Arte y Psicoterapia
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ISBN 978-956-01-0261-4
Derechos reservados.
Índice
Agradecimientos.........................................................................11
1. Introducción...........................................................................17
12. Bibliografía.........................................................................229
Agradecimientos
11
Rodrigo Hagar Millón
12
A mis padres,
con amor y gratitud.
«El mismo dolor que puede manchar nuestra personalidad
puede actuar como fuerza creadora hasta transformarse
en un objeto de deleite».
17
Rodrigo Hagar Millón
18
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19
Rodrigo Hagar Millón
5
Traducción del autor.
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Rodrigo Hagar Millón
22
Primera parte
Cognición, fenomenología
y la mente de la locura
2. Constructivismo: cognición,
psicopatología y clínica
«La mente es una cosa viva, entonces tienes que mirarla. Solo a una cosa
muerta puedes disectarla y analizarla, patearla por ahí. Pero a una cosa
viva tienes que observarla»6.
(Jiddu Krishnamurti)
6
Traducción del autor.
7
Sin mucha justificación, se asume acá que la mente es un proceso interior más que
exterior. Sin embargo, no todas las vertientes filosóficas y psicológicas asumen esta
presunción, ni tampoco acotan la mente a un fenómeno individual. En los capítulos
siguientes este tema será abordado con mayor detalle.
25
Rodrigo Hagar Millón
el tema, yendo entonces más allá del término mente, para entrar a
considerar nociones como la de significado, sistema de conocimiento,
sí-mismo, identidad, complejidad, entre otras. Siguiendo esta senda,
el fin es utilizar este paradigma para, en los próximos capítulos, vis-
lumbrar el fenómeno de la locura8.
El Constructivismo
Diversos escritos que abordan los procesos psicológicos y la
psicoterapia desde el constructivismo han hecho referencia a las dis-
tintas disciplinas que han enriquecido este paradigma, tales como el
conductismo, la terapia cognitivo-conductual y el cognitivismo clásico
(Mahoney, 1983, 1997; Mahoney y Freeman, 1988; Bruner, 1990), las
neurociencias y la física (Varela, 1997; Varela, Thompson y Rosch,
2005; Sirois, Spratling, Thomas, Westermann, Mareschal y Johnson,
2008; Mahoney, 1991; Arciero y Bondolfi, 2009), teorías evolutivas y
motoras de la mente (Guidano, 1987, 1991; Guidano y Liotti, 1983;
Safran, 1998; Mahoney, 1991), teorías derivadas del psicoanálisis sobre
el apego temprano (Safran, 1998; Safran y Segal, 1994; Guidano, 1987,
1991; Guidano y Liotti, 1983; Mahoney, 1991), así como estudios
de la biología humana y la generación de sistemas de conocimiento
(Guidano, 1991; Maturana y Varela, 2003; Maturana, 1990, en Bal-
bi, 1994; Yáñez, 2005; Mahoney, 1991). Los alcances explicativos de
esta posición teórica, entonces, son vastos, por lo que conviene acotar
elementos centrales que den cuenta de sus premisas básicas. Es posible
distinguir al menos cinco de ellos, que son: la concepción del sujeto
como constructor de su propia realidad y la relevancia del significado
para la mantención de la identidad (Guidano, 1987, 1991; Yáñez,
2005); la preponderancia del componente emocional en la adaptación
al entorno y su rol en el desarrollo de esquemas cognitivos para las
relaciones interpersonales (Safran, 1998; Arciero y Bondolfi, 2009;
Meaney, 2004); la dinámica experiencia-explicación y los niveles
tácito y explícito (Guidano, 1987; Yáñez, 2005; Mahoney, 1991); lue-
go, ya entrando en la clínica, la capacidad de autoobservación como
mecanismo subyacente a la remisión de síntomas y/o a la reorganiza-
ción saludable de las estructuras psicológicas profundas del paciente
8
En este libro, utilizaré el término locura como homólogo al de psicosis.
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10
Praxis vital: concepto extraído de Yáñez, 2005.
11
Traducción del autor. Las cursivas son puestas intencionadamente, dado que el
concepto de viabilidad, como premisa, es fundamental para la comprensión de las
estrategias de resolución del paciente psicótico.
28
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12
Acoplamiento estructural se refiere a la posibilidad de que un sistema se adapte
a otro (s) sistema(s) a partir de características predefinidas en las estructuras de
dichos sistemas.
13
Esta idea se acopla a la propuesta de Arciero y Bondolfi (2009), quienes se sustentan
en Kant y los estudios sobre los sistemas no-lineales de McCulloch (1965) para
plantear el carácter a priori de los juicios sobre la realidad y de las operaciones
que conectan la multiplicidad de las experiencias de la vida. Este enfoque será
revisado al final de este capítulo.
14
Traducción del autor.
29
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15
El lector puede ver que en estas últimas líneas se ha puesto repetido énfasis en la idea
de realidad, y en cómo esta afecta la psicología de cada sujeto. Esto se irá justificando,
ya que dicha noción ha constituido históricamente uno de los ejes de referencia más
centrales para definir y abordar la psicosis, foco central de este libro.
30
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16
Acá, la acción de «perturbar» no se refiere a provocar efectos destructivos en el
paciente, sino a la habilidad para presionar a su sistema autoorganizado, de modo
que incorpore contenidos novedosos o no contemplados previamente, y así dirigir
los mecanismos de mantención y cambio hacia el empeño por una coherencia inter-
na distinta a la previa, que fomente el aumento de la complejidad y la inclinación
hacia el polo positivo de las dimensiones operativas (Yáñez, 2005).
17
Traducción del autor.
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18
Para una revisión bastante completa de la idea de autoorganización y sus impli-
cancias para las teorías cognitivas y la neurociencia, el lector puede remitirse a la
obra de Varela (1990, pp. 53-86).
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Los contenidos simbolizados y abstractos no son necesariamente conscientes.
Pueden operar a nivel inconsciente, contribuyendo igualmente a la coherencia del
sistema.
33
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psíquicas y que se encarga de lidiar con la realidad. Personalmente, creo que ambas
definiciones se refieren a procesos psicológicos convergentes, pero que conlleva
cada uno también, fenómenos distintos. La explicación de esta divergencia con-
ceptual histórica es que el yo y el sí-mismo son conceptualizados desde focos de
observación y estudio con bases epistemológicas diferentes.
22
Traducción del autor.
23
En español, el título dice: Ampliando el espectro de la terapia cognitiva (traducción
del autor).
36
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24
Traducción del autor.
37
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25
Cantor y Mischel (1977, en Safran, 1998) explican que existe una internalización
de los tratos que se han de llevar con determinados prototipos, traduciéndose los
primeros en «heurísticos cognitivos que simplifican el procesamiento de la infor-
mación social» (Safran, 1998, p. 8).
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Los autores se refieren a las emociones como e-mociones, aludiendo al carácter
movilizador del sentir. La raíz latina emovere se traduce como «moverse desde un
determinado punto».
41
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32
Las escenas nucleares (Tomkins, 1978, en Guidano, 1987) se vuelven disponibles
para el operar psíquico en la etapa preescolar, una vez que escenas prototípicas
significativas han sido diferenciadas, amplificadas y magnificadas, generando
«conceptualizaciones rudimentarias» (Guidano, 1987).
33
Traducción del autor.
42
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35
Aunque con evidentes diferencias metodológicas, me parece que es un foco compa-
tible al que plantea la psicoterapia Gestalt con su continuum de atención (Naranjo,
1990), o la Terapia Centrada en el Cliente de Rogers (2014), con su idea de que
el cliente aprenda a ser su organismo.
36
La ontogénesis alude a lo originario y propio del individuo, afín también a lo
filogenético, como lo originario y propio de la especie.
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37
Traducción del autor.
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El término en inglés affordance alude a la relación con un mundo que contiene las
condiciones que permiten a un individuo generar una acción.
51
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40
Traducción del autor.
52
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53
3. La psicosis: definiciones clásicas
y una perspectiva constructivista
«En la psicosis, el ser humano vive su propia sombra. El loco nos abre una
puerta al infierno de la mente que está en todos nosotros. Las frenéticas
tentativas por combatir y ahogar este síntoma, provocadas por el miedo,
son comprensibles pero poco aptas para resolver el problema. El principio
de represión de la sombra provoca precisamente la violenta explosión de la
sombra; tratar de reprimirla aplaza el problema, pero no lo resuelve»41.
(Dethlefsen y Dahlke)
41
Dethlefsen y Dahlke (1983), La enfermedad como camino, p. 82.
55
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Esquizofrenia
En 1893, Emil Kraepelin introduce la entidad diagnóstica de de-
mentia praecox para referirse a lo que posteriormente, en 1911, Eugen
Bleuler definiría como esquizofrenia. Una significativa diferencia entre
ambos autores consistió en que el primero no se interesó por conocer la
experiencia del paciente psicótico, mientras que el segundo sí lo hizo,
junto con descartar el factor de deterioro asociado al término dementia
y generar también una clasificación sistemática de la sintomatología
de este trastorno (Huneeus, 2005), mediante un esquema que sentó
importantes bases para las clasificaciones diagnósticas contemporáneas
sobre la esquizofrenia (American Psychiatric Association, 2002). Si
bien Bleuler dio un paso hacia considerar la vivencia psicótica en el
tratamiento, estimó que la comprensión de ella era una empresa impo-
sible, llegando a decir respecto de sus pacientes que eran «tan extraños
como los pájaros de mi jardín» (Laing, 1964). Posteriormente, el hijo
de Eugen, Manfred Bleuler, se dedicó al estudio de la experiencia del
paciente con psicosis, desarrollando los que han sido considerados
como significativos aportes al tratamiento de la locura (Podvoll, 1990).
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Por desarrollo organísmico, se entiende el desarrollo de las facultades y potencia-
lidades que implican el sistema humano, su cuerpo y su mente.
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NORMALIDAD
Elaboración flexible y generativa de los eventos críticos.
Esto permite una progresión de la historia y una articulación más amplia
del sentido del mismo.
NEUROSIS
La situación discrepante es elaborada fuera del sentido de cohesión
del sí mismo, lo que produce:
· Menor flexibilidad y habilidad de generación en la organización de
significado personal, limitándose la capacidad de integración y constriñéndose
el desarrollo de la historia y su personaje.
· El repetitivo emerger de las emociones críticas que, no pudiendo ser
articuladas en una cohesión unitaria, deben ser manejadas concretamente.
· La atribución de «condición neurótica» a los aspectos negativos o externos a
sí mismo, lo que mantiene la discrepancia desde la que «dicha»
condición es generada
45
Esta idea apunta a la de Organizaciones de Significado Personal (OSP), que
refieren a modalidades y patrones recurrentes de significación de la experiencia
para la mantención de la coherencia del sí-mismo, que se desarrollan según tipos
particulares de vivencias tempranas con figuras y contextos significativos, y cuyo
establecimiento se consolida con la aparición del pensamiento formal en la adoles-
cencia. Para mayor detalle sobre estos desarrollos y su aplicabilidad en la clínica,
el lector puede remitirse a Guidano (1987) y Guidano y Liotti (1983).
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PSICOSIS
Disgregación del sentido de cohesión de sí mismo y de la identidad narrativa
(ruptura interna del mecanismo de identidad)
1) Imposibilidad de articular la variedad de la experiencia identificándola
como propia. Se excluyen las variaciones del sentido de sí mismo. Surgen las
alucinaciones, ideas de referencia, inadecuación de la afectividad.
2) Estructura de sentido inmutable. Acontecimientos nuevos serán
reconocidos sin que determinen un efecto retroactivo sobre el espacio de la
experiencia y el horizonte de las expectativas. Así, se neutraliza la variedad y
los posibles efectos generativos. Bloqueo de patrones de activación en acción
y pérdida gradual del sentido compartible del significado individual de la
experiencia.
46
Reificante alude al acto de reificación, el cual consiste en considerar como «cosa»
algo que no lo es.
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que, por medio del lenguaje, articula historias y eventos para obtener
coherencia y regularidad, generando significados en una permanente
familiarización con el mundo (Guidano, 2001).
Utilizando esta definición para el trabajo terapéutico con la psicosis,
Guidano (2001) plantea que este debe comenzarse llevando a cabo con el
paciente una secuencialización cronológica de los eventos que ha vivido, de
modo de reconstruir su capacidad de articular la experiencia con el lenguaje
y aumentar su habilidad para crear registros significativos acerca de sus
vivencias, y así sentirlas como «propias». Una vez instalados los suficientes
dispositivos cognitivos47, se comienza a revisar, en detalle, eventos donde el
paciente haya presentado sintomatología alucinatoria; así, al interiorizar y
explorar retroactivamente esas situaciones, será luego capaz de recordar con
mayor claridad cuántas veces ha tenido determinado tipo de alucinación
y, muy probablemente, gracias al contacto con el impacto emocional que
provoca su contenido, podrá traer a la consciencia vínculos interpersonales u
otros eventos que pueden estar asociados a dicho síntoma. Esto es relevante,
pues se lleva a cabo una profundización en el síntoma, considerando el papel
que este ha tenido en la elaboración de significado para la mantención del
sistema de conocimiento. Gradualmente, la atención del paciente se dirige
menos hacia la expresión de su padecer, es decir, hacia la sintomatología que
lo afecta, y se focaliza más en la experiencia inmediata, donde se despliega
el proceso de modulación emocional48.
Esta manera de trabajar suele alcanzar la remisión de los dos tipos
de síntomas (conocidos como «síntomas positivos») que más destacan y
caracterizan el estado psicótico, a saber, las alucinaciones y los delirios
(Guidano, 2001), «reconectando» al paciente con su emoción y facilitán-
dosele el apropiamiento de su vivencia; en otras palabras, contribuyendo
a que se recupere, es decir, que vuelva a tener disponibles para sí una gama
47
Dispositivo cognitivo: término extraído de Yáñez, 2005.
48
Yáñez (2005) plantea que la exploración experiencial –anteriormente mencionada
y homóloga, en gran medida, a las técnicas de Vittorio Guidano– no es recomen-
dable para casos de psicosis, ya que las «interferencias emocionales» que ocurren
en dicho proceso pueden no ser comprendidas por el terapeuta. Esto hablaría
de cierto límite en el modelo constructivista cognitivo para tratar la psicosis. De
hecho, este señalamiento ha sido extendido a las teorías y definiciones metodoló-
gicas de Guidano (1991, 2001), las que, como se insiste comúnmente, habrían sido
concebidas principalmente para una «psicoterapia de la neurosis». Este asunto,
ineludiblemente, constituye un importante eje reflexivo de este libro.
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4. Reflexiones en torno a la psicosis
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51
Un ejercicio epistemológico: La primera definición del verbo considerar del Diccio-
nario de la RAE es: «Pensar, meditar, reflexionar algo con atención y cuidado»; la
segunda y tercera acepciones ahí presentadas apuntan, respectivamente, al respeto
en el trato a otros y al hecho de juzgar y estimar (RAE, 2001). La raíz latina de la
palabra considerar (que se compone de la raíz latina con, que significa «junto»;
y sidera, que se refiere a «astros») apunta a aquello que está (o al hecho de estar)
«junto a los astros». A lo largo de la historia, los astros han constituido un refe-
rente natural para el estudio de patrones en la naturaleza, los ciclos de la vida y
su relación con la experiencia del ser humano (Grof, 2000). Es así que tanto los
astros como los seres humanos tenemos una posición relativa en cuanto entidades
definidas e interrelacionadas. Me parece que estos son ejes temáticos sobre los que
se debate y se reconstruye –o se debiera reconstruir– permanentemente el quehacer
psicoterapéutico.
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Si bien, como ya se ha dicho, nuestro objetivo ha sido someter a revisión muchos
conceptos que han adquirido un carácter peyorativo u oscurecedor a la hora de com-
prender la psicosis, el consenso en el uso de algunos términos, tales como trastorno,
no es puesta en jaque aquí. Es por eso que el autor se rige también por términos
que hagan referencia –de alguna u otra manera– a los fenómenos que se pretenden
exponer, sin aferrarse a ellos como concepciones rígidas ni limitantes respecto del
mundo emocional de los pacientes. Así, el uso de términos como trastorno, locura
o psicopatología queda sujeto al sentido común del oficio psicoterapéutico.
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Así, el rol del terapeuta sería el de estar atento a las «islas de cla-
ridad» que presenta el paciente, por cuanto constituirían un paréntesis
dentro de una experiencia común a todas las manifestaciones psicóticas,
a saber, la aceleración de la mente (Podvoll, 1990)54.
En el estado psicótico, el paciente comenzaría a vivenciar en forma
persistente fenómenos mentales que terminan por asustarlo y atormen-
tarlo: eventos internos que no es capaz de explicar y que le presentan
una visión distinta y a veces bizarra de la realidad. La diversidad de
experiencias de este tipo serían amplias: se daría un flujo, según el
caso, de alucinaciones, visiones, sensaciones de premonición, éxtasis
místico, entre otros. Considerando esta gama, no todas las vivencias
psicóticas serían percibidas como desagradables, sino que muchas
de ellas –como lo son, por ejemplo, un sentimiento de conexión con
53
Traducción del autor.
54
El lector notará que el tema de las «islas de claridad» no será abordado de nuevo
sino hasta el final de este capítulo.
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Louis Sass (1998) plantea que el estado psicótico, más que implicar
una disminución en el uso de la racionalidad, puede caracterizarse por
una exacerbación de la atención consciente y «una alienación no de la
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razón, sino que de las emociones, los instintos y el cuerpo (…)» (p. 4)55.
Desde una perspectiva constructivista, el individuo tendría problemas
para integrar contenidos experienciales en su sentido de sí-mismo,
contenidos que se presentan como extraordinarios y fuera de la norma:
la salud consistiría en la capacidad de tener una base sobre la cual lo
que se vive se vuelva coherente con una individualidad que está en
armonía emocional y cognitiva con el entorno y el mundo consensua-
do; lo enfermo sería el no poder «tramitar» estas experiencias de alta
intensidad emocional, que llegan a presentarse como extrañas, exter-
nas y se vuelven amenazantes (Podvoll, 1990). Como ya vimos, toda
información que es incongruente con la personificación del sí-mismo
es excluida debido a que genera ansiedad y no es de fácil trámite en la
consciencia (Safran, 1998); es así que las experiencias perturbadoras
en cuestión son excluidas mediante un proceso de modulación de las
emociones (Arciero y Guidano, 2007). En la psicosis, la presión de
las perturbaciones es tal que la información debe ser asimilada, de
alguna u otra manera, en la organización del sí-mismo, surgiendo las
alucinaciones y delirios en un intento de dar explicación y cabida a
contenidos que, conllevando una alta demanda emocional, presionan
por entrar a la consciencia (Podvoll, 1990) e integrarse a la coherencia
sistémica (Ruiz, 1998).
Profundizando más y retomando la pregunta sobre qué es el
sí-mismo, el «yo» o el «self», Michaux (en Podvoll, 1990) plantea que
este no es más que un punto de equilibrio necesario para el operar de
la mente. Así, se entiende la locura como un producto de la acción
urgente de integrar vivencias novedosas, o bien perturbadoras, que
resuenan con vivencias emocionales que estarían poco integradas a la
autoconsciencia o consciencia de sí-mismo (Podvoll, 1990; Arciero y
Guidano, 2007):
55
Traducción del autor.
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Traducción del autor.
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Pareciera que en estas líneas hacemos un uso indiscriminado de los términos
alucinación y delirio, en el que se consideran solo como dos partes diferentes de
un mismo fenómeno. Sin embargo, ambos corresponden, entre sí, a dimensiones
fenomenológicas bien distintas de la experiencia del psicótico, implicando distin-
tos momentums y funciones en el desarrollo y mantención de una psicosis. En la
medida en que avance en este libro, el lector notará que la distinción entre estos
dos términos se hace más clara.
58
Traducción del autor.
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Apodíctico: juzgado como completamente cierto por el juicio de realidad (Capponi,
2003).
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Cabe aclarar que efectivamente existe una relación entre el plano biológico y la
experiencia subjetiva, un facto muy promisorio para el estudio y desarrollo de
las disciplinas de salud mental. Un problema histórico ha sido el divorcio entre
los estudios sobre el cerebro humano y el sistema nervioso, y la fenomenología.
Claramente, el aferrarse a cualquiera de ambas posiciones como si estas fueran
extremos irreconciliables en el ejercicio científico, cohíbe la comprensión de la
vivencia humana como un todo; sin embargo, dado el carácter progresivo de los
desarrollos tecnológicos, así como de los epistemológicos, podemos entender que
las divergencias en cuestión han constituido un eslabón inevitable y necesario en
la empresa de un conocimiento más amplio e inclusivo. Este tema será revisado
con mayor detalle en el capítulo 5.
63
Es importante destacar que esta tendencia ha ido disminuyendo su presencia en
la psiquiatría durante las últimas décadas, aun cuando sigue siendo una posición
predominante en gran parte del ejercicio terapéutico en general (Podvoll, 1990).
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Como mencionamos en el capítulo 3, estas variables tienen una alta incidencia en
la posibilidad de obtener un éxito o fracaso terapéutico, y serán abordadas más
adelante.
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«interiores» que pueden darse en la locura, sino que más bien aborda
aspectos puntuales que son de utilidad para las reflexiones siguientes.
En las primeras etapas de los estados psicóticos revisados anterior-
mente (p. 57-64) y especialmente en el caso de la esquizofrenia, ha sido
posible apreciar que los pacientes acusan la emergencia de una nueva
«sensación» y la presencia de un «aura» que acompaña su experien-
cia acerca de las cosas; la realidad ya no es la misma que antes. Klaus
Conrad (1960, en Mishara, 2010) llamó a esto el período de «trema»
(Sass, 1998; Mishara, 2010), donde comienzan a instaurarse los prime-
ros síntomas delirantes y la enajenación del mundo. Se desarrolla una
sensación de que «algo muy grande» va a pasar (Mishara, 2010) y de
que cada una de todas las cosas ocultan un profundo significado (Sass,
1998). Las acepciones originales de la palabra «trema» aluden a una
posición existencial de miedo (Mishara, 2010), así como a una etapa de
«preparación» por la que pasan los artistas antes de desempeñar su papel
en una obra (Sass, 1998). Lo que queda claro es que se da un cambio a
nivel de la posición existencial que guarda el individuo en relación con
su ambiente, alterándose la percepción corriente que suele tener de este
último y de los eventos que lo animan. Para sintetizar esta vivencia, otro
término utilizado ha sido la palabra alemana acuñada por Friedrich
Nietzsche (en Sass, 1998): Stimmung, la que alude a la instancia en que
se percibe un cambio en el ambiente y donde comienzan a darse signos
de lo que en muchas ocasiones ha sido descrito como un estado enaje-
nado o extrañado acerca de la realidad que, entre otras cosas y valga la
redundancia, deja de ser percibida como «real» (Laing, 1964: Sass, 1998).
Sass (1998) propone que la acción que acompaña esta etapa de
Stimmung es un nuevo «posicionamiento respecto de la verdad», donde
se produce una alteración del acto normal de tramitar significados. En
palabras de dicho autor:
66
Traducción del autor.
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67
Para un revisión más acabada de estos fenómenos, el lector puede remitirse a Sass
(1998, pp. 43-55).
68
El término apofanía fue propuesto por Conrad (1997) para describir una de las
primeras subetapas de la esquizofrenia. Sass (1998) respeta en gran medida el uso
que Conrad da al término.
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Traducción del autor.
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4.3.3. Hiperreflexibilidad
La gama de fenómenos recién descritos incluye solo algunas de las
vivencias psicóticas que generalmente no han sido consideradas por
los estudios clínicos tradicionales. Tales fenómenos tienen una clara
similitud con los tipos de vivencias y temas creativos de los artistas
modernos. La reflexión que Sass realiza a este respecto nos permite
vislumbrar que el problema psicótico se halla primordialmente en el
ámbito de las relaciones humanas y de la validación recíproca de la
75
La idea de Gestalt alude a «formas perceptivas», y será revisada en mayor detalle
a partir del capítulo 6.
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Traducción del autor.
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De hecho, suponemos que dichas vivencias han surgido desde los problemas emocio-
nales y vinculares del individuo: de alguna manera, los contenidos perturbadores que
emergen en la consciencia son recursos de emergencia ante la necesidad –no satisfecha–
de sentirse parte del mundo compartido. Este material mental podría reflejar, en sus
contenidos, los intentos de adaptación a una realidad exterior que no ha correspondido
a las expectativas del sujeto y que, por lo tanto, se ha vuelto refutada y lejana.
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5. Variables relevantes para una
terapia de la psicosis
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Trungpa, C. (1998, p. 136)
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Como se verá más adelante, la consideración del significado implícito y el poten-
cial de salud de muchas vivencias de la locura, es fundamental en la aplicación de
terapias que utilizan el arte.
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Se ha planteado que, históricamente, la creencia en la imposibilidad de la recu-
peración de un paciente con psicosis (y principalmente de los esquizofrénicos) ha
constituido un importante límite para el éxito de su psicoterapia (Podvoll, 1990;
Bleuler, 1984, en Podvoll, 1990).
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86
Con esto me refiero a la definición de inteligencia ofrecida por Krishnamurti (2003),
la cual alude a la tendencia primordial del organismo humano de «saber cómo»
actuar en el mundo. Esta noción de la inteligencia como un proceso, trasciende
su definición más conocida, la que suele referirse a un «coeficiente intelectual» o
«habilidad mental general» (capacidad de aprendizaje y destreza a nivel lógico,
semántico, matemático, etc.).
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Podvoll identificó esta situación de «intercambio de estados de consciencia» como
la posibilidad de ir «más allá de la empatía» (Podvoll, 1990, p. 269).
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Traducción del autor.
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Traducción del autor.
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Respecto de los sueños, Carl Jung escribió que «el sueño es una serie de imágenes
aparentemente contradictorias y absurdas, pero contiene un material de pensa-
mientos que, traducido, arroja un sentido claro» (Jung, 1963, p. 32).
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5.5.3. Familia
Como hemos visto, las relaciones interpersonales de las primeras
etapas de la vida ejercen una profunda influencia en la forma en que
posteriormente se significará la experiencia con otros (Guidano, 1987;
Guidano y Liotti, 1983; Safran, 1998), ya que desde ellas se generan es-
quemas interpersonales que tienden a perpetuarse a lo largo del ciclo vital
(Safran, 1998; Bowlby, en Mahoney, 1991, 1998; Safran y Segal, 1994;
Sullivan, en Safran, 1998; Guidano, 1991). La familia, siendo el primer
sistema humano donde es posible poner en ejercicio las propias capaci-
dades de vinculación, permite que un individuo adquiera las primeras
nociones acerca de la realidad, asimilada como un espacio intersubjetivo
que presenta demandas emocionales y posibilidades de desarrollo personal.
En la perspectiva de las teorías sistémicas (Elkaim, 1988; Keeney,
1983), la familia es vista como un ambiente significativo donde se
establecen patrones comunicacionales básicos que irán configurando
los modos en que el individuo forjará sus relaciones interpersonales e
incorporará la experiencia relacional en curso a la noción de sí-mismo.
Es el primer espacio compartido donde el individuo pondrá a prue-
ba sus posibilidades de adaptación, predeterminándose allí, en gran
medida, el grado de «cordura» o «patología» que han de adquirir sus
operaciones psíquicas (Laing y Esterson, 1964). La psicopatología sería
un reflejo de la asimilación de modalidades comunicativas que dificul-
tan el transcurso saludable de una etapa de la vida a otra (Nardone y
Watzlawick, 1989), por lo que el contexto básico donde el individuo
mantiene y elabora sus interpretaciones acerca de los mensajes que
intercambia con el entorno merece un énfasis especial en la psicoterapia
(Parks, 1999, en Spinelli, 2001). En un postulado ya bastante recono-
cido, Watzlawick, Beavin y Jackson (1981) proponen cinco axiomas
o principios de la comunicación humana que se hallarían presentes en
las relaciones familiares, así como en toda forma de vinculación social:
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92
Para revisar el concepto de «doble vínculo» desde una panorámica constructivista
del significado personal y la psicopatología, el autor puede referirse a Guidano,
V. (1987, pp. 172-176).
93
Existirían también otras varias formas de comunicación patológica que dificultarían
el posicionamiento saludable del sujeto dentro del sistema familiar (Laing, 1980;
Ciompi, 1988, en Huneeus, 2005).
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La atención interoceptiva se define como la capacidad de sentir el estado fisiológico
del cuerpo (Craig, 2003) incluyendo manifestaciones tales como el ritmo de la
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respiración y los latidos del corazón (Khalsa, Rudrauf, Damasio, Davidson, Lutz
y Tranel, 2008).
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Knowing what significa «saber qué», acepción utilizada para definir el conocimiento
como aprendizaje y dominio de contenidos o representaciones de la experiencia.
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96
Traducción del autor.
97
Traducción del autor.
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Puede acá calzar bien la reflexión de Suzuki (1987) acerca del yo como una puerta
de vaivén entre la inhalación y la exhalación. El paciente, si busca su yo verdadero,
no deberá más que retornar, en forma consciente, a lo que ocurre en su cuerpo.
126
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5.8. Conclusión
Considerando el marco comprensivo recién planteado, y a modo
de expectativas mínimas para una terapia de la psicosis, agrego la
propuesta de Manfred Bleuler (en Podvoll, 1990) sobre tres princi-
pales intervenciones terapéuticas que pueden ser beneficiosas para el
tratamiento de personas con este trastorno:
128
Segunda parte
a) Poesía y narración.
b) Arte plástico/gráfico.
c) Música y musicoterapia.
99
Traducción del autor.
100
Las tres formas de expresión artística señaladas han sido utilizadas para la tera-
pia con pacientes psicóticos, por lo que se busca identificar, entre ellas, aspectos
comunes y congruentes que sean rescatables para la terapia de la locura desde un
punto de vista fenomenológico y constructivista.
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Transcrito por el autor.
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El concepto de sentido, en este caso, lo ligaremos necesariamente a la idea de un
sentido de sí-mismo, desde el cual el devenir emocional y cognitivo de un sujeto
se reorganiza constantemente en función de una coherencia interna (Arciero y
Guidano, 2007).
134
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103
Cabe agregar que, desde los inicios de su desarrollo, el niño ejercita el lenguaje
mediante la repetición, estableciendo así lo que comienza a percibir como el mundo
(Guidano, 2001, p. 197).
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La acepción en inglés para tratar este tema sería «I expect the others to “see what
I mean”» (Johnson, 2010, p. 42). Así, la palabra inglesa «mean» alude tanto al
hecho de «dar significado» como al de «querer decir».
138
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110
Traducción del autor.
111
Podemos aquí hacer un símil para referirnos a los niveles regresivos y niveles prever-
bales de experiencia como dos tipos de vivencia con características similares y desde
los cuales es posible rescatar contenidos profundos susceptibles de simbolización.
Así, al hablar de experiencia regresiva, no descartamos el referirnos a una condición
donde se despliega cierta precariedad, al menos en cuanto al nivel de apropiación
simbólica que el sujeto tenga respecto de los contenidos de su experiencia, pero
no por eso consideraremos lo «precario» en términos peyorativos o con un cierto
desdén. Por el contrario, nos referiremos acá a un encuentro del individuo con su
potencial de desarrollo y creatividad, gracias a la percepción. En otras palabras,
el sujeto puede acceder al «sentido ontológico de la percepción como expresión
natural» (Verano Gamboa, 2009, p. 606) para desarrollar nuevas formas de ser y
de relacionarse con –y en– el mundo.
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que se reconozca como una persona con recursos creativos que están
disponibles y que le facilitarán una interpretación de su vida más in-
tuitiva, no estancada, logrando rescatar y apreciar lo bello emergente
en su experiencia directa.
En esta perspectiva, el fundamento terapéutico del trabajo con arte
no se limita al uso del producto artístico y su interpretación sistemática,
sino que se sustenta en el desarrollo de una facultad de autoconsciencia
sobre la vivencia encarnada, emocional y espontánea. El paciente pue-
de redescubrirse al crear y al verse creando –en su misma experiencia
perceptiva– para, de esta manera, y en forma paulatina, cultivar un
nuevo vínculo, más sano y generativo, con la realidad.
Aun considerando las importantes dificultades que para el afán te-
rapéutico aquí desprendido puede ofrecer un caso de psicosis, la terapia
como arte implica que el paciente va asumiendo un rol protagónico y
activo, pues, en compañía del terapeuta, toma la responsabilidad de
su sanación mediante su ejercicio creativo. A través de este último, el
sujeto desarrolla también una mayor autoconsciencia de sus procesos
emocionales y del devenir de sus ideas cuando está con otras personas,
lo que aporta al foco terapéutico de recoger y aprovechar sus conte-
nidos vivenciales para elaborarlos y darles lugar en una experiencia
coherente, cuya vivencia pueda ser compartida. Por ejemplo, contenidos
delirantes, tormentosos y bizarros pudieran presentarse ahora como
situaciones donde el paciente logra asumir que en realidad, en el nivel
de su vivencia emocional, esconde mucho miedo o una profunda pena,
o bien una invasiva vergüenza, pudiendo verse a sí mismo en un estado
de confusión o desesperación, pero ahora en una posición de primera
persona, no como el observador externo de un espectáculo incesante
que le quitará toda sensación de control sobre su conducta.
El arte permite encarnar aquello que se encontraba oculto o enaje-
nado, logrando rescatarlo como material susceptible de comunicación.
Es así que el hecho de que el terapeuta se presente con una perspectiva
orientada a la creatividad, implica una aproximación al proceso tera-
péutico y a la vivencia del paciente y su llamada «enfermedad», donde
se reconocen los elementos emergentes en la relación terapéutica en
forma constructiva (Leitner, en Caputi, Foster y Viney, 2006).
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Al decir «identificarse con el síntoma», me refiero a que el paciente reconozca en aquel
aspectos de su propia historia, tales como claves emocionales y cognitivas recurrentes,
imágenes prototípicas, elementos propios de su «diálogo interno», entre otros.
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Esta concepción se desprende de la noción de Martín Bakero (2010) acerca de la
estrecha relación creativa que han de sostener el síntoma y la autodefinición en la
sanación de la locura. Aquí, incorporo los procesos de mismidad como variable
clave, pues es a través de ellos que el significado personal se reorganiza en la vi-
vencia encarnada y concreta de la realidad.
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7. Terapias con el significado escrito
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Traducción del autor.
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Traducción del autor.
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Traducción del autor.
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Acá me acerco a la apreciación de la Gestalt como una estructuración de tonalidades
emotivas y vivencias preverbales, orientada a encarnar un sentido en el sistema de
conocimiento del individuo.
124
Traducción del autor.
125
Como veremos más adelante, el acto de significar implica que el contenido que
es explicado, elaborado, y que deviene en un resultado creativo del proceso de
simbolización, expresado en un lenguaje, es, al mismo tiempo, un contenido des-
cubierto. Por lo tanto, en la investigación de su mundo interno, el sujeto no logra
distinguir si es él quien define los contenidos de su existencia, o si acaso él estaba
siendo definido por ellos desde antes de encontrarlos.
157
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126
Para ilustrar este tema, el lector podría referirse al trabajo de Peskin (1998), acerca
de cómo la experticia académica podría influir en la posibilidad de atribuir una
gama más amplia de significados a las metáforas.
127
Traducción del autor.
128
Según Guidano, la «primacía de lo abstracto» influye directamente en la riqueza
del mundo sensorial y da cuenta del carácter implícito de la naturaleza. Dicho
autor explica que siempre «percibimos más de lo que experienciamos» (Dennett,
1978, en Guidano, 1987, p. 22).
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del campo de «lo real», que sería aquel ámbito de la experiencia «que (se) resiste
absolutamente a la simbolización» (p. 5).
136
Nuevamente se aplica acá la idea de affordance (Arciero, 2009).
163
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137
Traducción del autor.
138
Utilizaremos la denominación terapia de poesía como traducción del inglés «poetry
therapy».
164
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139
En este caso, consciencia psicológica apunta a un estado de atención consciente a
los procesos mentales.
140
Traducción del autor.
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No está de más recordar que acá hablamos de una alienación respecto de la viven-
cia emocional y encarnada; una alienación marcada por procesos hiperreflexivos
(Sass, 1998).
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Aún así, a diferencia del de un paciente afásico, el discurso del esquizofrénico, en
cuanto regulado por un lenguaje, sí ha de contar con una o más series de reglas
internas (Sass, 1998).
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Traducción del autor.
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En este caso, la referencia es a las terapias cognitivas clásicas.
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Para ver un ejemplo de avances en la reflexión sobre un posible sentido en la viven-
cia de la locura, pero con una limitación conceptual respecto de esta polarización
radical entre lo cierto (lógico) y lo incierto (irracional), el lector puede referirse a
un artículo de Forrest (1976), donde se aprecia una inclinación expresa hacia la
valoración de la experiencia esquizofrénica, pero hallando algunos límites en lo
que a la consideración de la experiencia mental y abstracta del psicótico, en cuanto
vivencia subjetiva y encarnada se refiere.
146
Zito Lema, V. (1986) Conversaciones con Enrique Pichon Rivière, p. 163.
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Se alude acá a la noción de un «testigo» de la experiencia y del sí-mismo como un
«productor de historias». Esta noción se inserta perfectamente en la propuesta,
planteada en los capítulos anteriores, acerca de la necesidad de estimular y reforzar
procesos y habilidades de autoobservación para un contacto encarnado y consciente
con la experiencia: posición más ciertamente orientada al éxito terapéutico.
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Abordando el tema del trauma, Pally (1997, en Trujillo, 2006) enfatiza la diferencia
entre lograr percibir un evento perturbador pasado como recuerdo y padecerlo
como una alteración emocional intolerable en la experiencia actual. Bajo dicha
condición de recuerdo, la experiencia en cuestión puede ser emocionalmente per-
cibida, aceptada y clasificada en el lugar que le corresponde en el aparato psíquico
(a saber, en el pasado narrativo).
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Traducción del autor.
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8. Terapias con artes plásticas
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Como señalara el reconocido escultor inglés Henry Moore: «Para un escultor
o un pintor es un error hablar o escribir a menudo sobre su trabajo. Esto libera
tensiones y las tensiones son necesarias para su obra».
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En psicoanálisis, el concepto «objeto» puede bien referir a una persona, a otro ser
vivo, o a un objeto (cosa) propiamente tal.
152
Dados los diversos matices conceptuales implicados en esta terminología psicoa-
nalítica, el lector puede referirse a la obra de Freud de 1914, Pulsión y destinos
de pulsión, para una mayor profundización en sus ideas sobre los mecanismos de
proyección.
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El lector habrá notado que he hecho alusión a relaciones entre dimensiones pro-
fundas y preverbales de la experiencia, el mundo de las imágenes y una aproxi-
mación a la psicoterapia constructivista. Estos enlaces serán profundizados en las
conclusiones de este libro, para ilustrar algunas propuestas y discusiones respecto
de una posible convergencia entre la clínica constructivista y la terapia de la psicosis
sobre la base del arte y la creatividad.
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Esto confirma que el vínculo con lo «corporeizado» es evitado en casos de psicosis.
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9. La psicosis y la experiencia musical:
procesos terapéuticos
Quizás mucho más que como ocurre con el arte plástico y en ob-
vio contraste con la escritura, la inserción en una experiencia musical
conlleva el desprendimiento de las limitaciones conceptuales del pen-
samiento y la posibilidad de hallar el sentido de la experiencia desde
un orden netamente no verbal, donde la resonancia a nivel corporal,
mental y afectivo implica la posibilidad del contacto con las propias
inquietudes y energías autosanadoras. Esto se traduce en acciones con-
cretas, secuencializadas y abiertas a variaciones rítmicas y melódicas, en
una reorganización constante de vivencias sonoras en formas musicales.
La práctica de la musicoterapia es ya una disciplina consolidada,
que se ha aplicado, junto con muchos otros focos clínicos, a la terapia
de la psicosis (De Backer, 2008; Metzner, 2010; Olivos, 2002; Benen-
zon, Hernsy de Gainza y Wagner, 1997; Varewyck, 2010; Petter, 2008;
Nygaard, 1997; Ceccato, Caneva y Lamonaca, 2006; Huneeus, 2005).
La conceptualización que subyace a esta disciplina es amplia, por lo
que en este capítulo –al igual que en los precedentes– me concentraré
en hacer una revisión breve y acotada de aspectos que teóricamente
sean útiles para los fines de este trabajo.
Dividiendo el capítulo en tres partes, comenzaré revisando el rol pri-
mordial de la dimensión acústica en la constitución psíquica y el desarrollo
de la identidad (Gallardo, 1998; Benenzon, Hernsy de Gainza y Wagner,
1997). Luego, pondré el foco en la musicoterapia como tratamiento de
la psicosis, entendiendo el uso de la música como una facilitación de la
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definida como «un elemento dinámico que potencializa toda la fuerza de percepción
y expresión pasada y presente» (p. 21). Todos contaríamos con una «identidad
sonora» que posee distintos niveles de profundidad, yendo desde niveles más
universales y arquetípicos (ISO Universal), pasando por otros más particulares e
idiosincrásicos (ISO Guestáltico), para llegar a los niveles de la cultura contem-
poránea (ISO Cultural) y aquellos más condicionados, donde pueden confluir las
«expectativas sonoras» de un grupo determinado por un lapso específico de tiempo,
por ejemplo, en un concierto o festival musical (ISO Grupal e ISO Complementario).
Para una descripción más acabada de estos conceptos, el lector puede referirse al
trabajo de Benenzon, Hernsy de Gainza y Wagner (1997, pp. 19-34).
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Aunque Benenzon no distingue entre los conceptos de sí-mismo e identidad, ambos
son incorporados aquí.
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Acá caben conceptos psicoanalíticos como los de autoerotismo y narcisismo, que
implican, en el caso del psicótico, un retiro casi total de energía libidinal desde la
realidad externa hacia sí mismo.
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Esta situación es más acentuada y grave en casos de esquizofrenia (Shafi, 2010;
Ceccato, Caneva y Lamonaca, 2006).
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La rehabilitación cognitiva deriva en una mayor productividad, que podría definirse
mejor como creatividad.
163
En este caso, es posible homologar conceptos entre teorías distintas, como el de
escenas prototípicas (Guidano, 1987) con el de analogías inconscientes (Gallardo,
1998). Con ambos, es posible apuntar a contenidos profundos de la consciencia que
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165
Aun cuando en este caso el término personalidad apunta a la entidad más o menos
estructurada y fija, presentada desde el psicoanálisis, aquí, en contraste, asumimos
dicha acepción como referente al patrón de emociones, pensamientos, conductas e
interacciones que viabilizan y sostienen la adaptación del individuo a su entorno.
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No aludimos aquí, con sincronicidad, al concepto del mismo nombre utilizado por
Carl Jung, sino que a la posibilidad cierta de que terapeuta y paciente se encuentren
o coincidan en los tiempos de interpretación, ajuste rítmico o melódico, etc.
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Desde un punto de vista estético, no es osado decir que aquí, con «estructura mí-
nima», De Backer (2008) refiere una interpretación no convencional, extravagante
o «insuficiente».
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En musicoterapia, se hace evidente la diferencia entre que paciente y terapeuta com-
partan impresiones (por ejemplo mediante gestos, palabras breves, señas, miradas,
etc.) acerca de su interpretación (De Backer, 2008), y el hecho de que compartan
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Tercera parte
«Sin jugar con la fantasía nunca ha nacido ningún trabajo creativo. La deu-
da que tenemos a la obra de la imaginación es incalculable.»
(Carl Jung)173
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Desde muchos puntos de vista, bien vale reconocer el proceso de «globalización»
como un importante fenómeno de «americanización». Aunque este tema es,
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Una cultura que omite la creatividad, perpetúa la enfermedad (Moffatt, 1997)
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Por ejemplo, respecto del valor del arte escritural en el oficio clínico, Faidley y
Leitner (2000) afirman que «el lenguaje es tan importante para el terapeuta como
lo es para el poeta» (p. 84).
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11. Ideas para una terapia artística
de la locura
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11.4. Cierre
Habiendo planteado distintos objetivos en el inicio y a lo largo
de este libro, varios de ellos posiblemente se cumplieron y muchos
otros habrán quedado medianamente satisfechos. Específicamente, la
presentación de una propuesta terapéutica o un modelo explicativo
más complejo acerca de la experiencia psicótica con el arte, desde un
paradigma constructivista, queda abierta a revisiones posteriores a la
compleción de este trabajo.
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12. Bibliografía
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Arte, locura y psicoterapia
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Rodrigo Hagar Millón
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ISBN 978-956-01-0261-4