La Administración en El Virreinato
La Administración en El Virreinato
La Administración en El Virreinato
En América, la máxima autoridad fue el virrey. Como representante directo del rey
fue el encargado de impartir justicia, administrar el tesoro público y velar por la
evangelización de los indígenas. No fue tarea fácil administrar un territorio tan vasto.
El gobierno de Lima tuvo una carga fuerte, pues era responsable por cada una de
las audiencias establecidas en América del Sur: Panamá, Nueva Granada, Quito,
Lima, Charcas, Santiago y Buenos Aires. Estas audiencias fueron la base para
establecer una serie de redes administrativas que funcionaron de manera eficiente
tras las reformas implantadas por Lope García de Castro y Francisco de Toledo
durante la década de 1570. Estas reformas incluyeron el censo de toda la población,
especialmente la indígena e inició una serie de visitas a las provincias del reino para
conocer su situación y elaborar políticas de acción respecto a la mita y las
reducciones indígenas, principalmente.
EL VIRREY
El virrey fue el representante directo del rey en territorio ultramarino. Muchas veces
fue el mismo rey quien se encargaba de revisar los nombres de
los posibles vicesoberanos. Si bien hasta 1570 las funciones
del virrey no quedaron establecidas, el punto de inflexión lo
marcó la llegada de Francisco Toledo, quien reguló la
personalidad jurídica y política de dicho cargo
administrativo. El virrey tuvo dos campos de acción bien
definidos: fue la máxima autoridad en la administración
pública (que incluía el manejo del tesoro público y el
nombramiento de autoridades) y el principal responsable
de la defensa del territorio, pues en su cargo de Capitán
General y Gobernador debía resguardar el virreinato de los
ataques de corsarios y piratas, y de las agresiones internas,
producto de revueltas o insurrecciones populares (aunque éstas no ocurrieron
significativamente sino hasta el siglo XVIII).
Como cabeza del reino fue siempre responsable del manejo de los fondos fiscales
y de los gastos extraordinarios, como, por ejemplo, la construcción de barcos para
la defensa del litoral o la edificación de las murallas de Lima. De igual manera, fue
el principal impulsor de la minería en los Andes y del desarrollo de la agricultura y
ganadería, otorgando mercedes a particulares o nombrando autoridades que
velaran por el buen desarrollo de las actividades agropecuarias.
Terminado su mandato, debía rendir cuentas ante el Consejo de Indias a través del
Juicio de Residencia. En este juicio se escudriñaba el comportamiento del virrey en
las Indias y si es que había obrado dentro del marco legal y administrativo impuesto
por la corona. Podían intervenir testigos de toda condición para informar sobre la
administración virreinal.
Para controlar las acciones del virrey, así como para ponerle límites a sus intereses
en el Perú, el Consejo de Indias creó leyes especificas para ellos. Las principales
leyes versaban principalmente en el terreno personal: no podían contraer
matrimonio con alguna mujer perteneciente a la jurisdicción que administraba, así
como tampoco podían ejercer comercio alguno; sin embargo, muchas veces estas
leyes no fueron acatadas. Desde 1613 todos los virreyes estaban obligados a
elaborar una memoria para informar a su sucesor y al rey sobre sus actividades en
el Perú. Estas memorias fueron de gran utilidad para los virreyes sucesores, pues
le otorgaban un panorama general del virreinato, tanto en lo administrativo, judicial
y económico, como en lo social.
LA AUDIENCIA
La institución más importante después de la figura del virrey fue la Real Audiencia.
El virreinato del Perú tuvo dos audiencias: la de Lima (creada por las Leyes Nuevas
de 1542 e instalada en 1544), cuya jurisdicción abarcaba toda las ciudades y
provincias de América del Sur; y la del Cuzco, creada en 1787; subordinada a la de
Lima. En términos generales, la función de este organismo fue una mezcla de
poderes, pues no sólo gobernaba en lo político y en lo administrativo, sino que
también era un tribunal superior en asuntos civiles y criminales. Sus funciones
atañían la elaboración de leyes a favor de los indígenas, tribunal de primera
instancia para juicios criminales, corte de apelaciones frente a las sentencias de
corregidores y alcaldes inferiores, etc.
La Audiencia actuaba como asesor del virrey, por lo que muchas veces absolvió las
consultas formuladas por el visosoberano. De igual manera, fue la encargada de
tomar las riendas del virreinato cuando el virrey se encontraba enfermo o moría
repentinamente.
En Lima la Audiencia fue presidida por el virrey y estuvo conformada por los oidores
(de número variable llegando a tener durante varios años hasta 12 miembros), dos
fiscales, un alguacil mayor, un teniente del Gran Canciller y numeroso personal
subalterno.
Las leyes que estableció la corona para aislar a los oidores de la sociedad en la que
se encontraban pusieron énfasis en el vinculo social y económico que podría
obtener el magistrado en la jurisdicción en la que laboraba. Por ejemplo, una de las
principales leyes prohibía terminantemente el matrimonio con alguna mujer dentro
de la jurisdicción en la que ejercía la magistratura; inclusive la ley se hizo extensiva
a sus hijos e hijas. Tampoco podían tener negocios o algún cargo en el tribunal del
Consulado. Estas disposiciones fueron muchas veces incumplidas pues los
matrimonios y vinculaciones entre los oidores y familias criollas de abolengo fue
práctica común en el virreinato peruano.
A lo largo de los años existieron siete audiencias en América del Sur. Fueron
subordinadas de Lima las audiencias de Santa Fe de Bogotá, La Plata, Chile,
Panamá, Buenos Aires y Cuzco. Sin embargo, cabe anotar que durante el siglo XVIII
hubo una reforma administrativa en el virreinato peruano (producto de las reformas
borbónicas), creándose los Virreinatos de Santa Fe de Bogotá (1717) y del río de
La Plata (1767).
EL CORREGIDOR
Corregimiento.- Fue la división administrativa y territorial implantada por la corona
española una vez instaurado el reino del Perú. Hubo 12 corregimientos en la
jurisdicción del nuevo virreinato peruano: Cuzco, Cajamarca, Saña, Chiclayo, Arica,
Collaguas, Andes del Cuzco, Ica, Arequipa Huamanga, Piura y Huancavelica. La
extensión del territorio hizo que varios de estos corregimientos se subdividieran a
su vez en corregimientos autónomos. La falta de límites claros entre los
corregimientos fue motivo de disputa y pelea entre los corregidores, pues no solo
estaba en juego el territorio, sino también la población indígena, en otras palabras,
la mano de obra y fuerza de trabajo requerida para la obtención del tributo.
EL CABILDO
Luego del ordenamiento político de las indias, se creó el cabildo, institución que
representó los fueros de las poblaciones urbanas.
Si bien es cierto que tuvieron a cargo la administración local, a causa de las grandes
distancias entre cada pueblo y el aislamiento de cada uno de ellos, así como a la
falta de comunicaciones, "el cabildo actuó como moderador de la actividad
económica y debió extender sus funciones a los más diversos aspectos de la vida
diaria" (Tauro: 2001, 428). Se distinguen tres tipos de cabildo: correspondiente a las
villas y lugares, las ciudades diocesanas y las ciudades metropolitanas.
EL CURACA
Los curacas sufrieron una transformación durante los primeros años de la colonia.
Si bien siguieron siendo los jefes de los pueblos y ayllus, no fueron más los jefes
étnicos tradicionales tal como fueron en tiempos prehispánicos. Los curacas dejaron
de controlar la administración comunal y sobre todo, no volvieron a disponer, según
su apreciación, de la fuerza de trabajo o energía humana necesaria para la
elaboración de redes de redistribución.