Pentecostalismos y Posmodernidad PDF
Pentecostalismos y Posmodernidad PDF
Pentecostalismos y Posmodernidad PDF
En este artículo me propongo compartir algunas reflexiones sobre el papel que juegan
los pentecostalismos en América Latina en los procesos actuales de cambio,
generalmente englobados bajo el concepto de “postmodernidad”. Es decir, me interesa
destacar formas en que los pentecostalismos interactúan con la postmodernidad,
resaltando la función que ellos cumplen, y la que pueden cumplir, en nuestras sociedades
en los próximos años.
Ninguno de los tres elementos que quiero relacionar en este artículo son de fácil
definición. Son fenómenos muy controvertidos, con contornos imprecisos y ricos en
matices. Por ello, presento brevemente mi propia comprensión de ellos, limitándolos a
los aspectos que deseo destacar en esta reflexión, para así tener un marco de referencia
claro para el planteamiento de la argumentación.
Las múltiples culturas americanas continuaron existiendo aún después de su choque con
las europeas, aunque con una dinámica diferente. Su presencia en varios países
americanos es aún muy fuerte, como son los casos de Guatemala, Bolivia, Ecuador,
Publicado originalmente en: Daniel Chiquete, Haciendo camino al andar. Siete ensayos de teología
pentecostal. Costa Rica: Centro Cristiano Casa de Vida, 2007, pp. 91-11.
Daniel Chiquete es mexicano, Doctor en Teología, Doctor en Historia, Maestro en Ciencias Bíblicas y
Licenciado en Arquitectura. Vive en Culiacán, México. E-mail: dchiquete@hotmail.com.
Paraguay y Perú. Sin duda, es un componente esencial de las identidades americanas.
El aporte de las culturas africanas es otro rico factor enriquecedor de estas identidades,
sobre todo en Brasil y en los países centroamericanos y caribeños. Además, diversas
migraciones europeas y asiáticas vienen a enriquecer aún más el cuadro cultural y
religioso americano.1 Así pues, al reflexionar sobre América Latina, es necesario
considerar esta diversidad para evitar caer en generalizaciones y “lugares comunes” que
con frecuencia reducen el valor de las afirmaciones generalizantes. América Latina no
es una unidad, sino un conjunto complejo de culturas y situaciones heterogéneas.
1.3 Postmodernidad
1
Para una aproximación general al caso mexicano: S. Krotz, Kulturenvielfalt und Kulturenkonflikt in Mexiko, en:
Stimmen der Zeit 212 (Freiburg, 1994) 663-674.
2
Cf. A. Droogers, Globalization and the pentecostal success, en: http://casnws.scw.vu.nl/publicaties/ droogers-
glopent.html.
3
B. Campos, De la reforma protestante a la pentecostalidad de la iglesia. Quito: CLAI, 1997, 60-62, utiliza las
categorías “contestatarios, atestatarios y protestatarios”.
modernidad, habría que especificar a qué modernidad se refiere.4 Si se piensa en la
modernidad occidental, diferenciar al menos los modelos europeo, norteamericano y
latinoamericano. Además, referida a América Latina, surge el problema de hablar de
postmodernidad en países que ni siquiera entraron a la modernidad, o que pueden ser
en algunas áreas modernos (política, economía), en otras postmodernos (arte, literatura)
e, incluso, en otras pre o antimodernos (educación, religión). 5
Una vez recordada la complejidad de estos fenómenos, quiero buscar los puntos de
contacto y las temas de cruce entre ellos, tratando de plantear y discutir algunas líneas
de análisis que puedan enriquecer la discusión actual en torno a esta extensa
problemática.
Casi todos los países de América Latina entraron al siglo XXI en circunstancias socio-
económicas desastrosas, con índices de pobreza alarmantes y sin opciones claras de
mejoría. Países que en algún momento de los 80 o 90 fueron calificados de “milagros
económicos”, como México, Brasil o Argentina, hoy se asfixian en sus múltiples
problemas y se encuentran entre los países más endeudados del mundo. El
neoliberalismo económico, la ideología del “fin de la historia” (F. Fukuyama) y de la “no
hay alternativa” (F. Hayek) parecen paralizar gran parte de la creatividad y capacidad de
respuesta de los diferentes liderazgos latinoamericanos, tanto políticos como
intelectuales.
4
Mi percepción de la “modernidad” se acerca a la de M. Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La
experiencia de la modernidad. México: Siglo XXI, 1999, 11a. edición en español, 1: “Los entornos y las experiencias
modernos atraviesan todas las fronteras de la geografía y la etnia, de la clase y la nacionalidad, de la religión y la
ideología: se puede decir que en este sentido la modernidad une a toda la humanidad. Pero es una unidad paradójica,
la unidad de la desunión: nos arroja a todos en una vorágine de perpetua desintegración y renovación, de lucha y
contradicción, de ambigüedad y angustia. Ser modernos es formar parte de un universo en el que, como dijo Marx,
«todo lo sólido se desvanece en el aire».”
5
Considero que el análisis más amplio y sólido respecto a la relación “culturas latinoamericanas – modernidad –
postmodernidad” es el desarrollado por N. García Canclini, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la
modernidad. México: Grijalbo, 1989.
cambiantes, de movimientos migratorios, de procesos acelerados de urbanización sin
control ni planificación, de cambios bruscos de liderazgo político, de experiencia de
diversas formas de violencia, etc., se van transformando los mapas y las estructuras
sociales al mismo ritmo de los procesos modernizantes occidentales.
Estos fenómenos tienen una repercusión directa en el campo religioso, aunque con
diferente intensidad en diferentes contextos. Las comunidades pentecostales, arraigadas
principalmente en los grupos socio-económicos más vulnerables de la sociedad, son
afectadas directamente por las circunstancias generales. Pero no son siempre víctimas
pasivas de lo que acontece en su entorno, sino que con frecuencia se convierten en
activas agentes de resistencia, protesta y transformación, aunque su efecto es más
perceptible a niveles locales que a niveles regionales o nacionales. También es
necesario señalar que, en ocasiones, los mecanismos de defensa y resistencia se
realizan más a nivel simbólico que a nivel praxiológico. Por ello considero que la relación
de los pentecostalismos con la postmodernidad es también variada y compleja,
incluyendo elementos positivos y negativos. Quiero ilustrar con cuatro puntos esta
afirmación.
América Latina está en la parte que carga los efectos negativos de las políticas
económicas neoliberales y globalizantes. El pago de la deuda externa mantiene a la
inmensa mayoría de las poblaciones latinoamericanas subsistiendo con salarios ínfimos
o completamente fuera del mercado laboral. Los “ajustes económicos” llevan a continuos
recortes estatales a los programas de beneficio social, especialmente en los sectores de
salud, educación, vivienda y alimentación, produciendo poblaciones en lamentables
condiciones de vida. De estos sectores sociales proceden también la mayoría de los y
las creyentes pentecostales, lo que los convierte en afectados directos de las decisiones
económicas nacionales e internacionales.
6
Cf. E. Moros Ruano, La Iglesia Católica Romana ante el desafío pentecostal, en: B. Gutiérrez, editor, En la fuerza
del Espíritu. Los pentecostales en América Latina: un desafío a las iglesias históricas. México; Guatemala: AIPRAL;
proporciona un modelo de conducta social orientador. Estos modelos (“rigorismo ético”)
han sido criticados con frecuencia como restrictivos y coercitivos, pero creo que también
debe apreciarse en ellos su función de guía segura para que estos creyentes se
conduzcan con seguridad en las diversas situaciones sociales cotidianas. Más que una
limitación a su libertad personal, en la mayoría de los casos son percibidos como normas
orientadoras claras de participación en la sociedad. Por ello, ante la presión social
desintegradora, el pentecostal encuentra en su fe y su comunidad religiosa formas y
modelos que responden a su necesidad de integridad individual y de participación en una
comunidad de afecto.
Los y las creyentes pentecostales redefinen el valor de la persona humana y el del grupo
(al menos de aquél al que pertenecen) asignándoles un valor positivo a ambos. 7 Este
proceso reintegra a los individuos tanto a una comunidad básica, así como también
consigo mismos al devolverles la autoestima que el estigma social, la pobreza, el
alcoholismo, el consumo de drogas, los conflictos familiares, etc., les habían robado.
También el sentirse perdonado(a), reconciliado(a) y amado(a) por Dios es un factor
determinante para la reestructuración de la personalidad. Así pues, la experiencia
pentecostal es un importante factor para proteger a los miembros más desprotegidos de
la sociedad ante el proceso desintegrador que la postmodernidad genera o, al menos,
acelera.
Los pentecostales creen que con la conversión, Dios “los ha lavado de todo pecado” y
que con el bautismo del Espíritu Santo se han convertido en su morada. Los cuerpos que
anteriormente estaban o eran considerados enfermos, débiles, feos, sin valor o “al
servicio del pecado”, ahora son apreciados como santuarios de Dios, instrumentos de
adoración, canales de bendición, etc. El cuerpo humano recupera gran parte del valor
que se le había robado. También la sexualidad y la sensualidad se vuelvan experiencias
más enriquecedoras e integradoras. Estos cambios, aunque no se perciban muy
CELEP, 1995, 249-266, 253: “Necesidades que sí llena el pentecostalismo: la búsqueda de pertenencia (sentido de
comunidad), la búsqueda de respuestas en la vida, la búsqueda de integridad (“holismo”), la búsqueda de identidad
cultural, la necesidad de ser reconocido, la búsqueda de trascendencia, la necesidad de una guía espiritual, la necesidad
de visión y la necesidad de participación y compromiso.”
7
Cf. F. Houtart, Mercado y religión. San José, Costa Rica: DEI, 2001, 45: “Vivimos el retorno a lo local, a lo
comunitario. Se construye de este modo una función democrática que puede ser un contrapeso a la globalización
contemporánea. (…) El fenómeno sociocultural de la exclusión social está acompañado de una búsqueda de nuevas
relaciones sociales en la microdimensión, donde el aspecto afectivo y congregacional es predominante”. “La
pertenencia religiosa otorga un estatus a las poblaciones excluidas de otras esferas de la vida colectiva” (130).
directamente relacionados con el proceso secularizador o con el ejercicio de la misión de
la iglesia, reaccionan ante el primero al generar una alternativa de respeto a la persona,
y a la iglesia le otorga una concreción y una dimensión profundamente humana y
comunitaria: la hacen digna de credibilidad. Si el neoliberalismo sacraliza el mercado, el
pentecostalismo sacraliza al ser humano, si la postmodernidad virtualiza y diluye todo, el
pentecostalismo concretiza y afirma los aspectos básicos de la vida.
Por ello afirmo que la fe pentecostal les ayuda a entenderse como “sujetos” y no sólo
como “objetos” en la sociedad.8 Ya no se sienten víctimas pasivas de circunstancias fuera
de su control, sino que ahora se reconocen como personas valiosas e importantes, que
tienen a Dios de su lado y que por ello son capaces de realizar acciones significativas.
Dentro de estas acciones se encuentra la de “evangelizar”, la de ofrecer una vida nueva,
diferente, alternativa, como ellos y ellas la han recibido y la entienden. Creen que tienen
algo extremadamente valioso para compartir. Ya no aceptan su precaria situación con
resignación como voluntad de Dios, sino que la rechazan como “obra del diablo”. Con la
adquisición de su nueva autovaloración están en condiciones de luchar por transformar
las situaciones que entienden como pecaminosas, y así lo hacen. Esta visión es
importante, entre otras cosas, porque les ayuda a discernir las ofertas de la
postmodernidad con un saber crítico, adquirido en su experiencia cotidiana de fe. No son
víctimas fáciles de una ilusión que en la “vida real” ha evidenciado su falsedad.
Parte del éxito del pentecostalismo en América Latina radica en su capacidad de creación
de visiones alternativas y respuestas simbólicas a la “realidad”. Esta característica ayuda
a entender algunas de sus formas de relacionarse con los procesos generales de la
sociedad. Si la modernidad impuso la razón y la postmodernidad la relatividad de todos
los paradigmas como criterios de valor y de verdad, el pentecostalismo opone a ambas
la simbolización y la alegorización como métodos de comprensión y transformación de
la “realidad”.
Ante la racionalización del secularismo moderno los pentecostales reaccionan con una
visión “teo/lógica” de la vida, es decir, desde la lógica de Dios. El universo pentecostal
está habitado por la plena y salvífica presencia de Dios, por medio del Espíritu Santo. Su
horizonte existencial es, por ello, escatológico, es decir, no sólo el presente sino también
el futuro están bajo el control de Dios y sujetos a un propósito específico. Para los
pentecostales, también Satanás y sus demonios están muy activos en el mundo, pero su
poder destructivo tiene límites fijos. Así, todo lo que acontece en su entorno de alguna
manera está sometido a la soberanía de Dios. Por ello encuentran en esta visión mítica
(más que maniquea) del “mundo” la respuesta para muchas de sus preguntas
existenciales.9
8
Cf. B. Gutiérrez, Introducción, en: b. Gutiérrez, editor, En la fuerza del Espíritu, 11-32, 18: “A través de su
participación en diversos ministerios de la iglesia, las personas dejan de ser ‘objetos’ y se transforman en sujetos
activos de la experiencia y del discurso religiosos.”
9
Cf. C. Álvarez, Lo popular: clave hermenéutica del movimiento pentecostal, en: C. Álvarez, editor, Pentecostalismo
y liberación. Una experiencia latinoamericana. San José, Costa Rica: DEI, 1992, 89-100.
Ante el “desencantamiento del mundo” (M. Weber) de la modernidad racionalista y la
“fetichización” de la ideología del capitalismo neoliberal, los y las pentecostales
reaccionan con su “reencantamiento” y “exorcismo”. Ellos y ellas buscan o le otorgan al
mundo y a sus procesos una dimensión profunda y simbólica donde es Dios quien está
al control y donde ellos y ellas, gracias a la relación privilegiada con él, se sienten
partícipes de su obra salvífica. Los pentecostales participan en la “construcción del
Reino” en la medida en que ejerciendo sus ministerios santifican el “mundo” y lo liberan
(exorcizan) de enfermedades y demonios. Ello explica en parte también la pasión con
que ejercen la evangelización, el testimonio, la oración y el culto.
10
Cf. C. L. Mariz, El pentecostalismo y el enfrentamiento a la pobreza en Brasil, en: B. Gutiérrez, editor, En la fuerza
del Espíritu, 199-220, 206: “El énfasis en los dones espirituales en oposición a la riqueza material es otra estrategia
de fortalecimiento de la dignidad del pobre. La experiencia directa con lo sagrado, la creencia en un contacto directo
con Dios también rompe el sentimiento de impotencia y alimenta la autoestima de los que se sentían fracasados.”
11
Cf. G. Lugo, Ética social pentecostal. Santidad comprometida, en: C. Álvarez, editor, Pentecostalismo y liberación,
101-122, 103: “En el trasfondo de esta ética pentecostal tan rigurosa se esconde un sentido de protesta, de rechazo al
mundo con sus vicios. Y también un anhelo ardiente de pureza. Por eso, la ética y la santidad van de la mano en el
pentecostalismo.” “La santidad auténtica es también una crítica radical a la sociedad. Ella cuestiona y pone en tela de
juicio los vicios que deshumanizan” (122).
Se pudiera calificar la modernidad latinoamericana como incompleta o subdesarrollada.
Entre los fenómenos más visibles del impacto negativo de esta modernidad están el
descontrolado crecimiento se sus principales ciudades, produciendo verdaderos
monstruos urbanos como Ciudad de México, San Pablo, Lima o Buenos Aires. También
provoca un empobrecimiento paulatino del campo y el consecuente abandono del mismo,
cuyos campesinos emigran para ir a engrosar aún más los cinturones de miseria de las
periferias urbanas. La rapacidad de las transnacionales y la corrupción de los gobiernos
actúan juntos en el saqueo de las materias primas, la destrucción de los recursos
naturales y el deterioro general de las condiciones de vida de las poblaciones. También
el narcotráfico y otras formas del crimen organizado aportan a la conflictividad social. Los
y las pentecostales, como pertenecientes a las clases sociales más desprotegidas de
estas sociedades, padecen de manera directa toda esta conflictividad. Es a partir de su
inserción en esta situación que deben entenderse algunas de las reacciones de los
pentecostalismos ante la sociedad y también algunas de sus creencias y expresiones
religiosas.
12
Cf. B. Campos, En la fuerza del Espíritu. Pentecostalismo, teología y ética social, en: B. Gutiérrez, editor, En la
fuerza del Espíritu, 73-87, 63: “Este rechazo del mundo organizado, ese aparente aislamiento que toma formas de un
rigorismo ético y de ‘sociedades sustitutorias’ de la sociedad real, no es sino una respuesta a la marginación de la que
son objetos por parte de las sociedades religiosas predominantes y de los grupos de poder económicos y políticos.”
13
Observa L. S. Campos, Protestantismo histórico y pentecostalismo en Brasil. Aproximaciones al conflicto, en: B.
Gutiérrez, editor, En la fuerza del Espíritu, 91-140, 111: “El pentecostalismo ha respondido de forma positiva a las
necesidades socio-psíquicas de las personas excluidas de la modernidad capitalista. Para ellas no hay ninguna otra
utopía en el horizonte que les garantice la llegada de un tiempo de dignidad y de participación en los resultados del
desarrollo económico.”
14
Cf. G. Lugo, Ética social pentecostal, especialmente 101-110 y 120-122.
15
Cf. C. L. Mariz, El pentecostalismo y el enfrentamiento a la pobreza en Brasil, 215.
afirma la antropóloga Elisabeth Brusco: “A pesar de su retórica patriarcal, el
pentecostalismo re-socializa a los hombres oponiéndose a los patrones machistas
destructivos y re-definiendo las aspiraciones masculinas para coincidir con las
aspiraciones de sus esposas.”16
El mercado neoliberal quiere abarcarlo todo, hacer de todo mercancía con valor de
compra-venta, determinado sólo por la ley de la oferta y la demanda y regulado sólo por
la famosa “mano invisible” (A. Smith). La postmodernidad relativiza todo y confunde los
valores reales con los ficticios haciendo casi imposible su discernimiento. Los valores
pregonados por el neoliberalismo quieren ser percibidos como intocables. En la
actualidad dirigen las opciones fundamentales e impregnan las formas de comprensión
y estilos de vida de mucha gente. Por ejemplo, el prototipo del ser humano ideal
promovido en América Latina por los medios masivos de comunicación, especialmente
la televisión, es el “exitoso” hombre del primer mundo: blanco, rico, pulcro, emprendedor
y solo.17 Valores unificantes de una ideología que quiere ser única: la del occidente
secularizado, capitalista y postmoderno.
En esta línea pudiera ubicarse el esfuerzo de los y las pentecostales por elaborar una
teología propia, rica, crítica, dialógica y contextualizada, de la cual ya empiezan a verse
modestos resultados.19 Las características propias de los pentecostalismos los
convierten en promotores naturales de la pluri y la interculturalidad. Ellos tienen la
16
Referencia tomada de P. Freston, Entre el pentecostalismo y la decadencia del denominacionalismo. El futuro de
las Iglesias Históricas en Brasil, en: B. Gutiérrez, editor, En la fuerza del Espíritu, 295-316, 302.
17
Según A. Droogers, Globalization and the pentecostal success: “Publicy sells identities, rather than products.”
18
Cf. D. Irarrázaval, Teología en la fe del pueblo. San José, Costa Rica: DEI, 1999, 128: “Me parece que el papel de
una sana teología no es sustentarla, ni tampoco ser su adversaria. Lo que interesa es la lectura de signos de esperanza
en la existencia cotidiana, local y mundial. Aquí desentrañamos las exigencias del amor-fe-esperanza, y apreciamos
todo lo que contribuye a afirmar la esperanza Pascual, que transforma la humanidad y el cosmos. Esto implica
continuar forjando ‘otra’ globalización.”
19
Cf. J. Bosch, Introducción a la teología protestante latinoamericana, en: J. J. Tamayo y J. Bosch, editores, Panorama
de la teología latinoamericana. Navarra: Verbo Divino, 2000, 53-91, 77: “El pentecostalismo está en un proceso muy
vivo en el que merecen destacarse dos manifestaciones que le afectarán de manera notable: su apertura al movimiento
ecuménico y su implicación en las luchas sociales ante las injustas estructuras de los pueblos latinoamericanos.”
Considero que J. Bosch ha señalado dos de los temas más urgentes a reflexionar por la teología pentecostal
latinoamericana.
capacidad de tender puentes entre diferentes mundos culturales. 20 Su visión y
experiencia alternativas son una negación o restricción a la ideología de modelo único.
Por ello considero que una de las tareas imperativas de las teologías latinoamericanas,
incluyendo la pentecostal, es la afirmación de la diversidad de los pueblos y de las
experiencias religiosas, y su derecho a conservarlas y ejercerlas. Ante la lógica de la
razón homogenizante debe seguir oponiéndose una lógica de la diversidad y la
alternativa. En América Latina es necesaria y deseada una lógica de lo plural 21, de
visiones religiosas y humanísticas relacionales pero no fusionadas, de la afirmación de
una “cultura de la esperanza” (F. Hinkelammert), de la construcción de sociedades
“donde quepamos todos y todas” (E. Tamez). Si la postmodernidad diluye las diferencias
o las multiplica hasta el infinito para restarles significado, las teologías latinoamericanas
requieren reconocerlas y clarificarlas para poder significarlas y dignificarlas. En esta tarea
deberán seguir participando también la teología y la espiritualidad pentecostales.
20
Cf. A. Droogers, Globalization and the pentecostal success: “The scope of Pentecostal interest is global too; after
all, the whole world is under God´s authority and all people are potential believers. The language miracle of the first
Pentecost is more than a metaphor: Pentecostals behave like cultural polyglots.”
21
Cf. F. Hinkelammert, El mapa del emperador. Determinismo, caos, sujeto. San José, Costa Rica: DEI, 1996, 238:
“Fragmentizar el mercado mundial mediante una lógica de lo plural es una condición imprescindible de un proyecto
de liberación hoy.”
22
Entrevista por internet realiza en marzo del 2002.
23
Señala B. Campos, Lo testimonial: un caso de teología oral y narrativa, en: C. Álvarez, editor, Pentecostalismo y
liberación, 125-146, 133: “El pentecostalismo tiene rasgos de una cultura posmoderna, una cultura de la imagen y el
sonido, una cultura del lenguaje sono-visual que hace uso (y abuso) de la tecnología de la comunicación y la
informática.”
pentecostalismos cierta capacidad de resistencia a los cambios. La “novedad de la vida
en el Espíritu” en que afirman vivir, los protege de la invasión de las ofertas religiosas y
espirituales de diversos tipos, tan comunes en la actualidad: quien está satisfecho con
su religión no busca otras experiencias.
Aunque también es necesario señalar que la situación general del campo religioso actual
favorece un mayor contacto entre las diferentes ofertas religiosas. Las comunidades del
pentecostalismo “clásico”, al menos en México, sienten fuerte atracción hacia las
expresiones religiosas neopentecostales. Incluso, se puede constatar que las fronteras
entre ambas “familias” se han vuelto muy imprecisas y movibles e, incluso, permeables.
También este fenómeno de permeabilidad es observable relativo a las iglesias del
protestantismo “histórico”.
24
Considero acertado el apunte de A. Droogers, Globalization and the pentecostal success: “The fascination with
globalization does not stem from the characteristics of the global, but from the attitude developed locally in order to
survive in an era of globalization.”