Popper, Adorno,
Dahrendorf, Habermas
LA L ÓGI CA DE L AS
CI E N CI AS SOCI AL E S
coiofo/j
Popper, Adorno,
D ahrendorf, Habermas
LA LÓ G ICA DE LAS
CIE NCIAS SO CIALE S
COLOFÓ/ J
¿ A . DE C. V.
Traducción zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaYXWVUTSRQPONMLKJIHGF
Jacobo Muño z
© Colofón S.A. de C.V., 2 0 0 8
F ranz Hals núm. 130
Alfonso X III, 0 1 4 6 0
México, D.F.
I SB N: 9 7 8 - 9 6 8 - 8 6 7 - 3 6 2 - 1
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o electrónico sin la autorización escrita de los editores.
I mpreso en México
IN DICE
Presentación
La lógica de las ciencias sociales zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVU
KarlR. Popper
Sobre la lógica de las ciencias sociales
Theodor W. Adorno
Anotaciones a la discusión de las ponencias
de K arl R. Popper y T heodor W. Adorno
RalfDahrendorf
T eoría analítica de la Ciencia y la D ialéctica
Jürgen Habermas
9
PRE SE NTACIÓN
El presente volumen recoge una importantísima polémica
sobre la lógica de las ciencias sociales en la que se abordan
cuestiones metodológicas fundamentales. Los participantes principales en la disputa son K arl R. Popper y T heodor
W. Adorno. El primero ha designado su posición filosófica
como " racionalismo crítico" , expresión con la que pretende
marcar su oposición a todo racionalismo dogmático. E n el
terreno de las ciencias sociales, Popper sostiene la imposibilidad de una ciencia de la totalidad social, pues sólo se pueden
conocer, a juicio suyo, aspectos concretos de la realidad social. E sto le lleva a propugnar, en el terreno de la política, la
transformación mediante reformas de aspectos concretos (o
como él le llama " la ingeniería social" ). Adorno representa
la interpretación del marxismo postulada por la E scuela de
F rankfurt, nombre con el que se denomina a un grupo de filósofos y sociólogos que tratan de elaborar una " teoría crítica
de la sociedad" (a dicha escuela pertenece también Habermas). La E scuela de F rankfurt sostiene la relatividad de todo
conocimiento por estar mediado por la praxis social.
E n su ponencia, Popper sostiene que "el método puramente objetivo en las ciencias sociales" es la " lógica de la
situación" de los hombres y cuya conducta puede explicarse
a partir de la situación misma. Adorno postula una visión
de la sociedad como totalidad. Apuntando implícitamente
a Popper, afirma: " No hay valor para pensar el todo porque
se duda de poder transformarlo" . D ahrendorf y Habermas
intervienen con sus comentarios en la polémica. E l pensamiento dialéctico lo entiende Habermas como "el intento de
concebir en todo momento el análisis como parte del proceso
social analizado y corno su posible autoconciencia crítica" .
Sobre los autores
Popper: nació en 1902 en Viena, Austria, y murió en 1994,
en Londres, Reino Unido. E ntre sus obras principales están: La lógica, de la investigación científica, 1934; La socie-
dad abierta y sus enemigos, 1945; La miseria delhistoricismo,
1957, y Conjeturas y refutaciones, 1963.
Adorno: nació en 1903 en F rankfurt, Alemania, y murió
en 1969, en Suiza. E ntre sus obras destacan: Dialéctica de
la ilustración, 1947; Tres estudios sobre Hegel, 1963; La jerga
de la autenticidad, 1964; Dialéctica negativa, 1966.
Dahrendorf: nació en 1929 en Hamburgo, Alemania.
Autor entre otras obras de: Homo sociologicus, 1959; Socie-
dad y libertad, 1961; Sociedad y democracia en Alemania,
1965; Caminos de utopía, 1967. Recibió el Premio Príncipe
de Asturias de Ciencias Sociales en 2 0 0 7 .
Habermas, nació en 1929 en D üsseldorf, Alemania. Autor de obras cómo Historia y crítica de la opinión pública,
Elpensamiento postmetafísico y Ensayosfilosóficosentre otros.
E n 2001 obtuvo el Premio de la Paz que conceden los libreros alemanes y en 2 0 0 3 recibe el Premio Príncipe de
Asturias de Ciencias Sociales
L A L ÓGICA DE L AS CIE N CIAS SOCIAL E S
K arl R. Popper
Ponencia
E n mi ponencia sobre la lógica de las ciencias sociales me
propongo partir de dos tesis que expresan la contradicción
existente entrenuestro saber y nuestra ignorancia.
PrimerazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
tesis: Sabemos gran cantidad de cosas - y no sólo
detalles de dudoso interés intelectual— , cabe subrayar, además de su importancia práctica, el pro f undo conocimiento
teorético y la asombrosa comprensión del mundo que nos
procuran.
Segunda tesis: Nuestra ignorancia es ilimitada y decepcionante. Es precisamente el gigantesco progreso de las ciencias
naturales (al que alude mi primera tesis) el que nos pone
una y otra vez frente a nuestra ignorancia, a nuestra ignorancia en el propio campo de las ciencias naturales. La idea
socrática de la ignorancia adquiere un carácter diferente. A
cada paso que avanzamos y a cada problema resuelto no solamente se nos descubren nuevos problemas pendientes de
solución, sino que se nos impone la evidencia de que incluso
allí donde creíamos estar sobre suelo firme y seguro todo es,
en realidad, inseguro y vacilante. .
Mis dos tesis sobre el conocimiento y la ignorancia están
en contradicción sólo aparentemente, por supuesto. La apa-
rente contradicción se debe, sobre todo, al hecho de que en
la primera a los términos " sabiduría" o " conocimiento" les
corresponde un significado totalmente diferente al que ostentan en la segunda. D e todos modos, ambos significados
y ambas tesis son importantes; tanto que voy a formularlo
en la siguiente tesis.
Tercera tesis: Una tarea fundamentalmente importante e
incluso la piedra angular de toda teoría del conocimiento es
que haga justicia a nuestras dos primeras tesis e ilumine la
relación existente entre nuestro conocimiento asombroso y
en constante crecimiento, y nuestra convicción - asimismo
creciente— de que, en realidad, no sabemos nada.
Si se medita un poco, parece casi por completo evidente
que la lógica del conocimiento haya de hundir sus raíces
en la tensión entre el conocimiento y la ignorancia. E n mi
cuarta tesis formulo una importante consecuencia de esta
convicción. D e todos modos, antes de exponer dicha tesis
deseo disculparme brevemente por las muchas que irán viniendo. Mi disculpa radica en la sugerencia que se me hizo
de exponer sintéticamente mi ponencia en forma de tesis
(con el fin de facilitar al coponente la tarea de aguzar al
máximo sus antítesis críticas). D ebo decir, no obstante, que
dicha sugerencia me pareció muy útil, aunque la forma en
cuestión pueda provocar cierta impresión de dogmatismo.
Cuarta tesis: E n la medida en que quepa en absoluto
hablar de que la ciencia o el conocimiento comienzan en
algún punto tiene validez lo siguiente: el conocimiento no
comienza con percepciones u observación o con la recopi-
lación de datos o de hechos, sino conzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVU
problemas. No hay
conocimiento sin problemas —pero tampoco hay ningún
problema sin conocimiento. Es decir, que éste comienza
con la tensión entre saber y no saber, entre conocimiento e
ignorancia: no existe problema sin conocimiento ni problema sin ignorancia. Porque todo problema surge del descubrimiento de que algo no está en orden en nuestro presunto
saber; o, lógicamente considerado, en el descubrimiento de
una contradicción interna entre nuestro supuesto conocimiento y los hechos; o expresado quizá más adecuadamente, en el descubrimiento de una posible contradicción entre
nuestro supuesto conocimiento y los supuestos hechos.
Frente a mis tres primeras tesis, que por su carácter
abstracto pueden dar quizá la impresión de estar un tanto
alejadas de mi tema, es decir, de la lógica de las ciencias
sociales, en la cuarta es mi intención afirmar que precisamente con ella llegamos al centro mismo de nuestro tema.
Lo cual puede ser formulado como sigue.
Quinta tesis: Al igual que todas las otras ciencias, también las ciencias sociales se ven acompañadas por el éxito
o por el fracaso, son interesantes o triviales, fructíferas o
infructíferas, y están en idéntica relación con la importancia o el interés de los problemas que entran en juego; y, por
supuesto, también en idéntica relación respecto de la honradez, linealidad y sencillez con que estos problemas sean
abordados. Problemas que en ningún modo tienen por qué
ser siempre de naturaleza teorética. Serios problemas prácticos, como el de la pobreza, el del analfabetismo, el de la
i4
opresión política y la inseguridad jurídicas, han constituido
importantes puntos de partida de la investigación científico-social. Pero estos problemas prácticos incitan a meditar,
a teorizar, dando paso así a problemas teoréticos. E n todos
los casos, sin excepción, son el carácterzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVU
y la cualidad de los
problemas -conj untamente, desde luego, con la audacia y
singularidad de la solución propuesta— lo que determina el
valor o falta de éste en el rendimiento científico.
D e manera, pues, que el punto de partida es siempre el
problema; y la observación únicamente se convierte en una
especie de punto de partida cuando desvela un problema;
o, con otras palabras, cuando nos sorprende, cuando nos
muestra que hay algo en nuestro conocimiento —en nuestras expectativas, en nuestras teorías- que no está del todo
en orden. Las observaciones sólo conducen a problemas,
en la medida en que contradicen algunas de nuestras expectativas conscientes o inconscientes. Y lo que en tal caso
se convierte en punto de partida del trabajo científico no
es tanto la observación en sí como la observación en su
significado peculiar, es decir, la observación generadora de
problemas.
Con ello accedo al punto en que me es posible formular
mi tesis principal, la cual consiste en lo siguiente:
Sexta tesis (tesis principal):
a) El método de las ciencias sociales, al igual que el de
las ciencias naturales, radica en ensayar posibles solu-
ciones para sus problemas —es decir, para esos problemas en los que hunden sus raíces.
Se proponen y critican soluciones. E n el caso de que un
ensayo de solución no resulte accesible a la crítica objetiva,
es preciso excluirlo por su carácter no científico, aunque
sólo provisionalmente.
b) Si es accesible a una crítica objetiva, intentamos
refutarlo; porque toda crítica consiste en intentos de
refutación.
c) Si un ensayo de solución es refutado por nuestra crítica, buscamos otro.
d) Si resiste la crítica, lo aceptamos provisionalmente;
y, desde luego, lo aceptamos principalmente como
digno de seguir siendo discutido y criticado.
e) El método de la ciencia es, pues, el de la tentativa de
solución, el del ensayo (o idea) de solución sometido
al más estricto control crítico. No es sino una prolongación crítica del método del ensayo y del error (trial
and error).
f ) La llamada objetividad de la ciencia radica en la obj etividad del método crítico; lo cual quiere decir,
sobre todo, que no hay teoría que esté liberada de la
crítica, y que los medios lógicos de los que se sirve
ésta - l a categoría de la contradicción ló gic a- son
objetivos.
1 zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPO
6
La idea básica que subyace en mi tesis principal también
podría ser quizá sintetizada como sigue:
Séptima tesis: La tensión entre el conocimiento y la ignorancia lleva al problema y a los ensayos de solución.
Pero no es superada jamás, ya que nuestro conocimiento
es sólo tentativo, propuestas provisionales de solución,
hasta el punto de conllevar de manera fundamental la
posibilidad de evidenciarse como erróneo y, en consecuencia, como una auténtica ignorancia. D e ahí que la
única forma de justificación de nuestro conocimiento sea
igualmente provisional: tiene su raíz en la crítica, o más
exactamente, en la resistencia de nuestros ensayos de solución a nuestra crítica más acerada.
No hay justificación positiva alguna que vaya más lejos
de esto. Nuestros ensayos de solución, sobre todo, no pueden revelarse como probables (en el sentido del cálculo de
probabilidades).
E ste punto de vista podría recibir quizá el calificativo de
criticista.
Con el fin de iluminar un tanto el contenido de esta
tesis principal mía y su importancia para la sociología, no
deja de ser útil una confrontación de la misma con ciertas
otras tesis de una metodología muy extendida y a menudo
absorbida de manera plenamente inconsciente.
T enemos, por ejemplo, el erróneo naturalismo o cientificismo metodológico, que exige que las ciencias sociales
aprendan por fin de las ciencias naturales lo que es el método científico. E ste errado naturalismo impone exigencias
17
Mimo éstas: comienza con observaciones y mediciones, es
<lec:ir, con sondeos estadísticos, por ejemplo, y avanza inductivamente a posibles generalizaciones y a la formación
i lo teorías. D e este modo te aproximarás al ideal de objetividad científica en la medida de lo posible en las ciencias
sociales. Al mismo tiempo, sin embargo, debes ser perfectamente consciente de que en las ciencias sociales la objetividad es mucho más difícil de alcanzar (si es que puedeilegar
a serlo) de lo que lo es en las ciencias naturales; porque la
objetividad equivale a neutralidad valorativa4 , y sólo en casos muy extremos logra el científico social emanciparse de
las valoraciones de su propia capa social accediendo a cierta
objetividad y asepsia respecto a los valores.
E n mi opinión, todas y cada una de las frases que acabo
de poner en boca de dicho erróneo naturalismo son radicalmente falsas y descansan en una errónea comprensión del
método científico-natural, es más, en un mito, demasiado
extendido - po r desgracia— e influyente del carácter inductivo del método de las ciencias naturales y del carácter de la
objetividad científico-natural. A continuación me propongo dedicar una pequeña parte del valioso tiempo del que
dispongo a elaborar una crítica de dicho naturalismo.
Aunque no cabe duda de que buena parte de los científicos sociales se opondría a una y otra de las diversas tesis
4
Wertfreiheit, la célebre expresión web eriana c uya traT raduc imo szyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCB
duc c ió n literal sería " libertad de valores" , por " neutralidad valorativa" o, tamb ién, por " desvinc ulac ió n axiológica" . (N . de lT . )
de este erróneo naturalismo, resulta también innegable que
dicho naturalismo disfruta en las ciencias sociales —fuera de
la economía política— de una auténtica supremacía, por lo
menos en los países anglosajones. Me propongo formular
los síntomas de esta victoria en mi próxima tesis.
Octava tesis: E n tanto que antes de la Segunda G uerra
Mundial la idea de la sociología aún era la de una ciencia social
teorética general -comparable quizá a la física teorética- y la
idea de la antropología social era la de una sociología aplicada
a sociedades muy especiales, es decir, a sociedades primitivas,
esta relación se ha invertido actualmente de manera asombrosa. La antropología social o etnología se ha convertido en
una ciencia social general; y parece que la sociología se encuentra en vías de convertirse en una rama de la antropología
social, aplicada a una forma muy especial de la sociedad en
una antropología de las formas de sociedad altamente industrializadas de O ccidente. Para repetirlo de manera más breve:
la relación entre la sociología y la antropología se ha invertido
por completo. La antropología social ha avanzado hasta convertirse en una ciencia especial aplicada a una ciencia básica,
y el antropólogo ha pasado a convertirse, de en un modesto
y algo miopefieldworker,en un teórico social de vastas miras
y hondo aliento, así como en un psicólogo social profundo.
El viejo sociólogo teórico debe darse, de todos modos, por
satisfecho con encontrar su actual acomodo como fieldworker
y especialista: observando y describiendo los tótems y tabúes
de los naturales de raza blanca de los países de E uropa O ccidental y de E stados Unidos.
I zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
~ > e todos modos, no hay porqué tomarse demasiado en
i rio esta mutación en el destino de los científicos sociales;
•¡obre todo porque no hay cosa-en-sí que sea una especialiil.id científica. Lo cual da lugar a la próxima tesis.
Novena tesis: Una especialidad científica - t al y como se
le llama- no es sino un conglomerado delimitado y consi mido de problemas y ensayos de. solución. Lo realmente
existente, no obstante, son los problemas y las tradiciones
< ¡entíficas.
A pesar de esta novena tesis, la citada transformación de
las relaciones entre sociología y antropología es extremadamente interesante; y no en virtud de las especialidades
0 de sus nombres, sino porque constituye una muestra del
1 riunfo del método pseudo-científiconatural. Así llego a mi
tesis número diez.
Décima tesis: E l triunfo de la antropología es el triunfo
de un método pretendidamente basado e n j a observación,
descriptivo, supuestamente más objetivo y, en consecuencia, aparentemente científico-natural. Pero se trata de una
victoria pírrigabun triunfo más de este tipo, y estamos perdidos - e s decir, lo están la antropología y la sociología.
Reconozco abiertamente que mi décima tesis está concebida en términos quizá excesivamente rigurosos. No
pretendo en modo alguno negar que debemos a la antropología social el descubrimiento de cosas interesantes e importantes, ni que es una de las ciencias sociales de mayor
éxito. Reconozco, asimismo, de buen grado que para los
europeos no deja de ser muy interesante y atractiva la posi-
bilidad de observarnos y examinarnos a nosotros mismos a
través del prisma del antropólogo social. Ahora bien, aunque este prisma es quizá más coloreado que otros, no por
ello es más objetivo. El antropólogo no es ese observador
de Marte que cree ser y cuyo papel social intenta representar no ocasionalmente ni a disgusto; tampoco hay ningún
motivo para suponer que un habitante de Marte nos vería
más " objetivamente" de lo que por eiemplo nos vemos a
nosotros mismos.
Q uiero aludir, en este contexto, a una historia que puede parecer, sin duda, extrema, pero que de cierto modo
constituye algo aislado o excepcional. Es una historia verdadera, pero lo que en el contexto actual importa no es
precisamente eso. E n el caso de que les parezca en exceso
improbable les ruego que la acepten como una libre invención, como una ilustración fabulada que con la ayuda de
crasas exageraciones no pretende sino iluminar un punto
importante.
Hace unos cuantos años tuve la ocasión de participar en
un congreso de cuatro días de duración, organizado por
un teólogo y en el que participaban filósofos, biólogos,
antropólogos y físicos - un o o dos representantes de cada
especialidad-; en total éramos unos ocho participantes.
Como tema: " Ciencia y Humanismo" . Superadas algunas
dificultades iniciales y, sobre todo, eliminado un intento
de impresionarnos a fuerza de profundidades sublimes, se
consiguió, a los tres días del congreso y gracias a los esfuerzos conjuntos de cuatro o cinco de los participantes,
—
i lrvar la discusión a un nivel de altura realmente desusada.
Nuestro congreso había accedido así - o al menos tal me
lo parecía a mí— a ese estadio en el que todos teníamos la
sensación satisfactoria de aprender algo unos de otros. E n
nido caso, estábamos metidos de lleno en materia cuando
el antropólogo social allí presente tomó la palabra.
" Q uizá les haya parecido extraño, —dijo—, que hasta este
momento no haya pronunciado palabra en el congreso en
curso. E llo se debe a mi condición de observador. Como
antropólogo he venido a este congreso no tanto para participar en su conducta verbal, como para observarla. Cosa
que efectivamente, he hecho. Al hacerlo no me ha sido posible seguir siempre sus discusiones objetivas; pero quien
como yo ha estudiado docenas de grupos de discusión sabe
que al qué, es decir, a la cosa, no le corresponde demasiada
importancia. Nosotros, los antropólogos, - dec ía casi literalmente el citado congresista—, aprendemos a observar semejantes fenómenos sociales desde fuera y desde un ángulo
de visión mucho más objetivo. Lo que nos interesa es el
cómo; es, por ejemplo, el modo como éste o aquél intentan
dominar el grupo y cómo sus intentos son rechazados por
otro, bien solo, bien con ayuda de una coalición de fuerzas;
cómo al cabo de diversos intentos de este tipo se forma un
orden jerárquico de rango y, con él, un equilibrio de grupos
y un ritual en la actividad verbal de los grupos. Cosas todas
éstas que son siempre muy similares, por diferentes que parezcan los planteamientos de los problemas elegidos como
tema de discusión" .
E scuchamos a nuestro antropológico visitante de Marte
hasta el final, y acto seguido le pregunté dos cosas: primero,
si tenía alguna observación que hacer a nuestras conclusiones objetivas, y segundo, si no creía en la existencia de algo
así como razones o argumentos objetivos susceptibles de ser
verdaderos o falsos. Contestó que se había visto demasiado
obligado a concentrarse en la observación de nuestro comportamiento grupal como para poder seguir con detalle el
curso de nuestras discusiones objetivas. Por otra parte, de
haber hecho esto último hubiera peligrado su objetividad,
ya que no habría podido evitar verse envuelto en nuestras
discusiones, dejándose al final llevar por ellas, hasta el punto
de convertirse en uno de nosotros, lo que habría supuesto
la anulación de su objetividad. Había aprendido, además, a
no enjuiciar literalmente el comportamiento verbal, o a no
tomárselo demasiado en serio en el plano literal (utilizaba
una y otra vez expresiones como " zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSR
verbal behaviour" y " ver-
balization'). Lo que importa, nos dijo, es la función social
y psicológica de este comportamiento verbal. Y añadió lo
siguiente; " Si bien a ustedes, en su calidad de participantes
en la discusión, lo que les impresiona son las razones y argumentos, a nosotros lo que nos importa es el hecho de la
impresión mutua o la influencia que pueden ejercer unos
sobre otros, y, fundamentalmente, los síntomas de dicha
influencia; nuestro interés se centra en conceptos como insistencia, vacilación, transigir y ceder. E n lo que respecta al
contenido real de la discusión, sólo puedo decirles que no
nos incumbe; lo que verdaderamente nos importa es el cur-
23
so de la discusión, el papel que juega cada uno de ustedes en
ella, el cambio dramático en cuanto a tal; el llamado argumento no es otra cosa que una forma de comportamiento
verbal, y no más importante que otras. E s una mera ilusión
subjetiva creer que es posible distinguir tajantemente entre
argumentos y otras verbalizaciones susceptibles de ejercer
una gran impresión; ni siquiera es tan fácil distinguir entre
argumentos objetivamente válidos y objetivamente inválidos. A lo sumo cabe dividir los argumentos en grupos
correspondientes a los que en determinados sectores y en
determinadas épocas han sidozyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPO
aceptados como válidos o inválidos. E l elemento temporal resulta igualmente visible en
el hecho de que ciertos argumentos - po r así llamarlos— que
acepta un grupo de discusión como el presente, pueden ser
posteriormente atacados o dejados de lado por uno u otro
de los participantes."
No voy a continuar describiendo aquel incidente. Por
otra parte, en este círculo no sería necesario hacer demasiado hincapié en el hecho de que el origen, en el ámbito
de la historia de las ideas, del talante un tanto extremo de
mi amigo antropológico no sólo acusa la influencia del
ideal de objetividad propio del behaviorismo, sino asimismo de ideas crecidas en suelo alemán. Me refiero al relativismo en general, al relativismo histórico que considera
que la verdad objetiva no existe, que sólo existen verdades
, para tal o cual época histórica, y al relativismo sociológico
que enseña que hay verdades o ciencias para éste o aquél
grupo o clase, que hay, por ejemplo, una ciencia burguesa
24
o una ciencia proletaria; pienso asimismo que la llamada
sociología del conocimiento juega un papel importante en
la prehistoria de los dogmas de mi antropológico amigo.
Aunque no deja, desde luego, de parecer innegable que
mi antropológico amigo asumió en aquel congreso una postura realmente extrema, no por ello puede negarse que dicha postura, sobre todo si se la suaviza algo, es todo menos
infrecuente y menos relevante.
Pero dicha posición eszyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPON
absurda. Como ya he sometido
en otro lugar a crítica detallada el relativismo histórico y
sociológico y la sociología del conocimiento, renuncio aquí
a repetirme. Voy a referirme brevemente tan sólo a la ingenua y equivocada idea de la objetividad científica que
subyace a todo ese estilo de pensamiento.
Undécima tesis: Es de todo punto erróneo conjeturar que
la objetividad de la ciencia depende de la objetividad del
científico. Y es del todo erróneo creer que el científico de la
naturaleza es más objetivo que el científico social El científico de la naturaleza es tan partidista como el resto de los
hombres y, por regla general, es - si no pertenece al escaso
número de los que constantemente producen ideas nuevas- en extremo unilateral y partidista en lo concerniente
a sus propias ideas. Algunos de los más descollantes físicos
contemporáneos han fundado incluso escuelas que oponen
una fuerte resistencia a toda idea nueva.
Mi tesis también tiene, de todos modos, una cara positiva, y ésta es más importante. Constituye el contenido de
mi tesis número doce.
.
25
Duodécima tesis: Lo que puede ser calificado de objetividad científica radica única y exclusivamente en la tradición
crítica.
Esa tradición que a pesar de todas las resistencias permite a menudo criticar un dogma dominante. E xpresado
de otra manera, la objetividad de la ciencia no es exclusiva de
los diversos científicos, sino el asunto social de su crítica
recíproca, de la amistosa-enemiga división de trabajo de los
científicos, de su trabajo en equipo y también de su trabajo
por caminos diferentes e incluso opuestos entre sí. D e ahí
que dependa parcialmente de esa vasta serie de relaciones
sociales y políticas que en cuanto a tal crítica la hacen posible.
Decimotercera tesis: La llamada sociología del saber, que
cifra la objetividad en la conducta de los diversos científicos
aisladamente considerados y explica la no objetividad en
función de la posición social del científico, se ha equivocado totalmente en este punto decisivo - m e refiero al hecho
de la única y exclusiva fúndamentación de la objetividad en
la crítica. Lo que la sociología del conocimiento ha pasado
por alto no es otra cosa que la propia sociología del conocimiento; es decir, la teoría de la objetividad científica.
É sta sólo puede ser explicada a partir de categorías sociales
como, por ejemplo, la de competencia (tanto entre los diversos científicos como entre las diversas escuelas), la de
tradición (es decir, la tradición crítica), la de las instituciones sociales (como, por ejemplo, publicaciones en periódicos opuestos o en editoriales entre las que hay establecida
una auténtica competencia, discusiones en congresos, etc.),
la del poder estatal (me refiero a la tolerancia política de la
libre discusión).
E n realidad, pequeñeces como, por ejemplo, la de la posición social o ideológica del investigador acaban por eliminarse a sí mismas con el paso del tiempo, aunque a corto
plazo jueguen siempre, como es obvio, su papel.
D e manera similar a como hemos procedido con el problema de la objetividad podemos hacerlo también con el
llamado problema de la neutralidad valorativa, solucionándolo con mayor libertad de la usual.
Decimocuarta
tesis: E n la discusión crítica distinguimos
entre problemas como: 1) El problema de la verdad/ie una
afirmación; el de su relevancia, de su interés y de su significado respecto de los problemas que en ese momento nos
ocupan. 2) El problema de su relevancia, de su interés y
de su significado en relación con diversos problemas
científicos,
extra-
como, por ejemplo, el problema del bienestar
humano o el de naturaleza muy distinta de la defensa nacional, el de una política nacional agresiva, el del desarrollo
industrial o el del enriquecimiento personal.
Es, por supuesto, imposible excluir tales intereses extra¡y científicos de la investigación científica; y no deja de ser
imposible excluirlos tanto de la investigación científico-natural - de la física, por ejemplo-, como de la científico-social.
Lo que es posible e importante y confiere a la ciencia su
carácter peculiar no es la exclusión, sino la diferenciación
entre aquellos intereses que no pertenecen a la búsqueda
de la verdad y el interés puramente científico por ésta. Pero
aunque constituye el valor científico rector, no por ello es
el único: la^ relevancia, el interés y el significado de una
afirmación en orden a una situación problemática puramente científica son, asimismo, valores científicos de primer rango e igual ocurre con valores como el de la riqueza
de resultados, el de la fuerza explicativa, el de la sencillez y
el de la exactitud.
Con otras palabras, hay valores positivos y negativos zyxwvutsrq
puramente
científicos y hay valores positivos y negativos ex-
tracieniíficos. Y aunque no es posible mantener totalmente
separado el trabajo científico de aplicaciones y valoraciones
extracientíficas, combatir la confusión de esferas de valor
y, sobre todo, excluir las valoraciones extracientíficas de los
problemas
concernientes
a la verdad constituye una de las
tareas de la crítica de la discusión científica.
E sto no puede, desde luego, llevarse a cabo de una vez
para siempre por decreto, sino que es y seguirá siendo una
de las tareas duraderas de la crítica científica recíproca. La
pureza de la ciencia pura es un ideal, al que acaso quepa
considerar inalcanzable, pero por el que la crítica lucha y
ha de luchar ininterrumpidamente.
E n la formulación de esta tesis he calificado de prácticamente imposible el intento de desterrar los valores extracientíficos del quehacer de la ciencia. O curre lo mismo
que con la objetividad: no podemos privar al científico
de su partidismo sin privarle también de su humanidad.
D e manera harto similar ocurre que tampoco podemos
28
privarle de sus valoraciones o destruirlas sin destruirle
como hombrezyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSPNMLKJFEDBA
y como científico.
Nuestras motivaciones y
nuestros ideales puramente científicos, como el ideal de la
pura búsqueda de la verdad, hunden sus raíces más profundas en valoraciones extracientíficas y, en parte, religiosas. E l científico objetivo y " libre.de valores" no es el
científico ideal. Sin pasión la cosa no marcha, ni siquiera
en la ciencia pura. La expresión " a mor a la verdad" no es
una simple metáfora.
D e manera, pues, que hay que ser conscientes no sólo
de que no hay, en la práctica, científico alguno al que la
objetividad y la neutralidad valorativa le resulten alcanzables, sino de que incluso la objetividad y la neutralidad
valorativa constituyen en sí valores.
Y como la neutrali-
dad valorativa es en sí misma un valor, la exigencia de una
total ausencia de valores, de una completa neutralidad
valorativa resulta paradójica. E sta objeción no es precisamente muy importante, pero sí importa observar, no obstante que la paradoja desaparece por sí misma solo que en
lugar de exigir neutralidad valorativa exijamos como una
de las tareas más significativas de la crítica científica, la
desvelación de las confusiones de esferas^de_yalor y la separación de cuestiones concernientes a valores puramente
científicos como la verdad, la relevancia, la sencillez, etc.,
de problemas extracientíficos.
Hasta este momento he intentado desarrollar la tesis de
que el método de la ciencia radica en la elección de problemas-y en la crítica de nuestros ensayos de solución,
ensayos a los hay que considerar siempre como tentativas
provisionales. Y he intentado asimismo, mostrar a la luz de
dos problemas metodológicos harto discutidos de las ciencias sociales, que esta teoría de un método criticista (como
puedo llamarlo) lleva a resultados metodológicos no poco
razonables. Pero aunque haya podido decir un par de palabras sobre teoría o lógica del conocimiento y aunque haya
podido decir asimismo un par de palabras críticas sobre la
metodología de las ciencias sociales, no he dicho, en realidad, sino bien poco de positivo sobre mi tema, la lógica de
las ciencias sociales.
No quiero, de todos modos, perder el tiempo aduciendo motivos o justificaciones de por qué considero tan importante identificar desde un principio método científico y
método crítico. E n lugar de ello prefiero entrar directamente en algunos problemas y tesis puramente lógicos.
Decimoquinta
tesis: La función más importante de la ló-
gica puramente deductiva es la de constituir un órgano de
la crítica.
Decimosexta
tesis: La lógica deductiva es la teoría de la
validez del razonamiento lógico o de la inferencia lógica.
Una condición necesaria y decisiva para la validez de una
inferencia lógica es la siguiente: si las premisas de un razonamiento válido son verdaderas,
de ser asimismo
entonces la conclusión ha
verdadera.
E sto puede ser expresado también así: la lógica deductiva
es la teoría de la transferencia de la verdad de las premisas
a la conclusión.
Decimoséptima
tesis:zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaYXWVUTSRQPONML
Podemos decir: si todas las premisas
son verdaderas y la inferencia es verdadera, entonces la conclusión ha de ser, asimismo, verdadera; y, en consecuencia,
si en una inferencia válida la conclusión es falsa, no es posible en tal caso que todas las premisas sean verdaderas.
E ste resultado trivial, pero de una importancia decisiva,
puede ser igualmente expresado así: la lógica deductiva no
es tan sólo la teoría de la transferencia de la verdad de las
premisas a la conclusión, sino, del mismo modo, e inver-
samente la teoría de la retransferencia,
de la falsedad de la
conclusión a por lo menos una de las premisas.
Decimoctava
tesis: D e este modo queda convertida la ló-
gica deductiva en la teoría de la crítica racional. Porque
toda crítica racional tiene la forma de un intento por nuestra parte de mostrar que de la tesis criticada se desprenden
consecuencias inaceptables. Si de una determinada tesis alcanzamos a inferir consecuencias inaceptables, la tesis en
cuestión es refutada.
Decimonovena
tesis: En las ciencias trabajamos con teo-
rías, es decir, con sistemas deductivos. Una teoría o sistema deductivo constituye, en primer lugar, un ensayo de
explicación y, en consecuencia, un intento de solucionar
un problema científico; en segundo, una teoría —es decir,
un sistema deductivo-, es racionalmente criticable por sus
consecuencias. E s, pues, un ensayo de solución sujeto a la
crítica racional,
Y hasta aquí llegamos sobre el tema de la lógica formal
como órgano de la crítica. Me he servido de los conceptos
fundamentales a los que aún deseo referirme brevemente:
el concepto de verdad y el concepto de explicación.
V igésima
tesis: E l concepto de verdad resulta ineludible
al criticismo aquí desarrollado. Lo que criticamos es la aspiración a la verdad. Lo que como críticos de una teoría
intentamos mostrar es por supuesto, que su aspiración a la
verdad no es justificada, que e.S falsaLa fundamental idea metodológica de que aprendemos
de nuestros errores ¡no puede ser entendida sin la idea regulativa de la verdad: el error que cometemos radica, precisamente, en no haber encauzado, de acuerdo con el patrón o
criterio de medida de la verdad, la meta que nos habíamos
propuesto. D ecimos que un enunciado es " verdadero" si
coincide con los hechos o si las cosas son tal y como él las
representa. E ste es el concepto absoluto u objetivo de la
verdad, concepto que cada uno de nosotros utiliza constantemente. Uno de los resultados más importantes de la
lógica moderna radica en su decidida e inatacable rehabilitación de este concepto absoluto de la verdad.
E sta observación presupone que el concepto de verdad
había, sido desprestigiado. Y este desprestigio del concepto
de verdad ha constituido, de hecho, el estímulo máximo de
las ideologías relativistas que dominan en nuestro tiempo.
He ahí por qué la rehabilitación del concepto de verdad
por el lógico y matemático (Alfred T arski, 1956) 5 ha cons-
5
El lector puede consultar a este respecto A. Tarski:zyxwvutsrqponmlkjihgfedcba
"Der Wahrheits-
be-griff in den formalisierten sprachen" (" El concepto de verdad en
32
tituido, en mi opinión, el resultado filosófico más importante de la moderna lógica matemática.
No puedo, naturalmente, detenerme aquí, a discutir este
resultado; sólo puedo decir —de mane;ra totalmente dogmátic a- que Tarski ha conseguido explicar con mayor
sencillez y mayor fuerza de convicción, en qué consiste la
coincidencia de un enunciado con los hechos. Y precisamente ésta era la tarea cuya desesperante dificultad dio lugar al relativismo escéptico - c o n consecuencias sociales que
no puedo detenerme a describir ahora.
El segundo concepto utilizado aquí por mí y que precisa
ser también aclarado es el concepto de explicación, o de
forma más precisa, el dezyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSPNMLKJFEDBA
explicación causal. >
Un problema puramente teorético —un problema de
ciencia pura- radica siempre en encontrar una explicación
de un hecho, de un fenómeno, de una regularidad notable
o de una excepción igualmente notable. Aquello que pretendemos o esperamos explicar recibe el calificativo de explicandum,
El intento de solución - e s decir: la explicación-
radica siempre en una teoría, en un sistema deductivo, que
los lenguajes formalizados" ), en la craducción inglesa, contenida en
el volumenzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Logic, Semantics, Metamathematics, Oxford, At the Clarendon Press, 1956, p. 15 2 ys s . Mario Bungeha incluido un trabajo más elemental de Tarski sobre esta misma materia, especialmente
orientado al lenguaje ordinario, en " La concepción semántica de la
verdad y los fundamentos de la semántica" de su Antología Semán-
tica, Nueva Visión, Buenos Aires, 1960. (N. delT .)
nos permite explicar elzyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSPNMLKJFEDBA
explicandum
relacionándolo lógicamente con otros hechos (las llamadas condiciones iniciales). Una explicación totalmente explícita radica siempre
en la derivación lógica (o en la derivabilidad) del
explican-
dum a partir de la teoría, en conjunto con las condiciones
iniciales.
El esquema lógico básico de toda explicación radica,
pues, en una inferencia lógica, deductiva, cuyas premisas
están constituidas por la teoría y las condiciones iniciales y
cuya conclusión es el
explicandum.
E ste esquema básico tiene una gama asombrosa de aplicaciones. Con su ayuda cabe mostrar, por ejemplo, cuál
es la diferencia existente entre una hipótesis, ad hoc y una
hipótesis independientemente examinable; y cabe también,
como puede que a ustedes les interese más, analizar lógicamente de la manera más sencilla la diferencia existente
entre problemas teóricos, problemas históricos y problemas de aplicación.. D e donde se desprende que la famosa
distinción
entre ciencias teóricas o nomotéticas e históricas
o ideográficas puede ser plenamente justificada desde un
punto de vista lógico -entendiendo, claro es, como " ciencia" la ocupación con un determinado tipo, lógicamente
discernible, de problemas.
T ermino así con la aclaración de los conceptos lógicos
utilizados por mí hasta este momento.
Cada uno de estos dos conceptos, eLd.e la verdad y el de
la explicación, dan lugar al desarrollo lógico de nuevos conceptos, conceptos que desde el punto de vista de la lógica
del conocimiento o del de la metodología puede que sean
incluso más importantes: el primero de estos conceptos es
el de lazyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSPNMLKJFEDBA
aproximación a la verdad, y el segundo, el de la fuerza explicativa o el del contenido explicativo de una teoría.
E stos dos conceptos son conceptos puramente lógicos
de la verdad de una proposición y del contenido de una
proposición - esto es, de la clase de las consecuencias lógicas de una teoría.
Ambo s son conceptos relativos: aun cuando toda proposición es, simplemente, verdadera o falsa, una proposición puede representar una aproximación mejor a la
verdad que otra proposición. É ste puede ser el caso, por
ejemplo, cuando la primera proposición tiene " más"
consecuencias lógicas verdaderas y " menos" consecuencias lógicas falsas que la segunda. (Se da qué como supuesto que los subconjuntos verdaderos y falsos de los
conjuntos de las consecuencias de ambas proposiciones
.son comparables.) No es difícil mostrar, en efecto, por
qué suponemos, con razón, que la teoría de
N ewton
constituye una aproximación mejor a la verdad que la de
Kepler.
D e manera similar puede mostrarse que la fuerza
explicativa de la teoría del primero es mayor que la del
segundo.
O btenemo s así unos conceptos lógicos que nos guían
en el enj uic iamiento de nuestras teorías y que en relación con ellas nos permiten hablar con sentido de progreso o de retroceso. Y con esto basta sobre la lógica
general del conocimiento. A la lógica especial del co-
no c imiento de las ciencias sociales quiero dedicar aún
unas cuantas tesis.
V igesimoprimera
tesis: No hay ninguna ciencia puramen-
te observacional, sino sólo ciencias que más o menos consciente y críticamente elaboran teorías. E sto vale también
para las ciencias sociales.
V igésimosegunda
tesis: La psicología es una de las cien-
cias sociales, ya que nuestro pensamiento y nuestra conducta dependen en buena medida de las relaciones sociales.
Categorías como: a) imitación, b) lenguaje, c) familia, son
evidentemente categorías sociales; y está claro que la psicología del aprendizaje y del pensamiento, pero también, por
ejemplo, el psicoanálisis, no resultan posibles sin una u otra
de estas categorías sociales. Lo cual indica que la psicología presupone conceptos sociológicos; de donde podemos
inferir que es imposible explicar la sociedad exclusivamente en términos psicológicos o reducirla a la psicología. La
psicología no puede ser considerada, pues, como la ciencia
básica de las ciencias sociales.
Lo que de manera primordial nos resulta imposible explicar psicológicamente y que hemos de dar por supuesto
en toda explicación psicológica es el entorno social humano. La tarea de describir este entorno social - c o n ayuda,
desde luego, de teorías explicativas, ya que, como hemos
indicado, no existe una descripción absoluta- constituye,
pues, la tarea fundamental de la ciencia social. Parece adecuado adscribir esta tarea a la sociología. E n lo que sigue
daremos tal empeño por aceptado.
V igésimo tercera tesis:zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaYXWVUTSRQPO
La sociología es autónoma en el
sentido de que puede y debe independizarse ampliamente de la psicología. Lo cual se debe también, independientemente de la situación de dependencia de la psicología, al hecho de que la sociología se ve una y otra vez
ante la tarea de explicar consecuencias sociales a menudo indeseables de la conducta humana. Un ejemplo: la
competencia es un f enó meno social que, por regla general, quienes se ven metidos en ella no desean, y que,
no obstante, puede y debe ser explicada como una consecuencia no deseada (y no rmalmente inevitable) de los
comportamientos (conscientes y planificados) de quienes están sujetos a ella.
A pesar de las explicaciones psicológicas que puedan
darse de los sujetos de la competencia, lo cierto es que el
fenómeno social de la competencia es una consecuencia social no explicable psicológicamente.
,1
V igesimocuarta
tesis: La sociología es también autónoma
en un segundo sentido, es decir, en el sentido de ser lo que
a menudo se ha llamado " sociología comprensiva" .
C
V igesimoquinta tesis: La investigación lógica de los métodos de la economía política lleva a un resultado apli-
cable a todas las ciencias de la sociedad. E ste resultado
evidencia que hay un método puramente
objetivo
en
las
ciencias sociales al que cabe muy bien calificar de método objetivamente
comprensivo o de lógica, de J a situación.
Semejante ciencia social objetivamente
comprensiva pue-
de ser desarrollada independientemente de todas las ideas
9
subjetivas o psicológicas. Consiste en analizar lazyxwvutsrqponmljihgfed
situación
de los hombres que actúan lo suficiente como para explicar su conducta a partir de la situación misma, sin más
ayudas psicológicas. La " comprensión" objetiva radica en
nuestra consciencia de que la conducta era objetivamente
adecuada
a la situación.
Con otras palabras la situación
queda analizada con la suficiente amplitud como para que
los momentos de inicial apariencia psicológica - c o mo por
ejemplo, deseos, motivos, recuerdos y asociaciones- hayan quedado convertidos en momentos de la situación. E l
hombre que alimenta tales o cuales deseos es convertido
en un hombre a cuya situación se debe que persiga tales
o cuales fines objetivos. Y un hombre con tales o cuales
recuerdos y asociaciones es convertido en un hombre a
cuya situación corresponde que venga objetivamente pertrechado de ésta o aquella teoría o de ésta o aquella información.
Lo cual nos posibilita una comprensión de sus actos
a la que podemos calificar de objetiva en el siguiente
sentido: sin duda, que mis objetivos y mis teorías son
diferentes (a las de Carlo magno , por ejemplo); pero si
hubiera estado yo en su situación - u n a situación analizada en éstos y aquéllos términos— , y teniendo en cuenta
que la situación inc luye objetivos y conocimientos, hubiera actuado, y también hubieras actuado tú, sin duda,
de manera semejante. E l método del análisis situacional
es, pues, un método individualista, desde luego, pero
no un método psicológico, ya que excluye programáti-
camente los elementos psicológicos sustituyéndolos por
elementos situacionales objetivos. Suelo darle el nombre
de "lógica de la situación" zyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSPNMLKJFEDBA
("situacional logic" o "L ogic of
tbe
1
situation").
V igésimosexta tesis: Las explicaciones de la lógica de
la situación aquí descritas son reconstrucciones racionales, teóricas. Reconstrucciones supersimplif icadas y
superesquematizadas y, por ello, en general, falsas.
Su
contenido puede ser, sin embargo, muy grande, de tal
modo que pueden constituir —en un estricto sentido lógic o - buenas aproximaciones a la verdad, incluso superiores a otras explicaciones contrastables con la realidad.
E n este sentido, el concepto lógico de aproximación a la
verdad resulta indispensable a las ciencias sociales analíticas de la situación. Por enc ima de todo, sin embargo,
los análisis situacionales son racional y empíric amente
criticables y susceptibles de mej oramiento.
Podemos
por ejemplo, encontrar una carta de la que se desprende que la inf ormación de que disponía Carlo magno era
totalmente diferente a lo que dábamos por supuesto en
nuestro análisis. Por el contrario, las hipótesis psicológico-caracterológicas apenas resultan criticables mediante
argumentos racionales.
;,)
V igesimoséptima
tesis: La lógica de la situación se hace,
por lo general, cargo del mundo físico en el que discurren
nuestros actos. E ste mundo contiene, por ejemplo, medios auxiliares físicos, que están a nuestra disposición y de
los que sabemos algo, y resistencias físicas de las que por
regla general también sabemos algo (aunque a menudo
poco). La lógica de la situación ha de hacerse cargo de
un entorno social en el que figuran otros seres humanos,
de cuyos-objetivos sabemos algo (generalmente poco), y,
además, hay que contar también conzyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSPNMLK
instituciones
sociales.
listas instituciones sociales determinan el carácter social
real de nuestro entorno. Consisten en todas aquellas esencialidades del mundo social que corresponden a las cosas
del mundo físico. Un almacén de verduras, una universidad, un poder policiaco o una ley son, en este sentido, instituciones sociales. T ambién la Iglesia y el E stado
y el matrimonio son instituciones sociales y algunos usos
constrictivos, como, por ejemplo, el hara-kiri en el J apón.
En nuestra sociedad europea, sin embargo, el suicidio no
es una institución en el sentido en el que utilizo aquí la
expresión y en el que afirmo que constituye una categoría
importante.
E sta es mi última tesis. Lo que sigue no es otra cosa que
una propuesta y una breve observación final.
Propuesta:
Co mo problemas básicos de la sociología
teórica pura pueden ser en principio provisionalmenté
aceptados la lógica general de la situación y la teoría de las
instituciones y de las tradiciones. Lo cual acogería problemas como los dos siguientes:
1 .L as instituciones no actúan; sólo actúan los individuos
en o para las instituciones. La lógica general de la situación
de estas acciones sería la teoría de las cuasi-acciones de las
instituciones.
2. Cabría elaborar una teoría de las consecuencias institucionales buscadas y no buscadas de las acciones efectuadas con vistas a fines. Lo cual podría dar lugar asimismo a
una teoría del génesis y desarrollo de las instituciones.
Para finalizar, una observación. Considero que la teoría
del conocimiento es importante no sólo para las ciencias
particulares,, sino también para la filosofía, y que eLmalesta_r religioso y filosófico de nuestro tiempo, malestar que a
todos nos atañe, sin duda, es en buena parte un malestar
epistemológico-filosófico.zyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSPNMLKJFEDBA
N ietzsche lo llamó el nihilismo
europeo y Benda
la traición de los intelectuales. Yo prefie-
ro calificarlo como una consecuencia del descubrimiento,
socrático de que no sabemos nada, es decir, de que nunca
podremos, justificar racionalmente nuestras teorías. Pero
este importante hallazgo, que entre otros muchos malestares ha dado lugar también al existencialismo, es sólo medio
hallazgo; y el nihilismo puede ser superado. Porque aunque
no podamos justificar racionalmente nuestras teorías ni
evidenciarlas siquiera como probables, sí podemos al menos criticarlas racionalmente. Y podemos distinguir lo que
es mejor de lo que es peor.
Pero esto ya lo sabía, antes incluso de Sócrates,
Jenójanes,
el viejo
al escribir estas palabras:
" Ño desde un principio desvelaron los dioses todo a los
mortales.
Pero a lo largo del tiempo encontraremos, buscando, lo
mejor."
SOB RE LA L ÓGICA DE L AS CIE N CIAS SOCIAL E S
T heodor W. Adorno
Coponencia
E l coponente se ve, por regla general, forzado a elegir entre
comportarse como un pedante o como un parásito. D eseo agradecer, ante todo, al señor Popper que me exima de
situación tan penosa. Puedo partir de lo dicho por él sin
necesidad de remontarme a Adán y E va, pero también sin
tenerme que ceñir a tal grado al texto de su ponencia, que
acabe por perder toda independencia. T ratándose de autores de tan distinto linaje espiritual, esto no deja de ser tan
sorprendente como las numerosas coincidencias objetivas.
A menudo no tengo que oponer antítesis alguna a sus tesis;
me basta con asumir lo dicho por él e intentar seguir reflexionando sobre ello. Mi visión del concepto de lógica es,
desde luego, más amplia que la suya; en este punto tengo
más bien presente el método concreto de la sociología antes
que las reglas generales del pensamiento, la disciplina deductiva. No es mi intención abordar aquí su problemática
específica en la sociología.
E n lugar de eso parto de la distinción popperiana entre! nuestro ingente saber y nuestra ignorancia inf inita.
E s, harto plausible, más que cierta en la sociología. E n
todo caso, se advierte insistentemente que ésta no ha
conseguido acceder hasta el momento a un corpus de
leyes reconocidas comparable al de las ciencias naturales. D icha distinción contiene, sin embargo, un potencial
problemático, propio de un punto de vista usual, que no
es, sin duda, el aludido por Popper. E n virtud del mismo,
la sociología debe limitarse, dado su asombroso atraso
respecto de las ciencias exactas, a recopilar hechos y clasificar métodos antes de pretender constituirse en un saber vinculante y relevante a un tiempo. Consideradas así
como una anticipación inadmisible, las reflexiones teóricas acerca de la sociedad y su estructura acostumbran a
ser eliminadas. Ahora bien, si el origen de la sociología
se cifra en Saint-Simón y no en su padrino de bautismo
Comte, resulta que ésta tiene ya más de 160 años de vida.
D e manera, pues, que más le convendría no coquetear
avergonzadamente con su j uventud. Lo que en ella tiene
todo el aspecto de una ignorancia provisional no puede
ser simplemente redimido en el curso de una investigación y de una metodología progresivas mediante aquello
a lo que un término fatal y desmesurado califica de síntesis. La cosa se opone, por el contrario, a la brillante unidad sistemática de las proposiciones interrelacionadas.
No me refiero a la originaria distinción — establecida por
R ic kert - entre ciencias naturales y ciencias del espíritu,
frente a la que Popper adopta una postura mucho más
positiva que la mía. No obstante, parece innegable que el
ideal epistemológico de la elegante explicación matemática, unánime y máximamente sencilla fracasa allí donde
el objeto mismo, la sociedad, no es unánime, ni es sencillo, ni viene entregado de manera neutral al deseo o a
la conveniencia de la formalización categórica, sino que
es, por el contrario, bien diferente a lo que el sistema
categórico de la lógica discursiva espera antic ipadamente
de sus objetos. La sociedad es contradictoriá y, sin embargo,.determinable; racional e irracional a un tiempo, es
sistema y es ruptura, naturaleza ciega y mediación por la
consciencia. A ello debe inclinarse todo el proceder de la
sociología. D e lo contrario incurre, llevada de un celo purista contra la contradicción, en la más funesta de todas:
en la contradicción entre su estructura y su objetó. T an
escasamente como la sociedad se sustrae al conocimiento
racional, y tan evidentes como son sus contradicciones y
las condiciones de las mismas, resultan éstas imposibles
de escamotear por postulados mentales extraídos de un
material indiferente al conocimiento y que no opone
resistencia alguna a los usos cientificistas que por regla
general se acomodan a la consciencia cognoscente. E l
tráfico científico-social se ve permanentemente amenazado de errar, por amor a la claridad y a la exactitud, en
aquello que se propone conocer. Popper se opone al cliché del conocimiento como proceso que partiendo de la
observación accede gradualmente a la ordenación, elaboración y sistematización de su material. D icho cliché es
tanto más absurdo en la sociología cuanto que los datos
de que ésta dispone no son datos incualificados,:sino exclusivamente, datos estructurados en el contexto general
de la totalidad social- La presunta ignorancia sociológica
no designa en buena medida sino la divergencia existente
entre la sociología como objeto y el método tradicional;
de ahí que apenas pueda pensarse en subsanarla acudiendo a un conocimiento que reniega de la estructura de
su objeto en honor de su propia metodología. Por otra
parte - y sin duda alguna, Popper se decidiría también a
reconocerlo- tampoco puede sostenerse el usual ascetismo empirista frente a la teoría. Sin la anticipación de ese
momento estructural; del todo^xiel que apenas cabe dar
justa cuenta en las observaciones singulares, ninguna observación particular podría encontrar su lugar adecuado.
Co n lo cual no se postula nada similar a la tendencia de
lazyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSPNMLKJFEDBA
cultural anthropology
de trasponer el carácter centralista y total de ciertas sociedades primitivas a la civilización
occidental mediante un determinado sistema de coordinadas. Aunque se alimenten tan escasas ilusiones acerca
de su gravitación a formas totales y acerca de la decadencia del individuo como las que alimento yo, no por ello
dejan de ser decisivas las diferencias existentes entre una
sociedad pre-individual y una sociedad post-individuaL
E n los países de administración democrática de la sociedad industrial, la totalidad es una categoría_de la mediación y no del do minio y de la sumisión inmediatas.; Lo
cual implica que en una sociedad industrial basada en el
principio del cambio no todo lo social es en modo alguno deducible sin más de su propio principio. Acoge dentro de sí innumerables enclaves no-capitalistas. Hay que
preguntarse si en las actuales relaciones de producción
no precisa para su propia perpetuación enclaves como
el de la familia, por ejemplo. Su particular irracionalidad viene a completar a un tiempo la de la estructura
en bloque. La totalidad social no mantiene ninguna vida
propia por encinta de los componentes que suma y de
los que, en realidad, viene a constar. Se producezyxwvutsrqponmljihgfed
y reproduce en virtud de sus momentos particulares. Muchos
de éstos conservan cierta autonomía, que las sociedades
primitivas-totales no conocen o no soportan. T an escasamente, sin embargo, como cabe separar dicha totalidad
de la vida, de la cooperación y del antagonismo de sus
elementos, cabe entender uno solo de estos elementos
- n i siquiera simplemente en su f unc io namiento - fuera
de la intelección del todo, que tiene su propia esencia
en el movimiento de lo particular. Sistema y particularidad son recíprocos y_ sólo en su reciprocidad resultan
cognoscibles. I ncluso aquellos enclaves - las formaciones
sociales no sinc ró nic as- favoritas de una sociología que
tiende a prescindir del concepto de sociedad como de un
filosofema demasiado espectacular, llegar a ser lo que son
no por sí sino en virtud de la relación con la totalidad
do minante de la que derivan. É sto no es suficientemente
valorado en la concepción sociológica vigente, es decir,
en la middle range theory.
F rente al punto de vista generalizado a partir de
Co mte, Popper concede la preeminencia a los problemas y, con ello, a la tensión entre el conocimiento y
la ignorancia. Co n todo lo que Popper dice contra la
falsa transposición de los métodos científ ico-naturales,
contra el " erróneo naturalismo o cientif icismo metodológico" , estoy de acuerdo. Su reproche al antropólogo
social que por contemplar los f enómenos sociales desde
fuera, escudándose en una supuesta mayor objetividad,
se sustraía al problema de la verdad y de la falsedad, hace
pensar en Hegel; en el prólogo a lazyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSPN
Fenomenología
del
E spíritu
son ridiculizados todos aquellos que se consi-
deran por encima de las cosas simplemente por no estar
en las cosas. E spero que los señores K onig y Popper no
se enojen c o nmigo y tilden este diálogo de filosófico en
lugar de sociológico. Pienso, efectivamente, que vale la
pena aludir al hecho de que un pensador para el que
la dialéctica es anatema, se vea impelido a f ormulaciones
familiares al pensamiento dialéctico. La problemática de
la social
anthropology
bosquejada por Popper no deja,
por cierto de depender estrechamente de la autonomización del método frente al objeto. No deja de tener desde
luego su mérito, una teoría de las culturas primitivas
como la de Veblen, que compara las refinadas costumbres de un país de capitalismo altamente desarrollado
con los ritos de los tobiandes, recientemente sometidos,
según parece, a exámenes de todo tipo; la supuesta libertad en la elección del sistema de coordenadas acaba
por falsear, no obstante, el objeto, en la medida en que
la pertenencia de todos los miembros del país moderno
al sistema económico del mismo dice muc ho más acerca
«Ic cada uno de ellos que las más bellas analogías con el
tótem y tabú.
En mi adhesión a la crítica popperiana al cientificismo
y a su tesis del primado del problema he de ir quizá más
lejos de lo que él autorizaría. Porque el objeto de la so-
ciología misma, la sociedad que se mantiene a sí misma zyxwvutsrq
y a sus miembros en vida y que amenaza con hundirse a
un tiempo, es problema en sentido enfático. Lo cual no
quiere decir, desde luego, que los problemas de la sociología no surjan siempre en virtud del descubrimiento " de
que algo no está en orden en nuestro presunto conocimiento..., en la evolución de una contradicción interna
en nuestro presunto conocimiento" . La contradicción no
tiene por qué ser, como Popper supone al menos aquí,
una contradicción meramente " aparente" entre el sujeto y
el objeto e imputable exclusivamente al sujeto en calidad
de insuficiencia del juicio. Antes bien puede tener su lugar - u n lugar en extremo real- en la propia casa, siendo,
en consecuencia, descartable del mundo por simple incremento de conocimiento o por mayor claridad en las formulaciones. El modelo sociológico más antiguo de una de
estas contradicciones - un a contradicción que de manera
necesaria se desarrolla en la cosa mis ma- viene dado en el
famoso § 2 4 3 de la filosofía hegeliana
del derecho: " Me-
diante la generalización de las relaciones entre los hombres a causa de sus necesidades y los modos de preparar y
producir los medios para darles satisfacción, se multiplica
la concentración de riquezas, ya que de esta doble gene-
ralidad se extrae la mayor ganancia por una de las partes,
en tanto que por la otra se obtiene la individualización y
limitación del trabajo partidario y con ello la necesidad
y dependencia de la clase atada a este trabajo." 4 No sería
difícil reprocharme una equivocación: en Popper el problema es algo de naturaleza exclusivamente epistemológica
en tanto que en mí es al mismo tiempo algo práctico, en
último término una circunstancia problemática del mundo. Ahora bien, lo que está en juego es precisamente la
validez de tal distinción. I ntroduciendo en la ciencia una
separación radical entre sus problemas inmanentes y los
reales, pálidamente reflejados en sus formalismos, lo único que se conseguiría es un auténtico fetichichismo de la
misma. A ninguna teoría del absolutismo lógico —a la de
T arski hoy no menos que a la de Husserl ayer- le es posible decretar una obediencia de los hechos a principios
lógicos cuyas pretensiones de validez se derivan de la purificación de todo contenido material. Me veo obligado en
este punto a aludir a la crítica del absolutismo lógico de la zyxwvutsrqp
Metacrítica
4
de la teoría del conocimiento,5
vinculada a una
Grundlinien der Philosophie des Rechts" (Líneas fundaHcgel W W 7 " zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCB
mentales de la filosofía del derecho), Glockner, Stuttgart ab 1927,
p. 3 18 .
5
Cfr. Thcodor W. Adorno, "Zur Metakritik der Erkenntnistheorie.
S¡udien über Husserl und diephánomenologischen Antinomien
(Me-
tacrítica de la teoría del conocimiento. E studios sobre Husserl y las
antinomias filosóficas) Stuttgart, 1956. (N. delT .)
crítica del relativismo sociológico en la que creo coincidir
con Popper. E l hecho, por otra parte, de que la concepción del! carácter contradictorio de la realidad social no
sabotee su conocimiento ni lo entregue al azar, se debe a
la posibilidad de concebir incluso la propia contradicción
como necesaria, extendiendo a ella la racionalidad.
Los métodos no dependen del ideal metodológico sino
de la cosa. Popper da implícitamente cuenta de ello en su
tesis de la preeminencia del problema. E n su constatación
de que la cualidad del rendimiento científico-social viene
directamente relacionada a la importancia o al interés de
los problemas a que se dedica, late indiscutiblemente la
consciencia de esa irrelevancia a la que parecen condenadas incontables investigaciones sociológicas en virtud de
su obediencia al primado del método y no al del objeto
- b ien por el interés de desarrollar métodos como tales,
bien por no elegir desde un principio sino objetos de los
que cabe ocuparse con los métodos ya disponibles. E n la
reflexión popperiana acerca de la importancia o del interés
apunta la relevancia del objeto a tratar. Únicamente sería
cualificable en virtud del hecho de que tampoco sobre la
relevancia de los objetos cabe emitir siempre juicioszyxwvutsrqponmljih
apriori. Allí donde la red categórica es tan tupida que algo de lo
que yace bajo la misma queda oculto por convenciones de
la opinión o de la ciencia, puede ocurrir que fenómenos
excéntricos aún no acogidos por dicha red adquieran, en
ocasiones, un peso insospechado. La penetración en su
naturaleza arroja luz también sobre aquello que tiene vi-
gencia como ámbito principal y que no siempre lo es. E n
la decisión de F reud de ocuparse de la " escoria del mundo
de los fenómenos" puede que no haya dejado de jugar algún papel este motivo teóricocientífico; tampoco en la sociología de Simmel, al decidir éste, receloso de lo absoluto
por sistema, entregarse a especificaciones sociales como la
del foráneo o la del actor, ha dejado en realidad de resultar
fructífero. T ampoco hay que dogmatizar en lo tocante al
requisito de relevancia del problema; la elección de los
objetos de la investigación se legitima en buena medida
a la luz de lo que la sociología puede obtener del objeto
escogido, sin que esto deba ser interpretado, desde luego,
como justificación de esa serie innumerable de proyectos
realizados en interés exclusivo de la carrera académica y
en los que se combinan felizmente la irrelevancia del ob-
jeto y la miopía del técnico enzyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSPNMLKJFEDB
research.
Con cierta prudencia quiero hacer también algunas
conjeturas acerca de los atributos que junto a la relevancia del problema adscribe Popper al método verdadero. La
honradez:, es decir, la rigurosa abstención de todo fraude,
la expresión - sin miramiento alguno por razones táctic as- de aquello que se conoce, debería ser algo obvio. E n
el curso real de la ciencia, sin embargo, suele abusarse
con intención terrorista de esta norma. Q ue uno se entregue limpiamente a la cosa viene a significar algo así
como que no allegue nada propio a la misma, que se convierta en una máquina registradora; renuncia a la fantasía
o escasez en la productividad acaban siendo presentados
(.orno ethos científico. No debería olvidarse lo que Cantril
y Allport han aportado a la crítica del ideal dezyxwvutsrqponmljihgfedcb
sincerity
en América; como honrado suele ser considerado sobre
iodo, incluso en el ámbito científico, aquel que piensa lo
que todos piensan, ajeno a la presunta vanidad de querer
vislumbrar algo especial, y por ello dispuesto a emitir los
mismos berridos. T ampoco la linearidad y la sencillez son
ideales absolutos en los casos de singular complejidad de
la cosa. Las respuestas del sano sentido común extraen en
ral medida sus categorías de lo en ese momento existente,
que tienden a reforzar su velo, en lugar de penetrarlo; en
lo tocante a la linearidad tampoco resulta tan fácil anticipar la vía por la que se accede a tal o cual conocimiento.
A la vista del actual estadio de la sociología más bien me
inclinaría a poner todo el énfasis, entre los criterios de
cualidad científica citados por Popper, en la audacia y
singularidad de la solución propuesta — solución siempre
sujeta, desde luego, a nuevas críticas. Por último, no conviene demeritar tampoco la categoría de problema. T odo
aquel que controle con alguna imparcialidad su propio
trabajo, acabará por tropezar con un estado de cosas cuya
aprehensión le resultará dificultada por el tabú de la presunta falta de supuestos básicos. Soluciones se tienen a
menudo; uno tiene interés por algo y construye el problem a s posteriori.
Cosa que no es en modo alguno casual: la
preeminencia de la sociedad como algo en sí clausurado
y trascendente a sus diversas manifestaciones se expresa
en el conocimiento social mediante juicios que hunden
sus raíces en el concepto de sociedad y que en los diversos
problemas sociales de naturaleza particular únicamente se
transforman en virtud de una ulterior confrontación de lo
anticipado con el material especial. D icho de manera más
general: las teorías del conocimiento, tal y como de manera relativamente autónoma han sido desarrolladas desde
B acon y D escartes por los grandes filósofos, y nos han
sido transmitidas, fueron concebidas, con inclusión del
empirismo, desde arriba. Sin adaptarse en modo alguno al
conocimiento tal y como éste se consuma de manera viva,
lo organizaban - de acuerdo con un proyecto de ciencia
ajeno y exterior al mismo - a la manera de un continuo
inductivo o deductivo. E ntre las tareas necesarias de la
teoría del conocimiento no sería la última - c o mo B ergson
vino a intuir— la de reflexionar acerca de cómo se conoce
realmente, en lugar de describir por adelantado el rendimiento cognoscitivo de acuerdo con un modelo lógico o
científico al que en verdad el conocimiento productivo no
corresponde en absoluto.
El concepto de problema vierte acompañado, en la articulación categórica popperiana, por el de solución.
pro-
ponen y critican soluciones. Subrayando el carácter central
de la crítica se avanza definitivamente frente a la doctrina, en verdad primitiva y ajena a la naturaleza del conocimiento, del primado de la observación. El conocimiento
sociológico es, en efecto, crítica. Pero lo importante en este
contexto son más bien los matices, ya que las diferencias
decisivas en lo que se refiere a las posiciones científicas más
bien tienden a ocultarse en los matices que a tomar cuerpo
en conceptos grandiosos propios de las visiones del mundo.
i:i hecho de que un ensayo de solución no resulte accesible
a la crítica objetiva impide, en opinión de Popper, su calificación como científico, aunque sólo sea provisionalmente.
Lo cual no deja de ser ambiguo. Si como tal crítica se piensa
en la total redención del pensamiento por la observación, en
la reducción a los llamados hechos, semejantezyxwvutsrqponmljihgfedcbaVS
desiderata no
vendría sino a nivelar el pensamiento a la hipótesis, privando a la sociología de ese momento de la anticipación que de
manera tan esencial le pertenece. Hay teoremas sociológicos que en la medida en que dan cuenta de los mecanismos
operantes al otro lado de la fachada contradicen - de modo
radical y por motivos asimismo sociales— los fenómenos de
tal manera, que a partir de éstos no pueden ni siquiera ser
suficientemente criticados. .Su crítica incumbe a la teoría
consecuente, al pensamiento ulterior y no a la confrontación con enunciados protocolares (cosa que, por otra parte, Popper tampoco formula). D e ahí que tampoco en la
sociedad sean los hechos lo último, aquello en lo que el
conocimiento encuentra sus puntos de incidencia, ya que
ellos mismos vienen mediados por la sociedad. No todos
los teoremas son hipótesis; la teoría es telos¡, no vehículo de
la sociología.
T ambién convendría detenerse en la equiparación de
crítica e intento de refutación. La refutación sólo resulta
fructífera como crítica inmanente. E so ya lo sabía Hegel.
E n el segundo tomo de la gran lógica figuran frases sobre
el " juicio del concepto" de las que sin dudar llegan al punto más alto de lo que desde entonces se ha dicho, más o
menos oracularmente, sobre los valores: " ...los predicados
bueno, malo, verdadero, hermoso, justo, etc., expresan
que la cosa es en su concepto general acorde con el deber
que se da, por antonomasia, como supuesto, y coincidente con él, o no" . 6 D esde fuera todo es refutable y no lo es
nada. El escepticismo conviene al juego de la discusión.
D a testimonio de una confianza en la ciencia organizada como instancia de verdad, contra la que la sociolo-
gía debería ponerse en guardia. F rente alzyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSP
thought
control
científico, cuyas condiciones nombra la propia sociología,
no deja de resultar especialmente importante que.Popper
confiera a la categoría de la crítica un lugar central. El impulso crítico viene indefectiblemente unido a la resistencia contra toda rígida conformidad respecto de la opinión
dominante. T ambién en Popper encontramos este motivo. E n su duodécima tesis equipara estrictamente: .objetividad científica y tradición crítica, esa tradición que "a
pesar de todas las resistencias hace tan a menudo posible
criticar un dogma dominante" . Apela, al igual que D ewey
en un pasado muy cercano y Hegel remotamente, a un
pensamiento no fijado, no cosificado. Un pensamiento
inseparable del momento experimentador, por no decir
lúdico. D e todos modos, dudaría en equipararlo sin más
6
Hegel, WW5 ,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCB
Wissenschafi der logik, 2. Teil (Ciencia de la lógica,
2 a Parte) Glockner, p. 110 y ss.
.il concepto de ensayo, adoptando el principio básico del zyxwvutsrq
n ial and error. E n el clima en que ha surgido éste, la pala-
bra ensayo es equívoca^evoca, de manera harto directa, a
asociaciones científico-naturales y parece dirigir su aguijón contra la autonomía de cualquier pensamiento que
no resulte susceptible de ser sometido a una contrastación
muy precisa. Pero algunos pensamientos, y, en última instancia, los esenciales, se evaden al test y, sin embargo, no
por ello dejan de tener un contenido de verdad bien concreto: también Popper se aviene a aceptarlo. Es innegable
que no hay experimento capaz de probar fehacientemente
la dependencia de todo fenómeno social respecto de la
totalidad, en la medida en que el todo, que preforma los
fenómenos tangibles, j amás resultará aprehensible mediante métodos particulares de ensayo. Y, sin embargo, la
dependencia del hecho o elemento social sometido a observación respecto de la estructura global tiene una validez
muc ho más real que la de tales o cuales datos verificados
- aisladament e- de manera irrefutable y es, desde luego,
todo menos una enloquecida elucubración mental. Si no
se quiere confundir, en última instancia, la sociología con
los modelos de las ciencias naturales, el concepto de ensayo habrá de abarcar también ese pensamiento que, saturado de experiencia, apunta más allá de ella con el fin de
comprenderla. A diferencia de lo que ocurre en la psicología, los ensayos en sentido estricto, los ensayos sin más,
son, en sociología, bien poco productivos. El momento
especulativo no es una necesidad del conocimiento social,
sino que es para éste, en cuanto a tal momento, ineludible, por mucho que la filosofía idealista, glorificadora de
la especulación, pertenezca al pasado. Cabría matizarlo
también insistiendo en la inseparabilidad de crítica y so-__
lución. Las soluciones sólo eventualmente son primarias,
inmediatas y hacen madurar la crítica a través de la que se
integran en el desarrollo del proceso cognoscitivo; antes
bien ocurre a menudo, por el contrario, que la figura de la
crítica implica, si ha tomado cuerpo con suficiente pregnancia, la solución; ésta apenas viene de fuera. A ello se
refiere el concepto filosófico de la negación determinada,
del que a pesar de su escaso amor por Hegel, Popper no
está tan lejos. E n la medida en que identifica la: -objetividad de la ciencia con la del método crítico, convierte a
éste en el órgano de la verdad. Ningún dialéctico pediría
hoy más.
D e ello extraigo una consecuencia de la que no se habla
en la ponencia de Popper y que ignoro si estaría dispuesto
a asumir. D a a su punto de vista el calificativo de criticista,
en un sentido nada kantiano. Si se interpreta la dependencia del método respecto de la cosa con el mismo rigor con
el que viene implícita en algunas determinacioncs^popperianas, como la de la relevancia y et interés como patrones
de medida del conocimiento social, no le sería posible al
trabajo crítico de la sociología limitarse a la autocrítica,
a la reflexión sobre sus enunciados, .teoremas, métodos y
aparatos conceptuales. Es al mismo tiempo crítica del objeto del que dependen todos estos momentos, localizados
en el lado subjetivo, en el de los sujetos vinculados a la
ciencia organizada. Por muy instrumentalmente que sean
definidos los momentos metodológicos, su adecuación
al objeto, viene exigida siempre, ciertas veces de manera
velada. Los métodos sólo. sojU-improduG tivos cuando les
falta esta adecuación. La cosa debe gravitar con todo su
peso en el. método, y ostentar en él su propia vigencia;
de lo cojQtxario, incluso el método más depurado resulta
deficiente. Lo cual no implica menos que la necesidad de
que en la complexión de la teoría aparezca la de la cosa.
Cuando la crítÍ£ íL_de. las categorías sociológicas se reduce a la crítica del método y cuando la discrepancia-entre
concepto, y cosa se produce a costa de. la cosa, que no
es lo que pretende ser, lo que decide es el contenido, del
teorema sujeto a crítica. La vía crítica no es meramente
f o rmalismo también material; si sus conceptos han de
ser verdaderos, una sociología crítica no puede ser, por
fuerza - y a tenor de su propia idea- , sino crítica de la sociedad, como Horkheimer razonó en su ensayo sobre la
tgoría tradicional y la crítica. 7 Algo de esto tenía también
el criticismo kantiano. Lo que alegaba contra los juicios
científicos acerca de D ios, de la libertad y de la inmortalidad venía a oponerse a una situación en la que lo que
7
Vid.zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRPONMLKJIHGFEDC
Max H orkheimer, Traditionelle und kritische Theorie (Teoría
tradicional y crítica), reeditado por Alfred Schmidt en la recopilación: Kritische Theorie , 2 tomos, S. Fischer Verlag, F rankfurt am
Main, 1968, tomo II, p. 137. (N. del T.)
se intentaba era salvar estas ideas, una vez perdida ya su
imperatividad teológica, mediante su ingreso en la racionalidad. E l criticismo era ilustración militante. A su lado,
sin embargo, un talante crítico detenido a las puertas de la
realidad y limitado al trabajo sobre sí mismo, dif ícilmente
representaría, en cuanto a ilustración, un progreso. E n la
medida en que cercena sus motivos, debería consumirse
en sí mismo, como tan contundentemente viene a eviden-
ciar cualquier comparación de lazyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSPNMLK
administrative
research
con la teoría crítica de la sociedad. Ya sería hora de que
la sociología se opusiera a esa consunción atrincherada
tras del intangible método. Porque el conocimiento vive
de la relación con lo que él no es, de la relación c o a algo
diferente de sí mismo. Y en la medida en que se produzca
y ocurra de manera meramente indirecta, en una. estricta
autorreflexión crítica, esta relación no podrá serle nunca
suficiente; para ello deberá convertirse en crítica del objeto sociológico. Así ocurre, por ejemplo, que cuando la
ciencia social - y no prejuzgo de momento nada acerca del
contenido de tales proposiciones- elabora, por una parte,
un concepto de sociedad liberal en .el que las. dos-notas
características de ésta son la lib ertad^ la igualdad,. y, por
otra, anula radicalmente el contenido de verdad de estas
categorías en el marco del liberalismo dada. la. desigualdad existente en el poder social -^ese poder que determina
las relaciones entre los hombres-, no estamos ante tales o
cuáles contradicciones lógicas, eliminables mediante definiciones más correctas, o ante unas ulteriores limitaciones
o diferenciaciones empíricas de una definición inicial, sino
ante la constitución estructural de la sociedad en cuanto a
tal. E n cuyo caso la crítica no puede consistir en una mera
reformulación de enunciados contradictorios en aras a la
recuperación de la conf ormidad y armonía del complejo
científico. E n la medida en que desplaza los centros de
gravedad verdaderos, este logicismo puede resultar erróneo. A lo que deseo añadir que este viraje afecta asimismo
a los medios conceptuales del conocimiento sociológico.;
una teoría crítica de la sociedad encauza en otra dirección
la permanente autocrítica del conocimiento sociológico.
Me limito a recordar lo dicho acerca de la ingenua confianza sustentada en la ciencia social organizada como garante de la verdad.
T odo esto presupone, desde luego, la diferenciación
entre verdad y no verdad a la que Popper tan rigurosamente se aferra. Co mo crítico del relativismo escéptico
polemiza contra la sociología del conocimiento - y, especialmente, contra la obediente a la inspiración de Pareto
y de Man n h e im- con tanta energía, por lo menos, como
yo mismo lo he hecho tantas veces. Pero el susodicho
concepto total de ideología, y la pulverización de la diferencia entre verdadero y no verdadero, no resulta asimilable a la teoría clásica de las ideologías, si se le puede
llamar así. Más bien se aproxima, en realidad, al intento
de privar a aquella teoría de todo su mordiente, neutralizándola y convirtiéndola en una rama más del negocio
de la ciencia. E n otro tiempo, la apariencia socialmente
6o
necesaria recibía el nombre de ideología. La crítica de
la ideología estaba vinculada a la prueba concreta de la
falsedad de un teorema o de una doctrina; la mera sospecha de ideología, como Mannheim la llamaba, no era
suficiente. Marx hubiera ironizado sobre ella considerándola, de acuerdo con el espíritu de Hegel, como una
negación abstracta,. La deducción de las ideologías por
necesidad social no ha mitigado el j uic io sobre su no verdad. Su derivación a partir de ciertas leyes estructurales,
como la del carácter fetichista de la mercancía, que da
nombre a la JipurT cnj^e^ióo^, se proponía subordinarla
a ese patrón de medida de la objetividad científica que
también Popper subraya. Ya el dif undido discurso sobre
superestructura e infraestructura lo trivializa. Al comportarse la sociología del conocimiento - mit igado ra de la
diferencia entre consciencia falsa y auténtica^ como si
viniera a representar un progreso en el sentido de la objetividad científica, no está sino recayendo, en virtud de
dicha mitigación, por detrás del concepto de ciencia tal y
como éste es entendido, en Marx, de manera totalmente
objetiva. Únicamente mediante fruslerías y neologismos
como el del perspectivismo, y no mediante determinaciones objetivas, puede distanciarse el concepto total de
ideología del relativismo vulgar y fraseológico de las visiones del mundo. D e ahí el declarado o tácito subjetivismo de la sociología del conocimiento, denunciado
con tanta razón por Popper y en cuya crítica la gran_.filosofía coincide con el trabajo científico concreto. E ste
[> "
1
h zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaYX
jamás se ha dejado c o nf undir seriamente por la cláusula
general de la relatividad de todo conocimiento humano .
Cuando Popper critica la asimilación de la objetividad
de la ciencia a la del científico, está haciendo blanco en
el concepto de ideología tal y como éste viene degradado
en su formulación total, pero no en la versión auténtica del mismo. É ste incide en la determinación objetiva
- h art o independiente de los sujetos individuales y de su
tantas veces invocada situación— de la falsa conscieneia,
aprehensible mediante el adecuado análisis de la estructura social; una idea que se retrotrae, por lo demás, hasta
Helvetius, por no decir hasta B acon. El énfasis constante
en la determinación situacional de los pensadores, individualmente considerados, surge de la impotencia para
retener firmemente la, en otro tiempo alcanzada, certidumbre de la desfiguración objetiva de la verdad. Co n los
pensadores y su psicología no guarda excesiva relación.
Abreviando: estoy de acuerdo con la crítica popperiana
de la sociología del conocimiento. La no diluida teoría de
las ideologías también está, no obstante, dec ididamente
de acuerdo con ella.
El problema de la objetividad de las ciencias sociales se
relacionaba, en Popper, al igual que otrora en el famoso
ensayo de Max Weber, con el de la neutralidad valorativa-(Wertf reiheit). No se le ha escapado que esta categoría - t an do gmatizada- , excesivamente compatible, sin
duda, con el negocio pragmatista de la ciencia, ha de ser
nuevamente reelaborada. La escisión entre objetividad y
valor no es tan rotunda como leemos en Max Weber, en
cuyos textos resulta, no obstante, mucho más cualificada
de lo que su grito de guerra podría hacer esperar. Popper considera que la imposición de una incondicional
neutralidad valorativa es paradójica, en la medida en que
tanto la objetividad científica como la propia neut ralidad valorativa son, a su vez, valores; esta constatación,
sin embargo, no es tan importante como Popper cree.
T ambién de ella podrían extraerse consecuencias teóricocientíficas. Popper subraya la imposibilidad de prohibir
o anular al científico sus valoraciones sin anularlo como
hombre y también como científico. Con ello queda dicho, no obstante, algo que no es de orden exclusivamente práctico-cognoscitivo; " anularlo como científico" envuelve el concepto objetivo de ciencia en cuanto a tal.
La separación entre conducta valorativa y avalorista es
falsa, en la medida en que el valor, y con él la neutralidad
valorativa, son cosificaciones; es justa, en la medida en
que el proceder del espíritu no puede evadirse a voluntad
del estadio de la cosificación. El llamado problema de los
valores sólo viene a constituirse en una fase en la que
los fines y los medios son, a causa de un do minio sin
fricciones de la naturaleza, desgajados unos de otros; en
la racionalidad el medio avanza al lado de una irracionalidad mitigada - o puede incluso que creciente— de los fines. E n K ant y Hegel aún no encontramos el concepto de
valor, un concepto que tiene su morada en la economía
política. Hasta Lotze no toma carta de naturaleza en la
63
terminología filosófica; la distinción kantiana entre dignidad y precio en la razón práctica no sería compatible
con él. E l concepto de valor ha cristalizado en la relación
de cambio, es un ser para otro. En una sociedad en la
que todo se ha convertido en algo así, en algo tangible
- e l rechazo de la verdad constatado por Popper revela el
mismo estado de cosas-, este " para otro" se ha convertido, se ha embruj ado, en un "en sí" , en algo sustancial,
y en cuanto a tal, no verdadero; algo muy adecuado, en
consecuencia, para que el perceptible vacío acabe siendo
llenado a voluntad de los intereses dominantes. Lo ulteriormente sancionado como valor no se comporta extrínsecamente a la cosa, no le está xoopi^ enfrente, sino
que le es inmanente. Puede decirse que la cosa, el objeto
del conocimiento sociológico, es algo libre de imperatividad, algo meramente existente - só lo mediante los
cortes de la abstracción acaba convirtiéndose en t al- en
tan escasa medida como están en su sitio los valores en un
más allá, en un cielo de las ideas. El j uicio sobre una
cosa, que exige, sin duda alguna, espontaneidad subjetiva, viene trazado siempre por la cosa misma, y no
agota en una irracional decisión subjetiva, como Weber
parece imaginarse. Tal j uicio es, en el lenguaje de la filosofía, un juicio de la cosa sobre sí misma; su condición
desgajada conjura a ello. Se constituye, sin embargo, en
su relación con ese todo que hay en ella, sin ser algo inmediatamente dado, sin ser facticidad; a ello apunta la
frase de acuerdo con la cual la cosa ha de ser medida
64
según su propio concepto. D e ahí que el problema de los
valores, que gravita sobre la sociología y otras disciplinas
como un lastre esté, en su totalidad, mal planteado. Una
consciencia científica de la sociedad que presume_de_ser
libre de valores desatiende a la cosa no menos que aquella
otra que se remite constantemente a unos .valores más o
menos decretados y arbitrariamente estatuidos; rendirse a esta alternativa es caer en antinomias. Ni siquiera
el positivismo ha podido evadirse; el propio D urkheim,
cuyozyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSPNMLKJFEDBA
chosisme superaba, por cierto, en talante positivista
al propio Weber —cuyo thema probandum^pertenecía,
no
hay que olvidarlo, a la sociología de la religión— , aceptaba la neutralidad valorativa. Popper rinde tributo a la
antinomia en la medida en que, por un lado, rechaza
la escisión entre valor y conocimiento y, por otro, postula
que la autorreflexión del conocimiento se haga consciente de los valores implícitos en él; es decir, que no falsee su
contenido de verdad para demostrar algo. Ambos
deside-
rata son legítimos. Se tendría, simplemente, que asumir
en la sociología la consciencia de su antinomia. La dicotomía entre ser y deber es tan falsa como históricamente
vinculativa; de ahí que no quepa simplemente ignorarla.
Sólo resulta transparente a la penetración de su forzosidad con las armas de la crítica social. A decir verdad, el
comportamiento total neutral en el orden valorativo resulta imposible no sólo psicológicamente, sino .también
de manera objetivada. La sociedad, a cuyo conocimiento ha de apuntar en última instancia la sociología, si no
quiere reducirse a mera técnica, sólo cristaliza efectivamente a la luz de una concepción de sociedad justa, en
torno, en fin, a la idea de una sociedad cabal. Y ésta no
ha de ser contrastada con la existente como si fuera un
simple valor supuesto, por vía totalmente abstracta, sino
que surge de la crítica, esto es, de la consciencia de la sociedad de sus propias contradicciones y de su necesidad.
Cuando Popper dice: " Porque aún cuando j amás podamos justificar racionalmente nuestras teorías y ni siquiera
podamos revelarlas como probables, siempre podremos
someterlas a crítica racional" ?) está expresando algo que
no vale menos para la sociedad que para las teorías acerca
de la misma. D e donde resulta un talante que ni se aferra a una neutralidad valorativa, cegadora respecto del
interés esencial de la sociología, ni se deja llevar por un
dogmatismo valorista abstracto y estático.
^
Popper detecta el latente subjetivismo de esa sociología del conocimiento avalorista que se ufana en demasía
de su cientificista carencia de prejuicios. Consecuente
con este planteamiento ataca el psicologismo sociológico. T ambién en este punto coincido con él, y quizá me
esté permitido hacer alusión al trabajo que publiqué en
el " Homenaj e a Horkheimer" , en el que me ocupo de la
discontinuidad existente entre estas dos disciplinas, que
suelen ser c o nj untamente incluidas bajo el rótulo general
de ciencias humanas. Los motivos, sin embargo, que a
uno y a otro nos incitan a igual conclusión no son los
mismos. La separación entre hombre y entorno social no
1
V "
66
'
puede menos que parecerme excesivamente tópica, demasiado orientada de acuerdo con el viejo mapa de las
ciencias - dado , según parece, de una vez por to das- y
cuya hipóstasis Popper rechaza con tanta energía. Los
sujetos a cuya investigación se compromete la psicología no están simplemente sujetos a la inf luencia de la
sociedad, como suele llamársela, sino que vienen configurados
por ella hasta lo más profundo. El sustrato de
un hombre en sí, que estuviera enfrentado al mundo - t al
y como hemos visto revivirlo en el existeneialismo- no
pasaría de constituir una vacía abstracción, El entorno
social efectivo es producido a su vez, todo lo mediata e
irreconociblemente que se quiera, por hombres, por la
| sociedad organizada. Y a pesar de todo, la psicología no
debe ser considerada como la pieza básica de las ciencias sociales. Me limitaría a recordar, a este respecto, que
las formas de socialización - l o que en el uso anglosajón
del lenguaje recibe el nombre de instituciones— se han
autonomizado, en virtud de su propia dinámica, hasta
tal punto respecto de los hombres vivos y de su psicología, que han acabado por oponerse a éstos como algo tan
ajeno y, al mismo tiempo, tan prepotente, que la reducción a comportamientos humanos primarios efectuada
en sus estudios por la psicología ni siquiera alcanza a los zyxwvutsrqp
behavior
patterns
típicos y de plausible generalización, a
los procesos sociales que se desarrollan por encima de
las cabezas de los hombres. D e todos modos, de la pre-
XLO me
minencia de la sociedad respecto de la psicología,zyxwvutsrqponmlkj
67
decidiría yo a deducir una independencia tan radical entre ambas como la que subraya Popper. La sociedad es un
proceso total, en el que los hombres abarcados, guiados
y configurados por la objetividad reinfluyen a su vez sobre aquélla; la psicología se disuelve tan escasamente en
la sociología como el individuo en la especie biológica
y en su historia natural. No cabe la menor duda de que
el fascismo no puede ser explicado tan sólo por razones
de orden psicológico-social, ni era esa, a diferencia de
lo que, malentendiéndola, se ha dicho a veces, la intención de la " zyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSPNMLKJFEDBA
A uth ori ta ri a n Personality";
pero si el carácter
vinculado a la autoridad y necesitado de ella no hubiera
estado tan extendido —por motivos sociológicos no menos evidentes, a su vez— el fascismo dif ícilmente hubiera
encontrado en las masas la base necesaria para hacerse
del poder en una sociedad como la de la democracia de
Weimar. La autonomía de los procesos sociales no es, en
cuanto a tal, en sí, sino que se basa en la; cosificación;.
también los procesos enajenados respecto de los hombres siguen siendo inhumano s. D e ahí que la frontera
entre ambas ciencias sea tan escasamente absoluta como
la existente entre sociología y economía, o entre sociología e historia. La visión de la sociedad como totalidad
no deja de implicar asimismo la necesidad de que todos
los mo mento s efectivos en dicha totalidad, y en modo
alguno totalmente reducibles unos a otros, entren en el
conocimiento; no tiene por qué dejarse aterrorizar por la
división científica del trabajo. La preeminencia de lo so-
68
cial respecto de lo humano -individual se explica a partir
de la cosa, de esa impotencia del individuo respecto de
la sociedad, que para D urkheim constituía, precisamen-
te, el criterio de loszyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIH
faits sociaux; la autorreflexión de la
sociología también debe estar, no obstante, precavida y
vigilante respecto de la herencia histórico-científica, que
incita una y otra vez a exagerar la autarquía de las ciencias más jóvenes y en E uropa todavía no aceptadas con
igualdad de derechos por lazyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSPNMLKJFEDBA
universitas
literarum.
Señoras y señores, en la correspondencia que sostuve
con él previamente a la formulación de mi coponencia,.el
señor Popper definió la diversidad de nuestras posiciones
en los siguientes términos: en su opinión, vivimos en el
mejor de los mundos jamás existentes —yo, en cambio,
me niego a creerlo así. E n lo que a él corresponde, ha
exagerado, sin duda, un poco, en aras del efectismo de la
discusión. E stablecer diferencias en el grado de maldad
de sociedades de épocas diversas no deja de ser algo precario; me cuesta mucho aceptar que no todas hayan sido
superiores a la que hizo posible Auschwitz, y por lo menos
en este punto Popper me ha caracterizado con
fidelidad
indiscutible. Sólo que para mí la diferencia es decidible
y no lo es simplemente de puntos de vista: ambos podríamos sustentar igual postura negativa respecto de la
filosofía del punto de vista y, con ello, también respecto
de esa misma sociología. La experiencia del carácter contradictorio de la realidad sociáK no puede ser considerada
como un punto de partida más entre otros varios posibles,
sino que es el motivo constituyente de la posibilidad de la
sociología en cuanto a tal. Únicamente a quien sea capaz
de imaginarse una sociedad distinta de la existente podrá
ésta convertírsele en problema; únicamente en virtud de
lo que no es se hará patente en lo que es, y ésta habrá
de ser, sin duda, la materia de una sociología que no desee
contentarse - c o mo , desde luego, la mayor parte de sus
proyectos— con los fines de la administración pública y
privada. Q uizá quede aludido con ello el motivo por el
que en la sociología, en su condición de ciencia particular, no hay lugar para la sociedad. El proyecto de la nueva
disciplina venía sustentado en Co mte por la voluntad de
proteger las tendencias productivas de su época - e l desencadenamiento de las fuerzas productivas- del potencial
destructor que ya entonces iba madurando en ellas. Y lo
cierto es que a pesar del tiempo transcurrido no se ha
producido cambio alguno en esta situación de partida de
la sociología; es más, se ha agravado en extremo - y la sociología debería reservarse esta evidencia. E l archipositivista Co mte era perfectamente consciente de ese carácter
antagonístico de la sociedad - e n su opinión, realmente
decisivo—, al que en su ulterior evolución el positivismo
ha intentado anular - o escamotear- como simple especulación metafísica, dando lugar a las extravagancias de su
fase tardía, que han vuelto a evidenciar lo que la realidad
social ha puesto en solfa las pretensiones de aquéllos cuya
profesión es, precisamente, apurar el conocimiento de la
misma. E ntretanto ocurre que la crisis, por la que la so-
ciología ha de mostrarse no afectada, ya no es la del orden
burgués tan sólo, sino una crisis tal que amenaza literalmente la subsistencia física de la sociedad entera. F rente a la increíble prepotencia de las circunstancias, ahora
evidente en toda su desnudez, la esperanza, alentada por
Comte, de que la sociología pudiera guiar el poder social,
se ha revelado como ingenua -salvo, desde luego, que se
decida a facilitar planes y proyectos a los poderes totalitarios. E n su renuncia a una teoría crítica de la sociedad,
la sociología adopta una postura de resignación: no hay
valor para pensar el todo porque se duda de poder transformarlo. D e ahí que si la sociología aceptara reducirse
exclusivamente al conocimiento dezyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSPNML
facts y figures en beneficio de lo establecido, semejante progreso en la carencia de
libertad acabaría por menoscabar progresivamente, condenándolas a la irrelevancia, incluso a esas investigaciones
de detalle con las que se hace la ilusión de triunfar sobre
la teoría, La ponencia de Popper acaba con una cita de
Jenófanes, síntoma indudable de que esa separación entre
filosofía y sociología, que hoy tanto ayuda a la tranquilidad de las almas, le satisface tan escasamente como a
mí. Pero también Jenófanes era, a pesar de la ontología
eleática, un ilustrado; no en vano encontramos ya en él
esa idea - nuevamente rastreable en Anatole F ranc e- de
acuerdo con la cual si una especie animal pudiera representarse a una divinidad, lo haría con su propia imagen.
E ste tipo de crítica es tradicional en la ilustración europea
desde la Antigüedad. Su herencia ha recaído hoy en gran
7i
medida, en la ciencia social. Apunta a la desmitologización. Q ue no es, desde luego, ningún concepto teorético,
ni equivale tampoco a una ciega iconoclastia que al acabar con la diferencia entre lo verdadero y lo no verdadero
destruye también el abismo entre lo cabal y lo falso. E n
su lucha contra la magia, la ilustración se propone - e n
virtud de su propia esenc ia- liberar a los hombres de todo
encantamiento; del de los demonios, ayer, y hoy del que
sobre ellos, .ejercen las relaciones humanas. Una ilustración que se olvida de esto y, en su desinterés, deja en su
lugar - in t ac t o - el viejo encantamiento, agotándose en la
elaboración de aparatos conceptuales manejables, comete
sabotaje contra sí misma, incluido ese concepto de verdad
que Popper opone a la sociología del conocimiento. E n
el concepto enfático de la verdad viene comprehendida
también la disposición cabal de la sociedad, por poco que
pueda ser esbozada como imagen de futuro. Lazyxwvutsrqponmljihgfed
reductio
ad hominem
en la que toda ilustración crítica encuentra
inspiración tiene como sustancia a esos hombres a los que
habría que acceder en una sociedad dueña de sí misma.
E n la actual, por el contrario, su único índice es lo socialmente no verdadero.
AN OT ACION E S A LA DISCUSIÓN DE L AS
PONENCIAS DE
KAR L R .
PoPPER Y
T H E ODOR W . ADOR N O
Ralf D ahrendorf
1
E l tema de ambas ponencias princ ipales - " L a lógica
de las ciencias so c iales" - había sido determinado , no
sin una intenc ió n bien precisa, por los organizadores
del Congreso de la So c iedad Alemana de So c io lo gía celebrado en T üb ingen. No es ningún secreto que entre
los profesores universitarios alemanes de sociología de
la generación actual median dif erencias muy acusadas
en la o rientac ió n de las investigaciones, y no sólo en
esto, sino tamb ién en la posición teórica e inc luso en el
talante básico de orden moral y político. A raíz de las
discusiones de los último s años llegó por un mo mento a pensarse que la diluc idac ió n de los f undamento s
ló gic o -c ientíf ic o s de la sociología po dría ser un c amino
adec uado para minar las dif erencias existentes, c o adyuvando así a que la investigación resultara más f ruc tífera. E l Congreso de T üb ingen no ha c o nf irmado este
supuesto. Aunque tanto el po nente como el c o po nente no
vacilaron en tomar una posición clara y terminante en
sus respectivas disertaciones, se echaba de menos en el
c o nj unto de discusión la intensidad que hub iera c abido
esperar dadas las dif erencias de c o nc epc ió n realmente
existentes. La mayo ría de las c o ntrib uc io nes a la discusión se mantuviero n, por otra parte, tan f uertemente
c eñidas al estricto ámb ito del tema, que las posiciones
morales y políticas a él subyac entes no llegaron a ser en
mo do alguno expresadas-c on J a. c lar idad necesaria. E l
resultado de la discusión puede cifrarse, en consecuencia, pref erentemente en una cierta c larif ic ac ió n de las
concepciones de ambo s ponentes, o, al menos, en un
aumento de la precisión de sus contornos. D e ahí que
ésta haya de f igurar en el centro mismo de c ualquier
posible inf o rme sobre la discusión.
2
Algunos de los participantes de la discusión se lamentaron sobre la escasa tensión existente entre ambas ponencias principales y entre ambos ponentes. D e hecho podía
incluso parecer a veces que el señor Popper y el señor
Adorno estaban de acuerdo hasta límites sorprendentes.
Y, sin embargo, la ironía de semejantes coincidencias
apenas pudo pasarle desapercibida a cuantos supieron
escuchar con mediana atención. E n la discusión salieron a la luz unas cuantas divertidas ilustraciones acerca
de cuánto en común tenían ambos ponentes en algunas
formulaciones, por detrás de las que latían prof undas diferencias en la cosa.
Popper y Adorno coincidían así por completo en que
el intento de separar rígidamente la sociología, de.la filosofía no podría conllevar sino un perjuicio para, amibas.
Adorno lo formuló enérgicamente: " D e trazar la línea
de demarcación tal y como una y otra vez se nos viene
proponiendozyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
ad nauseam, ésta acabaría convirtiéndose
- y perdónenme ustedes lo torcido de la imagen- en una
tumba en la que desaparecería el interés esencial-de ambas
disciplinas" . Acerca, sin embargo, de lo que en el límite
entre ambas disciplinas (en el supuesto de que éste fuera
imaginable) podría y debería ser dicho y pensado, ninguno de los ponentes tuvo - prudent ement e- nada que
decir; G eorg-Heinrich Weippert llamó, de todos modos,
la atención, de forma muy razonable, acerca de la extraordinaria diferencia existente en los conceptos de filosofía
sustentados por ambos ponentes.
No menos superf icial era, sin duda, la c o inc idenc ia
de los ponentes en la predilección~ por.la categoría.-de
la crítica, sobre la que versó una intervención de Peter
L udz en la discusión. La crítica (o más exactamente: la
" teoría crítica de la sociedad" ) viene a radicar, según
Adorno, en el desarrollo de las contradicciones dej g- so ciedad mediante el c o no c imiento de las mismas. No es
fácil resistirse a la tentación de investigar la raíz de este
concepto de teoría crítica - c o mplet ament e do gmátic o ,
en sentido kantiano al menos, a tenor de la posibilidad- en la crítica de la izquierda hegeliana. E n Popper,
por el contrario, la categoría de la crítica fe^tá por com-
pleto vacía de c o ntenido ; no cabe ver en ella sino un
puro mec anismo para, la c o nf irmac ió n provisional de
enunc iado s muy generales de la ciencia: " No podemos
f undament ar nuestros asertos" , sólo podemos " someterlos a crítica" .
Los puntos en c o mún y las diferencias en las concepciones lógico-científicas de ambos ponentes resaltan
con especial acuidad en el problema de la escisión entre
ciencias naturales y ciencias del espíritus,Ambos, Popper
y Adorno, apenas parecían inclinados a aferrarse ilimitadamente a ella. E n la argumentación subrayaban, no
obstante, aspectos muy distintos. Popper sustentaba la
creencia de que la diferenciación tradicional descansa, en
gran medida, en un concepto erróneo de ciencias naturales. Una vez corregido el error se vería como todas las
ciencias son " teoréticas" , es decir, someten a crítica enunciados generales. Las diferencias entre unos dominios y
otros de la ciencia no podrían ser, pues, sino graduales e
históricas, es decir, diferencias principalmente superables.
Adorno vino a llamar la atención, por el contrario, sobre
una diferencia meto do ló gic a de orden muy distinto, a la
que no consideraba " esencial" , desde luego, pero sí no
superable, en la medida en que venía determinada por el
o bj etm " E n las ciencias naturales tenemos f undamentalmente que habérnoslas con materiales no mediados, es
decir, con materiales de los que no cabe pensar que están
ya preformados humanamente y, en consecuencia, eminentemente no cualificados, de tal modo que la ciencia
natural - s i ustedes lo pref ierenasj ^ nos deja en mayor
libertad para elegir nuestro sistema categórico de lo que
ocurre en la sociología, cuyo objeto mismo ya viene en sí
tan ampliamente determinado, que es este mismo objeto
el que nos impone el aparato categórico" .
E n estas formulaciones se hace evidente la diferencia
f undamental entre las expectativas y aspiraciones, cognoscitivas de Popper y Adorno que informó la discusión entera y sobre la que, incidiendo en su base, aún hay que
volver: en tanto que Adorno considera posible reproducir
la realidad misma en el proceso del conocimiento y, en
consecuencia, reconocer y utilizar un aparato categórico
inherente al objeto, para Popper el conocimiento viene
a consistir siempre en un problemático intento de aprehensión de la realidad imponiendo a la misma categorías
y, sobre todo, teorías. Casi resulta superfluo citar aquí los
nombres de K ant y Hegel.
T emporal y materialmente, sin embargo, la discusión no
estuvo dominada por Popper ni por Adorno, sino por un
" tercer hombre" invocado casi por la totalidad de quienes
participaron en ella, y frente al que ambos ponentes no
dejaron de mostrarse, de todos modos, ampliamente coin- cidentes. Por sus amigos y enemigos este " tercer hombre"
fue bautizado de diversas maneras: " método positivo" ,
" positivismo no metafísico" , " empirismo" , -" investigación
-
empírica" , etc. Ya antes de la discusión fue censurado por
E duard B aumgarten lo que E merich F rancis desarrolló
explícitamente y WeippertzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONM
y otros no dejaron también de
subrayar: que en ambas ponencias se había hablado, en
realidad, muy poco de los problemas metodológicos de
una disciplina que al menos en su tráfico cotidiano estaba preferentemente dedicada a investigaciones empíricas.
Tal y como Weippert formuló, de cara a Popper, la cuestión, cabe, sin duda, extenderla a ambos ponentes: frente
a los representantes de la investigación empírica uno y
otro participan de un " concepto de empiria extraordinariamente estrecho y un concepto de teoría extraordinariamente amplio" . Para ambos la ciencia se agota, en gran
medida, en enunciados generales y teorías, en tanto que a
la experiencia sistemática le es asignado un papel limitado como correctivo, como instrumento de contrastación.
E ntre los participantes en la discusión hubo, en este sentido, incluso quien indicó que en ambos ponentes faltaba aquello, precisamente, en lo que consiste la sociología
moderna y que la distingue de los comienzos especulativos de la disciplina.
F rente a semejantes objeciones tanto Popper como
Adorno vinieron a adoptar una posición rigurosamente
\
metodológica. Ambos se autocalificaron - empleando un
giro de Popper— como " negativistas" ,|en la medida en que
cifraban la tarea de la empiria en la corrección crítica. Por
otra parte, no dejaron de subrayar una y otra vez el primado de la teoría en la ciencia. Para Popper este primado se
desprende de la unívoca vinculación existente entre teoría y
experiencia en el " método hipotético-deductivo" de la ciencia por él desarrollado en sus obras y que en su ponencia
da como supuesto: " No hay observación sin hipótesis... La
inducción es la falsa tesis según la cual puede partirse de
la observación. No hay inducción" . La relación entre teoría
e investigación empírica es, eñ Adorno, algo más complicada: " No creo que pueda sortearse la divergencia entre el
concepto de una teoría crítica de la sociedad y la investigación social empírica mediante la aplicación, simplemente,
de aquél a éste" . " Lo que he llamado teoría crítica de la
sociedad plantea sin tregua a lá investigación empírica una
enorme cantidad de cuestiones que ésta, de atenerse exclusivamente a sí misma, jamás podría cristalizar." T ampoco
aquí deja de quedar unívocamente afirmado, de todos modos, el primado de la teoría.
Aunque el rigorismo de semejante concepto es lógicamente luminoso, será preciso objetarle que a partir de él
no cabe dar respuesta a todas las cuestiones planteadas por
el tráfico de la ciencia. La pregunta de Weippert sobre el
" proceso concreto de la investigación" quedó, de acuerdo
con todo este enfoque, tan sin respuesta como los interrogantes de Rosenmayr en torno a una posible - y necesaria- determinación unívoca del concepto de teoría y de la
idea de acumulación teorética. E n una determinación medianamente generosa del proceder científico no cabría ignorar, por ejemplo, que entre las.tareas, de la investigación
empírica no figura sólo la de ayudar- a la eontrastaeión-de-
teorías: la del estímulo es importante, y también la de la siste má tica_pbtención y mediación de informaciones. D e todos modos, ambos ponentes han subrayado, no sin razón,
una y otra vez que semejantes tareas de la investigación empírica en modo alguno pueden fundamentar un concepto
de sociología como ciencia. E n su intención la sociología
sigue siendo teorética, por mucho que el tráfico de la investigación sea eminentemente empírico.
E n las diversas contribuciones a la discusión que fueron
produciéndose hicieron acto de presencia diversos motivos secundarios, de los cuales algunos ni siquiera volvieron a ser citados, en tanto que otros no dejaron de atraer
la atención repetidas veces. F iguran, entre ellos, la problemática de la enciclopedia de las ciencias sociales (Hans L.
Stoltenberg), la coordinación de los diversos métodos del
conocimiento científico-social, especialmente del método
comparativo (Weippert), el problema de la justificación
de las observaciones de Popper acerca de los cambios habidos en la relación entre sociología y etnología (Wilhelm
E . Mühlmann). E ntre estos motivos secundarios
figura,
sin embargo, uno que irrumpió tan a menudo y despertó
un interés tan evidente que obligó a sospechar que constituye una de las cuestiones clave de la sociología alemana
y, en todo caso, un objeto verdaderamente necesario de la
discusión en el seno de la misma: el problema de los j ui-
cios de valor. Una serie de oradores, entre ellos los señores
Hof mann, Mühlmann, Rosenmayr y Weippert, pidieron
una nueva consideración a fondo del concepto de neutralidad valorativa, o sea, la prosecución y profundización de
la disputa de los juicios de valor de los años anteriores ada
Primera G uerra Mundial. E n sus observaciones finales los
ponentes apenas se refirieron a esta petición. Pudo incluso tenerse la impresión de que ni a Popper ni a Adorno les
parece tan urgente e imperiosa la cuestión de los juicios
de valor como a algunos de los partícipes en la discusión.
E n la medida en que pudiera ocurrir así, ambos ponentes evadieron uno de los problemas más declaradamente
inexcusables para el resto de los congresistas. Puede, incluso, que una dilucidación de la ética de la investigación
y de la teoría científico-sociales resulte más adecuada para
iluminar y especificar las concepciones básicas que hoy
se contraponen en la sociología alemana de lo que pueda
serlo la de la lógica de la investigación. Han transcurrido 50 años y los frentes se han incluso trastocado, y, sin
embargo, la disputa de los juicios de valor parece haber
perdido muy poco de su explosividad en el ámbito de la
sociología alemana.
Ya en su primera intervención en la discusión Adorno
caracterizó la relación existente entre sus reflexiones y las
de Popper insistiendo en que lo que está en juego no es
8i
una mera diferencia de puntos de vista, sino unas contradicciones perfectamente decidibles o delimitables. Q uien
tuvo la oportunidad de seguir la discusión, sin embargo,
no pudo menos que preguntarse, de manera cada vez más
decidida, si no sería más bien verdad lo primero y falso
lo segundo. Al ser consideradas como meros puntos de
vista — excluyentes, por tanto, de toda auténtica discusión y argumentación— son calificadas con insuficiencia
excesiva, sin duda, las posiciones de los ponentes. Las
diferencias no son, por otra parte, verdaderamente prof undas en el orden del contenido tan sólo, sino también
en el de la naturaleza de la argumentación, de tal modo
que es preciso poner en tela de juicio que a Popper y a
Adorno les fuera dado llegar siquiera a un acuerdo acerca
del procedimiento adecuado para el conocimiento y delimitación de las diferencias que se yerguen entre ambos.
Sobre todo al final de la discusión salieron otra vez a
la luz, con enorme claridad, las diferencias en cuestión.
La relación entre ponente y coponente casi hubo de invertirse en este punto cuando - e n respuesta a una pregunta de L udz- Adorno procedió a sentar, de manera tan
clara como abierta, los principios políticos de su concepción de la teoría sociológica, dando así pie a que Popper
f ormulara, a su vez, muy polémicamente y en categorías
políticas, las bases de su concepción lógico-científica.
E sta disputa final de los ponentes es suficientemente importante como para justificar una cita algo más extensa
de lo usual.
Al reproche de L udz de haber recaído, en su teoría
crítica de la sociedad, " por detrás de Marx" , Adorno comenzó por oponer lo siguiente: " La realidad social se ha
transformado de tal manera que casi se ve uno obligado
a retroceder al punto de vista - t an acerbamente criticado
por Marx y E ngels- de la izquierda hegéliana; y. ello es
así, en primer lugar, porque la teoría desarrollada por
Marx y E ngels ha acabado por adoptar, a su vez, una
fisonomía
totalmente dogmática, y, en segundo, porque
en esta f orma de la teoría, dogmatizada y paralizada, la
idea de la transformación del mundd se ha convertido en
una deleznable ideología, que sirve incluso para justif icar
la más lamentable praxis de opresión de los seres humanos. E n tercer lugar - y éste es, posiblemente, el motivo
más serio - porque la idea de que en virtud de la teoría
y mediante la expresión de la misma cabe llegar a los
hombres e incitarlos a la acción resulta hoy doblemente
imposible, dado que los hombres, en su constitución actual, ya no se dejan predisponer en modo alguno por la
teoría, y dado, asimismo, que la realidad, en la
fisonomía
de la misma a que estamos asistiendo, excluye la posibilidad de acciones del tipo de las que a Marx le parecían
inminentes de un día para otro. D e manera, pues, que
de actuar hoy como si se pudiera transformar el mundo
mañana, no se conseguiría otra cosa que ser un embustí
tero
Popper calificó este talante escéptico de " pesimismo" , un
pesimismo surgido necesariamente de la decepción ante el
fracaso de unas esperanzas utópicas o revolucionarias harto hipertrofiadas. Q uien, por el contrario, aspire a menos
y se conforme con pequeños progresos, con un ir paso a
paso, podrá ser calificado, sin duda, como le ocurre a él,
de " o p t i m i s t a" S o y un viejo ilustrado y liberal, y, desde
luego, prehégeliáño." Popper acabó, en consecuencia, por.,
pedir una vuelta al estadio anterior a Hegel, ya que " Hegel
ha aniquilado el liberalismo en Alemania" . El dualismo
entre ser y deber ser,} tan necesario para el progreso del
mundo, se esfumó en la " ilustración posthegeliana" , y en
él viene, sin embargo, contenido el supuesto básico para
una acción con sentido. " La presunción de poseer un saber
tan desmesurado sobre el mundo es lo falso... No sabemos
nada y, en consecuencia, no tenemos más remedio que ser
modestos; y porque somos modestos podemos ser optimistas."
Unicamente en este punto avanzado de la discusión se
hizo la luz acerca de esa profunda interrelación de base
que había j ugado un papel tan importante en la elección
del tema. Me refiero a la íntima relación existente entre
ciertas ideas acerca de la tarea de la sociología, ciertas
posiciones epistemológicas y lógico-científicas y ciertos principios morales de relevancia política. Por otra
parte, tampoco emergieron todos los síndromes de concepción científica y de posición política representados en
la sociología alemana.
84
6
Q ue la discusión de las ponencias entre Popper y Adorno ha dejado abiertas muchas cuestiones es algo tan trivial que casi no vale la pena ni decirlo. Y, sin embargo,
insistir aquí en ello no deja de tener cierto sentido. La
discusión de T übingen dejó a muchos de los que intervinieron en ella con un vivo sentimiento de decepción.
Lo cual obliga a plantearse el problema de qué es lo que
faltó en la discusión para que pudiera cristalizar tal sentimiento, un problema aún más agudizado por el hecho
de que lo fructífero de ambas ponencias queda fuera de
toda duda. E n cierto modo la respuesta a esta cuestión
ha sido ya insinuada de maneras diversas. Co ntrariamente a las expectativas de los organizadores, el tema
no se reveló como el más apropiado para sacar a la luz
las controversias que en muchas de las discusiones que
entre sí mantienen los sociólogos alemanes figuran más
o menos tácitamente, laten y se revelan. O tro motivo
de la decepción habrá, sin duda, de cifrarse en el hecho de que la discusión no condujo a l a precisión de
posiciones lógico-científicas de.tipo general, es decir, a
detallados análisis paradigmáticos de tales o cuáles teorías, por ejemplo, o a la enérgica determinación de la
relación entre teoría y empiria, de construcción, análisis e investigación factual. La referencia a problemas
sociológicos específicos y también, quizá, a los problemas candentes de los prácticos de la investigación social
allí presentes fue, de principio a fin, harto laxa, lo que,
desde luego, no facilitó la participación intensiva en
la discusión. Al pasar revista a todos estos argumentos
no hay que olvidar, por supuesto, que sólo algunos de
los presentes se mostraron propicios a intervenir en la
discusión, de tal modo que las posibilidades abiertas por
ambos ponentes de conseguir una conf rontación realmente fructífera no fueron en absoluto agotadas.
TE ORÍA ANALÍTICA DE LA CIE NCIA Y LA DIALÉ CTICA
Jürgen Habermas
Apéndice a la controversia entre Popper y Adorno
" La totalidad social no mantiene ninguna vida propia por
encima de los componentes que auna y de los que, en
realidad, viene a constar. Se produce y reproduce en virtud de sus momentos particulares... T an escasamente, sin
embargo, como cabe esperar dicha totalidad de la vida, de
la cooperación y del antagonismo de sus elementos, cabe
entender uno solo de estos elementos - n i siquiera simplemente en su f unc io namiento - fuera de la intelección del
todo, que tiene su propia esencia en el movimiento de lo
particular. Sistema y particularidad son recíprocos y sólo
en su reciprocidad resultan cognoscibles." 1 Adorno concibe la sociedad en categoríasjque no desmienten su procedencia de la lógica de Hegel. Concibe la sociedad como
totalidad en ese estricto sentido dialéctico de acuerdo con
el cual, y en virtud del axioma que afirma que el todo no
es igual a la suma de sus partes-, éste no puede ser interpre-
1
Th. W. Adorno,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFED
Zur Logik der Sozialwissenschaften (La lógica de las
ciencias sociales).
tado orgánicamente; y, sin embargo, la totalidad tampoco
es una clase de extensión lógica determinable mediante
la agregación de cuantos elementos comprende. E n esta
medida, pues, el concepto dialéctico de totalidad se evade de la justificación crítica a los f undamentos lógicos de
esas teorías de lazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGF
Gestalt2 en cuyo ámbito son recusadas
las investigaciones obedientes a las reglas formales de la
técnica analítica; y, a pesar de todo, no por ello deja de
desbordar al mismo tiempo los límites de la lógica formal,
en cuya área de influencia la dialéctica misma no puede
ser considerada sino como una quimera.
A fin de que los lógicos puedan mantenerse en sus trece, los sociólogos aplican a estas quimeras - q ue no son,
así sin más, nada- un término pregnante: las expresiones
que apuntan a la totalidad de la trama de la vida social
sólo tienen validez hoy como ideología. E n la medida en
que la evidencia de las ciencias sociales viene determinada
por la teoría analítica de la ciencia, la ilustración supuestamente radical barrunta en todo rasgo dialéctico un elemento mitológico, y quizá no sin cierta razón, porque la
ilustración dialéctica, 3 de cuya rigurosidad intenta evadirse
2
Cfr. E . Nagel, The Structure of Science, L ondon 1961. (Traducc.
cast. de Néstor Míguez con el título de La estructura de la ciencia,
Paidós, Buenos Aires, 1968.)
3
Cfr. H orkheimer y Adorno, Dialektik der Aufklarung (Dialéctica de
la ilustración), Amsterdam, 1947. (E xiste reedición de esta obra:
F rankfurt am Main, 1969, S. Fischer Verlag.)
la meramente lineal, hace nuevamente suya una creencia
abandonada por el positivismo, y que hereda del mito, según la cual: el proceso de investigación organizado por los
sujetos pertenece, en virtud de los propios actos cognoscitivos, a la trama objetiva cuyo conocimiento se busca.
E sta creencia presupone, obviamente, la sociedad como
totalidad y presupone, también, unos sociólogos que se reflejan a partir de su interrelación. D esde luego que las ciencias sociales de observancia analítica también conocen un
concepto de totalidad; sus teorías son teorías de sistemas
y una teoría general habría de referirse al sistema social en
su conjunto. E n virtud de todo ello el acontecer social viene concebido como una trama funcional de regularidades¡__
empíricas; en los modelos científico-sociales, las relaciones
entre magnitudes covariantes a cuya derivación se procede
rigen, en su conjunto, como elementos de una trama interdependiente. La cual no impide, por supuesto, que esta
relación entre el sistema y sus elementos, hipotéticamente
reproducida en el contexto deductivo de unas funciones
matemáticas, deba ser estrictamente diferenciada respecto
de esa otra relación entre la totalidad y sus momentos cuyo
desarrollo sólo puede acontecer por vía dialéctica. L aj lif erencia existente entre totalidad y sistema en el sentido a que
acabamos de referirnos no puede ser, por otra parte, directamente designada; porque, evidentemente, en el lenguaje
de la lógica formal sería disuelta y en el de la dialéctica
aufgehob en). En lugar de ello vamos
habría de ser superada (zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLK
a intentar - desde fuera en ambos casos- una aproximación
a estas dos formas típicas de ciencia social; dos formas de
las cuales una se limita al uso del concepto funcionalista
de sistema en tanto que la otra se aferra a un concepto
dialéctico de totalidad. Clarificaremos inicialmente ambos
tipos, de manera alternativa, de acuerdo con cuatro diferencias características:
1. E n el marco de una teoría estrictamente científicoexperimental el concepto de sistema sólo puede designar
la trama interdependiente de funciones de manera formal, en tanto que éstas, a su vez, son interpretadas como
relaciones entre variables de comportamiento social, por
ejemplo. El concepto de sistema en cuanto a tal queda, respecto del ámbito experimental analizado, tan en la superficie como los enunciados teoréticos que lo explicitan. E n
el conjunto de las prescripciones vigentes en el ámbito de
la metodología empírico-analítica viene contenida, junto
a las reglas lógico-formales necesarias para la construcción
de un sistema deductivo de enunciados hipotéticos - e s
decir, un cálculo aplicable científico-empíricamente— , la
exigencia de elegir los supuestos básicos simplificados de
tal modo que permitan la derivación de supuestos legales empíricamente significativos. E n ocasiones se dice que
la teoría ha de ser " isomórfica" respecto de su campo de
aplicación; pero el giro mismo no deja de inducir a error.
Porque, a decir verdad, no tenemos el menor conocimiento acerca de una supuesta correspondencia ontológica entre categorías científicas y estructuras de la realidad. Las
teorías son esquemas de órdenes que construimos dentro
9°
de un marco sintáctico determinado, es decir, de acuerdo
con sus estipulaciones. Y se revelan como aplicables a un
dominio especial de objetos siempre que la multiplicidad
y diversidad reales se sometan a ellas. He aquí, además,
por qué la filosofía analítica puede hacer suyo el programa
de la unidad de la ciencia: la coincidencia fáctica entre las
hipótesis legales derivadas y las regularidades empíricas
es principalmente casuaJLy, en cuanto a tal, externa-a la
teoría. T oda reflexión que no se resigne a ello pasa por
inadmisible.
T oda teoría dialéctica se hace, sin embargo, culpable de
esta falta de resignación. D uda de que la ciencia pueda proceder en lo que respecta al mundo que los hombres han
edificado con la misma indiferencia con que lo hace - c o n
el éxito sobradamente conocido- en las exactas Ciencias
Naturales. Las ciencias sociales han de asegurarse antes de
la adecuación de sus categorías al objeto, ya que los esquemas ordenados, a los que magnitudes covariantes sólo se
conforman casualmente, no hacen justicia a nuestro interés por la sociedad. Por supuesto que las relaciones institucionalmente cosificadas son aprehendidas en los retículos
de los modelos científico-sociales similarmente a tantas y
tantas regularidades empíricas; y qué duda cabe de que un
conocimiento empírico-analítico de este tipo puede facilitarnos, en el conocimiento de dependencias aisladas, el
dominio técnico de unas magnitudes sociales parejo ai que
poseemos sobre las de la naturaleza. Ahora bien, tan pronto
como el interés cognoscitivo va más allá del dominio de la
naturaleza, lo que en este caso quiere decir: más allá de la
manipulación de ámbitos naturales, la indiferencia del sistema respecto de su campo de aplicación se transforma en
una falsificación del objetó. D escuidada en beneficio de
una metodología general, la estructura del objeto condena
a la teoría, en la que no puede penetrar, a la irrelevancia.
E n el campo de la naturaleza, la trivialidad de los conocimientos verdaderos no tiene ningún peso; en las ciencias
sociales, sin embargo, hay que contar con esa venganza del
objeto en virtud de la cual el sujeto, todavía en pleno proceso cognoscitivo, se ve coaccionado y detenido por los imperativos y necesidades propios, precisamente, de la esfera
que se propone analizar. D e ello sólo se libera en la medida
en que concibe la trama social de la vida como una totalidad
determinante incluso de la propia investigación. La ciencia
social pierde así, al mismo tiempo, su presunta libertad de
elección de categorías y modelos; se hace consciente de que
" los datos de que dispone no s'on datos incualificados, sino,
exclusivamente, datos estructurados en el contexto general
de la totalidad social."
La exigencia, sin embargo, de que la teoría, en su constitución, y el concepto, en su estructura, se adecúen a la cosa,
y que la cosa se imponga en el método por su propio peso,
no puede, en realidad, ser efectiva más allá de toda teoría
modelizadora sino dialécticamente. El aparato científico
tan sólo arroja luz sobre un determinado objeto, de cuya
estructura debe haber entendido algo previamente, por otra
parte, en el supuesto de que las categorías escogidas no que-
den fuera del mismo. E ste círculo no puede ser salvado mediante inmediatez apriorística o empírica alguna de la vía de
acceso; sólo cabe revisarlo y remeditarlo dialécticamente a
partir de una hermenéutica natural del mundo social de la
vida- La interrelación hipotético-deductiva de enunciados
es sustituida por la explicación hermenéutica del sentido;
en lugar de una correspondencia biunívoca entre símbolos
y significados, unas categorías,.previamente comprendidas,
que obtienen sucesivamente, y de manera inequívoca, su
determinación en virtud del valor de..sn. posición, en. el .conjunto desarrollado; los conceptos de forma relacional ceden
su puesto a otros capaces de expresar a un tiempo substancia
y función. A las teorías de este tipo más ágil les es posible
aprehender reflexivamente en la organización subjetiva del
aparato .científico, de tal modo que ellas mismas pueden seguir siendo consideradas como un momento del conjunto
objetivo que someten a su vez a análisis.
2. .Con la relación entre la teoría y su objetivojvaría también la relación existente entre teoría y experiencia. Los métodos empírico-analíticos únicamente toleran un tipo de
experiencia, definida por ellos mismos. Tan sólo la observación controlada de un determinado comportamiento físico,
organizado en un campo aislado en circunstancias reprodúc eles por sujetos cualesquiera perfectamente intercambiables, parece permitir juicios de percepción válidos de manera intersubjetiva. É stos representan la base empírica sóbrela
que las teorías deben alzarse si se pretende que las hipótesis
obtenidas por vía deductiva no sean tan sólo lógicamente
correctas sino, asimismo, empíricamente certeras. Ciencias empíricas en sentido estricto son, pues, aquéllas cuyos
enunciados discutibles son controlados -indirectamente al
meno s- por medio de una experiencia tan estrechamente
canalizada como aquélla a la que venimos de referirnos.
A ello se opone una teoría dialéctica de la sociedad. Si la
construcción formal de la teoría, la estructura de los conceptos y la elección de las categorías y modelos no pueden
efectuarse siguiendo ciegamente las reglas abstractas de una
metodología, sino que, como hemos visto, han de adecuarse previamente a un objeto preformado, no cabrá identificar sólo posteriormente la teoría con una experiencia que,
en virtud de todo ello, quedará restringida. La postulada
coherencia de la orientación teorética respecto del proceso
social general, al que también pertenece la propia investigación sociológica, remite asimismo a la experiencia. Pero
las consideraciones de este tipo provienen, en última instancia, del fondo de una experiencia acumulada precientí-1
Acámente, que aún no ha arrojado de sí el suelo de resonancia de un entorno social centrado en una historicidad^
vital o, en otras palabras, la formación y cultura adquiridas
por el sujeto entero, al modo de un elemento meramente subjetivo. 4 E sta experiencia inicial de la sociedad como
4
EnzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Collected Papers (Den Haag 1962) , parte I, p. 4 y ss. Alfred
Schütz consigue rescatar, partiendo del concepto diltehyano y
husserliano de Lebenswelt (mundo de la vida), un concepto de experiencia útil para la metodología de las ciencias sociales.
totalidad guía el trazado de la teoría en la que se. articula,,
teoría que a partir de sus propias construcciones es nuevamente sometida al control-de la experiencia. Porque, en
definitiva, incluso en ese estadio en el que la empiria,
en su condición de observación organizada, se ha separado
ya totalmente del pensamiento, un pensamiento reducido
a enunciados hipotéticamente necesarios, al que se enfrenta
como una instancia ajena, ha de poderse contar con la conformidad; ni siquiera una experiencia tan restringida ha de
ser discutida por la teoría dialéctica. Por otra parte, no está
obligado a renunciar a cuantos pensamientos se evadan de
este control. No todos sus teoremas resultan susceptibles
de traducción al lenguaje formal de un complejo hipotético-deductivo; no todos pueden ser legitimados sin fisuras
por comprobaciones empíricas —y los que menos, los de
importancia central: "E s innegable que no hay experimento
capaz de probar fehacientemente la dependencia de todo
fenómeno social respecto de la totalidad, en la medida en
que el todo, que preforma los fenómenos tangibles, jamás
resultará aprehensible por métodos particulares de ensayo.
Y, sin embargo, la dependencia del hecho o elemento so-l^
cial sometido a observación respecto de la estructura global
tiene una validez mucho más real que la de tajes o cuáles
datos, verificados - aisladamente- de manera irrefutable y
es, desde luego, todo menos una enloquecida elucubración
mental" . 5
5
Th. W. Adorno,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFED
op. cit.
E l concepto funcionalista de sistema presupuesto por
las ciencias sociales de inspiración analítica no puede, en
cuanto a tal y de acuerdo con su propio sentido operacional, ser conf irmado ni refutado empíricamente; ni
las más numerosas y mejor confirmadas hipótesis legales
podrían probar que la estructura de la sociedad satisface
el concepto f uncional que de acuerdo con el proceder
analítico constituye el marco necesario de las posibles covariancias. E l concepto dialéctico de totalidad exige, por
el contrario, que los instrumentos analíticos y las estructuras sociales se entrecrucen como ruedas dentadas. La
incidencia hermenéutica en la totalidad ha de revelarse
como de un valor superior al meramente instrumental, ha
de revelarse como j us t ay certera durante el curso mismo
de la explicación, es decir, como un concepto adecuado
a la cosa misma, en tanto que a un retículo previamente
elaborado y que se da como supuesto la multiplicidad de
los fenómenos no puede, en el mejor de los casos, sino
someterse. Al filo de esta pretensión resulta evidente el
desplazamiento de los centros de gravedad en la relación
entre teoría y empiria: en el marco de la teoría dialéctica
han de justificarse en la experiencia por una parte, incluso los propios medios categoríales, unos medios a los que
desde otros puntos de vista no se les concede sino una
validez meramente analítica; por otra parte, sin embargo, esta experiencia no es identificada con la observación
controlada, de tal mo do que aun sin resultar susceptible, ni siquiera indirectamente, de falsación estricta, un
determinado pensamiento puede seguir conservando su
legitimación científica.
3. La relación entre teoría y experiencia determina también la relación entre teoría e historia T anto si se trata de
un determinado material histórico como de unos fenómenos
particulares de la naturaleza, los métodos empírico-analíticos
ponen igual énfasis en la contrastación de las hipótesis legales.
Una ciencia que aspire a merecer tal título, en sentido estricto, ha de proceder en ambos casos de forma general; y las
dependencias legales que fija son, atendiendo a su forma lógica, fundamentalmente iguales. Ya a partir de ese mismo procedimiento con el que se controla experimentalmente la validez de las hipótesis legales, se deriva el rendimiento específico
de las teorías científico-empíricas: permiten prognosis condicionadas de procesos objetivos u objetivizados. Como contrastamos una teoría a base de comparar los acontecimientos
predichos con los efectivamente observados, una teoría suficientemente contrastada de manera empírica nos permite,
sobre la base de sus enunciados generales, es decir, de las leyes,
y con ayuda de las condiciones marginales, que determinan
un caso dado, subsumir este caso bajo la ley y elaborar una
prognosis para la situación de la que se trate. La situación
descrita por las condiciones marginales recibe, por lo general,
el nombre de causa, y el acontecimiento predicho, el de efecto. Si nos servimos de una teoría para predecir un acontecimiento de acuerdo con el procedimiento al que acabamos de
referirnos, se dice que podemos "explicar" el acontecimiento I
en cuestión. D e manera, pues, que prognosis condicionada y
explicación causal no son sino expresiones distintas para un
mismo rendimiento de las ciencias teoréticas.
T ambién las ciencias históricas se miden, a la luz de la
teoría analítica de la ciencia, de acuerdo con estos mismos
criterios; solo que, como es obvio, combinan los medios
lógicos de cara a otro interés cognoscitivo. La meta no és
la derivación y contrastación de leyes universales, sino la
explicación de acontecimientos individuales. Para ello los
historiadores se . sirven de una serie de leyes triviales, reglas
empíric as de tipo psicológico o sociológico, por lo general,
con el fin de pasar así de un acontecimiento dado a una
causa hipotética). La ¡forma lógica de la explicación causal
es la miisma ent todos los casos; pero las hipótesis cuya
contrast ación empírica se b usc ase refieren, en las ciencias
generaliz adoras, a leyes obtenidas por vía deductiva con
unas con di do nes marginales o particulares dadas, en las
ciencias h istóricas, a estas condiciones mismas, que interesan, a la vista de unas ¡rqglas de la experiencia c o tidiana
propuestas de manera programática, como causa de un
acontecimiento individual testif icado. 6 E n el análisis de
6
Cfr. KarI EL, Popper,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIH
Die ¡offent Gesellschafr una ihre Feinde, tomo
II, Bern, 1958, p. 232 y ss. (liaduc c ión castellana de E duardo
Loedel oon el título de La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós,
Buenos Aires, 1957, " Biblioteca de Psicología social y sociología" .
Paidós reeditó posteriormente esta obra en dos pequeños volúmenes en la colección " Biblioteca del hombre contemporáneo" ,
suprimiendo la parte del texto dedicada a notas, parte que ocupa
determinadas causas de ciertos acontecimientos aislados
puede que las leyes, sobre las que tácitamente se trabaja, resulten, como tales, problemáticas; tan pronto como
el interés de la investigación se desvía de los enunciados
singulares hipotéticos, destinados a explicar acontecimientos específicos, y se dirige básicamente a los enunciados hipotético-generales, a las leyes, por ejemplo, del
comportamiento social, aceptadas hasta entonces como
simplemente triviales, el historiador se convierte en sociólogo; el análisis pasa a corresponder al dominio de una
ciencia teorética. D e ello extrae Popper la consecuencia
de que la contrastación de las hipótesis legales no es cosa
de las ciencias históricas. Las uniformidades empíricas
que vienen expresadas en forma de enunciados generales
sobre la dependencia funcional de magnitudes covariantes pertenecen a otra dimensión que la de las condiciones marginales concretas susceptibles de ser consideradas
como causa de determinados acontecimientos históricos.
D e ahí que no pueda aceptarse, en modo alguno, la existencia de leyes históricas peculiares. Las leyes con que nos
encontramos en las ciencias históricas tienen un estatus
idéntico al de todas las demás leyes de la naturaleza.
aproximadamente una cuarta parte del total y que Popper considera
imprescindible para la justa apreciación de su obra. De ahí que en
septiembre de 1968, en ocasión del Simposio celebrado en su honor
en la ciudad de Burgos, Popper desautorizara públicamente esta ree-
dición. (N. delzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
T.J
F rente a todo ello, una teoría dialéctica de la sociedad afirma la dependencia de los fenómenos particulares
respecto de la totalidad; rechaza necesariamente el uso
restrictivo del concepto de ley. "Más allá de las particulares
relaciones de dependencia de magnitudes históricamente
neutrales su análisis apunta a una trama objetiva^ determinante asimismo de la dirección de la evolución histórica.
Sin que se trate, por supuesto, de las llamadas regularidades dinámicas, que desarrollan las ciencias empíricas estrictas en modelos procesuales. Las leyes del movimiento
histórico aspiran a una validez a un tiempo más global
y más restringido. D esde el momento en que no hacen
abstracción del contexto específico de una época, de toda
una situación, no tienen una validez general. No se refieren a las estructuras del continuo antropológico, ni a una
constante histórica, sino a ámbitos de aplicación sucesivamente concretos que vienen definidos en la dimensión
de un proceso evolutivo totalmente único e irreversible en
sus estadios,, es decir, que vienen definidos ya en el conocimiento de la cosa y no por vía f ieramente analítica.
El ámbito de validez de las leyes dialécticas es, por otra
parte, más amplio, en la medida en que no acogen relaciones locales de funciones particulares y contextos aislados,
sino esas relaciones fundamentales de dependencia,/ esas
interrelaciones\básicas por las que un mundo social de la
vida, una situación epocal en su conjunto, vienen determinados, precisamente, como totalidad, unas interrelaciones
que empapan, por otra parte, todos sus momentos^ "JLa
IOO
generalidad de las leyes científico-sociales no es, en suma,
la de un ámbito conceptual en el que las partes individuales hubieran ido integrándose sin solución de continuidad, sino que viene siempre referida - y referida de manera
esencial- a la relación entre lo general y lo particular en su
concreción histórica" . 7
Las legalidades históricas de este tipo designan movimientos que, mediados por la consciencia del sujeto agente,
se imponen tendencialmente. Al mismo tiempo se proponen expresar el sentido objetivo de una trama vital histórica. D esde este ángulo, una teoría dialéctica de la sociedad
procede hermenéuticamentéi La intelección del sentido, al
que las teorías empírico-analíticas sólo conceden un valor
heurístico, 8 les es constitutiva. Comienza por obtener ya
sus categorías a partir de la propia consciencia situacional
de los individuos que actúan; en el espíritu objetivo_de un
7
'Ih. W. Adorno,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGF
Soziologie una empiriscbe Forschung (Sociología e
investigación empírica).
8
Cfr. W. Stegmüller, Hauptstrómungen der Gegenwartsphilosophie,
Stuttgart, 1960. (Traducción castellana de F ederico Saller con el
título Corrientes fundamentales de la filosofía actual, Nova, Buenos
Aires, 1967. E sta versión no incluye la parte dedicada a las filosofías
de Wittgensrein ni un apéndice sobre el innatismo chomskyano
que el autor ha ido añadiendo en posteriores ediciones alemanas
de la obra.) (N. del T.) Th. Gomperz, Líber Sinn und Siungebilde,
Erklaren und Verstehen (Sobre el sentido y la forma del sentido, explicar y comprender), Tübingen, 1929.
ü uiterrfc
,
mundo social de la vida se articula el sentido al que la interpretación sociológica viene referido, de manera identificadora y crítica a un tiempo. El pensamiento dialéctico
no se limita a eliminar la dogmática de la situación vivida
mediante la formalización, antes bien alcanza, en su propio
curso, el sentido subjetivamente significado, a través de las
instituciones vigentes, por así decirlo, y lo suspende. Porque
la dependencia de estas ideas e interpretaciones de la suma
de intereses de un contexto objetivo de la reproducción social impide aferrarse a una hermenéutica subjetivamente
comprensiva del sentido; una teoría que aspire a la comprensión objetiva del sentido debe dar cuenta asimismo de
ese momento de cosificación que de manera tan exclusiva
se beneficia de la atención de los métodos objetivizadores.
Co mo la dialéctica se sustrae al objetivismo', desde cuya
perspectiva las relaciones sociales existentes entre seres humanos históricamente actuantes son analizadas de manera
idéntica a como pueden serlo las relaciones legales entre
cosas, s^libra también del peligro de la ideologización, peligro que subsiste durante todo el tiempo en el que la hermenéutica mide y considera dichas relaciones de acuerdo,
simplemente, con lo que ellas subjetivamente se consideran
a sí mismas. La teoría se aferrará a este sentido, pero únicamente para medirlo y considerarlo, de espaldas al sujeto
y a las instituciones, de acuerdo con lo que éstos realmente
son. D e este modo se abre a la totalidad histórica de una
trama social cuyo concepto aún descifra, en su auténtica
naturaleza de fragmento de un contexto general objetiva-
mente significativo, la obligatoriedad y carácter coactivo,
subjetivamente carentes de sentido, de las relaciones que
inciden, como lo más natural, sobre los individuos, efectuando así su crítica: la teoría " debe transformar los conceptos que allega desde fuera en aquellos otros que la cosa
tiene por sí misma, en aquello que la cosa querría ser en
virtud de sí misma, confrontándolo con lo que realmente
es. D ebe disolver la rigidez del objeto fijado aquí y ahora
en un campo de tensión entre lo posible y lo real... D e ahí,
no obstante, que las hipótesis y predicciones de lo que quepa regularmente esperar no guarden una total adecuación
con la misma" . 9 Para que en su intelección de un sentido
objetivo el propio trabajo histórico pueda ser impregnado
teóricamente, la historia, con vistas, además, a evitar una
hipostatización histórico-filosófica de dicho sentido, ha de
abrirse al futuro. La sociedad sólo se hace patente en las
tendencias de su evolución histórica, es decir, en las leyes
de su movimiento histórico, a partir de lo que no es: " T odo
concepto estructural de la ordenación social actual presupone que una determinada voluntad de conferirle ésta o
aquella dirección evolutiva, una determinada voluntad de
reconfigurar venideramente dicha estructura, es impuesta o
considerada como históricamente válida (es decir, efectiva).
Por supuesto que son cosas muy distintas que este futuro
sea deseado prácticamente, elaborado y trabajado, de manera efectiva, en dicha dirección, políticamente impulsado,
9
Op. rít.
103
en suma - o que sea utilizado como elemento constitutivo de la teoría, como hipótesis" . 10 Sólo con esta intención
práctica pueden proceder las ciencias sociales de manera
a un tiempo histórica y sistemática, sin que se olvide, por
supuesto, que esta intención debe ser reflejada a su vez a
partir de ese mismo contexto objetivo cuyo análisis hace
posible: esta legitimación es, precisamente, lo que la diferencia de las " referencias axiológicas" arbitrariamente subjetivas de Max Weber. . _
4. Co n la relación entre teoría e historia» se transforma
asimismo la relación entre ciencia y praxis. Una historia
que se limite de manera estrictamente científico-empírica
a la explicación causal de acontecimientos individuales no
tiene otro valor inmediato que el meramente retrospectivo;
los conocimientos de este tipo no resultan susceptibles de
aplicación práctico-vital. Muc ho más relevante es, desde
este prisma, el conocimiento de hipótesis legales empíricamente confirmadas; permiten prognosis condicionadas y,
en consecuencia, pueden ser traducidas a recomendaciones
técnicas de cara a una elección racional de tipo teleológico, siempre que los objetivos vengan dados precisamente
de manera práctica. La aplicación técnica de las prognosis científico-naturales se basa en esta relación lógica. D e
manera similar cabe contar también con la derivación de
técnicas para el dominio de la praxis social a partir de leyes
10
H . Freyer,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Soziologie ais Wirklichkeitwissenschaft (Sociología como
ciencia de la realidad), Leipzig, Berlín, 1930, p. 304.
científicas sociales, es decir, técnicas sociales con ayuda de
las cuales podemos asegurarnos una incidencia sobre los
procesos sociales similar a la posible sobre los naturales. D e
ahí que una sociología que trabaje de manera empíricoanalítica puede ser reclamada como ciencia auxiliar frente
a una administración racional. Si bien, desde luego, sólo
pueden obtenerse predicciones condicionadas y, en consecuencia, técnicamente utilizables a partir de teorías referidas a campos aislados y contextos estacionarios en los que
ocurren procesos reiterados o, en todo caso, reiterables. Los
sistemas sociales están, sin embargo, en contextos vitales de
orden histórico, su sitio no está al iado..de esos sistemas repetitivos, para los que resultan posibles enunciados certeros
de tipo empírico-científico. E l radio de las ciencias sociales
se limita, paralelamente, a relaciones parciales entre magnitudes aislables; las conexiones más complejas y de un grado
superior de interdependencia se evaden de las ingerencias
científicamente, controladas, y mucho más, desde luego, los
sistemas sociales globalmente considerados.
Ahora bien, si confiamos en la posibilidad de una ayuda
por parte de las diversas técnicas particulares frente a una
praxis política planificada, en el sentido, por ejemplo, en
el que Mannheim cree poder utilizarla para una reorganización de la sociedad, o Popper para la realización de un
sentido en la historia, se hace imprescindible, incluso de
acuerdo con los patrones positivistas, un análisis global. 1 1
11
Cfr. Karl R. Popper,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGF
op. cit., tomo II, p. 3 2 8 yss.
Un análisis destinado a desarrollar a partir de contextos e
interrelaciones de tipo histórico la perspectiva de una acción imputable a la sociedad global como sujeto y en cuyo
seno únicamente podemos llegar a ser conscientes de las
relaciones importantes desde un punto de vista práctico,
entre fines y medios, así como de las técnicas sociales. E n
opinión de Popper, de cara a este objetivo heurístico pueden resultar lícitas las interpretaciones generales de grandes
evoluciones históricas. No llevan a teorías empíricamente
contrastables en sentido estricto en la medida en que el
mismo punto de vista que guía la interpretación con vistas
a los grandes problemas del presente, determina asimismo
en gran medida la elección de los hechos a confirmar. E llo
no impide, sin embargo, que sometamos el pasado al foco
de tales interpretaciones con la esperanza de que su resplandor ilumine cortes relevantes del presente de tal modo
que quepa reconocer, desde puntos de vista prácticos, determinadas relaciones parciales. El contexto social en el que
incidimos mediante las técnicas sociales se mantiene tan
estrictamente en la dimensión de un ser separado del deber
ser, como el punto de vista de nuestra interpretación y el
proyecto de la praxis ¿e mantienen, por el contrario, en la
de un deber ser separado del ser. La relación entre ciencia
y praxis, al igual que la existente entre teoría e historia,
descansa sobre una estricta diferenciación entre hechos y
" .-decisiones; la historia tiene un sentido en escasa medida
como la propia naturaleza y, sin embargo, mediante una
decisión adecuada podemos dárselo, intentando una y otra
io 6
vez, con la ayuda de técnicas sociales científicas, que éste se
imponga y prevalezca en la historia.
F rente a esto una teoría dialéctica de la sociedad no puede menos que hacer referencia a la discrepancia perceptible
entre los problemas prácticos y la consumación de tareas
técnicas, por no aludir a la realización de un sentido que,
más allá del dominio de la naturaleza en virtud de una manipulación, todo lo perfecta que se quiera, de relación cosificada, habría de afectar a la estructura de un contexto
vital social en su conjunto, impulsando la emancipación
del mismo. Las contradicciones reales son producidas por
esta totalidad y por su movimiento histórico mismo, dando lugar asimismo, y como reacción, a las interpretaciones
que orientan la aplicación de las técnicas sociales de cara a
unos objetivos elegidos de manera presuntamente libre. En
la medida, únicamente, en que las finalidades prácticas de
nuestro análisis histórico global, es decir, en la medida tan
sólo en que los puntos de vista rectores de esa " interpretación general" generosamente concedida por Popper queden
libres de toda arbitrariedad y puedan ser legitimados dialécticamente a partir del contexto objetivo, podremos esperar
una orientación científica para nuestra actuación práctica.
Sólo podemos hacer historia en la proporción en que ésta
se nos adviene como factible. E n este sentido puede decirse que entre las ventajas, pero también entre los deberes,
de una ciencia social crítica figura el que ésta deba plantearse sus propios problemas a partir de su objeto: " separando
de manera radical los problemas inmanentes de una ciencia
de los problemas reales que en sus formalismos se reflejan
pálidamente, no se conseguiría sino fetichizar aquélla" . 1 2
E n esta frase de Adorno viene contenida la respuesta dialéctica al postulado de la teoría analítica de la ciencia: examinar una y otra vez, de la manera más rigurosa posible, si los
intereses que rigen la actividad cognoscitiva son científicoinmanentes o vienen motivados, simplemente, de manera
práctico-vital. 1 3
D e ahí que la discusión acerca de la relación existente entre ciencia y praxis lleve necesariamente al quinto y último
problema en el que ambos tipos de ciencia social se escinden
en su autocomprensión: al problema de la llamada neutra-
Wertfreiheit) de la investigación histórica y
lidad valorativa (zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGF
teorética.
Es éste un problema, no obstante, que a diferencia de los
anteriores no voy a tratar de forma meramente descriptiva.
Una investigación sistemática no puede darse por satisfecha
con una determinación topológica de puntos de vista teórico-científicos. Como ambas partes vienen, en lo esencial, a
partir de una misma pretensión racional en lo que se refiere
a la naturaleza crítica y autocrítica de su modo de conocer, hay que decidir si la dialéctica desborda efectivamente
los límites de la reflexión contrastable, limitándose de este
12
Th. W. Adorno, Zur Logik der SoziaLwissenschaften (Sobre la lógica
de las ciencias sociales).
13
Cfr. con Karl R. Popper, Zur Logik der Sozialwissenschaften (La lógica de las ciencias sociales).
modo a usurpar el nombre de razón para un oscurantismo
en consecuencia todavía más peligroso, 14 como afirma el
positivismo, o si, por el contrario, el código de unas ciencias
estrictas de la naturaleza viene a paralizar arbitrariamente
una racionalización progresiva, transformando, en nombre
de una distinción puntual y de la sólida empiria, la fuerza
de la reflexión en sanciones contra el propio pensamiento.
Respecto a esta afirmación, la carga de la prueba incumbe
a la dialéctica, en la medida en que ésta no se aferra, como
el positivismo, ¡a la mera negación, sino que enlaza.afirmativamente, en un principio, con.iel.pensamiento .intelectivo
institucionalizado en el quehacer científico: debe, pues, criticar el proceder empírico-analítico de manera inmanente,
es decir, en su propia pretensión. La reducción a una mera
consideración metodológica, la eliminación metódica, en
suma, de contenido, en que fundamenta su vigencia todo
absolutismo lógico, no deja, evidentemente de plantear dificultades; la dialéctica no puede legitimar su validez, en el
seno de una dimensión, más allá de la que estázyxwvutsrqponmlkjihgfedc
a limine,
no puede acreditarse, en modo alguno, a partir de unos
principios, su prueba no podría ser otra que la propia teoría desarrollada. E n la medida en que se tome en serio, el
14
Cfr. Karl R. Popper, "What is Dialectic?" E n A W 4 9 , 1940, pp. 2,
4 0 3 y ss. (El autor incluyó este trabajo en el volumen Conjectures
andRefutations, London, Routledge and Kegan Paul, del que existe
versión castellana de Néstor Míguez con el título EL desarrollo del
conocimiento científico , Paidós, Buenos Aires, 1967. (N. del T.)
pensamiento dialéctico está también obligado a aceptar la
discusión en la dimensión-determinada por-la parte contraria: partiendo de sus propias posiciones ha de serle factible obligar al racionalismo empírico-científico a asumir, de
acuerdo con los módulos aceptados de la razón parcial, que
la reflexión vinculativa sobre sí mismo no puede menos
que incitarle más allá como una forma de racionalización
incompleta.
2
El postulado de la llamada neutralidad valorativaVlescansa
sobre una tesis que, siguiendo a Popper, podría ser formulada como dualismo de hechos y decisiones. Cabe ilustrar
muy bien esta tesis mediante una distinción entre tipos de
leyes. T enemos, por una parte, las regularidades empíricas
en la esfera de los fenómenos naturales e históricos, esto
es, las leyes naturales; por otra, las reglas o preceptos que
regulan la conducta humana, es decir, las normas sociales]
E n tanto que los invariables de los fenómenos, fijados mediante leyes de la naturaleza, se mantienen, por principio,
sin excepción y con total independencia de cualquier posible influencia de los sujetos actuantes, las normas sociales
son impuestas y su incumplimiento está sujeto a sanción: ,
tienen una validez mediata, únicamente, en virtud de la
consciencia y del reconocimiento de los sujetos, que actúan
conforme a las mismas. Los positivistas sostienen que los''
dominios de cada uno de estos dos tipos de leyes son au-
tónomos; los juicios en los que reconocemos o aceptamos
leyes de un tipo o de otro reclaman, en consecuencia, bases
diferentes e independientes una de la otra. Las hipótesis
concernientes a las leyes de la naturaleza son determinaciones empíricamente válidas o no válidas. Por el contrario,
los enunciados mediante los que aceptamos o rechazamos,
asumimos o negamos normas sociales son determinaciones
que en el dominio de la experiencia no pueden ser consideradas como verdaderas ni falsas. Aquellos juicios descansan
sobre conocimientos; éstos, sobre decisión\ E n consecuencia, el sentido de las normas sociales depende de leyes fácticas de la naturaleza, o éstas de aquél, en tan escasa medida
como imposible resulta derivar el contenido normativo de
juicios de valor a partir del contenido descriptivo de determinaciones fácticas o el descriptivo a partir del normativo.
Las esferas del ser y del deber ser están, en este modelo,
estrictamente separadas; los enunciados de un lenguaje descriptivo resultan intraducibies a un lenguaje prescripxiyo, 15
Al dualismo de hechos y decisiones le corresponde, lógicocientíficamente, la separación entre el conocer y eLvaloxar,
y metodológicamente, la exigencia de limitar el campo de
las ciencias experimentales a las regularidades, empíricas en
los procesos naturales y sociales. Los problemas prácticos o
las cuestiones y preguntas acerca del sentido de la$-normas
son científicamente indecidibles; los juicios de valor j amás j
15
Cfr. R.zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
M, Haré, fhe Lanmare of Moráis (El lenguaje de la moral),
Oxford, 1952.
jj!
r
,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
jf
y 'y
pueden asumir legítimamente la forma de enunciados ico
réticos, ni pueden ser puestos en relación de necesidadzyxwvutsrqpo
IOJM
ca con_éstos. E n el dominio de las ciencias experiment.ilrs.
las prognosis acerca de un covariante de magnitudes cmpí
ricas determinadas permiten, regularmente, dados los fines,
una racionalización de la elección de los medios. La fijación
de estos fines, por el contrario, depende de la aceptación de
unas normas y no resulta científicamente controlable. No
debe existir la menor confusión entre los problemas pnu
ticos y los técnico-teóricos, es decir, aquellos problemas y
cuestiones que refieren a lo real: a la validez y adecuación
de las hipótesis legales y a unas relaciones determinadas en
tre fines y medios) Hay una frase de Wittgenstein, verdade ramente clásica, que expresa la consecuencia que su autor
extrae de este postulado de la neutralidad valorativa: " Sen
timos que incluso en el caso de que hubiera una respuesta
parazyxwvutsrqponmljihgfedcbaVSPNMLKJFEDBA
todas las cuestiones científicas imaginables, nuestros
problemas vitales no habrían sido siquiera rozados" . 16
El dualismo de hechos y decisiones obliga a una reduc
ción del conocimiento auténticamente válido a las ciencias
estrictas de la naturaleza y con ello a una eliminación de los
problemas de la praxis vital del horizonte de jas ciencias. La
nítida línea trazada por el positivismo entre el conocer y el
valorar designa, por supuesto, no tanto un resultado como
un problema. Porque de esta división de dominio de los valores, normas y decisiones vienen nuevamente a apoderarse
16
Ludwig Wittgenstein,
Tractatus logico-philosophicus 6,
52.
las interpretaciones filosóficas sobre la base de un trabajo
. .zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVU
,j .
Oi
que se reparten con la ciencia reducida.
^ <•••
La ética objetiva de los valores elabora a partir de aquí
incluso un reino de ser ideal trascendente a la experiencia
sensorial (Scheler, Hartmann). Autonomizadas al modo de
entidades con una dignidad ontológica peculiar, la aprehensión de estas cualidades axiológicas sólo resulta posible
en virtud de un determinado tipo de conocimiento intuitivo. La filosofía subjetiva de los valores no alimenta seguridad
recíproca acerca de semejantes relaciones con un sentido
desgajado del contexto real de la vida e hipostasiado. B ien
es cierto que reclama también la existencia de órdenes de
valores (Max Weber) y dominios de fe (Jaspers) en una esfera superior a la historia y no sometida a ella. Pero el conocimiento sujeto a un control científico no es completado^
sin más, por un conocimiento intuitivo. La fe filosófica que
se mantiene en un punto medio entre la pura decisión y la
comprensión racional, ha de obligar a alguno de los órdenes en conflicto, sin suspender, no obstante su pluralismo,
y sin poder disolver el núcleo dogmático del que ella misma vive. La polémica responsable, aunque principalmente
indecidible entre filósofos, representantes honrados en el
plano intelectual y existencialmente comprometidos de las
potencias espirituales, constituye, en este ámbito de problemas prácticos, la forma más racional de discusión imav ginable. El decisionismdj no vacila en reducir las normas
íntegramente a decisiones. E n la forma lingüístico-analítica
de la ética no cognoscitiva, la propia complementación de-
cisionista viene concebida, de manera positivista, en términos de una ciencia positivistamente restringida (R. M.
Haré). Puestos como axiomas unos determinados juicios
de valor, cabe proceder en todo momento al análisis necesario de un contexto deductivo de enunciados; con lo
cual, sin embargo, resultan aquellos principios tan escasamente aprehensibles mediante comprensión racional como
las normas contrapuestas a las leyes de la naturaleza: su
aceptación es fruto, única y exclusivamente, de la decisión.
Acto seguido, tales decisiones pueden ser interpretadas en
un sentido existencialista y personal (Sartre), en un sentido
político público (Cari Schmitt), o desde unos presupuestos
antropológicos institucionalistas (G ehlen); la tesis, sin embargo, no varía por ello. Una tesis de acuerdo con la cual
las decisiones relevantes en el orden práctico vital, tanto si
consisten en la aceptación de unos principios, en la elección de un proyecto histórico-vital o en la elección de un
enemigo, no pueden ser jamás sustituidas por cálculo científico o siquiera racionalizadas, Ahora bien, si los problemas prácticos - eliminado s de un conocimiento reducido
al científico-experimental- son segregados así del ámbito
de poder de las controversias racionales, si las decisiones
concernientes a los problemas de la praxis vital han de ser
liberados de cualquier posible instancia de racionalidad
obligatoria, no hay que maravillarse de que surja un último
y desesperado intento: asegurar por vía institucional una
decisión previa socialmente vinculativa. mediante el regreso
al cerrado mundo de las imágenes y de las potencias míticas
(Walter B rocker). E sta complementación del positivismo
mediante lazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
mitología no carece de cierta necesidad lógica
- c o mo han demostrado Adorno y Horkheimer— ,17 necesidad cuya abismal ironía sólo la dialéctica podría salvar en
una franca risotada.
Positivistas, intelectualmente honrados, a quienes semejantes perspectivas quitan la risa, se auxilian con el programa de una " sociedad abierta" . No por ello renuncian, desde
luego, a la línea de demarcación trazada con todo rigor, en
el plano científico-lógico, entre conocer y valorar, ni dejan
de identificar, sin más, el conocimiento científico-empírico
que obedece a las reglas de una metodología umversalmente vinculante con la propia ciencia; por otra parte, y en
lógica consecuencia, vienen a asumir y aceptar también la
determinación residual de todo pensamiento que desborde
el marco fijado sin plantearse mayores problemas y sin, desde luego, preguntarse si acaso la monopolización de todo
conocimiento posible por una forma específica de éste no
vendrá, en realidad, a crear la norma que, midiendo todo
lo que no se adapta a aquélla, obliga al acto de valorar, decidir o creer a adoptar una figura fetichista. Y, por supuesto,
que al adoptar idéntica postura de rechazo tanto ante la
metafísica vergonzante de la ética objetiva de los valores y
17
H orkheimer y Adorno, Dialektik der Aufklarung (Dialéctica de ia
Ilustración). Respecto de Brocker, cfr. mi recensión Der befremdli-
che Mihos. Reduktion oder Evokation (E l mito paradójico. Reducción o evocación), en: Philosophische Rundschau 6, 1958, p. 2 15 .
la filosofía axiológica subjetiva como ante la profesa irracionalidad del decisionismo e, incluso, de la remitificación, no
pueden verse abocados sino a una última salida, que es la
que de hecho, se ha decidido a propugnar Popper; a saber:
salvar el racionalismo al menos como profesión de fe.
i
Co mo el positivismo sólo acepta la razón y la proclama
en su forma particularizada (como capacidad de manipulación correcta de las reglas metodológicas y lógico-formales),
no puede subrayar la relevancia del conocimiento frente a
una praxis razonable sino acudiendo al recurso de exaltar
la " fe en la. razón ^C o n lo que el problema " no radica en la
elección entre el conocimiento y la fe, sino en la elección,
simplemente, entre dos tipos de fe" . 18 D e estar efectivamente privado_el conocimiento científico de toda relación
significante con la praxis y ser independiente, a su vez, todo
contenido normativo de cualquier penetración en la trama
real de la vida, tal y como dialécticamente viene a suponerse, no puede menos que resultar ineludible la aceptación
de un dilema evidente: no puedo obligar a nadie a basar
siempre sus creencias básicas en argumentos y experiencias
y no puedo, a mi vez, probar a nadie con la ayuda de estos
argumentos y experiencias que yo mismo haya de comportarme así; es decir, " que primero hay que asumir una posición racionalista (en virtud de una decisión), y sólo a partir
de ahí cabe prestar atención a argumentos o experiencias;
de donde se deduce que dicha posición de base no puede
18
Popper,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
op. cit., tomo II, p. 304.
ser fundamentada, en cuanto a tal, mediante argumentos y
experiencias" . 19 E sta posición racionalista viene a traducirse al terreno de la praxis mediante su determinación de la
conducta y de los actos morales y políticos de las personas,
individualmente consideradas, y de la sociedad en su conjunto. Nos obliga, sobre todo, a un comportamiento sociotécnico correcto. E n la vida social descubrimos, al igual
que en la naturaleza, regularidades empíricas, que podemos;
formular mediante leyes científicas. Actuamos racional- 1
mente en la medida en que establecemos normas e instituciones sociales de acuerdo con el conocimiento de estas
leyes naturales y adoptamos nuestras medidas de acuerdo
con las recomendaciones técnicas que se derivan de éstas. La
problemática separación introducida entre normas y leyes
naturales, el dualismo entre hechos y decisiones y la convicción de que la historia tiene un sentido tan escasamente
como pueda tenerlo la naturaleza vienen a presentarse así,
precisamente como el supuesto o requisito previo para la
efectividad práctica de un racionalismo decididamente asumido, es decir para la creencia de que en la dimensión de
los hechos históricos, a fuerza de decisión y gracias a nuestro conocimiento teorético de las leyes naturales fácricas
podemos realizar y conseguir sociotécnicamente un sentido
del que la historia en sí, estrictamente considerada," carece
E l intento popperiano de salvaguardar el racionalismo
científico-lógico de las consecuencias irracionalistas de su
19
Op. rít.,yrpj
p.zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRPONMLKJIHGFE
284.
forzada fundamentación decisionista, la profesión racionalista de fe, en suma, hecha por Popper de cara a una praxis
política científicamente orientada, parte, evidentemente,
de una problemática premisa que comparte con el D ewey de zyxwvut
Quest for Certainty y con el pragmatismo en su conjunto:
que los hombres son capaces de orientar racionalmente su
propio destino con la ayuda de técnicas sociales. Vamos a
investigar la validez de esta premisa: ;existe acaso, por una
parte, un continuo de racionalidad entre la capacidad de
disposición técnica sobre procesos objetivizados, y por otra,
el dominio práctico de procesos históricos, de la historia
que " hacemos" , sin haber podido zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYX
L realizarlahasta-entonces
conscientemente? Se trata del problema de si la administración racional del mundo coincide con la solución de las
cuestiones prácticas suscitadas —y planteadas históricamente. Pero antes debe ser examinada, evidentemente, otra premisa, la fundamental, una premisa sobre la que descansa
la problemática en su conjunto; me refiero a esa estricta
división entre leyes naturales y normas a cuya invocación
procede el dualismo de hechos y decisiones. Sin duda que
la crítica del derecho natural ha probado que las normas sociales no se fundan ni pueden ser fundadas en aquello que
es. 20 Y, sin embargo, ¿acaso elimina esto el carácter normativo de una investigación racional del contexto concreto
de la vida, en el que éste hunde sus raíces y sobre el que,
20
Cfr. E. Topitsch, Vom Ursprung und Ende der Metaphysik (Del origen y fin de la metafísica), Wien 1958.
bien incide de nuevo ideológicamente, bien reactúa por
vía crítica? Una pregunta que, en definitiva, sólo así puede plantearse correctamente: ¿No hay efectivamente otro
conocimiento que el que apunta, en sentido enfático! al
concepto de una cosa, en lugar de hacerlo, simplemente, a
su existencia? ¿E s que el conocimiento reducido, de acuerdo con el planteamiento positivista, a ciencia empírica está
desgajado realmente de toda vinculación normativa?
—
Vamos a investigar este problema en relación con las propuestas popperianas a la solución del llamado problema de
la base. 21 Se trata de un problema que se plantea en el marco del análisis lógico-científico de la posible contrastación
empírica de las teorías. Las hipótesis lógicamente correctas
no revelan únicamente su efectiva validez empírica al ser
confrontadas Con la experiencia. E n rigor, sin embargo, los
enunciados teoréticos no pueden ser contrastados de manera inmediata por recurso a una experiencia objetivizada de
un modo u otro, sino por recurso, tan sólo, a otros enunciados. Las vivencias o percepciones no son, sin-embargo, enunciados; cabe, en todo caso, expresarlas mediante
21
"Lhe Logic of Scientific Discovery, L ondon, 1959,
Cfr. Karl R. Popper,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFE
p. 93 y ss. (E xiste versión castellana de Víc tor Sánchez de Zavala
con el título La lógica de la investigación científica, Madrid, Tecnos,
1962. ) (N. del T.)
enunciados observacionales. D e ahí que estos enunciados
protocolarios hayan sido considerados como la base sobre
la que cabe tomar una decisión acerca de la validez efectiva
de las hipótesis. Contra este punto de vista de Carnap y de
Neurath ha venido precisamente Popper a objetar que desde semejante prisma la escasa claridad, existente en lo que
se refiere a la relación entre teoría y experiencia no resulta
sino soslayada y, en definitiva, aplazada, ya que vuelve a
presentarse a propósito de la no menos problemática relación entre los enunciados protocolares y las vivencias protocolizadas. E n efecto, si no nos abandonamos al supuesto
básico — históricamente superado— del viejo sensualismo, de
acuerdo con el cual los datos sensoriales elementales nos
vienen dados de manera intuitiva e inmediatamente evidente, la seguridad sensorial protocolizada tampoco nos
confiere una base suficientemente satisfactoria desde un
punto de vista lógico para la validez efectiva de las teorías
propias de las ciencias empíricas.
Partiendo de su teoría general de la falsación cabe
encontrar en Popper una solución alternativa. 2 2 Co mo
es bien sabido, Popper demuestra que las hipótesis legales no pueden ser, en absoluto, verificadas. D ichas
hipótesis ostentan la f orma de enunciados universales
no restringidos, con un número ilimitado de casos de
aplicación princ ipalmente posibles, en tanto que la serie
de observaciones con c uya ayuda contrastamos cada vez
22
Cfr.zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
of. cit., p. 78 y ss.
enzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
un caso la hipótesis es, a su vez, princ ipalmente finita.
D e ahí que no quepa contar con una prueba inductiva.
D e superar, sin embargo, el mayor número posible de
pruebas de falsación, las hipótesis legales resultan confirmadas.
Una teoría puede irse a pique en afirmaciones
singulares de existencia contradictorias respecto de una
hipótesis legal ref ormulada en una predicción negativa.
D e ahí que no pueda exigirse una aceptación intersubjetiva de tales enunciados de base, es decir, de enunciados
que expresan un resultado observacional. E llos mismos
resultan tan escasamente susceptibles de verificación
como las hipótesis legales a cuya contrastación empírica
tienen que servir, desde luego, por idénticos motivos.
E n todo enunciado de base se utilizan, inevitablemente,
expresiones universales cuyo estatus es, respecto de la
verificación, el mismo que el de las hipótesis. Ni siquiera
la escueta af irmación de que aquí hay un vaso de agua
podría ser probada mediante una serie finita de observaciones, ya que el sentido de expresiones como " vaso" o
" agua" viene f ormado por una serie de supuestos acerca
del c o mpo rtamiento legal de unos determinados cuerpos. T ambién los enunciados de base desbordan toda
posible experiencia, ya que sus expresiones implican
tácitamente hipótesis legales, que a su vez no pueden
ser verificadas dado el número princ ipalmente ilimitado de sus casos de aplicación. Popper explica esta tesis
subrayando que las expresiones universales son, en su
totalidad, conceptos de disposición o que, en todo caso,
pueden ser retrotraídas a éstos. I ncluso en las expresiones elementales de los más simples enunciados protocolarios descubrimos supuestos implícitos acerca de un
c o mpo rtamiento legal de los objetos observables tan
pronto como nos imaginamo s posibles procedimientos
de contrastación, es decir, situaciones dezyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWV
test suficientes
como para aclarar, en caso de duda, la significación de
las expresiones universales utilizadas. 2 3
No es ninguna casualidad que Popper dirija sus objeciones lógicas contra esa interpretación ingenua de los enunciados de base, de acuerdo con la cual la validez de éstos
puede ser garantizada mediante una certidumbre sensible
de naturaleza intuitiva y llegue en su crítica precisamente
al mismo punto en el que con anterioridad a él vinieron
a incidir las objeciones pragmáticas de un Charles Sander
Peirce. 24 Peirce repite, a su manera, la crítica hegeliana a la
certidumbre sensible. Por supuesto que no procede a superar dialécticamente la ilusión de los hechos desnudos y de
las sensaciones escuetas en el proceso experiencial de una
fenomenología del espíritu, ni se da por satisfecho, como
posteriormente a él vino a darse otra fenomenología, con
retrotraer los juicios de percepción al correspondiente ho-
23
Cfr. op. cit., p. 420 y ss.
24
Cfr. Ch. S. Peirce, Collected Papers, tomo V, H artshorne & Weiss,
Cambridge, 1960. (Sobre todo Questions Concerning Certain Fa-
culties Claimed for Man; Fixation ofBeliefy How to Make our Ideas
Clear.)
rizonte de las experiencias pre-predicativas. 25 Peirce viene,
en realidad, a poner en relación ese conocimiento empírico
pre-sistemático sedimentado ya en, formas de apercepción,
en el que toda percepción actual es, desde un principio, fundida, es decir, esa red de lo hipotéticamente pre-entendido
y anticipadamente co-imaginario en la que siempre vienen
aprehendidas incluso las más simples sensaciones, con la
estabilización de un comportamiento controlado con éxito. El hipotético excedente sobre el contenido particular
de lo actualmente percibido, al que se hace lógicamente
justicia en las expresiones universales de los protocolos de
experiencia, viene referido siempre, implícitamente, a un
comportamiento del que cabe tener, regularmente, una expectativa. E fectivamente, en la medida en que lo percibido haya de tener un determinado sentido, este significado
no puede ser concebido sino al modo de culminación y
suma de unos hábitos de comportamiento que en él vienen
a acreditarse:zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
for what a thing means is simply wbat habits it
involves. El grado de generalidad del contenido descriptivo
de los juicios de percepción desborda con mucho la particularidad de lo hipotéticamente percibido en cada caso, en
la medida en que no puede menos de reconocerse que bajo la
coacción selectiva hacia la estabilización ya hemos hecho
experiencias de acciones que han salido bien y hemos articulado significados.
25
Cfr. E . Husserl, Erfahrungund
burgo, 1948.
Urteil (E xperiencia y juicio), H am-
F rente a una solución positivista del problema de la base
Popper subraya que los enunciados observacionales apropiados para la falsación de hipótesis legales no pueden ser
justificados empíricamente de manera irrebatible y forzosamente vinculante; hay que decidir, por el contrario, en
cada caso, si la hipótesis de un enunciado de base viene
suficientemente motivada por la experiencia. E n el proceso
de la investigación todos los observadores que intervienen
en los intentos de falsación de unas determinadas teorías
han de acceder a un consensus provisional y en todo momento revocable sobre unos enunciados observacionales
relevantes: semejante acuerdo obedece, sin embargo, en
última instancia, a una decisión; jno puede ser exigido por
razones lógicas ni empíricas. Incluso el caso límite viene incluido en este cálculo: de ser algún día imposible un acuerdo o coincidencia de este tipo entre los participantes en
dicho proceso, ello equivaldría al fracaso del lenguaje como
medio de intelección general.
La " solución" de Popper lleva a unas consecuencias indudablemente no intencionadas. Confirma, en efecto, contra
toda voluntad, que la validez empírica de los enunciados
de base y, con ello, la de las teorías no puede ser, en absoluto, decidida en un contexto científicamente explicado;
es decir, no puede establecer, por ejemplo, su relación con
una determinada acción, una relación teoréticamente explicada, desde luego, o simplemente explicable. Los científicos discuten más bien acerca de si deben aceptar o no
un enunciado de base; esto, sin embargo, equivale a decir
que se interrogan sobre la posible o imposible aplicación de
una hipótesis legal correctamente derivada a un determinado estado de cosas experimentalmente constatado. Popper
compara este proceso con el de la administración de justicia,
a cuyo efecto resulta especialmente ilustrativo el ejemplo
anglosajón. Mediante una especie de resolución los jueces
se ponen de acuerdo acerca de la exposición de los hechos
que se inclinan a dar por válida. E sto corresponde a la aceptación de un enunciado de base. Permite, en conjunto con
el sistema de normas del derecho penal (correspondiente,
en esta comparación, a las hipótesis de la ciencia empírica)
ciertas deducciones necesarias, así como el pronunciamiento de la sentencia. Semejante paralelismo únicamente nos
interesa, como es obvio, con vistas a ese círculo que parece
resultar tan inevitable en la aplicación de hipótesis legales
científicas a hechos y estados de cosas observados como en
la de normas legales de naturaleza jurídica a hechos constatados. E n ambos casos sería igualmente imposible aplicar
el sistema de leyes de no haberse puesto antes de acuerdo
acerca de una determinación específica de hechos; de todos
modos, esta determinación debe ser alcanzada de acuerdo
con un procedimiento que corresponda al sistema de leyes
y que, en consecuencia, venga a aplicarlo. 2 6 No cabe aplicajj
reglas generales sin antes haberse puesto de acuerdo acerca
de los hechos que pueden.ser subsumidos bajo las mismas;;
estos hechos, por otra parte, no pueden ser determinados
26
Cfr. Karl R. Popper,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFED
op. cit., p. 110.
como casos relevantes antes de la aplicación de aquellas reglas. E l círculo inevitable en la aplicación de las reglas27 no
viene a ser sino un indicio de la incardinación del proceso
de investigación en un contexto al que no cabe ya explicar
empírico-analíticamente, sino sólo por vía hermenéutica.
Los postulados de un estricto proceso cognoscitivo no pueden ignorar, obviamente, la intelección previa y no explicitada que, a pesar de todo, presuponen; en ello se venga el
desgaj amiento de la metodología respecto del proceso real
de la investigación y de sus funciones sociales.
La investigación es una institución de seres humanos que
actúan juntos y que hablan entre sí; como tal determina,
a través de la comunicación de los investigadores, aquello
que puede aspirar teoréticamente, a validez.,E l requisito de
observación controlada como base para las decisiones concernientes a la validez de las hipótesis legales presupone ya
una intelección previa de ciertas normas sociales. No basta con conocer el objetivo específico de una investigación
y la relevancia de una observación frente a determinadas
hipótesis; para poder siquiera saber a qué se refiere la validez empírica de los enunciados de base, tiene que haber
sido entendido el sentido del proceso de la investigación,
globalmente considerado, de manera similar a como antes
debe el juez haber comprendido siempre el sentido de la ju-
dicatura en cuanto a tal. LazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPON
quaestio facti ha de ser decidida
27
Cfr. H ans Georg Gadamer, Wahrheit und Methode (Verdad y método), Tübingen, 1960, p. 292 y ss.
con vistas a unazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDC
quaestio iuris dada, es decir, comprendida
en su aspiración inmanente. E n el procedimiento judicial
le es presente a cualquiera: lo que aquí está en juego es el
problema de la contravención de unas normas prohibitivas
generales impuestas de manera positiva y sancionadas por
el estado. La validez empírica de los enunciados de base se
adecúa, asimismo, a una expectativa de comportamiento
socialmente normada. ¿Cómo se traduce la quaestio iuris en
el proceso de investigación y de acuerdo con qué se mide
aquí la validez empírica de los enunciados de base? E n la
interpretación pragmática del proceso de investigación cabe
encontrar una indicación en este sentido.
Normalmente no dudamos acerca de la validez de tal
o cual enunciado base, no ponemos en duda que en futuras situaciones de examen las hipótesis concernientes a un
comportamiento legal de los cuerpos que vienen implícitas
en sus expresiones universales serían también confirmadas.
¿Cómo explicar este hecho tan insistentemente ignorado
por Popper? La incurrencia de una serie en principio infinita de enunciados de base, de los que cada uno vendría
obligado a confirmar los supuestos (hipótesis) implicados
en el enunciado precedente, no deja de constituir una p_osibilidad lógicamente fundamentada. Una posibilidad que,
no obstante, sólo sería actualizada en el caso de que estas hipótesis fueran sucesivamente problematizadas. E ntre
tanto bien puede decirse que carecen de la inseguridad de
las hipótesis; son ciertas en su condición de convicciones
no problemáticas y representaciones acreditadas de manera
pragmática. E l suelo teorético de una seguridad compórtame n tal no discutida está edificado a base de esas convicciones latentes (de esas " beliefs" de las que parten los
pragmáticos). Sobre la base de estas creencias universales
vienen a problematizarse, en cada ocasión,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZ
algunas de estas convicciones fijadas precientíficamente, y sólo resultan
perceptibles en su validez meramente hipotética cuando el
hábito a ellas vinculado deja de garantizar, en ese momento, el éxito esperado.
La perturbada estabilidad del comportamiento pragmáticamente aprendido obliga a una modificación de la
" convicción" central, que a raíz de ello puede ser formulada como hipótesis y sometida a examen. Sus condiciones
imitan en principio las condiciones de credibilidad de las
convicciones no problematizadas: condiciones del rendimiento conseguido por hombres que actúan y que conservan y facilitan su vida mediante un determinado trabajo
social. D e ahí que, en última instancia, la validez empírica
de los enunciados de base, y, con ella, la adecuación de las
hipótesis legales y la de las teorías, globalmente consideradas, vengan referidas a criterios de un tipo de éxito en la
actuación y en el comportamiento que ha ido lográndose
y del que se ha hecho un aprendizaje social en el contexto,
principalmente intersubjetivo, de unos grupos activos y laboriosos. É ste es el punto en el que se configura la intelección previa hermenéutica,-silenciada por la teoría analítica
de la ciencia— en virtud de la que posibilita la aplicación de
reglas en la aceptación de enunciados de base. E l llamado
128
problema de la base no se presenta, en modo alguno, por
primera vez, en el momento en que concebimos el proceso de la investigación como parte de un proceso global de
actos socialmente institucionalizados a través del que los
grupos sociales obtienen su vida, precaria por naturaleza.
Porque el enunciado de base no accede a validez empírica
exclusivamente en virtud de los motivos de una observación
aislada, sino de la precedente integración de_..p_ercep_ciones
aisladas en la trama de unas convicciones no problemáticas
y acreditadas sobre una base muy amplia; esto ocurre a la
luz de unas determinadas condiciones experimentales que
en cuanto a tales vienen a imitar un control de los resultados de los actos incardinados, de manera originaria, en un
sistema de trabajo social. Ahora bien, dado que la validez
empírica de las hipótesis así contrastadas por vía experimental hunde sus raíces en los contextos más generales del
proceso de trabajo, el conocimiento estrictamente empírico-científico no puede menos de consentir en ser interpretado a partir de la misma referencia vital al tipo de acción
del trabajo, del dominio concreto de la naturaleza.
Las recomendaciones técnicas de cara a una elección racionalizada de medios con vistas a unos determinados fines
no resultan derivables de las teorías científicas de manera posterior y como casual: antes bien puede decirse que
vienen, desde un principio, a proporcionar informaciones
acerca de las reglas del dominio técnico del tipo de ese dominio que sobre la naturaleza va elaborándose a lo largo
del proceso de trabajo. La " decisión" popperiana respecto
de la aceptación o rechazo de enunciados elementales es
tomada a partir de esa misma comprensión previa de naturaleza hermenéutica que rige la autorregulación del sistema
de trabajo social: también quienes participan en el proceso
de trabajo han de estar de acuerdo acerca de los criterios de
éxito y fracaso de una regla técnica. E sta puede acreditarse
o revelarse como inválida en tareas específicas; los cometidos, no obstante, en los que su validez se decide empíricamente no dejan de tener, a su vez, una obligatoriedad
social. El control del rendimiento de las reglas técnicas se
mide de acuerdo con las tareas cumplidas, asentadas en el
sistema de trabajo social y, en consecuencia, convertidas en
socialmente vinculantes, de acuerdo, en fin, con las normas
acerca de cuyo sentido ha de existir un consensus si los
juicios sobre éxitos o fracasos pretenden hacerse acreedores de una validez,intersubjetiva. El proceso investigatorio
obediente a las prescripciones empírico-analíticas no es, en
modo alguno, anterior a esta referencia vital; ésta le viene
siempre hermenéuticamente presupuesta.
E n el proceso judicial, la validez empírica de los enunciados de base se mide, precedentemente, de acuerdo con
el sentido de unas expectativas de comportamiento socialmente definidas; en el proceso de la investigación, de acuerdo con el sentido del rendimiento socialmente definido.
E n ambos casos se trata de sistemas de normas impuestas
socialmente, pero con la diferencia, harto importante, de
que el sentido del trabajo en el seno de un amplio radio
de variación histórica parece ser relativamente constante,
en tanto que con las épocas y estructuras sociales no solamente varían los sistemas jurídicos y los modos de producción, sino también el sentido del derecho en cuanto a tal;
e igual ocurre con las restantes normas sociales.. El interés
práctico por convertir en dominables los procesos objetualizados se distingue abiertamente de los restantes intereses de la praxis de la vida: el interés por conservar la vida
mediante trabajo social bajo la coerción de circunstancias
naturales parece haberse mantenido constante a lo largo de
los diversos estadios evolutivos de la especie humana. D e
ahí que quepa alcanzar un consensus acerca del sentido del
dominio técnico a este lado del dintel histórico y cultural
sin la menor dificultad principal; de acuerdo con los criterios de esta comprensión previa, la validez intersubjetiva de
los enunciados empírico-científicos queda, pues, asegurada. Es más, la intersubjetividacfde este tipo de enunciados da
lugar, retroactivamente, a que el interés de base, al que debe
su constancia histórica y ambientalmente neutral, caiga, a
su vez, asimismo en olvido. El interés convertido ya en evidente pasa así, libre de tematización, a segundo plano, de
tal modo que sólo una vez metódicamente invertido en el
origen mismo del conocimiento, decae subjetivamente en
la consciencia de los partícipes en el proceso de la investigación.
D e este modo puede, pues, conservarse la apariencia de
pura teoría incluso en la autoconsciencia de las modernas
ciencias empíricas. E n la filosofía clásica - de Platón a Hegel- el enfoque teorético venía concebido al modo de uña
contemplación basada en la exigencia de una total falta de
exigencias. Prosiguiendo esta tradición, la teoría analítica
de la ciencia sigue aferrándose a dicho enfoque: independientemente de los contextos vitales en los que el proceso
de la investigación hunda-históricamente sus raíces^ en lo
que se refiere a la validez de los enunciados empírico-científicos éste ha de ser emancipado de cualesquiera referencias de orden vital, así como, en no menor medida, de la
praxis misma, tal y como para toda teoría verdadera habían
postulado los griegos. Precisamente sobre sus propios supuestos básicos se funda un postulado que a los clásicos no
hubiera podido menos que resultarles extraño: el requisito
de neutralidad valorativa. D e hecho peligraría si a las ciencias modernas, y por la vía de una crítica inmanente, se
les hiciera ver su conexión con el sistema de trabajo social,
conexión que empapa las estructuras más profundas de la
propia teoría y que determina lo que ha de tener validez
empírica.
La situación histórica en la que durante el siglo x vn
surge, con la nueva física, la ciencia empírica en sentido estricto no es, en modo alguno, ajena a la estructura
de la ciencia experimental; exige, por el contrario, que el
proyecto teorético y el sentido de la validez empírica se
inspiren en un enfoque técnico: en lo sucesivo habría ya
de investigarse y de conocerse a partir de la perspectiva y
del horizonte de intereses del agente del trabajo. Hasta
ese momento los papeles de la teoría y de la reproducción
de la vida material estaban rigurosamente separados en
el plano social; la monopolización del conocimiento por
las clases ociosas había sido intangible. Únicamente en
el marco de la sociedad burguesa moderna que legitima
la adquisición de propiedad mediante el trabajo, podía
recibir la ciencia un impulso de parte del ámbito de experiencia del trabajo manual y podía ir siendo progresivamente integrada la investigación en el proceso del trabajo
social.
La mecánica de G alileo y de sus contemporáneos analiza la naturaleza con vistas a una forma de dominio técnico que había iniciado su desarrollo en el marco de las
nuevas manufacturas, que era, a su vez, dependiente del
análisis y descomposición racional del proceso de trabajo
manual en funciones elementales. Concebir de manera
mecanicista el acontecer natural en analogía a los procesos de trabajo de unas empresas organizadas al modo de
manufacturas no venía a consistir, en realidad, sino en un
ajustar el conocimiento a las exigencias de unas determinadas reglas técnicas. 2 8 Q ue la incidencia práctico-vital
del conocimiento en el trabajo se formase entonces en el
marco de una imagen mecanicista del mundo, en la época del llamado periodo de la manufactura, y que desde
ese momento una forma específica del conocimiento se
haya convertido en forma universal y única aceptable a
28
Cfr. F ranz Borkenau,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIH
De Übergang vom feudalen zum bürgerlichen
Weltbild(LiL transición de la imagen feudal a la imagen burguesa del
mundo), París, 1934, esp. pp. 1- 15.
la luz de la dominante autointelección positivista de las
ciencias, son hechos históricamente vinculados, como es
obvio, a otra tendencia evolutiva de la sociedad burguesa
moderna.
E n la medida en que las relaciones de cambio se apoderan también del proceso de trabajo y hacen que el modo
de reproducción dependa del mercado, las referencias
vitales constituidas en el mundo de un grupo social, las
relaciones concretas de los hombres con las cosas y de
los hombres entre sí, acaban por ser violentamente separadas unas de otras. E n un proceso de cosificación, lo que
las cosas son para nosotros en una situación concreta y lo
que los hombres significan en una determinada situación
para nosotros, es hipostasiado y convertido en un en si)
que acto seguido puede ser adscrito a los objetos aparentemente neutralizados al modo de una cualidad agregada,
por así decirlo, a un " valor" . La neutralidad axiológica
de lo científico-empíricamente objetivado es un producto
de esta cosificación de manera similar a como lo son los
propios valores abstraídos del contexto de la vida, Al igual
que en los valores de cambio desaparecen, por un lado, la
fuerza de trabajo realmente invertida y el posible placer
de los consumidores, en los objetos que restan una vez
que les es arrancada la piel de las cualidades axiológicas
subjetivizadas, es cegada, por otro, la diversidad tanto de
las referencias vitales de orden social como de los intereses
rectores del conocimiento. T anto más fácilmente puede
implantarse de manera no consciente el dominio exclu-
sivozyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
del interés que, complementariamente al proceso de
explotación, acoge al mundo de la naturaleza y de la sociedad en el proceso de trabajo y lo transforma en fuerzas
de producción.
E ste interés de orden práctico del conocimiento en el
do minio de los procesos objetivos puede ser formalizado hasta el punto en que el impulso cognoscitivo de las
ciencias empíricas desaparece en cuanto al interés práctico. La relación entre las ingerencias abstractas y el comportamiento de dimensiones aisladas del que cabe tener
regularmente una expectativa es resuelta a partir del contexto de la acción del trabajo social y resulta, en cuanto
a tal, relevante; incluso la relevancia de una exigencia de
reglas técnicas es desfigurada, en última instancia, en un
canon de prescripciones que viene a desvelar, en términos absolutos, la relación instrumental entre ingerencia
y reacción del sentido técnico de una aplicabilidad de
cara a fines prácticos. Por él mismo, el proceso de investigación no quiere tener que ver, en definitiva, sino con
interrelaciones funcionales de dimensiones covariantes, •
qon leyes naturales a cuya luz nuestros rendimientos
espontáneos han de limitarse, simplemente, a que nos
sea dado " reconocerlos" a la luz de un enf oque teorético, desinteresados y totalmente ajenos a la praxis vital.
La aspiración de exclusividad del conocimiento estricto
mediatiza todos los otros intereses rectores del conocimiento a favor de uno solo, sin siquiera llegar a ser consciente de ello.
El postulado de la neutralidad valorativa demuestra que
los procedimientos empírico-analíticos no son capaces de
darse cuenta de la referencia respecto de la vida en la que,
en realidad, ellos mismos se encuentran objetivamente. E n
el seno de una referencia vital fijada en el lenguaje cotidiano
y estampada en normas sociales, experimentamos y enjuiciamos tanto cosas como seres humanos con vistas a un sentido
específico, en el que el contenido descriptivo y el normativo
vienen a decir conjuntamente tanto acerca de los sujetos allí
vivientes como sobre los propios objetos experimentados: los
"valores" se constituyen dialécticamente en la relación entre
ünos y otros. Tan pronto, sin embargo, como son desgajadas, al modo de una cualidad autonomizada, de las cosas
aparentemente neutralizadas, y objetivadas al modo de objetos ideales o subjetivizadas al modo de formas de reacción,
las categorías del mundo de la vida no vienen a ser, a decir
verdad, tanto eliminadas cuanto burladas. Así vienen a obtener poder sobre una teoría que incide en la práctica porque
en la ilusión de la autonomía se burla de una relación realmente indisoluble. No hay teoría alguna que, a sabiendas de
ello, pueda comprender su objeto sin reflejar paralelamente
el punto de vista de acuerdo con el cual y a la luz de su aspiración inmanente hay algo que viene a tener validez; " Lo
que posteriormente se sanciona como valor, no se comporta
externamente a la cosa..., sino que le es inmanente" .?9
29
Th. W. Adorno,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHGFE
Zur Logik der Sozialwissenschaften (Sobre la lógica
de las ciencias sociales).
36
4
La neutralidad valorativa no tiene nada que ver con el enfoque teorético en sentido clásico; corresponde, por el contrario, a una objetividad de la validez de los enunciados que
viene posibilitada - y obtenida— en virtud de una limitación
a un interés cognoscitivo de orden técnico. Tal limitación
no acaba, de todos modos, con la vinculación normativa
del proceso de la investigación a los motivos de la praxis
de la vida; antes bien hace predominar sin discusión a un
determinado motivo sobre otro. Por mucho que esto pueda ser eliminado de la autointelección teórico-científica, en
la traducción a la praxis de los resultados socio-científicos,
cuanto menos, se presentan unas dificultades cuyo origen
debe ser cifrado, exclusivamente, ahí. G unnar Myrdal ha
aludido a ello. 30
D esde Max Weber parece estar claro para el dominio
de las ciencias sociales algo acerca de lo que por vía pragmática y a propósito de la relación entre técnica y ciencias
naturales no cabe ya la menor duda desde hace mucho
tiempo: que las prognosis científicas resultan traducibles
a recomendaciones técnicas. E stas recomendaciones dis-
30
Cfr. Gunnar Myrdal,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONMLKJIHG
"Ends and Means in Political Economy', en
Valué in Theory, L ondon 1958. Cfr. Asimismo, Max H orkheimer,
Eclipse ofReason, New York, 1947, esp. cap. I. E dición alemana, Zur
Kritik der Instrumentellen Vernunft (Crítica de la razón instrumental), Fischer, F rankfurt, 1967, p. 15 y ss.
tinguen entre una situación determinada de partida, unos
medios alternativos y unos hipotéticos fines; todos los llamados juicios de valor están vinculados, exclusivamente,
al tercer miembro de esta cadena, en tanto que las relaciones si-entonces pueden ser investigadas, en cuanto a
tales, con total neutralidad valorativai E sta traducción da,
evidentemente, por supuesto, que tanto en la praxis social
como en relación con el dominio técnico de la naturaleza pueden ser siempre abstraídas unas relaciones entre
fines y medios en las que la neutralidad valorativa de los
medios y la indiferencia axiológica de las consecuencias
secundarias estén perfectamente garantizadas y en las que,
en consecuencia, un " valor" sólo pueda estar vinculado
a los fines;-,y de un modo tal, que a éstos no les quepa
a su vez ser considerados como medios neutralizados de
cara a otros fines. Y, sin embargo, en los dominios de la
praxis vital para los que se postulan los análisis científicosociales no viene satisfecha, por regla general, ninguna de
estas tres condiciones. Si en una situación concreta han de
ser f undamentadas unas decisiones prácticas, hay que interpretar primero las correspondientes recomendaciones
técnicas con vistas a unas referencias vitales complejas;
esta interpretación tiene que tomar en consideración lo
que aquellas recomendaciones ignoran: que inicialmente
fines aislados y consecuencias necesarias son, en lo posible, considerados en su relación con otros fines igualmente como medios, del mismo modo que los medios
inicialmente neutralizados pueden llegar a convertirse, en
cierto modo, y frente a otra perspectiva, en un fin en sí
mismos.
Sin duda que toda ingerencia sociotécnica. toda recomendación técnica a ella vinculada, así como toda prog-
nosis estrictamente científica que le sea subyacente, deben zyxwvutsr
fijar de manera axiológicamente neutral unos medios de
cara a unos fines aislados y con unas consecuencias secundarias aislables; tratándose de fines analíticos, el aislamiento y la neutralización resultan inevitables. Pero la estructura
del objeto, el propio mundo social de la vida, impone la
restricción; una restricción en virtud de la cual no cabe esperar que los problemas prácticos puedan ser solucionados
aduciendo, simplemente, una regla técnica, sino que, por el
contrario, precisan de una interpretación que anule aquella
abstracción por mor de las consecuencias práctico-vitales.
E n todas estas interpretaciones acaba, en efecto, por resultar evidente que las relaciones entre el fin y los medios,
que en todo lo relacionado con el dominio técnico de la
naturaleza no presentan el menor problema, con respecto a la sociedad resultan inmediatamente problemáticas.
Las condiciones definitorias de las situaciones de la acción
se comportan como momentos de una totalidad que no
pueden ser divididos en una parte muerta y en una parte
viva, en hechos y en valores, en medios axiológicamente
neutrales y en fines cargados de valoraciones, sin malograr
aquélla. Antes bien puede decirse que es la dialéctica hegeliana del fin y del medio lo que en este punto ha venido
a resultar realmente vigente: puesto que el contexto social
es literalmente un contextozyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSRQPONM
vital, en el que la parte más
imperceptible es tan viva - y, en consecuencia, tan vulnerable- como el todo, a los medios les es tan inmanente
la pertinencia respecto de unos determinados fines como
a los propios fines una conformidad respecto a determina-
dos medios. D e ahí que con una elección racionalmente
pertinente de medios axiológicamente neutrales no quepa
dar una respuesta suficiente a las cuestiones prácticas. Los
problemas prácticos exigen una dirección teorética: como
puede ser allegada una situación a otra; exigen (de acuerdo
con una propuesta de Paul Streeten) programas y no sólo
prognosis. Los programas recomiendan estrategias para
la obtención de situaciones no problemáticas, es decir, la
en cada caso correspondiente trama -descomponible, sin
duda, con fines analíticos, pero realmente indisoluble en el
orden práctico- de una constelación específica de medios,
fines y consecuencias secundarias.
La crítica de Myrdal al esquema fin-medio weberiano
demuestra que con los procedimientos estrictos de las ciencias sociales axiológicamente neutrales se pone en marcha
un interés cognoscitivo técnico que no pasa de resultar inadecuado a Ja praxis de la vida y que exige adicionalmente
una interpretación programática de cada una de las prognosis. Acaba por evidenciarse, en efecto, que la traducción
a la práctica de las recomendaciones técnicas no necesita,
en realidad, de ese paso controlado de una interpretación
adicional, tal y como sería exigido; pero no, por ejemplo,
porque no se diera la discrepancia entre recomendaciones
técnicas y soluciones prácticas, sino exclusivamente porque las teorías sociocientífícas, de las que son derivadas
las prognosis,mo pueden satisfacer, en modo alguno, a pesar de toda su autointelección, las estrictas exigencias de
la neutralidad valorativa. Antes bien hay que decir que en
su arranque mismo vienen guiadas por una comprensión
previa relevante frente a un determinado círculo de problemas prácticos. E sta comprensión rectora del sentido resulta
determinante respecto de la elección de los principios teoréticos y de las hipótesis fundamentales para los modelos.
E n un grado muy alto de abstracción, la mayoría de las
interrelaciones funcionales posibles de manera general y,
por consiguiente, también la de los diversos programas, son
metódicamente excluidas, con razón, como irrelevantes a
la luz de los puntos de vista programáticos actualmente
vigentes y que como tales, por supuesto, no son reflejados.
E n el plano formal el análisis discurre de modo universalmente válido y lleva a prognosis axiológicamente neutrales; sólo que estas prognosis suceden a análisis efectuados
dentro de un marco de referencia que, como tal, se deriva de
una comprensión previa programática y, en consecuencia,)
viene vinculado a las estrategias buscadas. La comprensión
previa puede revelarse, desde luego, como incompleta o no
aprovechable: el conocimiento exacto de las interrelaciones
funcionales puede llevar tanto a una modificación de las
técnicas como a una corrección de los objetivos, a una adecuación de toda la estrategia, y a la prueba, incluso, de que
la tácita anticipación de la situación a la que ha de abocar
la considerada como problemática, no resulta adecuada.
Por otra parte, sin embargo, el propio análisis viene guiado
por puntos de vista programáticos tácita o soterradamente
aceptados, y únicamente por ello se transforman sin ruptura las relaciones entre los fines y los medios dilucidadas por
vía analítica en soluciones prácticas.
Precisamente porque no sólo los fines son elementos de
un contexto vital, sino que lo sonzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZWVUTSR
todos los componentes
de una determinada constelación de medios, fines y consecuencias secundarias - un a constelación que a la hora de
elegir medidas prácticas ha de ser contrastada con otras,
y ha de ser sopesada de acuerdo con comparaciones efectuadas entre todas ellas consideradas como totalidades- es
por lo que resulta necesario que la gran masa de todas las
constelaciones imaginables sea eliminada antes de que la
investigación axiológicamente neutral pueda comenzar en
coincidencia formal con el esquema fines-medios. D e ahí
que también para la serie de tipos ideales de Max Weber
resultara decisiva una determinada comprensión previa
histórico-filosófica de la evolución europea general, es decir, no otra cosa que un punto de vista programático: el de
la racionalización de todos los ámbitos culturales. 31 Y con
31
Cfr. H. Freyer, Soziologie ais Wirklichkeitswissenschaft (La sociología
como ciencia de la realidad), p. 155 y ss.: " Resulta de lo más característico que en la tipología de las formas de dominio se parca intencionalmente de la forma de administración específicamente moderna, 'con el fin de contrastar luego con ella las restantes' (E conomía y
142
las teorías rigurosamente formalizadas no ocurre, en principio, nada diferente. Precisamente el dominio de un interés
cognoscitivo técnico oculto a sí mismo esconde las encubiertas inversiones de la comprensión general en cierto
modo dogmática de una situación, con la que también el
sociólogo estrictamente científico-empírico se ha identificado de modo tácito antes de que pueda escapársele de las
manos a impulsos de una teoría formalizada bajo la exigencia de una hipotética validez general. Ahora bien, si en las
ciencias sociales de corte matemático han de figurar necesariamente experiencias vinculadas a una determinada situación y si los intereses que guían el curso del conocimiento
pueden ser formalizados, pero no suspendidos, éstos no
sociedad, trad. castellana: F.C.E .I.). No es menos característico que
el capítulo sobre la sociología de la ciudad... se proponga la comprensión de la peculiaridad de la ciudad occidental, dado que es en ésta
donde pueden encontrarse las raíces del moderno sistema social capitalista, sirviendo también en este caso, aquélla de contraste respecto
de los otros tipos de ciudad. E n estos ejemplos... se evidencia la intención fundamental de la sociología weberiana. He aquí, sintetizado en
una pregunta, el problema sobre el que gira: ¿Cuál es el tipo peculiar,
legalmente-específico, de la moderna formación social europea y en
virtud de qué concatenación de circunstancias ha resultado posible su
cristalización?... La sociología, como ciencia sistemática también de
realidades sociales de otro tipo, constituye y representa el camino por
el que la realidad actual accederá al conocimiento de sí misma en su
realidad histórica" .
podrán menos de tener que ser sometidos a control y ser
criticados o legitimados, como tales intereses objetivos, a
la luz del contexto social general —salvo, por supuesto, que
se quiera dejar en suspenso la racionalización en el umbral
mismo del método empírico-analítico.
La reflexión sobre estos intereses obliga, empero, a un
pensamiento dialéctico, no teniéndose que entender aquí
como dialéctica otra cosa que el intento de concebir en
todo momento el análisis como parte del proceso social
analizado y como su posible auto-consciencia crítica lo cual
conlleva, sin embargo, la renuncia a considerar que entre
los instrumentos analíticos y los datos analizados existe esa
relación superficial y meramente casual que bien puede
ser, desde luego, admitida a propósito del dominio técnico
sobre procesos objetivos y objetualizados. Sólo así podrán
zafarse las ciencias sociales de la ilusión - t an rica en consecuencias sociales- de que sobre los diversos dominios de ía
sociedad cabe acceder, en la historia, a un control científico
similar al que se posee sobre la naturaleza, es decir, un control obtenido con los mismos medios que este último y por
igual vía de dominio técnico cristalizado gracias a la ciencia, y todo ello considerado, además, no como meramente
posible, sino como posible con el éxito de la emancipación
de un vínculo coercitivo de raíz natural.