2016 - Ministros Extraordinarios de La Sagrada Comunión
2016 - Ministros Extraordinarios de La Sagrada Comunión
2016 - Ministros Extraordinarios de La Sagrada Comunión
Con el deseo de ahondar en la naturaleza del ministerio extraordinario de la Sagrada Comunión y así
contribuir a un correcto ejercicio del mismo, se ha visto la conveniencia de publicar el adjunto trabajo, el
cual se enmarca dentro de las orientaciones de la reciente Instrucción Redemptionis Sacramentum (ver
capítulo VII, nn. 154-160), y el deseo de llevar a cabo la debida distribución del Santísimo Sacramento: el
“Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo”.
Es innegable que los fieles no ordenados ya desde hace algún tiempo colaboran en diversos ambientes de la
pastoral con los sagrados ministros a fin de que “el don inefable de la Eucaristía sea siempre más
profundamente conocido y se participe de su eficacia salvífica con siempre mayor intensidad” (Instrucción
Immensae caritatis, AAS 65(1973), p. 264). Pero ello no debe llevar a confusiones que lleven a no
distinguir entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los fieles. “La disciplina canónica sobre
el ministro extraordinario de la sagrada comunión debe ser, sin embargo, rectamente aplicada para no
generar confusión, la misma establece que el ministro ordinario de la sagrada comunión es el Obispo, el
Presbítero y el Diácono, mientras son ministros extraordinarios sea el acólito instituido, sea el fiel a ello
delegado a norma del can. 230 § 3” (Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los
fieles laicos en el Sagrado Ministerio de los Sacerdotes, artículo 8). No se debe de perder de vista que por
institución divina existe en la Iglesia dos modos de participar del único sacerdocio de Cristo: el sacerdocio
común de todos los fieles y el sacerdocio ministerial, que “aunque su diferencia es esencial y no sólo en
grado, están ordenados el uno al otro; ambos, en efecto, participan, cada uno a su manera, del único
sacerdocio de Cristo” (Constitución Dogmática, Lumen Gentium, n. 10).
Por lo tanto debe de quedar claro que si se permite a los fieles laicos ser ministros extraordinarios de la
sagrada comunión, que de suyo es algo ordinario en el ministro sagrado, lo es en ciertos casos y debe de
tenerse en cuenta lo siguiente:
A. El ministro extraordinario a intervenir en primer término es aquel que ha recibido el acolitado (ver CIC,
can 910 § 2).
B. No obstante cuando lo exija la necesidad podrá distribuir la comunión otro fiel que deberá ser designado
por el ordinario del lugar ad actum vel ad tempus e incluso si fuese verdaderamente necesario de modo
estable.
C. Para que el ministro extraordinario, durante la celebración eucarística, pueda distribuir la sagrada
comunión es necesario que:
E. Los sacerdotes deben tener presente que estas facultades dadas a alguno de los fieles para que sean
ministros extraordinarios de la sagrada comunión son concedidas en razón del bien espiritual de los fieles
dado que “se trata de un servicio litúrgico que responde a las objetivas necesidades de los fieles, destinado
sobre todo, a los enfermos y a las asambleas litúrgicas en las cuales son particularmente numerosos los
fieles que desean recibir la sagrada comunión” (Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la
colaboración de los fieles laicos en el sagrado ministerio de los sacerdotes, artículo 8); y por lo tanto los
sacerdotes no están eximidos en absoluto de su obligación de distribuir la sagrada Eucaristía a los fieles que
se lo soliciten y a los enfermos.
2. Aquellos fieles que sean escogidos para ser ministros extraordinarios de la sagrada comunión
deben de llevar una vida coherente con la fe de la iglesia católica.
Todos los bautizados están llamados ciertamente a dar testimonio de su fe cristiana y a buscar la santidad en
la situación o estado en que se encuentran, “todos los fieles deben esforzarse según su propia condición por
llevar una vida santa, así como por incrementar la Iglesia y promover su continua santificación” (CIC, can
210). Ello no puede ser la excepción en aquellos fieles que sean propuestos para ejercer de ministros
extraordinarios de la sagrada comunión, sería un verdadero anti testimonio que aquellos que va a distribuir
el mismo Cuerpo de Cristo desdigan con su vida lo que dicen confesar con sus labios. Resulta pues una
verdadera exigencia que se realice una necesaria selección entre los fieles cuando se prevea la necesidad de
contar con ministros extraordinarios de la sagrada comunión y acompañar a esa selección una adecuada
formación para aquellos fieles:
“Es deber de la autoridad competente cuando se diera la objetiva necesidad de una suplencia, de procurar
que la persona sea de sana doctrina y ejemplar conducta de vida. No pueden ser admitidos al ejercicio de
estas tareas aquellos católicos que no llevan una vida digna, no gozan de buena fama, o se encuentran en
situaciones familiares no coherentes con la enseñanza moral de la Iglesia. Además la persona debe poseer la
formación debida para el adecuado cumplimiento de las funciones que se le confían” (Instrucción sobre
algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el sagrado ministerio de los sacerdotes,
articulo 13). De lo anterior se deduce que no se debe admitir para ser ministros extraordinarios de la sagrada
comunión a quienes viven en situaciones irregulares (es el caso de los que conviven “more uxorio” en
uniones libres, los que se casan sólo civilmente o los divorciados vueltos a casar).
Aquellos fieles que sean elegidos para ser ministros extraordinarios de la sagrada comunión deben además
poseer una verdadera piedad eucarística y haber recibido la debida instrucción sobre el modo digno y
respetuoso en que debe ser tratada la Eucaristía, es decir la recta doctrina eucarística, las rúbricas que se
deben de observar y la disciplina acerca de la admisión para la comunión. “A norma del derecho particular
perfeccionen sus conocimientos frecuentando por cuanto sea posible, cursos de formación que la autoridad
competente organizará en el ámbito de la Iglesia particular, en ambientes diferentes de los seminarios, que
son reservados sólo a los candidatos al sacerdocio, teniendo gran cuidado que la doctrina enseñada sea
absolutamente conforme al magisterio eclesial y que el clima sea verdaderamente espiritual” (Instrucción
sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el sagrado ministerio de los
sacerdotes, artículo 13). En cuanto a la autoridad competente corresponde en primera instancia al párroco el
grave deber no sólo de seleccionar sino también de preparar debidamente a los fieles designados para ser
ministros extraordinarios de la sagrada comunión y que deberán ser propuestos al Obispo diocesano para su
aprobación.
Están absolutamente prohibidos a los ministros extraordinarios de la sagrada comunión los siguientes actos:
En la misma celebración eucarística:
A. Tener acceso directo al sagrario “Quien cuida de la Iglesia u oratorio ha de proveer que se guarde con la
mayor diligencia la llave del sagrario en el que está reservada la santísima eucaristía” (CIC 938 § 5), hay
que decir que sólo por especial concesión de la santa sede puede guardar la llave del sagrario un laico
(Instrucción Nullo unquam 6, AAS 30 (1938), p. 203-204).
B. Guardar la Sagrada Eucaristía en sus casas: “a nadie le está permitido conservar en su casa la Santísima
Eucaristía o llevarla consigo en los viajes, a no ser que lo exija una necesidad pastoral y observando las
prescripciones dictadas por el Obispo diocesano” (CIC 935).
C. Llevar la sagrada comunión a los enfermos sin la autorización expresa del párroco, quien a su vez deberá
velar para que en la medida de lo posible se realice entre dos personas y se transporte la sagrada eucaristía
en un porta viáticos digno.
D. Cuando el ministro extraordinario lleve la sagrada comunión a los enfermos irá directamente desde el
lugar donde se reserva el santísimo sacramento hasta el domicilio del enfermo, por lo tanto debe excluir
cualquier actividad profana, para evitar todo peligro de profanación y para guardar el sumo respeto al
Cuerpo del Señor (Ver Instrucción Redemptionis sacramentum, n. 133).
E. Los ministros extraordinarios de la sagrada comunión deben de seguir siempre el ritual para administrar
la comunión a los enfermos como se prescribe en el Ritual Romano (Ver Instrucción Redemptionis
sacramentum, n. 133).
NORMAS COMPLEMENTARIAS
1. Ante el hecho de que algunos ministros extraordinarios de la sagrada Comunión carecen de la debida
reverencia y criterio en el ejercicio de su ministerio, nuevamente insistimos que por ningún motivo se debe
descuidar su adecuada formación. Según el Derecho de la Iglesia ellos “tienen el deber de adquirir la
formación conveniente que se requiere para desempeñar bien su función y para ejercerla con conciencia,
generosidad y diligencia” . Dicha formación, que ha de ser permanente, es responsabilidad del párroco,
capellán o rector de iglesia y ésta debe descansar en una fundamentación segura de doctrina y
espiritualidad, ya que a estos ministros la Iglesia les confía la facultad de distribuir de manera extraordinaria
el don de la Eucaristía, que es “de lo más precioso que la Iglesia puede tener en su caminar por la
historia…La sagrada Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra
Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo” …“El ’tesoro’ es
demasiado grande y precioso como para arriesgarse a que se empobrezca” .
2. Si en la celebración de la Misa hay procesional de entrada, ellos no participan del mismo. Más bien
deberán estar sentados en medio del pueblo para que se vea que se acercan desde la Asamblea a realizar su
ministerio, movidos por un caso de real necesidad, ya que el encargo pastoral que han recibido es de
suplencia y de carácter extraordinario.
3. Se aconseja vivamente que después del rezo del Padrenuestro, los ministros extraordinarios se dirijan a la
sacristía de la iglesia para lavarse las manos. Recién al comenzar el rito de la Fracción del Pan, ellos se
dirigen al presbiterio. Lo primero que hacen al llegar a él es una genuflexión a la Eucaristía. Antes de la
Comunión, se quedan de pie a un lado, no en el altar o cerca del mismo, porque no son concelebrantes o
diáconos.
4. Son los primeros en comulgar recibiendo la Comunión solamente bajo la especie del Cuerpo de Cristo.
Después de hacerlo reciben del ministro ordenado el copón para distribuir la Eucaristía a sus hermanos. A
cada ministro deberá acompañarlo un monaguillo con una patena. De esta manera se evitará el peligro que
la hostia o alguna de sus partículas puedan caer al piso. El Cuerpo de Cristo está presente también en cada
una de las partes del pan consagrado por pequeña que ésta pueda ser.
5. Distribuyen la Eucaristía según la práctica local establecida. Al distribuir la Comunión ellos respetarán el
deseo de cada comulgante de recibir el Cuerpo del Señor sea en la mano o en la boca. Por tanto, la
«Comunión en la mano» no deberá ser impuesta de modo que excluya la Comunión en la lengua. Lo
importante es que cada fiel tenga la posibilidad de recibir la Comunión sobre la lengua, al modo tradicional,
o en la mano si así lo desea. Las dos maneras de comulgar pueden coexistir sin dificultad en la misma
acción litúrgica. Asimismo habrán de vigilar que los comulgantes que soliciten recibir la Comunión en la
mano consuman la hostia inmediatamente, de modo que nadie se aleje con las especies eucarísticas en la
mano.
6. Nunca deberán presentar el copón para que cada uno se sirva. Han de realizar el gesto ministerial
conforme a lo que hizo el Señor: “Se lo dio diciendo: ¡Tomad!”. Asimismo darán importancia al diálogo de
la Comunión. El ministro que distribuye la Eucaristía muestra la hostia consagrada al fiel y dice: “el Cuerpo
de Cristo”; y espera la respuesta del “Amén” para recién entregar la Comunión. “El «Amén» que dicen los
fieles, cuando reciben la Comunión, es un acto de fe personal en la presencia real de Cristo”. La
distribución de la Comunión debe de hacerse siempre con pausa y dignidad ya que lo que se ofrece y recibe
es nada menos que el Cuerpo del Señor.
Cuando los ministros extraordinarios temporales de la sagrada Comunión tienen el encargo de llevar la
Eucaristía a los enfermos, ancianos u otros impedidos, deberán observar estrictamente lo siguiente:
1. Para realizar esta función cada ministro extraordinario debe contar con un porta viático donde llevará con
dignidad y reverencia el Cuerpo de Cristo, así como un ejemplar del “Ritual de la Sagrada Comunión fuera
de la Eucaristía”.
2. La sagrada Eucaristía deberá ser entregada al ministro extraordinario por el ministro ordenado. Está
terminantemente prohibido que la sagrada forma sea sacada directamente del sagrario o tabernáculo por él.
3. Una vez recibidas las hostias las llevarán inmediatamente a los enfermos. Al finalizar la distribución de
la Comunión, si han quedado hostias, éstas deberán o ser consumidas por él o ser regresadas de inmediato a
la iglesia para que queden reservadas en el sagrario. Es un abuso contra la Eucaristía el quedarse con las
hostias consagradas en la propia casa.
4. Deberán tener conocimiento de las personas a quienes se va a visitar y cuidar que las mismas sepan el día
y hora de la visita. De ninguna manera deberán presentarse de improviso o ir a lugares donde la sagrada
Eucaristía pueda correr el riesgo de una profanación por indiferencia u otra causa grave. Cuando los
ministros extraordinarios realicen este servicio deberán, bajo grave responsabilidad, dedicarse íntegra y
exclusivamente a distribuir la Comunión a las personas que van a visitar y nunca combinar la visita a los
enfermos, ancianos u otros impedidos con otras acciones o actividades. Siempre deberán ir acompañados de
una persona madura y de conducta recta.
5. Deberán instruir a las familias y personas que van a visitar sobre las razones de este servicio
extraordinario. Asimismo deberán pedir que en el lugar donde se va a distribuir la sagrada Comunión se
prepare una mesa a manera de altar, que esté cubierta con un mantel blanco, y donde esté colocada una cruz
pequeña y un cirio encendido. En dicha mesa el ministro extraordinario depositará la sagrada hostia hasta el
momento de darle la Comunión al enfermo, anciano o impedido.
6. Finalmente deberán observar fielmente el rito que ofrece el “Ritual de la Sagrada Comunión fuera de la
Misa” para esta ocasión