Más adelante se interesa por Bocaccio, Dante y Petrarca, también por la novela pastoril (destaca a d'Urfé), desdeñando la novela de caballería (“¡Qué distancia entre ésas, largas, enojosas, apestadas de superstición y las novelas griegas que las habían precedido!
Durante la llamada "Matanza de Naos", fueron fusiladas treinta y seis personas que se creían apestadas, como consecuencia de este suceso se procedió a embargar todos los bienes del capitán Juan Santiago Guadarrama Frías y Espinosa, entre los que se encontraba precisamente "un nicho con una Imagen de un Señor a la Columna".
No quiero la inmoralidad de hacerlos desgraciados y darles un mal rato a sus conciencias ni ladrar demagogias enripiadas que contagian por calles
apestadas microbios resentidos que no tienen presupuesto para ser igual que ustedes...
Antonio Domínguez Hidalgo
Y gracias a Gregoria pudo evitar de comprar para poblar sus puestos ovejas apestadas y vacas entecadas; de ella aprendió a conocer a simple vista el estado de preñez de una hacienda y su grado de gordura; supo de qué modo, cuándo y dónde hay que soltar y pastorear una majada para que coma bien y prospere; se hizo capaz de mandar a los peones sin que se rieran por detrás de sus órdenes por perjudiciales a sus propios intereses, como suele suceder con el que todavía no entiende.
mundo nuevo que fermenta su precoz inteligencia, las furias batirán las inmundicias detenidas,
apestadas, en el círculo reducto, siempre el mismo, -corrupto- de tus vicios pagados a demora -oficina- y no habrá para ti ya escapatoria que dejarte irrumpir en tu parálisis donde tu espacio prostituto cesará de oficiar sin más oficios de buró ni de escritorios, porque la ubérrima potencia de otros éxtasis, te vestirán de obrera y tendrás que caminar frente a levante, vida y bosques, mano con mano, largo horizonte, tras de los hombres nuevos...
Antonio Domínguez Hidalgo
Cuando la epidemia de peste azotó al estado de Tabasco, eran innumerables las personas que morían y la principal preocupación de Monseñor Castellanos era ayudarles a morir en gracia, entrando por las noches a las casas "apestadas", sin temor al contagio llegando hasta al enfermo para brindarle los últimos momentos de paz y con las joyas depositadas en la Iglesia repartidas por su mano entre los pobres se enterraban a los muertos.