Pero la Torre profirió estas palabras:—¿Por qué, niña, buscas la muerte en este precipicio? ¿Por qué sucumbes sin reflexión ante esta última y peligrosa experiencia?
También a tí, Eolo, te vieron caer los campos laurentinos y cubrir gran trecho la tierra con tu cuerpo; ¡Tú, a quien no pudieron postrar ni las falanges argivas, ni Aquiles, el destructor del reino de Príamo, sucumbes aquí; aquí había señalado el destino término a tu vida; tenías un gran palacio al pie del Ida, un gran palacio en Lirneso; en el suelo laurentino tienes un sepulcro.
Amenazas, peligros, ofensas, por dondequiera te rodean; y aun muy feliz si no sucumbes, mordida de perros, acoceada de asnos, devorada de tigres.
Las novias de mi novio responde a la pregunta: ¿Has tenido alguna vez la tentación de ir donde no debes? Luego, descubrirás las consecuencias de lo que puede pasar si sucumbes a la tentación.
Amo el llanto impasible que te brota después de los celos enrabiados y
sucumbes al impacto de los cuerpos invadidos de placeres blancos.
Antonio Domínguez Hidalgo