La Ley, El Ayo para La Gracia

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*Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad

vinieron por medio de Jesucristo.* -Sermón Temático Doctrinal, página 23-


-Juan 1:17-

En este texto encontramos elementos que me indican la manifestación de


dos tiempos o dos dispensaciones, La primera dada por medio de Moisés y
la segunda entregada y revelada por medio de Jesucristo. Tenemos entonces
la dispensación de la ley y la dispensación de la gracia…y en su orden nos
proporcionan cuadros bien definidos y claros del trato de Dios con el
hombre, Nos ayudan a entender el progreso de la revelación escrita, Nos
ayudan a entender el carácter de Dios y sus atributos: Su amor, su paciencia,
su justicia; podemos ver en este orden lógico la sabiduría de Dios, y es
natural ver que todos los tiempos van en progreso hacia una mayor
revelación, Dios lleva al hombre a través de los tiempos para adentrarlo cada
vez más EN SU PRESENCIA.
Y que bueno es este tiempo en que vivimos, nos alcanzó esta buena noticia,
a nosotros “Que estábamos sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel
y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en este
mundo” *Efesios 2:12*, El tiempo de la gracia nos tomó, y nos permitió
entrar a un lugar que era reservado solo para la nación de Israel,
especialmente para los de la tribu de Levi del linaje de Aaron; en esta
dispensación tenemos libertad por medio de la sangre de Cristo para entrar
confiadamente y sin reservas, al lugar Santísimo. -Hebreos 10:19-

Pero permítame por un momento hablarle acerca de la ley, de los usos de la


ley, “Porque la ley es buena, dice la escritura, si uno la usa legítimamente”
*1Timoteo 1:8* y seguramente con la ayuda de Dios comprenderemos y
veremos con mayor aprecio la manifestación de la dispensación de la
gracia.

Dios me ayude y me dirija en el nombre de Jesús en la presentación de esta


su palabra.
La Frase que he escogido por la gracia de Dios para el Sermón de esta
noche es:
*-Incomparable dispensación-*

En el capítulo 20 del libro de Éxodo, se nos describe el momento en que la


ley fue entregada a Israel, y encontramos un extracto de la palabra que lleva
como título “El Terror del Pueblo”, Dios se manifestó en el Monte Sinaí. He
aquí Relámpagos y truenos le acompañaban, Dios hizo tronar su voz y la voz
del altísimo como estruendo de muchas aguas hacía temblar los corazones
del pueblo de Israel. Todo el Sinaí humeaba y el sonido de la bocina
retumbaba en el aire, Dice Moisés que Jehová resplandeció desde el monte
de Parán, y el Santo vino de Sinaí; y vino de entre diez millares de santos.
Con la ley de fuego en su mano derecha. -Deuteronomio 33:2-
De Su boca salió una ley ardiente para ellos. Era una ley estricta y temible
aun en el momento en que fue dada; y desde entonces, de ese Monte Sinaí
ha bajado una temible lava de justicia, para inundar, para destruir, para
quemar, para consumir a toda la raza humana, La ley perfecta declara su
sentencia sobre el hombre, y siempre se oye desde el tribunal la palabra
“CULPABLE” y la justicia de Dios clama por el pago de la trasgresión… y la
muerte se ensancha sobre los hombres y se pasea con su aguijón.

Un Predicador decía referente a la ley: Que “es una gran inundación que
habría anegado al mundo con algo peor que el agua del diluvio de Noé; es un
gran incendio que habría quemado la tierra con una peor destrucción que la
que cayó sobre Sodoma; es un ángel severo con una espada, sediento de
sangre, y con alas de muerte; es un gran destructor que arrasa a las naciones;
es el gran mensajero de la venganza de Dios, que es enviado al mundo”.

Pablo subraya que por la ley ningún hombre será justificado delante de Dios
-Gálatas 2:16- -Gálatas 3:11- -Rom 3:28-. Y añade “Porque sabemos que la ley
es espiritual; más yo soy carnal, vendido al pecado”. -Rom 7:14-
La ley dada a Moisés, es una demanda de perfección. Sin el Evangelio de
Jesucristo, la ley no es otra cosa que la voz condenatoria de Dios, que truena
en contra del hombre. La ley dada a Moisés, es una demanda de perfección.
Sin el Evangelio de Jesucristo, la ley no es otra cosa que la voz condenatoria
de Dios, que truena en contra del hombre.
A razón de lo cual surge una inevitable pregunta, si la ley no vivifica,
entonces… ¿Para qué sirve la ley?

1. Para conocer el Pecado.


“Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante
de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” –
Romanos 3:20- El Apóstol no dice que por la ley es el pecado, sino
únicamente “el conocimiento del pecado”. “Pues antes de la ley, había
pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado” –
Romanos 5:13-. El pecado ya existía “antes de la ley”, y sólo precisaba que
la ley lo manifestara bajo la forma de “transgresión”. Y lo encerró todo bajo
pecado. -Gálatas 3:22-
La ley, en cierto sentido, es como un espejo perfecto descolgado desde el
cielo para revelar al hombre su desorden moral. Si yo me miro ante un espejo
con mis vestidos raídos, el espejo me mostrará el deterioro, pero de ninguna
manera lo compondrá. Si mido una pared torcida con una plomada
perfectamente justa, el plomo me revelará las desviaciones de la pared, pero
no la enderezará. Si durante una noche oscura, salgo con una luz, ésta me
dejará ver todos los obstáculos y asperezas de mi camino, pero no los
quitará. Sin embargo, ni el espejo, ni la plomada, ni la luz crean los males
que tan claramente puntualizan; no los crean ni los quitan, sino que
simplemente los manifiestan. Lo mismo ocurre con la ley; ella no crea el mal
en el corazón del hombre ni tampoco lo quita, sino que simplemente lo
revela con una infalible exactitud. “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado?
En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque
tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás” -Romanos 7:7-
. La ley Trae el conocimiento del pecado Y lo exhibe sin censura alguna.
El Apóstol no dice que el hombre no hubiese tenido “codicia”, sino
simplemente que “no la hubiese conocido”. La “codicia” estaba en el
hombre; pero él estaba en tinieblas en cuanto a ella hasta la llegada de la ley;
hasta que la palabra del Todopoderoso dada desde el monte Sinaí retumbo
en la mente y su brillo perfecto penetró a los rincones más oscuros de su
corazón y manifestó el mal que en él había. Cuando nos acercamos a la ley
nos sentimos cada vez más y más culpables.

2. “La ley se introdujo para que el pecado abundase” -Romanos 5:20-.


La presencia de la ley hizo que el pecado humano se acrecentara –Rom 7:8-.
De este modo, hizo más conscientes a los hombres de su propia
pecaminosidad e incapacidad para conformarse al parámetro perfecto de
Dios. Lo que se establece aquí es que la ley de Moisés no hizo nada para
cambiar la situación de pecado y la muerte introducida en el mundo por
Adán. Ciertamente, la ley empeoró las cosas, aumentando la ofensa, al hacer
del pecado contra Dios una rebelión de carácter más serio contra sus
mandamientos explícitos. Esto me indica claramente otro uso verdadero de
la ley, demostrando así que el pecado es en “sobremanera pecaminoso” -
Romanos 7:13-. Así como un hombre, en un cuarto oscuro, puede estar
rodeado de polvo y confusión, sin que pueda apercibirse de ello, a causa de
la oscuridad en que está sumido; pero que tan sólo un rayo de luz penetre
allí, e inmediatamente lo distinguirá todo. Sin embargo, ¿acaso los rayos de
sol crean el polvo? Seguramente que no; el polvo está allí, y el sol no hace
más que descubrirlo y manifestarlo.

3. Sirve para dar a conocer al Hombre su pecaminosidad –Rom 3:20-


La ley, Le manifiesta al hombre su culpa. Dios declara lo que el hombre debía
ser, y pronuncia una maldición sobre él si no lo es. Más cuando el hombre
se examina a sí mismo a la luz de la ley, descubre precisamente que él es
aquello que la ley condena. –Pro.20:9- “¿Quién podrá decir: Yo he limpiado
mi corazón, Limpio estoy de mi pecado?” “Así que queriendo yo hacer el
bien, hallo esta ley: Que el mal está en mí” -Rom. 7:21- la corrupción innata
en la naturaleza humana, se revela contra las leyes de Dios. Como lo dice en
-Marcos 7:21-22- “Porque dentro del corazón del hombre salen los malos
pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos,
las avaricias, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la
insensatez”. Tal es, pues, el efecto que produce la ley. Ella juzga el carácter
y la condición del hombre; le prueba que es un pecador y lo encierra bajo
maldición –Gálatas 3.10- La ley viene para juzgar al hombre, y lo maldice si
él no hace lo que la ley le dice que debe hacer.
4. Colocar al hombre en una condición de muerte -Gálatas. 2:19-.
Todos los delitos nos condenaron. La ley no es contemplativa con las
debilidades, ni se satisface con una obediencia sincera pero imperfecta.
“Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se
hace culpable de todos” -Santiago 2:10-. Si hiciera concesiones, no sería lo
que la Biblia dice que es: “Santa, Justa y Buena” -Romanos7:12-.
Precisamente porque la ley es así, el pecador es completamente incapaz de
obtener la vida por su medio. Si el hombre pudiese obtener la vida por ella,
la ley no sería perfecta o bien el hombre no sería pecador. Es imposible
que un pecador adquiera la vida por medio de una ley perfecta. Su absoluta
perfección manifiesta la absoluta ruina y la condenación del hombre, y pone
así su sello. “…Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas
escritas en el libro de la ley, para hacerlas.” Gálatas 3:10.

5. La Ley es el Poder del Pecado, “Ya que el aguijón de la muerte es el


pecado, y el poder del pecado, la ley”. -1Co 15:56-
Porque es por el pecado que la muerte adquiere autoridad sobre el hombre;
porque la paga del pecado es la muerte, y la ley lo que hace es dar poder al
pecado, lo hace sobremanera pecaminoso. Dándole de cierto modo
autoridad a la muerte para ejercer su poder, y con su aguijón arrebatar la
vida de los que viven bajo la Ley. En este caso quien le da uso a la ley es el
pecado para hacer poderosa o efectiva a la muerte.

6. La ley fue nuestro Ayo (Cuidador,), para llevarnos a Cristo.


-Gálatas 3:24- “La ley era para nosotros como el esclavo que vigila a los
niños, hasta que viniera Cristo, para que por la fe obtuviéramos la
justicia”. DDH. Un esclavo desempeñaba en familias romanas y griegas la
tarea de tutor de un niño entre los seis y dieciséis años. El esclavo era como
un supervisor de las acciones del niño y lo acompañaba en toda ocasión
cuando salía de casa. Muchas veces el tutor era un esclavo de alta estima y
le confiaban la supervisión moral del niño. El tutor no era un instructor, no
era un maestro de escuela. El tutor disciplinaba al niño para que hiciera su
tarea y obedeciera. El tutor estaba ligado a la vida del niño hasta que éste
llegaba a ser un adulto, momento en el cual el tutor terminaba su tarea de
disciplinar o instruir al niño. De este concepto podemos deducir dos cosas.
Primero que la ley como un tutor es inferior, en naturaleza a la promesa de
Cristo Jesús. Porque lo compara con un esclavo, al igual que en la alegoría
que usa pablo entre Sara y Agar. La esclava, la del monte Sinaí que da hijos
para esclavitud, Mas nosotros hermanos somos Hijos de la Promesa, somos
hijos de la libre. -Gálatas 4:21-31-
Segundo, la ley como tutor encerraba una disciplina para algo mejor, en este
caso Cristo. El propósito de la ley fue llevarnos a Cristo para que seamos
justificados por la fe.
“Más la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es
por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. Pero antes que viniese la
fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a
ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro ayo, “maestro” “cuidador”
“tutor”, “criador”… para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos
justificados por la fe”.

7. La ley pone en manifiesto la necesidad de Un salvador.


Lo máximo que puede hacer es sacarnos a latigazos fuera de nuestra
jactanciosa justicia propia y conducirnos a Cristo. Pone un peso a nuestras
espaldas y nos hace pedirle a Cristo que lo quite de allí.
La ley Fue enviada al mundo para mostrar el valor de un Salvador. De la
misma manera que el oropel hace resaltar las joyas, y las manchas oscuras
hacen que los tintes brillantes luzcan más brillantes, así la ley hace que
Cristo aparezca más puro y más celestial. Oigo a la ley de Dios maldecir.
Cuán dura es su voz. Veo que la ley condena al hombre imperfecto; Pero
luego contemplo a Cristo Jesús hecho hombre tomando ésta molesta carga,
obedeciéndola. ¡Oh!, cuán importante es ese precio, conociendo cuán pesada
es la demanda!
Cristo Jesús dio su vida en sacrificó por mí, no fue solamente la muerte en
la cruz, fue una vida día a día, hora tras hora, minuto a minuto y segundo a
segundo, de completa obediencia a la ley dada por Moisés, porque Cristo
nació bajo la ley para redimir a los que estaban bajo la ley. Veo que la ley me
condena. Sé que esta ley se interpone en mi camino, y como un querubín con
una espada encendida no me dejará entrar al paraíso, Si no fuera porque
Jesucristo ha detenido ese terrible torrente, y ha ordenado a sus olas de
fuego a que se queden quietas, Seríamos consumidos. ¡Oh!, cuán Santo debe
haber sido Cristo para obedecer a todas las demandas impartidas desde el
Sinaí. Nada me lleva a valorar más a mi Salvador que cuando puedo conocer
cuán dulce y preciosa ha sido su Justicia, su perfecta obediencia, Cuan
poderoso ha sido su triunfo que ha quitado el poder al pecado, le arranco el
aguijón a la muerte, y ahora es nuestro pasaporte para el cielo, por gracia
soy salvo.

La ley fue dada por Moisés pero la gracia y la verdad vinieron por medio de
Jesucristo.

Ustedes que están sentados allá; ¿no han quebrantado estos diez
mandamientos? ¿Aun en la letra no los han quebrantado? ¿Quién de ustedes
ha honrado siempre a su padre y a su madre? ¿Quién de nosotros ha dicho
siempre la verdad? ¿Acaso algunas veces no hemos levantado un falso
testimonio en contra de nuestro vecino? ¿Hay alguna persona aquí que no se
haya fabricado otro dios, y que no se haya amado a sí mismo, o a su negocio,
o a sus amigos, más de lo que ha amado al Dios de toda la tierra? ¿Quién de
ustedes no ha codiciado la casa de su vecino, o su siervo, o su buey, o su
asno? Todos nosotros somos culpables con relación a cada letra de la ley;
todos nosotros hemos transgredido los mandamientos. Y si realmente
entendiéramos estos mandamientos, y sintiéramos que nos condenan,
tendrían esta influencia útil en nosotros de mostrarnos el peligro en que
estamos, El espíritu de la ley nos condena. Y ésta es su propiedad útil; nos
humilla, nos hace ver que somos culpables, y así somos conducidos a recibir
al Salvador. La única razón por la que un hombre piensa que es justo es
porque no conoce la ley. Piensas que nunca la has quebrantado debido a que
no la entiendes. Algunos de ustedes son las personas más respetables;
ustedes piensan que han sido tan buenos que pueden ir al cielo mediante
sus propias obras. Tal vez no lo dicen de esa manera, pero en lo secreto
piensan eso; ustedes han sido poderosamente piadosos al asistir a su iglesia
con regularidad, son buenos con los pobres, generosos y justos, y dicen, "yo
me salvaré por mis obras." No, señor; mira la llama que vio Moisés, y
estremécete, y tiembla y desespera.

LA GRACIA DEL SEÑOR JESUCRISTO.


Procede como un acto bondadoso, en favor de la humanidad Tito 2:11 dice:
“porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los
hombres”,

El amor y la justicia forman parte de la naturaleza divina que Dios usa para
lidiar con nosotros. Moisés enfatizó la justicia y la Ley de Dios, mientras que
Cristo vino para resaltar la misericordia, el amor y el perdón. Moisés solo
pudo ser el vehículo de la Ley, mientras que Cristo vino para cumplirla
(Mat_5:17). La naturaleza y la voluntad de Dios se revelaron en la Ley; ahora
la naturaleza y la voluntad de Dios se revelan en Jesucristo. En lugar de venir
en tablas frías de piedra, la revelación de Dios "su verdad" viene a la vida.

Él es la fuente de gracia y de verdad que es lo más significativo. Juan


quiere que veamos en el ministerio de Jesús una expresión de la gracia de
Dios y “En quien tenemos redención por su sangre, El perdón de pecados
según las riquezas de su gracia”
Efesios 1:7

Pablo proclamó la gracia de Dios -gracia libre, plena, soberana y eterna-


sobrepasando al glorioso conjunto de los apóstoles. Algunas veces se
remontaba a tales asombrosas alturas o se sumergía en tales profundidades
inescrutables, que aun Pedro no podía seguirle. Estaba presto a confesar que
“nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada”, ha
escrito “algunas cosas difíciles de entender”. Judas pudo escribir acerca de
los juicios de Dios y reprobar con terribles palabras a “hombres impíos, que
convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios”. Pero no podía, como
Pablo, explicar el propósito de la gracia como fue planeado en la mente
eterna, o la experiencia de la gracia como es sentida y experimentada en el
corazón humano. Está también Santiago: él, como un fiel ministro, podía
tratar de manera muy detallada con las evidencias prácticas del carácter
cristiano. Y sin embargo, pareciera que se queda en la superficie; no penetra
de manera profunda en el subsuelo sobre el que debe estar asentado el piso
visible de todas las gracias espirituales. Aun Juan, sumamente favorecido
entre todos esos apóstoles que fueron compañeros de nuestro Señor en la
tierra, -dulcemente como el discípulo amado escribe acerca de la comunión
con el Padre y Su Hijo Jesucristo- aun Juan no habla de la gracia tan
ricamente como lo hace Pablo “para que Jesucristo mostrase en mí el
primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él
para vida eterna”. No se trata, en verdad, que tengamos libertad para preferir
a un apóstol sobre otro. No podemos dividir a la Iglesia diciendo: ‘yo soy de
Pablo, yo de Pedro, yo de Apolos; pero sí podemos reconocer el instrumento
que a Dios le agradó utilizar; podemos admirar la manera en que el Espíritu
Santo le equipó para su obra; podemos, con las iglesias de Judea, “glorificar
a Dios en Pablo”. Entre los primeros padres, Agustín fue identificado como
el “Doctor de la Gracia”, tanto se deleitaba él en esas doctrinas que exhiben
la gratuidad del favor divino. Y podríamos afirmar ciertamente lo mismo de
Pablo. El descollaba entre sus iguales declarando la gracia que trae salvación.
El sentido de la gracia impregnaba todos sus pensamientos tal como la
sangre vital circula por todas las venas del cuerpo de uno. Si habla de la
conversión, “me llamó por su gracia”. Es más, él ve a la gracia activa antes
de su conversión, y “me apartó desde el vientre de mi madre”. Pablo atribuye
todo su ministerio a la gracia. “A mí, que soy menos que el más pequeño de
todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el
evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”. Véanle en cualquier
momento y bajo cualesquiera circunstancias: ya sea abatido por la debilidad
o transportado hasta el tercer cielo con revelación, él se describe de una sola
manera, “Por la gracia de Dios soy lo que soy”.

No hay ministros que contiendan tan plena y resueltamente por la gracia


libre, soberana e incondicional, como aquellos que antes de su conversión se
han recreado en pecados graves y escandalosos. Sus predicadores
caballerosos que han sido educados piadosamente y que han sido enviados
de su cuna a la escuela, de la escuela a la universidad y de la universidad al
púlpito sin encontrar mucha tentación, o sin ser rescatados de las guaridas
de la impiedad, saben comparativamente poco y hablan con escaso énfasis
acerca de la gracia inmerecida. Es un Bunyan, que profería maldiciones, un
Newton que era un verdadero monstruo en el pecado, y son los seres
semejantes a ellos los que no pueden olvidar ni siquiera una hora en sus
vidas posteriores la gracia que los libró del pozo del abismo y que los
arrebató, cual tizones, del incendio. Extraño, en verdad, que Dios quiera
que así sea.

Es inescrutable la providencia que permite que algunos de los elegidos de


Dios se extravíen y anden errantes hasta donde una oveja se puede
descarriar. Sin embargo, tales hombres se convierten en los más valientes
paladines de esa gracia que es la única que puede rescatar a cualquier
pecador de la eterna condenación.

Que inescrutables son la riquezas de su gracia porque dice la escritura que


donde abundo el pecado, sobre abundo la gracia, vemos a un pecador
demasiado cruel y tirano que no creemos que la gracia de Dios lo pueda
alcanzar, tan hundido en el cieno que se es irreconocible su aspecto por el
fango que lo cubre, deshaciéndose enteramente como una podrida llaga no
hay para el esperanza dicen los que le observa y se merece el castigo justo
por la abundancia de su pecado, ah pero bendita riqueza que al hombre
perdido enteramente le abre una puerta más de su gracia, porque pensaron
que había llegado al límite de su corrupción y que la gracia ya no tenía
espació para el pero las riquezas inescrutables de su gracia le abrieron una
bodega de bendición donde sobreabunda el perdón de pecados No hay
ningún límite para Su entendimiento, ni lo hay para Su gracia.

Su gracia abarca todos los pecados, todas las pruebas, todas las necesidades,
todas las debilidades y todas las luchas de sus siervos.

"¿para qué sirve la ley?" Fue enviada al mundo para evitar que los cristianos
confíen en la justicia propia. ¿Acaso los cristianos confían alguna vez en su
justicia propia? Claro que sí, así es. El mejor cristiano del mundo encontrará
que le resulta difícil evitar la jactancia y la confianza en su propia justicia. "
persuadiendo a muchos de que merecen el cielo y la bienaventuranza eterna
por el fiel cumplimiento de su ministerio. Pero bendito sea Dios que guarda
a sus hijos y nos da la capacidad de apagar este dardo encendido,
recordándome pasajes como éstos: '¿Qué tienes que no hayas recibido?" y,
"Por la gracia de Dios soy lo que soy.'"

Ahora, si esa es la base de tu confianza, tienes una esperanza podrida; tú


tienes una tabla sobre la que estás parado que no resistirá tu peso en el día
de rendir cuentas a Dios. Vive el Señor mi Dios, en cuya presencia estoy, "que
si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no
entraréis en el reino de los cielos." Y si piensas que la obra más perfecta de
tus manos puede salvarte, tienes que saber esto, que "Israel, que iba tras una
ley de justicia, no la alcanzó." Aquellos que no la buscaban, la alcanzaron.
¿Por qué? Porque el uno la ha buscado por fe, el otro la ha buscado por las
obras de la ley, donde nunca se puede encontrar la justificación.

Llevó el juicio de nuestros pecados en la Cruz del Calvario y terminó con el


asunto del pecado de una vez y para siempre. Porque soportó el castigo de
nuestros pecados nunca tendremos que sufrirlo. Podemos cantar
confiadamente: “La muerte y el juicio han quedado atrás, / la gracia y la
gloria se extienden adelante, / todas las olas pasaron sobre Jesús, / allí
agotaron su máximo poder”. Así como el juicio pasó para siempre de él, así
ha pasado también para nosotros, y podemos decir: “No hay ya condenación,
/ Ni hay infierno para mí, / El tormento y el fuego / Mis ojos jamás verán./
Para mí ya no hay sentencia, / La muerte no tiene aguijón: / Porque el Señor
me ama / Y me protege bajo Su ala”.

"Por tanto, os digo que si vuestra justicia no fuera mayor que la de los
escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos", Mat_5:20
Lo que distingue a un discípulo no son sus buenas obras, sino sus buenas
motivaciones debido a la gracia sobrenatural de Dios. Lo único que supera a
hacer lo correcto es ser correcto. Jesucristo vino a poner, en cualquiera que
se lo permita, una nueva herencia con una justicia que excede a la de los
escribas y fariseos. Jesús dice: "Si eres mi discípulo, no solo tus acciones
deben ser rectas, sino tus motivos, aspiraciones y tus más recónditos
pensamientos. Tus motivos deben ser tan puros que el Dios Todopoderoso
no pueda ver nada reprobable”.
¿Quién puede estar en la luz eterna de Dios sin tener nada que Él pueda
censurar? Tan solo Jesucristo, el Hijo de Dios. Y Él declara que mediante su
redención puede colocar dentro de una persona su propia naturaleza y
volverla tan pura y sencilla como un niño. La pureza que Dios exige sólo es
posible cuando eres renovado interiormente y esto es precisamente lo que
Jesús se comprometió a hacer por medio de su redención.
Nadie se vuelve puro obedeciendo leyes. Jesucristo no nos da reglas ni
reglamentos; nos da sus enseñanzas, es decir, verdades que sólo pueden
interpretarse mediante la naturaleza que Él ha puesto en nosotros. La gran
maravilla de la salvación de Jesucristo es que Él cambia lo que heredamos.
No modifica la naturaleza humana, sino que cambia la fuente y, de ese modo,
también los motivos.

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