Este documento resume la historia del texto del Quijote, incluyendo la posible edición de 1604 y la defensa de su existencia. También explora la génesis de la obra, desde las novelas de caballerías medievales que la inspiraron hasta las obras renacentistas italianas que parodiaron el género caballeresco y pueden haber influenciado a Cervantes. Finalmente, analiza posibles influencias literarias menores en la creación del Quijote.
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Este documento resume la historia del texto del Quijote, incluyendo la posible edición de 1604 y la defensa de su existencia. También explora la génesis de la obra, desde las novelas de caballerías medievales que la inspiraron hasta las obras renacentistas italianas que parodiaron el género caballeresco y pueden haber influenciado a Cervantes. Finalmente, analiza posibles influencias literarias menores en la creación del Quijote.
Este documento resume la historia del texto del Quijote, incluyendo la posible edición de 1604 y la defensa de su existencia. También explora la génesis de la obra, desde las novelas de caballerías medievales que la inspiraron hasta las obras renacentistas italianas que parodiaron el género caballeresco y pueden haber influenciado a Cervantes. Finalmente, analiza posibles influencias literarias menores en la creación del Quijote.
Este documento resume la historia del texto del Quijote, incluyendo la posible edición de 1604 y la defensa de su existencia. También explora la génesis de la obra, desde las novelas de caballerías medievales que la inspiraron hasta las obras renacentistas italianas que parodiaron el género caballeresco y pueden haber influenciado a Cervantes. Finalmente, analiza posibles influencias literarias menores en la creación del Quijote.
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TEMA 50: EL QUIJOTE
1. Historia del texto
El 26 de septiembre de 1604, el secretario real firmaba el privilegio para imprimir por diez aos en Castilla un libro titulado El ingenioso hidalgo de la Mancha, cumplindose as uno de los largos trmites administrativos para poder imprimir un libro en Espaa.
Actualmente, parece que ha perdido fuerza la tesis de la
existencia de una edicin del Quijote del ao 1604, anterior por tanto a la considerada princeps de 1605. No obstante, conspicuos crticos han defendido tal hiptesis. As, en 1848? Juan de Oliver Asn publicaba un estudio titulado El Quijote de 1604, retomando algunas conjeturas del siglo XIX y apoyadas en los siguientes argumentos:
- La mencin que del personaje se hace en unos versos
de cabo roto incluidos en La pcara Justina, de Francisco Lpez de beda, novela publicada en 1605, pero con privilegio de agosto de 1604.
- Una carta de Lope de Vega, firmada el mismo mes y
ao, en la que alude as a Cervantes y al Quijote: pero ninguno hay tan malo (poeta) como Cervantes, ni tan necio que alabe a don Quijote.
- El testimonio de Juan Lpez, un morisco de origen
murciano, que en Tnez escribi una obra en castellano que refiere una ancdota segn la cual oy hablar de don Quijote en una librera de Alcal de Henares en 1604.
Pero el argumento de Oliver Asn es fcilmente rebatible, ya
que la obra de Juan Prez se escribi treinta aos despus del suceso narrado, por lo que sera comprensible un error de fecha. Marcel Bataillon defendi la idea de que Lpez de beda conoca antes de su impresin el Quijote, o, al menos, episodios aislados, considerando que los dos autores rivales, Cervantes y Lpez de beda, conocan recprocamente sus obras por chismes y tertulias literarias incluso antes de los trmites para su impresin. En cuanto a Lope, bien pudiera ser que hablara de odas. Son escasas las probabilidades de que hubieran desparecido, sin dejar rastro alguno, todos los ejemplares de la supuesta edicin, y que no haya habido ms testimonios documentales que la mencionen, teniendo en cuenta el xito inmediato que tuvo la obra.
ste es, pues, el estado de la cuestin, por lo menos hasta que
se encuentren testimonios ms slidos o un ejemplar de ese Quijote de 1604. El editor de la edicin que consideramos princeps, la de 1605, fue Francisco de Robles, que a su vez encarg la impresin de la obra a Juan de la Cuesta. Siguiendo el procedimiento ms habitual, Cervantes presentara al Consejo Real una copia realizada por un amanuense profesional, que muy probablemente sometera a una revisin antes de entregarla a dicho organismo. Posteriormente sera enviado a los censores para su aprobacin, y luego a la rbrica del escribano X y, por ltimo, se tramitara la peticin del correspondiente privilegio, que como hemos dicho, fue firmado el 26 de septiembre de 1604.
La primera edicin madrilea de 1605 contiene numerosas
erratas y descuidos, atribuidos durante mucho tiempo a Cervantes. Pero tales errores proceden casi en su totalidad del procedimiento de impresin del taller de Juan de la Cuesta. Los tipgrafos trabajaban simultneamente o en equipos que se iban turnando. No siempre los operarios tenan los mismos hbitos tipogrficos, de acentuacin, puntuacin y ortografa. Se ha logrado identificar las caractersticas de cada uno de los equipos y se ha podido llegar a la conclusin de que las anomalas que observamos en la primera edicin de la obra no se deben sino a la disparidad de criterios aplicados por cada uno de ellos y a otras incidencias.
Demuestran el xito de la obra las dos ediciones posteriores
publicadas en Portugal ese mismo ao y la salida de una segunda edicin a cargo tambin de Francisco de Robles, que estamp este segundo Quijote de 1605 con gran celeridad. A pesar de las prisas, no fue una mera reimpresin, sino una edicin corregida con el decidido propsito de suprimir errores y descuidos. Las dos variantes ms significativas respecto de la edicin princeps fueron muy probablemente del propio Cervantes, segn puede inferirse de sus caractersticas estilsticas y lingsticas. Son dos largas interpolaciones que Cervantes introduce con el propsito de solucionar el problema de las desapariciones y apariciones del rucio de Sancho. En este sentido, llama la atencin que Cervantes no aprovechara la oportunidad para corregir los errores y erratas que se deslizaron en la primera edicin. Su intervencin fue, curiosamente, muy limitada, tanto que es posible que no lleguen a una veintena las variantes que pueden atribuirse a su directa intervencin.
Aunque se vendi con bastante xito, hasta 1608 no apareci
una tercera edicin, basada en la segunda. Es posible que Cervantes interviniera en las correcciones de las pruebas, pero en todo caso su intervencin no fue regular, dado el desacierto de algunas variantes.
En los ltimos meses de 1614, Cervantes acabara la
segunda parte del Quijote que el mismo editor y la misma imprenta sacaron a la luz en otoo de 1615. Esta vez la impresin se hizo con muy pocas prisas, pero no result de mayor calidad que la de la primera parte, pues contiene, por ejemplo, el doble de erratas que la edicin de la primera parte.
2. GNESIS DEL QUIJOTE
En un estudio fundamental sobre la composicin del Quijote,
Ramn Menndez Pidal (1973) ha recordado que Francia difundi durante el siglo XII por toda Europa un modelo de novela caballeresca, en verso, partiendo de las leyendas bretonas. Se conocieron as en todo el continente obras como el Tristn, el Camelot, el Perceval o el Merln. A partir del siglo XIII, a este gnero potico le sucede toda una serie de novelas que emplea ya la prosa, que introduce el amor como tema literario y cuyo argumento se desarrolla en un mundo corts y elegante. Los caballeros andantes se convierten en sus protagonistas: ya no son, como en la epopeya, figuras que encarnan valores nacionales o polticos, sino personajes que, de forma individual, vagan en busca de aventuras.
Este tipo de novela caballeresca tuvo un extrao destino.
Haca 1492, Garci Rodrguez de Montalvo refundi una antigua novela, cuyos primeros testimonios datan del siglo XIV: el Amads de Gaula. Montalvo refundi los tres primeros libros y aadi dos ms, uno sobre la monarqua universal y otro en el que narraba las aventuras de Esplandin, hijo de Amads. Tuvo tal xito que pronto se multiplic en numerosas ediciones en castellano y fue traducida a los principales idiomas europeos. As, el gnero de las novelas de caballeras, que durante la Edad Media no haba producido en Espaa obras originales y que en Francia haba sido olvidado, conoci durante el Renacimiento un florecimiento que salt las fronteras espaolas. Dentro de nuestro pas, las aventuras de los caballeros andantes se multiplicaban increblemente en continuaciones, de modo que, como dice Menndez Pidal, este gnero no slo fue popular, sino popularsimo. Testimonio de lo cual es la influencia que ejerci en el teatro espaol y portugus y la confesada aficin que hacia l manifestaron hasta crearles problemas de conciencia- escritores como Juan de Valds y Santa Teresa de Jess, y la preocupacin que provoc en moralistas de la talla de Luis Vives y fray Luis de Granada. Hasta el emperador Carlos V era un gran aficionado al gnero.
Para Menndez Pidal, el Quijote no es sino el ltimo libro de
una larga serie caracterizada por la presencia de elementos cmicos en el relato caballeresco. Recuerda que este fenmeno se vena produciendo desde el momento de esplendor de la epopeya, como pone en evidencia el cantar del Pelerinage de Charle Magne. El Renacimiento, quizs porque no llegara a comprender en su totalidad la sencilla grandeza de la epopeya medieval, no pudo mirar la materia bretona y carolingia con total seriedad. De esta actitud surge el Morgante de Luigi Pulci (1432-1484), donde el poeta reinterpreta burlescamente la tradicin de los poemas del ciclo carolingio, entre los cuales destaca el dedicado a Orlando, el famoso caballero de la corte carolingia; existe una irona implcita en el Orlando enamorado, de Mateo Mara Boiardo (1441-1494), hacia la vieja materia literaria. Ludovico Ariosto (1474-1533) contina este proceso desarrollando los grmenes de tragedia y farsa que coexistan en el poema de Boiardo. Jugando con esta oscilacin de elementos contrapuestos, entretejindolos en una narracin compleja, Ariosto se convierte en un novelista moderno con su Orlando furioso.
Es evidente que Cervantes conoca y admiraba a Boiardo y
a Ariosto, incluso imita en ocasiones al Orlando furioso y el mismo don Quijote muestra conocer el poema. A diferencia de los renacentistas italianos, Cervantes contempla la materia literaria desde otra posicin, la de criticar la inverosimilitud de los lances caballerescos. Por lo dems, Cervantes elige la prosa en forma de novela, otro factor que lo separa de sus predecesores italianos.
Menndez Pidal aduce tambin, como un antecedente de
la actitud crtica de Cervantes ciertas obras de vuelo literario menor que encarnaban en un pobre loco los ideales caballerescos, entre las que sobresale, por su parecido con algunos episodios del Quijote, un relato del italiano Franco Sacchetti (1332-1400), incluido en los Trescientos cuentos, donde aparece un extravagante personaje que tambin da en la mana caballeresca. De modo que, segn sostiene Pidal, es muy probable que Cervantes conociera este cuento o una versin oral semejante. El caso es que lo aprovech, aunque slo en la segunda parte del Quijote.
Mayor inters para el conocimiento de la gnesis del
Quijote tiene una obra dramtica exhumada en el siglo XIX conocida como Entrems de los romances. El argumento de esta obrita guarda curiosas coincidencias con el principio del Quijote. Un labrador llamado Bartolo se vuelve loco de tanto leer romances y se le ocurre la idea de hacerse caballero. Dejando a su mujer, parte en busca de aventuras acompaado de su criado Bandurrio. Se pierden en el bosque y se encuentran con un pastor que persigue a otra pastora. Tratando de defenderla, discuten y el pastor lo apalea con su propia lanza. Sus familiares lo encuentran tendido en el suelo y recitando el romance del Marqus de Mantua. Lo llevan a su pueblo y en el camino empieza a recitar romances moriscos. Lo acuestan y empieza a alborotar otra vez la casa cantando el romance de Ardiendo estaba Troya, interrumpiendo la boda de su hermana.
Es innegable el parecido con los captulos IV, V y VII de la
primera parte del Quijote, incluso en pormenores: cuando don Quijote es apaleado pasa del romance del marqus de Mantua al tema morisco y, as como Bartolo interrumpe la boda de su hermana, don Quijote interrumpe el expurgo de su biblioteca con sus desaforadas voces. Para M. Pidal, el entrems fue indiscutiblemente el modelo de esos primeros captulos del Quijote. Rechaza adems la hiptesis de otros crticos que sostienen que la redaccin del Entrems es posterior a la del Quijote, ya que si as hubiera sido, algo de la grandeza del personaje cervantino hubiera pasado a la pieza teatral. Y abundando en la teora, sostiene que esa fuente de inspiracin estuvo a punto de malograr la figura de don Quijote, que aqu se desva por un momento de la obsesin de los libros de caballeras para recitar romances. Slo cuando Cervantes se olvid de Bartolo y de su monomana por el romancero, descubre la verdadera trascendencia de su hroe.
Basndose en el convencimiento de que el Entrems de los
romances fue anterior a la publicacin del Quijote, cierto sector del cervantismo ha llegado a la conclusin de que Cervantes concibi lo que es ahora la primera salida de don Quijote como una narracin corta aislada e independiente, a la manera de una novela ejemplar. Sin embargo, para Juan Bautista Avalle-Arce (1979), esta interpretacin es una nueva manera de sacar a relucir que Cervantes era un ingenio lego. Se nos sugiere as, que Cervantes escribi la novela ms importante de la historia de la literatura por pura casualidad: Dicha interpretacin deja sin sentido el fin principal de la primera salida del loco hidalgo, que es la de ser armado caballero. Porque la armazn de la caballera implica la concepcin de una novela de largo alcance, a lo Amads o a lo Tirante el Blanco [] Y si se vuelve prontamente a su aldea el flamante caballero es porque este regreso posibilita la creacin de Sancho Panza.
La teora de Avalle-Arce acerca de la concepcin unitaria de
las bases de una sugerente teora expuesta en un libro fundamental sobre el Quijote, que ms adelante tendremos la ocasin de exponer (Avalle-Arce, 1976). No obstante, los estudios cervantinos actuales contemplan la posibilidad de la existencia de un ncleo narrativo sobre el hidalgo antes de la publicacin del libro, que se fue generando en un proceso de transformacin y revisin antes de dar el libro a la imprenta.
Parece claro que el Quijote se escribi a lo largo de un
perodo extenso de tiempo que dio lugar a que la concepcin de la obra creciera y se fuera transformando. As, las huellas del proceso de composicin indican con bastante probabilidad que los captulos del I al XVIII se escribieron como texto seguido, sin divisiones internas. Es posible que en este punto Cervantes abandonara la obra y, al retornarla, se decidiera a dividirla en captulos. El escritor fue aadiendo pasajes para darle a la trama un mayor alcance. La crtica ha concluido que la primera parte del Quijote puede semejarse a una especie de laboratorio donde Cervantes fue experimentando muchas y variadas tcnicas de la narrativa extensa en prosa. De este modo, el proceso creativo resulta episdico, variado, gracioso, heroico y edificante.
En la segunda parte encontramos, en cambio, una mayor
concentracin de aventuras y se despliegan completamente las personalidades de don Quijote y Sancho. El proceso de elaboracin fue ms sereno y menos problemtico. Tard en escribirla entre siete y diez aos y probablemente en ese perodo escribi y revis otras obras, sin que ello influyera en el evidente pulso sostenido de la historia. Slo la irrupcin del Quijote de Avellaneda pudo alterar hasta cierto punto el diseo segursimo de esta segunda parte.
3. FUENTES DEL QUIJOTE
Antes de nada, debemos recordar unas palabras de
Menndez Pidal sobre el estudio y el descubrimiento de las fuentes literarias del Quijote, y en general, de cualquier autor fundamental para comprender la cultura humana como un conjunto del que un escritor forma parte-. Esto no debe servir para ir descontando de su originalidad todo lo que un autor tome de la tradicin literaria, sino justamente para todo lo contrario, es decir, para dejar fehacientemente establecido cmo un autor supera su fuente hasta que sta alcanza un nuevo valor.
En sentido estricto, tal como seala Martn de Riquer, no deben
considerarse los libros de caballeras como precedentes del Quijote, habida cuenta de que la obra de Cervantes no es sino su parodia. Cuando el autor recrea algn episodio o remeda algn elemento estructural o el estilo de los libros de caballeras, ms que tratarlos como fuentes los est tomando como modelo parodiable.
No obstante, la invencin de Cervantes de convertir a un
hidalgo de aldea en un voraz lector de relatos caballerescos deja una huella determinante en la historia de don Quijote que es necesario estudiar. En efecto, los libros de caballeras desarrollan una serie de lugares comunes que sirven de modelo de inspiracin al protagonista de la novela. Nos referimos a tpicos como el ritual de investidura de armas, la eleccin de un escudero, el amor a una dama, los combates contra enemigos desconocidos, la intervencin de malignos encantadores, el uso de un lxico arcaizante, todos ellos productos de recuerdos mltiples que el novelista combina a su manera dndoles, adems, el sesgo humorstico tan caracterstico en l.
El gnero de las novelas de caballeras logr que permanecieran
vivos en el recuerdo modos de vivir, hablar y pensar ya periclitados. Acuciados probablemente por la rivalidad, los autores hispnicos supieron introducir elementos originales entre la sustancia, la trama y el tono y los arquetipos narrativos heredados. Uno de esos rasgos originales es la atribucin de dos autores uno moderno y otro antiguo- a la historia que se est leyendo, que comienza con el Amads y que alcanza con el Quijote un alto grado de sutileza con la creacin de Cide Hamete Benengeli.
Menndez Pidal considera el Quijote como antagonista de
los libros de caballeras, y no slo porque su propsito es hacer que se olviden, sino tambin por la composicin tosca y descuidada y por la propia materia de estos libros, llena de maravillas infantiles y de pasiones elementales. Sin embargo, Cervantes no ataca el ideal de la nobleza caballeresca, sino que nos hace ver cmo choca con la vida cotidiana, muy distinta a la que anhela el alma heroica del caballero. Y por encima incluso de la comicidad que genera tal conflicto, asoma la aoranza de un mundo ido.
Martn de Riquer ha recordado ciertas obras que parodian
la literatura pica o caballeresca que pueden considerarse precedentes literarios del Quijote, aunque no sean estrictamente fuentes, ya que cervantes pudo no conocerlas. Riquer deja aparte obras como la Batracomiomaquia, poema que parodia las obras de Homero y que tiene su equivalente en la Gatomaquia de Lope de Vega. En la lnea de las parodias conscientes de los cantares de gesta sita el Audigier, que imita burlescamente la epopeya francesa titulada Gerardo de Roselln. Ya en territorio espaol, puede incluirse una composicin gallego-portuguesa titulada A gesta que fez don Alfonso Lpez a don Mendo e a seus vassalos, que parodia las caractersticas ms conocidas de la pica francesa, y concretamente la Chanson de Roland. Con igual intencin burlesca y en el mismo siglo, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, parodia los cantares de gesta en el episodio de la Pelea que hubo don Carnal con doa Cuaresma, incluido en el Libro de buen amor. Precedentes se pueden hallar tambin en los libros de caballeras ms antiguos de Espaa. Es el caso del Libro del caballero Zifar, que aunque Cervantes no lleg a conocer, mantiene curiosas coincidencias con el Quijote, quizs la ms llamativa sea el parecido entre el ribaldo que hace de escudero de Zifar y Sancho Panza: ambos entremeten agudezas y refranes en su conversacin; ambos son interesados y codiciosos a la vez que adictos a sus seores; se educan y mejoran bajo la disciplina de sus patronos... No obstante, son obras de naturaleza muy diferente, empezando porque en el Caballero Zifar la caballera es algo serio y sagrado.
Tirante el Blanco, del valenciano Joanot Martorell, escrito
hacia 1460 y cuya versin en espaol se public en 1511, representa para Martn de Riquer un caso distinto. Recordemos que es uno de los libros que se salvan del fuego en el escrutinio de la biblioteca de don Quijote. Por boca del cura, Cervantes admite su admiracin por los mritos que lo adornan. Le impresionaron a Cervantes la verosimilitud de la obra, ajena a los dems libros de caballeras, adems del humor que brota de sus pginas. Es muy probable que algunos personajes del Quijote se basen en la novela de Martorell. No olvidemos tampoco otras cualidades del libro que debieron de ser del agrado de Cervantes y que se reflejan en su obra: el gusto del novelista valenciano por los refranes, su habilidad para representar el dilogo coloquial, la capacidad para crear tipos verdaderamente humanos y, especialmente, el acierto de contar las aventuras de un hroe de proporciones humanas dentro de un paisaje, la tierra mediterrnea, no imaginario, sino con una geografa autntica.
Un claro precedente del Quijote lo hallamos en un episodio
del Primalen continuacin del Palmern de Oliva- publicado de manera annima en 1612. En el episodio al que nos referimos vemos a un escudero llamado Camilote que se presenta ante el emperador Palmern para declarar su amor por la doncella que le acompaa. Ambos son tan feos y extravagantes que provocan la hilaridad de los cortesanos. Nos hallamos, pues, ante un claro antecedente de los amores del hidalgo don Quijote (con coincidencia fontica incluida) y de la pastora idealizada Dulcinea del Toboso. Es probable que Cervantes leyera la obra o bien recibiera la influencia de la Tragicomedia de don Duardos, de Gil Vicente, donde se recrea, de forma muy extensa, el episodio del hidalgo Camilote, tomado evidentemente del Primalen.
El romancero fue otra de las fuentes de inspiracin para
algunos episodios del Quijote. Dichas influencias son especialmente notables en la segunda parte de la obra. Pero ocurren tambin en la primera parte, una vez que Cervantes super el Entrems de los romances. Por ejemplo, en el largo episodio de Sierra Morena, encontramos, entre otros, la figura de Cardenio, cuyo origen se halla en un romance de Juan del Encina.
En la segunda parte reaparecen los romances, como
reflejo quizs de la presencia de estas composiciones poticas en la memoria de todos y en la conversacin de las personas cultas. Ahora aparecen en boca de Sancho y de otros personajes ms instruidos en competencia con los refranes. Algunas de las aventuras de la segunda parte tienen su origen en el recuerdo del romancero. As ocurre con el Retablo de Maese Pedro o el de la cueva de Montesinos.
4. COMPOSICIN Y ESTRUCTURA DEL QUIJOTE
El Quijote refleja la disposicin tpica de los libros de
caballeras en cuanto que consiste en un encadenamiento de aventuras protagonizadas por el hidalgo y su escudero. La personalidad de ambos se va revelando en el transcurso de su actividad. Es muy probable que Cervantes no concibiera desde el principio a sus dos personajes como entes perfectamente planificados, pero lo cierto es que el carcter episdico que domina la estructura de la novela hizo posible que estos dos grandes caracteres fueran brotando en sucesivos intentos desde la potencialidad con la que estaban cargados desde las pginas iniciales de la novela.
As explic Marcelino Menndez y Pelayo (1941??) el
descubrimiento de estas posibilidades intrnsecas del hroe por parte del autor:
El hroe, que en los primeros captulos no es ms que un
monomanaco, va desplegando poco a poco su riqusimo contenido moral, se manifiesta por sucesivas revelaciones, pierde cada vez ms su carcter pardico, se va purificando de las escorias del delirio, se pule y ennoblece gradualmente, domina y transforma todo lo que le rodea, triunfa de sus inicuos o frvolos burladores, y adquiere la plenitud de su vida esttica en la segunda parte. Entonces no causa lstima, sino veneracin: la sabidura fluye en sus palabras de oro; se le contempla a un tiempo con respeto y con risa, como hroe verdadero y como parodia del herosmo y, segn las felices palabras del poeta ingls Wordsworth, la razn anida en el recndito y majestuoso albergue de su locura.
Julin Maras (1990) ha insistido tambin en la
discontinuidad, en las sucesivas dilataciones que se corresponden con sus distintas salidas, con la que fue surgiendo el Quijote. Esta forma de escribir es el resultado de las particulares vivencias de un Cervantes muy alejado del prototipo del escritor profesional: Lo ms probable es que Cervantes escribiera su libro a lo largo de mucho tiempo y con muchas interrupciones. Hay que imaginarlo aos enteros yendo de un lado a otro de Andaluca, parando a dormir en diferentes sitios; as ira escribiendo. Y esto explicara un hecho que han resaltado minuciosamente los comentaristas: hay contradicciones e incoherencias. Cervantes dice una cosa y pginas ms all otra que no concuerda. Hay que imaginar las hojas manuscritas, sueltas, quizs desordenadas, difciles de releer y consultar. Hay que representarse el Cervantes real no como un seor instalado en un despacho, rodeado de libros, con tinteros y plumas.
Dos salidas de don Quijote ocupan la primera parte de la
obra. Los lances de la primera corresponderan al Entrems de los romances. En la segunda ya sale de su casa acompaado de Sancho y se suceden multitud de aventuras (los molinos de viento, la de los frailes benitos, la del vizcano, la aparicin de la figura del cronista Cide Hamete Benengeli, los yangeses, los sucesos de la venta (el blsamo de Fierabrs y el manteo de Sancho), los rebaos tomados por ejrcitos, los batanes, la ganancia del yelmo de Mambrino, la liberacin de los galeotes, la penitencia en Sierra Morena, etc. hasta el regreso a su aldea enjaulado por el cura y el barbero).
En el hilo constituido por todas estas aventuras se entremete
otro conjunto de relatos, que en cierta manera pueden llamarse accesorios, relacionados con la historia de don Quijote. Ya mencionamos el escrutinio de la librera. Recordemos tambin los discursos sobre la edad de oro o sobre las armas y las letras. Pero ahora nos referimos a ciertos relatos episdicos con precedentes en su produccin novelstica. Como afirma Menndez y Pelayo, en estos relatos episdicos del Quijote podemos hallar todos los tipos de relatos que aparecen en la produccin novelstica cervantina anterior a su obra mayor, de modo que con slo estos relatos podra restaurarse toda la literatura de imaginacin de la poca, incorporada y asimilada por el autor.
La realidad es abordada por Cervantes desde una gran
variedad de ngulos distintos, precisamente los que aportan los distintos gneros literarios que la tradicin ofreca, desde el realismo presente en la Celestina o el Lazarillo, la novela de caballeras y la pastoril, la bizantina o de aventuras y la morisca, la de origen italiano o el cuento de procedencia oriental, hasta el poema heroico-burlesco y el teatro romano y espaol contemporneo. El resultado de ello es la creacin de una imagen polifactica de la vida humana, que constituye la especfica contribucin de Cervantes al arte de novelar.
Por lo dems, el Quijote se eleva por encima de lo
literario mediante el procedimiento de aludir continuamente a la literatura conocida, pero tambin a la que podramos llamar virtual. As, el manuscrito de El curioso impertinente se encuentra en la misma maleta que contiene libros y novelas de caballeras y el por entonces todava indito Rinconete y Cortadillo. El Quijote, particularmente en su primera parte-, es un libro de libros. Responde, en principio, al propsito de deshacer la autoridad y cabida que tienen en el mundo y en el vulgo los libros de caballeras utilizando la parodia. Pero a partir de este punto la obra se halla tan cargada de alusiones literarias que, como observa Francisco Ayala, nos admira la amplitud y la variedad de lecturas presuntas en el pblico contemporneo a quien iba destinada. Y se pregunta a continuacin cmo con el uso de los materiales literarios recibidos, reconocibles por los lectores, construye Cervantes una historia nueva, cmo logra infundirle una tan poderosa vitalidad y cmo es capaz de crear tan intensa ilusin de realidad.
La respuesta de Ayala echa mano del perspectivismo, pues es
por el procedimiento de introducir en la obra una pluralidad de perspectivas como se consigue integrar en una nica unidad estructural mbitos imaginativos tan diferentes. El protagonista pertenece, como hidalgo de aldea que es, al mundo del realismo, pero a qu nos debemos atener cuando, empujado por su locura, asistimos a su ingreso en el campo de la novela de caballeras y en otros, todava ms literarios si cabe (la novela pastoril, por ejemplo) quin es este personaje?Alonso Quijano? Quijada, Quesada, Quejana; don Quijote, Valdovinos, el pastor Quijotiz? La famosa ambigedad cervantina, que empieza por los nombres, nos pierde segn Ayala- en un laberinto de espejos por el cual nos deslizamos en pos de una realidad siempre elusiva.
Como en el caso de la primera, la segunda parte es tambin
un libro de libros. Es ms, cuando Cervantes est escribiendo la continuacin de las aventuras del hidalgo, la tradicin literaria se ha enriquecido con un nuevo libro, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, escrito por l mismo, a lo que habra que aadir la continuacin apcrifa que de esa primera parte publicada hace diez aos ha perpetrado un tal Avellaneda. Pero nuestro autor da una ltima vuelta de tuerca al hacer que los personajes de la segunda parte se enfrenten con otro sacado del Quijote apcrifo, don lvaro de Tarfe, mezclndolo as con los productos de su propia creacin. En cualquier caso, los personajes cervantinos de la segunda parte observan la anterior, que tiene ya existencia pblica, como un texto establecido, frente al cual actan con su propio criterio. Precisamente, esta independencia con la que actan los personajes cervantinos ha sido considerada por F. Lzaro Carreter como un rasgo de modernidad propio del Renacimiento.
5. LAS NOVELAS INTERCALADAS
Como sabe cualquier lector, en el Quijote existen dos tipos de
narracin: la de la accin principal, cuyo protagonista es don Quijote, y la de los episodios intercalados, esto es, secuencias narrativas en las que el protagonista no se halla presente o no interviene o que estn protagonizadas por personajes que no participan en la accin principal o lo hacen de manera tangencial, como el caso de Dorotea-Princesa Micomicona.
La accin principal y la de los episodios difieren tambin
desde el punto de vista estilstico, dado que se acogen a niveles lingsticos diferentes. As, la accin principal tiende hacia un estilo llano, lleno de comicidad, mientras que los episodios intercalados presentan un estilo elevado, y abordan temas serios, a veces con implicaciones trgicas. Francisco Ayala, como cierto sector del cervantismo, ha insistido en la perfecta integracin de las historias intercaladas dentro de la obra. Otros, en cambio, han considerado particularmente desacertada la inclusin de narraciones como El curioso impertinente y la Historia del cautivo.
Recordemos que la pertinencia de estas intercalaciones ha
sido muy discutida desde los mismos tiempos de Cervantes. ste, al hablar (en el segundo tomo de la primera parte?) de su obra reconoce que una de las tachas que ponen a tal historia [] es que su autor puso en ella una novela intitulada El curioso impertinente; no por mal razonada, sino por no ser de aquel lugar, ni tiene que ver con la historia de su merced el seor don Quijote. No es extrao, pues, que en la segunda parte de la obra, Cervantes haya aprendido la leccin y, sin prescindir de ellos, enlaza mucho mejor los relatos episdicos con la historia central: ahora Cervantes no abandona en ningn momento a don Quijote y Sancho y las desviaciones son apenas notadas por el lector.
Francisco Mrquez Villanueva (1975), en contra de la
opinin de lectores apresurados, tanto antiguos como modernos, sostiene la idea de que el engranaje de tantos y tan diversos episodios da testimonio de un torrencial desbordamiento de las facultades creadoras de su autor. En este sentido, se dira que la historia de don Quijote se le ha quedado estrecha. En efecto, el crtico hace notar cmo el don Quijote batallador de los primeros veintids captulos es en el momento de su llegada a Sierra Morena, un personaje quemado fsica y literariamente, despus de la decepcionante aventura de los galeotes:
El caballero andante comienza a volverse cauto y se toma
unas vacaciones en Sierra Morena, so pretexto de imitar la penitencia y locura de Amads/Beltenebros. Adems, Cervantes parece convencido de que el paradigma de las aventuras que terminan en estacazos est ya agotado. De hecho, desde este momento tal modelo va desapareciendo de la novela. [Por lo tanto], era preciso [] desenfocar a don Quijote, darle algn descanso y conducirlo sin demasiado ruido a su final, al limbo acogedor y prosaico de su casa manchega.
Esta explicacin viene a coincidir, en trminos generales, con la
de Salvador de Madariaga (1976) que, no obstante, introduce la salvedad de que esta repentina acumulacin de cuentos y episodios del final de la primera parte, no parece proceder slo de pura abundancia creadora. Madariaga cree ver aqu a un Cervantes que ha perdido por un momento el hilo de su verdadera historia y que da la impresin de que se le ha agotado la inspiracin para continuar el desarrollo de sus dos personajes. Esta rpida sucesin de episodios se le antoja relleno de escritor cansado, alto en el camino de la creacin, distraccin y entretenimiento de una imaginacin fatigada.
Opina Madariaga que la segunda parte del Quijote
representa la superacin de este escollo en el crecimiento de los personajes y observa cmo en ella Cervantes ha recuperado el pleno dominio del argumento central, y ya sin vacilaciones de ningn tipo es capaz de conducirlo hacia su bello y emocionante final, no sin que trate de defender lo hecho en la primera parte, movido por lo que el crtico considera vanidad, [un] prurito de demostrar habilidad en el tejido de argumentos e intrigas.
Francisco Ayala ha defendido inteligentemente la
coherencia narrativa de los relatos intercalados ponindolos en relacin con lo que el crtico considera el fondo del mito quijotesco, que no es otro que la presentacin de un conflicto cultural entre los ideales gticos presentes de forma estilizada en las novelas de caballeras-, y un mundo completamente alejado de esa realidad ahora ya meramente literaria. Tal enfrentamiento lo protagoniza no un hroe imponente sino un hidalgo aldeano, viejo y manitico.
Entre esos dos mundos, el de los ideales gticos y el de
la realidad cotidiana, Cervantes intercala unos relatos que representan otros mbitos que introducen motivos de una intensa elaboracin cultural. Con ellos, Cervantes confronta a su hroe no ya con venteros, mozas de partido, arrieros y otras manifestaciones de la vida ms tradicional, sino con las actitudes sentimentales, las concepciones y los intereses superiores de la poca.
Francisco Ayala distingue en el Quijote tres planos o esferas
diferentes de la realidad: - El plano habitado por la gente que se afana en el vivir prctico (los venteros, mozas, yangeses) y que se atiene a lo que se conoce como realismo
- La esfera de una humanidad que se mueve por ciertos
intereses espirituales, entre los que estara lo que se puede denominar arrebato ertico y a la que el crtico, por contraste, incluye dentro del mundo idealista;
- En tercer y ltimo lugar, la esfera de las altas
significaciones que se corresponden con el mito quijotesco y que puede nombrarse como plano trascendental
As pues, cuando sale al mundo el hidalgo de aldea tropieza
primeramente con la realidad ms cruda y sus manifestaciones ms elementales, representadas por los encontronazos con los caminantes y los consecuentes golpes. Ms tarde, don Quijote entra en contacto con otras gentes penetradas por ideales culturales, distintos tambin, eso s, de los gticos, ms trascendentales, que defiende el caballero andante.
Ayala, en fin, opina que es toda esta compleja construccin
ejemplo del arte barroco de la estructura que admite, dentro de un recargado retablo, cierta autonoma de sus componentes-, lo que ha despistado a cierta crtica hacindola creer que Cervantes introdujo estas narraciones con el simple propsito de darle ms amenidad a las aventuras algo montonas de los dos protagonistas. Muy lejos de ello, el fondo de la cuestin se halla en el designio cervantino de observar a su hroe desde perspectivas muy diferentes.
La aparicin de nuevos estudios centrados en las novelas
intercaladas, ponen de manifiesto que el asunto no est en absoluto agotado. Hans-Jrg Neuschfer (1999) ha escrito un ensayo partiendo de la idea de que las historias intercaladas pertenecen a la obra. Para l, las intercalaciones corresponden a las exigencias de la potica neoarestotlica que Alonso Prez Pinciano formul en su Philosopha antigua potica, de 1596, en vista y esto se olvida con frecuencia- a una revalorizacin de la novela de entretenimiento frente a los reiterados y cada vez ms apremiantes reparos de la Iglesia. Pinciano recomendaba la armonizacin de unidad y diversidad mediante la inclusin en la trama principal de episodios ajenos a esta. Parece que Cervantes recurri al tratado de Pinciano para encontrar respuestas a los problemas que le planteaba la composicin de una obra de ficcin extensa que resultara interesante, y por lo tanto comercial. El escritor hall en ese libro una exhortacin a variar la historia y a capturar la atencin del lector mediante la inclusin de episodios que fueran tan interesantes que pudieran separarse de la narracin principal y disfrutarse por s mismos.
Tras la comprobacin de que la mayora de la crtica actual se
inclina por considerar pertinentes las intercalaciones, Neuschfer advierte del peligro d que se las considere tan integradas que parezca que no existe apenas diferencias entre ellas y la accin principal. De este modo, la ruptura que representan estos episodios queda totalmente escamoteada. La diferencia entre los dos tipos de narraciones estriba en la inclusin de cuestiones morales de gran importancia que no pueden aparecer en la accin principal, dado que como recuerda el crtico- en la poca de Cervantes lo cotidiano no admita an un tratamiento serio, mientras que lo serio estaba limitado a un ambiente elevado.[] Nadie antes de Cervantes ha entretejido episodios con tanto arte como l lo ha hecho en el Quijote. Y, sin embargo, accin principal e historias intercaladas pertenecen a mundos distintos que, justamente por sus diferencias, se complementan y refuerzan mutuamente: los episodios aaden a la accin principal seriedad y profundidad moral; y por el contrario, es la accin principal la que aade a los episodios credibilidad y calor humano. Uno de los atractivos del Quijote es su carcter dialogante; pero no slo dialogan don Quijote y Sancho; tambin existe un dilogo entre los episodios y la accin principal, entre un mundo potico y un mundo materialista en fin, un autntico dilogo de las dos culturas.
Cuestin diferente es saber por qu Cervantes plante las cosas
en estos trminos. Colocndonos en la perspectiva de su tiempo, hay que recordar que el gnero novelstico no estaba por entonces muy prestigiado. Antes al contrario, era objeto de las sospechas y de la desconfianza de las autoridades eclesisticas, producidas por el miedo de que esta literatura de entretenimiento pudiera emanciparse de su control. Los episodios intercalados representan justamente ese papel de bsqueda del equilibrio al dotar a la obra de un valor moral aadido. Es, en cierta manera, una adaptacin del autor a estas exigencias. Ya en tiempos de Cervantes, a finales del XVI y principios del XVII, se puede observar una tendencia a la progresiva moralizacin de la literatura narrativa. Comparemos, por ejemplo, las dos novelas picarescas ms famosas: el desvergonzado(y por ello pronto prohibido) Lazarillo de Tormes (1554) y el Guzmn de Alfarache (en parte coetneo del Quijote), en el que la accin picaresca est, ms de una vez, a punto de ahogarse en un mar de comentarios moralizantes. Con el tiempo iba prevaleciendo cada vez ms la reflexin moral sobre la materia narrativa hasta que esta ltima, hacia la mitad del siglo XVII desaparece por completo, como sucede en las novelas de Gracin. En Cervantes, en cambio, se produce siempre un equilibrio entre entretenimiento y enseanza que queda muy lejos de la actitud de su coetneo Mateo Alemn.
Otra consideracin, quizs de no menor enjundia pero menos
estudiada por la crtica, tienen las digresiones, muy abundantes en el Quijote. Mario Socrate (1991) ha tratado sobre su presencia a lo largo de las dos partes de la obra. Para l, los excursus -tanto en el discurso directo como en el indirecto- no son dentro de la obra elementos casuales o de apreciacin arbitraria sino de industria y de propsito y perfectamente identificables, lo demuestra tambin el hecho de que se utilizan para construir el personaje de caballero andante, o mejor dicho, es el mismo caballero quien los exhibe para constituirse en don Quijote: De todo saban y haban de saber los caballeros andantes, Sancho [] ; porque caballero andante hubo en los pasados siglos que as se paraba a hacer un sermn o una pltica en mitad de un campo real como si fuera graduado por la Universidad de Pars. El crtico sostiene, por lo dems, que la abundancia de estas digresiones o excursus son estructuralmente elementos que confieren unidad a la obra. Recordemos, por ltimo, algunas arengas de Sancho, entre las que sobresalen las dedicadas a la inderogable jerarqua social y que trata sobre la existencia de dos linajes solos,el tener y no tener, que constituyen digresiones humiles de meollo y de sustancia, en contraposicin con las del caballero, como observa Mario Socrate.
6. DIFERENCIAS ENTRE EL QUIJOTE DE 1605 Y EL DE 1615
A propsito de la relacin de las novelas intercaladas con el
argumento central ya se han sealado algunas diferencias entre las dos partes del Quijote. Hemos visto cmo en la segunda no se prescinde de estos episodios, pero estn ms imbricados en el eje argumental. De este tipo son, por ejemplo, los amores de Basilio y Quiteria. Son, sin embargo, menos esenciales las historias del morisco Ricote y de su hija Ana Flix o la breve historia de su hija Jernima.
La crtica ha prestado atencin a una frase del prlogo del
Quijote de 1615 y la ha interpretado en el contexto de las diferencias que lo separan del primer Quijote: Esta segunda parte de don Quijote que te ofrezco es cortada del mesmo artfice y del mesmo pao que la primera y que en ella te doy a don Quijote dilatado, y, finalmente, muerto y sepultado. Palabra esta, dilatado, que en una interpretacin estrictamente literal, significa que estamos ante una continuacin de la aventuras, pero puede adquirir un sentido ms profundo. Si en el primer Quijote, el protagonista se vea anulado, apartado de la lnea narrativa por la abundante insercin de episodios marginales, ahora don Quijote ocupa toda la segunda parte, se dilata por toda la obra. Incluso cuando el protagonista est ausente es el caso de los episodios dedicados a Sancho en la nsula Barataria- la presencia espiritual del protagonista es ms que evidente.
Como advierte Juan Bautista Avalle-Arce en su interpretacin del
prlogo de la segunda parte:
No hay que buscarle alegoras ni smbolos a la voz dilatado
[]. Es en la segunda parte donde don Quijote adquiere la ntima conciencia de vivir una vida plena, y esa conciencia la adquiere al llegar al cnit y plenitud de la aventura de los leones, temerossima aventura que l distinguir para siempre por su nuevo autobautismo, ahora se llamar el Cabalero de los Leones. Pero en el cnit est nsito el nadir, la plenitud implica el ocaso, y, consecuencia inevitable, don quijote tiene que morir al final de la segunda parte.
La diferente proporcin en el empleo del dilogo es tambin un
rasgo diferenciador de las dos partes. Dmaso Alonso (1985) ha llamado la atencin sobre las escasas acotaciones en el Quijote, la economa cervantina a la hora de comentar las reacciones psicolgicas de sus personajes, de modo que la obra resulta dramatizada, un concierto y oposicin de almas que se transparentan en el dilogo, siempre de una tersura y natural fluidez.
En efecto, en esta segunda parte le interesa menos la accin,
como se manifiesta en un comienzo que contiene once captulos en los que apenas ocurre nada. La locura de don Quijote es ahora ms discursiva, ms amplia de miras. Ahora es una figura con propsitos ms grandes y ms humana en sus pareceres.
Madariaga observa en la segunda parte de la obra una
seguridad creativa mucho mayor. Las numerosas ediciones que de la primera parte salieron de la imprenta, testimonios de su xito, y las abundantes crticas que del libro aparecieron positivas y negativas-, le dieron un gran aplomo, observable en el tono de la obra, en el crecimiento de la inventiva. Aunque Francisco Ayala reconoce en la segunda parte de la novela al mismo don Quijote y al mismo Sancho de la primera, considera que ambas constituyen obras en cierta manera independientes en lo que se refiere a su concepcin y desarrollo y con una atmsfera espiritual diferente. En el primer Quijote erige su autor su complejo artstico en torno al desengao, el juego complejo de la realidad y la apariencia, de manera que la tensin entre estas dos fuerzas -el brazo del caballero y el aspa del molino de viento- cree un drama siempre de nuevo abierto sobre la llanura manchega. En el segundo Quijote, este drama deriva hacia los contornos de la farsa, artsticamente ms refinada, aunque de menor fuerza potica. Ahora nos vamos a mover en interiores ricos de invencin: el grotesco se hace quintaesenciado y toca con frecuencia en lo mgico. Hay adems un predominio resuelto del artificio teatral: carreta de rebuzno, tablado de Maese Pedro, Burlas varias en la casa de los duquesHasta que, por fin, don Quijote entre en una ciudad lo increble-.
Julin Maras reconoce la perfecta continuidad entre las dos
partes del Quijote, pero percibe en la segunda un cambio de perspectiva. As, Cervantes olvida el propsito originario de su creacin, la stira y parodia de los libros de caballeras. Lo ms importante es que el autor olvida o desatiende aspectos de la primera parte e introduce otros.
Recordemos que en la primera parte nadie sabe quin es don
Quijote, excepto sus vecinos, para quien no es ms que un hidalgo bueno y honrado. Don Quijote se va dando a conocer como un loco que a veces razona muy cuerdamente. En la segunda parte, como recuerda Julin Maras, don Quijote es ya una figura pblica. Entre l y los dems se interpone la fama, que hace de l un personaje consabido y, por supuesto, muy divertido. No se olvide que el Quijote fue visto y ledo as; casi lo hemos olvidado, a fuerza de descubrir en l profundidades, tristezas y melancolas; pero conviene recordar que fue casi exclusivamente un libro muy divertido; y por supuesto lo es.
Julin Maras descubre en el tratamiento de la figura de
Dulcinea otra diferencia sustancial entre las dos partes:
En la primera es por lo pronto una convencin: el caballero
andante necesita una dama de sus pensamientos, de la cual ha de estar enamorado; don Quijote la busca y piensa en Aldonza Lorenzo, una moza labradora del Toboso a quien haba visto muy pocas veces. Pero la labradora no aparece nunca en la primera parte. Cuando Sancho descubre a quin se refiere su amo, gusta de destacar su condicin humilde y su tosquedad. Don quijote, en cambio, somete el recuerdo vago y lejano de Aldonza Lorenzo a un proceso de idealizacin para fundamentar un requisito exigido por la caballera andante. Lo que ocurre posteriormente es una gradual invencin de la amada a fuerza de pensar en ella, que por definicin debe de ser la mujer ms guapa del mundo. En la segunda parte la figura de Dulcinea es necesariamente diferente, se ha transformado, se ha convertido en algo pblico a raz de la publicacin de la primera parte. Don Quijote busca por el Toboso el palacio donde debe vivir su amada. Sus ilusiones se ven frustradas: no la encuentra. Y ello se acenta ms cuando Sancho lo convence de que Dulcinea es una de las tres mujeres que van montadas en asnos: Ahora la maravillosa y delicada dama de sus pensamientos le parece a don Quijote carirredonda y chata, con olor a ajos crudos; es un momento desolador, porque la amada aparece como una vulgaridad repelente, y el mundo se le viene abajo. El mecanismo de la caballera y de la locura vuelven a ponerse en funcionamiento: Dulcinea est encantada. Precisamente la segunda parte gira en torno al desencantamiento de la amada del caballero. Don Quijote est pendiente de Dulcinea, suspirando por ella, esperando a que se desencante, luchando entre la repulsin que le ha producido la que le ha presentado Sancho y la Dulcinea en la cual cree y a la que sigue esperando. Esto da dramatismo y una gran melancola a la segunda parte.
En la melancola que envuelve toda la segunda parte tienen
mucho que ver los episodios de la nsula Barataria. La ausencia de don Quijote es la mejor manera que encuentra Cervantes para hacer patente la necesidad y la influencia mutua de los dos personajes.
7. LOS PERSONAJES DEL QUIJOTE
7.1. Don Quijote y Sancho
Don Quijote y su escudero son dos grandes mitos de la
literatura universal quizs como no hayan existido nunca en la historia. No son los smbolos de una pasin especfica amor, poder, celos o avaricia- sobre las que giran otras grandes creaciones literarias como don Juan, Fausto u Otelo, sino que en sus dos formas de ser vienen a resumirse todas las actitudes humanas posibles.
Pero lo que engrandece la obra cervantina es que la
universalidad no se muestra incompatible con la individualidad, y est perfectamente integrada con existencias personales. Lejos de cualquier abstraccin o construccin intelectual destinadas a transmitir un contenido ideolgico, don Quijote y Sancho se presentan a nuestros ojos como personajes concretos que viven problemas trascendentes en cualquier existencia humana, pero que en ningn caso han sido creados para demostrar ninguna tesis.
La locura, raz del nacimiento de don Quijote, ha sido tomada
por la crtica como clave para la interpretacin global de la novela. sta trasciende la simple funcin de provocar efectos cmicos y la mera stira contra los libros de caballeras. Con cualquier otro artificio mediante un simple juego de equvocos, sugiere Francisco Ayala- podra haber expresado Cervantes los tropiezos con los consecuentes efectos cmicos- de un ser humano con la realidad. Pero no esa la nica funcin de la locura en la obra. En opinin del crtico, la ficcin de la locura introduce un rasgo de organizacin en la imaginacin del hroe: Su objetividad quimrica, en contraste con la realidad en que se encuentra inmerso, no es ocasional, caprichosa, [], sino firme y articulada dentro de una estructura. Adems, hay que observar que el mundo de don Quijote no es estrictamente de pura fantasa: los libros de caballeras representan un mundo ya periclitado, pero que estuvo vigente un tiempo y que, por tanto, form parte de la realidad objetiva. Aunque de forma estilizada, el ideal caballeresco representa el ethos del estamento noble en la sociedad medieval, y es ese ethos el que gobierna la conducta de don Quijote.
As pues, mediante el artificio de la demencia, don Quijote hace suyo
un orden histrico decado y pretrito, al que, no se olvide, se halla vinculado como hidalgo que es. Don Quijote se eleva por encima de esa condicin social, tan apacible y alejada del ideal caballeresco y tan bien descrita en las primeras pginas de la novelas, para recorrer los caminos de Espaa enfrentado a la sociedad con un proceder basado en el culto a la verdad, en el concepto del honor, en la aceptacin de la desgracia, en la defensa del ms dbil, en el desprecio de la riqueza, entre rasgos caractersticos del ethos caballeresco que se ha impuesto como norma de conducta.
Juan Bautista Avalle-Arce concede importancia estructural a la
locura de don Quijote, pero la ha estudiado a la luz de los conocimientos mdicos de la poca, partiendo para ello de un texto de Luis Vives. Las facultades del alma que don quijote tiene desacordadas son la imaginativa (facultad que consiste en recibir las imgenes impresas en los sentidos) y la fantasa (facultad que sirve para perfeccionarla [la imagen]). No son los sentidos los que engaan al hroe, pues con ellos puede percibir una venta manchega y dos prostitutas, pero su imaginativa hace que reciba esa imagen como un castillo. La fantasa perfecciona ese lugar con todos los adherentes con que tales castillos se pintan). En este punto hay que situar las opiniones de Amrico Castro en torno a lo que l ha llamado la realidad oscilante. Para l, el Quijote es el mayor representante del tema de la realidad oscilante que se concreta en la inseguridad acerca de la consistencia de lo que vemos. Este fenmeno se produce a veces en don Quijote, de modo que un objeto puede ofrecer distintas apariencias. Lo ms frecuente es que don Quijote perciba un aspecto de las cosas y los dems personajes y nosotros mismos percibamos otro distinto: Eso que a ti te parece baca de barbero me parece a m el yelmo de Mambrino y a otro le parecer otra cosa, dice don Quijote. El tema y la preocupacin de Cervantes precisa Castro- giraba en torno a cmo afectase a la vida de unas imaginadas criaturas el hecho de que el mundo del hombre y de las cosas se refractase en innumerables aspectos. Avalle-Arce reconoce en el Quijote la existencia de esa realidad oscilante, pero precisa que esta se produce no en el Quijote como libro, aplicable por tanto a todo el conjunto, sino que se da en el personaje de don Quijote, que tiene lesionadas la imaginativa y la fantasa. En los dems personajes del libro la realidad no oscila: es una y la misma, aunque a veces torsionada por la intervencin de un loco.
La existencia de una disociacin entre la lnea seguida por el
hroe y una realidad que no se arredra ante los ideales sino que les hace frente es el origen del humorismo trascendente del Quijote. Pero tal disociacin se inicia en la misma realidad personal del hidalgo de aldea, un cincuentn cuyas condiciones y apariencias fsicas no se corresponden ni con el ideal amoroso del que hace gala ni la gallarda fsica que pretende emular. Es ste, pues, el primer error de don Quijote: contravenir el orden de la naturaleza. La nueva forma de vida de este hidalgo de aldea que se autobautiz don Quijote de la Mancha ha sido segn explica Avalle-Arce- un error de opcin vital. Desde este punto de vista podemos decir que este fue el pecado original, el primer error vital de ese hombre que termin sus das llamndose a s mismo, autobautizndose, en cierta medida, nuevamente, como a comienzos de la obra, Alonso Quijano el Bueno.
Pero justamente en ese mismo error se halla la raz del
herosmo de don Quijote. Negndose a seguir el designio de que cada cosa engendra su semejante, oponindose pues a la anulacin de todo afn de superacin, contraviniendo la orden de la naturaleza, eligiendo en fin su forma de vida, construye un nuevo tipo de hroe. Avalle-Arce recuerda en este sentido la famosa frase de Ortega y Gasset y, haciendo un retrucano, afirma: Si el filsofo dice Yo soy yo y mis circunstancias, don Quijote hubiera dicho Yo soy yo a pesar de mis circunstancias.
Don Quijote crea, pues, su propia realidad, una suprarrealidad
podramos decir. Pero sta no deja de ser puesta en evidencia y atacada por las circunstancias de la vida cotidiana, de la realidad autntica: de ah la tragedia ntima de don Quijote. La invencin de los encantadores supone un mecanismo que ayuda a explicar al hroe la continua intromisin de la realidad en su mundo. Los encantadores no son, pues, en absoluto un adorno ambiental inspirados en los libros de caballeras, sino una autntica necesidad vital. Don Quijote mitiga as las continuas irrupciones de la realidad en su mundo ideal. Podemos decir, con Madariaga, que don Quijote, aunque loco, era padre de su propia quimera, y no poda matar en su ser la voz que le deca que todo era ilusin.
Por una parte acta la fe que permite la superacin de las
circunstancias que rodean la vida de un hidalgo con rasgos anticaballerescos, de vida mediocre, encarnacin de la burguesa mediana- ; por otro lado, lo que Madariaga ha llamado el enemigo interior de don Quijote: la duda. A este respecto, Madariaga recuerda el pasaje en el que los duques lo reciben con todo el ceremonial debido a los caballeros andantes de los libros y seala lo significativo del comentario de Cervantes: Y aquel fue el primer da en que de todo en todo conoci y crey ser caballero andante verdadero y no fantstico.
El hondo valor humano del libro procede de esa dialctica entre
duda y fe. Cuando don Quijote revela a Sancho Panza que Dulcinea es una criatura que procede de su imaginacin y que es un ser independiente del ser real que le sirve de soporte, se percata de que es incapaz de superar la falla que separa el plano filosfico desde el que l habla y acta del de su escudero. Tiene que echar pie a tierra y trata de aproximarse al mundo de Sancho. Pero Cervantes apunta agudamente la inhabilidad de nuestro caballero en sus trotes tan por bajo de su nivel. La ancdota de la viuda hermosa y libre, enamorada de un mozo motiln, que don Quijote saca a cuento para hacer comprender su propia actitud hacia Aldonza-Dulcinea, suena a falso por lo vulgar en labios suyos.
El humorismo que impregna la narracin que don Quijote hace
de la bajada a la cueva de Montesinos ejemplifica a decir de Madariaga un intento de nuestro hroe de establecer una componenda con la realidad. La circunstancia de que hable jocosamente de la caballera y la aceptacin inaudita del ments de Sancho, al que sorprendentemente don Quijote responde con moderacin, muestra que el caballero no las tiene todas consigo. Miente don Quijote?, se pregunta Madariaga. Es evidente que la labor imaginativa, transformadora de la realidad, es superior a la que el caballero pone en marcha en otras aventuras. En muchas de ellas, su voluntad se ha limitado a alimentar y a defender una quimera ya creada. En la cueva de Montesinos parece que asistimos a una creacin deliberada de la voluntad hallndonos as entre una frontera difusa entre verdad y mentira. La fe de don Quijote, debilitada, tiene que poner en marcha conscientemente su voluntad inventiva. A este respecto, Madariaga, recuerda una intervencin del caballero un comentario a la estratagema de Basilio- a comienzos del captulo de la cueva de Montesinos (XXII), que parece encerrar una extraa declaracin de principios: No se pueden ni deben llamar engaos los que ponen la mira en virtuosos fines. Palabras estas que pueden darnos la clave para una interpretacin del episodio. As lo hace Madariaga: Qu extrao que el caballero que tal pensaba fuese tenido de utilizar la soledad y el silencio de la temerosa cueva para urdir un engao que mirase al virtuoso fin de redorar el blasn de su desdorada caballera.
La crtica ha estudiado los orgenes folclricos del personaje de
Sancho. Segn Maurice Molho (1976), el punto de partida de este personaje es la tradicin espaola, y dentro de ella la figura de Juan Tonto frente a su mujer Mara Lista, y amboes funcionan dialcticamente. Para Molho, aunque Sancho Panza y Juan Tonto son dos personajes distintos, el mecanismo que los mueve es el mismo: la reversibilidad. Hablamos de un personaje que muestra en s mismo sntomas de impotencia, pero al mismo tiempo, y como consecuencia de esa reversibilidad, es capaz de mostrar otra faceta y romper con su pasividad:
El argumento ms inmediato de la reversibilidad de Sancho es
el sueo caballeresco al que le induce su relacin con don Quijote. ((La reversibilidad pasiva inferioriza a Sancho, engendrando en l al tonto, que se acoge pasivamente al ensueo consolador de la nsula. La reversibilidad activa surge en el momento en que Sancho rehsa el mito caballeresco forjado por el delirio de don Quijote))
Todos los rasgos que observamos en Sancho Panza hunden sus
races en la tradicin folclrica, tanto los propiamente lingsticos (como los rusticismos que habitualmente emplea y que hacen de su amo le llame prevaricador del buen lenguaje) hasta las frmulas narrativas como el caso del rase que se era, pasando por el uso y abuso de refranes. Pero Sancho es tambin una especie de transposicin de don Quijote en una clave diferente. Representan un caso de paralelismo: ambos son como observa Madariaga- hombres dotados abundantes bienes de razn, en el caso de don Quijote, intelectuales, y en el de Sancho, de carcter emprico. Pero en un momento determinado pierden el equilibrio de sus vidas guiados por una poderosa ilusin. Si para don Quijote Dulcinea del Toboso representa la gloria, para Sancho la nsula simboliza el poder. Si lo que sostiene la fe de don Quijote es la creencia en Dulcinea, para mantener esa ilusin de poder, Sancho tiene que creer en don Quijote. De todo ello va surgiendo la singular relacin que se establece entre los dos.
Con ello, nos acercamos al proceso que Madariaga ha llamado
de quijotizacin de Sancho. La afinidad espiritual que hemos sealado arriba se concreta en una continua interpenetracin de las dos figuras, resultado de la cual es una mutua atraccin y aproximacin.
En efecto, se puede observar cmo Sancho se va modelando
externamente sobre el modelo quijotesco: Mirad, Sancho, despus que os hicisteis miembro de la caballera andante, hablis de manera tan rodeada que no hay quien os entienda, le dice su mujer. Pero tambin lo imita internamente, como se refleja en la prdida gradual del buen sentido comn de este aldeano cuando entra de lleno en el mundo de la fantasa en la que est instalado su amo. Atrado por el seuelo de la nsula, Sancho va siendo atrado al terreno de don Quijote, pero al mismo tiempo en una profundizacin de este proceso, va sintindose ms estimulado por satisfacciones menos materiales. Una de ellas, quizs la ms elemental, pero que espolea todas las dems, es la vanidad -gloria ligera la llama Madariaga- que se va apoderando de l.
Este proceso de simbiosis culmina con el efecto contrario, esto
es, el acercamiento de don Quijote a Sancho, que Madariaga denomina sanchificacin de don Quijote. Mientras el espritu de Sancho asciende de la realidad a la ilusin, declina el de don Quijote de la ilusin a la realidad. El cruce de las dos curvas tiene lugar en aquella aventura, una de las ms crueles del libro, en que Sancho encanta a Dulcinea, haciendo que el nobilsimo caballero, por amor de su ms pura ilusin, hinque las rodillas ante la ms repugnante de las realidades, una Dulcinea cerril y harta de ajos.
Cervantes presenta esta transformacin de un modo sutil y
gradual. Los primeros atisbos de esta aproximacin se ve en la actitud de don Quijote de aceptar la existencia de exigencias materiales. Recurdese cmo en la segunda parte el caballero viaja ya con dinero y provisiones. Es ms, alejndose de su primera poca, en que pretenda hacer valer sus derechos de caballero andante, ahora paga sus gastos en la venta como cualquier otro viajero.
Para Madariaga, la aventura del encantamiento de Dulcinea
supone el comienzo de la decadencia del hroe:
Sancho, acorralado en el Toboso, decide framente engaar a
su amo en aquel soliloquio que hace sentado al pie de un rbol habiendo dejado a su amo emboscado. El mtodo que halla Sancho es sencillo, pero excelente, y consiste en afirmar, jurar y porfiar. El mtodo lo ha aprendido de su amo, que por tales medios pretendi imponerle tantas veces sus quimeras. Cuando el ladino escudero impone a su amo como Dulcinea la villana visin de una aldeana, don Quijote, puesto de hinojos junto a Sancho, miraba con cara turbada y ojos desencajados a la que Sancho llamaba reina y seora. Y ahora al caballero le toca sufrir un destino contrario al que l quera imponer a los dems. Mientras que la visin que l eriga como realidad era ms bella que lo real, la realidad que le presentaba a l Sancho como visin era ms fea que su sueo.
Julin Maras se ha referido a la capacidad de sancho para
comprender el mundo de don Quijote, su entendimiento de qu es la caballera y el objetivo de hacer justicia. Comparten el mismo mundo, pero desde perspectivas diferentes. Como observa Maras, Sancho se pasa la novela transitando entre dos mundos, el suyo, el de los dems tambin, el de la cordura y el de don Quijote. El final del libro expresa una conmovedora paradoja: Se invertirn en cierto modo los trminos y cuando don Quijote recobra la cordura en los ltimos captulos y vuelve a ser Alonso Quijano, Sancho no se consuela de ello, es fiel a ese espritu de la caballera, se ha quijotizado an ms que don Quijote. sa es la clave de la extraa pareja que forman don Quijote y Sancho.
7.2. Otros personajes de la novela
La gama de personajes secundarios es prcticamente
inagotable en el Quijote. As lo hace constar Francisco Mrquez Villanueva: Son figuras esculpidas con sobria profundidad de detalle, rebosantes de clida vida interior.
En esta panoplia de personajes, Mrquez Villanueva destaca la
creacin de Dorotea, la herona que, como admiraba Madariaga, resume en s los ms altos encantos de mujer, coronados por el don de una despiertsima inteligencia. Y que no era ms que una simple labradora, una muchacha de Osuna, porque al escribir esta bella historia optimista, Cervantes ha querido infiltrarnos la presencia de Andaluca en un plano de hbil discrecin. Porque Dorotea no es andaluza accidentalmente nada lo es en Cervantes- sino expresin del genio de Andaluca.
La relacin que se establece con Dorotea parte de un marco
narrativo tpico, el de la doncella menesterosa, tan caro a don Quijote y a su propsito vital. La protagonista es, pues, una doncella que representa el paradigma de la indefensin y la inocencia. El usurpador es un jayn-un gigante social- que simboliza la aplicacin de la fuerza bruta. La funcin de don Quijote, como instrumento de la Providencia, consiste en restablecer el orden social mediante el herosmo desinteresado propio de un caballero. Bien conocen este mecanismo el cura y el barbero cuando urden este enredo para hacer volver a don Quijote a su aldea. Y Dorotea, muy aficionada a los libros de caballeras, slo necesita que se le mencione la idea para que se ponga a practicarla con gran aplicacin.
Por otro lado, debemos recordar y poner de relieve que la
historia de la princesa Micomicona no es sino una trasposicin de la historia real de Dorotea.
8. TCNICA, LENGUA Y ESTILO
8.1. El perspectivismo del Quijote
El perspectivismo conforma todo el Quijote hasta darle todo su
sentido trascendente. Ya veamos cmo las novelas intercaladas cumplan el propsito perspectivista de alumbrar desde distintos niveles la figura central del caballero andante, y hemos visto cmo Cervantes orienta en esta lnea muchos procedimientos, tcnicas, elementos y personajes.
Leo Spitzer (1995) considera que el perspectivismo que inunda
la obra est potenciado por el perspectivismo lingstico. La inestabilidad y la variedad de nombres con los que se dota a algunos personajes parecen tener su razn de ser en el deseo del novelista de no hacer una eleccin definitiva de los nombres o las etimologas. En otros trminos, se podra decir que Cervantes pretende mostrar con la diversidad onomstica los diferentes aspectos que puede presentar un personaje ante la mirada de los dems. No es, pues, casual la importancia que en el Quijote se concede al nombre o al cambio de nombre, el inters por su etimologa y el propsito evidente de darle un carcter polismico. En este sentido, la etimologa cobra especial relevancia en su sentido medieval, que estableca relaciones entre los significados de las palabras y sus sonidos,, ya que revela verdades eternas escondidas en las palabras. Para Spitzer no toda la crtica est de acuerdo con estas ideas-, el novelista quiere indicarnos que el mundo, tal y como se le ofrece al hombre, puede ser objeto de mltiples lecturas, al igual que las palabras pueden ser susceptibles de ser entendidas bajo criterios etimolgicos diferentes.
8.2. La lengua y el estilo en el Quijote
El mismo Cervantes declara sus principios estilsticos en el
prlogo en el que imagina la visita de un amigo suyo, a quien transmite sus preocupaciones acerca del asunto. Todo su programa va a ser cumplido en la obra. Veamos:
- La naturalidad (a la llana)
- La propiedad (palabras significantes)
- La sintaxis adecuada (palabras bien colocadas)
- El ritmo (periodo sonoro y festivo)
- La claridad (sin intrincarlas y escurecerlas)
La multiplicidad de estilos, niveles y usos lingsticos manejados
por Cervantes en el Quijote caballeresco, amoroso pastoril, oratorio renacentista, niveles culto y popular, palabras procedentes de mbitos muy diferentes, como el jurdico, el eclesistico, el militar, el mundo del mar, el refranero, el argot carcelario, etc.- constituye uno de los rasgos ms evidentes de la obra. Como recuerda Lzaro Carreter, en el Quijote se da el fenmeno que Bajtin ha llamado polifona lingstica. Durante mucho tiempo la narrativa y no slo en Espaa- se haba visto obligada a emplear un idioma muy alejado de la cotidianidad, retorizado y, por eso, remoto. En la literatura espaola, el Lazarillo de Tormes y el Guzmn de Alfarache representan pasos decisivos para que el lenguaje comn y ordinario entre en la literatura: Al introducir la verdad de la calle y de los caminos dice Lzaro Carreter- penetra en el relato la verdad del idioma. El jaln decisivo en este proceso est representado por la gran obra cervantina: Se trata de un juego impensable antes del Quijote; ni el Lazarillo ni el Guzmn ofrecen nada comparable. Cervantes lleva hasta el lmite aquel propsito suyo, expuesto en el Prlogo, de hacer perfecta la imitacin; que incluye, obviamente, no slo la de lugares, acciones y caracteres, sino, sobre todo, la del lenguaje, la de los mltiples lenguajes con que la vida se manifiesta.
Esta polifona se va haciendo ms compleja en el transcurso de
la novela y se concreta en la gran variedad de estilos orales y escritos propios de su poca, a veces reproducidos pardicamente. As, Sancho, en el captulo LII de la primera parte, da por muerto a don Quijote, que ha quedado tendido en el suelo despus de una paliza, y entona un planto que, aunque lleno de simplezas, manifiesta las aptitudes retricas del escudero. Cuando don Quijote aconseja a Sancho antes de que parta como gobernador a la nsula Barataria, emplea el lenguaje propio de la doctrina de avisos de buen gobierno, de tan larga tradicin. Con todo, el estilo ms empleado es el oratorio. En muchas ocasiones, la nobleza de este estilo contrasta irnica, o incluso cruelmente, con la realidad, como ocurre en el caso de la aventura de los batanes, en la que el discurso de don Quijote se elabora sobre unas expectativas que defrauda cmicamente la realidad que trae el amanecer. Pero don Quijote hay muchos don Quijotes, como hay muchos Sanchos- usa otros tonos idiomticos, desde el propio de la sencillez urbana o campestre, hasta el de la emocin directa, vehemente y lleno de malicia: Los personajes cambian cien veces de tono y de retrica como lo hacemos todos los hablantes. Y esto sucede as, de modo continuo, por primera vez en el Quijote, concluye Lzaro Carreter.
La caracterizacin lingstica de Sancho es, en opinin de
Lzaro Carreter, uno de los grandes xitos de Cervantes. Uno de los rasgos que han terminado por identificar la figura del escudero es el empleo de refranes. No obstante, tambin en esto actu Cervantes de forma paulatina. Sancho no emplea un refrn hasta el captulo XIX: El procedimiento se le va revelando poco a poco y sin firmeza. Alguno salta en su charla; pero ser en el captulo XXV donde se produce la primera acumulacin de refranes. Y as ha pasado Sancho a la historia de nuestra lengua artstica: como portador de un costal de refranes en el cuerpo, segn dictamen del cura, aunque ello no figurara en el proyecto inicial de su creador. Al construir as al escudero, al imponerle un uso del refrn tan distinto del que hacen otros personajes, la voz de Sancho ingresa con timbre diferenciado y potente en el gran conjunto polifnico del Quijote.
A ello hay que sumar las conquistas especficas de su
extraordinario valor como narrador, entre las que destaca la creacin del dilogo, componente fundamental y estructural del Quijote, medio que emplea Cervantes para que sus personajes se vayan revelando sin su intermediacin. Como ha dicho la crtica, en el Quijote se produce una dramatizacin del arte de narrar y, con ello, el nacimiento de la novela moderna.
La generosa presencia de la intertextualidad es otro rasgo de la
modernidad de Cervantes. La eleccin de la parodia es una de sus concreciones, pues en este gnero las relaciones intertextuales son ms transparentes y localizables. Por otro lado, debemos recordar algo de esto hemos dicho ya- que el Quijote resume toda la cultura textual del periodo en que se escribi, armonizada por el arte de la estructura del novelista.
El quijote es, pues, en muchos sentidos la primera novela
moderna. Cervantes puso al servicio de la tcnica novelstica todos los medios artsticos. Su estilo, lleno de comparaciones, de hallazgos lxicos, metforas y figuras del lenguaje- lo convierte en una obra de poderosa capacidad sugesriva.
Se ha dicho tambin que Cervantes es el gran humorista de la
literatura espaola, pues, en efecto, el humor tiene en el Quijote un papel estructurante si tenemos en cuenta que la obra se plantea en principio como una parodia. El comportamiento lingstico de los personajes, los comentarios del propio narrador destinados a ridiculizar lo que est describiendo, la propia caracterizacin y comportamiento de los personajes son medios de los que el escritor se vale para suscitar la atmsfera humorstica que envuelve toda la obra. Relacin con el humorismo tiene tambin la reconocida ambigedad cervantina, que produce risa en el lector al mismo tiempo que compasin ante unas criaturas paradjicas. 9. EL QUIJOTE DE AVELLANEDA
EL Quijote apcrifo, escrito por un tal Alonso Fernndez de
Avellaneda, seudnimo tras el que el autor ha ocultado su nombre hasta ahora, apareci en Tarragona en 1614, un ao antes de que Cervantes publicara la segunda parte del Quijote. Como declara el propio ttulo, se propone como una continuacin de la primera parte de la obra: Segundo tomo del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras, compuesta por el Licenciado Alonso Fernndez de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas.
Como advierte Riquer, la continuacin de una obra literaria no
era en absoluto un fenmeno raro en la poca. Recurdense los casos de la Diana de Montemayor continuada por Alonso Prez y, con mucho ms acierto por Gil Polo, la segunda y tercera parte de La Celestina, las dos continuaciones del Lazarillo y no se puede olvidar que en la literatura caballeresca era totalmente corriente, como pone en evidencia Montalvo con Las sergas de Esplandin, continuacin del Amads de Gaula que l mismo haba refundido.
El caso de la continuacin de Avellaneda tiene, sin embargo,
algunas notas peculiares. En primer lugar, que el autor se oculta detrs de un seudnimo y, adems, la obra viene precedida de un prlogo donde se insulta al autor de la primera parte. Lo acusa de ofenderle a l mismo y a Lope de Vega, adems de llamarle viejo mal contentadizo y murmurador y no se abstiene de hacer juegos de palabras con la mano herida de Cervantes, adems de recordarle su indefensin.
A todas esas ofensas responde en el prlogo a la segunda parte
del Quijote, que constituye una autntica pieza magistral llena de seguridad en s mismo, de contencin e irona. Una a una va respondiendo a las acusaciones y denuestos de Avellaneda. Por lo que se refiere a su manquedad, Cervantes recuerda a Avellaneda que perdi la mano en la ms alta ocasin que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperar ver los venideros. A la de envidia (a Lope de Vega) responde con un ataque terriblemente hiriente al supuesto envidiado (Lope, a pesar de estar ordenado sacerdote, mantena un romance con Marta de Nevares), diciendo que del tal adoro el ingenio, admiro las obras, y la ocupacin continua y virtuosa.
La obra de Avellaneda sirvi, no obstante, como fuente de
inspiracin a Cervantes cuando ste estaba terminando la segunda parte de su libro. Paradjicamente, y en opinin de Ramn Menndez Pidal, la superioridad de esta obra puede achacarse a Avellaneda. Parece que Cervantes vio ms claro que nunca los peligros de trivialidad y grosera que la fbula entraaba, y se esforz ms en eliminarlos al redactar la segunda parte del Quijote. As pues, estamos en un caso de fuente por repulsin, que tienen tanta importancia, o ms, que las que operan por atraccin.
La cuestin de la autora del Quijote de Avellaneda ha sido uno
de los grandes misterios de la literatura espaola. No obstante, ha cobrado peso la hiptesis de Martn de Riquer (1988), que sostiene, con slidos argumentos, que el autor de esta segunda parte apcrifa fue Gernimo de Passamonte, un soldado aragons que escribi una autobiografa titulada Vida y trabajos de Gernimo de Passamonte.
Riquer demuestra que l y Cervantes fueron compaeros de
armas desde 1571 hasta 1573. Ambos tomaron parte en la batalla de Lepanto, en la accin de Navarino y en la conquista de Tnez. Muy probablemente, surgi entonces algn tipo de animadversin entre los dos soldados que mucho ms tarde se volcar en la literatura. Ambos fueron apresados por los turcos y estuvieron en el cautiverio. Passamonte naveg como remero forzado por los turcos y Cervantes estuvo cautivo en Argel desde 1575 hasta 1580.
Passamonte empez a escribir su autobiografa en 1593,
despus de su liberacin, de lo que probablemente Cervantes tuvo noticia en Madrid. Recurdese que en el captulo XXII de la primera parte del Quijote, Cervantes hace intervenir a un malhechor, a un galeote, llamado Gins de Passamonte, que explica que est escribiendo su autobiografa, titulada Vida de Gins de Passamonte.
Gernimo de Passamonte leera la primera parte del Quijote, en
la que su antiguo compaero de armas lo rebaja a la denigrante categora de galeote forzado, y utiliza para nombrarlo su mismo apellido y un nombre con la misma letra inicial. Es probable que el soldado aragons se aprestara a vengarse continuando el Quijote y devolviendo los insultos en un agresivo prlogo.
Martn de Riquer apoya su teora de la identidad de los dos
autores; Passamonte y Avellaneda, entre otros, en estos argumentos:
1. Gernimo de Passamonte es aragons, como el Avellaneda
apcrifo, y ambos estaban muy familiarizados con las zonas de Calatayud y sus cercanas. 2. Gernimo de P., como Avellaneda, introducen en sus escritos abundantes aragonesismos y algunos tics y rasgos gramaticales coincidentes.
3. Avellaneda acusa a Cervantes de haberle ofendido con sinnimos
voluntarios, y Gins y Gernimo son sinnimos.
Con todo, y as lo reconoce el propio Riquer, esta teora que
califica de plausible- slo podr considerarse vlida cuando se encuentre alguna prueba documental que relacione definitivamente los dos nombres, Avellaneda y Gernimo de Passamonte, hasta identificarlos con la misma persona.
10. LAS INTERPRETACIONES DEL QUIJOTE
F. Rico (1990) ha reflexionado sobre las diferentes interpretaciones que del Quijote han hecho los lectores y crticos desde que la obra sali de la imprenta. Considera que en la gran capacidad de la novela para sugerir interpretaciones diferentes se halla el valor ms universal del Quijote.
Rico recuerda que si bien el Quijote tuvo cierto xito cuando se
public, este estuvo siempre por debajo de obras como La celestina u el Guzmn de Alfarache de su coetneo Mateo Alemn y no lleg a tener la popularidad de obras tan olvidadas hoy como el Marco Aurelio de Fray Antonio de Guevara o Las guerras de Granada de Gins Prez de Hita. En el siglo XVII, muy lejos de las interpretaciones trascendentes que posteriormente alcanz, fueron los rasgos ms cmicos y estrafalarios los que llamaron ms la atencin de los lectores; el aspecto ridculo del viejo hidalgo, las salidas toscas del aldeano Sancho, etc. Ms bien, por tanto, figuras de mojiganga o entrems que smbolos de la naturaleza humana.
Escritores como Tirso de Molina o Gracin apreciaron en el libro
el mrito hay que recordar que en concordancia con las propias declaraciones de Cervantes- de ser una oportuna invectiva contra los libros de caballeras. Adems, algunos escritores dejaron constancia de su reconocimiento de los valores quijotescos, especialmente la generosidad y la limpieza de intenciones. Prueba de que ya no slo se vea en don Quijote a un perturbado es que fue representado en los escenarios defendiendo los dogmas como el de la divina concepcin. La afirmacin de Azorn de que el Qiojote ni fue estimado ni comprendido en su poca es, (a juicio de Anthony Close (1998)), esencialmente falsa o, al menos, inexacta: En primer lugar resta valor a los enfticos tributos que a los mritos de Cervantes invencin, ingenio, gracia, elegancia, decoro, discrecin- rinden jueces tan calificados como Salas Barbadillo, Tirso de Molina, Quevedo y Nicols Antonio. En segundo lugar, Azorn exige anacrnicamente que los hombres del XVII, al enjuiciar el Quijote, compartieran el criterio de profundidad tan propio de la generacin del 98. Todos, sin excepcin, incluso el tan perspicaz y entusiasta admirador del Quijote como el francs Saint-Evremond, vieron en la novela simplemente una obra de entretenimiento genial, de naturaleza risible y propsito satrico.
En la misma lnea, Rico advierte que esta lectura del Quijote no
est tan alejada como podra parecer de uno de los propsitos de Cervantes, hacer rer: unos versos del Viaje del Parnaso muestran el orgullo de Cervantes por haber escrito un libro de pasatiempo:
Yo he dado en Don Quijote pasatiempo
Al pecho melanclico y mohino,
En cualquier sazn, en todo tiempo
Lo que s es cierto, as lo hace constar Close, es que el siglo XVII se
mostr reacio a la consideracin del Quijote como un clsico, ttulo prontamente conferido a Fernando de Rojas, Garcilaso, Lope, Gngora o Mateo Alemn. El Quijote, a los ojos de sus contemporneos, tiene ese aire de ligereza e intrascendencia que, junto con la naturalidad de sus caracteres, la stira contra la afectacin literaria y contra los estereotipos de la novela, lo alejan de las exigencias entonces vigentes.
De ms xito y reconocimiento goz en Francia. El Quijote mereci los
elogios del padre Rapin y los elogios de Saint-Evremond, que lo considera un libro til para formar el buen gusto en todas las cosas, y llega a compararlo con la Aminta de Tasso y con los Essais de Montaigne.
El siglo XVIII supuso un jaln importante en el reconocimiento de las
virtudes humanas de don Quijote. La Real Academia patrocina en 1780 una edicin con un excelente prlogo de Vicente de los Ros, titulado Anlisis del Quijote-que convierte la obra de Cervantes en el texto sagrado de la literatura espaola, iniciativa en la que tuvo mucho que ver el xito de la obra en pases como Inglaterra. A este respecto, Rico recuerda que el Joseph Andrews de Fielding se presenta como escrito a la manera de Cervantes, autor de Don Quijote. Lo mismo que Don Quijote es una stira y parodia de la novela de caballeras, Joseph Andrews es una stira y parodia de la novela idealista.
La primera biografa solvente de Cervantes que se publica en Espaa,
la Vida de Cervantes de Gregorio Mayans y Siscar, se escribe para servir de Prlogo al Quijote en castellano que Lord Carteret publica en Londres en 1738. Rico se atreve a conjeturar que La excepcional fortuna del Quijote en el resto de Europa es elemento bsico para comprender que en Espaa se convirtiera en el clsico nacional por excelencia. Este encumbramiento quizs no se hubiera producido si slo se lo hubiera contemplado de fronteras adentro. Esta opinin, muy difundida, ha sido matizada por Anthony Close, que opina que la fervorosa aficin a Cervantes y al Quijote habran surgido espontneamente de una u otra manera, gracias a una serie de factores caractersticos de la Ilustracin espaola, como el espritu crtico y normativo de la poca, acorde con los motivos neoclsicos que inspiran la stira cervantina del gnero caballeresco; la propensin a mirar con ojos benignos a escritores del Siglo de Oro clsicos y castizos, no contaminados por las tendencias decadentes del siglo XVII, como el culteranismo.
El siglo XVIII supone, en definitiva, la entronizacin del Quijote en la
literatura espaola. Los estudios literarios se van haciendo cada vez ms rigurosos, y crticos como Mayans y Ciscar o Pellicer encuadran la obra de Cervantes en la tradicin de la stira y de la parodia y a la vez en los nuevos gneros literarios. Las opiniones y las crticas, asimismo, fueron hacindose ms complejas.
Dentro de las coordenadas dieciochescas, aunque realizadas por un
hombre del siglo XIX, se halla la gran edicin de Diego Clemencn (1833- 1839). Como ha sealado Close, el editor manifiesta una visin antihistrica sobre la pureza del lenguaje y el respeto a las reglas. En las notas a pie de pgina va sealando supuestas incorrecciones y, especialmente errores gramaticales y torpezas estilsticas, inaugurando as el tpica de Cervantes, ingenio lego, que har correr ros de tinta desde entonces y no quedar del todo rebatido hasta la publicacin de El pensamiento de Cervantes, de Amrico Castro.
La lectura romntica del Quijote, que ha perdurado hasta hoy, est
representada por estas palabras de Schelling: El tema [del Quijote], en suma, es la lucha de lo real con lo ideal. La fuerza de la interpretacin romntica del Quijote es la causa tambin de la conversin del protagonista en smbolo de Espaa, con esa propensin romntica a buscar el alma del pueblo en la literatura, que llega hasta los miembros de la generacin del 98 y del 14.
El contenido nacionalista de la crtica romntica se explica tambin
como un intento de rchazar la acusacin de antipatriotismo que se le vena haciendo a Cervantes desde mediados del siglo XVII. As, Lord Byron el ms clebre de sus detractores-, hace responsable a Cervantes no slo de la destruccin de los libros de caballeras, sino de la caballera en general y, consecuentemente, del orgullo castellano. Rechazaron estas ideas crticos como Agustn Durn, Juan Valera y Menndez Pelayo. Para el primero, Cervantes no acab con el espritu guerrero de Castilla, sino de una forma de caballera de origen francs que tuvo efectos perniciosos para Espaa. Menndez Pelayo ha sido uno de los grandes crticos que presentaron, depurados, algunos de los rasgos ms caractersticos del mundo cervantino con una actitud tpica del positivismo decimonnico.
Para R. Menndez Pidal el Quijote es el paradigma del tradicionalismo
propio de la cultura castellana y, por ello, un producto, bien que tardo, de corrientes creadoras que echan sus races en el mundo medieval.
Gran trascendencia tendr el estudio ya mencionado de Amrico
Castro titulado El pensamiento de Cervantes, que trata de romper ciertos arquetipos de la crtica anterior que antepona don Quijote a Cervantes, considerando a ste un autor irreflexivo que nunca fue consciente de la trascendencia de su propia creacin. Al respecto, dice Castro que La cultura de Cervantes es elemento funcional y constituyente dentro de su obra; para este hombre, tildado de espritu mediocre y vulgar, no hay aspecto y detalle que no hayan sido perfectamente pensados. La labor de seleccin y de preferencia es visible a cada paso.
Julin Maras como se sabe, el mejor discpulo de Ortega y Gasset-
ha recordado en Cervantes clave espaola algo que tiene que ver con esa capacidad de la obra de suscitar interpretaciones diversas:
Cada poca, acaso cada generacin, tiene que leer a Cervantes
desde su propia situacin, con su perspectiva irreductible a otras. El resultado es la convergencia del libro y su lector, dos mundos que se encuentran. Cervantes nos dice cosas distintas, segn quin es el nosotros. En la infinidad, casi infinitud de la obra real, cada poca asla y subraya ciertos aspectos, elementos o temas, posterga u olvida otros. Por eso se puede siempre volver a la obra clsica: en eso consiste su clasicismo.