujaba un m apa desde el cabo Milonia (Argelia) hasta punta
Pescadores, tan deformado como minucioso en sus detalles descriptivos (Fig. 95); toda la
zona se dividía en tres provincias: la del Garet (que comprendía la Alcalaia o bajalato de
Melilla), el Riff y Abach. El Garct estaba dividido en las cábilas ele Beni Sinassem, Beni
Busién, Quebclana y Alcalaia; esta última se dividía a su vez en Beni Sidil, Beni Mazuze,
Beni Sicar y Beni Bullafar. La provincia del Rif comprendía las cábilas de Beni Bullajeit,
Beni Urich, Beni Said, Beni Bullarol, Temezana, Beni Buriega y Bocoya; y fin almente
había cábilas que no aparecían asignadas a ninguna región concreta, como Beni Bufraj
(entre el Rif y Abach), Mostaza y Altigua.
T ambién se indicaban las p oblaciones como Uchda y Teza, así como los lugares donde
había árabes, lo que parece indicarnos que el autor asumía que toda la región era de origen tamazight. Pero prioritariamente este plano representa los accidentes costeros: las calas
(Gitanos, Castillo, Galeota), puntas de curiosos nombres, o desembocaduras ele ríos como el
Muluia o Milonia y el Guis.
El in t er é s re g i o n a l a .fi n a les de l sig lo
X 1X
167
95. Este plano de 1870 es una
representación muy minuciosa, pero
a la vez deformada, de la costa
norte de Marruecos. El dibujo divide
la zona en tres provincias: Garet,
Riff y Abach, estando Melilla situada
en la Alcalaia, dentro del Garet. Las
subdivisiones políticas fueron
señaladas con cierta precisión , y se
enumeraban las distintas cábilas de
la región; así el Garet comprendía
las de B eni Sidil, Beni Mazuze, Beni
...
··...
Sicar y Beni Bullafar.
El plano también tiene gran valor
antropológico al reflejar la existencia
en algunos lugares concretos de
árabes, lo que parece indicar la
existencia habitual de población
tamazigh e n la región . Pero los
detalles principales se centraban en
la descripción de los accidentes
....···
geográficos costeros, hecho que la
asemeja a una carta naútica
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tradicional.
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Costa del Norte de Africa entre el
cabo Milonia
y P unta Pescadores y
río Alamos, sin autor, sin fecha
(1870), 75 x 50 cm ., sin escala,
SGE.,
168
n.o 166.
Cartografía histórica de M elilla
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TELEMS.ÁN AMEL.iLA.
]Hit'Jl,]QYC.)'.I'Üll'
:u M11i - 10 Juin 1886
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Estos trabajos, tan interesantes como imprecisos e inconexos, fueron el precedente del inicio oficial y continuado para levantar el plano de todo Marruecos. Este proyecto se inició en
1882 al nombrarse una comisión de dos oficiales de Estado Mayor para realizar los trabajos;
los oficiales elegidos fueron Ramón Jaudenes y Eduardo Álvarez Ardanuy, que iniciaron sus
apuntes sobre itinerarios topográficos y descriptivos, dibujando diversos planos y croquis de
las poblaciones por las que pasaban. Con ellos se iniciaba, en palabras de Manuel García
Baquero\ la verdadera geografia de exploración sobre Marruecos, ya que estos militares no
podían disfrazarse o ocultar sus verdaderas intenciones para efectuar levantamientos topográficos a la vista de todos. Hasta 1900 habían realizado ocho viajes de exploración y dibujado unos cuarenta itinerarios descriptivos de gran valor antropológico, alguno de ellos por
el sur de Marruecos (concretamente al Sus y al Nun para ubicar Santa Cruz de Mar Peque-
ña); pero de nuevo ninguno de sus trayectos y viajes recorrió el Rif, y por esta razón cuando el Depósito de la Guerra publicaba finalmente, en 1905, el mapa del Norte de Marruecos (1/500.000), esta región norteña sólo se conocía a través de informes indirectos y vagas
..,,
' )
96. El aventurero francés Henry
Duveyrier realizó en 1886 el
recorrido de Tlemecén a Melilla,
escribiendo diversas notas
personales que sirvieron para
realizar este croquis y sus perfiles .
Es un itinerario que permite tomar
notas de lo que se ve en el camino,
dej ando el resto del territorio en
blanco, por lo que presenta muchas
imprecisiones. No obstante es de
gran interés, ya que sitúa pueblos
como Segangan , Nador o lseluan
cerca de Melilla, ciudad que aparece
reflejada con errores.
ltinéraire de Te/emsan a Melila, par
H. Duveyner, 30 mai-10 juin 1886,
J. Jamsen, 1886, 32 x 48 cm .,
escala de 1/360.000, SGE. ,
n. 0 169.
referencias, lo que significaba que los errores e imprecisiones eran inevitables.
Las expediciones y recorridos por el Rif fueron realmente escasos debido al carácter de
sus moradores, poco apto para que los extrajeros penetraran en su tierra. A lo más, algún
El interés regional a finales del si glo XIX
169
97. El ingeniero militar Francisco
Roldán realizó este croquis sobre
EL RIFF
parte del Rif para La
Correspondencia de España. La
geografía es totalmente
aproximativa y lo único que se
•.fiu IfabiútJ'
determina con cierta precisión son
y
camÚttM'?.TVXtllltJJ'
t.T ./t/ehlla.
los caminos y principales vías de
comunicación de la región.
Roldán recogió estos datos
durante sus estancias en la ciudad ,
y para dibujar el plano aprovechaba
el interés de las publicaciones
periódicas españolas por el Rif a
finales del siglo XIX.
El Riff sus kábilas y caminos
próximos a MeJilla, Francisco Roldán,
sin fecha (1890), 24 x 26 cm., sin
escala, SGE. n.o 172.
explorador aventurero pudo atravesar con protección y salvoconducto (cuando no disfrazado) la región, caso del maestro de obras militares AJberto Suárez Lorenzana en 1890.
Consecuencia de este viaje, Suárez realizó un plano del llif5 y un itinerario a Taza y
Debdú, y enviaba sus croquis a la Sociedad de Geografia Comercial de Madrid.
9 8. Una de las funciones del
Depósito de la Guerra a finales del
Otros planos y trabajos fueron ejecutados por el francés H enry Duveyrier, que reatizó un
itinerario desde Telemsan (Tlemecén) a Mclilla, desde el 31 de mayo al 1O de junio de
siglo XIX fue recopilar toda la
1886 (Fig. 96). Duveyrier tampoco penetró en el llif, pero sus datos sobre la zona de Meli-
cartografía existente sobre España.
lla son interesantes6; el mapa fue dibujado por J. J amsen y era el característico itinerario
Por esa razón allí se guardaron
muchos planos y croquis relativos a
Melilla y la región rif eña, como éste
realizado por un ingeniero militar
que representaba las "supuestas
que marcaba los accidentes y lugares que podían haber sido comprobad os por el viaj ero,
quedando el resto en blanco. Junto al mapa dibujó treinta perfiles (incluso un croquis de
Charles de Foucauld) de montañas y un pequeño plano de MeJilla lleno de imprecisiones 7.
fuentes del río de Oro", o un
Entre 1889 y 190 1, el marqués de Segonzac sí llegó a atravesar el llif al recorrer la
impreciso macizo del Gurugú al que
le faltaba una de sus alturas. El
perfil de la costa es más
aproximado, pero el interior del cabo
región desde Fez a MeJilla por el río Kert y desde MeJilla a Uazzan a través del valle del
Uarga, dando precisos detalles al respecto. Otro explorador posterior, Gabriel Delbrel,
Tres Forcas es un desierto gráfico.
también consiguió representar otro itinerario desde Uxda a MeJilla, recogiendo en detalle
Plano de la plaza de Melilla con su
un mapa de la Guelaya y otro general del norte de Marruecos, ambos llenos de errores.
campo y croquis del monte Gurugú,
De nuevo Melilla se situaba como centro de una región absolutamente desconocida. En
S. Martínez, 1893, 70 x 126 cm.,
0
escala 1/40.000, SGE. n. 175.
170
1890 el ingeniero Francisco Roldán había proporcionado a La Correspondencia de EJpaña un
Cartografía hi st órica de M elill a
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croquis del Rif con sus cábilas, donde señalaba los caminos y rutas que lo atravesaban;
estos datos fueron extraídos de noticias orales y referencias que Roldán pudo recopilar
durante su estancia en Melilla, puesto que nunca llegó a conocer personalmente el territorio (Fig. 97).
En 1893 otro ingeniero del ejército realizaba un plano más preciso de los alrededores de
M elilla; esta representación comprendía el cabo T res Forcas y el macizo del Gurugú, y el
autor hacía gala de sus limitaciones geográficas al señalar sobre el plano "las supuestas
fuentes del río de Oro", sin posibilidad por entonces de comprobación sobre el campo. El
problema de la falta de "avistamiento" sobre la orografia del Gurugú le hacía ver dos cum-'
bres y no tres como tiene realmente, o dejar en blanco la geografia del cabo Tres Forcas,
aunque señalara con cierta precisión su costa (Fig. 98) .
La mayor verosimilitud a finales del siglo
XIX
no la ofrecían ya los croquis de los inge-
nieros militares que habían copado la autoría de la cartografía melillense desde el siglo
XVI,
sino que era en estos momentos una tarea de especialistas en topografia afectos a la Brigada Obrera y Topográfica del Estado Mayor. En 1894, J csús Coloma, Francisco Fernández,
Luis López y Ramón M orera ejecutaron un preciso plano de los alrededores de Mclilla,
que comprendía las estribaciones y cumbres del Gurugú, así como parte de la laguna de
Melilla (Fig. 99). El plano denotaba un mayor interés por los accidentes geográficos pues se
distinguía cromáticamente la altitud del Gurugú y los cursos fluviales de la zona aparecían
muy resaltados. En este plano encontramos muchas denominaciones interesantes, ya que se
daban los nombres originales de muchos lugares del entorno melillense como Bja r Mesiá (la
laguna) o Adrar Sidi H amed el H adg (Gurugú), el lugar donde se situaba la sepultura de un
santón y una mezquita (Salha). No existía ningún poblamiento en la zona de Beni Enzar
(muy pantanosa), y los poblados marroquíes más cercanos a Melilla estaban ubicados por
encima de la mezquita de Sidi M oham med (Zaruala) y en el valle de Frajana, lugar donde
se agrupaban varias fracciones (Aoteta, Amazan a, Mars dial Bogafar, M ars dial Sammar,
] achina y Tala ntilud), etc.
Muy parecido al anterior, aunque era un croquis más simple, es otro plano de la misma
fecha; la medición de las alturas del Gurugú se había determinado por intersecciones y
todo su terreno circundante se marcaba por leves trazos que de nuevo denotan un p rofundo desconocimiento sobre el lugar (Fig. 100). Estaba claro que para una representación
correcta de la región era necesario una exploración seria de su geografia y eso no fue posible hasta que se inició la imposición material del Protectorado Español sobre Marruecos,
con las campañas militares que dieron el control real sobre el territorio del Rif y la Guelaya a España.
El año 1909 fu e absolutamente determinante en la historia regional; esta fecha corresponde al inicio y final de una de las campañas militares de más hon do impacto en la conciencia española: la guerra del Barranco del Lobo, que fue uno de los detonantes de la
Semana Trágica de Barcelona. Al margen de los acontecimientos bélicos, hay que subrayar
172
Cartografía histórica de Melilla
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PLANO DEL CAMPO EXTERIOR DE LA PLAZA DE MELILLA
---~ ll'V6€JUÍS cle i'U s a1vfl€ifldetres •
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que España fue a la guerra sin conocer realmente la topografia del monte Gurugú, y que
su gcografia quebrada fue uno de los principales escollos que encontró el ejército español
para desplegar sus unidades sobre el terreno. En 1909 no existían planos fiables de la
región, y la cartografia que se utilizada resultaba parcialmente inútil para desarrollar las
operaciones militares, ya que era imprescindible para ello una gran precisión.
99. El monte Gurugú es el
protagonista de este plano realizado
por cuatro oficiales de estado mayor
en 1894. Los detalles y
sombreados con los que se refleja la
orografía no esconden que muchos
detalles son imaginados ya que no
Los medios huma nos que se desplegaron en la zona durante la guerra, permitieron la
llegada a MeJilla de numerosos efectivos del arma de ingenieros y del cuerpo topográfico;
estos profesionales realizaron rápidamente una cartografia de campaña que sirviera de
soporte logístico a los avances de las tropas. Ante la imposibilidad de controlar las estribaciones montañosas se utilizó un sistema realmente eficaz para conocer la orografia del
Gurugú: la vista en altura; para ello se efectuaban ascensiones en globo desde MeJilla,
hecho que proporcionó un punto de vista muy elevado que facilitaba a los ingenieros la ejecución de planos y de vistas panorámicas. Finalmente estos planos propiciaron el desarro-
se había efectuado ningún trabaj o
de campo sobre la zona. Sin
embargo, los avances en topografía
sí posibilitaban una percepción
global y aproximativa de la región.
Plano del campo exterior de la plaza
de Melilla
y croquis de sus
alrededores, Jesús Coloma,
Francisco Fernández, Luis López y
Ramón Morera, marzo de 1894,
68 x 94 cm. , escala de 1/20.000 ,
SGE., n. 0 184.
llo de las acciones bélicas, al poderse planificar tácticamente los avances.
Hl i 11terés regi on al a fi n ales del siglo XI X
173
1OQ. El control definitivo sobre
todo el territorio melillense propició
a continuación la curiosidad sobre
C!fH!J ij !iH S A ijj UHJl
su entorno regional. En este plano
podemos ver una Melilla ya muy
( !lll ~·U IJD ~.. ~: Ml ~:N TAID,~ ®
bien definida geográficamente,
tlrlfdiiiiO
inserta en una región que todavía
del ca mp o cx i<'I'Íoi'IIP 1\ldilla.
era una desconocida por lo abrupto
-.t);..--- --
de su relieve (Gurugú).
Croquis
'·.
a ojo complementario
del plano del campo exterior de
1
MeJilla, sin autor (cuerpo de estado
mayor), 1894, 106 x 107 cm.,
1
escala de 1/20.000, SGE. n.0 182.
..
1O1. El desarrollo de la guerra
de 1909 permitió un conocimiento
real sobre la zona circundante a
Melilla, concretamente el macizo
del Gurugú que aparece ya muy
bien representado en este plano de
la Comandancia de Obras de
En este año de 1909 vieron la luz un gran número de representaciones cartográficas relacionadas con la expansión regional. Destacaremos un plano donde se contemplaba ya el
trabajo de campo porque comprendía parte del territorio ocupado militarmente en los años
1909 y 191 O; en él se observa una gran minuciosidad tanto de la zona de Melilla como en
las estribaciones del Gurugú, cuya orografia se reflejaba a través de sombreados (Fig. 1O1).
Melilla. Las estribaciones
De 1909 era también un croquis del teatro de operaciones dibujado por el cuerpo de
montañosas y lo quebrado del
terreno no impiden un reflejo
ajustado, fruto del trabajo de
campo directo que fue favorecido
por la ocupación militar de la
región.
La instauración posterior del
P rotect orado Español sobre el
Norte de Marruecos daría lugar a
múltiples trabajos topográficos que
estado mayor (Fig. 102). Es importante efectuar la comparación entre este plano y los que
conocemos con anterioridad del cabo de Tres Forcas; la minuciosidad geográfica nos ofrece una orografia complicada pero que ya había sido desentrañada con detenimiento por los
trabajos topográficos propiciados por el control real del territorio. Melilla había dejado de
ser el centro de interés y España iniciaba una política de penetración en la zona norteafricana que sentaría las bases de su acción en el Protectorado hasta el año 1956.
Desde 1909 los avances en cartografia fueron sucediéndose con gran rapidez, debido a
finalizarían en un mapa general del
Protectorado a escala 1/ 200.000.
Plano de MeJilla y parte de su
territorio ocupado en Jos años
1909-1910, sin autor (cuerpo de
estado mayor), 1910, sin escala,
COml. s/ rf'.
impulsos de los avances militares que permitían la "apertura" de una región que se había
resistido tenazmente a la representación gráfica. Posteriormente, la campaña de 1911 favoreció una nueva penetración hacia el oeste, llegándose hasta el río Kert. Paralelamente se iniciaron los planos geológicos y mineros, que ocuparían un interesante capítulo de la cartografia
histórica de la región. Ejecutados por geólogos e ingenieros de minas, representaban el interés del estado y de varias compañías privadas por las riquezas mineras del subsuelo.
174
Cartografía h i stórica de Melilla
111W0
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DE
y
PARTE .DE SU
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TERFf/TORiO OCUPADO
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El interés r egional a finales del siglo
XIX
175
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1Ü2. La Campaña militar de
1909, conocida también como la
Guerra del Barranco del Lobo, se
desarrolló en lo alrededores de
MeJi lla. El monte Gurugú fue
asumido en estos momentos como
un símbolo de amenaza sobre una
ciudad que había iniciado ya su
crecimiento urbano.
La representación minuciosa del
cabo Tres Forcas y del macizo del
Gurugú nos permite vislumbrar un
control real sobre el territorio, lo que
facilitaba los trabajos topográficos .
Finalmente, el conocimiento gráfico
de la región fue una consecuencia
de la finalización de las acciones
militares, hecho que permitía abrir
su geografía a la 'mirada" europea.
Croquis del teatro de operaciones
en MeJilla. Cuerpo de Estado Mayor,
Campaña de 1909, cuerpo de
Estado Mayor, 1909, 65 x 89,5 cm.,
,, '
escala 1/ 50.000, SHM.,
./
n. 0 4713/ 5, C- 1- 19/ MEL-G4/15.
Finalmente, la expansión española hacia el corazón del Rif, ya pasado el río Kert, chocó
con la oposición de los rifeños que impidieron durante algunos años la penetración militar
de la potencia colonizadora; esta situación duraría hasta el final de la denominada Guerra
del Rif, en los años veinte, cuando se consiguió la conquista definitiva. Todos los planos y
mapas que se realizaron desde el período 1909 a 1927 han sido calificados como cartografía de guerra, y desde esta fecha se iniciarían finalmente los trabajos cartográficos regulares
sobre la zona. Sólo desde el año 1927 podemos decir que el Rif abrió sus tierras al conocimiento gráfico que proporcionaba la cartografia, y lo tardío de este acontecimiento ilustra
claramente sobre las dificultades que se tuvieron que sortear para conseguir una representación largamente anhelada.
Notas
I Al~IIIANilENO VH:~:,.-n:, ~ l an ucl. Citrso
.wlm Ajiim Fs¡l(u)o/a, r:arlttw'f!!ia dtl Ajrira
I\Jfmt111111. rmtfmtwitt ru la Rml Sl)('itdad Gro.~rr!fim rl 7 dr lllf!J'O tlr I!N5fJOr. .. .\ lad 1id:
Dirc·<'ción Genera l de ~la rruccos y
Colonias, 1!J'I"I-1 !!15; p. 1:l.
2
l~
\léanse los períodos en In can ogralia
regiollal establecidos poi' <'Sh.' autor t'lt
G A I<<:ÍA BAQ\/EIW y S AINZ IJE V! t:I >Ñ A,
~l anud.
Mannel.
3 Para l'Onsultar otros planos de esta
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C:nrlogrn.fín hi J tór i r n dr ¡\f el ifla
Hisfiimiro.< dr ¡\fmmrros, s(~/os .1'1'/-.1'.1'.
;\'ladrid: IC MA., 1992; p. 298 a 30:).
(; ,, H.d A BAQliEI~O V SAI ~Z DI·: Vt C l l~;\,
''( :artogralia 111ilitar Ali·irttlla·
Espa iiola". l lnhii'O.I' rM luslilulo dr F.s/udio., ; !Jiirt/1111.\, XX, n." 30. :Mad rid:
CS IC:, (1967); p. 21 a 1f9.
178
BaLHisla. Mllfm.•, filmms )' fori!fimrimlr.<
5
Op.
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0¡1. ril.;
p. 23 y 2:).
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!JuvE YIIIER , llc nry. " 1JI última pa rle
ck scoJHJcicli• drl liw ral nH'ditt·rr{,¡u·o.
El Rif'. !JoltiÍII dr la Soritdad Gro.~rr!fira dt
,\ladrid, l. 28. ~ la d rid, 1390; p. 5B a 75.
Desconocía rca lmcnlc la región y sobn:·
su g-co~ralia apunLaha: ' ' S<.~ die(' qtt(' la:;
montaiias dd Ri f' son fi'ias y estún
{·uhi,Tt a~ ck hosquc:;", apoyúndmw en
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Hcnry. "1) e 'l'lt-mscn a
.\'iclilla en 18!!6". llolelin de la Soárdrrd
Geogrrfjicn dr Aladrid. tomo 25, st'gundo
SC I11 1'Sli'C dl' 1893; p. 26+.
D uvEYR IEI-t ,
,,
El crecimiento
de una ciudad moderna
XII.
Melilla en los últimos cien años
/
L
a demarcación de los límites de MeJilla en 1862 fue el principal antecedente que
posibilitó la construcción de la ciudad moderna; y podemos decir que el inicio de
esta nueva realidad urbana empezó a vislumbrarse desde el mismo momento en
que se planificó un barrio extramuros: el proyecto de ensanche del Polígono en 1888.
A finales del siglo xrx la ciudad iniciaba un crecimiento (primero lento y luego vertiginoso) que llegaría a transformar radicalmente todos sus parámetros, dando lugar a la aparición de una urbe moderna. Este hecho tuvo lugar en un contexto histórico marcado por la
expansión española por todo el territorio norteafricano, llevada a cabo mediante el
~.
establecimiento del Protectorado Español sobre el norte de Marruecos, de acuerdo con el
Tratado de Algeciras de 1912.
Para Melilla se abrían nuevas perspectivas por su posición estratégica sobre la costa norteafricana, y desempeñaría por ello un papel privilegiado en el nuevo marco de relaciones
internacionales que se establecería en los primeros años del siglo xx. Sus recintos amurallados, que habían caracterizado durante siglos la estricta lógica defensiva de una ciudad
fortificada (Fig. 103), se veían ahora ampliamente rebasados por nuevas circunstancias; por
esta razón, el campo exterior y las fronteras de Melilla, ámbitos tradicionalmente ofensivos
y lugar desde donde habían procedido hasta el momento todos los ataques y asedios sobre
la ciudad, pasaban a desempeñar ahora el papel de potenciales mercados abiertos a la
penetración económica española.
La Melilla fortificada daba paso a una ciudad moderna, a una realidad urbana diferente
que debía cambiar todos sus parámetros para desempeñar una nueva función; esta función
iba a estar determinada desde ahora por su carácter comercial y por el papel económico
que le tocaría desempeñar en una amplia región de la zona oriental del Protectorado. Lo
más interesante de todo este proceso fue la rapidez vertiginosa con la que se llevó a cabo,
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179
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ci
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1
1
103. Estos tres grabados
muestran diversas imágenes de la
ciudad amurallada de Melilla en
1893, y fueron publicadas con
motivo del interés suscitado por la
Guerra de Margallo a nivel nacional.
La ciudad antigua se componra de
cuatro recintos amurallados cuya
disposición puede verse en el dibujo
superior, avanzando por la zona del
Llano y por la altura de la Alcazaba.
En los dibujos inferiores puede
distinguirse la parte interior del Muro
X (proyectado por Francisco Roldán)
utilizado como mercado y la
Comandancia de la ciudad , situada
en un edificio junto a los aljibes, uno
de cuyos brocales puede verse en el
dibujo.
Los sucesos de MeJilla (dibujos
extraídos de fotografías facilitadas
por el capitán de caballería, ilustrado
africanista, don José Alvarez
Cabrera), "La Ilustración Española y
LA
C O~ I A:\11.'\:-I C IA
GE~EI~AI.
Americana', 1893, 27 x 37,5 cm.,
DE
LA
PLAZA.
Archivo particular A. Bravo.
--~ .::.....-.-..J..P
_
.,......,_
~.~~ \ltl CAMPO DE ME¿
~Ü''
. . ,.
1[¿4
CROOUIS OE SUS CONTORHOS
formado con los datos conoc1dos hu ta el dlil
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lA ILUSTRACIOK [SPANOLAYANERICAHA
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X
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~
104.
Este dibujo de Eduardo
Lucini corresponde a la serie de
planos publicados con motivo de la
hecho que contrastaba con la lentitud apreciada anteriormente en la misma consolidación
de sus murallas llevada a cabo durante siglos.
Pero al mismo tiempo, este crecimiento se produjo con un sentido de orden, que con-
Guerra de Margallo, pero fue
retocado posteriormente y muestra
la primera expansión urbana de
trastaba abiertamente con los modelos de crecimiento de otras muchas ciudades españolas
Melilla en los primeros años del
de la época. Y debemos señalar que en este proceso de cambio, que arra ncaba de una ciu-
siglo xx: las carreteras, el barrio de
Triana co n el puente provisional
sobre el río, el barrio de Santiago
con los pabellones, el del Carmen y
la ampliación del Polígono.
dad fortificada renacen tista y abaluartada y producía una urbe moderna con sus ensanches
y barrios obreros correspondientes, fue decisivo el soporte profesional del cuerpo de ingenieros militares.
En todas las tareas de planificación y urbanización, en el diseño de la ciudad y en
Plano del campo de Melilla y croquis
de sus contornos, formado con los
datos conocidos hasta hoy por. ,. y
muchos de sus trabajos de arquitectura, al menos hasta 1928, estos ingenieros volvían a ser
publicado por La Ilustración
Española y Americana, Eduardo
Lucini, ( 1893), 50 x 76 cm., escala
fenómeno se producía en un contexto muy novedoso, ya que en Melilla los ingenieros del
de 1/ 12.000, SGE. n. 0 180.
los que determinaban el espacio construido. Por otra parte, también es destacable que este
ejército abandonaron la planificación p ropiamente defensiva, para asumir totalmente los
complejos trabajos de urbanización de una ciudad eminentemente civil. En este sentido,
MeJilla fue un privilegiado marco de actuación donde los ingenieros militares pudieron
aplicar sus conocimientos sobre diseño del espacio urbano; y sus realizaciones, criticadas a
182
Cart ografía h i stór i ca de M el i lla
veces como excesivamente ortogonales y determinadas por la línea, se han ido valorando
cada vez más con el paso del tiempo 1•
Durante los últimos afios del siglo
XIX
y primeros decenios del xx, los ingenieros milita-
res desempeñaron un importante papel en la planificación urbana y la construcción en
muchos lugares de España, pero ello fue realizado a costa de invadir competencias correspondientes a otros profesionales, como los ingenieros de caminos y los arquitectos. Por esta
razón, su labor estuvo acompañada casi siempre por diversas polémicas y denuncias que
intentaban impedir que trabajaran libremente, ya que su formación técnica y sus estudios
en la Academia de Ingenieros de Guadalajara les capacitaba como unos profesionales muy
competitivos y cuyo trabajo en todo el ámbito nacional está aún por estudiar.
Con la nueva ciudad de Mclilla también surgieron organismos encargados de estructurar
y facilitar el crecimiento espacial; !ajunta de Arbitrios y la Comandancia de Obras fueron
las instituciones bajo cuya responsabilidad surgió el diseño de la mayor parte de .su urbanismo, y no olvidemos que ambas contaban en sus plantillas con ingenieros militares.
En 1888 se autorizaba el ensanche del Polígono para absorber el crecimiento de la
población, siendo la primera vez que se construía un barrio fuera del abrigo de las murallas. Cinco años después, la denominada Guerra d e Margallo distorsionó totalmente las
previsiones de los técnicos de la Comandancia de Obras y la Junta de Arbitrios, por lo
que se tuvo que encargar en 1896 al ingeniero Nicomedes Alcayde Carvajal un proyecto
de urbanización de los terrenos situados entre el barrio del Polígono y el cerro de San
Lorenzo 2 .
La cartografia histórica de MeJilla también acusaría gráficamente este fenómeno del rápido crecimiento urbano, y a partir de a hora son habituales los planos realizados en un año
concreto sobre los que fueron dibujados barrios o edificaciones construidos posteriormente;
este es el caso de un plano de 1893 publicado por La Ilustración Espmiola y Americana, sobre
el cual aparecen dibujados los barrios del Carmen, el ensanche del Polígono, las viviendas
del Buen Acuerdo y el barrio de Triana, sectores que ya corresponden a principios del siglo xx (Fig. l 04). Sobre la primera representación se marcaron nuevos datos, se corrigieron
otros, se alteraron proyectos transformados, y en suma se procedía a reflejar un sólido proceso de intervención espacial en el territorio de MeJilla que delataba el inicio de la construcción de la ciudad moderna.
Del plan de Alcayde surgen varios barrios, el ensanche (o nueva ampliación) del Polígono, el barrio del Carmen, el de Alfonso XIII y los pabellones del Buen Acuerdo y los de
Santiago. Todos ellos respondieron a la necesidad de preveer espacialmente el crecimiento
de la población y de ofrecer una planificación para solucionar los problemas de la vivienda. Pero la realidad es que los planes en MeJilla siempre fueron a remolque de las necesidades; podríamos decir que el crecimiento desbordó por su intensidad y rapidez todas las
posibilidades de las instituciones que intentaban racionalizar un fenómeno socioeconómico
de gran calado 3 .
E l e re e i m i e n t o de u n a e i u da d m o d er n a
183
105 Y 106. Estos dos
PUANO DEL CAMpO EX1'ERIOR DE M EitiJJltA
planos reflejan el crecimiento de
CROQ.UIS DEL CAMPO MARROQ.Ui FRONTERIZO
Melilla desde los últimos años del
forrasdo c.:oa Jos dAIO" (lüO C)(I!Oica E"ll el
siglo XIX a principios del XX . Sobre
Pepa..,•to
de Jo (.j 0 erru
la misma base cartográfica, el
primero muestra una ciudad todavía
constreñida por sus murallas, a
excepción del ensanche del
polígono situado a cierta distancia
l
de las fortificaciones.
El segundo plano ofrece ya una
ciudad en pleno crecimiento que
·.
había sobrepasado definitivamente
el abrigo de las murallas y se
desplegaba por todo el llano y
',
alturas circundantes: los barrios del
\
Carmen , Santiago, el ensanche de
Alfonso XIII, demuestran que la
urbe iniciaba un intenso período de
expansión y consolidación.
( 105) Plano del campo exterior de
Melilla y croquis del campo marroquí
fronterizo .. ., litografía del Depósito
de la Guerra, sin fecha (1893),
.11
.l
ll
))
57 x 73 cm., escala de 1/10.000,
1
~;
ll
SHM., n. 0 4713/1, D- 1-1 9/
MEL-G4/ 1. (106) Plano del campo
exterior de Melilla y croquis del
campo marroquí fronterizo .. . ,
litografía del De pósito de la Guerra,
sin fecha (hacia 1903), 60 x 78 cm.,
~
escala de 1/10.000, SGE. , n.o 185.
P1ANO DRL CAMPO EX'fflRIOR DB Ml.H.cl hhA
CROQUIS DEL CAMPO MARROI!lJI FRONTERIZO
formado
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184
Cartografía histórica de Mel illa
Sobre el antiguo campo exterior (la ciudad extramuros) se diseñaron varios barrios que
transformaron la antigua imagen de Melilla como ciudad fortificada; a partir de entonces
se caracterizaría por ser una ciudad abierta marcada por la linealidad de sus calles y por la
escasa altura de sus edificios debido a la imposición militar de no construir más de dos
plantas; este hecho impondría un carácter de ciudad baja que evitó la proliferación de
muchas alturas en la zona centro.
En poco tiempo la antigua zona de la vega de MeJilla se fue construyendo y poblando;
las manzanas de casas hundían sus pilares y muros sobre los antiguos accidentes geográficos que habían dominado a la toponimia local desde el siglo xv1: se edificó sobre la
R ambla Grande y el viejo cauce del río de Oro, en el cerro de Santiago y San Francisco, sobre la Vega y junto al cerro de San Lorenzo, etc: D e nuevo la comparación entre
un p lano de 1893 que presentaba el territorio sin construir (Fig. 105), y el mismo plano
ya redibuj ado con los ensanches que se construyeron a principios del siglo xx, ños
demuestra que se había dado un paso realmente importante en la definición d e la nueva
ciudad.
En este último (Fig. 106), se observa cómo las construcciones habían ocupado ya las alturas a la derecha de la ciudad antigua - ensanche del Carmen (1903), ensanche del Polígono ( 1896) y manzanas del Polígono antiguo (1888)- , también las alturas de Santiago y San
Francisco - cuartel y pabellones de Santiago ( 1900) y del Buen Acuerdo (1901 )- , y sobre
parte de la antigua Vega -barrio de Alfonso XIII ( 1902)- . Pero no eran los únicos referentes que nos remiten al proceso de cambio: existía ya el atrevido proyecto de una plaza
de toros en el industrial ( 1902), saltando al otro lado del nuevo cauce del río de Oro. Finalmente, también aparecían muy bien delimitados los caminos y carreteras que comunicaban
todo el territorio y que iban a definir en el futuro muchas de las actuaciones urbanísticas.
El progreso determinaba las aspiraciones de la ciudad, cuyo ambie nte urbano era
calificado a principios de siglo como de "pujante americanismo" 4 . Este progreso también se
reflejaba gráficamente en los planos que se realizaban por entonces, planos que asumían
una vida cada vez más corta debido a un lógico desfase producto de la rapidez con la que
se llevaban a cabo las construcciones.
También aparece en este plano el trazado de un elemento absolutamente nuevo en el
contexto melillense: el ferrocarril que partiendo del puerto llegaba hacia las canteras de
donde se pensaba extraer la piedra para la construcción d el nuevo puerto de MeJilla. Y será
precisamente este puerto el que concentre grandes esfuerzos económicos y de planificación
hasta su definitiva finalización en los años cuarenta; durante mucho tiempo se ocupó de las
obras el ingeniero de caminos M anuel Becerra Fernández, prestigioso técnico que llegaría
a ser ministro de Instrucción Pública, de Justicia y de Trabajo durante la II R epública (pertenecía al partido R epublicano Radical) y que hizo en Melilla sus primeros proyectos. Becerra realizó en 1905 un interesante plano sobre el estado de la ciudad (Fig. 107) que nos
indica ya profundas transformaciones en su perímetro urbano, la construcción de nuevos
El creci miento de una ciudad moderna
185
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186
Cartografía histórica de Melilla
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1 7.
Ü La construcción del puerto
de MeJilla fue una de las grandes
tareas que tuvo que desarrollar la
ciudad del siglo xx. Con ello se
solucionaba el gran problema que se
La imagen de este primer
urbanismo era la de un conjunto con
cierta desconexión entre los distintos
barrios, pues aún no se habían
había arrastrado del siglo XVIII y XIX, y
realizado Jos proyectos de Eusebio
Redondo y José de la Gándara.
que sería solucionado con los
proyectos del ingeniero de caminos
Manuel Becerra. En 1905 realizó este
Plano de MeJilla con situación de
canteras, ferro-carril, taller de
plano de la ciudad, donde a la
incipiente trama urbana se añadían las
obras y estructuras del puerto, con el
del dique y planta del taller de
bloques, Manuel Becerra Fernández
taller de bloques Gunto al parque
Hernández) y el ferrocarril a las
(Litografía de J . palacios y
J. Reinoso), MeJilla, 1 de septiembre
canteras de Horcas Coloradas que
abasteció inicialmente la necesidad de
de 1905, 49 x 58 cm., escala de
1/5.000 ( 1/400 y 1/'2 .000),
piedra de Jos espigones.
Archivo particular de J. Diez.
bloques y dique del puerto, sección
El crec imiento de una ci udad moderna
187
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188
Cartografía histórica de Melilla
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El e recllnielllo
·
d e una ciudad moderna
189
108.
Las intervenciones
urbanas de Eusebio Redondo consiguieron armonizar en cierto modo la
barrios y, sobre todo, la definición de los espacios libres que iban quedando dentro de esta
primera planificación y que serán la base sobre la que se proyecte posteriormente el princi-
descoordinación producida con
anterioridad a 1906. Este ingeniero
diseñó el barrio de Reina Victoria,
pal ensanche de la ciudad: el de Reina Victoria.
siguiendo modelos que nos
recuerdan formalmente las
puerto, así como la planificación de un proyecto general de urbanización de M eJilla que
manzanas del ensanche de
lldefonso Cerdá en Barcelona.
Por entonces la carretera hacia
Nador se había convertido en la
principal vía de la ciudad,
anunciando las intensas relaciones
que Melilla establecería con la zona
oriental del Protectorado Español
En 1906 era evidente la urgencia con la que se debía acometer la construcción del nuevo
contemplase un ensanche central. Este año, se encargó a la Comandancia de Ingenieros la
realización de un plan para ordenar el estado de la urbanización de la zona conocida como
el Llano: la antigua vega del río de Oro. Los trabajos y estudios fueron encomendados al
ingeniero Eusebio R edondo Ballester que presentó un proyecto que daría lugar al principal
ensanche burgués de M eJilla: el barrio de R eina Victoria que ocupa desde entonces el centro de la ciudad.
sobre Marruecos.
Plano de Melilla con las obras en
proyecto y estudio de su puerto,
enfermería, zoco, depósito de cereales,
estación y vía del ferro-carril a los
ñmites, Manuel Becerra Fernández,
31 de diciembre de 1908,
31 x 63 cm., escala de 1/10.000,
Archivo particular de J . Díez.
Redo ndo planificaría el espaciO de este barrio utilizando el modelo aplicado en el
ensanche de Barcelo na por Ildefonso Cerdá; sin embargo, el ingeniero m ilitar no se inspiró tanto en la idea de crecimiento ilimitado propuesta por Cerdá, como en la morfología de la manzana achaflanada regularmente dispuesta sobre la trama urbana, dando
una apariencia similar al caso catalán aunque ele naturaleza muy distinta. Al mismo
tiempo, y junto a este barrio burgués por excelencia, se fueron p lanificando los prim eros
barrios obreros también en este espacio central y que asumían la tipología ele vivi endas
en manzanas.
En 1908, el mismo Manuel Becerra realizó un nuevo plano con el estado ele la ciudad
por entonces, que había cambiado ostensiblemente con respecto al de 1905 : los barrios
centrales estaban ya casi completamente definidos y se habían iniciado diversas construcciones en torno a la carretera que conducía a la ciudad ele Nador (los edificios del Zoco,
depósito de las compañías mineras, etc.), reflejando el gran interés que para esa fecha habían adquirido las relaciones entre MeJilla y su hinterland regional (Fig. 108).
La ciudad desempeñaba un protagonismo fundamental en el que sería futuro Protectorado Espaí'íol sobre Marruecos y para ello transformaba sus infraestructuras y modificaba
109. Uno de los últimos planes
de defensa de Melilla fue el que se
tuvo que proyectar urgentemente
con motivo del desastre de Anual en
1921 y el previsible peligro que
corrió la ciudad. El ingeniero José
López Poza realizó este plano,
su espacio construido. La zona p or donde discurría el antiguo camino de Mazuza, aquella
vía de comunicación utilizada por el emperador de Marruecos en 1775 para llegar con su
ejército hasta Melilla, servía ahora para llevar hacia la región los intereses del gobierno
español; también las pretensiones del capitalismo europeo interesado en los recursos mineros del norte de M arruecos.
T oda la planificación urbana de Eusebio R edondo fue recogida por otro ingeniero mili-
señalando una línea de defensa
apoyada en puntos fortificados que
englobaba todos los barrios de
Melilla, aunque nunca tuvo que ser
utilizada.
190
tar, José ele la Gándara Cividanes, que realizó en 191 O un plan general de la ciudad cuya
principa l apo rtación fue la construcción de la plaza de España. Esta plaza circular servía
como zona de confluencia entre los nuevos ensanches y la ciudad antigua, y para ello hubo
Plano de la plaza y su campo
exterior, José López Poza, Melilla,
3 de agosto de 1921, 90 x 72 cm.,
ele integrarse entre ambos, modificando algunas alineaciones anteriores 5 .
escala de 1/7.500, COml. sin ref'.
obre ros. El casco urbano que comprendía gran parte del territorio melillense se iba satu-
Pero la ciudad burguesa de MeJilla estaba también definida por la existencia de barrios
C art ograf ía hi s t ó ri ca de M el illa
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E l crec i miento de u na ciudad moderna
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Cartografía histórica de M elilla
Eseo la 1:l0.000
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rando con barriadas de gentes humildes que construían sus viviendas siguiendo también la
planificación de los ingenieros de !a j unta de Arbitrios, en barrios marcados por la ortogonalidad y la línea recta como los del Real o del Hipódromo. La ciudad contemporánea de
MeJilla se definía espacialmente por la dialéctica entre burguesía y p roletariado, produciendo ambos sectores sociales sus propios espacios urbanos que son perfectamente
identificables en el plano de la ciudad.
Pero esta realidad no implicó el rechazo absoluto de la planificación militar. MeJilla pasó
de ser una plaza fuerte amurallada a una ciudad populosa, pero el carácter y la impronta
que el ejército le había impuesto no se borraría fácilmente. Así, cuando en 1921 se produjo el trágico desastre de Anual en Marruecos, y la ciudad estuvo bajo la amenaza de ser
invadida por las harkas de Abdclkrim el J atabi, se tuvo que planificar rápidamente una
línea defensiva que englobara a todos los barrios de la ciudad. El proyecto lo ejecutó el
ingeniero J osé López Poza en agosto de 192 1, y consistía en un plan de defensa apoyado
sobre los vetustos fuertes exteriores y sobre un frente imaginario que unía granjas y casas
que podían asumir la forma de una línea fortificada a la manera de las que conocíamos en
los p lanes de defensa del pasado (Fig. l 09).
La MeJilla urbana y comercial recorda ba súbitamente su ongen militar y el peligro se
cernía sobre una ciudad imposible de defender globalmente debido a su fuerte crecimiento.
Las construcciones y barrios civiles fueron , momentáneamente, un quebradero de cabeza y
una verdadera pesadilla para los ingenieros y estrategas militares que tuvieron que preveer
una defensa verdaderamente imposible de realizar.
Pasado el peligro, la ciudad siguió su crecimiento, consolidando su faceta de urbe
moderna. Y su principal característica vino dada por las arquitecturas que se desplegaron
en sus barrios y ensanches: los modelos arquitectónicos utilizados se basaban en las
corrientes más cosmopolitas que triunfaban en las principales capitales europeas: el art
nouveau fi·ancés, el modemisme catalán, la se;:;eción vienesa o el art déco, fueron las líneas asumidas por el mundo formal de la arquitectura de MeJilla. La periferia tomaba su revancha y exigía la arq uitectura más a la moda y más cosmopolita que pudiera conocerse en
mitad del siglo xx. La ciudad asumía
un trazado muy ortogonal en todos
sus barrios y una arquitectura de
todo el p aís.
gran calidad construida por
Y como era previsible, los primeros arquitectos de MeJilla fueron de nuevo los ingenieros
militares que realizaron gran parte de los edificios de la ciudad, caso de Eusebio R edondo,
de Alejandro Rodríguez Borlado o de D roctoveo Castañón, pero pronto apareció la figura
singular de Enrique Nieto, arquitecto catalán que impulsó la utilización del modernismo más
libre y decorativo. Impuesta la estética modernista, el ingeniero Emilio Alzugaray (entre
otros) la asumió y popularizó con intensidad hasta 192 1, fecha en la que el estilo deriva
hacia unas formas más eclécticas y clásicas. Posteriormente aparecieron nuevos arquitectos
que compartieron con Enrique Nieto el mercado local, caso de José J oaquín Gonzálcz Edo,
de Mauricio J alvo o de Francisco H ernanz M artínez, que desplegaron una meritoria obra art
déco e incluso expresionista a finales de los veinte y durante los años treinta.
11 Ü. Melilla configuró su
estructura urbana en la primera
ingenieros militares y arquitectos.
El urbanismo de Eusebio Redondo
o de José de la Gándara, y la
arq uitectura de Enrique Nieto,
Emilio Alzugaray o Francisco
Hernanz, determinaron una ciudad
de imagen fuertemente cosmopolita
a través de estilos como el
modernismo o el art déco, que
caracterizan la personalidad de
Melilla en nuestros dias .
Plano de MeJilla, Servicio Geog ráfico
del Ejército, 1961, 53 x 40 cm .,
escala 1/ 20.000, SGE.
El crec imient o de una ciudad moderna
193
Finalmente los años cuarenta supusieron una nueva etapa del arquitecto Enrique Nieto
en la que desplegaría una interesante y madura obra de síntesis a medio caballo entre el art
déco y nuevos modelos decorativos. Por cntoces la ciudad había colmatado su espacio urbano, el antiguo campo exterior se encontraba saturado y Melilla se había transformado en
una urbe moderna cuyas construcciones ocupaban casi todo el territorio (Fig. 11 0). Esta
ciudad es la que constituye la base actual de la MeJilla de nuestros dias, y rep resenta una
herencia cultural de fuerte sentido histórico y artístico que la definen como sólida realidad
que se proyecta con fuerza hacia el siglo
XXI.
Notas
Para un esquema de la historia urbana
de ~ lclilla, véase BRAvo NtETO, l'\lllonio. La co!Lrlmcrióu de 111111 cittr/(1(/ mro¡un
rl contexto nortuifriauw. Arquitrcto.r r ingrnirro.! m la Mrli/la contempor(mrn. Mclilla-
fll
Millaga: Ciudad Autónoma-Universidad, 1996; p. 80 a 1 15.
2 RoDRÍGuEz J>ucET,joaq uín. "Los ingenieros militares en el urbanismo de
MeJilla". Altlabn, n." 6. M eJilla: UNED,
1986; p. 38 a 4 1.
3 SARO GANDARII.LAS, Francisco. " 1..<~
expansión tu·hana de MeJilla: aproximación
tt
su estudio". Aldaba, n." 5.
.MeJilla: UNED, 1985; p. 23 a 34.
4 Francisco Carcaiio 1\llas se reJería en
una de sus obras al uamcrican ismo
pujante" de la sociedad melillense:
tvlAs, Francisco . Dt la acción
fspmio/a m Alamttcos. Mtlilla. Riftlitdas:
CARCA~O
l'vlclilla: Biblioteca Pública :VIuniciplll,
1991; p. 79.
194
Cart ografí a histórica de M elilla
el trabajo de
SARO GAl\'DARtu.As, Fra ncisco. "Urbanismo y fortificación en ;\·lelilla: un
antagonismo innecesario" . ¡\Jelilla en la
histmia sus.fort!ficacionrs. Seminario celebrado en i\lldilla los días 1G, 17 y 18
de mayo de 1988. !VIad rid: ICRBC,
1991; p. 97 a 104.
!"> Sobre este tema, véase
XIII.
La otra España Africana
Los peñones de Vélez
de la Gomera y de Alhucemas
y las islas Chafarinas
L
a presencia española en el Norte de África no se reduce al ámbito de las ciudades
de Mclilla y Ceuta, y comprende también varios peñones o islotes fortificados,
caso de V élez de la Gomera y de Alhucemas, así como a las tres islas Chafarinas.
La existencia de todos ellos aparece ligada a la historia mediterránea de España, siempre
a caballo de cuestiones estratégicas, pero actualmente constituyen unos enclaves de gran
valor histórico e incluso ecológico; este hecho ha transformado a los antiguos peñones en
interesantes e inéditas muestras patrimoniales de fuerte sabor medieval y a las C hafarinas
en una importante reserva natural.
Una de los hechos determinantes en la historia de los peñones fue que durante el siglo xx no llegaron a transformarse en núcleos importantes de población, quedándose anclados en su morfología de conjuntos amurallados de sabor medieval que no ha sido alterado
hasta el momento . Por esta razón, vamos a describir esta España africana no según nuestra
visión contemporánea, sino de acuerdo con los ojos de historiadores del siglo xvm y xix;
concretamente seguiremos en estas notas la obra de Juan Antonio de Estrada escrita en
1748 1, y las voces correspondientes del diccionario de Pascual Madoz de 1845-18502•
A mediados del setecientos, Juan Antonio de Estrada escribía que "en el Mar M editerráneo Ibérico, frente de Málaga, con cuarenta leguas de travesía, a la costa de África, 25
leguas a levante de Ceuta, y las mismas a Melilla, en el comedio de las dos, en el reino de
Fez, provincia de
Rif~
yace la fuerza del Peñón de Vélez de la Gomera, fundada en un
risco, o peñasco eminente, y angosto, islado de M ar". También disponía esta fortaleza de
un puerto capaz de contener hasta treinta bajeles, siendo un abrigo muy apreciado porque
en sus sierras "hay muchos arboles de alcornoques, encinas y alerces para hacer bajeles".
La historia española del peñón de V élez de la Gomera se inició en 1508 cuando el conde
Pedro Navarro salió desde el puerto de Málaga en persecución de las galeras piratas de los
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111 . La forma quebrada del
edificaciones necesarias en una
peñón de Vélez de la Gomera
plaza fuerte, adaptándose al
determinó una estructura defensiva
exigente dictado del terreno.
y urbana irregular; por esta razón, y
Separada de tierra firme por unos
a pesar de utilizar sistemas de
escasos ochenta metros, en nues-
fortificación modernos, la apariencia
tros días ha perdido el carácter de
final era la de un castillo medieval
isla al estar unida al continente por
que se desplegaba por un peñasco
una lengua de arena.
escarpado.
rocoso a baja altura, denominado la
Plano de la plaza y presidio del peñón
de Vélez de la Gomera situado en la
Isleta, con sus fortificaciones y al
costa de África en el Mediterráneo,
Hacia el este existía un apéndice
norte estaba la parte más elevada
sin autor, sin fecha (siglo XVIII),
del peñón que se denominaba la
38 x 45 cm ., escala gráfica de
Corona. En el interior del recinto
120 tuesas, SHM., n. 0 4665/3,
fueron construidas todas las
C-31 - 22/MEL-G3/4.
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11 2, El peñón de Alhucemas
presenta una topografía más regular
que Vélez de la Gomera, lo que
permite una mejor disposición de su
estructura defensiva, sobre todo en
el frente sur que mira a tierra firme,
totalmente circundado por baterías
como la de San José, San Luis,
San Carlos, Santa Bárbara y San
Agustín. Su perfil aparece como un
barco algo alejado de la costa, de
estructura compacta, como aparece
en este plano de Vicente Casanovas
de 1844.
La isla fue denominada de San
Agustín, por haberse conquistado el
día en el que se celebraba esa
festividad, y de San Carlos, en
honor del rey Carlos 11.
Plano de Alhucemas en la costa
septentrional de Africa, Vicente
Casanovas, Alhucemas, 30 de
noviembre de 1844, 29 x 43,5 cm. ,
escala gráfica de 150 varas
castellanas, SHM., n.0 4671 / 1,
C-31 -28/MEL-M2/ 12.
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Q c.. ~hw.. h ,///(..jrfi'J:
11 3.
Este plano de Alhucemas
realizado por Mariategui en 1813
muestra claramente el perfil
levemente abaluartado del frente
sur, con varias baterías que
controlaban la costa y playas
cercanas. La trama urbana del
peñón era muy modesta, de
habitantes de Badis que saqueaban habitualmente las costas andaluzas; en esta operación
llegó hasta el mismo puerto corsario y decidió bloquear la ciudad (denominada Deyrat
Bedis), para lo que ocuparía entonces el castillo construido sobre un peñón rocoso existente en la bahía, a corta distancia de la costa; el citado peñón era "lugar fortísimo, porque
además de ser muy alto es la peña tajada y la subida muy agria".
El conde Pedro
acuerdo a las reducidas
avarro edificó en él un nuevo castillo dotá.nclolo de artillería, hecho que
dimensiones de la isla, hecho que
nunca permitió un crecimiento de su
población más allá de las funciones
impulsó finalmente a los gomeranos de Badis a semiabandonar la cercana ciudad que perde-
mil itares .
de Vélez de la Gomera se fueron reconstruyendo lentamente para asegurar el castillo, ya que
Plano de la plaza de Alhucemas,
Francisco Javier de Mariategui,
Alhucemas, 30 de octubre de
esLaba muy combatido y dominado desde dos alturas cercanas: las sierras del Cantil y la
1813,30,5 x 47,5 cm ., escala
gráfica de 130 varas castellanas,
COml., n. 0 278.
ese año, el capitán Juan de Villalobos fue engañado con una sú lil estratagema ideada por el
ría desde entonces el esplendor corsario que tuvo en el pasado. Las fortificaciones del peñón
denominada de Babá. Sin embargo en 1522 España perdió el control sobre Vélez ya que en
alcaide ele Badis. La trama estuvo urdida por dos supuestos alquimistas de Fez que le aseguraron al ambicioso gobernador que podían fabricar plata; consecuentemente primero se apoderaron de su voluntad y después del castillo, aniquilando a toda la guarnición.
Con posterioridad, España intentó varias veces recuperar el castillo del peñón, pero no
se consiguió nada debido a la resistencia de su guarnición. A mediados del siglo xvr la
200
e a TI og r aJí a
lt i S l ó 1' i e a de M e 1i ll a
influencia argelina sobre los asuntos del sultanato de Fez se hizo sentir sobre su costa norte
y Salah Rais entregó la custodia de la fortaleza a los turcos. D esde este momento se multiplicó el peligro que representaba para España mante ner una base otomana enfrente ele
Malága, por lo que Felipe II determinó la necesidad ele reconquistar la fortaleza.
Por esta razón se iniciaron los preparativos para ocupar la isla amurallada, empresa
ahora mucho más dificil al estar
m~jor
clcfenclicla y artillada. En 1563 ya lo intentó sin éxito
una flota mandada por Sancho ele Leyva; al año siguiente el monarca cspai'iol envío una
nueva flota compuesta por 78 galeras al mando ele García ele T oledo, el virrey de Cataluña, con la orden de expulsar a los turcos ele esta base.
En 1564, esta flota partió hacia su destino, contando con personajes ele la altura del
citado García ele Toledo, del ita liano J uan Andrca D oria o de Álvaro de Bazán. El a plastante peso de la armada española y la prep a ración de su artillería determinaron la victoria final ele García de T oled o, que entró de finitivamente en el castillo el seis de septiembre de 1564. Las defensas del peñón fu eron reforzadas ampliamente, dejando en ell as a
muchos obreros y algún ingeniero italiano p ara diseñar los trabajos; "desde entonces se
ma nti ene el Peñón para la Corona d e Castilla, bien proveído ele artillería y reedificado de
buenas murallas, algibes p ara el agua, que recogen de las lluvias, y de la que llevan de
M álaga, de donde se proveen" , como señalaba el m ismo Estrada en su obra.
La irregularidad del terreno determinaba unas defensas y estructura urbana irregulares;
éstas formaban una especie de anfiteatro con una calle que arrancaba del varadero y que
subía hasta la máxima altura del peñón, forma ndo en su trayecto dos graneles cu rvas. Constaba V élez de varios baluartes, almacenes (ele víveres y pólvora), aljibe, cuarteles, hospital,
la iglesia de nuestra Señora de la Concepción y una ermita bajo la advocación ele Nuestra
Señora ele la Peña, la p atrona de la plaza. Pascual M adoz describía su forma como un rectángulo irregular, cuyo lado mayo r tenía 270 varas (225 metros) y el menor 130 (un os
108 m etros), prolongado h acia el este por un istmo ele rocas, denominado la Isleta
(Fig. J I 1). La parte más alta se situaba al norte, alcanzando 92 varas (7 7 metros) sobre el
nivel del mar. Según Madoz, "la irregularidad del Peñón, su estrechez, la poca gradación
de sus diferentes dominaciones" y el ritmo deso rdenado en la edificación de sus murallas a
lo largo de mucho tiempo, habían determinado una imagen ele fortaleza construida sin
orden alguno para la defensa. Sin embargo, la isla estaba bien p rotegida por varias bateríás, cuyas bocas dirigían sus disparos hacia tierra y a lgunas hacia el ma r: las de San Juan, la
Corona, San Julián , San Sebastián, cte.
El peñón ele Vélez ele la Gomera siempre estuvo defendido por una guarnición cuya
provisión y relevo estaban controla dos desde Málaga. Esta guarnición tuvo que hacer frente a diversos asedios, siendo los más graves y persistentes los llevados a cabo por el sultán
Muley lsma!l en 1680 y l 702.
T ambién nos constan las diversas calamidades por las que tuvieron que pasar en
ocasiones sus defensores, entre ellas una epidemia de peste en 1743 3 y otra de fiebre
L a otra E sfJaíia Africana
201
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114. Alhucemas no estaba tan
dominada desde la costa rifeña como
Vélez de la Gomera, por lo que era una
a ma rilla en 182 1; condiciones difíciles para una fortaleza realmen te aislad a y que
dcbia recibir todo su a provisionamiento desde la Península, lo que hizo aftrmar a Fer-
plaza más segura. En este plano se ve
nand Braudel qu e estas fo rtalezas parecían más bien barcos españoles anclados e n las
dibujada la bahía del peñón con las islas
costas rifeñas4 .
de Tierra y Mar, así como los lugares
Juan Antonio de Estrada describía asimismo, en 1748, el peñón de San Agustín y San
desde donde se producían los ataques.
Croquis a la vista de la plaza de
Alhucemas, Benito León y Canales,
Málaga, 20 de julio de 1844,
39 x 41 cm., sin escala, COml., n.o 277.
Carlos de las Alhucemas: "en una espaciosa bahía de la costa de África, siete .leguas del
Peñón que tiene a su poniente, y dieciocho de Melilla al levante, yace a tiro de cañón de
tierra firm e una pequeña isla, que llaman Alhucemas, Plaza de Ar mas, puesta sobre una
piedra eminente, hacia el norte que mira la costa de España, distante cuarenta leguas de
202
Cartografía h i .r 1 ó r i e a de M e 1i /la
11 5 . De las tres islas
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Chafarinas, la de Isabel 11 fue la que
albergó las principales instalaciones
militares y edificaciones. La
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estructura defensiva se centraba en
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en un circuito de murallas de
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isla se levantaban edificios como
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pabellones, cuarteles, almacenes,
......\.......... ,¡,AI,c.h\';)'-\•
iglesia, hospital, etc.
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Plano de las islas Chafarinaslsabel // ... , Aurelio Alcón y Díaz,
Melilla, 1O de abril de 1877;
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96 x 66 cm. , escala de 0,001 por
metro, COml., n. 0 303.
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L a otra E spaña Africana
203
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ella, de figura casi circular, cercada de fuertes muros y baluartes, y en los más alto un castillo" (Fig. 112). Según el historiador melillense, este castillo fue construido en 1668 por un
ingeniero francés para un " moro rico y noble de esta tierra" que buscaba un seguro refugio en caso de q ue el sultán M ulcy Isma11 intentara prende rlo.
Pero a los cinco años de ser construido, en agosto de 1673, una armada espaí'iola al mando
del príncipe de Monte Sacro pudo batir la fortaleza hasta que se rindió. El día de San Agustín
entraban las fuerzas españolas en el castillo, cuyo nombre se le puso a la isla j unto al de San
Carlos, en honor de Carlos II, siendo ésta una de las primeras acciones bélicas de su reinado.
El príncipe de M onte Sacro dejó el peñón bien abastecido y con suficiente guarnición
para su defensa. Las obras de reconstrucción y refo rma emp ezaron rápidamente, con la
fabricación de a lmacenes y otros edificios (Fig. 113); desde el peñó n se dominaba toda la
costa y playas cercanas con las baterías de cañones situadas sobre sus sólidas murallas y
baluartes. T ambién cuenta Alhucemas, como el peñón de Vélez de la G omera, con un hos-
204
Cartografía h is tórica de M elilla
pital de cierta envergadura, vanos almacenes, los aljibes para almacenar el agua que se
traía de Málaga, la casa del vigía situada en lo más alto del peñón, etc. (Fig. 114).
La isla tiene 194 varas ( 162 metros) de largo por 98 varas (82 metros) en su mayor
anchura y 50 l varas (418 metros) ele circunferencia, y la costa inmediata "es pintoresca por
la variedad de árboles que se crían en las orillas del río Naccor que desemboca en la ensenada frente a la plaza". A pesar de que existía una guardia continua del sultán para evitar
que los rifeños comerciaran con la isla y que el caid xerifiano lo prohibía expresamente, los
de tierra realizaban cierto comercio de frutas, miel, huevos, etc., cuyas mercancías trasladaban al peñón nadando, metidas en pellejos de cabra.
Finalmente, las islas Chafarinas fueron las últimas fundaciones en este recorrido cronológico por la otra España africana; aunque este archipiélago ya había servido repetidamente como refugio a los barcos de Melilla, y había sido muy visitado desde el
siglo xvm, su ocupación definitiva se llevó a cabo en 1848 ante las noticias que apuntaban al interés de Francia por ellas. Fu e el capitán general d e Granada, Francisco Serrano, quien tomó posesión de tres islas deshabitadas frente al cabo del Agua, a 27 millas
al este de M elilla, ciudad desde cuyas alturas se puede divisar la más alta en los días cla-
11 6. Este dibUJO refleja los
estragos de un temporal en las
aguas del peñón de Alhucemas en
1806, que provocó el hundimiento
de varios barcos causando cinco
muertos. El autor ejercía con este
trabaJo el papel de corresponsal
gráfico de una tragedia que
contemplaba directamente y que
nos ha podido transmitir en toda su
intensidad gracias a la imagen.
Vista de la parte del medio día de la
fachada principal de la plaza y
presidio de Alhucemas en la qua/ se
manifiesta el temporal padecido la
noche del 17
y día
18 de abril de
1806, en que perecieron cinco
marineros y naufragaron tres
buques mayores , una lancha y seis
falúas, sin autor, 17- 18 de abril de
1806, 31,5 x 42,5 cm ., sin escala,
SHM., n. 0 4671 / 12, C-31 28/MEL-M2/12.
ros de poniente. Fueron denominadas, de este a oeste, isla del Rey, de Isabel 11 y del
Congreso, y forman las tres en su conjunto un amplio abrigo para todo tipo de
embarcaciones que acostumbraban a buscar un seguro refugio durante los temporales
de levante.
Rápidamente se prepararon todos los efectos y medidas necesarios para defender estos
espacios desiertos, planificando el terreno de acuerdo a una finalidad militar; en primer
lugar se iniciaron algunas fortificaciones en la isla de Isabel 11, la más propicia por su orografia llana y dimensiones (400 por 400 metros en sus lados más anchos, y 57 metros de
altura máxima) para establecer una pequeña estructura militar (sobre todo de baterías),
almacen es, iglesia, cementerio, edificios, etc. 5 (Fig. 11 5).
Según Pascual Niadoz, cuya obra e_s con~emporánea a la ocupación de las islas, su importancia consiste "en hallarse situadas en frente del río Muluya que sirve de límite a las posesiones francesas de la Argelia con el imperio de Marruecos. Este río, además, presenta un
valle ancho y despejado hacia el interior y es sin duda alguna el punto más a propósito para
dirigir una invasión hacia el interior de país, pudiendo llegarse siguiendo su curso y sin
éncontrar graneles obstáculos hasta Fez, sitio real del emperador de Marruecos" . Madoz
también señalaba el interés de Francia por el fondeadero, el único existente desde el puerto de Mazalquivir en Argelia y que por entonces era seriamente estudiado debido a los planes de expansión francesa por todo el Magreb.
En este breve recorrido histórico vemos cómo España determinó lentamente su presencia en el norte de África en diferentes épocas y contextos históricos: pero todas estas circu nstancias crearon una serie de enclaves cuyo valor actual se centra en su incomparable
carga histórica y patrimonial.
La otra EsjJaña Africana
205
117.
:te; /
Este proyecto de José M.•
Aparici aborda una de las
necesidades fundamentales en una
plaza norteafricana: la torre del
Vigía, el lugar desde donde se
~'lo~t'~"~"~'•'l.o¡
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controlaba todos los movimientos
'
del campo enemigo, y en el caso de
Melilla y de Alhucemas, el lugar
preciso donde se medía el tiempo y
Q)¡~~<efo" "bt g'"""'.,"'·
Co,.,,.,.,\b• Ot Ji~htt".
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era comunicado a toda la población
con toques de campana.
Proyecto de una vigía para la isla de
Isabel Segunda, José María Aparici,
Melilla 16 de noviembre de 1856,
38 x 32 cm., escala gráfica de
50 pies, escala de 1/ 100, COml.,
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El paso del tiempo no ha alterado la fisonomía casi medieval de estos, denominados, presidios menores, marcados totalmente por su carácter mediterráneo al tratarse de islas más
ligadas al abastecimiento marítimo que a las costas donde se enclavan. Ese componente
marino es el carácter que se desprende de un dibujo de 1806 relativo a Alhucemas durante
un serio temporal de levante; la imagen nos representa una fortaleza cuyas puertas principales están curiosamente abiertas al mar (al embarcadero desde donde viene todo lo necesario para sobrevivir); el ingenuo dibujante actuó en este caso como corresponsal gráfico de
una tragedia que acabó con la vida de cinco personas y con varios barcos que se hundieron
ante la isla (Fig. 116). Su dibujo nos sirve para apreciar la vulnerabilidad de su sistema de
206
Cartografía histórica de M elilla
118. La capacidad de dibujo y
diseño de un arquit ecto y maestro
mayor de ingen ieros , caso de Juan
Salinas, queda patente en este
proyecto no ejecutado de farola
para Alhucemas. La utopía se
mezclaba con la luz para reflejar una
obra que resumía la pericia, la
tiHAX,\D,\
~11JI.ISQl ~mm SfUS!i!C(.n¡
GEPOsnO.~l~G~ÁfiCO
formació n y los trabajos del cuerpo
de ingen ieros militares y sus
ayudantes durante varios siglos en
la España Africana.
Proyecto de farola, Juan Salinas y
Ramírez, Alhucemas, 24 de JUnio de
1856, 66 x 48 cm., escala gráfica
de 1/1 2 pies castellanos, COml.
n. 0 300.
vida, y la imposibilidad de controlar la naturaleza del mar Mediterráneo en sus peores
momentos.
Otro de los elementos imprescindibles en estos castillos anclados en el mar, fueron las
torres de vigía, atalayas necesarias para visualizar los movimientos y las realizaciones que se
llevaban a cabo en una tierra firme apreciada como enemiga y peligrosa. Para ello, la función del vigía era fundamental como informador, atento vigilante de una realidad hostil y
La ot ra España Afr i ca na
207
a la que había que a nticiparse para sobrevivir; esa era la función de la torre de Alhucemas
ya que desde ésta se controlaban todos los movimientos de la costa, y a la vez, según cuenta Pascual Madoz, tenía el vigía la obligación de anunciar las horas y los cuartos siguiendo
un reloj (ampolleta de arena) mediante dos campanas de distin to sonido. T ambién fue la
mi sión del proyecto de torre de dos cuerpos y campana realizada en 1856 por J osé María
Aparici para la isla de Isabel II en Chaiarinas (Fig. 11 7).
Fueron estos espacios africanos lugares para la utopía, para idear proyectos que nunca se
realizaron; este es el caso de la elegante farola de cantería que dibujó en 1856 el arq uitecto
'
y maestro mayor de ingenieros del ejército J uan Salinas y R amírcz (Fig. 118), en cuyo académico diseño queda evidente la sólida formación de estos profesionales y el reconocimiento y validación que las R eales Academias de Bellas Artes h acían de su título. Y la luz
de este último proyecto nos alumbra una realidad diversa construida en una zona de
encuentro y desencuentro, cuyas antiguas figu ras representa n espacios repletos de historia
en cada punto de sus viejas murallas. Fortificaciones y castillos construidos por famosos
ingenieros itali anos del renacimiento, o ingenieros franceses del siglo xvn , pero cuya memori a histórica se h a convertido en nuestros días en un p atrimonio incalculable, y ello tanto en
lo construido como en lo imaginado. La utopía se convierte en la luz de finales del siglo xx.
Después de largos siglos, la otra Esp aña africana ha perdido ya cualquier valor estratégico
y se ha despojado de la finalidad militar que propició su existencia; ahora corresponde a
nuestra época conseguir sacarlos a la luz y potenciar los valores más universales de estos
castillos mediterráneos cuya imagen nos introduce plenamente en los pasados siglos de u na
historia común.
Notas
Seguiremos la ohra ck EsTKAI)A Y
PAREm:s, Juan Antonio de. Poh/arióu
r.mtml de Espmia, sus rtiuos y prm•iuriliS,
riurkules, vi/1m y pueblos, islas ad)•accntes y
presidios de Africa. Tomo JI. :vl~dri d: en la
lonprellla de Andrés Ramh·ez, 1748; p.
.?00 a ;,B9 . La d escripción general de
Africa compn;nc\c.; desde las pági11as
SOO a 502, la del pc iión rlt- Vt'lrz de la
G omera d esde la p{•gina 567 a 582, y
Alhucemas desde la 582 a 5 89. Utilizamos la edició n fi,csímil de Vicente
td oga Romero, cocditada por el Sc1Yi-
208
Cartogr afí a h is t ó r ic a d e M e l i ll a
cio de Publicaciones del Ayuntamiento
de 1\Jclilla y la Biblioteca 1acional,
Mclilla, 1995.
2 Utiliz;unos la tra mcripción de Mo""
3 " El contagio del peñón de Vélez de la
G omera 17'f4", Aú/aba b csímil n." 1,
n ." 17. Mclilla: Ui'\I::D, 181 p.
4
Fernancl. El 1\l~dil~míneo )' rl
m1mdo medileminco en la éfJOm de l•clipe 1/.
Vol ll . J'vl éxico-Madrid-Bucnos Aires:
Fondo de Cultura Ewnómica, 1980; p.
270 a 284.
5
D o MÍNGUEZ L LOSA, Santiago. " Breve
historia de las islas Chafaoinas". Aldaba,
n." 3 . .\'lciilla: U 1I::D, 1984; p. 41 a 49.
RoMERO, Vicente. "1\llelilla & las plazas menores (Chafhrinas; Vélez de In
G omera; Alhu cemas) en el Diccionario
Geo,grrifico-listadistico-1/útórico de Jis¡Jalia
y sus posesiones de Ultramar (i\11adrid,
1845- IB.'JO) dt· Pascual Madoz". Alt/abtl, n." 9 . .\lelilla: U ED , 1987; p. 189
a 224.
BRAUDEL ,
El autor y Q UINTO
C ENTENARI~
DE _!VIELTLLI\, S.J\. quieren hacer constar su agrade-
cimiento por la cesión de iconografía y las facilidades para su reproducción en esta obra a:
D. José Luis Rodríguez de Diego y D. Francisco J avier Álvarez (AGS)
D." Manuela Cervantes y D ." Dolores Higuen (MNm)
D . J esús Arpón y J arreta y D. Ángel Paladini (SGE)
D. José Luis Provenza, D. Carlos Mengs y D. Fernando Carretero (SHM)
D . Alfredo Crespo, D. Luis Martínez de T ejada y D . J acinto G. Alcázar (CGml)
Asimismo quieren agradecer su colaboración a:
D" Ma ría Angustias Montero Alonso, D . J oaquín Carrillo Gracia, D. Lucas P. Calderón Ruiz,
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Sin el apoyo de todos los aquí mencionados este libro no habría sido posible
CR t DJ T OS FOTOGRÁFICOS
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Servicio Geográfico del Ej ercito (SGE): números 29, 32, 34, 36, 52,53, 60, 61 ,62, 63, 75, 8 1,
85, 87, 88, 89, 90, 9 1, 92, 93, 94-, 95, 96, 97, 98, 99, 100, 104, 106
y 11o
M usco Navai,Maclrid (MNm): números11, 14, 15, 20,21 y 58
Servicio Histórico Militar, M adrid (SHM): números 3, 7, 12, 13, 16, 19, 25, 27, 28, 30, 3 1, 37,
38,41,42,43,45, 46,47,48, 49, 5~5 1 , 55, 5~ 57, 59, 64, 66, 67, 68, 69, 70, 71, 72, 73, 7~
76, 77, 78, 79, 82, 83, 84, 86, 102, 105, 111 , 112 y 116
Comandancia de Obras, Mclilla (CO ml): números 26, 33, 35, 40, 54, 65, 80, 101 , 109, 113,
114, 11 5,117 y 118
Archivo ele D. Juan D ícz: números l 07 y 108
Archivo de D. A. Bravo: número 103
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Encuadernación Ramos
© de esta edición: V Centenario de M eJilla, S.A., 1996
© de los textos: Antonio Bravo Nieto
© de las ilustraciones: los propieta rios de los originales
ISBN: 84-86022-85- 1
Dcp. Legal: M-3BO 19-1996