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REFLEXIONES INTERDISCIPLINARIAS
SOBRE VIOLENCIA FALOCNTRICA
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Este libro germin de la necesidad de examinar desde el pensamiento complejo la violencia falocntrica en diferentes mbitos de la sociedad actual,
para ello las feministas que colaboramos en l discutimos algunos puntos
bsicos complejos para indagar sobre esta problemtica social en la que la
historia humana invariablemente ha estado inmersa. Desde nuestras profesiones de origen combinamos vivencias y reas disciplinarias, transitamos
el camino con la conviccin de la importancia de abordar la problemtica
desde los estudios interdisciplinarios2 y la mirada tica feminista.
Arqueologa del pensamiento sobre la violencia
La pretensin de este apartado es definir los conceptos que sobre la violencia
se han acuado desde las diversas disciplinas que integran las llamadas ciencias del hombre y la naturaleza, ms bien me gustara plantear algunos puntos para la reflexin de la violencia contra las mujeres y de gnero, inscritos
en corrientes de pensamiento ms amplias y la adscripcin a dichas corrientes, y algunas de las consecuencias conceptuales y polticas derivadas de stas.
Si consideramos las explicaciones de la violencia como producto de corrientes epistemolgicas surgidas en los ltimos tiempos podemos identifi1
Es profesora-investigadora de la Universidad Autnoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, en los posgrados de la Divisin de Ciencias Sociales y Humanidades, y en la Especializacin y Maestra en Estudios de la Mujer, ghuacuz@yahoo.com y ghuacuz@correo.xoc.uam.mx.
2 La palabra interdisciplinario floreci por primera vez en 1937 en un escrito del socilogo Louis Wiritz. Antes la academia de Ciencias de Estados Unidos haba empleado la expresin cruce de disciplinas, y el Instituto de Relaciones Humanas de la Universidad de Yale haba pugnado por una demolicin de fronteras disciplinarias. (Gonzlez Casanova, 2004: 27).
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car tres que han marcado las acciones en torno al tema: la violencia repudiada, violencia liberadora y violencia ineluctable.
La primera concepcin tuvo su origen en la filosofa de los pensadores
contractualistas, liberales o conservadores, se caracteriza por el temor al
desorden y surge como respuesta a suplantar la naturaleza hostil en la que
se mueve el hombre [] est en el origen del pacto social entre los hombres, que buscan estabilizar y pacificar sus relaciones, volviendo imposible
toda expresin belicosa. (Crettiez, 2009: 25).
As, se sostiene que el fundamento de la sociedad debe ser el rechazo
intelectual y prctico a la violencia naturalmente destructora (cuyas causas
seran rivalidad, desconfianza, bsqueda de lucro y gloria) que es un obstculo para el progreso y la armona. Aqu, el Estado emerge como garante de
la armona entre los ciudadanos mediante el ejercicio de la violencia consensuada a travs del pacto social. De este modo, Kant afirm que la violencia
se opone a la razn democrtica (citado en Crettiez, 2009: 28) y es rechazada porque sus excesos alteran el orden tradicional de las cosas basado en el
respeto por la trascendencia y la sumisin a la historia; en suma, sus seguidores y seguidoras refutan un mundo basado en la violencia y el caos para dar
paso a la construccin del orden de la sociedad futura. En esta concepcin,
de cuerdo con Xavier Crettiez, El Estado, el mercado y la tradicin son
medios para encausar la violencia y hacer posible el vivir-juntos. (2009: 28).
En trminos de accin poltica, podemos identificar aqu ciertos rasgos
conservadores ligados al Estado liberal e incluso a los poderes fcticos, as
como a ciertos discursos de las organizaciones y conferencias internacionales plasmados en Tratados que stas han propiciado. Tambin advertimos
la gran mayora de posturas en contra de la violencia hacia las mujeres o de
gnero; el eslogan una vida libre de violencia para las mujeres ejemplifica
bien este discurso ambiguo en el que el Estado es garante inmaculado de
los derechos que hace valer (generalmente contra sujetos particulares, hombres) a travs de la violencia que ejerce una ciudadana inmersa en relaciones
de poder y conflictos que obstaculizan la posibilidad real de cumplimiento
de la abstraccin de los mandatos o la ley paterna del Estado. No obstante, como hemos sealado: Al hablar de violencia contra las mujeres en el
sigloxxi y, ante el contexto de violencia aparentemente incontrolable que
experimentan pases como Mxico, tendramos que preguntarnos sobre los
significados que tiene en el imaginario social la idea de un Estado protector
para garantizar el orden; una sociedad que paradjicamente delega en el Estado el poder de regular sus actitudes violentas, mientras el Estado recrea la
violencia al perpetuar y profundizar las diferencias sociales y al incapacitarse
para garantizar justicia a la poblacin. (Saucedo y Huacuz, 2010: 2).
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la comprensin del fenmeno. En la parte I de este libro, tres artculos analizan conceptualmente la violencia de gnero; tomando en considerando
algunas de estas propuestas analticas, en las partes sucesivas se exploran
desde el anlisis emprico los contenidos de dichos supuestos.
La complejidad para reflexionar el concepto de violencia
En el horizonte anterior, este libro pretende explorar cmo la teora de la
complejidad proporciona conceptos para analizar la violencia de gnero y
falocntrica.3 Como muestra, en lo que sigue, de algunas colaboraciones del
presente texto retomamos sus elementos epistmicos.
En coincidencia con Rolando Garca comienzo con una breve explicacin de algunos elementos que sustentan el mtodo de la complejidad en las
ciencias sociales: [] en el mundo real, las situaciones y los procesos no se
presentan de manera que puedan ser clasificados con alguna disciplina en
particular. Desde aqu podemos hablar de una realidad compleja. Un sistema
complejo es una representacin de un recorte de esa realidad, conceptualizado como
una totalidad organizada (de ah la denominacin de sistema), en la cual los
elementos no son separables y, por tanto, no pueden ser estudiados aisladamente.
(2006: 21). Sin embargo, qu es la complejidad y cul su trascendencia para
aplicarla a la comprensin del fenmeno de la violencia? De acuerdo con
Carlos Reynoso, la teora de la complejidad [] ha sido descrita como la
tendencia cientfica dominante surgida en la dcada de 1990, un aporte capaz de explicar cualquier sistema complejo en fusin de unas pocas reglas, o
de acometer los problemas inabordables de la ciencia social []. (2006: 11).
Es de esperarse que una propuesta epistemolgica en construccin tuviera elementos de confrontacin y aceptacin, el de la complejidad al igual
que otros mtodos retomados por las denominadas ciencias sociales ha
sido producto de rupturas epistemolgicas y concepciones ligadas al surgimiento de nuevos paradigmas. (Morin, 1990).
Los estudios de la complejidad se sustentan en la premisa del cuestionamiento a la ciencia occidental que est fundada bajo los parmetros de la
objetividad del observador, la finitud de los paradigmas cientficos,4 el saber
3 En
un trabajo anterior comenc a analizar con ms detalle los lmites y los aportes de la
teora de la complejidad al anlisis de la violencia de gnero, especialmente de la violencia
domstica y sexual en una comunidad rural. (Huacuz: 2009).
4 En 1930 la Escuela de Frncfort tambin enfatizaba el anlisis crtico de la teora, oponindose al concepto de razn ilustrada y a la idea de progreso originada en el siglo xviii.
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Analizar la violencia falocntrica como sistema complejo implica estudiar un trozo de la realidad que incluye aspectos fsicos, biolgicos,
registros del cuerpo, sociales, econmicos y polticos (n este libro podemos encontrar discursos que nos proporcionan un holograma de elementos para la comprensin del fenmeno).
En el estudio de la violencia falocntrica no solo es necesario explicar
los procesos que tienen lugar dentro del sistema sino tambin la resultante de sus interrelaciones.
En este momento de tensin entre las diversas propuestas explicativas
para comprender la violencia de gnero (biologisistas, constructivistas, psicologistas, funcionalistas), me adhiero al pensamiento de Olga Aris y Rafael Mrida cuando sealan que [] partir de modelos explicativos complejos para comprender las situaciones de violencia contra las mujeres nos
permite trascender las situaciones particulares de violencia para adentrarnos en el anlisis de los contextos socioculturales que la hacen posible visualizando los diferentes tipos de violencia que se ejercen en nuestro entorno y
analizando el discurso que permite que se reproduzca y perpete, desde el
cuestionamiento de los roles de gnero []. (2010: 26-27).
Desde el marco conceptual propuesto por los estudios de la complejidad,
algunas de las autoras de este libro nos proponemos alejarnos de las visiones
simples de la realidad que han afirmado que la violencia contra las mujeres
y de gnero puede ser erradicada, versus la legislacin actual en Mxico. No
sern perversas las consecuencias de seguir afirmando la posibilidad de erradicar la violencia contra las mujeres cuando la materialidad de la estructura
social lo impide? Algunas intervenciones en torno a la violencia contra las
mujeres no sern un paliativo ms para fortalecer las instituciones que conforman Estados represores y eminentemente patriarcales? El cuestionamiento
al terrorismo de Estado est presente en los artculos de la parte II de este
libro, en los cuales se analiza de manera crtica los feminicidios en Mxico.
El ttulo del volumen, La bifurcacin del caos: Reflexiones interdisciplinarias
sobre violencia falocntrica, integra algunos conceptos que exigen una aclaracin mnima. En principio, la bifurcacin es utilizada como una metfora
adquirida desde las ciencias denominadas duras y utilizada por las y los
tericos de la complejidad en las ciencias sociales, aqu es una invitacin a
repensar la ramificacin actual de la violencia falocntrica.
Respecto del concepto mismo, Ervin Laszlo ha descrito cmo las bifurcaciones se desencadenan cuando los sistemas complejos estn sobretensionados, empujados ms all de su umbral de estabilidad, hasta ese momento el
comportamiento de los sistemas es relativamente ordenado, hay oscilacin pe-
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ridica, es decir, movimiento alrededor o hacia determinado estado, o estabilidad en uno u otro estado. Pero ms all del punto crtico el orden se rompe y el
sistema cae en caos. Su comportamiento ya no es predecible, aunque tampoco es enteramente azaroso. En la mayora de los clases de sistemas complejos el
caos da paso a una nueva variedad de orden, aunque la relacin entre orden
precrisis y poscrisis no es simple en modo alguno. La evolucin de los sistemas
complejos es sobre todo no lineal, est llena de saltos y sorpresas. (1993: 43-44).
Este mismo autor apunta que, los humanos, estructuras y productos sociales que hemos diseado para mantener la comunicacin somos complejos,
con comportamientos que derivan de la lgica del caos por ello afirmo que
es impensable una vida libre de violencia para cualquier persona; esta
propuesta aplicada a las ciencias humanas sugiere que la violencia estructural, y en consecuencia la violencia falocntrica, constituye una constante
oscilatoria con posibilidades mnimas de pronosticar sus efectos maximales
en el sistema; lo que significa reconocerla como una forma histrica de relaciones sociales de caos entre las personas, que probablemente permanecer
a lo largo de la historia humana con pocas probabilidades de prediccin fiel.
En esta reflexin retomo las concepciones mencionadas en el apartado
anterior para situarme en los intersticios de la teora y las diferentes realidades impredecibles del sujeto. Los seres humanos, las instituciones sociales
y las agrupaciones poltico-espaciales ligadas al territorio, constituyen sistemas hipercomplejos que, por su evolucin en el tiempo tienden a producir
(tarde o temprano) estadios de caos y bifurcacin; prever y dirigir las bifurcaciones significa pensar los sistemas sociales en su complejidad, en movimiento y sometidos a mltiples cambios de fase. Quienes colaboramos en
este libro nos proponemos analizar cules seran algunos mecanismos para
prever y dirigir la violencia falocntrica en contextos especficos.
Consideraciones sobre el concepto de violencia falocntrica
Es imprescindible aclarar la ltima frase del ttulo de este libro que, la cual
es sin duda su hilo conductor: violencia falocntrica.
El feminismo contemporneo puso en la discusin pblica la problemtica de la violencia contra las mujeres y ms tarde la reflexin sobre sta desde la perspectiva de gnero en la misma se incluyeron conceptos como:
violencia basada en gnero, violencia por razn de sexo, violencia generizada o violencia machista. La historiografa nos muestra que al hacerlo,
en la prctica del activismo se abrieron contradicciones, encuentros y desencuentros entre mujeres, concepciones de metodologas de intervencin,
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Las conferencias internacionales a las que se hace referencia pueden ser consultadas
en la pgina electrnica: http://www.cinu.org.mx/temas/mujer/confmujer.htm
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esta autora el sujeto del feminismo es entendido como una concepcin del sujeto
(femenino) distinto no slo de la Mujer con mayscula, la representacin de una esencia intrnseca de todas las mujeres (que ha sido vista como naturaleza, madre, misterio, Encarnacin
del mal, Objeto de Deseo y de Conocimiento [masculino]. Eterno femenino, etc.) sino incluso
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distinto de las mujeres esos seres histricos, reales, y sujetos sociales que son definidos por la
tecnologa del gnero y que se generan efectivamente en las relaciones sociales. (1996: 43-44).
8 Considero pertinente incluir esta discusin pues en la prctica profesional acadmica
he constatado de manera reiterada que algunos/as alumnas/os e investigadores/as toman
como referencia las definiciones adoptadas por las leyes para aplicarlas en sus trabajos sin
un previo cuestionamiento a las mismas.
9 Sobre el concepto de estructura manejado por Izquierdo, la autora seala: Entendemos por estructura una matriz de relaciones entre posiciones, psquicas o sociales, que
crea relaciones de necesidad entre las mismas, y slo es viable en la medida en que sean
ocupadas por distintos sujetos. La posicin social hombre es viable por la existencia de la
posicin mujer, y ambas posiciones quedan definidas por la divisin sexual del trabajo. De
modo equivalente, la posicin psquica masculina es viable y se sostiene por la existencia de
la posicin psquica femenina. (Cfr. artculo de Izquierdo en este libro).
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un gnero que modula nuestro cuerpo sexuado y que afecta tambin (en distintas formas y niveles) a todas las personas que pretenden organizar sus vidas
en los mrgenes de una cultura sexual hegemnica. (Aris y Mrida, 2010).
Con base en lo anterior, una definicin ms compleja de violencia de
gnero esa apuntada por Olga Aris y Rafael Mrida:
[] es la que nace, se ejerce y se fundamenta en unas relaciones de dominacin, que constituye la violencia que ejercen los hombres contra las mujeres
(y algunos hombres) en el marco de unas relaciones (estructurales) de dominacin de gnero asimtricas y de poder, cuyos actos se efectan mediante el
ejercicio del poder, la fuerza o la coaccin, ya sea fsica, psquica, sexual o econmica, encaminadas a establecer o perpetuar relaciones de desigualdad (con
base en la divisin del trabajo y la heterosexualidad obligatoria). Una violencia
que se desencadena con innumerables formas y que percibimos bajo distintas
manifestaciones: violencia domstica o de pareja, abusos sexuales, acoso laboral, violaciones, prostitucin forzada [] (2010: 21).
En la deconstruccin derridiana del logocentrismo occidental que inscribe su apertura hacia lo Otro a partir de la tematizacin de la diferencia
para significar aquello que no es idntico, que es otro, no existe pues un
significado nico, originario o fundante, sino un texto plural, una diseminacin generadora de diferencias y significados. Deconstruir el logocentrismo es acabar con el privilegio de la conciencia para proponer una nueva
ciencia real originadora de los significados, que marca la clausura del tiempo en la metafsica. (Rodrguez, 2003: 46).
Con el feminismo francs (Irigaray, Cixous, Fouque, Kristeva, entre
otras) se retom la discusin de la problemtica sobre la diferencia desde el
marco de lo simblico, en la afirmacin de que la mujer carece de verdad, de
copia, de imagen, de genealoga y se ve abocada a una teora resuelta estrictamente por categoras flicas(59), en relacin con el escaso reconocimiento
de las mujeres en el pensamiento occidental cuyas consecuencias son la existencia de una sociedad basada en la violacin sistemtica de sus derechos y
en la violencia real y simblica sobre sus cuerpos y sus deseos.
En relacin con la construccin de la sexualidad de las mujeres y de la heterosexualidad originaria, las feministas francesas sealaban que los discursos
erticos falocntricos tenan por objeto confiscar el cuerpo de las mujeres, por
lo que es necesario deconstruir los arquetipos tradicionales de la sexualidad.
Para autoras como Rosa Mara Rodrguez: Falocentrismo quiere decir que el
falo es el centro de la sexualidad; que toda la sexualidad se orienta y gira en
torno al falo el cual es el objeto de todas las pulsiones, de todo el deseo, capaz
de atraer y absorber el conjunto de la energa ertica de la mujer. (2010: 5).
En sntesis, el falocentrismo estructura nuestra psique y en torno l es
construido el orden sexual, una imposicin que no puede sino alimentar la
relacin de poder y sumisin entre dos sexos, parte del poder y la prepotencia adscrita al sexo masculino, un sexo que se afirma negando el otro y
un deseo que niega otros deseos.
De lo anterior se desprende que la violencia falocntrica es aquella interiorizada en la autorrepresin de nuestros cuerpos, del deseo de la mujer y
en la sumisin falocntrica de sobrevaloracin del cuerpo masculino, que
constituye los mecanismos mediante los cuales se mantiene el orden simblico patriarcal.
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trato, Mara de Jess Izquierdo analiza las condiciones estructurales que facilitan la violencia de gnero y cuestiona la falta de claridad conceptual entre
violencia y agresin. En el segundo, Expedicin por la vio/loga de la bio/
lencia y otros avatares, Martha Rebeca Herrera y Patricia Molinar se acercan
a la violencia relacionndola con la comprensin del fenmeno humano en
su diversidad y complejidad bio-psico-emo-sociocultural, a travs del devenir
histrico como especie, como un reto antropolgico. Este bloque se cierra con
un debate sobre las circunstancias culturales de la violencia sexual a partir
de las prcticas corporales como parte de las razones de su permanencia en
la sociedad mexicana del siglo xxi con El cuerpo y sus circunstancias. Una
mirada cultural de la violencia sexual, escrito por Elsa Muiz.
En estas lecturas podemos reflexionar en la plasticidad de los conceptos
a travs de disciplinas como la sociologa, el psicoanlisis, la biologa, la
antropologa del comportamiento y la historiografa; incluso nos percataremos de que algunos de los presupuestos de estos artculos pueden no coincidir entre s, sin embargo, los incluimos sin ningn pudor como principio
de la complejidad de los discursos, complementarios o aun confrontados.
En la parte II, El terrorismo del Estado y la violencia falocntrica letal,
las autoras y el autor participantes discuten una de las problemticas ms
dolorosas en la historia del Mxico contemporneo, de relevancia poltica
nacional e internacional, y cuyas consecuencias conllevan la desarticulacin
moral que la violencia letal genera: el feminicidio.12
Recordemos que El terrorismo de Estado es una accin de extrema violencia que utilizan ciertos grupos gobernantes, en algunos momentos histricos, para enfrentar lo que consideran peligros sociales o, en su caso, peligros
para la estabilidad del Estado. (Manero y Villamil, 2003: 121). Este tipo de
violencia se oculta bajo el trmino de democracia y desde la visin marxista
diramos que El Estado no es otra cosa que el instrumento de dominacin
de la clase burguesa en el poder que usa su aparato represivo (polica, ejrcito, justicia) para proteger sus posesiones econmicas y mantener alejado
de la vida democrtica real al proletariado explotado. (Crettiez, 2009: 70).
Como lo muestra esta parte, los feminicidios son un reflejo de la ausencia de Estado o de un Estado fallido, lo que impide el acceso a la justicia
12 Para
definir el feminicidio se parte de sus races etimolgicas. Las dos races latinas de
la palabra son fmina: mujer y caedo, caesum: matar. Feminicidio significa entonces la muerte
del ser femenino o con caractersticas de mujer, sea o no una mujer y es es una expresin
extrema de la fuerza patriarcal; es una forma de manifestar la poltica sexual, la institucionalidad, la representacin y el ritual del dominio masculino. Todo lo mencionado constituye una forma de terror que mantiene el poder del orden patriarcal. (Monrrez, 2009: 34).
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para aquellas personas cuyas vidas precarias las imposibilita para ejercer
ciudadana en el marco actual de un conflicto blico que tuvo inicio el aparecer de cuerpos de mujeres mutiladas y asesinadas, cuerpos dolientes que
constituyen cuerpos de desperdicio frente a un Estado que sistemticamente viola las garantas individuales de la poblacin.
Como lo muestran los estudios realizados por los especialistas, el nuevo
contexto estructural mexicano promueve la violencia sobre todo contra mujeres y hombres jvenes en situacin de pobreza y vulnerabilidad social (migrantes, pertenecientes a pueblos indgenas, indigentes, trabajadoras sexuales y de la maquila); la peticin por parte de familiares y de la sociedad civil
del esclarecimiento de estos asesinatos, de manera sistemtica, evidencia la
negligencia y la corrupcin del sistema de procuracin de justicia. Como
anotan sus reflexiones, uno de los retos del feminismo actual es la denuncia
de cmo los problemas estructurales y la cultura promueven los feminicidios en estructuras autoritarias y patriarcales, resultado de la corrupcin, el
encubrimiento y la impunidad.
La problemtica entra aqu en un punto de caos cuando se muestra la
realidad en Ciudad Jurez, Chihuahua, los cuatro ensayos nos platean el
problema desde visiones complementarias. En el primero, Julia Estela Monrrez Fragoso El continuo de la lucha del feminismo contra la violencia,
o morir en un espacio globalizado transfronterizo: Teora y prctica del
movimiento anti-feminicida en Ciudad Jurez, reflexiona sobre la lucha feminista anti-feminicida que se dio en Ciudad Jurez en los noventa y que
este ao tiene entre sus vctimas principales a las madres, hermanas y hermanos de las mujeres asesinadas (familia Reyes Salazar), para continuar
con el anlisis hemerogrfico y sociodemogrfico de los homicidas de mujeres en la misma ciudad en los aos 2005-2009; le sigue de Luca Melgar,
Tolerancia ante la violencia, feminicidio e impunidad: algunas reflexiones, que plantea que el feminicidio en Ciudad Jurez y la poltica estatal
frente a l constituyen un antecedente primordial de la violencia extrema
actual de efectos corrosivos para la vida poltica nacional. Continua con el
de Salvador Cruz Sierra, Terrorismo flico y violencia masculina: ejercicios de poder-placer en el feminicidio en Ciudad Jurez, que pretende dar
cuenta de la subjetividad masculina ms daina que ejerce el control y el
poder en el imbricado par sexo-violencia en el llamado feminicidio sexual
sistmico. Para finalizar con una reflexin crtica sobre el tramposo discurso legislativo, reproductor de discriminacin de gnero y violencia, el de
Luca Nuez Rebolledo, Contribucin a la crtica del feminismo punitivo,
seala como algunas feministas ven en el derecho penal una solucin al
conflicto de gnero, sin tomar en cuenta que este instrumento punitivo es
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el mayor discriminador social: Es la violencia de la ley antes de la instauracin de la misma ley. (Martnez).
El conjunto de ensayos que comprende la parte III, Las instituciones
como tecnologas de gnero re-productoras de violencia falocntrica, se
sugiere como continuacin del anterior y en l se sita el anlisis institucional de la violencia contra mujeres confinadas en espacios panpticos.
El encierro es el eje de los tres textos. Iniciamos la reflexin de la violencia
falocntrica desde la crcel con las voces de un grupo de mujeres que se
hacen presentes mediante un texto, Mujeres presas a quin estamos encerrando?, en cual se analiza la historia de vida de menores infractoras y
mujeres adultas que alzan su voz para denunciar situaciones familiares y sociales ligadas a su actual reclusin, escrito por Paloma Escalante Gonzalbo,
que nos lleva a la historia de las mujeres en prisin en Mxico y sus vivencias
de violencia de gnero antes y despus de su encierro.
En el segundo ensayo, La violencia como mandato y disciplinador social. Una mirada a la violencia contra las alumnas en la Universidad Autnoma Chapingo, Alma Rosa Mora Pizano hace una reflexin de cmo la
violencia ha encontrado en la neutralidad de la escuela su legitimacin
como disciplinador social y la fuerza de la cotidianidad y de la norma para
convertirse en los pilares de la institucionalizacin de este mandato.
Concluye este bloque con Memoria, erotismo y tortura en Cambio de
Armas, de Luisa Valenzuela, de Bisher Bernal, que desde la literatura
hace un anlisis de la forma en que la escritora argentina aborda la memoria, la tortura y el erotismo con peculiares rasgos perversos y narra una
de las situaciones que pudieron existir bajo la ltima dictadura militar en
Argentina (1976-1983). Este texto es el preludio de la ltima parte, pues
remite a los intersticios entre la perversidad de las instituciones del Estado y
la vileza de sus agentes (sujetos).
La parte IV, Amor y violencia falocntrica: reflexiones centradas en el
anlisis de la violencia domstica y de pareja, inicia con dos ensayos que plantean la importancia de incluir las visiones de las otras, las mujeres que en la
periferia de los discursos incluso los feministas nos interpelan en los metarrelatos sobre la violencia falocntrica en el espacio domstico y comunitario.
Los dos primeros, Los aportes de las mujeres indgenas y de las investigaciones etnogrficas a la discusin sobre violencia domstica, de Mariana
Gonzlez Focke y Mecanismos de control comunitario y acceso a la justicia:
las mujeres que denuncian violencia conyugal, de Laura Saavedra, incluyen
la discusin intercultural para el estudio de la situacin de las mujeres de
pueblos originarios en Mxico. El primero, a partir de la revisin de algunos
trabajos de investigacin etnogrfica realizados en comunidades indgenas
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Parte I
INCERTIDUMBRES CONCEPTUALES
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Si aceptamos los planteamientos de Freud en El malestar en la cultura, convendremos que los seres humanos tenemos una disposicin agresiva, que el
sufrimiento de nuestros semejantes puede ser algo deseado, y que estamos
tentados de explotar el trabajo de los dems y utilizarlos sexualmente. Por
lo tanto, la agresividad no se activa nicamente para defenderse de ataques.
Los seres humanos no slo son capaces de dar la vida por los dems sino
tambin de quitrsela, no slo se conmueven ante el sufrimiento de sus semejantes, sino que son capaces de desconsiderar el sufrimiento ajeno, ms
an, de infringirlo por el puro placer de ver a alguien asustado, humillado, en definitiva subordinado, o porque ante la satisfaccin de los intereses
propios, se desconsideran los daos que puede comportar satisfacerlos. La
agresividad no es un rasgo que se pueda erradicar porque es constitutivo
de los seres humanos, cabe, sin embargo, canalizarla hacia actividades que
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no sean dainas o que contribuyan a hacer del mundo un lugar ms habitable. Nadie escapa a ese impulso y, sin embargo, si algo caracteriza al ser
humano, es que se trata de un animal tico, que tiene deseos de segundo
orden, resultado de la valoracin crtica de los deseos primarios. Entonces
puede contenerlos, canalizarlos de una manera constructiva o descargarlos
en actividades que no sean nocivas.
Agresivos somos todos, pero las expresiones de agresividad son muy variadas, dependiendo de las caractersticas constitucionales de cada individuo, de los procesos de socializacin y de las condiciones estructurales en
que se desarrollan nuestras vidas. El resultado de las manifestaciones de
agresividad es diverso, pero no tanto como para no hallar factores comunes
a los distintos grupos sociales. Hombres y mujeres son agresivos, lo que les
distingue es el modo de agredir, el objeto, la motivacin y las circunstancias.
Al mismo tiempo, en el acto de agredir, de maltratar porque as se desea o
porque es el medio para conseguir otros fines, como mantener una posicin
de superioridad respecto de la persona agredida, intervienen dos rdenes
de factores, los que se derivan del impacto de los condicionantes sociales
econmicos, culturales, normativos y los que podran ser definidos como
actos libres, de la propia voluntad.
Si nos centramos en los condicionantes sociales, las agresiones sexistas
no son el resultado de desviaciones o patologas, sino la expresin ltima
del sexismo, que se manifiesta precisamente cuando el hombre siente que
pierde el control o no lo ha conseguido tener de una realidad en que
ha sido definido como el sujeto de las acciones y, por ello, en su accin se
hace visible el modo en que una sociedad est organizada.
Asignar al hombre la posicin de sujeto, y a la mujer la de objeto, sea
de las agresiones o de cualquier otro tipo de interaccin, forma parte de
las especificaciones de una matriz de relaciones. Las medidas a aplicar y
la propia legislacin tambin estn condicionadas socialmente, se desarrollan con una lgica sexista que escapa a la conciencia de los actores. Por
ello, la propia crtica del sexismo y las medidas que se implementan para
evitarlo requieren una valoracin de segundo orden. Se hace imprescindible el metaanlisis de las diversas expresiones crticas, de la legislacin,
de las polticas sociales y de las mismas teoras crticas, ya que los sujetos
que las producen son tambin producto del sexismo que combaten. Buscar
los rastros de sexismo que pueda haber en las polticas de igualdad es una
medida imprescindible para que los profesionales superen esos condicionamientos a los que nadie escapa y que de un modo inadvertido marcan
sus intervenciones.
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incertidumbres conceptuales
Uno o una misma se violenta cuando madruga para cumplir un compromiso pese a que deseara continuar durmiendo. Inversamente, con frecuencia
se utilizan medios violentos para beneficiarse del trabajo ajeno, para lograr la
obediencia, para satisfacerse sexualmente, para humillar y para subordinar.
Si nos atenemos a su definicin del diccionario, la violencia en s misma
no puede ser condenada ni rechazada ticamente, ya que no siempre es
condenable el uso de la fuerza. Sern las motivaciones, los resultados que
originan, o las condiciones en las que tienen lugar los actos violentos lo que
justifica rechazarlos. Mejorar el mundo requiere una compleja combinacin
de violencia y adaptacin al medio, transformndolo pero tambin acomodndonos a las condiciones naturales y sociales. La violencia de hoy ejercida
sobre nosotros mismos y sobre los dems nos convierte en alguien diferente
maana porque cambia el curso de los acontecimientos. Algo de eso hay
en el paso de los deseos de primer orden a los de segundo orden, la tica
no deja de ser un ejercicio de violencia ya que experimentamos deseos ambivalentes, queremos cosas que no querramos querer. Por ello, los deseos
entran en conflicto, violentamos nuestros deseos de primer orden cuando
satisfacemos los de segundo orden y viceversa.
Dependiendo del mbito en el que acta existe una diversidad de tipos
de violencia: a) la econmica, est comprometida con la explotacin, la disciplina de trabajo, el acceso a recursos, el desarrollo de las cualidades personales o la organizacin del tiempo, por citar slo algunos de sus aspectos
ms relevantes. b) La violencia simblica,4 consiste en presentar los saberes
del grupo dominante como los nicos vlidos, se orienta a negar legitimidad a las aspiraciones, valores, modos de entender el mundo y prcticas vitales de los grupos subordinados, y se ejerce atribuyendo validez universal a
los valores del grupo dominante. Se trata de una violencia en que las armas
fsicas o econmicas se sustituyen por las ideolgicas. c) La psquica, se caracteriza por modificar la conciencia de s y de las propias capacidades, o la
manipulacin de los afectos para controlar a una persona. d) Y finalmente,
la fsica. Recordemos que el Estado nicamente reserva para s el monopolio de la violencia fsica, mientras que no sanciona negativamente sino que
limita el alcance de las restantes formas de violencia mencionadas.
El uso de la violencia es un fenmeno normal, en el sentido que forma
parte del funcionamiento del orden social y de lo que se trata es de ponerle lmites, para ello la ley incorpora necesariamente violencia legtima. En
cuanto a nuestras relaciones con los dems, y con nosotros mismos, no se
4 El
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puede olvidar que los conflictos son un aspecto constitutivo de las relaciones y de la vida psquica.
Con referencia a la violencia de gnero y dado que los gneros, como veremos ms adelante, tienen carcter estructural ya que se definen como posiciones en un sistema de relaciones econmico-sociales y psquicas, podemos
afirmar que se trata en la mayor parte de los casos de una accin sin sujeto. El
hombre es sujeto de la accin en la medida en que persigue un fin con la misma fundamentalmente dominar a la mujer y no lo es en tanto la agresin
es inmotivada, expresin de un estado emocional que es fruto de una matriz
de relaciones psicosociales que condicionan su conducta. Al mismo tiempo,
como sujeto tico y, por lo tanto, capaz de reflexionar sobre sus deseos de primer orden y las consecuencias de realizarlos, los gobierna tanto si tienen como
origen sus intereses o si son la expresin del modo en que est estructurado.
En la exposicin de motivos de la Ley Orgnica... (1/2004), se define
un sujeto de la accin, los agresores, que consideran a las mujeres carentes
de derechos:
La violencia de gnero no es un problema que afecte al mbito privado,
al contrario, se manifiesta como el smbolo ms brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas por sus agresores carentes de los derechos mnimos de libertad, respeto y capacidad de decisin.
Pero al mismo tiempo se apunta insistentemente que el maltrato, la
agresin y el acoso son indicadores, consecuencias y no causa de condicionantes socioculturales, a los que preferiramos referirnos como factores
estructurales. En esa direccin apunta la posicin de la Organizacin de
las Naciones Unidas en la IV Conferencia Mundial de 1995:
Existe ya incluso una definicin tcnica del sndrome de la mujer maltratada que consiste en las agresiones sufridas por la mujer como consecuencia de los condicionantes socioculturales que actan sobre el gnero
masculino y femenino, situndola en una posicin de subordinacin al
hombre y manifestadas en los tres mbitos bsicos de relacin de la persona: maltrato en el seno de las relaciones de pareja, agresin sexual en la vida
social y acoso en el medio laboral.
Se puede deducir que las agresiones son fruto de condicionantes, de
donde el hombre slo en parte es sujeto de la accin. Nos interesa destacar
el valor de smbolo que se atribuye a la violencia de gnero en la exposicin
de motivos de la ley. Cuando se elimina el indicador de la desigualdad social de las mujeres en la violencia de gnero, si esta medida no va acompaada de cambios estructurales el primer paso es reconocer la condicin
de paradas a todas las mujeres en edad laboral que en este momento se
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contabilizan en la poblacin inactiva, la Ley, querindolo o no, es instrumental al patriarcado. Al eliminar el smbolo de la desigualdad social de
las mujeres, que son las agresiones a las que se hallan sometidas por parte
de los hombres, se eliminan los indicadores del problema pero no el problema. De modo que el patriarcado queda invisibilizado.
Los legisladores nos invitan a tomar la violencia de gnero como estructurante de las relaciones de gnero. Una estructura de relaciones sexista
orienta la conducta de los sujetos en el sentido de confirmar y reproducir
la propia estructura. Confirma la estructura porque los malos tratos que
reciben las mujeres son consecuencia de relaciones sexistas y la existencia de agresiones evidencia que hay sexismo. Por aadidura reproducen la
estructura, porque las agresiones pueden ser un instrumento disuasorio
ante la potencial pretensin de establecer relaciones de igualdad con los
hombres y mujeres.
Ante esta formulacin del problema caben dos salidas o una combinacin
de ambas. Tratar el sntoma del sexismo, tanto como eliminar sus condiciones
estructurales. Atendiendo al hecho de que se centra en las vctimas y en los
agresores la Ley se dirige a los sntomas, no protege contra la violencia atacando a sus causas sino que se centra en sus consecuencias, protege del smbolo no
de lo que ste simboliza, eso es lo que deducimos de la definicin de su objeto:
35
Cuadro 1
Actuacin tras cometer el crimen*
Fue detenido
Se entreg
Se fug
Se suicid
Se intent suicidar
Nmero
38
17
2
7
8
Porcentaje
52.78
23.61
2.78
9.72
11.11
* Obsrvese que se da por sentado el calificativo de la accin, al parecer todas las mujeres
muertas han sido asesinadas.
Fuente: Centro Reina Sofa, Mujeres asesinadas por su pareja, Espaa (2007).
Qu mvil tiene el delito en estos casos? Cumplir con mandatos sociales? La muerte de las mujeres y el posterior suicidio o entrega de quienes las
matan adquiere los visos de un acto sacrificial cuando el hombre no logra
poner a la mujer en su lugar y, por tanto, fracasa en el ejercicio de su poder.
De qu otro modo puede interpretarse el hecho de que 95% de hombres
que asesinan a sus parejas o ex parejas paguen su delito, sea por que son
detenidos, se entreguen, se suiciden o lo intenten.
Agresin
Dado que es la discriminacin, la desigualdad y el poder lo que se encuentra en juego en los actos de violencia, no hay duda que se trata de
conductas interesadas. Al mismo tiempo, interviene la compulsin social
sobre los hombres para que conserven sus privilegios, asociados como estn a su virilidad. Las agresiones violentas no son realizadas por un sujeto
privilegiado, sino por alguien que ha perdido sus privilegios; la punta del
iceberg es la conducta de los hombres que cometen feminicidio, que en muy
buena parte de los casos, se entregan a la polica, anuncian pblicamente el
crimen o se quitan la vida.
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5 Segn
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sociedad como si se tratara de un organismo vivo. Sus desarrollos son una aplicacin de la fisiologa a la sociedad y, por ello, los conceptos de normal y
patolgico ocupan un lugar central, donde las conductas distintas de las normativas son diagnosticadas como patologas sociales o psquicas y el objetivo es
la recuperacin del buen funcionamiento. Esto comporta abordar la violencia
mediante la intervencin de profesionales de lo que podramos denominar la
salud social, como policas, jueces, abogados, psiclogos, educadores, etctera.
En cambio, para la crtica feminista, cuya raz est en la teora crtica, el llamado orden social es el resultado de la dominacin y la opresin de los grupos
carentes de privilegios; lo que se define como buen funcionamiento social es la
estabilidad del orden jerrquico y, finalmente, no es el orden sino el conflicto
lo que caracteriza la vida social. Desde la crtica feminista se considera que la
violencia es un hecho caracterstico del patriarcado, es normal, no una patologa, y sirve al objetivo de sostener las relaciones de dominacin entre mujeres y
hombres. La intervencin sobre la violencia va orientada a potenciar cambios estructurales, fundamentalmente la eliminacin de la divisin sexual del trabajo.
La Ley Orgnica 1/2004 ofrece una visin de la sociedad y de las conductas de los individuos a medio camino entre uno y otro encuadre terico:
en tanto reconoce la existencia de un sistema de opresin de las mujeres,
adopta una perspectiva crtica, y, al mismo tiempo, en el articulado, en tanto los actos de violencia son constitutivos de delito que requiere la intervencin de profesionales adopta una orientacin funcionalista.
Hay un factor adicional que interviene en el modo en que se estudia la
violencia de gnero, se trata del sexo del investigador. El metaanlisis de las
investigaciones sobre el tema pone en evidencia los siguientes hechos: a)
En los estudios realizados por hombres se diferencia la violencia contra las
mujeres como una problemtica especfica de la violencia como hecho general y que, por tanto, tambin afecta a las mujeres, y se atiende adems a la
violencia de las mujeres hacia los hombres. b) En los estudios realizados por
mujeres predominan las referencias a la subvaloracin de la frecuencia con
que tienen lugar los actos de violencia de los hombres a las mujeres, tienden
a estar centrados en la mujer como vctima y en el hombre como victimario,
y no hacen estudios comparativos mujer/hombre.
A pesar de la diversidad de aproximaciones tericas y metodolgicas,
destaca que prevalece el uso del trmino violencia respecto del de agresin,
no se diferencian conceptualmente la una de la otra, y, por lo tanto, caen en
un mismo saco los actos que tienen mvil y un sujeto de la accin y los
que carecen de sujeto de la accin agresiones inmotivadas y fruto de una
compulsin a causar dao. Entendemos que esta falta de precisin conceptual dificulta situar el problema en sus justos trminos y favorece que no
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cin. El hecho de que en caso de separacin o divorcio sea frecuente que las
mujeres reciban una pensin compensatoria es un reconocimiento implcito
de esa relacin de explotacin. La resistencia de algunos hombres a pagar
esa pensin al punto de abandonar su trabajo para poder declararse insolventes, adems de tener como motivo obvio no renunciar a una parte de sus
ingresos, tiene un trasfondo de resistencia a admitir la naturaleza econmica
de la relacin que hasta el momento de su separacin mantuvieron con su
pareja y los beneficios que obtuvieron, ya que se presenta de un modo descarnado lo que en el fondo se sabe, que el amor no lo explica ni lo justifica todo.
En su vertiente social, la relacin de explotacin entre las mujeres y los
hombres se evidencia en la segmentacin del mercado de trabajo, las mujeres
ocupan el segmento laboral peor retribuido y en el que se abocan menos recursos sociales, formativos o tcnicos. Al mismo tiempo se da la transferencia
de recursos de unos sectores a los otros, de modo que las personas que ocupan los segmentos masculinizados se benefician indirectamente de las malas
condiciones de trabajo de los feminizados, sean hombres o mujeres quienes
los ocupen. Segn el modelo dominante se pretende que la supervivencia no
es posible sin la produccin de bienes, sean materiales o inmateriales, por lo
que el cuidado de las personas se subordina a la produccin de los medios de
vida. Los fines, la produccin y el cuidado de la vida humana, quedan subordinados a la produccin de los medios de vida, por lo tanto a los medios. En
cuanto a la administracin de lo pblico, el cuidado de la vida pasa a ser una
actividad residual, en el sentido de que se privatiza mediante su asignacin a
las mujeres en relaciones de produccin familiares.
Tanto las relaciones econmicas de mercado como las relaciones econmicas no mercantiles, y por aadidura la administracin de la cosa pblica,
crean la posicin de dominacin de los hombres sobre las mujeres mediante
la explotacin de las primeras. Se trata de un sistema de transferencia del
trabajo de las mujeres a los hombres en que la familia, el mercado y el Estado se refuerzan recprocamente.
Lo que anuda el sistema es el cuidado de las personas dependientes; esta
actividad se caracteriza por el empleo intensivo del factor trabajo, poco susceptible de mecanizacin, por lo que la solucin ms econmica es descualificarla
para que los costos de este sector sean lo ms bajos posible, o bien asociar su
desarrollo a factores emocionales, suponiendo que no se trata propiamente
de un trabajo sino de un acto de amor. Efectivamente, constatamos que el
va ms alta en las edades ms tempranas, por ejemplo, para el intervalo entre 20 y 24 aos,
la proporcin de cnyuges que son mujeres es de 80.9%.
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sector de servicios se caracteriza por la precariedad en el empleo, los bajos salarios y la desregulacin, tambin que cuando estas actividades se desarrollan
en el espacio domstico no se contemplan como actividad econmica, las personas que las desarrollan son clasificadas como poblacin econmicamente
inactiva;12 lo que crea la ilusin de que las amas de casa no son productivas,
sino econmicamente dependientes de los hombres. En cambio, s se da una
relacin de dependencia financiera de la mujer respecto del hombre, total en
el caso de las amas de casa y parcial para la mayora de las mujeres que trabajan, dado que sus ingresos son inferiores a los de los hombres. No obstante, no
debe confundirse la dependencia econmica con la financiera; la econmica
implicara improductividad, mientras que la financiera indica que muchos
hombres se encuentran en una posicin privilegiada respecto del acceso a los
ingresos. Dado que el acceso a los bienes que luego transformar la mujer
mediante el trabajo domstico depende de la disponibilidad de ingresos, la
dependencia de la mujer respecto del marido es radical, situacin que favorece que ste considere a la mujer como algo suyo porque su subsistencia misma
depende de los ingresos que l provee.
Estructura psquica
Entendemos la estructura psquica en un doble sentido: respecto del sujeto
es el modo en que se configura el deseo y el modo en que se realiza; pero
al mismo tiempo la estructuracin del sujeto dado que se realiza en relaciones intersubjetivas solo es viable en la medida en que su posicin en el
deseo y en la accin respalde la de los sujetos con los que entra en relacin,
sostenindose recprocamente.
Existe una confianza generalizada en la educacin como medio para
cambiar las subjetividades, en ella subyacen dos supuestos: para cambiar la
sociedad hay que cambiar a las personas, y el sujeto de cambio son los educadores. Sin embargo, la educacin tiene un impacto superficial en la subjetividad, ya que el factor principal de la estructuracin psquica es la identificacin, particularmente en los primeros aos de vida. Los supuestos de
este planteamiento son que para cambiar la subjetividad hay que cambiar
la sociedad y que el sujeto activo es la propia persona. Al afirmar el papel
preeminente de la identificacin en la configuracin de la subjetividad se
12 Segn
la Encuesta de Poblacin Activa de 2007, son mujeres 83% de las personas inactivas que ocupan en la familia el lugar de cnyuge, mientras que 17% son hombres.
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entiende que lo que se transmite no es lo que se dice sino lo que se hace, que
los progenitores son las figuras de referencia para las nias y nios, y que
cuando lleguen a la edad adulta, replicarn en buena medida los modos
de hacer y de desear de las figuras identificatorias. La sociedad no cambia
diciendo que alguien la cambie o diciendo que las generaciones futuras lo
hagan, se cambia cambindola. La superacin de los patrones de gnero en
los jvenes depende de que los adultos los hayan superado.
Por lo que se refiere a la subjetividad de gnero, las personas estructuradas
con arreglo al tipo hombre desean a las mujeres y desean conseguirlas y poseerlas, poniendo en juego su vida si es preciso. No es extraa entonces por
inaceptable que resulte la reaccin de matarlas y matarse cuando se est en
riesgo de perderlas. Por extensin, implica una orientacin al logro y una disposicin combativa que en ocasiones es poco cuidadosa de las consecuencias
de los actos. Ambas indican un empobrecimiento libidinal, dado que la energa
se desplaza al mundo exterior, debilitndose la atencin a la propia persona.13
En cambio, las personas estructuradas con arreglo al tipo mujer desean
de ser deseadas. Como nos advierte Sigmund Freud en Introduccin al narcisismo, la otra cara del deseo femenino es que las personas que se ajustan
a este tipo slo son capaces de quererse en la medida en que son queridas.
Esto se traduce en que sean poco hbiles para negociar ingresos, y que, en
cambio, necesiten de la aprobacin y el reconocimiento, lo que las pone a
disposicin de las personas con las que se relacionan.
En trminos metafricos las mujeres son pescadoras y los hombres cazadores. Ellas esperan atraer, ellos conseguir, es un juego de poder en que la pieza
espera pescar al cazador. Ellos quieren tenerlas controladas, y ellas controlarlos.
La entrega de la mujer al hombre es slo ficticia, porque confa en que el deseo
de ste le permita conseguir cosas, una posicin social, seguridad financiera,
hijos. Por ello, respecto de la accin, los hombres tienen una posicin activa y
las mujeres pasiva; ellos hacen, ellas hacen que se haga. Situacin cuyas consecuencias se expresan descarnadamente en el siguiente chiste: Pero hombre,
por qu le pegas a tu mujer? Yo no s, pero ella s. Tambin se expresan en
el hecho de que los violadores insisten en afirmar que ellas queran y los maltratadores en decir que ellas les provocaron. La imagen en negativo de la desigualdad social de las mujeres es la instrumentalizacin del deseo de los hombres
hacia ellas, que se refleja en el dicho tiran ms dos tetas que dos carretas.
13
Lo que se evidencia en el hecho de que los hombres son amplia mayora entre los
suicidas (75.6%), entre las vctimas de homicidio (74.7%) y tambin entre los homicidas
(94.4%). (ine, Defunciones segn causa de muerte, 2005).
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Un indicador de esta disposicin es el inters de los hombres por las actividades deportivas, que se orientan fundamentalmente a ganar.
15 Se manifiesta en la preferencia de las mujeres por el aerbic, respecto de los deportes.
16 Siguiendo con las actividades fsicas como indicador, podemos observar que los hombres son mayoritarios en las salas de mquinas de los gimnasios, diramos que manifiestan
en forma masculina una disposicin femenina, y aunque las mujeres sean minora en las
actividades deportivas de competicin tambin las practican.
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Cuadro 2
Separaciones y divorcios segn cnyuge que presenta la demanda
y cnyuge que paga pensin alimenticia a hijos
Separaciones o divorcios
Porcentaje del total de casos
Porcentaje de los casos con informacin
Porcentaje por sexo
Cnyuge que paga la pensin
Porcentaje del total de casos
Porcentaje de los casos con informacin
Esposa
38035
28.7
30.4
62.5
1706
1.3
2.7
Esposo
22786
17.2
18.2
37.5
59371
44.8
93.6
Ambos
64233
48.4
51.4
NC
7538
5.7
2322
1.8
3.7
69193
52.2
Fuente: ine, Estadsticas judiciales 2004. Estadstica Judicial Civil. Juzgados de Familia y
Primera Instancia. (Elaboracin propia.)
tras que como acabamos de decir la regla que prevalece en las relaciones
familiares es la del deber; de ah que si en trminos sociales, la regulacin del
divorcio sin causas es un indicador de democracia, en trminos de la lgica
familiar, la disolucin del matrimonio es equivalente a la destruccin de un organismo o a su mutilacin. Cmo puede un hombre que se concibe como cabeza del organismo familia, procesar emocionalmente el hecho de que su mujer solicite el divorcio porque ya no quiere continuar viviendo con l? Cmo si
ella forma parte de su familia, siendo l la cabeza de esa unidad, consentir que
ejerza su voluntad libremente? En ese momento y movidos por imaginarios
opuestos se pone en marcha una lucha a muerte entre la una y el otro para quedarse con la familia y el patrimonio. Un organismo no se puede separar porque es la muerte; en todo caso, puede ser inevitable someterlo a mutilaciones
cuando una de sus partes lo pone en peligro, pero ello significa definir como
daina la parte objeto de mutilacin Cul de las dos, el hombre o la mujer?
Una tercera contradiccin es que al formar la familia su cabeza es el
hombre, pero al producirse el divorcio, es la mujer quien pasa a ser cabeza
de familia. Es ms, es precisamente ella quien suele poner en marcha el
divorcio, por lo que pone en cuestin el poder del hombre en una cuestin
tan fundamental como es el futuro de la familia y, adems, a expensas de l.
Las mujeres son mayora entre los solicitantes del divorcio, si nos limitamos
a los casos en que se dispone de informacin sobre el sexo del cnyuge que
lo pide, esto es 62.5%. En cambio, los hombres que pagan pensin son una
mayora abrumadora, 93.6 por ciento.
Por otro lado, lo que est en juego sobre todo en situaciones de maltrato,
es quin se queda con qu, y las mujeres en la mayor parte de los casos
se quedan con recursos, vivienda y descendencia. Todo este panorama rati-
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49
Total
32.4
30.5
11.2
5.9
1.0
0.7
0.6
17.6
58.966
Fuente: Observatorio contra la Violencia Domstica y de Gnero, Consejo General del Poder Judicial. Datos estadsticos judiciales en aplicacin de la L.O. 1/2004. Resumen de los tres primeros aos de Ley Integral. (Elaboracin propia).
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Introduccin
En las ltimas dcadas hemos visto caer viejos paradigmas sociales y biolgicos en torno a la complejidad humana ante la emergencia de nuevos referentes cientficos en diversas reas del conocimiento. Hoy la especializacin
dentro del mbito biomdico se corona con nuevos calificativos: gentica del
comportamiento, neuropediatra, neurofisiologa, neuroqumica, etologa,
entre muchos otros. No obstante, el inters de explorar viejos y nuevos paradigmas a la luz de estas disciplinas cientficas, con la finalidad de profundizar
en la complejidad y variabilidad del comportamiento humano en relacin con
otros seres vivos, nos lleva a inspeccionar y profundizar en el conocimiento de
la estructura y funcionamiento cerebral, en los mecanismos y en los componentes potenciadores o inhibidores de una gama de comportamientos, entre
ellos la agresividad y la violencia. Posteriormente haremos consideraciones
sobre el comportamiento violento desde una mirada antropolgica.
Desde los aos noventa del siglo xx, investigaciones en las reas mencionadas resaltan la importancia de las interacciones ambientales en la configuracin del cerebro, es decir, se le observa en su plasticidad neuronal,
donde existe ya un diseo general que emana de la informacin gentica,
pero se reconoce que gran parte de los circuitos se delinean de manera
exclusiva en cada individuo en estrecha relacin con sus historias de vida y
las circunstancias percibidas y experimentadas en tanto organismo viviente.
1 Es
profesora-investigadora de la Direccin de Antropologa Fsica del Instituto Nacional de Antropologa e Historia (inah).
2 Es profesora-investigadora de la Facultad de Medicina de la Universidad Autnoma
de Sinaloa (uas).
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hipofisiario que activa la mdula suprarrenal dando lugar a una mayor produccin de adrenalina, que aumenta la frecuencia cardiaca y el flujo sanguneo y que en la corteza suprarrenal incrementa la produccin de cortisol, el
cual provoca un mayor grado de tensin en el organismo.
Por ltimo, el sistema neurotransmisor involucra tres sistemas fundamentales cuyas proyecciones alcanzan al sistema lmbico y a la corteza
cerebral:
El sitema serotoninrgico tiene un efecto inhibidor en el cerebro, acta
sobre los receptores de la amgdala y contribuye al cese de la conducta
agresiva.
El sistema dopaminrgico forma parte del sistema de gratificacin del
cerebro.
El sistema noradrenalinrgico ejerce un efecto excitador en el cerebro e
incrementa el estado de vigilancia y alerta. (Calzada, 2007: 69 ).
Neuroanatoma
El sistema lmbico est conformado por un conjunto de reas cerebrales a las
que se les supone formando circuitos que codifican el mundo personal de la
emocin (placer, rabia, agresividad, entre otros) y la motivacin (ingesta de
agua y alimentos, actividad sexual, etctera). (Gil-Verona, et. al., 2002: 18).
Dentro de ste las estructuras implicadas en la conducta agresiva son cuatro
partes del cerebro: el troncoencfalo, el tlamo, el hipotlamo y la amgdala.
En el troncoencfalo se localizan los ncleos del rafe, mismos que se forman por neuronas serotoninrgicas que son responsables de llevar la serotonina a gran parte del cerebro rescate, inhibiendo de esta manera su excitacin. En la protuberancia est localizado un locus llamado coeruleus, es decir,
un pequeo ncleo de color azulado formado por un reducido nmero de
neuronas noradrenrgicas, responsables de llevar la noradrenalina a buena
parte del cerebro, estimulando y produciendo un estado de vigilancia.
En el mesencfalo se sita la sustancia gris periacueductal, integrada por
circuitos neurales que controlan los movimientos de diversas conductas, en
especial, de las conductas de lucha (quedarse petrificado o inmvil ante un
previsible ataque). La rabia se activa en las reas dorsales del mismo mesencfalo, en la protuberancia del tallo enceflico, en zonas del hipotlamo, en las
regiones ms anteriores de la circunvolucin cingulada y en la corteza insular.
La respuesta autnoma y hormonal se da mediante el sistema nervioso autnomo, el cual mediatiza gran parte de los cambios fisiolgicos que
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originan las emociones, tales como la respiracin rpida o la lenta, el incremento o la disminucin de la sudoracin y de la frecuencia cardiaca.
El hipotlamo,7 del tamao de una cereza, debajo del tlamo,8 parece
ser una estructura cerebral mediadora entre diversas zonas del encfalo y
los grupos de neuronas responsables de las respuestas del sistema autnomo. Esta estructura se rige por la accin de ms de 30 hormonas reguladoras del cerebro, es responsable del calor corporal, la transpiracin, el placer,
el dolor, la sed, el hambre, el deseo sexual, as como de la agresividad y la
clera. Tambin participa en la diferenciacin sexual del comportamiento.
(Ghiglieri, 2005:57).
Por una parte, el hipotlamo tiene proyecciones hacia el ncleo del tracto solitario, localizado en el bulbo raqudeo, que a su vez proyecta hacia
neuronas del parasimptico situadas en el troncoencfalo y encargadas de
controlar la temperatura, la frecuencia cardiaca, la respiracin y la presin
sangunea; por otro lado, tiene proyecciones hacia zonas del troncoencfalo
situadas en el rea rostral ventral del bulbo, que a su vez regula respuestas
autnomas del simptico como el incremento de la frecuencia cardiaca, de
la presin sangunea, de la sudoracin. Tambin juega un papel decisivo
en la regulacin del sistema hormonal, ya que realiza su accin a travs del
control que ejerce sobre la hipfisis.
La amgdala es un complejo conjunto de ncleos subcorticales situados
en el polo del lbulo temporal, relacionada a diversas formas de la conducta emocional, donde se regula el miedo y la irritacin agresiva, pero que
tambin interviene en la lectura que hacemos de las emociones de los otros.
Hasta hoy se piensa que es en la amgdala donde se vertebra la conducta
agresiva, es el centro neurlgico del que emanan las rdenes para las respuestas somtica, autnoma, hormonal y neurotransmisora, as como las
directrices para poner fin a stas. (Damasio, 1990: 102; Tobea, 2003: 75).
En pacientes con lesiones vasculares, traumticas o txicas, observadas
mediante tcnicas de neuroimagen, la afectacin de la amgdala bien delimitada muestra dficits severos en la capacidad del reconocimiento de las
expresiones faciales de miedo o ira, es decir, no reconocen las seales de
7
Se plantea que el tamao y la forma del hipotlamo es mayor y distinta en los hombres, sobre todo en los ncleos intersticiales inah-2 e inah-3; tambin que el inah-3 de
los homosexuales tiene la misma forma y tamao que el de las mujeres, concluyendo que
la sexualidad, incluidas las emociones y la orientacin sexual, viene dada por diferencias
sexuales tangibles y cuantificables en la morfologa del hipotlamo.
8 El tlamo filtra el resto de la informacin sensorial y motora procedente de los msculos y la enva hacia al cerebro.
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plantea que la reciprocidad es esencial para comprender la neuroqumica del comportamiento, as como para apreciar la dinmica interpersonal de la comunicacin interneuronal. As, en lugar de considerar solo la biologa como la causa del comportamiento
es tambin preciso considerar lo inverso, a saber, que el agresor o vctima es el suceso que
pone en movimiento los procesos neurobiolgicos.
10 Donde se conjugan otros mediadores de los constructos psicolgicos como puede ser
la cognicin, la emocionalidad, el contexto social y la experiencia previa. Tambin se debe
tener en cuenta que el comportamiento afecta al funcionamiento fisiolgico, en concreto
al neuroendocrino, como se ha visto entre primates, donde las experiencias sociales, estresantes y dems desafos ambientales impactan los niveles y concentraciones hormonales.
(Ramrez, 2006).
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defensiva ante el miedo o la ira, ms bien nos remite a un proceso relacional, a juegos de poder y de resistencia (Ramrez, 2005), en los cuales las
expresiones de sta pueden darse en el mbito simblico las formas ms
sutiles pero no las menos dainas o como agresiones fsicas discapacitantes u homicidas, cuyo propsito es mantener la asimetra en la relacin, independientemente de cmo se ejerza.
La complejidad de la violencia radica en que se ha configurado en un
entramado social que es dinmico y cambia segn el contexto sociocultural,
en ocasiones cimenta su ejercicio en la legitimidad social, otras se asume en
forma de normas o valores y en otras ms, se tipifica como delito; de ah la
importancia de observar el tipo de relacin social, sus manifestaciones, su
intencionalidad, su frecuencia y sus consecuencias.
En el mundo animal la agresividad est claramente asociada a procesos
de dominancia y jerarquizacin en las relaciones sociales. En este contexto
puede caracterizarse como un proceso natural, en tanto se relaciona con la
prioridad de acceso a recursos como la comida, la pareja sexual, los sitios de
descanso y la exploracin del entorno. Tambin puede ser interespecfica
cuando se trata de una agresividad depredadora, es decir, cuando el animal
mata a su presa con el fin de alimentarse. O intraespecfica, que es la que nos
interesa con fines comparativos en los seres humanos, ya que los estudiosos
del comportamiento animal han observado que esta modalidad es ms un
acto ritualizado donde existe un equilibrio natural entre el despliegue de la
agresividad y su inhibicin, impidiendo que el ataque a la integridad fsica
del compaero pueda traducirse en su muerte. (Sanmartn, 2004: 217).
Al respecto, Irenus Eibl-Eibesfeldt (1993: 46) propuso que en la naturaleza parece existir el mandamiento biolgico no matars a tu congnere;
lo que nos remite a cierta eficiencia biolgica. No obstante, vale resaltar que
el comportamiento agresivo tiene un carcter limitante, tanto en el mismo
comportamiento como en la libertad, en la supervivencia y en la aptitud gentica y reproductiva, pero tambin alude a caractersticas positivas, entre
ellas, como factor de cohesin y de estabilidad grupal. (Vera, 2010: 50).
Por qu el Homo sapiens especie que en el transcurso de su evolucin ha desarrollado un complejo componente bio-psico-emo-sociocultural transgrede esta pauta de relacin y puede atentar contra la integridad
fsica o psquica de su semejante de manera cotidiana? Y si la violencia es
consustancial a nuestra naturaleza humana, no es un contrasentido pensar
en una bio/loga11 de la violencia?
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Adems, teniendo como referencia que los seres humanos somos el resultado de un largo proceso evolutivo de hominizacin-humanizacin, por
dems complejo, consideramos que si bien tenemos el potencial agresivo,
la violencia como acto racional es un acto de poder que rebasa con mucho nuestra biologa e instintos animales, pues la seduccin que provoca
el acoso a una vctima, la curiosidad de observar el dolor ajeno, el placer
que produce torturar, degradar, intimidar y desposeer al otro, hacen muy
complejo su estudio. Tenemos que considerar a la sociedad, el momento
histrico, sus ideologas, su sistema de creencias, sus jerarquas sociales, sus
estrategias de banalizacin de aceptacin o no, de las mltiples formas
de violencia; tambin es necesario identificar las condicionantes que hay
en cada tipo de violencia (llmese estructural, simblica, poltica, social,
familiar, individual o ficticia), pues aunque todas nos remiten a un ejercicio
de poder el uso de la fuerza psquica o fsica, a las omisiones o negligencias, cada uno tiene sus sentidos, motivaciones, justificaciones, sanciones,
actores y consecuencias propios.
Reflexiones finales
Hemos trazado algunos de los vericuetos biolgicos de la agresividad y despus de esta somera revisin no nos cabe duda de la complejidad y la plasticidad de nuestro cerebro y de la corporeidad que lo contiene. No obstante,
el avance del conocimiento interdisciplinario en distintas reas de la biologa en estos intrincados mecanismos a su vez, producto de la interaccin
biolgico-ambiental y social en especies de mayor complejidad biolgica,
trascendemos a observar a cada uno de los individuos no como un simple
organismo con una estructura llegamos genticamente, sino como una promesa orgnica que en interaccin con el medio ambiente (natural o creado) selecciona, controla y regula la expresin gentica.
En esa direccin, vale retomar la idea de Cyrulnik (2005: 89, 92), en
cuanto que ms que calcular el porcentaje que representa la parte innata
de la adquirida que por cierto, en el caso de la agresividad no sobrepasa
30%, al decir de varios estudios, si se da mayor peso y se desmaterializa,
se desbiologiza al ser humano, se pensar que el medio, o ms bien, las
condiciones de desarrollo pueden cambiar la desigualdad existente entre
los hombres y mejorar las condiciones de vida. Ya que posiciones contrarias, entre otras cosas, encubren oposiciones ideolgicas o concepciones
del mundo que no son neutrales, pues al considerar el predominio de lo
innato conciben al ser humano como sometido a las leyes del universo, y
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Presentacin
Es casi una costumbre amanecer con noticias trgicas que nos hablan de sujetos amputados, de cabezas colgantes, de piernas desparramadas, de brazos
regados, de mujeres asesinadas, violadas y mutiladas; en fin, de ajustes de
cuentas, para escarmentar al otro u otros, posibles contrarios o disidentes.
Entre algunos grupos delictivos, los sujetos fragmentados se utilizan
para enviar mensajes o enunciar claves; los miembros de ciertas hermandades se sirven de la piel para inscribir en ella las biografas o recuperar
los linajes y contar las historias de violencia; algunos jvenes recurren a los
tatuajes, los piercings o los implantes grotescos para expresar su inconformidad con lo establecido; individuos pertenecientes a sectores marginados y
desprotegidos se desnudan para llamar desesperadamente la atencin ante
1
Es profesora-investigadora de la Universidad Autnoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, en los Posgrados de la Divisin de Ciencias Sociales y Humanidades, y en la Especializacin y Maestra en Estudios de la Mujer. emunizfem@yahoo.com, emuniz@correo.
xoc.uam.mx.
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opresin en las que expresiones como la violencia sexual, adems de mantenerse, encuentra otros orgenes. Finalmente, debemos tomar en cuenta
que las sociedades actuales conciben a los sujetos como entes escindidos,
separados de sus cuerpos; desde esta mirada el cuerpo es lo contingente del
sujeto, lo prescindible.
Las salidas a una comprensin de la permanencia de la violencia sexual
y su posible erradicacin se han reducido a combatir sus efectos, lo cual es
sin duda importante sobre todo por lo que implica el apoyo que se brinda
a las personas que han sufrido en carne propia tales actos. Sin embargo,
necesitamos pensar ms a profundidad sobre este fenmeno que parece
aumentar a pesar de las penalizaciones jurdicas y sociales. Incluso, parece
reduccionista afirmar que la violencia sexual se debe a la sobrevivencia del
patriarcado. De esta manera, supongo que interpretaciones ms creativas
podran aportar al desmantelamiento de los supuestos dan vigencia a la
violencia sexual como una manera de sometimiento de los sujetos y, sobre
todo, de su permanencia.
Tomando en cuenta lo anterior, para comprender la sobrevivencia y la
reproduccin actual de la violencia sexual en Mxico propongo hacerlo
desde lo que se considera prcticas corporales. Si definimos las prcticas
corporales como sistemas dinmicos y complejos de agentes, de acciones,
de representaciones del mundo y de creencias que tienen esos agentes, que
actan coordinadamente e interactan con los objetos y con otros agentes
que constituyen el mundo; si consideramos que forman parte del medio en
que se producen, es decir, que son histricas, estaremos de acuerdo en que
los procesos cambiantes que las caracterizan y diferencian, no son independientes de las transformaciones del medio tanto como del contexto en el
que se desarrollan. (Muiz, 2010b: 42).
Y puesto que las prcticas no estn en el medio, sino que forman parte
de l, el proceso cambiante de estas no es independiente de la transformacin del contexto en el que se desarrollan. Hemos propuesto como eje de la
investigacin las prcticas corporales de la violencia, a las cuales consideramos, en primer trmino, desde las dos series que constituyen el biopoder y
la biopoltica: la serie cuerpo-organismo-disciplina-instituciones; y la serie
poblacin-procesos biolgicos-mecanismos reguladores-Estado. (Foucault,
1996: 202). Estos dos conjuntos de mecanismos, segn Michel Foucault,
uno disciplinario y otro regulador, no se ubican en el mismo plano, lo que
que no se excluyan y que se articulen uno con otro, como casi siempre lo
encontramo.
De este modo, propongo como ruta para dar cuenta de estos presupuestos, iniciar con una mirada a los escenarios de la sociedad mexicana
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otro trabajo he sealado que Esta minorizacin que se defina desde el discurso
hegemnico del nacionalismo a ultranza, negaba toda posibilidad de existencia cultural
en trminos diferentes a los establecidos por el Estado-nacin. As, la destruccin cultural
y social haba sido tan importante como la llevada a cabo por las guerras y revoluciones.
La muerte real y simblica de las especificidades culturales fue la marca que identific
a las llamadas minoras. No obstante las crticas que las sociedades contemporneas han
elaborado de dichas polticas de minorizacin y exclusin, la posibilidad y las formas de
reconocimiento de estos grupos marginados de la poltica, se encuentran entre las ms
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39 votos a favor, cero en contra y cero abstenciones la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (aldf) aprob la reforma al artculo 138 del Cdigo Penal del Distrito Federal,
que considera como agravante el hecho de que el agente acte contra la dignidad humana
y teniendo como objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas. Este
crimen se considera de odio en la legislacin local si se comete en razn de cuestiones de
sexo, discapacidad, orientacin sexual, identidad de gnero, xenofobia y antisemitismo de
la vctima. De esta manera se agregan los crmenes de odio a las reglas comunes para los
delitos de homicidio y lesiones cuando exista saa por parte del infractor y ste acte con
crueldad, fines depravados o con motivos de odio; cuando se atente contra la dignidad humana y teniendo por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas,
seala la reforma (vase Bastida, 2009).
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Familiares y amigos de Castrejn Cuevas feminista, poeta y estudiante universitaria asumen que el feminicidio, as lo llaman, sucedi como narra Alejandro en su testimonio. Adems de justicia, buscan que el caso sea ejemplar: se
trata de sensibilizar a la gente; que se den cuenta que no es un problema exclusivo de Ciudad Jurez, que a cualquiera le puede pasar. (Flor Goche, Crecen
feminicidios, http://www.contralinea.info/archivo/2010/abril/176/).
La realidad es que cada artculo periodstico que se refiere a los asesinatos de mujeres, cada estadstica que se realiza o cada recuento es aleatorio,
el nmero de feminicidios es desconocido, solamente aproximaciones nos
permiten afirmar que van en aumento, lo mismo que la impunidad que los
caracteriza. Los mviles se desconocen y solamente contamos con hiptesis
no comprobadas. No obstante todos los casos muestran una exigencia: el clamor por la justicia, por el castigo al culpable, que siempre queda pendiente.
En febrero de 2007 entr en vigor la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (lgamvlv), que hasta la fecha es inoperante e incluso se ha querido utilizar con fines polticos. (Alcntara, 2011).
Esta normatividad fue promovida por el gobierno federal y aprobada por
la Cmara de Diputados con el propsito de prevenir, atender, sancionar
y erradicar todos los tipos de violencia contra la mujer. Pero a cuatro aos
de distancia, los niveles de violencia no han disminuido, segn consignan
los organismos civiles, y los feminicidios aumentaron en algunos estados
de la Repblica. Por otro lado, el gobierno federal promulg el reglamento
respectivo con nueve meses de retraso y no ha constituido hasta ahora el
Banco Nacional de Datos e Informacin sobre Casos de Violencia contra las
Mujeres, instrumento a partir del cual deban elaborarse una serie de polticas pblicas en la materia. (Alcntara, 2011). Desde que entr en vigor la
ley, cada ao se asignan 30 millones de pesos, de los cuales la mitad debera
ser destinada para la elaboracin de dicho banco y otro tanto para el Fondo
Nacional para la Alerta de Gnero, mecanismo que tampoco se ha puesto
en marcha y que est a cargo de la Secretara de Gobernacin.
Un caso que demuestra el estado de las cosas es el de la anciana Ernestina Ascensin Rosario, paradigmtico de la moral de nuestra poca y de
la manera en la que son juzgados los delitos de orden sexual y que ocup
las primeras planas de los diarios en 2007. De este modo, es sintomtica la
imposibilidad de acceder a los documentos de primera mano, el caso fue
dado a conocer por la prensa y solamente llegaban a la opinin pblica las
versiones de periodistas y conocidos, el asunto se dirimi en los medios, tal
como se acostumbra en nuestros das:
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Alfredo, su yerno, dijo pues hay que llevarla con un doctor particular para
que la atiendan inmediatamente; por eso fue que acudimos con el mdico,
de nombre Marcos Garca, de aqu de Ciudad Mendoza, una vez ah nos dijo
que tena que internarse, por lo que nos mand a una clnica, que aqu est
muy cerca, se llama Los ngeles. Pero, despus de 20 o 30 minutos lleg el
ingeniero Ren Huerta, con uno de los hijos de la seora, yo estaba adentro
en el pasillo de la clnica y no alcanc a ver cul de ellos haba llegado, si con
Julio o con Francisca. Ren entra y me dice ya lleg uno de sus hijos y vengo
con l, pide que la seora sea trasladada al hospital de Ro Blanco. El doctor
Garca, en ningn momento dijo no, l dijo no hay ningn problema, vamos
a hacer un reporte mdico, porque este es un problema (se le dijo que haba
sido una violacin) y a la mejor maana me preguntan y aqu lo tengo, por
eso hay que hacer un reporte mdico. El reporte no deca qu tena la seora porque ah no la revisaron, sino que slo le dieron los primeros auxilios.
El doctor Garca, de la clnica de Los ngeles, dijo si se la llevan es bajo su
responsabilidad, eso dijo. No lo escuch Ren Huerta porque estaba afuera.
(Martnez y Vera, 2007a).
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lamentable es que ahora determinen que fue una muerte natural. (Martnez
y Vera, 2007b).
Vigarello ha sealado que la historia de la violacin es paralela a la historia de la sensibilidad, es decir, lo que tolera o rechaza el acto brutal.
(1999: 16). Lo significativo de los hechos actuales, como el que hemos recuperado en este espacio, as como de la respuesta social y las acciones judiciales encaminadas a propiciar la impunidad, revela una nueva era de
la sensibilidad caracterizada por un doble discurso, el reconocimiento del
episodio sanguinario pero al mismo tiempo la indiferencia y la simulacin.
Los ejemplos cotidianos y ordinarios se multiplican, muestran sobre
todo a mujeres inmoladas en las ms diversas circunstancias. Adems de
los cuerpos irreconocibles y con huellas de tortura; innumerables desapare-
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cidas; las sobrevivientes de una violacin, o las que han padecido en carne
propia la trata de personas. Bajo estas circunstancias, a todas luces graves,
la alarma es todava mayor cuando el rasgo distintivo y revelador es la impunidad que rodea tales actos. La falta de castigo para este tipo de delitos
no es por cierto la peor parte, lo es, como se dijo antes, la indiferencia de la
sociedad ante el dolor de los otros Qu clase de moralidad se ha producido
en nuestras sociedades globales? Hacia dnde transitamos cuando la vida
humana se convierte en una mercanca ms? Cul es el significado de la
indolencia social?
El caso de Ernestina Ascensin Rosario, muestra el papel que los protagonistas desempean en esta trama de lgica cultural. El proceso contra
los acusados que en esta situacin seran los soldados que violaron y asesinaron a la anciana se transform, como seala Vigarello (324), en un
proceso contra la violacin, que adems se torn en cuestin colectiva y
pblica. El debate social que se propici en torno a este evento involucr a
legisladores, mdicos, juristas y hasta al representante del Ejecutivo, quien
de manera al menos sospechosa emiti el veredicto final al afirmar que
la muerte de Asencin Rosario se debi a una lcera sangrante. Aunque esto
fue lo menos dudoso ante la confirmacin y el sostenimiento del dicho presidencial por parte de la Comisin Nacional de Derechos Humanos (cndh),
instancia que a travs de sus visitadores y del mismo Ombudsman en todo
momento neg la muerte a causa de la violacin.
La violencia sexual, y en particular la violacin, est severamente condenada por la sociedad, el derecho y las instancias legislativas que se muestran
dispuestas a castigar los actos de brutalidad. Sin embargo, al mismo tiempo
perdonan a los violadores, simulan una preocupacin que llega a la indiferencia si no es que al ocultamiento de dichas expresiones de crueldad,
jugando con lo que, de acuerdo con los discursos de la cero tolerancia a la
violencia sexual, sera inaceptable.
Sabemos que el rechazo social hacia la violencia sexual se exacerb gracias a la actitud militante de las mujeres desde finales de los aos setenta,
las discusiones emprendidas por las feministas centraron el problema de
la violencia sexual y de la violacin en particular, en el cuerpo de las mujeres, en su apropiacin por parte de los hombres en el contexto de una
cultura patriarcal y en las relaciones entre hombres y mujeres, asimtricas y
jerrquicas, convirtindolo en un problema social. A partir de entonces, la
violencia sexual es un atentado contra la libertad de las mujeres, contra su
integridad y enuncia un dao psicolgico.
No obstante, como lo demuestra el tratamiento que se ha dado a la resolucin de los conflictos derivados de los eventos de violencia sexual, signado
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por la impunidad y la simulacin, podemos observar que la respuesta jurdica que se da a la violacin es la repercusin hasta cierto punto de la respuesta jurdica que se da a la violencia ordinaria: acto de hombre rabioso,
frentico, algunas veces castigado con sangre, casi siempre olvidado como
algo trivial (Vigarello, 1999: 17), lo que muestra que la violencia sexual es
coherente con el conjunto de un universo de violencia: endmica y cubierta
con un manto de impunidad.
As, la sensibilidad que marca nuestra poca refleja un mundo en el
que los hechos sangrientos, lejos de poner en marcha acciones judiciales,
se han convertido en parte de la vida cotidiana, nos hemos acostumbrado
a ellos. Los asesinatos y cobros de cuentas pendientes, los feminicidios, las
violaciones, el trfico de personas, tienen su compensacin financiera. Los
asesinos deambulan a plena luz del da, nuestras zonas proclives a la violencia pueden ser cualquiera y a cualquier hora, las policas y los cuerpos militares participan del acoso social, y los legisladores y las instancias judiciales
(ministerios pblicos y jueces) encubren su indolencia o hasta complicidad
con indignacin discursiva y aprobando leyes para aumentar penas y castigos que casi siempre son letra muerta.
Bajo las condiciones en las que hemos tenido que desarrollar nuestra
cotidianidad, caracterizadas por el temor y la violencia y, sobre todo, por
la ambigedad, todos somos enemigos y como tales somos tratados y concebidos, tanto en vida como en la muerte. El cuerpo del enemigo es, por lo
general, objeto de profanacin y puede ser exhibido en pblico o confinado
a una fosa comn, puede ser desmembrado, violado, destruido. (De Luna,
2007: 15). El tratamiento del cadver del enemigo es, sin duda, la expresin
mxima del odio hacia l, pero tambin el testimonio extremo del desprecio por el cuerpo y la humanidad que representa. As, David Le Breton
seala que sustrado al hombre, que encarna a la manera de un objeto
desprovisto de su carcter simblico, el cuerpo es despojado de cualquier
valor. (2007: 19).
En la guerra que se libra desde el gobierno contra la delincuencia organizada y en la que ha involucrado a toda la sociedad, los cuerpos de los cados se cuentan no slo entre los muertos sino entre las y los desaparecidos,
las y los secuestrados, las y los violados. Las prcticas de violencia y muerte
que se llevan a cabo en las guerras contemporneas como sta son, sobre
todo, definidas por la globalizacin, los medios masivos de comunicacin y
la concepcin hegemnica sobre el cuerpo.
Segn James Hillman, tanto la guerra como la violencia junto al amor,
la religin y la muerte son los grandes temas mticos e intemporales que
atraviesan los tiempos y que constituyen los grandes universales de la ex-
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periencia. (2004). No obstante, es necesario ubicarlos en un contexto histrico, ya que su comprensin permite encontrar las claves para su existencia,
de ah que es fundamental conocer adems las coordenadas culturales que
hacen posible, en este caso, la violencia social y en particular la violencia
sexual, cuyo espacio de realizacin son los sujetos.
En nuestros das, como en otros momentos de la historia, los sujetos nos
construimos polticamente en virtud de la vulnerabilidad social de nuestros
cuerpos como lugar de deseo y de vulnerabilidad fsica, como lugar pblico de afirmacin y de exposicin. La prdida y la vulnerabilidad parecen
ser la consecuencia de nuestros cuerpos socialmente construidos, sujetos a
otros, amenazados por la prdida, expuestos a otros y susceptibles de violencia a causa de esta exposicin. (Butler, 2006: 46). En otras palabras, el
sujeto escindido, separado de su cuerpo profundiza su vulnerabilidad.
Desde esta perspectiva, adems de la existencia de una subjetividad escindida debemos considerar la poltica de los cuerpos, pues como afirma
Judith Butler, aunque luchemos por los derechos sobre nuestros propios
cuerpos, los cuerpos por los que luchamos, no son suficientemente nuestros. El cuerpo tiene una dimensin invariablemente pblica (2006: 52), es
el lugar de una vulnerabilidad humana comn a todos.
La violencia sexual: un dispositivo de la corporalidad
La moral judeo-cristiana, en sintona con la concepcin cartesiana del cuerpo, ha difundido una nocin del cuerpo fragmentado que no nos permite
concebir a los sujetos como una totalidad, se mantiene la separacin cuerpo-mente como una de las premisas fundantes del pensamiento occidental. Pero ms all de esta fragmentacin del sujeto, tan caracterstica de la
modernidad, la idea de un cuerpo que representa la corrupcin y la podredumbre hace que el desprecio por la carnalidad se manifieste de manera
contundente en nuestros das.
Un caso puesto en la palestra por Lydia Cacho nos muestra claramente
la fragmentacin de las mujeres, la reificacin de sus cuerpos y su consecuente comercializacin, vinculada a una cultura de gnero en la que la
feminidad se sostiene en el vnculo de las mujeres con la naturaleza, en su
debilidad, en su dependencia y, sobre todo, en su identificacin con una
sexualidad expropiable.
Entramos en la web Divas.com y apunt mis datos, mand la fotografa que
me hice con el dinero que me dio Mariel y noms pas una semana cuando
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El fenmeno de la esclavitud sexual ha proliferado en los ltimos tiempos, muestra la complejidad de la violencia sexual en nuestros das, pues
es mucho ms que un evento coital perpetrado por un psicpata o un incontinente sexual, implica una serie de relaciones, representaciones y concepciones del mundo, entre las que se encuentra la nocin misma de sujeto fragmentado. El coito forzoso mediado por violencia que propicia dao
corporal y emocional es una prctica corporal resultado de un conjunto de
relaciones y de mediaciones simblicas producidas en un medio violento y
bajo determinada cultura de gnero que impone una poltica sexual, en la
que la supremaca masculina sigue siendo el factor determinante; lo cual se
expresa claramente en fenmenos como la violacin individual o tumultuaria, la violencia domstica y el abuso sexual infantil, la esclavitud sexual y el
trfico de personas.
Podemos considerar a este conjunto de expresiones de la violencia sexual
como un dispositivo de la corporalidad y que parte del anlisis del poder.
En tal dispositivo se integran las prcticas discursivas4 y las no discursivas
(las relaciones de poder) en torno al cuerpo, a la sexualidad, al gnero y a
la violencia; se refiere a las instituciones que regulan dichos elementos; a los
reglamentos y a las leyes que determinan su permisividad y su prohibicin;
a la serie de medidas administrativas, enunciados cientficos, proposiciones
4
Se hace necesario definir, junto a Foucault, lo que entendemos por prcticas discursivas: un conjunto de reglas annimas, histricas, siempre determinadas en el tiempo y
el espacio, que han definido para una poca dada y para un rea social, econmica, geogrfica o lingstica dada, las condiciones de ejercicio de la funcin enunciativa. (Castro,
2004: 272).
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filosficas y sobre todo, morales. Estos componentes heterogneos y la naturaleza de sus relaciones quedan establecidas en virtud de la violencia sexual
concebida como un dispositivo de la corporalidad, cuya existencia obedece
a una necesidad estratgica que puede ser el control-sujecin de los individuos a travs de la dominacin de sus cuerpos. La violencia sexual es adems un dispositivo corporal porque una vez que se ha constituido como
tal permanece a travs de un proceso de sobredeterminacin fundacional,
donde cada efecto positivo o negativo, querido o no, entra en contradiccin
con otro tipo de efectos y exige un reajuste, en el transcurso del cual se producen resultados insospechados.
Es as que la violencia sexual entendida como un dispositivo de la corporalidad, se ocupa de las relaciones que articulan las prcticas discursivas
con otras prcticas. Es decir, que el carcter sistemtico de las prcticas
contenidas en dicho dispositivo, la regularidad con la que organizan lo que
los sujetos hacen, y el sentido general que tienen, las lleva a constituir una
experiencia. (Castro, 2004: 274). Es el caso que narra Jos Vaca respecto
al primero de sus encuentros con Marcial Maciel, reconocemos el dominio
de las prcticas que se extiende, entonces, del orden del saber al orden del
poder (273):
Yo a ti te tengo mucho cario, yo a nadie puedo decirle que me d masaje en
el estmago. Me toma la mano y la pone en su estmago. Estaba cubierto con
la sbana arriba del ombligo. Estaba en camiseta. El me gua con su mano, yo
estaba en choque. Luego me dice: Ms abajo, ms abajo. Nada, yo no poda.
Entonces me lleva con su mano a tocarle su pene. Y me dice: Frtamelo porque me da mucho dolor. Yo no saba cmo hacerlo. Mira, hazlo as y comienza a masturbarse l mismo con mi mano debajo de la suya. Y me coge mi pene.
Yo no recuerdo si tuve ereccin. El caso es que yo me choque, y me qued
completamente paralizado, fsica, mental y emocionalmente. Tengo idea de
que sent hmeda mi mano. Yo no poda, era la primera vez que yo haca eso a
alguien y que alguien me tocaba a m. (Gonzlez, 2006: 193).
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2004: 332), es decir, los modos de subjetivacin son precisamente las prcticas de constitucin del sujeto. (332).
As, advertimos que la violencia y la violencia sexual en particular, se
convierten en tecnologas del yo, las prcticas corporales involucradas en
ella contribuyen a la materializacin de los cuerpos. De esta manera, nuestra comprensin de la violencia sexual y sus maneras de erradicarla se enfrentan a la constitucin y existencia misma de los sujetos.
El cuerpo fantasma. A manera de conclusin
Pensar en la violencia sexual desde las formas que adopta la violencia social en su conjunto no significa reducir su importancia ante otras expresiones ms urgentes, ms macabras y ms despiadadas. Referirnos a la violencia sexual como parte de este entramado de violencias cotidianas implica
buscar su significado en nuestro momento. Al mismo tiempo, reflexionar
acerca de su significado contemporneo permite buscar nuevas formas de
comprensin de un fenmeno siempre presente y, desde luego, tambin las
maneras de erradicarlo.
Hacia dnde he transitado con lo hasta aqu expuesto Por qu acercarme a las formas en las que la violencia es vista y juzgada por una sociedad indolente e indiferente? Por qu asomarme a la moral sexual que nos
rige? Por qu pensar la violencia sexual desde la importancia del cuerpo
de los sujetos?
Es indiscutible que no podemos comprender ninguna de estas interrogantes sin considerar que la violencia sexual en nuestros das participa del
estado de cosas que atraviesan a la sociedad. Igualmente es necesario recordar que las denuncias se han multiplicado y que eventos como los citados, antes invisibles y guardados entre los ms profundos secretos de las
familias, de las escuelas y de las iglesias, ahora ocupan las primeras planas
de los peridicos, son del dominio pblico y que se han tomado medidas
legales para combatir tal flagelo con penas carcelarias ms largas y con
castigos ms fuertes. No obstante la violencia sexual se profundiza, parece
que la sexualidad sigue siendo el lugar para canalizar las ansiedades de una
sociedad que se aprecia distorsionada y decadente. El caso es que el castigo
carnal sigue siendo una constante y la violencia sexual en lugar de sufrir
menoscabo, se diversifica.
En un intento por dar con el cabo de la madeja, a partir de estas reflexiones, encuentro que la concepcin cartesiana del cuerpo se mantiene
en toda su vigencia. La nocin expandida por el cristianismo ha preservado
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incertidumbres conceptuales
la repugnancia por el cuerpo y carnalidad que nos constituye. De esta manera, se sigue considerando al cuerpo como lo prescindible y contingente
de los seres humanos.
Lo novedoso para nosotros es, en todo caso, el conjunto de relaciones
violentas que nos rodean. De qu manera este estado de cosas participa de
la persistencia y la reproduccin de la violencia sexual? La violencia sexual
es productora y a la vez producto de esa violencia generalizada en la que nos
encontramos y una manera de entender cmo se da este efecto de rizo de la
violencia sexual es considerarla como un dispositivo de la corporalidad, para
darnos cuenta que tal violencia es constitutiva de los sujetos y corroborar que
la primera violencia de la que somos objeto es la de la escisin constitutiva de
nuestro ser. La violencia, en particular la violencia sexual, acta como factor
disciplinario para controlar los cuerpos de los individuos.
Sin embargo, las actuales circunstancias muestran que la separacin
cuerpo-mente se ha convertido en una dicotoma insostenible puesto que el
desprecio por la carnalidad se combina con una utilizacin cada vez mayor
del cuerpo para infligir escarmiento y castigo, otorgndole una relevancia
estratgica. La violencia lo hace existir, es esta la gran paradoja.
99
Bibliografa
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Parte II
EL TERRORISMO DEL ESTADO
Y LA VIOLENCIA FALOCNTRICA LETAL
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Introduccin
Casi al finalizar el siglo xx, Ciudad Jurez, Chihuahua, comenz a capturar la atencin de Mxico y el mundo por una violencia letal, continua y
horrenda en contra de nias y mujeres. Es ah, desde el ao de 1993, donde
familiares de vctimas y grupos organizados de mujeres y feministas locales
y de la ciudad de Chihuahua, denunciaron una forma especfica de violencia contra las mujeres que haban sido forzosamente desaparecidas, torturadas, mutiladas, violentadas sexualmente y asesinadas. Sus cadveres los
de aquellas que aparecieron fueron arrojados en lotes baldos y en el de1 Este
artculo es producto del financiamiento otorgado por Fondo Mixto Conacyt-Chihuahua para el proyecto de investigacin Estrategias para la prevencin e intervencin del
feminicidio juarense, clave chih -2007 co1-79934.
2 Es profesora-investigadora en El Colegio de la Frontera Norte. juliam@colef.mx.
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acumul un total de 140 recomendaciones internacionales en el periodo 20002006 slo en el tema de derechos de las mujeres. De stas, 63 recomendaciones son dirigidas a atender el feminicidio en Ciudad Jurez. Observatorio Ciudadano de los Derechos
de las Mujeres (ocdm), de la Academia Mexicana de Derechos Humanos. www.amdh.com.
mx/mujere.s
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Mapa 1
El continuo de la lucha del feminismo contra...
Arizona
California
Nuevo Mxico
El Paso, Texas
L ou isia n
Texas
Sonora
Chihuahua
Coahuila de
Zaragoza
400
600
800 km
Ta mau
li
Nuevo
Len
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nes de derechos humanos y las activistas feministas las que han tomado un
papel lder representando y haciendo visibles a las mujeres y a otros sujetos
que han sido transformados en seres tan pequeos como para ser vistos
por el Estado. Esta desarticulacin o desintegracin de la soberana ha sido
relocalizada en instituciones supranacionales, no gubernamentales o privadas; en estos foros internacionales los sujetos alternativos del derecho
internacional hablan y denuncian las injusticias que acaecen en sus pases.
(Sassen, 1998: 92-93).
Desde esta perspectiva materia, me enfoco en la investigacin de los
mensajes que los cuerpos sufrientes del feminicidio sexual sistmico han
portado en una regin metropolitana trasnacional. Para este anlisis, me
sustento en la teora feminista y utilizo otras concepciones que estudian
la muerte y el dolor que se inflige a los cuerpos, desarrolladas por Scott E.
Pincikowski. Mi objetivo es mostrar cmo estas muertes adems de ser parte
de una geografa internacional tambin son parte de un discurso internacional que las rescata para obtener justicia. Organizo mi exposicin en tres
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pa s
Baja
California
Norte
Scott E. Pincikowski afirma que el dolor adems de ser una experiencia fisiolgica y psicolgica est mediado por las fuerzas culturales y sociales de una
determinada sociedad. Asimismo, el dolor es una experiencia individual
que el o la sufriente decide callar o comunicar a otros. Cuando el dolor se
hace pblico hay un movimiento que se da entre quien sufre y los miembros
del cuerpo social6 que observan y reaccionan ante la conducta de la persona
en sufrimiento. El o la sufriente se torna vulnerable y Este es un problema
que no se resuelve fcilmente. Se trabaja para bien o para mal mediante el
movimiento que ocurre entre el sufriente y los miembros del cuerpo social
que observan y reaccionan a la condicin del individuo. (2002: 5-6).
Michel Foucault (1988) describe en las prcticas punitivas medievales
los efectos del poder reflejados en el dolor que se causa a los cuerpos por
medio de la tortura y la humillacin pblica. Pblico tambin era el espectculo destinado a introducir e instalar el miedo, justamente por eso el
cuerpo mutilado del culpable cargaba un significado especial y frecuentemente espejaba el crimen cometido. Y, por razn de este potencial simblico del cuerpo, o del discurso del lenguaje corporal, el cuerpo social de
la nobleza fue capaz de mantener su hegemona poltica. (Pincikowski,
2002: XXIV).
Por lo tanto, segn Pincikowski, en el dolor convergen dispositivos fisiolgicos y psicolgicos, y tambin elementos sociales y culturales que lo
vuelven complicado al tratar de definirlo. Por lo dems, intervienen en ste
otros dos factores ineludibles: el cuerpo fsico que recibe el dolor en este
6 Pincikowski
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caso la vctima y el cuerpo social que observa este mismo dolor la sociedad. Es por eso que el dolor es para algunos difcil de definir, permanece
como un enigma y se les deja a otros y otras que sufran, que traten o comuniquen sus secuelas. (3).
La sociedad que se desarrolla a finales del siglo xx y principios del
xxi en Ciudad Jurez no presenci la invencin de nuevas perversiones
contra las nias y mujeres, tampoco vicios o violencias extremas inditos
contra ellas; si bien, ha sido testigo del mantenimiento de la expresin
fija y continua de las atrocidades de gnero contra el sexo femenino. Los
mensajes que los agresores del feminicidio han enviado a las potenciales
vctimas y a todas las mujeres a travs de la tortura que los cadveres
tanto como los fragmentos que de stos presentaron revelan el significado de la opresin de las mujeres, de la devaluacin de las mujeres en
categora de subalternas, de la conducta apropiada que deben tener y el
poco valor de estas vidas, al permitirse el continuo de estos asesinatos y
la ausencia de justicia.
En este orden de ideas, es necesario recordar que nuestro anlisis tom
como elementos a ser analizados los procesos globales, o ms especficamente, las intersecciones donde confluyen lo global y lo local. El tema central de
nuestra reflexin, siguiendo la lnea de Lesley Sharp, es cmo se fragmenta
o deconstruye el cuerpo?, qu constituye una parte de cuerpo? Qu revelan determinadas prcticas de tortura, en contextos especficos, acerca de
las reconstrucciones econmicas del cuerpo humano? Al mismo tiempo, esta
fragmentacin de los cuerpos qu nos dice acerca de las fronteras, la integridad de las personas y del cambiante valor de los seres humanos? (2000: 288).
En el caso especfico de Ciudad Jurez, el cuerpo de las vctimas se deconstruy o se fragment a travs de la tortura, la violacin, la mutilacin y
el abandono de los cadveres en zonas inhspitas. De esta forma el cuerpo
fue reducido a partes o pedazos en un contexto geogrfico fronterizo que
ha sido llamado espacio metropolitano desnacionalizado. (Schmidt, 2007:
19). En este lugar, en el cual era o es imposible conocer la identidad del o
de los asesinos, ha estado tambin presente la desviacin de la investigacin
cientfica por el discurso acerca de la moralidad, la rectitud y la honestidad
de las vctimas. De este modo, el valor de la vida humana adquiere esa dimensin sobre la cual Judith Butler ha discutido, por qu algunas muertes
son dignas de llorarse y otras no (2002), y que Lesley Sharp nos recuerda
con estas palabras el cuerpo frecuentemente emerge como un sitio de produccin, donde las personas vivientes pueden ser valuadas solamente por su
fuerza laboral. (2000: 290). Es por eso que todas las asesinadas al ser nombradas como las muertas de Jurez formaron partes de cuerpos y al mismo
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culturales. Porque el dejar los cuerpos desnudos o semidesnudos en el abandono y en el descuido les arrebata sus identidades histricas, ciudadanas y sus
especificidades territoriales. (Monrrez, 2009: 271-272).
Sus cuerpos desnudos o semidesnudos, refieren la ausencia de vestidos que
fueron arrancados o destrozados del cuerpo portador, de su contenido original
y de su identidad social pasan a formar signos con propsitos de ser prendas
arrebatas violentamente, por lo tanto, smbolos de la violencia fsica, sexual,
psicolgica y econmica que se inscriben en los cuerpos de las vctimas y en
el territorio en el cual son dejados. El retener las pertenencias y objetos que
las identificaban, aument el poder de la violencia de los asesinos sobre ellas.
An ms, en los casos en que algunos cadveres fueron dejados vestidos con
las prendas de otras vctimas, esta grotesca equivocacin reflej el intercambio
planeado de la violencia organizada y mand mensajes al cuerpo social a la
familia, a la sociedad y al Estado: estas desapariciones forzosas demostraron
la premeditacin y el clculo de los agresores. [En] trminos de apropiacin
y desnudez irnicamente representaron algunos de los procesos sociales ms
opresivos que se despliegan contra las mujeres por la sociedad masculinizada:
su reduccin a objetos sexuales, por ejemplo, o su descontextualizacin como
un grupo sin historia. (Donaldson, 1999: 11).
Este dejar en el desamparo los cadveres fue llamado por Sergio Gonzlez (2002) Huesos en el desierto. Estos huesos dispersos, estas osamentas
o cadveres en descomposicin, este dejar al aire libre a las asesinadas las
expuso como sujetos condenados que pagaron su sentencia y a las cuales
se les neg un funeral apropiado. (Pincikowski, 2002: 30-31). El honor y el
prestigio social de todas estas condenadas qued diluido, daado, devastado. Ellas quedaron divididas, sus cuerpos que alguna vez fueron objeto de
veneracin (31) representaron signos de peligro, amenaza y precaucin
para las otras mujeres que teman ser convertidas en cuerpos incompletos y
mutilaciones de cuerpos que funcionaron en su fragmentacin como marcas de un deseo para otros. (Suren, 1995).
Las heridas, las injurias, las lesiones y las marcas que presentaron los
cuerpos fragmentados tambin pertenecen al sistema de significaciones de
la violencia contra la mujer y tienen el potencial de descifrar el sufrimiento
y el dolor que se caus a las vctimas. As, cuando se habla de sus manos atadas o esposadas por detrs de ellas, esa parte especfica del cuerpo, esa parte del cuerpo que alguna vez form la totalidad del mismo, nos refiere a que
los brazos, siguiendo el pensamiento de Pincikowski no pueden unirse
o articularse para implorar misericordia. Al mismo tiempo, las manos ya
no tienen un papel activo, ya no pueden ser utilizadas para defenderse, ni
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siquiera para cubrirse los ojos y la cara ante las atrocidades y ante la muerte
inminente de cara al dolor. (2002: 38)
Como es de notar, el dolor no queda exento de las construcciones sociales y stas se encuentran en los significados que los cuerpos de las vctimas
expresaron a travs del castigo al que se les someti. Ellas no pueden vocalizarlo, su boca ha quedado en silencio para siempre; no obstante, el cuerpo
fsico, el cuerpo maltratado refiere el control social que se ejerci sobre l,
y al mostrarlo, hace evidente que hay violencias y agresiones que han sido
sancionadas y prohibidas con anterioridad. La continua administracin de
la desaparicin, la tortura, la mutilacin, la violacin y la muerte por parte
de estos cazadores/depredadores (Washington, 2004), refleja que el [p]
oder funciona no slo como una prohibicin, sino tambin como una incitacin (Suren, 1995: 2), ya que a quienes se asesina son la sangre [que]
corre a todo lo largo del placer sangre del suplicio y del poder absoluto...
sangre del pueblo que se derrama a voluntad puesto que la que corre en
esas venas ni siquiera es digna de ser nombrada. (Foucault, 2000: 180). El
nmero de vctimas no identificadas ms de medio centenar y la falta de
acciones para hacerlo lo demuestran. Tambin afirmo que hay una eleccin
de las vctimas y una naturaleza del delito constantemente repetido que son
consecuencia de la discriminacin de gnero y otras discriminaciones que
se hacen de la humanidad de las mujeres. Y son estos cuerpos fragmentados
los que revelaron los efectos de la violencia contra las mujeres en el escenario
fronterizo; son los cadveres los que originaron la tensin de las mujeres organizadas y tambin lo que dio inicio a un movimiento sin paralelo en la historia reciente del feminismo por la reivindicacin del cuerpo de las mujeres.
El continuo de la lucha feminista
La violencia contra las mujeres es uno de los grandes temas del movimiento
de liberacin del feminismo de los sesenta. El anlisis de esta crueldad resurge de este movimiento, mismo que con su activismo abri los primeros
refugios para mujeres golpeadas y para las que haban sido vctimas de la
violencia sexual. Tambin de ah brota el anlisis acadmico que la define
como violencia de gnero. (Rico, 1996: 5).7 Esta agenda de malestares
Nieves Rico ha escrito que la violencia afecta por igual a hombres y mujeres. No obstante, su impacto vara en funcin del sexo de la vctima. En este sentido, las caractersticas
de las agresiones que sufren las mujeres por parte de los hombres permiten identificarla
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(Castro y Riquer, 2007: 17) determin que las feministas rescataran las historias de violencia en contra de las mujeres y, al mismo tiempo, nombraran
unvocamente estos maltratos con palabras antes no utilizadas. Debemos a
este movimiento trminos clave como acoso sexual, trfico de mujeres,
pornografa infantil, abuso infantil, mutilacin genital femenina, penalizacin del aborto, suicidio de mujeres en situaciones de maltrato y
feminicidio (Caputi y Russell, 1992: 5), entre otras conceptualizaciones.
Como es de notar, todos estos conceptos colocan al cuerpo femenino y sus
manifestaciones como centro de sus reivindicaciones. (Lau, 2006: 181).
Igualmente, nos muestran que teora, organizacin y movilizacin feminista en contra de la subordinacin de las mujeres son la esencia internacional ms emblemtica que se propag por todo el mundo y que caracteriz
al feminismo como uno de los primeros movimientos sociales globalizados. (Maier, 2006: 31).
El feminismo latinoamericano de los sesenta tom como uno de sus temas la lucha contra la violencia hacia las mujeres; lo hizo desde la creacin
de centros de atencin, la modificacin jurdica y las primeras sistematizaciones y conceptualizaciones de la violencia de gnero. (Castro y Riquer, 2007:
17). En 1975, la lucha feminista en Mxico se centr en tres de estas violencias: el aborto, las mujeres golpeadas y la violacin; problemticas que pasan
directamente por el cuerpo de las mujeres segn seala Eli Bartra (1992:
24). El feminicidio, un concepto que ya exista en la academia feminista anglosajona, y que se haba utilizado en el activismo de otros pases, no logr
generar entonces el eco que en la franja fronteriza hoy tiene sin paralelo, en
trminos de resonancia en la opinin pblica y en los medios de comunicacin para denunciar la violencia contra las mujeres. Quiz, en parte debido a
la atrocidad de los asesinatos, su persistencia, la impunidad con la que se han
cometido y la cortina de humo que se cierne sobre los asesinos.
En Ciudad Jurez, las primeras mujeres que hicieron eco de estas muertes indecibles fueron familiares de vctimas. Cynthia Bejarano en un trabajo
pionero mostr el papel de resistencia que han desarrollado las madres de
las vctimas, que al mostrar las fotografas de sus hijas, los objetos que les
pertenecieron y los altares que les han erigido, exponen ante el mundo la
complicidad y la responsabilidad de estas atrocidades y claman una posicin maternalista. (Bejarano, 2002: 143). Por su parte, Melissa Wright nombra a este plural movimiento anti-feminicida coalicin y lo divide en dos
como violencia de gnero, la cual est vinculada a la desigual distribucin del poder y a las
relaciones asimtricas que se dan entre hombres y mujeres en las sociedades patriarcales.
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nos usan y nos tiran Empez a tomar notas, datos, y los escribi como
iban apareciendo en el peridico. Porque yo no era muy ordenada para
anotar. Luego, la auxiliaron dos activistas, Mara Elena Vargas9 y Judith
Galarza.10 Despus le habl Sara Lovera: Voy a sacar una Triple Jornada,11
mndame lo que tengas. Y como a Esther le urga darlo a conocer, cogi
todos los peridicos y se los envi en un paquete. (Monrrez, 2010). As,
en blanco y negro fue dndose a conocer el feminicidio de lo local a lo
nacional, al punto que la importancia de documentar las experiencias de
las mujeres a travs de un seguimiento del feminicidio, como herramienta
metodolgica, ha sido fundamental en la revelacin del conocimiento/sufrimiento que permite dar cuenta de una forma general de la violencia que
se ejerce contra las nias/mujeres.
La represin, la falta de atencin y la impunidad llevaron a la movilizacin de los grupos a las redes internacionales. Estas redes utilizaron la
informacin de la oposicin domstica (Ward y Green, 2000), llevaron con
ellas la lista de las mujeres asesinadas o el seguimiento del feminicidio a
travs de los aos y la negacin del Estado para asumir su responsabilidad
de otorgar justicia.
Kathleen Staudt hace un seguimiento detallado de cmo esta pequea
y compacta red de activistas en Ciudad Jurez foment un movimiento ms
amplio, tanto en la esfera local como internacional. No obstante, en ambas
escalas se torn en un movimiento local y trasnacional difuso; paradjicamente, en este crecimiento estriba la fuerza y debilidad del mismo, ya que
al transformarse, desde inicios del ao 2000, aparecieron tensiones acerca
de la legitimidad de la representacin, de quin debera hablar por las vctimas, y por la forma en que el feminicido deba o no insertarse en un marco
ms amplio de violencia en contra de las mujeres. (2008).
En el mbito local aparecieron las siguientes organizaciones: Nuestras
Hijas de Regreso a Casa, Justicia para Nuestras Hijas (Chihuahua); dos grupos ms formados por madres de vctimas y con gran ingerencia gubernamental: Integracin de Madres por Jurez y Madres en busca de Justicia;
Fundacin Sagrario, Mujeres de Negro (Chihuahua); Red Ciudadana de no
Violencia ,y Dignidad Humana.
9 Maestra
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Las primeras que hacen eco desde la arena internacional fueron las
activistas de esta rea binacional metropolitana. El grupo Amigos de las
Mujeres de Jurez, con base en Las Cruces, Nuevo Mxico, se consolid luego de que Cynthia Bejarano haba estado trabajando esta ignominia desde
1999; luego apareci la Coalition Against Violence Toward Women and Families
at the Border de El Paso, Texas. En ambos grupos participan importantes
profesoras universitarias activistas y estudiantes de las universidades de dichas comunidades. Por ltimo menciono a Amnista Internacional. Otras
organizaciones respondieron, con tcticas y diversos apoyos materiales y polticos desde los siguientes pases: Estados Unidos, Canad, Espaa, Italia y
Alemania (Martn, Fernndez y Villareal, 2008). El movimiento feminista
como movimiento globalizado respondi y salieron a la calle fsica y virtualmente miles y miles de personas. No s si algn da se pueda contabilizar, no
s si algn da podamos tener la cifra aproximada o exacta de personas que
el movimiento antifeminicida local provoc allende la frontera mexicana.
Sera interesante saberlo.
Las acciones de las redes trasnacionales colectivas difundieron la persistencia de las violaciones con el fin de presionar al Estado mexicano, porque
cuando los derechos humanos no se respetan localmente, se acude entonces
al mbito internacional. (Ward y Green, 2000). En este tenor. Olga Aikin
(2007) asegura que este movimiento se convirti en una Trasnational Advocay Network (Red Trasnacional de Defensora) o en lo que Rosa Linda Fregoso (2003) llam la sociedad civil planetaria. Cuyo objetivo fue criticar al
Estado por medio de una sociedad globalmente concebida, en trminos del
respeto a los derechos humanos.
Nada ms poda hacerse en el mbito local ni en el nacional, por eso
este movimiento trasnacional, de acuerdo con Olga Aikin, gener procesos
de socializacin de las normas internacionales en contra de la violencia hacia las mujeres. Estas redes tambin tuvieron la capacidad de posicionar los
problemas de los derechos humanos dentro de criterios y marcos de trabajo
para ser incluidos en las agendas polticas y convencer a los gobiernos, mediante cabildos, persuasin y coercin, para que cumplieran con sus agendas internacionales (2007). Estas tareas de solidaridad o abogaca de las
redes trasnacionales implicaron la utilizacin de acciones llamadas leverage
politics (polticas de presin o influencia ). (Keck y Sikking citado en Martn,
Fernndez y Villareal, 2008). La primera de ellas es material leverage (presin
material), la cual comprendi acciones encaminadas a influir sobre actores
poderosos que conectaron la problemtica de los derechos humanos con las
relaciones comerciales de Mxico y sus socios importantes. La segunda moral leverage (presin moral), puso de manifiesto ante el mundo la violacin
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por parte del Estado mexicano de los tratados internacionales que ha firmado en materia de derechos humanos y erradicacin de la violencia contra la
mujer. El Estado mexicano fue avergonzado pblica e internacionalmente
por las organizaciones internacionales. (Fregoso, 2003).
Las figuras, las leyes y la sentencia
Esta fuerte y sostenida presin internacional motiv que en el ao 2003 el gobierno federal estableciera la Comisin para Prevenir y Erradicar la Violencia
contra las Mujeres en Ciudad Jurez (cpevmcj) y en 2004 la Fiscala Especial
para la Atencin de Delitos Relacionados con los Homicidios de Mujeres en
el Municipio de Jurez, Chihuahua. En un principio se pens que estas dos
figuras seran elementos clave para la prevencin, la investigacin y la erradicacin de la violencia hacia las mujeres en esta ciudad fronteriza. La Fiscala
termin su trabajo el 16 de febrero de 2006, en su ltimo informe seal que
no se encontr un patrn que pudiera establecer relacin de los asesinatos de
mujeres con el crimen organizado ni la serialidad de los mismos y cit las posibles responsabilidades administrativas tanto como penales en contra de 177
servidores pblicos. (PGR, 2006). Ese mismo mes 2006 se cre la Fiscala Especial para la Atencin de Delitos Relacionados con Actos de Violencia contra
las Mujeres, y se le entregaron los expedientes del feminicido juarense para
darle seguimiento al gravsimo problema de impunidad, de brutal inactividad de las autoridades locales. (La Crnica de Hoy, 2006). Su titular renunci
en diciembre de ese mismo ao. Al finalizar el sexenio del presidente Vicente
Fox, la Comisin qued acfala. Con el nuevo gabinete del presidente Felipe
Caldern hubo tres Comisionadas, hasta que en 2009, este rgano se convirti en la Comisin Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las
mujeres (Conavim) y se nombr a la comisionada Dra. Laura Carrera.
Hasta hoy las demandas de justicia no han sido satisfechas. Estas tres
instancias no tuvieron el alcance deseado debido, entre otras cosas, a que
surgen de dos dependencias diferentes: las dos fiscalas de la PGR y la comisin de la Secretara de Gobernacin. En las tres se ve reflejada una serie de
problemas estructurales de la democracia mexicana: un estado democrtico de derecho dbil, de unos mecanismos ineficaces de rendicin de cuentas
y la persistencia de enclaves subnacionales donde existen niveles nfimos de
receptividad democrtica, a la hora de incorporar demandas ciudadanas en
el diseo de polticas pblicas. Pero sobre todo, se reflej y se refleja la falta
de una postura clara sobre la violencia que sufren las mujeres en Ciudad
Jurez y en el resto del pas.
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personal con las maestras en Derecho Mara Guadalupe Ramos y Patricia Bedolla, 2 y 3 noviembre de 2009.
13 Comunicacin personal con las maestras en Derecho Mara Guadalupe Ramos y Patricia Bedolla, 2 y 3 noviembre de 2009.
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debe insertarse en un proyecto de justicia global que considere los derechos humanos (civiles) indivisibles e inseparables de los derechos econmicos a la comida, a la salud, al albergue. Es una perspectiva que llama
a la transformacin de las estructuras sociales, y que define el problema
global que enfrentan los seres humanos [] de sufrimiento y privacin
de los derechos civiles. (130).
Por su parte, Susana Bez seala la visin fatalista de quienes escriben
acerca de este tema en esta frontera. Y si bien, esta sentencia nos ha llenado de alegra, tambin nos muestra que no obstante la nueva conciencia
y los esfuerzos desarrollados en diferentes niveles, [la situacin en Ciudad
Jurez] sigue siendo altamente compleja, dolorosa, prolongada y llena de
claroscuros, sospechas y horrores inaceptables. (Naciones Unidas, 2005:
11). Mxime cuando Ciudad Jurez ocupa, desde 2008, con 1607 personas
en su gran mayora acribilladas por el narcotrfico el primer lugar
en homicidios en Mxico. Este 2009 la cifra alcanz la cantidad de 2 657
vctimas, entre ellas 163 son mujeres. Cmo ser posible alcanzar una
cultura de respeto por la vida de las mujeres, si Jurez representa un cementerio pblico, frente a la ausencia de un Estado que reclame y haga
valer el pacto social? Termino con un fragmento del poema Elega de Armin Arjona. (2005).
La ciudad se muere poco a poco
no hay auxilio que llegue a rescatarla
engullida por la bestia y sus demonios
fra y cruel esta cacera humana.
La ciudad est descuartizada:
cada quien su trozo de violencia.
Conclusin
El avance del reconocimiento de una grave injusticia en contra de las nias
y mujeres asesinadas en Ciudad Jurez, es parte de un gran movimiento
feminista nacional e internacional que supo comprender los mensajes de
los cuerpos en sufrimiento y que ha puesto esfuerzo, aportes y respaldo de
muchas personas y organizaciones en esta tarea. Este accionar ha sido posible y tiene su cimiento en el movimiento feminista de la segunda ola que
puso como centro de sus demandas la autonoma del cuerpo de las mujeres,
y que cobij y fund albergues para mujeres violentadas y abusadas. A este
movimiento tambin se le debe haber nombrado con nuevos trminos la
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2 Me
refiero con feminicidio no a asesinatos individuales de mujeres como suele aparecer en la prensa (que ya no distingue entre crmenes por motivos de gnero y muertes
accidentales por una balacera), sino al conjunto de asesinatos de mujeres por el hecho de
ser mujeres, que queda impune y en los que el Estado tiene una responsabilidad por accin
o por omisin. Son feminicidios los casos de Ciudad Jurez y de la ciudad de Chihuahua,
por ejemplo, as como los del Estado de Mxico, y ms all de la frontera, los de Centroamrica (donde, como en Mxico, mueren mujeres por el hecho de serlo y por otras razones).
No suscribo las definiciones amplias de violencia feminicida porque, como explicar ms
adelante, parten de la concepcin de la violencia como un continuum, sin matices, donde se
tiende a equiparar los chistes machistas con brutalidad machista continua. Para una discusin del trmino, vase la introduccin en Belausteguigoitia y Melgar (2007) y el artculo
de Laura Segato en el mismo libro.
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adems de las muertes y los asesinatos que provocan, a la vez, la militarizacin del pas y las ofensivas del crimen organizado.
Ms all de la violencia delincuencial y de su contraparte institucional,
las formas especficas de violencia contra las mujeres y las nias corroen las
relaciones sociales, dentro y fuera de la casa, en las calles y a travs de los
medios de comunicacin, como se ha visto sobre todo en Ciudad Jurez,
pero tambin en otros sitios. La acumulacin de violencias directa e indirecta y sus efectos han creado un clima conflictivo y peligroso para todos,
en particular para las mujeres, las nias y los nios, aun cuando hoy mueran
ms hombres.3 En Ciudad Jurez hoy se dan violaciones tumultuarias, que
no siempre se denuncian, y persiste el feminicidio; negado nuevamente por
las autoridades, que tienden a atribuir las muertes violentas de mujeres al
crimen organizado (Milenio, 2010) o a la mayor participacin de las mujeres en l, como aducen otros. (Milenio, 2009).
Este estado de cosas puede atribuirse a fallas especficas del gobierno
actual, a la incapacidad de los funcionarios de hacerse cargo de la verdadera situacin del pas y a sus terribles nuevos y viejos problemas. Pero esta
explicacin resulta parcial, pues deja de lado una historia de polticas pblicas que no puede separarse de la historia del feminicidio como fenomeno
social y poltico. La ceguera de hoy perpeta o repite convenientemente la
ceguera pasada.
En efecto, como han documentado diferentes estudiosas, y como lo explica Julia Monrrez en su estudio acerca del feminicidio en Ciudad Jurez
y el movimiento internacional (en este mismo libro), la sociedad se ha movilizado y las madres de las vctimas en particular han demandado justicia y
verdad. Sin embargo, la respuesta oficial ante la violencia extrema contra las
mujeres ha sido por dems irresponsable, carente de sensibilidad y de tica
poltica. Cmo calificar, si no, la serie de polticas pblicas fallidas con que
se ha pretendido enfrentar la violencia de gnero y el fenmeno del feminicidio en Ciudad Jurez y en la ciudad de Chihuahua desde los gobiernos
federal, estatal y municipal, a lo largo de ms de 15 aos?
Como parte de un anlisis ms amplio acerca de las repercusiones del
feminicidio y su impunidad en Mxico, planteo una serie de reflexiones
acerca de las acciones polticas y legales (o la falta de ellas) que nos permiten hablar de una poltica de simulacin, orquestada y promovida por
3 La
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que se puede atribuir el proceso de impunidad institucionalizada y el propio feminicidio a una poltica del Estado o del sistema capitalista como necropoltica, o a los
efectos desnacionalizadores y destructivos de garantas nacionales de la globalizacin o, de
manera ms concreta, del predominio del gobierno de nadie corporativo internacional,
pero todava me parece til un anlisis en trminos socioculturales, ya que en l pueden
detectarse ncleos de cambio social, sino para cambiar el mundo (lo que parece imposible) para modificar los mundos sociales y personales: sacar a la luz la misoginia reactualiza un cierto discurso reivindicativo feminista que pareca obsoleto ante los avances de la
equidad o la igualdad. Para conocer otras perspectivas, vanse Martnez de la Escalera
y Oliva Mendoza en Martnez de la Escalera. (2010).
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Desde un discurso feminista crtico, Ma. Luisa Maqueda critica los excesos penalizantes de la ley espaola y destaca fallas muy semejantes a las que se pueden observar
en el funcionamiento de la Ley de Acceso mexicana. Su crtica y la de Larrauri apuntan a
un ncleo fundamental del debate que no desarrollar aqu: los lmites (o vicios) del discurso de la vctima que desempodera a las mujeres. En este sentido, cabe destacar que la
Ley Mara da Penha de Brasil habla de ofendidas no de vctimas, diferencia conceptual
importante.
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14 Se
temi durante meses que se manipulara el caso ya que el hermano del asesino era
diputado del prd. La organizacin de compaeras de esta estudiante asesinada fue muy
importante para dar seguimiento y difusin al caso. (Vanse Saucedo, 2009; Torres, 2010).
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les, su bsqueda en general fue vana pero no cejaron en ella. Ms tarde, por
necesidad de obtener no slo verdad sino un poquito de justicia (en palabras de la madre de una chica asesinada en los noventa) y con la conviccin
de que si el Estado mexicano se mostraba incapaz de impartirla y, mucho
menos, de asumir su responsabilidad en el caso del feminicidio en general
y del caso del Campo algodonero en particular, haba que buscarla en
otra parte, un conjunto de madres y familiares de vctimas, acudi ante la
Corte Interamericana de Derechos Humanos (cidh), la cual acept y juzg
juntos 3 casos del Campo algodonero y, en noviembre de 2009, emiti una
sentencia que condena al Estado mexicano por no cumplir con sus obligaciones de hacer justicia, actuar con debida diligencia, reparar el dao, entre
otras omisiones y acciones erradas.
Si bien los jueces no retomaron en el sentido pleno el trmino feminicidio, como concepto equiparable a crmenes de lesa humanidad, y es
lamentable que slo la juez presidenta se haya pronunciado sobre la equiparacin del tormento infligido a las mujeres luego asesinadas como casos de
tortura (con las implicaciones legales consecuentes), la Sentencia del caso
Gonzlez y otras confirma el valor de las convicciones, la perserverancia y
la resistencia de las madres y familias de las mujeres asesinadas.
Los mnimos o nulos avances para el cumplimiento de las recomendaciones que impone la Sentencia (incluidas las que deban haberse cumplido para diciembre de 2010) corroboran la importancia del feminicidio en
Ciudad Jurez como paradigma de la impunidad, as como la relevancia
de estudiarlo para exponer los mecanismos de simulacin por parte del
gobierno y las formas de resistencia que ha sostenido la sociedad civil, en
particular las madres y familiares de vctimas.
Es evidente que en 2010 el gobierno mexicano ha dado prioridad a festejos intiles y a una guerra poco eficiente. En este contexto, la magnitud de
la violencia generalizada contribuye a marginar una vez ms el tema del feminicidio y la violencia contra las mujeres, a presentarlos como parte de la
guerra entre crteles o como dao colateral en la guerra contra el narco.
As, la importancia de la Sentencia es que vuelve a poner en primer plano
la exigencia de que el Estado reconozca su propia obligacin de garantizar
justicia y verdad, y cumpla con sus responsabilidades en ste y otros casos
aun cuando no lo haga. Examinar los efectos de la impunidad en este
caso, precisamente, puede servir como advertencia de lo que sucede cuando
crmenes brutales y crueles quedan sin castigo, y los casos de impunidad se
van acumulando.
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actuar con debida diligencia, no aclarar, no rendir cuentas, eludir responsabilidades, crear chivos expiatorios, desacreditar, manipular, amenazar,
borrar y olvidar,15 se ha vuelto costumbre. Para otros ms, no ver, no leer, no
pedir cuentas, no denunciar, tolerar, olvidar, borrar, tachar, se ha vuelto un
estilo de gobierno, o una estrategia de sobrevivencia. En ese contexto, buscar
justicia y verdad es sin duda extraordinario.
En un pas de leyes sin garras y discursos huecos, exigir es un verbo
estigmatizado, aunque se exija verdad y justicia, igualdad, o el respeto de
derechos humanos consagrados en alguna convencin internacional. En
el paisaje sangriento en que se ha convertido el norte del pas, en el campo
de batalla en constante ampliacin y redefinicin en que vivimos, reclamar justicia y verdad por las mujeres y nias asesinadas en Ciudad Jurez
es alzar la voz entre gritos y disparos.16 Es tambin confrontar a quienes
plantean que toda la violencia contra las mujeres es igual, as como que
el feminicidio se extiende tanto que slo a largo plazo se resolver el
problema, argumento que se ha usado para restar importancia al feminicidio en dicha regin.17
Con extraa lgica, diferentes funcionarias y funcionarios han atribuido crmenes atroces a mera violencia intrafamiliar, sin explicar cmo o
15
Hay muchos ejemplos posibles sobre estas conductas y acciones, me remito aqu a la
Sentencia del Campo algodonero que puede leerse como resumen de lo que antes plantearon diversos informes nacionales e internacionales y la propia sociedad civil organizada.
Cabe destacar que los argumentos de los funcionarios mexicanos encargados de exponer
la posicin oficial confirman por s mismos la vigencia de la poltica de simulacin, en
cuanto intentaron remitir las mayores fallas al periodo anterior a 2003-2004 y plantear un
cambio de rumbo casi mgico a partir de entonces. El segundo periodo corresponde a la
multiplicacin de comisiones y fiscalas, lo que no implic que se acabara con la impunidad
ni se redujeran los asesinatos o el maltrato a las familias. Por el contrario, en esa poca se
intent comprar su silencio o imponrselo, como puede leerse en la prensa de la poca o
en testimonios como los publicados por Vericat (2004) o los analizados por Ravelo. (2010).
16 Aludo a las palabras de Felipe ngeles en la obra de Elena Garro del mismo ttulo,
donde denuncia que la revolucin traicionada ha transformado al pas en un cementerio
donde slo se oyen gritos y disparos. (Garro, 1979: 65). Lamentablemente, eso podra decirse hoy de Ciudad Jurez bajo la militarizacin y la guerra de/contra el narco.
17 En septiembre de 2009, ante un grupo de madres de vctimas que protestaban por
el (entonces) posible nombramiento de Arturo Chvez Chvez como Procurador General
de la Repblica, una senadora panista recurri a esta explicacin aunque luego se doli
tambin por la persecucin de las autoridades locales las propias protestantes, acusadas de
daar propiedad pblica por pintar cruces rosas en la calle. (Observacin personal de la
autora, 2009) .
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esa demanda de justicia, nada cabe esperar en el 2010, aun cuando acciones internacionales como la Sentencia de la cidh pudieran dar fuerza a
sectores gubernamentales (al parecer inexistentes) interesados en cumplir con las directivas de la Corte o con sus responsabilidades hacia la
sociedad mexicana.
El aparato gubernamental no puede responder a las demandas de justicia o verdad sin fisurarse o resquebrajarse, pues quienes han sido ineficientes, negligentes u omisos incluso ya sealados en fuentes oficiales
como el reporte de la fiscal especial Mara Lpez Urbina en 2005 no han
sido castigados. Diferentes funcionarias y funcionarios que hemos visto en
ms de un documental y en programas de radio y televisin han pasado
sin pena ni gloria, y sin consecuencias, por oficinas y puestos cada vez ms
altos;21 forman parte de un aparato poltico que tolera (o fomenta?) tales
grados de violencia, impunidad y corrupcin que los actos individuales (y
la madeja de complicidades que tejen) pueden pasarse por alto, siempre y
cuando no conlleven costos econmicos o polticos excesivos para el grupo
en el poder.22 En este sentido, la proliferacin de agentes gubernamentales
encargados de prevenir, sancionar o esclarecer el o los feminicidios forma
parte tambin de una poltica de simulacin dirigida sobre todo a la comunidad internacional.
Adems del despilfarro de recursos que supone, 23 la poltica de simulacin ante el feminicidio tiene graves consecuencias sociales, derivadas
21
Valdra la pena ver de nuevo el documental Seorita extraviada, de Lourdes Portillo(2001), por ejemplo, e indagar la carrera que siguieron los funcionarios entrevistados. De hecho, un documental por hacerse sera un seguimiento del feminicidio no
centrado en las vctimas sino en los funcionarios y en lneas de investigacin, ms a la
manera de los documentales sobre crmenes de guerra que a la de los del testimonio
(de vctimas).
22 Aunque tal vez la razn ltima de un posible castigo social o poltico sea slo la
pertenencia al grupo equivocado (como parece haber sido la detencin de presidentes municipales de Michoacn en 2009), puesto que las estafas, malversaciones y actos
criminales que sin consecuencia alguna se han revelado a lo largo de los ltimos aos en
distintas esferas polticas son de tal magnitud que en conjunto s conllevan algn costo
poltico.
23 Queda por investigar el costo del gran aparato de simulacin del gobierno en la
poca de Vicente Fox , de antes y despus. Segn una nota de El Universal, que obtuvo
informacin de la Procuradura General de la Repblica (PGR) a travs del Instituto Federal de Acceso a la Informacin (ifai), la Fiscala especial encabezada por la licenciada
Mara Lpez Urbina, que slo funcion dos aos (y que tal vez fue la ms productiva en
cuanto a informacin), cost 32 millones de pesos. (Vase Otero, 2007).
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As lo hizo la pgr, entre otras instancias, a fines del sexenio de Fox. En 2009, para
justificar el nombramiento de un procurador cuestionado por la sociedad, fuentes estatales
y federales afirmaron que la mayora de los asesinatos de mujeres estaban resueltos.
25 La fiscala especial encabezada por Mara Lpez Urbina se cerr en 2006; la comisin especial encabezada por Morfn se dej sin titular y prcticamente sin funciones
ya iniciado el sexenio siguiente; la Fevim no se cerr pero result ineficaz, a lo que se
respondi no con una afinacin de sus funciones y facultades sino ampliando sus tareas;
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Dejar sin castigo los crmenes y en particular los crmenes brutales que
han segado la vida de numerosas mujeres y nias en todo el pas ha tenido,
y tiene consecuencias que afectan toda la vida social y poltica de Mxico.
Del feminicidio al estado de excepcin
Aunque en el discurso oficial la violencia actual (o violencias)26 que azota a
Mxico tiende a presentarse como un fenmeno reciente, dada a la inevitable y necesaria guerra contra el narco, para entender mejor su dinmica
e intensidad creciente es preciso situarla en un contexto ms amplio y relacionarla con fenmenos de violencia y de violencia extrema27 anteriores
en el tiempo. En este sentido, cabe sealar la necesidad de esclarecer el feminicidio y de castigar a los culpables, demandas aejas que se resumen en
verdad y justicia. Esclarecer el feminicidio es necesario para comprender
las causas de la violencia extrema y los grados de violencia que hemos alcanzado en el pas. Castigar a los culpables no es slo un accin mnima de
justicia, que el Estado debera ya haber cumplido, sino tambin condicin
indispensable para restaurar una base de convivencia social sostenible. En
efecto, la persistencia de la impunidad y del des-conocimiento o negacin
del feminicidio tiene graves consecuencias para la vida poltica y social, en
las que no ahondar aqu, pero sealar como temas que merecen mayor
atencin e investigacin.
al convertirla en Fevimtra, dos problemas enormes que ameritan atencin especial la
violencia contra las mujeres y la trata de personas se concentran en una fiscala ya de
por s disfuncional.
26 El trmino en plural tiende a usarse en los estudios sociales y en la prensa francesa
para denotar distintas manifestaciones o distintos hechos violentos. Me parece til para
destacar que la violencia es un fenmeno complejo con manifestaciones muy variadas y
causas distintas que hay que distinguir.
27 Este trmino requiere ms investigacin y precisin, aqu entiendo la violencia extrema como manifestacin de violencia que se ensaa con el cuerpo (y el espritu o las emociones); incluye tortura, desmembramiento, violacin tumultuaria y agresiones sistematizadas
(como en las acciones nazis o en las dictaduras). Este trmino aparece relacionado con la
guerra y, signo de nuestros tiempo oscuros, con juegos violentos en internet. En el Mxico
de hoy incluye los desmembramientos y la exhibicin pblica de cadveres y partes del cuerpo humano, as como los procesos que a eso llevan, pero tambin los asesinatos crueles de
mujeres y nias y las violaciones tumultuarias, as como las masacres como las que se han
dado en poblaciones indgenas (como Acteal) y ms recientemente en diversas ciudades del
pas, en particular, de nuevo, Ciudad Jurez.
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En primer trmino, cabra ahondar en la crisis del lenguaje que conllevan la corrupcin y la violencia extrema. Como ha planteado Hannah
Arendt, la mentira poltica distorsiona la realidad, pero adems la manipulacin y el despojo del sentido de las palabras fisura y va minando el espacio
poltico como mbito de discusin y dilogo donde el entendimiento sea
posible. (Arendt, 1972; 1977). El uso demaggico de las palabras en el discurso oficial acaba por vaciarlas de sentido, tal como sucedi en el siglo xx
con las palabras Revolucin y revolucionario, enunciadas por gobiernos
que ningn inters tenan en el cambio o en la justicia social.
Ms all de la polisemia de las palabras, el problema del deterioro del
lenguaje en la poltica es que hasta para algunos grupos o personas trminos que mantienen un significado vivo o necesario tambin pierden eficacia
y parecen remitir a conceptos anacrnicos o rebasados, que, no obstante,
son necesarios y pueden re-significarse. Por ejemplo, hablar de Estado de
derecho hoy es aludir a una ausencia y puede parecer intil. Enunciar esas
dos palabras es, sin embargo, necesario para exponer lo que no se tiene o no
se est viviendo. Hablar de justicia es tambin urgente aunque el discurso
del poder la vace de sentido spot tras spot. Denunciar un estado de excepcin
o de guerra no declarada podra parecer exagerado ante Guantnamo
(2001) y la Patriot Act (Ley Patritica) estodounidense (2006); pero en plena
lucha contra el narco, ante la militarizacin del pas y las brutales consecuencias de los enfrentamientos que esa guerra ha provocado, slo alcanza a decir lo que enfrentan muchas familias y comunidades en la frontera
norte y otras regiones del pas. Adems de lo que puede leerse en la prensa
de los ltimos aos, cabe destacar las denuncias que han hecho las mujeres
de Ciudad Jurez y la ciudad de Chihuahua en las cuales no slo exponen
el deterioro de la vida social y personal debido a la violencia de los crteles,
los policas y los militares, sino tambin (nos) recuerdan que el feminicidio
contina, y denuncian nuevas atrocidades que no se dan slo en zonas de
guerra como el Congo o los Balcanes, sino en las calles de la que se ha
convertido en la ciudad ms violenta del mundo, sin que en el centro del
pas se le d a esto la importancia suficiente. Cateos y robos por parte del
ejrcito y la polica desde 2007; violaciones tumultuarias por grupos de hombres armados (como bien los llama Patricia Ravelo) (2010); adems de extorsiones, secuestros, balaceras entre las mafias, y la persistencia de femicidios
atroces que quedan impunes y de desapariciones. (cedehm y wola, 2010).
Recuperar el sentido del vocabulario de la justicia hoy en el contexto
de la guerra y del feminicidio en Ciudad Jurez es urgente. Ni la guerra, ni el estado de excepcin, ni la militarizacin se llevan con la justicia,
tampoco con la verdad, ni con el Estado de derecho. Slo despojadas de la
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hojarasca retrica del discurso oficial y sacadas del acostumbramiento meditico, pueden las palabras decir la realidad vivida, obligarnos a ver la sangre, el sufrimiento, la arbitrariedad y el odio que cada una de ellas (guerra,
asesinato, masacre, ejecucin) encierra y comunica.
Por otra parte, nombrar la guerra no declarada que se vive en Mxico,
nombrar el estado de excepcin de facto que se ha impuesto en Ciudad
Jurez,28 es hoy un ejercicio de resistencia ante una poltica de simulacin que
en democracia recurre al lenguaje de las dictaduras. En efecto, en los medios de comunicacin y en el discurso oficial no se habla de guerra civil ni de
atentados contra la poblacin civil, porque se presenta a los muertos como
enemigos y se les margina y cosifica como si no fueran ni personas ni mexicanos, miembros de una familia y de una comunidad: son narcos o empleados,
amigos, cmplices del narco, o pandilleros (como en la masacre de jvenes
en Villa de Salvarcar, en enero de 2010). Con esas designaciones lo mismo
que los apodos en los casos individuales se pretende quitarles cara y nombre, arrancarles identidad y derechos, se les convierte en nadie. As, la guerra
actual cobra toda clase de vidas, que se pierden en esta lucha interminable por
territorios, cuerpos, mercados, armas, dinero y puestos (pues tambin en esta
guerra hay intereses particulares), sin que el lenguaje hegemnico ms all
de las cifras, siempre imprecisas y cuestionables d cuenta de esa realidad.
Cabe subrayar que esta dinmica de muerte, negacin y simulacin, de
criminalizacin de las vctimas y manipulacin de cifras, no es nueva. Se
dio en grado menor pero con rasgos similares desde los noventa, en torno
a los brutales asesinatos de mujeres, jvenes, pobres la mayora, algunas
nias en Ciudad Jurez. Como hoy sucede a menudo, entonces se culp a
la vctimas (por exponerse a la violencia); se fabricaron culpables para
acallar protestas; se estigmatiz a quienes hablaban del problema porque
manchaban la imagen de la ciudad. Lo mismo que en tantas zonas del
pas, los crmenes quedaron impunes, no se investigaron o se investigaron
mal. Las vctimas no importaron lo suficiente a los responsables de la justicia, como si ese asunto no les correspondiera. Entonces como ahora, las familias no merecan sino reproches, maltrato, campaas de descrdito e in28
Se destaca Ciudad Jurez por la gravedad del caso, pero otras zonas se han ido configurando como zonas de operacin del gobierno federal y de los crteles del narcotrfico
(Michoacn, en 2009; Coahuila, en 2010, y el propio estado de Chihuahua). Al hablar de
estado de excepcin no me refiero a la figura legal que no se ha usado para declarar la
suspensin de garantas o de sitio, si bien informalmente se han dado, sino a una situacin de suspensin de facto del ejercicio funcional del Estado de derecho. Valdra la pena
ahondar en este concepto pero no es el objeto de este ensayo.
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se ha observado en el caso del feminicidio: la danza de cifras impide medir con precisin
la magnitud de los crmenes.
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32 Retomo
aqu el trmino con que Ana Carcedo se refiere a la actitud oficial que favorece la impunidad del feminicidio en Centroamrica.
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Villalpando, Rubn (2010), Gmez Mont ofrece disculpas por palabras equivocadas de Caldern, en La Jornada, 9 de febrero (consultado en http://
www.jornada.unam.mx/2010/02/09/index.php?section=politica&arti
cle=003n1pol ).
Introduccin
A principio de la dcada de 1990 Ciudad Jurez comienza a ser centro de la
atencin nacional e internacional por el caso de las inicialmente llamadas
muertas de Jurez, pero hasta hoy el vigente hecho criminal ha permitido hablar de feminicidio. Justamente a partir de 1993, cuando empieza
el registro de las desapariciones y los asesinatos de mujeres jvenes y la
aparicin de cuerpos severamente torturados, vejados sexualmente, abandonados en lotes baldos, basureros y cementerios clandestinos, se marca
el inicio de un fenmeno que toma por principal vctima a un sujeto social
caracterizado por tres elementos de alta vulnerabilidad: son mujeres, pobres y jvenes.
La violencia sexual que caracteriza a los primeros feminicidios registrados en dicha ciudad hace que los asesinatos adquieran mayor notoriedad
nacional e internacional. Este fenmeno se inscribe en una sociedad que
registra altos niveles de violencia social generalizada, producto, entre otros
factores, de las histricas condiciones de desigualdad social; de una vigente
divisin sexual del trabajo; de un importante flujo migratorio atrado por la
maquila y por el cruce hacia Estados Unidos; una agudizacin de la pobreza
y una mayor precariedad del mercado laboral; y un coyuntural reacomodo
del crimen transnacional organizado, particularmente el narcotrfico, pues
Jurez, por su ubicacin estratgica en la frontera norte del pas, ha constituido uno de los cruces ms importantes para el trfico de drogas hacia
Estados Unidos.
1 Es
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Por las caractersticas de la ejecucin de los homicidios, particularmente los efectuados en los primeros aos, se pueden distinguir el sadismo en
el trato al cuerpo y el componente sexual, que se muestra en la vctima
mediante la mutilacin, la violacin sexual y la desnudez parcial o total de
los cuerpos. Al parecer, este patrn de comportamiento dio origen a la idea
de los llamados crmenes seriales, distintos a los presentados en la violencia
domstica, por robo o por asalto. Por ello, Julia Monrrez (2009) acua el
trmino de feminicidio sexual sistmico, para dar cuenta de un patrn de
asesinatos hacia mujeres jvenes, donde el elemento de la sexualidad era
ms que evidente.
En este escenario resalta la presencia del binomio poder-placer, a pesar
de que todo tipo de feminicidio tiene una connotacin misgina, pues el
acto de matar a un sujeto por su condicin de gnero proclama el lugar
de devaluacin de lo femenino, es particularmente significativo el vnculo
entre el poder y la sexualidad. Esta dada manifiesta en los homicidios los
lmites del poder total y absoluto del victimario sobre la mujer al propinarle
la muerte y darse placer, acto que en s mismo lleva el sentido de la posesin,
del uso y del desecho del cuerpo femenino como un mero objeto utilitario.
Por lo tanto, son estos mismos cuerpos que han quedado marcados con la
firma del victimario los que portan una advertencia no slo a las otras mujeres, criminales o enemigos, sino tambin al resto de la sociedad.
El presente ensayo pretende reflexionar sobre el sentido que tiene el
componente sexual en el homicidio feminicida y su relacin con el ejercicio
de poder que llevan a cabo sujetos que suponemos masculinos. Victimarios
que, en el menor nmero de casos, pueden encarnarse en la pareja, el empresario o el delincuente, pero que la mayora de las veces permanecen en el
anonimato; nicamente las autoridades lo atribuyen al crimen organizado,
que no tiene un rostro que le identifique, aunque se le reconoce porque est
posicionado en el lugar del poder. El trabajo se realizar a partir de la informacin contenida en la Base de datos Feminicidio 1993-2009, elaborada
por Monrrez (El Colegio de la Frontera Norte), y que cuenta con 833 casos
registrados. Asimismo, se emplean algunas notas periodsticas de los diarios
de mayor circulacin de la localidad del periodo antes descrito.
Violencia masculina y poder
La violencia sexual que perpetran los hombres sobre las mujeres y las nias constituye un problema mundial con diversas expresiones y, desafortunadamente, slo representa una forma de las mltiples violencias, ms
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no por ello deja de ser una de las de mayor afeccin a la integridad psicolgica y emocional de las personas. Partiendo de la definicin que la Organizacin Mundial de la Salud (oms) (2003) da sobre violencia sexual se
entiende como todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual,
los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para
comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coaccin por otra persona, independientemente de la relacin de sta con la vctima, en cualquier mbito, incluidos el hogar y el
lugar de trabajo.
Por la amplitud de matices que tiene el problema de la violencia sexual
tanto en su dimensin conceptual como en la materializacin concreta de
estos actos, lo hace complejo, heterogneo y multidimensional, pues no son
solamente la gran cantidad de aristas que se conforman por el tipo de las
acciones o de los agentes que las ejecutan, sino tambin por los espacios y
relaciones especficas donde se realizan. Si bien la violencia sexual se incrusta como una de las variadas expresiones de la violencia de gnero, an
en esta especificidad se pueden identificar diversas manifestaciones como
el hostigamiento, el acoso, la violacin, la prostitucin forzada, la trata de
mujeres, y otras formas de abuso o intimidacin sexual; adems de que estos
actos son realizados mayoritariamente por hombres que pueden ser conocidos o desconocidos de las vctimas, as como por los espacios donde stos
se llevan a cabo.
Por la informacin con que contamos, se advierte que se infringi violencia sexual y mayor sadismo en los crmenes que se perpetraron sin arma
de fuego, y si bien el mayor nmero de asesinatos cometidos contra mujeres en el periodo 1993-2009 corresponde a ejecuciones con arma de fuego
(vase tabla 1), no es sino en los ltimos dos aos en que el incremento de
crmenes por este medio se ha visto agigantado. (Grfica 1). Lo cual no
modifica la constante presencia de feminicidios que contienen la misma
violencia sexual contra las mujeres. (Vase grfica 1 y 2).
Para el trabajo que nos ocupa, la violencia sexual perpetrada en el feminicidio, se observa en la violacin o presunta violacin en los cuerpos de
las vctimas y la desnudez parcial o total que presentan. Se estima que casi
40% de los homicidios de mujeres presentaban estas caractersticas. Esto
da cuenta no solamente del poder que como colectivo tienen los hombres
sobre las mujeres y del abuso sexual que se hace de sus cuerpos al usarlos como objeto de placer para posteriormente propinarles la muerte, sino
tambin del significado que tiene el despojo que se hace de los mismos
como desechos humanos y el exhibirlos pblicamente. En este sentido, adquiere un peso altamente significativo el que estos actos son cometidos en
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Grfica 1
Tipo de violencia en los feminicidios en el periodo 1993-2009
Grfica 2
Tipo
de
asesinato
por
ao el periodo
Quitar las categoras
rojo y1993-2009
rosa
160
140
Golpeada
120
Arma blanca
100
Arma de fuego
80
Estrangulada
60
Calcinada
40
Osamenta
Fuente: Julia E. Monrrez Fragoso, 1998, Base de datos Feminicidio [archivo particular
de investigacin], Ciudad Jurez, Departamento de Estudios Culturales, Direccin General
Regional Noroeste, El Colegio de la Frontera Norte.
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2009
2008
2007
2006
2005
2004
2002
2003
2001
Otro No informacin
1999
Intoxicada
2000
Golpes
1997
A. Fuego Calcinada
1998
A. blanca
1996
Asfixia
1994
1995
1993
20
Fuente: Julia E. Monrrez Fragoso, 1998, Base de datos Feminicidio [archivo particular
de investigacin], Ciudad Jurez, Departamento de Estudios Culturales, Direccin General
Regional Noroeste, El Colegio de la Frontera Norte.
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Esto denota al menos dos elementos relevantes, por una parte, la supremaca masculina que se encarna en cuerpos de hombres y, por otra, la
relacin de stos con la generacin de la violencia por medio de la prctica
ertica. As, identificamos elementos diferenciados que aparecen ntimamente vinculados y se manifiestan amalgamados, pero que no constituyen
una forma unvoca, lineal, ni esencialista en sus orgenes, constituciones y
revelaciones, ni mucho menos privativos de algn gnero; estos son: masculinidad/poder/violencia/sexualidad.
Con relacin a la dada masculinidad-poder, tenemos que diversas prcticas que realizan algunos hombres y mujeres se sustentan en determinadas
condiciones sociales y en ciertas predisposiciones subjetivas. As, se entiende
que la condicin de ser mujer otorga en s misma un lugar de subordinacin
en la matriz de gnero con relacin al hombre, y a ste un lugar de autoridad y supremaca. Sin embargo, posicionarse subjetivamente en el lugar de
lo femenino o lo masculino y conformar el gnero que de estas posiciones,
se desprende, predispone a ejercicios de poder asimtricos en ciertas relaciones sociales entre hombres y mujeres.
Aunque el poder en s mismo no necesariamente implica violencia,
pues al contrario, tambin es constructivo (Butler, 2001), su ejercicio marcadamente asimtrico si puede propiciarla. Si bien, seala Michel Foucault
(1979), el poder es un modo de accin que acta sobre las acciones de los
otros acciones eventuales o actuales, presentes o futuras, dichas acciones no conllevan en s mismo dao o lesin a terceros; sin embargo, la asimetra de poder puede ser la condicin de la violencia, pues sta se presenta
cuando un sujeto pretende tomar el control y la posesin de otro mediante
la imposicin y la fuerza.
Cuadro 1
Actos violentos y relacin vctima-victimario en los feminicidios
y asesinatos de nios y mujeres en Ciudad Jurez y el Valle de Jurez, 1993-2009
Relacin
Asfixia
Arma
blanca
Esposo o pareja o ex
Familiares
Conocido
Otros
Sin datos
Total
17
12
3
3
87
120
40
13
7
4
59
123
5
2
3
0
9
19
16
22
3
3
46
90
Otro
No
informacin
Intoxicada
2
0
0
1
15
18
4
3
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0
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0
1
1
0
3
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Fuente: Julia E. Monrrez Fragoso, 1998, Base de datos Feminicidio [archivo particular
de investigacin], Ciudad Jurez, Departamento de Estudios Culturales, Direccin General
Regional Noroeste, El Colegio de la Frontera Norte.
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2 La
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Cuadro 2
Victimarios en feminicidios con acto de violacin sexual a las vctimas
en Ciudad Jurez y el Valle de Jurez, 1993-2009
Relacin
Conocido
Tipo de relacin
Pareja o ex
Familiar
Nmero de casos
36
8
16
Amigo
Otros
Desconocido
23
Sin datos
93
Total
152
Fuente: Julia E. Monrrez Fragoso, 1998, Base de datos Feminicidio [archivo particular
de investigacin], Ciudad Jurez, Departamento de Estudios Culturales, Direccin General Regional Noroeste, El Colegio de la Frontera Norte.
este mismo sentido, Azaola (2001) documenta en su trabajo que del total de casos
revisados de homicidio dirigido a familiares cometidos por hombres en el Distrito Federal
(8% del total de homicidios dolosos), casi 49% ha sido a la esposa, la pareja o la amante;
21% a hijos e hijastros, y a padres; y 6% a hermanos.
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Sin dato
Calcinada
Osamenta
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Sin especificar
Desnuda
totalmente
Semidesnuda
Golpeada
Arma blanca
Estrangulada
Vestida totalmente
Fuente: Julia E. Monrrez Fragoso, 1998, Base de datos Feminicidio [archivo particular
de investigacin], Ciudad Jurez, Departamento de Estudios Culturales, Direccin General
Regional Noroeste, El Colegio de la Frontera Norte.
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Fuente: Julia E. Monrrez Fragoso, 1998, Base de datos Feminicidio [archivo particular
de investigacin], Ciudad Jurez, Departamento de Estudios Culturales, Direccin General
Regional Noroeste, El Colegio de la Frontera Norte.
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hombres tender a tomar aquello que es objeto de su deseo, al control y al dominio de las mujeres y de otros hombres; mientras que la actitud femenina hace
que las mujeres tiendan al cuidado de los otros a cambio de ser protegidas.
Bourdieu (2000) discute sobre la sociologa poltica del acto sexual, y
concluye que dicho acto es concebido por el hombre como una forma de dominacin, de apropiacin, de posesin. Penetrar es una forma de afirmacin de la virilidad. Si se entiende la subjetividad como una posicin a nivel
psquico, en donde lo masculino se instaura como el sujeto deseante, activo,
y la mujer como objeto de deseo para otro, y como tal, ubicada en una posicin pasiva, entenderemos su correlato en los roles sexuales activo/pasivo,
en donde ms all del acto fsico penetrar/ser penetrado se organiza
el deseo masculino-activo como deseo de posesin, como dominacin ertica, y el deseo femenino como subordinacin ertica, ambas expresiones
erotizadas en hombres y mujeres. Asimismo, estas dicotomas activo/pasivo, masculino/femenino tambin constituyen la fuente de formas de
dominacin vigentes en el cuerpo social; en las relaciones entre hombres y
mujeres, entre grupos de hombres y entre grupos de mujeres.
Por ello, retomando nuevamente a Bourdieu (2000), se plantea que los
hombres erotizan el penetrar como un smbolo de dominacin, por lo que
el deseo masculino estara dado en el sentido de posesin ertica o dominacin ertica, y seala: o incluso, en su lmite, reconocimiento erotizado
de la dominacin. (35). Se entendera que el placer masculino es, por una
parte, disfrute del placer femenino, del poder de hacer disfrutar a la mujer, poder dar placer, lo que en cierta forma implica dominio. Desde esta
perspectiva se podra plantear si culturalmente se ha significado la penetracin como un acto que denota virilidad y actividad, y los hombres la viven
como una forma erotizada de someter al otro; tanto en la violacin como
en el homicidio sexual, se encuentra el sentido de tomar a la vctima como
objeto para su placer, sin importar la ausencia del deseo de ella en este
acto forzado. Entonces el placer del hombre estara basado principalmente
en el ejercicio de poder someter y controlar al otro, hasta el extremo de
dominar de la existencia misma de la persona.
Posiblemente, en algunos casos el placer del homicida no est ni siquiera
dado simplemente por el disfrute genital del acto sexual, sino por la conmocin, el sufrimiento o el terror provocado a la vctima. No podemos ignorar
que en las formas en que se maltrata e infringe dolor al cuerpo torturado
tambin se encuentra un componente sdico, que visto desde una aproximacin psicoanaltica, segn Bercovich (s/f b), remite al masoquismo del
goce, toda vez que el sdico goza por identificacin con la conmocin de
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que lleva a imponer actos de tipo sexual a una persona, en nuestra cultura,
puede pasar desapercibida; no se reconoce como una forma de control o
poder sobre otro, simplemente se justifica como una prctica naturalizada
y, hasta cierto punto, tolerada, es vista como forma natural de expresin
emocional de los hombres hacia las mujeres. De alguna manera esto forma
parte de las expectativas y creencias sobre la naturaleza del ser hombre o
ser mujer. En la interaccin social se evidencian estos patrones, que pueden
o no ser aprendizajes sociales, pero que forman parte de los esquemas o
representaciones que guan la prctica social.
Connell (2003) habla de tres elementos que dan cuenta de la configuracin de la masculinidad. Para ella, el estudio de la masculinidad debe
incluir las relaciones productivas, las relaciones de poder y las relaciones de
catexis. Las relaciones de produccin dan cuenta de la demarcacin entre
el trabajo de hombres y mujeres, el control y la rentabilidad del trabajo, la
complicidad de los hombres de distinta clase en mantener las demarcaciones, y las diferencias de ingreso. Las relaciones de poder se refieren a la
autoridad y legitimidad; el poder local y el perifrico. Finalmente, las relaciones de catexis incluyen las dimensiones emocional, la ertica, la sexual y
el mismo deseo.
El concepto freudiano de catexis hace referencia a la energa psquica
que se encuentra unida a una representacin o grupo de representaciones, a una parte del cuerpo o q un objeto. (Laplanche, Pontalis y Bertrand,
1996: 49). Si bien, el sentido psicoanaltico hace alusin al encubrimiento
de la carga libidinal con que el sujeto puede envestir cualquier objeto, en
la cultura de gnero, basada en la premisa heterosexista, la catexis puede
ser pensada como la prescripcin social que delimita una forma de sentir y
de desear mediante la posesin, el dar o el dominio que hace significar lo
masculino como una forma de control sobre lo femenino. Por tanto, en el
mismo acto de violencia sexual que el victimario ejecuta sobre su vctima,
parece que se entremezcla el sentimiento de poseer a su objeto de deseo,
heterosexual, con la fantasa de propinarle placer, junto con el placer del
sometimiento y control de ese otro devaluado y tomado como objeto, como
un mero acto de ejercicio de poder.
La violencia homicida en su confluencia con el erotismo desemboca
en el llamado crimen sexual. Monrrez (2003) ha sealado que la definicin ms sencilla presume que el crimen sexual es el asesinato despus
de la violacin. Pero a estos dos actos violentos, la violacin y el asesinato,
los anteceden diversos factores; la misma autora identifica la existencia de
impulsos sexuales sdicos y una objetivacin del cuerpo de la mujer por
parte del hombre que la convierte en objeto sexual para los victimarios. El
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172
Introduccin
En la ltima dcada, el pensamiento feminista en Mxico se ha hecho presente de manera significativa en el mbito jurdico penal, participando en la
creacin, modificacin y abrogacin de leyes. Se intenta evidenciar a travs
del discurso jurdico la existencia de la violencia contra la mujer, no slo en la
pareja, sino ciertamente como un problema social que viene de las relaciones
desiguales de gnero, llegando al punto de vislumbrar al derecho penal como
una alternativa de solucin a este problema. Esta corriente del feminismo,
denominada feminismo punitivo por la jurista y criminloga Elena Larrauri
(2007: 56-81), busca una mayor criminalizacin y el aumento de las penas a
conductas lesivas contra las mujeres que tienen su base en las relaciones desiguales de gnero. En Mxico podemos encontrar, entre otros, el proyecto de
adicin al Cdigo Penal Federal, aprobado el 26 de abril de 2006 por la Cmara de Diputados, referente al feminicidio, el cual tuvo una gran aceptacin
entre los diputados de la LIX Legislatura (2003-2006). De aprobarse en el Senado y promulgarse estaramos frente al surgimiento de un nuevo tipo penal.2
1 Es
estudiante del doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad Autnoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. lucianunez@hotmail.com.
2 Para Ral Zaffaroni el tipo penal es la frmula legal necesaria al poder punitivo para
habilitar su ejercicio formal, y al derecho penal para reducir las hiptesis de pragmas conflictivos y para valorar limitativamente la prohibicin penal de las acciones sometidas a
decisin jurdica. El tipo es un medio de criminalizacin primaria: una conducta pasa a
ser considerada delito cuando la ley la criminaliza, para eso las leyes se sirven de frmulas
legales que sealan pragmas conflictivos (conductas, circunstancias y resultados) que ame173
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Es preciso advertir los riesgos que implica la tendencia hacia la penalizacin de problemas sociales relacionados con las desigualdades de gnero
como la aprobada en la Cmara y, en general, la respuesta penal a la violencia de gnero, ya que esta no es un problema individual o interpersonal sino
estructural y complejo. La simple reaccin penal puede llevar a creer que con
el castigo al agresor o con la apelacin al valor simblico del derecho punitivo
se agota la reivindicacin antidiscriminatoria, lo que legitima la falsa creencia
de que el endurecimiento del derecho penal es una solucin a los conflictos
sociales, aunque, por el contrario, conduzca a una mayor violencia estatal y al
acostumbramiento de la misma.
En concordancia con lo que explica Tamar Pitch, los fenmenos sociales
se simplifican en el momento en que son tipificados en la ley penal, ya que se
necesita la traduccin de tales fenmenos a un lenguaje normativo especialmente a un lenguaje penal, por lo que se requiere claridad y precisin en
la descripcin del tipo a efecto de evitar una excesiva discrecionalidad de los
jueces. Esto trae como consecuencia que se individualicen los problemas sociales en la concepcin de que slo el buen ciudadano o ciudadana es capaz de
enfrentar determinados acontecimientos. (2009: 119). En tal sentido, la nocin
de opresin que haca referencia a un contexto complejo de relaciones jerrquicas de poder y de desigualdades sociales y econmicas queda subsumida a
una responsabilidad individual en donde toma mayor relevancia la relacin
vctima-victimario, reducindose as un problema de mayor complejidad.
No se trata de negar que se pueda conseguir algo con estrategias legislativas sino de afirmar que al tratar de solucionar los conflictos con reformas punitivas se entra a un callejn sin salida, en el cual lejos de eliminarse la violencia
de gnero se estimula la violencia institucionalizada especialmente cuando
se convierte en letra muerta los tipos penales adicionados dada a la resistencia
de las autoridades a admitirlos en la prctica o, peor an, si se buscan chivos
expiatorios, como ha sucedido con los feminicidios en Ciudad Jurez.3
Hasta dnde y cmo se puede utilizar el derecho como instrumento
para lograr la equidad de gnero? El derecho puede jugar un papel como
elemento ideologizador de la sociedad en un plano simblico, pero sin adicionar nuevo derecho en una especie de montaje sobre el predominante.
La implantacin de leyes ad hoc para hombres y mujeres podra ser un ca-
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nazan con pena y que se llaman tipos, escritos en la parte especial del cdigo penal y en leyes
penales especiales. (Zaffaroni, Alagia y Slokar, 2005: 336-338).
3 Vase la informacin de la propia Laura Rita Segato, quien est a favor de la tipificacin del feminicidio. Esta autora expone en su artculo que existe una presin deliberada
de las autoridades para inculpar a chivos expiatorios claramente inocentes.
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Es el acto y efecto de sancionar una ley penal material, que incrimina o permite la
punicin de ciertas personas. Se trata de un acto formal fundamentalmente programtico,
pues cuando se establece que una accin debe ser penada, se enuncia un programa que
debe ser cumplido por agencias diferentes a las que lo formulan. Por lo general, la criminalizacin primaria la ejercen las agencias polticas (parlamentos y ejecutivos). Al respecto
vase Zaffaroni, Alagia y Slokar. (2008: 7).
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ms bien diversas ideologas que operan simultneamente en la constitucin de las subjetividades; adems, la ideologa no es algo preestablecido,
sino un proceso social que como tal siempre es cambiante. Segn dichas
premisas se puede plantear que la ley penal es parte de una tecnologa de
gnero o ms bien de sexo, como ms adelante se explica. Por ahora interesa plantear que dicha tecnologa est permeada de ideologa de gnero ya
que fue instituida a partir y a travs de sta.
Michel Foucault no niega la probabilidad de que las grandes mquinas
del poder que derivan del sistema del Estado como podran ser la ley
penal y todo los aparatos de procuracin y administracin de justicia que
se habilitan con ella estn acompaadas de producciones ideolgicas;
sin embargo, no cree que tales mquinas de poder generen ideologas sino
instrumentos efectivos de formacin y acumulacin de saber: mtodos de
observacin, tcnicas de registro, procedimientos de indagacin y de pesquisa, aparatos de verificacin, a travs de los cuales el poder al ser ejercido
forma, organiza y pone en circulacin un saber o aparatos de saber que no
son construcciones ideolgicas. (1992: 155).
Lo anterior es cierto, pero surge la interrogante de si dichos instrumentos de saber son puestos en circulacin con un objetivo, que sera el de
utilizar el saber producido y los instrumentos de formacin instaurados al
servicio del mantenimiento de un cierto orden, de cierto estado de cosas y,
de esta manera, sostener y legitimar una ideologa de gnero.
Si seguimos la propuesta de Judith Butler de no pensar la materialidad del sexo sino el sexo de la materialidad (2008: 29), se ve cmo se ha
significado la materialidad a travs de una historia sedimentada de jerarqua sexual. Los cuerpos son plenamente materiales slo en la medida de
concebirlos como efecto de poder, por lo que no hay modo de interpretar
al gnero como una construccin cultural que se impone sobre la superficie de la materia, entendida o bien como el cuerpo o bien como su sexo
dado. (18). De tal manera, el sexo es producto de una normatividad de
poder a travs de la cual uno puede llegar a ser viable, esa norma que
califica a un cuerpo para toda la vida dentro de la esfera de la inteligibilidad cultural. (19). Parece ms preciso hablar de una tecnologa de sexo
que de gnero; mas no en el caso de la ideologa de gnero en virtud de
que sta hara referencia a un proceso sistematizado de representaciones
e ideas que de manera aparente se encuentran ancladas a las diferencias
sexuales, las cuales a su vez han sido conceptualizadas siempre en oposicin la una de la otra, lo que ha llevado a significarlas de manera desigual.
As, la ideologa de gnero sera uno de los productos de la variadas tecnologas del sexo.
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El propsito de la conducta definida estara determinado por la destruccin total o parcial de uno o ms grupos de mujeres debido a la condicin
de gnero de las vctimas: que sean mujeres que se comporten como tales y
sean vistas as, de conformidad con los estereotipos sociales asignados a las
mujeres, es decir, la situacin general de las mismas.
Como se trata de un delito propuesto para estar inscrito en el Ttulo Tercero del Libro Segundo, Delitos contra la Humanidad, se puede considerar
que, en efecto, la conducta se refiere a la comisin de delitos contra la vida de
varias personas, pertenecientes a un grupo (o varios) de mujeres, con motivo
de su condicin de gnero.
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sera considerado como un delito precisamente el de feminicidio, independiente de otros que se hubieran cometido; siempre que tal atentado se
llevara a cabo en una determinada comunidad o regin donde de manera
recurrente se hubieran venido cometiendo los delitos de homicidio, desaparicin forzosa, secuestro, violacin, mutilacin, lesiones graves, trata de
personas, trfico de personas, tortura, abuso sexual, prostitucin forzada,
esterilizacin forzada y discriminacin; as como todas las conductas prohibidas por los tratados internacionales en materia de derechos humanos y
proteccin de la mujer. Los dems artculos de este proyecto de nuevo ttulo del Cdigo Penal Federal se referan a las penas y las agravantes. Adems,
se creaba un nuevo tipo penal, vinculado al feminicidio en relacin con la
conducta de las autoridades. (Gaceta Parlamentaria, 7 de diciembre de 2004).
Al parecer, la motivacin de esta iniciativa era el fenmeno de asesinatos
de mujeres de Ciudad Jurez y la impunidad reflejada. Las diputadas que
presentaron el proyecto buscaban una respuesta inmediata, tanto por la frecuencia de los homicidios de mujeres como por la ausencia de una reaccin
efectiva de las autoridades. El feminicidio aparece aqu por primera vez
como delito de gnero, pero sin definir ste. Tambin, se trataba de un nuevo delito separado de otros ya existentes, pero siempre que se produjera en
un determinado lugar o comunidad en donde de manera recurrente se hubieran venido cometiendo algunos delitos. Bajo esta propuesta, se contemplan conductas que no necesariamente conllevan la muerte de la vctima,
constituyen feminicidio conductas que no son constitutivas de delito, como
ocurre en el caso de las conductas discriminatorias (excepto en la Ciudad
de Mxico). Al mismo tiempo, se incluyen en el tipo penal de feminicidio
las conductas (prohibidas) por los tratados internacionales en materia de
derechos humanos y proteccin de la mujer, lo que implicara una ley penal en blanco que atenta contra el principio de legalidad de la ley penal.
(Toledo Vsquez, 2009: 115). En cuanto a que el delito de feminicidio slo
podra actualizarse en una determinada comunidad o regin donde de
manera recurrente se hubieran venido cometiendo diversos delitos contra
mujeres, hara que hechos externos a la conducta ilcita determinaran su
punibilidad, con lo cual una misma conducta sera delito en un lugar pero
no lo sera en otro, en dependencia de factores ajenos a la misma.
Ms de un ao despus, el mircoles 26 de abril de 2006, con 311 votos
a favor, 117 (PRI), 92 del Partido Accin Nacional (PAN), 79 (prd), 6 del
Partido Verde Ecologista de Mxico (pvem), 2 del Partido del Trabajo(pt),
15 independientes, y 4 abstenciones, se aprob el proyecto de decreto para
adicionar el Cdigo Penal Federal con el artculo 149 Ter, cuyo texto completo ya ha sido citado arriba.
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La nueva versin del delito de feminicidio contiene ya, aunque con cierta vaguedad, las conductas punibles: todas aquellas que atenten contra la
vida de las mujeres. Sin embargo, este proyecto se inscribe dentro del Ttulo
Tercero del Libro Segundo del Cdigo, es decir, el de los delitos contra la
humanidad, que actualmente son slo las violaciones de los deberes de humanidad y el genocidio. En efecto, este pretendido nuevo tipo penal contiene elementos ya sealados para el genocidio: la destruccin, total o parcial,
de uno o ms grupos nacionales o de carcter tnico, racial o religioso, as
como la perpetracin de delitos contra la vida de miembros de aqullos.
(Cdigo Penal Federal, 2009: 149-bis). Se trata entonces del delito de genocidio cometido especficamente contra mujeres pertenecientes a uno o ms
grupos de mujeres pero por su condicin de gnero, definido ste de una
determinada forma.
El proyecto para adicionar el delito de feminicidio fue aprobado por la
Cmara de Diputados el mismo da en que se despach al Senado el proyecto de Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia,
la cual ya se encuentra en vigor. La idea original era aadir a la nueva ley el
delito de feminicidio, pero en el proceso de dictamen se opt por incorporarlo en forma separada al Cdigo Penal y dejar la nueva legislacin sobre
la violencia contra las mujeres sin elementos penales.
El 5 de marzo de 2008, se presentaron en comisiones dictaminadoras
del Senado (Justicia y Estudios Legislativos, Primera) dos proyectos de dictamen del proyecto enviado por los diputados, uno a favor pero con cambios
y el otro en contra con efectos de desechamiento. El dictamen favorable
modificaba el texto aprobado en la colegisladora:
Artculo 149 Ter. Comete el delito de feminicidio el que con premeditacin,
con ventaja, con alevosa o con traicin, prive de la vida a una o ms mujeres,
por motivo de su condicin de gnero.
Al responsable de este delito, en cualquiera de sus grados de participacin,
se le impondrn de treinta a sesenta aos de prisin y de cuatro mil a diez mil
das multa.
Cuando el delito fuere cometido por un servidor pblico la pena se aumentar hasta en una mitad.8
8 Proyectos
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Ninguno de los dos dictmenes fue aprobado, de tal suerte que la minuta
enviada por la Cmara de Diputados sigue sin ser resuelta en el Senado. Los
cambios que se pretendan introducir al delito de feminicidio contenan
una reorientacin del proyecto original, se trataba ya de un homicidio de
mujer, aunque con motivo de la condicin de gnero de la misma, con las
agravantes ya vigentes en el delito de homicidio, de tal suerte que el nuevo delito no modificaba la penalidad ya existente para el homicidio calificado. As
sera mucho ms difcil probar el feminicidio la motivacin de gnero
que un homicidio calificado que no depende de motivo alguno; sin embargo,
lo que se buscaba con este nuevo texto era, en cierta forma, lo mismo que en
el proyecto original: hacer visible el motivo de la agresin homicida contra las
mujeres, es decir, la privacin de la vida por el hecho de ser mujer.
El 9 de diciembre de 2008 fue presentada en la Cmara de Diputados
una iniciativa ms sobre el tema del feminicidio. La legisladora Ada Marina
Arvizu inici un proyecto de decreto de reformas al Cdigo Penal Federal,
el cual consideraba el feminicidio como un delito independiente: privar de
la vida a una mujer mediante cualquiera de las conductas o bajo las circunstancias siguientes [...]. Se trataba de romper la igualdad entre homicidio y
feminicidio exactamente por las conductas o circunstancias que la proponente enumeraba: actos de odio o misoginia, construccin de una escena
delictiva denigrante y humillante contra la vctima, lesiones infamantes y en
zonas genitales, intensin o seleccin previa de realizar delito sexual, que
el victimario hubiera realizado violencia familiar, cuando la vctima fuera
elegida a partir de su preferencia sexual hacia personas del mismo sexo, y
cuando la vctima hubiera sido trabajadora sexual o laborado en bares o
centros nocturnos; ya pena propuesta era de 40 a 60 aos de prisin. (Gaceta
Parlamentaria, 9 de diciembre de 2008). La iniciativa fue desechada en la
sesin del 28 de abril de 2009 de la Cmara de Diputados.
Al lado de los proyectos federales reseados existen otros de carcter
local en Sinaloa y Chihuahua, pero es en el estado de Guerrero donde se
ha aprobado y ha entrado en vigor el enunciado del delito de feminicidio,
dentro de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia,
publicado en el Peridico Oficial el 8 de febrero de 2008, cuyo texto seala:
Comete el delito de feminicidio, el que prive de la vida a una mujer cuando
ocurra una o ms de las siguientes conductas:
I. Se haya cometido mediante actos de odio o misoginia;
II. Haya realizado actos de violencia familiar;
III. Haya construido una escena del crimen denigrante y humillante contra el pasivo;
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Entonces, qu es lo que buscan las mujeres?, significa que las mujeres deben ser tratadas por igual? Qu significa ser tratadas por igual?
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Luigi Ferrajoli entiende por status la condicin de un sujeto prevista asimismo por
una norma jurdica positiva, como presupuesto de su idoneidad para ser titular de situaciones jurdicas y/o autor de los actos que son ejercicios de stas. (2006: 37).
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Conclusiones
Como resultado de actos polticos y de poder, la ley penal ha sido elaborada bajo ciertas ideologas, entre ellas, la de gnero. De tal suerte, la norma
penal, al instituir y dar base a todo un aparato de control y disciplina del
Estado, forma parte de una tecnologa del sexo, que a su vez (re)produce no
slo mecanismos e instrumentos efectivos de formacin y acumulacin de
saber sino tambin ideologa de gnero. Por ello, intentar llevar al cdigo
punitivo el fnomeno social del feminicidio, sin preguntarse sobre la estructura ideolgica bsica de la ley penal, conlleva a la legitimacin de todo un
sistema estatal que no slo es sexista, en tanto producto del patriarcado,
sino incluso clasista y racista.
Al margen de los impedimentos y contradicciones formales que implica la tipificacin del feminicidio en los cdigos penales, los costos para las
mujeres y el movimiento feminista podran ser mayores que los beneficios.
Dar fuerza al discurso penal del Estado a travs de su utilizacin por
parte del feminismo en aras de una mayor proteccin en contra de la violencia hacia las mujeres, implica asentir la validez del mismo, no obstante que tal discurso habilita el poder de las peores violencias legtimas e
ilegtimas, adems de las tremendas discriminaciones que por su medio
se han cometido histricamente, bajo el velo del discurso de la justicia y la
defensa social.
Las mujeres deberamos mirar hacia otro lado, hacia el lado opuesto de
la violencia, pugnar por la libertad, la proteccin de los derechos y su garanta, a travs de otras leyes que no son, como la penal, las que restringen y
limitan, disciplinan y normalizan, bajo las concepciones dominantes.
La violencia de gnero es una realidad cada vez ms vista, es decir, no
existe la certeza de que sea mayor que antes, pero hoy la conocemos ms.
Por lo anterior y porque se dispone de mayores instrumentos para combatirla, la violencia de gnero no debe ser encarada con los mismos mtodos
con los que se han prescrito los delitos violentos en contra de los intereses
dominantes (tales como la propiedad); violencia que, para empezar, se encuentra ligada principalmente a los hombres, que la ejecutan por lo regular
contra las mujeres por motivos de gnero.
La lucha contra la violencia de gnero debe partir del reconocimiento
de que las diferencias entre hombres y mujeres son superables en tanto han
sido construidas; la cuestin es si el derecho es suficiente, en especfico el
derecho penal, para avanzar en la conquista de tal superacin. La respuesta se encamina a que el derecho es insuficiente y la materia penal no es el
terreno de lucha que debera escogerse. Cuando se abre la oportunidad de
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analizar que la penalizacin y la agravacin, en general, es algo poco indicado para prevenir las conductas ilcitas, no podra tener lugar la adopcin de
este criterio como camino cierto para hacer frente a la violencia de gnero
particularmente.
Sin embargo, no debera negarse el papel necesario de la legislacin
en general como instrumento para otorgar garantas al ejercicio de los derechos de las mujeres. Este nfasis aplicado en lo especficamente penal
puede llevar a un fenmeno de transmutacin de la ideologa dominante,
generadora de tal violencia, en instrumento de la lucha contra la misma.
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Parte III
LAS INSTITUCIONES COMO TECNOLOGAS
DE GNERO RE-PRODUCTORAS
DE VIOLENCIA FALOCNTRICA
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Introduccin
Las crceles son un tema poco tratado en general, algo de lo que se prefiere
no hablar, se escribe poco y se puede leer en las noticias slo cuando hay
motines o asuntos extraordinarios. Si se llega a hablar del tema suele ser
sobre las condiciones de hacinamiento, sobre la corrupcin de las autoridades, o hasta hace poco sobre el descubrimiento de la prostitucin forzada de
reclusas de Santa Marta en reclusorios de varones. Yo quiero reflexionar en
este ensayo sobre el sentido del encierro en s mismo, de qu sirve, a quin le
sirve y a quines, a fin de cuentas, se est encerrando. Resulta escandaloso
comprobar que en Mxico un alto porcentaje de los presos hombres y mujeres lo estn por delitos que alcanzan fianzas mnimas, pero que ellos no
pueden pagar; es claro que los pobres tendrn muchas ms posibilidades de
quedar presos, no slo por el caso de que la necesidad los lleve a delinquir,
sino por no tener acceso a una buena defensa o a cubrir una fianza. Adems, las sentencias son enormes y, por otra parte, en muchas ocasiones pueden pasar varias dcadas sin habrseles siquiera comprobado debidamente
los delitos; pero ms all de eso, quines son los presos y quines son las
mujeres presas? En el imaginario popular hay muy diversas imgenes, pero
cuando llegamos y logramos hablar con ellas, encontramos mujeres iguales
a las que pudiramos encontrar afuera, con historias como pudieron ser las
de cualquier otra; personas que en un momento dado tomaron una decisin equivocada, que tuvieron situaciones familiares que las enredaron, que
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texto que presento aqu fue escrito por una mujer presa en el penal de Santa Martha
Acatitla, en el contexto de un taller de narrativa impartido en ese espacio durante el ao de
2009. Se omite el nombre de la autora por respeto a su privacidad y porque no me ha sido
posible contactarla en la fecha de redaccin de este trabajo para preguntarle cmo quera
aparecer.
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Huy ests bien chamaca! Pues a ver qu tal te va con todas las mujeres
de este lugar.
Est muy feo aqu.
Pues yo qu puedo decir. Las chicas son buenas, slo hay que saber entenderlas, porque realmente una no sabe por qu cometieron un delito y slo
Dios puede juzgarlas y no un ser humano como t y como yo, slo el seor del
cielo sabe por qu hace las cosas, pero t no pierdas nunca la fe y la esperanza
que eso te va a dar fuerza para seguir y soportar lo que viene para ti. Piensa
en que tienes una vida y una familia que te esperar todo el tiempo que sea
necesario.
La escuch y sus palabras me hacan pensar tantas cosas yo nunca pens
en Dios, ni que alguien me iba a juzgar por algo que no hice, que iba a estar
con gente desconocida y que tena que vivir con ellas y sin saber por cunto
tiempo. Ms preguntas giraban por mi cabeza: Cmo sern esas mujeres?
Tendrn la cara cortada? Son malas? Me van a pegar? Un grito dentro de m
se escuch: Me voy a volver loca! y las lgrimas salieron. Eran unas lgrimas
que me quemaban el rostro de tanto dolor de todo lo que me estaba pasando,
del temor de no volver a mi casa, el miedo de no volver con mi familia y la gran
angustia de no volver a ser libre. Bueno, realmente no era libre.
Seguimos caminando por el lugar, era de noche y no poda ver muy bien,
lo nico que recuerdo es que subamos y subamos escalones y no eran precisamente los escalones al cielo. Llegamos a una puerta grande, como un zagun
color gris y la custodia toc y se abri una ventanilla:
Ingreso.
Una nueva, ya van tres en estos das.
Nos abres?
Se abri la puerta y yo no quera entrar a lo que sera una nueva vida para
m, que saba no me iba a gustar.
A ver, te voy a revisar: Alza las manos y abre las piernas.
Yo obedec de inmediato y me dej revisar por la otra custodia, me revis
el cuerpo completo para ver si no traa algo indebido.
Todo est bien.
Bueno, te la dejo y le dices cmo es el movimiento aqu.
No te preocupes, yo le explico todito para que vaya aprendiendo.
La custodia se fue y la puerta se cerr y yo no saba cundo se iba a volver a
abrir para regresar a la calle, slo empezaba una nueva experiencia.
Por qu vienes?
No s.
Cmo que no sabes, tienes que saber!
Slo s que me acusan de vender droga.
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donde haba cuatro regaderas pero juntas y no haba nada que las dividiera.
Abr una y no haba agua; slo haba un tambo lleno de agua y me tuve que
baar con agua helada y mi corazn se entristeca cada vez ms, senta un gran
dolor dentro de m, no saba qu pensar, slo eran preguntas y ms preguntas,
no saba cul iba a ser mi destino o cmo iba a ser mi vida en la crcel y cunto
tiempo iba a estar lejos de mi familia y cundo iba a recuperar mi libertad?
Termin de baarme, como pude sequ mi cuerpo y me puse la ropa que
me regalaron, sal del horrendo cuarto y me dirig a la celda para poder descansar, bueno, en esta situacin es muy difcil hasta poder dormir. Para no
sentir y ver en dnde ests y olvidar por lo menos cuando duermes.
Cuando entr a la celda senta la mirada de todas las mujeres que haba
all. Adriana, la Osa, con la que me tocaba dormir, me observaba y se rea.
Ya sbete a dormir, no te vas a quedar ah parada toda la noche!
Como pude me sub a la cama ya que eran literas de tres camas y la que me
tocaba era la de arriba.
Est difcil subir No? Al principio cuesta trabajo pero te acostumbras.
S. Oye esta cama no te lastima?
Ya me acostumbr.
Oye. Llevas mucho aqu?
Tres aos y unos meses, pero se va rpido el tiempo, ya durmete porque
nos tenemos que despertar muy temprano y lo ms seguro es que te lleven a la
federal.
A la federal? Qu era eso? Lo que saba era que tena que ir. Por fin
logr dormir. Sent que dorm una hora, un grito me despert, todas empezaron a salir de la celda y empezaron a hacer una fila y yo era la ltima y era para
pasar lista, con tu nombre y saludando a la custodia como cuando saludaba a
la bandera de Mxico en la primaria, con la mano derecha en el pecho. Pas
mi lista y despus de un momento reaccion: estaba en la crcel, todas las mujeres vestan del mismo color y yo vesta igual que ellas, yo estaba en la misma
situacin que ellas, yo tambin era una presa y ahora mi vida era de un color,
del color del uniforme de la crcel, mi vida era azul rey.
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3 Sobre
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can toda la vida juntos. Ella, con cinco aos tampoco pensaba que pudiera
hacer otra cosa, pero un da, a la salida de la escuela se la llev un seor, la
secuestr en un cuarto donde haba muchos otros nios y nias; los tenan
encerrados, abusaban de ellos, los golpeaban, les hacan pasar hambre y en
el da los mandaban a vender gelatinas. Junto con las gelatinas vendan droga y a los nios tambin les daban droga para mantenerlos controlados. Un
da descubrieron a ese seor y sacaron a los nios que estaban encerrados,
haban pasado tres aos, ella tena ocho y volvi a su casa; sus paps no la
haban buscado porque, por lo que pas, pensaban que se haba ido por su
voluntad. Ofelia en algn momento, tratando de sacar a sus cinco hijos adelante, tras el abandono del padre de ellos, recurri a la venta de drogas, que
era lo que haba hecho alguna vez para ganar dinero; tambin era adicta y
fue detenida por narcomenudeo. Sus hijos quedaron en principio con los
padres de ella, pero no los podan atender, as que les consigui dos casas
hogar en las que estn ahora, las dos nias mayores en una y los tres hijos
pequeos en otra.
Uno de los temas que trabajamos en el taller de narrativa es el de los
sueos, en una ocasin Ofelia dijo que su sueo era tener muchas pinturas
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do se llegaba la hora de estudiar me senta tonta por los comentarios que escuchaba y me decan: Por qu no eres como tu hermana? Burra, no entiendes,
pero para lo malo eras la primera en estar presente. Me fui.
Hay momentos en los cuales no quiero escribir y pienso que todo lo que
he hecho hasta el da de hoy no sirve de nada. Tuve una recada emocional
despus de haberme llegado un aplastamiento, sent como si nadie viera el
esfuerzo que estoy teniendo.
Bueno, pues para m, yo escog este tema de las drogas porque pues la
verdad es parte de mi vida, si no es que la mayora. Yo ahorita estaba tratando
de hacer memoria y pues yo s empec desde muy temprana edad. De hecho
yo me puedo dar cuenta como la droga en s, pues el alcohol pues en la casa
haba. Yo escuchaba ahorita a Susana y pues s, yo empec desde muy chica, yo
recuerdo aquellas reuniones, se reuna la familia de mi pap todos los domingos y era empezar a tomar y empezar a ir a comprar la botella a la vinatera y
terminando de comer empezaban a tomar ellos y todos los nios nos dejaban
que hiciramos, y deshiciramos y yo recuerdo que ya no en esas reuniones,
sino ya en las fiestas, que fue cuando se cas el otro este los padres de mi pap,
no recuerdo si eran bodas de qu, no recuerdo, pero recuerdo que haba muchas botellas de cerveza en las mesas y todos en su honda y yo recuerdo que yo
me aventaba sas lo que sobraba de la cerveza, no, y ya entre trago y trago y
trago, pues yo ya andaba borracha a los seis, siete aos y pues nunca se daban
cuenta, porque ellos estaban en su onda y yo me senta parte de esa onda, no,
ya, yo ya quera ser grande. Yo recuerdo que desde chica yo ya quera libertad,
libertinaje ms bien, y este, y conforme fue pasando el tiempo, pues los sucesos
que me llegaron a marcar en mi vida, pues fueron, los hice yo mis cmplices
para que yo siguiera avanzando en mi enfermedad, yo recuerdo que precisamente el da de ayer le comentaba a una compaera interna que se quera reincorporar al programa, porque ella me hablaba que se senta sola, que senta
una gran tristeza dentro de su alma y le dije que mucho tiempo yo viv as. Yo
les pude comentar la otra vez que en mi primera comunin pues seguimos con
la reuniones, yo les comentaba que yo me resent desde muy temprana edad
con Dios porque yo deca pues dnde est Dios? No? Porque nada ms lo
nico que quera mi familia era que yo hiciera esa primera comunin No?
Y yo este pues se me qued muy gravado las palabras de mi padre que l
me deca: Burra! No sabes. Siempre me pona de ejemplo a mis hermanos.
Entonces en esas golpizas que me dio desde muy temprana edad porque pues
porque era muy hiperactiva, yo quera conocer de la vida, quera saber y pues
eran golpizas las que me daba l. No? Entonces se me qued muy grabado eso
y mi madre yo no me aprenda el Credo No? Y mi madre tuvo que pagarle
a que arreglarse, pagarle digo en el aspecto de los regalos que se les da a
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cualquier persona eso se ve en todos lados. No? Entonces hice mi primera comunin y recuerdo que en esa fiesta, pues todos en su onda y yo con mi vestido
blanco. No? Y recuerdo a un hombre colgado, crucificado, yo en ese momento
no saba ni quin era Dios ni qu era lo que el da de hoy s que puede hacer.
Y pues ese da uno de mis primos, este, pues abus de m. No? Yo recuerdo
que estbamos jugando escondidillas y l me sube a aquel camin y l me alza
mi vestido blanco que yo con mucha ilusin traa, no?, portaba y l me, me
pone su miembro en mi ano y este y pues las palabras que l me dijo. No? Al
momento en que yo grit por el dolor. El me tapa la boca y me dice que no
gritara y que no dijera nada que porque no me lo iban a creer No? y pues por
lo que ya haba pasado anteriormente pues yo saba que mis padres no me iban
a creer porque a muy temprana edad mi padre me encontr con mis primos
teniendo juegos presexuales. De lo que yo haba escrito, de lo que escrib y este
y pues yo crec muy resentida con la parte espiritual, con la parte de dios. Yo
deca pues cul dios? Cul tener una comunin con l? Si en lugar de sentirme protegida por un poder superior a m, pues me senta totalmente pues
quebrantada, totalmente sin ningn chiste a la vida. No?
Cmo fue creciendo mi enfermedad? Desde muy chica yo vea pues
cmo despus de que pas eso cmo fue avanzando mi enfermedad. Me
mandan un tiempo con mis abuelos maternos, por parte de mi madre, y pues
en el rancho y mi abuelito pues tena una tienda al final de aquel pueblo y recuerdo cmo bajaban del cerro, bajaban esos hombres a comprar lo que ocupaban en la semana y mi abuelo venda en aquel lugar pues vino, las famosas
pollas y pues yo cuando estaba solo aquel puesto, que me dejaban al cuidado
del puesto y se iban a hacer cualquier cosa, pues yo agarraba aquel alcohol. Ya
no era el jerez, sino ya era el alcohol del 96 y aventrmelo con un refresco y
tomar, tena como unos 12 aos y me los tomaba y ya fumaba, desde muy temprana edad empec a fumar cigarro y yo recuerdo que todo lo haca a escondidas. A m me llamaba mucho la atencin el hacer las cosas a escondidas y no lo
deca por miedo a que me regaaran o a que me pegaran. Yo saba que algo
dentro de m estaba mal pero yo no lo deca, yo siempre me quedaba callada
por esos golpes que me dieron desde muy temprana edad y yo recuerdo cmo
me iba a all el bao era en la milpa, no haba bao, sino era al aire libre, e
inteligente para unas cosas. No? Porque yo recuerdo cmo contaba las milpas,
los surcos, contaba siete surcos y me daba la vuelta y en siete milpas ah guardaba yo mis cigarros y ya me iba con aquel alcohol dentro de mi cuerpo, pues
me iba a al bao y contaba los surcos y me fumaba mis cigarros. Entonces yo
cuando escuchaba que alguien iba al bao, pues con el miedo apagaba el cigarro y agarrar las hiervas y echrmelas en la mano. Cmo yo desde chica ya traa
esas conductas pues de mi enfermedad y pues as fui creciendo. Ya cuando me
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regreso con mis padres, pues ya era el ir a escondidas a la tienda y el comprarme aquellas vias, aquellas cervezas. Yo recuerdo que el tendero se me quedaba viendo, yo chica, yo le peda una cerveza y me la tomaba y me iba a la casa y
me esperaba un ratito y como a las dos horas que senta que se me bajaba y otra
vez iba a la tienda a comprar otra cerveza. Y hoy ya s que mi enfermedad no es
nada ms el consumo de drogas, sino el consumo del alcohol. Y as fue pasando
mi adolescencia. Yo iba a la secundaria y ya en la secundaria con mis compaeros apenas decan: Vmonos de pinta!, y era la primera que quera ir con
ellos. Y yo saba que en esas idas de pinta, pues era hacer lo indebido. No? El
buscar siempre lo indebido y pues entre lo indebido era el alcohol y empezar a
tomar con aquellos compaeros y en realidad no s si no se daban cuenta en la
casa. Yo siento que se dieron cuenta toda la vida. No? Pero siempre le dieron
vuelta a su responsabilidad de padres y que ellos nadie les ense a ser padres a mis padres. No? Pero yo siento que al pasar de los aos la que se hizo
responsable de sus actitudes fui yo. Segu con esa vida y cuando yo empiezo a
consumir cocana fue a la edad de 16 aos. Segua yo tomando alcohol; me
mandaron con mi to que es sacerdote para que me calmara, para que me ayudara l, pero pues cul? No hubo ayuda, porque despus de eso me hice obsesiva a ms cosas, no nada ms al alcohol, y este, me regres a mi casa con mis
padres de nuevo y segua tomando a escondidas y en una ocasin, pues yo
cuando llegu de con mi to, mis hermanas tenan sus amigos y entonces yo
quise entrar por ese lado de sus amistades de mis hermanas y el novio, que en
aquel entonces era de mi hermana la ms chica, l era adicto. No? Y este, recuerdo, en esa ocasin, cmo mi padre, llega este chavo y le habla a mi hermana y me dice a m que dnde andaba y le dije que le estaba pisteando, porque
all se le dice as. No? Y me dice me invita a que le furamos a pistear l y yo
y le digo: Esprame, djame ver si va a salir Judith, si no pues me voy contigo,
y este, yo este s que s saban de m, si me trataron de ayudar, me llevaron con
psiclogos, psiquiatras pero yo lo que quera era que ellos me hicieran caso,
que ellos me escucharan, no que me mandaran con otra gente que no saban
ni qu onda, no saba ni lo que era un psiclogo; yo escuchaba: psiquiatra y
deca: si no estoy loca. Yo lo que quera era que ellos me escucharan, que ellos
me atendieran. Pues mi padre me dijo en esa ocasin que si no me bastaba con
que yo anduviera de cabrona, que si ya quera sonsacar a mi hermana. Y esas
palabras se me quedaron muy grabadas; hoy s que todo el resentimiento que
yo traa lo enfoqu a lo destructivo y pues fui con este muchacho y empezamos
a tomar y a tomar y a tomar y ya cuando menos sent ya eran como las 12 de la
noche y yo saba que si yo llegaba ms tarde, pues mi padre me iba a pegar y
tena mucho miedo a que me chingara porque pues ya estaba hasta pues
bien peda No? Y recuerdo que Juan Ramn sac sac de su guantera, me
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Tania, lo mismo que Alicia y Ofelia, est en el programa de rehabilitacin, han logrado estar limpias ya por ms de un ao y han cambiado
la visin que tenan sobre su propia situacin; por eso Ofelia habla de que
tiene una nueva oportunidad, Alicia se siente lista para regresar a su
casa, y Tania desea con toda su alma salir y recuperar a sus hijas. Ofelia
y Alicia estn cerca de poder salir. Ofelia piensa ponerse a trabajar para
poco a poco, quiz, ir recuperando a sus hijos; aunque tiene claro que no
le ser posible mantenerlos a todos, dice que los ir sacando de las casahogar uno a uno segn vaya pudiendo, aunque no sabe muy bien cmo
podr hacerlo.
Tania deba haber salido ya, le dieron 10 aos de condena, pero con
buena conducta y el cumplimiento del programa contra adicciones ha alcanzado la reduccin de la pena; sin embargo, nunca sucede, nunca le toca
salir y le dicen que es porque no tiene visitas familiares. Se necesita que la
familia vaya con frecuencia y que vaya tambin para apoyar que ella recupere la libertad y no lo hacen; Tania cree que una de las razones que tienen
es que no quieren que su hija pequea sepa que no es hija de sus tos, sino
de ella, no quieren perder a la nia y por eso prefieren que siga encerrada.
La familia
La vida de Alicia y su relacin con las drogas son muy diferentes, pero lo que
no cambia mucho es la incomunicacin e incomprensin familiar, la falta de
amor y cuidado; las vivencias tristes. Este es otro de los temas que ella recuerda:
Mis grandiosos quince aos
Cuanto ms pasaban los aos todo era ms difcil para m, la relacin con mi familia cada vez era ms distante, yo casi no hablaba, mi opinin en esa familia no
contaba, cada vez era ms invisible. Todos mis cumpleaos eran como cualquier
da normal, como un 13 de mayo que no se festeja nada en el calendario oficial.
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A ver Gordis dijo mi pap, entindela hija, ella est sola, no tiene a
nadie y t debes de ser compartida con tus cosas, no seas envidiosa.
Estaba pasmada por lo que haba dicho mi pap, no lo poda creer, yo
era su hija y la defenda a ella, yo era la ofendida y la regaada fui yo. En ese
momento quera decirle tantas cosas a mi padre, que yo tambin estaba sola,
que no lo tena a l porque la prefera a ella y mis hermanos me hacan a un
lado porque yo era muy aburrida y el estar con mi ta era ms divertido. En ese
momento odi a mi ta Montse como nunca haba odiado a nadie, quera que
se muriera y desapareciera de mi vida. Mi mam tambin estaba desconcertada
por la reaccin de mi pap, nunca supe si entre ellos volvieron a platicar del
tema, yo slo quera desaparecer de sus vidas, total no le iba a importar, si estaba o no con ellos, pero eso no fue necesario, la que se fue fue ella y era para
no regresar.
Mi pap y la familia de mi mam estaban organizando su fiesta de quince
aos. Enrique pensaba gastar parte de su aguinaldo para la fiesta y a m slo
me dio 200 pesos, e iba a contratar el mejor sonido de la asquerosa msica de
charangas y todo eso. Pero, oh!, gran sorpresa: Mi ta decidi ir a vivir con
uno de sus hermanos.
Enrique, ya no quiero vivir en tu casa, me voy a ir con el sapo As le
apodaban a mi to, hermano de mi mam.
Por qu Montse?, t no puedes hacer eso.
Porque ya no quiero vivir aqu.
Pero dime por qu.
Ya te dije, ya no estoy a gusto aqu, adems me peleo mucho con tu hija
y eso yo no lo voy a aguantar, ya estoy harta.
Pero no vas a estar mejor con tu hermano, su casa est ms chica.
Ya te dije, eso a m no me importa.
Pinsalo bien, no cometas un error.
Ya lo decid.
Cundo te vas a ir?
Ahorita, nada ms te estoy avisando, agarro mis cosas y me voy.
Bueno, yo no te puedo tener a la fuerza aqu y como t quieras, si piensas
que vas a estar mejor, adelante, vete.
Mi ta se fue, mi pap llor mucho ese da, lloraba con mucho dolor, como
si le hubieran arrancado parte de l, yo no entenda por qu senta tanto dolor
(slo pensaba que si cuando yo me fuera de su casa iba a llorar igual y as fue,
llor ms, sinti ms dolor, porque bien dicen por all: no valoras lo que tienes
hasta que lo ves perdido).
Y ese gran da en que mi ta se fue, fue uno de los das ms felices de mi
vida, respir y me senta contenta, ya no estara ms invadiendo mi lugar y mi
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espacio. Y qu fue de ella? Nada interesante, la historia de una nia que echa
a perder su vida sin lograr nada. Tuvo un novio con el cual se cas y ahora tiene
tres hijas hermosas y vive en la casa de su suegra y ha salido adelante y qu bueno, me alegro mucho por ella y creo que no le guardo rencor por todo lo que
pas, slo me queda desearle todo la suerte del mundo, que su vida sea cada
vez mejor, como hasta hoy y que Dios la bendiga a ella, a su esposo Hermelindo
y a sus tres hermosas hijas.
La presencia de la familia en unos casos y la ausencia en otros, es siempre conflictiva, llena de desgarramientos, emociones, duelos, y en la soledad
de la crcel toma un lugar ms importante incluso del que tiene realmente
para quienes viven en ella. La familia est muy presente, tanto por la necesidad afectiva y de pertenencia, como por el papel que en casi todos los casos
ha tenido en la situacin que llev a las mujeres a prisin. Y as contina
escribiendo Alicia:
El cambio
Con la partida de mi ta todo cambi y claro que cambi, lo que ms me llama
la atencin es que cada cambio en mi familia cambiaba mi vida. Mis padres y
toda la familia conocimos algo que iba a destruir totalmente a toda la familia
y hoy juro que por ms situaciones difciles que se presenten jams volveramos a cometer el mismo error, error que hasta la fecha actual nos ha causado
dao psicolgico, emocional y econmicamente y hasta que no te das cuenta
de ese error.
El Tarzn era amigo de la familia y de mi pap, ellos se conocan desde nios y llevaban una buena amistad, pero un gran da Tarzn empez a
vender droga; todo el mundo lo saba pero nadie deca nada. l deca: esto
es ver, or y callar. Yo no entenda bien esas palabras. A consecuencia de eso
la gente que compraba la droga tocaba en una de las ventanas de mi pequea
casa pidiendo que se les vendiera la sustancia y, como la gente se empez a dar
cuenta de esa situacin, comenzaron a decir que en mi casa se venda veneno,
pero no era as y fue cuando mi pap tom la decisin de hacer lo mismo que
su amigo y recuerdo muy bien sus palabras: si la casa ya est quemada, que se
queme bien.
Un da Tarzn lleg a la casa, se sent en el comedor y mi mam mand a
cerrar la puerta que daba a la calle y la de la entrada a la sala. Slo estbamos
sentados alrededor de la mesa: el Tarzn, mi pap, mi mam, mi hermano
Adrin y yo. Tarzn sac de la bolsa de su chaleco de piel una pequea bolsa
de plstico donde traa la droga; pidi un espejo grande, se quit su sombrero
y abri la bolsita y por fin conocimos el contenido de la dichosa bolsita. Se vea
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Hijas y madres
Ser hija y ser madre y son dos asuntos que cobran gran importancia tras los
muros de Santa Marta, por la historia vivida, porque si con alguien se pudiera contar se esperara que fuera con la madre, y por los hijos que se quedan
o que estn igualmente encerrados.
Andrea es una mujer de unos 40 aos, me asustaba un poco al principio, me reciba con lo brazos cruzados y cara de pocos amigos, tard mucho
en empezar a escribir y a participar en las entrevistas. Cuando iniciamos
el trabajo de narrativa ellas decidan sobre qu queran escribir, comenzamos con la construccin de personajes y todas decidieron que queran ser
el personaje y que queran escribir sobre sus vidas; despus hubo ocasin
de escribir sobre diversos temas, como las drogas o los sueos, pero en
ese primer momento a la vez que queran hablar de sus vidas, les era muy
doloroso. Comenc a trabajar con ellas la recuperacin del nio interior
herido, simplemente con un libro de autoayuda, con escucha atenta y con
sentido comn, ya que no tena otros recursos. Hubo das difciles, das
de silencios y de ausencias, pero un da Andrea dijo, tras haber terminado
una parte del trabajo sobre su infancia y haber escrito por fin, que haba
solicitado la visita para ir a ver a su hijo, preso en el reclusorio Norte. Cont
que lo vio muy mal, flaco, enfermo, hundido en la droga, peor que nunca,
pero que ella lo pudo abrazar y llamar hijo, y que por primera vez en su vida
sinti que ella realmente era la madre de ese muchacho, que le poda dar
algo bueno y que l la necesitaba; que por primera vez pens que, aunque
quiz sea tarde, puede intentar ser de verdad una madre. Ella tambin est
por consumo y venta de drogas y asiste al programa de adicciones, le ha
costado mucho porque su adiccin era prcticamente de toda su vida y ya
tena daos importantes en el cerebro; sin embargo sigue adelante, lo est
intentando.
Luca es una mujer muy fuerte, grande de tamao, con voz grave y
acostumbrada a arreglrselas en la vida. Le gust escribir sobre su vida, un
poco, pero no quiso que su historia se conociera. Ella entr embarazada, su
beb naci en la crcel y estaba con ella, pero cuando l tena nueve meses
tuvo un conflicto con otra interna y pelearon; como castigo la hicieron sacar
a su hijo de la crcel y tena que encontrar de un da para otro con quin
mandarlo, porque si no se lo quitaban y lo mandaban al dif. Todas le tienen
miedo al dif, porque saben que los nios se pierden ah, que nunca los vuelven a ver o a saber dnde estn. Luca no tena pareja, hermanas, padres,
slo un to al que pudo localizar y que fue a recoger al beb. A los 15 das de
haberlo sacado el beb muri.
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Tambin lo que nos hace muy fuertes en este lugar son nuestros hijos. Aunque no entiendo por qu nos tienen aqu, es una escuela en la cual se aprenden
tantas cosas que ignoras o no tienes conocimiento en la calle.
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si el medio de comunicarse son las cartas, las cuales estn prohibidas aqu,
porque si las llegan a cachar las rompen, se castiga a la chava que la lleva. Esas
cartas nos motivan mucho, s, porque yo tambin las recibo, es el medio de
saber cmo est la persona que quiero mucho, el pap de mi hijo; l se entera
cmo est, no lo ha podido ver, ya que no voy a convivencia o a ntima, son los
medios en que los podemos ver y convivir con ellos.
La verdad es que se siente una gran emocin cuando recibes contestacin.
Las mandamos cada ocho das pero debe ser alguien de mucha confianza ya
que luego aparte de la carta te mandan dinero, tarjetas o cosas y desgraciadamente hay personas que se las quedan.
Es lo ms comn en este lugar el robo, si aqu hasta en tu estancia, si dejas
tus cosas a la vista te las roban. Tambin lo ms pesado de este lugar es el convivir con las dems personas, es muy difcil convivir con ellas ya que hay muchas
comodinas que les gusta usar o agarrar tus cosas sin permiso, gente que no le
gusta salir adelante, yo conozco chavas que tienen hasta tres hijos, por cierto
pequeos, y los dejan ah abandonados total, diciendo que sus paps siempre
los han cuidado y aqu se dan una vida ya que nada les preocupa y slo se la
pasan hacindose las vctimas, esperando que la gente les de...
Tambin en este lugar hay varios dormitorios, como es el AB que son personas que estn de ingreso y llevan su proceso, en el CD ah hay personas que
todava estn en proceso pero que ya han estado anteriormente, en el D ya son
sentenciadas, E y F al igual ya son sentenciadas y son personas que a veces no
tienen cursos o tienen problemas de pleitos y el G y H que son los mejores dormitorios en cuestin que est muy tranquilo, sin tanto ruido ni olor del vicio,
en el H hay un rea que es para puras mams, ya sea que estn embarazadas o
que tienen a su beb, en cada dormitorio hay tres mams con sus menores y hay
algunas que tienen dos bebs y vive con otra nada ms. La verdad, se preocupan por el desarrollo del menor, ya que tratan de darles lo mejor que pueden a
travs de donaciones ya que por lo regular, los das que se festejan, como es el
da del nio, en Navidad, siempre se ha festejado, siempre hay gente buena que
dona juguetes, ropa, etc., hasta los licenciados cada ao regalan algn juguete
el da de Navidad, nunca ha faltado Santa para ellos, se ponen felices cuando lo
ven, es algo muy bonito, lo cual yo en lo personal se los agradezco de corazn.
Slo faltan unos das para la Navidad y ya empezaron las fiestas, aqu llegan
sonidos, artistas, etc., ni en la calle fui a tantos eventos como aqu.
Lo que nunca me ha gustado es el servicio mdico, ya que por lo regular
no alcanzas ficha, estas se reparten a las ocho, que es la hora que nos abren
y si alcanzaste bien y si no, ni modo, hasta el otro da, si te va bien. Y he tenido problemas, hasta he llorado, ya que luego no quieren atender a mi nio,
eso molesta mucho, porque ni no est grave no lo atienden y si no, te hacen
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dar tantas vueltas y cuando te dan medicamentos, bien, y si no, lo tienes que
comprar y si no tienes dinero es difcil. Yo por eso trabajo y le doy lo ms que
puedo, trato de tenerlo bien, a lo mejor por eso es un poco berrinchudo, pero
yo lo quiero. Cuando se cansa se acuesta y prende la tele, le fascina el futbol
y sus luchadores; l convive con mi familia los fines de semana que es cuando
me visitan, l juega con sus hermanos y con sus tos y mis paps, lo quieren
mucho. Yo veo que la mayora es igual de preocupada en cuestin de que sus
hijos estn bien.
La vida en una institucin total implica que todas las relaciones significativas se dan en su interior, todas las emociones, necesidades, absolutamente
todo se tiene que satisfacer en el interior; el contacto con el exterior es mnimo y controlado, y los de fuera entienden muy difcilmente lo que sucede
dentro, por lo que al interior de la crcel se construyen relaciones muy significativas. As nos habla Alicia de ello:
Relaciones en el encierro: Mi mejor amiga
Slo estuve cuatro meses en el penal de Barrientos y fui trasladada un 15 de
septiembre de 2004 al reclusorio Norte Femenil a las 3:00 pm. Todo era diferente: el color del uniforme era distinto, no era azul rey, era beige, las instalaciones eran diferentes, el ambiente tambin, las listas eran a diferentes horas,
sent nervios cuando llegu, pensaba en qu iba a pasar y que tena que empezar de nuevo, conocer a la gente y acoplarme a ellas.
Bueno, mam, ya estoy aqu, en el Norte.
A qu hora llegaste?
Acabo de llegar, necesito que me traigas ropa de color beige y cosas
para uso personal, todo se qued en el otro reclusorio, no me dejaron traer
nada, ni una cobija, pero ya me regalaron una. Oye, le dije el nmero de
telfono a Lupita, ella te va a llamar para que puedas recoger las cosas el fin
de semana.
Cundo te voy a ir a dejar las cosas?
Maana, aqu las visitas son cuatro das a la semana.
Bueno, maana te llevo tus cosas y qu bueno que ya ests all, a ver
cmo sale todo, esperemos que bien y que ya salgas pronto.
S mam, va a ver que s.
Bueno mija, cudate y maana nos vemos.
S ma, adis.
Adis.
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me transmiti una gran ternura y esos ojos una gran dulzura pero una tristeza
muy grande y yo estaba muy ansiosa por saber qu le pasaba, por algo yo era su
mejor amiga y yo poda ayudarla en lo que fuera, sin condicin de nada.
Nos saludamos con un beso en la mejilla y caminamos juntas, bajamos las escaleras, salimos del dormitorio hasta el centro escolar, en el trayecto nadie habl,
ella se vea rara y yo iba pensando en por qu no me deca nada. bamos calladas
y ese silencio entre las dos a m no me gustaba. As fue todo hasta que llegamos
al lugar indicado. Yo estaba ansiosa por saber todo, quera saber todo, nos detuvimos frente a la biblioteca y nos quedamos frente a frente vindonos a la cara.
Despus yo pregunt qu pasaba
Bueno Nancy, ya dime, que tengo una gran duda.
Mira, desde hace tiempo yo me siento rara contigo.
Cmo que rara? No te entiendo.
S, rara, t me entiendes, creo que siento algo por ti.
Me qued callada, no dije nada y no me imaginaba nada de lo que me dijo,
dentro de m pas algo que jams haba sentido, era emocin y nervios, pero
yo saba que eso no poda ser, ramos amigas y nada ms y mi nica reaccin
en ese momento fue soltar una carcajada.
No Nancy, ests loca, somos amigas.
S, ya lo s, y creo que es mejor que nos distanciemos un poco.
Como t quieras, como te sientas mejor.
Bueno, ya vmonos.
No vas a entrar a tu clase?
No, voy a ver a mi mam.
Juntas tomamos el camino de regreso al dormitorio y de nuevo volvi a
haber un gran silencio.
Alicia tom esta decisin y Nancy sigue siendo su gran amiga, hay mujeres que s establecen relaciones amorosas y sexuales con otras mujeres y
quiz no lo habran hecho fuera de la institucin, pero lo que se vive en el
encierro cambia muchas cosas en las personas.
Para reflexionar
Se supone que se encierra a las personas para que no hagan dao afuera,
por ser peligrosas, pero la gran mayora de las mujeres presas no son peligrosas, no encontramos una proporcin entre la amenaza que representan
y el castigo que reciben, aunado al dao que su ausencia supone para los hijos que por eso s terminarn muchas veces en la calle y en la delincuencia.
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Entendemos la nocin de configuracin en el sentido en que lo plantea Marcela Gmez Sollano: una articulacin inacabada de elementos, identidades flotantes, heterogeneidad de lgicas o racionalidades entrecruzadas [] (Gmez, 2001: 66), y es para nosotros
epistemolgica porque se refiere a la manera en que se construye conceptualmente una
racionalidad que produce significados. En el caso especfico de la nocin violencia contra
las alumnas, se refiere a configurarla como un campo susceptible de ser construido.
4 En 1854 se crea como Escuela Nacional de Agricultura en la Hacienda de San Jacinto,
en la Ciudad de Mxico, pero el 30 de diciembre de 1974, aparece en el Diario Oficial de
la Federacin la promulgacin de la Ley que crea la Universidad Autnoma Chapingo.
5 Tomado de la Historia de la ena-uach, en el portal de la Asociacin Nacional de
Egresados de Chapingo www.anech-chapingo.org.mx/ena.html.
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Las y los estudiantes son evaluados con un estudio socioeconmico para asignarles
la categora de becado interno, becado externo y externo. Slo quienes tienen la primera
condicin son recibidos en el internado universitario.
7 Ubicados en Morelia, Veracruz, Sonora, Guadalajara, Oaxaca, Yucatn, Tabasco,
Chiapas, Zacatecas y Durango. Son en su mayora slo centros de investigacin y servicio,
aunque recientemente se aprob la apertura de propeduticos en dos de ellos.
8 Por ejemplo, en 2008 el ingreso de alumnas represent 38.79% y 61.21% fue de alumnos varones, en 2009 el primero aument a 39.5%, con 60.5% de varones.
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hace 20 aos aproximadamente, la figura del agrnomo de la uach era reconocida como una profesin de Estado, debido a que los egresados salan ya con un empleo seguro en alguna institucin federal; actualmente en los posgrados de la institucin ingresan
sobre todo alumnos de la misma.
17 Cabe sealar que por estatuto, la comunidad universitaria slo la conforman acadmicos y estudiantes, los trabajadores administrativos estn excluidos y, por tanto, no tienen
derecho a votar.
18 De esta manera se le conoce al personal de vigilancia que resguarda los dormitorios,
la cual viene desde la poca en que la uach tena un rgimen militar.
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cuenta su experiencia: En una ocasin fui a Convivencia,19 hice la denuncia y la secretaria la meti en un cajn de su escritorio y me dijo que luego
iban los tenientes, pero nunca lleg ese da; as que tuve que seguir obedeciendo cuando mis compaeros de cuarto me mandaban a la meche20 por
las cosas que queran o cuando me ponan a recoger el cuarto para cuando
viniera el teniente a revisar.21
En este testimonio destaca, adems de la minimizacin de la denuncia,
la falta de profesionalizacin en la atencin a los problemas y las denuncias
de las y los estudiantes. El personal es insuficiente, pero adems no todos
tienen la formacin profesional para atender los casos de violencia y agresiones o para realizar trabajo teraputico.22
Si la educacin es un proceso de formacin eminentemente emancipador, y como expresa Gilles Ferry (1990, 43), un trabajo sobre s mismo, libremente imaginado, deseado y perseguido que busca desarrollar el potencial cognitivo y de habilidades de los seres humanos, tambin es un proceso
que puede tornarse arbitrario, dependiendo del capital social y cultural de
los estudiantes, pues no todos asumen la autoridad pedaggica de la misma
manera si no tienen los recursos para enfrentarla. Indudablemente, para
quienes vienen de sectores indgenas o marginados es ms difcil sobreponerse a una dinmica de violencia institucional o siquiera reconocerla como
tal. (Castro, 2007).
En el caso de Chapingo, la desigualdad y la violencia afectan a todas y
todos; pero la discriminacin, las adicciones, la impunidad, la heteronormatividad y los rgidos estereotipos de ser chapinguero, adquieren dinmicas
distintas para cada gnero, como sealan Bourdieu y Passeron (1977), toda
accin pedaggica es objetivamente una violencia simblica establecida
por un poder arbitrario que se impone como legtimo y neutral. Como construccin sociocultural, la violencia institucional en el mbito escolar tiene
caractersticas diferentes que no pueden ser analizadas desde los marcos
tericos ms conocidos de la violencia de pareja o intrafamiliar; sin embargo, podemos reconocer en los tipos de violencia y sus dinmicas, una serie
19
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mayor o menor grado. Martn-Bar (1988) seala que detrs de cada acto
violento existe una racionalidad que lo hace posible y que se corresponde
con la legitimidad de su impacto o de quien dispone del poder social. En
el caso de la Universidad de Chapingo, los antecedentes del rgimen militar la dotaron de una estructura de control y ordenamiento que borra
los lmites entre lo pblico y lo privado. Pensada originalmente como una
escuela para varones, conserva adems una estructura fsica a la que las
alumnas han tenido que adaptarse y en la que han tenido que buscar un
poco de intimidad y seguridad, en la que se reproduce la desigualdad y
predomina la hegemona masculina y su poder simblico. La uach sustenta su labor en un marco normativo que regula la dinmica de interrelaciones sociales y da lugar a un contexto en el que la violencia encuentra
cabida en la impunidad, la minimizacin y la naturalizacin; sin embargo,
se presenta como un espacio neutral al que acceden hombres y mujeres
en condiciones de igualdad, en el que realmente se promueve una socializacin diferenciada por gnero. Los contenidos con un enfoque androcntrico, el lenguaje sexista y los roles que se establecen en la prctica
educativa legitiman la desigualdad sexual al presentarla como natural y a
veces como inexistente.25
Es precisamente el carcter histrico de la desigualdad entre los gneros el punto de partida de la violencia; son el poder y la desigualdad los
elementos que construyen el arbitrario cultural de la subordinacin de las
mujeres y, en este caso, de las alumnas de Chapingo. De acuerdo con Iris
Young (1990: 137), la dominacin masculina constituye una estructura
institucional de relaciones asimtricas que legitiman el sistema patriarcal.
Por su parte, Carol Pateman (1995) traduca este anlisis desde la sumisin y desigualdad que represent la exclusin forcluida o invisibilizada de las mujeres del contrato social, y la apropiacin de los hombres
del espacio pblico-productivo en tanto se subordin a las mujeres a la
esfera privada-reproductiva. Esta divisin sexual del trabajo signific, por
un lado, el desconocimiento y la transgresin de los derechos humanos,
civiles y polticos de las mujeres y, por otro, naturaliz la dominacin masculina bajo la ideologa del poder nato, la agresividad y la superioridad de
los varones.
25 Bourdieu
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Esto se refiere al conjunto de construcciones de pensamiento, valoraciones, significados y creencias que estructuran, construyen y determinan las relaciones y las prcticas
sociales de hombres y mujeres y entre s. Estas representaciones pueden ser interiorizadas
pero no visibles. Orlando Arciniegas afirma que el currculum oculto es proveedor de enseanzas encubiertas, latentes, enseanzas institucionales no explcitas [] que incluyen
funciones tales como inculcacin de valores, socializacin poltica, sentido de la obediencia
y de aceptacin del orden social []. (1988: 68).
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27 Comentario
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28 Testimonio
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estudiantes les hace falta quin las escuche, a veces ni dice uno nada pero
las escucha y se van ms tranquilas. Tiene uno que hacer esa labor, porque
ellas no pueden llegar a su casa a contarles a sus padres cmo se sienten y
vaya que a veces la pasan mal! (Entrevista, funcionario de la Universidad,
8 de octubre de 2009). Sin dejar de ubicar el carcter estructural de la violencia en nuestra sociedad y en particular en la uach, podemos sealar que
las condiciones en que las y los estudiantes desarrollan su vida acadmica
generan un conjunto de condiciones para que la violencia pase desapercibida y sea naturalizada y silenciada; en este caso, son pocos los espacios que
encuentran para poder socializar sus problemas.
La violencia como mandato y disciplinador social
La escuela es junto con el ejrcito una de las instituciones en las que la
disciplina no slo tiene cabida sino que se percibe como necesaria y formativa. De acuerdo con Foucault, la disciplina supone una coercin ininterrumpida que permite [] el control minucioso de las operaciones del cuerpo,
que garantiza la sujecin constante de las fuerzas y les impone una relacin
de docilidad-utilidad. (1980: 141). La disciplina se incorpora a travs de
micropoderes, y se justifica y legitima en el discurso de la eficiencia que garantiza el orden establecido; de esta manera, la transgresin de la norma, de
la disciplina y hasta de los modelos de gnero representa una alteracin que
puede y debe ser sancionada. La violencia adquiere en estos casos una legitimidad que se instaura para hacer cumplir la norma heterosexual, los roles
productivos y reproductivos, la asignacin de espacios pblicos y privados, y
las aspiraciones sociales y polticas. Mara Luisa Femenas (2006) afirma que
el discurso patriarcal constituye un disciplinador social a veces sustentado
en la identificacin, y otras en la persuasin ms que en la fuerza, para
establecer una normalizacin y naturalizacin de los estereotipos de gnero.
Parafraseando a la autora, aseguramos que la violencia es por s misma
un disciplinador social, ligada siempre a la desigualdad y al ejercicio del
poder, que se vale de formas legtimas e ilegtimas de ejercicio del poder
para naturalizar su racionalidad. Racionalidad que ha sido cuestionada
por Martn-Bar (1988), desde la psicologa social, a partir de las siguientes
valoraciones: Quin puede realizarla? Contra quin? En qu circunstancias? y en qu medida? De esta manera cada sociedad en el caso que
nos ocupa, la institucin establece los lmites de la violencia permitida o
tolerada y, por lo tanto, legtima, estableciendo con ello las formas de disciplinamiento y control social.
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En la uach, la disciplina es abordada desde la perspectiva de la convivencia y la autorregulacin, entendida como la capacidad de cada sujeto para
establecer sus parmetros de conducta en funcin del espacio social donde
se encuentra y acorde a las normas aceptadas en dicha comunidad. (Furln,
2001b). Sin embargo, es evidente que las condiciones del internado y su
dinmica rebasan de los lmites de la autodisciplina y de los esquemas de
convivencia. La confusin conceptual entre problemas de comportamiento,
conductas disruptivas o antisociales, maltrato, infracciones al reglamento o
violencia (Moreno, 1998) (Furln, 2005) dificultan la comprensin de los
problemas de convivencia. Centrar la violencia en la ruptura de los patrones de convivencia, sita el problema en las y los estudiantes y su capacidad
emocional para establecer relaciones sociales sanas, sin cuestionar en ningn momento que el mbito educativo tambin es un sistema que reproduce la desigualdad por razn de gnero, existente en nuestra sociedad, y que
la violencia responde a una condicin estructural.
Esta aparente confusin entre infracciones al reglamento disciplinario y
los delitos se sita en un nivel conceptual, pero tambin en ordenamientos
y prescripciones de gnero, lo que se hace evidente cuando ante la violacin
de una alumna por parte de un compaero, el representante del Departamento Jurdico expresa: No s a quin defender porque los dos son alumnos de la uach.29 De este modo, las polticas de conciliacin exponen
innecesariamente a las alumnas con su agresor y las revictimizan cuando
dudan de su palabra o minimizan la agresin y sugieren concluir el caso
con un apretn de manos. La actitud institucional de silenciar la denuncia
y respaldar al agresor no tiene que ver slo con la imagen de la universidad
o con la confusin entre la infraccin del reglamento y la comisin de un
delito, sino con una posicin de poder desde la que se minimiza el impacto
de la violencia contra las mujeres.
El carcter sistmico de la violencia (Castro, 2007: 22) en Chapingo
se demuestra en su minimizacin o naturalizacin y refleja que la dominacin masculina y el ejercicio de poder contra las mujeres es un efecto
cultural (Badinter, 1993) de esa construccin social que son las relaciones
sociales entre hombres y mujeres. As, la violencia en Chapingo se sustenta en la estructura patriarcal que le otorga un marco de inteligibilidad
y naturaliza el continuum de conductas violentas que encuentran en la
251
institucin escolar un reforzador de la discriminacin social y de la desigualdad de gnero, adems de su legitimacin. En este sentido, Mara
Luisa Femenas dice que las prcticas violentas derivan de las normales
que parecieran no ser misginas, ni machistas pero que estructuralmente
son patriarcales. (2006: 67). De modo que, las explicaciones que justifican la violencia trasladan la responsabilidad institucional a la condicin
emocional de las alumnas y la sitan en un problema de baja autoestima que las engancha con la violencia. Y como seala Carcedo, [] el
aislamiento, la inseguridad y los temores de las mujeres son vistos como
causantes de la agresin, en lugar del resultado de las propias relaciones
abusivas. (2001: 5).
Los dispositivos de minimizacin no slo se sitan en el marco institucional, cuando las estudiantes deciden denunciar algn acto de violencia,
a veces encuentran poca empata en sus compaeras; en cambio, los estudiantes agresores logran reunir a compaeros y compaeras en ocasiones
maestros que estn dispuestos a testificar a su favor, argumentando que
tiene buen promedio, que es un chico amable y buen amigo, etctera. No
obstante, este aislamiento entre las mujeres es favorecido por los dispositivos
socioculturales y les evita a las compaeras ser expuestas tambin al escarnio
social. Incluso, en el caso de un intento de homicidio perpetrado por un
estudiante contra su novia embarazada a la que le puso un cuchillo en el
cuello mientras amenazaba con matarla, una maestra arguy en sesin del
Consejo Universitario, el cual se constituy de facto en una especie de ministerio pblico: bueno pero no la mat, preguntmonos que le hizo para que
reaccionara as, que tal que se enter de que el hijo no es de l. Chapingo ya
ha invertido mucho en su educacin, no le vamos a destruir su carrera, qu
tal que es inocente.30
En este caso la desigualdad y la subordinacin de las mujeres le niegan
credibilidad a su testimonio, se trata de un problema de poder y en un
contexto que vuelve posible la violencia cuando la minimiza. Como anota
Femenas (2006: 63), las prcticas sociales y educativas se acomodan a la jerarqua de poderes de gnero imperantes y en lugar de ser un instrumento
liberador, dan pie a nuevas formas de victimizacin y revictimizacin. Sin
duda, estos elementos favorecen la naturalizacin de la violencia por las mismas alumnas, no logran reconocerla porque desde su lugar de origen han
estado expuestas a ella. Son frecuentes los comentarios que establecen la
jerarqua y la subordinacin de alumnos y alumnas, el diez es para Dios, el
29
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minar por los andadores y jardines oscuros, no acudir solas a los cubculos
de los maestros o no abrir la puerta de su dormitorio por la noche a desconocidos; lo que, por cierto, no suele recomendarse a los varones. Aunque
por el cambio en el perfil de la poblacin estudiantil podemos encontrar
chicas con minifalda y escotes o espaldas descubiertas, algunas estudiantes
reconocen haber cambiado su forma de vestir por prendas ms holgadas
despus de haber sido violentadas. En la uach podemos encontrar varios
tipos de violencia (psicolgica, verbal, fsica, sexual, y hasta econmica,
cuando los chapingueros administran la beca de sus novias; sin embargo,
se asume que ya estn acostumbradas y no les afecta o que han aprendido
a sortear esos problemas. Pero, sin duda, el disciplinamiento social ms
importante es el que viene despus de una denuncia, la impunidad. La
intervencin institucional limitada a la sancin individual cuando llega
a darse, centra el problema en lo personal, perdiendo de vista la responsabilidad que la misma institucin tiene en una condicin estructural. Que
no se atiendan o sancionen los casos y que no se encuentre, en la medida
de lo posible, la reparacin del dao, genera un aprendizaje social que
traspasa a las generaciones y logra frenar la denuncia, para slo dejar paso
al silencio y a ms violencia.
A manera de cierre
Lo abordado refleja parte de la realidad que viven las estudiantes en una
universidad con gran prestigio acadmico. El silencio, la negacin, la minimizacin, la impunidad, la desigualdad, las jerarquas y el poder, son slo
algunos de los elementos que construyen la violencia contra las alumnas.
Sabemos que la violencia tiene un carcter multifactorial y que es una dinmica estructural del que no es fcil sustraerse, es un problema de nuestras
sociedades.
La violencia contra las alumnas en Chapingo forma parte de una dinmica an mayor, en la que la desigualdad de gnero afecta a toda la
comunidad acadmica, pues como afirma Luz Maceira, la violencia est
instaurada en la prctica educativa y en la escuela, reproduce en ella
estructuras, relaciones y roles estereotipados, rgidos y jerarquizados, refuerza un proceso de subordinacin con base en la valoracin personal
y social de las diferencias sexual, social, tnica, de capacidad y otras.
(2005: 205). De esta manera, el mandato social de la violencia es un proceso asumido la mayora de las veces de forma consciente y racional,
pero requiere de un contexto social e institucional que lo permita, tolere
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o legitime, ya sea formal o informalmente, como un comportamiento socialmente aceptable. En la Universidad Autnoma Chapingo la violencia
simblica y estructural est presente en todos sus espacios, es parte de la
constitucin de la escuela como institucin cerrada y reglamentada, su
organizacin acadmica est diseada para contener pero tambin para
excluir. La violencia es una forma de excluir y el cuerpo de las mujeres es
uno de los espacios en que la violencia como acto disciplinador, se vuelve
tangible; se convierte en el medio de expresin y territorio del dominio
masculino. (Segato, 2003; Femenas, 2006; Ramos, 2005). Indiscutiblemente ligada a la nocin de poder, la violencia cumple una funcin poltica como disciplinador social y dado que no siempre se sustenta en la fuerza, pues en ocasiones privilegia la persuasin (Femenas, 2006), logra pasar desapercibida o ser naturalizada sin justificacin alguna. La cultura
chapinguera constituye el contexto posibilitador para la discriminacin
por razones de gnero, etnia, condicin social y eleccin vocacional, entre otros; adems de la sntesis de un orden institucional sustentado, a su
vez, en un orden estructural que atribuye a las mujeres la responsabilidad
de su seguridad fsica y psicolgica en el mbito escolar y, sobre todo, de
no sucumbir ante el mandato social de la violencia que puede leerse
como inevitable.
Bibliografa
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Badinter, Elizabeth (1993), La Identidad masculina, Norma, Bogot.
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1 Es
estudiante de la maestra en Estudios de la Mujer en la Universidad Autnoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. bisharu@hotmail.com.
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aparente despreocupacin. S que no hay que acallar estas voces, s que hay verdades que es necesario decirlas,
por ms dolorosas que resulten. Pero no me pidan ahora
que corrija las pruebas de galera
Luisa Valenzuela, Los novelistas como crticos
(Entrevista)
Laura, la protagonista, se encuentra al inicio del relato desnuda de recuerdos. Es una militante poltica clandestina que ha sido torturada hasta el
cansancio por el coronel Roque, quien la lleva a vivir a un departamento
donde la tiene secuestrada. Este siniestro personaje le hace creer que se han
casado con todas las ceremonias pertinentes, pues tiene una foto donde
aparecen ambos vestidos de novios. A lo largo del relato, Laura pasa de un
estado de cmodo olvido al desentraamiento de su pasado traumtico:
se va dando cuenta de la verdad a travs de guios, algunos inducidos por
Roque y otros despertados por su propia memoria. Poco a poco va acercndose al secreto, a los secretos: los militares la detuvieron en el preciso
momento en que se dispona a asesinar al coronel Roque, que es cuando l
decide secuestrarla, para posteriormente torturarla hasta quebrar su voluntad. Despus, en un giro siniestro y perverso, ste resuelve hacerle ciruga
reconstructiva y, a partir de ese momento, montar todo un escenario para
que ella crea que son una pareja constituida y obligarla a quererlo. Por eso,
en el presente del relato Laura se encuentra en ese departamento viviendo,
sin saberlo, una venganza que Roque ha orquestado para destruirla. La mujer toma medicamentos que el coronel le proporciona para que se mantenga
en ese, en ocasiones, desesperante olvido. Hay adems otros personajes:
Martina, la mujer sobria y ominosa que la cuida,2 Uno y Dos, hombres a
los que la protagonista ha bautizado as y que estn siempre del otro lado
de la puerta cuando Roque aparece en lo que se convirti su vida a partir
del secuestro: ese encierro perenne entre paredes rosadas, una especie de
muerte lenta en la que ella permanece contra su voluntad.
Ms adelante, la historia da un giro ms que cambia el probable desenlace: hay sublevaciones militares y la seguridad del coronel Roque se evapora,
tiene que abandonar la ciudad pero no sin antes culminar su venganza: decirle la verdad a Laura, descubrir la farsa que ha creado para devolverla a la
2 Este
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Es importante resaltar lo dicho por la propia Valenzuela, que para escribir este relato se bas en la pelcula Portero de noche,5 la cual aborda el tema
del llamado Sndrome de Estocolmo6 y recordar que la trama descrita
en el cuento fue un escenario ms comn de lo que se podra pensar en
periodos totalitarios: la existencia de relaciones amorosas entre presas y
torturadores en esas situaciones lmite. En este sentido, cabe sealar que
hay varios momentos en el cuento en los que se puede pensar en la existencia real de un sentimiento que podra llamarse amoroso entre ambos
protagonistas:
262
Esta figura retrica es una retrospeccin dentro del relato, cuya intencin es dar un
contexto al remitir a algn acontecimiento pasado que no forma parte directa dentro de la
narracin. (Cfr. Beristin, 1997: 43).
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l tiene esas cosas pero tambin otras: hay su manera de mirarla cuando estn juntos, como queriendo absorberla, metrsela bien adentro y protegerla de
ella misma. Hay ese lento ritual de desvestirla, lentamente para encontrarla en
cada centmetro de piel que aflora tras cada botn que desabrocha.
Por momentos ella sospecha que podra tratarse del llamado amor. Sentimiento por dems indefinido que le va creciendo como un calor interno de poca
duracin y que en sublimes oportunidades se enciende en llamaradas. Nada
indica sin embargo que se trate en verdad de amor, ni aun las ganas que a veces
la asaltan, ganas de que l llegue de una vez y la acaricie. Es esta su nica forma
5 Portero
de noche (Il Portiere di notte) es una pelcula dirigida por Liliana Cavani en 1974 y
protagonizada por Charlotte Rampling y Dirk Bogarde. La accin transcurre en la Viena de
1957. La esposa de un conocido director de orquesta norteamericano reconoce en el portero nocturno del hotel donde se albergan al oficial nazi de las SS que la custodiaba durante
su internamiento y del que se convirti en amante forzada. Una historia de recelos mutuos,
de relaciones donde el odio y el deseo se entremezclan, donde lo odiado se recubre con el
manto de lo deseado. El trasfondo poltico de los grupos de antiguos nazis que protegen el
presente de sus compaeros por cualquier mtodo tiene escasa consistencia frente al drama
personal de ambos protagonistas y de su mutua atraccin. La culpa como instrumento de
poder. Y, sobre todo, vuelve a aparecer la sombra de la voluntad autodestructiva de la vctima, surgida de sus deseos masoquistas. [http://es.wikipedia.org/wiki/El_portero_de_noche], 13 de mayo, 2010.
6 En 1973 en la ciudad de Estocolmo, en un asalto bancario los ladrones retuvieron a
los empleados del banco durante varios das. Al momento de la liberacin, un periodista
fotografi el instante en que una de las rehenes y uno de los captores se besaban, este hecho sirvi para bautizar como Sndrome de Estocolmo ciertas conductas extraas que
demuestran afecto entre los captores y sus rehenes.
Desde la perspectiva psicolgica, este sndrome es considerado como una de las mltiples respuestas emocionales que puede presentar el secuestrado a raz de la vulnerabilidad
y extrema indefensin que produce el cautiverio. [http://www.secuestroexpress.com.ar/
estocolmo.htm], 10 de agosto, 2010.
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suya la entrepierna si no fuera porque l hace un rodeo y se aloja en el ombligo. (Valenzuela, 1982: 123).
Como se puede apreciar, Laura se siente viva a travs de las caricias de
Roque, ya que en el espacio en el que se encuentra confinada, aislada de
todo un mundo que se desarrolla a su alrededor, encuentra un escape en
el disfrute por ms reducido que este sea de la unin de su cuerpo con
el del antagonista. Ms adelante encontramos en la trama otra nocin que
ejemplifica esta idea: Los momentos de hacer el amor con l son los nicos
que en realidad le pertenecen. Son verdaderamente suyos, de la llamada
Laura, de este cuerpo que est ac que toca y que la configura a ella,
toda ella. (Valenzuela, 1982: 129). Que la protagonista piense esos momentos erticos como hacer el amor, sentirse viva, est en relacin a los vnculos emocionales que ha establecido con el que aunque no lo recuerde o
no lo piense ha sido y es su torturador, aun en el presente de la narracin.
Por otra parte, se puede observar una dualidad de sensaciones constante en Roque, que pasa con gran facilidad de una actitud de seguridad a
la total incertidumbre: Casi siempre l casi siempre cuando lo tiene al
alcance de la vista adopta ese aire triunfal de los que creen que han llegado. Y de golpe se apaga, de golpe como por obra de un interruptor se apaga
y el triunfo se convierte en duda o en algo mucho ms opaco, difcilmente
explicable, insondable. (Valenzuela, 1982: 116).
El coronel es un personaje complejo y eternamente conflictuado. Se
pueden advertir en l, a lo largo de toda la narracin, sentimientos encontrados de amor-odio hacia Laura; no se puede afirmar que slo tenga
emociones negativas hacia ella, al parecer ha terminado por ser un poco
vctima de su propio juego. Un poco ms adelante, la voz narrativa describe
esta ambivalencia de la siguiente forma:
264
Al principio hay una actitud un tanto romntica apreciable en la protagonista, aunque es rota de forma rotunda con la violencia, verbal en este
caso, del torturador-amante. En otra ocasin, acerca del mismo cuento, la
autora declara: Cmo enfrentar el tema de la tortura? Torturndose un
poco, quiz, por el simple hecho de sentarse a anotarlo. En casos semejantes
Escribir es una piedra lanzada al fondo del pozo (Lispector). Hay cuentos
as. En mi pas pocos los quieren leer. Pero el pozo existe, y ms nos vale
reconocerlo. (Valenzuela, 2002: 184-185).
La profundidad de los temas tratados en el cuento va ms all. Desde
una perspectiva sociohistrica, Mara Ins Lagos opina:
Cambio se presenta como una instancia de la guerra sucia en Argentina, en
la cual los militares en el poder manipularon la conducta en el nivel privado
para reformar a los jvenes subversivos, especialmente a las mujeres, y de este
modo transformar a la sociedad. Esta estrategia recuerda los mtodos descritos por Foucault en Historia de la sexualidad segn los cuales las clases hegemnicas mantenan su situacin de privilegio mediante la imposicin de ciertas
conductas a los miembros de su clase, especialmente a travs de la regulacin
de la sexualidad de mujeres y nios (Lagos, 1996: 133-134).
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Pero [Laura] intuye que las asperezas existen sobre todo cuando l [] la
aprieta demasiado fuerte, ms un estrujn de odio que un abrazo de amor
o al menos de deseo, y ella sospecha que hay algo detrs de todo eso pero la
sospecha no es siquiera un pensamiento elaborado, slo un detalle que se le
cruza por la cabeza y despus nada. Despus el retorno a lo mullido, al dejarse
estar, y de nuevo las bellas manos de Antonio o como se llame acaricindola,
sus largos brazos laxos alrededor del cuerpo de ella tenindola muy cerca pero
sin oprimirla. (Valenzuela, 1982: 117).
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II
La tortura es una situacin totalitaria.
Wolfgang Sofski, Tratado sobre la violencia.
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nales abiertos en que la autora deja la ltima palabra al lector o lectora; que
en un rasgo de total apertura decide la fascinante e inquietante narracin.
Ms adelante, Medeiros se refiere al polmico tema de la existencia de
una voz femenina: La pretensin de leer la voz femenina puede parecer
una tarea arriesgada. El debate sobre la existencia de un lenguaje femenino
ha provocado ya numerosas reacciones e infinitas discusiones que quizs
nunca lleguen a una conclusin. Sin embargo, las mujeres escritoras estn
contribuyendo a la construccin de un lenguaje distintivo, de una palabra
que no slo expresa su visin, sino que representa tambin una mirada liberada de las limitaciones externas. (237).
Es importante esta precisin y cuestin muy discutida en el marco de los
estudios de la mujer, qu tan pertinente puede ser llamar a la escritura o a
la voz escrita por mujeres femenina. Hay feministas que consideran que
se esencializa al usar dicho trmino. Por el contrario, otras afirman que
la referencia al esencialismo es un pretexto ms que divide e impide llevar
a cabo discusiones realmente importantes. La postura de Mara Teresa Medeiros carece por completo de un esencialismo, pues como ya veremos son
impecables muchos de sus razonamientos.
Si a algunas crticas les sirve como categora de anlisis la nocin de voz
femenina, puede ser muy vlido, siempre y cuando se advierta acerca de la
polmica existente. En particular, me quedo con el trmino escritura de
mujeres, pues es importante subrayar que son mujeres quienes han creado
o le han dado un giro a este tipo de literatura, la cual busca descolocarse del
marco falocntrico patriarcal en el que haba permanecido durante largo
tiempo. La discusin est abierta, an hay mucho qu decir al respecto.
Cabe sealar que Medeiros afirma que el de Valenzuela s es un lenguaje femenino, La potica del lenguaje femenino de Luisa Valenzuela articula los deseos ocultos y su enfoque personal del concepto de escribir con el
cuerpo es un compromiso con la propia obra. Su conviccin de que la tarea
del escritor es decodificar las perversiones del poder y preservar la memoria
de las atrocidades de la guerra sucia, colocan a esta escritora en la posicin de la mujer que ya no est en la periferia sino que es contestataria del
Centro. (45). La crtica citada resalta la voz femenina, cuyo fin es el de
cuestionar los grandes relatos, pues Luisa Valenzuela est consciente de
elaborar a travs de su escritura una esttica femenina, creando un lenguaje
femenino que nombra lo que no ha sido representado. El lenguaje ha sido
generado por el hombre, quien ha establecido los paradigmas de significacin en un sistema del que la mirada femenina est ausente. La elaboracin
de un lenguaje femenino se logra depurndose de las constricciones patriarcales y aceptando nuestros ocultos deseos. (85).
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Es notable que el deseo femenino est en el centro de la propuesta literaria de la autora argentina, su apuesta es la de afirmar la necesidad de
aceptar como mujeres nuestro propio deseo, pues cuando dejemos de ocultarlo por mandatos patriarcales ya caducos seremos capaces de reivindicarlo a travs del lenguaje primero y de los hechos despus.
una nueva perspectiva desde la que se posiciona la mujer, duea del poder
que otorga la pronunciacin de la palabra salida de su boca, ese oscuro y
peligroso agujero que atenta contra el cmodo discurso falogocntrico7
vigente.
Segn Hilda Fernndez, la muerte y la vida dominan el campo del erotismo pues le apuesta a una continuidad: Ser con el otro uno, ser ambos
continuo maravillosa fantasa! Enroscar mi cuerpo con el del amado y ser
con l un ente nico, ser con el otro un todo, lo cual nos situara ya en el
campo de la muerte, pues el deseo sera morir con el otro, fusionados.
(Fernndez, 2004).
En el cuento que nos ocupa tambin hay erotismo, pero se trata de un
erotismo diferente al convencional:
270
IV
La escritura de mujeres exhibe una diferencia determinante en el tratamiento del cuerpo. La letra femenina
articula voces diferentes en las que la subjetividad es el
vrtice de la productividad textual. El cuerpo ya no es
otro exterior sino un para s que relaciona escritura y
erotismo.
Una dbil lnea separa cuerpos de escrituras. En
la medida en que toda escritura se hace cuerpo y todo
cuerpo puede transformarse en escritura.
Carmen Perilli, Cuerpo y letra en la novela argentina
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En el relato, donde la tortura es un tema presente, se encuentra este erotismo peculiar; en dicho contexto, el placer se ubica como nico escape a la
insoportable realidad, mientras que la tortura se convierte en goce.8 Como
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*
Y si se llegaba a mencionar la palabra cama, ni hablemos. Las implicaciones altamente subversivas eran
obvias.
Luisa Valenzuela, Cuarta versin.
Desde los tiempos del Imperio romano hasta la actualidad, la literatura ertica tiene algo de subversivo al explorar formas de amar y vivir distintas a
las establecidas (S. a., 2004). A lo que Enriqueta Morillas y Victoria Cohen
agregan que tanto el erotismo como la militancia poltica se inscriben en
lo contestatario, poniendo en tela de juicio los valores occidentales y su racionalidad consensuada. (Morillas y Cohen, 1989; 207). Se desprende de
esto que el fin de ambos es la bsqueda continua de la transformacin de
lo establecido.
En Cambio de armas la idea del erotismo como subversin est presente, es la puerta que le permite a la protagonista escapar de la represin a la
que est sometida; slo se evade del control total de su torturador durante
los momentos de placer que le roba. As, el erotismo le permite salirse del
margen de poder total que mantiene su captor sobre ella durante casi todo
el tiempo, dejando por instantes de ser su esclava.
Carmen Perilli refiere algunas caractersticas presentes en obras de autores argentinos que pertenecen al periodo mencionado: La insistencia de
la intencin testimonial, la construccin hiperrealista del cuerpo, la lectura
de las relaciones humanas en trminos de amo-esclavo marcan una persistencia que se reformula muchas veces como subversin. (Perilli, 1995: 121).
Lo que parece aplicarse a Cambio de armas, que contiene dichas marcas,
las cuales apuntan al derrumbe de la escritura monolgica, nica, la multiplicidad de opciones. As, a travs de este relato y por medio de la ficcionalizacin de temas histricos como la dictadura, se intenta dejar constancia de
lo vivido durante el periodo totalitario.
Hilda Fernndez anota que el campo en que se juega el erotismo est
marcado por la violencia y lo define como una alternancia perenne entre
los polos de la vida y la muerte, lo bello y lo horrendo, la bondad y la maldad, lo dulce y lo violento. (Fernndez, 2004). El erotismo se desborda, por
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conductas son una accin sin sujeto. (3). Para ella El sexismo estructura
un sistema de relaciones que causa daos a las mujeres y a los hombres, y
por tanto no puede ser definido como un problema sectorial de las mujeres,
sino que tiene carcter general cuya raz es la estructuracin social (4), es
importante recordar que fue una institucin militar sexista la que organiz de forma sistemtica la represin, de la que muchas veces no hubo modo
de escapar, ya sea del papel de represor o de vctima. Sin nimo de justificar
a los torturadores como Roque, me interesa sealar que situaciones como la
planteada son ms complejas que slo ver de manera superficial a vctimas
y verdugos. Esto se enfatizar en el final del relato: cabe intuir una especie
de culpa en el coronel por el dao causado a Laura, por lo que tal vez le regresa la pistola con la que ella iba a asesinarlo,9 pues de otra manera poda
haberla sometido hasta el infinito a pesar de las sublevaciones militares. Sin
embargo, decide darle la oportunidad de que se desquite del dao causado.
Y ella lo hace o no.
Por otra parte, hay momentos del cuento que no dejan lugar a dudas acerca del odio que Roque siente por Laura, como el episodio del rebenque:10 el
antagonista trae un regalo envuelto que resulta ser un rebenque. Ella, asustada al reconocer el objeto, empieza a gritar y a llorar; l, en un cambio total
de actitud, entonces la tranquiliza, la trata como a una nia y la consuela, le
dice que se deshar de ese objeto que le ha hecho mal.
Es evidente la intencin de Roque de que Laura recuerde y sufra, pero
su actitud al consolarla desconcierta. Se podra decir que l quiere y no
quiere que la protagonista recuerde el pasado; quiz tambin que busca a
estas alturas una liberacin de s mismo, de lo que est viviendo, salir de ese
estado ambiguo donde se adivina cierto hartazgo de su posicin superior
del poder que detenta. Lo anterior se puede conectar con la actitud
de Laura, indeterminada y confusa, en la que quiere y no quiere enterarse
de su pasado, actitud que poco a poco avanza hacia ese querer saber: El
pozo negro de la memoria, quiz como una ventana a una pared blanca con
ciertas chorreaduras. l nada le va a aclarar y en ltima instancia qu le
importa a ella? Le importa tan slo estar all, regar su planta que parece de
plstico, encremarse la cara que parece de plstico, mirar por la ventana esa
pared descascarada. (Valenzuela, 1982: 126).
274
Los hombres, en cuanto hombres, y lo que los hombres hacen, son entidades
epifenomnicas, efecto del poder, efecto de una cierta gestin de la sexualidad
que se sostiene en la ordenacin de subjetividades y estructuras sociales en
funcin de la asignacin de gnero y posicin social que emana de la clasificacin sexual. En estos trminos, no son ellos los sujetos de la accin, sino que
su accin es un efecto de sujecin cuya lgica operativa lleva a confirmar la
subordinacin de la mujer y el poder del hombre. Sugiero que consideremos
las agresiones sexistas o la violacin como el extremo de un continuo. No las
entiendo como desviaciones o patologas, sino como la expresin ltima del
sexismo, aquella que se manifiesta precisamente cuando el hombre siente que
pierde el control, o no lo ha conseguido tener, de una realidad en que ha sido
definido como el sujeto de las acciones. (Izquierdo, 2007: 1-2).
Roque representa a este tipo de hombre, ya que ha perdido por completo el control al estar a punto de ser asesinado por Laura, lo que lo enfurece
y lo lleva a vengarse. Izquierdo se refiere a institucin sexista o patriarcal
que es la que establece los mandatos de gnero que seguimos hombres y
mujeres, perdiendo la posibilidad de llegar a ser sujetos en camino hacia la
plenitud. El coronel Roque es entonces producto de esta institucin que ha
tomado el control absoluto de las vidas tanto de hombres como de mujeres
en una sociedad que inmovilizada por el miedo. Contina as Izquierdo:
Doblegados los unos y las otras a la fuerza de las estructuras, stas nos
imponen su propia lgica de funcionamiento, de tal modo que nuestras
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Es interesante que le regrese el arma cargada a Laura, ya que pudo haberle quitado
las balas si slo quera llevar a cabo la ceremonia final de su venganza.
10 El rebenque es un ltigo grueso de cuero, que en la dictadura militar argentina se us
frecuentemente para torturar, tanto para golpear y causar graves heridas en la espalda y
todo el cuerpo, como para usar el mango como objeto de penetracin en la vagina y el ano.
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le asombra para nada el hecho de estar sin memoria, de sentirse totalmente desnuda de recuerdos. (Valenzuela, 1982: 113). La protagonista lleva a
cabo el duro proceso de recuperar la memoria, de forma totalmente voluntaria, sino que inducida por su torturador, como veremos ms adelante.
Juanamara Cordones-Cook nos dice: Bsicamente la memoria une el
presente con el pasado. La presencia consciente del pasado permite al individuo responder a las circunstancias del presente a la luz de sus experiencias anteriores. Asimismo, la memoria es esencial para la identidad personal,
pues presta continuidad y coherencia al individuo al vincularlo con su subjetividad ms temprana. (2002: 60). Laura ha borrado todas las experiencias
vividas anteriores a su situacin forzada actual. El pasado es tan doloroso
que prefiere no evocarlo, no revivir recuerdos que de cualquier forma y tal
vez a su pesar se encuentran en ella inevitablemente: [] imposible, imposible tener acceso a ese rincn de su cerebro donde se le agazapa la memoria, enquistada en s misma como en una defensa. (Valenzuela, 1982: 116).
Cordones-Cook seala que Laura, al borrar su memoria, pierde la capacidad asociativa y, con ella, el entendimiento de su entorno y la continuidad
de su identidad. Esta situacin no permanece intacta, pues su mente es aguijoneada de continuo y de manera progresiva por signos de un pasado que
insiste en regresar a la pantalla activa de su conciencia. (2002: 60-61). La
protagonista la pasa [] recitando nombres como ejercicio de la memoria
y con cierto deleite. (Valenzuela, 1982: 118). Pero el reencuentro con un
pasado que se cree borrado no es tan sencillo; se resiste a evocar los insoportables recuerdos, pues sabe la perturbarn. A pesar de ello, pronto se da
cuenta de que la memoria no puede ser ignorada y de que tendr que salir
a la luz su pasado oculto. Involuntariamente Laura se acerca a su secreto.
Parece conocer el peligro del umbral. Merodea. Siente su palpitar. Atisba
la verdad pero no se atreve a rasgar el ltimo velo. Se pregunta qu ser lo
prohibido, pero le rehye a la respuesta pues le teme al secreto. (CordonesCook, 2002: 65). El descubrimiento de ese pasado finalmente ocurre, y con
la memoria Laura recupera la valenta frente a su captor, quien pierde de
ese modo su poder.
Como hemos visto, en este cuento hay marcas que muestran que, al escribirlo, Luisa Valenzuela apuesta al valor curativo de la palabra, de la literatura; ya que como afirma Graciela Gliemmo: [] piensa que una escritura
que surge de la memoria individual para estimular una memoria colectiva
ayuda a evitar la repeticin y es una manera de intentar comprender las
situaciones en las cuales lo inefable se hizo norma y de contribuir, indirectamente, a la mejora de la psiquis social. Para decirlo con otras palabras:
no apuesta a la purga personal, a la exorcizacin de los propios recuerdos,
276
V
En un furioso intento de rearmar el rompecabezas. De
estampar en alguna parte la memoria congelada de los
hechos para que esta cadena de acontecimientos no se
olvide ni repita.
Luisa Valenzuela, Cuarta versin.
Como la memoria. Porque mientras se est viva, al
cuerpo podemos ponerlo a descansar, pero a la memoria, nunca.
Luisa Valenzuela, Peligrosas palabras.
Quiere que la dejen en paz, quiere y no quiere hurgar
un poco ms en la memoria, quisiera querer hurgar un
poco ms, y sobre todo descubrir por qu quisiera hurgar y qu busca en su propia mente, como si estuviera
de regreso en el desvn de su abuela que nunca tuvo
desvn de todos modos.
Luisa Valenzuela, Realidad nacional desde la cama.
La cuestin de la memoria est tan presente en Cambio de armasque prcticamente sirve de estructura al relato. Baste citar sus primeras lneas: No
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Es as como se puede observar que ya no puede deshacerse por completo del pasado, ni siquiera en el intento de abandono de lo ocurrido ms
exhaustivo que realiza. La memoria le exige el recuerdo para poder salir del
oscuro pozo de olvido en que se encuentra.
VI
Es importante tomar en cuenta el ttulo del cuento. Recordemos que al inicio de la historia, en orden lineal, Laura es quien sostiene el arma, est
apuntando a Roque y en ese momento es capturada; despus, Roque es
quien toma el poder y la tortura hasta el infinito, con lo que logra destruir
su subjetividad casi por completo. Pero, en el desarrollo de la historia que
se, quin tiene el poder, las armas? Roque cree tener el control de la relacin pero lo tiene en realidad? La oblig en verdad a quererlo?
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Este desenlace sugiere que a pesar de los esfuerzos del rgimen militar para
modificar y borrar la libertad de pensamiento y la voluntad, los efectos no
parecen fijos e inamovibles, sino frgiles y transitorios. Es irnico que la mujer
rehse abandonar su estado de subyugacin pero eso demuestra la insidiosa
persistencia de un sistema que crea mapas de subjetividad de los que es difcil
escapar. A la vez, el mismo Roque [] en una mezcla de afecto y desprecio la
salva. La enigmtica conducta del coronel sugiere que ste no es impermeable
al cambio, y que el aparato de vigilancia que l mismo ha contribuido a construir le ha afectado tambin. (Lagos, 1996: 142-143).
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Parte IV
AMOR Y VIOLENCIA FALOCNTRICA
REFLEXIONES CENTRADAS EN EL ANLISIS
DE LA VIOLENCIA DOMSTICA Y DE PAREJA
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Introduccin
De acuerdo con las estadsticas mundiales (ops, 2002) y nacionales,3 la violencia domstica y de pareja4 es un fenmeno extendido que no diferencia
estratos sociales ni grupos tnicos. En las diversas investigaciones cualitativas que exploran el problema se ha encontrado que es interpretada y explicada segn su significacin cultural. Existe consenso entre los organismos
internacionales de que la problemtica requiere atencin, que las mujeres
indgenas no han sido ajenas a esto y que se han expresado explicando sus
intereses y necesidades especficas desde su propia voz. Tal preocupacin
tambin lleg a la academia convirtindose en foco de inters, as las estudiosas y los etudiosos iniciaron sus propias investigaciones en comunidades
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Bedregal (1991: 39): 1), la relativa visualizacin y compresin social de algunas de las expresiones principales de la violencia ejercida contra las mujeres,
sus causas y dinmicas; 2) incipientes cambios en las leyes; y 3) la atencin
de las vctimas y el seguimiento de los casos desde los centros atendidos por
los grupos del movimiento o las instituciones oficiales, que en los noventa
se constituyeron. Por otro lado, desde la investigacin, la delimitacin conceptual y terminolgica de la violencia domstica se ha transformado segn
su legitimacin como problema investigativo. Rosario Valdez y Miriam Ruiz
mencionan que las primeras definiciones de violencia domstica (VD) en
los setenta en pases como Estados Unidos, se caracterizaban por su
ambigedad y dificultad para operacionalizarlas (2009: 508), pues no haba consenso en cmo nombrar o definir el problema, por ello, que se utilizaban trminos como BWS Battered Wife Syndrom, Domestic Violence, Family
Violence, violence in the home, violence intra-family, assault between spouses, intra
spousal assault.5 (Valdez y Ruiz, 2009: 508). Destaca la nocin de patologa
que prevaleca en los trminos con que se caracterizaba el fenmeno. Estas
autoras sealan que en la misma poca aparece el libro The Battered Woman
(1979), de Leonor Walker, en el cual se empieza definir el sndrome de
la mujer golpeada, aos ms tarde se publica The Battered Woman Syndrome
(Walker, 1984), considerado como un aporte de la psicologa clnica al entendimiento del fenmeno. Cabe destacar que concebir la violencia como
un sndrome otorg cierta legitimacin a la problemtica para ser estudiada
cientficamente, tal como lo ha sealado Saucedo (2004). Del mismo modo,
la violencia comenz a formar parte del discurso mdico porque causa un
dao o una lesin susceptibles de ser clasificados; por lo tanto, el trmino
mujeres golpeadas se utiliz desde el cuerpo, como algo que deja huellas.
Esta categora se cambi despus por la de mujeres maltratadas para poder abarcar tambin la violencia emocional que vivan stas, de forma que
se comenz a extender la mirada hacia el problema durante los noventa.
De acuerdo con Saucedo (2004), si bien la categora mujer maltratada
fue til y se consideraba descriptiva, construye un sujeto esttico y victimizado, con poca o nula posibilidad de agencia; es decir, lo que se ha puesto
en juego es que
De la concepcin y uso de trminos como Mujer Maltratada o Mujer Golpeada,
elaborados como estrategias retricas en el mbito de la salud mental, se ha
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alan a quienes la sufren, argumenta que si no se menciona el lazo de parentesco y se elimina al sujeto por darle prioridad al entorno se invita a pensar
que cualquier sujeto dentro de una familia es un posible agresor.
La idea central de esta crtica es sealar que los hombres son los principales autores de la violencia ms frecuente y ms daina; esta posicin
reclama subrayar las relaciones de poder que prevalecen en las relaciones
familiares donde la esposa, los hijos o las hijas generalmente no tendrn la
misma permisibilidad y capacidad de ejercer violencia que el hombre proveedor. Siguiendo con este planteamiento, una adecuada definicin debera visibilizar a la vctima como receptora y al hombre como ejecutor, ambos
en un contexto de relaciones de poder en el que las mujeres llevamos las de
perder. En coincido con Irma Saucedo, Si aceptamos el trmino violencia
domstica como concepto que identifica los hechos violentos ocurridos en el
espacio domstico de convivencia, tenemos que reconocer y explicar cmo
y por qu, siendo una violencia principalmente dirigida hacia las mujeres,
sta puede tambin afectar a varones, ancianos y minusvlidos. Explicar y
dar cuenta de porqu, tambin, en este contexto se encuentra de manera
significativa a mujeres ejerciendo violencia contra otras mujeres [o personas
bajo su cuidado]. (Saucedo, 2004: 69).
No pretendo negar la violencia que vivimos las mujeres a manos de nuestra pareja o de familiares, ni que los hombres ejercen las formas de violencia
ms letal, sino devolver a las mujeres la calidad de sujetos en nuestros discursos y el papel que tenemos en esas relaciones violentas. (Izquierdo, 1998;
Huacuz, 2009; Saucedo, 2004). Mucha tinta sigue corriendo para caracterizar a las mujeres como vctimas y sealar a sus parejas como victimarios,
generando perfiles e identidades estticas.
Estoy de acuerdo con el planteamiento de que la forma en que se han
construido las categoras tiene que ver con la anhelada neutralidad terica de algunas disciplinas y que mucho tambin se debe a querer proteger
la imagen judeo-cristiana de la familia. (Saucedo, 2004). Por esto se toma
como natural o como mandato divino (o no se menciona) que los integrantes de una familia se posicionen asimtricamente, en trminos de desigualdad, colocando a los hombres adultos como los jefes de familia que
puede violentar a su mujer, hijas, u otros hombres menores o cualquier
persona que est en una posicin de subordinacin frente a ellos (en el trabajo, en la escuela, en la calle).
Todas estas discusiones muestran que la violencia es tan compleja que
nuestras explicaciones siempre aparecern como fragmentos, porque el fenmeno no se agota en la familia, en la relaciones de pareja, ni tampoco en
un visin unvoca.
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porque no todas las formas de violencia contra las mujeres pueden calificarse como violencia de gnero. Mara Jess Izquierdo sostiene que para
algunas formas de violencia, las explicaciones pueden situarse en variables
distintas a las relacionadas con el gnero, sin embargo, Afirmar que estos
actos tienen marca de gnero, quiere decir que las relaciones de gnero
potencian formas especficas de violentar y agredir, no slo en los hombres,
sino tambin en las mujeres. (2010: 12).
Coincido en que si se usa violencia de gnero para estudiar a un grupo
de mujeres se pierde un poco la fuerza poltica de los otros trminos y se
tendra que aclarar desde dnde se mira a los actores de este tipo de violencia e incluir el papel que jugamos las mujeres y la sociedad en su conjunto
para favorecer dichos actos. Por ello, si se opta por incluir al gnero en una
definicin de este tipo se debe resaltar las relaciones de poder entre los sujetos para observar el entramado complejo de las relaciones violentas.
Ambas nociones son poderosas para el anlisis feminista y cada una ser
mucho ms til para observar y analizar unos fenmenos y no otros. La nocin violencia de gnero funciona con mayor profundidad cuando el foco
de observacin se ampla ms all de las relaciones afectivas y se incluye a
menores, ancianos y ancianas, y analiza la dinmica de las relaciones entre
hombres y mujeres, lo cual lo vislumbra como un concepto con fuerza y para
nada descafeinado. El concepto de violencia contra las mujeres se ha colocado firmemente como politizado con el fin de no invisibilizar a las mujeres y
la violencia que se ejerce sobre ellas.
Como se puede observar, las denominaciones en torno al concepto de
violencia tienen un bagaje terico e histrico elaborado desde la psicologa y
promovido como problema de salud desde las ciencias mdicas. Luego, con
los enfoques socioculturales feministas se ha logrado un contrapeso al plantear que el ejercicio de la violencia hacia las mujeres es la afirmacin de un
orden social particular que tolera la subordinacin de las mujeres y el uso de
la violencia en su contra. (Torres, 2005: 244). Dicho por Saucedo, Uno de
los principales aportes del anlisis feminista es que ha mostrado que la violencia hacia las mujeres es perpetrada principalmente por hombres porque
se ejerce dentro del contexto de una sociedad en la cual ellos pueden desplegar su poder sobre las mujeres y los menores de una forma sexualizada.
(2004: 89). Contexto en el que, adems, las mujeres tambin participamos
del maltrato hacia las personas que estn bajo nuestro cuidado.
Coincido en que estos conceptos mencionados rpidamente nos
proveen elementos explicativos que pueden no crear la realidad en su complejidad, pero construyen una realidad contextual al acotar el espacio que
observamos y la comprensin que de ella logramos. (Saucedo, 2004: 64).
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Por esto, cuando las investigaciones cuyo foco de inters son las mujeres (u
hombres) y las relaciones de violencia que viven, es importante que las uy los
autores explicitemos cmo conceptualizamos tales actos, pues las narraciones que hagamos de las/os sujetos explicarn sus experiencias y nos darn
datos concretos para buscar salidas a la problemtica.
En lo particular, es de inters dotar a las mujeres adultas de accin y
respuesta ante la violencia (de su pareja o familiares) para des-petrificarnos
de los relatos que nos constituyeron nicamente como vctimas y observar
los dispositivos que nosotras hemos construido para defendernos, mismos
que pueden ser otra herramienta de explicacin al fenmeno. Tal como lo
sugiere Izquierdo (1998), en las investigaciones sobre el tema poco se explora el papel que tenemos las mujeres en las relaciones violentas y cmo a su
vez violentamos a otros miembros de la familia que estn a nuestro cargo y
en otras relaciones no familiares; tal vez poner la mirada en el sexismo que
prevalece en todas nuestras relaciones (mujer-mujer, mujer-hombre, hombre-hombre, etctera) puede abrirnos a nuevas interrogantes. De acuerdo
con Huacuz (2009), para analizar la violencia domstica desde el marco de
la complejidad, mirar complejo nos mueve hacia la incertidumbre, a buscar
la transdisciplinariedad, a evitar el binarismo y la completitud. Esto nos deja
hurfanas y hurfanos de las frmulas que ya nos han otorgados las y los
expertos tal vez para imaginar otras preguntas.
Instrumentos legales sobre la violencia contra las mujeres indgenas
Como ya se ha dicho, la problemtica cobr notoriedad a partir de las reivindicaciones de los grupos feministas y de los derechos humanos a favor de
las mujeres, tanto como por la presin ejercida desde la sociedad civil para
que los gobiernos dieran atencin a las vctimas. (Alberti, 2004). El caso
de las mujeres indgenas organizadas no ha sido la excepcin, sus luchas
de gnero y autonmicas aunque como grupo minoritario, cobraron
mayor fuerza en los noventa a partir del levantamiento zapatista. (Hernndez, 2001). Durante esos aos, la lucha organizada de estos grupos logr
impactar en diferentes mbitos y permiti que se reconociera la violencia
domstica como un problema de salud pblica y de derechos humanos.
En esta misma dcada se gestan importantes avances en la creacin de
los instrumentos internacionales de la mayor relevancia en torno al tema,
que ordenan a los Estados miembros de la Organizacin de las Naciones
Unidas (onu), implementar polticas que transformen las relaciones de gnero a favor de la igualdad y la equidad entre hombres y mujeres. Uno de
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Convencin Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer Convencin de Belem do Par, 1994. http://www.iidh.ed.cr/comunidades/
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Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer: Igualdad entre los gneros, desarrollo y
paz, Beijing, 1995. http://www.un.org/womenwatch/daw/beijing/platform/
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Beijing, China (4-15 de septiembre de 1995). http://indigenouswomensforum.org/indigwomendeclaration-sp.pdf
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sealan es la violencia feminicida y genocida de la que son vctimas. Reconocen que el paraguas englobador de todas las mujeres estamos oprimidas
resulta ciego a las formas en que el racismo y la posicin de clase hacen especfica la opresin de gnero. (Brah, 2004: 110). En dicha declaracin no
slo la violencia domstica estuvo sealada como su preocupacin, tambin
dejaron manifiesta en las peticiones de la declaratoria su urgencia al respecto pues instaron a los gobiernos a crear instrumentos jurdicos y sociales
adecuados para protegerlas, solicitaron que Las leyes indgenas consuetudinarias y sistemas judiciales que son respetuosos de las mujeres vctimas
de la violencia sean reconocidos y reforzados. Que se erradiquen las leyes,
costumbres y tradiciones indgenas discriminatorias hacia la mujer. (Declaracin de la Mujeres Indgenas... en Beijing, 1995).9
En esta solicitud se hace evidente un tema que poco o nada se ha tomado en cuenta para el caso de Mxico: el trabajo de sensibilizacin con las
autoridades locales de las comunidades indgenas,10 que revela un aspecto
vital de su identidad tnica. Tanto sus exigencias como su posicionamiento en Beijing, las colocaron como un grupo dispuesto a hacerse reconocer
como mujeres educadas en comunidad y no en el individualismo liberal.
En constante negacin de la existencia de las mujeres indgenas, en los
noventa fueron impulsadas a gran escala las investigaciones que definieron
la magnitud de la violencia domstica y de pareja, as como el impacto que
tena en la salud de las mujeres (Heise, et al., 1994; Hjar, et al., 1997; Camp
bell, 1999; ops, 2002; Ellsberg, 2003), sin tomar en cuenta la necesidad de
un diseo especfico y competente culturalmente para reflejar la realidad
de las mujeres indgenas.
Entre tanto, el trabajo a nivel internacional iniciado en la primera
Conferencia de Beijing, continuo impulsado por un grupo de lderes indgenas que en 1999 fundaron el Foro Internacional de Mujeres Indgenas
(fimi); un ao ms tarde organizaron el Primer Foro de Mujeres Indgenas en Nueva York, durante la Conferencia de Beijing+5, en el ao 2000;
posteriormente, en la Declaracin del Foro Internacional de Mujeres In9
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dgenas Beijing+1011 (2005), realizan un balance desde su primera participacin internacional: A pesar de los avances cuantitativos y cualitativos, 10 aos despus de la Cuarta Conferencia del Mundo sobre la Mujer
en Beijing, y a la mitad de la dcada dedicada a lograr los objetivos de
Desarrollo del Milenio, las Mujeres Indgenas enfrentamos una situacin
crtica agudizada por la militarizacin creciente, la violencia de gnero
incluyendo violaciones y trfico de mujeres dentro de [las] [] comunidades y como tctica en los conflictos armados [] (Declaracin de las
Mujeres Indgenas..., 1995).
A pesar de subrayar avances se enfatiza la experiencia que como indgenas tienen debido a la violencia del Estado, lo que les impide doblemente
su desarrollo como pueblo y como individuos. Una vez ms, las mujeres indgenas expresan en esta Declaracin su reclamo para que la violencia sea
atendida desde las caractersticas particulares, de los contextos econmicos
y culturales (adems del gnero).
Posterior al Foro de Beijing+10, se llev a cabo un Informe Complementario al Estudio sobre la Violencia contra las Mujeres, del secretario de
las Naciones Unidas, titulado Mairin Iwanka Raya: Mujeres Indgenas Confrontan la Violencia (2006), liderado por el fimi. En este documento se resalta la
necesidad de centrar la discusin sobre la violencia que viven las mujeres en
la integralidad de la persona y de manera contextualizada para observar
sus particularidades; adems de la pertinencia de una perspectiva intercultural para abordar la problemtica. Para esto proponen desarrollar un paradigma indgena para entender la violencia:
Las categoras de familia, comunidad y Estado [no] dan cuenta adecuadamente de las formas emergentes de violencia asociadas con las crisis como
piratera biolgica, piratera gentica, comercio de rganos humanos y el
cambio climtico, que impone un riesgo desproporcionado para las Mujeres
Indgenas. Mientras que los individuos en la familia, la comunidad o el Estado pueden ser cmplices de dichas formas de violencia, la violencia en s
misma se origina en el mbito global. Por lo tanto, fimi propone incluir una
categora transnacional para tomar en cuenta la violencia contra las Mujeres Indgenas que es producto o se manifiesta en mbitos globales. (fimi,
2006: 19-20).
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Es decir, las mujeres indgenas enfatizaron que lo que pasa fuera de sus
comunidades impacta en su forma de vida (cambios en el comercio, en la
economa de los hogares, en la organizacin domstica).
Otro aspecto de tipo cultural es el lenguaje de la redaccin de la Declaracin sobre la eliminacin de la violencia contra la mujer de las Naciones
Unidas (1993), pues ignora las manifestaciones significativas de violencia
contra las Mujeres Indgenas al excluir los trminos que reconocen las experiencias de violencia de las Mujeres Indgenas. (20). Por lo anterior, Foro
Internacional de Mujeres Indgenas: Intenta presentar el concepto de violencia ecolgica para dar cuenta de las formas en que la salud, las formas de
vida, el estatus social y la supervivencia cultural de las Mujeres Indgenas
estn siendo amenazadas por las polticas y prcticas que afectan negativamente a la tierra, su estabilidad climtica y sus diferentes ecosistemas.
Adems, la categora de violencia espiritual intenta elaborar la relacin entre
la violencia contra las mujeres y el ataque sistemtico contra las prcticas
espirituales indgenas. (20).
Segn el Foro, el problema principal, no es solamente que las Mujeres
Indgenas no gocen de su derecho a la igualdad ante la ley sino que las leyes son escritas e interpretadas en formas que las discriminan y amenazan
(33), lo que deriva en una doble violencia. Es evidente que las crticas que
hacen las mujeres indgenas a los instrumentos internacionales y a las definiciones de violencia ms extendidas se basan en una discusin ms amplia
sobre la constante violacin y la negacin al respeto y el reconocimiento
de los Derechos de los Pueblos Indgenas y de las mujeres indgenas en
particular.12
Sin duda, vemos que en cada declaracin y convenios internacionales las mujeres indgenas han plasmado su palabra y se han posicionado al
respecto de la violencia que experimentan. En los documentos explorados
se puede observar que, de 1995 a 2006, sus peticiones y reclamos a travs
de los aos de lucha son similares aunque se reconozcan avances: la
trata sexual, operaciones militares que afectan a sus comunidades, violacin sexual, esclavitud sexual, vih/sida, violencia domstica, incremento de
suicidios en mujeres; sostiene que son problemticas agravadas debido a la
perpetuacin de un modelo de desarrollo econmico que ha generado alie12
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nacin cultural y polticas de asimilacin. Tambin exponen que es necesario erradicar las leyes, costumbres y tradiciones indgenas discriminatorias
hacia la mujer, as como crear instrumentos jurdicos y sociales adecuados
para protegerlas, pero tambin para mantener, respetar y reforzar las leyes
indgenas y sistemas judiciales que son respetuosos de las mujeres que han
vivido violencia. (fimi, 2006).
Otro aspecto en el cual han hecho nfasis es que el excesivo discurso
sobre la discriminacin de gnero y la igualdad de gnero despolitiza cuestiones como las violaciones a los derechos humanos que no estn basadas
nicamente en el gnero, sino en la confluencia entre el gnero y otros aspectos de sus identidades. (fimi, 2006).
Aunque a lo largo de los documentos vemos que las mujeres indgenas
han criticado a las mujeres no indgenas por mantener un discurso hegemnico, parece que conceptos como violencia contra las mujeres, violencia domstica, y violencia de gnero acuados desde un pensamiento occidental, apenas comienzan a ser cuestionados. Una aproximacin interesante
es la del informe Mairin Iwanka Raya (fimi, 2006), donde se subraya la necesidad de entender la violencia que viven las mujeres en la integralidad de
la persona y de manera contextualizada para observar sus particularidades,
apuntando que es necesaria una perspectiva intercultural para abordarlo.
Por lo que proponen tomar en cuenta el concepto de violencia ecolgica y
el de violencia espiritual.
Es innegable que los convenios internacionales en torno al tema de violencia contra las mujeres han sido fundamentales para el avance de la discusin y su ubicacin en las agendas polticas, pues entre otras cuestiones
instan a los Estados miembros para que los gobiernos tomen medidas, lo
que ha dado como resultado el diseo de intervenciones y leyes nacionales.
Pero en el contexto indgena todo indica que los beneficios institucionales
todava no llegan; por un lado, porque las dinmicas sociales son otras, y
adems porque en cada comunidad la lucha de los grupos de mujeres tiene
un ritmo distinto y recursos materiales y humanos desiguales para poder
avanzar en la igualdad de los derechos de las mujeres. Lo que es destacable
es que las mujeres indgenas han conseguido un lugar en la discusin internacional, han reflexionado sobre s mismas y sobre las otras de manera
crtica, y han narrado desde su propia voz sus experiencias de violencia.
En el caso de Mxico, las intervenciones especficas para mujeres indgenas todava no se han gestado desde las instituciones gubernamentales,
aunque existen determinados documentos que hacen mencin para su creacin desde hace ms de una dcada. Entre ellos el Programa Nacional de la
Mujer 1995-2000, en el que se plante que abatir la violencia hacia la mujer
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en cualquier contexto era uno de sus retos prioritarios. En el periodo 20022006, se elabor el Programa Nacional por una Vida sin Violencia, en el que
se menciona Adoptar medidas concretas para afrontar las consecuencias
de la violencia contra las mujeres indgenas y adoptar el modelo integrado
de atencin a casos de violencia domstica, sexual y contra las mujeres para
apoyar a dicha poblacin.
Otro ejemplo ms reciente es la Ley General de Acceso de las Mujeres
a Una vida Libre de Violencia, publicada en el Diario Oficial de la Federacin el 1 de febrero de 2007, instrumento que es de gran importancia para
enfrentar la problemtica. La cuestin es que nicamente menciona a la
poblacin indgena en su artculo 41, sobre las facultades y obligaciones de
la Federacin, en la fraccin VI, en la cual se insta a asegurar la difusin y
promocin de los derechos de las mujeres indgenas con base en el reconocimiento de la composicin pluricultural de la nacin, sin que se ordene la
creacin de programas de reeducacin especficos para dichas poblaciones.
Pese a que a lo largo del documento se menciona de manera detallada los
mbitos de accin, el sujeto de esta accin se engloba: las mujeres urbanas,
marginadas, rurales, indgenas, afrodescendientes, se homogeneiza en un
grupo. Esto es lo que Liliana Surez ha descrito como la tcnica del orden
colonial que integra invisibilizando las diferencias. Esta tcnica descansa en
la pretensin y proyeccin universal de las categoras generadas en el pensamiento occidental y la invisibilizacin del otro. (2008: 32). Si bien la institucin poco o nada ha tomado en cuenta la voz de las mujeres indgenas,
por ser consideradas como menores de edad que hay que custodiar, las
organizaciones civiles han tratado de construir puentes de comunicacin
con ellas.
El trabajo de las organizaciones de la sociedad civil (conformadas por
mujeres indgenas y no indgenas) ha tenido una propuesta diferente a la
gubernamental, realizan trabajos desde lo local, por y para las mujeres indgenas, pero poco se conoce y reconoce su impacto. Existen espacios donde
las mujeres indgenas mexicanas han hablado de sus problemticas y han
puesto en marcha acciones para solucionarlas,13 hay tambin muchos ejemplos de liderazgo: artesanas, artistas, textileras, en el ramo turstico, en la
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Para una revisin ms profunda sobre el feminismo indgena, vase Espinosa (2009:
232-270).
15 La Ley Revolucionaria de Mujeres tiene 10 puntos, por ejemplo, el octavo dice: ninguna mujer podr ser golpeada la violacin ser castigada severamente, asimismo habla
de la participacin poltica comunitaria de las mujeres, de la eleccin de pareja, del nmero
de hijos, del uso de mtodos de planificacin familiar. La lrm se puede consultar en http://
palabra.ezln.org.mx/comunicados/1994/1993_12_g.htm, 22 de agosto de 2010.
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civil y sobresale la inmovilidad por parte de las instituciones del Estado para
cristalizar la idea y el reconocimiento sobre la pluriculturalidad del pas,
la cual slo sera efectiva definiendo acciones concretas y sostenibles pensadas y puestas en marcha desde las comunidades en colaboracin con los
distintos niveles de gobierno.
Hasta aqu, se ha presentado el discurso que las mujeres indgenas han
construido en torno a la discusin sobre sus experiencias de violencia y la
forma en que desean que sta se aborde. A continuacin se presenta el otro
lado de la moneda, es decir, distintas aproximaciones al problema desde un
enfoque sociocultural particular en el que sus autoras describen la vivencia
de violencia domstica de la Otra.
Los acercamientos etnogrficos a la violencia domstica
y de pareja en contextos indgenas
Desde los setenta, el debate sobre las diferencias socioculturales entre mujeres y hombres se a travs de la categora de gnero (Lamas, 2001). Afinales de esa misma dcada, algunas antroplogas hicieron etnografas de
cmo esas diferencias tambin eran desigualdades para las mujeres y la
manera en que se manifestaban a travs de las relaciones de gnero en el
trabajo, instituciones sociales, religiosas, polticas y familiares. A la par que
recuperaban las experiencias de las mujeres, criticaban el androcentrismo
que prevaleca (prevalece) en las investigaciones antropolgicas.
Chandra Mohanty (2008)16 es una de las autoras que desde hace ms
de una dcada discutido y criticado la manera en que se interpreta desde
Occidente a las mujeres del llamado tercer mundo. Denuncia la mirada
androcntrica bajo la cual se describe a las mujeres en las etnografas y
expresaba que las esencializaban, como un concepto sociolgico y antropolgico universal, con base en la otredad femenina eurocntrica, sin advertir sus diferencias culturales y sociales incluyendo, las raciales y tnicas,
sealadas frontalmente por Bell Hooks (2004) en Norteamrica o desde el
pensamiento afro-latinoamericano por Ochy Curiel (2007).
En Mxico, las antroplogas feministas en los ochenta haban incorporado a sus definiciones de gnero la diversidad del contexto (Hernndez,
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2001); tambin identificaban la violencia que vivan las mujeres en sus comunidades. La mayor parte de las investigaciones sobre violencia domstica en
comunidades indgenas se llevaron a cabo a partir de los noventa (Gonzlez 1998, 2004, 2006; Freyermuth, 2003; Alberti, 2004; DAubeterre, 2000a;
Hernndez, 1998; Prez, 2004), y pese a que la produccin no es tan basta
como la de los contextos urbanos y rurales (Valdez y Shrader, 1992; Ramos,
2001; Torres, 2006; Ramrez y Uribe, 1993, Ramrez, 2005; Castro, 2004;
Huacuz, 2009), se ha ganado en profundidad en las descripciones etnogrficas, por lo que constituyen una gua para el entendimiento del fenmeno.
En lo que sigue, se presenta algunos trabajos antropolgicos que abordan las experiencias de las mujeres indgenas de la violencia domstica;
no es una bsqueda exhaustiva, pues se limita a la revisin de tres bases
de datos17 y a la disponibilidad de los textos; el corte temporal se acot a
trabajos publicados desde 1980.18 Se parti de conceptos clave como: violencia domstica, violencia conyugal, violencia de pareja, violencia sexual,
y se eligieron nicamente los estudios realizados en contextos indgenas.
Las investigaciones fueron agrupadas segn la relacin de la violencia con
otro fenmeno, de esta manera, los apartados abordan los significados culturales de la violencia, el acceso a la justicia, y el impacto de la violencia
en la salud de las mujeres. Los trabajos seleccionados tienen caractersticas
comunes, como que son artculos acadmicos, captulos de libros y tesis; estn centrados en investigaciones cualitativas, principalmente, etnogrficas.
Se pretende destacar los aportes cada uno de los trabajos para entender la
dinmica de la violencia domstica que viven las mujeres indgenas y abrir
nuevos interrogantes.
Los significados culturales de la violencia domstica
Comenzaremos con un trabajo situado desde la perspectiva de gnero, basado en una muestra de 50 mujeres nahuas de Cuetzalan, Puebla. Se exploran
las formas de violencia, el ciclo de vida en el que las mujeres viven con mayor
intensidad la violencia por parte de su pareja y las estrategias que emplea17
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ron y siguen empleando para evitarla. Pilar Alberti, inicia con una pregunta
fundamental: Qu es la violencia para las mujeres de Cuetzalan? Segn
ella, el trmino violencia no existe en nhuatl, aunque algunas palabras aluden a ciertas formas de maltrato del hombre hacia la mujer, tambin poseen
diferentes significados segn el contexto en que se utilicen; por ejemplo,
encontr que si una mujer es rpida o eficiente, se le dice que es violenta.
Tambin encontr relacin entre violencia y agresiones fsicas que pueden
derivar en contusiones y heridas, este tipo de violencia seala es el que
se presenta con mayor frecuencia en las relaciones familiares. Al respecto,
encontr que cuando los episodios de maltrato son repetidos e intensos se
sealan como excesos, actos nombrados por las entrevistadas como pasarse
de violencia o castigar mucho a la mujer y cuyos resultados conllevan a la
muerte. (2004: 24).
La autora, encontr que la mayora de las mujeres golpeadas provenan
de familias nucleares con hijos solteros, contrario a lo que otras investigaciones han documentado al respecto, que sealan que cuando la pareja recin
unida comienza a vivir en casa de los padres del marido generan ms conflictos entre los cnyuges y mayor violencia fsica, debido a los sealamientos
de la suegra, el suegro o las cuadas en relacin con la nuera. (Freyermuth
2003; DAubeterre 2000b; Gonzlez 1998, 2004). Las explicaciones que da
la investigora son que cuando en las familias extensas hay menor violencia
de pareja, puede ser que los suegros funjan como garanta de que la nuera
(recin convertida en hija) sea bien tratada e intervengan en los conflictos
conyugales o incluso que la presencia de ms miradas funcionen a manera
de recriminacin al marido referida a los golpes y los abusos.
Otro hallazgo fue que las mujeres casadas haban sido en su mayora
ms golpeadas que las que declararon vivir en unin libre. La razn que
Alberti encuentra es que puede ser la relacin que existe entre la unin
legal y la potestad del marido sobre la esposa, la que se traduce en derechos
sobre la mujer, mientras que en la unin libre el marido no tiene ninguna
potestad; en este caso, la unin legal no funciona como un factor protector
de la violencia domstica. (2004: 30-33).
Estos resultados indican cierto consenso entre las mujeres de Cuetzalan
sobre las obligaciones que deben cumplir con su familia y la justificacin de
la violencia como una forma de corregirlas en caso de no hacerlo. Sin embargo, se encontr que algunas aluden a que actualmente ya no se dejan
o sancionan el exceso, lo cual sugiere que un elemento importante para entender cmo se concibe la violencia domstica, es abordar la manera en que
califican el acto violento como tolerable o sancionable, en trminos de
su propia norma y cultura.
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Torres Falcn, Marta (2005), La violencia en el hogar, Croma/Paids, Mxico.
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316
Introduccin
En Mxico, la lucha de las mujeres para vivir libres de violencia ha sido
un proceso largo que comenz en los setenta inserto en las demandas del
movimiento feminista. El primer logro importante de esta lucha fue el reconocimiento de la violencia sexual como un delito junto con la apertura
de centros de atencin para vctimas de la violencia sexual en el estado de
Colima y en el Distrito Federal. Sucesivamente, esta lucha tuvo auge y reconocimiento logrando en el ao 2007 la reforma legislativa consistente en
crear la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
La promulgacin de la Ley ha tenido diversas respuestas por parte de la
sociedad civil y de la academia. Por un lado, estn quienes la ven como un
hito de la lucha feminista en contra de la violencia hacia las mujeres; por
el otro, aquellos que piensan que es slo un paliativo jurdico que lejos de
ayudar a prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres es nicamente
un documento vaco que no tiene vinculacin jurdica prctica.3
Esta ley liga el tema con la preocupacin social y gubernamental sobre el
acceso a la justicia de las mujeres que viven violencia, independientemente
de que sea o no funcional para prevenirla o erradicarla. En este documento
1
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2008: 7).5 Esta encuesta introdujo un apartado sobre las instancias de procuracin de justicia que incluy preguntas sobre la atencin que recibieron las mujeres por parte de los encargados de las mismas. El equipo que
dise la encuesta consider importante recabar estos datos ya que tanto
las instituciones de salud y las de procuracin de justicia tienen un papel
fundamental en la reproduccin de las relaciones de gnero. A partir de los
datos de esta encuesta se hi un anlisis cualitativo de la Sierra Sur, la zona
que tiene el nivel ms bajo de violencia de las ocho regiones estudiadas y el
menor porcentaje de denuncias.
El artculo enfatiza uno de los hallazgos ms importantes de la investigacin: los mecanismos de control comunitario para que las mujeres que
viven violencia decidan o no denunciarla; obtenido a partir de entrevistas
a profundidad a cinco mujeres, quienes decidieron romper el silencio y denunciar.
El escrito est ordenado en tres partes: La primera hace un esbozo terico sobre los llamados mecanismos de control comunitario; ah se analiza el
acceso de las mujeres a la justicia, sobre el mbito jurdico como tecnologa
del gnero y finalmente, se clasifica lo que supone son los mecanismos de
control comunitario que hicieron que las mujeres entrevistadas tomaran o
no la decisin de denunciar la violencia que vivan. Los mecanismos encontrados en la investigacin hecha en el municipio de Santa Catarina Juquila
son: el miedo, la vergenza, el chisme, el compadrazgo, el soborno y las
representaciones de gnero. Cada uno de ellos intervino en el acceso a la
justicia de las mujeres, ya sea de manera separada o simultnea con otros.
La segunda parte presenta un panorama general sobre la situacin
socio-demogrfica de la poblacin del municipio estudiado y sobre la si-
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La Ensademi es la primera encuesta nacional dedicada ntegramente a medir la prevalencia de la violencia intrafamiliar hacia las mujeres en regiones indgenas. La muestra se
dise con base en las 25 regiones definidas por un equipo de investigacin de la Comisin
Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indgenas (CDI). Este equipo empleo el concepto de regin cultural a fin de caracterizar la diversidad etnolingstica y la distribucin de
los pueblos indgenas en el territorio nacional. Las 25 regiones constituyeron las unidades
primarias de muestreo para la Ensademi; de ellas se efectu una seleccin aleatoria de
ocho regiones, con probabilidad proporcional al tamao de la poblacin indgena. Como
en algunos casos las regiones estn conformadas por ms de un estado, se seleccion un
estado para cada regin, utilizando el mismo criterio de la aleatoriedad con probabilidad
proporcional al tamao de la poblacin indgena de la regin, de manera que el estado seleccionado fue representativo de la regin. Se cubrieron localidades urbanas y rurales con
diversos grados de marginalidad.
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propiamente como el campo del derecho y otra que tiene que alude a los
mecanismos de control comunitarios que operan de forma directa en el
reclamo de los derechos de las mujeres, ambas entrelazadas entre s.
Habremos de entender al derecho como un discurso social y, por lo tanto, que dota de sentido a las conductas de los seres humanos y los convierte
en sujetos, al tiempo que opera como gran legitimador del poder, que habla, convence, seduce y se impone a travs de las palabras de la ley. (Ruiz,
2000: 21). Si entendemos que el derecho da sentido a las conductas de los
seres humanos, tambin podemos verlo como un mecanismo fijador de diferencias de gnero, constructor de la feminidad y la masculinidad. As, el
derecho ya no es analizado como aquello que acta sobre los sujetos de un
gnero pre-dado; por el contrario, la ley constituye una parte del proceso
de la continua reproduccin de la difcil diferenciacin del gnero. (Smart,
2000: 67). Por lo que la prctica jurdica est mediada por representaciones
de gnero en donde, en general, las mujeres quedan en desventaja al denunciar violencia porque el sistema de procuracin de justicia apelar a no
cuestionar el orden de gnero establecido. Entonces se puede decir, que el
derecho es una tecnologa del gnero. (De Lauretis, 1991: 54).6
Michel Foucault (1978) seala en sus anlisis sobre el poder que ste
no es una institucin ni una estructura o cierta fuerza con la que estn
investidas determinadas personas; es el nombre de una compleja relacin
estratgica en una sociedad determinada. En realidad el poder significa
relaciones, una red ms o menos organizada, jerarquizada, coordinada. El
poder se entiende no slo en forma tradicional, es decir, como un mecanismo esencialmente jurdico, sino como una tecnologa, en trminos de tctica y estrategia. Bajo este supuesto se puede decir que cada sociedad crea
sus propios mecanismos de control y la propia red que permite el ejercicio
del poder, estos mecanismos son los que harn normal lo que se considera
anormal y se constituirn de diferente manera segn el contexto y bajo formas especficas. Por ejemplo, Foucault encuentra que en las sociedades del
siglo xviii hay cuatro tipos de castigo los cuales funcionaban como disposi6
La construccin del gnero prosigue hasta nuestros das a travs de las diversas tecnologas del gnero [] y diversos discursos institucionales [] y tiene el poder de controlar el campo del significado social y por lo tanto de producir, promover e implantar la
representacin del gnero. Pero existen tambin los trminos para una construccin del
gnero diversa, en los mrgenes de los discursos hegemnicos. Tambin estos trminos
provienen de fuera del contrato social heterosexual y estn inscritos en las prcticas micropolticas, pueden tener una construccin del gnero, incidiendo sobre todo al nivel de
resistencias locales, en la subjetividad y en la autorrepresentacin. (54).
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Vernica Vzquez plantea que los estudios hechos sobre etnia, gnero o
edad con respecto al chisme, se han enfocado en la funcin que tiene como
cohesin de un grupo, delimitacin de normas de comportamiento interno
o como formas especficas en que se establecen cdigos de comunicacin.
La autora analiza la relacin que hay entre el chisme y la violencia hacia las
mujeres, y ha encontrado casos en donde las mujeres no hablan de la violencia que viven por vergenza y miedo al qu dirn. As, el chisme se torna en
una forma de contraempoderamiento que mina las ganas o las pretensiones
de las mujeres para poder acceder a la justicia.
El miedo y la vergenza operan de manera similar al chisme. El miedo
se caracteriza por ser un sentimiento de inseguridad hacia algo que podra
suceder y que est lejos del control de nuestras manos. En palabras de Aresti
(2002), El miedo, angustia, ansiedad, temor, terror, pnico, espanto, horror, son palabras que se refieren a vivencias desencadenadas por la percepcin de un peligro cierto o impreciso, actual o probable en el futuro, que
proviene tanto del mundo interno del sujeto como de su mundo circundante. (15). La autora nos dice que el miedo se genera habitualmente por un
cambio como un elemento de alteracin de la vida cotidiana. (17). As estos
factores pueden desencadenar inseguridad en las personas y esto puede ser
un obstculo para la accin.
Mara Escalante (2004: 72), en su investigacin sobre cmo se construyen subjetivamente el miedo y la vergenza cuando las mujeres han vivido
violencia sexual, encuentra que dicha construccin tiene su origen en los
valores culturales que se asimilan consciente o inconscientemente. En este
sentido, cuando las mujeres son abusadas tanto como atacadas sea fsica
o psicolgicamente, desarrollan culpa y vergenza, y estos sentimientos
hacen que traten de limpiar su honor y el de su familia con el silencio y la
aceptacin de su vida de violencia. En otras palabras, prefieren aceptar su
mandato de gnero y ser mujeres sumisas, esposas que aguantan la violencia, que hablar y romper con su situacin, ajustndose a las conductas de
gnero socialmente esperadas y aceptadas por su grupo cultural.
b) Las prcticas informales de las instituciones
como mecanismos de control:
En aos recientes, las investigaciones sobre la institucionalidad han dado
luz a la pregunta de cmo se crean y mantienen mecanismos e instituciones
informales que afectan la estabilidad y la calidad de la democracia.
North y ODonell (2006) han argumentado que los mecanismos informales tienen un papel fundamental en la estabilidad de las estructuras
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nentes del modelo genrico, estos significados no son fijos de una vez y para
siempre, sino que son contingentes, por lo que pueden ser renegociados o
reconfigurados.
En lo que sigue, pondr atencin a cuatro aspectos que han legitimado
el sistema de representacin aceptado para las mujeres: la divisin pblicoprivado, la divisin sexual del trabajo, los derechos de hombres y mujeres,
y la violencia legtima dentro del enlace conyugal, aspectos que son fundamentales en la definicin local de lo que significa ser hombre y ser mujer,
que legitiman las prcticas y median el acceso a la justicia.
Si bien la forma de interiorizar estas representaciones de gnero y la forma en que son compartidas por los sujetos de la sociedad han variado, las
representaciones de gnero descritas tienen muchas similitudes y pocas variaciones. An en la actualidad, cuando las mujeres acuden a resolver un conflicto conyugal suelen hacerlo sin cuestionar el orden de gnero establecido.
El acceso a la justicia en Santa Catarina Juquila
El municipio de Santa Catarina Juquila est ubicado en la regin Costa y
Sierra Sur del estado de Oaxaca. La mayor parte de la poblacin indgena
se encuentra en las comunidades que rodean a la cabecera municipal y en
donde el idioma chatino es parte de la vida cotidiana.
En el XII Censo General de Poblacin y Vivienda 2000 se report que la
poblacin de 15 aos y ms fue de 8 mil 178 habitantes, de los cuales 5 mil
614 es alfabeta y 2 mil 546 analfabeta. La poblacin econmicamente activa
es de 4 mil 543 habitantes y la inactiva es de 4 mil 662 habitantes, concentrando a la mayora de la poblacin ocupada en el sector primario (2 mil
335). Son 917 personas las que trabajan en el sector secundario y mil 145 en
el terciario o de servicios. La mayora, es decir mil 474, reciben solamente
entre 1 y 2 salarios mnimos y slo 47 habitantes reciben ms de 10 salarios
mnimos. (inegi, 2000).
En la cabecera municipal muchas mujeres son comerciantes y algunas
son el principal sostn de sus familias. La mayora se dedica a atender negocios que van desde vender reliquias religiosas en los puestos a un costado
de la iglesia, hasta las que salen a vender gelatinas y postres a pie en cada
lugar de la plaza por las tardes, pasando por las que venden las tradicionales tlayudas, elotes, tamales, o productos agrcolas como el caf. Incluso
algunas mujeres son dueas de establecimientos como tiendas de abarrotes
o de hoteles que dan servicio a los turistas nacionales que llegan a ver a la
Virgen de Juquila.
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Por su lado, los hombres se dedican principalmente al transporte pblico, ya sea en el transporte que va a la capital del estado, a las agencias y
comunidades, e incluso a los municipios aledaos, o en los taxis y mototaxis
que transportan a la poblacin en la misma cabecera municipal; tambin se
emplean en los cargos de la poltica, no excluyendo a las mujeres que trabajan en este mismo sector.
La poblacin indgena, por su parte, est dedicada al cultivo de productos agropecuarios y a su venta afuera del mercado municipal, y algunas de
las mujeres trabajan como empleadas en los hoteles centrados en la cabecera, sin excluirlas del comercio o el servicio de transporte.
Grfica 1
Violencia de la pareja actual por regin*
Altos de Chiapas
41.37
28.31
Zongolica
Mazahua-Otom
27.86
Huasteca
26.65
Maya
22.61
Chinanteca
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21.55
Istmo
16.24
15.81
Total
25.55
10
15
20
25
30
35
40
45
Cuadro 1
Porcentajes de denuncia y no denuncia de violencia conyugal
de cualquier tipo en ocho regiones indgenas
Denunci
Regin
No denunci
Nmero
Porcentaje
Nmero
Porcentaje
Huasteca
2 300
40
2 400
41
Mazahua-Otom
4 472
38
5 326
46
Zongolica
1 139
37
1 414
46
Altos de Chiapas
1 080
35
1 647
53
Istmo
288
21
1 056
79
Maya
2 267
19
7 835
66
148
14
876
86
Chinanteca
126
14
840
86
Fuente: Ensademi 2008; p. 111 (Nota: Algunos porcentajes no suman el 100% porque no se
puso en el cuadro a las mujeres que no especificaron.)
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Cuadro 2
Principales motivos de la no denuncia en ocho regiones indgenas (porcentajes)
Cuadro 3
Respuesta de las autoridades a las mujeres que denuncian violencia
dentro del mbito conyugal en ocho regiones indgenas (porcentajes)
Regin
Motivo
Altos de
Chiapas
Istmo
Chinanteca
Costa y
Sierra Sur
MazahuaOtom
Regin
Huasteca
Zongolica
Maya
Maltrato no amerita
denuncia
55
35
16
13
19
Autoridad no
resuelve
Por amor
Lo perdon
Se reconcili con su
pareja
Intervencin de
terceros
La mujer no quiso
denunciar
Otros
10
Miedo
36
14
Vergenza
Amenazas
Desconoca que
poda denunciar
el maltrato
Altos de
Costa y MazahuaChiapas Istmo Chinanteca Sierra Sur Otom Huasteca Zongolica Maya
Motivo
Detuvieron a la pareja por
72 horas
Le negaron la atencin
12
50
40
20
20
100
12
21
Citaron a la pareja y no se
present
34
19
20
Llegaron a un acuerdo
33
20
14
Soborn al ministerio
pblico
33
28
56
22
38
51
25
23
50
33
33
20
29
25
15
16
46
34
19
40
21
Otro
20
No especific
20
20
10
14
No responde
No especific
no quiso. Finalmente, una parte muy pequea no denunci porque se reconcili con el marido, porque hubo intervencin de terceros o porque ella
lo perdon.
Como podemos ver en el cuadro 3, las respuestas que recibieron las
mujeres por parte de las autoridades se centran en tres. La respuesta de que
la violencia que vivan no era un problema importante y la de que deban
de arreglar sus problemas personales fueron de 33 y 34% respectivamente;
la tercera, con 34%, es que las autoridades citaron al esposo y ste nunca se
present.
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Cuadro 4
Datos generales de las mujeres entrevistadas
Seudnimo
Edad
Estado civil
Nmero
Escolaridad Ocupacin de hijos
Motivo de
denuncia
Tipo de
violencia
Intensidad
Emilia
33
Separada
Primero
de secundaria
Comerciante
3 hijas
Acoso
1. Fsica
2. Psicolgica
3. Econmica
1. Alta
2. Alta
3. Alta
Sandra
42
Separada
4 hijos
Pensin
1. Psicolgica
alimenticia 2. Econmica
1. Alta
2. Alta
Libertad
29
Separada
Carrera
trunca en
administracin de
empresas
Ejecutiva de
crditos
y comerciante
2 hijos
Abandono 1. Psicolgica
de hogar y 2. Fsica
de acreedo- 3. Econmica
res alimenticios
1. Alta
2. Baja
3. Alta
Paula
39
Separada y Primaria
en proceso completa
de divorcio
Comerciante
5 hijos
Abandono 1. Psicolgica
de acree2. Fsica
dores alimenticios y
divorcio
l. Alta
2. Baja
Celeste
35
Separada
Cualquier 3 hijas
trabajo
que salga
Abandono 1. Psicolgica
de hogar y 2. Fsica
de acreedo- 3. Econmica
res alimenticios
1. Alta
2. Alta
3. Alta
Primaria
completa
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mujeres. Como es el caso de Sandra o de Paula que no queran que se hablara mal de ellas y por ello aguantaron la violencia:
Yo no quera que l me dejara, pues yo no quera vivir sola. Porque aqu a una
mujer sola, la ven que sale, que la buscan y se arregla, pues todo el mundo dice
que no es buena, ya ven a uno como que es mala. Y a m no me gusta estar
metida en mi casa y estar ah siempre, siempre todos los das y slo sala a mi
trabajo y mi trabajo es siempre estar en la calle, entonces mucha gente habla
mal de uno que esto y que lo otro y a m apenas me mandaron a insultar a mi
casa. Eso me acaba. (Sandra, entrvista, enero 2009).
Es por miedo, porque le digo, es que como aqu vivimos en un pueblo, a
eso le tenemos mucho miedo: que digan que yo deb quedarme con mis hijos.
Ms que nada por eso aguantan, aguantan las mujeres. (Paula, entrevista, julio 2008).
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En el caso de Celeste, su suegra y su esposo fueron a hablar con el presidente municipal para que detuviera su denuncia y as no obtuviera una
respuesta efectiva de las autoridades:
Cuando yo llegu a la oficina del agente del Ministerio Pblico ya estaba cambiado el agente. Me dice, Sabe qu, no podemos hacer ms porque usted va a
tener ms problemas. Si ellos tienen dinero, su marido por aqu entra y por la
otra puerta sale. Yo no le veo caso, no s usted cmo diga, yo creo que va a tener
usted ms problemas. Mejor vamos a hacerle as, vamos a hablar con l, vamos
a hablar, le vamos a llamar la atencin y ustedes sigan viviendo. Y yo le digo no,
no creo que eso sea conveniente y ni creo que lo hagan entender, porque yo lo
conozco, tengo aos sufriendo muchos problemas. Entonces dice, S, pero aqu
le vamos a hablar y le vamos a decir. Maana, le voy a dar un citatorio y maana
que venga l y aqu le vamos a hablar y viene usted. Venimos, s le hablaron y le
dijeron muchas cosas y entonces ya regres a la casa, porque se sali de la casa
unos das ah con su mam, entonces ya regres estuvo ah, medio se comport
dos das, despus otra vez volvi a lo mismo. Me gritaba, me insultaba, que l no
me quiere, que l extraa a mujeres, bueno un montn de insultos.
Le dije al Presidente Municipal, Quiero un favor, no quiero que usted de
vueltas conmigo, ni tampoco que usted vaya conmigo, ni que usted vaya a decir
que a mi se me haga justicia. No le pido eso porque para mi seria demasiado
y mucha molestia, porque yo s que usted tiene otras atenciones, porque su
funcin es otra, claro que es otra. Nada ms le pido un favor, cuando esta persona venga [su ex esposo] dgale usted que no lo puede apoyar tambin, no
le apoya usted ni tampoco me apoya a m. Pero result lo contrario. (Celeste,
entrevista, junio 2008).
En los relatos anteriores se puede notar la manera en que ambos factores, el soborno y el compadrazgo, se entrelazan para obstaculizar el acceso a
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Cabe mencionar que aunque las cinco mujeres aludieron a las representaciones de gnero en sus testimonios, tambin mencionaron el derecho a
vivir sin violencia; prueba de ello es que de las ms de 50 actas estudiadas en
los diferentes juzgados de la comunidad, slo estas cinco mujeres fueron capaces de aceptar su situacin de violencia, reclamar sus derechos e ir en contra de los obstculos que se les interpusieron en su camino hacia el respeto
de sus derechos. Y aunque cuatro de ellas nunca obtuvo una respuesta de las
autoridades judiciales, estaban convencidas de que una vida con violencia
no es justa para nadie y nunca perdieron la esperanza de obtener justicia.
Reflexiones finales
Se han presentado de manera general los mecanismos de control comunitario que se hicieron visibles en el municipio de Santa Catarina Juquila,
Oaxaca, cuando las mujeres deciden denunciar violencia conyugal: como el
miedo, la vergenza, el chisme, los compadrazgos, los sobornos y las representaciones de gnero, sirven para mantener el orden de gnero establecido.
Aunque las mujeres entrevistadas decidieron denunciar; durante y
despus del proceso judicial fueron objeto de chismes, lo que las llevo a la
vergenza y al miedo, y en general hizo que no pudieran romper con las
representaciones de gnero. A partir de este hallazgo, se puede decir que
el acceso de las mujeres a la justicia est ligado a factores subjetivos de la
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and Democracy: Lessons from Latin America, John Hopkins University Press,
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de vnculos, en Castro, Roberto e Irene Cacique (edits.), Estudios sobre
cultura, gnero y violencia contra las mujeres, unam-crim, Cuernavaca, Morelos, pp. 139-172.
Si pienso en otras personas como unidas a m, y tambin en otras ms como no unidas a m, habr realizado
dos actos de sntesis, de los que resultan el nosotros y el
ellos. La familia es un nosotros comn que se contrapone en a ellos, ajenos a la familia [] La familia puede
ser imaginada como una trama, una flor, una tumba,
una crcel, un castillo. El yo puede ser ms consciente
de una imagen de la familia que de la familia misma y
trasponer las imgenes a la familia.
Ronald D. Laing
Todava a comienzos del siglo xvii era moneda corriente, se dice, haba cierta franqueza. Las prcticas
no buscaban el secreto; las palabras se decan sin excesiva reticencia, y las cosas sin demasiado disfraz; se
tena una tolerante familiaridad con lo ilcito. Los cdigos de lo grosero, de lo obsceno y de lo indecente, si
se los compara con los del siglo xix, eran muy laxos.
Gestos directos, discursos sin vergenza, trasgresiones
visibles, anatomas exhibidas y fcilmente entremezcladas, nios desvergonzados vagabundeando sin molestia ni escndalo entre las risas de los adultos: los cuerpos se pavoneaban.
Michel Foucault
Consangunea o matricentrada, ampliada o nuclear,
elemental o compleja, la familia, independientemente
de su forma, seguir siendo una familia siempre y cuan1
Es maestra en Antropologa Social y profesora en la Escuela Nacional de Antropologa e Historia (enah), tiene maestra en Terapia Familiar y es docente en el Instituto Latinoamericano de Estudios de la Familia (ILEF).
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do la humanidad no destruya el edificio ideolgico sobre el que descansa; o, dicho de otro modo, mientras
que los hombres no cuestionen la prohibicin del incesto y el intercambio matrimonial que resulta de ello
y, ms an, las funciones explcitas que, en nuestro universo, se asume que debe realizar la familia: educacin
de los hijos, divisin sexual de las tareas, ejercicio de la
sexualidad.
Martine Segalen
mundo como un unitax-multiplex,2 es decir, uno y diverso, porque no privilegia unas culturas sobre otras, en ese sentido es transcultural; porque la
economa debe servir al hombre y no al revs; busca tambin que haya rigor
en el argumento, apertura hacia lo desconocido, inesperado e imprevisible,
busca abrir, no cerrar, relacionar e interactuar con las diferentes disciplinas,
conocimientos y realidades. En consecuencia, este texto es el resultado de
dos prcticas profesionales: como antroploga y como terapeuta familiar.
El presente trabajo se basa principalmente en los conceptos del siguiente trpode, que slo se explican interrelacionados:
Este trabajo es fruto de la mirada de la complejidad y del ejercicio transdisciplinar. Complejidad sin reduccionismo ni visin lineal y rgida, sin fragmentacin de las disciplinas, sin monlogo y s con dialgica; para mirar
ms all de las partes y relacionar lo que parecera que no tiene relacin, es
decir, para pensar en interacciones e interrelaciones; para pensar no slo
en causa-efecto sino en multicausalidad, no en un factor sino en lo multifactorial, para observar multidimensionalmente porque el ser humano es
a la vez biolgico, psquico, social, afectivo, racional, polismico y plural;
para pensar en emergencias, en desrdenes, en desorganizacin y caos;
todo ello me abre puertas y me lleva a esferas en donde la exploracin no
est prohibida, sino que de hecho, es espacio y episteme donde la curiosidad
es ilimitada.
Por su parte, la transdisciplina busca estrechar y ampliar miradas, tender puentes y difuminar fronteras antes cerradas, prohibidas, inflexibles a
los ojos de los no especializados. El lente transdisciplinar busca pensar al
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gnero
violencia
de gnero
poder
ideologa
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el grado de dominacin y su intensidad varan dependiendo de la sociedad y de los tiempos. En numerosas culturas, el espacio pblico, la
capacidad de decisin, los medios de produccin y el poder econmico y
poltico estn en manos de los hombres. La Antropologa del Gnero investiga los distintos modelos de estratificacin y jerarqua comparativamente para comprender los mecanismos que subyacen y comprometen
el equilibrio del sistema sexo-gnero. La estratificacin de gnero es: el
sistema de acceso desigual de hombre y mujeres a los recursos sociales,
los privilegios y oportunidades, y al control diferenciado sobre dichos
recursos y privilegios en razn de sexo.
Estereotipos de gnero. Son construcciones sociales que forman parte del
mundo de lo simblico y constituyen una de las armas ms eficaces
contra la equiparacin de las personas. Los estereotipos de gnero se
definen como: el primer mecanismo ideolgico, burdo pero muy eficaz, que apunta a la reproduccin y reforzamiento de la desigualdad
por gnero. ste puede definirse como un conjunto de ideas simples,
pero fuertemente arraigadas en la conciencia que escapan al control
de la razn. En otras palabras, la fuerza de los estereotipos de gnero
no es sencillamente psicolgica, sino que estn dotados de una realidad material perfecta, que contribuye a consolidar las condiciones sociales y econmicas dentro de las cuales se generan. Una vez construidos los estereotipos de gnero, pueden ser utilizados para simbolizar
cosas que estn completamente al margen de la relacin varn/mujer,
y pone como ejemplo el hecho de llamar mujer, a modo de insulto,
a un enemigo varn para simbolizar que es inferior. (Martn Csares,
2008: 51-52).
Finalmente, el patriarcado5 es atravesado por pensamientos, sentimientos y acciones baadas por el gnero, el cual est presente en nuestra vida
cotidiana, es nuestra identidad construida y conformada desde nuestra ms
tierna infancia, alrededor de los dos aos. (Dio Bleichmar,1985). Para Marta
Lamas (1996), el gnero es la construccin cultural de la diferencia sexual.
Por tanto, miramos, percibimos y construimos el mundo con el lente de
gnero, as, en las sociedades/culturas patriarcales las mujeres nacemos en
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3. No se pueden entender en cabalidad la reproduccin del poder y las formas de pensar y ejercer el gnero, sin otro elemento crucial: la ideologa.
La ideologa es el pensamiento del otro, el pensamiento de otra persona
que no sea uno mismo. Caracterizar un punto de vista como ideolgico
significa. al parecer, criticarlo implcitamente de entrada, pues el concepto de ideologa parece transmitir un sentido crtico negativo. En trminos
generales, la ideologa es significado al servicio del poder. Ms bien, nos
interesan algunos de los que se podran llamar los usos sociales de las formas simblicas. Nos interesa saber en qu medida y en qu manera sirven
(si es que lo hacen) las formas simblicas para establecer y sostener las
relaciones de dominacin en los contextos sociales dentro de los cuales se
producen, transmiten y reciben. La ideologa en trminos de las maneras
en que el significado activado por las formas simblicas sirve para establecer y sostener las relaciones de dominacin. (Thompson, 1993: XXIII).
En todo caso, la ideologa, se puede considerar tambin como los sistemas
de pensamiento y los modos de experiencia6 entretejidos que condicionan
las circunstancias sociales y que comparten los grupos de individuos, incluidos los dedicados al anlisis ideolgico, sin saber ni tener conciencia
que pueden estar al servicio de la perpetuacin de la dominacin y del
poder. Para el mismo autor hay cinco formas diferentes en que opera la
ideologa: la legitimacin, la simulacin, la unificacin, la fragmentacin y la cosificacin. (66).
4. Como se observa en el trpode, en su ncleo se encuentra la violencia de
gnero, casi siempre, y la violencia contra las mujeres en las relaciones de
pareja, en particular, que es un fenmeno histrico presente en gran parte
de las culturas humanas sin lmite de edad, clase social, etnia, ideologas
o religin; tampoco puede comprenderse la violencia de gnero si no la
vinculamos adems de la ideologa, el poder y el gnero per se con la
familia. Es por ello que me detendr brevemente en la violencia intrafamiliar.7 La violencia ha sido parte integral de la vida en un alto porcentaje de
familias y erosiona los fundamentos en los cuales se construyen. Sin darnos
cuenta infiltra e incide en las siguientes generaciones hasta que sus efectos
son visibles.
Estas son algunas de las consecuencias de la violencia intrafamiliar:
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Gnero
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res o extensas, los contextos de tratamiento, cuando ste existe, y servicio social que constituyen el sistema de mantenimiento del problema.
A continuacin se muestran algunos de los mitos de la violencia de gnero:
Eco-feno-genoantropo-psicosocial
Sistmico
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liar. La primera forma en que conocemos, en la que nacemos y nos desarrollamos es a travs de lazos o vnculos. stos pueden ser calurosos, ricos
y reconfortantes, o a la inversa, fros, tristes y violentos. La premisa fundamental de la teora del vnculo es la presencia de una raz biolgica y
un sistema de vnculo y comportamental caracterstico de los mamferos,
y en especial de los primates, que es la cercana del nio con sus padres
o cuidadores. Este comportamiento vincular, dice Meloy, est influenciado por la constitucin gentica, la cultura y las diferencias individuales.
(1998: 6-7).
La violencia fsica, por ejemplo, es la manifestacin de un vnculo violento aprendido y vivido en la infancia, es por ello que dos terceras partes de
las vctimas por homicidio son miembros de la familia, amigos, o conocidos
del perpetrador. La fantasa o la representacin mental del objeto de amor
es el motivo central de este tipo de comportamiento, la extrema idealizacin
del objeto a menudo ser seguida por su extrema devaluacin, ambas con
una gran distorsin de la realidad, lo cual va preparando el escenario para
la violencia.
El proceso de constitucin del vnculo violento se conforma entre los
primeros 15 y 30 meses de vida. El primer estado es el de la protesta marcado por un agudo sufrimiento por la repentina prdida de la madre,
se caracteriza por diversas formas de agitacin y bsqueda. El siguiente
estado es el de la desesperacin ,se distingue por la preocupacin y la desesperanza. El nio es menos activo, y una prolongada separacin conlleva
a la des-vinculacin, hay una aparente recuperacin, pero cuando vuelve
la madre hay una ausencia del vnculo normal; el nio se vuelve aptico y
despus de seguirse repitiendo dichas experiencias, deja de vincularse con
otros, empieza a buscar estar solo, preocupndose por objetos no humanos sin desplegar emociones. Esto puede ser el preludio para el desarrollo
de vnculos violentos. (12). En este sentido, hay dos tipos de violencia:
la violencia predatoria, una forma de violencia psicobiolgica que es planeada, propositiva y sin emocin; la otra es la violencia afectiva, que es la
reaccin a una amenaza percibida y la cual es precedida por altos niveles
de excitacin sexual. En ambas formas de violencia hay una bsqueda de
proximidad.
Ana sujetada y Ana libre del vnculo violento
A continuacin se muestra un esquema de los vnculos violentos que Ana ha
tenido con los hombres. Esta es brevemente su vida:
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Vnculos en su familia:
Muy unidos o fusionados
Unidos
Pobre o conflictivo
Violento
Ana es una mujer de clase media baja que lleg a consulta porque no
saba qu hacer con su vida. Estaba desesperada porque viva con Jorge,
padre de Pablo, cuya relacin ya estaba muy deteriorada. Vivan en un departamento rentado, ella trabajaba medio tiempo con un pariente de Jorge.
As describi a su pareja:
Hasta que me cas con l me enter que tena una enfermedad: trastorno bipolar. Eso me dio mucho coraje, pues no fue lo suficiente hombrecito para
decirme toda la verdad cuando ramos novios, me fui enterando por su mam
quien me pregunt si Jorge estaba tomando los medicamentos [...] Esa fue la
primera cosa por la que comenc a dudar; la segunda fue la gota que derram
el vaso, y fue que corrieron a Jorge de su trabajo porque lo encontraron robando, su jefe no lo meti a la crcel porque era amigo del hermano de Jorge.
Ah fue cuando me empec a dar cuenta y record que me haba pedido dos
cheques en blanco firmados por m, los cules nunca volv a ver [todo ello me
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lo relataba con un llanto que mostraba un profundo dolor y decepcin] y adems me di cuenta que la tarjeta de crdito a mi nombre estaba hasta el tope, lo
que ms me duele afirmaba Ana es que finalmente yo lo mantena y hasta
acab pagndole sus medicamentos, y ms doloroso es saber que es un padre
desobligado y que no le importa si Pablo tiene leche para hoy
Estos son los relatos de los primeros tres meses, Ana estaba desconsolada y enojada por la burla de la que haba sido objeto, un da lleg a sesin y
me dijo: ya lo corr de la casa, ya no aguantaba ms, nos peleamos como de
costumbre, l me amenaz con irse y le dije: qu esperas para largarte?.
Fueron tiempos muy difciles para Ana, ello dio comienzo a una nueva etapa de su vida, sigui con su relato en las siguientes sesiones:
Lo que le voy a contar doctora, es mi vida, una vida de mucho sufrimiento,
nosotros somos cinco hermanos, yo soy la tercera, cuando yo era nia mi pap
me pegaba mucho, muchas de las veces porque sala a defender a mi mam y
porque con el tiempo aprend a hablar y a decir todo lo que yo pensaba, mi
mam tambin a veces me pegaba [] cundo llegaba mi pap en la noche a la
casa todos temblbamos, era cmo si llegara un general del ejrcito, haba que
poner las pantuflas a la entrada con su peridico del da, se sentaba a la mesa
a cenar y todas estbamos en la cocina con mi mam, cualquier cosita que no
estuviera en su lugar serva para que mi pap comenzara a gritarle a mi mam,
que la carne estaba dura, qu ramos unas gevonas, que al pollo le van a salir plumas, que los frijoles estaban fros, etctera. Muchas veces acababan en
pleito mis paps, comenzaba a aventar los platos, ah comenzaba la violencia.
Ana comentaba que fueron aos muy difciles, al grado de que ha intentado suicidarse cuatro veces a lo largo de su vida. Las dos primeras fueron
cuando todava era soltera. El primer intento fue a los 12 aos, se tom
unas pastillas que eran de su mam porque ese da haba llegado tarde y la
rega y la golpe sacndole sangre de la nariz, entonces corri al cuarto
se tom las pastillas y su hermana Sol la encontr adormilada. Los paps
inmediatamente la llevaron al hospital, le hicieron un lavado estomacal y
estuvo dos das internada. Cuando volvi a la casa su mam la trataba muy
seca y el pap no le diriga la palabra, la explicacin a la familia por su ausencia fue que se empach y le hicieron un lavado. Es decir, no pas nada.
Sal corriendo de mi casa con el sueo de formar una familia en la que ya no
existiera ms violencia, me cas a los 17 aos con Fabin, quien desde la luna
de miel comenz a golpearme, me mand seis veces al hospital a lo largo de
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los 18 aos que viv con l; me pegaba casi diario, mis hijos Hctor y Flor nacieron y crecieron viendo como su padre me maltrataba y golpeaba, me lleg a
pegar en la cara hasta con la cubeta. Pero no terminaba todo ah, me acosaba
y abusaba psicolgicamente como, por ejemplo, me deca que seguro vena de
la cantina, tocaba con la mano el cofre del automvil para sondear qu tan
caliente estaba y si le pareca que estaba alta la temperatura, entonces me deca que qu tan lejos haba ido, adems de medirme los litros de gasolina que
haba gastado. Era una vida de terror
Un da, desesperada, decid que ya no poda ms y me sal de la casa (una
casa de lujo al norte de la ciudad) nicamente con una bolsa de basura con la
ropa que alcanc a sacar, me refugi con una amiga. Despus de mucho sufrimiento nos divorciamos. Con este divorcio perd a mis hijos. Durante muchos
aos tuve muy poca comunicacin con ambos y menos con Hctor quien me
recriminaba por haberlo abandonado. Tuve que hacerlo por sobrevivencia y
el costo fueron mis hijos, a quienes yo saba que nunca les faltara nada si se
quedaban con su padre.
Mi familia nunca aprob mi divorcio, a mis hermanas el aceptarlo les hubiera causado ms problemas con sus maridos, quienes tambin las siguen golpeando, y por el valor que se necesita tener para comenzar a decir no.
En la actualidad Ana ha tenido importantes avances, lo ms significativo es que ya salt hacia el otro lado de la barda, es decir, salt hacia
un lugar seguro donde ella ya aprendi a protegerse y a cuidarse. Hctor
y Flor buscaron a Ana cuando ella ms los necesitaba, reanudaron su relacin y hoy son ms cercanos y restablecieron una clida comunicacin.
Despus de 14 mudanzas y deambular de casa en casa, Ana tiene un departamentito que renta con el fruto de su trabajo. La difcil relacin que Ana
tuvo con su familia de origen comenz a mejorar por su gran esfuerzo por
comprender que ellos han sido sujetos y sujetados por una cultura de la
violencia que se produce y reproduce en sus vidas cotidianamente. Ahora
est por comprar una casa de inters social en provincia, fruto de su trabajo desde que se separ.
En cuanto a la relacin con su madre tambin se han dado cambios significativos, Ana comprendi que la violencia es aprendida y que es posible
desaprenderla, aprendi tambin su participacin en este crculo vicioso
que constantemente se est retroalimentando con distintas actitudes, conductas, comportamientos y decires. Comprendi asimismo que su madre,
siempre callada y temerosa de su marido, produjo conductas, mensajes, silencios, miradas, que ella aprendi en su propia infancia: a ser sumisa, a
obedecer, a aguantar silenciosamente.
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Que deciden, como dioses, qu es lo justo o injusto; 3. Que su ira proviene de sus propios conflictos; 4. Que el nio [mujer] es responsable
de ella; 5. Que a los padres siempre hay que protegerlos; 6. Que los sentimientos vivos del nio [mujer] suponen un peligro para el adulto dominante; 7. Que al nio hay que quitarle su voluntad lo antes posible;
8. Que todo hay que hacerlo a una edad muy temprana para que el nio
no advierta nada y no pueda traicionar al adulto. (1992: 66).
La autora prosigue y afirma que los mtodos para reprimir la espontaneidad vital son: tender trampas, mentir, aplicar la astucia, disimular,
12
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O la mujer, quien tambin es mirada y pensada como nia, chiquita, incapaz, dbil
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manipular, amedrentar, quitar el cario, aislar, desconfiar, humillar, despreciar, burlarse, avergonzar y aplicar la violencia hasta la tortura. (66).
En todo caso, podemos concluir que la violencia fsica, emocional,
sexual y econmica tanto como la patrimonial13 vivida por Ana es una manifestacin comportamental de un vnculo deteriorado de los hombres con
los que se relacion y consigo misma. Es un error pensar que este tipo de
vnculo lo tendra con algn desconocido, el vnculo violento es un vnculo
muy cercano, de intimidad: la mayora de la violencia entre seres humanos
es perpetrada en un vnculo con apego.14 La fantasa, definida como representacin intrapsquica del objeto de amor, es el motivante central para este
tipo de conducta. La idealizacin extrema del objeto es seguida de una extrema devaluacin, con fuerte distorsin de la realidad, lo que es base para
el escenario de la violencia.
La gente a menudo se pregunta por qu regresan las mujeres que son
golpeadas y maltratadas por sus parejas? por qu volva Ana del hospital
con Fabin? La respuesta es que cada miembro de la pareja estaba profunda
y ansiosamente apegado al otro y haba desarrollado una estrategia destinada a controlar al otro a evitar que se alejara. Entraban en juego diversas tcnicas, principalmente coactivas, y muchas de ellas de un cariz que para un
extrao pareceran no slo extremas sino contraproducentes. Por ejemplo,
las amenazas de marcharse o de cometer suicidio eran corrientes y los gestos de suicidio no eran poco frecuentes. Generalmente resultaban eficaces
a corto plazo, asegurando la preocupacin del compaero, aunque tambin
provocaban su sentimiento de culpa y su ira.
Se descubri que la mayor parte de los intentos de suicidio eran reacciones a acontecimientos especficos, sobre todo a abandonos reales o en
13
En la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, puesta en
vigor el 2 de febrero de 2007, se anuncia un nuevo delito: la violencia patrimonial, entendida como aquella que est dirigida contra bienes y pertenencias, por ejemplo, destruccin de
la ropa, esconder la correspondencia o documentos personales, despojo del salario, venta
o destruccin de los enseres domsticos, en fin, que el hombre disponga de los bienes de la
pareja sin su consentimiento.
14 El apego se refiere a un vnculo especfico y especial que se forma entre madre-infante o cuidador primario-infante. El vnculo de apego tiene varios elementos claves: 1) Es una
relacin emocional perdurable con una persona en especfico. 2) Dicha relacin produce
seguridad, sosiego, consuelo, agrado y placer. 3) La prdida o la amenaza de prdida de la
persona evoca una intensa ansiedad. Los investigadores de la conducta infantil entienden
como apego la relacin madre-infante, describiendo que esta relacin ofrece el andamiaje
funcional para todas las relaciones subsecuentes que el nio desarrollar en su vida.
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forma de amenaza. (Bowlby, 1995: 113). Otra tcnica coactiva utilizada especialmente por los hombres consiste en encarcelar a la esposa mediante
recursos tales como encerrarla en la casa, guardar sus ropas bajo llave, o
retener todo el dinero y hacer la compra para evitar que ella viera a alguien.
El apego intensamente ambivalente de un hombre que adopt esta tcnica
era tal, que no slo encerraba con llave a su esposa dentro de la casa sino
que tambin la dejaba afuera. La echaba dicindole que no regresara nunca, pero cuando ella llegaba a la calle, la persegua y la obligaba a entrar
nuevamente. Una ltima tcnica coactiva es la de los golpes. Tal como lo
expres un hombre, en su familia las cosas se pedan con los puos. A ninguna esposa le gusta este trato, pero algunas obtienen de l una retorcida
satisfaccin. Una mujer, al explicar por qu no deseaba la separacin, seal con una nota de triunfo en la voz que su esposo la haba amenazado con
ir a buscarla si se marchaba, el tambin la necesitaba, insisti. Se descubri que la mayor parte de estas parejas [] tena la tendencia a subrayar
lo mucho que el otro necesitaba, mientras negaba su propia necesidad de
un compaero. Por necesidad, por supuesto, se referan a lo que yo llamo su
deseo de una figura dadora de cuidados. Lo que ms teman era la soledad.
(Bowlby, 1994: 114).
La violencia, la antropologa y el comportamiento
Como se ha dicho, hilvanar, conectar, interrelacionar lo que parecera estar
desvinculado, es la forma de introducirnos al mundo de la complejidad.
Desde sus inicios, los antroplogos han convivido con diferentes culturas,
donde a menudo han observado ciertos patrones de conducta: uno de ellos
es la forma de organizacin y las maneras cmo los grupos humanos establecen sus formas de poder, manipulan, evitan las diferentes manifestaciones de la violencia. La antropologa estudia las diversas culturas y su organizacin a lo largo del tiempo y del espacio, las investigaciones nos han
mostrado una cuestin fundamental: que no todas las sociedades humanas
viven y experimentan la violencia y la guerra.
Por ejemplo, hay sociedades como los yanomami de Venezuela en la
cual las relaciones cotidianas suelen estar cargadas de tensin y existe un
miedo perenne a ser atacados en cualquier momento por otras aldeas rivales, los villorrios estn continuamente planeando ataques, estudiando como
repelerlos o, de hecho, atacndose unos a otros; en otras palabras, para los
yanomami el mundo es un lugar peligroso. A diferencia del grupo anterior,
estn los mbuti de la selva hmeda de la Repblica Democrtica del Congo,
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viven en paz con ellos mismos y con su entorno. Por ejemplo, cuando una
jornada de caza es fructfera, todos sus miembros comparten la carne; para
estos hombres el que la carne pertenezca a un solo cazador y que un miembro tenga hambre mientras otros comen es algo impensable. (Ross, 1995).
Los dos grupos estn organizados y viven su mundo de diferente manera,
lo que nos muestra que el manejo del conflicto es diferente en ambos: as
como encontramos altos niveles de violencia entre los yanomami, entre los
mbuti han aprendido a vivir las diferencias internas pacficamente.
Los primeros grupos humanos en el Mesozoico y en el Paleoltico compartan vveres, territorio y sus haberes. En las sociedades simples como las
bandas de cazadores-recolectores, la violencia letal (asesinato u homicidios)
pudo haber sido alta en trminos estadsticos, pero el ethos15 del grupo era
de afiliacin cooperativa. Las normas culturales de sociabilidad de estos
grupos estaban en contra de esas acciones, cuando ocurran actos de violencia tenan poco que ver con derechos territoriales, propiedades, estatus
ritual o liderazgo de un hombre; ms bien tenan que ver con estatus consensuales entre hombres y mujeres. Ms que estar asociada a grupos de parentesco u oposiciones tnicas, la violencia emerge espordicamente entre
grupos cooperativos locales, especialmente como un mecanismo de control
social. Estos incidentes eran incontrolables y lo ms probable es que resultara en homicidio. (Knauft, 1991: 391).
La construccin cultural de las formas del conflicto y la violencia en algunas de las sociedades contemporneas nos muestra que el medio ambiente, la economa, la organizacin social y la cultura son factores que moderan, moldean, impulsan, construyen y a veces desatan o impiden las formas
de violencia. Diferentes sociedades, desde los cazadores-recolectores, pasando por tribus y jefaturas, hasta el surgimiento de los Estados, han tenido
varias formas de organizacin social y, por tanto, el manejo del conflicto en
todas ellas ha sido resuelto, ya sea por la va de la comunicacin/metacomunicacin16 o ya bien, por la violencia que implica la desaparicin (fsica
o por medio de la desconfirmacin)17 del Otro u Otra. La violencia que ha
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vivido Ana es un claro ejemplo de sobrevivencia, quien en otro tiempo, cultura o sociedad, no se hubiera salvado de las veces que su marido la mand
ensangrentada al hospital.
La violencia y la agresividad no son sinnimos. La agresividad representa la capacidad de respuesta del organismo para defenderse de los peligros potenciales procedentes del exterior; desde esta perspectiva, es una
respuesta adaptativa y forma parte de las estrategias de afrontamiento de
las que disponen los seres humanos. La violencia, por el contrario, tiene un
carcter destructivo sobre las personas y los objetos, supone una profunda
disfuncin social, y se apoya en los mecanismos neurobiolgicos de la respuesta agresiva. Todas las personas son agresivas, pero no tienen, afortunadamente, por qu ser necesariamente violentas. (Echebura, 1994).
La violencia social y de gnero surgen pues en la evolucin del homo sapiens como medio sistemtico de fuerza y coaccin; la violencia organizada
por grupos especializados como los militares y las policas slo aparecer
con el surgimiento de la ciudad y el Estado, desde hace 6 mil aos.
La conformacin del modelo dominante del cuerpo/self en las sociedades
patriarcales en la modernidad caracteriza al sujeto como racional, autnomo,
unitario e indivisible. As, el individuo es el autor de su propia experiencia y
del conocimiento del mundo, y su existencia es consagrada por la filosofa, la
teora poltica y la legislacin. Sin embargo, este modelo de cuerpo/self accesible al anlisis antropolgico tiene una relacin compleja con las experiencias
y prcticas cotidianas de hombres y mujeres en Occidente. En realidad, encontramos que existen discursos alternativos sobre lo que se concibe como cuerpo/self, algunos ms formales que otros, que van desde rangos entre iglesias
hasta los discursos de las izquierdas que cuestionan el modelo dominante. Por
tanto, la tarea del antroplogo es investigar la conformacin, la configuracin
y la produccin/reproduccin de los discursos dominantes para develarlos.
La antropologa clsica hablaba de parentesco a-genrico, es decir, era
neutral, ms bien polticamente neutral (aunque la neutralidad no existe,
ella misma es una postura poltica). De ese modo, esa vieja antropologa
planteaba que la identidad cuerpo/self era anterior ontolgicamente a la
identidad de gnero, es decir, al self genrico.
Moore (1994) plantea dos cuestiones fundamentales: la relacin entre
la identidad de gnero y los discursos del gnero; es decir, entre el gnecibido para sus miembros, deca William James. No cabe mayor duda de que tal situacin
llevara a una prdida de la mismidad, que no es ms que una traduccin del trmino
alienacin... En otras palabras, mientras que el rechazo equivale al mensaje: Ests equivocado, la desconfirmacin afirma de hecho: T no existes. (Watzlawick, et al., 1991: 87).
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intentamos mostrar cmo la cultura patriarcal incide, moldea, fija y estereotipa el pensamiento y el comportamiento de muchos hombres y mujeres en
nuestra sociedad. La cultura comienza a introyectarse desde la cuna, porque todos esos aos que vivimos en familia, sea sta como fuere, bebimos
cultura y socialidad del mundo circundante.
La violencia de gnero en la familia es comprendida-explicada como enfermedad, como problema antroposocial, como problema del patriarcado,
como problema econmico, religioso tanto como cultural; esta violencia es
desplegada desde todos los ngulos: desde la salud y la salud mental porque
incide en el cuerpo/self de las mujeres; es un problema antroposocial reconocido a partir del movimiento feminista en la segunda dcada del sigloxx;
es econmico porque muchas veces la mujer depende econmicamente del
hombre; es religioso porque es precisamente la iglesia y en general los tres
monotesmos patriarcales, los que producen y reproducen la ideologa de la
mujer sumisa, en la casa, como madre, como esposa, como hija respetuosa
del padre, todo ello en los lmites de su familia.
Me gustara agregar la perspectiva compleja que explica a la violencia
de gnero como un sistema de ciclo lmite, entendido como aquel que se asla del flujo del mundo exterior porque una gran parte de su energa interna
est dedicada a resistirse al cambio, a la perpetuacin relativamente mecnica de los modelos de conducta. Para sobrevivir en sistemas tan rgidos y
cerrados, todos deben ceder un poco a veces mucho de su individualidad subsumindose a un automatismo. Los ciclos lmite son los sistemas que
nos hacen sentir impotentes: los queremos cambiar pero no podemos, porque parecen resistirse a todos nuestros esfuerzos por conseguirlo. Esta clase
de sistemas estn presentes en toda la sociedad; un ejemplo es el sistema de
una familia cerrada, en la cual como vimos con Ana el padre proveedor tiene el derecho de maltratar y golpear a sus hijos para mantener el
orden. Porque las hombres violentos buscan impedir el caos familiar, y
buscan ese orden a cualquier precio
Los ciclos lmite tambin pueden operar dentro de la psicologa de un
individuo. Todos conocemos a sujetos que van por la vida repitiendo una y
otra vez los mismos errores. Salen de una relacin destructiva para meterse
en otra an peor, pero siempre alegando que esa vez todo va a funcionar
maravillosamente bien, que todo va a ser diferente. Nuestros intentos por
controlar los sistemas dominados por el ciclo lmite slo consiguen, la mayora de las veces, fortalecerlos (Briggs y Peat, 1999: 55). Por ello es tan
complejo quienes trabajamos con mujeres violentadas, lo sabemos el
que ellas puedan salirse de los ciclos lmite y buscar nuevas posibilidades y
nuevos mundos sin violencia.
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Introduccin
En torno a la violencia que los hombres ejercen contra las mujeres en el
contexto de una relacin ntima se ha escrito mucho, sin embargo, an es
un reto el diseo e implementacin de polticas pblicas que posibiliten
su disminucin. Aunque el fenmeno, sin duda, se ha ido visibilizando hay
una gran cantidad de obstculos para que las propias mujeres que viven la
violencia, quienes las rodean y los profesionales con los que tienen contacto,
la reconozcan como un problema atendible en forma necesariamente tica
y eficaz. Para ello se requiere un gran cambio cultural, pues nada ms y
nada menos es necesario deconstruir la cultura patriarcal que se reproduce
en cada espacio, por mnimo que sea, del mbito pblico y del privado. En
este sentido, aportar datos duros de investigacin es una manera de contribuir, en forma modesta, a este cambio, particularmente en busca deque
dichos datos puedan ser interpretados de forma que den cuenta de la situacin que viven las mujeres involucradas en relaciones violentas.
1
Este trabajo proviene del proyecto Caractersticas psicosociales de mujeres maltratadas: efectos en su salud mental, financiamiento Conacyt 0890P-H9506, obtenido por la
segunda autora. Es una versin modificada y ampliada del artculo: Luciana Ramos Lira y
Mara Teresa Satijeral (2008), Violencia episdica o terrorismo ntimo? Una propuesta
exploratoria para clasificar la violencia contra la mujer en las relaciones de pareja, Salud
Mental, 31(6), 469-478.
2 Es investigadora en el Instituto Nacional de Psiquiatra Ramn de la Fuente Muiz.
ramosl@imp.edu.mx.
3 Es investigadora en el Instituto Nacional de Psiquiatra Ramn de la Fuente Muiz.
saltije@imp.edu.mx.
369
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370
Para el presente artculo se revisan tres encuestas nacionales representativas: la Encuesta Nacional sobre la Dinmica de las Relaciones en los Hogares (Endireh) y la Encuesta Nacional sobre Violencia contra las Mujeres (Envim), ambas realizadas en 2003, y la Endireh 2006, las cuales han aportado
valiosa informacin sobre la prevalencia, distribucin, caractersticas y factores asociados al fenmeno de la violencia contra las mujeres en el contexto
de una relacin ntima. La Envim 2003, realizada en los servicios de salud de
instituciones del sector pblico del primer y segundo nivel en Mxico, report que 34.5% de las mujeres han sufrido violencia de pareja alguna vez en su
vida; 21.5% sufre de violencia por parte de su pareja actual; 19.6%, violencia
psicolgica o emocional; 9.8, violencia fsica; 7%, violencia sexual; y 5.1%,
violencia econmica. Los datos de la Endireh de 2003 y 2006, por su parte,
muestran cambios estadsticamente significativos en las prevalencias de las
dos mediciones: aumento de la prevalencia de violencia fsica (9.3 a 10.2%),
y una disminucin de la prevalencia de violencia sexual (7.8 a 6%), de la
emocional (35.4 a 26.6%) y de la econmica (27.3 a 20.1%). Asimismo, la
variable cualquier violencia, que agrupa a mujeres de 15 aos y ms, que al
momento vivan con su pareja, tambin muestra cambio significativo, pues
disminuy la prevalencia de 44 a 35.4 por ciento. (Castro y Casique, 2008).
Ahora bien, qu significan estas cifras? Las diferencias conceptuales y
metodolgicas entre la Envim y la Endireh explican las diferencias encontradas, particularmente en la violencia emocional y en la econmica; por
otro lado, las diferencias en la Endireh 2003 y 2006 son difciles de explicar:
hay una disminucin real de ciertas formas de la violencia contra las mujeres en el mbito de pareja?, se increment en otras? Si es real este cambio,
a qu se debe? A los programas realizados?, por qu en ciertas manifestaciones? En todo caso, como se comenta en el propio documento comparativo, variables como cualquier violencia son dbiles conceptualmente:
[] pues la cifra engloba a mujeres que sufren tipos de violencia diferentes:
desde muy graves formas de violencia hasta moderadas y espordicas. De igual
modo, la cifra abarca a las mujeres que experimentaron tanto una como las
cuatro formas de violencia. A todas luces se trata de mujeres con una condicin
de violencia conyugal muy diferente. De ah nuestra insistencia en tomar esta
variable con extrema precaucin y slo como referencia de la proporcin total
de mujeres que reporta haber sufrido al menos una de las cuatro formas de
violencia de pareja. (Castro y Casique, 2008: 70).
Por lo anterior, se hace necesario reflexionar qu tan relevante es establecer tipologas ms especficas y acotarlas en los diversos estudios y encues-
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371
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372
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373
fsica se usa como medio para obtener el control. (Leone, Johnson, Cohan
y Lloyd, 2004).
El anlisis que se realiz con base en la Encuesta Nacional de Violencia
Contra las Mujeres de E.U. (nvaws, por su siglas en ingls) mostr que estos
dos tipos de violencia masculina conlleva efectos diferentes en las vctimas.
(Johnson y Leone, 2005). Mujeres involucradas en terrorismo ntimo eran
atacadas ms frecuentemente y experimentaron actos violentos menos probables de detenerse; tambin tenan ms probabilidad de ser lesionadas, de
mostrar ms sntomas de estrs postraumtico, de utilizar ms analgsicos
y dejaron de trabajar. Haban dejado ms frecuentemente a sus parejas y
al abandonarlos, tenan ms probabilidad de adquirir su residencia. Esto
sugiere a los autores que los datos de encuesta requieren de distinciones.
Nuestra postura es que el supuesto de que existen en su mayora relaciones de pareja con una simetra en el uso de la violencia entre hombres y mujeres la violencia cruzada o aun la situacional es altamente riesgoso,
requiere ser valorado empricamente, pues si bien las encuestas pueden captar fenmenos menos factibles de llegar a las instancias de salud y de justicia, no necesariamente son agresiones aisladas para resolver conflictos. La
violencia domstica no ocurre comnmente para resolver algo, sino que
se caracteriza por una intencionalidad de dominio y control muy lejana a la
bsqueda de soluciones por parte del hombre. Al ser estas tipologas cada
vez ms populares y que en algunos casos, al convertirse en referencia de
posiciones que no slo suponen una violencia simtrica sino hasta mayor
por parte de las mujeres hacia los hombres, consideramos imprescindible
abordar la discusin si bien lo haremos exclusivamente desde la perspectiva
de la diversidad de tipologas.
El estudio de campo y las caractersticas de las participantes
Este ejercicio utiliza una base de datos construida a partir de un estudio
de corte transversal y ex post facto realizado a una muestra de 345 mujeres
que buscaron atencin mdica en un centro de salud ubicado al sur de la
Ciudad de Mxico. Una descripcin detallada de la estimacin, la forma de
muestreo y el instrumento se ofrece en otra publicacin. (Ramos y Saltijeral, 2008).
Los criterios de inclusin fueron: a) mujeres entre los 18 y 65 aos; b)
que se encontraban viviendo en una relacin de pareja por lo menos en el
ltimo ao; c) que estuvieran de acuerdo en participar voluntariamente en
el estudio. Las entrevistas fueron realizadas por tres psiclogas previamente
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374
capacitadas en el tema y en el manejo del instrumento. Se tuvo en consideracin la seguridad de las mujeres entrevistadas y se les proporcion informacin tanto como se les canaliz en caso necesario.
El eje de anlisis fue la violencia fsica experimentada en el ltimo ao
por parte de una pareja, y se tomaron como componentes asociados cinco
dimensiones de violencia emocional evaluadas en un artculo previo. (Cervantes, Ramos y Saltijeral, 2004).
Las mujeres participantes son bsicamente no derechohabientes de instituciones como el issste y el imss, por lo que en general pertenecen a los
niveles socioeconmicos ms bajos. Su edad promedio fue de 31.8 aos,
es decir, la muestra estuvo conformada en su mayora por mujeres adultas
jvenes. Una de cada tres haba cursado la primaria y 58% report una
educacin de nivel medio o medio superior. Casi una tercera parte de las
informantes estaban casadas y el resto viva en unin libre. El nmero de
hijos era entre uno y tres. Ms de la mitad vivan con pareja e hijos, el resto
con pareja, hijos y otros parientes. Respecto a su lugar de nacimiento, una
proporcin muy importante haban nacido en el Distrito Federal, una menor proporcin era originaria de algn estado de la Repblica, y el resto
proceda de otro pas. Del total, una tercera parte se dedicaba a las actividades del hogar. El tiempo promedio de la unin en pareja fue de 10.15 aos.
Los hallazgos
Prevalencia de violencia fsica
El 41% de las mujeres dijeron que su cnyuge o pareja haba ejercido contra ellas al menos uno de los comportamientos de violencia fsica referidos
como alguna vez en la vida, mientras que 30% report haber experimentado alguna de estas formas de violencia en los ltimos 12 meses.
Como se observa en el cuadro 1, poco ms de una tercera parte de las informantes admitieron haber sido sacudidas, zarandeadas o jaloneadas alguna
vez en su vida por su pareja. Una cuarta parte indic haber sido golpeada
con la palma de la mano (cachetadas). Una quinta parte padeci golpes en
la cara, cabeza, aventones tanto como empujones. En proporciones similares se indic haber sido retenida o sujetada a la fuerza (17.1%) y haber recibido jalones de pelo (15.7%), porcentajes un poco menores sealan golpes
con el puo (12.8%) y golpes mientras estaban embarazadas (9.3%).
Otras formas de violencia que pueden conllevar graves consecuencias fsicas presentaron porcentajes ms bajos, como haberle torcido un brazo,
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375
Cuadro 1
Frecuencia de comportamientos fsicamente violentos
de la pareja experimentados por las mujeres
Alguna
vez en la
vida
ltimo ao
Promedio de veces
en que ocurri el
comportamiento*
99
28.7
72
20.9
1.84
83
24.1
62
18.0
1.62
73
21.2
52
15.0
1.63
72
20.9
49
14.0
1.95
59
17.1
48
13.9
1.97
54
15.7
41
11.9
1.80
44
12.8
28
8.1
1.82
32
9.3
18
5.2
1.66
Torcido el brazo
21
6.1
16
4.6
1.75
Pateado en el piso
20
5.8
13
3.8
1.53
Encerrado
14
4.1
2.6
1.66
Intentado ahorcarla/asfixiarla
13
3.8
2.3
1.37
12
3.5
1.7
1.83
2.3
1.4
1.40
Mordido
2.0
0.9
1.33
Amarrado
0.6
0.3
1.00
Quemado
0.6
0.3
1.00
*En el ltimo ao: una vez (1), algunas veces (2), frecuentemente/diario (3)
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376
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377
Devaluacin*
Hostilidad y
expectativas
abusivas**
Media
D.E.
Media
D.E.
Media
D.E.
.15
.35
.13
.37
.72
.46
.86
.61
.70
.62
1.08
.36
1.36
.50
1.41
.66
1.36
.50
.42
.60
.37
.60
.87
.47
Muestra total
1ndice
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378
Ahora bien, la tipologa obtenida no se apeg a la propuesta de Johnson, pues no aparecieron slo dos grupos, sino tres segn los propios resultados estadsticos sin olvidar que en todos hostilidad y las expectativas
abusivas estuvieron presentes en diferente grado: al primero lo denominamos violencia fsica situacional, incluye a las mujeres que sufrieron violencia fsica pero no reportaron devaluacin, ni amenazas o intimidaciones;
al segundo, violencia fsica intimidatoria, con la ocurrencia de amenazas
e intimidaciones pero con poca o ninguna devaluacin; y el tercero, terrorismo ntimo, referido a mujeres que sufrieron tanto violencia fsica como
amenazas e intimidaciones muy frecuentes junto con una devaluacin de
poca a muy frecuente. La forma de distribucin de los grupos segn estos
parmetros est disponible en el cuadro 3.
Como se observa en la sub-muestra de mujeres violentadas fsicamente, cuatro de cada 10 han sufrido violencia situacional y en igual proporcin violencia fsica intimidatoria, mientras que casi cada dos, terrorismo
ntimo; es decir, seis de cada 10 mujeres violentadas fsicamente tambin
pueden considerarse involucradas en un patrn de maltrato emocional. Si
se considera la poblacin total de mujeres encuestadas, destaca que 12.5%
son violentadas fsicamente en un contexto hostil, un porcentaje similar ha
experimentado violencia fsica con componente emocional alto y 5% han
sufrido violencia extrema que puede clasificarse de terrorismo ntimo.
A partir de estos grupos se analizaron las caractersticas demogrficas de
las mujeres, antecedentes de violencia en la familia de origen, caractersticas
de la relacin violenta y algunas secuelas y consecuencias. Cabe sealar que
no se registraron diferencias entre los grupos respecto a si la violencia haba
iniciado desde antes de vivir juntos.
Muestra total
N = 345
Violencia situacional
43
42
12.5
Violencia intimidatoria
43
42
12.5
Terrorismo ntimo
17
16
4.9
Bifurcacin.indd 378-379
Cuadro 3
Frecuencia de la tipologa de violencia de pareja
379
Sin violencia
fsica
Violencia
situacional
Violencia de
bajo control
Terrorismo
ntimo
DS
DS
DS
DS
Edad de la participante*
32.36
10.65
26.21
6.85
31.58
12.06
38.65
12.39
34.79
11.08
29.44
8.81
33.42
12.0
42.24
15.59
Escolaridad de la participante
3.95
2.13
3.93
2.23
3.67
1.98
2.88
2.45
4.52
2.41
4.26
2.24
3.98
2.02
3.82
2.30
Nmero de hijos*
1.94
1.68
1.53
1.50
1.91
1.64
3.76
2.80
10.23
9.71
6.07
6.82
10.65
11.12
18.12
13.72
* = p<.000
** = p<.001
02/11/11 09:03 PM
380
Cuadro 5
Caractersticas socieconmicas de las mujeres y sus parejas segn tipologa
(porcentajes)
Total
No violencia
fsica
(n=242)
Violencia
situacional
(n=43)
Violencia
intimidatoria
(n=43)
Terrorismo
ntimo
(n=17)
12.5
12.0
14.0
14.0
11.8
22.3
21.5
21.0
18.6
47.1
No participan miembros de su
familia en actividades del hogar*
60.6
56.6
60.5
69.8
94.1
Proveedores econmicos
Ella
l*
30.5
94.2
28.9
95.0
31.0
97.7
30.2
93.0
52.9
76.5
11.0
87.8
9.5
91.7
7.0
88.4
9.3
83.7
47.1
41.2
* = p < .05
** = p < .000
Cuadro 6
Antecedentes de violencia en la familia de origen
Sin violencia
fsica
Violencia
situacional
Violencia
de bajo control
Terrorismo
ntimo
Con
A veces frecuencia
Con
A veces frecuencia
Con
A veces frecuencia
Con
A veces frecuencia
30.7
6.2
27.9
18.6
34.9
16.3
35.3
23.5
37.3
13.3
37.2
14.0
46.5
18.6
47.1
35.3
Testigo de violencia
domstica
24.1
14.1
23.3
34.9
25.6
25.6
23.5
17.6
* = p < .01
vado que en los otros grupos, en particular comparadas con las mujeres no
violentadas por su pareja y, en el extremo, con las que vivan en una relacin
de terrorismo ntimo (x2 = 7.48, 341,3gl p < .07). (Vase cuadro 6).
Presencia de violencia sexual
Como indica la grfica 1, diferentes manifestaciones de violencia sexual va
en aumento en los grupos a medida que se incrementa la gravedad de la violencia de pareja, por lo que es claro un nivel de gravedad mayor en genera.
Grfica 1
Presencia de algn comportamiento sexualmente violento ejercido por la pareja
al menos alguna vez en el ltimo ao (n =345)
Porcentaje
58.8
60
52.9
Relaciones
sexuales contra
la voluntad
50
40
Relaciones
sexuales forzadas
34.9
29.4
30
23.5
Bifurcacin.indd 380-381
381
20
10
18.6
16.7
10.9
5.5
9.3
3 2.1
18.6
11.9
4.7
7 7
0
Sin violencia
Sexo anal en
contra de la
voluntad
Otros actos
sexuales contra
la voluntad
Sexo oral contra
la voluntad
Todas con una
diferencia de
p < .001
02/11/11 09:03 PM
382
Porcentaje
383
Segn se observa en la grfica 3, ms mujeres involucradas en una relacin de violencia situacional haban consumido alcohol, destacando que las
mujeres en relacin de terrorismo ntimo no lo haban probado (x2=8.80,
341,3gl p<.05). Si estas ltimas mujeres son excluidas, no se encuentran
diferencias significativas entre los tres grupos restantes. En el caso de la mariguana, es alto el porcentaje de su uso alguna vez en la vida en las mujeres
del grupo de violencia situacional, las que en comparacin con las mujeres
que no sufren violencia fsica presentan un consumo superior (x2=12.72,
284,1gl p<.001). En el caso de los tranquilizantes y estimulantes se encontr una tendencia mayor a su uso en las mujeres del grupo de terrorismo
ntimo, ambas en forma marginal (7.67, 342,3gl p<.06 y x2=7.78, 342,3gl
p<.06). Cabe sealar que la mayora de las mujeres reportaron que utilizaron estos frmacos por prescripcin mdica.
Grfica 3
Consumo de sustancias alguna vez en la vida
por parte de las mujeres (n =345)
Porcentaje
35
30.2
90
30
82
80
65
Alcohol*
50
Antidepresivo
17.6
16.9
Mariguana
15
11.8
30
Tranquilizante
20
Cocana
10
2.1
1.2
Sin violencia
7
00
Situacional
2.3 2.3
Intimidatoria
3.7
2.1
Agresivo cuando
consume**
* p < .01
** p < .05
Tranquilizantes*
9.3 9.3
5
9
10
Bifurcacin.indd 382-383
Cocana***
20
Mariguana
40
23.3
65
60
50
Alcohol**
25
70
Estimulantes*
2.3
0
Sin violencia
Situacional
Intimidatoria
** p < .01
* p < .05
Terrorismo
02/11/11 09:03 PM
384
Grfica 4
Problemas de salud mental (n =345)
Medias
3
2.6
2.5
2.3
2.2
2
1.8
Sntomas
depresivos*
1.5
1.25
1.2
1
0.5
Ideacin
suicida*
En cuanto a los motivos de la violencia fsica (vase grfica 5), el enojo del
hombre fue el ms mencionado por las mujeres; los celos, aunque aparecen en un porcentaje importante en los tres grupos, mayormente en el de
terrorismo ntimo, no fueron un motivo que diferenciara a los grupos. Los
motivos que muestran una diferencia significativa son que el hombre estuviera borracho y el que la mujer defendiera a los hijos e hijas. Las mujeres
en relaciones de terrorismo ntimo reportan en mucho ms que el motivo
de la violencia fsica fue que la pareja estuviera alcoholizada (x 2 =15.92,
101,2gl p<.001); asimismo, estas mujeres reportan tambin en su mayora
que el motivo de estos episodios fue que defendieran a los hijos (x 2 =7.78,
101,2gl, p<.05).
0.58
Grfica 5
Motivos de ocurrencia de la violencia fsica reportados por las mujeres
segn tipologa construida(n =103)
* p < .01
0
Sin violencia
Situacional
Intimidatoria
Terrorismo
Porcentajes
88
90
80
74
71
71
70
Enojo de l
60
53
50
47
44
l estaba borracho*
35
Ella defendi a
hijos**
30
23
10
Celos de l
1.8
40
20
Bifurcacin.indd 384-385
385
21 21
Ella defendi a
parientes
14
* p < .001
** p < .05
0
Situacional
Intimidatoria
Terrorismo
02/11/11 09:03 PM
386
387
Manifestaciones somticas
Las secuelas de la violencia fsica son muy marcadas en el grupo de terrorismo ntimo, se observa en general una tendencia al aumento en el porcentaje en la medida que aumenta la gravedad de la violencia fsica. Los
moretones son la secuela ms frecuente y presentan un claro incremento
a medida que tambin aumenta la violencia emocional (x2=12.14, 101,2gl,
p<.01). En porcentaje mucho menor estn las contusiones, que tambin son
ms frecuentes en la relacin de terrorismo ntimo en comparacin con la
de los otros dos grupos, aunque esta secuela es un poco ms frecuente en
las mujeres en condicin de violencia situacional (x2=11.96, 101,2gl, p<.01).
Tendencias similares, aunque con porcentajes mucho ms bajos, se presentan con las lesiones internas (x2 =7.71, 101,2gl, p<.05), el aborto (x2 =8.22,
101,2gl, p<.05), las fracturas (x2 =10.64, 101,2gl, p<.01) y las dislocaciones
(x2 =6.05, 101,2gl, p<.05). Llama la atencin que casi una de cada tres mujeres en una relacin de terrorismo ntimo haban estado en cama por los golpes recibidos, en comparacin con los otros dos grupos (x2 =16.22, 101,3gl,
p<.001). (Vase grfica 6).
En la grfica 7 podemos observar los problemas somticos reportados, destacan como diferenciadores entre grupos la falta de energa (x2=13.89,
100,2gl p<.01), los dolores de cabeza (x2 =11.12, 100,2gl, p<.01) y los problemas digestivos (x2 =10.50, 100,2gl, p<.01). Las mujeres vctimas de terrorismo ntimo presentan mucho ms estas manifestaciones. La falta de apetito,
los problemas para dormir y la irritabilidad no llegan a diferir significativamente, siendo esta ltima un problema reportado con mucha frecuencia
por todas las mujeres.
Grfica 6
Secuelas de la violencia fsica en las mujeres segn tipologa construida (n =103)
Porcentajes
Grfica 7
Problemas somticos en las mujeres segn tipologa construida (n =103)
Porcentajes
100
Falta de energa***
90
80
Dolores de cabeza**
70
Problemas
digestivos**
60
50
90
Moretones**
82
80
Falta de apetito
46
40
Problemas para
dormir
30
Contusiones**
70
Irritabilidad
20
10
60
Lesiones internas*
Situacional
50
46
33
Fracturas**
30
23
18 18
20
Dislocaciones*
12
7
5
2
Situacional
Bifurcacin.indd 386-387
En cama por
golpes***
0 0
Intimidatoria
Intimidatoria
Terrorismo
** p < .01
* p < .05
Aborto*
41
40
10
Terrorismo
Discusin
Este estudio tiene limitaciones que requieren tomarse en cuenta para discutir sus resultados. En primer trmino, es necesario considerar que se
trabaj con una muestra que no tiene representatividad poblacional, por
lo que no se pretenden generalizar los hallazgos a las mujeres usuarias de
los centros de salud. Asimismo, su diseo es transversal, de modo que no
pueden hacerse inferencias causales ni temporales. Tambin destaca que
es una base de datos de hace ya algunos aos, por lo que el fenmeno
02/11/11 09:03 PM
388
puede haberse modificado. Sin embargo, arroja algunas hiptesis que podran ser exploradas a futuro, siendo la principal el que: una proporcin
importante de las mujeres, al menos 6 de cada 10 de las que reportan
haber experimentado alguna agresin fsica en la relacin de pareja alguna vez en la vida, efectivamente la han padecido en un contexto abusivo
emocionalmente de amenaza, intimidacin y devaluacin. Ahora bien, no
sabemos cuntas (de 40%) de las violentadas fsicamente por su pareja pudieron sub-reportar estas dimensiones de la violencia emocional y cuntas
en algn momento de sus vidas podrn estar atrapadas en una relacin
violenta intimidatoria o de terrorismo ntimo. Dado que estas mujeres son
las ms jvenes y tienen relaciones de pocos aos, es importante realizar
estudios prospectivos que puedan evaluar las trayectorias de vida de estas
mujeres y de sus relaciones y cules se configuran a un patrn de violencia
y por qu.
Cabe recordar que esto no indica que las mujeres en situaciones de violencia fsica situacional no hayan vivido ningn tipo de abuso emocional,
ya que 95% reportaron haber experimentado alguna vez en la vida gritos e
insultos y 76%, actitudes y consignas verbales controladoras y prohibitivas
por parte de la pareja; cifras un poco ms bajas que las reportadas por
las mujeres de los otros dos grupos que haban vivido relaciones violentas.
De hecho, las mujeres que reportaron no haber sufrido violencia fsica,
tambin reportaron estos tipos de violencia emociona, 65% y 43% respectivamente. Esto permite visualizar la importancia de dirigir la atencin a
la prevencin primaria de cualquier tipo de violencia emocional, ya que
pareciera que esta violencia es comn y corriente, y que se disfraza de algo
as como el antiguo derecho de correccin permitido a los padres con
respecto a los hijos e hijas, ya que estos comportamientos del hombre que
estn relacionados con supuestas transgresiones de las mujeres a los papeles de gnero tradicionales, ante las cuales hay que poner orden en forma
patriarcal. Claro que el extremo del continuo, indicado como terrorismo
ntimo, permite advertir el nivel que puede tomar la violencia en la relacin de pareja, en el que graves agresiones fsicas haber sido amarrada,
golpeada con un palo o cinturn, haber sufrido intentos de ahorcamiento,
quemaduras, mordeduras, lesiones con algn objeto o arma;adems de cachetadas, puetazos, jalones, etctera, ocurren en un contexto en el que
el hombre atemoriza a la mujer a travs de intimidaciones corporales y amenazas verbales relacionadas con daarla, incluso matarla, o hacerse dao
l mismo, fuertemente alcoholizado al momento de ejercer esta violencia
emocional. Adems, la mujer es objeto de burlas, menosprecios, insultos
y crticas destructivas, as como de actitudes de devaluacin que buscan
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8. Los problemas psicosomticos presentaron un perfil y porcentajes similares al del grupo de violencia intimidatoria, a excepcin de la irritabilidad, que se dispara en este grupo.
Se trata, por tanto, de las mujeres en las relaciones de pareja de menor
duracin y ms recientes que, sin embargo, reportan comportamientos fsicamente violentos con un menor componente emocional; a lo que habra que
plantear estudios de seguimiento especficos para determinar cuntas de estas
parejas pueden llegar a arreglos y a cuestionar y modificar expectativas (Ramrez, 2006), y cuntas ms podran escalar a un patrn de terrorismo ntimo.
A partir de lo anterior se plantea la pregunta: estos datos son de alguna
utilidad? Por un lado, parecen reafirmar algunas variables asociadas, que
ponen a las mujeres en una situacin de mayor vulnerabilidad como ciertas
condiciones estructurales la menor educacin y los bajos ingresos o
factores ms especficos el consumo excesivo de alcohol del hombre que
incrementa fuertemente la gravedad de la violencia. Por otro lado, hacen
evidente que el fondo de esta violencia son las desigualdades persistentes
en las tareas asignadas como naturales a uno u otro gnero a pesar de
que las mujeres han salido a trabajar remuneradamente,todava son quienes tienen la carga ms fuerte de las actividades domsticas, as como en
los mandatos simblicos que las colocan en un lugar para no ser o no
existir, en el que no tienen la validacin de la familia o la pareja y que es
asumido muchas veces de manera victimizada.
Esto evidencia la necesidad de polticas pblicas estructurales para hacer frente al grave problema de la violencia, para que no slo se centren
en sus causas individuales. (Vives, lvarez, Carrasco y Turrubiano, 2007).
Las formas de violencia emocional referidas reflejan la subvaloracin de
lo femenino, al tiempo de que esta es el marco en el cual hombres especficos se garantizan el lugar de poder que el sistema asigna a los varones y
lo masculino. (Saucedo, 2005). Se requiere que el empoderamiento de las
mujeres no solamente haga referencia a que tengan un trabajo, sino que
cuenten con empleos dignos y bien pagados, junto con la promocin de
una divisin equitativa de las responsabilidades familiares, ya que las mujeres son consideradas como las que exclusivamente deben cumplir con las
tareas domsticas y como las cuidadoras de los hijos, aun cuando tengan
trabajos remunerados. De hecho, esta doble situacin laboral las ubica en
un mayor riesgo de violencia, como mencionan Vidal y Burgos (2007), en
cuanto a que el empleo sigue siendo opcional para las mujeres, y no es
asumido por ellas mismas como una situacin de mayor valoracin, sino
como una carga ms a la ya dura tarea de la cotidianidad domstica.
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Situacin de sus mujeres que es posible que los hombres vivan con mucha resistencia y hagan uso de la violencia como una manera de ponerlas
en su lugar considerando sus dificultades para construir masculinidades
que posibiliten nuevas formas de relacin heterosexual. En esta lnea, el
consumo de alcohol en los hombres aparece como un fenmeno que requiere ser considerado en el nivel de una poltica nacional, pues a mayor cantidad y frecuencia en el consumo, se incrementa el riesgo de ejercer violencia
y la gravedad de sta. (Ramrez, 2006; Ramos, Borges, Cherpite, Medina y
Mondragn, 2004). As, la construccin de masculinidades violentas parece
entrelazarse fuertemente con la promocin y tolerancia al consumo excesivo de alcohol. Desafortunadamente, en este y otros estudios las mismas
mujeres maltratadas llegan a pensar que si sus parejas violentas dejan de
beber o disminuyen su consumo de alcohol, la violencia parara. (Glantz,
Namisa, Martnez, Tinoco y De Len, 2005). Creencia que de hecho puede
ser muy efectiva para mantener enganchadas a las mujeres que viven en
una situacin de terrorismo ntimo con sus parejas pues, por un lado, sirve
de justificacin y minimiza la violencia, y, por otro, las lleva a sentir que
pueden curar o salvar al agresor.
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Anexo 1
Dimensiones de la violencia emocional
Devaluacin
Le importa poco (le vale) que usted se encuentre enferma o embarazada
Burlarse de sus sentimientos
Burlarse de alguna de las partes de su cuerpo
Decirle que no es atractiva, que es fea
Decirle que sin l usted no sirve para nada, que no puede cuidarse sola
Tratarla como ignorante o tonta
Tratarla como si fuera su sirvienta
Amenaza con echarla de la casa
Amenazas e intimidacin
Amenazarla con un palo, cinturn o algo parecido
Amenazarla o asustarla con algn arma
Aventarle algn objeto
Maltratarla cuando toma alcohol o alguna otra sustancia
Golpear o patear la pared, la puerta o algn mueble
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Introduccin
Este trabajo nace de la necesidad de hacer eco a las voces de algunas mujeres que comenzaron a vivir en pareja con la expectativa de encontrar el
amor ideal o amor romntico,2 sin tener buenos resultados. El objetivo
es reflexionar sobre algunos aspectos del proceso de socializacin constante
que construye una idea de amor romntico, la que posteriormente funciona como posibilitador de la violencia conyugal, entendindola como todo
acto u omisin que tiene la intencin de controlar y/o someter, y que resulta
en dao a la integridad fsica, emocional, sexual o econmica, utilizado
contra las mujeres adolescentes o adultas por su pareja actual o anterior.
(ops, 2001: 5). Este tipo de violencia es resultado del entrecruzamiento de
ciertos factores macro y micro, que van desde la desigualdad de gnero, la
falta de oportunidades, la opresin constante y el no respeto a los derechos
fundamentales, hasta otros ms especficos que tienen lugar en al mbito
familiar y personal, como haber vivido o sido testigos de violencia durante
la niez, el abuso sexual, la violacin, la depresin, la baja autoestima, etctera. Hoy en da es cada vez ms frecuente ver que tambin se incluya en
esta lista al amor romntico (Altable, 1998; Bosch, 2007; Esteban, Medina
y Tavora, 2005; Bosch, 2010; Sanpedro, 2005), entendindolo como aquella
forma de amor que conlleva la presencia del deseo sexual y que se percibe
singular y distinto respecto de otras formas amorosas, sea por la intimidad
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que produce, el compromiso al que puede remitir o las percepciones que genera. (Esteban, et al., 2005). Este tipo de amor es un modelo de pareja que
jams se alcanza, que slo existe en el pensamiento y que como ideal tiene
un uso regulativo, que sirve de norma para la accin y el juicio (Ferrater
Mora, 2004: 1732) en la interaccin de las personas.
La violencia dentro de una relacin de pareja se ve posibilitada por todo
un proceso de socializacin y mandatos de gnero ligados a la idea del amor
romntico, los cuales propician y refuerzan las asimetras de gnero y el
entorpecimiento de la comunicacin. Ello provoca, principalmente en las
mujeres (Sanpedro, 2005), un esfuerzo constante por alcanzar ese ideal de
pareja, aunque casi siempre no se tenga xito alguno. El estado de frustracin y confusin en el cual ellas entran propicia en un primer momento una
violencia de tipo emocional, que aumenta gradualmente hasta converger
con otras modalidades de violencia como la fsica y la sexual, esto de manera cclica y cada vez ms frecuente.
Este planteamiento se presenta en tres apartados: el primero muestra
la metodologa en la que se apoya para obtener los testimonios que hacen
evidente esta problemtica; se atienden de manera general y sintetizada algunas referencias sobre el proceso de socializacin y algunos mandatos de
gnero. Posteriormente se habla de los ideales del amor, de lo ideal a lo
real, es decir, la manera en que se ensea a las mujeres a amar y a sentirse
amadas; se observan los mandatos de gnero y la forma en que impactan en
las relaciones de pareja; en el ltimo apartado se mencionan algunas caractersticas del sexo en el noviazgo y de las razones para comenzar a vivir en
pareja, y se concluye con algunas caractersticas que hacen coincidir a estas
mujeres en las expectativas del amor romntico.
Es relevante mencionar que la metodologa y los resultados se enmarcan en una investigacin ms amplia3 que busca conocer las variables que
intervienen en la construccin de contextos vulnerables, en los cuales se van
colocando las mujeres durante su trayectoria biogrfica.
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Metodologa
La investigacin se realiz en dos instituciones4 de la ciudad de Cuernavaca, Morelos, que brindan atencin psicolgica (una de ellas tambin da
refugio temporal a mujeres que viven violencia conyugal. La metodologa
cualitativa facilit la descripcin y la comprensin de elementos y acciones
propios de la experiencia de las mujeres durante el relato de vida. Se entrevist a mujeres que aceptaran colaborar, que hubieran vivido en pareja
heterosexual (concubinato, matrimonio y unin libre), que tuvieran residencia en cualquiera de los municipios del estado de Morelos, que al menos
una vez en su vida hubieran vivido violencia conyugal, y que en el momento
de la entrevista formaran parte de alguna de las dos instituciones como
usuarias de atencin psicolgica. La muestra fue de 16 mujeres.5 En esta
muestra se presentan situaciones socioeconmicas diferentes, sin embargo,
llama la atencin que la mayora de mujeres (9) contaban slo con la educacin primaria, completa o incompleta. La edad promedio es de 35 aos.
La mayora de ellas no tena empleo remunerado, y las que s lo tenan se
dedicaban al trabajo domstico, al comercio o al trabajo sexual; en su mayora migraron haca Cuernavaca en busca de mejores oportunidades. Son
originarias de diferentes entidades ubicadas en el centro del pas como:
Guerrero, Michoacn, Distrito Federal y Puebla, y de municipios del mismo
estado de Morelos. Es importante resaltar que nueve de estas mujeres fueron contactadas en el refugio, lo que indica que ellas vivieron una violencia
conyugal severa.
Las consideraciones ticas que se tuvieron en las entrevistas fueron la
garanta de anonimato y la confidencialidad de la informacin, previa al
consentimiento verbal del uso exclusivo de la misma para investigacin.
Socializacin y amor
La manera como se experimenta, se expresa y se vive el sentimiento amoroso es diferente en hombres y mujeres; en parte, resultado de la socializacin como proceso de toda la vida. (Fichter, 1964: 36). La socializacin
se encarga de controlar, redefinir y ordenar las experiencias de mujeres
En la tesis para obtener el grado de maestra en Estudios de la Mujer titulada Violencia conyugal y tentativa suicida: contextos vulnerables y trayectorias biogrficas.
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En el testimonio siguiente se puede ver la aceptacin de la relacin desigual de gnero desde la ms temprana edad. La desventaja y la sumisin
sobresalen en este caso: Pero mis hijas son buenas nias: si les pegan o las
regaan, ellas jams dicen nada, se quedan calladitas y se van a un rincn.
Yo les he enseado que deben respetar a sus mayores. (Ana, refugio para
mujeres, 02 de julio de 2009).
Ana inculca a sus hijas a no cuestionar, a no hablar, a respetar a sus
mayores. Sin embargo, esta forma de entender las relaciones puede llevar
a muchas mujeres jvenes a construir su vida amorosa sobre la base de
una confianza ciega fruto de la idealizacin de la relacin de pareja y en
consecuencia adaptarse, tolerar o negar conductas y situaciones que desembocan en un autntico maltrato, una violencia psquica y fsica. (Caro,
2008: 213-228).
En lo que respecta a la educacin familiar de las entrevistadas, est se
mencion cuando ellas hacan reflexin de su autoconocimiento, de sus
valores, de sus ideas y de sus preocupaciones. En los relatos, los valores
aparecen como fundamentales para la interiorizacin de las normas sociales y para la construccin de la singularidad personal (Corral, 2005) de su
identidad femenina. Martha, una de las mujeres entrevistadas, as lo comparte: [] mis paps, aunque no eran catlicos, me enseaban muchos
valores [] Tantos valores que hasta te estorban. (Martha, 21 de octubre
de 2009).
Estos valores de los que habla Martha van sealando la direccin hacia
la cual dirigirse, distinguiendo entre lo bueno y lo malo, que aunque son
valores relativos (Hillman, 2001: 998; Ferrater Mora, 2004: 3634) tienen
una influencia real en su vida, en sus decisiones y en sus necesidades. Muchos de esos valores, como se mencion anteriormente, son mandatos
de gnero fundamentales en la identidad femenina tradicional (Romero,
2004: 2) orientados a perpetuar el sometimiento y la violencia contra las
mujeres.
Las personas tendemos a amar y a ser amadas, a comunicarnos afectivamente, a ser reconocidas y ser valoradas (Sanz, 2003:14), en ese sentido,
las mujeres de esta investigacin procuran transmitirse de generacin en
generacin ciertos consejos-enseanzas, para caminar en direccin de lo
bueno, de lo que les permita construir una relacin estable y, as, sentirse
amadas. Cristina nos comparte lo que se le aconsejaba en caso de que su
marido comenzara a discutir: Mi mam me deca que no discutiera yo tambin. (Cristina, 9 de octubre de 2009). La mam de Cristina al igual que
Ana aconseja el silencio, estar conforme y agradecida con lo tiene. En
lo que sigue se observar que este mensaje es enviado por diferentes actores
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sociales dentro y fuera del ncleo familiar. A las mujeres se les ensea que
el matrimonio debe ser feliz y que conservar esa felicidad depende en gran
medida de ellas (Bosch, 2007), que este que siempre se configura en una
relacin desigual es la nica manera autorizada para el ejercicio de su
sexualidad y, por lo tanto, se debe llegar al altar virgen, como una mujer que
haya protegido su castidad y la exhiba en color blanco, como muestra de pureza y promesa de entrega total al futuro esposo, dueo y poseedor de ella;
en lo que se puede ver cmo la virginidad es slo un medio de control social
sobre el cuerpo de la mujer. (Sag, 2009). Isabel cuenta su experiencia respecto a esto: S eres virgen, vales, si no, no vales nada. Pero nadie me iba a
creer que no haba pasado nada esa noche. (Isabel, 14 de octubre de 2009).
El contexto del testimonio anterior es que debido al mal tiempo y al
clima, Isabel se qued en casa de su novio. Ella no regres nunca con sus
tos porque estaba convencida de que ya no vala como mujer, aunque no
haba tenido relaciones sexuales. La virginidad fue un valor interiorizado
que Isabel decidi respetar asumiendo todas las consecuencias. Por su parte, Doral habla de cmo fue educada con respecto al ejercicio de su sexualidad: A m siempre me ensearon con esa mentalidad de antes de que: te
tienes que casar y no puedes tener relaciones antes de que te cases. Y tienes
que hacer esto, y pues la moral. (Doral, 9 de octubre de 2009).La manera
simblica de exhibir la virginidad de la mujer es el vestido de novia en color
blanco. Una entrevista lo as: l me sac de blanco de mi casa. Me vest
de novia, de blanco, como debe ser. Cristina sabe que la mejor manera de
protegerse de la sociedad, e incluso de la propia familia, es defendiendo el
debe ser o el tener que ser: Me cas de blanco en mi casa, pues para que
mis paps no dijeran nada. (Cristina, 9 de octubre de 2009).
Es un canon para las personas catlicas hacer la promesa de amor eterno en una ceremonia religiosa frente al altar, hasta que la muerte los separe!, esto funciona como una clara seal del amor ideal (Sanpedro, 2005).
En buena parte de las comunidades del interior de la Repblica Mexicana la
boda religiosa tiene una carga simblica mayor que la boda en el registro civil. En ella, el vestido blanco ms que un smbolo es una garanta de la virginidad de la mujer y una muestra de la honorabilidad de ambas familias. Sin
embargo, no todas las mujeres comparten este conocimiento, por ejemplo,
Diana, pero s su esposo: Fue casamiento regular. Yo no saba el significado
del vestido blanco. Yo quera un vestido beige, pero l dijo: Ests loca!,
sonre. (Diana, 14 de octubre de 2009).
Estos smbolos cargados de significados sociales controlan la sexualidad
y la vida de las mujeres, en este mbito no es raro que exista la expresin
fracaso: Porque no s. La relacin con l no fue lo que ella [su hermana]
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quera, ni en la relacin con l, ni en su vida. Entonces por eso digo que fracas. (Doral, 9 de octubre de 2009). El hecho de que una mujer fracase
en una relacin de pareja implica un fracaso biogrfico; no importa cuntos
logros previos haya tenido, si ella no logra continuar en una relacin y cargar con la cruz que le toc, siempre ser estigmatizada socialmente por no
haber cumplido con una funcin de gnero asignada y vigilada por todos. Y
ella, por lo general, lo ve como un problema individual. (Sanpedro, 2005).
Mostrar entrega total, sacrificio, castidad, pureza y recato se le exige a
las mujeres en todo momento; antes, durante y despus de su boda. Todo
ello para facilitarse credibilidad y garantizar al esposo un espacio de dominacin. La narracin acerca de una noche de bodas aterriza varios de los
anteriores aspectos:
l tena una ta en Morelia y ella me regal [] un neglill muy discreto y bonito. [] Yo no me animaba a ponrmelo, porque yo nunca us ese tipo de ropa,
yo era de pijama de franela y el tpico matapasiones. [] Cuando yo salgo
del bao y entro a la recmara con esa ropa especial de noche de bodas, l se
enoja. [] Me dijo que con qu clase de mujer se haba casado, [] que yo
no era una mujer decente. [] Me sent mala, me sent una mujer demasiado
atrevida. Le dije que me lo haba regalado su ta, pero no me crey. Tambin
fue la primera vez que no me crey. [] Yo le deca: Te lo juro, de verdad.
[] l, de todas maneras, sigui en esa postura. Obviamente l se sinti tan
molesto que esa primera noche [] no hubo nada. (Minerva, 16 de diciembre
de 2009).
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En el testimonio de Renata se observa que aunque la familia no se encuentre cerca de las mujeres, en algunos casos existe alguien que autoriza la
relacin como la madrastra en el cuento de cenicienta e incluso indica
cundo es el momento ms apropiado para ser cortejad; como el caso de
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Lugar de una ciudad en la que bajo determinadas condiciones las autoridades locales
administrativas, sanitarias y policiales autorizan el establecimiento de centros de vicio y
comercio sexual no permitidos fuera de ella.
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[] Yo siempre dije que eso fue amor a primera vista. Fue el flechazo, lo
vi y me gust, no slo fsicamente, sino que esa atraccin En su mirada vea
mucha paz, algo muy bonito, eso perciba [] Inmediatamente, al da siguiente l manifiesta su inters por m, que era mutuo o al menos as lo percib yo.
Aos despus l me dijo que nunca se sinti enamorado de m. (Minerva, 16
de diciembre de 2009).
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Marlene tambin decidi no decirle al padre de su primer hijo que estaba embarazada: Nunca le dije, porque me enter que l andaba con Toa
la loca. En una casa de unos amigos los cach desnudos en el bao, y entonces decid no decirle nada. (Marlene, refugio para mujeres, 28 de diciembre de 2009) .Ocultar el embarazo es al parecer un arma para castigar
al novio ingrato: nunca sabr que tuvo un hijo. El caso de Gabriela marca
una diferencia, ella abandona al padre de su primera hija despus de que la
golpea, convencida de que l no la quiere, le dice: Me voy por esto que me
hiciste. Yo me vine contigo porque te quiero, pero t a m no. Ya si se logra
el beb, puedes verlo cuando quieras [] Dijo que no quera saber nada
del beb, que no era de l. Lo cumpli: nunca fue a verla, y ahora la nia ya
tiene ocho aos. (Gabriela, refugio para mujeres, 2 de octubre de 2009).
Encontrar a alguien que demuestre algunas de las cualidades de la pareja ideal las hace sentir felices, amadas, sonrientes y con la impresin de
que todo marcha en armona absoluta; sin embargo, en cuanto esas cualidades empiezan a desaparecer y quedan a la vista otras caractersticas de ellos,
las cosas cambian: [] despus se hizo bien feo, irresponsable y huevn.
[] Tomaba cerveza todo el tiempo y entonces dej de darme dinero para
la comida y para el nio. Empezaron a verlo tirado en el campo o en la calle.
Se empez a drogar tambin con unos botes amarillos como de este tamao seala con sus manos un bote de aproximadamente un decmetro
cbico con una cosa amarilla que huele bien feo. (Renata, refugio para
mujeres, 11 de agosto de 2009).
Las entrevistadas sealan con desprecio que la pareja se haya vuelto
irresponsable, alcohlico, desobligado, que no tenga estabilidad econmica, que les falte al respeto, que no sea atento; pero principalmente que
no crea en ellas, que sea insensible. Estas actitudes las confunden y provocan sentimientos encontrados, como enamoramiento y dolor, esperanza y
desilusin. Lorena lo expresa as: Siento emocin, pero tambin miedo.
(Lorena, refugio para mujeres, 16 de junio de 2009). Esto, porque ellos
muestran en varias ocasiones alternadamente cualidades y defectos, malos
y buenos tratos. Y aunque el enamoramiento en muchas ocasiones se narra
como aquello que nada tiene de montono, que es todo un torbellino de
emociones, descubrimientos, sentimientos y sorpresas constantes, se puede
observar cmo las mujeres entrevistadas entran en una situacin de vulnerabilidad debido a esta alternancia (Firestone, 1976: 162), en la que de
alguna manera bajaron la guardia y se abandonaron al sentimiento. Isabel
comienza su relacin confundida, sin saber si era o no novia del que luego
fue su esposo: Una ocasin fuimos a nadar y yo vea que l le daba ms
atencin a mi prima [] l no me dijo nunca que fuera su novia pero me
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trataba como si lo fuera. [] No salamos, [] porque l se haca el dormido cuando ya iba por l. Yo creo que porque le daba vergenza de que yo
estuviera muy chica: [] yo tena 14 y el 24. (Isabel, 14 de octubre de 2009).
La diferencia de edad resulta muy importante en este sentido, muchas
de las mujeres comenzaron la relacin de noviazgo con el esposo a edades
muy tempranas, que van desde los 12 hasta los 16 aos.
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Yo pens que haba sido slo un beso y ya, no?, pero no; l me segua buscando. Comenzamos a salir, despus ya comenzamos a tener relaciones y pues
como que fue wow!, no? Porque yo nunca haba tenido una relacin as, ya
sin miedo. [] Ya despus nos hicimos novios. Pero igual era celoso, porque
ya despus salamos y me deca: Qu le ests viendo a ese tipo? Y yo le deca:
O sea, clmate! Yo no estoy viendo a nadie. Y ya me jaloneaba, porque l me
jalone, me daba bofetadas, y una fue delante de sus hermanos. Se tuvieron
que meter, pero a l no le importaba se agacha, solloza un poco [] De
golfa no me bajaba, me deca muchas cosas. Antes de ser su novia l me trataba
as y yo acept, [] porque yo estaba viviendo algo que no silencio que
no haba vivido y de nuevo guarda silencio que quera seguir teniendo,
no? Porque despus de que alguien te insulta dices pues ya!, no? y ms si te
lo dice ya unas tres veces. Pero yo lo segu.
tos previos en los que fue educada, fue una relacin inusual, que ella misma
identifica y dice que en condiciones normales no se deja a la pareja que
insulte o golpe, pero ella lo hizo, por lo tanto, sus condiciones en ese momento obedecen a mandatos de gnero. Doral vivi de manera ambivalente
una relacin que trastoc sus sentidos, ya que mientras expresa no tener
miedo hay acciones que la van mermando desde dentro: las humillaciones,
los golpes, los celos, la falta de credibilidad, situaciones todas estas que vive
en confusin de sentimientos: A m me daba mucho coraje l; cmo en algunos pausa, pero sigue llorando momentos me puede hacer tan feliz
y por qu me dice todo esto, no? se limpia las lgrimas. Pero yo deca:
Pues no, nunca me quiso. (Doral, 9 de octubre de 2009).
El testimonio sobre el sexo en las relaciones de noviazgo juega un papel
fundamental, es una mirilla a travs de la cual se puede vislumbrar si las
mujeres tienen autonoma sobre su sexualidad o si es algo a lo que se ven
forzadas. El caso anterior ilustra las situaciones en que el novio es quien sugiri tener sexo; en el caso siguiente, las relaciones sexuales impidieron que
ella conociera verdaderamente a su esposo durante la relacin de noviazgo:
[] nosotros comenzamos a tener relaciones desde un principio, y pues el
mezclar las relaciones sexuales con el noviazgo como que no es muy bueno
al principio, porque no te das tiempo de conocer del todo a la persona. []
Nos veamos y era para eso, entonces como que no haba tiempo para conocernos. (Leticia, 16 de octubre de 2009).
Esperanza es la nica que plane y disfrut plenamente su primera relacin sexual, y as lo expresa: [] pues mi primera experiencia sexual fue
bonita: nos fuimos a un hotel. Me daba un poco de pena, pero nos pusimos
de acuerdo y si me gust [] (Esperanza, refugio para mujeres, 4 de diciembre de 2009). De manera libre, tuvo su primera relacin sexual con su
primer novio, quien ms tarde se convirti en su esposo y en el padre de sus
tres hijos.
El testimonio de Marlene muestra en su sexualidad repercusiones muy
claras, despus de haber vivido experiencias como abuso sexual, violaciones
e incesto durante los primeros aos de su vida. Ella no habla de noviazgos ni
de enamoramientos; el inicio de su sexualidad se da porque ella as lo decidi. La familia de Marlene fue uno de los contextos ms inseguros para
ella, por lo tanto, prefiri permanecer alejada, en las calles o en las casas de
sus amigas y amigos, y as inici su vida sexual:
[] comenc a tener sexo a los 13 aos, [] fue porque yo as quise que fuera. [] La primera vez fue un cinco de marzo: [] me gustaba un chavo; yo
les dije a mis amigos, y me lo presentaron. Esa ocasin nos quedamos platican-
Sexo y noviazgo
La confusin que les provoca y la incertidumbre de saber si son o no amadas
las obliga na demostrar y demostrarse a s mismas que son capaces de amar.
Una entrevistada nos habla de su primera experiencia sexual despus de
haber tenido slo relaciones de manita sudada, como se refiere ella a los
noviazgos en las que no tuvo relaciones sexuales: l me sugiri que tuviramos sexo. [] La primera vez no lo disfrut tanto, [] a la mejor era por
todo lo que yo traa en la cabeza que no poda disfrutar bien. [] Pues todo
lo que me decan mi mam, mi pap, lo que dice tu familia. (Doral, 9 de
octubre de 2009).
El placer de Doral se vea encadenado a las enseanzas familiares que
la hacan sentir culpable y temerosa. Tiempo despus logr iniciar una relacin sin miedo y as lo comparte:
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En la narracin que sigue se hace evidente la falta de afecto que Marlene tuvo desde su infancia, la que la obliga a acceder una y otra vez, con tal
de no perder la compaa:
Despus [] intent tener sexo con [otro] pero no pudimos; lo intentamos
como cuatro meses, pero nada [] A m me daba miedo. En cuanto l me
quera penetrar yo comenzaba a gritar y lo quitaba. Cort con l porque
quiso agarrarme a la fuerza. [] Pero tuve muchos, muchos novios; []
yo siempre los provocaba para que me acostara con ellos. [] Novios tuve
como 15, pero llegu a andar con siete a la vez, todos de diferentes lugares;
dos de ellos eran hermanos. Con uno tuve sexo y con el otro no. S, fui muy
locochona sonre. Parejas, amigos con derecho, de todo; tuve como
unos 30. Todo eso hasta que me embarac [] a los 16. Empec a andar con
Hilario. Yo dej de tomar, de fumar. (Marlene, refugio para mujeres, 28 de
diciembre de 2009).
Es as como la adolescencia de Marlene se ve atravesada por la experiencia temprana de la maternidad. A los 18 aos conoce a su ex esposo, el
padre de sus ltimos tres hijos, y comienza otra etapa de su vida, con ms
complicaciones y en contextos vulnerables cada vez ms peligrosos.
La decisin de vivir en pareja tambin est vigilada e influenciada por
terceras personas, por lo general la familia, que es la primera en dar o no el
voto aprobatorio a la pareja desde que inicia la relacin de noviazgo.
Una de las principales razones que llevan a la mayora de estas mujeres
a la unin conyugal es el embarazo. Lo ilustra el testimonio de Esperanza,
quien despus de su primera relacin sexual tan planeada y esperada
se embaraza sin quererlo. Leticia llevaba cinco aos en una relacin de noviazgo que ella misma afirma se bas en lo sexual. Poco despus de que
su novio le anuncia su partida haca Estados Unidos, ella queda embarazada
y por esa razn comienzan a vivir juntos. (Leticia, 16 de octubre de 2009).
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conoci a sus dos ltimas parejas, con ninguno fue lo que ella esperaba;
aunado a que recibi consejo de su ta,7 la nica persona en quien puede
confiar: Bscate un seor ya grande. Cuando ya estn grandes ya se hacen
responsables. Ellos ya no andan que aqu de borrachos o con otras mujeres.
Puede que se haga responsable de ti, de tu beb y de Rodrigo. Piensa mejor
las cosas, piensa en tus hijos y bscate un seor ya grande. (Renata, refugio
para mujeres, 11 de agosto de 2009).
Lo que resalta de los consejos son los mandatos de gnero, que tienen
base slida en el acontecer cotidiano al interior de toda la estructura social,
la cual a su vez reproduce estereotipos de gnero que muestran a la mujer
como incapaz de hacerse responsable incluso de su propia persona, y, por lo
tanto, un hombre a su lado es la nica manera de hacerse valer. La base
social en la que se instalan estos mandatos evita efectivamente cualquier
intento de empoderamiento femenino, por ello, tener a un hombre al lado
sea como sea es la nica manera de ser un poco visibles. Sin embargo,
las consecuencias que llegan a suscitarse por seguir el consejo pueden ser
lamentables:
[] un da llev a Rodrigo su hijo al parque. Seguido lo llevaba all, a que
se distrajera un poco. Un da vi a un seor que slo nos estaba ve y ve. l llevaba
unas botas de esas como de polica, un pantaln de mezclilla y una camisa de
color guinda. No se vea bien vestido. Pero cuando ya nos bamos me alcanz
corriendo y me dijo que si poda verme despus. Yo le dije pues que s. Me acord de lo que me dijo mi ta. [] Otro da que lo volv a ver en el parque l me
dijo: Si te vienes a vivir conmigo, vamos a vivir bien, t conmigo y con tu hijo
[] l tena ms de 50 aos y yo tena 24; no me gustaba, pero me decid por
lo que me prometi. Yo no saba que l slo buscaba mujeres, y yo pensaba que
l me iba a mantener a m y a mis hijos. Cuando le dije que estaba embarazada,
l me dijo: No te preocupes, yo me hago cargo. [] Nos fuimos a San Marcos,
all en Tlaxcala. Me trataba muy bien, hasta me compraba flores, pero yo nunca supe que a la larga iba a pagar esas flores. (Renata, refugio para mujeres, 11
de agosto de 2009).
Las tcticas con las que se acerca este hombre son las de un conquistador, muestra demasiado inters y, al correr tras ella, propici un posterior
La ta de Renata no es una hermana de su padre ni su madre, es una mujer que le ofreci apoyo a los 10 aos de edad, cuando lleg al pueblo buscando trabajo. Ella la cuid y la
acogi como a una hija. Renata le llama ta.
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segundo encuentro, sus palabras estn en sintona con las de la ta: por fin
ese hombre que Renata anhelaba aparece de la nada ofrecindole estabilidad de vida. No importa si est bien vestido o no, si es atractivo o no; lo nico importante es la promesa de vivir mejor. Renata se fue con l a Tlaxcala.
l saba que deba mantenerla conquistada y lo hizo con flores y con buenos
tratos. Desde el primer da que llegaron a Tlaxcala ella observ cosas extraas en la familia de Arturo, su ex pareja, quien tiempo despus se convirti
en su proxeneta.
Conclusiones
A lo largo del trabajo se ha podido vislumbrar cmo los mandatos de gnero
y la idea del amor romntico construyen una identidad femenina tradicional en las mujeres entrevistadas. Los procesos de socializacin que stas han
vivido y que otras mujeres siguen viviendo se concentran en mantenerlas
presas de su hogar y de la idealizacin del amor.
Se ha referido cmo ellas mismas transmiten algunos consejos-enseanzas dirigidos a conservar la pareja y el amor que en ellas existe, pero
principalmente la posibilidad de ser miradas con buenos ojos ms all de
su hogar. Para estas mujeres la figura de un hombre cerca da identidad y,
de algn modo, seguridad econmica; aspectos que en una estructura social como en la que viven son difciles de obtener, al grado de que depende
de las caractersticas de cada mujer. Por ello, el silencio, la abnegacin y la
resignacin son sus principales medios para ser reconocidas, ya sea como
la novia ideal, la esposa decente tanto como la madre amorosa que es
capaz de sacrificarse por sus hijos.
La familia tambin aporta lo suyo durante la construccin de estas identidades femeninas. En el grupo de entrevistadas destac un valor ligado a la
sexualidad: la virginidad. Este valor se expres en algunas como impactando fuertemente en el control de su cuerpo, de su sexualidad y de sus deseos.
Los esfuerzos por vivir una relacin romntica les exige a las mujeres una
entrega total, en cuerpo y alma, que las haga capaces de olvidarse de su
propia vida. (Sanpedro, 2005). Encontrarse con exigencias contradictorias
les provoca sentimientos ambivalentes, que en ocasiones ellas identifican
como sntomas de enamoramiento. A estas exigencias se unen las personales que en este caso resaltan como la necesidad de afecto. La combinacin
de estos factores coloca a las mujeres en una situacin de vulnerabilidad
que puede tener resultados extremos, como los que aqu se han expuesto.
Otro elemento que aporta la familia, a travs del proceso de socializacin, en vistas de encontrar el amor ideal es el silencio de sus deseos y de
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Cuadro 1
Nombre y
Ocupacin
edad de la
entrevistada
Lorena
Trabajo
(30)
sexual
Lugar de
nacimiento
Guerrero
Escolaridad
Primaria
Estado civil
Nmero de
hijos
Unin
libre
3
4
Aborto provocado por
cada
2
5
2 muertos: 20 das de
nacido y a los 13 aos
2
2
Ana (40)
Trabajadora
domstica
Michoacn Primaria
Unin
(incompleta) libre
Norma
(35)
Claudia
(24)
Renata
(28)
Brenda
(51)
Cocina de un
restaurant
Vendedora
ambulante
Trabajo
sexual
Hogar
Distrito
Primaria
Federal
(incompleta)
Michoacn Primaria
(incompleta)
Puebla
Sin
instruccin
Guerrero
Secundaria
(2007)
Gabriela
(26)
Cristina
(44)
Hogar
Morelos
Empleada
de centro
comercial
Morelos
Doral
(28)
Desempleada Distrito
Federal
Leticia
Hogar
(31)
Diana (56) Hogar
Unin
libre
Unin
libre
Unin
libre
Casada
Primaria
Unin
(incompleta) libre
Secundaria
Casada
Carrera
Separada
tcnica en
comunicacin
Cuernavaca Preparatoria Separada
Cuernavaca Primaria
Casada
(incompleta)
Divorciada
Casada
Minerva
(46)
Casada
Marlene
(25)
Hogar
Michoacn Carrera
tcnica,
secretaria
bilinge
Desempleada Cuernavaca Primaria
Casada
Unin
libre
Embarazos
Tipo de
institucin
Interna
Interna
Interna
Interna
Interna
8
10
2 muertos: 1 naci
antes de tiempo y 1
muri ya grande
4
4
Interna
4
3
1 embarazo gemelar
Externa
Interna
Externa
Externa
4
3
1 embarazo gemelar
2
2
1
2
Aborto natural
2
Externa
Externa
Externa
3
Embarazo
anembrinico
1
1
Externa
Interna
Interna
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