25-009 Curriculum y Cognición Resnik
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CURRÍCULUM
y
~
COGNICION
A medida que avanzan los al1.os noventa, los educadores reflexivos de todas partes
del mundo están prestando atención a la importancia de desarrollar las habilidades de
pensamiento de los alumnos a través de sus experiencias escolares. Estamos presenciando el
crecimiento de un notable consenso acerca de que el logro de la alfabetización básica, aunque
obviamente necesario, no es objetivo suficiente, y que los alumnos tienen derecho a esperar
más de la educación primaria y secundaria. Los graduados no sólo deben tener la información
sino que también deben ser pensadores competentes.
Una de las ideas más significativas que surge de las recientes investigaciones sobre el
pensamiento es que los procesos psíquicos que habitualmente hemos asociado con el
pensamiento no están limitados a alguna etapa avanzada o de "nivel superior" del desarrollo
psíquico. Por el contrario, las "habilidades de pensamiento" están íntimamente vinculadas con
el aprendizaje exitoso incluso de los niveles más elementales de lectura, matemática y otras
materias. La investigación cognitiva sobre el aprendizaje de habilidades básicas como la lectura
y la aritmética revela que el cultivo de los aspectos claves de estos procesos de pensamiento
puede y debe ser parte intrínseca de la buena enseñanza desde el comienzo de la escuela. El
pensamiento debe ocupar todo el currículum escolar, para todos los alumnos, desde los
primeros grados.
Este Volumen Anual se ocupa del Currículum para Desarrollar el Pensamiento. Este
currículum no es un curso que se pueda agregar a un programa cargado de cosas "cuando haya
tiempo". No es un programa que comience después de que se hayan dominado las cosas
"básicas". Y no es un programa reservado para una minoría de alumnos, como, por ejemplo,
los más dotados. El Currículum para Desarrollar el Pensamiento pretende que se comprenda
que todo aprendizaje verdadero implica pensamiento, que la capacidad de pensar puede
nutrirse y cultivarse en todos y cada uno de nosotros y que todo el programa educativo debe
ser re concebido y revitalizado para que el pensamiento invada las vidas de los alumnos desde
el jardín de infantes en adelante, en las clases de matemática y en las de historia, en la lectura
y en la ciencia, en la composición y en el arte, en la educación vocacional y en la educación
especial.
Todos los capítulos de este libro están inspirados en las investigaciones más recientes
de la psicología cognitiva y los campos con ella relacionados. La psicología cognitiva actual
puede no resultar familiar para los educadores con más de uno o dos decenios de experiencia
en psicología educativa.
Durante muchos años, la práctica educativa dominante estuvo inspirada por una
psicología del aprendizaje que sólo convivía de manera incómoda con la psique o el
pensamiento. Derivada de principios asociacionistas o conductistas, tomaba al aprendizaje
como una acumulación de conocimientos y habilidades. Estos conocimientos podían dividirse
en cientos de componentes ("asociaciones", en la jerga técnica) que debían colocarse en las
cabezas de los alumnos a través de la práctica y de recompensas adecuadas. Las teorías de la
organización del aula, el diseño de libros de texto y la organización de la práctica fluían, todas,
a partir de este supuesto básico. Los sucesivos refinamientos de la psicología educacional
asociacionista y conductista, reconociendo niveles de complejidad y dificultad en el
conocimiento y las habilidades que se debían aprender, propusieron jerarquías de objetivos o
formas de aprendizaje, como las ampliamente conocidas jerarquías de Benjamin Bloom y
Robert Gagné (Bloom, 1954, 1964; Gagné, 1974). La resolución de problemas y otras
actividades re conocibles como pensamiento tomaron su lugar al tope de estas jerarquías, que
ayudaron a mantener viva la idea de que la educación consistía en algo más que la adquisición
de cuerpos de hechos y asociaciones. Pero estas teorías aislaban al pensamiento y la
resolución de problemas de las actividades principales, lo "básico" o "fundamental", del
aprendizaje.
Hubo, por supuesto, quienes se opusieron a la visión dominante. Por ejemplo, jean
Piaget y sus discípulos han sostenido durante más de 50 años que el conocimiento adquirido
mediante la memorización no es verdadero conocimiento que pueda utilizarse (por ejemplo,
Piaget, 1948/1974). Piaget nos ofreció un retrato del niño "natural" como científico tratando
de darle sentido al mundo y del aprendiz<0e verdadero como construcción de ideas, no como
memorización de la información en las formas dadas por los docentes o los textos. Los'
psicólogos de la Gestalt plantearon una crítica similar; Max Wertheimer, por ejemplo, mostró
que el desempeño práctico en la escuela a menudo enmascaraba el fracaso en la comprensión
de por qué los procedimientos funcionaban y la incapacidad para adaptarse a las
modificaciones en la forma de presentación de los problemas (Wertheimer, 1945/1959).1
Sin embargo, estas críticas eran difíciles de adoptar en un programa organizado para
desempeño práctico y demostraciones de pericia en las pruebas escolares. Una razón era que
las teorías piagetianas y gestálticas del pensamiento parecían negar la importancia del
conocimiento específico y plantear el cultivo de las habilidades de pensamiento al margen del
aprendizaje. Esto se evidencia en las dificultades experimentadas por los educadores para
adoptar la teoría piagetiana incluso en las áreas en las que tenía su mayor influencia: la
infancia temprana y la educación en ciencias. En cuanto a la infancia temprana, la teoría
piagetiana subrayaba la necesidad de que los niños desarrollaran la comprensión a través de
sus propias actividades constructivas y a su propio ritmo evolutivo natural. No era simple (y
nunca se logró plenamente) resolver cómo incorporar la enseñanza de conocimientos
importantes (el principio alfabético aplicado a la lectura, por ejemplo, o los conceptos
aritméticos fundamentales) dentro de las restricciones de un programa que
fundamentalmente recelaba de todos los intentos de enseI1ar directamente. En la educación
en ciencias, la interpretación piagetiana llevaba a Un énfasis mayor en los laboratorios activos
y las habilidades de proceso, pero resultaban difíciles de integrar (bajo la exclusiva guía
piagetiana) con el conocimiento científico sobre el que tenía que darse el razonamiento.
La teoría cognitiva moderna resuelve este conflicto. Ofrece una perspectiva del
aprendizaje centrada en el pensamiento y el significado, aunque insiste en un papel central
para el conocimiento y la enseñanza. Los científicos cognitivos de hoy comparten con los
piagetianos una visión constructivista del aprendizaje y afirman que las personas no son
registros de información sino constructores de estructuras de conocimiento. Saber algo no es
sencillamente haber recibido la información sino también haberla interpretado y relacionado
con otros conocimientos. Ser experto no es sólo saber cómo desempeñar una acción sino
también saber cuándo desempeñarla y adaptar el desempeño a las diversas circunstancias.
La ciencia cognitiva de hoy no sugiere que los educadores se hagan a un lado para que
los niños puedan hacer su trabajo natural, como parecía implicar con frecuencia la teoría
piagetiana. En cambio, los investigadores en educación cognitiva están desarrollando un nuevo
cuerpo de teoría educativa basado en supuestos constructivistas, autorregulados, acerca de la
naturaleza del aprendizaje. Esta teoría educativa se ocupa de todas las cuestiones tradicionales
de la enseñanza: cómo presentar y secuenciar la información, cómo organizar la práctica y la
realimentación, cómo motivar a los alumnos, cómo integrar las actividades de laboratorio con
otras formas de aprendizaje, cómo evaluar el aprendizaje. Pero cada una de estas cuestiones
se encara de manera diferente que en la teoría educativa tradicional, ya que se da por sentado
que el objetivo de todas estas actividades educativas es estimular y nutrir las propias
elaboraciones de conocimientos psíquicas de los alumnos y ayudarlos a crecer en su capacidad
para controlar y guiar su propio aprendizaje y pensamiento. El pensamiento y el aprendizaje se
funden en la perspectiva cognitiva actual, así que la teoría educativa cognitiva tiene que ver,
desde su propia esencia, con el Currículum para Desarrollar el Pensamiento.
La pericia tiende a aumentar con la edad, porque con el tiempo adquirimos más
conocimientos. Estos conocimientos, y no sólo la mayor madurez, ayudan a los adultos a
aprender más cosas con más facilidad. Cuando los nÍ110s adquieren niveles inusuales de
conocimiento, sin embargo, con frecuencia se desempeñan tan bien como los adultos, o mejor
que ellos, en tareas que dependen de ese conocimiento. Por ejemplo, en un estudio realizado
por Michelene Chi, niños de 10 años de edad que jugaron un torneo de ajedrez superaron a los
adultos en su capacidad para recordar posiciones en el tablero después de mirado durante
muy poco tiempo. No se trataba de niños excepcionalmente inteligentes. Cuando se les pidió
que recordaran posiciones azarosas de los trebejos (en vez de posiciones razonables que
pudieran generarse en las partidas) su desempeño se redujo hasta niveles normales, de cinco o
seis ítems. Su conocimiento del ajedrez era lo que producía un desempeño memorístico
superior (Chi, 1978). La pericia es, por supuesto, relativa. Un "experto" de la años de edad en
una clase de historia no sabe tanta historia como un estudiante universitario avanzado de ese
campo. Pero el nÍ110 de la años que sabe algo sobre los principios básicos del gobierno
representativo está en una posición mucho mejor para interpretar (y, en consecuencia,
aprender y recordar) nueva información sobre acontecimientos cruciales de la historia de los
Estados Unidos que un niño que no posea este conocimiento.
Varios de los capítulos de este volumen encaran este problema directamente. Por
ejemplo, Beck, Minstrell, Larkin y Chabay, y Kaplan, Yamamoto y Ginsburg analizan el
problema. Ninguno de los autores dice que el mero comentar a los alumnos los principios o
conceptos fundamentales proporcione conocimientos útiles y verdaderamente generativos.
Para que los conceptos esenciales y las estructuras de conocimiento organizativas se vuelvan
generativas hay que evocarlas una y otra vez como formas de vincular, interpretar y explicar la
nueva información.
Una posibilidad obvia es que el ámbito social ofrece ocasiones para modelar
estrategias de pensamiento eficaces. Los pensadores expertos (a menudo el docente, pero a
veces los alumnos más avanzados también) pueden mostrar formas deseables de atacar los
problemas, analizar textos o construir argumentos. Este proceso (analizado en este volumen
por Palincsar y Brown, Schoenfeld y Minstrell) abre actividades mentales normalmente ocultas
a la inspección de los alumnos. Otra posibilidad es que, entre varios, los alumnos pueden
construir un andamiaje de desempel1.os complicados. Uno hace parte de la tarea y,
trabajando cooperativamente, todos pueden llegar a soluciones que un alumno no podría
alcanzar solo. Además, la crítica mutua durante el trabajo compartido puede ayudar a refinar
los conocimientos o habilidades individuales.
Pero, fundamentalmente, el ámbito social puede permitir a los alumnos saber que
todos los elementos del pensamiento crítico (interpretación, interrogación, ensayo de
posibilidades, demanda de justificaciones racionales) son socialmente valiosos. El ámbito social
puede ayudar a conformar una disposición para comprometerse en el pensamiento. No hay
muchas investigaciones sobre cómo se socializan las disposiciones intelectuales, pero sabemos
cómo se desarrollan otras características, como la agresividad, la independencia o la
identificación de géneros. Por analogía con estas características, podemos esperar que surjan
disposiciones intelectuales de la participación a largo plazo en comunidades sociales que
establezcan expectativas para ciertos tipos de conducta. A través de la participación en
comunidades, los alumnos llegarían a esperar pensar todo el tiempo y a verse a sí mismos
como capaces y hasta obligados a comprometerse en análisis críticos y en la resolución de
problemas. Aquí hay, entonces, otro argumento para enseñar las habilidades básicas y las
materias como ocasiones para el pensamiento, la elaboración y la interpretación durante toda
la etapa escolar. Es una forma probable, quizá la única, de conformar disposiciones para el
pensamiento.
Las nuevas condiciones de trabajo y el mucho mayor valor que otorgamos hoya la
competencia intelectual hacen que el apprenticeship tradicional ya no resulte una forma tan
útil de educación; sin embargo, parece posible incorporar en la escuela muchas de las
características que hacían tan eficiente a ese apprenticeship. Collins, Brown y Newman (1989)
sugieren que las escuelas podrían organizar apprenticeships cognitivos; es decir, podrían
buscar maneras de hacer que sus alumnos participaran en un trabajo mental disciplinado y
productivo así como en otra época participaban en oficios. Hay aquí un insight profundo, que
lleva nuestra atención desde el problema del educador tradicional de cómo construir lecciones
que enseñen habilidades o conocimientos específicos hacia el nuevo problema de cómo crear
ambientes de trabajo cognitivos que sean capaces de proporcionar verdaderas experiencias de
aprendices a los alumnos más jóvenes. ¿Qué se necesitaría para crear apprenticeships
cognitivos en la escuela?
En primer lugar, el apprenticeship cognitivo requiere una tarea real: escribir una
composición para un público interesado y no sólo para el docente que califica, leer un texto
que exija cierto trabajo de comprensión, explorar un fenómeno físico que no esté
adecuadamente explicado por un concepto actual o resolver un problema de matemática que
se resista a los intentos de solución iniciales.
Los temas que hemos bosquejado aquí (la importancia básica del conocimiento en el
aprendizaje, el estrecho vínculo existente entre habilidades y contenidos que esto exige, la
indivisibilidad de la cognición y la motivación, la necesidad de conformar disposiciones para el
pensamiento y el concepto de apprenticeship cognitivo) se desarrollan a lo largo de este libro.
Los capítulos se organizan en torno a puntos centrales del currículum escolar establecido.
Tomados conjuntamente, apuntan a formas de empezar a convertir en realidad el Currículum
para Desarrollar el Pensamiento, modificando la enseñanza corriente de materias de manera
que acentúe, en todo momento, la actividad de pensamiento generativo.
La matemática también recibe una gran parte de la atención de los alumnos durante
toda su escolarización. Cuando se enseñan en un contexto de razonamiento y resolución de
problemas, también se vuelven parte del Currículum para Desarrollar el Pensamiento desde el
mismo comienzo de la escolarización. Los autores de los capítulos 4 y 5 analizan formas de
enseñar matemática, incluyendo conceptos y habilidades aritméticos elementales, en
contextos que involucran el pensamiento de los alumnos y los ayudan a generar conocimientos
matemáticos continuos por sí mismos.
La escritura también se lleva una gran parte del tiempo de los alumnos en la escuela.
En muchas escuelas, los docentes suelen asignar la mayor parte de este tiempo a una gran
variedad de ejercicios de desarrollo de habilidades, ya que se suele creer que el éxito de los
alumnos depende del dominio de habilidades independientes. El énfasis en los componentes
aislados de la habilidad de la escritura ha sido algo común en las escuelas estadounidenses, en
gran medida porque el pro-grama se funda en una psicología conductista del aprendizaje que
adopta jerarquías de habilidades separadas. Pero el capítulo de Hull proporciona una nueva
perspectiva sobre la escritura que puede liberar a los docentes del énfasis en el desarrollo de
habilidades aisladas. Se trata de una perspectiva que actualmente está teniendo una gran
difusión en una cantidad cada vez mayor de clases de lectura.