Tal vez por eso, entre otras virtudes, como su sapiencia, HUITZILOPOCHTLI lo había seleccionado para hacer el primer contacto con su pueblo elegido. A HUITZITON le pareció encantador aquél pajarillo brillante azulado y se dedicó a contemplar su vuelo.
Era más bien el sabbat del segundo Fausto, Un rítmico sabbat, rítmico, extremadamente Rítmico. Imaginaos un jardín de Lenôtre, Correcto, ridículo y encantador.
Húmeda y pálida, el alba silencia una tras otra Las trompas, de tal modo que no queda absolutamente Nada –absolutamente – más que un jardín de Lenôtre, Correcto, ridículo y encantador
Pero no es así; cada día, cada hora, pienso en vosotros y el rostro encantador de Clara vuelve una y otra vez en mis sueños; sus ojos transparentes me miran con dulzura, y su boca me sonríe como antaño, cuando volvía junto a vosotros.
La sangre abandonó su rostro encantador, que se volvió blanco como el mármol; sus hermosos brazos cayeron a lo largo de su cuerpo como si sus músculos se hubieran relajado y se apoyó en una columna, pues desfallecían sus piernas.
Era allá, en una ciudad que está a la orilla de un lago de mi tierra, un lago
encantador, lleno de islas floridas, con pájaros de colores.
Rubén Darío
Sus alas, delicadas y albas, hacen pensar en desfallecientes sueños nupciales, todas, -bien dice un poeta,- como cinceladas en jaspe. ¡Ah, pero las otras, tenían algo de más
encantador para mí!
Rubén Darío
A veces la animación alada se silencia en estas montañas, pero en recompensa de esta falta, la mayor parce de las aves ostentan un plumaje esplendido y encantador, hay entre ellas una caprichosa combinación de colores para producir efectos sorprendentes; unos se visten de un traje austero, de terciopelo negro con adornos amarillos; otros, de escarlata o de verde azul; otros, como los arlequines, se viseen de siete colores, adornándose con vanidad la cola y la crestilla de la cabeza.
-exclamó el hechicero-. Pensaré algo que jamás pueda ocurrírsele, a menos que sea un
encantador más grande que yo. Pero ahora, ¡a divertirnos!.
Hans Christian Andersen
«Cuando llegues --le dijo-- a aquella parte que cerca está del mágico recinto, vendrá el encantador allí a buscarte, en nada a aquel que amas más, distinto, simulando ante ti con su mala arte que alguno lo hace entrar al laberinto, a fin de que hasta él también tú vengas y en vano, como el resto, te entretengas.
Un día, se comenzó a escuchar una extraña música que el perro guitarrista había aprendido de los humanos que vivían en la lejana realidad. Eso bastó para que aquel encantador lugar se convirtiera en el común paisaje al que los terrestres se hallaban acostumbrados.
En tanto tras de los vidrios De sus calados balcones De los suntuosos salones Irradiando el resplandor, En cuadros de luz brillante En la plaza se pintaban, Y mil sombras los cruzaban En tropel encantador.