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BROCATO

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6 La Ciudad Futura

Desde Madrid
A Carlos A.Brocato, maestro y amigo
A hora Carlos A.Brocato ha muerto. Lo conocí hace
poco más de diez años. Eran los días de 1985, un
tiempo que parecía haber sido hecho para tener
veinte años, porque uno comenzaba a desandar un oficio -el
valoró la democracia renacida en la Argentina de los 80
porque, digamos, participara de un ideario socialdemócrata.
Ni la criticó, por supuesto, desde el terreno populista, por su
supuesta insustancialidad o formalidad. Brocato valoró ese
del artículo- justo cuando la sociedad se hacía con su propia paso adelante de la sociedad civil sin perder de vista la
vida. Era una época de entusiasmos, pero no de un fervor limitación que la democracia representativa conllevaba en
cómodo sino de ese que se murmura. Ese que sabe también cuanto tal, además de las inconsecuencias que a ella le añadía
de sinsabores, que conoce la imposibilidad de la fiesta. Al la propia sociedad argentina. Brocato, como dije, era una
menos en política, claro. Para los que la mayoría de edad nos suerte de republicano español. Quería mucho a España,
había llegado ya en plena democracia, era normal haber donde había vivido. Siempre recuerdo el símil de la chapa de
conocido a Brocato por la radio. En sus programas-tertulias la Calle de Alcalá que pendía del lado interior de la puerta de
de la noche, que gustosos avanzaban sobre la madrugada, su casa. Y que ahora, para mí, resulta tan familiar. Cuando la
otro Carlos, Rodari éste, sacó al aire a Brocato, que acababa veo, es aquella chapa simulada la que está ante mí.
de publicar La Argentina que quisieron. Brocato tenía mucho de ese afecto convencido de los
Escuchar a Brocato era como escuchar a un republicano españoles por la tertulia. Porque la tertulia puede ser un lugar
español. Y eso constituía toda una rareza en la vida política de dramatismo, pero nunca de solemnidad. Ese discurrir es
argentina, abotargada de populismo y de nacional-iz- en el fondo una tomadura de pelo colectiva que todos
quierdismo. Entonces el mensuario en el que trabajaba me celebran. Brocato me contaba con regocijo cómo las mani-
brindó la coartada: había que pedirle una entrevista. Y allí festaciones obreras españolas siempre terminaban en el bar,
fuimos con Guillermo Ortiz, a reafirmar nuestras conviccio- cerveza y pincho en mano, para quitarle magnificencia a
nes. Aquella entrevista acabó siendo la primera de una larga todo. Y también tenía Brocato algo de esos gestos del
y entrañable gimnasia de reuniones. Siempre a media tarde, anarquista, como por ejemplo cuando escribió e hizo circular
siempre en su departamentito de la avenida Córdoba, siem- de mano en mano, amparado en un forzoso anonimato, un
pre alrededor de un cuidadoso café que Brocato nos prepa- texto contra la Guerra de Malvinas, en pleno conflicto y en
raba. Nosotros, que, como dije, queríamos reafirmar nuestras Argentina. Se llamaba “¿La ética o la mística nacional?”.
convicciones y, si era posible, ir más allá, aprendimos con Me parece que lo que le atraía de la vida española era la
Brocato. Leyéndolo, aprendimos a escribir. Leyéndolo, apren- ética civil, como decía él. También en París lo había compro-
dimos a pensar. bado. Porque si algo amargaba a Brocato era la degradación
Los demonios familiares de Brocato eran dos. Uno, la de la vida civil argentina de las últimas décadas, el reino de
independencia del intelectual. El otro, la ética política de la la picaresca, la glorificación del vivo, la burla como arma.
izquierda. En cuanto al primero, recuerdo que se reía de sus Eso me atrajo mucho. Es que uno empezaba a vivir en el
ilusiones juveniles de vivir de los derechos de autor. Brocato trabajo, en la universidad, en la calle y, claro, sentía los
resguardó siempre su autonomía intelectual, lo que lo alejó primeros modos arbitrarios, violentos, irracionales, que me-
de los circuitos académicos, editoriales, partidarios y de llaban el disfrute de la vida cotidiana. Brocato había vivido
fundaciones. Esa búsqueda de un trabajo lo más incondi- en Barcelona y creo que nunca se repuso de su vuelta forzada
cionado posible no sólo le restó circulación a su producción, por motivos personales a la Argentina. Porque ni siquiera el
sino que lo obligó a hacerse con ganapanes. Para él, la “tú” se le había interpuesto.
independencia era el alimento de la crítica, de la crítica sin Se reprochaba el tener su obra retrasada, como decía.
remilgos ni dobleces. En fin, de la labor del intelectual. Había militado durante mucho tiempo; y las horas se le
En cuanto a su otro demonio, el de la ética y la izquierda, habían ido entre las manos. Brocato era feliz escribiendo.
hay que decir que lejos de él estaba cualquier pretensión de Había escrito poesía, había hecho del artículo su don y hasta
resolver la cosa fácilmente; digamos, con el Sermón de la se había inventado un alter ego, Cayetano Bollini, para
Montaña en la mano. Su brillante crítica del foquismo recrear la prosa de un pensador reaccionario. Como Bollini
setentista y de toda la cultura política que rodeó aquella publicó tres obras, la última en los años 80, titulada ¿Quién
experiencia no se asentaba en un simple “no matarás”. Era la quemó la Iglesia? Nos anunció la publicación de esta obra
violencia como juego de fin de semana, como atajo de una con un alborozado “le publican a Bollini...”.
impaciencia personal, en fin, como aventurerismo, lo que Brocato puso de acuerdo su vida con sus valores. Vivió
despertaba sus críticas. La coartada de silenciar la crítica como pensó. Fue una enseñanza en ambos terrenos. Ni un
porque ésta “hace el juego al enemigo”, o de subordinarla al atisbo de alarde de eso le vi en los más de diez años en que
reconocimiento del sacrificio personal de los militantes lo conocí. El insuficiente reconocimiento a su obra y a su
caídos, hábitos tan a la moda en el “progresismo” argentino ética civil no es más que otro signo de la vida pública
de los 80 y 90, no lo distrajeron. argentina.
Creo que otro elemento que vertebró su pensamiento fue Ahora no sé a quién agradecerle por haberlo conocido.
la capacidad de combinar radicalidad y realismo. Brocato no Javier Franzé

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