GSC
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Introducción
Cuando un paciente se está preparando para una intervención quirúrgica, la evaluación del
médico clínico o de cabecera resulta fundamental para optimizar los resultados de la
intervención.
En el momento de estar evaluando al paciente, debemos preguntarnos cuál es el riesgo que
tiene el paciente al exponerse a la cirugía programada.
El médico de cabecera evalúa al paciente con el propósito de aproximar el riesgo de
morbimortalidad perioperatoria, que incluye el riesgo durante la cirugía y en el post operatorio
inmediato y mediato, hasta incluso los siguientes 3 meses.
La evaluación preoperatoria también tiene el objetivo de intervenir médicamente con
anticipación, para disminuir al máximo el riesgo de complicaciones perioperatorias.
Cuando nos referimos al riesgo estamos pensando principalmente en el riesgo cardiovascular,
ya que es el que determina la mayor morbimortalidad en el perioperatorio.
Las intervenciones quirúrgicas son más frecuentes en los mayores de 65 años, siendo en este
grupo etario en quienes se concentra la mayor cantidad de comorbilidades, enfermedades
crónicas y polimedicación.
Aunque la evaluación preoperatoria se realiza en toda la población, este acto médico adquiere
suma importancia en los pacientes ancianos.
La concurrencia de enfermedades aumenta significativamente con la edad, desde menos del
30% en pacientes de entre 21 y 30 años, hasta aproximadamente el 90% en pacientes de
entre
71 y 80 años. Un tercio de los gerontes tiene tres o más enfermedades preexistentes o
comorbilidades, lo que aumenta significativamente su riesgo quirúrgico.
La mortalidad perioperatoria en los pacientes ancianos es considerablemente más elevada
que en los individuos jóvenes. Los ancianos representan el 75% de todas las muertes
posquirúrgicas, incrementándose este riesgo casi linealmente con cada década de la vida.
En la década del 50, la mortalidad perioperatoria era aproximadamente del 9,2% en los
pacientes menores de 55 años con enfermedad cardíaca y de alrededor del 18% en los
mayores de 75 años. Actualmente la mortalidad quirúrgica global en los pacientes con
enfermedad cardíaca se encuentra aproximadamente entre el 0,9% y el 2,4%.
Antes de 1960, la mortalidad en ancianos por cirugías de urgencia era mayor del 30%, siendo
entonces una conducta habitual evitar o posponer la cirugía y optar por otros tratamientos no
quirúrgicos. En la actualidad, tanto el progreso en la técnica quirúrgica como en el manejo de
la anestesia han disminuido la incidencia de complicaciones perioperatorias. La edad
cronológica ha dejado de ser el factor determinante para plantear o evitar una cirugía.
El riesgo perioperatorio se ve afectado por otros elementos como las comorbilidades, el estado
cognitivo y el estado funcional.
En la práctica cotidiana suelen pedirse una cantidad innecesaria de estudios complementarios
con la falsa expectativa de minimizar el riesgo quirúrgico, sólo por el hecho de que los
resultados sean normales. Sólo por una cuestión estadística, solicitar gran cantidad de análisis
aumenta el riesgo de obtener resultados falsos positivos, lo que implica la necesidad de pedir
estudios confirmatorios, demora para realizar la cirugía, incomodidad para el paciente y gastos
innecesarios.
La mayoría de las complicaciones y muertes en el perioperatorio no son previsibles aun con
una amplia y extensa evaluación previa ni con la realización de estudios complementarios.
En varios estudios se ha analizado cada una de estas pruebas para determinar su importancia
como detectores de riesgo o como predictores de complicaciones perioperatorias.
Las instituciones, con el objetivo de optimizar el equilibrio riesgo-beneficio suelen estandarizar
los estudios prequirúrgicos de acuerdo a algoritmos aceptados internacionalmente.
El médico de cabecera debe conocer esta “estandarización” para no caer en la sobreactuación
médica, solicitando estudios innecesarios para lograr la falsa sensación de tranquilidad propia,
del paciente o del cirujano.
Se debe tener en cuenta que conocer lo que se recomienda para la evaluación preoperatoria
en la revisión sistemática de la bibliografía médica, así como tener en cuenta los algoritmos
institucionales, ayudan al médico a situarse y objetivar los estudios para una correcta
evaluación. Sin embargo, frente al paciente en la consulta individual, no se debe adoptar una
conducta rígida sino considerar a cada paciente en particular.
Objetivos
El objetivo de la evaluación preoperatoria es determinar el riesgo del paciente en función del
tipo de cirugía y sus propias características. Para ello, es importante conocer lo que se debe
hacer o para qué sirve obtener el riesgo quirúrgico del paciente.
Evaluar el riesgo quirúrgico es importante para:
- determinar el riesgo durante el procedimiento y el perioperatorio, que está dado tanto por el
tipo de cirugía como por el estado de salud del paciente.
- informar correctamente al paciente sobre la cirugía, sus riesgos y beneficios.
- determinar el riesgo beneficio de realizar la intervención quirúrgica.
- comunicar el riesgo y las recomendaciones al equipo de anestesia y quirúrgico.
- detectar y actuar sobre el “riesgo modificable”, dado por alteraciones agudas presentes al
momento de la evaluación.
El actuar sobre el “riesgo modificable” implica la posibilidad de tratamiento previo a autorizar la
cirugía, siempre que esta acción pueda modificar significativamente el riesgo perioperatorio (por
ejemplo el tratamiento de la insuficiencia cardíaca, infecciones, reagudizaciones de
enfermedades respiratorias o de insuficiencia renal, etc.)
Evaluación
En la tabla 1 se describen los métodos y herramientas para valorar al paciente
Interrogatorio.
El interrogatorio es la parte fundamental de la evaluación. Es el instrumento que más
información aporta para la clasificación del riesgo. En un estudio en que se incluyeron 200
pacientes se desarrolló un cuestionario para el rastreo en pacientes sanos que iban a ser
intervenidos quirúrgicamente y se observó que no se obtuvo ningún beneficio adicional de
la realización de una historia clínica completa, del examen físico o de estudios de laboratorio
en aquellos pacientes que habían respondido que “no” a todos las preguntas del
cuestionario. Actualmente en muchas instituciones se utiliza una versión modificada de este
cuestionario para la evaluación preoperatoria.
Una de las preguntas fundamentales que se debe formular es la capacidad de ejercicio, ya
que resume el estado respiratorio y cardiovascular del paciente frente a una exigencia
hemodinámica. Un paciente tiene buena capacidad para realizar ejercicio cuando puede
caminar cuatro cuadras cuesta arriba o subir dos pisos por escalera sin síntomas. Los
pacientes con poca capacidad para realizar ejercicio físico tienen el doble de complicaciones
perioperatorias que aquellos con buena capacidad.
Se debe interrogar cuidadosamente acerca del consumo de medicamentos, particularmente
antiinflamatorios no esteroides (AINE), aspirina, benzodiazepinas, antidepresivos,
antihipertensivos, etc., ya que muchas veces el paciente no lo refiere espontáneamente.
En el paciente sano, la negativa en el interrogatorio al antecedente de sangrados
importantes o tendencia al sangrado ante situaciones comunes (extracción dentaria,
cortaduras, etc), es altamente sensible para descartar riesgo de sangrado quirúrgico
inherente a alteraciones de coagulación, detectables en un laboratorio.
Otros ítems a tener en cuenta en el interrogatorio son:
Examen físico
El exámen físico en la evaluación preoperatoria debe estar orientado a detectar alteraciones
que ameriten conocerse o estudiarse antes de la cirugía.
Debe constatarse el peso y la altura.
Se recomienda evaluar las características del pulso, medir la presión arterial en ambos brazos,
evaluar pulsos periféricos y realizar la auscultación cardiológica. El examen físico debe
completarse de acuerdo a la patología que padece el paciente.
La presencia de focos infecciosos en piel o fauces, que eventualmente pudieren ser causa de
infección de herida quirúrgica o de complicaciones infecciosas pueden ser causa de
suspensión de la cirugía hasta que el problema sea resuelto.
Laboratorio.
Es frecuente que el médico clínico solicite una gran cantidad de estudios de laboratorio, sin un
criterio definido sobre el qué hacer frente a un valor alterado. Esto sucede en las consultas
para “controles de salud”, pero con más frecuencia en las evaluaciones preoperatorias, ya que
el desconocimiento lleva a solicitar análisis innecesarios.
Existe también temor por parte del médico frente a la eventual demanda legal en caso de una
complicación quirúrgica, sin embargo, la mayoría de las complicaciones no son previsibles por
análisis de laboratorio.
Debemos conocer las recomendaciones basadas en evidencia médica para solicitar los
estudios necesarios y prescindir del resto, logrando agilidad en la evaluación preoperatoria.
En pacientes sanos que han respondido “no” al interrogatorio y tienen menos de 40 años no
es necesario realizar análisis de sangre. La predicción clínica de enfermedad dada por el
interrogatorio y el examen físico es suficientemente sensible en este grupo etario. Por otro
lado, lo más probable es que la eventual aparición de un valor de laboratorio alterado no influya
en el riesgo de la cirugía.
En el paciente anciano es necesario solicitar un laboratorio acotado, según lo que analizamos
a continuación.
En un estudio publicado en el año 2006, prospectivo, en mayores de 70 años (Dzankic et al,
clinical geriatrics 2006), se observó que los siguientes valores NO fueron factores de riesgo
independientes para complicaciones perioperatorias:
• Creatinina > 1,5 mg/dl en 12%
• Hb < 10 g/dl en 10 %
• Glucemia > 200 mg/dl en 7%
La anemia tiene una prevalencia del 1% en pacientes asintomáticos, y la presencia de anemia
aumenta la mortalidad perioperatoria. Esto se estudió en pacientes que no aceptaron
transfusiones por cuestiones religiosas. La mortalidad a los 30 días fue del 1,3 % en individuos
con hemoglobina preoperatoria mayor de 12 gr/dL y del 33,3 % en pacientes con hemoglobina
menor de 6 gr/dL.
La prevalencia de la anemia, el estar relacionada con mayor riesgo perioperatorio y al tratarse
de un factor de riesgo modificable mediante la transfusión de glóbulos rojos, hace necesario
tener un valor preoperatorio de hemoglobina o hematocrito en los mayores de 60 años.
Es importante considerar que aún en la actualidad existe riesgo con la infusión de
hemoderivados, por lo que ante una cirugía programada con alto riesgo de sangrado puede
programarse la autotransfusión.
La decisión de transfundir en el posoperatorio debe ser adecuadamente evaluada para evitar
los riesgos que esta implica, sobretodo en pacientes jóvenes.
La prevalencia de insuficiencia renal crónica en pacientes asintomáticos llega al 9,8% en los
mayores de 46 años. La creatinina mayor de 2 mg/dL es un predictor independiente de
complicaciones cardíacas perioperatorias. Además, el ajuste de las dosis y la selección de
fármacos se deben modificar en presencia de insuficiencia renal. Por este motivo, se
recomienda solicitar una medición de creatinina plasmática en el preoperatorio a todos los
pacientes mayores de 40 años.
Las alteraciones del tiempo de protrombina o de KPTT inesperadas no son frecuentes,
especialmente valores que se asocien a riesgo de sangrado grave. No está bien definida la
relación entre el riesgo de hemorragia, con la alteración de los valores de la coagulación en
estudios previos a una cirugía. La mayoría de las hemorragias importantes perioperatorias no
son previsibles con el laboratorio previo a la cirugía.
La ausencia de antecedentes personales de hemorragias importantes, es decir la respuesta
“no“ en el interrogatorio al antecedente de sangrado en otras cirugías o frente a heridas o
extracciones dentarias, predice con fidelidad la ausencia de un trastorno de la coagulación.
Por todo esto, no está recomendado el solicitar estudios de coagulación a pacientes sanos sin
antecedentes de sangrados patológicos.
Debe tenerse en cuenta que ante cirugías de alto riesgo como neurocirugías y eventualmente
la estética (esta última más que nada por cuestiones legales), se sugiere solicitar estudios de
coagulación.
Los pacientes que serán sometidos a una cirugía urológica, con manipulación de la vía
urinaria, incluyendo la litotricia endoscópica o percutánea, deben tener un urocultivo previo
para detectar infección urinaria. Si existe infección debe indicarse tratamiento antibiótico por
al menos 48 horas antes, en la inducción anestésica y continuarlo en el posoperatorio, de
acuerdo a la sensibilidad del urocultivo.
Otros estudios de laboratorio, como hepatograma, eritrosedimentación, proteinograma,
colesterol, orina completa, etc., no están recomendados.
Electrocardiograma.
Radiografía de tórax
La radiografía de tórax agrega poco a la evaluación clínica en cuanto a la identificación de
pacientes con mayor riesgo perioperatorio. La ausencia de enfermedad respiratoria en los
antecedentes y en el examen físico es suficiente para evaluar el riesgo desde el punto de vista
pulmonar.
El riesgo de presentar alteraciones en la radiografía de tórax aumenta con la edad,
principalemnte a partir de los 60 años. Una radiografía de tórax previa a un procedimiento
quirúrgico puede ser útil para una eventual comparación con otra realizada durante el
perioperatorio. No está bien definida la relación entre los hallazgos en la radiografía de tórax
y la morbilidad perioperatoria, por lo que la radiografía de tórax no debe ser realizada de rutina.
Se sugiere realizar una radiografía de tórax en los pacientes mayores de 60 años que van a
ser sometidos a procedimientos de alto riesgo o a aquellos con sospecha de enfermedad
cardíaca o pulmonar. Se sugiere también en las cirugías de tórax o de abdomen superior.
Espirometría
La realización de estudios funcionales respiratorios no está recomendada de rutina, ya que el
resultado de la espirometría no modifica el riesgo del obtenido por los antecedentes y la clínica.
Los hallazgos clínicos predicen mejor las complicaciones perioperatorias que el resultado de
la espirometría. Estos hallazgos incluyen el murmullo vesicular disminuido, la espiración
prolongada y la presencia de rales, roncus o sibilancias.
La espirometría es una forma de objetivar los valores alterados de la función respiratoria
sospechada por la clínica.
Se sugiere estudiar la función respiratoria con una espirometría en los pacientes candidatos a
cirugía de resección pulmonar o en aquellos en los que se sospecha enfermedad pulmonar,
como por ejemplo EPOC.
Riesgo
Valoración del riesgo cardiovascular
El riesgo cardiovascular es el principal determinante en cuanto a la morbimortalidad
perioperatoria, por lo que la evaluación del riesgo global de un paciente candidato a una cirugía
debe centrarse principalmente en su detección.
Es fundamental el interrogatorio sobre factores de riesgo cardiovascular, enfermedad
cardiovascular, el antecedente de complicaciones en cirugías previas y la capacidad para
realizar ejercicio. El examen físico y un ECG completan la evaluación básica.
Caminar 200 metros sin detenerse o subir 2 pisos por escalera equivale a un esfuerzo de 4
METS. La capacidad para realizar este ejercicio presupone menor riesgo cardiovascular.
El riesgo cardiovascular ha sido clasificado desde la década del setenta. Los conceptos
generales desde la clasificación de riesgo de Goldman se han mantenido.
Goldman cardiac risk index
Physical examination
S3 gallop or increased JVP >12 cm H2O
11
Significant valvular aortic stenosis 3
ECG
Rhythm other than sinus, or 7
atrial ectopy VPBs >5/minute at any time 7
La nueva evidencia en los años posteriores llevó a algunas revisiones realizadas por la
American Heart Asociation (AHA) y la American College of Cardiology (ACC). Se ha
clasificado el riesgo de acuerdo a la presencia de los siguientes factores:
Los pacientes que presentan factores de riesgo intermedio pueden beneficiarse con un estudio
más exhaustivo de su viabilidad miocárdica, utilizando pruebas evocadoras de isquemia
(Prueba Ergométrica Graduada, Ecocardiograma estrés con dobutamina, SPECT). La decisión
de solicitar estos estudios depende también del riesgo propio de la cirugía.
Gráfico 1.
Predictores clínicos
de riesgo intermedio
Cap. Cap.
Prueba evoca-
Func. Func.
dora
> 4 METS < 4 METS
Bajo Alto
riesgo riesgo
CCG
QUIROFANO
Gráfico 2.
Predictores clínicos
de bajo riesgo
Indicación
clase II
Bajo Alto
riesgo riesgo
CCG
QUIROFANO
Betabloqueantes en el perioperatorio
Los betabloqueantes han sido ampliamente estudiados y existe suficiente evidencia de su
eficacia en la mejoría de la sobrevida en pacientes con enfermedad coronaria y con
insuficiencia cardíaca. En la década del 90 y hasta el 2005 existió una tendencia a su
utilización generalizada en el perioperatorio, con el objetivo de mejorar la morbimortalidad
cardiovascular.
El estudio POISE (Perioperative Ischemic Evaluation) es un estudio multicéntrico, prospectivo,
placebo-control, en el que se utilizó el metoprolol inmediatamente antes de la cirugía y se
continuó su administración en el post operatorio. Los eventos isquémicos disminuían con la
utilización de metoprolol pero aumentaron los eventos de accidente cerebrovascular de tipo
isquémico y la muerte global. El estudio debió suspenderse y se actualizó la recomendación
del uso de betabloqueantes a pacientes con enfermedad coronaria conocida o con enfermedad
coronaria detectada en estudios evocadores de isquemia en el preoperatorio (ACC/ AHA
guidelines). Para los pacientes que no reciben crónicamente betabloqueantes se recomienda
el iniciar su administración por lo menos una semana antes de la cirugía.
Estado nutricional
La malnutrición es un factor de riesgo para morbilidad y mortalidad en el posoperatorio.
Tanto la pérdida de peso mayor del 20% antes de la cirugía, como un valor de albúmina sérica
menor de 3,5mg/dl han sido relacionados con mayor morbimortalidad perioperatoria. En
numerosos estudios pequeños se ha demostrado una mejor evolución posoperatoria con la
administración de alimentación parenteral total preoperatoria. Sin embargo, en el estudio
“Veterans Administration of preoperative total Parenteral Nutrition Cooperative Study”, con
mayor número de pacientes, no se observaron diferencias significativas respecto a la
morbilidad o la mortalidad entre los pacientes que recibían alimentación parenteral y los que
no la recibían. Se registraron además más complicaciones infecciosas en los pacientes que
habían recibido alimentación parenteral.
La conclusión de expertos puede resumirse en que no se recomienda la postergación de la
cirugía para mejorar el estado nutricional mediante la alimentación parenteral, excepto
posiblemente para los pacientes con desnutrición grave, aunque aun en este grupo la
evidencia a favor de la alimentación parenteral en el preoperatorio no es concluyente.
Obesidad
La obesidad no se encuentra dentro de los factores de riesgo para complicaciones
cardiovasculares, y aunque existe controversia en cuanto a la relación entre la obesidad y las
complicaciones respiratorias posquirúrgicas, en la mayoría de los estudios no se han obtenido
datos significativos para relacionar la obesidad con complicaciones respiratorias
perioperatorias.
Escalas de riesgo
El riesgo quirúrgico general puede objetivarse mediante distintas escalas, que han sido
modificadas con el transcurso del tiempo. Las más conocidas son las siguientes:
Ya nos hemos referido al riesgo cardiovascular clasificado por Goldman y luego modificado
por la AHA y la ACC.
Con el fin de evaluar y comparar las escalas mencionadas y conocer su eficacia para definir
el riesgo, se realizó un estudio, el Prospective Evaluation of Cardiac Risk Indices for patients
undergoing noncardiac surgery., cuya conclusión fue que no existían diferencias significativas
en cuanto a la efectividad de las pruebas para evaluar el riesgo perioperatorio. Además, se
concluyó que la identificación del riesgo no es sinónimo de predicción de eventos adversos y
que una patología debe ser lo suficientemente prevalente para que el valor predictivo positivo
sea adecuado al buscarse un método de rastreo.
La escala más utilizada en la actualidad es la del ASA (Sociedad Americana de Anestesia), en
que se evalúa el riesgo en función de las características del paciente, sin tener en cuenta el
tipo de cirugía.
Escala ASA
• ASA I : Sanos
• ASA II : Enfermedad que no repercute en la capacidad
funcional (incluida la HTA y la DBT)
No suspender
• Betabloqueantes
• Bloqueantes Ca
• Clonidina (alfa agon)
• Corticoides (sist-inh)
• Anti H2
• Bloq Bomba proton.
• Salbutamol
• Anticolinérgicos inhal.
• Ac. Valproico
• Opioides
• BZD
SUSPENDER
• Antag rec angiot
• Diuréticos
• Biguanidas (metformina)
• Sulfonilureas
• Tiazolidinediones
• Clopidogrel (10d)
• Ticlopidina (7d)
• AINE (3d)
• IMAO (2s)
• Colestiramina
• Teofilina
CONTROVERSIAS
No suspender
• SIRSS
• Antidepresivos Tricicl.
• Litio
• Anticonvulsivantes
• Neurolépticos
• T4
•
Suspender
• IECA
• AAS (7 d)
• Levodopa
• Hiervas medicinales
La aspirina se debe suspender siete días antes de la cirugía para evitar trastornos
hemorrágicos.
Los antidepresivos, principalmente los IMAO, pueden interactuar con anestésicos y deben
suspenderse 15 días antes. Esto no es necesario con los inhibidores de la recaptación de
serotonina.
En general se sugiere no suspender los antihipertensivos ni siquiera el mismo día de la cirugía,
especialmente los betabloqueantes.
No se recomienda la indicación sistemática de betabloqueantes con el objetivo de prevenir
complicaciones cardiológicas en pacientes que no los vienen recibiendo.
Se sugiere suspender los IECA indicados en la prevención secundaria tanto de ACV como de
eventos cardiovasculares, ya que los pacientes se benefician del efecto hemodinámico
protectivo del sistema renina-angiotensina-aldosterona (que se encuentra inhibido por los
IECA). Las benzodiazepinas no se deben ser suspender para la cirugía. Los hipoglucemiantes
orales deben suspenderse desde la noche anterior (dependiendo de la vida media) y debe
sugerirse el control de glucemia por digitopunción y correcciones con insulina corriente durante
la anestesia en cirugías prolongadas y en el posoperatorio.
Los pacientes que reciben corticoides crónicamente deben recibir hidrocortisona endovenosa
en la inducción anestésica y luego dosis estrés de hidrocortisona en el posoperatorio.
Moderado
Edad mayor de 40 años.
Cirugía de más de 30 minutos de
duración. Presencia de factores de
riesgo secundarios.
Alto
Edad mayor de 40 años
Cirugía mayor de 30
minutos Cirugía
ortopédica
Cirugía pelviana
Cirugía de tumor
abdominal. TVP o TEP
previos.
Factores de riesgo secundarios.
Coagulopatías
Los factores de riesgo secundarios incluyen la obesidad, la inmovilización, el diagnóstico de
cáncer, las venas varicosas, la estrogenoterapia y la parálisis motora.
Se sugiere profilaxis de enfermedad tromboembólica en el paciente internado en el
preoperatorio y en el pos operatorio, tanto con heparina sódica como de bajo peso molecular.
Vacunación antitetánica
Todos los pacientes que van a ser intervenidos quirúrgicamente deben estar inmunizados
contra el tétanos.
Se sugiere indicar un refuerzo de una dosis única de tetanol 0,5 ml a todos los pacientes
que no lo han recibido en los últimos 10 años y que tienen el esquema de tres dosis dado
en algún momento de su vida.
El esquema de tres dosis sólo se reserva para aquellos que no lo han recibido previamente.
Debe darse la primer dosis y completar el esquema con las siguientes dos dosis luego de la
cirugía.
La dosis de tetanol puede darse inmediatamente antes de operarse, sin necesidad de
administrar gamaglobulina.
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