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Notas sobre
cine argentino
y antropología
forense
Máximo Eseverri
(Lic. en Ciencias de la Comunicación - FCS/UBA)
Desde las intervenciones del especialista estadounidense Clyde C. Snow en 1984 durante el juicio a las
Juntas Militares realizado en la ciudad de Buenos Aires,
la antropología forense ha experimentado un desarrollo
y un arraigo particularmente fructífero en Argentina1. Las
investigaciones que el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) ha realizado en torno a la apertura
de fosas ilegales y la recuperación de restos óseos de
cadáveres Nomen Nescio y otros elementos vinculados
con la desaparición forzada de personas constituye uno
de los momentos más exitosos del trabajo que, desde el
retorno de la democracia en Argentina, diferentes organizaciones vienen realizando a propósito de las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la última
dictadura. El EAAF ha participado ya en investigaciones
en varios continentes a lo largo de más de dos décadas
y hoy es un referente internacional de primer orden en
su disciplina. Asimismo, el trabajo de otros grupos científicos y diferentes organizaciones y asociaciones civiles
ha ampliado y difundido esta tarea.
A pesar de que muy tempranamente y de manera sos-
tenida el cine argentino se ocupó de temas vinculados
con la dictadura, la desaparición forzada de personas y
sus efectos en la vida social y política del país, el trabajo
de los antropólogos forenses y la exhumación de cuerpos NN no alcanzó las pantallas del cine local hasta una
década después de iniciada la labor de estos científicos.
Desde mediados de los ’90, varias realizaciones audiovisuales, todas ellas de carácter documental, han sido
concretadas en torno a este tema.
Al mismo tiempo, desde el campo de los estudios sobre cine, existen numerosos trabajos acerca de las obras
audiovisuales en que se abordan tanto la desaparición
forzada de personas en particular como el accionar de
la dictadura en general. En el ámbito académico, en
años recientes, ocupan un lugar central los diferentes
trabajos de Ana Amado, del artículo “Valores ideológicos
de la representación y violencia política: secuestros y
‘desaparecidos’ en el cine argentino de la democracia”
(1995) al libro Cine argentino y política (1980-2007)
(2008). También hay artículos que toman películas en
particular o que comparan un par o un grupo de largo-
1) Snow formaba parte de una delegación de científicos forenses y
genetistas enviada por el Programa de Derechos Humanos y Ciencias
de la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias, contactada
por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de las Personas (CONADEP). Las exhumaciones que se estaban realizando en algunos cementerios para encontrar restos de víctimas de la dictadura no contaban
con personal idóneo para la tarea: el uso de palas mecánicas y otras
acciones desacertadas causaron la pérdida de valiosa evidencia y dificultaron el proceso de identificación. Snow pidió la detención de esas
exhumaciones, llamó a arqueólogos, antropólogos y médicos locales y
comenzó a entrenar a los actuales miembros del Equipo Argentino de
Antropología Forense.
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metrajes, como los realizados por Laura Martins2 o el
investigador de la Universidad de Tel Aviv: Tzvi Tal3, o el
libro de Silvia Schwarzböck Estudio crítico sobre Crónica
de una fuga (2008). Otro ámbito clave para la reflexión
sobre este tipo de obras y su circulación social es el de
la crítica cinematográfica. En ese sentido, cabe destacar
la labor del investigador Sergio Wolf4.
Sin embargo, más allá de algunos textos en sitios
especializados de Internet y la cobertura de los estrenos de algunas de las obras aquí compendiadas, hasta
donde pudo relevarse no existen trabajos de análisis en
profundidad sobre las realizaciones audiovisuales que se
ocupan de la antropología forense y sus implicancias
sociales. El mismo Wolf afirma, en 2002, respecto de
Tierra de Avellaneda –único largometraje sobre la temática estrenado hasta ese momento– que se trataba de
“un film notable (...) que pasó demasiado desapercibido” (Bernades; Lerer y Wolf, 2002:97).
Tierra de Avellaneda (1995) de Daniele Incalcaterra,
se centra en la familia Manfil, a partir del momento en
que el EAAF inicia la investigación para identificar los
restos de tres personas que fueron asesinadas y podrían
ser miembros de la familia. Principalmente, el filme
aborda ecos públicos e íntimos de los hechos trágicos
de la represión, el terrorismo de Estado, el devenir de la
democracia y los indultos otorgados por el ex presidente
Carlos Menem, por los cuales recuperaron la libertad
miembros de organizaciones armadas y responsables de
la represión estatal. En su montaje conviven registros de
las excavaciones en el cementerio de Avellaneda y el
trabajo en laboratorio con restos humanos, las entrevistas de los antropólogos con una de las hijas del matrimonio Manfil, discursos de la Madre de Plaza de Mayo
Hebe de Bonafini, actos con funcionarios del gobierno
de Menem vinculados con los derechos humanos y una
entrevista al ex ministro del Interior del gobierno de facto
general Albano Harguindeguy. Incalcaterra volvió a tocar
el tema de la antropología forense en otro largometraje realizado junto a Fausta Quattrini, llamado Contrasite
(2004). Combinando ficción con pasajes documentales, la película hace referencia al trabajo de búsqueda y
recuperación de los restos de Ernesto “Che” Guevara y
los revolucionarios que lo acompañaron a la hora de su
muerte en Bolivia5.
Tras los pasos de Antígona (2002) fue concretada por
el EAAF y la organización no gubernamental Witness (en
castellano, “Testigo”), y, como lo explica el Equipo en su
sitio web, tiene como objetivo constituir un instrumento de información y sensibilización sobre el papel clave
que la antropología forense juega en las investigaciones
de violaciones a los derechos humanos. El documental
está dirigido a jueces, fiscales, y abogados, organizaciones de derechos humanos y asociaciones de familiares
de víctimas, para que puedan comprender cómo la antropología y arqueología forenses pueden ayudarlos en
sus indagaciones. A diferencia de Tierra de Avellaneda,
Tras los pasos de Antígona no fue pensada para ser estrenada comercialmente ni presentada en festivales u
otros eventos cinematográficos, sino que se utiliza, por
ejemplo, en las diferentes presentaciones que realizan
los miembros del EAAF. El documental, que lleva por
subtítulo “Antropología forense e investigaciones sobre
derechos humanos”, describe el trabajo del Equipo en
varias partes del mundo, centrándose en la labor realizada en El Mozote, El Salvador, en 1992, y mencionándose también el trabajo realizado en Argentina, Etiopía,
Timor Oriental y Haití.
El último confín (2004), de Pablo Ratto, aborda el
trabajo realizado por el EAAF en una fosa colectiva situada en el cementerio de San Vicente, en la ciudad
de Córdoba. El documental se ocupa de la exhumación,
de quienes trabajan para identificar a las personas allí
enterradas, de la búsqueda y la esperanza de los familiares y de la historia de cuatro familias a las que les fue
2) Cabe mencionar “Memorias del cuerpo (imágenes que nos devuelven la mirada)” (2008) y “Cine argentino de los noventa: memoria
y/o mercado (sobre Piñeyro, Stantic y Filippelli)” (2001), en los que
se abordan las relaciones entre cine y memoria en películas como Un
muro de silencio y El ausente de Rafael Filippelli.
3) Entre los trabajos de Tal se encuentran “Imaginando dictaduras,
memoria histórica y narrativa en películas del Cono Sur” (2000:257296), su estudio comparado de los filmes Machuca y Kamchatka
(2005:136-151) o el análisis de películas argentinas como La Rosales
o La historia oficial (2001:149-160).
4) Como ejemplo cabe citar el artículo periodístico “Los films del proceso y sobre el proceso”, publicado en el Nº 129 de la revista Ñ (18 de
marzo de 2006), “Garage Olimpo y la representación de la dictadura
militar”, compilado en Nuevo cine argentino. Temas, autores y estilos
de una renovación (Bernades, Lerer y Wolf, 2002) o la conferencia “Aspectos del problema del tiempo en el cine argentino” (Yoel, 2004).
5) Contrasite no fue el único trabajo audiovisual que se realizó a propósito
de la recuperación de los restos de Guevara y sus acompañantes. En Argentina, Edgardo Cabeza concretó en 2005 el documental Che, la eterna
mirada, que refiere el trabajo del EAAF y otros especialistas en Bolivia.
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posible recuperar los restos de sus seres queridos luego
de veintisiete años de espera. Este trabajo fue exhibido en el Festival Internacional de Cine Independiente
de Buenos Aires, estrenado comercialmente en 2006,
y ha sido proyectado en distintas actividades culturales y educativas relacionadas con la problemática de la
violación a los derechos humanos. Ratto, quien forma
parte de la productora Mambo, fue contactado por el
EAAF y su trabajo constituye un segundo acercamiento
al tema desde el cine luego del documental de Incalcaterra. Aunque en principio la propuesta era llevar a
cabo un registro audiovisual de las exhumaciones en el
cementerio cordobés, Ratto convenció a los miembros
del Equipo de encarar la realización de un documental
que no sólo registre sino también incluya declaraciones
de familiares y otros eventos relacionados.
Historia de aparecidos (2005), dirigida por Pablo Torello y realizada por el Centro de Producción Audiovisual
de la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional
de La Plata, es una investigación periodística que revela, a través de testimonios y documentos, la mecánica
de los “vuelos de la muerte” realizados durante la última dictadura militar. Los “vuelos” fueron implementados por las fuerzas militares como una forma de ultimar
a los detenidos en los centros clandestinos y deshacerse de los cuerpos, arrojándolos, aún vivos y fuertemente sedados, al mar desde aviones. El documental
se ocupa de las tumbas clandestinas del cementerio
de General Lavalle, provincia de Buenos Aires, donde
fueron sepultados cadáveres aparecidos en diferentes playas bonaerenses provenientes de los “vuelos”.
En esas tumbas fueron identificados, entre otros, los
cuerpos de Azucena Villaflor, Esther Ballestrino y María
Ponce, fundadoras de la Asociación Madres de Plaza
de Mayo, secuestradas por los grupos de tareas de la
Escuela Superior de Mecánica de la Armada. El subtítulo de la obra, “La historia completa de las playas del
silencio”, hace referencia a otro trabajo audiovisual, el
mediometraje Playas del silencio (2003), cuya investigación aportó datos decisivos para la identificación de
los cuerpos narrada en el documental de 2005.
Concretado a fines del mismo año y con una temática similar a la del documental de Torello, NN, ni en el
río ni en las tumbas fue realizado por miembros de la
6) Para más información sobre la carta, ver Crenzel, 2005.
Escuela de Enseñanza Media Nº 2 de la localidad de
Verónica, partido de Punta Indio, provincia de Buenos
Aires. Los cadáveres arrojados desde los “vuelos de la
muerte”, posteriormente hallados en las costas del Río
de la Plata y enterrados con la denominación “NN”, son
el tema central de este documental. La investigación
realizada por alumnos de la escuela de Verónica en colaboración con la productora Angular analiza el impacto
que tuvo este hecho en la comunidad y la complicidad
que mantuvieron algunas instituciones de esa localidad
durante la dictadura, a la vez que subraya la necesidad
e importancia de restituir la identidad de estos cuerpos
en un marco legal y democrático. La mención que varios
de los entrevistados hacen de la posibilidad de alcanzar este objetivo a través de pruebas de ADN habla de
la instalación y el reconocimiento del trabajo llevado a
cabo por los antropólogos forenses.
A diferencia del filme de Incalcaterra, pensado y producido para su circulación internacional o Tras los pasos
de Antígona, concretado por el mismo EAAF, o El último
confín, realizado por una productora convocada por ese
equipo, o Historias de aparecidos, encarado por miembros de un espacio académico, NN, ni en el río ni en las
tumbas, pertenece a un nuevo tipo de obra documental,
en el que diferentes actores de localidades del interior
del país, en general no vinculados con el quehacer audiovisual, enfrentan la narración de sucesos cercanos.
Señor presidente (2006) fue realizado en Córdoba
por Liliana Arraya y Eugenia Monti. Se desarrolla a partir de una carta fechada el 30 de junio de 1980 que
los empleados de la Morgue Judicial de la ciudad de
Córdoba elevaron al entonces presidente de facto Jorge
Rafael Videla reclamando mejoras en los sueldos y las
condiciones de trabajo. La carta hacía referencia a los
entierros ilegales realizados en el cementerio a fines de
19766, por lo que fue utilizada como fuente documental
en 1984 por la CONADEP y años más tarde en la causa
“Averiguación de enterramientos clandestinos” en el cementerio de San Vicente, ciudad de Córdoba, también
abordada en el documental El último confín. Testimonios
de algunos de los morgueros, de la hija de una desaparecida cuyos restos fueron identificados en 2004, de
la fiscal de la causa, de diferentes sobrevivientes del
centro de detención La Perla y del miembro del EAAF
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Darío Olmo se entrelazan con reconstrucciones e imágenes de archivo que trazan un arco que va de registros de
actos militares en los ’70 hasta tomas realizadas originalmente para el citado documental de Pablo Ratto. “Es
imposible, Señor Presidente”, menciona en un pasaje la
carta a Videla que enhebra el documental, “describirle
una imagen real de lo que nos tocó vivir”. De esa imposibilidad, que también atraviesa al resto de las obras aquí
enumeradas, parte el trabajo de Arraya y Monti.
El trabajo de diferentes equipos latinoamericanos de
antropología forense también ha llevado a la confección
de documentales que narran esa tarea. Es el caso del
mediometraje chileno Fernando ha vuelto (1998), dirigido por Silvio Caiozzi, que registra, entre otros eventos,
la entrega oficial de los restos del ex militante del MIR
Fernando Olivares Mori a su familia7. La cámara captura y muestra la descripción que uno de los especialistas que trabajaron en las exhumaciones del “Patio 29”
–donde fueron hallados los restos de Olivares– realiza
ante familiares de la víctima, detallando los golpes, torturas y disparos que causaron su muerte. Veinticinco
años después de su detención y desaparición, ocurrida
durante la última dictadura militar chilena, los restos de
Olivares recibieron sepultura. Caiozzi, quien es un reconocido cineasta en su país, describe tanto el proceso
científico efectuado desde una institución estatal como
el duelo de la familia de Olivares. Las experiencias de
los antropólogos y las de los familiares son diferentes
caminos para abordar los crímenes políticos del régimen
de Augusto Pinochet y sus consecuencias. Tras ver el
documental, la investigadora estadounidense Francine
Masiello expresó: “Los huesos y la identidad personal,
el pasado histórico y el presente, todo se condensó en
una sola imagen que amalgamaba el aspecto visual del
esqueleto con los aspectos altamente irrepresentables
del dolor físico y emocional” (2001:13)8.
Otras realizaciones argentinas incluyen secuencias en
las que se menciona el trabajo de antropológos forenses.
En Prohibido (1996), de Andrés Di Tella, el artista plástico Douglas Vinci indaga sobre el destino del fotógrafo
Osvaldo Vanni, a quien conoció en los ’70. Dejó de verlo
a mediados de esa década y hacia 1977 lo reencontró internado el hospital neuropsiquiátrico José Tiburcio
Borda de la ciudad de Buenos Aires, para luego perder
su rastro nuevamente. El filme realiza un paralelo entre
el tratamiento que recibían los enfermos mentales y la
situación política y social argentina durante la dictadura.
Para ello, en un momento, Di Tella recurre a registros de
exhumaciones de cuerpos NN realizadas en 1996. Las
tomas, que no duran más de treinta segundos, permiten
establecer, desde el eje visual, este paralelo y, en el mismo acto, enfatizar la necesidad de investigar y reconstruir lo que ha sido forzadamente postergado.
En el nuevo milenio, nuevos filmes que discuten a la
vez que amplían la noción de cine documental han incluido a la antropología forense como tema. Tanto Los
rubios (2003) de Albertina Carri como Victoria (2008)
de Adrián Jaime incluyen secuencias en las que un hijo
de desaparecidos asiste a las oficinas del EAAF para
dejar allí una muestra de sangre para pruebas de ADN.
Muertes indebidas (2005), del rosarino Rubén Platáneo,
desarrolla los casos de tres familias con miembros desaparecidos durante la dictadura. En el filme, que diferentes críticos han destacado por los recursos formales
puestos en juego, miembros del EAAF tienen a su cargo
el tipificar el método de secuestro, tortura y desaparición forzada de personas llevado a cabo por los “grupos
de tareas” que poseían las Fuerzas Armadas argentinas.
7) Otros documentales chilenos, como Estadio Nacional (2001) de
Carmen Luz Parot, abordan el tema de la dictadura y sus secuelas y
mencionan el trabajo de antropólogos forenses. Existen otros documentales latinoamericanos en los que se habla del trabajo de este tipo
de equipos, como el venezolano Masacre en el puente Llaguno (2004)
de Ángel Palacios.
8) En 2006, nuevos análisis de algunos de los restos óseos hallados
en el Patio 29 –realizados a partir de pruebas de ADN mitocondrial–
contradijeron las conclusiones a las que arribaron los especialistas
chilenos en 1998. Los nuevos resultados pusieron en entredicho la
identidad de esos cuerpos, a la vez que abrieron un cono de dudas sobre otros no analizados en esa segunda instancia. Entre las osamentas
que fueron sometidas a un nuevo peritaje se encuentra la de Fernando
Olivares Mori. El caso, que provocó revuelo en Chile, abre una nueva
zona de discusión –que excede el objetivo de este artículo– acerca
de lo falsable en los procedimientos científicos y sus consecuencias
cuando éstos forman parte de procesos políticos, jurídicos y sociales
de una gran envergadura. La ex jefa de la Unidad de Identificación del
Servicio Médico Legal chileno Patricia Hernández –quien posee parte
de la responsabilidad sobre el informe de 1998– entregó un informe
a la presidenta de Chile Michelle Bachelet en la que explica sobre las
diferentes técnicas aplicadas a la identificación y cómo todas ellas, incluyendo las más recientes, poseen un margen de error [disponible en:
http://diario.elmercurio.cl/detalle/index.asp?id=%7B609a170b-42d24c16-b823-846766ff5e1a%7D] [consultado el 27/05/09].
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Platáneo declaró que su película “comenzó” el día que
asistió con un par de cámaras de fotos y una de video
a las exhumaciones en el cementerio de la ciudad de
Paraná, provincia de Entre Ríos9.
Finalmente, existen trabajos que, sin abordar específicamente la tarea de antropólogos forenses, complementan y amplían este aspecto del ejercicio de la
memoria social. “Atila” 25 años después (a tu pesar
florece la memoria) (2003), realizado por el grupo de
cine Ojo de Pez, narra el trabajo realizado en el ex centro clandestino de detención “Atila”, también conocido
como Mansión Seré, en el partido de Morón, provincia
de Buenos Aires. Luego de que cuatro detenidos se escaparan de allí en 1978 –hecho que fue narrado en
el largometraje Crónica de una fuga (2006) de Adrián
Caetano–, la casona en poder de la Fuerza Aérea fue
abandonada. En 1985 fue demolida y en su lugar se
construyó un poliodeportivo municipal. La Asociación
Seré por la Memoria y la Vida, que junto al Municipio de
Morón comenzó a trabajar en la recuperación del predio,
convocó a un equipo de investigación arqueológico-antropológico para la recuperación de los cimientos de la
mansión. El documental describe ese trabajo a la vez
que recoge testimonios de miembros de la asociación
y de vecinos de la zona. Si en otros documentales relacionados con la recuperación de evidencias mediante
métodos científicos los familiares de las víctimas tienen
un lugar central, “Atila” 25 años después se centra en
una comunidad, sus recuerdos acallados y la memoria
como trabajo político y colectivo.
A diferencia en lo que sucede en otras obras audiovisuales de ficción o en los documentales sobre el terrorismo de Estado, en las realizaciones de antropología
forense se destaca la posibilidad o el hecho de la recuperación de una materialidad ausente –la de los restos
de un cuerpo humano–, y con ella la modificación del
estatuto de “desaparecido” que pesa sobre la víctima.
Tal recuperación ocurre mediante la puesta en práctica de un método científico por parte de un grupo de
especialistas. Diferentes instituciones que traccionan la
tarea (trátese de organizaciones estatales o no gubernamentales) colaboran en la instalación de esta labor
en el campo de lo social y lo político, y la realización y
9) Disponible en http://www.rosario-12.com.ar/2004/10/24/espectaculos.htm [consultado el 26/05/09].
difusión de estas películas podría considerarse parte de
ese proceso. A la vez, tanto el trabajo científico como el
sociopolítico apuntan a rehabilitar zonas que la desaparición forzada de personas bloquea en el campo de lo
jurídico, extendiendo así el campo de acción de la justicia y permitiendo reparaciones en ese plano. Una última
dimensión podría ser considerada como la principal: el
rescate e identificación de los restos de los cadáveres
NN posee también un costado fundamental vinculado
con lo familiar, con lo íntimo, con los afectos.
La relación que sostenemos con los muertos tanto en
lo personal como en lo familiar y lo social constituye uno
de los pilares de nuestra cultura. Debido a la incertidumbre del destino del cuerpo de una víctima, la desaparición
forzada de personas plantea toda una serie de problemas
en relación con los ritos de inhumación y con el duelo.
Asimismo, cuando son exitosas, las investigaciones de
los antropólogos forenses implican algún tipo de reparación a través de una práctica científica, unida, de manera
irrenunciable y trágica, a la constatación de una pérdida.
En este último sentido, las realizaciones audiovisuales
sobre antropología forense implican, en el plano retórico, una práctica a través de la cual el género epidíctico
se reinterpreta y amplía. Una reflexión sobre estas obras
audiovisuales, en las que se juegan la idea de límite de
la representación, las tensiones entre arte y comunicación y el problema de la estetización del horror –propongo– podría practicarse recurriendo a las categorías
estéticas de lo bello y lo sublime. Mientras lo bello se
halla vinculado con lo pequeño, lo abarcable, lo cerrado, lo acabado; lo sublime lo está con lo inabarcable,
lo incompleto, lo inenarrable. Entre estos dos polos –la
necesidad de cierre, de sutura, y la constatación de la
imposibilidad de dar cuenta cabal del horror– se han
jugado las diferentes evocaciones de las grandes tragedias del siglo XX, cuyos perpetradores no han sido
de las fuerzas de la naturaleza sino los hombres, oprimiendo o aniquilando a su entorno o al hombre mismo.
Al mismo tiempo, el objetivo de informar, de comunicar
un procedimiento en función de un objetivo concreto (la
identificación de cuerpos para modificar una situación
jurídica, política, social e íntima) no puede menos que
encontrarse con el shock anímico propio de la constata-
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ción del horror pasado y la emoción de participar en el
presente de un acto de justicia.
El paciente trabajo de los antropólogos forenses dialoga, finalmente, con una naturaleza que devuelve, a
quien quiera prestarle atención, las señales imborrables
de un crimen impune. La persistencia de los huesos preservados por la tierra o la marea incansable que acerca
a la costa los cadáveres que alguien quiso ocultar, parecieran señalar que algo en la naturaleza se resiste a
la desaparición forzada de personas. Describiendo este
hecho, los filmes sobre antropología forense permiten
reencontrar el sentimiento de lo sublime.
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