madeja


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Sinónimos para madeja

Ejemplos ?
Por fortuna, el Libertador era hombre de no asustarse con duendes ni musarañas, y fue tan sagaz y hábilmente desenredando la madeja, que a la postre llegó a sacar en limpio que el origen de todo el caramillo estaba en la candorosidad del marqués de Santa Sofía del Real Secreto y barón de Bobaliche, quien de una hormiga había hecho un elefante.
El jefe de los otros, pillastre de patente, con más asomos de bozo que de vergüenza y que se llamaba Pipa, sacando por algunos hilos que se escapaban de la camisa del primero la madeja que ocultaba, cortóle sus vuelos, y echando la zarpa al bulto, dijo, guiñando el ojo a los suyos: -Arría en banda, Cafetera.
No obstante, al fin del viaje iba ya adquiriendo el príncipe algo de la soltura de su compañero; verdad es que estaba moreno como una castaña, y sus bucles rubios, enmarañados y llenos de polvo, parecían una madeja de lino.
Flinder y tantos otros que eran en último análisis los culpables de toda aquella confusión de ideas y pasiones. «¡La lógica hecha una madeja enredada y untada de pólvora, para servir de mecha a una explosión social!...».
El pobre hombre estaba buscando argucias justificativas cuando se trataba de obrar rápidamente, hipnotizado por las palabras cuando había que saltar por encima de todo. Pobre atleta enredado en la madeja de lanas de una abuela cegatona, en los momentos en que la casa está ardiendo.
—¿Rezamos? —No. Vamonós. Si la madeja enredamos con esta fiebre, ¡por Dios!, ya nunca la devanamos. ... Sí, cuatro igual dos y dos.
Aquí, revuelto en la fatal madeja del torpe amor, disipador cansado del tiempo, que al pasar sólo me deja el disgusto de haberlo malgastado; si el hondo afán con que de mí se queja todo mi ser, me tiene desvelado, ¿por qué no es antes noble impedimento lo que es después atroz remordimiento?
con tanta gracia se meza, cual tu talle se mecía al mover tus blandas huellas; y del castaño cabello la derramada madeja toda entera te envolvía, como el manto de una reina.
¡Si alzándote una vez, Aun te pluguiera ostentar La perdida esplendidez, Y quisieras tu hediondez Con tu vida engalanar; Y prendieras en tu frente Unos cabellos postizos Que en madeja reluciente Cayeran confusamente En mil perfumados rizos; Y el esqueleto sonoro Velaras altiva tú Con minucioso decoro Entre nácar, perlas y oro Y entre crujiente tisú; Cubrieras el seco cuello Entre las flotantes plumas, Los collares y el cabello, Velos echando sobre ello Tan sutiles como espumas; Y el repugnante mohín Da tu inmoble rostro viejo, Con esa risa sin fin Asomaras a un festín, Tomándole por espejo!
Aldebarán, que nos acompañaba, las Pléyades y el mar que las refleja miraron una urna que volaba. Al final del estambre en tu madeja se cuajó en tu mirada nebulosa la última uva de la noche vieja.
-«Ya no quiero morir -exclama-; quiero Ver rendido a mis pies al orgulloso, Con cadena tenaz domar al fiero Y que sufra desdén el desdeñoso; »Ver que implora piedad, ver que suspira, Mi volcán a su pecho trasladado Y que su corazón por mí respira Con duro torcedor atormentado.»- Dice y, tomando el traje de beduino, Vela su linda faz de nieve y rosa, Deja todo su ornato peregrino, Recoge su madeja vagarosa Y montando un trotón, bruto escogido Que el fuego que su pecho reconcentra Lanza en grumosa espuma convertido, La tribu de Kaled busca y encuentra.
Antes que de Newton el alto ingenio de la luz los prodigios descubriera, mostrose siempre en haces concentrada. Él descogió la espléndida madeja y de la magia de su prisma armado del iris desplegó la cinta etérea.