Tesis de Mario Mendez
Tesis de Mario Mendez
Tesis de Mario Mendez
MAYO DE 2009
ANTIGUO CUSCATLN, EL SALVADOR, C. A.
R e ct o r
J o s M a r a T o je i r a , S . J .
S e c r e t a ri o G e n e ra l
R e n A l b e rt o Ze la ya
D ec an a d e l a F a cu l t ad d e P o st g r ad o s
L i d ia S a la ma n c a
D i re c to r d e l D o ct o rad o e n F i l o s o f a Ib e r o a me r i ca na
H c to r S a mo u r
D i re ct o r d e Te si s
H ct o r S a mo u r
NDICE
Introduccin ........................................................................................................... 5
Captulo I: El ajuste de la educacin a los modelos econmicos: una
constante en la historia de Occidente .............................................................. 12
Introduccin ........................................................................................................... 12
1. Los ajuste educativos en Grecia y Roma ......................................................... 15
2. Los ajustes educativos desde el cristianismo .................................................. 18
3. Ajustes de la educacin en el humanismo renacentista.................................. 21
4. El ajuste de Escuela en la sociedad industrializada ........................................ 24
5. El surgimiento de los estados-nacin y las polticas pedaggicas en
Latinoamrica. ....................................................................................................... 32
6. Influencia de la ilustracin y el positivismo en la educacin centroamericana35
7. Educacin y oligarqua en el siglo XX en El Salvador. El Estado centrado en
el desarrollo. .......................................................................................................... 39
8. Educacin y polticas econmicas neoliberales a finales del siglo XX e inicios
del XXI.................................................................................................................... 42
Conclusin: ............................................................................................................ 45
Captulo II: Educacin, resistencia y demanda de justicia cultural ............. 51
Introduccin ........................................................................................................... 51
1. Homogenizacin y diferenciacin en los inicios de la escuela salvadorea... 53
2. Los lenguajes de la demanda de justicia cultural............................................. 58
3. Cooptacin y resistencia ................................................................................... 61
4. La demanda de justicia cultural desde la educacin escolar .......................... 64
Conclusin ............................................................................................................. 68
Captulo III: El proyecto filosfico intercultural de Ral Fornet-Betancourt
................................................................................................................................ 74
Introduccin ........................................................................................................... 74
1. Las empalmes de Ral Fornet-Betancourt .................................................... 77
2. La transformacin intercultural de la filosofa en Amrica Latina .................... 80
3. La transformacin intercultural de la filosofa y el dilogo de las culturas. ..... 84
4. La tarea crtico-liberadora de la filosofa en el contexto de globalizacin....... 88
5. Algunas condiciones para la transformacin intercultural de la filosofa. ....... 94
Conclusin. ..........................................................................................................103
Captulo IV: Hacia una propuesta de educacin alternativa .......................105
Introduccin. ........................................................................................................105
1. Algunas aclaraciones previas. ........................................................................105
2. Es posible una educacin alternativa?.........................................................108
3. La educacin desde la perspectiva intercultural ............................................112
Conclusin ...........................................................................................................129
Conclusin .........................................................................................................132
Bibliografa .........................................................................................................140
Introduccin
El carcter monocultural de Occidente expresado en la existencia de unas tradiciones
culturales dominantes y de unas culturas dominadas, silenciadas e invisibilizadas, cuando
no forzadas a desaparecer ha impregnado nuestros modelos, prcticas y sistemas
educativos. Por eso, la educacin tambin ha sido homogenizante y se ha mantenido atada a
una nica forma de acceso al saber, deslegitimando otras.
Dicho de otra forma, la educacin occidental, particularmente sus formas ms
institucionalizadas como la escuela, la iglesia y la familia han reproducido el carcter
monolgico de Occidente. Por eso Althusser describa la educacin como uno de los
aparatos ideolgicos con los cuales el Estado reproduce tanto las fuerzas productivas como
las relaciones de produccin existentes1. Tal descripcin desvela, por un lado, la tarea
reproductora que casi siempre se ha encomendado y se sigue encomendando a las
instituciones y programas educativos. En segundo lugar, expresa la relacin estrecha que
existe entre ambientes educativos, construccin de subjetividades sujetas, apropiacin de
cierto tipo de relaciones de poder y reproduccin de una forma de conocimiento que
corresponde a esa subjetividad. Y en tercer lugar, esa descripcin revela los dos fines que
casi siempre se han atribuido a la educacin: el fin econmico (fuerzas productivas) y el fin
poltico (relaciones de produccin).
El sujeto es una creacin de s mismo y de otros, y eso es precisamente lo que posibilita la
educacin. El ser humano es educable porque es inacabado y es configurable por s mismo,
por las otras personas y por el tipo de relaciones que establece con ellas. Es precisamente
esa educabilidad la que est expresada en el origen etimolgico que generalmente se le
atribuye a la educacin cuando se afirma que proviene del latn ex ducere. La educabilidad,
en ese sentido, se refiere a la creacin de las condiciones necesarias para que afloren las
potencialidades del ser humano. Y el afloramiento de esas potencialidades es controlable,
manejable, manipulable y guiable. Los verbos utilizados frecuentemente para la
planificacin educativa, curricular y didctica expresan muy bien esa intencionalidad
Cfr. Louis ALTHUSSER, La filosofa como arma de la revolucin, Ed. Siglo XXI, Mxico 1968, p 109.
Cfr. Heriberto VALVERDE, Al maestro por el alumno, en Roco LPEZ-Olmedo ESPAA (editores),
Cultura, identidades y ciberespacio, III Congreso Latinoamericano de Humanidades, UNA, Heredia 1998.
Segn este autor, la escuela, y los sistemas educativos ven al educando como un consumidor. Los sistemas
educativos, como instrumentos reproductores, responden a relaciones de poder determinantes y sojuzgadoras.
Las instituciones educativas son, para Valverde, fabricados en aras del mantenimiento de las diferencias
sociales. La educacin sera un producto de consumo diferenciado, segn los intereses del productor. Ver pp.
436-437.
pasando por Descartes, Locke, Hume, Kant, Hegel y Marx3. En ese sentido, muchas
historias de la filosofa y de la educacin corren paralelas y poseen elementos comunes:
inician en Grecia, se desarrollan en Occidente y desconocen las contribuciones de otros
contextos. La filosofa ha servido, en la mayor parte de los casos, para fundamentar y
legitimar una educacin monolgica, a imagen de Occidente. Ignacio Ellacura afirmaba
que es posible que muchas filosofas hayan servido de justificacin del orden imperante,
unas veces pretendindolo explcitamente y otras sin pretenderlo, por no percatarse de lo
condicionado que puede estar un pensamiento por la situacin en la que se desenvuelve4.
En el caso de la educacin, la filosofa juega un papel determinante de sustentacin, en
cuando puede ser utilizada interesadamente sea en favor de la dominacin, sea en contra
de ella5.
La bsqueda de alternativas educativas pasa, consecuentemente, por una fundamentacin
filosfica alternativa. En ese sentido, el programa de transformacin intercultural de la
filosofa que est siendo desarrollado desde la dcada de los noventa, puede ser un camino
vlido para fundamentar una educacin alternativa que responda a los desafos del mundo
actual: una educacin a la altura de las exigencias del dilogo de las culturas de nuestro
tiempo y de nuestro contexto.
El objetivo de este trabajo es precisamente fundamentar, desde ese programa de
transformacin intercultural de la filosofa, un proyecto educativo alternativo, es decir, una
forma de entender los procesos educativos y una praxis educativa que respondan a las
exigencias de justicia cultural presentes en el contexto centroamericano. Tras este objetivo
est presente la conviccin de que la filosofa tiene con respecto a la educacin- unas
tareas fundamentales relacionadas tanto con el mbito de la crtica des-veladora frente a
las ideologizaciones que marcan la labor educativa, como con la responsabilidad de hacer
propuestas orientadas a humanizar la educacin y a construir desde ella una sociedad ms
justa.
Ignacio ELLACURA, Filosofa, para qu?, UCA Editores, San Salvador 2003, p 9.
Ibid, p. 10.
En correspondencia con ese objetivo y con esas tareas, en el primer captulo buscar
rastrear, en algunos momentos de la historia de la educacin occidental, tantos sus ajustes
a los modelos civilizatorios dominantes, como la forma en que ella ha sido impregnada por
el carcter monolgico de la
Se sigue de todo lo anterior, que lo que aqu pretendo es hacer un trabajo de carcter
interdisciplinar en el que busco acoger los aportes de la filosofa intercultural para la
generacin de alternativas educativas. Precisamente por eso, la estrategia metodolgica
aqu adoptada incluye, en primer lugar, un anlisis de la educacin orientado a reconocer en
ella los elementos que determinan el carcter monocultural que casi siempre la ha
caracterizado, as como la demanda de justicia cultural de la que es portador. En segundo
lugar, la metodologa contempla la identificacin de aquellos aspectos del proyecto de
transformacin intercultural de la filosofa que mayormente pueden contribuir a replantear
las mediaciones educativas. Finalmente, y como fruto del dilogo entre educacin y
proyecto de filosofa intercultural, busco esbozar una propuesta de educacin alternativa
que sugiera respuestas a la demanda de justicia cultural identificada. Esa estrategia
metodolgica puede ser representada as:
Anlisis de las
mediaciones
educativas
Proyecto de
transformacin
intercultural de la
filosofa
Propuesta de
educacin
alternativa
- Monoculturalidad
- Dependencia de
grupos dominantes
- Demanda de justicia
cultural
- Ajuste al proyecto
civilizatorio dominante
- desequilibrio
epistemolgico
- Contextualidad de la
Educacin
- Reaprender a
pensar desde el
dilogo
- Servicio a la vida
- Apertura a diversas
culturas del saber
- Repensar los fines
Otro sujeto
Otro mundo
Otros saberes
- Tiempo y espacio
como ingredientes del
saber filosfico
- Irreductible polifona
de las culturas
- Reaprender a pensar
- Dignidad cognitiva
Antropologa
Cosmologa
Equilibrio
epistemolgico
10
11
Introduccin
La educacin implica la creacin de las condiciones necesarias para que las personas
desarrollen sus propias potencialidades en un momento y en un contexto concreto, y
siempre condicionadas por ese momento y ese contexto. La educacin es posible gracias a
la educabilidad que caracteriza al ser humano, el cual est siempre configurndose y siendo
configurado desde el encuentro con otros y desde el tipo de relaciones que establece con
ellos. Fue eso lo que Xavier Zubiri expres con la categora domesticacin cuando afirm
que el hombre, como animal, es domesticable por los dems; pero es el nico animal
domstico a quien la domesticacin potencia gigantescamente sus posibilidades de
viabilidad () Esa potenciacin de la domesticidad como configuracin de la realidad es la
educacin. A los animales no se les puede educar; slo se les puede domesticar. El hombre
es el nico que tiene que ser domesticado para potenciar sus posibilidades, y esa
potencializacin de la domesticidad es la educacin6.
A diferencia de otros procesos de socializacin7, la educacin especialmente la que se da
en ambientes escolarizados o catequsticos- es evidentemente intencional y mira hacia el
futuro: hacia el ser humano que se quiere configurar y hacia el tipo de sociedad que se
quiere construir. Por eso podemos hablar de proyecto educativo, de planificacin
educativa, de objetivos educacionales. Otros procesos de socializacin, en cambio, miran
ms al pasado, a la tradicin, al deber ser, a la adquisicin de destrezas laborales y a la
consolidacin de identidades. Todos estos elementos tambin estn presentes en la
educacin, pero de forma ms proyectual, ms conciente y deliberada; y en todos los otros
espacios de socializacin hay educacin, en la medida en que incluyen intencionalidad y
conciencia de esa intencionalidad.
Xavier ZUBIRI, Sobre el hombre, Alanza editorial-Fundacin Xavier Zubiri, Madrid 1998, p. 321.
Otros procesos de socializacin tambin tienen intencionalidad, pero menos evidente. De todas maneras, en
la educacin, adems de la intencionalidad evidente (la expresada mediante objetivos educativos, curriculares
y didcticos) hay intencionalidades no tan evidentes (currculo oculto), que a veces inciden ms que aqullas
evidentes.
7
12
Gimeno SACRISTN - ngel PREZ, Comprender y transformar la enseanza, Ed. Morata, Madrid 1995,
p. 18.
13
10
Esta idea de ajuste se la encuentra, por ejemplo, en Jos Alejandro SOSA, Historia de la educacin en El
Salvador, 1919-1992. Los sistemas educativo y socioeconmico, una pareja de evolucin dispareja, en
Memoria del Primer encuentro de Historia de El Salvador, 22-25 de julio, 2003, UES-CONCULTURA, San
Salvador 2005, p. 193.
14
Otras experiencias educativas, a pesar de ser tan incidentes o ms aun que la escuela
misma, tienen menos institucionalidad y no gozan de acreditacin. Ese mismo peso de la
escuela ha hecho que muchos identifiquen educacin con escolaridad. Frente a ese peligro
de monopolio de la escuela sobre la educacin, reacciona, entre otros, Ivan Illich,
advirtiendo que la escuela como organizacin con su correspondiente ideologa, no
constituye un dogma eterno, sino un simple fenmeno histrico que aparece con el
surgimiento de la nacin industrial11. Sin embargo, dado el peso que desde la
modernidad posee la educacin escolar en Occidente, pondr mi atencin de manera
particular en ella, pero sin dejar de referirme a la educacin como un hecho mucho ms
amplio que abarca toda la vida del ser humano, que precede a la escuela y que va ms all
de ella.
Ivn ILLICH, En Amrica Latina, para qu sirve la escuela?, Ed. Bsqueda, Buenos Aires 1974, p. 16.
15
As, por ejemplo, podemos reconocer que aunque en algn momento en Grecia y en Roma
antiguas se expres la voluntad de educar en el ser humano la capacidad de constituirse en
miembro autnomo de un Estado fundado en el derecho un Estado en el que las cuestiones
comunes se discutieran con el mtodo de la persuasin racional, la libertad civil fue dbil
y breve, de manera que la clsica contraposicin Estado-individuo se resolvi de forma
indubitable a favor del Estado12. Pero ese Estado estaba controlado por las clases
dominantes, de tal manera que la acentuada desigualdad econmica y social hizo que las
experiencias educativas apoyadas por el Estado fueran elitistas, destinadas a una minora, y
excluyentes. Segn Anbal Ponce13, se trataba de una educacin que reforzaba el poder de
los poderosos en una sociedad marcada por una profunda estratificacin social. Para
Aristteles, por ejemplo, hay en la especie humana individuos tan inferiores a los dems
como el cuerpo al alma o la fiera al hombre. Estos seres son a propsito para los trabajos
del cuerpo y son incapaces de hacer cosa alguna ms perfecta. Partiendo de los principios
que acabamos de establecer, estos individuos son destinados por la naturaleza a la
esclavitud, por que nada hay mejor para ellos que obedecer14. El fin de la educacin griega
fue formar al hombre de las clases dirigentes, no al que debe obedecer. El cultivo de las
virtudes que tanta importancia tuvo en la educacin antigua-, se refera a las cualidades
que necesitaba un hombre para gobernar. El aprendizaje de la virtud, por lo tanto, es
incompatible con una vida de obrero, de artesano, de esclavo. Anbal Ponce cita las
siguientes palabras con las que Soln describe la educacin en el siglo VI A.C.: los nios
deben ante todo aprender a nadar y a leer; los pobres deben enseguida ejercitarse en la
agricultura o en la industria cualquiera, los ricos en la msica y en la equitacin y
entregarse a la filosofa, a la caza y a la frecuencia de los gimnasios15.
En el siglo V, el desarrollo del comercio hizo emerger en Atenas una nueva clase social
distinta de la nobleza: los comerciantes, los armadores, los industriales. Para este nuevo
12
Cfr. Alejandro SERRANO, Razn, derecho y poder. Reflexiones sobre la democracia poltica, Ed.
Hispamer, Managua 2004, p. 14.
13
Aunque la obra Educacin y Lucha de Clases, de Anbal PONCE fue editada por primera vez hace ya siete
dcadas, me parece que sigue siendo sugestiva y provocadora, y que puede ayudarnos en nuestro breve
recorrido por la historia de la educacin. Utilizar la versin publicada por Editores Unidos, Mxico, 1993.
14
15
Anbal PONCE, Educacin y lucha de clases. p. 69. PONCE, a su vez, cita a BUISSON, Nouveau
Dictionaire de Pedagogie, p. 127.
16
hombre era necesaria una nueva educacin. Los sofistas son los idelogos de estos nuevos
ricos; por eso se propusieron dar conocimientos para la vida prctica, secularizar la
conducta e independizarla de la religin. Se trataba de una educacin para la prosperidad o
eudemonismo de la que segua excluida, sin embargo, la mayora de la poblacin.
Ante este nuevo movimiento econmico y educativo reaccionaron las clases dirigentes con
diversas formas de control poltico y vigilancia pedaggica. Platn y Aristteles tambin
contribuyeron a poner orden. Para Platn, el fin de la educacin es formar guardianes del
Estado que sepan ordenar y obedecer segn justicia. Esa justicia debe entenderse como
armona que se logra cuando los filsofos viven la virtud de la sabidura; los guerreros, la
virtud de la fuerza, y los trabajadores, la virtud de la prudencia. La justicia se logra cuando
cada clase social realice su funcin propia, sin amenazar el equilibrio general16. Tambin
Aristteles defenda estas distinciones: sostuvo que la esclavitud est en la naturaleza de las
cosas, afirm que las clases industriales son incapaces de virtud y de poder poltico y que
si la lanzadera tejiese por s sola, si el arco sacase espontneamente sonidos de la ctara, ni
el arte necesitara obreros, ni el amo esclavos17.
Tambin la educacin romana reforz las diferencias y fue puesta al servicio de los que
tenan mayor poder econmico y poltico. Serva para preparar a la clase dirigente y para
asegurarle el ocio con dignidad. Anbal Ponce concluye su reflexin sobre la educacin
romana afirmando que sta era utilizada para reducir enemigos fuera de Roma y para
quebrar rebeliones y reforzar el poder de los grupos dominantes dentro de Roma18. La
primera de esas tareas es ilustrada por Ponce con una frase de Plutarco sobre la forma en
que el imperio se impuso en la pennsula Ibrica: Las armas no los habran sometido sino
imperfectamente; es la educacin la que los ha domado19. La segunda funcin, en cambio,
es ilustrada por este autor utilizando la comedia Los cautivos, de Pluto, en la que un esclavo
que tena a su cargo un grupo de prisioneros que hasta haca poco haban sido ciudadanos,
les deca: Puesto que esta es la voluntad de los dioses, es necesario que os sometis a
vuestra desgracia. No hay otra manera de endulzarla. S que habis sido de condicin libre,
16
17
18
19
Ibid, p. 107.
17
pero puesto que sois ahora prisioneros haris vuestra servidumbre ms ligera al mostraros
ms sumisos a la voluntad del amo. Un amo no se equivoca nunca; hasta el mal que nos
hace debemos encontrarlo bien20.
20
Ibid, p. 108.
21
22
18
Segn Atkinson y Maleska23, hacia el final del perodo medieval podemos reconocer
algunas experiencias educativas que comenzaron a distanciarse de la experiencia educativa
monacal original. De alguna manera, estas experiencias la caballera, los gremios, las
universidades- prepararon el camino para la escuela moderna, aunque segua predominando
la concepcin teocntrica del mundo y de la vida, as como una visin esttica de la
sociedad, segn la cual se permanece siempre en el estado en el que se nace: eclesistico,
caballeresco, artesanal o agrcola.
En el siglo IX se da un proceso novedoso del que forman parte Alcuino (730-804) y las
escuelas carolingias. La educacin, entonces, deja de estar monopolizada por los
monasterios y florecen tres tipos de instituciones educativas: las escuelas palatinas, las
parroquiales y las catedralicias. Las primeras tienen la misin de educar a los hijos de la
aristocracia; las segundas dedican sus esfuerzos prioritariamente a la formacin religiosa,
con partes rudimentarias de las materias instrumentales; las catedralicias anan las dos
vertientes anteriores y distinguen la educacin religiosa de la laica, usando el sistema de las
monacales, es decir, diferenciando entre internas y externas24. El contenido dominante de la
enseanza sigue siendo el Trivium (gramtica, retrica y dialctica) y el Cuadrvium
(aritmtica, geometra, astronoma y msica). De esta manera, se cubre una formacin
humanstica y literaria, a la vez que una cultura cientfica.
En las escuelas parroquiales, los sacerdotes se limitaban a dar la instruccin necesaria para
que los fieles pudieran tomar parte en los ritos y ceremonias de la Iglesia. Pero en ese
contexto se comenz tambin a desarrollar un sistema de enseanza destinado a la nobleza,
conocido con el nombre de caballera, que estuvo vigente desde el siglo IX hasta el XVI. Su
objetivo era inculcar principios morales y sociales a los caballeros.
Los gremios empezaron a desarrollarse en el siglo XII. Son producto de las cruzadas, y
stas a su vez fueron de los muchos factores que fomentaron el comercio y los negocios,
impulsaron el rpido crecimiento de muchas ciudades e hicieron surgir la burguesa. Los
gremios eran organizaciones o asociaciones de individuos que se dedicaban al comercio y a
23
Caroll ATKINSON-Eugene MALESKA, Historia de la educacin, Ed. Martnez Roca, Barcelona 1962,
pp. 39-47.
24
Cfr. Adalberto FERRNDEZ Jaime SARRAMONA, La educacin, Ed. CEAC, Barcelona 1981, pp. 120121.
19
Cfr. Augusto IYANGA, Historia de la Universidad en Europa, Ed. Universidad de Valencia, Valencia
2000, pp. 31-40.
26
20
procesos
monoculturales
de
expansin,
integracin,
asimilacin
28
28
Ral Fornet-Betancourt describe el peso de Occidente con estas palabras: Occidente, sobre todo a partir de
sus expansin sistemtica desde 1492, no se entiende como una regin sino como eje de la historia universal,
y confunde desde entonces lo universal con su propia tradicin. Ral FORNET-BETANCOURT,
Interculturalidad y religin. Para una lectura intercultural de la crisis actual del cristianismo, Ed. AbyaYala, Quito 2007, p. 12. Por su parte, Leopoldo Zea afirmaba: Ser este mundo europeo-occidental,
partiendo de sus propias experiencias vitales e histricas el que establezca los criterios de lo que puede ser
considerado como propiamente humano y de su lugar en la historia. La filosofa en Amrica Latina, en
Reflexao No 26 (1983), p. 5. En ese mismo trabajo, Zea retoma de idea de hablantes (occidentales) y
balbuceantes (no occidentales) para describir la forma en que Occidente se autodefine. Cfr. Idem. pp. 7-8.
21
29
30
31
22
Ese mismo fenmeno se desarroll, con sus respectivas variantes, en otras naciones de
Europa, sobre todo en las ms prsperas, como Francia, Inglaterra, algunas zonas de
Alemania y los Pases Bajos.
Es en ese contexto que surgen nuevas mediaciones educativas. Abbagnano y Visalberghi
afirman que el humanismo fue esencialmente una revolucin pedaggica32 que implic
un retorno a los clsicos. El latn y el griego servan para remontarse a las fuentes de la
cultura. El objetivo fundamental era formar al hombre en cuanto hombre, ayudndole a
desarrollarse en todos los aspectos: fsicos, intelectuales, estticos, religiosos. No se trataba,
sin embargo, de una educacin enciclopdica, pues los humanistas despreciaban la
erudicin barata, las summae y toda otra pretensin de omnisciencia sistemtica.
En general esta educacin era aristocrtica, como la educacin greco-romana. No hay que
olvidar que la exigencia de educacin a que los humanistas responden se origina sobre todo
en las nuevas lites polticas y econmicas. Y a pesar de que algunos humanistas
consideraban la del ingenio como la nica aristocracia legtima, no se ocuparon para nada
de la educacin popular y descuidaron la educacin artstica en todos los aspectos en que
sta tena relacin con la actividad artesanal33. El humanismo, por consiguiente, no super
el prejuicio contra actividades manuales ejercidas para ganarse la vida, aunque s logr
vencer, en muchos casos, el prejuicio del acceso de la mujer a la alta cultura. Anbal
Ponce afirma que si para el feudalismo la virtud dominante era la sumisin, para la
burguesa mercantil del Renacimiento empez a ser la individualidad triunfante, la
afirmacin gozosa de la propia personalidad34. Al servicio de esa afirmacin estaba la
educacin.
El contenido del Renacimiento recoge a los autores clsicos. El trivium es el fundamento de
la escuela popular; el cuadrivium pierde lugar en la instruccin mientras que lo gana en el
mbito de la investigacin. Cada vez tiene ms importancia el uso y estudio de la lengua
materna.
32
Ibid., p. 212.
33
34
23
35
36
Para profundizar el aporte educativo de la reforma y la contrarreforma, ver, por ejemplo, Buenaventura
DELGADO, La educacin en la reforma y la contrarreforma, Ed. Sntesis, Madrid 2002. En este trabajo se
analizan sobre todo los aportes de Erasmo de Rotterdam, Martn Lutero e Ignacio de Loyola.
37
38
24
En el siglo XVII Europa refuerza un utilitarismo que encuentra sus races en toda la
tradicin filosfica occidental y que ahora va a estar vinculado al desarrollo de la ciencia y
al dominio de la naturaleza, y que va a estar orientado a la acumulacin de capital a partir
del comercio. Ya al inicio de la modernidad, Ren Descartes escriba la siguiente frase:
Pues esas nociones me han enseado que es posible llegar a conocimientos muy tiles para
la vida, y que, en lugar de la filosofa especulativa enseada en las escuelas, es posible
encontrar una prctica, por medio de la cual, conociendo la fuerza y las acciones del fuego,
del agua, del aire, de los astros, de los cielos y de todos los dems cuerpos que nos rodean,
tan distintamente como conocemos los oficios varios de nuestros artesanos, podramos
aprovecharlas del mismo modo en todos los usos a que sean propias, y de esa suerte
hacernos como dueos y poseedores de la naturaleza39.
Esa mentalidad utilitarista alimentada sobre todo por el empirismo y el positivismo,
determin tambin la experiencia educativa de Occidente, y la sigue determinando hasta
nuestros das. A este punto hay que aclarar que no fueron stas las nicas tradiciones
filosficas europeas, pero s las que se impusieron.
El captulo XIX de la Didctica Magna de Juan Amos Comenio (1592-1670)40 a quien
muchos consideran el padre de la pedagoga moderna revela ya en los inicios de la escuela
de Occidente, esa tendencia a pensar en la educacin en trminos economicistas y
utilitaristas: ese captulo tiene por ttulo: Bases para fundar la rapidez de la enseanza con
ahorro de tiempo y de fatiga. Ese ttulo que Anbal Ponce relaciona con la clebre frase de
Benjamn Franklin el tiempo es oro, es una expresin tpica del capitalismo
manufacturero41. Se trata tambin, para Comenio, de abrir el libro de la naturaleza, para
presentar a los jvenes no las sombras de las cosas, sino las cosas mismas. Era difcil
expresar con mejores palabras afirma Anbal Ponce no slo los deseos de la gran
burguesa cada vez aplomada, sino tambin los de la pequea burguesa de los talleres y de
los oficios42.
39
Ren DESCARTES, Discurso del mtodo, Ed. ptima, Madrid 1997, pp. 92-93.
40
Ver Juan Amos COMENIO, Didctica Magna, Editorial. Porra, Mxico 2000.
41
42
Ibid., p. 166.
25
44
John LOCKE, Segundo Tratado sobre el Gobierno. Un ensayo sobre el verdadero origen, alcance y fin del
gobierno civil, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid 1999, p. 78. En el prrafo anterior, Locke ya ha aclarado la
forma en que entiende la igualdad: se trata de una igualdad que no excluye la desigualdad; antes bien, la
supone.
45
Ibid., p. 78.
26
y sta consiste en librarse de la presin y de la violencia de los dems: Puede alguien ser
libre, si cada cual puede ser tiranizado por el capricho de los dems? De lo que se trata es
de que cada cual tenga libertad para disponer, como bien le parezca, de su persona, de sus
actos, de sus bienes y de cuanto le pertenece, sometindose a lo que ordenan las leyes bajo
las cuales vive, para no verse sometido, de ese modo, a la voluntad arbitraria de otro, y
poder seguir libremente la suya propia46.
La educacin existe fundamentalmente para asegurar ese tipo de libertad: la de disponer de
la propia persona, de los propios actos, de la propiedad, sin que nadie lo impida. Y esa
educacin exige disciplina. Locke usa verbos como dirigir, guiar, imponerse a la voluntad
del nio, gobernarlo, decidir por l, regir, someter, imponer disciplina47; habla de poder
por parte del que educa y de sumisin por parte del que es educado48.
Conviene aqu tener presente que Locke es en palabras de Franz Hinkelammert- uno de
los legitimadores de la modernidad, y que su pensamiento pedaggico est en lnea con
su intencin de fundamentar un imperio mundial burgus, en el cual la burguesa tiene un
derecho ilimitado a la dominacin49. La educacin, por lo tanto, tiene por finalidad
configurar sujetos para ese imperio.
Rousseau, por su parte, habla de enderezar a las plantas las endereza el cultivo, y a los
hombres la educacin50 y de apoderarse del nio desde que nazca, de conducirlo;
relacion la educacin con la accin de preparar para el nio el reinado de su libertad y el
uso de sus fuerzas, dejando el hbito natural a su cuerpo y ponindole en el estado de ser
siempre sueo de s propio, y hacer en todo su voluntad as que la tenga51. Se trata, como
en el caso de Locke, de sustituir la antigua forma de ejercer el poder desde fuera, con la
fuerza que atemoriza y que controla con el castigo y la ejecucin pblica por un nuevo
ejercicio del poder: desde dentro, interiorizando ciertas normas, apropindose de ellas,
46
47
48
49
Cfr. Franz HINKELAMMERT, El sujeto y la ley. El retorno del sujeto reprimido, Ed. EUNA, Heredia
2003, pp. 21 y 77-119.
50
51
Ibid., p. 30.
27
obedeciendo. Se trata de un proceso que puede ser doloroso para el nio y el joven, pero
ese dolor es natural: padecer en todo tiempo es el destino del hombre, y hasta el cuidado
de su conservacin est unido con la pena () El nio grita as que nace, y su primera
infancia se va toda en llantos. Para acallarle, unas veces le arrullan y le halagan; otras le
imponen silencio con amenazas y golpes. O hacemos lo que l quiere, o exigimos de l lo
que queremos; o nos sujetamos a sus antojos, o le sujetamos a los nuestros, no hay medio; o
ha de dictar leyes, o ha de obedecerlas. De esa suerte son sus primeras ideas las del imperio
y servidumbre. Ante de saber hablar, ya manda; antes de poder obrar, ya obedece; y a veces
le castigan antes de que pueda conocer sus yerros, o por mejor decir, ante que los pueda
cometer. Tan temprano infunden en este pecho novicio las pasiones que luego se imputan a
la naturaleza, y despus de haberse afanado en hacerlo malo, se quejan de que lo sea52.
El padre, segn Rousseau, debe educar a sus hijos porque tiene una triple deuda: debe a su
especie hombres; debe a la sociedad hombres sociables; y debe ciudadanos al Estado. Y
esa deuda se salda enseando las obligaciones: Una sola ciencia hay que ensear a los
nios, que es la de las obligaciones del hombre53. El oficio del ayo no es tanto instruir,
como conducir; no es tanto dar preceptos, sino hacer que los halle su alumno.
Para que el alma sea obediente es necesario segn Rousseau que el cuerpo sea vigoroso:
cuanto ms dbil es el cuerpo, ms manda; cuanto ms fuerte, ms obedece54. Por eso la
educacin, que consiste en ensear las obligaciones y en preparar el reinado de la libertad y
el uso de las fuerzas, tendr mejores resultados en los cuerpos ms fuertes.
Educar es disponer al nio para ser siempre dueo de s, para hacer su voluntad cuando la
tenga, para que su razn distinga entre el bien y el mal: se trata de dejar a los nios ms
verdadera libertad y menos imperio, permitirles que hagan ms por s propios, y exijan
menos de los dems. Acostumbrndoles as desde muy nios a regular sus deseos con sus
fuerzas, poco sentirn la privacin de lo que no est en su mano conseguir55.
52
Ibid., p. 14.
53
Ibid., p. 18.
54
Ibid., p. 20.
55
Ibid., p. 37.
28
Emmanuel KANT, Tratado de Pedagoga. Versin traducida por Carlos MALDONADO y publicada en
Educacin Hoy, N 159 (2005) p. 53.
57
Ibid, p. 50.
58
Ibid, p. 48.
59
Michel FOUCAULT, Vigilar y castigar, nacimiento de la prisin, Siglo XXI editores, Mxico 2003, p.
140.
29
Foucault aclara que no es la primera vez que el cuerpo se convierte en objeto de inters tan
imperioso y apremiante, pues en toda sociedad el cuerpo ha estado prendido en el interior
de poderes que le imponen coacciones, prohibiciones, obligaciones. Sin embargo, en los
siglos XVII y XVIII hay algo nuevo: el poder manifiesto da paso al poder sutil, al ejercicio
de una coercin dbil pero ms eficaz, ininterrumpida, infinitesimal, reticular. A estos
mtodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la
sujecin constante de sus fuerzas y les imponen una relacin de docilidad-utilidad, es a lo
que se puede llamar las disciplinas60.
Estas nuevas frmulas de dominacin son distintas de la esclavitud, la domesticidad, el
vasallaje y las disciplinas de tipo monstico. Son capaces de formar sujetos obedientes y
tiles a la vez, pues el cuerpo humano entra en un mecanismo de poder que lo explora, lo
desarticula y lo recompone61. Se trata de una anatoma poltica o una mecnica del
poder que crea cuerpos dciles: la disciplina aumenta las fuerzas del cuerpo (en trminos
econmicos de utilidad) y disminuye esas mismas fuerzas (en trminos polticos de
obediencia)62.
Foucault habla tambin de una microfsica del poder en la que se articulan mltiples
procesos con frecuencia menores, de origen diverso, de localizacin diseminada que
coinciden, se repiten, se imitan, se apoyan, se distinguen segn su dominio de aplicacin.
Se los encuentra en las escuelas, en los hospitales, en la organizacin militar.
La microfsica del poder implica la utilizacin de tcnicas minuciosas, con frecuencia
nfimas, pero importantes que no han dejado de invadir dominios cada vez ms amplios
como si tendieran a cubrir el cuerpo social entero.
Foucault insiste en lo importante de los detalles aparentemente insignificantes que dan
forma al sujeto: pequeos ardides dotados de un gran poder de difusin,
acondicionamientos sutiles, de apariencia inocente, pero en extremo sospechosos,
dispositivos que obedecen a inconfesables economas, o que persiguen coerciones sin
60
Ibid., p. 141.
61
Idem.
62
Ibid., p. 142.
30
grandeza, son ellos, sin embargo, los que han provocado la mutacin del rgimen punitivo
en el umbral de la poca contempornea63.
Esos diminutos dispositivos crean desde las aulas, las fbricas, los cuarteles, los
manicomios, las prisiones cuerpos obedientes, sumisos, productivos. El examen, por
ejemplo, lleva consigo todo un mecanismo que une a cierta forma de ejercicio de poder
cierto tipo de formacin del saber. Tradicionalmente el poder se muestra, se manifiesta, se
hace visible. En el examen, por el contrario, el poder se invisibiliza. Son los sometidos los
que tienen que ser vistos: el examen es la tcnica por la cual el poder, en lugar de emitir
los signos de su potencia, en lugar de imponer su marca a sus sometidos, mantiene a stos
en un mecanismo de objetivacin64. El examen hace entrar a los individuos en un campo
documental, permite la produccin de un registro minucioso, de documentos que captan e
inmovilizan, clasifican, categorizan, califican.
La visibilidad de los individuos sometidos y la invisibilidad del poder es descrita por
Foucault con la categora panptico. Se trata de ver sin ser vistos: el Panptico es una
mquina de disociar la pareja ver-ser visto: en el anillo perifrico se es totalmente visto, sin
ver jams; en la torre central se ve todo sin ser jams visto65. El panptico garantiza la
asimetra, el desequilibrio, la diferencia. Es el esquema utilizado desde los siglos XVII y
XVIII en el cuartel, el manicomio, la escuela, el hospital, la prisin y que ha resultado
eficaz para disciplinar, para definir las relaciones de poder en la vida cotidiana de los
individuos, para aumentar su docilidad y utilidad: el que est sometido a un campo de
visibilidad, y que lo sabe, reproduce por su cuenta las coacciones del poder; las hace jugar
espontneamente sobre s mismo (), se convierte en el principio de su propio
sometimiento66.
El aporte fundamental de Foucault es, aqu, desvelar la relacin que existe entre poder,
discurso y sujeto. Sobre esa relacin volveremos ms adelante, tratando de reconocer, sobre
todo, cmo se suele desarrollar en la escuela.
63
Ibid., p. 143.
64
Ibid., p. 192.
65
Ibid., p. 205.
66
Ibid., p. 206.
31
67
Esta temtica es desarrollada por Alfredo HERRERA, La educacin de primeras letras en El Salvador y
Sonsonate borbnicos, 1750-1808, en www.uca.edu.sv/filosofia, (Publicado en Politics, economy and society
in Bourbon Central America, 1759-1821, University Press of Colorado, 2006), p. 1ss.
68
32
69
Cfr. Cecilia SNCHEZ, El surgimiento de los Estados-nacin y las polticas pedaggicas como
herramientas de integracin social y de control en Iberoamrica en el siglo XIX, en ROIG Arturo (Coord.),
El pensamiento social y poltico iberoamericano del siglo XIX, Ed. Trotta, Madrid 2000, p. 124.
70
Burbules y Torres recuerdan que el surgimiento de las naciones-Estado incluy la creacin de poderosos
ejrcitos y la promulgacin de constituciones nacionales basadas en los principios esbozados en la Carta
Magna britnica, la Guerra de independencia de las Trece Colonias de Norteamrica y la Revolucin
Francesa, y por lo tanto expresan su organizacin sobre una base fuertemente liberal. Nicols BURBULESCarlos TORRES (Coord.), Globalizacin y Educacin. Manual crtico, Ed. Popular, Madrid 2005, p. 21.
71
72
33
73
74
75
Ibid., p. 114.
76
34
de los ochenta del siglo XIX hasta la crisis de 1929 en algunos pases, o hasta
aproximadamente la segunda guerra mundial, en otros), que promueve la educacin liberal;
el Estado centrado en el desarrollo (aproximadamente desde los aos cincuenta hasta los
ochenta, del siglo XX) en el cual existe un patrn consecuente de modernizacin con un rol
central de las reformas educativas basadas en el modelo del capital humano; y, finalmente,
desde finales de la dcada de los setenta, la constitucin de diferentes formas de Estado
neoliberal, con una educacin que corresponde a ese modelo77. En los tres casos es posible
encontrar una estrecha relacin de subordinacin entre los distintos modelos de Estado y el
sistema educativo de los pases.
77
Cfr. Nicols BURBULES - Carlos TORRES (Coord.), Globalizacin y Educacin, pp. 22-23.
78
Sergio RBADE, La ilustracin: concepcin del hombre e ideal educativo, en Educacin y Futuro, N 13,
Madrid 2005, p. 47.
79
35
externa sea sustituida por la autodisciplina. Pero tambin tiene que ver con el dominio y el
control que pueden realizarse desde una razn emancipada.
Algunos centros de estudio de Amrica se identificaron pronto con el movimiento de la
ilustracin. La ilustracin, asumida, por el ejemplo, por la Universidad de San Carlos
donde se formaron los gestores de la emancipacin poltica de Centroamrica implicaba
un profundo movimiento educativo orientado a secularizar y modernizar la sociedad, a
formar a la clase dirigente en cuyas manos se confiara el destino de los pueblos, pero sin
llegar a la democratizacin de la educacin. Las clases dirigentes, en todo el continente, se
arrogaron el derecho de ser la clase ilustrada y la posibilidad de acceder a todos los estratos
del sistema educativo. La idea de llevar la educacin a las clases populares, aun cuando
fuera con el objeto utilitario de mejorar y promover la economa nacional, tropez con dos
hechos: primero, el tradicionalismo ortodoxo espaol y la oposicin de los lderes para
retener y profundizar los privilegios de su clase, y segundo, la irrebasable barrera de la
pobreza80. De esa manera, se cre una educacin escolar deliberadamente excluyente,
segn la cual las clases populares deban conformarse, a lo sumo, con una educacin
elemental.
La etapa posterior a la emancipacin poltica se vio marcada, entre otras cosas, por el
acercamiento al positivismo. El positivismo se asienta en Amrica despus de una poca de
cansancio provocado por las luchas emancipadoras y por largos perodos de choque
ideolgico entre liberales y conservadores. El bienestar de las burguesas americanas, que
se fortalecieron en el contexto de la ilustracin y el liberalismo, contrastaba con la
condicin de las clases populares. En ese sentido, una doctrina que predica el orden y el
progreso para todos, tuvo gran resonancia y aceptacin.
El positivismo buscaba poner fin a las fluctuaciones intelectuales y polticas, subordinando
el poder poltico al sistema de las ideas cientficas, al cual se le reconoce la capacidad para
fundar un buen orden social en virtud de su naturaleza estable. En el caso de los espacios
educativos, el positivismo aplica un doble criterio a la escuela y a la universidad: la
educacin primaria es para todos, y ofrece slo un mnimo de conocimientos; en cambio la
educacin universitaria debe contener la totalidad del saber, pero debe ser ofrecida slo a
80
36
81
82
Ralf LEE, Pensamiento cientfico y desarrollo econmico en Centroamrica, 1860-1920, en Revista del
Pensamiento Centroamericano N 172, Managua, Julio-diciembre 1981, p. 73.
83
84
Ernesto CHINCHILLA, El positivismo y la Reforma en Guatemala, en Cultura 27, San Salvador 1963, p.
106.
37
colonia, y con un gran espritu prctico, el mismo que ha hecho a los Estados Unidos e
Inglaterra los grandes pueblos conductores de la civilizacin moderna85.
El postulado de orden y progreso coincide con los objetivos polticos y econmicos de la
educacin, de tal manera que el orden (la civilizacin, la superacin de la barbarie) aparece
como el medio y el progreso como el fin.
Por otro lado, la idea de que la educacin del pueblo es la fuente de la prosperidad de las
naciones no es hallazgo exclusivo de los positivistas, pues esa idea fue manejada tambin
por los liberales y los conservadores. Lo que s se debe al positivismo es la elevacin de la
escuela primaria al rango de una funcin preferente del Estado, obligatoria y de carcter
arreligioso. La educacin, en este esquema, debe sustraerse de la teologa y de la
metafsica, adaptndose a la cultura moderna86.
El positivismo en Centroamrica se caracteriz por su confianza en la educacin tcnica y
cientfica, vinculada al desarrollo econmico, y con gran aceptacin de los conceptos de
Darwin y Spencer sobre el desarrollo evolutivo, la supervivencia del ms apto y la
seleccin natural. Ese espritu positivista encontr su clmax en el Primer Congreso
Pedaggico Centroamericano (Guatemala 1893)87.
Ese evento influy en los planes y programas de estudio de la regin, abriendo las puertas a
los esquemas positivistas. Este modelo positivista de educacin que en el caso
salvadoreo estuvo vigente al menos hasta la reforma educativa de 1940- se opuso al
estudio de las humanidades clsicas y revalor la enseanza de las ciencias. En Guatemala,
Ernesto Chinchilla hablaba de una monstruosa prolongacin del positivismo en el tiempo,
que viene desde 1871 hasta la revolucin de 194488. Y aada que el sistema result, a la
85
Ibid., p. 127.
86
Ernesto CHINCHILLA, op. cit., p. 106. En este texto, Ernesto Chinchilla est citando el Compendio de
Historia de la Filosofa, escrito en 1885 por don Valero Pujol.
87
Cfr. Ralf LEE, op. cit., p. 78. E. Bradford Burns, en su obra La pobreza del progreso recuerda que el
primer tema de discusin de tal congreso fue Cul sera el mtodo ms eficaz para civilizar a la raza
indgena a fin de inculcarles la idea del progreso y los hbitos de los pueblos cultos? Ed. Siglo XXI, Mxico
1990, p. 44.
88
38
larga, tan inoperante y retardario como haban sido las rmoras del fanatismo y la modorra
espiritual de la poca anterior89.
En 1955, el escritor Hugo Lindo denunciaba todava algunos rasgos positivistas de la
educacin salvadorea: por muchos aos nuestra enseanza secundaria ha sido ms
informativa que formativa, y hasta lleg por un tiempo a pecar de abarcadora y
enciclopdica, atiborrando la mente del estudiante con los ms minuciosos detalles de las
ms dispares ciencias, sin tomar en cuenta, en absoluto, la personalidad ni la direccin
vocacional de los alumnos90. Lindo criticaba sobre todo una escuela que ofreca materias
lejanas a las inclinaciones de los alumnos y que probablemente nunca le seran de utilidad.
Se trataba de una educacin a la que se le poda reprochar su superficialidad y su tendencia
a nutrir el entendimiento con datos pre-elaborados, descuidando otras potencias y
capacidades sicolgicas del educando91.
La propuesta de Lindo era superar ese modelo de educacin y sustituirlo por otro en el que
las personas fueran ms creativas: una educacin que inclinara a la investigacin y a la
creacin; una educacin cuyo acento no estuviera puesto en datos o procedimientos
conocidos, sino que despertara la imaginacin, la curiosidad, la observacin, la iniciativa.
Con esta propuesta conectamos ya con la siguiente etapa de nuestro estudio.
Idem.
90
Hugo LINDO, Ideas sobre la formacin de la juventud, en Cultura 6, San Salvador 1955, p. 99.
91
39
93
Ibid., p. 204 . Para profundizar la historia de la educacin en El Salvador, ver Gilberto AGUILAR Hctor
LINDO, Un vistazo al pasado de la educacin en El Salvador. El sistema escolar de El Salvador en el siglo
XIX, FEPADE, San Salvador 1995.
94
DEPARTAMENTO DE EDUCACIN DEL CELAM, Documento IV: educacin, en SECRETARIADO
GENERAL DEL CELAM, Medelln: reflexiones en el CELAM, Ed. BAC, Madrid 1977, p. 56.
95
Cfr. Idem.
40
96
ANDES 21 DE JUNIO, El educador salvadoreo en el proceso de liberacin del pueblo, declaraciones del
X Congreso de ANDES 21 de junio, en Marcela GMEZ- Adriana PUIGGRS (dirigido por), La educacin
popular en Amrica Latina 2, Ed. El Caballito, Mxico 1986, p. 27.
97
PREZ Hctor, Diez preguntas sobre la historia de El Salvador, en Memoria del Primer encuentro de
Historia de El Salvador, 22-25 de julio, 2003, UES-CONCULTURA, San Salvador 2005, p. 17.
98
41
99
Cfr. Raymond MORROW- Carlos TORRRES, Estado, globalizacin y poltica educacional, en Nicols
BURBULES- Carlos TORRES (Coord.), Globalizacin y Educacin. Manual crtico, Ed. Popular, Madrid
2005, p. 32.
100
42
102
103
43
control por medio de la fuerza, es ahora desempeado por los sistemas educativos de
Centroamrica104.
As, las reformas buscan hoy orientar la educacin en la direccin de las habilidades
basadas en las competencias que exige el mercado, y a expensas de formas ms importantes
de competencia crtica requerida para un aprendizaje autnomo y para una ciudadana
activa. Adems, la racionalidad econmica conductora de la globalizacin y al servicio de
la cual est siendo puesta la educacin en muchos pases, est produciendo nuevas formas
de desigualdades, pobreza, exclusin social. Castells habla del surgimiento de un cuarto
mundo vinculado al fortalecimiento del capitalismo informacional y global: producto de
la globalizacin ha surgido un nuevo mundo, el Cuarto Mundo, confeccionado de mltiples
agujeros de exclusin social en todo el planeta105. Es la crisis a la que se refiere Franz
Hinkelammert con estas palabras: al transformarse este capitalismo en sistema mundial
nico acompaado de su pensamiento nico, entra en crisis. No se trata de una crisis
coyuntural ni una crisis de la acumulacin de capital en el interior del sistema. Entra en
crisis como consecuencia de la amenaza global de la reproduccin de la vida humana, que
el capitalismo produce hoy como su efecto indirecto106. Esas crisis la exclusin de
grandes partes de la poblacin humana, la subversin de las mismas relaciones humanas y
la progresiva destruccin del medio ambiente- muestran, segn Hinkelammert, la
irracionalidad de la razn del mercado: una racionalidad que, adems, se presenta como
sin alternativas.
Frente a esa irracionalidad de lo racional es que surgen hoy movimientos de disidencia y
resistencia. El capitalismo no choca hoy simplemente con una clase social, sino que choca
104
Segn Markus SCHULTZE-CRAFT, la institucionalizacin de las fuerzas armadas de Centroamrica
form parte de un proyecto de construccin de Estado formulado por los regmenes liberales-oligrquicos
durante el ltimo tercio del siglo XIX y principios del XX. En la etapa comprendida entre los aos 1950-1980
se defini la seguridad en trminos de defensa tanto de los intereses militares corporativos como del orden
socioeconmico existente contra la oposicin interna y la amenaza comunista. El periodo del posconflicto
se ha caracterizado por la despolitizacion del estamento militar y su dedicacin principalmente al campo de la
defensa externa, lo que ha llevado a la creacin de otros mecanismos efectivos de control civil. Cfr. Markus
SCHULTZE-CRAFT, Pacificacin y poder civil en Centroamrica. Las relaciones cvico-militares en El
Salvador, Guatemala y Nicaragua en el posconflicto, Ed. Norma, Bogot 2005, pp. 28 y 46.
105
Manuel CASTELLS, End of Millenium, Blackwell, Oxford 1998, p. 164, citado por Raymond MORROWCarlos TORRRES, Estado, globalizacin y poltica educacional, p. 55.
106
44
con la humanidad en cuanto despierta con el reclamo de querer vivir107. Sin embargo la
relacin marginal de esos movimientos con los sistemas educativos existentes
especialmente con las reformas realizadas en nombre de la globalizacin son indicativas
de la brecha creciente entre las instituciones oficiales y las realidades diarias de los que
se resisten a la lgica del actual orden global108.
Conclusin:
Este recorrido por algunos perodos de la historia de la educacin occidental confirma una
caracterstica suya fundamental: su carcter monolgico. De alguna manera es ste un rasgo
que se desprende de la ubicacin cultural de esa educacin: se trata de una educacin que
refleja el sentido de la ratio occidental, una razn que pretende ser ilimitada y que por lo
tanto, desconoce fronteras y formas alternativas de expresin del logos. En Amrica Latina,
por ejemplo, la educacin ha sido una eficaz herramienta de homogenizacin cultural con
cuya ayuda han sido configurados los ciudadanos y ciudadanas de las jvenes naciones
despus de la emancipacin poltica de Espaa y Portugal. En tiempos posteriores, el
carcter monolgico y homogenizante de la educacin ha sido orientado a la formacin de
mujeres y hombres productivos, o al desarrollo de la competitividad que demanda la
penetracin en y de una economa global.
Actualmente el carcter homogenizante se expresa en el discurso educativo sobre el
enfoque de competencias (que son casi siempre las competencias que exige el mercado
global).
Se trata, sin embargo, de una homogenizacin que, al mismo tiempo crea o mantiene las
diferencias sociales que han marcado y siguen marcando a los pueblos del continente. Esas
dos tareas homogenizacin y diferenciacin- son las mismas que Francisco Gutirrez
describe como socializacin y control social: para este autor, ambas funciones son, en
primer lugar, reflejo de la ideologa de quienes gobiernan y, en segundo lugar,
consecuencia de las demandas socioeconmicas de una determinada sociedad. Segn
Gutirrez, as como el sistema educativo es un producto de una concreta y determinada
107
Ibid., p. 25.
108
45
109
Francisco GUTIRREZ, Educacin como praxis poltica, Ed. Siglo XXI, Mxico (s.f.), pp. 20-21.
110
Ibid., p. 22.
111
Ver, por ejemplo, Louis ALTHUSSER, Crtica de la prctica terica, Ed. Siglo XXI, Mxico 1974; Louis
ALTHUSSER, La revolucin terica de Marx. Ed. Siglo XXI. Mxico 1976.
46
experiencias aisladas de educacin paralelas al Estado, en general hay que reconocer que es
muy difcil concebir el sistema educativo sobre todo la educacin formal liberado de la
conduccin estatal. En todo caso, hay que reconocer que los verdaderos problemas de la
educacin no se refieren al quin conduce? sino al hacia dnde?, es decir, a los fines:
para qu se educa? para qu tipo de sociedad?, para formar qu tipo de hombres y
mujeres? Pero esos fines estn condicionados por el tipo de relacin de la educacin con los
otros sistemas.
Por eso y este es el tercer rasgo de la educacin que quiero destacar ninguna educacin
es neutra112: todo proceso educativo lleva dentro un modelo de sociedad, una forma
concreta de entender al ser humano y sus relaciones con los otros seres humanos, con el
mundo, con Dios. En el fondo, entonces, el problema educativo fundamental es un
problema antropolgico-cosmolgico. Por eso, otras forma de expresar la pregunta
fundamental de la educacin son: cmo entendemos al ser humano?, qu tipo de
relaciones entre los seres humanos subyacen a esa antropologa?, qu tipo de mundo se
quiere configurar?
La respuesta a esas preguntas es la que hace la diferencia entre un proyecto educativo y
otro, entre una propuesta educativa conservadora y una liberadora.
Cuando decimos que toda educacin tiene un hacia dnde?, es decir, una antropologa y
una cosmologa en las cuales se fundamenta, nos referimos a la intencionalidad de la
educacin. La educacin difiere en eso de otros procesos de socializacin, que son mucho
ms espontneos. La educacin implica siempre planificacin, definicin de objetivos que
llevan implcita una imagen de persona y de sociedad que se quieren configurar. En la
mente de quienes elaboran las polticas y las agendas educativas locales, nacionales e
internacionales hay conciencia del hacia dnde se educa. La intencionalidad tiene
diferentes fuentes las grandes empresas, los organismos transnacionales, las instituciones
del Estado, los gremios de educadores, las comunidades educativas, los actores del proceso
educativo y se manifiesta de formas muy diversas y en ocasiones sutiles; impregna, por
112
47
113
Thomas POPKEWITZ, La reforma como administracin social del nio, en Nicols BURBULES- Carlos
TORRES. (Coord.), Globalizacin y Educacin. Manual crtico, Ed. Popular, Madrid 2005, p. 123.
114
Ibid., p. 124.
48
115
116
117
Peter Mc. LAREN, Pedagoga, identidad y poder. Los educadores frente al multiculturalismo, Ed. Homo
Sapiens, Buenos Aires 2003, p. 18.
49
50
119
Jos MART, Nuestra Amrica, Ed. Canoa, San Salvador 2002, p. 20.
51
para conservar, mantener, transmitir. Y a pesar de que podra tambin ser plataforma para
la transformacin, la resistencia, la liberacin, la deconstruccin, la reconstruccin, el
disenso, y para el reconocimiento y valoracin de la diversidad, ha prevalecido su funcin
conservadora y su carcter monolgico. Probablemente eso se deba a que los procesos
educativos escolares estn profundamente politizados y son una rea estratgica para
orientar la reproduccin ideolgico-social-tcnica de la sociedad120.
Sin embargo, la acentuacin de las intenciones mantenedoras y conservadoras tanto desde
la educacin como desde otras instancias socializadoras hacen surgir por doquier, y en
todos los tiempos, demandas orientadas a revertir los procesos monolgicos que se
imponen. Es lo que Ral Fornet Betancourt llama demanda de justicia cultural121: reclamo
de reconocimiento por parte de aqullos hombres y mujeres cuya palabra, tradiciones y
formas de produccin de saberes han sido histricamente negadas; demanda de la legtima
posibilidad de pronunciar el propio logos en igualdad de condiciones, demanda de ruptura
de la asimetra que ha caracterizado la relacin entre las culturas del saber. Se trata de
demandas que tienen expresiones distintas, algunas visibles y desarrolladas en momentos
determinados, otras la mayor parte mucho ms sutiles, cotidianas y transversales.
La demanda de justicia cultural es posible porque la cultura es un proceso dinmico por el
que una comunidad humana determinada organiza su materialidad en base a los fines y
valores que quiere realizar122. La cultura, entendida como proceso autocrtico y dinmico,
es contextual y se refiere a la materialidad de la vida: no hay cultura sin materialidad
interpretada y organizada por fines y valores representativos y especficos de una sociedad
o etnia humana123. La cultura implica, entonces, metas y valores por los que se define una
comunidad humana en un contexto particular. En ese sentido, la cultura es horizonte
generador de sentido en la cotidianidad de la vida.
120
Marcela GMEZ- Adriana PUIGGRS, Introduccin a La Educacin Popular en Amrica Latina 2, Ed.
El Caballito, Mxico1986, p. 11.
121
Ibid., p. 181.
52
Por otro lado, las culturas, an all donde aparecen marginadas y excluidas, no son nunca
realidades mudas ni simples objetos de interpretacin, sino que son ellas mismas fuente de
interpretacin y de sentido de lo real, capaces de impulsar desde s mismas, demandas de
reconocimiento. La educacin, como mediacin cultural, puede ser tambin realidad
demandante de reconocimiento y de justicia cultural. Esto se puede afirmar tambin de la
educacin escolar, a pesar del carcter mantenedor homogenizador y diferenciador a la
vez que casi siempre la ha caracterizado. Segn G. Sacristn y A. Perz, las mismas
contradicciones existentes entre los objetivos poltico-sociales de la escuela y aqullos
estrictamente econmicos, produce resistencias individuales y grupales124.
En este captulo analizaremos, en primer lugar, cmo la escuela salvadorea fue, en sus
inicios, herramienta para la configuracin de sujetos homogneos y diferenciados a la vez.
En segundo lugar, nos acercaremos a los lenguajes de la demanda de justicia cultural, con
particular sensibilidad frente a aqullos procedentes de las culturas indgenas. Finalmente
estudiaremos la posibilidad de la demanda de justicia cultural desde la educacin,
especialmente desde los ambientes escolares.
125
Una disposicin del Emperador Carlos I, en 1518, mandaba que los encomenderos alfabetizaran a los
indios ms inteligentes, para que stos hicieran lo mismo con los dems congneres. Esa tarea fue
encomendada sobre todo a los prrocos y fue realizada cuando se hizo- en condiciones sumamente precarias.
Cfr. Gilberto AGUILAR, Reforma Educativa en Marcha. Un vistazo al Pasado de la Educacin en El
Salvador, Documento I, MINED, San Salvador 1995, p. 9.
53
este Curato no halle en ninguno de los Pueblos Maestro que ensease y como
por auto de Vicita y Cedula de su Majestad (que Dios Guarde) esta mandado y
encargado los Curas el que pongan Maestro, Celen y cuiden con vigilancia
sobre que los indios aprendan Leer, y escribir di las ms proptas y efectivas
providencias fin de que se cumpliese asi como lo mandado en los autos de
vicita, como con la mente de su majestad y aunque en los primeros pasos halle
grandes dificultades de parte de los Indios quienes reusaban el establecimiento
de las escuelas poniendo por motivo el que no tenan con que pagar los Maestros
y otros que por no cansar a vuestra Seoria Ilustrissima omito siendo en estos
quasi ignata aplicacion mas al monte que a las Letras, mu huve de valer del
Justicia mayor de esta Ciudad, quien concurrio con el zelo que acostumbra, y se
hubo de establecer en los dos Pueblos de Vicita Panchimalco y Guisucar
poniendo en ellos Maestro de mi Satisfaccion quienes cumplen y desempeen el
cargo de su obligacion, y siendo el Pueblo de Guisucar algo retirado desapacible
y caliente no hallando Maestro que quiciese esclavonisarse ni desterrarse por
seis pesos de salario que da el pueblo le adenlate dos pesos mas de mi peculio en
cada mes a fin de que se cumpla lo dicho, siendo de cargo de cada Maestro
ensear veinte y sinco Indisuelos, los que asisten aunque no todos los dias por
llevarselos sus Padres el Monte a travajar126.
Ese prrafo forma parte de una carta con la que el cura de San Jacinto responde a un
mandato del Arzobispo Pedro Cortez y Larrs. En su carta pastoral del 23 de septiembre de
1778, el Arzobispo haba pedido a cada prroco responder a diez preguntas. La sptima se
refiere, precisamente, a la escuela y la idoneidad de los maestros.
Por su parte, el cura de Asumpcin Ysalco afirmaba que
Escuela de nios tiene un ladino pero no ensea Indios, ni estos dan providencia
de que sus hijos tengan escuela127.
126
Respuesta de Joseph Dias de el Castillo, cura de San Jazinto, recopilada por Santiago MONTES y
publicada, junto a las cartas de los dems prrocos de El Salvador bajo el ttulo Etnohistoria de El Salvador,
el Guachival Centroamericano, Tomo II, Ministerio de Educacin, San Salvador 1977, pp. 141-142.
127
Carta de Joseph Antonio Castaeda, cura de Nuestras Seora de la Asumpcin Ysalco, en Santiago
MONTES, Etnohistoria de El Salvador, p. 132.
54
Carta de Estevan Pedro de Robles, cura del Benefico de Mexicanos, en Santiago MONTES, Etnohistoria
de El Salvador, p. 137.
129
Carta de Juan, Baptista Collado, cura de Santa Ana, en Santiago MONTES, Etnohistoria de El Salvador, p.
201.
55
130
Carta de Pablo Joseph Sanchez de Guzman, cura de Titiguapa, en Santiago MONTES, Etnohistoria de El
Salvador, p. 137.
131
Gilberto AGUILAR, Reforma Educativa en Marcha, p. 16. En 1861 se decret un nuevo Reglamento de
Educacin y se oblig a tener escuela a toda poblacin de ms de 500 habitantes.
56
132
GONZALEZ, Carlos, Historia de la Educacin en Guatemala, Ed. Jos de Pineda Ibarra, Guatemala 1970,
p. 70.
133
Idem.
57
134
Roberto HILL, Los Kaqchikeles en la poca colonial. Adaptaciones de los mayas del altiplano al gobierno
espaol, 1600-1700, Ed. Cholsama, Guatemala 2001, p. 150.
135
Ibid, pp. 151-152.
58
Alicia Barabas describe una de las fuentes ms destacadas de resistencia por parte de las
comunidades indgenas del continente: los milenarismos. Segn ella, los pueblos indgenas
recibieron las creencias de los evangelizadores europeos y las reelaboraron dentro de sus
propias cosmovisiones milenaristas. Segn las cosmovisiones milenaristas de muchas de las
culturas precolombinas, el cosmos habra sido sucesivamente creado, destruido y recreado,
de tal manera que en cada ciclo la ruptura del orden y su transformacin en caos daban
lugar a la destruccin del mundo y de la humanidad que ocurre por desgaste del universo o
por la trasgresin humana. A la destruccin sucede la regeneracin del mundo y de la
humanidad. De esa manera surge un nuevo ciclo, inicialmente perfecto136.
A los milenarismos estn vinculados otras categoras: salvacin, profecas, mesianismos. Se
trata de categoras que existan en el mundo indgena pero que tambin estaban presentes en
el cristianismo que se impuso. La idea de salvacin est implcita en los mitos que narran la
recreacin del mundo y de la humanidad a partir de un germen del viejo orden que subsiste
por voluntad de los dioses; el profetismo se refiere a la prctica de la prediccin del
acontecer futuro encarnada en especialistas adivinadores, apariciones u objetos parlantes; la
creencia mesinica forma parte de los mitos que narran el retorno de un dios, un hroe
cultural creador, un antepasado venerado o un caudillo mitificado que, a su venida, har
realidad los anhelos de abundancia, justicia e inmortalidad de los que sufren137.
Tambin en la cultura nhuatl existan milenarismos. La "leyenda de los soles, un canto
que narra la hazaa de Quetzalcatl en el Mictln (la regin de los muertos) para robarse as
los huesos de los antepasados y dar vida a los nuevos hombres, narra que fue Quetzalcatl
al Mictln. Se acerc a Mictlantecuhtli y a Mictlanchuatl y en seguida les dijo: vengo en
busca de los huesos preciosos que t guardas, vengo a tomarlos () y una vez ms dijo: los
dioses se preocupan porque alguien viva en la tierra () Recoge los huesos, los junta, hace
un lo con ellos (), los moli y los puso despus en un barreno precioso. Quetzalcatl
136
Cfr. Alicia BARABAS, El ideario del antiguo campesinado, en ROIG Arturo (dirigido por) El
pensamiento social y poltico iberoamericano del siglo XIX, pp. 170-171.
137
59
sobre l se sangr su miembro () Y dijeron: han nacido, oh dioses, los macehuales, (los
merecidos por la penitencia)138.
En la cultura nhuatl existe la creencia firme en la existencia de varias eras csmicas. La
destruccin de una era da paso a un nuevo Sol en el que las plantas y los macehuales
parecen ir evolucionado hacia formas mejores. Ya Quetzalcatl se ha afirmado y ha
propiciado el origen del Quinto Sol, que es el actual. Pero tambin esta era terminar en un
cataclismo. Ante la eminencia de tal cataclismo surgen dos respuestas antagnicas: la
actitud guerrerista e imperialista de los aztecas (para fortalecer el Sol-Hitzilopochtli), y, por
otro lado, la concepcin metafsica acerca de la divinidad y el destino del hombre, propia
del cuestionamiento de los tlamantinime. Esta segunda es la respuesta que corresponde
precisamente a los inmigrantes nahuas que se desplazaron hacia gran parte de lo que hoy es
Centroamrica.
Segn Alicia Barabas, los procesos de conquista y de colonia no lograron erradicar
totalmente esas cosmovisiones nativas, pero s las clandestinizaron o enmascararon, con lo
cual contribuyeron a su reelaboracin. Fueron esas cosmovisiones las que dieron sustento a
muchas de las luchas indgenas del pasado. De esa manera, los movimientos
sociorreligiosos alimentaron la resistencia indgena. La meta poltica de estas
cosmovisiones era la transformacin de la realidad presente y el acceso a otra realidad
tambin terrena en la que ya no existan la injusticia y el sufrimiento139. La mayora de
estos movimientos culturales y polticos incluan expectativas de liberacin, estructuradas
en oposicin a las crisis totalizadoras generalizadas por la situacin colonial y el
colonialismo interno que caracterizaba las relaciones intertnicas despus de las
independencias nacionales del siglo XIX.
Para Alicia Barabas, la historia de la resistencia tnica sociorreligiosa posiblemente
constituye, en Amrica Latina, la expresin ms totalizadora de la esperanza de cambio
entre los pueblos indios. Se trata de un fenmeno que se ubica dentro de estructuras de
larga duracin, que suelen estar latentes durante largos periodos de tiempos, incorporadas
138
Citado por Miguel LEON-PORTILLA, Quetzalcalt, FCE, Mxico, 1968, p. 22-23. Ver tambin Julio
LORA, Cultura y sociedad: la visin del mundo y el humanismo entre los nahuas, en Espiga, Ao 7, No 9
(2004), pp. 161-172.
139
60
en los mitos, rituales, danzas por ejemplo, las danzas tradicionales salvadoreas sobre
moros y cristianos, el baile de los chapetones, los centuriones de San Simn y el santo
Tingo de Sensembra, que han subsistido hasta hoy y que ridiculizan las creencias de los
espaoles para resurgir y convocar nuevamente a la colectividad en coyunturas
especialmente crticas. Eso explica por qu la historia ha registrado centenares de
movimientos sociorreligiosos que se desenvolvieron como rebeliones e insurrecciones
armadas de vasta magnitud durante los siglos coloniales y, en algunos casos, durante el
siglo XIX y comienzos del XX140. Ese es el caso, por ejemplo, del levantamiento dirigido
por Anastasio Aquino entre 1832 y 1833, de la rebelin liderada por Petronilo Castro en
1846 y del movimiento de resistencia que estall en El Salvador a inicios de la dcada de
1930141.
3. Cooptacin y resistencia
En 1932 tuvo lugar una de las ms horrendas masacres de la historia contempornea
latinoamericana142. Con esas palabras inicia Patricia Alvarenga su libro Cultura y tica de
la violencia. En su obra, Alvarenga analiza la construccin de los cdigos morales que
rigieron la tica del poder y la participacin campesina de resistencia o de colaboracin
en la formacin del sistema de control social salvadoreo a finales del siglo XIX y
principios del XX. La autora estudi el proyecto de dominacin impuesto por la oligarqua
salvadorea y la forma en que los grupos subordinados respondieron ya sea resistiendo o
colaborando a ese proyecto y cmo la interaccin entre dominadores y dominados
reconstruy el concepto del mundo social y de la tica. Por un lado, Alvarenga insiste en
que el Estado tuvo que crear especficos mecanismos de dominacin, tanto de coercin
como de cooptacin. La cooptacin estaba dirigida a generar, desde la sociedad civil,
mecanismos eficientes de control social. Por otro lado segn la autora los sectores
subordinados constantemente respondieron a la dominacin, y en este conflictivo dilogo se
140
141
Patricia ALVARENGA, Cultura y tica de la violencia. San Salvador 1880-1932, Educa, San Jos 1996,
p. 10.
61
143
144
Cfr. Ibid., p. 24. Alvarenga se apoya en la obra de Carla Pasquinelly, Poder sin Estado, para referirse a la
redefinicin de la resistencia desde la complejidad de las relaciones de poder. Para profundizar acerca de los
acontecimientos de 1932, ver tambin la reciente publicacin de Hector LINDO, Erick CHING y Rafael
LARA, Remembering a Massacre in El Salvador, University of New Mexico Press, Albuquerque 2007. Los
autores de esa obra afirman que la profunda resonancia de 1932 en la actual identidad salvadorea puede ser
explicada no solamente por la magnitud del evento, sino tambin por el hecho de que esos eventos concentran
en s los ms importantes elementos de la historia de los ltimos cinco siglos. Cfr. p. 60.
145
Son panpticas las instituciones y estructuras que permiten ver sin ser visto, que permiten controlar y
vigilar y, de esa manera, disciplinar, interiorizar las normas, crear determinado tipo de sujetos.
62
de colaboradores no son, como en el caso de la Europa moderna estudiada por Foucault, los
pertenecientes a la burocracia de las instituciones pblicas tales como las escuelas y
hospitales, sino los integrantes del sistema represivo: en las primeras dcadas del siglo XX
el Estado compromete a la poblacin a colaborar por medio de mecanismos disciplinarios
pero, especialmente a travs de mtodos violentos, en aras de eliminar toda posibilidad de
resistencia a la colaboracin146.
Sin embargo segn Alvarenga, y siempre a partir de la historia salvadorea de finales del
siglo XIX y principios del XX la colaboracin no neg la posibilidad de resistencia. Por el
contrario, la colaboracin reconstruye la resistencia a travs de la conflictiva relacin de la
los actores sociales con la red de la dominacin. Eventualmente aquellos que jugaron un
importante papel como colaboradores, aprovecharon el poder que el acto de colaborar les
otorgaba, para convertirse en lderes de la resistencia comunitaria147. De esa manera, los
individuos, en su dual papel de objetos y sujetos de poder, tuvieron la capacidad tanto de
afirmar como de retar a las relaciones de dominacin. Esa relacin entre dominacin y
resistencia imprime dinamismo a la historia.
Seguramente la sangrienta represin contra la resistencia, ocurrida en 1932, inhibi la
resistencia y la demanda de justicia cultural en las dcadas inmediatamente posteriores, o
desanim al menos sus manifestaciones ms visibles, pero no acab con ella.
En el ao 2006, un grupo de socilogos salvadoreos public un documento en el que se
describen los hechos sociolgicos ms relevantes de la actual sociedad salvadorea. Entre
otros hechos mencionaban el siguiente: la privatizacin del cuerpo, y peor an, de las
emociones de la poblacin, para hacer de stas ltimas un nuevo mecanismo de control
social que tiene como sus principales ejecutores a: los medios de comunicacin social
amarillistas; la poltica obtusa y utilitarista, de derecha e izquierda; y al trepidante
consumismo, hasta convertir la angustia, el miedo, la sensibilidad social, la agona, la
incertidumbre y la autoestima colectiva, en objetos pblicos depreciados en funcin de los
intereses privados de una minora social que cada da se enriquece ms. Esta privatizacin
del cuerpo y las emociones est sustentada en la depredacin y secuestro de la memoria
146
Patricia ALVARENGA, op. cit., p. 25. Cfr. Michel FOUCAULT, Vigilar y castigar, p. 141.
147
Ibid., p. 25.
63
histrica, que es tan significativa que la convierte en un hecho sociolgico que no podemos
olvidar148.
Patricia Alvarenga afirma que el Estado salvadoreo, en las ltimas dcadas del siglo XIX
y primeras del siglo XX, para ejercer el control social, para negar e invisibilizar la
diferencia ideolgica y tnica- recurri sobre todo a la violencia. El anterior manifiesto de
los socilogos salvadoreos denuncia, en cambio, la existencia actual de estrategias
distintas, ms similares por su sutileza y eficacia a las que describa Michel Foucault. En
realidad, el Estado Salvadoreo ha utilizado siempre los dos mecanismos, aunque en
distintas pocas ha privilegiado alguno de ellos.
Y las formas de resistencia tambin aparecen sutiles o ampliamente manifiestas
visibilizadas, por ejemplo, en los esfuerzos por conservar la memoria histrica, en las
expresiones populares de inconformidad, en los numerosos grafitis que inundan las
ciudades y los pueblos del pas. El mismo xodo interminable de salvadoreos al exterior y
los incontables hechos de violencia cotidiana, pueden ser interpretados como una expresin
de inconformidad y de resistencia.
148
64
150
Los maestros salvadoreos comenzaron un importante movimiento de resistencia en junio de 1967, lo que
dio lugar al nacimiento de la Asociacin Nacional de Educadores Salvadoreos (ANDES 21 de junio).
151
Cfr. Mario OLIVA, Artesanos y obreros costarricenses 1880-1914, EUNED, San Jos 2006, pp. 65-101.
65
y las
153
154
Ibid., p. 27.
66
155
Juan Jos SNCHEZ, Escuela, sistema y educacin, Ed. Libertarias, Madrid 1991, p. 140. Tambin
Althusser, abordando el tema de la educacin e inspirndose en Marx, hablaba de la autonoma relativa de
la superestructura sobre la base o de la reaccin de la superestructura sobre la base. Cfr. Louis
ALTHUSSER, La filosofa como arma de la revolucin, p. 109.
67
derecho humano, una herramienta para el desarrollo humano y social, para la superacin de
las desigualdades y para la democratizacin de los conocimientos157.
El siguiente caso ejemplifica bien la autonoma relativa de la educacin: A mediados del
siglo XIX, un Juez de Ilobasco (El Salvador) llamado Enrique Hoyos, refirindose a los
indios de esa ciudad que apoyaron el levantamiento indgena de 1846, dirigido por
Petronilo Castro, escribi al gobernador de San Vicente:
son los ms perversos de su casta que tiene el Estado, tanto ms cuanto
que saben escribir y estn dotados de viveza, sagacidad y una actividad
incansable158.
Aquellos indios saban escribir, hecho que el referido juez relacion con la perversidad.
Podemos interpretar, entonces, que en la mentalidad de muchos centroamericanos de
mediados del siglo XIX, la ignorancia era capaz de privar a los indios de perversidad,
sagacidad, vivacidad y los dotara de bondad. La ignorancia sera, entonces, fuente de
bondad159; leer y escribir, una posible fuente de resistencia y rebelin. Sin embargo, leer y
escribir, as como las otras destrezas y conocimientos impulsados desde los ambientes
escolares el lenguaje, la memoria colectiva, la experiencia de encuentro con otros
diversos, el arte, la religin, el aprendizaje de los idiomas- pueden convertirse en
herramientas importantes para la demanda de justicia cultural.
Conclusin
En general, las luchas sociales que se gestaron en Centroamrica durante el siglo XX y que
continan gestndose en los inicios del XXI,
157
En su artculo Criterios de anlisis de la calidad del sistema escolar y sus dimensiones, Eugenio
Rodrguez se refiere a esas dos perspectivas de la educacin aludiendo, por un lado, a la calidad entendida
como ampliacin de la cobertura, derecho a la educacin, participacin social y poltica de la educacin
y, por otro lado, a la calidad entendida como eficiencia o vinculada al trabajo, a la productividad y al
mercado de empleo. Cfr. Revista Iberoamericana de Educacin, N 5 (1994), pp. 45-65.
158
Archivo General de la Nacin, Documentos quemados sin clasificar, citado por Carlos Gregorio LPEZ,
El levantamiento indgena de 1846 en Santiago Nonualco. Conflictos locales, etnicidad y lucha de facciones
en El Salvador, en Humanidades, IV poca, 2004, p. 67.
159
En un discurso de 1933 el guatemalteco Juan Jos Arvalo, uno de los ms convencidos unionistas de
Centroamrica, declaraba: las razas aborgenes exhiben una infinita paciencia y una ingenua bondad que
pueden ser convertidas en frtiles colaboradoras para cualquier programa de resurgimiento. Discurso de Juan
Jos Arvalo, citado en Convencin de maestros salvadoreo-guatemaltecos, Santa Ana, El Salvador, del 22
al 28 de julio de 1945, Tipografa Nacional, Guatemala 1946, p. 19.
68
demanda de justicia cultural de regin. Por citar algn ejemplo, las luchas en las fincas
bananeras de la United Fruit Company, en Costa Rica y Honduras, eran luchas obreras que
buscaban reivindicar a la clase trabajadora. En ellas slo de forma indirecta cont la
compleja problemtica cultural, sobre todo la del afrocaribeo160. Incluso el ms reciente
movimiento civil de oposicin al tratado de libre comercio al menos el de Costa Rica- slo
de manera perifrica ha acogido la demanda de justicia cultural161.
En el caso de Guatemala, el conflicto armado de ms de treinta aos que culmin con la
firma de la paz en 1997, slo tardamente incorpor a los indgenas, quienes terminaron
poniendo la mayora de los 150 mil muertos y ms de 1 milln de exiliados. En Nicaragua,
el movimiento sandinista tuvo siempre dificultades para lograr la adhesin de las
comunidades indgenas de la costa caribea, que se opusieron, por ejemplo a procesos de
alfabetizacin que no fueran en sus lenguas. El tema de la diversidad cultural tampoco tuvo
peso en la agenda de la lucha revolucionaria que se desarroll en El Salvador durante la
dcada de los 80. Y las iniciativas educativas dependientes de todos esos procesos
reivindicativos tampoco incluyeron de manera significativa la demanda de justicia cultural
de nuestra regin.
160
Ver, por ejemplo, el discurso pronunciado por Carlos Luis Fallas, en la Asamblea de Solidaridad de los
huelguistas de Puerto Gonzlez Vquez, celebrada en San Jos el 18 de septiembre de 1955, y en el que hace
una amplia descripcin del movimiento obrero costarricense y de sus luchas en las dcadas anteriores. A pesar
de que el conflicto se desarrolla sobre todo en la costa atlntica, el problema obrero opaca la problemtica de
exclusin de los grupos indgenas y afrocaribeos. Carlos Luis FALLAS, Mamita Yunai, Ed. Lehmann, San
Jos 1977, pp. 193-214. Tambin en el proceso revolucionario de 1948 est ausente la problemtica
relacionado con la secular exclusin de los indgenas y afrocaribeos costarricenses. Cfr. Jacobo SCHIFTER,
La fase oculta de la guerra civil en Costa Rica, Ed. Universitaria Centroamericana, 1985 San Jos, p. 17-49.
161
UPOV nunca fue consultado a las comunidades indgenas de Costa Rica, violando el convenio 169 de la
OIT. OPOV contiene normas que afectan sensiblemente los derechos conferido por la legislacin nacional e
internacional a los pueblos indgenas, en particular en relacin con el acceso, uso y disfrute de la
biodiversidad, las plantas, las semillas y los recursos naturales ubicados en los territorios que habitan en el
conocimiento tradicional asociado a los mismos. Diputado Jos MERINO, Doce razones para oponerse a
UPOV (material divulgativo), Asamblea Legislativa, San Jos 2008, p. 6. En otros espacios de reflexin, el
tema del TLC como estrategia de homogenizacin cultural y de amenaza frente a la diversidad cultural del
pas apenas si fue abordado. Cfr. Jorge Arturo CHAVES (editor), El TLC en discusin. Anlisis de los temas
del TLC C.A.-EEUU. considerados de carcter crtico por las organizaciones sectoriales de Costa Rica,
Ctedra Vctor Sanabria y CEDI, Heredia 2005; Luis VARGAS, Un pas en subasta (o de cmo las clases
dirigentes de Costa Rica renunciaran a todo proyecto de Estado-Nacin). Reflexiones crticas en torno al
Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y el estilo de desarrollo, en Espiga, Ao 7, No 9 (2004),
pp. 1-48; Ronald DAZ, Las implicaciones del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos en el
desarrollo cientfico y tecnolgico costarricense, en Espiga, Ao 7, No 9 (2004), pp. 95-124.
69
162
Peter Mc. LAREN, op. cit. p. 57. Domnico Jervolino expresa la importancia y a la vez la relatividad del
lenguaje, en estos trminos: Afirmar la esencial lingisticidad (sprachlichkeit) de la experiencia humana
no significa, necesariamente, encerrarse en el crculo encantado del lenguaje. El lenguaje es
fundamentalmente apertura al mundo y dilogo inter-subjetivo, adems de ser una mediacin esencial para la
comprensin de s mismo. Es mrito sobre todo de Ricoeur el haber opuesto a la tentacin de encerrar el
universo de los signos en s mismo, la intencin de andar ms all del mismo lenguaje por medio de la
apertura a la alteridad o a la trascendencia de lo real. Hermenutica, en Ricardo SALAS (Coord.),
Pensamiento crtico latinoamericano II, Ed. UCSH, Santiago 2005, p. 499.
70
Otra de las herramientas desde las cuales la escuela puede generar demanda de justicia
cultural es la historia: el recuerdo, la memoria, la efemride, la celebracin. Aunque la
historia tiene que ver siempre con interpretaciones y selecciones fcilmente ideologizadas
la historia oficial, la historia de la izquierda, el ejercicio de recordar es portador de
posibilidades emancipadoras. Son precisamente esas posibilidades emancipadoras de la
memoria las que explican por qu quienes detentan el poder poltico y econmico suelen
decidir la forma en que la historia va a estar presente o ausente en las aulas. Knut Walter
Franklin, refirindose a la ausencia de la historia en las aulas salvadoreas, ofrece la
siguiente explicacin: el rgimen autoritario que se mantuvo en el poder durante ms de
sesenta aos (entre 1931 hasta 1992, digamos) no tuvo inters alguno por rescatar el
conocimiento del pasado, ni siquiera en funcin de sus propios proyectos polticos o
ideolgicos, salvo alguna que otra referencia a prceres de perfil militar, como Arce,
Morazn y Barrios, que se ubican en un pasado relativamente lejano163. Segn Knut, el
rgimen autoritario nunca sinti la necesidad de legitimar su dominio mediante
mecanismos ideolgicos. Invirti mayores recursos en represin y no en la creacin de
mentalidades afines. Tampoco se preocup por elevar los niveles educativos de la
poblacin, con lo cual cerr el acceso al estudio del pasado, el cual era considerado
peligroso. Por eso se prefiri la frmula del perdn y olvido164. Sin embargo, la
memoria, como fuente de identidad e inspiracin para el futuro, es un importante elemento
educativo por su carcter emancipador y por su capacidad para alentar proyectos
liberadores.
Otra herramienta importante para desencadenar la demanda de justicia cultural es la
conciencia de la diversidad. sta se adquiere sobre todo en el encuentro con el otro diverso,
el cual acontece tambin en los ambientes educativos. En el Salvador, la invisibilizacin de
lo indgena y la alusin al generalizado mestizaje con que se suele describir al pueblo
salvadoreo, restan elementos para la resistencia. Manuel Escamilla, uno de los ms
influyentes pedagogos salvadoreos del siglo XX, afirmaba que en El Salvador () no
163
Walter FRANKLIN, La historia en El Salvador, a comienzos del siglo XXI, en Memoria del Primer
Encuentro de Historia de El Salvador, 22-25 de julio de 2003, UES-CONCULTURA, San Salvador 2005, p.
20.
164
71
hay estratificacin racial y que la poblacin actual de El Salvador es casi por entero
mestiza165. La idea del mestizaje como rasgo casi definitorio de la poblacin salvadorea
viene siendo manejada fuertemente a partir de los acontecimientos de 1932. En 1954, por
ejemplo, en una revista editada por la Secretaria de Informacin de la Presidencia de la
Repblica, se afirmaba que en el Salvador se lleva a cabo un bien equilibrado mestizaje.
Pequeo y densamente poblado, el socilogo y el etngrafo estudian aqu una importante
modalidad de la idiosincrasia del espritu centroamericano. El vigor ibero y la astucia
indgena, se combinan alcuotamente, contribuyendo as a esclarecer la conciencia
centroamericana.166 La difusin de la pretendida monoculturalidad y mestizaje, as como
el ocultamiento de las diferencias, son estrategias ideolgicas que debilitan el dilogo y el
disenso. Sin embargo, la experiencia cotidiana de encuentro con el otro diverso, en la
escuela y fuera de ella, desenmascara la invisibilizada diversidad cultural y tnica del pas.
Y la conciencia de esa diversidad puede generar dinamismos emancipadores.
Finalmente y muy ligada al lenguaje, a la historia y al encuentro con el otro diverso otra
importante herramienta para la demanda de justicia cultural es el arte. El arte es uno de los
canales de transmisin de las tradiciones emancipadoras de los pueblos. Mediante el arte,
las culturas sometidas han expresado sus inconformidades, sus esperanzas de justicia, sus
utopas. Muchas de las tradiciones musicales caribeas que hoy son tan populares nacieron
como expresiones de resistencia de parte de los afroamericanos del continente. La
inconformidad, la invitacin a la rebelin y hasta la burla al explotador estn presentes en
muchas danzas, melodas o dramatizaciones indgenas y campesinas de mesoamrica, as
como en numerosos cuentos que se han transmitido oralmente. La historia de la
Ciguanaba, por ejemplo, tiene como tema central la desobediencia al poder establecido y
las consecuencias de esa desobediencia. Quiz esa potencialidad emancipadora del arte
165
Manuel ESCAMILLA, Una educacin entre dos imperios y la educacin de adultos, Ministerio de
Educacin, San Salvador 1990, pp. 50-51. El aporte de Escamilla a la educacin salvadorea podemos
rastrearlo, adems, en otras obras suyas como Teora de la Educacin, Ministerio de Educacin, San Salvador
1971 y Reformas educativa. Historia contempornea de la educacin formal en El Salvador, Ministerio de
Educacin, San Salvador 1981. En el caso de Costa Rica, el mito del mestizaje como elemento fundante de la
identidad nacional, puede ser caracterizado como un mestizaje blanqueado, estrechamente vinculado al
mito del Valle Central o mito de la Arcadia Tropical, en palabras de Carlos Corts- y, por lo tanto,
excluyente de lo afrocaribeo y de lo indgena. Cfr. Carlos CORTS, La invencin de Costa Rica, Ed. Costa
Rica, San Jos 2003, pp. 24-33.
166
72
73
167
Por ejemplo Carlos DIAZ (editor), Multicultural education for the 21st century, Ed. NEA, Washington DC
1993.
168
74
169
Ver, por ejemplo, Jos Lus GARCIA, Educacin intercultural en Europa: un estudio comparado, en
Antonio RIVILLA et Al, Interculturalidad, formacin del profesorado y educacin, Ed. Pearson Prentice
Hall, Madrid 2004, pp. 13-14; Teresa AGUADO, Pedagoga intercultural, Ed. Mc Graw Hill, Madrid 2003,
p. 2.
170
171
Por ejemplo, Antonio SIDEKUM, Alteridade e multiculturalismo, Ed. Unijui, Rio Grande do Sul, 2003.
De ese mismo autor, ver Alteridad, en Ricardo SALAS (Coord.) Pensamiento crtico latinoamericano, Vol. 1,
Ed. UCSH, Santiago 2005, y Desafos para a filosofa intercultural: cultura e poder, en Jos de la FUENTE
Yamand ACOSTA (Coord.), Sociedad Civil, Democracia e integracin, Ed. UCSH, Santiago 2005, pp 449470. En esa misma obra colectiva, ver Dina PICOTTI, Las exigencias y posibilidades interculturales para la
configuracin poltica de la integracin, pp. 313-326 y Mara Luisa RUBINELLI, Narrativa oral e
75
173
76
174
77
175
176
177
Ibid., p. 277-278.
78
mestizaje cultural. Es una filosofa de rostro criollo, con sabor monocultural, que
privilegia un tipo de racionalidad universalista de proveniencia europea. Es una filosofa
que habla espaol y portugus, y que no se ha abierto todava al dilogo interfilosfico con
otras tradiciones como las indgenas o afroamericanas.
Con su propuesta de transformacin intercultural de la filosofa, Fornet-Betancourt busca
ampliar el horizonte de la crtica y de la liberacin mediante la consulta dialgica de las
distintas culturas filosficas de la humanidad.
Fornet-Betancourt se reconoce particularmente heredero del pensamiento de Jos Mart, a
quien se refiere como el que acaso con ms clarividencia que ningn otro supo articular en
su obra el reclamo de comprender y reorganizar Amrica Latina desde su real constitucin
intercultural178.
Hay dos creencias u opciones fundamentales de Mart por las que Fornet-Betancourt lo
considera un transformador de la filosofa: la primera es la que afirma que hay que echar
su suerte con los pobres; y la segunda es el respeto y la defensa incondicional de las
diversidades oprimidas. En esa transformacin de la filosofa sugerida por Mart, FornetBetancourt analiza tres momentos: el primero se refiere a la revisin del vnculo entre
pensamiento filosfico e historia. Eso explica tanto la tenaz crtica de Mart a lo que llam
catedrticos momias de la filosofa, como la propuesta de una relacin entre filosofa e
historia que tenga al centro el verbo inventar: inventar momentos de intervencin en la
realidad a travs del pensar179.
El segundo momento en que se reconoce y concentra la transformacin martiana de la
filosofa es la revisin que surge de las preguntas sobre el aporte de cada filosofa a la
dialctica histrica de la liberacin de esas realidades oprimidas que pueden ser realidades
de todo tipo: sociales, culturales, etc. Para Mart, hay que romper las jaulas a todas las
aves para liberar las particularidades de todas las diversidades y promover un mtodo de
178
179
Cfr. Ral FORNET-BETANCOURT, Mart y la filosofa latinoamericana, en Roberto ALBARESAntonio HEREDIA-Ricardo PIERO (dirigido por), Filosofa Hispnica y Dilogo Intercultural, Actas del X
Seminario de Filosofa e Historia en Iberoamrica, Fundacin Gustavo Bueno, Salamanca 2000, pp. 214-215.
79
filosofa resolutiva que, al pensar, est resolviendo realidades. Por eso, para Mart el
filsofo debe hacer crecer las ideas en la tierra180.
Finalmente, el tercer aporte de Mart a la transformacin de la filosofa es la propuesta de
un programa de contextualizacin del pensamiento filosfico: Mart no cree que haya un
lugar de la filosofa; hay lugares de la filosofa181. Por eso podemos hablar de hacer de
Nuestra Amrica un lugar filosfico. Amrica, con todas sus voces sobre todo con sus
voces marginadas, no es objeto, sino sujeto de la filosofa182.
Esa filosofa nuestra-americana es un pensar previsor. En ese sentido, segn FornetBetancourt, Mart recupera para la filosofa la funcin de la imaginacin, una funcin que
no debe seguir colonizada. Es adems, un pensar relacionador. La filosofa relacionadora
a la que se refiere Mart tiene mltiples influencias, corrientes, etc. Es un pensar ms
preocupado por las relaciones que por el contenido.
Para Fornet Betancourt, Mart es una de las primeras figura de un pensar intercultural, de
una filosofa intercultural, capaz de devolver a la humanidad la voz americana y de hacer
una Amrica nueva, en la que todas las diferencias puedan hacer su casa.
180
Cfr. Ibid, p. 215. Ver tambin Jacqueline GARCA, El pensamiento pedaggico de Jos Mart acerca de
la formacin docente y el currculo educativo, en Revista Educacin Vol. 29 (2), (2005), p. 67-75, as como
los estudios aparecidos en el Repertorio Americano No 15 y 16 (2003) en ocasin del 150 aniversario del
nacimiento de Mart, especialmente Rodrigo QUESADA, Globalizacin y humanismo. Algunas reflexiones
sobre el legado de JoseMart (1853-1895), pp. 362-365; Alejandro SEBAZCO, El Proyecto de modernidad
martiniano, pp. 366-371.
181
182
183
80
Eso implica estar atentos a y aprender a dialogar con tradiciones de pensamiento que
han sido histricamente negadas o marginadas por la dinmica expansiva imperial de un
logos monocultural y uniformante. Se trata, consecuentemente, de una nueva figura que
nace del intercambio solidario entre las culturas y sus tradiciones de pensamiento
filosfico184.
Fornet-Betancourt utiliza el verbo des-definir para expresar la tarea que se debe
emprender con respecto a la filosofa, si queremos su transformacin intercultural. Desdefinirla significa liberarla de la definicin monocultural que an pesa sobre ella o, al
menos, dejar de elevar esa definicin occidental a la categora de paradigma universalmente
normativo. En este sentido, toda filosofa debe ser conciente de su contingencia y debe
renunciar a su pretensin de entenderse como nica forma posible de hacer filosofa.
Fornet-Betancourt utiliza sustantivos como contraste, litigio, pleito, consultacin,
dilogo, convocacin, comercio, inter-conversacin e inter-fecundacin para
expresar el tipo de relacin que debemos promover entre los diversos logos filosficos si
queremos hacer posible esa transformacin de la filosofa185.
La tarea de construir una filosofa de talante intercultural exige repensar la universalidad y
reaprender a pensar desde la contingencia, la respectividad y la solidaridad. Exige,
igualmente, deponer todo sentimiento de posible superioridad filosfica y reconocer la
propia finitud.
De esta re-construccin de la filosofa, en Latinoamrica ya tenemos las bases. Una de las
razones por las que podemos pensar que en Latinoamrica tenemos las bases para una
filosofa intercultural, es que nuestra Amrica posee una textura intercultural y
polifnica; es un continente donde se dan cita, concurren y se entrecruzan en tensa y a
veces conflictiva relacin, diversas tradiciones de pensamiento y de expresin cultural en
general186.
184
185
186
Ibid., p. 78. Ver tambin Ral FORNET BETANCOURT, Filosofa e interculturalidad en Amrica
Latina: intento de introduccin no filosfica, en Jess SERRANO (Compilador), Filosofa actual en
perspectiva latinoamericana, Ed. San Pablo, Bogot 2007, pp. 253-265.
81
187
188
189
82
190
Cfr. Ral FORNET BETANCOURT, Crtica intercultural de la filosofa latinoamericana actual, p. 21.
191
83
193
84
culpas con las vctimas del colonialismo y a la promocin de un orden justo, en el que se
reconozca al otro en su dignidad194. Ese dialogo comprende tambin la tarea de corregir las
asimetras actuales y de crear las condiciones para el desarrollo pleno de todas las culturas.
Es, por lo tanto, un proyecto alternativo.
En algn momento Fornet-Betancourt describe la interculturalidad como fruto de una
postura o disposicin del ser humano por la que se capacita para y se habita a vivir sus
referencias identitarias en relacin con los llamados otros, es decir, compartindolas en
convivencia con ellos. De ah que se trate de una actitud que abre al ser humano y lo
impulsa a un proceso de reaprendizaje y de reubicacin cultural y contextual. Es una actitud
que, por sacarnos de nuestras seguridades tericas y prcticas, nos permite percibir el
analfabetismo cultural del que nos hacemos culpables cuando creemos que basta una
cultura, la propia, para leer e interpretar el mundo.195 Esa disposicin es condicin para el
dilogo de las culturas y, por lo mismo, para la transformacin intercultural de la filosofa
que surge como respuesta a las exigencias de ese dilogo.
194
195
196
85
una gran totalidad superior. Se trata, ms bien, de una con-vivencia que apunta a la
solidaridad, la cual supone y quiere al otro desde su alteridad y exterioridad197.
El tercer presupuesto consiste en la necesidad de pasar de un modelo mental que opera con
la categora de la totalidad, a un modelo que prefiere trabajar con la idea de la totalizacin
dialctica. En este modelo, la verdad no es condicin ni situacin, sino proceso.
Precisamente por eso, ninguna cultura puede entenderse ni ser entendida como lugar
definitivo de la verdad ni expresin absoluta de la misma. En este sentido, es necesario
reconocer que las culturas no dan la verdad, sino slo posibilidades y referencias para
buscarla198.
Este tercer presupuesto est relacionado, tambin, con la capacidad de entrar en un proceso
de intercambio cultural con los otros, en igualdad de condiciones. El proceso verdad
implica una dinmica de aprendizaje recproco mediante la interdiscursividad. En esta
interdiscursividad, se da un transcurso hacia la totalizacin, la cual representa el lmite al
relativismo en el proceso verdad. En efecto, la interdiscursividad supone la respectividad
como formal apertura de lo real. Hay varias formas de realidad, es decir, varias o muchas
posibilidades de ordenamiento no totalitario de lo real. La interdiscursividad, entonces, va
configurando un horizonte de totalizacin. Y la respectividad afirma la pluriversin de la
realidad, pero sin abandonarla al aislamiento (relativismo)199.
El cuarto presupuesto es, sobre todo, una propuesta epistemolgica que busca responder a
la pregunta sobre las condiciones para la comprensibidad y la comprensin de lo que nos es
culturalmente extrao. Ante todo, la respuesta exige renunciar a ajustar lo extrao y lo otro,
a lo comprensible para nosotros.
197
Ibid., p. 47.
198
199
Ibid., p. 49.
86
trminos, de dejar al otro in-definido desde nuestra posicin para que su alteridad se
comunique sin bloqueos200, en una indefinicin que nada tiene que ver con la indiferencia.
200
Ibid., p. 51.
201
87
Se trata, en fin, de una filosofa que tiene clara su funcin crtico-liberadora y cuya tarea
implica recuperar y activar las experiencias histricas liberadoras como momentos de una
historia de liberacin que todava sigue abierta.
a) El contexto
Para Fornet-Betancourt, la filosofa es un saber realidad y un saber hacer realidad202. Por
eso es un saber fundamentalmente prctico; un saber que, en base al discernimiento del
conflicto entre los modelos de interpretacin de la realidad, se articula con los movimientos
sociales alternativos y liberadores y se entrega a un proyecto para hacer realidad esas otras
realidades que parecen imposibles. Como saber prctico, la filosofa, segn FornetBetancourt, no es un fin en s misma. Ella tiene una tarea de reflexin crtico-liberadora en
el mundo de hoy para responder mejor a los desafos de este mundo. El cumplimiento de
esa tarea la hace estar a la altura de las exigencias del dilogo de las culturas, caminar al
ritmo de la historia, intervenir en ella, ser factor de cambio en nuestro presente histrico203.
Esta tarea le exige a la filosofa tomar en serio el marco histrico real en el que se
desarrolla el dilogo de las culturas, un marco histrico que est siendo determinado por el
proceso que llamamos globalizacin.
Fornet-Betancourt describe la globalizacin neoliberal como un tejido de complejas
estrategias polticas, econmicas, culturales, militares, ideolgicas, etc., que transforman
tanto las condiciones de vida en el planeta, como al ser humano mismo. Se trata de un
202
Ibid., p. 256
203
88
proceso de desnacionalizacin del capital que permite una accin global de las finanzas
capaz de barrer con las fronteras y de crear las condiciones para un mercado mundial en el
que las mercancas y los capitales transiten libremente. Esta globalizacin exige un
debilitamiento de los estados como instancias polticas de la sociedad, para tomar el control
de sectores tales como el econmico, el tecnolgico, el educativo. As, los estados se ven
sometidos a la presin de los intereses internacionales de las empresas y de los monopolios
transnacionales que homogenizan globalizando una cultura del consumo y del
individualismo autodestructivos204.
Para Fornet Betancourt, la globalizacin es el proceso resultante de una poltica
econmica que se expande mundialmente como la nica opcin de la humanidad y que,
justo por entenderse y quererse imponer como el nico proyecto globalizable, no tolera
diferencias culturales con planes alternativos, esto es, culturas con alternativas propias, ni
en Occidente ni en ninguna otra regin del mundo205.
Fornet-Betancourt, como otros crticos de la globalizacin, es particularmente sensible al
efecto homogenizante, nivelador, asimilador de la misma. Se trata de una estrategia
homogenizante tan convencida de su supremaca que relega el dilogo a niveles
insignificantes o controlados por sus propios intereses; una estrategia que revela el conflicto
que existe entre contextualidad y culturas. La contextualidad la globalizacin neoliberales el resultado de la expansin de un proyecto civilizatorio que no representa un
crecimiento en universalizacin, sino un movimiento reductivo monotonizante que se
apodera de la base material de las culturas en cuanto les roba la posibilidad de disponer de
su tiempo y espacio, es decir, la posibilidad de configurar el tiempo y el espacio de acuerdo
a sus propios valores y fines. En efecto, asistimos a una expansin del mercado neoliberal totalizador y sacralizado- que puede ser descrita como ocupacin de tiempos y espacios
culturales. Se trata, adems, de una expansin que excluye, que margina206, una expansin
del mercado total que se nos presenta como nico horizonte posible y que se da junto a la
204
205
Ibid., p. 175.
206
89
universalizacin de una cultura que pretende ser la nica viable, frente a la cual no caben
alternativas; una cultura del consumo que, sin embargo, no es universalizable.
Esa homogenizacin que produce la globalizacin est vinculada estrechamente a lo que
Fornet-Betancourt
llama
consecuencias
antropolgicas
de
la
globalizacin.
Efectivamente, podemos hablar de una revolucin antropolgica del extra mercatum nulla
salus, la cual est configurando un tipo de sujeto acorde al mercado; est, en otras
palabras, produciendo un cambio en las condiciones de subjetivacin de los seres humanos;
est produciendo sujetos desde la conciencia de ser propietario, consumir, y desde las
relaciones mercantiles que este propietario-consumidor establece con los otros207.
Pero las secuelas de la globalizacin no son solamente antropolgicas. Fornet Betancourt
advierte tambin sobre las secuelas cosmolgicas. En efecto, la globalizacin produce
una inversin cosmolgica que sustituye la idea de mundo como un cosmos que puede
sentirse universal porque refleja el equilibro de los elementos diversos que lo componen, es
decir, la idea del mundo como armona de diversidades, por la idea de un mundo global en
el que el crecimiento de lo global es directamente proporcional con la prdida de diversidad
y de armona o, si se prefiere, con el aumento de la monotona del nico ritmo que se
admite para marcar el comps de la historia de la humanidad, a saber, el de la cosmovisin
neoliberal208.
En ese contexto, el dilogo de las culturas se presenta como el desafo de un horizonte
alternativo de esperanza, ms que como un hecho de nuestra realidad histrica. Es algo por
hacerse. En efecto, lo que hoy tenemos es un proceso de colonizacin sin precedentes que
homogeniza y que se impone por la fuerza de una poltica econmica neoliberal. Aqu, el
dilogo de las culturas es respuesta a la necesidad de crear las condiciones justas para el
encuentro de las culturas, lo cual implica el reconocimiento de derecho que tienen todas las
culturas a disponer de contextos propios, de su tiempo y de su espacio.
b) El papel de la filosofa
207
208
90
Pues bien, ese dilogo intercultural, mediante el cual se pretende recuperar los contextos de
las culturas, es un nuevo marco referencial para la reflexin filosfica.
El dilogo de las culturas debe darse en condiciones de igualdad, y a la filosofa le
corresponde tanto desenmascarar la asimetra como contribuir a explicitar el
reordenamiento de nuevas condiciones para el dilogo: condiciones en las que se
reconozca y respete al derecho de cada cultura a disponer de la materialidad necesaria para
su libre desarrollo209, o sea, el derecho a tener mundo propio, a ser s misma, a
moldear su materialidad desde sus propios valores y metas.
El cumplimiento de esa tarea aclara Fornet-Betancourt es para la filosofa parte de su
camino de transformacin intercultural, pues en la aclaracin crtica de las condiciones
reales del dilogo de las culturas, la filosofa se confronta tambin con las fuerzas culturales
que animan un movimiento crtico que se expresa en forma de resistencia y de modelos
alternativos. En otras palabras, la filosofa aprende a ver la otra cara de la contextualidad de
la globalizacin: la lucha de culturas vivas por sus propios espacios culturales. Y esa lucha
la desafa a superar su posible ubicacin monocultural. La filosofa, entonces, se ve
transformada y, a la vez, se convierte en fermento de transformacin de las culturas en
dilogo. La filosofa puede ser fermento de transformacin porque fomenta en las culturas
las potencialidades crticas y, en los casos lmites- la desobediencia cultural.
La idea de desobediencia cultural nace de la comprensin de la cultura como una
historia de lucha y no como un bloque monoltico ni como un universo a conservar. En
las culturas hay siempre pluralidad y conflicto de tradiciones: por eso, en cada cultura hay
siempre posibilidades truncadas, abortadas por ella misma. Fomentar la desobediencia
cultural implica fortalecer el derecho de cada miembro de una cultura a verla como un
universo transitable, modificable, como un mundo que no se agota ni en sus tradiciones
pasadas ni en su estabilizacin actual. Ninguna cultura tiene el derecho a imponerse a sus
miembros como la nica visin que pueden o deben compartir. Eso quiere decir que cada
persona humana deber hacer de su cultura propia una opcin, no un destino del que no hay
escape. Los sujetos que son sujetos de cultura, que hacen cultura, que cultivan deben
discernir las tradiciones liberadoras y opresoras de su propia cultura. Por eso, la
209
91
Liberacin
interculturalidad
son,
por
lo
tanto,
paradigmas
complementarios210.
El dilogo de las culturas tiene el carcter de proyecto tico guiado por el valor de la
acogida del otro. Este otro es realidad con la que se quiere compartir la soberana y con la
que se quiere compartir un futuro que no est determinado slo por mi propia manera de
pensar y querer la vida. Fornet-Betancour habla de co-autonoma y co-soberana para
describir la forma de encuentro con el otro que puede ser generado por este proyecto
tico211. Y hablar de proyecto tico es hablar de articular las esperanzas concretas de los
que hoy se atreven a imaginar y ensayar otros mundos posibles212.
Estar a la altura de las exigencias de ese dilogo de las culturas implica para la filosofa
tomar conciencia refleja de la procedencia cultural de sus presupuestos, sabiendo que stos
condicionan sus discursos sobre los presupuestos filosficos del dilogo intercultural.
Partimos, por tanto, de una filosofa, lo cual es inevitable, pero eso no tiene que ver nada
con la pretensin de privilegiar algn sistema terico. Se trata ms bien de una posicin que
se ex-pone y que no excluye su propia transformacin a partir del encuentro con otras
posiciones. No se busca, por lo tanto, la disolucin de la pluralidad en una especie de
metacultura que la resume a todas, ni la creacin de una nueva filosofa que sustituya e
incluya a las otras, sino el cultivo de una nueva forma de relacin entre las filosofas, que
las transforme a todas y las haga concientes de que sus acentos identifican pero no
separan.213
Una filosofa interculturalmente transformada contribuir al cumplimiento del derecho que
tienen las culturas y los pueblos no solamente a decir que ven el mundo de forma distinta,
sino tambin a hacerlo segn su propia manera de vivir. De esta manera, la filosofa
contribuir a la bsqueda de alternativas a la globalizacin del neoliberalismo, ya que
muestra la ideologa imperial que gobierna ese proceso como globalizacin acelerada de
210
211
212
Ibid., p. 209.
213
92
una forma particular de vida, de economa, de cultura, de democracia, etc.; y opone a dicha
ideologa una concepcin de la historia de la vida humana donde sta se hace desde y con
sus diferencias, desde el valor de las memorias en todos los pueblos; es decir, no una
historia lineal, reducida a la lnea que dibuja el progreso en su sentido occidental, sino una
historia pruriversa, con muchas lneas y futuros posibles214.
La tarea crtico-liberadora de la filosofa implica el esfuerzo por repensar al sujeto. Y hay
que pensarlo como sujeto vivo, que no se deja reducir a objeto; como sujeto histrico,
fuente de resistencia. Fornet Betancourt reconoce en la tradicin del humanismo crticotico en el que se inspira, lo que l llama principio subjetividad, el cual est vinculado al
proceso de formacin de la existencia humana como subjetividad participativa y valorante.
Esta subjetividad es entendida como un ordenamiento comunitario mediante el cual la
existencia humana se va calificando como un s mismo que, justo por ser en su propia
subjetividad o conciencia (de s) como conciencia de y entre los otros; y que, por lo tanto,
su subjetividad es subjetividad interesada (inter-esse) en y por el otro, no puede lograr
dicha calidad si no como formacin tica215. La subjetividad as entendida, se refiere, por
lo tanto, a una
liberacin de todos los que han luchado por su humanidad negada, se funda como
existencia comunitaria en resistencia para continuar dicha tradicin de liberacin, como
existencia libre y solidaria con el destino del otro.
Se trata, entonces, de romper con la visin cartesiana del sujeto (ego) que sujeta, del sujeto
que convierte al mundo en su imperio, que somete la realidad a su dominio y hace de ella
un objeto de su posesin (sujeto propietario), para entender y vivir la subjetividad desde la
idea de sujeto viviente, segn la cual cada uno se hace sujeto mediante la prctica de la
justicia, mediante la opcin tica por la lucha a favor de la justicia. Se trata de la superacin
del paradigma de posesin, de autoafirmacin, de asimilacin del otro y del homo hominis
lupus, por el paradigma de justicia216.
214
Ibid., p. 271.
215
Ibid., p. 311.
216
93
217
Ibid., p. 35.
94
218
95
219
Ibid., p. 181.
220
221
Ibid., p. 195.
96
La cultura en la que el ser humano est, hace al ser humano. Pero tambin debemos
reconocer que el ser humano hace y rehace su cultura en sus constantes esfuerzos de
apropiacin. La cultura, aun la propia, debe ser apropiada por sus sujetos. Cada sujeto debe
apropiarse las reservas de su tradicin de origen como punto de partida para su propia
identidad personal; entendida sta como un permanente proceso de liberacin que requiere
una tarea de constante discernimiento en el interior mismo del universo cultural con que se
identifica cada persona222.
Ibid., p. 197.
223
97
224
225
Ibid., p. 65.
226
Ibid., p. 32.
227
Ibid., p. 167.
98
todava la verdad de lo humano228. Lo que hay son universos histricos desde los que se
puede hacer un dilogo.
Inspirndose en una metfora de Jos Mart, Fornet-Betancourt afirma que cada tronco
cultural como universo de vida y de pensamiento que es- debe fungir como plataforma
desde la que puede abrirse un modo de pensar que quiere articularse, como filosofa, a la
tradicin filosfica constituida y consolidada ya en otras culturas.
Se trata siempre de la razn filosfica, del logos, pero de una razn un logos que asume
distintas voces, distintos futuros, distintos mundos, distintas situaciones. Por eso, la
universalidad nace desde abajo: por y con la participacin de los mltiples y complejos
mundos reales encarnados en los universos culturales en los que hoy se define la
humanidad. Para que sea posible la interculturalidad se debe pasar de una razn filosfica
nica potencia legisladora- entendida como criterio y medida de toda argumentacin
racional posible, a una cultura razonada de las muchas formas contextuales en que los
humanos dan razn de la situacin de su condicin229.
228
Ibid., p. 17.
229
230
99
231
Ibid., p. 40.
232
Cfr. Idem.
233
234
Ral FORNET BETANCOURT, Prlogo de SALAS Ricardo, tica intercultural. Ensayos de una tica
discursiva para contextos culturales conflictivos. (Re) Lectura del pensamiento latinoamericano, Ed. UCSH,
Santiago 2003, p. 9.
100
235
236
Ibid., p. 31.
101
La transformacin intercultural de la filosofa pasa, como hemos visto, por el dilogo de los
saberes. Fornet-Betancourt describe ese dilogo con expresiones como consulta,
cooperacin, descentramiento, apertura, interdependencia, interfecundacin,
convocacin de las racionalidades disciplinares, controversia argumentativa y
transracionalizacin de las racionalidades. Son trminos todos que describir diferentes
aspectos de esa cualidad que suele ser lamada interdisciplinaridad.
Lo opuesto es la
237
238
102
Conclusin.
La propuesta de transformacin intercultural de la filosofa, as como la plantea FornetBetancourt, es relevante porque puede inspirar una respuesta adecuada a la demanda de
justicia cultural que se expresa en mltiples formas de resistencias y en el otro rostro de
la globalizacin: el rostro de los que han sido excluidos. Esa demanda, como veamos en el
segundo captulo, podra incluso ser expresada desde la educacin en sus mltiples
mediaciones y ambientes. Sin embargo, la educacin, sobre todo aqulla que ha tenido a la
escuela por mediacin, ha servido en la mayora de los casos, para la conservacin y el
control social.
Precisamente por eso, el proyecto de transformacin intercultural de la filosofa resulta ms
relevante aun. El carcter visiblemente monocultural y homogenizador que poseen algunas
mediaciones educativas caractersticas que tambin encontramos en los medios de
comunicacin social, en el modelo econmico que se nos trata de imponer, en los
movimientos religiosos fundamentalistas nos impelen a buscar alternativas. Y la propuesta
de transformacin intercultural de la filosofa puede sugerirlas.
Hacer filosofa desde las exigencias reales del dilogo de las culturas implica, como bien
lo expresa Fornet- Betancourt, tomar en serio la tarea crtico-liberadora de la filosofa en el
actual contexto de globalizacin neoliberal. De la filosofa se pide, en este contexto,
contribuir a crear las condiciones para el dilogo, desvelando las asimetras que lo impiden
y generando alternativas orientadas a otro mundo posible.
Y aqu nos encontramos ante la pregunta por la real posibilidad de otro mundo posible. Nos
han tratado de ensear que otro mundo no es posible, y que no es ni siquiera necesario. Nos
han indicado que, a lo sumo, se requieren algunos ajustes, algunos correctores, y que el
mercado (en el que somos, nos movemos y existimos) por s mismo y desde sus leyes,
encausar las aspiraciones humanas fundamentales.
239
Ibid., p. 123.
103
104
105
pretende, por tanto, ofrecer respuestas definitivas, sino slo un aporte, entre otros, al
necesario dilogo sobre el tema educativo. Adems, se trata de una propuesta que nace de
la conviccin de que las limitaciones de la educacin, tal como la pensamos y actuamos
actualmente, no deben ser vistos slo como vacos o lagunas que simplemente hay que
llenar, sino como desafos permanentes provenientes de un sistema social y epistmico
hegemnico.
En segundo lugar, conviene aclarar desde el inicio que no entiendo la educacin alternativa
como educacin con el uso de las nuevas tecnologas al servicio de los procesos educativos.
Tampoco identifico educacin alternativa con formas novedosas de educacin no
presencial, semipresencial, a distancia virtual o en lnea, ni con la
implementacin de programas educativos tendientes a ampliar la cobertura o a asegurar la
calidad. Muchas iniciativas de ese tipo siguen siendo mediaciones para el control social,
para la homogenizacin cultural, para la imposicin de verdades; es decir, siguen siendo
la educacin de siempre, con modalidades nuevas: educacin que da continuidad a un
mundo epistemolgicamente controlado por una sola de las muchas constelaciones del
saber producidas desde las distintas culturas. El mayor fracaso de muchas reformas
educativas en Latinoamrica consiste en que, a pesar de promover cambios en cuanto a
tecnologas, programas, sistemas de calidad, evaluacin, programas de desarrollo
profesional docente, etc., no estn dispuestas a apuntar hacia otro tipo de sociedad y de
mundo, y hacia otras formas de acceso al saber240. Es decir, dejan inmutables las
intenciones y siguen aferradas a esos saberes instrumentales que Fornet-Betancourt llama
constelacin de saberes dominantes hoy: aqulla que configuran las sociedades que,
debido a la dinmica de constante innovacin a que las lleva su fundamento cientfico
tecnolgico mercantil, deben ser caracterizadas como sociedades de informacin o de
conocimiento, y que sera justamente el tipo de sociedad en que vive la humanidad hoy, o al
240
Fideligno Nio advierte que una buena parte de los recientes esfuerzos por renovar la educacin, en el
mbito escolar, buscan incorporar correctivos vinculados con la descentralizacin, privatizacin,
racionalizacin econmica del uso de recursos, inestabilidad laboral de los docentes, etc. Se trata, segn este
autor, de una pedagoga de cariz neoliberal que instrumentaliza la educacin convirtindola en un servicio
aparentemente neutro que mercantiliza el saber, que subordina la pedagoga a la administracin; que relega a
los docentes al papel de tcnicos de la enseanza antes que educadores; y que convierte a los educandos en
clientes y usuarios en vez de sujetos de un derecho fundamental Fideligno NIO, Filosofa de la Educacin
Latinoamericana. Una clave intercultural desde Zubiri-Ellacura, en Cuadernos de Filosofa
Latinoamericana, Vol. 26, N 93 (2005), p. 113.
106
241
242
107
En tercer lugar, lo que aqu intento esbozar y ex-poner es una pro-puesta inspirada en el
proyecto de filosofa intercultural descrito en el captulo anterior. Creo que la educacin
centroamericana puede enriquecerse si es abordada desde una perspectiva intercultural que
responda a la realidad multicultural, plurilinge y multitnica de la regin centroamericana
y a las diversas formas de colonialismos sufridos en el pasado y en el presente.
Asumir una perspectiva intercultural nos permitir seguramente reconocer y valorar la
irreductible polifona de las culturas y las diversas formas de acceso al saber, sobre todo
aqullas que han sido histricamente negadas o deslegitimadas por ininterrumpidos
procesos de colonizacin poltica, econmica, religiosa y cultural. Es eso lo que Fideligno
Nio afirma cuando reconoce que toda educacin en lnea intercultural posee una ineludible
exigencia descolonizadora243.
108
Educar es una cosa, oprimir es otra244 A algunos podra parecer extraa esa afirmacin de
Alberto Masferrer. Podran pensar que es cosa clara la distincin entre ambas realidades y
que ciertamente y sera muy difcil negarlo una cosa es oprimir y otra educar; que
ninguna relacin causal es posible establecer entre ambas; que son realidades
irreconciliables que no podran nunca coincidir ni acercarse.
La afirmacin masferreriana, sin embargo, indica que las fronteras entre una cosa y la otra
no son tan evidentes; ms concretamente, que educacin y opresin pueden habitar en la
misma casa. Oprimir es tener sujeto, y esa accin de sujetar no ha estado ausente de la
educacin, especialmente cuando algunas experiencias escolares han sido poderosos
instrumentos de reproduccin de relaciones sociales y de ideologas legitimadoras de los
grupos dirigentes.
Educacin y opresin hacen pacto cuando la educacin impone verdades consideradas
como universalmente vlidas e incuestionables; cuando las prcticas educativas se basan en
el control de las personas; cuando se promueven prcticas de estandarizacin curricular y
metodolgicas irrespetuosas de las peculiaridades locales; cuando existe una obsesin por
la jerarqua, el orden, la vigilancia; cuando se crea dependencia con respecto a la autoridad
de los expertos; cuando la evaluacin se convierte en una herramienta para medir si la
persona estudiante sabe lo que el docente y el sistema educativo creen que debe saber;
cuando se educa para ser obedientes y sumisos, polticamente dciles y econmicamente
productivos; cuando las polticas, los proyectos y los programas educativos se definen sin
tomar en cuenta el contexto de los seres humanos concretos e histricos que participan en el
proceso; cuando se impone una nica forma de acceso al saber; cuando desde la educacin
absolutizamos una cultura la nuestra o la ajena sin ser capaces de discernir sus
tradiciones liberadoras y opresoras; cuando se educa para la competencia excluyente;
cuando un nico sistema educativo subsume en s, controla y anula todas las posibles
experiencias educativa gestadas desde los distintos grupos y comunidades, etc.
La posibilidad de construir una propuesta de educacin alternativa una educacin en la
que se creen las condiciones para que haya sujetos, no sujetados nace precisamente de la
244
109
Marcela GOMEZ- Adriana PUIGGRS (coordinado por), La educacin popular en Amrica Latina 2, Ed.
El Caballito, Mxico 1986, p. 12.
246
Seminario Nacional sobre Reforma Educativa, Etapa Nacional, Ministerio de Educacin, San Salvador,
1979. pp. 53-54.
247
Ibid, p. 60.
110
posibilidad de que todas las conclusiones de este Seminario sean echadas en saco roto248.
Y efectivamente as fue.
El pensamiento crtico centroamericano forjador de alternativas educativas est presente
tambin en los costarricenses Francisco Gutirrez249, Omar Dengo, Carmen Lira y Joaqun
Garca Monge250. Algunas iniciativas educativas centroamericanas del siglo XX estuvieron
orientadas a promover una educacin alternativa. As encontramos, por ejemplo, la Cruzada
Nacional de Alfabetizacin, en Nicaragua, en 1980, y el proceso de post-alfabetizacin en
ese mismo pas (1980-1984); la Campaa de Alfabetizacin Integral de El Salvador,
organizada por ANDES 21 de Junio entre 1981 y 1983; y las Misiones Ambulantes de
Cultura Integral, en Guatemala, entre 1946 y 1952.
Pero una educacin alternativa, es decir, una educacin que ayude a crear las condiciones
para otro mundo posible, debe ser viable no slo porque la educacin da para eso, sino
tambin porque ste no puede ser el mejor de los mundos posibles. En otras palabras,
porque no podemos resignarnos y porque no podemos creer que este sea el fin de la
historia. Dicho con otras palabras, una educacin alternativa es posible porque tenemos
derecho a no estar de acuerdo, a resistir y a responder responsablemente ante los escenarios
de inhumanidad a los que cotidianamente asistimos y que han sido creados
frecuentemente con la complicidad de numerosos proyectos educativos.
Cuando los movimientos altermundistas afirman que otro mundo es posible, urgente, o
impostergable, estn diciendo, a la vez, que otra educacin es posible, urgente e
impostergable. Se trata de una opcin tica, de una responsabilidad, es decir de una forma
de responder ante los desafos de quienes intentan normalizar la exclusin y la muerte.
Por otro lado, es necesario advertir que esa otra educacin orientada a revertir la forma
excluyente desde la que ha sido configurada Centroamrica, difcilmente vendr de arriba:
muy difcilmente ser un proyecto gestado desde las instituciones financieras
internacionales o desde iniciativas oficiales. Afortunadamente el complejo sistema
248
Ibid, p. 61.
249
Por ejemplo, en su obra Educacin como praxis poltica, Ed. Siglo XXI, Mxico 1982.
250
Cfr. Claudio BOGANTES, El surgimiento del discurso crtico en Costa Rica, en http://
www.letras.ufri.br/litcult/revista_litcult/revistalitcult_vol6.php?id=10, consultado el 6 de mayo de 2006.
111
educativo de nuestros pases est constituido no slo por las polticas educativas y
programas oficiales, que generalmente reproducen el modelo social concebido por los
grupos dominantes, sino tambin por todos los dems procesos educativos que transcurren
en la sociedad. Pero adems, la educacin no es monopolio de las instituciones escolares.
Por el contrario, deberamos afirmar que la educacin y la educacin intercultural es
posible incluso en la escuela. En otras palabras, tendramos que reconocer que tambin hay
reformas educativas que provienen de las bases; reformas no oficiales, que se dan dentro y
fuera de los ambientes escolares y que, por lo tanto, se refieren a experiencias muy
variadas: programas de alfabetizacin, educacin en derechos humanos, espacios
educativos para lderes comunitarios, propuestas educativas en la lnea de la exigibilidad
ciudadana, la programacin de las radios comunitarias rurales, comunidades eclesiales de
base, crculos de solidaridad, etc. Es en estos ltimos espacios donde generalmente se han
gestado y se pueden seguir gestando los verdaderos proyectos de educacin alternativa251
que luego podran inspirar transformaciones en los sistemas educativos escolares.
251
A manera de ejemplo, podemos mencionar las experiencia promovidas por el proyecto de Educacin
Ciudadana Intercultural para los pueblos indgenas de Amrica Latina en contextos de pobreza (RIDEI), que
incluye programas relacionados con la gestin de la educacin intercultural bilinge, educacin ciudadana
intercultural en la escuela indgena, ciudadana activa y derechos indgenas. Ver tambin Alexandra
MARTNEZ, Curso de formacin ciudadana intercultural en el programa de educacin intercultural
bilinge, Ed. Fondo Editorial, Lima 2007; Mara Bertely BUSQUETS, Conflicto intercultural, educacin y
democracia activa en Mxico, Ed. Fondo Editorial, Lima 2007; Guido MACHACA- Luis Enrique LPEZ, El
fortalecimiento de liderazgos indgenas para la gestin de la educacin intercultural bilinge en Bolivia, Ed.
Fondo Editorial, Lima 2007.
252
112
del sistema capitalista y las sociedades estratificadas en clases, con el fin de exigir reformas
radicales en el sistema social y econmico.
El paradigma multicultural defiende y promueve el pluralismo cultural. Se fundamenta en
la certeza de que los grupos minoritarios son depositarios de culturas ricas y diversas con
valores, lenguas y estilos de vida que son funcionales para ellos y valiosos para la nacin
como tal. El objetivo educativo a alcanzar sera que la escuela respetara dichas culturas
introduciendo programas que reflejen los estilos de aprendizaje de los diferentes grupos253.
Este enfoque con frecuencia es reducido a la adicin tnica y a estudios etnoculturales, lo
que supone la inclusin de contenidos tnicos en el currculo escolar sin
reconceptualizaciones o reestructuraciones del mismo. Su objetivo es disponer de un
currculo integrado mediante la inclusin de unidades y lecciones enriquecidas con
elementos tradicionales de diferentes culturas.
Finalmente, el paradigma lingstico atribuye los deficientes resultados escolares de los
estudiantes de minoras culturales al hecho de recibir la instruccin en una lengua diferente
a la materna. Defiende la utilizacin de la lengua materna y la aplicacin de programas
especficos para el aprendizaje de la segunda lengua254.
Por su parte, Auxiliadora Sales y Rafaela Garca distinguen los siguientes paradigmas o
fundamentos ideolgicos desde los que se entiende, en educacin, la diversidad cultural:
asimilacionismo, integracionismo, pluralismo e interculturalismo255. El primero que se ha
dado sobre todo en pases receptores de emigrantes- es explicado por estas autoras con
trminos como absorcin y adaptacin. Pretende, precisamente, la absorcin de los
diferentes grupos tnicos y culturales en una sociedad que su supone relativamente
253
Sobre el tema de los estilos de aprendizaje en la pedagoga multicultural, ver SWISHER Karen, Learning
styles: implications for teachers, en Carlos DIAZ (Coordinador), Multicultural education for the 21th century,
Ed. National Education Association, Washington1992, p. 72-84. Hay que advertir, sin embargo, que se trata
de un discurso que, si no es correctamente presentado, puede abonar al reforzamiento de estereotipos y
prejuicios hacia los distintos grupos y culturas.
254
255
Estas pedagogas afirman que la neutralidad ante el fenmeno de la diversidad cultural es prcticamente
imposible, puesto que hasta la adopcin de una postura de indiferencia poltica denota una terminada
tendencia ideolgica frente a la multiculturalidad. Auxiliadora SALES-Rafaela GARCA, Programas de
educacin intercultural, Descle de Brouwer, Bilbao 1997, p. 15.
113
256
Desde este paradigma, la diversidad es concebida como amenaza para la integridad y cohesin social. Por
eso debe ser compensada con prcticas homogenizantes. Cfr. Ibid. p. 16.
257
258
Cfr. Ibid, pp. 18-20. Demetrio Velasco, por ejemplo, propone un individualismo tico y un concepto de
ciudadana cosmopolita desde los cuales sera posible reconocer e integrar la diferencia cultural. Ver
Demetrio VELASCO, tica y polticas para una ciudadana universal, Xirimiri de Pastoral 10, Ed. Descle
de Brouwer, Bilbao 2002, pp. 28-29. Tambin este tipo de integracionismo, urgido por el desafo de las
migraciones puede convertirse, en la prctica, en un asimilacionismo incapaz de propiciar las condiciones
para el dilogo entre las culturas.
114
entre los seres humanos que participan en los procesos educativos: econmicos, polticos,
de gnero, de clase social, de edad, etc.259.
Todos estos paradigmas, as como son presentados por Aguado, Salas y Garca, tienen el
lmite de referirse exclusivamente a la educacin escolar, con lo cual se desconoce la
potencialidad de otras experiencias educativas y se sobrevalora aqulla que ha sido
histricamente ms jerarquizante y excluyente. Por otro lado, se circunscriben a la tradicin
que pone a la educacin al servicio de la construccin del Estado-nacin, con todo lo
manipulable que la educacin as entendida puede ser. En efecto, el Estado-nacin, tanto si
es fuerte como si es dbil termina siendo una amenaza para el dilogo de las culturas:
si es fuerte, porque tiende a aniquilar las diferencias con la excusa del fortalecimiento de
una identidad; si es dbil, porque queda sometido al control de las empresas
multinacionales que poseen gran fuerza homogenizante.
Podemos ahora enunciar, de entre los diferentes paradigmas posibles, aqul en el que nos
vamos a detener ms adelante: el intercultural. Y dada la diversidad de prcticas que
pueden estar cobijadas bajo ese nombre, digamos por ahora simplemente que entendemos
la interculturalidad como la perspectiva educativa que sita las demandas de justicia
cultural en el centro de toda reflexin y accin educativa, cuestionando as las visiones
reduccionistas, asimilacionistas, restrictivas y excluyentes de toda prctica educativa
(escolar o no). Es una reflexin sobre el tratamiento educativo de la diversidad cultural
basada en las exigencias actuales del dilogo intercultural.
Aunque es relativamente reciente, el tema de la interculturalidad ya es familiar en el mbito
educativo centroamericano. Prueba de ello son los diversos programas de educacin
superior centroamericanos que lo incluyen260, alguna literatura que comienza a
259
Cfr. Ibid, pp. 20-21. Estas autoras reconocen, adems, que en la prctica- dentro de un modelo que
podemos llamar intercultural encontramos diversidad de planteamientos educativos que van desde versiones
liberales hasta neo-marxistas. Es decir, dentro de experiencias educativas denominadas interculturales,
podemos encontrar tanto prcticas asimilacionistas como prcticas liberadoras. Tambin Stephen Stoer y
Luiza Cartesao advierten, refirindose a la experiencia europea, que no existe un modelo uniforme de
educacin intercultural. Stephen STOER-Luiza CARTESAO, Multiculturalismo y poltica educativa en un
contexto global, en Nicols BURBELES-Carlos TORRES (Coord.), Globalizacin y Educacin. Manual
crtico, Ed. Popular, Madrid 2005, p. 205.
260
Por ejemplo, el programa de Doctorado en Educacin de la Universidad de Costa Rica incluye una ctedra
de educacin intercultural. La Universidad de Nicaragua ofrece un postgrado en Educacin Intercultural,
mientras que la Universidad de las Regiones Autnomas de la Costa Caribe Nicaragense (URACCAN), la
115
116
Hay que decir, adems, que en Latinoamrica existen experiencias muy distintas263 y hasta
contrapuestas de educacin intercultural. Entre ellas no slo hay diferencias: tambin hay
discrepancias. stas se dan fundamentalmente en la forma diversa en que se entienden los
fines de la educacin por parte de los grupos indgenas y por parte de los que dirigen las
polticas educativas de los pases. Esos ltimos difcilmente renuncian al papel histrico
que se le ha asignado a la educacin en general, y a la escuela en particular, en la
construccin de la ciudadana, del Estado y de la nacin, y desde esa perspectiva miran
tambin a la educacin intercultural bilinge264. Los primeros, en cambio, ven en las
experiencias de educacin llamadas interculturales, una posibilidad para el dilogo en
igualdad de condiciones. En ese contexto-conflicto, se cuestiona el carcter del
conocimiento escolar tradicional, y, al hacerlo, el debate se desplaza desde la esfera de lo
didctico-idiomtico hacia lo epistemolgico y poltico.
En Centroamrica, la mayora de experiencias educativas interculturales estn referidas a
contextos culturales de tradicin indgena o afroamericana, o bien a contextos en que estas
tradiciones conviven generalmente de forma conflictiva- con grupos catalogados como
criollos, ladinos o mestizos, es decir, aquellos grupos que han asimilado mayormente
la cultura occidental.
Entre las numerosas experiencias centroamericanas de educacin intercultural podemos
mencionar las siguientes: en Panam265, el Plan de Educacin Intercultural Bilinge; en
263
En unos casos como en Guatemala ha habido prcticas de educacin intercultural bilinge que se limitan
sobre todo a la enseanza y empleo parcial de las lenguas indgenas durante los primeros aos de educacin
bsica; en otros, como en el de Per, la educacin bilinge, si bien oficialmente rige para toda la primaria,
extendindose a un perodo de 6 aos, se restringe en su aplicacin a las escuelas ms alejadas de un centro
poblacional importante. Tambin existen casos, como el de Argentina, en los cuales la educacin intercultural
bilinge puede aplicarse en la educacin secundaria, sin antes necesariamente haberse desarrollado en la
primaria. Cfr. Luis LPEZ, Desde arriba y desde abajo: Visiones contrapuestas de la educacin intercultural
bilinge en Amrica Latina, en http://www.aulaintercultural.org/article.php3?id_article=1311, consultado en
agosto de 2007.
264
Ya en 1994, Csar Picn adverta que muchas experiencias centroamericanas que l llama de educacin
bilinge y bicultural, terminan siendo instrumentos de dominacin cultural de la poblacin indgena que
retardan lo que llama proceso de interculturalizacin sin dominacin ni dependencia. Esas experiencias, sin
embargo, pueden llegar a ser instrumentos de recuperacin lingstica y cultural para el proyecto histrico de
los pueblos indgenas. Csar PICON, Educacin para todos en Amrica Latina. Experiencias y desafos en
Centroamrica, MINEDUC-PNUD-UNESCO, Panam 1994, p. 400.
265
La educacin intercultural bilinge esta contemplada en la reforma a la ley educativa de Panam de 1995,
as como en la Ley Fundamental de la comarca Kuna Yala. En este pas existe, adems, una Direccin
Nacional de Educacin Intercultural Indgena.
117
Tambin en Guatemala existe una Direccin General de Educacin Bilinge Intercultural (DIGEBI).
267
118
escuela y es posible en todos los espacios educativos, es decir, en todos los espacios en los
que es posible la interlocucin. Y precisamente la debilidad de muchos ambientes escolares
consiste en que no son inter-locuaces, pues son espacios de transmisin unidireccional en
los que no todos tienen voz, o en los que la voz de algunos se sobrepone y anula la voz de
otros.
La interculturalidad exige no slo reconocer las posibilidades educativas de los variados
espacios de interrelacin, sino hacer de los espacios educativos escolares o no
plataformas para que todos recuperen la palabra.
Por otro lado, el acento en el bilingismo o multilingismo aparece como una opcin
legtima pero limitada, pues si bien la lengua es una importante herramienta de transmisin
y construccin cultural que condiciona los mismos procesos de produccin de
subjetividad la diversidad cultural puede darse incluso con homogeneidad lingstica
como lo demostr, por ejemplo, la existencia de muchas culturas indgenas
mesoamericanas aun cuando se impuso, antes de la llegada de los europeos, la lengua
nhuatl. Igual fenmeno haba ocurrido en la regin quechua.
El reduccionismo de la educacin intercultural a su componente lingstico excluye a todos
los as llamados mestizos, criollos o ladinos, para quienes las lenguas indgenas no
representan ningn problema en la vida cotidiana. La educacin intercultural bilinge o
bilinge intercultural tendra, entonces, como destinatarios y no siempre como actores y
autores a los indgenas y afroamericanos. Pierden relevancia, por lo tanto, los desafos
educativos vinculados a las diferentes formas de exclusin por razn del gnero, de la
condicin social, de las preferencias sexuales y religiosas, de las diversas expresiones de la
condicin juvenil, de la condicin migrante, la vejez, etc., y que son desafos que ataen a
indgenas y no indgenas. Eso no significa que se reste importancia a la problemtica
lingstica, sino que se debe ampliar la perspectiva intercultural a todos los dems
cultivos, de tal manera que se acojan todas las demandas de justicia cultural de la regin
centroamericana.
Finalmente, los proyectos de educacin intercultural que se desarrollan en la regin
centroamericana se ven limitados porque en ellos sobreabunda la concepcin de la
educacin que ha prevalecido en Occidente. Esto ocurre porque muchos de los proyectos
119
268
Sobre las comunidades de aprendizaje, ver Adolfo LOPEZ, Comunidades de aprendizaje, en Educar hoy,
Revista de la Comunidad Educativa Cristiana, No. 104 (2006), pp. 22-24.
120
La mediacin educativa, como cualquier accin humana, est condicionado por el contexto
y por la situacin269. Toda accin educativa est histricamente situada, pues en ella
confluyen intereses, experiencias, saberes e intervenciones de mujeres y hombres reales en
un tiempo concreto y en un espacio identificable. La educacin est vinculada a la vida, y la
vida acontece en la historia y en contextos concretos. La educacin es fruto del dilogo con
ese contexto y a la vez puede contribuir tanto a conservarlo como a transformarlo. Las
prcticas educativas son construcciones histricas relacionadas con los acontecimientos
econmicos, sociales y polticos en un tiempo y un espacio particulares.
Hoy tenemos que reconocer que el contexto de la educacin est constituido
fundamentalmente por la actual estrategia de globalizacin neoliberal, con sus varios
rostros: por un lado, el rostro de la acumulacin de capital y de las crisis sociales y
ecolgicas que ella provoca; y, por otro lado, el rostro de las resistencias que esa estrategia
genera. Segn Hinkelammert, el huracn de la globalizacin es una estrategia de
acumulacin de capital y un proceso de disponibilidad del globo: el globo se ha hecho
disponible para los ms poderosos. Pero esa estrategia implica tambin la globalizacin de
la amenaza: se trata de una amenaza contra la vida en la tierra, una amenaza ante la cual
tendramos que resistirnos y tendramos que construir una cultura de la responsabilidad y de
la crtica, en la que resistencia y crtica estn al servicio de la responsabilidad270. Siguiendo
a Ral Fornet-Betancourt, podemos decir que pensar y actuar la educacin de forma
alternativa exige aprender a compartir herencias de conocimiento y proyectos de
produccin de saber que se hagan cargo de los desafos histricos que plantea hoy la
globalizacin del neoliberalismo271.
269
En su libro La interculturalidad a prueba (cito aqu la versin en PDF facilitada por el autor) Ral Fornet
Betancourt insiste ms que en otros escritos suyos en el tema de la situacin. Las contextualidades dicecuya validez cognitiva reclamamos, son situacionales, p. 26.
270
Cfr. Franz HINKELAMMERT, El sujeto y la ley. El retorno del sujeto viviente, Ed. EUNA, San Jos
2002, pp. 369-373. Para Hinkelammert el proceso de globalizacin pasa desde hace ms de dos dcadas por
encima de America Latina, del mismo modo que pasa por encima del mundo entero: como un huracn. La
privatizacin de las funciones del Estado, el comercio libre, el desencadenamiento de los movimientos
internacionales de los capitales, la disolucin del Estado social, la entrega de las funciones de planificacin
econmica a las empresas multinacionales, y la entrega de la fuerza de trabajo y de la naturaleza a las fuerzas
del mercado, han arrasado el continente. Franz HINKELAMMERT (coordinador), El huracn de la
globalizacin, Ed. DEI, San Jos 1999, p. 17.
271
121
La estrecha relacin que existe entre educacin y contextos hace que no existan propuestas
educativas vlidas para todos los contextos y todos los tiempos. En efecto, una de las
causas del fracaso de muchas reformas educativas est en la importacin acrtica que ellas
hacen de programas educativos que fueron exitosos en otros contextos y que
frecuentemente se convierten en herramientas de transmisin cultural.
Toda propuesta educativa es respectiva y referencial; es decir, hace referencia y se
construye respecto de un contexto concreto, para transformarlo o para mantenerlo. Esa
respectividad y referencialidad fundamentan el carcter limitado y a la vez original de toda
experiencia educativa, y fundamentan tambin la posibilidad de dilogo inter-pedaggico.
La consideracin del tiempo y el espacio como ingredientes del hecho pedaggico implica
que la educacin debe estar siempre a la altura de los desafos del entorno. Esto exige, en
primer lugar, atencin crtica a ese entorno; en segundo lugar, capacidad de reconocer los
desafos como tales; en tercer lugar, honestidad con esa realidad y sus desafos y,
finalmente, compromiso en la bsqueda de alternativas. No puede ser alternativa una
educacin que oculta o endulza la realidad, ni puede serla una educacin que invita a
debilitar la memoria histrica, con sus vctimas y sus luchas por la defensa de la vida, ni
una educacin que presenta la historia exclusivamente desde la perspectiva de los que
detentan el poder.
Ser honestos con la realidad es hacer de esa realidad un lugar epistmico, un lugar desde el
que podemos aproximarnos a la verdad, conscientes de que la nuestra es una perspectiva
entre otras sobre esa realidad. Nuestro saber es un saber perspectivado. No es la verdad
sino un esfuerzo de aproximacin a ella. El contexto no nos da la verdad, sino insumos para
buscarla. Otras perspectivas, en otros contextos, son tambin vlidas, y si las ponemos en
comn mediante el dilogo, estaremos ms prximos a la verdad. Por eso, imponer una
perspectiva es una accin unilateral, parcial y violenta.
monlogo. Es un concierto a varias voces272 Con esa elocuente metfora, Pietro Braido
ha querido destacar la dimensin dialgica de cualquier mediacin educativa. Sin dilogo
puede haber trans-misin, in-formacin o in-doctrinamiento, pero no educacin.
Freire es quiz el pedagogo latinoamericano que ms claramente expres la centralidad del
dilogo en los procesos educativos. El dilogo est relacionado con la comunicacin, con la
capacidad que todos tienen de pronunciar el mundo, con la toma de conciencia sobre el
propio ser en situacin. Lo opuesto al dilogo es la domesticacin, la extensin,
transferencia, la
273
invasin
Si en el pasado la educacin fue sobre todo un monlogo, siendo portavoz de los intereses
de unos pocos, es desde el dilogo que estar en condiciones de articular las experiencias y
esperanzas concretas de los seres humanos para imaginar y ensayar juntos otros mundos
posibles. El dilogo es el camino para aprender a ser, desde el encuentro con otros,
sujetos crticos, protagonistas de la historia; para aprender a hacer y especialmente para
aprender a hacer prcticas liberadoras; para aprender a aprender y para aprender a
mejor con-vivir.
El dilogo puede ayudar a construir una educacin en la que el cultivo de las diferencias sea
la mejor forma de alcanzar una cultura de la vida en abundancia. Efectivamente, el dilogo
nos da el marco para una praxis cultural y poltica que sabe que las diferencias culturales
son slo una amenaza para el orden hegemnico que pretende nivelar el mundo, pero en
ningn caso una amenaza para la vida. Una educacin fundada en el dilogo ser una
educacin al servicio de un mundo multiverso, construido desde abajo como tejido de
solidaridad entre culturas que se comunican sin perder su raz274.
272
Pietro BRAIDO, El sistema educativo de Don Bosco, Ed. Instituto Teolgico Salesiano, Guatemala 1984,
p. 402.
273
Pablo FREIRE, Extensin o comunicacin? La concientizacin en el medio rural, Ed. Siglo XXI, Mxico
1976, p. 23-28. Ver tambin, de este mismo autor, Concientizacin, Ediciones Bsqueda, Buenos Aires 1974,
especialmente el apartado titulado nueva relacin pedaggica, p. 83-93; La educacin como prctica de la
libertad, ICIRA, Santiago 1969; Pedagoga del oprimido, Ed. Siglo XXI, Mxico 1970; Pedagogia da
Autonomia, Paz e Terra, Sao Paulo 1996; Pedagogia da Tolerncia, Ed. UNESP, Sao Paulo 2005. Ver
tambin, de Carlos TORRES, Educacin y neoliberalismo, ensayos de oposicin, Editorial Popular, Madrid
2006, escrita en el dcimo aniversario de la muerte de Paulo Freire.
274
123
275
124
276
125
orientada al dominio del mundo y basada en la distincin sujeto-objeto del conocimientoha impregnado la educacin escolar desde el siglo XVII, cuando la escuela fue impulsada
en estrecha relacin con el desarrollo del capitalismo y cuando la ciencia fue pensada
fundamentalmente en funcin de la rentabilidad de los procesos de produccin.
La imposicin de esa episteme ha corrido junto a la desvalorizacin e invisibilizacin de la
diversidad de caminos para la construccin de sabiduras ms vinculadas, por ejemplo, a la
experiencia, a la vida comunitaria, a las luchas de liberacin de los pueblos, a las
tradiciones orales y escritas que alimentaron esas luchas y las que se generaron a partir de
ellas, a la bsqueda de la justicia, al conflicto, a la resistencia, al disenso, a la
sobrevivencia, a la religiosidad popular, al arte, etc.
Re-aprender a pensar, en este contexto de violencia epistemolgica, implica la tarea de
corregir las relaciones asimtricas en el encuentro de las culturas del saber, para lo cual
tendramos que generar, desde la educacin, procesos orientada a la descolonizacin de los
procesos de intercambio cognitivo. Para Fornet-Betancourt, ese sera un paso necesario
para que el encuentro de las culturas del saber sea un proceso de interaccin cognitiva
simtrica; y para que sea tambin un camino prometedor para resolver el problema de la
violencia epistemolgica que hoy nos desafa. Segn l, la pluralidad epistemolgica nos
exigira preguntarnos por el carcter que debe tener el saber que debemos saber, si es que
queremos saber para ser y convivir, esto es, para saber ser de una manera que detenga la
catstrofe antropolgica y ecolgica que nos amenaza. As estaramos superando el
divorcio entre tica y episteme. Fornet Betancourt considera que las preguntas claves al
respecto son: Dnde, qu y con quines podemos aprender lo que deberamos saber hoy
para que, hoy y maana, sepamos andar mejor por el mundo y el mundo pueda andar
mejor278.
278
126
y polticos son concrecin del ntropos y del cosmos hacia los cuales
Esos fines econmicos y polticos de la educacin corresponden a la distincin que Jacques Therrien hace
entre racionalidad objetiva y racionalidad subjetiva de la educacin. La racionalidad objetiva, llamada
cientfica, ata al aprendiz a elementos externos a s mismo, mientras que la racionalidad subjetiva lo condena
a recurrir a sus recursos personales en la conquista de un lugar en la sociedad. Ver Jacques THERRIEN,
Saberes da racionalidade pedaggica na sociedade contempornea, en Educativa (2006) Vol. 9, N 1, p. 70.
Una dualidad semejante podemos reconocer en la doble etimologa latina que se le atribuye a la palabra
educacin. Pareciera que una de las races acenta la finalidad econmica y la otra acenta la finalidad
poltica. As se puede deducir, por ejemplo, de la explicacin de Gerardo Cordero: el infinitivo educere se
refiere a las potencialidades especficas de la especie humana, a saber, la voluntad, la sensibilidad, la
inteligencia, presentes virtualmente en cada persona desde su concepcin; mientras que la accin propia de
educare es la de facilitar las condiciones ambientales, sociales y culturales bsicas para que estas
virtualidades subjetivas puedan iniciar y expandir sus potenciacin. Gerardo CORDERO, Educacin y
humanismo, en Praxis 59 (2007), p. 39. Tambin en este ltimo autor hay un sometimiento del educare al
educere, es decir, de lo poltico a lo econmico.
127
280
281
128
Conclusin
Una educacin alternativa consciente de su contextualizad, dialgica, al servicio de la vida
y orientada a superar la violencia epistemolgica y repensada en sus fines- puede generar
las condiciones para la irrupcin de otros mundos posibles. Por eso es alternativa.
Y prefiero aqu la palabra irrupcin a inclusin debido al sesgo de paternalismo y
dependencia que puede estar oculto en esta ltima. La inclusin, en efecto, es una
condicin que depende de quien puede incluir. Quien ha excluido puede, si quiere, tambin
incluir. Los excluidos debern esperar para ser incluidos. Y la inclusin ser fruto de una
decisin que no ser de los excluidos, sino de otros: de quienes tienen en sus manos el
incluir y el excluir. Y si los excluidos llegan a ser incluidos, ser porque posiblemente esa
285
Pablo FREIRE, Poltica y educacin, Ed. Siglo XXI, Mxico 1996, p, 74.
286
129
288
Ibid, p. 65.
289
130
centroamericana, es una educacin que provoca irrupcin, en cuanto invita a ser sujetos y
protagonistas de la historia, junto a otros protagonistas. Y lo hace, entre otras cosas,
ayudando a esos sujetos reales a tomar conciencia del contexto en que viven y en que se
educan juntos; haciendo del dilogo un camino para re-aprender a leer y a pensar;
ponindose al servicio de la vida y ayudando a superar la violencia epistemolgica, es
decir, dando espacio a diversidad de formas de saber.
131
Conclusin
A lo lago de estas pginas nos hemos encontrado reiteradamente con la idea de que la
educacin es ajustable. Esta ajustabilidad habla de su flexibilidad como mediacininstrumento. Hemos sealado tambin que la educacin, como mediacin, es posible
gracias a la educabilidad del ser humano, el cual se va configurando y siendo
configurado- en su interactuar con otros seres humanos. A partir de esa educabilidad del
ser humano y de esa ajustabilidad de la educacin, he intentado en este trabajo esbozar una
propuesta de nuevo ajuste. Se trata esta vez de un ajuste a las exigencias del dilogo de las
culturas y a las demandas de vida en el contexto centroamericano. Para construir este
esbozo, hemos realizado un breve recorrido a travs de algunas etapas de la historia de la
educacin, especialmente la educacin escolar, el cual nos ha revelado cmo la escuela y
otras instancias educativas han sido instrumento eficaz para el control social, la
homogenizacin y la conformacin de una subjetividad que corresponde a los intereses de
los grupos dominantes de las distintas sociedades.
Esta subordinacin de la educacin es comn a todas las culturas, pues las sociedades han
debido crear estructuras que aseguren la asimilacin, por parte de las nuevas generaciones,
de estilos de vida y de formas de acceso al saber que ayuden a conservar y ampliar las
referencias culturales, a ubicarse en la sociedad de acuerdo a una estratificacin ya
establecida (objetivos polticos) y a adquirir herramientas para la produccin material
(objetivos econmicos). De esa manera, la escuela ha sido un espacio de asimilacin de la
cultura en la que se han entremezclado estrechamente vinculados- intereses polticos y
econmicos. Sin embargo en Occidente, esa utilizacin de la educacin ha tenido algunas
peculiaridades.
En primer lugar, la educacin, como herramienta de control social, ha sustituido desde la
modernidad- el anterior rgimen punitivo que visibilizaba al mximo el poder por la
interiorizacin de un tipo de relaciones de poder que minimiza la demostracin de la fuerza
externa; esta tarea ha hecho de la educacin una mediacin homogenizante, reproductora y
transmisora, capaz de hacer que los individuos se autodisciplinen, se autocontrolen y se
adapten a los diversos modelos de produccin. Al servicio de la formacin de ese sujeto
sumiso, autodisciplinado, creativo, autnomo y adaptable, han sido puestos muchos
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Segn Juan Ramn Capella, asistimos a un proceso de McDonalizacin de la educacin, que degrada la
superacin de los individuos en la misma medida que la comida rpida tiene riesgos para los hbitos
alimenticios. Pero este aspecto no es quiz el ms importante. Ms que todo, la escuela segrega. El mercado
escolar tambin. Ver Juan Ramn CAPELLA, Globalizacin: una ciudadana evanescente, en Nicols
BURBELES-Carlos TORRES (Coord.), Globalizacin y Educacin. Manual crtico, Ed. Popular, Madrid
2005, p. 189.
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Ibid., p. 27.
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asimilacin de unas culturas por parte de otras; puede generar procesos de inculturacin del
ncleo duro de una cultura en otras; o bien puede ser puesta al servicio del tejido
polifnico de las culturas. Para que esto ltimo suceda, la educacin, sobre todo la escolar,
debe ir ms all del generalizado discurso de atencin a la diversidad, para reconocer que
slo desde la polifona, desde el reconocimiento del rostro diverso, desde la valoracin y
celebracin de experiencias que no son las nuestras, es posible el saber. La educacin slo
ser ex-ducere, es decir, posibilidad para que los seres humanos externen su humanidad, si
ella misma es un concierto a muchas voces, si ella misma es polifona; si en ella somos
todos diversos y si en ella esa diversidad no es nunca interpretada como amenaza, sino
como posibilidad. Finalmente, la educacin debe ser una polifona, pero la partitura no debe
ser la de los grupos dominantes, sino la del contexto y la del sitio que deben ser ledos,
interpretados y convertidos en fuente del saber.
Para finalizar, quiero sealar algunos campos de investigacin relacionados con este trabajo
y que quedan abiertos como una especie de programa de trabajo para el futuro. Algunos de
ellos ya estn siendo objeto de estudio por parte de Ral Fornet Betancourt y de otras
personas interesadas en el abordaje intercultural de los desafos educativos de nuestro
tiempo.
Ante todo queda como tarea pendiente explorar las posibilidades educativas de algunas
categoras vinculadas al proyecto de transformacin intercultural de la filosofa y de las
cuales apenas hice mencin en este trabajo: por ejemplo, nuevo contrato cultural,
equilibrio epistemolgico, recuperacin de las temporalidades contextuales entre otros.
En segundo lugar, creo necesario que las educadoras y los educadores y centroamericanos
nos dispongamos al dilogo con las distintas formas de comprender y actuar el saber
pedaggico, y no slo con el modo occidental, marcado por su vinculacin a la escuela, a la
academia y a lo que aqu hemos denominado con Ral Fornet Betancourt- constelacin
epistemolgica dominante. Particularmente urgente resulta hoy el dilogo con las
tradiciones y experiencias educativas de las culturas indgenas y afrocentroamericanas, as
como de las culturas campesinas y urbanas y de las emergentes culturas juveniles.
En tercer lugar, me parece que, desde una perspectiva intercultural, es importante interrogar
a las propuestas pedaggicas de autores latinoamericanos como Hugo Assmann, Ruben
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Alves y Jung Moo Sung, especialmente aquellas relacionadas con educacin y ternura,
educacin y placer, sociedades aprendientes.
Un cuarto campo de investigacin abierto est relacionado con la verificacin de las
posibilidades interculturales de los actuales instrumentos y prcticas educativas, expresadas
en los planes educativos, curriculares y didcticos, los cuales debieran ser interrogados
acerca de su capacidad para dar respuestas a las demandas de justicia cultural de los
distintos contextos en que son ejecutados.
Por ltimo, y sin pretender agotar la posibilidad de campos abiertos de investigacin, hoy
es urgente una aproximacin crtica a la pretensin de comprender la escuela a partir de su
ajuste a la denominada sociedad del conocimiento, sociedad de la informacin o
sociedad del aprendizaje, categoras todas frecuentemente utilizadas para describir el tipo
de produccin de la riqueza correspondiente a la sociedad postindustrial.
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